El Juego
El Juego
El Juego
El juego es una actividad natural del hombre, y especialmente importante en la vida de los niños
porque es su forma natural de acercarse y de entender la realidad que les rodea. Resulta fácil
reconocer la actividad lúdica; sabemos perfectamente cuándo un niño está jugando o está
haciendo cualquier otra cosa.
La palabra juego aparece de manera cotidiana en el lenguaje hablado o escrito cuando hablamos,
por ejemplo, de «juego limpio», «abrir el juego», «jugarse la vida», «es un juego de niños», «jugar
con la salud», etc. Sin embargo, tratar de definir con precisión qué es el juego es una tarea mucho
más compleja porque bajo esa denominación englobamos una enorme variedad de conductas
que, examinadas al detalle, presentan notables diferencias entre sí.
Según Corominas (1984), el sustantivo castellano «juego» procede del latín iocus, mientras que el
verbo jugar sería iocare; su significado es broma, gracia, frivolidad, pasatiempo, recreo. En latín
existe también ludus, que significa jugar, y alude tanto al juego infantil como al recreo y la
competición. El acto de jugar, lusi lusum, incluye también el gusto por la alegría y el jolgorio.
La definición del diccionario de la Real Academia Española explica que el juego es la acción y
efecto de jugar, entretenerse, travesear, retozar. Es decir que al jugar nos divertimos y solemos
«hacer algo», intervenir, realizar acciones sobre los objetos o las personas, imaginar, etc., lo que
nos llevará a una serie de resultados y consecuencias.
Aunque la palabra juego no sea un concepto científico, si las acciones y efectos son controlados de
una manera técnica, pueden producir aprendizajes. Estos se darán siempre y cuando la persona
tenga intención de aprender y de llegar a conclusiones.
Las palabras juego y jugar están asociadas al entretenimiento y a la diversión, pero hay otras
acepciones. Cuando pensamos en la palabra juego, pensamos también en las normas, en las reglas
que llevan implícitos los juegos. Si no se respetan las normas en los juegos de reglas, no hay juego.
En la trampa hay una intención maliciosa de alterar las pautas del juego porque resulta divertido
para algunos, especialmente para los que ganan.
En el ludus hay reglas que definen a los ganadores y a los perdedores, en la paidia no. Si
observamos un juego simbólico infantil, por ejemplo, un niño que juega con una caja como si fuera
un coche, y lo comparamos con cuatro universitarios jugando al mus, lo que observamos es
diferente. En ambas situaciones habrá recreo, diversión e imaginación, pero en una situación hay
normas y en la otra no.
En las personas que juegan percibimos una serie de características que permiten distinguir entre
comportamientos de juego y comportamientos de no juego. En el juego las personas se expresan y
se dan a conocer. Los adultos distinguimos fácilmente entre trabajar y jugar pero, para un niño, el
juego, que es su forma principal de aprender y ejercitar destrezas, puede tratarse de una actividad
muy seria.
El juego sigue a la vida del ser humano en sus diferentes etapas evolutivas, y le ayuda a madurar,
crecer, comprender, socializarse y aprender. En el juego también se lucha y se compite, o no,
como en el caso de los juegos cooperativos. En el juego se estimula la alegría, la autoestima y la
confianza en uno mismo. El juego, además, tiene relación con el trabajo, la fiesta, la sexualidad, la
belleza y la cultura (Paredes, 2002).
En resumen
El juego forma parte del comportamiento humano y de la cultura de cada sociedad.
Los hombres jugamos y en el acto de jugar desarrollamos capacidades y valores, pero también nos introducimos en la
cultura de nuestra nación.
Los juegos tradicionales nos ayudan a comprender la sociedad en la que estamos insertos.
El juego está presente a lo largo de toda la vida del ser humano.
El juego permite desarrollar destrezas, estimular la alegría, la autoestima y el crecimiento personal El estudio del
juego es complejo y debe realizarse desde diferentes áreas científicas.
Definición de juego
Johan Huizinga (1938) enunció una de las definiciones más completas de juego, al explicar que «el
juego, en su aspecto formal, es una acción libre ejecutada como si y sentida como situada fuera de
la vida corriente, pero que a pesar de todo puede absorber por completo al jugador, sin que haya
en ella ningún interés material ni se obtenga en ella provecho alguno, que se ejecuta dentro de un
determinado tiempo y un determinado espacio, que se desarrolla en un orden sometido a reglas
y que da origen a asociaciones que tienden a rodearse de misterio o a disfrazarse para destacarse
del mundo habitual».
Posteriormente, han sido muchos los autores que han intentado explicar en qué consiste el juego.
