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Tanto Tienes

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¿Tanto tienes… tanto

vales? Tu valor está solo


en Dios
Los pastores, como responsables de iglesias, estamos rodeados de las personas
que el Señor ha puesto bajo nuestro cuidado espiritual. Dentro de esta
responsabilidad está el promover y planificar actividades para el crecimiento de
nuestras iglesias. Sin embargo, a veces, nos podemos desanimar viendo que
nuestra pequeña grey es frágil, frente a la avalancha de éxitos que el reino de la
oscuridad promueve, apartando a personas queridas de nuestro entorno. El
dinero, la fama… son demasiado deslumbrantes para ellos. Tanto tienes… tanto
vales.
Personas con quienes compartíamos la fe, de pronto, han decidido que ya no
formarán parte de nuestra comunidad. El mundo es demasiado atractivo, y parece
que nos quedamos sin fuerzas para hacerle frente. Incluso algunos piensan que la
batalla está perdida.
Los salmos son oraciones escritas que han llegado hasta nuestros días para que
nos inspiren en nuestras horas de gran adversidad. La semana pasada me quedé
reflexionando en el capítulo 49. Es un salmo que evidencia la necedad de confiar
en las riquezas. Entre los 20 versículos que tiene el capítulo, el versículo 15 es la
respuesta al sin sentido de acumular riquezas, con la esperanza de que uno durará
para siempre.
Destaco tres cosas que nos pueden motivar a ser sabios y no dejarnos llevar por
las corrientes mundanas, que golpean tan fuerte en nuestras comunidades.

No temas en la adversidad. Analiza y confia


en Dios
¿Por qué he de temer en  los  días de adversidad 
cuando la iniquidad de mis enemigos me rodee,
de  los que confían en sus bienes
y se jactan de la abundancia de sus riquezas?
Nadie puede en manera alguna redimir a  su  hermano,
ni dar a Dios rescate por él.  (Salmos 49:5-7)
Fácil decirlo: “No tengas miedo.” ¿Por qué tengo que temer? Es como si
estuvieras en un examen y tienes miedo a no recordar lo aprendido. O tener que
enfrentar una situación sorpresa para la que no te has preparado. El temor nace al
darte cuenta de que estás inmerso en la improvisación, y que en tu agenda, lo que
sucede, no ha sido contemplado.
Siempre habrá personas que te sorprenderán,  y planteamientos que te dejarán al
margen, porque no te dará tiempo para reaccionar.
Cuando notes miedo en tu corazón, aprende del salmista: Para y piensa. Analiza
la situación. Y si puedes compartir con alguien cercano tu miedo, mucho mejor. Al
descubrir la raíz de tu temor verás con mayor claridad y éste disminuirá.

Solo Dios salva


En el caso del salmista, la respuesta la encuentra en una visión
trascendental. Hagas lo que hagas no podrás salvarte. La salvación viene de
Dios. Y no se refiere a no quedar sin deudas en el banco, sino a saber que tu alma
está libre de pecado.
Celebremos de que tenemos un Dios que pagó por nuestra condición pecaminosa.
Dios envió a su Hijo precioso dándonos todo para que disfrutemos de la santidad
y de un caminar maravilloso guiado por su Espíritu. ¿Temor? ¡Sí! Pero para y
pregúntate cuanto pagó Dios por ti.No estás solo. El Todopoderoso está a tu lado
¿a qué vas a tener miedo? Sólo confía en Él. No hay nada que no pueda hacer.
¿Tanto tienes… 
tanto vales? No. Lo importante no es lo que tienes, sino a Quien tienes. 
Parece que la oscuridad gana en todas partes, pero para y pregúntate cuánto vales
para el Señor. Él ha venido a nuestro feo mundo para darnos esperanza y luz. Y así
este mundo, pequeño y conflictivo, llega a ser iluminado por el Señor que nos
rescata una y otra vez de las garras de la muerte y la desesperación.

Todo lo que te rodea es pasajero


Su íntimo pensamiento es  que  sus casas serán eternas, 
sus moradas por todas las generaciones;
a sus tierras han dado sus nombres.
Mas el hombre, en  su  vanagloria, no permanecerá;
es como las bestias que perecen.
Este es el camino de los insensatos,
y de los que después de ellos aprueban sus palabras  (Salmos 49:5-7)
Al salir para tus actividades mira a tu alrededor. Saber que las polémicas cesarán,
que la violencia terminará, que algún día todo pasará debe hacerte ser más
optimista.
Cuestión de tiempo
Me gusta leer sobre lo que sucedió en el pasado. La historia constantemente nos
advierte de que somos tan efímeros… En momentos complicados no debemos
abandonar la realidad de que todo lo que se haga mal no durará para siempre.
Ahora, añadamos  a nuestra reflexión la referencia de Isaías 40:8 donde se nos
dice que la “flor se marchita” y que hay un tiempo para cada cosa; que no se
puede ir más allá de lo establecido por el Creador y que la perversidad no reinará
para siempre.
Puede parecer que la mentira y el engaño no serán descubiertos, pero es cuestión
de tiempo.
Reflexiona sobre esto. Al sentirnos rodeados por el desánimo y los problemas,
repite la frase del salmista: “esto también pasará.” ¡Es magnífico entender que hay
un límite!  ¡Es sublime aceptar que la lucha incesante de ver quién es mejor y quién
gana más a cuesta de los débiles pronto acabará!

