El Concepto de Pulsion en La Obra de Freud PDF
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FACULTAD DE PSICOLOGÍA
Departamento de Filosofía IV
Madrid, 2001
ISBN: 84-669-2382-9
UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID
FACULTAD DE PSICOLOGÍA
DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA IV
Expreso mi gratitud:
- Al prof. Dr. Eduardo Chamorro Romero, director de este trabajo, por haber
revisado detenidamente y no sin agudeza las diversas fases elaboración de
esta tesis a lo largo de estos años.
- Al prof. Dr. Alberto Advíncula Reis, codirector de este trabajo, por el honor
que me ha dado al aceptar codirigir esta tesis y por el modo serio y cuidadoso
con que ha realizado esta tarea.
- Al prof. Dr. Pedro Chacón Fuertes, tutor de este trabajo, que por la cordial
acogida, ha dejado huellas positivas en esta tesis.
- A mis padres, así como a los colegas y a los maestros que de un modo o de
otro han contribuido en la realización de este trabajo.
Willst du ins Unendliche schreiten
Geh= nur im Endlichen nach allen Seiten.*
Goethe (Aforismos)
SUMARIO
Introducción...................................................................................................1
Organización de la tesis................................................................................13
I.1. Introducción del término Trieb como una de las variantes teórico-clínicas
que conducirán al establecimiento de la teoría de la defensa a partir de la
lectura de Estudios sobre la histeria (1893-1895).........................................37
I.1.1. Contexto que privilegia a la histeria como objeto de investigación: las
aportaciones de las Escuelas de Helmholtz, de Salpetrière y de
Nancy............................................................................................................37
Panorama del pensamiento freudiano a inicios de 1890: las primeras
investigaciones neurofisiológicas y psicológicas, junto con la importancia
dada a la observación clínica, confluyen en el interés por los fenómenos de la
sugestión.......................................................................................................37
I.1.2. Marco teórico-clínico del estudio sobre los fenómenos histéricos: La
AComunicación preliminar@ (1983-1895)......................................................48
La insuficiencia teórico-clínica de la sugestión y las coordinadas que
empujarán a Freud hacia la catarsis breuriana...........................................48
Presentación de la teoría sobre el trauma psíquico, expuesta en la
AComunicación preliminar@ de los Estudios sobre la histeria (resultado del
intercambio intelectual entre Freud y Breuer)..............................................50
La teoría del trauma psíquico será el foco en que se concentrarán las
primeras conjeturas sobre el inconsciente....................................................58
I.1.3. La introducción del término Trieb en el historial clínico sobre Emmy
von N................................................................................................................62
El marco clínico en que se asienta la primera formulación sobre la pulsión
reflejará las dudas de Freud acerca de la sugestión y señalará las
limitaciones del método catártico..................................................................62
El vínculo de la pulsión con lo sexual se inscribe dentro de una concepción
profana de la sexualidad que se define en los términos de un Acuerpo extraño@
que ataca al yo.............................................................................................67
I.2. La teoría de la defensa y los comienzos del psicoanálisis.........................73
I.2.1. Entre los estados hipnoides y la represión...........................................73
El distanciamiento con respecto a las hipótesis de Janet (escisión de los
contenidos de la conciencia) y de Breuer (teoría de los estadios hipnoides)
II
posibilita el camino hacia una teoría de la represión....................................73
La decisiva contribución de las observaciones clínicas sobre la resistencia en
el establecimiento de la teoría de la defensa...............................................76
Puntualizaciones sobre las iniciales vicisitudes de la Acosa sexual@ en el
pensamiento freudiano..................................................................................80
Observaciones sobre las relaciones entre la teoría del trauma y la teoría del
conflicto psíquico en el proceso de constitución del síntoma
neurótico.......................................................................................................83
I.3. Desarrollos de la noción de Aaparato psíquico@........................................85
I.3.1. Los fundamentos Acientíficos@ del sufrimiento......................................85
La relación epistolar entre Freud y Breuer revela el contexto en el que se
produce el paso de una concepción fenomenológica del padecer histérico al
establecimiento de las leyes que gobiernan el psiquismo.............................85
I.3.2. Los engranajes del Aaparato neuronal@ en el AProyecto de psicología@
(1950a [1887-1902]).....................................................................................89
Ideas rectoras que enmarcan la inquietud científica de Freud en fundar una
Apsicología para neurólogos@ según el modelo de las ciencias físico-químicas:
las nociones de cantidad y de neurona........................................................89
Matizaciones sobre la terminología empleada por Freud para explicar el
factor cuantitativo........................................................................................92
La topografía del aparato neuronal o el marco teórico de la primera
formulación sobre la pulsión.......................................................................100
Primeros esbozos del vínculo entre la pulsión y la constitución del
yo................................................................................................................104
I.3.3. El despliegue de una nueva modalidad escriturística con la topografía
mental del Aaparato de memoria@................................................................117
La Carta 112/52 como el puente entre una concepción neurológica y una
concepción metapsicológica del funcionamiento mental............................117
El abandono de la teoría de la seducción y el autoanálisis sistemático de
Freud..........................................................................................................122
I.3.4. Estructura y función del Aaparato psíquico@........................................125
El capítulo VII de La interpretación de los sueños (1900a [1899]): despliegue
del concepto de regresión y sus diversas acepciones..................................125
Consolidación de un nuevo orden conceptual que redistribuye determinados
términos y los traduce en un lenguaje metapsicológico para dar cuenta de la
génesis y de la evolución del aparato psíquico...........................................132
Primeros bosquejos acerca de la operación de descentramiento que la Trieb
freudiana sufrirá a partir del descubrimiento del inconsciente...................136
III
Capítulo II: La teoría inaugural de la pulsión................................................142
V. Conclusión................................................................................................591
INTRODUCCIÓN.
dar una definición satisfactoria sobre las pulsiones. Así, en AIntroducción del
dar por asentado un entendimiento cabal sobre este concepto. En Más allá del
la punta del velo que oscurece el entendimiento sobre la pulsión, sino apunta
que he elegido como fundamental para acceder a la teoría de las pulsiones: los
textos de Freud.
3
estatuto de la pulsión.
versión Aoficial@ de este concepto, pero que adquiere una muy particular
pulsión, es decir, la versión Asubjetiva@ que cada psicoanalista tiene sobre este
Sin embargo, no se trata de una tarea librada de obstáculos, bien sea los que
pulsiones. Lo cual, revela que, pese a la constante reflexión acerca del estatuto
del concepto de pulsión, algunos autores se han contentado con una teoría
dispone para acercase a las formulaciones de Freud son sus textos, es lícito
(S. Bleichmar, 1990: 9)conduce hacia las más variadas lecturas de su obra.
Freud, se perfilan, incluso, como opuestas entre sí. Esta diversidad también
discursiva@ del fundador del psicoanálisis hacia los más variados modos de
mismo, empleando fragmentos del texto sin la visión del conjunto de la obra y
teórico-clínica de la pulsión.
Por eso, los objetivos del presente trabajo son los siguientes:
seguidores;
cada texto debe estar siempre puesta en relación con los conceptos allí
así, las fronteras del texto y exige una modalidad de abordaje Aproblemática@,
ahí aportar algo nuevo; necesita hacer historia. Evoca sus propios percances
repetición.
una carta a Pfister del 5.6.1910 y que consiste en una crítica, no sin tacto,
de Freud@.
11
Apsicoanalizar@ a Freud, sino precisar -lo que Laplanche (1980a: 31) define
peculiar que también pasa por la repetición, pero para alcanzar otra
construcción de su discurso.
que requiere un método de análisis que pueda reunir en una unidad los textos
decir, la literatura crítica, para, de ahí, aportar algo nuevo. No sin desvelar las
anteriormente citadas; por una parte volver sobre los textos de Freud con el
método de Freud; por otra parte, realizar una lectura retroactiva de su legado,
Organización de la tesis.
presenta un histórico en la obra de Freud, aún más lícito sería afirmar que en
asociándola sea con la sexualidad (en aquel periodo concebida como apetito
sexual), sea con una cantidad de energía indiferente. Pero que en todos los
conciencia. Del mismo modo, esbozo los vínculos entre la teoría del trauma y
entonces, se
Es en esa misma dirección que en la sección I.3. tomo por objeto el desarrollo
relación epistolar entre Freud y Fliess y del intento de Freud en ir más allá de
17
la fenomenología, al establecer leyes para acercarse al funcionamiento
neuronal, presento y discuto las ideas rectoras que rigen la Apsicología para
tarea, tomo por examen los ejes principales de la Carta 112/52, que inicia la
inconsciente, no existe saber forjado en las calderas del cogito cartesiano que
colme todos los interrogantes sobre el devenir sexual de los seres humanos,
contingencia del objeto de la pulsión. Ocurre, sin embargo, que esta tesis está
formulación sobre la pulsión se asienta. Por eso, sostengo que a pesar del
conduce a establecer otras vías de acceso para acceder a este concepto, tal y
somática@.
Laplanche ofrece sobre el tema, sobre todo en lo que se refiere al papel que
(1911b), en concreto, las consideraciones que versan sobre las relaciones del
ya que no sólo permitió explicar dicho proceso sino también refutar la teoría
de los complejos planteada por Jung y sus seguidores. A partir de este orden
investidura libidinal del yo. Señalo también la sucesión del narcisismo como
amor que el adulto ejerce sobre el niño. Por fin, tematizo la introducción de
los conceptos de yo ideal y de conciencia moral, así como rastreo los motivos
así como las polaridades en las que se estructura el aparato psíquico (amor-
25
odio). Tras esta presentación, examino detenidamente la definición misma de
André Green sobre este tema. Por último, vuelvo a tomar las consideraciones
alrededor de esta opción y que se revela, nada menos, como el intento mismo
metapsicológico.
energética más allá del principio de placer, pero en el marco de una única
sadismo, masoquismo, repetición, entre otros). Así las cosas, este capítulo
campos de saber.
De modo que en la sección III.1., presento las singularidades del texto que
destronamiento del
(1919h). Planteo que Más allá del principio de placer (1920g) constituye el
principio de placer tanto con la homeostasis como con lo que designo como
repetición.
muerte, para de ahí sostener que si bien los primeros ofrecen el referente al
del concepto de pulsión, sea a partir de la segunda tópica, sea a partir de las
diferentes niveles en los que la pulsión se articula, ahora respecto a las nuevas
confundida por la relación del yo con las instancias que componen al aparato
primera a la segunda tópica. Para esta tarea, analizo detenidamente los dos
realidad desempeña en el yo. Por un lado, esbozo las características y las vías
superficie del aparato psíquico y tomo por examen las relaciones entre
este tema a lo largo de su obra, como las que se perfilan en AEl sepultamiento
para especificar el estatuto de las instancias ideales (yo ideal, ideal del yo y
imaginaria del yo. Para esta tarea, tomo por examen la Ateoría estadio del
por un autor como Hartmann, quien subraya la Afunción sintética del yo@.
dará lugar a la primacía del afecto respecto a las representaciones. Señalo que
simbolización.
37
I. EL DESCUBRIMIENTO DE LA SEXUALIDAD.
I.1. Introducción del término Trieb como una de las variantes teórico-
Nancy.
sugestión.
38
Enero de 1893. Fecha en que Freud y Breuer1 dan a conocer sus
psiquiátrico europeo.3
1
Josef Breuer (1842-1925), médico internista distinguido. Fue la principal referencia de
Freud tras el regreso de su viaje de estudios en Paris en el año de 1885-1886, pero la relación
entre ambos data de inicios de 1880. Prueba de ello son los estimulantes interrogantes que
evocaba el estudio de Anna O., paciente de Breuer, a propósito de los fenómenos histéricos,
particularmente la idea según la cual el síntoma histérico se eliminaría mediante el recuerdo del
acontecimiento ocasionador bajo estado hipnótico, más conmumente llamado procedimiento
catártico. Mantuvo un intenso intercambio intelectual y amistoso con Freud reflejado en una
considerable relación epistolar, todavía objeto de censura. En lo sucesivo, el contraste de ideas
respecto a la importancia de la sexualidad en la etiología de la histeria produjo el distanciamiento
entre ambos. Pese a todo, hasta la etapa final de su obra, Freud siempre mostró su
reconocimiento al que le condujo hacia los senderos del psicoanálisis: AAdemás del historial
clínico de su primer caso [Anna O.], Breuer contribuyó en los Estudios con un ensayo teórico
que está muy lejos de haber perimido; más bien oculta ideas y sugerencias que todavía no han
sido valoradas suficientemente. Quien ahonde en ese ensayo especulativo se formará una certera
impresión de la talla espiritual de ese hombre, cuyo interés investigador, por desdicha, se
consagró a la psicopatología sólo durante un breve episodio de su larga vida.@ En S. Freud
(1925g: 300).
2
Pese a la decisión de ambos autores de añadir la AComunicación preliminar@como parte
integrante de un proyecto de mayor alcance, conocido posteriormente como Estudios sobre la
histeria (1893-1895).
3
Entre los cuales se destaca Pierre Janet (1859-1947) neurólogo, psicólogo y uno de los
más célebres alumnos de Charcot. Publicó en junio y julio de 1893 en Archives de Neurologie el
artículo AQuelques définitions récentes de l=histerie@ donde incluía una reseña laudatoria sobre
este trabajo de Freud y Breuer. Pero en lo sucesivo asumiría una postura más desfavorable
respecto a los trabajos de Freud ya que edifica todo su sistema de pensamiento a partir de la idea
según la cual los síntomas histéricos revelan una debilidad mental congénita. Véase J. Strachey
en S. Freud y J. Breuer (1893-1895: 9).
39
Fecha significativa ya que de este periodo del pensamiento de Freud es
posible detectar las huellas de lo que a posteriori será designado como las
4
Johann Friedrich Herbart (1776-1841), psicólogo y autor de la idea según la cual los
procesos psíquicos pueden ser traducidos en leyes científicas. Figura destacada de su tiempo,
construye un sistema teórico definido como APsicología Asociacionista@ en la que Gustav
Theodor Fechner (1801-1887) y Theodor Meynert (1833-1892) serán sus más significativos
influjos. Meynert, tutor de Freud en su formación médica, concibe el estrecho vínculo entre
psique y cerebro y aboga la posibilidad de imaginar las ideas y los recuerdos como asociados a
las diversas células del cerebro. Propone una psicología basada tanto en la experiencia como en
los factores cuantitativos. Es precisamente este aspecto que Fechner, representante del
positivismo médico alemán y eminente figura de la psicofísica de su tiempo, retoma con la
finalidad de traducir en un lenguaje fisiológico la doctrina de Herbart. Estos tres autores
constituirán una fuente de estímulo para la construcción de la metapsicología freudiana, sobre
todo por asentar las bases de una concepción económica e incluso dinámica del aparato psíquico.
Jones (1960a: 381-390) ha tratado detenidamente esta cuestión de la que se expondrá los
aspectos más significativos. Estos influjos estarán presentes y no sin reformulaciones en la
propuesta inicial del AProyecto de psicología@ (1950a [1895]). En la misma línea, el
reconocimiento de procesos psíquicos inconscientes ejerció un papel esencial en las tesis de
Herbart; el término Verdrängung (represión) había sido empleado por él tal y como menciona
Strachey. Véase J. Strachey en S. Freud (1915d: 138). En efecto, aspectos de la teoría de Herbart
estarán presentes en el establecimiento de las hipótesis más significativas y originales de Freud
tal y como revela la tesis herbartiana según la cual una idea reprimida es incapaz de acceder a la
conciencia, sea en función de otra opuesta, sea porque la persona propia la ha desechado de la
conciencia. En ese sentido, del mismo modo que en Freud está presente la idea de la censura
entre los sistemas psíquicos, en Herbart se encuentra la idea de los umbrales, el Aestático@ y el
Amecánico@. El primero indica la existencia de una idea activa que ha sido apartada de la
conciencia y que sólo cuando levantada la inhibición puede acceder a la conciencia. El segundo,
indica la existencia de ideas reprimidas en estado de anarquía y en permanente conflicto con las
ideas conscientes. También está presente la idea de un conflicto intrapsíquico, si bien que lo más
característico para Herbart es el conflicto descrito desde el punto de vista de oposición de ideas
entre dos personas; ideas vivenciadas como amenazadoras y contrarrestadas por esfuerzos de
40
vivencia lleva al sujeto histérico a intentar olvidarla: sofocar el Aafecto@
en este contexto, dado que supone una no descarga o una descarga inadecuada
más acorde con las necesidades del organismo, los trastornos histéricos, entre
Aautoconservación@. Pese a todo ello, la posible similitud de ideas entre ambos autores no indica
que la tesis de Herbart sea precursoras de las ideas de Freud en el sentido trivial del término, sino
más bien revela un lugar común con el pensamiento freudiano, a saber, el contexto histórico,
científico y cultural del que ambos derivan. Tanto es así que el concepto de Arepresión@
(Verdrängung) en la obra de Freud asume un rasgo sumamente original por tratarse, entre otros
motivos, de una intuición derivada de la observación clínica. Sobre esta cuestión, véase J. L.
Etcheverry en el volumen de presentación de las Obras completas de S. Freud (1978: 16-18).
5
Término que representa las magnitudes del factor cuantitativo, cuyos destinos tienen
relación con el punto de vista económico. En J. Laplanche y J.-B. Pontalis (1967), voz: ASuma
de excitación@.
6
Cabría mencionar aquí los motivos por los cuales Ernst Brücke (1819- 1892), Herman
Helmholtz (1821- 1894), Du Bois-Reymond (1818- 1896) y Carl Ludwig (1816-1895) se
reunirán a mediados de 1840 con la finalidad de propagar la tesis según la cual el organismo es
regido por fuerzas físicas de atracción y repulsión, según el principio de conservación de energía.
Y esto no sólo para introducir la línea de pensamiento médico alemán en ascenso a partir de
1840, sino también para revelar el contexto científico del que Freud deriva. Sobre este propósito,
un autor como Jones (1960a: 51-52) cita un escrito de Du Bois-Reymond, de 1842: ABrücke y yo
hemos hecho el solemne juramento de dar vigor a esta verdad: >No existen en el organismo otras
fuerzas activas que las fuerzas físicas y químicas corrientes. En aquellos casos que, por el
momento, no pueden ser explicados por estas fuerzas, se deben buscar de hallar la forma o vía
específica de la acción de estas últimas, mediante el método físico-matemático, o bien suponer la
existencia de nuevas fuerzas, iguales en dignidad a las fuerzas físico-químicas inherentes a la
41
función de fuerzas físico-químicas, encuentra en Freud uno de sus más fieles
normal del sistema nervioso consiste, entonces, en tramitar por vía asociativa
8
Se tiene noticias de la formulación sobre el principio de constancia en un escrito
póstumo de Freud. Se trata de una carta dirigida a Breuer a finales de 1892 en la que formula los
esbozos de lo que constituirá la AComunicación preliminar@ (1893-1895). Hela aquí: AEl sistema
nervioso se afana por mantener constante dentro de sus constelaciones funcionales algo que se
podría denominar >suma de excitación=, y realiza esta condición de la salud en la medida que
tramita por vía asociativa todo sensible aumento de excitación o lo descarga mediante una
reacción motriz correspondiente@ (1941a [1892]: 190). Posteriormente, en una conferencia del
11 enero de 1893, antes de la publicación de la segunda parte de la AComunicación preliminar@
(1893-1895), Freud formula el siguiente enunciado: ASi un ser humano experimenta una
impresión psíquica, en su sistema nervioso se acrecienta algo que por el momento llamaremos la
>suma de excitación=. Ahora bien, en todo individuo, para la conservación de su salud, existe el
afán de volver a empequeñecer esa suma de excitación@. En S. Freud (1893h: 37).
9
Resumen en S. Freud (1897b: 233-234).
10
Jones (1960a: 223-231) trata detenidamente esta cuestión.
43
adquiere en la pubertad.11
Cabría esperar una suerte de inclinación, por parte de Freud, respecto a las
escuelas que conoce. En efecto, un autor como Bercherie (1983: 276) señala
11
El Manuscrito A, parte integrante de la correspondencia con Fliess y añadido a la carta
del 18 de diciembre de 1892 (Carta 20) revela que el interés clínico de Freud sobre el tema de la
sexualidad, sus disfunciones y sus efectos patológicos está presente desde finales de 1892, fecha
probable de su redacción. En S. Freud (1985 [1887-1904]: 24-26). Por otra parte, vale subrayar
que en este capítulo y en los siguientes, con la finalidad de facilitar la verificación de las citas de
Freud, en concreto, las de su relación epistolar con Fliess, se mencionará en primer lugar el
número de la carta correspondiente a la edición completa (1985 [1887-1904]) de las cartas de
Freud a Fliess y, en segundo lugar, el número de la carta que corresponde a la primera edición
(1950a [1887-1902]) de dicha correspondencia. La omisión del número de las cartas de la
edición de 1950 significa que no es parte integrante de dicha edición.
44
observación clínica prevaleciente en la Escuela de Salpetrière, Freud tiende
12
En el prólogo de uno de los libros de Charcot titulado Leçons du mardi de la
Salpêtrière (1887-1888), Freud expone el siguiente comentario: ALa manera alemana es en
verdad ajena a este abordaje [es decir, a la característica fundamental de la clínica francesa en
describir nosográficamente los cuadros clínicos, de reconocer las múltiples variaciones
inherentes a la observación clínica de cada caso en particular, y de buscar criterios de
aproximación entre lo observado clínicamente y la descripción nosográfica]; en ella, el cuadro
clínico, el tipo, no desempeñan ningún papel rector, y en cambio se destaca otro rasgo que tiene
su explicación en la historia de la medicina alemana: la tendencia a interpretar fisiológicamente
el estado patológico y el nexo entre los síntomas. Es indudable que, al empujar a un segundo
plano los puntos de vista fisiológicos, la observación clínica gana en autonomía.@ En S. Freud
(1892-1894: 169). Pero tampoco renuncia abiertamente a la sólida base científica de la Escuela
de Helmholtz. Como se verá en los próximos capítulos, Freud no prescindirá de los modelos
físico-dinámicos que ha empleado en la construcción de sus primeras hipótesis psicoanalíticas.
13
Jean Marie Charcot (1825-1893), profesor de neurología y director de la Salpetrière en
París. Su cátedra de Clinique des malades du Système Nerveux, creada en 1882, se incorpora a la
tradición creada por el llamado Amétodo anátomo-clínico@, según el cual en toda enfermedad
mental debe investigarse la presencia de alguna lesión cerebral. En realidad, Charcot emplea un
lenguaje fisiológico para explicar un mecanismo psicológico, pero, sobre todo, al hablar de
Alesiones funcionales del sistema nervioso@, introduce una manera de pensar el psiquismo en
términos de procesos que obedecen determinismos de naturaleza psicológica. A partir de
entonces, Charcot se dedica enteramente la investigación sobre la histeria haciendo hincapié
sobre la pertinencia del tema en detrimento de la concepción subjetivizante e inverosímil que el
pensamiento de su tiempo nutría acerca de los ataques histéricos. Fue la principal influencia de
los estudios realizados por Freud en París en el año de 1885 y los que más han ofrecido las
señas de lo que posteriormente le serviría para abandonar la neurología y dirigirse hacia la
psiquiatría. Véase S. Freud (1893f: 13-24).
14
La relación epistolar que Freud mantuvo con Martha Bernays en este periodo muestra
su creciente interés y admiración por la enseñanza de Charcot, como lo atestigua la carta del 24
de noviembre de 1885: ACharcot, que es uno de los médicos más grandes que han existido y un
hombre genial a la par que sobrio, está, sencillamente, destruyendo todos mis objetivos e
intenciones. Después de algunas de sus conferencias salgo de clase como salí de Notre-Dame:
con una idea totalmente nueva acerca de la perfección (...). Si la semilla llegará a dar fruto algún
día es algo que no sé, pero tengo la certeza de jamás hombre alguno ha influido en mí de igual
manera.@ En S. Freud (1997a [1871-1886]: 415-416; Carta 332).
45
Por último, se hace necesario considerar en este apartado el interés de Freud
por los fenómenos hipnóticos. Tema muy polémico, y que evidencia cómo él
hypnotique), tal y como era concebida por Charcot, era, más bien, el
15
En esta fecha, Freud critica explícitamente en la nota necrológica de Charcot la
exagerada primacía que éste y sus discípulos daban al factor nosológico en detrimento de otros
temas, dificultando el acercamiento a la psicología misma de la histeria. Y justifica su cambio de
postura: ALa limitacción del estudio de la hipnosis a los histéricos, el distingo entre hipnotismo
grande y pequeño, la formulación de los tres estadios de la >gran hipnosis= y su singularización
mediante fenómenos somáticos, todo ello perdió en la estima de los contemporáneos cuando
Bernheim, discípulo de Liébeault, comenzó a edificar la doctrina del hipnotismo sobre una base
psicológica más amplia y a hacer de la sugestión el núcleo de la hipnosis.@ En S. Freud (1893f:
23-24).
16
Hyppolyte Bernheim (1837-1919), profesor de clínica médica en Nancy y discípulo de
Ambroise August Lièbeault (1823- 1904), famoso hipnotizador. Si antes de 1889 Freud
presentaba una actitud desconfiada acerca de la hipótesis sostenida por Bernheim según la cual la
hipnosis no era un fenómeno patológico sino efecto de Asugestiones@ (Suggestionen) -fenómeno
típicamente psicológico que se define por el influjo psíquico de un ser humano sobre otro ser
humano-, a partir de entonces mostraría gran interés. Eso ocurrió, después de su visita a
Bernheim para conocer su novedosa terapéutica sobre las mudanzas de estados de conciencia a
partir de técnicas hipnóticas. Véase P. Gay (1988: 77).
46
resultado de una Asugestión@ (Suggestion) realizada por el médico. Con lo
Una vez más, Freud sale de la ambigüedad inicial y se coloca a favor de las
tesis formuladas por Bernheim, aunque tiende a compaginar los aspectos que
ser designadas como lugar de excitaciones sexuales. Admite, todavía, que los
47
trastornos histéricos presentan una base orgánica inmutable, pero, eso Ano se
así la posición del Freud de este periodo, acerca de los fenómenos histéricos:
>fisiológico=@.
Así, pues, el encuentro con las tres grandes líneas del pensamiento médico
17
Freud adhiere a la teoría de los estados hipnoides precisamente por el hecho de que
ésta pone de relieve la existencia de un estado natural de Adisociación@ (Dissoziation) de la
conciencia en que están comprometidos no sólo los factores psicológicos de la sugestión, sino
también los aspectos fisiopatológicos en la etiología de los fenómenos histéricos.
