Teoría Celular
Teoría Celular
Teoría Celular
En la actualidad se considera a la célula como la unidad morfológica y funcional de todos los seres vivos.
Morfológica, en la medida en que todos los seres vivos están formados por una o más células, y funcional, en
cuanto que las funciones que caracterizan al ser vivo (nutrición, relación y reproducción) también tienen lugar a
nivel celular. También se suele decir que la célula es la porción más pequeña de materia viva que está dotada de
vida propia: de una célula es lícito decir que "vive", mientras que no lo es decirlo de una proteína o de un ácido
nucleico.
El poder realizar afirmaciones de carácter tan general como las anteriores es el fruto de muchos años de
investigación acerca de la estructura y función celular, aspectos estos que constituyen el campo de estudio de
la Citología, área de la Biología que en la actualidad posee claras imbricaciones con la Bioquímica, la Genética y
otras muchas áreas del conocimiento biológico.
El tamaño de la mayoría de las células está por debajo del poder de resolución del ojo humano, por lo que su
existencia pasó inadvertida hasta que se desarrollaron instrumentos ópticos como el microscopio compuesto,
capaces de aumentar considerablemente el tamaño de las imágenes de los objetos observados. Las primeras
observaciones de lo que hoy conocemos como células datan del siglo XVII, cuando el comerciante holandés
Anton Van Leewenhoek (Figura 10.1) construyó artesanalmente el primer microscopio conocido y pudo
observar en una gota de agua procedente de una charca gran cantidad de "animálculos" que, basándonos en sus
propias descripciones, se pueden identificar hoy como microorganismos unicelulares. En la misma época el
microscopista inglés Robert Hooke, analizando con su microscopio láminas muy finas de corcho (Figura 10.2),
observó que éste estaba formado por un retículo de pequeñas celdas , acuñando así el término célula (del
latín cellulla = celdilla). A pesar de que se habían dado los primeros pasos en el estudio de las células, el siglo
XVIII no deparó ningún avance significativo en este campo. Fue en la primera mitad del siglo XIX cuando el
perfeccionamiento de los microscopios, la puesta a punto de técnicas de tinción para aumentar el contraste de
las preparaciones, y la invención de aparatos, denominados microtomos, que permiten cortar láminas muy finas
de materiales biológicos, condujeron a una serie de descubrimientos que desembocaron en la formulación de
la teoría celular. La constatación de que las células se encontraban presentes en todos los tejidos vivos
sometidos a observación llevó al botánico M. Schleiden y al zoólogo T. Schwann a formular en 1837 dicha teoría
de manera clara y precisa, afirmando que la célula es la unidad estructural y funcional de todos los seres vivos,
con capacidad para mantener de manera independiente el estado vital. Pocos años más tarde, en 1855, se zanjó
definitivamente una dura polémica acerca del origen de las células, descartándose la "generación espontánea" y
aceptándose de manera generalizada que toda célula procede, por división, de otra célula preexistente, lo que
quedó plasmado en el célebre aforismo de Virchow: "Omnis cellulla ex cellulla". Esta afirmación fue
inmediatamente incorporada a la teoría celular, que en la actualidad es considerada la más amplia de las
generalizaciones que se han hecho en Biología.
Existe una excepción a la teoría celular constituida por los virus, parásitos intracelulares obligados, que,
si bien son organismos vivos, tienen un grado de organización inferior al celular. De todos modos, se acepta que
los virus descienden evolutivamente de organismos que sí poseían tal grado de organización.
Orgánulos rodeados
Ausentes de Presentes, como lisosomas, complejo de Golgí, retículo
membranas endoplásmico, mitocondrias y cloroplastos
Membrana citoplasmática
No hay hidratos de carbono y suelen
Hayfaltar
esteroles
los e hidratos de carbono que sirven de
esteroles receptores
Todas las células están delimitadas con respecto a su entorno por una membrana, la membrana
plasmática, que encierra en su interior un contenido celular, el protoplasma, que comprende las diferentes
estructuras celulares.
Existen en la actualidad dos tipos diferenciados de organización celular que están representados en dos
grandes estirpes celulares: las células procariotas (del griego pro = antes, y carión = núcleo) y las células
eucariotas (del griego eu = verdadero, y carión = núcleo). La diferencia más patente entre ambas reside en que
el material genético de la célula eucariota está delimitado del resto del contenido celular por una envoltura
membranosa, dando lugar a una estructura conocida como núcleo; por el contrario, el material genético de la
célula procariota se encuentra disperso, sin ninguna envoltura que lo delimite claramente, dando lugar a una
estructura difusa denominada nucleoide.
