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Hacia Una Teoria Traumatica de Las Neurosis Bleichmar

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Hacia una teoría traumática de las neurosis - Bleichmar

Psicologia (Universidad del Salvador)

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Hacia una teoría traumática de las neurosis. Correlaciones entre la estructura


edípica de partida y la historia significante.
Silvia Bleichmar
Por un lado, tenemos el relato, el discurso que el adulto formula, en el cual se entremezclan
las preocupaciones por el niño y sus propias fantasías, deseos y angustias que tiñen a la
entrevista. Por el otro, nos encontramos con los discursos que se despliegan en la mente del
analista (<<mientras la madre hablaba, pensé si ella se daba cuenta de…>>).
Con dos oídos, uno que apunta a la ubicación de indicios que den cuenta de la estructura del
niño y otro que busca en el adulto las determinaciones simbólicas, deseos y fantasías que lo
capturan en cierta trama, el analista va definiendo la dirección del diagnóstico y el proceso
de la eventual cura.
El analista se va aproximando al nudo patógeno. Pero esto debe ser realizado teniendo en
cuenta que, para desarticularlo, deberá permitir que se desplieguen transferencias
parentales. El niño mide al analista con un ojo puesto en el padre o madre, y otro en el
analista, observando la interacción en el momento del encuentro (tríada analista – padres
– niño).
Situación de consulta  se trata, en principio, a través de un corte transversal en la
estructura del niño, de ubicar el modo de funcionamiento que la define
metapsicológicamente. Luego, de capturar, a través de la historia singular del sujeto, las
relaciones entre la estructura edípica de partida y la historia significante que
desembocará en la estructura edípica de llegada. Estructura psíquica siempre singular,
cuya constitución y modo de funcionamiento darán origen al conflicto y al síntoma.
Al hablar de historia significante no hablamos de historia de vida, ni anamnesis, sino
aquella que dará razón de ese particular ensamblaje entre traumatismo y síntoma. Historia
de las vicisitudes libidinales – tanto pulsionales como amorosas – teniendo en cuenta de que
están en estrecha dependencia al semejante.
El relato materno, a partir del cual nos aproximamos a esta historia de las vicisitudes
libidinales, sólo puede ser tomado como referencia, no pudiendo nunca ser tomado como vía
de acceso al inconsciente del niño.
Hay dos órdenes de referencia considerados centrales en el comienzo de un análisis:
a. El que hace a la constitución del inconsciente infantil y su referencia al deseo
materno
b. El que se juega en las determinaciones entre traumatismo y síntoma
A partir de estos elementos, se pondrá en juego el concepto de metábola, y su función en la
simbolización, por relación al significante y su operancia en el inconsciente.
Caso PAULA
En la primera entrevista con la madre, ella manifiesta que <<en realidad no sabe a quién le
está pasando algo>>.
Cuenta que hace un año, cuando Paula tenía dos años y nueve meses, y luego de un choque, la
niña dejó de hablar – o tartamudeaba -. La mamá le informó que eso no le gustaba, y que si
lo seguía haciendo la iba a regalar. Y luego de esta intervención materna, la niña dejó de
hablar definitivamente.

