Trabajo Principios y Valores
Trabajo Principios y Valores
Trabajo Principios y Valores
CARRERA DE MEDICINA
MONOGRAFÍA SOBRE:
A- LOS VALORES EN LA VIVENCIA COTIDIANA DEL SER
HUMANO.
B- EL VALOR DE LA VIDA DEL SER HUMANO, COMO CORPÓREO
Y ESPIRITUAL, LAS AGRESIONES CONTRA LA VIDA.
C- EL PROBLEMA DE LOS DESHECHOS O BASURAS Y SU
IMPLICANCIA DE LA MORAL DE LA PERSONA.
ASUNCIÓN – PY 2020
UNIVERSIDAD MARÍA AUXILIADORA
CARRERA DE MEDICINA
MONOGRAFÍA SOBRE:
ASUNCIÓN – PY 2020
ÍNDICE
1 INTRODUCCIÓN 4
2 DESARROLLO 6
2.1 LOS VALORES EN LA VIVENCIA COTIDIANA DEL SER HUMANO 6
2.1.1 ¿Se habrán perdido los valores? 7
2.1.2 Practicar los valores 8
2.1.3 Descubrirnos como personas valiosas y satisfechas 9
2.1.4 La actitud de servicio en la vida cotidiana 9
2.2 EL VALOR DE LA VIDA DEL SER HUMANO, COMO CORPÓREO Y
ESPIRITUAL, LAS AGRESIONES CONTRA LA VIDA. 10
2.2.1 ¿Quién puede decidir sobre el valor de la vida humana? 16
2.2.2 Un caso muy especial. El aborto eutanásico o eugenésico 18
2.2.3 Los cuidados paliativos frente al encarnizamiento terapéutico 20
2.2.4 Las leyes de la eutanasia 22
2.2.5 La bioética personalista y el «testamento vital 24
2.3 EL PROBLEMA DE LOS DESHECHOS O BASURAS Y SU IMPLICANCIA DE LA
MORAL DE LA PERSONA 26
2.3.1 ¿Como perciben los ciudadanos la problemática de las basuras? 27
2.3.2 ¿Son conscientes de que pueden contribuir a solucionarlo? 27
2.3.3 ¿Los ciudadanos son consientes de la problemática que es la basura? 27
2.3.4 ¿Existe el efecto contagio? ¿Cuánta más basura en el suelo, más se permite la gente
ensuciar? 28
2.3.5 ¿Cuál es la solución al abandono de basura? 28
3 CONCLUSIÓN 28
4 REFERENCIAS 28
4
1. INTRODUCCIÓN
El objetivo central de este trabajo investigativo es explorar la manera en que
identificamos, aprendemos y desarrollamos los valores en la vida diaria. Descubrir el alcance
de los valores en nuestra vida, nos requiere comprender la acción individual y social, para lo
cual es necesario prestar atención al transcurrir de la vida cotidiana.
“La vida cotidiana o la vida de cada día, es estudiada por las ciencias sociales como
el discurrir de un día cualquiera en la vida de las personas que interaccionan, recreando sus
vivencias que pasan todos los días, también transcurre la tierra y nuestras vidas.” Bridye, G.Y
Watson, S. (2002).
La cotidianidad en la vida de las personas es parte fundamental del sentido de la
acción humana. En el trascurrir del día a día, desde que nos acostamos y levantamos nuestra
vida se convierte en una rutina cotidiana que puede variar entre personas y grupos: suplir
nuestras necesidades, exponernos a diversas fuentes de información, dialogar, atender las
expectativas que tenemos sobre los demás, y las que versan sobre nosotros, entre múltiples
otras. Nuestras acciones individuales y sociales conllevan una responsabilidad.
Al cumplir con nuestros deberes, se deriva un grado de satisfacción. Pero hay veces
que la vida nos sorprende, planificamos y nos damos a la tarea de actuar; súbitamente,
eventos o situaciones inesperadas disponen lo contrario a lo que aspiramos. Las situaciones
que trastocan nuestra vida, pueden activar procesos difíciles. Ante los eventos que cambian
nuestra vida cotidiana, es importante analizar, y actuar oportunamente.
