Los Codigos de Etica en Las Empresas Instrucciones
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Roberto de Michele
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RESUMEN
Los códigos de ética en las empresas constituyen un medio eficaz
para institucionalizar la ética dentro de las empresas. Se presentan
como la expresión clara y definida de los valores compartidos dentro
de una organización. Sin embargo, muchas veces ha sido cuestionado
el rol que tienen dentro de las organizaciones. El presente trabajo
pretende mostrar que su utilidad está estrechamente vinculada al
desarrollo de virtudes de las personas involucradas, a una adecuada
política de comunicación y a un firme liderazgo, comprometido con
los valores morales.
Palabras clave: Códigos de ética, Desarrollo de virtudes; Communi-
cación y liderazgo.
L
os tiempos que corren en la Argentina favorecen la implementación de códi-
gos de ética dentro de las empresas. En efecto, la crisis de valores por la que
atraviesa nuestra sociedad pone de manifiesto la necesidad de contar con
parámetros claros y objetivos para la toma de decisiones éticas. Si bien desde
siempre han existido en la vida del hombre distintos medios de regular su con-
ducta, los códigos de ética empresariales constituyen un fenómeno reciente que
ha tomado nuevo auge a partir de los hechos de corrupción que han saltado a la
opinión pública.
La mayor parte de las empresas cuenta con algún tipo de documento que ex-
plicita sus valores morales. Una investigación de campo realizada entre las 500
empresas más grandes de la Argentina revela que el 70% cuenta con algún docu-
mento formal que explicita sus valores morales. Sin embargo, algunos se resisten
a implantarlos, quizás porque el mundo laboral ya tiene demasiadas leyes o bien
porque no terminan de confiar en su utilidad. Los códigos de ética cargan con
una connotación bastante negativa dado que a menudo son un intento de pre-
sentar una buena imagen corporativa o una demostración de que se está al día
con las corrientes que impone la literatura empresarial.
En general, los códigos de ética definen los comportamientos morales espera-
dos dentro de una compañía. A veces tienen un carácter netamente normativo
que dificulta la percepción que hay detrás de esos deberes y prohibiciones. En
otras ocasiones, la distancia entre sus principios y lo que se percibe en la reali-
dad, hace que sean vistos con recelo y hasta con cinismo y descreimiento. No
faltan extensos manuales de principios de actuación que contienen prescripcio-
nes rígidas de difícil cumplimiento, alejadas las más de las veces de la dinámica
empresarial. Cuando se presentan estos inconvenientes, los códigos de ética pier-
den valor y efectividad dentro de la organización. Pero si están bien concebidos,
implementados y controlados, pueden ser un eficaz instrumento para lograr una
mayor cohesión dentro de la empresa, un compromiso más cercano con los obje-
tivos de la misma y en consecuencia un incremento en el sentido de pertenencia.
El asunto reclama, por tanto, una consideración más detenida.
en esa andadura aventurada en pos del mayor bien, una premisa puede servir de
guía: la consideración de la insondable nobleza que el hombre, todo hombre, ostenta
por su condición de persona. Que el hombre constituye el activo más importante de
una empresa, que toda actividad humana debe reservar un puesto de privilegio a la
dignidad de la persona en su quehacer profesional, son verdades que concuerdan ac-
tualmente un elevado número de empresarios y teóricos de la empresa. Son verda-
des, además, que han hecho vida, dejando también constancia de ello en sus idearios,
multitud de directivos de las corporaciones de más categoría. (p. 39)
LIDERAZGO Y ÉTICA
Los líderes de cada organización constituyen una pieza clave en ese proceso.
El ejemplo y las actuaciones coherentes son vitales en este sentido. De esta ma-
nera, la cultura corporativa implica un compromiso sostenido en el tiempo, ava-
lado por una conducta que apueste por la ética. Sólo desde esta perspectiva se
entenderá que los códigos no sólo son útiles sino verdaderamente necesarios
para conseguir que cada ser humano actúe con la dignidad que tiene, es decir, sea
mejor persona.
Ahora bien, el respeto profundo a la libertad humana implica que los valores
morales no pueden imponerse. Los códigos de ética señalan un camino a seguir
en la búsqueda del bien y, concretamente, en la toma de decisiones empresaria-
les, pero de ninguna manera anulan la libertad personal. Se puede decir que, a
través de ellos, la empresa induce a las personas a determinar moralmente su
voluntad hacia los bienes que encierran esos documentos, pero no les obliga a
que quieran actuar de esa manera. Esto es así porque el hombre puede hacer el
bien pero también tiene la capacidad de elegir el mal.
