G. Frigerio - M. Poggi - G Tiramonti. La Cultura Institucional Escolar
G. Frigerio - M. Poggi - G Tiramonti. La Cultura Institucional Escolar
G. Frigerio - M. Poggi - G Tiramonti. La Cultura Institucional Escolar
Cara y
ceca. Troquel, Buenos Aires.
Por otra parte, ni la cultura ni los modelos son fijos, rígidos ni inmutables, sino
que se adecú an en funció n de los cambios permanentes en el interior de la
institució n, su contexto pró ximo y el orden social.
Recordemos que gestionar remite, segú n el diccionario, a "dar los pasos
conducentes a la consecució n de una cosa", definició n que hace referencia a
acciones orientadas por uno o varios objetivos y a un actor o a varios que toman a
su cargo dicha tarea.
La pregunta que nos podemos formular es si existe un modelo propio de
gestió n de las instituciones educativas.
Después de numerosas observaciones y del aná lisis de los diferentes
subsistemas educativos y de las instituciones que lo componen, a modo de hipó tesis
proponemos la existencia de ciertos rasgos comunes a todos ellos, que constituyen
lo que podríamos llamar modelos de gestió n específicamente educativos.
Quienes ejercen hoy las tareas de gestió n educativa, rara vez contaron con
alguna formació n especialmente diseñ ada para el ejercicio de esta funció n. Los
saberes que sustentan su accionar por lo general no resultan de un conocimiento
"técnico" específico, sino del modo en que se entrelazan diferentes factores:
experiencias construidas a partir del ensayo y error, "identificació n" con estilos de
conducció n con los que entraron en contacto durante el ejercicio de la docencia, etc.
Las formas de incorporació n de los saberes descriptos no conllevan,
necesariamente, una posibilidad de modificació n de las ló gicas de comportamiento y
de organizació n de tareas. Por ejemplo, quienes acceden a cargos de conducció n son
docentes que han sido formados para desempeñ arse con una lógica áulica. En esa
ló gica los problemas pedagó gicos o didá cticos ocupan un lugar central. Sin embargo,
pasan a ocupar, algunas veces, un lugar secundario en la conducció n educativa. Por
lo general, esta devaluació n de lo específico de los establecimientos escolares se
acompañ a de una priorizació n y sobredimensionamiento de las tareas de
administració n. Cada nuevo directivo queda encerrado en este proceso porque, en
general, ha aprendido a conducir a partir de su contacto con otros directivos y no a
través de un proceso reflexivo de diseñ o de estrategias.
la exageració n de la
Rasgo hegemónico la escena familiar la negociació n
racionalidad
Modelo de
"casero" "tecnocrá tico" "profesional"
gestión
lealtades invisibles,
concertados, explícitos y
Contratos contratos formales o burocrá ticos
sustantivos
imposibles
contractuales,
afectivos/los impersonales; los respetuosos; los
Vínculos
sentimientos sentimientos son sentimientos está n
privilegiados
desplazan la tarea ignorados puestos en la pasió n por
la tarea sustantiva
la administrativa y la
Dimensión
ninguna organizacional en sus ninguna
sobrevaluada
aspectos formales
Dimensión
todas la comunitaria ninguna
devaluada
Dimensión la pedagó gico-
ninguna la administrativa
central didá ctica
el aislamiento
dilució n de la
Tendencia respecto de la
especificidad asambleísmo
riesgosa comunidad y la
institucional
sociedad
se considera que no
requiere especial deseada y buscada se
se la puede solicitar
Participación atenció n especifica la modalidad y
formalmente
(siendo todos de la el á rea de incumbencia
familia...)
preeminencia de los
se resignifican los canales
canales formales,
formales ú tiles a la
se desvalorizan los verticales
Comunicación difusió n; no se
canales formales (descendentes o
desconocen los
ascendentes),
informales
habitualmente escritas
"Es necesario seguir las vías jerá rquicas." "Todo funciona como una má quina con
engranajes aceitados."
Estas y otras frases son pautas para distinguir un tipo de cultura institucional
en el que las organizaciones son percibidas y representadas como má quinas o
mecanismos (Anzieu, D.; 1978; Morgan, G.; 1986; Gore, E.; 1988).