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Algo se pone de inicio de manifiesto respecto del narcisismo en juego en esta relación madre
– hija, en la cual sólo hay lugar a partir de la ausencia de imperfección. La madre parece
decir: <<no acepto tus fallas, si quieres estar conmigo deberás renunciar a tus
imperfecciones>>.
Condiciones edípicas de partida.
Paula es la menor de tres hermanos. Habiéndose la madre casado muy joven, no pudo
disfrutar de sus hijos mayores, porque al nacimiento del primero el marido se encariñó tanto
con el niño que ella sintió profundos celos; ella quería disfrutar de su marido, pero él lo que
quería era que se ocupara del niño. La segunda hija llegó al poco tiempo, y ella se sentía cada
vez más apresada de la situación. Después de varios años nació Paula y pudo establecer la
relación que nunca había tenido con los mayores.
En cuanto al padre, ella hablaba de su marido como un ser muy posesivo, aprensivo, que la
increpaba constantemente <<¡qué has hecho con mis hijos!>>. Era el segundo hijo de una
familia patriarcal, y guardaba devoción a sus propios padres, no habiendo nunca logrado
establecer una alianza conyugal con su mujer, a la cual consideraba siempre imperfecta en
relación a su madre.
La madre había sido, en su familia de origen, la única mujer de un grupo de siete hermanos.
Hija favorita del padre, nunca tuvo buena relación con la madre, quien siempre la encontró
imperfecta, la cuestionaba y criticaba. Tanto su deseo de tener un hombre para sí misma sin
otros que obstaculizaran el vínculo, como la precocidad con la cual tuvo que hacerse cargo
de las tareas maternas, abrían una línea para entender su ambivalencia originaria a sus
hijos como su ubicación en el lugar de mala madre; ubicación subjetiva, de una falla que la
atravesaba y la llevaba a buscar, sin nunca sentirse suficientemente buena.
Paula fue la niña deseada y narcisizada por la madre, logrando su propia renarcisización.
Tuvo un buen desarrollo, sin nunca presentar problemas. Pero cuando tartamudeó, la madre
fue presa de un colapsamiento narcisista, que la confrontó con su falla como mujer y como
madre. Operó como un factor de derrumbe.
La sintomatología emergente en Paula había aparecido, según la madre, después de un
choque. ¿Por qué ese síntoma? La estructura edípica de partida no daba razón de la elección
neurótica realizada. Tampoco el choque en sí mismo permitía la comprensión directa de los
síntomas. Era necesario encontrar las mediaciones, históricas, singulares, traumáticas, que
conducían a Paula a esta elección del síntoma.
Vicisitudes históricas de Paula conducentes a la estructura edípica de llegada.
Paula fue deseada por toda la familia desde el embarazo y alimentada con pecho y biberón
en razón de que su madre sentía que tenía poca leche para satisfacerla – fantasma asociado
a la imposibilidad de ejercer plenamente sus funciones, de satisfacer al otro -.
Cuando llegó a la consulta, el psiquismo de Paula había ya pasado por las constelaciones que
hacen a las primeras instalaciones de la represión originaria y que no han sido aún
resignificadas por el Edipo.
Tranquila y fácil de criar, al sexto mes tuvo una infección urinaria que provocó intensos
dolores. Por lo que la micción – siempre del orden del placer – quedó marcada por un rasgo
de dolor – incremento de tensión – obligando al empleo masivo de una defensa primaria.
Paula no era muy sonriente, y si bien se chupó el dedo, nunca aceptó el chupete. ¿Porque la
madre lo ofrecía con ambivalencia? ¿Porque, a diferencia de este, el dedo estaba siempre a

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disposición, no deviniendo un precursor del objeto transicional? ¿O porque ni la madre ni ella


