Womanhouse PDF
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ALWAYS PIONEERS
WomanHouse Project: a feminist education program
(And other examples of feminist art practices in the seventies)
En los años sesenta aparece la segunda oleada del movimiento feminista, que
abordó la problemática de la opresión de las mujeres en todas las dimensiones y
aspectos. Las artistas comienzan a preocuparse por las cosas ordinarias de la vida
cotidiana. WOMANHOUSE fue un programa feminista que partió del Campus de
CalArts en Los Angeles; un proyecto colectivo dirigido por Judy Chicago y
Miriam Schapiro. En esta casa ocupada las estudiantes se dedicaron a
acondicionar las maltrechas habitaciones de la casa, subvirtiendo de esta forma el
concepto tradicional de creación artística: actividades como limpiar el espacio,
pintar las paredes, arreglar cañerías, atornillar ventanas, etc. formaban parte del
proceso creativo, permitiendo de este modo llevar a cuestionar de forma radical y
literal el confinamiento tradicional de las mujeres en el ámbito doméstico y
reproductivo.
The second wave of the feminist movement appeared in the 1960s, which addressed
the problem of the oppression of women in all dimensions and aspects. Artists begin
to worry about the ordinary things of everyday life. WOMANHOUSE was a feminist
program that was delopped in the CalArts Campus in Los Angeles; A collective
project led by Judy Chicago and Miriam Schapiro. In this busy house the students
dedicated themselves to conditioning the battered rooms of the house, subverting in
this way the traditional concept of artistic creation: activities such as cleaning the
space, painting the walls, fixing pipes, screwing windows, etc. were part of the
creative process, allowing in this way to lead to a radical and literal questioning of the
traditional confinement of women in the domestic and reproductive spheres.
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Soy artista. Soy mujer. Soy esposa. Soy madre.
En los años sesenta aparece la segunda oleada del movimiento feminista, que abordó la
reivindicativas en la calle, en los que se discutió entre otras muchas cosas sobre las
de poder.
había que recuperar, para poder así autogestionar el propio cuerpo. Para ello se empezó
cambio de actitud en el arte. Tiempos que viene marcados por el happening, las
acciones, el Fluxus. Las artistas se preocupan por las cosas ordinarias de la vida diaria;
una aproximación menos grave y más experimental al proceso de creación artística. Los
1
En el sentido dado a este término por Walter Benjamin en “la obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica”, en Discursos
interrumpidos, I. Taurus, Madrid 1992.
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ubicadas no en las vías artísticas ya trazadas, sino en el cruce de caminos, en las
encrucijadas de direcciones.
Las performances de los 70 abrieron los nuevos caminos por dónde iban a poder
moverse los artistas. Se abrieron nuevas vías de reflexión sobre sí mismas y sobre el
dentro del área artística, de tal importancia y con tal protagonismo, que han incidido en
Por otro lado, en la historia del arte ha habido y hay muchas mujeres que
producciones artísticas, tales como por ejemplo el espacio del hogar y los roles que ha
Las artistas construyeron de estos modos una serie de identidades fuertes, que
les han servido para liberarse de las definiciones estereotipadas de lo “femenino”, así
artística. Se aplica así de manera directa el famoso eslogan de los setenta: “Lo personal
es político”.2
Uno de los objetivos de estas nuevas prácticas artísticas será por tanto promover
2
Este famoso eslogan se atribuye a la escritora Carol Hanisch, por su artículo “The personal is political”, publicado en 1970 en Notes from
the Second Year: Women’s Liberation, aunque ella siempre ha dicho que el título fue cosa de sus editoras.
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estético feminista, en la comunidad académica donde se encuentra relegada o reprimida;
poder hegemónicos.
“Lo personal es político” es por tanto el planteamiento básico del feminismo que
lo privado y lo público.
