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Articulo Juridico

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Gustavo Balmaceda-Hoyos*
Universidad de los Andes, Santiago, Chile

Ignacio Araya-Paredes**
Universidad de Chile, Santiago, Chile

Fecha de recepción: 11 de marzo de 2009


Fecha de aceptación: 15 de septiembre de 2009

RESUMEN

Según los sistemas latinos el engaño en el delito de estafa


requiere cierta entidad para ser típico. Esta calidad puede
determinarse según un criterio objetivo-subjetivo, con-
forme a los filtros de la teoría de la imputación objetiva,
y de acuerdo con la teoría de la estafa como infracción
de un deber de veracidad. Cualquiera de estos modelos
es aplicable en Chile, y este trabajo quiere demostrar
que el sistema más adecuado es el de la imputación
objetiva del resultado.

Palabras clave: engaño, estafa, puesta en escena,


imputación objetiva.

Para citar este artículo: Balmaceda-Hoyos, Gustavo y Araya-Paredes, Ignacio, “Engaño en la


estafa: ¿una puesta en escena?”, Revista Estudios Socio-Jurídicos, 2009, 11,(2), pp. 13-45.

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* Abogado, Universidad de Chile, Doctor en Derecho Penal, Universidad de Salamanca, España, profesor de
Derecho Penal, Universidad de los Andes, Santiago, y de Universidad de Chile. Correo electrónico: gbalmah@
yahoo.com. Agradece expresamente la colaboración de Ignacio Araya Paredes en la elaboración del escrito.
** Estudiante y ayudante de Derecho penal. Universidad de Chile.

ISSN 0124-0579 ISSNe 2145-4531 Estud. Socio-Juríd., Bogotá (Colombia), 11(2): 13-45, julio-diciembre de 2009
14 Gustavo Balmaceda-Hoyos, Ignacio Araya-Paredes

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ABSTRACT

According to Latin legal systems the deceit required to found “fraud” requires a certain
organization to be part of the act. This quality can be determined according to an
objective-subjective criterion as filtered through the theory of objective imputation.
and according to the theory of fraud as a violation of the obligation to be truthful.
Any of these models is applicable in Chile, and this work seeks to demonstrate that
the most appropriate approach is that of objective imputation of the result.

Key words: deceit, false pretences, fraud, mise en scène, objective imputation.

1. INTRODUCCIÓN

En un sistema no alemán de la estafa nadie puede negar que


el engaño necesita cierta entidad para ser típico. Tradicionalmente,
en este tema los sistemas latinos han optado por el antiguo sistema
francés consistente en que el engaño jurídico-penal a efectos de la
estafa tiene que determinarse con un muy exigente filtro normativo:
la teoría de la mise en scène. ¿Hoy en día convendrá seguir ciñéndo-
nos a este sistema? A la búsqueda de una posible solución se dirige
el presente trabajo.

2. ALGUNAS NOTAS SOBRE EL ENGAÑO

Ya en la época de la gestación dogmática del delito de estafa eran


evidentes las diferencias existentes en la doctrina en relación con este
punto, disputa que en esencia existe hasta el día de hoy.1 En efecto,
el debate consiste básicamente entre interpretar a la estafa como un
delito que exige una calificación del engaño y cierta diligencia de la

™
1
Por ello siguen vigentes las palabras de Quintano Ripollés, 1977, p. 590, al decir: “La entidad del engaño,
su cantidad, ha de ser medida no exactamente con cómputos objetivamente cuantitativos, sino en relación
 

 
 
  
   
  

 


otros, está aún lejos de haberse resuelto de modo plenamente satisfactorio”.

Estud. Socio-Juríd., Bogotá (Colombia), 11(2): 13-45, julio-diciembre de 2009


Engaño en la estafa: ¿una puesta en escena? 15

víctima,2 o como un hecho punible del que se deba proteger a toda


clase de víctimas, problema que en la época contemporánea se trata
en el marco de la victimodogmática3 y en el seno de la teoría de la
imputación objetiva4 –esta última seguimos en este trabajo, como
veremos–.
De esta manera –según algunos– la aplicación de la victimo-
dogmática a la estafa podría estimarse como un paso adelante, pues
introduciría la responsabilidad de la víctima en el estudio de la tipi-
cidad, y con ello se favorecería el rechazo del sistema causalista que
estimaba al delito como un proceso unilateral de generación de un
resultado lesivo.5
No obstante, la utilización del principio de subsidiariedad por
parte de la victimodogmática no parece correcta desde un punto de
vista metodológico.6 Entonces, podemos decir que el único aporte
que efectuaría tiene relación con llamar la atención en que las posi-
bilidades de autoprotección de la víctima podrían ser relevantes en
la conceptualización de la conducta típica y, con ello, podría ser útil
para delimitar los ámbitos de responsabilidad entre autor y víctima,
en relación con los cuales debería ponerse atención en un marco más
adecuado, es decir, en el juicio de tipicidad del comportamiento (o
según otra terminología: en la imputación objetiva de la conducta).7

™
2
Así la mayoría de la doctrina y jurisprudencia chilena. Por todos, Etcheberry, 1998, pp. 391 y ss., y 406
y ss. Asimismo, véase la Sentencia del Sexto Tribunal de Juicio Oral en lo Penal de Talca de 23/04/2008;
Sentencia de la Corte de Apelaciones de La Serena de 17/12/2002; Sentencia de la Corte de Apelaciones de
San Miguel de 03/12/2007; sentencias de la Corte de Apelaciones de Santiago de 06/12/2007, 31/01/2008 y
14/11/2008; Sentencia de la Corte de Apelaciones de Valparaíso de 08/04/2008; sentencias de la Corte de
Apelaciones de Temuco de 30/06/2008 y 07/07/2008; Sentencia de la Corte de Apelaciones de Concepción
de 07/07/2008; Sentencia de la Corte de Apelaciones de Arica de 23/07/2008; sentencias de la Corte
Suprema de 21/11/2007 y 17/06/2008; jurisprudencia citada en Mera y Castro, 2007, pp. 252 y ss., y 424 y ss.
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incorporar a un marco más adecuado, el de la teoría de la imputación objetiva (así, Cancio Meliá, 2001, pp.
242 y ss., y 254 y ss.; similar, Fernández Díaz, 2005, pp. 191 y ss.).
4
De esta opinión, pero conforme con una “imputación objetiva de la conducta”, Pastor Muñoz, 2004, pp.
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un punto de vital importancia en la normativización del engaño.
5
Véase Choclán Montalvo, 2000, pp. 108 y ss.
6
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sino una mera “atenuación” de la pena.
7
Así, Pastor Muñoz, 2004, pp. 117-118.

Estud. Socio-Juríd., Bogotá (Colombia), 11(2): 13-45, julio-diciembre de 2009


16 Gustavo Balmaceda-Hoyos, Ignacio Araya-Paredes

Como consideración general, tenemos que subrayar que el


engaño constituye la esencia del delito de estafa,8 pues ofrece una ili-
mitada variedad de ejemplos que son fruto del ingenio y de la picaresca
que se dan en la vida real, y que se incardina en el seno de un pacto
o relación contractual preparada con fin defraudatorio (no se olvide
que el popularmente conocido “cuento del tío”, a fin de cuentas, es un
contrato).9 Incluso se ha manifestado que “[e]lemento característico del
tipo objetivo de estafa –y que permite diferenciarlo de los demás delitos
contra el patrimonio, puesto que le da fisonomía propia– es el engaño.
Sin su concurrencia no se concibe la estafa, a tal punto que vulgarmente
hasta se llega a identificar este requisito con el delito mismo”.10
En este mismo sentido, el Tribunal Supremo español ha expre-
sado las siguientes ideas:
a) La estafa es una maniobra torticera y falaz por medio de la cual el
agente, ocultando la realidad, juega dentro de la apariencia para
ganar la voluntad del perjudicado, haciéndolo creer y aceptar
lo que no es verdadero.11
b) El delito de estafa reclama la existencia de un artificio creado por
alguien con objeto de hacer pasar por cierta una situación que
no lo es, como forma de inducir a error a otro que, en virtud de
la aceptación de tal apariencia como real, dispone de algún bien
a favor del primero, que se enriquece ilícitamente, con el consi-
guiente perjuicio patrimonial para el segundo.12
c) Es una relación interactiva montada sobre la simulación de cir-
cunstancias que no existen o la disimulación de las realmente
existentes, como medio para mover la voluntad de quien es titular
de bienes o derechos o que puede disponer de estos en términos
que no se habrían dado de resultar conocida la real naturaleza de
la operación.13

™
8
Para el estudio de los rasgos criminológicos del engaño en la estafa, confróntese Hentig, 1980, pp. 59 y
ss., y 123 y ss. En este sentido, la jurisprudencia chilena (véase Sentencia de la Corte de Apelaciones de
Valdivia de 28/10/1986; Sentencia de la Corte de Apelaciones de Punta Arenas de 27/10/1989; Sentencia
de la Corte de Apelaciones de Santiago de 20/03/2007; sentencias de la Corte Suprema de 05/06/2006 y
26/06/2008).
9
En esta dirección, la jurisprudencia española y chilena, así, Sentencia del Tribunal Supremo español de
16/07/1999; sentencias de la Corte Suprema de Chile de 05/09/2006 y 6/08/2007.
10
Romero, 2007, p. 109. Similar, Arroyo de las Heras, 2005, p. 22.
11
Confróntense sentencias del Tribunal Supremo español de 17/11/1997 y 28/03/2000.
12
Véase Sentencia del Tribunal Supremo español de 28/01/2005.
13
Confróntese Sentencia del Tribunal Supremo español de 23/03/2005.

