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Depresion en Pandemia

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Integrantes

Karlybeth Cerón Toxqui

Oscar Daniel Mejía Cabrera

Emmanuel Oliver Mejía Gámez


¿Como es que la cuarentena ha influido en el aumento del índice de casos de depresión en

jóvenes de 19 a 25 años de edad durante la pandemia en el año 2020?

Antecedentes

La depresión contribuye de manera significativa a la carga global de enfermedad;1 es una

de las principales causas de discapacidad y se estima que afecta a 350 millones de personas

en el mundo, con prevalencias que oscilan entre 3.3 y 21.4%.2 Este trastorno generalmente

comienza en edades tempranas, reduce sustancialmente el funcionamiento de las personas,

es un padecimiento recurrente y tiene importantes costos económicos y sociales. Es por ello

que la depresión se encuentra entre los primeros lugares de la lista de enfermedades

discapacitantes y se ha convertido en un objetivo prioritario de atención en todo el mundo.

Así entonces, el objetivo de este trabajo es presentar una breve revisión de investigaciones

actuales que permiten ubicar a la depresión como un problema importante de salud pública

en México. Se abordan los factores asociados y las tasas de prevalencia, las brechas de

atención, las características del uso de servicios y los tratamientos disponibles. El trabajo

concluye con la presentación de las implicaciones para la investigación y para las políticas

públicas.

Factores psicosociales asociados con la depresión

Hoy en día existe acuerdo al señalar que la depresión, como la mayoría de las

enfermedades, es el resultado de la interacción entre factores biológicos, heredados, del

desarrollo y del contexto, que interactúan con las características individuales. Por ende, su
estudio requiere de múltiples aproximaciones. Sin dejar de reconocer la importancia de

analizar los avances en el campo de las neurociencias y la genética, que han proporcionado

bases para corregir la división  mente-cuerpo que constituyó una barrera para entender la

relación entre cerebro, pensamiento, emoción y conducta, el presente trabajo se enfocará en

el análisis de los factores psicosociales asociados con la depresión que pueden tener

implicaciones para las políticas públicas.

En población mexicana, entre las variables psicosociales asociadas con la depresión

destacan: a) ser mujer (más aún si se es jefa de familia), dedicarse exclusivamente a las

labores del hogar y si se ha adquirido la responsabilidad de cuidar a algún enfermo; b) tener

un bajo nivel socioeconómico (por la mayor exposición a las vicisitudes de la pobreza); c)

estar desempleado (sobre todo en los hombres); d) el aislamiento social; e) tener problemas

legales; f) tener experiencias de violencia; g) consumir sustancias adictivas, y h) la

migración.3-7

Factores del entorno como la violencia, la inseguridad o las crisis económicas incrementan

el riesgo de que se presente la sintomatología depresiva. Los datos de la Encuesta Nacional

de Epidemiología Psiquiátrica (ENEP) muestran que una proporción importante de la

población nacional ha estado expuesta a eventos violentos y que éstos tienen importantes

variaciones  por género. Las mujeres presentan prevalencias más elevadas de abuso sexual,

violencia física por parte de la pareja, violación, persecución y acoso. Por su parte, los

hombres experimentaron más atracos con arma y accidentes; también fueron testigos, en

mayor proporción que las mujeres, de muerte o lesiones a una persona, sufrieron más

secuestros y mataron accidentalmente a otro en un porcentaje mayor. Una proporción de


estas personas desarrolló estrés post traumático (2.3% de las mujeres y 0.5% de los

hombres) y alrededor de 20% de personas que han sufrido uno o más eventos violentos,

presentaron un cuadro de depresión.8

Las constantes crisis económicas y sociales que se han vivido en México han tenido como

consecuencia que, entre las principales fuentes de preocupación cotidiana, se encuentren las

relacionadas con problemas financieros, y que términos como “sufrimiento” y “tristeza”

sean muy utilizados para dar cuenta de este tipo de preocupaciones. En este sentido,

Medina-Mora y colaboradores9 señalan que si bien no hay diferencias significativas por

nivel socioeconómico en la prevalencia de trastornos depresivos, la población que vive en

condiciones de pobreza presenta una depresión más grave que aquélla que se encuentra en

mejores condiciones económicas.

