Juridica Plus
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¿Qué es la mediación?
Es una negociación asistida, la intervención en una disputa de un tercero neutral e
imparcial. El mediador no es parte de la disputa, no tiene lugar en ella, sino que opera
por fuera de la misma. El mediador carece de un poder autorizado de decisión y eso lo
diferencia de un juez o árbitro, designado por la ley para decidir acerca de las
cuestiones del conflicto.
Texto y contexto
Participan los que soportan el conflicto, a título de partes. El mediador es el agente
catalizar de la situación conflictiva. El espacio donde se desarrolla la mediación debe
tener un mobiliario que dé cuenta del espíritu de la práctica, una mesa redonda u
ovalada con asientos alrededor, para evitar posiciones físicas de enfrentamiento. Se
realiza la interiorización de la disputa, la evaluación de datos, el análisis del conflicto,
las posiciones que sostienen las partes. El mediador facilita una comunicación
interactiva entre las partes a través de sus intervenciones, su escucha atenta y el
cumplimiento de la neutralidad. Lo fundamental es la creación de un clima de
confianza y cooperación participativa.
El proceso comunicacional
El humano habla y por hablar se constituye en sujeto, sujetado a leyes que determinan
la lengua. En este lenguaje no sólo participa lo que decimos, sino también el lenguaje
gestual, que a veces reemplaza la palabra o la reafirma.
Su importancia en la actitud mediadora
No hay intención de comunicación sin escucha y no hay escucha fuera de las
palabras; las palabras dan cuenta de un sujeto y su posición. Es necesario que la
palabra adquiera protagonismo en su histórica función pacificadora y facilitadora del
lazo social. La mediación opera como catalizador, como instauración de la
intercomunicación y posterior interacción de las partes.
CONCILIACIÓN
La conciliación es un proceso instituido por las mismas partes en conflicto para
resolver sus problemas, consiste principalmente en que un tercero interviene entre los
Estados en conflicto y trata de conciliar sus diferencias sobre la base de concesiones
recíprocas, en otras palabras consistente en proponer alternativas concretas a las
partes para que resuelvan de común acuerdo sus diferencias.
La diferencia entre mediación y conciliación es de grado. La mediación es menos
formal que la conciliación. El mediador sugiere una solución, y en caso de ser
rechazada por las partes, formula nuevas propuestas; mientras que el conciliador, que
puede ser una persona física o una comisión, puede investigar los hechos y a final
emitir un reporte con conclusiones y recomendaciones para resolver la controversia.
La principal diferencia entre la mediación y la conciliación reside en el órgano que la
ejerce. El conciliador es designado por acuerdo de las partes, para investigar los
hechos y sugerir las fórmulas de solución; la conciliación es más formal y menos
flexible que la mediación. La mediación, como la conciliación, es un método de
solución de controversias que podemos ubicar entre la negociación y el arbitraje,
siendo la característica primordial, al igual que en los buenos oficios, la intervención de
un tercero para resolver las controversias. El factor principal en la mediación es el
prestigio del mediador, mientras que en la conciliación es la independencia del
conciliador.
MEDIACIÓN
Es un procedimiento flexible, que no tiene efectos obligatorios para las partes, en el
cual un tercero neutral, facilita la negociación entre las partes para ayudar a que
lleguen a un acuerdo. Ha sido definida como el procedimiento mediante el cual los
participantes, asistidos por una o varias personas neutrales, aislan sistemáticamente
los problemas en controversia, con el objeto de encontrar opciones, considerar
altemativas y llegar a un acuerdo mutuo que se ajuste a sus necesidades.
El o los terceros imparciales que participan, se encargan de moderar la discusión entre
las partes, interpretar la voluntad de éstas, sugerir alternativas y dirigir el proceso con
el objeto de que las partes por sí mismas convengan un acuerdo.
Cabe señalar que diversos autores han distinguido la mediación y la conciliación como
métodos alternativos distintos, cuya diferencia radica en que en la mediación el tercero
neutral no tiene la facultad para intervenir, sugerir y aconsejar a las partes para que
lleguen a un acuerdo, mientras que en la conciliación sí. El papel del experto neutral
puede variar, dependiendo de lo que establezcan las partes. La actitud del mediador
es fundamental, ya que deberá de proporcionar confianza a las partes, y ser lo
suficientemente perceptivo para descifrar cuales son los problemas reconocidos por
las partes y cuáles son los ocultos.
