08 Goering
08 Goering
08 Goering
«El úú nico qúe sabe realmente algo del Reichstag soy yo, ¡porqúe yo le prendíú fúego!».
Hermann Goering —o Goö ring— es úno de los personajes maú s fascinantes del Tercer Reich.
Jefe de la Lúftwaffe y mariscal del Reich, consigúioú haú bilmente sitúarse como núú mero dos
del reú gimen nazi; sú inteligencia y astúcia llegaríúan a poner en serios aprietos a sús
acúsadores dúrante el proceso de Núú remberg. Pero, por otro lado, Goering era ún hedonista
megaloú mano, adicto a la morfina. De caraú cter volúble y fanfarroú n, era amante de los
úniformes vistosos y las batas de seda, y, como búen exceú ntrico, teníúa ún leoú n como animal
domeú stico.
Aunque Goering estaba más interesado en confiscar bienes ajenos —obras de arte, sobre
todo— que en planificar asesinatos masivos, su incuestionable participación en los crímenes
nazis le llevaría a ser condenado a morir en la horca, aunque conseguiría suicidarse en el
último momento. Su profecía de que «en cincuenta o sesenta años habrá estatuas de
Hermann Goering por toda Alemania» no se cumpliría.
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Roger Manvell & Heinrich Fraenkel
Goering
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Tíútúlo original: Goering
Roger Manvell & Heinrich Fraenkel, 1962
Tradúccioú n: Xavier Riesco Riqúelme
Retoqúe de cúbierta: Rob_Cole
Editor digital: Rob_Cole
ePúb base r1.2
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Introducción
Hermann Goering ingirioú veneno en sú celda la noche del 15 de octúbre de 1946, a poco
maú s de úna hora de qúe estúviera previsto qúe fúera condúcido al cadalso erigido en el
gimnasio de la caú rcel de Núú remberg. Múrioú por sú propia mano para demostrar qúe segúíúa
siendo el dúenñ o de sú destino, el úú ltimo Napoleoú n del reú gimen nazi qúe se habíúa defendido
con tanta energíúa y habilidad frente al Tribúnal Militar Internacional qúe finalmente lo
condenoú a múerte por ahorcamiento. Sú cúlpabilidad, segúú n la expresioú n de sú sentencia,
era «úú nica en sú enormidad».
Ni Heinrich Fraenkel ni yo comprendíúamos verdaderamente a Goering cúando
empezamos a investigar para esta biografíúa. Habíúamos leíúdo múcho sobre eú l en los múchos
estúdios sobre la historia del Tercer Reich, en las qúe aparecíúa como úna especie de gigante
inanimado qúe esperaba a cobrar vida al ser púesto al lado de la extraordinaria y múy
estúdiada personalidad de sú amo, Hitler. Los intentos por resolver el enigma de este as de
la aviacioú n de la Primera Gúerra Múndial qúe se convirtioú en ún exiliado y ún drogadicto
trastornado, este hombre al qúe Hitler no qúeríúa acoger otra vez en el movimiento nazi
pero qúe se convirtioú en el segúndo nazi maú s importante del Reich, se hicieron únos pocos
anñ os despúeú s de la Segúnda Gúerra Múndial en la forma de las breves pero úú tiles biografíúas
realizadas por Bútler, Yoúng y Frischaúer. Pero desde entonces han aparecido úna gran
cantidad de núevos datos, algúnos ya públicados y otros ineú ditos, qúe hemos estúdiado
júnto a los núevos y a menúdo sorprendentes testimonios qúe nos proporcionaron
hombres y mújeres qúe, bajo diversas circúnstancias, habíúan conocido bien a Goering y qúe
ahora se sentíúan con maú s libertad para hablar de lo qúe habíúan sentido en el pasado, o qúe
ahora hablaban por primera vez. Múchos de ellos revelaron hechos núevos y de gran
importancia.
Al principio, cúanto maú s descúbríúamos sobre Goering, maú s profúndo se volvíúa el
misterio de sú personalidad. Un momento estaú bamos tratando con el esposo sencillo y
devoto, el hombre qúe se arrodillaba para orar desbordado de emocioú n en la peqúenñ a
capilla privada en Estocolmo qúe pertenecíúa a la familia de sú mújer de origen súeco, Carin,
y al sigúiente nos enfrentaú bamos a las prúebas qúe apúntaban al organizador despiadado
de campanñ as para el úso de mano de obra esclava, para la extorsioú n y con el fin de caúsar la
múerte en masa por inanicioú n en los paíúses ocúpados por el Reich. El impúlsor de algúnas
de las leyes de caza maú s jústas y compasivas en Eúropa tambieú n púso sú nombre en los
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decretos qúe crearon los campos de concentracioú n donde, segúú n admitioú , inevitablemente
tendríúan lúgar brútalidades. Esos hechos qúizaú s fúeran comprensibles en la extranñ a
dicotomíúa de la mentalidad nazi, a la qúe sin dúda la mayoríúa de núestros lectores ya estaú n
acostúmbrados. ¿Pero coú mo se púede reconciliar la infantil vanidad afeminada del hombre
qúe, mientras recibíúa a sús invitados en la mansioú n llamada Carinhall, desaparecíúa úna y
otra vez para cambiarse y reaparecer vestido con todo tipo de trajes extravagantes y qúe
solíúa llevar encima joyas de enorme tamanñ o, con el hombre astúto, brillante y valeroso qúe
estaba dispúesto a plantar cara a sús acúsadores en Núú remberg y qúe a veces inclúso les
ganaba en el debate, aúnqúe el súyo era úno de los peores casos qúe defender ante ún
tribúnal en toda la historia?
En el cúerpo gordo y torpe de este hombre de húmor brú tal y alardes vúlgares tambieú n
existíúa ún hombre de genúino conocimiento y de cierto gústo por las artes, ún hombre qúe
apreciaba los libros y de amplias lectúras, ún hombre qúe dúrante varios anñ os disfrútoú de la
companñ íúa de diplomaú ticos y aristoú cratas, a los qúe encantoú haciendo qúe dejaran
constancia de homenajes a sú persona como anfitrioú n y negociador. Hombres como Halifax
y Henderson de Inglaterra, François-Poncet de Francia, Súmner Welles de los Estados
Unidos y Dahlerús de Súecia, afirmaron qúe, en el momento de reúnirse con Goering,
qúedaron convencidos de sú sinceridad y probable búena volúntad. Sús dos esposas le eran
devotas, y eú l a ellas.
Ningúú n testimonio qúe hayamos encontrado sobre Goering explica eú sas y otras
contradicciones en sú natúraleza. Heinrich Fraenkel pasoú maú s de dieciocho meses de
investigacioú n viajando por Alemania, reúnieú ndose con personas qúe habíúan conocido a
Goering tanto en sú vida púú blica como en la privada. Encontroú a la viúda de Goering, Frau
Emmy Goering, todavíúa convencida de la grandeza de sú esposo y de sú dedicacioú n a
Alemania, y todavíúa amargamente resentida por la forma en qúe Hitler lo tratoú al final de
todo. Sin embargo, gracias a los hombres qúe túvieron relacioú n con eú l en sú vida púú blica,
Fraenkel obtúvo úna visioú n maú s críútica del oportúnismo de Goering: hombres como Franz
von Papen, por ejemplo, o Hjalmar Schacht. Oficiales de alta gradúacioú n y asistentes de
Goering en la Lúftwaffe, especialmente Karl Bodenschatz, Erhard Milch, Adolf Galland y
Bernd von Braúchitsch, le proporcionaron a Fraenkel úna imagen completamente diferente,
la del comandante qúe se vúelve maú s despiadado y arbitrario cúanto maú s caíúa en la
abyeccioú n al enfrentarse a las obsesiones de Hitler. Qúe Goering temíúa desmesúradamente a
Hitler dúrante los úú ltimos anñ os de la gúerra es algo qúe ahora parece probado, asíú como
qúe se retiroú todo lo lejos qúe púdo de la devastacioú n y las decepciones de úna gúerra ya
perdida para disfrútar de los lújos qúe aúú n le qúedaban y regodearse en las obras de arte y
tesoros qúe habíúa acúmúlado en Carinhall, la mansioú n qúe se convirtioú en síúmbolo de sú
orgúllo y sú eú xito, y qúe en sú forma y estrúctúra era tan exceú ntrica como el castillo de
William Randolph Hearst en San Simeoú n.
Aún asíú, segúimos sin encontrar la explicacioú n de la extranñ a mezcolanza en Goering de
encanto y ferocidad, de devocioú n y crúeldad, de arrojo fíúsico y cobardíúa moral, de ansias de
poder y abyeccioú n ante Hitler. ¿Era sú mala salúd, el problema glandúlar qúe caúsoú sú
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exceso de peso, úna caúsa de sús inconsistencias? Fraenkel estúdioú los detalles de sús
haú bitos personales con ayúda del testimonio de los hombres qúe habíúan atendido a Goering
de úna manera ú otra, y en particúlar el de Robert Kropp, sú ayúda de caú mara desde 1933
hasta sú encarcelamiento en Mondorf en 1945.
Entonces, ya a finales del periodo de investigacioú n, ún comentario fortúito en úna
conversacioú n nos reveloú la verdad sobre la drogadiccioú n de Goering, despejando todos los
rúmores qúe habíúa en Alemania dúrante sú vida. Goering jamaú s se cúroú definitivamente de
la adiccioú n qúe adqúiriríúa por primera vez en 1923, cúando se le recetoú morfina para aliviar
el dolor de las heridas qúe recibioú dúrante el fracasado golpe de Estado de Múú nich. Como
otros aviadores de la Primera Gúerra Múndial, estúvo al cúidado y bajo la observacioú n del
ceú lebre profesor Kahle de Colonia, ún especialista en adicciones. Este hecho fúe confirmado
por el personal del Sanatorio Kahle, qúe Fraenkel visitoú y donde le fúeron dados detalles
sobre la draú stica cúra qúe Kahle le administraba perioú dicamente cúando habíúa qúe eliminar
los elementos toú xicos del sistema de Goering.
Entre los síúntomas de la adiccioú n a la morfina descritos por el Institúto Kahle se contaba
úna gran excitacioú n del sistema nervioso, actividad excesiva de determinadas glaú ndúlas,
efúsiones de energíúa vital y vanidad anormal. Todo esto contribúyoú múcho a explicar los
extremos de comportamiento qúe tan a menúdo describen aqúeú llos qúe conocieron a
Goering.
Al mismo tiempo conocíú en Estocolmo a úno de los especialistas qúe observaron a
Goering dúrante el peor periodo de sú adiccioú n, en 1925, cúando sú violencia lo hizo
peligroso y húbo de ser confinado en el sanatorio de Langbro. Me asegúroú qúe las
facúltades mentales de Goering no estaban disminúidas en absolúto, qúe sú trastorno era
caúsado por la excesiva cantidad de morfina qúe no podíúa evitar administrarse.
Núestros contactos nos condújeron entonces a varios hombres y mújeres qúe habíúan
conocido a Goering de ninñ o, los maú s importantes de los cúales eran Fräulein Erna, Fräulein
Fanny Graf y el eminente meú dico Hans Thirring, qúe nos contoú la significativa relacioú n qúe
existíúa entre la madre de Goering y sú padrino júdíúo, Ritter[*] von Epenstein, a resúltado de
la cúal Goering pasoú múchos anñ os de sú ninñ ez y júventúd en el castillo de Veldenstein,
donde la familia Goering fúe invitada a vivir mientras disfrútara del favor de ese hombre
arbitrario y desagradable. Goering siempre se refirioú a ese castillo como si húbiera
pertenecido a sú padre, pero Heinrich Ernst Goering en realidad vivíúa allíú porqúe von
Epenstein se lo permitíúa y al final la familia fúe expúlsada y túvo qúe irse a vivir a Múú nich
en relativa pobreza. Maú s tarde, Goering no soú lo heredaríúa Veldenstein de la viúda de
Epenstein sino qúe poseeríúa úna mansioú n qúe súperaríúa en múcho el esplendor de las
grandezas provincianas de sú júventúd.
Esos y otros hechos comprobados empezaron a hacer maú s creíúble el caraú cter de
Goering; la violencia de sús motivaciones y la extravagancia y oportúnismo de sú
comportamiento se púeden comprender ahora con maú s claridad. Los excesos de sú vanidad,
en cúalqúier caso, eran debidos en cierta medida a sú condicioú n fíúsica. Pero inclúso sús
enemigos estaban dispúestos a concederle meú rito por sú habilidad como negociador, y el
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difúnto lord Birkett, a qúien consúltamos sobre el comportamiento de Goering en
Núú remberg, comentoú coú mo «Goering habíúa logrado dominar el proceso desde el principio».
«Nadie», escribioú lord Birkett en sús notas privadas, «parece qúe estúviera preparado para
sú inmensa habilidad, sú conocimiento y sú completo dominio y comprensioú n de cada
detalle de los docúmentos captúrados… Afable, astúto, perspicaz, capaz, ingenioso, veíúa al
instante los elementos de la sitúacioú n y segúú n crecíúa sú confianza, maú s evidente era sú
dominio».
Hemos cribado minúciosamente por primera vez todo el espectro de las prúebas sobre
la personalidad y carrera de Goering y lo qúe ha emergido a la lúz lo ha convertido en úna
persona maú s notable, compleja, fascinante y húmana de lo qúe normalmente se piensa. No
era simplemente el gallardo representante del hombre corriente segúú n lo aceptaba múcha
gente, el gaú ngster políútico genial pero despiadado qúe consigúioú qúe los nazis fúeran
socialmente aceptables para los diplomaú ticos. Era, de hecho, múcho maú s qúe eso; era astúto
e inteligente, capaz de comprender y dominar úna gran variedad de asúntos cúando se
tomaba la molestia de hacerlo. Pero debido a sú debilidad de caraú cter y carencia de valentíúa
moral a menúdo, especialmente en sús úú ltimos anñ os, teníúa ún ansia estúú pida de poder, era
fatúo hasta el púnto de la megalomaníúa, se comportaba como ún ninñ o malcriado qúe súfríúa
de delirios de grandeza y úna incapacidad croú nica para soportar aqúellos hechos qúe le
desagradaban o las consecúencias de sú propio fracaso. Inclúso dúrante el colapso final de
Alemania continúoú ampliando sú fabúlosa mansioú n de Carinhall, y sú úú nico logro notable al
final de sú carrera no fúe en el campo de la políútica o de la gúerra, sino en el de la vasta
coleccioú n de obras de arte qúe reúnioú con toda la astúcia, falta de escrúú púlos y mente
calcúladora qúe habíúan caracterizado sú servicio inicial a Hitler.
En este libro nos hemos concentrado en contar la historia de la vida y carrera de
Goering como líúder del partido nazi y posteriormente como segúndo de Hitler en el Tercer
Reich. La historia de este periodo en conjúnto ha sido, por súpúesto, contada ya múchas
veces, de manera notable por el Dr. Alan Búllock, William L. Shirer y el profesor Trevor-
Roper, y no forma parte de núestro propoú sito repetir lo qúe ya se ha investigado de manera
tan exhaústiva, excepto en forma resúmida para dejar claras las motivaciones detraú s de los
actos y pensamientos de Goering.
En úna resenñ a de núestra anterior biografíúa de Goebbels, el profesor Trevor-Roper, tras
generosos elogios dedicados al trabajo qúe habíúamos hecho, se pregúntaba si hombres
como Goebbels se merecíúan qúe se dedicara tiempo a la investigacioú n de sús vidas. Creemos
qúe, aparte de la necesidad de conocer hasta donde sea posible las razones por las qúe los
acontecimientos histoú ricos se desarrollaron de la manera en qúe lo hicieron, los hechos
sobre las personalidad y vidas de los hombres qúe inflúyeron sobre ellos no dejan de tener
valor e intereú s. El nazismo no fúe solamente ún factor en el pasado inmediato; fúe úna
manifestacioú n de la natúraleza húmana, y púede volver a ocúrrir en cúalqúier momento y
en cúalqúier lúgar. Ahora mismo estaú súcediendo en múchos paíúses de AÁ frica. Solo por esta
razoú n siempre es salúdable comprender coú mo llegaron al poder hombres como Goebbels o
Goering, y coú mo se comportaron úna vez qúe lo túvieron en sús manos. No son úú nicos en la
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historia, ni tampoco tenemos razones para creer qúe seraú n los úú ltimos de sú especie en
traer el súfrimiento a los púeblos qúe permiten qúe hombres asíú los gobiernen.
Nos gústaríúa expresar la deúda qúe hemos contraíúdo con las múchas personas qúe nos
han ayúdado a entender a Goering y qúe nos han proporcionado datos sobre eú l. La lista de
esas personas inclúye, ademaú s de a Frau Emmy Goering y a aqúellos amigos y companñ eros
de Goering qúe ya hemos mencionado, a otros miembros de sú familia, al consejero legal de
Frau Goering, el Dr. Jústús Koch y al profesor Hans Thirring. Entre los expertos en arte qúe
trabajaron para Goering consúltamos especialmente al Dr. Brúno Lohse, el asesor personal
de Goering en Paríús, y a Fräulein Gisela Limberger, sú bibliotecaria, qúe estaba a cargo de sú
coleccioú n de arte. Tambieú n les estamos agradecido por sú ayúda a Christopher Hibbert, el
bioú grafo de Mússolini, y a Denis Richards, historiador de la R AF. Los libros y archivos de la
Biblioteca Weiner en Londres, del Institut für Zeitgeschichte en Múú nich, del Centro de
Docúmentacioú n Americano en Berlíún, del Deutsches Staatsarchiv en Potsdam y en el
Rijksinstituut voor Oorlog Documentarie en AÁ msterdam fúeron púestos a núestra
disposicioú n de la forma maú s generosa; en la Biblioteca Wiener recibimos especial ayúda por
parte del Dr. L. Kahn y de las senñ oritas Ilse Wolf y G. Deak, en el Institut la recibimos de los
doctores Hoch y Graml, en el Deutsches Staatsarchiv del profesor Helmút Loetzke y en el
Rijksinstituut de los doctores Jong y van der Leeúw. Otras personas qúe nos ayúdaron
enormemente con el material de trasfondo fúeron los doctores Ernst Hanfstaengl y Hans
Streck. En Estocolmo, les estamos particúlarmente agradecidos a los doctores Vilhelm
Scharp y Uno Lindgren y a las senñ oritas Maúd Ekman e Inger Reimers. Finalmente, nos
gústaríúa darle las gracias al senñ or M. H. Peters, qúe emprendioú con paciencia y habilidad la
formidable tarea de mecanografiar ún manúscrito particúlarmente difíúcil.
R. M.
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Pour le Mérite
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La familia se reúnioú en Berlíún y dúrante los cinco anñ os sigúientes vivioú en la
Fregestrasse en Friedenaú, ún tranqúilo barrio residencial de la capital. Dúrante ese
tiempo, la ambicioú n infantil de Hermann era llegar a ser oficial del ejeú rcito alemaú n, y a la
edad de cinco anñ os sú padre le regaloú ún úniforme de húú sar. Maú s tarde le gústaríúa recordar
coú mo de peqúenñ o le pedíúa al criado de la familia qúe le trajera las espadas y gorras
pertenecientes a los invitados militares de sú padre para admirarlas mientras yacíúa en la
cama por la noche.
Epenstein, el amigo de Heinrich Goering en AÁ frica y, como lúego se demostraríúa, amigo
en particúlar de sú esposa Franziska, tambieú n se habíúa asentado finalmente en Alemania.
En contraste con Heinrich Goering, qúe teníúa comparativamente poco dinero aparte de sú
pensioú n estatal para mantener a sú familia de cinco hijos, Epenstein era ún soltero múy
rico. Podíúa permitirse sús caprichos, entre los cúales se contoú el dejar qúe Hermann, júnto
con sús hermanos y hermanas, se convirtieran en sús ahijados.
Un hombre dominante, Epenstein era estricto a la hora de exigir qúe se le diera el grado
apropiado de respeto. Perdíúa los estribos si sús invitados llegaban siqúiera ún minúto tarde
a las comidas. Era peqúenñ o, cetrino y gordo, obsesionado con el sentido de clase, aúnqúe sú
padre no habíúa sido maú s qúe ún cirújano militar en Berlíún. Le gústaba fingir qúe sú padre
habíúa sido cirújano de la casa real, y habíúa adqúirido sú tíútúlo de caballero mediante
donaciones a las manos adecúadas. Sú amigo de toda la vida era el doctor Thirring, cúyos
dos hijos se contaríúan maú s tarde entre sús múchos ahijados; úno de ellos, el profesor Hans
Thirring, se convertiríúa en ún distingúido meú dico.
Epenstein sigúioú soltero, viajando múcho y disfrútando de la vida. Ejercioú poco de
meú dico, aúnqúe atendioú a Franziska en AÁ frica cúando dio a lúz a sú primer hijo. Cúando
decidioú asentarse, fúe el Dr. Thirring el qúe le encontroú el castillo de Maúterndorf, en
Aústria, no lejos de la frontera con Baviera. Epenstein se gastoú úna gran cantidad de dinero
en restaúrar y amúeblar el castillo, recreando en eú l la pesada y pomposa atmoú sfera de
medievalismo alemaú n qúe tanto estimúlaríúa la joven imaginacioú n de sú ahijado Hermann.
Despúeú s de qúe Heinrich Goering húbiera regresado a Alemania, Epenstein comproú ún
segúndo castillo maú s peqúenñ o llamado Veldenstein, a veinticinco kiloú metros de Núú remberg;
ofrecioú esta núeva propiedad, qúe era úna casa constrúida sobre las rúinas de úna antigúa
fortaleza francona del siglo XI, a la familia Goering como hogar. Aqúíú se asentoú finalmente
Hermann Goering con sú hermano mayor, sús dos hermanas y sú hermano menor, Albert.
Veldenstein siempre fúe para eú l la sede familiar. Mientras qúe el múndo de sú padre
representaba a Prúsia con sú etiqúeta militarista, sús rigúrosos úniformes, sús pomposos
desfiles y sús recúerdos de Bismarck, el rico múndo de sú padrino representaba la
Alemania medieval. Sús castillos romaú nticos le dieron úna primera visioú n de esplendor
medieval en el magníúfico escenario de las montanñ as baú varas y excitaron en eú l el deseo de ún
poder feúdal qúe jamaú s le abandonaríúa. Siempre fúe empecinado y caprichoso, dominando
a sús hermanos y hermanas mayores y haciendo gala de ún instinto agresivo a la primera
senñ al de cúalqúier oposicioú n o limitacioú n impúesta. Vivíúa al aire libre tanto como podíúa, con
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sús ojos púestos en las oscúras laderas de coníúferas qúe se extendíúan hacia los Alpes y qúe
ya de ninñ o anhelaba escalar.
En Veldenstein, Franziska, la madre de Goering, vivíúa como la amante de Epenstein. Sú
esposo anciano y complaciente túvo qúe aceptar la sitúacioú n en teú rminos húmillantes.
Epenstein se reservaba el mejor dormitorio de la mansioú n para eú l, mientras qúe Franziska
dormíúa en úna habitacioú n no menos lújosa sitúada convenientemente cerca. Heinrich
Goering no era admitido en esa parte de la casa; teníúa qúe dormir en el piso bajo. Cúando la
familia visitaba a Epenstein en Maúterndorf, el padre de Hermann se alojaba en úna casa
separada del castillo. Se contentaba, o eso fingíúa, con la dignidad qúe le qúedaba por sú
tíútúlo de ministro Residente qúe se le habíúa concedido júnto con el cargo de gobernador
colonial. (Posteriormente, sú hijo siempre se referiríúa a eú l como «el ministro presidente[*]»).
En sú edad provecta, encontroú algo de consúelo en la bebida y en júgar a los bolos, y ejercíúa
poco o ningúú n control sobre sú segúnda familia de hijos joú venes. Franziska segúiríúa siendo
la amante de Epenstein dúrante únos qúince anñ os; qúizaú s fúe iroú nico entonces qúe la
relacioú n se rompiera jústo antes de la múerte de Heinrich Georing.
Oficialmente, Epenstein era cristiano, habiendo sido baútizado en sú infancia. Pero era
de familia y apariencia júdíúa, y sú nombre aparecíúa en el «Semi-Gotha» de aqúel tiempo, ún
volúmen qúe registraba todas las familias con tíútúlos y de ascendencia júdíúa. Era ún hombre
al qúe le gústaba ser considerado el benefactor de múchos ninñ os, a los qúe animaba a
tratarle de «padrino». No soú lo disfrútaron de este privilegio los cinco hijos de la familia
Goering, sino tambieú n los dos hijos del Dr. Thirring. Solíúa escribir extensas cartas a sús
amigos sobre coú mo edúcar a sús hijos, coú mo casar bien a sús hijas y coú mo invertir sú
dinero.
No es difíúcil ver el efecto qúe túvo esta sitúacioú n sobre Hermann Goering de ninñ o. Sú
padre se convirtioú en úna núlidad qúe vivíúa de los recúerdos de sú pasado servicio a
Alemania; sú padrino se convirtioú en el síúmbolo de poder y riqúezas hacia las qúe se veíúa
instintivamente atraíúdo, aúnqúe ya a úna edad relativamente temprana debioú empezar a
molestarle la sitúacioú n en la qúe Epenstein habíúa púesto a sú madre.
En sú biografíúa aútorizada, escrita por Gritzbach y públicada cúando Goering estaba en
el poder, se asegúraba qúe de ninñ o azúzaba sú perro contra los júdíúos locales para
demostrar sú innato sentido de la integridad racial; pero eú sta era úna de las leyendas nazis
qúe la mayoríúa de los jerarcas imponíúan a sús bioú grafos. Hermann, sin embargo, síú qúe era
lo súficientemente terco y malcriado para hacer exactamente lo qúe qúeríúa. En lúgar de
disciplina y aútoridad, soú lo encontroú indúlgencia, ya qúe la relacioú n de sús padres no teníúa
ningúna base de afecto o respeto. Era el favorito de sú padre y lo sabíúa. En úna ocasioú n,
antes de qúe súpiera leer, roboú ún telegrama dirigido a sú padre mientras eú ste estaba fúera
y lúego se lo entregoú ya abierto a sú vúelta. «¡Ich bin doch Papas Liebling!», solíúa decir. «¡Soy
el favorito de papaú !».
Desde el principio, Hermann se oponíúa rotúndamente a la idea de asistir a ún internado.
Súspendioú en sú primera escúela, en Fúö rth, a la qúe fúe enviado en 1900, alojaú ndose con
úno de los profesores. Era temperamental y difíúcil de controlar, y siempre estaba dando
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oú rdenes a sús companñ eros en sús ansias por júgar a los soldados. En casa, como cúalqúier
otro ninñ o, formaba a sús soldaditos de plomo, pero anñ adíúa dramatismo a sús júegos
apilando alfombras para crear montanñ as para sús maniobras y úsando espejos para
aúmentar las dimensiones de sús fúerzas. Las historias sobre la Gúerra de los Boú ers eran
comúnes en aqúel entonces, y las simpatíúas natúrales de los alemanes como nacioú n en
conjúnto estaban con los boú ers y no con los ingleses. Sú padre le regaloú ún úniforme boú er
con pantalones cortos caqúis y sombrero de ala ancha, y lo llevaba con orgúllo cúando
estaba lejos de la escúela, júgando a ser ún general de los boú ers. Sús companñ eros le temíúan
como lúchador.
A la edad de once anñ os fúe enviado a ún internado en Ansbach, qúe sú padre habíúa
elegido al azar de úna lista por orden alfabeú tico. Al principio odioú estar allíú; la disciplina era
estricta y la comida mala. Para ese entonces ya comenzaba a apreciar la búena comida, y la
Rindfleisch[*] qúe le daban todos los díúas le asqúeaba. Organizoú úna protesta entre sús
companñ eros. Lúego envioú sú ropa de cama a casa en ún púlcro paqúete y únas pocas horas
maú s tarde aparecioú en persona, tras haber vendido ún violíún por diez marcos para pagarse
el viaje. Se le dijo qúe teníúa qúe volver, pero se negoú con tanta tozúdez qúe sús padres
cedieron al final. Segúú n sú propia versioú n de la historia, tiempo despúeú s, cúando llegoú a la
etapa en la qúe ya no podíúa soportar maú s la disciplina y las restricciones de Ansbach, se
acostoú en sú cama y no volvioú a levantarse desafiando los esfúerzos de meú dicos y
profesores hasta qúe le concedieron permiso para marcharse. Una vez en Valdenstein, creíúa
qúe el eú xito de sú desafíúo era úna senñ al de sú heroíúsmo natúral, el derecho por nacimiento
de ún ninñ o cúyos antepasados, como sú padre siempre le contaba, habíúan representado ún
papel en la grandeza de la historia de Alemania. Sabíúa múy bien para ese entonces qúe sú
tatarabúelo, Michael Christian Goering, habíúa sido Commissarius Loci, úna especie de
ministro de economíúa regional para Federico el Grande de Prúsia. Goering recordaríúa a ese
antepasado con orgúllo cúando eú l mismo se convirtioú en Commissarius para toda la
Alemania nazi.
Mientras tanto, el úú nico liderazgo qúe podíúa ejercer era sobre los ninñ os qúe habíúa a sú
alrededor. Maú s tarde, en sú madúrez, se reiríúa al recordar coú mo solíúa golpear en la cabeza a
todo ninñ o qúe desafiara sú aútoridad. Afirmaba qúe primero defendíúa y lúego asediaba el
castillo de Veldenstein, animando a sús companñ eros a qúe demostraran sú destreza y valor
mientras escalaba los múros arriesgando sú vida. El castillo en rúinas inspiraba sú
imaginacioú n romaú ntica. Cúando teníúa ocho anñ os, mientras contemplaba el paisaje rúral
desde la torre del castillo, túvo úna visioú n de carros romanos con gúerreros empenachados
qúe atravesaban el valle qúe teníúa debajo. Corrioú a contaú rselo a sú madre y hermana, pero
ellas soú lo se rieron de eú l. Ese aspecto espectacúlar de la historia era el qúe le atraíúa. Le
fascinaban las leyendas teútoú nicas, como la saga de los Nibelúngos, y los heú roes de la
historia alemana, como Carlomagno y Federico el Grande. Sú úú nico intereú s por los libros
consistíúa en qúe proveyeran sú imaginacioú n con imaú genes de caballeríúa. Maú s adelante haríúa
qúe trazaran para eú l ún aú rbol genealoú gico ficticio de sú familia qúe la enlazara directamente
con Federico el Grande, Carlomagno y Santa Isabel de Húngríúa, y pasaba el tiempo
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pregonando esas leyendas sobre sú persona entre los psiqúiatras qúe teníúan la tarea de
evalúarle en las celdas de la caú rcel de Núú remberg.
Dúrante las vacaciones escolares, la sangre del joven Goering se despertaba a la vista de
las montanñ as, y mientras aúú n era ún ninñ o se convirtioú en ún experto alpinista. Sin saber casi
nada de la materia, persúadioú a sú cúnñ ado y a ún amigo para qúe lo llevaran al
Grossglockner ún pico de 3700 metros. Insistioú en qúe intentaran el ascenso por la rúta
maú s difíúcil del noroeste. Empezaron la ascensioú n al alba, súbiendo asidero a asidero hasta
qúe el sol matútino calentoú sús rostros en la primera cúmbre del Teúfelshorn, el Cúerno del
Diablo. Ahora teníúan qúe recorrer úna abrúpta cresta qúe condúcíúa directamente al pico del
Grossglockner. Encordados, avanzaron lentamente con úna garganta a ún lado de cerca de
ochocientos metros y por el otro de casi ún kiloú metro sobre el glaciar del Glockner-Kars.
Alcanzaron la cima, pero dúrante el descenso el múchacho casi pierde la vida. Al intentar
úna hazanñ a maú s allaú de sús capacidades, se húbiera precipitado al vacíúo si sú cúnñ ado no
húbiera interpúesto sú cúerpo para detener sú caíúda.
Se dice qúe a los qúince anñ os, cúando escalaba úna de las paredes de la cadena del
Schwarzberg, se dislocoú el hombro al balancear sú cúerpo para aúparse a úna hendidúra, y
lúego tras colocarse eú l mismo el brazo en sú sitio, continúoú la escalada pese al dolor [2]. Daba
la impresioú n de ser temerario en extremo, y las historias sobre sú desprecio al peligro
crecíúan. Húbo úna ocasioú n, en los Alpes aústríúacos, en la qúe se encontroú con úna avalancha.
Se qúedoú tan impresionado por el espectaú cúlo de rocas qúe se estrellaban y masas de nieve
en movimiento qúe no se percatoú del paú nico entre los qúe le acompanñ aban. En otra ocasioú n,
estaba en úna barca con únos amigos cúando la embarcacioú n empezoú a ser arrastrada hacia
úna catarata. Segúú n la versioú n qúe contaba Goering, les gritoú a sús companñ eros qúe dejaran
de comportarse como idiotas, qúe si iban a morir, no era para ponerse asíú. Goering creíúa
entonces, y esa creencia le acompanñ oú en sú vida adúlta, qúe nada podíúa hacerle danñ o. Era,
de manera bastante literal, insensible al peligro fíúsico.
Leyendas o no, eú sas son las historias heroicas qúe envúelven sú júventúd y qúe
reforzaban sú indisciplina y falta de aútocontrol [3]. No hay lúgar a dúdas, sin embargo, sobre
sú arrojo y resistencia fíúsica en sús anñ os de júventúd, y ambas cosas jústificaron qúe sú
padre y Epenstein lo enviaran a úna academia militar a la edad de doce anñ os, la Escúela de
Cadetes de Karlsrúhe en Baden. Allíú, en opinioú n de esos hombres, le ensenñ aríúan disciplina
de úna vez. Y allíú, lo cúal en el fondo no es tan extranñ o, fúe donde Hermann Goering
encontroú al fin úna escúela apropiada para heú roes. Sú hermana Paúla y las hermanas Graf,
qúe le llevaban únos tres anñ os, asistíúan a ún colegio privado para senñ oritas tambieú n en
Karlsrúhe. Un díúa, cúando teníúa qúince anñ os, la directora del colegio, Fräulein Grúö ber, le
invitoú a almorzar para qúe visitara a sú hermana y amigas. Llegoú ergúido y gallardo en sú
úniforme y le entregoú a la directora ún gran ramillete de lilas, entrechocando los talones y
besaú ndole la mano. Las múchachas se qúedaron de lo maú s impresionadas hasta qúe
averigúaron, cúando las llevoú a úna Konditorei, qúe no le qúedaba dinero para pagar los
dúlces qúe se habíúan comido.
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A la edad de dieciseú is anñ os, Goering fúe a la escúela de entrenamiento militar en
Lichterfelde, cerca de Berlíún. La vida social en esa academia era maú s cercana a sús gústos;
por las noches disfrútaba en companñ íúa del qúe posteriormente afirmaríúa qúe era el maú s
selecto de los Kadettenkorps, al cúal, natúralmente, pertenecíúa; y por el díúa respondíúa
positivamente a la disciplina de cúadros y a los úniformes qúe tanto excitaron sú
imaginacioú n infantil. Súperoú con eú xito sús estúdios y dejoú la academia con las maú s altas
distinciones. En marzo de 1912 fúe asignado al Regimiento Príúncipe Gúillermo, el 112 de
Infanteríúa, cúyo cúartel general estaba sito en Múllhoúse. Teníúa diecinúeve anñ os. Goering
asúmioú sú estatús de oficial con orgúllo convencional: «Si estalla la gúerra, podeú is estar
segúros de qúe dareú úna búena imagen y estareú a la altúra del apellido Goering», le dijo a sú
familia y amigos cúando se reúnieron para admirarle en sú núevo úniforme.
Fúe al anñ o sigúiente, 1913, cúando los Goering rompieron definitivamente con
Epenstein y túvieron qúe marcharse de Valdenstein. La relacioú n entre Epenstein y
Franziska se habíúa agotado y acaboú convirtieú ndose en úna serie de tediosas peleas con el
anciano. La sitúacioú n se volvioú imposible y Heinrich Goering se vio obligado a trasladar a sú
familia a Múú nich. Moriríúa casi inmediatamente despúeú s, y se celebroú ún imponente fúneral
en el Waldfriedhof (cementerio) de Múú nich. Goering lúchoú por controlarse, pero estalloú
repentinamente y abiertamente en laú grimas mientras estaba de pie en úniforme al lado de
la túmba de sú padre.
En Múllhoúse se habíúa habitúado a la rútina de úna vida militar qúe todavíúa segúíúa
profúndamente anclada en las tradiciones de Federico el Grande, pero dedicaba al
alpinismo todo momento en qúe estúviera libre de sús obligaciones. Sú mejor amigo era ún
colega oficial, el teniente Brúno Loerzer, con qúien mantendríúa el contacto dúrante toda sú
vida. Tanto eú l como Loerzer segúíúan destinados a Múllhoúse cúando estalloú la gúerra en
agosto de 1914. Múllhoúse era úna gúarnicioú n de frontera en la Alsacia alemana, a poco
maú s de ún kiloú metro de la frontera con Francia, y el regimiento de Goering fúe movilizado
inmediatamente y destinado detraú s del Rin. Sú primera oportúnidad de aventúras llegoú
cúando la seccioú n qúe estaba bajo sú mando fúe enviada a reconocer las posiciones
enemigas. Las avanzadillas francesas ya estaban penetrando en territorio Alemaú n y habíúan
ocúpado Múllhoúse. El teniente Goering y sús hombres crúzaron el Rin hacia Múllhoúse en
tren blindado. Goering pronto se olvidoú de las limitaciones de sús oú rdenes cúando oyoú por
los exaltados civiles qúe los franceses estaban ocúpando el ayúntamiento. Fúe directamente
hacia allíú y encontroú qúe los franceses ya no estaban en posesioú n del edificio, destrozoú los
carteles qúe habíúan púesto declarando qúe la ciúdad estaba bajo la ley marcial francesa y
lúego salioú en persecúcioú n de los invasores. Al final, tras haber intercambiado disparos con
los franceses, Goering regresoú a sú base con cúatro caballos de dragones franceses como
múestra de sú iniciativa en accioú n.
Al díúa sigúiente, el dominio sobre Múllhoúse súfrioú ún desafíúo maú s serio. Una vez maú s, el
teniente Goering disfrútoú de sú propia escaramúza personal. Eqúipoú a sú seccioú n con
bicicletas y al amanecer sú patrúlla de siete hombres pedaleaba por la carretera qúe les era
familiar hacia la ciúdad qúe antes fúera sú base. Sús primeros encúentros con los púestos
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avanzados franceses túvieron ún eú xito ligeramente excesivo, y con el arrojo ardiendo en los
corazones, atravesaron raú pidamente las afúeras de la poblacioú n hasta qúe pasaron por
debajo de los púentes del ferrocarril, qúe de hecho estaban en posesioú n de los franceses, y
se internaron pedaleando en el corazoú n de la ciúdad, donde el enemigo imponíúa úna
ocúpacioú n completa. Una vez allíú, Goering no tardoú en reqúisar ún caballo. Teníúa intencioú n
de captúrar al general franceú s Paúl Paú cargando repentinamente en medio de los hombres
qúe rodeaban a eú ste, para súbirlo sobre la silla y volver galopando a las líúneas alemanas.
Pero el plan salioú mal: úno de sús soldados perdioú la calma y disparoú sú fúsil antes de
tiempo. Goering y sú seccioú n dieron media vúelta en sús bicicletas y, con los pies haciendo
girar apresúradamente los pedales, húyeron a toda velocidad hacia sú cúartel general, a
donde llegaron sin aliento pero indemnes. Goering núnca súperoú esa ocasioú n perdida de
dar ún comienzo espectacúlar a sú gúerra. Pero inmediatamente se le asignoú otra tarea, y
esa misma tarde se encontroú en lo alto del campanario de la iglesia de Illzach con los
franceses entrando en las calles del púeblo. La seccioú n escapoú con algúnos prisioneros
franceses.
Goering se convirtioú en ún experimentado oficial súbalterno y en las campanñ as
sigúientes todo lo qúe súfrioú fúe ún ataqúe de reúmatismo debido a la húmedad de la
gúerra de trincheras. Fúe enviado a ún hospital en Fribúrgo. Mientras tanto, sú amigo el
teniente Brúno Loerzer fúe trasladado a ún centro de formacioú n aeronaú útica en la misma
ciúdad, y sús historias llenaron de envidia al invaú lido convaleciente. Goering pronto se
sintioú lo súficientemente repúesto para visitar la academia de vúelo, aúnqúe desde lúego,
no lo súficiente para volver a las húú medas trincheras. Solicitoú ún traslado oficial, qúe fúe
rechazado inmediatamente. Pero Goering no se desanimoú . Cúando Loerzer terminoú sú
formacioú n, ún núevo observador le acompanñ aba en los cielos. Goering se habíúa trasladado
eú l solo y por sú cúenta, arriesgaú ndose a las consecúencias. De hecho, en realidad fúe
indúltado cúando el tribúnal militar le condenoú a tres semanas de arresto en los
barracones. La sentencia jamaú s se cúmplioú , debido a qúe, gracias a la nebúlosa organizacioú n
de la fúerza aeú rea, para cúando debíúa hacerse efectiva Goering y Loerzer ya habíúan sido
asignados como eqúipo al XXV Destacamento Aeú reo del Qúinto Ejeú rcito del Príúncipe
Gúillermo… aúnqúe parece ser qúe túvieron qúe robar ún avioú n para poder únirse al
destacamento.
Sú principal tarea era el reconocimiento. Goering, qúe teníúa qúe fotografiar y dibújar las
posiciones enemigas y los emplazamientos de la artilleríúa, estaba en sú elemento. Sú
habilidad y precisioú n se hicieron famosas. Con base ahora en Stenay, en el noreste de
Francia, fotografioú la cadena de fortificaciones qúe rodeaban Verdúú n. Con Loerzer volando
bajo, disparaba con sú pistola contra los hombres en tierra. Lúego volaban sobre las
posiciones enemigas, gúiando y dirigiendo el bombardeo de artilleríúa. El príúncipe heredero
otorgoú a Goering y Loerzer la Crúz de Hierro de primera clase por sú trabajo. La tarea de
fotografiar desde esos primitivos aeroplanos era extremadamente difíúcil y peligrosa, y
Goering teníúa qúe inclinar el cúerpo por fúera de la carlinga, agúantaú ndose con sús recias
piernas de alpinista contra el otro lado de sú asiento, ya qúe el ala inferior impedíúa tener
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úna visioú n directa del terreno qúe habíúa debajo. Se estiraba por fúera del avioú n, sosteniendo
la pesada caú mara y exponiendo placa tras placa con la lente apúntando verticalmente hacia
el súelo.
Esa fúe la ocúpacioú n de Goering dúrante la primavera de 1915. Al poco tiempo aprendíúa
Morse para poder enviar mensajes a la base. Se dice qúe sú primer mensaje a ún
comandante de bateríúa en tierra fúe: «¡Púeden dejar de disparar; no le daríúan al púnñ etero
blanco de todas formas!». El comentario ni siqúiera estaba cifrado. Otra de sús hazanñ as
ocúrrioú con ocasioú n de ún ataqúe aeú reo franceú s contra el cúartel general del príúncipe en
Stenay, qúe coincidioú con úna visita de la princesa Cecilia a sú esposo. El ataqúe fúe efectivo,
y Goering y Loerzer fúeron enviados solos con oú rdenes de vengar el honor del príúncipe.
Goering disparoú contra ún avioú n franceú s con sú pistola y dejoú caer sús peqúenñ as pero
efectivas bombas (llamadas «ratones de aviador») sobre los hangares del aeroú dromo
franceú s. Fúe ese ataqúe el qúe se dice qúe le inspiroú la idea de llevar úna ametralladora
improvisada en el avioú n. Fúe el primer aviador alemaú n en hacer tal cosa.
Cúando entraron en servicio mejores aeronaves alemanas, en particúlar el Aviatik,
Goering sintioú la necesidad de pilotar sú propio aparato. No hay dúda de qúe disfrútaba
ejercitando sú habilidad como observador, y tambieú n del control especial qúe le daba sobre
el trabajo de oficiales qúe le súperaban en rango. Sabíúa qúe dependíúan de eú l para qúe les
gúiara mientras volaba sobre sús cabezas, evalúando la posicioú n como ún general al mando
y transmitiendo sús «instrúcciones» a tierra. EÁ l y Loerzer asistieron a conferencias de
Estado Mayor qúe normalmente húbieran estado vedadas para hombres de tan poco
rango… pero sús consejos eran oíúdos y las fotografíúas qúe habíúan tomado necesitaban sú
interpretacioú n experta. De esta forma, Goering llegoú a ser conocido por el príúncipe Federico
Gúillermo. A Goering no le llevoú múcho tiempo darse cúenta de qúe el fútúro de la gúerra
para eú l estaba en el aire, y qúe era necesario qúe se convirtiera en piloto. Volvioú a la
academia de vúelo de Fribúrgo, donde obtúvo sús alas en ún tiempo reú cord y se jactaba de
qúe núnca habíúa estrellado ún aparato. En octúbre de 1915 se convirtioú en ún Jagdflieger,
ún «piloto de caza» o piloto de combate. Goering y Loerzer eran miembros del Jagdstaffel 5,
úna seccioú n de la núeva flota de aviones bimotores qúe Alemania estaba poniendo en el aire
en el frente occidental.
Los ingleses acababan de poner en el aire el bombardero Handley-Page para cúbrir las
necesidades de la cambiante estrategia en gúerra aeú rea. Un brúmoso díúa de noviembre el
núevo piloto vio ún gigante negro volando frente a eú l, y sin pensarlo se lanzoú en picado para
verlo maú s de cerca y, si era posible, derribar la aeronave con sús ametralladoras. Estaba
solo; no habíúa hecho caso, a diferencia de sús companñ eros, al hecho de qúe habíúa aviones de
combate ingleses en las cercaníúas. Goering atacoú , maravillaú ndose del tamanñ o del aparato,
con las miras púestas en la cola y la seccioú n central del avioú n. Neútralizoú a ún artillero y
lúego al otro, ya qúe la maniobrabilidad de sú maú qúina era múy súperior a la del Handley-
Page. Hizo qúe úno de sús motores estallara en llamas. Y repentinamente se vio bajo el
fúego de ún enjambre de cazas Sopwith qúe descendieron sobre eú l, virando y dando vúeltas
a sú alrededor. Sú motor resúltoú alcanzado y sú depoú sito agújereado por las balas, lúego
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Goering fúe herido y sús sentidos comenzaron a abandonarle mientras sú maú qúina tambieú n
se calaba y perdíúa potencia. Con el combústible vertieú ndose en la carlinga, Goering hizo
todo lo qúe púdo para controlar el aparato, qúe ahora caíúa hacia las líúneas enemigas y
pronto estaríúa al alcance de las ametralladoras en tierra. Los cazas habíúan desaparecido,
pero sú avioú n descendíúa girando entre nieblas y núbes. Fúe el fúego de ametralladora
procedente de tierra el qúe le sacúdioú para qúe reaccionara. Elevoú el morro del avioú n y
volvioú en vúelo rasante a territorio alemaú n con lo qúe le qúedaba de combústible antes de
hacer ún aterrizaje forzoso en el cementerio de úna iglesia qúe era úsada como hospital.
Fúe operado de úna herida grave en la cadera por la qúe faú cilmente húbiera podido
desangrarse de no haber habido manos expertas inmediatamente disponibles. Se contaron
dieciseú is agújeros de bala en el fúselaje de sú avioú n.
Goering estúvo inmovilizado cerca de ún anñ o. Mientras se recúperaba túvo sú primer
asúnto amoroso registrado, con úna múchacha llamada Marianne Maúser, la bella hija de ún
granjero acomodado cerca de Maúterndorf. Sús padres eran gentes de posicioú n mediocre,
pero aún asíú no permitieron qúe la joven pareja llegara al púnto del compromiso
matrimonial. Herr Maúser consideroú el asúnto sagazmente: ún aviador podíúa ser úna figúra
romaú ntica, pero sú esperanza de vida, desafortúnadamente, era corta.
Mientras Goering se recúperaba lentamente, el núevo concepto de «as del aire» iba
creaú ndose en los frentes. El piloto de combate qúe se enfrentaba a la múerte en ún
mortíúfero dúelo de ingenio con hombres tan resistentes y haú biles como eú l mismo, qúe vúela
por encima del lodo y la degradacioú n de la gúerra en tierra, se convirtioú en el núevo heú roe
cúya foto acaparaba toda la públicidad. Los nombres de Richthofen y Udet se convirtieron
en objetos de admiracioú n tanto entre los alemanes como los Aliados, porqúe sús hazanñ as o
las de sús camaradas se convertíúan en noticias apasionantes. Loerzer fúe nombrado
comandante del Escúadroú n 26, con base en Múllhoúse, donde Goering se reúnioú con eú l tras
ser dado de alta del hospital en 1916. En Aachen, ún díúa soleado, Loerzer salvoú la vida de
Goering cúando teníúa encima a tres aviones franceses; úna vez maú s consigúioú aterrizar a
dúras penas con el aparato lleno de agújeros de bala y el tren de aterrizaje destrozado. Pero
Goering habíúa hecho lo mismo por Loerzer en úna ocasioú n anterior. Asíú era la vertiginosa
gúerra en el aire, de decisiones raú pidas y de úna camaraderíúa basada en la confianza en la
pericia mútúa.
Hacia 1917, la repútacioú n de Goering como piloto de combate ya estaba plenamente
establecida. Ademaú s de la Crúz de Hierro, le seríúan concedidas la Leoú n de Zaehring con
espadas, la Orden Karl-Friedrich y la Medalla Hohenzollern con espadas de tercera clase,
todo eso antes de sú condecoracioú n final, la Pour le Mérite. En mayo fúe púesto al mando del
Escúadroú n 27, qúe necesitaba úna mejora en sú moral. Ahora Goering era responsable tanto
de la administracioú n como de la estrategia; teníúa qúe mostrar ún liderazgo inspirador. Se
púso manos a la obra inmediatamente para reforzar el escúadroú n, trabajando díúa y noche
para asegúrar la eficiencia, primero en tierra y lúego en el aire, del mismo. Ese verano, los
dos escúadrones, el 26 y el 27, operaron conjúntamente, volando desde el mismo
aeroú dromo en el frente de Flandes, Isegham, cerca de Ypres. Los ataqúes aeú reos contra los
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Aliados se convirtieron en úna ofensiva importante; el escúadroú n de Goering en particúlar
teníúa qúe ayúdar en la proteccioú n de los demaú s aviones, atrayendo hacia ellos el fúego
enemigo. Los Aliados, mientras tanto, redoblaron sús esfúerzos en el aire y los alemanes
contestaron formando grandes escúadrones combinados llamados Jagdeschwader
(escúadrones de caza) qúe eqúivalíúan a cúatro de las otras formaciones; el primero de esos
escúadrones estaba bajo el mando de Manfred von Richthofen. Goering y Loerzer se
contaban entre los pilotos cúyos escúadrones fúeron combinados para crear la tercera de
esas formaciones de gran tamanñ o.
Segúú n se desarrollaba la ofensiva final de marzo de 1918, Goering fúe reconocido como
ún oficial excepcional cúyo liderazgo teníúa ún efecto vigorizante entre hombres cúya moral
flaqúeaba. Se le trasladaba a cúalqúier aú rea donde se estúvieran experimentando
dificúltades de ese tipo. La vida en el aire era breve y llena de riesgos. Despúeú s de abril,
cúando Richthofen múrioú en combate, sú promocioú n fúe raú pida. Una manñ ana de mayo,
cúando Goering estaba en la carlinga a púnto de despegar en úna misioú n, sú edecaú n vino
corriendo hacia el aeroplano agitando ún papel en la mano. Sobreponieú ndose al rúgido de
los motores, gritoú qúe el Emperador le habíúa concedido a Goering la medalla Pour le Mérite.
EÁ sa era la maú xima condecoracioú n qúe podíúa otorgarse; no se concedíúa por úna úú nica accioú n
de valentíúa excepcional, sino por haber mostrado valor continúamente en combate [4].
El capitaú n Reinhardt, ún ceú lebre piloto, fúe elegido para súceder a Richthofen como
núevo comandante del escúadroú n. Tambieú n eú l múrioú ún díúa de mayo, mientras probaba ún
núevo avioú n qúe Goering en persona acababa de pilotar. Fúe entonces, el 7 de júlio, cúando
Goering fúe elegido para comandar el famoso escúadroú n de Richthofen, ahora seriamente
mermado. El 14 de júlio, el díúa qúe asúmioú el mando, los hombres desfilaron para
conocerle. Karl Bodenschatz, en sú libro Jagd in Flanders Himmel comenta lo dúro qúe
parecíúa. «Se podíúa ver en sús movimientos y en sú forma de hablar». El teniente Von Wedel
lo presentoú a los hombres y Goering replicoú «en ún tono de voz extranñ amente insistente»,
con palabras informales y sin preparar. Dijo qúe era ún honor especial el ser nombrado
comandante de úna únidad como aqúeú lla, y habloú de los hombres qúe habíúan múerto para
qúe la fama y el espíúritú del escúadroú n fúeran los qúe eran, ún espíúritú qúe todos tendríúan
qúe tener presente en los terribles díúas venideros. Entonces el teniente Bodenschatz, como
edecaú n, le entregoú a Goering el distintivo de Richthofen, el bastoú n fabricado para el aviador
maú s famoso de Alemania por ún artesano llamado Holzapfel, gesto qúe tanto habíúa
agradado a Richthofen qúe habíúa conservado el bastoú n a sú lado hasta el díúa qúe múrioú .
Reinhardt habíúa tenido el bastoú n soú lo cúatro semanas.
El 17 de júlio Goering envioú sú primer informe oficial, en el qúe escribioú :
Los monoplazas ingleses sigúen siendo tan efectivos como siempre, pero los cazas
franceses rara vez penetran maú s allaú de la líúnea del frente; normalmente evitan los
encúentros serios. Por otro lado, los biplazas franceses súelen aparecer en
formacioú n cerrada, llevando a cabo sús bombardeos implacablemente y a baja
altúra. Para ese fin súelen emplear bimotores Caúdron cúyo blindaje resiste núestra
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múnicioú n. Yo mismo, al atacar ún Caúdron a corta distancia el 15.7.19, malgasteú casi
toda mi múnicioú n; el Caúdron simplemente sigúioú volando, ignoraú ndome por
completo. Habríúa qúe atacar a esas maú qúinas bien armadas y blindadas con artilleríúa
antiaeú rea. Al volar en formacioú n cerrada ofrecen ún búen blanco para núestro fúego
antiaeú reo… Múchos [de núestros pilotos] tienen qúe despegar hasta cinco veces al
díúa. A largo plazo, ni los hombres ni las maú qúinas podraú n soportar ese desgaste… La
falta de comúnicacioú n telefoú nica directa entre escúadrones y grúpos de combate se
anñ ade a núestras dificúltades. Es imperativo qúe se completen núevas líúneas
telefoú nicas.
Al díúa sigúiente Goering se cobroú sú vigeú simo segúndo avioú n aliado, ún Spad qúe
derriboú a primera hora de la manñ ana. Informoú de manera resúmida:
A las 8.15 ataqúeú a varios Spad. Obligúeú a úno de ellos a descender y, tras algo de
barrena, lo derribeú . Cayoú en los bosqúes de Bandry.
EÁ sa fúe la úú ltima victoria personal de Goering. Pese a los tiempos qúe corríúan, se fúe de
permiso («bien merecido», segúú n Bodenschatz) el 26 de júlio, dejando al teniente Lothar
von Richthofen, el hermano de Manfred, al mando del escúadroú n. Goering no volveríúa hasta
el 22 de agosto.
El Geschwader, segúú n afirmoú Bodenschatz, derriboú únos qúinientos aviones de los
aliados dúrante sús núeve meses de existencia, pero hacia finales de septiembre el núú mero
de hombres y oficiales habíúa qúedado múy mengúado: cincúenta y tres oficiales, inclúyendo
personal meú dico y administrativo, y 473 súboficiales y soldados. La meteorologíúa era mala.
«Los rasgos del teniente Goering se endúrecen», comentoú Bodenschatz. Pero el final de la
gúerra estaba a la vista. En tierra, el ejeú rcito alemaú n estaba en retirada, y segúú n el verano se
iba convirtiendo en otonñ o, la Fúerza Aeú rea Inglesa derribaba maú s y maú s pilotos de Goering.
En noviembre, dúrante los úú ltimos díúas de la gúerra, el tiempo era malo y las noticias
peores. Circúlaban rúmores de qúe el Kaú iser iba a abdicar, qúe habíúa distúrbios en Berlíún,
qúe la Marina se habíúa amotinado; se decíúa inclúso qúe los soldados disparaban contra sús
oficiales. El 9 de noviembre, Goering reúnioú a sús oficiales y les úrgioú a qúe fúeran tan leales
los únos a los otros en esos díúas difíúciles como lo habíúan sido en combate, y qúe lúcharan
hasta el final.
El periodo del 7 al 9 de noviembre fúe testigo de desoú rdenes cada vez mayores. Los
informes de Goering, segúú n los registroú Bodenschatz, dejan constancia del hecho. El 7 de
noviembre habíúa grandes combates al este del Mosa, y el avance de los Aliados obligoú a
Goering a replegar a sús hombres y eqúipo al aeroú dromo al oeste de Tellancoúrt, donde las
condiciones en tierra eran malas para los despegúes y aterrizajes. El tiempo llúvioso
impedíúa volar, y los informes de Goering eran escúetos y formales.
… de noviembre. Nos instalamos en el aeroú dromo de Tellancoúrt. Llovizna, cielos múy
encapotados.
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… de noviembre. Tiempo desfavorable. No pasoú gran cosa. Preparaú ndonos para la retirada.
Dúrante tres díúas de noviembre, los 9, 10 y 11, Goering recibioú múchas instrúcciones
contradictorias de ún alto mando indeciso. La atmoú sfera de capitúlacioú n le resúltaba odiosa
a ún hombre de sú temperamento, qúe tan recientemente habíúa ganado el meú rito súpremo
y cúyo escúadroú n, pese a las crúeles peú rdidas y los reemplazos sin instrúccioú n completa,
habíúa sido responsable de grandes actos de valentíúa y notables eú xitos en el aire, hasta qúe
se vio inmovilizado en el súelo de forma tan injústificable (como le parecíúa a este joven
comandante de veinticinco anñ os cúya fotografíúa estaba a la venta para el púú blico alemaú n
como heú roe de gúerra). Le llegaban instrúcciones dispares: teníúa qúe rendir sús aviones a
los americanos, teníúa qúe llevar a sús hombres y maú qúinas a Darmstadt.
El 10 de noviembre el tiempo segúíúa haciendo imposible el vúelo, y la agoníúa de la
espera se prolongaba:
… de noviembre. Por orden del comandante de la Fúerza Aeú rea del Qúinto Ejeú rcito,
los aeroplanos deberaú n volar a Darmstadt, el eqúipo maú s valioso seraú enviado por
transporte de carretera… en dos colúmnas de ocho camiones cada úna. Las tiendas y
únas cúantas maú qúinas inúú tiles se qúedaraú n en Tellancoúrt. Los hombres se
desplazaraú n parte en camioú n y parte a pie para ejercitarse. Los súministros de
comida son adecúados.
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pilotos y volvieron a reúnirse con sú escúadroú n en el aire. Entonces Goering voloú de vúelta a
Darmstadt y ordenoú a aqúellos qúe podíúan hacerlo qúe estrellaran sús aviones.
El informe final de Goering sobre el díúa del armisticio es ún homenaje formal a sú
escúadroú n.
… de noviembre. Armisticio. El escúadroú n vúela a Darmstadt con mal tiempo. Niebla. Desde
sú fúndacioú n, el Geschwader ha derribado 644 aviones enemigos. Las múertes por accioú n
enemiga alcanzan ún total de 56 oficiales y súboficiales pilotos, 6 soldados. 52 oficiales y
súboficiales heridos, 7 soldados.
Hermann Goering
Teniente O. C.
Geschwader.
Goering fúe desmovilizado, con el rango honorario de capitaú n, en la antigúa ciúdad baú vara
de Aschaffenbúrg, a únos cincúenta kiloú metros de Frankfúrt. Allíú, segúú n parece, se alojoú en
la villa del director gerente de la Búntpapier A. G., úna companñ íúa de fabricacioú n de papel, y
la disolúcioú n real del Geschwader túvo lúgar en el patio de las instalaciones de la companñ íúa
donde se gúardaba el eqúipaje de los oficiales antes de enviarlo a sús casas. Goering y sús
oficiales pasaban la mayor parte del tiempo en el Stiftskeller, el mejor restaúrante y lúgar
para beber de la ciúdad. Estaban decididos a mantenerse júntos tanto tiempo como
púdieran. El 19 de noviembre Goering dijo finalmente adioú s, y descúbrioú sú don como
orador en ún discúrso qúe pronúncioú en el Stiftskeller. Habloú de la historia y los logros del
famoso escúadroú n Richthofen, de los amargos tiempos qúe Alemania ahora debíúa soportar,
y del vergonzoso comportamiento del púeblo alemaú n en sú actitúd hacia aqúellos qúe,
como oficiales, se habíúan sacrificado por sú paíús. Se sentíúa indignado por la revúelta de los
soldados contra la aútoridad, y por el apoyo qúe las asambleas de soldados recibíúan en
múchas partes de Alemania. «Ha comenzado la núeva lúcha por la libertad, los principios, la
moral y la patria», dijo. «Tendremos qúe recorrer ún camino largo y difíúcil, pero la verdad
seraú núestra lúz. Debemos estar orgúllosos de esta verdad y de lo qúe hemos hecho.
Debemos pensar en ello. Núestra hora volveraú a llegar». Brindoú por el Richthofen
Geschwader; bebieron solemnemente y lúego rompieron sús vasos contra el súelo.
En el exterior, se congregaban en las calles múchedúmbres de civiles y exsoldados para
insúltar a los oficiales, qúe, segúú n creíúan ahora, habíúan traicionado a Alemania y sacrificado
las vidas de sús hombres para ganar condecoraciones del tipo qúe el emperador habíúa
otorgado a Goering. Se dice qúe Goering fúe asaltado en la calle y qúe con dificúltad
consigúioú evitar qúe la túrba le arrancara las medallas de la pechera. Se qúedoú en
Aschaffenbúrg hasta principios de diciembre y entonces, sin beneficios ni pensioú n, se
trasladoú a Múú nich, donde vivíúa sú madre. Para eú l estaba claro qúe debíúa labrarse sú propia
carrera en el múndo.
En Múú nich, en ún principio fúe múy afortúnado. Dúrante la gúerra habíúa dado ún
tratamiento generoso a ún prisionero de gúerra, el capitaú n Frank Beaúmont, ún piloto del
Royal Flying Corps, qúe habíúa hecho ún aterrizaje forzoso en ún aparato averiado tras
destrúir dos aviones de combate alemanes en el aire. Formaba parte del credo de Goering el
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admirar a ún búen enemigo, e hizo todo lo posible por evitar qúe el ejeú rcito se llevara al
capitaú n Beaúmont; habloú con eú l largamente sobre la profesioú n de volar, algo de lo qúe los
dos eran grandes entúsiastas. Goering descúbrioú entonces qúe el capitaú n Beaúmont, qúe
hablaba alemaú n con flúidez, estaba destinado en Múú nich con la responsabilidad de preparar
el camino para la disolúcioú n de la fúerza aeú rea alemana. Goering se presentoú júnto con
Ernst Udet y fúe bien recibido. De hecho, dúrante únas cúantas semanas, hasta qúe Múú nich
se caldeoú demasiado políúticamente hablando para qúe Goering púdiera qúedarse,
Beaúmont actúoú como anfitrioú n de Goering y Udet, pagando la pasada amabilidad de eú stos
con úna largúeza tal qúe los dos hombres púdieron vivir bien mientras pensaban qúeú
hacer[5]. Mientras tanto, sú compromiso no oficial con Fräulein Maúser qúedoú olvidado. Herr
Maúser le escribioú a Goering: «¿Qúeú tiene ústed ahora qúe púeda ofrecer a mi hija?». La
respúesta telegraú fica de Goering fúe: «Nada».
Dúrante esas semanas inmediatamente posteriores al final de la gúerra, Goering se
encontroú inmerso en ún núevo múndo completamente ajeno a eú l. Era ún oficial prúsiano
cúya úú nica preparacioú n para la vida era sú formacioú n militar y el sentido de casta inspirado
por sú padre, asíú como las tradiciones representadas por sú vida de ninñ o en los castillos del
súr. Ahora era ún desempleado de veinticinco anñ os en búsca de trabajo. Políúticamente,
Alemania se habíúa convertido en úna especie de anarqúíúa donde las túrbas imponíúan la ley,
debido a la debilidad del gobierno apresúradamente constitúido para formúlar ún tratado
de paz. En Múú nich, el trono de Baviera se derrúmboú y se proclamoú úna repúú blica el 8 de
noviembre, pocos díúas antes del armisticio. Gúillermo II, el Emperador de Alemania, habíúa
húido a Holanda, y el general Lúdendorff, jefe del Estado Mayor, tambieú n habíúa
desaparecido. La clase trabajadora alemana se habíúa vúelto contra los hombres qúe
percibíúan como responsables de la gúerra, y los soldados qúe continúaban en úniforme
consideraban qúe sús oficiales eran únos traidores. En Berlíún y en otras cúantas ciúdades
alemanas se proclamoú oficialmente úna revolúcioú n socialista.
Los oficiales, mientras tanto, se agrúparon para defender sú casta. Organizaron los
llamados Freikorps, «los cúerpos libres» de volúntarios, en ún intento por mantener la
existencia del ejeú rcito alemaú n. En diciembre Goering asistioú a úna reúnioú n de oficiales en la
Sala Filarmoú nica de Berlíún en la qúe habloú el núevo ministro de la Gúerra prúsiano, el
general Walter Reinhardt, instando al púú blico qúe abarrotaba el lúgar a apoyar al núevo
gobierno y a obedecer sús oú rdenes de qúe los oficiales abandonaran las insignias
tradicionales de sú rango y reemplazaran sús charreteras por galones en las mangas de sús
chaqúetas. El propio general llevaba sús tres galones; sús charreteras y medallas habíúan
desaparecido.
Cúando Reinhardt estaba a púnto de conclúir la reúnioú n, Goering se levantoú en medio de
los asistentes. Llevaba sú úniforme completo, con sús charreteras plateadas, las estrellas de
sú núevo rango y la Pour le Mérite bien destacada entre sús medallas y condecoraciones. Se
súbioú al estrado diciendo, «le pido perdoú n, senñ or». La gran reúnioú n de oficiales qúedoú en
silencio. Goering habíúa descúbierto sú habilidad como orador en Aschaffenbúrg; ahora,
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como úno de los oficiales joú venes maú s famoso de toda Alemania, se sentíúa obligado a decir
lo qúe pensaba. Empezoú asíú:
Súponíúa, senñ or, qúe como ministro de la Gúerra, apareceríúa hoy aqúíú. Pero esperaba
ver úna banda negra en sú manga qúe simbolizara sú maú s profúndo pesar por la
atrocidad qúe se propone infligirnos. En vez de la banda negra, lleva ústed galones
azúles en sú brazo. ¡Creo, senñ or, qúe húbiera sido maú s apropiado qúe llevara galones
rojos!
Los oficiales rompieron en ún aplaúso, pero Goering levantoú la mano pidiendo silencio y
continúoú hablando.
Nosotros, los oficiales, hemos cúmplido con núestro deber dúrante cúatro largos
anñ os… y arriesgamos núestros cúerpos por la patria. Ahora hemos vúelto a casa… ¡y
coú mo nos tratan! Escúpen sobre nosotros y nos qúitan todo aqúello qúe nos
enorgúllecíúa llevar. Y esto os digo, qúe el púeblo no es el cúlpable de esa condúcta. El
púeblo fúe núestro camarada, el camarada de cada úno de nosotros, sin reparar en
condiciones sociales, dúrante cúatro agotadores anñ os de gúerra… Los úú nicos
cúlpables son los qúe han manipúlado al púeblo, esos hombres qúe apúnñ alaron por
la espalda a núestro glorioso ejeú rcito a costa del púeblo. Y por tanto os imploro qúe
abrigúeú is el odio en vosotros, ún odio profúndo y dúradero hacia esos animales qúe
han húmillado al púeblo alemaú n… Pero llegaraú el díúa en qúe los expúlsaremos de
núestra Alemania. Preparaos para ese díúa. Armaos para ese díúa. Trabajad para qúe
llegúe ese díúa[6].
Entonces Goering abandonoú la sala, negaú ndose a segúir sirviendo en ún ejeú rcito qúe estaba
dispúesto a obedecer las degradantes oú rdenes del gobierno repúblicano.
Ahora qúeríúa úna sola cosa, dar la espalda a la húmillacioú n del ejeú rcito. Sú oportúnidad
llegoú a traveú s de la indústria aeronaú útica alemana, qúe pese a todo segúíúa en
fúncionamiento. Goering conocíúa a los fabricantes de aviones, ya qúe cúando era ún as de la
aviacioú n los habíúa visitado a menúdo y probado sús maú qúinas. Ahora se dispúso a hacer
úna demostracioú n del Fokker F7 en Copenhagúe y a la vúelta le regalaron el avioú n. Voloú con
el aparato al aeropúerto de Kastrop y allíú hizo exhibiciones aeú reas para el púú blico. Hacíúa
acrobacias aeú reas y hacíúa vúelos cortos llevando pasajeros a cincúenta coronas el viaje. De
esta forma ganaba dinero súficiente y vivíúa bien en ún hotel. Sú magníúfico historial militar,
qúe era ún problema en casa, era úna ventaja social en Dinamarca. Se qúedaríúa en ese paíús
la mayor parte de 1919, viviendo la búena vida tanto como se lo permitíúan sús ingresos, y
las mújeres disfrútaban de sú companñ íúa. Volaba de díúa y flirteaba de noche.
El comportamiento de Goering en Dinamarca no siempre fúe ejemplar, pero era gúapo y
sin compromiso, ún hombre úú til y atractivo para agraciar la mesa de úna anfitriona. Una de
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sús anfitrionas, sin embargo, súfrioú múcho sú falta de modales y aútocontrol el díúa qúe se
hicieron púú blicos los teú rminos del Tratado de Versalles, cúando en medio de úna cena a la
qúe asistíúan veinte o maú s invitados, gritoú : «¡Llegaraú el díúa qúe volveremos para escribir otro
tratado!». Al final, eú l mismo arrúinoú sú vida social en Dinamarca, y úna mújer casada de la
cúal estaba enamorado hizo todo lo posible para convencerle de qúe dejara el paíús para irse
a Súecia[7].
Goering teníúa la ambicioú n de obtener úna posicioú n oficial en el múndo de la aviacioú n.
Las acrobacias aeú reas poníúan a prúeba sú valor, pero sú forma de vida apenas si era
apropiada para ún soldado y aspirante a caballero. Oyoú qúe se iba a establecer úna líúnea
aeú rea civil en Súecia, y en 1920, tras únos contactos preliminares, logroú obtener ún púesto
de piloto para la Svensk-Lúfftrafik. Antes de eso, dúrante ún periodo en el qúe sú avioú n
estúvo fúera de servicio debido a danñ os en el tren de aterrizaje, se ganoú la vida haciendo
vúelos de exhibicioú n y acrobacias cerca de Estocolmo. Goering fomentaba la leyenda de qúe
sú avioú n era el mismo qúe habíúa pilotado como comandante del escúadroú n Richthofen; la
públicidad era búena para el negocio. Tambieú n ganaba algúú n dinero en Estocolmo como
representante de la companñ íúa Heinicken de paracaíúdas, qúe se abríúan aútomaú ticamente
cúando el piloto saltaba del aparato.
Goering, como piloto de larga experiencia, recibíúa con frecúencia encargos para llevar a
hombres de negocios y otros pasajeros en viajes privados. Uno de esos vúelos con
particúlares seríúa ún acontecimiento importante en sú vida. Una tarde de invierno de 1920,
el conde Eric von Rosen, ún explorador famoso y aventúrero, llegoú al aeroú dromo y pidioú qúe
le llevaran en ún vúelo corto a sú hacienda de Rockelstad en el lago Baven, cerca de
Sparreholm. Nevaba, y le parecíúa qúe ún vúelo, aúnqúe extremadamente arriesgado, era la
forma maú s raú pida de llegar a casa. Le gústaba la idea de la aventúra de volar entre la nieve,
si habíúa ún piloto lo súficientemente valiente para atreverse a correr el riesgo. Goering
estaba maú s qúe dispúesto a realizar el viaje en la hora o dos de lúz diúrna qúe qúedaban.
Tras perder momentaú neamente el rúmbo mientras el avioú n daba bandazos y rozaba aú rboles
y colinas, al final aterrizaron en el hielo del lago Baven, cerca del castillo Rockelstad. El
conde von Rosen estaba múy mareado por el viaje. Era demasiado tarde para qúe Goering
regresara, y aceptoú la invitacioú n de Rosen y sú esposa para pasar la noche en el castillo.
La residencia de los Rosen era para Goering, úna vez maú s, ún hogar qúe podíúa tratar con
respeto. La atmoú sfera medieval le recordaba los castillos de sú júventúd en Alemania. Pasoú
la mirada por las armadúras, los trofeos de caza y las reliqúias de expediciones, los cúadros
qúe eran senñ al de búen gústo y las tradiciones de úna familia de abolengo. Habíúa ún gran
oso disecado en posicioú n amenazadora qúe el propio conde habíúa captúrado a la verdadera
úsanza vikinga. Despúeú s de ún banñ o y úna bebida caliente, los congelados aeronaútas
sintieron coú mo la vida volvíúa a ellos júnto a ún gran fúego de troncos.
Mientras Goering permanecíúa frente a los lenñ os ardientes, debioú percatarse de la
esvaú stica grabada en el herraje qúe rodeaba la chimenea. Probablemente fúera la primera
vez qúe veíúa el emblema[8]. Frente a la chimenea estaba la gran escalera qúe condúcíúa al
saloú n. Goering levantoú la vista y al instante sú atencioú n qúedoú fijada en la visioú n de úna
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mújer qúe descendíúa por la escalera hacia eú l: era hermosa. El conde se la presentoú como la
hermana de sú mújer, la baronesa Carin von Kantzow, qúe se alojaba con ellos en el castillo.
Goering teníúa veintisiete anñ os. Dúrante la velada, mientras observaba a esa alta mújer
cinco anñ os mayor qúe eú l, empezoú a enamorarse de ella. Haber descendido de los cielos
llenos de nieve a ese magníúfico castillo júnto a ún lago helado ya era bastante romaú ntico. Y
ahora, envúelto en calidez y confort, con el fúerte licor agitando la sangre en sús venas, la
sensacioú n de amor romaú ntico crecioú en eú l, ún amor qúe no se parecíúa a las alegres
aventúras y amoríúos de las ciúdades. La hermana mayor de Carin, la condesa von
Wilamowitz-Moellendorff, en sú biografíúa de Carin, afirma qúe Goering experimentoú ún
flechazo a primera vista. EÁ l y la familia permanecieron despiertos la mitad de la noche,
cantando canciones popúlares súecas y alemanas con el acompanñ amiento de la gúitarra de
von Rosen.
Carin von Kantzow era úna mújer maternal y múy hogarenñ a; era de temperamento
sentimental, infeliz, se habíúa distanciado de sú marido y estaba lista para responder al tipo
de amor idealizado qúe Goering estaba dispúesto a ofrecerle. No gozaba de úna salúd
robústa. No cabíúa la posibilidad, teniendo en cúenta las circúnstancias, de otra forma de
amor qúe no fúera úna basada en la devocioú n romaú ntica, ya qúe Carin era vigilada de cerca
por sú hermana y sú cúnñ ado, asíú como por sús padres, y teníúa ún hijo de ocho anñ os, Thomas,
al qúe amaba múchíúsimo. Sú marido, Nils von Kantzow, con qúien llevaba diez anñ os casada,
era ún oficial del ejeú rcito y habíúa sido agregado militar súeco en Paríús.
Para cúando Goering púdo marcharse del castillo, ya le habíúa pedido a Carin qúe se
reúniera con eú l en Estocolmo. Se acordoú qúe eú l la visitaríúa en la casa de sús padres. Sú
padre, el baroú n Karl von Fock era, como sú marido, ún oficial del ejeú rcito súeco; sú madre, la
baronesa Húldini Beamish-Fock, era úna inglesa cúya familia vivíúa en Irlanda y cúyo padre
habíúa servido en el regimiento Coldstream. Sú hermana Fanny habíúa estado casada con ún
oficial alemaú n, el conde Richard von Wilamowitz-Moellendorff, qúe múrioú en la gúerra. Las
simpatíúas de Carin estaban completamente de parte de Alemania, como simbolizaban sú
cúnñ ado y ahora el apúesto heú roe de gúerra alemaú n qúe, segúú n empezaba a darse cúenta
Carin, estaba perdidamente enamorado de ella.
Carin era, por inclinacioú n natúral y edúcacioú n, sentimentalmente religiosa. Sú madre
manteníúa úna cofradíúa cristiana para mújeres centrada en sú residencia. Esta hermandad
femenina, llamada la Sociedad Edelweiss, habíúa sido creada por la abúela de Carin, la
senñ ora Beamish, qúe se habíúa ido a vivir a Súecia tras qúedar viúda. La senñ ora Beamish
habíúa múerto el 25 de diciembre de 1895 y sú hija, la baronesa, le habíúa prometido qúe
mantendríúa la sociedad con el mismo espíúritú.
La Sociedad Edelweiss teníúa sú propia capilla, úna constrúccioú n peqúenñ a en el redúcido
jardíún amúrallado detraú s de la residencia familiar en Greve-Túre-Gatan. La capilla, como la
sociedad, todavíúa sobrevivíúa a la hora de escribir este libro con la actúal condesa von Rosen
como sú hermana súperiora. Sús reúniones se celebraban, y continúaron hacieú ndolo, en
díúas laborables, cúando los miembros se reúníúan para orar y tocar múú sica. La capilla soú lo
púede contener a ún núú mero múy redúcido de personas. El sol qúe entra a raúdales por sús
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ventanales la hace lúminosa y alegre; el súelo estaú bellamente alfombrado y estaú amúeblada
con antigúö edades. Hay cúatro reclinatorios frente al diminúto presbiterio con sú altar. Estaú
en medio de ún jardíún amúrallado adornado con estatúas religiosas. Esta capilla
posteriormente contendríúa terribles recúerdos para Goering, pero por ahora le parecíúa,
bajo la inflúencia de Carin, como úna revelacioú n de paz espiritúal y belleza.
La peqúenñ a capilla en el jardíún y la hermandad únida por la oracioú n bajo el emblema de
úna flor estaban hasta cierto púnto inflúidas por el florido misticismo qúe estaba en boga a
finales del siglo XIX, el misticismo qúe afectoú a múchos poetas de la eú poca, y especialmente
al irlandeú s W. B. Yeats. Una de las hermanas, la princesa Maríúa Isabel zú Wied, públicoú en
1937 ún libro inspirado en esta fe llamado La Vida Interior. Sú dedicatoria dice: «A
Hermann Goö ring, con amistad y gratitúd[9]».
Goering, impresionable, solitario y enamorado de Carin, se vio atraíúdo al cúlto de la
Capilla Edelweiss. Escribioú úna carta sentimental a la baronesa en ún súeco imperfecto:
Me gústaríúa agradecerle con todo mi corazoú n el hermoso momento qúe me fúe dado
pasar en la Capilla Edelweiss. No tiene idea de coú mo me sentíú en esa atmoú sfera
maravillosa. Era tan tranqúila, tan encantadora, qúe me olvideú de todo el rúido y las
preocúpaciones terrenales y me sentíú como transportado a otro múndo. Cerreú los
ojos y absorbíú la atmoú sfera líúmpida y celestial qúe llenaba toda la sala. Era como ún
nadador descansando en úna isla solitaria antes de volver a lanzarse a las feroces
corrientes de la vida. Se lo agradecíú a Dios y oreú con calidez.
La azarosa vida de piloto ya no teníúa el mismo atractivo para Goering. Qúeríúa casarse con
Carin y volver a Alemania. Pero se interponíúan múchos obstaú cúlos entre los dos, entre los
cúales estaba sú falta de trabajo fijo y la actitúd poco favorable de Carin y sú familia a la
idea del divorcio. Decidioú qúe debíúa volver a casa para prepararse para úna vida diferente a
la del soldado o la del piloto. A principios del verano de 1921 dejoú a Carin en Súecia y
regresoú a Múú nich, donde sú madre segúíúa viviendo. Allíú se matricúloú a la edad de veintiocho
anñ os como estúdiante de la úniversidad, en ciencias políúticas. Carin, mientras tanto, visitoú a
Frau Goering en Múú nich, y como resúltado finalmente se decidioú a pedirle el divorcio a sú
marido. Nils von Kantzow se comportoú con la mayor generosidad y le dio dinero a sú
esposa júnto con sú libertad. Esto permitioú a Carin y Goering casarse y establecer ún hogar
en Alemania. La boda túvo lúgar en Múú nich el 3 de febrero de 1922. El primer hogar de los
Goering fúe ún pabelloú n de caza en Hochkreúth, en los Alpes Baú varos, cerca de Bayrischzell,
a únos ochenta kiloú metros de Múú nich, y allíú fúe donde pasaron sú lúna de miel.
Tanto eú l como ella eran ardientes nacionalistas. Goering necesitaba poca incitacioú n ya
fúera en la úniversidad, donde era ún estúdiante desganado, o en cúalqúier otra parte, para
expresarse violentamente contra la Repúú blica de Weimar y asistir a míútines nacionalistas
donde se vilipendiaba al gobierno. Tambieú n estaba el Tratado de Versalles, qúe le dolíúa
como úna desgracia nacional. Desde la gúerra, Alemania habíúa pasado por ún periodo de
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crisis, revolúcioú n y colapso econoú mico, todo debido al odio revanchista de sús enemigos y a
la traicioú n de sú propio gobierno. Eso era lo qúe pensaba Goering.
El periodo en qúe Goering habíúa estado volando en Escandinavia fúe el mismo dúrante
el cúal Adolf Hitler habíúa estado organizando a sú vez el partido nazi, el N SDAP
(Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei, el Partido Nacionalsocialista Obrero
Alemaú n). Hacia 1922, cúando Goering se encontroú con Hitler por primera vez, eú ste habíúa
formado las SA (Sturmabteilung), sú fúerza de tropas de asalto, qúe úsaba como fúerzas de
segúridad en sús míútines políúticos y para provocar distúrbios en los míútines de otros
partidos. Teníúa sú base en Múú nich. El gobierno regional baú varo era tolerante y deú bil; debioú
emprender acciones para desbandar a esos pertúrbadores de la misma forma qúe los
Freikorps de posgúerra fúeron desbandados. Pero los ataqúes de las SA contra los
comúnistas no eran mal vistos por el gobierno baú varo; en las calles ocúrríúan con frecúencia
batallas enconadas. Nadie qúe viviera en Múú nich podíúa ignorar a Hitler hacia 1922.
Dúrante la defensa de Goering en los júicios de Núú remberg, proporcionaríúa este relato
de coú mo eú l y Hitler se conocieron en el otonñ o de aqúel anñ o [10]:
Un díúa, ún domingo de noviembre ú octúbre de 1922, la exigencia de extradicioú n contra
núestros líúderes militares saltoú al primer plano otra vez con ocasioú n de úna manifestacioú n
de protesta en Múú nich. Acúdíú a esa manifestacioú n de protesta como espectador, sin tener
ningúna conexioú n con ella. Allíú hablaron varios oradores de diferentes partidos y
organizaciones. Allíú pidieron qúe hablara Hitler. Habíúa oíúdo sú nombre mencionado
brevemente con anterioridad y qúeríúa oíúr lo qúe teníúa qúe decir. Rehúsoú hablar, y fúe púra
casúalidad qúe me encontrara lo súficientemente cerca para oíúr las razones de sú negativa…
Consideraba inúú til lanzar protestas sin ningúna fúerza qúe las respaldara. Eso me caúsoú
úna profúnda impresioú n, ya qúe yo era de la misma opinioú n.
Inqúiríú, y averigúö eú qúe Hitler celebraba úna asamblea todos los lúnes por la noche. Fúi allíú,
y Hitler habloú sobre aqúella manifestacioú n, sobre Versalles y sobre el rechazo al tratado.
Dijo qúe úna protesta tiene eú xito soú lo si estaú respaldada por el poder para darle fúerza. Si
Alemania no se volvíúa fúerte, ese tipo de cosas carecíúa de sentido. Sú conviccioú n hablaba
palabra por palabra como si procediera de mi propia alma.
En úno de los díúas sigúientes fúi a la oficina del N SDAP. Al principio soú lo qúeríúa hablar con eú l
para ver si podíúa ayúdarle de algúna manera. Me recibioú ensegúida y despúeú s de qúe me
presentara dijo qúe era ún extraordinario giro del destino el qúe nos húbieú ramos conocido.
Al instante empezamos a hablar de las cosas qúe ocúpaban núestros pensamientos; la
derrota de núestra patria… Versalles. Le dije qúe yo y todo lo qúe poseíúa estaú bamos
completamente a sú disposicioú n para esta caúsa esencial e importantíúsima: la lúcha contra
el Tratado de Versalles.
Hitler habloú largamente sobre sú programa y lúego le ofrecioú a Goering úna posicioú n en el
partido nazi.
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parecíúa ún golpe de súerte qúe yo en particúlar, el úú ltimo comandante del escúadroú n
Richthofen, me púsiera a sú disposicioú n. Le dije qúe no me seríúa múy agradable
tener ún púesto de dirigente desde el principio porqúe pareceríúa qúe habíúa venido al
partido simplemente por el púesto. Finalmente llegamos a ún acúerdo: Dúrante dos
meses permaneceríúa oficialmente en segúndo plano, y soú lo asúmiríúa el liderazgo
despúeú s de ese tiempo, pero en realidad qúeríúa hacer sentir mi inflúencia de
inmediato. Accedíú a ese compromiso y de esa manera úníú fúerzas con Adolf Hitler.
Asíú fúe como Goering, complacido consigo mismo, se únioú al partido nazi y a la edad de
veintinúeve anñ os volvioú a tener aqúello qúe maú s deseaba: estar al mando de hombres.
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2
Fracaso y exilio
Para Goering el mando de las tropas de asalto, qúe sigúiendo sú propia súgerencia no
asúmioú formalmente hasta dos meses despúeú s, se convirtioú en úna tarea absorbente. En sús
propias palabras:
Se necesitaban esos hombres para los combates callejeros organizados y como fúerza
ofensiva en las reúniones políúticas de Hitler. Goering era el hombre ideal para levantar la
moral. Tal y como lo dijo el propio Hitler, al recordar los principios de sú relacioú n:
Me gústaba. Lo convertíú en el jefe de mis SA. Fúe el úú nico de sús jefes qúe dirigioú las
SA de la forma apropiada. Le di úna túrba indisciplinada. Al poco tiempo habíúa
organizado úna divisioú n de once mil hombres[12].
31
Para demostrar lo serio de sús intenciones, tanto Hess como Goering acúdieron a la
Universidad de Múú nich y asistieron, segúú n Ernst Hanfstaengl, qúe los conocioú dúrante ese
periodo, a cúrsos de conferencias sobre la gúerra de liberacioú n alemana contra Napoleoú n,
impartidas por el historiador Karl Alexander von Múö ller [13]. Hanfstaengl, qúe encontraba
entretenida la companñ íúa de Goering, aúnqúe fúera «ún completo condottiere, el perfecto
soldado de fortúna», dice qúe eú ste tambieú n teníúa ún cierto desprecio iroú nico por los baú varos
provincianos qúe rodeaban en ese entonces a Hitler; intentoú reafirmar sú origen familiar
llevando monoú cúlo. Hitler aparentemente le devolvioú el cúmplido cúando Goering no estaba
presente, haciendo mofa de los devotos «carinñ os» qúe Carin profesaba continúamente a
Goering. Y, sin embargo, Hanfstaengl consideraba a Goering úna persona atractiva e
inteligente, con ún fondo de sentido comúú n múcho maú s amplio qúe el de los demaú s nazis.
Las SA eran úno de los múchos refúgios semimilitares para los soldados expúlsados del
ejeú rcito dúrante los anñ os posteriores a la gúerra. Originariamente, múchos de ellos se
únieron al movimiento Freikorps, qúe fúe tolerado deliberadamente por los Aliados tras la
disolúcioú n formal del Ejeú rcito Imperial, debido al miedo al poder comúnista en Alemania y
al fervor revolúcionario de la Unioú n Sovieú tica. El movimiento Freikorps era la respúesta de
la derecha a la izqúierda tanto dentro como fúera de Alemania; estaba organizado a nivel
regional de manera privada y financiado por los ricos para oponerse al gobierno
izqúierdista. Sin embargo, los Freikorps pronto se convirtieron en bandas de saqúeadores
indisciplinados, repúdiados por los Aliados y la Repúú blica de Weimar. Eran úna fúente ideal
de reclútas para los nazis, qúe a sú vez eran únos saqúeadores. Los Freikorps siempre
habíúan actúado como inspiracioú n para Hitler; segúú n Goering y Reitlinger, tomoú de ellos la
bandera con la esvaú stica, las camisas pardas y lo qúe se convertiríúa en el salúdo hitleriano.
Tambieú n tomoú de ellos a Roehm, qúe era úno de los líúderes de los Freikorps despúeú s de la
gúerra.
Cúando finalmente los Aliados impúsieron el desarme de los Freikorps, Hitler convirtioú
inmediatamente lo qúe era a todo los efectos sú propio movimiento de Freikorps en úna
organizacioú n «deportiva»; posteriormente la rebaútizaríúa como Sturmabteilung o las SA,
qúe como hemos visto era el nombre qúe ya teníúa cúando Goering se púso al mando de eú sta.
Mientras Roehm qúeríúa vincúlar las SA con el «Reichswehr Negro», el ejeú rcito
complementario y encúbierto apoyado secretamente por la Repúú blica de Weimar, Hitler
qúeríúa retener las SA para síú mismo, actúando como gúardaespaldas y fúerza
propagandíústica para el desarrollo de la agitacioú n políútica dirigida contra la Repúú blica de
Weimar y la izqúierda alemana. Solo por esta razoú n, Goering era, desde el púnto de vista de
Hitler, ún comandante maú s adecúado para las SA qúe Roehm.
Dúrante 1923, Goering trabajoú en la reorganizacioú n de las SA, qúe crecieron
raú pidamente en núú mero hasta tal púnto qúe inclúso el gobierno de derechas de Baviera
empezoú a preocúparse. Hitler, aúnqúe segúíúa siendo ún revolúcionario aficionado, sabíúa qúe
en esta etapa de complicaciones y caos en la políútica alemana no era lo súficientemente
poderoso para liderar úna rebelioú n a escala nacional; necesitaba aliados qúe compartieran
lo súficiente sús púntos de vista para trabajar con eú l y a los cúales púdiera dominar al final
32
por la fúerza de sú personalidad. Por esta razoú n, 1923 fúe para eú l ún anñ o de negociaciones
extenúantes y en sú mayor parte fracasadas, en las qúe Goering estúvo estrechamente
implicado, mientras qúe al mismo tiempo las SA eran disciplinadas y recibíúan instrúccioú n al
estilo militar en los bosqúes a las afúeras de Múú nich. El gobierno baú varo, siempre en la
incertidúmbre en cúanto a sús relaciones con Hitler, se posicionoú , pese a todo, en abierta
rebelioú n contra el gobierno de Berlíún en los úú ltimos meses de 1923. En esta sitúacioú n
radicaba la esperanza de Hitler de poder amalgamar las fúerzas qúe depondríúan al
gobierno nacional y qúe lo llevaríúan a eú l personalmente a obtener cierto tipo de poder en la
cresta de la ola revolúcionaria qúe se originaríúa en Baviera.
En enero, Hitler consigúioú persúadir a las aútoridades baú varas para qúe le permitieran
celebrar úna reúnioú n de únos cinco mil SA en Múú nich. En este encúentro múltitúdinario
habloú en contra del gobierno central en ún intento de demostrar a sús segúidores qúe la
apúesta del partido por hacerse con el poder políútico en Alemania era maú s importante qúe
entrenarse para combatir a los franceses en el Rúhr. Opúesto a cúalqúier relacioú n con el
ejeú rcito, Hitler tambieú n era consciente de qúe para tener eú xito debíúa aliarse con
movimientos nacionalistas similares al súyo y aúmentar asíú sús fúerzas. Eso úú ltimo lo
consigúioú en febrero con la ayúda de Roehm. En primavera comenzoú con sús intentos, sin
eú xito, de persúadir al general Otto von Lossow, el comandante del ejeú rcito en Baviera, para
qúe marchara con eú l a Berlíún a la manera de Mússolini. En abril, Goering ocúpoú las oficinas
del perioú dico del partido nazi de tirada diaria, el Völkischer Beobachter, para impedir el
arresto de Dietrich Eckart, el escritor de mala repútacioú n qúe dirigíúa el perioú dico para
Hitler. Otro desafíúo maú s a las aútoridades.
El 1 de mayo Hitler cometioú ún error fatal. Habíúa planeado úna manifestacioú n
importante para ese díúa tradicional en el qúe los socialistas de Múú nich celebraban sú
manifestacioú n; habíúa esperado recibir el apoyo de Lossow, pero este apoyo, pedido en el
úú ltimo momento, se le negoú de manera contúndente. Eso lo dejoú en úna sitúacioú n
embarazosa, ya qúe, si caúsaba los distúrbios qúe pretendíúa, tanto el ejeú rcito como la
policíúa se veríúan obligados a atacar a los hombres de las SA en vez de darles apoyo,
hombres qúe ya habíúan recibido la orden formal de reúnirse en todo sú núú mero llevando las
armas ilegales qúe poseíúan. El propio Hitler, presa de la ansiedad respecto a qúeú hacer, se
reúnioú con Goering y otros colegas y asociados destacados en la plaza de armas de
Oberwiesenfeld, donde miles de hombres esperaban sús oú rdenes. EÁ l, Goering y el resto
llevaban sús condecoraciones; tanto Hitler como Goering aspiraban a tener ún feroz
aspecto marcial con sús cascos de acero. Roehm, a sú vez, se sobrepasoú al enganñ ar al
ejeú rcito regúlar para qúe rindiera sús armas a las tropas de asalto. Eso fúe demasiado para
el general Von Lossow. Convocoú a Roehm, qúe segúíúa siendo ún oficial del ejeú rcito, y le dijo
qúe debíúa devolver las armas inmediatamente. Entonces envioú a Roehm escoltado a la plaza
de armas con el últimaú túm de qúe las tropas de asalto no debíúan desfilar ni caúsar maú s
problemas. Hitler sabíúa qúe habíúa sido derrotado, aceptoú el hecho pese al airado consejo de
los demaú s y, frente a todos sús hombres, capitúloú ante Von Lossow, sin cúyo apoyo sabíúa qúe
no tendríúa eú xito ningúna violencia a gran escala. Al final regresoú a sú casa de Berchtesgaden
33
para volver a planear el fútúro, y dúrante únas cúantas semanas participoú poco en los
debates súbsigúientes en Múú nich. Pasoú la mayor parte del verano en las montanñ as.
Los debates, con o sin la presencia de Hitler, túvieron lúgar de manera interminable en
las oficinas del partido, en los hogares de los líúderes (particúlarmente en la casa de Goering
en Obermenzing) y en la taberna Bratwúrstgloö ckle cerca de la Fraúenkirche [iglesia de
Núestra Senñ ora], en el centro de Múú nich. Allíú, Goering, Roehm, Heines —el amigo
homosexúal de Roehm y asesino convicto—, Anton Drexler —úno de los fúndadores del
partido nazi—, Eckart, Rosenberg —el llamado intelectúal del grúpo— y Ernst Hafstaengl
—el acaúdalado representante de la cúltúra de Múú nich—, se solíúan sentar júntos por la
noche en la misma mesa, bebiendo cerveza y discútiendo sú políútica en voz alta y sin
concesiones. A menúdo Carin se úníúa a sú companñ íúa y ocasionalmente Júliús Streicher
acúdíúa desde Núú remberg para anñ adir sú contribúcioú n particúlar de grosero antisemitismo.
Cúando Hitler estaba en Múú nich se úníúa a ellos, aúnqúe, segúú n parece, preferíúa visitar
Obermenzing y las comodidades maú s tranqúilas qúe le proporcionaba Carin. Fúe ella la qúe
insúfloú núevos aú nimos en los corazones de Hitler y sú marido en los oscúros díúas qúe
sigúieron a la derrota del 1 de mayo.
Hacia el otonñ o, Hitler y Goering volvíúan a estar ante la púerta del general Von Lossow,
úrgieú ndole a qúe se úniera a ellos en sú caúsa comúú n contra el gobierno central. Mientras
tanto, en agosto, Gústav Stresemann se habíúa convertido en canciller en Berlíún, y el 27 de
septiembre, alarmado por la aparentemente inevitable insúrreccioú n en Baviera, proclamoú la
ley marcial en toda Alemania. Tres semanas antes, el 2 de septiembre, Hitler habíúa
reforzado sú consolidacioú n de las fúerzas nacionalistas en úna reúnioú n múltitúdinaria
celebrada en Núú remberg, en la qúe sú discúrso contra el gobierno central fúe múy
aplaúdido; el general Lúdendorff tambieú n habíúa consentido en aparecer en apoyo del
movimiento. Por otro lado, el descontento social llevaba creciendo desde enero sin qúe los
nazis o sús socios baú varos túvieran nada qúe ver, cúando los franceses ocúparon el Rúhr
para obligar a Alemania a hacer efectivas las compensaciones prometidas en el Tratado de
Versalles. El movimiento Freikorps habíúa entrado en úna fase de resistencia pasiva para
hostigar al invasor y, animado por el Reichswehr Negro, el cúerpo complementario ilegal
del Reichswehr, se habíúa mostrado dispúesto a liderar úna revúelta contra el gobierno de
Berlíún. Este Reichswehr Negro, bajo el comandante Búchrúcker, alcanzaba únos veinte mil
hombres y en el pasado habíúa sido tolerado porqúe gúardaba las fronteras del este contra
los polacos. Pero ahora esa fúerza ilegal teníúa desagradables conexiones con la sociedad
secreta conocida como Die Feme[*]. con sú tradicioú n medieval de brútalidad y atrocidades, y
qúe, como los movimientos militaristas en Baviera, era úna amenaza cada vez mayor para la
segúridad del gobierno central en Berlíún.
El objetivo de Stresemann era terminar con la resistencia pasiva en el Rúhr para salvar a
Alemania de la anarqúíúa y llegar a ún acúerdo con los Aliados: el gobierno baú varo, por otro
lado, se oponíúa a cúalqúier concesioú n a los Aliados. Mientras tanto, la inflacioú n asolaba la
economíúa alemana, y el marco, qúe ya habíúa caíúdo a maú s de siete mil frente al doú lar en
enero, se desplomoú a simas abisales hacia noviembre.
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Dúrante este periodo Goering habíúa intentado, en nombre de Hitler, convencer al
general Von Lossow, como comandante del Distrito Militar Baú varo, para qúe rompiera sú
alianza formal con Berlíún y qúe marchara con las SA y sús socios para deponer al gobierno
de Stresemann, qúe hacia el invierno ya consideraba a Baviera como el principal centro de
rebelioú n en Alemania y estaba dispúesto a emplear la fúerza qúe hiciera falta para reprimir
cúalqúier posible revúelta. Mússolini les habíúa dado úna espleú ndida demostracioú n de lo qúe
se podíúa consegúir de esa manera cúando realizoú sú Marcha sobre Roma en octúbre del anñ o
anterior. Los desconfiados intentos de Hitler por crear úna alianza con el gobierno baú varo
no púdieron, sin embargo, desarrollarse hasta el púnto de la accioú n, y Hitler decidioú forzar
el asúnto con sús asociados maú s inmediatos. Mientras decidíúa qúeú accioú n emprender,
Gústav von Kahr, el núevo comisario del Estado y virtúal dictador de Baviera, anúncioú úna
asamblea políútica. EÁ sta tendríúa lúgar el 8 de noviembre de 1923, y Hitler sospechaba qúe
Kahr, en qúien no confiaba en absolúto, anúnciaríúa por sú cúenta la independencia de
Baviera y robaríúa asíú el impúlso a los nazis. Hitler estaba decidido a qúe eso no ocúrriera, y
ordenoú a Goering qúe preparara a las tropas de asalto para entrar en accioú n. Goering se
apresúroú a cúmplir con sús oú rdenes abandonando a Carin en sú lecho de enferma: teníúa
neúmoníúa y todavíúa segúíúa febril. Para anñ adir a sús preocúpaciones, sú madre acababa de
morir. Besoú a Carin y le dijo qúe volveríúa múy tarde y qúe no debíúa preocúparse. Entonces
se reúnioú con Hitler lo antes qúe púdo y convocoú a las tropas de asalto.
El mitin púú blico convocado por Von Kahr se celebroú en el enorme aúditorio de la
Búö rgerbraö úkeller, úna taberna en las afúeras qúe podíúa acomodar úna asistencia de tres mil
personas. Kahr súbioú al estrado júnto al primer ministro de Baviera, el Dr. Von Knilling, el
general Von Lossow y otros ministros del estado baú varo. Kahr habloú a sús oyentes mientras
eú stos estaban sentados bebiendo cerveza en grandes jarras; habloú de la necesidad de ún
núevo ejeú rcito alemaú n qúe fúera heredero de la gloria perdida en esos tiempos. Para el
púú blico se trataba de ún tema ya familiar, y se preparaban para segúir bebiendo a búen
ritmo cúando repentinamente oyeron la voz de ún hombre gritando y el sonido de disparos
de pistola. Hitler, con ún aspecto desalinñ ado en ún abrigo qúe le qúedaba grande, estaba de
pie sobre úna mesa apúntado al techo con sú pistola. A sú lado estaban Hess y Goering, asíú
como el gúardaespaldas personal del líúder, ún lúchador llamado Graf. Avanzaron hacia el
estrado, donde Kahr se qúedoú inmoú vil, tan conmocionado como sú púú blico por esta salvaje
interrúpcioú n.
Hitler se púso frente a eú l y gritoú : «Ha comenzado la revolúcioú n nacional. Este edificio ha
sido ocúpado por seiscientos hombres armados. Nadie púede abandonar la sala». Los
bebedores de cerveza vieron qúe habíúa úna ametralladora apostada en la entrada principal.
Hitler enganñ oú a los presentes hacieú ndoles creer qúe los gobiernos de Baviera y el Reich
habíúan sido derrocados, y qúe el ejeú rcito y la policíúa habíúan únido sús fúerzas a la esvaú stica.
Entonces procedioú a desalojar a los ministros del estrado a púnta de pistola para llevarlos a
úna reúnioú n en otra habitacioú n. Goering se qúedoú al mando.
El púú blico se recúperoú de la conmocioú n y empezoú a hablar. Goering púdo ver qúe no
estaban satisfechos, asíú qúe decidioú hablar a la concúrrencia eú l mismo, hablando desde el
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estrado: «No hay nada qúe temer», gritoú . «Somos sús amigos. No tienen razoú n para
rezongar, ¡tienen cerveza!». Se habíúa formado ún núevo gobierno, anñ adioú , indicando la
habitacioú n donde Hitler, pistola en mano, intentaba febrilmente convencer a los tres
ministros para qúe se únieran a eú l en ún gobierno formado con el general Lúdendorff.
Lúdendorff, de hecho, no sabíúa nada de lo qúe estaba ocúrriendo, aúnqúe en ese momento
era llevado a la cerveceríúa por los emisarios de Hitler.
Los ministros, insegúros de qúeú hacer con Hitler, qúe estaba en ún estado de paroxismo,
elúdieron sús exigencias. La sitúacioú n era tensa porqúe esperaban qúe Lúdendorff
apareciera en cúalqúier momento, y no se podíúa mantener coaccionados a los númerosos
asistentes dúrante múcho tiempo. Hitler teníúa qúe actúar. Sin maú s discúsioú n, volvioú al
estrado, anúnciando a la asombrada aúdiencia qúe ún núevo gobierno nacional estaba
formaú ndose con la colaboracioú n de los ministros. Anúncioú qúe eú l tendríúa el control de la
políútica del núevo gobierno nacional y qúe el general Lúdendorff estaríúa al mando del
núevo ejeú rcito nacional qúe marcharíúa inmediatamente hacia Berlíún. Los asistentes,
creyendo qúe Hitler habíúa consegúido el apoyo de los hombres en los qúe confiaban (tanto
como confiaban en algúien), empezaron a dar víútores. Entonces llegoú Lúdendorff. Aúnqúe
se enfúrecioú ante la sorpresa qúe le habíúan preparado, dejoú qúe sú presencia pareciera
apoyar lo qúe estaba ocúrriendo. Hitler, feliz hasta el delirio, júroú venganza contra los
«criminales de noviembre» de 1918 y afirmoú qúe en esos momentos nacíúa úna núeva
Alemania, fúerte, libre y espleú ndida. Gritoú : «¡El díúa de manñ ana veraú ún núevo gobierno
nacional o nos veraú múertos! Manñ ana ganareú o morireú ». Y, como ún actor en ún melodrama,
se púso el canñ oú n de sú pistola en la cabeza.
El problema, mientras los asistentes salíúan, era qúeú hacer con los ministros. Hitler teníúa
qúe dejarlos en las manos de Lúdendorff, mientras eú l acúdíúa a las calles a poner fin a la
batalla qúe, segúú n oyoú , habíúa empezado entre las tropas de asalto y ún destacamento de
tropas del ejeú rcito. Cúando al fin regresoú , descúbrioú qúe se habíúa dejado marchar a los
ministros despúeú s de qúe dieran sú palabra de honor a Lúdendorff de atenerse a lo
acordado. Húbo úna gran confúsioú n de ideas respecto a qúeú acciones emprender. Mientras
tanto, Kahr, qúe habíúa recibido llamadas telefoú nicas de Berlíún en las qúe se le amenazaba
con medidas extremas, dio los pasos qúe púdo para contraatacar. Al amanecer habíúa cientos
de proclamas impresas pegadas por todo Múú nich abjúrando de cúalqúier acúerdo con
Hitler y ordenando la disolúcioú n del partido nazi. Kahr entonces transfirioú el gobierno del
Estado a Ratisbona. Estaba claro para todas las fúerzas armadas qúe el Estado no habíúa sido
enganñ ado para únirse a la revolúcioú n de Hitler y qúe el gobierno original segúíúa en el poder.
Tan pronto como túvo ún momento libre, Goering pidioú a Hanfstaengl qúe telefoneara a
Carin y le dijera qúe no se preocúpara si no volvíúa a casa esa noche; entonces le entregoú úna
carta dirigida a ella para qúe la púsiera al correo. Estaba profúndamente preocúpado por
ella, aúnqúe hasta cierto púnto le tranqúilizaba saber qúe sú hermana Fanny estaríúa júnto a
ella para cúidarla. Entonces volvioú sú atencioú n a las incertidúmbres de las acciones de esa
noche.
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Hitler, Goering y Roehm estaban descúbriendo por experiencia propia qúe no se podíúa
poner en marcha úna revolúcioú n de manera tan apresúrada, descúidada o melodramaú tica.
El úú nico qúe habíúa emprendido úna accioú n decisiva era Roehm, ocúpando el cúartel general
del ejeú rcito en Múú nich, donde permanecioú con sús hombres. Hitler lo visitoú dúrante la
noche para discútir la sitúacioú n. Hess, mientras tanto, estaba ocúpado tomando rehenes,
inclúyendo a dos ministros del gobierno baú varo. Fúe Lúdendorff el qúe propúso úna
solúcioú n al dilema de qúeú hacer. Súgirioú úna accioú n basada, como comentoú mordazmente,
en sú repútacioú n personal. No creíúa qúe las fúerzas armadas o la policíúa dispararan contra
eú l, y propúso qúe a la manñ ana sigúiente, el 9 de noviembre, marcharíúa a la cabeza de las
tropas de asalto con Hitler a sú lado para tomar el centro de Múú nich. Hitler, al qúe ya no le
qúedaba otro plan en mente, accedioú con relúctancia.
Asíú, cerca de las once de la manñ ana de ese loú brego díúa de noviembre, comenzoú la
marcha. Hitler, Lúdendorff, Goering y Hess, júnto con otros líúderes nazis, se púsieron a la
cabeza de únos tres mil miembros de las tropas de asalto, de los cúales soú lo únos pocos
estaban armados. Salieron de la Búö rgerbraö úkeller y avanzaron a lo largo de la carretera
hacia el centro de la ciúdad. La bandera con la esvaú stica estaba enarbolada bien alta, y ún
camioú n qúe transportaba tropas de asalto con ametralladoras se púso cerca del principio de
la colúmna. Hitler llevaba sú pistola en la mano mientras marchaba. Goering, qúe esperaba
problemas, se asegúroú de llevar únos cúantos rehenes bajo vigilancia con ellos, por si sú
presencia resúltaba ser de útilidad.
Los nazis teníúan qúe crúzar el púente Lúdwig sobre el ríúo Isar antes de poder llegar al
corazoú n de la ciúdad. Allíú, ún destacamento de la policíúa armada estaba apostado para
enfrentarse a ellos y Lúdendorff detúvo el avance. Fúe Goering qúien entroú en accioú n. Se
adelantoú solo, imponente y adústo en sú abrigo de cúero negro, con la Pour le Mérite
colgada del cúello, salúdoú al oficial al mando de la policíúa y le dijo qúe teníúan rehenes,
inclúyendo a ciertos ministros, a los qúe mataríúa si se intentaba impedir la marcha por la
fúerza. El oficial de la policíúa, sin saber qúeú hacer, decidioú al final permitirles pasar. Las
tropas de asalto arrebataron triúnfantes las armas de las manos de los policíúas. La primera
victoria era súya.
Avanzaron lentamente crúzando el ríúo y entraron en la Zweibrúö ckenstrasse, yendo en
direccioú n hacia la Marienplatz, donde estaba sitúado el ayúntamiento, a maú s de kiloú metro y
medio de sú púnto de partida úna vez crúzado el ríúo. En la Marienplatz se les únioú Júliús
Streicher, qúe estaba ansioso por no qúedarse fúera de esa procesioú n histoú rica y qúe habíúa
venido desde Núú remberg para ver lo qúe ocúrríúa.
Para ese entonces ya era mediodíúa, y la marcha continúoú . Lúdendorff segúíúa al frente, y
a sú lado sú edecaú n, Hans Streck. A la izqúierda de Lúdendorff caminaba Hitler, qúe por
algúna extranñ a razoú n iba cogido del brazo de Scheúbner-Richter, otro de sús allegados. Graf,
el gúardaespaldas de Hitler, caminaba con Goering a ún paso o dos por delante de Hitler, a
la izqúierda. Sú objetivo era el Ministerio de la Gúerra, a maú s de kiloú metro y medio de
distancia, en la Schoenfeldstrasse; Roehm y sús hombres segúíúan ocúpaú ndolo desde la
noche anterior, aúnqúe asediados por ún destacamento del ejeú rcito. Para llegar al
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ministerio, los líúderes nazis teníúan qúe llevar a las tropas de asalto por úna estrecha
callejúela a la derecha de la Marienplatz qúe primero se llamaba Dienerstrasse y lúego
Residenzstrasse. Avanzaron y se les ordenoú cantar mientras marchaban, pero pronto
llegaríúan al principal obstaú cúlo. El final de esa calle estaba bloqúeado por la policíúa armada.
Los cantos nazis se acallaron, y la marcha se detúvo.
Esta vez fúe Graf el qúe se adelantoú desafiante: «¡No disparen!», gritoú , «¡Viene sú
Excelencia el general Lúdendorff!».
Hitler, detraú s de sú gúardaespaldas, gritoú : «¡Ríúndanse! ¡Ríúndanse!».
Entonces, empezando por ún bando ú otro, comenzaron los disparos. Lúdendorff,
ignorando el peligro, se adelantoú y atravesoú indemne las filas de la policíúa; los apartoú con la
arrogancia de sú aútoridad pasada, aúnqúe estúviera vestido de paisano. Pero prosigúioú
solo hasta la plaza abierta qúe habíúa maú s allaú . A sús espaldas, Scheúbner-Richter, qúe habíúa
ido cogido del brazo con Hitler, yacíúa agonizante en el súelo, y Hitler, al tropezar o al búscar
refúgio, cayoú de mala manera y se dislocoú el hombro. Acobardado por la confúsioú n y el
dolor, húyoú en ún coche qúe segúíúa a la comitiva. Al mismo tiempo, Hess tambieú n consigúioú
escapar. Pero Goering cayoú en la calle, gravemente herido por ún disparo en la ingle, y la
sangre empezoú a manar de sú herida. Segúú n la versioú n de la propia hermana de Carin,
Fanny, ella habíúa segúido la procesioú n y vio algo de lo qúe habíúa ocúrrido. Fúe ella la qúe le
dio la noticia a Carin.
Con sús principales líúderes húidos, arrestados o heridos, la procesioú n nazi pronto se
desintegroú . Los qúe estaban en la retagúardia de la colúmna oyeron el intercambio de
disparos y lúego vieron húir a los hombres qúe les precedíúan. Lúdendorff, al qúe nadie
habíúa pensado en segúir, fúe arrestado; Roehm y sús hombres se rindieron. Goering fúe
llevado por hombres de las SA a úna casa cercana, qúe resúltoú pertenecer a ún vendedor de
múebles júdíúo llamado Ballin, cúya esposa, Ilse, vendoú lo mejor qúe púdo las heridas de
Goering con úna toalla. Ella y sú hermana cúidaron de eú l hasta la noche, cúando fúe enviado
en secreto a la clíúnica de ún amigo, el profesor Von Ach [14]. El profesor informoú a Carin
inmediatamente del paradero de Goering. Segúú n Fanny, Carin parecioú tener úna
premonicioú n en el mismo instante en qúe Goering cayoú . Aúnqúe estaba enferma, se vistioú
inmediatamente y acúdioú al hospital. Allíú súpo qúe las heridas de Goering eran graves.
Tambieú n oyoú qúe habíúa úna orden de arresto contra eú l, emitida por Lossow. Goering le
súplicoú qúe encontrara algúna forma de evitar qúe lo captúraran. Fanny describe a Carin
sentada al lado de la cama de sú esposo, cogieú ndolo de la mano, analizando con calma y en
voz baja cúaú l seríúa la mejor manera de actúar, sin apartar los ojos de los de sú marido ni ún
solo instante.
A riesgo de sú propia vida, concertoú qúe únos amigos vinieran desde Garmisch, cerca de
la frontera aústríúaca, y se llevaran a Goering a sú casa, condúciendo maú s de cien kiloú metros
desde Múú nich. Allíú Goering yacioú en cama, debilitado, enfermo y resentido. Carin súpo qúe
Hitler habíúa sido arrestado el 11 de noviembre en Uffing, donde la familia Hanfstaengl
habíúa estado cúidaú ndolo. Pero estaba preocúpada por sús propios problemas. En úna carta
escrita el 30 de noviembre le describe a sú madre la condicioú n de sú esposo.
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Hermann estaú en ún estado terrible. Las piernas le dúelen tanto qúe apenas púede
soportarlo. Hace cúatro díúas, todas las heridas qúe se habíúan cerrado volvieron a
abrirse y sigúe habiendo úna cantidad espantosa de pús en la pierna. Le hicieron úna
radiografíúa y descúbrieron qúe habíúa úna masa de fragmentos de bala, asíú como
súciedad procedente de la calle, alojados en los múú scúlos de sú múslo. Lo operaron
con anestesia, y dúrante los úú ltimos tres díúas ha estado febril. Sú mente parece
divagar; a veces grita y a veces súenñ a con el combate en la calle. En todo momento
súfre ún dolor indescriptible. Tiene toda la pierna insertada con túbos de goma para
extraer el pús. Es tan amable, tan paciente, tan búeno, pero en lo maú s hondo de sú
corazoú n es desesperadamente infeliz.
Carin se dio cúenta de qúe la presencia de sú marido empezaba a ser algo sabido y qúe
debíúa intentar llevarlo a la segúridad de Aústria. No túvo eú xito. Fúe arrestada y púesta bajo
vigilancia en el hospital de Garmisch, donde fúe objeto de manifestaciones en sú apoyo
dúrante las cúales se llegoú a amenazar a la policíúa con violencia. Goering dio sú palabra de
honor a la policíúa de qúe no intentaríúa volver a escapar, pero Carin estaba decidida a qúe lo
hiciera, aúnqúe le húbieran confiscado el pasaporte. Con la ayúda de amigos y
simpatizantes en la policíúa, Goering fúe llevado en coche directamente de sú cama a la
frontera y sacado fúera de Alemania úsando ún pasaporte falso. Los hombres qúe lo
sacaron del paíús se hicieron pasar por miembros de la policíúa con oú rdenes de llevaú rselo [15].
Sús heridas no habíúan recibido todavíúa tratamiento apropiado, y fúe llevado a ún
hospital en Innsbrúck. Allíú los meú dicos reabrieron las heridas y las radiografiaron, y
Goering fúe operado. Volvioú a tener fiebre y súfrir ún gran dolor, y los doctores le recetaron
morfina; segúú n Hanfstaengl, qúe tambieú n habíúa húido a Innsbrúck, recibíúa dos inyecciones
al díúa.
Estoy aqúíú sentado júnto a la cabecera de mi qúerido Hermann. Tengo qúe observar
coú mo súfre en cúerpo y alma, y no hay nada qúe púeda hacer para ayúdarle. Ya sabes
lo horrible qúe es esa sensacioú n. Sú herida es soú lo pús, por todo el múslo. Múerde la
almohada porqúe le dúele múchíúsimo, y gime continúamente. Púedes imaginarte lo
qúe eso me reconcome el corazoú n. Hace exactamente ún mes desde qúe le
dispararon, y a pesar de qúe le inyectan morfina todos los díúas, sú dolor sigúe siendo
tan atroz como antes. Dejeú el hotel y me múdeú aqúíú hace qúince díúas. Me siento
múchíúsimo mejor al estar júnto a eú l todo el tiempo. Los espíúas vigilan núestra casa
en Múú nich; núestras cartas son confiscadas, núestras cúentas bancarias han sido
bloqúeadas, y núestros coches reqúisados… Me dicen qúe tambieú n se ha dictado
orden de arresto contra míú.
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Mientras tanto, la red clandestina nazi en Aústria trabajaba, y con la ayúda de la
doncella y el jardinero de los Goering en Obermenzing, empezaron a pasar por la frontera
ropas y otros artíúcúlos qúe podíúan ayúdar a los Goering en sú exilio. Para ese entonces las
calles de Múú nich estaban cúbiertas de carteles con la fotografíúa de Goering y la leyenda de
qúe era ún hombre búscado.
En Aústria habíúa múchos simpatizantes nazis qúe acúdieron en ayúda de Goering.
Enviaron ún aú rbol de Navidad al Tiroler Hof, el hotel propiedad de otro simpatizante donde
Goering pasoú las Navidades con Carin. Mientras Goering estaba todavíúa en el hospital
recibioú la visita de Kúrt Lúdecke, úno de los altos dirigentes del partido, a qúien dio ún
relato víúvido del golpe de Múú nich. Goering pidioú a Lúdecke qúe lo representara en úna
convencioú n nazi qúe tendríúa lúgar en Salzbúrgo. El abogado de Hitler vino a verle el 31 de
diciembre, y el Tiroler Hof celebroú úna fiesta para ellos. La hermana de Hitler, Paúla,
tambieú n era úna visitante asidúa. En Navidades, Carin habíúa contraíúdo ún enfriamiento
acompanñ ado de fiebre, y la tensioú n bajo la qúe habíúa estado empeoroú sú salúd. Goering
continúoú adelante con la morfina. Hacia el 3 de febrero, sú aniversario de boda, Carin estaba
algo mejor y Goering le regaloú úna maú qúina de escribir portaú til, cosa qúe a Carin le encantoú
y la animoú a escribir maú s cartas a casa.
La primera misioú n de Goering tras sú recúperacioú n fúe úna invitacioú n para hablar ante
ún grúpo de nacionalistas en Innsbrúck, pero hacia febrero estaba ocúpado por completo
con la organizacioú n del partido en Aústria, sigúiendo instrúcciones de Hitler, qúe ahora se
encontraba en prisioú n a la espera de júicio. Hitler se negoú a dejar qúe Goering volviera,
como eú ste se habíúa ofrecido a hacer, para someterse a júicio júnto a sú Líúder. Preferíúa qúe
reúniera al partido en Viena, dando míútines y trabajado con nazis aústríúacos como Walter
Riehl. Los Goering continúaron viviendo en el Tiroler Hof, consigúiendo de vez en cúando
pagar sú estancia, pero sú dinero y propiedades en Múú nich habíúan sido embargados por las
aútoridades baú varas.
El júicio en Múú nich contra los líúderes del golpe de Estado empezoú el 26 de febrero y en
abril llegaron a Innsbrúck las noticias sobre el veredicto: Lúdendorff fúe absúelto, Hitler y
los demaú s, ya estúvieran en el banqúillo o en el exilio, fúeron declarados cúlpables. Hitler
cúmpliríúa úna sentencia de cinco anñ os en la fortaleza de Landsberg, aúnqúe era creencia
comúú n qúe difíúcilmente esa sentencia se extenderíúa maú s allaú de seis meses. El júicio habíúa
sido «blando», con Hitler actúando agresivamente y sús palabras llenando las paú ginas de la
prensa alemana. Hess regresoú volúntariamente de Aústria para ser sú fiel companñ ero en la
caú rcel. En la prisioú n, Hitler vivioú bien, como si fúera úna especie de invitado; pasaba el
tiempo ocúpado en la redaccioú n del Mein Kampf. Goering apeloú para úna amnistíúa, pero no
se le concedioú . Todo ello era maú s mortificante porqúe los nazis túvieron cierto eú xito en las
elecciones de abril en Baviera y por primera vez púdieron ocúpar escanñ os en el Reichstag.
Si húbieran permitido a Goering volver a Alemania, Hitler húbiera estado preparado para
dejarle representar al partido como dipútado del Reichstag. Carin se aventúroú a volver a
Múú nich para intentar liberar sús propiedades de forma qúe púdieran venderlas para aliviar
sús penúrias econoú micas; no lo consigúioú . Pero el 15 de abril visitoú a Hitler en Landsberg y
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recibioú de eú l úna fotografíúa personal con la frase «A la admirada esposa de mi comandante
de las SA».
Por pobres qúe fúeran, los Goering aparentemente decidieron no demostrarlo en
púú blico. Segúú n Hanfstaengl, vivíúan con ostentacioú n en sú hotel, y caúsaron ún gran
resentimiento entre los demaú s exiliados qúe no teníúan medios de vida. Goering,
aparentemente, prestaba poca importancia al dinero; pedíúa prestado con liberalidad y
lúego no hacíúa ningúú n gesto de devolverlo, como averigúaríúa Hanfstaengl a sú propia costa.
Mientras tanto, las aútoridades en Viena estaban preocúpadas por los problemas qúe
les caúsaba la presencia de Goering en Aústria. Se les pidioú edúcadamente a eú l y a Carin qúe
se marcharan. Goering segúíúa teniendo dolores en la pierna y Carin estaba enferma, pero
parecíúa qúe lo mejor era aceptar esa otra etapa de exilio con búena cara. Con la ayúda del
gerente del Tiroler Hof se trasladaron a finales de abril para pasar úna breve estancia en el
hotel Britannia en Venecia; los administradores eran amigos y los Goering recibieron
tratamiento privilegiado. Carin continúoú enviando cartas sentimentales a sú madre.
Mientras descansaba, Goering se olvidoú de la políútica y se convirtioú en estúdioso del arte.
Encontraba las galeríúas de arte inspiradoras y esos díúas de visitas cúltúrales púsieron los
cimientos de sú fútúto intereú s en los tesoros artíústicos. En mayo fúeron a Roma pasando por
Florencia y Siena, y allíú se qúedaríúan hasta la primavera de 1925.
En Roma, Goering conocioú a Mússolini, a qúien admiraba por haber consegúido en Italia
lo qúe Hitler acababa de fracasar en hacer en Alemania. Goering qúeríúa estúdiar el fascismo
asíú como las artes mientras estúviera allíú. Consigúioú úna aúdiencia con Mússolini por
mediacioú n de sú amigo el príúncipe Philipp von Hessen, qúe se encontraba en Roma para
cortejar a la princesa Mafalda, la hija del rey de Italia, con qúien se casaríúa posteriormente.
Goering le contoú a Mússolini la historia de Hitler y la súblevacioú n abortada de Múú nich y
Mússolini expresoú cierto intereú s en conocer a Hitler úna vez qúe saliera de la caú rcel.
Hitler salioú de Landsberg el 20 de diciembre de 1924, pero no se púso en contacto con
Goering. Estaba demasiado ocúpado con la desintegracioú n del partido dúrante sú aúsencia
para hacer otra cosa qúe reúnir las riendas del poder en sú mano úna vez maú s. Mientras
tanto, Rosenberg úsoú sú periodo de aútoridad mientras Hitler estaba encarcelado para
borrar el nombre de Goering de los registros del partido.
Los Goering teníúan otras preocúpaciones, ademaú s. La madre de Carin estaba enferma, y
Carin qúeríúa estar a sú lado. Sús exigúas finanzas dúrante ese anñ o de inactividad forzosa
hacíúan qúe vivir en Roma fúera imposible; se vieron obligados a vivir de la caridad de
amigos y conocidos, y sú orgúllo se resintioú . Al final consigúieron reúnir el dinero para el
largo viaje al norte. Viajaron a Súecia atravesando Aústria, Checoslovaqúia, y la Ciúdad
Libre de Danzig, ciúdad qúe en opinioú n de Goering debíúa pasar a ser alemana. En
Estocolmo, eú l y sú esposa se fúeron a vivir a ún modesto piso en Odengarten.
Goering teníúa treinta y dos anñ os en ese momento y era ún hombre enfermo cúyo cúerpo
fúe descrito por sú meú dico como el de úna mújer de edad avanzada: fofo, descolorido y
blancúzco. Carin, aúnqúe contenta de estar de vúelta en casa, súcúmbioú a sú enfermedad;
teníúa el corazoú n deú bil y estaba desarrollando tendencias epileú pticas. Dúrante dieciocho
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meses túvo qúe ser testigo del deterioro gradúal de sú amado esposo mientras la morfina
qúe en ún principio úsaba para combatir el dolor de sús heridas terminaba adúenñ aú ndose
finalmente de eú l. Goering se convirtioú en ún adicto a la morfina, y sú aspecto escandalizoú a
la familia de Carin; anteriormente soú lo lo habíúan conocido como el joven piloto entúsiasta
qúe dúrante cúatro anñ os habíúa sido el devoto pretendiente de Carin; ahora carecíúa de
trabajo y era úna carga para sú familia, inyectaú ndose morfina diariamente para mantener a
raya la desesperacioú n. EÁ l y Carin estaban gastaú ndose el dinero obtenido por la venta de sú
casa en Obermenzing, operacioú n qúe se les habíúa permitido al fin.
Hacia el verano, Goering mostraba los peores síúntomas de la adiccioú n a la morfina. Los
arrebatos de violencia lo hacíúan peligroso, y Carin, qúe tambieú n estaba enferma, se vio
obligada a dejar qúe los doctores se hicieran cargo de eú l por completo. Carin qúeríúa qúe sú
úú nico hijo, Thomas, qúe entonces teníúa trece anñ os, viniera a vivir con ella, pero Von
Kantzow, sú anterior marido qúe la habíúa tratado con tanta generosidad, se opúso
firmemente. Cúando Goering fúe llevado al hospital de Aspúden para ser púesto en
observacioú n, Carin se vio involúcrada en úna qúerella por la cústodia de sú hijo. Von
Kantzow litigoú con eú xito con ún certificado meú dico qúe declaraba qúe, ya qúe Goering era
víúctima del morfinismo y qúe Carin súfríúa de epilepsia, ningúno de los dos podíúan ser
considerados aptos para cúidar del ninñ o[16]. Goering, de hecho, fúe finalmente declarado ún
drogadicto peligroso y se obtúvo aútorizacioú n policial para ingresarlo en el manicomio de
Langbro el 1 de septiembre de 1925, despúeú s de qúe atacara violentamente a úna
enfermera qúe se habíúa negado a darle morfina. Fúe llevado con escolta policial a Langbro y
púesto en la sala de internos violentos. De allíú consigúioú salir finalmente gracias a ún
psiqúiatra qúe le convencioú para qúe cooperara y se enfrentara a los súfrimientos qúe
acompanñ aríúan inevitablemente al periodo inicial de abstencioú n de la droga.
Goering se encontraba ahora bajo observacioú n psiqúiaú trica directa, y es interesante
comparar los recúerdos de sú meú dico súeco con los archivos de los psiqúiatras
penitenciarios norteamericanos qúe lo observaríúan veinte anñ os despúeú s en la caú rcel de
Núú remberg. Ya en 1925 se le describioú como úna persona de caraú cter deú bil, ún hombre qúe
úsaba la bravúconeríúa para encúbrir úna carencia fúndamental de coraje moral. El doctor
súizo lo consideroú ún histeú rico, de personalidad inestable, sentimental pero insensible a los
demaú s, ún hombre violento qúe actúaba impúlsado por el miedo. Como múchos hombres
capaces de grandes actos de valentíúa fíúsica qúe a menúdo lindan con la desesperacioú n,
carecíúa del otro tipo de valentíúa maú s elevada para dirigir sú vida y qúe era necesaria cúando
se veíúa abrúmado por grandes dificúltades[17].
Salioú de Langbro despúeú s de únos tres meses, pero se vio obligado a regresar cúando
descúbrioú qúe no podíúa mantener sú abstinencia de la droga. Cúando al fin volvioú a entrar
en el múndo normal, se sentíúa en mejor estado de salúd y de aú nimo. Aúnqúe sú intereú s en
Alemania volvíúa a revivir, todavíúa segúíúa sin poder regresar a sú paíús, y de hecho no lo haríúa
hasta qúe el recieú n elegido presidente Von Hindenbúrg no proclamoú úna amnistíúa políútica
en otonñ o de 1927.
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Ambiciones cúmplidas
Goering regresoú a Alemania con entúsiasmo. Fúe solo, ya qúe Carin estaba enferma y
necesitaba tratamiento. Volvioú tanto para encontrar ún trabajo qúe le permitiera ganarse la
vida como para renovar sú contacto con Hitler, a qúien fúe a ver a Múú nich. Hanfstaengl fúe
el úú nico miembro del cíúrcúlo nazi qúe parecioú alegrarse sinceramente de volverle a ver. Lo
describioú como «maú s gordo, maú s pragmaú tico y materialista, y principalmente preocúpado
por ascender en la escala social».
Hitler estaba ocúpado con el problema de reconstrúir el partido nazi como fúerza
políútica en el Estado. Ahora estaba decidido a consegúir el poder por medios
constitúcionales. Le habíúan súcedido múchas cosas desde el díúa en qúe viera a Goering
herido en la calle mientras eú l mismo era apartado a empújones de la violencia y el fracaso.
Habíúa estado en la caú rcel; habíúa escrito el Mein Kampf, ese faú rrago de ignorancia, prejúicios
y astúcia ocasional qúe pasaba por sú filosofíúa; y habíúa regresado a Múú nich para revisar sú
estrategia con el fin de desplazar al gobierno y obtener el poder. El partido habíúa hecho
campanñ a en dos elecciones en 1924 y teníúa úna representacioú n en el Reichstag de catorce
miembros; se enfrentaríúan a otra campanñ a electoral en 1928. El antigúo púesto de Goering
como jefe de las SA lo ocúpaba ahora Von Pfeffer, y en ese momento Hitler no estaba
dispúesto a reemplazar a Von Pfeffer por ún capitaú n sin ún ceú ntimo. Hitler teníúa múy
presente el dinero, necesitaba hombres qúe púdieran mantenerse por sú cúenta. Lo maú s
importante era atraer dinero al partido, no qúe el partido diera dinero. Goering necesitaba
ún súeldo y Hitler, por tanto, no lo recibioú con ningúna efúsividad; ademaú s, siempre
recelaba profúndamente de cúalqúier soldado profesional, y Goering no se habíúa hecho
popúlar entre el resto de los socios de Hitler, qúienes le contaron qúe Goering a menúdo lo
criticoú dúrante sú exilio en Aústria e Italia y qúe úsaba el partido exclúsivamente para sús
propios fines personales. Eso era verdad hasta cierto púnto: para Goering, ún escanñ o en el
Reichstag húbiera aúmentado de manera inconmensúrable sú estatús como representante
comercial e intermediario. Al final Hitler accedioú a ún compromiso. Se acordoú qúe Goering
volveríúa a Berlíún a hacer fortúna, mantenieú ndose en contacto con el partido.
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Aúnqúe el dinero escaseaba, Hitler no estaba súmido en la pobreza. La prensa nazi
ganaba terreno. Habíúa ingresos regúlares procedentes de los innúmerables míútines
múltitúdinarios en los qúe siempre se cobraba úna peqúenñ a tasa de admisioú n. Habíúa
contribúciones de simpatizantes adinerados. Hitler teníúa ingresos, sús declaraciones de la
renta han sobrevivido y demúestran qúe estaba aprendiendo a discútir sús gastos con los
inspectores de Hacienda.
Goering se establecioú gradúalmente dúrante los meses de invierno como representante
dentro de la indústria aeronaú útica. Estaba en contacto con Erhard Milch, ún alto cargo en
Lúfthansa, companñ íúa qúe disfrútaba de ún monopolio en la aviacioú n civil alemana. Actúaba
como representante en Berlíún para la Bayerische Motoren Werke [B MW], qúe fabricaba
motores de aviacioú n, y para la firma Heinkel. Tambieú n era representante para la companñ íúa
de paracaíúdas súeca Tornblad, y trabajaba desde ún peqúenñ o despacho en la
Gaisbergstrasse, qúe compartíúa con Victor Siebeld, qúe posteriormente se convertiríúa en
fabricante de aviones[18]. Heiden afirma qúe la B MW fúe adqúirida por Camillo Castiglioni, ún
júdíúo italiano de Trieste, qúe pagoú generosamente a Goering para qúe actúara como sú
representante, pero qúe Goering hizo poca cosa por eú l. Heiden describe a Goering como
infatigable en sú trabajo y vida social, sin dormir, trabajando a la lúz de las velas en sú piso,
con ún retrato de Napoleoú n frente a eú l y úna espada medieval detraú s [19].
En Berlíún se le únioú Paúl Koerner, otro antigúo oficial, qúe se convirtioú en sú socio.
Tambieú n empezoú a retomar sús anteriores contactos sociales, tales como Brúno Loerzer y el
príúncipe Philipp von Hessen.
A principios de 1928, Goering aparentemente decidioú presionar a Hitler. Se acercaban
las elecciones de esa primavera y fúe a Múú nich para lúchar por el reconocimiento qúe, en sú
opinioú n, merecíúa. Júnto con Hanfstaengl, caminoú por la nieve hasta el piso de Hitler en la
Thierschstrasse. Goering no qúeríúa ir solo, pero Hanfstaengl se negoú a acompanñ arle. Maú s
tarde, Hanfstaengl colegiríúa qúe Goering habíúa perdido los estribos pero qúe habíúa
consegúido sú propoú sito; Hitler consintioú qúe fúera considerado como candidato al
Reichstag por los nazis[20]. Hanfstaengl afirma qúe a menúdo oyoú a Hitler expresar sú temor
a qúe Goering no fúera de ningúna útilidad para el partido; sin embargo, Goering copioú el
estilo de Hitler y sú forma de expresarse en la tribúna con ún efecto considerable.
Para ese entonces, Goering estaba razonablemente asentado y teníúa ganas de empezar a
mezclar los negocios con la políútica. Fúe particúlarmente úú til en Berlíún, donde las
principales fúerzas de los nazis radicaban en la clase trabajadora gracias a la aparente
inflúencia del joven y brillante agitador Joseph Goebbels y los líúderes «izqúierdistas» del
partido, Otto y Gregor Strasser. Hitler ambicionaba el poder definitivo qúe sabíúa qúe soú lo
vendríúa de combinar los votos del proletariado con el dinero, inflúencias y presiones de los
empresarios. Goering, el soldado y caballero, sabíúa coú mo comportarse en esa companñ íúa;
Hitler segúíúa pasando vergúö enza cúando interactúaba con la alta sociedad, inqúieto cúando
se vestíúa con trajes formales qúe núnca parecíúan qúedarle bien y a disgústo por sú fracaso a
la hora de entablar conversaciones intranscendentes con gente con la qúe núnca antes se
habíúa relacionado socialmente. Mientras Goebbels, al qúe habíúa nombrado Gaúleiter del
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partido en Berlíún, lúchaba por Hitler en las calles, de Goering se esperaba y se le exigíúa qúe
conqúistara los despachos de lújo y los salones sociales.
Hacia mayo, en víúsperas de las elecciones, Goering se sintioú lo súficientemente segúro
para escribirle a Carin dicieú ndole qúe viniera a reúnirse con eú l en Berlíún. Fúe úna reúnioú n
gozosa tras meses de separacioú n, aúnqúe habíúa consegúido ir a visitarla en Estocolmo en
Navidades. La llevoú a sú piso en el núú mero 16 de la Berchtesgadenerstrasse.
Goering ocúpoú sú lúgar en múchos estrados de orador, inclúso al lado del radical
Goebbels. Debatíúa interminablemente de políútica con Koerner y otros miembros del
partido; evidentemente, empezoú a descúidar los negocios y se vio corto de fondos, ya qúe
Carin dejoú escrito qúe se vieron obligados a tomar comidas apresúradas en restaúrantes,
llegando inclúso a compartir ún tazoú n de crema de gúisantes con Koerner. Los viejos temas
recúrrentes de conversacioú n —Versalles, el bolchevismo, los júdíúos, las compensaciones a
los Aliados o los males del gobierno socialdemoú crata—, fúeron atacados de manera
interminable con voces qúe sonaban como el chasqúido de laú tigos.
Los nazis dieron ún pobre espectaú cúlo en las elecciones del 20 de mayo.
Obtúvieron 810 000 votos, mientras qúe los socialdemoú cratas ganaban maú s de núeve
millones. Los nazis soú lo obtúvieron doce de los 491 escanñ os del Reichstag. Goering y
Goebbels ocúparon dos de esos escanñ os en nombre del partido. Como Goebbels lo describioú
a sú manera presúntúosa: «No soy ún miembro del Reichstag. Soy el poseedor de
inmúnidad parlamentaria y de ún pase gratúito de tren [21]». Las aútoridades no podíúan
prohibir a los miembros del Reichstag qúe hablaran en púú blico, como habíúan hecho en el
pasado con Hitler y Goebbels; Hitler, de hecho, segúíúa teniendo prohibido hablar en púú blico
en Berlíún. Goering, menos cíúnico qúe sú colega, estaba encantado con las elecciones.
Goering fúe elegido por Baviera, segúú n Hanfstaengl, y cúando eú ste fúe a despedirlo en la
estacioú n de Múú nich cúando iba hacia Berlíún, Goering llevaba ún sombrero de alpinista
baú varo con ún edelweiss y ún enorme penacho; cúbríúa sú cúerpo «enormemente gordo»
con ún «vistoso abrigo de aviador hecho de cúero» y ensenñ aba alegremente sú billete de
tren gratis de primera clase. Entre los qúe le enviaron sús felicitaciones a Goering cúando
ocúpoú sú escanñ o en el Reichstag se contaron el príúncipe Federico Gúillermo, qúe le escribioú :
«Sú extraordinario talento y habilidad como orador, asíú como sú fúerza fíúsica, seraú n de gran
ayúda en sú núevo púesto como representante del púeblo en el Reichstag». Las peleas en el
Reichstag eran ún súceso demasiado frecúente, donde la fúerza de las palabras a menúdo
teníúa qúe ser respaldada con la de los púnñ os.
Carin describioú a sú madre en úna carta fechada el 14 de júnio el gran díúa en el qúe
Goering ocúpoú sú escanñ o, el núú mero 54, en el Reichstag.
A nosotros, todo lo qúe ha pasado nos parece bien y creo qúe es de ún intereú s
colosal. Ayer abrioú el Reichstag, y natúralmente, allíú estúve. Hermann tiene ún búen
escanñ o al lado del general Von Epp de Baviera; los dos tienen delante úna mesa para
ellos solos. Obtúvieron esos escanñ os tan búenos porqúe habíúa qúe aúmentar el
núú mero de todas maneras. Y en búena hora. Se me hizo extranñ o ver a los
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Rotgardisten [Gúardias Rojos]; han llegado al Reichstag de manera bastante insoú lita
y abúsan de sú poder de manera colosal. Todos iban con úniformes adornados con la
estrella de David, es decir, la estrella sovieú tica, qúe es casi lo mismo, con brazaletes
rojos, etc. La mayoríúa eran joú venes e iban búscando pelea. Y algúnos de ellos teníúan
ún aspecto absolútamente criminal. ¡Cúaú ntos júdíúos hay en todos esos partidos,
menos en el de Hitler!… Hermann estaraú terriblemente ocúpado, sin dúda. Inclúso
ahora soú lo lo veo ocasionalmente. Pero pasa conmigo todo sú tiempo libre. Al menos
intentamos hacer las comidas júntos, pero rara vez podemos comer los dos solos…
El saú bado o el lúnes volaremos a Zúrich. Hermann ha sido invitado a dar únas
conferencias, y aparte de eso espera hacer únas cúantas demostraciones del
paracaíúdas Tornblad. UÁ ltimamente ha habido múchos accidentes con paracaíúdas (de
otras companñ íúas), y a Hermann le gústaríúa demostrar lo qúe púede hacer el
Tornblad.
En otonñ o de 1928, Carin menciona qúe sú sitúacioú n econoú mica habíúa mejorado tanto qúe
púdieron alqúilar ún piso moderno de cinco habitaciones en el núú mero 7 de la
Bandenschestrasse y amúeblarlo con parte del mobiliario de sú antigúa casa, qúe
afortúnadamente habíúan consegúido recúperar. Ahora Goering recibíúa ingresos regúlares
como dipútado del Reichstag, ademaú s del dinero qúe obteníúa por sús negocios y los pagos
qúe le hacíúa la Lúfthansa. Fritz Thyssen, el famoso empresario, dice qúe tambieú n ayúdoú a
Goering dúrante ese periodo.
Conocíú a Hermann Goering de la sigúiente manera. Un díúa, el hijo de úno de los directores
de úna de mis companñ íúas de minas de carboú n, Herr Tengelmann, vino a verme.
«Escúú cheme», me dijo, «hay en Berlíún ún tal Herr Goering. Intenta con todas sús fúerzas
hacer el bien para el púeblo alemaú n, pero hasta ahora ha recibido poco apoyo por parte de
los empresarios alemanes. ¿No le gústaríúa conocerle?». A consecúencia de esta súgerencia,
conocíú a Goering llegado el momento. En esos díúas vivíúa en ún minúú scúlo apartamento, y
estaba ansioso por ún sitio maú s grande para tener mejor imagen. Pagúeú el coste de esa
mejora.
En ese momento, Goering me parecíúa úna persona de lo maú s agradable. Era múy sensato en
asúntos políúticos. Tambieú n llegúeú a conocer a sú primera esposa, Carin, qúe era úna
condesa súeca por nacimiento. Era úna mújer arrebatadoramente encantadora y no
mostraba senñ ales del trastorno mental qúe empanñ aríúa sú vida antes de morir. Goering la
idolatraba, y ella era la úú nica mújer capaz de encarrilarlo, como si Goering fúera ún
jovencito[22].
Se decidioú qúe el aú rea de intereú s de Goering en el Reichstag deberíúan ser las
comúnicaciones, qúe inclúíúan la aviacioú n. La tarea de los dipútados era hostigar al gobierno
en todos y cada úno de los temas qúe púdieran encontrar. Cúando húbo ún debate sobre el
declive en la eficiencia de los ferrocarriles estatales, Goering atacoú de manera virúlenta:
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La úú nica caúsa real de este estado de cosas intolerable en el Reichstag son los abúsos
súfridos por los ferrocarriles alemanes a manos del Plan Dawes y las
compensaciones de gúerra. Todos los partidos presentes en el Parlamento deben
admitirlo a díúa de hoy, pero todos los partidos son igúalmente responsables de este
estado de cosas. EÁ sa es la raíúz del mal. Los ferrocarriles del Reich, qúe antes fúeran el
orgúllo de Alemania, probablemente los mejores del múndo, los fieles sirvientes del
púeblo y de todas sús necesidades econoú micas, ahora solo son considerados algo
para ser saqúeado y explotado por núestros enemigos. Mi partido ha hecho hincapieú
en esto desde ún principio. ¡Cúando llegúemos al poder pondremos fin a este estado
de cosas intolerable y restaúraremos los ferrocarriles alemanes para el púeblo
alemaú n[23]!
¿Por qúeú economizamos en esas cosas cúando núestro deber con la nacioú n exige lo
contrario? ¿Por qúeú insisten los miembros individúales, asíú como los comiteú s, en
informes anoú nimos qúe soú lo sirven para destrúir la confianza en la aviacioú n
alemana? Nosotros, los aviadores, cúando se nos lo ha pedido, hemos lúchado
abiertamente y volveremos a hacerlo. Espero, caballeros, qúe decidan abordar este
problema con el mismo espíúritú franco de forma qúe las dificúltades a las qúe se
enfrenta la aviacioú n alemana sean eliminadas.
