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Ética - Maliandi

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ETICA: CONCEPTOS Y PROBLEMAS – MALIANDI

Ética y ethos. La ética como tematización del ethos

La ética consiste en decir que ella es la tematización del ethos. La tematización en que consiste
tiene carácter reflexivo. La ética es una de las formas en que el hombre se autoobserva, una
operación consistente en dirigir la atención hacia operaciones propias.

La reflexión en que la ética se ejerce es también parte constitutiva del ethos, es decir, del
objeto de tal reflexión. El ethos mismo no es indiferente a que se lo observe o no, sino que
consiste él mismo en su observación, su tematización, su reflexión. Tematización del ethos
resulta ser, a la vez, tematización de la ética misma. Ella se integra en el ethos, se adhiere a él,
enriqueciéndolo y haciéndolo más complejo.

Se tiende a ver en la ética la disciplina (la tematización) y en la moral, lo tematizado.

La ética es peculiarmente difícil porque no puede salir de su objeto de estudio, porque es


demasiado cercano.

Hay grados y hay variantes cualitativas del compromiso entrañado en la reflexión ética, y
además, una cosa es el compromiso como tal y otra su cumplimiento efectivo.

El concepto de ethos

Si se recurre a la etimología griega del vocablo, existen dos palabras: n0oc y e0oc. Ambas
podrían traducirse como “costumbre”, pero en n0oc es mayor la connotación moral y se lo
suele entender como “carácter”. Se alude así a aquello que es lo más propio de una persona,
de su modo de actuar. El otro vocablo, e0oc, tiene en cambio el sentido de “costumbre” o
“habito”. Ambas tienen en común la alusión a lo propio, lo íntimo, lo endógeno: aquello de
donde se sale y adonde se vuelve, o bien aquello de donde salen los propios actos, la fuente de
tales actos.

Se usa hoy ethos para aludir al conjunto de actitudes, convicciones, creencias morales y formas
de conducta, sea de una persona individual o de un grupo social.

El ethos es un fenómeno cultural que suele presentarse con aspectos muy diversos pero que
no puede estar ausente de ninguna cultura. Es la facticidad normativa que acompaña
ineludiblemente a la vida humana.

El ethos, en su carácter de facticidad normativa, remite siempre a determinados códigos de


normas o a sistemas de valores, o a ciertos tipos de concepciones sobre lo que es moral y lo
que no lo es.

Cuando se advierte que no todos opinan unánimemente sobre lo que “se debe hacer”, surge la
duda, la pregunta básica acerca de qué se debe hacer y la de por qué se lo debe hacer. Con ese
tipo de preguntas se inicia la ética filosófica, que representa la continuación sistemática de la
tematización espontanea: en ella se procura explicitar (reconstruir) los principios que rigen la
vida moral, es decir, se intenta fundamentar las normas.

Como la reflexión filosófica se efectúa, a su vez, según diversos criterios, también allí se
mantiene la pluralidad y es así como a determinados tipos de ethos le corresponden
determinados tipos de ética.
La ética filosófica o filosofía moral se desarrolla como un permanente esfuerzo por poner
claridad en un fenómeno sumamente complejo. La claridad se logra indagando la estructura
general del ethos, aquello que es común a las diversas formas y a los diversos tipos de ethos.

Sentido de la tematización

La ética es un modo de reflexión que apunta principalmente a dos cosas:

 A fundamentar las normas (o a cuestionar presuntas fundamentaciones) y


 A aclarar lo mejor posible el sentido y el uso de los términos propios del lenguaje
moral.

Es una tematización reflexiva, con un doble aspecto, que corresponde a dos niveles de
reflexión (el de la ética normativa y el de la metaética).

Tematización: convertir algo en tema, es decir, en el asunto sobre el que ha de versar la ética,
puede hacerse mediante:

Explicitaciones: alude a los procedimientos por medio de los cuales se procura dar expresión a
lo que está implícito o tácito. En ética, la explicitación es la tarea de hacer hablar al ethos, y su
forma específica más importante es la reconstrucción normativa.

Problematizaciones: no solo planteamiento de problemas, sino también descubrimientos de


ellos. En la ética equivale a asumir las dificultades de comprensión de los elementos del ethos
y de las relaciones entre ellos.

Investigaciones: esfuerzos por hallar soluciones posibles a los problemas. La investigación se


traduce en acopio de información y su finalidad está en las teorizaciones que esa información
posibilita.

Teorizaciones: elaboraciones de respuestas teóricas a los problemas descubiertos o


afrontados. Raramente se llega a una solución pero lo regular es que se apunte a ella. La teoría
es un esfuerzo por ver mejor, un modo de observación sistemática y detenida.