Características de la depresión en México

Los resultados de la ENEP señalan que 9.2% de los mexicanos sufrieron un trastorno

afectivo en algún momento de su vida y 4.8% en los doce meses previos al estudio. La

depresión ocurre con mayor frecuencia entre las mujeres (10.4%) que entre los hombres

(5.4%).5 Las prevalencias observadas en los EUA, Europa y Brasil son más elevadas ya

que más de 15% de la población ha padecido depresión mayor alguna vez en la vida y más

de 6% durante el año anterior.10,11 En países como Colombia y Chile, la situación es muy

similar a la de México.12,13

Como ya se mencionó, los trastornos depresivos producen importantes niveles de


discapacidad, afectan las funciones físicas, mentales y sociales y se asocian con mayor

riesgo de muerte prematura. Pueden dificultar la capacidad de la persona para realizar

actividades cotidianas, causando un deterioro significativo en el funcionamiento habitual y

en la calidad de vida. Los análisis recientes realizados en México muestran que la depresión

produce mayor discapacidad que otras condiciones crónicas como la diabetes, los trastornos

respiratorios, las enfermedades cardiacas o la artritis.

Por ejemplo, las personas con depresión pierden hasta 2.7 más días de trabajo que aquellas

con otro tipo de enfermedades crónicas.14

De este modo, se considera que la depresión es una de las principales causas de carga de

enfermedad en términos de años de vida ajustados por discapacidad. La Organización

Mundial de la Salud (OMS) prevé que en el año 2020 sea la segunda causa de discapacidad

en el mundo, tan sólo después de las patologías cardiovasculares.  En México, es la

principal causa de pérdida de años de vida ajustados por discapacidad para las mujeres y la

novena para los hombres.15

La edad de inicio de la mayoría de los trastornos psiquiátricos se ubica en las primeras

décadas de la vida; 50% de los adultos que han sufrido un trastorno mental lo padecieron

antes de cumplir 21 años. Cuando los trastornos depresivos se presentan antes de los 18

años, el curso de la enfermedad es más crónico y de mayor duración.

Estudios con población adolescente muestran que, entre los trastornos más frecuentes en

esa etapa de la vida, se encuentran los depresivos; 7.8% de los jóvenes cumplieron con los
criterios diagnósticos de depresión mayor y 0.8% con aquéllos de distimia. Estos

padecimientos generan discapacidad entre los adolescentes debido a que pueden interferir

en su desarrollo y limitarlos en la toma de decisiones importantes en su vida. Es probable

que la presencia de síntomas depresivos se relacione con el maltrato, la falta de

oportunidades para realizar sus aspiraciones y la violencia del entorno en que viven, entre

otros factores.16

Entre quienes tienen más de 65 años, la prevalencia de depresión se encuentra arriba de

20% y es más frecuente entre los desempleados, los viudos y los solteros. 17 En esta

población, los problemas mentales son una de las cinco principales causas de discapacidad.

En México, la transición hacia una población con mayor número de ancianos es una

realidad. De acuerdo con la OMS, dentro de 25 años la población mayor de 60 años que

vive en América Latina  y el Caribe pasará de 40 millones a más de 97 millones. Resulta

necesario pensar en estrategias que permitan enfrentar los trastornos mentales propios de

este grupo etario.

Otro grupo que merece especial atención son las mujeres con depresión en etapa perinatal.

La depresión posparto (DPP) no es muy diferente de la depresión en otro momento de la

vida. De acuerdo con el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-

IV), es similar a la depresión mayor pero con manifestaciones de ansiedad intensa, e

incluso crisis de angustia, así como una preocupación excesiva por el bebé. Su importancia

radica en que en este momento de la vida tiene consecuencias muy negativas sobre la salud

y el desempeño de la madre y sobre el desarrollo cognitivo, conductual y emocional del


infante. De 5 a 25% de las mujeres padecen DPP20 y se le considera la causa principal de

enfermedad relacionada con discapacidad en mujeres, así como la complicación más común

y más seria del parto.  En México ha sido poco estudiada, pero datos recientes informan de

una prevalencia de 32.6% (14.1% depresión mayor y 18.5% depresión menor).

Los principales factores de riesgo para DPP son: ansiedad prenatal, escaso apoyo social,

eventos estresantes recientes, experiencias traumáticas, baja autoestima, conflictos de

pareja, factores obstétricos, nivel socioeconómico, escolaridad y antecedentes familiares de

depresión.