48
18
La distinción entre sugestión y autosugestión se encuentra en el Prólogo del libro de
Bernheim, Die Suggestion (1888-1889). Mientras que en la sugestión el influjo del médico es
determinante en los diversos estados de inervación o de excitación del sistema nervioso del
paciente, en la autosugestión no aparece este influjo exterior. Es decir, la incitación externa en la
producción de un determinado estado mental o fisiológico, puede en un segundo momento y de
modo autónomo, producir otras sensaciones. Dice Freud: APor vía de tales autosugestiones se
generan las parálisis histéricas espontáneas, y la inclinación a ellas caracteriza a la histeria mejor
49
es un fenómeno de la psicología corriente y enmarca la autosugestión como
hipnosis como método terapéutico, debido, quizá, por demandar, tanto por
parte del médico como por parte del paciente, un nivel de esfuerzo agotador.
en el conocimiento de la histeria.
de lo que haría la sugestionabilidad por el médico; y aquella no parece correr pararela con esta.@
En S. Freud (1888-1889: 89).
19
La relación entre hipnotizado e hipnotizador será una de las situaciones que Freud
empleará, a partir de los Tres ensayos de teoría sexual (1905d), al referirse a la Asobrestimación
del objeto sexual@. En una nota al pie de página de los Tres ensayos comenta: ANo puedo dejar de
recordar a raíz de esto la crédula obediencia del hipnotizado a su hipnotizador, que me hace
sospechar que la esencia de la hipnosis ha de situarse en la fijación inconsciente de la libido
sobre la persona del hipnotizador (por medio de los componentes masoquistas de la pulsión
sexual). En S. Freud (1905d: 137, n. 15).
50
los factores que engendran estos fenómenos patológicos, entre los cuales los
no descarga del afecto; y expone una técnica terapéutica para los recuerdos,
abreaccionado.
20
El vínculo entre histeria traumática e histeria adquirida se establece a partir de la
noción de Atrauma psíquico@ (psychische Trauma).
51
parte del historial clínico de Anna O. presentado por Breuer.
21
El interés por la AComunicación preliminar@, texto que muestra las condiciones bajo
las cuales el psicoanálisis se estructuró como disciplina, así como la terminología en él
empleada, es todavía objeto de debate en el psicoanálisis posfreudiano. Laplanche (1992: 22-
23), por ejemplo, parte de la AComunicación preliminar@, para esbozar el concepto de prioridad
del otro, aporte original que define las relaciones del sujeto psíquico. La categoría de Aotro@
(autre) no se refiere a una exterioridad perceptual, sino a lo ajeno, la otra-cosa o lo psíquico
52
Los autores toman como punto de partida la hipótesis acerca del origen
(psychische Trauma), es decir, Atoda vivencia que suscite los afectos penosos
23
Der Hysterische leide grösstenteils an Reminiszenzen. Aunque la palabra alemana
Grösstenteils vertida al español también signifique Apor la mayor parte@, tal y como J. L.
Etcheverry la traduce -Ael histérico padece por la mayor parte de reminiscencias@ (en S. Freud y
J. Breuer, 1893-1895: 33)-, se preferió emplear otro de sus significados: Ael histérico padece en
general de reminiscencias@. Por un lado, la omisión del artículo a continuación de la
preposición de es propia del español hablado por catalanes. Lo correcto en español es introducir
el artículo, de modo que la frase sería: Ael histérico padece por la mayor parte de las
reminiscencias@. Por otro lado, si se mantiene la traducción de Etcheverry, la frase en cuestión
sugiere que las reminiscencias están distribuidas en el aparato psíquico como partes de un todo
cuando lo que se pretende subrayar es una concepción económica del trauma, es decir, un modo
de concebir el Aaparato psíquico@ (pyschischer Apparat) más por la circulación del material
patógeno que por su distribución, que en este caso se reflejaría por la no descarga del afecto.
Estas consideraciones remiten directamente a la distinción entre Acantidad@ (Quantität) e
Aintensidad@ (Intensität) inherentes a la perspectiva económica, cuestión que desde luego apunta
hacia la metapsicología, es decir, un tipo de análisis que funciona a partir de la separación del
Aafecto@ (Affekt) respecto a su Arepresentación@ (Vorstellung) correspondiente, la relación que
uno mantiene con el otro y sus respectivos destinos. De modo general, la noción de Acantidad@
(Quantität) se aplica a algo mensurable, opuesta a la noción de Acalidad@ (Qualität), que se
refiere a los aspectos sensibles de la percepción. Por otra parte, la Aintensidad@ (Intensität) es la
propiedad de algo sometido a aumentos y disminuciones y pese al hecho de implicar una
cantidad no es reductible a ella. En efecto, la noción de Aafecto@ (Affekt) apunta hacia el factor
intensivo; aunque teniendo en cuenta que la hipótesis sobre la no abreacción del afecto supone su
vínculo permanente con la Arepresentación@ (Vorstellung), lo que se pretende subrayar es que de
antemano el afecto es capaz de separarse de la representación y encontrar destinos diferentes de
ésta. Por otra parte, la intensidad también es considerada como expresión cualitativa de una
cantidad. Tanto es así que la definición inicial que Freud y Breuer dan del trauma está vinculada
con la calidad del afecto penoso: AToda vivencia que suscite los afectos penosos del horror, la
angustia, la vergüenza, el dolor psíquico@. En S. Freud y J. Breuer (1893-1895: 31). Así, pues, la
definición según la cual Ael histérico padece en general de reminiscencias@ empleada en el
presente trabajo pretende hacer hincapié en la idea de circulación del material patógeno; las
reminiscencias no son mensurables. Más adelante se planteará la naturaleza de estas
reminiscencias; cuestión fundamental en la medida en que introduce la concepción tópica del
aparato psíquico.
54
correspondientes.
la serie de los fenómenos psicológicos relevantes por los afectos penosos que
Los autores plantean dos grupos de causas que se conectarán con el trauma
(1893-1895: 32; las llaves son de Etcheverry). Sin embargo, como la cura
dado que este procedimiento revela que Ael trauma psíquico, o bien el
recuerdo de él, obra a modo de un cuerpo extraño que aún mucho tiempo
(1893-1895: 32).
55
Las condiciones que producen el traumatismo deben buscarse en las
que el enfermo quería olvidar y por eso adrede las reprimió de su pensar
psíquicas.
56
Con lo cual, el acontecimiento desgajado de la serie de elementos que lo
temporal.
el afecto; por otro, se introduce el lenguaje como el modo por el cual se puede
24
Concepto que, en lo sucesivo, constituirá la vía regia de la cura psicoanalítica.
Consiste en ligar la energía psíquica y transformarla en lenguaje, lo cual no sólo permitirá
recurrir al uso de la palabra como la base de la cura, sino también perfeccionar este recurso
técnico, tal y como revela la Aasociación libre@ (freie Assoziation).
57
Sean producidos por la estimulación de una determinada Azona histerógena@
realizar un trabajo asociativo más amplio con los otros grupos de conciencia.
patógeno del recuerdo. Sin embargo, Freud y Breuer reconocen que este
La teoría del trauma psíquico será el foco en que se concentrarán las primeras
Areminiscencias@ (Reminiszenzen).
de primeros esbozos que serán el eje central de una concepción que partiendo
Entre las líneas de desarrollo sobre los temas abordados, se puede encontrar
introduce la conexión del afecto con una serie de representaciones. Para que el
de remplazar el puro acto por el lenguaje. La cura por la palabra aparece como
25
Énfasis que se refleja en la concepción misma del yo como un conjunto de neuronas de
60
también un considerable trabajo elaborativo, sea unificando este contenido
que se escindió del yo, sea, lo que es lo mismo, desbloqueando los vínculos
Freud introduce ya determinados términos sin contar todavía con una teoría
que explique plenamente las correlaciones entre ellos. Así, por ejemplo, los
Emmy von N.
27
Sobre esta cuestión, véase J. Strachey en S. Freud y J. Breuer (1893-1895: 36n.).
62
Por tratarse del primer caso en que Freud menciona haber utilizado el método
de Breuer son, desde luego, llamativas las consideraciones que hace sobre las
realidad la baronesa Fanny Mooser, una viuda rica de cuarenta años, ocurrió
entre 1889 y 1890. Desde el punto de vista de la técnica, este historial clínico
intervención por parte del médico para permitir que la paciente relate sus
sobre sus síntomas. Serán éstos los primeros elementos que introducirán lo
Grundregel).
aislado. Quizá sea éste uno de los motivos que caracteriza el relato de este
catártico.
bajo el empleo del método hipnótico. Freud apenas menciona tener pruebas de
convencimiento de la paciente.
limitaciones del método catártico muestra, por otra parte, la causación del
con otros traumas, tanto la situación originaria como el afecto a ella adherido,
tener que ingerir comida fría con miedo de ser castigada, obligación realizada
sus hermanos enfermos sin poder exteriorizar el asco que le producía tal
por tratarse de un afecto no tramitado. Freud engloba las abulias entre las
origen psíquico, como las fobias y las abulias, los que predominan en este
caso. Entre los cuales se destaca el miedo a los extraños, sobre todo los del
ataca al yo.
28
La introducción de un término, como ahora, el de Apulsión@ (Trieb), no supone
necesariamente que tal término esté desarrollado como concepto psicoanalítico propiamente
dicho. Por otra parte, antes todavía de Estudios sobre la histeria (1893-1895), en una reseña a un
libro de August Forel titulado Hipnotismo, su significación y su manejo, publicado en el mismo
año del tratamiento de la señora Emmy von N., Freud había introducido el término Apulsión@
67
sobre la histeria, titulado ASobre la psicoterapia de la histeria@, Freud expresa
De modo que, al parecer, la etiología sexual de los síntomas histéricos era una
referencia sobre este elemento, tal y como ocurre con la paciente en cuestión,
es motivo de interés para Freud. Como hijo de su tiempo, Freud presenta las
sexualidad. Él mismo confiesa que abordar este tema implicaría cometer una
verdadero cuerpo extraño que el histérico pugna por eliminar.29 Desde luego,
(Trieb). La pulsión aparece en esta reseña como perteneciente al dominio psíquico, entre los
sentimientos, la memoria y la actividad voluntaria que junto con las funciones corporales son
objetos del influjo de la sugestión bajo hipnosis. Lo llamativo de esta observación es la adhesión
inicial al dualismo mente-cuerpo y la inclusión de la pulsión en el dominio exclusivamente
psíquico. Véase S. Freud (1889a: 107).
29
Cuerpo extraño que revela la eficacia actual del síntoma. De ahí proviene la razón del
padecimiento, de unas reminiscencias que atentan contra el bienestar del yo y de las que no es
posible huir sin tramitarlas por la vía del lenguaje, lo que Freud llama de Aelaboración
psíquica@(psychische Verarbeitung), entendida como la revivencia del afecto con el recuerdo.
68
conviene mencionar que el estrato social a que Freud pertenecía, la burguesía
Ocurre que además de esta Viena recta existía una otra Viena, sensual y
30
Un buen ejemplo del interés interdisciplinar acerca de la sexualidad, es la obra
literaria de un escritor como Arthur Schnitzler (1862-1931), que busca compaginar la
Viena moralista con la Viena estética. Schorske (1961:32) comenta que la obra de Schnitzler
refleja una significativa afinidad con las ideas de Freud hasta el punto que, en 1912, en su 501
cumpleaños, Freud lo saludara como a un A>colega= en la investigación de la >subestimada y tan
vilipendiada erótica=.@ Asimismo, véase C. E. Schorske (1961: 32-36). En la misma línea, es
sabido que el escenario austríaco de finales del siglo XIX está caracterizado por una serie de
acontecimientos sociales, políticos, así como las grandes innovaciones, en música, arte,
arquitectura y economía. Estos, a su vez, se perfilan como el suelo bajo el cual el psicoanálisis se
edificó como disciplina. Sin embargo, tal y como señala Mezan (1987: 283), el psicoanálisis no
es consecuencia de este orden de hechos sino contemporáneo a ellos. Mezan también revela, en
un interesante trabajo, que existe una representación de Viena muy distinta de la que suele
construir otras disciplinas, a saber, la Viena de los psicoanalistas. Viena imaginaria, del sueño,
del acto fallido y de la fantasía, del síntoma a ser descifrado, de la posible ruta para acceder a la
verdad. Reflejo de la necesidad sentida por parte de algunos psicoanalistas de dar solución de
69
Como científico y judío, Freud ha vivido en el seno de una cultura burguesa
todo lo malo con aquello que trabaja en contra de la misma. Esta concepción
edificar gran parte del saber sobre las psiconeurosis. También perfila las
continuidad a la identificación con Freud. En R. Mezan (1987: 274 y 301). Ocurre, que en este
intento, se han construido verdaderos mitos, con la finalidad de establecer un cierto vínculo
entre los obstáculos encontrados por Freud en la Viena de su tiempo y el momento presente del
psicoanálisis. Asimismo, véase R. Mezan (1987: 271-307).
31
En la misma línea, vale subrayar que en sus escritos posteriores, como Presentación
autobiográfica (1925d [1924]: 22), Freud afirma que los Estudios sobre la histeria (1893-1895)
no presentan todavía los postulados teóricos que dan primacía a la significación etiológica de la
vida sexual en detrimento de las demás excitaciones afectivas. Estas aseveraciones de Freud
demuestran que la sexualidad fue un descubrimiento tardío en relación con las primeras hipótesis
sobre el funcionamiento mental. Desde luego, las observaciones sobre la sexualidad alcanzarán
el estatuto psicoanalítico propiamente dicho con el descubrimiento del inconsciente. Sin
embargo, no es necesaria una mirada más honda para percatarse de que, incluso antes de 1895,
Freud afronta una y otra vez los factores de la vida sexual, no exclusivamente como un elemento
más, sino como la causa del padecer neurótico. La relación epistolar con Fliess confirma este
hecho, como la carta del 7 de febrero de 1894 en que Freud confiesa a Fliess que Ael nexo de la
neurosis obsesiva con lo sexual no siempre se muestra tan claro. Puedo asegurarte que tampoco
resultó fácil descubrirlo en mi caso II [mencionado en las >Neuropsicosis de defensa= (1894a)]
(incontinencia de orina); el que no lo hubiera buscado tan monodeísticamente como yo lo había
pasado por alto@ (1985 [1887-1904]: 61; Carta 38/16). En efecto, en este estudio Freud afirma
que el factor sexual fue el único encontrado en el surgimiento de las ideas intolerables. También
en el Manuscrito C/1, anexado en la carta del 5 de enero de 1893 (Carta 21), Freud llama a la
etiología de la histeria como Ala flor más bella de la corona@ (1985 [1887-1904]: 36), que a pesar
del sentido figurado expresa la importancia que ocupa este tema. Vale destacar que este
manuscrito, en realidad una carta, y su complemento, el Manuscrito C/2 aunque estén anexados
en la Carta 21 fueron enviados a Fliess entre el 3 y el 13 de abril de 1893. Véase S. Freud (1985
[1887-1904]: 34, n.1 y 35, n. 1). Incluso en el Manuscrito A (1985 [1887-1904]: 24 y sigs. ;
anexado en la Carta 20, del 18 de diciembre de 1892), de finales de 1892, ya están delineadas las
líneas maestras sobre la sexualidad. Asimismo, véase R. Mezan (1991: 9-15).
70
escinde de él y establece un grupo psíquico separado que ataca al yo donde
revela desde sus primeras formulaciones que la pulsión es ante todo Apulsión
sexual@ (Sexualtrieb).
hay que tener en cuenta que en este periodo del pensamiento de Freud el
32
A propósito del término Spaltung, conviene mencionar que su contenido vertido del
alemán por Etcheverry aparece, en todos los textos escritos bajo la pluma de Freud como
Aescisión@ (Spaltung), mientras que el término Adisociación@ (Dissoziation) es más frecuente en
las consideraciones que Breuer hace de los estados hipnoides. Como quiera que sea, ambos
términos presentan una etimología similar; es decir, de algo que estando unido se separa en dos o
más partes. De modo que los términos vecinos, escisión de la conciencia, disociación psíquica e,
incluso, double conscience, conciencia secundaria, grupo psíquico segundo o grupo psíquico
separado del yo expresan las mismas realidades. Por otra parte, Laplanche y Pontalis (1967)
traducen este término por clivaje; quizás por el hecho de hacer hincapié en el sentido posterior
que este término adquiere en el pensamiento freudiano después de la formulación de la hipótesis
sobre el inconsciente. En J. Laplanche y J.-B. Pontalis (1967), voz: AEscisión del yo@.
71
acento recae más sobre la vivencia que obra a modo de trauma que sobre la
pulsión.
apetito sexual.34
33
Tal y como revela su interés temprano por la especulación filosófica, que determinó
incluso su opción por la carrera médica: fue a partir de la lectura de un libro de Goethe titulado
Sobre la naturaleza que Freud confiesa haber elegido la medicina. Véase S. Freud (1925d
[1924]:8-9). También vale mencionar su iniciación a la reflexión filosófica bajo la enseñanza
Franz Brentano (1838-1917), ex sacerdote y un ilustre representante de la psicología empírica y
de la filosofía aristotélica. Brentano introduce el concepto de Aintencionalidad@ para separar los
fenómenos del mundo físico del mundo psíquico. Como característica de lo psíquico, pero no
entendida como forma del cuerpo ni como sujeto de la voluntad, la intencionalidad se aplica al
conocimiento sensible, a los actos pertenecientes en el ámbito intelectual y al mundo de los
afectos (emociones y sentimientos). Para una panorámica sobre el concepto de intencionalidad en
la obra de Brentano, véase M. P. Chirinos (1994: 45-66). La asistencia de Freud a las clases de
Brentano ocurrió durante los años de 1874 y 1875, periodo en que Freud era estudiante de
medicina en la Universidad de Viena. En lo sucesivo este interés por la filosofía se convertirá en
una actitud profundamente ambivalente. Assoun (1976: 9-20) trata detenidamente este tema.
34
Desde luego, estas consideraciones no implican negar lo que en lo sucesivo
determinará la singularidad de su pensamiento, sino más bien en insertar este traslado conceptual
dentro de su contexto histórico, lo que Etcheverry, en el volumen de presentación de las Obras
Completas de Freud, define como Amovimiento de rebote del texto hacia su horizonte cultural@,
para dicernir lo novedoso de su creación. Véase J. L. Etcheverry, en S. Freud (1978: 17). Este
72
En definitiva, lo que se vislumbra en el estudio de este historial, como
también en los cuatro que componen la serie de casos analizados por Freud y
orden de reflexiones.
mismo autor advierte que la expresión Trieb sufre una suerte de transmudación por el modo en
que Freud, heredero de una concepción médica materialista la reinterpreta, y remplaza el término
Apulsión@ por el término Aquerencia@, Aporque así vertiríamos el mismo concepto en la obra de
Fichte, de Schelling o de Hegel@ . Estas últimas obsevaciones están incluidas en la versión
castellana de la correspondencia completa de Freud con Fliess, volumen anexo de las obras
completas de Freud, de modo que la sustitución de estos términos ocurre en la traducción de esta
obra en específico. Pero indirectamente compromete el conjunto de los textos de Freud en la
medida en que aborda el problema general de las condiciones bajo las cuales el psicoanálisis
surge como disciplina. Véase J. L. Etcheverry en S. Freud (1985 [1887-1904]: xxxiv).
73
I.2. La teoría de la defensa y los comienzos del psicoanálisis.
catártico sin la hipnosis, exigiendo por parte del paciente concentración y una
la Adefensa@ (Abwehr).
35
Permitió también a Freud mantener una cierta flexibilidad ante las recomendaciones
de la Escuela de Nancy acerca del hipnotismo, ya que la idea según la cual los recuerdos del
sonambulismo sólo en apariencia están desvinculados de la conciencia deriva de Bernheim, así
como la técnica de presión sobre la frente para traer a la conciencia los recuerdos del estado
sonámbulo. Es en el historial clínico de Lucy R. donde Freud expone con detalle sus dificultades
en aplicar el método catártico con la hipnosis y su opción por aplicar la técnica de presión sobre
74
La metáfora del Acuerpo extraño@ (Fremdkörper) supone la existencia de dos
crea el espacio en que habitan las ideas rechazadas por el sujeto. Son unos
histeria de defensa, plantea que el síntoma puede engendrarse por el modo que
36
Conviene mencionar que el término Vorstellung, parte integrante del vocabulario
filosófico alemán, designa: 1. Lo que está presente en el espíritu; 2. Lo que se Apresenta@
(Prasentieren) ante los sentidos; 3. Lo que forma el contenido concreto de un acto de
pensamiento; 4. La reproducción de una percepción anterior. En todos los casos, el término
Vorstellung se refiere a una representación mental. En A. Lalande (1962); voz: ARepresentación@.
37
Expresión utilizada por Anna O., paciente de Breuer, para designar su soñar diurno.
Véase J. Breuer en S. Freud y J. Breuer (1893-1895: 47-48).
75
de centro nuclear que reunirá las representaciones rechazadas.38
La división de estos tres tipos de histeria sirve para refutar la tesis sostenida
(1894a: 48).
38
Freud, Breuer y Janet mantienen puntos de vista confluentes en la idea de que las
representaciones son patógenas por su incapacidad de acceder a la conciencia. Pero mientras
Janet preconizaba una especie de debilidad innata del sujeto histérico para realizar el trabajo de
síntesis psíquica, Breuer y Freud sostienen que la Aescisión de la conciencia@(Spaltung des
Bewusstseins) es un proceso adquirido. Vale subrayar que en sus primeras formulaciones, Freud
toma el término Spaltung de la antigua idea de disociación derivada del pensamiento filosófico
del siglo XIX. Ocurre que con el descubrimiento del inconsciente y la teoría de la represión,
Freud se distancia de la filosofía asociacionista. A partir de entonces, el psicoanálisis se edificará
como teoría del conflicto psíquico; los sucesos psíquicos pueden ser descifrados a partir de la
represión. Como quiera que sea, aunque este término carecerá de relieve por un periodo, no
dejará de sufrir modificaciones hasta el punto de convertirse en el hilo conductor de la teoría
psicoanalítica. Para una panorámica del término en cuestión, véase P. Aguilar y C. E. Antar
(1986: 1433-1440).
76
La decisiva contribución de las observaciones clínicas sobre la resistencia en el
acto voluntario del enfermo@ (1894a: 48). Éste sería el primer tiempo de la
hipnoides de ser absorbidos por la conciencia normal, idea que, desde esta
buscaba un origen constitucional para tal predisposición. Freud refuta las tesis
el punto de vista de una tara hereditaria. Por eso, tampoco puede decirse que
39
En la misma línea, los conceptos que utiliza como el de Asuma de excitación@
78
defensiva.41
intelectual de Freud. Se puede decir que es el juego de articulación lógica entre los distintos
modos de concebir el funcionamiento mental lo que dará al psicoanálisis toda su originalidad.
40
Aunque en lo sucesivo, prevalecerá la reflexión sobre el concepto de represión, se
puede decir que el concepto de defensa estará también implícito en las preocupaciones de Freud.
Tanto es así, que en APulsiones y destinos de pulsión@ (1915c), la defensa englobará no sólo la
represión sino todos los destinos de la pulsión. El resurgimiento explícito del concepto de
defensa ocurrirá en Inhibición, síntoma y angustia, de 1926. En este trabajo, Freud volverá a
reconsiderar tanto la defensa como la represión: el primero Aestipulando que se debe utilizar
como la designación general de todas las técnicas de que el yo se vale en sus conflictos que
eventualmente llevan a la neurosis@; mientras que el segundo Asigue siendo el nombre de uno de
estos métodos de defensa en particular@. En S. Freud (1926d: 153).
41
Resistencia que se refleja en la relación terapéutica a modo de una Atransferencia@
(Übertragung) del recuerdo inconsciente de la representación reprimida. Transferencia todavía
entendida como el establecimiento de Aenlaces falsos@ (falschen Verknüpfungen), movido por
una Acompulsión a asociar@ (Zwang zus Assoziation) del paciente, aunque Freud reconozca la
existencia de una cierta relación de comunidad entre el deseo transferencial y la representación
inconciliable. Luego, después, la resistencia dejará de ser concebida como un obstáculo del
tratamiento y se convertirá en un instrumento de trabajo, es decir, en un medio para alcanzar a lo
reprimido. En J. Laplanche y J.-B. Pontalis (1967), voz: AResistencia@.
80
Estos años están marcados por un conocimiento cada vez más pormenorizado
apuntaban a los síntomas; el cierre del análisis se mide por el cese de los
pensamiento freudiano.
separado del yo; la diferencia entre ambas reside en el destino del afecto. En
81
el caso de la histeria, el afecto se convierte en inervación corporal. En la
que en lo que atañe a la pulsión sexual no existe saber que abarque todas las
42
Vale subrayar que, paradójicamente, Breuer también sostenía la importancia de la
sexualidad en la etiología de la histeria. Tanto es así, que utiliza el término Apulsión sexual@
(Sexualtrieb) en su discurso para designar Ala fuente más poderosa de aumentos de excitación
persistentes (y, como tal, de neurosis)@. Véase S. Freud y J. Breuer (1893-1895: 211). Sin
embargo, a diferencia de Freud, Breuer no era partidario de la hipótesis según la cual el factor
sexual era causa del trauma psíquico, es decir, no aceptaba universalizar los dominios de la
sexualidad en el entendimiento de la histeria. Prueba de ello es que en el caso Anna O., Breuer
trata el elemento sexual como un proceso afectivo con el mismo nivel de importancia que los
demás del mismo modo que considera que en su paciente el Aelemento sexual estaba
asombrosamente no desarrollado.@ Véase S. Freud y J. Breuer (1893-1895: 47). Asimismo, véase
G. N. Izenberg (1991: 29-51).
82
vacío inherente a esta búsqueda de saber; a medida que Freud llega a la
Desde luego, Freud sólo podrá forjar el saber sobre la sexualidad alejado del
de Freud.44
43
Al contrario de Descartes (1596-1650), Freud descarta la idea según la cual el sujeto
se identifica con su pensamiento, del mismo modo que refuta la idea del dualismo mente-cuerpo.
44
En particular la idea naciente de estratificación del material patógeno dado que revela
sus dudas sobre la aptitud de la concepción descriptiva del funcionamiento mental. Se mencionó
anteriormente que Freud refuta las tesis de Janet al vincular el proceso de escisión de los
contenidos de la conciencia, condición de la histeria, con la defensa. El énfasis dado en los años
1893 y 1894 a la existencia de representaciones contrastantes entra en este mismo orden de
razonamiento y dará lugar a lo que en APsicoterapia de la histeria@ se llamará Adinámica de
representaciones@ (Vorstellungsdynamik). Freud sostiene que el grupo psíquico escindido del yo
está dispuesto de modo ordenado alrededor del núcleo central patógeno y para acceder a él basta
con Aeliminar resistencias que bloquean su camino.@ En S. Freud y J. Breuer (1893-1895: 292).
