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SARA (Con Errores de Paginación) PDF

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PRÓLOGO

Desde hace algunos años, la sistemática de


evaluación del riesgo de violencia se ha cons-
tituido en un blanco de investigación local a
través de una línea de investigación desarro-
llada en instituciones tales como la Facultad
de Ciencias Médicas de la Universidad Na-
cional de La Plata y la Procuración General
de la Suprema Corte de Justicia de la Provin-
cia de Buenos Aires (Folino, et al. 2003;
Folino, et al. 2003a; Folino et al. 2001; Folino
et al. 2004a; Folino et al. 2004b; Folino, et al.
2002; Folino, J.O. and Marchiano, S. 2002;
Folino, et al 2004; Folino et al. 2000). En pu-
blicaciones recientes, se pusieron a disposi-
ción de la comunidad esquemas de estudio del
riesgo de violencia (Folino, 2003) y de la ca-
pacidad del acusado para actuar en el proce-
so penal (Folino et al., 2003a). En esta publi-
cación, se ofrece a la comunidad un modelo
de evaluación específica del riesgo de violen-
cia conyugal, avanzando en la línea de las ac-
ciones científicas mencionadas.

La violencia conyugal es preocupación


de todos los sectores comunitarios argentinos.
En su tratamiento general confluyen los dis-
positivos legales, las fuerzas políticas, las or-
ganizaciones no gubernamentales, los secto-
res eclesiásticos, los agentes educadores y las
víctimas. Existen comisarías para mujeres, cen-
tros de asistencias a víctimas de violencia con-
yugal, refugios y centros asistenciales especí-

7
ficos. Se movilizan las propias víctimas, los abogados, los médicos, los
psicólogos, los trabajadores sociales, los sociólogos y los antropólogos.
Todos estos actores involucrados pueden encontrar beneficios de la utili-
zación de un esquema como la SARA, que facilita la sistemática de estu-
dio del riesgo de violencia basado en hallazgos de estudios empíricos.
Asimismo, la SARA facilita la revisión, por parte de terceros, de cómo se
ha realizado la evaluación. Si bien diversos aspectos de la SARA son su-
mamente técnicos y requieren que el evaluador esté capacitado en cien-
cias de la conducta o la salud mental, el esquema, en general, puede ser
útil para todos los profesionales que necesiten revisar, interpretar y, even-
tualmente, cuestionar una evaluación.

8
INTRODUCCION

En los últimos años, se registró documenta-


ción sobre el daño físico y psicológico que re-
sulta de la violencia en las relaciones de pareja.
La expresión «violencia conyugal» se usa para
referirse a este tipo de violencia. Más
específicamente, la violencia conyugal se defi-
ne como cualquier daño físico real, o el intento
o la amenaza de éste, causado por un varón o
una mujer hacia una persona con la que tienen,
o tuvieron, una relación de pareja sexual1. Esta
definición es general: no se limita a los actos
que tienen como consecuencia las lesiones físi-
cas, ni a las parejas que están o estuvieron ca-
sadas legalmente; tampoco está limitada por el
sexo de la víctima o del victimario. Además, es
congruente con el hecho de que la violencia
entre parejas es pandémica en la sociedad esta-
dounidense, sin considerar la naturaleza de la
relación (Gelles & Straus, 1988; Island &
1
Esta definición es muy si-
Letellier, 1991; Koss, Goodman, Browne,
milar a la usada por investiga-
dores (por ejemplo, Canadian Fitzgerald, Keita, & Russo, 1994; Kurz, 1993;
Centre for Justice Statistics, Renzetti, 1992; Straus, 1993). Dicho esto, la
1994a; Gelles & Straus, 1988;
Straus, Gelles & Steinmetz, 1980)
agresión del esposo hacia la esposa se conside-
y por planificadores de políticas ra la forma más grave de violencia conyugal
(por ejemplo, Canadian Panel on debido a su prevalencia, su naturaleza reiterati-
Violence Agaisnt Women, 1993;
Ministry of the Attorney General
va, y su alto riesgo de morbididad y mortalidad
of British Columbia, 1993). (Canadian Centre for Justice Statistics (CCJS),

9
1994; Canadian Panel on Violence Agaisnt Women, 1993; Koss et al., 1994;
Kurz, 1993; O’Leary et al., 1989; Walker, 1989). Por esta razón, la mayoría
de los comentarios en este manual se centran en la agresión hacia las espo-
sas, aunque también se aplican a otras formas de violencia conyugal.

Es sumamente necesario que se realicen estudios sobre la predicción de


violencia familiar. Las evaluaciones del riesgo precisas serían de gran ayu-
da para los tribunales, el sistema penitenciario, las víctimas, y, aunque dis-
cutible, sería también importante para los varones que son violentos con sus
esposas e hijos. La tarea de la predicción clínica requiere que los evaluado-
res aíslen variables clave que puedan aumentar o disminuir la probabilidad
de violencia. El conocimiento de estos factores es, sin duda, importante
para prevenir la violencia y, por tanto, crucial para la planificación del trata-
miento.

La falta de un marco de referencia sistemático, estandarizado,


clínicamente útil y con base empírica para recopilar, ponderar, e informar
los antecedentes y las opiniones profesionales constituye un problema serio
para llevar a cabo estas evaluaciones del riesgo. Si se considera la impor-
tancia del tema, resulta extraño que, hasta hace muy poco tiempo, no exis-
tiesen pautas con respecto a cómo llevar a cabo las evaluaciones del riesgo
de violencia conyugal: qué factores deben considerarse, qué tipo de infor-
mación es útil para tomar decisiones, y dónde y cómo obtener información.
Como parte de un trabajo conjunto del British Columbia Institute on Family
Violence [Instituto de Violencia Familiar de British Columbia], de la British
Columbia Forensic Psychiatric Services Commission [Comisión de Servi-
cios Psiquiátrico Forenses de British Columbia], del British Columbia
Ministry of Women’s Equality [Ministerio para Promover la Igualdad de las
Mujeres de British Columbia] y otros organismos gubernamentales y co-
munitarios, se decidió desarrollar este marco de referencia llamado Spousal
Assault Risk Assessment Guide (SARA). Posteriormente, como parte de las
acciones conjuntas entre el British Columbia Institute on Family Violence
[Instituto de Violencia Familiar de British Columbia] y el Mental Health,
Law & Policy Institute [Instituto de Políticas, Derecho y Salud Mental] de
la Simon Fraser University [Universidad de Simon Fraser] y la Maestría en
Psiquiatría Forense dictada en la Facultad de Ciencias Médicas de la Uni-
versidad Nacional de La Plata, se decidió realizar una versión traducida,
adaptada y comentada del manual y de la escala en la Argentina, denomina-
da Guía de Evaluación del Riesgo de Violencia Conyugal.

10
FORMATO

La SARA es una guía clínica diseñada para


cotejar los factores de riesgo de violencia con-
yugal (véase Apéndice A). Incluye 20 ítem in-
dividuales seleccionados a partir de una revi-
sión exhaustiva de la bibliografía empírica
(Cooper, 1993) y de las publicaciones escritas
por clínicos con vasta experiencia en la eva-
luación de varones que abusan de sus parejas.

La SARA no es un test ni una escala en el


sentido habitual de la palabra (por ejemplo,
AERA/APA/NCME, 1985): su objetivo no es
proporcionar una medida de riesgo absoluta o
relativa por medio de puntajes de corte o nor-
mas. Sin duda, un test psicológico de este tipo
sería muy útil, pero los estudios de validación
y construcción apropiados requerirían recursos
y tiempo considerables. Sin embargo, las leyes
provinciales o nacionales, generalmente, limi-
tan el uso de estos tests a profesionales matri-
culados o autorizados que tengan una capaci-
tación en teoría psicométrica y de evaluación.
Se intentó que la SARA fuese accesible –y por
tanto útil– para la totalidad de los individuos
involucrados en las evaluaciones del riesgo de
violencia conyugal o afectados por ellas. Por
consiguiente, la SARA fue desarrollada como

11
2
En este sentido, la SARA una guía de evaluación o lista de cotejo (es de-
es similar a varios instrumentos
de evaluación forense común-
cir, marco de referencia, conjunto de pautas y
mente usados (véase Grisso, ayuda memoria); una forma de garantizar que
1986). los evaluadores consideren y ponderen la in-
3
Este trabajo se inspiró, en
parte, en el clásico texto de
formación pertinente2. El objetivo fue diseñar
Monahan (1981) y se intentó un esquema sistemático, completo, pero que no
considerar sus advertencias y requiera evaluaciones demasiado complejas o
recomendaciones de la mejor
forma posible. extensas3.

Se están realizando diversas investigaciones


con la SARA a los efectos de examinar el grado
de correspondencia entre las diferentes opinio-
nes de los evaluadores (es decir, la confiabilidad
entre evaluadores) y la precisión de las predic-
ciones en relación con la conducta real de los
evaluados (es decir, la validez predictiva). Se
espera que, con el tiempo, la SARA sea revisa-
da a partir de esta investigación, parte de la cual
se describe más adelante. No obstante, se cree
que la bibliografía existente acerca de la vio-
lencia conyugal está lo suficientemente desa-
rrollada para ser usada como base para infor-
mar y guiar la práctica diaria de la evaluación
del riesgo.

12
Aplicaciones de la
SARA

El creciente número de cónyuges violentos


procesados por el sistema de justicia penal se
tradujo en un aumento de la necesidad de eva-
luaciones del riesgo de violencia futura. Las
evaluaciones del riesgo ordenadas por la justi-
cia penal se realizan, habitualmente, en uno de
los cuatro siguientes contextos principales:

Durante el proceso penal previo al juicio:


cuando alguien es arrestado por delitos relacio-
nados con la violencia conyugal, la naturaleza
de los supuestos actos o la historia del acusado
plantea la cuestión de si se le debe negar la ex-
carcelación previa al juicio, porque representa
un peligro para terceros identificables (es decir,
su cónyuge y sus hijos), o si se le debe otorgar
la excarcelación que contemple una medida
cautelar o precautoria que restrinja el contacto
del procesado con las víctimas.

Durante el juicio: las evaluaciones del ries-


go, a menudo, son ordenadas cuando el caso del
acusado es elevado a juicio. Los resultados pue-
den ayudar a los jueces que estén considerando
la liberación del acusado o su derivación a una
institución sanitaria o a decidir entre condenas

13
alternativas (por ejemplo, con privación o sin privación de la libertad) y
fijar o recomendar condiciones para la supervisión comunitaria (por ejem-
plo, una medida cautelar que restrinja el contacto del procesado a las vícti-
mas).

Ingreso a la institución penitenciaria: después de la condena, las eva-


luaciones del riesgo pueden ser útiles para el personal penitenciario que
realiza evaluaciones iniciales dentro o fuera de la institución. Pueden ser
utilizadas en el desarrollo de los planes terapéuticos, y también para deter-
minar las necesidades que tiene el sujeto o para establecer condiciones para
las visitas conyugales, familiares y las salidas transitorias.

Liberación de la institución penitenciaria: en el caso de los sujetos


que fueron encarcelados, las evaluaciones del riesgo previas a la liberación
pueden ayudar a los funcionarios penitenciarios y autoridades judiciales a
determinar si el sujeto satisface los criterios de liberación o a establecer las
condiciones para la liberación anticipada. Además, pueden ser útiles para el
desarrollo de los tratamientos posteriores a la liberación o los programas de
supervisión. En algunos países, la evaluación del riesgo final puede ser útil
para el personal penitenciario/judicial que controla a los liberados que resi-
den en la comunidad y que están por finalizar el período de supervisión.
Este tipo de evaluación puede identificar a las personas en riesgo, a las que
el personal deberá dar aviso formal del peligro en que se encuentran. De
esta manera, el personal cumple con las obligaciones éticas y legales antes
de que el caso esté oficialmente cerrado.

Aunque la motivación más urgente para el desarrollo de la SARA fue


ayudar al sistema de justicia penal en las evaluaciones del riesgo de violen-
cia conyugal, los autores señalan ---–y fomentan– otros tres usos posibles:

Asuntos de la Justicia Civil: El uso de la SARA es valioso en la justicia


civil debido al aumento de los casos de violencia familiar. Las evaluaciones
del riesgo de violencia conyugal ocurren con frecuencia en las audiencias
de separación/divorcio y de tenencia/régimen de visitas. Esto es particular-
mente importante debido a que muchas separaciones se precipitan a causa
de la violencia conyugal y, también porque la separación puede influir, en
algunos casos, estimulando la reiteración de violencia o aumentando su
gravedad (por ejemplo, Solicitor General of Canada, 1985).