Ordenaciones (sistematizaciones): operar ordenada, sistemáticamente, en cada uno de los


pasos de la tematización. Ésta no puede quedar librada al azar. El orden en los procedimientos
es también una exigencia racional.

Meditaciones: toda autentica reflexión filosófica es a la vez una meditación. Se puede y se


suele meditar a partir de los resultados de una investigación. En la meditación genuina se
produce el hallazgo de nuevas ideas; hay en ella un peculiar apartamiento de lo leído.

Discusiones (disputaciones): el dialogo, la discusión mediante argumentos, hace descubrir


problemas, posibilita la problematización y obliga a la teorización.

La reconstrucción normativa

La ética contemporánea ha descubierto el carácter reconstructivo de la tematización del ethos.


Esto significa que, cuando alguien se ocupa de ética, re-construye elementos propios del ethos.
La reconstrucción constituye la elaboración sistemática de un saber pre-teórico. El fondo del
ethos, la moral en su propio y espontaneo funcionamiento es un patrimonio común de todos
los seres humanos. El supuesto más general con el que trabaja toda tematización del ethos es
el de que, en principio, todo ser humano puede ajustar su obrar a determinadas normas y
puede asimismo juzgar los actos humanos de acuerdo con la adecuación de tales actos a
aquellas normas y a los valores aceptados. Esto significa que existe un saber moral de carácter
pre filosófico, o sea, independiente de la tematización como tal. En otros términos, la
tematización del ethos solo es posible a partir del reconocimiento de que el ethos no depende
de esa tematización.

La ética filosófica constituye el esfuerzo sistemático por explicitar un saber que ya posee todo
ser racional dotado de voluntad, un saber que resulta, sin embargo, imposible de expresar sin
el recurso a la terminología y la metodología filosóficas. Como ese saber es parte del ethos
mismo, la ética, con su tematización, reconstruye el ethos. Ella es la reconstrucción normativa
crítica de un saber intuitivo, pre teórico.

Toda reconstrucción normativa es una especie de saber acerca de un saber. Es un saber


sapiente, en tanto que el saber sabido (objeto de la reconstrucción) no es realmente
consciente mientras no está reconstruido, y cuando lo está, es decir, cuando se hace
consciente, se confunde con el saber sapiente, el saber de la ética normativa reconstructivista.

La reconstrucción normativa progresa a través de sucesiones superaciones de las dificultades


inevitables, y en la medida en que las correcciones circulares van reduciendo el campo de lo
implícito y aumentando correspondientemente el radio de explicitación.

El sentido de la ética depende de que en el fenómeno del ethos esté incluido ese saber pre –
teórico, y de que se trate de algo que efectivamente es puesto en juego en las decisiones
prácticas de los agentes morales. En su carácter de reconstrucción normativa, entonces, la
ética filosófica tematiza el ethos.

La complejidad del hecho moral

El ethos abarca todo nuestro obrar, con sus diversas variantes, pero también las creencias
sobre ese obrar y las actitudes con que se lo asume o se lo impugna. Constituye una realidad
ineludible, es nuestra realidad, lo que otorga sentido a nuestra vida.

La reflexión ética es una necesidad derivada de la complejidad del ethos. Es la toma de


conciencia de esa complejidad; y a partir de esa toma de consciencia es el esfuerzo por
esclarecer el ethos en la medida de lo posible. Es la aplicación de la razón a ese conglomerado
de costumbres, creencias y actitudes que tienen que ver con la conducta de los hombres.

La complejidad del ethos y la consiguiente dificultad de la ética, se explican no solo en razón de


la amplitud de aquel sino también en razón de su denotación, en el sentido de abarcar a
muchas formas de ethos fácticamente dadas. El ethos presenta una abigarrada variedad de
manifestaciones en el tiempo y el espacio. Cada cultura tiene su propio repertorio de
costumbres y creencias morales, y su propio código de normas o tabla de valores; todo lo cual,
a su vez, está sometido a cambios más o menos profundos a través del tiempo y la historia.

Variaciones sincrónicas: coexistencia de formas distintas de ethos, pertenecientes a distintas


culturas o incluso dentro de una misma cultura compleja.

Variaciones diacrónicas: transformaciones que van operándose en el transcurso temporal.

Ambas variaciones del ethos aumentan la dificultad propia de la ética.

