Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Capiata

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 7

SOBRE EL CONSTRUCTOR DEL TEMPLO DE CAPIATA

El Templo de Capiatá presenta muchas dudas sobre su verdadero constructor. Arturo


Veliz describe que el templo de Capiatá constituye una de las reliquias de la fe cristiana
e inclusive hace una transferencia cultural de lo que fue el nativo y su descendencia en
el hombre capiateño hospitalario, gentil.
Del templo de Capiatá resalta su estilo diciendo que posee un altar de la sacristía y las
naves laterales con sus esculturas y tallas se presume fueron ejecutadas por el maestro
Gabriel. Éste fue un sacerdote y artesano formado en las reducciones de Itá y
Yaguarón.
“ La obra del Señor en agonía fue del padre Adorno. Posee cuatro columnas
espiraladas de petereby, con pedestales y capiteles corintios que enmarcan los nichos
laterales donde están las imágenes del Arcángel Miguel y San Francisco Javier. 

El sagrario o tabernáculo con ornamentaciones de cintas, guirnaldas, tapa el primero


de los cuatro escalones que llevan al gran nicho central(EL DE LA VIRGEN DE LA
CANDELARIA) . Las dos campanas tienen inscripciones sugestivas y datan, la más
grande, del año 1802 y la menor 1785.

También se aprecian la belleza de las tres naves y el sobrio buen gusto del presbítero
rectangular, sobre el cual luce una bóveda de medio cañón y se admiran los retablos y
pinturas de un estilo barroco rococó de singular hermosura…El Cristo tallado por un
escultor capiateño hacia el año 1900 , siendo párroco el Padre Adorno. Su púlpito.

El altar mayor y los locales contiguos al presbiterio están separados por dos arcos de
modo que forman el mismo ambiente, mientras que las columnas están embutidas en
el muro. Uno de estos arcos del altar mayor descansa sobre un hueso de una
gigantesca ballena que sólo Dios sabe, como pudo llegar a Capiatá.

El templo de Capiatá reunía a todos los feligreses en el día de su Santa Patrona, el día
de San Blás y el de los Reyes Magos, donde se veneraba al Rey Baltazar cuyo oratorio
está ubicado en el km 22 de la ruta 2.

La semana santa también era un espacio para reunir a toda la gente católica de la
época, además de las fiestas patronales, especialmente el Domingo de Ramos donde
se bendecían las palmas, el viernes santo con la dramatización de los Estacioneros, la
muerte de Nuestro Señor, El Tupasy Ñehuguaiti del Sábado Santo y la Misa del Gallo,
citas obligatorias para asistir a la Iglesia. Hasta nuestros tiempos se realizan estas
actividades religiosas.
Tampoco deben olvidarse las ceremonias de Primera Comunión y la Confirmación, que
se siguen dando con mucha celebridad.
Doña Mariana De Jesús Álvarez, en tiempos del Padre Medina, recordó que su
casamiento se realizó en una de las giras de unos sacerdotes franciscanos de entonces,
eran casamientos comunitarios, porque se vivía en concubinato y se aprovechaba la
venida de estos pastores de la Iglesia para realizar una ceremonia comunitaria gratuita.

En el año 1.642, el obispo Bernardino Cárdenas comisiona al Presbítero Pedro


Mendoza a construir la iglesia en la nueva población, que fue fundada por el
gobernador Hinostroza, según el historiador. En esa época de la fundación de Capiatá
contaba con 5.305 habitantes. Actualmente la población asciende a 183.000
habitantes.

En 1.688 el obispo dice que construyó una capilla en el campo de Capiatá, a la cual
designó Viceparroquia. Hacia 1.740 hubo un proyecto: la iglesia, juntos con los de
Piribebuy y Carapeguá, convertirse en parroquias, lo que no se concretó por oposición
de las autoridades eclesiásticas de la Catedral de Asunción.

En 1.790 Azara encontró al pueblo muy disminuido, dicen que su figura se reduce
como a 16 ranchos alrededor de una iglesia, formando como una plaza muy suave que
vierte al sur en el arroyito de su nombre.