Estud. Socio-Juríd., Bogotá (Colombia), 11(2): 13-45, julio-diciembre de 2009


Engaño en la estafa: ¿una puesta en escena? 17

d) En la estafa el engaño es utilizado para producir el error en la otra


persona con que se relaciona, que es inducida así a realizar un
determinado desprendimiento patrimonial del que, en relación de
causa a efecto, se beneficia el instigador de la operación.14
e) Supone, en su modalidad genérica, la puesta en marcha de una
maquinación insidiosa por parte del sujeto agente que a merced
de su ingenio crea una trama a espaldas del afectado, persiguiendo
como resultado final un desplazamiento patrimonial a su favor, en
perjuicio de aquel o de un tercero.15
f) En el delito de estafa se ha de quebrar la barrera defensiva cons-
tituida por la inicial desconfianza que, en mayor o menor grado,
inspira el extraño en cuyas manos se pone lo que nos pertenece.16
g) Que el alma de la estafa es el engaño, es decir, cualquier ardid,
argucia o trato que se utilice para inducir a error y provocar un
conocimiento inexacto y deformado de la realidad, que determi-
na a otro a realizar la entrega de un bien o la realización de una
prestación, que de otra manera no se hubiera realizado.17
h) Que posee una gran variedad de manifestaciones concretas, es
decir: el engaño se concibe con un criterio de gran laxitud, sin
recurrir a enunciados ejemplificativos, como se hacía en anteriores
códigos penales, dada la ilimitada variedad de supuestos que la
vida real ofrece.18
i) Afirma también el Tribunal Supremo español que las modalidades
de su aparición se extienden a un amplio espectro de manifestacio-
nes que abarcan cualquier tipo de ardid, maniobra o maquinación
insidiosa, falacia o mendacidad con que se crea una apariencia de
verdad que se despliega sobre la voluntad del sujeto pasivo para
provocar el desplazamiento patrimonial.19

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14
Véanse Sentencias del Tribunal Supremo español de 20/07/1998, 28/03/2000 y 6/07/2004.
15
Confróntese Sentencia del Tribunal Supremo español de 14/01/2003. En el mismo sentido la jurisprudencia
chilena (véase Sentencia de la Corte de Apelaciones de San Miguel de 22/03/1990).
16
Véase Sentencia del Tribunal Supremo español de 3/04/2000.
17
Confróntese Sentencia del Tribunal Supremo español de 8/04/2002.
18
Véase Sentencia del Tribunal Supremo español de 6/03/2000.
19
Confróntense sentencias del Tribunal Supremo español de 21/01/2002, 23/10/2002 y 28/01/2004. Sin


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constituye la llamada estafa residual[   
  
 


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cada en el artículo 468 CP, de un ardid (confróntense Sentencia de la Corte de Apelaciones de Santiago de
03/01/1986; Sentencia de la Corte de Apelaciones de San Miguel de 22/07/1986; Sentencia de la Corte
Suprema de Chile de 12/12/2007; Sentencia de la Corte de Apelaciones de Concepción de 25/01/2008. En
contra, Sentencia de la Corte de Apelaciones de Talca de 06/08/2007 y Sentencia de la Corte de Apelaciones
de Valparaíso de 03/06/2008).

Estud. Socio-Juríd., Bogotá (Colombia), 11(2): 13-45, julio-diciembre de 2009


18 Gustavo Balmaceda-Hoyos, Ignacio Araya-Paredes

Así, y en sentido amplio, la jurisprudencia española20 afirma


que para entenderse el concepto de engaño debe comprenderse,
usualmente, como la acción y el efecto de hacer creer a alguien algo
que no es verdad; y de forma análoga el Diccionario de la Real Academia
estima por tal la “falta de verdad en lo que se dice, hace, cree, piensa
o discurre”, y por engañar, “dar a la mentira apariencia de verdad”.
De esta forma, desde una perspectiva jurisprudencial, el engaño sería
toda afirmación verdadera de un hecho en realidad falso, o bien, el
ocultamiento o deformación de hechos verdaderos.21
En esta dirección amplia del concepto de engaño, la jurispru-
dencia española22 también ha manifestado que consiste en cualquier
tipo de ardid, maniobra o maquinación, mendacidad, fabulación o
artificio del agente, determinante del aprovechamiento patrimonial
en perjuicio de otro, y que es extensivo el concepto legal a “cualquier
falta de verdad o simulación”, “cualquiera que sea su modalidad”,
apariencia de verdad que determina a realizar una entrega de cosa,
dinero o prestación que de otra manera no se hubiese realizado.
Finalmente, el criterio del Tribunal Supremo español 23 para
determinar el concepto de engaño, junto a la concepción en sentido
amplio a que hemos hecho referencia, en un sentido más restringido,
ha sido el de comprenderlo dentro de las siguientes modalidades:
a) Como ausencia de verdad, es decir, como la falta de verdad sufi-
ciente y bastante para producir el error como conocimiento viciado
de la realidad.
b) Como ocultación de la verdad, señalando que existe tal situación
cuando el autor afirma como verdadero algo que no lo es, o cuan-
do oculta o deforma algo verdadero para impedir que el otro lo
conozca; y, en relación con el problema, asimismo dice que el en-
gaño es una maniobra torticera y falaz mediante la cual el agente,
ocultando la realidad, juega dentro de la apariencia para ganar

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20
En este sentido, Sentencias del Tribunal Supremo español de 4/02/2002 y 5/02/2004. Similar, la jurispru-
dencia chilena (véanse Sentencia de la Corte de Apelaciones de Punta Arenas de 27/11/1989; Sentencia de
la Corte Suprema de 26/03/2007; jurisprudencia citada por Garrido Iracheta, 1999, p. 14).
21
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manera bastante “extensa”, se pronuncian la doctrina y jurisprudencia italianas (véanse, por todos, Fiandaca
y Musco, 2005, pp. 173-174; Pecorella, 2006, nm. 7; y las sentencias allí citadas).
22

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la Corte de Apelaciones de Santiago de 12/07/2004; Sentencia de la Corte de Apelaciones de San Miguel de
26/11/2007; jurisprudencia citada por Garrido Iracheta, 1999, pp. y 14 ss.).
23
Confróntense, por todas, sentencias del Tribunal Supremo español de 5/11/1998, 27/01/1999, 6/05/1999,
13/05/1997, 5/05/1998, 21/10/1998, 1/03/1999, 24/03/1999, 4/05/1999, 2/12/2003, 28/01/2004, 20/07/1998,
5/11/1998, 27/01/1999, 28/04/1999, 6/05/1999, 2/03/1998, 1/12/1999, 9/06/1999, 1/03/1999, 7/05/2004,
6/07/2004, 5/11/2004 y 28/01/2005.

Estud. Socio-Juríd., Bogotá (Colombia), 11(2): 13-45, julio-diciembre de 2009


Engaño en la estafa: ¿una puesta en escena? 19

la voluntad del perjudicado, haciéndole creer y aceptar lo que no


es verdadero.
c) Como apariencia de verdad, sosteniendo que el engaño consiste
en la falsedad o falta de verdad en lo que se dice o hace, en la
apariencia de verdad o en la maquinación insidiosa desplegada
en la voluntad del sujeto pasivo para provocar el desplazamiento
patrimonial; o expresando, también, que el engaño consiste en
una asechanza, trampa o añagaza con la que se trata de crear
en el sujeto pasivo una sensación de realidad que no se corresponde
con las circunstancias del caso ni con las cualidades o condiciones
personales del sujeto activo.
d) Por último, como simulación de lo que no existe o disimulación de
lo que existe, apuntando que el engaño consiste en cualquier con-
ducta contraria a la verdad, ya sea por disimular lo que existe o por
simular lo que no existe, con tal que la conducta sea adecuada para
generar el error de quien realiza el perjudicial acto de disposición.

En esta misma dirección, esto es, en un sentido jurídico-penal


más preciso, puede decirse que el engaño consiste en la “simulación
o disimulación capaz de inducir a error a una o varias personas”,24 la
cual –en opinión de la jurisprudencia española–25 debe versar respecto
a “hechos” y no sobre “valoraciones”.26 Nosotros sostenemos, como
veremos en este mismo apartado, que puede recaer sobre ambos,

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24
Antón Oneca, 1958, p. 61.
25
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pueden ser verdaderos o falsos, el objeto del engaño debe ser en todo caso un hecho. Y así, ha entendido


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Tribunal Supremo español de 5/02/2004).
26
Así también, Romero, 2007, pp. 115 y ss.; Bacigalupo, 2007, p. 2000; Bacigalupo, 2007b, p. 166 y Suárez
González, 1997, p. 709. Sin embargo, la mayoría de la doctrina española, en contra, aboga por su aceptación
dentro del concepto de engaño, véanse, por todos, Antón Oneca, 1958, p. 64; González Rus, 1986, p. 281;
González Rus, 2005, p. 511; Rodríguez Devesa y Serrano Gómez, 1995, p. 502 y García Rivas, 2005, p. 27.
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un comportamiento engañoso únicamente puede tener como punto de referencia unos “hechos”, a los cuales
  

 
 
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fuero interno con cierta certeza objetiva. Finalmente, rechazan como hechos los acontecimientos futuros,
 

    
    

comprenderlos como hechos del presente.

