Evangelium Vitae 29-51
Evangelium Vitae 29-51
Evangelium Vitae 29-51
Moral bioética
P. Bernardo Quintero
II de configuradora
CAPÍTULO II
HE VENIDO PARA QUE TENGAN VIDA
29. El Evangelio de la vida no es una mera reflexión sobre la vida humana; ni sólo un mandamiento
destinado a sensibilizar la conciencia y a causar cambios significativos en la sociedad; menos aún
una promesa ilusoria de un futuro mejor. El Evangelio de la vida es una realidad concreta y personal,
porque consiste en el anuncio de la persona misma de Jesús.
30. En Jesús, «Palabra de vida», se anuncia y comunica la vida divina y eterna. Gracias a este
anuncio y a este don, la vida física y espiritual del hombre, incluida su etapa terrena, encuentra
plenitud de valor y significado.
31. En el A.T., mientras Israel reconoce el valor de su propia existencia como pueblo, avanza
también en la percepción del sentido y valor de la vida en cuanto tal. Progresivamente la Revelación
lleva a descubrir con mayor claridad el germen de vida inmortal puesto por el Creador en el corazón
de los hombres.
32. La palabra y las acciones de Jesús y de su Iglesia conciernen más profundamente al sentido
mismo de la vida de cada hombre en sus dimensiones morales y espirituales.
33. Jesús asume plenamente las contradicciones y los riesgos de la vida. Tan grande es el valor de la
vida que el Hijo de Dios quiso encarnarse y ha hecho de ella el lugar donde se realiza la salvación
para toda la humanidad.
34. La vida es siempre un bien. Al hombre se le ha dado una altísima dignidad, que tiene sus raíces
en el vínculo íntimo con su Creador: en el hombre se refleja la realidad misma de Dios.
35. La gloria de Dios resplandece en el rostro del hombre. En él encuentra el Creador su descanso.
36. Cuando no se reconoce a Dios como Dios, se traiciona el sentido profundo del hombre y se
perjudica la comunión entre los hombres. El pecado -como se dice en clase- es una traición a la
libertad.
37. El don de la vida es el objetivo específico de la misión de Jesús (Jn 10,10). Conocer a Dios y a su
Hijo es acoger el misterio de la comunión de amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
38. La dignidad no sólo está ligada a sus orígenes, a su procedencia divina, sino también a su fin, a
su destino de comunión con Dios en su conocimiento y amor.
39. La vida del hombre proviene de Dios, es su don, su imagen e impronta, participación de su soplo
vital. Dios es el único señor de esta vida: el hombre no puede disponer de ella.
40. De la sacralidad de la vida deriva su carácter inviolable, inscrito desde el principio en el corazón
del hombre, en su conciencia.
41. El mandamiento de Dios para salvaguardar la vida del hombre tiene su aspecto más profundo en
la exigencia de veneración y amor hacia cada persona y su vida.
42. Defender y promover, respetar y amar la vida es una tarea que Dios confía a cada hombre,
llamándolo, como imagen palpitante suya, a participar de la soberanía que Él tiene sobre el mundo.
43. La generación es la continuación de la creación. Los padres participan, a su modo, del don de la
creación.
44. La existencia de cada individuo, desde su origen, está en el designio divino.
45. El N.T. confirma el reconocimiento indiscutible del valor de la vida desde sus inicios. El valor de
la persona desde su concepción es célebre en el encuentro entre la Virgen María e Isabel.
46. El creyente sabe que su vida está en las manos de Dios. Incluso en el momento de la enfermedad,
el hombre está llamado a vivir con la misma seguridad en el Señor y a renovar su confianza
fundamental en El.
47. La misión de Jesús manifiesta cómo Dios se preocupa también de la vida corporal del hombre. Y
la vida del cuerpo en su condición terrena no es un valor absoluto para el creyente.
48. El hombre, acogiendo el don de Dios, debe comprometerse a mantener la vida en la verdad. a
verdad de la vida es revelada por el mandamiento de Dios.
49. La historia de Israel muestra lo difícil que es mantener la fidelidad a la ley de la vida. En Jesús la
Ley se hace definitivamente «evangelio», buena noticia de la soberanía de Dios sobre el mundo, que
reconduce toda la existencia a sus raíces y a sus perspectivas originarias.
50. Mirando «el espectáculo» de la cruz se puede descubrir el cumplimiento y la plena revelación de
todo el Evangelio de la vida. En el momento de su debilidad extrema se revela la identidad del Hijo
de Dios: ¡en la Cruz se manifiesta su gloria!
51. El hombre participa de la misma vida de Dios. Es la vida que, mediante los sacramentos de la
Iglesia, se comunica continuamente a los hijos de Dios, constituidos, así como pueblo de la nueva
alianza. De la cruz nace el pueblo de la vida.