El proceso de mediación se distingue por ser un proceso ágil, dinámico e interactivo,
cuyo ingrediente principal es la intervención de las partes, con el fin de obtener un
resultado positivo. Se caracteriza por tener reglas sencillas mediante las cuales las
partes definen que es lo más importante, y en base a las circunstancias del conflicto se
desarrolla el procedimiento.
El beneficio principal que ofrece este medio, es la comunicación que se establece
entre las partes para que ellas mismas propongan alternativas y tomen las decisiones
de común acuerdo, lo cual permite que las relaciones entre las partes se estrechen en
lugar de fracturarse, y las resoluciones se ajusten a sus necesidades, lo cual trae
como consecuencia que se cumpla el convenio alcanzando un resultado positivo.
Régimen cerrado
Se conocen como institutos de seguridad o de menores. Tuvo su origen en las
primeras casas de trabajo, las Workhouse inglesas en 1555, y holandesas en 1599.
Eran instituciones de encierro de transgresores de poca monta (vagabundos,
mendigos, huérfanos, prostitutas), para castigar crímenes severos estaba la pena
corporal. Este tratamiento se basaba en el trabajo forzado, y educación religiosa y
moral.
En las instituciones cerradas la contención está dada por los límites fijos externos,
muros, alambrados. Estas “casas” fueron una de las primeras formas de tratamiento
conductual.
Instituciones de Menores: su transformación
En nuestro medio se caracterizaron por ser macroinstituciones que durante décadas
consolidaron un sólido prestigio, sobre las que se depositaron esperanzas y objetivos.
Pero han comenzado a ser cuestionadas desde fines de la década del 60, por el
incremento de la criminalidad y el colapso de la creencia en el llamado ideal de
rehabilitación.
En otros países tienden a desaparecer las grandes instituciones de internación para
ser reemplazadas por otras más pequeñas, para lograr una vinculación más directa y
horizontal. Esto sería un pasaje de la despersonalización y el anonimato de la gran
institución, a una progresiva individualización, base de cualquier proyecto serio de
recuperación. No es este aún el caso de Argentina.
Como consecuencia de los fracasos las instituciones se ven superpobladas, lo cual se
agrega a los problemas individuales que trae cada joven. Con “sistema de menores”
se hace referencia a un sistema que atiende a niños y jóvenes en conflicto con la ley
penal, donde todas las partes son interdependientes; al atender o modificar un solo
aspecto, esto queda neutralizado por el funcionamiento de todo el conjunto. Entonces
se suele apelar al recurso viejo, el encierro generalizado, que produce hacinamiento.
Así se vuelve cierto lo que se suele decir, “entran malos y salen peores”. A medida que
pasa el tiempo con la sorbecarga que soporta el sistema y el agravamiento de las
condiciones sociales externas, se generan peores condiciones de encierro. Los
individuos encerrados en instituciones totales son en distinto grado productos
resultantes de la misma sociedad que los encerró.
Una institución para jóvenes en conflicto con la ley es la encargada de corregir las
conductas antisociales cuando estas se producen por debajo de la edad de
responsabilidad penal; conducta que no ha sido corregida en la familia, escuela, ni en
la sociedad en general. Pretender que la internación de un joven solucione lo que no
han sido capaces de resolver los diferentes agentes encargados de su socialización,
es un objetivo ambicioso, casi imposible.
Circularidad
Se sostiene que las instituciones poseen componentes perversos en su organización,
la sospecha de una doble moral, un doble discurso producto de dos órdenes de
valores diferentes y contrapuestos. Lo constante en estas conductas es la relación
circular, que permite la coexistencia de requerimientos contradictorios entre sí, donde
uno lleva a otro y así sucesivamente. Esta perversidad termina por producir
sentimientos de dolor, angustia o desamparo; la institución no reeduca ni reforma, pero
el joven tampoco sale tan rápidamente, muchas veces pasa demasiado tiempo
encerrado, y al salir tiene muchas posibilidades de regresar, ya que nada cambió o su
situación empeoró. Esta es una de las formas en que la circularidad se manifiesta,
entendida como sucesión de conductas que conducen al mismo punto donde todo se
inició, como una compulsión a la repetición, relacionada con la pulsión de muerte, una
tendencia a lo destructivo. Habitualmente se atribuye toda la responsabilidad a la
institución.
