Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Los Primeros Pobladores: QUIENES ERAN LOS INDIOS?

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 10

PUEBLO DE INDIOS

Los llamados pueblos de indios, reducciones indígenas o cabeceras de doctrina


fueron aldeas de indígenas que existieron durante los virreinatos españoles en
América. Fueron fomentados por las autoridades españolas en la segunda mitad
del siglo XVI, a partir de la Real Cédula de 1545. Se les ideó para realizar un
cobro más eficiente de los tributos; para aumentar el control y aculturación de la
población sometida, mediante la prédica cristiana; y para asegurarse de
concentraciones de mano de su madre.

En derecho como la organización administrativa básica de la llamada república de


indios, es decir era una suerte de municipio indígena. La política de asentamiento
urbano de las etnias conquistadas en villas en muchos casos se limitó a entregar
un reconocimiento jurídico o relocalizar a poblados ya existentes, como los altépetl
de México. En otras ocasiones los pueblos de indios fueron concentraciones de
población dispersa en asentamientos designados ex profeso. La política de
pueblos de indios, complementada con las reducciones, fue apoyada por una
parte del clero católico, que vio en ella un instrumento frente al abuso de la mita
minera y el desacreditado sistema de encomienda, acusado de haber sido
convertido por los encomenderos en una método solapado de enriquecimiento y
explotación.

Ideología y función
La «república de indios»
La política española de «pueblos de indios» da cuenta de una concepción dual de
mundo social colonial. El monarca gobernaba por un lado sobre la llamada
"república de españoles", esto es la comunidad social de los blancos; y por otro
sobre la "república de indios", la sociedad indígena. Desde el punto de vista de la
teoría legal vigente entonces, ambas comunidades debían existir de manera
separada, relacionándose dentro de marcos e instancias detalladamente descritos.
Dentro de esta concepción, las ciudades recién fundadas por los españoles no
estaban llamadas a convertirse en morada masiva de la población indígena. Esta
debía ser concentrada y ubicada o en la periferia de las ciudades, en pueblos-
satélites arrabaleros, o en los lugares que permitieran a jornaleros aborígenes (en
la práctica vasallos tributarios) concurrir a labores productivas que enriquecieran a
los conquistadores o a la mita colonial.
DESCRIPCIÓN
El pueblo de indios se constituían como un espejo pauperizado de la ciudad
española. La urbanización era en damero, de ser posible. Se consideraba una
plaza central rodeada de un portal, destinado al intercambio de productos; una
capilla, regentada o visitada por el cura doctrinero; un calabozo; la casa del
cacique o del noble venido a menos, en el caso de los antiguos imperios indígenas
de México y Perú; y, finalmente, las dependencias de un cabildo indígena, que
debía secundar al cura en la lucha contra los cultos preexistentes y en la
organización permanente de procesiones y actividades rituales. Generalmente, por
la necesidad de reforzar el triunfo de la nueva religión, la capilla era acompañada
por la presencia de un crucifijo atrial y de otro en la cima del tradicional cerro
sagrado vecino, a manera de mensaje redundante.
Habitualmente toda la infraestructura nombrada, con la excepcional salvedad de la
capilla, era bastante ligera e informal, pudiendo una sola choza cumplir las
funciones de casa del cacique, calabozo y cabildo. Normalmente el portal era
apenas una ramada.