Estud. Socio-Juríd., Bogotá (Colombia), 11(2): 13-45, julio-diciembre de 2009


20 Gustavo Balmaceda-Hoyos, Ignacio Araya-Paredes

siempre y cuando se cumplan los elementos típicos y demás requisitos


de imputación objetiva.
En este orden de cosas, el engaño en la estafa debe ser la causa27
–en el sentido de la teoría de la condición– de la disposición patri-
monial perjudicial,28 pero, como apuntamos más atrás, tiene nece-
sariamente que complementarse conforme con los requerimientos de
la teoría de la imputación objetiva. La forma en que la doctrina ha
elaborado los diferentes criterios para esta solución, la estudiaremos
inmediatamente.

3. DETERMINACIÓN DEL ENGAÑO JURÍDICO-PENALMENTE


RELEVANTE

3.1. Teoría objetivo-subjetiva

Debemos manifestar, previamente, en relación con este pro-


blema, que en la búsqueda del engaño penalmente relevante tanto
la doctrina como la jurisprudencia comparada han seguido un arduo
camino.29 Así, existen diversas posturas, como la objetivo-subjetiva,30

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estafa (véanse sentencias del Tribunal Supremo español de 30/10/1997, 7/11/1997, 4/02/1998, 17/07/1998,
1/03/1999 y 20/01/2004).
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causalmente un resultado se resuelve por medio del uso de la siguiente hipótesis: “es causal toda condición
 
  





  
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objetivo” (Véase Berdugo, 2004, pp. 219 y ss.).
29
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(con un amplio análisis, véase Hernández Basualto, 2003, p. 160 y ss.).
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para crear una apariencia de realidad y seriedad en el mundo entre personas de mediana perspicacia e
 
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sentencias del Tribunal Supremo español de 4/05/1999, 9/06/1999, 20/03/2000, 24/09/2002, 5/05/2003,
27/06/2003, 26/06/2003, 24/07/2003, 20/01/2004, 2/04/2004, 17/05/2004 y 15/02/2005). Asimismo, el Tribunal
 
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posteriormente las aptitudes y circunstancias del sujeto pasivo y las atinentes al medio social donde se
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Estud. Socio-Juríd., Bogotá (Colombia), 11(2): 13-45, julio-diciembre de 2009


Engaño en la estafa: ¿una puesta en escena? 21

otra que recurre a la teoría de la imputación objetiva31 –a la que


adherimos– y, por último, existe una renovada modalidad de la lesión
de la veracidad32 –que, con similares o diferentes criterios, también
acude a la teoría de la imputación objetiva–.
Así las cosas, hace ya décadas que la doctrina española viene
denunciando una amplitud enorme del engaño como elemento
típico del delito de estafa, toda vez que se contenía una referencia
analógica en el Código que hablaba de “todo engaño”.33 Sin embargo,
esta situación cambió en 1983, cuando se introdujo la exigencia en
la estafa de que el engaño sea “bastante”.34
Sobre la exigencia de “bastante”35 que conlleva el engaño, la
jurisprudencia española ha manifestado que este concepto no puede



  
 
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engaño lo sería (véase Sentencia del Tribunal Supremo español de 6/05/2002). Finalmente, en este sentido,

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diligencia, sino también a las condiciones personales de la víctima (confróntense las sentencias del Tribunal
Supremo español de 30/10/1997, 7/11/1997, 4/02/1998, 24/03/1999, 20/07/1998, 28/01/1999, 4/05/1999,
16/07/1999, 6/03/2000, 1/03/2000, 29/01/2002, 9/06/2003, 16/07/2003, 22/10/2003 y 1/03/2004). A su vez,

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considerado objetivamente y, paralelamente, desde la perspectiva subjetiva, momento en el cual deben
tomarse en cuenta las condiciones particulares del sujeto pasivo (confróntese Sentencia de la Corte de
Apelaciones de Rancagua de 01/08/2008).
31
Por todos, Bajo Fernández, 2004, pp. 268-269; Bajo Fernández y Pérez Manzano, 1993, pp. 270 y ss.;
Gutiérrez Francés, 1991, pp. 371 y ss.; Torío López, 1982, pp. 883 y ss.; Gómez Benítez, 1985, pp. 338 y
ss.; Pérez Manzano, 1995, pp. 285 y ss; Valle Muñiz, 1987, pp. 52, 138 y, especialmente, 141 y ss.; Quintero
Olivares, 2000, p. 54; Choclán Montalvo, 2000, pp. 79 y ss.; Pastor Muñoz, 2004, pp. 119 y ss., 145 y ss.
y 167 y ss.; Magaldi Paternostro, 2004, pp. 746-747; Álvarez Álvarez, 2007, p. 559; Arroyo de las Heras,
2005, pp. 36 y ss.; Namer, 2002, pp. 51 y ss.; Fernández Díaz, 2005, pp. 186 y ss; y Rebollo Vargas, 2008,
pp. 442 y ss.
32
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de correspondencia entre la verdad y lo expresado (confróntese Pastor Muñoz, 2004, pp. 55 y 263 y ss.).
33
Véanse Antón Oneca, 1958, pp. 61 y ss.; Quintano Ripollés, 1977, pp. 589 y ss. Al día de hoy, este sistema
se mantiene en Chile (crítico, Hernández Basualto, 2003, pp. 160 y ss.).
34
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de lucro utilizan engaño bastante para producir error en otro, induciéndole a realizar un acto de disposición en
perjuicio de sí mismo o de tercero. El reo de estafa será castigado con la pena de arresto mayor si la cuantía
de lo defraudado excede de 30.000 pesetas. Si concurrieren dos o más circunstancias de las expresadas

  

 


 
       
 


primera o séptima con la octava, la pena será de prisión mayor. Si concurriere sólo alguna de las circuns-
tancias del art. siguiente, la pena se impondrá en su grado máximo”.
35
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trimonial con perjuicio propio o de tercero, será castigado con pena de reclusión menor en su grado mínimo
a medio. La pena se podrá elevar en un grado cuando el hecho revista especial gravedad, en atención a



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en su lugar sólo la pena de multa de una a diez unidades tributarias mensuales”.

Estud. Socio-Juríd., Bogotá (Colombia), 11(2): 13-45, julio-diciembre de 2009


22 Gustavo Balmaceda-Hoyos, Ignacio Araya-Paredes

servir para desplazar en el sujeto pasivo del delito todas las circuns-
tancias concurrentes desplegadas por el ardid del autor del delito,
de manera que termine siendo responsable de la maquinación
precisamente quien es su víctima. Y, asimismo, afirma el Tribunal
Supremo español que solamente el engaño burdo, esto es, aquel
que puede apreciar cualquiera, impide la concurrencia del delito
de estafa, porque, en ese caso, el engaño no es “bastante”. Dicho de
otra manera, el criterio jurisprudencial consiste en que el engaño no
puede quedar neutralizado por una diligente actividad de la víctima,
porque en caso contrario quedarían fuera del derecho penal aque-
llos comportamientos que aprovechan la debilidad convictiva de
ciertas víctimas –los timos más populares–, o el traspaso de aquellos
resortes que se fundamentan en el principio de confianza en el tráfico
mercantil –generalmente, los llamados “negocios criminalizados”–.36 A
mayor abundamiento, el Tribunal Supremo español, para explicar el
concepto de “engaño bastante”, expresa en primer lugar que no todo
engaño es típico, y que sólo lo es el que es bastante, es decir, el que
sea capaz de traspasar lo ilícito civil y penetrar en la ilicitud penal, y
además sea idóneo, relevante y adecuado para producir el error que
genera el fraude, capaz de mover la voluntad normal de una persona.37
Igualmente, la jurisprudencia española manifiesta, con razón, que es
difícil determinar para esto una norma de validez general, y señala
que puede admitirse como idóneo y de normal eficacia cualquier
engaño que consista en la falsa expresión de hechos o condiciones
que se presenten a la generalidad de las personas como plausibles,
razonables y creíbles, aunque deben observarse para ello las circuns-
tancias concretas de cada caso;38 adicionalmente afirma que para
estos términos deben tenerse presentes los siguientes criterios básicos:
a) El engaño ha de entenderse bastante cuando haya producido
sus efectos defraudadores, es decir, cuando haya logrado el engañador
engrosar su patrimonio de manera ilícita, o lo que es lo mismo, es
difícil considerar que el engaño no es bastante cuando se ha consu-
mado la estafa39; y
b) El engaño bastante, en principio, es aquel suficiente para pro-
vocar el error de otra persona al que va destinado. La jurisprudencia

™
36
Confróntese Sentencia del Tribunal Supremo español de 1/03/2004.
37
Véanse Sentencias del Tribunal Supremo español de 21/01/2002, 23/10/2002, 28/11/2002, 8/04/2003,
20/01/2004, 28/01/2004, 25/03/2004, 15/02/2005, 17/02/2005. García Rivas, 2005, p. 23; Rebollo Vargas,
2008, pp. 440 y ss.
38
Confróntense sentencias del Tribunal Supremo español de 21/01/2002 y 12/02/2004.
39
Véanse sentencias del Tribunal Supremo español de 24/04/2002 y 12/02/2004.

