1-La Revolucion Francesa 1789-1799
1-La Revolucion Francesa 1789-1799
1-La Revolucion Francesa 1789-1799
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Introducción
París era una ciudad inmensa en la que la miseria de las capas más
humildes de su población contrastaba con el lujo exagerado de la Corte.
La vida social francesa era caótica. Se esperaba del poderoso Estado, en
las manos del monarca, que ahogaba a la sociedad con impuestos, que
reorganizara de nuevo un país en crisis social y económica.
El predominio francés del siglo XVII había sido sustituido en el XVIII por
la supremacía inglesa que tanto económica, como social, como
culturalmente salpicaba a todo el Continente.
La crisis económica iniciada por Luis XIV y continuada por Luis XV,
proseguirá con Luis XVI (1774-1792) que se mostrará incapaz de
resolver el déficit financiero.
Los ilustrados son también muy críticos con los privilegios de la Iglesia.
Luchan por apartar a la Iglesia de la vida política y de la enseñanza.
También surgen nuevos espacios sociales y culturales con los que las
salonniéres tendrán que competir: los cafés, los musées y los lycées,
estos dos últimos funcionan a modo de club privado, y son espacios
mayoritariamente masculinos.
Luis XVI, desde que asume la corona en 1774, debe hacer frente al
problema de la hacienda, por lo que intentará encontrar la solución
nombrando ministros de tendencia liberal, como Turgot (opositor del
partido cortesano de María Antonieta y de los Parlamentos
representantes de la nobleza) o Necker.
El rey es reacio a ratificarla, pero ante la presión del pueblo, que marcha
hacia el palacio del monarca con las mujeres y los niños al frente (5-6
de octubre de 1789), se ve obligado a aceptarla.
La Constitución de 1791
Luis XVI monarca absoluto que realmente se creía designado por Dios,
que no se equivocaba nunca, ve como ahora se pretende limitar su
poder. Así que, cuando estaba a punto de aprobarse la Constitución,
intentará huir con su familia, siendo descubierto en la frontera de Suiza,
en Varennes, donde será detenido y obligado a volver a París.
Formad en batallón!
Marchad, marchad,
El Directorio (1795-1799)
Conclusión
Este orden social, que identifica nacimiento con función social, servirá
de base a la hegemonía política y jurídica que la clase privilegiada
impone al Tercer estado. La desigualdad y los privilegios de unos pocos
sobre la mayoría, constituirán los signos más llamativos de un orden de
cosas que criticará la Ilustración.
Ahora bien, desde hacia varios siglos, pero sobre todo en el XVIII,
nuevas fuerzas sociales y económicas han ido sustituyendo esa base: la
clase burguesa y un nuevo modo de producción (el capitalismo). En el
último tercio del siglo XVIII la burguesía es el sector más preparado del
Tercer estado, y el más cualificado para emprender los cambios.
Tanto los que ostentaron el poder en aquel momento, como los que les
fueron sustituyendo (Asamblea Nacional, Convención Nacional,
Directorio), intentarán alcanzar la estabilidad. Al final, la subida al poder
de Napoleón (1799) supondrá el inicio de esa buscada estabilidad.
Los campesinos que eran dueños de sus tierras fueron los beneficiarios
más directos de la Revolución. Tras la abolición de los tributos feudales
y del diezmo eclesiástico, ambos pagados en especie, los granjeros se
verán en una posición inmejorable para concentrarse en el uso de las
tierras, para conseguir cultivos más productivos. La abolición del señorío
favorecerá el cambio en las relaciones sociales rurales. Los nobles
pierden la autoridad social que estaba basada en su título, ahora debe
basarse en su estima personal y en su poder económico. Incluso los
nobles que consiguieron que sus propiedades sobrevivieran tras la
Revolución, hubieron de cambiar sus relaciones con los demás.
«Los jornaleros tendrían que esperar casi dos siglos y vivir otras
revoluciones –políticas, industriales y, sobre todo, culturales- para que
las desigualdades se redujesen significativamente y para que la libertad
tuviese auténtico sentido». (Denise, Maurice and Robert Bréant,
"Menucount" (1989)
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(8)La Bastilla era una prisión política del Estado francés, símbolo de la
arbitrariedad del Antiguo Régimen, donde se encerraba a aquellos que
cometían delitos de opinión, permaneciendo en ella mientras el rey no
ordenase su liberación, o el reo muriera.