1-Jumper - Steven Gould
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COMIENZOS
1
Aparecí en la biblioteca de
Stanville, de nuevo frente a la
estantería que iba desde «Ruedinger,
Cathy» a «Wells, Martha». Sonreí. No
había pensado ningún destino en
particular cuando salté, sólo en
escapar. Cada vez que había saltado
de un peligro inmediato y físico, había
llegado hasta allí, el refugio más
seguro que conocía.
Recordé todos los lugares a los
que me había teletransportado y los
consideré. Todos eran sitios que habí
afrecuentado antes de saltar a ellos,
bien recientemente, como el caso de
Washington Square y el hotel de
Nueva York, o repetidamente durante
un largo período de tiempo. Eran
lugares que podía imaginar en mi
mente. Me preguntaba si eso era lo
único que se necesitaba.
Fui al catálogo de fichas y busqué
Nueva York. Había un listado bajo
guías de viaje, 917-471 en la
clasificación decimal de Dewey. Eso
me llevó a la Guía Foster de Nueva
York, 1986. En la página 323 había
una foto del lago de Central Park, en
color, con un banco y una papelera e
nprimer plano, y el embarcadero de
Loeb en un lado.
Cuando mamá y yo estábamos
haciendo turismo por Nueva York, no
quería que nos adentrásemos en
Central Park más que hasta el
Metropolitan Museum en la parte este
del parque. Había oído muchas
historias de atracos y violaciones, así
que no llegamos a ver el embarcadero.
Nunca había estado allí.
Me quedé mirando la foto hasta
que pude cerrar los ojos y verla. Salté
y abrí los ojos.
No me había movido. Aún estaba
en la biblioteca
.¡Um!
Pasé las páginas e intenté lo
mismo con otros lugares que no había
visitado: Bloomingdale's, el zoo del
Bronx, el interior de la base de la
Estatua de la Libertad. Ninguno de
ellos funcionó.
Entonces encontré una foto del
mirador del Empire State.
—Mira, mamá, eso es el edificio
Chrysler y ahí se ve el World Trade
Centery…
—Shhhh, Davy. Baja la voz, por
favor.
Aquélla era una expresión de
mamá. «Baja la voz». Mucho másamable
que decir «cállate» o «cállate
la boca» o lo que decía mi padre,
«cierra el pico». Habíamos ido allí el
segundo día de aquel viaje y estuvimos
arriba una hora. Antes de
encontrarme con la foto no me había
dado cuenta de la impresión que me
causó. Pensé que sólo tenía vagos
recuerdos como mucho. Pero
entonces pude recordarlo con
claridad.
Salté y se me destaparon los
oídos, como cuando despegas o
aterrizas con un avión. Me encontraba
allí, con el frío viento del East River
alborotándome el pelo y las páginas d
ela guía que aún tenía en las manos.
No había un alma por allí. Bajé la
vista hacia el libro y leí que las horas
de visita eran de 9:30 a medianoche.
Por lo tanto, podía saltar a lugares
en los que ya había estado, lo cual en
parte era un alivio. Si papá podía
teletransportarse, no sería capaz de
saltar a mi habitación de hotel en
Brooklyn. Nunca había estado allí.
La vista era confusa, con todos los
edificios iluminados, las siluetas
borrosas y mezclándose entre ellas. Vi
una lejana estatua verde con focos y
me situé. Liberty Island quedaba al sur
del Empire State. Bajé la vista para ve
rla Quinta Avenida hacia Greenwich
Village y el centro de la ciudad. Las
torres gemelas del World Trade Center
deberían haberme dado una pista.
Recordé a mamá poniendo
monedas en el telescopio para que
pudiese ver la Estatua de la Libertad.
No fuimos a la isla porque mamá se
mareaba en los barcos. Sentí una gran
pena. ¿Adónde habría ido mamá?
Entonces salté de vuelta a la
biblioteca y coloqué la guía en el
estante. Por lo tanto, ¿sólo era
cualquier lugar al que ya había ido?
Mi abuelo, el padre de mi madre,
se jubiló y se fue a una pequeña cas
aen Florida. Mi madre y yo lo visitamos
sólo una vez, cuando yo tenía once
años. Íbamos a volver el verano
siguiente, pero ella se marchó en
primavera. Tenía un vago recuerdo de
una casa pintada brillante con tejas
blancas, y un canal en la parte de
atrás con barcas. Intenté imaginarme
la sala de estar, pero lo único que me
venía a la mente era el abuelo e una
indefinida y genérica estancia. Intenté
saltar de todas formas, y no funcionó.