Estud. Socio-Juríd., Bogotá (Colombia), 11(2): 13-45, julio-diciembre de 2009


Engaño en la estafa: ¿una puesta en escena? 23

declara que para la determinación de lo que deba entenderse por


bastante es preciso tener en cuenta las condiciones del sujeto pasivo
que recibe el engaño para el desapoderamiento de su patrimonio.40
De forma semejante –aunque menos exigente–, el sistema
italiano exige en la estructura de la conducta típica de la estafa la
existencia de unos “artificios” o “insidias”.41 Por artificio se entiende
la simulación o disimulación de la realidad apta para inducir a error
a una persona a causa de la percepción de una falsa apariencia; en
otras palabras, cada comportamiento efectuado con fingimiento de lo
que no existe, y que actúe sobre la realidad externa. Por insidia, por
su parte, se entiende cada envolvimiento solapado de la psique ajena,
apto para causar un error a través de una falsa apariencia, realizado
por medio de un programa ingenioso de palabras destinado a persuadir
y a orientar de modo equivocado las representaciones y las decisiones
ajenas. Finalmente, se dice que la diferencia entre los artificios y las in-
sidias debería ser vista en el diferente grado de intensidad engañadora:
la insidia, que consiste en una maquinación solapada, causaría más
fácilmente la inducción a error que el artificio, el cual solicitaría
actos y palabras idóneas para transformar la realidad exterior.
Pues bien, es en este espinoso ámbito donde surge la concepción
objetivo-subjetiva para determinar qué es un engaño penalmente
relevante, que exige algo parecido a una “puesta en escena”42 (mise
en scène del Derecho francés)43 equivalente a lo que el modelo alemán

™
40
Véase sentencia del Tribunal Supremo español de 28/11/2002.
41
Confróntense Fanelli, 1998, pp. 29 y ss.; Lucarelli, 2002, pp. 11 y ss.; Maggini, 1988, pp. 7 y ss.; Pedrazzi,
1955, pp. 177 y ss.; Zannotti, 1993, pp. 17 y ss.; Antolisei, 2002, pp. 353 y ss; Fiandaca y Musco, 2005, pp.
172 y ss.; Mantovani, 2002, pp. y 191 ss.; y Pecorella, 2006, nms. 4 y ss.
42
Esta es la doctrina absolutamente mayoritaria en Chile. Por todos, véanse Etcheberry, 1998, pp. 394-395,
y 407; Bullemore y Mackinnon, 2007, pp. 73-74; Garrido Montt, 2002, pp. 323 y ss. Así también, la juris-
prudencia chilena, confróntense sentencias de la Corte Suprema de 17/07/2001, 21/03/1995 y 17/07/2001;
Sentencia de la Corte de Apelaciones Santiago de 30/03/2007; y las sentencias citadas por Mera y Castro,
2007, p. 256 y por Silva Silva, 2005, p. 353. En contra, por todos, Mera Figueroa, 2001, pp. 58 y ss. y 256 y
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2003, pp. y 160 ss.; Yubero, 1993, pp. 99 y ss.; y Fernández Díaz, 2005, pp. 184 y ss.
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decir, una mise en scène cuyo objetivo sea dar crédito a la mentira. Por último, partidario también de esta
 
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Mestre Delgado, 2005, p. 281). En contra, por todos, Muñoz Conde, 2007, p. 423; Quintano Ripollés, 1977,

Estud. Socio-Juríd., Bogotá (Colombia), 11(2): 13-45, julio-diciembre de 2009


24 Gustavo Balmaceda-Hoyos, Ignacio Araya-Paredes

denomina “acción concluyente”.44 Sobre esta doctrina45 podemos


decir que la acción concluyente existe cuando el autor no manifiesta
expresamente el engaño, pero lo declara con su comportamiento; a
propósito es decisivo que el valor declarativo lo tiene la acción com-
pleta del autor según el punto de vista del tráfico jurídico, que debería
determinarse mediante criterios objetivos respecto al tipo de negocios
en el caso concreto.46
Así las cosas, para la concepción objetivo-subjetiva debemos
manifestar que el engaño se mide, en primer término –no podía ser
de otra manera– de forma objetiva,47 exigiendo que la maniobra
fraudulenta tenga un aspecto de seriedad y realidad suficiente para
defraudar a personas de mediana perspicacia y diligencia (esta en-
tidad del engaño es la que permite excluir del delito de estafa las
hipótesis del pago a un curandero o brujo para obtener determinados
fines48).49 No obstante, debido a que en la estafa se requiere por parte
del engañado cierta credulidad, confianza y buena fe, la concepción
en examen apunta que hay que completar este proceso con un

pp. 596-597; Vives Antón y González Cussac, 1996, p. 1224; Vives Antón y González Cussac, 2004, p. 481;
Romero, 2007, p. 121; y Valle Muñiz, 1987, pp. 144-145.
44
Véase Bajo Fernández, 2004, pp. 25-251 y Bajo Fernández y Pérez Manzano, 1993, p. 275.
45
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comportamiento del autor; Bacigalupo, 1994, pp. 187-189; Bajo Fernández, 2004, p. 2003; Bacigalupo,
2007-b, p. 170.
46
Finalmente, sobre este problema es muy ilustrativo tener presente a Valle Muñiz, 1986, p. 866-867,

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realidad creíble por la media de las personas (confróntense sentencias del Tribunal Supremo español
de 24/04/2002, 14/05/2002, 27/05/2002, 28/11/2002, 12/03/2003, 7/04/2003, 21/04/2003, 22/05/2003,
27/11/2003, 5/12/2003 y 22/09/2004).
48
La Sentencia del Tribunal Supremo español de 2/02/2007 marca un hito fundamental. En efecto, señala
   
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las argucias basadas en apuestas irresponsables a los “supuestos poderes especiales” de los curanderos,
asentadas en la superstición popular, pasan del plano de la represión penal a la civil. La sentencia llama


  


 


 



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mayor detalle, véase Gudín Rodríguez-Magariños, 2007, pássim).
49
Así, González Rus, 1986, p. 265. En contra, Vila Mayo, 1984, pp. 965 y ss.; Vila Mayo, 1988, pp. 15 y ss.;
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del engaño, a este lo considera como preeminentemente subjetivo, y lo sitúa en el ámbito de la conducta
comunicativa y, por ello, estima necesaria su proyección en las normas de la comunicación del lenguaje;
también, Quintano Ripollés, 1977, p. 590.

Estud. Socio-Juríd., Bogotá (Colombia), 11(2): 13-45, julio-diciembre de 2009


Engaño en la estafa: ¿una puesta en escena? 25

módulo subjetivo que determine la idoneidad del engaño en función


de las condiciones personales del sujeto pasivo.50 Es decir, lo que se
trata de buscar en la idoneidad del engaño es si el error se ha debido
al engaño o, por el contrario, a algún comportamiento negligente de
la víctima, pues en estos últimos casos se estima que debe negarse la
relación de causalidad y, por lo tanto, el carácter idóneo del engaño.51
En relación con estos problemas –que interesan al trasnochado
debate de la diferenciación entre el fraude civil y penal–,52 creemos que
al engaño se le ha dado un protagonismo exagerado, ya que, a fin
de cuentas, el debate de la distinción de ilicitudes será, en definitiva,
un problema de tipicidad53 que tendría que solucionarse conforme a
los elementos hermenéuticos tradicionales y, como se sabe, los tipos
penales tienen que cumplir un objetivo político-criminal determi-
nado, que tendría que delimitarse conforme a una interpretación
“teleológica”. Dicho con otras palabras, al engaño se le ha otorgado
un protagonismo desmedido, ya que no existe un engaño civil y otro
penal, sino “conductas engañosas que, por cumplir las exigencias
típicas, devienen penalmente relevantes”.54
Por estos motivos, pensamos que el problema debe resolverse
conforme a los criterios de la teoría de la imputación objetiva, cuyos
rasgos esenciales analizaremos a continuación.

3.2. Estafa e imputación objetiva

En este trabajo, como ya se ha manifestado, se defiende una


delimitación necesaria del engaño típico en sede de imputación
objetiva. En este sentido, nos manifestamos contrarios a afirmar el

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 intuito
personae (confróntense sentencias del Tribunal Supremo español de 24/04/2002, 14/05/2002, 27/05/2002,
28/11/2002, 12/03/2003, 7/04/2003, 21/04/2003, 22/05/2003, 27/11/2003, 5/12/2003 y 22/09/2004).
51
Para el estudio de esta postura, véase, Bajo Fernández, 2004, pp. 251 y ss.; Bajo Fernández y Pérez
Manzano, 1993, pp. 275 y ss.; Pérez Manzano, 1998, pp. 443 y ss.; González Rus, 1986, pp. 272-273;
González Rus, 2005, p. 509; y Quintano Ripollés, 1977, p. 590.
52



 
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pp. 7 y ss.
53
En el mismo sentido, Valle Muñiz, 1987, pp. 18, 40 y 75; González Rus, 1986, pp. 288 y ss.; Quintero
Olivares, 2000, pp. 50 y ss; Bajo Fernández, 2004, p. 276; Bajo Fernández y Pérez Manzano, 1993, pp.
293-294; Hernández Basualto, 2003, p. 158; y Garrido Montt, 2002, pp. 317-318.
54
Así, Gutiérrez Francés, 1991, p. 342.