Para algunos, los retos pueden convertirse en adversidades inmanejables; y para
otros eventualmente pueden transformarse en oportunidades para crecimiento. Para unos y
otros, las situaciones inesperadas bien podrán representar retos, y cada uno lo manejara de
diversas 2 maneras, en función de la identidad que le caracterice. Los retos siempre estarán
presentes en nuestra vida; nos corresponde aprender de estos, y con ello seguir hacia adelante.
Las experiencias adquiridas desde que nacemos hasta el fin de nuestros días, nos
transforman y pueden enriquecernos de manera extraordinaria; proyectar esa riqueza en el
afecto y acciones que llevamos a cabo, construye vivencias entre los seres humanos.
Compartir nuestras experiencias positivamente con las demás personas, es una parte crucial
de la vida.
Hay todo tipo de actividades desde las cuales cada persona crea consciencia, se
sensibiliza y actúa en sus entornos. Lo anterior constituye un proceso significativo de
aprendizaje, que debe propiciar relaciones sociales, en las cuales cada individuo adopte
diversos contenidos para construir los conocimientos, sentimientos y acciones que sean
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relevantes para su vida. Desde esta perspectiva, cuando se desea conocer una comunidad, se
debe comprender cómo los individuos y los grupos trabajan, se relacionan y actúan.
Las personas se relacionan en el lugar donde viven, y en los espacios donde
interactúan. Independientemente de los conflictos, y las buenas relaciones que puedan surgir
en ese proceso de intercambio, todos tenemos la capacidad para ofrecer lo mejor de nosotros
mismos ante un momento de adversidad individual o social. Así las cosas, debemos
reconocer la importancia de promover las prácticas de los valores y concienciar a los
individuos y los grupos sobre la realidad histórica actual, social y económica.
Hacemos lo que somos. Las experiencias formativas que tenemos a nivel familiar, y
las que resultan de las creencias que profesamos, al igual que la formación que recibimos en
la escuela, y las influencias de las amistades, el intercambio en los lugares de trabajo, son
experiencias que moldean nuestra identidad personal. Hacemos bien en recordar que
proyectamos lo que hemos aprendido a través de las actitudes que reflejamos ante las
situaciones o eventos inesperados que enfrentamos a diario.
Una casa necesita cimientos para sostenerse. De igual forma, los valores sostienen y
nutren al ser humano. Si faltan los cimientos, tampoco existe el fundamento que sostiene
nuestras vidas, que le añade visión, motivación y compromiso. Sin principios ni valores hay
un vacío en el ser humano. A medida que desarrollamos los valores en nuestro interior,
también mejora nuestra capacidad para relacionarnos armónicamente con el mundo en que
vivimos, y aportamos a una mejor calidad de vida.
Como afirmamos anteriormente, al interactuar socialmente, nos relacionamos a
través de las prácticas individuales y colectivas que experimentamos con las familias, las
comunidades, las instituciones educacionales, laborales, y religiosas, entre muchas otras. Para
llevar a cabo los propósitos que buscamos en el mundo de la vida cotidiana, tenemos que
formar parte de la misma: el mundo se hace una realidad posible por nuestras acciones en la
cotidianidad.
Es precisamente ese diario vivir lo que nos lleva a reflexionar sobre los valores. Me
refiero a los valores que nos hacen cada día mejores seres humanos; practicarlos debe
convertirse en un proceso de aprendizaje cotidiano. Es decir, los valores se deben materializar
en acciones que puedan observarse al punto de crear un sentido de identidad en el
comportamiento humano.