¡Um!
Al parecer, la memoria era
importante. Debía tener una imagen
clara del lugar, como resultado d
ehaber estado antes.
Pensé en hacer otro experimento.
Y salté.
Davy,
¿Qué quieres? ¿Por qué n
ovuelves a casa y ya está? Te
prometo que no te pegaré más.
Lo siento. A veces mi carácter
saca lo peor de mí. No quiero
que sigas entrando en la casa a
menos que vengas de una vez
por todas. Me asusta. Podría
confundirte con un ladrón y
dispararte accidentalmente.
Vuelve a casa, eso es todo, ¿de
acuerdo?
Papá
El amor apesta.
Millie no quería verme más de un
fin de semana seguido y no más de
dos fines de semana al mes. No quería
que malgastase el dinero. Le ofrecí
mudarme a Stillwater, pero fue
categórica.
—De ninguna manera. Espera. Ya
sé que eres rico como Midas, pero,
joder, ¡yo también tengo una vida!
Tengo clases a las que asistir, un
trabajo de media jornada, y una part
ede mi vida rica y plena que no te
incluye a ti —alzó la mano—. Bueno,
puede que te incluya más adelante,
pero no ahora mismo. Tomémoslo con
calma.
—No tienes por qué trabajar.
Podría pagarte un salario.
Se quedó boquiabierta.
—Hay una palabra para eso. ¡No
puedo creer que lo hayas dicho!
—¿Eh? —pensé en ello—. Lo
siento. Yo sólo quiero estar contigo
tanto como pueda.
Fue un asunto de duras
negociaciones conseguir que estuviese
de acuerdo en dos fines de semana a
lmes en lugar de uno.
El amor apesta.
La mañana después de mi
encuentro con Bob el Magnífico,
decidí, de repente, irme a Florida,
para visitar a mi abuelo. Mi agencia de
viajes me consiguió una plaza en un
avión a reacción que salía desde La
Guardia veinte minutos más tarde
.Subí a bordo durante la última
llamada.
Desde Orlando, hice transbordo a
un pequeño vuelo regular para el
último tramo hasta Pine Bluffs. Era
ruidoso, estrecho, y se movía mucho
con las corrientes de aire caliente de
la tarde. Hubo un momento en que,
después de que un vaivén
particularmente violento me empujase
hacia arriba, presionado por el
cinturón de seguridad, estuve a punto
de marcharme de un salto.
Lo único que me detuvo fue que
no creía que pudiese saltar de vuelta a
un vehículo en movimiento, y meno
saún fuera de mi vista. Si iba a saltar
del avión, decidí que esperaría hasta
que estuviésemos más cerca del suelo
o más fuera de control. El vuelo duró
media hora de tiempo real y una
eternidad de tiempo subjetivo. Todo
fue mejor cuando estuvimos en tierra
firme.
El edificio del aeropuerto era sólo
un poco más grande que el primer
piso del edificio donde vivía y el
vendedor de billetes era el personal de
tierra, el manipulador de maletas y el
guardia de seguridad. Los otros cinco
pasajeros de mi vuelo fueron recibidos
por amigos o familiares, dejándome
amerced del servicio de transporte del
aeropuerto, una ranchera azul
abollada con un conductor cuya cara
era todo arrugas.
—¿Adónde?
—Oh. Espere un segundo.
Necesito salir a mirar en la guía
telefónica —volví a entrar en el
edificio, a la cabina del rincón.
No había ningún Arthur Niles
listado. Mierda. Eché un vistazo al
edificio; nadie miraba en mi dirección.
Estudié mi rincón y lo «adquirí».
Luego salté a mi antigua habitación,
en casa de papá. Había más polvo que
nunca. Revolví impaciente m
iescritorio hasta que encontré una de
las viejas cartas del abuelo, una postal
de felicitación con sobre. Tenía la
dirección. Me la metí en el bolsillo y
cerré todos los cajones.
Oí pisadas en el pasillo que se
detuvieron al otro lado de la puerta.
Me quedé paralizado, quieto como
una piedra. Si el pomo se movía, me
esfumaría en segundos. Una voz, la de
papá, con un temblor que no
recordaba, dijo:
—¿Davy?
