Liberalismo Economico
Liberalismo Economico
Liberalismo Economico
El liberalismo y el proletariado
Los intereses del proletariado se expresaron en el desarrollo del movimiento obrero y en las
diversas teorías sociales (socialismo utópico, anarquismo, marxismo), que aspiraban a
transformar la sociedad o a sustituirla por otra nueva en la que desaparecieran las
desigualdades económicas.
Liberalismo y capitalismo
La teoría marxista, por el contrario, cree descubrir en el capitalismo una contradicción esencial
entre el carácter social del trabajo y la apropiación privada de la nueva riqueza generada,
contradicción que se expresaría en un antagonismo irreductible entre las clases básicas de la
sociedad capitalista: el proletariado y la burguesía. Del mismo modo, la igualdad política
formal proclamada por el liberalismo se reduciría a la nada como consecuencia de la
desigualdad económica, y el aparato estatal serviría fundamentalmente para la exclusión de
las masas trabajadoras de la vida política.
Liberalismo económico, doctrina del capitalismo
Las base de esta doctrina es la obra “Causas y Consecuencias de la Riqueza de las Naciones”,
escrita por Adam Smith. En dicho libro, Smith analizó desde un punto de vista filosófico las
relaciones humanas y económicas. Destacó que la conducta de las personas se deriva del
egoísmo, la conmiseración, el sentido de la propiedad, el deseo de ser libre, el hábito del
trabajo y la tendencia al intercambio. Todos estos principios son los que acabó recogiendo la
doctrina del liberalismo económico. También tomó como propia la frase francesa: “Laissez
faire, laissez passer”, que había sido el lema de la Fisiocracia (Siglo XVIII en Francia).
La lucha de la burguesía por conseguir el derecho a la propiedad privada e individual acabó por
consagrarse con el establecimiento de esta corriente económica. Sin embargo, los problemas
sociales, tales como las desigualdades entre la clase burguesa y la clase proletaria, no fueron
recogidos dentro de las teorías de Adam Smith. Estas reivindicaciones se adjuntaron
al movimiento obrero (su máximos exponentes: el comunismo y el socialismo), siendo su
principal impulsor Karl Marx, lo que creó una escisión y la contraposición de ambas clases y de
las doctrinas que defendían.
A finales del siglo XVIII el liberalismo económico empezó a surgir en la mayor parte del
panorama europeo. Poco a poco, conforme fueron creciendo los distintos mercados de bienes
(tanto nacionales como mundiales) y se produjo el aumento de la industria y del comercio, así
como de las inversiones, los gobiernos comenzaron a integrar medidas liberales en sus
discursos. Así nacieron nuevas medidas como la libre circulación de productos, capital y
trabajadores.
Frente a la doctrina de Smith se sitúan, no sólo las teorías comunistas y socialistas, sino
también una corriente que desarrolló a finales del siglo XIX denominada “escuela neoclásica”.
Estos nuevos economistas tildaban de imprecisas y poco rigurosas a las teorías de Adam
Smith y del resto de pensadores de la economía clásica. También gran cantidad de corrientes
critican al liberalismo económico por favorecer a las clases de la burguesía frente al
proletariado. Sin embargo, el desarrollo industrial de los últimos siglos se debe, en gran
medida, a la libertad que se le concedió por parte de las naciones a las distintas empresas.
MANO INVISIBLE
Para Smith ese elemento de justicia tiene una función fundamental como “el pilar principal
que mantiene todo el edificio” (de la vida social) (ver "Teoría de los sentimientos morales"), es
decir, es el fundamento que hace posible mantener una cohesión social; cohesión que
sustenta el orden público necesario -en la opinión de Smith- para asegurar el buen
funcionamiento económico.
Las teorías que desarrollamos explican por qué los mercados sin trabas, a
menudo, no sólo no alcanzan justicia social, sino que ni siquiera producen
resultados eficientes. Por determinados intereses aún no ha habido un desafío
intelectual a la refutación de la mano invisible de Adam Smith: la mano invisible
no guía ni a los individuos ni a las empresas —que buscan su propio interés—
hacia la eficiencia económica.
Por ejemplo, tanto Smith como la literatura económica clásica que se originó de su obra asume
que los mercados son siempre eficientes excepto por algunas fallas limitadas y bien definidas.
Los estudios de Stiglitz y otros más revocan esa presunción: es solo bajo circunstancias
excepcionales que los mercados son eficientes. Stiglitz (y Greenwald)17 muestra que "cuando
los mercados están incompletos y/o la información es imperfecta (lo que ocurre prácticamente
en todas las economías), incluso en un mercado competitivo, el reparto no es
necesariamente Pareto eficiente. En otras palabras, casi siempre existen esquemas de
intervención gubernamental que pueden inducir resultados Pareto superiores, beneficiando a
todos.17
Aún cuando estas observaciones y la generalización de la existencia de las fallas de mercado no
garantiza que una intervención estatal sea exitosa, dejan claro que el rango "óptimo" de
intervenciones gubernamentales recomendables es definitivamente mucho mayor que lo que
la escuela tradicional reconoce:
El verdadero debate hoy en día gira en torno a encontrar el balance correcto entre
el mercado y el gobierno. Ambos son necesarios. Cada uno puede complementar al
otro. Este balance será diferente dependiendo de la época y el lugar