La reflexión ética consigue abstraer elementos que son comunes a toda forma de ethos y que
revelan su estructura peculiar. Uno de esos elementos es de las dicotomías. El ethos presenta
dimensiones bipolares a través de cuyo estudio es posible comprender mejor el fenómeno
general. Pueden describirse muchas dicotomías pero hay tres que son sumamente
características:

- Dicotomía deontoaxiologica (intraetica): Separa lo valorativo (axiológico) de lo


normativo (deóntico). Ambas son puertas de entrada al ethos. Lo normativo alude a
cómo debemos obrar; lo axiológico da pautas de enjuiciamiento o evaluación de los
actos y de quienes los realizan. En esta dicotomía siempre se van a enfrentar, por
ejemplo, lo bueno con el deber. Se va a preguntar si lo bueno es considerado así
porque la norma lo dice o las normas deberían marcar lo que es bueno. No siempre
las cosas que son moralmente correctas son legales y viceversa.
- Dicotomía Axiológica (intraetica): Dentro de esta dimensión en primer lugar se hace
una jerarquización de todos los elementos para ver cuáles tienen más valor que otros y
además se le da una polaridad axiológica que distingue lo negativo de lo positivo. Así
por ejemplo podemos decir que ayudar a una vieja a cruzar la calle es bueno pero es
aún más bueno mantener un comedor infantil.
La dicotomía axiológica es una de las características más sobresalientes del ethos
porque este tiene una estructura axiológica.
Lo axiológico tiene una relación con lo deóntico que consiste en que todo lo valioso se
caracteriza por una ínsita exigencia de ser realizado, o sea, lo valioso debe ser. Con
respecto a la jerarquía, mientras los valores superiores exigen realización, los
inferiores exigen más bien conservación.
- Dicotomía onto-deóntocia (extraética): se refiere a la bipolaridad entre lo ético y lo
extra ético. Lo ontológico alude a lo que es, a lo que existe y lo deontológico designa lo
que debe ser, ámbito este de la ética.
Es el primer paso de la tematización porque separa todo lo que es ethos de lo que no
es, delimita el objeto de estudio. Por ejemplo que vayamos todos a la facultad es un
hecho pero no es un hecho moral, por lo tanto no entra dentro del ethos.

Niveles de reflexión ética

Concepto de reflexión y sentido de sus niveles

La reflexión es un acto por el que el sujeto se convierte en objeto de sí mismo. Es una auto
observación de la que tiene que surgir alguna forma de auto conocimiento. Es una operación
que la conciencia humana lleva a cabo en el marco de su propio carácter de autoconciencia o
apercepción. La posibilidad de esa toma de distancia con respecto a lo propio constituye de
por si un problema.

Helmuth Plesser habla de una ‘posición excéntrica’: sostiene que a diferencia del animal, el
hombre se halla siempre en una posición excéntrica, con relación a su esfera, su mundo. En el
hombre el centro se desplaza, toma distancia y provoca una especie de duplicación subjetiva.
Por ejemplo, siente que es “cuerpo” pero también tiene “cuerpo”.

Podría entenderse reflexión, en sentido amplio, como toda forma de meditación. En sentido
estricto, reservaríamos la palabra para los casos en que es clara y distinta la actitud en que el
pensamiento se vuelve sobre sí mismo.
Lo que posibilita la reflexión no es solo la posición excéntrica. No basta comprender que uno
no es el centro del mundo, sino una perspectiva sobre él, junto a otras innumerables
perspectivas. Para que la reflexión sea posible tiene que producirse la contraposición con otras
perspectivas, el intercambio comunicativo con ellas. Tiene que haber dialogo, y especialmente
dialogo argumentativo, tiene que haber discurso.

Podemos pensar entonces lo “prerreflexivo” como un plano o nivel, por “encima” del cual se
establecen distintos planos o niveles “reflexivos”. El primero de éstos corresponde a la
reflexión espontánea, natural, cotidiana. De ese nivel resulta fácil distinguir el nivel propio de
la reflexión voluntaria e intelectualmente deliberada, sistemática, ordenada, atenta incluso a
pautas metodológicas. Ahí estamos ya en la razón reflexiva o, si se prefiere, en la reflexión
raciocinante. En ambos niveles estamos volviendo la atención sobre nosotros mismos, sobre
algo que nos es propio, sea como individuos o como especie. Y eso lo expresamos
lingüísticamente. Otro nivel es el de la atención vuelta precisamente hacia esa expresión
lingüística, y que tiene que expresarse en un “metalenguaje”. Y aun podemos imaginar un
cuarto nivel, en el que la reflexión, paradójicamente, toma ya tanta distancia que parece
“enderezar” la intentio, o sea, deja de ser, precisamente, una reflexión.