14
Advertencia a terceros: Prácticamente, todas las jurisdicciones en los
Estados Unidos de América tienen la obligación de advertir o notificar so-
bre la existencia del riesgo de violencia. Esto se aplica a los profesionales
de la salud mental, los consejeros y los trabajadores sociales (Dickens, 1985).
En general, la obligación de advertir o notificar surge cuando el prestador
de servicios tiene fundamentos razonables y probables, o de otro tipo, para
creer que un individuo representa un peligro para sí o para terceros. La
SARA puede usarse cuando, durante la evaluación voluntaria u ordenada
por el tribunal, o durante el tratamiento, el prestador del servicio cree que el
individuo representa un peligro para terceros identificables (es decir, su cón-
yuge y/o hijos). La presencia de factores de la SARA respaldaría la existen-
cia de fundamentos razonables y probables. Los resultados obtenidos con la
SARA pueden actuar como «cotejo independiente» del juicio del prestador
del servicio y pueden ayudarlo a explicar los fundamentos de sus opiniones.

Calidad de la evaluación y revisión del ítem decisivo: Como ya se


señaló, la SARA representa una síntesis del conocimiento científico, profe-
sional y de la experiencia en el área de la evaluación del riesgo de violencia
conyugal. Se intentó asegurar que los ítem de la SARA fueran fáciles de
comprender (brindando definiciones precisas y claridad conceptual), que
respeten los derechos constitucionales y otros derechos civiles (sin distin-
ción de edad, sexo, raza, etc.), que fueran clínicamente útiles (pueden com-
pletarse sobre la base de una evaluación razonablemente minuciosa), y que
fueran empíricamente válidos (ya que demostraron una firme capacidad para
predecir violencia). La SARA puede ser utilizada por los profesionales de la
salud mental, el personal penitenciario y los abogados, para controlar la
rigurosidad y calidad de la evaluación del riesgo de violencia conyugal rea-
lizada por terceros, de dos maneras diferentes: Por un lado, debe contem-
plarse la posibilidad de que el evaluador no haya reconocido o considerado
alguno de los factores de riesgo de la SARA. La SARA no es exhaustiva ya
que varios factores específicos, que pueden asociarse con el riesgo de vio-
lencia, no están incluidos en el instrumento. Sin embargo, los autores creen
que, en efecto, la SARA contiene un conjunto de factores básicos o míni-
mos que el evaluador no debe dejar de considerar a la hora de realizar una
evaluación. Por otro lado, también es posible que el evaluador haya incluido
factores que no forman parte de la SARA. En este caso, parece correcto y
razonable que se les pida a los evaluadores que expliquen y fundamenten
por q ué basaron sus opiniones en esos factores no incluidos en la SARA.

15
Descripción de la
SARA

El primer paso fue llevar a cabo una cuida-


dosa revisión de la bibliografía clínica y empí-
rica sobre el riesgo de violencia, particularmen-
te sobre la violencia conyugal (Cooper, 1993).
Como resultado de la revisión se identificaron
varios estudios que informaban factores de ries-
go que diferenciaban a los sujetos que eran vio-
lentos con sus cónyuges de los que no lo eran
(por ejemplo, Hotaling & Sugarman, 1986;
Tolman & Bennet, 1990). Otros estudios infor-
maron factores relacionados con el riesgo de
recidiva violenta en personas con un patrón de
agresiones reiteradas hacia el cónyuge -– pre-
viamente arrestados, condenados o en tratamien-
4
Un estudio más reciente to por este motivo (por ejemplo, Gondolf, 1988;
(Cooper, 1994) sugiere que los Saunders, 1992a, 1992b, 1993)4. Muchos de los
factores asociados con la violen-
cia conyugal también se relacio-
factores de riesgo en ambos tipos de estudios
nan con el homicidio conyugal. fueron los mismos que los que se informaron en
5
Varias de las publicaciones análisis más generales del riesgo de violencia
incorporaron factores identifica-
dos en estudios de mujeres mal- (por ejemplo, Hall, 1987; Monahan, 1981;
tratadas que cometen homicidios; Monahan & Steadman, 1994; Webster, Harris,
es decir, los factores asociados Rice, Cormier, & Quinsey, 1994). Esto confir-
con el homicidio justificado co-
metido por esposas de agresores mó la idea de que la construcción de una lista de
que actúan en defensa propia. cotejo de factores de riesgo era factible.

16
La revisión bibliográfica también identificó
varias referencias clave que trataban la evalua-
ción del riesgo de violencia en agresores con-
yugales (por ejemplo, Goldsmith, 1990;
Saunders, 1992a, 1995; Sonkin, Martin, &
Walker, 1985; Sonkin, 1987)5. Después de un
debate exhaustivo, se llegó a la conclusión de
que las pautas propuestas en estas referencias
eran inadecuadas para el propósito de esta es-
cala, por varios motivos. Primero, algunas eran
simplemente demasiado extensas o complejas.
Por ejemplo, Sonkin y cols. (1985) identifica-
ron 15 dimensiones generales y más de 80 fac-
tores específicos. Segundo, algunas contenían
factores que parecían contrarios a lo que
intuitivamente se espera o factores que sólo pa-
recían tener una relación indirecta. Algunos
ejemplos incluyen: «la víctima tuvo, previamen-
6
Imagínese, por ejemplo, te, una relación violenta» (Sonkin et al., 1985)
que Ud. realizó una evaluación
del riesgo de violencia conyugal y «la víctima intentó suicidarse» (Goldsmith,
previa al proceso penal y llegó a 1990). Ambos factores se centran en la víctima
la conclusión de que el acusado y su conducta pasada, y no, en el agresor y su
tenía un riesgo alto de violencia,
en parte, debido al terror que conducta pasada, y sería difícil de justificar en
siente su esposa. Ahora Ud. está varias circunstancias6. Tercero, algunas refe-
declarando ante el tribunal y está
rencias incluían factores que eran poco claros e
siendo interrogado por el aboga-
do defensor, que le pregunta: imprecisos. Algunos ejemplos incluyen «el agre-
«Entonces, Sr. X, ¿mi cliente está sor es temperamental» (Goldsmith, 1990) y «ce-
en situación de riesgo de violen-
cia simplemente porque su espo-
loso» (Saunders, 1992a). Por último, algunas in-
sa dice que tiene miedo? ¿No es cluían factores que parecían redundantes. Al-
posible que ella esté exagerando gunos ejemplos son, «ideas suicidas», «intento
su miedo, o incluso, mintiendo?
De ser así, ¿sus conclusiones no
de suicidio» y «amenazas de suicidio» (Sonkin
carecerían de validez? ¿No es et al., 1985). Se intentó que la lista de factores
también posible que la esposa de fuese relativamente corta y que tuviera un nivel
mi cliente tenga un problema
emocional y que sus miedos sean de especificidad moderado (es decir, en cuanto
completamente infundados? ¿Y si a los rasgos, las características o los incidentes,
ella le tiene miedo a Ud. o al y no, en cuanto a las conductas aisladas o espe-
Juez? ¿Esto querría decir que
Ud. o el Juez tienen un alto ries- cíficas). El resultado fue una lista de veinte fac-
go de violencia?» tores, llamados en la SARA ítem, agrupados en

17
cinco áreas de contenido, llamadas secciones. A continuación, se resumen
los criterios de inclusión para cada ítem. Más adelante, en este manual, se
ofrece una descripción más completa.

Antecedentes penales: Muchos estudios indicaron que los anteceden-


tes penales de delitos no relacionados con la violencia conyugal estaban
asociados con un aumento del riesgo de violencia en general y también,
más específicamente, de violencia conyugal recidivante. Aquí los factores
abarcan tanto la historia de violencia previa, como también el incumpli-
miento de las condiciones impuestas por los tribunales u organismos de
justicia penal. Se incluyeron tres factores específicos de antecedentes pe-
nales. Agresiones previas contra familiares (Ítem 1) se refiere a la violen-
cia contra los familiares del individuo o contra sus propios hijos. No con-
templa las agresiones conyugales previas, que se codifican en otra sec-
ción. Agresiones previas contra extraños o conocidos (Ítem 2) se refiere a
la violencia contra personas que no son parientes. Violación previa de la
liberación anticipada o supervisión comunitaria (Ítem 3) se refiere a los
incumplimientos previos de las condiciones de la fianza, excarcelación
etc. o de las distintas formas de liberación anticipada. Es irrelevante si las
condiciones fueron impuestas como consecuencia de un incidente o acu-
sación de violencia conyugal; cualquier incumplimiento se considera un
indicador de pronóstico desfavorable.

Adaptación psicosocial: Dos ítem de la SARA reflejan que la inadap-


tación social reciente o continua se relaciona con la violencia. Problemas
recientes de pareja (Ítem 4) se refiere a la separación de la pareja o a los
conflictos graves en la relación en el último año. Problemas laborales
recientes (Ítem 5) se refiere al desempleo y/o una situación laboral muy
inestable en el último año. Aunque quizás no sea importante para el obje-
tivo de la evaluación del riesgo, no está claramente establecido si la in-
adaptación social es el resultado de una psicopatología crónica o la causa
de estrés situacional, financiero, e interpersonal grave. Sin embargo, estos
factores parecen ser indicadores importantes.

Un ítem de esta sección, víctima y/o testigo de violencia familiar du-


rante la niñez o la adolescencia (Ítem 6) es de naturaleza histórica, y se
refiere a la inadaptación en la familia del individuo. Este es uno de los
factores de riesgo de violencia conyugal más contundentes identificado

18
en la bibliografía. No resulta claro por qué este factor está fuertemente
asociado con la violencia, aunque algunas investigaciones sugieren que
ciertos mecanismos de aprendizaje social pueden tener influencia (Widom,
1989).

En la actualidad existe un conjunto considerable de pruebas que apoya


la conexión entre ciertas formas o síntomas de trastornos mentales y la
conducta violenta (por ejemplo, Monahan, 1992). Estas pruebas constitu-
yeron la base para cuatro ítem de la SARA relacionados con la adaptación
psicológica: abuso/dependencia de substancias reciente (Ítem 7), ideación/
intento de suicidio u homicidio reciente (Ítem 8), síntomas psicóticos y/o
maníacos recientes (Ítem 9), trastorno de la personalidad con ira,
impulsividad o inestabilidad de la conducta (Ítem 10). Obsérvese que
aquí no se da por sentado que el trastorno mental sea responsable o la
causa de la conducta violenta. Más bien, se supone que el trastorno mental
está asociado a una capacidad deficiente de afrontamiento y a un estrés
social e interpersonal alto; por eso, los individuos con trastornos mentales
pueden ser propensos a tomar decisiones erróneas y a actuar en conse-
cuencia.

Antecedentes de violencia conyugal: Esta sección incluye siete ítem


relacionados con la violencia conyugal en el pasado. Los factores de ries-
go basados en el delito por el cual el sujeto está siendo evaluado están
incluidos en una sección diferente. Así, los evaluadores podrán separar,
más fácilmente, el grado de riesgo atribuido a los hechos documentados
formalmente (que es probable que se acepten como verdaderos) en oposi-
ción al atribuido a los hechos supuestos (que es probable que sean cues-
tionados).

Los cuatro primeros ítem comprenden la naturaleza y el alcance de las


agresiones previas. Agresiones físicas previas (Ítem 11) es un factor de
riesgo obvio, basado en el axioma –respaldado por las investigaciones–
que afirma que el comportamiento pasado predice el comportamiento fu-
turo (por ejemplo, Monahan, 1981). Agresiones sexuales/celotipias sexua-
les previas (Ítem 12) se refiere a las agresiones físicas de naturaleza sexual
o a las que ocurren en el contexto de extrema celotipia sexual. Uso de
armas y/o amenazas de muerte verosímiles previas (Ítem 13) se refiere a
la conducta que, explícita o implícitamente, representa una amenaza de

19
daño físico grave o de muerte. Reciente escalada de la agresión en fre-
cuencia o gravedad (Ítem 14) se refiere a las situaciones en las que la
evolución de la violencia (Greenland, 1985) se intensifica en el tiempo.

Los siguientes tres ítem comprenden los comportamientos o las actitu-


des que acompañan la conducta agresiva. Violación previa de las medidas
precautorias (Ítem 15) abarca las situaciones previas en que el individuo
no cumplió con las medidas cautelares impuestas por un tribunal o autori-
dad judicial competentes que prohíben el contacto con las víctimas de
violencia conyugal. Aunque, en parte, coincide con el tercer ítem en la
sección de Antecedentes Penales, se considera que dicha violación está
tan directamente relacionada con la evaluación del riesgo de violencia
conyugal que merece especial atención. Minimización extrema o nega-
ción de la historia de violencia conyugal (Ítem 16) es un factor que puede
ocurrir como parte de un patrón más general de desviación de la responsa-
bilidad personal por las conductas delictivas, o puede ser específico de la
violencia conyugal previa. Actitudes que apoyan o aprueban la violencia
conyugal (Ítem 17) abarca una gran variedad de creencias o valores –
personales, sociales, religiosos, políticos y culturales– que promueven el
patriarcado (es decir, el privilegio del hombre), la misoginia y el uso de
violencia física o intimidación para resolver conflictos y ejercer control.