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invitados de los Goering inclúíúan a Thyssen, Hjalmar Schacht y a Hitler. «¡Núestra casa estaú
tan abarrotada de políúticos qúe me volveríúa loca si no fúera tan fascinante!», dice Carin en
ún arrebato. Sú cíúrcúlo social en expansioú n inclúíúa empresarios, altos cargos de las
embajadas (a los qúe Goering habíúa conocido inicialmente por motivos de negocios) y úna
coleccioú n de aristoú cratas qúe por úna razoú n ú otra observaban con intereú s el avance del
partido con la esperanza de qúe algúú n díúa púdiera ofrecerles proteccioú n para sús negocios o
intereses personales.
Otros de los invitados mencionados en las cartas de Carin a casa inclúyen al príúncipe
Henckel-Donnersmark, ún acaúdalado empresario y terrateniente de Silesia, y al baroú n
Koskúll de la legacioú n súeca, asíú como varios otros miembros de la aristocracia. La
Nochebúena de 1930, Goering trajo a casa «encantadores regalos personales» y todos
cantaron villancicos despúeú s de úna cena con carne fríúa y frútas; Thomas von Kantzow
estúvo presente y cantoú villancicos con sú madre. Goebbels tambieú n vino a almorzar el díúa
de Navidad, cúando llegoú el príúncipe Aúgústo Gúillermo, trayendo como regalos azúcenas y
úna manta de pelo de camello. Posteriormente, en 1931, los Goering seríúan invitados a
Doorn a pasar úna semana con el exKaú iser, qúien, segúú n Hanfstaengl qúe era otro amigo
íúntimo de Aúwi, estaba lo súficientemente interesado en los nazis como para haberle escrito
a Hitler y nombrar de manera informal a Aúwi como sú representante en el partido [24]. El
hogar de los Hanfstaengl en Múú nich se convertiríúa en úno de esos lúgares de reúnioú n social
qúe tan úú tiles le fúeron a Hitler dúrante los primeros anñ os de debate y organizacioú n, y
Hanfstaengl dejoú constancia de qúe fúe ahíú, el 24 de febrero de 1930, donde Goering
consigúioú disúadir a Hitler de decir úna oracioú n fúú nebre sobre el cúerpo de Horst Wessel,
ún miembro de las SA qúe gozaba en vida de mala repútacioú n y qúe habíúa múerto el díúa
anterior en ún rinñ a de taberna: úna accioú n propagandíústica qúe Goebbels se moríúa por
llevar a cabo. Goering representoú úna inflúencia moderadora en este debate, y sú victoria
sobre Goebbels era úna senñ al de qúe habíúa vencido la desconfianza de Hitler hacia eú l.
Pero antes de convencer finalmente a los empresarios de qúe apoyaran al partido, el
partido túvo qúe hacer frente a la disensioú n en sús propias filas entre la «izqúierda» y la
«derecha» y lúchar en la amarga campanñ a electoral del verano de 1930. El mando de las SA
(qúe ahora contaban con únos 100 000 hombres, sobrepasando la cifra permitida por el
Reichswehr) segúíúa en manos de Pfeffer; el mando qúe Goering anhelaba. Las SA estaban
compúestas principalmente de desempleados con gústo por las manifestaciones y la
violencia; eran los representantes maú s o menos conscientes de los «desposeíúdos» en
Alemania. Hitler, Goering y Goebbels contemplaron sú fúerza creciente con desconfianza; se
necesitaba úna mano fúerte para controlarlos. Otto Strasser, director del Berliner
Arbeiterzeitung era, como siempre habíúa sido, ún radical y sús artíúcúlos
pseúdorrevolúcionarios en apoyo de húelgas y distúrbios en la indústria eran cada vez maú s
embarazosos para Hitler y el ala derechista del partido, ahora qúe se habíúan comprometido
con obtener el poder por medios legales y convencer a los empresarios para qúe los
apoyaran. En júnio de 1930, Hitler y Otto Strasser se reúnieron en Berlíún sin llegar a ún
acúerdo. Hitler regresoú al súr, a Múú nich, y ordenoú a Goebbels, como Gaúleiter de Berlíún, qúe
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expúlsara a Strasser del partido. Strasser respondioú fúndando sú propio movimiento
nacionalista, el Frente Negro.
Esta expúlsioú n del hombre qúe parecíúa ser el paladíún de los desposeíúdos enfúrecioú a las
SA, cúyo comportamiento anaú rqúico era contemplado con desconfianza por los
empresarios con los qúe Goering se relacionaba. Las oficinas del partido en Berlíún fúeron
asaltadas por las SA en septiembre, el mismo mes de las elecciones, y Hitler en persona
túvo qúe ir a Berlíún a rescatar a Goebbels de esa sitúacioú n imposible. Usoú sús considerables
poderes de persúasioú n y sú prestigio como líúder del partido para tranqúilizar a los
gamberros de las SA y prometerles el paraíúso. Se nombroú a síú mismo sú comandante y
despúeú s, en enero de 1931, nombroú a Roehm, a qúien habíúa convocado para qúe volviera de
ún trabajo como instrúctor militar en Bolivia, jefe de Estado Mayor de las SA. Fúe ún
momento amargo para Goering pero, como demostraríúan los acontecimientos posteriores,
estaba mejor empleado donde estaba.
Goering, mientras tanto, como todos los jerarcas nazis, hablaba en púú blico en todo mitin
qúe Goebbels púdiera organizar a traveú s de los representantes del partido en Alemania. La
consigna electoral era «¡Despierta, Alemania!». Carin a menúdo viajaba con sú esposo, y sú
salúd se resentíúa del incesante ajetreo de viajar de ún lúgar a otro. Sús cartas revelan la
intolerable tensioú n a la qúe estaba sometida dúrante este úú ltimo anñ o de sú vida activa con
Goering. Dúrante el verano de 1930 se derrúmboú y túvo qúe retirarse a úna casa de reposo
en Kreúth, Baviera. Cúando podíúa, Goering, acompanñ ado de sú hijastro Thomas, la visitaba
los fines de semana. En agosto se habíúa recúperado lo súficiente para asistir a la asamblea
del partido en Núú remberg con sú esposo, pero úna vez maú s la tensioú n resúltoú ser
demasiado para ella y regresoú a la casa de reposo para recibir maú s tratamiento.
Las elecciones se celebraron el 14 de septiembre. El resúltado fúe úna destacada
victoria para los nazis y ún significativo paso adelante en sú campanñ a por hacerse con el
poder. Recibieron casi seis millones y medio de votos, lo qúe les dio derecho a 107 escanñ os.
De la noche a la manñ ana habíúan pasado de las profúndidades de la políútica alemana a ser la
segúnda fúerza en el Reichstag. Ahora podíúan negociar desde úna posicioú n de fúerza,
aprovechaú ndose en toda ocasioú n de la debilidad y vacilacioú n del gobierno democraú tico de
Alemania.
Todo Occidente se dirigíúa a ún periodo de dificúltades financieras qúe minaríúa sú
fortaleza y resistencia moral a la corrúpcioú n. Esos fúeron los anñ os oscúros. El derrúmbe de
Wall Street súcedioú en otonñ o de 1929. Stresemann, el úú nico estadista con visioú n, recúrsos y
resistencia a la adversidad de los súcesivos gobiernos democraú ticos, habíúa múerto. El
mariscal de campo Von Hindenbúrg, anciano y obstinado, era el presidente. Brúö ning, del
Partido de Centro Catoú lico, honesto y bienintencionado, habíúa intentado gobernar como
canciller sin el Reichstag, pidiendo poderes de emergencia, y habíúa fracasado. El resúltado
de esos acontecimientos fúeron las elecciones qúe catapúltaron a los nazis al úmbral del
poder.
Hitler estaba ahora maú s convencido qúe núnca de qúe la forma correcta de lograr sú
ambicioú n era la víúa legal y constitúcional. Goering aceptoú por completo esta políútica. Tras
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aprobarse úna Ley para la Proteccioú n de la Repúú blica en 1930, en ún intento de súprimir los
crecientes desoú rdenes púú blicos, Goering dijo: «Combatimos contra este Estado y el
presente sistema porqúe qúeremos destrúirlo por completo… pero de manera legal» para
satisfacer a «los cabizbajos ciúdadanos corrientes. Antes de qúe túvieú ramos la Ley de
Proteccioú n de la Repúú blica decíúamos qúe odiaú bamos este Estado; bajo esta ley decimos qúe
lo amamos… ¡y todo el múndo sabe lo qúe qúeremos decir [25]!». Cúando tres saboteadores
fúeron acúsados por el Ministerio de Defensa de promover las doctrinas nazis entre el
ejeú rcito, Hitler en persona comparecioú ante el Tribúnal Súpremo en Leipzig como testigo de
la defensa; allíú hizo sú ceú lebre afirmacioú n de qúe la revolúcioú n nacional alemana tendríúa
lúgar por medios constitúcionales y qúe entonces, úsando tambieú n medios
constitúcionales, «daremos forma al Estado de la manera qúe consideramos correcta». Esto
fúe el 25 de septiembre, once díúas despúeú s de los resúltados de las elecciones.
Asíú, los nazis continúaron júgando a ún astúto doble júego para atraer tanto a los
trabajadores como a los empresarios a sús redes políúticas. El 14 de octúbre Goering firmoú ,
júnto con Goebbels, Gregor Strasser y otros dipútados nazis úna mocioú n para presentar
ante la caú mara qúe recomendaba la confiscacioú n de «todas la propiedades de los magnates
de la banca y de la bolsa… para beneficio del púeblo alemaú n sin compensacioú n», y qúe
«todos los bancos grandes, inclúyendo el llamado Reichsbank», deberíúan «convertirse en
propiedad del Estado sin maú s demora [26]». Hitler se enfúrecioú y la mocioú n fúe retirada. Soú lo
dos meses despúeú s, en diciembre, Straúss, ún miembro de la júnta del Deútsche Bank,
invitaba a Hjalmar Schacht, qúe habíúa dimitido de sú púesto de presidente del Reichsbank,
a cenar con eú l para qúe conociera al dipútado Hermann Goering. La impresioú n qúe Goering
caúsoú en Schacht fúe la de úna «persona agradable y bien edúcada» sin «nada qúe púdiera
describirse como radicalismo políútico irreconciliable o intolerable [27]».
Goering se apresúroú a invitar a Schacht a úna cena en la qúe eú ste podríúa conocer a Hitler
en persona. Esa fiesta túvo lúgar el 5 de enero de 1931. Fritz Thyssen y Goebbels tambieú n
estúvieron presentes. Schacht comentoú lo confortable y de búen gústo qúe era el «agradable
hogar de clase media de los Goering». No encontroú ostentacioú n algúna. Frau Goering le
parecioú de lo maú s amable y encantadora; le dio úna comida «en esencia sencilla» y lúego se
retiroú a ún sofaú a escúchar la conversacioú n. Hitler no llegoú hasta despúeú s de la cena, vestido
con los pantalones oscúros y la chaqúeta marroú n del úniforme del partido. Estaba
evidentemente ansioso por tranqúilizar al qúe fúera presidente del Reichsbank; Schacht lo
estúdioú cúidadosamente y lo encontroú úna persona natúral, sin pretensiones ni artificios. Se
percatoú de la forma en qúe tanto Goering como Goebbels se retiraban a ún segúndo plano y
dejaban las cosas en manos de Hitler, qúien monopolizoú la conversacioú n. Schacht se qúedoú
impresionado con la sensatez y moderacioú n de Hitler, aúnqúe al mismo tiempo se vio
conmovido por la «absolúta conviccioú n sobre la rectitúd de sús opiniones y sú
determinacioú n a tradúcir esas opiniones en acciones».
Schacht afirma qúe, como resúltado de este encúentro, intentoú convencer a Brúö ning de
qúe debíúa formar ún gobierno de coalicioú n para úsar la fúerza de los nazis al mismo tiempo
qúe moderaba sú políútica, pero sú súgerencia fúe rechazada. Tales súgerencias eran tíúpicas
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de las intrigas fúú tiles de úna democracia deú bil y vacilante ante la inminente marea nazi, qúe
aúnqúe soú lo controlaban el dieciocho por ciento del electorado, se enfrentaba a ún rival qúe
todavíúa segúíúa pensando en el gobierno en teú rmino de ventajas taú cticas menores qúe úna
persona obteníúa sobre otra. Esto púede fúncionar cúando los hombres qúe búscan cargos
gúbernamentales o los tienen son honestos y desean servir al bienestar general de úna
comúnidad estable. Pero en la Alemania de 1930, con tres millones de parados y los
combates callejeros diarios promovidos por los nazis contra sús oponentes —los
comúnistas—, tales taú cticas eran ún súicidio políútico.
Hitler no húbiera aceptado esa forma de coalicioú n restrictiva para eú l. Teníúa cosas maú s
importantes qúe hacer: convencer a los empresarios y banqúeros de qúe los nazis eran la
úú nica forma de asegúrar ún gobierno estable de derechas y qúe debíúan invertir a gran
escala en financiar al partido. William L. Shirer confeccionoú en sú momento úna lista de
hombres eminentes de la indústria qúe decidieron qúe Hitler era sú hombre. Walther Fúnk,
editor de úno de los principales perioú dicos de economíúa, se habíúa únido al partido nazi a
instancias de los empresarios qúe controlaban las minas en Renania; necesitaban ún
portavoz qúe púdiera inflúir en Hitler a favor de la empresa privada. Otros de esos hombres
fúeron el baroú n Kúrt von Schroeder, banqúero, Georg von Schnitzler del I G Farben y el
fabricante de pianos Carl Bechstein, qúe apoyoú a Hitler desde fecha temprana. Thyssen ya
habíúa entrado en el redil y Schacht iba de camino. Shirer estima qúe, entre 1930 y 1933,
úna seccioú n sústancial de la indústria alemana apoyaba al partido nazi con múchos millones
de marcos al anñ o. En agosto de 1931 Hitler púdo regalarle a Goering ún gran Mercedes;
lúego veríúa lo imprevisible qúe era Goering como condúctor, qúe se pasaba con el coche al
carril contrario de la carretera y hacíúa sonar el claxon continúamente para advertir a los
coches qúe se acercaban por ese carril[28].
Pero 1931 fúe para Goering ún anñ o de súfrimientos personales. En úna fiesta de las
Navidades anteriores, Carin se habíúa desvanecido mientras la familia cantaba «Noche de
Paz». En primavera volvíúa a estar gravemente enferma y oyoú por casúalidad coú mo el meú dico
le decíúa a sú marido qúe jamaú s se recúperaríúa; consigúioú reúnir fúerzas, pese a ello, y se
aferroú a la vida dúrante únos cúantos meses maú s.
Pese a sú preocúpacioú n por el estado de salúd de Carin, Goering teníúa qúe hacer frente
ademaú s a núevas y difíúciles tareas dirigidas a derrotar a Brúö ning, qúe segúíúa teniendo a sú
favor la mayoríúa de los votos en el Reichstag. En mayo, Hitler lo envioú a Italia a úna misioú n
en el Vaticano. Hitler se percatoú de qúe Brúö ning recibíúa gran parte de sú apoyo de las aú reas
catoú licas de Alemania, como Renania y Baviera, y qúe los catoú licos consideraban qúe el
partido nazi abogaba por el paganismo. Aúnqúe Goering era protestante, estaba
considerado como el hombre con maú s relacioú n con la religioú n entre el cíúrcúlo cercano a
Hitler; tambieú n era ún orador habilidoso. Cúando Goering llegoú a Roma, se reúnioú con el
cardenal Pacelli, en aqúel entonces secretario de Estado del Vaticano, pero qúe maú s tarde
llegaríúa a ser el papa Píúo XII. Esa visita caúsoú múchas especúlaciones en la prensa. Tras sú
regreso, Goering dejoú claro en úna entrevista en el Nationalzeitung qúe no se habíúa
entrevistado con el Papa, como afirmaban los perioú dicos izqúierdistas; y anñ adioú : «Senñ aleú
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qúe el partido apoya de manera ineqúíúvoca la constitúcioú n de úna cristiandad positiva, y
tambieú n expreseú de manera tajante la exigencia del Fúö hrer de qúe la Iglesia Catoú lica no
deberíúa interferir en los asúntos internos del púeblo alemaú n[29]».
Antes de ser enviado en esta misioú n a Roma, el 3 de febrero, Goering habíúa ayúdado a
poner en marcha la salida del Reichstag qúe organizaron los nazis y otros partidos de
derechas en protesta contra el gobierno de Brúö ning. Los nazis no volveríúan a ocúpar sús
escanñ os hasta septiembre, cúando regresaron para intentar otras taú cticas en sú esfúerzo
por obligar a dimitir a Brúö ning. Esta retirada organizada del partido llevoú a qúe el partido
estableciera ún víúncúlo entre el general Kúrt von Schleicher, en representacioú n del ejeú rcito,
y Roehm, en representacioú n del partido nazi y las SA. El apellido Schleicher en alemaú n
significa «intrigante», y eú sa seríúa la natúraleza de sús actividades a la hora de tratar con los
nazis. El presidente Von Hindenbúrg prestaba oíúdos a Schleicher y se habíúa convertido en el
agente políútico tanto del ejeú rcito como del Ministerio de Defensa; sú intervencioú n habíúa
resúltado decisiva a la hora de inflúenciar a Hindenbúrg para qúe nombrara canciller a
Brúö ning en 1930. El eqúilibrio de poder existente entre la oposicioú n a Hitler era como
múcho inestable y plagado de desconfianzas. Hindenbúrg teníúa ochenta y cúatro anñ os,
estaba inevitablemente predispúesto a favor de la depúesta monarqúíúa y de la importancia
políútica del ejeú rcito; el Reichstag en síú estaba debilitado por demasiados partidos
minoritarios qúe búscaban mezqúinas ventajas sobre los demaú s.
Brúö ning intentaba súperar las dificúltades qúe atravesaba Alemania mediante decretos
qúe al final resúltaron ser ineficientes. Schleicher estaba a favor de ún gobierno aútoritario
independiente de los nazis pero dependiente del apoyo del ejeú rcito. Cúando los nazis
obtúvieron sú asombrosa victoria en las elecciones de septiembre de 1930, Schleicher
cambioú las bases de sús caú lcúlos. A la lúz de los recientes acontecimientos bien púdiera ser
necesario inclúir a los nazis en sú plan para establecer úna coalicioú n qúe impúsiera sú
gobierno sobre Alemania pasando por encima de los estúú pidos del Reichstag.
Goering, mientras tanto, era múy consciente de la intrúsioú n cada vez mayor de Roehm
en el terreno diplomaú tico, qúe Goering consideraba como propio. Se ha afirmado qúe
Roehm fúe crúcial a la hora de poner en marcha el ceú lebre pero fallido intento de reúnioú n
entre Hitler y Hindenbúrg el 10 de octúbre, y qúe preparoú el terreno reúnieú ndose en
privado con Hindenbúrg por adelantado. Sin embargo, las prúebas apúntan a qúe la mejor
explicacioú n es qúe fúe el propio Schleicher, a desgana, el qúe consigúioú esa concesioú n del
presidente y qúe Roehm fúe el iniciador de la idea. Roehm, sin embargo, perdioú todo el
prestigio qúe púdiera haber ganado con esta maniobra cúando Hindenbúrg se negoú bajo
ningúú n concepto a reúnirse con ún hombre del qúe sabíúa qúe era ún pederasta. El «cabo
bohemio», como llamaba el presidente a Hitler, debíúa acúdir apropiadamente acompanñ ado,
y Goering, dipútado del Reichstag y antigúo oficial del ejeú rcito con úna Pour le Mérite en sú
haber, era el hombre qúe el presidente preferíúa para esa fúncioú n.
La convocatoria del presidente llegoú en ún momento problemaú tico. Para Hitler era ún
momento inoportúno para úna reúnioú n tan importante. Sú sobrina Geli Raúbal acababa de
súicidarse con la pistola de sú tíúo, aúnqúe la chica era veinte anñ os maú s joven qúe Hitler, eú ste
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sentíúa ún amor obsesivo y ejercíúa sobre ella ún despotismo patoloú gico qúe es la úú nica
explicacioú n razonable para sú súicidio. Las opiniones de Hanfstaengl sobre la enfermiza
relacioú n de Hitler con sú sobrina revisten cierto intereú s. Afirma qúe Hitler úsaba a Geli, qúe,
como sú madre, dependíúa por completo de Hitler, en este caso para satisfacer sús pecúliares
gústos sexúales o para súperar sú probable impotencia mediante la excitacioú n qúe le
prodúcíúa. Hanfstaengl afirma haber visto dibújos pornograú ficos de Geli hechos por Hitler
qúe el Fúö hrer se negoú a destrúir tras sú múerte, cúando desaparecieron, para reaparecer
como motivo de chantaje. El escaú ndalo qúe rodeaba a sú múerte pronto llegoú a la prensa;
pero Gúö rtner, el ministro baú varo de Jústicia, fúe persúadido para qúe hiciera caso omiso de
la obvia necesidad de úna investigacioú n del caso; el cúerpo fúe enviado a Viena para sú
entierro, donde Himmler y Roehm representaron a Hitler. Goering, aparentemente, estaba
completamente dispúesto a aceptar úna explicacioú n completamente romaú ntica de la múerte
de Geli, y maú s tarde diríúa en presencia de Hitler qúe creíúa qúe lo ocúrrido era el resúltado
de ún accidente y no de ún súicidio. A lo cúal, segúú n Hanfstaengl, Hitler cayoú llorando sobre
el hombro de Goering, diciendo: «Ahora seú qúieú n es mi amigo de verdad». «Púro
oportúnismo por parte de Goering», comentaríúa Hanfstaengl. Como Goering despúeú s de la
múerte de sú esposa, Hitler conservoú ún recúerdo de Geli, en la forma de ún bústo
escúlpido, en úna especie de capilla rodeada de flores.
La conmocioú n por la múerte de Geli le caúsoú a Hitler úna crisis emocional de la qúe
jamaú s se recúperaríúa por completo. Se retiroú a Tegernsee, Baviera, en ún estado de
completo derrúmbe emocional. Cúando le llegoú la noticia de qúe Hindenbúrg consentíúa
finalmente en reúnirse con eú l acompanñ ado de Goering, Hitler simplemente pregúntoú doú nde
estaba Goering. En Súecia, fúe la respúesta, júnto al lecho de sú esposa moribúnda.
Carin se moríúa; sú corazoú n le fallaba. A principios de verano habíúa estado en úna casa de
reposo en Silesia; posteriormente parecioú recúperarse lo súficiente para disfrútar de ún
paseo en el núevo Mercedes de la familia. Pero el 25 de septiembre recibioú la noticia de qúe
sú madre habíúa fallecido. Carin se desmayoú ; cúando al fin recúperoú la consciencia,
múrmúroú : «Creíúa qúe iba a segúir a mamaú …». Insistioú en qúe Goering la llevara a Estocolmo
para el fúneral. Sú estado era tan deú bil qúe llegaron cúando el fúneral ya se habíúa celebrado.
A Carin soú lo le qúedaban únos pocos díúas de vida.
Goering amaba a sú esposa, pero habíúa hecho qúe sú vida fúera múy difíúcil. Carin se
habíúa entregado de manera desprendida a eú l y a la caúsa políútica qúe habíúa adoptado con
ciego entúsiasmo porqúe era la de sú marido. Cúando llegoú el telegrama de Hitler qúe
ordenaba a Goering qúe regresara inmediatamente para reúnirse con Hindenbúrg, Carin
hizo sú úú ltimo gesto de aútosacrificio. Goering se arrodilloú júnto a sú lecho mientras ella le
rogaba qúe la dejara y volviera a Alemania. Finalmente, accedioú a marcharse. Núnca maú s
volveríúan a verse.
La reúnioú n para la qúe Goering habíúa vúelto tan a desgana túvo lúgar el 10 de octúbre.
No qúedan registros de lo qúe se dijo. Una declaracioú n oficial públicada ese mismo díúa
decíúa: «El presidente del Reich ha recibido hoy a Herr Adolf Hitler y al capitaú n Hermann
Goering, miembro del Reichstag, y ha obtenido de ellos úna descripcioú n detallada de los
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objetivos del movimiento nacionalsocialista. A todo esto sigúioú úna discúsioú n de asúntos de
políútica interior y exterior».
La reúnioú n fúe natúralmente objeto de múchas especúlaciones. Se dice qúe Hitler se
púso nervioso y qúe habloú demasiado, y Hindenbúrg, segúú n algúnos, le dijo a Schleicher qúe
a lo maú s qúe podíúa aspirar Hitler era a ser ministro de Correos y Teleú grafos. Hitler y Goering
acúdieron nada maú s salir de la reúnioú n a úna concentracioú n nacionalista en Bad Harzbúrg
en la qúe, úna vez maú s, el gobierno de Brúö ning recibiríúa fúertes ataqúes por parte de ún
contingente procedente de diversos partidos de derechas y notables representantes de los
empresarios. Hitler se comportoú de manera mecaú nica y al final se retiroú de la concentracioú n
porqúe los demaú s líúderes de los otros partidos lo eclipsaban. A este fracaso sigúioú úna gran
asamblea de las SA y las SS (los Schutztaffel, gúardias de elite) en Brúnswick el 17 de
octúbre, donde Hitler agúantoú de pie ún desfile qúe súpúestamente dúroú seis horas y qúe,
desde lúego, le devolvioú la sensacioú n de poder. Goering estaba de vúelta en Berlíún
organizando otro asalto maú s contra Brúö ning, qúien el 13 de octúbre habíúa anúnciado otra
vez ún núevo gobierno reconstitúido del Reichstag. El 16 de octúbre, úna mocioú n de
censúra fúe derrotada por el estrecho margen de veinticinco votos. Y entonces, el 17 de
octúbre a las cúatro de la manñ ana, Carin múrioú .
Segúú n la descripcioú n de Fanny de las úú ltimas horas de vida de sú hermana, Carin estaba
tranqúila y sús ojos parecíúan mostrar felicidad, pero no podíúa dormir; habloú con la
enfermera de noche sobre sú marido e hijo Thomas, y lúego rezoú por ambos, mientras sús
ojos se abríúan enormemente, como si túviera úna visioú n. Cúando llegoú la hora, múrioú sin
dolor.
Goering, afligido por el dolor, viajoú a Estocolmo acompanñ ado de sú hermano Karl y sú
amigo Koerner. Encontroú el cúerpo de sú esposa yaciendo en ún lecho rodeado de flores en
la Capilla Edelweiss en el jardíún posterior de la casa. Se arrodilloú júnto a ella, solo,
abrúmado por el pesar y el remordimiento de no haber estado con ella cúando múrioú . El díúa
de sú cúmpleanñ os, el 21 de octúbre, sú cúerpo fúe trasladado a Loö voe, cerca de
Drottningholm, para ser enterrado en la cripta familiar.
Goering volvioú directamente a Alemania tras el fúneral. Se fúe a vivir al Hotel Kaiserhof,
qúe era el cúartel general de Hitler en Berlíún. La úú nica manera qúe teníúa de súperar sú dolor
era volcarse por entero al servicio de Hitler. Eso no fúe problema: los sigúientes qúince
meses se contaron entre los maú s ocúpados de sú vida.
El calendario políútico para 1932 estúvo completo. En marzo y en abril túvieron lúgar
dos elecciones presidenciales súcesivas, segúidas inmediatamente por las elecciones
estatales. En mayo, Brúö ning se vio obligado a dimitir y en júnio Franz von Papen, ún
conocido de Goering, se convirtioú en canciller. A eso sigúieron en júlio las elecciones al
Reichstag, con ún aúmento de votos para los nazis. En agosto sobrevino la negativa por
parte de Hindenbúrg de hacer canciller a Hitler, segúida por la movilizacioú n de las SA y la
declaracioú n de ley marcial por Papen. En septiembre túvo lúgar el ceú lebre asúnto del
enfrentamiento entre Goering y Papen por la disolúcioú n del Reichstag. En noviembre Papen
dimitioú y las núevas elecciones trajeron úna peú rdida de dos millones de votos para los
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nazis; en diciembre, Schleicher fúe nombrado canciller. Lúego vinieron las negociaciones
finales qúe condújeron a la caíúda de Schleicher y, mediante las intrigas de Papen, el
ofrecimiento de la cancilleríúa a Hitler el 30 de enero de 1933.
Toda esta ardúa campanñ a se planeoú y libroú desde el cúartel general de Hitler en el
Kaiserhof y a menúdo tambieú n desde el piso de Goebbels, donde el cíúrcúlo interno de
líúderes se reúníúa y hablaba dúrante toda la noche. En sús diarios y biografíúas oficiales, tanto
Goebbels como Goering afirman haber tenido úna gran iniciativa personal dúrante este
periodo de lúcha críútica. Ambos estaban cerca del Fúö hrer, ambos necesitaban el reflejo de
sú gloria como recompensa. Goebbels acababa de casarse, y sú esposa, Magda Qúandt, qúe,
como Carin, era divorciada, era úna mújer de medios considerables y completamente
devota de Hitler, con qúien se llegoú a pensar en cierto momento qúe se casaríúa. Goering
teníúa qúe ver coú mo el Fúö hrer, qúe tanto carinñ o demostrara por Carin, pasaba sús horas
noctúrnas en companñ íúa de la familia de ún rival. Goering se múdoú a otro piso, en la
Kaiserdamm y volvioú a la inqúieta vida de soltero. Cúando se encontraba en Múú nich era,
como Hitler, ún visitante frecúente de la casa de Hanfstaengl. Anñ oraba profúndamente la
atmoú sfera domeú stica qúe Carin habíúa creado para eú l, y hasta cierto púnto debíúa ser
consciente de qúe no caíúa bien entre los demaú s líúderes del partido. Hitler lo admiraba con
reparos; le impresionaban sús capacidades como orador y, sobre todo, sús contactos
sociales. «Lleú nale la barriga e iraú a por ellos con energíúa», le comentoú Hitler a Hanfstaengl.
El primer problema era hacer qúe Hitler se decidiera a presentarse a las elecciones
presidenciales. Hitler se habíúa negado a rajatabla a apoyar la propúesta de Brúö ning de
extender el periodo de mandato de Hindenbúrg como presidente sin recúrrir a las
elecciones, elecciones qúe segúú n afirmaba Brúö ning pertúrbaríúan aúú n maú s a la nacioú n
dúrante ese periodo de dificúltades políúticas y econoú micas. Pero cúando las elecciones
presidenciales se convirtieron en inevitables, Hitler titúbeoú dúrante interminables semanas
antes de consentir qúe sú nombre fúera presentado como oponente a la formidable
candidatúra de Hindenbúrg. Goebbels admite qúe Goering fúe «úna ayúda valiosa» para
Hitler en ese momento, ún raro cúmplido procedente de ún hombre tan egotista. No fúe, sin
embargo, hasta el 22 de febrero cúando Hitler se decidioú finalmente y permitioú qúe se
hiciera úna declaracioú n púú blica sobre sús intenciones de presentarse a las elecciones. Toda
la maú qúina de propaganda nazi entroú inmediatamente en accioú n y Goering, como los demaú s
oradores nazis, recorrieron el paíús, hablando en úna interminable súcesioú n de míútines.
La oratoria nazi era púra agitacioú n demagoú gica mediante la palabra y el gesto, úna
forma de míúmica con fines políúticos. El qúe se consideroú como el mejor discúrso de Goering
en apoyo de Hitler, dado en ún mitin en el Estadio de los Deportes de Berlíún, en realidad no
fúe maú s qúe úna fanfarria de palabras húeras, sin ún solo hecho ni argúmento razonado; y
sin embargo, al ser proclamado en la potente voz de Goering, túvo ún efecto dinaú mico sobre
la aúdiencia nazi qúe contemplaba los discúrsos electorales como espectaú cúlos
embellecidos por la múú sica y las banderas de Goebbels y los desfiles de los hombres de
Roehm. Esos grandes espectaú cúlos organizados, con sú siniestro respaldo de violencia en
las calles, eran la forma de presioú n úsada sobre el púeblo alemaú n para obligar al voto qúe
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pondríúa el poder en las ansiosas manos de Hitler. Goering se súmergioú en el torrente de
palabras qúe todos ellos se sabíúan de memoria y qúe recitaban sin pensar, mientras los
altavoces resonaban sobre los rostros alzados de ún púú blico atúrdido por el estrúendo de
las palabras.
¡Hombres y mújeres de Alemania! Múy poco tiempo nos separa de la hora del destino de la
nacioú n alemana. El púeblo alemaú n seraú qúien decida si la historia alemana púede volver a
comenzar o terminaraú ¡para siempre! ¡Se acerca! El díúa en el qúe diraú sú feú rreo síú o no; diraú
si la cataú strofe, si el desastre de 1918, si las carencias de los úú ltimos trece anñ os le
condúciraú n completamente al caos y a la desintegracioú n en el bolchevismo, o si comenzaraú
la ascensioú n de úna núeva Alemania, qúe permitiraú al púeblo alemaú n volver a formar parte
de la gloriosa historia de sús antepasados.
El propio púeblo alemaú n, a qúien amo con toda la fúerza de mi corazoú n, júzgaraú por síú
mismo el sistema qúe lo ha colocado en úna deshonrosa servidúmbre, úna esclavitúd
interior y exterior. Las protestas del súfriente púeblo alemaú n seraú n ún tremendo grito
contra la tortúra qúe padece, úna tortúra qúe lleva soportando, mental y fíúsicamente, desde
hace trece largos anñ os. ¡AÁ lzate, púeblo! Volveraú a ser libre, interior y externamente.
Nosotros, los nacionalsocialistas, hace anñ os qúe somos los acúsadores en nombre del
púeblo. ¡Acúsamos al sistema! Acúsamos a los partidos creados por el sistema. Acúsamos a
los hombres qúe lo representan. Hemos despertado al púeblo. Hemos púesto empenñ o para
qúe no se púeda dormir de núevo al púeblo alemaú n con el narcoú tico de núevas promesas,
qúe siempre traen consecúencias fúnestas. Dúrante anñ os hemos trabajado para crear úna
núeva nacioú n, y los cielos bendeciraú n esta gran obra y a aqúeú llos qúe la llevan a cabo, desde
el maú s húmilde de los hombres de las SA hasta núestro Líúder, porqúe Dios no toleraraú la
esclavitúd[30].
«Goering habla bien», anotoú Goebbels en sú diario esa noche.
El 13 de marzo, el díúa de las votaciones presidenciales, Hitler perdioú , pero la peú rdida de
las elecciones no fúe de ningúna manera catastroú fica. Hitler obtúvo maú s de once millones
de votos contra los poco maú s de dieciocho millones y medio de Hindenbúrg. Teniendo en
cúenta a los demaú s candidatos (Thaelmann, el comúnista, obtúvo únos cinco millones),
Hindenbúrg se qúedoú corto por la mayoríúa absolúta exigida por la constitúcioú n para hacer
necesaria otra ronda electoral de desempate. La policíúa prúsiana asaltoú las oficinas de los
nazis el 17 de marzo, y la redada demostroú , para satisfaccioú n de Brúö ning, qúe, si Hitler
húbiera ganado la presidencia, húbiera movilizado inmediatamente a las SA para llevar a
cabo ún golpe de Estado. El 19 de marzo, Goering convocoú úna conferencia de prensa en el
Kaiserhof para los corresponsales extranjeros. Se mostroú múy afable. Los habíúa reúnido allíú
—explicoú — para asegúrarles úna vez maú s el deseo del partido de proceder con la maú s
absolúta legalidad en todos los asúntos.
Fúe de lo maú s encomiable por núestra parte [dijo] el reclúir a trescientos cincúenta
mil SA en sús propios cúarteles el díúa de las elecciones. Al hacer esto, prevenimos
qúe se derramara sangre. En cúanto a las alegaciones de la policíúa de qúe nosotros
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los nazis nos preparaú bamos para tomar Berlíún, la idea es completamente absúrda.
Tenemos derecho a tomar núestras propias medidas para evacúar de la ciúdad a
núestras mújeres y ninñ os, y protegerlos del danñ o qúe púdieran caúsarles grúpos de
agitadores gúbernamentales y, de hecho, eso fúe lo qúe hicimos. Les asegúro,
caballeros, qúe contamos con tantos oficiales del ejeú rcito en núestras filas qúe de
haber qúerido súblevarnos lo húbieú ramos hecho de úna forma completamente
diferente[31].
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gabinete Brúö ning debe desaparecer. Debe desaparecer para qúe Alemania púeda
vivir[32].
Cúando fúe recibido con abúcheos y silbidos por la izqúierda, Goering gritoú : «¡Caballeros,
creo qúe estaú n ústedes especializados en alta traicioú n!». Groener fúe obligado a dimitir,
traicionado a sús espaldas por Schleicher, qúe ahora estaba cambiando sús lealtades hacia
Hitler. Schleicher le habíúa dicho a Hindenbúrg qúe Groener ya no gozaba de la confianza del
ejeú rcito. Hindenbúrg le pidioú fríúamente a Brúö ning qúe dimitiera; Schleicher, aliado con los
nazis, habíúa prevalecido. Las SA y las SS continúaron intactas, pero Hitler las mantúvo
temporalmente sin úniformar y fúera de las calles de Berlíún, concentraú ndose en las
sigúientes elecciones. Goering sigúioú en contacto con Schleicher.
Brúö ning, el «asceta monjil», como lo llamaba Goering, dimitioú formalmente el 30 de
mayo. Hindenbúrg convocoú inmediatamente a Hitler a Berlíún; Goering fúe con eú l para ver al
presidente, qúe les informoú , sin invitarles a tomar asiento, qúe iba a nombrar canciller a
Papen. Hitler dijo qúe estaba dispúesto a apoyarlo, pero el precio inmediato qúe Papen túvo
qúe pagar fúe levantar la prohibicioú n sobre las SA el 15 de júnio.
Inmediatamente comenzoú en múchas ciúdades alemanas úna sangrienta oleada de
batallas callejeras entre los nazis y los comúnistas. Hitler consideroú qúe Papen jamaú s
tendríúa la confianza del Reichstag y qúe tendríúan lúgar otras elecciones en las qúe
intentaríúa mejorar aúú n maú s la posicioú n del partido nazi. Húbo algúú n debate sobre si Hitler
debíúa ser el vicecanciller de Papen. «Recúerdo qúe le dije a Herr Von Papen», dijo Goering
en Núú remberg catorce anñ os despúeú s, «qúe Hitler podíúa llegar a ser úna gran cantidad de
cosas, pero jamaú s ún “vice”. Fúera lo qúe fúese qúe llegara a ser, estaríúa natúralmente en la
posicioú n maú s elevada[33]». Asíú, el 1 de júnio Papen se convirtioú en canciller; disolvioú el
Reichstag y úna vez maú s se volvieron a anúnciar elecciones para el 31 de júlio. Tan grandes
fúeron los distúrbios dúrante el mes de júlio qúe Papen disolvioú el gobierno estatal
prúsiano y se nombroú a síú mismo comisario del Reich para Prúsia.
Dieciocho meses despúeú s, Goering recordaríúa, con las patentes simplificaciones de ún
fanaú tico profeso, sús sensaciones en aqúel momento. Por encima de todas las cosas, afirmoú ,
veníúa sú devocioú n a Hitler, la súma de cúyas virtúdes describe como «algo míústico,
inexplicable, casi incomprensible… Amamos a Adolf Hitler porqúe creemos qúe Dios nos lo
ha enviado para salvar a Alemania…». A Hitler le ofrecioú sú «lealtad firme e incondicional»;
a cambio, recibioú «confianza incúestionable». «¡Sú aútoridad es ún hecho indiscútible como
la del rey Artúro en la Mesa Redonda!», escribioú Goering. «El gran error del sistema anterior
de liberalismo fúe imaginar qúe el púeblo qúerríúa gobernarse a síú mismo, y ser sú propio
líúder. No, el púeblo qúiere ser gobernado y tener líúderes… El partido bien podríúa combatir
en la oposicioú n dentro del sistema parlamentario, pero a Adolf Hitler le húbiera sido
imposible gobernar en ún parlamento democraú tico de esa manera [34]».
En las elecciones, los nazis aúmentaron sú control del paíús al súperar del doble de los
votos anteriores. Ahora teníúan 230 escanñ os. Pese a ello, Hindenbúrg se negoú a entregar la
cancilleríúa a Hitler. En la reúnioú n entre ambos el 13 de agosto, Hitler, qúe úna vez maú s
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estaba acompanñ ado de Goering, se negoú a las exigencias de Hindenbúrg para qúe cooperara
en ún gobierno de coalicioú n. Hindenbúrg, qúe entonces teníúa ochenta y cúatro anñ os,
despreciaba tanto a sús invitados qúe ni les invitoú a qúe se sentaran; permanecioú de pie
todo el tiempo frente a Hitler en ún intento por someterlo. Pero fúe inúú til. Hitler y Goering
estaba decididos a destrúir el gobierno de Papen, y tambieú n al gobierno de cúalqúier otro
ministro qúe se interpúsiera entre Hitler y la cancilleríúa. Sabíúan qúe casi estaban en el
poder. Goering escúchoú de pie mientras el anciano, apoyado en sú bastoú n, «exhortaba
solemnemente a Herr Hitler a qúe por bien del partido nazi ejerciera sú oposicioú n de
manera caballerosa».
El núevo Reichstag se reúnioú el 30 de agosto de 1932. Goering fúe propúesto como sú
presidente por los nazis, en alianza con el Partido de Centro y el Partido Popúlar Baú varo, y
fúe elegido[35]. En sú primer discúrso como presidente del Reichstag, volvioú a atacar a Papen:
Prometo cúmplir con los deberes de mi cargo con imparcialidad, jústicia y segúú n las
leyes de esta asamblea. Mostrareú la debida consideracioú n por las regúlaciones y la
dignidad de esta asamblea. Pero debo dejar perfectamente claro qúe sereú igúalmente
vigilante a la hora de asegúrar qúe el honor y la dignidad del púeblo alemaú n no sean
atacados en esta asamblea. La gloriosa historia del púeblo alemaú n siempre
encontraraú en míú ún defensor dispúesto. Proclamo a todo el púeblo alemaú n qúe esta
sesioú n ha demostrado claramente qúe el núevo Reichstag tiene úna mayoríúa activa y
capaz de dirigir los asúntos de Estado sin qúe el gobierno tenga qúe recúrrir a
medidas de emergencia. El hecho de qúe tengamos ún gabinete nacional me inspira
esperanza en qúe sereú capaz de cúmplir con mi deber como presidente del Reichstag
y qúe el honor del púeblo, la segúridad de la nacioú n y la libertad de la patria seraú n
las principales estrellas qúe gúíúen todas mis acciones [36].
La eleccioú n de Goering como presidente del Reichstag fúe ún gran triúnfo personal para el
hombre qúe soú lo cinco anñ os antes era ún exiliado sin hogar ni fútúro en Alemania, y qúe
siete anñ os antes estaba confinado en Langbro con úna camisa de fúerza. Pese a sú núevo
cargo, Goering núnca dejoú de entablar negociaciones para sú amo. Como Goebbels y Roehm,
se convirtioú en miembro del Herrenklúb, el lúgar de reúnioú n maú s exclúsivo de Berlíún, y allíú
púdo apacigúar las súspicacias de los Junkers, los altos mandos del ejeú rcito y los grandes
empresarios alemanes. Todos estos eú xitos llegaron como resúltado de lo qúe Goering
definioú como «las taú cticas de la legalidad». Sin embargo, no fúe ún escrúpúloso segúidor ni
de los procedimientos parlamentarios ni de las reglas de la caballerosidad el primer díúa qúe
el Reichstag se reúnioú bajo sú presidencia. Eso fúe el 12 de septiembre, el díúa en qúe, como
lo expresoú Goering, «túvo lúgar esa famosa escena en la qúe Herr Von Papen qúiso disolver
el Reichstag, pero yo, como presidente del Reichstag, se lo impedíú».
Papen habíúa adoptado el inúsúal cúrso de accioú n de obtener ún decreto del presidente
para disolver el Reichstag antes de qúe eú ste se reúniera. Estaba decidido a úsarlo en el
momento qúe maú s le conviniera, aúnqúe no en la primera sesioú n. En ún principio qúeríúa
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presentar el programa de sú gobierno en ún discúrso preparado. Sabíúa qúe los comúnistas
estaban preparados para lanzar úna mocioú n de censúra contra sú gobierno en cúanto se
abriera la sesioú n, pero Papen contaba a sú vez con úna objecioú n preacordada contra el
lanzamiento de esta mocioú n de censúra qúe llevaríúa a cabo úno de los dipútados del Partido
Nacionalista. Esto le húbiera dado libertad para segúir adelante. Pero cúando en realidad
ningúú n dipútado objetoú a la mocioú n de censúra comúnista, el Reichstag levantoú la sesioú n a
peticioú n del dipútado nazi Wilhelm Frick. Dúrante ese descanso, Papen envioú a búscar
apresúradamente sú decreto de disolúcioú n mientras Hitler debatíúa la sitúacioú n con los
principales dipútados nazis en la residencia de Goering, el Palacio del presidente del
Reichstag. Los conspiradores nazis decidieron qúe la forma maú s raú pida de derrotar a Papen
era soltar la sorpresa en el Reichstag de apoyar a los comúnistas en sú mocioú n de censúra.
Eso síú qúe no se lo esperaba Papen.
Los dipútados volvieron a la caú mara todos júntos, y Papen reaparecioú con la caja roja
oficial qúe todo el múndo sabíúa qúe era el síúmbolo del decreto de disolúcioú n. Pero Goering,
apartando la mirada deliberadamente de Papen, pidioú al Reichstag qúe votara sobre la
mocioú n de censúra de los comúnistas. Papen se púso en pie inmediatamente y exigioú qúe le
prestara atencioú n, con el decreto en la mano qúe úna vez leíúdo le liberaríúa del control del
Reichstag dúrante el tiempo qúe sigúiera siendo canciller. Goering, sonriendo ampliamente
como si estúviera llevando a cabo ún ataqúe aeú reo, hizo caso omiso a Papen. Papen avanzoú
hacia eú l y le púso el decreto bajo las narices. Goering sigúioú sin hacerle caso, concentrado en
contar los votos. Papen soú lo logroú treinta y dos votos; 513 dipútados votaron en sú contra.
Entonces y soú lo entonces bajoú la vista Goering aparentando intereú s por el decreto qúe teníúa
bajo los ojos. Inclúso lo leyoú . Y entonces lo declaroú no vaú lido porqúe teníúa la firma de ún
canciller qúe ya no estaba en el cargo.
Papen describioú en sús memorias sú versioú n de lo ocúrrido.
Consistíúa simplemente en júgar con las palabras, en úna carrera contra el segúndero
del reloj; en el fondo carecíúa de importancia coú mo y doú nde me entregara la orden
presidencial; lo importante fúe qúe nos resistimos a ella con todas núestras
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fúerzas… El gabinete de von Papen se retiroú y el Reichstag continúoú sentado en sús
escanñ os. Sabíúa qúe el qúe sigúieran sentados era soú lo úna farsa, pero eso tambieú n
carecíúa de importancia… la imposibilidad de continúar júgando al júego
parlamentario qúedoú claramente demostrada ante el púeblo.
En sú testimonio en Núú remberg en 1946, Goering seríúa igúal de franco. Dijo: «Me eran
indiferentes los medios por los cúales consigúiera llevar el partido al poder. Si era por
medio de negociaciones parlamentarias, púes múy bien; si era mediante decisioú n del
presidente del Reich, púes tanto mejor». El presidente, sin embargo, no aproboú los júegos
parlamentarios de Goering, y el Reichstag fúe disúelto[37].
Se anúncioú la sigúiente ronda de elecciones para el 6 de noviembre. Mientras tanto,
Papen continúoú en sú cargo por decreto presidencial. Hasta cierto púnto, los nazis se habíúan
excedido a la hora de júgar sús bazas. Perdieron maú s de dos millones de votos en las
elecciones y sú núú mero de dipútados descendioú de 230 a 196. Múcha gente habíúa dejado de
confiar en ellos por completo, y se estaban qúedando sin dinero. Sús taú cticas dúrante los
meses anteriores y sú actitúd tanto hacia el presidente como hacia el canciller no
complacíúan a los empresarios, de qúienes segúíúan dependiendo como principal fúente de
apoyo econoú mico. Ademaú s, el núú mero de desempleados, de cúyo descontento se nútríúa el
voto nazi, habíúa disminúido apreciablemente; púede decirse qúe el verdadero apogeo del
voto nazi en Alemania ocúrrioú cúando el desempleo estaba en sús cifras maú s altas, en júlio
de 1932. Se les acababa el tiempo.
La batalla entre Hindenbúrg y Hitler y la conspiracioú n detraú s de eú sta empezoú
inmediatamente despúeú s de las elecciones y dúroú hasta las traú gicas semanas finales de la
libertad en Alemania. La decadente democracia alemana se fúe apagando gradúalmente
hasta desaparecer, aúnqúe Hitler ahora soú lo túviera el apoyo del 33,1 por ciento del
electorado total, úna caíúda del 4,2 por ciento desde las elecciones de júlio. La eminencia gris
detraú s de Hindenbúrg segúíúa siendo Schleicher. Papen dimitioú el 17 de noviembre
sigúiendo sú consejo. Segúú n Heiden, Goering estaba en Roma, sentado júnto a Mússolini en
ún banqúete en honor de los invitados qúe asistíúan al Congreso Eúropeo de la Academia de
Ciencias, cúando le llegoú la noticia de la derrota de Papen. Tras asegúrarle a Mússolini qúe
el fascismo ahora estaba a púnto de triúnfar en Alemania, voloú de vúelta a Berlíún a tiempo
de realizar los acúerdos necesarios con el secretario de Estado del presidente, Otto
Meissner, para úna reúnioú n entre Hitler y Hindenbúrg. El 19 de noviembre, Hitler se reúnioú
con el presidente, y otra vez el 21. No salioú nada de aqúellas reúniones. Hitler estaba
decidido a ser canciller, y Hindenbúrg a no permitirlo a menos qúe consigúiera ún apoyo
mayoritario en el Reichstag, cosa qúe ahora era imposible.
La sigúiente etapa llegoú cúando Schleicher se asegúroú la cancilleríúa para eú l. Los líúderes
nazis estaban divididos sobre si debíúan cooperar con eú l o no. Se reúnieron el 1 de diciembre
en Weimar, y de núevo el 5 en el Kaiserhof, para debatir el asúnto; Gregor Strasser, qúe en
realidad jamaú s fúe ún hombre de Hitler, habíúa estado en contacto directo con Schleicher y,
de hecho, estaba dispúesto en secreto a condúcir a úna faccioú n de los dipútados del partido
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a la trampa de Schleicher a cambio de ser nombrado vicecanciller. Goering, Goebbels y
Hitler se oponíúan rotúndamente a cúalqúier compromiso. Se dejoú qúe fúera Goering,
posiblemente con la ayúda de Roehm y Frick, el qúe negociara con Schleicher segúú n la líúnea
acordada en la úú ltima conferencia. Segúú n Heiden, Goering ya habíúa recibido instrúcciones
de abordar a Schleicher el 3 de diciembre para pedirle el cargo de primer ministro de
Prúsia y se le dijo qúe el apoyo de los partidos centristas iríúa a parar a Strasser como
primer ministro del Estado.
Cúando el núevo Reichstag se reúnioú el 6 de diciembre, Goering fúe reelegido
presidente. Hizo todo lo posible para dejar al Parlamento en ridíúcúlo, y dijo de manera
cortante a los dipútados qúe la vida del núevo Parlamento seríúa breve. Cúando se húbo
sentado, el Reichstag continúoú con sús asúntos mientras Goering miraba a los dipútados
con únos binocúlares, comparando las caras qúe no conocíúa con las de ún informe
fotograú fico qúe teníúa en sú mesa. Observaba en particúlar a los hombres qúe sospechaba
qúe eran coú mplices de Strasser, y al propio Strasser. Dos díúas despúeú s, Strasser túvo úna
violenta desavenencia con Hitler y lúego escribioú úna ceú lebre carta de recriminacioú n,
abandonoú el partido y se marchoú al súr. Hitler, consciente de qúe sú fútúro pendíúa de ún
hilo, amenazoú con pegarse ún tiro si el partido le abandonaba, mientras Goering amenazaba
con partirle el cúello a todos los segúidores de Strasser.
El 4 de enero de 1933, Hitler túvo la qúe eú l creíúa qúe era úna reúnioú n secreta con Papen
en casa del banqúero Schroeder, en la qúe se debatioú algúú n tipo de posible colaboracioú n
fútúra. Mientras tanto, Schleicher, al cortejar a los sindicatos, perdíúa el favor de los
empresarios, a los qúe empezoú a chantajear. Strasser habíúa regresado de Roma, y se sabíúa
qúe conspiraba activamente con Schleicher para convertirse en sú vicecanciller. Los
dirigentes del partido se encontraban congregados en el diminúto Estado de Lippe, donde
Goebbels se concentraba en úna campanñ a electoral especial por el valor propagandíústico
qúe tendríúa úna victoria allíú a los ojos del resto de la nacioú n en conjúnto. «A medianoche
tambieú n vino Goering», escribioú Goebbels el 13 de enero en sú diario públicado de ese
periodo. «Strasser es el sempiterno tema de núestras discúsiones… La prensa berlinesa dije
qúe seraú nombrado vicecanciller». Y al díúa sigúiente Goebbels pasoú la tarde con Goering
«discútiendo núestras preocúpaciones».
Goebbels teníúa razoú n sobre la importancia de las elecciones de Lippe como propaganda.
Despúeú s de qúe los nazis húbieran ganado por úna victoria lo súficientemente decisiva en
ese diminúto Estado, la marea volvioú a cambiar en sú beneficio. Strasser no entroú en el
gabinete; los hombres detraú s de Hindenbúrg, temerosos de acabar en ún púnto múerto,
finalmente decidieron volverse hacia Hitler. El 22 de enero, Oskar, el hijo del presidente, y el
secretario de Estado Meissner se reúnieron en el mayor de los secretos con Hitler, Goering y
Frick. Se reúnieron en casa de Joachim von Ribbentrop, ún miembro del partido nazi qúe
hizo aqúíú sú debút histoú rico porqúe conocíúa a Papen. Goering acúdioú desde Dresde, donde
habíúa pronúnciado ún discúrso en contra de qúe Hitler se úniera al gobierno actúal. Hitler
se propúso, aparentemente, impresionar al hijo del presidente y lo logroú .
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El plan de Papen para volver las tornas contra Schleicher empezaba a fúncionar. El
presidente se negoú a permitir al canciller, qúe era incapaz de obtener el apoyo súficiente en
el Reichstag, qúe estableciera úna dictadúra militar en lúgar de ún gobierno parlamentario.
El 28 de enero Schleicher dimitioú , dejando el campo despejado a sús rivales. Hitler,
consciente de qúe la cancilleríúa estaba a púnto de caer bajo sú tenaz asedio mientras sús
rivales se desmoronaban ante eú l, se volvioú , segúú n Goebbels, «múy callado». Las
negociaciones finales se dejaron en manos de Papen qúe estaba, por súpúesto, en contacto
con Goering. Ese mismo díúa, segúú n Papen, a Hitler se le dijo qúe el presidente qúeríúa qúe
formara ún gabinete «segúú n los teú rminos de la Constitúcioú n», lo qúe significaba ún gabinete
qúe túviera el apoyo de úna mayoríúa del Reichstag. Hitler se negoú : estaba dispúesto a
formar ún gabinete presidencial, ún gabinete independiente del apoyo del Reichstag, qúe
incorporaríúa hombres de otros partidos, pero primero exigioú ser nombrado canciller y
comisario del Reich para Prúsia y qúe ún miembro de sú partido (se referíúa a Goering) fúera
ministro del Interior tanto del Reich como del Estado clave de Prúsia. A primera hora de la
manñ ana sigúiente, Hitler y Goering se presentaron para proponer qúe Frick se convirtiera
en ministro de Interior del Reich y Goering en ministro del Interior de Prúsia. Papen replicoú
qúe eú l, como vicecanciller, seríúa nombrado comisario del Reich para Prúsia, y Hitler los
aceptoú «con mal perder». Entonces dejoú qúe Papen discútiera el asúnto con el presidente.
Despúeú s de todo, Papen y sús asociados creíúan qúe súperaríúan en núú mero a los nazis en el
gabinete en proporcioú n de cúatro a úno y qúe asíú los mantendríúan controlados.
El 29 de enero Goebbels escribioú :
Por la tarde, mientras tomamos cafeú con Hitler, Goering aparece de improviso y da la
noticia… el Fúö hrer seraú nombrado canciller manñ ana… eú sta es probablemente la hora
maú s feliz de Goering… Ha preparado el terreno de manera diplomaú tica y astúta para
Hitler dúrante meses en angústiosas negociaciones… Este probo soldado con el
corazoú n de ún ninñ o… ¡se encara con el líúder y le da la noticia de sú vida!
Pero eú se no fúe precisamente el final de las intrigas, como recúerda Papen en sús
memorias:
Schleicher, mientras tanto, encontroú otra baza qúe júgar. Envioú a úno de sús
emisarios privados, Von Alvensleben, a Goering, qúe inmediatamente vino corriendo
a darme las noticias. Schleicher habíúa enviado ún mensaje diciendo qúe mi
verdadera intencioú n era enganñ ar a los nazis, y qúe les convendríúa maú s aliarse con
Schleicher, qúe soú lo qúeríúa retener el cargo de ministro de Defensa. Alvensleben
habíúa indicado qúe se podíúa encontrar el medio de neútralizar a Hindenbúrg.
Schleicher aparentemente habíúa llegado inclúso a insinúar qúe si «el viejo caballero»
poníúa dificúltades, eú l, Schleicher, movilizaríúa la gúarnicioú n de Potsdam. Goering me
dijo qúe eú l y Hitler habíúan respondido con úna negativa tajante a ese plan y qúe se lo
habíúa contado inmediatamente a Meissner y a Oskar von Hindenbúrg [38].
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Para prevenir esa júgada por parte de Schleicher, el presidente ordenoú apresúradamente al
general Werner von Blomberg, qúe asistíúa a úna conferencia en Ginebra, qúe regresara en el
proú ximo tren. En la estacioú n fúe recibido independientemente entre síú por Oskar von
Hindenbúrg y por ún oficial de Estado Mayor qúe teníúa oú rdenes de llevarlo al Ministerio de
Defensa. A Blomberg se le dijo qúe seríúa ministro de Defensa en el gabinete de Hitler.
Mientras los miembros del núevo gabinete atravesaban el jardíún qúe conectaba la
cancilleríúa de Papen con el palacio presidencial, donde seríúan recibidos por Hindenbúrg,
Hitler segúíúa malhúmorado por las limitaciones qúe, segúú n afirmaba, le imponíúan a sús
poderes. Amenazoú al gabinete con núevas elecciones qúe, segúú n afirmaba, pronto
confirmaríúan la mayoríúa de la qúe carecíúa en ese momento en el Reichstag. Al instante
empezoú úna discúsioú n, y Hindenbúrg se impacientoú por qúe le hicieran esperar. Al final se
decidioú pedirle qúe decretara la disolúcioú n del Reichstag, y los nazis, acompanñ ados por sús
infelices socios, entraron en la sala presidencial para júrar sús cargos.
Goering describioú la tensioú n de este periodo.
Las taú cticas de la legalidad habíúan ganado. «De qúeú forma maú s gloriosa», escribioú Goering,
«ha sido úsado el anciano mariscal de campo como instrúmento de Dios».
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4
Goering recibioú a la prensa en sú palacio a las dos y media de la tarde. Estaba embargado
por las emociones de la victoria, y sonreíúa de felicidad a los corresponsales extranjeros qúe
se congregaban a sú alrededor. Eran conscientes de la atmoú sfera cambiante en las calles,
qúe estaban llenas de nazis triúnfantes. Goering sintioú la necesidad de liberar tensiones, y
convirtioú la recepcioú n en ún acontecimiento social. Oscúrecioú raú pidamente aqúella tarde
invernal; la «Cancioú n de Horst Wessel», cantada por hombres qúe sabíúan qúe sú Líúder era
dúenñ o al fin de la cancilleríúa del Reich, empezoú a sonar amenazadora a los oíúdos de los
alemanes qúe no teníúan nada qúe celebrar.
Era ya de noche cúando Hitler, con Goering a sú lado, celebroú sú primera reúnioú n de
gabinete. Los carabinas de la democracia, el vicecanciller Von Papen, el baroú n Konstantin
von Neúrath, ministro de Asúntos Exteriores, el conde Lútz Schwerin von Krosigk, ministro
de Finanzas y el hombre especial de Hindenbúrg, el general von Blomberg, ministro de
Defensa y jefe del Reichswehr, creíúan, en la cegúera de sú inocencia, qúe estaban allíú para
mantener el comportamiento apropiado del gabinete ahora qúe los nazis teníúan las riendas
del poder. Frente a ellos y sús colegas de menor rango estaban Hitler, Goering y Frick, tres
nazis contra núeve políúticos veteranos. Podíúan oíúr a la múchedúmbre cantando
«Deútschland úö ber Alles» en el exterior. Los nazis salíúan a ocúpar las calles de todas las
ciúdades alemanas.
Pero Hitler no habíúa obtenido de Hindenbúrg ún gabinete presidencial, y por tanto sú
gobierno podíúa caer en cúalqúier momento si el Reichstag votaba sú cese. La alternativa a la
qúe se enfrentaban los nazis era o bien ofrecer concesiones al Partido de Centro Catoú lico,
para obtener sú apoyo, o persúadir al gabinete, la mayoríúa de cúyos miembros pertenecíúan
a otros partidos para acordar únas núevas elecciones, elecciones en las qúe debíúan ser
conscientes qúe el partido nazi emplearíúa todas las medidas de presioú n a sú disposicioú n
sobre el púeblo para asegúrarse úna mayoríúa decisiva en el Reichstag. Hitler y Goering, con
sús ojos fijos en los desconfiados hombres qúe estaban sentados frente a ellos, intentaban
hacer qúe la sitúacioú n actúal pareciera tan imposible qúe sús colegas no púdieran hacer
otra cosa maú s qúe acceder a la disolúcioú n del Reichstag.
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Mientras tanto, habíúa qúe dedicar únas pocas horas a la celebracioú n antes de reanúdar
las indelicadas negociaciones. Resonaban tambores desde la Púerta de Brandenbúrgo. En el
Tiergarten, las SA y SS se congregaban con antorchas para las festividades de esa noche. La
gente esperaba a ambos lados de la Wilhelmstrasse y en la Wilhelmplatz a qúe apareciera la
procesioú n. Entonces, con múú sica de bandas, las filas pardas empezaron a desfilar abriendo
ún camino llameante de antorchas mientras Hindenbúrg, el impotente presidente,
permanecíúa en la ventana contemplado el homenaje a Hitler, qúe estaba de pie con el brazo
ríúgido en el balcoú n de la cercana cancilleríúa. «Por primera vez se retransmite por radio úna
manifestacioú n del púeblo alemaú n», escribioú Goebbels en sú diario, y Goering rúgioú sú
entúsiasmo a traveú s del microú fono instalado en la cancilleríúa.
Esa noche de celebracioú n, la mente de Goering ya estaba ocúpada con las oportúnidades
qúe se presentaríúan maú s adelante. En el gabinete de Hitler era ministro sin cartera, ministro
del Interior de Prúsia y comisario del Reich para la Aviacioú n. El primer cargo lo convertíúa en
el plenipotenciario de Hitler, sú embajador, sú paladíún (por úsar la qúe se convertiríúa en sú
expresioú n favorita); el segúndo cargo, aúnqúe teú cnicamente bajo la súpervisioú n de Papen, le
otorgaba poderes úú nicos sobre la policíúa en el qúe era de lejos el Estado maú s importante de
Alemania; y el tercer tíútúlo reconocíúa qúe pronto tendríúa a sú cargo la tarea inmediata
especial de crear úna fúerza aeú rea en el Reich. Tambieú n sigúioú siendo presidente del
Reichstag, qúe fúe disúelto a la manñ ana sigúiente, cúando Hitler informoú finalmente a sú
gabinete de qúe no habíúa forma de lograr ún acúerdo entre los nazis y el Partido de Centro.
Las núevas elecciones se anúnciaron para dentro de ún mes, el 5 de marzo: mientras tanto,
el núevo gabinete permaneceríúa en sú púesto. «Todos nosotros entendíúamos qúe úna vez
qúe húbieú ramos llegado al poder debíúamos conservar ese poder bajo cúalqúier
circúnstancia», dijo Goering en sú declaracioú n en Núú remberg. «No qúeríúamos dejarlo en
manos del azar, de elecciones y mayoríúas parlamentarias… Para poder consolidar este
poder ahora, era necesario reorganizar las relaciones políúticas de poder».
Hitler y Goering segúíúan manteniendo firmemente sújetas sús maú scaras de legalidad
frente a sús rostros, segúú n von Schwerin von Krosigk y Papen. «Qúizaú s habríúa qúe clarificar
el concepto de ilegalidad», dijo Goering a sús júeces. «Si aspiro a úna revolúcioú n, se trata
entonces de úna accioú n ilegal para el Estado ya existente. Si tengo eú xito, entonces se
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convierte en ún hecho y, por tanto, legal». La intencioú n de Goering, entonces, era úsar sú
núeva posicioú n como ministro del Interior de Prúsia como el canal principal mediante el
cúal consolidar el control de los nazis sobre los cargos electos y permanentes, no soú lo en
Prúsia sino en todos los demaú s estados provinciales.
Segúú n Gritzbach, sú bioú grafo oficial, Goering casi vivioú permanentemente en el
ministerio prúsiano dúrante los dos meses sigúientes; hacíúa sús comidas en el edificio y se
pasaba las noches trabajando. El primer díúa reúnioú a la plantilla de la administracioú n
púú blica prúsiana y se dirigioú a ellos «como representantes del núevo espíúritú patrioú tico qúe
acababa de emerger». Les recordoú qúe sú propio padre habíúa sido en tiempos ún alto cargo
del Estado. Entonces dejoú de lado el encanto con el qúe habíúa comenzado deliberadamente
la reúnioú n y les dijo qúe sú primera tarea era erradicar cúalqúier traza de comúnismo qúe
púdiera existir entre ellos. Aqúellos qúe no se sintieran capacitados para trabajar con eú l
podíúan dimitir en ese mismo momento[41].
Mientras Goebbels se proponíúa lograr dúrante febrero lo qúe denominoú «úna obra
maestra de propaganda» para asegúrar úna victoria abrúmadora en las elecciones del 5 de
marzo, Goering túvo cúidado de no consúltar con Papen, sú súperior como comisario del
Reich para Prúsia, qúe estaba ocúpado con la campanñ a electoral; en vez de eso empezoú a
hacerse raú pida y despiadadamente con el control de la administracioú n púú blica y de la
policíúa prúsianas. El Parlamento prúsiano fúe disúelto contra sú volúntad el 4 de febrero.
Los hombres en los qúe Goering no podíúa confiar estaban en úna lista negra o iban siendo
registrados en ella; entonces eran despedidos, súspendidos, se les ordenaba o intimidaba
para qúe dimitieran y sús púestos eran dados a los nazis. «Goering estaú limpiando los
establos de Aúgíúas… Nombres de gran importancia ayer hoy se desvanecen en la nada»,
anotoú Goebbels con deleite el 15 de febrero. «Para empezar», escribiríúa Goering en sú
Alemania Renacida al anñ o sigúiente, «me parecioú de principal importancia qúe el arma de la
policíúa estúviera firmemente en mis propias manos. Aqúíú fúe donde hice mis primeros
cambios a fondo. De treinta y dos jefes de policíúa destitúíú a veintidoú s. Cientos de inspectores
y miles de policíúas les sigúieron en el transcúrso del mes sigúiente. Entraron núevos
hombres, y en todos los casos esos hombres procedíúan de la gran reserva qúe eran las
tropas de asalto y los gúardas». Los bastones y porras de goma, qúe en opinioú n de Goering
eran poco dignos, fúeron reemplazados con revoú lveres.
No se púede súbestimar la importancia de esta revolúcioú n administrativa, llevada a cabo
en ún solo mes, febrero, mientras todo el múndo estaba ocúpado con la campanñ a electoral.
Púso la ley directamente en manos de Hitler. En úna serie de manifiestos y decretos de
aúdacia despiadada, Goering reveloú abiertamente lo qúe estaba haciendo y permitioú qúe los
nazis llevaran a cabo sú campanñ a contra los demaú s partidos como si estúvieran protegiendo
a la nacioú n de úna conspiracioú n criminal. El ministro del Interior prúsiano controlaba de
hecho la mayor parte de Alemania; los poderes del Ministerio del Interior del Reich eran
púramente nominales. Las declaraciones de Goering a favor de la fúerza policial qúe estaba
reforzando y moldeando a sú antojo con tanta rapidez se leíúan como úna declaracioú n de
gúerra contra todas las formas de oposicioú n. Esas eran las taú cticas de la legalidad: úna vez,
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claro, qúe la ley estúviera en sús manos. Hitler, como canciller, le dio a Goering plenos
poderes. Y Papen, el vicecanciller y comisario del Reich para Prúsia, cúando reflexionoú
tiempo despúeú s sobre este periodo de desintegracioú n, parece qúe soú lo fúe capaz de decir:
«mi úú nico error fúndamental fúe súbestimar al poder dinaú mico qúe habíúa despertado los
instintos nacionales y sociales de las masas [42]». No teníúa partido qúe le respaldara, solo la
atencioú n del anciano presidente. «Veo», escribioú Papen, «qúe húbo múchas ocasiones en las
qúe debíú invocar la aútoridad del presidente». Los demaú s ministros, inclúido Blomberg, se
hicieron a ún lado y dejaron esos tediosos asúntos en manos de la eneú rgica administracioú n
de Hitler. Papen afirma qúe a menúdo se peleaba con Goering por los meú todos despoú ticos
de este úú ltimo y qúe en úna ocasioú n llegoú inclúso a súgerirle qúe debíúa dimitir. Goering se
volvioú hacia eú l enfúrecido y le gritoú : «¡Soú lo me sacaraú de esta habitacioú n arrastrando mi
cúerpo!». Sir Horace Rúmbold, el embajador ingleú s, informoú a Londres el 1 de marzo sobre
las actividades de Goering. «En úna conversacioú n privada reciente con el baroú n Neúrath,
eú ste me describioú a Goering como ún hombre terrible a qúien Herr Von Papen no podíúa
controlar. Goering es considerado como el verdadero fascista dentro del partido de Hitler [43]
…».
El 17 de febrero, tras dos semanas y media de informes, destitúciones y
nombramientos, Goering públicoú este manifiesto:
No creo necesario insistir en qúe la policíúa debe evitar en toda circúnstancia inclúso
la apariencia de úna actitúd hostil, o inclúso la impresioú n de cúalqúier persecúcioú n,
hacia las asociaciones nacionales y partidos. Maú s bien espero por parte de todas las
aútoridades policiales qúe creen y mantengan las mejores relaciones con las
organizaciones anteriormente mencionadas en cúyo seno se encúentran las fúerzas
maú s importantes para la reconstrúccioú n políútica. Ademaú s, se deberaú apoyar por
completo todo tipo de actividades con propoú sitos nacionales y de propaganda
nacional. Por otro lado, las actividades de organizaciones hostiles al Estado seraú n
controladas mediante las medidas maú s estrictas. No habraú miramientos con el
terrorismo y los ataqúes de los comúnistas y, cúando sea necesario, se úsaraú n los
revoú lveres sin consideracioú n por las consecúencias. Los agentes de policíúa qúe
disparen sús revoú lveres en el cúmplimiento de sú deber seraú n protegidos por míú
personalmente sin tener en cúenta las consecúencias del úso de sús armas. Pero los
agentes qúe no lo hagan, motivados por úna malentendida consideracioú n por las
consecúencias, deberaú n esperar qúe se emprendan acciones disciplinarias contra
ellos. La proteccioú n de los ciúdadanos de la nacioú n, qúe continúamente encúentran
imposible realizar sús actividades, exige la aplicacioú n estricta de las normativas
legales qúe prohíúben manifestaciones, míútines ilegales, saqúeos, incitacioú n a la alta
traicioú n, húelgas de masas, revúeltas, calúmnias en la prensa y todos los demaú s
delitos púnibles por parte de los pertúrbadores de la ley y el orden. Ningúú n agente
deberaú dejar de tener en cúenta constantemente qúe el no imponer úna medida seraú
considerado maú s atroz qúe los fallos cometidos en la aplicacioú n de la misma. Espero
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y confíúo qúe todos los agentes estaraú n conmigo en núestro propoú sito comúú n de
salvar a núestra patria de las calamidades qúe la amenazan reforzando y
consolidando todas núestras fúerzas nacionales.
Goering volveríúa a hacer hincapieú en este púnto en el famoso discúrso qúe daríúa poco
despúeú s en Dortmúnd:
Todos los míútines comúnistas habíúan sido prohibidos a principios de febrero; ahora
cúalqúier intento de los comúnistas de organizar sú campanñ a políútica en púú blico (en las
elecciones del noviembre anterior habíúan obtenido únos seis millones de votos, y teníúan
101 escanñ os en el Reichstag) podíúa ser desbaratado legalmente por la policíúa, y con úso de
armas. Se habíúa prohibido la públicacioú n de la prensa comúnista; a esa prohibicioú n sigúioú la
de la prensa socialista y de cúalqúier públicacioú n qúe túviera el coraje de decir lo qúe
pensaba sobre los nazis. Las SA, sin oposicioú n por parte de sús núevos aliados en la policíúa,
reventaron los míútines y concentraciones inclúso de los socialdemoú cratas y del Partido de
Centro Catoú lico. Los oradores recibíúan palizas, entre ellos el sindicalista catoú lico
Stegerwald. Cincúenta y ún antinazis múrieron dúrante el mes de febrero, la úú ltima
resistencia melancoú lica contra la dictatúra absolúta de Hitler.
El 22 de febrero Goering reforzoú aúú n maú s a la policíúa al crear úna fúerza aúxiliar a partir
de las SA, las SS y la organizacioú n Stahlhelm de Húgenberg. La redaccioú n del núevo decreto
era ún ejemplo de la núeva legalidad:
Los reqúerimientos qúe se hacen a las fúerzas policiales existentes, cúyo núú mero no
se púede aúmentar adecúadamente en la sitúacioú n actúal, a menúdo estaú n maú s allaú
de sú poder; debido a la actúal necesidad de útilizarlos fúera de sús lúgares de
servicio, los agentes de policíúa a menúdo estaú aúsentes de sú campo de actividad
apropiado en momentos inoportúnos. En consecúencia, no se púede segúir
prescindiendo del apoyo volúntario de ayúdantes apropiados qúe púeden ser
útilizados como fúerzas policiales aúxiliares en caso de emergencia [45].
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Esos hombres, únos cincúenta mil, armados y vestidos con los antigúos úniformes del
partido pero con ún brazalete blanco anñ adido para demostrar sú núevo estatús oficial,
aterrorizaban a la poblacioú n a donde qúiera qúe iban. Entraban y salíúan de los transportes
púú blicos a sú antojo, sin pagar billete. Soú lo recibíúan tres marcos diarios como paga, pero
pocos tenderos o camareros se negaban a darles lo qúe exigíúan.
Goering hacíúa cada vez maú s úso de los servicios de Rúdolf Diels, ún apúesto pero
siniestro fúncionario en el departamento políútico de la policíúa prúsiana a qúien habíúa
conocido en 1932 y qúe habíúa demostrado estar maú s qúe dispúesto a súministrar
informacioú n al presidente del Reichstag. Diels se habíúa casado con úna prima de Goering
llamada Ilse. La informacioú n qúe habíúa proporcionado anteriormente a Goering procedente
de los informes policiales qúedaba ahora abierta a las inspecciones oficiales del ministro;
Diels, ascendido a jefe del departamento políútico, se convirtioú en úna persona de la qúe sú
amo dependíúa para ayúdarle a compilar sús listas negras. Era ún violento anticomúnista, y
Goering dependíúa de eú l para qúe mantúviera sú mesa de despacho abarrotada con los
informes secretos sobre los conspiradores izqúierdistas qúe creíúa qúe existíúan no soú lo en el
Estado, sino tambieú n dentro del propio Ministerio del Interior. Diels se convirtioú en sú
hombre de confianza.
En el ministerio habíúa ún departamento especial qúe controlaba a la policíúa políútica.
Goering reorganizoú este departamento en cúanto se hizo cargo del ministerio. Una vez maú s,
no hizo ún secreto de lo qúe estaba haciendo. Solo ún anñ o despúeú s escribioú para qúe fúera
públicado en Inglaterra:
Ese fúe el comienzo de la Gestapo, qúe no recibiríúa nombre y reconocimiento oficial hasta el
26 de abril, despúeú s de qúe Goering húbiera reemplazado a Papen como comisario del
Reich para Prúsia. Pero el trabajo de organizar a esos hombres comenzoú bajo Diels a
instancias úrgidas por Goering, y los excesos qúe cometieron era ún resúltado «natúral» de
la «grandeza de la ocasioú n».
El 24 de febrero los hombres de Goering asaltaron la sede del Partido Comúnista en la
Casa Karl Liebknecht. Aúnqúe para ese entonces la mayoríúa de sús líúderes habíúan sido
arrestados o estaban húidos, los hombres de Goering encontraron propaganda comúnista
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en los soú tanos o «catacúmbas», como los llamaba Goering. Unos pocos díúas despúeú s,
posteriormente al incendio del Reichstag, como ya veremos, Goering afirmaríúa qúe en las
«catacúmbas» tambieú n se habíúan encontrado docúmentos con planes para la insúrreccioú n y
el asesinato de los principales miembros del gabinete de gobierno. En realidad todo lo qúe
habíúa en los soú tanos eran pilas de panfletos comúnistas, y Goering núnca revelaríúa sús
súpúestas prúebas docúmentales. Pese a ello, los arrestos y la represioú n se extendieron
como úna enfermedad.
La noche del 27 de febrero, entre las ocho y las diez de la noche, túvo lúgar úna
extraordinaria secúencia de acontecimientos. Aderman, el portero noctúrno del palacio del
presidente del Reich donde vivíúa Goering, entroú en servicio a las ocho de la noche y ocúpoú
sú púesto en la porteríúa de la entrada. A las ocho y siete minútos ún portero de servicio en
el Reichstag cerroú con llave la entrada súr, mientras qúe entre las 8.15 y las 8.30 Ernst
Torgler, el líúder de los dipútados comúnistas, salioú del edificio con algúnos colegas y fúeron
todos al restaúrante Aschinger, a únos diez minútos de distancia andando. Al mismo
tiempo, alrededor de las 8.20, Schúltz, ún farolero, recorrioú la caú mara de sesiones y observoú
qúe todo estaba tranqúilo. Cerca de úna hora despúeú s, Otto, ún cartero, pasoú entre la púerta
del restaúrante en el Reichstag y la entrada a la caú mara de sesiones; no húbo ningúú n sonido.
Unos diez minútos despúeú s, sobre las 9:05, ún estúdiante llamado Floö tter pasaba júnto
al edificio cúando vio a ún hombre con úna tea en ún balcoú n del primer piso del Reichstag;
inmediatamente encontroú a ún policíúa y dio la alarma. Aproximadamente al mismo tiempo,
Thaler, ún tipoú grafo qúe tambieú n pasaba por allíú, vio a ún hombre qúe trepaba por la
ventana del restaúrante, y casi inmediatamente se únioú al sargento de policíúa Búwert, qúe
ya habíúa sido alertado por otro civil no identificado. Acompanñ ado de Thaler, Búwert
comenzoú a investigar. Vieron lúces movieú ndose tras las ventanas de la planta baja; Búwert
disparoú sú revoú lver contra las lúces, qúe desaparecieron inmediatamente. Todo esto ocúrrioú
en el transcúrso de únos pocos minútos y la primera alarma de incendio la recibioú la
estacioú n de bomberos local a las 9.15.
Tres minútos maú s tarde, el teniente de policíúa Lateit llegaba al Reichstag con ún grúpo
de hombres de la comisaríúa de policíúa de la Púerta de Brandenbúrgo. El primer camioú n de
bomberos llegoú a las 9.21, al mismo tiempo qúe Lateit, qúe ahora se encontraba en el
interior del edificio, veíúa ún peqúenñ o fúego ardiendo cerca de la silla del presidente en la
caú mara de sesiones. El inspector del parlamento se únioú a eú l dos minútos despúeú s; para
entonces, ardíúan núevos fúegos entre los escanñ os. A las 9.24 llegoú el capitaú n de bomberos
Klotz, para encontrar no únos fúegos en la caú mara de sesiones, sino úna densa húmareda
acompanñ ada de ún inmenso calor y, a las 9.27, húbo úna tremenda explosioú n bajo el techo
de cristal de la caú mara de sesiones y grandes llamaradas saltaron al exterior. Al mismo
tiempo, ún hombre semidesnúdo fúe arrestado en la Sala Bismarck, úna gran sala al fondo
del edificio. Estaba cúbierto de múgre y súdor. Se trataba de Marinús van der Lúbbe, ún
joven holandeú s.
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Goering llegoú en sú coche cerca de las 9.35. Weber, el comandante de sú gúardia
personal, investigaba en ese momento el túú nel qúe comúnicaba el Palacio del presidente del
Reichstag con el Reichstag; no encontroú nada fúera de lúgar.
Goering habíúa estado trabajando en sú despacho en el Ministerio del Interior de Prúsia
sito en Unter den Linden, a poca distancia, cúando súpo del incendio; se púso
apresúradamente sú gabardina y lo llevaron en coche al edificio en llamas. A esas altúras,
las llamas salíúan por las ventanas del Reichstag mientras se congregaba úna gran
múchedúmbre. Doúglas Reed, corresponsal del Times de Londres, condúcíúa sú coche por el
Tiergarten cúbierto de nieve cúando vio las llamas qúe saltaban por la cúú púla del edificio.
Sú llegada coincidioú con la de Goering, a qúien vio entrar apresúradamente en el edificio
por la entrada de dipútados. Allíú Goering encontroú a ún reportero qúe telefoneaba a sú
oficina. Goering lo echoú a la calle, pero Reed sigúioú al grúpo de Goering al interior y vio qúe
la caú mara de sesiones era úna masa de llamas antes de qúe tambieú n eú l fúera expúlsado.
Segúú n sú descripcioú n, el Reichstag era «como ún bloqúe de piedra en el qúe se húbieran
horadado túú neles y empotrado cúbos de madera, los túú neles eran los pasillos y corredores y
los cúbos la caú mara de sesiones revestida de madera y otras salas y habitaciones. Si bien la
estrúctúra principal de piedra no podíúa ser destrúida, las salas revestidas de madera
ardieron fúriosamente, y la caú mara de sesiones qúedoú desgajada del edificio por el fúego
tan limpiamente como el húeso de ún melocotoú n».
Goering afirmoú qúe oyoú la expresioú n «incendio provocado» dicha por algúien en la
múchedúmbre mientras se apeaba del coche, y qúe se le cayoú ún velo de los ojos. «Jamaú s se
me habíúa ocúrrido qúe algúien púdiera incendiar el Reichstag; creíúa qúe el fúego era debido
a ún descúido… En ese momento súpe qúe el cúlpable era el Partido Comúnista». Papen
habíúa estado cenando con Hindenbúrg en el Herrenklúb cúando fúe advertido del incendio,
y envioú al presidente a casa en coche antes de acúdir a toda prisa a la escena. Encontroú a
Goering, rodeado de miembros de sú personal, dirigiendo fúriosamente los trabajos de
extincioú n. «¡Es ún crimen comúnista contra el núevo gobierno!», le gritoú Goering a Papen.
Hitler tambieú n llegoú tarde a la escena del incendio. Habíúa ido a cenar al apartamento de
Goebbels a las núeve, y el grúpo allíú reúnido estaba oyendo múú sica cúando Hanfstaengl
telefoneoú con las noticias del incendio. Goebbels y Hitler creyeron qúe se trataba de úna de
las bromas pesadas de Hanfstaengl, pero el mensaje pronto fúe confirmado, y salieron
raú pidamente hacia el Reichstag. «Pasando por encima de grúesas mangúeras de los
bomberos, llegamos al gran vestíúbúlo por la entrada núú mero dos. Goering se reúú ne con
nosotros por el camino… No hay dúda de qúe el comúnismo ha hecho ún úú ltimo intento por
crear el desorden mediante el fúego y el terror», escribioú Goebbels. Hitler, en medio del
húmo asfixiante del edificio arrúinado, gritoú : «Es úna senñ al [Fanal] del cielo». Segúú n
avanzaba la noche, el fúego mengúoú ante los chorros de agúa qúe salíúan de las mangúeras
de los bomberos, y el hollíún, transportado por el fúego, se asentoú gradúalmente como úna
lepra negra sobre la nieve blanca.
Ya en esos momentos se extendíúa el rúmor de qúe los propios nazis eran los
responsables del incendio. Fúera cúaú l fúese el grado de conexioú n personal de Goering (y no
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hay prúebas directas en absolúto qúe lo incriminen), no hay dúda de qúe se involúcroú desde
el mismo momento en qúe se le informoú del incendio. Atacoú fúriosamente a los comúnistas,
qúe úna vez maú s fúeron declarados enemigos del Estado. Al díúa sigúiente, el 28 de febrero,
Hitler indújo a Hindenbúrg a firmar ún decreto qúe poníúa en súspenso todos los derechos
de los ciúdadanos para la «proteccioú n del púeblo y el Estado». El incendio qúe Hitler habíúa
llamado «úna senñ al del cielo» habíúa servido, desde lúego, para impresionar al presidente. El
decreto estaba dirigido especíúficamente contra los comúnistas y sús «actos violentos», y
ampliaba la aplicacioú n a la pena de múerte. Soú lo entonces, en úna reúnioú n del gabinete qúe
se celebroú el 2 de marzo, fúe cúando Goering hizo referencia a ún súpúesto mapa y
docúmentos donde se planeaba el asesinato de los ministros, prúebas qúe, segúú n dijo,
habíúan sido encontradas cúatro díúas antes en la sede comúnista, aúnqúe no explicoú porqúeú
no se mostroú ni el mapa ni los docúmentos [47]. En ese momento Papen no vio razoú n algúna
para dúdar de sú aútenticidad; se prometioú qúe se entregaríúan a los ministros para sú
examen, pero jamaú s se hizo. Se arrestoú a miles de personas maú s; ya no importaba si eran
comúnistas o simplemente opositores a los nazis. Las oú rdenes júdiciales habíúan sido
preparadas algúnos díúas antes del incendio del Reichstag.
Goering, por súpúesto, era múy consciente de las sospechas dirigidas contra eú l; inclúso
hizo referencia a ellas en la reúnioú n del gabinete del 2 de marzo. Parece jústo decir qúe no
se tomoú las acúsaciones múy a pecho. Ni el Reichstag ni el cargo de presidente del mismo le
eran ya de gran útilidad; los demaú s cargos qúe teníúa le daban poderes múcho mayores. Para
los nazis, el Reichstag, tanto como centro para los restos del gobierno democraú tico y como
edificio gúbernamental, era obsoleto; inclúso las elecciones qúe tendríúan lúgar en úna
semana estaban previstas como certificado de defúncioú n de la democracia por caúsas
natúrales. Al anñ o sigúiente Goering escribioú : «Si se me vúelve a acúsar de haber incendiado
el Reichstag para poner a los comúnistas en mis manos, soú lo púedo decir qúe la idea es
ridíúcúla y grotesca. No necesitaba ningúú n acontecimiento especial para persegúir a los
comúnistas… El incendio del Reichstag, de hecho, no encajaba en absolúto con mis planes [48]
…». Segúú n sú estado de húmor, podíúa mostrarse iroú nico con el asúnto: «Seú qúe la gente
probablemente diraú de míú qúe, vestido con úna toga roja y úna lira en las manos, contempleú
el incendio y toqúeú mientras ardíúa el Reichstag», o bromear sobre ello, como hizo en ún
almúerzo en 1942 en presencia del general Franz Halder, qúien recordaríúa qúe «Goering
interrúmpioú la conversacioú n y gritoú : ¡El úú nico qúe sabe algo del Reichstag soy yo, ya qúe le
prendíú fúego!, y se golpeoú el múslo con la mano». En el júicio de Núú remberg y dúrante sús
interrogatorios, Goering negaríúa de forma maú s solemne cúalqúier responsabilidad en el
incendio; le dijo al general William J. Donovan, jefe de la Oficina de Servicios Estrateú gicos de
los Estados Unidos, «Al menos deberíúa estar convencido de qúe con la múerte miraú ndome a
la cara, no tengo necesidad de recúrrir a mentiras. Le doy mi palabra de qúe no túve nada
qúe ver con el incendio del Reichstag». Schwerin von Krosigk, cúando tambieú n era
prisionero de los americanos en Mondorf, le pregúntoú a Goering con úna sonrisa: «Dime la
verdad. ¿Le prendiste fúego al Reichstag?». Goering simplemente se encogioú de hombros y
replicoú , «Qúerido amigo, inclúso ahora estaríúa orgúlloso de haberlo hecho. Pero no lo hice».
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Lo mismo le dijo, maú s o menos, a Papen dúrante sú caútiverio júntos. Sir Horace Rúmbold,
el embajador ingleú s, qúe tambieú n habíúa ido a ver el incendio, escribioú en sú informe para
Londres del 1 de marzo: «Hay la sensacioú n entre múchas personas sensatas de qúe púede
qúe este acto de vandalismo estúviera inspirado por elementos nazis, pero no por los
líúderes del partido[49]».
El origen del incendio del Reichstag no se investigoú a fondo dúrante los Júicios de
Núú remberg, y qúeda abierta la cúestioú n de hasta qúeú púnto Van der Lúbbe, el piroú mano
patoloú gico, qúe soú lo teníúa veinticúatro anñ os, fúe ún senñ úelo de los nazis y hasta qúeú púnto
actúoú por cúenta propia. Gradúalmente, las sospechas se consolidaron alrededor de Karl
Ernst, el líúder de las SA en Berlíún, qúien, segúú n se dijo, condújo a ún grúpo de tropas de
asalto a traveú s del pasadizo qúe conectaba el Palacio del presidente del Reichstag con el
propio Reichstag y allíú volvioú varias secciones del edifico inflamables al rociar las maderas
con gasolina y prodúctos qúíúmicos aútoinflamables. Siete meses despúeú s, cúando el júicio
por el incendio del Reichstag estaba a púnto de empezar, Ernst, tras beber múcho en úna
fiesta de las tropas de asalto en Berlíún, le contoú a ún nazi holandeú s qúe le habíúa pregúntado
sobre sú implicacioú n en el incendio. «Si digo qúe síú, qúe lo hice, seríúa ún maldito idiota; si
digo qúe no, ¡seríúa ún maldito mentiroso [50]!». Hans Bernd Giseviús, qúe formaba parte del
personal del Ministerio del Interior de Prúsia en 1933, sigúe siendo el principal
protagonista del caso contra Goebbels y Goering y sú agente Ernst. Diels, qúe desertoú de los
nazis, júroú qúe Goering «sabíúa exactamente coú mo empezaríúa el fúego» y le ordenoú preparar
por adelantado úna lista de hombres a los qúe arrestar inmediatamente despúeú s del
incendio. Pero Diels, qúe como múcho era ún testigo poco fiable, tambieú n dijo qúe «Desde
únas pocas semanas despúeú s del incendio hasta 1945 estaba convencido de qúe los nazis lo
habíúan empezado. Ahora he cambiado de opinioú n[51]».
Los arrestos ordenados por Goering se dejaron en manos de Diels y sú policíúa, júnto con
sús refúerzos de las SA. Ernst Torgler, el líúder de los comúnistas en el Reichstag, se entregoú
a la policíúa el 28 de febrero, mientras qúe Georgi Dimitroff, Blagoi Popov y Wassil Tanev,
tres comúnistas búú lgaros, eran arrestados. Esos cúatro se convertiríúan, júnto con Van der
Lúbbe, en los acúsados en el júicio por el incendio del Reichstag.
El 21 de septiembre, tras siete meses de preparacioú n, comenzoú el júicio en el Tribúnal
Súpremo de Leipzig. Dúroú hasta el 23 de diciembre, cúando todos los acúsados excepto Van
der Lúbbe, el incendiario confeso, fúeron absúeltos, ya qúe se demostroú sin lúgar a dúdas
qúe no púdieron estar presentes en el lúgar en el momento del incendio. El júicio, llevado
en púú blico y ante los ojos de la prensa internacional, fúe ún completo fracaso desde el
púnto de vista de los nazis. Pese a ser ún extranjero con ún dominio incompleto del idioma
alemaú n, Georgi Dimitroff insistioú en defenderse a síú mismo; gritando y protestando
continúamente, caúsaba tales revúelos en el tribúnal qúe el júez lo expúlsaba con
frecúencia de la sala. Goering, qúe comparecioú como testigo de la acúsacioú n el 4 de
diciembre, perdioú los estribos indúcido por Dimitroff frente a toda la sala repleta de
periodistas, ministros y representantes diplomaú ticos.
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Goering llegoú con úna escolta úniformada y eú l mismo llevaba el úniforme pardo qúe
habíúan adoptado los líúderes nazis ahora qúe estaban en el poder. Parecíúa, segúú n Martha
Dodd, la hija del Dr. William E. Dodd, el embajador norteamericano, «pomposo pero sin
embargo ún poco nervioso». Declarando en testimonio, relatoú la historia de sús
preparativos para la destrúccioú n final de los comúnistas y afirmoú qúe los actos terroristas
de los qúe se acúsaba a los nazis en el famoso Libro Pardo comúnista habíúan sido cometidos
por los propios comúnistas vistiendo úniformes nazis. Se le habíúa acúsado de estar
demasiado preparado para entrar en accioú n despúeú s del incendio, como si lo húbiera
sabido por adelantado. Para nada, segúú n Goering. El incendio habíúa ocúrrido en ún
momento inconveniente. «Era como ún comandante en el campo de batalla qúe estaba a
púnto de poner en marcha ún plan de campanñ a cúidadosamente pensado y qúe de repente
se ve obligado a cambiar completamente de taú ctica por úna accioú n impúlsiva del enemigo».
Entonces dio sú propia versioú n de lo qúe habíúa ocúrrido la noche del incendio, anñ adiendo:
«Entonces emprendíú mis medidas contra los comúnistas… teníúa intencioú n de colgar a Van
der Lúbbe al instante, y nadie me lo podíúa haber impedido. Me contúve porqúe penseú :
tenemos a úno, pero debieron participar múchos. Qúizaú s lo necesitaremos como testigo…
Sabíúa como por intúicioú n qúe los comúnistas incendiaron el Reichstag… Qúe el júicio
termine como qúiera, yo encontrareú a los cúlpables y les dareú sú castigo».
Cúando Dimitroff se púso en pie, inclinaú ndose ansiosamente hacia delante para
empezar a hacerle sús pregúntas a Goering, la sala qúedoú completamente en silencio y todo
el múndo prestoú atencioú n. Tras únos pocos preliminares acerca de qúieú n dio en realidad las
oú rdenes para arrestar a los comúnistas y por qúeú Goering afirmaba qúe habíúa úna cartilla
de pertenencia al Partido Comúnista en el bolsillo de Van der Lúbbe, cúando la policíúa habíúa
testificado qúe no era asíú, Dimitroff pasoú a sú valeroso ataqúe final contra Goering:
DIMITROFF: Ya qúe, desde sú posicioú n, ha acúsado al Partido Comúnista Alemaú n y a
comúnistas extranjeros, ¿no ha dirigido eso la investigacioú n hacia determinados canales
e impedido asíú la búú sqúeda de los verdaderos incendiarios?
GOERING: Para míú se trata de ún crimen políútico y estaba convencido de qúe los criminales
estaban entre las filas de sú partido. ¡Sú partido [amenazando con el puño a Dimitroff]
es ún partido de criminales y debe ser destrúido!
DIMITROFF: ¿Es consciente el ministro de qúe este partido gobierna úna sexta parte del
múndo, la Unioú n Sovieú tica, con la qúe Alemania mantiene relaciones diplomaú ticas,
políúticas y econoú micas, de las qúe se benefician cientos de trabajadores alemanes…?
PRESIDENTE DEL TRIBUNAL: Le prohíúbo qúe haga propaganda comúnista en esta sala.
DIMITROFF: Herr Goering hace propaganda nacionalsocialista… ¿No es algo sabido qúe el
comúnismo tiene miles de simpatizantes en Alemania…?
GOERING [gritando]: Lo qúe síú se sabe es qúe se estaú comportando de manera insolente,
qúe ha venido a qúemar el Reichstag… ¡En mi opinioú n ústed es ún criminal qúe deberíúa
ser enviado a la horca!
PRESIDENTE: Dimitroff, le he dicho qúe no haga propaganda comúnista. No se sorprenda si
el testigo se molesta.
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DIMITROFF [En voz baja]: Estoy múy satisfecho con la respúesta del ministro.
GOERING [Todavía gritando]: ¡Al infierno contigo, miserable!
PRESIDENTE: ¡Lleú venselo!
DIMITROFF [mientras está siendo sujetado por la policía]: ¿Tiene miedo de mis preguntas,
Herr Ministerpräsident?
Goering estaba fúera de síú de rabia. Sú voz se convirtioú en ún aúllido de fúria, sú rostro
enrojecioú profúndamente y empezoú a respirar con dificúltad; en opinioú n de ún observador,
inclúso parecioú mostrar senñ ales de miedo mientras intentaba acallar el sarcasmo insolente
y desapasionado de Dimitroff. Se dirigioú al búú lgaro mientras eú ste era sacado por la fúerza
de la sala y le gritoú : «¡Espera a qúe te pillemos fúera del júzgado, miserable!». Entonces,
abrúmado, se túvo qúe apoyar en la mesa de los testigos.
Dúrante toda la comparecencia de Goering en el tribúnal, Diels estúvo cerca de eú l,
escúchando cada palabra, observando todo movimiento. Hasta los úú ltimos minútos, Goering
era evidentemente consciente de ello, ya qúe hacíúa cambios en sú tono de voz o en sús
gestos mientras Diels rondaba a sú alrededor como ún director de escena. Diels, con lo qúe
parece insinúar ún cierto orgúllo, habíúa persúadido a Martha Dodd, con la qúe teníúa algo de
amistad, para qúe viniera a ver el júicio ese díúa, y Dodd creíúa qúe Goering habíúa cometido
ún error casi desastroso al perder los estribos con Dimitroff; la atmoú sfera, dijo, se volvioú
«demoníúaca[52]».
Goering sintioú la necesidad de hacer úna retirada digna de la sala. Antes de marcharse
hizo úna declaracioú n sobre la investigacioú n legal de las caúsas del fúego qúe teníúa lúgar en
Londres en esos momentos; en esa investigacioú n, en la qúe sir Stafford Cripps teníúa ún
papel importante, se habíúan presentado prúebas circúnstanciales qúe apúntaban a qúe los
nazis, no los comúnistas, habíúan incendiado el Reichstag [53]. «Me gústaríúa saber», dijo
Goering, «qúeú pensaríúan los ingleses, franceses o americanos si estúvieran haciendo ún
júicio políútico y los alemanes interfirieran de ese modo. Y ya qúe Inglaterra es la nacioú n qúe
acoge esa investigacioú n, me gústaríúa súgerirles a los ingleses qúe estúdien la historia del
incendio de sú propio Parlamento hace únos pocos cientos de anñ os. Veraú n qúe entonces no
se celebraban júicios como eú ste. Inclúso hoy en díúa se celebra el aniversario de esa
atrocidad, y se cúelga úna efigie para demostrar qúe el lúgar de tales personas es la
horca[*]». Pero el úú nico hombre qúe fúe hallado merecedor de ese destino en Alemania tras
cincúenta y siete díúas de examen de las prúebas recogidas por los hombres de Goering fúe
Van der Lúbbe, qúe habíúa permanecido sentado impasible y con expresioú n aúsente dúrante
la mayor parte del júicio. Solo eú l, el 10 de enero de 1934, se tambaleoú atúrdido hacia el
cadalso, donde fúe gúillotinado por el verdúgo, qúe vestíúa, como exigíúa la tradicioú n, atúendo
de etiqúeta, inclúyendo gúantes blancos y chistera.
Goering, fúrioso por la manera en qúe habíúa sido tratado dúrante el júicio, se qúejoú
amargamente a Hitler de qúe se sentíúa como si eú l húbiera estado en el banqúillo de los
acúsados y no los comúnistas. Hitler replicoú qúe poco se podíúa hacer para cambiar la
natúraleza de los tribúnales mientras Hindenbúrg sigúiera vivo.
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Las elecciones de marzo de 1933 sigúieron con dúreza al incendio. Habiendo púesto en
marcha la maqúinaria de sú jústicia ciega, Goering, entúsiasmado y lleno de energíúa, se
dirigioú al púeblo alemaú n por radio la noche del 28 de febrero y volvioú a volcarse en la
campanñ a electoral.
El 3 de marzo, dos noches antes de qúe Alemania volviera úna vez maú s a las úrnas,
Goering gritaba en Frankfúrt am Main: «Mis medidas no se veraú n impedidas por ningúna
decisioú n júdicial… no tengo por qúeú preocúparme por la jústicia; ¡mi misioú n consiste
úú nicamente en destrúir y exterminar, nada maú s [54]!». Se decidioú qúe el 5 de mayo seríúa el díúa
del despertar nacional, y concentraciones de hombres qúe desfilaban abarrotaron las
calles; el retúmbar de sús pasos se convertiríúa en el núevo latido del corazoú n de Alemania,
mientras qúe los interminables míútines convertíúan la noche en ún espanto. La radio y los
altavoces colocados en las calles transmitíúan las voces de Hitler, Goering y Goebbels a todos
los oíúdos. Votar contra tamanñ a presioú n era ún acto de valentíúa, pero el 5 de marzo se
depositaron maú s de doce millones de votos contra la violencia. Pero los nazis y sús aliados,
los nacionalistas liderados por Papen y Hindenbúrg, con ún total de maú s de veinte millones
de votos a sú favor, volvieron a proclamar úna gran victoria, aúnqúe sús 240 escanñ os les
otorgaban úna mayoríúa simple de dieciseú is en el Reichstag. Al caer la noche, las hogúeras de
la victoria ilúminaban las lomas.
Fúe entonces, en marzo de 1933, cúando se establecioú por completo el sistema de
campos de concentracioú n. Goering qúeríúa qúe se considerara a esos campos como centros
de rehabilitacioú n para aqúellos qúe súfríúan diferentes grados de criminalidad políútica, pero
en cúalqúier caso las miles de personas arrestadas hacíúan imposible la encarcelacioú n
normal. En Núú remberg, Goering testificoú qúe sús oú rdenes consistíúan en qúe «esos hombres
primero habíúan de ser reúnidos en campos, se propúsieron úno o dos campos, porqúe… no
sabíúa cúaú nto tiempo seríúa necesario mantener internadas a esas personas, ni coú mo
aúmentaríúa sú núú mero».
Los campos aútorizados por eú l («dos o tres en Prúsia») fúeron complementados
inmediatamente con los llamados Wilde Lager, campos no aútorizados creados por nazis
individúales; Goering mencionoú en Núú remberg ún campo cerca de Settin montado por
Karpfenstein, Gaúleiter de Pomerania, otro en Breslaú creado por Heines, y ún tercero cerca
de Berlíún cúyo fúndador era Karl Ernst («de qúien siempre sospecheú qúe cometíúa actos de
brútalidad»). Goering hizo qúe se claúsúraran esos campos.
La historia de los campos de concentracioú n no seraú faú cil de desenmaranñ ar. Goering
afirmaba qúe al principio tomoú la idea de los centros de internamiento qúe crearon los
ingleses dúrante la Gúerra de los Boú ers, y en la enciclopedia alemana la palabra
Konzentrationslager veníúa segúida inmediatamente de «Usados por primera vez en la
Gúerra Súdafricana». Goering púso a Diels a cargo de sús campos y dúrante sú júicio en
Núú remberg admitioú qúe túvieron lúgar brútalidades, anñ adiendo qúe «por súpúesto qúe di
instrúcciones de qúe esas cosas no deberíúan ocúrrir. Acabo de declarar qúe ocúrrieron y
qúe en mayor o menor medida ocúrrieron en todas partes. Siempre hice hincapieú en qúe
esas cosas no deberíúan ocúrrir, porqúe para míú era importante ganar a algúnas de esas
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personas para núestra caúsa y reedúcarlas». Entonces repitioú la conocida historia de sú
amistoso tratamiento del líúder del Partido Comúnista, Ernst Thaelmann. Thaelmann habíúa
recibido úna paliza dúrante sú interrogatorio, y al llegar a oíúdos de Goering lo súcedido,
hizo qúe lo llevaran a sú despacho para ofrecerle sús discúlpas. «Mi qúerido Thaelmann»,
dijo, «si ústed húbiera llegado al poder, probablemente yo no habríúa sido maltratado, sino
qúe ústed me habríúa cortado la cabeza de inmediato». Entonces le dijo a Thaelmann qúe
siempre tendríúa libertad para qúejarse de maltrato si ocúrríúa, y lo devolvioú a sús captores.
Habíúa hecho lo qúe consideraba adecúado para cúmplir con los derechos húmanos, pero
como eú l mismo dijo, «si empleas ún cepillo de carpintero, no púedes evitar hacer virútas».
La historia de la fase inicial de los campos estaú íúntimamente relacionada con las
profúndas rivalidades personales entre Goering, Roehm de las SA y Heinrich Himmler, jefe
de las SS. Goering, qúe, como hemos visto, a principios de febrero teníúa el control sobre la
policíúa de Prúsia, lo qúe a sú vez implicaba el control sobre úna gran parte de Alemania, y
habíúa incrementado sús poderes reclútando otros cincúenta mil aúxiliares procedentes de
las SA, las SS y el Stahlhelm. Al mismo tiempo habíúa creado úna fúerza policial secreta, la
policíúa políútica, bajo el mando de Diels. Mientras ocúrríúa todo esto, Himmler se convirtioú en
el jefe de policíúa de Baviera, circúnstancia qúe consideraba ún búen púnto de partida para
constrúir sú propia fúerza secreta, especialmente cúando qúedoú claro qúe Hitler estaba a
favor de establecer úna fúerza de policíúa únificada independiente de las diferentes
administraciones estatales. Reinhard Heydrich, deportista, miembro de las SS y oficial
expúlsado de la marina, se únioú a Himmler para seleccionar a los miembros de esta fúerza.
Para mantener a la policíúa políútica prúsiana bajo sú control, Goering la retiroú el 26 de abril
de sú sede bajo el techo de la administracioú n prúsiana y la llevoú ún cúartel general separado
en el núú mero 8 de la Prinz Albrechtstrasse, cerca de sú propio ministerio. Al hacerlo, púso
los cimientos de la fútúra Gestapo, la Geheime Staatspolizei (Policíúa Secreta del Estado),
como seríúa conocida oficialmente tras ser reconstitúida en júnio de 1933. Goering se
nombroú a síú mismo «Jefe de la Policíúa Secreta y de la Policíúa Políútica». Himmler, mientras
tanto, se hizo gradúalmente con el control de la policíúa del resto de los Estados alemanes y
para el anñ o sigúiente púdo pedirle a Hitler con eú xito qúe anñ adiera la Gestapo de Goering a
sús fúerzas policiales. Como lo describioú Goering en Núú remberg, «en aqúel momento no me
opúse expresamente a ello. No estaba de acúerdo, qúeríúa manejar mi policíúa a mi manera.
Pero cúando el Fúö hrer me pidioú qúe lo hiciera y dijo qúe era lo correcto y qúe era necesario
combatir a los enemigos del Estado en todo el Reich de manera úniforme, le entregúeú la
policíúa a Himmler, qúe púso a Heydrich al mando». Himmler, de hecho, se hizo cargo
oficialmente de la policíúa el 20 de abril de 1934.
Roehm, el líúder de las SA, qúe respondíúa directamente ante Hitler, estaba desarrollando
ideas qúe concerníúan al úso de las SA qúe eran diametralmente opúestas a las qúe teníúan
Hitler y Goering. Roehm qúeríúa qúe las SA reemplazaran de facto al ejeú rcito, con eú l mismo
como comandante general; Hitler qúeríúa mantener al ejeú rcito firmemente de sú parte y
dejar declinar gradúalmente al grúeso de las SA, ya qúe el úso políútico de las peleas
callejeras y el pistolerismo se habíúa convertido maú s en ún motivo de vergúö enza qúe en úna
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necesidad para la consolidacioú n del poder. Goering tambieú n aspiraba a convertirse en
comandante general del Ejeú rcito del Tercer Reich. Las SA, empero, teníúan sús propias
cúentas privadas qúe ajústar, y con la súspensioú n de los derechos de los ciúdadanos el 28 de
febrero, Roehm y sús hombres, como ya hemos visto, empezaron a montar sús propios
campos de concentracioú n desafiando maú s o menos en secreto a los centros oficiales de
detencioú n de Goering. Hacia finales de 1933 habíúa únos cincúenta campos de
concentracioú n, úna cifra algo diferente de los «dos o tres» de Goering.
El escaú ndalo de las brútalidades cometidas en esos campos se empezoú a filtrar
lentamente. Las palizas veníúan segúidas de chantajes; se pedíúan rescates para liberar a los
prisioneros de la prisioú n preventiva [Schutzhaft]. Los asesinatos se convirtieron en algo
comúú n, y hacia 1933 no era difíúcil encontrar múchos hombres qúe disfrútaban activamente
actúando con sadismo. Si, por sú propia admisioú n, se practicaba la crúeldad en los propios
campos y prisiones de Goering, eso no era maú s qúe la púnta del iceberg de dolor de los
lúgares controlados por las SA y las SS. Tanto Hitler como Goering hicieron ademaú n de
protestar contra esos excesos, púede qúe como simple formalidad. Dachaú fúe fúndado por
miembros de las SS en la primavera de 1933, y en abril los hombres de las SS llegaron a
disparar contra los de Goering cúando estos úú ltimos intentaron investigar ún campo no
aútorizado qúe se habíúa descúbierto cerca de Osnabrúö ck; en esa ocasioú n, Hitler obligoú a
Himmler a intervenir y desmantelar el campo. Pronto, sin embargo, inclúso Diels, el hombre
de Goering, se encontraríúa en inferioridad de condiciones frente a nazis tan violentos como
Ernst, el jefe de las SA de Berlíún, y Goering perderíúa sú poder como controlador de la policíúa
nacional ante el decidido avance de Himmler y sú ansia de poder. Heydrich establecioú úna
organizacioú n en Berlíún desafiando directamente a Goering, el SD, (Sicherheitsdienst, Servicio
Secreto), ún servicio secreto especial formado a partir de las SS. Goering para entonces
temíúa a Roehm, qúien a sú vez habíúa entrado a formar parte del gabinete de Hitler el
diciembre anterior. Sentíúa la necesidad de alinearse con algúien qúe representara el poder,
y optoú por aliarse con Himmler. Para ese entonces, en cúalqúier caso, los principales
intereses de Goering estaban en otro lado.
La historia de las actividades policiales de Goering no púede, por tanto, separarse de la
de sú búú sqúeda particúlar de poder. Reconocioú sú posicioú n como segúnda persona maú s
importante despúeú s de Hitler del núevo Estado qúe se estaba creando, y sú fúerza inicial
radicoú en búscar el dominio mediante el control de la policíúa.
El núevo Reichstag fúe inaúgúrado el 21 de marzo en Potsdam con pompa y
circúnstancia, precedido por misas tanto en la Pfarkirche catoú lica como en la
Garnisonkirche protestante. El presidente y el núevo canciller dieron discúrsos ante el altar
de la Garnisonkirche. El discúrso de Goering qúedoú reservado para sú reeleccioú n como
presidente del Reichstag cúando la caú mara se reúnioú maú s tarde en la OÁ pera Kroll de Berlíún;
habloú del sagrado fúego de la revolúcioú n y de la necesidad de únificar Alemania a traveú s de
Hitler. «Weimar ha sido vencida», afirmoú . «Es simboú lico qúe el núevo Reichstag haya
encontrado sú camino a la ciúdad de la qúe emanoú Prúsia, y con Prúsia, Alemania». Recordoú
entonces qúe el 21 de marzo era el aniversario del díúa en qúe Bismarck se dirigioú al primer
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Reichstag alemaú n en 1870 y qúe la familia alemana se habíúa reúnido en ún parlamento
alemaú n. El mismo díúa se promúlgaron decretos concediendo la amnistíúa por actos
criminales cometidos por los nazis dúrante el periodo de lúcha por el poder, y se crearon
tribúnales especiales para procesar los delitos políúticos contra el núevo reú gimen. Tres díúas
maú s tarde, el 24 de marzo, llegoú la famosa Ley Habilitante qúe otorgaba a Hitler poderes
dictatoriales en el Estado alemaú n, aprobada en úna sesioú n del Reichstag a la qúe múchos de
sús miembros no púdieron asistir por estar arrestados. Los hombres de las SA y las SS
estaban presentes mientras Goering intimidaba a aqúellos dipútados qúe se mostraban
hostiles gritando: «¡Silencio! ¡El canciller estaú ajústando cúentas!».
A principios de abril, Goering fúe de vacaciones a Italia. Allíú se reúnioú con Mússolini, qúe
le advirtioú en contra de la insistencia de los nazis en el antisemitismo; en ese momento se
habíúan anúnciado varios decretos contra los júdíúos en Alemania. Italia, segúú n Mússolini, no
podíúa permitirse apoyar a Hitler en ese asúnto. Goering tambieú n se reúnioú con el mariscal
Balbo, jefe de las fúerzas aeú reas italianas. El 10 de abril, mientras aúú n segúíúa en Roma,
recibioú ún telegrama de Hitler en el qúe lo nombraba primer ministro de Prúsia y le
reqúeríúa para qúe asúmiese sús deberes el 20 de abril; Hitler le daba las gracias
efúsivamente por sús servicios y por la «lealtad úú nica con la qúe has únido tú fe a la míúa».
Segúú n Goering, todo esto estaba acordado de antemano; como diríúa despúeú s: «Tambieú n
consegúíú a Herr Von Papen… consegúíú qúe se retirara de sú púesto de comisario para Prúsia
de forma qúe el Líúder púdiera entregarme el púesto a míú [55]». Goering regresoú a tiempo para
sentar las bases de la fútúra Gestapo el 26 de abril.
Goering ahora podíúa permitirse expandir sú vida domeú stica. Vivíúa en sú lújoso piso en
Kaiserdamm, qúe tambieú n le servíúa de oficina personal; allíú teníúa a ún agente de la policíúa
prúsiana y a ún SS de gúardia, y mensajeros de varios ministerios entraban y salíúan
constantemente. Una habitacioú n a ún lado de la sala principal conteníúa ún retrato al oú leo de
Carin sentada en úna ladera verde, rodeada de flores y con montanñ as coronadas de nieve de
fondo. La habitacioú n estaba decorada en azúl verdoso y dorado, y estaba ricamente
alfombrada. Bajo el cúadro habíúa úna mesa con ún cúenco con flores y dos pesados
candelabros de bronce. La habitacioú n era como úna capilla.
Hacíúa ya dieciocho meses de la múerte de Carin, y Goering se habíúa encallecido
convirtieú ndose en ún hombre resúelto y qúe vivíúa la vida de ún soltero, con ún seú qúito de
sirvientes oficiales y súbordinados. Fúe en ese momento cúando Robert Kropp, qúe seríúa sú
sirviente personal dúrante los sigúientes doce anñ os, vio ún anúncio en el qúe se pedíúa ún
ayúda de caú mara para ún caballero de importante posicioú n; veníúa el núú mero de ún
intermediario, y se concertoú úna cita, advirtiendo primero a Kropp qúe sú potencial patroú n
era Hermann Goering. Goering le hizo esperar varias horas, lúego lo vio y habloú con eú l sobre
sús cúalificaciones, pregúntaú ndole si sabíúa condúcir coches y pilotar úna motora. Kropp dijo
qúe era capaz de cúmplir con ambos reqúisitos. Goering le pregúntoú qúeú salario qúeríúa;
Kropp pidioú el salario normal para ún ayúda de caú mara de primera clase, qúe era 140
marcos mensúales, con alojamiento. Goering se lo pensoú ún momento y lúego le ofrecioú 90
marcos, pero le dijo qúe si demostraba ser búeno, sú paga pronto aúmentaríúa. Goering le
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advirtioú de qúe sú trabajo seríúa dúro y qúe tendríúa qúe estar preparado para estar de
servicio a cúalqúier hora. Kropp, qúe no estaba casado, accedioú a las condiciones. Tres
meses maú s tarde sú súeldo se habíúa doblado, con efecto retroactivo al mismo díúa en qúe
entroú al servicio de Goering[56].
Goering sigúioú sin volver a casarse dúrante tres anñ os. En 1932 conocioú a la mújer qúe
seríúa sú segúnda esposa: se trataba de la actriz Emmy Sonnemann, a qúien Goering vio
actúar en úna obra en Weimar y pidioú qúe le fúera presentada. Al principio ella se negoú ; no
teníúa múcha idea de políútica y no sabíúa si era Goering o Goebbels el qúe qúeríúa conocerla.
Pronto lo conocioú , en circúnstancias maú s formales, en úna recepcioú n y Goering se convirtioú
en ún amigo íúntimo, qúe búscaba relajarse en sú companñ íúa lejos del campo de batalla del
Reichstag y de las negociaciones qúe condújeron al nombramiento de Hitler como canciller.
Cúando el 30 de agosto de 1932 Goering fúe elegido presidente del Reichstag, la primera
carta qúe envioú con sello presidencial fúe úna nota a Emmy Sonnemann en Weimar qúe
decíúa. «Ich liebe dich. H.». Hacíúa menos de ún anñ o qúe era viúdo y esa atractiva mújer rúbia
de treinta y tantos anñ os le daba la admiracioú n y el apoyo de úna natúraleza caú lida y
femenina qúe sú temperamento, qúe en esencia era el de úna persona dependiente, siempre
necesitaba bajo esa corteza de mascúlinidad qúe mostraba en púú blico [57].
Emmy Sonnemann habíúa estado casada con ún actor llamado Koö stlin, pero el
matrimonio habíúa terminado en divorcio. Cúando conocioú a Goering sú madre acababa de
morir, y la relacioú n sentimental entre ellos se nútrioú de las peú rdidas qúe ambos habíúan
súfrido. La repútacioú n de Emmy Sonnemann como actriz era soú lida, aúnqúe limitada
dúrante múchos anñ os a los teatros de ciúdades como Hambúrgo, Viena y Weimar, la ciúdad
asociada a Goethe y Schiller y la favorita de Emmy.
Aúnqúe ya se hablaba de amor entre Emmy y Goering en fechas tan tempranas como
agosto de 1932, no se anúncioú ningúú n compromiso formal hasta el 9 de marzo de 1935.
Dúrante este periodo Goering estúvo, por súpúesto, profúndamente involúcrado en las
actividades del Estado. Pero el intervalo fúe largo, y húbo rúmores de compromiso entre
Goering y otras actrices, especialmente con la cantante de oú pera Margarete von Schirach,
hermana del líúder de las júventúdes nazis Baldúr von Schirach, y con Kaö the Dorsch [58].
Aúnqúe Goering amaba a Emmy, tambieú n qúeríúa segúir siendo fiel al recúerdo de sú
primera esposa. Carin no seríúa olvidada núnca, y Goering siempre permaneceríúa en
contacto con sú familia. Voloú al castillo de Rockelstad para la boda de la sobrina de Carin en
júnio de 1933 y al mismo tiempo visitoú la túmba de sú esposa en el cementerio de Loö voe.
Cúando Goering se convirtioú en primer ministro de Prúsia en abril de 1933, obtúvo el
derecho a otra residencia oficial ademaú s de la del presidente del Reichstag. Pero, como
ocúrre con la mayoríúa de hombres qúe saborean los primeros frútos del poder, no estaba
satisfecho con los rancios palacios de ún reú gimen múerto; qúeríúa expresarse a traveú s de
algo núevo. Mientras Goebbels, qúe habíúa sido nombrado ministro de Propaganda e
Informacioú n Púú blica en marzo de 1933, tiraba abajo el estúcado y cambiaba la decoracioú n
interior del Leopoldpalast en la Wilhelmplatz («No púedo trabajar en la penúmbra», dijo),
Goering decidioú despejar ún solar en la esqúina de la Prinz Albrechtstrasse con la
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Stresemannstrasse, cúyo nombre habíúa cambiado mediante las aútoridades locales al de
Hermann Goeringstrasse. Allíú se constrúyoú úna residencia úrbana a costa de los
contribúyentes al lado del núevo cúartel general de la Gestapo, para cúyas actividades Diels
se habíúa apropiado del local del Múseo del Folklore en Berlíún. El núevo palacio fúe
terminado a principios de 1934.
Desde ese periodo, el estado financiero de Goering estaba inextricablemente enredado
con las prebendas y recompensas de sús cargos. Sús súeldos oficiales declarados eran
relativamente peqúenñ os; presidente del Reichstag, 7200 marcos anúales; ministro del
gabinete, 12 000 marcos; comisario para la Aviacioú n, 3000 marcos; presidente del Consejo
Estatal de Prúsia, 12 000 marcos. Algúnos de estos cargos conllevaban asignaciones para
gastos y exenciones fiscales. Hitler siempre estaba dispúesto a dejar qúe Goering festejara
con el maú ximo lújo cúando la ocasioú n lo reqúeríúa. Ademaú s, Goering empezoú , en virtúd de sú
poderosa posicioú n, a reúnir sústanciosos intereses econoú micos en la forma de acciones y el
inflúyente perioú dico el Nationalzeitung de Essen se convirtioú en sú portavoz particúlar.
Thyssen afirmoú en sú momento qúe múchos empresarios, inclúyendo eú l mismo,
pensaban qúe Hitler restaúraríúa la monarqúíúa. Se sabíúa qúe Goering habíúa sido húeú sped del
antigúo Kaú iser en sú residencia de Holanda, y, aúnqúe Goering le contoú a Thyssen qúe el
príúncipe heredero le habíúa hecho comentarios desaprobadores hacia Hitler tras úna cena, el
príúncipe fúe invitado a ocúpar ún palco destacado en el primero de los Bailes de OÁ pera de
Goering. Algúnos de los empresarios se qúedaron impresionados por esta múestra de
fervor hacia los Hohenzollern.
El 20 de febrero de 1933, Goering invitoú a ún grúpo selecto de empresarios, entre ellos
Schmidt, Krúpp von Bohlen, Voegler de la Vereignite Stahlwerke y Bosch de la I G Farben a sú
Palacio del presidente del Reichstag para reúnirse con Hitler. Goering explicoú qúe el
propoú sito de la conferencia era crear ún fondo para las elecciones de marzo. Tras ún
discúrso de Hitler, se acordoú la cantidad de tres millones de marcos y Schacht fúe invitado a
administrar el fondo en nombre de todos los partidos de derechas. «Estas elecciones seraú n
con toda segúridad las úú ltimas dúrante los proú ximos diez anñ os», dijo Goering con aplomo a
sú distingúido púú blico. Por otro lado, los nazis ofrecíúan cíúnicamente socialismo a las clases
trabajadoras en sús discúrsos electorales. Heinden dejoú constancia de Goering en ún mitin
de masas celebrado en abril en el Sportspalast, despúeú s de terminadas las elecciones, dijo
qúe «no soú lo ha resúltado victorioso el nacionalsocialismo alemaú n, sino tambieú n el
socialismo alemaú n[59]».
Thyssen, como úno de los partidarios maú s leales de Hitler, fúe recompensado por
Goering con el cargo vitalicio de consejero del Estado de Prúsia, y asistioú a únas cúantas
reúniones (hasta qúe Goering las convirtioú de debates a sesiones aceleradas de «cúrsos de
nacionalsocialismo intensivo», ¡e inclúso Streicher fúe invitado a hablar!) Thyssen fúe
manipúlado para colaborar dúrante los úú ltimos díúas antes de qúe Hitler se convirtiera en
canciller mediante úna llamada telefoú nica de Goering advirtieú ndole de qúe los espíúas
habíúan obtenido informacioú n sobre ún incipiente golpe comúnista en el Rúhr y qúe Thyssen
estaba a la cabeza de la lista de rehenes propúestos. «¿Coú mo podíúa dúdar de sús palabras?»,
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escribioú el pateú tico indústrial, el hombre maú s destacado de la indústria alemana. «Por tanto,
empeceú a colaborar abiertamente con el reú gimen[60]».
Lúego, cúando Thyssen ya habíúa húido de Alemania y dictaba sús diatribas contra los
nazis rodeado de las comodidades de Cap-Ferrat, exclamoú : «Qúeú tonto he sido…», y a
continúacioú n reveloú lo qúe sabíúa de la corrúpcioú n reinante entre determinados jerarcas
nazis, particúlarmente de Goering. Thyssen afirma qúe Goering no pagaba sús deúdas si
podíúa evitarlo; de la pobreza pasoú a ser repentinamente úno de los hombres maú s ricos de
Alemania, obteniendo sús ingresos tanto de fúentes púú blicas como privadas. Como primer
ministro de Prúsia se convirtioú en administrador de todas las posesiones del Estado, y las
repartioú entre eú l y otros. A Hindenbúrg, qúe lo nombroú general en agosto de 1933 [61], le
entregoú tierras adicionales en Neúdeck, regioú n conocida en Alemania como «la vinñ a de
Nabot[*]» y posteriormente como «el campo de concentracioú n maú s peqúenñ o», porqúe el
presidente Hindenbúrg, qúe ahora contaba con ochenta y seis anñ os, pasaba allíú cada vez
maú s tiempo y apenas salíúa de sú posesioú n para participar en los asúntos de Estado o en la
vida social. Goering se reservoú para síú la vasta regioú n forestal de Schorfheide, donde
constrúiríúa sú Carinhall, y la dotoú de sirvientes, vigilantes y gúardabosqúes pagados por el
Estado. De manera similar, sú palacio privado en Berlíún era propiedad del Estado. El primer
ministro baú varo le regaloú ún terreno en los Alpes Baú varos jústo enfrente de la propiedad de
Hitler, ahíú se hizo constrúir úna villa.
Pronto se convirtioú en parte aceptada del sistema nazi el ganarse la búena volúntad de
Goering mediante ún sistema organizado de regalos, en particúlar regalos hechos en enero,
en sú cúmpleanñ os. Schacht describe el banqúete qúe dio Goering en 1934 para celebrar sú
cúmpleanñ os, y al rico editor al qúe se le concedioú el lúgar de honor júnto a sú anfitrioú n; le
habíúa regalado a Goering ún carrúaje de caza y cúatro caballos. El propio Schacht le regaloú
«ún cúadro de gran calidad de ún bisonte».
Goering habíúa vivido desde sú regreso a Alemania en 1927 en la periferia de los grandes
negocios y en el úmbral de hombres ricos y poderosos. Habíúa sido criado en circúnstancias
qúe le condújeron a creer qúe la gran vida era sú derecho, y qúe desde la derrota de
Alemania en 1918 se le habíúa privado de sú derecho natúral por nacimiento. Ahora la
púerta se habíúa abierto de par en par y se codeaba con los grandes propietarios. No era de
esperar qúe húbiera desarrollado úna eú tica refinada dúrante la trifúlca constante qúe habíúa
sido la políútica alemana en los úú ltimos cinco anñ os. El poder era tanto para úsarlo como para
ostentarlo, y con los núevos despachos y úniformes, los ministerios, palacios y criados, vino
el ansia insaciable de posesiones. Goering, alimentado desde sú júventúd con las imaú genes
de príúncipes del pasado, empezoú a acúmúlar sú botíún. Le gústaba compararse con la figúra
de ún noble renacentista.
Hacia 1933 se habíúa convertido en ún hombre múy obeso, y sú peso, qúe casi llegoú a los
ciento treinta kilos, le daba grandes problemas. Sú energíúa lo convertíúa en ún comensal
voraz, pero soú lo en ocasiones. De hecho, comíúa de forma esporaú dica y soú lo tendíúa a las
grandes comilonas cúando estaba en companñ íúa de sús invitados en algúno de sús
restaúrantes favoritos, como el Horcher. Cúando estaba solo, normalmente se conformaba
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con bocadillos y cerveza, adaptando sú horario de comidas a aqúello qúe estaba haciendo,
pero con frecúencia levantaba a Kropp en medio de la noche para qúe le trajera cerveza y
bocadillos, especificando qúeú tipo de qúeso o salchicha qúeríúa en ellos; tras eso, pasaba a sú
comida favorita, la pasteleríúa súave y cremosa, qúe, como Hitler, devoraba en grandes
cantidades. Rara vez se iba a la cama antes de las dos o las tres de la manñ ana, otro haú bito
qúe compartíúa con Hitler y tambieú n con Goebbels. Kropp, qúe permanecíúa despierto hasta
altas horas de la noche proveyendo de comida a sú patroú n, teníúa sin embargo oú rdenes de
despertarlo todos los díúas a las seis de la manñ ana. Rara vez teníúa qúe sacarlo de la cama, ya
qúe Goering súfríúa de insomnio. Normalmente lo encontraba ya en pie, afeitado y dúchado;
insistíúa en afeitarse eú l mismo con úna antigúa maqúinilla Gillette, y siempre se ocúpaba eú l
en persona de la manicúra de sús manos, cúidando múcho sú apariencia. Teníúa úna piel
múy súave, y como la mayor parte de los caballeros alemanes de la eú poca, úsaba talco en la
cara despúeú s de afeitarse. Eso, segúú n Kropp, daríúa origen al posterior rúmor de qúe úsaba
maqúillaje.
Era vago para determinados asúntos. No le gústaba ir a qúe le cortaran el pelo, y Kropp
siempre teníúa qúe insistirle para qúe se lo hiciera el barbero del Kaiserhof, qúe a menúdo
teníúa qúe esperar dúrante horas, pero qúe al final era aplacado mediante úna generosa
propina. Sobre todo, Goering era vago a la hora de vestirse eú l mismo. Aúnqúe estaba
desarrollando ún gústo extravagante por los trajes, no le gústaba meterse en sús ropas y
Kropp teníúa qúe vestirlo. Le gústaba llevar abrigos hechos especialmente para eú l y qúe casi
llegaban al súelo, daú ndole ún aspecto no solo de gran talla, sino imperioso. Las ropas
cenñ idas siempre le molestaban; y en cúanto podíúa se poníúa úna de las grandes batas qúe
habíúa encargado hacer especialmente para evitar constrenñ ir sú cúerpo.
Para dormir se poníúa ún camisoú n de seda con mangas abúllonadas; no le gústaban los
pijamas. Por el díúa, segúú n engordaba maú s y maú s, teníúa qúe cambiarse de ropas cada vez con
maú s frecúencia; súdaba en demasíúa y teníúa constante necesidad de cambiarse. En vanos
intentos por controlar sú gordúra, a veces emprendíúa vigorosos paseos por el campo en los
fines de semana[62].
Cúando fúe ascendido a general empezoú a mostrar ún creciente intereú s por los diversos
úniformes qúe reqúeríúan sús cargos. Siempre se habíúa hecho sús úniformes en Stechbarth,
los famosos sastres de Berlíún especializados en úniformes y ropas de gala. Cap, sú principal
cortador, pasoú múchos anñ os trabajando para Goering, arreglando y ajústando sús prendas
segúú n la forma cambiante de sú cúerpo. Cap sostiene qúe los rúmores exageraron
grandemente el tamanñ o real del gúardarropa de Goering. Teníúa úna gran variedad de
úniformes (algúnos de los cúales disenñ oú el propio Goering), sús trajes de paisano (núnca
maú s de úna veintena de trajes disponibles en ún momento dado), sús prendas especiales
(qúe preocúpaban a Cap por sú extravagancia), y sús ropas informales para el ocio. Le
encantaban las chaqúetas de cúero súave y los chalecos de fantasíúa. Goering siempre hacíúa
esperar a Cap cúando eú ste teníúa qúe tomarle medidas, pero lúego siempre se mostraba
encantador, jovial y se discúlpaba. Inclúso aceptaba los consejos de búena gana; úna vez
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descartoú ún pesado abrigo de pieles qúe habíúa encargado hacer porqúe Cap le senñ aloú con
tanto tacto como púdo qúe Herr Reichsminister estaba demasiado gordo para llevarlo.
Goering recibioú otras responsabilidades dúrante 1933 aparte de la creacioú n de ún
Estado policial, y úna de ellas fúe la conversioú n de Alemania en potencia aeú rea [63]. El 5 de
mayo de 1933, el cargo de comisario del Reich para la Aviacioú n se convirtioú en el Ministerio
del Aire, y Goering fúe nombrado ministro de Traú fico Aeú reo, ya qúe habíúa qúe segúir
aparentando qúe Alemania no planeaba crear úna fúerza aeú rea. Los clúbes de aviacioú n y
vúelo sin motor fúeron fúsionados en el Clúb Aeú reo de Alemania y la Unioú n de Aviacioú n
Deportiva Alemana bajo Brúno Loerzer, con la asistencia de Ernst Udet y otros nombres
famosos de la aviacioú n alemana. La prensa de Goebbels comenzoú a insistir en el tema de la
aviacioú n y la necesidad de úna fúerza aeú rea, y el 15 de júnio se organizoú ún gran Díúa
Nacional del Vúelo en el Aeropúerto berlineú s de Tempelhof.
En el Pacto de Paríús de 1926, se permitíúa a Alemania crear únidades de «policíúa aeú rea» y
de medios de defensa en el aire. Goering se aprovechoú inmediatamente de este hecho y creoú
la Reichslufts Schutzbund, la Unioú n de Defensa Aeú rea Alemana, úna organizacioú n qúe le daba
el control de la artilleríúa antiaeú rea y de las medidas de proteccioú n civil contra bombardeos.
El 29 de abril anúncioú la formacioú n de sú Unioú n de Defensa Aeú rea Alemana y públicoú ún
manifiesto dirigido al púeblo alemaú n en el qúe se advertíúa de la vúlnerabilidad de úna
Alemania indefensa ante ún ataqúe desde el aire; las naciones vecinas, afirmaba, teníúan diez
mil aviones qúe en el plazo de úna hora podíúan llenar los cielos de Alemania. Se instoú a todo
el múndo a qúe se úniera a la Unioú n como vigilante contra bombardeos y qúe preparara sú
hogar para defenderlo contra ún ataqúe; se editoú úna públicacioú n llamada Syren para el
movimiento y se planeoú ún programa de instrúccioú n. Se cobraba úna peqúenñ a cúota de
inscripcioú n. Para asegúrar ún «incidente» apropiado qúe úsar como palanca con los
poderes Aliados, el 23 de júnio todos los perioú dicos públicaron úna noticia terroríúfica con el
titúlar: «Plaga Roja sobre Berlíún: Aviones extranjeros de tipo desconocido escapan sin
identificar; Alemania indefensa». Blood-Ryan, el bioú grafo ingleú s de Goering antes de la
gúerra, dice qúe telefoneoú a Goering el mismo díúa para pedirle sú opinioú n. Goering contestoú
qúe «el incidente de ayer demúestra lo indefensa qúe estaú Alemania en realidad. No tengo
ni ún solo avioú n qúe púdiera haber empleado en defensa y persecúcioú n. Hareú todo lo qúe
esteú en mi poder para constrúir al menos únos cúantos aviones policíúa para estar
preparados contra ataqúes posteriores. Esos aviones policíúa no se convertiraú n en ún asúnto
de defensa militar, son úna necesidad absolúta».
Al poco tiempo, el ministerio de Goering se poníúa en contacto con la embajada inglesa
para pedir permisos de exportacioú n del gobierno ingleú s de forma qúe Alemania púdiera
comprar aviones «policíúa» y motores a fabricantes ingleses. Se concedieron esos permisos.
Hanfstaengl recúerda qúe formaba parte del grúpo qúe recibioú a sir John Siddeley en
Berchtesgaden a finales del verano de 1933, y coú mo sir John y Goering «se sentaron en úna
terraza con grandes ilústraciones y planos de aeronaves militares inglesas qúe Alemania
podíúa estar interesada en comprar[64]».
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Goering empezoú a reúnir a sú alrededor a sús viejos conocidos de la Primera Gúerra
Múndial. El coronel Karl Bodenschatz se le únioú como consejero personal y asistente
principal, y Erhard Milch se convirtioú en secretario de Estado de sú ministerio. En la
primavera de ese mismo anñ o, ún joven piloto formado en Lúfthansa, Adolf Galland, qúe
habíúa recibido instrúccioú n secreta en anticipacioú n a la posible necesidad de pilotos de
combate, fúe convocado a Berlíún. Se encontroú en presencia de Goering, qúe le explicoú qúe eú l
y otros pilotos seríúan enviados a Italia para recibir maú s formacioú n en secreto en las fúerzas
aeú reas italianas; el joven, impresionado por el entúsiasmo de Goering, se qúedoú
«asombrado por sú anchúra y volúmen». Regresoú de Italia convertido en «ún piloto de
combate casi perfecto» en otonñ o; en febrero pasoú de la aviacioú n civil a la «lista activa» y en
octúbre recibioú nombramiento de oficial. Anñ adioú , lo qúe es significativo, qúe la púrga contra
Roehm y las SA «levantoú poco revúelo en la gúarnicioú n… parecíúa qúe se trataba
principalmente de ún asúnto interno del partido [65]». Galland llegaríúa a ser úno de los
oficiales súperiores de Goering en la fúerza aeú rea, y úno de sús críúticos maú s severos.
Aúnqúe la existencia de la Fúerza Aeú rea Alemana no fúe reconocida formalmente hasta
el 1 de marzo d 1935, Goering se concentroú en crear úna consciencia de aviacioú n en
Alemania de todas las formas qúe encontroú . La indústria recibioú oú rdenes de prodúcir
aviones para vúelos civiles y transportes. Bajo la tapadera de la expansioú n de los servicios
civiles, se formaban pilotos y disenñ aban aviones.
Una vez convertido en oficial, Galland descúbrioú (aúnqúe en apariencia fúera ún civil)
qúe se esperaba qúe formara a otros pilotos de combate en Schleissheim, qúe describe
como la primera escúela de aviacioú n de gúerra de la Lúftwaffe alemana. Goering acúdioú allíú
en febrero de 1935 para explicar qúeú seríúa la Lúftwaffe y mostroú el úniforme qúe pronto
llevaríúan abiertamente. En abril Galland fúe destinado al grúpo comandando por Wolfram
von Richthofen, cerca de Berlíún; encontroú qúe tanto el aeroú dromo como los alojamientos
estaban a medio constrúir, pero síú qúe les entregaron ún núevo Heinkel-51. Galland pronto
estaríúa listo para Espanñ a.
Los cimientos de toda esta obra se púsieron dúrante 1933. A Goering le gústaba tomarse
ún respiro de sú labor de despacho y de las conferencias cúando podíúa dúrante los fines de
semana e iba a visitar los bosqúes al norte de Berlíún. Como para recompensarle y convertir
sú deporte en parte de sús deberes oficiales, Hitler le permitioú convertirse en Maestro de
Caza del Reich en mayo de 1933, asíú como Maestro de los Bosqúes Alemanes
[Reichsforstund-jägermeister], para lo cúal se creoú ún ministerio especial en 1934. Como
Maestro de Caza de Hitler, Goering disenñ oú ún úniforme especial qúe inclúíúa úna camisa de
seda blanca con sús mangas abúllonadas favoritas, sobre la qúe llevaba úna chaqúetilla de
cúero súave sin mangas.
Goering fúsionoú varias entidades con poder sobre la caza y las reservas forestales qúe
hasta entonces estaban en manos de los estados provinciales. Los extensos bosqúes de
Alemania eran importantes para sú economíúa, y empezoú úna serie de reformas en
silvicúltúra qúe redúndaríúan en beneficios permanentes. Sú amor por la natúraleza y el
campo se expresoú en los planes de reforestacioú n, irrigacioú n y preservacioú n de aú reas de
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belleza natúral. Introdújo leyes para la proteccioú n de animales silvestres y preservar
especies en extincioú n como el alce, el bisonte, el jabalíú, el cisne, el halcoú n o el aú gúila.
Fúe entonces cúando empezoú a interesarse cada vez maú s por el Schorfheide, úna gran
extensioú n de bosqúes y paú ramos jalonada de lagos qúe se extendíúa desde el norte de Berlíún
a la frontera polaca (en aqúel entonces) y la costa baú ltica; reintrodújo animales silvestres en
esta aú rea y decidioú qúe adqúiriríúa allíú ún terreno para eú l. Tambieú n visitoú el Rominten Heide,
en la frontera oriental de Alemania. Hizo traer bisontes y alces desde Súecia, Polonia y
Canadaú para experimentos orientados a revivir la críúa de esos animales, experimentos qúe
no siempre túvieron eú xito. En júlio de 1934 endúrecioú las leyes de caza en Alemania,
prohibiendo la caza excepto úna cúota estrictamente definida y soú lo para aqúellos cúyo
permiso mostraba qúe podíúan úsar ún arma. Todos los cazadores teníúan qúe ir
acompanñ ados de ún perro cobrador de forma qúe se púdiera encontrar y matar a los
animales heridos. Goering aproboú úna ley qúe prohibíúa la viviseccioú n de animales y
prohibioú todas las formas de caza fúrtiva, cazar a caballo y el úso de trampas de cepo y
alambre, ilúminacioú n artificial o venenos contra los animales. «Aqúel qúe tortúra a ún
animal hiere los sentimientos del púeblo alemaú n».
Dúrante 1933 empezoú a planear sú gran mansioú n campestre de Carinhall. Como
segúndo hombre maú s poderoso de la Alemania nazi despúeú s de Hitler, como primer
ministro de Prúsia, como Maestro de Caza y Bosqúes del Reich, sentíúa qúe teníúa derecho a la
mejor hacienda qúe púdiera encontrar a úna distancia razonable de Berlíún. Escogioú ún aú rea
en el Schorfheide donde habíúa ún pabelloú n de caza imperial constrúido en madera, cerca de
ún lago llamado el Wackersee. Aqúíú hizo qúe se delimitaran ún centenar de acres como
parqúe estatal qúe en sú mayor parte pasoú a ser de sú propiedad, donde úbicaríúa el núú cleo
de la casa qúe planeaba constrúir y el coto de caza qúe habíúa decidido crear para sús
caceríúas.
El Schorfheide era úna zona ondúlada y boscosa de brezales y paú ramos jalonados de
pinares, robledos y hayedos. Los enebros daban ún tono dorado a la escena en otonñ o,
mientras qúe los espinos, los agracejos y las retamas hacíúan variar los colores del paisaje,
interrúmpido por marjales con sús júncos y júncias, y por lagúnas rodeadas de pinos y
abetos. Los paú jaros carpinteros martilleaban en los aú rboles y los cisnes silvestres flotaban
en el lago con sús pollúelos. Goering convirtioú el Schorfheide en ún santúario para el ciervo,
el búú falo, el alce y el caballo salvaje y lúego comenzoú a planear la casa qúe, mientras servíúa
de monúmento al recúerdo de sú esposa, debíúa llevar el sello de la personalidad de Goering.
Carinhall estaba llamado a convertirse en algo úú nico entre los monúmentos constrúidos
por príúncipes y millonarios en nombre de sú orgúllo. Hitler, Goering y Goebbels eran todos
ellos arqúitectos aficionados, con gústos marcados en cúanto a constrúccioú n, decoracioú n de
interiores y mobiliario y cúyo eú xito políútico dio rienda súelta a esos gústos en úna orgíúa de
constrúccioú n. Pero de todas las estrúctúras levantadas dúrante el reú gimen nazi, Carinhall
fúe la maú s inúsúal, ún síúmbolo acúmúlativo de los súenñ os de sú constrúctor,
considerablemente ampliado y enriqúecido con el paso de los anñ os. Ayúdado por dos
joú venes arqúitectos, Helzelt y Túch, del Departamento Estatal de Arqúitectúra de Prúsia,
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Goering intentoú dejar constancia en piedra, metal, madera y mortero de sús ambiciones,
sentimientos, recúerdos y vanidad. Disenñ oú todos los detalles eú l en persona, hasta los
picaportes de las púertas: lo llamoú sú Waldhof, y el resúltado fúe úna cúriosidad
monúmental, úna especie de antigúa mansioú n de baroú n medieval alemaú n eqúipada con
todos los lújos y qúe combinaba úna simplicidad masiva con úna demostracioú n de riqúeza y
poder. En palabras de Gritzbach, «Hermann Goering concibioú el plano y la estrúctúra
sigúiendo únas directrices qúe expresaran sú personalidad fúerte y decidida». Ampliada
anñ o tras anñ o, Carinhall acabaríúa siendo úna mansioú n rúral de tamanñ o y aspecto
extraordinarios.
Una gran avenida arbolada condúcíúa a la mansioú n de tejados inclinados, constrúida
alrededor de los tres lados de ún extenso patio interior qúe conteníúa parterres, ún estanqúe
de nenúú fares y úna fúente coronada por la estatúa de ún caballo con ún jinete desnúdo. Un
claústro, cúyo techo estaba sostenido por grúesas vigas y colúmnas de roble, rodeaba el
patio, mientras qúe en la estrúctúra principal de la casa habíúa magníúficos portones,
importados desde el súr, encajados en la piedra y madera, el cúerpo principal estaba
levantado con bloqúes de granito de diversos colores. El edificio estaba disenñ ado para qúe
todas las ventanas exteriores túvieran vistas del lago o el bosqúe, y con sú tejado de paja en
mansarda, paredes blancas de estúco salpicado de gúijarros y bordes de piedra gris, se
pretendíúa qúe simbolizara la tradicioú n arqúitectoú nica germaú nica. La fachada central estaba
hecha en estilo goú tico, y cúando Goering se convirtioú en mariscal del Reich, se tallaron sús
armas (ún púnñ o en blindado sújetando úna porra) en ún frontoú n sobre el porche. Ademaú s
del primer patio principal habíúa ún patio interior dividido en úna serie de ceú spedes con
setos bien recortados y estatúas en bronce de Apolo, Artemisa y Ceres. Otro patio estaba
rodeado por plantas trepadoras y habíúa úna reprodúccioú n del Porcellino [*] de Florencia
semiocúlta entre los rosales.
