Zavattini Cesare Tesis Sobre El Neorrealismo
Zavattini Cesare Tesis Sobre El Neorrealismo
Zavattini Cesare Tesis Sobre El Neorrealismo
CESARE ZAVATTINI
1) El neorrealismo es hoy nuestra única bandera. Fuera del ámbito crítico de esta
palabra corremos el peligro de no entendernos. El neorrealismo es la base del único y
vital movimiento del cine italiano, por eso cualquier discusión seria y profunda debe
producirse dentro del neorrealismo. Las formas de moverse en el marco del
neorrealismo pueden ser muchas, pero la unidad viene dada por un frente común de
lucha y de inspiración, de consciente interés social.
Los primeros films neorrealistas que iniciaban un discurso de amplio alcance humano
no podrían haber surgido sin la coincidencia del hecho contingente (histórico-social-
político) y los intereses de eternidad que habían madurado en nosotros. Nuestra
vinculación a la mejor tradición del pasado —un cierto espíritu del risorgimento que
había en nuestra actitud— respondía a nuestra preocupación humana, antirretórica, que
se situaba decidida v polémicamente contra la hipocresía y la opresión del fascismo.
Otra coincidencia: el neorrealismo en contacto con la realidad descubrió, sobre todo,
hambre, miseria, explotación por parte de los ricos; por eso fue naturalmente socialista.
(No creo en absoluto en los que son neorrealistas y reaccionarios: olvidan,
efectivamente, que el neorrealismo coincide con las necesidades extremas de la
población.) Por supuesto no puedo decir cuál va a ser su futura evolución, porque no
puedo saber cuál va a ser la futura evolución de nuestra sociedad, pero el neorrealismo
dará cuenta sin cesar de esta evolución, porque, como el sudor a la piel, el neorrealismo
permanece pegado al presente. Jamás aplaza el conocimiento de un hecho de su propio
tiempo, creo que su moral y su estilo radican precisamente en esto.
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Sin embargo, conocer no es suficiente. Los artistas tienen que mirar la realidad a través
de la convivencia. La necesidad de convivencia puede nacer de experiencias de tipo
ancestral; pero a nosotros —argumentistas, guionistas, directores—nos interesa
instaurar relaciones profundas con los demás hombres y con la realidad; hasta conseguir
una nueva relación de producción artística que no sólo transforme nuestro arte, sino que
produzca resultados en la vida, de forma que se produzca una mayor convivencia entre
los hombres. Muy pocos poseen la requerida paciencia para mirar y escuchar. Y, sin
embargo, basta un gesto, una palabra, para modificar una relación.
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realidad?. Querría repetir aquí una vez más que un contenido que se quiere expresar
siempre encuentra su propia técnica. Y luego está la imaginación, siempre y cuando se
ejerza en la realidad y no en el limbo. Y esto merece una explicación. No querría que se
pensase que para mí los únicos hechos son los hechos de la crónica de sucesos. He
querido dirigir mi atención también sobre los hechos de la crónica de sucesos con la
intención de reconstruirlos de la forma más próxima a la realidad, utilizando la
imaginación a partir de lo que el profundo conocimiento del hecho te sugiere. Creo que
lo coherente sería captarlos con el objetivo en el mismo momento en que se producen.
Eso es lo que querría haber hecho en Italia mía 2 : entendámonos de una vez para
siempre (pero, Dios mío, cómo se puede llegar a pensar que esté hablando de una
mecánica fotográfica! Si fuese posible asombrarnos y adiestrarnos en cualquier toma
mecánica de la realidad, significaría que la gracia se había desparramado finalmente
sobre el hombre, hasta el punto de que ya no necesitaría al arte, porque se consumiría—
y lo consumiría todo—en la vida): toda relación con la cosa que se quiere comunicar es
una relación que implica una elección, y por tanto, un acto creativo del sujeto; sólo que
en nuestro caso este sujeto consuma el «coito» ahí mismo—in loco—, en lugar de
comenzarlo en contacto con el objeto para luego ir a terminarlo en otro lugar. Esto es lo
que yo llamo cine de encuentro.
2 Argumento que no llegó a realizarse y que data de 1951, después de pasar por las
manos de De Sica y de Rossellini.
