Apuntes Evau Madrid Hume
Apuntes Evau Madrid Hume
Apuntes Evau Madrid Hume
El empirismo es una corriente de pensamiento que se inicia en Inglaterra en el siglo XVII y que
perdura hasta el XVIII, coincidiendo en buena medida con la corriente filosófica que se
desarrolla en el continente europeo: el racionalismo. Por eso es lógico comparar uno y otro
sistema, pues entre ellos, a pesar de la coincidencia en el tiempo, hay grandes divergencias:
- Las ideas innatas: si los racionalistas (DESCARTES) defienden la existencia de ideas que
están impresas en el ser humano desde su nacimiento, los empiristas negarán esta
posibilidad, volviendo al concepto aristotélico de tabula rasa. Luego veremos por qué.
- La fuente del conocimiento: si para los racionalistas el conocimiento parte del sujeto y
su razón (cogito ergo sum), los empiristas vuelven a decir que nada hay en nuestro
entendimiento que no haya partido de la experiencia (ARISTÓTELES).
- La intuición: frente a la intuición intelectual, fruto de la razón, los empiristas sostienen
la intuición empírica, la que parte de los hechos, que, aunque puede estar equivocada,
existe.
- El método científico: los empiristas defienden la física newtoniana frente a la
matemática cartesiana. Además, consideran más probable la inducción (partir de
hechos particulares para generar principios) que la deducción.
- De las ideas distintas y claras como criterio de verdad, se pasa a la experiencia. Esto
acaba negando la metafísica e incluso pone en duda la idea de Dios.
- El objeto del conocimiento: el objeto, sin embargo, parece similar: las ideas del ser
humano y cómo es capaz de tenerlas.
- Influencias: a la postre, las posiciones empiristas acabarán conectando con la
Ilustración.
HUME (1711-1776)
Hume será el autor que lleve el concepto del empirismo a su extremo, a su radicalidad. El
objeto de estudio principal para el autor inglés será el ser humano, tanto en su dimensión
teórica (los límites y el proceso del conocimiento humano, la posibilidad de la ciencia y la
metafísica) como en su dimensión práctica (moral, política y religión).
1. Conocimiento
Para Hume, al igual que para Locke, el otro gran empirista, las ideas innatas no existen, pues
todo conocimiento tiene su origen en la experiencia. Las ideas son solamente contenidos
mentales que provienen de las percepciones. Hume denomina percepción a todo aquello que
queda fijado en nuestra mente y distingue entre dos tipos fundamentales:
- Ideas: son copias debilitadas de las impresiones que quedan en nuestra memoria.
Por tanto, existen diferencias entre impresiones e ideas, que podemos resumir así:
IMPRESIONES IDEAS
Más vivas Más débiles
Anteriores a las ideas Posteriores a impresiones
Origen directo en experiencia Origen indirecto en experiencia
Actuales Pasadas
Inmediatas Mediadas
Tanto las impresiones como las ideas pueden ser simples (no pueden dividirse) o complejas (sí
pueden descomponerse, como la idea de París, que puede descomponerse en sus diferentes
calles, por ejemplo).
- Ley de la semejanza: asociamos por el parecido físico (un retrato y una persona).
- Ley de la contigüidad: nuestra imaginación asocia percepciones que tienen proximidad
espacial o temporal: así sucede con la Torre Eiffel y París.
- Ley de la causalidad: la imaginación es la que establece este vínculo, a fuerza de ver
habitualmente relacionadas algunas impresiones: de padre e hijo, crea la idea de paternidad.
En todo caso, es el sujeto el que asocia las impresiones, pues estas no se presentan asociadas
en la naturaleza. Esto quiere decir que la realidad no tiene un orden, ni siquiera causal, sino
que el ser humano lo construye de manera ilegítima por las leyes que acabamos de exponer.
Como esta asociación es ilegítima, el conocimiento resultante también lo es: sustancia, causa o
existencia son construcciones de la imaginación que Hume niega. Más adelante lo veremos.
Para Hume, el método científico por excelencia es la inducción, pero él niega que esta sea
infalible. Para él, solamente tenemos las percepciones concretas y por la fuerza de la
costumbre queremos creer que esas percepciones originan leyes que predicen el futuro
(recuerda la historia del pavo inductivista, que oía sonar la campana antes de comer, acabando
por asociar comida y sonido, hasta el día en que suena la campana y lo sacrifican para la cena
de Navidad. NOTA: Esta historia no es de Hume, sino de un filósofo posterior). En todo caso,
Hume acepta que este no es un conocimiento seguro, sino probable (probabilismo inductivo).
Esto equivale prácticamente a negar la idea de causalidad y Hume lo hace. En consonancia con
su pensamiento, si la única verdad son las impresiones de hechos concretos, no existe la
percepción de causa, sino que es creada a partir de la prioridad temporal (unas percepciones
se dan antes que otras), de contigüidad espacio-temporal (unas percepciones han sido
percibidas en muchas ocasiones muy cercanas en el tiempo y el espacio, o lo que es lo mismo,
seguidas y en el mismo lugar) y de conexión constante en el pasado (como hemos visto hasta
ahora que una percepción seguía a la otra, la costumbre nos hace creer que siempre será así).