No sé por qué pero, después de
vacilar un instante, respondí:
—Sí, soy yo
.No creo que esperase una
respuesta. Oí que daba un grito
ahogado y que el suelo crujía al mover
su peso de un pie a otro. Después se
puso a hurgar en el candado. Cuando
oí que lo abría, salté de vuelta al
aeropuerto de Pine Bluffs.
El vendedor de
billetes/manipulador de equipaje alzó
la vista cuando me apoyé contra la
pared. Bueno, que le dé a la cabeza,
pensé, refiriéndome a papá, no al
vendedor de billetes. Tenía un nudo en
el estómago, pero también una curiosa
satisfacción, diferente de la sensación
que tuve al romper el tarro de l
aharina. Aunque aquello no fue tan
satisfactorio como podría haberlo
sido. No llegué a ver el resultado, pero
tampoco dejé huellas.
La postal y el sobre aún estaban
en mi mano mientras me dirigía hacia
al taxi.
—Al 345 de Pomosa Circle —le
dije.
Entré en la parte de atrás y me
senté, callado, mientras miraba las
numerosas casas blancas con césped
que pasaban de largo. Papá había
sonado diferente, viejo. Intenté no
pensar en ello.
—Aquí es: el 345 de PomosaCircle. Son
cuatro pavos.
Le pagué y se fue.
La casa era prácticamente como la
recordaba, un pequeño búngalo
blanco con palmeras datileras y un
canal que posaba detrás de cada casa.
El apellido en el buzón era JOHNSON.
La mujer que abrió la puerta
hablaba español y muy poco inglés.
Cuando le pregunté por Arthur Niles,
ella dijo:
—Un momento, por favor —dijo,
hablando hispano, y desapareció
dentro de la casa.
Otra mujer, rubia, con un marcado
acento del sur, vino a la puerta
.—¿El señor Niles? Falleció hace
cuatro años, creo. Sí, hizo cuatro años
en agosto. Sufrió un derrame cerebral,
con todo el calor, y murió poco
después aquel mismo día —se puso
un dedo en los labios, como si pensase
—. Entonces nosotros vivíamos al
final de la calle, en el 330. Le
compramos la casa a su hija.
Pestañeé.
—¿Mary Rice?
—Bueno, creo que ése era su
nombre de casada. Creo que en el
papeleo ponía Mary Niles.
—¿Y vive aquí en el pueblo?
—No lo creo. Estuvo aquí para elfuneral,
allí abajo, en el cementerio
Olive Branch, pero en los trámites de
la venta la representó un abogado con
poder notarial.
—¿Recuerda el nombre del
abogado?
Se me quedó mirando.
—Eh, ¿te importaría decirme por
qué necesitas saber todo eso?
Hice una pausa.
—Bueno, soy David Rice, el hijo
de Mary. Cuando ella dejó a mi padre,
esto, también me dejó a mí —sentí
que me sonrojaba y me sudaban las
manos. Bueno, ¿no era cierto? ¿No te
dejó porque no le valía la pena llevart
econ ella?—. Estoy intentando
encontrarla —añadí sin convicción.
Silencio.
—¡Um! Bueno, déjame mirar los
papeles a ver qué nombre pone. Entra
y ponte a la sombra mientras lo busco
—me hizo pasar a la casa y me
mostró una silla en el salón—.
¿Roseleeenda? Agua fría, por favor,
para el chico —entonces desapareció
al final de la casa.
En un minuto la sirvienta me trajo
un vaso de agua con hielo. Le dije:
—Gracias.
Ella me respondió:
—De nada —sonrió brevemente
yse fue.
El salón me resultaba extraño,
pues todos los muebles eran
diferentes. No fue hasta que miré por
la ventana y vi la manera en que
encuadraba a la casa de enfrente que
tuve la sensación de haber estado allí
antes. Entonces los recuerdos fueron
claros y dolorosos.
—¡Caray, Davy! Es la tercera vez
que me sacas la reina de picas.
—Ahora, Davy, sé amable con tu
abuelo. Después de todo, está viejo y
débil.
—Aún puedo ponerte sobre mi
rodilla y darte en el trasero, jovencita
.¡Toma esto!
—¡Oh, papá, otra de corazones!
Bueno, creo que Davy vuelve a ganar.
Jugamos mucho a cartas durante
aquella visita. El abuelo y yo salimos a
pescar temprano cada mañana, y
algunos días mamá y yo fuimos a la
playa. Fue un buen viaje.