Estas representaciones exhiben ventajas y desventajas. Una de las "ventajas"
que se le atribuye reside en el hecho de que nos tranquilizan, ya que estos
mecanismos serían previsibles. Se espera de las instituciones que funcionen como
las má quinas, de forma rutinaria y eficaz. En contrapartida, esta propuesta de
funcionamiento puede inquietar a los actores considerados como engranajes de la
maquinaria.
Este tipo de cultura institucional se puede distinguir por las características que
Weber enunciara para referirse a las burocracias. Las tareas y atribuciones del
funcionario se fijan de acuerdo a disposiciones administrativas, reglas o normas.
Las jerarquías se hallan claramente establecidas en la organizació n, integrando
un sistema de mando y de control de las autoridades superiores hacia las inferiores;
se pueden diferenciar cuerpos decisores, transmisores y ejecutores.
La estabilidad está normalmente asegurada, aunque la autoridad se reserva el
derecho de controlar (a través de un tribunal de disciplina, en ocasiones) el trabajo
de los subordinados. El liderazgo o autoridad propio y específico de este tipo de
cultura institucional se denomina racional-, legal.
El reclutamiento del personal se efectú a en base a concursos, diplomas y
exá menes, los cuales también regulan la carrera en el interior de la organizació n.
Se prioriza el registro de la actividad administrativa en documentos escritos y
la participació n es meramente formal.
En síntesis, una institució n burocratizada enfatiza los procesos racionales, en
particular la descomposició n racional de las tareas. El grupo humano que trabaja
en esta institució n se halla enmarcado en una estructura técnica, generalmente el
organigrama de funciones.
En este tipo de cultura institucional el flujo de informaciones só lo tiene en
cuenta las necesidades de los distintos estratos jerá rquicos. La informació n fluye
en sentido descendente para transmitir a la base el contenido de las decisiones
tomadas en el vértice de la jerarquía y asciende en el caso de que se trate de
respuestas a las ó rdenes.
Como esta cultura "desconoce" la trama de las relaciones informales que se
tejen entre los sujetos, deja fuera de su consideració n la informació n que transita
por los canales horizontales.
Como consecuencia de las características mencionadas, resulta que, en
realidad, la mayor parte de los miembros de la institució n só lo conoce fragmentos
muy limitados de la informació n disponible.
El modelo de gestión en esta cultura es un modelo tecnocrático. La
formalizació n es el aspecto priorizado. Predominan las estructuras y reuniones
formales, los canales formales de comunicació n y el memorá ndum escrito.
La cultura de tipo institucional suele resultar del intento de hacer previsibles
las conductas de todos quienes forman parte de la institució n. Este intento se
traduce en procedimientos que buscan recomponer el funcionamiento sobre la
base de reglas y normas formales, cuyo objetivo es neutralizar toda posibilidad de
conflicto. Las autoridades establecen disposiciones y reglamentaciones que
intentan prever el conjunto de las acciones. Por ello, los autores que trabajan el
tema del poder la denominan cultura defensiva e insisten que los sistemas de
poder vigentes en ellas son los denominados de "réplica y de reiteració n" (Burke,
M.; 1991; p. 106).
Dichos nombres responden a la idea de que en estas instituciones se busca
siempre "má s de lo mismo". En otros términos: se trata de establecimientos para
los que cuenta menos obtener resultados de calidad que obtener resultados
idénticos a los obtenidos hasta el momento, mediante los procedimientos
conocidos. Este tipo de cultura institucional excluye prá cticamente todo lo que sea
innovador y encuentra en una frase de G. Bernanos una excelente síntesis:
"No es la regla la que nos protege...somos nosotros los que protegemos la
regla."
Sin embargo, la bú squeda de lo previsible no impide a algunos de los miembros
que forman parte de instituciones de este tipo utilizar los intersticios de las normas,
es decir aquellos aspectos en los cuales hay algú n margen de acció n no previsto.