7
El «último delito» es la ac- Último delito7: Esta sección incluye tres ítem
tividad delictiva o antisocial por
la cual el delincuente se convier- de contenido similar a aquellos que aparecen en
te en sujeto de evaluación. la sección anterior, que se codifican únicamente
sobre la base del último delito (el delito por el
cual el sujeto está siendo evaluado): Agresiones
graves y/o sexuales (Ítem 18), uso de armas y/o
amenazas de muerte verosímiles (Ítem 19), Vio-
lación de las medidas precautorias (Ítem 20).

Otros: La última sección no contiene ítem específicos. Permite al


evaluador observar factores de riesgo no incluidos en la SARA, que están
presentes en un caso particular y que llevan al evaluador a concluir que el
individuo tiene un riesgo alto de violencia. Algunos ejemplos de factores
de riesgo poco comunes pero importantes incluyen una historia de acecho
(Cooper, 1994); una historia de desfiguración, tortura o mutilación de pa-
rejas; una historia de sadismo sexual; etc.

20
Requisitos para el
usuario

No hay ningún requisito para los usuarios de


la SARA, ya que no es un test psicológico en
sentido estricto y se puede utilizar en muchos con-
textos diferentes. Cuando la SARA no se usa para
evaluar o tomar decisiones acerca de un indivi-
duo, no existen requisitos mínimos para el usua-
rio. Por ejemplo, la SARA puede ser utilizada
para capacitar (por ejemplo, un instructor usa la
SARA para capacitar al personal penitenciario
en la evaluación del riesgo), para consultar (por
ejemplo, un abogado usa la SARA para preparar
el interrogatorio a un perito), o para realizar in-
vestigaciones de evaluación (por ejemplo, el per-
sonal de una institución con internación usa la
SARA para describir los riesgos típicos que afron-
tan los pacientes).

Cuando la SARA se usa para evaluar y tomar


decisiones acerca de un individuo, los usuarios son
responsables de garantizar que la evaluación cum-
pla con las leyes, regulaciones y normas pertinen-
tes. Además, los usuarios deben cumplir con los
siguientes requisitos mínimos:

1) Pericia en la evaluación de individuos (por


ejemplo, capacitación formal y/o experiencia la-
boral en evaluaciones psicológicas, psiquiátricas,
penitenciarias y de trabajo social y enfermería).

2) Pericia en el área de la violencia conyugal


(por ejemplo, estudios formales, conocimiento
de la bibliografía pertinente, experiencia labo-
ral).

21
Nótese que varios ítem de la SARA tratan aspectos de la salud mental y
puede ser necesario que se realice una evaluación psicodiagnóstica y/o que
se emitan juicios profesionales. Los usuarios que no son profesionales de la
salud mental (por ejemplo, las autoridades o funcionarios que supervisan a
los sujetos con libertad condicional) pueden codificar estos ítem mediante
la consulta de los informes psicológicos o psiquiátricos existentes. Otras
posibilidades pueden ser: a) codificar estos ítem y señalar que la codifica-
ción debe considerarse provisoria (es decir, que no fue posible hacer la con-
sulta psicológica o psiquiátrica); o b) omitir los ítem, y dejar constancia en
las conclusiones de riesgo de las limitaciones que esto puede tener.

22
Procedimiento de eva-
luación

Es imprescindible que todas las fuentes de


información disponibles se utilicen cuando se
considera el riesgo de violencia conyugal reite-
rada. La SARA no debe completarse hasta que
se haya llevado a cabo una evaluación detalla-
da; los ítem pueden ser codificados después de
que se recopiló y se ponderó toda la informa-
ción. En general, la evaluación incluye: a) en-
trevistas con el imputado y la(s) víctima(s); b)
medidas de abuso físico y emocional estándar;
c) medidas de abuso de drogas y alcohol
estándar; d) revisión de registros complemen-
tarios, que incluyen informes policiales, decla-
raciones de la víctima, antecedentes penales,
etc.; y e) otros procedimientos de evaluación
psicológica. A continuación, se mencionan las
recomendaciones con respecto a cada uno de
estos elementos de evaluación.

Se recomienda que los evaluadores expon-


gan, por medio de informes escritos u orales,
cuán completa es la información en la que ba-
saron la evaluación del riesgo, así como tam-
bién, las limitaciones por falta de información
y/o información incompleta. Para esto, se dise-
ñó una «Lista de Cotejo de Fuentes de Infor-

23
mación» que se puede completar para cada administración de la SARA
(véase el Apéndice B).

Entrevistas con el imputado y la víctima: En la mayoría de los casos


en los que se considere que existe riesgo, el tribunal o la autoridad judicial
competente ordena que el imputado sea evaluado y/o cumpla un trata-
miento. Es importante señalar que el contexto legal de la evaluación pue-
de interferir en gran medida con el proceso de la entrevista. Por ejemplo,
los resultados de la evaluación no son confidenciales (o, por lo menos, la
confidencialidad no es tan estricta); el imputado sabe que casi todo lo que
diga puede hacerse público. Además, es posible que cualquier declaración
que haya hecho sobre delitos pasados, del presente o sobre presuntos deli-
tos pueda ser usada en su contra, durante el juicio, en el futuro. Por razo-
nes como éstas, el imputado puede no estar dispuesto a informar hechos
de violencia actuales y/o pasados, y, como consecuencia, no colaborar
con la evaluación. Por eso, los registros complementarios del comporta-
miento del imputado, que incluyen entrevista(s) con la(s) víctima(s) son
cruciales. La información complementaria también se puede obtener a
través de los hijos u otros testigos de la violencia, del personal de las
distintas instituciones (como la policía, los funcionarios judiciales y las
autoridades que controlan a los sujetos con libertad condicional, etc.) que
conocen al imputado, o a través de terapeutas anteriores8.

Una lectura cuidadosa de los ítem de la SARA indica que todas las
entrevistas deben abarcar las siguientes áreas con respecto al imputado:
● abuso y abandono durante la niñez (Ítem 6);
● historia ocupacional y social (Ítem 5);
● historia de relaciones de pareja (Ítem 4);

● historia de la salud física y mental (desde el Ítem 7 hasta el 10);

● estado mental actual (desde el Ítem 7 hasta el 10);

● historia de comportamiento agresivo/abusivo (Ítem 1, 2 y desde el 11 hasta el 20);

● antecedentes penales (desde el Ítem 1 hasta el 3 y desde el 11 hasta el 20);

● factores estresantes actuales (Otros);


● red de apoyo social actual (Ítem 4 y Otros);

Se recomienda la utilización de entrevistas estructuradas o


semiestructuradas para garantizar que la información se recopile de una
manera sistemática y rápida.

24
Comentario

8
Cuando se habla con las En la experiencia local, en general, se ob-
víctimas, es importante recordar
que la entrevista se debe centrar
tuvo beneficio del manejo sumamente técnico
principalmente en el comporta- de las entrevistas semiestructuradas. Cuando
miento del imputado y, no, en el de conductas transgresoras se trata, es frecuen-
de la víctima. Sin embargo, si la
víctima no buscó asesoramiento te poder obtener mayor información permitien-
psicológico ni legal, puede ser do que el entrevistado se explaye sobre el tema
necesario que el entrevistador le en cuestión o a partir de algún estímulo
brinde apoyo emocional básico o
la derive. Asimismo, las entrevis- desencadenante. En ocasiones, la narrativa es-
tas con testigos menores requie- pontánea del entrevistado va brindando deta-
ren una sensibilidad especial. lles que se podrían haber ocultado si se pre-
Previo a cualquier entrevista con
fuentes complementarias, los eva- guntaban directamente. Es frecuente obtener
luadores deben familiarizarse respuestas breves negativas o positivas influi-
con las normas éticas y legales
pertinentes.
das por lo que el entrevistado considera más
conveniente para su situación. La tarea se debe
enfrentar con paciencia y muy cuidadosamen-
te para evitar cualquiera de estos dos errores:
olvidar indagar sobre el tópico de interés e in-
ducir la oferta de información sesgada.

Abuso físico y emocional: La bibliografía psicológica sugiere que


existen buenas razones para no basarse en una entrevista clínica como
única forma de evaluación. Cuando sea posible, se recomienda la utiliza-
ción de entrevistas estructuradas y/o cuestionarios autoadministrados para
complementar las entrevistas clínicas. A menudo, las personas revelan
comportamientos pasados o síntomas actuales con mayor libertad en las
referencias por escrito que en las entrevistas cara a cara. Además, las en-
trevistas estructuradas y las autoevaluaciones escritas ayudan a garantizar
que la evaluación sea sistemática, estandarizada y objetiva (es decir, a
todos se les pregunta lo mismo y de la misma manera). Por último, las
medidas estandarizadas, frecuentemente, proporcionan normas que per-
miten que el evaluador compare las respuestas del individuo con la pobla-
ción de referencia.

25
Existen varias revisiones de procedimientos estandarizados para la
evaluación del abuso emocional y físico en relaciones de pareja (por ejem-
plo, Goldsmith, 1990; Hotaling & Sugarman, 1986; Saunders, 1992). En
este trabajo, se utilizan las escalas desarrolladas por Linda Marshall (1992)
para medir violencia real, o el intento o amenaza de ésta, ya que estas
escalas parecen proporcionar una evaluación más completa que la mayo-
ría de las otras autoevaluaciones (especialmente, en el área de la violencia
sexual). Se utiliza la escala desarrollada por Tolman (1989) para medir el
abuso emocional y psicológico más general. En cada caso, se le pide al
imputado que evalúe su comportamiento abusivo previo hacia la víctima,
y a la víctima, que evalúe el comportamiento abusivo previo del imputado
hacia ella. Además de indicar el grado y la gravedad del abuso pasado
(desde el Ítem 11 hasta el 14, desde el 18 hasta el 20), estas respuestas
indican en qué medida el imputado puede estar minimizando o negando
su comportamiento abusivo (Ítem 16).

9
Pueden existir acusacio- Comentario
nes/condenas que indiquen
comportamientos abusivos pa-
sados que no estén caratulados
como «agresiones». Por ejem-
plo, los incidentes de violencia,
destrucción de propiedad, etc. En el medio local no está muy difundida la
pueden estar relacionados con utilización de escalas para mensurar el abuso
el maltrato a terceros. La natu-
raleza exacta de estos delitos emocional. En cambio, con respecto a las le-
relacionados con el abuso se siones, es posible obtener información de cate-
puede investigar en las entre- gorías según las definiciones legales en las que
vistas con el imputado y la(s)
víctima(s). subyace una relación escalar de la magnitud
del daño (leves, graves, gravísimas).

Abuso de drogas y alcohol: Anteriormente, se describieron las ventajas


de las evaluaciones estandarizadas. En este trabajo, se utiliza la escala Selzer
(1971) para examinar el abuso/dependencia de alcohol y la escala Skinner
(1982) para examinar el abuso/dependencia de drogas. Ambas escalas son
breves, pero las investigaciones sugieren que son indicadores muy útiles
para los problemas de uso de substancias. Se le pide al imputado que evalúe
su propio uso de substancias, y, cuando sea posible, también se le pide a
la(s) víctima(s) evaluar el uso de substancias del imputado.

26
Registros complementarios: Se debe intentar obtener copias de los
informes policiales, de los antecedentes penales y de las declaraciones de
la víctima inmediatas al hecho. Si el clínico no recibe estos documentos
como parte del proceso de derivación, a menudo, se pueden obtener a
través del fiscal o de las autoridades que controlan a los sujetos con liber-
tad condicional. Los informes policiales, frecuentemente, contienen in-
formación importante con respecto a: (a) las pruebas físicas de agresión
(por ejemplo, cortes y equimosis); (b) las declaraciones de testigos ocula-
res o de aquellos que escucharon el incidente; (c) las observaciones de los
oficiales que realizaron el arresto sobre el comportamiento del imputado;
y (d) las medidas que se tomaron respecto de la seguridad de la víctima en
el momento del arresto. Los antecedentes penales son útiles para estable-
cer los arrestos o condenas previas por agresiones9 y los incumplimientos
de las condiciones de fianza, libertad condicional, etc. Por último, las
declaraciones de la víctima inmediatas al hecho proporcionan la magnitud
de los efectos físicos y emocionales sobre la(s) víctima(s).