Es primordial enfatizar que la DPP debe ser tratada con intervenciones psicológicas,

farmacológicas, o con ambas. Estos tratamientos han sido satisfactoriamente evaluados en

esta población. La prevención de DPP durante el embarazo muestra resultados alentadores.

En México, hay evidencia de que una intervención psicoeducativa grupal reduce la

incidencia de DPP.24

Aunque la investigación y el cuidado clínico han puesto mayor énfasis en el periodo del

posparto, la depresión durante el embarazo tiene considerable importancia; de 2 a 21% de

las gestantes –y con sintomatología depresiva, de 8 a 31%–,25 la padecen. En México,

estos síntomas se observan en 22 a 37% de las gestantes.

La depresión no tratada durante el embarazo también tiene consecuencias adversas que se

asocian con un incremento en la tasa de complicaciones obstétricas, óbitos, intentos de

suicidio, cuidados posparto especializados para el infante, productos con bajo peso al nacer
y retraso en el desarrollo. Los principales factores de riesgo de depresión durante la

gestación son embarazo no planeado, ser madre soltera, ideación suicida, no ser el primer

embarazo, falta de apoyo social y trastorno depresivo previo.23

Comorbilidad de la depresión con otras enfermedades crónicas

La relación entre las enfermedades mentales y físicas es muy estrecha. Para la mayoría de

las personas resulta difícil y preocupante aprender a sobrellevar y vivir con una dolencia

crónica de larga duración como la diabetes o el cáncer, por lo que no es sorprendente que la

depresión sea la complicación más común asociada con este tipo condiciones.

La investigación demuestra que las personas con enfermedades físicas graves corren un

mayor riesgo de padecer depresión. En las personas con diabetes el riesgo de presentar

depresión es dos veces más alto  que en aquellas que no sufren esta condición; para la

población con asma u obesidad, el riesgo aumenta tres veces y para aquellas que sufren de

dolores crónicos el riesgo crece cinco veces. Del mismo modo, las personas que padecen

síntomas de depresión tienen mayores probabilidades de presentar enfermedades

cardiovasculares,  diabetes, cáncer y enfermedades respiratorias, todas ellas condiciones

crónicas responsables de más de 60% de las muertes en el mundo.

Asimismo es frecuente una alta comorbilidad entre la depresión y otras patologías

mentales, como los trastornos de ansiedad y el consumo de sustancias adictivas.  La

literatura internacional indica que alrededor de la mitad de la población adulta con trastorno

depresivo mayor cumple con criterios diagnósticos para uno o más trastornos de ansiedad;
esta relación ocurre entre 25 y 50% de los adolescentes con depresión y entre 10 y 15% de

los jóvenes con ansiedad.  Los estudios  epidemiológicos realizados en México señalan que

alrededor de 32% de la población diagnosticada con un trastorno de consumo de sustancias

adictivas (alcohol o drogas) presenta también un trastorno afectivo. Si se considera

solamente a las personas con abuso o dependencia a sustancias ilícitas, la comorbilidad es

mayor a 50%.

Estrategias de atención

Los avances en el conocimiento sobre la depresión no dejan duda respecto al tremendo

impacto que ésta tiene en la calidad de vida de la población. Pese a ello, una gran mayoría

de los individuos no acude a tratamiento, lo que conlleva a un incremento en la

discapacidad y en el impacto económico y social.

En México, menos de 20% de quienes presentan un trastorno afectivo buscan algún tipo de

ayuda, y se estima que quienes lo hacen tardan hasta 14 años en llegar a un tratamiento

especializado. En este sentido, México es una de las naciones que muestra mayor retraso en

la búsqueda de atención. Aunado a lo anterior, cuando los pacientes acceden a los servicios

de salud, solamente 50% de ellos reciben algún tipo de tratamiento mínimo adecuado, es

decir, de por lo menos cuatro sesiones de psicoterapia y, en el caso de prescripción de

psicotrópicos, al menos dos visitas con el médico o psiquiatra y tratamiento con los

fármacos por algún periodo.