Ethos pre reflexivo y ethos reflexivo

Las diferencias de nivel de reflexión aluden a las maneras de operación reflexiva, a lo que se
busca con ellas y, particularmente en el caso de lo ético, al grado de normatividad presente en
la reflexión.

ESTADO PRERREFLEXIVO: Nos encontramos aquí con la normatividad pura y una ausencia total
de reflexión, por lo que la normatividad no es cuestionada, las acciones y los juicios efectuados
respecto de tales acciones se desprenden únicamente de esta normatividad; así, las normas
condicionan y determinan los actos y los juicios morales individuales sin que los sujetos
reflexionen al respecto, tomando a la normatividad a modo de prédica moral.

1º NIVEL. REFLEXIÓN MORAL: La reflexión moral se caracteriza por ser espontánea, es


motivada en un principio por discrepancias morales y por la duda, respecto del modo de
aplicación de las normas, y de la elección de normas por las cuales regirse a la hora de cometer
un acto moral. Este tipo de reflexión responde a la pregunta: ¿qué debemos hacer?

2º NIVEL. ÉTICA NORMATIVA: En este caso, hay una toma de conciencia respecto de la
necesidad de desarrollar una reflexión racional y sistemática, debido a que tal actividad del
pensamiento es ineludible. Aquí, la reflexión se convierte en filosofía práctica, en ética: lo
normativo es cuestionado, se buscan los fundamentos de las normas, y se apela a la razón para
efectuar un análisis crítico de las mismas. Este tipo de reflexión responde a la pregunta: ¿por
qué debo actuar de este modo?

3ª NIVEL. METAÉTICA: un tipo de reflexión que analiza los usos y significados de los términos
morales, constituyéndose así como un metalenguaje con respecto al lenguaje normativo.
Pretende ser ya no una reflexión normativa sino neutral. Este tipo de reflexión responde a la
pregunta: ¿está bien planteado el problema ético en estos términos?

4ª NIVEL. ÉTICA DESCRIPTIVA: Nos encontramos aquí con una actividad más científica que
filosófica, y que se acerca más a la antropología y a la sociología que a la ética normativa o a la
metaética. La ética descriptiva pretende obtener neutralidad valorativa; es decir, no tomar
posición respecto de si un ato o un juicio moral está bien o mal. Este tipo de reflexión
responde a la pregunta: ¿cómo se actúa o cómo se cree que se debe actuar?

La Reflexión Moral

En cuanto este nivel de reflexión podemos observar que con él, se influye sobre la acción y
justamente por eso concierne a la ética, esta ejerce una peculiar influencia indirecta sobre la
acción.

La reflexión moral es practicada por el moralista, aunque su práctica no es reflexiva pero


necesita de la reflexión para poder ser persuasivo, pero no pensemos en un moralista como
una persona especial, cualquiera puede serlo en cualquier momento, cuando uno le dice a
alguien lo que debe hacer, o lo que no, está ejerciendo una postura moralista. En la actualidad
tal postura está completamente desacreditada pues se lo vincula con alguien ingenuo o bien
con la hipocresía, la reflexión moral es adecuadamente ilustrada por la ética normativa y por la
información científica sobre determinadas estructuras y situaciones que forman parte de la
ética aplicada.

La Ética Normativa

En este nivel la atención está dirigida a la validez de los principios morales. La ética normativa
es la búsqueda de los fundamentos de las normas y las valoraciones; fundamenta y critica, y al
ser tareas opuestas se complementan.

Kant muestra hay un saber prefilosófico y tal saber se vincula con la facultad práctica de juzgar
y permite decir ¿qué es lo bueno?, ¿qué es lo malo? y ¿qué debo hacer o no hacer?, es un
saber espontáneo que se complementa con la reflexión moral, lo encontramos en todos los
hombres, es básico y absolutamente necesario. Es aquí donde la ética normativa es necesaria
para que el hombre no sea engañado con ese saber, ella ayuda a reconstruirlo.

El pensamiento positivista siempre resto importancia a la ética normativa y nunca se la tomo


como un saber riguroso, el prejuicio positivista es que para ellos lo normativo es subjetivo,
como si fuera una cuestión de gustos e ignora la diferencia que ésta tiene con la reflexión
moral.

La ética normativa no es una cuestión de gustos, es ciencia que me conducirá si se hace


correctamente y con una metodología adecuada al conocimiento auténtico.

La Metaética

Podremos encontrar un nivel de reflexión en el cual su metodología de estudio se puede


realizar sin métodos analíticos; es muy común confundirla en su práctica con la ética analítica,
pero ésta es exagera en su metodología.