Por eso se ha dicho:
"Y tras la má scara de la ley y la impersonalidad, encontramos la proliferació n
de las funciones improductivas, el juego de las relaciones personales y el delirio de
la autoridad.'"'
Como esta cultura funciona sobre el desconocimiento de las redes informales
(aquello que algunos autores denominan el organigrama no-escrito u oculto), se
muestra incapaz, en sus manifestaciones má s extremas, de gobernar cualquier
situació n imprevista no contemplada en la reglamentació n y de incorporar los
cambios e innovaciones. Por ello, en la mayoría de los casos constituye una
alternativa de gestió n conservadora y disciplinaria.
Ademá s, la irracionalidad también habita lo racional, por eso es habitual encontrar,
por ejemplo, una yuxtaposició n de reglas generadas en distintas épocas que en
ocasiones carecen de coherencia, se muestran incapaces para regular y resultan en
una situació n de ingobernabilidad. ¿Qué ocurre en la dimensión pedagógico-
didáctica? O dicho de otro modo: ¿có mo se expresa esta cultura en esa dimensió n?
Si en el tipo de cultura casera se puede prescindir del curriculum prescripto,
en esta modalidad el curriculum suele operar como un sistema duro o trivial7. Esta
modalidad se aproxima a la concepció n de curriculum como plan de instrucció n o a
la concepció n tecnoló gica".
El acento está puesto en consecuencia en la secuencia y organizació n de los
contenidos y en la definició n de las experiencias para su aprendizaje o en el
esquema racional en el cual las unidades de contenido se estructuran como
resultados deseables de la instrucció n, priorizando con un criterio eficientista el
"có mo enseñ ar".
En este tipo de institució n, el currículum prescripto funciona como un
"instructivo". Se rutinizan las prá cticas, se reiteran los procedimientos, las
planificaciones se reproducen casi idénticas añ o tras añ o. En consecuencia, suele
suceder que toda la actividad pedagó gica vaya perdiendo significació n.
Cuando esto sucede, la evaluació n suele desatender los contenidos y dar
prioridad a los procedimientos.
Queremos señ alar los riesgos encubiertos de esta cultura institucional. Entre
ellos podemos destacar un "cierre" de las instituciones, como corolario de
dificultades de adaptació n resultantes de los mecanismos rígidos. También
constituyen riesgos la desviació n hacia un sistema» burocrá tico limitante, que hace
perder de vista la especificidad de la' institució n escuela; la obstaculizació n de toda
innovació n; la segmentació n de la organizació n por la divisió n de tareas y la
cristalizació n en fracturas y, por ú ltimo, la dilució n de responsabilidades, con el
desdibujamiento de los compromisos contractuales que la institució n escuela tiene
hacia la sociedad.
Si bien esta cultura institucional comporta riesgos es también necesario
destacar que, matizados en ciertas dosis y complementados muchos de sus
principios, no deberían descartarse. En este sentido cabe señ alar que en algunos
establecimientos, una cuota de racionalidad, una clara diferenciació n de tareas y
preocupació n por la eficiencia, procedimiento claros y simples serían vistos con
agrado por aquéllos que sufren de las arbitrariedades del tipo "casero".
Las reglas que norman una institució n no alcanzan nunca a abarcar o a incluir
el conjunto de situaciones que se generan en su interior, ni tampoco a pautar
totalmente las actividades que allí se desarrollan. Por muy minuciosa que sea la
reglamentació n hay espacios no normados. Estos espacios permiten a los actores
hacer uso de su libertad y desarrollar comportamientos de cooperació n o de
resistencia a los objetivos institucionales.
Los individuos pueden optar por uno u otro comportamiento; ello dependerá
bá sicamente de las motivaciones que tengan. Algunas de las posibles motivaciones
que mueven a los actores son las expectativas de recompensas de distinto tipo
-materiales, reconocimiento social, prestigio profesional, etc.-, la presió n de sus
pares -censura o aprobació n de los colegas-, los sentimientos personales -rencores
o agradecimientos-, los condicionamientos culturales o sociales.
En funció n de estas motivaciones, los miembros de una institució n utilizan
aquellos espacios de libertad como un recurso que les permite concertar acciones a
través de la negociació n.