Otros procedimientos
de evaluación:
Ya se analizó la importancia de las entre-
vistas con la(s) víctima(s). Se pueden elegir
otros procedimientos para obtener información
adicional. Estos pueden incluir la utilización
de inventarios de personalidad, pruebas
cognitivas/de inteligencia, entrevistas con los
familiares/hijos, y entrevistas con las autori-
dades competentes a cargo de los sujetos que
tienen algún tipo de liberación anticipada.

Inventarios de personalidad:

los ítem 7, 8, 9 y 10 de la SARA hacen


referencia a los síntomas y trastornos psicoló-
gicos asociados con la violencia reiterada.

27
Como se analizó antes, la información proporcionada en una entrevista
puede no revelar exactamente en qué medida existen trastornos psicológi-
cos. Por eso, los inventarios de personalidad estandarizados pueden brin-
dar información significativa con respecto a la presencia de abuso de subs-
tancias (Ítem 7), trastornos mentales mayores (por ejemplo, trastorno del
pensamiento, pensamiento paranoide, depresión/pensamientos suicidas;
Ítem 8 y 9), y trastornos de la personalidad (Ítem 10). El Personality
Assessment Inventory (PAI; Morey, 1991) resultó ser particularmente útil
en este contexto, ya que contiene tres índices de agresión y una medida de
predisposición al tratamiento. Si se sospecha rasgos de psicopatía, se re-
comienda la Hare Phychopatic CheckList Revised (Hare, 1991). Existen
otros inventarios disponibles que miden la celotipia, la dependencia, la
intrusión, la ira, etc. Tales instrumentos generalmente requieren la inter-
pretación de un psicólogo o un psicometrista entrenados.

Evaluación cognitiva/de inteligencia:

El funcionamiento intelectual bajo y/o los déficit cognitivos específi-


cos pueden impedir que un imputado participe en un tratamiento o se be-
neficie con él. Por tanto, si el evaluador sospecha que tales limitaciones
existen, puede recomendar evaluaciones de inteligencia o, con menos fre-
cuencia, evaluaciones neuropsicológicas. Dichas evaluaciones deben ser
llevadas a cabo e interpretadas por psicólogos capacitados.

Entrevistas con los familiares/hijos:

Al igual que las víctimas, los familiares y los hijos pueden brindar
información valiosa con respecto al patrón de agresión del acusado. Di-
chas entrevistas pueden ayudar a establecer si el acusado es habitualmen-
te agresivo o no. Es decir, si abusó de otros miembros de la familia o
conocidos. Como se analizó en los criterios para los ítem 1 y 2, esto puede
tener implicaciones en cuanto al riesgo.

Entrevistas con los funcionarios o autoridades que supervisan a


los sujetos con libertad condicional:

En general, la autoridad que supervisa la libertad condicional (u otro

28
tipo liberación anticipada) o algún tipo de medida cautelar puede brindar
información sobre las actividades diarias del sujeto. Generalmente, la au-
toridad habla con los testigos clave, familiares y contactos de la comuni-
dad (por ejemplo, empleadores) para preparar informes previos a la sen-
tencia o simplemente como parte del manejo del caso. Además, a menudo,
el funcionario puede proporcionar el registro de cumplimiento de las con-
diciones de liberación del sujeto. Esta información es esencial para codi-
ficar los ítem 3 y 20.

Codificación

Como se vio antes, la SARA no se puntúa de


la misma manera que la mayoría de los tests
psicológicos. Más bien, el evaluador debe rea-
lizar tres tipos de conclusiones que se deben
codificar en un formulario (véase Apéndice A).

Presencia de ítem individuales: La presen-


cia de ítem individuales se codifica con un for-
mato de respuesta de tres puntos: 0 = ausente, 1
= dudoso y 2 = presente. Más adelante, se ofre-
cen los criterios detallados para definir y codi-
ficar cada ítem. Los ítem también pueden omi-
tirse cuando no hay suficiente información para
codificarlos. Nótese que esto no necesariamen-
te impide que se llegue a una decisión final con
respecto al riesgo, pero cualquier limitación que
surja de la falta de información debe ser señala-
da explícitamente.

29
Sobre la base de las experiencias y de las investigaciones preliminares
(por ejemplo, Bond, Eaves, & Kropp, 1994; Kropp, 1995), la presencia de
ítem individuales es un indicador de riesgo relativamente objetivo: en ge-
neral, y especialmente ante la ausencia de ítem decisivos (véase abajo), el
riesgo aumenta con el número de ítem codificados como presentes. Por
supuesto, completar la SARA requiere cierto grado de juicio profesional y
subjetivo por parte del evaluador; sin embargo, las investigaciones sugie-
ren que la concordancia entre evaluadores respecto de la presencia o au-
sencia de ítem de la SARA es muy alta (Kropp, 1995).

Presencia de ítem decisivos: los ítem decisivos son aquellos que, da-
das las circunstancias del caso, son en sí mismos suficientes para que el
evaluador concluya que el individuo tiene un riesgo de violencia. Se in-
cluyen considerando el hecho de que el riesgo, como lo percibe el evaluador,
no es una simple función lineal del número de factores de riesgo presentes
en un caso. Por este motivo, no se suman los códigos numéricos de los
ítem individuales de la SARA para obtener una puntaje total: es posible
que un evaluador, sobre la base de un solo ítem decisivo, pueda concluir
que un individuo tiene un riesgo de violencia alto. Los ítem decisivos se
codifican usando un formato de 2 puntos: 0 = ausente, 1 = presente.

Conclusiones de riesgo: A menudo, se requiere que los evaluadores


traten dos temas: el peligro que corre el cónyuge (que, generalmente, es el
tema por el cual se realiza la evaluación del riesgo), y el peligro que co-
rren terceros identificables (por ejemplo, los hijos del individuo, otros
miembros de la familia, o la nueva pareja de un cónyuge anterior). Con la
SARA, el riesgo se codifica usando un formato de respuesta de 3 puntos:
1 = bajo, 2 = moderado, y 3 = alto. Si se considera que el individuo repre-
senta un peligro para terceros, el evaluador debe identificar a las víctimas
potenciales. Estas conclusiones de riesgo recogen la opinión profesional
global del evaluador, de una manera simple, que permite la comparación
con otros evaluadores. Las evaluaciones realizadas hasta la fecha indican
que las conclusiones de riesgo realizadas con la SARA tienen una buena
confiabilidad entre evaluadores (Kropp, 1995).

30
Comunicación de los
hallazgos

El contenido de los informes de las eva-


luaciones del riesgo (orales o escritos) está re-
gulado por una serie de leyes, pautas profe-
sionales o éticas, y políticas y procedimientos
de organización. Sin embargo, en general, los
informes más útiles deben exponer una opi-
nión clara sobre el riesgo y las pruebas o fun-
damentos que justifican esa opinión. Además
de colaborar en el proceso de la toma de deci-
siones, un buen informe evita que el evaluador
tome decisiones sin el debido cuidado (redu-
ciendo, así, el riesgo vinculado a la responsa-
bilidad legal) y también protege los derechos
de los imputados, al darles la oportunidad de
cuestionar una opinión y los hechos que cons-
tituyeron la base de esa opinión.

Un informe escrito completo debe abarcar


varias áreas: historia psicosocial, adaptación
psicosocial actual, y conclusión final. Las sec-
ciones de historia psicosocial deben incluir
los hallazgos pertinentes respecto de la histo-
ria interpersonal, académica y vocacional; fa-
milia de origen; relaciones de pareja adultas;
desempeño como padre; historia de salud físi-
ca y mental; historia de comportamiento agre-
sivo y abusivo; y antecedentes penales. La
sección de adaptación psicosocial actual debe
incluir los hallazgos pertinentes respecto del
estado mental (síntomas, actitudes y compor-
tamientos actuales), factores estresantes actua-

31
les o previstos, red de apoyo actual o prevista, las circunstancias en torno
al último delito (o la instancia de violencia conyugal más reciente), y los
resultados de cuestionarios o evaluaciones psicológicas. La sección de
opinión final debe presentar las conclusiones de riesgo, así como también
las estrategias que se recomiendan para el manejo del riesgo del sujeto.
Debido a la forma en que fue diseñada, la SARA es adecuada para anali-
zar el manejo del riesgo; cada ítem de la SARA está lógicamente asociado
con una o más estrategias de manejo. Algunos de los factores de riesgo
son de naturaleza más estática (es decir, se espera que si cambian con el
tiempo, este cambio sea leve), mientras que otros son más dinámicos (y
pueden cambiar rápidamente). En la Tabla 1, los ítem de la SARA se des-
criben en un continuo entre lo estático y lo dinámico, y se proponen algu-
nas estrategias para el manejo del riesgo.

Tabla 1: Estrategias de Manejo del Riesgo Asociadas con los Ítem de la SARA

Ítem SARA Naturaleza Manejo


1, 2, 3, 15, 20 Estática Supervisión y monitoreo intensivos.
10, 16, 17 Principalmente estática Supervisión intensiva (estática).
Terapia individual a largo plazo (dinámica).
Terapia de grupo (dinámica).
Psicoeducación (dinámica).

4, 5 Estática y/o dinámica Terapia interpersonal grupal o individual


(estática). Asesoramiento legal o resolución de
conflicto (dinámico).
Orientación vocacional.

7 Dinámica Abstinencia ordenada por los tribunales,


examen de orina.
Tratamiento para el abuso de alcohol/
drogas.

8, 9 Dinámica Terapia para las crisis.


Hospitalización.
Medicación psicotrópica.
Restricciones para la tenencia de armas
ordenadas por los tribunales.

32
GUIA DE EVA- 1: Agresiones previas
LUACION DEL contra familiares
RIESGO DE
VIOLENCIA
CONYUGAL
Criterios

Uno de los hallazgos de investigación más


comunes es que los imputados con una histo-
ria de violencia tienen muchas más probabili-
dades de participar, en el futuro, de actos vio-
lentos que aquellos que carecen de anteceden-
tes de violencia (Monahan, 1981; Webster,
Dickens & Addario, 1985). Parece que cierto
subgrupo de sujetos pueden tener comporta-
mientos agresivos sólo hacia familiares
(Dutton, 1988; Dutton & Hart, 1992a); este tipo
de violencia tiende a ser repetitiva. También
los varones que agreden a sus esposas y tienen
una historia de violencia física o sexual contra
familiares tienen un mayor riesgo de recidiva
violenta (Gondolf, 1988; Hotaling &
Sugarman, 1986; Saunders, 1992b; Sonkin et
al., 1985; Stuart & Campbell, 1989).

Codificación

2 Intento de agresión o agresión real contra familiares


en el pasado.
1 Amenaza de agresión contra familiares en el pasado.
0 No hubo agresión real ni intento o amenaza de
agresión contra familiares en el pasado.

33
Nota: ‘Agresión’ incluye agresión física, agresión sexual, y el uso de
armas; ‘Familiares’ incluye tanto los familiares biológicos como los que
no lo son (padres, padrastros, hermanos, hermanastros etc.), y también
los hijos de parejas anteriores o actuales pero no incluye a las parejas
anteriores o actuales (codificado en el ítem 4).

Comentario

Si bien las agresiones hacia familiares distintos de la pareja pueden


formar parte de un patrón de conducta violento difuso, en ocasiones pue-
de detectarse como parte de un patrón más específico. Así ocurre cuando
el blanco de la agresión previa fue hijo/a o hijastro/a. Los hijos/as e hijas-
tros/as pueden ser agredidos como parte de un desplazamiento de la ira en
secuencias específicas de interrelación conflictiva. Los agresores de ese
tipo pueden mostrar un perfil que diste mucho del sujeto irascible. Los
evaluadores deben ser incisivos en la investigación de la significación de
los hijos/as, de los conflictos subyacentes y del origen de frustraciones
vivenciadas por el agresor o la agresora (Folino, 1994).

2: Agresiones previas
contra extraños o
conocidos
Criterios

Los imputados con una historia de violencia tienen un riesgo mayor de


violencia conyugal, aún si sus parejas o familiares no fueron víctimas de
esa violencia previa. Tanto los clínicos como los investigadores notaron
que ‘los varones que en general son violentos’ (aquellos que son violentos
tanto dentro como fuera de la casa) ejercen violencia conyugal más grave
y con más frecuencia que otros varones que agreden a sus esposas (Cadsky
& Crawford, 1988; Fagan, Stewart, & Hansen, 1983; Gondolf, 1988;
Saunders, 1992b; Sonkin, 1987; Stuart & Campbell, 1989).
Codificación

34
2 Intento de agresión o agresión real contra extraños o conocidos en el pasado.
1 Amenaza de agresión contra extraños o conocidos en el pasado.
0 No hubo agresión real ni intento o amenaza de agresión contra extraños o conocidos en
el pasado.