La célula procariota es organizativamente más simple y evolutivamente más antigua que la célula
eucariota, la cual desciende de ella. Carece de un sistema interno de membranas que la divida en diferentes
compartimentos; se trata, pues, de un recipiente único rodeado de una única membrana; en realidad, la
ausencia de núcleo no es más que una consecuencia de la falta de este sistema membranoso interno. Por el
contrario, la célula eucariota está compartimentalizada por un extenso sistema de membranas del que la
envoltura nuclear no es más que una parte especializada; este sistema membranoso da lugar a diferentes
estructuras denominadas orgánulos celulares. Los organismos procariontes (formados por células procariotas)
son siempre unicelulares, mientras que los eucariontes (formados por células eucariotas) pueden ser
unicelulares o pluricelulares. En la Tabla 10.1 se resumen las principales diferencias entre los dos principales
tipos celulares.
Por otra parte, las células eucariotas se dividen a su vez en dos grandes tipos: las células animales y las
células vegetales, que se distinguen por la posesión exclusiva de determinados orgánulos o estructuras, como
los centriolos, exclusivos de la célula animal, o los cloroplastos y la pared celular, exclusivos de la célula vegetal.
La moderna taxonomía clasifica a los seres vivos en cinco Reinos: Moneras, Protistas, Hongos, Animales
y Vegetales. Los organismos procariontes pertenecen en su totalidad al Reino Moneras mientras que los otros
cuatro Reinos están integrados por organismos eucariontes.
En medio acuoso las células tienden espontáneamente a adoptar una forma aproximadamente esférica. Sin
embargo, la forma de las células vivas puede ser muy variada y viene determinada por su función o por la
proximidad de células vecinas. Así existen células de forma poligonal, poliédrica, prismática, cilíndrica y otras
muchas. Algunas células presentan formas muy sofisticadas, de aspecto estrellado o arborescente, como es el
caso de las neuronas, y otras presentan incluso la capacidad de cambiar de forma en el transcurso del tiempo.
La mayor parte de las células son de tamaño microscópico. Generalmente, las células procariotas tienen
dimensiones que oscilan entre 1 y 2 μm mientras que en las células eucariotas, animales y vegetales, lo hacen
entre 10 y 30 μm. En los organismos pluricelulares el tamaño global del organismo no está en función del
tamaño de sus células constituyentes sino del número de éstas: un elefante tiene muchas más células que una
hormiga pero éstas son de tamaño similar en ambas especies; el organismo humano tiene unas 10 14 células.
Cabe preguntarse por qué en el curso de la evolución se ha favorecido este tipo de tamaños celulares,
es decir, por qué las células no son en general más grandes o por qué no son más pequeñas. Probablemente, el
límite inferior en tamaño viene marcado por el número mínimo de biomoléculas y estructuras supramoleculares
que la célula necesita para mantener el estado vital. Las células más pequeñas, ciertas bacterias denominadas
micoplasmas, miden unos 0,3μm (300 nm) y no parece que células más pequeñas pudieran albergar la
maquinaria bioquímica imprescindible para realizar sus funciones esenciales. Por otro lado, el límite superior del
tamaño celular puede venir dado por la velocidad de difusión de las moléculas disueltas en un medio acuoso: las
células pequeñas tienen una mayor relación superficie/volumen, y su interior es por lo tanto más accesible a las
sustancias que difunden hacia él a partir de su entorno.
El ojo humano no puede apreciar objetos de tamaño inferior, en el mejor de los casos a 0,2 mm. Resulta pues
evidente que, estando el tamaño de la mayoría de las células muy por debajo de este límite, el estudio de la
estructura celular requerirá el uso de dispositivos capaces de generar imágenes considerablemente aumentadas
de los objetos que se desea observar. Estos dispositivos se denominan microscopios (del
griego micros=pequeño y scopein=mirar). Existen dos tipos de microscopio: el microscopio óptico y
el microscopio electrónico.
a) Microscopio óptico.- Es un dispositivo cuyo funcionamiento se basa en las leyes de la óptica física y
geométrica (Figura 10.4). En él se combina la acción de dos lentes, llamadas objetivo y ocular, para producir
una imagen virtual considerablemente aumentada del objeto observado. Una simple lente de aumento
b) Microscopio electrónico.- Las leyes físicas imponen una limitación al tamaño de los objetos que pueden ser
observados utilizando luz del espectro visible: no se pueden obtener imágenes de un objeto cuyo tamaño sea
inferior a la longitud de onda de la radiación electromagnética utilizada para generar dichas imágenes. Por lo
tanto, dado que el microscopio óptico utiliza la luz del espectro visible, no cabe esperar que los avances
tecnológicos permitan en el futuro diseñar microscopios ópticos con un poder de resolución mayor que el más
arriba indicado. Estas consideraciones condujeron, en la década de los años 30 del siglo XX, a la invención de un
dispositivo, el microscopio electrónico, que en lugar de luz visible utiliza haces de electrones acelerados. Los
electrones llevan asociada una longitud de onda considerablemente más pequeña que la de la luz visible, lo que
permite obtener imágenes con un poder de resolución mucho mayor y discernir por lo tanto objetos mucho más
pequeños (del orden de unos pocos nanometros).