Por tanto, la causalidad (que a veces denomina conexión necesaria) es solamente un hábito:
ver un hecho y otro nos crea la falsa conclusión de que uno es causa del otro y lo va a seguir
siendo.
Esto significa que no podemos, por ningún conocimiento, ni por el científico, conocer qué va a
pasar ni establecer relaciones de causa efecto (Aristóteles había definido la ciencia como
conocimiento cierto por causas), sino solamente establecer posibilidades. Esto deja en mal
lugar a la ciencia y no responde la pregunta de qué ciencia podemos hacer.
Respecto a la Metafísica, Hume niega que sea posible conocer la existencia de sustancias,
defendiendo que son creaciones de nuestra imaginación:
- Del Yo solamente tenemos una serie de percepciones que nuestra imaginación atribuye a la
sustancia yo, pero es una suposición imposible de comprobar. No tenemos experiencia directa
del Yo.
- Del Mundo tenemos impresiones aisladas, pero al negar la existencia de la relación causa-
efecto, invalida la posibilidad de que tras los fenómenos aislados exista un Todo, un substrato,
que es a lo que Descartes llamaba sustancia extensa. En todo caso, si existe no podemos
conocerlo.
- De Dios se ocupará al hablar de metafísica y religión. Si para Hume solo hay experiencias y
precisamente la característica de Dios es que es imperceptible, resulta imposible que podamos
afirmar su existencia o su no existencia. Esto le lleva al agnosticismo.
2. Religión
- Pruebas tomistas: todas las pruebas de Santo Tomás son a posteriori, es decir, basadas en algo
ya existente, en una naturaleza que funciona de manera causal. Dado que Hume niega la
posibilidad de alcanzar un conocimiento cierto sobre las relaciones causales y la existencia de
una finalidad en la naturaleza, las pruebas del Aquinate no nos pueden llevar a sostener la
existencia de Dios.
¿De dónde viene entonces ese pensamiento tan extendido, el religioso? Del temor y la
ignorancia, según Hume; del temor a la muerte, que hace que creemos inmortalidades y del
desconocimiento, que hace que creemos explicaciones religiosas.
El ser humano, expuesto a la naturaleza, creó primero un universo politeísta atribuyendo a las
fuerzas naturales características humanas y adorándolas, pasando luego por el monoteísmo y
llegando al fin a la religión de la Modernidad: la religión natural, una religión sin Iglesia ni credo
religioso que considera a Dios solamente el creador inteligente de la naturaleza.
Aun así, Hume se inclinará por un agnosticismo, dado que para él las verdades religiosas son
indemostrables y esa situación de incertidumbre es insalvable con nuestras capacidades, por lo
que someter a la religión a los argumentos de la razón nos lleva a contradicciones:
principalmente la derivada de la teodicea (si hay un Dios omnipotente y bueno, ¿por qué existe
el mal en el mundo?).
3. Ética
Para Hume los criterios éticos provienen del propio sujeto, no de instancias divinas. Dentro de
su esquema de conocimiento no son juicios de cuestiones de hecho, sino valoraciones, así que
no pueden provenir de la realidad, de las meras impresiones.
El criterio que establece Hume para diferenciar el Bien y el Mal es el placer (entendido de
forma amplia). Es bueno lo que nos acerca y malo lo que nos aleja del placer. Esta postura se
denomina emotivismo moral: la moral se halla fundamentada en el sentimiento y,
contrariamente a los filósofos de la Edad Media e incluso a muchos de la Antigüedad, Hume
considera que la razón no puede dirigir a las pasiones (ni debe hacerlo), sino que son estas
pasiones las que guían a la razón en la búsqueda del placer. La razón no tiene nada que decir
respecto a los juicios morales (no son de ninguno de los dos tipos científicos).
Entonces, si no podemos decidir con la razón, ¿significa que no somos libres? Según Hume, no
lo somos. Estamos determinados por motivos internos (placer y dolor) y todas nuestras
acciones pueden explicarse, porque nos dirigen las emociones, que son incontrolables, lo que
lleva a la conclusión de que la libertad, tal y como la conciben los racionalistas, no existe.
Actuamos por el sentimiento moral, un juicio común a los humanos que nos lleva a poder
juzgar las acciones (no las intenciones que hay detrás de ellas) de una forma distanciada, de tal
manera que sirva para muchos, no solo unos pocos.
Así, podemos concluir que la ética de Hume es hedonista (guiada por las pasiones y el placer),
general (vale para todos) y utilitarista (lo bueno es lo que sirve), aunque no universal (no tiene
reglas para todos los asuntos) ni inamovible (no sirve para todo tiempo).
4. Política.
Para Hume, el Estado es una creación artificial, que resulta útil, aunque sería más natural no
tener gobierno. No acepta la teoría del contrato social como origen de la sociedad (que
defienden Locke y luego Rousseau), porque no ve evidencia de que este contrato exista y
porque nadie está voluntariamente en la sociedad: estamos obligados, pues la sociedad es
inevitable, necesaria y útil (recuerda la ética).
Por tanto, los ciudadanos establecen unas reglas que regulan la convivencia, aseguran la
propiedad y se convierten en virtud por ser al final un sentimiento moral, es decir, que son de
utilidad general y por eso resultan simpáticas. Estas reglas son puramente artificiales y pueden
cambiarse.