—La escritura está en el banco,
así que he llamado a mi marido. Él
recordaba el nombre del abogado. Era
Silverstein. Leo Silverstein —llevaba
una guía telefónica en la mano cuando
volvió al salón—. La guía dice que
tiene la oficina en Main. Debe de dar
a la plaza por la dirección… el 14 deEast
Main.
Le di las gracias y me fui. Cuando
cerró la puerta salté al aeropuerto
local, apareciendo en la cabina. Oí un
grito ahogado en el mostrador, pero
me fui hacia la puerta como si no
hubiese pasado nada. Miré por encima
del hombro y vi que el vendedor de
billetes me estaba siguiendo hasta la
puerta.
«Joder.»
Doblé la esquina y salté de vuelta
a Nueva York.
—Hola.
—Eh… ¿qué hora es?
—Las once y media. ¿Te he
despertado?
—Me he quedado dormida en el
sofá. Estaba esperando tu llamada.
Sonreí al teléfono como un tonto.
—Perdona por llamar tan tarde.
He estado ocupado —me encontraba
en la cama, tapado, intentando entrar
en calor después de mi pequeño
asunto en Minnesota.—¿Buscando a
tu madre?
—No. Saldando cuentas
pendientes.
Su voz cambió: se hizo más
recelosa y despierta.
—¿Qué quieres decir? ¿No le has
hecho nada a tu padre?
Apreté el teléfono. Había
conseguido olvidar a mi padre durante
un rato.
—No. Se lo merece, pero no le he
hecho nada —hice una pausa—. Hoy
me he enterado de algo malo, algo
horrible.
—¿Qué?
—Mi madre pasó un año en u
nhospital psiquiátrico justo después de
abandonar a mi padre. También
tuvieron que hacerle dos operaciones
para reconstruirle la cara.
Oí que daba un grito ahogado.
—Oh, Davy, qué horrible.
—Sí, Millie, ¡no quieren decirme
dónde está! ¡Creen que se lo diré a mi
padre!
—¡Eh, Davy! Cálmate. Respira
hondo.
Cerré los ojos, expiré, inspiré.
—Lo siento —dije unos instantes
más tarde.
—Es normal estar disgustado. Hoy
has oído muchas cosas
desagradables.Tiene que ser duro para ti.
Oye,
¿quién no te quiere decir dónde está?
—Su abogado. Le dio
instrucciones de no revelar su
paradero a nadie, ni siquiera a mí.
—Oh, Davy Eso tiene que doler
—titubeó—. Ojalá pudiese estar ahí.
—Dios, te echo de menos, Millie.
Ambos nos quedamos callados
unos instantes, pero era casi como si
estuviese con ella.
—¿Qué demonios debería hacer?
El abogado me ha dicho que le haría
llegar una carta.
—Oh. Entonces, ¿puede
escribirle?
s—Supongo.
—Bueno, ¿y no quieres?
—¡No lo sé! Me refiero a que si
no quiere verme, ¿de qué sirve
escribirle?
Hubo silencio en el otro lado de la
línea.
—Davy, no sabes lo que ella
quiere. Creo que sólo le tiene miedo a
tu padre. Escríbele. Dile cómo te
sientes. Dile lo que tú quieres.
—No sé lo que quiero. No puedo
escribir.
Millie dio un bufido y habló en voz
baja.
— ¿Qu é pasa, Davy ? ¿El
rechaz es peor que tu rechazo
oreal
imaginario? Mientras no le escribas,
puedes fingir que ella querría verte si
supiese de ti. ¿Es eso?
¡Dios santo! Cerré los ojos con
fuerza. Me saltaron las lágrimas.
—¿Estás ahí, Davy? —preguntó
con delicadeza—. ¿Estás bien?
—No, no lo estoy —logré decir—.
Has dado en el blanco —tenía un
nudo en la garganta y me dolía agarrar
el teléfono tan fuerte—. Mira, tengo
que pensar en ello. Te llamaré
mañana, ¿vale?
Respondió con un hilo de voz.
—Vale. Hasta mañana. M
epreocupo por ti, Davy.
Colgué el teléfono, me puse la
almohada en la cabeza y deseé morir.
Querida Mamá,
Me escapé de casa hace
un año y tres meses. Ahora
vivo en Nueva York y me va
bien. Me gustaría verte
,aunque no sé si es algo que tú
desees. Te echo de menos,
pero entendería que no
quisieras verme. En cualquier
caso, me gustaría saber de ti.