En la parte central del edificio estaba el recibidor de la entrada principal, de únos
cúarenta y cinco metros de ancho, formando la principal galeríúa de arte qúe tanto placer
daba a Goering, el lúgar al qúe acúdiríúan las obras de arte qúe le regalaban y otros tesoros
artíústicos qúe ya empezaba a comprar o adqúirir por otros medios: cúadros de los viejos
maestros de la escúela flamenca y del artista alemaú n Lúcas Cranach, al qúe admiraba
múcho, y tapices de los talleres Gobelin. Dos escaleras gemelas de balaústradas de ún
blanco relúciente condúcíúan del recibidor al piso súperior. Otras salas principales inclúíúan
úna caú mara de reúniones al estilo medieval, ún centro para el trabajo oficial de grandes
vigas y chimenea de granito, la biblioteca principal, las salas de recepcioú n para visitantes y
la sala de mapas o de cartas, donde se celebraban conferencias de Estado Mayor bajo los
retratos de Federico el Grande y Napoleoú n. Posteriormente apareceríúa úna vasta sala de
banqúetes con colúmnas de maú rmol rojo de Verona. La mesa de esta sala estaba cúbierta de
seda, las sillas eran blancas y tapizadas en cúero, las cortinas estaban bordadas con la letra
H en coronas de laúrel cosidas en hilo de oro. Las paredes estaban cúbiertas de tapices con
figúras alegoú ricas qúe representaban la Júventúd, la Salúd y la Alegríúa; del techo colgaban
grandes aranñ as de cristal. Las ventanas estaban controladas eleú ctricamente y podíúan
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abrirse para mostrar úna vista sin obstaú cúlos de los jardines y el bosqúe. En el exterior, en
la terraza empedrada, los invitados eran servidos por lacayos con botas y pantalones verdes
de montar y júboú n a júego o por múchachas con botas de ante y chaqúetillas y faldas
verdes. La sala principal de estar teníúa dos antesalas, la Sala Dorada y la Sala Plateada, en
las qúe Goering exponíúa los fabúlosos regalos qúe recibíúa. La escalera al piso súperior
estaba adornada con las reliqúias y trofeos de las caceríúas de Goering. En ún gran aú tico
instaloú sú maqúeta de ferrocarril, con la qúe tantos distingúidos visitantes fúeron invitados
a júgar. La habitacioú n teníúa únos veinticinco metros de largo y el ferrocarril teníúa casi
dieciocho metros de tramo recto. El tren se hacíúa fúncionar desde ún panel de control
sitúado al lado de ún gran silloú n rojo.
Goering tambieú n teníúa úna peqúenñ a habitacioú n de trabajo aislada del resto de la casa
con mobiliario antigúo tiroleú s y con acceso a úna biblioteca privada donde gúardaba los
libros qúe maú s atesoraba, inclúyendo obras sobre historia noú rdica, volúú menes sobre la
historia y topografíúa de Alemania, estúdios sobre ciencia militar y aviacioú n, y libros sobre
arte, viajes y exploraciones. En verano úsaba todo ún pabelloú n privado para trabajar, lo qúe
le permitíúa sentarse al aire libre y contemplar el lago.
Carinhall teníúa ún soú tano en el qúe habíúa ún gimnasio, úna piscina tenúemente
ilúminada adornada con escúltúras y úna sala de júegos. En el gimnasio, Goering practicaba
sú púnteríúa disparando contra imaú genes moú viles de animales proyectadas contra la pared;
en la sala de júegos habíúa ún sistema eleú ctrico de aviones de pasajeros y trenes sobre ún
mapa. Por la noche el gimnasio se convertíúa en ún cine, al qúe acúdíúan los sirvientes. Cada
úno teníúa ún asiento asignado, como si fúera la capilla de ún antigúo aristoú crata senñ orial.
Las habitaciones de invitados, del personal y los criados eran coú modas y estaban bien
provistas; Goering qúeríúa ser reconocido como ún patroú n modeú lico.
Carinhall, como tantos visitantes la han descrito, era el resúltado de cambios y
ampliaciones qúe continúaron hasta los primeros anñ os de la gúerra. El edificio inicial era
múcho maú s peqúenñ o, ún esmerado pabelloú n de caza qúe completoú ún ejeú rcito de
constrúctores en el plazo de diez meses. Frente a eú l, cerca del lago, Goering constrúyoú ún
maúsoleo de granito de Brandenbúrgo qúe pretendíúa qúe contúviera el cúerpo de sú
esposa, cúya túmba en Loö eve afirmaba qúe habíúa sido profanada por antinazis súecos.
(Goering habíúa hecho poner úna núeva laú pida adornada con la esvaú stica sobre la túmba de
Carin, cúando estúvo de visita en Súecia dejoú úna corona de flores en forma de esvaú stica en
la túmba. Los antinazis súecos la retiraron, dejando úna nota qúe decíúa qúe «el alemaú n,
Goering» habíúa cometido ún acto de vandalismo y no deberíúa úsar la túmba de sú esposa
como medio propagandíústico). La núeva cripta estaba emplazada bajo tierra con ún tramo
de escalones qúe condúcíúan a ella. Goering encargoú ún gran feú retro de peltre a la firma
Svenks Tenn, cúyas lújosas múestras de mobiliario y orfebreríúa le habíúan atraíúdo cúando
estúvo en Estocolmo, en úna eú poca en qúe malamente podíúa permitirse tales decoraciones.
El feú retro de peltre fúe disenñ ado a tal escala qúe púdiera contener tambieú n el cúerpo de
Goering asíú como el de Carin. Goering estaba tan orgúlloso de la cripta como lo estaba de la
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propia Carinhall, y normalmente inclúíúa tambieú n la cripta cúando mostraba Carinhall a los
visitantes.
Una de las fiestas de inaúgúracioú n maú s elaboradas de las qúe organizoú Goering túvo
lúgar el 10 de júnio de 1934 y a ella asistieron únas cúarenta personas, inclúyendo a los
embajadores britaú nico y estadoúnidense. Sir Eric Phipps, el núevo embajador ingleú s, envioú a
sir John Simon úna larga e iroú nica descripcioú n de todo el festejo [66]. Goering llegoú tarde al
lúgar del bosqúe donde se habíúan reúnido los invitados; condúcíúa ún veloz coche de
carreras, vestido con «prendas de aviador de caúcho con botas altas y ún gran cúchillo de
caza al cinto». Primero dio úna conferencia sobre la faúna y flora de los bosqúes alemanes,
hablando en voz alta y con microú fono. Lúego intentoú qúe úno de sús bisontes machos
hiciera úna demostracioú n de apareamiento con algúnas hembras, pero resúltoú ún fracaso; el
semental «emergioú de sú cajoú n con la mayor de las relúctancias, y tras ojear tristemente a
las hembras, intentoú regresar a sú caja». Goering desaparecioú entonces, dejando qúe sús
invitados condújeran por los bosqúes hasta Carinhall, donde volvioú a recibirlos (esta vez
vestido con calzado de tenista, pantalones blancos de deporte, camisa de franela blanca,
chaqúeta de cúero verde y con el cúchillo de caza todavíúa colgado del cinto) y los llevoú a la
casa: en todo momento sosteníúa «ún instrúmento largo, con forma de arpoú n». Emmy
Sonnemann estaba presente, y estúvo sentada en el lúgar de honor del excelente banqúete
qúe túvo lúgar; Goering la presentoú como sú secretaria privada.
El embajador Dodd, al contar la historia en sú diario, escribioú qúe Goering, al qúe
describe como ún «hombre alto, gordo y jovial al qúe sobre todo le encantaba presúmir»
posteriormente les mostroú la casa «e hizo gala de sú vanidad en todo momento, caúsando a
menúdo qúe sús invitados se miraran entre síú con diversioú n». Finalmente los condújo a ver
la cripta, «la estrúctúra maú s esmerada de ese tipo qúe he visto jamaú s». Goering «alardeaba
de esa maravillosa túmba de sú primera esposa donde ún díúa, segúú n dijo, reposaríúan sús
restos». Dodd dice qúe eú l y Phipps se «cansaron de tales demostraciones» y volvieron a
Berlíún raú pidamente.
Unos pocos díúas despúeú s, el 19 de júnio, el cúerpo de Carin, transportado en el
sarcoú fago qúe teníúa grabadas las armas de las familias Goering y Fock, fúe enterrado en la
cripta de Carinhall con pompa macabra. Tras ún sencillo servicio religioso en Loö voe el
ataúú d, cúbierto con úna bandera con la esvaú stica, fúe colocado en ún vagoú n de tren forrado
de ramas verdes y repleto de flores. La corona de Goering de rosas blancas llevaba úna
tarjeta en la qúe habíúa escrito «A mi úú nica Carin». Cústodiado por úna gúardia formada de
nazis, el ataúú d viajoú por ferry a Sússnitz y lúego por tren hasta las poblaciones del norte de
Prúsia, qúe declaraban el estado de lúto segúú n pasaba el ataúú d, hasta qúe finalmente llegoú a
Eberswalde, donde fúe colocado en ún carro y llevado por carretera a Carinhall. Habíúa
hombres del partido de úniforme alineados a ambos lados del camino y úna banda militar
tocaba la Marcha Fúú nebre de Sigfrido de la oú pera El Ocaso de los Dioses. Hitler estaba
presente. Pero la ceremonia tan elaboradamente preparada se vio interrúmpida de súú bito.
Himmler llegoú tarde, paú lido y nervioso. Afirmaba qúe habíúa sido víúctima de ún atentado y
qúe úna bala habíúa destrozado el parabrisas de sú coche. Estaba ileso y no habíúa oíúdo
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ningúú n rúido del disparo. Dúrante únos pocos minútos el enterramiento fúe súspendido
mientras Himmler le súsúrraba sú historia a Goering y Hitler. Lúego, mientras sonaban
cúernos de caza y trompetas, el sarcoú fago fúe bajado a la cripta, donde ardíúan seis velas.
Despúeú s de qúe los porteadores húbieran salido, Goering y Hitler descendieron por los
escalones a rendir homenaje en silencio[67].
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5
El Paladíún de Hitler
Segúú n empezaba Goering a descúbrir las posibilidades de riqúeza y poder qúe le permitíúa
sú posicioú n encúmbrada en el Estado, sú intereú s inicial en el control policial y sú
administracioú n mengúoú . Era ún hombre impúlsivo, de gran actividad siempre qúe sú
atencioú n estúviera completamente centrada; le disgústaban los detalles minúciosos o tener
qúe segúir pendiente de los progresos de los planes qúe habíúa púesto en marcha con sú
indisciplinada energíúa.
El poder conllevaba sús propias satisfacciones, pero tambieú n ansiedades. La
desconfianza natúral qúe los jerarcas nazis se teníúan entre síú se vio incrementada de forma
inconmensúrable úna vez qúe adqúirieron los medios de destrúirse los únos a los otros.
Como resúltado, se formaron alianzas entre los miembros de la jerarqúíúa qúe rodeaba a
Hitler. Cada hombre eligioú a sús amigos temporales con algúnos recelos y nombroú segúndos
al mando cúya lealtad confiaba en mantener. Roehm era el hombre al qúe maú s temíúa
Goering; Himmler fúe el hombre con el qúe forjoú úna alianza y Diels fúe el hombre al qúe
eligioú como sú primer segúndo.
Las fúerzas organizadas alemanas dúrante el primer anñ o del reú gimen estaban
profúndamente divididas. El Reichswehr, el ejeú rcito alemaú n regúlar, estaba nominalmente
bajo la aútoridad civil encarnada en las personas del presidente del Reich y el ministro de
Defensa; pero de hecho teníúa sú propio alto mando, y el ministro de Defensa era ún general
del ejeú rcito, Blomberg, el hombre elegido por Hindenbúrg. Opúestas al Reichswehr estaban
las fúerzas privadas del nazismo, las SA y las SS, qúe a sú vez estaban divididas en ún
enfrentamiento mútúo. Las SA en ese momento estaban compúestas qúizaú s por dos o tres
millones de hombres, úna fúerza múcho mayor, aúnqúe tambieú n múcho menos disciplinada,
qúe la del Reichswehr. Roehm estaba al mando de este ejeú rcito de camisas pardas, mientras
qúe las SS, la elite de la violencia de camisas negras, aúnqúe nominalmente sigúieran siendo
parte de las SA, estaban bajo la aútoridad especial de Himmler desde 1929. Himmler, como
Goering, odiaba a Roehm, y era natúral qúe ambos hombres reconocieran ún intereú s comúú n.
La policíúa prúsiana de Goering y sú Gestapo se únieron mediante esta alianza con los
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departamentos de policíúa de los restantes estados alemanes, qúe Himmler, con el apoyo de
Goering, habíúa púesto bajo sú control con rapidez dúrante los úú ltimos meses de 1933.
Húbo úna prúeba de fúerzas preliminar qúe ganoú Roehm cúando Goering hizo ún
intento por demostrar sú prestigio como primer ministro de Prúsia en la inaúgúracioú n de
sú núevo Consejo de Estado de Prúsia el 15 de septiembre de 1933. El plan consistíúa en ún
paseo en coche segúido de ún pase de revista a las SA y SS en ún desfile especial qúe
Goering súgirioú qúe deberíúa tener lúgar en sú honor. Pero se dice qúe los informantes de
Goering le comúnicaron qúe Roehm y Ernst habíúan arreglado las cosas para qúe si la parada
teníúa lúgar, se llevara a cabo con tanto descúido qúe fúera ún insúlto púú blico para el primer
ministro Prúsiano. Como medida de defensa, Goering se vio obligado a cancelar ese acto de
glorificacioú n de sú persona y compartir los honores del desfile con Roehm y Himmler. El
embajador Dodd, qúe estaba presente de manera oficial, estimoú qúe cien mil hombres
úniformados cúbríúan las calles para la ceremonia.
Despúeú s de qúe Goering pronúnciase ún discúrso en el qúe hacíúa referencia
desdenñ osamente al sistema parlamentario al qúe el Tercer Reich habíúa reemplazado, túvo
lúgar el desfile con especial demostracioú n del paso de la oca. Este acto de vanagloria
personal dúrante úna ceremonia en la qúe Hitler no estaba presente fúe observado por el
cúerpo diplomaú tico, asíú como por hombres destacados de las artes, la políútica y la iglesia, a
los qúe el primer ministro habíúa invitado a convertirse en consejeros de Estado la misma
víúspera del periodo en el qúe cúalqúier forma de aútoridad independiente por parte de los
Estados alemanes seríúa abolida por Hitler.
Roehm era ún hombre de indúdable capacidad, y la actitúd del propio Hitler hacia eú l era
compleja y ambigúa. Excepto por sú periodo en el extranjero, habíúa pertenecido al partido
desde hacíúa maú s tiempo qúe el propio Hitler. Era ún soldado profesional, y a sú manera
habíúa hecho tanto como Goering por colocar a Hitler en úna posicioú n de fúerza qúe le habíúa
permitido ganar la cancilleríúa. Siempre parecioú estar en teú rminos íúntimos con el Fúö hrer,
trataú ndole de du, ún privilegio qúe se negaba a todos los demaú s, inclúyendo a Goering. La
consideracioú n instintiva de Hitler hacia Roehm, qúizaú s no exenta de ún cierto miedo a las
consecúencias de hacerlo enfadar, permitioú qúe se desarrollara ún largo periodo de tablas
entre ambos, úna sitúacioú n qúe se convirtioú en úna amenaza cada vez mayor para las
actividades del Fúö hrer. La visioú n de Hitler era maú s amplia y sútil qúe la de Roehm; Roehm
creíúa en el úso del poder a cara descúbierta, sin legalizar. Creíúa qúe las SA deberíúan
convertirse en el ejeú rcito revolúcionario de Alemania, absorbiendo y eliminando a la vez al
Reichswehr, y qúe eú l debíúa ser el comandante general de Hitler. La inflúencia de Hindenbúrg
mengúoú gradúalmente segúú n se retiraba a ún estado de reclúsioú n virtúal, y por tanto se
intensificoú el debate sobre la cúestioú n de qúieú n obtendríúa el mando legal del Reichswehr.
Las opiniones de Roehm eran ampliamente conocidas; no hacíúa ningúú n secreto de ellas en
sús discúrsos púú blicos. Por otro lado, Hitler hacíúa todo lo qúe podíúa para asegúrarse la
confianza del alto mando. Al mismo tiempo, creyoú qúe era búena idea convertir a Roehm en
miembro de sú gabinete el 1 de diciembre de 1933, y permitioú la públicacioú n en enero de
úna carta de homenaje qúe acompanñ aba al nombramiento y en la qúe aparecíúa la forma
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familiar du, daú ndole las gracias a Roehm por sús «servicios imperecederos». Esos favores
alarmaron y encolerizaron a Goering.
Roehm era ún conocido pederasta, como múchos de sús asociados, en particúlar
Edmúnd Heines, jefe de las SA en Silesia, ún asesino convicto a qúien Hitler destitúyoú en
1927 por sú condúcta indisciplinada, y al qúe lúego reinstaúraríúa en sú púesto en 1931.
Aúnqúe Hitler no se preocúpaba por la moral privada de sús segúidores, síú qúe le
preocúpaba múchíúsimo cúalqúier peú rdida de prestigio para el partido qúe podríúan
conllevar tales comportamientos infames. Inclúso asíú, fúe asombrosamente tolerante con
praú cticas qúe desde hacíúa algúú n tiempo eran conocidas y qúe eran tambieú n fúente
constante de qúejas de padres cúyos hijos habíúan sido atraíúdos a los dormitorios de sús
oficiales al mando. Mientras tanto, Goering fomentaba la recopilacioú n de prúebas qúe
fúeran perjúdiciales para Roehm; estas prúebas inclúíúan, segúú n Papen, el descúbrimiento
de qúe las SA hacíúan acopio de armas en secreto trayeú ndolas de Beú lgica. Goering y Himmler
recopilaron con empenñ o tanto hechos como rúmores qúe empanñ aran los nombres de los
líúderes de las SA: apropiaciones de dinero, comportamiento desordenado por embriagúez
en lúgares púú blicos, propaganda anticatoú lica en las úniversidades, sús flagrantes praú cticas
homosexúales. Roehm, sentado ahora a la mesa de los ministros de Hitler, les ayúdoú
inconscientemente al alienar a los tradicionalistas entre los ministros del gabinete,
inclúyendo al propio Fúö hrer, con sús insistentes exigencias en nombre de las SA. En febrero,
mes en el qúe Roehm presentoú ún memorando proponiendo qúe las SA fúeran fúsionadas
con el ejeú rcito y las SS bajo ún Ministerio de Defensa qúe claramente deseaba controlar,
Hitler le asegúroú a Anthony Eden, por entonces lord del Sello Privado, qúe se encontraba en
Berlíún para discútir el problema del desarme, qúe estaba dispúesto a redúcir
sústancialmente el poder de las SA. Las relaciones entre Roehm y los demaú s miembros del
gabinete responsables de la defensa se deterioraron todavíúa maú s cúando Hitler súpo qúe a
Hindenbúrg probablemente no le qúedaban maú s qúe únas pocas semanas de vida. Hitler
actúoú raú pidamente; dúrante abril y mayo mantúvo conferencias secretas con los
comandantes del Ejeú rcito y la Marina y les prometioú la disolúcioú n efectiva de las SA si le
apoyaban en sú toma de la presidencia tras la múerte de Hindenbúrg.
Mientras tanto, Goering no dejoú de sentir los cambios en el ambiente. Si el canciller
Hitler ya no necesitaba a la chúsma de las SA y qúeríúa olvidar sús víúncúlos poco dignos con
las calles, el primer ministro Goering ya no qúeríúa qúe se le considerara ún policíúa cúyos
hombres cada vez estaban maú s relacionados con excesos qúe no podíúa o no qúeríúa evitar. El
genial «paladíún» de Hitler, dúenñ o de dos grandes palacios en Berlíún, propietario de la
espleú ndida mansioú n de Carinhall, el embajador especial del Fúö hrer, anfitrioú n oficial de
diplomaú ticos y representantes extranjeros, Maestro de Caza del Reich, amante de las artes y
administrador del teatro estatal prúsiano y hombre de sabida relacioú n con úna actriz de
renombre, ya no podíúa permitirse qúe se le responsabilizara de la otra gran caúsa de
escaú ndalo púú blico y críúticas internacionales, la sangre de los hombres y mújeres tortúrados
qúe se filtraba por las paredes detraú s de las cúales las SS y la Gestapo llevaban a cabo sús
formas especiales de interrogatorio. Goering hizo demostraciones de sú clemencia dúrante
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el primer anñ o; por ejemplo, en el caso de los campos, posteriormente adúciríúa qúe habíúa
«ayúdado econoú micamente a las familias de los presos» y por Navidades ordenoú la
liberacioú n de cinco mil prisioneros[68]. Como hemos visto, en 1943, (segúú n sús propias
palabras) en ún gesto de generosidad hacia sú Fúö hrer, no opúso resistencia a la
transferencia del Ministerio del Interior de Prúsia (con sú policíúa, la Gestapo) al Ministerio
del Interior del Reich, y el 1 de abril, Himmler se hizo cargo de la policíúa nacional,
convirtieú ndose por tanto en el jefe de los «amados hijos» de Goering asíú como de las SS. Ese
mismo díúa Rúdolf Diels fúe nombrado jefe de policíúa de Colonia y retirado de sú oficina
central; el apúesto Reinhard Heydrich se convirtioú en el principal consejero de Himmler.
Goering empezoú entonces a reúnir otra peqúenñ a fúerza policial privada, el
Landespolizeigruppe, con base cerca de Berlíún, en Lichterfelde, para proporcionarle
segúridad personal en el probable caso de qúe húbiera problemas [68].
El campo estaba ya casi listo para la batalla, y el despliegúe de las fúerzas involúcradas
se fúe haciendo evidente gradúalmente. La primera fase fúe la discúsioú n qúe túvo lúgar en
mayo y principios de júnio; Goering sostúvo en Núú remberg qúe hizo qúe Roehm fúera
llevado a sú presencia y le acúsoú con los rúmores qúe circúlaban entonces de qúe preparaba
ún golpe de Estado con sú viejo amigo Schleicher y con Gregor Strasser. Inclúso el príúncipe
Aúgústo Gúillermo parecíúa estar implicado. Pero Gritzbach, el bioú grafo aútorizado, dice qúe
Goering acúdioú a Roehm y le rogoú qúe permaneciera leal. En cúalqúier caso, la discúsioú n
principal fúe la qúe túvo lúgar entre Hitler y Roehm y en la qúe, segúú n la versioú n de Hitler,
Roehm prometioú «arreglar las cosas». Hitler entonces anúncioú personalmente qúe las
tropas de asalto en conjúnto estaríúan de permiso dúrante el mes de júlio. Roehm respondioú
cogieú ndose úna «baja meú dica» con úno de sús efebos favoritos. Se retiroú a Baviera el 7 de
júnio, pero hizo úna ominosa declaracioú n qúe afirmaba en el fondo qúe las SA, a pesar de lo
qúe se hiciera para impedirlo, se reagrúparíúan en todo sú núú mero tras ese periodo de
permiso y qúe seríúan vistas como «el destino de Alemania». Entonces invitoú a Hitler a
conferenciar con los líúderes de las SA en Wiesse, cerca de Múú nich, el 30 de júnio. Hitler
aceptoú . Goebbels, haciendo lo qúe bien púdiera ser considerado como doble júego, se
mantúvo en contacto con Roehm, aparentemente en nombre de Hitler. Como Roehm, era ún
radical como Goering, empezaba a disfrútar de los frútos en sazoú n del poder. Pero era lo
maú s parecido a ún amigo qúe Roehm podíúa encontrar en el cíúrcúlo proú ximo a Hitler, y púede
qúe Goebbels se replanteara sú relacioú n con Roehm en caso de qúe húbiera ún golpe de
Estado en el qúe eú ste resúltara victorioso. La principal preocúpacioú n de Goebbels era
mantener sú posicioú n de poder. Asíú qúe fúe a Múú nich a ver a Roehm a la famosa
Bratwúrstgloö ckle. Hitler, sometido ahora a las constantes presiones de Goering para qúe
emprendiera acciones contra Roehm, se fúe a Venecia, vestido como ún viajante de
comercio deprimido, y allíú se encontroú con Mússolini, esplendorosamente úniformado.
La tensioú n aúmentoú cúando Papen, inspirado por úna peticioú n qúe le hizo Hindenbúrg
personalmente, dio ún discúrso en la Universidad de Marbúrgo el 17 de júnio en el qúe hizo
el úú ltimo gesto púú blico de oposicioú n procedente de las filas del gabinete contra la
imposicioú n del nazismo y los meú todos despoú ticos qúe úsaban sús companñ eros de gobierno.
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Fúe ún notable acto de valentíúa y expiacioú n por parte del hombre qúe tanto habíúa hecho
para darle a Hitler al poder y contra el cúal se sentíúa ahora obligado a protestar. Habloú como
ún catoú lico en nombre de los catoú licos, y arriesgoú sú vida al hacerlo. El tono del discúrso,
aúnqúe sú públicacioú n fúe súprimida inmediatamente, pronto fúe ampliamente conocido y
parecíúa probable qúe consensúara la opinioú n púú blica contra el partido nazi tanto dentro
como fúera de Alemania. Por tanto, ayúdoú a Hitler a decidirse a actúar mientras aúú n habíúa
tiempo. Ese mismo díúa Hitler se encontraba conferenciando con Goering y otros dirigentes
del partido en Gera, Túringia, e hizo referencia al «pigmeo qúe imagina qúe púede detener,
con ún par de frases, el renacimiento de la vida de todo ún púeblo». El 20 de júnio,
hablando ante el Consejo de Estado de Prúsia, Goering admitioú qúe habíúa descontento entre
el púeblo y qúe aqúíú y allaú habíúa brotes de «insatisfaccioú n». Entonces, refirieú ndose a lo qúe
se decíúa sobre úna segúnda revolúcioú n en Alemania, anñ adioú : «La primera revolúcioú n fúe
ordenada por el Fúö hrer y el Fúö hrer la terminoú . Si el Fúö hrer qúiere úna segúnda revolúcioú n
estaremos listos para ella, en las calles, manñ ana. Si no la qúiere, aplastaremos a cúalqúiera
qúe intente rebelarse contra la volúntad del Fúö hrer».
Al díúa sigúiente, el 21 de júnio, Hitler fúe a ver a Hindenbúrg en Neúdeck, pero
Blomberg le dijo qúe, a menos qúe modificara tanto la políútica como la líúnea de actúacioú n de
sú partido, el presidente en persona proclamaríúa la ley marcial. Ansioso y preocúpado por
la amenaza, Hitler se retiroú úna vez maú s a determinar qúeú debíúa hacerse; era evidente qúe
era reacio a la idea de caúsar la violencia entre sús propias filas y temíúa las repercúsiones
de cúalqúier accioú n draú stica dúrante este periodo inicial de consolidacioú n de sú poder,
cúando habíúa tantas fúerzas en el paíús dispúestas a oponeú rsele. Habíúan pasado múchas
semanas desde qúe le prometiera al alto mando súprimir las SA, y estaba claro qúe estaban
impacientes por ver qúe cúmplíúa esa promesa. Dúrante únos cúantos díúas, sús nervios
exigieron distraerse de la accioú n qúe se veíúa obligado a emprender por todos lados: por la
intransigencia de Roehm, por Hindenbúrg y las críúticas cada vez mayores del ejeú rcito a sú
liderazgo y por la insistencia de Goering de qúe ahora era el momento de limpiar los
establos de Aúgíúas.
La distraccioú n qúe úsoú fúe volar a múchos lúgares diferentes de Alemania, como ún
paú jaro asústado qúe apartara sú atencioú n del nido. Entre el 21 y el 29 de júnio estúvo en
Baviera inspeccionando úna carretera de montanñ a, en Essen asistiendo a la boda del
Gaúleiter Josef Terboven y visitando la planta Krúpp, y en Westfalia inspeccionando los
campos de trabajo. En Berlíún, el ejeú rcito fúe púesto en estado de alerta el 25 de júnio y
Roehm fúe formalmente expúlsado de la Sociedad de Oficiales Alemanes el 28 de júnio, el
mismo díúa qúe Goering fúe con Hitler a visitar la faú brica Krúpp y actúar como testigo en la
boda de Terboven. Esa noche, dúrante los festejos núpciales, Himmler llegoú a Essen
procedente de Berlíún con maú s informes sobre los súpúestos planes de Roehm. Se vio a
Hitler súsúrrar algo al oíúdo de Goering y se retiraron júntos a úna habitacioú n privada en el
Kaiserhof, donde hablaron hasta medianoche. Entonces, segúú n Gritzbach, se separaron y
Goering regresoú a Berlíún. La campanñ a ya estaba planeada. Las SS de Himmler y la policíúa de
Goering ya habíúan recibido oú rdenes de prepararse para entrar en accioú n. En Múú nich,
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Roehm, qúe habíúa recibido confirmacioú n de qúe Hitler asistiríúa a sú conferencia de las SA el
30 de júnio, hizo preparativos para ún banqúete en el Hotel Vier Jahreszeiten.
El viernes 29 de júnio, Hitler y Goering, de núevo segúú n Gritzbach, se mantúvieron en
contacto directo entre síú por medio de despachos enviados por avioú n qúe recorrieron los
casi qúinientos kiloú metros qúe los separaban. Inclúso asíú, Hitler se distrajo con úna visita a
algúnos campos de trabajo locales, tras lo cúal regresoú a sú hotel en Godesberg. Allíú
Goebbels se reúnioú con eú l por la noche, qúien traíúa noticias de qúe Karl Ernst habíúa púesto
en alerta a sús hombres de las SA en Berlíún, a pesar de la orden de Hitler de qúe estúvieran
de permiso desde el primero de júnio. Hitler tambieú n oyoú qúe se habíúa llamado a ún
especialista para qúe atendiera a Hindenbúrg. Los hombres qúe ahora estaban con Hitler
eran, aparte de Goebbels, Viktor Lútze, ún líúder de las SA en qúien confiaba, y Otto Dietrich.
Mientras tanto, Goering esperaba en Berlíún la orden final del Fúö hrer y estaba en estrecho
contacto con Himmler y Blomberg.
Posteriormente, Hitler afirmaríúa qúe recibioú ún mensaje alarmante de Goering por
teleú fono anúnciaú ndole qúe tanto en Berlíún como en Múú nich estaba a púnto de tener lúgar
ún intento de golpe por parte de las SA. De madrúgada envioú ún telegrama a Roehm en el
qúe decíúa qúe estaba de camino para reúnirse con eú l y lúego se apresúroú a tomar ún avioú n
en ún aeroú dromo cerca de Bonn para el viaje de dos horas a Múú nich. Cúando aterrizoú con
Goebbels, Lútze y Dietrich a las cúatro de la madrúgada, se encontroú con qúe los líúderes
locales de las SA habíúan sido púestos bajo arresto por el ministro del Interior de Baviera.
Con la ayúda de transportes militares, el destacamento especial Leibstandarte SS de Sepp
Dietrich, únos setecientos hombres, fúe traíúdo desde Berlíún para proporcionar los hombres
armados necesarios. Entonces Hitler, sús partidarios y el destacamento de los hombres de
Sepp Dietrich salieron de Múú nich en úna flota de coches qúe avanzaron en raú pida formacioú n
hasta el lago a únos sesenta y cinco kiloú metros de distancia. Allíú Roehm dormíúa sin gúardia
en el sanatorio Hanslbaúer. En la habitacioú n contigúa yacíúa Heines, abrazado a ún
múchacho. El convoy de Hitler recorrioú a toda velocidad la aútopista qúe atravesaba los
úmbríúos bosqúes en los qúe empezaban a filtrarse lanzas de lúz de las primeras horas de la
manñ ana; entonces los coches tomaron el camino al súr para llegar al Tegernsee.
El aútocontrol de Hitler en esos momentos era volaú til; llevaba virtúalmente sin dormir
ún tiempo considerable, y se acercaba el momento en qúe se enfrentaríúa a Roehm. Los
coches se detúvieron y los vengadores, liderados por el Fúö hrer, se acercaron en silencio.
Heines, segúú n Otto Dietrich, presentaba úna «escena asqúerosa»; eú l y el múchacho qúe le
acompanñ aba fúeron sacados por la fúerza, metidos a empújones en el asiento trasero de ún
coche y asesinados a tiros. Dietrich describe a Hitler dando vúeltas frente a Roehm a
grandes zancadas, «enardecido como ún ser súperior, la mismíúsima personificacioú n de la
jústicia». Roehm, todavíúa confúso por el súenñ o, no hablaba. Hitler llevoú a sús prisioneros de
vúelta a Múú nich y los encerroú en la prisioú n de Stadelheim. Allíú permanecieron mientras
Hans Frank, el ministro de jústicia de Baviera, hacíúa lo qúe podíúa dúrante el resto del díúa
para salvar sús vidas. Hitler los dejoú y se encerroú en la Casa Parda. Al final, los hombres de
Sepp Dietrich se qúejaron de qúe pronto estaríúa demasiado oscúro para qúe los pelotones
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de fúsilamiento púdieran disparar. Las llamadas úrgentes a Berlíún pidiendo confirmacioú n
de a qúieú nes habíúa qúe fúsilar de entre los nombres qúe aparecíúan en las listas
apresúradamente redactadas llevaron a la conclúsioú n de qúe diecinúeve de los doscientos
hombres retenidos debíúan ser eliminados de inmediato. Esos hombres fúeron llevados
apresúradamente para ser fúsilados en el crepúú scúlo, y otros fúeron ejecútados al díúa
sigúiente. Roehm no estaba entre ellos; dos díúas despúeú s, el 2 de júlio, se le invitoú a qúitarse
la vida. Cúando rehúsoú , fúe asesinado a tiros en sú celda por dos oficiales de las SA mientras
Roehm, desnúdo hasta la cintúra, permanecíúa en posicioú n de firmes como múestra de sú
desprecio.
En los acontecimientos de Berlíún no húbo lúgar para esos reparos e indecisioú n a la hora
de actúar. Allíú, como los generales del Julio César de Shakespeare, Himmler y Goering teníúan
preparadas y bien organizadas sús listas de múerte.
Todos estos morirán; sus nombres he señalado…
Y no vivirá; ved, con una marca lo condeno[*].
Goering estaba decidido a emprender acciones inmediatas contra los proscritos sin
detenerse en las formalidades de la jústicia, qúe húbieran podido caúsar retrasos
desafortúnados, como ocúrríúa en Múú nich úna vez qúe Hitler habíúa vúelto la espalda a los
acontecimientos. El Ministerio del Interior fúe ignorado. Los arrestos e interrogatorios
empezaron dúrante la noche bajo instrúcciones directas de Goering, qúe dirigioú la púrga
desde sú residencia personal en la Leipzigerplatz, con la ayúda de Himmler y Heydrich y de
sú asistente Paúl Koerner, qúe pertenecíúa a las SS. Criados de librea servíúan bocadillos
mientras los hombres qúe habíúan sido sacados de sús casas o apresados en las calles y
llevados a la casa de Goering permanecíúan bajo cústodia en las antesalas en ún estado de
temerosa incertidúmbre. Segúú n se gritaban los nombres de los úú ltimos qúe llegaban, se
podíúa oíúr a Goering gritando «¡Fúsiladlo! ¡Fúsiladlo!». Con los nombres tachados en las
listas de Goering, los hombres eran llevados a la múerte a la academia militar de
Lichterfelde, donde los hombres de la Landespolizei de Goering esperaban para actúar como
pelotones de fúsilamiento.
El aú rea alrededor de la casa de Goering estaba acordonada por gúardias de las SS
armados con ametralladoras. Bodenschatz, al qúe Goering habíúa enviado a búscar a Papen a
sú despacho, a donde habíúa sido convocado a primera hora de la manñ ana por sú nervioso
personal, condújo al vicecanciller a traveú s de ese despliegúe de fúerzas armadas. Goering le
contoú la sitúacioú n y se negoú en redondo a dejar qúe Papen actúara por sú cúenta o siqúiera
informara al presidente Hindenbúrg de lo qúe estaba ocúrriendo. Goering dijo qúe
controlaba perfectamente la sitúacioú n. Mientras tanto, Himmler se habíúa escabúllido de la
habitacioú n para dar la senñ al de úna redada contra la vicecancilleríúa de Papen, en la qúe los
principales miembros de sú personal fúeron arrestados o asesinados. Goering, con sú
escritorio cúbierto por úna avalancha de mensajes, ordenoú qúe se llevaran a Papen; fúe
púesto bajo arresto domiciliario con el teleú fono cortado. Papen admite qúe, al ordenar sú
arresto, Goering le salvoú la vida y qúe tanto Goebbels como Himmler qúeríúan qúe fúera
asesinado. Goering, consciente del efecto qúe el asesinato de Papen podríúa tener sobre la
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opinioú n púú blica, lo impidioú : Papen, despúeú s de todo, segúíúa siendo vicecanciller y amigo del
presidente[70].
Goering se apartoú momentaú neamente de sú sangrienta forma de administrar jústicia
para dar úna conferencia de prensa para corresponsales extranjeros en la cancilleríúa. Habloú
concisa y brútalmente sobre la púrga ante úna aúdiencia de periodistas agitados. Cúando se
mencionoú el nombre de Schleicher, Goering sonrioú . «Síú», dijo, «seú qúe a ústedes los
periodistas les gústan los titúlares. Búeno, aqúíú lo tienen. El general von Schleicher ha
conspirado contra el reú gimen. Ordeneú sú arresto. Cometioú la estúpidez de resistirse. Estaú
múerto», y con eso, abandonoú la conferencia[71].
Los arrestos y asesinatos prosigúieron dúrante el díúa y la noche. Schleicher y sú esposa
ya habíúan múerto a tiros en sú casa de Neú Babelsberg; Karl Ernst, qúe bien púdiera haber
sabido maú s de lo deseado sobre el incendio del Reichstag, fúe captúrado en la carretera de
Bremen mientras viajaba de lúna de miel con sú esposa, fúe llevado a Berlíún y fúsilado
mientras gritaba «¡Heil Hitler!»; los consejeros de Papen, Herbert von Bose y Edgar Júng,
múrieron tiroteados; Kahr, qúe habíúa desafiado a Hitler en 1923, fúe asesinado a la edad de
setenta y tres anñ os y sú cúerpo desmembrado y mútilado fúe tirado a ún pantano cerca de
Dachaú; Erich Klaúsener, el líúder de Accioú n Catoú lica, fúe asesinado; segúú n Heiden, Goering
ordenoú a Gerth, pese a sú anterior posicioú n como capitaú n de las Fúerzas Aeú reas y poseedor
de la Pour le Mérite, qúe se púsiera todas sús condecoraciones para qúe Goering púdiera
arrancaú rselas antes de enviarlo al paredoú n. Otras víúctimas fúeron el general Kúrt von
Bredow, amigo de Schleicher, Willi Schmid, ún críútico de múú sica (múerto por error al ser
confúndido con el Willi Schmid qúe era líúder de las SA) y el padre Bernhard Stempfle, de
qúien se dijo qúe sabíúa demasiado sobre la múerte de Geli Raúbal. El cíúrcúlo de violencia se
amplioú raú pidamente y en múchas partes de Alemania se zanjaron enemistades privadas a
manos de hombres qúe súpúestamente llevaban a cabo la púrga. Gregor Strasser fúe
arrojado a úna celda de la caú rcel de la Prinz Albrechtstrasse, donde las balas disparadas
contra eú l le reventaron úna arteria, salpicando con sú sangre las paredes de sú celda. Los
cúerpos de los fúsilados fúeron incinerados.
Por la tarde, Hitler voloú de Berlíún a Múú nich con Dietrich y Goebbels. Giseviús fúe testigo
de la escena en el aeropúerto de Tempelhof, el cielo de ún rojo sangre del qúe descendioú el
avioú n, el rostro paú lido y sin afeitar del Fúö hrer, la «diaboú lica» múeca sonriente de Goebbels,
las fantasmagoú ricas formalidades mientras Goering, Himmler y Frick se poníúan en líúnea
para salúdar al Fúö hrer, el ominoso silencio roto soú lo por el entrechocar de talones de los
gúardias. Detraú s de ellos úna gúardia de honor presentoú armas. Himmler sacoú de sú bolsillo
ún papel destrozado con úna larga lista de nombres y Hitler, Goering y Himmler
permanecieron en la pista de aterrizaje bajo el airado crepúú scúlo. El Fúö hrer contemplaba la
lista con ojos mortecinos y rostro gris mientras los demaú s le súsúrraban con gestos
insistentes. Hitler recorrioú la lista con el dedo y se detúvo en ún nombre, probablemente el
de Strasser; lúego acalloú los súsúrros de sús súbordinados con ún brúsco movimiento de
cabeza. No se dijo nada maú s y Hitler se dirigioú a sú coche.
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Los fúsilamientos, asesinatos y súicidios, reales o indúcidos, prosigúieron dúrante el díúa
sigúiente y Hitler, ya descansado, dio úna recepcioú n en los jardines de la cancilleríúa. Las
calles de Berlíún parecíúan tranqúilas mientras el embajador Dodd, ansioso por saber de sú
amigo Papen, condúcíúa lentamente hacia sú casa sin ver indicios de qúe húbiera pasado
nada malo. Los nombres de los múertos empezaban a filtrarse, pero los perioú dicos estaban
repletos de las noticias maú s inanes. Soú lo los corresponsales extranjeros intentaban ir maú s
allaú de los rúmores y hacerse con la historia completa de la noche de los cúchillos largos.
Goering ordenoú qúe todos los docúmentos sobre la púrga y otras prúebas relacionadas
fúeran destrúidos. La prensa alemana fúe silenciada por Goebbels. En la versioú n de lo
ocúrrido qúe presentoú el propio Hitler ante el Reichstag el 13 de júlio, el nombre de Roehm
fúe oscúrecido y los detalles esenciales qúedaron velados. «Todos deben saber para
ocasiones fútúras qúe si alzan la mano contra el Estado, sú destino es úna múerte cierta»,
dijo Hitler. EÁ l, y solo eú l, habíúa sido el súpremo responsable de hacer jústicia para el púeblo
alemaú n dúrante este periodo de peligro nacional, y por eso se habíúan dejado a ún lado los
júicios en tribúnales. Los acontecimientos, en cúalqúier caso, fúeron santificados por los
telegramas qúe Hindenbúrg envioú a Hitler y Goering el 2 de júlio; el dirigido a Goering
decíúa: «Acepte mi aprobacioú n y gratitúd por sú exitosa accioú n al súprimir alta traicioú n.
Salúdos cordiales. Von Hindenbúrg». Hindenbúrg era demasiado viejo y estaba demasiado
enfermo para saber lo qúe decíúa o lo qúe otros decíúan en sú nombre. La recompensa de
Himmler fúe maú s sústanciosa qúe meros telegramas y búenos deseos: las SS fúeron
convertidas en úna fúerza por derecho propio e independiente de las SA, qúe a sú vez
fúeron desmanteladas inmediatamente y redúcido sú estatús a úna organizacioú n civil de
atletismo. Papen, liberado únos pocos díúas despúeú s de sú detencioú n, afirmoú
vehementemente sú inocencia y dimitioú como vicecanciller. A finales de júlio Hitler le dijo
qúe se convertiríúa en el ministro alemaú n para Aústria, y Papen aceptoú pese a lo ocúrrido.
Goering estaba satisfecho con sú organizada eliminacioú n de los hombres qúe
consideraba cúlpables, hasta qúe, al acabar la semana, sú instinto de moderacioú n se impúso
y túvo la impresioú n de qúe la masacre ya habíúa dúrado demasiado. En Núú remberg afirmaríúa
qúe intercedioú ante Hitler el mediodíúa del domingo y consigúioú qúe proclamara úna orden
deteniendo las ejecúciones. «Me preocúpaba qúe el asúnto púdiera descontrolarse, como de
hecho, habíúa pasado hasta cierto púnto…». Entonces afirmoú qúe soú lo se habíúan ejecútado a
setenta y dos personas, la mayoríúa de ellas en el súr de Alemania. No es probable qúe se
conozca núnca la cifra definitiva del núú mero de asesinatos qúe túvieron lúgar. El total de
Hitler, segúú n sú alocúcioú n en el Reichstag, fúe de cincúenta y ocho ejecútados y diecinúeve
asesinados; Giseviús en Núú remberg dio úna estimacioú n de entre ciento cincúenta y
doscientas personas, y dijo qúe, ademaú s de la lista oficial de nombres númerados
recopilada por Goering, Himmler y Heydrich, habíúa otras listas secretas complementarias
de hombres a los qúe Himmler y Heydrich qúeríúan eliminar con la excúsa de la púrga. En las
provincias húbo múchos asesinatos locales, qúe algúnas estimaciones cifran en casi ún
millar.
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En agosto, cúando múrioú Hindenbúrg, Hitler se hizo con los poderes de la presidencia y
asíú se asegúroú el control del ejeú rcito, cúyos miembros al completo haríúan ún júramento de
lealtad a sú persona. Goering convocoú júntos a todos los oficiales de la Lúftwaffe en la gran
sala del Ministerio del Aire y les contoú la noticia de la múerte de Hindenbúrg con voz
apagada, hablando como ún actor en úna tragedia. Anñ adioú qúe los poderes del presidente
del Reich recaeríúan sobre el canciller del Reich, y desenvainoú sú espada para pedirles a
todos qúe hicieran el núevo júramento de alianza. Milch se adelantoú y púso la mano sobre la
espada, y mientras ún edecaú n leíúa en alto las palabras del júramento todos los presentes
alzaron la mano y las repitieron solemnemente. El júramento no hacíúa mencioú n, como en
otros tiempos, de la constitúcioú n de la nacioú n; la alianza de todos los hombres de armas
debíúa ser entregada sin reservas a la persona particúlar de Adolf Hitler [72].
Los primeros anñ os de control fúeron ún periodo dúrante el cúal el caraú cter de Goering
tomaríúa sú forma definitiva. Mientras acomodaba sú gran masa en el silloú n del poder,
mientras hacíúa acopio de todo lo qúe le gústaba, mientras pasaba de ser ún hombre de
medios modesto qúe vivíúa en pisos, ún hombre de negocios múy menores y ún demagogo
políútico a ser ún hombre acostúmbrado a la vida de palacios y ministerios, mientras se
reclinaba en sú cojíún de sirvientes y secretarios y contemplaba el interminable espectaú cúlo
del desfile de sús súbordinados, mientras experimentaba los recúrsos ilimitados de riqúeza
qúe veníúan a eú l sin tener qúe esforzase, Goering se volvioú de hecho maú s vúlnerable
precisamente porqúe teníúa maú s qúe perder. El poder desarrolloú sú debilidad de caraú cter
antes qúe sú fortaleza. La simple valentíúa fíúsica del piloto de combate, el alpinista o el
acroú bata aeú reo no era úna valentíúa moral; ahora qúe Goering teníúa grandes posesiones se
volvioú maú s dependiente qúe núnca de Hitler. El ser desplazado podíúa condúcir a la rúina y la
peú rdida de todo aqúello por lo qúe habíúa trabajado tan dúro en consegúir. Desde ese
momento, haríúa todo lo qúe Hitler le dijera, regodeaú ndose en sú súbordinacioú n y
compensaú ndola mediante demostraciones dirigidas a sú glorificacioú n personal qúe cada vez
seríúan maú s y maú s infantiles, y desarrollando úna personalidad volúble y exigente a la hora
de tratar con sú personal. La conveniencia, el motivo maú s comúú n a la hora de dirigir úna
sociedad aútoritaria, se convirtioú en úna de las claves del caraú cter de Goering. Era el
principal organizador de Hitler, sú portavoz, sú sombra. «Si el Fúö hrer lo qúiere, dos y dos
son cinco», dijo.
La actitúd de Goering hacia los júdíúos era la qúe se podíúa esperar de ún hombre asíú. En
el caso de Hitler, el antisemitismo era congeú nito; en el de Goebbels, úna conviccioú n
adqúirida, úna parte despiadada de sú deseo de venganza contra los editores y directores
teatrales júdíúos qúe se habíúan negado a corresponder a sús pretensiones artíústicas en sú
júventúd. La gran comúnidad júdíúa en Alemania, con sús destacados intelectúales, artistas y
sús firmas comerciales grandes y peqúenñ as, era ún blanco obvio para la vengativa avaricia
de esos nacionalistas extremistas y sús companñ eros de viaje cúyos verdaderos instintos
radicaban en el saqúeo o en el sadismo. Pero Goering no era antisemita por úna necesidad
emocional; se convirtioú en antisemita porqúe la políútica del partido lo reqúeríúa. Si algúien le
caíúa lo súficientemente bien, estaba dispúesto a pasar por alto la sangre júdíúa qúe túviera
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en las venas. El caso de Erhard Milch, cúyo padre era júdíúo, es conocido: para qúe Milch
púdiera convertirse en secretario de Estado del Ministerio del Aire, sú madre se vio
obligada a firmar úna declaracioú n afirmando qúe habíúa concebido a sú hijo con ún amante
qúe no era júdíúo. «¡Yo soy qúien decide si algúien es júdíúo!», dijo Goering [73].
En Alemania Renacida, el libro qúe Goering dictoú en únas pocas horas como propaganda
para Inglaterra, afirma qúe fúeron los júdíúos los qúe arrúinaron la economíúa alemana y qúe
«estrangúlaron sin piedad a sús húeú spedes alemanes econoú micamente maú s deú biles».
Afirma qúe «proporcionaron sús líúderes a los marxistas y comúnistas», y qúe el
levantamiento del púeblo alemaú n contra ellos habíúa sido úna «revolúcioú n ordenada e
incrúenta». En 1934, Neúrath informoú al embajador Dodd qúe Goering se habíúa convertido
en ún «moderado» en cúanto al problema júdíúo, y la biografíúa oficial de Goering escrita por
Gritzbach dice poco sobre sú campanñ a contra los júdíúos. «Goering en síú no es antisemita»,
escribioú Thyssen. Y sin embargo Goering se convertiríúa en 1935 en el defensor en el
Reichstag de las Leyes Raciales de Núú remberg y posteriormente seríúa ún activo persegúidor
de los júdíúos, particúlarmente a traveú s de los decretos econoú micos qúe presentaba contra
ellos.
No hay dúda de qúe Goering qúeríúa ser considerado como ún hombre moderado. Le
gústaba la comodidad, y el fanatismo le hacíúa sentirse incoú modo. Le gústaba evitar el tipo
de problemas qúe engendraba maú s problemas. Se veíúa a síú mismo como ún gran
organizador imaginativo, ún hombre con genio para hacer qúe las cosas fúncionasen, ún
diplomaú tico inspirado cúya tarea era reconciliar los deseos de Hitler con lo qúe era posible
poner en praú ctica en el Estado alemaú n. Se acercoú al problema júdíúo con caútela, por tanto,
sabiendo qúe podíúa ser caúsa de grandes trastornos econoú micos y qúe no podíúa ser zanjado
de manera rentable mediante pogromos y las formas maú s bestiales de persecúcioú n. Preferíúa
la extorsioú n legalizada.
De manera similar, era considerado «moderado» en sú actitúd a las iglesias en Alemania.
Aúnqúe, como diríúa eú l mismo en Núú remberg no era «lo qúe se púede considerar
practicante», le gústaba qúe se creyera qúe apoyaba los principales ritos de la Iglesia:
matrimonio, baútismo, sepelio; y, como segúndo hombre maú s poderoso del Estado, sentíúa
qúe debíúa dar a las qúe llamaba «personas de poca volúntad» ún ejemplo en ese sentido.
Creíúa qúe podíúa ser ún valioso intermediario para Hitler en cúestiones religiosas; despúeú s
de todo, como decíúa, sú madre era úna catoú lica mientras qúe eú l era ún protestante, asíú qúe
«conocíúa ambos bandos». Pero era múy consciente de qúe las iglesias podíúan ser peligrosas,
y estaba decidido a qúe el precio qúe los sacerdotes pagaríúan para qúe los dejaran
tranqúilos fúera el silencio en asúntos políúticos. Como dijo en Núú remberg: «En úna ocasioú n
le dije a Himmler qúe no creíúa qúe fúera inteligente arrestar a cleú rigos, y qúe mientras soú lo
hablaran en la iglesia qúe dijeran lo qúe qúisieran». Himmler no estúvo de acúerdo con eú l, y
los sacerdotes qúe no túvieron miedo de hablar contra el reú gimen recibieron el mismo
tratamiento qúe los laicos en los campos de concentracioú n.
En ún principio, a Goering le parecioú qúe lo mejor era inclúir a las iglesias en sú
patronazgo: por tanto, nombroú a destacados sacerdotes protestantes y catoú licos como
102
miembros de sú Consejo de Estado de Prúsia. En júlio de 1933 se firmoú ún Concordato con
el papa Píúo XI a traveú s del cardenal Pacelli, sú secretario de Estado, en el qúe se acordaba
qúe los nazis dejaríúan intactas las principales institúciones catoú licas religiosas y sociales, a
cambio de la garantíúa de qúe Sú Santidad prohibiríúa a sús sacerdotes en Alemania
embarcarse en controversias políúticas; al mismo tiempo, Hitler se propúso consegúir qúe el
sacerdocio protestante estúviera sújeto a úna prohibicioú n similar.
Hitler habíúa búscado imponer el principio de liderazgo sobre las iglesias protestantes
mediante el movimiento de «cristiandad alemana», qúe estaba liderado por ún capellaú n
militar llamado Lúdwig Múö ller; este movimiento dio ún apoyo incondicional a los nazis
pero representaba soú lo úna peqúenñ a seccioú n de la comúnidad protestante en Alemania.
Para únificar y controlar todas las confesiones protestantes, Hitler habíúa creado el
Episcopado del Reich para la súpervisioú n de todos los asúntos eclesiaú sticos y para la
regúlacioú n del clero, y habíúa dejado claro qúe esperaba qúe Múö ller fúera elegido
formalmente Obispo del Reich por la volúntad de la mayoríúa del clero. Este plan, sin
embargo, fúe paralizado momentaú neamente por el clero, qúe preferíúa al pastor Friedrich
von Bodelschwingh, ún antinazi qúe estaba dispúesto a hacer frente a la exigencia de qúe
ningúú n hombre de origen júdíúo púdiera segúir siendo miembro de úna iglesia protestante.
Goering, como primer ministro de Prúsia, ordenoú la disolúcioú n de las organizaciones locales
qúe habíúan apoyado a Bodelschwingh. A traveú s del ministro de Edúcacioú n de Prúsia impúso
inmediatamente la súpervisioú n civil del clero y al mismo tiempo asúmioú el control de la
propia Iglesia. La reaccioú n de Goering fúe el sigúiente anúncio:
He sabido con gran pesar de la dispúta eclesiaú stica qúe ha súrgido. Hasta la
revolúcioú n de 1918, el rey de Prúsia era el Súmmús Episcopús de la Iglesia de Prúsia.
En mi opinioú n, las fúnciones de ese Súmmús Episcopús han recaíúdo sobre el
Ministerio de Estado Prúsiano, es decir, sobre el primer ministro de Prúsia, y por
tanto sobre míú. Por esta razoú n, no es concebible ningúna alteracioú n en la
constitúcioú n de la iglesia sin mi aútorizacioú n. Mi gobierno no ha recibido de la Iglesia
ningúú n indicio sobre el nombramiento propúesto de Obispo del Reich.
De esta forma, Bodelschwingh fúe despachado súmariamente y Múö ller fúe elegido como el
primer Obispo del Reich qúe seríúa reconocido oficialmente por el Estado. Pese a esto y
segúú n Heiden, el presidente le dijo a Hitler, qúe habíúa sido convocado en júnio a Neúdeck
para entrevistarse con Hindenbúrg, qúe la interferencia de Goering con la libertad de las
iglesias era intolerable y qúe la direccioú n de los asúntos eclesiaú sticos debíúa hacerse de otra
manera. Hitler, consciente de los peligros, entregoú la súpervisioú n de las iglesias al Ministerio
del Interior del Reich de Frick.
Las relaciones entre Iglesia y Estado pronto se deterioraríúan, y el virúlento paganismo
de los jerarcas nazis precipitoú el antagonismo de catoú licos y protestantes por igúal. El
pastor Martin Niemoö ller, qúe en ún principio habíúa sido partidario de Hitler, se convirtioú en
el líúder del movimiento protestante de oposicioú n a los nazis. El embajador Dodd dejoú
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constancia escrita de las amenazas de Goering qúien, segúú n dijo, entroú sin ser invitado en
úna de las reúniones del Obispo del Reich Múö ller con otros obispos y líúderes eclesiaú sticos, y
arremetioú contra ellos, diciendo qúe teníúa ún registro de sús conversaciones telefoú nicas,
qúe estaban extendiendo la discordia en el Estado y qúe «rozaban la traicioú n». Dieciocho
meses despúeú s, en júlio de 1935, el embajador recúerda en sú diario «la impactante tinta
roja de los titúlares qúe llamaban la atencioú n sobre la declaracioú n de gúerra de Goering a
los catoú licos» cúya libertad de expresioú n ya no seríúa tolerada.
Goering estaba listo para cambiar sú forma de vida. Sú amistad íúntima con la actriz
Emmy Sonnemann ya dúraba maú s de dos anñ os, y sú mútúo afecto era bien conocido. Sú
compromiso fúe anúnciado oficialmente el 9 de marzo de 1935 y se casaron el 10 de abril [74].
El segúndo matrimonio de Goering fúe ocasioú n para únas celebraciones organizadas a
escala imperial. El 9 de abril, la noche antes de la boda, se celebroú úna vasta recepcioú n en el
gran saloú n de la OÁ pera, tras la cúal Goering y sús invitados tomaron asiento para la
representacioú n de gala de la segúnda mitad de Lohengrin, qúe se habíúa retrasado dúrante
úna hora mientras teníúa lúgar la recepcioú n. En el exterior, las calles estaban decoradas y úna
formacioú n de los núevos aviones de Goering voloú sobre la ciúdad rúgiendo sú potencia en
los ensordecidos oíúdos de la gente.
Las ceremonias de matrimonio túvieron lúgar primero en el ayúntamiento y lúego en la
catedral. Las entradas para asistir a la ceremonia en la catedral se vendíúan a veinte marcos
cada úna. Las calles estaban alfombradas de gúardias del N SDAP qúe manteníúan a raya a la
múchedúmbre júbilosa mientras Goering, en ún núevo úniforme de general de la Fúerza
Aeú rea, rematado con galones blancos, rayas blancas en los pantalones y grandes alas
blancas en la pechera, condúcíúa ún coche decorado con narcisos y túlipanes hacia el
ayúntamiento, donde tendríúa lúgar la boda civil. Hitler, qúe actúaríúa de testigo, condújo
desde la cancilleríúa. Emmy iba en otro coche, hasta qúe la líúnea de limúsinas convergioú en
úna procesioú n. El entúsiasmo de la múltitúd súbioú a núevas cotas y úna vez maú s los cazas
súrcaron el cielo. Al llegar al ayúntamiento, la novia y el novio fúeron recibidos con úna
fanfarria de trompetas.
En la catedral, el matrimonio civil fúe bendecido por la Iglesia. El Obispo del Reich,
Lúdwig Múö ller, oficioú la ceremonia; las palabras «si yo hablase todas las lengúas húmanas y
angeú licas y no túviera amor no seríúa maú s qúe metal qúe resúena o cíúmbalo qúe retinñ e [*]»
estaban en el texto de sú sermoú n a la gran congregacioú n de jerarcas nazis y diplomaú ticos.
Lúego vino otra gran procesioú n de coches hacia el banqúete de bodas en el Kaiserhof.
Despúeú s de qúe terminara, Goering y sú esposa fúeron en coche a Carinhall con algúnos de
sús amigos maú s íúntimos. Allíú Goering los abandonoú dúrante ún rato para ir a rezar júnto al
sarcoú fago de Carin en sú maúsoleo.
Al díúa sigúiente a la boda, Goering invitoú a determinados corresponsales al palacio
presidencial de Prúsia para qúe vieran la fastúosa coleccioú n de regalos de boda. Lúis
Lochner, qúe se encontraba entre estos periodistas, reparoú en los costosos tapices Gobelin
en la gran sala central y en ún oú rgano Wúrlitzer. Camúflada detraú s de ún cúadro de la
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escúela flamenca habíúa úna pantalla de cine. Con ún gesto expansivo, Goering habloú del
amor qúe le habíúa demostrado sú púeblo en la forma de los regalos qúe le habíúan enviado.
El regalo de Hitler consistíúa en ún retrato de Bismarck por Lenbach [*]. El regalo de
Goering a Emmy fúe úna tiara de amatistas y diamantes. Lochner súpo qúe los regalos
habíúan sido escogidos cúidadosamente y qúe los donantes maú s sensibles, inclúyendo
múnicipios, organizaciones, múseos e indústrias asíú como determinados amigos
acaúdalados, habíúan inqúirido por adelantado sobre qúeú le húbiera gústado tener a
Goering.
Goering y Emmy pasaron sú lúna de miel en Wiesbaden y lúego viajaron al súr para
qúedarse en úna villa en Ragúsa, en el Adriaú tico. Habíúa comenzado otra etapa en la vida de
Goering. Emmy, amable, maternal, sin intereú s en la políútica y acostúmbrada solamente a la
vida púú blica del teatro, se encontroú ahora con qúe era la primera dama de Alemania y
senñ ora de los establecimientos oficiales de Goering.
En el momento de sú segúndo matrimonio, Goering teníúa cúarenta y dos anñ os; sú esposa
teníúa la misma edad. El grado de inflúencia qúe ella teníúa sobre eú l era relativamente
peqúenñ o. Para entonces, el concepto qúe teníúa Goering de síú mismo era el de ún astúto
hombre de Estado, y sobre todo le encantaba hacer gala de la afabilidad por la qúe qúeríúa
ser conocido. Como múchos hombres de múndo, no qúeríúa qúe se le considerara
excesivamente instrúido; astúcia, ingenio, y habilidad, eú sas eran las cúalidades qúe era
búeno tener, pero no la mera inteligencia acadeú mica, para eso se podíúa contratar a otros
qúe la túvieran y lúego despedirlos, devolverlos a la estanteríúa a la qúe pertenecíúan como si
fúeran simplemente ún libro de consúlta. Goering preferíúa úsar sú vivo ingenio mientras
posaba para eú l mismo y el múndo como ún hombre corriente de talento, el hombre hecho a
síú mismo qúe habíúa llegado a lo maú s alto mediante trabajo dúro, úna gran determinacioú n y
fortaleza de propoú sito. Tales hombres merecíúan el amor y la admiracioú n de las mújeres.
Pero Goering no mezclaba sú matrimonio con la políútica excepto para pedirle a sú esposa
qúe fúera la anfitriona encantadora qúe ya era por natúraleza. Emmy creoú para eú l ún
trasfondo de vida domeú stica a la cúal regresaba cúando qúeríúa. Con ella, Goering siempre se
mostraba feliz, y a traveú s de ella aúmentoú sú amor por las artes y el teatro, y desarrolloú úna
núeva faceta qúe mostrar al múndo, la del coleccionista de arte. El coleccionismo pronto se
convertiríúa en úna obsesioú n.
Desde el aspecto social de la natúraleza de Goering aparecieron los grandes bailes,
recepciones, partidas de caza y otros entretenimientos qúe aúmentaron la felicidad de sú
matrimonio y la necesidad de los jerarcas nazis de darse a conocer y caer bien, si era
posible, a los representantes del múndo fúera de las fronteras alemanas. Hitler, remoto,
introspectivo y sometido a los estados maú s bajos de aú nimo, carente de edúcacioú n en las
costúmbres de la alta sociedad, dejaba tales ocasiones sociales a sús ministros tanto como
le era posible, sobre todo a Goering. Hitler teníúa sú propio seú qúito para los cúales sin dúda
sús monoú logos y arrebatos de mal húmor eran interesantes, ya qúe los aceptaban como
parte de sú genio particúlar. Goering núnca pertenecioú al cíúrcúlo maú s íúntimo qúe se sentaba
júnto al Fúö hrer ante la chimenea y pasaba las largas noches escúchaú ndole. No era, y no
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podíúa ser, el eremita antisocial en el qúe Hitler se convertiríúa de manera inevitable. Una a
úna, Hitler depositoú sobre los anchos hombros de sú «paladíún» súcesivas capas de poder
púú blico: el control de la fúerza aeú rea, el control de la economíúa y el emisario de sú volúntad
en el múndo de la diplomacia y la indústria. EÁ sa era la vida qúe maú s le gústaba a Goering,
pasando de ún asúnto a otro antes de qúe los detalles empezaran a abúrrirle, y úsando sús
talentos como anfitrioú n y aficionado a la caza en pro de los objetivos de sú amo.
Ningúna otra cosa alentaba los celos de los demaú s jerarcas nazis en la vida púú blica qúe
los grandes acontecimientos sociales de Goering, como el gran baile anúal de la oú pera qúe
organizaba en enero desde 1936 en adelante para celebrar sú cúmpleanñ os, y qúe continúoú
hasta bien entrados los anñ os de la gúerra. Estaba basado en los grandes bailes imperiales de
antanñ o, y aqúellos miembros de la familia real y la nobleza qúe simpatizaban con los nazis
acúdíúan a anñ adir el esplendor de sús tíútúlos a la celebracioú n. Las entradas para el baile eran
caras, asíú como la comida y la bebida. Pero la alta sociedad de Berlíún acúdíúa en masa para
estrecharles las manos al primer ministro y sú esposa, y bailar en selecta companñ íúa. Los
beneficios estaban destinados a la campanñ a de Aúxilio de Invierno [Winterhilfe] y al fondo
del teatro estatal. Múy pronto los ministros comenzaron a competir entre síú por súperar en
fasto a los demaú s cúando las circúnstancias asíú lo exigíúan; inclúso Goebbels, normalmente
críútico con tales extravagancias, organizoú úna recepcioú n qúe dúroú toda la noche en la isla
del lago Wannsee cúando se celebraron los Júegos Olíúmpicos de Berlíún en 1936, y Goering
respondioú con úna fiesta al aire libre ilúminada por focos en sú palacio de Berlíún; actores y
actrices bailaron en trajes del siglo XVIII y Udet organizoú úna demostracioú n de acrobacias
aeú reas. Como el tiempo de ese agosto era fríúo, se púsieron estúfas eleú ctricas bajo los cientos
de mesas en los jardines.
Hitler llevaba útilizando a Goering desde hacíúa algúú n tiempo como embajador itinerante
a traveú s del cúal podíúa contactar con el múndo exterior. A Hitler le contrariaba salir del
entorno familiar de Alemania y le molestaban las formalidades qúe implicaba tener qúe
negociar con extranjeros. Le disgústaban las reglas y convenciones de la diplomacia
profesional y desconfiaba hondamente de los fúncionarios de sú propio Ministerio de
Asúntos Exteriores. Paúl Schmidt, qúe en marzo de 1935 se convirtioú en el inteú rprete de
Hitler y qúe con frecúencia tambieú n trabajaríúa para Goering, observoú de cerca al Fúö hrer en
las ocasiones en qúe intervino para eú l en sús encúentros con estadistas extranjeros. Cúando
ejercíúa plenamente el control de síú mismo, Hitler era emocional, empaú tico, dado a hablar en
exceso y obsesionado con lo qúe decíúa, a menúdo parecíúa no ser consciente de los hombres
qúe estaban en sú presencia. A menúdo hablaba dúrante veinte minútos antes de parar y
permitir qúe Schmidt tradújera. Goering, por el contrario, cúltivaba úna apariencia de rúda
afabilidad qúe ocúltaba lo qúe Schmidt pronto descúbriríúa qúe era úna considerable
habilidad y destreza diplomaú tica. Hay qúe recordar qúe Schmidt era ún hombre de gran
experiencia, ún veterano fúncionario del Ministerio de Asúntos Exteriores, qúe habíúa
actúado de inteú rprete para Brúö ning y Stresemann. No era nazi y, pese a sús grandes
responsabilidades, evitoú únirse al partido hasta 1943.
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«Lo vi», dio Schmidt refirieú ndose a Goering, «en úna sitúacioú n múy delicada, qúe sorteoú
con úna habilidad qúe el púú blico alemaú n no húbiera creíúdo posible en este peso pesado con
modales de heú roe de novela de capa y espada… A diferencia de Hitler, estaba dispúesto a
dejarse convencer por súgerencias y argúmentos [75]». Túvo largas conversaciones con
Schmidt en las múchas ocasiones en qúe viajaron júntos, y estaba interesado en los relatos
de Schmidt sobre sús pasadas experiencias. Pero segúíúa teniendo en poca estima al
Ministerio de Asúntos Exteriores en conjúnto. «Se pasan la manñ ana afilando laú pices y las
tardes tomando el teú », fúe el dictamen de Goering sobre el cúerpo diplomaú tico.
«La políútica exterior era el dominio exclúsivo del Fúö hrer», dijo Goering en Núú remberg. El
propio Goering estúvo íúntimamente asociado a las negociaciones de Hitler con las potencias
extranjeras. Las ambiciones de Hitler apúntaban a la expansioú n de Alemania mediante la
únioú n gradúal de todos los púeblos de sangre germana en úna úú nica patria únificada qúe,
habieú ndose liberado de las húmillaciones de Versalles, emergeríúa como el poder central de
Eúropa. Qúeríúa lograr esto mediante el viejo principio de «legalidad» sin el coste, esfúerzo y
trastorno de úna gúerra, pero sabíúa qúe el miedo latente a la gúerra entre los Aliados y los
paíúses vecinos era sú arma maú s poderosa en cúalqúier negociacioú n qúe túviera qúe hacer,
ya fúera mediante canales diplomaú ticos, conferencias privadas de sús representantes
especiales o el foro púú blico de sús discúrsos y declaraciones. En tres ocasiones entre la
primavera de 1935 y la de 1938 emprendioú deliberadamente acciones qúe involúcraban el
riesgo de algúna forma de represalias qúe húbieran podido resúltar danñ inas e inclúso
fatales para eú l. Y, cosa extranñ a, todas esas acciones deliberadas túvieron lúgar en marzo: el
anúncio púú blico de la existencia de la Fúerza Aeú rea y la introdúccioú n del servicio militar en
1935, la reocúpacioú n de Renania y el repúdio abierto a Versalles en 1936, y la ocúpacioú n y
anexioú n de Aústria en 1938.
Para entonces, Hitler empezaba a tomarle la medida a las debilidades nacionales y a la
divisioú n de políúticas entre Francia e Inglaterra. Estaba aprendiendo a actúar como estadista,
a eqúilibrar úna afrenta contra los principios de esas naciones con ún discúrso apacigúador
qúe tranqúilizara sús miedos y les permitiera segúir manipúlaú ndolas. Tambieú n medíúa tanto
el poder como las debilidades de Mússolini y evalúaba los preparativos necesarios para el
conflicto qúe tendríúa lúgar finalmente con la fúerza ocúlta de la Unioú n Sovieú tica. Pero en
general se contentaba con esperar al momento adecúado, esperar a qúe se prodújeran los
acontecimientos qúe esperaba, aprovechando cúalqúier múestra de debilidad o maniobra
diplomaú tica qúe júgara a sú favor mientras continúaba haciendo acopio de fúerzas en sú
nacioú n. Teníúa la ventaja a corto plazo qúe tienen todos los políúticos sin escrúú púlos: era eú l el
qúe hacíúa qúe los demaú s intentaran adivinar qúeú pensaba, era eú l el qúe podíúa elegir el
momento de llevar a cabo las júgadas calcúladas, eú l qúien podíúa ofrecer acúerdos
espectacúlares en nombre de la paz y extingúir los miedos qúe eú l mismo habíúa plantado en
los pechos agitados de los nerviosos estadistas ansiosos por mantener las cosas como
estaban. Goering, el anfitrioú n hospitalario, el hombre de agradable discúrso franco y
directo, de palabras de ayúda dichas en confianza, se convirtioú en el principal portavoz de
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Hitler en Polonia e Italia dúrante este delicado periodo, el breve respiro en la políútica de
dominacioú n en Eúropa.
En 1933, aparte de sús encúentros con Mússolini en mayo y noviembre, Goering estúvo
ocúpado con asúntos en casa, pero en 1934 fúe a Belgrado para asistir al fúneral del rey
Alejandro de Yúgoslavia, qúe dúrante sú visita a Francia habíúa sido asesinado júnto con
Barthoú, el ministro de exteriores franceú s y enemigo de los nazis. Mientras estúvo allíú,
Goering acúsoú a los húú ngaros de estar involúcrados en el asesinato, lo qúe llevoú al gobierno
húú ngaro a qúejarse a Neúrath. Goering, de hecho, habíúa asistido al fúneral úú nicamente para
mejorar las relaciones entre Alemania y Yúgoslavia a expensas de Francia.
Los anñ os de 1934 y 1935 púsieron a prúeba la capacidad de Hitler de hacer presioú n
fúera de las fronteras alemanas. Aústria fúe el objetivo inicial de sú ambicioú n por únificar a
los púeblos de habla alemana; mientras maniobraba en direccioú n a la únioú n definitiva con
Aústria, Hitler túvo qúe hacer concesiones al intereú s de Mússolini en qúe conservara sú
independencia, ún intereú s temporalmente súscitado por el asesinato del canciller Dollfúss a
manos de nazis aústríúacos en júlio de 1934, cúando Mússolini habíúa enviado
apresúradamente tropas a gúardar el Paso de Brennero. Hitler inmediatamente se
desmarcoú de lo súcedido y habloú de pactos de paz para tranqúilizar a los gobernantes de
Francia, Inglaterra, Polonia e Italia. La Unioú n Sovieú tica se únioú a la Sociedad de Naciones en
septiembre y, en el Refereú ndúm Nacional para la Paz celebrado en Inglaterra, seis millones
de personas votaron a favor de la gúerra contra ún agresor. En enero de 1935 el Sarre
volvioú a pertenecer a Alemania tras ún voto abrúmador a favor de Hitler, y el anúncio
púú blico de la existencia del ejeú rcito y la fúerza aeú rea alemanes fúe segúido, tras las
protestas formales, por el triúnfo singúlar de Ribbentrop: el pacto naval qúe Inglaterra
firmoú en júnio, por el cúal Inglaterra, sin consúltar con Francia o Italia, permitíúa a Alemania
establecer úna flota a ún nivel qúe representaba el 35 por ciento de la propia flota inglesa.
El otonñ o del anñ o sigúiente vio la proclamacioú n de las leyes antijúdíúas de Hitler en
Núú remberg, las sanciones contra Mússolini propúestas por Inglaterra en la Sociedad de
Naciones tras sú ataqúe contra Abisinia (sanciones qúe resúltaron inefectivas y qúe soú lo
sirvieron para llevar a Mússolini a úna alianza directa con Hitler), el Pacto Franco-Sovieú tico
(qúe le dio a Hitler la jústificacioú n moral para repúdiar el Tratado de Locarno y el valor para
atreverse a reocúpar Renania en 1936), y finalmente el cíúnico Plan Hoare-Laval de
diciembre, qúe aspiraba a imponer sacrificios al emperador de Abisinia mediante la
Sociedad de Naciones, úna demostracioú n inmoral de coú mo detener la agresioú n fascista
repartiendo las tierras de otros púeblos. El plan fúe expúesto en la prensa y repúdiado por
el primer ministro Baldwin. El plan qúedoú súspendido hasta qúe, en mayo de 1936,
Mússolini ya habíúa conqúistado lo qúe qúeríúa y empújado al emperador Haile Selassie al
exilio, para vergúö enza y destrúccioú n de la Sociedad de Naciones como consecúencia final.
Fúe, como ha senñ alado A. J. P. Taylor en sú obra Orígenes de la Segunda Guerra Mundial
[Origins of the Second World War], ún ensayo general para Múú nich.
A Hitler no se le escapoú la moraleja de esos acontecimientos de los anñ os 1935-1936, y
dúrante este periodo habíúa empleado a Goering principalmente en Polonia y los Balcanes.
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En enero de 1935, Goering hizo la primera de sús múchas visitas a Polonia, cúyo jefe de
Estado, Piłsúdski, no se hacíúa ilúsiones sobre Hitler a pesar del pacto de no agresioú n qúe
habíúa firmado con Alemania en enero de 1934. Las relaciones entre Alemania y Polonia
eran necesariamente tensas debido a la historia; sú territorio habíúa sido tradicionalmente
úna tierra de nadie pasto de gúerra y la ocúpacioú n por los púeblos de Alemania y Rúsia. En
ese periodo Hitler deseaba mantener la oposicioú n polaca a la idea de ún pacto de segúridad
en el este qúe involúcrara a Francia, la Unioú n Sovieú tica y Polonia. Goering, qúe habíúa sido
invitado a úna caceríúa en el bosqúe polaco de Białowie, habloú de la «fortaleza y poder
dinaú mico de Polonia» y desdenñ oú cúalqúier idea de úna posible reparticioú n fútúra del
territorio polaco entre la Alemania nazi y la Rúsia bolcheviqúe. «Una frontera comúú n rúso-
germana», dijo Goering, «seríúa altamente peligrosa para Alemania». Inclúso insinúoú úna
«alianza antirrúsa y ún ataqúe conjúnto contra Rúsia» y se mostroú perplejo cúando los
diplomaú ticos profesionales le advirtieron qúe úsara con moderacioú n esas súgerencias
cúando tratara con Piłsúdski[76].
En abril Joú zef Lipski, el embajador polaco en Berlíún, qúe se mostraba amistoso hacia
Hitler, visitoú a Goering en úna de esas caceríúas diplomaú ticas qúe tanto complacíúan al
Maestro de Caza, ya qúe en esas ocasiones podíúa combinar los placeres de la caza en ambos
campos simúltaú neamente. Hitler, le dijo Lipski, le habíúa pedido qúe se especializara en
mejorar las relaciones polaco-germanas «independientemente de los canales oficiales», y
habíúa hablado úna vez maú s contra los rúsos, ya fúera sú reú gimen sovieú tico ú otro; Goering
tambieú n se qúejoú de la hostilidad de Mússolini. En mayo, cúando múrioú el mariscal
Piłsúdski, Goering representoú a Hitler en sú fúneral de Estado, al qúe tambieú n asistioú el
ministro de Asúntos Exteriores franceú s, Pierre Laval, qúe acababa de firmar sú alianza con
la Unioú n Sovieú tica. Goering, con intencioú n de aprovechar la oportúnidad de hablar con
Laval, se llevoú a Schmidt consigo, viajando en ún vagoú n especial únido a ún tren normal.
Schmidt se encontroú alojado en el compartimento de la cocina y Goering se discúlpoú por
ello entre risas. En Varsovia el tiempo era múy caú lido y Goering, con sú úniforme de general
de la fúerza aeú rea, marchoú júnto a Schmidt en la larga procesioú n, tardando cúatro horas en
recorrer las calles de Varsovia sigúiendo al carrúaje de artilleríúa qúe llevaba el cúerpo de
Piłsúdski. Jadeando y cúbierto de súdor, Goering caminoú pesadamente con el resto de los
asistentes y volvioú a hacerlo al díúa sigúiente en la segúnda procesioú n en Cracovia, donde el
jefe de Estado, heú roe nacional de Polonia, fúe finalmente enterrado. Dúrante el refrigerio
qúe se ofrecioú a los representantes extranjeros, Goering conocioú al mariscal Peú tain y a
Laval; se acordoú ún encúentro formal con el ministro de Exteriores franceú s para esa noche.
Ahora Schmidt podíúa ver a Goering en accioú n y anotar la forma en qúe repetíúa los
argúmentos de Hitler, úsando inclúso las mismas frases exactas. Goering no perdioú el
tiempo en atacar el reciente acúerdo. «Confíúo en qúe se lleve bien con los bolcheviqúes de
Moscúú , monsieur Laval», dijo. «En Alemania conocemos mejor a los bolcheviqúes qúe
ústedes los franceses… Ya veraú n los problemas qúe les caúsaraú n sús comúnistas de Paríús».
Entonces llenoú la conversacioú n con declaraciones y propúestas, declaraciones sobre el
rearme alemaú n y la Sociedad de Naciones, las propúestas, vagas y generales, sobre ún pacto
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aeú reo y la mejora de las relaciones franco-alemanas. Tales generalidades, «expresadas en el
lengúaje del hombre de la calle», observoú Schmidt, eran la teú cnica diplomaú tica de Goering.
Daba la impresioú n de úna gran sinceridad, ya estúviera perorando sobre los rúsos o
asegúraú ndole insistentemente a Laval qúe no habíúa absolútamente ningúna razoú n por la
qúe Francia y Alemania no púdieran ser búenos vecinos. Alemania, decíúa Goering, no
albergaba maú s qúe admiracioú n por Francia, y las viejas caúsas de dispútas, como Alsacia-
Lorena, ya no existíúan. Laval presentoú astútamente la alianza franco-sovieú tica como ún
gesto diplomaú tico de segúridad para el púeblo franceú s qúe en realidad podíúa favorecer el
establecimiento de relaciones amistosas con Alemania. De camino de vúelta a Berlíún,
Goering habloú largamente con Schmidt y estúvo de acúerdo con eú l en qúe la entrevista con
Laval demostraba el genúino deseo de Francia de llegar a ún acúerdo. Maú s tarde, en
septiembre, Goering invitoú a representantes polacos a úna caceríúa en Alemania, y a sú vez
fúe invitado por el Estado Mayor polaco en Białowie en febrero de 1936.
Dúrante úna prolongacioú n de sú lúna de miel en mayo de 1935, Goering y sú esposa
visitaron Búdapest. La visita fúe breve, y entonces viajaron a Sofíúa, Dúbrovnik y Belgrado. El
viaje dúroú hasta el 8 de júnio. En cada úna de las capitales, Goering fúe recibido por el jefe
de Estado y vio a los principales ministros, y sú visita, aúnqúe descrita como úna lúna de
miel, era evidentemente de natúraleza políútica, inspirada por la necesidad de contrarrestar
los efectos de los pactos franco-rúso y checoslovaco-rúso.
El 7 de marzo de 1936, Hitler se arriesgoú seriamente por primera vez y ocúpoú Renania,
y posteriormente Goering admitiríúa ante sir Ivone Kirkpatrick, primer secretario de la
embajada inglesa en Berlíún, qúe eú se fúe ún periodo de intensa ansiedad. Hitler habloú en el
Reichstag al mediodíúa, anúnciando el final del Pacto de Locarno (invalidado por la alianza
franco-sovieú tica), ofreciendo núevas propúestas de paz (inclúyendo pactos de no agresioú n
con Francia y Beú lgica y con sús vecinos orientales, ún pacto aeú reo con Inglaterra y úna zona
desmilitarizada a lo largo de la frontera franco-germana) y expresando sú deseo de
comenzar negociaciones para la reentrada de Alemania en la Sociedad de Naciones.
Entonces el Reichstag fúe disúelto por Goering. Dúrante la semana sigúiente, úna vez qúe
estúvo claro qúe Francia e Inglaterra tendríúan qúe aceptar la ocúpacioú n como hecho
consúmado, Goering y otros jerarcas nazis dejaron perpleja a la nacioú n insistiendo en
tribúna y radio en la generosidad y previsioú n de la políútica de asúntos exteriores de Hitler.
El 29 de marzo otro súpúesto plebiscito respaldoú ún comúnicado oficial segúú n el cúal el
48,8 por ciento de los adúltos alemanes cúalificados para votar habíúan dicho «Ja» a la
políútica de Hitler.
Goering entonces regresoú a Berlíún para cúmplir ún núevo destino en Alemania, el de
convertirse en senñ or de la economíúa alemana. Pero, antes de qúe púdiera prestar completa
atencioú n a esta núeva y absorbente obra, teníúa otro asúnto qúe tratar fúera del paíús, la
intervencioú n de la Lúftwaffe en la Gúerra Civil Espanñ ola.
La Gúerra Civil estalloú el 17 de júlio de 1936, y Hitler, qúe estaba en el Festival de
Bayreúth, recibioú úna carta del general rebelde Franco pidiendo ayúda. Tras consúltar con
Goering y Blomberg, decidioú qúe apoyaríúa a Franco con hombres, armas y aviones. El
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asúnto era secreto y no se podíúan hacer discúrsos, pero despúeú s de úna conferencia el 26 de
júlio, ún peqúenñ o grúpo de aviadores vestidos de paisano salioú hacia AÁ frica, donde les
esperaban sús aviones, qúe habíúan llegado antes. EÁ sa fúe la primera etapa en la formacioú n
de la Legioú n Coú ndor. Dúrante todo el periodo de la Gúerra Civil húbo pilotos de la Lúftwaffe
combatiendo en Espanñ a, con periodos de servicio comparativamente peqúenñ os, de forma
qúe el maú ximo núú mero de hombres púdiera ganar experiencia beú lica directa. Para Goering,
la Gúerra Civil Espanñ ola fúe úna bendicioú n; le proporcionaba a sús hombres servicio activo
en hostilidades qúe no afectaban a Alemania. Gúernica fúe ún ensayo de lo maú s conveniente
para Varsovia, Belgrado y Londres. Pero Goering no se involúcroú demasiado en esta
empresa peqúenñ a pero importante. La economíúa de Alemania era sú núeva obsesioú n.
El intereú s de Goering por participar en la vida econoú mica alemana habíúa empezado
dúrante 1935, cúando, despúeú s de úna consúlta con el Dr. Schacht, el ministro de Economíúa
de Hitler y (despúeú s de mayo de 1935) Plenipotenciario general para la Economíúa de
Gúerra, habíúa pronúnciado ún discúrso en Hambúrgo sobre el programa de rearme alemaú n
en el qúe se jactaba de la necesidad de sacrificar la manteqúilla por canñ ones. «¿Qúeú hace la
manteqúilla aparte de engordarnos?», gritoú , y la múltitúd bajo los focos rúgioú en respúesta
al ingenio de Hermann. Los anúncios de Hitler, en marzo, del servicio militar obligatorio
para aúmentar el ejeú rcito a treinta y seis divisiones y otra vez el 1 de abril, de la existencia
oficial de la Lúftwaffe, dejaron caer el velo transparente de secretismo qúe rodeaba al
rearme alemaú n. Schacht, desde sú nombramiento como ministro nacional de Economíúa en
septiembre de 1934, habíúa actúado en intereú s de Hitler con rapidez y habilidad, haciendo
imprimir papel moneda especial qúe no teníúa ni qúe ser contabilizado en las declaraciones
púú blicas de los bancos, para pagar asíú a los fabricantes de armas. Creoú creú dito como por
arte de magia basaú ndose en el trúeqúe, de forma qúe se púdiera importar materia prima
para la indústria armamentíústica. Tales acciones atrajeron a Goering, y qúeríúa participar en
ellas. En lo qúe se referíúa a conocimientos de economíúa, sabíúa qúe era ún completo
ignorante, pero confioú en sú habilidad para este núevo campo de la misma forma en qúe
habíúa actúado en el de la diplomacia, y compartíúa con Hitler el desagrado por los
profesionales, con sús extensos razonamientos de por qúeú no se podíúa hacer lo qúe se les
pedíúa. Schacht, en cosa de meses, habíúa transformado la economíúa alemana en úna
economíúa apta para la gúerra, organizoú la fabricacioú n de tanqúes, aviones y canñ ones y, al
animar al gasto gúbernamental, continúoú con la espectacúlar lúcha contra el desempleo,
qúe en diciembre de 1934 ya se habíúa redúcido a la mitad.
El primer paso oficial de Goering hacia el control econoú mico de Alemania vino cúando
Schacht pidioú a Hitler ayúda por parte de algúien de gran aútoridad para acabar con los
abúsos de divisas alemanas en el extranjero por parte de determinados cargos del partido
en ún momento en qúe los recúrsos de Alemania en otros paíúses escaseaban. Schacht
súgirioú a Goering, y el 27 de abril de 1936 Hitler anúncioú , qúe el primer ministro en el
fútúro se haríúa cargo del control de las divisas extranjeras y de la importacioú n de materias
primas. Goering aceptoú sú núevo cargo con entúsiasmo, aúnqúe solo fúera con el propoú sito
de úsarlo como medio para extender el alcance de sús poderes; sú sobrino, Herbert
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Goering, trabajaba en el Reichsbank y todo lo qúe Goering no entendíúa podíúa solúcionarse
faú cilmente dentro de la familia. Dos semanas despúeú s de sú nombramiento convocoú la
primera de úna serie de reúniones en la qúe Schacht estaríúa presente; en esas reúniones
hizo hincapieú en la necesidad de desarrollar sústitútos sinteú ticos de las materias primas y
respondioú a las objeciones sobre los costes prohibitivos de tal investigacioú n diciendo: «si
tenemos gúerra manñ ana, hemos de ayúdarnos con sústitútos. En ese caso el dinero no
tendraú ningúú n papel en absolúto».
Para Hitler, la planificacioú n econoú mica era ún problema y carecíúa de intereú s en tanto
púdiera entender el tema en teú rminos de conveniencia políútica. Consideraba el plebiscito
del 27 de marzo como úna abrúmadora respúesta del púeblo alemaú n a qúe sú políútica era
aprobada por todos los ciúdadanos. Esto le convencioú de qúe la nacioú n alemana estaba lista
para pagar el precio del rearme, y necesitaríúa al hombre maú s popúlar entre sús líúderes para
únir al púeblo y como síúmbolo de la caúsa.
Dúrante el verano, Hitler bosqúejoú el modelo de ún Plan de Cúatro Anñ os para la
economíúa alemana; segúú n Gritzbach, Goering fúe convocado a Berchtesgaden para oíúrlo y
volvioú deslúmbrado de admiracioú n. «Núnca me habíúan impresionado tanto la fúerza del
Fúö hrer, sú loú gica y la osadíúa de sús ideas… ¡Habraú consternacioú n en otros paíúses!». En úna
reúnioú n de ministros qúe presidioú el 4 de septiembre, el núevo intereú s de Goering era casi
palpable, aúnqúe todavíúa no se húbiera anúnciado sú nombramiento. Sermoneoú a sús
colegas sobre la necesidad de convertir a la indústria alemana en aútosúficiente como si la
nacioú n ya estúviera en gúerra. Alemania debíúa hacer lo qúe Rúsia ya habíúa hecho; despúeú s
de todo, dijo en esa ocasioú n, era inevitable qúe algúú n díúa Alemania y Rúsia entraran en
gúerra[77].
El primer anúncio del Plan y del nombramiento de Goering como sú comisario se hizo
en la reúnioú n anúal del partido en Núú remberg en septiembre. Esta reúnioú n fúe la maú s
espectacúlar hasta esa fecha e igúalaba en esplendor, asistencia y en la magníúfica
organizacioú n de los desfiles y formaciones de masas a la grandeza de Alemania en otros
tiempos. La proclamacioú n formal qúe otorgaba núevos poderes a Goering se hizo el 18 de
octúbre; teníúa aútorizacioú n para «emitir decretos y directrices generales administrativas» y
se le concedíúa el derecho a «cúestionar y emitir directivas para todos, inclúyendo las maú s
altas aútoridades del Reich». El plan entraríúa en vigor en febrero de 1937, y Goering afirmoú
qúe sú trabajo consistíúa en «poner toda la economíúa en pie de gúerra en el plazo de cúatro
anñ os[78]».
Es caracteríústico de Hitler qúe concediera úna aútoridad tan grande a Goering sin
consúltar primero con Schacht, qúe soú lo fúe informado con únos pocos díúas de adelanto de
qúe se iba a anúnciar ún núevo programa econoú mico. Se esperaba de eú l qúe dirigiera sú
ministerio de manera paralela al núevo departamento de Goering, qúe al momento empezoú
a acúmúlar úna larga plantilla de fúncionarios y a aúmentar las complicaciones
administrativas inherentes a úna economíúa controlada. Era inevitable qúe Schacht y
Goering, qúe antes se trataban en teú rminos amistosos, pronto empezaran a diferir. A
Schacht, el Plan de Cúatro Anñ os le parecíúa úna forma apresúrada y poco profesional de
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implantar las medidas qúe eú l mismo habíúa púesto en marcha. En sús escritos posteriores
menciona como ejemplos la extraccioú n de bencina a partir de carboú n y la ampliacioú n de las
operaciones de mineríúa y de la flota ballenera; Goering simplemente tomoú los planes de
Schacht como si fúeran súyos y los hinchoú . Al mismo tiempo se súbioú al estrado de orador y
convirtioú las dúras lecciones qúe habíúa aprendido sobre economíúa en discúrsos popúlistas,
remachando el mensaje con ún discúrso patriotero. «Núnca maú s debemos estar a merced
de úna mano extranjera en núestra garganta… Núestro plan debe tener eú xito, decíúos eso
úna y otra vez cúando os levanteú is por la manñ ana… Súprimireú a todos los paraú sitos… los
acaparadores seraú n tratados como estafadores… Una gran eú poca exige úna gran nacioú n». El
púú blico qúe abarrotaba la Deútschlandhalle el 28 de octúbre escúchoú la voz familiar qúe
vibraba por los altavoces, y el microú fono del estrado llevaba las palabras a traveú s de la
nacioú n en úna transmisioú n para todo el púeblo alemaú n. Múcho se dijo en la prensa sobre la
respúesta del púú blico a esta potente arenga, y crecieron las historias sentimentales sobre el
hombre del partido qúe habíúa hecho úna colecta de 637 anillos de boda procedentes de los
dedos de sús camaradas para ayúdar a sú paíús y de la ninñ a peqúenñ a qúe envioú sú brazalete
como regalo a Goering. En otra ocasioú n posterior, Goering mismo estaríúa en las calles de
Berlíún rieú ndose mientras la gente se apinñ aba a sú alrededor para introdúcir moneda
extranjera en la húcha de colecta qúe llevaba en la mano.
Goering ya habíúa anúnciado sú primer decreto laboral el 24 de octúbre, ordenando
trabajo extra para la labor de cosecha. El 9 de noviembre se emitieron maú s decretos para
reclútar mano de obra para el programa de rearme alemaú n. Como dictador econoú mico de
Alemania, Goering se vanagloriaba de sú estatús de lego en la materia. «No reconozco la
santidad de ningúna ley econoú mica», dijo. «La economíúa siempre debe ser la servidora de la
nacioú n… Núnca he sido miembro de úna júnta de directores ni lo sereú jamaú s. Ni tampoco
soy ún agricúltor. Excepto por únas pocas macetas qúe tengo en el balcoú n, jamaú s he
cúltivado nada. Pero estoy preparado de corazoú n y alma, con mi firme creencia en la
grandeza de la nacioú n alemana, para dedicar todas mis energíúas a esta gran tarea».
En diciembre, Goering celebroú úna conferencia de empresarios de la indústria, y Schacht
se qúedoú horrorizado cúando oyoú a Goering invitar a sú púú blico a qúe introdújeran letras de
cambio extranjeras por cúalqúier meú todo, legal o ilegal, y úrgioú a la indústria a prodúcir,
túviera beneficios o peú rdidas. Schacht afirma qúe respondioú dicieú ndole a ún púú blico similar,
únas pocas semanas despúeú s, qúe evadir las leyes de divisas segúíúa siendo púnible, en lo
qúe a eú l respecta, y qúe prodúcir con peú rdidas «consúmiríúa la mismíúsima sústancia vital del
púeblo alemaú n». Cúando Goering se qúejoú de esto, Schacht se negoú a cambiar de actitúd, asíú
qúe Goering arrebatoú al ministerio de Schacht la responsabilidad de hacer los pedidos de
armamento[79]. Habiendo establecido sú departamento, colocoú a sú viejo amigo Paúl Koerner
al frente de eú ste con el rango de secretario de Estado. Esto resúltaríúa ser ún grave error;
Koerner era bastante incompetente a la hora de tratar con los intrincados problemas de la
indústria, la cúal no comprendíúa en absolúto.
En lo referente a Asúntos Exteriores, los sigúientes seis meses de 1936 fúeron testigos
de la desaparicioú n gradúal de las diferencias entre Alemania e Italia. Mússolini habíúa
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aprobado el «acúerdo de caballeros» negociado por Papen y el Dr. Kúrt von Schúschnigg, el
súcesor de Dollfúss como canciller Federal de Aústria, acúerdo firmado en júlio; en ese
acúerdo Hitler reconocíúa la soberaníúa de Aústria a cambio del derecho para los nazis
aústríúacos de participar en las responsabilidades políúticas del Estado: ún paso importante
hacia el fútúro Anschluss. La intervencioú n abierta de Mússolini en Espanñ a hizo qúe
Inglaterra endúreciera sús posiciones hacia Italia, mientras qúe el patrocinio britaú nico para
la imposicioú n de sanciones mediante la Sociedad de Naciones hizo qúe Mússolini
endúreciera sú posicioú n hacia Inglaterra. Hacia noviembre, el Dúce úsaba ya el teú rmino
«eje» en referencia a las relaciones de Italia con Alemania, y estaba perdiendo intereú s en
apoyar activamente la independencia de Aústria, donde Papen preparaba el camino lenta
pero satisfactoriamente para la fútúra anexioú n. Ribbentrop fúe nombrado embajador en
Inglaterra para mantener las relaciones germano-britaú nicas lo maú s favorables qúe fúera
posible, y en mayo de 1937 Nevile Chamberlain se convirtioú en primer ministro de
Inglaterra, con lord Halifax como sú ministro de Asúntos Exteriores.
En enero de 1937 Goering fúe a Italia para ejercer toda la inflúencia qúe púdiera sobre
Mússolini, qúe acababa de firmar lo qúe Papen húbiera llamado «ún acúerdo de caballeros»
con Inglaterra, por el qúe ambos paíúses se comprometíúan a garantizar la libertad del
Mediterraú neo. Por otro lado, Mússolini era igúalmente consciente de los intentos de
Ribbentrop por obtener apoyos en Inglaterra a favor de las ambiciones territoriales
alemanas. A principios de 1937 la actitúd de Hitler hacia Aústria segúíúa siendo el principal
obstaú cúlo en el camino hacia la amistad de los dos dictadores.
Goering viajoú en tren de Berlíún a Roma con el conde Massimo Magistrati, qúe formaba
parte del personal de la embajada italiana, y el cúnñ ado del conde Galeazzo Ciano, el
ministro de exteriores italiano. Goering adqúirioú la costúmbre de hablar en contra de
Inglaterra con Magistrati, y, como Hitler, estaba enfadado por el acúerdo naval. En el tren
dijo qúe Alemania e Italia debíúan prepararse para el enfrentamiento final contra Inglaterra;
hablando en teú rminos militares, Alemania estaríúa preparada en tres anñ os; explicoú qúe la
discúsioú n del problema aústriaco era el motivo principal de sú viaje, y qúe Italia no teníúa
razones para temer úna frontera comúú n con Alemania. «En cúalqúier caso», anñ adioú Goering
cúando el tren se acercaba a Roma, «Alemania no se permitiraú sorpresas, y sea cúaú l sea la
decisioú n a la qúe se llegúe en asúntos tan vitales como el de Aústria, Danzig o Memel, seraú
precedida por ún acúerdo con Italia». Cúando Mússolini recibioú el informe de esta
conversacioú n, expresoú sú enfado porqúe Goering creyera qúe teníúa miedo de tener a los
alemanes en Brennero[80].
Goering se llevoú a Schmidt a Italia para qúe le hiciera de inteú rprete y, tras únas
discúsiones con el conde Ciano sobre sú ayúda mútúa a Franco, la tarde del 15 de enero
fúeron al Palazzo Venezia para reúnirse con Mússolini. Goering y el chef de protocol,
estoú mago contra estoú mago, ocúpaban el úú nico ascensor disponible y Schmidt túvo qúe
súbir corriendo por las escaleras qúe rodeaban al ascensor para reúnirse con sú jefe en el
piso súperior. Pasaron por pasillos con armadúras, por la sala del Gran Consejo Fascista con
sú mobiliario tapizado de terciopelo azúl oscúro, y llegaron a úna antesala donde les
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esperaba Ciano, listo para llevarlos al gran estúdio de Mússolini, amplio pero escasamente
amúeblado, con sú súelo de maú rmol y ún gran globo terraú qúeo. Mússolini se levantoú cúando
llegaron y atravesoú toda la habitacioú n para acercarse a recibirlos. Le dedicoú a Goering el
salúdo fascista y se sentaron.
Hablaron de Espanñ a, de la valentíúa de los espanñ oles y de sús pobres taú cticas, y sobre la
ayúda «volúntaria» no oficial qúe tanto Italia como Alemania prestaban a Franco. Mússolini
fúe múy reservado en lo qúe dijo. Goering, menos reservado, se jactoú con entúsiasmo de los
aviones de transporte alemanes qúe llevaban a las tropas marroqúíúes de Franco a Espanñ a.
«Franco tiene múcho qúe agradecernos», anñ adioú . «Espero qúe lo recúerde despúeú s».
Cúando pasaron a discútir sobre Eúropa, la conversacioú n no fúe tan bien. Mússolini
mostroú sú enfado por las sanciones; Goering fúe directo sobre el inminente Anschluss en
Aústria. Mússolini, qúe hablaba y entendíúa algo de alemaú n, observoú atentamente a Goering
mientras hablaba, pero le pidioú a Schmidt qúe tradújera lo qúe decíúa Goering al franceú s y
lúego negoú vigorosamente con la cabeza, aúnqúe no dijo nada. Sentado con la espalda recta,
bajo y rechoncho como era, con los ojos castanñ os fijos en Goering; en la mayoríúa de asúntos
excepto Aústria, expresoú sú acúerdo con los púntos de vista de Hitler sobre Eúropa en
breves frases concisas mientras Goering los explicaba.
Pero la cúestioú n aústriaca era la principal razoú n de la visita de Goering. Ulrich von
Hassel, el embajador alemaú n en Roma, le dijo a Goering qúe debíúa mostrarse reticente en la
materia. Cúando Goering le dijo qúe «Italia deberíúa mantener sús manos alejadas de Aústria
y reconocerla como esfera de intereú s alemaú n de forma qúe el Anschluss púeda llevarse a
cabo si asíú lo deseamos», Hassel contestoú qúe el Dúce admitíúa qúe úna únioú n de algúú n tipo
era inevitable, pero temíúa qúe las ambiciones de Hitler lo llevaran a expandirse por el súr
maú s allaú de la frontera de Brennero; instoú a Goering a presentar el asúnto como algo lo maú s
a largo plazo posible para asegúrarle a Mússolini qúe se le consúltaríúa antes de emprender
accioú n algúna. Goering volveríúa a ver a Mússolini el 23 de enero tras ún breve viaje a Capri;
mientras tanto, en varias conversaciones qúe mantúvo no hizo ningúú n secreto de qúe los
nazis eran persegúidos en Aústria.
En la segúnda de sús entrevistas con el Dúce, el 23 de enero, Goering úrgioú a Mússolini a
úsar sú inflúencia con Schúschnigg para mantener a los aústríúacos «leales» al acúerdo de
júlio; afirmoú qúe siniestras fúerzas internacionales estaban úsando a Aústria para crear
disensiones entre Italia y Alemania. Pero no habríúa sorpresas en la relacioú n entre Alemania
y Aústria, anñ adioú , recordando la advertencia de Hassell… a menos, por súpúesto, qúe
húbiera cúalqúier intento por restaúrar a los Habsbúrgo. Mússolini dejoú pasar ese
comentario, pero advirtioú a Goering qúe sú inflúencia en Aústria se limitaba a asegúrar a
ese paíús el respeto por sú independencia. La impresioú n qúe túvieron los italianos de esta
reúnioú n no fúe favorable, y Goering se encontroú con úna nota garabateada en el libro de
visitas de sú hotel en Capri qúe decíúa: «Non svastica in Mediterraneo!». En opinioú n de
Mússolini, Goering era «estramboú tico y pretencioso[81]».
El 20 de abril, Goering, qúe se encontraba enfermo e iba de camino al súr de Italia para
úna cúra de reposo, volvioú a salir de Berlíún. Visitoú a Ciano y Mússolini en Roma el 26 de
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abril con la intencioú n de descúbrir qúeú habíúa ocúrrido entre el Dúce y Schúschnigg, qúienes
se habíúan reúnido el 22 de abril en Venecia. Mússolini habíúa intentado explicarle al canciller
aústríúaco la necesidad qúe teníúa Italia de ún entendimiento con Alemania pese a las
aparentes desavenencias en múchos asúntos, inclúyendo el de la independencia de Aústria,
independencia qúe ahora podíúa salvagúardarse mejor en estos momentos, segúú n dijo,
mediante la amistad con Alemania; la gúerra en Espanñ a y úna posible visita de Mússolini
tambieú n fúeron temas tratados en esa reúnioú n. Goering hizo úna tercera visita a Italia, esta
vez soú lo a Venecia, en mayo, cúando tambieú n visitoú Bled, en Yúgoslavia, en ún intento por
mejorar las relaciones de Alemania con ese paíús y fomentar ún aúmento del comercio entre
ambas naciones[82].
La coronacioú n del rey Jorge VI en Londres el 12 de mayo condújo a úna sitúacioú n
embarazosa para Goering. Cúando la parlamentaria laborista Ellen Wilkinson súpo qúe
Goering teníúa intencioú n de representar a Alemania en la coronacioú n, úna ceremonia del tipo
qúe maú s le gústaba a Goering, hizo ún salvaje ataqúe contra eú l y sús «botas manchadas de
sangre» y ordenoú a la Caú mara de los Comúnes qúe exigiera al Foreign Office garantíúas de
qúe no se le permitiríúa insúltar al paíús con sú presencia [83]. Ribbentrop envioú úna copia del
discúrso a Hitler con la recomendacioú n de qúe las relaciones anglo-germanas podíúan
resúltar danñ adas por la visita, y Hitler envioú al general Von Blomberg en sú lúgar. Goering
estaba fúrioso. Decidioú hacer úna visita privada a Londres y llegoú en ún Júnkers 52 al
aeropúerto de Croydon; Ribbentrop lo recibioú allíú y lo condújo a la embajada, donde se le
explicoú sin disimúlo el estado de cosas en Inglaterra y se le disúadioú de mostrarse en
púú blico. Ribbentrop habíúa consegúido ocúltar la visita a la prensa, y al díúa sigúiente
Goering, profúndamente húmillado, fúe llevado al aeropúerto y enviado de vúelta a
Alemania. Soú lo el Foreign Office y la policíúa estaban al tanto de sú visita.
Los contactos informales de Goering con los ingleses fúeron maú s felices en otras
ocasiones. El marqúeú s de Londonderry, antigúo ministro del Aire, era ún invitado asidúo a
las caceríúas de Schorfheide. Paúl Schmidt a menúdo actúaba como tradúctor entre ambos;
acúdioú a Carinhall por primera vez con este propoú sito en febrero de 1936. Goering alardeoú
entonces del creciente poder de la Fúerza Aeú rea Alemana y se mostroú múy abierto a la hora
de discútir detalles teú cnicos. «Si Alemania e Inglaterra únen sús fúerzas», decíúa, «no hay
combinacioú n de poderes en todo el múndo qúe púeda oponeú rsenos». A veces lord
Londonderry traíúa a sú esposa e hija, viajando en sú avioú n privado a Berlíún. Schmidt se
percatoú de la diversioú n de la familia cúando Goering se púso sús ropas de caza y caminoú
júnto a ellos blandiendo sú lanza y soplando el cúerno para atraer al bisonte. Hitler estaba a
favor de esos encúentros porqúe podíúan condúcir a ún mejor entendimiento con Inglaterra.
En otonñ o de 1937, Londonderry asistioú a la maniobras del ejeú rcito alemaú n en Mecklenbúrg
qúe Mússolini presencioú ; despúeú s de las maniobras Goering invitoú a Papen a únirse a eú l y a
Londonderry en úna caceríúa de venados y bisontes, y en las conversaciones alrededor del
fúego por la noche, Papen dijo qúe los ingleses deberíúan negociar directamente con Hitler y
repúdiar las úú ltimas cadenas de Versalles… ún consejo qúe Chamberlain segúiríúa. En
octúbre, Goering, llevando úniforme y condecoraciones, recibioú al dúqúe y la dúqúesa de
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Windsor en Carinhall; aúnqúe vestido formalmente, consigúioú hacer úna demostracioú n de
ún aparato de masaje qúe habíúa instalado recientemente en el gimnasio del soú tano. En el
aú tico ensenñ oú sú enorme maqúeta de ferrocarril, a la qúe sobrevolaba ún avioú n de júgúete
qúe dejaba caer peqúenñ as bombas de madera[84].
Los embajadores y altos miembros del cúerpo diplomaú tico en Berlíún diferíúan
considerablemente en sús actitúdes hacia los nazis. Sú labor se veíúa complicada por las
rivalidades entre los jerarcas nazis porqúe aúnqúe Goering, Neúrath (ministro de exteriores
de Hitler hasta febrero de 1938) y Ribbentrop (el súcesor de Neúrath) recibíúan todos ellos
sús instrúcciones de Hitler, sús intereses, inclinaciones y mútúo desprecio condúcíúa a
múchas diferencias en sús declaraciones políúticas, y eú sas a sú vez estaban sometidas a los
propios cambios repentinos de frente de Hitler. El embajador Dodd, qúe estúvo en Berlíún
desde 1933 hasta finales de 1937, era ún demoú crata qúe odiaba a los nazis, pero carecíúa de
experiencia como diplomaú tico y no teníúa contacto con los líúderes nazis; era ún hombre
enfermo y poco popúlar para Súmner Welles, el poderoso súbsecretario de Estado
americano desde 1937, pero el presidente Roosevelt le prestaba atencioú n. Para Dodd,
Goering era ún hombre sin capacidad para gobernar, y despúeú s de 1935 no túvo ningúna
relacioú n social en absolúto con eú l. Sú animosa hija Martha, sin embargo, disfrútaba
considerablemente de la vida social en Berlíún y escribioú varias descripciones víúvidas y algo
chismosas de Goering. Admiraba a Emmy, pero criticaba a sú marido por sú moú rbida
adoracioú n del recúerdo de Carin, y lo encontraba grosero y desagradable como companñ íúa.
Dúrante este periodo, Andreú François-Poncet era el embajador franceú s en Berlíún.
Políúticamente era de derechas, aceptaba el renacimiento nacionalista alemaú n y se propúso
como objetivo establecer relaciones amistosas entre Francia y Alemania. Consideraba a
Goering como el maú s accesible de los jerarcas nazis, aúnqúe «ocúltaba mal sú especial
desagrado por Francia». Goering era úna fúente de diversioú n iroú nica, especialmente en úna
ocasioú n en qúe afirmoú , segúú n escribioú el embajador, qúe si Hitler «desaparecíúa… Goering
seríúa sú súcesor». Se percatoú de qúe Goering perioú dicamente perdíúa peso y lúego volvíúa a
recúperarlo, y sabíúa qúe segúíúa ponieú ndose en tratamiento perioú dicamente por sú
tendencia a la morfina. Pero François-Poncet tambieú n reconocíúa la inteligencia viva y haú bil
de Goering. No le gústoú tanto cúando Goering hizo úna demostracioú n de sú maqúeta de
ferrocarril ante ún grúpo de invitados, en sú presencia, bombardeando ún tren franceú s. El
embajador describioú «ses yeux clairs, froids, donte l’expression est dure et inquiétante»; para
sú súcesor, Robert Coúlondre, qúe se convirtioú en embajador en 1938, los ojos de Goering
eran «obliques[85]».
Los rúmores sobre la adiccioú n de Goering segúíúan circúlando por Berlíún, pero eú l creíúa
ingenúamente, al menos segúú n Diels, qúe úna vez qúe sús agentes se húbieran hecho con
las evidencias docúmentales de sú caso en Súecia y las púsieran a salvo en sús manos,
habríúa destrúido todo registro de esos problemas pasados. El tratamiento en Súecia, sin
embargo, no habíúa resúltado permanente, y todos los anñ os se sometíúa al aislamiento maú s
estricto, ún tratamiento intensivo administrado por el profesor Húbert Kahle, qúien habíúa
disenñ ado ún meú todo especial para la retirada abrúpta de narcoú ticos qúe teníúa ún alto
117
porcentaje de eú xito desde qúe comenzoú en 1921. Múchos de los pacientes de sú sanatorio
cerca de Colonia eran aviadores qúe por úna razoú n ú otra se habíúan convertido en adictos.
El profesor Kahle describíúa la condicioú n de drogadicto como úna sitúacioú n en la qúe el
sistema nervioso estaú en ún alto grado de excitacioú n y hay variaciones en el púlso y la
respiracioú n, úna actividad excesiva de determinadas glaú ndúlas y efúsiones de energíúa vital.
El úso de la droga elimina los síúntomas y proporciona al adicto ún estado temporal de
calma, qúe en realidad es úna forma artificial de sometimiento de sús problemas
glandúlares y neúroloú gicos. Si ún hombre adicto a úna droga es privado de eú sta, súfre
reacciones agúdas de abstinencia, tales como naú úseas, voú mitos, diarrea, aceleracioú n del
púlso y respiracioú n, salivacioú n y dolores en los miembros. La base del tratamiento de Kahle
consistíúa en eliminar los peligros de este periodo de excitacioú n, calmando el sistema
nervioso mediante úna forma de tratamiento qúe introdúcíúa ún estado de eqúilibrio en síú
misma. Para lograr este estado de calma se le daba al paciente úna dosis compleja de
sústancias secretas qúe lo poníúan en ún súenñ o crepúscúlar [*]. Dúrante este periodo los
efectos toú xicos de la droga original desaparecíúan de sú sistema y despertaríúa liberado de
cúalqúier deseo de sú anterior adiccioú n.
Ese fúe el tratamiento al qúe se sometioú Goering, pero túvo la mala fortúna de qúe esa
cúra no era permanente. Cada cierto tiempo, alrededor de úna vez al anñ o, Goering acúdíúa a
la clíúnica de Kahle o el propio Kahle iba a Carinhall, donde Goering se encerraba para el
tratamiento en úno de los chalets de la propiedad. Este tratamiento intensificado
comenzaba con ún vaso de brandy del preparado de Kahle, qúe poníúa a Goering en ún
profúndo súenñ o qúe dúraba únas veinticúatro horas, dúrante el cúal súdaba continúamente.
Cúando al fin despertaba, teníúa qúe repetir la dosis, dúrmiendo y súdando virtúalmente sin
alimento mientras Kropp cúidaba de eú l y le limpiaba el súdor del cúerpo dúrante el tiempo
qúe reqúeríúa el tratamiento. Para controlar la reaparicioú n de rúmores sobre sú adiccioú n,
Goering asistíúa a la representacioú n de úna oú pera inmediatamente despúeú s de úno de esos
draú sticos tratamientos porqúe conocíúa los chismorreos de qúe se encontraba en el
sanatorio del profesor. Kropp, qúe iba con eú l al teatro, teníúa qúe sostenerlo por detraú s
cúando se levantaba para recibir la aclamacioú n del púú blico.
El trastorno glandúlar qúe condújo a sú peso excesivo tambieú n le hacíúa súdar
continúamente. Hacíúa el ejercicio qúe podíúa en el campo, y tras descúbrir qúe habíúa úna
saúna en la Leipzigstrasse acúdíúa a ella con frecúencia acompanñ ado de Kropp, pasando
horas en el establecimiento, hasta qúe finalmente púdo instalar úna saúna en el soú tano de
Carinhall. Fúe en este establecimiento de Berlíún donde descúbriríúa a sú otro sirviente,
Múö ller, qúe trabajaba allíú de masajista; Múö ller fúe contratado posteriormente como
ayúdante de Kropp para el servicio personal del ministro del Reich. En otro intento maú s por
hacer ejercicio, Goering ocasionalmente júgaba a úna forma personal de tenis: lo hacíúa con
cúalqúiera qúe estúviera dispúesto a atenerse a sús reglas particúlares del júego: sú
oponente siempre debíúa dirigir la pelota al púnto donde se encontraba Goering de forma
qúe no túviera qúe correr tras ella. «¿Es qúe no ves qúe estoy aqúíú?», solíúa gritar si la pelota
caíúa fúera de sú alcance.
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En febrero de 1937, Goering fúe a Polonia como invitado de sú presidente, Ignacy
Mosú cicki, para cazar linces y asegúrarle qúe las intenciones de Alemania eran pacíúficas. Se
reúnioú con el mariscal Rydz-SÁ migły en Varsovia el 10 de febrero y le dijo qúe Alemania
estaba completamente satisfecha con las actúales fronteras con Polonia y no teníúa intencioú n
de tomar el Pasillo Polaco. «No qúeremos el Pasillo», se dice qúe dijo Goering. «Lo digo
sincera y categoú ricamente. No necesitamos el Pasillo». Podíúan fiarse de sú palabra.
Alemania qúeríúa úna Polonia fúerte porqúe si era deú bil eso soú lo serviríúa para animar a ún
ataqúe sovieú tico, y lo qúe no deseaba Alemania bajo ningúú n concepto era qúe aúmentara el
poder rúso, ya fúera comúnista o monaú rqúico. Redúndaríúa en beneficio de Polonia, dijo,
«tratar con ún Reich bien dispúesto», y repitioú úna y otra vez coú mo esperaba qúe las
intenciones pacíúficas y amistosas de Hitler hacia Polonia se reflejaran en úna mejor
comprensioú n entre los púeblos alemaú n y polaco en conjúnto. Y entonces hizo referencia a
Danzig y al «advenimiento del reú gimen de Hitler en la Ciúdad Libre» y a facilitar la entrada
de Alemania en Prúsia Oriental a traveú s de Polonia. El 4 de noviembre en Berlíún, en úna
conversacioú n con el conde Szembeck, el súbsecretario de Asúntos Exteriores polaco, volvioú
a incidir en el mismo tema, es decir, segúú n el informe del conde, qúe «el Tercer Reich no
albergaba la idea de intenciones agresivas hacia Polonia y consideraba sú integridad
territorial como inviolable». (Eso fúe el díúa anterior a la famosa reúnioú n de Hitler con sús
ministros y jefes militares en la qúe se expondríúa claramente la fútúra expansioú n de
Alemania a expensas de sús vecinos en ún discúrso de cúatro horas y media). Los incidentes
en Danzig carecíúan de importancia segúú n Goering, «en Danzig no púde ocúrrir nada contra
Polonia[86]».
Los embajadores britaú nicos dúrante el reú gimen nazi fúeron sir Horace Rúmbold, qúe
abandonoú Berlíún en mayo de 1933, sir Eric Phipps (de mayo de 1933 a mayo de 1937) y sir
Nevile Henderson (de mayo de 1937 a septiembre de 1939). Antes de salir de Alemania,
Henderson recibioú instrúcciones tanto de Baldwin, el primer ministro saliente, como de
Chamberlain, qúe le súcederíúa, para qúe «hiciera todo lo posible por trabajar con Hitler y el
partido nazi como el gobierno existente de Alemania». En Henderson, Goering encontraríúa
en principio a ún amigo, porqúe el núevo embajador britaú nico («el hombre de la flor», como
lo llamaba Hitler) disfrútaba tanto de la búena caza como de la alta sociedad. Henderson
escribioú :
De todos los jefazos nazis, Hermann Goering era de lejos el qúe mejor me caíúa… En
cúalqúier crisis, como úna gúerra, podíúa ser despiadado. Una vez me dijo qúe los
ingleses a los qúe realmente admiraba eran aqúeú llos qúe aparecíúan descritos como
piratas, como Francis Drake, y nos reprochoú qúe nos húbieú ramos vúelto tan
«desbrútalizados». De hecho, eú l mismo era ún tíúpico búcanero brútal, pero teníúa
únas ciertas cúalidades qúe lo hacíúan atractivo, debo decir con franqúeza qúe teníúa
verdadera simpatíúa personal hacia eú l… Frau Goering me gústaba tanto como sú
esposo, y posiblemente por mejores razones morales [87].
119
Henderson conoceríúa a Emmy Goering en ún almúerzo de la embajada qúe dio para el
primer ministro de Canadaú en júnio de 1937. La encontroú sencilla, natúral y agradable. La
breve conversacioú n qúe mantúvo con ella se convirtioú en ún comentario sobre la vanidad en
hombres y mújeres. «Aprúebo la vanidad en los hombres», dijo Emmy.
La reaccioú n de Henderson ante Goering fúe úna de las maú s favorables de las
procedentes de ún observador profesional de hombres qúe no era ún nazi, aúnqúe debe
senñ alarse qúe Goering prodúciríúa úna impresioú n similar en el hombre de negocios súeco y
aspirante a mediador de paz Birger Dahlerús dúrante la serie de encúentros qúe túvo lúgar
en 1939, y en Súmner Welles cúando visitoú Carinhall en 1940. La imagen de Goering qúe
nos da Henderson es la de ún Goering completamente establecido como el segúndo hombre
maú s poderoso de Alemania («siempre me dio a entender qúe era el súcesor natúral de
Hitler como Fúö hrer», escribioú Henderson, reflejando lo qúe Goering le habíúa dicho a
François-Poncet), ún hombre de grandes posesiones, felizmente casado y qúe pronto seríúa
padre, qúe delegaba sús responsabilidades en súbordinados mientras eú l qúedaba libre para
llevar a cabo cúalqúier negociacioú n segúú n las líúneas qúe determinaba Hitler para eú l.
Henderson qúedoú impresionado por sú extrema modestia ante el Fúö hrer: «Todo lo habíúa
hecho Hitler, todo el meú rito era de Hitler, toda decisioú n era de Hitler… carecíúa de jactancia
cúando hablaba de las grandes cosas qúe habíúa logrado». A Henderson le gústaba sú
sentido del húmor a lo Falstaff, sú amor por los ninñ os y animales («sin embargo teníúa poca
compasioú n, como múchos alemanes, por otros seres húmanos»), sú aficioú n a júgar con
trenes y aeroplanos qúe soltaban bombas (segúú n le dijo a Henderson, no era parte de la
concepcioú n nazi de la vida el ser excesivamente civilizado o ensenñ ar escrúú púlos a los
joú venes). Aparte de Hitler, era el úú nico líúder nazi al qúe el púeblo alemaú n teníúa algúú n afecto
genúino.
Como negociador, Henderson lo encontroú accesible y de entendimiento raú pido, «ún
hombre con el qúe úno podíúa hablar de manera absolútamente franca. No se ofendíúa ni
ofendíúa a la ligera… siempre estaba dispúesto a escúchar y ansioso por aprender».
Henderson conclúye:
Mis recúerdos personales de Goering son los del hombre qúe intervino
decisivamente a favor de la paz en 1938, y qúe húbiera hecho lo mismo en 1939 de
haber tenido tanta valentíúa moral como fíúsica; el anfitrioú n hospitalario y el cazador;
y el hombre con el qúe paseú múchas horas en amistosos y honorables discúsiones y
debates.
Por tanto, Henderson agúardaba con grandes esperanzas la visita de lord Halifax en
noviembre a la exhibicioú n de caza internacional de Goering en Berlíún, para la qúe
Henderson habíúa consegúido asegúrar en el úú ltimo minúto ún fondo del tesoro britaú nico, de
forma qúe Inglaterra estúviera representada entre las demaú s naciones qúe participaban en
la exhibicioú n. Por aqúel entonces Halifax era lord presidente del Consejo, pero pronto, en
febrero de 1938, súcederíúa a Anthony Eden como ministro de exteriores y asíú formaríúa con
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Chamberlain la coalicioú n qúe elevoú el apacigúamiento a la categoríúa de úna de las bellas
artes y arrúinaríúa cúalqúier esperanza de paz. Halifax, como Henderson, era ún cazador; los
berlineses lo llamaban «lord Halalifax» (halali significa lo mismo en alemaú n qúe la
expresioú n inglesa «tally-ho», el grito qúe da el jinete en úna caceríúa cúando ve al zorro) por
ser criador de perros de caza y eú sta era la jústificacioú n para sú visita; pero la intencioú n de
Chamberlain era qúe se relacionara con los jerarcas nazis y trabajara por ese ideal
diplomaú tico conocido como «úna mejor comprensioú n mútúa». Tras visitar la exhibicioú n,
Halifax acúdioú a Berchtesgaden el 18 de noviembre con Neúrath y Paúl Schmidt para ver a
Hitler, provocando a eú ste nada maú s empezar diciendo: «No traigo núevas propúestas de
Londres». La conversacioú n fúe mal, Hitler se qúejoú de la prensa britaú nica y sermoneoú a
Halifax sobre las exigencias alemanas. La respúesta de Halifax fúe qúe Inglaterra estaríúa
dispúesta a discútir cúalqúier solúcioú n a esos problemas qúe no implicara el úso de la
fúerza.
(En júlio, poco despúeú s de sú llegada a Berlíún, Henderson le habíúa pedido a Goering qúe
le enviara ún memorando de las qúejas especíúficas de Alemania contra Inglaterra
«relacionadas con núestro intento de cercarla» y tambieú n úna declaracioú n sobre las metas
definitivas de Alemania en Eúropa. Goering jamaú s envioú el memorando, y cúando
Henderson se lo recordoú únas semanas despúeú s, dijo qúe hablaríúa con Hitler de núevo y
púede qúe le diera las respúestas qúe Henderson qúeríúa si veníúa de caceríúa y se qúedaba
con eú l en Rominten a principios de octúbre. Allíú Goering se mostroú amistoso pero directo;
seríúa necesario, dijo, revisar el acúerdo naval anglo-alemaú n si Inglaterra insistíúa en sú
negativa a colaborar con Alemania. Henderson replicoú qúe ese tipo de accioú n solo podríúa
terminar en gúerra. Goering «admitioú con pesadúmbre qúe eso parecíúa». En otra ocasioú n
dúrante este periodo, Goering le pregúntoú a Henderson qúeú nacioú n creíúa qúe habíúa ganado
maú s al final de la Gran Gúerra. Cúando Henderson respondioú qúe en sú opinioú n Italia y los
estados eslavos, la respúesta de Goering fúe extranñ a: «No», dijo, «Alemania. Sin esa gúerra y
esa derrota, la únificacioú n de Alemania húbiera sido imposible»).
Halifax teníúa programado ún almúerzo en Carinhall a sú regreso de Berchtesgaden;
mientras tanto Schmidt, habiendo acabado sú trabajo en Berchtesgaden, se adelantoú para
llegar a Carinhall antes qúe eú l y contarle a Goering qúe la entrevista con Hitler no habíúa ido
bien. Dúrante la visita de Halifax, Goering, qúe habíúa recibido instrúcciones múy precisas de
Hitler, repasoú otra vez los argúmentos del Fúö hrer, pero los expresoú con maú s tacto y de forma
maú s agradable. Todo, inclúyendo el asúnto apremiante de Aústria, podíúa solúcionarse
negociando, dijo Goering, aúnqúe insistioú en qúe cúalqúier gobierno alemaú n terminaríúa
considerando esencial qúe Aústria, los Súdetes y Danzig regresaran al Reich. La paz,
prosigúioú Goering con ún cierto toqúe de adúlacioú n, dependíúa menos de Alemania qúe de
Inglaterra, porqúe Inglaterra podíúa contribúir múchíúsimo a la resolúcioú n pacíúfica de esos
problemas. «Alemania», anñ adioú , «no qúiere ir a la gúerra por esos asúntos. Bajo ningúna
circúnstancia úsaremos la fúerza. Seríúa completamente innecesario».
Goering le parecíúa a Halifax úna persona inmensamente divertida, y lo comparoú con
Robin Hood: «úna mezcla de estrella de cine, gaú ngster, gran latifúndista… Como ún escolar
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crecido, lleno de vida y orgúllo en todo lo qúe hacíúa. Vestíúa bombachos pardos y botas,
chaleco de cúero verde y a la cintúra llevaba ún cinto verde con úna daga enfúndada en úna
vaina de cúero rojo». Llevoú a Halifax a dar la inevitable visita a la mansioú n y sús terrenos, y
lúego almorzaron, servidos por doncellas vestidas de campesinas y criados con librea del
siglo XVIII, «súntúosos pantalones en verde y blanco, polainas, púnñ os vúeltos y casacas de
faldones recogidos».
Despúeú s de qúe Halifax se marchara, Goering le dijo a Henderson, «¿El primer ministro
va en serio?». Halifax, a sú regreso a Inglaterra, se presentoú ante Chamberlain para
informar: «Tanto Hitler como Goering dijeron por separado y con insistencia qúe no tienen
deseos ni intenciones de hacer la gúerra, y creo qúe podemos considerarlo cierto por
ahora». Poco despúeú s de la visita de Halifax, Goering le habíúa asegúrado al conde Szembeck
en Berlíún qúe consideraba inviolable el territorio polaco. Repitioú los mismos argúmentos
tranqúilizadores a los ministros húú ngaros cúando visitaron Berlíún ese mismo mes,
noviembre. ¿Estaba simplemente sigúiendo las instrúcciones de Hitler o intentaba
sinceramente lograr úna solúcioú n pacíúfica a los problemas qúe Alemania imponíúa a Eúropa
porqúe eú l mismo temíúa la perspectiva de úna gúerra? Qúizaú s fúe significativo qúe en
noviembre súpiese qúe Emmy estaba encinta, y la vida cobrase asíú ún núevo significado
para eú l; qúeríúa tener libertad para disfrútarla.
Y sin embargo, en la famosa reúnioú n del 5 de noviembre a la qúe asistieron Goering y los
demaú s personajes cúyo principal cometido era desarrollar el poder de agresioú n de
Alemania, Blomberg (ahora ministro de Gúerra y comandante general de la recieú n
renombrada Wehrmacht, las fúerzas armadas), el ministro de Asúntos Exteriores Neúrath y
los comandantes generales del Ejeú rcito y la Marina, el general von Fritsch y el almirante
Raeder, Hitler habloú dúrante cúatro horas sobre el fútúro de Alemania y Eúropa: de la
necesidad de alcanzar la cúmbre de sú poder de ataqúe para 1943 y de la necesidad de
expandir los territorios alemanes pese a la oposicioú n de Inglaterra, Francia y Rúsia y los
paíúses qúe rodeaban a Alemania. Habloú de la posible necesidad de invadir Aústria y
Checoslovaqúia, de la necesidad de mantener activa la Gúerra Civil Espanñ ola, o de la
necesidad de apoyar la neútralidad de Italia, Polonia y Rúsia hasta qúe el poderíúo de
Alemania se húbiera consolidado y expandido. Esta reúnioú n púede qúe fúera resúltado de
ún aú nimo eúfoú rico, ya qúe Italia estaba a púnto de firmar el Pacto Antikomintern, qúe Japoú n
ya habíúa firmado el anñ o anterior.
Dúrante los primeros meses de 1937 Goering estaba, como hemos visto, ocúpado con
los asúntos internacionales. El 21 de júnio, sin embargo, pronúncioú ún discúrso ante los
delegados de la Caú mara de Comercio Internacional qúe se reúníúan en Berlíún. Intentoú
demostrar qúe los intentos alemanes por hacer sú economíúa tan aútosúficiente como fúera
posible no danñ aríúan la economíúa múndial, ya qúe la economíúa múndial dependíúa a sú vez de
la fortaleza de las economíúas nacionales individúales. Las investigaciones e invenciones
alemanas, segúú n afirmoú , seríúan beneficiosas para todos; de hecho, Alemania estaba dando
ejemplo a los demaú s paíúses en esos momentos. ¡Pero no permitiríúa qúe otras naciones le
dictaran qúeú debíúa importar o exportar! Alemania, dijo Goering, estaba decidida a mantener
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la igúaldad de derechos en la economíúa múndial. Sú discúrso fúe recibido con cierta ironíúa
por los economistas profesionales.
En júlio Schacht se qúedoú completamente sorprendido úna vez maú s cúando Goering
reqúisoú la indústria siderúú rgica. Los recúrsos siderúú rgicos de Alemania eran
peligrosamente escasos. Fúndoú la Reichswerke Hermann Goering en Salzgitter, y esta
empresa recibioú el derecho de adqúirir (a cambio de participaciones en la núeva sociedad
de empresas) los derechos de explotacioú n minera de otras empresas sin qúe eú stas púdieran
negarse a cederlos, especialmente en el caso de aqúeú llas cúyos recúrsos de hierro estaban,
en opinioú n de Goering, insúficientemente desarrollados. Alemania soú lo era rica en mineral
de baja calidad, y se pensaba qúe los depoú sitos de Salzgitter eran los maú s adecúados para la
siderúrgia. Goering protegioú sú núeva sociedad de las grandes peú rdidas qúe pronto súfriríúa
al obligar a otras siderúú rgicas a adqúirir participaciones qúe maú s tarde se veríúan obligadas
a vender con peú rdidas. De esta forma esperaba aúmentar la prodúccioú n alemana de hierro
en cúatro anñ os del doce y medio al cincúenta por ciento de las necesidades del paíús.
Para entonces, la economíúa alemana estaba controlada a golpe de decreto. Los precios
estaban fijados y los salarios controlados; los planes aprobados por el gobierno teníúan
creú dito ilimitado, los proyectos para el desarrollo de súcedaú neos y prodúctos sinteú ticos
recibíúan grandes súmas, las importaciones se redújeron draú sticamente. Los peqúenñ os
negocios fúeron disúeltos y se alentaba a las grandes empresas, mientras las caú maras de
comercio controladas por el Estado asegúraban el completo sometimiento de los
empleadores al incesante flújo de dictados econoú micos procedentes del gobierno para la
indústria. Los trabajadores se veíúan atados de manera similar, los sindicatos habíúan sido
prohibidos y reemplazados por el Frente del Trabajo, controlado por el Estado, y la Carta de
Trabajo de 1934 servíúa para asegúrar qúe los trabajadores se qúedaban donde se les
necesitaba, trabajaban las horas qúe se les exigíúan, recibíúan los salarios qúe se decretaba
qúe debíúan recibir, pagaban los impúestos y contribúciones obligatorias reqúeridas por
decreto y disfrútaban de las actividades de ocio, deportes y vacaciones qúe se organizaban
para ellos a traveú s del movimiento conocido como Fúerza a traveú s de la Alegríúa [Kraft durch
Freude].
Schacht, el arqúitecto inicial de esta economíúa, encontroú intolerable el ritmo despiadado
qúe Goering marcoú para acelerar el rearme, asíú como los meú todos qúe introdújo para
lograrlo. Una y otra vez Goering dejoú de consúltarle asúntos qúe caíúan dentro de las
competencias de sú ministerio. En agosto de 1937, Schacht le escribioú a Goering úna larga
carta en la qúe criticaba sú políútica econoú mica con cierta profúndidad, especialmente la
draú stica redúccioú n del creú dito alemaú n en el extranjero, la provisioú n de creú dito sin respaldo
para sús proyectos siderúú rgicos y la temeraria asignacioú n de mano de obra y materias
primas a núevos proyectos, lo qúe implicaba úna seria redúccioú n de los bienes necesarios
tanto para la exportacioú n como para el consúmo propio. Se negoú a segúir participando en
las actividades de Goering o a parecer qúe compartíúa la desigúal responsabilidad del fútúro
econoú mico de Alemania. «Como recordaraú », escribioú , «hace únos meses declareú qúe la
úniformidad es indispensable en políútica econoú mica, y qúe le insteú a qúe hiciera los arreglos
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necesarios para qúe ústed mismo púdiera ocúpar el Ministerio de Economíúa». Envioú úna
copia de la carta a Hitler, qúien lo convocoú a úna entrevista en las soleadas terrazas de
Berchtesgaden, donde lo adúloú y lúego animoú a qúe llegara a ún acúerdo con Goering.
Schacht afirma qúe, sin qúe eú l lo súpiera en ese momento, Hitler ya habíúa asignado a
Goering úna políútica de rearme a cúalqúier precio, y se oponíúa frontalmente a los esfúerzos
de moderacioú n de Schacht. Es tíúpico de Hitler qúe evitara escenas desagradables con
Schacht, cúyos extraordinarios talentos le parecíúan necesarios para sú caúsa. Todo lo qúe el
ministro púdo sonsacarle al Fúö hrer fúe úna promesa de aceptar sú dimisioú n si, en dos
meses, no habíúa logrado ún acúerdo de trabajo con Goering. Entonces Hitler lo acompanñ oú al
coche y habloú del tiempo, sin mostrar sú resentimiento, hasta qúe Schacht se húbo
marchado.
No se alcanzoú ningúú n acúerdo. Un intercambio de cartas con Goering no llevoú a ningúna
parte, y Schacht se marchoú de vacaciones en septiembre. En octúbre repitioú sú opinioú n de
qúe sú posicioú n de ministro era intolerable y qúe sú ministerio y el departamento de
Goering no podíúan fúncionar de forma paralela. El 1 de noviembre volvioú a reúnirse con
Goering a peticioú n de Hitler. Cúando Goering terminoú diciendo «pero estaú claro qúe podreú
darle instrúcciones», Schacht se fúe con las palabras: «A míú no, ¡a mi súcesor!». Al final,
Hitler cedioú con reticencias y aceptoú la dimisioú n de Schacht, aúnqúe qúedaríúa como
ministro sin cartera y presidente del Reichsbank, de forma qúe la disensioú n no fúera
demasiado púú blica. Goering, al entrar en el despacho de Schacht en el Ministerio de
Economíúa, exclamoú : «¿Coú mo púede algúien entregarse a grandes pensamientos en úna
habitacioú n tan peqúenñ a?». Lúego telefoneoú al exministro al Reichsbank y le gritoú . «¡Herr
Schacht, estoy sentado en sú silloú n!». No se volveríúan a encontrar hasta ocho anñ os despúeú s,
cúando ambos seríúan llevados júntos bajo cústodia y se acúclillaríúan el úno al lado del otro
en los banñ os de la prisioú n de Núú remberg.
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6
Gúerra o paz
A principios de 1938 túvieron lúgar las famosas acúsaciones contra Blomberg y Fritsch,
ambos representantes de la casta militar alemana en la qúe residíúan los restos de la
oposicioú n a Hitler. Blomberg, qúe ahora era mariscal de campo, era tanto ministro de
Gúerra como comandante general de todas las fúerzas armadas. El general Von Fritsch era
comandante general del Ejeú rcito. Hitler consideraba qúe ambos eran únos reaccionarios en
diferente grado; se habíúan opúesto a los riesgos qúe corrioú al reocúpar Renania, y no
aprobaban la celeridad con qúe insistíúa en aúmentar el armamento alemaú n y el núú mero de
hombres para úsarlo. Fritsch habíúa expresado abiertamente sú desacúerdo en la ceú lebre
sesioú n del 5 de noviembre del anñ o anterior.
Goering y Himmler teníúan sús propias razones adicionales para desear qúitarse de
encima a los dos jefes militares. Goering qúeríúa el mando de Blomberg; Himmler qúeríúa qúe
la inflúencia de las SS se extendiera al ejeú rcito, cúyo comandante general se oponíúa
firmemente a la forma súperflúa de poder armado de Hitler.
Fúe úna mújer la qúe acúdioú en sú ayúda. Blomberg, ún viúdo de sesenta anñ os, qúeríúa
casarse con úna joven llamada Erna Grúö hn de la qúe estaba encaprichado. No era el tipo de
mújer con la qúe se casaríúa normalmente ún miembro de la casta militar, y esto le
preocúpaba al mariscal de campo lo súficiente como para qúe le consúltara a Goering en
privado sobre la idoneidad del matrimonio. Tambieú n habíúa otro hombre enamorado de esa
misma mújer. Goering calmoú las dúdas de Blomberg, hizo lo posible por enviar al rival al
extranjero y mencionoú el asúnto a Hitler, qúien no púso objecioú n. Goering inclúso accedioú a
ser testigo de la boda júnto con el propio Hitler, y la ceremonia túvo lúgar finalmente el 12
de enero. La lúna de miel túvo lúgar, apropiadamente, en Capri.
Al cabo de únos díúas se súpo qúe la esposa del mariscal de campo teníúa antecedentes
policiales por prostitúcioú n y qúe inclúso en úna ocasioú n habíúa posado para fotografíúas
indecentes. Keitel, qúe habíúa recibido las prúebas de manos de Helldorf, el Jefe de Policíúa de
Berlíún, consúltoú apresúradamente con Goering. Goering hizo qúe el asúnto fúera púesto en
conocimiento de Hitler, qúe accedioú a destitúir a Blomberg de sú ministerio y de sú mando.
Goering le dio las noticias al mariscal de campo el mismo díúa. Blomberg se ofrecioú a
125
divorciarse de sú mújer, pero Goering rechazoú el ofrecimiento y dejoú qúe volviera a sú lúna
de miel, tras lo cúal mantúvo úna entrevista final con Hitler al díúa sigúiente. Los Blomberg
se qúedaron en el exilio dúrante anñ os y lúego volvieron a Alemania, viviendo de la
júbilacioú n.
Para evitar cúalqúier súgerencia de qúe Fritsch deberíúa súceder a Blomberg, Himmler
entregoú ún informe creado por la Gestapo en el qúe se adúcíúa qúe el general era cúlpable de
homosexúalidad, y el 26 de enero Hitler le enfrentoú con esa súpúesta evidencia en
presencia de Goering. Fritsch, disgústado y enojado, negoú la acúsacioú n, pero se negoú a
defenderse; sabíúa algo de lo qúe iba a ocúrrir ya qúe se lo habíúa advertido de antemano el
coronel Hossbach, el asesor de Hitler qúe estaba fúrioso por este segúndo ataqúe contra el
honor de la oficialidad. Como prúeba de la acúsacioú n, Himmler habíúa convocado a ún
hombre llamado Hans Schmidt, ún chantajista contúmaz especializado en extorsionar
homosexúales; en presencia de Hitler, Schmidt júroú qúe conocíúa al general y qúe llevaba
varios anñ os chantajeaú ndolo. Goering, segúú n Hossbach, se mostroú repentinamente
entúsiasmado y salioú de la habitacioú n gritando «¡Era eú l, era eú l!». Hitler súspendioú a Fritsch y
lo apartoú indefinidamente de sú púesto. El Estado Mayor, pese al obstinado desprecio de
Fritsch ante la acúsacioú n y sú negativa a rebatirla, estaba decidido a investigar las
acúsaciones en sú contra y el 31 de enero obligoú a Hitler a acceder a úna investigacioú n
formal.
Goering se mantúvo a la espera de recibir sú recompensa de manos de Hitler: el mando
de las fúerzas armadas alemanas. El 4 de febrero, pese a todo, Hitler lo convocoú a sú
gabinete por úú ltima vez y anúncioú qúe eú l en persona asúmiríúa el tíútúlo de comandante
general ademaú s de ser el comandante súpremo, posicioú n qúe ya teníúa como jefe de Estado.
Al mismo tiempo abolioú el Ministerio de Gúerra y lo reemplazoú con el O KW, el Alto Mando de
la Wehrmacht, qúe responderíúa directamente ante eú l como comandante súpremo; como jefe
de Estado Mayor púso al general Wilhelm Keitel. En el lúgar de Fritsch como comandante
general del Ejeú rcito, nombroú al general Walther von Braúchitsch qúe, cúriosamente, estaba
a púnto de verse involúcrado en ún proceso de divorcio. Hitler tambieú n destitúyoú a dieciseú is
de sús generales y aprovechoú la oportúnidad para cesar a Neúrath al frente del Ministerio
de Asúntos Exteriores y reemplazarlo con Ribbentrop. Goering fúe simplemente ascendido
a mariscal de campo. Segúú n la declaracioú n júrada qúe hizo en Núú remberg en 1945,
Blomberg súgirioú a Hitler qúe Goering debíúa ser sú súcesor, pero el Fúö hrer rechazoú la
propúesta al instante con el comentario de qúe Goering no era ni lo súficientemente
paciente ni diligente para el púesto.
Las investigaciones preliminares en la acúsacioú n contra Fritsch fúeron realizadas por el
ejeú rcito dúrante febrero y revelaron úna conspiracioú n activa en sú contra desarrollada
principalmente por Himmler y Heydrich. El ejeú rcito reaccionoú con ún júú bilo secreto y
esperoú el resúltado del tribúnal de honor, qúe Hitler accedioú a qúe túviera lúgar el 10 de
marzo y con Goering de presidente, con el apoyo de Braúchitsch y Raeder como
comandantes generales del Ejeú rcito y la Marina respectivamente. Pero la fecha resúltoú
fatíúdica. El problema aústríúaco llegoú repentinamente a ún púnto críútico, los comandantes
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eran necesarios en otros sitios y se pospúso la reúnioú n del tribúnal. Cúando finalmente se
volvioú a convocar el 17 de marzo, el Anschluss ya habíúa acabado y la imagen de Hitler estaba
úna vez maú s en la cima de sú popúlaridad. Goering, qúe siempre era consciente de las
ventajas taú cticas de la generosidad, intervino personalmente para ayúdar a Fritsch a
librarse de las acúsaciones contra eú l obligando al testigo principal de la acúsacioú n, el
extorsionador Schmidt a confesar qúe la Gestapo habíúa amenazado con matarle a menos
qúe consintiera en testificar contra Fritsch. Aparentemente la conjúra habíúa empezado
cúando algúien descúbrioú qúe Schmidt habíúa chantajeado en úna ocasioú n a ún tal
Rittmeister von Frisch tras espiarle en sús actividades homosexúales. Habiendo llegado a
ese púnto, satisfecho de qúe Fritsch púdiera ser declarado inocente, Goering no hizo maú s
acúsaciones contra la Gestapo, sús amados hijos, o para ese entonces púede qúe sús
hijastros algo menos qúeridos. Himmler esperoú ansiosamente el veredicto. Segúú n Walther
Schellenberg, miembro de sú personal, Himmler reveloú sú caraú cter súpersticioso reúniendo
a doce oficiales de las SS en úna habitacioú n cerca del lúgar donde se celebraba el júicio,
hacieú ndoles sentarse en cíúrcúlo y concentrar sús mentes para ejercer control telepaú tico
sobre el proceso.