Pero, Freud mismo señala, la situación se complica puesto que el síntoma histérico está
relacionado con una serie de traumas o que los diversos síntomas que constituyen el cuadro
histérico pueden o no mantener entre sí una relación de comunidad. Es decir, alrededor del
núcleo central se sitúan una serie de recuerdos traumáticos, Aseries de traumas parciales y
encadenamientos de ilaciones patógenas de pensamiento.@ En S. Freud y J. Breuer (1893-1895:
293). Con lo cual, supone que durante el tratamiento el material psíquico patógeno aparece, en el
83
Observaciones sobre las relaciones entre la teoría del trauma y la teoría del
habla del paciente, de modo desorganizado, tanto por el hecho de que el paciente comunica lo
que se le ocurre, como por desconocer las ilaciones entre sus ocurrencias y el material reprimido.
Sin embargo, refiriéndose a la histeria, Freud considera que puede establecer una Atriple
estratificación del material patógeno@ (dreifacher Schichtung dem psychische Material).
- El primer encadenamiento es lineal cronológico. Su peculiaridad reside en invertir la secuencia
de su origen cuando es reproducido; de modo que la última vivencia se
presenta como la primera ocurrencia del paciente y la primera vivencia, la que desencadena toda
la serie de recuerdos, aparece como la última en su relato. Constelación que impone dificultades
para la interpretación del material patógeno.
- El segundo ordenamiento consiste en la estratificación concéntrica del material en torno del
núcleo patógeno; para acceder a él hay que superar las resistencias en estos estratos.
- El tercer y más esencial es el ordenamiento según el contenido de pensamiento siguiendo una
ilación lógica. AEste ordenamiento posee un carácter dinámico, por oposición al morfológico de
las dos estratificaciones antes mencionadas. (...) El nexo lógico no se corresponde con una línea
quebrada en zigzag, sino más bien con un sistema de líneas ramificadas, y muy en particular
convergentes. Tiene puntos nodales en los que coinciden dos o más hilos, que desde ahí vuelven
devanarse unidos; y en el núcleo desembocan por regla general varios hilos de trayectorias
separadas o que muestran a trechos conexiones laterales. Para decirlo con otras palabras: es muy
notable cuán a menudo un síntoma es de determinismo múltiple, de comando múltiple {mehrfach
determiniert, überbestimmt}.@ En S. Freud y J. Breuer (1893-1895: 294-295; las llaves son de
Etcheverry). Freud afirma también que este esquema puede complicarse ante la posibilidad de
que exista más de un núcleo patógeno. A través del desarrollo de este esquema, concluye que
más que un Acuerpo extraño@ (Fremdkörper), la organización patógena se comporta como una
Ainfiltración@ (Inflitrat); es la resistencia la que le da este carácter. ALa terapia no consiste
entonces en extirpar algo (...), sino en disolver la resistencia y así facilitar a la circulación el
camino por un ámbito antes bloqueado.@ En S. Freud y J. Breuer (1893-1895: 296). La noción de
Acuerpo extraño@, uno de los componentes de la teoría del trauma esbozada en la AComunicación
preliminar@ (1893-1895), aparece aquí descartada puesto que el material reprimido no es un
cuerpo aislado en los procesos psíquicos, sino que participa en la dinámica de las
representaciones. Lo que indica la existencia de vías asociativas que conectan el material
consciente con el inconsciente, como los Asímbolos mnémicos@ (Erinnerungssymbolen) en el
caso de la histeria. Asimismo, para un análisis detenido del tema, véase R. F. Vilanova (1995:
93-105).
84
representaciones. No se trata de concepciones excluyentes, sino más bien
manifestación del síntoma neurótico, tal y como plantea Alarcón (1995: 87).
suponer que la concepción económica del trauma traduce uno de los avatares
momento en que este afecto se fija a una representación sustitutiva, tal y como
que Breuer envía a Fliess el 5 de julio de 1895 (1985 [1887-1904]: 137, n. 2).
El giro teórico emprendido por Freud en los años de 1894 a 1895, muestra no
acerca del relato de sus pacientes está profundamente relacionado con las
clínico sobre Elisabeth von R., Freud menciona que sus relatos clínicos se
45
En las páginas finales de Estudios sobre la histeria, Freud cambia el término
Acatarsis@ (Katharsis) por Aanálisis@ (Analyse); replanteamiento de términos que revela que en el
año de 1895 Freud ya dispone de un conjunto de nociones teóricas y clínicas que, si bien sólo
van a adquirir su valor heurístico a posteriori, están suficientemente desarrolladas como para
dilucidar las vías hacia el fenómeno de la cura. Véase S. Freud y J. Breuer (1893-1895: 300 y
sigs.).
46
De ahí es fácil captar que la dimensión dramática de sus relatos clínicos muestra la
singularidad de su pensamiento a diferencia de la tradición psiquiátrica alemana, limitada a la
explicación fisiológica de los síntomas y carente de un acercamiento más humanizado respecto a
los pacientes, por así decirlo. Este distanciamiento de Freud, en este aspecto, respecto a la
psiquiatría alemana revela una extraña paradoja, teniendo en cuenta que es en ella que se podría
perfilar las vías de una posible fundamentación científica de las neurosis, dado su nivel de
rigurosidad. Sin embargo, el hecho de que Freud empieza escuchar el sufrimiento con toda la
mudanza estilística que se le acompaña (escritura narrativa), no implica la adhesión a la
87
Las descripciones son abundantes en sus historiales clínicos.47 No obstante,
47
La fenomenología de la mirada como base en que se asientan determinadas
representaciones cargadas de afecto muestra el carácter intuitivo de expresiones, presentes en el
historial clínico de Emmy von N., como Asus ojos guiñan@ o Ala mirada abismada@. En S. Freud y
J. Breuer (1893-1895: 71).
48
Véase las cartas del 15 y 23 de septiembre de 1895 (Carta 73 y 74/28). En S. Freud
(1985 [1887-1904]: 141-145).
88
131).
1895). Toda esta actividad por la psicología, Adesde siempre mi meta que me
hace señas desde lejos, y que ahora, desde que me he encontrado con la
neurosis, se ha acercado tanto más@ (1985 [1887-1904]: 131; Carta 64/24, del
50
El valor del AProyecto de psicología@ (1950a [1887-1902]), reside en el
49
Leyes que a su vez obedecen a un modelo económico, más apropiado para abarcar
ciertos hechos observados en la clínica, teniendo muy claro que Auna concepción general
satisfactoria de las perturbaciones neuropsicóticas es imposible sin establecer vínculos con
hipótesis claras sobre los procesos psíquicos normales.@ En S. Freud (1985 [1887-1904]: 131;
Carta 64/24, del 25 de mayo de 1895).
50
El AProyecto@ presenta la peculiaridad de haber sido publicado en 1950, once años
después de la muerte de su autor. La primera noticia que se tiene de él fue a través de Marie
Bonaparte, que adquiere no sin esfuerzo y empeño las cartas de Freud a Fliess, entre las cuales
había manuscritos y este trabajo. Lo que significa que el AProyecto@ es testigo de la relación
entablada con Fliess y que por lo tanto debe ser leído en el marco de esta relación. Sobre el
proceso de adquisición de este material y la consecuente renuencia de Freud en publicarlo, véase
la AIntroducción@ de J. M. Masson sobre la correspondencia entre Freud y Fliess, en S. Freud
(1985 [1887-1904]: xiv - xxviii). Asimismo, véase P. Gay (1988: 679-681).
51
No valoraremos la pertinencia de los conceptos fisiológicos utilizados. Para una
panorámica del tema en cuestión, véase M. Mancia (1995: 9-19).
90
esta obra anticipa la formulación de determinados conceptos que sólo en un
mediante una lectura a posteriori que el referido texto asume el rango de uno
52
Fue en el AProyecto@ donde Freud introdujo nociones alrededor de las cuales gravitará
la metapsicología, tales como las de Aproceso primario@ (Primärvorgang) y Aproceso secundario@
(Sekundärvorgang), la de Avivencia de satisfacción@ (Befriedigungserlebnis) desarrolladas más a
fondo en La interpretación de los sueños (1900a [1899]). Otras nociones, en cambio, han
requerido un largo proceso de incubación y sólo en Más allá del principio del placer (1920g) han
salido a la luz, como el desarrollo posterior de las nociones de Aprotección antiestímulo@
(Reizschutz) y de Aligadura@ (Bindung).
53
En la misma línea, es posible el advenimiento de una tendencia en el psicoanálisis
actual de fundamentar algunas hipótesis psicoanalíticas a partir de las tesis expuestas en el
AProyecto@. Silvia Bleichmar, por ejemplo, no sólo reflexiona, sino también emplea las
cuestiones teóricas planteadas en el AProyecto@, desgajadas, esto sí, de sus aspectos
neurofisiológicos, para de ahí establecer un modelo de los orígenes del psiquismo. Veáse S.
Bleichmar (1993: 17-68). Asimismo, para una lectura actualizada del AProyecto@, véase M. de M.
Aisa y B. P. García (1995: 21-34).
54
Leer el texto según su contexto implica necesariamente mencionar, al menos, el
paralelo entre el pensamiento de Freud y el idealismo alemán que empieza con Kant y alcanza su
punto culminante con la Fenomenología del espíritu, de Hegel. Supone también introducir el
pensamiento de Freud en la tradición positivista, inspirada por la figura de Fechner, que proponía
el tratamiento de los fenómenos psíquicos desde la perspectiva cuantitativa. Como también
Herbart que nutría la creencia, compartida por Freud, sobre la posibilidad de expresar los
procesos psíquicos mediante el establecimiento de leyes científicas. Véase L. A. Garcia-Rosa
(1991a: 69-78).
91
Son dos las tesis principales que Freud presenta en la AIntroducción@ de este
estudio: A1. concebir lo que diferencia la actividad del reposo como una Q
independientes unas de las otras e iguales entre sí, desde el punto de vista
operantes en los distintos sistemas y subraya que ellas mismas constituyen los
55
Desde luego, el elemento original y no menos problemático de este planteamiento,
reside no tanto en descifrar las metáforas hidrodinámicas presentes en el texto como en articular
ambas tesis.
92
inicialmente busca el modo por el cual el Aaparato neuronal@ (neuronal
cuantitativo.
56
La noción de cantidad presenta cierta ambigüedad puesto que Freud la designa ora
como Q, ora como QZ; la primera aparece como Acantidad exterior@ y la segunda como Acantidad
psíquica@. Sin embargo, su empleo es en muchas ocasiones impreciso; no es raro el empleo de Q
para designar de modo genérico la energía que circula por el aparato neuronal. Q representa
también una energía de origen interno que, igual que la energía externa, deberá someterse a una
cierta transformación para ser utilizada por este aparato neuronal. Quizás esta ambigüedad está
relacionada con la desconocida naturaleza del Amovimiento neuronal@, tal y como Freud advierte
. En S. Freud (1950a [1887-1902]: 420 y 427). Para llevar a cabo la lectura de este texto se ha
optado considerar Q como la cantidad de excitación externa y QZ como cantidad de excitación
interna, de orden psíquica.
93
las líneas que derivan del interés de Freud sobre el factor cuantitativo, no sin
fundamental de las hipótesis formuladas por Freud. Este símil, que se refiere
57
Por otra parte, vale subrayar que en el AProyecto@, el proceso de investidura psíquica
94
Acargar@, tal y como plantea Etcheverry.59 Tanto es así que la noción de carga
debe ser entendido como un fenómeno neurológico, si bien años después se incorporará a la
noción de Aenergía libre@ (freie Energie) y de Aenergía ligada@ (gebundene Energie), corolario de
los procesos primario y secundario, como también la hipótesis del principio de constancia.
58
ALa expresión Besetzung significa >ocupación= de un territorio, de un puesto, de una
línea telegráfica (...). La ocupación militar implica cierta asignación de >valores= a un territorio:
se controlan ciertos lugares importantes, se concentran tropas en ciertos puntos; para ello se
requiere >cantidad= (pertrechos y soldados), pero también una >estrategia posicional=.@ Véase J. L.
Etcheverry en el volumen de presentación de las Obras Completas de S. Freud (1978: 46). En la
medida en que fusionan los términos investidura y ocupación, se puede decir que la teoría de la
investidura corresponde al símil de la ocupación. Sin embargo, estas aclaraciones
terminológicas, aunque sirvan para situar este término, no abarcan todas las connotaciones que la
Besetzung asume a lo largo de los escritos de Freud. Una de las cuales, mencionada por
Etcheverry, es la de Bedeutung, término que este autor prefiere traducir por Asignificatividad@,
Asignificado@, Avalor@ o Aintencionalidad@. Véase J. L. Etcheverry, en S. Freud (1978: 48). Señala
que el puente que permite la articulación entre ambos términos es el entendimiento de
investidura, en algunos lugares de la obra de Freud, como Amensaje@ (Nachricht), Ametáfora
telegráfica, la activación de una línea, posicionalmente determinada dentro de una red de lugares,
mediante una cierta cantidad de energía.@ Véase J. L. Etcheverry en S. Freud (1978: 47). Otra
connotación de la Besetzung, señalada por Garcia-Rosa (1991a: 92), es la que permite distinguir
esta teoría antes y después del establecimiento de la hipótesis estructural del inconsciente, a
saber, aunque la distinción entre neurona y cantidad presenta la misma perspectiva que la
establecida entre afecto y representación, no presentan las mismas resonancias. Es decir, tal y
como plantea Ricoeur (1965: 78), no es lo mismo hablar de neuronas investidas que hablar de
representaciones investidas.
59
En S. Freud (1978: 46).
95
Besetzung en el AProyecto@, a saber, la ligazón entre energía interna con una
60
Planteamiento no menos problemático que se extiende a lo largo de sus obras
posteriores, tal y como revela la proposición sobre la naturaleza ignota del factor
cuantitativo expuesta en 1920. Hela aquí: AEl carácter impreciso de todas estas elucidaciones
nuestras, que llamamos metapsicológicas, se debe, por supuesto, a que no sabemos nada sobre la
naturaleza del proceso excitatorio en los elementos del sistema psíquico, ni nos sentimos
autorizados a adoptar una hipótesis respecto de ella. Así, operamos de continuo con una gran X
que trasportamos a cada nueva fórmula.@ En S. Freud (1920g: 30). Teniendo en cuenta que en
este periodo Freud hace hincapié sobre la relación de correspondencia entre Amonto de afecto@
(Affektbetrag) y Apulsión@ (Trieb), planteamiento expuesto en ALa represión@ (1915d). Véase S.
Freud (1915d: 147). Como quiera que sea, esa Aenergía psíquica indiferente@ trae en escena no
sólo la cuestión de la naturaleza de esa energía, sino también el problema de la cantidad con el de
las pulsiones, hipótesis que Freud descarta rotundamente para no caer en el monismo junguiano
(véase II.4.3. y IV.3.1.).
96
exenta de problemas terminológicos que harán algunas formulaciones
de sistemas distintos que transforma las fuerzas que por él circulan, descarga
61
Por ahora, vale mencionar que, posteriormente, el Aafecto@ (Affekt) corresponderá no
sólo a un mecanismo de descarga, sino que también tendrá una cualidad. AExcitación@
(Erregung), en cambio, será uno entre los términos utilizados por Freud para describir la energía
de investidura, equivalente a la noción de cantidad planteada en el AProyecto@ (véase II.4.3.).
62
En S. Freud (1894a: 68).
63
Un autor como Green también sostiene la diferencia entre monto de afecto y suma de
excitación. Dice este autor: APor tanto, si todo afecto remite al aspecto cuantitativo de energía
pulsional que le corresponde, toda cantidad de energía no está forzosamente en relación con un
afecto.@ En A. Green (1973: 42).
64
Esta formulación sobre el principio de inercia neuronal, en términos de tendencia a
descarga a nivel cero de acuerdo con las leyes del Aproceso primario@ (Primärvorgang), estará
presente en toda teoría freudiana según los sucesivos planteamientos sobre el Aprincipio de
97
motora de la cantidad de excitación recibida por la neurona sensitiva. A esa
por estímulos que provienen del interior del propio cuerpo, que también
respiración y la sexualidad.
exógena (Q).65 De modo que Ael sistema de neuronas está forzado a resignar la
356).67
neurona (N) investida {besetzt}, que está llena con cierta QZ, y otras veces
puede estar vacía@ (1950a [1887-1902]: 342; las llaves son de Etcheverry).
trata de neuronas que requieren ser investidas por una cierta cantidad de
memoria así como la distinción entre las neuronas, dado que las funciones de
distinción de las neuronas entre neuronas pasaderas (n, Phi), que permiten el
paso de QZ pero sin retenerla y neuronas impasaderas (R, Psi), que ofrecen
allí tramitadas.
69
Para que incluso exista un aparato neuronal es necesaria la existencia de un sistema de
neuronas que no se altere con cada nueva percepción, que no se limite a la conducción de energía
y su descarga, sino que tenga la posibilidad de almacenarla.
70
Desde el punto de vista anatómico, el primer sistema corresponde a la sustancia gris
espinal expuesta directamente al mundo exterior, mientras que el segundo corresponde a la
sustancia gris encefálica, sin conexión periférica.
101
Por otra parte, es la disminución de las resistencias de algunas de las barreras-
Es decir, Ano hay abrise-paso [Bahnung] puro sin diferencia@ (1967: 277). La
apertura.
71
Además de almacenar la energía que recibe directamente de la fuente endógena, el
sistema R recibe directamente la energía exógena proveniente del sistema n. Son estos los
procesos neuronales considerados como >inconscientes=, es decir, que existen como
independientes de una conciencia. En S. Freud (1950a [1887-1902]: 352). Por un lado, la
introducción del término Ainconsciente@ (Unbewusst) no significa que ya esté concebido desde el
102
De modo que la función de las barreras-contacto adquiere un importante
relieve puesto que tanto ofrecen resistencia como permiten el paso de QZ. Es
R núcleo@72.
punto de vista estructural, sino más bien como una función de los sistemas de neuronas R e n.
Por otro, dado que el problema de la conciencia se entrama directamente con el de la cualidad,
Freud pregunta, A)cómo se generan las cualidades y dónde se generan las cualidades?@ En S.
Freud (1950a [1987-1902]: 352). De este orden de consideraciones atribuye la función de la
conciencia a un tercer sistema de neuronas, el sistema T (Omega), la sede de las percepciones,
que Aes excitado juntamente a raíz de la percepción, pero no a raíz de la reproducción, y cuyos
estados de excitación darían por resultado las diferentes cualidades; vale decir, serían
sensaciones conscientes.@ En S. Freud (1950a [1887-1902]: 353). En la medida en que este
sistema actúa como órgano de percepción, es también pasadero. Incluso el motivo por el cual
Freud utiliza la letra griega T (Omega, minúscula) expresa precisamente su similitud con la letra
W, empleada para designar la percepción. Vale subrayar que la concepción de la conciencia
como sede de las percepciones será mantenida por Freud a lo largo de su obra, pero alterando su
estatuto de función y buscando a la vez su estatuto metapsicológico al definirla como sistema
percepción-conciencia. Como quiera que sea, en el AProyecto@ define la conciencia en su
relación con la percepción como Ael lado subjetivo de una parte de los procesos físicos del
sistema de neuronas, a saber, de los procesos T, y la ausencia de la conciencia no deja inalterado
al acontecer psíquico, sino que incluye la ausencia de la contribución del sistema T.@ En S. Freud
(1950a [1887-1902]: 355-356).
Las Aneuronas R núcleo@ son el grupo de neuronas R investidas desde la fuente
72
pulsional en contraposición a las Aneuronas R manto o pallium@, otra fuente del sistema R,
investidas desde el sistema n.
103
pulsiones [Wir kennen diese Macht als den Willen, den Abkömmling der
se puede huir.
son proyectadas hacia el mundo exterior para ser enseguida registradas por la
73
Se perfila aquí la tesis según la cual las pulsiones son identificables a través de sus
Arepresentantes psíquicos@ (Psychischerrepräsentanzen) planteada por Freud en ALo
inconsciente@ (1915e). AUna pulsión nunca puede pasar a ser objeto de la conciencia; sólo puede
serlo la representación que es su representante. Ahora bien, tampoco en el interior de lo
inconsciente puede estar representada si no es por la representación. Si la pulsión no se adhiera a
una representación ni saliera a la luz como un estado afectivo, nada podríamos saber de ella.@ En
104
Freud llama Aesfuerzo@ (Drang) este afán de descarga, que en APulsiones y
pulsión, su factor motor. El único modo que el niño encuentra para descargar
hacia el objeto que colma la tensión pulsional, mientras que la vivencia del
[1887-1902]: 360).
106
Como una organización, -conjunto organizado de neuronas- el yo presenta la
percepción@ (Wahrnehmungsvorstellung).75
74
Con el descubrimiento de la hipótesis estructural del inconsciente, la equivalencia
entre represión e inhibición será abolida. Mientras la inhibición será designada como la reacción
del yo ante el placer y el displacer que evoca una vivencia ubicada en el mismo estrato
representacional que constituye al yo como una organización, en la represión el recuerdo
displacentero que retorna a posteriori no pertenece al mismo registro en que ocurrió la vivencia.
75
Desde luego, las percepciones constituyen también Arepresentaciones@
(Vorstellungen), es decir, complejos de imágenes. Como menciona Fainblun y Valls (1980: 276)
la génesis del yo concebida en el AProyecto@ es el resultado de la Ainterrelación del adentro y el
afuera, entre el sujeto y el objeto, en el que, dialécticamente, el mundo exterior se va
trasformando en mundo interior; las percepciones en recuerdos y los enlaces entre recuerdos, y,
en ese devenir, esto ya es pensamiento, siempre partiendo de la búsqueda del placer y la huida
ante el dolor.@
76
Como bien advierte Strachey en una nota al pie de página del AProyecto@, esta distinción
entre representación y percepción es unos de los primeros esbozos de lo que será posteriormente
analizado por Freud como Aexamen de realidad@ (Realitätsprüfung). Véase J. Strachey en S.
107
sentido, se perfila el estrecho vínculo del yo con la problemática de la realidad
para discernir lo que es realidad de lo que pretende darse como tal. Impide la
tipos de descarga).78
crítico. Esto señala que el proceso del pensar está traspasado de subjetividad.
entre sujeto y objeto. AMeta y término de todos los procesos de pensar es,
78
Teniendo en cuenta que estas representaciones no Atiene permitido alterar
esencialmente las facilitaciones creadas por los procesos primarios, pues así falsearía las huellas
de la realidad objetiva@. En S. Freud (1950a [1887-1902]: 380).
109
ambos; situación mítica que en nada corresponde a la vida real del sujeto. El
objeto.
79
Urteil, término formado por Ur, que indica algo Aprimordial@, Aoriginario@ y por teil,
Afracción@. Juicio o fracción originaria.
110
En definitiva, la actividad de pensamiento será el resultado de la desemejanza
toma para sí esta tarea, no sin inhibición, función en la que se mantiene para
363).80
80
Concebir la moral vinculada con a la supervivencia significa circunscribir lo inmoral,
lo peligroso como lo que atenta contra esta misma supervivencia. Es precisamente esta
concepción de la moral que un pensador como Nietszche critica. AMientras la utilidad que
domine en los juicios morales de valor sea sólo la utilidad del rebaño, mientras la mirada esté
dirigida exclusivamente a la conservación de la comunidad, y se busque lo inmoral precisa y
exclusivamente en lo que parece peligroso para la subsistencia de la comunidad: mientras esto
ocurra, no puede haber todavía una >moral del amor al próximo=@. En F. Nietszche (1885: 141-
142). Ahora bien, si bien en este periodo de su pensamiento, Freud expresaría esta concepción de
equilibrio psicofisiológico vinculada con la supervivencia, a partir del descubrimiento de la
sexualidad inconsciente y de la introducción del concepto de Adeseo@ (Wunsch) paulatinamente
se introducirá otra concepción. Eso se dará en dos significativos momentos de su obra, a saber,
con la introducción de los conceptos de Anarcisismo@ (Narcissmus) y de Apulsión de
muerte@(Todestrieb). A partir de ahí, la supervivencia (y, como consecuencia, esta concepción de
la moral) dejará de ser el criterio único para el equilibrio psíquico en el pensamiento freudiano.
Con la concepción de un yo investido de libido en los momentos de su constitución (véase II.3.),
la sexualidad no será más asimilada con lo malo o con el cuerpo extraño que atenta contra el
bienestar del yo, cuestión que el concepto de narcisismo vendrá a subrayar de modo rotundo.
Ocurrirá, pues, un verdadero descentramiento de la dimensión adaptativa respecto al yo; el yo
sobrevivirá por el amor del yo; amor que será una mezcla de narcisismo, de ternura y de
sensualidad. Parece que el criterio moral es sustituido por ético, que consiste en discernir lo lícito
111
El razonamiento de Freud refleja el cambio en las expresiones destinadas a
cambio de perspectivas, sino que denota los límites mismos del lenguaje
organismo biológico con el entorno. Es decir, este cambio vino a señalar que
de lo no lícito.
81
Este mismo autor considera indiscutible que Ael uso de este léxico neuronal no sólo
condicionó a Freud para adecuarse a un determinado discurso, sino que este léxico, utilizado con
la libertad que él se lo tomó, le permitió perfilar sus propios conceptos. Quiero decir, el discurso
>neurológico= dejó sus marcas en el discurso psicoanalítico.@ En J. E. Canteros (1996: 317).
112
de esta cantidad de energía. Parece lícito afirmar que es precisamente cuando
lo biológico. Así, pues, más que delatar la insuficiencia del léxico neuronal,
implica tener en cuenta que este mismo origen está insertado en un juego de
82
Ahora bien, es a partir de este orden de consideraciones, que se perfila las primeras
huellas de una posible unificación de la dicotomía entre energética/hermenéutica o
pulsión/sentido en el pensamiento freudiano señalada por un autor como Ricoeur. Este autor
plantea que, si por un lado el pensamiento de Freud se presenta como una explicación de los
fenómenos psíquicos como conflicto de fuerzas (energética), por otro, se perfila como una
Aexégesis del sentido aparente mediante un sentido latente@ (hermenéutica). Eso se configura
como un muy significativo problema ya que introduce el siguiente interrogante: A)Cómo es
posible que la explicación económica pase por una interpretación referida a las significaciones y,
a la inversa, que la interpretación sea un momento de la explicación económica?@ En P. Ricoeur
(1965: 61).
