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OCASO

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EL DOMINGO: EL DÍA IRRENUNCIABLE

En el siglo IV, el mártir Saturnino y sus compañeros


mártires de Bitinia exclamaban "los cristianos no podemos
vivir sin el domingo". El domingo es, en efecto, para los
cristianos el "día irrenunciable", el día de los días, como
afirma el Papa Juan Pablo II.

El domingo es el día de la creación, el día del descanso, el


día de la fiesta, el día de la pascua de resurrección, el día
del hombre, el día de los hermanos, el día de la familia, el
día de la fe, el día de la esperanza, el día de la caridad, el
día de la palabra, el día de los sacramentos, el día de la
misión, el día de la paz y de la reconciliación, el día de la
Eucaristía.

Y en el corazón de todas estas realidades y rostros de


domingo cristiano, está la participación en la Misa dominical,
en la que se parte y comparte el pan de la palabra y el pan de
la Eucaristía. "Te conocimos, Señor, al partir el pan; tú nos
conocemos, Señor, al partir el pan".

En el Prefacio Dominical X del Tiempo Ordinario se nos ofrece una hermosísima y bien interpeladora
descripción de lo que es el domingo para los cristianos. Dice así:

"En verdad es justo bendecirte y darte gracias, Padre Santo, fuente de la verdad y de la vida, porque
nos has convocado en tu casa en este día de fiesta. Hoy, tu familia, reunida en la escucha de tu
palabra y en la comunión del pan único y partido, celebra el memorial del Señor resucitado
mientras espera el domingo sin ocaso , en el que la humanidad entera entrará en tu
descanso. Entonces contemplaremos tu rostro y alabaremos por siempre tu misericordia. Con esta
gozosa esperanza, y unidos a los ángeles y a los santos, cantamos unánimes el himno de tu gloria..."

Por todo ello, los cristianos no podemos renunciar al sentido cristiano del domingo. No podemos
paganizarlo ni desvirtuarlo. Ni durante el año ni durante las vacaciones. Ni en invierno ni en verano.

Para vivir el domingo en plenitud la Iglesia nos llama a la participación ya citada en la eucaristía
dominical, a vestir el traje de la fiesta, a compartir la mesa de la familia y de los amigos y a abrir
nuestro corazón, nuestro tiempo y nuestros recursos, también en el domingo, a los enfermos, a los
pobres y a los necesitados. Viviendo así el domingo anunciamos la muerte del Señor, proclamos su
resurrección y anticipamos su segunda y gloriosa venida que nos traerá el domingo sin ocaso.

……….

Plegaria eucarística III

C. El Señor esté con ustedes.

R. y con tu espíritu.

C. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.

C. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.

R. Es justo y necesario.

Sigue el prefacio que corresponda según las rúbricas, el cual concluye:

Santo, Santo, Santo…

C. Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que
por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y
santificas todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un

sacrificio sin mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso. Por eso, Padre,
te suplicamos que santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos
separado para ti, de manera que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de
Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que nos mandó celebrar estos misterios.
Porque Él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y dando gracias te
bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
"Tomen y coman todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por
ustedes".
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dando gracias te bendijo, y lo
pasó a sus discípulos, diciendo:
"Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la
alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por muchos para el
perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía".

I
C. Éste es el Misterio de la fe. (De pie) o bien:

C. Éste es el Sacramento de nuestra fe.

T. Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!

MALAQUIAS 2,11
(Biblia Latinoamérica)

ocaso,
11 Desde donde sale el sol hasta el en cambio, todas las naciones me respetan y
en todo el mundo se ofrece a mi Nombre tanto el humo del incienso como una ofrenda pura.
Porque mi Nombre es grande en las mismas naciones paganas, dice Yavé de los ejércitos

…….

HOMILIA DE PASCUA 2016 . PAPA FRANCISCO


Oficio de lectura, domingo V semana de pascua

Cristo, día sin ocaso


De los sermones de san Máximo de Turín, obispo
Sermón 53, 1-2. 4

La resurrección de Cristo destruye el poder del abismo, los recién bautizados


renuevan la tierra, el Espíritu Santo abre las puertas del cielo. Porque el abismo, al
ver sus puertas destruidas, devuelve los muertos, la tierra, renovada, germina
resucitados y el cielo, abierto, acoge a los que ascienden.