AUTORIDAD
Legalmente la autoridad superior era el corregidor de indios, encargado de todas
las reducciones y pueblos de indios de una comarca. El representante español
permanente en el pueblo era el cura doctrinero. El cacique y su cabildo actuaban
como colaboradores de este último.
Los caciques locales, como los tlatoani, gobernantes dinásticos de los altépetl de
México, se vieron de pronto oficialmente reconocidos por los conquistadores y
aceptaron cumplir la función de autoridades mediadoras de la comunidad con sus
nuevos amos. Muchos adoptaron las insignias y visualidades coloniales de poder.
Restos de estas costumbres aún se encuentran, por ejemplo, entre los mapuches
de Chile, donde muchos loncos -caciques de esta etnia- no utilizan las insignias
precolombinas como atributo de su jefatura, sino el hispano bastón de mando con
pomo enchapado de metal. En los andes peruanos, muchas comunidades
indígenas aún tienen a un alcalde de indios o envarado, quien se distingue de los
demás por llevar un poncho y una vara de 2 m que tiene una cruz de plata en el
extremo superior. Están presentes en el izamiento del pabellón nacional y ocupan
el área del altar mayor en las dos misas del domingo. Acompañan las festividades
como el paseo de la bandera, y las procesiones de los santos mayores.
TIERRAS CIRCUNDANTES
Alrededor del pueblo existían ejidos o parcelas destinadas al trabajo comunitario y
el autoabastecimiento, pero fuera de estos límites inmediatos el pueblo estaba
cercado por las tierras del encomendero, que con el tiempo devinieron en
propiedades más sólidas: las haciendas. Estas ejercían normalmente una gran
presión sobre los lindes territoriales y mano de obra del pueblo de indios. De
hecho, la mayoría de estos asentamientos terminarán metafóricamente engullidos
por la expansión de las tierras de los hacendados a principios del siglo XIX.
Otros caso es el de pueblo de indios que se instalaba en las inmediaciones de una
ciudad española, constituyéndose en un arrabal que provía trabajadores para las
labores serviles y productos para la feria local. Muchos barrios de las actuales
capitales latinoamericanas fueron, asentamientos indígenas organizados por las
autoridades durante la Conquista y la Colonia. En el caso de estos asentamientos
suburbanos, rápidamente se desdibujó cualquier sistema de representación o
identidad, como el cacicazgo. Esto, al imperar en ellos un mayor mestizaje, que
hacía que con el paso de las generaciones sus pobladores dejaran de pertenecer
jurídicamente a la "república de indios", y quedaran huérfanos respecto a las
leyes, al tampoco ser integrados a la llamada "república de españoles".

EMPLAZAMIENTO
El pueblo de indios debía ubicarse, de acuerdo a las ordenanzas reales, en tierras
llanas y accesibles. Esto obligó a la reubicación, en Mesoamérica, de numerosos
altépetl que habían sido originalmente instalados, priorizando su cercanía a las
fuentes de agua, en quebradas y serranías.

HISTORIA
Origen: la «congregación»
El proceso de instalación de pueblos de indios es denominado por algunos
autores, rescatando el lenguaje usado por la administración española: la
"congregación".
La iniciativa de concentrar a la población indígena en villorrios se puede rastrear
en las primeras colonias de las Antillas. Allí los conquistadores llegaron
rápidamente a la conclusión de que la dispersión de gentes montaraces, y la
costumbre de estas de vivir prácticamente escondidas de los europeos en
quebradas y peñones apartados, conspiraba contra el objetivo de contar con
abundante mano de obra.
Luego vino una série de disposiciones reales que consagraron la política de
Congregación: las reales cédulas de 1545 y años siguientes impulsaron la
reubicación y fueron acumulando instrucciones acerca del régimen que debía
imperar en los nuevos asentamientos.
A fines del siglo XVI la monarquía comenzó a fomentar el asentamiento producto
de una nueva preocupación, más pedestre que los avatares de la Conquista y
Evangelización: la necesidad de evitar la usurpación de las tierras baldías,
teóricamente de propiedad de real. Ya Felipe II en una cédula de 1568 urgía a la
justicia colonial a evitar este tipo de exacciones. Debido a este problema surgió la
necesidad de regularizar y determinar qué tierra había sido entregada en merced o
era ocupada legítimamente. El resultado fue promulgación de varias cédulas en
1591, llamadas "de composición", que dieron origen a un largo proceso de
titulación formal de las tierras de españoles e indios.
La implementación práctica de la Congregación fue un proceso complejo y que
varió de una zona geográfica a otra, dependiendo de la voluntad y eficiencia de los
diversos gobernadores y virreyes locales.

La Congregación en México
En el caso de México, que ha sido bastante estudiado en los últimos años, el
proceso se realizó en dos grandes oleadas principales: La primera se desarrolló
durante el gobierno del virrey Luis de Velasco y Ruiz de Alarcón, extendiéndose
entre la década de 1550 y 1564. La segunda ola, aparentemente motivada por las
cédulas "de composición", fue impulsada por la administración del virrey Gaspar
de Zúñiga y Acevedo, y se extendió entre los años 1595 y 1625.8
Pero estos grandes procesos de fines del siglo XVI no partían de cero. Ya en la
primera mitad de dicha centuria 2.000 pueblos de indios tenían algún grado de
reconocimiento y registro oficial en el Virreinato de Nueva España.9

La Congregación en Perú
Desde las primeras décadas tras la Conquista se inició la fundación de pueblos de
indios. Pero fue el virrey del Perú, Francisco de Toledo, comenzó en 1568 a
implementar en forma la política de reasentamiento en pueblos de indios. Santiago
de Surco, fundado a las afueras de Lima, fue instalado como un modelo de lo que
debían ser estas villas.