De aquí se desprende que el solo hecho de contar con un código de conducta
no hace éticas a las personas ni, por ende, a las organizaciones. Un hombre será
bueno o malo única y exclusivamente en función de él mismo: a través de las
determinaciones de la propia voluntad. Pero esto no quita que contar con unos
parámetros éticos empresariales pueda ser un buen estímulo para comportarse
bien en la medida en que se le muestre a las personas el valor que tales paráme-
tros encierran.
Los códigos de ética son necesarios para la persona y para la empresa y ayudan
a promover el desarrollo moral de todas las personas involucradas en la medida
en que se aprenda de ellos y a través de ellos, a vivir, a mejorar, a formarse, es
decir, a crecer en las virtudes. En todo este proceso, hay que contar con un factor
clave: el tiempo.
Muchas veces se le reclama a la ética unos resultados medibles y cuantifica-
bles en el corto plazo. Sin embargo, esto muchas veces no es posible porque la
persona se perfecciona con los años y a través de sus acciones; no alcanza todo el
bien que quiere de una vez y para siempre sino a medida que lo va eligiendo en
cada acción concreta. Por tanto, el comportamiento ético, por su propia defini-
ción, tiene que huir de las fórmulas instantáneas, de las apariciones súbitas, de
las acciones aisladas e inconexas.
Esta premisa es de vital importancia a la hora de plantearse el desarrollo mo-
ral de las personas porque un conjunto de hombres y mujeres comprometidos
con la ética dará lugar a una empresa ética. Si los directivos y los empleados
adquieren progresivamente un talante cada vez más identificado con los princi-
pios morales, el ethos de la empresa, consecuentemente, será también más valio-
so. Por tanto, en última instancia, la ética de la empresa – que podría presentarse
como algo etéreo e inabarcable – depende de los individuos porque está enco-
mendada a la moralidad de las personas concretas.
De esta manera se va configurando en cada empresa su cultura corporativa
que, lejos de disminuir la responsabilidad personal en cada acción, es una llama-
da a que todos los que componen la compañía asuman la responsabilidad de
contribuir al bien común. La suma de acciones positivas que apuntan al logro de
ese objetivo puede crear en las personas un ambiente favorable para la educación
de las virtudes y, en la medida en que ese clima se difunda, se convierte en
fuente continua de nuevos actos buenos. Así, la cultura corporativa presupone,
refuerza y difunde acciones virtuosas hasta el punto que, de alguna manera y sin
eliminar la libertad de cada uno, se puede decir que condiciona la conducta de las
personas hacia el bien, haciendo difícil la elección de acciones contrarias a él
dentro de esa organización.
El compromiso asumido por la empresa a través de su código de ética, adquie-
re así un rango más práctico y preciso, que apunta a la elección del bien en los
campos concretos en donde se juega la responsabilidad moral de la empresa. A
través de un documento de este tipo se puede cristalizar un modo de actuar
dentro de la compañía que prevalece con independencia de las personas que la
componen o del lugar donde se encuentren o del tiempo transcurrido desde su
fundación, porque sus principios no son pautas de actuación aisladas sino que se
han consolidado en una auténtica cultura corporativa.
El gran desafío que se le presenta a los códigos de ética es conseguir que sus
principios se traduzcan en realidades concretas. Para eso es importante, de una
parte, que su contenido encierre verdaderos valores morales y, de otra, que su
lidades que tienen las personas de mejorar. Si no se viera detrás del código un
instrumento para promover el desarrollo de los individuos, fácilmente se caería
en la tentación de encorsetar las conductas humanas o en el peligro de ceñirlas a
un tipo determinado de comportamiento. Cualquier política que lleve a la imple-
mentación de un documento formal no ha olvidar que su principal preocupación
es el desarrollo moral de las personas y bajo este prisma ha de valorar todas las
medidas tendientes a su implementación.
Cuando esto no se alcanza, es probable que cualquier actuación de la empresa
en cuestiones de ética sea vista como una mera imposición externa, alejada de
los intereses individuales y condenada de antemano al fracaso. En efecto, no se
puede intentar formar en las virtudes si no es en un clima de amistad y colabora-
ción ya que, como afirma Carlos Llano, “la virtud se transmite sólo mediante una
relación estrechamente personal” (LLANO, 1998, p. 251).
CONCLUSIÓN
ABSTRACT
Codes of ethics within companies are an effective way to institution-
alise ethics in their corporate culture. They are a clear and precise
evidence of the values shared within an organization. However, their
role has been questioned many times. This article is intended to show
that their use is closely connected to the development of virtues in
the persons involved, to an appropriate communication policy and
to firm leadership committed to moral values.
Key words: Codes of ethics; Development of virtues; Communication
and leadership.
Referências
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245. Barcelona: Iese, 1993.
DRUCKER, P. The practice of management. New York: Harper Collins, 1986.
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