La metaética en su práctica toma una distancia con los otros niveles de reflexión y cuanto más
toma encontramos la pretensión de neutralidad.

Frankena en su pensar metaético, hablaba de que la metaética se concentra en responder


preguntas lógicas, epistemologícas o semánticas Ej. : ¿Cuál es el sentido del empleo de las
expresiones moralmente justas o buenas?

¿Cómo establezco o justifico juicios éticos y de valor? Etc.


Frankena es un pensador analítico y reduce los niveles de reflexión a tres, ya que no separa a la
reflexión moral de la ética normativa, pero no comparte la idea de que solo la metaética
merezca la clasificación de filosofía.

Brandt dice que la metaética le corresponde examinar la validez de los argumentos que se
utilizan para la fundamentación que lleva acabo la ética normativa, sus tareas serian: plantear
el método correcto para fundamentar los enunciados normativos y establecer los significados
de los términos y enunciados éticos.

La tarea fundamental de la metaética es aclarar todo lo que dice la reflexión moral y la


reflexión ético normativa.

Ética Descriptiva

Nos encontramos con un nivel de reflexión en que es exógeno, es decir se tiene un sentido de
que el individuo es el observador, pero este acto de observación no es ético, el ethos es el
objeto; su función es pasiva. En el caso de la reflexión moral y de la ética normativa nos
comportamos como pertenecientes al ethos.

En la ética descriptiva es comparable como si miramos una película de cine, aquí simplemente
observamos y contamos lo que vemos, es una tarea científica y no filosófica. La ética normativa
usa a ella para tomar la información que ella le proporciona y ante la descripción de la
facticidad normativa de su estructura, de su funcionamiento y de sus causas en cuanto al
fenómeno general y las causas de su individuación o desmembramiento de la cantidad de
códigos morales. Tales observaciones se hacen desde un punto de vista determinado puede
ser el de observado u observador.

Sentido de la ética aplicada

La aplicación es algo que sucede continuamente en el ethos, independientemente de su


tematización expresa. La aplicación es parte esencial de la facticidad normativa. La reflexión
moral es ya una reflexión aplicadora de normas. Cuando hablamos de ética aplicada nos
referimos a la legitimación de la aplicación. La ética normativa o se ocupa de aplicar las
normas, sino de determinar cómo y cuándo esa aplicación es válida.

La ética aplicada puede entenderse como la tarea que realiza la reflexión moral cuando ha sido
adecuadamente ilustrada por la ética normativa. En la ética aplicada nos encontramos con la
confluencia de ambos niveles de reflexión: por ser ‘ética’ participa de la ética normativa, por
ser ‘aplicada’ participa de la reflexión moral.

La aplicación tiene dos pasos. Aplicar es un verbo que alude a un contacto. Se refiere, en
primer lugar, al contacto entre el nivel ético-normativo y el nivel moral. Ese sería el primer
paso de la aplicación: la sugerencia que la ética normativa puede hacer a la reflexión moral.
Esta última se apoya en la ética. El segundo paso tiene que darlo la reflexión moral: es la
aplicación de la norma a la situación concreta. La ética solo opera indirectamente a través de la
reflexión moral. La ética aplicada podría entenderse entonces como una forma de mediación
entre la razón y la acción. La ética se aplica a la moral y ésta a la situación.

La ética normativa es indirectamente normativa. Solo la moral lo es directamente. La ética es


práctica no porque indique lo que hay que hacer sino porque hace madurar la capacidad
practica del hombre, ayudándolo a cobrar conciencia de su responsabilidad. La ética es
práctica porque reconstruye el saber práctico originario, lo explicita, lo hace más claro y evita
así que se lo confunda o desfigure.

Lo que constituye el problema de la actualmente llamada ética aplicada es el viejo y tradicional


problema de la aplicabilidad de las normas o principios morales, que aludía a la dificultad de
adaptar normas de contenido general a situaciones particulares, únicas e irrepetibles.

La problemática de la aplicación es más amplia: abarca también la cuestión de cómo aplicar


una ética convenientemente fundamentada a la concreta realidad histórica actual, es decir, a
un contexto en el que no se puede contar con que los demás respeten la norma básica.

La aplicación presupone fundamentación; esta a su vez comprende por lo menos dos aspectos:

-establecimiento de un principio formal procedimental para la legitimación (con validez


universal) de cualquier norma.

-fundamentación de: las condiciones normativas de la coexistencia entre personas individuales


y entre grupos socioculturales, y de las normas de las actividades colectivas vinculadas a la
política, la ciencia y la técnica.

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