113
fuerzas hipotéticas que ningún dato neurofisiológico viene atestiguar su
revela que desde esta perspectiva, la esencia de la pulsión sólo podrá ser
metaforizada.83
83
De ahí la significativa y no menos polémica afirmación de Freud según la cual la
teoría de las pulsiones es nuestra mitología, para destacar su carácter indestructible e
indeterminado, presente en la 320 de las Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis,
titulada AAngustia y vida pulsional@ (1933a [1932]: 88). Afirmación que, si bien refleja la
influencia de éstas ideas antivitalistas y positivistas en la construcción de su pensamiento, estará
ubicada en un momento temporal que se caracteriza por la definitiva consolidación del
psicoanálisis como disciplina.
114
que el recuerdo de la vivencia sexual presenta un nivel de investidura
1902]: 397).
sexual.
no con más elementos que los ofrecidos por la fenomenología, por lo menos
con una mirada más precisa. Sin embargo, si bien ya se perfila el desarrollo
84
En la misma línea, será mediante el desarrollo del punto de vista tópico, sin reducirlo
a una espacialidad física sino concibiéndole como Alugar psíquico@ dotado de una temporalidad
peculiar, que se perfilará una posible confluencia o, al menos, una problematización de la
dicotomía entre pulsión/sentido o energética/hermenéutica planteada por Ricoeur. Tópica que
permitirá tanto la unificación entre el punto de vista económico y la teoría del sentido, como
también será equivalente al movimiento interpretativo que va del sentido aparente hacia otro
lugar del sentido. En P. Ricoeur (1965: 82).
116
objeto de un giro radical, sobre todo a partir de la Carta 112/52, momento en
limita a presentar los ejes centrales de la Carta 112/52 con los que Freud,
85
Para una reflexión actualizada acerca de los contenidos de esta carta, en particular, de
su contribución hacia el establecimiento de una teoría de la memoria y de la temporalidad en
psicoanálisis, véase, por ejemplo, J. Laplanche (1992: 65-106 y 107-133) y S. Bleichmar (1993:
69-97).
117
luego, después, construyó la hipótesis psicoanalítica por excelencia del
funcionamiento del aparato psíquico, tiene por objetivo rastrear las huellas de
nexos.
86
Como advierte Ricoeur (1965: 105), Ahay lugares porque hay relaciones de exclusión
que son relaciones de fuerza (resistencia, defensa, prohibición).@
87
La cuestión inicial, derivada del AProyecto@, no destaca la memoria como un atributo o
una aptitud del aparato, sino como Ala esencia misma de lo psíquico@ . En J. Derrida (1967: 277).
ALa memoria está constituida por los distingos dentro de las facilitaciones entre las neuronas
R@; lo que significa que la memoria no es consecuencia del aparato sino lo que le funda y su
constitución está basada en la diversidad de las facilitaciones. En S. Freud (1950a [1887-1904]:
345).
118
los modos que la impresión encuentra para ser conservada por la memoria (el
neurológica a la psíquica.
sobre la escritura.
[1887-1904]: 219). Como plantea Derrida (1967: 284), Ala huella mnémica
I II III
W Wz Ub Vb Bew
x x x x x x x x x x
x xx x x x x
88
El concepto de Arepresentación-palabra@ (Wortvorstellung) se refiere a uno de los tipos
120
la única escritura que accede a la conciencia mediante Ala animación
ocurren a lo largo del desarrollo individual. Se perfila aquí el intento por parte
Por otro lado, la figuración del Aaparato mental@ (mentaler Apparat) permitirá
perspectiva ontogenética.
90
Se muestra una nueva teoría de la represión que no consiste en un fallo mecánico sino
en una defensa normal contra los recuerdos displacenteros y una defensa patológica, la represión
propiamente dicha, Acontra una huella mnémica todavía no traducida de una fase anterior@. En S.
Freud (1985 [1887-1904]: 220; Carta 112/52).
91
En efecto, como advierte Bercherie (1983: 337) Alo que Freud propone en ese punto es
un modelo muy claramente evolucionista, y ya no >una psicología para neurólogos=@.
122
1904]: 284), o sea, su teoría de las neurosis; así Freud confiesa a Fliess la
92
No obstante, tal abandono no supuso dudas respecto a la etiología sexual de las
neurosis como tampoco negar que los neuróticos no hayan sido víctimas de la seducción de sus
padres. Como Gay (1988: 123) señala: ALo que Freud repudió era la teoría de la seducción como
explicación general del modo en que se originan todas las neurosis.@Vale subrayar que el
abandono de la teoría de la seducción descarta también la idea de una histeria monosintomática,
aunque mantenga como modelo explicativo para descifrar los posibles modos de estratificación
del material patógeno descritos en Estudios sobre la histeria; sobre todo los dos primeros, ya
que el último introduce la hipótesis de series de traumas parciales. En S. Freud y J. Breuer (1893-
1895: 293-294).
123
De modo que Freud centra su interés sobre el papel de la Asexualidad infantil@
sus comienzos@, afirma Gay (1988: 117). Esto en modo alguno significa que
93
La primera referencia al complejo de Edipo se encuentra perfilada en el Manuscrito N,
de la relación epistolar con Fliess. Sobre la existencia de mociones hostiles hacia las figuras
parentales en las neurosis dice: AParece como si este deseo de muerte en los hijos varones se
volviera contra el padre, y en las hijas mujeres, contra la madre.@ En S. Freud (1985 [1887-1904]:
268; anexado en la Carta 129/64, del 31 de mayo de 1897).
94
La muerte de su padre, Jacob Freud, ocurrida el 23 de octubre de 1896, producirá en
Freud un intenso trabajo de duelo, parte integrante de su autoanálisis. El resultado de este
proceso es su libro sobre los sueños, tal y como Freud afirma en el prólogo a la segunda edición
de La interpretación de los sueños (1900a [1899]), de 1908: AEs que para mí el libro posee otro
significado, subjetivo, que sólo después de terminarlo pude comprender. Advertí que era parte de
mi autoanálisis, que era mi reacción frente a la muerte de mi padre, vale decir, frente al
acontecimiento más significativo y la pérdida más terrible en la vida de un hombre.@ En S. Freud
124
experiencias de sus pacientes y con su elaboración teórica incipiente.95
entre los sueños y las neurosis no existe una frontera demarcatoria de dos
busca fundamentar los capítulos anteriores, por otro, trata de imponer una
párrafos iniciales del capítulo VII que Ael tramo cómodo y agradable [de
>nuestro viaje=] queda atrás@ (1900a [1899]: 506). En virtud del hecho de que
lectura se limitará a exponer los ejes centrales de esta concepción naciente del
96
Como señala Garcia-Rosa (1991b: 154), no se trata sólo de un aparato de sueños, sino
también de un aparato de memoria, de fantasía, de pensamiento, de discurso. Freud lo nombra
Aaparato psíquico@ (psychischer Apparat) o Aaparato anímico@ (seelischer Apparat).
126
sistemas. A este respecto, Derrida (1967: 285) es rotundo al afirmar que a
comunicaré@ (1985 [1887-1904]: 326). ALa idea que aquí se pone a nuestra
[1899]: 529).
Los Asistemas R@, integrantes de este aparato psíquico, de acuerdo con ciertas
determinada serie temporal@ (1900a [1899]: 530). Se trata, pues, de una tópica
temporal.
La dirección dada por la secuencia entre los sistemas encuentra como modelo
hacia la motilidad. AEl proceso del reflejo sigue siendo el modelo de toda
97
La máquina del AProyecto@ compuesta de partículas materiales, las neuronas, se
transmuda en una máquina óptica de lugares conceptuales, ya que sus imágenes se forman
en el cruce de las lentes y no sobre sus componentes materiales.
98
Esquema básico que encuentra como punto de partida el desequilíbrio generado por
la excitación de determinadas zonas del cuerpo y culmina con una reacción automática de del
organismo con la finalidad de restituir el equilibrio homeostático.
128
estímulos perceptivos, pero nada conserva de ellos y por tanto carece de
semejanza.
99
Estas formulaciones evocan los planteamientos del AProyecto@, pero ahora ya no se
trata de sistemas de partículas materiales como tampoco de barreras-contacto; ahora, el sistema R
es compuesto de Ahuellas mnémicas@ (Erinnerungsspur).
100
Como en alemán este término acompaña al pronombre neutro (das Unbenwusst), el
problema consiste en distinguir, según el contexto, si se trata de sustantivo o adjetivo. De todos
129
Ano tiene acceso alguno a la conciencia si no es por vía del preconsciente, al
considera Aque el sistema que sigue al Prcc es aquél al que tenemos que
La Afuerza pulsionante del sueño@ (Triebkraft für den Traum) proviene del
y por esto labora para alcanzar una expresión consciente. Como durante el
formal.
elaborados.
131
Sin embargo, Freud mismo considera que estas tres especies de regresión son
El aparato psíquico no surge acabado en todos sus detalles, más bien que se ve
557).
101
Según Freud, el sueño constituye la reanimación de las Amociones pulsionales@
(Triebregungen) infantiles. Pero más allá de esta infancia individual, la regresión apunta a la
infancia filogenética, de la cual Ael individuo es de hecho una repetición abreviada, influida por
las circunstancias contingentes de su vida.@ En S. Freud (1900a [1899]: 542).
132
Entra en escena una nueva clase de excitaciones que no corresponde a una
Afuerza@ (Kraft) que golpea al organismo de modo momentáneo sino que actúa
de pensamiento@ (Denkidentität).
aparato. De modo que es gracias a este esquema que Freud podrá formular la
tesis sobre la realización alucinatoria del deseo como una investidura del
102
El vínculo entre conciencia y percepción estaba presente desde el AProyecto@ bajo la
representación del sistema T (véase I.3.2.).
134
sistema Prcc, con la diferencia que en el caso de la alucinación la investidura
proviene del interior del aparato como el resultado del trayecto regresivo de la
excitación.
excitación en el interior del aparato. Como los otros procesos del sistema R,
pasa a ser también el órgano sensorial para una parte de nuestros procesos de
El esquema del aparato psíquico propuesto por Freud supone, ante todo, la
103
Uno de los cambios introducidos en la Carta 85/39, del 1 de enero de 1896, respecto
al AProyecto@ se refiere a la localización del sistema T entre los sistemas n e R, terminología que
en lo sucesivo fue abandonada. Sin embargo, subsiste la tesis sobre los dos lugares donde la
conciencia recibe la excitación. En S. Freud (1985 [1887-1904]: 165-169).
135
del sistema nervioso, sino, por así decir, entre ellos, donde resistencias y
psíquica@ pueden ser metaforizados como las Alentes del telescopio, que
Freud insistió en que este esquema del aparato psíquico es una ficción, una
representación auxiliar sobre los procesos psíquicos. Como quiera que sea y a
metafóricos.
cuerpo y alma.
sueños como los síntomas, los actos fallidos y los chistes constituyen
distintos modos por los que un cuerpo pulsionado encuentra una traducción a
104
Como señala un autor como Widlöcher (1996: 76), Freud introduce el concepto de
pulsión para explicar que el Aacto inconsciente@ presenta un sentido y es susceptible de ser
estudiado bajo la perspectiva naturalista.
137
Amoción de deseo@ (Wunschregung), en pugna por realizarse.105 Se puede
105
Anteriormente se mencionó la fecundidad de la tópica psíquica por conducir a la
confluencia o, por lo menos, a la problematización, de la dicotomía entre pulsión/sentido o
energética/hermenéutica. Desde luego, eso se lograría gracias a la articulación entre los
conceptos energéticos con los conceptos que evocan al sentido. Ahora bien, dentro de este orden
de consideraciones, que un concepto como el de Adeseo@ (Wunsch) que, si bien está del lado de lo
energético posibilita, por su posición misma, Apasar de la fuerza al lenguaje, pero también
[revela] la imposibilidad de reasumir o integrar totalmente la fuerza en el lenguaje.@ En P.
Ricoeur (1965: 62). Por eso, según Ricoeur (1965: 86), Asi el símbolo es el sentido del sentido,
toda hermenéutica freudiana debería ser una hermenéutica del símbolo como lenguaje del deseo.@
La tópica tendría, así, la función de figurar todos los niveles del deseo, hasta lo Aindestructible@.
La tópica, metáfora de lo indestructible, conduce a este autor sostener la hipótesis según la cual
ese Alugar psíquico@ representaría el Afuera del tiempo@. En P. Ricoeur (1965: 93). Para un
138
años más tarde ilustrará su teoría sobre el primer dualismo pulsional.
amarillas cogidas por Pauline@, tema central del texto titulado ASobre los
recuerdos encubridores@ (1899a). Freud alude a una cita de Schiller: Alos más
Hambre y amor, por un lado; amor y sexualidad, por el otro. Como advierte
Green (1990: 241) para Freud, en estos años iniciales, amor y sexualidad
los sucesivos cambios que sufrirá la doctrina de las pulsiones, sobre todo en lo
el campo del Ano saber@ (Masotta, 1994: 29) en la medida en que hace
Así, pues, los años de 1893 a 1900 están caracterizados no sólo por la
107
De este orden de consideraciones se perfilará una muy significativa cuestión teórica:
si bien la pulsión, esa energía que penetra y circula entre las representaciones, es, según Freud,
de origen somático, )cómo es posible explicar el proceso mediante el cual la pulsión encuentra
expresión en lo psíquico a partir de un juego de fuerzas hipotéticas ancladas en lo biológico?
Cuestión que será tratada en el próximo capítulo (véase II. 4.3.).
140
descubrimiento psicoanalítico por excelencia, a saber, la hipótesis estructural
a otros textos.
de la primera edición de los Tres ensayos, de 1905, pese al hecho de que las
108
Respectivamente las de 1910, 1915, 1920, 1922 y 1925. Ediciones que fueron
enriqueciendo y perfeccionando sus primeras hipótesis sobre la sexualidad, tal y como
atestigua el proceso de desarrollo de las notas a pie de página, en que se menciona el año en
que fueron agregados determinados párrafos o secciones.
143
posteriores mantienen un estrecho vínculo con los subsiguientes momentos
es objeto este concepto y demostrar que las líneas maestras que determinarán
109
Vale señalar que si bien la primera formulación psicoanalítica sobre el concepto de
pulsión aparece explícitamente a partir de 1905, con los Tres ensayos de teoría sexual (1905d),
es posible vislumbrar formulaciones que se aproximan a este concepto en AFragmentos de
análisis de un caso de histeria@ (1905e [1901]), en particular a propósito de la discusión acerca de
la génesis de los síntomas histéricos, tema que más adelante será tratado (véase II.1.2.). En este
estudio también estará presente la definición del concepto de Asublimación@ (Sublimierung), que
en APulsiones y destinos de pulsión@ (1915c) será designado como uno de los destinos de la
pulsión, pero que tanto en el contexto del caso Dora como en el de los Tres ensayos (1905d)
estará relacionado con las perversiones. En S. Freud (1905e [1901]: 45 y 101).
110
En este periodo Freud todavía no contaba con historiales clínicos de niños para
comprobar sus hipótesis sobre la génesis y la evolución de la Asexualidad infantil@ (infantile
Sexualität), hecho que ocurriría años más tarde con el análisis de la fobia de Hans. Véase S.
Freud (1909b). De manera que, lejos de infravalorar sus descubrimientos, estas hipótesis
iniciales confirman una vez más la genialidad de Freud al establecer la hipótesis sobre el
funcionamiento sexual infantil a partir de la sexualidad adulta. A partir de ahí, el concepto de
Apulsión@ (Trieb) se constituirá como parte integrante de este nuevo ordenamiento del
funcionamiento psíquico, producirá una ruptura respecto a lo que se concebía acerca de la
sexualidad y, por lo tanto, se convertirá en una cuestión polémica. Al introducir la pulsión dentro
del contexto histórico de los Tres ensayos (1905d), se puede decir que las resistencias en admitir
la hipótesis de una sexualidad inconsciente derivan menos de las formulaciones sobre la
sexualidad infantil que por su relación de continuidad con la sexualidad adulta, tal y como
144
según la cual la pulsión apunta hacia la dimensión subjetiva del encuentro del
menciona Bercherie (1983: 355), ya que la tesis fundamental de Freud en este estudio describe la
sexualidad infantil en la serie que dará origen a todas las perversiones adultas.
111
Dos planteamientos aparentemente distintos, pero que mantienen un estrecho vínculo
entre sí. Ocurre, sin embargo, que a lo largo de la obra de Freud se sumarán una serie de
dificultades terminológicas que obnubilarán esta estrecha relación. Por tratarse de una
problemática que, si bien se insinúa desde los primeros trabajos de Freud (véase I.3.2), es
explícita a partir de 1920, se prefirió discutirla más detenidamente en el capítulo IV (véase
IV.3.1).
145
psíquico la proyecta hacia afuera.
sexual abrirá, entonces, una pregunta que viene a señalar la falta de un saber
pensamiento freudiano.
146
112
En los Tres ensayos (1905d), Freud establece una estructura molecular singular
respecto a sus posteriores escritos, reflejo mismo de un cierto enfoque clásico presente en
determinadas partes del texto. El primer ensayo titulado ALas aberraciones sexuales@ es muestra
de la influencia que la perspectiva clásica ha ejercido sobre Freud. He aquí su estructura:
I. Las aberraciones sexuales.
1. Desviaciones con respecto al objeto sexual.
A. La inversión.
B. Personas genésicamente inmaduras y animales como objetos sexuales.
2. Desviaciones con respecto a la meta sexual.
A. Trasgresiones anatómicas.
B. Fijaciones de metas sexuales provisionales.
3. Consideraciones generales sobre todas las perversiones.
4. La pulsión parcial en los neuróticos.
5. Pulsiones parciales y zonas erógenas.
6. Explicación de la aparente preponderancia de la sexualidad perversa en el caso de las
psiconeurosis.
7. Referencia al infantilismo en la sexualidad.
147
humana. Por último, el planteamiento adoptado permitirá acercarse al intento
normal y lo patológico.113
113
El edificio conceptual que rige la teoría freudiana sobre la sexualidad no está
completo en 1905. Tanto es así que hubo la necesidad por parte de Freud en realizar una serie de
agregados en las sucesivas ediciones que constituyen esta obra, reflejo mismo de la evolución de
su pensamiento y correlativo con el movimiento dialéctico en que se asienta el psicoanálisis.
Ahora bien, partiendo de este orden de hechos, se derivan, en los desarrollos posfreudianos,
diferentes líneas interpretativas. Para un análisis detenido de esta última cuestión, véase J.
Laplanche (1993b:58-77). Desde luego, en las versiones actualizadas de esta significativa obra
está presente la preocupación en relacionar la versión original, de 1905, con los agregados
posteriores. Sin embargo, la tendencia es de una modalidad interpretativa basada en definiciones
globalizantes, ateniéndose más a la visión de conjunto y tratando el texto como una teoría
acabada, cuando la teoría freudiana sobre la sexualidad también presenta lagunas de
entendimiento que merecen ser esclarecidas. Verbigracia, las nociones de objeto y de
autoerotismo, la temática sobre el advenimiento de la dimensión fantasmática pero, sobre todo,
la actitud de Freud respecto a dimensión biológica, tema que más adelante será discutido
detenidamente (véase II.1.2.). De ahí la necesidad de volver sobre la primera edición de los Tres
ensayos (1905d) y de extraer no sólo una cosecha globalizante, sino también buscar una suerte de
esclarecimiento sobre estos aspectos de la teoría.
148
Ameta@ (Ziel) sexual -la acción hacia la cual esfuerza la pulsión- (la
mismo pensamiento.
114 115
Autores como Havelock Ellis y Krafft-Ebing, más preocupados por
Freud rompe con esta noción de Ainstinto@ (Instinkt) y relativiza las nociones
114
Henry Havelock Ellis (1859-1939), sexólogo inglés, mantuvo un contacto epistolar
con Freud desde finales de 1890 hasta mediados de 1939, aunque rompió con la teoría freudiana
en 1927. A través de la relación epistolar mantenida entre ambos autores, se tiene noticias sobre
sus ideas sobre la sexualidad, así como de los recíprocos reproches acerca de temas como el
autoerotismo- término acuñado por Ellis- y el incesto. Véase N. Caparrós en S. Freud (1997a
[1871-1886]: 30).
115
Richard von Krafft-Ebing (1840-1902), uno de los representantes oficiales de la
psiquiatría en la Universidad de Viena y uno de los más significativos autores que ha continuado
la labor de describir y clasificar los trastornos psíquicos iniciada por la psiquiatría positivista
francesa en la segunda mitad del siglo XIX. Introduce la teoría de la degeneración librada del
componente religioso y caracterizada como una regresión en el sentido darwiniano. Miraba con
cierta indiferencia los primeros trabajos de Freud sobre la histeria. Véase E. Kris en S. Freud
(1985 [1887-1904]:528) y J. M. M. Meseguer (1973:228).
149
determinante en el estudio de las perversiones.116 Por un lado, el reemplazo
las perversiones. Parece, así, ir abandonándose una concepción que Ano sólo
imagen del hombre (...), conservada por sus significaciones éticas, en una
mitad animal y una mitad racional@ (Mannoni, 1968: 87). Por otro, con el
116
Debe hacerse hincapié en el equívoco de verter el término alemán Trieb por Ainstinto@
(Instinkt) cuando se trata de la expresión Apulsión@ (Trieb). Prueba de ello se encuentra en las
dudas de Freud sobre la existencia del instinto en los seres humanos, lo que confirma que es la
pulsión la que se constituye como un Aesfuerzo@ (Kraft) de carácter irreprimible y que, al
contrario del instinto con objeto y meta definidos, carece de una orientación fija. En la misma
línea, en los años posteriores Freud demuestra conocer la especificidad del término Trieb:
ALlamamos a estas necesidades corporales, en la medida en que constituyen estimulaciones para
la actividad anímica, Triebe {Apulsiones@}, un término que muchas lenguas modernas nos
envidian@. En S. Freud (1926e: 187; las llaves son de Etcheverry). Pese a ello, gran parte de las
traducciones de la obra de Freud no sólo han establecido el equívoco sino también, y a
consecuencia de él, han trastocado una parte significativa del descubrimiento freudiano sobre la
sexualidad hacia el terreno de las funciones adaptativas lo que, en otras palabras, significó
reforzar la raigambre biologicista de la concepción freudiana sobre la sexualidad en detrimento
del giro teórico-clínico que supuso la hipótesis estructural sobre el inconsciente.
150
sobre el tema. Por otro lado, merece ser destacado que Freud pone en tela de
117
Incluso en 1915, en uno de los numerosos agregados a esta obra, insiste en que tanto
el carácter innato como su contrario, el adquirido, no abarca el entendimiento de las múltiples
manifestaciones de la homosexualidad. En S. Freud (1905d: 131-134, n. 13).
118
Para un análisis contemporáneo acerca de la homosexualidad en los Tres ensayos de
teoría sexual (1905d), véase J. Neu (1991: 208-250).
151
de que sea única; se trata más bien de una serie de actos que conducen al
placer sexual. En vez de una meta general, se tienen en este caso metas
presente obra como en relación con los desarrollos posteriores. A partir del
a los encantos de éste@ (1905d:134). Pero, a pesar del carácter variable del
objeto, Freud sugiere que debe existir algo constante en la pulsión sexual ya
que en algunos individuos, Ala clase y el valor del objeto sexual pasan a un
servirá como punto de mira que le conducirá al estudio sobre las neurosis y
152
consecuentemente sobre la Asexualidad infantil@ (infantile Sexualität), tanto
sexuales normales.
dice Dor:
Freud designa el coito como la meta sexual normal que sirve de descarga de la
perversiones están asociados con el tocar y el mirar, es decir, con las metas
(Verweilungen) con relación a las etapas preliminares del amor sexual (1905d:
136).
153
pues en este caso la descarga sexual se fija en una de las etapas previas de la
119
Este factor, es decir, el hecho de tratar la boca, el ano y otras partes del cuerpo como
metas sexuales llevaría a Freud a destacar la importancia de las Azonas erógenas@ (erogene
Zonen) por su vínculo con las metas sexuales preliminares.
120
Del mismo modo que puede dar lugar a otros procesos, tal y como revela uno de los
destinos de las pulsiones conocido como Asublimación@ (Sublimierung), proceso que explica las
posibilidades que la pulsión encuentra para plasmar su fuerza en metas no sexuales, lo que Freud
designa como actividades sociales y culturales. En este capítulo de los Tres ensayos (1905d:
142), así como en las consideraciones sucesivas que realizará Freud a lo largo de esta obra, la
sublimación aparecerá relacionada con las perversiones. Tal vínculo estará presente desde el
caso Dora, a propósito de la curiosidad sexual: será la Asofocación@ de las mociones pulsionales
en la disposición sexual indiferenciada que conducirá a la sublimación y Aestán destinadas a
proporcionar la fuerza motriz de un buen número de logros culturales.@ En S. Freud (1905e
[1901]: 45). En este contexto de los Tres ensayos (1905d), la sublimación será mencionada
cuando el interés exclusivo de los genitales se dirige a la forma del cuerpo como un todo y que
encuentra como límite el asco. En S. Freud (1905d: 142). Será la represión que distinguirá la
sublimación de las perversiones ya que el asco se revela como el efecto de la barrera impuesta
154
hace notoria; la detención en la primera sirve de índice de las perversiones.
misma persona, de modo que la meta sexual se presenta con una doble
el placer de mirar del voyeur trae consigo el placer de ser mirado. Lo que se
por la represión, así como el vínculo de la sublimación con la estética y con la Apulsión de saber@
(Wisstrieb), como sublimación de la Apulsión de apropiación@ (Bemächtigungstrieb). En S. Freud
(1905d: 177).
121
Freud toma este término de Albert Moll (1862-1939), neurólogo en Berlín. Lo
menciona por primera vez en el Manuscrito E titulado A)Cómo se genera la angustia?@ para
describir el proceso de engendramiento de la angustia en la Aneurosis de angustia@
(Angstneurose): la tensión sexual física alcanza un cierto umbral -umbral necesario para
despertar la Alibido psíquica@- pero carece de condiciones para ser Avalorizada psíquicamente@.
Es decir, la conexión con lo psíquico es insuficiente para convertirse en Aafecto sexual@; por lo
tanto, se transforma en angustia. En S. Freud (1985 [1887-1904): 74; adjunto a la Carta 42/18 a
Fliess, del 21 de mayo de 1894). En los Tres ensayos (1905d) será equivalente al amor (Apulsión
sexual@; Sexualtrieb), opuesta al hambre (Apulsión de nutrición@; Trieb nach
Nahrungsaufnahme) y próxima al deseo sexual en pugna por encontrar la satisfacción. Lo
emplea generalmente para designar la energía psíquica distinta de la excitación sexual somática.
Pero además de postular un carácter cualitativo a la libido, Freud la define como Auna fuerza
suceptible de variaciones cuantitativas, que podría medir procesos y transposiciones en el ámbito
de la excitación sexual.@ En S. Freud (1905d: 198).
155
caso del placer de ver, y el dolor, en el caso del placer de tocar (1905d: 144).