La negociació n constituye una prá ctica siempre presente en las instituciones. A
través de ella se pone de manifiesto una pluralidad de intereses y aspiraciones que
pretenden satisfacerse en la institució n escolar. En má s de una ocasió n se
evidencian incompatibilidades y oposiciones que provocan roces y conflictos, no
só lo entre los individuos sino también entre éstos y los objetivos de la institució n.
En este tercer tipo de cultura institucional el rol de conducció n es un rol de
mediació n en la negociació n y de representació n de estos objetivos institucionales.
La conducció n organiza la negociació n y establece las materias y má rgenes de la
misma en atenció n al cumplimiento de un proyecto o plan institucional.
En la vida cotidiana el término negociació n se asocia a actividades comerciales. En
muchos á mbitos educativos suele tener una connotació n negativa. Por eso, vamos a
detenernos aquí en algunas consideraciones respecto de su uso.
Consideraremos a la negociación como una relació n que apunta o procura
neutralizar ciertas formas de expresió n de la oposició n de intereses, concilia
diferencias y divergencias mediante pactos y compromisos concertados y
explicitados en la institució n.
En segundo lugar, consideraremos a la negociació n como un proceso de
discusió n que se propone articular puntos de vista opuestos.
Cada grupo de actores consolida su identidad a través de percibir aquello con lo que
se identifica y que lo caracteriza. De este modo, adquiere un conocimiento de sí, de
manera de darse pautas para defender sus posiciones y también conciliar con otros
para atender a los intereses de una organizació n pluralista.
En tercer lugar, entre otros significados que se adjudican al término negociar
encontramos la referencia a una conducta social en una situació n de conflicto, al
arte de lograr beneficios o condiciones. Otra acepció n remite al alcance de
acuerdos satisfactorios entre distintas partes.
En las instituciones se negocia permanentemente, aun cuando el intercambio
no se plantee en términos de negociació n formal. De hecho nos encontramos con
formas concertadas de condiciones de trabajo, modalidades de procedimientos
resultantes de acuerdos explícitos o implícitos, maneras convenidas para evitar,
desconocer o resolver los conflictos. Por ello algunos autores la proponen como
una modalidad de gobierno o conducció n de las instituciones.
La negociació n debe entenderse como una actividad de resolució n de
problemas, a través de la cual cada parte puede encontrar un beneficio. Desde esta
perspectiva los protagonistas se proponen buscar y encontrar juntos la solució n a
aquello que se les plantea como dificultad, inconveniente o problema. En este
sentido, la negociació n constituye también un conjunto de procesos y
procedimientos de aprendizaje.
En este tipo de cultura institucional existen diferentes sistemas de poder, entre
ellos el sistema de poder contractual. Este sistema se basa en la adjudicació n de
poder, durante un tiempo preciso, a quien o quienes está n en condiciones de
resolver ciertos problemas específicos. La elecció n se orienta hacia aquellos
miembros de la institució n que "se muestran capaces de conceptualizar, adaptar su
experiencia a una situació n actual, conservar una actitud lú cida y preservar el
orden en el cambio y el cambio en orden" (Burke, M.; 1991;p. 145).
Por una parte, se reconocen y aceptan las diferencias, que se expresan por la
presencia de mú ltiples objetivos (coincidentes o contradictorios). Los miembros de
la institució n son considerados actores estratégicos: pueden sostener
enfrentamientos, entrar en oposició n, establecer alianzas o coaliciones. Esto no
ocurre como en el tipo de cultura institucional caracterizada por el funcionamiento
familiar, sino que se subordina al logro de los objetivos institucionales.
En consecuencia, el conflicto se visualiza como inherente al funcionamiento
institucional, pero la tarea se resguarda por sobre las relaciones interpersonales,
aunque sin desconocerse la importancia de éstas. En relació n con este punto, se
promueve el debate productivo entre las mayorías y minorías para lograr consenso
en torno al proyecto institucional. Esto, por otra parte, no implica fomentar un
estado deliberativo o "asambleísmo" permanente. La informació n se constituye en
un recurso indispensable para la toma de decisiones y para crear condiciones de
posibilidad para establecer consensos.
