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Comunicacion No Verbal

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O & D Consultores

COMPORTAMIENTO DURANTE EL GALANTEO

Todos sabemos mucho más de lo que realmente creemos saber. Esta es una de las
aplastantes conclusiones a las que llegamos cuando estudiamos la comunicación no
verbal.
Por ejemplo: toda mujer sabe cómo responder a los requerimientos amorosos de un
hombre atractivo. Sabe cómo enfriar una relación y cómo alentarla, y cómo controlar su
propia conducta de modo que no muestre elementos sexuales. La mayoría de las
mujeres

no pueden precisar con exactitud cómo lo hacen. Muchas ni siquiera se dan cuenta de
que la técnica es en gran medida no verbal, a pesar de que durante el galanteo las
señales de este tipo puden transformar un comentario sobre el tiempo en una
insinuación seductora.

Los primeros estudios acerca de la comunicación no verbal durante el galanteo fueron


realizados por especilaistas en cinesis, especialmente el doctor Albert Scheflen, en
colaboración con Ray Birdwhistell.

Al analizar películas del galanteo, Scheflen comprobó que el amor puede a veces hacer
bella a una persona -hombre o mujer-, e incluso ha señalado en detalle cómo esto se
produce.

Una mujer, por ejemplo, se hace súbitamente hermosa cuando una respuesta
emocional, como la atracción sexual, desencadena cambios sutiles en su organismo.
En su fría manera de expresarse, los especialistas en cinesis definen este delicioso
fenómeno como la entrada en un estado de “fuerte predisposición al galanteo”.

En parte, esta disposición se traduce en una más tensa inflexión muscular: los
músculos se comprimen respondiendo a un toque de atención, de manera que todo el
cuerpo se pone alerta. En el rostro, líneas que antes eran flácidas dejan de serlo, e
incluso las ojeras tienden a desaparecer. La mirada brilla, la piel se colorea o se torna
más pálida y el labio inferior se hace más pronunciado. La persona que generalmente
descuida su postura suele enderezarse, disminuye milagrosamente el vientre
prominente y los músculos de las piernas se ponen tensos, efecto este último que a
menudo se remeda en las fotos provocativas. También puede alterarse el olor del
cuerpo, y algunas mujeres afirman que se modifican la textura de su cabello. Lo
extraordinario es que una persona puede reaccionar de todas estas maneras y no tener
conciencia de ello.

La pareja al borde del galanteo también suele ocuparse de su arreglo personal: la mujer
juguetea con el cabello o se arregla por encima de la ropa; el hombre se pasa la mano
por el cabello, se estira los calcetines o manosea la corbata. Por lo general, son gestos
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mecánicos que se hacen automática y casi inconscientemente.

A medida que avanza el galanteo, las señalas son obvias: miradas rápidas o
prolongadas a los ojos del otro. Pero también hay indicios menos obvios. Durante el
galanteo las parejas se enfrentan abiertamente. Rara vez vuelven el cuerpo hacia un
lado. Quizás se inclinen el uno hacia el otro y extiendan un brazo o una pierna, como
para no dejar pasar a ningún intruso. Al hablar con una tercera persona, si están no
junto al otro, dejan a la vista la parte superior del cuerpo de manera educada, los
brazos caídos o apoyados el sillón, pero no cruzados sobre el pecho; pero al mismo
tiempo forman un círculo cerrado con las piernas: Las rodillas cruzadas de afuera hacia
dentro, de manera que las puntas de los pies casi tocan. Con frecuencia los cuerpos
materializan así la relación, formando una barricada de brazos y piernas. Algunas
veces, la pareja se entrega a un tacto de sustitución: una mujer puede pasar el dedo
suavemente por el borde de la copa en un restaurante, o dibujar figuras imaginarias
sobre el mantel. Otras veces adopta actitudes provocativas: cruza las piernas, dejando
entrever parte del muslo; apoya la mano en la cabeza y saca el busto hacia adelante, o
se acaricia lenta, distraídamente el muslo o la muñeca. Las parejas en galanteo ladean
la cabeza, y emplean señales genéricas como la inclinación pelviana. El mostrar la
palma de la mano es quizá el más sutil de todos los signo. Las mayoría de las mujeres
anglosajonas mantienen la mano cerradas y sólo raramente dejan ver las palmas. Pero
mientras dura el galanteo, las enseñan constantemente. A un gesto que normalmente
se hace con la palma hacia dentro, como podría ser fumar o taparse la boca al toser,
pueden hacerse con la palma hacia fuera durante el galanteo.