misma toleraban algo que se interponga entre ambas?
Esta última posibilidad no fue descartada, teniendo en cuenta que el biberón había sido
siempre ofrecido por la madre, sin que otros pudieran participar en la alimentación. Además,
indagando sobre la angustia del octavo mes, la madre responde: <<¿Sabe que no sé? Siempre
la atendí yo. Nunca dejé eso en manos de nadie>>.
Hubo un episodio que luego cobraría importancia por su encadenamiento traumático a la
emergencia sintomal: <<Cuando Paula tenía ocho meses, la madre bajó del auto para buscar
a los otros dos niños, dejándola durante unos momentos adentro. Cuando volvió a buscar las
llaves, regresando desesperada a intentar abrir la puerta, la gente la rodeaba, tratando de
ayudarla como de tranquilizar a la beba, que lloraba desesperadamente>>.
Podemos suponer que Paula lloró desesperadamente porque, por primera vez, algo la
separaba de los brazos de su madre; por otra parte, las caras desconocidas, unidas al gesto
de horror de la madre, propiciaron la emergencia de una verdadera angustia del octavo mes,
pero al modo de un excedente traumático – del cual el auto no era un significante menor -
fijado y destinado al apres - coup.
Cuando Paula tenía un año y medio los padres decidieron sacarla de la habitación
matrimonial, en la cual habitaba desde su nacimiento. Se hizo un verdadero desplazamiento
de tropas por toda la casa – la habitación de los padres es cedida al hijo mayor, y Paula irá a
ocupar la habitación con su hermana.
Pero Paula no llora cuando quitan su cuna de la habitación, sino cuando es retirada la cama
de los padres. Define su propio espacio por referencia al lugar del otro, poniendo de
manifiesto que no ha logrado un espacio que la emplace en su propio sistema de
coordenadas.
Por esa misma época, deja el biberón; un día, al acabar de tomar, pidió otro, el cual le
produjo un vómito por saturación. A partir de allí, no lo aceptó nunca más.
¿Cómo queda este episodio engarzado con dos órdenes representacionales distintos? Por un
lado, con esa primera experiencia de dolor en la micción, en la cual es imposible huir del
objeto algógeno, que daña y se convierte en malo y atacando. En tal sentido, el biberón que
había producido un daño devino inmediatamente maligno, expulsable. A su vez, al retirarla
de la habitación de los padres, Paula había sido expulsada del seno materno. ¿Por qué no
suponer que el objeto metonímico del pecho materno, primordial, fue vomitado y rechazado
conjuntamente, en una reversión del rechazo con el cual la expulsión de la habitación fue
sufrida?
Existía una hiperconexión de la niña con todos los actos y los objetos maternos; cualquier
cosa que la madre dejara en algún lugar, ella sabía dónde estaba. <<Estando conmigo, se
adapta a lo que sea>>.
A los dos años ya cantaba, conocía las partes del cuerpo, elegía su ropa, repetía canciones
que oía diferenciando entre las que le gustaban y las que no. Paula estaba en posesión del sí y
del no, era capaz de expresar sus deseos y aún de contraponerse al semejante.
Tenía un objeto transicional: una almohadita que empleaba para dormirse y calmarse.
Había otorgado a su muñeca otra almohadita; esta muñeca había sido pertenencia de la
hermana, de la cual se apropió. Transformada la muñeca en doble de sí misma, intentando
una identificación en los bordes mismos con el cuerpo de su hermana, la especularidad

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originaria había logrado una primera transposición, sin abandonar al objeto primordial,
desplazada a este objeto segundo con el cual compartía la habitación.
La secuencia traumática.
(Llama secuencia y no traumatismo a los grupos de acontecimientos)
Primera secuencia. En marzo del año anterior a la consulta, cuando Paula tenía dos años y
cuatro meses, se produjo el primer choque. Fue sin consecuencias. <<¿Qué le pasó a mi
mamá?>> frase que empieza a repetir y cantar. Podríamos suponer que cada vez que la
escena traumática aparecía en su cabeza empleaba el lenguaje al modo que este opera
cuando empieza a constituirse; como objeto reasegurante. Destinado a sí mismo, se trata de
una invocación tranquilizante que metaforiza al objeto en su materialidad concreta. Hubo
una subversión de la función lingüística, produciendo una regresión de su función
comunicacional a una defensiva.
Segunda secuencia. Un mes después, en julio, los padres parten solos de viaje por veinte
días. Cuando vuelven, la madre encuentra a Paula con un cambio de carácter, llanto y
berrinches.
Tercera secuencia. Toda la familia se va de viaje con los abuelos. En el viaje de vuelta, Paula
formula una pregunta: <<Se cayó el avión, mamá…>>. Poco tiempo antes del viaje, Paula se
cayó de la cama. A su vez, poco tiempo antes de las vacaciones, la madre estaba entrando a la
casa y se cayó, y Paula se impresionó mucho. Se cayó el avión, se cayó la madre, se cayó
Paula. Por otro lado, durante estas vacaciones Paula durmió en la misma habitación de hotel
que sus padres.
Cuarta secuencia. Segundo choque, de más gravedad, choque frontal. La madre iba con los
tres niños. Si bien ninguno sale herido, el auto queda muy dañado.
Algunas conductas que se suceden luego de cada secuencia:
 Luego del primer choque, Paula entra reiteradamente a la habitación de su
hermano, choca los autitos y los estrella unos con otros. Correspondería a un intento
de elaboración espontánea del primer traumatismo.
 A la vuelta de las vacaciones, y luego del segundo choque, comienza a rechazar a sus
amiguitos. Un primo de su misma edad le pega, y Paula habla reiteradamente del
episodio.
 Luego del segundo choque empieza el tartamudeo, y luego, el mutismo.
¿Qué le ocurre a esta señora, que choca todo el tiempo? ¿Se tratará de una de las vías de
escape para uno de sus conflictos, la dificultad para expresar su hostilidad a los seres
amados? ¿Qué relación había entre esta madre perfeccionista, atrapada narcisísticamente en
este vínculo con una niña que venía a reparar sus fallas anteriores, incapaz de expresar su
hostilidad, y los síntomas actuales de Paula?
En medio de la entrevista, Paula intentó evitar que el diálogo prosiguiera, tratando de
impedir cualquier intercambio entre su mamá y la psicóloga, poniendo de relieve que se le
hacía intolerable la inclusión de un tercero en el interior de la simbiosis que aún perduraba.
Pero cuando la psico interviene y señala el enojo que le producía eso, por la sensación de
exclusión que sentía, cedió su conducta.
<<Me sentí la madre más mala del mundo>> decía. Los fantasmas mortíferos contra su
propia madre retornaban. La menor conducta hostil era vivida como un riesgo de