Esta primera etapa de la historia del arte feminista está muy relacionada con el
auge paralelo de una historia social del arte que se vincula con las luchas de
reivindicación social de los años sesenta y setenta del siglo XX, partir de las categorías
institucionaliza, y cómo -desde el arte- se puede atentar contra esa hegemonía. Por ello
los escritos de artistas de la época reflejan una búsqueda de formas con las que su
campo donde los cánones han reflejado desde siempre una postura patriarcal,
protagonistas, sino que se presentan nuevas lecturas de la obra que revelan cómo sus
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WomanHouse Project: un programa de educación feminista en CalArts
Cuando en 1971 las artistas Judy Chicago y Miriam Schapiro trasladaron el programa
segunda), descubrieron que este contaba con una infraestructura más sofisticada que la
a convertirse en artistas profesionales” (Mayayo: 2017, pg. 98). Una de las estudiantes
programa de arte feminista hizo patente el hecho de que éste se constituía como un
modo, las estudiantes “contribuyeron a hacer explícito lo que siempre había estado
implícito, es decir, el hecho de que las mujeres reciben en las escuelas de arte una
normalmente el apoyo de los profesores hombres. De este modo el mito del genio
creación artística; por otro lado, la falta de expectativas sociales respecto al éxito y la falta
3
El programa de Arte Feminista que dirigió Judy Chicago en Fresno State College de California fue el primero de estas características, y se
desarrolló en 1970. En él Chicago seleccionó a quince estudiantes feministas a las que instaba a “alquilar un estudio fuera del campus a fin
de poder trabajar sin interferencias masculinas” (Mayayo: 2007, pg. 93).
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CalArts, o The California Institute of the Arts, se encuentra en Valencia, en el condado de Los Angeles, California. Desde 1961, fue la
primera institución norteamericana en ofrecer estudios superiores específicos tanto para estudiantes de artes visuales como performativas.
Numerosos artistas norteamericanos de aquellas generaciones se formaron en sus aulas.
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arte” y que ellas querían poner en evidencia, “una jerarquía que desdeña las habilidades
y experiencias creativas que las mujeres han desarrollado a lo largo del tiempo”
desarrollado en CalArts, un gran trabajo colectivo, entendido casi como una puesta en
práctica de las teorías de Arte/Vida, bautizado como Womanhouse, y que fue desarrollado
de forma colectiva, que como indica Patricia Mayayo, posibilitaba cuestionar de forma
reproductivo” (Mayayo: 2007, pg. 99), tal y como Betty Friedan hubiera descrito y
Ayudado por la apertura del marco conceptual del arte producido por las corrientes
que a partir de Fluxus y otras neovanguardias de los sesenta se constituyeron como formas
de arte procesuales, conceptuales y no-objetuales varias, un proyecto así podía ser sólo
entendido dentro del contexto de esas nuevas “prácticas artísticas”: así, por ejemplo, la
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“Este inmenso e inmensamente exitoso proyecto fue un intento de concretar las
fantasías y opresiones de las experiencias de las mujeres. Incluía un cuarto de
muñecas, un baño-menstruación, una escalera nupcial, un maniquí femenino saliendo
de un armario ropero, una cocina rosa con decoración de tetas en forma de huevos
fritos y un elaborado dormitorio en el cual una mujer sentada cepilla constantemente
su pelo” (Ibid., pg. 64).
Esta es la descripción abreviada del contenido del proyecto, que sin embargo es
descrito por Peggy Phelan simplemente como una “exposición”, organizada por las ya
reparando y adecuando aquella vieja casa angelina es importante destacar como nos
cuenta Peggy Phelan como “se reformula de modo radical la línea que separa lo
convirtieron en el material apropiado para hacer arte” (Phelan: 2001, pg. 21)
La muestra, dicen tanto Phelan como Lippard, tuvo un gran éxito de publico
performances, organizadas tanto por estudiantes como por profesoras; y también tuvo una
ayudó a visibilizar el gran interés que había por el arte feminista por parte de un
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apuntaban a la cuestión de la vida y el espacio doméstico, entendido como prisión para
la mujer. Por ejemplo, en la cocina nos podíamos encontrar con una instalación de
Susan Fraizer, Vicki Hodgetts y Robin Weltsch que, en palabras de Patricia Mayayo,
“evocaba, con gran crudeza, el drama del ama de casa atrapada en la ética del
sacrificio”, al mostrar las paredes cubiertas de una serie de esculturas que pasaban poco
a poco de la forma de huevo frito a otras con forma de senos femeninos, en una suerte
The menstruation Bathroom, obra realizada por la propia Judy Chicago, abordaba
en una de las primeras ocasiones en la historia del arte reciente, el tema entonces tabú de