Dado que la mayoría de nosotros, al pensar en el galanteo, considera en primer término


las sensaciones internas - una excitación que es decididamente una respuesta visceral
- todo lo dicho hasta aquí nos puede parecer artificial. Pero, como buenos conductistas,
los especialistas en cinesis se limitan a estudiar el comportamiento y se niegan a
especular sobre los sentimientos, basándose en que éstos no pueden medirse
científicamente, ni siquiera identificarse con certeza.

Obviamente, los sentimientos están ahí. En el punto culminante del galanteo, por
ejemplo, uno se siente atento, vivo, atraído. Los gestos que se realizan para mejorar el
aspecto personal probablemente son la consecuencia de una repentina toma de
conciencia del propio yo. El tacto de sustitución, de ese delicioso conflicto que se
plantea entre el deseo de tocar y el sentimiento de que tal vez no se debe, conflicto que
por lo general es subconsciente. La inclinación pelviana puede llegar a ser una señal
particularmente sutil y virtualmente automática, al punto de que una mujer que camina
por la calle distraídamente, se asombrará al notar que su pelvis registra una reacción
cuando se cruza con un hombre atractivo; por supuesto, lo mismo puede ocurrirle a un
hombre.

Mostrar las palmas de las manos es otro gesto inconsciente. Resulta tentador extraer
una norma simplista de esto y decir que cuando una mujer muestra la palma de la mano
a un hombre es porque está tratando de conquistarlo, a sabiendas o no. Puede que
sea así, pero también puede ser un gesto de saludo, no tener connotación sexual
alguna, a no ser que ocurra en un contexto de galanteo y se relacione con otros gestos
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indicativos específicos. De cualquier manera, suele producirse con tanta rapidez o
sutileza que sólo el ojo avesado puede detectarlo. Personalmente no lo he logrado
nunca, con excepción de un par de veces en que me lo han indicado en películas
pasadas a cámara lenta. Allí resulta obvio: en un intervalo de pocos segundos, durante
un movimiento de brazos normal, la palma aparecería hacia arriba, abierta y enfrentada
a la otra persona, como indefensa y pidiendo protección. En la vida cotidiana, se suele
detectar este gesto cuando no ocurre: en una reunión, por ejemplo, cuando la dueña de
casa recibe a todos los invitados mostrándoles las palmas de sus, excepto a uno de
ellos; seguramente, éste es el invitado que menos le gusta. (El hecho de ocultar las
palmas de las manos ante alguien que no nos agrada, se reconoce vulgarmente en la
expresión del que masculla enojado: “Le voy a dar un revés.”)

Los estudios realizados hasta el presente sobre el galanteo son fascinantes en sus
detalles, y por esos mismos detalles representan una tentación para el lector, en el
sentido a animarle a fingir. Una joven que conozco tenía un buen amigo, pero un día
decidió que quería algo más que un buen amigo. Se preguntaba si podría hacérselo
saber empleando con él algunos de los comportamientos de galanteo más sutiles.
Pero el problema de fingir radica en que a menos que se sea un actor de primera,
siempre aparece algo que resulta calculado, disociado o directamente torpe, por que es
casi seguro que en el mensaje corporal existirá una indicación de que algo, en alguna
parte, no es real.

Uno de los problemas que surgen al tratar de interpretar el comportamiento no verbal,


reside en la sorprendente complejidad de la comunicación humana. El doctor Scheflen
nos ofrece una excelente ilustración de esa complejidad en sus estudios sobre el casi-
galanteo: un comportamiento que muestra una curiosa semejanza con el galanteo, pero
que no tiene el mismo significado.

Estudiando películas de psicoterapeutas y sus pacientes, el doctor Scheflen descubrió


que había secuencias de galanteo en todas ellas. Entonces investigó también
situaciones no terapéuticas y observó con sorpresa que, por lo menos entre la clase
media norteamericana, el galanteo puede aparecer virtualmente en cualquier situación:
en reuniones sociales o de negocios, entre padres e hijos, maestros y alumnos, médico
y paciente, y aun entre hombres con hombres y mujeres con mujeres, sin que ello lleve
consigo ninguna implicación homosexual. Vemos a las personas despiertas, animadas,
de pie muy juntas una de la otra, intercambiando largas miradas, mostrando las palmas
de las manos, atildándose: galanteando, según todos los indicios. Hay que concluir, por
lo tanto, que los norteamericanos están rodeados de sexo por todas las partes y se
cortejan en cuanto tiene ocasión, o bien que, por el contrario, estas secuencias no son
lo que parecen, que deben haber algunos elementos distintivos en el comportamiento
que hagan saber los participantes en la relación que no se trata de una seducción.