Estud. Socio-Juríd., Bogotá (Colombia), 11(2): 13-45, julio-diciembre de 2009


26 Gustavo Balmaceda-Hoyos, Ignacio Araya-Paredes

rechazo a priori de un engaño típico a efectos del delito de estafa que


no implique una puesta en escena.55
Asimismo –previamente– creemos que sobre este tema resulta
sumamente relevante tener presente que el punto de vista desde el que
se observe a la víctima cambia totalmente según se trate del juicio
de imputación objetiva de la conducta o del resultado. En efecto, si se
parte del primer juicio, debe tenerse como base un modelo de víctima
para poder de esa manera construir la tipicidad desde un ámbito ob-
jetivo y, por esta razón, se tienen que dejar de lado las características
de la víctima y del progreso causal. En cambio, en el juicio de impu-
tación objetiva del resultado –que defendemos en este trabajo– son
importantes las peculiaridades de la víctima: de hecho, debe ponerse
atención en la víctima del caso concreto y en el proceso causal que
realmente se originó.56
De esta manera, no existe entonces unanimidad en torno a lo
que se entiende por “imputación objetiva”, e incluso todavía existen
detractores de este juicio de imputación (sobre todo, desde la teoría
final de la acción). Sin embargo, la doctrina española dominante en-
tiende que el punto central de atención es el del juicio de imputación
objetiva del resultado, tanto desde un punto de vista general como
en relación al delito de estafa en particular, partiendo del siguiente
supuesto:57 asegurada la relación de causalidad conforme con la teo-
ría de la equivalencia de las condiciones, deben agregarse criterios
correctores de índole normativa que exigen la ejecución de un peligro
por parte del autor, y que este no se encuentre cubierto por un riesgo
permitido dentro del alcance del tipo.
Hemos dicho varias veces que la estafa, en cuanto delito de resul-
tado, debe ser analizada conforme propugna la tesis de la imputación
objetiva, y esto se debe, por ejemplo, a que las mismas deficiencias
imputadas a las teorías causales en el ámbito del homicidio pueden
ser objetadas en el ámbito de la estafa.58 En este sentido, como delito
de resultado, la estafa presenta características especiales que han de
tenerse en cuenta al efectuar su examen de imputación objetiva.59

™
55
Así, por todos, Muñoz Conde, 2007, p. 423; Quintano Ripollés, 1977, pp. 596-597; Vives Antón y González
Cussac, 1996, p. 1224; Vives Antón y González Cussac, 2004, p. 481; Romero, 2007, p. 121; Valle Muñiz,
1987, pp. 144-145; y Fernández Díaz, 2005, pp. 186 y ss.
56
Véase Pastor Muñoz, 2004, p. 147.
57
Confróntense Martínez Escamilla, 1992, pp. 41 y ss., 125 y ss., 172 y ss. y 265 y ss.; Pastor Muñoz, 2004,
p. 152, e ibídem, nota 30; Roxin, 1997, pp. 342 ss.; Mir Puig, 2006, pp. 357 y ss.; Mir Puig, 2005, pp. 240 y ss.
58
Véase Pérez Manzano, 1995, pp. 285-286.
59
Así, el Tribunal Supremo español ha dicho, sobre la aplicación de la teoría de la imputación objetiva en el
 






 
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Estud. Socio-Juríd., Bogotá (Colombia), 11(2): 13-45, julio-diciembre de 2009


Engaño en la estafa: ¿una puesta en escena? 27

De una parte, el proceso causal que fundará la producción del perjuicio


económico aparece típicamente dispuesto en sus hitos cardinales;60 y
de otro lado, es un delito que demanda la participación de la víctima
en el transcurso ejecutivo.61
En relación con este problema, podemos decir que de estas ideas
pueden desprenderse las siguientes consecuencias:
a) Los hitos fundamentales del proceso causal del delito de estafa
son: de un lado, la preparación del proceso causal que convergerá en
el perjuicio económico que únicamente puede originarse por engaño.
De otra parte, algunas legislaciones representan explícitamente no
solo la acción y el resultado, sino que insinúan otro eslabón interme-
dio de la cadena: el acto de disposición patrimonial.62 Ello significa
que este puede ser examinado como resultado del engaño y como
condición del perjuicio;63 y,
b) La existencia del acto de disposición muda a la estafa en lo que
la doctrina designa como “delito de relación”,64 de forma que para el
estudio de la imputación objetiva del resultado no solamente tendrán
que examinarse las características del comportamiento del autor –el
engaño–, sino también las que posea la participación de la víctima
–el acto de disposición realizado por error–. Esto significa concebir




 
 
 
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imputación objetiva del resultado (confróntese Sentencia del Tribunal Supremo español de 15/02/2005). A
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generado un riesgo idóneo o típicamente relevante (analizado ex ante y conforme al hombre medio), al
bien jurídico propiedad, imputable objetivamente al actuar doloso del sujeto activo (confróntese Sentencia
del Segundo Tribunal de Juicio Oral en lo Penal de Santiago de 16/05/08).
60
Confróntese López Barja de Quiroga, 1990, pp. 219 y ss.
61
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social aparecen como objetivamente inidóneos, sin embargo, en atención a la situación del caso particular,



  
  


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autor busca de propósito la debilidad de la víctima y su credibilidad por encima de la media, en su caso, es
    
 

 
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del suceder social, pues el juicio de adecuación depende de los conocimientos especiales del autor. Por

  
     


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nal Supremo español, en realidad, es preponderantemente subjetivo (confróntese Sentencia del Tribunal
Supremo español de 15/02/2005).
62
Expresamente se menciona este elemento en los arts. 248.1 CP español y 159 ACP. No sucede lo
mismo en los arts. 640 CP italiano, 468 y 473 CP chileno, ni en el § 263 StGB. No obstante, en estos últimos
países se estima como elemento esencial, como “elemento no escrito” (así, véase, en Alemania, Wessels y
Hillemkamp, 2007, § 13, nms. 514 y ss.; Cramer y Perron, 2006, nm. 54; en Italia, Fiandaca y Musco, 2005,
pp. 170 y 178 y ss.; y en Chile, Politoff, Matus y Ramírez, 2005, pp. 418 y 433-434).
63
Así, Pérez Manzano, 1995, pp. 290 y ss.
64
Véase Pérez Manzano, 1995, p. 292; Magaldi Paternostro, 2004, pp. 742 y 748; Coderch y Silva Sánchez,
1999, p. 99; y Pastor Muñoz, 2004, p. 265.

Estud. Socio-Juríd., Bogotá (Colombia), 11(2): 13-45, julio-diciembre de 2009


28 Gustavo Balmaceda-Hoyos, Ignacio Araya-Paredes

como substancialmente relevante el estudio del fin de protección de


la norma en el delito de estafa.65
En este sentido, el Tribunal Supremo español ha manifestado
que, como último estadio de la imputación objetiva, adquiere espe-
cial relevancia en el tipo de la estafa el alcance de la protección de la
norma, que afirma constituye un criterio fundamental para delimitar
el ámbito típico de la estafa y llevar a sus justos términos el principio
de la función de protección subsidiaria que corresponde al derecho
penal.66 Asimismo, ha manifestado que de acuerdo con el criterio del
fin de protección de la norma, no constituye fin del tipo de la estafa
evitar las lesiones patrimoniales fácilmente evitables por el titular
del patrimonio que, con una mínima diligencia, hubiera evitado el
menoscabo, pues como el tipo penal cumple sólo una función subsi-
diaria de protección, y un medio menos gravoso que el recurso a la
pena es, sin duda, la autotutela del titular del bien;67 por último, el
mismo Tribunal afirma que no basta para realizar el tipo objetivo con
la concurrencia de un engaño que causalmente produzca un perjuicio
al titular del patrimonio, sino que es necesario todavía, en un plano
normativo y no meramente ontológico, que el perjuicio patrimonial
sea imputable objetivamente a la acción engañosa, de acuerdo con el
fin de protección de la norma, para lo cual se requiere que ello tenga
lugar mediante un engaño “bastante”.68
En este contexto, en conclusión, al engaño lo concebimos como aquella
conducta –cualquiera– que crea un riesgo típicamente relevante, para cuya
idoneidad objetiva bastaría con que se trate de un riesgo típicamente rele-
vante de producción de un acto de disposición por error que desemboque
en un perjuicio patrimonial.69
Así, conforme con lo que hemos apuntado, la determinación de
la tipicidad del engaño requiere una valoración de su capacidad para
provocar un error y estimular el acto de disposición patrimonial, de
acuerdo con la tesis de la adecuación, de donde se concluye que se
maniobra en este lugar con una doble medida, objetiva y subjetiva,
de forma similar a como se concibe el deber de cuidado en los delitos

™
65
Así, desde antiguo se viene comprendiendo al delito de estafa, para diferenciarlo del resto de delitos


   

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engaño (como hacen, por ejemplo, Quintano Ripollés, 1977, pp. y 640 ss.; González Rus, 1986, pp. 296-
297; y González Rus, 2005, p. 513).
66
Confróntese Sentencia del Tribunal Supremo español de 15/02/2005.
67
Véase Sentencia del Tribunal Supremo español de 15/02/2005.
68
Confróntese Sentencia del Tribunal Supremo español de 2/11/2004.
69
Véase Pérez Manzano, 1995, p. 299.