Dios nos rescata


Pero Dios redimirá mi alma del poder del Seol, 
pues El me recibirá.  (Salmos 49:15)
Te  invito a que leas este versículo y medites en él. Verás que de todos los
versículos, el 15, es donde se nos presenta a Dios como nuestro Salvador. En los
problemas Dios es nuestro ayudador.
La adversidad en la que se halla inmerso el salmista es una constante
comparación en la que  su sociedad invita a exhibir lo que uno gana al 
terminal su jornada. La pregunta indirecta que el mundo te hace es: ¿Cuánto ganas
tú? O ¿Qué ganas con todo esto?

Tanto tienes… tanto vales


En nuestro planeta vales en función de cuánto ganas. ¡Qué diferencia abismal con
cómo ve el Señor las cosas!
Sólo si añades casas, coches y puedes permitirte las mejores vacaciones eres
una persona de éxito. Si terminas varias carreras y puedes disponer de mucho
dinero, tendrás un montón de seguidores que querrán ser como tú, porque creen
que “tanto tienes… tanto vales” Por eso hoy se acuña un nuevo tipo de racismo,
que se está extendiendo, lamentablemente, en nuestras iglesias: el racismo
intelectual.
Ya no solamente el de riquezas, sino el de cultura. ¡Pero si Jesús nació en un
establo! ¡Si los discípulos eran pescadores y gente humilde! ¡Si el Señor siempre
escogía a las personas mas sencillas para hacer Su voluntad! Para Dios la mayor
grandeza es la humildad del corazón, porque no hay mayor riqueza que la vida
eterna, ni mayor cultura que la sabiduría divina. Como diría Einstein “Solo me
interesan los pensamientos de Dios, el resto son detalles”. ¡El es el Creador y el
dueño de todo cuanto existe! Él es el único que tiene todas las respuestas, todo le
pertenece.
Nuestro Dios nos invita a confiar en Él sobre todas las cosas. Hacer cosas por
amor a Dios no tiene precio, y Su amor por nosotros tampoco.

El más importante: el más humilde


Es justo que te paguen por lo que haces. “El obrero es digno de su salario”
(1Timoteo 5:18). El que trabaja debe ser pagado con lo acordado. Pero valorar a
alguien en función de cuánto gana es inadecuado, especialmente para un
cristiano.
Dar prioridad a alguien en función de su cargo, o categoría social, está totalmente
fuera de lugar, porque para Dios no hay mas categorías que las de la humildad del
corazón. Dios mide la importancia de las personas en su capacidad para servir a
los demás, “El que quiera ser grande entre vosotros, sea vuestro servidor” (Mateo
20:26). Solamente quien vive para servir, sirve para vivir.
La perspectiva mundana es muy diferente de la divina. Para Dios las personas mas
importantes son las más humildes, las que le aman y obedecen, y las que sirven y
aman realmente a los demás, no las que más ganan o más estudios tienen,
porque realmente, rico no es quien mas tiene sino quien mas da; y la verdadera
sabiduría sigue siendo el conocimiento de Dios, la única Verdad. El origen y
Creador de todo cuanto existe.
Lo que realmente todos los cristianos necesitamos tener es un máster en el
carácter de Cristo… y practicarlo. El resto… se quedará aquí. “Tanto tienes… tanto
vales”, no significa nada. 

El apóstol Pedro nos habla de la paga que


Dios ha hecho al ser humano
“Sabiendo que no fuisteis redimidos de vuestra vana manera de vivir heredada de
vuestros padres con cosas perecederas  como oro o plata, sino con sangre preciosa,
como de un cordero sin tacha y sin mancha,  la sangre  de Cristo.” (1 Pedro 1:18-19).
Nada de lo que tengan los demás, y tú no tengas, te servirá para salvarte del
“maratón” de quién es mejor y quién tiene más. El mundo es así… siempre exige
más y más.

Cristo pagó tu precio


Cristo ya pagó por ti con su sangre. Tu vida, al aceptarle como Salvador personal
y mejor amigo, vale lo máximo a los ojos del Señor. Eres tan importante para Dios
que Él te ha rescatado con la sangre de su propio Hijo. Detén esa insana
competición de la comparación mundanal y atrévete a darle la vuelta. ¿Quieres
ser mejor? ¿Quieres competir? Compite contigo mismo. Sé mejor de lo que eres
ahora. Jesús es tu ejemplo y su carácter la meta. Ama como Él ama; sirve a los
demás como Él los sirvió; ayuda, enseña… Si hay alguien en este mundo a quien
merezca la pena admirar es a Jesús. Vive para parecerte a Él.
Eliminemos esa absurda idea de “tanto tienes…tanto vales”, porque para Dios no
es así. Tampoco para un verdadero cristiano. No valemos delante de Dios en
función de lo que conseguimos tener. Todo ser humano tiene derecho a saber que
es valioso delante del Creador, no por su color, ni por sus planteamientos
filosóficos o  religiosos, sino por la preciosa sangre de Cristo.

Humildad, amor y servicio


Cuando alguien te haga sentir “tanto tienes, tanto vales”, responde sin dudar que tu
verdadero valor está únicamente en Dios, y que “El que quiera ser grande entre
vosotros, sea vuestro servidor” (Mateo 20:26). Solamente quien vive para servir,
sirve para vivir. Jesús es nuestro ejemplo. 
¿Qué convierte a un cristiano en alguien verdaderamente relevante e importante en
su comunidad? Nada como un Master en humildad, y en amor y servicio a los
demás. 
Que Él te bendiga con esta visión optimista sobre lo que sucede a nuestro
alrededor.

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