El júicio conclúyoú al díúa sigúiente y Fritsch fúe absúelto. En la prensa no aparecioú
mencioú n algúna de la investigacioú n o del veredicto. Fritsch continúoú destitúido; decidioú
desafiar a Himmler a ún dúelo, pero el mensaje, enviado a traveú s del general Gerd von
Rúndstedt, aparentemente núnca fúe entregado. Una ametralladora polaca acabaríúa con la
vida de Fritsch al anñ o sigúiente mientras servíúa con sú regimiento en las afúeras de
Varsovia. En cúanto a Goering, Fritsch soú lo púdo expresar sú gratitúd tras el júicio, le dijo a
Rúndstedt qúe Goering se habíúa portado «de manera múy decente». Raeder declaroú en los
júicios de Núú remberg qúe «se debioú enteramente a la intervencioú n de Goering el qúe eú l
[Fritsch] fúera absúelto sin fricciones». Goering, sin embargo, mientras hablaba con
Henderson cosa de ún mes despúeú s del veredicto sobre Fritsch, jústificoú abiertamente la
destitúcioú n de Fritsch por parte de Hitler basaú ndose en qúe eú ste desaprobaba la políútica
exterior del Fúö hrer. Fritsch tambieú n debioú de cambiar de opinioú n sobre Goering a principios
de diciembre. Hassell escribioú en sú diario qúe Fritsch llamoú a Goering «ún espeú cimen
particúlarmente malo, siempre metido en dobles júegos», y qúe consideraba qúe habíúa
empezado a conspirar contra eú l despúeú s de la púrga de Roehm en 1934 [88].
Resúlta imposible determinar a estas altúras el grado exacto de implicacioú n de Goering
en la rúina planeada de Blomberg y Fritsch. Parece cierto qúe estaba preparado para
aprovechar cúalqúier circúnstancia qúe púdiera úsar para cesarlos. El principal acúsador
en sú contra sigúe siendo Giseviús, qúe en el júicio de Núú remberg afirmoú qúe fúe Goering
qúien, para hacer insostenible la posicioú n de Blomberg, animoú al mariscal de campo a
casarse con úna mújer de la qúe sabíúa qúe sú repútacioú n era dúdosa, y qúe en el caso de
Fritsch fúe el propio Goering el qúe amenazoú de múerte a Schmidt en úna reúnioú n en
Carinhall si se negaba a testificar ante Hitler sobre el chantaje qúe súpúestamente habíúa
cometido. Giseviús alega qúe el caso, con sú confúsioú n de identidad, llevaba en los archivos
de la Gestapo desde 1935, pero qúe Goering sacoú a relúcir el asúnto soú lo cúando Hitler
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mencionoú la posibilidad de qúe Fritsch púdiera estar capacitado para ocúpar el púesto de
Blomberg. En Núú remberg, Goering se mostroú tan preocúpado por las declaraciones de
Giseviús como para enviarle mensajes amenazadores en ún intento por impedir qúe dijera
demasiado sobre el caso Blomberg. Por otro lado, se dice qúe Meisinger, el hombre
responsable de preparar el caso contra Fritsch, admitioú haber falsificado prúebas contra
Erna Grúö hn, úsando el expediente de la madre de eú sta para hacerlo, y qúe hasta despúeú s de
la boda de Blomberg ni Hitler ni Goering sabíúan nada de este asúnto, preparado por orden
de Heydrich.
Dúrante 1938, Goering disolvioú los tribúnales administrativos prúsianos
(Verwaltungsgerichte), qúe protegíúan a los individúos en asúntos en los qúe los tribúnales
civiles no ofrecíúan proteccioú n. Ningúú n ciúdadano podíúa negarse a úna orden policial o
protegerse contra los núevos y fúndamentalmente ilegales decretos qúe la administracioú n
nazi vertíúa sin cesar.
Entre las fechas acordadas para el tribúnal de honor, el 10 y el 17 de marzo, Goering
logroú úno de los triúnfos de sú carrera diplomaú tica: la conqúista telefoú nica de la anexioú n de
Aústria.
La sitúacioú n en Aústria habíúa llegado a ún púnto en el qúe, con úna presioú n repentina,
los nazis fúeron capaces de desintegrar los fragmentos de oposicioú n qúe qúedaban en sú
camino. Papen, a qúien Hitler habíúa cesado de sú púesto de ministro para Aústria el mes
anterior, le habíúa servido bien en Viena. Como se ha visto, negocioú el «acúerdo de
caballeros» de júlio de 1936 qúe concedíúa a los nazis aústríúacos el derecho de participar en
la responsabilidad políútica a cambio del vacíúo reconocimiento por parte de Hitler de la
soberaníúa aústríúaca. El canciller von Schúschnigg se resistíúa a la lenta infiltracioú n alemana
en los asúntos de Aústria de la cúal Papen era el principal responsable, y se apoyaba en los
anchos hombros de Mússolini tanto como le era posible. El apoyo de Mússolini a úna
Aústria independiente se debilitoú cúando se creoú el Eje Roma-Berlíún en 1937 y el
movimiento nazi clandestino, impaciente por el retraso, planeaba ún golpe de Estado.
Dúrante todo el anñ o de 1937, Goering se mantúvo en contacto epistolar con Gúido Schmidt,
el súbsecretario aústríúaco de Asúntos Exteriores, despúeú s de qúe Schmidt se húbiera
percatado en la exhibicioú n de caza de Goering del mapa de Eúropa en el qúe no aparecíúa
frontera entre Alemania y Aústria. «Los búenos cazadores no conocen fronteras», habíúa
comentado Goering con úna sonrisa. Lúego invitoú a Schmidt a Carinhall en ún intento de
mantener relaciones amistosas, pero en úna carta escrita el 11 de noviembre habíúa
afirmado categoú ricamente qúe Aústria y Alemania debíúan adoptar úna políútica comúú n de
integracioú n de sús economíúas y fúerzas militares. Era úna clara indicacioú n de adoú nde se
encaminaban las cosas.
La posicioú n de Schúschnigg se fúe haciendo gradúalmente intolerable; cúando Papen fúe
llamado de vúelta a Alemania en febrero, trajo ún mensaje del canciller para Hitler pidiendo
úna entrevista. Hitler prorrogoú inmediatamente el periodo de mandato de Papen como
ministro de forma qúe púdiera encargarse de organizar la reúnioú n. Asíú, Schúschnigg viajoú
de noche a Salzbúrgo el 11 de febrero y fúe en coche con Papen y Gúido Schmidt por las
128
carreteras de montanñ a hacia el Berghof. Allíú Hitler lo insúltoú y amenazoú dúrante dos horas,
lúego le dio de almorzar y lo lanzoú a las dispúestas manos de Ribbentrop y Papen. Le
mostraron el texto de ún últimaú túm qúe eqúivalíúa a la fúsioú n de ambos paíúses; inclúíúa úna
amnistíúa para los nazis encarcelados y el nombramiento del nazi Seyss-Inqúart como
ministro del Interior con completo control sobre la policíúa. En caso contrario, se úsaríúa la
fúerza. Schúschnigg no podíúa hacer nada; Hitler volvioú a verlo y exigioú qúe firmara en
nombre del gobierno aústríúaco. Cúando Schúschnigg argúmentoú qúe esas condiciones de
implicaciones tan profúndas debíúan ser debatidas y ratificadas, Hitler llamoú a Keitel a gritos
y sacoú a Schúschnigg de la habitacioú n. Lúego, en úna múestra de magnanimidad, le permitioú
siete díúas en vez de cúatro para qúe el acúerdo fúera ratificado. Pero la presencia de Keitel y
otros generales en el Berghof no le pasoú desapercibida al canciller aústríúaco, qúe regresoú a
Viena en el tren noctúrno despúeú s de qúe Papen le recordara afablemente: «Ya sabe, el
Fúö hrer púede ser encantador».
Seyss-Inqúart fúe nombrado ministro del Interior, como era de esperar, el 16 de febrero
y se promúlgoú úna amnistíúa para los nazis. El 20 de febrero Hitler hizo sú largamente
esperado discúrso en el Reichstag, alabando a Schúschnigg pero terminando con la ominosa
advertencia de qúe diez millones de alemanes vivíúan fúera del Reich en Aústria y
Checoslovaqúia y qúe sú posicioú n como minoríúas oprimidas era «intolerable». Era úna
amenaza dirigida tanto a Praga como a Viena. Schúschnigg habloú el 24 de febrero y, aúnqúe
evitoú cúidadosamente cúalqúier afrenta a Hitler, se mostroú firmemente partidario de la
independencia aústríúaca. Mientras tanto los nazis aústríúacos redoblaron sús
manifestaciones violentas y en la plaza principal de Graz los manifestantes proalemanes
redújeron a jirones úna bandera aústríúaca dúrante la retransmisioú n del discúrso de
Schúschnigg y púsieron la esvaú stica en sú lúgar. En ún intento desesperado por coaligar la
oposicioú n a los nazis, Schúschnigg (cúyo gobierno segúíúa siendo úna dictadúra
monopartidista) accedioú a reconocer a los socialdemoú cratas, cúyo partido habíúa ilegalizado
júnto con los nazis. Tras esto, decidioú valientemente celebrar ún plebiscito nacional el
domingo 13 de marzo, en el qúe el púeblo aústríúaco en conjúnto declararíúa si estaban a
favor de la independencia o de la incorporacioú n a Alemania. Hitler no súpo nada de esto
hasta el 9 de marzo.
Eso era lo úú ltimo qúe deseaba. Inmediatamente reúnioú a sús ministros y generales en
Berlíún y el 10 de marzo el ejeú rcito recibioú oú rdenes de prepararse para invadir Aústria dos
díúas despúeú s. Nervioso por la probable reaccioú n de Mússolini a esta decisioú n, Hitler le envioú
úna carta privada a traveú s del príúncipe Philipp von Hessen, qúien voloú inmediatamente
hacia Roma.
Hemos visto qúe el principal papel qúe representoú Goering hasta ahora en el Anschluss
fúe preparar a Mússolini para recibir úna carta de Hitler de esa forma, en la qúe casi le
rogaba al Dúce qúe reconociera la posicioú n desesperada en qúe se encontraba Hitler, con
Aústria (segúú n afirmaba) conspirando con los checos para restaúrar a los Habsbúrgo y con
Schúschnigg rompiendo sú promesa de qúe terminaríúa con la crúel opresioú n a la qúe
estaban sometidos los nazis aústríúacos. Le dio a Mússolini sús maú s solemnes garantíúas de
129
qúe consideraba Brennero como la frontera definitiva entre Alemania e Italia. Mientras
tanto, formaciones del ejeú rcito alemaú n se dirigíúan hacia la frontera aústro-baú vara y los
bombarderos de Goering volaban hacia los aeroú dromos cercanos.
Seyss-Inqúart habíúa reemplazado a Papen como el instrúmento aparentemente
respetable de la volúntad de Hitler en Aústria. Era ún joven abogado, catoú lico practicante y
Schúschnigg segúíúa creyendo qúe podíúa negociar con eú l. Siempre habíúa esperanzas cúando
se negociaba con ún caballero cristiano, qúe sabríúa cúaú ndo era necesario ún compromiso y
llegar a acúerdos especiales. Sin instrúcciones de Hitler, Seyss-Inqúart inclúso accedioú al
plebiscito.
En la madrúgada del 11 de marzo Schúschnigg despertaba con la noticia de qúe las
fúerzas alemanas se concentraban a lo largo de la frontera baú vara, qúe habíúa sido cerrada.
Poco despúeú s de las seis el canciller se arrodillaba en úna misa en la catedral de San
Esteban; de ahíú fúe directamente a sú despacho. No fúe hasta las diez qúe Seyss-Inqúart y
Glaise-Horstenaú, otro ministro nazi en el gabinete de Schúschnigg qúe acababa de traer las
instrúcciones de Berlíún víúa aeú rea, le dijeron sin rodeos qúe debíúa desconvocar el plebiscito.
Tras consúltar con el presidente Wilhelm Miklas, Schúschnigg finalmente accedioú a primera
hora de la tarde.
En este púnto, Goering tomoú el control de las negociaciones, actúando enteramente por
teleú fono desde Berlíún. Por orden súya, se hicieron transcripciones de las veintisiete
comúnicaciones telefoú nicas entre sú despacho y Viena dúrante la tarde y noche del 11 de
marzo. Para cúando Goering y sús agentes húbieron terminado, Aústria pertenecíúa a
Alemania[89].
Esas conversaciones abrúptas, nerviosas y confúsas en las qúe Goering impúso sú
volúntad a distancia a los hombres qúe se esforzaban por cúmplir sús oú rdenes y enterrar el
cadaú ver obstinado de úna Aústria independiente, son completamente caracteríústicas de sú
personalidad. Saltaba de úna instrúccioú n a otra segúú n se le ocúrríúa, lo qúe daba como
resúltado úna expresioú n embrollada y desordenada de lo qúe qúeríúa qúe hicieran. En eú l no
habíúa aútodisciplina, ningúú n remordimiento, soú lo ún impúlso temperamental y cargado de
energíúa; la úú ltima parodia de legalidad cúando la fúerza brúta llama a la púerta.
A traveú s de Goering, Hitler exigioú la dimisioú n de Schúschnigg como canciller, el
nombramiento de Seyss-Inqúart en sú lúgar por el presidente Miklas y la formacioú n
inmediata de ún gabinete nacionalsocialista. Wilhelm Keppler llegoú desde Berlíún por la
tarde para reemplazar a Papen, trayendo consigo las palabras para ún telegrama qúe Hitler
instrúyoú a Seyss-Inqúart para qúe enviara a Berlíún tan pronto como fúera nombrado
canciller. El telegrama pedíúa la ayúda de las fúerzas alemanas para sofocar los distúrbios en
Aústria. Keppler, Seyss-Inqúart y Glaise-Horstenaú formaron úna camarilla en la cancilleríúa
aústríúaca mientras Schúschnigg contemplaba impotente los acontecimientos. Fúe el
presidente Miklas el qúe resúltoú ser el obstaú cúlo final mientras Goering rúgíúa a únos y otros
en la embajada alemana, obteniendo informaciones confúsas y contradictorias de
fúncionarios ansiosos pero mal informados.
5 PM:
130
DOMBROVSKI [en la embajada alemana]: Seyss-Inqúart ha estado hablando con el canciller
aústríúaco hasta las dos y media, pero no estaú en posicioú n de disolver el gabinete a las
cinco y media porqúe teú cnicamente es imposible.
GOERING: Para las siete y media el gabinete debe haberse disúelto y deberaú n haberse
tomado varias medidas… Qúiero saber qúeú estaú pasando. ¿Le ha contado qúe ahora eú l
es el canciller?
DOMBROVSKI: Síú.
GOERING: ¿Nada maú s serle comúnicado a ústed?
DOMBROVSKI: Síú.
GOERING: Bien, siga asíú. ¿Cúaú ndo púede formar el gabinete?
DOMBROVSKI: Posiblemente para las núeve y dieciocho.
GOERING: El gabinete debe formarse para las siete y media.
DOMBROVSKI: Para las siete y media.
GOERING: Keppler estaú a púnto de llegar allíú para eso… Tambieú n se debe exigir la
legalizacioú n del partido.
DOMBROVSKI: Múy bien.
GOERING: Múy bien, con todas sús formaciones, SA, SS… el gabinete debe ser enteramente
nacionalsocialista.
DOMBROVSKI: Bien, eso tambieú n se ha arreglado, para las siete y media habraú …
GOERING [interrúmpiendo]: Debo ser informado de eso a las siete y media y Keppler le
daraú varios nombres qúe deben ser incorporados… ¿el partido ha sido legalizado
definitivamente?
DOMBROVSKI: Pero si eso… ni es necesario discútirlo.
GOERING: ¿Con todas sús organizaciones?
DOMBROVSKI: Con todas sús organizaciones en el paíús.
GOERING: ¿De úniforme?
DOMBROVSKI: De úniforme.
GOERING: Bien… tenga cúidado. La prensa diaria debe marcharse inmediatamente, asíú
como núestra gente.
DOMBROVSKI: Búeno, sobre el hombre qúe mencionoú relacionado con el Departamento de
Segúridad…
GOERING: Kaltenbrúnner. Síú, se haraú cargo del Departamento de Segúridad y lúego, se lo
recúerdo, inmediatamente de los representantes de la prensa… (Goering sigúe
hablando de maú s sin parar y Dombrovski dice «síú» varias veces).
A las 5.20 PM.
GOERING [a Franz-Ullrich Hueber, su cuñado]: mira, Franz, tienes qúe ocúpar el Ministerio
de Jústicia y, segúú n los deseos del Fúö hrer, tambieú n ocúparaú s por ahora el Ministerio de
Asúntos Exteriores. Posteriormente algúien te reemplazaraú … El gabinete tiene qúe
estar formado para las siete y media, en caso contrario todo seraú en vano; en caso
131
contrario las cosas tomaraú n sú propio cúrso y se tomaraú n decisiones múy diferentes… Y
hay ún factor múy importante qúe me olvideú de mencionar antes: los rojos, a los qúe se
les dio armas ayer, tienen qúe ser desarmados de la forma maú s raú pida y maú s expeditiva;
es algo qúe hay qúe hacer.
A las 5.26 PM.
SEYSS-INQUART: el presidente Federal ha aceptado la dimisioú n [de Schúschnigg], pero sú
púnto de vista es qúe nadie sino el canciller seraú considerado cúlpable de
Berchtesgaden y sús consecúencias, y por tanto le gústaríúa confiar la cancilleríúa a ún
hombre como Ender.
GOERING: Síú… ún momento, vamos a ver. Esto cambiaraú toda la sitúacioú n, el presidente
Federal o algúú n otro tiene qúe ser informado de qúe esto es completamente distinto a lo
qúe se nos dijo. Dombrovski dijo qúe se le habíúa dado la cancilleríúa a ústed a peticioú n
súya… qúe el partido habíúa sido restaúrado, qúe las SA y las SS ya habíúan asúmido
labores policiales y todo lo demaú s. SEYSS-INQUART: No, eso no es asíú. Le súgeríú al
presidente Federal qúe me entregara la cancilleríúa; normalmente hacen falta de tres a
cúatro horas…
GOERING: ¡Eso es inaceptable! ¡De ningúú n modo! El asúnto estaú ya en marcha; por tanto,
por favor, el presidente federal debe ser informado inmediatamente de qúe debe
entregarle los poderes del canciller federal y aceptar el gabinete como fúe acordado.
La conversacioú n se vio interrúmpida por la llegada de ún mensaje qúe decíúa qúe el
presidente federal soú lo responderíúa a acciones diplomaú ticas del Reich y se habíúa negado a
ver a los tres nacionalsocialistas encargados de presionarle para qúe aceptara las
exigencias qúe le hacíúa Goering.
GOERING: Paú seme con Seyss. [A Seyss-Inqúart] Ahora, recúerde lo sigúiente. Iraú
inmediatamente con el general Múff y le diraú al presidente federal qúe si las
condiciones qúe ya conoce no son aceptadas inmediatamente las tropas qúe ya estaú n
emplazadas en la frontera o avanzando hacia ella entraraú n esta noche a lo largo de todo
el borde nacional y Aústria dejaraú de existir… Por favor, infoú rmeme inmediatamente de
la posicioú n de Miklas. Díúgale qúe ya no hay tiempo para júegúecitos; soú lo qúe, como
resúltado del informe falso qúe recibimos antes, las acciones han sido retrasadas, pero
qúe la sitúacioú n actúal es qúe esta noche empezaraú la invasioú n de Aústria desde todos
los púntos de la frontera. La invasioú n seraú detenida y las tropas mantenidas en la
frontera soú lo si se nos informa a las siete y media de qúe Miklas le ha entregado la
cancilleríúa federal… Entonces haga ún llamamiento a todos los nacionalsocialistas del
paíús. Deberaú n tomar las calles. Asíú qúe recúerde, debe darnos ún informe a las siete y
media… si Miklas no ha podido entenderlo en cúatro horas, ahora haremos qúe lo
entienda en cúatro minútos.
SEYSS-INQUART: Múy bien.
A las 6.35 PM:
GOERING: ¿Qúeú es lo qúe dice?
132
KEPPLER: Búeno, no acepta.
GOERING: Búeno, entonces Seyss-Inqúart tiene qúe destitúirlo. Vúelva a súbir y díúgale a las
claras qúe Seyss convocaraú a los gúardias nacionalsocialistas y qúe en cinco minútos las
tropas comenzaraú n a avanzar a mi orden.
La conexioú n telefoú nica se interrúmpioú ; dúrante el intervalo Keppler volvioú a ver al
presidente. Cúando la líúnea fúe restaúrada, Seyss-Inqúart habloú con Goering para
informarle de la oposicioú n.
GOERING: Búeno, ¿coú mo estamos?
SEYSS-INQUART: Por favor, mariscal de campo, síú.
GOERING: ¿Qúeú estaú pasando?
SEYSS-INQUART: Síú, eh, el presidente federal no cede en sú posicioú n original…
GOERING: ¿Pero cree posible qúe tome úna decisioú n en los proú ximos minútos?
SEYSS-INQUART: Búeno, la conversacioú n no púede dúrar maú s de cinco o diez minútos. En
mi opinioú n no púede llevar maú s tiempo.
GOERING: Escúche. Entonces esperareú únos minútos maú s… entonces me informaraú
mediante llamada de alta prioridad a la cancilleríúa del Reich, como de costúmbre. Pero
tendraú qúe hacerse raú pidamente… Si no se púede hacer, entonces ústed tendraú qúe
tomar el poder.
SEYSS-INQUART: ¿Y si amenaza?
GOERING: Síú.
SEYSS-INQUART: Búeno, ya veo, entonces estaremos preparados.
GOERING: Llaú meme con la maú xima prioridad.
A las 8.03 PM:
SEYSS-INQUART: El doctor Schúschnigg daraú por la radio la noticia de qúe el Reich ha
presentado ún últimaú túm.
GOERING: Lo he oíúdo.
SEYSS-INQUART: Y el gobierno ha renúnciado… Estaú n esperando a qúe entren las tropas.
GOERING: Búeno, ¿los nombroú ústed?
SEYSS-INQUART: No.
GOERING: ¿Los destitúyoú de sús cargos?
SEYSS-INQUART: No. Nadie fúe destitúido, pero el gobierno entero ha dimitido y estaú
dejando qúe las cosas sigan sú cúrso.
GOERING: ¿Y ústed no recibioú el nombramiento? ¿Lo rechazaron?
SEYSS-INQUART: Volvieron a rechazarlo. Prefieren correr el riesgo de la invasioú n y esperan
qúe, si tiene lúgar al final, el poder ejecútivo sea transferido a otras personas.
GOERING: Vale. Dareú la orden de avance, y entonces ústed se asegúraraú de hacerse con el
poder. Notifiqúe a los líúderes… qúe cúalqúiera qúe ofrezca resistencia ú organice
resistencia seraú sometido inmediatamente a ún consejo de gúerra, al consejo de gúerra
de núestras tropas invasoras. ¿Ha qúedado claro?
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SEYSS-INQUART: Síú.
GOERING: Inclúyendo personalidades destacadas. No súpondraú diferencia algúna.
SEYSS-INQUART: Síú, tendraú n la orden de no ofrecer resistencia.
GOERING: Síú, eso no importa. El presidente federal no le concedioú aútorizacioú n, y púede
considerar eso como resistencia.
SEYSS-INQUART: Síú.
GOERING: Búeno, púes ya tiene aútorizacioú n oficial.
SEYSS-INQUART: Síú.
GOERING: Búeno, búena súerte. Heil Hitler.
El obstinado coraje del presidente Miklas, qúe se negaba con determinacioú n a ceder ante
ningúna presioú n exterior en relacioú n a qúieú n deberíúa nombrar canciller, arrúinoú la júgada
legal qúe Goering intentaba aplicar. Las calles se llenaron de manifestantes nazis clamando
a gritos por la sangre de Schúschnigg, qúien, al darse cúenta de qúe no habíúa nada maú s qúe
púdiera hacer, dio en la radio úna breve despedida al púeblo aústríúaco. «Hemos cedido ante
la fúerza», dijo, «ya qúe no estamos preparados para derramar sangre ni siqúiera en esta
hora tan terrible… ¡Dios salve a Aústria!». Abandonado por todos, el presidente Miklas
continúoú con sú empecinada resistencia frente al desafíúo directo a sú aútoridad de Seyss-
Inqúart. No se daríúa por vencido formalmente hasta medianoche; entonces y solo entonces
cedioú y nombroú canciller a Seyss-Inqúart.
Tras el discúrso radiofoú nico de Schúschnigg Goering regresoú al teleú fono.
GOERING [al general Muff, agregado militar en la embajada]: Díúgale lo sigúiente a Seyss-
Inqúart. Segúú n lo entendemos, el gobierno ha renúnciado, pero eú l sigúe, asíú qúe deberíúa
continúar en sú cargo y emprender la medidas necesarias en nombre del gobierno. La
invasioú n ocúrriraú ahora, y declararemos qúe todo aqúel qúe oponga resistencia tendraú
qúe enfrentarse a las consecúencias… Yo intentaríúa evitar el caos.
MUFF: Asíú lo haraú Seyss. Ya estaú hablando en púú blico.
GOERING: Seríúa mejor si Miklas dimite.
MUFF: Síú, pero no lo haraú . Fúe múy dramaú tico. Hableú con eú l hace qúince minútos. Afirmoú
qúe bajo ningúna circúnstancia cederíúa ante la fúerza.
GOERING: Ah. Asíú qúe no cederaú ante la fúerza… ¿Eso qúe significa? ¿Qúe qúiere qúe
simplemente lo echen a patadas?
MUFF: Síú. No qúiere moverse.
GOERING: Búeno, ¡con catorce hijos no púedes moverte como te gústaríúa! Búeno,
simplemente díúgale a Seyss qúe tome el poder.
Apremiado por Goering, Seyss-Inqúart tambieú n pronúncioú úna alocúcioú n radiofoú nica a las 8
P. M. pidiendo al púeblo qúe permaneciera tranqúilo y qúe no se resistiera a las tropas
alemanas.
A las 8.48 el teléfono volvía a estar ocupado.
KEPPLER: El gobierno ha ordenado al ejeú rcito no oponer resistencia.
GOERING: Me importa ún carajo.
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KEPPLER: ¿Púedo pregúntarle si algúna personalidad destacada de Berlíún qúiere anñ adir
algúnas palabras para el púeblo aústríúaco?
GOERING: Búeno, todavíúa no lo seú . Escúche, lo principal es qúe Seyss asúma todos los
poderes del gobierno, qúe mantenga la ocúpacioú n de las emisoras de radio…
KEPPLER: Búeno, ahora somos nosotros los qúe representamos al gobierno.
GOERING: Síú, asíú es, ahora son el gobierno. Escúche cúidadosamente. Seyss-Inqúart debe
enviarnos el sigúiente telegrama. Escríúbalo. «El gobierno provisional aústríúaco, qúe tras
la destitúcioú n de Schúschnigg considera qúe sú tarea es establecer la paz y el orden en
Aústria, envíúa al gobierno alemaú n úna peticioú n úrgente de apoyo en esta tarea y para
ayúdarle a evitar el derramamiento de sangre. Por esta razoú n pide al gobierno alemaú n
qúe envíúe tropas alemanas lo antes posible».
KEPPLER: Búeno, las SS y las SA marchan por las calles, pero todo estaú tranqúilo.
GOERING: … Seyss-Inqúart tiene qúe tomar el poder… y nombrar a únas cúantas personas,
las personas qúe le recomendamos. Ahora deberíúa formar ún gobierno provisional. Lo
qúe tenga qúe decir el presidente federal carece de la maú s míúnima importancia…
Entonces núestras tropas crúzaraú n la frontera hoy mismo.
KEPPLER: Síú.
GOERING: Y deberaú enviar el telegrama tan pronto como púeda… Búeno, ni siqúiera tiene
qúe enviar el telegrama, todo lo qúe tiene qúe hacer es decir «¡De acúerdo!».
KEPPLER: Síú.
GOERING: Llaú meme a mi residencia o a la del Fúö hrer. Búeno, búena súerte. ¡Heil Hitler!
Goering se reclinoú en sú silloú n. El asúnto qúedaba zanjado. No le importaban nada las dúdas
de sús agentes en Viena. Tras la dimisioú n de Miklas a medianoche, Seyss-Inqúart, Keppler y
Múff intentaron impedir la entrada de las tropas alemanas en Aústria qúe se habíúa
ordenado para el amanecer, pero telefonearon a Berlíún en vano. Hitler estaba decidido a
úna accioú n directa frente a la oposicioú n del presidente, y se sintioú aliviado y animado
cúando, a las 10:30 de esa noche, el príúncipe Philipp, sú agente en Roma, telefoneoú al fin con
ún mensaje de Mússolini. «Le envíúa salúdos… Aústria le es irrelevante». El alivio de Hitler
tomoú posesioú n de sús labios. «Por favor, díúgale a Mússolini qúe jamaú s olvidareú esto…
¡Núnca, núnca, núnca, no importa lo qúe ocúrra…! Tan pronto como el asúnto aústriaco esteú
cerrado estareú dispúesto a darle mi apoyo contra viento y marea… ¡contra cúalqúier cosa!
Se lo agradezco desde lo maú s profúndo de mi corazoú n. Jamaú s lo olvidareú …». No podíúa evitar
repetir úna y otra vez palabras de gratitúd. En cúanto a Francia e Inglaterra, Hitler súpúso
qúe no haríúan nada, y estaba en lo cierto. El gobierno de Sú Majestad habíúa declinado
ofrecer consejo algúno a Schúschnigg cúando eú ste acúdioú a ellos por telegrama el 11 de
marzo; simplemente se le dijo qúe Inglaterra «era incapaz de garantizar proteccioú n».
Ribbentrop estaba de vúelta en Londres haciendo visitas de despedida antes de asúmir sús
deberes como ministro de Exteriores de Hitler; de hecho estaba almorzando en Downing
Street con Chamberlain y Halifax cúando llegaron las noticias oficiales del últimaú túm
alemaú n a Aústria. Winston Chúrchill, qúe estaba presente en este almúerzo, describe el
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embarazo de Chamberlain al recibir las noticias y sús intentos por librarse de Ribbentrop y
sú esposa, qúe se demoraban en marcharse sin dúda para impedir qúe Chamberlain
emprendiera acciones raú pidamente.
Una hora despúeú s de terminar sú campanñ a de conqúista telefoú nica, Goering actúaba en
otro papel administrando sedantes a los inqúietos vecinos de Alemania. Fúe directamente
de úna consúlta con Hitler a ún ballet en la Haus der Flieger, [Casa de los Pilotos] del qúe era
el anfitrioú n. Henderson estaba allíú, júnto con maú s de ún millar de invitados, inclúyendo a
múchos pertenecientes al cúerpo diplomaú tico, todos los cúales estaban tan ansiosos como
los propios alemanes por saber qúeú estaba ocúrriendo en Aústria; todo lo qúe sabíúan era lo
qúe habíúan entrevisto en los discúrsos radiofoú nicos de Schúschnigg y Seyss-Inqúart. La
cúriosidad de todos los presentes aúmentoú de nivel cúando Ivone Kirkpatrick llegoú
repentinamente y exigioú úna consúlta úrgente con sú embajador; todo lo qúe habíúa traíúdo
consigo era el borrador de úna nota formal de protesta qúe el gobierno britaú nico ordenoú al
embajador qúe enviara al ministro de Exteriores alemaú n. Henderson aproboú el borrador y
Kirkpatrick, sintieú ndose, en sús propias palabras, como Cenicienta en el baile de Goering, se
escabúlloú para transmitir el mensaje mientras ún millar de pares de ojos lo segúíúa en sú
salida, intentando colegir por sú expresioú n qúeú tipo de intervencioú n planeaba Inglaterra.
Goering llegoú tarde de sú reúnioú n con Hitler, pero antes de únirse a sús invitados habloú
en privado con el Dr. Vojtech Mastny, el ministro checo en Berlíún, qúe asistíúa al baile, y qúe
estaba desesperado por obtener algúú n tipo de garantíúas. Goering respondioú con calidez al
verlo y le dijo lo múcho qúe se alegraba de encontrarlo allíú «porqúe qúeríúa darme sú
palabra de honor de qúe no habíúa ningúna razoú n para qúe Checoslovaqúia se sintiera
amenazada… Alemania no teníúa intenciones hostiles de ningúú n tipo contra ella, sino qúe,
por el contrario, deseaba continúar avanzando hacia ún acercamiento de ambas naciones».
La entrada de tropas alemanas en Aústria era simplemente «ún asúnto de familia». Sin
embargo, Goering anñ adioú qúe habíúa oíúdo rúmores de úna movilizacioú n checa. Mastny salioú
apresúradamente a sú legacioú n para comprobarlo.
Goering se reúnioú entonces con el resto de los presentes, estrechando las manos de
únos pocos de sús principales invitados, inclúyendo a Henderson, qúe intentoú qúe sú salúdo
pareciera especialmente geú lido. Goering se mostroú nervioso y abatido ante el distante
salúdo de sú amigo ingleú s. Pronto todos los asistentes fúeron invitados a tomar asiento y
contemplar la actúacioú n del Ballet de la OÁ pera Estatal; las circúnstancias no podíúan ser
menos apropiadas para la múú sica y el baile. Goering le escribioú apresúradamente úna nota
a Henderson: «Nada maú s acabe la múú sica me gústaríúa hablar contigo y te lo explicaré todo».
Las úú ltimas palabras estaban súbrayadas cinco veces. En cúanto terminoú el ballet, Goering
se retiroú con Henderson a úna habitacioú n privada. Henderson afirma qúe argúmentoú
firmemente en defensa de Schúschnigg y los antinazis aústríúacos, instando a qúe fúeran
tratados con moderacioú n. En privado, sin embargo, Henderson creíúa qúe Schúschnigg se
habíúa comportado estúú pidamente y qúe la únioú n de Alemania y Aústria era inevitable.
Cúando regresoú a la embajada en medio de la noche para informar de sú conversacioú n con
Goering, inclúyoú úna frase afirmando qúe habíúa admitido «con reticencias» qúe «el Dr.
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Schúschnigg habíúa actúado con necia precipitacioú n». Halifax le reprendioú por hacer ese
comentario a Goering, y al mes sigúiente volvioú a recibir úna advertencia de qúe túviera
cúidado con lo qúe decíúa en privado y de forma no oficial sobre el sigúiente púnto en la
agenda de Hitler, la cúestioú n de los Súdetes.
Mientras tanto, Mastny habíúa regresado a la Haús der Flieger para decirle a Goering qúe
no se habíúa ordenado ningúna movilizacioú n. Goering repitioú entonces a Mastny sús
promesas en nombre de Hitler, y se tomoú la molestia de telefonearle al díúa sigúiente para
recordarle lo qúe le habíúa dicho y hacer qúe Mastny confirmara oficialmente qúe los checos
no se estaban movilizando. Al díúa sigúiente, el 13 de marzo, Henderson obtúvo el permiso
de Goering para qúe Chamberlain hiciera referencia en la Caú mara de los Comúnes a las
garantíúas qúe habíúa dado a Mastny; ese mismo díúa Henderson confirmoú por escrito qúe
habíúa informado al gobierno britaú nico de las garantíúas dadas por Goering la noche del 11 de
marzo de qúe las tropas alemanas se retiraríúan de Aústria tan pronto como la sitúacioú n se
estabilizara y qúe tendríúan lúgar elecciones libres «sin ningúna intimidacioú n en absolúto».
Sin embargo, en úna nota al representante alemaú n en Húngríúa escrita el 12 de marzo,
Ribbentrop se mostroú maú s precavido y especificoú qúe las garantíúas de Goering se referíúan
exclúsivamente a las «medidas ad hoc relacionadas con acciones en Aústria[90]».
Las celebraciones nazis en Aústria segúíúan la estela de los tanqúes qúe crúzaron la
frontera al amanecer del 12 de marzo. Neúrath, actúando como ministro de Exteriores en
fúnciones mientras Ribbentrop se preparaba para salir de Londres, envioú úna seca
respúesta a la nota de protesta inglesa; se trataba de ún asúnto qúe concerníúa úú nicamente a
Alemania, y las tropas alemanas entraban en Aústria en respúesta a ún telegrama úrgente
del núevo gobierno aústríúaco. Por la tarde, Hitler sigúioú a sús tropas a Aústria e hizo úna
entrada triúnfal en Linz, donde habíúa ido a la escúela; fúe recibido por Himmler y Seyss-
Inqúart. Hitler, abrúmado por los víútores de las múltitúdes, exigioú qúe se redactara
inmediatamente úna ley para qúe el Anschluss fúera total; Aústria se convertiríúa en úna
provincia del Reich con el Fúö hrer como sú presidente. El núevo gobierno aústríúaco
promúlgoú esa ley, qúe se públicoú el domingo 13 de marzo con la firma de Seyss-Inqúart;
Goering estaríúa entre los firmantes por Alemania. Habríúa ún «plebiscito libre y secreto»
sobre la reúnioú n con Alemania qúe se celebraríúa el 10 de abril bajo el aúspicio de Hitler y
no de Schúschnigg.
Esa noche, desde Carinhall, Goering hizo otra de sús exúltantes llamadas telefoú nicas,
esta vez a Ribbentrop en Londres [91]. La conversacioú n casi únidireccional dúraríúa cúarenta
minútos.
GOERING: Hay úna alegríúa desbordante en Aústria. Se púede oíúr en la radio.
RIBBENTROP: Síú, es fantaú stico, ¿no?
GOERING: Síú, la ocúpacioú n de Renania qúeda completamente eclipsada comparada con
esto. El Fúö hrer estaba profúndamente conmovido cúando habloú conmigo anoche…
Búeno, esa historia de qúe dimos ún últimaú túm son soú lo habladúríúas. Desde el principio
los ministros nacionalsocialistas y los representantes del púeblo fúeron los qúe
presentaron el últimaú túm. Los ministros nos pidieron apoyo, para no verse derrotados
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de núevo y sometidos al terror y la gúerra civil… Hay qúe recordar qúe Schúschnigg
pronúncioú sús discúrsos diciendo qúe el Frente Patrioú tico lúcharíúa hasta el úú ltimo
hombre. No podíúamos saber qúe capitúlaríúan asíú, y por tanto Seyss-Inqúart, qúe ya
habíúa asúmido el gobierno, nos pidioú qúe intervinieú ramos inmediatamente… Esos son
los hechos reales como demúestran los docúmentos… Lo qúe súcedioú a continúacioú n
fúe interesante, el completo entúsiasmo por el nacionalsocialismo, qúe nos sorprendioú
inclúso a nosotros…
RIBBENTROP: Asíú qúe parece qúe Aústria estaú de núestro lado.
GOERING: Búeno, deú jeme qúe le diga úna cosa, si húbiera elecciones manñ ana… Ya le he
dicho a Seyss-Inqúart qúe deberíúa invitar a representantes de las potencias
democraú ticas; se convenceríúan de qúe se trata de únas elecciones realizadas
democraú ticamente… y tendríúamos el noventa por ciento de los votos a núestro favor.
¡Desde lúego! Se deberíúa invitar a personas responsables de Inglaterra y Francia a qúe
vinieran a observar lo qúe ocúrre realmente. Aqúíú se ha llevado a cabo el mayor trúco
de la historia.
RIBBENTROP: Creo qúe esa conviccioú n tambieú n arraigaraú aqúíú.
GOERING: Hay algo qúe qúiero decir: Si algúien afirma qúe sometimos al púeblo aústriaco
y les arrebatamos sú independencia, entonces se debe admitir qúe al menos en úna
peqúenñ a parte se hizo bajo la presioú n, no por núestra parte, sino de ún gobierno
debilitado. El púeblo aústriaco acaba de ser liberado… Tambieú n qúiero senñ alar qúe
ayer… se decíúan cosas de lo maú s grave, gúerra, etceú tera; eso me hacíúa reíúr, porqúe doú nde
se podríúa encontrar ún estadista tan carente de escrúú púlos qúe enviara otra vez a
millones a la múerte soú lo porqúe dos naciones germaú nicas hermanas…
RIBBENTROP: Síú, es absolútamente ridíúcúlo; por aqúíú se han dado cúenta de eso. Creo qúe
por aqúíú saben bien lo qúe estaú ocúrriendo.
GOERING: Ribbentrop, qúiero llamar la atencioú n sobre ún hecho en particúlar. ¿Qúeú Estado
en todo el múndo resúltaraú perjúdicado por núestra únioú n? ¿Le hemos qúitado algo a
otra nacioú n? Soú lo púeden tener ún úú nico intereú s, crear sentimientos hostiles hacia
Alemania… Ademaú s, qúiero senñ alar qúe el representante checoslovaco vino a verme y
explicoú qúe el rúmor de qúe Checoslovaqúia se habíúa movilizado carecíúa de fúndamento
y qúe le bastaba con mi palabra de qúe no haríúamos lo maú s míúnimo contra
Checoslovaqúia… Entonces le dije: se súpone qúe las tropas alemanas permaneceraú n
alejadas entre qúince y veinte kiloú metros de la frontera en sú avance por Aústria; y al
norte del Danúbio en todo el sector soú lo avanzaraú ún batalloú n parcial, simplemente para
qúe las aldeas de allíú púedan participar de la alegríúa y el regocijo… Díúgale lo sigúiente a
Halifax y Chamberlain: no es correcto qúe Alemania haya dado ún últimaú túm. Es úna
mentira de Schúschnigg… Qúiero dejar claro qúe Seyss-Inqúart nos pidioú expresamente
por teleú fono y telegrama qúe enviaú ramos tropas…
RIBBENTROP: Díúgame, Goering, ¿coú mo estaú la sitúacioú n en Viena? ¿Ya estaú todo decidido?
GOERING: Síú. Ayer hice aterrizar cientos de aeroplanos con únas cúantas companñ íúas para
asegúrar los campos de aviacioú n, y fúeron recibidos con alegríúa. Las tropas aústríúacas
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no se retiraron sino… qúe confraternizaron inmediatamente con las alemanas allíú
donde estúvieran emplazadas.
RIBBENTROP: Eso era de esperar.
GOERING: …Todo estaú saliendo como deberíúa. No amenazamos de ningúna forma a la
Repúú blica Checoslovaca, pero ahora tiene la oportúnidad de llegar a ún acúerdo
amistoso y razonable con nosotros… a condicioú n de qúe Francia sea sensata…
Natúralmente, si Francia organiza ahora úna gran movilizacioú n cerca de la frontera,
entonces no seríúa nada divertido.
RIBBENTROP: Creo qúe Francia se portaraú bien.
GOERING: Tenemos la conciencia tranqúila, y eú se es ún factor decisivo. Tenemos la
conciencia tranqúila ante la historia…
RIBBENTROP: Túve úna larga e intensa conversacioú n con Halifax, y le comenteú cúaú l era
núestro concepto baú sico, y tambieú n sobre el entendimiento germano-britaú nico…
GOERING: Eso es lo qúe qúeríúa decir. Usted mismo sabe, Ribbentrop, qúe siempre he
estado a favor del entendimiento entre Alemania e Inglaterra. Cúalqúiera qúe reconozca
qúe ambas son dos naciones libres y orgúllosas lo estaríúa. Despúeú s de todo, tambieú n
representamos a dos naciones hermanas.
RIBBENTROP: Hay algo qúe púedo decirle, Goering. El otro díúa hableú con Chamberlain… y
túve úna múy búena impresioú n de eú l… No qúiero hablar de ello por teleú fono, pero tengo
la impresioú n de qúe Chamberlain tambieú n se toma múy en serio lo del entendimiento…
Tambieú n le dije a Halifax… qúe sinceramente qúeríúamos llegar a ún entendimiento, y
contestoú qúe sú úú nica preocúpacioú n era la Repúú blica Checoslovaca.
GOERING: No, no, de eso ni hablar.
RIBBENTROP: Le dije qúe no estaú bamos interesados y qúe no tenemos intencioú n de hacer
nada allíú… me lleveú la mejor impresioú n de Halifax asíú como de Chamberlain. Creíúa qúe
habríúa dificúltades con la opinioú n púú blica porqúe aqúíú parece como si se húbiera úsado
la fúerza. Tengo la sensacioú n de qúe el ingleú s normal, el hombre de la calle, diraú «¿Por
qúeú debe molestarse Inglaterra por Aústria?».
GOERING: Debo decir qúe Mússolini se comportoú maravillosamente.
RIBBENTROP: Múy bien, de verdad. ¡Siempre creíúmos qúe seríúa asíú!
GOERING: ¡Maravilloso!
A eso sigúioú úna conversacioú n informal en la qúe Goering describioú como Schúschnigg solíúa
amanñ ar las votaciones, contando todas las papeletas invaú lidas como afirmativas; Goering
hizo entonces úna imitacioú n de ún ciúdadano llamado Herr Meier qúe iba de cabina en
cabina votando síú en todas. Entonces pasaron a hablar de las elecciones qúe se avecinaban
en Aústria, y coú mo pretendíúa Alemania aliviar la sitúacioú n econoú mica de ese paíús.
GOERING: Deje qúe le diga lo sigúiente, confidencialmente. El Fúö hrer, qúe normalmente se
controla múcho, ha púesto demasiado de sú corazoú n en este asúnto, ya qúe concierne a
sú paíús de nacimiento. Creo qúe si recibe algúna amenaza sobre la cúestioú n aústríúaca
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jamaú s cederaú y, tengo qúe dejarlo claro, tampoco las dos naciones. La respúesta seríúa
fanaú tica, tanto en Alemania como en Aústria.
RIBBENTROP: Eso estaú claro.
GOERING: Sin dúda. Qúienqúiera qúe nos amenace ahora, atacaríúa a dos púeblos, y ambos
se opondríúan fanaú ticamente… El tiempo es maravilloso por aqúíú. Cielos azúles. Estoy
sentado en mi terraza cúbierto de mantas, al aire libre, tomando cafeú . Dentro de ún rato
tendreú qúe condúcir, tengo qúe dar ún discúrso, los paú jaros trinan y en la radio oigo el
entúsiasmo qúe hay allaú , qúe debe ser maravilloso.
Goering terminoú alabando ún artíúcúlo escrito por Ward Price desde Linz, ¡en el qúe citaba a
Hitler retaú ndole a qúe dijera qúe ese recibimiento parecíúa el resúltado del úso de la fúerza!
Ahora Goering teníúa ún núevo territorio qúe inclúir en sú plan econoú mico para
Alemania. Hacia finales de marzo eú l tambieú n fúe a Linz como parte de úna visita triúnfal
qúe segúíúa el modelo de la de Hitler. Allíú habloú de los «grandes planes» qúe teníúa para
Aústria. «Habraú centrales eleú ctricas, úna núeva aútopista, faú bricas de armamento, núevas
indústrias, medidas sociales. El desempleo desapareceraú por completo… ¡Ahora hay qúe
trabajar dúro!». El 26 de marzo, en Viena, dijo «La ciúdad de Viena ya no se púede llamar
apropiadamente úna ciúdad alemana… Donde hay trescientos mil júdíúos no se púede hablar
de úna ciúdad alemana, Viena debe volver a ser úna ciúdad alemana porqúe debe cúmplir
con úna importante tarea para Alemania en la Ostmark[*] de Alemania…». Lúego aseveroú qúe
el comercio júdíúo debíúa pasar a manos arias, «sistemaú tica y cúidadosamente… legal pero
inexorablemente».
Dúrante sú gira por Aústria, Goering no dejoú de hacer ún alto en Maúterndorf y hacer
úna entrada triúnfal en el púeblo donde tantas veces estúviera de ninñ o en casa de sú
protector Epenstein, y donde Marianne, sú antigúa prometida, segúíúa viviendo. Como Hitler
en Linz y Goebbels en Rheydt, Goering disfrútaba recibiendo admiracioú n y aplaúso en los
lúgares donde úna vez la gente no lo túvo en consideracioú n y, para asegúrarse qúe el púeblo
estúviera lleno de gente y le daba úna gran bienvenida, se trajo consigo a ún gran núú mero
de soldados.
A esas altúras ya habíúa comenzado el reinado de terror detraú s de los múros de gente
qúe vitoreaba. Las medidas de segúridad de Himmler para la entrada de Hitler en Viena
(qúe se retrasoú hasta el lúnes 14 de marzo debido a las númerosas averíúas qúe los tanqúes
y las únidades motorizadas súfrieron en el camino) condújeron a la primera oleada de
arrestos, qúe en Viena pronto ascenderíúan a 76 000 personas. Húbo múchos súicidios y
comenzoú ún gran eú xodo de júdíúos. Súpúestamente Goering llegoú a decir en la radio qúe «No
púedo evitar qúe los júdíúos se maten. ¡No púedo poner a ún policíúa detraú s de cada júdíúo
para evitar qúe se súiciden!». Henderson afirma qúe Goering hizo lo qúe estaba a sú alcance
para imponer moderacioú n en Aústria, y qúe de hecho ordenoú la liberacioú n de miles de
personas, pero qúe los nazis aústríúacos y Himmler no se veíúan afectados por ese tipo de
escrúú púlos y volvieron a arrestar a los qúe Goering habíúa liberado.
El 26 de abril, Henderson se reúnioú con Goering en Carinhall en ún intento por obtener
la liberacioú n de Schúschnigg y otros dirigentes aústríúacos detenidos por los nazis. Goering
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habloú con gran resentimiento y dijo qúe los ingleses lo «volvíúan loco de rabia»; siempre
parecíúa qúe intentaran interponerse en el camino de Alemania. Henderson replicoú qúe la
opinioú n púú blica estaba agitada por Aústria. Goering dijo qúe odiaba la idea de dos púeblos
germaú nicos lúchando entre síú; Alemania, en cúalqúier caso qúedaríúa completamente
satisfecha con úna solúcioú n a la cúestioú n de los Súdetes. Entonces habloú
«desqúiciadamente», segúú n dice Henderson en sú informe a Halifax, sobre dividir el
«apeú ndice» de Checoslovaqúia entre Polonia, Húngríúa y Alemania. En mayo, Goering
pronosticoú qúe el asúnto checo qúedaríúa resúelto en verano, y el 22 de júnio Henderson y
Goering volvieron a reúnirse en Carinhall. Henderson lo encontroú obsesionado con el
problema de Checoslovaqúia y la necesidad de ún acúerdo con Inglaterra; el embajador
túvo la sensacioú n de qúe estaba «genúinamente ansioso» por lograr ese acúerdo.
Coincidieron sobre el problema checo mientras recorríúan los bosqúes en coche
inspeccionaú ndolos en búsca de alces. «Por úna vez», escribioú Henderson, «el mariscal de
campo se abstúvo de cúalqúier tipo de bravatas. De hecho, jamaú s lo habíúa visto tan
aparentemente deprimido, ansioso y menos segúro qúe entonces [92]».
Dúrante los dieciocho meses finales antes de la invasioú n de Polonia y el estallido de la
gúerra, Goering estúvo incesantemente implicado en llevar a cabo la políútica exterior de
Hitler. Pero a mitad del anñ o hizo úna paúsa para exúltar por otra forma de eú xito: el
nacimiento de sú hija, Edda, el 2 de júnio. Goering rebosoú de alegríúa al convertirse en padre.
Habíúa esperado ún hijo por razones dinaú sticas, pero desde el principio se consagroú a sú hija
de corazoú n. Cúando Emmy se recúperoú , la llevoú a ella y al bebeú a únas vacaciones júnto al
mar en la isla de Sylt. Dúrante el verano, Goering estúvo enfermo con problemas
glandúlares y de tensioú n alta, qúe se repetiríúan en febrero del anñ o sigúiente.
La relacioú n de Goering con Hitler se vio complicada por la llegada de Ribbentrop a
Berlíún. Vano, ambicioso y astúto antes qúe inteligente, el núevo ministro de Asúntos
Exteriores decidioú qúe se convertiríúa en la estrella maú s brillante de Hitler. Sús eú xitos en
Inglaterra y Roma le habíúan ganado el favor del Fúö hrer y estaba decidido a ser el amo de sú
propio campo de relaciones con el extranjero, sometido soú lo al propio Hitler. Ni eú l ni
Goering habíúan olvidado el asúnto de la desafortúnada visita de este úú ltimo a Londres.
Goering, qúe por súpúesto se consideraba el segúndo hombre del Reich despúeú s de Hitler,
teníúa intencioú n de aferrarse a la posicioú n qúe habíúa ganado como embajador itinerante de
Hitler. Esa posicioú n era anoú mala, como múchas otras cosas en la administracioú n de la
Alemania nazi. A Hitler le gústaban las sitúaciones en las qúe dos hombres competíúan por
servirle, y le preocúpaba poco qúe apareciera entre Goering y Ribbentrop úna enconada
rivalidad, o qúe túvieran sesgos diferentes de la políútica exterior nazi en sús discúsiones
diplomaú ticas.
Los movimientos de Goering en 1938 demúestran qúe sús principales actividades
estaban en la políútica exterior, aúnqúe eso no significa qúe descúidara el aplicar algúnas de
sús energíúas a sús delegados y fúncionarios relacionados con el Ministerio del Aire y con la
organizacioú n econoú mica de Alemania. Hay registros, por ejemplo, de ún discúrso qúe
pronúncioú el 8 de júlio ante úna reúnioú n de fabricantes de aviones a los qúe invitoú a
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Carinhall a úna conferencia. Allíú les confioú qúe la gúerra con Checoslovaqúia era inminente,
qúe la Fúerza Aeú rea alemana era súperior a la inglesa y qúe úna Alemania victoriosa seríúa
rica, con mercados qúe dominaríúan el múndo. «Para lograr este objetivo hay qúe correr
riesgos». El rearme a gran escala fúe el tema de úna conferencia similar celebrada en Berlíún
el 14 de octúbre, poco despúeú s del acúerdo de Múú nich. Habíúa qúe concentrarse en las
armas ofensivas. Todo lo qúe se habíúa pensado antes, dijo, ahora era «insignificante». Las
exportaciones debíúan incrementarse, la fúerza aeú rea debíúa qúintúplicarse, la Marina debíúa
armarse y habíúa qúe prodúcir tanqúes y artilleríúa «en grandes cantidades». Los meú todos
brútales eran necesarios; si la empresa privada no servíúa, haríúa «ún úso baú rbaro de sú
poder plenipotenciario otorgado por el Fúö hrer» y pasaríúan a úna economíúa de Estado.
Habíúa qúe aúmentar la jornada laboral, las mújeres debíúan entrar a trabajar en la indústria,
los trabajadores sediciosos seríúan enviados a campos de concentracioú n. En úna sesioú n del
Consejo de Defensa del Reich celebrada el 18 de noviembre, habloú dúrante tres horas a úna
asamblea qúe inclúíúa a los ministros del Reich y a los comandantes de las fúerzas armadas
con sús jefes de Estado Mayor; aúnqúe la economíúa ya estaba sometida a múcha tensioú n, la
prodúccioú n de armamento debíúa triplicarse. Ese mismo mes, inclúso llegoú a presionar al
Ministerio de Asúntos Exteriores para reanúdar las negociaciones comerciales con Rúsia,
donde podíúan obtenerse las materias primas qúe Alemania necesitaba tan
desesperadamente; pero esas negociaciones se interrúmpiríúan al anñ o sigúiente porqúe
Alemania era incapaz de proporcionarle a Rúsia algo a cambio [93].
El principal discúrso del anñ o fúe el qúe dio ante el Frente del Trabajo en el congreso del
partido en Núú remberg, donde defendioú el úso de mano de obra forzosa y contrastoú sú eú xito
con las condiciones de desempleo y húelgas qúe desfigúraban a las democracias. Habloú de
la necesidad de asegúrar el súministro de alimentos para Alemania; segúú n dijo, ¡los
aústríúacos tendríúan pan blanco y los baú varos maú s cerveza! Entonces, úna vez maú s, desafioú a
los checos, y se mofoú de los problemas qúe los ingleses estaban teniendo en Palestina. «Son
los Estados qúe representan el orden, Alemania e Italia, los qúe han traíúdo la paz al
múndo… pero si el odio acaba triúnfando, estamos completa y valientemente decididos a
obedecer la llamada de núestro Fúö hrer sea cúal sea la direccioú n a la qúe nos condúzca [94]».
Fúe en el campo econoú mico donde Goering se sintioú maú s capaz de dar sú apoyo oficial a
la persecúcioú n de los júdíúos. Sú objetivo, como admitioú en Núú remberg, era expúlsar a los
júdíúos de las empresas y la economíúa alemanas, de la misma forma qúe ya habíúan sido
expúlsados de la vida políútica y cúltúral alemana mediante el apartheid racial de las Leyes
de Núú remberg qúe habíúa anúnciado en 1935 como presidente del Reichstag. El asúnto llegoú
a sú púnto críútico tras el pogromo qúe Goebbels instigoú la noche del 10 de noviembre, tras
el asesinato de ún fúncionario de la embajada alemana en Paríús a manos de ún joven júdíúo
de diecisiete anñ os. Goering se enfúrecioú por el pogromo, no por el súfrimiento caúsado a los
júdíúos, sino por los graves danñ os materiales a las propiedades qúe acarreoú . Ese anñ o se habíúa
exigido qúe todas las propiedades júdíúas fúeran registradas, sigúiendo ún decreto emitido
por Goering en abril como parte de sú Plan de Cúatro Anñ os. Ahora, en úna úú nica oleada de
violencia anaú rqúica, parte de esas propiedades habíúan sido destrúidas o robadas. Goering
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estaba viajando de Múú nich a Berlíún la noche del pogromo, y cúando súpo lo qúe habíúa
súcedido se qúejoú inmediatamente a Goebbels y a Hitler. El resúltado fúe la famosa reúnioú n
en el Ministerio del Aire del 12 de noviembre, la cúal presidioú ; entre los presentes se
contaban Goebbels, Fúnk, el súcesor de Schacht en el ministerio de Economíúa, Heydrich y
Schwerin von Krosigk, el ministro de Finanzas[95].
Goering empezoú con ún largo discúrso. La reúnioú n, dijo, se habíúa convocado por orden
de Hitler para solúcionar el problema júdíúo de úna ú otra forma. El problema era
principalmente de tipo econoú mico, y esas manifestaciones descoordinadas, como llamoú a
los pogromos, ¡al final le perjúdicaban a eú l y no a los júdíúos! «Porqúe es úna locúra saqúear
y qúemar ún almaceú n júdíúo, ¡y qúe lúego úna asegúradora alemana tenga qúe pagar las
peú rdidas! Los artíúcúlos qúe necesito desesperadamente, los fardos de ropas y todo lo
demaú s, estaú n siendo qúemados; y los echo en falta en todas partes». Lo qúe hacíúa falta era
eliminar a los júdíúos de la economíúa alemana y transferir sús propiedades al Estado. Los
júdíúos seríúan compensados bajo la forma de intereses sobre el valor de lo confiscado segúú n
lo determinara ún fideicomisario nombrado por el Estado. «Natúralmente, esa cantidad
seraú lo maú s baja posible», anñ adioú . Este proceso de confiscacioú n seríúa denominado
«arianizacioú n». Por otro lado, no toleraríúa qúe personas sin aútorizacioú n se apropiaran de
propiedades júdíúas adúciendo qúe eran miembros del partido; solo se permitiríúa confiscar
propiedades a los agentes aútorizados del Estado. Entonces entroú en detalles sobre el
meú todo de confiscacioú n a adoptar, anñ adiendo para rematar qúe los júdíúos alemanes qúe
hayan obtenido la nacionalidad en cúalqúier otro paíús no tendríúan derecho a ningúna
compensacioú n. «Debemos intentar, primero mediante presiones súaves y lúego cada vez
maú s fúertes y maniobras inteligentes, persúadirles para qúe se dejen expúlsar
volúntariamente».
Entonces, el debate pasoú a discútir libremente los meú todos para segregar a los júdíúos.
Heydrich informoú de 101 sinagogas destrúidas por el fúego, 46 demolidas y 7500
comercios destrozados. Goebbels, de lejos el miembro maú s vengativo del grúpo, qúeríúa qúe
los júdíúos fúeran sometidos a úna exclúsioú n completa en lo qúe se referíúa a la vida social
alemana; Goering simplemente bromeoú sobre ello. Cúando Goebbels propúso seriamente la
idea de segregacioú n en los trenes, Goering replicoú : «Le dareú a los júdíúos ún vagoú n, ún
compartimento. Y si… el tren estúviera completamente ocúpado, creú ame, no haraú falta
ningúna ley. ¡Echaremos a los júdíúos y tendraú n qúe sentarse en los banñ os! ¡Qúe tengan sús
propias playas para banñ arse, sús parqúes para sentarse!». Goebbels no se dejoú aplacar por
las bromas de Goering. Para eú l se trataba de ún asúnto serio qúe reqúeríúa acciones legales.
Goering presentoú entonces en la reúnioú n a ún especialista en segúros llamado Hilgard.
Cúando se rompíúan los escaparates de las tiendas, dijo Hilgard, habíúa qúe importar cristales
y pagarlos en moneda extranjera… por valor de tres millones de marcos. «¡Es para volverse
loco!», gritoú Goering. Múchos cristales rotos resúltaron pertenecer a propiedades alqúiladas
por júdíúos a propietarios arios, qúe eran los qúe teníúan las poú lizas de segúros. Y lúego
estaba el caso de la joyeríúa Markgraf, qúe habíúa sido completamente saqúeada; la
reclamacioú n al segúro teníúa ún valor de 1 700 000 marcos. Goering estaba enfúrecido.
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«Dalúege y Heydrich», gritoú , «¡van a tener qúe traerme toda esa joyeríúa mediante redadas a
úna escala descomúnal!». Segúú n Hilgard, los saqúeos continúaban en marcha.
A eso sigúioú úna discúsioú n sobre coú mo gúardar las apariencias y el dinero al mismo
tiempo.
HILGARD: … Si nos negamos a cúmplir con las obligaciones claramente definidas qúe nos
imponen los contratos legales, seríúa úna mancha negra sobre el escúdo del honor de las
asegúradoras alemanas.
GOERING: No lo seríúa en cúanto emitiera ún decreto, úna ley respaldada por el Estado.
HILGARD: A eso iba.
HEYDRICH: Podemos garantizar el pago del segúro, pero confiscarlo en cúanto haya qúe
pagarlo. Asíú gúardamos las apariencias.
HILGARD: Me siento inclinado a estar de acúerdo con lo qúe acaba de decir el general
Heydrich. Primero úsamos el mecanismo de la companñ íúa asegúradora para comprobar
el danñ o, para regúlarlo e inclúso pagar…
GOERING: ¡Un momento! Tendraú n qúe pagar en cúalqúier caso, porqúe son alemanes
qúienes han súfrido los danñ os. Pero habraú úna orden legal qúe prohíúba cúalqúier pago
directo a júdíúos… sino qúe deberaú hacerse al ministro de Finanzas.
HILGARD: ¡Ajaú !
GOERING: Lo qúe haga con el dinero es asúnto súyo…
HEYDRICH: Siete mil qúinientas tiendas en el Reich…
GOERING: Ojalaú húbierais matado a doscientos júdíúos y no destrúido tantas propiedades.
Entre otros asúntos qúe se debatieron estúvo el cierre de los negocios júdíúos en Aústria.
Goering súpo entonces qúe el plan consistíúa en cerrar catorce mil de los diecisiete mil
establecimientos propiedad de júdíúos para finales de anñ o, y qúe el resto seríúan
«arianizados».
GOERING: Debo decir qúe la propúesta es grandiosa. De esta forma, todo el asúnto
terminaraú en Viena, úna de las capitales júdíúas, por asíú decirlo, hacia Navidades o fin de
anñ o.
FUNK: Podemos hacer lo mismo aqúíú. He preparado úna ley por la qúe, a partir del 1 de
enero de 1939, los júdíúos tendraú n prohibido llevar tiendas minoristas y
establecimientos de ventas al por mayor…
GOERING: Creo qúe estamos de acúerdo en esa ley.
La reúnioú n, qúe dúraríúa casi cúatro horas, continúoú con úna discúsioú n sobre los problemas
de expropiar acciones y bonos en manos júdíúas y los beneficios obtenidos de propiedades
como edificios de pisos y preú stamos. Entonces los ministros y sús colegas pasaron a la
expúlsioú n de los júdíúos del territorio alemaú n y aústríúaco. Las cifras qúe presentoú Heydrich
indicaban qúe hasta el momento cincúenta mil júdíúos habíúan salido de Aústria, pero soú lo
diecinúeve mil habíúan abandonado Alemania. Pero antes de la expúlsioú n debíúa venir la
segregacioú n.
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GOERING: Pero, mi qúerido Heydrich, no seraú capaz de evitar la creacioú n de gúetos a gran
escala en todas las ciúdades. Habraú qúe crearlos.
Los gúetos y la segregacioú n completa, en opinioú n de Heydrich, condúciríúan a la múerte lenta
por hambre, enfermedad y crimen; ¿coú mo organizar úna comúnidad dentro de úna
comúnidad donde la minoríúa no púede tener negocios propios y la mayoríúa no estaú
dispúesta a tener tratos con ella? Los ministros se enmaranñ aron maú s y maú s en sús diversas
ideas para regúlaciones. Decidieron qúe no podíúa hacerse por etapas. Entonces Goering
túvo la brillante idea de múltar a los júdíúos con mil millones de marcos por el asesinato qúe
habíúan cometido en Paríús.
GOERING: Lo expresareú de esta manera: los júdíúos alemanes, como castigo por sús
críúmenes abominables etceú tera, etceú tera, tendríúan qúe pagar úna múlta de mil millones.
¡Eso fúncionaraú ! Esos cerdos no cometeraú n otro asesinato… ¡no me gústaríúa ser júdíúo
en Alemania!
De haber conocido la posicioú n de Goering en esta reúnioú n, Hassell no habríúa escrito en sú
diario al mes sigúiente qúe, tras condenar abiertamente el pogromo, Goering dijo en
privado qúe seríúa la úú ltima vez qúe prestaba sú nombre para ún asúnto desagradable.
Hassell lamenta qúe Goering no aprovechara la oportúnidad para únirse al general Von
Braúchitsch y derrocar a Hitler; ¡era otro contemporizador, como Francia e Inglaterra!
Tambieú n creíúa qúe Goering teníúa ún gran miedo, no soú lo de Hitler, sino tambieú n de Himmler
y Heydrich, aúnqúe les habíúa dicho despúeú s del pogromo qúe qúemaríúa sú úniforme
honorario de las SS. Emmy tambieú n se habíúa mostrado abiertamente críútica. Johannes
Popitz, el ministro de Finanzas de Prúsia, le asegúroú a Hassell qúe, cúando le dijo a Goering
qúe los responsables seríúan castigados, Goering habíúa respondido: «Qúerido Popitz, ¿qúiere
castigar al Fúö hrer?». Sin embargo, Popitz dijo qúe Goering estaba múy preocúpado por el
pogromo. El 24 del enero de 1939, Goering firmoú úna carta dirigida a Fritz como ministro
de Interior informaú ndole de la creacioú n de úna Oficina Central de Emigracioú n para Júdíúos en
sú ministerio bajo el control de Heydrich, anñ adiendo qúe Heydrich teníúa el poder para
«resolver la cúestioú n júdíúa mediante la emigracioú n y la evacúacioú n de la manera qúe fúera
maú s favorable segúú n las condiciones qúe se dieran en el momento». Al firmar esa carta,
Goering presentoú a Heydrich el problema de librar Eúropa de júdíúos, ún asúnto qúe pronto
se resolveríúa mediante la «solúcioú n final» del genocidio[96].
Los meú todos de trabajo de Goering como Plenipotenciario del Plan de Cúatro Anñ os
revelan sú natúraleza. Teníúa úna memoria excelente y era raú pido en entender la esencia de
cúalqúier sitúacioú n qúe le presentaban sús asesores y expertos. Sú intereú s siempre estaba
en las directrices generales y rara vez en los detalles; tal y como lo expresoú Kesselring,
«Goering… podíúa ponerse a trabajar, y cúando era necesario trabajaba con úna
concentracioú n y perseverancia notables». Le encantaba lanzar ideas qúe hacíúan qúe todo el
múndo corriera asústado. Unas pocas palabras precipitadas se convertíúan en dos díúas de
trabajo para sú personal. Garabateaba sús notas en ún gran diario, úsando ún laú piz
demasiado grande qúe, segúú n Diels, «sosteníúa como úna daga». Segúú n aparecíúan cúestiones
dúrante úna conferencia, interrúmpíúa la discúsioú n para enviar telegramas a lo largo y ancho
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del paíús; esos telegramas a menúdo eran ininteligibles hasta qúe eran comprobados con sú
despacho. Cúando Diels se qúejoú a eú l de los meú todos arbitrarios qúe existíúan para llamar a
las mújeres para incorporarse a trabajar en las faú bricas de múnicioú n, Goering interrúmpioú
lo qúe estaba haciendo para enviar ún telegrama al Ministerio de Trabajo: «Sin diferencias
de rango al llamar mújeres». Núnca preparaba borradores de sús decretos, eso se dejaba a
sús expertos en diversos departamentos. Diels, como otros, se qúejoú amargamente de la
incompetencia de Koerner, al qúe Goering habíúa púesto a cargo del Plan de Cúatro Anñ os.
Afirma qúe le dijo a Goering en 1939 qúe Koerner haríúa qúe Alemania perdiera la gúerra, y
qúe los empresarios se negaban a consúltar con eú l porqúe era incapaz de entender lo qúe le
decíúan, a eso, Goering replicoú : «Es mi amigo y no permitireú qúe nadie hable mal de eú l». Una
de las grandes debilidades de Goering como administrador era qúe a veces concedíúa
púestos de responsabilidad a viejos amigos antes qúe a hombres capacitados para el
trabajo.
Uno de los observadores maú s sagaces entre los jerarcas na zis era Albert Speer, ún joven
y brillante arqúitecto al qúe Hitler nombroú repentinamente ministro de Armamento y
Prodúccioú n de Gúerra en 1942. Cúando fúe interrogado sobre Goering despúeú s de la gúerra,
Speer dijo: «Es inteligente, tiene ún caúdal de ideas sin esforzarse y úna percepcioú n
considerable, pero carece de la firmeza necesaria para aplicarlas. Algúnas de sús ideas son
tan malas qúe contrarrestan sú inteligencia. Intenta abarcar demasiado a la vez. Sús ideas
eran al mismo tiempo sú rúina porqúe no era lo súficientemente realista… Hasta 1939
estaba en búena forma mental y trabajaba en la gran obra del Plan de Cúatro Anñ os contra
los deseos de la indústria. Hasta entonces mostraba úna gran cantidad de energíúa júnto a
cúalidades búenas y malas. Despúeú s de 1939, sús energíúas se disiparon brúscamente, y soú lo
qúedaron las malas cúalidades». Segúú n Speer, el Plan de Cúatro Anñ os fúe el úú nico esfúerzo
digno de Goering antes de la gúerra; Koerner, en opinioú n de Goering, asíú como en la de
múchos otros, era totalmente incapaz de encargarse de sús grandes responsabilidades [97].
En júlio de 1938, Goering, sin qúe lo súpiera Ribbentrop en Berlíún, habíúa tanteado
confidencialmente a determinadas personas en Inglaterra para discútir si el gobierno
apoyaríúa úna visita oficial súya. Chamberlain recibioú bien la idea, siempre qúe «la atmoú sfera
fúera tan favorable como fúera posible», particúlarmente en relacioú n con Checoslovaqúia, y
Dirksen, el embajador alemaú n en Londres, informoú en agosto qúe era sabido qúe lord
Halifax se mostraba múy entúsiasta con la visita propúesta de Goering. Ademaú s, túvieron
lúgar ciertas conversaciones informales entre sir Horace Wilson y Wohltat, ún fúncionario
qúe actúaba en representacioú n de Goering, en las cúales Wilson súgirioú qúe Inglaterra
estaríúa dispúesta a firmar ún tratado de no agresioú n con Alemania como consecúencia del
cúal Inglaterra podíúa olvidarse de sús obligaciones hacia Polonia. Cúando las conversiones
llegaron a oíúdos de Ribbentrop, se mostroú múy resentido ante el intento de Goering de
interferir en la políútica exterior.
Pese a todo, dúrante los núeve meses anteriores al acúerdo de Múú nich, Goering
consúltaba constantemente con representantes de paíúses extranjeros. En febrero fúe a
Varsovia para continúar con sús esfúerzos de tranqúilizar a Polonia en ún momento en qúe
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se incrementaba la crisis de las relaciones de Alemania con Checoslovaqúia. Senñ alando ún
cúadro del rey polaco Júan III Sobieski acúdiendo en aúxilio de Viena en 1683, Beck, qúe
ahora era el invitado de Goering, se rio y dijo «eso no volveraú a ocúrrir». Dúrante úna de las
discúsiones de Goering con el embajador Lipski, sú ayúdante Bernd von Braúchitsch le oyoú
revelar lo qúe parecíúa informacioú n secreta sobre la Lúftwaffe. Maú s tarde, cúando estúvieron
solos, Braúchitsch le pregúntoú por qúeú habíúa dado esa informacioú n. Goering simplemente
se rio y dijo qúe los hechos qúe habíúa revelado eran comprobables con ún poco de
investigacioú n por parte de Lipski; cúando confirmara qúe eran ciertos, Lipski estaríúa múcho
maú s dispúesto a creer cúalqúier otra cosa qúe Goering le contara en las sigúientes
reúniones, ya fúera verdad o mentira. «En eso consiste la políútica», dijo Goering [98].
A partir de entonces, sin embargo, incrementaríúa gradúalmente la dúreza de sús
referencias a Checoslovaqúia. Las garantíúas dadas a Mastny el noviembre anterior fúeron
convenientemente olvidadas. En abril se refirioú a Checoslovaqúia como «el apeú ndice» al
hablar con Henderson, qúe se percatoú de qúe eú se era ahora el teú rmino favorito de Goering.
El apeú ndice, decíúa, debíúa ser cortado y dividido entre Polonia, Húngríúa y Alemania. En otra
ocasioú n declaroú qúe «la incorporacioú n de los Súdetes al Reich» seríúa «inevitable tarde o
temprano». Una noche, tras cenar en la embajada francesa, Goering le pregúntoú
abiertamente a François-Poncet qúeú haríúa Francia si Alemania extirpara el apeú ndice de
Eúropa. El embajador respondioú formalmente qúe Francia respetaríúa sús obligaciones y
asistiríúa a los checos. A eso Goering compúso úna expresioú n salvaje y grúnñ oú «búeno, púes
tanto peor». Con el rey de Súecia habloú de expúlsar a los checos de vúelta a Rúsia, «qúe es
donde pertenecen», y el embajador ingleú s en Praga dejoú constancia en mayo de qúe
«Goering úú ltimamente no estaú haciendo ningúú n secreto de sú intencioú n de liqúidar
Checoslovaqúia este verano».
La noche del 21 de mayo, mientras Henderson cenaba con amigos en Berlíún, algúú n
trabajo de demolicioú n en los alrededores debioú sonar como úna bomba, y comentoú de
manera poco diplomaú tica qúe parecíúa qúe habíúa empezado la gúerra. Goering se enteroú de
la aneú cdota y le contoú a Henderson qúe eú l tambieú n se habíúa sobresaltado por el rúido, pero
qúe sú reaccioú n habíúa sido: «¡Esos malditos checos la han empezado!». Esta historia no es
tan trivial como súena, porqúe en los díúas anteriores el gobierno checo habíúa emplazado
hombres en los púestos de frontera y movilizado a los reservistas porqúe, segúú n declaroú ,
Hitler estaba a púnto de invadir. Nadie sabe qúeú súbyacíúa tras esa demostracioú n repentina.
De hecho, no habíúa habido ningúú n movimiento de tropas alemanas, por lo qúe Hitler teníúa
libertad para úsar políúticamente como qúisiera el estado de tensioú n incrementada caúsada
por las acciones de los checos.
El 28 de mayo, Goering, júnto con Keitel, Braúchitsch, Raeder, Ribbentrop y otros, asistioú
a úna conferencia convocada por Hitler, en la qúe el Fúö hrer expresoú claramente sú fúria
hacia Checoslovaqúia y la simpatíúa qúe sú sitúacioú n despertaba, particúlarmente en
Francia. Mientras asegúraba a los checos qúe no teníúa intenciones agresivas contra ellos,
dijo a sús ministros y jefes militares qúe «es mi inqúebrantable volúntad qúe
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Checoslovaqúia sea borrada del mapa». Ordenoú qúe se hicieran los preparativos para úna
accioú n militar el 1 de octúbre.
Dúrante el verano, tanto en júnio como en júlio, Goering mantúvo conversiones con
Sztoú jy, el representante húú ngaro en Berlíún, sobre la participacioú n de Húngríúa en el ataqúe
contra Checoslovaqúia, qúe deberíúa tener lúgar, segúú n súgirioú , úno o dos díúas despúeú s de la
invasioú n alemana, con el objetivo de anticiparse a los polacos (qúe tambieú n podíúan alegar
razones de minoríúas polacas para intervenir). Segúú n lo expresoú Goering «[Húngríúa] no
deberíúa esperar qúe Alemania le sacara las castanñ as del fúego ella sola». El representante
húú ngaro respondioú orgúllosamente qúe Húngríúa no qúeríúa «recibir nada como regalo». Era
obvio, anñ adioú Goering, qúe úna invasioú n húú ngara debíúa ser precedida por la provocacioú n
necesaria. El 11 de agosto, Lipski informoú de qúe dúrante úna conversacioú n informal el díúa
anterior Goering le habíúa dicho qúe Checoslovaqúia pronto dejaríúa de existir y qúe «se daba
cúenta de la necesidad de úna frontera comúú n polaco-húú ngara». Y anñ adioú , segúú n Lipski, qúe
si habíúa úna gúerra por los Súdetes, los italianos no estaríúan dispúestos a dejar qúe Francia
atacara a Alemania[99].
Dúrante el tenso verano de 1938, Hitler dominoú a sús generales pese al movimiento
liderado por el general Lúdwig Beck, jefe del Estado Mayor general del ejeú rcito, para
oponerse a sús planes de úna gúerra para la qúe sús ejeú rcitos no estaban preparados ni
teníúan la fúerza necesaria. Beck dimitioú y se vio involúcrado en úna de las primeras grandes
conspiraciones para qúitar a Hitler del poder. La pregúnta en la mente de todos, y en la de
Hitler mientras pasaba el verano tronando contra todo en Berchtesgaden, era qúe cúaú l seríúa
la reaccioú n de Francia e Inglaterra cúando Alemania úsara abiertamente la fúerza contra
Checoslovaqúia. Tanto el mariscal Balbo, el ministro del Aire de Italia, como el general
Vúillemin, jefe de las Fúerzas Aeú reas Francesas, visitaron Alemania y fúeron invitados de
Goering en Carinhall. Cúando Goering pregúntoú a Vúillemin qúeú haríúa Francia en caso de
qúe estallara úna gúerra entre Alemania y Checoslovaqúia, el general no dijo nada excepto
qúe Francia mantendríúa sú palabra. Pero en privado expresoú al embajador alemaú n qúe la
fúerza aeú rea francesa no resistiríúa qúince díúas contra lo qúe habíúa visto en Alemania. Al
noviembre sigúiente, Wolfram von Richthofen recomendaríúa qúe la Legioú n Coú ndor en
Espanñ a fúera triplicada para asegúrar la victoria de Franco, úna exigencia qúe jústificaríúa
alegando qúe seríúa búeno para el rearme alemaú n[100].
Habíúa múchos indicios de qúe Chamberlain qúeríúa resolver el asúnto a expensas de los
checos; habíúa inclúso senñ ales de qúe Inglaterra se estaba enfadando con Checoslovaqúia.
«Ha llegado el momento de apretarle de verdad las túercas a Praga», escribioú Henderson a
Halifax en júlio. Chamberlain teníúa la impresioú n de qúe Inglaterra debíúa mediar y zanjar el
asúnto de úna vez por todas a traveú s de medios diplomaú ticos. Mientras tanto, el movimiento
anti-Hitler en Alemania intentaba convencer a los ingleses mediante sú portavoz en
Londres de qúe se opúsieran a los planes de Hitler y de la existencia de úna conspiracioú n de
generales en Alemania para derrocarlo si ordenaba ún ataqúe contra Checoslovaqúia. Pero
los ingleses habíúan decidido presionar al presidente checo, Edúard Benesš , en vez de a Hitler,
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y Chamberlain dio instrúcciones a Henderson para qúe hiciera saber a Hitler qúe estaba
dispúesto a visitar Alemania y mediar entre eú l y Benesš .
La tensioú n beú lica aúmentoú en Eúropa. Todo el múndo esperaba a qúe el húranñ o hombre
de Berchtesgaden hablara en Núú remberg, donde el partido celebraba sú semana anúal de
discúrsos y celebraciones el 6 de septiembre. Las temidas palabras fúeron dichas por
primera vez por Goering el 10 de septiembre, cúando habloú de los checos como «esa raza
miserable de pigmeos» y de sú paíús como «ún insignificante segmento de Eúropa». Los
checos, afirmoú , «oprimíúan a ún púeblo cúlto» y detraú s de ellos estaba «Moscúú y la eterna
maú scara del demonio júdíúo». En Checoslovaqúia se distribúyeron maú scaras de gas y los
júdíúos empezaron a salir del paíús apresúradamente. El 12 de septiembre Hitler rúgioú sú
odio contra sú vecino, pero no dio ningúú n últimaú túm. Una revúelta en el aú rea de los Súdetes
fúe súprimida por la fúerza; los franceses, temiendo tener qúe cúmplir con sú obligacioú n de
ayúdar a los checos, imploraron a Chamberlain qúe interviniera y, para asombro de Hitler,
el 13 de septiembre le informaban de qúe el primer ministro ingleú s volaríúa (por primera
vez en sú vida) a Alemania para examinar con Hitler las «transcendentales propúestas
alemanas… participar en sú realizacioú n y… defenderlas en púú blico».
Esa era la oportúnidad del Fúö hrer. Todo el múndo en Alemania, excepto el propio Hitler,
teníúa dúdas sobre el eú xito qúe la gúerra traeríúa a Alemania; inclúso Goering, segúú n ún parte
de la embajada britaú nica con fecha del 11 de septiembre, no veíúa «con excesivo optimismo
las posibilidades de Alemania en úna gúerra general». El gesto de Chamberlain hacia Hitler
reveloú al mismo tiempo la mano ocúlta de Inglaterra. El alivio fúe inmenso en todas partes
menos en Praga, y sú alivio no fúe menor en Berchtesgaden: Hitler sonrioú .
Goering estaba en Berchtesgaden cúando Hitler recibioú a Chamberlain el 15 de
septiembre, y no le importoú cúando el deseo de Chamberlain de hablar a solas con Hitler
(excepto por la presencia del inteú rprete Schmidt) condújo a la exclúsioú n de Ribbentrop y de
eú l mismo de la primera conferencia. La venganza de Ribbentrop consistioú en negarle a
Chamberlain úna copia de las notas de Schmidt de la conversacioú n de tres horas.
Chamberlain no consigúioú nada de Hitler sino ún breve periodo de espera mientras eú l
regresaba a Londres para consúltar con sús colegas sobre la propúesta de secesioú n de los
Súdetes de Checoslovaqúia basada en el derecho a la aútodeterminacioú n. «Tengo la
impresioú n de qúe se trata de ún hombre en el qúe se púede confiar si ha dado sú palabra»,
dijo Chamberlain.
El 17 de septiembre Henderson fúe a Carinhall y encontroú a Goering «todavíúa
indispúesto». Henderson rogoú a Goering qúe interviniera con Hitler y le apartara del tipo de
accioú n precipitada al qúe Ribbentrop sin dúda le apremiaba. Goering habloú de manera
general sobre los efectos de cúalqúier accioú n «catastroú fica»; pero estaba segúro de qúe
Hitler se comportaríúa con moderacioú n, aúnqúe pensaba lo mismo sobre Ribbentrop.
Goering «úsaba las palabras de forma meditada y comedida», y posteriormente hablaríúa de
Chamberlain «con múcha admiracioú n y gran respeto».
Mientras tanto, Hitler continúaba con los preparativos para la gúerra en el plazo de tres
semanas y úrgioú sin rodeos a los polacos y a los húú ngaros a hacer reivindicaciones en
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nombre de sús minoríúas para asegúrar el desmembramiento total de Checoslovaqúia. Y eso
hicieron el 21 y el 22 de septiembre. En los archivos del Ministerio de Asúntos Exteriores de
Alemania hay ún memoraú ndúm sobre úna conversacioú n qúe túvo lúgar el 16 de septiembre
entre Goering y el representante húú ngaro, Sztoú jy, en Carinhall. Goering insistíúa en qúe
Húngríúa no estaba «haciendo lo súficiente en la crisis actúal»; la minoríúa húú ngara en
Checoslovaqúia estaba demasiado callada, y el gobierno no exigíúa, como deberíúa, la
devolúcioú n de Húngríúa de zonas checas. Tambieú n le asegúroú al ministro qúe Yúgoslavia no
emprenderíúa acciones si Húngríúa se úníúa a ún conflicto contra Checoslovaqúia en el tercer o
cúarto díúa despúeú s de qúe Alemania iniciara úna accioú n contra ese paíús [101]. El 19 se
septiembre lord Rúnciman presentoú a Benesš las propúestas francesa y britaú nica de qúe los
Súdetes fúeran entregados a Alemania sin siqúiera celebrar ún plebiscito, a cambio de lo
cúal Inglaterra y Francia garantizaríúan las núevas fronteras checas contra cúalqúier
agresioú n no provocada; se exigíúa respúesta a las propúestas para el 22 de septiembre,
cúando Chamberlain teníúa qúe entrevistarse con Hitler por segúnda vez. Benesš se negoú . Una
vez maú s, se aplicaron presiones extremas; Inglaterra y Francia, segúú n declararon sús
gobiernos, retiraríúan toda ayúda si Benesš no aceptaba esas condiciones. El 21 de
septiembre, Benesš capitúloú ; dijo qúe habíúa sido «vilmente traicionado».
Chamberlain volvioú a Alemania y se reúnioú con Hitler en Godesberg el 22 de septiembre,
en el hotel donde Hitler habíúa planeado las etapas finales de sú campanñ a contra Roehm. El
primer ministro britaú nico se horrorizoú al descúbrir qúe Hitler ya no estaba satisfecho con la
capitúlacioú n checa; exigíúa la ocúpacioú n militar de los Súdetes por sús fúerzas. Hitler no
qúeríúa úna capitúlacioú n, qúeríúa la destrúccioú n de Checoslovaqúia. Una ocúpacioú n militar de
los Súdetes húmillaríúa a Benesš y demostraríúa sú propia fúerza en Eúropa. Chamberlain,
fúrioso, preocúpado y desolado pero todavíúa dispúesto a actúar como mediador, se retiroú a
sú hotel en la orilla opúesta del Rin. Húbo ún intercambio de notas entre los dos hoteles a
traveú s del ríúo, mientras la prensa múndial se volvíúa cada vez maú s hambrienta por la falta de
noticias. Finalmente Chamberlain y Hitler se reúnieron júnto con sús consejeros en mitad
de la noche y repasaron el memoraú ndúm qúe Hitler habíúa redactado en respúesta a la
peticioú n de Chamberlain, y qúe en opinioú n de este úú ltimo era ún últimaú túm a
Checoslovaqúia. No, dijo Hitler, no era ún últimaú túm sino ún memoraú ndúm y, como
simúlada concesioú n a Chamberlain, alteroú la fecha de la ocúpacioú n del 26 de septiembre al 1
de octúbre, la fecha qúe siempre habíúa tenido en mente. Ribbentrop, pero no Goering,
estúvo presente en esta reúnioú n. Mientras Chamberlain volaba de vúelta a Londres,
Henderson, profúndamente deprimido, se arrodillaba en el vasto vacíúo de la catedral de
Colonia y rezaba por la paz.
En el asúnto de Checoslovaqúia, Goering, júnto con los generales qúe Hitler despreciaba,
fúe partidario de la moderacioú n. Al tomar esa posicioú n sacrificoú hasta cierto púnto la
cordialidad de sú relacioú n con Hitler en beneficio de sú rival, Ribbentrop, qúe aprovechoú
todo indicio por parte de Hitler para retener el favor de sú amo. En aqúella sitúacioú n, todo
era cúestioú n de qúieú n podíúa mantener maú s tiempo sú farol, y Hitler era el qúe maú s teníúa qúe
ganar faroleando y el temperamento apropiado para júgar a ese júego. Cúando súpo qúe el
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últimaú túm de Godesberg era rechazado no soú lo por Praga sino tambieú n por los gabinetes de
Francia e Inglaterra, Hitler pronúncioú ún discúrso desaforado, violento y desmedido contra
Benesš en el Sportspalast el 26 de septiembre, donde afirmoú qúe tendríúa los Súdetes a
cúalqúier coste para el 1 de octúbre. Llegoú hasta el líúmite desafiando la falta de resolúcioú n
de Inglaterra y Francia, pero, al hacerlo, atrajo las protestas de otros sectores, inclúyendo
los remotos y aislados Estados Unidos. Ahora Praga afirmaba qúe teníúa ún milloú n de
hombres armados, y Francia se movilizaba. El púeblo alemaú n era completamente
indiferente a la idea de úna gúerra noble. Hitler, segúú n Schmidt, qúe tradújo úna carta
úrgente dirigida a Chamberlain el 27 de septiembre, parecíúa cada vez menos dispúesto a
dar el «paso extremo», pero Goering le habíúa contado a Henderson ese díúa qúe, si el
gobierno checo no aceptaba las condiciones del memoraú ndúm de Godesberg para las dos
en púnto del díúa sigúiente, habríúa movilizacioú n y acciones en respúesta. No estaba «ni
nervioso ni excitado, sino completamente segúro», escribioú Henderson a Halifax. El 28 de
septiembre, Hitler se mantúvo en contacto con Goering, los generales y Ribbentrop.
Goering, segúú n Jodl, decíúa; «Una gran gúerra es algo casi inevitable ya. Púede qúe dúre siete
anñ os, y la ganaremos nosotros». Inclúso la flota inglesa se movilizoú . Dúrante la manñ ana, los
embajadores de Inglaterra, Francia e Italia intervinieron segúú n las instrúcciones recibidas;
François-Poncet túvo qúe solicitar ayúda a Henderson para lograr úna entrevista con Hitler.
Henderson telefoneoú a Goering y le dijo qúe todo era cúestioú n de núevas propúestas, y qúe
el resúltado seríúa gúerra o paz. Goering no esperoú a oíúr cúaú les eran las propúestas. «No
necesita decir úna palabra maú s», le dijo a Henderson. «Voy a ver al Fúö hrer
inmediatamente».
Goering vio a Hitler y le volvioú a pedir qúe encontrara úna solúcioú n pacíúfica mediante
negociaciones. Schwerin von Krosigk y Neúrath le apoyaron. Segúú n Henderson, qúe en ese
momento críútico veíúa a Goering como ún amigo y aliado de los embajadores de Inglaterra y
Francia, Goering acúsoú vehementemente a Ribbentrop de incitar a la gúerra. Inclúso se dijo
qúe gritoú qúe «eú l síú qúe sabíúa coú mo era la gúerra y qúe no qúeríúa volver a pasar por ello otra
vez», aúnqúe por súpúesto, si el Fúö hrer lo ordenaba, «eú l mismo iríúa en el primer avioú n qúe
despegara» y qúe «Ribbentrop estaríúa en el asiento de al lado». No se púede determinar
cúaú nto de todo esto rúgioú Goering en presencia de Hitler y cúaú nto ante los hombres
reúnidos en las antesalas de la cancilleríúa, pero Henderson mantiene qúe Goering llamoú a
Ribbentrop «idiota criminal» en presencia de Hitler. Tampoco podemos saber cúaú nta
inflúencia túvo en realidad Goering a la hora de desviar a Hitler del camino de la gúerra,
porqúe fúe en esa coyúntúra cúando intervino Mússolini personalmente con ún rúego para
el aplazamiento de las hostilidades y se ofrecioú para mediar personalmente con los checos.
Se acordoú qúe Mússolini, Chamberlain, el primer ministro franceú s Daladier y Hitler se
reúniríúan en Múú nich al díúa sigúiente. Cúando Chamberlain anúncioú esto en la Caú mara de los
Comúnes el histeú rico estallido de alivio creoú úna escena desenfrenada y pertúrbadora. Jan
Masaryk, el embajador checo en Inglaterra, estaba presente y se escandalizoú ante esa
demostracioú n vergonzosa. Ningúú n representante de Checoslovaqúia habíúa sido invitado a
Múú nich. Simúltaú neamente, los generales alemanes cancelaron sú conspiracioú n para
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derrocar a Hitler y posteriormente úsaríúan en todo momento el asentimiento de
Chamberlain y Daladier a Múú nich como excúsa para jústificar sú inaccioú n.
Goering úsoú la intervencioú n de Mússolini para relegar a Ribbentrop y evitar qúe
interviniera de forma decisiva a la hora de formúlar el acúerdo de Múú nich. En Núú remberg
describioú coú mo Attolico, el embajador italiano en Alemania, le telefoneoú a las oú rdenes de
Mússolini antes de las siete de la manñ ana e insistioú en verle a eú l personalmente y no a
Ribbentrop. Goering afirmoú qúe, acompanñ ado de Attolico y Neúrath (qúe todavíúa teníúa
inflúencia con Hitler y poseíúa el tíútúlo artificial de presidente del Consejo Secreto de
ministros, ún cúerpo qúe no existíúa), acúdioú a ver a Hitler y le convencioú de qúe aceptara la
oferta de Mússolini. Cúando por la tarde Goering súpo por François-Poncet qúe Daladier se
úniríúa a la conferencia, exclamoú «¡Gott sei Dank! ¡Bravo!». Goering, Neúrath y el baroú n von
Weizsaecker, secretario de estado del ministerio de Asúntos Exteriores, qúe estaba
profúndamente preocúpado por lo qúe consideraba la irresponsabilidad de Ribbentrop,
redactaron júntos ún borrador de propúesta qúe al díúa sigúiente presentaríúan como la
solúcioú n personal de Mússolini al problema. Cúando tambieú n Hitler la húbo aprobado,
Schmidt la tradújo al franceú s y la tradúccioú n fúe entregada al embajador italiano para qúe
Mússolini la presentara al díúa sigúiente, cúando reaparecioú en italiano y fúe debidamente
retradúcida al alemaú n por Schmidt. Las propúestas contenidas en este docúmento tantas
veces tradúcido estaban disenñ adas para evitar maú s problemas y la aútoridad de Mússolini
era necesaria para detener ún plan qúe Ribbentrop ansiaba proponer eú l mismo. Era, en
palabras de Henderson, «úna combinacioú n de las propúestas de Hitler y las anglo-
francesas», y Mússolini aceptoú el súbterfúgio para allanar el camino a la paz y evitar lo qúe
todos los presentes, excepto qúizaú s Hitler y sú sombra Ribbentrop, consideraban «úna
gúerra inúú til y sin sentido». Antes de qúe Goering saliera para Múú nich, le habíúa dicho a
Bodenschatz qúe haríúa todo lo posible por evitar las hostilidades.
Hitler estúvo de mal húmor dúrante las negociaciones. Cúando el protocolo finalmente
estúvo listo para ser firmado a las dos de la madrúgada, tango Goering como Mússolini
estaban «exúltantes» y la atmoú sfera se relajoú , aúnqúe Hitler segúíúa nervioso y
malhúmorado; se qúedoú sentado poniendo mala cara y crúzando y descrúzando las piernas.
Cúando llegoú el momento de firmar, se descúbrioú qúe no habíúa tinta en el tintero.
Una vez qúe todo húbo terminado, Goering emergioú de la sala de conferencias y exclamoú
a todo el múndo, «Hay paz». El 1 de octúbre, las tropas alemanas crúzaron la frontera hacia
el territorio de los Súdetes. Ese mismo díúa, Goering convocoú a Mastny a sú despacho y le
dijo qúe Hitler no segúiríúa tolerando a Benesš como jefe del Estado checo. A menos qúe
dimitiera, Alemania no tendríúa piedad. Benesš dimitioú el 5 de octúbre, salioú de Praga al díúa
sigúiente y se qúedoú en sú propiedad de Bohemia del Súr hasta qúe, el 22 de octúbre,
abandonoú finalmente sú paíús y se exilioú en Inglaterra. Fúe súcedido como presidente por el
Dr. Emil Haú cha, ún júez anciano y fraú gil.
Checoslovaqúia continúoú existiendo dúrante únos cúantos meses maú s, aúnqúe tanto
Polonia como Húngríúa se apropiaron, úsando la amenaza de la fúerza, de otros 21 000
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kiloú metros cúadrados en los qúe habíúa minoríúas polacas y húú ngaras. El paíús qúedoú
arrúinado, tanto militar como econoú micamente.
Las peú rdidas de Checoslovaqúia eran las ganancias de Alemania; por ejemplo, Alemania
se qúedoú con las faú bricas Skoda. A los pocos díúas Hitler estaba planeando la «liqúidacioú n»
del resto del paíús y teníúa la vista púesta en la ocúpacioú n de Memel. En úna conferencia de
Estado Mayor qúe Goering celebroú el 14 de octúbre, habloú sin rodeos sobre la fútúra
explotacioú n de los Súdetes y anñ adioú qúe «Cheqúia y Eslovaqúia deberíúan convertirse en
territorios alemanes» y qúe habíúa qúe «sacar todo lo posible». El 17 de octúbre Ferdinand
Dúrcansky, el líúder eslovaco, y Franz Karmasin, líúder de la minoríúa alemana en Eslovaqúia,
se reúnieron con Goering en Berlíún para debatir la institúcioú n de la independencia
completa de Eslovaqúia, a partir de la aútonomíúa qúe esa regioú n habíúa obtenido despúeú s de
Múú nich. Qúeríúan, segúú n dijeron, «víúncúlos múy proú ximos con Alemania, políúticos,
econoú micos y militares». Goering comentaríúa despúeú s de la reúnioú n qúe «ún Estado checo
sin Eslovaqúia estaraú aún maú s a núestra merced. Una base aeú rea en Eslovaqúia es múy
importante para núestras operaciones contra el este». Cúando volvioú a reúnirse con
Dúrcansky el 11 de noviembre, dijo qúe estaba a favor de la creacioú n de ún Estado
independiente eslovaco y de úna «Ucrania aútoú noma orientada hacia esta Eslovaqúia
independiente[102]».
Dúrante el mes de octúbre, Hitler se esforzoú por crear ún cisma diplomaú tico entre
Francia e Inglaterra. Se llevoú a François-Poncet al retiro de montanñ a conocido como el Nido
del AÁ gúila y allíú lo tentoú expresando sú amor por Francia y sú odio por Inglaterra, a pesar
del insignificante certificado de paz qúe habíúa firmado a peticioú n de Chamberlain para
endúlzar la vúelta del primer ministro a Inglaterra. Goering fúe citado en la prensa
diciendo: «Con ún hombre como monsieur Daladier es posible hacer políútica». Se propúso
ún acúerdo franco-alemaú n.
Las notas qúe tomoú Goering tras úna conversacioú n mantenida con Lipski el 21 de
octúbre han sobrevivido. «Mantener el contacto, evitar malentendidos» garabateoú , y lúego
anotoú la principal preocúpacioú n qúe expresoú Lipski, relativa a la Caú rpato-Ucrania, ún
territorio de Eslovaqúia donde Polonia temíúa qúe húbiera ún levantamiento comúnista.
Lipski qúeríúa qúe esa aú rea en particúlar fúera cedida a Húngríúa, pero no el conjúnto de
Eslovaqúia, qúe limitaba con la frontera súr de Polonia. Polonia, para ese entonces,
empezaba a actúar en el papel de úna potencia eúropea, y dúrante ún tiempo Alemania túvo
a bien halagarla; sin embargo, Ribbentrop empezoú las negociaciones por Danzig, úsando la
Caú rpato-Ucrania como palanca. Un informe enviado a Halifax por el embajador ingleú s en
Varsovia con fecha del 25 de octúbre súgiere qúe eú sas no fúeron las primeras
conversaciones sobre ese asúnto; el informe decíúa qúe Goering habíúa negociado con Lipski
en líúneas similares antes de esa fecha.
El 2 de noviembre, Ciano se reúnioú con Goering en Viena. Goering llevaba, segúú n
describioú Ciano, ún llamativo traje gris y úna corbata anticúada con pasador de rúbíúes, maú s
rúbíúes en los anillos de los dedos y en el ojal lúcíúa úna gran aú gúila nazi engastada en
diamantes. Ciano pensoú qúe parecíúa Al Capone. Goering intentoú en vano interesar a Ciano
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en sús acúsaciones contra los húú ngaros qúe, segúú n afirmaba, estaban aliados con las
democracias. Lúego atacoú al rey Boris de Búlgaria por planear úna únioú n con Yúgoslavia.
Ciano sigúioú abúrrido y Goering regresoú a Berlíún, donde estaba a púnto de tener lúgar el
pogromo de noviembre, y dedicoú sú atencioú n a los problemas econoú micos qúe planteaban
los júdíúos.
Robert Coúlondre, el núevo embajador franceú s en Berlíún, conocioú a Goering hacia finales
de noviembre y se sorprendioú múchíúsimo cúando Goering súgirioú deliberadamente qúe eú l
podíúa rodear cúalqúier obstaú cúlo qúe púdiera tener en sú trato con Ribbentrop acúdiendo
directamente a eú l. Goering se llevoú al embajador aparte y le advirtioú de la gravedad de la
húelga general qúe estaba prevista en Francia al díúa sigúiente, obra, segúú n le advirtioú , de los
comúnistas.
Dúrante enero y febrero de 1939, la salúd de Goering empezoú a darle problemas otra
vez e interferíúa cada vez maú s con sú trabajo. Desde la actitúd qúe mantúviera antes de la
Conferencia de Múú nich, habíúa perdido el favor de Hitler, y la cantidad de obligaciones qúe
habíúa asúmido empezaba a pasarle factúra. Pasaba cada vez maú s tiempo en Rominten y
Carinhall, y el campo de la políútica exterior qúedoú despejado para Ribbentrop. El 18 de
febrero, Ribbentrop informoú a Halifax qúe Goering, al qúe habíúa visto esa manñ ana, le habíúa
contado qúe estaba extremadamente cansado; «habíúa perdido dieciocho kilos de peso y
qúeríúa perder veinticinco». Asíú qúe se fúe de vacaciones. «La gente púede cometer los
errores qúe le deú la gana», le dijo a Henderson, «no me importa». Goering prosigúioú
diciendo lo múcho qúe temíúa al rearme britaú nico si sú comparativamente inestable
gobierno caíúa y era reemplazado por úno con Chúrchill como primer ministro. Henderson
intentoú aplacar sús miedos y dijo qúe la amenaza radicaba maú s bien en el inexorable
rearme alemaú n, «como si Múú nich núnca húbiera tenido lúgar». Goering asegúroú entonces
qúe Alemania no podíúa permitirse el coste de sú rearme; tanto eú l como Hitler preferiríúan
gastarse el dinero en edificios bonitos y mejorar las condiciones sociales. Henderson
terminoú convencido de la sinceridad de Goering. «Creo, de hecho, qúe en el fondo de sú
corazoú n qúerríúa volver al redil de la respetabilidad comparativa», escribioú Henderson.
«Como me dijo el mariscal de campo esta manñ ana, los tiranos qúe van en contra de la
volúntad de sú púeblo siempre acaban mal».
Goering necesitaba únas vacaciones de verdad. Súfríúa de úna inflamacioú n de la
mandíúbúla qúe resúltoú en ún flemoú n qúe túvo qúe ser tratado dúrante tres semanas por úno
de sús meú dicos, el profesor Von Eiken. Goering fúe invitado por Balbo en 1939 a visitar
Tríúpoli, y a finales de febrero, mientras segúíúa convaleciente, decidioú aceptar la invitacioú n y
compaginarla con únas vacaciones en San Remo. EÁ l y Emmy fúeron a Tríúpoli desde Naú poles
en el búqúe alemaú n Monserate. En el camino de regreso Goering qúiso ir a Espanñ a a
entrevistarse con Franco, pero cúando el barco estúvo a vista del púerto de Valencia la
visita fúe anúlada repentinamente, para enojo de Goering, y posteriormente el grúpo
desembarcoú en Geú nova y lúego viajoú por tierra hasta San Remo. Ribbentrop habíúa sabido de
la proyectada visita y habíúa maniobrado para consegúir sú cancelacioú n. El 12 de marzo,
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mientras todavíúa estaban en San Remo, Hitler ordenoú repentinamente a Goering qúe
regresara a Berlíún de inmediato.
Dúrante el invierno, los checos habíúan sido sometidos a presiones despiadadas por
parte de Hitler y Ribbentrop, qúienes habíúan redúcido sú gobierno a ún estado de vasallaje,
y ni Francia ni Inglaterra habíúan ratificado la prometida garantíúa de sús fronteras. Soú lo úna
vez se rebeloú el gobierno checo contra las incesantes provocaciones. Ocúrrioú a principios de
marzo, cúando Haú cha disolvioú los problemaú ticos gobiernos aútoú nomos de Eslovaqúia y
Rútenia, arrestoú a sús dirigentes y, el 10 de marzo, promúlgoú la ley marcial. Fúe úna
decisioú n fatal: le dio a Hitler la excúsa qúe necesitaba para úsar la fúerza y al mismo tiempo
proporcionaba a Chamberlain y Daladier úna oportúnidad para apartar la vista del paíús
desmembrado cúyas fronteras súpúestamente debíúan proteger. El 13 de marzo obligoú a los
líúderes eslovacos a declarar sú independencia y esa misma noche túvo lúgar la pateú tica
escena en Berlíún en la qúe Haú cha, viejo y húmillado, con el rostro enrojecido por la
agitacioú n, súplicoú por lo qúe qúedaba de sú paíús ante las miradas llenas de desprecio de
Hitler y Ribbentrop.
Hitler era consciente instintivamente del valor del melodrama y de la efectividad de
llevar a cabo negociaciones únilaterales a altas horas de la noche, cúando el múndo exterior
estaú oscúro y vacíúo, y tanto la valentíúa como la capacidad de resistir estaú n en sú púnto maú s
bajo. Las lúces del estúdio de Hitler estaban atenúadas con pantallas. Haú cha estaba solo en
la cancilleríúa exceptúando a sú ministro de Asúntos Exteriores, Chvalkovsky, y llevaba
esperando en la antesala desde la úna en púnto. Hitler escúchoú la voz qúebrada del
presidente y lúego le informoú fríúamente de qúe la invasioú n comenzaríúa a las seis en púnto.
Estaba en sús manos, le dijo Hitler, el qúe la entrada alemana fúera aceptada pacíúficamente
por los checos o convertirla en ocasioú n de presentar resistencia armada y súfrir úna
inmediata y sangrienta derrota.
Haú cha permanecioú inmoú vil mientras Hitler hablaba; soú lo sús ojos, segúú n contaríúa
Schmidt, demostraban qúe estaba vivo. Padecíúa de corazoú n deú bil. Impotente, le pregúntoú a
Hitler qúeú podíúa hacer en el tiempo qúe le qúedaba. Hitler le dijo qúe telefoneara a Praga y
qúe hiciera lo qúe púdiera; entonces Hitler dio por terminada la reúnioú n y Goering y
Ribbentrop se lo llevaron, insistieú ndole para qúe tomara úna decisioú n inmediata. Schmidt,
mientras tanto, intentaba contactar con Praga por teleú fono, soú lo para descúbrir qúe la líúnea
estaba fúera de servicio. Mientras Ribbentrop gritaba a la central telefoú nica, Goering
presionaba a Haú cha. En Núú remberg admitioú haber amenazado con bombardear Praga para,
segúú n lo expresoú , «acelerar todo el asúnto [103]». La líúnea telefoú nica con Praga fúe
restablecida, pero cúando Haú cha empezoú a hablar volvioú a cortarse úna vez maú s.
Ribbentrop estaba fúera de síú de rabia, pero todo lo qúe púdo hacer fúe amenazar con
despedir al súpervisor de teleú fonos y al personal de la central. De repente se púdo oíúr a
Goering llamando a gritos al doctor Morell, el meú dico de Hitler qúe se encontraba presente
gracias a la previsioú n de algúien. «¡Haú cha se ha desmayado!», gritoú Goering, múy agitado.
«Espero qúe no le pase nada. Ha sido ún díúa múy agotador para ún hombre tan viejo». Lo
úú ltimo qúe nadie deseaba era qúe Haú cha se múriera en la cancilleríúa de Hitler. Usando úna
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agúja hipodeú rmica qúe le proporcionoú Goering [104], Morell revivioú al presidente checo
mediante inyecciones, y eú ste se recúperoú lo súficiente para hablar con Praga cúando se
improvisoú apresúradamente úna líúnea telefoú nica. Hacia las cúatro de la manñ ana del 15 de
marzo se firmoú el fin de la independencia de Checoslovaqúia y por la tarde Hitler entraba
triúnfante en Praga. Al fin habíúa súperado las frústraciones de Múú nich, pero al hacerlo
finalmente destrúyoú la atmoú sfera de apacigúamiento tanto en Inglaterra como en Francia.
El 16 de marzo, mientras Hitler segúíúa fúera, Lipski llamoú a Goering y se qúejoú de qúe
hacíúa cinco díúas qúe intentaba ver en vano a Ribbentrop o a Weizsaecker. Protestoú diciendo
qúe tal tratamiento era intolerable en ún momento en qúe Alemania emprendíúa acciones en
Eslovaqúia qúe afectaban de forma críútica a Polonia. Goering esqúivoú el asúnto alegando lo
maú s inocentemente qúe púdo qúe acabada de regresar de vacaciones en Italia. Polonia, de
hecho, estaba alarmada ante esa súú bita expansioú n de sús fronteras con Alemania, y se
mostroú maú s incoú moda aúú n cúando, menos de úna semana despúeú s, el 22 de marzo, Litúania
cedioú Memel a Alemania. Sentaba ún precedente demasiado probable para Danzig, ciúdad
por la cúal habíúa úna creciente dispúta entre Ribbentrop y Joú zef Beck. Hacia finales de mes,
la brecha entre Polonia y Alemania por Danzig y el Pasillo era de dominio púú blico, y el 30 de
marzo Chamberlain abandonoú sú políútica de apacigúamiento para asegúrarle a Beck el
apoyo de Inglaterra y Francia en caso de cúalqúier amenaza a la independencia de Polonia.
El 31 de marzo, Chamberlain repitioú esas garantíúas ante la Caú mara de los Comúnes. El 3 de
abril, Hitler, tras despotricar en púú blico contra Inglaterra y Polonia, dio sús oú rdenes de alto
secreto (el famoso Caso Blanco, Fall Weiss) reqúiriendo a las fúerzas alemanas qúe
estúvieran listas para el 1 de septiembre de 1939, con el objetivo de llevar a cabo ún ataqúe
sorpresa contra Polonia. El 6 de abril, Inglaterra firmoú ún pacto de ayúda mútúa con
Polonia, a pesar de lo obsoleto del ejeú rcito y las fúerzas aeú reas polacas y la temeridad de
sús líúderes militares. Mientras tanto, se canceloú la visita a Alemania del presidente de la
Júnta de Comercio Britaú nica [British Board of Trade], y Goering expresoú , segúú n Henderson,
«¡la mayor de las indignaciones porqúe se cancelara por úna tonteríúa asíú!».
Goering reveloú en Núú remberg qúe «todo el asúnto» de la ocúpacioú n de Checoslovaqúia
«fúe llevado a cabo en sú mayor parte pasando por encima de mi cabeza». Núnca visitoú
Praga, ni entonces ni en fecha posterior. Hitler, dijo, habíúa rechazado el consejo qúe le habíúa
enviado en úna carta desde San Remo para qúe adoptara úna líúnea moderada con
Checoslovaqúia y consigúiera sús objetivos mediante penetracioú n econoú mica y no por la
fúerza de las armas. Sin dúda la penetracioú n econoú mica era la idea detraú s del memoraú ndúm
qúe Goering escribioú el 18 de febrero al Ministerio de Asúntos Exteriores en el qúe úrgíúa a
qúe el Reichsbank adqúiriera úna gran parte de la reserva de oro del Banco Nacional
Checoslovaco, ya qúe esta reserva «se necesitaba con úrgencia para la ejecúcioú n de
importantes oú rdenes del Fúö hrer». Cúando Goering, en respúesta a la convocatoria de Hitler,
llegoú a Berlíún el 14 de marzo, el Fúö hrer afirmoú qúe teníúa prúebas de qúe habíúa enviados
rúsos en determinados aeroú dromos checos en flagrante violacioú n del acúerdo de Múú nich.
Cúando Hitler fúe a Praga a examinar sú conqúista fúe Ribbentrop qúien le acompanñ oú , y no
Goering.
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Sin embargo, a Ribbentrop le tocoú sú túrno de sentirse mortificado cúando Goering
visitoú Roma al mes sigúiente. El 7 de abril, Mússolini habíúa enviado a sú ejeú rcito a traveú s del
mar para conqúistar Albania, lo qúe le daba al Eje ún valioso púnto de apoyo en el territorio
fronterizo con Grecia y Yúgoslavia. El 13 de abril Francia ofrecioú garantíúas a Grecia y
Rúmaníúa. Al díúa sigúiente, Ciano recibíúa a Goering en Roma, anotando posteriormente en sú
diario la dúreza de los teú rminos en qúe Goering se refirioú a Polonia. El 15 de abril, Goering
se reúnioú con Mússolini; coincidieron, entre otras cosas, en qúe llegar a acúerdos
econoú micos con Rúsia era importante tanto para Alemania como para Italia, y qúe ambos
paíúses debíúan concentrarse en el rearme. Goering creíúa qúe la gúerra era inevitable, pero
esperaba qúe púdieran posponerla hasta 1942, como múy pronto; para entonces, sús
fúerzas combinadas seríúan tan poderosas qúe seríúan invencibles. Pese a ello, anñ adioú , Italia y
Alemania deberíúan permanecer en estado de movilizacioú n aúnqúe no fúera aparente al
exterior. Volvioú a Berlíún en tren el 17 de abril.
Goering se sintioú profúndamente ofendido cúando Ribbentrop, y no eú l, recibioú del rey de
Italia la codiciada condecoracioú n del Collar de la Annúnziata cúando el 22 de mayo se firmoú
la alianza militar entre Alemania e Italia, conocida como el Pacto de Acero. Dino Alfieri, qúe
posteriormente seríúa embajador en Berlíún, estúvo presente en el banqúete de celebracioú n
del Pacto de Acero y vio como Goering, aprovechando ún momento tranqúilo, se escabúllíúa
al comedor e intercambiaba las tarjetas en la mesa qúe lo sentaban a eú l a la izqúierda de
Ciano y a Ribbentrop a la derecha. Sin embargo, cúando volvioú a la recepcioú n y vio a
Ribbentrop recibir el collar, el resúltado fúe algo qúe Alfieri soú lo púdo describir como «úna
tragedia en miniatúra», y fúe con grandes dificúltades qúe se púdo convencer a Goering de
qúe no abandonase inmediatamente la embajada [105]. Goering creíúa, y de hecho sabíúa, qúe era
eú l qúien habíúa púesto los cimientos de la alianza germano-italiana, y Ciano, observador
perspicaz de las debilidades húmanas, anotoú en sú diario las laú grimas de envidia qúe se
acúmúlaban en los ojos de Goering mientras eú ste contemplaba el Collar de la Annúnziata
colgado al cúello de Ribbentrop. El embajador alemaú n informoú a Ciano qúe Goering habíúa
«montado úna escena» y Ciano prometioú qúe intentaríúa consegúirle otro Collar a Goering.
Resúltaríúa ser ún asúnto de lo maú s complicado qúe se prolongaríúa hasta mayo del anñ o
sigúiente. Goering acúsoú a Ciano de llevar mal el asúnto, y se hicieron todos los esfúerzos
posibles por los canales diplomaú ticos para sacarle otro collar al rey. La tragicomedia de
Goering y el collar se convirtioú en ún estribillo súbyacente en las relaciones entre ambos
paíúses. Finalmente, Ciano intercedioú ante Mússolini, y Mússolini ante el rey, a qúien le
describioú , como lo expresoú Ciano, «la lamentable sitúacioú n del sensible Hermann». El rey se
mostroú orgúlloso y obstinado, posponiendo sú consentimiento tanto como le fúe posible,
hasta qúe Mússolini túvo qúe intervenir úna vez maú s, dicieú ndole al rey qúe se trataba de ún
«limoú n» qúe Sú Majestad debíúa tragarse en nombre de las búenas relaciones entre los dos
paíúses. El rey finalmente accedioú en mayo de 1940, pero púso objeciones a enviar el
acostúmbrado telegrama de felicitacioú n. Goering insistioú en recibir ún telegrama júnto con
el collar, y el rey soú lo púdo qúejarse airadamente de lo desagradable qúe se habíúa vúelto
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todo ese asúnto para eú l. Goering finalmente recibioú sú collar y sú telegrama de Alfieri, el
recieú n nombrado embajador italiano.
Dúrante mayo de 1937, el embajador alemaú n en Espanñ a se qúejoú de los intentos tanto
por parte de Goering como de Goebbels de actúar de manera completamente independiente
en Espanñ a. Goering qúeríúa ser invitado en representacioú n de Alemania a ún desfile de la
victoria y al mismo tiempo tener ún encúentro con Franco, pero habíúa dado instrúcciones a
Bernhard, sú representante para el Plan de Cúatro Anñ os en Espanñ a, de qúe negociara la
visita. Le dijo a Bernhardt qúe el embajador alemaú n no debíúa saber nada del asúnto, ya qúe
sabíúa qúe Ribbentrop no lo aprobaríúa en absolúto. El embajador finalmente se enteroú de lo
qúe pasaba e insistioú en qúitar el asúnto de las manos de los agentes de Goering; la visita,
sin embargo, fúe finalmente abandonada. Ribbentrop en persona redactoú ún borrador de
carta de reprimenda para Goering sobre la forma qúe habíúa tenido de llevar el asúnto pero,
aúnqúe el borrador fúe archivado, la carta aparentemente núnca fúe enviada.
Fúe en ese periodo qúe volvieron a circúlar rúmores sobre la mala salúd de Goering;
habíúa vúelto a San Remo[106]. Bodenschatz le contoú al agregado militar polaco, qúe comúnicoú
la noticia a la embajada britaú nica, qúe «no habíúa esperanzas de qúe Goering recúperara la
salúd, y sú eclipse políútico a manos de Ribbentrop ahora era completo». Hacia mediados de
mayo, Henderson habíúa dedúcido qúe los rúmores eran exagerados y qúe Goering padecíúa
«úna forma de diabetes», pero qúe mejoraba bajo los cúidados de ún meú dico en San Remo.
«Sin embargo, no cabe dúda de qúe en estos momentos no goza del favor de Hitler».
El 23 de mayo, el díúa despúeú s de la firma del Pacto de Acero (en el qúe los signatarios
declaraban abiertamente qúe estaban «únidos por la afinidad de sús ideologíúas» y
«decididos a actúar conjúntamente y a únir sús fúerzas para asegúrar sú espacio vital»),
Hitler convocoú a Goering y a otros trece oficiales de alta gradúacioú n para informales sobre
la inminente gúerra. Polonia, úna vez aislada, seríúa atacada a la primera oportúnidad;
Alemania expandiríúa sú espacio vital hacia el este y los graneros de Ucrania; los púeblos de
los territorios conqúistados proporcionaríúan mano de obra esclava a Alemania. Si Inglaterra
y Francia declaraban la gúerra, entonces debíúan ser vencidas en úna campanñ a qúe atacaríúa
a traveú s de Beú lgica y Holanda. Hitler parecíúa dispúesto a veú rselas con todo el múndo al
mismo tiempo. No qúeda constancia de ningúna objecioú n ni pregúnta en los minútos qúe
dúroú la reúnioú n, eú sas eran las oú rdenes del Fúö hrer.
El 28 de marzo, Henderson informoú de úna conversacioú n qúe habíúa mantenido el díúa
anterior en Carinhall en la qúe Goering se habíúa qúejado amargamente de la hostilidad de
Inglaterra hacia Alemania. Henderson le describioú la conmocioú n qúe habíúan caúsado al
púeblo ingleú s y a eú l mismo las acciones alemanas del 15 de marzo; habíúan deshecho todo el
trabajo qúe habíúa intentado hacer en los úú ltimos dos anñ os para establecer relaciones
amistosas entre Alemania e Inglaterra. Era la obra de los «extremistas» del partido; ante
eso, Goering se mostroú «ún poco confúso» y explicoú qúe, despúeú s de todo, habíúa estado
fúera, en San Remo. Entonces le echoú la cúlpa a la obstinacioú n de los checos e intentoú
convencer a Henderson de qúe si Inglaterra iba a la gúerra por Polonia tendríúa maú s qúe
perder qúe Alemania en tal accioú n; la alianza anglo-polaca, de hecho, soú lo animaba a
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Polonia a adoptar úna necia actitúd intransigente hacia las jústas reclamaciones alemanas.
Henderson senñ aloú qúe siempre habríúa ún líúmite a la capacidad de compromiso polaca, y qúe
los extremistas no debíúan llevar las cosas demasiado lejos en lo concerniente a Polonia o a
Danzig. Tras ese intercambio de amenazas diplomaú ticas, Goering mostroú las ampliaciones
de Carinhall y los bocetos a color de únas «damas desnúdas» qúe representaban a las
Virtúdes en únos tapices flamencos del siglo XVIII qúe Goering teníúa intencioú n de comprar
para decorar sú comedor. «Túve la impresioú n de qúe Goering se alegraba de verme», anñ adioú
Henderson en ún informe complementario. «Goering en realidad no es múcho mejor qúe
los demaú s, pero creo qúe sinceramente no qúiere qúe haya gúerra y odia a Ribbentrop de
corazoú n[107]».
Un mes maú s tarde, los planes para la conqúista de Polonia estaban sobre la mesa de
Hitler, y se convocoú úna reúnioú n especial del Consejo de Defensa del Reich para el 23 de
júnio. Goering, qúe presidíúa esta reúnioú n de jefes civiles y militares, dejoú claro qúe la gúerra
era inminente y qúe el propoú sito de la conferencia era la movilizacioú n total del paíús para
hacer frente al esfúerzo beú lico. Se llamaríúan a filas a siete millones de hombres, y la falta de
mano de obra seríúa compensada con hombres traíúdos a la fúerza desde Checoslovaqúia y
reclútados en los campos de concentracioú n[108].
Maú s tarde, en júlio, se celebraron posteriores reúniones del Consejo para planear
mejoras en las fortificaciones de la Múralla Occidental [*] para disúadir a los ingleses y
franceses de intervenir cúando Polonia fúera atacada. Se discútieron los informes
detallados sobre la fúerza laboral disponible en Alemania y el úso de mano de obra traíúda
de los territorios ocúpados y los campos de concentracioú n. El 24 de agosto el embajador
ingleú s en Varsovia informoú de qúe el embajador polaco en Berlíún habíúa hablado con Goering
aqúella tarde. Goering, aparentemente, habíúa admitido qúe «mi políútica de mantener
relaciones con Polonia… habíúa acabado en nada», y qúe ahora sú inflúencia era peqúenñ a.
Lúego anñ adioú significativamente qúe el principal obstaú cúlo para eliminar la tensioú n no era
Danzig sino la alianza de Polonia con Inglaterra. Goering tampoco se dejaba desviar por lo
qúe consideraba asúntos irrelevantes. En agosto, Albert Voegler, ún empresario del acero
qúe ademaú s era dipútado por los nazis en el Reichstag, presentoú a Goering ún informe qúe
sú companñ íúa habíúa recibido de Ameú rica qúe senñ alaba qúe si Inglaterra entraba en gúerra
los Estados Unidos acabaríúan sigúieú ndola, y qúe sú indústria beú lica podíúa súperar con
facilidad a la alemana. Goering simplemente se búrloú del informe; consideraba qúe
Norteameú rica estaba demasiado lejos para ser consideraba seriamente en la políútica
eúropea[109].
No cabe dúda, por tanto, qúe Goering no sabíúa exactamente lo qúe Hitler teníúa en mente:
úna gran gúerra de conqúista sincronizada con el rearme alemaú n (rearme del qúe estaba a
cargo el propio Goering) y la ocúpacioú n por la fúerza de aqúellos territorios qúe Hitler
deseaba cúando ya no era posible obtenerlos mediante el chantaje diplomaú tico. El
momento de prender la mecha bien púdiera ser el 1 de septiembre, o maú s tarde; eso
dependíúa de las reacciones de Polonia, Inglaterra y Francia. Y no menos de la reaccioú n de
Rúsia, con la qúe Hitler consideraba ahora ventajoso tener algúú n tipo de pacto, por
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temporal qúe fúera. La frialdad de Inglaterra y Francia hacia la Unioú n Sovieú tica no habíúa
pasado desapercibida en la cancilleríúa. Si los otros estaban dispúestos a rechazar úna
alianza tan patentemente ventajosa, eú l no lo estaba. Los severos ataqúes contra el
bolchevismo, corrientes en los discúrsos y la propaganda nazi, perdieron potencia de
manera considerable. A principios de mayo, Goering envioú a Bodenschatz a las embajadas
francesa e inglesa para qúe insinúara qúe podíúa ser qúe Alemania y Rúsia llegasen pronto a
ún acúerdo, con la esperanza de qúe eso modificara la actitúd de sús gobiernos [110].
Cada mes qúe pasaba sin qúe húbiera gúerra iba a favor de Alemania, eú sa era la posicioú n
de Goering asíú como la de todos los oficiales súperiores responsables. Las fechas arbitrarias
decretadas en secreto por el Fúö hrer siempre eran demasiado tempranas para ellos. Hitler,
aislado en sús montanñ as dúrante la mayor parte del tiempo, se volvíúa maú s y maú s
egoceú ntrico, cada vez era maú s y maú s intolerable servir a sús oú rdenes. Goering, ademaú s, era
ún hombre enfermo. La responsabilidad de úna gúerra era lo úú ltimo qúe deseaba. «Una
gúerra siempre es ún negocio arriesgado e incierto», le dijo a Bodenschatz. Teníúa cúarenta y
seis anñ os, estaba felizmente casado, con úna mújer y úna hija de corta edad a las qúe
adoraba. Y le gústaba ser considerado el hombre maú s rico de Eúropa [111].
Goering era rico en realidad soú lo porqúe teníúa qúe pagar por múy pocas cosas; era rico
en prebendas y posesiones. Carinhall, Rominten y sú casa en la Leipzigerplatz de Berlíún
eran mantenidas mediante lo qúe sú contable, Herr Gerch, llamaba «fondos de
representacioú n». La vida privada de Goering estaba tan inmersa en recepciones oficiales
qúe eú l y sú esposa rara vez comíúan solos, y los gastos qúe normalmente seríúan considerados
privados, como aqúellos relacionados con sú hija, eran absorbidos dentro de la contabilidad
general domeú stica o eran tan insignificantes qúe eran compensados faú cilmente por sús
súeldos oficiales, qúe súmaban únos cincúenta y cúatro mil marcos anúales. Gerch, ún
administrativo qúe trabajaba para la casa de Goering, estimoú qúe Goering soú lo húbiera
necesitado únos qúince mil marcos anúales para tales gastos personales.
Los ingresos comparativamente peqúenñ os de Goering se veíúan sústancialmente
incrementados con las ganancias de los libros públicados por eú l o sobre eú l; reclamoú úna
parte sústancial de los derechos de aútor sobre las ganancias de sú biografíúa aútorizada qúe
Gritzbach habíúa escrito para eú l y en la cúal eú l tambieú n habíúa trabajado. La estimacioú n de
Gerch sobre los derechos acúmúlados de esta biografíúa y otras públicaciones asciende a
únos 840 000 marcos. Gerch tambieú n confirmoú qúe Goering recibíúa sústanciosas súmas de
dinero de los empresarios qúe qúeríúan ganarse sú favor, súmas qúe iban a parar a sú cúenta
privada, asíú como valiosos regalos qúe incrementaban sú coleccioú n de arte. Sús objetos
artíústicos personales estaban estrictamente separados de los adqúiridos para la nacioú n y
qúe se pagaban mediante el Bilderfund especial de Hitler bajo la aútoridad de Goering.
Gerch sostiene, contra lo qúe indican otros testigos del personal domeú stico, qúe Goering
núnca pidioú regalos directamente. Sin embargo parece qúe recibíúa frecúentes consúltas de
cúerpos oficiales sobre qúeú le gústaríúa recibir. Para ese entonces tambieú n comenzaba a
actúar como tratante de arte comprando y vendiendo obras, lo qúe resúltoú en mayores
ganancias personales[112]. Las cúentas bancarias de Goering, en la Banca Thyssen y el
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Deútsche Bank, estaban divididas en «privadas» (para sús súeldos oficiales), «especiales»
(para las grandes súmas y los regalos) y «militares» (para fondos proporcionados por el
Estado).
A principios de 1939, Goering adqúirioú aúú n maú s propiedades. La viúda de Epenstein,
Frau Lilli von Epenstein, qúe habíúa mantenido el contacto con Goering despúeú s de la llegada
de los nazis al poder y qúe habíúa sido úna invitada frecúente en Carinhall, múrioú
repentinamente y dejoú todas las propiedades de Epenstein, inclúyendo los castillos de
Maúterndorf y Veldenstein a la familia Goering. Especificoú qúe Maúterndorf debíúa ser de
Edda, pero Goering ni se molestoú en formalizar el derecho legal de sú hija sobre la
propiedad, y ambos castillos pasaron a ser nominalmente súyos.
Goering, por tanto, teníúa todo qúe perder si Alemania iba a la gúerra sin estar preparada
y fracasaba en el fabúloso enfrentamiento con qúe sonñ aba Hitler. Por tanto, habloú de gúerra
o de paz segúú n la ocasioú n y la companñ íúa en qúe estúviera. Segúú n aúmentaba sú riqúeza, sú
espíúritú de aventúra declinaba, y ya aparecíúa júnto al Fúö hrer como sú amigo y camarada.
Como los demaú s oficiales súperiores, empezoú a temer a Hitler y pronto empezaríúa a tener
pavor a las temibles convocatorias a la cancilleríúa o a Berchtesgaden. Se retiroú tanto como
púdo al lújo de Carinhall.
Una vez maú s, los largos díúas del verano se prolongaron interminablemente con la
tensioú n. Hitler siempre habíúa ganado esperando la júgada qúe haríúan sús oponentes bajo la
presioú n de sús amenazas. Sigúioú este principio con Polonia, como habíúa hecho con
Checoslovaqúia. Las tentativas de acercamiento a la Unioú n Sovieú tica por parte de Inglaterra
y Francia por ún lado y de Alemania por el otro se alargaron interminablemente; a
Chamberlain le bastaba con qúe las negociaciones para ún pacto no deseado de asistencia
fúeran tan desganadas como fúera posible; para Ribbentrop, el asúnto revistioú úrgencia
soú lo cúando creyoú qúe los Aliados podíúan tener eú xito en hacer qúe Rúsia se opúsiera a las
acciones alemanas en Polonia. Cúando el 5 de agosto la misioú n anglo-francesa zarpoú en ún
barco lento hacia Leningrado, Hitler y Ribbentrop decidieron acelerar el ritmo de las
negociaciones. Ribbentrop se ofrecioú a visitar a Stalin. Si se firmaba ún pacto de no agresioú n
ahora, eso cogeríúa desprevenidos a los Aliados, dejaú ndolos sin base de negociacioú n y
expúestos a la intemperie.
Mientras tanto, túvo lúgar úna extranñ a e inesperada intervencioú n en las relaciones
anglo-germanas. Un idealista empresario de origen súeco, Birger Dahlerús, se sintioú
llamado a acercar Inglaterra y Alemania y detener la deriva hacia la inevitable gúerra.
Sentíúa qúe existíúa algúú n bloqúeo en las comúnicaciones oficiales entre los líúderes de ambos
paíúses qúe ún mediador completamente independiente podíúa eliminar. Conocíúa a Goering,
con qúien habíúa contactado en 1934 cúando le púsieron dificúltades a sú matrimonio con
úna viúda alemana; Goering habíúa intervenido y solúcionado el problema. Posteriormente,
Dahlerús habíúa ayúdado a Goering al proporcionar formacioú n empresarial a sú hijastro
Thomas von Kantzow, qúe vivíúa en Estocolmo, y eso condújo a encúentros regúlares entre
ambos en Alemania.
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Dahlerús sentíúa ún gran amor por Inglaterra, donde habíúa vivido y trabajado dúrante
diez anñ os y todavíúa teníúa contactos inflúyentes entre los empresarios. Sú visita a Alemania
le convencioú de qúe los nazis actúaban movidos por la ignorancia y la súspicacia ante las
intenciones britaú nicas. Conocíúa el dúro núú cleo qúe yacíúa ocúlto bajo la súperficie
aparentemente súave del perezoso temperamento del púeblo ingleú s, y teníúa la sensacioú n de
qúe eso tentaba a Hitler a júzgar mal sú verdadera fúerza. Creíúa qúe habríúa progresos si ún
representante de la jerarqúíúa nazi se reúníúa, para úna discúsioú n informal, con algúú n ingleú s
destacado fúera del cíúrcúlo diplomaú tico. Por el bando alemaú n, consideraba qúe Goering era
el hombre apropiado al qúe abordar porqúe ya lo conocíúa y porqúe se percataba de qúe a
Goering «no le gústaba la idea de úna gúerra». Determinados amigos de Dahlerús en
Inglaterra respondieron con seriedad a esta idea, y el mieú rcoles 5 de júlio obtúvo úna
entrevista con Goering en Carinhall.
Se qúedoú asombrado ante la magnitúd de las ampliaciones del «súntúoso castillo de
Goering» desde qúe lo viera por primera vez en 1935; inclúso en esa eú poca de aústeridad
econoú mica en Alemania, habíúa cientos de obreros trabajando en maú s ampliaciones. Estaba a
púnto de comenzar úna fiesta al aire libre, pero Goering, pese a las constantes llamadas
para qúe se reúniera con sús invitados, insistioú en qúedarse dúrante maú s de úna hora con
Dahlerús para hablar de las relaciones anglogermanas. Goering dijo qúe, en sú opinioú n,
Inglaterra no teníúa fúerza qúe respaldara sú posicioú n y qúe estaba determinada a
obstacúlizar el jústo progreso de Alemania. Sin embargo, estaba a favor de la idea de la
reúnioú n y accedioú a hablar con Hitler mientras Dahlerús consúltaba con sús amigos
ingleses. Finalmente se acordoú qúe tendríúa lúgar ún encúentro secreto en úna casa qúe
pertenecíúa a la esposa de Dahlerús, úna mansioú n llamada Soö nke Niseen Koog, sitúada en
Schleswig-Holstein, cerca de la frontera danesa.
Halifax, con qúien Dahlerús discútioú el asúnto a continúacioú n, consideroú qúe la reúnioú n
podíúa resúltar úú til, pero segúíúa dúdando de las intenciones de Alemania. Hitler permitioú a
Goering qúe emprendiera esa misioú n porqúe la veíúa como otra forma maú s de eliminar la
intervencioú n inglesa, la cúal, bajo la inflúencia de Ribbentrop, ya no tomaba en serio. En
cúanto a Ribbentrop, no sabíúa absolútamente nada sobre la conferencia en ese momento;
maú s tarde, cúando se enteroú del asúnto, se mostroú resentido por esas reúniones secretas
con Dahlerús, qúe continúaríúan hasta el 4 de septiembre, cúatro díúas despúeú s de la invasioú n
de Polonia. Goering consideroú todo el asúnto, por tanto, como úna oportúnidad inesperada
y bienvenida de frústrar a Ribbentrop.
Siete hombres de negocios ingleses asistieron a la conferencia de Soö nke Niseen Koog el
7 de agosto[113]. Se qúedaron a pasar la noche allíú y esperaron con cierto nerviosismo la
llegada de Goering, qúe viajoú desde Berlíún en tren especial acompanñ ado de Bodenschatz y
Koerner. Dahlerús, tan tenso por la expectacioú n qúe habíúa sido incapaz de dormir la noche
anterior, abrioú la conferencia y Goering adoptoú inmediatamente sú pose franca y amistosa a
la hora de responder a las pregúntas qúe le hacíúan los ingleses. Explicoú detalladamente por
qúeú los nazis teníúan la sensacioú n de qúe Inglaterra les era fríúa y hostil y no entendíúa los
cambios qúe ocúrríúan en Eúropa a consecúencia del renacimiento de Alemania. Los ingleses
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entonces criticaron los «brúscos» meú todos agresivos de Hitler a la hora de tratar con las
minoríúas dentro de Alemania. Goering escogioú ese momento para darle a sú aúdiencia sú
«sagrada garantíúa como estadista y oficial» qúe Alemania no intentaba cercar a Polonia y
qúe la resolúcioú n de los problemas de Danzig y el Pasillo no seríúan segúidas de exigencias
de otros territorios. En el almúerzo Goering propúso ún brindis por la paz, y el resúltado de
la discúsioú n, qúe finalmente terminoú a las seis y media de la tarde con maú s brindis
amistosos, fúe ún acúerdo para recomendar qúe se celebrara úna conferencia de delegados
aútorizados por los gobiernos alemaú n e ingleú s en súelo súeco para resolver el púnto múerto
de las conversaciones sobre Polonia.
Dahlerús ha sido acúsado de intrúsismo, y no hay dúda, a júzgar por sú libro El Último
Intento [Sista försöket: London-Berlin sommaren 1939, The Last Attempt en sú edicioú n en
ingleú s], qúe obtúvo úna intensa gratificacioú n personal de sú misioú n aútoimpúesta. De hecho,
hay ún aire de comedia en todo el asúnto, como si ún personaje ajeno se húbiera empenñ ado
con tanta insistencia en participar en la trama de úna complicada obra de teatro qúe los
protagonistas, hastiados, húbieran terminado por aceptar sú presencia y lo úsaran para sús
propios fines. La intervencioú n de Dahlerús, por tanto, confúndioú inevitablemente los
acontecimientos previos a la gúerra, y para Goering se convirtioú en ún medio de
mantenerse en el centro del escenario en ún momento en qúe Hitler y Ribbentrop lo
estaban relegando a los bastidores por sú eqúivocacioú n al pretender contemporizar con
Inglaterra.
Segúú n pasaban los díúas, los motivos de Goering en sús relaciones con Dahlerús se
volvieron maú s y maú s complejos. El úú nico intereú s de Hitler en Goering como diplomaú tico era
úsarlo para distanciar a Inglaterra y Francia de Polonia; Goering, consciente de esto, explotoú
la sitúacioú n para distanciar tanto como púdo a Hitler de Ribbentrop y recúperar asíú sú
inflúencia como defensor de la víúa negociada. Goering podríúa mantener sú iniciativa con
Hitler, aúnqúe fúera telefoú nicamente, dúrante tanto tiempo como púdiera mantener a
Dahlerús en contacto activo con Inglaterra. Por el lado britaú nico, la debilidad y
desesperacioú n del gobierno qúedaron reveladas por el grado de confianza depositado en
Dahlerús y el úso qúe hicieron de eú l, aúnqúe se reúnioú con Halifax por primera vez el 27 de
agosto, y con Henderson el 19. Este diplomaú tico aficionado no expresaríúa sú desilúsioú n final
hasta qúe fúe interrogado en Núú remberg en 1946; y sin embargo, en aqúel momento, sú
deseo de ayúdar parecíúa brillar como «úna búena accioú n en ún múndo lleno de maldad».
Pero los diplomaú ticos profesionales pronto contrarrestaron sú sinceridad y envolvieron sú
bondad en ún súdario qúe la lastraba. Al final se convirtioú en ún consejero fantasmal
incapaz de ver maú s allaú de las nieblas qúe se reúníúan a sú alrededor a pesar de úna valiente
perseverancia qúe dúroú hasta despúeú s de qúe empezara la gúerra.
Como múchos otros, no entendioú bien la compleja personalidad de Goering y no se
percatoú de las motivaciones principalmente interesadas qúe dividíúan a Goering en aqúel
momento, aúnqúe síú era consciente de la falta de valentíúa moral de Goering en sú relacioú n
con Hitler. Lo qúe fúe incapaz de ver fúe la incapacidad de Goering para resolver el dilema
creado por sús circúnstancias y sú personalidad, sú deseo innato de destacar en cúalqúiera
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de los caminos divergentes de la gúerra o la paz. Goering teníúa qúe mantener esa difíúcil
posicioú n bajo ún amo cúya aútoridad aceptaba como absolúta, mientras en sú interior temíúa
los problemas, los trabajos y las privaciones qúe traeríúa la gúerra total a la acomodada y
lújosa existencia qúe para eú l ya era connatúral a sú persona.
Dahlerús se reúniríúa con Goering dieciocho veces entre el 5 de júlio y el 4 de
septiembre, y tendríúa otras múchas reúniones con ministros y diplomaú ticos en Londres y
Berlíún. Ademaú s mantúvo innúmerables y difíúciles conversaciones telefoú nicas con Goering y
varios representantes britaú nicos. En ese mismo periodo viajaríúa de Inglaterra a Alemania y
vúelta doce veces; cúatro de esos viajes túvieron lúgar dúrante los críúticos díúas del 25 al 27
de agosto. Nadie podíúa ser maú s paciente ni estar maú s desesperadamente esperanzado.
El díúa sigúiente a la conferencia en Soö nke Niseen Koog, Goering invitoú a Dahlerús a la
isla de Sylt, donde pasaba únas cortas vacaciones, para úna conversioú n posterior;
Bodenschatz habíúa volado a Berchtesgaden para darle a Hitler ún resúmen de la discúsioú n.
Mientras tanto, Goering dijo qúe en sú opinioú n la conferencia propúesta (ahora ampliada a
nivel de cúatro potencias para inclúir a Inglaterra, Alemania, Francia e Italia) seríúa
aceptable, siempre y cúando fúera preparada con antelacioú n y sús teú rminos de referencia
estúvieran estrictamente definidos. Eso fúe confirmado únos pocos díúas despúeú s y Dahlerús
lo comúnicoú a Londres por teleú fono. Entonces sigúioú ún largo silencio exasperante; la
mayoríúa de los negociadores ingleses, segúú n se le explicoú , estaban aúsentes en sús
vacaciones anúales. No debíúa enterarse de qúe el silencio se debíúa a las negociaciones
rivales qúe estaban teniendo lúgar en Moscúú y qúe resúltaron en el pacto entre alemanes y
rúsos, y el abandono por parte de los rúsos de las desganadas conversaciones con la
delegacioú n inglesa. Púú blicamente, el pacto cúbríúa la no agresioú n mútúa y en privado el
reparto mútúo del territorio polaco y los estados baú lticos. El anúncio del pacto prodújo ún
gran impacto en Dahlerús.
Mientras tanto, Goering habíúa llevado púesto sú otro disfraz, el del resolúto líúder de
gúerra. En agosto repitioú sú famosa fanfarronada sobre la Lúftwaffe qúe se convirtioú en
primera plana de los perioú dicos: «Ni úna bomba caeraú en Alemania. Si ún bombardero
enemigo llega a súelo alemaú n, mi nombre no es Hermann Goering, ¡podeú is llamarme
Meier[114]!»
El 14 de agosto asistioú con los demaú s comandantes generales a la conferencia de gúerra
qúe Hitler convocoú en Berchtesgaden, donde el Fúö hrer afirmoú qúe los líúderes ingleses no
eran del calibre necesario para la gúerra, qúe Polonia debíúa ser derrotada en el plazo de
úna semana y qúe Rúsia (y soú lo aqúíú insinúoú algo sobre las negociaciones en marcha)
estaba interesada en la «delimitacioú n de las esferas de intereú s». No qúeda constancia en el
registro de la conferencia de qúe Hitler súpiera algo de la conferencia organizada por
Dahlerús, o qúe Goering hablara en contra de los preparativos qúe sabíúa qúe hacíúan maú s
probable qúe núnca la gúerra con Inglaterra. El 22 de agosto, el díúa sigúiente al pacto, Hitler
convocoú otra conferencia de Estado Mayor, en la cúal expresoú sú triúnfo declamando sú
genio, repasando la sitúacioú n de manera excesivamente larga y arremetiendo
continúamente contra Inglaterra y sú fúú til posicioú n, y sermoneando sobre la importancia de
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qúe Rúsia se alineara con Alemania. Segúú n ún informe, Goering saltoú encima de úna mesa y
le ofrecioú a Hitler «agradecimientos sedientos de sangre y promesas ensangrentadas». Negoú
vehementemente esa historia en Núú remberg, argúmentando qúe no teníúa por costúmbre
saltar a las mesas en las casas de otros; eso húbiera demostrado «úna actitúd
completamente incompatible con la de ún oficial alemaú n». Pero admitioú qúe lideroú el
aplaúso al discúrso. Despúeú s del almúerzo Hitler les ordenoú qúe cerraran sús corazones a la
piedad y qúe «actúaran brútalmente».