En Chile
En Chile la política de pueblos de indios fue impulsada en dos momentos:
La Tasa de Gamboa: Publicada en 1580 por el gobernador Martín Ruiz de
Gamboa. Este documento regía sobre el territorio comprendido entre el Río
Choapa y el Río Maule. Estaba inspirada en las medidas impulsadas por el virrey
Toledo en Perú. No tuvo mayor vigencia práctica, pues los indígenas siguieron
trabajando en las minas y terminó siendo abolida en 1587 por el gobernador
Alonso de Sotomayor.
El trabajo de agrimensura de Ginés de Lillo: El gobernador Alonso de Ribera creó
el cargo de visitador de tierras, encargado de velar por la existencia y
supervivencia de los pueblos de indios. La labor de Ginés de Lillo se inició en
1603.

Fueron pueblos de indios


Diversas ciudades, pueblos y famosos barrios absorbidos por el crecimiento de las
modernas manchas urbanas de Latinoamérica fueron alguna vez pueblos de
indios.
En Colombia
Suba (localidad de Bogotá),Beltrán(oeste deparmt de Cundinamarca), Tinjacá-
(ricaurte-boyaca), Puelenje(popayan)
Fusagasugá (Sumapaz-cundinamarca), Moniquirá (ricaute-boyaca) ,Bucaramanga
(Santander),Cúcuta(norte de Santander), Arboledas(municipio de
Santander),Chinácota(Santander),Chopo(denominado actualmente Pamplonita),
Silos(Santander), Labateca(, Carcasí, Tequia, Cácota de Suratá
Cácota de Velasco,Vetas,Guaca,Guane
POBLACIÓN INDÍGENA DE COLOMBIA
La población amerindia de Colombia en 2005 contabilizó 1.392.623 personas, que
representan el 3,43% de la población nacional.
El Departamento Administrativo Nacional de Estadística reconoce la existencia de
87 grupos indígenas (Achagua, Amorúa, Andoke, Arhuaco, Arzario, Awá, Bara,
Barasana, Barí, Betoye, Bora, Cañamomo, Carapana, Chimila, Chiricoa, Cocama,
Coreguaje, Coconuco, Coyaima, Desano, Dujo, Emberá, Emberá Chamí, Emberá
Katío, Eperara Siadipara, Guambiano, Guanaca, Guane, Guayabero, Hitnü, Inga,
Kawiyarí, Kamëntsa, Kankuamo, Karijona, Kichwa, Kofán, Kogui, Kubeo, Kuiba,
Kurripako, Letuama, Makaguaje, Makuna, Masiguare, Matapí, Miraña, Mokaná,
Muisca, Nasa, Nonuya, Nunak, Ocaina, Pasto, Piaroa, Piratapuyo, Pisamira,
Puinave, Sáliba, Senú, Sikuani, Siona, Siriano, Taiwano, Tanimuka, Tariano,
Tatuyo, Teribe, Totoró, Tsiripu, Tucano, Tule, Tuyuka, Tzase, Uitoto, U'wa,
Wanano, Waunan, Wayuu, Yagua, Yanacona, Yaruro, Yauna, Yuko, Yukuna, Yuri
y Yurutí), además de aquellas personas que se autoidentifican con pueblos
considerados extintos (Calima, Chitarero, Panche y Tairona), de origen extranjero
(Otavaleño, Maya y otros) o que no se identifican con ningún pueblo en particular.
Por su parte, la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) afirma que
existen 102 pueblos indígenas, de los cuales 18 se encuentran en peligro de
desaparecer.