Nota: ‘Agresión’ incluye violencia física, violencia sexual y el uso de


armas; ‘extraños o conocidos’ incluye cualquier persona que no sea pa-
reja o familiar.

Comentario

La violencia previa general puede encontrarse como parte de un patrón


conductual delictivo instrumental o como parte de un patrón de conducta vio-
lenta emocional. En ocasiones la agresión también puede relacionarse con
algunas costumbres, como por ejemplo, el enfrentamiento violento para re-
solver competencias o el duelo. La investigación de este ítem debería estar
guiada por la presunción de que sólo una mínima proporción de las conductas
agresivas se judicializan y, por lo tanto, no deberían escatimarse esfuerzos
para detectar los antecedentes en las narraciones sobre la cotidianeidad.

3: Violación previa de la
liberación anticipada o
supervisión comunitaria
Criterios

Los sujetos que violaron los términos de la liberación anticipada (li-


bertad condicional, salida transitoria, etc.) o supervisión comunitaria (li-
bertad bajo fianza, excarcelación, etc.) tienen más probabilidades de rein-
cidir que otros sujetos (Andrews, 1991; Hart, Kropp, & Hare, 1988;
Nuffield, 1982). Esta relación es válida cuando se aplica el criterio de
recidiva violenta (Harris, Rice & Quinsey, 1993).

Este ítem debe ser codificado sobre la base de los registros formales de
la justicia penal (por ejemplo: informes de la policía o de libertad condi-
cional, antecedentes penales, etc.)

35
Codificación

2 Arresto(s) previo(s) por violación de los términos de la liberación anticipada o supervisión


comunitaria.
1 Violación(es) previa(s) de los términos de la liberación anticipada o supervisión
comunitaria que no dio como resultado el arresto del sujeto.
0 No existen antecedentes de violación de los términos de la liberación anticipada o
supervisión comunitaria.

Nota:Este ítem debe codificarse sin tener en cuenta si la(s) violación(es)


ocurrieron dentro del contexto de la violencia conyugal. La violación de
alguna medida precautoria impuesta por un tribunal o juez competente se
considera como una violación de la liberación anticipada. Un individuo
que no tuvo contacto con los tribunales o con la policía con anterioridad
al último delito debe recibir un puntaje 0.

Comentario

Este tipo de violaciones a la liberación anticipada o supervisión comu-


nitaria pueden encontrarse, en el fuero en lo criminal, tanto en imputables
como en sobreseídos por inimputabilidad y tanto en la etapa del proceso
previa al juicio como en la etapa de la ejecución de la pena. En la etapa
previa al juicio, es frecuente que, cumpliendo ciertos requisitos, se proce-
da a la excarcelación del acusado mientras el proceso continúa.

Por otra parte, también pueden ocurrir violaciones a restricciones im-


puestas desde los juzgados civiles o de familia.

4 Problemas recientes
de pareja
Criterios

En general, los sujetos con relaciones de pareja inestables tienden a


tener más antecedentes criminales, una mayor frecuencia de delitos vio-

36
lentos, y una tasa de recidiva general y violenta más alta que aquellos con
relaciones de pareja estables (Andrews, 1991; Snyder & Fruchtman, 1981).
Con respecto a los varones que agreden a sus esposas, muchos clínicos
observaron que el riesgo de violencia parece ser más alto en las siguientes
circunstancias: (a) el sujeto está viviendo con su pareja, pero ella quiere
terminar la relación; (b) el sujeto está separado de su pareja, pero él quiere
recomenzar la relación; o (c) hubo una separación repentina y/o reciente
(Crawford & Gartner, 1992; Kennedy & Dutton, 1989; McNeil, 1987;
Solicitor General of Canada, 1985; Sonkin, Martin, & Walker, 1985). El
homicidio de una pareja mujer cometido por un varón es más probable
que ocurra en el contexto de una separación o un divorcio (Daly & Wilson,
1988). En líneas más generales, se sostiene que los varones agresivos tie-
nen graves problemas para comunicarse con sus parejas (Maiuro, Cahn, &
Vitaliano, 1986; Saunders, 1993).

Codificación

2 Separación de pareja o conflicto grave en la relación durante el último año.


1 Conflicto moderado en la relación durante el último año.
0 No hubo cambios en el estado civil y ningún conflicto, o hubo un conflicto leve en la
pareja durante el último año.

Nota: Este ítem debe ser codificado de acuerdo con la gravedad del
conflicto en el último año, sin considerar si los miembros de la pareja reci-
bieron tratamiento o si el conflicto se produjo a causa del último delito.

5: Problemas laborales
recientes
Criterios

El desempleo está relacionado con un mayor riesgo de recidiva general


(Andrews, 1991). Los sujetos sin trabajo tienen también más probabilida-
des de recidivar violentamente (Tittle, Villemez, & Smith, 1978). Los ingre-

37
sos bajos y las preocupaciones financieras también constituyen un fac-
tor de riesgo para ejercer violencia conyugal (Campbell, 1986; Hotaling
and Sugarman, 1986; Stuart & Campbell, 1989). Un cambio repentino
y reciente en la situación laboral –más específicamente, el despido o
una suspensión– puede estar asociado a un mayor riesgo de violencia
(McNeil, 1987). Generalmente se cree que los varones pueden mani-
festarles a sus familiares ira y frustración relacionadas con el trabajo
(Saunders, 1993).

Codificación

2 Actualmente desempleado, con una historia laboral inestable durante el último año.
1 Actualmente desempleado, con una historia laboral estable durante el último año; o,
actualmente empleado, con una historia laboral inestable durante el último año.
0 Actualmente empleado, con una historia laboral estable durante el último año.

Nota: ‘Empleado’ significa un trabajo de tiempo completo o práctica-


mente de tiempo completo (que incluye trabajo autónomo); ‘inestable’
significa cambios de trabajo frecuentes o períodos de desempleo conside-
rables.

6 Víctima y/o testigo de


violencia familiar du
rante la niñez
o la adolescencia

Criterios

Existe una fuerte conexión entre la victimización durante la niñez y


la criminalidad general (Dutton & Hart, 1992a,b; Kaufman & Zigler,
1989; Widom, 1989). Además, las pruebas sugieren que ser víctima o
testigo de violencia familiar durante la niñez o la adolescencia está aso-
ciado a un mayor riesgo de violencia hacia la esposa durante la edad
adulta (Hotaling & Sugarman, 1986). Caesar (1998) informó que los

38
varones que agreden a sus esposas tenían muchas más probabilidades
que los no agresores de haber sido víctimas de un doble abuso –es decir,
ser tanto víctima como testigo de violencia de los padres. El riesgo de
recidiva violenta en varones que agreden a sus esposas también está
conectado al hecho de haber sufrido violencia familiar o a haber sido
testigo de ésta durante la niñez o la adolescencia (Saunders, 1992b;
Sonkin, 1987). Se descubrió, en una investigación realizada en sala de
emergencia psiquiátrica, que la calidad de vida familiar durante los pri-
meros años tiene un poder decisivo como factor predictor de violencia
durante un año (Klassen & O’Connor, 1989). Recientemente Saunders
(1993) incluyó esta variable como uno de los tres factores de riesgo de
violencia familiar más ‘prominentes’.

Codificación

2 Víctima y/o testigo de violencia familiar frecuente o grave durante la niñez o la


adolescencia.
1 Víctima y/o testigo de violencia familiar infrecuente o moderada durante la niñez o la
adolescencia.
0 Nunca fue víctima ni testigo de violencia familiar durante la niñez o la adolescencia.

7 Abuso/dependencia de
substancias reciente

Criterios

El uso indebido de substancias está relacionado con la criminalidad y


la recidiva en general (por ejemplo, Harris et al., 1993; Monahan, 1981).
Los sujetos con una historia de violencia familiar (que incluye violencia
hacia las esposas) tienen más probabilidades de abusar de substancias que
aquellos que no tienen antecedentes de violencia (por ejemplo, Dutton &
Hart, 1992b; Tolman & Bennett, 1990). Por último, el uso indebido de
substancias reciente está asociado al riesgo de recidiva violenta en los
varones que agreden a sus esposas (Gondolf, 1988; Saunders, 1992b;
Sonkin, 1987; Stuart & Campbell, 1989; Walker, 1989). Saunders (1993)

39
considera que el abuso de alcohol es uno de los tres factores de riesgo de
violencia familiar prominentes y agrega que el uso crónico puede provo-
car peleas familiares debido al consumo excesivo de alcohol.

Codificación

2 Abuso o dependencia de substancias grave durante el último año.


1 Abuso de substancias moderado durante el último año.
0 No existen pruebas de abuso o dependencia de substancias durante el último año.

Nota: Este ítem debe ser codificado de acuerdo con la gravedad del
abuso durante el último año, sin considerar si el individuo recibió trata-
miento. ‘Grave’ significa que el abuso de substancias perjudicó conside-
rablemente la salud del individuo o su funcionamiento social (por ejem-
plo, una sobredosis o pancreatitis; un arresto o la pérdida del empleo).

Comentario

Si bien no se debe subestimar la eventual influencia de otras drogas de


abuso -como por ejemplo, la cocaína-, la influencia del patrón de consu-
mo abusivo de alcohol en la violencia conyugal debe ser minuciosamente
investigada. El énfasis se debe no sólo a cuestiones de alta frecuencia
sino también a peculiaridades del fenómeno que pueden determinar su
subdiagnóstico. Tales peculiaridades están configuradas por la conducta
procedente que suele presentar el/la evaluado/a en la situación formal de
entrevista, lo que enmascara la actitud agresiva que el agresor pone en
evidencia en la intimidad de la relación. En el mismo sentido influye la
dual cualidad de la conducta del agresor que, mientras resulta violento en
el seno familiar, actúa sintónicamente con sus pares en el ambiente social.

La implementación de un modelo clínico, fenomenológico y compren-


sivo, puede permitir discriminar si el caso se encuentra en alguno de los
patrones de combinación entre violencia y trastornos por abusos de subs-
tancias más frecuentemente identificados en el sistema judicial
(Folino,1987a, b, 1988): a) el configurado por la conducta toxicofílica

40
iniciada a temprana edad -habitualmente con consumo de psicofármacos
o inhalantes- combinada con conducta violenta tanto instrumental -por
ejemplo, con el objetivo de obtener la propiedad ajena- como alternativa
cotidiana para la resolución de conflictos interpersonales; b) el que mues-
tran los sujetos que transcurren su historia vital desarrollando dependen-
cia especialmente alcohólica, sin participar de actividades delictivas y sin
mostrar tempranas conductas agresivas pero que, en estadios avanzados
de la carrera alcohólica, cometen actos agresivos dirigidos hacia familia-
res o amistades. Los primeros exponen rasgos del perfil antisocial de la
personalidad tales como paso rápido a la acción, intolerancia a las frustra-
ciones, vivencia temporal predominante en el presente, insuficiente auto-
nomía ética, egocentrismo, predominante valoración hedonista, irrespon-
sabilidad en los roles sociales y familiares tradicionales, ausencia de sen-
timientos de culpa, etc. Los segundos pueden evidenciar agresividad in-
termitente asociada al consumo no cotidiano pero con incapacidad para
detenerse o una fenomenología en la que se destacan el estigma físico
del dependiente crónico, el deterioro de los rendimientos sociales, el debi-
litamiento de la nitidez de conciencia y de las posibilidades de actuar con
adecuada previsión, retraso sensoperceptivo, dismnesia, bradipsiquia, per-
severancia, puerilidad, primitivización, etc.

La relación entre droga y violencia es polimorfa, ya sea por sus múlti-


ples nexos de causalidad como por el variado impacto en la capacidad
para ser imputado: en el primer tipo mencionado, el abuso de drogas es un
síntoma más de la personalidad con rasgos de psicopatía antisocial y la
causalidad tiende a ser psicológico-social, la capacidad psíquica para ser
imputado legalmente no suele estar alterada, y la agresividad es, en gran
medida, instrumental. En el segundo tipo, la substancia suele intervenir
claramente como factor patogénico, la causalidad predominante de la vio-
lencia suele ser supraindividual -psico-fisiopatológica-, la capacidad psí-
quica para la imputabilidad legal tiende a desaparecer y la agresividad
suele ser menos instrumental.