El arroyo Tayuasapé marca el límite entre San Lorenzo, al oeste, y Mboi’y con Itauguá
al este.

Aunque la iglesia se mantiene en la actualidad, sobre todo en su interior con el


carácter original, el agregado de la fachada y la renovación de los horcones del
corredor, reemplazados por columnas de mamposterías, variaron su concepción.

Una de las pérdidas más sensibles es lo que se destaca en su inventario de 1.841,


donde, al describir a la iglesia menciona un coro seguido en todas las tres naves, con su
escala, pasamanos con balaustres torneados y el balcón al lado, afuera, con los mismos
balaustres.

Es decir que se perdió el balcón externo, que en excepcional emplazamiento de la


iglesia de Capiatá, debió tener un papel relevante, también fue demolida la torre de
madera.

Se menciona también, que en el altar mayor, se encontraban imágenes de ángeles con


la cabeza enchapada en oro, cosa que no podemos afirmar ni desmentir por que no
tenemos prueba que acredita dicha versión.

El mayor Facundo Bareiro, veterano de la guerra fue un ciudadano honesto,


intendente municipal por muchos años.

El predio para el local de los veteranos de la Guerra del Chaco, fue donado por la
Municipalidad mediante la generosa colaboración del mayor Facundo Bareiro.
Intendente Municipal en aquel entonces y con la ayuda de varias instituciones y la
ciudadanía en general se construyó un hermoso local que cuenta con todas las
comodidades necesarias para la buena atención de todos los veteranos capiateños y
otras ciudades.

Capiatá
Capiatá es una ciudad del Departamento Central, Paraguay. Fue fundada por el
Gobernador Martin Ledesma, el 2 de febrero de 1640, aunque el Profesor Esteban
Antonio Romero, historiador capiateño, afirma que fue fundada por Pedro Lugo de
Navarra, puesto que, según sus investigaciones, en el año que se menciona como el de
la fundación, Don Martín Ledesma se encontraba en España y el Gobernador de la
Provincia era Don Pedro Lugo de Navarra.

Es la única ciudad del departamento que limita con siete ciudades: Areguá, Itauguá,
Julián Augusto Saldívar (Paraguay), Luque, Ñemby, San Lorenzo e Ypané

Está a 20 km de Asunción en medio de las rutas nacionales 1 y 2 que son las más
importantes para el transporte terrestre.

Toponimia

Existen dos versiones acerca de la procedencia del nombre de Capiatá. La primera,


defendida por el profesor Esteban Antonio Romero, afirma que el nombre «Capiatá»
deriva de Kapi, que era un cacique y atã, que significa duro, recio. No obstante, según
el Padre Rubén Darío Céspedes, deriva de kapi'i, paja, y atã, dura, que abundaba por el
lugar. Esta última etimología es la que más aceptación popular tiene.

División

La ciudad está dividido en un casco urbano con 11 barrios y 14 compañías.

Sitios emblemáticos

 Iglesia Franciscana del s. XVIII: joya del arte barroco hispano guaraní. Fundada
en 1649 y con intensa influencia franciscana
 Oratorio del Santo Rey Baltazar
 Museo Mitológico Ramón Elías
 Autódromo "Rubén Dumot" (Ex Aratiri)
 Parroquia Santísima Cruz
 Capilla San Juan Bautista 4.ª. Cía:

*Trazado irregular
La Candelaria de Capiatá

Introducción   

La Candelaria es una de las más antiguas solemnidades marianas y tuvo su origen en el


Oriente como "fiesta de la luz o de las candelas". La misma pasó a Occidente mucho
antes de la conquista del Nuevo Mundo y desde comienzos del siglo XV se expandió
por las Islas Canarias (España). Cuenta la tradición que, en Tenerife, dos pastores
guaches —aborígenes del lugar— cuidaban su rebaño cuando vieron aparecer a cierta
distancia a una mujer que portaba en la mano izquierda una candela y con la otra
sostenía a un niño, quien, a su vez, mantenía en sus manos un "pajarito de oro".   