Lenguas
De acuerdo con la Constitución Nacional, las lenguas indígenas son también
oficiales en sus territorios, aparte del castellano. En el país, se hablan 64 lenguas
amerindias y una diversidad de dialectos que se agrupan en 13 familias
lingüísticas.
Subsisten lenguas de las familias chibcha caribe (Yukpa, Carijona); arawak
(Wayuunaiki, Kurripako, Piapoco, Yukuna); barbacoa (Awá, Guambiano); chocó
(Embera y Wounaan); guahibo (Sikuani, Cuiba, Hitnü, Iguanito, Guayabero),
tucano (Desano, Siriano, Tucano, Piratapuyo, Cubeo, Tanimuca, Coreguaje,
Siona), macú-puinave (Nukak, Jupda, Puinave), witoto-bora y sáliba. Los ingas
hablan quichua. Otras lenguas son consideradas hasta ahora como
independientes, como las de los Ticuna, Andoke, Umbrá y Kamentsa. Se discute
si el Nasa Yuwe es independiente o se relaciona con la familia barbacoa, la
chibcha o las lenguas andinas.
Algunos pueblos indígenas, como los Pijao, Senú, Mocaná, Kankuamo y Pastos,
ya no hablan su idioma original y solamente usan el castellano.

Lista de pueblos indígenas


Población indígena por departamento
Los departamentos con mayor proporción de indígenas son Vaupés, Guainía, La
Guajira, Vichada, Amazonas, Cauca y Putumayo. Los departamentos de La
Guajira, Cauca, Nariño, Córdoba y Sucre concentran aproximadamente dos
tercios de los indígenas del país. La siguientes es una lista de la población
indígena por departamento según el censo de 2005.
RESUMEN

En el Parque Nacional Natural Serranía Chiribiquete se encuentran pinturas rupestres que