122
Se trata más bien de un objeto fragmentado donde las diversas partes responden al
cumplimiento de la meta sexual.
156
constante@ (konstant Kraft) hacia determinadas partes del cuerpo, lo que
carecen de barreras en la conducta perversa: Ala neurosis es, por así decir, el
sido remitido a él), enseña que la relación entre infancia y vida adulta es más
actividad sexual el hilo que conducía y unía estos periodos de la vida del
sujeto humano. Los que se resistían eran los mismos que antaño manifestaban
Para ilustrar la práctica sexual infantil, Freud toma como ejemplo el chupeteo
123
De acuerdo con la definición de Laplanche y Pontalis en el Vocabularie de la
Psychanalyse (1967), el autoerotismo se define por una modalidad de comportamiento sexual
infantil que indica la ausencia de reconocimiento, por parte del niño, tanto del objeto exterior
como de la imagen del cuerpo propio totalizada. Momento del desarrollo de la libido en que la
sexualidad se desgaja del objeto natural y se une a la producción fantasmática. En J. Laplanche y
J.-B. Pontalis (1967); voz: AAutoerotismo@. Ahora bien, hay que tener en cuenta que en la
primera versión de los Tres ensayos, de 1905, el autoerotismo se refiere únicamente a la
ausencia de reconocimiento del objeto exterior. En este momento de su obra, Freud todavía no
planteaba el advenimiento de la dimensión fantasmática en los primeros años de la infancia, sino
que la situaba en la pubertad. ADestaquemos, como el carácter más llamativo de esta práctica
sexual, el hecho de que la pulsión no está dirigida a otra persona; se satisface en el cuerpo
propio, es autoerótica@. En S. Freud (1905d: 164). Un autor como Laplanche (1993b: 54)
advierte que será la discusión sobre el onanismo el móvil que conducirá a Freud a reubicar el
advenimiento de las fantasías en la infancia, pero después de un momento autoerótico (sin
objeto). En cuanto a las fantasías del periodo del 0 a los 2 años podrían ser consideradas de
origen interno, no como el resultado de las relaciones con los objetos exteriores. Estas
consideraciones sirven para señalar que, la tesis principal de los Tres ensayos, la contingencia del
objeto de la pulsión, tesis que precisamente produce la ruptura con la concepción clásica, no es
una operación acabada. Prueba de ello son las sucesivas ediciones que ha sufrido esta obra,
reflejo mismo de la necesidad de deconstruir la noción de objeto en todos sus avatares; proceso
correlativo con la construcción del objeto de la pulsión, objeto por excelencia del psicoanálisis.
159
actividad sexual nace por intermedio de la función biológica de la
zona anal y el objeto pasa del exterior hacia partes del cuerpo propio.125 Estos
objetos situados en el cuerpo propio son zonas más propicias para producir
124
Así, la idea de un apuntalamiento (Anlehnung) de la sexualidad en las funciones
destinadas a la autoconservación del individuo, se encuentra perfilada en la primera edición de
los Tres ensayos. En la tercera edición de 1915, Freud menciona que lo sexual se apuntala en la
necesidad orgánica de alimentación para descargar la sensación displacentera provocada por la
acumulación de tensión, a la vez que la asigna como una de las características esenciales de la
sexualidad infantil que más adelante será tratada. En S. Freud (1905d: 165).
125
Sin embargo, puesto que el chupeteo también convoca a la zona labial como objeto
específico de la pulsión sexual, se puede colegir que la actividad autoerótica, tal y como Freud la
describe en los Tres ensayos (1905d) , no sólo se engendra con la estimulación labial, sino
160
guardan similitud con las Azonas histerógenas@ (hysterogene Zonen) en la
de excitación.126
unificada del cuerpo, pues son las pulsiones parciales las que comandan su
órgano@(Organlust).
mociones sexuales. Una parte es reprimida, pero también puede ser desviada
127
En este contexto de lo Tres ensayos (1905d) Freud define la sublimación como el
desvío de las funciones sexuales y de sus metas y su orientación hacia metas nuevas. La vincula
con el periodo de latencia ya que se perfila como un proceso que se inicia en este momento del
desarrollo de la libido, precisamente porque la función de reproducción todavía se encuentra
diferida. En S. Freud (1905d: 161-162). También relaciona la sublimación con las perversiones
ya que considera como perversas a las mociones pulsionales, es decir, Apartirían de zonas
erógenas y se sustentarían en pulsiones que dada la dirección del desarrollo del individuo sólo
provocarían sensaciones de displacer.@ En S. Freud (1905d: 162). El establecimiento de los
diques anímicos de la vergüenza, del asco y de la moral servirían como solución de continuidad
respecto a esta sensación displacentera, sofocándola. Como uno de los destinos de la pulsión
sexual, Freud, en una nota al pie de página agregada en 1915 a los Tres ensayos (1905d),
menciona que la sublimación se efectúa mediante la Aformación reactiva@ (Reaktionsbildung).
Sin embargo, sería un error generalizar esta cara del vínculo entre sublimación y formación
reactiva en el desarrollo posterior del sujeto: la oposición respecto a la pulsión plasmada en
determinados comportamientos, tales como el exceso de pudor o actitud de demasiada limpieza,
enmascaran tendencias exhibicionistas y un modo de funcionamiento característico del
Aerotismo anal@ (Analerotik), que confieren valor de síntoma a estos comportamientos
estereotipados. Freud mismo, en esta misma nota al pie de página, se reitera y dice que
sublimación y formación reactiva son procesos distintos. En S. Freud (1905d: 162, n. 10).
162
energía sexual hacia otros fines no sexuales. En otras palabras, la sublimación
por la dispersión en que se encuentran. Tanto por esto, como por el hecho de
que la satisfacción es parcial -no hay cuerpo propio ni ajeno como totalizado-,
reactivación (1905d: 172). Las zonas anal y genital son activadas, dejando
desarrollo del carácter del sujeto. Señal que la pulsión primitiva continúa
la seducción para despertar la vida sexual del niño, y que ese despertar puede
173).
129
Vale subrayar que no se trata de un estado anobjetal, puesto que el objeto es el cuerpo
propio o partes de éste y que son, a la vez, Afuente@ (Quelle) y Ameta@ (Ziel) de la pulsión sexual.
Tampoco se inscribe en un tiempo primordial dado que al principio la pulsión sexual encuentra el
objeto (el pecho) fuera del cuerpo propio.
164
una cierta Avivencia de satisfacción@ (Befreidigungserlebnis) que, dado su
decir, no indica que ellas serían parte de un todo, sino más bien las primeras y
130
En la primera edición de los Tres ensayos (1905d), Freud todavía no había otorgado
el valor de una organización pregenital a la sexualidad infantil, de manera que las pulsiones
parciales dispersas de la sexualidad infantil se reunirán bajo el primado de la genitalidad a partir
de la pubertad. Esto ocurrirá en los años de 1908 a 1923 y será concebido como un modo
peculiar de circulación y de fijación de la libido en determinadas partes del cuerpo sin la
hegemonía de la genitalidad. Interés que se inició a partir de la importancia del erotismo anal
(1908), para luego agregar el supuesto de un estadio anal (1913), de un estadio oral (1915) y de
un estadio fálico (1923). Pero es en el momento temporal en que Freud tenía asentada la idea de
una primerísima elección de objeto en la infancia y que situaba al narcisismo como la una de las
etapas del desarrollo de la libido, que le permitió establecer dos organizaciones pregenitales: la
oral o canibálica, en que la actividad sexual no se distingue de la nutrición y encuentra como
meta la satisfacción y la Aincorporación@ (Einverleibung) del objeto, y la sádico-anal, que se
caracteriza básicamente por una actividad producida por la Apulsión de apropiación@
(Bemächtigungstrieb) a través de la musculatura del cuerpo, donde se reconoce la ajenidad del
objeto a partir de la pérdida de los materiales fecales pero sin la primacía de la organización
genital. De este reconocimiento se establece la polaridad sexual (activo-pasivo) y la
Aambivalencia@ (Ambivalenz) inherente en la relación con un mismo objeto. En una nota al pie
de página de 1924, agrega la hipótesis acerca del estadio fálico, una tercera organización
pregenital, que aproxima aún más la sexualidad infantil con la sexualidad adulta. Presenta todas
las características de una organización genital, la ajenidad del objeto sexual hacia el cual se
dirigen las aspiraciones sexuales, a diferencia de que el único genital reconocido es el masculino
y que la polaridad sexual es concebida dentro de la lógica fálico-castrado. En S. Freud (1905d:
179-182 y n. 42). Asimismo, véase S. Freud (1908b, 1913i y 1923e). Ahora bien, como bien
advierte Laplanche (1993: 8), pese al hecho que la maduración fisiológica del niño es
considerada por Freud con el establecimiento de estadios que priorizan a tal o cual zona erógena
en detrimento de otras, la idea de sucesión y de subdivisión en estadios pertenece a Karl
Abraham (1877-1925), psicoanalista alemán que mantuvo una estrecha colaboración con Freud.
A él se debe la teoría de las fases de evolución de la libido. Subdividió el estadio oral entre
estadio oral temprano de succión y estadio oral tardío de mordedura y el estadio anal entre
estadio anal temprano de retención y estadio anal tardío de expulsión y el estadio genital entre
estadio genital temprano, fálico y sádico y estadio genital tardío con el genuino amor de objeto.
165
reproducción.
Conjetura Freud:
fuente de la pulsión se ubica en una determinada parte del cuerpo, las zonas
excitación puede producirse en tal o cual parte del cuerpo en tanto en cuanto
182).131
tales fuentes y las zonas erógenas.132 Freud hace también hincapié en el papel
131
La noción de Aapuntalamiento@ (Anlehnung) de la pulsión sexual Aen una de las
funciones corporales importantes para la vida@ encontraría en este punto su plena vigencia ya que
la finalidad última de esta operación es la reproducción de una vivencia antaño placentera. En S.
Freud (1905d: 165).
132
Lejos de pretender realizar una clasificación de elementos que no se comprometen
entre sí, la razón de tal diferenciación es la de entender mejor un término que, en este momento
del desarrollo freudiano, se presenta oscuro. De manera que la clasificación ahora realizada sirve
estrictamente para propósitos didácticos y no excluye la dialéctica entre la pulsión sexual y sus
componentes parciales. Este tema será tratado más adelante (véase II.1.2.).
169
133
AEl trato del niño con la persona que lo cuida es para él fuente continua de excitación y
satisfacción sexuales a partir de las zonas erógenas, y tanto más por el hecho de que esta persona
-por regla general, la madre- dirige sobre el niño sentimientos que brotan de su vida sexual, lo
acaricia, lo besa y lo mece, y claramente lo toma como sustituto de un objeto sexual en pleno
derecho.@ En S. Freud (1905d: 203).
170
134
En la misma línea, el autoerotismo refleja el intento mismo por parte del niño de
reconstruir en el cuerpo propio el objeto perdido recurriendo al orden fantasmático.
135
El estado de desvalimiento viene a señalar un lactante profundamente desadaptado,
sea desde el punto de vista psicofisiológico, sea desde el punto de vista del desamparo psíquico.
Estos condicionantes impiden a la cría humana realizar una acción coordinada y eficaz ya que
sus recursos motores carecen de solución de continuidad para eliminar la tensión proveniente de
171
Por otro lado, la cultura, que, entre otras funciones, regula los vínculos entre
incestuoso del niño respecto a sus padres a través de preceptos que impiden el
donde el sujeto tiene que renunciar al amor de los padres para elegir, en la
punto clave a partir del cual se puede suponer una sexualidad infantil. Si el
la necesidad.
172
anárquico de las pulsiones parciales, Freud tuvo que posponer la idea del
padres, en la pubertad.136
136
El Acomplejo de Edipo@ (Ödipuskomplex) encuentra su origen en el periodo que
corresponde al autoanálisis de Freud y de su relación transferencial con Fliess. En la primera
edición de los Tres ensayos (1905d), Freud lo menciona brevemente y remite al mito de Edipo
cuando subraya la atracción del niño hacia el progenitor del sexo opuesto. En S. Freud (1905d:
207, n. 29). Mantiene implícito su interés respecto a la moción sexual del niño respecto al padre.
Lo que en ASobre un tipo de elección de objeto en el hombre@ (1910h) le conducirá a la primera
formulación del complejo de Edipo positivo definido como el anhelo del niño hacia la madre y el
odio hacia el padre, tenido como rival. En S. Freud (1910h: 164). No sin antes caracterizarlo en
ASobre las teorías sexuales infantiles@ (1908c) como el Acomplejo nuclear@ de las neurosis. En S.
Freud (1908c: 191). En lo sucesivo, la terminología empleada por Freud se modificará y se
ampliará en consonancia con sus nuevos descubrimientos, sea a partir del trabajo clínico, sea con
su elaboración teórica. Tal y como revela la profundización acerca de los sentimientos
ambivalentes del niño respecto al padre, ya que éste además de ser temido y odiado es también
admirado, y se perfila como un modelo al que el niño desea alcanzar, lo que le llevó a designar
esta moción sexual del niño hacia el padre de Acomplejo paterno@ (Vaterkomplex), una de las
variaciones del complejo de Edipo, quizá por la influencia de Jung tal y como se verá más
detenidamente a continuación. De manera que los deseos incestuosos del niño respecto al padre
también vienen a la luz y, a la vez que requieren un entendimiento, preparan de antemano lo que
se convertirá en la elaboración acerca del complejo de Edipo negativo, es decir, a las mociones
sexuales del niño respecto a sus progenitores, en concreto al amor del niño hacia el padre y la
hostilidad hacia a la madre. En cuanto al problema referente al objeto de la pulsión, solamente se
esclarece con los conceptos de Alibido narcisista@ (narzisstische Libido) y Aorganización
pregenital de la libido@ (prägenitale Organisation des Libido), permitiendo la referencia al
complejo de Edipo. Será sólo en 1923 que Freud reubicará el complejo de Edipo desde el punto
de vista cronológico; si antes se inscribía en la pubertad, a partir de entonces se ubicará
definitivamente en la fase fálica (de los tres a los cinco años). Para un análisis más detallado
acerca de las ideas de Freud sobre el complejo de Edipo y sobre las relaciones entre complejo
fraterno y complejo de Edipo, véase B. Simon y R. B. Blass (1991: 192-207) y L. Kancyper
(1995: 675-690).
173
la moral, impuestas para evitar su libre fluir y para conducirlas hacia otros
tránsito del uno hacia el otro.138 También ocurre el caso de la pulsión sexual
modo que Atoda vez que alguien, (...), ha devenido perverso, puede decirse,
(Fixierung)139
137
Lo que se reprime son vivencias sexuales de carácter onanista. La cuota de represión
determina la formación de síntomas precisamente cuando atraviesa el umbral determinado por
este destino pulsional, requerido también en la constitución de la sexualidad. Este exceso de
represión siempre viene aparejado con su opuesto, es decir, una necesidad sexual hipertrófica.
138
Vale mencionar que la sublimación, que en este periodo del pensamiento freudiano
está situada en el recorrido evolutivo de la pulsión sexual, debe ser puesta en relación dialéctica
con la represión. Pero, mientras la represión expulsa a las mociones pulsionales, la sublimación
Aconserva superando@, un cierto monto pulsional que escapa parcialmente de la acción de la
represión a condición de transformar la meta de la pulsión. En A. Green (1993: 298).
174
sexualidad a partir de los Tres ensayos (1905d) gracias a las aportaciones más
hipótesis de una obra que adquiere forma a posteriori en consonancia con las
descubrimientos.
139
Noción que en este contexto debe ser entendida a partir de su relación con la teoría de
la libido. Sería la manifestación de determinadas actitudes o la ligadura respecto a algunas
características del objeto sexual que remontan a un determinado periodo de la vida sexual
infantil. Con el establecimiento evolutivo del desarrollo de la libido, la noción de fijación se
amplia: no sólo involucra la meta y el objeto libidinal parcial sino también envuelve la estructura
misma que caracteriza cada fase del desarrollo (sea oral, anal o fálica). La fijación también
prepara las posiciones sobre las cuales opera la Aregresión@ (Regression), es decir, el retorno a
modalidades anteriores al desarrollo del pensamiento. Aunque la perspectiva temporal de este
término no aparezca en los Tres ensayos (1905d), se encuentra perfilada la idea de un retorno de
la libido en los caminos laterales de satisfacción y a objetos anteriores. El pleno desarrollo de
este concepto sólo ocurrirá a partir de 1913 con el establecimiento de la noción de organización
pregenital (1913). De ahí será distinguida la regresión respecto al objeto, a la fase de desarrollo
de la libido y en el desarrollo del yo. En Laplanche y J.-B. Pontalis (1967); voces: AFijación@ y
ARegresión@.
175
de la obra de Freud.140
140
En ese sentido, conviene recordar que la serie de alteraciones que esta obra ha sufrido
a lo largo de las diversas ediciones, así como la más frecuente mención de Freud acerca de la
sexualidad humana en sus escritos, revelan que el psicoanálisis y la doctrina freudiana de la
sexualidad hacen un recorrido paralelo; hablar del psicoanálisis es hablar sobre la sexualidad. Sin
embargo, es lícito señalar que apenas se conoce la concepción freudiana sobre la sexualidad.
Cuestión contradictoria ya que es precisamente la doctrina freudiana sobre la sexualidad que ha
penetrado de modo más contundente en el discurso y en la manera de pensar característicos de la
cultura occidental, hasta el punto de convertirse en un hecho cultural de máxima importancia. No
sin deslizamientos de sentido, pero que no deben ser diagnosticados como errores de
interpretación propiamente dichos sino como efectos del modo en que la cultura se ha nutrido de
ellos. En R. Mezan (1993a: 128). Ahora bien, la clínica psicoanalítica tampoco es inmune a estos
deslizamientos de sentido, hoy concebido como, la progresiva pérdida de la primacía del
discurso sobre la sexualidad en los desarrollos psicoanalíticos posfreudianos, en particular, el
abandono de la dimensión sexual en la escucha psicoanalítica. Cuestión aún más contradictoria
si se tiene en cuenta que uno de los avatares de la formación misma en psicoanálisis -además de
suponer un esfuerzo imperioso, incluyendo el análisis personal y competencia teórica, para
alcanzar un cierto grado de Amodificación económica@, tomando prestado una expresión de
Guignard (1994: 1620)- es el encuentro entre el inconsciente del analista y el del paciente, la
consecuente puesta en escena de reacciones transferenciales y contratransferenciales, lo que es
equivalente a la manifestación de la sexualidad inconsciente con sus correspondientes
componentes sexuales infantiles.
Más recientemente, algunos autores preocupados con tal puesta de lado del discurso
de la sexualidad en la clínica psicoanalítica han introducido el debate sobre la sexualidad en el
psicoanálisis. Según Chilland (1981: 1318), uno de los motivos por tal desinterés sobre la teoría
freudiana de la sexualidad se ha dado en virtud de la dificultad que Freud tuvo en separar
sexualidad y función de reproducción en que el término, más aún, la acmé de esta última
expresión debe ser al mismo tiempo la meta. Sin embargo, como bien advierte Green (1996: 669)
Freud supo como nadie captar algunas variaciones de la sexualidad humana y, así, modificar el
entendimiento peyorativo sobre las perversiones a partir de las variantes relacionadas con la
ausencia de la función de reproducción. Y eso ocurrió sea por el estrecho vínculo que une
sexualidad infantil y sexualidad perversa; sea por la concepción genética de la sexualidad
humana. Spruiel (1996: 691), a su vez, atribuye este Aabandono@ de lo sexual por el reemplazo y
la omisión de los supuestos fundamentales del psicoanálisis. Quizá por el hecho de que lo sexual
no sea más lo mismo que en la época de Freud o que las manifestaciones del padecimiento
psíquico hayan variado hasta el punto que la clínica psicoanalítica no se afronta con cuestiones
176
fantasías.
Discusión sobre los problemas teóricos que versan sobre la base evolucionista
de índole propiamente sexual con tanta frecuencia. Pero la irrupción de todos los tipos de
desviaciones sexuales a partir de acciones violentas, es prueba contundente de que la cuestión
sexual está bien presente en la vida de los seres humanos, a pesar del puritanismo. La clínica
psicoanalítica, por su parte, afronta la referencia a la sexualidad de modo menos ostensible
porque los psicoanalistas, de modo inconsciente o no, intentan desdibujar su papel, sea
ignorándola en los sueños, en las fantasías o en la transferencia, sea teniéndola por contingente o
defensiva. Y, si bien es cierto que el tema de la sexualidad presenta una resonancia afectiva
particular para cada psicoanalista, sea en su vida, sea en su trabajo clínico y teórico, es necesaria
la asimilación de los supuestos básicos que rigen la doctrina freudiana sobre la sexualidad por
parte de cada psicoanalista para que su trabajo adquiera sentido y sea comunicable. En A. Green
(1996: 690). En la misma línea, como señala Green (1996: 672), incluso la gran frecuencia de
casos de pacientes no neuróticos y con una estructura regresiva (es decir, de casos límite, de
personalidades narcisistas, de depresiones, de caracteres psicopatológicos, de síndromes
psicopáticos, etc.) es prueba rotunda de la manifestación de la sexualidad, en concreto, de su
carácter traumático, lo cual ampliaría la tesis según la cual lo sexual sería el patrimonio
exclusivo de las neurosis. Asimismo, para una panorámica sobre la repercusión de la teoría de la
sexualidad en el pensamiento de Freud y en el psicoanálisis posfreudiano, véase C. Chilland
(1981: 1315-1323), A. Green (1996: 669-676) y V. Spruiel (1996: 687-695).
141
Freud rompe con la doctrina clásica cuando encuentra como causa única en la génesis
177
son los recuerdos de la infancia propiamente dichos, sino más bien las
144
Véase Carta 139/69, del 21 de septiempbre de 1897. En S. Freud (1985 [1886-1904]:
283-287).
179
real del síntoma -la fantasía también presenta una realidad-, sino de establecer
adheridas.
neurosis.145 Freud se vale del caso Dora para enseñar que la ordenación de los
Por otra parte, aunque sea contundente la ruptura del pensamiento freudiano
145
La debilidad sigue siendo la sexualidad, a diferencia que se establece con los estadios
de desarrollo de la libido, la fijación y la regresión.
180
18). Tanto es así que el esquema de la pulsión sexual planteado en los Tres
realidad biológica.
Extraña paradoja ésta que ubica el desarrollo teórico de la fantasía, objeto por
que existe una etapa de la sexualidad infantil, el estadio fálico, con todas las
somático y psíquico, cuerpo y alma. Sobre esto, dos factores que pueden ser
objeto de debate.
146
Contradice también la hipótesis sobre los múltiples ocasionadores de las neurosis.
Al desmitificar la realidad de la escena de seducción traumática, da énfasis a los factores
constitucionales sectorizados de la predisposición sexual, que se refiere al factor endógeno
representado por la constitución hereditaria y el vivenciar infantil. Lo cual, le lleva a erigir el
concepto de Aserie complementaria@ (Ergänzungsreibe) para explicar la etiología de las neurosis:
tanto los factores accidentales (traumatismo) como los factores constitucionales (Afijación@;
Fixierung) se complementan ya que Aintensidades decrecientes de un factor son compensadas por
las crecientes de otro@. En S. Freud (1905d: 219).
147
Inmediatamente se percibe que, en lo que atañe a la formulación sobre la sexualidad
en la obra de Freud y a su intento de reconstruir la prehistoria del sujeto humano, la formulación
sobre el instinto se encuentra descentrada, pervertida por la pulsión.
183
148
Ernst Haeckel (1834-1919), naturalista y uno de los primeros especialistas en
adherirse al darwinismo, que él construye como un sistema de pensamiento. Su ley bioenergética
sostiene que el desarrollo embrionario del individuo biológico recorre de forma resumida las
fases de su origen filogenético, es decir, la filogénesis determina la ontogénesis. Véase J. M. L.
184
El problema no termina con eliminar un supuesto en favor del otro, sino que
más simples hacia lo más complejo, pero resituándolas desde otro registro
Piñero (1973: 31) y N. Caparrós en S. Freud (1997a [1871- 1886]: 146, n. 8).
185
modelos de otras disciplinas, tema que más adelante será discutido. Proceso
el pensamiento freudiano. Tanto es así que son conocidas las relaciones que la
teoría freudiana mantiene con la biología.149 Freud era ante todo un científico
científico, tal y como se ha tratado anteriormente (véase Cap. I). Tampoco fue
justificar las tesis freudianas, sino más bien de reconocerlas, para de ahí
Freud.151
149
Soriano (1995) más recientemente ha tratado detenidamente este tema.
150
En AEl interés del psicoanálisis@ (1913j), dice Freud: AA pesar de todo nuestro empeño
por evitar que términos y puntos de vista biológicos pasen a presidir el trabajo psicoanalítico, nos
resulta imposible dejar de usarlos ya para la descripción de los fenómenos que estudiamos. No
podemos evitar la Apulsión@ como concepto fronterizo entre una concepción psicológica y una
biológica.@ En S. Freud (1913j: 184-185).
151 Es con este propósito que Delouya (1992: 40-42) hace una clasificación de los
conceptos que Freud toma de la biología. Un primer grupo se refiere a los conceptos biológicos
que sirven de soporte para sus teorizaciones. Tal es el caso de los conceptos de “constitución”
(Konstitution) y “disposición” (Disposition). Teniendo en cuenta la ruptura de Freud con el
pensamiento clásico precisamente por reconocer el carácter adquirido (sexual) de las vivencias
patógenas, en contraposición a una causalidad estrictamente genética (fisiológica u orgánica), el
empleo de estos conceptos revela también su límite y apuntan hacia una teorización singular. Un
segundo grupo trata de conceptos que no han sufrido ninguna transposición, como el de
“herencia filogenética” o de aquellos que son pertenecientes tanto a la biología como a la
psicología, como “instinto” (Instinkt), pulsión (Trieb), “sexualidad” (Sexualität), “libido”
(Libido), “organizaciones pregenitales” (Prägenitale Organizationen) y “organización genital” (
Genitalorganization). Y finalmente un tercer grupo en el que se incluen los componentes
cuantitativos económicos y los principios organizadores de la vida psíquica –la “ investidura”
(Bezetzung) libidinal, la “fuerza” (Kraft) de las pulsiones, el “principio de Nirvana”
(Nirwanaprinzip), el “principio de inercia neuronal” (Prinzip der Neuronenträgheit), y el
“principio de constancia” (Konstanzprinzip). Partiendo de esta clasificación, se ha elegido
187
él, el psicoanálisis.
En ese sentido, estos conceptos sirven como herramientas pero a la vez son
comentar algunos de sus conceptos, sobre todo de los dos primeros grupos, no sin mencionar que
los conceptos del tercer grupo serán tratados en el próximo capítulo (véase III.2.2.).
