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Liberalismo Economico

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LIBERALISMO ECONOMICO

El liberalismo económico (siglo XVIII) es la doctrina económica desarrollada durante


la ilustración (que se desarrolló desde fines del siglo XVII hasta el inicio de la Revolución
francesa), formulada de forma completa en primer lugar por Adam Smith y que reclama la
mínima interferencia del Estado en la economía del siglo XIX.

Habitualmente se resume en la expresión francesa Laissez faire, Laissez passer (dejar hacer,


dejar pasar), que no obstante es el lema de la fisiocracia, una teoría económica precedente.

Historia del liberalismo económico (Adam Smith (1723-1790))

El país que sobresalió en su economía fue Francia, quien contaba


con muchas fuentes económicas y pudo salir en un periodo corto
de tiempo de esta crisis. Smith era escocés y se formó en las
universidades de Glasgow y de Oxford. En la primera fue profesor
de Lógica y de Filosofía Moral. En el año 1776 publicó su obra
principal: "Causas y Consecuencias de la Riqueza de las Naciones".
Smith abordó a la economía desde la filosofía. Era un ferviente
defensor de las leyes de la naturaleza, del orden natural, y
cuestionaba las imperfecciones de las instituciones humanas. Para
él la conducta humana obedece de manera natural a las siguientes
motivaciones: el egoísmo, la conmiseración, el derecho de ser
libre, el sentido de la propiedad, el hábito del trabajo y la
tendencia al intercambio. Si al hombre se lo deja en libertad, no
sólo conseguirá su propio beneficio, sino también impulsará
el bien común. Así Smith justificaba su reivindicación de dejar en
libertad las relaciones de intercambio entre los hombres. El libre
juego de las motivaciones nombradas conduce a un equilibrio natural. Cada individuo al buscar
su provecho individual “es conducido por una mano invisible a promover un fin que no entraba
en su propósito”, el bienestar general. Dice al respecto: “nunca he sabido que hiciesen mucho
bien aquellos afectos a trabajar por el bien público.” Todo esto da pie a uno de los
fundamentos del pensamiento liberal acerca de la libre interacción entre oferentes y
demandantes en los mercados, sin ningún tipo de intervenciones estatales en los mismos. A
Smith también le preocupó el origen del valor de las mercancías y en base a ideas dejadas
por William Petty (1623-1687) y Richard Cantillon (1680?-1734) elaboró la Teoría del valor-
trabajo, la cual considera que el origen del valor de intercambio (valor en cambio) de las
mercancías está en el trabajo del hombre. Divide al valor en dos: el valor en uso que es la
utilidad que posee un objeto determinado, mientras que el valor en cambio es la capacidad de
un objeto para ser intercambiado por otros y está determinado por el tiempo de trabajo
humano incorporado en su producción. Por otra parte, le inquietaba que mientras los seres
humanos se reproducían, la tierra no lo hacía, lo cual provocaría en algún momento del tiempo
una situación de escasez de alimentos. Para esto proponía que los salarios en la economía
debían ser de subsistencia, o sea, lo necesario para la subsistencia del trabajador y su familia.
Consideraba que si el ingreso de las familias fuese mayor al de subsistencia, el crecimiento
poblacional se aceleraría. Algo que observaba en su época era que se había pasado de la
producción artesanal, en la cual un mismo artesano realizaba todas las operaciones, a una
división del trabajo, en la cual cada operario realizaba una sola operación, como por ejemplo,
hacer puntas de alfileres. Esto permitía que quien lo hiciera se especializara en dicha
operación, mejorando los tiempos de producción y la calidad de lo elaborado. Cualquier
productor que buscara su beneficio individual se vería obligado a dividir el trabajo de su
empresa y de esta manera estaría maximizando la producción de toda la economía. Eran las
motivaciones de la conducta humana las que garantizarían el crecimiento permanente del
todavía entonces incipiente capitalismo inglés. Decía: “En un sistema de laissez-faire", el aceite
del interés personal mantiene funcionando milagrosamente los engranajes económicos. No es
necesario un planificador […]. El mercado resuelve todos nuestros problemas.” Así se afirma
que Smith era un optimista acerca del futuro de las economías, ya que su crecimiento
permanente estaba garantizado por las motivaciones de la conducta humana y la división del
trabajo.