Entonces, ¿qué son realmente los valores en la vida cotidiana? “Son elementos de las
personas y están relacionados con estados ideales de vida que responden a nuestras
necesidades como seres humanos, proporcionándonos criterios para evaluar a los otros, a los
6
acontecimientos tanto como a nosotros mismos” (Rokeach, 1993 en Garcia, Ramírez y lima,
1998). Son esencialmente prioridades basadas en la integridad o elecciones que están
presentes en lo que hacemos y no hacemos, a lo que nos hemos acostumbrado y lo que somos
capaces de tolerar, y se expresan de manera pública y abierta.
2. DESARROLLO
2.1 LOS VALORES EN LA VIVENCIA COTIDIANA DEL SER HUMANO.
“Lo que hace personas a las personas, son sus valores’’ Max Scheller. Muchos(as)
grandes pensadores(as) han reflexionado sobre la vida cotidiana. La filosofa húngara Agnes
Héller, describió la cotidianidad como “el espejo de la historia... el conjunto de actividades
que caracterizan la reproducción de los hombres particulares, los cuales crean la posibilidad
de la reproducción social…. Es la forma real en que se viven los valores, creencias,
aspiraciones y necesidades.”
Desde esta perspectiva, la familia es la primera escuela de la vida. A partir del
momento en que la mujer está en proceso de gestación, el feto depende totalmente de ella.
Dicho contexto le requiere a la mujer estar profundamente consciente de su rol, y ejercer
responsabilidad al actuar con la calidad necesaria para enfrentar las situaciones que vive
diariamente, para contribuir al desarrollo de una vida. El proceso de gestación es un periodo
de vida intenso y complejo para la mujer. Poco a poco surge una relación, que con el
transcurrir de los días y el desarrollo de la vida y la sensibilidad, frecuentemente resulta en
una profunda experiencia humana basada en la mutualidad.
Al nacer, independientemente de su estado físico, la criatura requiere de un cuidado
extraordinario que atienda sus necesidades cotidianas. Indefenso y totalmente dependiente,
por instinto buscará el calor humano. Proporcionalmente a su estado físico, interactuará con
lo que le rodea. El ambiente familiar, la comunidad, los vecinos, el cuido y eventualmente la
escuela moldearan su vida.
Dadas estas condiciones, los profesionales que inciden directamente en la salud,
educación y bienestar de un niño(a), deben mantener un alto nivel de responsabilidad en el
ejercicio de sus tareas. Particularmente, el cuido y la escuela habrán de proveer un apoyo
fundamental a la familia en el proceso de la crianza. Los diversos componentes que formaran
parte de su entorno, ejercerán influencia sobre su calidad de vida. Específicamente, las
vivencias experimentadas en el núcleo familiar, la escuela, el trabajo, los espacios para
7
nuestros valores y nos tomamos el tiempo para aplicarlos, nuestra vida compartida puede
cambiar profundamente.
prestar ayuda de cualquier clase a una u varias personas, surge de la orientación natural que
todos tenemos para valorar a los demás.
Las personas serviciales se hacen disponibles, sin perder su autonomía. Practicar los
valores genera la capacidad de servir a los demás. A medida que desarrollamos los valores en
nuestro interior vamos mejorando nuestra capacidad de relacionarnos armónicamente con el
mundo en que vivimos, al punto de lograr contribuir afirmativamente a la calidad de vida de
todos nosotros.
abordarlas. Es además una obligación inherente a nuestra naturaleza humana creada a imagen
y semejanza de Dios, que nos ha hecho dueños de la naturaleza, con la misión de «dominar
los peces del mar, las aves del cielo y todo animal que serpentea sobre la Tierra», según reza
en el Capítulo 1 del relato bíblico del Génesis.
