Bio Necro Poder
Bio Necro Poder
Bio Necro Poder
Una sociedad sin relaciones de poder no puede ser más que una abstracción.
Michel Foucault
Pensar los ejercicios de poder que recorren la geografía de nuestro país requiere
apropiarse del vocabulario de nuestra tradición Occidental pero también de una
tradición que ha desplegado en Sudamérica y que configura problemáticas que
responden a lugares y contextos muy específicos. Por mencionar dos casos de esta
tradición; Capitalismo Gore de Sayak Valencia (México) y Formas comunes:
animalidad, cultura, biopoder de Gabriel Giorgi (Brasil) quienes a través de sus
respectivas obras muestran la especificidad de las relaciones de poder en sus sistemas
sociales. En el caso de Sayak Valencia éstas se piensan a través del narcotráfico y la
economía política que traspasa la realidad mexicana. En el de Gabriel Giorgi, con la
experiencia histórica de movimientos sociales como el golpe de Estado (31 de marzo de
1964) y ciertas obras literarias, La pasión según G.H. de Clarisse Lispector entre otras,
que le permiten sacar la noción de vida del biopoder (Zoé) y explorarla desde los textos
de algunos escritores brasileños. Estas obras forman parte de una tradición de
pensamiento Latinoamericano, que si bien recurre a las categorías conceptuales de
Occidente para pensar dispositivos de poder, tienen la necesidad de hacerlo desde
lugares muy específicos con historias y procesos culturales diferentes. Desde estas
tradiciones nosotros nos apropiarnos de un vocabulario y hacemos un análisis del
dispositivo de poder que recorre la geografía de México. Claro, no dejamos de hacer uso
de ciertas categorías de Occidente pues sin ellas difícilmente hubiéramos reconocido la
problemática de las relaciones de poder y la vida, pero lo hacemos en la medida en que
nos permiten analizar los ejercicios que traspasan las relaciones en un lugar tan
contradictorio y llenos de sueños como México. J.M.G. Le Clézio escribe de México:
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Para Membe y Valencia este dispositivo produce muerte. En el caso de Mbembe responde a la lógica del
apartheid y la colonia y en el de Valencia al capitalismo gore.
nazi). A propósito de esta cuestión, Roberto Esposito aclara la relación entre el biopoder
y el racismo de Estado. Para Esposito esta relación tuvo su momento paradigmático en
los totalitarismos pues “en ellos las potencias de la vida se insertaron en la política de
manera plena” (Esposito 118). Si una sociedad se ha preocupado de las potencias de la
vida y su defensa ha sido la nazi. Ésta tuvo como eje de sus procedimientos políticos la
defensa de la salud y un tipo de vida que impuso como racialmente superior. Por ello
dio muerte a las vidas que la amenazaban y eran un riesgo para su salud. El racismo se
volvió el núcleo de la razón de Estado en la medida que permitió establecer una política
de la vida que por su salud pretendió exterminar las diferencias, otras maneras de
nombrar la vida.
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“La poética del pensamiento” dice Giorgio Agamben (Agamben 249).
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Este es un argumento que se lo debemos al historiador Roger Chartier quien en Escribir las prácticas.
Foucault, de Certeau, Marín; sostiene que “al contrario del “giro lingüístico” que pensaba que no existen
más que juegos del lenguaje; la obra de Foucault y los historiadores mencionados articulaban las
construcciones discursivas del mundo social con la construcción social de los discursos” (Chartier 49).
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Recordemos que la reforma educativa fue impulsada justo por la petición del organismo internacional
encargado de hacer entrar en la lógica de la globalización (económica) a los países que se encuentran en
la periferia del desarrollo; la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos).
El narcotráfico ha servido para justificar un Estado autoritario que a través del miedo
impuso un esquema de exterminio que funciona a través del miedo. El miedo, en el caso
de la sociedad mexicana, es un factor político que instrumenta el espacio social y desvía
nuestra atención de los problemas políticos que han surgido por el proceso de
globalización que ha provocado desocupación, vulnerabilidad, marginación, injusticia,
despojo de los recursos naturales y explotación. Proceso que tiene que ver con una
bioproducción económica donde se deciden las vidas que importan de las que no y es
invisibilizado por el miedo que reproducen y confirman las instituciones del Estado con
sus signos y sintaxis. Surge de esta manera una demanda de seguridad en la que la
militarización y vigilancia del país se vuelven de primer orden para las lógicas del
dominio del mercado mundial. Esta demanda de seguridad atiende al miedo que el
dispositivo de poder genera. Norbert Lechner, quien analizó el miedo como factor
político nos dice:
En México este miedo no es sólo producto del dispositivo del biopoder que se
ejerce por medio de políticas de lo que podemos llamar, tomando el mote de Félix
Guattari; “Capitalismo Mundial Integrado” (Guattari 60). Este tipo de capitalismo tiene
como características su descentramiento de los núcleos de poder de las estructuras
económicas y su ejercicio en estructuras productoras de signos, sintaxis y subjetividad.