No sólo las drogas ilegales y el alcohol han sido implicados en la pro-


ducción de agresividad. También ha sido postulado que los psicofármacos
prescriptos terapéuticamente pueden facilitar la agresividad. Establecer
esta relación en humanos es sumamente complejo dado que intervienen
factores de confusión muy importantes. Uno de los principales factores de

41
confusión es la comorbilidad con un trastorno antisocial de la personali-
dad. De todas maneras, la baja frecuencia relativa de estos casos hace que
deban considerarse excepcionales (Folino, J. 1998).

Por último, en la evaluación de este aspecto no se debería descuidar la


eventual influencia de la ingesta de substancias por parte de la víctima. El
consumo abusivo de substancias por parte de la víctima también es un
factor importante en el desencadenamiento de violencia y demuestra cómo
el factor tóxico debe ser evaluado en un contexto interaccional, más allá
del efecto directo farmacológico. Baste como ejemplo que el alcohol pue-
de facilitar la victimización de diferentes modos: reduciendo el miedo y la
habilidad de percibir amenazas, dificultando la evaluación de riesgos o de
responder apropiadamente a una situación amenazante o generando con-
ductas belicosas que contribuyen en la escalada de la violencia.

8 Ideación/ intento de
suicidio u homicidio
reciente
Criterios

La conexión entre la ideación/intento de homicidio y el riesgo de vio-


lencia es evidente. En efecto, la legislación de salud mental provincial en
el Canadá reconoce que la ideación/intento de homicidio, cuando están
asociados a un trastorno mental, son razones suficientes para la interna-
ción psiquiátrica involuntaria. A pesar de que la conexión entre la ideación
o el intento de suicidio y el riesgo de violencia es menos evidente, el
suicido es, a menudo, un indicador de una situación de ‘crisis’ desespera-
da para el sujeto, y generalmente, es considerado un factor de riesgo
(Goldsmith, 1990; Saunders, 1992b; Stuart & Campbell, 1989). Además,
algunas investigaciones empíricas sugieren que existe una conexión entre
la peligrosidad para sí y para terceros; es decir, los dos factores coexisten
más a menudo que lo esperado (por ejemplo, Convit, Jaeger, Lin, Meisner,
& Volavka, 1988; Menzies, Webster, & Sepejak, 1985). También los varo-
nes que matan a sus parejas frecuentemente dicen haber ideado o intenta-

42
do suicidarse antes de cometer el delito; de hecho, no es raro que estos
varones intenten suicidarse o se suiciden después de cometer el homicidio.

Codificación

2 Ideación/intento de homicidio o suicidio grave durante el último año.


1 Ideación/intento de homicidio o suicidio de menor gravedad que 2 durante el último año.
0 No hubo ideación/intento de homicidio o suicidio durante el último año.

Nota:Este ítem debe ser codificado de acuerdo con la gravedad en el


último año, sin considerar si el individuo recibió tratamiento. ‘Grave’
significa (a) que la ideación es experimentada como persistente e invasiva,
o incluye métodos de alta letalidad, o (b) que el grado de intención es de
moderado a alto.

Comentario

La ideación suicida/homicida se constituye en un factor de riesgo su-


mamente importante y llega, en ocasiones, a ratificar su vigencia de una
manera tan extrema que sacude la credulidad humana. Si siempre es
impactante conocer sobre la ocurrencia de un homicidio o de un suicidio,
resulta más conmocionante aún tomar conocimiento de la ocurrencia de
homicidios-suicidios. Este extremo violento debería estar presente en la
mente del evaluador aún en contra del sesgo que puede imprimir su escasa
frecuencia relativa.

Diversos aspectos deberían ser contemplados a la hora de la evalua-


ción. Uno de ellos es el neto predominio masculino en la ejecución de
estas conductas en el seno conyugal (Rosenbaum, 1990; Milroy, 1998;
Milroy et al., 1997; Bourget et al., 2000; Cooper & Eaves, 1996). Otros
aspectos importantes se relacionan con características de la personalidad.
Algunos investigadores sostienen que los autores de homicidio–suicidio
comparten más características con las personas que se suicidan que con
las que cometen homicidio sin suicidio; en cambio, otros minimizan el
papel de la culpa en el suicidio y no creen que el homicidio típico de un

43
esposo/a sea un hecho sin planificar (Daly y Wilson, 1988). Estos últimos
autores, por el contrario, plantean que los homicidas se movilizan hasta
encontrar a la víctima con un objetivo claro en mente y que esto ocurre
así, predominantemente, en las parejas que están separadas (Daly y Wilson,
1988). Una interpretación apta para esos casos es que tales conductas
violentas son expresiones de la actitud masculina de sentirse propietario
de la mujer y de su capacidad reproductiva. En esas conductas violentas,
los varones estarían extendiendo hasta el extremo el ejercicio unilateral
de su autoridad.

Otras facetas psicopatológicas que deberían ser cuidadosamente revi-


sadas durante la evaluación, se relacionan con la paranoia celotípica y el
narcisismo severo. En estos casos la calidad de la personalidad del agre-
sor y de la relación en sí misma es de gran importancia. En el potencial
agresor puede detectarse una combinación de celos y características para-
noicas, y/o frustraciones narcisistas y depresión. En cuanto a la relación,
los factores afectivos, que suelen ser los de mayor peso y tienden a acercar
a la pareja, llegan, en estos casos, a distorsionarse de tal manera que in-
fringen la autonomía al extremo de que el sujeto vivencie la pareja como
una sola persona. Estas relaciones amorosas con dependencia de alguno
de los cónyuges, de tal magnitud como para perturbar la autonomía, puede
ser terreno fértil para la fusión del amor y del odio. En este contexto, las
expectativas narcisistas, egocéntricas e irreales de una de las partes, pue-
den verse amenazadas en su aparente estabilidad cuando la otra parte toma
conciencia de la restricción que tiene su vida y pretende independizarse.
La psicodinámica nuclear de los homicidios -suicidios pone al agresor
enfrente de un quiebre de su relación, de su «inversión» y le hace reaccio-
nar con depresión, paranoia e ira hacia el que le rechaza, mientras siente la
presión de las normas sociales y la vergüenza social (Palermo, 1994). El
evaluador debería investigar minuciosamente si el sujeto evaluado siente
incapacidad de sobrevivir a la ausencia de lo que considera tan impres-
cindible -su pareja-y si vivencia que quien le rechaza es parte de su propio
ser y de su realidad, dado que, en esas circunstancias, el sujeto puede
verse tentado a adoptar una actitud de juez y dueño de la situación y ejecu-
tar un suicidio extendido.

44
9 Síntomas psicóticos y/
o maníacos recientes

Criterios

Existe un debate importante en la bibliografía empírica con respecto a


la conexión entre el trastorno mental y la violencia. Algunos estudios dan
cuenta de una correlación positiva entre la psicosis y la violencia previa
(por ejemplo, Swanson, Holzer, Ganju, & Jono, 1990; Monahan, 1992).
Sin embargo, otros dicen que la psicosis (por lo menos la psicosis tratada)
está asociada a un riesgo menor de recidiva violenta (Rice, Harris &
Cormier, 1992). Un hallazgo más frecuente es que los síntomas psicóticos
y/o maníacos actuales están asociados a un mayor riesgo de violencia a
corto plazo (por ejemplo, Binder & McNeil, 1988; Link & Stueve, 1994).

Codificación

2 Síntomas psicóticos o maníacos graves durante el último año.


1 Síntomas psicóticos o maníacos moderados durante el último año.
0 No hubo síntomas psicóticos o maníacos durante el último año.

Nota:Este ítem debe ser codificado de acuerdo con la gravedad de los


síntomas en el último año, sin considerar si el individuo recibió trata-
miento. Los síntomas psicóticos incluyen (a) habla extremadamente des-
organizada o ilógica, (b) delirios, (c) alucinaciones, y (d) comportamien-
to extremadamente extraño. Los síntomas maníacos incluyen (a) euforia o
irritabilidad extremas, (b) megalomanía, (c) fuga de ideas y verborragia,
y (d) hiperactividad motora. ‘Grave’ significa que los síntomas dieron
como resultado un tratamiento psiquiátrico con hospitalización o ambu-
latorio, o que perjudicaron considerablemente el funcionamiento social.

45
Comentario

El problema de la asociación entre psicosis y violencia debería ser re-


visado en diferentes escalas a los efectos de minimizar la posibilidad de
errores y de no confundir al profesional con escasa experiencia. Por ejem-
plo, si bien existe abundante información epidemiológica que relativiza la
relación entre esquizofrenia y violencia, en el caso particular en evalua-
ción, el análisis debería extenderse más allá de los hallazgos poblacionales
y ser complementado con una aproximación cualitativa. Es frecuente que
las conductas auto o heteroagresivas de los enfermos no sean registradas
oficialmente. Los evaluadores, si no obtienen esos datos de los entrevista-
dos, irremediablemente fallan debido a un subdiagnóstico de la
sintomatología violenta. Si las estadísticas se miran desde la perspectiva
que dan los hechos violentos registrados, muchos esquizofrénicos pasan
como enfermos que nunca actuaron violentamente. Por otra parte, tam-
bién ocurre que múltiples circunstancias, como por ejemplo, la efectivi-
dad terapéutica o la oportuna intervención familiar acuden oponiéndose a
que se efectivice la violencia esquizofrénica. Sin embargo, que no se
efectivice no quiere decir que no exista potencialmente. Por tanto, que
actualmente la estadística no exprese contundentemente la asociación en-
tre esquizofrenia y violencia no debe confundir permitiendo la subesti-
mación.

Muchos síntomas esquizofrénicos facilitan el conflicto en la pareja y,


por tanto, la violencia. Cuando la sospecha delirante, la hostilidad o la
desconfianza se focalizan en la pareja, el riesgo de agresión es severo.
Aún sin la intervención de ideación paranoide, las consecuencias de la
patología aguda, el deterioro crónico y la transformación de los roles pue-
den facilitar el conflicto violento en el seno conyugal. Si se confía inge-
nuamente en que el esquizofrénico no llega a ser violento, las medidas
preventivas anteriormente mencionadas nunca serán implementadas. En
síntesis, un análisis clínico cuidadoso con un enfoque cualitativo del
caso y de sus circunstancias es prioritario a la hora de tomar decisiones.
De esa manera, se estará realizando adecuadamente la evaluación del ries-
go, se estará cuidando la responsabilidad profesional y, seguramente, se
estará colaborando con el mantenimiento de una baja correlación estadís-
tica entre esquizofrenia y violencia.

46
10 Trastorno de
personalidad con ira,
impulsividad,
o inestabilidad de la
conducta
Criterios

Los trastornos de la personalidad son muy comunes dentro de las po-


blaciones de sujetos condenados en general (por ejemplo, Hare, 1983,
1991) y, específicamente, entre los varones que agreden a sus esposas
(Hamberger & Hastings, 1988; Hart, Dutton, & Newlove, 1993). Los tras-
tornos de la personalidad caracterizados por la ira, la impulsividad y el
comportamiento inestable (por ejemplo, los trastornos de la personalidad
psicopáticos/antisociales, fronterizos, narcisistas o histriónicos) están aso-
ciados a un riesgo mayor de comportamiento criminal, que incluye vio-
lencia y recidiva violenta (Hare, 1991; Harris et al., 1993; Sonkin, 1987).
Por último, Saunders (1993) considera que el trastorno de la personalidad
es un ‘factor de riesgo probable’ y señala que la mayoría de los varones
que agreden a sus esposas mientras están en tratamiento tienen perfiles
elevados en las evaluaciones de personalidad estándar.

Este ítem debe ser codificado sobre la base de evaluaciones de salud


mental previas o actuales. Si no se dispone de ellas, el ítem debe ser codi-
ficado con la ayuda de un profesional de la salud mental.

Codificación

2 Trastorno de personalidad caracterizado por graves problemas de ira, impulsividad o


comportamiento inestable.
1 Trastorno de personalidad caracterizado por problemas de ira, impulsividad o comporta-
miento inestable moderado.
0 No existe trastorno de personalidad caracterizado por problemas de ira, impulsividad o
comportamiento inestable crónicos.

47
Nota: ‘Grave’ significa que los síntomas dieron como resultado un
tratamiento psiquiátrico con hospitalización o ambulatorio, o que perju-
dicaron considerablemente el funcionamiento social (por ejemplo, puntaje
total de la PCL-R e» 25; diagnóstico de cualquier trastorno del Grupo B
del DSM-III-R); ‘moderado’ significa que no necesitaron tratamiento y
que sólo perjudicaron levemente el funcionamiento social (por ejemplo,
puntaje total de la PCL-R entre 15 y 25; rasgos prominentes de cualquier
trastorno del Grupo B del DSM-III-R).