El ser humano es un ser personal, autoconsciente y ético. El concepto de persona es
central en cualquier tema de Bioética pues es la base en la que ha de sedimentarse la
consideración de su dignidad y la protección del sujeto a quien se aplique. Hoy la ciencia, a
través de la Genética, la Biología Celular o la Embriología, nos da una información muy
valiosa sobre los datos de naturaleza biológica de un individuo de nuestra especie. Cada
persona es singular en su información genética individual, constituida en el momento de la
concepción -en el cigoto- y mantenida sin variación a lo largo de la vida. La identidad
genética singular materializada en la información combinada de 25.000 genes maternos y
paternos es el sello biológico y diferencial de cada individuo humano. En su realidad
biológica, cada persona es el resultado del desarrollo físico determinado en su constitución
genética, presente ya desde la concepción, y por tanto mucho antes de que se desarrollen los
tejidos, órganos y sistemas, entre ellos el nervioso, y también antes de que los factores
ambientales y educativos vayan a despertar la razón y modelar la personalidad, como
consecuencia de la información procedente de su entorno, de modo que poco a poco las
acciones razonadas, libremente adoptadas, se van sobreponiendo a las instintivas y reflejas.
Pero el término persona reclama otros enfoques de carácter filosófico y moral, e
incluso teológico, sin los cuales no adquiriría su auténtica dimensión. En filosofía hablar de
persona significa destacar el carácter único e irrepetible propio de cada ser humano, lo cual
dicho sea de paso coincide plenamente con los datos de la ciencia, que nos habla de la
identidad genética individual. Lo que todo esto significa es que la vida humana, en
coincidencia con la perspectiva biológica se eleva a una dimensión muy especial que conecta
con la certeza de que cada vida tiene una dignidad especial y un valor específico superior,
entendiendo por «dignidad» un concepto que realza el valor especial de un ente. Mientras un
individuo de cualquier especie animal deambula por el mundo de forma inconsciente y
constreñida al marco de los instintos, el hombre reflexiona sobre su realidad en el mundo y
puede decidir libremente sus acciones.
De este modo, cada individuo de la especie humana añade al dato biológico de la
pertenencia a una especie el de la posesión de un espíritu inmaterial que nos capacita para
hacer frente a nuestra vida de forma personal. Pero inmediatamente hay que señalar que
cuerpo y espíritu están indisolublemente unidos. Monseñor Juan Antonio Martínez Camino,
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profesor de Teología moral de la Facultad de Teología San Dámaso de Madrid, señala que:
«la persona no es fundamentalmente un yo pensante (res cogitans) con un cierto tipo de
relación accidental y de dominio sobre la materia (res extensa),… la persona es cuerpo y
espíritu indisociablemente unidos». Ramón Lucas, abunda en esta misma idea en su obra «La
Bioética para todos» cuando señala que: «La persona siempre es la unidad sustancial,
compuesta por el organismo material y el alma espiritual».
Destacar la espiritualidad es equivalente a decir que la persona es un ser racional y la
racionalidad es la diferencia específica que en mayor grado distingue a los hombres de los
demás individuos sustanciales. Pero no es necesario que la racionalidad esté presente en acto,
es suficiente con que esté presente en potencia. Todos los seres humanos, en cualquier etapa
de su desarrollo que, no lo olvidemos, transcurre en continuidad desde la concepción hasta la
muerte, y con independencia de sus circunstancias físicas, son seres racionales por su propia
naturaleza biológica propiamente humana. Por ello, podemos afirmar que son personas un
embrión, un feto, un discapacitado mental, quien duerme o está temporalmente inconsciente o
en estado de coma como consecuencia de un accidente.