Estud. Socio-Juríd., Bogotá (Colombia), 11(2): 13-45, julio-diciembre de 2009


Engaño en la estafa: ¿una puesta en escena? 29

imprudentes. Esta forma de proceder debe renunciarse, y ser suplan-


tada por el juicio de pronóstico posterior objetivo, conforme al cual
se enjuicia, según la doctrina española mayoritaria,70 la idoneidad
objetiva de una conducta para originar un determinado resultado.
Asimismo, conforme a un importante sector de la doctrina
española,71 habrá que efectuar un juicio en relación con la proba-
bilidad de que el engaño –la falta de verdad en lo que se dice o se
hace con o sin puesta en escena–, estimado ex ante, origine un acto
de disposición por error, basándose en las circunstancias conocidas
o identificables por el hombre prudente en la órbita social del autor
más los accidentes conocidos o reconocibles por el autor con base en
sus conocimientos específicos, lo que no nos parece correcto, como
veremos.
De esta forma, si una mentira es objetivamente idónea, ex
ante considerada, su capacidad de inducir a error dependerá de nu-
merosas contingencias que podrían motivar la equivocación en un
hombre medianamente prudente.72 Sin embargo, la doctrina man-
tiene que hay que perfeccionar el modelo objetivo con uno subjetivo
que establezca la idoneidad del engaño en función de las condiciones
personales del engañado.73
En relación con este problema, quienes sigan la línea de Pérez
Manzano74 estimarán que lo anotado no es completamente correcto,
por tanto las circunstancias de la víctima únicamente podrían ser asu-
midas en el juicio de adecuación si son conocidas o identificables por
el autor del engaño (y así, en los supuestos combatidos habitualmente

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…' =$#>N $]?
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ción del engaño como primer elemento de la imputación objetiva del delito de estafa, sosteniendo la
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también la idoneidad del engaño cuando el autor logra obtener el resultado en virtud de conocimientos
  
    
   
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|
(véase Pérez Manzano, 1995, p. 297, nota 46).
71
Así, Pérez Manzano, 1995, pp. 293 y ss. y 302 y ss.
72

   =

  

  
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semejantes, Rodríguez Devesa y Serrano Gómez, 1995, p. 507, señalando: “En esta relación de adecuación
han de tenerse en cuenta las circunstancias todas del caso concreto, entre ellas muy especialmente las



 
 


 


'  

  

credulidad, v. gr., en relaciones anteriores sostenidas con el estafado”.
73
Por todos, véanse Vives Antón y González Cussac, 1996, pp. 1220 y ss.; Vives Antón y González Cus-
sac, 2004, pp. 480 y ss.; López Barja de Quiroga, 1990, p. 223; Bajo Fernández, 2004, pp. 33 y ss.; Bajo
Fernández, 2004, pp. 250 y ss.
74
Pérez Manzano, 1995, p. 293, nota 29, y p. 297.

Estud. Socio-Juríd., Bogotá (Colombia), 11(2): 13-45, julio-diciembre de 2009


30 Gustavo Balmaceda-Hoyos, Ignacio Araya-Paredes

del niño o el débil mental, se aseverará la idoneidad del engaño si se


trata de accidentes indagados y revisables por el autor, lo que sucederá
en la mayor parte de los casos).75
A continuación, se constata también la circunstancia de que
en el delito de estafa es vital el papel de la víctima titular de ciertos
“deberes de autoprotección”. Incluso, se ha llegado a afirmar que el
delito de estafa es un delito de “autolesión o de autoría mediata”,
utilizando como base el principio de “autorresponsabilidad” de la
víctima.76 Es decir, se trata de averiguar si la participación de la víc-
tima –de vital importancia en el delito de estafa– distorsiona o no
los criterios de imputación del error, o finalmente del perjuicio, a la
conducta de engaño.77
Según lo que hemos afirmado poco más atrás, no creemos –en
contradicción con un sector de la doctrina española–78 que el engaño,
desde este punto de vista, será bastante –idóneo– para producir el
error cuando, examinado ex ante desde la perspectiva de un tercero
imparcial, el comportamiento y sus circunstancias –especialmente los
deberes de autoprotección que incumben a la víctima– supongan el
riesgo que después se concreta en el resultado. Si bien es cierto que de
esta forma se termina con el problema de la postura tradicional que,
partiendo de un examen ex post de la relación engaño - error, casi
siempre termina afirmando dicha relación de causalidad, pensamos
que debería exigirse un requerimiento adicional: el fin de protección
de la norma.79 Por ello, el error no debería incluirse en el engaño, ya
que conllevaría el absurdo de desvalorar en el tipo el comportamien-
to “sólo” en función de la diligencia de la víctima, su credibilidad o
educación. Entonces, la aptitud para generar el error determinará,
no la existencia del engaño, sino, en su caso, su “relevancia” jurídico
penal.80 En este sentido, el camino que nos parece más convincente
será determinar el ámbito de protección del tipo de estafa, es decir,
tendremos que orientar la función protectora de la estafa desde el bien
jurídico tutelado,81 enfoque que plantea el conflicto del significado de
la conducta de la víctima para la delimitación del alcance del tipo

™
75
En la misma dirección, Torío López, 1982, p. 884.
76
En este sentido, Kindhäuser, 2002, pp. 83 y ss.
77
Así, González Rus, 2005, pp. 510-511.
78
Véase Pérez Manzano, 1995, pp. 293 y ss. y 302 y ss.
79
En esta dirección, Torío López, 1982, pp. 883 y ss.; Valle Muñiz, 1987, pp. 163 y 168-169; y Choclán
Montalvo, 2000, pp. 85 y 94.
80
Así, Gutiérrez Francés, 1991, pp. 343-344.
81
Confróntese Valle Muñiz, 1987, p. 171.

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Engaño en la estafa: ¿una puesta en escena? 31

delictivo (así, en este lugar nos parece que no debería exigirse a la


víctima la conducta de un héroe o santo, sino una exigencia mínima
dirigida a la autodefensa, cuando sea fácil de evitar el engaño por
medio de una cómoda conducta dirigida a evitar la lesión del bien
jurídico).82
Dicho con otras palabras –para concluir y reafirmando lo que
ya hemos manifestado–, estimamos que para decidir si un riesgo cae
o no dentro del ámbito del fin de protección de la norma,83 debería
ponerse atención a los deberes de autoprotección de la víctima, los
cuales dependen de las pautas sociales en el caso concreto, y de las
relaciones que existen entre el sujeto activo y el perjudicado (como
la capacidad y acceso a las posibilidades de autoprotección, la exis-
tencia o no de una relación de confianza, su debilidad o fortaleza,
etc.).84 En cuanto al relevante problema del engaño y su relación
con el riesgo permitido, ya se ha expresado que para afirmar la tipi-
cidad del engaño se requeriría que el riesgo creado o incrementado de
producir error e inducir al acto de disposición constituyera un riesgo
no permitido.
Por otra parte, respecto al problema de si son viables o no como
forma de engaño los juicios de valor, un sector estima que, al contrario
de lo que sucede en el derecho alemán, no lo impediría el derecho
español vigente.85 Según otros, habrá que someter también los juicios
de valor al juicio de adecuación, y, por tanto, tienen que analizarse las
circunstancias del caso y el conocimiento que de ellas tenga o debiera
tener el autor.86 Para otro importante sector de la doctrina española,
en principio no pueden constituir una modalidad de engaño, salvo
cuando se sitúen fuera de la órbita de una mera “opinión”, pues en
esos casos se estaría presuponiendo falsamente la existencia de unos
hechos, circunstancia que implicaría un incremento del riesgo permi-
tido87 –nuestro parecer lo desarrollaremos un poco más abajo–.

™
82
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-
ro de acuerdo con el sentido del tipo penal y cuándo deben desterrarse del ámbito de lo punible los
comportamientos frente a los cuales el sujeto pasivo puede fácilmente protegerse a sí mismo y en forma
razonable (véase Choclán Montalvo, 2000, pp. 108, 111 y 116).
83
Así, Choclán Montalvo, 2000, pp. 120 y ss.
84
Confróntese Choclán Montalvo, 2000, pp. 259 y ss.
85
A favor, por todos, Antón Oneca, 1958, p. 61; Gómez Benítez, 1985, p. 343. En Chile, Fernández Díaz,
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en valoraciones.
86
En esta dirección, Gómez Benítez, 1985, p. 343; y Pérez Manzano, 1995, p. 298.
87
Así, Bajo Fernández, 2004, p. 257.

Estud. Socio-Juríd., Bogotá (Colombia), 11(2): 13-45, julio-diciembre de 2009


32 Gustavo Balmaceda-Hoyos, Ignacio Araya-Paredes

De otro lado, problemática resulta la relación existente entre el


engaño y la estafa por omisión.88 Tradicionalmente discute la doctrina
comparada si se puede engañar mediante una conducta omisiva, de
manera que pueda considerarse típica a efectos del delito de estafa.
La jurisprudencia española se inclina por aceptar esta hipótesis,
cuando expone que el engaño no solamente existe cuando se desa-
rrolla una puesta en escena destinada a crear una apariencia de
solvencia que en realidad no existe, sino también cuando se omiten
o escamotean elementos de la realidad cuyo conocimiento hubiera
sido decisivo para disuadir a la otra parte de llevar a cabo un de-
terminado contrato.89 En el mismo sentido, el Tribunal Supremo
español ha dicho que la trama engañosa no solo puede construirse
sobre actuaciones positivas, encaminadas a formar una apariencia
de realidad que se ofrezca como cebo a quienes se intenta defraudar,
sino que también se presenta como elemento determinante de la es-
tafa en los supuestos en los que, sin haber una actividad idónea para
montar un escenario aparente, nos encontramos con una actitud
omisiva o de ocultación de situaciones reales que, si hubieran sido
conocidas por las personas a las que va dirigido el ardid, hubieran
impedido que estas hicieran el acto de disposición de su patrimonio
propio o cuya administración y disponibilidad ejercían.90 Asimismo,
la jurisprudencia en España manifiesta que hay engaño por omisión
cuando la ocultación de datos significativos constituye el motor de-
cisivo para que la parte desinformada acceda a realizar o autorizar
la prestación y el consiguiente desplazamiento patrimonial.91 Por
último, también ha dicho el Tribunal Supremo español que se da un
engaño omisivo cuando al autor del hecho le afecta la obligación,

™
88
A favor, por todos, véase Tiedemann, 1999, nms. 51 y ss.; Gómez Benítez, 1985, p. 343 y ss.; González
Rus, 2005, p. 511; Romero, 2007, pp. 124-125; Pérez del Valle, 2005, pp. 207 y ss.; Antón Oneca, 1958, pp.
64-65; Rodríguez Devesa y Serrano Gómez, 1995, p. 502; Muñoz Conde, 2007, p. 424; Suárez González,
1997, p. 709; Calderón y Choclán, 2005, p. 230; Queralt Jiménez, 2008, p. 456; Etcheberry, 1998, pp. 392
y 397; Garrido Montt, 2002, p. 322; Politoff, Matus y Ramírez, 2005, p. 425; y Hernández Basualto, 2003, p.
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Quintano Ripollés, 1977, p. 600; Valle Muñiz, 1987, pp. 172 y ss.; Valle Muñiz, 1986, pp. 863 y ss.; Magaldi
Paternostro, 2004, pp. 449 y ss.; Coderch y Silva Sánchez, 1999, pp. 106 y ss.; Yubero, 1993, pp. 120 y
q

  


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   k

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p. 256 y Bajo Fernández y Pérez Manzano, 1993, pp. 280 ss.
89
Véanse sentencias del Tribunal Supremo español de 26/02/1999, 18/01/2001, 29/07/2002; García Rivas,
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omisiva para el caso del artículo 473 CP (estafa residual) (véase Sentencia de la Corte de Apelaciones de
Š `N_$N_`%%N[
90
Confróntese Sentencia del Tribunal Supremo español de 13/05/2003.
91
Véanse sentencias del Tribunal Supremo español de 2/12/2003 y 28/01/2004.