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destrucción plena, generando en la niña una precoz represión del sadismo que se inscribía en
sus síntomas.
Una génesis constituida apres – coup.
Podemos considerar a las secuencias traumáticas como tiempos segundos que se resignifican,
o recomponen, por apres – coup, diversos movimientos previos.
A los ocho meses de vida: queda encerrada en el coche, mientras la madre intenta
desesperadamente abrir la puerta. Primera impronta separadora, inicial; Paula estaba
afuera del entorno materno. Doble juego en el interior del coche: espacio de soledad
compartida con la madre durante largos paseos, espacio de exclusión del cuerpo materno, a
partir de este traumatismo que queda en espera.
Al año y medio: expulsión de la habitación de los padres. Desplazamiento a la hermana de
aspectos de la simbiosis originaria con la madre.
El episodio de quedar encerrada en el auto no cobra fuerza traumática sólo por su
encadenamiento posterior, sino porque la vivencia de ser separada por primera vez de los
brazos de su madre se encadena al gesto de horror de esta, propiciando un
hiperinvestimiento destinado al apres – coup.
[La reconducción de un síntoma histérico a una escena traumática sólo se da si esa escena
satisface dos condiciones: idoneidad determinadora y fuerza traumática. Una escena
traumática puede tener fuerza traumática y no por ello idoneidad determinadora, o
viceversa]
El primer choque tiene idoneidad determinadora pero no ha alcanzado la fuerza traumática
necesaria, por eso queda en latencia.
¿Qué es lo que le otorga al segundo choque el incremento de la fuerza traumática? Hay que
buscar entre ambas escenas qué elemento determina el que la primera quede resignificada
por la segunda. Aquel está siempre del lado de lo sexual, y en este caso el pequeño viaje
realizado por los padres y la posterior inclusión de la niña en la escena primaria a través de
co-lecho en las vacaciones compartidas. Inclusión que resignifica la exclusión.
La temporalidad que buscamos no es la del tiempo cronológico. Reconstruimos una serie,
pero esta no recae sobre la historia acontecial. Se trata de un ordenamiento de los elementos
pasibles a ser fantasmatizados. Buscamos una génesis aprés – coup. No estaba trazada ni
delimitada en ningún lado.
Entre determinantes edípicos (aquellos señalados como posición otorgada por el deseo
materno en su doble vertiente: hombre como sujeto donador e hijo como significante fálico)
y las vicisitudes de una serie histórico traumática que va marcando en sus movimientos
puntos de ruptura y nuevas saturaciones traumáticas de sentido, se ordena un posible punto
de lanzamiento para la comprensión del material.
Lo traumático es aquello que escapa a la simbolización preconsciente, a la temporalización,
a la historización. Este hiato sólo puede rellenarse mediante fantasmatizaciones, teorías
encapsuladas cuyo estatuto no logra instituirse en el pensamiento consciente y queda
siempre librada a la formación de síntomas. El síntoma mismo es concebido como el efecto de
un intento de reequilibramiento espontáneo de la economía libidinal.
Las cadenas traumáticas, así como los determinantes edípicos, dan cuenta de la
pluricausalidad. Esta no propicia una sobre determinación por sumatoria, sino un re