Transcurrido el tiempo, aquella imagen fue enaltecida como María y su festividad se


halla identificada universalmente con la Purificación de la Virgen y la presentación del
Niño Jesús en el Templo, costumbre judía que practicaba toda madre al cumplirse 40
días del parto de un hijo varón; con esta recordación se cierra el tiempo de Adviento o
ciclo de Navidad.   

La Candelaria es la principal patrona de las Islas Canarias y estas fueron una escala
obligatoria de los viajeros españoles. No es ninguna novedad pues destacar la onda
expansiva que pudo haber tenido dicha devoción mariana a la hora de fundar pueblos
y ciudades en las tierras de ultramar. Probablemente hayan sido canarios los
ocupantes más influyentes de los "amenos valles" de Capiatá y Areguá, que desde
comienzos del siglo XVII escogieron a la Virgen de la Candelaria como augusta patrona
de dichos pueblos.   

Un templo para la Candelaria   

Como la mayoría de los pueblos del Paraguay, Capiatá surgió por poblamiento
espontáneo; esta vez, bajo la protección y amparo de la reducción franciscana de San
Blas de Itá.   

Existen versiones de que el gobernador Gregorio de Hinestrosa fundó Capiatá en 1641,


pero tal hecho no se dio. Tampoco en 1715, cuando el gobernador y capitán general de
la Provincia, don Gregorio Bazán de Pedraza, envió al Cabildo de Asunción un auto
consultivo sobre la posibilidad de fundar una villa en el Valle de Capiatá y elegir un
alcalde ordinario, dos regidores y un procurador. La propuesta de fundación no tuvo
eco favorable en el Cabildo; los intereses de los señores alcaldes ordinarios de
Asunción se verían perjudicados con el desmembramiento de su jurisdicción, "por
componer dicho Valle de Capiatá la parte más principal de esta República".   

La solicitud de Bazán de Pedraza al Cabildo se debió al pedido formulado por el cura


del valle y los vecinos españoles del lugar, a raíz de los delitos y excesos que se
cometían y que quedaban sin castigo por falta de jueces. El Cabildo adujo como razón
de su negativa la suma pobreza en la que se hallaba la República, agregando: "En caso
de que hubiese medios con que poderse fundar la dicha villa o persona que capitulase
nueva fundación a su costa, fuera más conveniente ejecutarla en las tierras de las
costas que están despobladas como la que se está ejecutando mediante el celo de su
señoría en los campos de Guarnipitán" (Villeta). 

El obispo José de Palos visitó el valle de Capiatá en 1724 y, según su percepción, aquel
poblado no se había constituido formalmente, lo que coincide con nuestras
aseveraciones; él lo llamó simplemente "ermita" o capilla.   

En 1740, se erigieron las parroquias de Piribebuy y Carapeguaá, y, en esa ocasión,


Capiatá ascendió a la categoría de villa al constituirse en viceparroquia, al igual que
Pirayú. La población del área de Capiatá ascendía a mitad del siglo XVIII a 3795
habitantes. El aumento considerable de su gente sumado a la basta extensión del
curato de la Catedral de Asunción fueron motivos más que suficientes para que, dos
décadas más tarde, la viceparroquia de Nuestra Señora de la Candelaria se elevase a
parroquia, con cura propio y jurisdicción competente.   

El templo actual de Capiatá data de mediados del siglo XVIII. Cuando la visitó el obispo
Manuel Antonio de la Torre, en 1761, la obra se hallaba parada desde hacía tres años
debido a las continuas calamidades de langostas y seca. Dijo haber ayudado
económicamente para su conclusión. Este templo es una de las más preciadas joyas de
la arquitectura paraguaya, contemporáneo al de Yaguarón, y su retablo mayor es de un
barroco colonial parecido a aquel, lo que hace creer que lo trabajó el tallista portugués
José de Souza Cavadas, el mismo que fue contratado para esculpir los altares de
Yaguarón.   