El ladrón es admitido en el paraíso, los cuerpos de los santos entran en la ciudad


santa y los muertos vuelven a tener su morada entre los vivos. Así, como si la
resurrección de Cristo fuera germinando en el mundo, todos los elementos de la
creación se ven arrebatados a lo alto.

El abismo devuelve sus cautivos al paraíso, la tierra envía al cielo a los que estaban
sepultados en su seno, y el cielo presenta al Señor a los que han subido desde la
tierra: así, con un solo y único acto, la pasión del Salvador nos extrae del abismo,
nos eleva por encima de lo terreno y nos coloca en lo más alto de los cielos.

La resurrección de Cristo es vida para los difuntos, perdón para los pecadores,
gloria para los santos. Por esto el salmista invita a toda la creación a celebrar la
resurrección de Cristo, al decir que hay que alegrarse y llenarse de gozo en este día
en que actuó el Señor.

n ocaso
La luz de Cristo es día sin noche, día si . Escucha al Apóstol que nos dice
lo que sea este día: La noche está avanzada, el día se echa encima. La noche está
avanzando, dice, porque no volverá más. Entiéndelo bien: una vez que ha
amanecido la luz de Cristo, huyen las tinieblas del diablo y desaparece la negrura
del pecado, porque el resplandor de Cristo destruye la tenebrosidad de las culpas
pasadas.

Porque Cristo es aquel Día a quien el Día, su Padre, comunica el íntimo ser de la
divinidad. Él es aquel Día, que dice por boca de Salomón: Yo hice nacer en el cielo una
luz inextinguible.

Así como no hay noche que siga al día celeste, del mismo modo las tinieblas no
pueden seguir la santidad de Cristo. El día celeste resplandece, brilla, fulgura sin
cesar y no hay oscuridad que pueda con él. La luz de Cristo luce, ilumina, destella
continuamente y las tinieblas del pecado no pueden recibirla: por ello dice el
evangelista Juan: La luz brilló en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.

Por ello, hermanos, hemos de alegrarnos en este día santo. Que nadie se sustraiga
del gozo común a causa de la conciencia de sus pecados, que nadie deje de
participar en la oración del pueblo de Dios, a causa del peso de sus faltas. Que
nadie, por pecador que se sienta, deje de esperar el perdón en un día tan santo.
Porque si el ladrón obtuvo el paraíso, ¿cómo no va a obtener el perdón el cristiano?

Oración

Señor, tú que te has dignado redimirnos y has querido hacernos hijos tuyos,
míranos siempre con amor de padre y haz que cuantos creemos en Cristo, tu Hijo,
alcancemos la libertad verdadera y la herencia eterna. Por nuestro Señor
Jesucristo.

………………

PREGON PASCUAL

El Exultet, llamado también pregón pascual, es uno de los más antiguos himnos de la
tradición litúrgica romana. Existen testimonios de su existencia desde fines delsiglo IV dc.

Se canta integralmente la noche de Pascua en la Solemnidad de la Vigilia Pascual, por


un diácono, por el propio sacerdote celebrante o por un cantor seglar, procurándose que
quien sea que deba cantar el pregón tenga pericia para interpretar el género de canto
litúrgico y lo haga con dignidad. Con este himno, el declamador invita a la Iglesia entera a
exaltar y alegrarse por el cumplimiento delmisterio pascual, recorriendo en el canto los
prodigios cumplidos en la historia de lasalvación.

Texto en latín
Exultet iam angelica turba caelorum:
exultent divina mysteria:
et pro tanti Regis victoria tuba insonet salutaris.

Gaudeat et tellus tantis irradiata fulgoribus:


et, aeterni Regis splendore illustrata,
totius orbis se sentiat amisisse caliginem.

Laetetur et mater Ecclesia,


tanti luminis adornata fulgoribus:
et magnis populorum vocibus haec aula resultet.