de los hitos recurrentes del arte feminista): “los impolutos estantes del baño aparecían
flujo menstrual” (ibid., pg. 100): en una habitación muy, muy blanca y desodorizada, nos
cuenta su autora Judy Chicago, lo único que no puede ser escondido es la sangre, imagen
de performance en el que se recreaban piezas relacionadas con sus propias vidas y las
diferentes actividades “propias” de mujeres. Entre las diversas piezas realizadas nos
interesa primero llamar la atención sobre un par de trabajos relacionados con la idea de
“mantenimiento”: como Faith Wilding comenta, al fin y al cabo las mujeres pasan gran
parte de su tiempo vital dedicadas a realizar aburridas tareas domésticas. Una de estas
piezas trataba de la tarea de planchar, y en ella una mujer salía a escena y se ponía a
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planchar cuidadosamente una gran camisa; en la segunda, realizada después, al atardecer,
Pero entre todas ellas, la que nos interesa particularmente destacar es la conocida
pieza de Faith Wilding titulada Waiting, que “evocaba la pasividad a la que se había
visto reducido históricamente el sexo femenino” (Ibid.). Esta performance, que tenía un
carácter más calmo y contemplativo que otras, formaba parte de las actividades con las
que las artistas de la Womanhouse pretendían generar una toma de conciencia sobre la
situación de muchas mujeres. En ella aparecía la propia Wilding sentada pasivamente con
sus manos sobre el regazo, mientras se balanceaba hacia adelante y hacia detrás, e iba
enumerando a modo de letanía las infinitas esperas que suceden en la vida de una mujer,
desde su nacimiento hasta su muerte, esperando siempre una serie de sucesos, externos a
ella misma, pero que sin embargo determinan la forma de su propia vida: “Esperando…
numerosas cuestiones a la crítica del trabajo doméstico, así como a algunas cuestiones
trabajo), etc.:
“En 1970 las artistas feministas del ámbito de la performance desarrollaron una obra
que hacía visible los cuerpos de las mujeres realizando un tipo de trabajo cotidiano-
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repetitivo, interminable, un tipo de trabajo no retributivo que sostiene y hace posible la
vida cotidiana de los individuos, la familia y las instituciones. En las performances
feministas la duración de la acción era parecida a la duración de la tarea en la vida
real: nunca era una mera ilustración de dicha acción, y por tanto se obligaba a la
audiencia a sentir la pesadez de ese tiempo del “mantenimiento” del trabajo de las
mujeres. El mantenimiento feminista y las performances basadas en la duración son
pues una estrategia que hacen visibles las tareas de las mujeres y ponen en primer
plano las cuestiones de las condiciones de trabajo, la división del trabajo por el genero,
trabajo no remunerado, etc.” (Wilding, Faith: 2001).
este periodo Not for Sale (1998), que la Womanhouse fue un verdadero hito en la
historia del Arte Feminista, en tanto que aquel arte realizado por mujeres y para
estudiantes, sirvió para crear nuevas genealogías, y para evidenciar los problemas que
surgían a las mujeres a la hora de crear. También para concebir cómo y dónde hacerlo,
además de tener en cuenta el contexto donde las artistas trabajaban: ya que incluso hoy
libremente frente a un grupo numeroso de hombres. Dado que el mundo artístico sigue
Como bien indica Cottingham, podemos decir que en todos los trabajos que se
subjetividad femenina. Para ello se centraban por ejemplo en el análisis de los procesos a
través de los cuales las mujeres adquirían determinados roles del patriarcado. Otro
problema también era abordar el problema de la definición social de las categorías de “lo
servía para demostrar las asociaciones que se establecen en la cultura patriarcal entre
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diferencias biológicas y roles sexuales. Y también el explorar el problema de la identidad
sexual y de los códigos de la feminidad, tanto en nuestras vidas como en nuestro arte, a
(ibid.).
Chicago y Schapiro en el año 1971 y continuado hasta 1973; después, como recoge
Mayayo, sus fundadoras empezaron a tener serias diferencias entre ellas, ya que algunas,
lideradas por Chicago, no veían que tuvieran que pertenecer de ningún modo a un marco
valores y las actitudes masculinas que impregnaban toda la institución. Frente a ello,
escuela” (Mayayo: 2007, pg. 101); otras, como Schapiro, sin embargo deseaban que el
“La diferencia de opiniones entre Chicago y Schapiro suscitaba un problema que tuvo (y
sigue teniendo) una importancia considerable en el entorno feminista: ¿Deben las
mujeres crear sus propios circuitos de venta y exposición? ¿Sus propias escuelas, museos,
galerías, o revistas? ¿O deben acaso intentar integrarse en el mundo artístico
establecido? En definitiva, ¿debemos de abogar por la consecución de la igualdad, o por
la afirmación de la diferencia? (ibid., pg. 102).