Con este método de trabajo se podría obtener un doble resultado: Por lo que se refiere a
los hábitos morales, los hombres del cine saldrían fuera, en contacto directo con la
realidad. Habrá quien se quede en la primera etapa, otros en la segunda y otros en la
tercera. Pero en el bosque de la vida el cineasta está siempre al acecho del ciervo de oro,
de la realidad social capaz de mover sus cuerdas creativas. Luego cada uno elaborará a
su manera la realidad; pero podemos estar seguros de dos cosas: de que habrá lanzado
su grito en el bosque y no sentado ante una mesa, y de que habremos asegurado una
continuidad moral en el ojo de la cámara. 2) Se crearía una producción que escapa a la
misma matriz moral de nuestro tiempo, incorporando la novedad de una conciencia
colectiva. Incluso en virtud del número. Si hacemos cien films al año inspirados en
estos criterios, cambiamos las relaciones de producción. Si sólo hacemos tres, quiere
decir que estamos sometidos a las relaciones de producción existentes actualmente.
Si he afirmado con una cierta violencia polémica estos conceptos —que no son ni
mucho menos los de un teórico y un sistemático, sino las ideas de un hombre que se
esfuerza por comprender las razones de lo que han hecho y pueden llegar a hacer los
cineastas italianos—, es porque a veces me ha parecido que se estaba perdiendo el
sentido de la enseñanza neorrealista, hasta el punto de ver prevalecer a aquellas fuerzas
que intentaban presentar al neorrealismo como un espejismo o como un cadáver. Hay
que reconocer que ha habido, y hay, bastantes deserciones y cambios de ruta, y así los
films no nacen del fondo de la propia conciencia, sino del <<tráfico» cinematográfico
que, a veces, coincide también con buenas aportaciones sociales, cuando «el ambiente»
siente su «oportunidad» práctica, no sé si me explico. Son muy pocos los que tienen un
programa; cuando, en cambio, en el terreno cinematográfico cada uno debería tener un
programa, no para equilibrar las personalidades, sino para dar a cada personalidad el
refuerzo de una conciencia crítica del poder inmediato y determinante del medio que se
tiene a disposición. Paradójicamente, se puede decir que un hombre de cine que tenga
un programa—una línea—ya pertenece al ámbito del neorrealismo. Sin embargo,
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incluso alguno de aquellos hombres a los que tanto debe el cine italiano, a raíz de sus
evoluciones posteriores, han permitido que se insinuase la sospecha de que durante un
tiempo hubiesen sido neorrealistas sin saberlo—es decir, sin programa—, ofreciendo de
esta forma a los adversarios una prueba implícita para su tesis denigratoria: considerar
al neorrealismo como algo de una mañana, o incluso peor.
Al margen de mi tono polémico—¡una paradoja a veces puede resultar más eficaz que
un sutil razonamiento como instrumento de ruptura!—, quería decir que la alternativa
era, y es, una sola: o del neorrealismo, llevado a sus últimas consecuencias, sale de una
nueva narrativa cinematográfica, o habrá prevalecido el otro tipo de cine, ese contra el
que todos, al menos de palabra, luchamos. Y no lo digo únicamente en interés del
artista; al mismo, tiempo hay que impedir que el público se aficione a la hipocresía del
cine, que se convierta en algo socialmente inoperante.
Por suerte, a pesar del intento de anularlo, el neorrealismo nos ha dejado una forma de
narrar implícita a partir de los hechos que ha llevado a la pantalla. El neorrealismo, de
hecho, ha empezado por sacar a primer plano un tipo de héroes ignorados por el pasado
o presentados de forma falsa. El pueblo ha sido el protagonista de nuestros mejores
films y nadie se preguntaba por qué; era algo aceptado por todos. En cambio, ahora,
hemos tenido que llegar al compromiso.
La síntesis de la burguesía era el mejor bocado, el corazón del filete; así, los cineastas
tomaban lo exquisito de la vida, los aspectos más representativos de una situación de
bienestar y de privilegio. Por otra parte, hay que precisar críticamente el alcance del
neorrealismo, el que existe ahora—desde hace poco tiempo, a decir verdad—con una
participación cada vez mayor de la cultura italiana (y no podía ser de otra forma, en la
medida en que la participación de buenos y verdaderos escritores en el oficio del cine es
cada vez mayor). En torno a esta participación—que no debe limitarse a la oferta de
novelas, sino que tiene que contribuir al enriquecimiento del lenguaje cinematográfico
(dotado de las mismas posibilidades que el lenguaje literario)—no cabe duda de que
puede hacer avanzar enormemente al cine, si los escritores se aproximan a él con
espíritu menos «provisional» del que han hecho gala hasta ahora. Que piensen que de la
misma forma que no hay límites para la palabra ni para los estilos de la misma, tampoco
hay límites para la imagen cinematográfica y para sus estilos. Sin embargo, cuando se
haya precisado la tesis neorrealista en todos sus elementos críticos, descubriremos un
vacío, un terrible valle de lágrimas entre nuestras formulaciones teóricas y nuestra
producción. Muy pocos van a ser los films que se salven de esta necesaria
confrontación.
