Seminario Chacarera
Seminario Chacarera
Seminario Chacarera
GONZÁLEZ”
Chacarera
Antecedentes
Coincide con esa tesis Alicia Quereihac, que la describe como: “danza picaresca, que deriva
de las danzas pantomímicas de asunto amatorio, como gallarda, el canario y la zarabanda y se
difundieron desde el Perú”.
Hasta 1810/20 mantienen su vigencia en los salones de las clases altas y en los ambientes
populares.
Por 1840/50 ya no se las ve en los salones y si en las fiestas del pueblo. Después entran en
franco abandono. Perviven en los ambientes rurales, matizan los espectáculos de circo.
Por 1870/80 morían en todo el país, y hasta la ciudad promotora genera esta opinión: “las
limeñas ya no quieren bailar sino a la europea…en los bailes apenas se toca una zamacueca”.
Entre 1895 y 1914 hay un renacimiento al calor de centros criollos, formados en Buenos
Aires, Montevideo y alguna ciudad del interior, para recordar, revivir y practicar danzas, músicas y
estilos poéticos. Algún autor ha señalado la decisiva influencia del Martin Fierro en este reverdecer
tradicionalista. Pero ahora la danza se ve como espectáculo y se habla, se compone y se edita
nueva música criolla.
En tanto Carlos Vega, revisando los programas de los circos porteños de la década de
1840, encuentra que tocaban “muchos bailes criollos” pero en ninguno hay chacareras.
En 1880 se la baila al sur del rio Salado, Pcia de Bs. As. En 1883 Ventura Linch la menciona
en Dolores (Bs. As.) y dice que es danza local. Y el francés Paillard la ve bailar en una pulpería de
Tapalqué en 1885.
Quizás la primera edición de una chacarera sea la que Luis Bonfiglio incluyo en su
publicación “Recuerdos Patrios”, en 1889.
Joaquín V. González la cita en La Rioja en las fiestas de cosecha y trilla. En los primeros
años del S. XX hay menciones esporádicas en las provincias del noroeste, en Cuyo, en Córdoba y
en Buenos Aires.
Dos santiagueños son los impulsores de la etapa siguiente. Andrés Chazarreta, que
exhuma y recopila, desde la memoria de viejos cantores y bailarines, para llevar al escenario de los
teatros una compañía de “arte nativo”. Y Manuel Gómez Carrillo, que registra y edita música y
canciones casi perdidas en Jujuy, Tucumán y Santiago.
El propósito central del Gómez Carrillo, como lo decía en sus presentaciones y puede
leerse en su correspondencia, era contribuir a fundar la gran música nacional, es decir las
elaboradas formas académicas, a partir de ese sustrato folclórico. Lo intentó en obras tales como
Alma Quichua, para violín y piano y luego para orquesta, en la que utiliza la vidala Que linda sois,
que recompiló en Loreto, Santiago del Estero. Repitiendo la experiencia en Impresiones de mi
Tierra, Suite de Danzas Regionales, Rapsodia Santiagueña y otras.
En 1911, cuando Andrés Chazarreta prepara su primera presentación, casi nadie conoce tal
repertorio. Hay quienes dicen que no tendrá éxito con esas antiguallas pobres y superadas. El
periódico El Liberal, de Santiago, las refiere como gatos, chacareras y escondidos que bailaron
nuestros mayores. Y La Mañana dice que será novedosísimo.
En Tucumán no le alquilan un teatro por ser esos bailes “un resabio de barbarie”. Y el
propio Chazarreta basa su entusiasmo en rescatar estos “bailes de antaño, porque el tiempo va
esfumándolos con una apatía incomprensible”.
Sin embargo, aunque débil, esa supervivencia se extendía a números sectores rurales de la
Provincia. Así lo demuestra la célebre Colección de Folklore llevada a cabo en todas las Escuelas
Láinez por iniciativa del Consejo Nacional de Educación en 1921. En esa valiosísima información,
que solo para Santiago del Estero recogió la respuesta de 435 informantes, podemos ver que se
menciona la práctica de danzas en un buen número. Y en casi todos estos casos se cita la
chacarera, junto a otro puñado de especies.
A esos músicos populares que ya tenían como marginales en sus repertorios las viejas
danzas del país, acudió Chazarreta. Vale recordar algunos nombres: Domingo Aguirre, y Baltazar
Gallardo, ambos arpistas. Segundo Juárez, violinista, Eusebio More, violinista y cantor, Pedro
Contreras, guitarrista. Ellos fueron los puntales de una orquesta que se presentó con dos arpas,
tres violines, dos mandolinas, tres guitarras y un cajoneador, además de dos cantores y algunas
parejas de baile. En 1911 se presenta la compañía en Santiago, Tucumán y Jujuy, con relativo
éxito. En el programa campean dos chacareras: Mañana de Mañanita y La Centenario. También en
ese año Chazarreta edita Mañana de Mañanita, chacarera santiagueña, la primera de su autoría.