los años siguientes, y plantea una pregunta, una serie de preguntas, que no tienen una
respuesta sencilla; en muchos casos esa respuesta dependerá del contexto específico (en
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relación al momento, al lugar, a las participantes) en que se esté planteando el debate:
pero es de cualquier modo un debate que nos interesa también por lo que implica en
visibilización que, respecto al trabajo doméstico realizado por las mujeres, nos
podríamos decir de entrada dos cosas diferentes: por un lado podemos pensar que, en
cierto sentido, la creación de espacios de estas características era la única opción que
aquellas mujeres tenían en aquel momento para poder trabajar liberadas de la asfixiante y
pero también podemos afirmar, por otro, que de este modo en el fondo las mujeres se
están refugiando en una suerte de espacios protegidos desde los que no tienen una
incidencia verdadera en el espacio público real, es decir, en el sistema del arte realmente
existente.
Sin embargo las cosas no son necesariamente blancas o negras, sino que por suerte
siempre admiten matices en su valoración: no cabe duda de que, si bien proyectos como el
alejados de la arena real del mundo del arte, eran también actividades poderosas capaces,
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sociedad, tanto a un nivel mediático como posteriormente a la hora de generar numerosos
debates, llegando incluso a transformar, poco a poco, la realidad sexista del mundo del
arte. Por tanto no podemos decir que desde ese aparente “separatismo” no se estuviera de
algún modo afectando a la esfera pública del arte, y además se estaba contribuyendo
la esfera doméstica como lugar de encierro para las mujeres. Como dice en el artículo
antes citado Lucy Lippard, el objetivo por tanto con proyectos como este sería “trabajar
desde fuera del sistema”, pero buscando intersticios en los que “infiltrarse y desde los
que socavar constantemente las bases de ese mismo sistema” (Ibid). Para ello por tanto es
necesario que “las mujeres artistas que se forman en una comunidad feminista” actúen
“en ambas esferas” y entablen así una conversación permanente “entre el mundo de las
experiencias similares en otras partes del mundo; nos interesaba destacar particularmente
enmarcados bajo la idea del espacio doméstico (el título con el que más tarde se
presentarían estos trabajos fue precisamente “Retrato de la artista como ama de casa”).
Coordinado por la artista Sally Gollop, Kate Walker y otras, trataban con ella de dar
mediante un sistema de intercambio de obras por correo que funcionaba así “fuera del
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Walker, inspirada directamente por la experiencia de Womanhouse, había abierto
Todas ellas trabajaron con objetos cotidianos desechados, y con la idea de la urgencia de
crear arte dentro de los límites del escaso tiempo disponible fuera de las obligaciones
domésticas.
Tanto Gollop como Walker eran artistas, madres y amas de casa, vecinas del sur
cuenta de que este era un nuevo modo de “desarrollar un lenguaje visual accesible a las
mujeres, que se corresponde con nuestras propias experiencias y rompe con nuestro
nuestro propio lenguaje visual; coser un tejido de identidad que otras mujeres puedan
diversa, y está integrada en nuestras vidas; está cocinada y comida, limpiada y vestida”,
consuelo a través de la creatividad; otras, como escribía una de las participantes, Monica
Ross, desarrollar “una perspectiva feminista que sitúe al arte en una esfera directamente
política” (Ibid.).
dieron cita mujeres de entre dieciséis y sesenta años, y que como decíamos se basó
principalmente en una serie de intercambios de pequeñas obras a través del correo postal.
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luego en el marco de una exposición realizada en el ICA (Institut of Contemporary Arts),
en Londres, en el año 1977. Como en la experiencia anterior, las piezas fueron exhibidas
luego itineró por otras ciudades de Inglaterra, Alemania y Austria. (Phelan, Peggy;
“La escena del arte contemporáneo no es más que otra esfera en la que las mujeres han
sido colocadas en segunda posición. Su naturaleza elitista y oscura se ha desarrollado en
el interés del capital. Los falsos estándares y la falsa ética, combinados con la
competitividad, han contribuido a aislar a las artistas y a inhibir el desarrollo de una
auténtica y significativa comunicación. [En el evento postal] nosotras no competimos.