Sin embargo, algunos juristas o ideólogos, opinan que para ser persona han de darse
una serie de facultades o capacidades, siendo la que más señala la de la conciencia de uno
mismo. De este modo, Peter Singer, un Profesor de Bioética de la Universidad de Princeton
en New Yersey, sostiene que «no todos los seres humanos son personas» y que «sólo hay
derechos para los seres autoconscientes». Singer rebaja la dignidad de la vida humana al
situar al hombre como un ser más de la naturaleza, que no se debe diferenciar de otros
animales en sus derechos individuales. Este es el fundamento del propio Singer y otros
filósofos que han promovido el «Proyecto Gran Simio», una especie de llamada a la
consideración por igual del hombre y los animales biológicamente más próximos (orangután,
gorila, chimpancé y bonobo), llegando incluso a formular derechos equivalentes bajo el
eslogan «la igualdad más allá de la humanidad». Singer expresa que ser persona significa
poseer autoconciencia, razón, autonomía y capacidad de sentir placer y dolor, cuyas
propiedades no podrían ser atribuidas a seres humanos disminuidos psíquicos, en estado de
coma, o que estuvieran temporalmente inconscientes tras un accidente o simplemente
dormidos. Es evidente que estas ideas no se sostienen por su propia inconsistencia, pero
quienes las avivan niegan la «dignidad» especial del hombre frente a las demás especies
vivientes y lejos de defender el respeto a la vida humana, con sus argumentos respaldan una
cultura utilitarista, en la que cabría con la misma impunidad la destrucción de los embriones,
el aborto y la eutanasia.
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Para quienes sostienen esta corriente, solo es merecedor del atributo de persona el
ser humano que posea ciertos «indicadores de humanidad», algo así como un conjunto de
características funcionales que permitan llevar a cabo una serie de actos que merecen el
calificativo de humanos. De acuerdo con esta postura se considera que, para merecer la
condición de persona, el ser humano ha de mostrar comportamientos que se consideran
propios de una persona. Las preguntas que inmediatamente reclaman una contestación es
¿cuáles son los citados comportamientos? y ¿cuáles los indicadores de humanidad?
Un filósofo norteamericano contemporáneo que apoya esta corriente, Tristram
Engelhardt, miembro del Hastings Center, una organización de bioética de corte utilitarista,
trata de dar contestación a estas cuestiones cuando jerarquiza a los seres humanos en razón de
la posesión o no de autoconciencia y libertad. Según Engelhart, «los seres humanos adultos
competentes- no los mentalmente retrasados-, tienen una categoría moral intrínseca más
elevada que los fetos o los niños pequeños», y añade, «existe una distancia entre lo que
somos como personas y lo que somos como seres humanos y es el abismo que se abre entre
un ser reflexivo y manipulador y el objeto de sus reflexiones y manipulaciones». Esta forma
de pensar es la que ha inspirado una corriente de pensamiento posesivo y de derecho de la
madre embarazada sobre el feto, o de los padres sobre los embriones producidos con sus
gametos en una clínica de fecundación in vitro, o de terceras personas sobre la vida de un
enfermo terminal. Desprovisto el hombre de su especial dignidad como plantean los
utilitaristas que piensan como Singer y Engelhardt se da paso a la ley del más fuerte y se
antepone un derecho egoísta al bienestar propio sobre la vida de otras personas. Esto supone
que ante una situación no deseada, se relativice cualquier acción por dañina que sea para otras
personas. De este modo, se justifica la utilización de la vida humana embrionaria con fines de
investigación, el aborto de los no nacidos portadores de malformaciones o deficiencias
congénitas y la eliminación eutanásica de los seres humanos con graves enfermedades, en
estado vegetativo o en fase terminal de una enfermedad incurable.