El miedo ha tomado dimensiones que producen relaciones en las que lo importante no
es únicamente mantener con vida los cuerpos para disciplinarlos y administrarlos,
haciéndolos de esta manera entrar a la lógica del dominio, sino darles muerte porque
ésta se ha vuelto rentable. Parafraseando a Achille Mbembe podemos decir que el
biopoder es el antecedente de un tipo de dispositivo de poder que estructura una
economía de la muerte (Mbembe 28). Aunque aquí marcamos una singularidad pues en
México no se presenta como antecedente sino como un dispositivo en el que se
ensamblan. Para nosotros el dispositivo de poder funciona como control de la vida pero
al mismo tiempo como administración de muerte y esto es lo que entendemos por
bionecropoder. Por lo que se refiere al que administra la muerte, Mbembe en su obra
aparecida en el 2006 lo ha nombrado; necropolítica.
Con esta palabra Mbembe hace referencia a una lógica de relaciones de poder
que describen el horror de estrategias de dominio en donde matar al enemigo del
soberano (que no es sólo el Estado) es el principal objetivo. Para Mbembe, como para
nosotros, desde esta lógica de dominio, es preciso replantear el análisis. Él lo hace
pensando en las experiencias de colonización y apartheid que han marcado a la historia
de África; nosotros desde la colonia pero también desde las prácticas que traspasan el
presente del país, mismas que están marcadas por un proceso histórico en donde el
colonizado fue visto como vida salvaje, que era una variante de la vida animal, y que
hoy se ejercen a través de torturas y suplicios contra los cuerpos que se niegan entrar a
las lógicas de dominio endriago5 y económico.
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La palabra endriago hace referencia a una figura de la literatura medieval cuya fiereza provocaba temor
en cualquier adversario, figura que Valencia recrea para darle forma a una serie de prácticas que en
nuestro país llevan a cabo “sujetos ultraviolentos y consumistas” (Valencia 89).
Al momento todos acuchillan, alancean a la gente y le dan tajos, con las
espadas los hieren. A algunos les acometieron por detrás; inmediatamente
cayeron por tierras dispersas sus entrañas. A otros les desgarraron la cabeza: les
rebanaron la cabeza, enteramente hecha trizas quedó su cabeza.
Pero a otros les dieron tajos en los hombros: hechos grietas, desgarrados
quedaron sus cuerpos. A aquellos hieren en los muslos, a éstos en las
pantorrillas, a los de más allá en pleno abdomen. Todas las entrañas cayeron por
tierra. Y había algunos que aún en vano corrían: iban arrastrando los intestinos y
parecían enredarse los pies en ellos (Portilla 98).
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Enzo trasverso nos dio herramientas para señalar nuestras diferencias tanto de Giorgio Agamben como
de Michel Foucault, pues mientras el primero señala que hay una ontología biopolítica, el segundo la
También reconocemos las limitaciones que para nuestro tiempo tiene el modelo de
análisis de Foucault cuando se trata de pensar las violencias que traspasan a nuestros
espacios sociales. Estas limitaciones se presentan porque como señaló Foucault; el
biopoder fue el dispositivo que surgió con la sociedad industrial de finales del siglo
XVIII y él localizó en Francia e Inglaterra. Para analizar el dispositivo que recorre la
realidad mexicana ya no da las herramientas suficientes porque la reorganización de las
relaciones de fuerza no está solamente en las lógicas que consideran la vida como
ámbito de normalización y control. La lógica del Estado mexicano sin duda tiene como
objetivo el control y gestión de la población como recurso, incluyendo los recursos y los
bienes en los que ésta se encuentra. No es de extrañar que en los últimos sexenios las
políticas que se han implementado a lo largo de la geografía de nuestro país giren en
torno al despojo del territorio y los recursos naturales. Políticas que se adecua a la lógica
del biopoder que tiene como principal objetivo la vida; vida considerada como un
continuo biológico, como recurso que tiene por marco poblaciones desde las que se
controla y gestiona.