Pensamos en nuestra necesidad de verdad en la urgencia que hay en todos nosotros por
ver todo aquello que antes no nos mostraban, y el cine nos aparecerá como el medio
fatal, providencial para nuestra apremiante necesidad de actualidad. Efectivamente, el
cine es el único medio capaz de tomar el objeto tal como ha sido elegido: el espacio
entre la intuición y la realización es mínimo. La sugestión de la palabra la ofrece el cine
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He hablado de diferentes formas en las que se articula el frente neorrealista. Usted, Enzo
Muzii, no tiene que pensar que yo rechazo una novela cinematográfica tal como usted la
ha ilustrado en Emilia; yo digo sólo que mientras usted cree que es la única forma hacia
la que debería tender el neorrealismo, yo la considero solamente una de las formas. Esa
relación entre pasado y presente —la tradición, a fin de cuentas—, esa correlación de la
que usted habla, pueden efectivamente darse; es más, deben darse también en las demás
formas; como la encuesta , la reconstrucción de un hecho de la crónica de sucesos con
los personajes auténticos, etc.: depende de la capacidad de excavación del autor; pero
incluso aceptando, como hipótesis, su punto de vista íntegramente, todas las
experiencias actuales del neorrealismo sólo pueden ser premisas indispensables—
laboratorio—de la materia que en la novela cinematográfica por usted auspiciada
hallaría su asunción.
Y ahora nos queda por añadir que, como es natural, también los resultados son
diferentes. Algunos de nuestros films pertenecen al arco neorrealista; otros no. Usted
quiere aclaraciones en este sentido sobre Estación Termini 3 y otras cosas mías
recientes: le diré que no considero a Estación Termini , por lo que se refiere a mi parte
de escritor de cine, como un documento de mi carrera neorrealista, en cuanto la
coproducción (italo-norteamericana) ha diluido mucho un cierto germen neorrealista
que tenía en un principio (análisis de un tiempo y de un espacio muy limitados).
Umberto D pertenece al «arco» sólo parcialmente en virtud de su voluntad de estudio de
un modesto personaje de nuestro tiempo. Italia mía tiene principio neorrealista en el
sentido más preciso de lo que es para mí el programa neorrealista: necesidad de
conocimiento de nuestro país y confianza absoluta en que van a producirse encuentros
que merezca la pena contar (la oportunidad de las ocasiones se multiplica con el
aumento de nuestra conciencia nacional y humana). Luzzara - Venezia 5, el argumento
que Zampa va a realizar sobre el Po y cuyos intérpretes van a ser mis paisanos de
Luzzara (precisamente se lo he leído junto con otras cosas a sus amigos boloñeses), sólo
entra como punto de partida en el programa neorrealista. Pueden encontrarse aspectos
del neorrealismo en la idea central de Amore in cittá 6, y en el episodio de Caterina
Rigoglioso , que habría tenido que ser una encuesta en toda regla; y lo mismo puede
decirse de Nosotras, las mujeres 7, que en mi opinión pellizca algo del pastel
neorrealista, ya que al menos se puede detectar un profundo sentido moral (a pesar de
las enormes contaminaciones que el espíritu inicial ha sufrido a la hora de elegir los
hechos) en la necesidad de diálogo afirmada por mujeres-actrices que se ofrecen al
público. Frente a estas confesiones, el espectador, entre otras cosas, tendría que
controlar su complejo de inferioridad frente al mito-actor. En este sentido, hay que decir
también que en la batalla contra la invención argumentista, y contra el espectáculo, no
haya sitio para el actor-sacerdote. El actor tendría que ser—como ya he dicho en
repetidas ocasiones—un hombre; el nombre, Tonio, que interrumpe por un momento su
trabajo, se coloca ante la cámara y vuelve a continuación a su trabajo. Pero no pasan de
ser sueños, mientras el cine cueste millones, mejor dicho, miles de millones. No hay que
olvidar, sin embargo, que este pertenecer al programa neorrealista en un sentido o en
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otro, pero nunca del todo (como natural evolución de un razonamiento ineluctable), es
la prueba de la ambigüedad en la que se mueve toda nuestra producción cinematográfica
y nuestra sociedad. En un mismo film podemos encontrar todos los componentes: un
poco de valor, un poco de cobardía, otro poco de social, un poco de autocensurado, un
poco de censurado y, en fin, otro poco de compromiso.