El liberalismo y el proletariado

En un primer momento, burguesía y proletariado se aliaron en contra de la casta aristocrática,


descendiente de la clase feudal del Medievo, que poseía el poder en las sociedades europeas
del Antiguo Régimen. Sin embargo, con el advenimiento de los sistemas liberales a lo largo del
siglo XIX, el conflicto entre los intereses de proletarios y burgueses se hizo evidente. El
liberalismo implantó la igualdad política, pero, en sus primeras formulaciones, ignoró las
desigualdades económicas y sociales.

Los intereses del proletariado se expresaron en el desarrollo del movimiento obrero y en las
diversas teorías sociales (socialismo utópico, anarquismo, marxismo), que aspiraban a
transformar la sociedad o a sustituirla por otra nueva en la que desaparecieran las
desigualdades económicas.

Liberalismo y capitalismo

Según se realice desde una perspectiva marxista o liberal, el estudio del capitalismo conduce a


juicios radicalmente contradictorios. Analizando desde las posiciones ideológicas del
liberalismo, el capitalismo se manifiesta como el único sistema económico capaz de asegurar a
cada hombre el libre ejercicio de sus facultades. La laboriosidad y el ahorro actúan en él, como
instrumento de prestigio social y de afirmación de las capacidades individuales. La libre
iniciativa conduce a la optimización de las capacidades de producción disponibles y asegura,
por consiguiente, el crecimiento económico y el bienestar social.

La teoría marxista, por el contrario, cree descubrir en el capitalismo una contradicción esencial
entre el carácter social del trabajo y la apropiación privada de la nueva riqueza generada,
contradicción que se expresaría en un antagonismo irreductible entre las clases básicas de la
sociedad capitalista: el proletariado y la burguesía. Del mismo modo, la igualdad política
formal proclamada por el liberalismo se reduciría a la nada como consecuencia de la
desigualdad económica, y el aparato estatal serviría fundamentalmente para la exclusión de
las masas trabajadoras de la vida política.
Liberalismo económico, doctrina del capitalismo

El liberalismo económico es una doctrina del capitalismo que empezó a desarrollarse durante


la Ilustración y que acabó siendo completada por Adam Smith y David Ricardo. Es una
corriente que se opone al socialismo y al dirigismo, por lo que aboga por una mínima
interferencia por parte del estado en las relaciones económicas que existen entre individuos,
clases o naciones.

Las base de esta doctrina es la obra “Causas y Consecuencias de la Riqueza de las Naciones”,
escrita por Adam Smith. En dicho libro, Smith analizó desde un punto de vista filosófico las
relaciones humanas y económicas. Destacó que la conducta de las personas se deriva del
egoísmo, la conmiseración, el sentido de la propiedad, el deseo de ser libre, el hábito del
trabajo y la tendencia al intercambio. Todos estos principios son los que acabó recogiendo la
doctrina del liberalismo económico. También tomó como propia la frase francesa: “Laissez
faire, laissez passer”, que había sido el lema de la Fisiocracia (Siglo XVIII en Francia).

La lucha de la burguesía por conseguir el derecho a la propiedad privada e individual acabó por
consagrarse con el establecimiento de esta corriente económica. Sin embargo, los problemas
sociales, tales como las desigualdades entre la clase burguesa y la clase proletaria, no fueron
recogidos dentro de las teorías de Adam Smith. Estas reivindicaciones se adjuntaron
al movimiento obrero (su máximos exponentes: el comunismo y el socialismo), siendo su
principal impulsor Karl Marx, lo que creó una escisión y la contraposición de ambas clases y de
las doctrinas que defendían.