El equipo de conducció n sustenta su poder en el saber experto; puede delegar
tareas pero no las responsabilidades que como conducció n le compete. Explícita las
normas que rigen el funcionamiento institucional para el desarrollo de la tarea y las
clá usulas de los contratos realizados entre las partes. Valoriza y promueve la
continua evaluació n de los resultados de la prá ctica institucional, incorporando
criterios técnicos para la realizació n de estas evaluaciones.
¿Cuá l es la importancia acordada a la dimensión pedagógico-didáctica en este
modelo? ¿Qué papel juega el curriculum prescripto?
La dimensió n pedagó gico-didá ctica es estructurante de las instituciones
educativas "profesionales". El curriculum prescripto funciona como organizador
institucional, que será moldeado por los actores a través del uso de los intersticios,
sin perder por ello su valor ni su cará cter contractual, tanto en el interior del
sistema educativo y de cada institució n, como en el vínculo escuela-comunidad.
Los modelos de gestión propios de este tipo de cultura institucional son modelos
profesionales. No desconocemos que son aú n modelos por construir. Este modelo
para armar integrará diversas facetas, entre ellas no estará n ausentes las de
promotor, orientador, mediador, arbitro y regulador de las distintas tareas
institucionales.
En relació n al curriculum, el equipo de conducció n integrará las facetas de
referente, consultor, asesor, orientador, coordinador, propulsor, garante de los
contratos pedagó gico-didá cticos y evaluador.
Los responsables de la conducció n institucional tendrá n presentes los alcances
de la negociació n. Cada negociació n produce efectos en el conjunto de las
dimensiones del campo institucional. Dichos efectos deben ser previstos para
evitar la emergencia de algunos no previstos e indeseables.
Cada conductor institucional tendrá que ejercitarse en el bosquejo de los
escenarios posibles que resultarían de los términos de cada concertació n. Para ello,
deberá tomar en cuenta que los miembros de la institució n presentan tiempos
diferentes de reflexió n y de acció n. Por eso, podemos hablar de la temporalidad
diferencial de los actores, aspecto que deberá ser considerado para articular las
negociaciones de cará cter inmediatista, con aquéllas que conciernen al sistema
educativo en un proyecto a mediano y largo plazo.
También tendrá siempre presente el alcance pedagó gico-didá ctico de
cualquier decisió n. Acuerdos sobre el uso de los espacios del establecimiento, la
organizació n del tiempo de los docentes, la previsió n de las tareas y funciones,
tendrá n efectos y obligará n a tomas de decisiones en las prá cticas pedagó gicas.
El modelo de gestió n profesional admite que los individuos tienen intereses,
propó sitos y objetivos diferentes. En consecuencia aquellos que la conduzcan
tendrá n que equilibrar y coordinar la diversidad de intereses a fin de que los
individuos puedan trabajar juntos en las tareas sustantivas de la institució n y en el
cumplimiento del contrato global que liga la escuela a la sociedad. Reconocerá n el
"pluralismo" institucional y desarrollará n una gestió n pluralista (Morgan, G.; 1989),
en la que se buscará , a través de la gestió n de los conflictos, que éstos favorezcan a la
institució n.
Puede decirse que este modelo de gestió n, y el tipo de cultura
correspondiente, responden a una visió n de la institució n como un sistema
político, en el que co-existen la colaboració n, el compromiso, la competencia, la
indiferencia, las diferencias, la oposició n y la concertació n.
El riesgo principal de esta cultura institucional es aquél que proviene de
instalar una permanente consulta y deliberació n entre los miembros de la
institució n.. En este sentido, el asambleísmo puede llevar a que los equipos de
conducció n vean diluidas o desdibujadas sus tareas y sus responsabilidades.
Esta perspectiva conlleva, en el caso de los roles de conducció n de las
instituciones educativas, una reflexió n que articule la concertació n con la toma de
decisiones, la delegació n y la supervisió n de las tareas, aspectos que desarrollamos
en la otra cara del libro.