El gran problema de esta corriente eminentemente dualista, es la separación de
cuerpo y alma, imponiéndose en la mentalidad de quienes la propugnan y la tratan de infiltrar
en la sociedad, una sobrevaloración de la sustancia material sobre la espiritual. De acuerdo
con este utilitarismo exacerbado, solo deberían ser titulares de derechos humanos quienes
tuviesen capacidad sensorial y especialmente sensibilidad para el dolor, lo que convierte
en lícita la experimentación con embriones humanos, simplemente porque no sufren, o
incluso con fetos hasta que no se haya producido un desarrollo suficiente de la corteza
cerebral, lo que acontece entre la quinta y la octava semana del desarrollo fetal. Del mismo se
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En resumen de todo lo dicho hasta aquí, la teología en coincidencia con los datos de
la ciencia significa la dignidad como algo atribuible a los seres humanos, como seres
personales creados a imagen y semejanza de Dios. Del mismo modo, la filosofía destaca el
hecho de que cada persona es un ser dotado de «dignidad» ya que es sujeto de su propio
existir y obrar y no un miembro más de una especie biológica. La humanidad misma, decía
Kant, es digna porque el hombre no puede ser tratado por ningún hombre –ni siquiera por sí
mismo- como un medio, sino siempre como un fin, y en ello precisamente estriba su
dignidad. Los seres racionales son personas en tanto que constituyen un fin en sí mismos, son
algo que no se debe emplear como un mero medio porque poseen libertad y son distintos de
las demás criaturas naturales por su rango y dignidad. De acuerdo con Kant, la persona no
tiene precio (no es un objeto, una cosa) sino que tiene valor en sí misma (dignidad).
La condición de persona es ya inherente a toda la vida de cada individuo y todos los
seres humanos, con independencia de su estado de salud física o mental. Cualquier ser
humano merece ser tratado con el mismo respeto y dignidad que cualquier miembro de su
especie desde la concepción hasta la muerte y por tanto, todos los seres humanos deben ser
considerados personas en el mismo grado. Como muy bien señala la Dra. Vila-Coro: «un
individuo no es persona porque se manifiesten sus capacidades, sino al contrario, éstas se
manifiestan porque es persona: el obrar sigue al ser; todos los seres actúan según su
naturaleza».
Pero al mismo tiempo hay que señalar que el concepto de persona solo le
corresponde, entre las criaturas vivientes, a los seres humanos, a todos los seres humanos y
exclusivamente a ellos. La unidad de la especie exige la misma consideración, respeto y
atribución de la misma dignidad para todos sus miembros, pero solo para sus miembros. No
tiene sentido otorgar humanización a seres pertenecientes a otras especies con las que existen
barreras insalvables de intercambio biológico y cultural. Por otro lado, ningún ser humano
debe ser excluido de la calificación de persona, así como ningún ser perteneciente a otra
especie debe ser traído al ámbito de nuestra especie. Es importante reconocer que cada ser
humano no es únicamente un miembro más de una especie biológica, sometido a un ciclo
vital inevitable, sino un ser que vive con plenitud de conciencia su existencia y es artífice de
su propia biografía. El hombre es alguien que decide y construye su yo y no solo algo que
existe.
Además, para percibir la verdad sobre la dignidad de la vida humana, hace falta una
antropología adecuada, que conceda el valor que le corresponde a cada persona humana en su
unidad corpóreo-espiritual. La concepción cristiana del hombre responde a esta necesidad.
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Afirma que la vida es un don de Dios y defiende el derecho a la vida como el más importante
de todos los derechos del hombre. Es en esta línea en la que Juan Pablo II el 25 de Marzo de
1995 publicó la encíclica Evangelium Vitae, calificada por él mismo como una «meditación
sobre la vida», en la que trataba en profundidad la gravedad de la instrumentalización de la
vida, con cuestiones como la procreación artificial, el aborto, el respeto a los embriones
humanos, la experimentación sobre fetos humanos y el ensañamiento terapéutico. Una
situación que le hacía exclamar al Papa: «estamos en realidad ante una objetiva «conjura
contra la vida», que ve implicadas incluso a Instituciones internacionales. creando en la
opinión pública una cultura que presenta el recurso a la anticoncepción, la esterilización, el
aborto y la misma eutanasia como un signo de progreso y conquista de libertad, mientras
muestran como enemigas de la libertad y del progreso las posiciones incondicionales a favor
de la vida». A lo que añadía: «el derecho del hombre a la vida –desde el momento de la
concepción hasta su muerte-, es el derecho fundamental, raíz y fuente de todos los demás
derechos»
Como un elemento más ha de tenerse en cuenta que la dignidad de la vida humana
tiene una vocación trascendente, vivimos en el tiempo hacia una dimensión absoluta. Además
de la vida temporal, física y biológica que nos revela la extraordinaria superioridad del
hombre sobre todas las demás criaturas, hay una dimensión trascendente innata en el hombre,
que eleva su dignidad. Señala José Luis del Barco, Profesor titular de Ética y Filosofía
Política de la Universidad de Málaga que «la dignidad es la huella de la mano del Creador
en el hombre», y Roberto Andorno, bioético de origen argentino y Profesor de Ética
Biomédica en la Universidad de Zurich, advierte que contra el asesinato solo existe un
argumento definitivo: el religioso.