Un examen detallado de las películas demostró que había tales elementos distintivos,
que realmente se trataba de algo distinto al galanteo. Algunas veces, la diferencia era
obvia y se expresaba verbalmente. Una persona podía decir claramente que no estaba
tratando de cortejar a otra en ese momento, o podía referirse a otra allí presente o al
cónyuge ausente. O tal vez el tema de conversación estaba totalmente alejado del
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sexo. Algunas veces, el elemento distintivo era más sutil. Ambas personas se
enfrentaban, pero girando el cuerpo levemente hacia un lado; o una de ellas extendía
un brazo o una pierna como para incluir a una tercera. Otras veces, miraban
continuamente en derredor o conversan en tono más elevado que el indicado para una
conversación íntima. Un hombre podía hablar del amor o del sexo pero en tono
indiferente, recostado en el asiento y sonriendo con los labios, pero no con los ojos.
Entre la clase media norteamericana, los niños aprenden estas secuencias de relación
con sus padres, parientes y maestros, muchos antes de aprender a suprimir los
elementos distintivos para galantear de verdad.

No debe interpretarse este cuasi-galanteo como un signo de que, el sexo esté incluido,
es fervientemente anhelado por ambas partes. En realidad, es un medio que sirve a
fines completamente diferentes. En las sesiones de psicoterapia filmadas que observó
el doctor Scheflen se utilizaba para captar la atención de alguien que parecía estar a
punto de desconectarse de la acción del grupo. En una película de terapia familiar, se
veía al comienzo a la hija en actitud de galantear, reaccionando obviamente hacia el
terapeuta. Cuando éste eludió cuidadosamente mirarla o hablarle, ella perdió todo
interés por la sesión. Pronto, dos de los otros niños, que al parecer seguían en todo la
conducta de ella, empezaron también a desinteresarse.
El terapeuta, temiendo perder contacto con la mitad del grupo familiar y enfrascado en
ese momento en una conversación con el padre, comenzó una secuencia de cuasi-
galanteo. La inició mirando fijamente y por un momento ambos aspiraron el humo de
sus cigarrillos en perfecta sincronía. En seguida, sintiéndose ella incómoda, giro la
cabeza y puso un brazo sobre la falda, formando una barrera. Pero ya no volvió a
desconectarse del grupo.

En otras películas de terapia filmadas por el doctor Scheflen pueden verse secuencias
de verdadero galanteo. Una de ellas muestra a una psiquiatra que entrevista por
primera vez a una familia _la madre, el padre, la hija, la abuela _. En lapso de veinte
minutos la misma reveladora secuencia se produjo once veces. El terapeuta produjo
una conversación con la hija o la abuela; inmediatamente la madre comenzó a mostrar
una conducta de galanteo. Cruzaba delicadamente los tobillos, extendiendo las piernas;
se ponía una mano en la cadera y se inclinaba hacia delante. Todas las veces, el
terapeuta respondía, a su vez, mediante gestos como acomodarse la corbata u otros
similares, y le formulaba una pregunta. Ante el cual el padre mostraba signos de
nerviosismo, balanceaba un pie, e inmediatamente la hija como la abuela, que estaban
sentadas a ambos lados de la madre, cruzaban las rodillas de tal manera que las
puntas de sus pies casi se tocaban frente a la madre, formando una eficaz barrera. En
cuanto esto sucedía, la madre empezaba a “desgalantear “: cedía totalmente su tención
muscular y se dejaba caer en el asiento, en actitud tan recluida en sí que para el
psiquiatra resultara autista.

A pesar de que la protagonista de este episodio podría haber estado empleando


técnicas de cuasi-galanteo para atraer la atracción del terapeuta, ello no resulta
probable, puesto que no mostraba ninguno de los elementos distintivos, y que la familia
reaccionaba ante una verdadera invitación provocativa. Tal como después se averiguó,
la conducta provocadora de la madre constituía un problema para esta familia.
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El doctor Scheflen dice que sistemas de mensajes como los revelados en esta película
son comunes. Más aún, piensa que todas las familias lo tienen, que comparten todo su
vocabulario de gestos a un nivel subconsciente. Me imagino que la hija y la abuela
notaban sólo débilmente la a inquietud del padre, pero cuando esté comenzó a mover el
pie nerviosamente, reaccionaron en conjunto de manera inmediata.

El cuasi-galanteo se produce también en situaciones donde la distinción sexual es


confusa. Cuando una mujer se comporta en forma agresiva o dominante, actuando de
una manera que muestra una cultura considerada inadecuada a su sexo, un hombre
puede valerse del cuasi-galanteo para hacerla reaccionar. De igual forma, cuando un
hombre actúa pasivamente, una mujer puede intentar el cuasi-galanteo para anular en
él ese comportamiento supuestamente femenino.