Poco después de la terminación del templo, el gobernador de la Provincia, Carlos


Morphy, en su calidad de vicepatrono real, concedió licencia de creación de la
Parroquia de Nuestra Señora de la Candelaria, junto con la de Pirayú, el 7 de octubre
de 1769.   

El primer cura de Capiatá fue el padre Miguel Antonio Antúnez y se desempeñó como
tal por espacio de tres décadas. La iglesia sufrió modificaciones con el transcurso del
tiempo, las más significativas fueron la eliminación del "coro seguido en todas las tres
naves, con su escala, pasamanos con balaustres torneados y el balcón al lado de afuera
con los mismos balaustres". También fue demolida la torre de madera exenta que se
menciona en un inventario de 1841. Otra relación de bienes de 1874 describe junto al
templo un cementerio amurallado con su correspondiente casa de depósitos de
cadáveres, cubierto de tejas, con frontis y una sola puerta. Firman como testigos de la
relación de bienes: José Félix Lara, Mariano Zayas y Gregorio Ricardo. Es muy
ilustrativo hallar entre los enseres del templo "un sepulcro de rejillas y arcos dorados";
se trata del "cajón fúnebre" que la iglesia prestaba a la familia del difunto para su
traslado desde el domicilio al templo, donde se lo sepultaba en una fosa cavada en el
suelo del mismo. Esta costumbre recién comenzó a cambiar desde 1842 con la
creación del Cementerio General de la Recoleta y, tras él, la de los cementerios en el
interior del país.   

El sitial vacío   
Cuando en febrero de 1868 la ciudad de Asunción fue declarada punto militar y sus
habitantes tuvieron que evacuarla por orden del mariscal López durante la Guerra
Grande (1865-1870), aquella doliente peregrinación conformada por mujeres,
enfermos, ancianos y niños de la capital rumbo a Luque produjo desolación, angustia y
dispersión entre los habitantes de los poblados vecinos. Las autoridades locales se
apresuraron a poner a salvo los bienes patrimoniales de cada localidad, entre ellos las
más preciadas imágenes de su devoción. La guerra con sus terribles secuelas sepultó
en el olvido y la indiferencia muchos sucesos acaecidos durante aquella hecatombe, la
mayoría de ellos siguen ocultos sin que nadie pudiera dar alguna explicación de los
mismos. Tal es el caso de la imagen de la patrona de Capiatá, que permaneció fuera de
su sitial por espacio de más de setenta años hasta que alguien se ocupó de dilucidar
aquella inadvertida desaparición. Durante la posguerra, el vecindario adquirió una
imagen sustituta, la que con el tiempo quedó como la auténtica efigie de la
Candelaria.   

Siendo párroco de Capiatá el padre Virgilio Roa (1939), se enteró a través del obispo
auxiliar de Asunción, monseñor Aníbal Mena Porta, que una señora octogenaria le
había dicho durante una de sus giras pastorales a Capiatá que la antigua patrona no
era la que estaba en el camarín de la Virgen. Virgilio Roa comenzó a interrogar a los
más ancianos de la comunidad y con sus manifestaciones, firmadas ante el comisario
de la localidad, inició las gestiones ante el arzobispo de Asunción, monseñor Sinforiano
Bogarín. Consultado monseñor Mena Porta sobre dicha imagen, elevó un informe a
Bogarín declarando que había "observado en el templo local que la imagen colocada
en el nicho no guardaba relación con el estilo y la antigüedad del altar, observación
—dice— que me impulsó a preguntar a una anciana octogenaria... que me contestó
que ella había oído decir que la imagen primeramente colocada en el referido nicho
era la patrona, nuestra Señora de la Candelaria, que había sido llevada a Asunción".
Mena Porta preguntó luego a Manuelita Peña (ver retrato), encargada durante muchas
décadas del cuidado y aseo de la Catedral, y ella le contestó que oyó decir que durante
la guerra la referida imagen había sido traída por orden del mariscal López a la
Catedral de Asunción.   

Con todas esas referencias y a juzgar por el estilo, pintura, colorido y otros detalles, el
obispo manifestó que esa imagen "es la que efectivamente fue sustituida por otra en
el altar de la Iglesia Parroquial de Capiatá" .   