Comentario

Algunas características nucleares de las psicopatías, como la


impulsividad, la versatilidad delictiva, la crueldad, la falta de empatía y el
remordimiento, hacen que exista una conexión conceptual directa entre la
psicopatía y la violencia. Independientemente de ello, ante el diagnóstico
de psicopatía, es importante que el evaluador intente discriminar qué tipo
de patrón agresivo es el predominante en el caso y qué tipo de violencia es
la que se pronostica, debido a que esas características determinarán, en
gran medida, qué intervenciones pueden ser más eficientes. Por ejemplo,
la sensibilidad emocional anormal o deficiente, la carencia de sentimien-
to de culpa y la ausencia de miedo pueden facilitar la agresión fría e ins-
trumental y su perpetuación. Por otra parte, la impulsividad también pue-
de facilitar el comportamiento agresivo expresivo y reiterativo ante con-
flictos interpersonales.

Lo dicho es válido también para otros trastornos de personalidad, pues


los rasgos anómalos imprimen diferentes calidades a la violencia como se
sintetiza a continuación.

En personalidades con componentes narcisistas puede presentarse paso


a la acción agresiva cuando la pareja no satisface las aspiraciones de apro-
bación o, más aún, cuando ésta responde de una manera hiriente que el
narcisista no tolera. Cuando las personas con estas características agre-
gan a los conflictos de pareja complicaciones con conducta de acecho, el
riesgo se torna particularmente alto. Este tipo de acechador fue descripto
como obsesivo simple (Zona, 1993) y suele manifestarse luego de la rup-
tura de una relación sentimental, ya sea de esposos o novios. Muchos
casos tienen el antecedente de una relación de violencia familiar y, al

48
producirse la ruptura, el ex violento inicia una campaña de acecho, inti-
midación y terrorismo mental con alta probabilidad de reiteración de la
violencia. La conducta puede tener el objetivo de coercionar a la víctima
para que regrese o simplemente la venganza. Algunos presentan una vio-
lencia depredadora, planeada, con propositividad y sin emocionalidad, sin
exaltación autonómica y con metas numerosas, tales como el control, la
intimidación o la devaluación de la víctima. Este tipo de violencia se aso-
cia a la psicopatía o el trastorno antisocial de la personalidad.

Las personas con rasgos paranoides pueden pasar al acto agresivo cuan-
do su suspicacia se exacerba, ya sea por conflictos concretos o porque
transcurre un período de exaltada unilateralidad en sus juicios que genera
fricción con la pareja. En ocasiones, acontecimientos reales y esperables
en una relación conflictiva, como, por ejemplo, el rechazo sexual o la
disminución en la comunicación, pueden desencadenar interpretaciones
celotípicas sobrevaloradas que justifican, para el agresor, adoptar con-
ductas violentas.

Quienes presentan una personalidad con trastorno «borderline», tienen


una tendencia a ser inestables en su humor y a responder con actitudes
extremas y abruptas ante algunas frustraciones o conflictos. Episodios de
ira y actitudes extremas son un terreno fértil para las conductas violentas,
incluso autodirigidas. Entre las personas con estas inestabilidades se pue-
de detectar una secuencia psicogenética iniciada con alguna frustración,
seguida con tensión creciente, vivencias disfóricas informadas como fas-
tidio o irritabilidad y, finalmente, estallidos violentos y acciones intem-
pestivas sin reparos en las consecuencias (Folino, 1987).

11 Agresiones físicas
previas
Criterios

Los varones que manifestaron un comportamiento agresivo tanto en


relaciones de pareja anteriores como en actuales tienen un riesgo de vio-

49
lencia (Fagan et al., 1983; Sonkin, 1987). El cálculo aproximado de la tasa
de recidiva de agresión hacia las esposas oscila entre 30 y 70 % durante un
período de uno a dos años (Dutton, 1995); estas tasas parecen aplicarse
sin tener en cuenta si el sujeto está arrestado y/o bajo tratamiento
(Hamberger & Hastings, 1993).

Codificación

2 Agresión física a pareja(s) actual(es)o anterior(es).


1 Intento de agresión a pareja(s) actual(es)o anterior(es).
0 No hubo ni intento de agresión ni agresión física real a pareja(s) actual(es)o anterior(es).

Nota:‘Agresión física’ incluye agresión con un arma pero no incluye


agresión sexual (codificado en el Ítem 13) ni amenazas (codificado en el
Ítem 14); ‘pareja’ incluye esposa, concubina, o novia.

12 Agresiones sexuales/
celotipias sexuales
previas

Criterios

Generalmente, las tipologías de los agresores conyugales indican que


los patrones más graves incluyen agresión sexual y celotipia sexual extre-
ma (Gondolf, 1988; Snyder & Fruchtman, 1981). Además, los varones
que agredieron sexualmente a sus parejas y/o que manifestaron una celotipia
sexual considerable tienen más riesgo de recidiva violenta (Goldsmith,
1990; Saunders, 1992b; Stuart & Campbell, 1989; Walker, 1989).

50
Codificación

2 Agresión sexual a pareja(s) actual(es) o anterior(es), o por lo menos, una agresión


física previa ocurrida en el contexto de una celotipia sexual grave.
1 Intento de agresión sexual a pareja(s) actual(es) o anterior(es), o tiene una historia de
celotipia sexual grave.
0 No hubo ni intento agresión sexual ni agresión sexual real a pareja(s) actual(es) o
anterior(es), y no tiene una historia de celotipia sexual grave.

Nota: ‘Agresión sexual’ incluye agresión sexual con un arma pero no


incluye amenazas (codificado en el Ítem 14); ‘grave’ significa que la
celotipia fue la causa de un tratamiento psiquiátrico ambulatorio o con
hospitalización en el pasado, o que perjudicó considerablemente el fun-
cionamiento social; ‘pareja’ incluye esposa, concubina o novia.

Comentario

La fuente de información de este tipo de datos debería incluir expe-


dientes penales, civiles previos o incidentes informados en historias clíni-
cas. Es factible que el evaluado/a, en tanto se ubica en una posición intere-
sada por su compromiso legal, tienda a subestimar las agresiones previas
cometidas hacia su pareja; por lo tanto, si los abogados no lo hicieron, es
razonable que el evaluador plantee al juez que sería útil requerir informa-
ción sobre la existencia de previas acusaciones que haya realizado la pare-
ja. La detección de agresión negada o minimizada permite ser preciso en la
puntuación adscripta a este ítem y, a su vez, obtener información útil para
puntuar el ítem 16. Respecto a los registros de asistencia a la víctima por
lesiones que puedan ser encontrados en las historias clínicas, debe tenerse
en cuenta que no siempre están claramente atribuidos a agresiones; es
frecuente que la víctima, en período de indecisiones o por temor, concurra
a recibir asistencia médica distorsionando la causa de la lesión (por ejem-
plo, alegando un accidente). En estos casos, la nueva información aportada
al expediente puede ser esclarecedora, especialmente si se la relaciona con
la tipología de las lesiones desde un criterio médico legal o con diagnósti-
cos diferenciales o dudas sobre la etiología planteadas por los médicos
asistenciales.

51
13 Uso de armas y/o
amenazas de muerte
verosímiles previas

Criterios

Los agresores conyugales que usaron un arma en agresiones previas a


parejas o terceros o que amenazaron con el uso futuro de un arma, tienen
un mayor riesgo de recidiva violenta (Sonkin, Martin, & Walker, 1985).
Además, los varones que realizan amenazas de muerte verosímiles o de
maltrato físico grave contra sus parejas (es decir, mujeres que sientes mie-
do de sus parejas) tienen un riesgo mayor de recidiva violenta (Gondolf,
1988; Sonkin, 1987; Stuart & Campbell, 1989; Walker, 1989). Se cree que
la agresión verbal predice violencia en matrimonios recién constituidos
(Murphy & O’Leary, 1989).

Codificación

2 Uso de un arma o amenazas de muerte verosímiles en el pasado.


1 Amenaza de uso futuro de un arma o amenazas verosímiles de maltrato físico grave en el
pasado.
0 No existen pruebas de (a) uso o amenaza de uso futuro de un arma, o (b) amenazas
verosímiles de maltrato físico grave o de muerte en el pasado

Nota:‘‘Arma’ incluye armas de fuego, cuchillos, y objetos usados como


palos; ‘verosímiles’ significa que las amenazas fueron percibidas como
reales por la víctima. Las amenazas imprecisas (por ejemplo, ‘Te voy a
agarrar’) percibidas como reales por la víctima deben ser codificadas
como amenazas de daño físico grave.

52
Comentario

Si bien es común que el evaluador tienda a considerar, en principio,


que una amenaza en estado de exaltación significa menos riesgo que una
amenaza en estado de serenidad, la conclusión debe ser sumamente cau-
telosa. Tanto en un tipo como en el otro se ciernen elementos psicogenéticos
que indican riesgo. Mientras que el que actúa amenazando con serenidad
puede estar manifestando una perdurable representación de la agresión,
entre otras cuestiones emocionales y cognitivas, el que amenaza en estado
de exaltación puede estar dando indicios de sus dificultades para evitar el
paso a la acción. Tanto en un caso como en el otro, una lectura de la
amenaza en su contexto y con la información asociada puede orientar ha-
cia particulares medidas de prevención. El evaluador debería considerar
seriamente la existencia de amenazas.

14 Reciente escalada de la
agresión en frecuencia
o gravedad

Criterios

Aquellos que estudian las agresiones hacia las esposas reconocieron,


durante mucho tiempo, que las relaciones abusivas están frecuentemente
caracterizadas por patrones distintivos o ciclos de violencia. Algunos au-
tores destacaron las similitudes de estos patrones en las diferentes relacio-
nes (por ejemplo, e.g., Walker, 1989; Ganley, 1987), mientras que otros
destacaron sus diferencias (Webster et al., 1985). A pesar de su énfasis,
sin embargo, estos autores observaron que un patrón de escalada reciente
de la agresión en frecuencia o gravedad está asociado al riesgo inminente
de recidiva violenta (Sonkin, 1987; Stuart & Campbell, 1989). En la bi-
bliografía sobre la recidiva violenta se observó que es esencial revisar

53
todos los registros pertinentes cuando se evalúan los patrones de violen-
cia (Rice & Harris, 1992). En muchos casos esto demostrará una ‘evolu-
ción de la violencia’ a través del tiempo (Greenland, 1985).

Codificación

2 Indudable escalada en la frecuencia y/o gravedad del comportamiento agresivo


durante el último año.
1 Posible aumento en la frecuencia y/o gravedad del comportamiento agresivo durante
el último año.
0 No hubo aumento aparente en la frecuencia y/o gravedad del comportamiento
agresivo durante el último año, o no existe una historia aparente de comportamiento
agresivo previo.

Nota: Codificar de acuerdo con la naturaleza de la escalada en el


último año, sin tener en cuenta si el individuo recibió tratamiento.

Comentario

Cuando la escalada en la agresión se produce en el caso de un agresor


abusador de substancias, es posible que, además del agravamiento del
conflicto, esté interviniendo un agravamiento en el abuso. Esta condición
no impide la puntuación en este ítem. La consignación de la escalada agre-
siva debe hacerse independientemente de los factores que la faciliten y, a
su vez, se debe consignar el factor actuante en el ítem correspondiente.

Si bien los datos objetivos siempre ofrecen sustento más fuerte a la


evaluación, algunos datos subjetivos pueden ser sumamente ilustrativos.
Ocurre que, en la intimidad, los componentes de la pareja aprenden a in-
terpretar con precisión algunos signos sutiles que ofrece la conducta del
otro. Por eso es que las vívidas descripciones que hacen las víctimas del
aumento de la violencia o de la reciente desinhibición agresiva deben ser
cuidadosamente consideradas. Otras veces es posible detectar el aumento
de la violencia sin agresiones efectivamente lesivas; esto ocurre cuando la
escalada en el autoritarismo y en el control va llevando a mayores exigen-
cias, mayor limitación de movimientos y demandas verbales crecientes.

54
15 Violación previa de las
medidas precautorias

Criterios

Las investigaciones indican que las violaciones previas de las condi-


ciones de la liberación anticipada o de la supervisión comunitaria están
asociadas con la recidiva general y violenta (véase Ítem 3). Aunque no
existen muchas pruebas directas relacionadas con este tema, sobre la base
del axioma que afirma que el comportamiento pasado es el mejor factor
predictor del comportamiento futuro, los varones que agreden a sus espo-
sas y que tienen antecedentes de violación de las medidas precautorias o
cautelares que restringen el contacto con las víctimas impuestas por un
tribunal civil o penal (por ejemplo, fianza, ejecución condicional de la
pena, imposición del radio de exclusión, etc.) tienen riesgo de recidiva
violenta. Esta suposición está respaldada por la experiencia clínica.