Estas son situaciones difíciles de abordar desde un punto de vista ético. Ante este escenario,
cuando el paciente y el médico reconocen que la enfermedad ya es incurable y aceptan su
curso natural, la muerte se prevé inminente e inevitable, se puede en conciencia renunciar a
unos tratamientos que procurarían únicamente una prolongación precaria y penosa de la
existencia, sin interrumpir las curas normales debidas al enfermo en casos similares. No ha de
haber un empeño en alargar la vida a toda costa si para ello se han de aplicar medios
desproporcionados. Esta es una actuación perfectamente ética y profesional, y la asunción de
lo inevitable, sin recurrir a tratamientos inútiles no puede considerarse como eutanasia. Es lo
que hoy se califica como «limitación del esfuerzo terapéutico». Desde luego, siempre será
importante examinar con sinceridad nuestra intención: preguntarnos si lo que buscamos es
«permitir morir» y asumir el curso natural de la enfermedad. Tras este reconocimiento la
opción a seguir debe ser la del apoyo al paciente mediante los llamados «cuidados
paliativos».
En la actualidad en los centros sanitarios de cierta entidad existen unidades
especiales de «cuidados paliativos», en los que participan profesionales de diversas
especialidades que constituyen un equipo para hacer un seguimiento integral del paciente,
mediante el suministro de los cuidados médicos, psicológicos y espirituales, y bajo la óptica
de que la muerte es un proceso natural y el fin irremediable de la vida humana. Se trata de
ofrecer un soporte médico justo al enfermo y a su entorno familiar, eludiendo la eutanasia y
el encarnizamiento terapéutico y proporcionándoles todo lo que sea humanamente posible en
las dimensiones física, psíquica y espiritual. Entre los cuidados médicos se atenderá
especialmente la alimentación, la hidratación, la respiración, la higiene y el suministro de
medicamentos que alivien el dolor, sin pérdida de conciencia o abreviación de la vida. En el
aspecto psicológico es fundamental la comunicación del médico sobre el proceso de la
enfermedad y en su caso el apoyo de un especialista. Finalmente en el aspecto espiritual ha de
atenderse la voluntad del enfermo proporcionándole la presencia de quien el desee le conforte
en el tránsito hacia una muerte inevitable de forma natural y en paz consigo mismo, de
acuerdo con sus creencias religiosas.
Los cuidados paliativos tienen por misión aplicar las curas y tratamientos adecuados
para aliviar los síntomas que provocan sufrimiento y deterioran la calidad de vida del
enfermo en situación terminal. Con este fin se pueden emplear sedantes o analgésicos en la
dosis adecuada, aunque por ello se pudiera ocasionar indirectamente un adelanto del
fallecimiento. El manejo de tratamientos paliativos que puedan acortar la vida está
considerado en la praxis médica moralmente aceptable, siempre que medie un consentimiento
22
Cuidados Paliativos del Sistema Nacional de Salud (SNS), y promoverá que cada individuo
puede decidir libremente sobre su vida, independientemente de las circunstancias de la
enfermedad que la ponga en riesgo. Al mismo tiempo se extiende el temor de que una Ley
como la anunciada se derive hacia situaciones semejantes a las que se están viviendo en los
países bajos y en Suiza. Probablemente, estamos de nuevo ante una Ley radicalmente
individualista y alejada del valor real de la vida humana en sí misma.