El liberalismo económico también generó nuevas tendencias e ideologías políticas. Estas


defendían que la autoridad del estado no es absoluta, sino que los ciudadanos deben
conservar una parte de independencia frente a los poderes públicos. Sitúan al capitalismo
como único sistema capaz de asegurar que cada persona pueda ejercer de forma libre todo
aquello que quiera, lo que conduce a una capacidad de producción óptima, un crecimiento
económico constante y a un estado del bienestar. Estas teorías se conocen como liberalismo
intelectual y se oponen también al absolutismo y a todo tipo de sistemas que coarten la
libertad del individuo. Debido al contexto en que surgió, la filosofía del Siglo de las Luces fue
vital para dotarlo de significado.

A finales del siglo XVIII el liberalismo económico empezó a surgir en la mayor parte del
panorama europeo. Poco a poco, conforme fueron creciendo los distintos mercados de bienes
(tanto nacionales como mundiales) y se produjo el aumento de la industria y del comercio, así
como de las inversiones, los gobiernos comenzaron a integrar medidas liberales en sus
discursos. Así nacieron nuevas medidas como la libre circulación de productos, capital y
trabajadores.

Frente a la doctrina de Smith se sitúan, no sólo las teorías comunistas y socialistas, sino
también una corriente que desarrolló a finales del siglo XIX denominada “escuela neoclásica”.
Estos nuevos economistas tildaban de imprecisas y poco rigurosas a las teorías de Adam
Smith y del resto de pensadores de la economía clásica. También gran cantidad de corrientes
critican al liberalismo económico por favorecer a las clases de la burguesía frente al
proletariado. Sin embargo, el desarrollo industrial de los últimos siglos se debe, en gran
medida, a la libertad que se le concedió por parte de las naciones a las distintas empresas.

MANO INVISIBLE

La mano invisible es una metáfora que expresa en economía la capacidad autorreguladora


del libre mercado. Fue acuñada por el filósofo Adam Smith en su Teoría de los sentimientos
morales (1759), y popularizada gracias a su obra magna, La riqueza de las naciones (1776), a
pesar de que sólo fue utilizada una vez en este último texto.

Es generalmente aceptado que tanto la teoría de la mano invisible como el laissez faire -


expresión popularizada por el fisiócrata Jean-Claude Marie Vicent de Gournay en la década de
1750- representan los fundamentos ideológicos del Liberalismo clásico, aunque este último
concepto no se menciona ni dogmáticamente ni literalmente en ningún trabajo de Adam
Smith (así como los trabajos de otros economistas de la misma corriente, como David
Ricardo o Thomas Malthus).

En su Teoría de los sentimientos morales (1759), Smith aduce que, contrariamente a lo


asegurado por Thomas Hobbes, el egoísmo psicológico no constituye las bases de todo
comportamiento humano, sino que esas se encuentran en el proceso de simpatía (o empatía),
a través del cual un sujeto es capaz de ponerse en el lugar de otro, aun cuando no obtenga
beneficio de ello. Lo anterior, junto a un egoísmo racional, llevaría indirectamente al bienestar
general de las sociedades a través del proceso de una mano Invisible. Posteriormente en La
riqueza de las naciones (1776), Smith profundiza o modifica esta lógica, indicando que dicho
proceso se ve expresado a través de la competencia, etc., mecanismos que serían capaces por
sí mismos de asignar con eficiencia y equidad tanto los recursos como el producto de la
actividad económica. (ver eficiencia económica). (Esta aparente modificación o contradicción
en la propuesta ha dado origen al llamado problema de Smith: “El "problema de Smith" es
fruto de lecturas positivistas que no consideran el contexto general, ni las interrelaciones
existentes entre las distintas partes del programa de investigación smithiano. En realidad, se
puede comprobar que existen muy importantes analogías entre la configuración social
propuesta en la "Teoría de los sentimientos morales" y la armonía del mercado de la "Riqueza
de las Naciones", hasta el punto de ser parte de un mismo paradigma. ).