reflejan las formas de vida de indígenas que habitaron ese territorio hace por lo menos
20.000 años. Foto: Álvaro Gaviria. Los colombianos conocen muy poco, pero hablan
mucho sobre los indígenas. Sobre ellos se han inventado toda clase de estereotipos,
desde que son salvajes sin educación hasta que son caníbales perezosos. También se
han visto como “sabios ambientales” desposeídos de toda tendencia a la violencia
(“buenos salvajes” al fin y al cabo); y han sido reducidos a “obstáculos para el desarrollo”
o ensalzados a “esperanza de la humanidad”. Ninguna de estas ideas resiste un análisis
profundo, pero se arraigan en la mentalidad nacional sin remedio. Entre las ideas más
comunes está que los indios son “nuestros indios”. A partir del desarrollo de la mentalidad
criolla americana, los descendientes de europeos inventaron la idea de que los pueblos
autóctonos eran ‘suyos’. Los líderes de la independencia relacionaron su causa con la de
los nativos que habían sido conquistados por los españoles (sus antepasados, por lo
demás), se autoproclamaron víctimas de la conquista y defensores de los indios, aunque
ninguno de ellos, Bolívar incluido, parece haber sido proclive a las causas de los indios de
carne y hueso. De allí en adelante, y hasta nuestros días, los indígenas han sido “fuente
de la nacionalidad” de otros. Hoy, por igual, batallones del Ejército, frentes guerrilleros y
bloques paramilitares se han apropiado de nombres indígenas. En 1492 existía una
amplia diversidad de pueblos, una población abundante y un legado nada despreciable de
más de 15.000 años de ocupación del territorio. Es probable que la cantidad de nativos
rondara por los varios millones de habitantes, siendo el cálculo más optimista cercano a
unos 7 millones, lo cual, aunque exagerado, desmiente la idea de un territorio
prácticamente desocupado a la llegada de los españoles. Se trata de gente que llegó en
diferentes migraciones originadas en Asia, que entraron al continente a través de
Norteamérica. Los pobladores originales se desplazaron inicialmente de norte a sur, pero
luego también lo hicieron de sur a norte, de las tierras bajas a los Andes y viceversa. Esta
historia explica por qué a la llegada de los españoles la población indígena ya era
mestiza, producto de diversas mezclas no solo genéticas sino culturales. Grupos
numerosos ocuparon algunas partes del país como la cordillera Central, el Alto
Magdalena, la sabana de Bogotá y la Sierra Nevada de Santa Marta. En otras regiones la
presencia fue menor, como en la Amazonia, los Llanos Orientales y la costa Caribe.
Algunos pueblos practicaron la agricultura intensiva; otros, una agricultura más móvil y
unos más, la caza y la recolección. En algunos casos, las poblaciones indígenas
modificaron ampliamente los ecosistemas e incluso pudieron generar procesos de erosión
y sobreexplotación de los suelos. En otros transformaron muy poco el paisaje. Esto se
entiende por sus modelos de organización social: comunidades como la muisca de
Boyacá y Cundinamarca, o la tayrona de la Sierra Nevada de Santa Marta, estaban
jerarquizadas, mientras en otras casi ni existía la diferenciación social. En fin, más de
15.000 años de historia no habían transcurrido en vano: se habían desarrollado múltiples
formas de adaptación al medio, y de relaciones económicas, políticas y sociales. A la
llegada de los españoles había una extraordinaria diversidad. Y ellos fueron conscientes
de esto. En el siglo XV ninguno se atrevió a considerar que había encontrado un territorio
ocupado por poblaciones homogéneas. No obstante, la Conquista precipitó cambios
dramáticos que amenazaron esa diversidad. El primero de ellos fue el desastre
demográfico: miles de indígenas murieron por las enfermedades introducidas desde el
Viejo Mundo (Europa y África especialmente), y en menor medida por los conflictos
bélicos y las formas de trabajo forzoso impuestas por los conquistadores.
El hecho es que en menos de 100 años su número se había reducido a una fracción.
Pasarían siglos antes de que el territorio que hoy es Colombia se recuperara de ese
desastre. Quizá solo a principios del siglo XX alcanzó el nivel de población que existía a
comienzos del XVI. El mismo proceso disminuyó la diversidad biológica y cultural de la
población. Algunas comunidades se extinguieron, otras se mezclaron entre sí y, en casi
todas, el nivel de vida se redujo considerablemente. La debacle que se inició en el siglo
XVI implicó una alteración del paisaje sin precedentes. Enormes áreas antes dedicadas a
cultivar quedaron cubiertas de bosques y pajonales o invadidas de ganado. Las
sociedades se transformaron social y culturalmente de forma irreversible. Las estructuras
de poder prehispánicas cambiaron por completo, las jerarquías tradicionales entraron en
crisis: algunas se adaptaron al sistema español y otras colapsaron. En muchos casos
comenzó un activo proceso de mestizaje con blancos y africanos. Poblaciones enteras
fueron trasladadas o migraron voluntariamente a regiones menos expuestas a la
colonización. Las dinámicas económicas también cambiaron, no solo por la llegada de
actividades como la ganadería, sino por la imposición de nuevas formas de trabajo a
disposición de la Corona, la estructura administrativa virreinal y la Iglesia. No obstante, la
población indígena sobrevivió. No solo en términos biológicos, a través del mestizaje, sino
también en términos culturales. Los indígenas del país no son homogéneos: existe en
ellos una enorme diversidad biológica, lingüística y cultural. Mantienen formas de ver el
mundo, a las otras sociedades y a la naturaleza, muy diferentes entre sí pese a los
estereotipos.
El país tiene una población de cerca de 1.400.000 indígenas, distribuidos entre 86
pueblos (datos del gobierno) y 102 comunidades (según la Organización Nacional
Indígena de Colombia, Onic). Tienen un alto porcentaje de participación en los
departamentos de Vaupés (más del 66 por ciento), Guainía (64 por ciento), La Guajira (45
por ciento), Vichada (45 por ciento) y Amazonas (43 por ciento). También son importantes
en términos demográficos en el cauca (21,5 por ciento) y Putumayo (21 por ciento).
Algunas poblaciones son, desde el punto de vista económico, campesinas, otras son
urbanas y algunas se dedican al comercio. Cerca de 500.000 personas conservan 65
lenguas o dialectos nativos. Además, el 75 por ciento vive en zonas rurales.
Muchas comunidades han recuperado durante los últimos años cantidades considerables
de tierra y tienen niveles de vida por encima de sus vecinos mestizos y afrocolombianos.
Otras pierden cada vez más sus medios de subsistencia. Sobre el papel, cerca del 31 por
ciento del territorio nacional es indígena, pero buena parte de esa tierra se concentra en
áreas protegidas y son de gran susceptibilidad al cambio ambiental. Además buena parte
de esas tierras son amenazadas permanentemente por la violencia de los grupos ilegales,
incluyendo paramilitares y guerrilla, por el cultivo de plantas con las cuales se obtienen
drogas ilícitas, o por la minería ilegal.
Ojalá los colombianos cuestionemos el derecho que nos ha asistido desde hace siglos de
considerar nuestros a los indios. Ellos solo se pertenecen a sí mismos. Y ojalá también
conozcamos mejor y apreciemos a esta importante población, como también a los grupos
campesinos y urbanos que deberán jugar un papel fundamental al construir un mejor país.

También podría gustarte