El arzobispo Bogarín ordenó su traslado: la misma se hallaba envuelta en una sábana


en el despacho parroquial de la Catedral sin que nadie la pudiera identificar a pesar de
los atributos propios de una escultura de la Candelaria. "Dicha imagen —dice la
resolución firmada por monseñor Bogarín— será colocada en el nicho central del Altar
Mayor, en sustitución de la que provisoriamente fue allí instalada y es venerada como
la patrona titular. La talla que estuvo como titular será siempre de propiedad de la
iglesia" y quedó autorizada para que ella saliera en procesión debido al gran peso de la
imagen original. También dispuso que se la recibiera a la titular con una "solemne
manifestación piadosa para celebrar la restitución de la sagrada imagen a su antiguo
trono".   
Se pudo conocer luego que el padre Manuel Antonio Adorno, párroco de Capiatá
durante la Guerra Grande, trasladó la imagen hasta la Catedral con el fin de
preservarla tal vez de la profanación y rapiña de las tropas aliadas, y allí quedó.   

Retorno a casa   

La noticia de aquel "hallazgo" sorprendió a los capiateños, quienes no conocían el


hecho y tenían a la imagen sustituta como la titular del pueblo. El padre Roa
encomendó al pintor Kunos la limpieza y restauración de la pintura de la imagen. En
vísperas de la fiesta patronal, la trasladaron hasta la casa de Juan Pablo Benítez,
distante del pueblo un kilómetro, para de allí llevarla en procesión hasta la iglesia
parroquial.   

A las 19:30, las autoridades del pueblo y "un inmenso concurso de fieles", que
portaban antorchas encendidas y entonaban cánticos piadosos, se reunieron delante
de la casa del señor Benítez para conducir a la Patrona hasta la iglesia parroquial.   

En la plazoleta de la iglesia, junto a un altar preparado para la ocasión, recibieron a la


sagrada imagen, el vicario general del Arzobispado, monseñor Hermenegildo Roa, y los
sacerdotes Alvado y Ascencio Ayala. Este último dio lectura de la resolución arzobispal
por la cual se ordenaba la traslación de la imagen de la Candelaria a la iglesia de
Capaitá y luego, como hijo del pueblo, el padre Ayala dio la bienvenida a la venerada
imagen y lo hizo en nombre de sus compueblanos. Terminada la alocución, la
Candelaria fue introducida de nuevo a su casa, donde se cantó una solemne víspera en
su honor.   

Concluido el acto religioso, el pueblo congregado en la iglesia acompañó a la otra


imagen de la Candelaria hasta la casa parroquial, donde quedó guardada, según lo
dispuesto por el Arzobispado de la Santísima Asunción.   

Al día siguiente, 2 de febrero de 1940, TUPASY CANDELARIA ÁRA, terminada la Misa


Mayor y la prédica del pa’i Ayala, se llevó a cabo la gran procesión alrededor de la
plazoleta del templo. El oficio religioso terminó con la entrada triunfal de la sagrada
imagen, la que fue colocada en su camarín después de más de setenta años de
ignorada ausencia.   

Si la imagen de la Virgen se salvó del saqueo durante la Guerra Grande, el niño que
tenía en brazos no pudo sustraerse de un sacrílego robo en tiempos de paz. La madre
del niño Jesús quedó con los brazos vacíos y abiertos como queriendo recuperar a su
hijo. Gracias a las gestiones hechas por monseñor Agustín Blujaki y las investigaciones
llevadas a cabo por las instituciones policiales del Paraguay y la Argentina, el niño Jesús
fue hallado y recuperado en la ciudad de Buenos Aires, junto con otras imágenes y
ornamentos también robados.   

El 10 de enero de 1979, el niño retornó a los brazos de su madre. La devolución de


aquella histórica pieza estuvo a cargo de monseñor Agustín Blujaki, incansable
defensor del patrimonio artístico-religioso del Paraguay.   

También podría gustarte