El joven que reingresa no vuelve en la misma situación inicial, por ello decimos que no
es inocuo el pasaje por este tipo de instituciones, ya que el reingreso al sistema es un
agravamiento de la situación inicial. Aproximadamente la mitad de los jóvenes que se
encuentran en una institución ya han estado en ese lugar al menos una vez. Cada
reingreso encierra un fracaso.
No es que la institución sea perversa en sí sino que hay en ellas situaciones
destructivas y transgresoras cuando se las mira desde la moral y la ética.
No hay posibilidad de terminar en el futuro inmediato con las instituciones que implican
privación de la libertad en el caso de jóvenes. En todo caso, se extinguirán cuando ya
no tengan función que cumplir porque socialmente no será necesario asignarles
ninguna. El funcionamiento basado en la compasión sobre el chico o en la represión
conduce al fracaso, pero es difícil alcanzar una posición de equilibrio.
Propuesta
Aceptando como cierta la existencia de los daños que produce la privación de la
libertad, tratar de reducir ese daño a la mínima expresión; proponerse llegar a la
menor cantidad de jóvenes encerrados, por el menor tiempo posible y con el máximo
aprovechamiento del tiempo de permanencia.
ABORDAJE DE ADOLESCENTES CON TRASTORNOS DE PERSONALIDAD
Nos estamos enfrentando a adolescentes que no poseen demanda de tratamiento, y
más aún, que la demanda proviene de la Justicia. O sea, es el saber jurídico el que
demanda la intervención de otros saberes, allí donde tiene que asumir que su saber
tiene un límite. Será el equipo terapéutico el que deberá trabajar para realizar el pasaje
de la obligación a la demanda, lo cual está muy lejos de ser tarea de fácil ejecución.
Se puede hacer lugar a una especie de abordaje que no es desconocido, “llega
mandado”, sin evidenciar conciencia de enfermedad y en ocasiones sin real conciencia
de situación.
Si bien obligar a una persona a tratarse no puede producir efectos positivos, puede en
cambio (transferencia mediante) generar un momento en que el sujeto advierta la
gravedad de lo que le sucede y de sus consecuencias, y que a partir de esto se
implique en un tratamiento en el que se le brinde la oportunidad de gestarse un
proyecto de vida. El abordaje institucional deberá realizarse desde una mirada
interdisciplinaria.
La Declaración de los derechos del niño incorporada a nuestra Constitución Nacional
en 1994 plantea que toda acción u omisión cometida por individuos, instituciones o la
sociedad en general, y toda situación provocada por estos que prive a los niños de
cuidados, de sus derechos y libertades, impidiendo su pleno desarrollo, constituyen un
acto o una situación que entra en la categoría de los malos tratos o negligencia.
Creemos conveniente la integración en un plantel profesional de psiquiatras, médicos
clínicos, psicoterapeutas individuales y de familia, trabajadores sociales, terapeutas
ocupacionales, acompañantes terapéuticos, psicopedagogos, musicoterapeutas y
auxiliares.
En relación a la sintomatología que evidencia este tipo de adolescentes encontramos
distorsiones en todas las áreas de la personalidad, tratándose en su mayoría de
pacientes con diagnóstico de trastorno de personalidad, desde el DSM IV, y/o
borderline, en riesgo o vulnerabilidad psicosocial.