Estud. Socio-Juríd., Bogotá (Colombia), 11(2): 13-45, julio-diciembre de 2009


Engaño en la estafa: ¿una puesta en escena? 33

consecuencia de la buena fe contractual, de poner de manifiesto a la


otra parte contratante una información; deber de información que,
por ejemplo, es trasgredido al ocultar datos significativos y decisivos
en la compraventa de una vivienda, cuando tal omisión permitió
que la parte desinformada accediera a realizar el negocio jurídico
con el consiguiente desplazamiento patrimonial, que de otro modo
no hubiera celebrado.92
Sobre estos temas (omisión y juicios de valor) creemos que
cualquier comportamiento podría constituir un engaño típico, siempre y
cuando satisfaga las necesidades de imputación objetiva, es decir, que
sea idóneo para producir error –no que produzca un estado de error
“efectivo”–,93 o sea, dependerá de la admisión o no del estado de
error como exigencia típica, y si cabe o no dentro de la esfera de protec-
ción de la norma. En este sentido, el engaño puede producirse a través
del habla o por medios escritos, por medio de conductas positivas, e
incluso a través de gestos.94
Pero, más allá de estas dificultades –en el supuesto de que se
superen–, lo realmente problemático en la práctica del delito de estafa
será el establecimiento de la posición de garante, de la que debe surgir
el deber de información frente a la víctima.95
Debe hacerse presente que si se estima a la estafa como “maqui-
nación” (mise en scène), habría que rechazar su posibilidad omisiva
y en forma de juicio de valor. Asimismo, y como regla general, en
España se observa la tendencia a admitir el engaño en el caso de los
comportamientos concluyentes –como hemos visto, aquellos que
de forma tácita llevan consigo la afirmación falsa de un hecho–,96

™
92
Confróntese Sentencia del Tribunal Supremo español de 23/02/2004.
93
Así, Gómez Benítez, 1985, pp. 333 y ss.
94
 
 


 
K  
a priori

 



 
   
 
 
 
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similar, pero en relación con los juicios de valor, Gutiérrez Francés, 1991, pp. 345-346).
95
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…  


   K 

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de comerciante con la de garante. Asimismo, alguna vez se ha propuesto el principio de la buena fe como
fuente de posición de garante, pero se lo ha estimado demasiado genérico y vago (sobre este problema,
véase Tiedemann, 1999, nms. 66 y ss.; Pérez del Valle, 2005, pp. 211 y ss. y 217 y ss.).
96
 
 
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la otra parte (confróntese Sentencia del Tribunal Supremo español de 21/10/1998). Asimismo, ha señalado

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 k   

acción concluyente, es decir, cuando el autor se comporta según determinados usos sociales y comerciales
   



   
 

Zk

^ 
 
'
3/06/2003).

Estud. Socio-Juríd., Bogotá (Colombia), 11(2): 13-45, julio-diciembre de 2009


34 Gustavo Balmaceda-Hoyos, Ignacio Araya-Paredes

y quienes rechazan los demás casos de omisión sostienen que son


relegados al ámbito civil.97 Por último, se reconocería la comisión
por omisión cuando el sujeto tuviese el deber jurídico de informar
y no lo haga.98
A esta altura del debate, pensamos que debería afirmarse que el
engaño aisladamente considerado no aporta criterio alguno para juzgar lo
típico y lo atípico. En este sentido, lo relevante no será el engaño, ni tam-
poco el engaño “bastante”, sino el “engaño bastante para producir error
en otro”, el cual deberá examinarse, como se ha defendido, de acuerdo a
los filtros de la teoría de la imputación objetiva.99
En conclusión, y siguiendo a Gómez Benítez,100 a los efectos de la
tipicidad de la estafa, el engaño es “toda aquella conducta tendente
a generar error en otra persona, realizada con fines defraudatorios,
e idónea para conseguirlo”. Como se puede deducir de lo que hemos
manifestado, nos encontramos frente a un tipo legal susceptible de
recibir múltiples lecturas y, por ello, lo que signifique la creación
de un riesgo desaprobado, o el incremento del riesgo permitido, y lo
que tenga relación con el ámbito de protección de la norma, será un
problema que, al final, se encontrará en manos del intérprete. Así, se
excluyen de la tipicidad los engaños que generen un peligro jurídi-
camente irrelevante y aquellos que no incrementan el riesgo inexis-
tente, por ejemplo, cuando nos encontramos frente a exageraciones
comunes, inexactitudes socialmente toleradas, o cuando se empleen
tópicos habituales en la publicidad. Y para terminar, en relación con
la esfera de protección de la norma, algunos autores sostienen que
parece dudoso que pueda aportar algo en la estafa,101 opinión que,
como se afirmó más atrás, no compartimos, pues pensamos que es
precisamente el filtro normativo que requiere la estafa para lo que
consideramos su correcto tratamiento político-criminal.

3.3. Estafa como lesión de un derecho a la verdad

Desde un punto de vista más moderno –que no seguimos, como


veremos–, se pone atención al hecho de que el engaño constituye la

™
97
Así, por todos, Bajo Fernández, 2004, pp. y 279 ss.; Bajo Fernández y Pérez Manzano, 1993, pp. 280 y ss.
98
Véanse Vives Antón y González Cussac, 1996, pp. 1218 y ss.; Vives Antón y González Cussac, 2004,
pp. 478-479.
99
Así, Gutiérrez Francés, 1991, pp. 350-352. Similar, García Rivas, 2005, pp. 31 y ss.
100
Gómez Benítez, 1985, p. 338.
101
En este sentido, Gutiérrez Francés, 1991, p. 389.

Estud. Socio-Juríd., Bogotá (Colombia), 11(2): 13-45, julio-diciembre de 2009


Engaño en la estafa: ¿una puesta en escena? 35

lesión de un derecho a la verdad, o la infracción de un “deber de vera-


cidad”, es decir, desde esta posición, se cree que la estafa trata de ga-
rantizar un mínimo de verdad en la estructura normativa mercantil.102
Se afirma, a partir de esta concepción, que el engaño para ser
penalmente relevante requiere que se haya incumplido el deber de
veracidad, que se fija de acuerdo con dos criterios:103 un estándar que
proviene de la posición de ambos sujetos, y otro que emana de las
conductas de los sujetos que reconceptualizan los deberes de fidelidad
iniciales. De esta manera, sin acudir al nexo causal –que se estima
trasnochado–, se dan respuestas efectivas a las hipótesis en que el
engañado infringe sus deberes de autoprotección, o cuando es estruc-
turalmente más débil.
Finalmente, podemos decir que esta postura repite con insistencia
que el derecho a la verdad no es el bien jurídico protegido en el delito
de estafa, y no se libra de la necesidad de una “doble medida”, como
sucede con la teoría tradicional dominante en España.104

4. CONCLUSIONES

1. Al engaño se le ha dado un protagonismo extremo, ya que el


debate de la distinción de ilicitudes –penal y civil– al parecer será, en
definitiva, un problema de tipicidad que tendría que remediarse de
acuerdo a los elementos hermenéuticos tradicionales.
2. El derecho chileno no contiene una “definición general” del
delito de estafa clásico. Esto es fundamental para asumir una postura
sobre el problema.
3. Nos parece lógico que conforme a nuestra idiosincrasia en
la determinación de lo que es un “engaño típico” el filtro normativo
de este hecho punible se sitúe en el engaño y no en el perjuicio.
No obstante, ¿por qué la mayoría de la doctrina insiste en utilizar el
sistema de la mise en scène? Creemos que la ley no exige utilizar
este sistema. En efecto, en nuestro concepto el derecho chileno exige

™
102
En esta dirección, por todos, Kindhäuser, 2002, pp. 83 y ss.; Pastor Muñoz, 2004, pp. 167 y ss.; Pastor
Muñoz, 2006, pp. 213 y ss.; Pastor Muñoz, 2003, pp. 453 y ss.; Coderch y Silva Sánchez, 1999, p. 75 y
ss.; Magaldi Paternostro, 2004, pp. 741-742 y 749; Bacigalupo, 2007, p. 2000; Bacigalupo, 2007b, p. 166;
Piña Rochefort, 2006, pp. 47 y ss.
103
Confróntense, por todos, Pastor Muñoz, 2004, pp. 168 y 217 y ss.; Pastor Muñoz, 2006, pp. 213-214;
Pastor Muñoz, 2003, pp. 461 y ss.; Coderch y Silva Sánchez, 1999, pp. 98 y ss., 112 y ss. y pássim; Piña
Rochefort, 2006, pp. 70 y ss.
104
Véase Bajo Fernández, 2004, p. 256.