6 Zavattini supervisó el conjunto del film, además de colaborar en los guiones, cuyos
seis episodios datan de 1953: Tentato suicidio, de Michelangelo Antonioni; Agenzia
Matrimoniale, de Federico Fellini; Gli italiani si voltane, de Alberto Lattuada; L'amore
che si paga, de Carlo Lizzani; Caterina Rigoglioso o Pieta por Caterina o La storia di
Caterina, de Francesco Maselli y Cesare Zavattini, y Paradiso per tre ore, de Dino Risi.
Se han dicho muchas cosas sobre ese otro tipo de film, en mi opinión neorrealista, que
he llamado film encuesta. Alguien dijo que es «monstruoso» hacer repetir a Caterina
Rigoglioso su gesto. Pues bien, es precisamente esta reacción experimentada, este
calificativo de monstruosidad, lo que denuncia un miedo a mirar hasta el fondo a la
verdad, y la preocupación que muchos tienen de denunciar, pero como indicio.
En el futuro el realismo encontrará otras formas, pero mientras tanto tiene que conocer,
incluso mediante medios actuales, para poner a los hombres en condiciones de tomar
decisiones. Coloquemos a un trabajador en paro quieto delante de la cámara
después inmovilicemos al público durante cinco minutos ante esa imagen proyectada en
la pantalla. Pero eso no gusta. Se grita: «¡Montaje!», para que las imágenes discurran
con rapidez y el conocimiento del público sea superficial, y no se profundice la I
verdad. He dicho un trabajador en paro, pero podría decir cualquier cosa que exija una
intervención urgente y respecto a la cual la duración de nuestra atención resulta siempre
inferior a la necesidad de conocerla realmente.
Eso explica por qué mi compromiso moral se halla totalmente dirigido a lo actual,
aunque me alimente del pasado; creo, en efecto, que para que una acción sea eficiente
hay que ponerle límites, hay que circunscribirla, como hace el cirujano, a un terreno
operativo. El que este imperativo de lo actual no esté lo suficientemente difuso
perjudica a la evolución del neorrealismo.
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de una época en la que todo era jerarquía, que hoy para poder trabajar tengo que sentir
la no jerarquía de los hechos, y que me resisto a ver la vida como sucesivos cortes de
luz. Miro los pequeños acontecimientos y en ellos hallo de todo. Si me moviese a través
de grandes síntesis, no conocería la vida de los hombres, el sentido más oculto de cada
uno de sus gestos. ¡Conozcámonos primero en los gestos cotidianos y contribuyamos así
a defender la dignidad de la profesión humana! Y si nuestro estudio, nuestro análisis,
nuestra observación, termina en un borrador, querría decir que hemos sido superficiales,
o que el compromiso - la instancia del productor, del público, de la mala conciencia o
de la cuenta bancaria- ha sido mas fuerte que nosotros. Los hechos cotidianos son
pequeños si vemos pequeño. De la misma forma que el poeta no espera la inspiración,
tampoco el neorrealista tiene que esperar los datos, sino que sigue los pasos de la
realidad que es constantemente todo.
Yo trabajo para el cine italiano desde 1934 y tengo conciencia de haber contribuido a
producir alguna ruptura en los esquemas utilizados. Si me cuento entre aquellos (pocos,
a decir verdad) que creen en el neorrealismo como en la más poderosa referencia a las
cosas existentes hoy, no es desde luego por falta de imaginación, todo lo contrario, pues
tengo que hacer enormes esfuerzos para no dejarme vencer por la fantasía. Imaginación
en el sentido tradicional del término tengo incluso demasiada; lo que ocurre es que el
neorrealismo nos exige que la fantasía sea practicada in loco, sobre lo actual, sobre la
realidad que queremos conocer, porque los hechos revelan toda su natural fuerza
fantástica cuando son estudiados profundizando en ellos: sólo entonces se convierten en
espectáculo porque son revelaciones.
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