152
Muy pocos investigadores lograron como Charles Darwin (1809-1882) la difusión de
sus ideas. Su obra titulada El origen de las especies (1859) es la prueba contundente que despoja
al hombre de su lugar privilegiado en la naturaleza ubicándolo en el mismo árbol genealógico del
reino zoológico. Según Darwin, los cambios evolutivos ocurren por azar y las especies sólo
sobreviven a costa de la eliminación de lo más débil. Desde luego, una de las ideas centrales de
188
{Instinkt} de los animales, eso es lo que constituye el núcleo del Icc@ (1915e:
la ciencia moderna, el principio de la evolución del universo, tuvo como uno de los principales
engendradores Lamarck, un biólogo que defendió la idea según la cual el enfrentamiento y
adaptación de los seres vivos en el ambiente constituye un importante influjo en la evolución de
los organismos ya que es trasmitida filogenéticamente. Pero, a diferencia de Lamarck que
concebía una evolución progresiva en el sentido del perfeccionamiento, la teoría de la selección
natural de Darwin revelaba, en última instancia, un Aprogreso@ absurdo e insensato. Véase D.
Papp (1973: 23-27) y D. Delouya (1992: 43).
153
Como bien advierte Delouya (1992: 44), la adhesión casi masiva de la teoría de
Darwin a comienzos del siglo XX, ocurrió en virtud de una versión ideologizada por parte de las
ciencias sociales. Versión que desde luego, Freud no ha adoptado ya que proponía la idea según
la cual el individuo repetiría en su desarrollo los estadios históricos de su especie. ALey
filogenética@, según el autor, que se nutría del antiguo pero no menos poderoso romanticismo
alemán. Este entendimiento no sólo carecía de hilo respecto a sus teorías sino que también recaía
en una concepción junguiana de la mente donde los Aarquetipos@ serían rescatados del Aarchivo
filogenético@ de modo simultáneo y sincrónico, como si de operación automática se tratara. Lo
que Freud sí adhirió, continua Delouya, fue la tesis de Herbert Spencer (1820-1903) que sostiene
la idea de un Aresumen@ presente en la mente del individuo de los estadios de la historia de la
humanidad. Ahora bien, es partiendo de la adhesión a este supuesto que Freud desarrollará una
teorización singular según la cual determinados recuerdos serán trasmitidos filogenéticamente. Si
bien pasa por la tesis lamarckiana acerca de la transmisión de los caracteres adquiridos, no se
atiene a la idea positivista de Aprogreso@, sino más bien a la de una selección de teorías acerca del
mundo, testadas por la selección natural, en la que interviene la cultura ya que su interés sobre
los orígenes se ubica en el paso de lo natural a lo humano.
189
las dos tesis centrales sobre la sexualidad inconsciente expuesta en los Tres
154
En un trabajo titulado AUn caso de paranoia que contradice la teoría psicoanalítica@.
Véase S. Freud (1915f: 269).
155
Tras este desarrollo, puede verse que el estudio acerca de la dimensión biológica en el
psicoanálisis es más amplío de lo que se supone. Como advierte Laplanche (1993b: 27), la falsa
vía que conduce al Aextravío@ de la concepción freudiana de la sexualidad no es la dimensión
biológica, sino uno de sus aspectos, a saber, la dimensión instintual.
190
realidad de las escenas de seducción relatadas por sus pacientes, ahora asume
el estatuto de fantasías.
156
Dentro de este mismo orden de consideraciones, la Anovela familiar@
(Familienroman) también puede ser considerada como otra de las fantasías primordiales. Sobre
el desarrollo de este tema, véase S. Freud (1909c[1908]: 213-220).
157
Introducida en su relación epistolar con Fliess. En S. Freud (1985 [1886-1904]: 254;
191
del paciente sobre el sueño con los lobos es equivalente a coito parental y, a la
48).
que cuando se valora el aspecto genético se pierden de vista Alos modelos que
acertado hacer hincapié más en el sujeto psíquico que las conjetura y que, a la
origen del sujeto psíquico no coincide con el origen del sujeto biológico, del
mismo modo que las fantasías primordiales deben ser puestas en relación con
Freud:
161
También existen autores que no sólo reconocen esta categoría sino que la incluye en
sus teorizaciones. Pasche (1991: 1070), por ejemplo, la define como Ainstinto del género animal@
dado que son expresiones figuradas del instinto y parte integrante del género humano.
Retomando el análisis sobre el AHombre de los Lobos@ (1918b [1914]), Pasche (1991: 1074)
caracteriza las fantasías primordiales como un presaber que se manifiesta del orden de la
necesidad y remedia el estado de prematuración psicofisiológico. Por lo tanto promueve cambios
mutativos hacia la organización; pero puede ser desorganizado, lo que entrañaría las más graves
consecuencias. Para un análisis más detenido, véase F. Pasche (1991: 1069-1078).
194
serán una de
psíquico.
vez, por las zonas erógenas. Por eso, si bien la meta será en todos los casos la
satisfacción, estará asociada con una determinada pulsión (la oral, por
162
Si en el AProyecto@ (1950a [1887-1902]: 362), Freud señala que el estado de tensión
endógena eliminado mediante una acción específica, en los Tres ensayos (1905d: 123) habla de
la acción hacia la cual esfuerza la pulsión. En ambos casos se trata de una acción motriz, pero en
el caso del AProyecto@ se subraya la acción llevada a cabo por otro sujeto (Aprovisión de
alimento@, Aacercamiento del objeto sexual@). Véase también I.3.2. y II.1.1.
163
Entre las fuentes de la pulsión sexual, la repetición de una experiencia vivida antaño
como placentera sirve como modelo de concentración entre las excitaciones originadas en el
exterior con las de origen endógeno.
197
dado que Freud amplía la noción de zona erógena -todo órgano, toda función
biológica y toda actividad humana pueden ser erógenas (1905d: 167 y n. 19),
los Tres ensayos (1905d: 145) según la cual se goza no con el dolor, sino con
sería todo proceso que supere el campo de acción de las funciones destinadas
cierto umbral cuantitativo, lo que significa que toda función corporal viene de
internas@ (1905d: 190) así como a subrayar que los cuidados que el niño
zonas del cuerpo, que en la medida en que son cuidadas son también
partes del cuerpo destinadas a recibir tales cuidados. Zonas de apertura hacia
los influjos del mundo exterior, fracturadas, que permiten la conexión entre el
164
Esta corriente tierna, opuesta a la Asensualidad@ (Sinnlichkeit) según Freud, constituye
y reproduce la primera relación amorosa del niño con el objeto que le cuida, nutre y protege.
Indica también el momento en que la satisfacción de las pulsiones sexuales se encuentra
apuntalada en las funciones destinadas a la autoconservación del niño. En J. Laplanche y J.-B.
Pontalis (1967); voz: ATernura@.
199
según la cual las fantasías devienen fuente de la pulsión cuando ésta se vuelve
como conjetura Freud, ocurrió en un período Aen que el niño pudo formarse la
165
Como señala Laplanche (1993a: 10-11), el objeto sexual (pecho) no es un mero
derivado asociativo del objeto de la alimentación (leche).
200
objeto como persona total, más allá de la percepción de los objetos parciales
esquema que no sólo busca encontrar una génesis para la pulsión sino también
166
De la correlación entre autoerotismo y advenimiento de la dimensión fantasmática
surge el deseo. Pero, la fantasía no es objeto de deseo, sino más bien un guión escénico del que el
deseo aparece articulado. Por eso, el deseo no es el puro surgimiento de la pulsión sino su
movimiento psíquico dentro de este guión escénico que es la actividad fantasmática. En J.
Laplanche y J.-B. Pontalis (1985: 84).
167
Se tiene noticias del interés de Freud sobre el papel que desempeña la pulsión en la
constitución del aparato psíquico y su relación con las fantasías desde su correspondencia con
Fliess, particularmente en el Manuscrito N, parte integrante de la Carta 129/64, del 31 de mayo
de 1897: ARelación entre impulsos y fantasías. Desde los recuerdos parece haber una
201
descubrimiento freudiano?
ramificación, una parte de ellos es traspapelada y sustituida por fantasías, otra parte, acequible,
parece conducir directamente a impulsos. )Podrán después impulsos surgir también de
fantasías?@ En S. Freud (1985 [1887-1904]: 268). La expresión Aimpulso@ (Impulse) se inscribe
aquí como una entre tantas otras variaciones terminológicas (entre las cuales, excitaciones,
representaciones afectivas, mociones de deseo o estímulos endógenos) cuando de Trieb se trata.
Se puede vislumbrar que la pregunta de Freud revela tanto una preocupación por establecer una
suerte de sucesión entre los diversos componentes que rigen el aparato, como sobre todo una
cierta tendencia en atribuir a las fantasías la génesis de la pulsión; planteamiento característico
de este periodo del pensamiento freudiano. En ese sentido, tal y como advierte Laplanche (1992:
21), la pulsión nacería del inconsciente.
202
por el primero, lo cual revela que interés del psicoanálisis se direcciona hacia
168
Bergeret (1985: 1466) entiende la ambigüedad inherente a las diferentes fuentes
pulsionales como una sincronía entre dos clases de excitaciones que expresan necesidades
narcisistas, a saber, las que se adhieren sobre la zona genital y las que expresan una necesidad en
el nivel de un órgano de naturaleza vital o en una representación de un peligro vital. Laplanche,
a su vez, al intentar librar la fuente de la pulsión de su ambigüedad introduce la noción de
Aobjeto- fuente@ (objet-source) de la pulsión. Teniendo en cuenta la tesis de Freud sobre la
contingencia del objeto de la pulsión, pero también subrayando la necesaria Aatracción sexual@
que el objeto debe ejercer, este autor subraya la contradictoria función del objeto, a saber, la de
inscribirse en el aparato psíquico del niño como agente apaciguador y como agente excitador.
Este enfrentamiento entre mundo adulto y mundo infantil, será la base de la teoría de la
seducción originaria; el origen de la pulsión provendría del otro. De los gestos mismos que se
encargan de la autoconservación del niño (cuidado, protección y nutrición) brotan también
203
unirá estos dos campos, a la vez que rompe con ellos e introduce un nuevo
constituirá el hilo que une la pregunta sobre la pulsión con la pregunta sobre el
Con todo ello, del interrogante sobre la etiología de la histeria, Freud pasa a
inconscientes.170
génesis del síntoma, primer paso hacia una definición metapsicológica. Sobre
permutables entre sí. El nexo entre síntoma y fantasía reside en que estos
con relación a las otras bajo las leyes del Aproceso primario@
(Primärvorgang).
la pulsión se dirige a otro terreno, el cuerpo. Este proceso puede ser sustituido
dos mociones pulsionales; una reprimida, inconsciente, que busca revelar una
cuerpo extraño interno, se constituye como una de las características que sitúa
171
De modo que la fantasía pasará a estar en el origen del síntoma y tendrá
características particulares por su relación con la bisexualidad, nudo del conflicto en que un
cuerpo bisexuado se configura como el lugar en que una parte masculina ataca sexualmente a la
parte femenina.
207
por el hecho de que lo que atenta contra el bienestar del sujeto histérico no es
el objeto, sino la pulsión, un ataque interno del cual se buscan medios para
librarse de él.
172
Esta vía involutiva apunta a la infancia, despertando los deseos infantiles, de modo
que el neurótico consuma, vía regresión, mociones de deseo relacionadas con el estadio infantil
208
era el de la descripción del conflicto de sentimientos hacia el mismo objeto en
De modo general, la idea de sexualidad planteada por Freud sirve para dos
de la sexualidad.
173
Verbigracia S. Freud (1909d: 119-194).
209
extraño que atenta contra el bienestar del yo. Pero, )cómo es posible que la
síntomas.
que gravitan alrededor de toda la búsqueda de saber sobre el sexo que, del
mismo modo que han llevado a Freud a reiterar una y otra vez que la
174
Por ahora, vale mencionar que se trata de un proceso económico basado en una acción
defensiva del yo con la finalidad de mantener la representación reprimida en el sistema psíquico
a que pertenece.
175
En este contexto debe ser entendida como una contrainvestidura por parte de la
conciencia respecto a un contenido inconsciente.
176
Dice Freud en AAcciones obsesivas y prácticas religiosas@ (1907b): AUna progresiva
renuncia a las pulsiones constitucionales [labor que empieza al desplazar el interés autoerótico
del niño hacia su entorno: por eso, el papel de la educación aparece como central en la represión
de la sexualidad infantil en este periodo del recorrido freudiano anudado a una concepción
biologicista del aparato psíquico], cuyo quehacer podría deparar un placer primario al yo, parece
211
sexualidad no se reduce a la genitalidad 177, desplaza el saber biológico sobre
indescifrable, sino más bien algo que plantea una cuestión y exige una
freudiano, se concibe como un elemento ajeno a los designios del yo. Dice
Freud:
Así, pues, desde esta perspectiva, la sexualidad atenta contra el bienestar del
ser una de las bases del desarrollo de la cultura humana.@ En S. Freud (1907b: 109).
177
Verbigracia, S. Freud (1910k: 222-223).
178
Es decir, no sólo la sexualidad se hace problema, sino que su condición de enigma se
establece ya que la pulsión sexual no se reduce a la reproducción, tal y como se tratará de
discutir más adelante (véase II.4.1.). En ese sentido, la función que el enigma cobra en la obra de
Freud traspasa las fronteras delimitadas por el conocimiento teórico y revela que deriva
originalmente del funcionamiento mismo del aparato psíquico. Es esto lo que se vislumbra en el
establecimiento de las teorías sexuales infantiles, es decir, de una Apulsión de saber@ (Wisstrieb)
que mediante el recurso a la dimensión del lenguaje emerge bajo la forma de interrogantes. Sobre
esta cuestión, véase L. Hornstein (1990: 171-209).
212
vida psíquica misma.
anteriormente, una de las intuiciones básicas que se han expresado desde los
del incesto aunque se trate de objetos sexuales que no sean los padres. Desde
esta visión,
De modo que la represión actúa sobre las pulsiones sexuales para educarlas a
179
Vale subrayar que será el Aperiodo de latencia@ (Latenzperiode) que instaura la
sexualidad a partir de dos fases, concepción que hace intervenir el factor temporal en el
fenómeno de la represión. Pero también servirá para Freud formular el proceso de contracción
del síntoma histérico a propósito del caso Emma. Así las cosas, el síntoma histérico se
constituiría a partir de la emergencia de dos escenas, separadas por el periodo de latencia, que
mantienen entre sí una serie de conexiones determinadas por la configuración de la sexualidad
tanto en la infancia como en la pubertad. La primera escena no presenta un efecto sexual
inmediato como tampoco presenta la acción de la defensa, y aunque tenga un significado sexual,
no es entendido por el sujeto en cuanto tal. Con la irrupción de la segunda escena, el sujeto ya
dispone de representaciones que le permitirán resignificar la primera escena a posteriori y poner
en acción los mecanismos de defensa. De modo que únicamente en un segundo momento el
recuerdo pasa a constituirse como trauma, en virtud del retraso de la pubertad respecto al restante
desarrollo del sujeto. En S. Freud (1950a [1887-1902]: 400-404).
214
del conflicto.
Desde luego, los vínculos entre pulsión sexual y cultura son más amplios de
que sirve a la reproducción. Tercer estadio: sólo se admite como meta sexual
sexual es la reproducción. Ahora bien, lo que una obra como los Tres ensayos
manifiesta a partir de los primeros momentos de la vida (en otros lugares del
cuerpo, las llamadas zonas erógenas), sino que tampoco presenta como única
180
Desde luego, conviene subrayar que en la concepción freudiana de la cultura la
relación entre ésta y la pulsión sexual no se limita a la restricción de la primera sobre la segunda.
Tanto es así que no sólo es gracias al cumplimiento de la meta pulsional que se establecen lazos
internos entre los grupos, sino que también las posibilidades de satisfacción de la pulsión en
consonancia con la búsqueda del placer y a la evitación del sufrimiento es dada por la cultura.
Esta relación dialéctica entre cultura y pulsión revela que la naturaleza y los fundamentos de la
215
Aelementos llamados perversos de la excitación sexual@ (1908d: 169) que se
conflicto psíquico.182
cultura serían una construcción asentada en la dimensión pulsional. En el próximo capítulo está
cuestión será tratada en el marco de la introducción del segundo dualismo pulsional (véase
III.2.3.). Asimismo, para una panorámica sobre las relaciones entre sexualidad y cultura, véase
M. S. R. M. Valadares (1996: 855-864).
181
Vale subrayar que, en lo sucesivo, esta concepción freudiana sobre la represión será
revisada ya que una de las tesis centrales de la metapsicología es la distinción entre la pulsión y
sus representantes.
182
La idea de una pulsión no sexual ya estaba presente desde la primera edición de los
Tres ensayos de teoría sexual (1905d). Esta proviene de Afuentes motrices de impulso@, como
una de las clases de excitación corporales distintas de la pulsión sexual porque, en ésta, el órgano
afectado presenta la peculiaridad de conferir a la pulsión su carácter sexual. En S. Freud (1905d:
153, n. 49). Sin embargo, se revela la imposibilidad de distinguir ambas clases de pulsión a partir
de la noción de Azona erógena@ (erogene Zone). Un buen ejemplo es la zona oral: Ala zona labial -
menciona Freud - un campo de acción recíproca [Gemeinsamkeit]@, en la que están involucradas
216
sobre la legitimidad misma del término Trieb para designar ambas clases de
(Instinkt).
El artículo de 1910 obedece a dos ejes centrales. Por una parte, busca agotar
ambas clases de pulsiones. En S. Freud (1905d: 165). En la misma linea, afirma que cualquier
lugar del cuerpo, incluso los órganos sensitivos puede adquirir la cualidad erógena; la
erogeneidad viene dada por la acción de las dos pulsiones y no la estrictamente la sexual. En S.
Freud (1905d: 167). Freud mismo declara en 1915 que esta hipótesis difícilmente se justifica y la
sectoriza en una determinada modalidad de contracción de neurosis en la que el componente
sexual rebasa su acción respecto al componente no sexual, afectando parte del cuerpo que recibe
tales influjos. Con lo cual, esta definición estaría relacionada con el mecanismo de formación de
síntomas. Dado que la pulsión puede sufrir otros avatares en su libre fluir por obra de la
represión o de la sublimación, ésta puede alcanzar el dominio de la pulsión no sexual,
excediendo o no sus límites respecto a la cuota de represión para el desarrollo de la sexualidad
217
demarcados por la censura-, Freud plantea el conflicto entre pulsiones yoicas
y pulsiones sexuales.
Cabría esperar que en el texto mismo donde Freud introduce los términos del
En el caso de la visión, Freud plantea que el ojo está bajo el dominio de las
acción defensiva contra la Apulsión sexual parcial que se sirve del ver (der
sexuelle Partialtrieb, der sich der Shauens bedient)@, pero a la vez sufre los
conflicto.184
lo que respecta a este texto de Freud, advierte que lo que está en cuestión es el
las más primitivas, ligadas a lo que el niño vislumbra del coito parental.@ La
vez que pone Ael ojo fuera de combate@ destaca la existencia de una mirada
184
De ahí es posible deducir la existencia de procesos inconscientes en la formación de
síntomas, pero no sin considerar que la sexualidad, en este caso, no se define exclusivamente
como la puesta en escena de la dimensión fantasmática, Asino que está ligada también a un
219
inconsciente. Advierte que el planteamiento freudiano sobre las
autoconservación aparece tanto como uno de los polos del conflicto como su
hacer coincidir la versión del conflicto entre el yo y las pulsiones sexuales con
funciones orgánicas, asimilan a las pulsiones yoicas como uno de los polos
que significa que las pulsiones yoicas están en conexión con un grupo de
volcarse hacia los orígenes o de bordear el vacío; como quiera que sea, este
logra son encuentros fallidos respecto a este objeto originario. Con lo cual,
186
La pubertad, momento del desarrollo humano de puesta a prueba de la capacidad de
reestructuración del yo puede ser definida por el Atrastocamiento de un modo de organización
que, habiendo asimilado la fuerza de una tradición >con posteridad=, no quiere ceder terreno@. Las
crisis características de este periodo son muestras del incipiente bagaje simbólico, produciendo la
Aproyección@ (Projektion) de la pulsión sobre el otro. En M. Fain y D. Braunschweig (1975:
107).
222
los montajes reguladores que suponen una meta y un objeto específico, como
187
De este planteamiento parten tres líneas interpretativas. La primera, representada por
Laplanche (1993a: 6) postula que a pesar de la complejidad del funcionamiento de la
autoconservación una cuestión está clara, a saber, que esta función no es la fuente natural de la
sexualidad. Al contrario, la autoconservación se resignifica a partir de la sexualidad. La segunda,
representada por un autor como Bergeret (1985: 1465) defiende una posición distinta: aunque
considera la pulsión sexual como originaria, no la concibe como la primera en el sentido
cronológico dado que su puesta en marcha es consecuencia de su apuntalamiento en los
Ainstintos@ de autoconservación. La pulsión sexual es primitiva, elementar, pero secundaria
cronológicamente ya que sólo entra en actividad después de su apuntalamiento en las pulsiones
de autoconservación. De modo que el conflicto entre ambos Adinamismos instintivos originarios@
se establece en un orden diacrónico y no en un orden sincrónico. En la misma línea, justifica la
imposibilidad de pensar en una sincronía pulsional de acuerdo con uno de los modelos en que se
concibe la relación de objeto, como es el caso de una relación de objeto contemporánea al
narcisismo; lo que no ocurre con un modelo de relación de objeto más estable, el genital. Y
finalmente, la tercera reintroduciría la categoría de Asolicitación somática@ (Entegegekommung).
Es éste el punto de partida de Etcheverry con la finalidad de demostrar que la puesta en escena
de lo psíquico en lo somático no debe ser puesta dentro de una jerarquía, ya sea que lo sexual se
apuntala en lo somático o viceversa, sino más bien un compromiso mutuo de fuerzas que se
solicitan para formar una unidad. Véase J. L. Etcheverry en S. Freud (1978: 35).
223
yo, más que contra la supervivencia del individuo biológico. De manera que
pensamiento.
188
Tanto es así que en los trabajos posteriores de Freud no se encontrará el desarrollo
cabal de la tesis según la cual la autoconservación y la sexualidad constituyen los polos del
224
ganancia más allá de aquélla regulada por algún tipo de mecanismo biológico;
antemano, de la sexualidad.
del sujeto con la realidad, sea en cuanto al trabajo emprendido para librar al
conflicto, pese al hecho de que 1915 Freud justifica este dualismo pulsional a partir del estudio
de las neurosis de transferencia. En S. Freud (1915c: 120).
225
No obstante, eso no implica en modo alguno desechar la intuición sobre el
a su vez, las características de cada una de las fuerzas que contribuyeron para
simbolización, descentrado, por así decirlo, como muestra de uno mismo que
bruto.
En ese sentido, parece más bien que la hipótesis dualista captada en la clínica,
tal y como Freud advierte, se muestra como uno de los intentos de atrapar la
una y otra vez para que sea posible vislumbrar algo. No en vano Freud recurre
texto que trata sobre las perturbaciones del aparato visual; describir el proceso
189
El resultado de dicha combinatoria es lo que permite plantear la teoría freudiana como
elaboración estructural. Es decir, no solamente una teoría que describe los fenómenos, sino
también que busca relaciones que aparecen entre los grupos de fenómenos estudiados.
226
existencia de una mirada interior, es nada menos que plantear la existencia de
mirada de Freud se dirige hacia las relaciones del yo con la realidad. Pero no
psíquico@ (1911b).
190
El interés de Freud sobre las relaciones del yo con la realidad, así como la nueva
concepción de las fantasías como mediadoras entre pulsión y realidad, se debe al influjo de la
escuela de Zurich, particularmente de Carl Gustav Jung (1875-1961), psiquiatra suizo que formó
parte del primer grupo de psicoanalistas alrededor de Freud y mantuvo con Freud una intensa
relación epistolar (de 1906 a 1914), prueba de un intercambio intelectual y amistoso de los más
significativos de la vida de Freud. Una vez más será el tema de la sexualidad el móvil del
distanciamiento y consecuente ruptura entre ambos autores, tal y como se verá más
detenidamente a continuación. Gay (1988: 233-242 y 263-282) ha tratado detenidamente este
tema. Asimismo, para un comentario sobre la relación epistolar entre ambos, véase N. Caparrós
en S. Freud (1997a [1871-1886]: 35-38).
227
En AFormulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico@ (1911b),
Freud expone cómo se desarrolla el conflicto defensivo entre las dos clases
pulsiones sexuales. Éstas no siguen el mismo camino que las pulsiones yoicas
estrecho vínculo entre Ala pulsión sexual y la fantasía, por una parte, y las
(frustración)191, hizo que una parte de esa energía se diferenciase del monto
yo.192
191
En este texto, el concepto de Afrustración@ o Adenegación@ (Versagung) debe ser
entendido como la ausencia de un objeto externo susceptible de producir la satisfacción de la
pulsión. Sin embargo, ocurre que el término Versagung también puede significar el acto de
rehusamiento, por parte del objeto externo, ante una demanda de satisfacción. A su vez, la
frustración, como alteración endógena de la libido, junto con la Aexigencia de la realidad@ (de
objetividad; Realforderung), la Ainhibición del desarrollo@ (Entwicklungshemmung) y la
Afrustración@ (Versagung) provocada por una alteración en el mundo exterior, se constituirán
como modalidades de contracción del conflicto patógeno que sólo se constituyen como tal
cuando están vinculadas con la alteración en la distribución de la libido, tal y como Freud afirma
en ASobre los tipos de contracción de neurosis@ (1912c). En S. Freud (1912c: 239-245).
192
Como bien señala Pérez (1986: 108), mientras la concepción del yo esbozada en el
AProyecto@ destaca la función de inhibición como causa de la distinción entre representación-
recuerdo y representación-percepción y que servirá de soporte del yo hasta encontrar la
identidad, ahora el yo es concebido como efecto de la disyunción entre principio de placer y
principio de realidad (véase I.3.2.).
229
mismo modo que el cambio de una parte de la Aenergía libre@ (freie Energie),
193
Si antes Freud planteaba que la alucinación del objeto era seguida de la acción
específica, ahora consiste en un modo de obrar inventivo que necesita de un conocimiento
correcto de la realidad. En J. Bercherie (1983: 371).
230
Energie).194
conciencia.
194
AEs probable que en su origen el pensar fuera inconsciente, en la medida en que se
elevó por encima del mero representar y se dirigió a las relaciones entre las impresiones de
objeto; entonces adquirió nuevas cualidades perceptibles para la conciencia únicamente por la
ligazón con los restos de palabra.@ En S. Freud (1911b: 226).