Diversos factores se asocian con la reducida solicitud de ayuda, tales como el estigma, los
horarios de atención poco convenientes, las largas listas de espera para obtener una cita, el

diferimiento de las consultas, el hecho de no contar con alguien que cuide a los hijos

mientras se asiste a consulta, el desconocimiento del tratamiento o las dificultades para el

trasladarse al servicio, entre otros. Un factor más tiene que ver con la falta de coincidencia

entre las necesidades sentidas de la población y el tipo de asistencia que se ofrece; es decir,

mientras la población suele definir y expresar las necesidades en términos de problemas

cotidianos que tienen como consecuencia la presencia de estrés o tristeza (laborales,

económicos, con la pareja, la familia, etc.), lo que ameritaría consejo, entendimiento o

empatía, la atención de los servicios está basada en realizar diagnósticos psiquiátricos y

dirige el tratamiento hacia los trastornos detectados. Esta falta de coincidencia en la manera

de vivir y entender la enfermedad también dificulta que la población acuda y permanezca

en los servicios.33

Como plantean Wagner y colaboradores,34 resulta necesario analizar con mayor

detenimiento los significados y representaciones que las personas tienen en torno a la

depresión y hacia los factores que facilitan u obstaculizan el acceso a los servicios.

Costoefectividad de los tratamientos para la depresión

La estimación de costoefectividad de intervenciones para un padecimiento permite conocer

cuáles son los tratamientos que conviene gestionar, tomando en cuenta que los recursos

disponibles para atender la demanda y necesidad en salud son finitos. Es a partir de este

tipo de evidencia científica que los recursos disponibles (o potencialmente disponibles)

pueden asignarse de forma óptima.


La OMS seleccionó los años de vida ajustados por discapacidad o AVISA (-en inglés

DALYs, Disability Adjusted Life Years-) como las unidades de evaluación de

costoefectividad de las intervenciones para diferentes problemas de salud, incluyendo los

trastornos mentales como la depresión. Cuando se llevan a cabo estudios de

costoefectividad tomando en cuenta esta unidad básica de medición, se calcula el costo que

tendrían los AVISA evitados por cada intervención.

Es claro que en México las intervenciones disponibles para el tratamiento de la depresión

en el primer nivel de atención evitarían un número considerable de AVISA; llaman la

atención dos tipos de intervenciones, una con sólo medicamento y otra con la combinación

de estrategias farmacológicas y psicosociales: a) el número de AVISAs evitados sería casi

tres veces superior si se administraran antidepresivos tricíclicos con una cobertura de 50%,

y b) llegaría a ser hasta seis veces superior si se emplearan inhibidores de recaptura de

serotonina más psicoterapia y manejo proactivo de caso.

Este importante número de AVISA evitados con la intervención combinada, sugiere que la

inclusión de tratamientos psicosociales es ventajosa desde el punto de vista de la relación

costoefectividad. Afortunadamente, aunque hace falta invertir en más y mejores esfuerzos

de investigación clínica para el desarrollo, adaptación y evaluación de tratamientos para la

población nacional, se dispone de alguna evidencia de efectividad de los mismos.


Efectividad de tratamientos para la depresión en población mexicana

En el plano mundial se ha planteado que el tratamiento más adecuado para la depresión es

aquel que combina el uso de fármacos antidepresivos con psicoterapia cognitivo conductual

o interpersonal.37 Existen diversas intervenciones psicológicas breves que han sido

adaptadas con éxito para su empleo en muy diversas culturas y países y una ventaja de las

mismas es que pueden ser reproducidas con efectividad por parte de personal que labora en

el primer nivel de atención a la salud, con lo que la atención a la depresión no tiene por qué

encarecerse al ser otorgada por un especialista.

En México, Páez y colaboradores  demostraron que una intervención cognitivo conductual

otorgada por un pasante de medicina presenta efectos significativos para cambios en tiempo

y por grupo experimental (GE) y control (GC) (F=22.7, gl=1,50, p=<0.001; F=5.5,

Gl=1,50, p=0.02) de sintomatología depresiva basal y a  los cinco meses (GE=20.8±9.8 y

11.0±10.3, respectivamente; GC= 21.2±11.6 y 17.9±13.9).

Una intervención psicoeducativa grupal para mujeres con elevada sintomatología depresiva

también mostró reducción de los síntomas y gran aceptación por parte de las participantes.