La sugerencia de la Mano Invisible, tal como generalmente se la entiende, supone la


acumulación de la problemática de la justicia social -independientemente de la acción al
respecto por el Estado- solo en la política económica o, más específicamente, en la actividad
económica por sí sola. Según esta visión, la mano invisible compensa las acciones y regula las
conformaciones sociales.

Posteriormente, ya en pleno siglo XX el economista austríaco Friedrich von Hayek buscó


reemplazar o complementar la sugerencia con la de un "orden espontáneo", que conducirían a
"una asignación más eficiente de los recursos de la sociedad que cualquier diseño puede
lograr."
Sin embargo, algunos críticos han expresado que tal "orden espontáneo" carece de cualquier
fundamento moral o ético aspecto que es central a la posición de Smith y posiblemente a
cualquier tentativa de justificar sus propuestas económicas en términos de "dar a cada cual lo
que corresponde".

Para Smith ese elemento de justicia tiene una función fundamental como “el pilar principal
que mantiene todo el edificio” (de la vida social) (ver "Teoría de los sentimientos morales"), es
decir, es el fundamento que hace posible mantener una cohesión social; cohesión que
sustenta el orden público necesario -en la opinión de Smith- para asegurar el buen
funcionamiento económico.

Críticas a la mano invisible

A pesar de su origen en una tentativa de dar fundación moral a un sistema socioeconómico, la


tesis de la mano invisible no es capaz de garantizar la distribución equitativa de la prosperidad
económica de acuerdo a algún criterio moral de recompensa al esfuerzo o la capacidad
individual. Una economía de mercado retribuye a los individuos solo de acuerdo con su
capacidad para producir cosas que otros están dispuestos a pagar. El mejor jugador
de baloncesto del mundo gana más que el mejor jugador de ajedrez del mundo simplemente
porque la gente está dispuesta a pagar más por ver un partido de baloncesto que por ver una
partida de ajedrez, no porque el baloncesto o el esfuerzo dedicado a perfeccionarse en el sea
inherentemente más virtuoso que el dedicado al ajedrez.

Consecuentemente se ha alegado que el concepto solamente muestra el desconocimiento de


Smith del funcionamiento del mercado. Y que esa percepción del funcionamiento de la
economía se basa en el supuesto erróneo que un funcionamiento de acuerdo a ese orden
natural llevaría inevitablemente a una economía eficiente y justa. En las palabras de Joseph
Stiglitz:

Las teorías que desarrollamos explican por qué los mercados sin trabas, a
menudo, no sólo no alcanzan justicia social, sino que ni siquiera producen
resultados eficientes. Por determinados intereses aún no ha habido un desafío
intelectual a la refutación de la mano invisible de Adam Smith: la mano invisible
no guía ni a los individuos ni a las empresas —que buscan su propio interés—
hacia la eficiencia económica.

Por ejemplo, tanto Smith como la literatura económica clásica que se originó de su obra asume
que los mercados son siempre eficientes excepto por algunas fallas limitadas y bien definidas.
Los estudios de Stiglitz y otros más revocan esa presunción: es solo bajo circunstancias
excepcionales que los mercados son eficientes. Stiglitz (y Greenwald)17 muestra que "cuando
los mercados están incompletos y/o la información es imperfecta (lo que ocurre prácticamente
en todas las economías), incluso en un mercado competitivo, el reparto no es
necesariamente Pareto eficiente. En otras palabras, casi siempre existen esquemas de
intervención gubernamental que pueden inducir resultados Pareto superiores, beneficiando a
todos.17
Aún cuando estas observaciones y la generalización de la existencia de las fallas de mercado no
garantiza que una intervención estatal sea exitosa, dejan claro que el rango "óptimo" de
intervenciones gubernamentales recomendables es definitivamente mucho mayor que lo que
la escuela tradicional reconoce:

El verdadero debate hoy en día gira en torno a encontrar el balance correcto entre
el mercado y el gobierno. Ambos son necesarios. Cada uno puede complementar al
otro. Este balance será diferente dependiendo de la época y el lugar

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