Algunas veces, el cuasi-galanteo y su supresión actúan como un termostato que


mantiene la moral dentro de un grupo. Casi todos hemos sido testigos de como una
aburrida reunión social o un tedioso encuentro de negocios se anima inmediatamente
con la llegada de una persona vivamente atractiva. Los otros concurrentes se vuelven
más animados y parecen a su vez más atractivos. Si efectuamos un análisis de los
movimientos corporales, nos revela que la nueva aparición desató una serie de
secuencias de cuasi-galanteo. Por otra parte, si uno de los miembros del grupo cuasi-
galantea con excesivo entusiasmo, elevando el nivel aceptable de intimidad, el resto del
grupo comienza a tomar la actitud contraria, tratando de compensar la situación.

El cuasi-galanteo, por lo tanto, están muy lejos de ser un mero intento abortivo de “A”
de acostarse con “B”. Pienso que debe relacionarse con momentos de real armonía, y
con una sensación interna individual de agudeza, de bienestar y aun de excitación:
sensación que asume un carácter totalmente distinto cuando la atracción sexual está
involucrada.

Los estudios de Scheflen sobre el galanteo están basados en la clase media


norteamericana. La evidencia existente,que no es mucha, sugiere que no sólo son
sutilmente diferente los patrones de comportamiento en los distintos países, sino que
varían aun dentro de los Estados Unidos. El galanteo que se admite como normal en
cóctel de la clase media alta de la ciudad podrá ser mal visto en una reunión similar de
un pueblo chico, de un área rural o de un barrio de gente trabajadora. El cuasi-galanteo
de la clase media puede aparecer extraño aun peligroso en un grupo de gente obrera,
entre la que el elemento distintivo del galanteo puede mostrarse más como imitación
burlesca que a través de los signos más sutiles.

Pero parecer ser que existen ciertas pautas de galanteo que son comunes a todas las
partes del mundo. El etólogo austríaco Irenaus Eibl-Eibesfeldt, que fue discípulo y ahora
es colega de Konrad Lorenz, ha estudiado el flirteo en seis culturas diferentes y
encontró muchos detalles similares entre ellas. Filmó sus películas utilizando un equipo
de dos hombres: uno para manejar la cámara, y otro para sonreír y saludar a las chicas.
Se vio que éstas, tanto en Samoa como en Papua, en Francia, en Japón, en Africa o,
tratándose de indias, en Sudamérica, respondían todas con la misma pequeña danza
cinética: una sonrisa un rápido levantar de cejas –reacción considerada afirmativa-,
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seguida de un volver la espalda, con la cabeza hacia un lado, algunas veces gacha, con
los ojos y párpados bajos. A menudo las chicas se cubrían parte de la cara con las
manos y sonreían o reían azoradas. Algunas veces seguían al hombre con el rabillo del
ojo, o se volvían a echarle otra rápida ojeada antes de mirar hacia otro lado.

El doctor Adam Kendon, un psicólogo que trabajó con Scheflen, comenzó


recientemente un análisis pormenorizado del galanteo humano. Surgieron de este
análisis ciertos rasgos universales que pueden versen también entre los animales. Los
estudios de Kendon, basados en películas de parejas filmadas en parques públicos,
indican que, para la mujer, el galanteo combina dos elementos diferentes. Primero, la
mujer exhibe su sexualidad para atraer al hombre; luego lo tranquiliza mediante un
comportamiento infantil: miradas tímidas, la cabeza inclinada hacía un lado y gestos
blandos, aniñados. El hombre, a su vez, demuestra su masculinidad, quizá poniéndose
muy erguido y gesticulando agresivamente, y luego la tranquiliza también con
comportamiento un tanto infantil.

El comportamiento animal paralelo procede del peligro físico real que entraña el
galanteo: el macho se arriesga a un ataque furioso si la hembra no está en ánimo de
recibirlo; cuando la hembra inicia el galanteo, algunas veces recibe un castigo antes de
que el macho se sienta seguro y tenga la certeza de que ella no constituirá una
amenaza. Por eso el galanteo animal generalmente consta de dos etapas: primero,
uno debe atraer sexualmente al compañero; luego debe conseguir que esté deje de
temer un contacto más próximo. Algunas veces usan el recurso de imitar a las crías
jóvenes para obtener la confianza del otro. El macho del pájaro carpintero suele invitar
a la hembra a su nido imitando la actitud del polluelo que pide comida. Cuando
galantea el macho de hamster imita el grito de las crías.

Aunque casi ningún humano se entrega al galanteo pensando que con ello arriesga la
vida o el físico, es cierto que encierra riesgos profesionales

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