Esta intervención está siendo diseminada por el Instituto Nacional de Psiquiatría a personal

especializado y no especializado en salud mental.40

Finalmente, se ha demostrado que estas intervenciones aportan beneficios a la población

mexicana con padecimientos crónicos con alta comorbilidad de depresión, como es el caso
de pacientes con diabetes.41

El tratamiento de la sintomatología depresiva se asoció, además, con la mejoría de la

condición médica, lo que demuestra la necesidad de la atención integral a la salud; sin salud

mental no hay salud física.


Consideraciones psicosociales y de salud mental durante el brote de COVID-19

12 de marzo del 2020

En enero del 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el brote de la

enfermedad

por el nuevo coronavirus 2019 (COVID-19) como una emergencia de salud pública de

importancia

internacional. La OMS afirmó que existe un riesgo alto de diseminación de la enfermedad

por

COVID-19 a otros países en todo el mundo. En marzo del 2020, tras una evaluación la

OMS decidió

que COVID-19 puede ser caracterizado como una pandemia.

La OMS y las autoridades de salud pública de todo el mundo están actuando para contener

el brote

de COVID-19. Sin embargo, este momento de crisis está generando estrés en la población.

Estas

consideraciones de salud mental fueron elaboradas por el Departamento de la OMS de

Salud
Mental y Uso de Sustancias, como mensajes dirigidos a diferentes grupos clave para apoyar

el

bienestar psicosocial y la salud mental durante el brote de COVID-19.

Población general

1. La enfermedad por el coronavirus 2019 (COVID-19) ya ha afectado, y es probable que

siga

afectando, a la población de muchos países, en numerosos lugares del mundo. Este virus no

debe asociarse con ningún grupo étnico ni nacionalidad. Demuestre empatía hacia todas las

personas afectadas, dentro de un país dado o procedentes de cualquier país. Recuerde que

las personas que están afectadas por COVID-19 no han hecho nada malo, no tienen culpa y

merecen nuestro apoyo, compasión y amabilidad. Cada persona puede contribuir a reducir

los riesgos a nivel individual, familiar, comunitario y social.

2. No se refiera a las personas que tienen la enfermedad como “casos de COVID-19”, las

“víctimas”, las “familias de COVID-19” o los “enfermos”. Se trata de “personas que tienen

COVID-19”, “personas que están en tratamiento para COVID-19”, “personas que se están

recuperando de COVID-19” y que, una vez superada la enfermedad, seguirán adelante con

su vida, su trabajo, su familia y sus seres queridos. Es importante separar a la persona de

tener una identidad definida por COVID-19, para reducir el estigma.

2
3. Minimice el tiempo que dedica a mirar, leer o escuchar noticias que le causen ansiedad o

angustia. Busque información únicamente de fuentes confiables y principalmente sobre

medidas prácticas que le ayuden a hacer planes de protección para usted y sus seres

queridos. Busque actualizaciones de la información una o dos veces al día, a horas

específicas. El flujo repentino y casi constante de noticias acerca de un brote epidémico

puede hacer que cualquiera se sienta preocupado. Infórmese sobre lo que en realidad está

sucediendo, no escuche los rumores y la información errónea. Recopile información a

intervalos regulares, del sitio web de la OMS, el sitio web de la OPS y de las plataformas

de las

autoridades nacionales y locales de salud, a fin de ayudarle a distinguir los hechos de los

rumores. Conocer las informaciones fiables pueden ayudar a minimizar el miedo.

4. Protéjase a usted mismo y brinde apoyo a otras personas. Ayudar a otros que lo necesitan

puede ser beneficioso, no solo para la persona que lo recibe sino también para quien lo

ofrece. Por ejemplo, llame por teléfono a sus vecinos o a las personas en su comunidad que

puedan necesitar asistencia adicional. Trabajar juntos como una sola comunidad puede

ayudar a crear solidaridad al abordar juntos COVID-19.

5. Busque oportunidades de amplificar las historias e imágenes positivas y alentadoras de

personas de su localidad que tuvieron COVID-19, por ejemplo, historias sobre las personas

que se recuperaron o que cuidaron a un ser querido durante la recuperación y que estén
dispuestas a hablar sobre esta experiencia.