Quapropter astantes vos, fratres carissimi,


ad tam miram huius sancti luminis claritatem,
una mecum, quaeso,
Dei omnipotentis misericordiam invocate.
Ut, qui me non meis meritis
intra Levitarum numerum dignatus est aggregare,
luminis sui claritatem infundens,
cerei huius laudem implere perficiat.
Per Dominun nostrum Jesum Christum Filium suum,
qui cum eo vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti Deus
Per omnia saecula saeculorum. AMEN.

Vers. Dominus vobiscum.


Resp. Et cum spiritu tuo.
Vers. Sursum corda.
Resp. Habemus ad Dominum.
Vers. Gratias agamus Domino Deo nostro.
Resp. Dignum et iustum est.

Vere dignum et iustum est,


invisibilem Deum Patrem omnipotentem
Filiumque eius unigenitum,
Dominum nostrum Iesum Christum,
toto cordis ac mentis affectu et vocis ministerio personare.

Qui pro nobis aeterno Patri Adae debitum solvit,


et veteris piaculi cautionem pio cruore detersit.

Haec sunt enim festa paschalia,


in quibus verus ille Agnus occiditur,
cuius sanguine postes fidelium consecrantur.

Haec nox est,


in qua primum patres nostros, filios Israel
eductos de Aegypto,
Mare Rubrum sicco vestigio transire fecisti.

Haec igitur nox est,


quae peccatorum tenebras columnae illuminatione purgavit.

Haec nox est,


quae hodie per universum mundum in Christo credentes,
a vitiis saeculi et caligine peccatorum segregatos,
reddit gratiae, sociat sanctitati.

Haec nox est,


in qua, destructis vinculis mortis,
Christus ab inferis victor ascendit.

Nihil enim nobis nasci profuit,


nisi redimi profuisset.
O mira circa nos tuae pietatis dignatio!
O inaestimabilis dilectio caritatis:
ut servum redimeres, Filium tradidisti!

O certe necessarium Adae peccatum,


quod Christi morte deletum est!
O felix culpa,
quae talem ac tantum meruit habere Redemptorem!

O vere beata nox,


quae sola meruit scire tempus et horam,
in qua Christus ab inferis resurrexit!

Haec nox est, de qua scriptum est:


Et nox sicut dies illuminabitur:
et nox illuminatio mea in deliciis meis.

Huius igitur sanctificatio noctis fugat scelera, culpas lavat:


et reddit innocentiam lapsis
et maestis laetitiam.
Fugat odia, concordiam parat
et curvat imperia.

In huius igitur noctis gratia, suscipe, sancte Pater,


laudis huius sacrificium vespertinum,
quod tibi in hac cerei oblatione sollemni,
per ministrorum manus
de operibus apum, sacrosancta reddit Ecclesia.

Sed iam columnae huius praeconia novimus,


quam in honorem Dei rutilans ignis accendit.
Qui, licet sit divisus in partes,
mutuati tamen luminis detrimenta non novit.

Alitur enim liquantibus ceris,


quas in substantiam pretiosae huius lampadis
apis mater eduxit.

O vere beata nox,


in qua terrenis caelestia, humanis divina iunguntur!

Oramus ergo te, Domine,


ut cereus iste in honorem tui nominis consecratus,
ad noctis huius caliginem destruendam,
indeficiens perseveret.
Et in odorem suavitatis acceptus,
supernis luminaribus misceatur.

Flammas eius lucifer matutinus inveniat:


Ille, inquam, lucifer, qui nescit occasum :
Christus Filius tuus,
qui, regressus ab inferis, humano generi serenus illuxit,
et tecum vivit et regnat in saecula saeculorum.

Resp. Amen.

Texto en español
Exulten por fin los coros de los ángeles,
Exulten las jerarquías del cielo,
y por la victoria de rey tan poderoso
que las trompetas anuncien la salvación.

Goce también la tierra, inundada de tanta claridad,


y que, radiante con el fulgor del Rey eterno,
se sienta libre de la tiniebla,
que cubría el orbe entero.

Alégrese también nuestra madre la Iglesia,


revestida de luz tan brillante;
resuene este templo
con las aclamaciones del pueblo.