Paredes (2002) ha clasificado en cuatro grupos estos intentos de definición:
a) Sully (1902) y Millar (1968) consideran que el término juego no debe ser usado como
sustantivo sino como adverbio, porque así nos permite describir cómo y en qué
condiciones se realiza la acción de jugar. Desde esta perspectiva, el elemento específico
del juego es la libertad de elección y la ausencia de coacción.
b) Bülher (1935), Rüssell (1965) y Avedon-Sutton-Smith (1971) afirman que el juego se define
por una dinámica de placer funcional, de tensión al gozo. En la misma línea se sitúa
Puigmire-Stoy (1992), que define el juego como «la participación activa en actividades
físicas o mentales placenteras con el fin de conseguir una satisfacción emocional».
c) Por su parte, Piaget (1961) entiende el concepto de juego como un hacer o una
participación del sujeto en el medio, que le permite asimilar e incorporar la realidad.
d) Algunos autores insisten en los elementos biológicos y culturales que implica. En palabras
de Norbeck (1974) el juego «se fundamenta en un estímulo o una proclividad
fiológicamente heredados, que se distinguen por una combinación de rasgos: el juego es
voluntario, hasta cierto punto delectable, diferenciado temporalmente de otros
comportamientos y por su calidad trascendental o ficticia».
En cualquier caso, no deja de ser algo complejo tratar de definir lo que es el juego.
Tanto es así que algunos autores como Piaget advirtieron que el juego no constituía ningún tipo
especial de actividad, porque no podía diferenciarse bien de otras acciones humanas no lúdicas,
sino que simplemente se trataba de una orientación peculiar de la conducta. En este sentido
prefería hablar de «jugar» y no de «juego».
Por lo tanto, el juego es una recreación de la vida humana, que a través del hecho de «jugar
a...» realiza una transformación simbólica o imaginaria de la realidad en la que el niño elige
libremente el tema, el argumento, los materiales, el contexto, los resultados, etc., para
interpretar, asimilar y adaptarse más fácilmente al mundo en que vive. En palabras de Piaget,
«los juegos tienden a construir una amplia red de dispositivos que permiten al niño la
asimilación de toda la realidad, incorporándola para revivirla, dominarla o compensarla».
A través de este «jugar a...», el niño va experimentando y dando significación a todo aquello
que vive, selecciona aquellos aspectos de la realidad que le son útiles, comprende el esfuerzo de
producción que requiere elaborar las cosas, e interioriza lo vivido. La adopción de una postura
crítica, la orientación personal ante los hechos, la emergencia de valoraciones, e incluso la
expresión de opiniones y actitudes, son algunas de las consecuencias del proceso educativo
que tiene lugar durante la actividad lúdica.
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La definición de este término proviene de su etimología y es cualquier tipo de acción que tiene en sí misma el
justificativo de su propio fin. Por eso se considera que una actividad de una persona es autotélica cuando se hace por sí
misma en el sentido de que vivirla es el principal objetivo.
El juego tiene una finalidad intrínseca
Uno de los rasgos más singulares de la conducta de juego es que en él son más importantes
los procesos que los fines que los fines; en otras palabras, lo importante es participar. En el juego
no se busca ningún otro objetivo que el mero hecho de disfrutar con la actividad lúdica, es decir, el
placer del juego no se encuentra tanto en la meta o resultado final como en el proceso. Esta
cualidad se denomina «autotelismo » y es común a toda actividad de ocio (Trilla, 1993).
La acción de jugar se convierte en la meta de nuestras conductas, porque dan satisfacción por el
mero hecho de realizarlas, sin pensar en cualquier otra finalidad que no sea la propia acción. El
propio proceso del juego encierra la emoción, tensión y diversión suficientes como para hacerlo
atractivo e interesante para el jugador.
El juego se empieza a diferenciar de su primer objetivo, la acción en sí misma, cuando las
actividades lúdicas se convierten en instrumentos para lograr resultados exteriores, como cuando
los adultos juegan en un casino para ganar dinero (Linaza, 2000).
El tiempo que dedicamos a jugar depende de la motivación del que juega y del atractivo, en parte
subjetivo, del propio juego. En la sociedad actual podemos decir que ocupamos los espacios en los
que podemos jugar y que estos cambian con cierta frecuencia; se puede jugar dentro de casa, en
la calle, en el campo, en una cancha deportiva, etc. Los espacios de juego se modifican y alternan
según nuestras necesidades y nuestras posibilidades. Sin embargo, el juego siempre tiene una
duración determinada y se pone en práctica en un espacio más o menos acotado.
A pesar de ello, es incierto en sus resultados, no se sabe cómo ni cuándo va a terminar, lo cual
envuelve al juego con un cierto halo de misterio que transforma y condiciona esos límites.