Cuando las condiciones socioambientales no son satisfactorias, los impulsos agresivos
quedan contenidos en el interior del niño, configurando la base para una
psicopatología posterior. Los miedos que sienten estos adolescentes no son
infundados, sino que fueron construidos a partir de los sentimientos de inseguridad y
angustia que sus progenitores propiciaron de una u otra forma. Así también la baja
autoestima se fue gestando por los mensajes contradictorios y desvalorizantes
escuchados, sumado a la anestesia emocional indispensable para la supervivencia en
ambientes de agresión crónica. Estos adolescentes nos muestran su dificultad no sólo
para distinguir lo que sienten sino también para percibir las emociones que
experimentan. Existe una gran ambivalencia en sus percepciones, por momentos dirán
que todo está bien pero sin embargo cuando se los confronta con las dificultades
dudan de sus afirmaciones.
Hay diferentes maneras de exteriorizar el conflicto, con una dirección hacia el medio
en forma de impulsividad, hiperactividad y baja tolerancia a la frustración, y hacia sí
mismos como sumisión, introversión, apatía, desgano, consumo de sustancias y
conductas autodestructivas. Cuando estos sentimientos aparecen durante la
adolescencia, considerando que es un período de vulnerabilidad psíquica aumentada.
Si partimos de la base de que estos adolescentes pertenecen a familias disfuncionales
donde la mentira y las contradicciones abundan, podemos entender que desde muy
pequeños no han tenido la posibilidad de integrar los elementos que los rodean con
una lógica aceptada socialmente, sino con la lógica necesaria para su supervivencia.
Cuando aquel que dice amarlos y cuidarlos los lastima, las percepciones no coinciden
con los sentimientos. Esta confusión de actitudes los lleva a construcciones erróneas
sobre su persona, el concepto de padre y madre, de amor y odio, y también de placer
y dolor.
El tratamiento debe apuntar a que puedan mejorar su calidad de vida, logren
establecer vínculos satisfactorios y puedan sostener su inserción social. Esto implicará
generar un proyecto de vida tendiente al autovalimiento y/o su inclusión dentro del
grupo familiar.
Se trata de pacientes que necesitan una apoyatura que vaya más allá de una simple
escucha, ya que si nos quedamos con ese abordaje seguramente la recaída será
inevitable, puesto que encontramos en ellos una marcada tendencia a la actuación sin
medir consecuencias de sus actos.
Las estrategias en el tratamiento individual, familiar y actividades educativas-
terapéuticas deben tener una planificación, ordenamiento y seguimiento, además de
ser discutidas y reflexionadas por el equipo profesional para aunar criterios comunes.
El mismo deberá contemplar aspectos educativos, laborales, socializantes, afectivos y
la problemática profunda.
Cuando un adolescente llega a una institución puede presentarse gran hostilidad,
vivencias paranoides, extrema actuación, situaciones de rechazo, abandono y
carencia afectiva, por lo que su recepción tiene que ser muy especial. En general se
los observa carentes de autocontrol y anómicos, como así también puede inferirse que
no han recibido pautas de lo correcto e incorrecto, teniendo una visión distorsionada
de lo que se espera de ellos, con carencia de límites internos. Por ello es necesario
poner límites externos que posibiliten el ejercicio de acciones tendientes a generar un
proyecto de vida, ya que les es imposible pensar en un mañana, viven en un presente
absoluto.
Otro punto en el que debemos hacer hincapié es la comunicación fluida entre los
referentes institucionales y la importancia de la labor de quien dirige al plantel
profesional, ya que la comunicación asegura la coherencia en la dirección que se le de
al tratamiento.
El equipo deberá plantearse qué quiere lograr el accidente con las acciones que ha
venido repitiendo que tienden a la autodestrucción. Los intentos de suicidio, el
consumo, las transgresiones, la automutilación y otros actos pueden responder a
muchos motivos: deseo de castigar a otros, de castigarse a sí mismos o de aliviar la
culpa, de apartar otras ideas adversas, llamar la atención, etc.
Una vez que comprendemos la motivación de su actuación es posible trabajar en la
búsqueda de métodos que posibiliten una adaptación al medio más efectiva. En el
trabajo con esta problemática la Psicología no puede remitirse sólo a la conducta del
sujeto, sino que debe hablarse ante todo de una psicología social.
Un adolescente que ha padecido situaciones de riesgo social tan graves necesita
tiempo, paciencia, desahogo, solidaridad, protección, recursos, revalorización como
persona, información sobre sus derechos y estrategias de resolución.