6. Reconozca la importancia de las personas que cuidan a otros y de los trabajadores de

salud

que se están ocupando de las personas con COVID-19 en su comunidad. Reconozca

asimismo el papel que desempeñan para salvar vidas y mantener seguros a sus seres

queridos.
CONSECUENCIAS DE LA PANDEMIA COVID 19 EN LA SALUD

MENTAL ASOCIADAS AL AISLAMIENTO SOCIAL

La ineludible atención en la transmisión y repercusiones físicas del COVID- 19 en el

mundo probablemente pueden minimizar el interés público de las consecuencias

psicosociales que se están presentando en las personas afectadas por el brote.

Es de resaltar que los temas de salud mental que están emergiendo pueden evolucionar a

problemas de salud a mediano plazo, teniendo como referentes las epidemias del síndrome

respiratorio agudo grave (SARS, por sus siglas en inglés) SARS-CoV en 2003 y el

síndrome respiratorio del medio oriente (MERS-CoV, por sus siglas en inglés) en el 2012,

cuyo número de afectados por la infección no son equiparables a la pandemia actual, se

pudo evidenciar que cerca del 35% de los sobrevivientes del primer brote reportaron

sintomatología psiquiátrica durante la fase de recuperación temprana, (2, 3) y en el caso

del MERS-CoV, alrededor del 40% de las personas afectadas requirieron de una

intervención psiquiátrica.

De por sí las personas que están aislamiento social, con movilidad restringida y pobre

contacto con los demás son vulnerables a presentar complicaciones psiquiátricas que van

desde síntomas aislados hasta el desarrollo de un trastorno mental como insomnio,

ansiedad, depresión y trastorno por estrés postraumático (TEPT). (5) Ya en el contexto de

una pandemia es importante tener en consideración la pérdida de funcionamiento que puede

acompañar a la enfermedad adquirida, y esto a su vez representarse en desmoralización y


desamparo, llegando a configurar un estado de duelo. Por otra parte, las personas

sometidas al estrés del brote pueden presentar angustia marcada y un deterioro

significativo en el funcionamiento social u ocupacional, configurando trastornos de la

adaptación y en caso de persistir con ánimo triste se puede presentar un trastorno depresivo

mayor (TDM). También la proximidad a eventos que amenazan la vida y la supervivencia

como lo es la enfermedad propiamente, puede precipitar el desarrollo del TEPT.

Tanto, que se ha postulado que el efecto combinado de la pérdida y la

amenaza pueden explicar la concurrencia frecuente de TEPT y depresión.

Si bien son muchos los afectados en una pandemia, el especial interés

debe estar dirigido a las poblaciones vulnerables, incluyendo

1) enfermos

y sus familias,

2) personas con condiciones médicas preexistentes físicas

y/o mentales,

3) trabajadores de la salud, especialmente enfermeras y

médicos que trabajan directamente con pacientes y en cuarentena.


El COVID-19: Cuarentena y su Impacto Psicológico en la población

Muchas ciudades a lo largo de la historia, se han visto afectadas por brotes epidémicos, que

avanzan a un ritmo muy apresurado dentro y entre las poblaciones llegando a convertirse en

pandemias, siendo este último término entendido como una enfermedad que afecta a gran

parte de la población y que se extiende a países de los diversos continentes. Hoy en día, nos

encontramos ante una nueva pandemia, denominada coronavirus o como su nombre

científico lo reseña la Organización Mundial de la Salud (OMS) COVID-19 o SARS-CoV-

2 . La pandemia de la enfermedad por COVID-19 es una enfermedad infecciosa nueva, que

puede llegar a presentar manifestaciones clínicas graves, llegando incluso a la muerte, y

que ya se encuentra presente en 124 países ; además de haberse convertido en una amenaza

para la salud mundial llegando a ser por lejos el brote más grande de neumonía atípica

desde la aparición del síndrome respiratorio agudo severo (SARS) en el año 2003 . Si bien

el devastador efecto que viene ocasionando esta pandemia, como la progresión y

generalización de la enfermedad, ha originado que se dicten políticas gubernamentales de

salud pública, que se enfocan principalmente en el distanciamiento social y cuarentena de la

población, con lo cual se pretende evitar que las personas que ya se encuentran contagiadas

puedan exponer a otras o, que por el contrario, las personas que aún no presentan el virus lo

contraigan ; también deben de considerar los efectos psicológicos que se producen en la

población tanto a nivel personal como colectivo, así como para el personal del sector salud,

quienes también son un grupo de riesgo elevado en estas situaciones de pandemia; en donde
las consecuencias en la salud mental será un asunto a evaluar comúnmente en el futuro

próximo .