Compartimos imágenes y experiencias. El envío de una obra de arte de una mujer a otra
hace el sentido mismo de la propiedad ambiguo.” (Walker, Kate, en Braderman: 1980).
Para finalizar este texto queremos extender el campo de acción de las cuestiones
A finales de los años sesenta Mierle Laderman Ukeles, una artista con una
embarazada se vio ignorada por la comunidad artística y tratada con menos respeto
profesional. ¿En qué medida el ser madre había afectado a la reacción de la gente ante
su trabajo artístico? ¿Esto afectó a muchas otras artistas? ¿Se sintió discriminada por
que Ukeles advirtió es que cuando tuvo a su hijo apenas le quedaba tiempo para su
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producción artística, y entre una cosa y otra apenas salía de la cocina. En respuesta a
todo esto, ella aprovechó sus experiencias “mundanas” para reinventar su papel
artístico. Como explica Lucy Lippard, “ella sencillamente dio la vuelta a las cosas, y
rebautizó a sus tareas domésticas ‘arte’, iniciando una serie de exploraciones que se
Duchamp era un artista al que admiraba. Manifest for Maintenance Art (“Manifiesto por
“Soy madre, hago montones de cosas: lavar, cocinar, cuidar... también hago arte. (…)
Ahora simplemente voy a hacer las cosas de todos los días, elevarlas a la conciencia y
exhibirlas como arte”. (Mierle Laderman Ukeles: 1969).
“mantenimiento”? Es posible que sea un término que nos resulte confuso, pues
feminista se trata de un concepto que viene siendo ya utilizado de otra forma desde hace
tiempo:
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El texto original puede consultarse en diversas páginas web, como por ejemplo: http://www.moca.org/wack/?p=301. También en Idea Art,
Battcock, Gregory ed.: 1973.
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la alimentación, la gestación y crianza de niños y niñas, la atención a los segmentos del
grupo que no pueden cuidarse a sí mismos, la higiene y salud pública. Se trata, en
definitiva, de un conjunto de actividades que exigen una especialización en la
‘cobertura de lo ajeno’” (Murillo 1996: XVII).
carácter performativo. Como Peggy Phelan nos recuerda, no deja de ser paradójico que
muchas mujeres artistas de los años setenta vieran en los Happenings y las
experimentaron con esta idea a la manera de Yves Klein en sus Anthropometries (1958),
en las que este famoso pintor embadurnaba de pintura azul el cuerpo de una serie de
mujeres desnudas y las utilizaba así para crear sus lienzos antropométricos, convirtiendo
“No mucho después, las propias mujeres llegaron a interesarse en pensar acerca de las
políticas de la limpieza y la suciedad de un modo más cuidadoso. Las artistas
feministas en los Estado Unidos fueron especialmente agudas a la hora de redirigir las
conexiones de la performance con la pintura y el accionismo. Una década después de la
performance de Klein, Mierle Laderman Ukeles escribió su Manifesto for Maintenance
Art, que serviría como un mapa para la investigación sobre el concepto de
mantenimiento, entendido como una serie de actuaciones cruciales pero largamente
desapercibidas” (Phelan: 2001, pg. 28).
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Su primer gran proyecto en esta línea fue, en 1973, la performance Hartford
galerías de la institución, así como también en el desempeño de las tareas propias de los
guardas de un museo, todo ello desarrollado en presencia del público visitante (imagen
setenta fueron muchas las mujeres artistas que utilizaron frecuentemente lo privado, las
actividades y objetos cotidianos, incluyendo sus propios cuerpos, para convertirlos tanto
1973 y 1976 6 , en las que la artista llevó a cabo esta serie de actividades de
públicas de exposición.
6
Para una más detallada descripción de todas estas piezas, así como para el visionado de algunas ilustraciones, puede consultarse el libro Art
and Feminism (Reckitt, Helen y Phelan, Peggy Phaidon, Londres-New York 2001).