231
fantasmáticas. Lo que significa que siempre habrá representaciones
tal?
195
Según Bercherie (1983: 372), se produce un cambio de planteamiento sobre el
funcionamiento del aparato psíquico; si en los escritos anteriores Freud sostenía que este aparato
debería someterse a una evolución biológica para adaptarse a su función, ahora plantea Ados
modos jerarquizados de la actividad vital de un ser, a la vez organismo y sujeto, que realiza el
duro aprendizaje de la adaptación a lo real, conservando la nostalgia de la autosuficiencia
232
establecen del todo, pues así como el yo va más allá de la conciencia, ésta no
Si bien es cierto que la ruta encontrada por Freud para acercarse a la esencia
196
Concepto que introducido en APuntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de
paranoia (Dementia paranoides) descrito autobiográficamente@ (1911c [1910]), refuerza la tesis
según la cual la libido se distingue de otras clases de energía psíquica por un quimismo
particular. En S. Freud (1911c [1910]: 65 n. 17). Asimismo, véase S. Freud (1905d: 198).
234
que el supuesto de dos tipos de energías merece mayor detenimiento puesto
que la psicosis conlleva no sólo la retirada del interés, sino también de libido
Plantea, así, dos soluciones: o conciliar libido con interés, alternativa que,
suficientemente elaborado como para resolver los nudos teóricos que surgen
en la teoría de la libido.
del narcisismo@ (1914c), explicita el callejón sin salida a que Freud se veía
mantiene.
eróticas- y pulsiones sexuales -que no expresan los intereses del yo- deja de
localizaciones anatómicas.
biológicos son empleados por Freud para dar cuenta del psiquismo, no
197
Embuido por los últimos descubrimientos de la biología (la meyosis y
consecuentemente de una teoría de la herencia según la cual los materiales genéticos de los
organismos presentan los mismos comportamientos de sus cromosomas originarios), August
Weismann introdujo la hipótesis según la cual todo el organismo posee una sustancia corporal o
plasma germinal (Keimplasm) distinto de la sustancia corporal que se identifica con los
cromosomas y se dividen longitudinalmente en unidades. Véase C. W. Bodemer (1973: 52).
238
Reconsideraciones sobre los aspectos de la teoría evolucionista incompatibles
Freud:
198
Plantear la incompatibilidad de la hipótesis sobre el inconsciente con esta psicología
genética, no significa ubicar el planteamiento freudiano sobre la realidad en un segundo plano.
Tanto es así, que una de las importantes funciones del yo reintroducida en AFormulaciones sobre
los dos principios del acaecer psíquico@ (1911b), el Aexamen de realidad@ (Realitätsprüfung),
estará presente a lo largo de su obra, del mismo modo que a partir de la segunda tópica Freud
concebirá la realidad como una de las instancias que actúan sobre el aparato psíquico con el
mismo poder de influjo sobre el yo y con la misma potencia que el Aello@ (Das Es) y el Asuperyó@
(Das Über-Ich). En la misma línea, si bien uno de los objetivos de la cura analítica es la Atoma de
conciencia@, ello no es sin un exhaustivo y continuo trabajo de elaboración en que están
imbricadas las fantasías, los influjos del yo, del ello y del superyó, así como el discernimiento de
lo que es realidad psíquica. Para un planteamiento más detenido del tema, véase C. L.
Borensztejn y L. V. de Greif (1987: 635). Aun concibiendo las pulsiones de autoconservación
como esencialmente adaptativas y las pulsiones sexuales como las que tienden desvirtuar este
esquema adaptativo, como si la contaminación de la sexualidad en las funciones destinadas a la
autoconservación se tratase de algo estrictamente peyorativo y que necesariamente desembocase
en neurosis; del mismo modo que el objeto- pecho en cuanto derivación metonímica del objeto-
leche es perdido en el proceso de constitución del yo, la autoconservación está contaminada por
la sexualidad. Asimismo, para un análisis sobre el desarrollo de la noción de Arealidad@ en el
psicoanálisis, véase J. W. Baruj (1987: 347-360).
240
exclusivamente a lo biológico.
Un autor como Roger Perron (1991: 226-231) distingue tres tipos de modelos
Alleva una existencia doble, en cuanto es fín para sí mismo y eslabón dentro
medie esta@ (1914c: 76). Por un lado, Aes un apéndice temporario y transitorio
del plasma germinal@ (1915c: 120); por otro, valora a la sexualidad y busca la
que indica que tales analogías sólo son útiles en la medida en que contribuyen
yo.
199
La preocupación con la dimensión biológica de la pulsión ha sido una constante en
los desarrollos psicoanalíticos posfreudianos. Desde luego, no es nada cómodo para los que
están familiarizados con la hipótesis estructural sobre el inconsciente, tratar sobre esta dimensión
en la obra de Freud, sobre todo por la necesidad de admitir que dicha hipótesis no es una
operación acabada, sino más bien el inicio de un proceso de reconocimiento de una Aotra escena@
que, por la originalidad de lo que viene a desvelar, demandó, para estructurarse, la importación
de modelos provenientes de otras disciplinas, una de las cuales, la biología. Intento que confluye
con la búsqueda, por parte de Freud, en fundamentar científicamente el psicoanálisis.
Actualmente, la expansión del psicoanálisis señala que ya es posible relativizar la referencia a la
biología para fundamentar sus hipótesis fundamentales. Eso se perfila en el intento, por parte de
algunos autores, de alterar las características endógena y biológica de la pulsión hacia la
dimensión exógena y psíquica. Pero, esa expansión teórico-clínica no implica Adesconocer la
biología en el ser humano.@ En J. Laplanche (1993b: 10). De modo que, si bien la dimensión
biológica estará siempre presente en la reflexión psicoanalítica, lo biológico no debe ser
necesariamente concebido como un Acuerpo extraño@ que el psicoanálisis pugna por eliminar,
por más que algunas líneas del pensamiento psicoanalítico, intenten tratarlo de este modo, sobre
todo por restringir la dimensión biológica bien sea con la dimensión instintiva, bien sea con la
concepción sobre el origen y la evolución del aparato psíquico desde el punto de vista de la
adaptación del individuo a la realidad. En definitiva, la dimensión biológica en el psicoanálisis
demanda ser situada Aen un lugar positivo y no ya mitológico@, tarea podrá dar lugar
Ainvestigaciones precisas sobre la forma en que los fantasmas sexuales vienen a habitar, desviar y
retomar, >en sous oeuvre= [por los cimientos] un funcionamiento biológico que la etología
humana comienza a describir mejor@. En J. Laplanche (1993b: 10; los corchetes son de
Laplanche). Desde luego, se trata de un intento plegado de problemas ya que existen varias
243
II.3. El estatuto del yo en AIntroducción del narcisismo@ (1914c).
200
Para un análisis detenido sobre la versión actualizada de AIntroducción del
narcisismo@ (1914c), prueba de la constante reflexión teórico-clínica que se ha tejido alrededor
de este concepto después de Freud, véase J. Sandler, R. H. Etchegoyen, C. Yorke et alii (1991).
Asimismo, para una versión actualizada de la hipocondría en el marco de la teoría de Freud y de
Melanie Klein, véase G. C. Cantalejo (1996: 73-82).
201
A propósito de la relación propuesta por Havelock Ellis (1898) entre comportamiento
perverso y el mito de Narciso, Paul Näcke introducirá en 1899 el término Narzissismus como un
caso particular de autoerotismo. Proposición muy diferente de la que Freud dará a este concepto.
245
freudiana somete este concepto a un doble giro metodológico al conjeturar
que el narcisismo se presenta como una de las fases del desarrollo de la libido.
pulsiones yoicas mientras que en el narcisismo son las pulsiones sexuales las
que invisten
al yo.
Asimismo, para un análisis sobre la introducción de este término en psiquiatría, así como sobre
los motivos por los cuales Freud lo incorpora en su discurso, véase J. Gutiérrez-Terrazas (1990b:
101-169).
246
1910, precisamente al explicitar el mecanismo psíquico de la génesis de la
202
Los varones homosexuales se fijan en un objeto de características opuestas a las de su
sexo, identificándose con él y tomándose a sí mismos como objeto sexual. En S. Freud (1905d:
131-134, n. 13).
203
La identificación es mencionada por Freud muy tempranamente, desde su relación
epistolar con Fliess. En estas cartas la identificación aparece sea en el síntoma agorafóbico de
las mujeres (que se identifican con las prostitutas), sea en los síntomas espasmódicos de la
histeria (como identificación con el muerto). En S. Freud (1985 [1887-1904]: 230 y 246;
respectivamente Carta 113/53, del 17 de diciembre de 1896- y 246 y Carta 120/58, del 8 de
febrero de 1897). También en el Manuscrito L, adjunto a la carta del 2 de mayo de 1897 (Carta
126/ 61) Freud trata la identificación de la histérica con las personas de moral inferior a quienes
las recuerda asociadas sexualmente al padre y a los hermanos. En S. Freud (1985 [1887-1904]:
256). Pero será en La interpretación de los sueños (1900a [1899]: 166-168, n. 15) que Freud, a
propósito del sueño de una paciente histérica y de los mecanismos de deformación onírica
presentes en este sueño, busca sistematizar la Aidentificación histérica@. Hace una distinción
entre imitación y esta modalidad de identificación: Ala identificación no es simple imitación, sino
apropiación sobre la base de la misma reivindicación etiológica; expresa un >igual que= y se
refiere a algo común que permanece en lo inconsciente.@ En S. Freud (1900a [1899]: 168)
También especifica el proceso de identificación en la histeria: AEn la histeria, la identificación es
usada con la máxima frecuencia para expresar una comunidad {Gemeinsamkeit} sexual. La
histérica se identifica en sus síntomas preferentemente -si bien no de manera exclusiva- con las
personas con quienes ha tenido comercio sexual o que lo tienen con las mismas personas que
ella.@ En S. Freud (1900a [1899]: 168; las llaves son de Etcheverry). En lo sucesivo, la
identificación asumirá un carácter estructural; proceso correlativo con la importancia que
asumirá en el pensamiento freudiano el complejo de Edipo, así como la introducción de la
segunda tópica (véase IV.2.2.). Asimismo, para una panorámica sobre el desarrollo del concepto
de identificación en la obra de Freud, véase S. Aizemberg (1980: 247-258) y S. Diringer (1980:
353-366).
247
materna que, a su vez, constituiría el fundamento del narcisismo.
diferencia anatómica entre los sexos por ser inconciliable con el supuesto de
204
Vale subrayar que el establecimiento de las teorías sexuales que gobiernan el
quehacer sexual del niño está incluido en esta etapa de la investigación psicoanalítica desde el
punto de vista del origen y de la diferencia entre los sexos. Asimismo, para una panorámica
sobre este tema en el marco del caso Hans, véase M. N. Pereira Barbosa (1999: 1-52).
205
Es del orden de lo Aominoso@ (Unheimlich) el reconocimiento de la diferencia
anatómica entre los sexos pues, lo que está en cuestión no es la diferencia sino la falta de pene.
Así, pues, la diferencia sería entendida en términos de falta. La admisión de este hecho en la niña
conllevaría a la posibilidad de que también al niño le pueda venir a faltar.
206
Es inconciliable con los designios de su yo-pene reconocer el no-pene, la castración, y,
por consiguiente, la diferencia en aquel ser por el que se siente una ternura incondicional y que
248
identificación con este otro, es decir, la ternura incondicional hacia el otro
elección de objeto.211
210
Vale mencionar que es imposible hacer justicia a un muy significativo ensayo como
Un recuerdo infantil de Leonardo de Vinci (1910c) en pocas líneas ya que en él están esbozadas
no sólo la génesis de la homosexualidad, sino también el análisis sobre las teorías sexuales
infantiles, la sublimación etc. Véase S. Freud (1910c). Asimismo, para un desarrollo actualizado
de este ensayo, véase A. Green (1992).
211
La elección de objeto propiamente dicha consiste en el modo en que el sujeto se
dirige hacia el objeto, sea buscando una suerte de identidad o de complementariedad. El primer
modo caracteriza la elección de objeto narcisista; en ese caso, el sujeto puede amar a sí-mismo, a
lo que antaño fue (que corresponde a la homosexualidad), a lo que querría ser, o al objeto que
fue una parte de él. En cambio, la busca de complementariedad con el objeto marca la elección
de objeto por apuntalamiento. Es el amor concebido en cuanto relación vital con el objeto, sea
amando a la mujer nutricia o al hombre protector. En S. Freud (1914c: 87). Ahora bien, si se
introduce el factor temporalidad en estos dos tipos de elección de objeto se verifica que él no
influye en la continuidad entre elección de objeto narcisista y el estadio del desarrollo de la
libido llamado narcicismo. Si bien toda elección de objeto narcicista convoca el estadio del
narcicismo, este estadio promueve una necesaria relación de continuidad con la elección de
objeto por el apuntalamiento.
Por otra parte, el año que Freud introduce el término Anarcisismo@ (Narzissmus) en
su obra impresa, se caracteriza también por la formulación del primer dualismo pulsional en el
trabajo ALa perturbación psicógena de la visión según el psicoanálisis@ (1910i), que a su vez
revela cierta referencia a la investidura narcisística del cuerpo propio, concebido como lugar de
expresión del síntoma: cuando la sexualidad invade y desborda de libido la relación del yo con
los objetos, hasta el punto de comprometer el cumplimiento de una función como la visual y
subrayar la existencia de otra mirada, la inconsciente. La invidencia no obtura la relación del
sujeto respecto a sus objetos internos, sino, al contrario, la pone de relieve; la imposibilidad de
ver hacia fuera, el sujeto se direcciona hacia dentro, espacio potencial y actual de una mirada
inconsciente. Como bien señala Kessler (1980: 789), será la formulación del primer dualismo
pulsional que introducirá el simbolismo corporal. No en vano este órgano sensorial pone en
250
De una concepción del yo originario en el circuito cerrado del autoerotismo a
objeto. Según Freud, consiste en una fase del desarrollo humano en la que el
pulsiones sexuales, antes de la elección del otro ajeno como objeto de amor
Pues bien, la presencia del otro ajeno en la constitución del narcisismo reluce
la ternura del niño hacia otro objeto que no sea él mismo. Aquí se entiende la
relación el narcisismo con la pulsión. Si es cierto que el narcisismo, en cuanto rasgo de conducta,
ofrece los primeros planteamientos sobre la elección de objeto narcisista, no menos lícito sería
plantear la ambigüedad que este término reviste por su relación con la dimensión pulsional
propiamente dicha, tal y como enseñan los nexos y las diferencias entre objeto de la pulsión y
objeto de amor del yo. Tanto es así que son estrechas las relaciones entre pulsión, mirada y
conocimiento, presentes tanto en el ensayo sobre Leonardo da Vinci como en la formulación
freudiana sobre las teorías sexuales infantiles. De un saber que, de modo general, pulsiona no
sólo en el sentido de descifrar los enigmas del origen y de la diferencia entre los sexos, es decir,
de excitar a lo invisible, sino también de recurrir a mecanismos defensivos respecto a lo
insoportable que el saber sobre el otro evoca. Saber que remite a la erotización de los procesos de
pensamiento en el neurótico obsesivo y que será comparado con la vida psíquica del niño y del
hombre primitivo y reubicado respecto a la posición que el narcisismo empieza ocupar su teoría.
En S. Freud (1909d y 1912-1913).
251
actividad autoerótica como algo cerrado en sí mismo212; se supone más bien
Por otra parte, vale considerar que este periodo de la producción freudiana
Zurich, en especial con las teorías de Jung que, a modo de síntesis, concebía
la libido como energía psíquica unificada y que reúne tanto los intereses del
212
Tesis ambigua ya que en los Tres ensayos (1905d) revela la participación de los
padres como los primeros objetos de amor y, por lo tanto, de un autoerotismo incompleto,
aunque sitúe la seducción de las figuras parentales sobre el niño en un segundo plano respecto a
las otras fuentes de excitación sexual.
213
Conviene subrayar también que en Tótem y tabú (1912-1913), además de hacer
mención al estadio del narcisismo en la historia evolutiva de la libido, Freud señala la íntima
relación entre autoerotismo y narcisismo en los términos de un estadio descompuesto en dos;
como un despliegue del autoerotismo, el yo propio se constituye como objeto de amor.
Indirectamente se encuentra perfilada la diferencia entre narcisismo primario y secundario
cuando Freud menciona que la fijación en este estadio supone la reedición a posteriori de esta
fase de desarrollo libidinal. En S. Freud (1912-1913: 92).
252
(Introversion) de la libido con narcisismo, designando la psicosis como
neurosis de introversión.
paranoia- de acuerdo con la teoría de la libido. Éste era uno de los motivos de
explicar las psicosis. Por lo tanto, la tarea de Freud sería la de aplicar la teoría
los casos de neurosis, tendría que dar cuenta del estudio de las psicosis para
Es sabido que la teoría de los complejos fue, según Freud, una de las
autoerótica.
214
No obstante, no sólo del Acomplejo paterno@ (Vaterkomplex) y del Acomplejo
fraterno@(Geschwisterkomplex) derivará el Acomplejo de Edipo@ (Ödipuskomplex), como el
término mismo de Acomplejo@ (Komplex) se referirá, en lo sucesivo, a un componente estructural.
Supondrá la continua reorganización de las representaciones y de los afectos unidos entre sí de
modo que la alteración de uno de sus componentes conduce a la alteración de los demás. No se
reducirá, así, a la tipificación psicológica del mismo modo que no será más confundido con el
núcleo patógeno.
215
En efecto, el narcisismo se erigirá en el trabajo sobre el presidente Schreber (1911c
[1910]) como un estadio de desarrollo de la libido y no como un rasgo de conducta. Es a partir de
este caso que Freud justifica el narcisismo como concepto de la teoría de la libido, de modo que,
en un primer momento, el problema del narcisismo coincide con el de las parafrenias.
254
de la libido de los objetos del mundo exterior, tanto en los cuadros neuróticos
como en los psicóticos, con la diferencia de que los primeros sustituyen estos
objetos por los objetos fantasmáticos mientras que los segundos dirigen la
que la fuente del delirio de grandeza sea el amor incondicional hacia Así-
oscurece. Así, las parafrenias (entidad clínica que engloba los cuadros de
respecto al mundo exterior@ (1914c: 72). Mientras que en el análisis del caso
70).
256
neurosis como a las psicosis. Como factor común entre ambos se perfila el
ese sentido, opone el yo del narcisismo a las fantasías.216 A partir del estudio
216
La base de esta cuestión se asienta en dos puntos clave: por un lado, la crítica a Jung
por considerar a las psicosis como neurosis de introversión y, por otro, a lo que se concibe por
objeto interno.
257
de las neurosis, Freud constata que la inversión funciona a modo de las
introversión y narcisismo.
humana.
otro en la constitución del sujeto. Mientras que, tanto en los Tres ensayos
yo y que sólo después se dirige hacia los objetos. Recurre a la zoología para
como el cuerpo de una ameba a los seudópodos que emite@ (1914c: 73).
que sale del yo se dirige hacia el objeto, y viceversa. Es decir, existe una
almacenamiento.
libido yoica. Desde el punto de vista genético, la dialéctica entre libido yoica
261
y libido objetal empieza cuando el sujeto sale del estado de narcisismo y
dirige su libido hacia los objetos, sean éstos reales o imaginarios. Desde la
investidura objetal, sea hacia objetos externos o hacia objetos internos -las
hacia su yo. Pero, al fin y al cabo, hay que empezar a amar para no padecer, lo
217
A su vez, el síntoma psicótico señala un desenlace distinto respecto a los otros
estados; el sujeto psicótico enferma para poder empezar a amar (delirio de grandeza en la
fantasía del fín del mundo), proceso harto complejo comparado con la formación del síntoma
neurótico y que a veces no logra el establecimiento de la homeostasis libidinal. Por otra parte,
Braunschweig (1970: 192-193), como ejemplo del esfuerzo en el sentido de establecer matices
más claros y nítidos de los conceptos, distingue, desde el punto de vista económico, el
narcisismo de estado amoroso -transferencia- como uno de los aspectos fundamentales de la cura
analítica. Considerando que Freud no ha establecido esta distinción, la autora enumera tres
posiciones: 1. Cuando existe una circulación del yo hacia los objetos y de los objetos hacia el yo
sin desperdicio narcisístico; 2. Cuando el sujeto, buscando o no una satisfacción sexual directa,
se dirige fácilmente hacia los objetos; 3. Cuando el sujeto abandona la satisfacción sexual y
recibe, como contrapartida el narcisismo del objeto, es decir, la libido se desplaza hacia el objeto
y absorbe al yo, operación que tiene como resultado la sobrestimación de este objeto.
263
diferenciar la libido como la energía de las pulsiones sexuales que invisten
La distinción entre libido yoica y objetal, que servía a los propósitos del
eróticas y que las pulsiones sexuales jamás expresan el interés del yo, el
hace como las pulsiones yoicas. Este supuesto, que debería servir para el
218
Freud lo presentía, pero no buscó recurrir al monismo pulsional planteado por Jung y
optó por especificar a su modo lo que se entendía por sexualidad, para no caer en el supuesto de
una energía psíquica indiferenciada.
264
Existen dos aspectos que incrementan este problema: por un lado, no se sabe
Por otro lado, Freud plantea que la libido corresponde a la energía de las
219
Más adelante se discutirá detenidamente la introducción y el desarrollo del término
Asujeto@ en la obra de Freud (véase II.4.3. y IV.2.3.).
265
el narcisismo es el modo de funcionamiento de las pulsiones yoicas y, por
220
Sobre este propósito, se vio que desde los Tres ensayos (1905d) Freud habla de un
estado de Adesvalimiento@ (Hilflosigkeit) del niño colmado por la asistencia de los adultos, pese
266
a haber abandonado la teoría de la seducción. En los términos del principio del placer y de
realidad, es sabido que el aparato psíquico no puede sobrevivir solamente por el principio de
placer y que es el fracaso de la alucinación lo que inaugura el principio de realidad. En S. Freud
(1911b: 224-225, n. 8).
221
Si la libido se origina en este yo estrictamente marcado por las leyes de la
autoconservación y que sólo en un segundo momento se dirige hacia los objetos, el supuesto de
un estadio anobjetal tendría aquí su validación. Siguiendo este razonamiento cabría matizar la
hipótesis según la cual el yo es el gran reservorio de libido ya que Freud lo concibe como un
reservorio originario. Estas consideraciones muestran la posibilidad de concebir al yo como
instancia o como individuo biopsíquico, el Así-mismo@ (Selbst). Se trata de una concepción que
está presente desde los comienzos del pensamiento freudiano a pesar de una vertiente en el
pensamiento freudiano, la Psicología del Yo, defender la introducción del yo como instancia a
partir de la segunda tópica. Sobre este planteamiento de la Psicología del Yo, véase, por ejemplo,
H. Hartmann (1952: 142-164). Es esta la posición de Laplanche (1993a:12) que insiste en el
hecho de que introducir al narcisismo es reintroducir al yo en la teoría psicoanalítica. Dar cuenta
no sólo de las variaciones entre este yo biopsíquico y este yo como instancia, así como
armonizar la diversidad de funciones de la instancia yoica, he aquí el desafío teórico-clínico que
refleja los distintos modos de concebir el funcionamiento del aparato psíquico (véase IV.2.3.).
267
)Qué relación guarda el narcisismo, de que ahora tratamos, con el
autoerotismo, que hemos descrito como un estado temprano de la
libido? (...) Si admitimos para el yo una investidura primaria con
libido, )por qué seguiríamos forzados a separar una libido sexual de
una energía no sexual de las pulsiones yoicas? )Acaso suponer una
energía psíquica unitaria no ahorraría todas las dificultades que trae
separar energía pulsional yoica y libido yoica, libido yoica y libido de
objeto (1914c: 74)?
cuerpo mediante el placer de órgano. Ahora bien, el objeto total que las
como objeto de las pulsiones autoeróticas reunidas. En ese sentido, el plus que
narcisismo.
222
Tal y como Freud plantea en un pasaje de la primera edición de los Tres ensayos
(1905d). Helo aquí: ACuando la primerísima satisfacción sexual estaba todavía conectada con
la nutrición, la pulsión sexual tenía un objeto fuera del cuerpo propio: el pecho materno. Lo
269
equivale a pensar en un tiempo anterior a la constitución del aparato psíquico
biológico del término y abierto a los influjos del mundo exterior, tanto por el
hecho de que los engranajes instintivos son fallidos como porque, siguiendo
que el niño necesita otro sujeto para sobrevivir en el sentido biológico, sino
también que es imperativo que este otro ceda parte de sus recursos simbólicos
sexual.
perdió sólo más tarde, quizá justo en la época en que el niño pudo formarse la representación
global de la persona a quien pertenecía el órgano que le dispensaba satisfacción. Después la
pulsión sexual pasa a ser, regularmente, autoerótica, y sólo luego de superado el periodo de
latencia se restablece la relación originaria. No sin buen fundamento, el hecho de mamar el niño
del pecho de su madre se vuelve paradigmático para todo vínculo de amor. El hallazgo
{encuentro}de objeto es propiamente un reencuentro.@ En S. Freud (1905d: 202-203; las llaves
son de Etcheverry). Por otra parte, Laplanche (1993a: 17) define como una suerte de
Aaplastamiento@ el hecho que si en los Tres ensayos (1905d), Freud menciona que la pulsión
deviene autoerótica (pulsión oral y anal) en AIntroducción del narcisismo@ (1914c: 74) el
autoerotismo aparece como primordial. Un autor como Kessler (1980: 785) concibe el concepto
de autoerotismo dentro de una perspectiva genética y estructural. Genéticamente, indica el
momento en que las pulsiones se satisfacen de modo anárquico en tal o cual parte del cuerpo, así
como el Acontrario@ del amor objetal de la sexualidad adulta. Desde el punto de vista estructural,
el autoerotismo aparece como parte integrante de cada actividad sexual. Pero, va más allá del
mero placer de órgano, su dimensión imaginaria revela la búsqueda de una unidad perdida.
270
223
He aquí, según Laplanche (1993a: 7-8) una cierta vuelta al Aestadismo@, es decir, a
una concepción sucesiva y finalista del desarrollo de la libido. Sin embargo, como se verá a
continuación, el concepto de narcisismo presentará más un carácter estructural que genético.
224
Este mismo supuesto vino a confirmarse en la obra de Freud, aunque con un
razonamiento distinto, cuando en lo sucesivo el narcisismo del yo será designado como
secundario respecto a un narcisismo anobjetal. En S. Freud (1923b: 32 y 47).