Este poder traspasa la sociedad mexicana, sin duda, pero se ha ensamblado con
un poder que produce muerte y tortura. Nosotros creemos que el bionecropoder en
México responde a una economía criminal; la del narcotráfico, las instituciones de
gobierno y el mercado. Estos están sometidos al imperio de la economía del
Capitalismo Mundial Integrado y para ser parte de ella, como sostiene Sayak Valencia,
necesitan primero eliminar del espacio social los cuerpos que impiden el desarrollo de
políticas o sistemas de relaciones mercantiles. Segundo, a través de la violencia
garantizan que la sociedad civil viva en una guerra de todos contra todos que permite
imponer cualquier tipo de política autoritaria hacía el interior, porque produce un miedo
generalizado que mantiene a la sociedad en expectativa de su propia muerte. La
sociedad desde esta lógica exige la militarización y la presencia policiaca con el fin de
que garanticen su seguridad, aunque lo que esto ha garantizado es la producción de
muerte desde las mismas fuerzas del Estado que generalmente están coludidas con las
fuerzas criminales. Tercero, nuestra historia tiene una fuerte carga de colonialismo a
través del que se nos enseñó que la muerte del otro, su cadáver, nos hacía
sobrevivientes. Esto se confirma con la subjetividad endriaga, misma que produce un
sistema de relaciones donde participan sobrevivientes que todos los días deben
asume, desde su genealogía, como un dispositivo de poder que surgió en el siglo XVII, en el que la
disciplina y normalización se volvieron mecanismos del capitalismo industrial.
demostrar su lugar de sobrevivientes pues en una sociedad de guerra sólo quedan los
que pueden dar la muerte. Por último, y también parte de nuestra herencia colonial, se
nos educó en un sistema de valores católicos donde la vida está en relación a la renuncia
porque una y otra vez se nos recuerda que ésta es transitoria y que la verdadera está en
otra parte. Esta forma de valorar la vida ha hecho que en cada uno de nuestros actos
aparezca una indiferencia hacia ella. Si la vida para el mexicano no vale nada, la muerte
tampoco. Doble herencia que resuena en nuestras prácticas y que tanto el orden del
Estado como el del narcotráfico han capitalizado para imponer una política de
exterminio que recorre nuestros espacios sociales. La tesis de Roger Bartra que afirma:
“Toda cultura, ante la inevitabilidad de la muerte individual, necesita crear rituales y
símbolos que permitan que los muertos comiencen a morir en nosotros (…), para no
correr el riesgo de morir con ellos” (Bartra 78), es difícil de sostener en una cultura en la
que justamente ocurre lo contrario; vivimos una pobreza de rituales y símbolos que nos
permitan comprender la muerte de los nuestros pues estos son producidos en serie y
como vida desnuda a los que se les arrebata todo rasgo de singularidad y biografía. De
muchos incluso se desconoce el paradero de sus cuerpos por lo que es imposible
despedirlos a través de rituales o símbolos tanto públicos como privados.
La lucha por los rituales y símbolos la vemos en las madres, padres y activistas
sociales que se niegan a reducir a sus hijos o familiares a vísceras y masas corporales
que es a donde les confina la violencia del Estado y los grupos de narcotráfico. Por ello,
para el movimiento por la paz con justicia y dignidad,7 una de las propuestas políticas
consiste en crear rituales y símbolos para hacer visibles la violencia que pretende
eliminar el nombre y la singularidad de cada vida. Violencia que es la impronta de
nuestro tiempo porque se produce desde el tejido de relaciones que articula el
bionecropoder.
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Uno de estos símbolos fue la marcha que este movimiento realizó en el 2011 desde el centro de
Morelos y que prácticamente atravesó el país recogiendo y haciendo memoria del dolor que embarga a
nuestro país. Pero no sólo elaborando la memoria sino haciendo del dolor un símbolo político de lucha y
justicia.
Bibliografía:
Agamben, Giorgio. “¿Qué es un dispositivo?”. Revista de sociológica 73 (2011): pp.
249-264. www.revistasociologica.com.mx/pdf/7310. pdf . (Web)
Agamben Giorgio, Homo Sacer. El poder soberano y la nuda vida, Pre-textos, España,
2010.
Roger Chartier quien en Escribir las prácticas. Foucault, de Certeau, Marín, Manantial,
Buenos Aires, 1996.
Bartra, Roger, La jaula de la melancolía, Grijalbo, México, 2000.