Estud. Socio-Juríd., Bogotá (Colombia), 11(2): 13-45, julio-diciembre de 2009


36 Gustavo Balmaceda-Hoyos, Ignacio Araya-Paredes

una delimitación, pero este procedimiento tiene que adecuarse a los


tiempos, y por ello tiene que tratarse de un “sistema normativo”, y
el más coherente a estos efectos es el de la teoría de la imputación
objetiva del resultado.
4. La mayoría de la doctrina chilena sostiene que el engaño en
la estafa implicaría una “relación directa” entre dos personas. Frente
a este planteamiento, ¿no debería revisarse el concepto de engaño?,
toda vez que gracias al sistema chileno sobre el delito de estafa (que
no contiene una definición general del delito), y ante el actual siste-
ma de relaciones jurídico-penal-económicas, ¿no sería el engaño un
elemento sumamente cambiante que depende del ingenio humano?
5. En este sentido, sabemos que el engaño se configura a través
de una interpretación, y esto es obligado en un sistema de la estafa,
como es el chileno. Entonces, ¿acaso no será relevante tener a la vista
la “realidad social” de la época en que corresponda la aplicación del
engaño?
6. Esto es esencial, ya que el propio fundamento que contiene el
sistema de la mise en scène consiste en atender a la realidad social del
país, para poderse limitar al engaño típico. Dicho de otra manera,
mientras más exigente sea el filtro normativo al nivel del engaño,
es porque la realidad social no permite otra solución. No obstante,
tratándose de un sistema de control social, ¿no debería tratarse de un
sistema que otorgue soluciones efectivas a la realidad jurídico-social
contemporánea?
7. Por estos motivos defendemos una delimitación necesaria del
engaño típico en sede de imputación objetiva, declarándonos, en este
sentido, contrarios a afirmar el rechazo a priori de un engaño típico
a efectos del delito de estafa que no implique una puesta en escena.
En este contexto, al engaño lo forjamos como aquel comportamiento
–cualquiera– que genere un riesgo típicamente relevante, para cuya
idoneidad objetiva bastaría con que conciba un riesgo típicamente
relevante de producción de un acto de disposición por error que des-
emboque en un perjuicio patrimonial.
8. El error no debería incluirse en el engaño, ya que conlleva-
ría el absurdo de desvalorar en el tipo el comportamiento “sólo” en
función de la diligencia de la víctima, su credibilidad, o educación.
Entonces, la idoneidad para generar el error determinaría, no la exis-
tencia del engaño, sino, en su caso, su “relevancia” jurídico-penal. En
este sentido, lo importante no sería el engaño, ni tampoco el engaño
“bastante”, sino el “engaño bastante para producir error en otro”. Así,
a efectos de la tipicidad de la estafa, el engaño sería “toda aquella

Estud. Socio-Juríd., Bogotá (Colombia), 11(2): 13-45, julio-diciembre de 2009


Engaño en la estafa: ¿una puesta en escena? 37

conducta tendente a generar error en otra persona, realizada con fines


defraudatorios, e idónea para conseguirlo”.

BIBLIOGRAFÍA***

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™
*** Al lado de cada obra, entre paréntesis, se presenta la forma como aparece citada en el texto.

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42 Gustavo Balmaceda-Hoyos, Ignacio Araya-Paredes

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(Vives Antón y González Cussac, 1996).
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Jurisprudencia citada

1. Chile, Corte de Apelaciones de Arica, Sentencia de 23/07/2008.


2. Chile, Corte de Apelaciones de Concepción, Sentencia de
07/07/2008.
3. Chile, Corte de Apelaciones de Concepción, Sentencia de
25/01/2008.
4. Chile, Corte de Apelaciones de Iquique, Sentencia de 27/17/2007.
5. Chile, Corte de Apelaciones de La Serena, Sentencia de 17/12/2002.
6. Chile, Corte de Apelaciones de Punta Arenas, Sentencia de
27/10/1989.
7. Chile, Corte de Apelaciones de Punta Arenas, Sentencia de
27/11/1989.
8. Chile, Corte de Apelaciones de Rancagua, Sentencia de
01/08/2008.
9. Chile, Corte de Apelaciones de San Miguel, Sentencia de
03/12/2007.
10. Chile, Corte de Apelaciones de San Miguel, Sentencia de
22/03/1990.
11. Chile, Corte de Apelaciones de San Miguel, Sentencia de
22/07/1986.
12. Chile, Corte de Apelaciones de San Miguel, Sentencia de
26/11/2007.
13. Chile, Corte de Apelaciones de Santiago, Sentencia de 03/01/1986.
14. Chile, Corte de Apelaciones de Santiago, Sentencia de 06/12/2007.
15. Chile, Corte de Apelaciones de Santiago, Sentencia de 12/07/2004.
16. Chile, Corte de Apelaciones de Santiago, Sentencia de 14/11/2008.
17. Chile, Corte de Apelaciones de Santiago, Sentencia de 20/03/2007.
18. Chile, Corte de Apelaciones de Santiago, Sentencia de 30/03/2007.

Estud. Socio-Juríd., Bogotá (Colombia), 11(2): 13-45, julio-diciembre de 2009


Engaño en la estafa: ¿una puesta en escena? 43

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20. Chile, Corte de Apelaciones de Talca, Sentencia de 06/08/2007.
21. Chile, Corte de Apelaciones de Temuco, Sentencia de 07/07/2008.
22. Chile, Corte de Apelaciones de Temuco, Sentencia de 30/06/2008.
23. Chile, Corte de Apelaciones de Valdivia, Sentencia de 28/10/1986.
24. Chile, Corte de Apelaciones de Valparaíso, Sentencia de
03/06/2008.
25. Chile, Corte de Apelaciones de Valparaíso, Sentencia de
08/04/2008.
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27. Chile, Corte Suprema, Sentencia de 17/07/2001.
28. Chile, Corte Suprema, Sentencia de 05/06/2006.
29. Chile, Corte Suprema, Sentencia de 05/09/2006.
30. Chile, Corte Suprema, Sentencia de 26/03/2007.
31. Chile, Corte Suprema, Sentencia de 06/08/2007.
32. Chile, Corte Suprema, Sentencia de 21/11/2007.
33. Chile, Corte Suprema, Sentencia de 12/12/2007.
34. Chile, Corte Suprema, Sentencia de 17/06/2008.
35. Chile, Corte Suprema, Sentencia de 26/06/2008.
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Sentencia de 16/05/2008.
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39. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 30/10/1997.
40. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 30/10/1997.
41. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 7/11/1997.
42. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 7/11/1997.
43. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 17/11/1997.
44. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 4/02/1998.
45. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 2/03/1998.
46. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 5/05/1998.
47. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 17/07/1998.
48. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 20/07/1998.
49. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 21/10/1998.
50. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 5/11/1998.
51. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 27/01/1999.
52. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 28/01/1999.
53. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 26/02/1999.
54. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 1/03/1999.
55. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 1/03/1999.

Estud. Socio-Juríd., Bogotá (Colombia), 11(2): 13-45, julio-diciembre de 2009


44 Gustavo Balmaceda-Hoyos, Ignacio Araya-Paredes

56. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 24/03/1999.


57. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 24/03/1999.
58. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 28/04/1999.
59. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 4/05/1999.
60. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 6/05/1999.
61. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 9/06/1999.
62. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 16/07/1999.
63. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 1/12/1999.
64. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 1/03/2000.
65. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 6/03/2000.
66. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 20/03/2000.
67. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 28/03/2000.
68. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 3/04/2000.
69. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 18/01/2001.
70. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 21/01/2002.
71. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 29/01/2002.
72. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 4/02/2002.
73. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 8/04/2002.
74. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 24/04/2002.
75. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 6/05/2002.
76. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 14/05/2002.
77. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 27/05/2002.
78. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 29/07/2002.
79. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 24/09/2002.
80. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 23/10/2002.
81. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 28/11/2002.
82. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 14/01/2003.
83. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 12/03/2003.
84. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 7/04/2003.
85. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 8/04/2003.
86. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 21/04/2003.
87. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 5/05/2003.
88. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 13/05/2003.
89. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 22/05/2003.
90. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 3/06/2003.
91. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 9/06/2003.
92. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 26/06/2003.
93. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 27/06/2003.
94. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 16/07/2003.
95. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 24/07/2003.
96. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 22/10/2003.

Estud. Socio-Juríd., Bogotá (Colombia), 11(2): 13-45, julio-diciembre de 2009


Engaño en la estafa: ¿una puesta en escena? 45

97. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 27/11/2003.


98. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 2/12/2003.
99. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 5/12/2003.
100. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 20/01/2004.
101. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 28/01/2004.
102. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 5/02/2004.
103. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 12/02/2004.
104. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 23/02/2004.
105. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 1/03/2004.
106. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 25/03/2004.
107. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 2/04/2004.
108. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 7/05/2004.
109. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 17/05/2004.
110. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 6/07/2004.
111. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 22/09/2004.
112. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 2/11/2004.
113. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 5/11/2004.
114. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 28/01/2005.
115. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 15/02/2005.
116. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 17/02/2005.
117. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 23/03/2005.
118. España, Tribunal Supremo, Sentencia de 2/02/2007.

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