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ensamblaje en el cual lo contingente deviene necesario, a partir del abanico de posibilidades


que la estructura de origen propicia.
De la neurosis traumática a una teoría traumática de la neurosis.
Laplanche retoma la teoría del traumatismo – su acción queda descompuesta en varios
tiempos y supone la existencia de, por lo menos, dos acontecimientos.
La teoría de la seducción pone de relieve que todo el traumatismo viene al mismo tiempo del
exterior y del interior. <<Del exterior, porque es desde el otro de donde llega la sexualidad al
sujeto, del interior porque brota de ese externo interiorizado>>.
Estamos entonces ante una concepción del traumatismo en la cual todo es exógeno y
endógeno a la vez, en la cual lo exógeno se inscribe, deviene endógeno y se reactualiza a
partir de un nuevo elemento que viene a producir un re ensamblaje, una reactualización.
Concebido como una experiencia vivida capaz de aportar un cúmulo de excitación
inelaborable por los medios habituales, el traumatismo se juega en el interior y el exterior del
psiquismo. Su eficacia no queda subordinada a la magnitud el estímulo exterior, sino a las
relaciones que se establecen entre estas cantidades externas que invaden al psiquismo y lo
que internamente es disparado; activamiento excitante de sistemas de representaciones
inscritas – tiempos previos del traumatismo, a constituirse en el momento de este aprés –
coup.
Hay dos orientaciones complementarias y divergentes que van a aparecer en la clínica
psicoanalítica:
a. Aquella que va a la teoría de la neurosis traumática; la neurosis de accidente, en la
cual la impreparación del Yo operaría produciendo una sideración de las defensas.
b. Por otra parte, la posibilidad de re-pensar la causación general de las neurosis, como
efecto del encadenamiento traumático, en tanto teoría traumática de la neurosis.
Freud introduce el concepto de <<verdad histórico-vivencial>>, aquella verdad que
constituye el núcleo del delirio, y que es efecto de las tempranísimas inscripciones sufridas
por el ser humano en los comienzos de su constitución psíquica.
Además, realiza un nuevo pasaje, señalando: <<Llamamos traumas a esas impresiones de
temprana vivencia, olvidadas luego, a las cuales atribuimos grande significatividad>>.
La teoría traumática de la neurosis va a proponer que toda neurosis es el re ensamblaje, por
aprés – coup, de elementos desgajados de lo acontecial, que ingresan de modo descompuesto,
desarticulado, e invistiendo y resignificando representaciones. No se sostendría en una
regresión a un punto de fijación temporalmente establecido, sino que sería la quiebra de toda
temporalidad lineal y se sustentaría en la progresión de aquellas representaciones que, al
haber quedado en espera, son sobreinvestidas por los tiempos posteriores que dan forma
final al traumatismo.
La elección de neurosis: relaciones entre los encadenamientos traumáticos y la
estructura edípica de partida.
En <<La etiología de la histeria>> vemos como primer factor a la herencia paternal;
implica el intento de demostrar que, en la generación anterior, hay ya antecedentes
patológicos. Este factor es algo del orden de la sexualidad de los padres. Lo que da un
carácter diverso a esta herencia es su carácter factual, el hecho de que la acción seductora