Codificación

2 Arresto(s) previo(s) por violar las medidas precautorias ordenadas por un tribunal civil o
penal.
1 Violación(es) previa(s) de las medidas precautorias ordenadas por un tribunal civil o
penal que no dieron como resultado el arresto del sujeto.
0 No registra violaciones previas de las medidas precautorias ordenadas por un tribunal
civil o penal, o nunca existieron tales disposiciones.

Nota: Las «órdenes de un tribunal civil o penal» incluyen fianza, eje-


cución condicional de la pena, imposición de un radio de exclusión, etc.
Violación de una orden de «prohibición de contacto» también se tiene en
cuenta para la codificación del ítem 3.

55
Comentario

La significación de la violación de alguna de las restricciones ordena-


das judicialmente trasciende la significación de la transgresión en térmi-
nos exclusivamente normativos. Una violación de esta naturaleza es una
conducta que tiene potencialidades de desencadenamiento de acciones
violentas concretas, aún sin que el transgresor tuviera ese interés inicial-
mente. El evaluador debería darle importancia al antecedente y compren-
der y representarse la situación de conflicto que caracteriza el período de
restricciones: es una situación con intereses enfrentados, sentimientos de
impotencia, injusticia y encono subjetivamente justificados y con preten-
siones insatisfechas. En este contexto, el ingreso de una de las partes en
conflicto al área prohibida genera fácilmente respuestas de temor, de con-
traataque o de reclamo. Fácilmente se entabla una nueva fricción con gran-
des posibilidades de escalada de violencia. Es muy común, en el ámbito
pericial, recibir explicaciones de los acusados diciendo que en ningún
momento previo tuvieron el interés de agredir; que sólo querían conver-
sar, solucionar algún problema, ver a los hijos, coordinar algún aspecto,
etc. y que, luego de que se iniciara la discusión, se sintieron atacados o
heridos y se produjo la agresión por la que está acusado. Ese tipo de
explicación, más allá de que pueda tener connotaciones defensivas, pone
de manifiesto una secuencia de acciones que tiene potencialidad de ter-
minar violentamente.

16 Minimización extrema o
negación de la historia
de violencia conyugal
Criterios

Los sujetos peligrosos con conductas delictivas persistentes habitual-


mente minimizan y/o niegan su comportamiento antisocial. Esto ocurre
en los sujetos violentos en general y, en particular, en los varones que
agreden a sus esposas (Dutton, 1995; Hare, 1991; Saunders, 1992b; Webster

56
et al., 1985). En los varones que agreden a sus esposas, la minimización y
la negación se asocian con la falta de voluntad para modificar los compor-
tamientos agresivos o para comenzar programas de tratamiento y también
están relacionadas con un riesgo mayor de recidiva violenta (Dutton, 1988;
Sonkin, 1987).

Codificación

2 Minimización extrema o negación del comportamiento agresivo previo pese a las pruebas
documentadas que indican lo contrario, según la presencia de uno o más de los siguientes
indicadores:
a. el individuo niega muchas o todas las agresiones previas;
b. el individuo niega la responsabilidad por muchas o todas las agresiones previas (por
ejemplo, culpa a la víctima);
c. el individuo niega las consecuencias graves de muchas o todas las agresiones previas
(por ejemplo, dice que la víctima no sufrió heridas físicas).
1 Minimización moderada del comportamiento agresivo previo pese a las pruebas
documentadas que indican lo contrario, según la presencia de uno o más de los
siguientes indicadores:
a. el individuo niega algunas agresiones previas, pero admite otras;
b. el individuo niega la responsabilidad que le cabe por algunas de las agresiones previas
(por ejemplo, culpa a la víctima), pero acepta la responsabilidad por otras;
c. el individuo niega las consecuencias graves de algunas agresiones previas
(por ejemplo, dice que la víctima no sufrió heridas físicas), pero reconoce otras
consecuencias.
0 No hay discrepancia, o la discrepancia es escasa, entre la versión del individuo acerca de
las agresiones previas y la(s) versión(es) documentada(s).

Comentario

La minimización o negación del comportamiento previo es una de las


tantas presentaciones que puede mostrar la actitud defensiva de los eva-
luados acusados. El clínico debería estar sumamente alerta al evaluar es-
tos aspectos pues los entrevistados pueden presentar habilidades notables
para ofrecer una imagen favorable y negar o transferir responsabilidades.
Así ocurre, por ejemplo, en el caso del agresor en el medio conyugal que
mantiene en sociedad una actitud completamente opuesta a la real que

57
asume en el hogar. Esa persona está muy entrenada para el ocultamiento, la
distorsión y la justificación en pro de su imagen cargada de deseabilidad
social, al punto tal que la versión violenta puede resultar inverosímil para el
lego y difícil de vislumbrar para el idóneo. Asimismo ocurre con el abusa-
dor de alcohol que, independientemente de la negación genérica que pueda
anteponer, suele estar bien acostumbrado a transferir culpas al alcohol y, a
minimizar, además del consumo, todas aquellas consecuencias disociales.

17 Actitudes que apoyan o


aprueban la violencia
conyugal
Criterios

Investigaciones en gran escala, otros estudios empíricos y la observa-


ción clínica sugieren que un número de actitudes sociopolíticas, religiosas,
(sub) culturales y personales (es decir, creencias o valores) diferencian a los
varones que agredieron recientemente a sus parejas de los que no (por ejem-
plo, Saunders, 1992b; Straus et al., 1980). Un elemento común de estas
actitudes es que apoyan o aprueban la violencia hacia las esposas, promo-
viendo, implícita o explícitamente, (a) el patriarcado (el privilegio del hom-
bre), (b) la misoginia y/o (c) el uso de la violencia para resolver conflictos.
Estas actitudes, a menudo, coexisten con una minimización/negación de la
violencia hacia la esposa, y están relacionadas con un riesgo mayor de reci-
diva violenta (Goldsmith, 1990; Sonkin, 1987). Saunders (1993) considera
que las «posturas estrictas en cuanto al rol del hombre y la mujer» son «un
probable indicador de riesgo» de violencia conyugal.

Codificación
2 Promueve explícitamente las actitudes que apoyan o aprueban la violencia conyugal.
1 Parece promover implícitamente las actitudes que apoyan o aprueban la violencia
conyugal.
0 No hay pruebas que indiquen actitudes que apoyan o aprueban la violencia conyugal.

58
Comentario
○ ○ ○ ○ ○

La evaluación de este ítem no puede hacerse ingenuamente. Si bien, en


ocasiones, es posible obtener expresiones directas que describen actitudes
que apoyan la violencia conyugal, lo más común es que tales actitudes
traten de ocultarse. En la situación de evaluación de alguien con compro-
miso legal, es esperable que exista un manejo de la información de tal
manera que ésta se presenta según la deseabilidad social. Por lo tanto, el
experto en salud mental debería complementar su búsqueda directa, con
alguna estrategia indirecta, como pedir que se proporcionen detalles de
determinadas anécdotas de la pareja, que se opine sobre las anécdotas de
terceros, que se explique qué es lo que resulta tolerable e intolerable, etc.
En síntesis, dada la habitual defensa que se opone en este tema, la evalua-
ción dependerá fundamentalmente del juicio profesional que realice el
evaluador en función de múltiples reactivos apropiados para obtener una
imagen de las creencias y actitudes del evaluado respecto de la violencia
conyugal.

18 Agresiones graves y/o


sexuales

Criterios

Tanto la violencia grave como la violencia sexual en el último delito se


asocian con un riesgo mayor de violencia futura (Sonkin, 1987; véase
tamnbién Ítem 11 y 12). Este ítem debe ser codificado únicamente sobre
la base del último delito.

Codificación

2 Violencia grave y/o sexual en el último delito.


1 Violencia moderada en el último delito.
0 No se registra violencia física o sexual en el último delito

59
Nota: «Violencia grave» significa que la víctima sufrió heridas físicas
graves (es decir, que necesitó atención médica).

Comentario

Si la evaluación se realiza en la etapa de proceso judicial penal, suelen


presentarse algunas dificultades para dar por acreditada la autoría de la
violencia. Esto suele ocurrir así porque aún no existe una sentencia firme.
Ante estas dificultades, el evaluador puede apoyarse en el reconocimiento
de la acción cuando ello ocurre, pero cuidando siempre que la autoría
reconocida en una relación pericial puede luego ser negada en una decla-
ración judicial. También puede sustentarse en el auto de prisión preventi-
va, si lo hubo. Finalmente, siempre es prudente revisar la posibilidad de
que el sujeto evaluado no haya cometido el acto agresivo y, luego, expre-
sar las conclusiones con condicionamientos si son necesarios para lograr
más certeza.

19 Uso de armas y/o


amenazas de muerte
verosímiles
Criterios

El uso de armas y las amenazas de muerte que infunden miedo en la


víctima se relacionan con un riesgo mayor de violencia futura (véase Ítem
13). Este ítem se debe codificar únicamente sobre la base del último delito.

Codificación

2 Uso de un arma o amenazas de muerte verosímiles en el último delito.


1 Amenaza de uso futuro de un arma, o amenazas de daño físico grave verosímiles en el
último delito.
0 No hay pruebas de (a) uso de un arma o amenaza de uso futuro de un arma, o (b)
amenazas de muerte o de daño físico grave verosímiles en el último delito.

60
Nota: ‘Arma’ incluye armas de fuego, cuchillos, y objetos usados como
palos; ‘verosímiles’ significa que las amenazas fueron percibidas como
reales por la víctima. Las amenazas imprecisas (por ejemplo, ‘Te voy a
agarrar’) percibidas como verosímiles por la víctima deben ser codifica-
das como amenazas de daño físico grave.

20 Violación de las
medidas precautorias
Criterios

Las violaciones previas de las medidas cautelares pueden estar asocia-


das con un riesgo mayor de violencia futura (véase Ítem 16). Este ítem se
debe codificar únicamente sobre la base del último delito.

Codificación

2 El último delito incluye un arresto por violar las medidas precautorias dispuestas por un
tribunal civil o penal.
1 El último delito incluye una violación de las medidas precautorias dispuestas por un
tribunal civil o penal, pero ésta no dio como resultado el arresto del sujeto.
0 El último delito no incluye una violación de las medidas precautorias dispuestas por un
tribunal civil o penal, o nunca existió tal orden.

Nota: «Órden de un Tribunal civil o penal» incluyen fianza, libertad


condicional, órdenes de restricción, etc.

61
Otros
Criterios

En esta sección se mencionan los factores de riesgo poco comunes pero


importantes, no incluidos en la SARA como ítem individuales. La identifi-
cación y la codificación de los ítem queda a criterio del evaluador. Pueden
estar basados en la historia previa, el comportamiento reciente, o el último
delito. Aunque no se limitan a estos, algunos ejemplos son:

· Crisis emocional actual: más específicamente, una crisis que re-


quiere tratamiento psiquiátrico con internación, pero que no se caracterizó
por los síntomas psicóticos y/o maníacos (que se codifican en el Ítem 9).

· Historia de tortura o desfiguración de parejas.

· Víctima o testigo de persecución política, tortura o violencia: esta


posibilidad se debe evaluar en los inmigrantes y sus familias, particular-
mente si son refugiados políticos.

· Sadismo sexual.

· Fácil acceso a armas de fuego (pistolas, rifles y escopetas): «fácil


acceso» significa que el individuo almacena armas de fuego en su casa,
lugar de trabajo u otro lugar cercano; o que compró un arma en el último
año. Este riesgo es especialmente alto en las siguientes circunstancias: (a) el
individuo tiene ideaciones/intentos suicidas u homicidas; (b) el individuo
utilizó un arma en agresiones previas a parejas o terceros; o (c) el individuo
amenazó con utilizar un arma en el futuro (Campbell, 1986; Sonkin, Martin,
& Walker, 1985; Stuart & Campbell, 1989). A esta lista se le agrega la com-
pra reciente de cualquier arma, más allá del motivo de la compra.

· Acecho: esto se puede definir como el acoso persistente y la intimi-


dación de una pareja actual o anterior. A menudo incluye la destrucción de
la propiedad de la víctima, amenazas imprecisas contra ella, sus amigos o
familiares y tareas de vigilancia.

· Pérdida reciente de la red de apoyo social.


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Apéndice A

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Impreso electrónicamente en: La Plata, Argentina
Noviembre de 2004: 100 ejemplares
Diseño de Tapa: Clarisa Capurro - Melva Piccirilli
Diseño y diagramación interior: Clarisa Capurro

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