Puedes llamarme al
718/553-4465 o escribirme al
PO Box 62345, Nueva York,
NY 10004.
Tu hijo
Querido Davy,
Me ha llevado mucho
tiempo escribir esto. No estoy
segura de lo que siento n
iestoy segura de lo que quiero.
Si no te hubieses «ido» tan de
repente, probablemente habría
dicho: «No, no quiero que te
vayas». Cuando estoy
enfadada, seguramente soy
como cualquiera y digo y
hago cosas odiosas. Supongo
que quería herirte, pero no
que te fueras.
Ahora, en cambio, no
estoy segura. Me asustas,
Davy, y me haces dudar de mi
cordura. Eso apenas es
saludable. Además, haces que
dude de tu sinceridad. T
emarchaste y pensé que al
menos llamarías, pero ya han
pasado dos semanas.
No estoy segura de que
quiera que vengas, pero creo
que me gustaría que me
escribieras.
Millie
Millie,
El nombre de mi madreera Mary
Niles. Apareció en
las noticias hace poco. He
estado ocupado.
Davy
Querido Davy,
Cuando supe quién era
Mary Niles mi primera
reacción fue de incredulidad.
No vi la cobertura televisiva
(estaba de exámenes), pero
cuando busqué en la
biblioteca, lo sabían todo
sobre el tema, e incluso
describían las imágenes del
telediario. ¿Cómo puede ser
tan cruel el destino, tan
brutalmente vengativo? Estoy
segura de que las palabras
son inadecuadas a estas
alturas.
Ojalá hubieses venido a
mí, cuando ocurrió. No sé
cómo haces lo que haces, pero
me parece que podrías haber
hecho eso… Me duele que no
vinieras a verme. Me hubiera
gustado hacer todo lo posible
por ayudarte.
Millie
P.D.: Y si puedes dejarm
enotas debajo de la puerta,
¿por qué no me puedes dar
una dirección más cercana
para que te escriba?
Millie,
Te agradezco, creo, tus
condolencias.
Sí que fui a verte, justo
después de que ocurriese.
Justo a tiempo para ver cómo
recibías a Mark en tu
apartamento. Las palabras
creo que fueron: Gracias por
venir, Mark.
Supongo que no pued
oculparte. Después de todo, me
habías dicho que me largase,
pero, por lo que habías dicho
antes, pensaba que tendrías
mejor gusto.
Davy
P. D.: Puedes meter tu
respuesta por debajo de la
puerta del apartamento 33. Y
no, no estoy allí, pero
comprobaré el correo cada
día, si puedo. Si es que de
verdad quieres seguir con esta
discusión.
Davy,
¿Es que no pensaste que lo
único que quería de Mark era
su versión de la noche en que
tú, bueno, lo sacaste de l
afiesta? Sé que Mark es una
mala persona. No estoy liada
con él de ninguna manera,
pero cuando te desvaneciste
delante de mí, ¿qué se supone
que tenía que pensar?
Ni siquiera sé si eres
humano. Por lo que sé, puedes
estar volando por ahí en un
platillo volante secuestrando
personas a diestra y siniestra.
Si este tipo de conclusiones
precipitadas te molesta,
piensa en la explicación
alternativa que me ofreciste.
Sé que estás dolido,
ysupongo que aún te dolió más
pensar que volvía a estar
enrollada con Mark. Pero,
diablos, tú mismo ya te estás
machacando bastante.
Millie
P.D.: Aún no sé si eres
humano, pero sí que sé que me
importas tanto que puedes
hacerme sufrir. Y lo hiciste.
[1]
"General Educational Development
Test" (Examen de Desarrollo
Educacional General) certifica que el
estudiante ha aprendido los requisitos
necesarios del nivel de la escuela
secundaria estadounidense. (N. del T,)
<
<
[2]
Oklahoma State University (N. del
T) <<
[3]
Marca comercial de helados y
postres hechos con soja (N. del T.) <<
[4]
Se refiere a Eliza Doolittle,
protagonista de la obra de teatro
"Pigmalión", de Bernard Shaw (N. del
T.) <
<
[5]
Cadena de establecimientos de
comida rpida (N. del T.) <<
[6]
Organización internacional de
servicio comunitario que se
fundamenta en el trabajo voluntario
para mejorar la calidad de vida de
niños y jóvenes de todo el mundo (N.
del T.) <
< [7]
ed