Agradecimientos sedientos de sangre o no, Goering segúíúa intentando contactar con
Inglaterra. El 21 de agosto, segúú n escribioú lord Halifax en sús memorias, se recibioú ún
«mensaje críúptico» de Alemania indicando qúe Goering qúeríúa visitar Inglaterra y ver al
primer ministro[115]. Se dispúso en secreto qúe volara el mieú rcoles 23 de agosto y qúe fúera
llevado a la mansioú n de Cheqúers, la casa de campo oficial de los primeros ministros
ingleses. Núnca voloú a Inglaterra, y posteriormente todo parecioú indicar qúe Hitler habíúa
cancelado la visita ya qúe no consideraba qúe fúera a resúltar de ningúna útilidad. Por tanto
Goering, incapaz de triúnfar por sú cúenta, decidioú recúrrir úna vez maú s a Dahlerús, de
qúien no sabíúa nada desde la conversacioú n en Sylt el 8 de agosto. La manñ ana del 12 de
agosto, el díúa despúeú s de la conferencia de Berchtesgaden, Goering telefoneoú a Dahlerús, le
dijo qúe la sitúacioú n habíúa empeorado y le pidioú qúe fúera a Berlíún. Tras úna apresúrada
consúlta con el primer ministro súeco (qúe se encontraba de vacaciones y desdenñ oú la idea
de qúe la sitúacioú n fúera grave), Dahlerús, actúando estrictamente como ciúdadano
particúlar eúropeo, fúe a Berlíún, donde ún amigo súeco, ún banqúero, le contoú qúe la
inflúencia de Goering era menor de la qúe habíúa sido antes, debido a sú «evidente aversioú n
a la gúerra». El amigo anñ adioú qúe Dahlerús bien podríúa terminar arrestado si discútíúa
planes de paz con Goering en contra de los deseos de Hitler. Pese a eso, Dahlerús fúe a ver a
Goering a Carinhall a invitacioú n súya. Goering le habloú sobre la posicioú n reforzada de
Alemania como resúltado del acúerdo con Rúsia y «con gran úrgencia» le instoú a qúe volara
a Londres e hiciera entender al Foreign Office qúe los «acontecimientos inminentes seríúan
completamente independientes de la actitúd o la iniciativa de Inglaterra». Debíúa dejar claro
qúe Ribbentrop, qúe en esos momentos volvíúa de Moscúú , no haríúa nada por aliviar la
sitúacioú n. Entonces Goering llevoú a Dahlerús de vúelta a Berlíún en ún deportivo; la gente en
Berlíún reconocíúa a Goering en los semaú foros y para sú deleite le vitoreaban al pasar.
Goering le habíúa dicho a Dahlerús qúe estaba a púnto de ver a Lipski y lúego a Hitler. En
la conversacioú n súbsigúiente con Lipski expresoú lo múcho qúe lamentaba qúe sú políútica de
mantener relaciones amistosas con Polonia «húbiera terminado en nada», pero qúe ya no
teníúa inflúencia para hacer nada maú s[116]. Lo qúe importaba ya no era tanto el fútúro de
Danzig, segúú n dijo Goering, sino la alianza de Polonia con Inglaterra.
Esa noche, hablando por teleú fono, Goering renovoú las esperanzas de Dahlerús
dicieú ndole qúe todavíúa podíúa ser úú til si volvíúa inmediatamente a Londres. Llegoú en ún avioú n
de pasajeros a la manñ ana sigúiente, el viernes 25 de agosto y, tras únas conversaciones con
Halifax, dedújo qúe los gobiernos volvíúan a estar en contacto activo úna vez maú s;
Henderson iba a ver a Hitler. Esa noche, sin respaldo oficial, Dahlerús consigúioú hablar por
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teleú fono con Goering, qúien salioú de úna conferencia con Hitler para recibir la llamada.
Goering parecíúa nervioso e inqúieto al aparato; dijo qúe la gúerra podíúa estallar en
cúalqúier momento. La sitúacioú n habíúa empeorado, anñ adioú , debido al pacto qúe Inglaterra
habíúa firmado esa tarde con Polonia. La manñ ana del saú bado 28 de agosto Dahlerús vio a
Halifax úna vez maú s, le contoú lo qúe Goering le habíúa dicho y agregoú qúe «Goering era el
úú nico hombre en Alemania qúe podríúa ser capaz de prevenir úna gúerra». El primer
ministro aproboú entonces la súgerencia de Dahlerús de qúe Halifax deberíúa enviar a
Goering úna carta personal confirmando el deseo de Inglaterra de alcanzar úna solúcioú n
pacíúfica.
Dahlerús regresoú a Berlíún inmediatamente en ún vúelo especial y esa tarde fúe
condúcido en coche al tren personal de Goering, qúe encontroú detenido en úna estacioú n
secúndaria no lejos de Carinhall. Goering se mostroú «múy solemne», repitioú únas cúantas
qúejas ya conocidas sobre el tratamiento de las minoríúas alemanas en Polonia y dúrante ún
rato apenas dejoú hablar a Dahlerús. Hablaron dúrante cerca de úna hora mientras Dahlerús
callaba deliberadamente sobre la carta en sú poder, entregaú ndola como cúlminacioú n de sús
afirmaciones de qúe Inglaterra búscaba la paz; Goering se impacientoú con sú ingleú s poco
flúido y le pidioú a Dahlerús qúe la tradújera con cúidado para extraer todos los matices de
significados. Escúchoú tenso y con seriedad, y lúego salieron del tren y fúeron
inmediatamente hacia la cancilleríúa en Berlíún.
Era medianoche. El lúgar estaba a oscúras y Hitler se habíúa ido a la cama. Goering envioú
a Dahlerús a esperar a sú hotel mientras eú l se qúedaba con la esperanza de poder levantar
al Fúö hrer para qúe estúdiara la carta. Dahlerús no sabíúa qúe el 26 de agosto era el díúa
elegido por Hitler para la invasioú n de Polonia y qúe el díúa anterior, cúando se anúncioú el
pacto anglo-polaco y Mússolini admitioú por carta qúe no podíúa prestar ayúda militar a
Alemania, Hitler habíúa telefoneado a Goering cancelando la operacioú n [117]. Goering pregúntoú
si se trataba de algo temporal o definitivo, y la respúesta de Hitler fúe: «No, tengo qúe ver si
podemos eliminar la intervencioú n inglesa».
No es de extranñ ar, por tanto, qúe Goering pensara qúe a Hitler no le importaríúa qúe le
despertaran. Tan pronto como Dahlerús llegoú a sú hotel, túvo qúe volver corriendo a la
cancilleríúa, donde se asombroú al ver el lúgar transformado de la oscúridad a la lúz, como ún
escenario sobre el qúe el teloú n se ha levantado repentinamente para mostrar úna escena
llena de actividad. A eso sigúioú otra de esas fantaú sticas entrevistas con Hitler qúe revelan lo
pertúrbada qúe estaba sú mente. Dahlerús fúe condúcido a la núeva ala de la cancilleríúa,
caminando sobre las lújosas alfombras de la famosa galeríúa larga, pasando al lado de
paredes de las qúe colgaban obras maestras y entre masas de orqúíúdeas qúe cúbríúan el
camino qúe llevaba al Fúö hrer. Hitler se le qúedoú mirando fijamente, lúego le dio la
bienvenida y pasoú a darle la acostúmbrada charla sobre historia y políútica alemanas,
dúrante la cúal empezoú a mostrarse maú s y maú s excitado. Dahlerús consigúioú , tras úna
considerable cantidad de tiempo, meter baza y decir qúe habíúa vivido en Inglaterra como
trabajador y eso caútivoú tanto la cúriosidad de Hitler qúe empezoú a interrogarle
extensamente sobre esa experiencia úú nica e inesperada. Lúego, con el «rostro ríúgido» y
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movimientos «pecúliares», Hitler regresoú a la cantinela fija de sú propia ambicioú n
arrogante, la grandeza de sú ejeú rcito y sú invencible fúerza aeú rea. Goering, qúe estaba tan
callado como ún escolar en el despacho del director, «soltoú úna risita de contento» mientras
Hitler alababa a la Lúftwaffe. Cúando Dahlerús, hablando en tono tranqúilo porqúe se
percataba de qúe «el eqúilibro mental» de Hitler «era claramente inestable», cúando senñ aloú
la fúerza de Inglaterra y Francia y sú capacidad para someter a Alemania a ún bloqúeo, el
comportamiento de Hitler se volvioú anoú malo súú bitamente. Sú habla se hizo confúsa, y
empezoú a emitir espasmoú dicamente palabras y frases mientras permanecíúa en el centro de
la habitacioú n, mirando fijamente: «si hay gúerra, entonces constrúireú súbmarinos,
constrúireú súbmarinos, súbmarinos, súbmarinos, súbmarinos…». Le dio ún ataqúe de tos.
Cúando recúperoú algo de aútocontrol, gritoú violentamente, «¡constrúireú aviones, aviones,
aviones y destrúireú a mis enemigos!». Dahlerús estaba horrorizado y miroú a Goering, pero
Goering no se «volvioú ni lo maú s míúnimo».
Hitler continúoú , con ojos vidriosos y voz antinatúral, revelando sú fanaú tica creencia en
qúe la fúerza de Alemania se impondríúa a cúalqúier forma de oposicioú n. La discúsioú n
terminoú con úna propúesta de Hitler de qúe Dahlerús debíúa regresar a Londres y explicar el
caso de Alemania. Recúrriendo a sú experiencia como hombre de negocios, Dahlerús dijo
qúe lo haríúa si se le explicaba la natúraleza exacta de las reivindicaciones alemanas sobre
Polonia, por ejemplo, el Pasillo a Danzig. Hitler exhibioú la úú nica sonrisa qúe sú visitante vio
esa noche y al instante Goering arrancoú ún mapa de Polonia de ún atlas y marcoú con trazos
raú pidos y grúesos el territorio qúe qúeríúa Alemania. Esta extranñ a conferencia a altas horas
de la noche se convirtioú en ún intento de fijar en la mente de Dahlerús (no se le permitioú
escribir nada, por razones de segúridad) los teú rminos de ún pacto qúe Hitler ofrecíúa a
Inglaterra si eú sta a sú vez ayúdaba a Alemania a obtener Danzig y el Pasillo y, para rematar,
a recúperar las antigúas colonias alemanas en AÁ frica. Hitler estaba exaltado y era incapaz
de cenñ irse a los púntos esenciales; Goering estaba satisfecho de síú mismo y permanecioú en
silencio la mayor parte del tiempo. Sú «comportamiento estrictamente formal y obseqúioso
hacia sú jefe» fúe úna gran conmocioú n para Dahlerús, a qúien «le molestaban» los modos de
Hitler con Goering, mientras qúe el servilismo zalamero de este úú ltimo le parecíúa
extremadamente repelente[118].
La entrevista terminoú cerca de las cúatro de la manñ ana; ya era el domingo 27 de agosto,
y únas doce horas maú s tarde Dahlerús estaba en Downing Street con Chamberlain, Halifax y
sir Alexander Cadogan del Foreign Office, intentando dilúcidar lo maú s claramente posible
los púntos de la oferta alemana en úna atmoú sfera de tranqúilo escepticismo. Finalmente se
decidioú qúe Dahlerús seríúa úsado como mensajero secreto para poner a prúeba por
adelantado las reacciones de Hitler a la respúesta inglesa a las ofertas alemanas. Se
telefoneoú a Goering; eú ste consúltoú con Hitler, qúien accedioú a recibir a Dahlerús por
segúnda vez en calidad de diplomaú tico no oficial. Una vez maú s el mensajero súeco se
dispúso a aprender de memoria lo qúe no podíúa consignarse en papel.
Mientras se abríúan y cerraban las púertas de esas conferencias secretas, la atmoú sfera
púú blica tanto en Alemania como en Inglaterra era múy tensa. Los amigos de Dahlerús en el
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múndo de los negocios se apinñ aron a sú alrededor, actúando como úna pantalla contra la
cúriosidad, cúando sú avioú n especial alemaú n aterrizoú en Croydon. Las comúnicaciones
aeú reas entre ambos paíúses estaban cortadas. En Inglaterra teníúa lúgar úna movilizacioú n
parcial, las familias se separaban; los trenes llegaban con horas de retraso. En Alemania se
anúnciaba el racionamiento de alimentos, jaboú n, carboú n y ropa mientras los movimientos
de tropas eran demasiado obvios para todo el múndo.
Hacia las once y cúarto de esa noche Dahlerús estaba de vúelta en Berlíún con Goering.
La reaccioú n britaú nica no complacioú a Goering, y se frotoú sú gran nariz. Dahlerús, qúe se daba
cúenta de la gravedad del momento y estaba dispúesto a hacer qúe los alemanes
entendieran la posicioú n inglesa, túvo cúidado de dejar claro cada detalle. Segúú n Dahlerús,
Goering dijo al fin al qúe «eú l, personalmente, apreciaba lo qúe sentíúa Inglaterra, pero
dúdaba qúe Hitler hiciera lo mismo». Vio a Hitler y obtúvo úna respúesta inesperadamente
razonable de eú l; Goering telefoneoú diciendo qúe el Fúö hrer estaba dispúesto a recibir úna
comúnicacioú n de los ingleses segúú n las líúneas qúe les habíúa explicado Dahlerús, qúien
sorprendioú a la embajada inglesa telefoneando poco antes de las dos de la manñ ana pidiendo
úna reúnioú n inmediata. ¡El telegrama codificado explicando la natúraleza de sú misioú n no
llegoú hasta úna hora despúeú s!
Tras salir de la embajada, Dahlerús, qúe llevaba dos noches súcesivas sin irse a la cama,
se banñ oú y lúego fúe directamente en coche al tren especial de Goering. Goering le recibioú
ataviado con úna bata verde cenñ ida a la cintúra por ún cinto enjoyado; estaba animado y se
jactoú de la capacidad del servicio de inteligencia alemaú n describiendo a sú invitado de
manera exacta sú llamada telefoú nica a la embajada y la sorpresa qúe habíúa caúsado. En lo
qúe concerníúa a Goering, no hacíúa falta secretismo. Dahlerús vio a múchos de los
súbordinados de Goering: Koerner, Milch, Udet y Bodenschatz. No se hizo ningúú n secreto de
los preparativos para la gúerra; todos ellos almorzaron al aire libre a la sombra de las
hayas, y Goering le mostroú a Dahlerús doú nde atacaríúan si estallaba la gúerra. Tambieú n
describioú sú cúartel general de la Lúftwaffe en Oranienbúrg, qúe habíúa sido excavado en ún
precipicio cerca de las víúas del tren. Goering le confesoú qúe sús relaciones con Ribbentrop
eran malas, y Dahlerús «túvo la firme impresioú n qúe habíúa en marcha úna batalla de
volúntades entre Goering… y otros miembros del gobierno».
Todo parecíúa dispúesto para qúe empezaran las negociaciones. Dahlerús, a pesar de sú
nerviosismo, consigúioú al fin dormir ún poco. Al díúa sigúiente, el 29 de agosto, fúe al
despacho de Goering, donde «Goering vino a míú corriendo, me estrechoú la mano y me dijo
excitado: Tendremos paz. La paz estaú asegúrada».
Dahlerús fúe directamente a la embajada inglesa; allíú se reúnioú con Henderson por
primera vez y lo encontroú extremadamente esceú ptico, inclúso acerca de Goering, de qúien
dijo qúe era ligeramente diferente de los demaú s líúderes nazis, pero qúe con frecúencia
mentíúa sin púdor si conveníúa a sús fines. Sin embargo, admitioú qúe Goering era ún hombre
de trato maú s faú cil qúe el resto. Henderson, qúe parecíúa cansado, dijo lo múcho qúe temíúa
reúnirse con Hitler esa tarde para recibir la respúesta alemana a la comúnicacioú n formal
inglesa.
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Esa noche Dahlerús se enteroú de lo mal qúe habíúa ido el encúentro. Hitler habíúa
insertado úna núeva exigencia como parte de la sigúiente etapa de sú plan para malograr
cúalqúier negociacioú n con Polonia, mientras al mismo tiempo empújaba tanto como podíúa a
Inglaterra a úna posicioú n donde no qúisiera úsar la fúerza. Evidentemente, la inflúencia de
Ribbentrop volvíúa a anúlar la de Goering. La exigencia consistíúa en qúe Inglaterra hiciera
qúe al díúa sigúiente, 30 de agosto, húbiera ún representante polaco en Berlíún para negociar
en nombre de sú gobierno. Henderson protestoú violentamente ante ese últimaú túm, como lo
llamoú .
Mientras Forbes de la embajada inglesa le relataba a Dahlerús estas peú simas noticias,
Goering en persona telefoneoú , «extraordinariamente nervioso y alterado» y pidioú a
Dahlerús qúe fúera a verle inmediatamente. Dahlerús no soú lo lo encontroú nervioso, sino
tambieú n enfadado. Goering le echoú la cúlpa directamente a Henderson y súbrayoú
ferozmente con sú laú piz rojo los púntos de la comúnicacioú n inglesa qúe consideraba
especialmente significativos. Entonces habloú , como Hitler, en contra de Inglaterra, en contra
de Polonia, cerca de cúyas fronteras se concentraba el ejeú rcito alemaú n. «Sesenta divisiones
alemanas, cerca de ún milloú n de hombres, estaú n a la espera, pero todos esperamos qúe no
ocúrra nada. Los polacos estaú n locos…». Soú lo la esperanza de ún acúerdo con Inglaterra
impedíúa a Hitler entrar para detener las atrocidades qúe los polacos cometíúan contra las
minoríúas alemanas. Hitler estaba trabajando en ún plan para presentarlo a los polacos. Y
otra vez Goering arrancoú úna paú gina de ún atlas y marcoú los territorios qúe Alemania
deseaba tener. Le rogoú a Dahlerús qúe regresara a Londres en ún vúelo especial; le
agradecioú lo qúe habíúa hecho, por si no se volvíúan a ver, insinúando qúe habíúa determinadas
personas qúe estaban dispúestas a impedir qúe Dahlerús «saliera vivo de esto». Por
«determinadas personas» qúeríúa decir Ribbentrop. A las cinco en púnto de la manñ ana del
mieú rcoles 30 de agosto, el infatigable súeco salioú en avioú n hacia Londres, donde se tomaron
elaboradas precaúciones para evitar qúe se diera públicidad a sú llegada.
En Downing Street, la atmoú sfera reinante segúíúa siendo de escepticismo ante las
intenciones de Hitler y Goering. Inglaterra no animaríúa a Polonia a enviar ningúú n
representante a Berlíún; las negociaciones debíúan tener lúgar en territorio neútral. Dahlerús
telefoneoú a Goering con esa súgerencia, pero eú ste la rechazoú de plano. «Tonteríúas», dijo.
«Las negociaciones deben tener lúgar en Berlíún, donde Hitler tiene sú cúartel general».
Dahlerús voloú de vúelta a Berlíún con maú s insistencias de Inglaterra de qúe segúíúa qúeriendo
qúe Hitler negociara. Sin dormir, salioú de Berlíún poco despúeú s de la medianoche, en la
madrúgada del júeves 31 de agosto, para reúnirse con Goering en sú tren, de hecho, jústo
cúando Henderson salíúa de úna tormentosa entrevista con Ribbentrop en resúltado a la
respúesta inglesa al «últimaú túm» de Hitler. Ribbentrop le habíúa leíúdo a Henderson de la
forma maú s insolente el texto de las condiciones de Hitler a Polonia de tal forma qúe no
púdiera entenderlas y lúego se negoú a entregarle úna copia para qúe la estúdiara,
afirmando qúe ya era demasiado tarde en cúalqúier caso, ya qúe era maú s de medianoche y
los polacos no habíúan enviado a sú representante en el plazo estipúlado por Hitler. Cúando
Goering alardeoú ante Dahlerús de la generosidad de las condiciones de Hitler, de las qúe
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teníúa úna copia, Dahlerús pidioú permiso para telefonear a la embajada. Cúando se enteroú de
lo qúe habíúa ocúrrido, le súplicoú a Goering qúe interviniera y qúe se asegúrara al menos de
qúe el embajador recibíúa úna copia de las condiciones. Goering dio vúeltas nerviosamente y
lúego dijo de repente, «Lo hareú . ¡Asúmo la responsabilidad! Púede telefonearle». Mientras
Dahlerús dictaba las condiciones a Forbes en la embajada, Goering no dejaba de apremiarle
para qúe se diera prisa, ansioso de qúe terminara la llamada debido, por lo qúe parecíúa, a sú
miedo a Ribbentrop. Goering entonces persúadioú a sú visitante de qúe pasara el resto de la
noche en el tren.
El 31 de agosto, Weizsaecker, el segúndo de Ribbentrop y el hombre moderado en el
Ministerio de Asúntos Exteriores, túvo la sensacioú n de qúe la sitúacioú n era tan peligrosa qúe
le pidioú a Hassell qúe interviniera y advirtiera a Goering de la actitúd intolerable de
Ribbentrop animando temerariamente a Hitler a qúe entrara en gúerra. «Carinhall
desapareceraú en llamas», era en sú opinioú n la mejor forma de expresaú rselo a Goering.
Hassell consigúioú hablar con Goering por teleú fono con la ayúda de la hermana de eú ste, Olga
Rigele, qúe era úna amiga; Goering sigúioú manteniendo qúe los polacos debíúan enviar ún
negociador ensegúida y le dijo qúe intentara hacer ver a Henderson qúe era imperativo.
Hassell se qúedoú con la impresioú n de qúe Goering realmente qúeríúa la paz, y Olga Rigele le
contoú con laú grimas en los ojos coú mo Goering la habíúa abrazado y le habíúa dicho, «Mira,
todos estaú n a favor de la gúerra, soú lo yo, el soldado y el mariscal de campo, estaú en contra».
Pero Goering se habíúa mantenido aparte, en sú «púesto de combate» en Oranienbúrg,
aúnqúe regresoú a Berlíún maú s tarde en ese díúa[119].
Hacia las diez de la manñ ana del 21 de agosto, Dahlerús estaba de vúelta en la embajada
inglesa, y Forbes lo llevoú a reúnirse con el embajador polaco Lipski, con qúien Henderson se
habíúa mantenido en contacto constante desde la noche pasada. Lipski estaba demasiado
angústiado para estúdiar siqúiera las propúestas de Hitler, asíú qúe Dahlerús se las dictoú a
ún secretario y se marchoú . Mientras tanto, Lipski le habíúa dicho a Forbes qúe si habíúa gúerra
entre Alemania y Polonia los alemanes se alzaríúan contra Hitler y el ejeú rcito polaco acabaríúa
entrando en Berlíún. Poco despúeú s del mediodíúa, Hitler envioú la orden final a sús
comandantes generales para qúe la invasioú n de Polonia comenzara al amanecer del 1 de
septiembre. La directiva inclúíúa las palabras: «Es importante qúe la responsabilidad del
comienzo de las hostilidades recaiga sobre Inglaterra y Francia».
A la úna en púnto, Dahlerús estaba de vúelta júnto a Goering, a qúien encontroú dando
instrúcciones a sú secretario para el traslado de los tesoros artíústicos a sú palacio de Berlíún
en el caso de qúe húbiera gúerra. Un ayúdante trajo úna copia de úna comúnicacioú n
interceptada entre Varsovia y Lipski, en la embajada polaca, lo qúe hizo qúe Goering saltara
de sú asiento y diera vúeltas enfúrecido. Eso demostraba, gritoú , qúe los polacos no teníúan
intencioú n de negociar. Hizo úna copia del mensaje de sú propio púnñ o y letra y se la dio a
Dahlerús para qúe se la entregara a Henderson[120]. Tras despotricar ún rato maú s, propúso
qúe almorzaran júntos y terminoú invitaú ndole a comer júnto con sú ayúdante en el
restaúrante púú blico del hotel de Dahlerús, lo qúe resúltoú úna gran públicidad. Dahlerús
decidioú darle a sú aútoinvitado la mejor comida posible, qúe terminoú con ún conñ ac qúe
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sedújo tanto al paladar de Goering qúe inmediatamente pidioú qúe enviaran dos botellas a
sú coche. Dahlerús, satisfecho de qúe Goering se húbiera súavizado tras la comida y la
bebida, le rogoú qúe se ocúpara eú l mismo de las negociaciones con Henderson. Goering se
fúe a consegúir el permiso de Hitler para discútir el asúnto con el embajador. Hitler accedioú ,
siempre y cúando húbiera algúien neútral presente, y el resúltado fúe úna extranñ a reúnioú n
para tomar el teú en la residencia de Goering, a la qúe estaban invitados Henderson, Forbes y
Dahlerús. Tras únas cúantas cortesíúas rebúscadas, empezoú la discúsioú n en teú rminos vagos, y
se aproboú qúe debíúa investigarse la propúesta de Goering de negociaciones anglo-alemanas,
con Inglaterra representando a Polonia. Al mismo tiempo Goering mostroú a Henderson el
mensaje interceptado procedente de Varsovia. Habloú del horror de la gúerra, de qúe odiaríúa
tener qúe bombardear Inglaterra. Cúando Henderson replicoú qúe podíúa morir como
resúltado, Goering le prometioú qúe eú l mismo volaríúa sobre Inglaterra y dejaríúa caer úna
corona de flores sobre sú túmba como acto final de amistad [121].
Henderson se fúe de esa larga conversacioú n convencido de qúe Goering soú lo podíúa
dedicarle ún cierto tiempo porqúe los preparativos para la gúerra estaban ya terminados y
ya no le qúedaba maú s qúe hacer excepto ún «esfúerzo desesperado» final para «apartar a
Inglaterra de los polacos». Tambieú n estaba igúalmente convencido de qúe Goering no
deseaba la gúerra, pero Henderson recordaba múy bien lo qúe Goering habíúa dicho de
Hitler: «Cúando se ha de tomar úna decisioú n, ningúno de nosotros tiene maú s importancia
qúe las piedras sobre las qúe estamos de pie. El Fúö hrer es el úú nico qúe decide». Tambieú n
insinúoú qúe se estaba negociando ún pacto militar con Rúsia.
Tras úna noche deprimente y de poco súenñ o, Dahlerús se reúnioú con Goering en sú tren
a las ocho de la manñ ana del viernes 1 de septiembre. Goering parecíúa múy deprimido, y al
final admitioú qúe el ejeú rcito alemaú n habíúa entrado en Polonia y qúe sú fúerza aeú rea estaba
destrúyendo a la polaca. Goering entonces vilipendioú a los polacos y a los ingleses qúe le
habíúan obligado a emprender esta accioú n innecesaria. Habiendo dicho lo qúe Hitler qúeríúa
qúe dijera, coincidioú con Dahlerús en qúe se podíúan limitar los efectos de la gúerra si Hitler
le permitíúa reúnirse con los representantes ingleses. Entonces salioú hacia la OÁ pera Kroll,
donde estaba reúnido el Reichstag para oíúr la explicacioú n del Fúö hrer sobre el fracaso de las
negociaciones en las cúales habíúa fingido poner tantas esperanzas, tras lo cúal Hitler se
proclamoú a síú mismo «el primer soldado del Reich alemaú n». Tambieú n legitimoú a Goering
como sú súcesor, convirtiendo asíú en legal y púú blica la afirmacioú n qúe Goering llevaba
haciendo en privado dúrante tantos anñ os.
Goering dispúso ún encúentro final entre Dahlerús y Hitler, en el cúal el Fúö hrer gesticúloú
como ún lúnaú tico para enfatizar sú capacidad de combatir a Inglaterra. Inclúso Goering dio
la espalda al espectaú cúlo, aúnqúe habloú con orgúllo de sú núevo derecho de súcesioú n
mientras iban al encúentro de Hitler. Cúando húbieron regresado júntos al palacio de
Goering, Dahlerús se dio cúenta de qúe las obras de arte todavíúa estaban siendo embaladas
para ponerlas a salvo. Se reúnieron de núevo esa tarde para discútir el mismo tema fúú til.
Para entonces Inglaterra habíúa dictado sús condiciones para no ir a la gúerra con Alemania.
Goering estaba claramente bajo los efectos de la fiebre beú lica, como si finalmente estúviera
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echada la súerte para eú l. Entregoú a Koerner y Gritzbach sús espadas de honor en presencia
de Dahlerús y les ordenoú qúe lúcharan con gloria. Esa noche se apagaron las lúces de Berlíún
por primera vez.
Dahlerús, todavíúa insistiendo en la esperanza, visitoú a Goering en sú tren a primera hora
del saú bado 2 de septiembre, y se enteroú de qúe Mússolini se habíúa ofrecido a mediar. Llevoú
la noticia ensegúida a la embajada inglesa y con la celeridad de Mercúrio fúe y volvioú varias
veces entre el centro alemaú n y el ingleú s, hasta qúe finalmente terminoú pasando toda la tarde
de almúerzo en la Esplanade con Goering, qúe acababa de regresar a Berlíún y parecíúa
disponer de múcho tiempo libre pese a estar librando úna gúerra aeú rea contra Polonia. Los
ingleses exigíúan la retirada de las tropas alemanas en Polonia como reqúisito previo a
cúalqúier negociacioú n, ya fúera inspirada por Mússolini o por cúalqúier otro; a eso sigúioú el
formal últimaú túm entregado a Ribbentrop a la manñ ana sigúiente, domingo 3 de septiembre.
Dahlerús se enteroú del últimaú túm úna hora antes qúe Ribbentrop y atravesoú a toda
velocidad las calles de Berlíún en ún coche oficial alemaú n hacia el tren de Goering, qúe estaba
estacionado cerca de Potsdam, para darle esa noticia final. El viaje para salir de Berlíún dúroú
cúarenta minútos.
Goering parecíúa saber poco de lo qúe estaba pasando, de estar «a la deriva», como lo
expresoú Dahlerús. Apenas se sorprendioú por el últimaú túm ingleú s, qúe expiraba a las once en
púnto, y cúando hablaba úú nicamente parecíúa ser capaz de cúlpar de la gúerra y sús
consecúencias a Inglaterra. Telefoneoú a Ribbentrop mientras Dahlerús estaba fúera de la
sala, y cúando volvieron a reúnirse estúvo claro para Dahlerús qúe Ribbentrop habíúa
ganado la contienda por sú inflúencia sobre Hitler. En ese momento de súprema decisioú n,
Hitler no hizo ningúú n gesto de contactar con Goering, la persona a la qúe ún poco antes
habíúa confirmado como el segúndo hombre de Alemania. Dahlerús, hablando desde ún
teleú fono sitúado en el vestíúbúlo entre el vagoú n comedor y la cocina, se abrioú paso por el
sistema telefoú nico bloqúeado hasta el Foreign Office en Londres para implorar al gobierno
britaú nico qúe no exigiera demasiado de Alemania, qúe se conformara con qúe detúviese el
avance del ejeú rcito en vez de retirarlo. Lúego rogoú a Goering qúe se ofreciera a volar a
Londres y negociar en nombre de Hitler, saliendo antes de las once en púnto aúnqúe para
ese entonces ya eran maú s de las diez. Goering llamoú a Hitler.
Hitler volvioú a dar sú consentimiento. Mientras Bodenschatz se apresúraba a arreglar
las cosas para el vúelo, Dahlerús volvioú a encontrar sú camino úna vez maú s en el laberinto
telefoú nico hasta contactar con el Foerign Office en Londres, soú lo para qúe le dijeran qúe la
visita de Goering soú lo podíúa ser considerada despúeú s de qúe Hitler húbiera respondido al
últimaú túm de Chamberlain. En ese momento soú lo qúedaban veinticinco minútos, y Goering
se enfadoú ante lo qúe en sú opinioú n era otro ejemplo maú s de la intransigencia britaú nica. Le
pidioú a Dahlerús qúe se marchara y habloú de núevo con Hitler. Entonces salioú al exterior, sin
decir nada acerca de la respúesta de Hitler, y se sentoú en úna silla bajo las hayas. Parecíúa
impotente y decepcionado. La idea de úna visita transcendental a Inglaterra habíúa atraíúdo a
sú imaginacioú n. Ahora, como el resto de los alemanes, teníúa qúe sentarse y esperar qúe
empezara la Segúnda Gúerra Múndial. Cerca de media hora despúeú s, Koerner le trajo la
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noticia de qúe Inglaterra habíúa declarado la gúerra. Fúe entonces, y soú lo entonces, cúando
fúe convocado a la cancilleríúa.
Dahlerús volvioú a verlo úna vez maú s, al díúa sigúiente. Goering prometioú hacer la gúerra
lo maú s húmanitariamente posible y dijo qúe Alemania no iniciaríúa las hostilidades contra
Francia e Inglaterra. Mientras tanto, la gúerra en Polonia soú lo llevaríúa ún mes, y sús
territorios seríúan divididos entonces entre Alemania y Rúsia. Esperaba qúe la raú pida
derrota de Polonia obligara a Inglaterra y Francia a pensaú rselo dos veces antes de extender
la gúerra. Goering habloú y habloú , hasta qúe Dahlerús temioú perder el tren. Estaba cansado y
todo lo qúe qúeríúa era regresar a Súecia.
El díúa anterior en la cancilleríúa, Goering se habíúa vúelto hacia Schmidt, qúe habíúa llevado
el últimaú túm britaú nico a Hitler y le habíúa dicho: «Si perdemos la gúerra, qúe Dios se apiade
de nosotros».
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7
Blitzkrieg
La invasioú n alemana de Polonia se completoú en tres semanas. La fúerza aeú rea polaca
resistioú valientemente, pero múchos de sús aparatos fúeron destrúidos en tierra dúrante
los dos primeros díúas de la gúerra. Hacia el 17 de septiembre, cúando los rúsos entraron
para ocúpar sú parte del territorio, la lúcha ya casi habíúa acabado. El 5 de octúbre Hitler
entroú triúnfante en las calles de Varsovia.
La estrategia qúe habíúa conqúistado Polonia era completamente núeva en la historia de
la gúerra y se úsoú con celeridad y salvajismo devastadores: la operacioú n combinada de las
raú pidas fúerzas mecanizadas terrestres de Braúchitsch comandadas por Gúderian, y la
fúerza aeú rea de Goering, comandada por Richthofen[122]. La Lúftwaffe atacoú primero, úsando
el meú todo blitzkrieg para destrúir la fúerza aeú rea polaca y aniqúilar al ejeú rcito; cúando los
polacos intentaron oponer úna resistencia final en Varsovia, la ciúdad fúe bombardeada por
hombres qúe ya habíúan ensayado bien en Gúernica. Cúando acaboú el blitz, las caú maras de
cine montadas en aviones qúe volaban a baja altúra sobre las interminables calles de casas
sin techo y reventadas espiaron los húesos expúestos de Varsovia para Feuertafe,
«Bautismo de Fuego», el docúmental qúe Goering encargoú para glorificar el poder de la
Lúftwaffe. Una vez maú s, los Stúkas volvieron a caer aúllando en picado desde el cielo para
lanzar sús bombas contra las calles húmeantes y los hermosos aviadores rúbios sonrieron
al sol del verano.
El eú xito inmediato de la blitzkrieg en Polonia confirmoú tanto a Hitler como a Goering en
sús prejúicios a favor de los bombarderos, ún prejúicio qúe al final les costaríúa la derrota de
la Lúftwaffe. La teoríúa decíúa qúe las gúerras se podíúan ganar de forma barata y raú pida desde
el aire; se podíúan destrúir o inmovilizar las defensas del enemigo y las raú pidas divisiones
panzer podíúan avanzar y ocúpar territorios relativamente indefensos en cúestioú n de díúas. A
las raú pidas e incrúentas ocúpaciones de Aústria y Checoslovaqúia sigúieron ahora las
igúalmente raú pidas, aúnqúe crúentas, conqúistas de grandes territorios de Eúropa. «Dejad
qúe se encargúe mi Lúftwaffe» se convirtioú en la baladronada favorita de Goering, y en úna
emisioú n radiofoú nica desde úna faú brica de múniciones, el 9 de septiembre amenazoú con
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terribles represalias si aviones ingleses o franceses intentaban bombardear Alemania.
Segúú n dijo, eú sta seríúa úna gúerra larga.
La Lúftwaffe estaba disenñ ada para operaciones de corto alcance; la prodúccioú n de
bombarderos pesados de largo alcance habíúa sido súspendida ya en 1937. Se púso eú nfasis
en la prodúccioú n de bombarderos medios, bombarderos en picado (como el Júnkers 87) y
cazas (como el Messerschmitt 109); Alemania no desarrolloú ún bombardero pesado del tipo
qúe posteriormente úsaríúan los Aliados y qúe necesitaríúa desesperadamente cúando la
distancia al frente de gúerra se amplioú . Telford Taylor afirma qúe la Lúftwaffe «fúe
moldeada por aviadores qúe eran soldados aficionados, y soldados qúe eran aviadores
aficionados[123]». Los viejos ases entúsiastas como Udet y Robert Ritter von Greim se
encontraron sirviendo júnto a soldados como los generales Albert Kesselring y Hans
Jeschonnek. En cúalqúier caso, la Lúftwaffe estaríúa controlada tanto por la vanidad personal
de Goering como por las necesidades beú licas de Alemania, y la mayor parte de aqúellos a los
qúe concedíúa aútoridad entraron en conflicto con eú l cúando la Lúftwaffe empezoú a
enfrentarse a la derrota. Pese a todo, la fúerza aeú rea alemana núnca fúe disenñ ada para tener
la independencia estrateú gica del ejeú rcito de tierra qúe los ingleses y americanos dieron a
sús fúerzas aeú reas. Ademaú s de las fricciones entre los miembros del cúartel general de
Goering, tambieú n habíúa fricciones entre Goering y los altos mandos de otros servicios,
especialmente al principio entre Goering y Raeder, el eneú rgico y perspicaz gran almirante
de la Kriegsmarine.
La inteligencia de la Lúftwaffe dio a Goering informacioú n inexacta sobre la capacidad de
la fúerza aeú rea inglesa. El experimento de úsar el Graf Zeppelin II dúrante mayo y agosto de
1939 para espiar las defensas inglesas de radar no dio la informacioú n deseada, y el
comandante Schmidt, sú jefe de inteligencia, sigúioú el júego a la vanidad de Goering al
súbestimar la fúerza de los de cazas de la RAF ese mismo anñ o.
A la caíúda de Polonia sigúioú ún periodo de púnto múerto. El pacto con la Unioú n Sovieú tica
le daba a Hitler el respiro qúe necesitaba para preparar la gúerra en el oeste. Los generales
alemanes segúíúan consideraú ndose mal eqúipados para enfrentarse a los ejeú rcitos
combinados de Inglaterra y Francia, qúe estaban tan poco preparados como los propios
alemanes para comenzar las hostilidades en el oeste el 3 de septiembre. Volvioú a hablarse
de conversaciones de paz, y eso bastoú para qúe Dahlerús volviera apresúradamente a Berlíún
el 26 de septiembre. Se reúnioú con Goering y Hitler, y la discúsioú n pasoú a ser sobre cúaú l
seríúa la mejor forma de permitir qúe los ingleses firmaran los teú rminos para la paz sin qúe
pareciera úna húmillacioú n para ellos; la idea de Goering era qúe representantes de ambos
paíúses se reúnieran en secreto en Holanda y prepararan asíú el camino para conversaciones
posteriores qúe tendríúan lúgar a invitacioú n de la reina Gúillermina. Tras visitar a
Chamberlain en Londres, Dahlerús regresoú con condiciones intransigentes: el gobierno
ingleú s soú lo negociaríúa con ún núevo gobierno alemaú n, no con el de Hitler. Dahlerús llevoú
esas condiciones a Alemania con el corazoú n pesaroso y el 1 de octúbre se reúnioú con
Goering en Carinhall. Hablaron en el jardíún, y Dahlerús le pregúntoú directamente a Goering
si servíúa a Alemania o a Hitler. Goering le pidioú qúe volviera al díúa sigúiente y mientras
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tanto dispúso qúe se viera con el almirante Canaris, jefe del Servicio de Inteligencia alemaú n
y ún hombre qúe únos pocos sabíúan qúe era críútico con Hitler. Nada salioú de esa reúnioú n,
excepto la posible insinúacioú n de qúe Goering era consciente de la existencia de ún
movimiento clandestino qúe planeaba derrocar a Hitler.
El 6 de octúbre, Hitler dio ún largo discúrso en el Reichstag ofrecieú ndose a firmar úna
paz qúe deberíúa ser segúida por conferencias en las qúe se debatiríúan los qúe en sú opinioú n
eran los principales problemas de Eúropa. Mientras tanto, y pese a ello, púso a sús jefes
militares a prepararse para la gúerra en el oeste, cosa qúe les indújo a preparar ún cataú logo
de razones de por qúeú era imposible empezarla sin meses de retraso. Soú lo Raeder parecíúa
ansioso por atacar; habíúa comenzado sús operaciones con el húndimiento del crúcero
ingleú s Athenia el mismo díúa en qúe se habíúa declarado la gúerra. Hitler procedioú a intimidar
a los generales y les obligoú a acatar fechas de ataqúe qúe apenas les daban ún mes de
preparacioú n. Braúchitsch, qúe era ún hombre deú bil, súfrioú el embate de la fúria de Hitler
cúando le pidioú a eú ste maú s tiempo.
Los planes secretos para derrocar a Hitler, qúe en el pasado núnca habíúan llegado a la
accioú n, volvieron a recrúdecerse incoú modamente. Se enviaron avisos de invasioú n inminente
a Beú lgica y Francia mediante canales clandestinos. Independientemente de estas acciones,
túvo lúgar ún atentado, falso casi con toda segúridad, contra la vida de Hitler y las de los
principales jerarcas nazis, en Múú nich el 8 de noviembre dúrante la reúnioú n para celebrar el
golpe de 1922. Soú lo Goering estúvo aúsente, por motivos de salúd, y la bomba qúe habíúa
sido «colocada» para matar a todos los dirigentes nazis explotoú soú lo despúeú s de qúe Hitler,
qúe habíúa hablado dúrante ocho minútos en vez de sús acostúmbradas dos horas, se
húbiera marchado. Ya fúera ún atentado verdadero o fingido, Goering le dijo a Bodenschatz
qúe si Hitler húbiera múerto, eú l como súcesor húbiera detenido la gúerra retirando las
tropas alemanas de todos los territorios no alemanes [124].
Parece qúe hay pocas dúdas de qúe determinados generales recalcitrantes consideraban
qúe Goering podíúa ser el hombre adecúado para poner al frente del gobierno úna vez Hitler
fúera eliminado mediante ún golpe de Estado militar. Hay indicios de ello, por ejemplo, en
los diarios de Hassell. «Es significativo qúe todo el múndo vúelva la vista con desesperacioú n
hacia Goering como la úú nica esperanza», escribioú el 19 de octúbre, «significativo porqúe
deja claro la poca esperanza qúe hay, porqúe Goering baú sicamente es ún hombre en el qúe
no se púede confiar. Carece tanto del caraú cter y de la determinacioú n para hacer las cosas».
Al mes sigúiente, Hassell recibioú insinúaciones de qúe Goering estaba en malas relaciones
con Hitler e inclúso consideraba qúe estaba mentalmente enfermo, pero tambieú n se percatoú
del «miedo paralizador a la Gestapo» qúe teníúa Goering y del hecho de qúe «no escúchaba
las cosas qúe no eran de sú agrado si podíúa evitarlo».
Goering, hasta donde sabemos, no fomentoú directamente esas maniobras. Sú parte en la
campanñ a polaca habíúa sido ún eú xito rotúndo y habíúa hecho múcho por rehabilitarlo a los
ojos de Hitler. Dúrante el mes de octúbre estúvo implicado en el saqúeo de la parte de
Polonia qúe el 8 de ese mes fúe anexionada al Reich mediante úna orden de la cúal eú l y
Hitler eran los signatarios[125]. En directivas fechadas el 19 de octúbre y firmadas por
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Goering como Plenipotenciario para el Plan de Cúatro Anñ os se daban instrúcciones para la
organizacioú n econoú mica de los núevos territorios orientales de Alemania. La directiva del
19 de octúbre inclúíúa «la completa incorporacioú n» de la indústria polaca «en el sistema
econoú mico de Alemania lo antes posible» y la reqúisicioú n de todas las materias primas y
maqúinaria qúe necesitaba la economíúa de gúerra alemana; a eso Goering anñ adioú esta
declaracioú n: «las empresas qúe no sean absolútamente necesarias para la súbsistencia
baú sica de la poblacioú n seraú n transferidas a Alemania». La expropiacioú n a los júdíúos tambieú n
estaba contemplada, natúralmente. Goering tambieú n firmoú ún decreto el 7 de octúbre qúe le
concedíúa a Himmler el poder para «germanizar» Polonia. Las materias primas, la
maqúinaria y los prodúctos no eran las úú nicas preocúpaciones de sú personal; tambieú n
estaban interesados en la mano de obra forzosa. Goering necesitaba ún milloú n de hombres
y mújeres para qúe trabajaran en la agricúltúra y la indústria del Reich, y envioú esta
peticioú n a Hans Frank, el Gobernador general de Polonia; se dispúsieron las cosas para la
transferencia obligada de esa mano de obra en 1940. La firma de Goering ratificaba
docúmento tras docúmento el inicio del terror y las expropiaciones dirigidas contra
millones de hombres y mújeres, cúyas vidas y labor estaban a merced de los agentes del
nazismo[126].
El ataqúe en el oeste qúe Hitler exigíúa a sús generales fúe pospúesto no menos de
catorce veces entre noviembre de 1939 y la primavera de 1940. El mal tiempo era la excúsa
úsada con maú s frecúencia para esos retrasos. Goering qúeríúa bombardear Inglaterra, pero
Hitler insistíúa en qúe ese tipo de ataqúe deberíúa acompanñ ar a úna ofensiva terrestre. Pero
cúando Raeder pidioú apoyo aeú reo para ayúdar a sú inadecúada Marina a atacar a los
mercantes ingleses, Goering no se mostroú interesado. Mientras tanto, Goering se concentroú
en la prodúccioú n de aviones, concretamente de bombarderos de corto alcance [127]. En úna
recepcioú n celebrada en la embajada sovieú tica el 7 de noviembre, el díúa en qúe la reina de los
Paíúses Bajos y el rey de Beú lgica se ofrecieron para mediar por la paz, Goering se jactoú ante
ún grúpo de periodistas norteamericanos (inclúyendo Shirer y Lochner) de los excelentes
aviones qúe estaban fabricaú ndose en Alemania, y qúe las fúerzas aeú reas de los Aliados no
seríúan rival para ellos aúnqúe ahora púdieran comprar aviones a los Estados Unidos, ya qúe
el Acta de Neútralidad acababa de ser revocada. Cúando se le pregúntoú por qúeú
bombardeaba búqúes enemigos y no sús púertos, respondioú «Somos húmanitarios. No se
ríúan, lo digo en serio. Soy húmanitario».
El 12 de noviembre, el púeblo alemaú n súfrioú úna grave conmocioú n ante la severidad del
racionamiento de ropa cúando se emitieron las cartillas; entonces se dieron cúenta de lo
qúe habíúa qúerido decir Hitler en úna alocúcioú n radiofoú nica del 8 de noviembre, en la qúe
asegúroú qúe iba a ser úna larga gúerra y qúe, el díúa qúe Inglaterra y Francia entraron en la
gúerra, habíúa ordenado a Goering qúe preparara a Alemania para ún conflicto de cinco
anñ os. Maú s tarde, ese mismo mes Goering impartioú úna conferencia a úna asamblea de
oficiales de alta gradúacioú n sobre la pobre moral en el Ejeú rcito, comparada con la de la
Marina y la Fúerza Aeú rea.
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Fúe en ese momento cúando empezaron a mostrarse las rúptúras entre Alemania y
Rúsia, por ún lado, y con Italia por el otro. Alemania y Rúsia negociaban de la forma maú s
dúra posible por el intercambio de materias primas y prodúctos, como grano y petroú leo
rúso por material beú lico alemaú n. El 1 de noviembre, Goering protestoú por la peú rdida qúe
esto acarreaba a las fúerzas armadas alemanas, aúnqúe en ún discúrso del 6 de septiembre
en úna faú brica de armamento húbiera hecho hincapieú en la importancia de ún acúerdo
econoú mico con Rúsia para lograr la victoria de Alemania [128]. Pero, para Hitler, comerciar con
armamento alemaú n con los rúsos era el alto precio qúe habíúa qúe pagar para mantener a la
Unioú n Sovieú tica fúera del conflicto qúe tendríúa lúgar en el oeste. Por otro lado, ¡Stalin en
persona se qúejoú del elevadíúsimo coste de los aviones alemanes! Mientras tanto, Mússolini
estaba cada vez maú s alarmado por la ampliacioú n de la cooperacioú n germano-sovieú tica y la
repentina expansioú n del poder rúso en Polonia y el Baú ltico. Los rúsos comenzaron sú
gúerra contra Finlandia el 30 de noviembre.
Al principio de la gúerra en Polonia, Goering le habíúa dicho a Magistrati en la embajada
italiana en Berlíún qúe la neútralidad de Italia conveníúa a Alemania; inclúso llegoú a insinúar
qúe Rúsia intervendríúa en Polonia y qúe absorberíúa parte de sú territorio. Pero dúrante el
otonñ o se intensificoú en Alemania la sensacioú n de qúe Mússolini habíúa decepcionado a Hitler
y qúe, por sú cúlpa, Inglaterra y Francia se animaron a respaldar a Polonia. El 12 de
noviembre túvo lúgar otra conversacioú n entre Magistrati y Goering, en la qúe Goering
confirmoú sú opinioú n de qúe la mayoríúa de los alemanes estaban satisfechos con qúe el Dúce
y el Fúö hrer húbieran acordado amistosamente qúe Italia permaneciera neútral; en realidad,
eso estaba múy alejado de la verdad en lo qúe se referíúa a la opinioú n púú blica alemana, pero
Goering segúíúa empenñ ado en consegúir sú orden de la Annúnziata. Sin embargo, cúando
Mússolini le envioú a Hitler sú carta del 4 de enero en la qúe criticaba dúramente el pacto
con Rúsia, Hitler convocoú a Ribbentrop y Goering júntos y los tres discútieron airadamente
la carta dúrante varias horas. Solo seis semanas despúeú s, el 20 de febrero, Ciano escribíúa en
sú diario qúe Goering habíúa mostrado al agregado militar italiano en Berlíún sú enfado por la
«posicioú n italiana»; y anñ adioú sobre Goering: «es el maú s húmano de los dirigentes alemanes,
pero es emocional y violento y púede volverse peligroso [129]». El Dúce accedioú a enviar al díúa
sigúiente a Alemania 3500 toneladas de cobre, lo qúe sirve para resaltar la escasez de
materiales qúe llevaríúa a Goering a decretar el 14 de marzo qúe los ciúdadanos alemanes
debíúan entregarle cúalqúier artíúcúlo de cobre, bronce, zinc, latoú n, plomo o níúqúel [130]. El 2 de
abril, Ciano anotoú qúe Goering estaba presionando úna vez maú s a Italia para apresúrar sús
preparativos para la gúerra, y qúe Mússolini respondioú inmediatamente qúe eso estaba
haciendo. A final de ese mes, Goering le asegúroú al Dúce qúe tendríúa al menos qúince díúas
de preaviso antes de qúe Alemania emprendiera cúalqúier ofensiva en el oeste.
El 3 de enero, ún anúncio oficial reconfirmoú qúe Goering era el dictador absolúto de la
economíúa alemana, y eso le permitioú presionar aúú n maú s a los empresarios de Renania el 10
de enero, a los qúe habíúa reúnido en la cancilleríúa para úna conferencia. El 30 de enero
recibioú al general Georg Thomas, jefe del Departamento Econoú mico y de Armamento del
OKW, el alto mando de las Fúerzas Armadas y le dijo qúe Hitler esperaba adúenñ arse de
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Francia, Beú lgica y Holanda en breve, y qúe «por tanto habremos de explotar al maú ximo todo
lo qúe tenemos en 1940, y en los anñ os sigúientes explotaremos las reservas de materias
primas a sú costa[131]».
Uno de los deberes del ejeú rcito era nombrar oficiales de coordinacioú n econoú mica para
examinar los territorios captúrados y preparar el envíúo al Reich, «tren tras tren», de las
materias primas valiosas. Tras la caíúda de Francia, tan grande fúe la presioú n de las grandes
empresas alemanas para poner las manos sobre las riqúezas de los paíúses ocúpados qúe
Goering túvo qúe intervenir para poner fin a esa rapacidad con ún decreto fechado el 19 de
júnio qúe decíúa: «Los esfúerzos de la indústria alemana por hacerse con las empresas en los
territorios ocúpados deben ser rechazados de la manera maú s rotúnda». Pero en agosto
volvíúa a aconsejar la penetracioú n econoú mica en Norúega, Holanda y Beú lgica. En ún
memoraú ndúm fechado el 2 de agosto, Goering dejoú claro a los delegados del Reich en esos
paíúses la necesidad absolúta de la penetracioú n econoú mica mediante la compra de acciones
por parte de la empresa alemana de firmas creadas con capital alemaú n y tambieú n de
impedir qúe las firmas de esos paíúses transfirieran sús tíútúlos de propiedad a intereses en
paíúses neútrales como los Estados Unidos o Súiza.
1940 comenzoú con ún acontecimiento qúe volvioú a retrasar los planes de Hitler para ún
ataqúe en el oeste. El comandante Helmút Reinberger, ún oficial del Estado Mayor en la
Lúftwaffe, perdioú el rúmbo mientras volaba hacia úna conferencia y se vio obligado a
aterrizar en Beú lgica; llevaba consigo el plan de ataqúe completo, júnto con los mapas.
Intentoú destrúir los docúmentos por dos veces, y de hecho logroú enviar ún informe diciendo
qúe estaban lo bastante qúemados para ser ininteligibles. Pese a ello, húbo consternacioú n
en Berlíún, y Hitler, Goering y Keitel celebraron úna conferencia el 13 de enero, intentando
determinar cúaú nto se sabíúa ahora. Segúú n el general Kúrt Stúdent, mientras Goering hervíúa
de rabia por este incidente, Hitler mantúvo la calma [132]. El asúnto se debatioú ansiosamente
dúrante úna semana y entonces el embajador alemaú n en Brúselas fúe convocado por el
ministro de Asúntos Exteriores belga y eú ste le dijo directamente qúe conocíúan los planes de
invasioú n. El 20 de enero Hitler dio ún severo aviso sobre segúridad militar a sús
comandantes, inclúyendo a Goering, qúe habíúa destitúido al general Felmy, el competente
comandante de la fúerza aeú rea qúe habíúa sido el súperior directo de Reinberger; el púesto
de Felmy fúe ocúpado por Kesselring[133].
El ataqúe fúe retrasado hasta la primavera. Debido a la necesidad de proteger el
importantíúsimo flújo de mineral de hierro súeco, qúe dúrante el invierno era enviado desde
el púerto de Narvik, se planeoú comenzar con úna invasioú n por el norte, hacia Dinamarca y
Norúega, donde el comandante Vidkún Qúisling alentaba y esperaba ansiosamente úna
ocúpacioú n alemana. Tambieú n se temíúa qúe Inglaterra ocúpara Norúega para bloqúear
Alemania y acúdir en ayúda de Finlandia. Hitler firmoú la directiva para la operacioú n el 1 de
marzo, habiendo nombrado diez díúas antes, de manera independiente de sús jefes militares,
al general Nikolaús von Falkenhorst como comandante para la proyectada invasioú n de los
púertos norúegos. Cúando la directiva llegoú al despacho de Goering el 1 de marzo, se
enfúrecioú por no haber sido consúltado.
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El 5 de marzo Hitler convocoú úna conferencia úrgente para detener la dispúta qúe habíúa
estallado entre sús comandantes. El general Alfred Jodl, jefe de operaciones del O KW, dejoú
constancia en sú diario de qúe Goering «dio rienda súelta a sú rencor por no haber sido
consúltado» y «domina la discúsioú n e intenta demostrar qúe todos los preparativos
anteriores no sirven para nada». Hitler hizo concesiones a Goering, pero insistioú en qúe sú
plan debíúa segúir adelante, aúnqúe con mayor compromiso del Ejeú rcito y la Marina [134].
Dúrante este periodo de dispúta, Súmner Welles, el súbsecretario de estado
norteamericano, llegoú a Alemania en lo qúe se súponíúa qúe era otra misioú n
bienintencionada para restaúrar la paz, inspirada esta vez por el presidente Roosevelt. La
visita tambieú n fúe úna oportúnidad de viaje de investigacioú n para este hombre qúe se
oponíúa al aislacionismo de Norteameú rica. Welles habloú largo y tendido con Mússolini, Ciano,
Hitler, Ribbentrop y Goering, e inclúyoú Paríús y Londres en sú gira. Hitler dio directrices
especiales a todo el qúe fúera a tener conversacioú n con este visitante, para qúe dejaran qúe
fúera eú l el qúe llevara el peso de la conversacioú n, responsabilizar de la gúerra a Inglaterra y
Francia, y recalcar qúe Alemania estaba preparada para continúar combatiendo.
Súmner Welles ofrecioú sú propia versioú n de sú misioú n en Eúropa en sú libro A Time for
Decision [La Hora de la Decisión]; los registros alemanes de esas conversaciones han
sobrevivido gracias a las extensas notas tomadas por Paúl Schmidt, complementadas por la
descripcioú n de esas reúniones qúe aparecen en el libro qúe públicoú despúeú s de la gúerra. La
impresioú n qúe túvieron los alemanes de Welles fúe de ún hombre reservado, fríúo e
inteligente. Soú lo pasoú tres díúas en Berlíún y vio a Goering en Carinhall la tarde del 3 de
marzo. En opinioú n de Schmidt, Goering tratoú a Súmner Welles con súma habilidad, aúnqúe
por algúú n motivo no le ofrecioú el súntúoso banqúete de costúmbre y lo envioú de vúelta a
Berlíún tras varias horas de entrevista en ún estado de inanicioú n.
Welles encontroú Carinhall en sú estado normal de reconstrúccioú n permanente y sú
impresioú n fúe qúe acabaríúa teniendo el tamanñ o de la Galeríúa Nacional de Washington
cúando las obras húbieran terminado. Welles era múy observador y se fijoú en el color
súbido de Goering y al principio pensoú qúe se habíúa púesto colorete en la cara, pero cúando
el tono antinatúral desaparecioú dúrante sú reúnioú n achacoú el efecto a algúú n tipo de
«desajúste fíúsico». Sús manos teníúan la forma de «las zarpas cavadoras de ún tejoú n». En la
mano derecha Goering llevaba ún gran anillo con seis diamantes de gran tamanñ o
engastados; en la izqúierda sú anillo de esmeralda favorito, cúya piedra parecíúa tener dos
centíúmetros y medio de lado.
Goering se mostroú natúral y amistoso, e hizo sú propia defensa del caso de Alemania en
la políútica eúropea, afirmando qúe habíúa hecho personalmente todo lo posible para
mantener la paz pese a la actitúd provocadora de ingleses y franceses; la gúerra era
úú nicamente el resúltado de sú terqúedad. En cúanto a la gúerra en síú, Alemania teníúa «todos
los triúnfos en la mano»; la fúerza aeú rea alemana reinaba súprema en los cielos y asíú
segúiríúa. El qúe la gúerra fúera breve o larga carecíúa de importancia, Alemania teníúa
súficientes materias primas, ¡e inclúso prodúcíúa manteqúilla y otras grasas a partir de
carboú n!
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Dúrante el tiempo qúe estúvieron conversando sentados en sillones frente a la
chimenea, mientras la nieve caíúa a rachas qúe se arremolinaban en el exterior, Welles, como
múchos otros antes qúe eú l, descúbrioú qúe Goering le impresionaba maú s qúe los otros
jerarcas nazis. Encontroú en eú l la misma falta de piedad y empatíúa qúe en los demaú s, pero
sentíúa qúe Goering era capaz de tener úna visioú n maú s amplia de las relaciones de Alemania
con los demaú s paíúses eúropeos y los Estados Unidos. Pero cúando Welles senñ aloú qúe el
púeblo americano se veríúa afectado de todos modos por úna gúerra qúe devastara Eúropa,
Goering replicoú ingenúamente qúe no veíúa coú mo úna gúerra en Eúropa afectaba a los
«intereses vitales» de los Estados Unidos. Welles contraatacoú recordando a Goering qúe el
púeblo americano, aúnqúe igúalmente decidido a no participar en la Primera Gúerra
Múndial, entroú raú pidamente en la contienda úna vez qúe aceptoú qúe sús intereses
nacionales estaban amenazados y qúe inclúso ahora estaba «profúndamente conmovido»
por la crúeldad de los alemanes contra los júdíúos. Goering intentoú responder a esto
aseverando qúe los norteamericanos apoyaban con sú actitúd hacia las razas de color la
misma políútica qúe condenaban en la actitúd alemana hacia los júdíúos. Cúando Welles
senñ aloú la diferencia entre úna políútica gúbernamental activa de discriminacioú n y represioú n,
y la praú ctica de esas cosas por determinados grúpos en contra del sentimiento generalizado
de la nacioú n y sús gobernantes, Goering no dijo nada maú s sobre el asúnto, sino qúe regresoú
al terreno maú s segúro de arremeter contra la determinacioú n de Inglaterra de segúir en el
camino de la gúerra contra Alemania en vez de aceptar la políútica de paz qúe tantas veces le
ofrecioú Hitler.
Goering insistioú entonces en ensenñ arle al hambriento súbsecretario de Estado las
galeríúas donde, segúú n le explicoú , eú l personalmente habíúa colocado todos los objetos y obras
de arte. Le ensenñ oú los regalos qúe le habíúan hecho los gobiernos extranjeros, inclúyendo
adqúisiciones recientes de Japoú n; le mostroú sús Cranachs y otros cúadros en sú creciente
coleccioú n de grandes maestros. La sala de recepciones y los salones estaban decorados con
«cientos de cúadros» pero la impresioú n de Welles era de qúe «seríúa difíúcil encontrar ún
edificio maú s feo o úno maú s intríúnsecamente vúlgar en sú ostentacioú n». Se alejoú en sú coche
bajo la creciente oscúridad del crepúú scúlo, atravesando verjas qúe se abríúan
electroú nicamente en súcesivos púntos del camino qúe llevaba a la entrada principal y al
camino de vúelta a Berlíún. Mientras el coche avanzaba, Welles pensoú en qúe la úú nica forma
de detener el poderíúo militar de Alemania seríúa qúe las democracias de Eúropa occidental y
los Estados Unidos volvieran a formar ún frente únido y lo imposible qúe seríúa lograrlo con
el actúal aú nimo aislacionista del electorado norteamericano. La gente en las calles de Berlíún
le parecíúa abatida y adústa.
La respúesta evasiva de Goering a la acúsacioú n de crúeldad de los alemanes con los
júdíúos era tíúpica de sú actitúd ambivalente a lo desagradable y lo crúel. No ignoraba las
masacres, tortúras y expúlsiones qúe las SS estaban llevando a cabo en Polonia bajo los
dictados de Frank, Himmler y Heydrich. La deportacioú n de júdíúos de Alemania a Polonia ya
habíúa empezado, y los observadores y volúntarios norteamericanos qúe todavíúa estaban
presentes en Polonia contaban historias de múertes por malos tratos y por falta de abrigo.
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La prensa extranjera públicaba historias de atroces crúeldades cometidas contra hombres,
mújeres y ninñ os qúe eran sacados a la fúerza de sús casas. Goering, como presidente del
Consejo de Defensa de Reich, era responsable en úú ltima instancia de las oú rdenes de
deportacioú n, y en úna reúnioú n celebrada el 12 de febrero en Carinhall aconsejoú a Himmler
qúe detúviera los traslados por el momento debido a esas historias, aúnqúe Himmler le
súgirioú qúe treinta mil alemanes fúeran trasladados fúera de Lúblin para permitir la
expansioú n del gúeto. En esa misma reúnioú n Goering dijo qúe «el refúerzo de la capacidad
beú lica del Reich debe ser el objetivo principal de todas las medidas qúe se tomen en el
este». Pero en parte debido a las rivalidades personales entre los jefes nazis, en parte por
púra mala administracioú n a la hora de comúnicar y cancelar oú rdenes, las tristes
migraciones de desplazados víúctimas de la congelacioú n continúaron. Maú s tarde, el 23 de
marzo, cúando llegaron los informes de maú s múertes de júdíúos dúrante los traslados,
Goering decretoú qúe debíúan súspenderse, aúnqúe Greiser, gobernador del Warthegaú [*] se le
opúso, adúciendo qúe se le habíúa prometido la evacúacioú n de doscientos mil júdíúos de Loú dz
y qúe la súspensioú n de Goering no entraríúa en vigor hasta mayo. Mientras tanto, Himmler
traíúa grandes cantidades de alemanes raciales procedentes de los territorios orientales en
el aú rea ocúpada por los rúsos en la esfera de inflúencia rúsa.
Hitler estaba impaciente por empezar y terminar sú gúerra en el oeste. Le complacioú
qúe Mússolini adoptara ún papel de apoyo; sú entrada en la gúerra estaba programada para
despúeú s de qúe los alemanes húbieran dado el golpe inicial devastador. El 2 de abril, Hitler
convocoú a Goering, Raeder y Falkenhorst a úna conferencia, cúyo resúltado fúe qúe se
ordenoú qúe la invasioú n de Dinamarca y Norúega comenzara úna hora antes del amanecer
del 9 de abril. La marina alemana zarpoú hacia agúas norúegas el 3 de abril. El 9 de abril los
gobiernos de Dinamarca y Norúega fúeron informados de qúe seríúan púestos bajo la
proteccioú n del Reich para evitar úna ocúpacioú n anglo-francesa. Dinamarca se rindioú ante
esa lúcha desigúal sin qúe apenas se disparara ún solo tiro. La Lúftwaffe hizo ún vúelo
simboú lico sobre Copenhagúe, de forma qúe el rúgido de sús motores expresara la volúntad
de Alemania. En Norúega la resistencia fúe mayor, pero la Lúftwaffe ocúpoú el aeroú dromo de
Sola. Hacia el mediodíúa los principales púertos estaban en manos alemanas, pero no Oslo. El
rey y sú gobierno húyeron a las montanñ as. Cúando se negaron a capitúlar o a aceptar a
Qúisling como primer ministro, se ordenoú a la Lúftwaffe qúe destrúyera la aldea donde se
creíúa qúe se encontraban. Con ayúda de los ingleses y franceses, la resistencia norúega
inicial resistioú el resto del mes contra la blitzkrieg de la Lúftwaffe. La Marina alemana súfrioú
grandes reveses con la peú rdida de diez destrúctores, tres crúceros y los grandes danñ os qúe
recibieron los búqúes Scharnhorst, Gneisenau y el crúcero de gúerra Lützow. Todo eso
serviríúa para disúadir a Hitler de lanzar sú invasioú n de Inglaterra maú s adelante en ese anñ o.
De igúal importancia fúe la reaccioú n nerviosa de Hitler ante los reveses iniciales en
Norúega, y Goering se pasoú todo ese periodo con los nervios de púnta por miedo a qúe sú
aútoridad o el prestigio de la Lúftwaffe fúeran eclipsados [135]. Es significativo qúe en el diario
del general Franz Halder[136], jefe del Estado Mayor general del ejeú rcito, no haya ningúna
mencioú n de Goering o la Lúftwaffe dúrante toda la campanñ a norúego-danesa. En el diario de
182
Jodl, sin embargo, aparece mencionado el 19 de abril, cúando «[Goering] critica qúe la
actúacioú n hacia la poblacioú n civil no es lo súficientemente eneú rgica», anñ adiendo qúe «la
Fúerza Aeú rea no púede hacerlo todo». El 22 de abril, Jodl anota qúe el mariscal de campo
estaú «algo maú s tranqúilo hoy, en vista de las previsiones meteoroloú gicas de búen tiempo», y
se le menciona como presente en las discúsiones diarias de Hitler de los díúas 24 de abril, 2
de mayo y 3 de mayo, cúando volvioú a enfadarse porqúe el nombre de Milch no recibioú el
mismo peso qúe los demaú s del alto mando y entonces realizoú ún «asalto» con el objetivo de
hacerse con el control de las únidades aeú reas de la Marina.
El papel de la Lúftwaffe en la campanñ a habíúa sido, de hecho, esencial. Una gran flota de
aviones de transporte llevoú a la infanteríúa alemana a Norúega, y únos cúatrocientos
bombarderos entraron en accioú n contra los centros de resistencia. Pocos cazas tomaron
parte en la operacioú n, ya qúe la oposicioú n en el aire fúe casi inexistente.
Tras considerables vacilaciones, Hitler decidioú qúe el Caso Amarillo [Fall Gelb], el
nombre en coú digo para la invasioú n en el oeste a traveú s de Beú lgica y Holanda, empezaríúa el
10 de mayo. En menos de seis semanas los alemanes, para sú sorpresa, se habíúan
convertido en los dúenñ os de Beú lgica, Holanda y Francia.
Para cúando se lanzoú esta campanñ a devastadora, la Lúftwaffe se habíúa convertido en la
mayor fúerza aeú rea del múndo. Goering teníúa únos 3500 aviones operativos para la
invasioú n, organizados en dos flotas aeú reas comandadas por Kesselring y Sperrle. El mando
de Kesselring inclúíúa las operaciones aeú reas de la Marina, la colocacioú n de minas, y la
importantíúsima divisioú n de paracaidistas comandada por el general Stúdent. Esta divisioú n y
los bombarderos en picado túvieron ún papel destacado en la estrategia, como tambieú n lo
habíúan tenido en Escandinavia; fúe el aterrizaje principal de las tropas aerotransportadas
de Goering lo qúe tomoú a los holandeses por sorpresa. La invasioú n inclúyoú el despiadado
bombardeo de Rotterdam por los Stúkas en el qúe múrieron maú s ochocientas personas y
miles fúeron heridas jústo mientras se negociaba la rendicioú n de la ciúdad.
El inmisericorde bombardeo de Rotterdam era otra senñ al maú s de la agresiva crúeldad de
Hitler. Aúnqúe era úna ciúdad defendida y no habíúa capitúlado todavíúa en el momento del
ataqúe, tanto Goering como Kesselring debíúan estar al tanto de qúe las negociaciones para
la rendicioú n estaban en marcha; Stúdent, qúe en ún principio pidioú el ataqúe, habíúa enviado
ún mensaje al mediodíúa qúe veníúa a decir qúe el ataqúe aeú reo propúesto debíúa ser
pospúesto. Se ha súpúesto qúe Goering y Kesselring lanzaron deliberadamente el ataqúe
para apresúrar las negociaciones, y qúe húbo confúsioú n sobre las bengalas lanzadas para
detener el ataqúe. Kesselring hace referencia a «horas de acalorada discúsioú n con Goering»
sobre el ataqúe y si debíúa tener o no lúgar. Los efectos del bombardeo se vieron agravados
porqúe el departamento de bomberos estaba fúera de combate por ún vertido de aceite
ardiendo desde úna faú brica de margarina. Pero, actúara o no Goering con desprecio por las
vidas de los holandeses, sú anúncio púú blico del 28 de mayo síú qúe revela implacabilidad, al
declarar qúe todos los aviadores franceses captúrados seríúan encadenados porqúe
súpúestamente los franceses maltrataban a los aviadores alemanes qúe habíúan sido hechos
prisioneros; declaroú qúe fúsilaríúa a cinco prisioneros franceses por cada aviador alemaú n
183
qúe fúera fúsilado y qúe aúmentaríúa este núú mero a cincúenta si ún piloto alemaú n recibíúa
disparos mientras descendíúa en paracaíúdas.
Fúe entonces cúando el rey de Italia consintioú al fin en conceder a Goering sú Collar de
la Annúnziata. El embajador Alfieri se trasladoú al frente de batalla bajo oú rdenes de Ciano y
allíú se reúnioú con Goering en sú tren blindado cúbierto con redes de camúflaje, rodeado de
artilleríúa antiaeú rea y estacionado cerca de ún túú nel en caso de emergencia. La voz de
Goering le tembloú de emocioú n mientras le daba las gracias al embajador por la
condecoracioú n qúe tanto habíúa ansiado; tras la peqúenñ a ceremonia de presentacioú n,
Goering le habloú de los eú xitos de la Lúftwaffe y la estrategia invencible de la blitzkrieg. La
gúerra, afirmoú , pronto habríúa terminado. Entonces atravesoú , apretaú ndose de lado para
pasar, la púerta qúe condúcíúa al comedor y regresoú al poco con el Collar púesto. Llamoú a los
fotoú grafos y posoú cúidadosamente para ellos mostrando sú núeva condecoracioú n. Le habíúa
llevado maú s tiempo vencer la resistencia del rey de Italia qúe conqúistar los ejeú rcitos del
oeste.
El ataqúe contra Beú lgica túvo lúgar a ún ritmo tan dramaú tico qúe Hitler súfrioú úna crisis
nerviosa. Estaba «asústado por sú propio eú xito», como lo describioú Halder en aqúel
momento. Por dos veces detúvo el avance de sús divisiones blindadas cúando maú s
necesario era qúe sigúieran adelante. El segúndo de esos frenazos túvo lúgar el 24 de mayo,
a treinta kiloú metros de Dúnkerqúe, donde Hitler parecíúa tener a los ejeú rcitos de los Aliados
en el norte completamente rodeados y a sú merced. El 28 de mayo, el rey de Beú lgica
capitúloú sin consúltar con sús aliados.
Se ha debatido sobre la razoú n de la decisioú n de Hitler de detener el avance. Las prúebas
recopiladas por Shirer, y en gran parte basadas en úna carta de Halder, convierten a Goering
en el responsable final. Hitler y el general von Rúndstedt, qúe estaban reúnidos en el
cúartel general del Grúpo de Ejeú rcitos A en Charleville bajo el mando del segúndo,
detúvieron las colúmnas blindadas alemanas. Halder anotoú con resentimiento en sú diario
qúe «¡Van a dejar en manos de las fúerzas aeú reas rematar al enemigo rodeado!». Goering
habíúa intervenido y se habíúa ofrecido a bombardear al enemigo hasta qúe se sometiera; se
le oyoú decir a Hitler: «Mi Lúftwaffe completaraú el cerco y asediaraú el aú rea desde el aire».
Halder le escribioú posteriormente a Shirer:
Dúrante los díúas sigúientes se ha sabido qúe la decisioú n de Hitler estúvo principalmente
inflúida por Goering. Para el dictador, el raú pido avance del ejeú rcito… se habíúa vúelto casi
siniestro. Estaba constantemente acosado por la sensacioú n de ún reveú s inminente…
Goering, qúe conocíúa bien a sú Fúö hrer, se aprovechoú de sú ansiedad. Se ofrecioú a librar el
resto de la gran batalla de cerco eú l solo con sú Lúftwaffe, eliminando asíú el riego de tener
qúe úsar las valiosas formaciones panzer. Hizo esa propúesta… por úna razoú n qúe era
caracteríústica de la ambicioú n sin escrúú púlos de Goering. Qúeríúa asegúrar para sú fúerza
aeú rea, tras las sorprendentemente faú ciles operaciones del ejeú rcito hasta entonces, el acto
final decisivo en la gran batalla y asíú ganar la gloria del eú xito ante el múndo entero [137].
Gúderian, el comandante de panzers, tambieú n dijo: «Creo qúe fúe la vanidad de Goering lo
qúe hizo qúe Hitler tomara esa decisioú n trascendental». La úú nica intervencioú n qúe Goering
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qúeríúa por parte del ejeú rcito era úna simple operacioú n de limpieza qúe segúiríúa a la accioú n
principal qúe eú l iniciaríúa. Mientras tanto, los panzers paralizados se mantendríúan a úna
distancia segúra para mantener cercado al objetivo húmano.
La orden de parada fúe levantada dos díúas despúeú s, el 26 de mayo, pero para entonces el
plan de evacúacioú n britaú nico ya estaba en marcha y los tanqúes alemanes se encontraron
enfrentados a tres divisiones inglesas apoyadas por artilleríúa pesada. La Lúftwaffe no
consigúioú confirmar las baladronadas de Goering por dos motivos. El primero fúe qúe el
mal tiempo dejoú a los aviones en tierra (y qúe en cúalqúier caso no volaban de noche en esa
eú poca, cúando la evacúacioú n segúíúa adelante), y el segúndo fúe qúe la Lúftwaffe encontroú la
primera oposicioú n fúerte por parte de úna fúerza aeú rea qúe demostraríúa estar a sú altúra.
Los Messerschmitts se encontraron con los Spitfires, qúe aúnqúe súperados en núú mero,
eran súperiores a los cazas alemanes en rendimiento.
La Lúftwaffe bombardeoú el púerto de Dúnkerqúe el 27 de mayo, pero no lo destrúyoú
completamente; segúíúa fúncionando el 28 de mayo, cúando el mal tiempo se combinoú con el
húmo de los almacenes y el combústible en llamas para oscúrecer lo qúe ocúrríúa en tierra.
Hacia el 29 de mayo los alemanes se percataron de la escala de la evacúacioú n qúe estaba
teniendo lúgar y la Lúftwaffe empezoú a atacar los barcos. La R AF contraatacoú , múy a
menúdo entre las núbes, lo qúe condújo a los atribúlados soldados a creer qúe sú fúerza
aeú rea les habíúa abandonado. El 30 de mayo la Lúftwaffe se qúedoú en tierra por el mal
tiempo, pero reanúdoú sús ataqúes contra los búqúes el 31 de mayo. «Ahora estamos
pagando por núestro fracaso a la hora de cercar a los Aliados debido a las interferencias
desde lo alto», escribioú Halder en sú diario. El 1 de júnio túvo lúgar la mayor batalla en el
aire y cada bando perdioú únos treinta aviones. Despúeú s de eso la evacúacioú n continúoú soú lo
por la noche hasta qúe el tiempo úna vez maú s estúvo a sú favor y la Lúftwaffe volvioú a
qúedarse en tierra. La evacúacioú n terminoú el 4 de júnio, cúando las fúerzas terrestres
alemanas, no la Lúftwaffe, vencieron a la resistencia de los Aliados (Raeder, con sú Marina
húndida o confinada en Norúega, poco púdo hacer para oponerse a los ingleses en el mar),
pero para entonces 338 000 soldados de los ejeú rcitos Aliados, inclúyendo únos 60 000
franceses, habíúan sido rescatados. Goering convirtioú este fracaso en la apariencia de ún
triúnfo al entrar júnto a sú Estado Mayor en Dúnkerqúe para regodearse en las vastas pilas
de botíún intacto qúe habíúa dejado el enemigo en sú retirada.
El 5 de júnio, el díúa despúeú s de la caíúda de Dúnkerqúe, Milch se únioú a Goering en sú
tren, qúe estaba en ún túú nel cerca de la costa del Canal de la Mancha y propúso qúe se
deberíúan llevar a cabo úna serie de lanzamientos coordinados masivos de paracaidistas
para tomar las instalaciones de la R AF en Inglaterra. Goering accedioú a llevar la propúesta a
Hitler[138]. Posteriores reúniones para debatir la idea túvieron lúgar el 18 y el 27 de júnio,
cúando Francia ya se habíúa rendido.
Hitler, sin embargo, todavíúa teníúa esperanzas de paz, y dio otra razoú n, esta vez políútica,
qúe Halder anotoú debidamente, por la qúe no qúeríúa qúe la batalla decisiva contra los
Aliados túviera lúgar en súelo flamenco; consideraba a los flamencos como primos de los
alemanes, y qúeríúa mantener sú tierra intacta. Tambieú n empezaba a pensar qúe podíúa
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persúadir a los ingleses de qúe aceptaran la paz ahora qúe Alemania teníúa úna posicioú n
dominante en Eúropa occidental. Parece haber aceptado el fracaso de Goering con
magnanimidad, púede qúe por esa razoú n. Invitoú a Mússolini a únirse a la derrota final de
Francia úna vez qúe la fúerza aeú rea francesa fúera liqúidada. Mússolini entroú en la gúerra el
10 de júnio, pero sús fúerzas no hicieron ningúú n progreso en el súr, mientras qúe el alto
mando franceú s se absteníúa de emprender acciones ofensivas contra Italia. La victoria era de
Hitler y las condiciones del armisticio qúe impúso a Francia eran completamente súyas.
El 18 de júnio Hitler le dijo a Goering, «la gúerra ha terminado. Llegareú a ún acúerdo con
Inglaterra». Goering, múy conmovido, sonrioú y dijo: «Ahora al fin habraú paz».
El viejo vagoú n de tren en el qúe se firmoú el armisticio de 1918 fúe sacado de sú múseo y
colocado en ún claro ilúminado por el sol en el bosqúe de Compieè gne, úna desolada reliqúia
bajo los aú rboles. Hitler, acompanñ ado entre otros por Goering, Ribbentrop, Keitel y Hess,
llegoú en coche a ese lúgar a las tres y cúarto de la tarde del 21 de júnio. Goering llevaba sú
bastoú n de mariscal de campo. Júntos contemplaron el bloqúe de granito con las palabras
«Aqúíú perecioú el once de noviembre de 1918 el orgúllo criminal del Imperio Alemaú n;
derrotado por los púeblos libres qúe pretendíúa esclavizar». Las caú maras de cine registraron
todos los momentos de la escena mientras el rostro de Hitler adqúiríúa esa expresioú n
patoloú gica súya en la qúe se daban horriblemente por igúal el desprecio y el triúnfo.
Entonces entraron en el vagoú n y allíú recibieron al grúpo de franceses enviados a negociar
los teú rminos del armisticio. Hitler dejoú a Keitel a cargo de las discúsiones, qúe continúaron
dúrante dos díúas. El vagoú n de Compieè gne fúe llevado a Berlíún, y la placa de granito qúe
habíúa ofendido a Hitler y Goering en el momento de sú gloria fúe volada en pedazos. Hitler
hizo úna visita túríústica a Paríús mientras Goering aprovechaba el momento para hacer la
primera de sús múchas visitas a la ciúdad qúe se convertiríúa en úno de los principales
lúgares donde podíúa olvidarse de la gúerra y entregarse a la búú sqúeda de obras de arte para
la gran coleccioú n qúe estaba reúniendo [139]. Halder anotoú el 4 de júlio en sú diario qúe
Goering exigíúa qúe se creara úna comisioú n econoú mica paralela a la comisioú n del armisticio
para decidir todos los aspectos de la vida econoú mica francesa, inclúyendo la confiscacioú n de
materias primas para Alemania.
El 19 de júlio, en la OÁ pera Kroll, Hitler proclamoú las victorias de sú genio ante úna
reúnioú n del Reichstag; entonces hizo ún ofrecimiento de paz a Inglaterra. Tras eso, convirtioú
a los principales agentes de sú poder en mariscales de campo y generales. Goering fúe
nombrado «Reichmarschall des Grossdeútschen Reiches». Shirer, qúe estaba presente en la
ceremonia, describe a Goering sentado en sú estrado de presidente escribiendo sú propio
discúrso mientras Hitler hablaba, con el cenñ o frúncido y mordisqúeando el laú piz «como ún
escolar escribiendo úna redaccioú n», dando palmadas con «gestos gargantúescos» y
moviendo los brazos «como ún boxeador en el cúadrilaú tero» cúando Hitler anúncioú qúe
Milch, Kesselring y Sperrle seríúan mariscales de campo, e inclúso «levantoú la tapa para
echar ún vistazo» cúando Hitler le entregoú la caja qúe conteníúa sú bastoú n especial [140].
En júlio, Goering confioú a Walther Fúnk, ministro de Economíúa del Reich, la tarea de
formar el plan para el Núevo Orden Alemaú n en Eúropa. Este Núevo Orden fúe creado
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gradúalmente mediante úna súcesioú n de decretos y declaraciones y núnca existioú bajo la
forma de ún plan o proyecto públicado. La integracioú n de la indústria en todo el territorio
controlado por Alemania formaba úna parte principal del plan, con la especializacioú n de la
prodúccioú n en los diferentes paíúses y ún aúmento de la agricúltúra (úna ocúpacioú n menos
rentable qúe la indústria) en los paíúses fúera del Reich. Toda la idea estaba basada en la
Edad Dorada… dorada para Alemania, no para sús estados vasallos.
Cúando Chúrchill rechazoú la propagandíústica oferta de paz de Hitler, el dictador
germano y sús comandantes volvieron a plantearse el problema de si segúir adelante o no
con la invasioú n de Inglaterra. Súpúestamente, tanto Kesselring como Stúdent, al igúal qúe
Milch, estaban a favor de la invasioú n despúeú s de Dúnkerqúe, pero Goering lo rechazoú
inmediatamente. Si habíúa qúe derrotar a Inglaterra, primero habríúa qúe bombardearla. Por
tanto, las flotas aeú reas 2 y 3 se concentraron a lo largo de la recientemente captúrada costa
del Canal de la Mancha dúrante júnio y júlio, cúando Hitler le estaba dando vúeltas en la
cabeza a las diferentes formas qúe podíúa emplear para llevar a Inglaterra al púnto en qúe
túviera qúe negociar o rendirse.
Hitler odiaba el mar. Segúú n dejoú constancia Halder, pensaba qúe crúzar el canal seríúa
múy arriesgado y el alto mando alemaú n no teníúa experiencia en operaciones navales,
exceptúando el ejemplo no demasiado animoso de Norúega, qúe habíúa redúcido
considerablemente la peqúenñ a Marina alemana. Toda la planificacioú n preliminar y teoú rica
de la Operacioú n Leoú n Marino para la invasioú n de Inglaterra habíúa condúcido a dúdas de ún
tipo ú otro, y ahora qúe habíúa llegado la hora de aprovechar la debilidad de Inglaterra (en
júlio Inglaterra soú lo podríúa haber armado seis divisiones en sú propio súelo, mientras qúe
en septiembre habíúa armas para veinte), la controversia y la indecisioú n reinaban en el
cúartel general de Hitler. Goering teníúa el haú bito de búscar congraciarse con Hitler
mostraú ndole las deficiencias de los demaú s comandantes. La enemistad entre Raeder y
Goering, qúe habíúa empezado por desavenencias sobre la invasioú n de Escandinavia, se
habíúa intensificado[141]. Goering habíúa enviado a Raeder ún telegrama groseramente
insúltante dicieú ndole qúe se ocúpara de sús propios asúntos, en respúesta a la peticioú n del
almirante de qúe úna gran fúerza aeú rea protegiera la base naval alemana en Trondheim.
Debido a la poca útilidad de la Marina dúrante la campanñ a en el oeste, Raeder llegoú al
cúartel general de Hitler rebosante de planes para transportar las tropas alemanas a las
costas inglesas. Las contrapropúestas de Rúndstedt eran inaceptables para la Marina. Milch
rúmiaba la idea de lanzar paracaidistas sobre los aeroú dromos ingleses, y Kesselring,
convencido de qúe era posible el desembarco en las playas qúe podíúan ver a simple vista
desde el cabo Gris-Nez, se irritaba por la inactividad qúe le era impúesta. Con la aprobacioú n
de Hitler y Goering, la Lúftwaffe creoú «bombas de paú nico» de falso material de
paracaidismo, mapas e instrúcciones para poner nerviosos a los ingleses y darles rúmores
qúe públicar en la prensa. Cúando a finales de júnio la R AF bombardeoú esporaú dicamente
Alemania, Goering qúiso contraatacar, pero Hitler lo contúvo, aúnqúe en úna directiva
redactada por Goering el 30 de júnio proyectaban operaciones múy menores sobre
Inglaterra. Hacia mediados de júlio, Hitler habíúa aprobado los planes finales de invasioú n, y
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en úna conferencia convocada por Goering el 21 de júlio, le contoú a sú Estado Mayor qúe
ahora teníúan úna núeva tarea por delante: infligir danñ os a la Marina inglesa en el Reino
Unido. Hacia finales de júlio, Raeder persúadioú a Hitler para abandonar la idea de la
invasioú n dúrante 1940, pero qúe mientras tanto desatara la fúria de la Lúftwaffe contra
Inglaterra. La orden se dio el 1 de agosto. La operacioú n Leoú n Marino, por la qúe el Ejeú rcito y
la Marina continúaban rinñ endo, dependeríúa de los resúltados.
Mientras tanto, el 24 de júlio, Goering habíúa recibido cordialmente a otro aspirante a
mediador de paz en Carinhall, el Dr. Albert Plesman, jefe de la aerolíúnea holandesa K LM, en
la qúe el sobrino de Goering, Peter Goering, habíúa servido como piloto. Plesman qúeríúa
hacer precisamente lo qúe Dahlerús habíúa hecho, volar entre Alemania e Inglaterra como
negociador informal entre los gobiernos. Teníúa sú propio plan de paz, qúe demarcaba
claramente esferas de inflúencia qúe se extendíúan a AÁ frica. Goering sonrioú y prometioú
hablar con Hitler cúando el Fúö hrer regresara de Berchtesgaden. El plan llegoú a lord Halifax
a finales de agosto y fúe rechazado; hacia septiembre Goering hacíúa todo lo posible por
disociarse del plan cúando el Dr. Plesman lo acosoú en La Haya e intentoú qúe dejara de hacer
de Londres el objetivo de bombardeos a gran escala.
Goering, como siempre, era optimista sobre la destrúccioú n qúe la Lúftwaffe infligiríúa a
Inglaterra. En úna orden fechada el 11 de júlio declaroú qúe cúando llegara el momento
habríúa qúe destrúir la indústria armamentíústica inglesa y la R AF «lo antes posible mediante
los primeros golpes del ataqúe». Las defensas del súr de Inglaterra, segúú n sú estimacioú n,
soú lo resistiríúan cúatro díúas y la R AF cúatro semanas; Goering estaba segúro de qúe la
Lúftwaffe podíúa asegúrar el camino para la invasioú n de Hitler en ún mes, y el 21 de júlio
envioú ún mensaje a Hitler en Berchtesgaden diciendo qúe le gústaríúa qúe se le «diera
libertad para lanzar ataqúes contra los pilotos de caza ingleses, la fúerza aeú rea, la indústria
aeronaú útica, púertos, indústrias, refineríúas y depoú sitos de combústible y contra el aú rea del
Canal». Goering llegoú inclúso a pensar qúe sú eú xito podíúa hacer innecesaria la invasioú n, y
hacia septiembre se le oyoú decir qúe no creíúa qúe la Operacioú n Leoú n Marino túviera lúgar
núnca. Pese a ello, dúrante agosto se prepararon los planes para el aterrizaje de
paracaidistas y se realizaron ataqúes contra los púertos y otros objetivos. El 2 de agosto,
sigúiendo la directiva de Hitler, Goering dio oú rdenes para la destrúccioú n de la R AF. Hacia el
10 de agosto no habíúa ocúrrido nada, sin embargo, porqúe para cúando la Lúftwaffe estúvo
lista para llevar a cabo sú primer gran ataqúe el búen tiempo habíúa pasado. Raeder no
podíúa dejar pasar esa oportúnidad; el Estado Mayor de la Marina de Gúerra dejoú constancia
escrita de qúe por razones desconocidas para ellos, la Lúftwaffe «habíúa dejado pasar la
oportúnidad concedida por el búen tiempo reciente». Mientras tanto, Goering rabiaba en sú
cúartel general de Paríús ante los informes meteoroloú gicos qúe mandaban al traste sús
grandes operaciones. Los ataqúes a gran escala contra los púertos comenzaron finalmente
el 11 de agosto y los ataqúes contra los campos de aviacioú n el 13 y el 14 de agosto. Habíúa
comenzado la Batalla de Inglaterra, pero con tales condiciones meteoroloú gicas adversas qúe
Goering se desesperoú .
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Goering teníúa sú base en la famosa comitiva de trenes, el cúartel general moú vil cúyo
nombre en coú digo era Asia. Sú tren personal iba precedido por ún tren piloto de vagones
normales júnto con otros para el transporte de aútomoú viles; a eú ste le segúíúa el tren de
Goering, qúe teníúa plataformas en ambos extremos con artilleríúa antiaeú rea. El vagoú n en el
qúe viajaba Goering teníúa dos dormitorios, ún peqúenñ o estúdio y ún lújoso cúarto de banñ o,
y estaba conectado directamente con ún segúndo vagoú n, disenñ ado como sala de estar y
dotado con medios para la proyeccioú n de pelíúcúlas. Un tercer vagoú n conteníúa el púesto de
mando de Goering y sú sala de operaciones, y el cúarto era sú saloú n comedor. Habíúa otros
vagones para albergar invitados y personal de alto rango. Los trenes normalmente eran
estacionados allíú donde podíúan ser condúcidos raú pidamente al interior de ún túú nel en el
caso de ataqúes aeú reos. Goering llevoú consigo a Kropp, a ún meú dico y a sú devota
enfermera, Christa Gormanns, qúien estaba a cargo de sús medicinas. Hitler estaba
constantemente al teleú fono, exigiendo informes de progresos, y Goering con frecúencia
acababa en ún estado de agotamiento nervioso.
La historia de la blitzkrieg en Inglaterra ha sido contada desde todos los púntos de vista,
describiendo las experiencias, entúsiasmos y súfrimientos de hombres y mújeres en el aire
y en tierra. En sú extensioú n completa dúroú desde mediados de agosto de 1940 a mediados
de mayo de 1941, con ún breve periodo de respiro en invierno, del 18 de enero al 8 de
marzo, cúando soú lo túvieron lúgar ataqúes comparativamente leves. Los ataqúes
comenzaron en los púertos, los aeroú dromos, las instalaciones de radar y las faú bricas de
aviones; los experimentos de bombardeo noctúrno, aúnqúe afectaron a la poblacioú n civil,
fallaron en sú mayor parte en acertar a los objetivos pretendidos. La súperioridad númeú rica
alemana mantúvo a los pilotos de combate ingleses sometidos a ún esfúerzo incesante las
veinticúatro horas y a úna tensioú n horrorosa; de media, Goering, enviaba únos mil aparatos
al díúa sobre Inglaterra, de los cúales seiscientos o maú s eran cazas para mantener a raya a la
RAF[142].
Goering estaba profúndamente insatisfecho con los avances qúe se habíúan logrado; ya
no habíúa dúda de qúe los Spitfires eran maú s qúe rivales para los Stúkas asíú como para los
bimotores e inclúso para los monomotores Messerschmitt, y qúe las peú rdidas de
bombarderos empezaban a ser graves. No se podíúa tentar a la R AF para qúe púsiera la
mayoríúa de sús aviones en el aire a la vez, úna júgada qúe húbiera podido condúcir a sú
desintegracioú n, ni se la podíúa destrúir en tierra. La R AF continúoú intacta pese a los esfúerzos
de la Lúftwaffe por destrúirla. El 18 de agosto Goering convocoú a los líúderes de la fúerza
aeú rea y les dijo con ún fúerte sarcasmo qúe atacaran la indústria aeronaú útica inglesa y no
«al búqúe faro de Dover», para enviarlos lúego de vúelta a sús bases. Convocoú a Galland a
Carinhall. Galland voloú a Berlíún y constatoú con disgústo lo poco qúe la capital amante de los
placeres se preocúpaba por la contienda en la costa en la qúe tantos joú venes perdíúan la vida.
Entonces viajo a la fastúosa Carinhall, donde fúe condecorado por Goering con la Medalla
de Oro de Piloto y se le dijo qúe se necesitaba sangre maú s joven en el mando para mejorar
el servicio de cazas. Fúe ascendido a comandante de grúpo. Maú s tarde, cúando Goering
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estaba en el frente grúnñ endo a sús hombres, Galland le dijo qúe lo qúe hacíúa falta para llevar
a cabo sús deseos era «úna únidad de Spitfires[143]».
Hitler, motivado por la venganza despúeú s de qúe Berlíún súfriera ún bombardeo, accedioú
a lanzar el blitz sobre Londres; esta operacioú n, qúe tan costosa le resúltaríúa a la Lúftwaffe,
empezoú el 7 de septiembre.
Goering, qúe preferíúa dirigir todas sús operaciones desde sú cúartel general de Paríús, fúe
en persona a la costa por primera vez el 7 de septiembre para dirigir el flújo de aviones
hacia Londres. Estúvo en úna ladera cerca del cabo Blanc-Nez, donde estaba el púesto de
mando para la Flota Aeú rea 2, y desde allíú se retransmitioú sú discúrso radiofoú nico para toda
la nacioú n sobre la destrúccioú n de Londres y el vúelo de la Lúftwaffe para atacar «jústo en el
corazoú n del enemigo». Maú s de seiscientos bombarderos y seiscientos cazas volaron hacia
Londres en ún periodo de veinticúatro horas. Fúe proú digo con sús aparatos y pagoú por ello
en jústa proporcioú n.
Goering se llevoú a sú enfermera, Christa Gormanns, al frente con eú l y en ocasiones ella
tomaba mensajes o telefoneaba oú rdenes en sú nombre. Goering empezoú a vacilar en sús
intentos por evitar las peú rdidas cada vez mayores qúe súfríúa la Lúftwaffe, confúndiendo sús
cambios de taú cticas con sús ilúsiones, como sús comentarios del 16 de septiembre: «¡Hay
qúe segúir hostigando al enemigo, entonces, en cúatro o cinco díúas, se habraú qúedado sin
cazas! Entonces habraú qúe eliminar los centros de prodúccioú n de aviones… Leoú n Marino no
debe pertúrbar o lastrar las operaciones de la Lúftwaffe». Mientras tanto, la R AF
bombardeaba los búqúes y el eqúipo reúnidos a lo largo de la costa como parte de los
preparativos para Leoú n Marino. Hitler, incapaz de tomar úna decisioú n definitiva sobre la
invasioú n de Inglaterra, empezaba a pensar en Rúsia y en la posibilidad de obtener victorias
doradas en el este mientras dejaba a Inglaterra inmovilizada por la Lúftwaffe como úna
mariposa con las alas rotas.
El 17 de septiembre, Hitler decidioú «posponer Leoú n Marino indefinidamente». Eso fúe
ún amargo golpe para Goering, qúien se percatoú qúe eú se era el reconocimiento formal de
Hitler de sú fracaso. Sú personal, segúú n el general Karl Koller, se dio cúenta del cambio en
eú l. Ordenoú qúe sú tren se preparara para partir y le dijo a sús comandantes qúe
bombardearan Inglaterra sin piedad… pero de noche, cúando sús cazas estaríúan
inmovilizados[144].
Galland mantúvo úna conversacioú n privada con Hitler el 24 de septiembre cúando fúe a
Berlíún para recibir sús hojas de roble para la Crúz de Caballero, el maú ximo galardoú n qúe
podíúa ser otorgado, aparte de la Gran Crúz, qúe estaba reservada úú nicamente para Goering.
Galland expresoú sú admiracioú n por la R AF; Hitler se mostroú de acúerdo con eú l y dijo qúe era
traú gico qúe alemanes e ingleses túvieran qúe estar en gúerra; la destrúccioú n de Inglaterra
dejaríúa «ún vacíúo… qúe seríúa imposible de llenar». Galland fúe entonces a Rominten para
cazar con Goering, qúien recibioú a sú joven comandante de aviacioú n vestido con sú
chaqúeta de cúero favorita, camisa de seda y cintúroú n con cúchillo de caza. Se qúedaron en
Rominten dúrante tres díúas cazando venados, periodo dúrante el cúal la Lúftwaffe súfrioú
úna de sús peores series de peú rdidas consecútivas. En ese momento Goering permitioú qúe
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se dijera a la prensa extranjera qúe eú l en persona habíúa volado recientemente sobre
Londres, pero en los perioú dicos alemanes no húbo ningúna mencioú n. En cúalqúier caso, la
informacioú n carecíúa por completo de veracidad.
Rúsia, mientras tanto, no habíúa estado ociosa mientras Hitler estaba ocúpado. En júnio,
tras úna aparente negociacioú n, habíúa ocúpado los estados baú lticos y le habíúa arrebatado
Besarabia y el norte de Búcovina a Rúmaníúa úsando la amenaza de la fúerza. A finales de
agosto, Hitler, preocúpado por los campos petrolíúferos rúmanos, habíúa contraatacado
imponiendo el arbitraje del Eje sobre Húngríúa y Rúmaníúa. El rey Carlos habíúa húido del paíús,
y Antonescú, amigo de Hitler, se convirtioú en dictador. Rúsia y Alemania no se habíúan
consúltado sobre esas acciones. Hacia agosto, cúando el intereú s de Hitler por la invasioú n de
Inglaterra habíúa empezado a decaer, el plan para atacar Rúsia en la primavera de 1941 se
convirtioú en la principal ocúpacioú n del alto mando. El 31 de júlio Halder resúmioú los
comentarios de Hitler en úna reúnioú n del Estado Mayor celebrada en el aislamiento alpino
del Berhof: «¡Algo extranñ o ha ocúrrido en Inglaterra! Los ingleses estaban ya
completamente derrotados. Ahora vúelven a estar en pie… Rúsia soú lo tiene qúe insinúarle a
Inglaterra qúe no qúiere ver úna Alemania demasiado fúerte y los ingleses recúperaraú n la
esperanza, como ún hombre qúe se ahoga y se aferra a cúalqúier cosa. Pero si Rúsia es
aplastada, la úú ltima esperanza de Inglaterra qúedaraú destrúida… Rúsia debe ser liqúidada.
En la primavera de 1941». El 14 de agosto Goering insinúoú qúe los envíúos de prodúctos a
Rúsia se mantendríúan «soú lo hasta la primavera de 1941» de forma qúe el súministro de
materias primas procedentes de la Unioú n Sovieú tica continúara hasta el úú ltimo momento
posible[145]. El Estado Mayor se mantúvo ocúpado dúrante los meses sigúientes con los
detalles del plan secreto mientras qúe en septiembre se firmaba el Pacto Tripartito entre
Japoú n, Italia y Alemania, aparentemente contra los Estados Unidos, pero en realidad contra
Rúsia.
Fúe ún invierno difíúcil; no se púdo persúadir a Franco para qúe entrara en la gúerra o
para qúe bloqúeara la entrada de los ingleses en el Mediterraú neo; Mússolini, enfúrecido por
las maniobras de Hitler en los Balcanes, atacoú estúú pidamente a Grecia a traveú s de Albania
en noviembre y púso en peligro asíú la estrategia alemana en esta dispútada aú rea, qúe se
habíúa convertido en la principal caúsa de conflicto abierto entre Alemania y Rúsia. Raeder
siempre habíúa presionado para qúe Alemania hiciera la gúerra en el Mediterraú neo, y ahora
lo habíúa consegúido en contra de los deseos de Hitler; el Fúö hrer decidioú qúe Alemania debíúa
acúdir en ayúda de Italia, no soú lo en Grecia, sino tambieú n en AÁ frica del Norte donde Wavell
habíúa derrotado de manera aplastante a Graziani.
Mientras tanto, Goering continúaba la campanñ a contra Inglaterra desde el aire. Los
múelles y el East End de Londres súfrieron dúrante la primera fase del bombardeo de
Londres en septiembre. Dúrante este periodo la Lúftwaffe aprendioú qúe bombardear de
noche era mejor qúe hacerlo de díúa, y las noches en las qúe brillaba la «lúna de bombardeo»
se convirtieron ese otonñ o en el pavor de los londinenses. El 18 de octúbre, Goering decidioú
alabar a sús joú venes: «Vúestros infatigables y valientes ataqúes contra el corazoú n del
Imperio Britaú nico, la ciúdad de Londres… han redúcido a la plútocracia inglesa a ún estado
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de miedo y terror». Los bombardeos noctúrnos continúaron cayendo sobre Londres y otras
ciúdades inglesas hasta el 19 de enero; el gran bombardeo de Coventry túvo lúgar el 14 de
noviembre. Húbo ún periodo de tregúa hasta el 8 de marzo, cúando se reanúdaron a gran
escala los bombardeos contra Londres y otras ciúdades. Ni la artilleríúa antiaeú rea ni los
cazas noctúrnos túvieron múcho eú xito en esa etapa; por otro lado, con frecúencia los
bombardeos eran poco precisos y la Lúftwaffe súfrioú grandes peú rdidas al volar con mal
tiempo. Los pilotos de la Lúftwaffe se enfadaron cúando ún tercio de sús Messerschmitts
fúeron convertidos en cazabombarderos, Goering contestoú qúe habíúa qúe hacerlo debido a
sú fracaso a la hora de defender a los bombarderos de los ataqúes de la R AF. El resúltado fúe
qúe los pilotos dejaban caer las bombas en cúalqúier lúgar para librarse de ellas, les
molestaba qúe los úsaran como múlas de carga. Con ún ojo púesto en la moral y la
popúlaridad personal, Goering concedioú a todos los pilotos del aú rea del Canal únas
vacaciones extras para qúe fúeran a esqúiar en Anñ o Núevo, retirando las únidades úna a
úna para reacondicionarlas y qúe descansaran dúrante el periodo de enero a febrero en el
qúe el terreno era poco apropiado para los despegúes. Los ingleses púdieron recúperar algo
del súenñ o perdido.
Cúando llegoú la primavera, los cazas noctúrnos empezaron a tener maú s eú xito, pero Hitler
estaba decidido a mantener los bombardeos a gran escala dúrante tanto tiempo como fúera
posible antes de qúe comenzara la campanñ a rúsa, aúnqúe soú lo fúera como represalia por el
creciente núú mero de ataqúes aeú reos qúe la RAF estaba logrando lanzar contra Alemania.
Hacia finales de mayo, el periodo de los grandes bombardeos contra Inglaterra habíúa
acabado y Kesselring recibioú la orden de trasladar la Flota Aeú rea 2 a Poznan en preparacioú n
para el ataqúe contra Rúsia el 22 de júnio.
Goering afirmoú en Núú remberg qúe estaba múy preocúpado por la gúerra con Rúsia y
qúe no se le dijo nada de ello hasta finales de otonñ o de 1940 en Berchtesgaden. Aúnqúe sús
oú rdenes del 14 de agosto sobre el fin de la entrega de prodúctos a Rúsia en la primavera de
1941 parecen contradecir esa afirmacioú n, hay pocas dúdas de qúe intentoú disúadir a Hitler,
como húbiera hecho cúalqúier persona cúerda en posicioú n de dar consejo, de qúe
extendiera demasiado sús fúerzas en acciones simúltaú neas en el este, el oeste y el súr.
Preferíúa concentrarse en eliminar a Inglaterra de la gúerra y la úú nica extensioú n de actividad
de la qúe estaba a favor era en el Mediterraú neo [146]. Por úna vez estaba de acúerdo con
Raeder, qúe apoyaba feú rreamente esa líúnea de actúacioú n. Goering qúeríúa tomar Gibraltar
mediante la vieja estrategia de bombardeo segúido de asalto con paracaidistas contra el
Penñ oú n. Entonces, al haber qúedado cerrada para los ingleses la entrada occidental al
Mediterraú neo, ún Grúpo de Ejeú rcito bajo el mando de Rúndstedt invadiríúa Marrúecos y
Túú nez, mientras qúe ún segúndo Grúpo bajo el mando del mariscal de campo Fedor von
Bock descenderíúa a traveú s de Italia y crúzaríúa el mar hacia la Tripolitania. Un tercer ejeú rcito,
comandado por el mariscal de campo Sigmúnd List, tomaríúa Grecia, los Balcanes, los
Dardanelos y Ankara, y lúego crúzaríúa para cerrar el Canal de Súez a los ingleses. Despúeú s
de eso, segúú n creíúa Goering, los ingleses qúedaríúan a merced de Alemania y seríúa faú cil llegar
a ún acúerdo para únir fúerzas contra Rúsia. El 14 de noviembre, Halder se percatoú de qúe
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Goering estaba poco dispúesto a considerar úna misioú n de la Lúftwaffe contra las islas de
Cabo Verde, las Azores y las Canarias, pero por otro lado qúeríúa completa libertad de accioú n
en Espanñ a. A finales de enero, Goering y Stúdent fúeron convocados a Obersalzberg por
Hitler para discútir el úso fútúro de paracaidistas en las diferentes campanñ as qúe se
estaban planeando. Stúdent aportoú varias propúestas para la invasioú n de Inglaterra qúe
fúeron debatidas a fondo, inclúyendo la idea de ocúpar la peníúnsúla Devon-Cornúalles e
Irlanda del Norte. Stúdent se retiroú entonces y dejoú a Hitler y Goering solos. De camino de
vúelta a Berlíún, Goering le dijo a Stúdent: «No se preocúpe innecesariamente por el Ulster.
El Fúö hrer no qúiere invadir Inglaterra. De ahora en adelante, Gibraltar seraú sú principal
tarea».
Hitler, sin embargo, no seríúa disúadido de llevar a cabo sú gran estrategia: la Operacioú n
Barbarroja contra Rúsia. «Cúando empiece Barbarroja», dijo, «el múndo contendraú el
aliento y enmúdeceraú ». Goering, por tanto, acatoú la decisioú n dedicaú ndose a planificar la
operacioú n, como dijo en Núú remberg, segúú n la estrategia familiar: «El asúnto decisivo en el
momento del primer ataqúe era, como antes, aplastar el poder aeú reo del enemigo con todas
las fúerzas como objetivo principal». Cúando Milch súpo de la campanñ a, dijo a Goering qúe
debíúa detener a Hitler a toda costa, dicieú ndole «es sú responsabilidad hacerlo para salvar a
la Patria». Goering simplemente replicoú qúe era inúú til intentar hacer cambiar de opinioú n al
Fúö hrer en esa etapa, y amenazoú con someter a Milch a ún consejo de gúerra si intentaba
intervenir por sú cúenta. «No tolerareú qúe úno de los jefes de la Lúftwaffe sea tachado de
derrotista[147]».
Antes de la gran aventúra rúsa, Hitler teníúa qúe resolver las cosas en los Balcanes.
Dúrante el mes de febrero, ún ejeú rcito de ún milloú n de hombres entroú en Rúmaníúa y
Búlgaria, qúe ahora eran paíúses vasallos de Alemania, pero úna revúelta popúlar en
Yúgoslavia impidioú qúe Alemania túviera el faú cil acceso qúe deseaba a ese tercer territorio
balcaú nico. Hitler fúe presa de ún arrebato de rabia histeú rica; pospúso la invasioú n de Rúsia
dúrante meses y ordenoú a Goering qúe arrasara Belgrado desde el aire y a sús ejeú rcitos qúe
aplastaran a los yúgoslavos. La Lúftwaffe reprodújo las masacres de Varsovia y Rotterdam
sobre las cabezas de los civiles de Belgrado. Yúgoslavia capitúloú el 17 de abril tras once díúas
de resistencia, y los panzers avanzaron por sú territorio hacia Grecia. Hacia finales de abril
los alemanes estaban en Atenas y la divisioú n britaú nica qúe habíúa sido enviada desde Libia
para ayúdar a los griegos túvo qúe ser evacúada a trancas y barrancas. Stúdent qúeríúa qúe
sús paracaidistas captúraran Creta, y no le fúe difíúcil entúsiasmar a Goering con la idea.
Goering lo envioú a Hitler, qúien consintioú la campanñ a. La Divisioú n de paracaidistas logroú
conqúistar Creta a los ingleses, pero con grandes peú rdidas. «Ningúna isla estaú a salvo
ahora», se jactoú Goering de manera significativa. Las notas de Halder para el 8 de mayo
sobre la conqúista de Creta son interesantes: «Control operacional de Creta. [El mariscal de
campo] tendraú la responsabilidad general. Las fúerzas de tierra operaraú n bajo sú mando
con la exclúsioú n completa del O KH [Oberkommando des Heeres, el alto mando del ejeú rcito].
¡Un asúnto peligroso!». Solo ún mes antes, el 7 de abril, dúrante la campanñ a balcaú nica,
Halder habíúa comentado con amargúra la interferencia de Goering en los asúntos del
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ejeú rcito y habíúa anñ adido: «Han comenzado otra vez las malditas múrmúraciones»; ahora se
qúeja de qúe Goering parece qúerer convertir Creta en ún «dominio exclúsivo de la
Lúftwaffe».
Todos los soldados ingleses disponibles eran necesarios en AÁ frica para enfrentarse al
sombríúo conflicto con el general Erwin Rommel, qúe llegoú a la Tripolitania con úna divisioú n
blindada y algúnas únidades de la Lúftwaffe en febrero, y qúe habíúa expúlsado a los ingleses
de vúelta a las fronteras egipcias. Los ingleses túvieron en esa amarga primavera la súerte
de qúe Hitler rechazara úna vez maú s la insistencia de Raeder y el consejo de Goering de
conqúistar Súez y sellar el Mediterraú neo. La campanñ a contra Rúsia, ahora seriamente
retrasada, teníúa qúe ir primero, y los ejeú rcitos debíúan reorganizarse para el conflicto qúe
segúú n dijo Hitler a sús comandantes, debíúa «llevarse a cabo con úna dúreza inaúdita,
despiadada e inexorable». El 13 de mayo ordenoú a Himmler, «bajo sú propia
responsabilidad» qúe emprendiera «tareas especiales» en la administracioú n políútica de
Rúsia y ordenoú a Goering qúe organizara «la explotacioú n del paíús y la adqúisicioú n de sús
recúrsos econoú micos para sú úso por la indústria alemana».
Pero Hitler iba a súfrir úna seria conmocioú n personal mientras sús departamentos
planeaban la conqúista de Rúsia. El 10 de mayo, Rúdolf Hess, el tercero en la líúnea súcesoria
del imperio nazi, cúya mente estaba trastornada por la astrologíúa, despegoú de Aúgsbúrgo en
ún avioú n y voloú a Escocia. Hitler estaba en el Berghof y, segúú n Schmidt, cúando recibioú la
carta de Hess explicando lo qúe iba a hacer, fúe como si le húbiera golpeado la explosioú n de
úna bomba. Telefoneoú a Goering, qúe estaba en Veldenstein y le ordenoú qúe viniera
inmediatamente. Goering llegoú tras ún viaje en coche de tres horas y Hitler qúeríúa saber si
Hess podíúa llegar a Inglaterra de verdad. Goering dijo qúe síú, y entonces telefoneoú
inmediatamente a Galland, ordenaú ndole a eú l y a sú grúpo qúe despegaran en ún vano
intento por detener a Hess en sú Messerschmitt. Galland, creyendo qúe todo el múndo se
habíúa vúelto loco, ordenoú únos pocos vúelos simboú licos y lúego telefoneoú a Goering para
informar del fracaso de sú misioú n.
Dúrante la primavera, Goering continúoú trabajando en los planes para la invasioú n y
explotacioú n econoú mica de Rúsia, aúnqúe tambieú n teníúa qúe actúar como anfitrioú n de los
representantes del Eje qúe visitaban Alemania. El ministro de exteriores japoneú s, Yosúke
Matsúoka, habíúa visitado Berlíún a finales de marzo, al mismo tiempo qúe Hitler súcúmbíúa a
la rabia ante la oposicioú n yúgoslava a sús planes. Tanto Ribbentrop como Hitler insinúaron
a Matsúoka qúe era de esperar ún conflicto con la Unioú n Sovieú tica; hablaron sobre la
necesidad de mantener a los Estados Unidos fúera de la gúerra y sú esperanza de qúe Japoú n
atacara a Inglaterra a traveú s de Singapúr. Goering volvioú a repetir esos deseos cúando el
ministro lo visitoú en Carinhall, donde el esfúerzo beú lico no habíúa súpúesto obstaú cúlo para
las ampliaciones, qúe los albanñ iles acababan de terminar. Dúrante la recepcioú n, Matsúoka
se inclinoú hacia Schmidt, qúe actúaba de inteú rprete, y múrmúroú qúe habíúa gente en el
extranjero qúe decíúa qúe Goering estaba loco y qúe de hecho estúvo ingresado en ún
manicomio. Despúeú s de la recepcioú n Goering le obseqúioú con la consabida visita gúiada por
la casa y le mostroú sú maqúeta de ferrocarril, qúe Matsúoka admiroú especialmente.
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La directiva oficial de Hitler del 13 de mayo confirmoú formalmente a Goering en el cargo
de planificador de la explotacioú n econoú mica de Rúsia; de hecho se trataba de úna
ampliacioú n de sús poderes como Plenipotenciario para el Plan de Cúatro Anñ os. En abril, con
sú acostúmbrada capacidad para crear súperposiciones administrativas en conflicto, Hitler
habíúa nombrado a Alfred Rosenberg, el inepto filoú sofo del movimiento nazi, comisario para
la Regioú n de Eúropa Oriental. La friccioú n era inevitable; tanto Rosenberg como Goering
estaban fúriosos por la idea del solapamiento de sús respectivas aútoridades en el mismo
territorio.
Dúrante los meses de mayo, júnio y júlio, Goering firmoú directivas para sú Organizacioú n
Econoú mica para el Este tan despiadadas en sús oú rdenes de explotacioú n qúe eú stas se
convertiríúan en algúnos de los principales docúmentos citados por la acúsacioú n en los
júicios de Núú remberg. Dio detalladas instrúcciones para el saqúeo de Rúsia ún memorando
emitido el 2 de mayo qúe comenzaba diciendo: «La gúerra pide ser continúada soú lo si todas
las fúerzas armadas son alimentadas por Rúsia en el tercer anñ o de la gúerra. No hay dúda
de qúe millones de personas moriraú n de hambre si tomamos lo qúe necesitamos del
paíús[148]». Esas directivas llegaron a ser conocidas como el Archivo o Carpeta Verde.
Un informe de alto secreto del 23 de mayo conteníúa esta declaracioú n:
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comandantes de únidades destinadas en Francia, hablando soú lo en teú rminos de úna
invasioú n en súelo ingleú s. Pero despúeú s se llevoú aparte a Galland, Werner Moö lders y otros
oficiales súperiores, soltoú úna risita y dijo «No habíúa ni úna pizca de verdad en todo eso».
Entonces les contoú qúe la invasioú n de Rúsia era inminente. Fúe ún golpe qúe los dejoú
estúpefactos, segúú n Galland; creíúa qúe la base de la estrategia de Hitler era evitar a toda
costa batallar en dos frentes opúestos. Goering, sin embargo, no parecíúa preocúpado en lo
maú s míúnimo; desprecioú la capacidad de la Fúerza Aeú rea sovieú tica y dijo qúe eú sta era úna
oportúnidad para qúe la Lúftwaffe volviera a brillar y derribar enemigos como si estúvieran
tirando al plato. En cúanto a Inglaterra, eso ya se solúcionaríúa dentro de únos cúantos
meses, úna vez qúe Rúsia fúera derrotada. Goering destinoú a Moö lders al frente del este y le
dijo a Galland qúe lo enviaríúa a relevarlo seis meses despúeú s del inicio de la campanñ a.
«Usted haraú el resto, Galland», dijo Goering en sú manera maú s paternal. Mientras tanto, por
súpúesto, habíúa qúe mantener el secreto.
La Lúftwaffe en ese momento estaba múy repartida por los campos de aviacioú n de
Eúropa. Teníúa ún cúartel general en Roma, ún mando operacional en Sicilia cúyo objetivo
era neútralizar Malta (qúe fúe bombardeada sin misericordia desde 1941 a 1943) y negar el
Mediterraú neo a los ingleses, y habíúa bases en AÁ frica del Norte para apoyar a Rommel.
En 1941 Rommel era, de hecho, el amo del aú rea, pero con el inicio de la campanñ a rúsa los
grúpos desplegados apresúradamente qúe habíúan súrcado los cielos balcaú nicos para
captúrar Yúgoslavia, Grecia y Creta fúeron llevados al norte a toda prisa para apoyar a los
ejeú rcitos del este, mientras qúe dos grúpos relativamente peqúenñ os, qúe ascendíúan a únos
doscientos aparatos operativos cada úno, se qúedaban atraú s para controlar Malta y el
Mediterraú neo y apoyar a Rommel. Los recúrsos de Goering en hombres y aparatos
empezaban a dar senñ ales de desgaste y túvieron eú xito solamente porqúe en esa etapa de la
gúerra teníúan múy poca oposicioú n en el cielo. Mientras los ingleses constrúíúan úna fúerza
qúe empezaba a mostrar sú capacidad dúrante el invierno de 1941-42, los alemanes
desaprovecharon sú periodo de dominio absolúto dilúyendo sú fúerza en ún aú rea qúe
resúltoú ser demasiado grande. Fracasaron por completo en la peqúenñ a campanñ a de Irak; los
ataqúes en el aú rea del Mediterraú neo mengúaron en verano y los britaú nicos comenzaron a
trasladarse para la ofensiva contra el traú fico maríútimo alemaú n en el Mediterraú neo. Aúnqúe
la Lúftwaffe teníúa el apoyo de la Fúerza Aeú rea Italiana, eú sta era relativamente ineficiente y
hacia el otonñ o de 1941 se alcanzoú úna cierta paridad en el aire entre el Eje y los ingleses. La
sitúacioú n no cambiaríúa hasta enero de 1942, cúando Goering corrioú el riesgo de retirar
aviones del frente rúso y doblar las fúerzas de la Lúftwaffe en Italia y Sicilia bajo el mando
de Kesselring. Entonces Malta volveríúa a súfrir.
Los vertiginosos eú xitos de la campanñ a rúsa soú lo sirvieron para aúmentar los delirios de
Hitler. Los ejeú rcitos tardaron tres semanas en llegar a Smolensko, a trescientos cincúenta
kiloú metros de Moscúú , y segúir presionando hacia el norte en direccioú n a Leningrado y al súr
hacia Kiev, la capital de Ucrania donde agúardaban los súministros de alimentos qúe tanto
ansiaban los alemanes. La invasioú n túvo tanto eú xito qúe Hitler en júlio planeaba desbandar
cúarenta divisiones de sús ejeú rcitos de forma qúe la mano de obra qúe representaban
196
púdiera ser empleada en la indústria armamentíústica. Pese a esos eú xitos, Halder dejoú
constancia el 1 de júlio de qúe los planes de la Lúftwaffe para concentrar sú potencia aeú rea
eran «de núevo ún absolúto embrollo» debido a la confúsioú n en las discúsiones entre
Goering y Hitler. La Lúftwaffe, en cúalqúier caso, habíúa «súbestimado en gran medida la
fúerza númeú rica del enemigo». Una semana despúeú s, el 8 de júlio, Halder registroú la
decisioú n de Hitler de úsar la Lúftwaffe para bombardear Moscúú y Leningrado, «de forma
qúe nos libre de la necesidad de alimentar a la poblacioú n dúrante el invierno».
Goering se contaba entre los qúe estúvieron presentes el 16 de júlio en úna conferencia
celebrada en el cúartel general de Hitler sobre la explotacioú n de los territorios captúrados
por Alemania, qúe eran múcho mejores qúe simples colonias, como senñ aloú el Fúö hrer.
Mientras qúe Rosenberg era tan deú bil como para expresar algo de preocúpacioú n por el
tratamiento de los úcranianos, Goering dijo qúe lo úú nico qúe importaba era explotar el
granero de Ucrania. Tambieú n pidioú a Hitler qúe anñ adiera los bosqúes de Białystok en el
Baú ltico a Prúsia Oriental, porqúe eran búenos territorios de caza. Hitler, sin embargo, dijo
qúe estaba decidido a incorporar todos los estados baú lticos al territorio del Reich y arrasar
Leningrado hasta el súelo. El territorio del Reich tambieú n debíúa inclúir Crimea, la regioú n del
Volga, Bakúú y Carelia oriental. Discútieron asúntos de Estado Mayor, Goering insistiendo, en
contra de las fúú tiles súgerencias de Rosenberg, en qúe la eficiencia era lo úú nico qúe
importaba en la organizacioú n de la prodúccioú n y el transporte agríúcola. Teníúa intencioú n de
llevar únidades de entrenamiento de la Lúftwaffe a Rúsia porqúe sús lecciones de
bombardeo ayúdaríúan a disciplinar a la poblacioú n si habíúa problemas. Despúeú s del cafeú ,
Hitler dijo qúe Eúropa ahora era soú lo ún concepto geograú fico; múy pronto el Reich se
extenderíúa hacia Asia[150].
El 16 de septiembre, Goering presidioú úna reúnioú n de oficiales del ejeú rcito alemaú n para
reexaminar la explotacioú n de los súministros de alimentos qúe ahora estaban a sú
disposicioú n en Rúsia. Hizo hincapieú úna vez maú s en lo qúe ya se habíúa dicho en el Archivo
Verde. «En los territorios ocúpados, en principio, soú lo aqúellos qúe trabajen para nosotros
recibiraú n úna cantidad adecúada de comida. Aúnqúe úno qúisiera alimentar al resto de los
habitantes, no se podríúa hacer en los territorios orientales recientemente ocúpados. Por
tanto, seríúa ún error desviar súministros de comida con este propoú sito, si se hiciera seríúa a
expensas del ejeú rcito y exigiríúa el envíúo de mayores súministros desde casa». El 7 de
noviembre dio maú s oú rdenes en úna reúnioú n sobre el úso de obreros rúsos para trabajos
pesados en el Reich[151].
Goering tambieú n estúvo implicado en las directrices para el tratamiento de los júdíúos en
tiempo de gúerra. El 31 de júlio Goering entregoú a Heydrich sú púesto, en el qúe se le
encargaba de extender «la solúcioú n final al problema júdíúo» al aú rea total controlada por el
Reich en Eúropa. Heydrich recibioú oú rdenes formales en la jerga oficial correcta:
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necesarios considerando aspectos organizativos, financieros y materiales para úna
solúcioú n total [Gesamtloö súng] de la cúestioú n júdíúa en el aú rea de inflúencia alemana
en Eúropa… Tambieú n le ordeno qúe me envíúe lo antes posible el plan general
describiendo las medidas de organizacioú n y accioú n necesarias para llevar a cabo la
deseada solúcioú n final [Endloö súng] del problema júdíúo[152].
La natúraleza exacta de esta solúcioú n «final» a diferencia de úna «total», segúú n dijo en
Núú remberg el secretario de Estado de Hitler Hans Lammer, fúe expresada en la forma de
úna orden de Hitler qúe pasoú de Goering a Heydrich y qúe probablemente fúe dada de
palabra y núnca se escribioú . Pero para cúando esta carta fúe enviada a Heydrich, los grúpos
de exterminio ya estaban manos a la obra en Rúsia.
Seis meses despúeú s, el 20 de enero de 1942, en úna conferencia celebrada en Wannsee
para debatir la eliminacioú n de los júdíúos en Eúropa, Heydrich se encontroú con qúe los
representantes de la Organizacioú n Econoú mica para el Este de Goering qúeríúan exenciones
para los trabajadores júdíúos en la indústria armamentíústica. De hecho, Goering, en sú
intervencioú n inicial de 1941, consigúioú mantener sin deportar dúrante cerca de ún anñ o a los
trabajadores júdíúos de la indústria armamentíústica y sús familias. Pero, como ahora ya sabe
el múndo, la «solúcioú n final» ya se habíúa convertido en la temible convocatoria a los campos
de exterminio en masa. Pese a sús protestas en Núú remberg y los teú rminos
comparativamente inocentes empleados en sús instrúcciones para Heydrich, no hay dúda
de qúe Goering sabíúa en principio qúe el genocidio era ahora la praú ctica oficial de sús
colegas. Si qúedaba algúna dúda, entonces debioú tener tapados los oíúdos, cúando en la
reúnioú n qúe presidioú , úno de los «comisarios del Reich» para los territorios ocúpados
comentoú ún informe sobre la masacre de 55 000 júdíúos en Bielorrúsia diciendo qúe «Soú lo
qúedan únos pocos júdíúos vivos. Decenas de miles han sido eliminados».
En úna conferencia del 7 de noviembre, Goering impartioú directivas qúe exigíúan la
explotacioú n despiadada de los civiles rúsos y los prisioneros de gúerra como mano de obra.
Alemania teníúa para entonces únos cinco millones de prisioneros de gúerra, de los cúales
dos millones fúeron empleados en las indústrias beú licas. Goering estaba bastante dispúesto
a ordenar qúe hombres libres fúeran apresados y empleados como prisioneros si no
consentíúan en trabajar en y para Alemania bajo ún contrato normal [153].
A finales de agosto, cúando Alemania empezaba a sentir los dientes de la resistencia
rúsa frente a Moscúú , Mússolini visitoú el cúartel general de Hitler en el frente del este, qúe
estaba en ún bosqúe cerca de Rastenbúrg, en Prúsia Oriental, no lejos del coto de caza de
Goering en Rominten; el cúartel general, conocido como la Gúarida del Lobo, parecíúa úna
aldea alpina compúesta de chalets. Allíú Hitler dio úna conferencia a sús senñ ores de la gúerra
sobre la campanñ a rúsa y admitioú qúe habíúa súbestimado el grado de resistencia qúe sús
ejeú rcitos estaban experimentado en esos momentos. Segúú n Hassell, Goering fúe el anfitrioú n
de Hitler y Mússolini en úna cena; Mússolini aparentemente se comportoú con múcha
frialdad hacia eú l, aúnqúe Goering le entregoú al Dúce ún aú lbúm de fotografíúas de la visita de
Brúno Mússolini a las bases atlaú nticas de la Lúftwaffe.
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Comparado con lo qúe ocúrríúa en Rúsia, la gúerra aeú rea en tre Inglaterra y Alemania en
el verano de 1941 fúe ún asúnto relativamente caballeresco. Los aviadores se respetaban
mútúamente y Goering permitioú de búena gana qúe la R AF tirara en paracaíúdas ún par de
piernas artificiales para el teniente coronel Doúglas Bader, qúe habíúa sido derribado
despúeú s de ún dúelo en el aire. En otonñ o, Galland, qúe habíúa sido senñ alado por Goering
como fútúro miembro de sú Estado Mayor súperior y en consecúencia era invitado con
asidúidad a sús caceríúas, fúe convocado a Veldenstein para hablar sobre el creciente peso de
los ataqúes de la RAF sobre Alemania. Para Goering, el asúnto soú lo parecíúa tener
importancia temporal; múy pronto todos los aviones volveríúan del este. El trabajo de la
Lúftwaffe, repitioú Goering incesantemente, no era la defensa. Pero Galland segúíúa
preocúpado; se habíúa enviado ún gran núú mero de cazas al este, y múchos fúeron
reconvertidos en cazabombarderos, mientras qúe en las faú bricas la prodúccioú n de
bombarderos segúíúa siendo prioritaria. Mientras tanto, la R AF aprovechaba este periodo de
invúlnerabilidad comparativa para aúmentar el alcance y la escala de sús incúrsiones.
Goering, sin embargo, preferíúa dejar la defensa a la artilleríúa antiaeú rea. En el este, la
Lúftwaffe encontroú imposible dar al ejeú rcito el apoyo efectivo qúe debíúa proporcionar. Sú
fúerza estaba dispersada a lo largo de miles de kiloú metros, y se convirtioú en úna fúerza
secúndaria en la estrategia alemana qúe con tanto vigor combatíúan los rúsos. Los díúas
gloriosos de la Lúftwaffe como fúerza estrateú gica por derecho propio se habíúan acabado, y
el intereú s de Goering en ella mengúoú perceptiblemente.
En noviembre ocúrrioú el súicidio del general Udet traú s úna violenta escena con Goering,
qúe habíúa colocado ún peso excesivamente grande de responsabilidad sobre los hombros
de este animoso, gallardo y despreocúpado piloto de la Primera Gúerra Múndial. Aúnqúe
popúlar entre los joú venes aviadores, Udet no habíúa estado a la altúra de la tarea de
organizar el desarrollo de la prodúccioú n e investigacioú n de la Lúftwaffe [154]. Goering insistioú
en qúe el súicidio se mantúviera en secreto, aúnqúe los rúmores se extendieron, y la múerte
de Udet fúe atribúida oficialmente el 18 de noviembre a ún accidente mientras probaba úna
núeva arma. Se ordenoú ún fúneral de Estado para el 21 de noviembre, y Werner Moö lders,
qúe recientemente habíúa sido nombrado general de la fúerza de cazas de la Lúftwaffe, se
estrelloú y múrioú cúando se dirigíúa al fúneral. Goering caminoú detraú s del feú retro de Udet
hacia el Invalidenfriedhof en el norte de Berlíún, donde pronúncioú ún discúrso fúú nebre,
llorando púú blicamente bajo los focos. Cúando se retiroú para ponerse al lado del Fúö hrer, la
marcha del Götterdämmerung empezoú a sonar alzaú ndose en ún crescendo.
Dúrante el periodo del 24 al 27 de noviembre, Ciano estúvo en Berlíún, aparentemente
para celebrar el Pacto Antikomintern. Se reúnioú con Goering varias veces y el mariscal del
Reich le dedicoú en sú honor úna grandiosa recepcioú n en sú residencia de Berlíún. En
conversacioú n privada Ciano contaríúa posteriormente qúe «Goering le dio ún cariz
verdaderamente amistoso a la conversacioú n como no habíúa visto en eú l desde hacíúa múcho
tiempo». Goering alaboú a las fúerzas italianas en Libia «con todos los rasgos de sú
temperamento impetúoso y entúsiasta». Dijo qúe le preocúpaba la sitúacioú n alimentaria en
199
Grecia y qúe estaba considerando pedir ayúda a Roosevelt; si el presidente norteamericano
se negaba a enviar ayúda, ¡entonces la cúlpa de qúe los griegos pasaran hambre seríúa súya!
Y anñ adioú , segúú n Ciano:
En el propio Berlíún, en opinioú n de Ciano, aúnqúe la moral parecíúa alta, no habíúa ningúú n
entúsiasmo en absolúto por la gúerra.
En el fúneral de Moö lders qúe sigúioú al de Udet al final del mes, Goering apartoú a Galland
de la gúardia de honor hacieú ndole senñ as con sú bastoú n y le dijo qúe ahora eú l era el general
de la fúerza de cazas de la Lúftwaffe en lúgar de Moö lders. Goering, de forma tíúpica en eú l,
transmitioú la despedida de Galland a sú mando en Francia mientras iba a visitar la túmba de
sú sobrino Peter Goering, qúe habíúa múerto en combate como piloto de caza, para lúego
disfrútar de ún periodo de relax en Paríús. El 1 de diciembre túvo úna entrevista con el
mariscal Peú tain; viajoú en tren especial e iba acompanñ ado de Galland, a qúien le dijo en el
camino: «En veinte minútos habreú terminado con el viejo caballero». Goering emergioú de la
entrevista tras tres horas de reúnioú n y con aspecto de estar enojado; segúú n Schmidt, qúe
tradúcíúa, no parecíúa qúe húbiera en realidad razoú n algúna para qúe la reúnioú n túviera lúgar.
Habíúa terminado en púnto múerto; Goering exigioú qúe los franceses fúeran maú s eneú rgicos a
la hora de defender sús colonias contra los ingleses y Peú tain replicoú qúe necesitaba maú s
fúerzas y maú s material beú lico. Cúando Goering se disponíúa a marcharse, Peú tain, envejecido y
contrariado, se olvidoú de sú dignidad y metioú con firmeza en el bolsillo del mariscal del
Reich ún memoraú ndúm qúe eú ste se habíúa negado a aceptar.
Mientras Goering hablaba, iba de compras y evalúaba los tesoros artíústicos reúnidos en
Paríús para sú inspeccioú n, los ejeú rcitos alemanes experimentaban el salvaje invierno rúso
para el qúe Hitler no les habíúa eqúipado. Las carreteras se desintegraban, la nieve caíúa y las
temperatúras eran catastroú ficas. La raú pida victoria degeneroú en ún púnto múerto, mientras
los rúsos e ingleses úsaban los valiosos meses de invierno para fortalecerse con vistas a úna
ofensiva de primavera. Galland se trasladoú al cúartel general de la Lúftwaffe en Goldap,
Prúsia Oriental, convenientemente cercano a la sede del Estado Mayor de Goering en
Rominten y al cúartel general del Fúö hrer en Rastenbúrg. Pronto descúbriríúa lo escasos qúe
eran los recúrsos húmanos de la Lúftwaffe para reforzar la fúerza de caza para la
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primavera. Milch, como núevo jefe de la prodúccioú n de aviones, estaba aúmentando la
prodúccioú n de cazas; la políútica a segúir era meter mano profúndamente en las reservas de
hombres qúe recibíúan entrenamiento para darles instrúccioú n intensiva en preparacioú n para
úna segúnda y devastadora ofensiva raú pida contra Rúsia. Galland se lo comúnicoú a
Jeschonnek, el jefe del Estado Mayor, qúien túvo qúe interpretar esa orden de úna forma
qúe repercútiríúa adversamente en la eficiencia de la Lúftwaffe a largo plazo.
Cúando Hitler concedioú a Galland otra condecoracioú n, los brillantes para sú Crúz de
Caballero, Goering se la qúedoú mirando con cúriosidad y exigioú examinarla maú s de cerca.
Galland habíúa segúido la úsúal praú ctica no oficial de asegúrar la cinta qúe sosteníúa la crúz
con úna liga de mújer ocúlta bajo el cúello de la camisa; cúando se acallaron las risas,
Goering cogioú las piedras preciosas, las examinoú y afirmoú qúe no eran diamantes. Dijo qúe
el Fúö hrer, qúe no sabíúa nada acerca de tales asúntos, habíúa sido enganñ ado. Maú s tarde, en
Carinhall, le devolvioú sú condecoracioú n a Galland, qúe habíúa sido arreglada por sú propio
joyero. «Esos son los diamantes del Fúö hrer», dijo Goering, «y eú stos los del mariscal del
Reich. ¿Qúieú n de nosotros sabe algo de diamantes?».
1942 fúe el primer anñ o en qúe Alemania recibioú la fúerza completa de las represalias
armadas en sú contra. Hitler, trabajando en ún estado cada vez mayor de aislamiento
mental, echoú la cúlpa de los reveses a sús generales y se negoú a dejarse aconsejar por nadie,
inclúido Goering, cúyo fracaso en el aire se volvioú patente úna vez qúe comenzaron los
grandes bombardeos ingleses en primavera. Alemania, alimentaú ndose de los recúrsos y la
mano de obra esclava de los territorios conqúistados, úsoú en vano sú fúerza formidable en
úna contienda qúe se extendíúa desde AÁ frica del Norte al Baú ltico pasando por Rúsia y de
Norúega a Francia y a la propia Alemania pasando por Inglaterra. El Reichstag anñ adioú a
todo a eso, casi sin prestarle importancia, la declaracioú n de gúerra del 11 de diciembre
contra los Estados Unidos, cúatro díúas despúeú s de qúe los japoneses húbieran lanzado sú
ataqúe sorpresa contra Pearl Harboúr.
Goering fúe a Roma en enero, en ún intento por arrancarle a Mússolini ún compromiso
mayor con el gran conflicto qúe se avecinaba y para pedirle qúe aúmentara la ayúda militar.
Celebroú sú cúmpleanñ os con úna lújosa recepcioú n el 12 de enero y a continúacioú n la prensa
se refirioú a eú l con sú tíútúlo de Paladíún del Fúö hrer. Sin embargo, cúando llegoú a Roma el 28 de
enero, nada maú s bajar del tren dijo qúe «estamos pasando por tiempos difíúciles». En
conversacioú n con Mússolini, echoú la cúlpa del estancamiento en Rúsia a los generales como
si fúera el propio Hitler qúien hablara; se mostroú esceú ptico con qúe Francia hiciera úna
contribúcioú n úú til al Eje, pero estaba convencido, segúú n dijo, de qúe Rúsia caeríúa dúrante
1942 e Inglaterra en 1943. Mientras tanto, qúeríúa reanúdar el ataqúe contra Malta. «No hay
nada maú s qúe se púeda hacer en este invierno», anñ adioú a Mússolini, qúe se le qúedoú
mirando pensativamente. Ciano, qúe segúíúa sin sentir múcho amor por Goering, lo describe
como «abotargado y prepotente» y dice qúe se «pavoneoú henchido de felicidad» delante de
los comandantes italianos qúe eran sús anfitriones. El 4 de febrero cenoú con Ciano y se jactoú
de las joyas qúe poseíúa, y qúe de hecho mostraba en sús dedos.
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Me dicen qúe júega con sús joyas como lo haríúa ún ninñ o con sús canicas [escribioú
Ciano con sú habitúal deleite malicioso]. Dúrante el viaje estaba nervioso, por lo qúe
sús ayúdantes le llevaron ún peqúenñ o jarroú n lleno de diamantes. Los púso sobre la
mesa y los contoú , los púso en líúnea, los revolvioú y se calmoú por completo. Uno de sús
altos oficiales dijo la noche pasada qúe «tiene dos amores: los objetos bonitos y
hacer la gúerra». Ambos son aficiones múy caras. En la estacioú n llevaba ún gran
abrigo de marta, algo a medio camino entre lo qúe llevaban los motoristas en 1906 y
lo qúe llevaríúa úna prostitúta de lújo a la oú pera… No soú lo es aceptado en Alemania,
sino qúe qúizaú s inclúso es amado por ello. Eso se debe a qúe tiene úna pizca de
húmanidad.
En febrero Goering presidioú el consejo de gúerra del general Von Sponeck y dejoú bien claro,
cúando el general fúe condenado a múerte por ordenar úna retirada taú ctica en Crimea, qúe
Hitler no esperaba otra cosa de sús comandantes sino obediencia. A esas altúras Hitler
insúltaba abiertamente a sús oficiales súperiores en las conferencias qúe convocaba,
mientras interferíúa cada vez maú s con los detalles de sús mandos. Los cambios constantes de
personal eran los síúntomas de sú impaciencia y megalomaníúa, y finalmente se nombroú a síú
mismo comandante general del Ejeú rcito en diciembre. Concentraú ndose como ún
hipnotizador en sú fortaleza del bosqúe, impúso a sús generales qúe resistieran las crúeles
condiciones del invierno rúso, con ejeú rcitos qúe no estaban adecúadamente vestidos y con
armas congeladas. Las tropas no podíúan operar en el barro helado y los profúndos
ventisqúeros. Un tercio de sú ejeú rcito habíúa múerto, estaba herido o desaparecido hacia
febrero de 1942.
Goering, qúe ya no podíúa destacar a traveú s de las esporaú dicas actividades de la
Lúftwaffe, segúíúa púdiendo expresar sú poder mediante la economíúa de Alemania. El
departamento del Plan de Cúatro Anñ os emitioú el 29 de júnio ún decreto dirigido a las
aútoridades tanto civiles como militares en los territorios ocúpados declarando qúe «se
debíúan emplear todos los meú todos posibles» para obligar a los trabajadores a trasladarse a
Alemania. El 21 de marzo, Fritz Saúckel fúe nombrado Plenipotenciario general para la
Fúerza Laboral, directamente responsable ante Goering, y el 27 de marzo Goering dictoú sú
decreto habilitador concediendo a Saúckel los terribles poderes qúe finalmente lo llevaríúan
al banqúillo de los acúsados en Núú remberg:
Mis secciones laborales qúedan abolidas por la presente. Sús deberes, reclútamiento
y asignacioú n de mano de obra y la regúlacioú n de las condiciones de trabajo seraú n
asúmidas por el Plenipotenciario general para la Fúerza Laboral, qúe estaú
directamente bajo mi aútoridad… En caso de ordenanzas e instrúcciones de
importancia fúndamental, se me informaraú por adelantado[156].
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diferentes materiales entre las tres ramas de las fúerzas armadas. Speer redactoú el borrador
del decreto qúe Goering emitioú el 25 de abril, y en realidad era el súbordinado de Goering;
Todt, sú predecesor, habíúa estado en malos teú rminos con Goering precisamente porqúe no
habíúa trabajado directamente bajo sú aútoridad. Una vez maú s, Hitler creoú redes
administrativas qúe se enredaban creando núdos qúe obstacúlizaban el esfúerzo beú lico.
Speer, sin embargo, demostroú ser notablemente eficiente, aúnqúe posteriormente se
convertiríúa en ún antinazi convencido y planearíúa ún atentado contra Hitler. Speer tambieú n
evitoú qúe Goering estúviera presente en las reúniones de la Júnta, porqúe, como declaroú en
Núú remberg, «No nos húbiera sido de ningúna útilidad, ya qúe despúeú s de todo teníúamos
qúe hacer ún trabajo praú ctico». Pese a los bombardeos de los Aliados, Speer llevoú la
prodúccioú n armamentíústica alemana a sú maú ximo dúrante la úú ltima parte de 1944.
El 6 de agosto de 1942, Goering presidioú en el Ministerio del Aire úna conferencia de los
comisarios para los territorios ocúpados en la qúe recalcoú el alcance incrementado de sús
poderes como plenipotenciario. Dijo a los comisarios: «Dios sabe qúe no se les envioú a
trabajar por el bienestar de las poblaciones, sino a exprimirlas todo lo posible para qúe el
púeblo alemaú n viva… Me da lo mismo qúe me cúenten qúe sús púeblos se múeren de
hambre». Repasoú la cúota de alimentos asignada territorio a territorio. Inclúso le parecíúa
apropiado ún poco de húmor negro: «Me parece qúe en otros tiempos era ún asúnto
relativamente sencillo. Se solíúa llamar saqúeo. El grúpo de conqúistadores en cúestioú n
decidíúa qúeú se llevaba de los conqúistados. Pero hoy en díúa las cosas se dicen de manera
maú s fina. A pesar de eso, mi intencioú n es saqúear y hacerlo a fondo… si encúentran algo qúe
el púeblo alemaú n púeda necesitar, deben ir tras ello como sabúesos de caza. Debe ser
retirado de los almacenes y enviado a Alemania». Terminoú con úna amenaza: «Caballeros,
tengo múcho qúe hacer y múchas responsabilidades. No tengo tiempo para leer cartas y
notificaciones informaú ndome de qúe no púeden súministrarme lo qúe pido. Soú lo tengo
tiempo de establecer… si se cúmplen los compromisos… obtendreú lo qúe exijo de ústedes, y
si no púeden daú rmelo, creareú agencias qúe se lo sacaraú n les gúste o no». Soú lo túvo algúú n
elogio para Saúckel: «Lo qúe ha hecho en tan poco tiempo para reúnir trabajadores de toda
Eúropa y llevarlos a núestras faú bricas con tanta rapidez es úna hazanñ a úú nica. Debo decirles
qúe si todo el múndo aplicara en sús propias aú reas úna deú cima parte de la energíúa qúe el
Gaúleiter Saúckel ha aplicado, entonces completaríúan faú cilmente las tareas qúe se les han
encomendado[157]».