¿POR QUÉ ES NECESARIA ESTA REVISIÓN? Ante la situación actual que vivimos por

efecto del COVID-19, la rápida expansión entre los países y los efectos que origina este

virus en cuanto a salud, las personas permanecen aisladas en cuarentena evitando la

propagación de la enfermedad, generando en ellos desesperación, perdida de la libertad,

aburrimiento, insomnio, poca concentración e indecisión , irritabilidad, ira, ansiedad,

angustia de no tener contacto físico o contacto con familiares, amigos, o el no poder

desarrollar una rutina de vida normal, todo ello puede traer consigo efectos dramáticos sino

son bien canalizados . El curso de esta epidemia, necesita de forma urgente una

comprensión oportuna del estado de salud mental para la sociedad en general. Diversas

investigaciones han revelado una profunda y extensa gama de impactos psicosociales en

personas, en la comunidad y a nivel internacional durante brotes de infección. Es

importante precisar también que un porcentaje significativo de la población experimentará

reacciones intensas, principalmente en forma de miedo al contagio, por la prolongación de

la cuarentena, la pérdida de sus seres queridos o por la crisis económica. Por otro lado,

experiencias previas con otros coronavirus orientan a que el personal sanitario de primera

línea es un subgrupo de especial riesgo, sobre todo cuando finalice la fase actual de

contención de la pandemia .

Ante todo, lo mencionado, esta revisión es de gran importancia ya que permitirá visualizar

la evidencia científica existente en relación al comportamiento de la población general y los

profesionales de la salud en situaciones de pandemia y cuarentena e identificar los efectos

psicológicos que esto origina, así como la posible adopción de medidas en la formulación

de políticas públicas centradas en atención a la salud mental de nuestra población.


COVID-19 COVID-19 es una enfermedad producida por una cepa nueva del coronavirus

que causa el síndrome respiratorio agudo (SARS), apareció en la ciudad china de Wuhan y

se ha extendido rápidamente alrededor del mundo. Se reporta un 2.3% de letalidad siendo

esta mayor a la de la influenza y más contagiosa que el SARS (14). La última pandemia

global similar fue la de la influenza (H1N1), de 1918 y 1919 que reportó una mortalidad

entre 50 y 100 millones de personas (15), con varios casos reportados de trastornos

mentales (16). Actualmente se están probando diversas vacunas candidatas, y al no haber

una cura aun, la mayoría de los países están respondiendo al COVID-19, a través de

estrategias de confinamiento o cuarentena y mitigación (17), con el fin de disminuir la

demanda de ingresos hospitalarios y salvaguardar la salud de ancianos y pacientes con otras

comorbilidades (8). Sin embargo, este método ha alterado lo vida psicosocial de las

poblaciones, probablemente causando un sentido inminente de miedo, ansiedad y

problemas mentales similares; aun en países desarrollados es difícil lidiar con estos

problemas. Es así, que en países en vía de desarrollo como el nuestro, las personas se

enfrentan a la peor etapa de la pandemia debido al cierre completo de las ciudades

conduciendo probablemente a la frustración, ira, depresión y otros trastornos psicológicos.

PREDICTORES PRECUARENTEA

A la fecha se han reportado algunas investigaciones que dan evidencia de predicción de

impacto psicológico de la cuarentena debido a características demográficas de los

habitantes. Un estudio de pobladores de campo en cuarentena por la gripe equina reporto

asociación entre un impacto psicológico negativo con tener una edad más joven (16-24

años), menor nivel académico, ser mujer, y tener hijo en lugar de no tenerlo.
Por otro lado, un estudio postuló que factores demográficos como el estado civil, edad,

educación, vivir con otros adultos y tener hijos no estuvo asociado con los resultados

psicológicos. Así también, existe evidencia de experimentar ansiedad y enojo 4-6 meses

después de salir de la cuarentena en personas con antecedentes de enfermedad psiquiátrica.