Reconocer un derecho a acabar con la propia vida, aun en las circunstancias de una
enfermedad incurable, supone un atentado no solo contra la vida propia, sino contra la vida
humana en general. Es algo que afectaría a toda la sociedad. Tal vez el ejemplo más evidente
es el de la legalización de la eutanasia en Holanda, país pionero en el establecimiento de una
Ley de eutanasia, cuya reforma legislativa se propuso inicialmente con la finalidad de
despenalizar 28 casos de presuntos delitos de eutanasia y terminó convirtiéndose en una ley
que legalizaba el suicidio asistido y la propia eutanasia. La ley holandesa hoy, comprende en
su aplicación no solo a los enfermos en estado terminal, sino a las personas con enfermedades
psíquicas, a las que se encuentran en estado de coma y a los recién nacidos con
malformaciones o enfermedades graves. Una evolución similar se ha seguido en Bélgica y
Suiza. Se ha pasado del pretendido derecho a disponer de la propia vida a un derecho de la
sociedad a disponer de la vida de las demás personas. Una evolución parecida, por cierto, a la
seguida con el aborto en España, que también pasaría de su despenalización en
determinados supuestos de la Ley de 1985, a convertir el aborto en un derecho en la reforma
de 2010.
«buena muerte», o la «muerte digna». Lo ético es defender la vida. Una buena muerte no es
sino aquella que pone fin a una vida buena, pero sin olvidar que toda vida, sin restricción
alguna, por ser vida personal, es digna. La vida humana no tiene valor porque tiene calidad
sino que tiene calidad porque es vida humana.
2.3.4 ¿Existe el efecto contagio? ¿Cuánta más basura en el suelo, más se permite la gente
ensuciar?
Sí. La idea es que, en un entorno limpio, que aparezca una lata o una botella en el
suelo es difícil. En cambio, cuando hay una lata en el suelo, es mucho más fácil que aparezca
la segunda. Y, si hay dos, muchísimo más fácil que aparezca la tercera.
3 CONCLUSIÓN
Para cultivar los valores, se requiere la práctica continua de estos en la vida
cotidiana. Independientemente de las situaciones que enfrentemos, se debe practicar y vivir
los valores como la base de la sana convivencia.
Los valores en la vida cotidiana se transmiten gradual y constantemente mediante
una gran cantidad de eventos que suceden a diario, en los cuales todos somos protagónicos, y
en donde se requiere nuestras acciones visibles, como por ejemplo, el observar una dama
detener su vehículo en un solo de tránsito vehicular para salvarle la vida a un perro, ante un
sin números de personas; eso nunca se olvida, esas son las llamadas héroes en silencio,
dignas de admirar, al punto de inspirarnos para hacer el bien por los demás.
4 REFERENCIAS
CONHISREMI, Revista Universitaria de Investigación y Diálogo Académico, Vol. 5, No. 2,
2009. Prof. (MSc.). Dulce Orellana. Instituto Universitario Experimental de Tecnología
“Andrés Eloy Blanco”. Barquisimeto. Venezuela. Disponible en: dulmarore@yahoo.com
Mercedes Pabón Ríos. La Práctica de los Valores en la Vida Cotidiana. 2013, Puerto Rico
[citado 23 mar 2020]. Disponible en:
https://distritodocentegurabo.files.wordpress.com/2015/01/stic-2013-06.pdf
29
Nicolás Jouve De La Barreda. Dignidad de la vida y de la muerte, 2011. [citado 23 mar 2020]
Disponible en: https://www.bioeticaweb.com/dignidad-de-la-vida-y-de-la-muerte/
Ignacio A. García. Tirar basura al suelo es un gesto vergonzante, que demuestra incivismo,
2017 [citado 23 mar 2020] Disponible en:
https://www.lavanguardia.com/natural/20170606/423226805557/basura-suelo-littering-desechos-
libera-ecoembes.html