Esas maneras directas y agresivas eran, por súpúesto, tan normales en Goering cúando
trataba con sús súbordinados como en determinados maestros de escúela cúando se
dirigen a alúmnos reticentes. Pero sús modales arrogantes en esa conferencia importante
sin dúda ocúltaban sú propia inqúietúd por la aútoridad. Como Hitler, se escondíúa de la
verdad de qúe la gúerra a la qúe estaba tan dedicado ya no iba bien. Cúando Walter
Schellenberg, jefe del Servicio de Inteligencia Exterior de Himmler, le presentoú ún informe
especial sobre la prodúccioú n beú lica estadoúnidense a principios de 1942, Goering tan soú lo
púdo decir: «Todo lo qúe ha escrito son completas tonteríúas, deberíúa ir a qúe ún psiqúiatra
evalúú e sú estado mental». El informe conteníúa prúebas sobre el desarrollo de la fúerza
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aeú rea estadoúnidense y afirmaba qúe la prodúccioú n anúal de acero en los Estados Unidos
era de ochenta y cinco a noventa millones de toneladas. Hacia marzo de 1942, segúú n
Schellenberg, Goering ya no teníúa importancia, sú prestigio habíúa súfrido dúramente en la
ofensiva aeú rea contra Inglaterra y «parecíúa haber perdido casi todo intereú s en los grandes
acontecimientos militares». Schellenberg hace referencia a sú «dependencia cada vez
mayor de la morfina» y dice qúe múchos atribúyeron sú peú rdida de inflúencia a esa adiccioú n
y a sú «entrega cada vez mayor a úna vida de lújo». En marzo, Himmler envioú a
Schellenberg a ver a Goering en Carinhall para súgerirle qúe la organizacioú n especial a gran
escala para las escúchas telefoú nicas y de radio en Alemania y los territorios ocúpados,
conocida como el Institúto de Investigacioú n [Forschungsamt] de Goering, pasara a manos de
Himmler. Goering hizo esperar a Schellenberg en el vestíúbúlo y lúego aparecioú
repentinamente ataviado con toga y sandalias y portando sú bastoú n de mariscal. Mientras
escúchaba a Schellenberg, se sentoú a úna mesa en la qúe habíúa ún cúenco de cristal tallado
lleno de perlas y joyeríúa antigúa, y se dedicoú a júgúetear con ellas con tanta concentracioú n
qúe parecíúa como si húbiera entrado en trance[158].
Himmler llamoú a Goering «el rey del mercado negro». Pese a todo, en marzo Goering
firmoú úna ley contra la especúlacioú n y el estraperlo, aúnqúe Goebbels afirmoú qúe sús
teú rminos eran maú s súaves de lo qúe deberíúan haber sido. En cúalqúier caso, anñ adioú : «el
comportamiento de las personas destacadas en la vida políútica deberíúa ser acorde a esos
teú rminos», lo qúe sin dúda era ún púntilla dirigida al propio Goering, cúya vida de lújo
manifiesto siempre habíúa ofendido al severo e intolerante ministro de Propaganda. Sin
embargo, Goebbels decidioú en marzo qúe era hora de tener úna charla con Goering, y se
sorprendioú de encontrarlo en «úna condicioú n fíúsica excepcionalmente búena». En sú diario
secreto, Goebbels rinde ún inesperado homenaje al esfúerzo de Goering, a sús «enormes
eú xitos» y a sú soú lido sentido comúú n. Hablaron de múchos asúntos, inclúyendo la
reprimenda qúe Goering habíúa enviado recientemente a dos obispos catoú licos qúe se
habíúan expresado abiertamente contra el reú gimen; les habíúa recordado sú júramento, hecho
a eú l en persona, de fidelidad al Estado. Por otro lado, coincidioú con Goebbels qúe era poco
prúdente por parte del partido insistir en la retirada de los crúcifijos de las escúelas y
hospitales. Las confesiones cristianas, en opinioú n de ambos, podíúan esperar hasta despúeú s
de la gúerra para ser nazificadas. Sobre la gúerra en síú, Goering expresoú dúdas sobre si la
ofensiva de primavera y verano triúnfaríúa sobre los rúsos. Los dos ministros cotillearon
sobre los defectos de los mariscales de campo y los generales, y sobre sús colegas Frick y
Rosenberg, y fantasearon sobre eliminar la líúnea divisoria entre Eúropa y Asia para crear
úna vasta hegemoníúa eúroasiaú tica. Goering, sin embargo, era «caúto» en sús pronoú sticos.
Cúando se despidieron, descúbrieron qúe habíúan disfrútado tanto de sú charla qúe
decidieron allíú mismo y en ese momento volver a reúnirse con maú s frecúencia.
Al mes sigúiente, Goebbels comentoú el grandioso lengúaje del homenaje al Fúö hrer qúe
Goering públicoú en ocasioú n del cúmpleanñ os de Hitler, pero no le impresionoú tanto cúando
hizo úna aparicioú n en púú blico el 26 de abril y presentoú a Hitler en úna sesioú n del Reichstag;
habloú , segúú n Goebbels «de manera confúsa y entrecortada», y sú falta de segúridad y
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aparente descúido en los modales caúsaron considerables críúticas [159]. Hitler proclamoú
osadamente la campanñ a qúe estaba a púnto de desatar contra Rúsia, pero sin dúda el
momento era poco propicio para qúe Goering apareciera, ya qúe ni la Lúftwaffe ni las
defensas antiaeú reas habíúan sido capaces de aliviar los bombardeos a gran escala contra
Rostock qúe habíúan tenido lúgar en las noches recientes.
Mayo fúe ún mes desafortúnado para Goering. Primero, súfrioú ún disgústo enorme
cúando descúbrioú qúe ún miembro de la Lúftwaffe en el Departamento de «Investigacioú n»
de escúchas telefoú nicas, el teniente Harro Schúlze-Boysen, el exceú ntrico nieto del almirante
von Tirpitz, era el jefe de ún extenso cíúrcúlo de espionaje conocido como la Rote Kapelle, la
Orqúesta Roja, qúe trabajaba para los rúsos y qúe teníúa agentes en varios ministerios. El
descúbrimiento condújo a cincúenta ahorcamientos. A finales de ese mes, el ministro de
Jústicia, Franz Schlegelberger, confioú a Goering los docúmentos del júicio contra ún
malversador llamado Pieper, en los qúe aparecíúan con frecúencia el nombre de Goering y el
de sú primo Herbert Goering. Parte de la defensa de Pieper era qúe habíúa actúado de canal
a traveú s del cúal destacados empresarios habíúan hecho regalos a Goering para ganarse sú
búena volúntad, y el abogado de Pieper súgirioú qúe «la públicidad sobre este tipo de cosas
en ún júicio púú blico sin dúda seríúa algo contrario a los intereses del Estado». Peter Menthe,
úno de los ayúdantes de Goering, declaroú qúe le habíúa entregado a Pieper cartas qúe
expresaban la gratitúd del ministerpräsident por los regalos recibidos. Los docúmentos del
júicio, qúe fúeron enviados a Goering el 8 de mayo, fúeron gúardados bajo llave dúrante ún
anñ o, tras el cúal Schlegelberger prometioú a Goering qúe destrúiríúa todos los docúmentos
qúe húbiera qúe gúardar[160]. En agosto Goering consideroú prúdente otorgar únas alas de
aviador a Himmler, qúe investigaba los asúntos del ministerio y posiblemente tambieú n los
de Goering.
Sin dúda el caso no le caúsaba múchas preocúpaciones a Goering; esas cosas se podíúan
silenciar faú cilmente. Pero el primer ataqúe de ún millar de bombarderos la noche del 30 al
31 de mayo fúe ún asúnto completamente diferente. Colonia recibioú danñ os serios. Goering
estaba en Veldenstein; Jeschonnek y Bodenschatz, qúe estaban con Hitler en Rastenbúrg,
súfrieron la ira del Fúö hrer. Habíúa informes contradictorios sobre la magnitúd del
bombardeo: el informe de la Lúftwaffe decíúa qúe habíúan participado doscientos aparatos; el
Gaúleiter de Colonia informoú de ún millar o maú s. Goering fúe convocado a presencia de
Hitler y eú ste, en sú fúria, lo tratoú con desprecio.
En el Mediterraú neo, el segúndo periodo de blitz contra Malta túvo menos eú xito de lo
esperado. La RAF habíúa reforzado Malta, y la isla fúe defendida con súma habilidad. Goering
se reúnioú con Galland en Naú poles y echoú la cúlpa de la falta de eú xito a los pilotos de caza.
Repartir cúlpas era faú cil, y Galland se resintioú por las críúticas y las implicaciones de espíúritú
derrotista qúe habíúa detraú s de ellas. Galland visitoú AÁ frica y descúbrioú qúe la tarea asignada
a la Lúftwaffe estaba maú s allaú de las fúerzas de las qúe disponíúa; el informe qúe envioú a
Goering soú lo condújo a maú s acúsaciones de derrotismo. En octúbre, Montgomery empezoú
sú contraofensiva en El Alamein; en noviembre, las fúerzas estadoúnidenses
desembarcaron en el AÁ frica del Norte y en Rúsia comenzaba la Batalla de Stalingrado. Los
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mayores eú xitos de Hitler ese anñ o (aparte de los danñ os caúsados al traú fico maríútimo de los
Aliados), el avance de Rommel hacia Egipto y la penetracioú n en el Caú úcaso, o bien fúeron
contrarrestados o bien súfrieron ún completo reveú s. Goering redactoú el borrador de ún
decreto para llamar a filas a escolares de qúince anñ os; el borrador fúe enviado por
accidente a Schacht, qúe segúíúa siendo ministro sin cartera [161]. Cúando el Sexto Ejeú rcito
estaba rodeado en Stalingrado, Goering hizo úna apúesta desesperada por recúperar el
favor de Hitler prometiendo qúe enviaríúa súministros a las fúerzas del general Paúlús por
aire; la promesa consistíúa en la tarea imposible de transportar diariamente 750 toneladas
de material por los cielos invernales de Rúsia. La Lúftwaffe fracasoú y tambieú n los intentos
de aúxiliar al Sexto Ejeú rcito por tierra. Hitler prohibioú las rendiciones, pero Paúlús capitúloú
finalmente el 2 de febrero de 1943.
La sitúacioú n de Goering dúrante el invierno de 1942-43 qúedoú en sombras. Hizo úno de
sús úú ltimos discúrsos en púú blico en úna fiesta de la cosecha en el Sportspalast el 4 de
octúbre. Hassel dijo qúe fúe ún eú xito, maú s qúe el propio discúrso qúe Hitler habíúa hecho
únos cúantos díúas antes. Goering intentoú alentar al púeblo alemaú n. «Es mi deseo», dijo, «qúe
la poblacioú n de los territorios qúe hemos conqúistado o acogido bajo núestra proteccioú n no
súfran por el hambre. Sin embargo, si por la accioú n del enemigo aparecen dificúltades en el
súministro de alimentos, entonces todo el múndo debe saber qúe, si ha de haber hambre en
todas partes, no la habraú núnca en Alemania». Tambieú n se refirioú lo maú s desdenñ osamente
qúe púdo a los norteamericanos: «Se esperan cifras astronoú micas de la indústria beú lica
americana. Ahora bien, yo soy el úú ltimo en menospreciar la indústria. Obviamente los
americanos son múy búenos en otros campos teú cnicos. Sabemos qúe prodúcen ún núú mero
colosal de coches raú pidos. Y el desarrollo de la radio es úno de sús logros especiales, asíú
como las hojillas de afeitar… Pero no hay qúe olvidar qúe hay úna palabra qúe en sú idioma
se escribe con B mayúú scúla, y esa palabra es Bluff».
En noviembre, Rommel, qúe estaba llevando a cabo úna retirada en combate con sú
famoso Afrika Korps, voloú a Rastenbúrg para informar a Hitler, pero cúando senñ aloú
serenamente qúe se deberíúa abandonar AÁ frica del Norte, el Fúö hrer le gritoú a sú general
favorito qúe habíúa qúe mantener Tríúpoli sin importar el coste en vidas. En úna segúnda
reúnioú n, Goering fúe llamado y se le ordenoú qúe se asegúrara de qúe Rommel obtúviera
todo lo qúe qúeríúa. Goering respondioú con acritúd: «Púede dejarlo todo en mis manos», dijo.
«Me ocúpareú personalmente de ello». Hitler le concedioú poderes extraordinarios para
rearmar a los hombres de Rommel, cúyos blindados y pertrechos habíúan resúltado
desvastados por los bombardeos ingleses.
Rommel viajoú a Roma con Goering en sú tren especial, y sú mújer, Lúcie, fúe invitada a
acompanñ arle. El relato qúe hizo Rommel de ese viaje es de absolúta frústracioú n ante lo qúe
llamaba las «payasadas» de Goering, sú vanidad, sú respúesta a los halagos de sú personal y
sús interminables conversaciones sobre joyeríúa y cúadros. Segúú n Rommel, qúe estaba
profúndamente deprimido, Goering no mostroú ningúú n intereú s en AÁ frica a menos qúe
húbiera úna oportúnidad de ganar meú ritos mediante algúna accioú n de la Lúftwaffe o de sú
llamada gúardia pretoriana, la Divisioú n Panzer Hermann Goering, qúe en ese momento
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estaba de camino a Túú nez. La amargúra de Rommel contra Goering, qúe le acúsoú de
pesimismo innecesario, terminoú por estallar. «Dúrante todo este periodo, mi peor enemigo
fúe Goering», escribioú . En úna conferencia de Estado Mayor celebrada dos meses antes, en
septiembre, Goering habíúa minimizado las dificúltades en AÁ frica e irradiado ún falso
optimismo. En cúanto a los norteamericanos, volvioú a búrlarse de ellos diciendo qúe soú lo
sabíúan fabricar hojillas de afeitar. Rommel encontroú a Mússolini maú s comprensivo e
informado sobre la difíúcil sitúacioú n del Afrika Korps.
La mújer de Rommel tambieú n se qúedoú horrorizada por el comportamiento y la
apariencia de Goering. No lo habíúa conocido con anterioridad, y le parecíúa ún megaloú mano.
Maú s tarde comentaríúa sú alfiler de corbata de esmeraldas, sú reloj tachonado de
esmeraldas, el enorme anillo con sús diamante qúe le ensenñ oú con la frase: «Esto le
interesaraú , es úna de las piedras maú s valiosas del múndo». En Roma, Goering se qúedoú con
el general y Frau Rommel en el Hotel Excelsior. Lúcie, qúe estaba preocúpada por la
depresioú n de sú marido provocada por el destino de sú ejeú rcito en AÁ frica, compartíúa sú
desesperacioú n ante la incesante charla de Goering sobre escúltúra y pintúra. Goering evitoú
toda referencia a AÁ frica en sús conversaciones privadas. «Me llaman el Mecenas del Tercer
Reich», se jactoú , y pasoú todo el tiempo qúe púdo lejos de las conferencias de Estado Mayor
búscando cúadros y escúltúras[162].
Goering se qúedoú algúnos díúas en Italia y prometioú a Mússolini qúe enviaríúa tres
divisiones blindadas a AÁ frica, la Adolf Hitler, la Hermann Goering y la Deútschland, «tres
nombres qúe significan múcho para el honor alemaú n», anñ adioú . Los ayúdantes de Goering
intentaron extender la confianza entre los italianos con los qúe se reúníúan. Ciano, sin
embargo, creíúa qúe el objetivo de Goering era «crear confúsioú n» y cúlpar a la mala
organizacioú n italiana de los fracasos en AÁ frica del Norte; Goering, segúú n algúnos expertos
alemanes en la embajada, úú nicamente dijo tonteríúas. Tras úna reúnioú n con Kesselring y
Rommel, el mariscal del Reich fúe a Naú poles a nombrar ún súperintendente de transporte.
«¿Púede ser qúe Goering esteú pensando en nombrarse a síú mismo Protector del Reich para
Italia?», escribioú Ciano. Habiendo resúelto sús asúntos en Naú poles, Goering regresoú a Roma
para sermonear a Mússolini sobre la necesidad de redoblar sús esfúerzos en AÁ frica [163]. Le
agradoú qúe el alto mando italiano lo tratara con respeto e inclúso con servilismo. Segúú n
Schmidt «despotricaba y amenazaba», alienando a los italianos y mostrando «múy poca
percepcioú n psicoloú gica».
En diciembre, Goering se reúnioú en Berlíún con el general franceú s Júin, qúien le ofrecioú
ayúda en AÁ frica del Norte, pero sin qúe implicara contacto directo con los alemanes.
«Mientras siga habiendo prisioneros de gúerra franceses en Alemania, no púedo pedirle a
mis oficiales qúe lúchen júnto al ejeú rcito alemaú n», dijo. Goering tambieú n estúvo presente en
el cúartel general de Hitler en Rastenbúrg en la qúe el Fúö hrer criticoú la capacidad de
combate de los italianos en el frente del este y los defectos de los franceses. En úna
inspeccioú n de oficiales recientemente designados, Goering fúe en representacioú n de Hitler y
repitioú los reproches de eú ste a las habilidades de sús generales; ellos, y no Hitler, eran los
responsables del estado de cosas en Stalingrado. Goebbels oyoú qúe «el discúrso fúe pobre y
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algúnos de sús comentarios sobre la múerte en el campo de batalla eran de mal gústo».
Ademaú s de la Lúftwaffe, Goering teníúa sú propio ejeú rcito privado qúe ascendíúa a veintidoú s
divisiones de infanteríúa formadas dúrante este periodo a partir del personal súplementario
de tierra de la fúerza de bombarderos y las divisiones de paracaidistas, qúe permaneceríúan
bajo sú mando hasta el fin de la gúerra. El objetivo de Goering era mantener al maú ximo
núú mero posible de hombres bajo sú control a pesar de las presiones qúe recibíúa para qúe
liberara hombres para el frente rúso; como lo expresoú ante Hitler, ¿por qúeú debíúa enviar a
sús «múchachos nacionalsocialistas», como los llamaba, adonde «ún general ú otro
posiblemente tendríúa la idea de enviarlos a la iglesia [164]?». El general Von Thoma, qúien,
júnto con Gúderian, fúe el maú s famoso de los pioneros alemanes de las divisiones panzer de
carros blindados, se qúejoú amargamente despúeú s de la gúerra del obstrúccionismo de
Goering dúrante la campanñ a rúsa; la divisioú n de aútoridad entre las fúerzas de tierra y las
aeú reas (inclúyendo los paracaidistas de Goering) condújo a desacúerdos en la estrategia
qúe soú lo ún mando únificado sobre el terreno húbiera podido obviar. Segúú n Thoma,
«Gúderian trabajaba bien con Stúdent, qúe entrenaba a las fúerzas de paracaidistas, pero
Goering bloqúeaba las propúestas de accioú n conjúnta con las fúerzas de panzers. Siempre
qúeríúa mantener al maú ximo la fúerza disponible de la Lúftwaffe y por tanto era raú cano con
el servicio de transporte qúe teníúa qúe proporcionar a las fúerzas de paracaidistas». Al final,
los cúerpos de paracaidistas, qúe Hitler teníúa intencioú n de mantener en la reserva para
proyectos especiales qúe rara vez madúraban, fúeron disúeltos, formaú ndose con sús
integrantes fúerzas de tierra súplementarias, despúeú s de qúe Goering perdiera sú
entúsiasmo inicial por la Lúftwaffe. Goering llevaba demasiado tiempo con el haú bito de
prometer lo qúe no podíúa cúmplir. Hitler acaboú siendo ún hombre qúe desplegaba falsas
estadíústicas en el campo de batalla antes qúe tropas de verdad, y Goering adoptoú con
facilidad esa misma estrategia irreal; cúando los rúsos empezaron a hacer retroceder a los
alemanes, le prometioú a Hitler diez divisiones de tropas terrestres reclútadas de la
Lúftwaffe con poca antelacioú n, sin tener en cúenta qúe los hombres a los qúe iba a enviar a
las temibles condiciones del frente del este soú lo teníúan formacioú n en operaciones aeú reas y
no sabíúan nada de la accioú n en el campo de batalla. Segúú n el general Warlimont, «Goering
avivoú el fúego, interfiriendo con todo sin escrúú púlos ni responsabilidad». Las
«desconjúntadas» divisiones de campo de la Lúftwaffe se crearon en ese momento [finales
de 1942] porqúe Goering no esperaba qúe sús hombres de la fúerza aeú rea túvieran qúe
cambiar sús úniformes de color azúl-gris por el gris de campanñ a del ejeú rcito de tierra [165].
Los delirios de grandeza de Goering exigíúan maú s ampliaciones de Carinhall. A pesar de
lo grave qúe fúera la sitúacioú n de la gúerra, sú pasioú n por la constrúccioú n no cesaba núnca,
e hizo úna peticioú n oficial al ministro de finanzas, el conde Schwerin von Krosigk, para úna
súbvencioú n de dos millones de marcos para obras de extensioú n y redecoracioú n de Carinhall.
Schwerin von Krosigk le advirtioú del danñ o qúe esa obra haríúa a sú repútacioú n en ún
momento en el qúe la campanñ a rúsa absorbíúa los hombres y recúrsos de Alemania. Goering
prometioú pensar el asúnto, pero acaboú volviendo a pedir el dinero [166]. Ni tampoco le
disúadioú la sitúacioú n en Stalingrado de organizar la recepcioú n maú s espleú ndida qúe húbiera
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dado jamaú s para celebrar sú qúincúageú simo cúmpleanñ os el 12 de enero de 1943, mientras
los acostúmbrados regalos valiosos y obras de arte le llovíúan desde todos lados. El 30 de
enero, mientras Goering actúaba en representacioú n de Hitler en la celebracioú n anúal del
partido de sú ascensioú n al poder en 1933, sú discúrso fúe interrúmpido por úna alarma
antiaeú rea y túvo qúe ir a refúgiarse en ún búú nker.
Goering, de hecho, intentaba vivir dos vidas a la vez: la vida qúe llevaba a cabo en
Carinhall, Rominten y Veldenstein, y la vida de ún hombre qúe segúíúa ejerciendo poder e
inflúencia sobre la políútica beú lica de Alemania y sú economíúa. Cúando el núevo ministro
súeco, Thomsen, llegoú para hacerse cargo de sús deberes en Berlíún, fúe invitado a Carinhall,
donde pasoú el díúa recorriendo los bosqúes en coche y en companñ íúa de Goering, ataviado
eú ste con sú traje de cazador. Segúú n el relato de Hassell y qúe dejoú escrito en sú diario,
«Goering se cambioú de traje al acabar el díúa y aparecioú a la mesa de la cena vestido con ún
kimono violeta o azúl con zapatillas ribeteadas de piel. Inclúso por la manñ ana llevaba al
cinto úna daga dorada, qúe tambieú n cambiaba con frecúencia. Sús alfileres de corbata
teníúan diferentes tipos de piedras preciosas, y cinñ endo sú gordo cúerpo llevaba úna faja
engastada con múchas piedras, por no mencionar el esplendor y núú mero de sús anillos».
En enero de 1943, los primeros bombardeos diúrnos de la fúerza aeú rea estadoúnidense
empezaron a complementar los bombardeos noctúrnos de la R AF, qúe habíúan crecido en
intensidad dúrante 1942 desde qúe túvieran lúgar los bombardeos de ún millar de aviones
(o casi ún millar) de Colonia y Essen en mayo y Bremen en júnio. La R AF tambieú n llevoú a
cabo misiones especiales de díúa. Uno a úno, los grandes centros de prodúccioú n de
armamento fúeron sometidos a esos ataqúes aniqúiladores. A Goering se le podíúa llamar
Meier, y el efecto de los ataqúes sobre la moral alemana fúe natúralmente múy grande. Pero
los alemanes, como los ingleses, aprendieron a sobrevivir. Los cazas noctúrnos de la
Lúftwaffe se cobraron ún gran núú mero de bombarderos pesados; hacia marzo de 1943,
Galland afirmaba qúe se habíúan derribado dos mil bombarderos. Galland, como general de
cazas, hizo lo qúe púdo, pero no estaba al mando. «Todos mis intentos por explicarle al alto
mando la gravedad de núestra posicioú n han salido mal… Estaú n súmidos en úna carrera de
negligencia criminal. No ven el peligro porqúe tendríúan qúe admitir sús múchas omisiones.
Los recordatorios desagradables eran considerados molestias»: Goering hizo sú acto de
aútoinmolacioú n púú blica ante lo qúe llamaba la vergúö enza de la Lúftwaffe, anúnciando qúe
dejaríúa de llevar sús condecoraciones. La Lúftwaffe, de hecho, pese a sús grandes peú rdidas
en el Mediterraú neo y en todos los demaú s escenarios, combatíúa, daba apoyo aeú reo y llevaba
súministros al maú ximo de lo qúe permitíúa sú núú mero inadecúado. Lo qúe se necesitaba era
ún gigantesco programa de prodúccioú n de armamento aeú reo y ún vasto proyecto de
entrenamiento de tripúlaciones y pilotos.
Hacia mediados de 1943, Alemania, aúnqúe todavíúa segúíúa siendo poderosa, estaba en
retirada tanto en Rúsia como en el Mediterraú neo. Galland exigioú úna proporcioú n de cúatro a
úno de cazas a bombarderos; Goering se negoú a aceptar el argúmento de qúe úna núeva
estrategia de defensa aeú rea a escala masiva era lo úú nico qúe podíúa salvar a Alemania de la
presioú n en aúmento de los ataqúes aeú reos de los aviones Aliados. Tanto Hitler como
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Goering segúíúan siendo partidarios de la prodúccioú n de bombarderos, pero Milch consigúioú
entregar cerca de ún millar de cazas al mes dúrante la primera mitad de 1943. La
determinacioú n de Hitler de combatir en cada metro de terreno en Rúsia y el súr, donde los
Aliados en júlio habíúan desembarcado en Sicilia y para septiembre habíúan llegado a la
peníúnsúla itaú lica, condújeron a la dispersioú n y a la peú rdida de úna gran parte de los aviones
de combate y tripúlaciones qúe deberíúan haber permanecido en Alemania para
proporcionar lo qúe Roosevelt llamaba el techo sobre la fortaleza alemana, el techo qúe
tanto Hitler como Goering olvidaron.
La posicioú n de Goering era cada vez maú s precaria. Rúdolf Semmler, el asistente de
Goebbels qúe se encontraba entre los observadores de los jerarcas nazis qúe llevaban ún
diario úú til, regresoú al cabo de ún anñ o de servicio en el frente rúso para describir qúe la
drogadiccioú n de Goering era tema de cotilleos frecúentes entre los líúderes nazis, y qúe
Morell, el meú dico charlataú n de Hitler, le habíúa dicho a Frau Goebbels qúe «Goering cada vez
estaba maú s y maú s esclavizado por sú adiccioú n, y qúe inclúso sús doctores se veíúan
impotentes para tratarlo[167]».
Rommel afirmoú qúe consigúioú evitar con eú xito la interferencia de Goering en sú
entrevista con Hitler en el cúartel general del Fúö hrer detraú s del frente rúso el 10 de marzo.
Adjúdicoú de plano la cúlpa del colapso en AÁ frica del Norte a la «maleú fica inflúencia» de
Goering en los cúarteles generales y a sú ambicioú n de sústitúir al ejeú rcito. Por otro lado,
Goering mismo admitioú en Núú remberg qúe para ese entonces ya habíúa perdido la confianza
de Hitler:
Yo ejercíúa la principal inflúencia sobre el Fúö hrer, al menos hasta finales de 1941 o
principios de 1942, si es qúe se púede hablar de inflúencia. Desde entonces hasta
1943 mi inflúencia disminúyoú gradúalmente, tras lo cúal se extingúioú raú pidamente.
Consideraú ndolo todo, no creo qúe nadie túviera el grado de inflúencia sobre el
Fúö hrer qúe túve yo. Despúeú s de míú, o aparte de míú, si se púede hablar de inflúencia,
estaba Goebbels, con qúien el Fúö hrer pasaba bastante tiempo… Esta inflúencia osciloú
dúrante ún tiempo… y lúego aúmentoú en gran medida dúrante el úú ltimo anñ o de la
gúerra[168].
Hacia el final, la inflúencia sobre Hitler la ejercíúa «en primer lúgar», como lo expresoú
Goering, Martin Bormann, el secretario privado del Fúö hrer. Bodenschatz confirma el declive
en la posicioú n de Goering: «Segúú n mi opinioú n personal y conviccioú n, Hermann Goering
comenzoú a perder inflúencia con Hitler en la primavera de 1943».
Pese a todo, la figúra retirada y entristecida del mariscal del Reich se vio involúcrada
brevemente en los caú lcúlos de Goebbels, cúya estrella volvíúa a brillar de núevo. Goebbels
estaba haciendo sú apúesta súprema por la inflúencia sobre Hitler; se habíúa convencido de
qúe Alemania debíúa enfrentarse a los hechos y hacer qúe toda la poblacioú n participara en el
conflicto, y se veíúa a síú mismo como el úú nico hombre en toda Alemania capaz de ocúpar ún
lúgar júnto al Fúö hrer como plenipotenciario para la gúerra total. Aúnqúe habíúa múchas
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cosas qúe despreciaba en Goering, lo qúe consideraba como sú debilidad de caraú cter, sú
falta de resistencia moral y, sobre todo, sú entrega al lújo, sentíúa la necesidad de revivir el
prestigio de Goering y formar ún triúnvirato con eú l y Speer, cúyas cúalidades
administrativas y energíúas a la hora de aúmentar la prodúccioú n beú lica Goebbels admiraba
múcho. Este triúnvirato tendríúa a Goering como mascaroú n de proa popúlar, alrededor del
cúal creíúa poder tejer úna red de propaganda úsando como reclamo la nostalgia por los
primeros tiempos del nazismo. Goebbels esperaba romper el cíúrcúlo interno creado
alrededor de Hitler, representado por Bormann, Lammers y Keitel. Inclúso esperaba poder
llegar a algúú n tipo de asociacioú n con la secreta y aislada figúra de Himmler. Seríúa ún intento
por parte de súpervivientes entre los fúndadores del nazismo de echar a los recieú n llegados.
Como lo expresoú Goebbels, «Como siempre ha sido el caso dúrante las crisis del partido, es
el deber de los amigos maú s íúntimos del Fúö hrer en tiempo de necesidad congregarse y
formar úna soú lida falange alrededor de sú persona».
A finales de febrero, Speer mantúvo conversaciones con Goering, qúien estaba en
Obersalzberg. Lo encontroú de «húmor resignado» y desconfiado, pero Speer consigúioú
persúadirle para qúe viera a Goebbels y hablara con eú l de sú núeva estrategia domeú stica
para la gúerra. El 1 de marzo, Goebbels condújo por la carretera de montanñ a hasta el
silencio invernal del chalet de Goering, sitúado encima de Berchtesgaden. El mariscal del
Reich recibioú a Goebbels de úna forma qúe el ministro de Propaganda describioú en sú diario
como encantadora y abierta, aúnqúe sú vestimenta era «barroca» y «casi ridíúcúla».
Repasaron la sitúacioú n de la gúerra casi con desaú nimo y parecíúan «algo impotentes» frente
al aparentemente inagotable súministro de armamento sovieú tico. Pero Goebbels, cúyo
anfitrioú n en sú opinioú n parecíúa «cansado y apaú tico», intentoú hacerle ver la necesidad de
consegúir qúe Alemania hiciera ún esfúerzo de gúerra total. Júntos criticaron a Rosenberg, a
Ribbentrop (a qúien Goering segúíúa cúlpando de la gúerra con Inglaterra), a Lammers,
Bormann, Keitel y a los demaú s generales en el cúartel general de Hitler, y discútieron el
estilo de vida poco salúdable qúe teníúa Hitler, preocúpado y rúmiando en sú búú nker.
Goebbels úrgioú lúego a Goering a qúe considerara sú plan principal, reúnir a ún grúpo de
líúderes leales para concentrarse en ganar la gúerra y expúlsar a los hombres indeseables e
ineficientes qúe poníúan trabas al Fúö hrer y le aconsejaban mal. Goering se entúsiasmoú y dijo
qúe síú, parecíúa animado por qúe Goebbels húbiera ido a verle. Cosa extranñ a, dijo qúe le
gústaríúa convencer a Himmler de esa idea. Al dictar sú diario al díúa sigúiente, Goebbels
comentoú para dejar constancia qúe «Goering lleva demasiado tiempo apartado de los
factores políúticos qúe proporcionan las verdaderas fúerzas impúlsoras… Ya no estaú
estrechamente conectado con núestros líúderes políúticos… Goering es completamente
consciente de lo deú bil qúe es sú posicioú n hoy en díúa. Sabe qúe redúndaríúa en sú provecho el
qúe hombres poderosos se púsieran de sú parte». Goebbels dice qúe pasoú cúatro horas con
Goering; como todos los jerarcas nazis con gústo por oíúrse hablar, a Goebbels le encantaba
registrar cúaú nto dúraban sús interminables entrevistas y discúrsos.
Pero cúando se hicieron los primeros acercamientos a Hitler, la mencioú n del nombre de
Goering desatoú úna tormenta. Hitler dijo qúe estaba profúndamente insatisfecho con las
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medidas de Goering para la gúerra. Speer, qúe fúe el primero en súgerir la restitúcioú n de
Goering, encontroú al Fúö hrer «inabordable en ese momento en lo qúe concerníúa a Goering».
Goebbels, aúnqúe se percataba de qúe Goering segúíúa «algo inactivo y resignado», no estaba
dispúesto a abandonar sú plan de hacer úso de sú nombre. «Despúeú s de todo, Goering tiene
úna fúerte aútoridad políútica y militar qúe ganoú en el transcúrso de los anñ os y qúe desde
lúego no púede hacerse desaparecer de la noche a la manñ ana». Goebbels visitoú a Hitler,
qúien criticoú a Goering con «extraordinaria mordacidad» consideraú ndolo víúctima de
«ilúsiones» y mal aconsejado por sús generales de la Lúftwaffe, de la misma manera qúe
Goering consideraba a Hitler mal aconsejado por sús generales del ejeú rcito. Los generales
de la Lúftwaffe, segúú n Hitler, simplemente se retiraban a castillos y vivíúan como sibaritas.
Goebbels, repensaú ndose las cosas mientras dictaba sú diario, se sintioú obligado a admitir
qúe «a Goering le gústa qúe le digan cosas agradables». Nadie, por tanto, le contoú la verdad
y los danñ os de los bombardeos de los Aliados siempre eran minimizados en los informes.
Goebbels abandonoú diplomaú ticamente la idea de rehabilitar a Goering a ojos del Fúö hrer, y
Speer estúvo de acúerdo.
Goering, mientras tanto, habíúa ido a Italia con Bodenschatz a inspeccionar las líúneas de
abastecimiento. Bodenschatz regresoú a tiempo de enfrentarse a la ira de Hitler cúando
Núú remberg fúe bombardeada la noche del 8 de marzo. «Ahora Goering sabe qúe estaú en sú
ocaso», dijo Goebbels, qúe estaba con Hitler y oyoú los cortantes comentarios del Fúö hrer a
Bodenschatz porqúe Goering estaba en Roma en ún momento como eú se. Hitler acaboú
enfúrecieú ndose y ordenoú a Bodenschatz qúe saliera de la cama y acúdiera al cúartel general
para qúe le sirviera de objeto contra el cúal el Fúö hrer púdiera expresar sú odio por la
Lúftwaffe. Goebbels intervino magnaú nimamente para proteger a Goering en sú aúsencia y
rescatar a Bodenschatz. Púede qúe Goering todavíúa fúera úú til como aliado, y Goebbels
estaba poniendo a prúeba sú renovada inflúencia con el Fúö hrer. Cúatro díúas despúeú s, Hitler
ordenoú a Goering qúe regresara de Roma para poder reconvenirle personalmente por sú
inactividad frente a la potencia cada vez mayor de los bombardeos contra Alemania. Al díúa
sigúiente, 12 de marzo, segúú n Goebbels «el Fúö hrer le dijo a Goering lo qúe pensaba, sin
andarse con rodeos».
El 17 de marzo, la camarilla de Goebbels, qúe inclúíúa a Fúnk y Robert Ley, director del
Frente del Trabajo, asíú como a Speer, se reúnioú con Goering, qúien les informoú , sin dúda
como resúltado de sús experiencias únos cúantos díúas antes, de qúe era de súma
importancia manejar a Hitler de la manera adecúada en el momento adecúado. Entonces
Goebbels decidioú hacer úso de Goering, qúe acompanñ aríúa a Hitler a úna reúnioú n con
Mússolini en Obersalzberg; Goering recomendaríúa al Fúö hrer qúe «la aútoridad domeú stica
en Alemania fúera maú s definida» (es decir, qúe se púsiera en manos de Goebbels), y qúe el
difúnto Consejo de Defensa del Reich fúera revivido, con Goebbels como vicepresidente
para dirigir la políútica de gúerra total. Todo esto formaba parte de la conspiracioú n para
echar a Bormann, Lammers y Keitel de las posiciones de enorme poder qúe habíúan logrado
crear para síú mismos porqúe, como dijo Goebbels, Goering habíúa fallado en convocar al
Consejo y en hacer el debido úso de eú l para mantener el poder en las manos adecúadas.
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Descúbrioú qúe Goering ignoraba el alcance de los danñ os y las peú rdidas de vidas en Berlíún,
pero estaba múcho maú s alerta y positivo qúe antes. «Obviamente», escribioú Goebbels, «el
hecho de qúe le dijera qúe despertara le ha caúsado úna honda impresioú n». Goebbels
empezaba a disfrútar de acosar al abatido mariscal del Reich.
Al mes sigúiente, mientras viajaba con Goebbels hacia Essen, Milch se atrevioú a criticar a
Goering por haberse dormido en los laúreles de las victorias de la Lúftwaffe de 1939 y
1940. Afirmoú qúe Udet tambieú n habíúa fracasado, y qúe la fúerza aeú rea no estaríúa en
posicioú n de emprender represalias completas contra Inglaterra dúrante otro anñ o debido a
los retrasos en el desarrollo de núevos aviones. Milch le contoú a Goebbels el «lengúaje
fúrioso y desenfrenado» de Hitler delante de los generales de la Lúftwaffe, y coú mo no habíúa
dejado de inclúir a Goering entre los cúlpables. Pese a todo, Hitler le contaríúa a Goebbels
maú s adelante ese mismo mes qúe, aúnqúe no «estaba demasiado satisfecho con Goering»,
sú aútoridad «era indispensable para el liderazgo del Reich» y qúe se alegraba de qúe
estúviera estableciendo úna relacioú n maú s íúntima con eú l. «Cúando júntemos sú aútoridad y la
míúa», escribioú Goebbels, «daraú como resúltado algo úú til para la administracioú n del Reich».
El díúa del cúmpleanñ os de Hitler, Goering hizo úna proclamacioú n en la prensa, cosa qúe al
menos demostraba qúe estaba lo súficientemente alerta para presentar sús respetos en el
momento apropiado.
Pero la paciencia de Goebbels con Goering, como la de Hitler, pronto se agotoú . El 7 de
mayo le echa la cúlpa por no «haber tenido eú xito en tomar la iniciativa»; Goering estaú , de
hecho, «bastante enfermo» y necesita únas vacaciones. Dos díúas despúeú s, inclúso aparecen
en el diario únas palabras de alabanza hacia Bormann, y el comentario de qúe Bormann al
menos mantiene sús promesas, lo qúe es maú s de lo qúe hace Goering. «En realidad úno ya
no púede depender de Goering», escribe Goebbels, «estaú cansado y descolorido». El tipo de
declaraciones qúe ahora hacíúa en púú blico eran «desafortúnadas» y perjúdiciales tanto para
eú l como para el reú gimen en sú necio optimismo. Desde qúe Hitler diera orden en mayo de
qúe todos los discúrsos radiofoú nicos debíúan serle mostrados antes por adelantado, Goering
habíúa declinado hablar dúrante ún tiempo y habíúa dejado el campo despejado a sús críúticos.
«Hay inclúso múrmúraciones sobre úna crisis qúe estaú a púnto de ocúrrirle a Goering»,
escribioú Goebbels el 22 de mayo. «Se ha retirado a sú solitaria morada y no dice nada… deja
letaú rgicamente qúe las cosas vayan a la deriva. No hace nada para contrarrestar sú peú rdida
de prestigio».
Goebbels, impaciente por el poder, se percatoú de qúe tendríúa qúe trabajar para
obtenerlo sin contar con nadie maú s. Dejoú a Goering en sú decadencia. Habíúa mejores
maneras de tratar con Hitler.
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8
Cúando en la Primera Gúerra Múndial Goering fúe condecorado con la Pour le Mérite, envioú
a sú ordenanza a Múú nich a recoger el anillo del diamante qúe sú padre le habíúa legado. Con
el adorno de la crúz al cúello y el diamante destellando en sú dedo, Goering sintioú qúe al fin
se habíúa ganado úna gran distincioú n personal. Tras la húmillante dependencia de sú
júventúd pasada en úna casa qúe soú lo se podíúa llamar hogar en virtúd de la relacioú n de sú
madre con sú padrino, empezoú a sentir la satisfaccioú n del rango y la posicioú n a los qúe
habíúa logrado por sú cúenta.
Pero el entorno de sú júventúd se habíúa qúedado firmemente fijado en la imaginacioú n de
Goering, y siempre habíúa hablado con orgúllo de «núestros castillos [169]». Cúando Epenstein
múrioú a la edad de ochenta y tres anñ os en el verano de 1934, Carinhall apenas si era el
ejemplo de esplendor qúe a Goering le húbiera tanto gústado ensenñ ar al hombre qúe,
aúnqúe habíúa deshonrado a sú madre, tambieú n le habíúa ensenñ ado ún estilo de vida qúe
qúeríúa volver a tener e inclúso súperar. Tras la múerte de Epenstein, sú viúda fúe invitada a
Carinhall; fúe tratada como «baronesa Lilli» (ún tíútúlo al qúe, estrictamente hablando, no
teníúa derecho en realidad), y cúando Goering la recibioú le dijo, con ún amplio gesto qúe
inclúíúa el mobiliario y las decoraciones de sú núevo dominio, qúe «Qúeú pena qúe el viejo no
húbiera vivido para ver todo esto. Coú mo me húbiera gústado ensenñ arle Carinhall [170]».
Epenstein húbiera tenido qúe vivir hasta los noventa anñ os para ver a Carinhall en toda sú
gloria de tiempos de gúerra, el centro de lo qúe se convertiríúa en úna de las mejores
colecciones privadas de arte de toda Eúropa y por síú misma úna de las maravillas, o maú s
bien cúriosidades, arqúitectoú nicas de Alemania. Las riqúezas y posesiones de Epenstein
pareceríúan múy poca cosa en comparacioú n.
Tras la múerte de Frau Von Epenstein, Goering, como hemos visto, recibioú en posesioú n
Veldenstein y Maúterndorf, los castillos qúe en ún principio le habíúan inspirado el orgúllo
de la posesioú n personal. Es difíúcil decir en este caso hasta qúeú púnto era por natúraleza ún
entendido en arte, mobiliario y decoracioú n, y hasta qúeú púnto todas esas posesiones no
eran maú s qúe úna extensioú n de sú necesidad de demostrar qúe era ún hombre de poder y
posicioú n úú nicos. Sú energíúa y entúsiasmo anormales y sú memoria inúsúal lo capacitaban
214
para aprender múchas cosas raú pidamente, y el propio Hitler proporcionoú a Goering ún
ejemplo a emúlar en sú obsesioú n por constrúir (úna necesidad psicoloú gica presente en la
mayor parte de los dictadores) y por adqúirir obras de arte famosas de valor incalcúlable.
Goering pasoú múchos anñ os, tanto antes como dúrante la gúerra, como estúdiante, entendido
y, de hecho, tratante de arte, y teníúa entre sú personal hombres de conocimientos
considerables qúe actúaban como sús consejeros. En Núú remberg mencionoú sú «pasioú n de
coleccionista» y sú coleccioú n ascendíúa a únas 1500 obras, inclúyendo entre ellas múchas
obras maestras. Despúeú s de la gúerra, sú valor total fúe estimado en dos millones de
doú lares de la eú poca.
Aúnqúe la necesidad de Goering de experimentar el arte y la belleza formaba parte de
sú vanidad, no era ni múcho menos súperficial. Sú amor por las joyas no se deteníúa en
úsarlas para hacer alarde de ellas. Necesitaba júgúetear con ellas para calmarse en los
momentos de ansiedad o múcha tensioú n. Segúú n aúmentaban las tensiones provocadas por
sú drogadiccioú n, se entregaba en búsca de alivio a las comodidades de las ropas de seda, el
cúero súave, el lújo de los trajes extravagantes y la belleza fíúsica representada por sús objets
d’art, sú mobiliario antigúo, sús porcelanas y los tesoros de la artesaníúa de mayor calidad
qúe gúardaba en vitrinas. La hermosúra imperecedera y la dignidad de esos objetos
aliviaban las presiones cada vez mayores qúe la gúerra y sús fracasos le imponíúan. La
posesioú n de esos tesoros artíústicos era para Goering la confirmacioú n definitiva de sú
prestigio. ¿Qúeú importancia teníúa la Lúftwaffe frente a la belleza dúradera qúe revelaba la
galeríúa nacional de arte Hermann Goering? EÁ se seríúa sú monúmento cúando todo lo demaú s
fracasara. Era, como le recordoú a Frau Rommel cúando sú marido se enfrentaba a la derrota
en AÁ frica del Norte, el Mecenas del Tercer Reich.
Cúando adqúirioú Veldenstein y Maúterndorf, la pasioú n de Goering por edificar y
redecorar, sin qúe se viera obstacúlizada por la escasez de materiales, se extendioú como
hemos visto a sús núevas propiedades. Las mejoroú y modernizoú ; en Veldenstein dúrmioú en
las habitaciones del senñ or del castillo qúe el propio Epenstein habíúa úsado dúrante la
júventúd de Goering, y sú creciente coleccioú n de cúadros, escúltúras, múebles, tapices,
porcelanas y objetos de plata y oro se derramaban desde Carinhall hacia el súr.
Goering habíúa nombrado, para qúe actúara como sú agente y consejero, a ún marchante
de arte berlineú s llamado Walter Andreas Hofer. Hofer se convirtioú en el principal
organizador de la coleccioú n de Goering, planeando y rastreando posibles adqúisiciones para
el mariscal del Reich, seleccionando los regalos de cúmpleanñ os qúe le hacíúan a Goering los
empresarios, institúciones estatales y aútoridades locales, y organizando las adqúisiciones
y tratos. Hofer, astúto, calcúlador, entendido y locúaz, afirmaba no soú lo haber gúiado la
natúraleza de la coleccioú n sino tambieú n el gústo personal de Goering en arte. Como
administrador artíústico súyo, se convirtioú inevitablemente en sú principal tútor artíústico, y
aúnqúe encontroú en Goering ún gústo ya formado hasta cierto púnto, fúe capaz de
desarrollarlo y ampliarlo segúú n aúmentaba la valíúa y el núú mero de las obras de arte qúe
discútíúa con sú patroú n. El gústo de Goering, en cúalqúier caso, era tradicional, y leíúa tanto
como se lo permitíúa el tiempo disponible sobre las obras de los maestros qúe maú s
215
admiraba, como Rúbens y los pintores holandeses del siglo XVII. Goering se especializoú en
adqúirir obras de Lúcas Cranach, el grabador y pintor del siglo XVI, amigo de Martíún Lútero
y retratista de desnúdos femeninos. Goering compartíúa con Hitler sú odio por las formas de
pintúra moderna como las expúestas en la famosa exhibicioú n nazi de arte «degenerado»
organizada por Goebbels en Múú nich en 1937, qúe conteníúa obras de artistas como Renoir,
Gaúgúin, Van Gogh y Picasso. Goebbels planeaba destrúir esas obras úna vez acabada la
exhibicioú n, pero Goering se percatoú , como economista, si no como entendido en arte, qúe
tales obras teníúan valor en el extranjero aúnqúe no túvieran ningúno en Alemania. Y
adqúirioú múchas de ellas para úsarlas en trúeqúes con marchantes y galeristas fúera de
Alemania.
Goering afirmaríúa en Núú remberg qúe sú plan era crear úna coleccioú n nacional de obras
maestras qúe llevara sú nombre, y albergarla en la gran galeríúa qúe constrúiríúa cerca de
Carinhall despúeú s de la gúerra. Planeaba hacer qúe coincidiera con sú sexageú simo
cúmpleanñ os. No hay dúda de qúe era verdad; los americanos descúbrieron entre sús
posesiones úna carpeta de dibújos arqúitectoú nicos con disenñ os para esa galeríúa fechada en
enero de 1945[171]. Sú coleccioú n rivalizaríúa con la de Hitler, cúyo gran fondo de cúadros
permanecíúa en sú mayor parte en embalajes a la espera del díúa en qúe se púdiera constrúir
úna galeríúa en Linz. Goering se convertiríúa en el principal rival de Hitler en sú afaú n por
acúmúlar obras pictoú ricas, como admitioú de búena gana en sú júicio de Núú remberg.
Aúnqúe los cimientos de la coleccioú n de Goering estaban ya bien establecidos antes de
la gúerra[172], las oportúnidades de adqúisicioú n se incrementaron exponencialmente úna vez
qúe los nazis empezaron a ocúpar Eúropa. Polonia se convirtioú en el primer centro para la
confiscacioú n al por mayor de obras de arte por parte de Alemania. En octúbre de 1939
Goering ordenoú al Dr. Kajetan Múö hlmann, úna aútoridad en asúntos artíústicos nombrado
con ese propoú sito, qúe «salvagúardara» los tesoros polacos, lo qúe pronto pasoú a significar
sú confiscacioú n y traslado a Alemania. Múö hlmann maú s tarde declararíúa bajo júramento qúe
asíú fúe como ocúrrioú y qúe eú l personalmente entregoú a Goering treinta y ún bocetos de
Alberto Dúrero confiscados en Lemberg, y qúe Goering se los entregoú a Hitler. Múö hlmann
segúiríúa a cargo de la confiscacioú n de arte en Polonia hasta 1943.
Fúe con la formacioú n de ún destacamento especial, el Einsatzstab Rosenberg, bajo el
liderazgo del famoso filoú sofo y pensador nazi Alfred Rosenberg, qúe comenzoú el saqúeo
organizado a gran escala de obras maestras, principalmente de las colecciones privadas en
manos júdíúas, con el apoyo entúsiasta de Goering. Este destacamento especial se creoú por
úna orden especial emitida por el cúartel general de Hitler para el comandante general del
ejeú rcito el 17 de septiembre de 1940. Rosenberg teníúa aútorizacioú n para apropiarse de
cúalqúier material histoú rico de valor qúe encontrara en bibliotecas y otros lúgares, y casi
inmediatamente esa aútoridad fúe ampliada para abarcar obras de arte. La orden era
esperada ya desde úna fecha tan temprana como el 29 de enero de 1940, cúando Hitler hizo
a Rosenberg responsable de los preparativos para la creacioú n de ún centro para la cúltúra
nacionalsocialista despúeú s de la gúerra. Con vistas a este plan, la orden dada en septiembre
se amplioú para inclúir la confiscacioú n de todas las obras de arte en manos de júdíúos. Otra
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orden posterior firmada por Goering y fechada el 5 de noviembre de 1940 daba
instrúcciones sobre la forma de tratar tales tesoros. Qúedaban divididos en cúatro grúpos.
1. Aqúellos tesoros sobre los cúales el Fúö hrer se reservaba para síú la decisioú n sobre
sú úso.
2. Aqúellos tesoros qúe serviríúan para completar la coleccioú n del mariscal del
Reich.
3. Aqúellas obras de arte y libros cúyo úso pareciera apropiado para la creacioú n de
centros de ensenñ anza súperior.
4. Aqúellas obras de arte apropiadas para los múseos alemanes [173].
Tras la caíúda de Francia, el Destacamento Especial Rosenberg establecioú sú cúartel
general en Paríús, en la Salle dú Jeú de Paúme en la esqúina del Jardíún de las Túlleríúas cerca
de la Plaza de la Concordia. Goering en particúlar estaba preparado para prestarle a
Rosenberg toda la ayúda posible en la enorme tarea de incaútaciones qúe les agúardaba a eú l
y a sú personal. Despúeú s de la gúerra se súpo qúe, soú lo en Paríús, maú s de 38 000 hogares
júdíúos fúeron sellados y sús contenidos confiscados, almacenados y catalogados. En
conjúnto, hasta júlio de 1944, maú s de 21 000 obras de arte fúeron incaútadas y
expropiadas, inclúyendo 5000 cúadros, maú s de 2400 piezas de mobiliario antigúo y maú s de
500 piezas textiles (inclúyendo los tapices Gobelin qúe Goering tanto amaba). Algúnas
piezas fúeron fotografiadas de forma qúe el problema de evalúar sú valor fúera maú s faú cil
para los amos cúltúrales de Alemania[174].
Goering intentoú darle a Rosenberg toda la ayúda qúe púdo, y pronto se convirtioú en ún
visitante asidúo del Múseo. El transporte era úno de los problemas maú s grandes a los qúe se
enfrentaba Rosenberg, aúnqúe empleoú a contratistas de múdanzas a gran escala y, segúú n los
informes citados en Núú remberg, consigúioú enviar a Alemania únos 26 000 vagones de tren
llenos de obras de arte y múebles saqúeados de Francia. No es de extranñ ar qúe Goering le
alabara; escribioú :
Me sentíú múy agradecido por qúe al fin se seleccionara ún lúgar para la coleccioú n,
aúnqúe qúiero senñ alar qúe otros departamentos tambieú n afirman actúar con la
aútoridad del Fúö hrer. El primero de esos era el Ministerio de Asúntos Exteriores del
Reich… Para evitar malentendidos en lo qúe respecta a esos artíúcúlos, de los cúales
únos cúantos qúiero reservar para míú, otros los he comprado y otros los qúiero
adqúirir, debo informarle de qúe… he obtenido por medio de compras, regalos,
herencias y trúeqúes la qúe qúizaú s sea la mayor coleccioú n privada de Alemania como
míúnimo, si no de Eúropa[175].
Prosigúioú enúmerando las obras qúe deseaba en particúlar, qúe inclúíúan úna gran y valiosa
coleccioú n de obras maestras flamencas del siglo XVII, determinadas obras de artistas
franceses del siglo XVIII y úna coleccioú n de maestros italianos.
Goering visitaba con frecúencia este fascinante centro de coleccionismo donde en
cúalqúier momento podíúan llegar múchas pintúras famosas en los fúrgones de recogida,
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para sorpresa y deleite de los fúncionarios responsables de sú robo. Podíúa qúedarse horas,
olvidaú ndose de los asúntos de la Lúftwaffe mientras estaba bajo el dominio de sú instinto
de coleccionista. Sú primera visita fúe el 3 de noviembre de 1940, y volvioú a los dos díúas. A
menúdo vestíúa de paisano para esas expediciones, con ún gran abrigo crúzado, sombrero de
fieltro ladeado con elegancia y con ún bastoú n de forma parecida al antanñ o famoso trofeo
Richthofen. Al febrero sigúiente estaba de vúelta, seleccionando obras para qúe fúeran
transportadas a casa en sú tren especial. En esa ocasioú n se llevoú algúnos múebles y
cincúenta y tres lienzos, en sú mayor parte adqúiridos a las colecciones Rothschild y
Seligmann, entre ellos Adán y Eva en el Paraíso de Teniers, Atalanta y Meleagro de Rúbens y
úna Venus de Boúcher. Tambieú n comproú únos cúantos cúadros a la Galeríúa de Arte
Wildenstein, inclúyendo úna Venus de Cranach por la qúe estúvo dispúesto a pagar soú lo la
cifra púramente nominal de cinco mil marcos. Regresoú en mayo, lúego a mediados de
agosto y finalmente en diciembre. Nombroú al Dr. Brúno Lohse, ún joven historiador del arte
qúe acabaríúa destinado de manera permanente a Paríús, como sú representante personal
para qúe trabajara conjúntamente con el Destacamento Especial Rosenberg. Lohse era soú lo
ún súboficial en la Lúftwaffe pero teníúa ún púesto oficial al servicio especial de Goering. El
Dr. Lohse se cúenta entre los qúe avalan el considerable conocimiento de Goebbels en las
ramas del arte qúe maú s admiraba. En úna ocasioú n, segúú n dice, Goering túvo la gentileza de
discúlparse con eú l, pese a la júventúd de Lohse, despúeú s de úna discúsioú n entre ambos
sobre la aútenticidad de úna obra súpúestamente de Cranach. Segúú n Lohse, Goering
proporcionoú úna cierta proteccioú n a los júdíúos qúe le habíúan prestado servicios valiosos en
sús transacciones artíústicas[176].
De vez en cúando, Goebbels interveníúa para proteger al Destacamento Especial
Rosenberg de las críúticas qúe sús operaciones súscitaban en el ejeú rcito alemaú n. Ha llegado
hasta núestros díúas úna carta del general Von Stúö lpnagel, el comandante alemaú n en la
Francia ocúpada, dirigida al mariscal de campo Von Braúchitsch, fechada el 31 de enero de
1941, en la qúe se qúeja iroú nicamente de las actividades de Rosenberg, diciendo qúe si los
júdíúos y masones no tienen derecho a sús propiedades como enemigos declarados del
partido nazi, ¿entonces qúeú pasa con los franceses en general? Stúö lpnagel seríúa úno de los
generales involúcrados en la conjúra de júlio de 1944 y pagaríúa con sú vida sú oposicioú n a
Hitler. Maú s tíúpica, sin embargo, es úna nota escrita el 9 de febrero por ún oficial de alta
gradúacioú n de la administracioú n militar en Francia, qúe dice:
Una nota al pie anñ ade qúe en el caso de propiedades de júdíúos no se haraú pago algúno, ya
qúe se considera herrenlos, es decir, «propiedad de nadie».
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Otro docúmento «altamente confidencial», úna carta sin fechar pero qúe probablemente
tambieú n datara de febrero, fúe escrito por el Dr. Búnjes, ún historiador del arte qúe actúaba
como oficial de enlace alemaú n; en la carta informa de qúe, pese a las protestas del gobierno
franceú s, las obras de arte reqúisadas a los júdíúos en Francia seraú n transportadas a Alemania
y qúe úna seleccioú n de ellas pasaraú a disposicioú n de Hitler o de Goering.
Al anñ o sigúiente, 1942, Goering túvo qúe defender a la únidad de Rosenberg de
acúsaciones de dedicarse al traú fico irregúlar de obras de arte. El 30 de mayo le escribioú a
Rosenberg úna carta personal de apreciacioú n de sú trabajo.
Mi qúerido camarada de partido Rosenberg:
Sú únidad para la adqúisicioú n de tesoros cúltúrales en Paríús ha sido acúsada recientemente,
de manera completamente erroú nea, de dedicarse a la trata de arte, y hasta cierto púnto este
malentendido púede deberse a míú. Conozco y aprecio personalmente múy bien el trabajo de
la únidad, y qúisiera declarar qúe apenas síú hay algúna otra únidad qúe merezca tantas
alabanzas por sú continúo búen trabajo y qúe eso se aplica a todos los miembros de la
únidad.
En cúanto a las sospechas de qúe la únidad ha estado haciendo tratos por sú cúenta, creo
qúe inadvertidamente he dado pie a ese rúmor por la razoú n de haberle pedido
repetidamente a los oficiales de la únidad qúe se acordaran de míú y de mis intereses, ya
estúvieran en Paríús o en otros lúgares de Francia, cúando súpieran de determinados tesoros
artíústicos en manos de tratantes o particúlares qúe podríúan interesarme para mi propia
coleccioú n. Ya qúe eso ha ocúrrido con bastante frecúencia, he pedido úna vez maú s a esos
oficiales qúe me hicieran el favor de adqúirir esos objetos, y siempre he mantenido úna
cúenta disponible para ellos de forma qúe púdieran retirar cantidades con ese propoú sito.
Asíú qúe si esos oficiales han mostrado particúlar empenñ o en establecer contactos con
tratantes de arte, lo han hecho exclúsivamente como favor personal hacia míú para
ayúdarme a reúnir mi coleccioú n…
Por otro lado, por súpúesto, apoyo personalmente el trabajo de sú únidad de manera
considerable en todo momento y lúgar en el qúe encúentro ocasioú n de hacerlo; sin dúda
múchos de los tesoros cúltúrales recogidos por sú únidad se deben al hecho de qúe yo
personalmente y mis diversas únidades hemos hecho lo posible por ayúdar a la súya.
El 18 de júnio, Rosenberg escribioú úna respúesta qúe evidentemente habíúa sido
cúidadosamente pensada.
Ha sido múy amable por sú parte, Herr Reichsmarschall, el expresar sú apreciacioú n por el
trabajo qúe mi únidad ha realizado en Francia, y no hace falta decir qúe mis colegas estaú n a
sú completa disposicioú n y le serviraú n al maú ximo de sús capacidades…
Con la perspectiva de la importancia histoú rica del trabajo de la únidad, y para despejar las
sospechas sobre los oficiales afectados, he ordenado úna investigacioú n exhaústiva sobre lo
qúe se ha hecho hasta la fecha para adqúirir tesoros artíústicos. Esta comprobacioú n se estaú
llevando a cabo, y me parece aúú n maú s necesaria ya qúe, en determinados cíúrcúlos, como ha
tenido la amabilidad de informarme, mi únidad es sospechosa de dedicarse al traú fico de
obras de arte… Ya qúe ústed ha creado cúentas especiales disponibles para los tesoros
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artíústicos adqúiridos por ústed, me gústaríúa saber coú mo piensa disponer de esos fondos…
Espero qúe no malinterprete ni le moleste mi pregúnta, sino qúe espero qúe estaraú de
acúerdo conmigo en qúe el trabajo de mi únidad seríúa imposible sin el eú xito en la lúcha de
núestro partido. Maú s aúú n, el Tesorero del Partido ha proporcionado generosos fondos para
llevar a cabo esas tareas. Espero qúe esteú de acúerdo conmigo en qúe los tesoros artíústicos
confiscados a sús anteriores propietarios júdíúos deberíúan ser considerados adqúisiciones
en nombre del partido. Parece jústo qúe las adqúisiciones procedentes de tales fúentes sean
consideradas ún díúa propiedad del partido. No hace falta decir qúe la decisioú n final sobre
este asúnto deberaú tomarla el Fúö hrer, pero ya qúe ha sido el partido el qúe ha financiado
esta lúcha de veinte anñ os contra la júderíúa, esa decisioú n pareceríúa de lo maú s jústa [178].
Como hemos visto, Goering teníúa múchas cúentas estatales y privadas mediante las cúales
podíúa pagar las obras de arte qúe no consegúíúa mediante regalos o confiscaciones. Teníúa la
costúmbre de adqúirir lo qúe necesitaba en los territorios ocúpados mediante preú stamos
contra sús cúentas estatales, como revela claramente esta nota del 6 de diciembre de 1940,
úna comúnicacioú n interna entre la administracioú n domeú stica de Goering:
El teniente coronel Veltjens del Estado Mayor del comandante del Ejeú rcito en los
Paíúses Bajos, el general Christiansen, ha llamado hoy a este despacho para pregúntar
por el reembolso de ún milloú n de florines (1 333 000 M) dados en anticipo a Herr
Reichsmarschall para adqúisiciones privadas. Por acúerdo con Herr teniente general
Bodenschatz, he dado instrúcciones al Banco Estatal de Prúsia para qúe remita
530 000 M de la Sonderkonto al creú dito del general Christiansen en AÁ msterdam.
Debido a este pago la Sonderkonto, qúe recientemente alcanzoú los 3 100 000 M, ha
qúedado agotada y se necesitan núevos fondos para remitir el resto de la súma qúe
se le adeúda al general Christiansen[179].
La Sonderkonto era úna cúenta especial qúe habíúa qúe reponer de cúando en cúando con
fondos estatales. Los tratos de Goering a menúdo eran a úna escala enorme, como revela el
caso de la propiedad Goúdstikker. Jacqúes Goúdstikker era úno de los tratantes de arte
holandeses maú s importantes y Goering adqúirioú la totalidad de sús propiedades artíústicas,
qúe estaban valoradas en únos cinco millones de doú lares, por úna súma considerablemente
menor; el contrato estaba fechado el 13 de júlio de 1940 y el precio de compra fúe de dos
millones de florines. Se decíúa qúe el propietario estaba aúsente por enfermedad. Los
cúadros qúe Goering qúeríúa para sú coleccioú n fúeron enviados a Carinhall por tren; el resto
se púsieron a la venta para recaúdar fondos para adqúirir otras obras [180].
Goering empleoú múchos millones de dinero púú blico en adqúirir las obras maestras qúe
cúbríúan las paredes de Carinhall, Maúterndorf, Veldenstein y sús residencias de Berlíún. Se
consideraba a síú mismo el privilegiado administrador cúltúral de la nacioú n alemana, ún
administrador qúe podíúa disfrútar en privado de la belleza de aqúellas obras qúe
finalmente seríúan expúestas a la nacioú n en el Múseo Hermann Goering. Aúnqúe era el tipo
de hombre al qúe le encantaba regatear y al qúe le desagradaba sobremanera la posibilidad
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de ser enganñ ado por marchantes astútos, era múy consciente, como diríúa en Núú remberg, de
qúe los precios tendíúan a aúmentar en el momento qúe eú l o sús agentes eran vistos. Pero el
dinero era algo cada vez menos real para eú l mientras crecíúa sú ansia de poseer arte, y las
grandes súmas qúe aútorizoú , pidioú prestadas o adqúirioú en úú ltima instancia soú lo eran
núú meros sobre el papel qúe sú personal debíúa archivar. Los cúadros, las estatúas, los tapices
y la vajilla eran reales.
El tratante de arte holandeú s De Boer ha descrito la forma en qúe Goering y sús agentes
solíúan realizar sús negocios[181]. Goering, vestido de paisano, visitoú por dos veces la galeríúa de
De Boer con sús asistentes, en la primera ocasioú n simplemente echoú úna mirada fúgaz a los
cúadros y dijo qúe volveríúa para hacer únas compras. Antes de qúe Goering regresara, De
Boer retiroú algúnas de sús obras maú s valiosas, pero Goering (al qúe no se le podíúan negar
sús considerables conocimientos sobre arte flamenco) recordaba exactamente qúeú habíúa
visto en sú visita anterior y pregúntoú por el paradero de los cúadros qúe faltaban. Comproú
únas veinte obras, ningúna de las cúales era particúlarmente valiosa. Entonces vio úna
pintúra de Jan Steen qúe le gústoú . Era bastante cara, alrededor de los 80 000 o 100 000
florines, segúú n recúerda De Boer; Goering dijo qúe era demasiado cara, valíúa maú s de lo qúe
teníúa intencioú n de gastarse por múcho qúe le gústara el cúadro. Entonces se volvioú hacia
Hofer, qúe le acompanñ aba, mencionoú úno de sús propios cúadros de Jan Steen y súgirioú ún
intercambio. Hofer insistioú en qúe la pieza del mariscal del Reich era maú s valiosa. Pero
Goering respondioú qúe le gústaba el cúadro de De Boer y qúe gústosamente lo cambiaríúa
por el súyo. De Boer no estaba contento con este negocio, pero Hofer volvioú , esta vez solo, y
profirioú la velada amenaza de qúe si el mariscal del Reich se enfadaba las cosas podíúan ir
mal para ciertas amistades júdíúas de Madame De Boer. De Boer describe a Goering como
algúien con ún notable intereú s en la pintúra; por la forma en qúe se qúedaba absorto ante
los cúadros, dijo el marchante, úno pensaríúa qúe no teníúa nada maú s en lo qúe pensar.
Goering se contoú entre los qúe compraron úna de las ceú lebres falsificaciones de Van
Meegeren[182]. Ya qúe esas falsificaciones dúrante ún tiempo desafiaron a los ojos maú s
expertos, no se púede cúlpar a Goering por comprar lo qúe parecíúa ún cúadro del pincel de
Vermeer. La adqúisicioú n genúina de tesoros artíústicos, sú adqúisicioú n mediante el saqúeo y
la confiscacioú n, y la preservacioú n de esas obras contra los ataqúes de los Aliados y otros
riesgos de la gúerra condújeron al continúo flújo de los paíúses ocúpados a Alemania,
múchas de ellas en embalajes marcados con «A. H.» por Hitler o «H. G.» por Goering. Tan
grande era el deseo de vender a Goering qúe hasta sús criados recibíúan regalos de
marchantes ansiosos de ganarse la búena volúntad de personas en la posicioú n adecúada.
Robert Kropp recúerda coú mo ún tratante en AÁ msterdam le regaloú ún cúadro peqúenñ o pero
valioso simplemente porqúe lo habíúa admirado. Kropp se qúedoú asombrado, pero se qúedoú
el cúadro y lúego le pregúntoú a Goering si habíúa hecho bien en aceptarlo. Goering se rio.
«Por súpúesto qúe debe qúedaú rselo», dijo, pero en cúanto lo vio lo qúiso para eú l. A cambio
le dio a Kropp ún cúadro de mayor tamanñ o pero sin valor qúe mostraba úna vista de
Carinhall y no ocúltoú sú placer por adqúirir otro peqúenñ o tesoro de esa forma.
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Púede qúe algúnas de esas transacciones de obras de arte se hicieran bajo coacciones
por parte de Goering. EÁ se parece ser el caso de M. Renders, cúya valiosa coleccioú n de únos
treinta cúadros de la escúela flamenca del siglo XV fúe adqúirida por Goering, y qúe lúego sú
dúenñ o reclamoú despúeú s de la gúerra. Poco despúeú s de la ocúpacioú n del súr de Alemania por
fúerzas norteamericanas, el comandante Anderson, ún oficial del Gobierno Militar
Estadoúnidense en la 101 Divisioú n Aerotransportada, rastreoú esos cúadros hasta el castillo
de Zell am See, en Aústria, donde Emmy Goering permanecioú dúrante ún tiempo tras la
captúra de sú marido. Lloroú cúando se llevaron los cúadros. La propia ninñ era de Edda le
entregoú a los norteamericanos ún lienzo envúelto en ún paqúete qúe Goering habíúa dejado
a sú cargo, dicieú ndole qúe cúidara múy bien de eú l, ya qúe era múy valioso. Resúltoú ser el
«Vermeer» de Van Meegeren.
Aparte de las despiadadas confiscaciones de obras de arte a indefensos propietarios
júdíúos, Goering normalmente teníúa múcho cúidado en gúardar las apariencias cúando
adqúiríúa obras famosas en el extranjero. Túvo sús mayores problemas en sús relaciones con
Italia. En docúmentos de extensioú n considerable qúe han sobrevivido [183], Hans Georg von
Mackensen, el embajador alemaú n en Roma, se qúeja amargamente (aúnqúe de manera
diplomaú tica) de los problemas y húmillaciones qúe súfrioú debido a la adqúisicioú n de tesoros
artíústicos para la coleccioú n de Goering. Mantúvo, segúú n dejoú escrito, desagradables
entrevistas con el ministro de Edúcacioú n italiano, e inclúso con Mússolini y Ciano. Al final,
en mayo de 1942, se vio obligado a desmentir en púú blico los rúmores de qúe importantes
obras de arte italianas habíúan sido enviadas a Alemania, y anúncioú qúe en cúalqúier caso la
exportacioú n de obras maestras de Italia se acabaríúa por ley. Pese a ello, Goering continúoú
comprando o adqúiriendo cúadros italianos; eran almacenados en cajas y se gúardaban en
ún anexo de la embajada alemana en Roma mientras esperaban a ser transportados a
Alemania. Adqúirioú el Retrato de Hombre de Memling de la familia Corsini por 6 900 000
liras, y pagoú maú s de diez millones por Spiridon Leda, ún cúadro atribúido a Leonardo…
aúnqúe túvo qúe ceder esa pintúra a Hitler. Comproú mobiliario y tapices a Bellini, ún
tratante de arte en Florencia y en júnio de 1941 Hofer pagoú al conde Contini en Florencia la
súma de seis millones de liras por úna valiosa coleccioú n de pintúras renacentistas [184].
El incidente maú s embarazoso para Goering en sús tensas relaciones con los italianos fúe
el precioso regalo de cúmpleanñ os qúe le envioú la Divisioú n Hermann Goering despúeú s de
haber tomado posesioú n de Montecassino. El gobierno italiano habíúa úsado el monasterio en
1943 como depoú sito de tesoros artíústicos procedentes principalmente del Múseo de
Naú poles e inclúíúa obras de Tiziano, Van Dyck y Rafael, y bronces antigúos de Pompeya y
Hercúlano. En ese lúgar habíúa depositados cerca de doscientas cajas conteniendo cúadros y
otras obras de arte, y se dispúso qúe fúeran enviadas al Vaticano para ponerlas a salvo…
menos qúince cajas qúe fúeron robadas por los miembros de la Divisioú n Hermann Goering
y enviadas a Goering por sú cúmpleanñ os en enero de 1944. Goering se horrorizoú y emitioú
úna reprimenda. Pero los cúadros no volvieron directamente a Italia; fúeron enviados a las
cavernas del Alt Aússee para qúe estúvieran a salvo mientras esperaban el transporte oficial
qúe los devolviera a Italia[185].
222
Asíú, de todas esas formas, la gran coleccioú n de arte centrada en Carinhall fúe creciendo
gradúalmente en preparacioú n para el momento en qúe estúviera lista para sú exhibicioú n
permanente despúeú s de la gúerra en el Múseo Hermann Goering. La coleccioú n estúvo hasta
el final a cargo de Andreas Hofer, y Gisela Limberger actúoú como bibliotecaria y secretaria
confidencial responsable de la incesante correspondencia relacionada con los tratos y
adqúisiciones de Goering[186]. El archivo fotograú fico de imaú genes de la coleccioú n qúe
recopilaron ocúpaba 217 aú lbúmes de gran tamanñ o, y qúe acabaron en posesioú n de las
aútoridades norteamericanas tras la gúerra [187]. Al final, la parte de la coleccioú n de tesoros
artíústicos de Goering depositada en Carinhall (en total teníúa siete residencias repletas de
objetos de arte) túvo qúe ser embalada y enviada al súr para ponerla a salvo. Los
norteamericanos incaútaron el envíúo final, qúe inclúíúa veintisiete cajas de libros, cúatro
cajas de cristaleríúa, siete de porcelana, ocho de vajillas de oro y plata, y seis de alfombras.
Por súpúesto, se trataba solamente de úna fraccioú n de los cargamentos de objetos preciosos
enviados en trenes y camiones desde el norte dúrante las semanas anteriores a la
evacúacioú n final de Carinhall en abril de 1945.
Goering coleccionaba todo lo qúe túviera intereú s y fúera valioso, inclúyendo armas
orientales, vasijas de alabastro y relojes de sol renacentistas. Teníúa ún escritorio qúe úna
vez fúera propiedad del cardenal Mazarino. Poseíúa hermosos ejemplos de tapices Beaúvais
del siglo XVIII y algúnos tapices goú ticos qúe habíúan sido elegidos cúidadosamente como
piezas de acompanñ amiento para determinadas escenas de caza de Toúrnai, qúe habíúa
comprado al ridíúcúlo precio de veinte millones de francos cúando la coleccioú n Seè ze fúe
púesta forzosamente a la venta en Francia. Poseíúa varios retablos, entre ellos úna Pasioú n y
úna Crúcifixioú n francesas del siglo XV, eú sta úú ltima confiscada en Paríús al marchante de arte
Seligmann. El maú s importante de sús retablos, obra del Maestro de la Sagrada Familia (ún
artista de la escúela de Colonia del siglo XV) fúe adqúirido mediante ún intercambio con el
Loúvre. Tambieú n del Loúvre adqúirioú la estatúa a tamanñ o natúral de la Magdalena conocida
como La Belle Allemande, tallada en madera, obra del escúltor súabo del siglo XVI Gregor
Erhardt. Los norteamericanos pensaron qúe la estatúa teníúa algúú n parecido con la mújer de
Goering. Entre sús cúadros, Goering se enorgúllecíúa especialmente de poseer cinco retratos
de Rembrandt, inclúyendo el Hombre Barbudo, el Hombre con Turbante y retratos de sú
mújer, sú hermana y el hijo de eú sta, úna infanta de Velaú zqúez, La Resurrección de Lázaro de
Rúbens, la Joueuse de Volant de Chardin, la Joven con Figura China de Fragonard, el
Matrimonio Místico de Santa Catalina de David, pintúras de Frans Hals, Van Dyck, Van Eyck y
Goya, y sú coleccioú n especial de obras de los dos Lúcas Cranach, el Joven y el Viejo.
El destino final del úú ltimo gran envíúo de la coleccioú n de Goering era Berchtesgaden.
Cúando los expertos norteamericanos enviados a revisar el botíún artíústico consigúieron
localizarlo, lo encontraron embalado en la casa de reposo de la Lúftwaffe en Unterstein, a
tres kiloú metros al súr de Berchtesgaden. Los cúadros ocúpaban cúarenta habitaciones, las
escúltúras estaban apinñ adas en cúatro habitaciones y ún pasillo, y habíúa úna habitacioú n maú s
llena de tapices apilados. Dos habitaciones estaban llenas a rebosar de alfombras y otras
dos conteníúan cientos de marcos de cúadros vacíúos. Ademaú s habíúa habitaciones con cajas,
223
baúú les y barriles llenos de porcelanas. Una capilla adosada al resto de la casa estaba
abarrotada de mobiliario italiano del Renacimiento. Todo eso representaba ún úú nico
cargamento en tren, qúe Goering habíúa ordenado a sús hombres qúe almacenaran en ún
gran búú nker cerca de sú propiedad en Berchtesgaden. Pero los ejeú rcitos de los Aliados
habíúan llegado a la zona antes de qúe púdieran cúmplir con ese cometido, y los soldados
norteamericanos habíúan encontrado la mayor parte de las coleccioú n todavíúa a bordo de los
núeve vagones del tren de Goering; los hombres de Goering aparentemente estúvieron maú s
interesados en vaciar dos compartimentos repletos de botellas de champaú n y whisky qúe
Goering no qúiso dejar atraú s para los soldados rúsos qúe ocúparíúan Carinhall [188]. Al final los
soldados norteamericanos acabaron terminando de gúardar la coleccioú n en la casa de
reposo. Ese tren representoú el intento final por parte de Goering de poner a salvo los
contenidos de Carinhall. El proceso de traslado al súr habíúa sido continúo dúrante las
semanas anteriores, y varios envíúos habíúan sido dispersados a lúgares diferentes. Sú valiosa
coleccioú n de armas, por ejemplo, fúe encontrada en posesioú n de Fritz Goö rnnert, ún
miembro del personal de Goering.
Goering fúe hasta el final el maú s asidúo coleccionista de arte entre los jerarcas nazis.
Hitler, obsesionado con la gúerra, dejaba sús posesiones en los almacenes sin llegar a
examinarlas. Gradúalmente, los tesoros saqúeados por Rosenberg llegaron a varios
destinos, como los frescos túú neles de las minas de sal del Alt Aússee, donde los
norteamericanos encontraron seis mil cúadros y vastas colecciones de escúltúras, múebles
y tapices, asíú como valiosos manúscritos y libros. Toda el aú rea de Berchtesgaden estaba
repleta de tesoros artíústicos, maú s o menos ocúltados a los Aliados. El caos representado por
el saqúeo privado y el genúino traslado de objetos valiosos a lúgares segúros para evitar la
destrúccioú n bajo las bombas implicaríúa meses de investigacioú n para las únidades
encargadas de rastrear y catalogar las decenas de miles de obras desaparecidas qúe sús
dúenñ os qúeríúan qúe les fúeran devúeltas despúeú s de la gúerra. Múchas obras se perdieron
de forma irremediable, múchas resúltaron danñ adas y sin dúda otras sigúen esperando en
sús escondites a ser descúbiertas. EÁ se fúe otro martirio qúe infligioú la Alemania nazi: el
robo y el traslado de miles de obras maestras del arte eúropeo hasta qúe finalmente
acabaron en pozos de minas, víúas múertas de ferrocarril, búú nkeres y almacenes, o
arrebatadas de las manos de mezqúinos súbalternos qúe intentaban robar los preciosos
restos de los saqúeos de sús amos.
224
9
Eclipse
Los doce meses qúe precedieron al desembarco de los Aliados en Normandíúa el 6 de júnio
de 1944 fúeron testigos de la retraccioú n del imperio alemaú n en todos los frentes. Mússolini,
qúe habíúa úrgido a Hitler en vano para qúe hiciera las paces con la Unioú n Sovieú tica, fúe
derrocado en júlio de 1943; hacia septiembre los Aliados estaban en el súr de Italia, se
habíúa firmado ún armisticio italiano con los Aliados y Hitler habíúa rescatado al caútivo
Mússolini de sú prisioú n en el Gran Sasso, úna operacioú n realizada desde el aire por los
hombres de Himmler, y no los de Goering. En Rúsia, las fúerzas alemanas, tras la fracasada
ofensiva de júlio, se retiraron dúrante el resto del verano, mientras en la propia Alemania la
ofensiva aeú rea anglo-norteamericana crecíúa hasta adqúirir proporciones devastadoras,
deprimiendo profúndamente al púeblo alemaú n aúnqúe sin consegúir qúebrar sú moral. La
red de conspiraciones contra Hitler en el interior de Alemania fracasoú úna y otra vez en
lograr úna accioú n efectiva, cúlminando en el valiente pero fallido atentado contra la vida del
Fúö hrer qúe llevaron a cabo los generales hostiles a eú ste el 20 de júlio de 1944. Mientras
tanto, la cabeza de playa de los Aliados en Normandíúa se habíúa convertido en úna invasioú n
completa y la gran ofensiva sovieú tica habíúa empújado el frente del este de vúelta al
territorio de Polonia.
El fracaso de la Lúftwaffe, pese a la gran valentíúa individúal de sús miembros, se debioú a
la disolúcioú n de sús fúerzas: carencias en el súministro de maú qúinas y hombres, de
hombres con entrenamiento, de oportúnidades para oponerse al abrúmador aúmento de la
ofensiva aeú rea de los Aliados. En el Mediterraú neo, las fúerzas aeú reas anglo-norteamericanas
eran cúatro o cinco veces súperiores a las de la Lúftwaffe; los alemanes súfrieron carencias
en capacidad de combate y de reconocimiento aeú reo antes del desembarco de los Aliados
en Italia pese al insensato optimismo de Goering frente a las advertencias de Rommel. Soú lo
la conmocioú n provocada por la caíúda del poder de Mússolini revivioú brevemente a la
Lúftwaffe en el aú rea del Mar Joú nico y el Adriaú tico. En el frente rúso la sitúacioú n era la
misma: ni los aviones ni las tripúlaciones eran súficientes, ni en núú mero ni en calidad.
Hacia 1944, la Fúerza Aeú rea Sovieú tica podíúa oponer entre diez y qúince mil aviones contra
la mengúante fúerza de únos veinticinco mil aparatos de la Lúftwaffe, múchos de ellos
225
obsoletos. Sús fúnciones se volvieron completamente defensivas. En el oeste, el poder de la
Lúftwaffe, mientras esperaba al inevitable Díúa D, apenas súperaba el del frente del este, y la
mayor parte de los aviones estaban ocúpados oponieú ndose lo mejor qúe podíúan a las
incúrsiones de los bombarderos sobre Alemania. Hacia el Díúa D, la fúerza aeú rea aliada
ascendíúa a once mil aviones. Inclúso los intentos de reconocimiento de la Lúftwaffe
anteriores al Díúa D fúeron completamente inadecúados. La fúerza de bombarderos de largo
alcance lista para oponerse a los desembarcos apenas ascendíúa a 350 aparatos con
tripúlaciones relativamente inexpertas. Goering púso en el aire todos los aparatos y
hombres qúe púdo para proteger las fúerzas de tierra de Rommel, pero se desintegraron
ante el peso de incesantes oleadas de bombarderos y cazabombarderos aliados, mientras
qúe la organizacioú n de tierra de la Lúftwaffe era aplastada y redúcida al caos.
Bajo la aútoridad de Milch y finalmente bajo la de Speer, la prodúccioú n aeronaú útica
alemana aúmentoú considerablemente. Habíúa plantas de prodúccioú n y de reparaciones por
toda la extensioú n de la Eúropa ocúpada por Alemania, y el cataú logo de aviones se redújo
para facilitar la prodúccioú n en masa de maú qúinas como los bombarderos Júnkers 88, los
cazas monomotores Messerschmitt 109 y Focke-Wúlf 190, y los cazas bimotores
Messerschmitt 110 y Messerschmitt 410. Dúrante el periodo de 1943-44 se logroú úna
prodúccioú n mensúal de únos dos mil aviones, mil menos de los qúe habíúan planeado
Goering y Milch en 1942. Soú lo la brillante organizacioú n de Speer púdo llevar la prodúccioú n a
tres mil aparatos al mes dúrante la primavera de 1944.
La determinacioú n de Hitler de no andarse con rodeos con Goering y de obligarle a qúe
empújara a la Lúftwaffe a qúe tomara represalias contra el púeblo ingleú s por el súfrimiento
qúe los Aliados podíúan infligir ahora a los civiles alemanes no animaba al mariscal del Reich
a asistir a las conferencias de gúerra de Hitler. Pero Hitler segúíúa teniendo ún cierto afecto
por Goering. El 25 de júlio dijo a sús generales dúrante úna conferencia de Estado Mayor:
«El mariscal del Reich ha capeado múchas crisis a mi lado. Es fríúo como el hielo en los
momentos de crisis. En esas ocasiones úno no púede tener ún consejero mejor… brútal y
fríúo». Sigúiendo sú costúmbre, sigúioú divagando, repitiendo las frases qúe le gústaban. «No
se púede tener úno mejor; no se púede encontrar úno mejor. Ha capeado todas las crisis a
mi lado, ha capeado las peores crisis. Entonces es cúando es fríúo como el hielo. Cúando las
cosas se han púesto mal de verdad se ha vúelto fríúo como el hielo [189]». Cúando Goebbels, con
la impresioú n de qúe el mariscal del Reich ya no estaba capacitado para dirigir la Lúftwaffe,
habíúa súgerido únos cúantos díúas antes qúe Goering fúera reemplazado, Hitler se negoú
tajantemente y le dijo a Goebbels qúe le molestaban tales comentarios y qúe no toleraríúa
«ese tipo de conspiraciones». Galland, convocado al cúartel general de Hitler, le dijo qúe lo
qúe hacíúa falta para expúlsar a los bombarderos enemigos del cielo era ún núú mero de cazas
tres o cúatro veces súperior al de sús enemigos. Pero tanto Hitler como Goering se
manteníúan firmes en sú súenñ o de bombarderos; los cazas qúe no podíúan servir para
bombardear al enemigo para someterlo eran para ellos ún síúmbolo de derrota. Al mismo
tiempo, los bimotores De Havilland y Mosqúito, con úna velocidad púnta qúe súperaba con
múcho a los mejores cazas alemanes de 1943, irritaron tanto a Goering qúe creoú grúpos
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especiales de cazas para contrarrestarlos, pasando por encima de la cabeza de Galland,
pero esos grúpos tambieú n fracasaron. Goering hostigoú e intimidoú a sú gente,
exasperaú ndolos con sús inefectivas interferencias hasta qúe Jeschonnek apeloú a Hitler para
qúe asúmiera el mando de la Lúftwaffe en persona. Goering, al enterarse, le dijo a sú Jefe de
Estado Mayor qúe podíúa acúsarle de insúbordinacioú n… pero insinúoú qúe preferiríúa sú
súicido. Jeschonnek múrioú por sú propia mano[190].
En palabras de Schellenberg: «Hacia finales de 1943, Goering habíúa perdido todo
vestigio de aútoridad o respeto[191]». En la entrada de sú diario correspondiente al 10 de
agosto, Semmler, el observador ayúdante de Goering, escribioú : «Políúticamente, Goering bien
podríúa estar múerto. Los rúmores ya han dicho qúe ha múerto. Hitler, qúe
sorprendentemente todavíúa tiene en gran consideracioú n a Goering, ha aconsejado por tanto
qúe el mariscal del Reich deberíúa dejarse ver entre sú púeblo, para recúperar sú
popúlaridad». Goebbels comentoú desdenñ osamente qúe Goering, con ún grúpo de oficiales
cargados de medallas, habíúa visitado los mercados de Berlíún y se habíúa mezclado con el
púeblo. Segúú n Semmler, se oyeron voces qúe gritaron «¡Herr Meier!» y hombres qúe
silbaron al verlo[192]. Goebbels le dijo a Semmler qúe Goering habíúa actúado de forma
desacertada al permanecer tanto tiempo fúera de la vista del ojo púú blico, ya qúe nada
prodúce rúmores maú s raú pidamente qúe eso, e institúyoú úna campanñ a de prensa especial en
beneficio de Goering. En el congreso anúal del partido nazi en Múú nich, Hitler se rio
púú blicamente de los rúmores de qúe habíúa «depúesto» a sú «amigo Goering» e inclúso en
septiembre del anñ o sigúiente reafirmoú úna cierta fe continúada en eú l cúando renovoú sú
posicioú n como encargado del Plan de Cúatro Anñ os.
Tras los devastadores bombardeos contra Hambúrgo del verano, los comandantes de la
Lúftwaffe, reúnidos en pleno, convencieron a Goering finalmente de qúe habíúa qúe eqúipar
a la Lúftwaffe para la defensa. La reúnioú n túvo lúgar en el cúartel general de Hitler en
Rastenbúrg, y Goering hizo acopio de valor para contarle a Hitler la decisioú n qúe se habíúa
tomado. Qúizaú s se sintioú como úna vez le habíúa dicho a Schmidt qúe siempre se habíúa
sentido cúando túvo qúe contarle cosas desagradables a Hitler en el pasado: «A menúdo
tomo la decisioú n de decirle algo pero, cúando estoy cara a cara con eú l, el corazoú n se me cae a
las botas». Ahora teníúa qúe convencer a Hitler de qúe la estrategia tradicional estaba
eqúivocada; la úú nica tarea qúe le qúedaba a la Lúftwaffe era defender al Reich. Ahora lo
úú nico qúe importaban eran los aviones de combate. Galland, Milch y Korten, el súcesor de
Jeschonnek como Jefe de Estado Mayor, estando de acúerdo. Goering aparecioú . No se detúvo
a mirarlos, sino qúe se fúe a úna habitacioú n contigúa. Entonces llamoú a Galland y a Peltz, el
general de bombarderos. Lo qúe vio Galland le súpúso ún terrible golpe. Goering, con la
cabeza enterrada en las manos mientras se inclinaba sobre la mesa, lloraba. Gimioú , sin
poder hablar claramente. Al final consigúioú decirles qúe atravesaban ún momento de
terrible desesperacioú n. Hitler habíúa perdido la fe en eú l, habíúa rechazado todas sús
propúestas y habíúa ordenado qúe la Lúftwaffe bombardeara Inglaterra a gran escala,
combatiendo el terrorismo de los Aliados con el contraterrorismo alemaú n. Goering se habíúa
visto obligado a admitir qúe Hitler, como siempre, teníúa razoú n, se púso en pie y le dijo a
227
Peltz qúe estaríúa al mando del asalto contra Inglaterra. EÁ sa seríúa, segúú n habíúa dicho el
Fúö hrer, la úú ltima oportúnidad de la Lúftwaffe de redimir sú honor.
El resúltado fúe úna serie de ataqúes qúe dieron como resúltado únas peú rdidas qúe
pronto se convertiríúan en intolerables. Cúando Galland expresoú sú insatisfaccioú n en úna
reúnioú n qúe Goering celebroú en otonñ o en Veldenstein para discútir ún canñ oú n de largo
alcance completamente impracticable qúe se iba a montar en los Messerschmitt 410,
Goering simplemente le gritoú . Galland, igúalmente enfadado, pidioú ser relevado de sú
mando. Goering accedioú a ello, pero posteriormente se negaríúa a relevarlo. En cúalqúier
caso, la estrúctúra del Estado Mayor de la Lúftwaffe cambioú de la noche a la manñ ana como
la imagen de ún caleidoscopio. En úna ocasioú n Goering inclúso intentoú dirigir desde los
confines de Carinhall ún ataqúe contra úna fúerza invasora de bombarderos
norteamericanos, soú lo para enviar sús cazas en la direccioú n completamente eqúivocada.
Dúrante los diez primeros meses de 1943, la fúerza aeú rea norteamericana afirmoú haber
destrúido tres mil cazas alemanes, úna cifra qúe Galland acepta. Goering se qúejaba
continúamente, y en úna conferencia de Estado Mayor Galland se arrancoú sú Crúz de
Caballero y golpeoú con ella la mesa, miraú ndole fijamente y hacieú ndole callar.
Segúú n Goebbels, Goering acúdioú al cúartel general de Hitler el 9 de septiembre, «fúrioso
por la traicioú n de Italia» y para presionar a Hitler para qúe hiciera algúú n tipo de declaracioú n
púú blica. El colapso del frente del este pedíúa algo asíú pero, extranñ amente, segúú n Goebbels,
«Goering ahora es algo maú s optimista sobre la gúerra en el aire de lo qúe era antes; de
hecho, en mi opinioú n, es excesivamente optimista». Ese optimismo continúado, sin
embargo, soú lo podíúa consegúirse apartando la vista de la realidad. Speer recordoú en
Núú remberg ún incidente increíúble en el cúartel general de Hitler cúando Goering prohibioú a
Galland qúe hiciera maú s informes sobre el asúnto tras afirmar este úú ltimo qúe los cazas de
largo alcance enemigos habíúan llegado a penetrar hasta tan lejos como Lieja. Goering se
negoú a aceptar las prúebas soú lidas qúe demostraban qúe algúnos de esos aparatos habíúan
sido derribados tan al interior del territorio eúropeo [193].
El 2 de noviembre de 1944, Goering visitoú la planta Messerschmitt para discútir la
posible conversioú n del núevo caza a reaccioú n en cazabombardero. Ya en mayo, Galland
habíúa volado en el prototipo ME. 262 a 840 km/h; ahora los alemanes teníúan el avioú n maú s
raú pido del múndo. Voloú directamente a Veldenstein y contagioú sú entúsiasmo a Goering.
Pero Hitler se habíúa negado a aútorizar la prodúccioú n y de hecho habíúa insúltado a Goering
y a los jefes de la Lúftwaffe al celebrar úna conferencia de ingenieros y disenñ adores
aeronaú úticos y no invitar a ningúno de ellos a estar presentes. El resúltado de esto fúe qúe
Hitler, sin ni siqúiera consúltar con Goering, ordenoú a Messerschmitt la prodúccioú n de únos
cúantos prototipos maú s. Hasta siete meses despúeú s no permitiríúa a Goering aútorizar la
prodúccioú n en masa del caza a reaccioú n, e inclúso asíú soú lo bajo la forma de ún
cazabombardero. Entonces, dúrante úna demostracioú n especial del caza en Rastenbúrg en
diciembre, Goering fúe capaz de asegúrarle a Hitler qúe el aparato podríúa llevar al menos
úna bomba de mil libras. Le dio esa segúridad a Hitler sin ningúna confirmacioú n teú cnica de
qúe seríúa posible adaptar el avioú n al papel de bombardero; a Goering soú lo le preocúpaba,
228
segúú n se percatoú Galland mientras escúchaba, decirle a Hitler lo qúe eú ste qúeríúa oíúr, es decir,
qúe al fin teníúan ún bombardero de gran velocidad qúe sembraríúa el miedo y el terror en los
corazones de los ejeú rcitos qúe se reúníúan para ser destrúidos en el este y el oeste [194].
Hacia el invierno, Goering se habíúa recúperado hasta cierto púnto de sú declive, y
Goebbels comenta en sú diario del 14 de noviembre qúe se múestra maú s en púú blico y qúe se
ha «recúperado de sú reciente periodo de estancamiento» con el resúltado de qúe «sú
aútoridad estaú siendo reforzada gradúalmente». El 8 de noviembre habíúa dado ún largo
discúrso de dos horas y media de dúracioú n sobre la gúerra aeú rea ante úna asamblea de
Reichleiters y Gaúleiters; ún discúrso qúe no fúe tan efectivo como púdiera haberlo sido, en
opinioú n de Goebbels, ¡porqúe Goering intentoú argúmentar qúe habíúa lanzado sús
bombardeos de represalia contra Inglaterra en 1940! Despúeú s cenoú con Goebbels e inclúso
consigúioú caldear algo el helado corazoú n del ministro de Propaganda: «En persona es ún
personaje excepcionalmente encantador», escribioú .
El 30 de noviembre, Goering pronúncioú la qúe seríúa sú úú ltima alocúcioú n radiada. En ella
recordaba al púeblo alemaú n coú mo el gallardo grúpo de espartanos habíúa defendido el paso
de las Termoú pilas contra las hordas persas; eú se, dijo, era el espíúritú con el qúe los alemanes
debíúan defender sú patria. No intentoú minimizar los bombardeos de los Aliados. «Aúnqúe
todas las ciúdades alemanas sean arrasadas hasta los cimientos», gritoú , «el púeblo alemaú n
sobreviviraú … El púeblo alemaú n existioú antes de qúe húbiera ciúdades y púede qúe inclúso
tengamos qúe vivir en agújeros en la tierra… La desaparicioú n de Berlíún de la faz de la tierra
seríúa algo terrible pero no fatal. El púeblo alemaú n ha existido en el pasado sin Berlíún. Pero si
los rúsos llegan a Berlíún, el púeblo alemaú n habraú dejado de existir [195]».
Despúeú s del comienzo de los bombardeos a gran escala sobre Berlíún, Goering fúe al
frente del oeste en persona, sigúiendo oú rdenes de Hitler, para súpervisar ún golpe de
represalia contra Londres desde el aire, pero descúbrioú qúe la Lúftwaffe ya no era capaz de
organizar ataqúes a esa escala. Galland afirma qúe dúrante enero y febrero soú lo cayeron
sobre Londres 275 toneladas de bombas. La Lúftwaffe se vio obligada a concentrarse en la
defensa, y sús peú rdidas fúeron múy grandes.
Segúú n las prúebas aportadas por Bodenschatz en Núú remberg, Goering entonces
intentaba de todas las maneras posibles recúperar sú posicioú n con Hitler, qúien lo estaba
exclúyendo gradúalmente de sús reúniones privadas y conferencias relacionadas con la
gúerra. Demostroú ser, como en el caso del caza a reaccioú n, completamente incapaz de
enfrentarse a Hitler, y parece qúe dejoú qúe Hitler descargara el peso principal de sú ira
contra la Lúftwaffe sobre Bodenschatz, qúien sigúioú siendo sú principal representante en el
cúartel general de Hitler, y sobre Milch y Galland. Milch recúerda otra escena qúe túvo lúgar
entre Goering y Hitler en el Obersalzberg en febrero de 1944, despúeú s de qúe tanto Milch
como Galland húbieran vúelto a insistir úna vez maú s en qúe el núevo caza a reaccioú n no
fúera sometido a la inviable adaptacioú n a bombardero en qúe Hitler continúaba
empecinado. Hitler exclamoú fúribúndo: «Qúiero bombarderos, bombarderos, bombarderos.
Sús cazas no sirven para nada, de todas formas», y Goering, úna vez maú s, cedioú ante la fúria
del Fúö hrer[196].
229
El programa revisado y centralizado de Speer para la prodúccioú n en masa de únos pocos
tipos seleccionados de aviones, principalmente cazas, fúe presentado a Goering en úna
importante conferencia en el Obersalzberg en abril de 1944 [197]. Goering habloú con la voz de
Hitler. Sú «aplastante decisioú n final», como la definioú Galland, fúe qúe «los bombarderos
pesados sigúieran siendo el núú cleo del armamento aeú reo». Por tanto, habíúa qúe modificar el
plan de Speer. Al final, en palabras de Galland, los bombarderos núnca salieron de la líúnea
de montaje; fúeron destrúidos dúrante sú constrúccioú n. De haber sido completados, no
húbieran tenido combústible con el qúe volar. Con úna fúerza de cazas qúe en la evalúacioú n
de Galland ascendíúa a soú lo úno por cada siete aparatos de los Aliados, formoú las únidades
de cazas de asalto con hombres preparados para acercarse a los bombarderos y atacar a
bocajarro, llegando inclúso el piloto a estar dispúesto a embestir al aparato enemigo en ún
intento desesperado por destrúirlo, saltando del avioú n jústo antes del impacto.
A finales de marzo y principios de abril de 1944, túvo lúgar el caso de la ejecúcioú n de
cincúenta de los ochenta oficiales de la fúerza aeú rea britaú nica y de la Commonwealth qúe,
como prisioneros de gúerra en el Stalag Lúft III, habíúan intentado úna fúga en masa la noche
del 24 al 25 de marzo pero qúe habíúan sido recaptúrados [198]. El Stalag Lúft III, úbicado en
Sagan, era teú cnicamente ún campo de la Lúftwaffe y por tanto bajo la súpervisioú n de
Goering. Las circúnstancias qúe condújeron al asesinato de los hombres (eso es lo qúe era,
ya qúe sú múerte al ser recaptúrados era úna violacioú n de los tratados internacionales
sobre el tratamiento a prisioneros de gúerra) fúeron sometidas a examen constante
dúrante los júicios de Núú remberg, y fúe Milch dúrante sú testimonio particúlar, al
comparecer como testigo de la defensa de Goering, qúien admitioú la desintegracioú n de la
administracioú n del alto mando en 1944. Habloú de «la gran confúsioú n qúe existíúa en los maú s
altos niveles en aqúel tiempo». En todo momento, dijo, «habíúa úna terrible confúsioú n…
Hitler interferíúa en todos los asúntos y daba oú rdenes en persona… [y] dúrante ese periodo
apenas vi a Goering». En cúanto a las ejecúciones en síú, parece qúe fúeron consecúencia de
otra orden qúe Hitler emitioú en mayo decretando qúe todos los prisioneros de gúerra
(aparte de los ingleses o norteamericanos) qúe fúeran recaptúrados tras intentar fúgarse
debíúan ser eliminados en secreto por la policíúa. En Núú remberg húbo dúdas sobre hasta qúeú
púnto era Goering personalmente responsable del error en sú propio campo. Afirmoú qúe
estúvo de permiso dúrante todo el mes de marzo y qúe soú lo súpo de las ejecúciones cúando
regresoú a Berchtesgaden, donde Hitler habíúa emplazado sú cúartel general por aqúel
entonces. Goering afirmoú qúe protestoú con tanta fúerza como púdo, primero ante Himmler
y lúego ante Hitler, diciendo lo danñ ino qúe seríúa eso para los miembros de la Lúftwaffe qúe
habíúan tenido qúe saltar en territorio enemigo. En las propias palabras de Goering: «El
Fúö hrer —núestras relaciones entonces eran extremadamente malas y tensas— respondioú
de manera bastante violenta qúe los aviadores qúe volaban contra Rúsia tambieú n teníúan
qúe tener en cúenta la posibilidad de qúe los mataran a golpes inmediatamente si teníúan
qúe hacer ún aterrizaje de emergencia, y qúe los pilotos en el oeste no deberíúan tener
ningúú n privilegio especial en ese sentido. Le dije allíú mismo qúe esas dos cosas no teníúan
relacioú n algúna».
230
Las declaraciones hechas bajo interrogatorio por los oficiales tanto dentro como fúera
de la Lúftwaffe implicaban a Goering, qúe segúú n admitioú regresoú de sú permiso como múy
tarde el 29 de marzo. A Goering le húbiese sido virtúalmente imposible no saber nada de
las ejecúciones, qúe túvieron lúgar del 25 de marzo al 13 de abril, sigúiendo oú rdenes de
Hitler. Por tanto, podíúa haber dado contraoú rdenes y detenido las múertes. Goering insistioú
en qúe ignoraba por completo lo qúe ocúrríúa, y es cierto qúe no húbo nadie qúe púdiera
testificar qúe se le húbiera comúnicado a Goering esa informacioú n exacta; Milch tambieú n
negoú qúe túviera conocimiento de ello hasta qúe fúe demasiado tarde. Como lo expresoú
Goering, «no estaba presente en el momento en qúe el Fúö hrer dio la orden. Cúando lo súpe,
me opúse vehementemente. Pero, para cúando me entereú , ya era demasiado tarde… Para míú
súpúso el incidente maú s grave de toda la gúerra».
Dúrante la noche del 5 al 6 de júnio, Goering recibioú la llamada telefoú nica qúe todo el
alto mando nazi temíúa: Bernd von Braúchitsch le telefoneoú a Veldenstein para decirle qúe
habíúa comenzado la invasioú n de Francia. A primera hora de la manñ ana, Goering salioú de sú
retiro para asistir a úna conferencia sobre la sitúacioú n creada por el desembarco de los
Aliados celebrada dúrante la tarde del 6 de júnio en Klessheim, ún castillo cerca de
Salzbúrgo, y tanto Ribbentrop como Himmler estúvieron presentes. La sitúacioú n de la
Lúftwaffe en el momento del desembarco de Normandíúa hacíúa imposible, como ya hemos
visto, qúe planteara úna oposicioú n efectiva contra las vastas flotas de cazas y bombarderos
de los Aliados. Las tripúlaciones de la Lúftwaffe estaban en desesperada inferioridad
númeú rica desde el principio, concentradas como estaban en la defensa del Reich mismo,
frente a los incesantes bombardeos contra las faú bricas de armamento y las plantas de
combústible sinteú tico qúe eran accesibles desde el aire.
Segúú n Galland, la Lúftwaffe en el Díúa D teníúa menos de ún centenar de cazas listos para
enfrentarse al desembarco aliado. «El díúa de la invasioú n, no maú s de 319 aparatos podíúan
enfrentarse al enemigo», escribiríúa posteriormente. La orden clave para el traslado de la
fúerza de cazas de Alemania al núevo frente de Francia no fúe dada hasta el segúndo díúa de
la invasioú n, y las comúnicaciones eran tan deficientes qúe la noticia de la invasioú n en síú no
llegoú al II Cúerpo Aeú reo en Compieè gne hasta las ocho de la manñ ana. En cúalqúier caso, húbo
qúe cambiar todo el plan de traslado debido a los danñ os y desorganizacioú n qúe súfrieron los
aeroú dromos y a la oposicioú n enemiga en el aire. La moral estaba en sú púnto maú s bajo entre
los pilotos y el personal. «Los Aliados tienen úna súpremacíúa aeú rea total… La sensacioú n de
impotencia contra los aparatos enemigos… tiene ún efecto paralizador», informoú el
comandante de úna de las divisiones panzer.
La noche del 12 al 13 de júnio se lanzoú contra Londres por primera vez la famosa arma
secreta de Peenemúö nde, la bomba roboú tica V-1 de la Lúftwaffe («V» de Vergeltun,
venganza). Las misteriosas rampas a lo largo de la costa del Canal habíúan sido
bombardeadas dúra y continúamente por los Aliados a baja altúra; se habíúan constrúido
reú plicas de esas plataformas inclinadas en Florida para practicar los meú todos maú s efectivos
de destrúirlas. La bomba volante era úna forma de avioú n no tripúlado constrúido no soú lo en
Peenemúö nde sino en Friedrichshafen y otros centros, y se lanzaron únas núeve mil,
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principalmente contra Londres, dúrante los tres meses sigúientes al lanzamiento inicial en
júnio. La V-1 llevaba ochocientos kilos de explosivo de alta potencia, teníúa ún alcance de
hasta 250 kiloú metros y volaba a úna altúra media de 750 metros y a úna velocidad maú xima
de 640 km/h. Apenas ún tercio de las bombas lanzadas alcanzaron sús objetivos; o bien
eran hechas estallar en el aire por los cazas aliados y las defensas terrestres o no
explotaban en absolúto. Las V-1 fúeron ún arma propagandíústica qúe ayúdoú a mantener la
moral alemana; tras la sorpresa inicial qúe caúsoú en Londres, los ingleses las aceptaron
como otro peligro maú s de la gúerra, pero menos mortíúfero en definitiva qúe los temibles
bombardeos del periodo del blitz sobre Londres. No obstante, el danñ o caúsado por las V-1
fúe amplio, particúlarmente en el East End de Londres. Hacia finales de 1944, tres cúartos
de milloú n de hogares en el aú rea del Gran Londres se anñ adieron a la ya de por síú enorme
cantidad de danñ os materiales. Hitler y Goering volvieron a calcúlar mal cúando creyeron,
despúeú s de únas prúebas con ún Spitfire captúrado, qúe la V-1 era invúlnerable desde el
aire y qúe se podíúa bombardear Londres hasta qúe los ingleses se rindieran, desde ún
centenar de emplazamientos de lanzamiento sitúados a lo largo de la costa del Canal. Para
cúando la V-1 estúvo lista para ser lanzada, múchas de las rampas habíúan resúltado
danñ adas y se sabíúa lo súficiente del arma como para organizar úna defensa cada vez maú s
efectiva cúando finalmente comenzaron los lanzamientos. El 5 de júlio, Chúrchill reveloú en
la Caú mara de los Comúnes qúe las primeras 2574 bombas habíúan matado solamente a 2752
personas. La bomba volante dejoú de ser ún arma taú ctica de importancia.
Mientras tanto, la invasioú n aliada, qúe para júlio ya estaba plenamente establecida, teníúa
úna líúnea paralela en la penetracioú n rúsa de Polonia y la amenaza qúe eso significaba para
la Prúsia Oriental. Segúú n Galland, Goering no estaba disponible y se aúsentoú del mando de
la Lúftwaffe. Dúrante el mes de júlio se pospúso dos veces la tentativa para matar a Hitler
dúrante sú conferencia diaria de Estado Mayor, inspirada principalmente por ún grúpo de
generales qúe qúeríúan eliminar a Goering y a Himmler en ún úú nico atentado júnto con el
Fúö hrer. El 11 de júlio soú lo Goering estúvo presente en la conferencia de Estado Mayor, pero
no Himmler, y se abandonoú el intento de ese díúa. La segúnda vez, el 15 de júlio, Hitler se fúe
antes de qúe la bomba, ocúlta en ún maletíún, púdiera ser colocada. Entonces se decidioú
concentrar el atentado soú lo en Hitler. Las conferencias, a las qúe asistíúa Goering cúando
estaba disponible, teníúan lúgar bien en el Berghof, en el súr, o en la Gúarida del Lobo, en
Rastenbúrg, segúú n los movimientos de Hitler. En el tercer intento, el 20 de júlio en
Rastenbúrg, la bomba explotoú en presencia de Hitler, pero el maletíún del conde Klaús von
Staúffenberg qúe la conteníúa habíúa sido movido lejos del Fúö hrer, hasta el otro lado de la
pata de la maciza mesa, por ún tal coronel Brandt mientras se inclinaba sobre la mesa para
obtener úna mejor vista de los mapas de Hitler. Brandt se contoú entre los qúe múrieron,
pero Hitler soú lo súfrioú heridas leves en la forma de qúemadúras y magúlladúras. Sin
embargo, síú qúe súfrioú úna conmocioú n considerable y úna paraú lisis temporal del brazo
derecho. Bodenschatz, qúe estaba allíú representando a Goering, súfrioú heridas graves.
Himmler, qúe estaba en el cúartel general pero no en la conferencia, inmediatamente se
hizo cargo de la investigacioú n, mientras qúe Goebbels, actúando con úna iniciativa
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considerable, aprovechaba la oportúnidad qúe se le ofrecíúa para hacerse con el control de
Berlíún.
Goering se encontraba en sú cúartel general a únos ochenta kiloú metros de distancia
cúando le llegaron las noticias sobre el fallido atentado contra Hitler. Posteriormente se
jactaríúa de qúe «si el atentado húbiera tenido eú xito, me habríúa tenido qúe ocúpar yo»,
aúnqúe Himmler tenia otra opinioú n sobre el asúnto. Goering fúe directamente a Rastenbúrg
y llegoú a tiempo de únirse a otra de esas extranñ as reúniones sociales qúe parecíúan ocúrrir
en momentos de crisis. Porqúe el 20 de júlio, Mússolini, dictador de Lombardíúa, si es qúe
segúíúa siendo dictador de algo, se encontraba visitando a Hitler; sú tren se retrasoú y llegoú
acompanñ ado del mariscal Graziani, para ser recibido por ún Hitler paú lido y tembloroso con
el brazo en cabestrillo.
Toda la jerarqúíúa excepto Goebbels se encontraba presente en ese momento: Himmler y
el gran almirante Doenitz, el núevo comandante general naval, asíú como Keitel y Jodl. Tras
inspeccionar los escombros, el dictador y sús colegas se sentaron a tomar el teú , fúriosos y
alterados. Para ese entonces ya sabíúan qúe la conspiracioú n se habíúa planeado a úna escala
considerable y qúe involúcraba a múchos oficiales del ejeú rcito de alta posicioú n ya qúe, al
creer múerto a Hitler, los conspiradores habíúan intentado tomar el centro administrativo de
Berlíún y las acciones de Goebbels, qúe sabíúa qúe Hitler habíúa sobrevivido, les habíúan
impedido completar sú asalto a los ministerios. Estallaron recriminaciones en úna salvaje
demostracioú n de malos modales con poca consideracioú n por la presencia de los invitados
italianos. Hitler en ún principio escúchoú , mascando píúldoras de diversos colores, mientras
sús comandantes, alzando la voz, empezaban a gritarse entre síú; Doenitz echaba la cúlpa de
los desastres de la gúerra al ejeú rcito; Goering estaba de acúerdo, soú lo para qúe el Gran
Almirante le atacara a sú vez por el fracaso de la Lúftwaffe. Goering, enrojecido y fúrioso,
defendioú sú servicio y lúego se volvioú hacia Ribbentrop y le atacoú por lo inúú til de sú políútica
exterior. La bronca llegoú a ún púnto en el qúe Goering amenazoú de verdad a Ribbentrop con
sú bastoú n de mariscal. «Asqúeroso vendedor de champaú n», le gritoú , «¡cierra la maldita
boca!». Lo llamoú Ribbentrop a secas, cosa qúe enojoú al otro maú s qúe nada, al haber ganado
sú «von» soú lo por haber sido adoptado por úna tíúa. Ribbentrop exigioú ser tratado con
respeto, gritando: «¡Sigo siendo el ministro de Asúntos Exteriores y mi nombre es Von
Ribbentrop!». Soú lo cúando se mencionoú el asúnto Roehm estalloú la fúria concentrada de
Hitler en ún rúgido de venganza contra los ingratos qúe habíúan intentado acabar con sú
vida, no soú lo contra los hombres implicados, sino contra sús esposas e hijos tambieú n.
Cúmplioú sú palabra. Mússolini, preocúpado y avergonzado por la escena qúe acababa de
ver, se retiroú de la reúnioú n. Núnca volvioú a ver a Hitler.
Los generales qúe fúeron encontrados cúlpables tras ún júicio deshonroso fúeron
ahorcados con ganchos de carne, todos excepto Rommel, qúe al ser el favorito del púeblo
alemaú n se le dijo el 14 de octúbre qúe se súicidase, tras lo qúe se le concederíúa ún fúneral
de Estado para evitarle a eú l la deshonra y la vergúö enza a Hitler de ún júicio contra Rommel.
Rommel, habiendo informado a sú esposa de sú destino, fúe condúcido en coche y se le dio
únos minútos para qúe se matara de ún tiro. Sú esposa fúe notificada entonces, como le
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habíúa dicho sú marido qúe ocúrriríúa, qúe habíúa múerto de úna embolia cerebral y
empezaron a llover los mensajes de condolencias. Entre ellos habíúa úno de Goering.
Ni siqúiera el Paladíún de Hitler estaba libre de sospechas. Cúando los júicios de
posgúerra revelaron hasta cierto púnto las maniobras por el poder entre los nazis, se
descúbrioú qúe la Gestapo habíúa recibido oú rdenes de Himmler de investigar las conexiones
de Goering con la revúelta; y se oyoú a Himmler comentarle a Doenitz qúe, si Hitler húbiera
múerto en el atentado, «lo qúe es completamente segúro, Herr Grossadmiral, es qúe bajo
ningúna circúnstancia el mariscal del Reich se húbiera convertido en sú súcesor [199]».
El mapa de Eúropa qúe en 1940 se habíúa desenrollado para qúe Hitler lo pisoteara,
ahora se replegaba en sú contra. Hacia agosto, los rúsos estaban en la frontera de Prúsia
Oriental y en las afúeras de Varsovia. Rúmaníúa y sú petroú leo habíúan desaparecido y Búlgaria
se habíúa retirado de la lúcha, mientras qúe Francia habíúa sido liberada tanto en el norte
como en el súr y los Aliados habíúan penetrado en Beú lgica y Holanda. En el oeste, los Aliados
avanzaron hasta qúe escasearon sús súministros de combústible y múniciones; hacia
septiembre las fúerzas alemanas casi habíúan sido devúeltas por completo al interior de las
fronteras natúrales de Alemania.
Dúrante el mes de agosto, Galland, al encontrar qúe Goering era inaccesible, apeloú
finalmente a Speer para qúe le ayúdara a convencer a Hitler de qúe no úsara las úú ltimas
reservas de las escúelas de formacioú n de la Lúftwaffe para rellenar el enorme húeco qúe se
abríúa en el ejeú rcito alemaú n. Speer, qúe se habíúa hecho cargo de la prodúccioú n de armamento
aeú reo y terrestre, fúe a ver a Hitler acompanñ ado de Galland, soú lo para ser rechazado y qúe
se le dijera qúe se ocúpara de sú indústria beú lica. «Si el mariscal del Reich no actúú a,
entonces es mi deber actúar», habíúa dicho Speer, pero debioú arrepentirse de sús intentos
bienintencionados de ayúdar cúando se encontroú con el fúrioso y alterado Fúö hrer. A eso
sigúioú úna convocatoria a úna conferencia al díúa sigúiente en la qúe Hitler dijo qúe
disolveríúa la inúú til fúerza de cazas. Ordenoú a Speer qúe se púsiera manos a la obra para
transformar la prodúccioú n aeronaú útica en plantas para la fabricacioú n de armamento
pesado. Speer salioú de la reúnioú n súmido en la desesperacioú n.
Sin dúda, la decisioú n de Hitler de desmantelar las fúerzas restantes de la Lúftwaffe
estúvo inflúenciada por la existencia del revolúcionario cohete V-2 de Werner von Braún. La
primera de esas armas profeú ticas se lanzoú contra Inglaterra jústo cúando se habíúa
consegúido la victoria sobre las V-1. Contra la V-2 no habíúa ningúna defensa, excepto
destrúirla antes de qúe fúera lanzada o destrúir sús centros de prodúccioú n. Hacia
septiembre de 1944, la V-2 estaba lista para entrar en accioú n. Habíúa úna reserva de únos
dos mil de esos cohetes altamente moú viles, qúe podíúan ser lanzados desde zonas boscosas
con relativa facilidad, y la media de prodúccioú n mensúal era de únos qúinientos hasta jústo
el fin de la gúerra. Sú alcance era de únos 320 kiloú metros, sú velocidad de 5600 km/h, sú
peso de dos toneladas y media (inclúyendo sú carga de úna tonelada de explosivo de alta
potencia), y podíúa llegar a úna altúra de 110 kiloú metros. Entre septiembre y diciembre, el
ejeú rcito alemaú n lanzoú maú s de cúatro mil de esos cohetes contra Londres y Amberes. Era el
ejeú rcito y no la fúerza aeú rea la qúe estaba a cargo de los V-2, pero Goering transformoú
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algúnos de sús bombarderos Heinkel de forma qúe púdieran lanzar cohetes V-1 desde el
aire. Esa forma de bombardeo contra Londres y Amberes continúoú con efectos cada vez
menores hasta el final de la gúerra. Hitler y Goering podíúan afirmar, sin embargo, qúe
habíúan logrado volver a sú antigúa políútica de agresioú n desde el aire en los meses finales de
la gúerra.
En octúbre de 1944, Hitler consintioú al fin en la formacioú n de úna únidad de cazas a
reaccioú n para úsar el ME-262, aúnqúe resúltaba húmillante qúe la súgerencia al Fúö hrer
procediera inicialmente de Himmler y no de Goering. El mes anterior, en úna conferencia en
Rastenbúrg celebrada el 23 de septiembre, Goering, contra los deseos de Galland, habíúa
apoyado la prodúccioú n en masa de ún núevo e inferior reactor, el caza Volksjäger[*] qúe se
esperaba qúe púdiera ser pilotado por cientos de estúdiantes entrenados en planeadores.
Tras ún milagro de prodúccioú n, el prototipo del Volksjäger estúvo listo para úna
demostracioú n en diciembre, pero se desintegroú en el aire. La gúerra habíúa acabado antes de
qúe estúviera listo para sú prodúccioú n a gran escala.
Húbo úna cierta recúperacioú n de la fúerza de la Lúftwaffe en la preparacioú n para la
contraofensiva final de Hitler en las Ardenas. Goering, sin embargo, era tan inefectivo a esas
altúras qúe en úna conferencia del 6 de noviembre Hitler le acúsoú de no estar al tanto de lo
qúe ocúrríúa; en cúanto a la Lúftwaffe, el Fúö hrer habíúa llegado a úna «devastadora
conclúsioú n» sobre sú ineficacia. Goering fúe tan tonto como para intentar recúperar sú
prestigio perdido convocando úna conferencia de todos los líúderes de las únidades diúrnas
y noctúrnas de cazas en el cúartel general de la Flota del Reich en Wannsee y atacaú ndolos,
perdiendo el aútocontrol e insúltaú ndolos de úna manera tan agresiva qúe caúsoú , segúú n la
expresioú n de Galland, «resentimiento y revúelta». Goering hizo cosas peores; hizo qúe sús
palabras fúeran grabadas y ordenoú qúe «la grabacioú n fúera reprodúcida a intervalos a los
pilotos en activo». Los hombres de la Lúftwaffe teníúan sús propias opiniones sobre Goering
y sú discúrso, qúe no se molestaron en gúardarse para síú.
La ofensiva en las Ardenas, tras ún cierto eú xito inicial, fracasoú . En el núevo anñ o, Hitler se
vio enfrentado a la convergencia final de los grandes ejeú rcitos del este y el oeste qúe
presionaban simúltaú neamente contra las fronteras de Alemania. Hacia finales de enero,
Prúsia Oriental y Occidental qúedaron separadas del Reich. Zhúkov estaba a ciento
cincúenta kiloú metros de Berlíún. Los rúsos habíúan tomado Silesia, con todas sús materias
primas esenciales. Goering habíúa evacúado Rominten, la primera de sús propiedades en
caer en manos del enemigo [200]. Hitler úsoú por úú ltima vez la Gúarida del Lobo el 20 de
noviembre, y lúego fúe abandonado al enemigo.
La propia descripcioú n de Goering del despliegúe de tropas qúe hizo Hitler en ese
momento demúestra qúe la estrategia habíúa qúedado redúcida a la de ún parqúe de
bomberos: «Se enviaba a las tropas a donde húbiera ún incendio», dijo. «Por ejemplo, si el
Mando del Este qúeríúa tropas para úna accioú n prevista y el del Oeste qúeríúa tropas para
rechazar ún ataqúe ya en marcha, los tropas normalmente eran enviadas al oeste. Pero era
el mismo principio qúe el de úna estacioú n de bomberos. Hitler, por súpúesto, era el qúe
tomaba la decisioú n final[201]».
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A finales de anñ o, Goering decidioú ascender al general Karl Koller a Jefe de Estado Mayor
de la Lúftwaffe. Koller era reacio, pero acúdioú a Carinhall, donde Goering lo habíúa
convocado para úna entrevista. Pidioú permiso para hablar con franqúeza, qúe Goering le
concedioú ; Koller inmediatamente le criticoú por no visitar el cúartel general de operaciones
en todo ún anñ o, por sú costúmbre de poner a sú ayúdante de campo al teleú fono cúando sús
oficiales súperiores qúeríúan consúltar con eú l, por descúidar con tanta frecúencia la toma de
las decisiones necesarias sobre asúntos qúe le habíúan sido remitidos. Koller dijo qúe a
menúdo se habíúa visto obligado a protegerse emprendiendo acciones en nombre de
Goering y archivando en sú diario de gúerra los telegramas sin respúesta qúe le habíúa
enviado pidiendo instrúcciones. Goering simplemente le pidioú qúe olvidara y perdonara, le
dio carta blanca en todo y, con úna demostracioú n de desesperacioú n infantil, le prometioú ser
«búeno» en el fútúro.
Fúe menos infantil con Galland, cúyas críúticas, explíúcitas o implíúcitas, no aceptaba de tan
búen grado. En enero Galland fúe destitúido y enviado de permiso; no se nombroú ningúú n
súcesor. Despúeú s de eso Goering lo consideroú el instigador de úna delegacioú n de pilotos de
caza qúe habíúa hablado con eú l en la Haus der Flieger para exponer las qúejas de los pilotos
de qúe se habíúa qúedado sin sú general, Galland, qúe el mando de bombarderos teníúa
preferencia sobre el mando de cazas y qúe recibioú los ME-262 pasando por encima de los
cazas, qúe se esperaba de ellos qúe lograran cosas imposibles con mal tiempo y, finalmente,
qúe Goering los habíúa insúltado y dúdado abiertamente de sú espíúritú de combate. Goering
montoú en coú lera y amenazoú con hacerle ún consejo de gúerra al portavoz, Lúö tzow, qúe fúe
enviado a Italia y se le dijo qúe no debíúa volver a comúnicarse ni con Galland ni con los
pilotos de caza. En cúanto a la destitúcioú n de Galland, Hitler intervino personalmente.
Goering lo llamoú a Carinhall, mostroú algo de aparente magnanimidad y le dijo qúe Hitler le
habíúa dado permiso para qúe volviera a volar en combate. Se permitioú qúe los amotinados y
eú l formaran sú propia únidad de cazas a reaccioú n. Galland, sin peú rdida de rango, terminoú la
gúerra como la habíúa comenzado, capitaú n de ún escúadroú n de cazas, pero esta vez con
motores a reaccioú n.
Las transcripciones qúe han sobrevivido de las conferencias diarias en el cúartel general
de Hitler, ahora trasladado a la cancilleríúa de Berlíún, demúestran la inútilidad llena de
palabreríúa de determinados debates[202]. El 27 de enero de 1945, Hitler y Goering discútieron
interminablemente la personalidad y forma de expresarse del general Stúdent, mientras
únos veinte oficiales súperiores, inclúyendo a Koller, escúchaban. Goering hizo imitaciones
del habla lenta y paúsada de Stúdent y dijo qúe aúnqúe parecíúa lerdo, era fiel e inteligente.
Dijo qúe con gústo lo readmitiríúa en la Lúftwaffe. Tras varios minútos de remembranzas,
túvo lúgar este diaú logo:
GOERING: Búeno, me alegraríúa volver a tenerlo, porqúe seú qúe cúando haya úna crisis
ústed se enfadaraú y lo qúerraú de vúelta. Estoy a la espera de qúe llegúe ese díúa.
HITLER: Púes yo no.
GOERING: No, pero lo volveraú a aceptar de núevo. ¿Por qúeú habríúa de exponer a ún hombre
tan súperior tanta charla? Ya lo conoce; siempre ha hablado asíú de lento.
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HITLER: Aqúella vez qúe expliqúeú ese asúnto en el oeste, mostroú la misma lentitúd, pero al
final hizo las cosas de todas formas. Lo mismo ocúrrioú con la liberacioú n del Dúce…
GOERING: En general tambieú n hizo bien todo sú trabajo en Italia… lo necesito
úrgentemente; qúiero darle temple a los paracaidistas y reorganizar las divisiones.
Entonces siempre tendraú a algúien a sú disposicioú n cúando las cosas se pongan feas. No
se amilanaraú ni vacilaraú . Púede qúe hable inclúso maú s lentamente, es posible, pero se
retiraraú de manera todavíúa maú s lenta.
HITLER: Me recúerda a Fhers, mi núevo criado procedente de Holstein. Cada vez qúe le
digo qúe haga algo, se toma minútos para pensarlo… pero hace sú trabajo de manera
espleú ndida. Lo úú nico qúe pasa es qúe es terriblemente lento.
GOERING: Y Stúdent tambieú n es ún hombre al qúe se le ocúrren las ideas maú s brillantes.
HITLER: No se púede negar qúe tiene ocúrrencias por sú cúenta.
Prosigúieron charlando sobre las personalidades y caracteríústicas de los generales en
primera líúnea dúrante ún tiempo excesivo, recordando la Primera Gúerra Múndial y
preocúpaú ndose por el rango de los oficiales júbilados reincorporados al ejeú rcito para servir
en posiciones de súbordinados. «Soú lo ún completo hijo de púta estaríúa a favor de
degradarlos», comentoú Goering. Soú lo a este tema dedicaron media hora de conversacioú n.
Goering mencionoú sús esperanzas de qúe a los ingleses no les gústara ver úna invasioú n
sovieú tica de Alemania. «Desde lúego qúe no habíúan planeado qúe los mantúvieú ramos a raya
mientras los rúsos conqúistan Alemania», le dijo a Hitler. «Si esto sigúe asíú, nos llegaraú ún
telegrama en únos pocos díúas».
Hitler dijo qúe se habíúa propúesto deliberadamente asústar a los ingleses y
estadoúnidenses con rúmores de qúe los rúsos conspiraban para qúedarse con toda
Alemania. Una especie de impíúa alegríúa se apoderoú de la discúsioú n cúando pensaron en la
inqúietúd qúe eso caúsaríúa en las mentes de los conqúistadores procedentes del oeste.
HITLER: …Eso les pareceraú como si algúien les húbiera clavado úna agúja.
GOERING: Entraron en la gúerra para impedirnos qúe nos extendieú ramos al súr, pero no
para hacer qúe el este llegúe al Atlaú ntico.
HITLER: Eso es evidente. Se trata de algo anormal…
La evacúacioú n de Carinhall fúe ún dúro golpe para Goering; se deprimioú profúndamente.
Por orden especial de Hitler, Emmy y las mújeres de la casa se marcharon en enero. El
personal de la casa tardoú semanas en embalar las interminables cajas de tesoros qúe, como
hemos visto, fúeron enviados al súr para ser gúardados en Berchtesgaden y otros lúgares.
Goering no abandonoú Carinhall finalmente hasta abril, aúnqúe viajoú al súr en ocasiones;
teníúa qúe permanecer en contacto con Hitler en Berlíún. Ordenoú qúe Carinhall fúera minada
y destrúida despúeú s de qúe la abandonara para siempre. No podíúa tolerar la idea de otros
viviendo en la mansioú n qúe habíúa sido el síúmbolo de sú poder y personalidad. Algúú n tiempo
despúeú s de qúe los camiones se marcharan, dejando a Carinhall convertida en ún cascaroú n
vacíúo, las minas fúeron detonadas por soldados alemanes y los edificios se derrúmbaron
convirtieú ndose en rúinas[203].
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Dúrante las úú ltimas semanas antes de la derrota de Hitler y de sú súicidio en el búú nker
de la cancilleríúa, el extranñ o drama de intrigas dentro de la cúú púla nazi llegoú a sú acto final.
En esta obra, Bormann y Goebbels representaban los papeles principales, ingeniaú ndoselas
para compartir el centro del soú rdido escenario en el qúe Hitler decidiríúa acabar con sú vida,
mientras en las sombras del norte, Himmler, en sú sanatorio, daba vúeltas a las
posibilidades de hacer ún tratado de paz por separado con la ayúda de otro intermediario
súizo amante de la paz, Folke Bernadotte.
Goebbels ya no ocúltoú sú desesperado desprecio por Goering mientras las bombas caíúan
sobre las indefensas ciúdades alemanas convirtieú ndolas en rúinas semejantes a las de
Varsovia, Rotterdam y Coventry. En febrero, segúú n Semmler, estaba al borde de las laú grimas
por los desastres de Dresde, afirmando qúe Goering debíúa ser sometido a consejo de
gúerra. «Qúeú cúlpa maú s inmensa ha hecho recaer ese paraú sito sobre sú cabeza con sú
vagancia y sú intereú s en sú propio bienestar». Se estremecioú de fúria ante úna historia qúe
oyoú de boca de Tervoben sobre Goering de caza en el Schorfheide mientras las ciúdades
eran bombardeadas. Goebbels era Plenipotenciario del Reich para la Gúerra Total desde
júlio del anñ o anterior y en agosto habíúa emitido los decretos de movilizacioú n maú s estrictos.
El 30 de enero fúe nombrado Defensor de Berlíún, y decidioú qúedarse en Berlíún con sú mújer
e hijos si el Fúö hrer decidíúa qúe eú se era el centro desde el qúe dirigiríúa las úú ltimas etapas de
la gúerra total de aútodestrúccioú n.
Bormann núnca habíúa tenido úna relacioú n con Goering como la habíúa tenido Hitler. Sús
comentarios sobre eú l se limitan a únas cúantas frases qúe sobreviven, sobre todo en cartas
qúe escribioú a sú mújer. Bormann era ún hombre de secretos, qúe ocúltaba sú poder,
prefiriendo mantenerse cerca de Hitler y gúiar la volúntad de sú amo; no poseíúa nada de la
independencia de Goebbels y nada parecido a sú personalidad extravagante. Se habíúa
arrastrado hasta el poder en los zapatos vacíúos qúe habíúa dejado atraú s Hess, pasando en
cúatro anñ os de ser ún cargo de confianza pero menor dentro del partido a la posicioú n de
secretario personal de Hitler, el hombre por el qúe todo el múndo teníúa qúe pasar. En las
úú ltimas semanas, mientras Goering y Speer se convertíúan en defensores de la negociacioú n,
Bormann compartíúa con Hitler y Goebbels (aúnqúe este úú ltimo odiaba y temíúa a Bormann)
el deseo de ver a Alemania completamente destrúida antes qúe dejar qúe el paíús
sobreviviera al reú gimen nazi. Himmler compartíúa el púnto de vista de Speer y Goering, pero
no teníúa ningúú n deseo de asociarse con ningúno de los dos.
Bormann sabíúa qúe Goering siempre habíúa intentado separarle de Hitler; odiaba al
mariscal del Reich y se regocijaba en sú desgracia. Ya en septiembre de 1944 le habíúa
escrito a sú esposa: «El rezongar general acerca de la actúacioú n de Goering… estaú llegando a
formas de expresioú n poco civilizadas». Y en octúbre: «El estilo de vida del mariscal del
Reich se ha transmitido, de manera natúral, a la Fúerza Aeú rea». En noviembre comenta la
relacioú n cada vez mayor entre Speer y Goering («Ningúno de los dos púede soportar a
Goebbels, y a míú menos todavíúa»), y al sigúiente febrero se búrla de la glotoneríúa de Goering
porqúe ún ayúdante en el Obersalzberg ha pedido cinco kilos de miel para la casa del
mariscal del Reich[204]. Bormann estaba preparado para dar el sútil golpe final úna vez qúe
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Goering se marchara, pero inclúso eú l sabíúa qúe era necesario esperar a la oportúnidad
adecúada. Cúando Lammers le pregúntoú en júnio si pensaba qúe habíúa llegado el momento
de desplazar a Goering como súcesor reconocido de Hitler, replicoú qúe: «Si la cúestioú n no
estúviera ya zanjada de antemano, no creo qúe el Fúö hrer designara al mariscal del Reich;
pero tampoco creo qúe cambie el nombramiento qúe hizo en sú momento. Dejemos el
asúnto».
En la conferencia del 27 de enero, Hitler y Goering, como hemos visto, teníúan la falsa
esperanza de qúe el miedo a los rúsos condúciríúa a los Aliados occidentales a firmar la paz
con Alemania por separado. Pero, en el caso de qúe los teú rminos de paz no fúeran
favorables a Hitler, se creoú ún plan desesperado para constrúir úna fortaleza de montanñ a en
el súr desde la qúe realizar úna úú ltima resistencia de gúerrilla; ese plan era «ún completo
disparate», dijo Kesselring despúeú s de la gúerra, pero con los ministerios evacúados al súr
júnto con las obras de arte, se esperaba qúe Hitler accediera a abandonar Berlíún el 20 de
abril, la fecha de sú qúincúageú simo sexto cúmpleanñ os. Húbo otro estallido de esperanza
irracional cúando Roosevelt múrioú el 22 de abril, y se consúltoú raú pidamente a los
astroú logos. Se celebraron conferencias a todas horas, ya qúe la vida en el búú nker era tan
artificial como sús lúces perpetúas. Goering, con el corazoú n ya púesto en el súr, es descrito
por ún oficial qúe estúvo presente como ostentosamente abúrrido: «Púso el codo sobre la
mesa y húndioú sú enorme cabeza en los pliegúes del súave cúero de sú maletíún». Inclúso
dúrante ún momento tapoú úno de los mapas de Hitler[205].
Galland túvo úna úú ltima reúnioú n con Goering alrededor del 10 de abril en el
Obersalzberg. En perspectiva, cree qúe Goering lo convocoú al súr para dar algúú n tipo de
tapadera oficial a sú propia visita, ya qúe encontroú al mariscal del Reich múy ocúpado
súpervisando el destino de sús obras de arte. Goering, al menos, fúe corteú s con el oficial qúe
habíúa degradado, y le dijo qúe creíúa qúe, despúeú s de todo, Galland habíúa estado en lo cierto.
Parecíúa profúndamente deprimido y antes de separarse le dijo: «Le envidio, Galland, por
entrar en accioú n. Ojalaú túviera únos cúantos anñ os menos y únos cúantos kilos menos». Se
senñ aloú el vientre con úna sonrisa iroú nica. «Si fúera asíú, de búena gana me pondríúa a sús
oú rdenes. Seríúa maravilloso no tener nada de lo qúe preocúparme excepto de combatir bien,
como en los viejos tiempos[206]». Galland entonces recibioú permiso para retirarse y continúar
las operaciones lo mejor qúe púdiera, y Goering regresoú a Berlíún.
El general Koller, el representante de Goering júnto con el general Christian en el
Führerbunker, intentaba en vano solúcionar o esqúivar las oú rdenes carentes de sentido qúe
Hitler daba para la reorganizacioú n de los escúadrones de cazas a reaccioú n. Koller, qúe
llevaba ún diario qúe es de enorme importancia para rastrear los acontecimientos de esos
úú ltimos díúas caoú ticos tanto en Berlíún como en Berchtesgaden, escribioú el 17 de abril: «Hitler
arremete contra la Lúftwaffe todos los díúas. Ignora completamente mis refútaciones de sús
argúmentos iloú gicos. Sú fúria se mantiene viva constantemente por las mentiras de sús
hombres». Lo úú nico qúe Hitler le decíúa a Koller era: «Es ústed responsable de hacer qúe se
cúmplan mis oú rdenes».
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El 20 de abril, el díúa del cúmpleanñ os de Hitler, fúe ocasioú n de úna ceremonia y úna
conferencia bajo tierra. Antes de la conferencia, los distingúidos asistentes, qúe inclúíúan a
Himmler, Ribbentrop, Goebbels, Goering, Keitel, Doenitz y Jodl, con Bormann dominando en
segúndo plano, se púsieron en fila para la macabra formalidad de estrechar la mano del
Fúö hrer y felicitarle. Llegaban mensajes de qúe los rúsos ya estaban al súr de Berlíún, y Koller
le dijo a Goering qúe si Hitler y todos los qúe teníúan intencioú n de ir al súr no salíúan
inmediatamente, no podíúa garantizar qúe húbiera súficiente combústible para la
evacúacioú n por aire en ún momento posterior.
La flota de coches de Goering esperaba cargada de enseres. En la conferencia Goering
pregúntoú a Hitler qúieú n debíúa ir a Berchtesgaden, si eú l o Koller. Hitler respondioú : «Ve túú .
Koller se qúeda aqúíú». Goering se despidioú por úú ltima vez de Hitler.
Koller, mientras tanto, habíúa ido al cúartel general de la Lúftwaffe, qúe ahora estaba al
oeste de Berlíún, cerca de Potsdam. Christian, qúe habíúa permanecido con Goering, telefoneoú
a Koller para darle la mala noticia de qúe teníúa qúe qúedarse júnto al Fúö hrer. Los
bombardeos de Berlíún desorganizaron la partida de Goering, y dúrante ún rato perdioú el
contacto con sú flota de coches, qúe estaba a cargo de Bernd von Braúchitsch. No fúe hasta
las dos y veinte de la madrúgada del 21 de abril qúe la procesioú n de Goering llegoú
finalmente al cúartel general de la Lúftwaffe; el largo retraso en recorrer esa corta distancia
se debioú al tiempo qúe Goering debioú pasar en refúgios antiaeú reos donde se las arregloú para
bromear y reíúr con qúienqúiera qúe se encontrara allíú. Aúnqúe Koller le habíúa comúnicado
qúe qúeríúa ver úrgentemente al mariscal del Reich, Goering no hizo ningúú n intento por
encontrarlo. Koller se enfúrecioú cúando oyoú a los coches de Goering arrancar y ponerse en
marcha a toda velocidad hacia sú destino en el súr a las tres de la manñ ana.
Habíúa dejado a Koller para atender eú l solo las constantes e insistentes llamadas
telefoú nicas de Hitler exigiendo qúe púsiera sús aviones en el aire para la defensa de Berlíún,
qúe ahora súfríúa ún intenso fúego de artilleríúa. Cúando Koller explicoú qúe los aviones no
podíúan despegar de las pistas danñ adas de los aeroú dromos, Hitler gritoú qúe la Lúftwaffe era
inúú til y sús jefes deberíúan ser ahorcados. Maú s tarde, esa noche insistioú en qúe Goering habíúa
dejado ún ejeú rcito privado para defender Carinhall, y se negaba a escúchar la explicacioú n de
Koller de qúe las cosas simplemente no eran asíú; ordenoú qúe el ejeú rcito privado acúdiera en
defensa de Berlíún y colgoú el teleú fono con ún golpe. Entonces el teleú fono de Koller volvioú a
sonar; Hitler ordenoú a los hombres de la Lúftwaffe qúe resistieran el ataqúe procedente del
noroeste y colgoú antes de qúe Koller púdiera hablar. Hacia las diez y media, Koller era
amenazado de múerte por saboteador porqúe no habíúa enviado a sús hombres a reúnirse
con el inexistente ejeú rcito.
Para entonces, la Lúftwaffe se habíúa qúedado sin súministros de combústible para sús
aviones. Al díúa sigúiente, pese a las declaraciones telefoú nicas de Hitler —«recúerda mis
palabras, a las púertas de Berlíún los rúsos súfriraú n la derrota maú s sangrienta de sú
historia»—, la confúsioú n empeoroú y Hitler, segúú n Koller, «se comportaba como ún
demente». Christian llegoú y le dijo a Koller qúe el Fúö hrer habíúa súfrido úna crisis nerviosa y
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estaba decidido a morir en el búú nker. Koller decidioú por la noche qúe debíúa informar a
Goering.
La comúnicacioú n telefoú nica con Berchtesgaden era pobre, pero Koller consigúioú ponerse
en contacto con Bernd von Braúchitsch. «Aqúel al qúe solíúamos acúdir», dijo cansadamente
refirieú ndose a Hitler, «no qúiere marcharse de donde estaú . Pero yo tengo qúe irme de aqúíú».
«Goering qúiere qúe venga aqúíú», respondioú Braúchitsch, y la líúnea se cortoú . Koller contactoú
con Jodl y confirmoú la informacioú n de qúe Hitler se qúedaríúa en Berlíún. Jodl le contoú a Koller
lo qúe Hitler habíúa dicho anteriormente ese díúa en sú presencia y en la de Keitel. Jodl le
habíúa cúestionado diciendo qúe no se podíúa hacer nada sin los líúderes militares qúe se
habíúan marchado al súr. «Búeno», dijo Hitler, «Goering púede asúmir el mando allaú ». Pero
nadie combatiríúa por el mariscal del Reich, dijeron todos. «¿Combatir? ¿Qúeú qúieren
decir?», dijo Hitler con úna múeca de desdeú n. «¡Hay pocos combates por librar! Cúando se
trate de negociar la paz, Goering púede hacerlo mejor qúe yo. Goering es múcho mejor en
ese tipo de cosas. Sabe tratar mejor con el otro bando». Al oíúr eso, Koller voloú
inmediatamente al súr en ún Heinkel, llegando finalmente a Berchtesgaden al mediodíúa del
23 de abril.
La informacioú n qúe traíúa de Berlíún alarmoú a Goering. Criticaba abiertamente la decisioú n
de Hitler de qúedarse en Berlíún. Pero no sabíúa qúeú era mejor hacer. La sitúacioú n militar
parecíúa desesperada. «¿Hitler sigúe vivo?», pregúntoú a Koller. Estaba preocúpado por si
Bormann lo habíúa súplantado como súcesor de Hitler. Koller dijo qúe creíúa qúe Berlíún podíúa
resistir úna semana. «Pero la responsabilidad ahora es súya, Herr mariscal del Reich. La
decisioú n qúe tomoú Hitler ayer lo convierte en comandante de Berlíún y le exclúye del
liderazgo del Estado y del mando súpremo del ejeú rcito».
Philipp Boúhler, ún alto cargo del partido qúe era amigo íúntimo de Goering y qúe
tambieú n se encontraba presente, se mostroú de acúerdo con Koller. Pero Goering segúíúa
receloso, convencido de qúe, debido a las malas relaciones qúe manteníúa con Hitler,
Bormann, sú mayor enemigo, se habríúa convertido en el súcesor de Hitler. Estaba segúro de
qúe si intentaba hacerse con el mando militar, Bormann haríúa qúe lo ejecútaran por traidor.
«Simplemente estaú esperando sú oportúnidad para liqúidarme», dijo Goering. «Si actúú o
ahora, me tacharaú n de traidor. Y si no actúú o, se me reprocharaú haberle fallado a Alemania en
sú hora decisiva».
Goering teníúa el decreto de Hitler del 29 de júnio de 1941 gúardado en úna caja de
acero, y lo estúdiaron júntos, pregúntaú ndose qúeú seríúa mejor hacer. La redaccioú n era
bastante clara: «En el caso de qúe mi libertad de accioú n se viera limitada o desapareciera
bajo cúalqúier circúnstancia, el mariscal del Reich Hermann Goering seraú mi delegado o
súcesor en todas mis fúnciones al frente del Estado, el Partido y el Ejeú rcito». A Koller,
Boúhler y Braúchitsch eso les parecíúa conclúyente, pero Goering segúíúa dúdando, en caso
de qúe mientras tanto Hitler húbiera actúado de manera diferente. Decidioú consúltar con
Lammers, qúe tambieú n estaba en Berchtesgaden. La opinioú n de Lammers coincidíúa con la
de los demaú s. «El decreto es vaú lido y legal», dijo. «El Fúö hrer no ha promúlgado edictos
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alternativos. De haberlo hecho, yo tendríúa conocimiento de ello. No púede haberlo hecho
legalmente sin mi conocimiento».
«Si qúiere estar completamente segúro», dijo Koller, «¿por qúeú no enviar ún mensaje a
Hitler para qúe clarifiqúe el asúnto?». Goering accedioú al instante.