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del adulto ha sido capturada traumáticamente por el niño; como aflujo de excitación
indomeñable, como enigma a resignificar.
El segundo factor es el factor constitucional; las vivencias sexuales infantiles son condición
básica, la predisposición… Ellas producen los síntomas histéricos, pero no de manera
inmediata, sino que sólo cobran eficiencia patológica luego, cuando, pasada la pubertad, son
despertadas como unos recuerdos inconscientes.
El tercer factor es el traumatismo desencadenante.
Entre el segundo y el tercer factor se juega la sobre determinación; la fuerza determinadora
de las escenas infantiles se esconde, y ello lleva a que uno crea haber encontrado la
explicación de un síntoma en el contenido de alguna de las escenas posteriores, chocando
luego con el mismo contenido de una de las escenas infantiles.
<<Los síntomas histéricos son sobre determinados>>. No remiten a una o dos escenas, sino a
una verdadera red.
Una revisión del concepto de series complementarias.
La ecuación etiológica expuesta para la determinación de las neurosis en la histeria deviene
serie complementaria.
La fijación libidinal del adulto se descompone en otros dos factores: la disposición heredada y
la predisposición adquirida en la primera infancia – tempranas experiencias sexuales -.
Entonces, la causación de la neurosis es: predisposición por fijación libidinal (vivenciar
prehistórico + vivenciar infantil) + vivenciar accidental (traumático).
Si se sigue el planteo freudiano, la predisposición abarca lo singular, histórico, del
vivenciar infantil, más lo prehistórico, aquello que se hereda. Si nos hemos definido por un
inconsciente determinado por inscripciones, no existente desde los orígenes, ¿dónde
emplazar la herencia, si no en las condiciones de partida, en aquellas que, desde el fantasma
y los deseos de los padres, dan origen a los traumatismos a los cuales es sometido el niño
desde los comienzos de su vida? Traumatismos fundantes del inconsciente, el cual se genera
como efecto exógeno de las impulsiones precoces a las cuales es sometido por su indefensión
y dependencia del adulto a cuyo cuidado se encuentra.
Hemos seguido – por el discurso de la madre - los determinantes edípicos de partida de
Paula:
 Su lugar de única mujer en un grupo de siete hermanos varones.
 Sus rivalidades con una madre ante la cual nunca se sintió aceptada.
 El carácter de hija favorita del padre.
Paula venía a ser <<la gran obra>> con la cual esta mujer culminara su posicionamiento
ante un marido que recibía los restos hipercríticos de su propia madre.
Si había un anudamiento narcisista entre la madre y Paula, este estaba atravesado por el
narcisismo secundario de la castración, tendiente más a un completamiento a un
resarcimiento, requerido a la niña, a partir de ideales del Yo.
El padre, no pudiendo asumir nunca definitivamente su función en razón de una rivalidad, y,
al mismo tiempo, de la imposibilidad de transitar el desplazamiento edípico que posibilita al
hombre pasar del reconocimiento hacia su propia madre a aquel que emplaza a la mujer
amada en el lugar de madre de sus hijos.

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Paula, ubicada en el lugar de objeto maravilloso que vendrá a colmar todas las fallas de una
mujer, a la cual esta hija es cedida a cambio de la apropiación que el hijo realiza de los otros
hijos.
Esta estructura de partida tiene ya una historia, que no se reduce a la historia edípica
originaria de los padres. En esto, se engarzan las vicisitudes histórico – traumáticas,
vivenciales de la niña. Ambos elementos, estructura edípica de partida y
encadenamientos representacionales previos, constituyen los factores de
predisposición.
Lo azaroso de la historia singular entra ya cualificado desde el otro, implantado en el
psiquismo infantil. En la primera infancia, el acontecimiento no deviene traumatismo por
simple encadenamiento, sino por su ingreso significante en la estructura deseante que
precede su cualificación.
Entrevistas posteriores con Paula.
<<¿Y chocó! Y se cayó de la cama… cayó… cayó… cayó…>> <<El piso estaba sucio, todo
sucio…>>.
Cayó al piso – la madre – acontecimiento real vivido.
Cayó de la cama – fantasía de expulsión invertida, en la escena primaria (posiblemente
presenciada, durante las vacaciones en las cuales compartió lecho).
Suciedad anal – en una niña que ha tenido precoz control de esfínteres, perfeccionista y
obstinada – impregnando la escena primaria.
Choque de los autos y choque de los cuerpos, anudando en fantasmas mortíferos la
reiteración de excitaciones traumáticas no metabolizables.
[Cuando durmió en la cama con papá y mamá, y vio que ellos se divertían juntos, que
chocaban sus cuerpos, sintió ganas de tirar a mamá de esa cama sucia. Luego la mamá
chocó y se cayó, y temió haberla matado]
<<¡Y entró una culebra en la cama!>> <<La culebra vino de noche… se mete en la cama…>>.
Lo histórico deviene actual, el tiempo se anula, en una coexistencia ejercida bajo la
compulsión a la repetición, en proceso primario. [La culebra es el pito de papá, pito malo que
se mete en la cama].
Episodio relacionado: hace poco tiempo, el hijo mayor encontró en el garaje una culebra, a lo
que Paula comenzó a gritar que la matara. Luego de eso, varios días tuvo pesadillas, en las
cuales se despertaba e iba a la cama de los padres, y decía que había una culebra mala.

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