Por eso, queridos hermanos,


que asistís a la admirable claridad de esta luz santa,
invocad conmigo la misericordia de Dios Omnipotente,
para que aquel que, sin mérito mío,
me agregó al número de los Diáconos,
completen mi alabanza a este cirio,
infundiendo el resplandor de su luz.

El Señor esté con ustedes.


Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.

Realmente es justo y necesario


aclamar con nuestras voces
y con todo el afecto del corazón
a Dios invisible, el Padre Todopoderoso,
y a su único Hijo, Nuestro Señor Jesucristo.
Porque Él ha pagado por nosotros al Eterno Padre
la deuda de Adán
y, derramando su Sangre, canceló el recibo,
del antiguo pecado.

Porque éstas son las fiestas de Pascua


en las que se inmola el verdadero Cordero,
cuya Sangre consagra las puertas de los fieles.

Esta es la noche en que sacaste de Egipto,


a los israelitas, nuestros padres,
y los hiciste pasar a pie el Mar Rojo.

Esta es la noche en que la columna de fuego


esclareció las tinieblas del pecado.

Esta es la noche
en la que por toda la tierra,
los que confiesan su fe en Cristo, son arrancados
de los vicios del mundo
y de la oscuridad del pecado,
son restituidos a la gracia
y son agregados a los santos.

Esta es la noche en que,


rotas las cadenas de la muerte,
Cristo asciende victorioso del abismo.
¿De qué nos serviría haber nacido
si no hubiéramos sido rescatados?

¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros!


¡Qué incomparable ternura y caridad!
¡Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo!

Necesario fue el pecado de Adán,


que ha sido borrado por la muerte de Cristo.
¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!

¡Qué noche tan dichosa!


Sólo ella conoció el momento
en que Cristo resucitó del abismo.

Esta es la noche de que estaba escrito:


«Será la noche clara como el día,
la noche iluminada por mi gozo.»
Y así, esta noche santa
ahuyenta los pecados,
lava las culpas,
devuelve la inocencia a los caídos,
la alegría a los tristes,
expulsa el odio,
trae la concordia,
doblega a los potentes.

En esta noche de gracia,


acepta, Padre Santo,
el sacrificio vespertino de esta llama,
que la Santa Iglesia te ofrece
en la solemne ofrenda de este cirio,
obra de las abejas.

Sabemos ya lo que anuncia esta columna de fuego,


ardiendo en llama viva para gloria de Dios.
Y aunque distribuye su luz,
no mengua al repartirla,
porque se alimenta de cera fundida,
que elaboró la abeja fecunda
para hacer esta lámpara preciosa.

¡Qué noche tan dichosa


en que se une el cielo con la tierra,
lo humano con lo divino!

Te rogamos, Señor, que este cirio,


consagrado a tu nombre,
para destruir la oscuridad de esta noche,
arda sin apagarse
y, aceptado como perfume,
se asocie a las lumbreras del cielo.
Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo,

ese lucero que no conoce ocaso:


Jesucristo, tu Hijo,
que, volviendo del abismo,
brilla sereno para el linaje humano,
y vive y reina por los siglos de los siglos.

Amén.

…….

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dirá: "La Iglesia, desde la


tradición apostólica que tiene su origen en el mismo día de la
resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, en
el día que se llama con razón "día del Señor" o domingo. El día de la
Resurrección de Cristo es a la vez el "primer día de la semana",
memorial del primer día de la creación, y el "octavo día" en que
Cristo, tras su "reposo" del gran Sabbat, inaugura el Día "que hace el
Señor", el "día que no conoce ocaso". El "banquete del
Señor" es su centro, porque es aquí donde toda la comunidad de los
fieles encuentra al Señor resucitado que los invita a su banquete...
Para los cristianos vino a ser el primero de todos los días, la primera
de todas las fiestas, el día del Señor ("Hé kyriaké hémera", "dies
dominica"), el "domingo"" (CIC, 1166.2174). Es mediante la
Resurrección del Señor que el domingo es establecido como el día
privilegiado, como el día de la Reconciliación.

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