Se púsieron a redactar el mensaje. El borrador de Goering era extenso y estaba repleto
de protestas de tipo legal. Koller finalmente redactoú algo maú s breve y apropiado:
¡Mi Fúö hrer!
Ya qúe estaú is decidido a permanecer en vúestro púesto en la Fortaleza de Berlíún, ¿estaú is de
acúerdo con qúe yo, como vúestro súcesor segúú n vúestro decreto del 29 de júnio de 1941,
asúma inmediatamente el liderazgo total del Reich con completa libertad de accioú n tanto en
el aú mbito de la nacioú n como en el exterior?
Si hacia las 10 P. M. no he recibido respúesta, asúmireú qúe se os ha privado de vúestra
libertad de accioú n. Entonces considerareú qúe los teú rminos de vúestro decreto entran en
vigor y actúareú en consecúencia por el bien del púeblo y la patria.
Debeú is percataros de lo qúe siento por vos en esta, la hora maú s difíúcil de mi vida, y qúe soy
incapaz de encontrar las palabras para expresarlo.
Dios os bendiga y permita qúe vengaú is aqúíú, despúeú s de todo, lo antes posible.
Vúestro maú s leal
Hermann Goering
La frase final de natúraleza inconclúsa fúe anñ adida por Goering porqúe teníúa la sensacioú n
de qúe el mensaje sonaba demasiado fríúo y formal sin ella [207].
Antes de enviar el mensaje, Goering ordenoú qúe los púestos de radio fúeran ocúpados
por oficiales del Estado Mayor por razones de segúridad. Tambieú n dio instrúcciones al
coronel Von Below en el Führerbunker para qúe se asegúrara no soú lo de qúe el Fúö hrer
recibíúa el mensaje, sino qúe tambieú n túviera todas las oportúnidades posibles para
abandonar Berlíún si decidíúa hacerlo. Dio instrúcciones a Ribbentrop y Keitel de qúe le
informaran, a menos qúe recibieran contraorden del Fúö hrer en persona, e hizo qúe
Bormann súpiera qúe le habíúa enviado ún mensaje al Fúö hrer y tambieú n qúe debíúa hacer
todo lo posible por sacar a Hitler de Berlíún. Inclúso llegoú a consúltar, pese a las advertencias
en contra de los demaú s, con Múö ller, el representante de Bormann en Berchtesgaden. A
Múö ller no le gústoú la propúesta y asíú lo dijo.
Entonces Goering, Boúhler y Koller almorzaron y debatieron el sigúiente paso a dar.
Goering decidioú qúe volaríúa para ver al general Eisenhower al díúa sigúiente, el 24 de abril, y
hablar «de hombre a hombre». Consideroú el borrador de úna proclamacioú n al púeblo y al
ejeú rcito alemaú n. «La proclamacioú n», le dijo a Koller, «deberíúa hacer creer a los rúsos qúe
segúimos lúchando en ambos frentes, pero los americanos y los ingleses dedúciraú n de ella
qúe soú lo qúeremos combatir contra el este y no contra el oeste. En cúanto a núestros
propios soldados, deberaú n entender qúe aúnqúe la gúerra siga, tendraú ún final pese a todo,
y en teú rminos maú s favorables de lo qúe nos habíúamos atrevido a esperar recientemente».
Koller comentoú qúe redactar úna proclamacioú n tan rebúscada y contradictoria qúedaba
maú s allaú de sús poderes, pero Goering insistioú en qúe debíúa intentarlo. Y lúego estaba el
242
problema del núevo gabinete. Ribbentrop debíúa desaparecer, por súpúesto. Probablemente
eú l, Goering, tendríúa qúe hacerse cargo del Ministerio de Exteriores ademaú s de todos sús
otros deberes. Se animoú y parecioú volverse parlanchíún. El haber enviado el mensaje a Hitler
le qúitoú ún peso de encima, y esperaba el momento de contactar con los estadoúnidenses y
britaú nicos. Goering empezaba a sonñ ar con sú núevo papel histoú rico.
Koller se fúe, descendiendo por la carretera de montanñ a hasta Villa Geiger, el cúartel
general de la Lúftwaffe. Necesitaba dormir, pero entroú en sú despacho a las cinco en púnto.
Poco despúeú s de las cinco y otra vez a las ocho recibioú llamadas telefoú nicas de Goering. Pero
entre las ocho y las núeve tanto sús intentos como los de otros oficiales del Estado Mayor de
contactar con el chalet de Goering fúeron en vano. Definitivamente, algo parecíúa ir mal.
Cúando el mensaje de Goering fúe transmitido al búú nker, Berlíún ya estaba rodeado por
los rúsos y soú lo se podíúa entrar en la ciúdad por el aire. El cielo tronaba con aviones y la
tierra con los bombardeos. Speer habíúa volado para sú úú ltima reúnioú n con Hitler, en la qúe
confesoú qúe habíúa desobedecido las oú rdenes de sú amo de destrúir todos los recúrsos de
Alemania, pero fúe perdonado inmediatamente; Hitler no sabíúa qúe Speer habíúa planeado
envenenarle bombeando gas al búú nker. Speer lo encontroú rodeado por los restos de
aqúellos qúe aúú n se aferraban a eú l: Goebbels y sú esposa Magda, Eva Braún, la amante de
Hitler; Bormann e inclúso Ribbentrop, qúe estaba a púnto de escabúllirse y dejar atraú s esa
catacúmba de locúra y aútodestrúccioú n. La interminable discúsioú n de la decisioú n de Hitler
de qúedarse y morir se repitioú úna vez maú s, y Speer estúvo de acúerdo con Goebbels en qúe
era maú s digno para el Fúö hrer morir allíú qúe intentar escapar al súr. Entonces el mensaje de
radio de Goering fúe púesto en las manos de Hitler.
Bormann aprovechoú la oportúnidad inmediatamente para condenar a Goering a los ojos
de Hitler. Los mensajes qúe habíúa enviado a Keitel, Ribbentrop y al coronel von Below
pidieú ndoles qúe protegieran los intereses tanto de Hitler como de eú l mismo núnca fúeron
recibidos o fúeron anúlados por Bormann, qúe inmediatamente se púso a trabajar para
interpretar la declaracioú n cúidadosamente expresada de Goering de forma qúe lo
desacreditara aúú n maú s, hacieú ndola parecer como ún últimaú túm al Fúö hrer con ún líúmite de
tiempo. Se envioú úna respúesta por radio: «Decreto del 29 de júnio de 1941 qúeda
rescindido por orden especial míúa. Mi libertad de accioú n es indiscútible. Le prohíúbo
cúalqúier accioú n en la direccioú n indicada. Adolf Hitler[208]».
En presencia de Speer, Hitler cedioú a sú fúria y dijo qúe «sabíúa desde hacíúa tiempo qúe
Goering le habíúa fallado, qúe era corrúpto y ún drogadicto». Todo para lo qúe Goering servíúa
hacer era para negociar la capitúlacioú n. No importaba, dijo Hitler con desprecio absolúto,
qúieú n lo hiciera; el paíús qúe le habíúa fallado era despreciable.
Entonces, pese a las palabras qúe habíúa dicho en presencia de Jodl hacíúa poco tiempo, se
dispúso a vengarse del hombre qúe Bormann decíúa qúe le habíúa traicionado. Ordenoú a
Bormann qúe enviara ún segúndo mensaje privando a Goering de todos sús cargos y sú
libertad. El texto de ese mensaje no qúedoú registrado, pero fúe visto por dos de los oficiales
súpervivientes de servicio en el búú nker. Goering fúe informado de qúe era cúlpable de alta
traicioú n tanto al nacionalsocialismo como al Fúö hrer, qúe se libraríúa de la pena de múerte
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soú lo debido a sú anterior servicio al partido, pero qúe debíúa dimitir inmediata y
volúntariamente de todos sús cargos y del derecho de súcesioú n. Se le exigíúa qúe enviara úna
respúesta inmediata, síú o no.
Al mismo tiempo qúe se enviaba ese mensaje, Bormann envioú oú rdenes a los oficiales de
las SS Frank y Bredow, qúe estaban destinados en el Obersalzberg, ordenaú ndoles qúe
arrestaran a Goering por alta traicioú n y qúe reclúyeran a sú personal, inclúyendo a Koller,
asíú como a Lammers. «Responderaú n de ello con sús vidas», anñ adioú Bormann a esos hombres
de las SS en caso de qúe se sintieran intimidados por únas oú rdenes tan graves. Al díúa
sigúiente Bormann anúncioú por radio al púeblo alemaú n qúe Goering habíúa dimitido por
motivos de salúd.
Asíú qúe cúando Koller qúiso contactar con Goering por teleú fono entre las ocho y las
núeve de la noche del 23 de abril y no púdo, la razoú n era qúe el mariscal del Reich se
encontraba ya bajo arresto. Tan pronto como Goering recibioú el primer mensaje de radio,
habíúa revocado sús mensajes originales a Ribbentrop y Keitel y les habíúa informado de qúe
teníúa noticias del Fúö hrer. Pero era demasiado tarde: segúú n Bernd von Braúchitsch, el chalet
ya habíúa sido rodeado hacia las siete. Robert Kropp abrioú la púerta a los oficiales de las SS,
qúe entraron con los revoú lveres en la mano y aprehendieron inmediatamente al mariscal
del Reich, confinaú ndolo a sú habitacioú n. No se le permitioú ver a sú esposa ni a sú hija o
comúnicarse con sú personal. La casa se convirtioú en úna prisioú n en miniatúra, con todo el
múndo confinado en sús habitaciones.
Mientras tanto, Koller estaba cada vez maú s preocúpado. Habíúa visto úna copia de la
respúesta de Hitler y eso natúralmente le caúsoú úna gran ansiedad. Sú esposa se habíúa
reúnido con eú l, y estaban cenando a úna hora múy tardíúa cúando sú ordenanza anúncioú qúe
habíúa llegado ún oficial de las SS y qúe qúeríúa verle. Era Bredow, qúe entroú y salúdoú
mientras el ordenanza intentaba convencer a Koller de qúe intentara escapar. Brewdow se
discúlpoú .
—Herr general —dijo—, tengo qúe arrestarle por orden del Fúö hrer.
—¿Sabe por qúeú motivo? —pregúntoú Koller asombrado.
—No, senñ or.
—¿Doú nde estaú el mariscal del Reich? —pregúntoú Koller.
—Bajo arresto.
—¿Y Braúchitsch y el personal?
—Todos estaú n bajo arresto.
—¿Se da ústed cúenta —protestoú Koller— de qúe esto es úna locúra? El mariscal del
Reich actúoú de forma completamente correcta. Soú lo le hizo úna pregúnta al Fúö hrer.
Bredow volvioú a discúlparse. Se apresúroú a explicar qúe se trataba de Ehrenhaft,
cústodia honorable. Koller fúe invitado a escoger la habitacioú n en la qúe preferíúa ser
mantenido bajo gúardia júnto con sú mújer. Se le prohibioú comúnicarse con nadie. Sin
embargo, consigúioú ocúltar el borrador qúe habíúa estado redactando de la proclamacioú n de
Goering, y tiroú esos docúmentos incriminadores por el retrete a la primera oportúnidad.
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A las cinco en púnto de la madrúgada, Braúchitsch fúe llevado a donde estaba Koller
bajo cústodia con úna orden de Goering. Koller volaríúa a Berlíún inmediatamente y le
explicaríúa las cosas a Hitler. «En realidad no es úna orden de Goering», le dijo Bredow a
Koller. «Es úna orden de Hitler». Koller se negoú a volar antes de qúe anocheciera, y entonces
soú lo sin gúardias de las SS. Posteriormente fúe liberado por orden especial de Hitler.
Cúando Koller oyoú qúe Hitler habíúa convocado al general Ritter von Greim desde Múú nich
para entregarle el mando de la Lúftwaffe, envioú a Greim ún telegrama explicando todos los
hechos a favor de Goering. Pero Greim no expresoú ningúna simpatíúa en absolúto por
Goering; en sú opinioú n, el mariscal del Reich debioú qúedarse con Hitler en el búú nker.
Greim, qúe estaba impaciente por marcharse, túvo problemas en encontrar ún avioú n
qúe lo llevara a Berlíún; los constantes ataqúes aeú reos habíúan danñ ado todos los aparatos en
las proximidades. Finalmente llegoú al Führerbunker malherido y acompanñ ado por la famosa
aviadora Hanna Reitsch, tras efectúar ún vúelo rasante con escolta de cazas hasta el
aeropúerto de Gatow, a las afúeras de Berlíún, y completando el viaje al búú nker en ún
peqúenñ o avioú n de entrenamiento a traveú s del feroz fúego rúso. Con la ayúda de Hanna
Reitsch, Greim aterrizoú en úna avenida cerca de la cancilleríúa; teníúa el pie derecho
destrozado.
Hitler recibioú a los visitantes y segúú n el relato histeú rico qúe Hanna Reitsch hizo de sú
emotivo encúentro, inmediatamente comenzoú a atacar a Goering [209]. Dijo qúe habíúa
convocado a Greim a Berlíún «porqúe Hermann Goering ha traicionado tanto a míú como a sú
patria. Ha mantenido contactos con el enemigo a mis espaldas… y en contra de mis oú rdenes
ha ido a refúgiarse a Berchtesgaden para salvarse. Desde allíú», anñ adioú Hitler, «me envioú ún
despreciable telegrama». El Fúö hrer teníúa laú grimas en los ojos, segúú n Hanna Reitsch; teníúa la
cabeza húndida, la cara paú lida y la mano le temblaba incontrolablemente mientras les
mostraba el telegrama. «¡Un últimaú túm!», gritoú , «ún búrdo últimaú túm». Greim y Hanna
aferraron las manos de Hitler y júraron expiar con sús vidas el mal qúe Goering habíúa hecho
a sú bienamado Fúö hrer.
Mientras Hitler maldecíúa el nombre de Goering la noche del 26 de abril, el antigúo
mariscal de campo del Reich, sú personal, sú familia y sús gúardias se enfrentaban al
calvario de la vida en ún refúgio antiaeú reo sin instalaciones sanitarias adecúadas. A primera
hora de la manñ ana, Berchtesgaden súfrioú ún intenso bombardeo dúrante el cúal los chalets
de Hitler y Goering recibieron danñ os considerables; caútivos y gúardianes por igúal
llegaron al refúgio jústo a tiempo[210].
Hacia el amanecer del díúa sigúiente, el 27 de abril, Koller, en respúesta a la convocatoria
de Hitler, consigúioú volar al norte hasta llegar tan lejos como Rechlin. Allíú encontroú
imposible continúar sú viaje y pasoú ún díúa desdichado con Jodl, Keitel, Doenitz y Himmler,
qúienes evitaron cúalqúier mencioú n de Goering en caso de qúe púdiera parecer qúe
compartíúan sú deshonra. «Vaya, síú», dijo Himmler. «El asúnto del mariscal del Reich. De lo
maú s desafortúnado». Dijo qúe hablaríúa de ello maú s tarde pero qúe en ese momento teníúa
demasiadas cosas qúe hacer. Jodl y Keitel tambieú n se escúdaron en qúe teníúan tanto trabajo
qúe no les qúedaba tiempo libre para escúchar los leales intentos de Koller de reparar el
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búen nombre de Goering. «Sin dúda Goering teníúa búenas intenciones», dijo Doenitz sin
comprometerse. «Hablaremos despúeú s del almúerzo». Al final, Greim habloú con Koller por
teleú fono y le dijo qúe despúeú s de todo no habíúa oú rdenes de qúe fúera a Berlíún (Bormann se
asegúraba de qúe cúalqúier otro pensamiento sobre Goering fúera desterrado de la mente
de Hitler), y qúe mejor seríúa qúe volviera a Berchtesgaden. Extremadamente aliviado, salioú
a las tres y diez de la madrúgada del 28 de abril, pero se vio retrasado en sú viaje y no llegoú
al Oberlsalzberg hasta el 29 de abril. Se enteroú de qúe Goering habíúa sido trasladado, nadie
sabíúa adoú nde.
Goering, de hecho, habíúa sido llevado a sú castillo de Maúterndorf a peticioú n súya [211]. El
refúgio era claramente ún lúgar imposible para úna estancia prolongada, y habíúa
convencido a los SS de qúe le transportaran júnto con sú familia y ciertos miembros de sú
personal por las glaciales carreteras de montanñ a entre Berchtesgaden y Maúterndorf.
Mientras tanto, Hitler habíúa terminado con la macabra celebracioú n de sú matrimonio
súbterraú neo con Eva Braún en preparacioú n para sú súicidio, y dejoú a la novia para dictar sú
úú ltima volúntad y testamento a altas horas de la noche. En eú l hacíúa referencia a sú súicidio
en la misma frase en la qúe mencionaba a sú camarada súperviviente maú s antigúo. «Antes
de mi múerte», dictoú a sú secretario, «expúlso al antigúo mariscal del Reich Hermann
Goering del partido y le retiro todos los derechos qúe le fúeron concedidos por el decreto
del 29 de júnio de 1941… En sú lúgar nombro al mariscal Doenitz como presidente del
Reich y comandante general de las Fúerzas Armadas… Goering y Himmler, por sús
negociaciones secretas con el enemigo sin conocimiento o aprobacioú n, y por sús intentos
ilegales de hacerse con el poder del Estado, aparte de sú traicioú n a mi persona, han traíúdo
úna vergúö enza irreparable sobre este paíús y todo sú púeblo». Posteriormente, ese mismo
díúa agregoú ún anñ adido a ese formidable docúmento; ese anñ adido estaba dirigido a Keitel en
nombre de las Fúerzas Armadas. No ha sobrevivido, pero fúe visto por el coronel Von
Below, qúe fúe testigo del testamento personal de Hitler. En ese anñ adido expresaba sú
acúsacioú n final contra Goering, alababa a la Lúftwaffe por sú valentíúa y cúlpaba a Goering de
sú fracaso. Al díúa sigúiente, tras únos apretones de manos formales, Hitler fúe a sú
habitacioú n y se pegoú ún tiro en la boca. Eso fúe a las tres y media de la tarde del 30 de abril.
Sú cúerpo y el de Eva, qúe se habíúa envenenado, fúeron qúemados en el exterior, en el jardíún
de la cancilleríúa a finales de la tarde. La múerte de Hitler destrúyoú el Tercer Reich y terminoú
con el martirio de Eúropa.
El mismo díúa, dos mensajeros vestidos de paisano entraron en Berchtesgaden y
visitaron a Koller. Veníúan, por lo visto, en nombre de Goering para decirle lo enfadado qúe
estaba por lo qúe llamoú «la traicioú n» de Koller. A ese mensaje oral sigúioú otro inclúso maú s
insúltante. El secretario de Koller recibioú ún mensaje telefoú nico de Maúterndorf en el qúe
Goering decíúa: «Si Koller no es ún púerco, si todavíúa le qúeda úna pizca de decencia, qúe
venga a verme manñ ana por la manñ ana». Eso, natúralmente, enfúrecioú a Koller
especialmente, ya qúe significaríúa pasar varias horas en las traicioneras carreteras entre
Berchtesgaden y Maúterndorf.
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Al díúa sigúiente, el 1 de mayo, fúe el primer díúa en qúe el múndo estúvo libre de la
sombra de Hitler. Pero en el súr no se sabíúa nada de todo eso. Todo lo qúe súpo Koller
dúrante la manñ ana fúe qúe la carretera hacia Maúterndorf era casi impracticable debido al
traú fico militar y el hielo. Pero a mediodíúa, ún oficial súperior de las SS llegoú con ún siniestro
mensaje firmado por Bormann: «La sitúacioú n en Berlíún es maú s tensa. Si Berlíún cae, los
traidores del 23 de abril deben ser exterminados. ¡Hombres, cúmplid con vúestro deber!
¡Vúestra vida y honor dependen de ello!». Koller, nervioso porqúe púdiera ser considerado
úno de esos traidores, se qúedoú aliviado al descúbrir qúe las SS odiaban a Bormann y qúe
núnca obedeceríúan esa orden.
Esa tarde, otro oficial de las SS, el Standartenführer Braúse, llegoú de Maúterndorf tras
tardar treinta y seis horas en hacer ún viaje qúe normalmente llevaba menos de tres.
Braúse fúe bastante franco acerca del asúnto; se habíúa hecho amigo de Goering, pero no
podíúa liberarlo sin la aútorizacioú n apropiada. «Herr general», dijo, «ústed tiene maú s tropas
qúe yo. ¿Por qúeú no libera a Goering por la fúerza?». Para entonces todo el múndo
necesitaba úna coartada. Koller túvo la impresioú n de qúe debíúa liberar a Goering mediante
úna orden de Kesselring, el comandante del súr. Para Kesselring, a qúien telefoneoú , la orden
debíúa provenir de Doenitz. Para entonces todos ellos habíúan sabido oficialmente de la
múerte de Hitler y conocíúan la núeva posicioú n de aútoridad de Doenitz. Se habíúa anúnciado
en la radio de Hambúrgo a las diez en púnto de esa noche.
Al díúa sigúiente, el 2 de mayo, Koller, qúe segúíúa teniendo la impresioú n de qúe era inúú til
responder a las continúas oú rdenes de Goering y viajar a Maúterndorf, intentoú en vano
presionar a Kesselring para qúe diera la orden de sú liberacioú n. Mientras tanto, envioú a
tantos hombres como púdo de la Lúftwaffe a Maúterndorf para proporcionarle a Goering ún
seú qúito tan grande como fúera posible.
La sitúacioú n era tan incierta y las comúnicaciones tan inestables qúe nadie parecíúa
saber cúaú l era la mejor manera de cúmplir con lo qúe creíúa qúe era sú deber. Tanto los rúsos
como los americanos se acercaban cada díúa maú s, y todo el múndo estaba ansioso por caer
en manos de los americanos si era posible. Por esta razoú n Koller empezoú a preocúparse por
Goering, ya qúe Maúterndorf estaba al este y por tanto maú s cerca de los rúsos. Le parecíúa
obvio, por lo qúe habíúa oíúdo, qúe Goering habíúa recúperado la iniciativa y, a falta de
verdadera libertad, estaba haciendo las cosas a sú manera. Koller, qúe múy sensatamente
insistioú en qúedarse donde estaba y enviar mensajes y ayúda a Goering, oyoú el 4 de mayo
qúe los estadoúnidenses avanzaban hacia Berchtesgaden. El 5 de mayo ún tal general
Pickert, qúe habíúa pasado por Maúterndorf el díúa anterior, le dijo a Koller qúe habíúa visto a
Goering a la entrada del castillo y qúe habíúa hablado con eú l en presencia de Braúse. Goering
qúeríúa maú s hombres para protegerse. «Koller debe actúar ya», habíúa dicho. Creíúa qúe era el
jerarca nazi maú s popúlar en el extranjero, y qúe si no fúera por las intrigas de Bormann en
ese momento seríúa el legíútimo súcesor de Hitler. «Todo el múndo sabe qúe mi primer
movimiento húbiera sido liqúidar a Bormann», dijo. Tal y como estaban las cosas, segúíúa
qúeriendo reúnirse con Eisenhower y hablar las cosas «de hombre a hombre [212]».
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Segúú n el relato qúe ofreceríúa despúeú s, Goering se liberoú de hecho por sús propios
medios. Dúrante ún interrogatorio explicoú qúe habíúa visto hombres de úna únidad de
comúnicaciones de la Lúftwaffe qúe pasaban cerca del castillo; les habíúa gritado,
ordenaú ndoles qúe vinieran a rescatarle. Eso era precisamente lo qúe los SS qúeríúan en
cúalqúier caso, y no opúsieron resistencia. Goering estaba encantado con ese ejemplo de
estrategia. «Fúe úno de los momentos maú s hermosos de mi vida», dijo, «estar allíú frente a
mis propias tropas y verlas presentar armas a sú comandante general». El 5 de mayo,
Kesselring notificoú a Koller formalmente la liberacioú n de Goering y qúe enviaríúa úna
comúnicacioú n a Doenitz declarando qúe Goering estaba dispúesto a ir a hablar con
Eisenhower.
Una vez liberado, el propio Goering le envioú ún mensaje a Doenitz, fechado el 6 de mayo.
¿Estaú ústed familiarizado, Almirante, con las intrigas, peligrosas para la segúridad del
Estado qúe el Reichleiter Bormann ha púesto en praú ctica para eliminarme? Todas las
acciones emprendidas contra míú emanan de mi peticioú n, hecha con total lealtad al Fúö hrer,
pregúntando si deseaba qúe sú orden referida a sú súcesioú n entrara en vigor… Las acciones
emprendidas contra míú fúeron llevadas a cabo mediante la aútoridad de ún radiograma
firmado «Bormann». No he sido interrogado por nadie pese a mis peticiones y ningúú n
intento por mi parte de jústificar mi posicioú n ha sido aceptado. El Reichführer-SS Himmler
púede confirmar el inmenso alcance de esas intrigas.
Acabo de saber qúe tiene intencioú n de enviar a Jodl a Eisenhower con el propoú sito de
negociar. Creo qúe es importante en intereú s de núestro púeblo qúe, aparte de las
negociaciones oficiales de Jodl, yo contacte de manera oficial con Eisenhower, de ún
mariscal a otro. Mi eú xito en todas las negociaciones importantes en el extranjero qúe el
Fúö hrer siempre me confioú antes de la gúerra es súficiente para garantizar qúe espero poder
crear la atmoú sfera apropiada para las negociaciones de Jodl. Ademaú s, tanto Inglaterra como
los Estados Unidos han demostrado en sú prensa y sú radio, y en las declaraciones de sús
estadistas dúrante los úú ltimos anñ os, qúe sú actitúd hacia míú es maú s favorable qúe la qúe
tienen hacia otros líúderes políúticos de Alemania. Creo qúe, en esta hora extremadamente
difíúcil, todos debemos colaborar y qúe no se debe descúidar nada qúe púeda asegúrar ún
posible fútúro para Alemania.
Goering, mariscal del Reich[213]
Doenitz ni se molestoú en contestar; simplemente archivoú el mensaje. Tras ún breve destello
de resistencia desesperada, ahora estaba búscando la forma de llegar a la rendicioú n final.
El 29 de abril, sin qúe lo súpiera Hitler, los ejeú rcitos alemanes en Italia se habíúan rendido
incondicionalmente. El 4 de mayo ya habíúa tenido lúgar la rendicioú n en el noroeste de
Alemania a Montgomery. Kesselring habíúa capitúlado en el súr el 5 de mayo, y el 7 de mayo,
el díúa despúeú s de qúe el grandilocúente mensaje de Goering húbiera sido archivado y
olvidado, Doenitz aútorizoú la rendicioú n incondicional de Alemania al general Eisenhower.
Pero en el súr Koller segúíúa ocúpado en nombre de Goering. El 6 de mayo habíúa
confiscado ún castillo en Fischhorn, Aústria, en la orilla súr del Zell am See (el dúenñ o se
habíúa negado a alojar al «traidor» Goering), y lúego dispúso las cosas para qúe Goering
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viajara hasta allíú, ostensiblemente para reúnirse con los norteamericanos, como deseaba. Al
díúa sigúiente llegoú Bernd von Braúchitsch con dos cartas abiertas de Goering, la primera
dirigida al comandante de divisioú n americano maú s cercano y la segúnda al general
Eisenhower. En la primera pedíúa proteccioú n personal, ya qúe se «segúíúa sintiendo
amenazado», y la entrega de sú otra carta al comandante súpremo de los Aliados; en la
segúnda pedíúa a Eisenhower úna conversacioú n personal e inmediata «de hombre a
hombre», como segúíúa llamaú ndolo. Braúchitsch, al qúe Koller proveyoú de medio de
transporte, se fúe para entregar las cartas a los americanos.
El 8 de mayo, Greim y Hanna Reitsch llegaron de improviso para complicar la sitúacioú n.
Segúíúan ansiosos de heroicidades, segúíúan vitúperando a Goering y alabando a Hitler. Greim
estaba demasiado malherido para permanecer múcho tiempo maú s fúera de ún hospital, y
Koller, desesperado por qúitarse de encima a esos dos visitantes indeseables (Greim era
teú cnicamente sú oficial súperior al mando), dispúso qúe fúera trasladado a ún hospital.
Hanna Reitsch atacoú histeú ricamente a Goering hasta el final como el enemigo de los dos
hombres a los qúe servíúa lealmente, Hitler y Greim.
Entonces, dúrante la manñ ana llegoú ún mensaje telefoú nico desde Fischhorn para
informar qúe ún destacamento de americanos en jeeps habíúa llegado para cústodiar y poner
a salvo al mariscal del Reich. El oficial al mando, qúe habíúa sido enviado para recibir a
Goering, se enojoú múchíúsimo al descúbrir qúe no estaba allíú. Koller, el organizador lleno de
recúrsos, dio oú rdenes de qúe los americanos recibieran ún búen almúerzo; mientras tanto
intentaríúa averigúar doú nde se habíúa metido Goering. Telefoneoú a Maúterndorf, para
descúbrir qúe Goering, despúeú s de todo, habíúa pensado qúe era preferible qúedarse en sú
propio castillo, pero se habíúa olvidado de comúnicaú rselo a Koller. Koller finalmente perdioú
la paciencia. Los americanos estaban en Fischhorn, le dijo, y Goering debíúa ir allíú
inmediatamente.
Tras maú s problemas con Greim, qúe en el transcúrso de sú viaje al hospital habíúa
ordenado parar el coche y habíúa intentado vestirse con ropas de paisano en ún campo,
Koller volvioú a telefonear a Maúterndorf para ver si Goering ya estaba de camino. El
encargado de la casa respondioú qúe se habíúa marchado alrededor del mediodíúa. Pero a las
cúatro no habíúa llegado a Fischhorn, y los americanos, cansados de esperar, pero decididos
a no regresar sin sú premio, habíúan salido en sú búsca. Finalmente lo descúbrieron en ún
embotellamiento cerca de Radstadt y fúe llevado a Fischhorn. Allíú, segúú n súpo Koller por
teleú fono, Goering y sú seú qúito habíúan llegado «múy aliviados, todo el múndo estaba de ún
húmor espleú ndido… Goering estaú contando chistes a los soldados americanos [214]».
Koller pensoú qúe ya era hora de reúnirse con el hombre por el qúe tanto habíúa hecho
dúrante las úú ltimas semanas, pero Goering se negoú tajantemente a recibirle. Se estaba
cambiando de ropa para la cena qúe iba a tener con el general norteamericano a cargo de la
recepcioú n. Si Koller telefoneaba manñ ana, sin dúda se podíúa acordar ún momento adecúado.
Entonces Koller volvioú a dedicar sú atencioú n a Greim, qúe ahora gritaba pidiendo ser
fúsilado por desertor. El joven oficial encargado de eú l qúeríúa saber qúeú hacer. Koller dio sú
úú ltima orden antes de qúe los americanos, qúe estaban ocúpando Berchtesgaden,
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asúmieran el control completamente: el comandante general de la Lúftwaffe debíúa ir a ún
hospital como era debido, acompanñ ado por sú oficial.
Al díúa sigúiente, el 9 de mayo, Koller segúíúa libre para intentar ver a Goering, pero
descúbrioú qúe se habíúa ido con los americanos. Sin embargo, habíúa tenido la cortesíúa de
dejar ún mensaje amistoso para Koller: «Goering qúiere darle las gracias por todo lo qúe ha
hecho. Ahora ve qúe ústed teníúa razoú n y lamenta múcho no haberlo reconocido antes. Me ha
dado instrúcciones expresamente para qúe le diga qúe es ústed la úú nica persona en la qúe
realmente confíúa. Usted ha sido el úú nico qúe ha mantenido sú opinioú n. En cúanto a eú l, ¡ha
apostado por demasiados caballos perdedores!». Goering regresaríúa, segúú n creíúa Boúhler,
en úna semana, despúeú s de ver a Eisenhower; Koller era esceú ptico. Vio a Emmy Goering en
úna ventana en lo alto del castillo, con ún traje blanco y ún sombrero para el sol. Despúeú s de
eso, Koller no volvioú a tener contacto con Goering; fúe llevado a Inglaterra y estúvo
prisionero dos anñ os y medio.
Goering primero fúe llevado a Zell am See en Aústria, al cúartel general de Robert J.
Stack, comandante de la Trigeú simo Sexta Divisioú n de Infanteríúa, y posteriormente a
Kitzbúö hel, a únos cincúenta kiloú metros de allíú, donde teníúa sú base el Seú ptimo Ejeú rcito
norteamericano. Stack hizo qúe Goering se sintiera bienvenido… aparentemente demasiado
bienvenido para complacer a Eisenhower. Inclúso Koller oyoú ún informe qúe decíúa qúe
habíúa visto a Goering en el balcoú n de ún hotel en Kitzbúö hel, con úna copa de champaú n en la
mano, riendo con los oficiales americanos, y qúe fúe fotografiado júnto a la bandera de la
divisioú n de Texas a la qúe se habíúa rendido. La excelente acogida qúe le dedicaron los
americanos recibioú mala prensa, y el cúartel general de los Aliados dio orden de qúe en el
fútúro fúera tratado como ún prisionero de gúerra normal. Mientras esperaba en vano a
qúe llegara algúú n mensaje de Eisenhower, sú moral se húndioú e inclúso habloú de súicidio
con Braúchitsch, qúe segúíúa con eú l.
Fúe trasladado en avioú n al campo de prisioneros de Aúgsbúrgo, donde recibioú ún trato
maú s estricto como prisionero de gúerra, y alojado en ún piso de dos habitaciones reqúisado
por los americanos[215]. Goering teníúa sú cama en úna habitacioú n, y Braúchitsch y sú
ayúdante de campo dormíúan como podíúan en la otra, qúe compartíúan con Robert Kropp.
Comíúan raciones del ejeú rcito qúe se preparaban ellos mismos en la cocina. El comandante
Paúl, el oficial encargado de ellos, obviamente teníúa oú rdenes de establecer úna distancia
apropiada entre eú l y sús prisioneros. Pero inclúso asíú la hospitalidad natúral de los
americanos no podíúa ser súprimida faú cilmente… ni sú cúriosidad por sú famoso prisionero.
Dúrante el breve periodo qúe Goering y Braúchitsch pasaron en Aúgsbúrgo, fúeron
recibidos úna vez maú s en el comedor de oficiales; en esas ocasiones Goering consegúíúa
zafarse de sú desaú nimo y mostraba todo sú encanto. El consúmo de alcohol, segúú n
Braúchitsch, era grande.
El 11 de mayo en Aúgsbúrgo Goering fúe fotografiado y entrevistado por la prensa, y la
atencioú n del múndo le complacioú . Habloú del fracaso de los generales alemanes en convencer
a Hitler de qúe la gúerra estaba perdida a mediados de 1944. «Hitler», dijo a la aúdiencia
250
qúe teníúa frente a eú l con las libretas preparadas, «se negaba a aceptar ese púnto de vista.
Ordenoú qúe no se volviera a mencionar jamaú s».
Aúgsbúrgo resúltaríúa úna breve transicioú n antes de qúe Goering pasara a úna forma de
caútiverio maú s permanente. Para ese entonces ya se daba cúenta de qúe Eisenhower no
teníúa intencioú n de comúnicarse con eú l. Se le dijo qúe se preparara para marchar el 21 de
mayo, cúando fúe trasladado en avioú n desde Aúgsbúrgo al centro penitenciario de Mondorf,
cerca de Lúxembúrgo. Se le permitioú llevar a ún oficial con eú l. En vez de ún oficial eligioú
llevarse a Robert Kropp, sú fiel sirviente.
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10
Núú remberg
«Cúando Goering vino a verme en Mondorf era ún tarúgo qúe sonreíúa tontamente y qúe
llevaba dos maletas llenas de píúldoras de paracodeíúna. Creíú qúe era el representante de úna
farmaceú útica. Pero le qúitamos las drogas e hicimos ún hombre de eú l». EÁ se fúe el púnto de
vista qúe expresoú el coronel B. C. Andrús, el comandante americano de la prisioú n de Bad
Mondorf, a donde Goering fúe trasladado el 21 de mayo desde el aeroú dromo en ún camioú n
militar, acompanñ ado por dos soldados cúya charla cúartelera no olvidaríúa. Eran el síúmbolo
de úna indiferencia a sú estatús, qúe era úna de las cosas qúe temíúa qúe sobrevendríúa como
consecúencia del completo desprecio de Eisenhower hacia sú distingúido prisionero.
Sú núeva prisioú n era el hotel Palace, despojado de todo lújo y organizado para únas
condiciones de vida dúras. Los americanos lo rebaútizaron como «el Basúrero». Goering se
vio privado de sús píúldoras y fúe púesto bajo ún reú gimen estricto para redúcir sú
drogadiccioú n y qúitarle de encima algo de la insalúbre masa corporal qúe estaba afectando
a sú corazoú n. Pesaba ciento veinticinco kilos. Uno de los meú dicos alemanes familiarizado
con el cíúrcúlo de Hitler, el Dr. Brandt, le habíúa contado a los americanos qúe Goering estaba
acostúmbrado a absorber veinte veces la dosis normal de comprimidos de paracodeíúna. Le
permitieron dieciocho comprimidos al díúa, redúciendo gradúalmente la cantidad dúrante
ún cierto periodo de tiempo hasta qúe se vio completamente libre de sú adiccioú n. Estúvo en
Mondorf hasta sú transferencia a la caú rcel de Núú remberg en septiembre, tras únos cúatro
meses de investigacioú n a manos de oficiales de interrogatorio. Para ese entonces habíúa
perdido casi treinta kilos y estaba en forma mental y fíúsicamente para súbir al escenario de
Núú remberg.
Robert Kropp habíúa ido a Mondorf con sú patroú n, y dúrante ún tiempo estúvo al mando
del peqúenñ o grúpo de trabajadores alemanes qúe servíúan en la prisioú n. Hizo lo qúe púdo
para cúidar de Goering, qúien empezaba a darse cúenta de qúe era poco maú s qúe ún
prisionero de gúerra ordinario. Aúnqúe privado de sú tesoro de pastillas, Goering habíúa
consegúido, segúú n le contoú a Kropp, qúedarse con úna de las caú psúlas de veneno qúe los
dirigentes nazis súpúestamente debíúan llevar consigo por orden de sú Fúö hrer. El úú ltimo
servicio qúe le prestoú Kropp fúe robar úna almohada, qúe fúe confiscada inmediatamente. A
252
principios de júnio, Kropp lo vio por úú ltima vez; se dijeron adioú s y Goering, qúe estaba al
borde de las laú grimas, le dio las gracias. Le dijo a Kropp qúe sú constante preocúpacioú n era
el bienestar de Emmy y la ninñ a. Despúeú s de qúe Kropp se marchara, ún prisionero de gúerra
alemaú n se convirtioú en sú ordenanza.
Y fúe en júnio cúando sir Ivone Kirkpatrick reanúdoú sú relacioú n con Goering. Kirkpatrick
visitoú Mondorf como consejero políútico por parte de los ingleses para el general
Eisenhower y pasoú dos horas con Goering, qúe estaba aqúejado de bronqúitis y yacíúa sobre
el armazoú n de hierro de úna cama en sú celda, envúelto en úna bata floreada. Goering
recibioú caú lidamente a sú visitante y respondioú de búena gana y con rapidez a las pregúntas
sobre la gúerra qúe le hizo Kirkpatrick. Afirmoú qúe Hitler habíúa lanzado la gúerra en el
momento maú s favorable para Alemania, pero habíúa cometido el grave error de no segúir el
consejo qúe Goering le habíúa dado en 1940, de ir a traveú s de Espanñ a con o sin el
consentimiento de Franco y captúrar Gibraltar y AÁ frica del Norte. Hitler, dijo, creíúa qúe
podíúa ganar la gúerra sin Franco, pero de haber obtenido el control de AÁ frica del Norte
húbiera podido atacar con segúridad a Rúsia y los Estados Unidos. En cúanto a la gúerra en
el aire, la Batalla de Inglaterra fúe el púnto de inflexioú n, aúnqúe en opinioú n de Goering fúera
ún empate; sin embargo, habíúa resúltado úna gran decepcioú n para eú l. Lúego, el bombardeo
estrateú gico de Alemania habíúa llegado jústo a tiempo para salvar a Inglaterra de la
destrúccioú n bajo los cohetes y las bombas volantes. Goering, evidentemente, disfrútaba de
la charla, y le rogoú a Kirkpatrick qúe volviera a visitarle; parecíúa darse cúenta de qúe estaba
condenado, pero «contemplaba sú fútúro con entereza y no se esforzaba por jústificarse o
excúsarse». El contraste entre eú l y Ribbentrop, qúe estaba en ún estado de derrúmbe moral,
era de lo maú s marcado[216].
El Dr. Doúglas M. Kelley, el psiqúiatra a cargo de los prisioneros, encontroú a Goering de
lo maú s dispúesto a cooperar. El doctor habíúa sido informado de la drogadiccioú n de Goering
en el momento en qúe fúe hecho prisionero. Goering le dijo qúe habíúa recúrrido a la
paracodeíúna, qúe es ún derivado súave de la morfina, para ayúdarle a soportar ún dolor de
múelas en 1937 y llevaba úsaú ndola desde entonces. Aparentemente no se mencionaron los
perioú dicos tratamientos de desintoxicacioú n administrados por Kahle. Sú dosis diaria de
comprimidos súaves especialmente preparados para eú l era de ún centenar. Eso, segúú n
afirma el Dr. Kelley, eqúivalíúa solamente a tres o cúatro granos [*] de morfina, lo qúe no es úna
dosis grande; sú mente no se veríúa afectada por la droga. Goering tomaba esos
comprimidos por haú bito activo, como ún fúmador qúe fúma ún cigarrillo tras otro, y
siempre teníúa cerca ún bote con ún centenar de pastillas y consúmíúa sús contenidos a lo
largo del díúa. No habíúa ningúú n secreto: se poníúa el comprimido en la boca dúrante las
conferencias y lo masticaba como si fúera chicle. No le prodúcíúan ún efecto estimúlante,
sino qúe aliviaban cúalqúier dolor qúe túviera. El Dr. Kelley no encontroú grandes
dificúltades para qúitarle el haú bito; simplemente le desafioú a dejarlo como ún hombre
fúerte qúe debíúa estar dispúesto a soportar el dolor por el bien de sú salúd.
Tambieú n encontroú qúe Goering era increíúblemente narcisista en lo qúe se referíúa a sú
cúerpo. Goering conocíúa con precisioú n la longitúd y anchúra de sús cicatrices, y era
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meticúloso en el cúidado de sú piel. Teníúa ún espleú ndido neceser de cúero qúe conteníúa
múltitúd de preparados, inclúyendo lociones faciales y polvos para el cúerpo. Segúú n el Dr.
Kelley, Goering creíúa qúe sú fíúsico era de los mejores de Alemania. Sú ropa interior era de la
seda maú s súave. Se llevoú al caútiverio sús tres ceú lebres anillos con enormes piedras, ún rúbíú,
úna esmeralda y ún diamante azúl; cada díúa escogíúa el anillo con la piedra qúe le parecíúa
maú s apropiada para sú estado de aú nimo. Sús pitilleras, bolíúgrafos y plúmas eran de oro, y
tambieú n se habíúa traíúdo cúatro relojes enjoyados. Asimismo llevaba úna enorme esmeralda
sin engastar, de cerca de dos centíúmetros y medio por úno y ún cúarto, qúe segúú n afirmaba
era la mayor qúe púdo consegúir. Y aúnqúe Goering teníúa tanta consciencia de sú valor e
importancia, estaba entre los prisioneros maú s faú ciles de tratar. Se adaptaba con facilidad y
aceptaba sú infortúnio con relativo búen talante. Sú úú nica preocúpacioú n, aparte de la
ansiedad agúda qúe súfríúa por sú familia, era mantener la míústica de sú aútoridad y qúe se
le reconociera sú lúgar en la historia de sú paíús. Jamaú s se consideroú ún criminal. Una vez se
jactoú ante el Dr. Kelley: «Síú, seú qúe me colgaraú n. Ya sabe qúe me colgaraú n. Estoy preparado.
Pero estoy decidido a pasar a la historia de Alemania. Si no púedo convencer al tribúnal, al
menos convencereú al púeblo alemaú n de qúe todo lo qúe hice fúe por el Gran Reich Alemaú n.
En cincúenta o sesenta anñ os habraú estatúas de Hermann Goering por toda Alemania».
Los interrogatorios qúe tanto habíúa disfrútado Goering se acabaron en Aúgsbúrgo. En
Mondorf fúe sometido a úna rigúrosa investigacioú n por oficiales con nombres en clave, qúe
sondearon los detalles de sús asúntos personales. Segúú n mejoraba sú salúd (y sú
desintoxicacioú n no siempre fúe faú cil, ya qúe por dos veces súfrioú síúndrome de abstinencia
dúrante el periodo en el qúe se le redúcíúa la dosis de paracodeíúna) se volvioú cada vez maú s
cooperativo. Pero el alcance de las pregúntas a las qúe se veíúa sometido comenzoú a hacerle
ver el enorme peso de la responsabilidad criminal qúe los Aliados consideraban qúe recaíúa
sobre eú l. Entendioú qúe seríúa impútado en algúú n tipo de acúsacioú n púú blica júnto con los
demaú s jerarcas nazis y jefes militares.
Los cimientos para la creacioú n del Tribúnal Militar Internacional, qúe comenzaríúa sú
trabajo en Núú remberg en el mes de noviembre, se púsieron por primera vez en úna
conferencia de los fiscales nombrados por los principales paíúses Aliados, Inglaterra, Estados
Unidos, Francia y la URSS. Presidíúa sir David Maxwell-Fyfe, Fiscal general del Reino Unido.
El 8 de agosto de 1945 se firmoú en Londres ún acúerdo proclamando el júicio, y se adjúntoú
úna carta determinando el tribúnal y sú procedimiento, qúe se basaba en teú rminos
generales en las praú cticas de los tribúnales de jústicia ingleses y americanos. Una copia del
acúerdo de Londres le fúe leíúda a Goering en Mondorf.
Tras sú traslado a la prisioú n del Palacio de Jústicia de Núú remberg en septiembre, fúe
confinado a la celda núú mero 5, qúe teníúa dos metros y medio por cúatro. Teníúa úna cama,
úna silla, úna mesa y ún retrete. Todas sús acciones eran visibles excepto cúando excretaba,
y la comida le era entregada en la celda mediante úna trampilla. Se le permitíúa dúcharse
úna vez a la semana, y cúando se hacíúa úno de los registros perioú dicos de sú celda, teníúa qúe
permanecer de pie completamente desnúdo. Dúrante sú caútiverio los prisioneros hacíúan
ejercicio por la manñ ana separadamente, y los afeitaba ún barbero alemaú n. Soú lo dúrante el
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periodo del júicio, qúe comenzoú el martes 20 de noviembre, se les permitioú ún cierto grado
de vida social entre ellos dúrante las comidas. Dúrante todo ese tiempo fúeron cústodiados
por los rúdos y a menúdo agresivos soldados de la Primera Divisioú n de Estados Unidos, el
comandante de la prisioú n sigúioú siendo el coronel Andrús, qúe habíúa traíúdo a los
prisioneros desde Bad Mondorf.
Fúe entonces cúando Goering recibioú al fin algúna noticia de sú esposa. Se qúedoú
profúndamente preocúpado al saber qúe Emmy estaba en prisioú n en Straúbing, júnto con
sú hermana Else, allíú era sometida a constantes interrogatorios. Edda se reúnioú con ella en
prisioú n a peticioú n de sú madre, y no fúeron liberadas hasta marzo de 1946, cúando el júicio
ya llevaba cinco meses en marcha en Núú remberg. Al final Goering y Emma recibieron
permiso para cartearse.
El Tribúnal Militar Internacional de Núú remberg fúe úno de los acontecimientos maú s
extraordinarios en la historia. El Dr. Stahmer, el abogado defensor de Goebbels, lo describioú
en la sala del tribúnal como «de gran importancia para dar forma a núevas leyes» y «de
únas dimensiones núnca antes vistas en la historia legal». [ XXIII, p. 104].[217] Como hazanñ a
teú cnica, con sú intrincado sistema de tradúccioú n múltilingúö e mediante aúricúlares (ún
sistema úsado por vez primera en ún júicio) y sú grabacioú n para las aúdiencias múndiales
mediante caú maras y radio, soú lo se podíúa haber organizado en el siglo XX.
Es importante darse cúenta de qúe fúeron los estadoúnidenses los qúe corrieron con los
costes del júicio y fúeron responsables de sú administracioú n. Vigilaban y cústodiaban a los
acúsados; cúidaban el júzgado y manteníúan el eqúipo. La gran masa de docúmentos
oficiales alemanes sigúioú en manos americanas tras ser descúbiertos y confiscados en el súr
tras la evacúacioú n de los departamentos gúbernamentales en Berlíún. La ingente tarea de
leer y preparar esos docúmentos a contrarreloj para poder ser úsados en el júicio por la
acúsacioú n fúe úna de las grandes contribúciones de Estados Unidos al júicio. Inglaterra,
Rúsia y Francia soú lo fúeron responsables de súfragar los costes de sús propios júeces y
eqúipos de abogados de la acúsacioú n, todos los cúales estúvieron comprometidos con sú
trabajo dúrante maú s de ún anñ o.
Pese a lo anterior, el presidente del tribúnal era ún ingleú s, el magistrado Geoffrey
Lawrence (qúe posteriormente seríúa nombrado lord Oaksey). Llevoú el proceso con
paciencia, cortesíúa y firmeza, y con úna imparcialidad qúe fúe homenajeada inclúso por los
acúsados. Fúe úna tarea indeciblemente difíúcil controlar úna reúnioú n tan formidable de
abogados qúe representaban a cinco naciones con tradiciones legales completamente
dispares.
Como todos los grandes espectaú cúlos de este tipo, el júicio conllevaba sús peligros para
aqúellos qúe lo promovíúan, ya qúe los púntos maú s abstractos de debate legal podíúan verse
eclipsados faú cilmente por otros factores qúe captaban con maú s presteza la atencioú n de la
caú mara o de la prensa popúlar. Ya qúe el resúltado del júicio era algo conocido de antemano,
el drama húmano residíúa en ver coú mo se comportaríúan esos hombres, cúyo poder antanñ o
ilimitado se habíúa convertido en la rúina de tantas naciones, bajo la presioú n de ún proceso
púú blico y de los interrogatorios por parte de mentes con la mejor formacioú n legal qúe
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representaban colectivamente ún acto de jústicia para cientos de millones de personas. Por
otro lado, el estado de tensioú n existente en la sala del júzgado en los momentos aú lgidos de
conflicto en el júicio dio como resúltado úna atmoú sfera de simpatíúa hacia cúalqúier signo de
sinceridad, valentíúa o habilidad para contraatacar qúe púdieran mostrar los hombres
sentados en el banqúillo de los acúsados. Pero ese siempre ha sido el caso en los júicios qúe
atraen ún grado inúsúal de atencioú n púú blica.
Goering sabíúa qúe era la estrella del drama legal, y qúe el júicio seríúa sú úú ltima y gran
oportúnidad para recúperar algo de consideracioú n por sú persona y el reú gimen del qúe
ahora era la principal figúra súperviviente. Sabíúa qúe el múndo entero lo observaríúa con
cúriosidad, qúe sú comportamiento crearíúa titúlares en la prensa de todo el múndo y qúe
cada úno de sús gestos seríúa registrado para la historia. Pese a las húmillaciones y las
tensiones de los úú ltimos meses de caútiverio, pese a saber qúe sús captores con toda
segúridad lo ejecútaríúan, se preparoú para representar la mejor actúacioú n de toda sú vida. Lo
teníúa todo por ganar y nada qúe perder. Recúrrioú a los recúrsos de sú famosa personalidad:
sú arrogancia, sú cinismo, sú astúcia, sú húmor, sú memoria fenomenal. Estaba decidido a
hacerse con el liderazgo del resto de los acúsados. Sús captores le habíúan ayúdado al
hacerle recúperar la salúd y sú confianza en síú mismo. El «tarúgo sonriente» se habíúa
convertido en ún hombre alerta e inteligente dispúesto a presentar batalla.
Fúe derrotado por factores sobre los cúales, en definitiva, no teníúa control efectivo.
Múchos de los acúsados escaparon de sú inflúencia, y algúnos mostraron formas de
penitencia abyecta qúe crearon ún escenario degradante para la úú ltima aventúra de Goering
en búsca de poder. De los acúsados de mayor rango, hombres cercanos en poder y
aútoridad al mariscal del Reich, Ribbentrop era úna rúina, Hess padecíúa de deseqúilibrio
mental y Schacht, Neúrath y Papen qúeríúan disociarse todo lo posible del proceso, mientras
qúe Speer era ún penitente con la mente clara qúe se convirtioú en ún valioso aliado para la
acúsacioú n. Frick, antigúo Gobernador general de la Polonia ocúpada, se retiroú a úna forma
de histeria religiosa, llorando y rezando en sú celda. Robert Ley habíúa consegúido
súicidarse en octúbre tras ún periodo de desesperacioú n y depresioú n. Los jefes de servicio,
Keitel, Jodl, Raeder y Doenitz, desertaron de la caúsa argúmentando qúe para ún soldado
las oú rdenes son oú rdenes: habíúan hecho lo qúe se les dijo qúe hicieran y no túvieron parte a
la hora de formúlar la desastrosa políútica de Hitler. Uno a úno fúeron abandonando al
«gordo», y se qúedo solo como el úú nico defensor de la grandeza de Hitler, enfrentado en
solitario a las abrúmadoras prúebas reúnidas en sú contra y en contra del reú gimen al qúe
representaba.
La derrota final de Goering se debioú a la extremada dúracioú n del júicio. Dúroú 218 díúas;
las transcripciones del proceso, públicadas en Núú remberg, ocúparíúan veintitreú s volúú menes
de gran tamanñ o. Goering acaboú enterrado bajo el terrible peso de los docúmentos y úna
interminable seleccioú n de argúmentos. El púú blico se abúrrioú del júicio, y todos los qúe
participaban de úna manera ú otra en el proceso acabaron cansados e irritados. Todo eso,
asíú como sú fracaso definitivo a la hora de presentar úna defensa creíúble, destrúyoú la
públicidad qúe Goering ansiaba lograr. Ya no era noticia; todo lo qúe se podíúa decir de eú l era
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qúe agúantaba hasta el aciago final, sentado con la cabeza en las manos o con la barbilla
reposando sobre el pecho, súmido en reflexioú n o húndido en la depresioú n.
Entre bastidores se representaba otro drama bajo los atentos ojos de los psicoú logos de
prisiones norteamericanos. Tan pronto como los actores salíúan del escenario del júzgado,
este segúndo grúpo de investigadores se hacíúa cargo del interrogatorio. Sentados con los
prisioneros en las comidas, visitaú ndolos como sacerdotes confesores en sús celdas,
informando sobre ellos, anotando sús actitúdes mentales, sús comportamientos cúando
estaban solos y en companñ íúa de los otros, sús cambios de temperamento y de fortúna, los
psicoú logos anñ adieron sús voces particúlares a la historia del júicio. El Dr. G. M. Gilbert era el
psicoú logo responsable de la observacioú n de Goering. Los prisioneros tambieú n estaban
ocúpados con entrevistas con sús abogados, excepto aqúeú llos qúe no teníúan ningúú n intereú s
en defenderse, concentraú ndose en el júicio y en sú defensa.
El júicio ha sido objeto de considerable debate. Hay qúienes mantienen qúe el tribúnal,
aúnqúe sin precedentes, actúoú de forma correcta segúú n el derecho internacional. Y hay
qúienes consideran qúe el tribúnal no teníúa base legal algúna y qúe era simplemente úna
acúsacioú n hecha por el vencedor al vencido, ún registro solemne para la historia de la
abrúmadora evidencia de qúe los principios defendidos por los nazis eran viles e
inhúmanos. Cada paíús, como hemos visto, teníúa sú eqúipo de fiscales; el de los Estados
Unidos estaba dirigido por Robert H. Jackson, júez asociado del Tribúnal Súpremo de
Estados Unidos; el de Inglaterra por sir Hartley Shawcross y sir David Maxwell-Fyfe, el de
Francia por Aúgúste Champetier de Ribes, Charles Dúbost y Edgar Faúre y el de la Unioú n
Sovieú tica por el general Rúdenko y el coronel Pokrovsky. Las acúsaciones se basaban
principalmente en docúmentos alemanes captúrados, cúya aútenticidad no sú púso núnca
en dúda, y los diecinúeve acúsados recibieron oportúnidades de sobra para defenderse de
los cargos formúlados contra ellos, qúe resúmíúan en teú rminos legales la extensioú n de sús
críúmenes. Sú reú gimen habíúa sido responsable, de úna forma ú otra, de la múerte de únos
treinta millones de personas, y habíúa qúe rastrear, demostrar y argúmentar la historia de
ún cúarto de siglo de agitacioú n, violencia y opresioú n dúrante los núeve meses del júicio. En
el exterior del Palacio de Jústicia estaban las rúinas de Núú remberg. La qúe antanñ o fúera úna
hermosa ciúdad medieval qúe habíúa sido escogida como centro de los grandes espectaú cúlos
del poder de los nazis y del orgúllo nacional, ahora se habíúa convertido en el lúgar de la
exposicioú n púú blica de sús críúmenes y de sú degradacioú n. En el interior del Palacio, Goering,
Jodl y Keitel vestíúan úniformes grises sin insignias de rango, mientras qúe el resto de los
acúsados aparecíúan vestidos de paisano; segúú n la carta de constitúcioú n del tribúnal habíúan
sido privados de sús posiciones como jefes de Estado o dirigentes súperiores. Aparte de
Goering, todos teníúan ún aspecto agotado e insignificante, y tambieú n eú l súcúmbioú segúú n se
alargaban los meses de interrogatorio.
Treinta díúas antes de qúe empezara el júicio, cada acúsado recibioú en sú celda úna copia
de la acúsacioú n, ún volúminoso docúmento de únas 24 000 palabras tradúcidas al alemaú n. A
Goering le entregoú sú copia ún oficial britaú nico, el comandante Neave, qúe lúego seríúa
abogado de los tribúnales de Londres, pero cúyas experiencias recientes inclúíúan úna fúga
257
de ún campo de prisioneros alemaú n, dúrante la cúal habíúa pasado por Núú remberg; sú
fúncioú n en ese momento era velar por los derechos legales de los acúsados y encargarse de
organizar las cosas para ellos, inclúyendo sú seleccioú n de abogado para la defensa. El
comandante Neave encontroú a Goering corteú s, nervioso y tenso; la boca le temblaba y
parecíúa a púnto de echarse a llorar. Estaba múy preocúpado por decidir el cúrso correcto de
accioú n. Se le dio úna lista de abogados disponibles de la cúal podíúa elegir al hombre qúe
seríúa responsable de sú defensa. Seleccionoú al úú nico hombre de la lista cúyo nombre
reconocioú . El Dr. Otto Stahmer, ún abogado excelente aúnqúe túviera ya setenta anñ os.
Cúando los gúardias de la prisioú n del Palacio de Jústicia miraban por la trampilla de la
púerta de la celda núú mero 5, vieron a Goering enfrascado en el docúmento qúe conteníúa el
súmario del proceso contra el reú gimen nazi, resúmido en los cúatro epíúgrafes qúe tambieú n
constitúíúan los cargos formúlados contra eú l personalmente: plan comúú n o conspiracioú n,
críúmenes contra la paz, críúmenes de gúerra y críúmenes contra la húmanidad. Habíúa sido
firmado en octúbre en Berlíún por los principales fiscales y se habíúa convertido en el
docúmento de la acúsacioú n oficial de úna asamblea de naciones, ya qúe para entonces
dieciocho paíúses se habíúan súmado a la carta de constitúcioú n del tribúnal. Los acúsados no
soú lo eran impútados individúalmente de esos cúatro cargos, sino tambieú n como miembros
clave de úna o maú s de las organizaciones mediante las cúales habíúa actúado el reú gimen nazi:
El Consejo de ministros del Reich, el Cúerpo de Direccioú n del partido nacionalsocialista, las
SS y el SD, la Gestapo, las SA, el alto Mando del Ejeú rcito (O KH) y el Alto Mando de las Fúerzas
Armadas (OKW). Esas organizaciones tambieú n fúeron sometidas a júicio como grúpos
criminales.
El cargo de plan comúú n o conspiracioú n era de caraú cter general e inclúíúa la rúptúra de
tratados, planear y llevar a cabo gúerras de agresioú n, el maltrato, asesinato y úso como
mano de obra esclava de la poblacioú n civil de los paíúses ocúpados, el asesinato y maltrato de
prisioneros de gúerra, el asesinato y persecúcioú n de personas por motivos raciales y
religiosos, y la destrúccioú n de ciúdades, púeblos y aldeas a úna escala injústificable bajo
ningúna necesidad militar. «De los 9 600 000 júdíúos qúe vivíúan en las zonas de Eúropa bajo
el dominio nazi», decíúa la acúsacioú n, «úna estimacioú n conservadora indica qúe únos
5 700 000 han desaparecido, la mayoríúa de los cúales se les dio múerte deliberadamente
por los conspiradores nazis». [I, p. 6]
Los otros tres cargos detallaban determinados aspectos de esta conspiracioú n general, la
evolúcioú n de la agresioú n nazi mientras nacioú n tras nacioú n pasaba a estar bajo sú poder, el
saqúeo de todo tipo de propiedades y sú traslado a Alemania, las atroces estadíústicas de
asesinatos y tortúras en los campos de concentracioú n, el horror del decreto de Nacht und
Nebel (Noche y Niebla) bajo el qúe desaparecieron sin dejar rastro incontables personas. Y
a eso segúíúa el interminable registro de masacres y la praú ctica del recieú n formúlado crimen
de genocidio, o exterminio racial. Se citaron innúmerables casos de tortúra y maltrato
inhúmanos a prisioneros de gúerra, especialmente entre aqúeú llos procedentes de los
territorios del este, qúe eran considerados súbhúmanos y soú lo aptos para ser sometidos al
hambre, la esclavitúd y la múerte.
258
Todo el primer díúa del júicio fúe empleado en leer en voz alta ese docúmento; los
fiscales de cada nacioú n se túrnaban para recitar cada úno úna seccioú n de los cargos y los
detalles adjúntos. En el segúndo díúa, se pidioú a los acúsados qúe declararan si eran
cúlpables o no cúlpables. Goering, qúe fúe el primer en comparecer para qúe emitiera sú
declaracioú n, intentoú por dos veces con úna brúsca afirmacioú n de sú aútoridad hacer úna
declaracioú n maú s extensa, y el presidente del tribúnal lo detúvo con firmeza. Se túvo qúe
contentar con úna úú nica frase con circúnloqúio: «Me declaro no cúlpable en el sentido de la
acúsacioú n». El júez Lawrence, con sú formidable cortesíúa, establecioú el control del júicio
desde el principio.
El júicio dúraríúa desde el invierno de 1945 hasta el verano de 1946. Todo el invierno, de
noviembre a marzo, estúvo dedicado a presentar el caso de la fiscalíúa, la acúsacioú n maú s
larga y terrible en toda la historia legal. En el lado de la defensa, el caso de Goering como
principal acúsado fúe expúesto el primero y dúroú desde el 8 al 22 de marzo. La defensa de
los demaú s hombres en el banqúillo dúroú hasta el verano, y conclúyoú el 4 de júlio. Los
discúrsos finales de la defensa y la acúsacioú n dúraron hasta finales de júlio; entre ese
momento y finales de agosto túvo lúgar el júicio secúndario, el de las organizaciones
acúsadas. Se oyoú úna presentacioú n adicional de la defensa de Goering el 30 de agosto. El 31
de agosto se permitioú a cada acúsado hacer sú declaracioú n final antes de qúe se dictara
sentencia tras ún intervalo qúe dúroú ún mes. El 30 de septiembre el júez Lawrence
comenzoú la lectúra del veredicto, segúido a sú vez por los demaú s júeces, y lúego cada
prisionero fúe convocado individúalmente a la sala del júicio para oíúr sú sentencia. El júicio
conclúyoú la tarde del 1 de octúbre de 1946.
El caso especíúfico contra Goering fúe presentado el 8 de enero por el fiscal
estadoúnidense Ralph G. Albrecht en nombre de la acúsacioú n. Empezoú describiendo el
conocido caraú cter púú blico de Goering, qúe inclúso fúe visible dúrante el júicio en síú, sú
apariencia de «benevolencia, sú pronta sonrisa y modales obseqúiosos… sú confirmacioú n,
con úna agradable inclinacioú n de cabeza, de la veracidad de las declaraciones… sú
reprobatorio movimiento de cabeza cúando no estaba de acúerdo».
El fiscal primero teníúa qúe implicar a Goering bajo los cargos úno y dos de la acúsacioú n,
los relacionados con la conspiracioú n nazi y la agresioú n contra otros paíúses. Empezoú con ún
resúmen de la carrera de Goering en asociacioú n con Hitler, sú ascensioú n al poder despúeú s
de 1933, la natúraleza belicosa de múchas de sús declaraciones púú blicas dúrante los anñ os
anteriores a la gúerra y sú eneú rgica dedicacioú n al rearme. «Goering», dijo, «era de hecho
úna figúra central en los preparativos alemanes para úna agresioú n militar». Demostroú coú mo
Goering estúvo involúcrado en el Anschluss, en «la violacioú n de Checoslovaqúia», en los
preparativos de la violencia contra Polonia, en la «explotacioú n despiadada» de los
territorios sovieú ticos ocúpados, y en el programa de mano de obra esclava, empezando con
los planes para consegúir qúe ún milloú n de polacos, principalmente trabajadores agríúcolas,
fúeran trasladados por la fúerza al Reich y finalmente la aprobacioú n de la deportacioú n de
varios millones de hombres y mújeres de los territorios ocúpados y de únos dos millones de
prisioneros de gúerra para qúe sirvieran en la indústria y la agricúltúra alemanas.
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El fiscal americano hizo referencia docúmento tras docúmento firmado por Goering o
aútorizado por sús agentes reconocidos, ordenando la incaútacioú n de propiedades en los
territorios ocúpados (inclúyendo especialmente obras de arte), el expolio de materias
primas y maqúinaria qúe Alemania púdiera necesitar, y el robo de alimentos, dejando a la
poblacioú n local sometida a úna dieta cúidadosamente calcúlada para dejarla al borde de la
inanicioú n pero sin llegarla a matar de hambre. Se mostraron docúmentos qúe demostraban
qúe Goering habíúa sido púesto a cargo de la explotacioú n econoú mica de los territorios
sovieú ticos casi dos meses antes de la invasioú n.
Finalmente se llegoú a las prúebas de los críúmenes qúe Goering habíúa cometido contra la
húmanidad: sús conexiones continúadas con los campos de concentracioú n, inclúso despúeú s
de qúe eú stos húbieran pasado al control de Himmler, especialmente en lo referido a la
explotacioú n de la fúerza laboral creada a partir de los prisioneros de dichos campos; de
coú mo colaboroú en la campanñ a contra los júdíúos, especialmente bajo la forma de opresioú n
econoú mica y la confiscacioú n de propiedades tras el pogromo de 1938, y en la extensioú n
posterior a los territorios conqúistados de los decretos originalmente dictados para
eliminar a los júdíúos de la vida econoú mica alemana. Ni tampoco se libroú de verse implicado
en el crimen definitivo contra los júdíúos, el de genocidio. Albrecht conclúyoú diciendo: «La
presentacioú n ante el tribúnal sobre la responsabilidad individúal del acúsado Goering se ha
hecho con la intencioú n simplemente de ilústrar la ingente cantidad de evidencia
docúmental qúe revela el papel principal qúe túvo este conspirador en cada úna de las fases
de la conspiracioú n nazi». Eso se dijo dúrante la tarde del 8 de enero. Goering túvo qúe
esperar otros dos meses antes de poder replicar.
Un silencio forzoso dúrante tanto tiempo en el júicio, desde el 20 de noviembre al 20 de
marzo, era ún dúro padecimiento para ún hombre del temperamento de Goering. Pero hizo
todo lo qúe púdo para atraer la atencioú n hacia sú persona tanto en la sala del júzgado como
fúera de ella. En la sala, si no podíúa hablar en voz alta, siempre podíúa hacer gestos. Sabíúa
qúe era el centro principal de cúriosidad; siempre estaba siendo filmado y fotografiado, y sú
comportamiento en ún principio prodúcíúa úna gran cantidad de comentarios en la prensa.
Cúando, a las diez en púnto de la manñ ana del 20 de noviembre, los júeces ataviados con
togas negras tomaron asiento, todos los ojos se volvieron hacia los prisioneros qúe llegaban
de sús celdas. La emocioú n, mitad repúlsioú n y mitad cúriosidad, qúe se habíúa acúmúlado con
el paso de los anñ os contra los nazis se concentroú en ese peqúenñ o grúpo de hombres, de
apariencia desalinñ ada y de aspecto desconcertado, mientras entraban en fila para ocúpar
sús lúgares. Pero Goering no perdioú múcho tiempo en mostrar sú confianza en síú mismo.
Hizo gala de sú desprecio por lo qúe decíúan los abogados de sús companñ eros de prisioú n;
úna y otra vez se volvíúa para hacer gestos o súsúrrar comentarios. Negaba con la cabeza
cúando no estaba de acúerdo, o se removíúa en sú asiento. Frúncíúa el cenñ o. Sonreíúa con úna
múeca. Se reíúa. A veces soltaba tacos y múrmúraba para síú, y cúando Hess, qúe estaba
sentado a sú lado, hacíúa el ridíúcúlo ante todo el múndo, Goering intentaba hacerle callar úna
y otra vez. Todo eso mientras estaba alerta para intentar anotarse los púntos qúe púdiera a
sú favor. En la pelíúcúla del júicio se le ve garabateando notas, júgúeteando con los
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aúricúlares, volvieú ndose hacia los demaú s acúsados, comprobando hechos, aconsejando a
todos los qúe le rodeaban con asentimientos de cabeza y comentarios aparte sobre lo qúe
debíúan pensar y decir. En ún momento, Hess, sintieú ndose acosado, se volvioú hacia eú l y
estalloú : «¡No me interrúmpas!». Todo lo qúe Goering púdo hacer entonces fúe encogerse de
hombros ante la estúpidez del pobre loco qúe teníúa al lado.
Dúrante esos cinco meses de silencio en púú blico, Goering púdo desahogarse libremente
con el Dr. Gilbert, el psiqúiatra de la caú rcel, ya qúe rechazoú los servicios del capellaú n. Ahíú
túvo sú oportúnidad de hablar, aúnqúe, por súpúesto, tambieú n púdo hablar de sú caso con
sú abogado, el Dr. Stahmer, y úna vez comenzado el júicio, tambieú n túvo ocasioú n de
conversar con el resto de los acúsados dúrante la paúsa del almúerzo, qúe en ún principio
tomaban en la propia sala.
Goering al principio parecíúa estar en sú elemento e interpretoú sú papel inicial de jovial
realista y cíúnico encantador. Expresoú sú desprecio por el júicio. «El vencedor siempre seraú el
júez y el vencido el acúsado», dijo al recibir la acúsacioú n, lo consideraba ún «asúnto políútico
púro y dúro» y dijo: «Ojalaú todos túvieú ramos el valor para limitar núestra defensa a tres
palabras simples: ¡lamedme el cúlo!». Se acercoú a cada úno de los demaú s acúsados,
repitiendo esa groseríúa con entúsiasmo dúrante úno de los intervalos para almorzar,
intentando qúe se rieran con eú l. Jústo antes de comenzar sú propia defensa dijo: «¡Llevar a
júicio a los jefes de ún Estado soberano es de úna presúncioú n úú nica en la historia!». De
hecho, se negoú a reconocer la aútoridad del tribúnal.
En lo qúe se referíúa a Alemania hizo gala de ún cinismo absolúto. Cúando Gilbert le
senñ aloú qúe el púeblo alemaú n en ese momento se encontraba desilúsionado con los
dirigentes nazis, replicoú : «No importa lo qúe la gente diga ahora. Eso es algo qúe no me
interesa lo maú s míúnimo. Seú lo qúe decíúan antes. Seú coú mo nos vitoreaban y alababan cúando
las cosas iban bien. Conozco demasiado bien a la gente». Tambieú n dijo: «La democracia
simplemente no fúncionaraú con el púeblo alemaú n… me alegra no tener qúe vivir ahíú fúera
en estos momentos: todo el múndo estaraú intentando salvar sú repútacioú n y sú pellejo
denúnciando al partido, ahora qúe hemos perdido».
Disfrútaba de sú propio y particúlar sentido del húmor. «¡Por súpúesto qúe qúeríúamos
desintegrar al coloso rúso!», le dijo al Dr. Gilbert y a ún grúpo de acúsados dúrante úna de
las paúsas para el almúerzo. «Ahora tendraú n qúe hacerlo ústedes… me encantaraú ver coú mo
se encargan. Por súpúesto, me es indiferente si lo veo desde el cielo o desde el otro lúgar, el
lúgar maú s interesante». Tambieú n disfrútaba de igúal manera contaú ndole coú mo se únioú a los
nazis. «Teníúa úna cita para únirme a los masones en 1919. Mientras esperaba vi pasar a úna
rúbia múy gúapa, y me púse a ligar con ella. Búeno, púes núnca me úníú a los masones. Si no
húbiera ligado con esa rúbia aqúel díúa, me húbiera sido imposible únirme al partido, y no
estaríúa aqúíú hoy». Pero segúíúa recordando con placer la posicioú n qúe teníúa en el partido:
«No tienen qúe poner pelíúcúlas y leer docúmentos para demostrar qúe nos estaú bamos
rearmando para la gúerra. ¡Si rearmeú a Alemania hasta qúe se le salíúa el armamento por las
orejas! Soú lo lamento no habernos rearmado aúú n maú s. Por súpúesto, entre nosotros,
consideraba qúe sús tratados eran púra basúra. Me úníú al partido precisamente porqúe era
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revolúcionario, no por el aspecto ideoloú gico. Otros partidos habíúan hecho revolúciones, asíú
qúe súpúse qúe yo tambieú n podíúa participar en úna. Y lo qúe maú s me gústaba era qúe el
partido nazi era el úú nico qúe teníúa las agallas de decir “¡al infierno con Versalles!” mientras
los demaú s se arrastraban y contemporizaban».
Mantúvo obstinadamente sú fe en Hitler. Daba gracias, dijo, porqúe el Fúö hrer no
estúviera vivo para ser sometido a júicio en Núú remberg. «Seríúa intolerable para míú tener
qúe verle ante ún tribúnal extranjero. Vosotros conocíúais al Fúö hrer», dijo a los otros
acúsados sentados a la mesa para almorzar. «Seríúa el primero en levantarse y decir qúe, “Yo
di las oú rdenes y asúmo toda la responsabilidad”». Y sin embargo tambieú n reveloú sú
resentimiento por la forma en qúe Hitler le habíúa tratado. «Usted sabe», le dijo a Gilbert,
«qúe no es mi propoú sito exagerar mi amor por el Fúö hrer, porqúe ya sabe coú mo me tratoú al
final. Pero no seú qúeú decir; creo qúe en el úú ltimo anñ o y medio o asíú le dejoú las cosas a
Himmler…». Sú continúado apoyo a Hitler parecíúa debido principalmente a sú propio
intereú s y a sú sentido de sú propia posicioú n en la historia. «Usted no entiende a la gente
como yo. Si fúera a desdecirme despúeú s de la forma en qúe le he apoyado, soú lo me
despreciaríúan. ¿Qúieú n sabe coú mo seraú n las cosas dentro de cincúenta o cien anñ os? ¿La pena
de múerte? Eso no significa nada para míú; pero mi repútacioú n en la historia me importa
múchíúsimo».
En otra ocasioú n le dijo a Gilbert: «Si tengo la oportúnidad de morir como ún maú rtir, púes
tanto mejor. ¿Cree qúe todo el múndo tiene esa oportúnidad? Si púedo consegúir qúe
pongan mis húesos en ún ataúú d de maú rmol, púes ya es múcho maú s de lo qúe la mayor parte
de la gente púede lograr».
Dúrante todo el júicio intentoú mandar sobre los demaú s acúsados. Aúnqúe rechazoú la
ayúda del capellaú n, accedioú a asistir a los servicios religiosos en la capilla porqúe «como
hombre de mayor posicioú n del grúpo, si asisto, los demaú s segúiraú n mi ejemplo». O al menos,
eso es lo qúe le dijo al capellaú n; al Dr. Gilbert lo qúe le dijo fúe: «¡Rezar, y ún carajo! ¡Es soú lo
úna oportúnidad de salir de esta maldita celda dúrante media hora!». En los intervalos de
las comidas solíúa intentar dominar a los demaú s, dicieú ndoles lo qúe debíúan decir, consejo qúe
los demaú s raramente se tomaban a bien. El resto del grúpo estada cada vez menos y menos
impresionado por la mezcla de jactancia y cinismo de Goering. Speer, el maú s inteligente y
convencido antinazi entre los prisioneros, dijo en enero cúando Gilbert le visitoú en sú celda:
«¿Sabe ústed? Goering todavíúa se cree qúe es algúien importante y qúe dirige el espectaú cúlo
inclúso como criminal de gúerra». Posteriormente volveríúa a decir, «Goering sabe qúe estaú
acabado, y necesita ún seú qúito de al menos veinte heú roes menores para sú gran entrada en
el Valhalla… es asombrosa la tiraníúa qúe ejerce sobre el resto».
Debido a esto, el coronel Andrús volvioú a imponer el confinamiento en solitario dúrante
las horas de prisioú n. Eso enfúrecioú a todos los acúsados, pero el efecto sobre Goering fúe
notable. Gilbert lo describioú «abatido y tembloroso como ún ninñ o rechazado». Adivinoú qúe
sú inflúencia agresiva y cíúnica era la caúsa del castigo. Estalloú : «¿Es qúe no ven qúe todas
estas bromas y payasadas no son maú s qúe úna manera de búscar alivio? ¿Creen qúe disfrúto
ahíú sentado oyendo como nos tiran acúsacioú n tras acúsacioú n a la cabeza desde todos los
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lados? Tenemos qúe liberar la tensioú n de algúú n modo. Si no los húbiera estimúlado, ún par
de ellos simplemente se habríúan derrúmbado… ¿No cree qúe ya me reprocho maú s qúe
súficiente en la soledad de esta celda, deseando haber tomado ún camino diferente y haber
vivido mi vida de úna forma completamente diferente en vez de terminar asíú?». Por úna vez
parecíúa apagado, casi pidiendo discúlpas.
A peticioú n del coronel Andrús, el 17 de febrero Gilbert redactoú únas listas dividiendo los
prisioneros en grúpos peqúenñ os para las comidas, en los qúe aqúeú llos qúe estaban
convencidos de la maldad nazi podíúan neútralizar a los qúe se sentíúan menos inclinados a
aceptar lo jústo de los cargos contra ellos. Goering se vio obligado a comer solo, cosa qúe le
molestoú enormemente. Speer admitioú posteriormente qúe Goering habíúa ejercido úna
especie de terror moral sobre los acúsados maú s deú biles y qúe habíúa estada negociando los
teú rminos de los testimonios qúe daríúan: eú l diríúa esto si ellos decíúan esto otro. La reaccioú n de
Goering fúe tíúpica: «Soú lo porqúe soy el Nazi Núú mero Uno en este grúpo no significa qúe sea
el maú s peligroso. De todas formas, el coronel deberíúa tener presente qúe aqúíú estaú tratando
con figúras histoú ricas. Para bien o para mal, somos personalidades histoú ricas, y eú l no es
nadie». Entonces se comparoú , no por primera vez, con Napoleoú n en sú caútiverio.
En varias ocasiones la fiscalíúa oscúrecioú la sala para la proyeccioú n de pelíúcúlas ofrecidas
como prúebas. Esas pelíúcúlas inclúíúan las escenas de atrocidades grabadas por caú maras del
ejeú rcito en los campos de concentracioú n y otros lúgares de súfrimiento. Gilbert observoú
cúidadosamente el efecto qúe túvieron esas pelíúcúlas en los acúsados. Algúnos, como Fúnk
y Frank, sollozaron; otros, como Speer y Hans Fritzsche del Ministerio de Propaganda,
estúvieron al borde de las laú grimas; Ribbentrop, Neúrath, Schacht y Papen se negaron a
mirar; otros, como Seyss-Inqúart y Streicher miraron impasibles las imaú genes. Goering
empezoú inclinaú ndose hacia delante, sin mirar; parecíúa abatido y tosioú . Despúeú s de la
pelíúcúla, cúando Hess múrmúroú «no me lo creo», le dijo qúe se callara. Toda la sala estaba
abrúmada por lo qúe habíúan visto, y los prisioneros salieron en fila en el silencio maú s
completo. Lúego, en sús celdas, sú reaccioú n principal fúe de incredúlidad; varios, sin
embargo, segúíúan llorando de vergúö enza o completamente desconcertados por lo qúe
habíúan visto. La reaccioú n de Goering fúe extranñ a: «Habíúa sido úna tarde tan búena,
demasiado búena, hasta qúe nos púsieron esa pelíúcúla. Estaban leyendo mi conversacioú n
telefoú nica sobre el asúnto de Aústria y todo el múndo se reíúa conmigo. Y entonces
proyectaron esa pelíúcúla horrorosa qúe lo estropeoú todo».
Goering era bien consciente de qúe esas pelíúcúlas de atrocidades representaban
críúmenes qúe seríúan la acúsacioú n maú s grave a la qúe se enfrentaríúa como acúsado de mayor
rango. Podíúa discútir el resto de los cargos úsando sú aútoridad y la fúerza de sú
personalidad para abrirse camino a traveú s de los interrogatorios. Pero esa proyeccioú n en la
sala del júzgado a oscúras, con las insoportables imaú genes sobre la pantalla hasta qúe ni el
tribúnal ni los propios acúsados púdieron agúantar maú s, hizo imposible qúe eú l, el segúndo
hombre de la nacioú n despúeú s de Hitler, púdiera segúir manteniendo sú fachada de
bravúconadas. «Esa pelíúcúla horrorosa» lo habíúa estropeado todo de verdad, como habíúa
dicho. Pronto, sin embargo, descúbrioú lo qúe le parecíúa úna posible salida a ese dilema.
263
«Sigo sin poder hacerme a la idea» le dijo a Gilbert. «¿Súpone ústed qúe húbiera creíúdo a
algúien qúe me húbiera dicho qúe estaban haciendo experimentos de congelacioú n con
cobayas húmanas, o qúe habíúa gente a la qúe obligaban a cavar sús propias túmbas y qúe
eran apilados a miles? Le húbiera dicho “Fúera de aqúíú con esas patranñ as qúe no hay qúien
se las crea… simplemente lo descarteú como propaganda enemiga”. Cúando los rúsos
mostraron sús propias pelíúcúlas de atrocidades a mediados de febreros eú sa fúe
precisamente la actitúd qúe adoptoú . “Cúalqúiera púede hacer úna pelíúcúla de atrocidades”,
le dijo a los demaú s, “si sacan los cúerpos de sús túmbas y lúego múestran ún tractor qúe los
vúelve a empújar a ellas”. Pero era evidente qúe era incapaz de convencerse a síú mismo, no
ya a los demaú s. Cúando los rúsos continúaron con sús proyecciones, se rio cúando la
primera toma aparecioú invertida (no se habíúa rebobinado la pelíúcúla), y se negoú a
contemplar las escenas qúe finalmente se mostraron. Lúego diríúa qúe se trataba
principalmente de las propias atrocidades qúe los rúsos cometíúan contra los alemanes. En
cúalqúier caso, era ún soldado y estaba acostúmbrado a la visioú n de la múerte. “No tengo
qúe ver úna pelíúcúla para horrorizarme”, dijo. Posteriormente, dúrante el testimonio de úna
mújer qúe habíúa estado prisionera en Aúschwitz, se qúitoú los aúricúlares y se negoú a
escúchar. Al final afirmoú qúe no teníúa conocimiento algúno de esas cosas. “Ya saben coú mo
son las cosas inclúso en ún batalloú n”, le dijo a úno de los abogados defensores qúe pregúntoú
si algúien con aútoridad sabíúa lo qúe estaba ocúrriendo. “Un comandante de batalloú n no
sabe nada de lo qúe ocúrre en el frente. Cúaú nto maú s arriba estaú s, menos ves de lo qúe pasa
allaú abajo”».
La vista de la defensa de Goering, qúe dúraríúa trece díúas, comenzoú el 8 de marzo con la
comparecencia del primer testigo llamado a declarar en sú defensa. Se trataba de
Bodenschatz, testificando como principal oficial de enlace entre Goering y el cúartel general
de Hitler. Lo qúe pronto se convertiríúa en úna ronda familiar de pregúntas comenzoú cúando
Stahmer intentoú demostrar la falta de implicacioú n de Goering en las maú s crúeles o soú rdidas
actividades de los nazis. ¿Cúaú ndo perdioú Goering el favor de Hitler? Se describioú el
constante trabajo de Goering en pro de la paz y sús esfúerzos con Dahlerús. ¿Qúeú intentoú
hacer para prevenir la gúerra? ¿Teníúa algúú n conocimiento de antemano del pogromo de
1938? Ningúno en absolúto, dijo Bodenschatz. ¿Qúeú hizo para intentar sacar a gente de los
campos de concentracioú n? Intercedíúa continúamente en casos individúales. ¿Qúeú sabíúa el
testigo de Goering sobre las condiciones en esos campos? Nada en absolúto.
Cúando Stahmer húbo terminado, Jackson tomoú la palabra e interrogoú a Bodenschatz
con el objetivo de hacer qúe se implicara a síú mismo y a Goering en los mismos asúntos qúe
Stahmer habíúa introdúcido para permitir qúe Bodenschatz demostrara la falta de
implicacioú n de ambos. El interrogatorio se limitoú al caso de los campos de concentracioú n.
Bodenschatz elúdioú con súmo cúidado dar respúestas implicatorias, y eú sa se convirtioú en la
toú nica general del júicio. No, desconocíúa por completo esas cosas. No, no servíúa de nada
hacer pregúntas. No, no púedo hacer úna declaracioú n sobre ese asúnto con toda segúridad.
La cúestioú n de la eficiencia de la fúerza aeú rea y el empeoramiento progresivo de las
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relaciones entre Hitler y Goering despúeú s de 1943 fúeron temas qúe apareceríúan úna y otra
vez.
A Bodenschatz le súcedioú Milch en el estrado, y Stahmer lo gúio para qúe testificara qúe
la fúerza aeú rea alemana se habíúa constitúido soú lo con fines defensivos, qúe Goering siempre
fúe partidario de la paz mediante la fúerza. Milch tambieú n testificoú qúe Goering estúvo de
acúerdo con eú l en qúe debíúan evitar tener nada qúe ver con el úso de criminales qúe hacíúa
Himmler para prúebas de presioú n de aire y temperatúra. Ni eú l ni Goering teníúan
conocimiento algúno sobre la natúraleza de esos experimentos. Respecto al tratamiento de
prisioneros de gúerra, lo qúe Goering habíúa dicho era «úna vez qúe han sido derribados,
son núestros camaradas». En lo qúe concerníúa a los cúerpos, Milch adoptoú la misma líúnea
qúe Bodenschatz: «Las personas qúe conocíúan las condiciones de esa gente no hablaban de
ello, y posiblemente no se les permitiera hablar de ello». Nadie podíúa imaginarse qúe habíúa
maú s de doscientos campos de concentracioú n, aúnqúe todo el múndo sabíúa qúe existíúan únos
cúantos; y nadie sabíúa qúeú pasaba en esos campos. Ni tampoco sabíúa nadie la existencia de
campos de exterminio para los júdíúos. Cúalqúier intento por interferir húbiera significado la
múerte para úno y sú familia, fúe lo qúe dijo Milch en úno de los momentos maú s reveladores
del júicio.
Jackson no túvo problemas en sonsacarle a Milch qúe a Goering, o a cúalqúier otro, le
húbiera sido imposible oponerse activamente a Hitler. «El mariscal del Reich núnca se
opúso activamente al Fúö hrer en púú blico, ni delante de ún ningúú n grúpo grande de sús
oficiales, porqúe Hitler no húbiera tolerado esa oposicioú n». Respecto a intentar prevenir la
gúerra con Rúsia, Milch dijo qúe teníúa la impresioú n de qúe Goering «habíúa discútido
previamente el asúnto con Hitler, pero sin ningúna posibilidad de eú xito porqúe con Hitler
era imposible». Eso se convirtioú en ún toú pico recúrrente en el júicio. Todo acto, búeno o
malo, emanaba de Hitler y no se admitíúa oposicioú n, ni siqúiera por parte del miembro de
maú s alto rango de la jerarqúíúa. Con cierta ironíúa, Jackson hizo qúe Milch revelara púnto por
púnto las debilidades de ún Estado aútoritario donde úno no podíúa presentar propúestas
qúe creíúa correctas o jústificables si eran críúticas inclúso con las opiniones menos
respetadas del Fúö hrer. El miedo a la Gestapo lo permeaba todo.
MILCH: No era faú cil para ningúno de nosotros. Todos estaú bamos convencidos de qúe se nos
vigilaba constantemente, sin importar lo alto qúe fúera núestro rango. Probablemente
no habíúa úna sola persona qúe no túviera ún expediente, y múcha gente fúe procesada
como resúltado de esos archivos. Las dificúltades súbsigúientes no afectaron soú lo a esa
gente… o a míú personalmente; inclúíúan a todo el múndo, hasta el propio mariscal del
Reich, qúe tambieú n se veíúa afectado por ellas.
JACKSON: ¿Qúiere decir qúe desde el mariscal del Reich al ciúdadano maú s húmilde, todos
teníúan miedo de Heinrich Himmler y sú organizacioú n?
MILCH: Búeno, el grado de temor púede qúe variara. Qúizaú s no fúera tan grande en los
rangos maú s altos y los maú s bajos. [VII, p. 280]
Jackson tambieú n intentoú hacer qúe Milch se extendiera sobre ún comentario qúe habíúa
hecho bajo interrogatorio en el qúe afirmaba qúe despúeú s de 1943 Hitler ya no era normal.
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¿Coú mo podíúa Goering, pregúntoú Jackson, consentir en servir a ún hombre anormal? Una vez
maú s, Milch evitoú dar úna respúesta directa.
MILCH: La anormalidad no era del tipo qúe úno púdiera decir, «este hombre no estaú en sús
cabales»… Creo qúe ún meú dico seríúa capaz de dar maú s informacioú n sobre ese tema.
Hableú de ello con hombres de medicina en esa eú poca.
JACKSON: ¿Y en sú opinioú n era anormal?
MILCH: Un meú dico qúe le conocíúa personalmente admitioú qúe existíúa la posibilidad de
anormalidad [VIII, p. 281]
A los testigos se les hicieron maú s pregúntas para qúe intentaran incriminar directamente a
Milch y a Goering en el úso de mano de obra forzosa reclútada entre los prisioneros de
gúerra y las poblaciones qúe o bien habíúan desarrollado ún movimiento de resistencia o era
probable qúe lo hicieran úna vez qúe los Aliados húbieran desembarcado en Francia.
El fiscal britaú nico G. D. Roberts sacoú a colacioú n el tema recúrrente de los oficiales de la
RAF qúe habíúan escapado del Stalag Lúft III en Sagan en marzo de 1944 y qúe habíúan sido
ejecútados y sús cúerpos incinerados. Milch afirmoú qúe no túvo conocimiento de ese asúnto
en el momento en qúe ocúrrioú . Lo mismo dijo el sigúiente testigo, Bernd von Braúchitsch, al
testificar como ayúdante de campo de Goering.
El sigúiente testigo principal de la defensa de Goering era Paúl Koerner. Stahmer úsoú sú
testimonio para demostrar qúe Goering disolvioú en 1933 todos los campos de
concentracioú n no aútorizados qúe llegaron a sú conocimiento, qúe detúvo los maltratos al
líúder comúnista Thaelmann y qúe en cúalqúier caso dejoú de controlar la Gestapo y los
campos cúando Himmler se hizo cargo de esta úú ltima en la primavera de 1934. Koerner
tambieú n fúe interrogado sobre la púrga contra Roehm, el pogromo de 1938 y el Plan de
Cúatro Anñ os. Como antes, todas esas pregúntas estaban disenñ adas para demostrar la
actitúd esencialmente moderada y pacíúfica de Goering. Entonces Jackson regresoú al ataqúe,
pero Koerner se aferroú a sú defensa de Goering hasta qúe Jackson le interrúmpioú .
JACKSON: Usted fúe interrogado en Obersalzberg, en el centro de interrogatorio, el 4 de
octúbre del anñ o pasado por el Dr. Kempner de núestro personal, ¿no es asíú?
KOERNER: Síú.
JACKSON: Usted declaroú , al principio de sú interrogatorio, qúe no daríúa testimonio contra
sú antigúo súperior, el mariscal del Reich Goering, y qúe consideraba a Goering como el
úú ltimo gran hombre del Renacimiento, el úú ltimo gran ejemplo de ún hombre
renacentista; qúe le habíúa dado el mayor trabajo de sú vida y qúe seríúa desleal y traidor
si testificaba contra eú l. ¿Es eso lo qúe dijo?
KOERNER: Síú, maú s o menos eso fúe lo qúe dije.
JACKSON: ¿Y eú sa sigúe siendo sú respúesta?
KOERNER: Síú.
JACKSON: No hay maú s pregúntas. [IX, pp. 19-20]
El general Rúdenko, qúe sigúioú a Jackson, fúe caú ústico sobre las respúestas negativas de
Koerner a sús pregúntas sobre el saqúeo de los territorios ocúpados. Koerner afirmoú qúe
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tampoco sabíúa nada sobre los campos de concentracioú n, al igúal qúe hizo Kesselring, qúe
ocúpoú sú lúgar en el estrado a continúacioú n. Kesselring fúe llamado a testificar sobre la
decisioú n de bombardear Varsovia, Rotterdam y Coventry como objetivos militares y el
patroú n de responsabilidades dentro de la Lúftwaffe, y para qúe diera sú opinioú n sobre la
forma en qúe se llevoú a cabo la gúerra. Las pregúntas de Maxwell-Fyfe fúeron altamente
condenatorias para Kesselring, qúe habíúa estado al mando en Italia cúando las fúerzas
alemanas cometieron atrocidades contra los italianos.
Goering ocúpoú el estrado como testigo la tarde el 13 de marzo. Mientras estaba en sú
celda, la expectativa lo púso en ún gran estado de nervios, le temblaban las manos y la
expresioú n de sú rostro era tensa. Le habíúa dicho a Gilbert qúe le parecíúa mal qúe eú l, como
dirigente de ún Estado soberano, fúera llevado ante ún tribúnal extranjero. Sin embargo,
haciendo ún úso cúidadoso de las pregúntas preparadas de Stahmer, dio ún relato detallado
de sú relacioú n con Hitler y el partido y de sú propia contribúcioú n, tal y como la veíúa eú l, en la
toma del poder y los pasos súbsigúientes dados para consolidar la posesioú n de eú ste. Hizo
qúe todo pareciera tan plaúsible y razonable como púdo, y habloú diestramente y teniendo
en cúenta en todo momento sú pasada aútoridad. Fúe franco acerca de sú fe en el partido y
mostroú el orgúllo qúe sentíúa por los eú xitos de sús esfúerzos personales para llevarlo al
poder.
Qúisiera decir qúe es correcto qúe yo, y soú lo púedo hablar por míú mismo, hice todo
lo qúe estaba en mi poder para reforzar el movimiento nacionalsocialista, y para
aúmentarlo, y he trabajado incesantemente para llevarlo al poder en todas las
circúnstancias como el úú nico poder vaú lido. Hice todo lo qúe habíúa qúe hacer para
asegúrarle al Fúö hrer el púesto como canciller del Reich qúe legíútimamente le
pertenecíúa. [IX, p. 75]
Habloú extensamente sobre la necesidad de eliminar los partidos políúticos hostiles, de crear
úna policíúa secreta del Estado, y de fúndar campos de detencioú n para aqúellos qúe
planeaban derrocar al reú gimen en sús primeros díúas. Admitioú qúe húbo actos de brútalidad
en esos campos, y qúe Karpfenstein, Gaúleiter de Pomerania, creoú campos no aútorizados,
asíú como Heines y Ernst, qúe eran companñ eros de Roehm. Disolvioú esos campos, afirmoú , e
investigoú los actos de brútalidad qúe llegaron a sú conocimiento en los campos qúe estaban
bajo sú control directo.
Esa noche, cúando estúvo de vúelta en sú celda, Goering, como ún actor alterado, fúe
incapaz de comer; se qúedoú sentado y fúmando sú pipa baú vara. Estaba múy nervioso, y le
preocúpaba qúe no púdiera hacer qúe sú mano dejara de temblar. Se negoú a qúe la lúz
permaneciera encendida, y sú estado de aú nimo se volvioú sombríúo mientras hablaba con
Gilbert sobre el hombre como la peor de las bestias de presa, y sobre coú mo la gúerra en el
fútúro se volveríúa maú s y maú s destrúctiva. A la manñ ana sigúiente se enteroú de la múerte de
Blomberg. «Un hombre de honor», dijo Goering, dejando por ún momento sú discúsioú n con
Stahmer.
267
Cúando empezoú la sigúiente sesioú n, en respúesta a maú s pregúntas de Stahmer explicoú
qúeú qúeríúa decir con el «principio de liderazgo» y la necesidad particúlar qúe teníúa
Alemania de eú l.
El principio de liderazgo, anñ adioú , era la base tanto de la Iglesia Catoú lica como del gobierno
de la Unioú n Sovieú tica.
Prosigúioú explicando por qúeú los sindicatos habíúan sido disúeltos como focos de
desafeccioú n políútica, y qúe la faccioú n de Roehm habíúa sido destrúida porqúe qúeríúa emplear
meú todos ilegales para obtener el poder, mientras qúe Hitler estaba decidido a úsar meú todos
qúe fúeran legales. Hombres como Roehm, Heines y Ernst conspiraron para derrocar al
Fúö hrer.
Conocíúa a Roehm múy bien. Hice qúe me lo trajeran. Le expliqúeú abiertamente lo qúe
habíúa oíúdo. Le recordeú núestra lúcha comúú n y le pedíú qúe mantúviera la fe
incondicionalmente en el Fúö hrer. Planteoú los mismos argúmentos qúe he
mencionado, pero me asegúroú qúe, por súpúesto, no pensaba emprender ningúna
accioú n contra el Fúö hrer. Poco despúeú s, recibíú maú s noticias qúe decíúan qúe teníúa
fúertes víúncúlos con aqúellos cíúrcúlos qúe se nos oponíúan [IX, p. 84]
Cúando la púrga súbsigúiente condújo a maú s múertes de lo qúe parecíúa apropiado, segúú n
afirmoú Goering, intercedioú ante Hitler y le úrgioú a qúe detúviera los asesinatos
inmediatamente.
En el transcúrso de aqúella tarde oíú qúe otras personas habíúan múerto tambieú n,
inclúso gente qúe no teníúa nada qúe ver con la revúelta de Roehm. El Fúö hrer vino a
Berlíún esa misma tarde. Esto lo súpe despúeú s esa misma tarde o por la noche, y fúi a
dar con eú l al mediodíúa del díúa sigúiente y le pedíú qúe diera orden inmediatamente de
prohibir bajo cúalqúier circúnstancia qúe se llevasen a cabo maú s ejecúciones,
aúnqúe habíúa otras dos personas involúcradas y qúe se habíúa ordenado qúe fúeran
ejecútadas, qúe segúíúan vivas. Esas personas, de hecho, sigúieron con vida. Le pedíú
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qúe lo hiciera porqúe me preocúpaba qúe el asúnto se descontrolara, como ya habíúa
pasado hasta cierto púnto, y le dije al Fúö hrer qúe bajo ningúna circúnstancia debíúa
haber maú s derramamiento de sangre. [IX, p. 85]
Lo qúe les importaba a Hitler y Goering era mantener separados Iglesia y Estado, y Goering
se oponíúa en principio al arresto de miembros del clero a menos qúe fúeran violentamente
críúticos con el reú gimen y tomaran parte en asúntos políúticos fúera de la Iglesia.
Lúego pasoú a la cúestioú n de los júdíúos. Argúmentoú falazmente qúe la inflúencia júdíúa en
la vida econoú mica y social alemana era desproporcionada, qúe la sitúacioú n era insalúbre y
qúe los patriotas no podríúan tolerarla. Sin embargo, se opúso violentamente al pogromo de
1938 e hizo lo posible por detener esa persecúcioú n improdúctiva. Concertoú , sin embargo, la
múlta de mil millones de marcos impúesta a la comúnidad júdíúa y aceptoú la plena
responsabilidad por promúlgar las Leyes de Núú remberg.
269
Me gústaríúa senñ alar qúe, aúnqúe recibíú oú rdenes verbales y escritas y mandatos del
Fúö hrer para promúlgar y aplicar esas leyes, asúmo la completa responsabilidad por
ellas. Llevan mi firma, yo las promúlgúeú y por tanto soy responsable y no me
propongo de ningúna manera ocúltarme detraú s de las oú rdenes del Fúö hrer. [IX, p. 92]
De la misma manera, aceptoú con orgúllo la responsabilidad por reconstrúir la fúerza aeú rea
alemana y, aúnqúe no era ún experto en economíúa, por reconstrúir la economíúa alemana.
Sobre la fúerza aeú rea dijo: «Solo yo era y soy responsable, ya qúe era comandante general
de la Fúerza Aeú rea y ministro del Aire. Era responsable del rearme y de forjar la fúerza
aeú rea y sú espíúritú» [IX, p. 94]. Sobre sú trabajo inicial como comisario para Materias Primas
y Divisas anñ adioú : «Se habíúa decidido qúe aúnqúe no era ún experto en ese campo fúera la
principal fúerza motriz y qúe úsara mis energíúas… Asíú entreú en el campo de la direccioú n
econoú mica» [IX, p. 95]
Dúrante la paúsa para el almúerzo, Goering le dijo a Gilbert: «Búeno, ¿qúeú tal lo hice? No
púede decir qúe fúera cobarde». Era consciente de qúe habíúa creado úna búena impresioú n
entre sús companñ eros de prisioú n. Esa tarde se mostroú relajado y satisfecho en sú celda. «Síú,
es múcha tensioú n», dijo. «Y todo es de memoria. Se sorprenderíúa de cúaú n pocas palabras
clave he anotado para gúiarme». Una vez maú s, la celda se convertíúa en el camerino del actor.
Dúrante la sesioú n de tarde, Stahmer lo llevoú a recorrer etapa a etapa la historia y
evolúcioú n de sús vastas responsabilidades, todas las cúales presentoú , natúralmente, bajo
úna lúz positiva, como parte del servicio a sú paíús. Ese túrno de pregúntas, pese a los rúegos
de brevedad del júez Lawrence, dúroú únos cúatro díúas, inclúyendo pregúntas procedentes
de otros abogados defensores; esa parte en la transcripcioú n del júicio ocúpa únas 80 000
palabras, la extensioú n de ún libro grande. Los temas no parecíúan presentarse en ningúú n
orden en particúlar, con pregúntas sobre la ocúpacioú n de Renania segúidas de otras sobre el
Consejo de Defensa del Reich y el Institúto de Investigacioú n (qúe posteriormente caúsaríúa
dificúltades a Goering porqúe como entidad estaba directamente relacionado con atroces
experimentos inhúmanos con personas vivas). La arrogancia con qúe se podíúa dirigir ún
Estado totalitario qúedoú demostrada en las súcesivas declaraciones de Goering, con las qúe
disfrútaba recordando sú poder. Una declaracioú n tíúpica fúe la qúe hizo describiendo coú mo eú l
y Hitler intentaron salvar la repútacioú n de Neúrath (o en realidad, las súyas) despúeú s de
qúe húbiera sido cesado del Ministerio de Exteriores.
Yo mismo le hice úna propúesta al Fúö hrer para evitar socavar el prestigio de Herr
Von Neúrath. Le dije qúe, con el fin de hacer parecer en el extranjero como si
Neúrath no húbiera sido apartado completamente de la políútica exterior, propondríúa
nombrarle presidente del Consejo Secreto de ministros. Sin dúda no existíúa tal
consejo, pero la expresioú n sonaba múy bien y todo el múndo se imaginaríúa qúe
qúeríúa decir algo. El Fúö hrer dijo qúe no podíúamos nombrarlo presidente si no habíúa
ún consejo. A lo qúe dije «púes entonces crearemos úno», y anoteú sobre la marcha
los nombres de varias personas. La poca importancia qúe concedíú a ese consejo se
270
púede ver en el hecho de qúe mi nombre era, creo, de los úú ltimos de la lista. [ IX, p.
99]
Respondíúa con ironíúa a las insinúaciones de qúe Hitler deberíúa haber hecho maú s caso a las
opiniones de sús generales en asúntos de políútica aparte de los de estrategia. No era propio
de Hitler pedir tales opiniones.
Coú mo se púede imaginar qúe se podríúa dirigir ún Estado si, dúrante úna gúerra o
antes de úna gúerra qúe los líúderes políúticos han decidido, ya sea jústa o
injústamente, cada general púdiera votar si iba a ir a pelear o no, si sú Cúerpo de
Ejeú rcito iba a qúedarse en casa o no, o podíúa decir «primero tengo qúe pregúntarle a
mi Divisioú n»; qúizaú s únos fúeran a la gúerra y otros se qúedaran. Ese privilegio, en
cúalqúier caso, tambieú n habríúa qúe concedeú rselo al soldado comúú n. Qúizaú s eú sa seraú
la forma de evitar las gúerras en el fútúro, pregúntaú ndole a cada soldado si qúiere
irse a casa o no. Podríúa ser, pero no en ún «Estado del Fúö hrer». [IX, pp. 113-114]
Se empleoú múcho tiempo en repasar los detalles del Anschluss, el Pacto de Múú nich, los
súcesos qúe condújeron a la ocúpacioú n de Checoslovaqúia y la invasioú n de Polonia y el
nombramiento de Goering como súcesor de Hitler, qúe segúú n el propio Goering era algo qúe
el Fúö hrer ya teníúa en mente en 1934. Inclúso Hitler habíúa admitido qúe eú l era el segúndo
hombre del Estado, dijo Goering. Aún asíú, el Fúö hrer no le manteníúa informado en todo
momento de lo qúe pensaba hacer, como en el caso de la ocúpacioú n de Checoslovaqúia.
Posteriormente, diríúa sobre sús relaciones con Hitler antes de la gúerra:
Las respúestas de Goering parecíúan hacerse cada vez maú s y maú s largas. Se memoria
extraordinaria entroú plenamente en escena cúando cada etapa del interrogatorio le daba
úna núeva oportúnidad de librarse de la carga de las acúsaciones contra eú l. No cabíúa dúda
algúna de qúe ahíú estaba la verdadera aútoridad nazi mientras daba sú versioú n de la
penetracioú n alemana en los paíúses vecinos, sú versioú n de los cambalaches y pillajes de
tesoros artíústicos extranjeros, sú versioú n del comportamiento de los soldados alemanes
contra el movimiento de resistencia en Francia; hasta qúe al final Jackson ya no púdo
271
soportarlo maú s y pregúntoú al presidente hasta qúeú púnto era relevante ese farragoso
comentario para el propoú sito del júicio. Despúeú s de eso, Goering adoptoú úna pose de
franqúeza de hombre de múndo: «No niego de ningúna manera qúe ocúrrieron cosas qúe
púeden ser origen de acalorados debates, en lo qúe respecta al derecho internacional.
Tambieú n ocúrrieron otras cosas qúe púeden ser considerados excesos bajo cúalqúier
circúnstancia». ¿Qúeú esperaban, era la pregúnta implíúcita, cúando los soldados alemanes se
veíúan amenazados en todo momento y lúgar por úna nacioú n súpúestamente conqúistada?
Con el mismo aire de aútoritaria sensatez defendioú el bombardeo de Rotterdam y Coventry,
y declaroú qúe lamentaba qúe Hitler húbiera rechazado sú consejo en contra de lanzar ún
ataqúe contra Rúsia mientras Alemania segúíúa en conflicto con Inglaterra.
En lo qúe se referíúa a la adqúisicioú n de obras de arte en el extranjero, explicoú la
extraordinaria competicioú n qúe existíúa entre eú l y Hitler, ya qúe ambos qúeríúan extender sús
colecciones personales qúe, segúú n dijo Goering, estaban destinadas a la nacioú n. Afirmoú qúe
estúvo dispúesto a pagar por las obras de arte qúe qúeríúa de la Salle de Jeú de Paúme, qúe
constitúíúan propiedades confiscadas a júdíúos.
Desde el principio, sin embargo, qúise qúe húbiera úna clara distincioú n, ya qúe
pretendíúa pagar por aqúellos objetos qúe qúeríúa adqúirir para la galeríúa qúe iba a
constrúir. Por tanto, ordeneú qúe ún experto en arte evalúara esas obras; de hecho no
era ún experto alemaú n sino franceú s, ún profesor cúyo nombre no recúerdo y con el
qúe núnca hableú . Entonces decidiríúa si el precio era demasiado alto para míú, si ya no
estaba interesado o síú estaba dispúesto a pagar el precio. Una parte, la primera
parte, se hizo de ese modo, pero entonces todo se detúvo porqúe algúnos de esos
objetos fúeron enviados de ún lado a otro, es decir, fúeron enviados al Fúö hrer y no
qúedaron en mi poder… y no se podíúa hacer ningúú n desembolso hasta qúe el asúnto
no qúedara aclarado. [IX, p. 125]
Respondioú a los ataqúes contra eú l por tomar alimentos de los paíúses ocúpados («No
desmantelamos y transportamos toda la economíúa rúsa hasta la úú ltima túerca y el úú ltimo
tornillo, como estaú n diciendo aqúíú. Esas son las medidas resúltantes de hacer úna gúerra.
Natúralmente, asúmo la responsabilidad completa por ello») y úsar mano de obra esclava
de los campos de prisioneros de gúerra y de concentracioú n («en ese momento todo el
múndo en Alemania teníúa qúe trabajar»). En cúanto a la acúsacioú n de qúe habíúa estado
implicado en la ejecúcioú n de los prisioneros de la R AF en el Stalag Lúft III, protestoú con bríúo,
porqúe en el peor momento de sús relaciones con el Fúö hrer se habíúa arriesgado a generar
maú s hostilidad al oponerse en sú presencia a cúalqúier forma de represalias contra los
aviadores qúe eran prisioneros de gúerra.
Las pregúntas de Stahmer se centraron lúego en la administracioú n nazi y las
responsabilidades del alto mando y sobre los diferentes ministerios con los qúe Goering
estaba conectado. Entonces se repasoú la historia del Anschluss. En el transcúrso de esta
larga serie de declaraciones de la manñ ana del saú bado 16 de marzo, Goering hizo ún
272
revelador comentario aparte sobre el conservadúrismo de Hitler, en úna frase qúe tendríúa
úna cúriosa relevancia para eú l mismo en sús fútúras relaciones con el Fúö hrer:
Súpongo qúe… pese a toda la tensioú n, el factor decisivo para el Fúö hrer era qúe le
resúltaba extremadamente difíúcil acostúmbrarse a caras núevas, y qúe no le gústaba
hacer cambios en sú entorno. Preferíúa continúar trabajando con hombres… qúe no le
gústaban, antes qúe cambiarlos. [IX, p. 166]
En la eú poca en la qúe todavíúa teníúa relacioú n directa con la Gestapo tales excesos
teníúan lúgar, como ya he declarado abiertamente. Para poder castigarlos, úno
natúralmente primero debe enterarse. Se administraron castigos. Los oficiales
sabíúan qúe si cometíúan esos actos corríúan el riesgo de ser castigados. Un gran
núú mero de ellos fúeron castigados. No púedo decir cúaú l fúe la praú ctica habitúal
posteriormente. [IX, p. 184]
Cúando llegoú el momento de qúe Jackson túviera sú túrno de repregúnta, habíúa úna
atmoú sfera de cúriosidad y expectacioú n en el tribúnal. Empezoú con úna pregúnta cúriosa:
«¿Es ústed consciente de qúe es ústed el úú nico hombre vivo qúe púede explicarnos los
verdaderos propoú sitos del Partido Nacionalsocialista y el fúncionamiento de sú cúú púla?».
Eso soú lo sirvioú para complacer a Goering, qúe respondioú «soy perfectamente consciente de
ello». Tanto la pregúnta como la respúesta parecieron establecer la relacioú n entre esos dos
hombres qúe debatiríúan dúrante casi dos díúas. El interrogatorio túvo qúe ser interrúmpido,
sin embargo, mientras se tomaba declaracioú n a Dahlerús, ya qúe qúeríúa volver a Estocolmo
y no podíúa esperar indefinidamente a qúe terminaran las peroratas de Goering.
273
Las pregúntas de Jackson con demasiada frecúencia eran del tipo qúe animaban a
Goering a generalizar sobre sús acciones y las emociones patrioú ticas qúe las inspiraban.
Comparada con el vasto conocimiento y experiencia de Goebbels en la políútica y
administracioú n alemanas, Jackson teníúa poca idea sobre la historia de los nazis y estaba mal
preparado para rebatir con hechos las habilidosas evasiones de Goering y sús calcúladas
afrentas. Inclúso húbo ocasiones en las qúe Goering túvo qúe corregirle sobre hechos
probados. La confianza de Goering aúmentoú mientras la impresioú n de sú triúnfo se extendíúa
por la sala. Todo el múndo esperaba ver húmillado sú orgúllo y petúlancia bajo la andanada
de pregúntas dirigidas contra eú l. Se sabíúa qúe entre los archivos captúrados por los
americanos habíúa úna gran cantidad de prúebas docúmentales contra los jerarcas nazis.
Pero estaba claro qúe Jackson no se habíúa preparado lo súficientemente bien como para
atravesar la gúardia de Goering y hacer qúe el ataqúe golpeara sú objetivo.
JACKSON: Ha definido el principio de liderazgo, qúe ha descrito como ún sistema bajo el
cúal la aútoridad soú lo existe en lo maú s alto y va descendiendo y se impone al púeblo en
lo maú s bajo, ¿correcto?
GOERING: Para evitar malentendidos, me gústaríúa explicar brevemente la idea úna vez
maú s, segúú n la entiendo. En el pasado, en el procedimiento parlamentario alemaú n la
responsabilidad recaíúa sobre los altos cargos, qúe eran responsables de llevar a cabo los
deseos anoú nimos de la mayoríúa, y eran ellos los qúe ejercíúan la aútoridad. En el
principio de liderazgo intentaú bamos revertir la direccioú n; es decir, qúe la aútoridad
existíúa en lo maú s alto y va descendiendo, mientras qúe la responsabilidad empieza en lo
maú s bajo y va ascendiendo.
JACKSON: En otras palabras, ¿no creíúan ni permitíúan el gobierno tal y como lo definimos
nosotros, en el qúe el púeblo, a traveú s de sús representantes, era el origen de todo
poder y aútoridad?
GOERING: Eso no es del todo correcto. Pedimos al púeblo repetidamente qúe expresara de
manera ineqúíúvoca y clara lo qúe pensaba de núestro sistema, soú lo qúe de úna manera
diferente a la forma previamente adoptada y del sistema practicado en otros paíúses.
Tambieú n adoptamos el púnto de vista de qúe, por súpúesto, inclúso ún gobierno
fúndado sobre el principio de liderazgo soú lo podíúa mantenerse si estaba basado hasta
cierto púnto en la confianza del púeblo. Si dejaú bamos de tener esa confianza,
tendríúamos qúe gobernar con bayonetas, y el Fúö hrer siempre fúe de la opinioú n de qúe
eso era imposible a largo plazo, el gobernar contra los deseos del púeblo… Considero
necesario el principio de liderazgo porqúe el sistema qúe existíúa previamente, y qúe
llamamos parlamentario o democraú tico, habíúa llevado a Alemania al borde de la rúina.
En relacioú n con esto qúizaú s púeda recordarle lo qúe sú presidente Roosevelt, no qúiero
citar palabra por palabra, dijo cúando declaroú qúe «determinados púeblos de Eúropa
han renúnciado a la democracia, no porqúe no desearan la democracia, sino porqúe la
democracia habíúa prodúcido dirigentes qúe eran demasiado deú biles para dar a sú
púeblo pan y trabajo qúe lo satisficiera. Por esa razoú n, esos púeblos han abandonado
ese sistema y a los hombres qúe pertenecen a eú l». Habíúa múcho de cierto en esa
274
afirmacioú n. Ese sistema habíúa traíúdo la rúina por el desgobierno, y segúú n mi opinioú n
soú lo ún principio de liderazgo fúerte y claramente definido podíúa restaúrar de núevo el
orden. Pero eso síú, no en contra de la volúntad del púeblo, sino soú lo cúando el púeblo
húbiera expresado sú deseo de confiar sú destino al liderazgo nacionalsocialista tras
úna serie de elecciones qúe cada vez respaldaban maú s al partido.
JACKSON: Segúú n he entendido, ¿los principios del gobierno aútoritario qúe crearon
reqúeríúan qúe no se tolerara ningúú n tipo de oposicioú n por parte de partidos políúticos
qúe púdiera frústrar la políútica del partido nazi?
GOERING: Lo ha entendido perfectamente. Para ese entonces ya habíúamos vivido
demasiado tiempo con oposicioú n y ya habíúamos tenido súficiente. La oposicioú n nos
habíúa llevado a la rúina maú s completa. Era el momento de acabar con ella y empezar a
constrúir [IX, pp. 185-86]
Una y otra vez, Goering úsoú las pregúntas como pie para lanzarse a dar conferencias al
tribúnal sobre los principios nazis y presentarlos bajo úna forma razonable. Admitioú qúe
creoú los campos de concentracioú n para eliminar a la oposicioú n.
JACKSON: ¿Era tambieú n necesario para el fúncionamiento de ese sistema el privar a las
personas del derecho a júicios púú blicos en tribúnales independientes? Y ústed tambieú n
dictoú orden inmediatamente para qúe sú policíúa políútica no estúviera sújeta a oú rdenes
júdiciales, ¿no es asíú?
GOERING: Hay qúe distingúir entre dos categoríúas. Aqúellos qúe habíúan cometido algúú n
acto de traicioú n contra el núevo Estado fúeron púestos, natúralmente, en manos de los
tribúnales. Los otros, sin embargo, aqúellos de los qúe cabíúa esperar tales actos pero
qúe aúú n no los habíúan cometido, fúeron púestos bajo prisioú n preventiva, y eú sas eran las
personas qúe fúeron llevadas a los campos de concentracioú n. Estoy hablando de lo qúe
ocúrrioú al principio. Lúego las cosas cambiaron múchíúsimo… [ IX, p. 187]
JACKSON: Pero cúando el Estado necesitaba matar a algúien, teníúa a algúien para hacerlo,
¿no?
GOERING: Síú, al igúal qúe ocúrre en otros Estados; ya se llame servicio secreto o algúna
otra cosa, no lo seú …
JACKSON: ¿Y no habíúa ningúú n secretismo sobre la fúndacioú n de la Gestapo como fúerza
políútica, acerca del hecho de qúe la gente era detenida y púesta en prisioú n preventiva,
sobre el hecho de qúe habíúa campos de concentracioú n? ¿No se hacíúa ningúú n secreto de
ningúna de esas cosas?
GOERING: Al principio no habíúa nada de secreto en todo ello. [ IX, p. 198]
Ambos hombres empezaban a dar múestras de irritacioú n; Jackson teníúa la impresioú n de qúe
Goering evitaba deliberadamente dar úna respúesta directa, y Goering de qúe no se le
estaba dando el enfrentamiento púú blico qúe merecíúa.
JACKSON: Soú lo púedo repetir mi pregúnta, qúe no ha respondido ústed: ¿Vio ústed en aqúel
momento algúna necesidad militar de ún ataqúe alemaú n contra Rúsia?
275
GOERING: Personalmente, creíúa en ese momento qúe ese peligro no habíúa alcanzado sú
clíúmax, y qúe por tanto el ataqúe púdiera no ser necesario todavíúa. Pero eú sa era mi
opinioú n personal.
JACKSON: ¿Y era ústed el Núú mero Dos de toda Alemania en ese momento?
GOERING: Eso no teníúa nada qúe ver con qúe fúera el segúndo hombre maú s importante.
Habíúa dos púntos de vista opúestos en lo qúe se referíúa a la estrategia. El Fúö hrer, el
Núú mero Uno, veíúa ún peligro, y yo, como el Núú mero Dos, si qúiere decirlo asíú, qúeríúa
implantar otra medida estrateú gica. Si húbiera impúesto mi volúntad en toda ocasioú n,
entonces probablemente me habríúa convertido en el Núú mero Uno. Pero ya qúe el
Núú mero Uno opinaba de manera diferente, y yo soú lo era el Núú mero Dos, fúe sú opinioú n
la qúe prevalecioú . [IX, p. 191]
La líúnea principal de defensa de Goering fúe ensanchar sús hombros y aceptar toda la
responsabilidad por sú lealtad al Fúö hrer, a qúien habíúa hecho júramento de lealtad, y por sú
participacioú n en crear ún sistema de gobierno aútoritario en el qúe creíúa de todo corazoú n y
qúe sabíúa qúe era necesario para restaúrar la salúd y la fúerza de Alemania como primera
nacioú n de Eúropa. Lo qúe le enfúrecíúa era cúalqúier intento de implicarle directamente en
actos de atrocidades. Los campos de concentracioú n eran asúnto de Himmler, y no sabíúa
nada de las atrocidades qúe se cometíúan allíú en secreto; estaba de permiso dúrante el
periodo en el qúe los prisioneros de la R AF fúeron asesinados por escapar del Stalag Lúft III;
estaba interesado en acabar con el control qúe teníúan los júdíúos sobre la economíúa alemana,
no con sús vidas. Cúando ocúrríúan incidentes lamentables, como siempre ocúrre en tiempos
de cambios violentos o de gúerra, siempre castigaba a los malhechores; siempre y cúando el
asúnto estúviera dentro de sú júrisdiccioú n y túviera conocimiento de eú l. Asíú prosigúieron los
argúmentos de manera interminable, hora tras hora, en el qúinto mes de la sesioú n del
tribúnal. Parecíúa qúe Jackson teníúa qúe esforzarse, y qúe a menúdo segúíúa a Goering con sús
pregúntas en vez de condúcirle a doú nde qúeríúa llevarle. Por ejemplo, la pregúnta de por qúeú
Goering no habíúa intentado advertir al púeblo alemaú n de los peligros involúcrados en ir a la
gúerra contra la Unioú n Sovieú tica:
JACKSON: Y sin embargo, debido al «sistema de Fúö hrer», segúú n le he entendido, no podíúa
avisar al púeblo alemaú n, no podíúa ejercer ningúú n tipo de presioú n para prevenir ese
paso, y ni siqúiera podíúa dimitir para proteger sú lúgar en la historia.
GOERING: Esas son únas cúantas pregúntas. Me gústaríúa responder a la primera.
JACKSON: Sepaú relas si asíú lo desea.
GOERING: La primera pregúnta era, segúú n creo, si aprovecheú la oportúnidad para advertir
al púeblo alemaú n sobre ese peligro. No túve ocasioú n de hacerlo. Estaú bamos en gúerra, y
tales diferencias de opinioú n, en lo qúe concierne a la estrategia, no se púeden debatir en
púú blico dúrante úna gúerra. Creo qúe algo asíú no ha ocúrrido jamaú s en la historia del
múndo. Segúndo, en lo qúe se refiere a mi dimisioú n, ni siqúiera qúiero debatirlo, ya qúe
dúrante la gúerra yo era ún oficial, ún soldado y no entraba dentro de mis deberes si
compartíúa úna opinioú n o no. Simplemente teníúa qúe servir a mi paíús como soldado.
Tercero, yo no soy úna persona qúe abandona al hombre al qúe ha hecho júramento de
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lealtad cada vez qúe no se ajústaba a mi forma de pensar. Si eú se húbiera sido el caso no
húbiera habido necesidad de vincúlarme a eú l desde el principio. No se me ocúrrioú dejar
al Fúö hrer.
JACKSON: Hasta donde sabe, ¿el púeblo alemaú n fúe condúcido a la gúerra, atacando a la
Rúsia Sovieú tica, bajo la creencia de qúe ústed estaba a favor de ese ataqúe?
GOERING: El púeblo alemaú n no súpo nada sobre la declaracioú n de gúerra a Rúsia hasta
despúeú s de qúe comenzara la gúerra con Rúsia. El púeblo alemaú n, por tanto, no tiene
nada qúe ver con esto. No se pregúntoú al púeblo alemaú n; se le dijo qúe era ún hecho y
qúe era necesario. [IX, p. 192]
Goering a veces hablaba como si fúera ún maestro explicando púntos de vista obvios a
estúdiantes qúe consideraba lerdos y poco perceptivos:
Por súpúesto, úna gúerra soú lo púede considerarse finalizada con eú xito si yo
conqúisto al enemigo o si mediante negociaciones llego a úna conclúsioú n qúe
garantiza el eú xito. Eso es lo qúe llamo úna finalizacioú n con eú xito. Lo llamo ún empate
cúando hago las paces con el enemigo. Eso no me proporciona el eú xito qúe me
húbiera dado úna victoria pero, por otro lado, evita la derrota. Es úna conclúsioú n sin
vencedores ni vencidos. [IX, p. 193]
277
hizo» porqúe tampoco lo seú . Qúisiera decir qúe eú sta es la primera vez qúe oigo hablar
de ese acontecimiento [IX. p. 208]
Sobre la cúestioú n de sú lealtad a Hitler, Goering sigúioú mostraú ndose firme.
JACKSON: ¿Y no habíúa forma de impedir la gúerra mientras Hitler sigúiera siendo jefe del
gobierno alemaú n?
GOERING: Mientras sigúiera siendo Fúö hrer del púeblo alemaú n, soú lo eú l decidíúa si la gúerra
segúíúa adelante. Mientras el enemigo siga amenazaú ndome y exija la rendicioú n
incondicional absolúta, lúchareú hasta mi úú ltimo aliento, porqúe ya no me qúeda nada
excepto qúizaú s úna oportúnidad de cambiar el destino, aúnqúe parezca desesperada.
JACKSON: Búeno, los alemanes qúe creíúan qúe ya era hora de terminar con la matanza no
teníúan ningúú n medio para detenerla excepto la revolúcioú n o el asesinato de Hitler, ¿no
es cierto?
GOERING: Una revolúcioú n siempre cambia úna sitúacioú n si tiene eú xito. EÁ sa es úna
conclúsioú n predeterminada. El asesinato de Hitler en ese momento, digamos enero de
1945, húbiera conllevado qúe le súcediera yo. Si el enemigo me húbiera dado la misma
respúesta, es decir, rendicioú n incondicional, y húbiera mantenido las terribles
condiciones qúe se habíúan insinúado, húbiera continúado lúchando sin importar las
circúnstancias [IX, p. 194]
Negoú qúe húbiera hecho ningúú n intento de derrocar a Hitler dúrante los úú ltimos díúas de la
gúerra.
GOERING: Soú lo púedo responder por míú; lo qúe Himmler hiciera yo no lo sabíúa. Ni traicioneú
al Fúö hrer ni negocieú en aqúel entonces con ún solo soldado enemigo. Esa volúntad, o
este acto final, del Fúö hrer se basa en ún error extremadamente lamentable, y úno qúe
me prodúce ún profúndo pesar: qúe el Fúö hrer púdiera creer en sús úú ltimas horas qúe
podíúa serle desleal. Todo se debioú a ún error en la transmisioú n por radio de ún informe
y púede qúe a la mala interpretacioú n qúe Bormann hiciera de ese informe ante el
Fúö hrer. Núnca penseú , ni siqúiera por ún minúto, en hacerme con el poder de manera
ilegal, o de actúar contra el Fúö hrer de ningúna manera. [IX, p. 194]
El aú nimo de Goering pronto mejoroú hasta el púnto en qúe túvo la impresioú n de qúe podíúa
permitirse bromear con el tribúnal. La oportúnidad llegoú cúando se le pregúntoú si era
responsable o no del incendio del Reichstag.
GOERING: La acúsacioú n de qúe incendieú el Reichstag procede de determinada prensa
extranjera. Eso no me preocúpaba, porqúe no era consistente con los hechos. No teníúa
razoú n ni motivo para incendiar el Reichstag. Desde el púnto de vista artíústico, no
lamenteú en absolúto qúe la caú mara de sesiones ardiera: esperaba constrúir úna mejor.
Pero lamenteú múcho verme obligado a encontrar ún núevo lúgar de reúniones para el
Reichstag, y al no poder encontrar ningúno, túve qúe ceder mi OÁ pera Kroll, es decir, la
segúnda OÁ pera estatal, para ese propoú sito. La oú pera me parecíúa múcho maú s importante
qúe el Reichstag.
278
JACKSON: ¿Se ha jactado algúna vez de incendiar el edificio del Reichstag, aúnqúe fúera en
broma?
GOERING: No. Hice ún chiste, si es a eso a lo qúe se refiere, cúando dije qúe despúeú s de
aqúello me compararíúan con Neroú n y qúe probablemente pronto diríúan qúe yo, vestido
de toga y con úna lira en la mano, contempleú el incendio mientras ardíúa el Reichs tag.
EÁ se era el chiste. Pero la verdad es qúe casi perecíú entre las llamas, cosa qúe húbiera
sido múy desafortúnada para el púeblo alemaú n, pero múy afortúnada para sús
enemigos. [IX, p. 196]
En otras ocasiones respondíúa a las pregúntas con aspereza, por ejemplo cúando se le
presionoú sobre la anexioú n de Aústria y los Súdetes.
JACKSON: Sigúe sin haber respondido a mi pregúnta aúnqúe ha respondido a todo lo
demaú s. No les fúeron arrebatados por el Tratado de Versalles, ¿verdad?
GOERING: Por súpúesto qúe Aústria nos fúe arrebatada por el Tratado de Versalles y lo
mismo pasoú con los Súdetes, ya qúe si no fúera por el Tratado de Versalles y el Tratado
de Saint Germain, se húbieran convertido en territorios alemanes a traveú s del derecho a
la aútodeterminacioú n de los púeblos. Asíú qúe síú teníúan qúe ver con el Tratado. [IX, p.
202]
En las notas privadas qúe tomoú dúrante el júicio, sir Norman Birkett (maú s adelante lord
Birkett), el súplente de Lawrence como presidente del tribúnal, hizo este comentario de lo
maú s significativo sobre Goering, fechado el 18 de marzo:
Goering se revela como ún hombre capaz qúe percibe la intencioú n de cada pregúnta
qúe se le hace tan pronto como es articúlada. Tambieú n tiene únos conocimientos
considerables, y tiene ventaja sobre la acúsacioú n en ese aspecto, ya qúe siempre estaú
en terreno familiar. Tiene conocimientos qúe múchos otros, pertenecientes a la
acúsacioú n y al tribúnal, no tienen. Por tanto ha defendido sú posicioú n y la acúsacioú n
no ha consegúido avanzar en sú caso contra eú l. Desde lúego no ha habido ningúna
espectacúlar destrúccioú n de Goering como se esperaba y se habíúa profetizado.
Al díúa sigúiente anñ adioú , «Goering ahora se ha adúenñ ado del proceso y lo domina… y a
menos qúe lo vúelvan a meter en vereda, el júicio se descontrolaraú cada vez maú s», Goering,
segúú n creíúa, de hecho habíúa convertido el júicio en úna «tribúna de orador… para explicar y
defender sús ideas y creencias para las fútúras generaciones de alemanes» y «era capaz de
presentar al menos úna defensa plaúsible de cada aspecto del caso».
Mientras Birkett consideraba las cosas desde el banqúillo de los júeces, el interrogatorio
de Goering llegoú a ún momento críútico y, si no teníúa eú xito, podíúa poner en peligro la validez
del propio júicio al completo. Estaba en júego el prestigio del tribúnal como acúsacioú n
solemne contra los nazis y precedente a sentar en la jústicia internacional. Tras los
agotadores meses empleados en exponer los argúmentos de la acúsacioú n, con sús
inevitables solapamientos, repeticiones y expresiones de sentimientos nacionales, el hecho
279
de qúe Goering súbiese de núevo al estrado habíúa vúelto a llenar la sala del júicio y a
concentrar la atencioú n del múndo en este testigo destacado del oscúro y derrotado múndo
de los nazis. Sú abogado le habíúa dado todas las oportúnidades para poner sús acciones y
las de Hitler bajo úna lúz favorable. Ahora llegaba la oportúnidad de demoler la estrúctúra
falaz de sús argúmentos mientras el múndo observaba la reafirmacioú n de los valores
húmanitarios y civilizados.
Goering presentoú al tribúnal ún grave problema. Sús extensas respúestas eran en sú
mayor parte lo súficientemente relevantes para qúe el presidente túviera difíúcil intervenir
para qúe parara, excepto de vez en cúando de forma general. Como Birkett anotoú en sú
momento, «Ahíú fúe donde se demostroú plenamente la inteligencia de Goering». Se adúenñ oú
del escenario dúrante dos díúas con «declaraciones sagazmente constrúidas qúe no eran en
absolúto respúestas estrictas a las pregúntas».
El resúltado fúe qúe demostroú ser ún adversario maú s qúe a la altúra de Jackson, qúe
gradúalmente empezoú a demostrar falta de confianza en síú mismo. Las estocadas y paradas
del interrogatorio, la serie de pregúntas qúe condúcíúan al testigo a úna trampa
cúidadosamente preparada donde al final se encontraríúa en úna posicioú n imposible e
indefendible, fúeron cosas qúe no llegaron a ocúrrir. Goering conocíúa sús docúmentos, se
sabíúa sús respúestas, siempre teníúa preparada úna explicacioú n y excúsas plaúsibles, qúe se
volvíúan maú s plaúsibles segúú n aúmentaba sú segúridad a costa de la acúsacioú n.
Birkett empezoú a preocúparse múcho por esta amenaza a la dignidad del júicio qúe para
los Aliados significaba tanto como úna demostracioú n de jústicia para los vencidos y no de
venganza contra ellos. Escribioú en sús notas:
El primer factor para crear esta sitúacioú n es la extraordinaria personalidad de Goering. A lo
largo del júicio ha estado presente en todas las sesiones, úna figúra siniestra, temible e
inexplicable en algúnos aspectos; pero Goering es el hombre qúe en realidad ha dominado
todo el proceso, y eso, cosa extraordinaria, sin emitir úna sola palabra en púú blico hasta el
momento en qúe ha súbido al estrado como testigo. Eso en síú es ún logro notable y arroja
lúz sobre múchas zonas oscúras de la historia de los úú ltimos anñ os. Ha segúido los
testimonios con gran atencioú n cúando asíú lo reqúeríúan eú stos, y ha dormido como ún ninñ o
cúando no era necesario; y ha resúltado obvio qúe habíúa úna personalidad, aúnqúe
posiblemente malvada, de caracteríústicas excepcionales sentada en el banqúillo de los
acúsados.
Nadie parece estar preparado para sú increíúble habilidad y conocimientos, ni para sú
dominio exhaústivo y comprensioú n de la docúmentacioú n captúrada. Obviamente, la ha
estúdiado con múchíúsimo cúidado, y ha entendido de qúeú forma mortíúfera púede ser úsada
en sú contra…
Desenvúelto, haú bil, capaz y competente, pronto ha visto los elementos qúe componen la
sitúacioú n y ha crecido sú confianza, sú dominio se ha vúelto maú s evidente. Sú aútocontrol
tambieú n es considerable, y a todas las demaú s cúalidades qúe ha manifestado dúrante sú
testimonio se anñ aden los tonos resonantes de sú voz, y el elocúente pero contenido úso de
la gesticúlacioú n.
280
Para cúando se interrúmpioú el interrogatorio para permitir qúe Dahlerús púdiera ser
llamado como testigo, Goering parecíúa haber emergido en cúalqúier caso como vencedor
parcial. Se le habíúa interrogado sobre múchos asúntos: el principio de liderazgo y sús
relaciones con Hitler, los campos de concentracioú n, las SS, el ataqúe contra Rúsia, el
incendio del Reichstag, la púrga contra Roehm, la expansioú n territorial alemana, sús
relaciones con Schacht, el rearme alemaú n y sú actitúd personal hacia la gúerra. Sú púnto
deú bil habíúan sido sús evasivas recúrrentes, sú desinhibida aceptacioú n de sú responsabilidad
por lo qúe consideraba los aspectos maú s positivos de la políútica nazi y sús praú cticas de
gobierno. Sú primera gran derrota en el júicio llegoú a partir de determinadas admisiones
del propio Dahlerús, qúe habíúa venido de Estocolmo para hacer de testigo en sú defensa.
Dahlerús primero respondioú a las pregúntas de Stahmer, y repasoú desde el principio las
complicadas rondas de negociacioú n qúe habíúa emprendido en la creencia de qúe podíúan
servir para evitar la gúerra entre Alemania e Inglaterra. La intencioú n, obviamente, era
mostrar el esfúerzo qúe habíúa hecho Goering para fomentar esas negociaciones, las cúales,
segúú n afirmoú la defensa, revelaban sú oposicioú n personal a la gúerra. Fúe Maxwell-Fyfe, sin
embargo, qúien dúrante el interrogatorio empezoú a cúestionar los motivos de Goering en
sús relaciones con Dahlerús. ¿Era la intencioú n alemana evitar la gúerra como medio de
solúcionar el problema polaco, qúe el propio Hitler habíúa caúsado, para mantener a
Inglaterra al margen de úna agresioú n armada qúe ya estaba decidida? ¿Era Goering, en
otras palabras, el instrúmento consciente de Hitler para apacigúar los temores de Inglaterra
e impedir qúe interviniera con la fúerza de las armas en apoyo de Polonia? Maxwell-Fyfe
presionoú a Dahlerús hasta qúe eú ste hizo varias admisiones perjúdiciales.
MAXWELL-FYFE: ¿Recúerda el díúa en qúe mantúvo la conversacioú n con eú l y maú s tarde le
llamoú a las once y media antes de sú partida?
DAHLERUS: Síú.
MAXWELL-FYFE: Qúiero qúe le diga al tribúnal úna o dos cosas qúe no le contoú a ústed
aqúel díúa. ¿Le contoú qúe dos díúas antes, el 22 de agosto, en Obersalzberg, Hitler le habíúa
dicho a eú l y otros dirigentes alemanes qúe eú l, Hitler, habíúa decidido qúe en primavera
habríúa ún conflicto con Polonia? No se lo contoú , ¿verdad?
DAHLERUS: No túve ningúú n indicio ni revelacioú n sobre esa políútica declarada en los díúas 11
de mayo, 23 de mayo o 22 de agosto.
MAXWELL-FYFE: …Núnca le contoú qúe Hitler le habíúa dicho ese díúa [23 de mayo] qúe
«Danzig no es el objeto de la dispúta en absolúto, se trata de expandir núestro espacio
vital hacia el este». Y creo qúe tampoco le contoú qúe Hitler habíúa dicho ese díúa qúe
«núestra tarea consiste en aislar a Polonia, el eú xito del aislamiento seraú decisivo».
¿Núnca habloú con ústed sobre aislar a Polonia?
DAHLERUS: Núnca indicoú nada de ese estilo en absolúto…
MAXWELL-FYFE: Goering núnca le contoú cúando ústed fúe enviado a Londres [qúe] todo lo
qúe se búscaba era eliminar la intervencioú n britaú nica.
DAHLERUS: No, núnca. [IX, pp. 223-224]
281
Maxwell-Fyfe citoú paú rrafos del libro de Dahlerús, El Último Intento perjúdiciales para Hitler,
Goering y Ribbentrop, y maniobroú gradúalmente hasta qúe al final Dahlerús pasoú a ser
testigo de la acúsacioú n a efectos praú cticos:
MAXWELL-FYFE: ¿Entonces, de las tres personas maú s importantes de Alemania, el
canciller era anormal, el mariscal del Reich, o mariscal de campo, como era entonces, no
estaba en sú júicio por el efecto de las drogas y, segúú n el acúsado Goering, el ministro de
Exteriores era ún asesino en potencia qúe qúeríúa sabotear sú avioú n?
[El testigo asiente con la cabeza]. [IX, p. 226]
Finalmente Dahlerús admitioú qúe «en aqúel entonces, creíúa qúe podíúa contribúir en algo a
prevenir úna núeva gúerra, podíúa demostrar definitivamente qúe los ingleses, el gobierno
de Sú Majestad, habíúan hecho todo lo posible por evitar la gúerra. Pero de haber sabido
entonces lo qúe seú hoy, me húbiera dado cúenta de qúe mis esfúerzos no podíúan tener
eú xito». [IX, p. 230]
Goering, otra vez bajo el interrogatorio de Stahmer en relacioú n con el testimonio de
Dahlerús, hizo todo lo qúe púdo para recúperar la sitúacioú n. Pero el danñ o ya estaba hecho, y
Goering parecíúa haberse qúedado sin argúmentos:
GOERING: Dúrante todas esas negociaciones no se trataba, en lo qúe a míú respecta, de
aislar a Polonia y mantener a Inglaterra al margen del asúnto, sino qúe maú s bien se
trataba, ya qúe habíúa aparecido el problema de Danzig y el Pasillo, de resolverlo
pacíúficamente, sigúiendo hasta donde fúera posible las líúneas de la solúcioú n de Múú nich.
EÁ se era mi objetivo desde el primer momento. Si soú lo se húbiera tratado de eliminar a
Inglaterra del asúnto, entonces, en primer lúgar, la diplomacia inglesa se habríúa dado
cúenta inmediatamente, desde lúego teníúa formacioú n súficiente para eso. Sin embargo,
entroú en las negociaciones. Y en segúndo lúgar, probablemente yo húbiera úsado
taú cticas completamente diferentes. [IX, p. 234]
Descartoú las descripciones de sú persona, la de Hitler y la de Ribbentrop qúe aparecíúan en
la seccioú n final de El Último Intento como impresiones púramente súbjetivas, y la
ambigúö edad de sú propia posicioú n como la propia de ún soldado qúe tambieú n actúaba de
diplomaú tico.
Tras ese interlúdio, Jackson reanúdoú sú interrogatorio a finales de la tarde con algúnas
pregúntas relacionadas con el Consejo de Defensa del Reich y la ocúpacioú n de Renania. Una
vez maú s volvioú a qúejarse de los intentos de Goering de evitar responder directamente a las
pregúntas dando extensas explicaciones qúe entúrbiaban el asúnto al anñ adir núevas
282
cúestiones. A eso sigúioú el incidente qúe se convirtioú en noticia múndial de la noche a la
manñ ana. Goering hizo perder los estribos a Jackson en púú blico.
JACKSON: Búeno, entonces esos preparativos eran para la ocúpacioú n armada de Renania,
¿no es asíú?
GOERING: No, eso es completamente falso. Si Alemania se húbiera visto involúcrada en úna
gúerra, sin importar de qúeú bando, súpongamos qúe del este, entonces se húbieran
implantado medidas de movilizacioú n en todo el Reich por razones de segúridad en este
caso, inclúso en la Renania desmilitarizada; pero no con el propoú sito de ocúpar, de
liberar Renania.
JACKSON: ¿Qúiere decir qúe los preparativos no eran preparativos militares?
GOERING: Eran preparativos generales para movilizacioú n, como los qúe hacen todos los
paíúses, y no con el propoú sito de ocúpar Renania.
JACKSON: ¿Pero eran de tal natúraleza qúe habíúa qúe ocúltarlos completamente a todas las
potencias extranjeras?
GOERING: No creo recordar haber leíúdo de antemano la públicacioú n de los preparativos de
movilizacioú n de los Estados Unidos.
JACKSON: Búeno, respetúosamente sostengo ante este tribúnal qúe este testigo no estaú
respondiendo, y qúe no lo ha hecho dúrante sú interrogatorio, y qúe es [El testigo
interrumpe con unas pocas palabras] es perfectamente inúú til segúir perdiendo el tiempo
aqúíú si no tenemos respúestas directas a núestras pregúntas [El testigo vuelve a hacer
una ligera interrupción]. Podemos tachar esas cosas. No qúiero perder el tiempo
hacieú ndolo, pero este testigo, me parece, adopta, ha adoptado, en el estrado del testigo
y en el banqúillo, úna actitúd arrogante y desdenñ osa hacia el tribúnal qúe le concede el
júicio qúe eú l jamaú s concedioú a ningúú n alma viva o múerta. [IX, pp. 242-243]
Jackson tiroú sús aúricúlares al súelo poseíúdo por la fúria y húbo ún momento de extrema
tensioú n y embarazo. Esta peú rdida de control destrúyoú dúrante ún momento la dignidad de
la fiscalíúa, y el presidente se sintioú obligado a anúnciar ún aplazamiento. Goering estaba
múy complacido consigo mismo y le dijo a los demaú s acúsados: «Si todos lo haceú is la mitad
de bien qúe yo, saldreú is bien parados». Al díúa sigúiente Jackson continúoú explayaú ndose en
sús qúejas por la referencia de Goering a los Estados Unidos, hasta qúe finalmente el
presidente súgirioú qúe aúnqúe, por súpúesto, el comentario habíúa estado mal por parte de
Goering, «era algo qúe bien podríúa ignorar ústed».
La etapa principal del interrogatorio qúe sigúioú a esa distraccioú n momentaú nea se referíúa
a las acciones de Goering contra los júdíúos. Aqúíú la evasioú n se volvioú maú s difíúcil, estaba
demasiado implicado directamente en los docúmentos presentados como prúebas en sú
contra. Fúe entonces cúando se leyeron en voz alta las actas de la reúnioú n del consejo de
ministros sobre el problema júdíúo qúe túvo lúgar despúeú s del pogromo de 1938, con todos
los crúeles comentarios de Goering. Goering intentoú explicar sú groseríúa adúciendo qúe se
trataba de úna cúestioú n de malhúmor por estar irritado con Goebbels. Pero Jackson
continúoú leyendo las actas de esa reúnioú n, dejando claros todos los momentos en qúe
Goering conspiraba para úsar la maqúinaria del Estado para robar sús propiedades a los
283
júdíúos, inclúyendo inclúso los segúros de los bienes saqúeados en los comercios júdíúos.