Tuvo que esperar diez años para mostrarle al país sus canciones y bailes, hasta 1939
realiza 10 giras por todo el país, graba 250 discos, edita 11 álbumes con 230 temas (41 de ellos
chacareras) y en 1941 funda la Academia de Danzas. Durante todo este tiempo se va abriendo
camino en algunas provincias una tarea que sigue esas huellas. Recopiladores y nuevos autores,
pero también muchos intérpretes, solistas y conjuntos que van encontrando espacios para
mostrar su arte. Los teatros, la radiofonía, en menor medida el disco y un circuito de nuevos
centros tradicionalistas y peña.
Desde 1950 y por casi veinte años hay un nuevo impulso. Se multiplicaron los escenarios,
festivales, grabaciones, academias, publicaciones y numerosos intérpretes, especialmente
conjuntos, cubrieron toda la geografía nacional. Luego, otras dos décadas de receso y una nueva
promoción de autores e intérpretes en los finales del siglo.
Este es el proceso cumplido por las danzas del país. Vigencia, olvido y renacer pero ya no
como expresiones populares sino como un género entre la múltiple música universal que
escuchamos y que nos llega desde el escenario profesional.
En todo ese contexto, la chacarera ocupa, como se ha dicho antes, un lugar de preferencia.
Esta aceptación avala que el Atlas de la Cultura Tradicional Argentina diga: “La Chacarera es uno
de los pocos bailes criollos de la generación más antigua que tienen plena vigencia en la
actualidad”.
Ámbito geográfico
Durante casi dos siglos las principales danzaas criollas se practicaron en todo el país y en
buena parte de sudamerica. “La división de Argentina en zonas coreográficas y la atribución de
danzas determinadas a cada una, poco tiene que ver con lo que se puede decir sobre geografía y
danzas”, afirma Vega, continuando: “En America mas bien es posible alguna distinción entre litoral
Pacifico y Atlantico, además del arco del Caribe, lo que no quiere decir que ambas bandas
permanecioeron incomunicadas”.
Para Argentina es clara una corriente Lima- Santiago de Chile- Pcias. del Noroeste- Cuyo y
otra Rio de Janeiro- Montevideo- Buenos Aires. Y concluye el autor citado: “hubo y hay en la
Argentina danzas orientales y danzas occidentales. Con algunas excepeciones nuestras danzas
picarescas son occidentales y las animadas, señoriales y enlazadas, son orientales
Sin embargo Isabel Aretz distingue, para el nucleo de danzas criollas, tres grupos “bien
definidos que podemos ubicar geográficamente asi: Norteño, Cuyano y Mediterraneo (Litoral,
Pampa y Cordoba)”
En palabras de Alberto Abecasis: “Si bien todo lo dicho es válido hasta principio del S. XX,
durante su transcurso se producen procesos culturales muy dinámicos, que influyen
marcadamente en el campo estudiado. Entre ellos señalo: La ciudad de Buenos Aires, en su
condición de urbe europeizada, acelera la importación de modas y barre, en un abanico, toda la
zona pampeana y urbana en general. Las danzas criollas se refugian en el arco noroeste y
especialmente en las comunidades rurales y en los pueblos. Por otra parte Lima ya no influye en el
corredor norte desde mucho antes”.
Pero más allá de estos antecedentes, el maestro Vega ha resumido: “La nacionalidad de
una danza no puede fundarse en un supuesto origen lugareño…sino en la sensación de propiedad
que produce en quienes la aprehenden con hondura y la vivifican con devoción”.
Y si nos atenemos a ello, los santiagueños acumulan pergaminos suficientes para sentirse
la tierra de las chacareras.
Nombre
“Nació a la vida cuando en los campos de nuetras dilatadas llanuras se formaron las
primeras chacras…y al hecho de dedicar un baile en honor de las mozas campesinas debe su
nombre”, dice Lazaro Flury, “y precisamente en el sur de Buenos Aires, cuna del gaucho “surero”
es donde tuvo su origen”.
Haydeé Perez del Cerro y Raquel Nelly repiten el criterio, pero agregan: “otros dicen que
su nombre deriva de las coplas que suelen acompañarla…no se la practica en los salones por
considerarse baile de pueblo o de campo…alegre y ruidosa”.
Reconociendo el origen en las danzas españolas, Ana S. Cabrera dice “…la “cháquera”
levantina se transformo en nuestra hermosa chacarera”.
Domingo A. Bravo, destacado quichuista, analiza que el vocablo chacarera esta compuesto
por la base Chájra, del runasimi, lengua del Tahuantisuyo, que significa predio cultivado, y el sufijo
castellanos ero-era, que indica ocupación habitual o persona que trabaja ese predio. Registra la
misma significación en el quichua peruano chahra y en el ecuatoriano chagra, en el quichua-
santiagueño también tiene acepción de planta de maíz y por extensión maizal. Con este
antecedente opina que la danza nació como homenaje a las “bellas chacareras”.