En cuanto a los trabajadores de salud, un estudio reporto síntomas más graves de estrés

postraumático en comparación que la población general. Además, exhibieron mayor

conductas de aislamiento debido a que estuvieron preocupados por infectar a los demás,

informaron mayor pérdida de ingresos y fueron más afectados psicológicamente: mayor

enojo, molestia, frustración, culpa, impotencia, aislamientos, soledad, nerviosismo, tristeza,

preocupación, y más descontentos. Sin embargo, otro estudio sugirió que el estado del

trabajador de salud no estaba asociado con cambios psicológicos.

CUARENTENA – EFECTOS EMOCIONALES Ante esta pandemia del COVID-19 en

muchos países, como el nuestro, la respuesta ha sido mandar a la población a una

cuarentena como mejor herramienta para combatirla; y es que durante mucho tiempo atrás

se viene utilizando la cuarentena como herramienta para prevenir la posible propagación de

enfermedades trasmisibles entre la población. Sin embargo, es preciso considerar también

si los beneficios que se obtendrían con esta obligatoriedad en la cuarentena van a

compensar el posible costo psicológico durante este periodo.

Durante el periodo en que las personas se encuentran en cuarentena en su hogar, se pueden

apreciar dos formas de reacciones de estas personas, por un lado, unas pueden sacar lo

mejor de sí mismos y otro pueden presentar estrés, agobio y otros desordenes psicológicos.

Uno de los estudios que se revisó, midió las respuestas al estrés traumático en niños y

padres en los desastres pandémicos, encontrándose que estos eventos de cuarentena y

aislamiento pueden ser traumáticos, cumpliendo los criterios para trastorno de estrés
postraumático (TEPT). Es también importante mencionar que el decaimiento económico

probablemente sea un problema durante la cuarentena, debido a que la mayoría de las

personas están impedidas de trabajar y tienen que interrumpir sus actividades profesionales

sin la debida planificación y sus efectos pueden perdurar por mucho tiempo. En otros

estudios, la pérdida económica debido a la cuarentena ha creado sentimientos graves de

angustia y se reportó como un factor de riesgo para síntomas de trastornos psicológicos,

enojo y ansiedad inclusive varios meses después de culminado la cuarentena. Otro estudio

basado en personas en cuarentena por la enfermedad del ébola encontró que, aunque los

participantes recibieron una subvención económica, algunos sintieron que la cantidad era

insuficiente y/o les llegó demasiado tarde; debido a esto muchos se sintieron perjudicados

ya que no cubrieron sus gastos frecuentes. Algunos también se volvieron económicamente

dependientes de sus familias generando la posibilidad de presencia de conflictos de esta

índole. Estos síntomas se deben probablemente a que aquellos con ingresos más bajos

tienen más probabilidades de verse afectados por la pérdida temporal de ingresos que

aquellos con mayores ingresos. Para esto los empleadores también deben considerar

enfoques proactivos que permitan a los empleados trabajar desde casa, tanto para evitar

pérdidas económicas; así como mantener la proactividad y poder beneficiarse del trabajo

remoto de sus trabajadores. En otro estudio realizado, se examinaron los efectos

psicológicos de la cuarentena en personas en Toronto, Canadá, encontrándose una alta

prevalencia de angustia psicológica. Los síntomas del TEPT y la depresión se observaron

en el 28,9% y el 31,2% de los encuestados, respectivamente. Las duraciones más largas de

la cuarentena se asociaron con una mayor prevalencia de síntomas de TEPT. Así mismo el

conocimiento o la exposición directa a alguien con un diagnóstico de SARS también se

asoció con TEPT y síntomas depresivos.


Así también un estudio informa de efectos psicológicos negativos, incluyendo síntomas de

estrés postraumático, confusión e ira. Los factores estresantes incluyeron una mayor

duración de la cuarentena, temores de infección, frustración, aburrimiento, suministros

inadecuados, información inadecuada, pérdidas financieras. Por otro lado, en

investigaciones anteriores, muchas personas declaran que perciben una información

deficiente de las autoridades de salud pública y lo vuelven un factor estresante, creyendo

que son información insuficiente y poco claras para poder tomar acciones adecuadas; así

como, algunos habitantes aun no entienden el propósito de la cuarentena. Finalmente, las

personas también informaron una percepción de falta de transparencia de los funcionarios

de salud y del gobierno sobre la gravedad de la pandemia. Quizás debido a la falta de

pautas claras o justificación para cumplir con los protocolos de cuarentena estando

relacionado a síntomas de estrés postraumático


Referencias
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