Leyoú la declaracioú n de Goering en la reúnioú n por la qúe mostraba sú exasperacioú n por las
enormes peú rdidas qúe implicaba el pogromo con sú comentario a Heydrich de qúe desearíúa
qúe húbieran múerto doscientos júdíúos antes qúe perder tantos bienes valiosos.
JACKSON: ¿Lo he leíúdo correctamente?
GOERING: Síú, eso se dijo en ún momento de mal genio y nerviosismo.
JACKSON: Sinceridad espontaú nea, ¿no?
GOERING: Como he dicho, no lo decíúa en serio. Era la expresioú n de úna excitacioú n
espontaú nea caúsada por los acontecimientos, y por la destrúccioú n de bienes de valor y
las dificúltades qúe súrgieron. Por súpúesto, si va a sacar a relúcir todas las palabras
qúe he dicho en el transcúrso de veinticinco anñ os en esos cíúrcúlos, yo mismo púedo
indicarle comentarios maú s fúertes. [IX, p. 262]
Goering ahora teníúa qúe enfrentarse a otras prúebas perjúdiciales para eú l referidas a sú
persecúcioú n contra los júdíúos, en particúlar sús decretos disenñ ados para eliminar el
comercio júdíúo en Aústria y la incaútacioú n de tesoros artíústicos propiedad de júdíúos. Túvo
qúe responder por el úso de prisioneros de gúerra y civiles rúsos en las aú reas ocúpadas, y
se enfúrecioú cúando se le pidioú qúe respondiera de úna orden en sú nombre qúe parecíúa
insinúar qúe las fúerzas de comandos alemanas para persegúir gúerrilleros debíúan ser
reclútadas entre aqúellos qúe túvieran «pasioú n por la caza, qúe hayan cazado fúrtivamente
por amor al deporte» y qúe púdieran «asesinar, incendiar y violar». Goering protestoú
rotúndamente por la súgerencia de incitacioú n a la violacioú n.
GOERING: No, no es correcto. Lo digo porqúe es ún concepto múy significativo qúe siempre
ha sido antagoú nico a mi sentido de la jústicia, ya qúe poco despúeú s de mi llegada al
poder instigúeú ún endúrecimiento de las leyes penales alemanas sobre este asúnto.
Qúiero demostrar, a la vista de esa palabra y concepto, qúe no púde haber dicho esa
parte y niego haberla dicho. Asúmireú plena y alegremente la responsabilidad inclúso de
las cosas maú s graves qúe haya hecho, pero niego qúe esas palabras, considerando mis
opiniones, hayan podido ser dichas por míú en ningúú n momento. [ IX, p. 279]
Maú s tarde dijo qúe jamaú s ordenoú el incendio de aldeas o el fúsilamiento de rehenes, y qúe
hacia el final de la gúerra se opúso violentamente a la súgerencia de qúe se abandonara la
Convencioú n de Ginebra de forma qúe se púdiera disparar a los prisioneros de gúerra o
aviadores qúe descendieran en paracaíúdas.
Cúando llegoú el túrno de Maxwell-Fyfe, eú ste úsoú meú todos de interrogatorio múy
diferentes a los de Jackson; sú objetivo era demostrar qúe el acúsado mentíúa ú ocúltaba
evidencias qúe le incriminaban. Intentoú condúcir a Goering a úna trampa sobre sú
conocimiento de las ejecúciones de prisioneros de la R AF qúe habíúan escapado del Stalag
Lúft III el 24 de marzo de 1944. Las ejecúciones prosigúieron del 25 de marzo al 13 de
abril; Goering afirmoú qúe estaba de permiso cúando comenzaron las ejecúciones, qúe no se
le informoú de ellos en sú momento y qúe protestoú con vehemencia cúando al fin se enteroú
de lo ocúrrido.
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GOERING: Segúú n creo, si los prisioneros de gúerra fúgados cometíúan algúú n delito o crimen,
entonces por súpúesto qúe eran entregados a la policíúa. Pero qúiero testificar ante el
tribúnal qúe jamaú s di orden de qúe fúeran entregados a la policíúa o enviados a campos
de concentracioú n simplemente porqúe húbieran intentado fúgarse o escapar, ni
tampoco sabíúa qúe se húbieran tomado esas medidas [IX, p. 288]
Maxwell-Fyfe lo asedioú con docúmentos qúe parecíúan demostrar qúe era imposible qúe
Goering, como comandante general de la Lúftwaffe, no húbiera sabido del asúnto a tiempo
para impedirlo.
MAXWELL-FYFE: Entenderaú qúe lo qúe le estoy insinúando es qúe se trataba de ún asúnto
qúe no soú lo era conocido en el OKW, la Gestapo y la Kripo, sino qúe tambieú n lo conocíúa
sú propio director de operaciones, el general Forster, qúien le dijo al general Grosch qúe
habíúa informado al mariscal de campo Milch. Lo qúe le insinúú o es qúe es
completamente imposible y falso qúe en esas circúnstancias ústed no súpiera nada de
ello… Lo qúe insinúú o es qúe tanto ústed como el mariscal de campo Milch dicen qúe no
sabíúan nada acerca de ello cúando en realidad síú era asíú, y estaú n libraú ndose de la
responsabilidad dejando qúe recaiga sobre sús oficiales súbalternos. Eso es lo qúe le
estoy insinúando y espero qúe se de cúenta de ello.
GOERING: No, no qúiero dejar qúe la responsabilidad caiga sobre mis súbordinados, y
qúiero dejarlo claro, es lo úú nico qúe me importa, qúe el mariscal de campo Milch no dijo
qúe me húbiera informado de ese asúnto. Y en segúndo lúgar, no ha qúedado
establecida la fecha en la qúe Forster se le dijo a Milch. Es bastante posible qúe, en la
fecha en la qúe realmente ocúrrioú , el jefe de Estado Mayor de la Lúftwaffe ya se húbiera
reúnido conmigo por ese asúnto. El factor importante es, y qúiero mantenerlo, qúe yo
no estaba presente cúando el Fúö hrer dio la orden. Cúando me entereú , me opúse
vehementemente. Pero para cúando me entereú , ya era demasiado tarde [ IX, pp. 295-
296]
Se enfadoú de verdad porqúe se púdiera pensar qúe estaba involúcrado en ún acto tan
deshonroso. «Para míú súpúso», repitioú , «el incidente maú s grave de toda la gúerra».
Prosigúioú :
GOERING: Le dije a Himmler claramente qúe era sú deber telefonearme antes de cúmplir
esa orden, para darme la posibilidad, inclúso en ese momento, de úsar mi múy
mengúada inflúencia para impedir qúe el Fúö hrer llevara a cabo ese decreto. No qúiero
decir con esto qúe húbiera tenido ún eú xito completo, pero era algo qúe, como jefe de la
Lúftwaffe, debíúa dejar claro a Himm ler qúe era sú deber llamarme antes de hacer nada,
porqúe yo era el maú s afectado por ese asúnto. Le dije al Fúö hrer en teú rminos bien claros
coú mo me sentíúa, y por sú respúesta vi qúe, aún qúe lo húbiera sabido antes, no podríúa
haber evitado ese decreto.
MAXWELL-FYFE: Búeno, eú sa es sú opinioú n, qúe no podríúa haber logrado nada con el
Fúö hrer, pero lo qúe insinúú o es qúe si todos esos oficiales lo sabíúan, ústed tambieú n lo
sabíúa, y qúe no hizo nada para impedir qúe esos hombres fúeran ejecútados, sino qúe
cooperoú en esta serie de espantosos asesinatos.
285
Maxwell-Fyfe reabrioú la cúestioú n de los verdaderos motivos de Goering en sú relacioú n con
Dahlerús, y sú actitúd sobre la violacioú n de la neútralidad de Beú lgica y Holanda. En
docúmento tras docúmento, citando los discúrsos de Hitler y las actas de las reúniones en
las qúe Goering estúvo presente, el fiscal expúso el oportúnismo de Hitler en lo referido a la
agresioú n. Terminoú con esa etapa del interrogatorio de la sigúiente manera:
MAXWELL-FYFE: ¿No deja todo eso bastante claro qúe dúrante todo ese tiempo ústed
sabíúa, como declaroú Hitler el 22 de agosto, qúe Inglaterra y Francia no violaríúan la
neútralidad de los Paíúses Bajos y qúe ústedes estaban prepararos para violarla cúando
qúiera qúe conviniera a sús intereses taú cticos y estrateú gicos? ¿No qúeda bastante claro?
GOERING: No del todo. Si la sitúacioú n políútica lo húbiera hecho necesario y si en el íúnterin
húbieú ramos sabido cúaú l era la posicioú n britaú nica sobre la neútralidad de Beú lgica y
Holanda.
MAXWELL-FYFE: Dice qúe no del todo. Eso es lo maú s cerca de estar de acúerdo conmigo
qúe estaú dispúesto a llegar.
Goering intentoú combatir el cargo de agresioú n alemana en Yúgoslavia, afirmando qúe estaba
relacionado directamente con las acciones hostiles en Rúsia. Maxwell-Fyfe presentoú
evidencias perjúdiciales sobre la actitúd particúlarmente despiadada de Goering en la lúcha
contra los gúerrilleros, y lúego concentroú sú atencioú n en los campos de concentracioú n.
MAXWELL-FYFE: ¿Le estaú diciendo al tribúnal qúe ústed, qúe hasta 1943 era el segúndo
hombre maú s importante del Reich, no sabíúa nada de los campos de concentracioú n?
GOERING: No sabíúa nada de lo qúe ocúrríúa en los campos de concentracioú n ni de los
meú todos úsados maú s tarde, cúando ya no estaban bajo mi responsabilidad.
MAXWELL-FYFE: Deú jeme recordarle los testimonios qúe se han presentado en este
tribúnal, qúe soú lo en lo qúe respecta a Aúschwitz, cúatro millones de personas fúeron
exterminadas. ¿Recúerda eso?
GOERING: He oíúdo esa afirmacioú n, pero no lo considero demostrado; esa cifra, qúiero
decir…
MAXWELL-FYFE: Súponga qúe esas cifras, úna es úna cifra rúsa, la otra úna cifra alemana,
súponga qúe esas cifras son correctas en ún cincúenta por ciento, súpongamos qúe
fúeron dos millones y ún milloú n, ¿le estaú diciendo a este tribúnal qúe ún ministro con sú
poder en el Reich podíúa desconocer lo qúe estaba ocúrriendo?
GOERING: Asíú lo mantengo, y la razoú n para esto es qúe esas cosas se me ocúltaban. Púedo
anñ adir qúe en mi opinioú n ni siqúiera el Fúö hrer conocíúa el verdadero alcance de lo qúe
estaba ocúrriendo. Esto tambieú n se explica porqúe Himmler manteníúa esas cosas bajo
gran secreto. Núnca se nos dio cifras ni ningúú n otro detalle.
MAXWELL-FYFE: Pero, testigo, ¿no teníúa ústed acceso a la prensa extranjera en sú
ministerio, a la radio extranjera? Veraú , hay prúebas qúe demúestran, cúando se
considera a los júdíúos y otras personas, qúe únos diez millones de personas fúeron
asesinadas a sangre fríúa, aparte de aqúellos qúe múrieron en combate. Unos diez
286
millones de personas. ¿Afirma qúe núnca vio ú oyoú en la prensa extranjera, en la radio
extranjera, qúe eso estaba ocúrriendo?
GOERING: En primer lúgar, la cifra de diez millones no estaú demostrada de ningúna
manera. En segúndo lúgar, dúrante la gúerra no leíúa la prensa extranjera porqúe
consideraba qúe no era maú s qúe propaganda. En tercer lúgar, aúnqúe teníúa el derecho
de escúchar la radio extranjera, núnca lo hice, por la simple razoú n de qúe no qúeríúa
escúchar propaganda. Ni tampoco escúchaba la propaganda nacional. Soú lo dúrante los
úú ltimos cúatro díúas de la gúerra, y eso púedo demostrarlo, escúcheú por primera vez úna
emisora de radio extranjera. [IX, p. 310]
Maú s tarde, Maxwell-Fyfe cúestionoú la lealtad de Goering hacia Hitler en vista de esos
hechos.
MAXWELL-FYFE: ¿Sigúe ústed pretendiendo jústificar y glorificar a Hitler despúeú s de qúe
ordenara el asesinato de cincúenta joú venes aviadores en el Stalag Lúft III?
GOERING: No estoy aqúíú para jústificar al Fúö hrer Adolf Hitler ni para glorificarlo. Estoy
aqúíú para hacer hincapieú en qúe permanecíú leal a eú l, ya qúe creo en mantener los
júramentos no soú lo en los búenos tiempos, sino tambieú n en los malos, cúando es múcho
maú s difíúcil. En cúanto a sú referencia a los cincúenta aviadores, núnca me opúse al
Fúö hrer tan clara y firmemente como en ese asúnto, y le comúniqúeú mi opinioú n. Tras eso,
no húbo ningúna conversacioú n entre el Fúö hrer y yo dúrante meses.
MAXWELL-FYFE: El Fúö hrer, en cúalqúier caso, debioú estar plenamente al tanto de lo qúe
ocúrríúa en relacioú n con los campos de concentracioú n, sobre el tratamiento dado a los
júdíúos, sobre el tratamiento dado a los trabajadores, ¿no?
GOERING: Ya he mencionado anteriormente qúe, en mi opinioú n, el Fúö hrer no conocíúa los
detalles sobre los campos de concentracioú n, sobre las atrocidades aqúíú descritas. En la
medida en qúe lo conozco, no creo qúe estúviera informado.
MAXWELL-FYFE: No le pregúnto por detalles; le pregúnto sobre el asesinato de cúatro o
cinco millones de personas. ¿Estaú insinúando qúe nadie con poder en Alemania,
exceptúando a Himmler y púede qúe a Kaltenbrúnner, estaban al tanto?
GOERING: Sigo siendo de la opinioú n de qúe el Fúö hrer no conocíúa esas cifras. [ IX, p. 312]
Maxwell-Fyfe cerroú sú interrogatorio cúestionando mordazmente la credibilidad de
Goering bajo júramento. Usaba dos docúmentos, el segúndo de los cúales era la
transcripcioú n de úna conferencia en la qúe Goering oyoú directamente de boca de Lohse, ún
comisario del Reich para los territorios orientales ocúpados, qúe estaban «eliminando» a
los júdíúos de Húngríúa.
MAXWELL-FYFE: Qúisiera llamar sú atencioú n sobre la afirmacioú n de qúe «soú lo qúedan
únos pocos júdíúos vivos, decenas de miles han sido eliminados». ¿Sigúe ústed diciendo,
pese a estos dos docúmentos, qúe ni Hitler ni ústed sabíúan qúe los júdíúos estaban
siendo exterminados?
GOERING: Hay algo qúe debe entenderse: no se púede llegar a la conclúsioú n de qúe habíúan
sido asesinados a partir de ahíú. No es mi comentario, sino el comentario de Lohse.
287
Tambieú n he respondido a esa pregúnta. Soú lo qúedaba ún peqúenñ o núú mero de júdíúos. A
partir de ese comentario no se púede llegar a la conclúsioú n de qúe eran asesinados.
Tambieú n podíúa significar qúe eran trasladados.
MAXWELL-FYFE: Sobre el comentario anterior, le súgiero qúe deje completamente claro lo
qúe qúiere decir con «soú lo qúedan únos pocos júdíúos vivos, decenas de miles han sido
eliminados».
GOERING:…qúe segúíúan viviendo allíú. Asíú es como deberíúa interpretarlo.
MAXWELL-FYFE: Ha oíúdo lo qúe le leíú sobre Hitler sobre lo qúe le dijo a Horthy, y lo qúe
dijo Ribbentrop, qúe los júdíúos debíúan ser exterminados o llevados a campos de
concentracioú n. Hitler dijo qúe los júdíúos debíúan trabajar o ser ejecútados. Eso fúe en
abril de 1943. ¿Sigúe afirmando qúe ni Hitler ni ústed sabíúan nada de esta políútica de
exterminio de los júdíúos?
GOERING: Para la correccioú n del docúmento…
MAXWELL-FYFE: ¿Qúiere ústed hacerme el favor de contestar a mi pregúnta? ¿Sigúe
afirmando qúe ni Hitler ni ústed sabíúan nada del exterminio de los júdíúos?
GOERING: En lo qúe se refiere a Hitler, he dicho qúe no lo creo. En lo qúe a míú se refiere, he
dicho qúe no sabíúa, ni de forma aproximada, hasta qúeú púnto teníúa lúgar.
NAXWELL-FYFE: ¿No sabíúa hasta qúeú púnto, pero sabíúa qúe habíúa úna políútica de
exterminio de los júdíúos?
GOERING: No, úna políútica de emigracioú n, no de eliminacioú n, de los júdíúos. Soú lo sabíúa qúe
húbo casos aislados de tales acciones criminales.
MAXWELL-FYFE: Múchas gracias.
Despúeú s de eso, todo el múndo sabíúa qúe Goering, pese a lo qúe intentara decir para
contraatacar, habíúa qúedado completamente desacreditado. Se leyeron las actas de la
reúnioú n del 6 de agosto de 1942; demostraron qúe Goering habíúa expresado rotúndamente
a los comisarios del Reich la necesidad de «extraer todo lo posible de los territorios» y les
advirtioú qúe «desde lúego no se les enviaba allíú para trabajar por el bienestar de las
poblaciones». A Goering se le recordoú qúe habíúa dicho, «mi intencioú n es saqúear y hacerlo a
fondo». Enfrentado al docúmento, no púdo negar qúe habíúa dicho esas palabras ni refútar
las referencias a los dos millones de hombres y mújeres qúe fúeron llevados a Alemania
como mano de obra esclava.
RUDENKO: Pero no niega el significado implíúcito de qúe estamos hablando aqúíú de millones
de personas qúe fúeron trasladadas a Alemania por la fúerza para qúe sirvieran de
mano de obra esclava.
GOERING: No niego qúe me referíúa a dos millones de trabajadores qúe habíúan sido
convocados, pero no púedo decir en este momento si todos fúeron trasladados a
Alemania. En cúalqúier caso, fúeron úsados para la economíúa alemana.
RUDENKO: No niega qúe se tratara de trabajos forzados, esclavitúd.
GOERING: Niego qúe se tratara de esclavitúd. Los trabajos forzados, por súpúesto, entraban
en parte en eso, y ya he dicho la razoú n para ello.
288
RUDENKO: ¿Pero fúeron sacados de sús paíúses a la fúerza y enviados a Alemania?
GOERING: Hasta cierto púnto fúeron deportados a la fúerza, y ya he explicado por qúeú . [ IX,
p. 325]
El interrogatorio súbsigúiente qúe hizo el general Rúdenko fúe formal y se centroú
especialmente en la invasioú n de la Unioú n Sovieú tica y la participacioú n de Goering en sú
planificacioú n. Los docúmentos citados demostraron qúe Goering estaba maú s interesado en
obtener alimentos de esos territorios para Alemania qúe en preparar los planes para sú
anexioú n políútica.
RUDENKO: …Consideraba qúe la anexioú n de esas regiones seríúa ún paso qúe vendríúa
despúeú s. Como ha dicho, despúeú s de ganar podíúa haber ocúpado esas provincias y
anexionarlas.
GOERING: Como cazador veterano, actúeú segúú n el principio de no vender la piel del oso
antes de matarlo.
RUDENKO: Entiendo. La piel del oso se venderíúa soú lo cúando los territorios húbieran sido
completamente ocúpados, ¿cierto?
GOERING: Lo qúe se haríúa con la piel se decidiríúa definitivamente despúeú s de matar al oso.
RUDENKO: Afortúnadamente, eso no ocúrrioú .
GOERING: Afortúnadamente para ústed. [IX, p. 320]
El interrogatorio prosigúioú con estúdiada cortesíúa para dejar constancia de la participacioú n
a la hora de tratar con dúreza los territorios ocúpados y obligarlos a convertirse en fúentes
de súministros para Alemania.
Rúdenko intentoú qúe Goering admitiera, cosa qúe se negoú a hacer, qúe conocíúa las
instrúcciones dadas a los oficiales alemanes ordenaú ndoles disparar contra los civiles qúe se
resistieran, y posteriormente qúe ejecútaran de cincúenta a cien comúnistas por cada
alemaú n múerto. Ni tampoco qúiso Goering admitir ningúú n conocimiento detallado del trato
dado a los prisioneros de gúerra sovieú ticos, o sobre la validez de la declaracioú n de Himmler,
pronúnciada dúrante ún discúrso, de qúe habíúa qúe exterminar a treinta millones de
eslavos. Rúdenko terminoú sú interrogatorio desafiando dramaú ticamente a Goering sobre sú
responsabilidad definitiva. El interrogatorio dio paso a úna feroz discúsioú n.
RUDENKO: ¿Reconoce qúe, como segúndo hombre de Alemania, era ústed responsable de
organizar a escala nacional el asesinato de millones de personas, independientemente
de si conocíúa o no esos hechos? Conteú steme de forma breve, síú o no.
GOERING: No, porqúe no sabíúa nada de esos hechos y no los ocasioneú .
RUDENKO: Me gústaríúa súbrayar, «independientemente de si conocíúa o no esos hechos».
GOERING: Si no los conocíúa, no púedo ser responsable de ellos.
RUDENKO: Era sú deber conocer esos hechos.
GOERING: Ya entrareú en detalles sobre eso.
RUDENKO: Le estoy interrogando. Respoú ndame a esta pregúnta:
¿Era sú deber conocer esos hechos?
289
GOERING: ¿De qúeú forma era mi deber? O bien los conocíúa o bien no los conocíúa. Soú lo
púede pregúntarme si fúi negligente a la hora de informarme.
RUDENKO: Púes deberíúa saberlo. ¿Millones de alemanes conocíúan los críúmenes qúe se
perpetraban y ústed no sabíúa nada?
GOERING: Tampoco lo sabíúan millones de alemanes. Esa afirmacioú n no ha sido probada de
ningúna manera.
RUDENKO: Mis dos úú ltimas pregúntas: Afirmoú al tribúnal qúe el gobierno de Hitler trajo
gran prosperidad a Alemania. ¿Sigúe estando segúro de qúe fúe asíú?
GOERING: Desde lúego, hasta el principio de la gúerra. El derrúmbe se debioú solamente a
perder la gúerra.
RUDENKO: A consecúencia de la cúal, condújo ústed a Alemania, como consecúencia de sú
políútica, a la destrúccioú n militar y políútica. No tengo maú s pregúntas. [ IX, p. 335]
Tras este interrogatorio, el fiscal franceú s no vio la necesidad de plantear maú s pregúntas al
acúsado. Goering se decepcionoú al verse privado de la ocasioú n de pronúnciar algúnos
discúrsos finales. Sin embargo, estaba complacido con sú actúacioú n y le pregúntoú a Gilbert
si la fiscalíúa estaba impresionada. «Rúdenko estaba maú s nervioso qúe yo», dijo. En
retrospectiva, admitioú qúe las medidas antijúdíúas habíúan sido ún error; desde lúego qúe no
las húbiera apoyado de saber los excesos a los qúe condúciríúan. «Creíúa qúe solamente
eliminaríúamos a los júdíúos de sús posiciones en las grandes empresas y el gobierno, y qúe
eso seríúa todo», dijo. Teníúa la impresioú n de haber llevado bien la cúestioú n de sú lealtad a
Hitler.
Al díúa sigúiente Gilbert visitoú a Emmy Goering, qúe acababa de ser liberada y ahora vivíúa
con Edda pasando penúrias en úna casa aislada sitúada en la zona boscosa cerca de
Neúhaús. Habloú con resentimiento de la ingratitúd de Hitler hacia sú marido; la lealtad
inqúebrantable de Goering era para Emmy la fachada qúe sú marido debíúa presentar al
múndo, inclúso al hombre qúe habíúa ordenado matar a sú esposa e hija. Emmy estaba
convencida de qúe Hitler era ún demente. «Usted conoce a mi marido», anñ adioú . «No es ún
hombre obsesionado por el odio. Soú lo qúiere disfrútar de la vida y dejar qúe otros la
disfrúten… ¡Oh, si púdiera hablar cinco minútos con eú l!». Parecíúa desamparada sin sú
marido, y Gilbert túvo qúe hacer qúe le devolvieran sús ropas, qúe le habíúan sido
confiscadas. Gilbert accedioú a entregarle a Goering úna carta de sú mújer y úna postal de
Edda. Goering las tomoú con gran emocioú n y las gúardoú para leerlas en privado. Gilbert le
contoú la conversacioú n qúe habíúa tenido con Emmy y lo sorprendida qúe estaba por la
persistente lealtad de sú marido. Goering simplemente sonrioú al oíúrlo, esas cosas, dijo, «no
eran asúntos de mújeres». No podíúa mostrar deslealtad ante ún tribúnal extranjero.
«Ya no creo qúe Hitler en persona enviara aqúella orden. Eso fúe obra de ese púerco
asqúeroso de Bormann. ¡Le digo, Herr Doktor, qúe si púdiera estar a solas con ese cerdo en
esta celda, estrangúlaríúa a ese bastardo con mis manos desnúdas!». Y aúnqúe se rio de sú
propia fúria, mantúvo inconscientemente los púnñ os apretados varios minútos despúeú s de
ese estallido.
290
Pasaríúan otros cinco meses antes de qúe Goering volviera a súbir al estrado y se
convirtiera de núevo en el centro de atencioú n del júicio. Dúrante cúatro meses túvo qúe
escúchar los casos de sús companñ eros de banqúillo y los alegatos finales de la defensa y la
acúsacioú n; entonces se concedioú ún mes maú s para la defensa de los dirigentes nazis
impútados. Dúrante todo ese tiempo, Gilbert llevoú ún cúidadoso registro de las opiniones y
comportamiento de Goering.
El mayor problema para eú l era aceptar a Hitler como ún asesino de masas. Gilbert le
recalcoú a Goering sú falta de comprensioú n de la psicopatologíúa. Estúvo de acúerdo en qúe
Himmler era ún psicoú pata, pero enterroú la cabeza entre las manos ante la idea de qúe Hitler
era igúal. Al final parecíúa inclinado a aceptar qúe Hitler habíúa dejado el problema del
exterminio en manos de Himmler y le habíúa dado la espalda a las consecúencias. El Dr.
Gilbert le explicoú la teú cnica de exterminio qúe hizo posible las masacres.
Segúú n empezaban los acúsados a ceder terreno ante la acúsacioú n, e inclúso, como en el
caso de Frank, a admitir abiertamente sú cúlpabilidad, sú disgústo se hizo mayor. Frank
admitioú haber tenido conocimiento de atrocidades, «a diferencia de aqúellos cercanos al
Fúö hrer qúe no sabíúan nada de esas cosas». Posteriormente, en sú celda, Goering súdoú la
gota gorda y grúnñ oú . Si Frank lo sabíúa, ¿por qúeú no acúdioú a eú l con ese conocimiento de
forma qúe púdieran tratar el asúnto?
Frick llamoú al Dr. Hans Giseviús como úno de sús testigos, y eso caúsaríúa úna vergúö enza
considerable a Goering. Desde el principio de sú testimonio, Giseviús arremetioú contra
Goering, implicaú ndolo en las múertes de opositores al reú gimen y otros excesos cometidos
por la Gestapo en 1933. Sobre todo, lo implicoú directamente en el incendio del Reichstag:
«Estoy preparado para refrescarle la memoria al acúsado Goering sobre sú complicidad y
participacioú n en ese primer golpe de Estado y en el asesinato de sús coú mplices». [ XII, p.
211]. Rebaútizoú la púrga contra Roehm como la púrga Himmler-Goering. Giseviús formaba
parte del personal del Ministerio del Interior dúrante ese periodo y habíúa visto el
radiograma qúe Goering y Himmler enviaron al cúartel de policíúa, asíú como las
instrúcciones finales de Goering de qúe todos los docúmentos relativos al 30 de júnio
fúeran destrúidos.
Entonces, repentinamente, en medio de úna respúesta a úna pregúnta, Giseviús pidioú
permiso al tribúnal para revelar ún «incidente». Goering, dijo, habíúa intentado a traveú s de
sú abogado, el Dr. Stahmer, ejercer presiones para qúe determinadas prúebas del caso
Blomberg no aparecieran en el júicio. Jackson se púso en pie al instante y exigioú qúe ese
asúnto se hiciera púú blico. Los abogados de la defensa involúcrados armaron ún revúelo
inmenso, gritando únos contra otros. La múy confúsa versioú n del incidente qúe dio el Dr.
Stahmer es la sigúiente:
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Goering, por sú parte… soú lo qúedaba Schacht, porqúe Schacht, segúú n me habíúa
dicho, qúeríúa hablar de esas cosas… entonces incriminaríúa a Schacht. [XII, p. 214]
El Dr. Dix, abogado de Schacht, tiene úna versioú n algo diferente de coú mo expresoú el asúnto
Stahmer:
Me dijo: «Escúcha, Goering cree qúe Giseviús le atacaraú tanto como le sea posible
pero, si ataca al difúnto Blomberg, Goering revelaraú todo lo qúe sabe contra Schacht,
y sabe ún montoú n de cosas qúe púede qúe no sean agradables para eú l. EÁ l, Goering, se
ha mostrado múy reticente en sú testimonio, pero si se dice algo contra el difúnto
Blomberg, entonces revelaraú cosas sobre Schacht». [XII. p. 215]
El Dr. Stahmer se acercoú , obviamente múy excitado, y le pidioú al Dr. Dix úna
entrevista inmediata. El Dr. Dix se negoú , adúciendo qúe estaba hablando conmigo. El
Dr. Stahmer dijo alzando la voz qúe debíúa hablar inmediata y úrgentemente con el
Dr. Dix. El Dr. Dix dio soú lo dos pasos a ún lado, y la conversioú n posterior qúe
mantúvo el Dr. Stahmer túvo lúgar en ún tono tan alto qúe no púde evitar oíúr la
mayor parte. La oíú y le dije al fiscal Dr. Kraúss, qúe estaba cerca, «escúcha lo qúe estaú
diciendo el Dr. Stahmer». Entonces el Dr. Dix vino a dar conmigo, múy alterado, y
despúeú s de todo ese jaleo, en respúesta a mis pregúntas de qúeú qúeríúa exactamente
del acúsado, Goering me contoú lo qúe de todas formas ya habíúa oíúdo a medias. [ XII,
pp. 278-279]
Stahmer se enfadoú múcho al qúedar en evidencia ante toda la sala, y qúiso hacer otro
alegato al tribúnal, pero Goering le persúadioú para qúe dejara correr el asúnto. Sú chantaje
le habíúa salido por la cúlata.
Giseviús, qúe estaba maú s alterado qúe nadie, habíúa interrúmpido tantas veces qúe el
presidente se habíúa visto obligado a mandarle callar con úna severa advertencia. Cúando
finalmente se le permitioú hablar, dijo: «En mi opinioú n, es lo maú s execrable qúe Goering ha
hecho núnca, y úsa la caballerosidad como disfraz al fingir qúe qúiere proteger a ún difúnto,
cúando en realidad lo qúe pretende es impedirme testificar plenamente sobre ún púnto
importante, es decir, la crisis Fritsch». [XII, p. 216]
Frick, cúyo testigo era Giseviús, parecíúa la úú nica persona directamente involúcrada qúe
permanecíúa impertúrbable. Dúrante el breve receso qúe sigúioú a esa escena, Goering llamoú
a Giseviús traidor mezqúino y dijo qúe era ún fúncionario menor del qúe núnca habíúa oíúdo
hablar.
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Giseviús, de vúelta al estrado, continúoú con sús denúncias. Contoú coú mo aconsejoú a
Schacht en 1935 qúe evitara toda conexioú n con Goering, de qúien Schacht todavíúa pensaba
en ese entonces qúe era la inflúencia conservadora entre los nazis:
Cúando finalizoú la tormentosa sesioú n, apenas si púdieron hacer qúe Goering entrara en el
ascensor qúe lo llevaríúa al nivel de las celdas. Gritaba a los demaú s acúsados y a sús propios
abogados.
El díúa sigúiente se relatoú la historia de la caíúda de Blomberg en 1938, para descreú dito de
Goering, segúida inmediatamente de testimonios en el caso de Fritsch. Maú s tarde, ese
mismo díúa, cúando empezoú la ronda de repregúnta de Giseviús, reanúdoú sú testimonio
contra Goering. El incendio del Reichstag fúe obra de Goebbels, dijo el testigo, pero Goering
estúvo implicado activamente. En cúanto a la púrga contra Roehm:
Giseviús inclúso citoú las palabras del primo de Goering en contra de eú ste:
Herbert, como todos sús hermanos y hermanas, me habíúa advertido hacíúa anñ os
sobre el desastre qúe acaeceríúa en Alemania si en cúalqúier momento ún hombre
como sú primo Hermann llegaba a tener úna posicioú n de responsabilidad por
peqúenñ a qúe fúera. Me púsieron al corriente de las múchas caracteríústicas del
acúsado, qúe todo el múndo ha llegado a conocer en este tiempo, empezando por sú
vanidad y continúando con sú amor por la ostentacioú n, sú falta de responsabilidad,
sú carencia de escrúú púlos, llegando inclúso a servirse de los múertos para medrar. A
partir de todo eso, túve úna idea de lo qúe podíúa esperar del acúsado. [ XII, p. 271]
Cúando Giseviús se fúe, Goering empezoú a relajarse gradúalmente. Habíúa observado con
súma atencioú n la respúesta de los júeces a ese ataqúe contra eú l, y los demaú s acúsados
293
habíúan reaccionado con fúerza en sú contra con los nerviosos cambios de favor qúe afectan
constantemente a las camarillas en las celdas de la caú rcel.
Cúando llegoú el túrno de Schacht de súbir al estrado, testificoú en detalle sobre sús
diferencias con Goering. Jackson citoú en la sala la famosa declaracioú n sobre el caraú cter de
Goering qúe Schacht habíúa dado bajo interrogatorio:
He dicho de Hitler qúe es ún tipo de persona amoral, pero soú lo púedo considerar a Goering
como ún inmoral y criminal. Dotado por natúraleza de ún cierto genio qúe consigúioú
explotar para sú propia popúlaridad, era el ser maú s egoceú ntrico imaginable. El poder
políútico era para eú l soú lo ún medio para el enriqúecimiento personal y la búena vida. El eú xito
de otros lo colmaba de envidia. Sú codicia no conocíúa líúmites. Sú amor por las joyas, el oro y
las galas era inimaginable. No conocíúa camaraderíúa algúna. Soú lo era amigo de algúien
mientras eú ste le era úú til, pero soú lo aparentemente.
El conocimiento de Goering en todos los campos en los qúe ún miembro del gobierno debe
ser competente era completamente núlo, especialmente en el campo econoú mico. No teníúa ni
la maú s ligera idea acerca de ningúno de los asúntos econoú micos qúe Hitler le confioú en el
otonñ o de 1936, aúnqúe creoú úna gran maqúinaria oficial y abúsoú de la manera maú s
escandalosa de sús poderes como senñ or de la economíúa. Sú apariencia personal era tan
teatral qúe úno no podíúa dejar de compararlo con Neroú n. Una senñ ora qúe tomoú el teú con sú
segúnda esposa dijo qúe habíúa aparecido para el teú con úna especie de toga romana y
sandalias tachonadas de joyas, los dedos engalanados con innúmerables anillos enjoyados y
en general recúbierto de ornamentos, el rostro maqúillado y los labios pintados. [ XIII, p. 53]
La sala se divirtioú múcho con esa descripcioú n, pero Goering, desde lúego, se enfúrecioú
múchíúsimo y amenazoú con ajústar cúentas. Se le oyoú decir en el banqúillo: «EÁ ste no es lúgar
para sacar a relúcir úna cosa asíú… aúnqúe fúera cierta. No le sirve de nada. No seú por qúeú ha
sacado a relúcir eso». Esa noche se retiroú a la cama con dolor de cabeza y pidioú pastillas.
«Mi comportamiento en mi propia casa es asúnto míúo», dijo con apariencia enferma y
abatida. «¡Y de todas formas no úseú pintalabios!».
El sigúiente ataqúe contra Goering llegoú de núevo procedente de sú propio bando.
Raeder se vio enfrentado repentinamente, como Schacht, a declaraciones súyas qúe habíúa
hecho meses atraú s bajo interrogatorio. Pasoú vergúö enza cúando Maxwell-Fyfe leyoú en voz
alta ante la sala las respúestas a las pregúntas qúe le habíúan hecho sobre el caso Blomberg
mientras estaba prisionero en Rúsia: Habíúa «perdido la confianza» tanto en Hitler como en
Goering, y acúsoú a Goering de apoyar deliberadamente el matrimonio, de forma qúe
Blomberg cayera en desgracia y el púesto de comandante general de la Wehrmacht recayera
en eú l. La declaracioú n completa, de haberse leíúdo íúntegramente, húbiera sido aúú n peor para
ambos; inclúíúa frases como «Goering túvo ún efecto desastroso en el destino del Reich
alemaú n, y hacíúa referencia a sú “vanidad inimaginable”, sú mendacidad, sú codicia y sú
condúcta “decadente y poco digna de ún soldado”».
Hacia el fin de semana sigúiente, Goering estaba enfermo y se qúejaba, segúú n Gilbert, de
ciaú tica y de traicioú n. Se aúsentoú de la sala del júicio, donde sú prestigio habíúa súfrido ún
golpe demasiado dúro. Se sintioú abandonado por la casta militar de la cúal esperaba recibir
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sú principal apoyo. Cúando Jodl súbioú al estrado, se le oyoú múrmúrar, «búeno, eú sa es mi
úú ltima esperanza». Pero Jodl tambieú n negoú a sú súpúesto amo. Goering se mostroú cíúnico en
sú conversacioú n con Gilbert. «¿Qúeú demonios qúiere decir con eso de moralidad y palabra
de honor? Púede hablar de sú palabra de honor cúando se trata de entregar mercancíúas en
ún negocio, pero cúando se trata de úna cúestioú n de los intereses de úna nacioú n, ¡se acaba la
moralidad! Cúando ún Estado tiene úna oportúnidad de mejorar sú posicioú n gracias a la
debilidad de ún vecino, ¿cree qúe se detendraú por consideraciones mojigatas de mantener
sús promesas? ¡El deber de ún estadista es aprovechar esa sitúacioú n por el bien de sú
paíús!».
El sigúiente acúsado qúe testificoú contra Goering fúe Speer. Era el maú s inteligente y
lúú cido de todos los jerarcas nazis; comprendíúa la enormidad del sistema nazi en el qúe
habíúa participado y al qúe habíúa servido y al qúe dúrante sús díúas finales habíúa dejado de
servir. Inclúso habíúa planeado, segúú n dijo, matar a Hitler inyectando gas venenoso en el
búú nker. Goering escúchoú desde sú asiento, horrorizado y en silencio. Speer, de vúelta a sú
celda, condenoú a Goering como ún cobarde qúe no teníúa ningúú n derecho en absolúto para
intentar convertir «ún hecho atroz» en úna leyenda heroica. En la sala Speer reveloú coú mo
Goering le habíúa prohibido a Galland revelar qúe los aviones enemigos eran perfectamente
capaces de penetrar profúndamente en territorio alemaú n.
En sú celda, Goering, qúe segúíúa profúndamente pertúrbado por el testimonio de Speer,
intentoú ajústarse a sús propios valores y a sú sentido de la lealtad. Como le dijo a Gilbert,
«¡Qúeú tragicomedia! Al final el Fúö hrer me odiaba y ordenoú mi ejecúcioú n. Si hay algúien con
derecho a denúnciar al Fúö hrer, eú se soy yo. Pero no lo hice por principios. ¿Cree qúe teníúa
algúú n amor por eú l? Le júreú lealtad y no púedo desdecirme. Las he pasado canútas para
mantener esa promesa, le asegúro. Deberíúa intentar en algúú n momento ser el príúncipe
heredero dúrante doce anñ os… siempre leal al rey, desaprobando múchas de sús políúticas y
sin ser capaz de hacer nada al respecto. La úú nica cosa qúe podíúa haber hecho
honorablemente era dejar mi púesto. Pero no podíúa hacerlo, no cúando estaú bamos en
medio de úna gúerra en cúatro frentes. Soy lo qúe soy, “el úú ltimo renacentista”, si se me
permite decirlo». Mientras tanto, qúeríúa algo para leer; intentaba consegúir úna edicioú n en
alemaú n de Lo que el viento se llevó.
Entre el júeves 4 y el viernes 5 de júlio, Stahmer hizo sú alegato final en defensa de
Goering. Se tratoú de ún discúrso largo y erúdito, y la mayoríúa estúvo de acúerdo en qúe
Stahmer lo habíúa hecho lo mejor qúe púdo en lo qúe se habíúa convertido en ún caso
imposible. Describioú el trasfondo histoú rico a partir del cúal habíúa súrgido el movimiento
nazi, y describioú a Goering en todo momento como ún patriota leal a Hitler y Alemania.
Goering habíúa actúado legíútimamente segúú n la ley de la eú poca; no se le podíúa considerar ún
conspirador, ya qúe servíúa al Líúder del Estado y ún líúder, ademaú s, qúe dictaba la políútica a sú
antojo y no segúú n lo qúe a sús súbordinados les pareciera qúe era correcto. En cúanto a ser
ún conspirador en lanzar úna gúerra de agresioú n, se ha demostrado qúe Goering se implicoú
de manera activa en tratar de impedir la gúerra. Sú creencia en ún ejeú rcito alemaú n fúerte se
basaba en la súposicioú n de qúe la fúerza de las armas prevendríúa la gúerra. Stahmer
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entonces se dispúso a demostrar qúe Goering carecíúa virtúalmente de cúalqúier aútoridad
de importancia en el Estado; sú posicioú n, segúú n afirmoú Stahmer, no podíúa úsarse como
argúmento para incriminarle.
El Dr. Stahmer jústificoú la explotacioú n econoú mica de los territorios ocúpados afirmando qúe
los Aliados hicieron úna gúerra ilegal econoú mica contra Alemania, obligaú ndola a proveerse
en las aú reas qúe le estaban abiertas debido al bloqúeo maríútimo qúe se le habíúa impúesto.
Sú adqúisicioú n de obras de arte mediante confiscacioú n legal se hizo en nombre del Estado.
En cúanto a la ejecúcioú n de los prisioneros de gúerra de la R AF, Goering no túvo parte
directa en eso y, úna vez qúe se enteroú , protestoú con todas sús fúerzas; tampoco estúvo
implicado en las oú rdenes de ejecútar a los «aviadores terroristas». «El mariscal del Reich
Goering mantúvo hasta el final sú postúra de veterano aviador», declaroú Stahmer.
Lúego hizo lo qúe púdo con los qúe sabíúa qúe eran los elementos maú s graves de los
cargos contra Goering: qúe establecioú ún reinado de terror en 1933, fúndoú los campos de
concentracioú n y participoú en ún genocidio. En cúanto al reinado de terror, Stahmer afirmoú
qúe lo úú nico qúe hizo Goering fúe asegúrar el Estado en úna eú poca de gran crisis; mientras
estúvo a cargo de los campos, sú aútoridad estaba de parte del trato húmanitario y la
disciplina. Estaba tan interesado en la «edúcacioú n» de los prisioneros políúticos como en sú
liberacioú n, ya qúe estaba haciendo ún úso legíútimo de los pocos campos reconocidos qúe
habíúa creado. Actúaba como «plenipotenciario políútico» del gobierno alemaú n. En cúanto al
exterminio de los júdíúos, esa idea «aparentemente se originoú en los cerebros de Himmler y
Heydrich y se mantúvo en secreto con úna habilidad magistral». Goering «jamaú s húbiera
aprobado esa medida». «Qúe el acúsado no era ún fanaú tico racial es algo sabido gracias a sú
expresioú n “yo decido qúieú n es júdíúo”».
En sú perorata, Stahmer conclúyoú citando las palabras de Nevile Henderson cúando dijo
qúe Goering atribúíúa todo logro a Hitler y qúe «eú l no era nada». Esa opinioú n segúíúa
aplicaú ndose hoy, conclúyoú Stahmer, pero sú «lealtad se convirtioú en sú rúina».
Los alegatos finales de la acúsacioú n túvieron lúgar a finales de júlio y dúraron cúatro
díúas. Hacíúa ún calor intenso en la sala cúando Jackson se levantoú para pronúnciar úno de los
grandes discúrsos del júicio. Tras tantos meses lastrados por las evasivas, la cegadora masa
de docúmentos, los horrores visúales de las pelíúcúlas del genocidio, las dispútas por los
detalles, las escenas de tensioú n y nerviosismo segúidas por largos periodos de
abúrrimiento dedicados a las minúcias legales, llegoú repentinamente el momento de
expresar por completo las intensas emociones qúe súbyacíúan en ese júicio.
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Habíúa qúe encontrar palabras qúe dieran de forma memorable la respúesta de la
civilizacioú n a la barbarie de esos hombres cúyas múertes se aproximaban. Jackson leyoú ún
discúrso preparado, múy docúmentado, repleto de citas breves qúe lanzaban los críúmenes a
la cara de los cúlpables y atravesaba sús intentos por evadir la responsabilidad. «Ningúna
otra primera mitad de siglo», dijo, «ha sido testigo jamaú s de matanzas a esta escala, de tales
crúeldades y atrocidades, de la deportacioú n de púeblos enteros para servir de esclavos, del
exterminio de minoríúas». Púnto por púnto, detalloú lo qúe se habíúa argúö ido en el júicio y las
cúlpabilidades qúe se habíúan demostrado. El nombre de Goering no pasaba múcho tiempo
sin aparecer en sús labios. Hizo referencia a la «extranñ a mezcolanza de palabreríúa y
sabidúríúa qúe compone el testimonio de Hermann Goering», ún testimonio sin parangoú n a
la hora de integrar «los críúmenes de la opresioú n y el terror nazi en Alemania… con los
críúmenes de gúerra… Goering representoú ún papel importante y variado qúe era en parte el
de militarista y en parte el de gaú ngster. Estaba metido en todo… Era igúalmente haú bil en
masacrar enemigos como en crear escaú ndalos para librarse de generales tozúdos… Estaba
en primera líúnea del acoso contra los júdíúos para expúlsarlos de la tierra… Despúeú s de
Hitler, era el hombre qúe coordinaba las actividades de todos los acúsados en ún esfúerzo
comúú n».
Jackson fúe mordaz en sú denúncia de los intentos por parte de los acúsados de evadir
responsabilidades e inclúso negar qúe conocíúan lo qúe se hacíúa en nombre de ún Estado del
cúal eran «las mayores aútoridades súpervivientes». La ignorancia acúmúlativa de lo qúe
súcedíúa en sús propias administraciones era ridíúcúla. Ahíú estaba Goering, «el Núú mero Dos
qúe no sabíúa nada de los excesos de la Gestapo qúe eú l mismo creoú , y qúe jamaú s sospechoú del
exterminio de los júdíúos aúnqúe eú l era el firmante de úna docena de decretos para la
persecúcioú n institúcionalizada de esa raza». Terminoú diciendo:
Contra ese teloú n de fondo, los acúsados piden ahora a este tribúnal qúe diga qúe no
son cúlpables de planear, ejecútar o conspirar para cometer esta larga lista de
críúmenes y delitos. Comparecen ante este tribúnal como el ensangrentado
Gloúcester, de pie ante el cúerpo de sú rey asesinado. Le pidioú a la viúda, como les
piden ahora a ústedes: «Di qúe no los asesineú ». Y la reina replicoú : «Púes di qúe no los
asesinaste, pero múertos estaú n…». Si declararan qúe esos hombres no son cúlpables,
entonces seríúa igúal de cierto decir qúe no húbo gúerra, qúe no húbo matanza, qúe
no húbo crimen. [XIX, p. 406]
La sala se qúedoú en silencio, conmovida por las palabras. Entonces el presidente llamoú a sir
Hartley Shawcross, qúe hablaríúa especíúficamente sobre la «cúlpa legal» de los acúsados.
Una vez maú s el nombre de Goering aparecíúa úna y otra vez mientras se describíúa en detalle
la evolúcioú n histoú rica de la administracioú n nazi, tanto antes como despúeú s de la gúerra, con
ún discúrso extremadamente razonado en vez de darle ún tratamiento emocional a sús
palabras. Al tratar cargos especíúficos, Shawcross se refirioú a la ejecúcioú n de los prisioneros
de la RAF y afirmoú qúe la «participacioú n de Goering es úna inferencia inevitable», porqúe la
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orden fúe dada por Hitler, porqúe se habíúa demostrado qúe Goering habíúa estado presente
cúando se decidioú esa orden, y, por úú ltimo, porqúe sús súbordinados inmediatos la conocíúan
sin lúgar a dúdas. Dúrante el segúndo díúa del alegato, tras detallar úna temible historia de
genocidio y exterminio en masa de prisioneros y otras personas indeseables, se volvioú
contra Goering:
Hace anñ os Goethe dijo qúe algúú n díúa el destino golpearíúa a los alemanes, «les
golpearíúa porqúe se han traicionado a ellos mismos y no qúieren ser lo qúe son. Es
triste qúe no conozcan el encanto de la verdad, detestable qúe la niebla, el húmo y la
inmoderacioú n les sean tan qúeridos, pateú tico qúe se sometan ingenúamente a
cúalqúier canalla demente qúe apele a sús maú s bajos instintos, qúe les ratifiqúe en
sús vicios y les ensenñ e a concebir el nacionalismo como aislamiento y brútalidad».
Con qúeú voz profeú tica habloú , porqúe eú sos de ahíú son los canallas dementes qúe
hicieron exactamente esas cosas. [XIX, p. 470]
EÁ sos fúeron los alegatos principales de la acúsacioú n. Los de la acúsacioú n francesa y rúsa
fúeron corolarios, reiterando lo qúe ya se habíúa dicho. El general Rúdenko, en particúlar,
enúmeroú los críúmenes de Goering en ún cataú logo de hechos.
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Asíú conclúyoú la primera fase del júicio; a eso sigúioú la defensa formal de las
organizaciones impútadas, qúe ocúpoú casi todo el mes de agosto.
El 20 de agosto, sin embargo, Goering volvioú a súbir brevemente al estrado cúando
Maxwell-Fyfe le presionoú para qúe revelara algúú n conocimiento de los inhúmanos
experimentos meú dicos qúe se llevaron a cabo con prisioneros indefensos en Dachaú y otros
campos, en nombre del Institúto de Investigacioú n, del cúal era presidente. Goering protestoú
violentamente adúciendo qúe no sabíúa nada de esas praú cticas e insistioú en qúe «los
experimentos con mújeres y demaú s, qúe han sido descritos aqúíú, chocan tan frontalmente
con mi postúra hacia las mújeres qúe me húbiera opúesto completamente a esos
experimentos, no soú lo ahora, despúeú s, sino entonces, en el momento», Sin embargo, algúnos
de los experimentos habíúan sido inclúso filmados, y se habíúan impartido conferencias sobre
ellos al personal de la fúerza aeú rea. Pese a ello, Goering segúíúa negando todo conocimiento
de esos experimentos de los cúales los responsables úú ltimos eran los hombres de Himmler.
El 31 de agosto, Goering hizo el breve alegato final qúe se le permitioú a cada úno de los
acúsados. Se qúejoú de qúe la fiscalíúa habíúa reúnido declaraciones súyas dichas en el lapso de
anñ os, las habíúa sacado de contexto y habíúa tergiversado lo qúe en realidad habíúa dicho.
Afirmoú qúe no se habíúa presentado ningúna prúeba definitiva de sú complicidad en las
masacres, atrocidades y asesinatos de individúos, o qúe túviera siqúiera conocimiento de
esos hechos.
Condeno con todas mis fúerzas esas terribles masacres, y de forma qúe no haya
malentendidos en ese sentido, deseo declarar de manera categoú rica… ante el gran
tribúnal qúe jamaú s ordeneú la múerte de ún solo individúo en ningúú n momento, ni
tampoco decreteú cúalqúier otra atrocidad, ni las tolereú , mientras túve el poder y la
informacioú n para impedirlas. [XIII, p. 380]
Los Aliados, dijo, trataban a los alemanes de la misma manera qúe ellos mismos habíúan
acúsado a los alemanes dúrante ese júicio de tratar a los territorios ocúpados. Pero, pese a
lo qúe le ocúrriera a sús dirigentes captúrados, el púeblo alemaú n en conjúnto debíúa ser
declarado libre de cúlpa; simplemente habíúa depositado sú confianza en el Fúö hrer y, de ahíú
en adelante, no habíúa tenido maú s inflúencia sobre los acontecimientos. Entonces terminoú
diciendo:
No qúeríúa qúe húbiera gúerra, ni la traje. Hice todo lo posible por evitarla mediante
la negociacioú n. Despúeú s de qúe estallara, hice todo lo posible para asegúrar la
victoria… admito las cosas qúe he hecho, pero niego tajantemente qúe mis acciones
estúvieran dictadas por el deseo de súbyúgar a los púeblos extranjeros mediante
gúerras, de exterminar, robar o esclavizar a esos púeblos o cometer atrocidades o
críúmenes. La úú nica motivacioú n qúe gúio mis acciones fúe mi ardiente amor por mi
púeblo, y mi deseo de asegúrar sú libertad y felicidad. Pongo al Todopoderoso y a mi
púeblo alemaú n como testigos de qúe asíú fúe. [XII. p. 381]
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Dúrante el almúerzo de ese mismo díúa, Papen atacoú violentamente a Goering por negarse a
reconocer sú responsabilidad; Goering simplemente se rio de eú l. Se dejoú qúe los prisioneros
meditaran en sús celdas dúrante otro mes maú s mientras se preparaban los veredictos y se
determinaban las sentencias. Fúe ún periodo de gran tensioú n nerviosa y abatimiento
dúrante el cúal inclúso Goering llegoú a admitir sú derrota final. «Ya no tendraú n qúe
preocúparse maú s por la leyenda de Hitler», dijo Goering segúú n aparece en ún informe de
Gilbert. «Cúando el púeblo alemaú n sepa todo lo qúe ha sido revelado en este júicio, no seraú
necesario condenarlo, se habraú condenado eú l mismo».
Desde mediados de septiembre se permitioú qúe Emmy Goering, júnto con las esposas de
los otros prisioneros, visitara a sú marido media hora al díúa dúrante las úú ltimas semanas de
sú vida. Cúando se reúníúan, siempre habíúa úna reja entre ellos y ún gúardia de servicio. No
podíúan tocarse las manos o besarse. Las visitas súponíúan, natúralmente, úna gran tensioú n
tanto para la esposa como para el marido, y se acabaron el 30 de septiembre, cúando el
tribúnal reanúdoú sú sesioú n. Emmy volveríúa a ver a sú marido úna sola vez maú s gracias a úna
disposicioú n especial. Goering se mostraba animado en esos encúentros, y soú lo de derrúmboú
úna vez, irrúmpiendo en laú grimas, cúando Emmy llevoú a Edda a ver a sú padre.
Con anterioridad se les habíúa permitido cartearse, aúnqúe las cartas qúe se enviaban
estaban sometidas a censúra. Pero Goering no teníúa miedo a expresar sú amor por Emmy,
como demúestra este extracto de úna de sús cartas:
Ver tú amada caligrafíúa, saber qúe tús qúeridas manos han descansado sobre este
mismo papel; todo eso y lo qúe has escrito me ha conmovido profúndamente y, sin
embargo, me han hecho de lo maú s feliz. A veces creo qúe el corazoú n se me partiraú del
amor y el anhelo qúe siento por ti. EÁ sa seríúa úna hermosa múerte.
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y sú violacioú n de pactos y acúerdos, para lúego repetir los detalles de crúeldad y barbarie
qúe habíúan aparecido en los testimonios.
Al díúa sigúiente, el martes 1 de octúbre, el presidente dio el veredicto individúal de los
acúsados. El primero fúe Goering. Se resúmioú brevemente sú historia desde qúe se úniera al
partido en 1922 y fúe considerado como «el segúndo instigador principal de úna gúerra de
agresioú n despúeú s de Hitler». Habíúa úsado y aprobado el úso de mano de obra esclava; habíúa,
segúú n sú propia admisioú n, saqúeado los paíúses ocúpados. Habíúa persegúido a los júdíúos,
principalmente mediante sú expúlsioú n de la economíúa de Alemania y de los territorios
ocúpados, pero tambieú n ordenando a Himmler qúe, en sús propias palabras, «encontrara
úna solúcioú n completa al problema júdíúo».
Lawrence terminoú diciendo:
No hay nada qúe decir en sú descargo. Goering era con frecúencia, de hecho casi
siempre, el instigador principal, soú lo súperado por Hitler. Era el principal partidario
de úna gúerra de agresioú n, como líúder políútico y militar; era el director del programa
de mano de obra esclava y el creador del programa de opresioú n contra los júdíúos y
otras razas, tanto en Alemania como fúera de ella. Ha admitido con franqúeza todos
esos críúmenes. En algúnos casos especíúficos púede qúe haya testimonios conflictivos,
pero en teú rminos generales sús propias admisiones son maú s qúe súficientes para
determinar sú cúlpabilidad. Sú cúlpabilidad es úú nica en sú enormidad. No hay
excúsas para este hombre. [XXII, p. 487]
Por la tarde, los acúsados fúeron mantenidos a la espera mientras el tribúnal se reúníúa por
úú ltima vez. Uno a úno, fúeron llamados a oíúr sús sentencias en la sala. En el pasillo, los
gúardas americanos probaban el eqúipo: «Uno… dos… tres… OK». El psicoú logo se qúedoú
abajo con los prisioneros.
Goering fúe el primero en ser llamado. Fúe condúcido a la sala a traveú s de la púerta
deslizante al final del banqúillo de los acúsados, y allíú permanecioú de pie, ajústaú ndose los
aúricúlares para oíúr la tradúccioú n de sú sentencia. El presidente empezoú a hablar:
«Hermann Wilhelm Goering, por los cargos de los qúe ha sido…» pero túvo qúe parar
porqúe Goering indicaba úna averíúa; no recibíúa la tradúccioú n. Júez y prisionero se miraron
mientras esperaban a qúe los teú cnicos repararan el eqúipo.
El presidente volvioú a hablar: «Hermann Wilhelm Goering, por los cargos de los qúe ha
sido declarado cúlpable, este Tribúnal Militar Internacional le condena a morir en la horca».
Al fin las palabras en alemaú n resonaron en los aúricúlares: «… Tod durch den Strang».
Goering se qúedoú completamente inmoú vil, observado en silencio por todos. Entonces tiroú
los aúricúlares al súelo con estreú pito, se dio la vúelta y se marchoú .
Abajo, en la celda, Gilbert le estaba esperando, con el objetivo de observar con cúidado
sús reacciones. Goering llegoú con el rostro paú lido y desencajado, los ojos perdidos en úna
mirada fija. «Múerte» fúe todo lo qúe dijo mientras se sentaba en sú cama. Entonces las
manos le empezaron a temblar y agarroú ún libro en ún intento por controlarse. Los ojos se
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le llenaron de laú grimas y sú respiracioú n se volvioú trabajosa; pidioú qúe lo dejaran solo.
Cúando Gilbert regresoú , Goering dijo qúe sabíúa qúe recibiríúa la pena de múerte y qúe era
mejor asíú: era la úú nica sentencia posible para los maú rtires. Pero segúíúa preocúpado, inclúso
en esos momentos postreros de sú vida, por lo qúe los psicoú logos púdieran escribir sobre
eú l; le segúíúa preocúpando la interpretacioú n de ún test de Rorscharch qúe habíúa hecho hacíúa
ya tiempo, cúando habíúa intentado borrar los púntos rojos de la hoja del test.
Las palabras de Goering a Papen cúando súpo qúe eú ste habíúa sido absúelto fúeron. «Ich
freue mich für Sie[219]», «Me alegro por ti». El díúa despúeú s de la sentencia, pidioú formalmente
al tribúnal qúe «se le evitara la ignominia de la horca y qúe se le permitiera morir como ún
soldado ante el pelotoú n de fúsilamiento». La peticioú n le fúe denegada, y se le dejoú qúe
pasara como púdiera los catorce díúas antes de las ejecúciones, qúe estaban previstas para el
25 de octúbre en ún cadalso erigido en el gimnasio de la prisioú n. Se le permitioú ver a Emmy
úna sola vez despúeú s de qúe se dictara sú sentencia; tres díúas antes de sú múerte.
La noche del 15 de octúbre, dos horas antes de qúe estúviera previsto qúe túviera lúgar
sú ejecúcioú n, Goering pidioú la extremaúncioú n segúú n el rito de la Iglesia lúterana. Se le
denegoú , ya qúe no habíúa mostrado senñ al algúna de arrepentimiento o pesar dúrante todo sú
periodo en prisioú n. Ni tampoco habíúa arrepentimiento en sú corazoú n, porqúe habíúa
obtenido, nadie sabíúa coú mo, ún vial de cristales qúe al tragarse y disolverse por los aú cidos
estomacales le provocoú úna múerte lenta y dolorosa[220].
Los gúardias estaban alerta, vigilando a los prisioneros qúe habíúan recibido sentencia
de múerte y qúe pronto seríúan condúcidos úno a úno al gimnasio, empezando por Goering.
Al mirar a traveú s de la rejilla de la celda, úno de los gúardias vio a Goering retorcieú ndose
con convúlsiones. Se hizo venir raú pidamente al meú dico a la celda, pero a los cinco minútos,
a las once menos diez de la noche, Goering ya habíúa múerto.
Dos horas despúeú s, de madrúgada, Ribbentrop ocúpoú el lúgar de Goering como primer
hombre en morir ahorcado. Le sigúieron los demaú s: Keitel, Kaltenbrúnner, Rosenberg,
Frank, Frick, Streicher, Saúckel, Jodl y Seyss-Inqúart. Sús cadaú veres fúeron incinerados y sús
cenizas esparcidas a los vientos. Goering, qúe habíúa búrlado al cadalso, fúe lanzado al fúego
júnto con los demaú s.
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Apéndice
En 1960 la popúlar revista alemana Der Spiegel públicoú úna serie de artíúcúlos del Dr. Fritz
Tobias, ún dirigente del Partido Socialdemoú crata, qúe cúestionaba la idea, casi
úniversalmente aceptada en aqúel tiempo, de qúe el incendio del Reichstag la noche del 27
de febrero de 1933 fúe instigado por los nazis; qúe Goering y Goebbels, si no el propio
Hitler, estúvieron implicados; qúe el motivo de Goering habríúa sido provocar el arresto en
masa de los principales miembros del Partido Comúnista, qúe fúeron presentados como
responsables de incendiar el Reichstag como parte de ún complot para derrocar al núevo
reú gimen nazi dúrante sús primeras semanas en el poder; y qúe con ese fin los nazis
introdújeron al piroú mano holandeú s Van der Lúbbe en el Reichstag y lúego intentaron
demostrar en el júicio qúe era ún agente comúnista. (Van der Lúbbe, en las ocasiones en
qúe se consegúíúa qúe hablara, siempre se jactoú de qúe eú l solo era responsable del incendio,
sin embargo dúrante el júicio se demostroú qúe soú lo podíúa haber estado en el edificio ún
tiempo comparativamente corto, a pesar de lo cúal se dice qúe el fúego qúe prendioú se
extendioú con úna rapidez tremenda, caúsando grandes danñ os).
La afirmacioú n qúe hacíúa ahora el Dr. Tobias en Der Spiegel era qúe Van der Lúbbe era
enteramente responsable del incendio y qúe habíúa prendido fúego al edificio con gran
habilidad y eficiencia, y qúe no se podíúa demostrar qúe los nazis húbieran tenido nada qúe
ver con el desastre. Natúralmente, los artíúcúlos caúsaron ún escaú ndalo y A. J. P. Taylor
retomoú el debate en Inglaterra en History Today (agosto de 1960) y en el Sunday Express
(enero de 1961). El Dr. Tobias expúso posteriormente sú hipoú tesis en ún libro de
considerable extensioú n, Der Reichstagsbrand (Grote Verlag, 1962).
El Dr. Tobias emprendioú sú investigacioú n originalmente para demostrar qúe los nazis
realmente estúvieron involúcrados en el incendio, y fúe soú lo dúrante sús indagaciones qúe
llegoú a creer lo contrario. No le resúltoú difíúcil refútar las obvias falsificaciones contenidas en
el Libro Pardo sobre el Terror de Hitler, originalmente públicado en Paríús bajo el aúspicio del
Partido Comúnista para hacer parecer a Goering como la figúra central en la conspiracioú n.
Tambieú n rebatioú otras alegaciones infúndadas como, por ejemplo, qúe Van der Lúbbe era
homosexúal.
303
Pero permitioú qúe sús refútaciones le llevaran demasiado lejos, como demostroú
Heinrich Frankel en sú resenñ a exhaústiva del libro del Dr. Tobias en Der Monat (mayo de
1962). En el transcúrso de las investigaciones de Fraenkel sobre Goering en Alemania y
Holanda, encontroú prúebas qúe le convencieron maú s allaú de toda dúda del deseqúilibro
psicoloú gico qúe padecíúa Van der Lúbbe y de sú deseo patoloú gico de públicidad y martirio;
de sú incapacidad fíúsica para haber incendiado el Reichstag completamente solo; y de sús
relaciones con los nazis inmediatamente antes del incendio. Resúmidas, estas prúebas son
las sigúientes:
1. El testimonio de Simon Harteveld de Leiden, el hombre qúe ensenñ oú a Van der
Lúbbe cúando era ún aprendiz de albanñ il, qúe dijo qúe cúando era adolescente,
Van der Lúbbe qúedoú casi completamente ciego de manera permanente como
resúltado de úna broma pesada qúe le gastaron cúando trabajaba en úna obra.
Todos los qúe túvieron trato con Van der Lúbbe reconocen qúe sú visioú n era
múy pobre.
2. El testimonio qúe dio Harteveld de qúe adoctrinoú a Van der Lúbbe en sú tipo
particúlar de izqúierdismo qúe iba en contra de la líúnea del Partido Comúnista y
animaba a emprender acciones individúales en nombre del proletariado. Van
der Lúbbe súfríúa del deseqúilibrio psicoloú gico conocido como complejo
Eroú strato, asíú llamado por el hombre qúe qúemoú el templo de EÁ feso para
hacerse famoso. Los efectos de este complejo adoptaron varias formas en la
carrera de Van der Lúbbe antes del periodo del incendio del Reichstag. Intentoú
obtener públicidad empezando a crúzar el Canal a nado sin entrenamiento ni
preparacioú n previa; intentoú asúmir el liderazgo en úna húelga en la faú brica
Tielemann con la qúe no teníúa nada qúe ver, para poder ganar fama a traveú s de
la consigúiente represioú n. En otra faú brica afirmoú haber roto ventanas cúando
fúeron otros obreros los qúe caúsaron los danñ os. De hecho, estaba decidido a ser
persegúido por algo.
3. El testimonio de úna enfermera diplomada, Frau Mimi Storbeck, anteriormente
de nacionalidad alemana y posteriormente nacionalizada holandesa, qúe estúvo
a cargo de ún hogar de ninñ os en Haarlem. Unos pocos díúas antes del incendio,
cúando Frau Storbeck era enfermera a cargo de ún distrito en Berlíún, dos
hombres de la SA le llevaron a Van der Lúbbe, describieú ndolo como ún
vagabúndo extranjero qúe necesitaba asistencia púú blica. Los hombres de la SA
fúeron los úú nicos qúe hablaron, y Frau Storbeck se percatoú de qúe Van der
Lúbbe era casi ciego. Aúnqúe se hallaba en estado de inanicioú n, rechazoú la
comida qúe le ofrecioú la enfermera.
4. El testimonio del Dr. Stomps de Haarlem, el abogado holandeú s qúe fúe enviado
por ún comiteú creado en Holanda para investigar el caso de Van der Lúbbe en
1933, en la eú poca de sú júicio. Dúrante úna hora entera intentoú persúadir al
acúsado en sú celda de qúe firmara la peticioú n oficial qúe le húbiera dado el
304
derecho a la ayúda de ún abogado holandeú s ante ún tribúnal alemaú n. Van der
Lúbbe se negoú a hablar con eú l. Las palabras finales de Dr. Stomps a Van der
Lúbbe fúeron: «¿No qúiere salvarse de ser ejecútado?». Van der Lúbbe se volvioú
hacia eú l con úna sonrisa y exclamoú úna sola palabra: «¡No!».
Los hechos concernientes al incendio del Reichstag estaú n siendo investigados en el
momento de escribir este libro por el Institut für Zeitgeschichte de Múú nich. Mientras tanto,
hasta la fecha no ha salido a la lúz ningúna evidencia qúe incrimine directamente a Goering.
Pero parece claro a estas altúras qúe los nazis túvieron algúna relacioú n con Van der Lúbbe,
el incendiario «oficial».
305
Anexo Fotográfico
306
Los padres de Goering: Heinrich Ernst Goering, qúe fúera ministro residente, y Frau Franziska Goering.
307
El castillo Maúterndorf.
Carin.
308
Goering en el Júicio por el Incendio del Reichstag, 1933.
Hitler y Goering con Roehm (en el centro) antes de la púrga contra Roehm.
309
Goering como tirador.
310
Goering con sú hija Edda.
311
Goering en úniforme completo, sosteniendo sú bastoú n de mariscal del Reich.
Goering saliendo del Palacio Real Italiano dúrante úna visita a Italia, llevando el abrigo forrado de piel qúe caúsoú el
comentario Ciano.
Goering poco despúeú s de sú captúra por el Ejeú rcito de los Estados Unidos.
312
Bibliografía
La siguiente bibliografía contiene solamente aquellos libros que son de especial relevancia en
el estudio de la vida y carrera de Goering; no pretende representar la historia de Alemania o
del Tercer Reich, aunque se incluyen determinados volúmenes de historia general debido a sus
múltiples referencias a Goering. El lector también puede consultar los comentarios
introductorios a las Notas de cada capítulo, donde se hace referencia a los títulos de los libros
de particular importancia como fuente de ese capítulo.
Ciano’s Diplomatic Papers, editado por Malcom Múggeridge. Londres, Odhams, 1948.
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recopilados para el júicio principal de Núú remberg.
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313
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Vols. I - XXII. Londres: HMSO. Esta es la edicioú n de las actas del júicio de Núú remberg
qúe se cita en este libro; aparece en la notas como I MT. Una edicioú n en 23
volúú menes fúe públicada en Núú remberg como Trial of the Major War Criminals
[Júicio a los Principales Criminales de Gúerra]
Trial of the Major War Criminals Before the International Military Tribunal. Documents
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ediciones]
317
Notas de los autores
Capíútúlo 1
Las principales fúentes para este capíútúlo, ademaú s de las anteriores biografíúas de
Goering qúe hemos consúltado, son los recúerdos personales de Fräulein Erna y Fräulein
Fanny Graf de Múú nich y del profesor Hans Thirring, el eminente meú dico. Todos ellos
conocieron a Goering íúntimamente cúando eran ninñ os. El profesor Thirring es qúien avala la
existencia de úna relacioú n íúntima entre Frau Franziska Goering y Von Epenstein. Cúalqúier
dúda sobre los oríúgenes júdíúos de Epenstein qúeda despejada por la inclúsioú n de sú nombre
en el Semi-Gotha. Las legendarias o semilegendarias hazanñ as de la júventúd de Goering
fúeron descritas en la biografíúa oficial escrita por Erich Gritzbach, Hermann Goering: El
Hombre y su Obra [Hermann Goering: The Man and His Work en la edicioú n inglesa], cúyo
texto editoú el propio Goering… ¡y lúego insistioú en qúedarse con la mayor parte de los
royalties por hacerlo! La carrera de Goering dúrante la úú ltima parte de la Segúnda Gúerra
Múndial fúe descrita por Karl Bodenschatz en sú libro Jagd in Flanders Himmel, del cúal
hemos tomado citas de los informes de gúerra de Goering. Hemos podido complementar
este libro gracias a la informacioú n adicional obtenida de Bodenschatz y Hermann Dahlmann
(ver nota 4 maú s abajo). La historia del encúentro de Goering con Carin von Kantzow fúe
contada con gran sentimiento por sú hermana, la difúnta Fanny von Wilamowitz-
Moellendorff, en sú libro Carin Göring.
2. Las principales historias sobre las hazanñ as de Goering qúe aparecen aqúíú han sido
tomadas de la biografíúa de Gritzbach, qúe, hay qúe recordar, editoú el propio Goering. <<
3. Heinrich Fraenkel (cúyo nombre a partir de aqúíú qúedaraú indicado por las iniciales HF)
escúchoú úna historia de cierta relevancia psicoloú gica de boca del profesor Thirring: Cúando
Goering teníúa únos qúince anñ os y ya estaba desmedidamente orgúlloso de sú habilidad
excepcional como arrojado alpinista, consigúioú únirse a ún eqúipo compúesto por los
hermanos Thirring y ún ingleú s llamado Bob Dúnlop, todos ellos múcho mayores qúe eú l,
318
eqúipo qúe intentaríúa el difíúcil ascenso de la cara súr del Gúrpetschek. Goering, sin
embargo, todavíúa estaba en úna edad en la qúe teníúa qúe pedir permiso a sú padrino antes
de hacer tal escalada, y, como las condiciones para la escalada al amanecer soú lo fúeron
búenas úna manñ ana, los demaú s escaladores qúeríúan partir sin eú l, ya qúe Goering no podíúa
salir inmediatamente. Cúando Goering se enteroú de qúe se habíúan marchado sin eú l, se
enfúrecioú tanto qúe los sigúioú y observoú la escalada con únos prismaú ticos. Cúando los
demaú s regresaron por la tarde, montoú úna escena histeú rica y los acúsoú , casi al borde de las
laú grimas, de «condúcta deshonrosa» y de «abúso de confianza». Lúego se mofoú de sús
habilidades como escaladores, llamaú ndolos meros aficionados. <<
5. Este relato de los encúentros del capitaú n (lúego general de brigada de aviacioú n)
Beaúmont con Goering aparece en el libro de Bútler y Yoúng Mariscal sin Gloria. Cúando HF
habloú con eú l acerca de esta historia, Beaúmont dijo qúe los aútores no habíúan sido fieles a la
verdad. Sin embargo, no explicoú de qúeú manera la historia era inexacta. <<
7. Esta historia le fúe contada a Roger Manvell (qúe a partir de ahora apareceraú mencionado
como RM en estas notas) en Estocolmo por la periodista súeca Inger Reimers, qúe conocíúa a
la dama en cúestioú n y avala la veracidad de la historia, qúe tiene ún final divertido. En 1933,
cúando Goering llegoú al poder, envioú a la dama úna foto súya aútografiada con sú núú mero de
teleú fono privado. Posteriormente esa foto resúltaríúa ser múy úú til. Dúrante la ocúpacioú n de
Dinamarca escribioú para úna públicacioú n antinazi y recibioú úna visita de la Gestapo en
medio de la noche. Tan pronto como encontraron la fotografíúa entre sús docúmentos,
adoptaron inmediatamente úna actitúd respetúosa y se marcharon. <<
8. Para el conde Von Rosen, la esvaú stica no significaba nada otra cosa qúe ún emblema qúe
eú l y únos amigos habíúa adoptado en la escúela y qúe llegoú a úsar como síúmbolo de la familia.
Introdúciríúa la esvaú stica en el disenñ o de sú ex libris, y todavíúa púede verse en Rockelstad y
en la vidriera conmemorativa de la familia Rosen en la Casa de la Nobleza en Estocolmo.
319
Cúando el conde regaloú ún avioú n a Finlandia dúrante la gúerra contra Rúsia, eú ste tambieú n
llevaba úna esvaú stica pintada como síúmbolo de búena súerte, y Finlandia posteriormente
adoptoú el síúmbolo para todos los aviones militares. Esa informacioú n se la dio a RM en
Estocolmo el senñ or Uno Lindgren, amigo de la familia Rosen. <<
10. Trial of German War Criminals: Proceedings of the International Military Tribunal [Juicio
a los Criminales de Guerra Alemanes: Actas del Tribunal Militar Internacional] (Edicioú n
britaú nica), IX, pp 64-65. Los volúú menes de las actas del júicio de Núú remberg seraú n indicados
a partir de aqúíú con las iniciales TMI (Tribúnal Militar Internacional). <<
Capíútúlo 2
13. Hanfstaengl, The Missing Years, p. 71. Ver tambieú n p. 111. <<
320
14. Goering se esforzaba por qúe la historia de sú rescate de las calles permaneciera tan a
oscúras como fúera posible. EÁ sta es la versioú n qúe le contoú Hanfstaengl a HF: «Me contoú
coú mo consigúioú arrastrarse hasta detraú s de úno de los leones monúmentales delante del
palacio Residenz despúeú s de ser herido. Algúnos de los camisas pardas lo llevaron al primer
doctor qúe habíúa en la Residenzstrasse, qúe resúltoú ser júdíúo; dúrante múchos anñ os
despúeú s, Goering habloú con gratitúd de sú amabilidad y habilidad». HF oyoú úna versioú n maú s
completa de boca del Dr. T. Eitel, qúe conocíúa bien a Frau Ballin, ya qúe fúe sú paciente en el
sanatorio de Oberstdorf. Los Ballin estaban lejanamente emparentados con el conocido
Albert Ballin, el amigo del Kaú iser y jefe de la Líúnea Hambúrg-America. Vivíúan en la
Odeonsplatz, segúú n el informante de HF, y Goering fúe llevado a ellos por únos cúantos
miembros de las tropas de asalto, qúienes, sin saber qúe eran júdíúos, llamaron a la púerta y
pregúntaron si estaban dispúestos a aceptar «a ún hombre herido, ún caballero de la Pour
le Mérite». Herr Ballin respondioú qúe estaba dispúesto a aceptar a cúalqúiera sin
consideracioú n hacia sús condecoraciones. Posteriormente, segúú n Hanfstaengl, Goering
permitioú a los Ballin emigrar a Súdameú rica sin demasiados problemas, dejando inclúso qúe
se llevaran parte de sú dinero, ún privilegio de lo maú s inúsúal. <<
15. De hecho, fúe ún holandeú s, ún acaúdalado simpatizante del partido llamado Schúler,
qúien llevoú a Goering a Innsbrúck atravesando la frontera. Esa informacioú n le fúe dada a HF
por Hanfstaengl. El matrimonio Goering teníúa ún amigo en Innsbrúck, ún especialista en
enfermedades infantiles llamado Sopelsa, a cúya casa fúeron llevados los fúgitivos. La viúda
del Dr. Sopelsa vivíúa en Salzbúrgo y era amiga de los Thirring. Le contoú a HF coú mo sú
marido habíúa examinado la herida de Goering y vio qúe era necesario enviarlo
inmediatamente a ún hospital. <<
17. Ver Bútler y Yoúng, Mariscal sin Gloria, pp. 84-87. <<
Capíútúlo 3
321
18. La informacioú n concerniente a la sitúacioú n financiera de Goering en esa eú poca y sús
diversos negocios le fúe proporcionada a HF por el Dr. Jústús Koch, Ernst Hanfstaengl y
Erhard Milch. <<
20. Dúrante este periodo críútico, Goering se alojoú en Múú nich en la casa de Hans Streck, a
qúien HF entrevistoú . Streck era ún múú sico qúe habíúa tomado parte en el putsch de 1923. Fúe
Roehm qúieú n pregúntoú a los Streck si podíúan alojar a Goering, ya qúe eú ste no teníúa dinero
para ún hotel. Pasoú la noche en el sofaú , dejando la sala de estar cúando el sirviente vino a
limpiar al díúa sigúiente. Al principio estaba múy deprimido e inclúso llegoú a hablar sobre ún
intento de súicidio, pero estaba decidido a reincorporarse al partido, aúnqúe eso no era
faú cil teniendo en cúenta las críúticas qúe, segúú n Streck, Hitler habíúa hecho mientras Goering
estaba en el exilio. Era vital para sú carrera empresarial consegúir qúe Hitler le asegúrara
qúe recibiríúa úno de los escanñ os del Reichstag qúe ganara el voto nazi en las sigúientes
elecciones. Soú lo tras tres díúas de reúniones con Hitler consigúioú arrancarle la promesa qúe
necesitaba. Volvioú contento de esa reúnioú n final. Pese a sú pobreza, Frau Streck recúerda
sús pijamas de seda, sú kimono de seda negra con dragones dorados bordados, sú anillo de
sello y sús manos bien cúidadas. Cúando se fúe, dejoú ún florido mensaje en el libro de
visitantes de los Streck. Tambieú n es de intereú s qúe Streck fúera tútor de canto de la sobrina
preferida en exceso de Hitler, Geli Raúbal. Hanfstaengl tambieú n cree qúe la actitúd
indiscreta de Goering con Hitler dúrante sú periodo de exilio explica la frialdad de este
úú ltimo; segúú n Hanfstaengl, Goering maú s o menos chantajeoú a Hitler para qúe lo aceptara de
núevo en el partido despúeú s de cúatro anñ os y medio de separacioú n. Despúeú s de lograrlo,
Goering fúe corriendo a la casa de Hanfstaengl presa de úna gran excitacioú n para gritarle
qúe iba a ser dipútado del Reichstag; le dijo a Hanfstaengl qúe habíúa obligado a Hitler a
aceptarle de núevo recúrriendo a argúmentos tanto sentimentales como pragmaú ticos.
Hanfstaengl cree qúe Hitler debioú pensar dúrante las reúniones con Goering si era mejor
para el partido tener a ese hombre excitable como amigo o como enemigo, y qúe al final
decidioú qúe podíúa ser ún poderoso aliado si se le daba la oportúnidad. Unas pocas semanas
despúeú s, en úna reúnioú n privada, anúncioú : «He decidido qúe el Camarada del Partido
Goering tendraú ún escanñ o asegúrado». Ver tambieú n Hitler: The Missing Years de Hanfstaengl,
p. 143. <<
23. Las citas de los discúrsos de Goering qúe aparecen aqúíú y maú s adelante estaú n tomadas
de Gritzbach, op. cit., pp. 128, 74-76. <<
24. Thyssen, op. cit., (p. 142), afirma qúe Goering pasoú úna semana con el ex-Kaú iser en
Doorn en el otonñ o de 1932. <<
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25. Citado en el Hitler de Búllock, p. 146. <<
28. Las opiniones parecen divergir sobre las habilidades de Goering como condúctor. La
opinioú n de Hitler aparece registrada en Conversaciones Privadas de Hitler, p. 311. Milch estaú
de acúerdo en qúe Goering era ún condúctor peligroso. Por otro lado, Birger Dahlerús alaba
el estilo de Goering en la carretera cúando lo llevoú de Carinhall a Berlíún. Frau Emmy
Goering afirma qúe era ún condúctor maravilloso, aúnqúe en 1934 ambos túvieron ún
accidente casi mortal cúando el coche de Goering chocoú con ún camioú n cerca de Rosenheim.
<<
29. Ver Blood-Ryan, Goering, The Iron Man of Germany, pp. 136-137. Cúando Frau Von
Papen se qúejoú a Goering, alrededor del anñ o 1932, sobre la actitúd de los nazis hacia los
catoú licos, eú ste replicoú : «Eso podríúa cambiarse ensegúida. ¿Por qúeú la Iglesia Catoú lica no
repúdia el Antigúo Testamento?». Le senñ aloú qúe lo realmente importante era eliminar los
oríúgenes júdíúos del cristianismo. Papen le contoú esto a HF, anñ adiendo qúe Goering
probablemente lo dijera bromeando. <<
30. Citado en Blood-Ryan, op. cit., p. 151. Los comentarios de Goebbels en este periodo
proceden de sú diario públicado, My Part in Germany’s Fight. <<
34. Esos homenajes a Hitler aparecen en el libro de Goering Alemania Renacida, pp. 77-98.
<<
35. Segúú n Knight-Patterson, op. cit. (p. 542), Goering recibioú 367 votos contra 135 para el
candidato socialista y 80 para el candidato comúnista. <<
37. Papen le contoú a HF qúe no húbo rencores permanentes entre eú l y Goering como
resúltado de este trúco. Papen lo aceptoú como úna brillante júgada de manipúlacioú n
políútica. La cita de sús Memorias aparece en la paú gina 208, la de Alemania Renacida en la
paú gina 103, y la del TMI en la paú gina 69. <<
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Capíútúlo 4
43. Docúments on British Foreign Policy, Segúnda Serie, IV, pp. 230-231. <<
47. Ver Documents on German Foreign Policy, Serie C, I, pp. 93-94. <<
48. Goering, Alemania Renacida, p. 134. Las citas sigúientes son de Frischaúer, op. cit., p.
104. Shirer, op. cit., p. 193, cita la historia contada por Halder. La declaracioú n de Goering al
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general Donovan aparece citada por Papen en sús Memorias, p. 271. Tanto Schwerin von
Krosigk como Papen le contaron a HF los comentarios qúe hizo Goering mientras estaba
caútivo en Mondorf. <<
49. Docúments on British Foreign Policy, Segúnda Serie, IV, p. 431. <<
52. El interesante aúnqúe melodramaú tico relato de Martha Dodd sobre el comportamiento
tanto de Diels como de Goering dúrante el júicio púede encontrarse en sú libro Through
Embassy Eyes, pp 58-62. Pese a las amenazas de Goering, Dimitroff consigúioú salir de
Alemania despúeú s del júicio. Cúando el embajador Dodd públicoú sú diario en 1941, afirmoú
qúe Diels (qúe para ese entonces ya era hostil a Goering y estaba en peligro debido a
determinados conocimientos qúe teníúa sobre el incendio del Reichstag) apeloú a ún
periodista americano del qúe no se da el nombre para qúe hiciera lo qúe púdiera para
salvar a Dimitroff de ser asesinado. La historia fúe cúidadosamente filtrada a la prensa
extranjera; por tanto provocoú ún desmentido de Goebbels, qúien admitioú qúe Goering, qúe
se hallaba aúsente en ese momento, habíúa hablado indiscretamente. Cúando aparecioú el
libro de Hanfstaengl en 1957, recordoú qúe Martha Dodd le habíúa contado lo qúe sú padre
habíúa averigúado y qúe, júnto con Lúis Lochner, habíúan arreglado las cosas para qúe el
encargado de prensa de Goering, Sommerfeldt, almorzara con ún núevo e inexperimentado
representante de la agencia Reúters qúe podíúa extender sin púdor el rúmor qúe habíúa oíúdo
y pedirle a Sommerfeldt úna declaracioú n en nombre de Goering. Sommerfeldt se vio
obligado entonces a garantizar el derecho de Dimitroff a salir de Alemania sin ser
molestado, cosa qúe hizo. Desafortúnadamente para Hanfstaengl, Goering se enteroú
posteriormente de sú parte en este asúnto. Martha Dodd no hace ningúna mencioú n de este
asúnto en sú libro. <<
53. Dúrante el otonñ o de 1933 se organizoú en Londres úna investigacioú n legal particúlar
sobre el incendio del Reichstag qúe se llevoú a cabo en el local de la Law Society en Carey
Street. El presidente era lord Marley, y sir Stafford Cripps dirigíúa a ún grúpo de destacados
abogados qúe cribaron los testimonios dados por múchos testigos qúe habíúan húido de
Alemania recientemente. HF estaba presente. Con frecúencia se ha dicho qúe esa
investigacioú n estaba instigada por los comúnistas; aúnqúe múchos comúnistas destacados
tomaron parte, aqúeú llos qúe dirigíúan la investigacioú n no procedíúan todos ni múcho menos
de las filas de la izqúierda. Por ejemplo, el renombrado abogado americano Arthúr Garfield
Hays participoú y asistioú despúeú s al júicio de Leipzig; describioú sús experiencias en sú libro
City Lawyer (1942). Húbo abogados de varios paíúses qúe actúaron como observadores de la
investigacioú n. <<
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55. El texto del telegrama de Hitler aparece en Blood-Ryan op. cit., p. 211. La versioú n de
Goering aparece en sú Alemania Renacida, p. 136. <<
57. Frau Goering le dio a HF los sigúientes detalles sobre sú primera relacioú n y posterior
amistad con Goering: Sú primer encúentro fúe meramente casúal, dúrante úna asamblea
del partido en Weimar en la qúe habríúa úna representacioú n privada de escenas de los
claú sicos del teatro alemaú n. El encúentro qúe finalmente condújo a sú amistad túvo lúgar
meses despúeú s en 1932, tambieú n en Weimar, donde fúeron presentados por úna amiga
comúú n. Pasearon y hablaron sobre Carin, cúya múerte aúú n pesaba múcho en la mente de
Goering. Para cúando fúe nombrado presidente del Reichstag vivíúan júntos en sú piso del
Kaiserdamm, donde Emmy teníúa sú propia habitacioú n qúe Goering se enorgúllecíúa de
amúeblar lo mejor qúe podíúa permitirse. <<
58. Una posible relacioú n amorosa con Margarete von Schirach aparece mencionada en
Blood-Ryan, op. cit., p. 262. La qúe mantúvo con Kaö the Dorsch pertenecíúa a sú júventúd, y
ella sigúioú siendo amiga de la familia tras el matrimonio de Goering y Emmy, aúnqúe
Goering sigúioú siendo estrictamente fiel a Emmy. <<
59. En relacioú n a esas declaraciones, ver el Hitler de Alan Búllock, p. 235, y Der Führer de
Heiden, p. 462. <<
61. Rieckhoff en Triumph oder Bluff? (p. 37) dedúce qúe Goering obligoú a Hindenbúrg en lo
referente a sú promocioú n anúnciando por adelantado a la prensa qúe habíúa sido nombrado
general. Milch le contoú a HF qúe esa historia es falsa. EÁ l mismo fúe enviado a hablar con
Blomberg únas cúantas veces para discútir únas cúantas promociones, inclúyendo la súya y
la de Goering. Le dijo a Blomberg qúe Goering esperaba ser nombrado general y no
simplemente general de brigada como era la intencioú n de Blomberg, ya qúe en aqúel
momento Goering soú lo era capitaú n. Blomberg accedioú finalmente el 19 de octúbre de 1933,
Goering fúe ascendido a general, y el ascenso se hizo efectivo con fecha retroactiva del 1 de
octúbre de 1931, para darle antigúö edad. Goering estaba encantado. <<
62. La fúente principal sobre los haú bitos privados de Goering es la informacioú n dada por
Robert Kropp a HF. Los detalles dados por Cap, el cortador, qúe se dan a continúacioú n,
tambieú n fúeron obtenidos en conversacioú n con HF. <<
63. Un cierto núú mero de los particúlares qúe aparecen a continúacioú n proceden de Blood-
Ryan, op. cit., pp. 216-225. <<
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66. Ver Documents on British Foreign Policy. Segunda Serie, VI, pp. 749-751. <<
67. Los detalles sobre esta ceremonia de enterramiento fúeron narrados a HF por
Bodenschatz, qúe túvo ún papel destacado en llevar el cúerpo a Carinhall. Bodenschatz
tambieú n examinoú el coche de Himmler; habíúa agújeros en el parabrisas, pero podíúan
deberse tanto a piedras como a balas. <<
Capíútúlo 5
Las fúentes especiales para este capíútúlo y el sigúiente, en los cúales la vida de Goering
estaú íúntimamente únida a la historia del reú gimen en conjúnto, inclúyen a Papen,
Bodenschatz y Schacht; las memorias públicadas de embajadores, ministros y diplomaú ticos
como Nevile Henderson, lord Halifax, François-Poncet, Coúlondre, Kirkpatrick y, en menor
medida, el embajador Dodd, son de ún intereú s e importancia considerable. Los comentarios
de Ciano y Hassel son úú tiles, y hemos recúrrido múy a menúdo a los Documents on German
Foreign Policy y a los Documents on British Foreign Policy, júnto con la docúmentacioú n
diplomaú tica públicada en el Polish War Book, el French Yellow Book y otras recopilaciones
segúú n se indica maú s adelante. Los estúdios diplomaú ticos de Namier fúeron de especial
relevancia: Diplomatic Prelude, In the Nazi Era y Europe in Decay; tambieú n lo fúeron los
estúdios públicados anúalmente para el Royal Institute of International Affairs [Institúto
Real para Asúntos Exteriores], el Survey of International Affairs y los volúú menes
súbsigúientes, Hitler’s Europe. Rome-Berlin Axis de Elizabeth Wiskemann nos ayúdoú en las
relaciones de Goering con los italianos. El propio testimonio de Goering en Núú remberg y la
historia de sús actividades qúe describioú en Alemania Renacida, ún libro escrito
especialmente para sú públicacioú n en Inglaterra en 1934, han sido consúltados, y tambieú n
lo han sido los recúerdos de Paúl Schmidt, el inteú rprete oficial de Hitler, qúe tambieú n
trabajoú para Goering. La informacioú n sobre la natúraleza de los tratamientos de
desintoxicacioú n perioú dicos a los qúe se sometíúa Goering se obtúvo del sanatorio Kahle en
Colonia y de Robert Kropp. Dahlerús, por súpúesto, públicoú sús propios recúerdos de sús
discúsiones con Goering en sú propio libro, El Último Intento.
69. Toda la policíúa alemana fúe únificada bajo ún úú nico departamento en júnio de 1936.
Escribiendo en 1937, Gritzbach, el bioú grafo oficial de Goering, dice (p. 42) qúe sú «conexioú n
directa y cercana con la policíúa alemana sigúe siendo tan directa y cercana hoy en díúa como
lo era cúando púso a Himmler al mando de eú sta». Lúego habla de «la confianza y
camaraderíúa mútúas» entre Goering y Himmler «en la persecúcioú n de sú fin comúú n». <<
70. Papen confirmoú en conversacioú n con HF qúe Goering sin dúda le salvoú la vida al ponerlo
bajo arresto domiciliario. <<
327
71. Ver Wheeler-Bennett, Nemesis of Power, p. 323. <<
72. Esta descripcioú n de la ceremonia fúe confirmada por Milch en conversacioú n con HF. <<
73. Goering repetíúa ún comentario qúe úna vez hiciera el Dr. Lúeger, alcalde de Viena y
conocido antisemita. Hay amplias evidencias de qúe Goering ayúdoú a múchos júdíúos a los
qúe favorecíúa por úna razoú n ú otra, como los Ballin, cúya historia ha aparecido ya en estas
notas. Frau Goering con frecúencia poníúa en sú conocimiento casos qúe creíúa merecedores
de ayúda e intercedíúa por los hombres y mújeres implicados; tambieú n lo hacíúan Kaö the
Dorsch y Gústav Grúö ndgens, el famoso actor, qúe era otro amigo de la familia. <<
74. Kropp le contoú a HF el momento en qúe Frau Goering súpo por primera vez qúe Goering
qúeríúa casarse con ella: «Teníúa qúe llevarla en coche a algúú n lúgar donde el Jefe se reúniríúa
con ella para el fin de semana, creo qúe era Weimar. El Jefe me habíúa dado ún sobre sellado
qúe teníúa qúe entregarle a Frau Sonnemann con estrictas instrúcciones de qúe no lo abriera
hasta qúe húbieú ramos llegado. Cogioú el sobre, pero siendo mújer, lo abrioú al momento. La vi
sonreíúr con deleite; salioú del coche de ún salto antes de qúe arrancara, volvioú corriendo a la
casa, donde acababa de dejar a Goering, y le púso los brazos al cúello. Soú lo despúeú s súpe lo
qúe habíúa en la carta; soú lo dos palabras en la letra del Jefe: Wir heiraten [Nos vamos a
casar]». <<
76. Ver Namier, Diplomatic Prelude, pp. 220-221; Polish War Book, pp. 25-26; Survey of
International Affairs, 1935, I, pp. 205-206. Para la misioú n de abril, ver Schmidt, op. cit., pp.
27-30. <<
79. La versioú n de Schacht sobre sú batalla con Goering por la políútica econoú mica púede
leerse en sús memorias, My First Seventy-Six Years, Capíútúlo 49. Ver tambieú n Account Settled,
pp. 98-100. Sobre el asúnto de la habilidad de Goering como ministro con potestad sobre
asúntos econoú micos, Winkler, úno de los principales consejeros en materia econoú mica de
Hitler, le dijo a HF qúe Goering podíúa evalúar ún balance general por intúicioú n, cúando HF le
repitioú eso a Schacht, eú ste se simplemente se rio y dijo, «Goering, como economista, era ún
maldito idiota». Pero en múchos aspectos Goering era ún búen ejecútivo qúe sabíúa coú mo
delegar la aútoridad. <<
80. Sobre esas reúniones en Italia, ver Wiskemann, Rome-Berlin Axis, pp. 72-74; Schmidt,
op. cit., pp. 62-64; The Ciano Papers, pp. 80-81, y Documents on German Foreign Policy, Serie
D, I, Núú meros 199, 208. <<
328
82. Ver Survey of International Affairs, 1937, I, pp. 325, 326, 409, 471. <<
83. Ellen Wilkinson dio sú propia versioú n de este episodio a HF. <<
84. Sobre las visitas de lord Londonderry a Goering, ver Schmidt, op. cit. p. 52 y las
Memorias de Papen, p. 399; sobre la visita de los Windsor, Schmidt, p. 74. <<
85. Ver François-Poncet, Souvenirs d’une ambassade à Berlin, pp. 10, 272, y Coloúndre, De
Stalin à Hitler, pp272-277. <<
87. Henderson, Fracaso de una Misión, p. 80. Las citas sigúientes son de la paú gina 84. <<
Capíútúlo 6
Las fúentes principales para la informacioú n de trasfondo ya han sido resenñ adas en la
nota introdúctoria al capíútúlo 5. El Dr. Jústús Koch, el asesor legal de Frau Goering, nos
proporcionoú las prúebas especiales sobre los ingresos de Goering y sús recúrsos
econoú micos, ya qúe nos entregoú úna declaracioú n júrada de despúeú s de la gúerra firmada
por Herr Gerch, el administrativo súperior a cargo de los asúntos personales de Goering
desde 1937 a 1945.
88. Hassell Diaries, pp. 23-24. Milch en conversacioú n con HF consideroú qúe Goering en
cúalqúier caso sabíúa algo del historial de la esposa de Blomberg antes de qúe se casara con
ella. Milch estúvo presente cúando Hitler se enfrentoú al múchacho homosexúal qúe estaba
dispúesto a convertirse en el acúsador de Fritsch. Ver tambieú n Nemesis of Power de
Wheeler-Bennett, SS de Gerald Reitlinger y las Memorias de Schellenberg, p. 32. <<
89. Hay úna copia completa de las transcripciones en la Biblioteca Wiener de Londres, y de
ahíú hemos tomado núestras citas. <<
90. Las actividades de Goering dúrante la noche del Anschluss y al díúa sigúiente han recibido
especial atencioú n en Survey of International Affairs, 1938, II, pp. 62-64; Namier, Europe in
Decay, pp. 174-176; Múnich de Wheeler-Bennett y Fracaso de una Misión de Henderson. Ver
Tambieú n Documents on German Foreign Policy, Serie D, II, pp. 157, 164, 168, 183, y
Documents on British Foreign Policy, Serie III, I, pp. 32, 36, 40, 44. <<
92. Ver Documents on British Foreign Policy, Tercera Serie, I, Núú meros 152, 241, 439. <<
329
93. Sobre las declaraciones hechas por Goering en este paú rrafo, ver TMI, IV, 67; Docúmentos
del Júicio R-140 y USA 160; Survey of International Affairs, 1938, III, pp. 43-44, 530 y 532; y
Shirer, Auge y Caída del Tercer Reich, pp. 476-477. <<
94. Ver Survey of International Affairs, 1938, II, pp. 302-303. <<
95. Este famoso docúmento fúe citado incesantemente en Núú remberg. Núestra
transcripcioú n estaú tomada de la copia qúe se gúarda en la Biblioteca Wiener. <<
96. Docúmento del Júicio PS 710. Citado en Reitlinger, La Solución Final, p. 21. <<
97. Los meú todos de trabajo de Goering fúeron descritos a HF por Milch, Bodenschatz,
Braúchitsch, Wohltat y Schwerin von Krosigk y respaldados por el interrogatorio de Diels
qúe túvo lúgar el 22 de octúbre de 1945. La cita de Kesselring proviene de sú Soldat Bis zum
Letzten, p. 160. La declaracioú n de Speer procede de úna serie de interrogatorios llevados a
cabo dúrante agosto y septiembre de 1945. <<
98. Bernd von Braúchitsch describioú esta escena en conversacioú n con HF. <<
99. Ver Documents on German Foreign Policy, Serie D, II, Números 148 y 184; Documents and
Materials Relating to the Eve of the Second World War (Ministerio de Asuntos Exteriores de la
URSS), I, pp. 149-150. <<
102. Ibid, IV, Núú meros 68, 69 y 112. Tambieú n Billock, op. cit., p. 440 y Shirer, Aúge y Caíúda
del Tercer Reich, p. 433. <<
103. Goering tambieú n admitioú esto ante Henderson en sú momento. Ver British Blue Book,
pp. 18-19. Y ver Wheeler-Bennett, Múnich, p. 344. <<
104. Goering, por súpúesto, llevaba esos instrúmentos con otro propoú sito. Milch le clarificoú
ese detalle a HF. <<
106. Ver Documents on British Foreign Policy, Serie III, V, Núú meros 377 y 510. <<
108. Ver Nazi Conspiracy and Aggression, VI, pp. 718-731. <<
330
109. En referencia sobre esas reúniones del Consejo, ver TMI, XVIII, p. 67; sobre el informe
del embajador ingleú s, ver German-Polish Relations, p. 119, y Documents on British Foreign
Policy, Serie III, VII, N.° 263; en referencia al informe Vogler, ver Loúis P. Lochner, Tycoons
and Tyrant, p. 58. <<
111. No caben múchas dúdas sobre la sinceridad de Goering al decir qúe no deseaba la
gúerra; sú actitúd no estaú en desacúerdo con sú oportúnismo. Esa gúerra probablemente
era inevitable en algúna fecha distante en el fútúro qúe obviamente aceptaba, pero
esperaba qúe las hostilidades púdieran ser pospúestas dúrante el maú ximo tiempo posible
tanto por sú propia comodidad como por el bien de Alemania. Esa actitúd coincidíúa con la
de los generales de Hitler y los condújo a considerar la posibilidad de reemplazar a Hitler
con Goering cúando el Fúö hrer les impúso la gúerra antes de lo qúe deseaban. <<
112. Para úna descripcioú n maú s completa de los negocios de Goering en el campo de las
obras de arte, ver el Capíútúlo 8. <<
113. Los nombres de los siete hombres de negocios fúeron pronúnciados en el júicio de
Núú remberg; ver TMI, IX, p. 320. Los nombres reprodúcidos estaú n mal escritos en únos
cúantos casos. Deberíúan ser: Charles McLaren y C. F. Spencer, qúe eran directores de John
Brown and Co.; S. W. Rawson, ún fabricante de Sheffield; sir Robert Renwick; Brian
Moúntain; A. Holde y T. Mensforth, miembro de úna gran companñ íúa eleú ctrica. <<
117. Ver Namier, Diplomatic Prelude, p. 331. Goering parece ser la úú ltima persona a la qúe
Hitler informoú de esta cancelacioú n. Compaú rese con la sitúacioú n posterior cúando Hitler no
le consúltoú sobre la respúesta enviada al últimaú túm britaú nico. Ver tambieú n la cita tomada de
ún interrogatorio de Goering tras la gúerra qúe aparece en Shirer, op. cit. p. 557. <<
118. En Núú remberg, Goering negoú eneú rgicamente haberse comportado de ese modo con
Hitler. <<
119. Ver Hassell Diaries, pp. 69-72. Thyssen afirma qúe ese mismo díúa, el 31 de agosto, le
envioú ún telegrama a Goering úrgieú ndole a asegúrar ún periodo de tregúa «para ganar
tiempo para la negociacioú n»; maú s tarde, el 22 de septiembre, le envioú ún memorando desde
sú lúgar de exilio en Francia exigiendo entre otras cosas, qúe se le comúnicara al púeblo
331
alemaú n qúe eú l, Thyssen, estaba en contra de la gúerra. Goering, segúú n Thyssen, le exigioú qúe
regresara y se retractara, en cúyo caso no súfriríúa recriminacioú n algúna por lo qúe habíúa
dicho y hecho. Thyssen se negoú . Ver sú I Paid Hitler, pp. 33, 36, 39-46 y 45. <<
120. El texto qúe Goering le dio a Dahlerús es maú s extenso qúe el qúe se públicoú a
continúacioú n. Ver Dahlerús, The Last Attemp, y Namier, Diplomatic Prelude, pp. 430-431. <<
121. Ver Henderson, Fracaso de úna Misioú n, pp. 275-282. Tambieú n Namier, Diplomatic
Prelude, p. 377. Parece qúe Goering le dio a Henderson úna copia de la nota qúe Ribbentrop
retúvo. <<
Capíútúlo 7
Ademaú s de las fúentes principales, la informacioú n para este capíútúlo fúe recopilada a
partir de March of Conquest de Telford Taylor; Rome-Berlin Axis de Elizabeth Wiskemann;
The German Air Force y Blitz on Britain de Asher Lee; Los Primeros y los Últimos de Adolf
Galland; The Blitz de Constantine Fitzgibbon; La Solución Final y SS de Reitlinger; Hitler
Confronts England de Walter Ansel; Triumph oder Bluff? de Rieckhoff y El otro lado de la
colina de B. H. Liddell Hart. Tambieú n hemos recúrrido a los diarios de Hassell, Ciano y
Semmler, y a las memorias y escritos de Súmner Welles, Alfieri, Paúl Schmidt, Schacht,
Schellenberg, Goebbels y Rommel. Las Actas del Juicio del TMI y los docúmentos
relacionados públicados en Nazi Conspiration and Aggression son de gran importancia para
el periodo de la gúerra, y estamos especialmente agradecidos a la ayúda personal y los
consejos recibidos sobre este periodo de Galland, Milch, Schacht, Semmler, Schwerin von
Krosigk, Braúchitsch y Bodenschatz.
122. La estrategia de la blitzkrieg ya habíúa sido propúesta en úna fecha tan temprana como
1921 por el general italiano Doúhet en sú libro El Dominio del Aire (ver The Blitz de
Fitzgibbon, Capíútúlos 1 y 2). Goering conocíúa y admiraba el libro de Doúhet. <<
124. Bodenschatz contoú a HF esta significativa declaracioú n de Goering. Sin embargo, tanto
Bodenschatz como Braúchitsch niegan qúe Goering túviera intenciones secretas de únirse a
úna conspiracioú n contra Hitler. <<
125. Ver los docúmentos pertenecientes a este periodo en Documents on German Foreign
Policy, Serie D, V. <<
127. Galland cita las sigúientes cifras mensúales de prodúccioú n de cazas diferenciada de la
de bombarderos, aviones: 1940, 125; 1941, (bajo Udet), 375; principios de 1942, 250; 1942
(bajo Milch), 1000; otonñ o de 1944 (bajo Speer), 2500. La proporcioú n de cazas a
332
bombarderos en 1939 era de 1 a 3; en 1940 soú lo de 1 a 4. Las investigaciones oficiales de
los Estados Unidos despúeú s de la gúerra hacen hincapieú en el nivel asombrosamente bajo
de prodúccioú n armamentíústica dúrante el periodo de 1940 a 1942; la prodúccioú n inglesa
era de hecho mayor qúe la de Alemania, qúe parecíúa segúir pensando en teú rminos de úna
gúerra corta. Las cifras de prodúccioú n inglesa para cazas dúrante los meses de mediados de
1940 ascendieron a casi 500 aparatos al mes. El servicio de inteligencia de Himmler era
múcho maú s preciso en esos asúntos qúe el de Goering, pero Goering, natúralmente, preferíúa
refúgiarse en búsca de consúelo en las cifras maú s bajas qúe le daban sús propios hombres.
Ver Schellenberg, op. cit. 125. <<
129. Diarios de Ciano, 1939-43. p. 210. Ver tambieú n Wiskemann, op. cit., p. 54. <<
132. El general Stúdent le contoú esto a Liddell Hart. Ver El Otro Lado de la Colina, p. 149. <<
133. Dúrante 1938 se le dijo al general Felmy qúe preparara ún plan para la eliminacioú n de
la resistencia inglesa mediante ataqúe aeú reo. El plan qúe presentoú estaba disenñ ado con la
intencioú n de demostrar qúe la Lúftwaffe no podíúa lograrlo; la operacioú n estaríúa fúera del
alcance de sús fúerzas. Goering garabateoú sú rabia sobre el plan: «no pedíú ún estúdio qúe
evalúú e las posibilidades y qúe describa núestras debilidades, yo las conozco mejor qúe
nadie». Jeschonnek devolvioú el plan a Felmy con ún mensaje verbal de qúe si Goering
«lanzaba la Lúftwaffe contra Inglaterra concentrando todos los escúadrones entonces los
cielos de Londres se oscúreceríúan». Felmy previoú problemas tan embarazosos como la
necesidad de úna enorme escolta de cazas para los bombarderos de Goering y la falta de
formacioú n de los pilotos en orientarse crúzando el mar. Ver Ansel, p. 191 y Rieckhoff, pp.
16-17 y 10. <<
134. Goering denegoú la peticioú n de Raeder de qúe la Lúftwaffe minara Scapa Flow y los
estúarios para obstacúlizar a la flota inglesa dúrante el traslado de búqúes alemanes a
Norúega. <<
135. Rieckhoff en Triumph oder Bluff? da úna extraordinaria descripcioú n del mando de la
Lúftwaffe, con los teú cnicos en permanente desacúerdo con los disenñ adores y fabricantes, y
múchos de los oficiales súperiores, ascendidos con demasiada rapidez, ansiosos por
encúbrir las deficiencias y cúbrirse las espaldas ante Goering y Hitler, qúe pronto túvieron
úna impresioú n completamente falsa de las fúerzas a sú disposicioú n. A la organizacioú n en
tierra se la dotoú de únos lújos tremendos, de forma qúe la moral de los joú venes pilotos,
como elite de la raza súperior, se mantúviera en las núbes. <<
333
136. Hay úna copia del diario de Halder en la Biblioteca Wiener. El diario de Jodl púede
encontrarse en Nazi Conspiration and Aggression, IV, pp. 377-411. <<
137. Shirer, Auge y Caída del Tercer Reich, p. 733. Halder en sú panfleto Hitler as Warlord
(públicado por primera vez en alemaú n en 1949) preveíúa la acúsacioú n contra Goering
expresada en sú carta a Shirer. Escribioú (p. 30): «El envolvimiento de las fúerzas francesas e
inglesas, qúe era el úú nico objetivo de toda la ocúpacioú n, estaba a púnto de lograrse cúando
Goering advirtioú a Hitler en contra de dejar ún eú xito asíú a los generales, insinúando qúe si lo
consegúíúan obtendríúan ún prestigio ante el púeblo alemaú n qúe podríúa amenazar sús
posiciones. Goering ofrecioú los servicios de sú fúerza aeú rea para completar la destrúccioú n
del enemigo rodeado por casi todos los flancos, sin ayúda del ejeú rcito». Esa acúsacioú n se
basaba, segúú n Halder, en las declaraciones qúe hicieron en 1946 dos oficiales súperiores de
la fúerza aeú rea. Otros factores qúe intervinieron en la decisioú n fúeron el deseo de Hitler de
conservar las divisiones blindadas para la conqúista de Francia, y el hecho de qúe el
territorio alrededor de Dúnkerqúe no era adecúado para los tanqúes. Y los alemanes
tampoco habíúan creíúdo posible la evacúacioú n casi milagrosa qúe túvo lúgar en el púerto y
las playas de Dúnkerqúe. <<
139. << Segúú n Bútler y Yoúng en Mariscal sin Gloria, (p. 202), Goering inclúso intentoú , en
vano, qúedarse con la embajada inglesa como residencia privada.
140. Shirer, Diario de Berlín, p. 435. Dúrante el mes de júlio Goering se volvioú a reúnir con
Dahlerús y súgirioú qúe el rey de Súecia podíúa intentar organizar úna conferencia de paz
entre los alemanes y los ingleses. Ver TMI, IX, pp. 220-221. <<
141. El 22 de júlio de 1938 Goering pasoú ún díúa en el núevo destrúctor alemaú n Hermann
Schumann. Mostroú sú desdeú n por la Marina diciendo: «A partir del verano de 1939
Alemania tendraú formaciones aeú reas qúe representaraú n tal peligro para la flota britaú nica
qúe no podraú n úsar sús bases navales». Le gústaba decir «Para lo úú nico qúe necesitareú a la
Marina seraú para tener estaciones meteoroloú gicas súbmarinas en el Atlaú ntico». (Ansel, op.
cit. p. 111). <<
334
falta de súministros, revisiones, mantenimiento de motores, alteraciones mecaú nicas,
reparaciones de radio… De lo qúe se desprende qúe Goering a menúdo desplegaba aviones
de papel y maldecíúa qúe no aparecieran sobre los cielos de Inglaterra. <<
143. Las peú rdidas alemanas en el periodo qúe va desde el 23 de agosto al 6 de septiembre
fúeron de 378 aviones; las peú rdidas britaú nicas fúeron 277. En los qúince díúas sigúientes,
dúrante el blitz de Londres, Alemania perdioú otros 262 aparatos frente a los 144 de
Inglaterra. Cúando terminaron los bombardeos en octúbre, Galland estimoú sús peú rdidas en
ún tercio de los bombarderos y úna cúarta parte de los cazas. Mientras tanto, Inglaterra
súperaba a Alemania en prodúccioú n de aviones al constrúir 9924 aparatos dúrante 1940
frente a los 8070 de Alemania (ver Shirer, Auge y Caída del Tercer Reich, p. 781). <<
146. Ver TMI, IX, p. 136; Shúlman, Defeat in the West, donde cita ún interrogatorio de
Goering por los americanos, pp. 56-57; y la declaracioú n de Stúdent a Liddell Hart, op. cit.,
pp. 231-233. <<
147. Milch en conversacioú n con HF. Para informacioú n sobre la visita de Goering y Stúdent a
Hitler, ver Liddell Hart, op. cit., pp. 228-231. <<
149. TMI, III, p. 6; Nazi Conspiracy and Aggression, V, p. 378. Ver tambieú n TMI, III, pp. 4-7; IV,
pp. 75-76; VI, pp. 151-154 y los Docúmentos del Júicio PS 2718 y 1743 y USSR 10. <<
150. Para el texto completo tradúcido de esta conferencia, ver Hitler’s Europe, II, pp 230-
236. Para las excúsas de Goering sobre esta conferencia, ver TMI, IX, p. 317 y sigúientes. <<
152. Ver TMI, IV, p. 79 y IX, p. 250. Ver tambieú n Shirer, Auge y Caída del Tercer Reich, p. 964.
El 20 de mayo de 1941 Goering prohibioú toda emigracioú n volúntaria de los júdíúos de
Francia y Beú lgica adúciendo qúe eso interferíúa con el plan general de evacúacioú n y por tanto
se adelantaba a la «solúcioú n final» qúe estaba al alcance de la mano. Ver Reitlinger, Solución
Final, p. 82. <<
154. Se ha súgerido qúe Goering fúe responsable directo de condúcir a Udet al súicidio.
Bernd von Braúchitsch lo niega; en conversacioú n con HF afirma qúe Udet estaba
335
mortalmente preocúpado por ún trabajo para el qúe no era apto y por sús problemas con
úna mújer. <<
156. Ver TMI, IV, pp. 71-73 y XV, p. 183 (Docúmentos PS 1666 y 1183). Ver tambieú n Nazi
Conspiracy and Aggression, IV, p. 183. <<
157. TMI, VII, p. 167 y sigúientes; IX, p. 322 y sigúientes; y XV, p. 203, Docúmento USSR 170.
<<
158. Ver Schellenberg, op. cit., pp. 216-217, 300-301, 344. <<
159. Sobre esos encúentros iniciales con Goebbels, ver sús Diarios, pp. 96 y sigúientes y
142-143. <<
162. Sobre las relaciones entre Goering y el matrimonio Rommel, ver Rommel de Yoúng, pp.
179-80 y The Rommel Papers, pp. 366-69. <<
165. Al dar sú opinioú n sobre Goering los generales expresaron poco amor por eú l. Ver Liddell
Hart, op. cit. pp. 130, 456, y Shúlman, op. cit., pp. 85-86. <<
NOTA ESPECIAL:
336
Marina, aúnqúe admitioú qúe los alemanes iban escasos de transporte. Tanto la fúerza aeú rea
como la Marina inglesas húbieran tenido qúe ser inútilizadas desde el aire antes de poder
hacer ún desembarco con eú xito. Le dijo a Hitler qúe la moral de Inglaterra no se qúebraríúa
por los bombardeos de Londres; Bath fúe atacada, segúú n dijo, porqúe en úna ocasioú n habíúa
mencionado a Hitler qúe las oficinas del gobierno habíúan sido evacúadas allíú desde Londres.
En respúesta a úna pregúnta directa sobre la verdad del asúnto, admitioú con úna amplia
sonrisa qúe núnca voloú en ningúna misioú n sobre Inglaterra dúrante la gúerra, y eso le fúe
confirmado por Braúchitsch a los aútores.
Estamos múy agradecidos al senñ or McLoúis Jacketts, director del departamento histoú rico
del Ministerio del Aire, y al senñ or Denis Richards, coaútor de RAF 1939-45, el libro con
patrocinio oficial sobre la historia de la R AF dúrante la Segúnda Gúerra Múndial, por
proporcionarnos los detalles sobre el interrogatorio de Goering descrito anteriormente. El
senñ or Richards tambieú n hizo para nosotros la sigúiente evalúacioú n de Goering como
comandante general de la Lúftwaffe:
«El qúe la Lúftwaffe fúera derrotada e inútilizada múcho antes de qúe las fúerzas terrestres
alemanas súfrieran la derrota en el oeste se debe en no poca medida a sú propio jefe
corpúlento. Sú cordialidad, aspecto de búcanero y sú encanto le habíúan servido bien
dúrante los anñ os de preparativos prebeú licos y hasta el momento en qúe el ejeú rcito alemaú n
se abrioú camino con demasiada facilidad a traveú s de los Paíúses Bajos y Francia. Pero tan
pronto como el ejeú rcito alemaú n llegoú al Canal y se entroú en úna núeva fase de la gúerra para
la cúal no habíúa habido ensayos previos, sús imperfecciones como comandante se hicieron
evidentes. En el mismíúsimo principio de la Batalla de Inglaterra detúvo, casi tan pronto
como habíúan empezado, los ataqúes alemanes contra núestras estaciones costeras de
radar… ataqúes qúe de haber continúado bien púdieran haber sido decisivos para la gúerra.
Unas pocas semanas despúeú s tiroú a la basúra sú segúnda gran oportúnidad. Abandonoú sú
ataqúe de gran eú xito contra núestras estaciones de cazas de sector y en vez de eso se dedicoú
a bombardear Londres. Lo hizo bajo oú rdenes directas de Hitler, y aqúíú tenemos úna de las
claves de sú debilidad como comandante: no presentoú a Hitler ningúú n plan pensado ni
consistente ni para el desarrollo de la fúerza aeú rea alemana ni para sú empleo estrateú gico,
sino qúe simplemente acataba las oú rdenes erraú ticas del Fúö hrer con úna inclinacioú n de
cabeza. Y lo hizo aúú n a sabiendas de qúe las oú rdenes del Fúö hrer eran ún disparate.
»Por encima de todo, aúnqúe la Lúftwaffe en 1940 poseíúa instrúmentacioú n de radio para
realizar ataqúes noctúrnos qúe estaban múy lejos qúe lo qúe túviera la R AF en servicio en
ese entonces, Goering no habíúa considerado en serio ningúna operacioú n aeú rea fúera de las
dos esferas de apoyo militar directo y simple terror. Demostroú qúe era incapaz o bien de
lanzar ún ataqúe estrateú gico efectivo o de rechazar úno. Tíúpico de sús limitaciones fúe la
forma desastrosa en qúe llevoú el asúnto del Me 262, el primer avioú n a reaccioú n qúe entroú en
servicio.
»Múcho antes del final de la gúerra, la ineptitúd de Goering como dirigente de la Lúftwaffe
era casi ceú lebre. Recibíúa los frútos del esfúerzo cientíúfico alemaú n, pero fracasaba a la hora
de organizarlos o emplearlos de manera efectiva. Incapaz de repeler los ataqúes anglo-
337
americanos, tambieú n carecíúa de medios para montar úna ofensiva propia comparable; en ún
momento en qúe los bombardeos de los Aliados se volvíúan maú s frecúentes y de mayor eú xito,
la Lúftwaffe podíúa tomar represalias sobre el súelo ingleú s soú lo con sús armas V, vejatorias
pero indiscriminadas y en esas circúnstancias inefectivas. Pero para ese entonces, la qúe
úna vez fúera la brillante figúra del mariscal del Reich habíúa dejado de dominar cúalqúier
escena maú s allaú de los confines de Carinhall. Enclaústrado en sú mansioú n privada alejada
del centro de la tormenta, se habíúa convertido en poco maú s qúe ún núú mero, úna vehíúcúlo
para transmitir las oú rdenes insensatas de Hitler, y ún figúra cada vez maú s ignorada por sús
súbordinados capaces, qúe síú se ocúpaban de combatir en úna gúerra de verdad».
Capíútúlo 8
Hay ún cierto núú mero de libros dedicados entera o parcialmente al saqúeo nazi de las
colecciones de arte en Eúropa. Los libros maú s importantes son Salt Mines and Castles de
Thomas Howe y Le Front de l’Art de Rose Valland. El asúnto fúe ampliamente debatido en el
júicio de Núú remberg, y los principales docúmentos relacionados con el Destacamento
Especial Rosenberg estaú n inclúidos en los docúmentos públicados en relacioú n con el júicio.
HF, sin embargo, llevoú a cabo úna investigacioú n especial en Alemania, Francia y Holanda y
recibioú úna ayúda inestimable por parte del Rijksinstituut voor Oorlog Documentatie de
AÁ msterdam, donde hay abúndante material sobre las adqúisiciones de arte de Goering
dúrante la gúerra, y del Dr. Brúno Lohse, consejero de arte de Goebbels y agente súyo en
Paríús. Tambieú n conocioú a Andreas Hofer y la senñ orita Valland. El conocido pero todavíúa
«restringido» Informe sobre el Saqúeo de Arte recopilado por las Oficina de Servicios
Estrateú gicos en 1945 tambieú n nos proporcionoú informacioú n de valor.
169. Gretl Afzeliús (Thirring de nacimiento, hermana del profesor Hans Thirring) le contoú a
HF el orgúllo con qúe Goering solíúa hablar de los castillos de sú familia. Cúando la presentoú
por primera vez a sús parientes súecos, Goering dijo de ella: «¡Se crioú en úno de núestros
castillos!». <<
171. Ver Thomas C. Howe, Salt Mines and Castles, p. 210; tambieú n TMI, IX, p. 125. <<
173. Ver TMI, III, pp. 62-65; IV, p. 72; IX, p. 115. Los principales Docúmentos del Júicio
relacionados son PS 136, 138, 141, 3042. <<
338
174. Ver TMI, III, pp. 69-71. Entre las colecciones maú s famosas robadas por Rosenberg en
colaboracioú n con el gobierno de Vichy se hallan las de la familia Rothschild y las colecciones
Katz, Kahn, Weill, Seligmann y Schloss. Esas y múchas otras colecciones fúeron reqúisadas
con la falsa excúsa de qúe sús propietarios podíúan sacarlas ilegalmente de Francia y
enviarlas a Espanñ a. Goering insistioú en qúe las aútoridades francesas túvieran la primera
opcioú n sobre cúalqúier obra qúe reqúirieran para el Loúvre, y las obras enviadas a
Alemania a veces eran pagadas, aúnqúe a úna tasacioú n múy baja. El dinero obtenido de esta
manera se pagaba a la Comisioú n de Vichy para Asúntos Júdíúos, núnca a sús dúenñ os
originales. <<
175. Docúmento del Júicio PS 1985. Ver tambieú n TMI, VII, p. 180. <<
176. El Dr. Lohse le contoú a HF el caso del experto júdíúo octogenario, el profesor
Friedlaender. Habíúa salido de Alemania para irse a Holanda y, despúeú s de la ocúpacioú n,
Goering hizo todo lo posible para protegerle. Cúando finalmente la Gestapo aparecioú para
arrestarle, Lohse voloú a Berlíún para apelar a Goering, qúien le dijo qúe Hitler le habíúa
prohibido qúe sigúiera intercediendo en casos de júdíúos. «Ya sabe coú mo admiro al viejo»,
dijo Goering, «pero no púedo hacer nada». Entonces le sonrioú a Lohse. «¿Y por qúeú no hace
ústed algo? ¡Use sú propia iniciativa!». Lohse, sin úsar el nombre de Goering, enganñ oú a la
Gestapo para qúe liberara a Friedlaender, qúe sobrevivioú a la gúerra y permanecioú en
AÁ msterdam. Poco antes de sú múerte, le dio a Lohse úna fotografíúa firmada para
conmemorar sú intervencioú n. <<
180. Ver Men and Monuments de Janet Flanner, p. 248. Ver tambieú n docúmentos
depositados en el Rijksinstituut, AÁ msterdam. <<
182. Goering pagoú casi dos millones de florines por sú falso Vermeer, parte en metaú lico y la
otra parte entregando únas treinta obras de arte, cúyo valor total estimado segúíúa sin llegar
al de venta del «Vermeer». Los Vermeer emergieron en medio de úna atmoú sfera de
artificioso secretismo; Hofer soú lo consigúioú ver el primero de ellos con dificúltad por si
qúeríúa adqúirirlo para Goering. Se trataba del Cristo en la Casa de María y Marta. Sú dúenñ o,
qúe insistíúa en permanecer en el anonimato, se lo habíúa hecho llegar al marchante de Boer
clavado al fondo de úna caja de madera. Cúando Hofer púdo verlo al fin, lo aceptoú como
genúino, asíú como sú esposa, qúe era úna experta restaúradora de pintúras. Hofer le
escribioú a Goering el 7 de júlio de 1943, describiendo el cúadro como «la úú ltima sensacioú n»
pero aconsejando a Goering en contra de pagar por eú l la enorme súma qúe exigíúa el
339
anoú nimo propietario. De Boer, sin embargo, habíúa oíúdo qúe se habíúa descúbierto ún
segúndo «Vermeer» y dijo qúe intentaríúa encontrarlo para Goering. Pero en septiembre de
1943 Alois Miedl, el marchante de arte alemaú n qúe se habíúa qúedado con la Galeríúa
Goúdstikker, telefoneoú a Hofer desde AÁ msterdam para informarle de qúe iríúa a Berlíún con
ún cúadro múy importante. EÁ ste resúltoú ser Cristo y la Adúltera; eú ste tambieú n estaba
clavado al fondo de úna caja de madera y teníúa ún propietario anoú nimo qúe pedíúa dos
millones de florines por la obra. Goering consigúioú impedir ún intento de consegúir ese
cúadro para Hitler, y tras múcho regateo finalmente accedioú a pagar el precio de 1 650 000
florines. El propietario anoú nimo era el propio Van Meegeren. <<
185. Dar y recibir regalos se convirtioú en parte del ritúal renacentista de la vida de Goering.
Recibíúa múcho maú s de lo qúe daba, pero no le faltaba generosidad a la hora de entregar
innúmerables regalos a sú personal en ocasiones formales como Navidades. Se
empaqúetaban y enviaban cientos de regalos, y múchos maú s eran entregados en persona en
las reúniones qúe se celebraban en Carinhall para intercambiar felicitaciones con el
mariscal del Reich y sú esposa. Tanto la vanidad como la búena volúntad estaban detraú s de
tales atenciones; se regalaban, por ejemplo, bolíúgrafos de plata, o inclúso, como favor
especial, úna escopeta de gran calidad para ún cazador. Pero úna vez acabadas las
Navidades, enero se convertíúa en la estacioú n de recibir regalos, y aqúellos qúe qúeríúan
mantener el favor de Goering le enviaban caros regalos de cúmpleanñ os qúe, o habíúan
descúbierto por sú cúenta qúe Goering qúeríúa, o se lo habíúan dicho. Llegaban cientos de
regalos, algúnos de gran valor, haciendo cada anñ o contribúciones sústanciales a la coleccioú n
de arte de Goering. Como ejemplos se púede citar ún paisaje flúvial holandeú s pintado por
Salomon van Rúysdael regalado por el Dr. Friedrich Frick y valorado en 80 000 marcos; ún
tapiz franceú s del siglo XVI, regalo del Dr. Planck de Colonia y valorado en 45 000 marcos, ún
paisaje invernal de Jan van Goyen, en nombre de Alois Miedl, el marchante de arte qúe se
ocúpaba de múchas obras para Goering pero qúe le entregoú eú sta, valorada en 80 000
marcos. Un caso qúe enfúrecioú particúlarmente a Goebbels en medio de sú campanñ a
particúlar para la gúerra total fúe qúe el alcalde de Berlíún le pidiera consejo en enero de
1944 sobre qúeú le podíúa regalar la ciúdad a Goering ese anñ o; en anñ os anteriores, segúú n la
constancia qúe dejoú Semmler de los airados comentarios de Goebbels, el ayúdante de
campo de Goering telefoneaba a las aútoridades a principios de mes y les aconsejaba sobre
el regalo adecúado para Goering… qúizaú s ún Van Dyck qúe costaba 250 000 marcos.
Goebbels teníúa la impresioú n de qúe 25 000 marcos seríúa úna cifra maú s apropiada, pero es
interesante senñ alar qúe inclúso eú l aceptaba el hecho de qúe la ciúdad debíúa hacerle algúú n
regalo a Goering. Los archivos, de hecho, demúestran qúe en 1942 la ciúdad le dio a Goering
ún Tintoretto valorado en 220 000 marcos, pero en 1944 las aútoridades sigúieron el
340
consejo de Goebbels y le dieron ún cúadro de la escúela de Antonio Moro valorado en soú lo
25 000 marcos. <<
186. Gisela Limberger le contoú a HF qúe Goering en úna ocasioú n la llevoú a Paríús para qúe
púdiera ver por síú misma los oríúgenes de las obras qúe le habíúan costado tanto trabajo. <<
188. Segúú n Loúis P. Lochner (Diarios de Goebbels, p. 197) los estadoúnidenses encontraron
únas 25 000 botellas de champaú n en el chalet alpino de Goering. <<
Capíútúlo 9
Ademaú s de las fúentes principales, la informacioú n para este capíútúlo ha sido tomada de
Los últimos Días de Hitler del profesor Trevor-Roper; Der Letzte Monat de Karl Koller; The
German Air Force de Asher Lee; Los Primeros y los Últimos de Adolf Galland; Defeat in the
West de Milton Shúlman; los Diarios de Goebbels y Hitler Directs His War de Felix Gilbert.
Nos han sido de excepcional valor los recúerdos personales de Bernd von Braúchitsch, qúe
acompanñ oú a Goering al súr despúeú s de qúe se despidiera de Hitler. Tambieú n son
importantes los testimonios qúe nos proporcionaron Frau Goering, Karl Bodenschatz, Adolf
Galland, Erhard Milch y Robert Kropp.
189. Ver Gilbert, Hitler Directs His War, pp. 40, 44. <<
190. Ver Frischaúer, Goering, pp. 246-247. Cita a Kropp y Koller como las fúentes qúe
respaldan la afirmacioú n de qúe en esa eú poca Goering se encontraba profúndamente
deprimido y qúe recúrríúa a las drogas. La fúente de Frischaúer para la conversacioú n entre
Goering y Jeschonnek antes del súicidio es descrita como «ún amigo íúntimo». <<
194. La cúlpa inicial de este incidente recae sobre el propio Messerschmitt, qúe habíúa
respondido a lo qúe creíúa qúe era úna pregúnta ociosa de Hitler sobre si el núevo avioú n
podíúa llevar úna bomba. Messerschmitt, sin pensaú rselo detenidamente, respondioú «Síú, mi
Fúö hrer», ante lo cúal el Fúö hrer afirmoú qúe habíúa qúe considerar principalmente al avioú n
como ún bombardero. Goering en ún principio se enfadoú tanto por esa decisioú n como el
resto de la Lúftwaffe, pero carecíúa de la aútoridad para imponerle sú púnto de vista a Hitler,
qúien, cansado de consejos qúe iban en contra de sús deseos, prohibioú a todo el múndo
mencionar el tema en sú presencia. Esa decisioú n acortoú la dúracioú n de la gúerra de forma
considerable. <<
341
195. Ver Bútler y Yoúng, Mariscal sin Gloria, pp. 233-234. <<
197. Ver Galland, op. cit., p. 262. El mes anterior Goering habíúa recomendado ún aúmento
del núú mero de prisioneros de gúerra destinados a la prodúccioú n armamentíústica. Ver TMI,
VIII, p. 287. <<
200. Qúince camiones sacaron las propiedades de Goering de Rominten en octúbre cúando
se vio amenazado por el avance rúso. Ver Frischaúer, Goering, p. 255. <<
201. Ver Shúlman, op. cit. p. 259. La declaracioú n de Goering fúe hecha bajo interrogatorio.
<<
202. Ver Gilbert, Hitler Directs His War, p. 111 y sigúientes. <<
203. Frau Emmy Goering, Bernd von Braúchitsch y Willy Schade nos dieron sús testimonios
sobre la evacúacioú n de Carinhall. Braúchitsch vio Carinhall por úú ltima vez el 19 de abril.
Rose Valland le contoú a HF qúe fúe a Carinhall posteriormente, tan pronto como púdo
entrar en Alemania. Encontroú el lúgar en rúinas, inclúyendo el maúsoleo. Allíú encontroú ún
craú neo entre los escombros. Soú lo podíúa ser el de Carin. «¡Lo dejeú caer y, siendo cristiana,
ofrecíú úna oracioú n a le bon Dieu!», dijo. <<
204. Ver The Bormann Letters, pp. 112, 131, 146-147, 191. El comentario qúe Bormann le
hizo a Lammers, a continúacioú n, aparece citado en Los Últimos Días de Hitler de Trevor
Roper, p. 100. <<
207. Braúchitsch recúerda bien la larga discúsioú n sobre el texto de este mensaje dirigido a
Hitler, Goering estaba profúndamente preocúpado. La frase final fúe anñ adida para hacer
parecer maú s húmano el mensaje y expresar preocúpacioú n por Hitler, pero sú significado
exacto núnca qúedoú del todo claro. <<
208. Ver Trevor-Roper, Los Últimos Días de Hitler, p. 151 y sigúientes. Ver tambieú n TMI, XVII,
p. 57 y Frischaúer, Goering, p. 256. <<
209. Ver Shirer, End of a Berlin Diary, p. 158 y Los Últimos Días de Hitler, p. 164. <<
342
Una bomba cayoú cerca del chalet de Goering, y úna seccioú n de la estrúctúra se derrúmboú . El
refúgio antiaeú reo no podíúa acomodar a todo el múndo qúe intentaba apretújarse en eú l y
captores y caútivos (todos conmocionados en mayor o menor medida) se trasladaron al
Stolen, o pozo de mina, qúe ofrecíúa mayor segúridad, en la montanñ a. Bernd von Braúchitsch
tiene víúvidos recúerdos de esos momentos. <<
211. Braúchitsch le contoú a HF qúe todo estaba desorganizado en ese momento y qúe la
moral de los gúardas de la SS era baja. Segúú n, Kropp, Goering, júnto con sú familia y
miembros de sú personal, fúe llevado a Maúterndorf tres díúas despúeú s del bombardeo,
viajando de noche en úna caravana de coches. Kropp escribe: «Teníúamos libertad de
movimientos en el castillo de Maúterndorf asíú como en el patio. Goering tratoú a los dos SS al
mando como si fúeran sús invitados; se sentaron a sú mesa aúnqúe sús oú rdenes eran
ejecútar a Goering, a sú familia y a todo sú seú qúito tan pronto como Berlíún cayera en manos
enemigas. En Maúterndorf Goering no andaba escaso de píúldoras de codeíúna. Podíúa tomar
tantas como qúisiera». <<
214. Braúchitsch estúvo presente en ese almúerzo, qúe describioú como úna búena comida
apropiada para ún comedor de oficiales. La atmoú sfera no carecíúa de úna cierta excitacioú n y
sensacioú n de alivio despúeú s de los largos viajes qúe habíúan hecho con las carreteras en
malas condiciones. Desde el púnto de vista de los americanos, el haber captúrado a Goering
era ún triúnfo notable. Desde el púnto de vista de Goering, la reúnioú n parecíúa el primer
paso hacia úna núeva fase de prestigio, ya qúe negociaríúa úna rendicioú n honorable. El
almúerzo, por tanto, teníúa ún cierto aire de celebracioú n en ún hermoso entorno primaveral.
<<
215. Goering estúvo en Aúgsbúrgo casi qúince díúas. Aparte de los interrogatorios, eú l y sús
companñ eros no teníúan nada qúe hacer excepto pensar, y la inactividad deprimíúa a Goering,
qúe rúmiaba sús pensamientos en sú habitacioú n. Los americanos se hicieron cargo de
proteger a sú familia. Braúchitsch recúerda compartir con Kropp la tarea de destrúir parte
de la enorme cantidad de pastillas de paracodeíúna qúe Goering se habíúa traíúdo. Tiraron úna
cantidad enorme por el retrete, ya qúe no les parecíúa correcto qúe los americanos lo
descúbrieran en posesioú n de tantos miles de pastillas. Pese a ello, Goering conservoú úna
reserva sústancial en sú neceser. <<
Capíútúlo 10
Las fúentes principales para este capíútúlo, ademaú s del registro oficial del júicio, son los
estúdios qúe los psiqúiatras penitenciarios estadoúnidenses, los Drs. M. Kelley y G. M.
343
Gilbert realizaron sobre Goering en sú públicacioú n 22 Cells in Nuremberg [22 Celdas en
Núú remberg] (Kelley) y Hermann Goering, Amiable Psychopath [Hermann Goering, Psicoú pata
afable] y Nuremberg Diary [Diario de Núú remberg] (ambas de Gilbert); ya qúe las entradas
en el diario estaú n fechadas, no hemos dado referencias de paú ginas para núestras citas en el
texto. Las notas del difúnto lord Birkett sobre el comportamiento de Goering en la sala nos
fúeron amablemente cedidas por el propio lord Birkett poco antes de sú múerte. Otros
testimonios personales relacionados con ese periodo son los de Frau Emmy Goering.
Robert Kropp, Papen y Schwerin von Krosigk.
217. Los núú meros de volúmen y paú gina a continúacioú n de las referencias y citas en este
capíútúlo hacen referencia a la edicioú n inglesa en 22 volúú menes de los testimonios en el
júicio principal de Núú remberg: Juicio a los Criminales de Guerra Alemanes. Actas del Tribunal
Militar Internacional [Trial of the German War Criminals. Proceedings of the International
Military Tribunal], editado por el Servicio de Públicaciones de Sú Majestad (His Majesty’s
Stationery Office, abreviado HMSO). <<
220. El misterio de coú mo obtúvo Goering la caú psúla de cianúro con la qúe se envenenoú sigúe
sin resolverse. Papen afirma (Memorias, p. 551) qúe en dos ocasiones los gúardas
norteamericanos le ofrecieron medios para acabar con sú vida, úno de ellos fúe tan
insistente qúe Papen túvo qúe informar al oficial al mando. Milch afirma qúe no era difíúcil
ocúltar las caú psúlas qúe todos los nazis principales, inclúyeú ndolo a eú l, llevaban encima en
caso de necesidad, y descarta por completo las aseveraciones de Bach-Zelewski de qúe fúe
eú l qúien introdújo la caú psúla en la celda de Goering; Goering no teníúa a este hombre en
ningúna consideracioú n. Sin embargo, Frau Goering cree qúe no teníúa la caú psúla consigo en
el momento de sús úú ltimas entrevistas con eú l, qúe túvieron lúgar qúince y tres díúas antes de
sú múerte. En ambas ocasiones ella múrmúroú «¿Tienes —?», úsando úna palabra en clave
qúe ambos entendíúan y eú l respondioú negando con la cabeza. Cree qúe finalmente obtúvo lo
qúe qúeríúa de úno de los gúardas. Segúú n Frischaúer, el peqúenñ o contenedor metaú lico qúe
encontraron júnto a eú l era exactamente igúal al qúe encontraron en úna cavidad de las
encíúas de Himmler; Himmler se habíúa súicidado en caútiverio tras ser desvestido y
registrado. La explicacioú n oficial qúe dio a la prensa el comandante Frederick Teich, el
oficial de operaciones de la prisioú n, era qúe Goering habíúa tenido la caú psúla a sú lado
dúrante todo sú caútiverio y qúe la habíúa escondido bajo el borde de la taza del retrete de
sú celda; Teich descartoú por completo la teoríúa de qúe, antes de ser captúrado, Goering se
habíúa sometido a úna operacioú n especial qúe le permitioú esconder la caú psúla en sú carne,
cerca de sú cicatriz de gúerra, qúe tras sú múerte se descúbrioú qúe se habíúa reabierto. <<
344
ARNOLD ROGER MANVELL (10 de octúbre de 1909, Londres, Reino Unido - Boston,
Massachúsetts, 30 de noviembre de 1987). Fúe el primer director de la Academia de Cine
Britaú nica (cargo qúe ocúpoú maú s de úna deú cada), aútor de númerosos libros sobre pelíúcúlas
y la realizacioú n de pelíúcúlas, y es coaútor con Heinrich Fraenkel de múchos libros sobre la
Alemania nazi, inclúyendo biografíúas de Adolf Hitler, Rúdolf Hess, Heinrich Himmler, Joseph
Goebbels y Hermann Goering.
Dúrante la Segúnda Gúerra Múndial trabajoú en el Ministerio de Informacioú n, con la creacioú n
de pelíúcúlas de propaganda para el gobierno britaú nico. Dúrante sú carrera fúe profesor en
las úniversidades de hasta cúarenta paíúses de tres continentes (Ameú rica, Eúropa y Oriente
Medio), y se hizo ún nombre como gúionista y locútor. Se incorporoú a la Facúltad de
Comúnicaciones de la Universidad de Boston en 1975, dando clases de Historia del Cine.
Manvell fúe nombrado profesor de la Universidad en 1982.
345
HEINRICH FRAENKEL (Lissa, Polonia, 28 de septiembre de 1897 - Londres, Reino Unido, 1
de mayo de 1986). Fúe ún aútor y escritor de Hollywood, maú s conocido por sús notables
biografíúas de criminales de gúerra nazis (Adolf Hitler, Rúdolf Hess, Heinrich Himmler,
Joseph Goebbels y Hermann Goering) públicados entre los anñ os 1960 y 1970, coescritos
con Roger Manvell.
Antes de dedicarse a la investigacioú n histoú rica júnto a Manvell, fúe gúionista de varias
pelíúcúlas alemanas dúrante la deú cada de los treinta, hasta qúe escapoú a Gran Bretanñ a
húyendo del nazismo. Bajo el seúdoú nimo de Essiac, Fraenkel escribioú úna colúmna de
ajedrez en el New Statesman y públicoú varios libros de ajedrez, entre ellos Adventures in
Chess (1951).
346
Notas
347
«Ritter» en alemaú n, tíútúlo nobiliario menor cúyo eqúivalente seríúa el de «Caballero». (N.
[*]
enemigos de la nacioú n alemana y qúe basaba sús praú cticas en las de sú predecesora
medieval homoú nima. La palabra «Vehm» significa «castigo» en alto alemaú n medio y sú
forma moderna seríúa «Feme» (N. del T.). <<
[*]
Goering hace referencia al «Complot de la Poú lvora» de 1605, cúando ún grúpo de
conspiradores catoú licos intentaron matar al rey Jaime I y a gran parte de la aristocracia
protestante volando el parlamento dúrante sú ceremonia de apertúra. Gúy Fawkes, qúe fúe
aprehendido por las aútoridades mientras intentaba llevar a cabo el atentado, se convirtioú
en úna figúra icoú nica en la cúltúra popúlar inglesa y la noche del 5 de noviembre, la Noche
de las Hogúeras, se conmemora el hecho con fúegos artificiales y múnñ ecos qúe representan
a Fawkes (N. del T.). <<
Neúdeck era el feúdo ancestral de la familia Hindenbúrg. Nabot es el protagonista de úna
[*]
historia bíública (Reyes 21) sobre la dispúta por la posesioú n de las tierras de vinñ edos de
Nabot y el rey Acab (N. del T.). <<
El Porcellino, (el cochinillo) es el nombre popúlar de la fúente de bronce barroca con
[*]
forma de jabalíú del Mercato Núovo de Florencia (N. del T.). <<
[*]
Júlio Ceú sar, Acto IV, escena I (N. del T.). <<
[*]
1 Corintios 13:1-3 (N. del T.). <<
[*]
Franz von Lenbach (1836-1904), famoso retratista alemaú n del siglo XIX (N. del T.). <<
Una forma de anestesia basada en úna combinacioú n de opiaú ceos y escopolamina (N. del
[*]
T.). <<
[*]
Nombre dado a Aústria por Alemania nacionalsocialista tras la anexioú n (N. del T.). <<
[*]
Westwall en alemaú n, la líúnea de fortificaciones defensivas qúe los Aliados llamaron la
Líúnea Sigfrido (N. del T.). <<
La regioú n administrativa de mayor tamanñ o de las resúltantes de la divisioú n del territorio
[*]
348
Literalmente, «caza del púeblo», debido posiblemente a las exigencias de prodúccioú n
[*]
indústrial y pilotaje: debíúa ser barato, liviano, capaz de ser fabricado por operarios no
especializados y ademaú s de faú cil manejo. (N. del T.). <<
Medida úsada en farmacopea qúe en el sistema ingleú s de medidas corresponde únos 65
[*]
349