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Pero por otro lado, también está claro que esta elección del concepto mismo de
implica una serie de connotaciones que hace más complejo el debate sobre lo que todo
esto implica en relación al debate entre “ámbito doméstico” y “espacio público” al que
aquí estamos refiriéndonos. Veamos por ejemplo lo que opinan en este sentido
académicas feministas como Sandra Montón, que llevan tiempo trabajando sobre los
que podría haber sido, simplemente, Household (término inglés más común usado para
describir las “tareas domésticas”), hay un claro posicionamiento político y feminista por
su parte a la hora de definir el carácter público que ese tipo de trabajo debe tener:
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relacional no impuesto a priori por la investigación, sino definido por los conjuntos de
interacciones humanas que definen esas prácticas y conllevan su realización efectiva y
que se plasman de manera peculiar en cada contexto histórico. Se trata de un espacio
que transgrede la etiquetación de espacios privados y públicos.”(Ibid.)
generación, podríamos relacionarla más bien con una idea de “librarse” de esas tareas
domésticas, más que de “recrearse” en ellas: como Lucy R. Lippard ha señalado, estas
artistas utilizan esa imaginería doméstica porque está ahí delante cada día, a todas horas,
“porque es lo que conocen mejor, porque no pueden escapar de ello” (Lippard: 1995,
pg. 62). Y ahí la idea de mantenimiento es importante, porque trasciende el mero ámbito
doméstico: como Lippard recuerda, fueron los artistas del Pop Art los primeros en
jabón, o lata de sopa, toda esta elección de imaginería fue considerada toda una
ruptura”, pero como ella dice fue considerada así fundamentalmente porque los artistas
fueron varones: si hubieran sido mujeres, “el movimiento jamás habría salido de la
cocina” (Ibid.). Y es que, como la propia Ukeles advirtiera con amarga ironía,
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Se trata de una performance desarrollada con el MIRROR TRUCK (“camión espejo”), que es un camión de la basura recubierto de espejo y
que por tanto refleja el exterior: ha sido usado desde 1983 hasta hoy para desfiles y fiestas comunitarias, y se considera todo un honor
conducirlo (Ronald Feldman Fine Arts, New York).
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institución. Al fin y al cabo el trabajo de sanidad, señala Ukeles, es como el “trabajo
“Desde finales de los setenta Ukeles ha tomado el departamento como base para sus
ahora investigaciones internacionales en torno a el mantenimiento social y la gestión
de los desperdicios. Su trabajo consiste en actuaciones reales del día a día de los
trabajadores, investigaciones sobre la efectividad medioambiental, y la realización de
instalaciones construidas a partir de los productos y herramientas de sus labores. Una
de sus muchas funciones consiste en humanizar y embellecer (incluso beatificar) a
aquellos que, como las mujeres, hacen el trabajo sucio, para dotarlos de gracia y
nobleza” (Lippard: 1995, pg. 259).
que consistió en acercarse a cada uno de los 8.500 trabajadores del Departamento de
Asuntos Sanitarios y darles la mano diciendo: “Muchas gracias por mantener viva New
las amas de casa, se habían convertido en invisibles; así creó un punto de contacto entre
la clase obrera y las mujeres, lo cual en los Estados Unidos era considerado como una
conexión poco frecuente por las clases sociales dominantes (Phelan: 2001, pg. 28).
parámetros de la institución arte, así como propone un trabajo de denuncia ante los
que otros artistas y espectadores sean capaces de formarse un criterio sólido y menos
subjetivo, y para que así vean qué hay detrás de una obra de arte. Pero sobre todo Mierle
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Performance desarrollada en Manhattan entre el 24 de julio de 1979 y el 26 de junio de 1980.
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Laderman Ukeles es la primera artista que pone en primer plano en el contexto del
mundo del arte el trabajo doméstico realizado por las mujeres durante siglos: por vez
que había sido exclusivamente materia doméstica, el trabajo silencioso realizado por
millones de mujeres cada día en la privacidad del hogar, y sobre el que se sostiene de
“En este sentido, somos herederas la tradición académica feminista que ha desgajado
las actividades domésticas del ámbito de lo privado para señalar su trascendencia en el
ámbito público (…) la importancia de este conjunto de actividades, ignorado en gran
parte de la tradición académica que nos precede porque en nuestra sociedad sí que se
han asociado con las mujeres y con el espacio de lo doméstico-privado.” (Montón:
2000.)
también el mundo del arte, incluidas todas y cada una de las corrientes de vanguardia,
había venido ignorando “la importancia de este conjunto de actividades”; en una fecha
tan temprana como 1969, en la que ni siquiera Mariarosa Dalla Costa, Silvia Federici y
otras compañeras del feminismo militante habían aún empezado a articular las
manifiesto por el “Mantenimiento” del mundo del arte de Mierle Laderman Ukeles
mostró públicamente de forma cruda y directa, sin tapujos, cómo ese trabajo esta en la
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