271
225
Una de las principales diferencias entre Melanie Klein y Anna Freud era el supuesto
defedido por la primera sobre la existencia de relaciones objetales desde la más temprana
infancia en oposición a una fase narcisista y autoerótica planteada por Anna Freud. Sobre esto,
véase G. Sapisochin (1995: 77-100).
272
Presentación y discusión de la segunda hipótesis sobre el narcisismo primario.
consiguiente, la del yo, por los influjos libidinosos emanados del otro. Esta
como unidad cerrada en sí misma, sino marcado por el influjo de los primeros
narcisismo se constituye, es decir, por los influjos de amor del adulto hacia el
niño. En ese sentido, la sexualidad se origina a partir del influjo del otro
transferencia del amor a sí mismo- con relación al niño - AHis Majesty the
Freud:
por parte del adulto, sea la madre, el padre o el sustituto. Los gestos del
fuente natural de lo sexual ya que éste aparece a partir de la acción del adulto-
274
que permitirá a este otro emitir la cara inconsciente del mensaje que en lo
sucesivo el niño tendrá que descifrar; tarea que constituye su acceso mismo al
AEl narcisismo aparece desplazado a este nuevo yo ideal que, como el infantil,
mismo del yo. Ideal que también le impone condiciones y que observa el
cumplimiento de las normas impuestas por los padres y la sociedad, que Freud
No obstante, tras este complejo desarrollo conceptual y aun más los pocos
226
En esta frase se perfila un importante problema terminológico respecto a lo que Freud
concibe por instancias ideales. Por un lado, esta Ainstancia psíquica particular@ será designada en
la segunda tópica de Asuperyó@ (Über-Ich) y la Aconciencia moral@ (Gewissen) pasará a ser una de
sus funciones del superyó. Por otro lado, se establece una aparente sinonimia entre los términos
Ayo ideal@ (Idealich) e Aideal del yo@ (Ichideal). Si bien es cierto que la noción de Ayo ideal@
(Idealich) dejará de ser explícitamente mencionada, apareciendo en muchas frases de
AIntroducción del narcisismo@ (1914c) como equivalente a la noción de ideal del yo, se ha
preferido hacer hincapié sobre su especificidad, aunque Freud no haya hecho mención alguna a
este respecto. Así las cosas, y por ahora, yo ideal e ideal del yo corresponden al narcisismo
primario pero, mientras el Ayo ideal@ se refiere a un yo idealizado, incondicional y omnipotente,
el Aideal del yo@ está relacionado con los problemas de la ley y de la ética, de lo que es lícito y de
276
segundo dualismo pulsional y, particularmente con el énfasis sobre la pulsión
reformulación conceptual.
ubicada entre otras tantas funciones que subrayan el potencial de dominio del
una lectura estructuralista sobre el narcisismo -dado que éste debe ser
el yo.
228
Término introducido por Jacques Lacan para distinguir el sujeto del inconsciente en
contraposición del sujeto especular (sujeto de la enunciación). En J. Lacan (1949: 92).
278
pulsión@ (1915c).
229
De los cuales cinco fueron publicados, a saber, el ya mencionado APulsiones y
destinos de pulsión@ (1915c), ALa represión@ (1915d), ALo inconsciente@ (1915e), AComplemento
metapsicológico de la teoría de los sueños@ (1917d [1915]) y ADuelo y melancolía@ (1917e
[1915]). Se tiene noticia, a partir de la relación epistolar de Freud con sus discípulos y allegados,
que los ensayos restantes versaban sobre la conciencia, la histeria de conversión, la neurosis
obsesiva, la neurosis de transferencia y la angustia. En cuanto a los trabajos de los que se
desconoce el título, es posible inducir, por los mismos escritos de Freud, que se trata de los
conceptos de Asublimación@ (Sublimierung) y de Aproyección@ (Projektion). Asimismo, sobre las
conjeturas acerca de los motivos por los cuales estos ensayos no fueron publicados, véase E.
Jones (1960b:193-201) y P. Gay (1988: 419-421). En 1985 Ilse Grubrich-Simitis Koenigstein
publicó uno de estos ensayos, encontrado entre la correspondencia de Ferenczi. Se trata de
ASinopsis de las neurosis de transferencia@ (1985 [1915]).
279
en reubicar definitivamente los conceptos básicos de la teoría psicoanalítica
que busca describir los procesos psíquicos desde el punto de vista tópico,
(Todestrieb).
precisar la función que cumple la biología, ensayando las sendas que permitan
inconsciente.
sexual, del mismo modo que reducir el desarrollo de esta pulsión a uno de sus
una obra como los Tres ensayos (1905d) es también debido a que la noción de
procrear.
menos aún el esquema dualista en que ella se inserta. Más contradictorio aún
230
Un autor como Green (1973: 80) opina que Freud, en su preocupación por el tema
de los orígenes, quiso dejar claro que no es posible separar el afecto de la representación
antes de la Arepresión primordial@ (Urverdrängung).
283
clasificación de las pulsiones basada en el dualismo entre pulsiones sexuales y
necesario penetrar en los meandros del discurso que gobierna los presupuestos
pertenece al yo.
284
constituye Ala premisa básica del psicoanálisis@ (1923b: 15)232 y que permitirá
231
Buscando esbozar una especie de síntesis respecto a los elementos en juego en la
primera tópica, así como de sus características y sus contenidos, se ha tomado como punto de
partida las contribuciones de Freud en cuatro de sus obras. La primera, ANota sobre el concepto
de lo inconsciente en psicoanálisis@ (1912g), constituye uno de sus textos más importantes. Allí
está esbozada, por primera vez, la hipótesis sobre el inconsciente en sus tres sentidos:
descriptivo, dinámico y sistemático. La segunda, titulada ALo inconsciente@ (1915e) es tal vez el
más significativo trabajo de Freud. Véase J. Strachey en S. Freud (1915e: 156). Está dedicado
enteramente a continuar la labor de fundamentar la hipótesis sobre el inconsciente, pero ahora
recurriendo a una estructura conceptual más amplia ya que este estudio está ubicado en una serie
de textos llamados metapsicológicos. Entre los cuales se encuentra ALa represión@ (1915d),
trabajo que se caracteriza por el definitivo traslado del concepto de Arepresión@ (Verdrängung) a
la perspectiva metapsicológica, a partir de la profundización del fenómeno clínico de la
resistencia, y de su establecimiento como el modelo entre los mecanismos de defensa.
Finalmente, en la cuarta obra, El yo y el ello (1923b), Freud retoma los fundamentos que
distinguen los sistemas psíquicos entre sí para de ahí introducir la concepción estructural del
aparato psíquico. Sin embargo, se considera lícito mencionar que se cometería una suerte de
injusticia si el presente trabajo pretendiera ofrecer aquí una visión cabal y exhaustiva acerca de
cada uno de los elementos que componen el concepto de Ainconsciente@ (Unbewusst), así como
acerca de las redes que se asoman como efecto de las articulaciones en juego. Sobre este
propósito, vale mencionar y remitir a la estimulante y no menos compleja literatura crítica que
sirvió como punto de referencia para el desarrollo de esta sección: J. Laplanche (1981), H.
Bleichmar (1986), J. Gutiérrez-Terrazas (1990a) y S. Bleichmar (1984). Por otra parte, habría
mucho que decir también acerca de las creencias que gravitan alrededor de este concepto
psicoanalítico, que como tal, más turban que esclarecen la realidad de esta Aotra escena@, entre las
cuales las que relacionan el inconsciente a la prehistoria del psiquismo y las que le asimilan al
funcionamiento psíquico del niño, pero escapa al propósito del presente trabajo.
232
ANo es más que una presunción insostenible exigir que todo cuanto sucede en el
interior de lo anímico tenga que hacerse notorio también para la conciencia@. En S. Freud (1915e:
163). He ahí la afirmación rotunda de Freud en los párrafos iniciales de ALo inconsciente@ que
señala precisamente la necesidad de recurrir a la hipótesis del inconsciente ya que el discurso
consciente presenta un carácter Alagunoso@ (lückenhaft), sea en sanos o en enfermos, lo que
muestra la validez universal de esta hipótesis. En efecto, el proceso de verificación experimental
que Freud realiza para confirmar su hipótesis muestra que el inconsciente es un principio
esencial del comportamiento humano, es decir, no presenta un carácter negativo como si el
proceso de cura analítica fuera una lucha para expurgarlo. El hecho de que el discurso consciente
presenta el indicador mismo que acusa su ruptura y apunte la apertura hacia el discurso
inconsciente, constituye también la prueba que refuta que el inconsciente está por debajo de lo
285
a Freud iniciar su trabajo de estructuración de un supuesto genuinamente
manifiesto, tal y como revelan los síntomas, los sueños, los actos fallidos. De este orden de
consideraciones proviene la necesidad de rastrear las posibilidades de conocer el inconsciente y
de diferenciar este conocimiento de su existencia; cuestión esencial en la que Freud mismo hizo
hincapié: ADesde luego, lo conocemos sólo como consciente, después que ha experimentado una
transposición o traducción a la conciencia. El trabajo psicoanalítico nos brinda todos los días la
experiencia de que esa traducción es posible. Para ello se requiere que el analizado venza ciertas
resistencias, las mismas que en su momento convirtieron a eso en reprimido por rechazo de lo
consciente.@ En S. Freud (1915e: 161). Como advierte Gutiérrez-Terrazas (1990a: 18), Ael hecho
de que sólo conozcamos lo inconsciente mediante una traducción o una transposición a lo
consciente, implica tanto el que no es posible subsumir conocimiento y existencia o, lo que es el
mismo, que no son asimilables las leyes de la existencia del inconsciente y de su conocimiento;
como el que lo inconsciente debe ser transpuesto o traducido a otra lengua, es decir, debe ser
transcrito en lenguaje para que su conocimiento sea posible.@ En ese sentido, y siguiendo al
fundador del psicoanálisis, sólo es posible acceder al conocimiento del inconsciente en el
tratamiento psicoanalítico propiamente dicho, en una situación de Atransferencia@ (Übertragung);
286
que llevó a Freud a asimilarlo a la conciencia y a designarlo como sistema
saber, la oposición entre Icc, por un lado y Prcc/Cc, por el otro, enmarcadas
reprimido, es decir, por los síntomas, sueños actos fallidos, etc., Freud
los efectos de esta situación serán o no reconocidos por el analizado para de ahí iniciar el proceso
287
separación y de la consecuente oposición que se desencadena entre los
235
Distingo que Ano es primario, sino que sólo se establece después que ha entrado en
juego la >defensa=.@ En S. Freud (1912g: 275).
236
AEl contenido del Icc puede ser comparado con una población psíquica primitiva. Si
hay en el hombre unas formaciones psíquicas heredadas, algo análogo al instinto {Instinkt} de
los animales, eso es lo que constituye el núcleo del Icc.@ En S. Freud (1915e: 191-192; las llaves
son de Etcheverry). Este planteamiento de Freud presenta el mismo orden de críticas que se
esbozó antes sobre la posición de Freud en 1905 respecto a la hipótesis filogenética sobre el
origen de la pulsión sexual y su conexión con las fantasías originarias (véase II.1.2.).
237
Por otra parte, el modelo del inconsciente planteado por Freud en 1915 ubica la
Arepresentación-cosa@ (Sachvorstellung), es decir, representaciones reprimidas con un modo de
funcionamiento sometido a la legalidad del proceso primario, como su contenido. Aunque la tesis
sobre los contenidos del sistema inconsciente viene a complejizarse con la introducción de la
segunda tópica, es lícito hacer hincapié sobre su origen psíquico, no sólo en función de los
contenidos anteriormente mencionados, sino también por la existencia de un modo de pensar
inconsciente en contraposición al pensamiento preconsciente. Desde luego, el hecho de concebir
el sistema inconsciente como compuesto de Arepresentantes psíquicos@
(Psychischerepräsentanzen) de la pulsión sería cometer una suerte de reduccionismo si no se
esclareciera que existen varias dimensiones del inconsciente. Una de ellas, por ejemplo, es la de
la Apulsión de muerte@ (Todestrieb), que indica la existencia de su dimensión más disgregada, por
así decirlo. Pero también existen otros dominios del inconsciente como el de las fantasías, el del
deseo sexual, etc. que se van complejizando de acuerdo con el desarrollo del aparato psíquico.
Siguiendo estos indicativos que se desprenden del pensamiento freudiano H. Bleichmar (1986:
139) comenta: ALa composición del material del inconsciente y su funcionamiento -los procesos
que sufre este material- tienen la marca de un aparato psíquico que se va complejizando, por lo
que el inconsciente no es sólo visual, o corporal cenestésico, o auditivo, o fonemático, o formado
de abstracciones. Es todo ello, pero en un constante proceso de transformación, en que la entrada
de un nuevo registro -lo abstracto, por ejemplo- reorganiza lo anterior, y a su vez está sometido a
la influencia de aquello que habiéndolo precedido conserva su presencia en la nueva estructura.
En el inconsciente pueden estar tanto la imagen aislada de un puño en movimiento hacia el rostro
-éste como imagen aislada- como el sentido >Te destrozaré= o, incluso, >Por desear a tu madre, te
destrozaré=, formando una unidad con esa imagen@.
289
“fijación” (Fixierung) 238 de estos contenidos y que sufre por parte del sistema
solamente de oposición, de conflicto, sino también de pasaje de un sistema al otro. Tanto es así
que la introducción de la hipótesis tópica y funcional dan cuenta de este pasaje. Helas aquí: ASi
un acto psíquico (limitémonos aquí a los que son de la naturaleza de una representación)
experimenta la trasposición de un sistema Icc al sistema Cc (o Prcc), )debemos suponer que a
ella se liga una fijación {Fixierung} nueva, a la manera de una segunda transcripción de la
representación correspondiente, la cual entonces puede contenerse también en una nueva
localidad psíquica subsistiendo, además, la transcripción originaria, inconsciente?@ Esta es la
hipótesis tópica o de la doble transcripción. Continúa Freud: A)O más bien, debemos creer que la
trasposición consiste en un cambio de estado que se cumple en idéntico material y en la misma
localidad?@ En S. Freud (1915e: 169-170; las llaves son de Etcheverry). Esta hipótesis funcional
versa precisamente sobre la diferencia entre inconsciente y preconsciente desde el punto de vista
cualitativo e implica un pasaje en el que sólo hay un tipo de inscripción. Pero como bien advierte
Laplanche (1981: 85) estas dos hipótesis no se aplican a la misma experiencia ya que la hipótesis
funcional versa sobre el pasaje del inconsciente a la conciencia: en la primera se inscribe la
represión; en la segunda la toma de conciencia.
242
Dice Freud: Ala represión es en lo esencial un proceso que se cumple sobre
representaciones en la frontera de los sistemas Icc y Prcc (Cc)@. En S. Freud (1915e: 177). Es
decir, la represión no es un estado sino un proceso dado que no se constituye como una
operación acabada, sino que insiste y repite en cada una de las representaciones que demandan
este destino pulsional (véase III.1.2.). En la misma línea, el inconsciente no se constituye de una
291
II.4.2. El circuito de la pulsión en los orígenes de la vida y de la
sexualidad.
psicoanalítica.
por las que atraviesa para delinear su pensamiento sobre la pulsión ya que con
referentes mismos con los que se busca fundamentar los conceptos se han
científico no se trata de una operación acabada sino más bien del inicio del
inconsciente.
sexualidad inconsciente.
constituía uno de sus referentes (véase I.3.2.), culmina en los años siguientes,
como en la fisiología, pero ahora con una estructura conceptual más amplía.
Stoss). Descritos estos conceptos, los utilizará para diferenciar la pulsión, que
para lo psíquico@ (ein Reiz für das Psychische), que presenta una fuente de
fisiológico. ALa sustancia percipiente del ser vivo habrá adquirido así, en la
295
eficacia de su actividad muscular, un asidero para separar un >afuera= de un
Solamente tras haber discutido las Apremisas@ básicas en las que asienta el
243
Vale señalar que la descarga hacia el nivel cero no es lo mismo que reducción de la
tensión hacia un nivel mínimo. Tal y como se verá en el capítulo siguiente (véase III.2.2.),
corresponden a modos distintos del funcionamiento, respectivamente el Aprincipio de Nirvana@
(Nirwanaprinzip) y el Aprincipio de constancia@ (Konstanzprinzip).
244
Sobre este propósito, Freud continúa considerando la insuficiencia de la hipótesis
según la cual todo el aumento de la tensión conduce al displacer y toda disminución al placer.
Cuestión que será discutida más detenidamente en AEl problema económico del masoquismo@
(1924c) y que se tratará de esbozar en el próximo capítulo (véase III.2.2.).
296
Las características básicas de este concepto son la multiplicidad de fuentes
245
Freud también se interroga sobre el número de pulsiones que se puede establecer;
pero no menciona el supuesto de una pulsión única que después se dividiría en dos, pues esto no
sería obstáculo para cuantas pulsiones primordiales fueran necesarias: pulsión de juego, pulsión
de poder. Contesta que nada impide el establecimiento de varias pulsiones, pero no niega la
posibilidad de descomponer las varias pulsiones parciales para, a partir de su fuente originaria,
remitirlas a las pulsiones primordiales. En S. Freud (1915c: 119). En lo sucesivo esta cuestión
cobrará una significativa importancia. Es evidente que, siguiendo este razonamiento, pulsiones
de vida y pulsión de muerte constituirían también la lista de las pulsiones primordiales; sin
embargo, )qué lugar ocupa el concepto de Apulsión de agresión@ ya que no es posible insertarlo
dentro de la categoría de pulsión parcial por sus escasos vínculos con la sexualidad?
297
(1950a [1887-1902]) sobre el cuarto término de la pulsión -el esfuerzo- con
psíquico.
satisfacción@ (1915c: 118). Este carácter variable señala que la relación entre
satisfacción.
más específico (el placer de órgano de la pulsión oral, por ejemplo), lo cual
dirigidas hacia un objeto. Muestra también que una pulsión puede presentar
de la sublimación, tal y como Freud (1915c: 118 y 121) señala. Este orden de
298
consideraciones no se aplica a las Apulsiones de meta inhibida@
de meta pasiva; sean pulsiones ligadas a las zonas erógenas del cuerpo propio,
que fue presentada anteriormente, en los Tres ensayos (véase II. 1.2.). Se
246
Si trata de detener y reemplazar el cumplimiento de la satisfacción sexual
propiamente dicha por las metas sexuales preliminares o circunstanciales, que se manifiestan en
las relaciones amistosas. Es una de las etapas de la sublimación, una de sus vías, puesto que en lo
que atañe a este dominio pulsional Ano se trata simplemente de sustituir una meta por otra en un
movimiento pulsional que seguiría siendo lo mismo; en lo sublimado no pertenece ni la meta, ni
el objeto, ni tampoco la fuente de la pulsión@. En J. Laplanche (1980c: 125).
299
la persona propia@.
Verkehrung ins Gegenteil) y Ala vuelta hacia la persona propia@ (die Wendung
247
El hecho de que Freud haya destruido siete de sus trabajos metapsicológicos no
impide vislumbrar en sus textos desarrollos muy significativos sobre los temas tratados. Tal es el
caso del concepto de sublimación, que en Tres ensayos (1905d) aparece vinculado con las
perversiones, con el periodo de latencia, con el proceso represivo y con la formación reactiva
(véase II.1.1). Pasarán años hasta que Freud ofrezca nuevas aportaciones sobre la sublimación.
Eso ocurrirá en El yo y el ello (1923b). En este texto, la sublimación aparecerá vinculada con la
identificación y con la desexualización, eso no sin mencionar su relación con la idealización.
Ahora bien, más señalar la fecunda elasticidad del concepto de sublimación, lo que se pretende
advertir en estas líneas es que el entramado conceptual que se despliega de la reflexión sobre este
destino pulsional, engendra significativos problemas de entendimiento, lo que la convierte, de
entrada, en un concepto polémico. Un autor como Ricoeur (1965: 423-431) trata detenidamente
este cuestión.
300
los momentos constitutivos del yo y sellado bajo la rúbrica del estadio
narcisista.
(in die Wendung eines von der Aktivität zur Passivität) que atañe a la meta de
cambio de objeto, sea otro sujeto, sea la persona propia (yo), pero se mantiene
inalterada la meta.250
248
Hasta 1915, el masoquismo aparece como uno de los derivados de la pulsión sexual.
En APulsiones y destinos de pulsión@ (1915c), Freud pasa a definirlo como transmudación del
sadismo, distintos entre sí por el distanciamiento de la meta sexual. Las mociones crueles pasan a
ser derivadas de la Apulsión de apropiación@ (Bemächtigungustrieb).
249
Vale subrayar que no se trata exclusivamente de los pares de perversiones sadismo-
masoquismo y exhibicionismo-voyuerismo, sino de momentos previos a la constitución del yo y
de movimientos pulsionales anteriores a la represión primordial.
250
En ASobre las trasposiciones de la pulsión, en particular del erotismo anal@ (1917c),
Freud plantea un cuarto destino pulsional, la transmudación de la pulsión en erotismo anal.
301
Según Freud, el circuito de la Apulsión de apropiación@
11 Apropiar,
21 apropiarse,
31 ser apropiado.
meta: el sujeto finaliza este circuito identificado con la figura del sufridor. El
detiene ahí y vuelve hacia la persona propia sin la pasividad hacia una nueva
251
APulsión de dominio@, Apulsión de apropiación@, Apulsión de apoderamiento@ designan
las mismas realidades. Pero se ha preferido traducir el término Bemächtigungstrieb por Apulsión
de apropiación@, siguiendo la sugerencia que Paul Denis hizo a propósito de la traducción del
término emprise. En ALa predisposición de la neurosis obsesiva@ (1913i), Freud plantea que el
par antitético Aactividad-pasividad@ caracteriza la fase anal sádica: Amientras la pasividad es
fomentada por el erotismo anal, la actividad es sufragada por la pulsión de apoderamiento, que
llamamos >sadismo= justamente cuando la hallamos al servicio de la función sexual@. En S. Freud
(1913i: 342). Vale tener en cuenta este planteamiento dado que el sadismo es una de las
manifestaciones de la pulsión de apropiación. Por otra parte, reconociendo no sólo la posición de
Gillibert (1982: 1221) según la cual la Bemächtigunstrieb aparece como la esencia de la pulsión
y, por lo tanto, constitutiva del yo, así como concibiendo el par sadismo-masoquismo como uno
de los avatares de esta pulsión, como un modelo perverso de la relación que el yo mantiene con
los objetos, se ha optado por emplear aquí el concepto de Apulsión de apropiación@. Más adelante,
se tratará de analizar detenidamente este concepto, cotejándolo con el de Apulsión de muerte@,
Apulsión de agresión@, Apulsión de destrucción@, Apulsiones de vida@, Apulsiones sexuales@,
302
sadismo hacia la persona propia.252
les dota del acento sexual, Ael infligir dolores@ (die Zufüngung von
relaciona con una Aacción@ del individuo para afirmarse en un medio que le es
con el dolor propio, sino con la excitación sexual que lo acompaña (1915c:
11 Mirar,
21 mirarse,
31 ser mirado.
entonces,
253
En cuanto al sentimiento de Acompasión@ (Mitleid), Freud considera que no se
inscribe en este circuito de la pulsión de apropiación, es decir, como mudanza pulsional desde el
sadismo, sino como una formación reactiva contra las pulsiones. En S. Freud (1915c: 124).
305
11 Se mira,
21 mira,
31 es mirado.
del sujeto. No obstante, el sujeto sólo sale del espacio familiar (cuerpo propio)
254
Vale mencionar que un autor como Lacan se propone ampliar el tema de la mirada en
el Seminario 11 (1964). Su propósito fue el de diferenciar el campo de la visión del de la mirada
para así poner de relieve la oposición entre sujeto cartesiano y sujeto del inconsciente; para eso,
incluyó la mirada como Aobjeto a@ (objet a) de la pulsión escópica. El objeto a como Aobjeto de
la pulsión@ (objet de la pulsion) es un concepto lacaniano que señala el encuentro fallido del
sujeto con una parte que antaño le pertenecía y que convoca el orden del agujero central
expresado por la castración. Se trata de una relación con algo conocido pero que se ha
desprendido del cuerpo del sujeto y que constituye el orden de la falta. La mirada como una de
las especies del objeto a (las otras son el seno, el excremento y la voz) se constituye de una
acción que rompe con la creencia de la continuidad del registro imaginario. El elemento activo -
al contrario de la lógica tradicional- no es el sujeto sino una región autónoma a la que Lacan
llama Real. Dice Lacan (1964: 84): AEn la medida en que la mirada, en tanto objeto a, puede
llegar a simbolizar la falta central expresada en el fenómeno de la castración, y en que, por su
índole propia, es un objeto a reducido a una función puntiforme, evanescente, deja al sujeto en la
ignorancia de lo está más allá de la apariencia -esa ignorancia tan característica de todo progreso
306
oposiciones:
11 indiferencia;
21 odiar;
31 ser amado.
del pensamiento en esa vía constituida por la investigación filosófica.@ Al invertir la ordenación
lógica establecida por el yo imaginario, el objeto a, divide la certeza del sujeto: no se trata más
de una imagen especular, sino de una de las formaciones del inconsciente, división que puede ser
tratada como la esquizia entre visión y mirada. Ocurre que a diferencia de Freud, Lacan
considera que la fuente de la pulsión no proviene del cuerpo, sino desde afuera, desde el campo
del Otro. De modo que invierte la lógica freudiana: la mirada sería un acto inconsciente del Otro
hacia el sujeto. ALa mirada (...) es, no una mirada vista, sino una mirada imaginada por mí en el
campo del Otro.@ En J. Lacan (1964: 91). Véase J. Lacan (1964: 75-97). Asimismo, para una
panorámica sobre el desarrollo de la pulsión escópica en el Seminario 11 de Lacan, véase M. N.
Pereira Barbosa (1993: 1-30).
255
Freud define al amor como el vínculo placentero y totalizado del yo con el objeto
sexual, sea en el sentido estricto del término sea en el sentido sublimado, como una mezcla entre
ternura, narcisismo y sexualidad. Es decir, con la síntesis de las pulsiones parciales de la
sexualidad bajo el primado de la genitalidad. Encuentra su origen de acuerdo con una modalidad
autoerótica de satisfacción (placer de órgano) y se amplía hacia los objetos con una búsqueda
constante para incorporalos cuando son fuente de placer. En estos momentos, apenas se distingue
del odio; distinción que se establece de modo más contundente con el establecimiento de la
organización genital. En S. Freud (1915c: 128 y 133).
307
Para mayor comprensión de los contrarios del amar, Freud introduce las tres
oposiciones:
Placer - Displacer.
Activo - Pasivo.
ubican las polaridades del amor en las que las dos primeras polaridades
tanto es así que el proceso de hallazgo del objeto está indicado por las
pulsiones yoicas.
256
En cuanto a la tercera polaridad, posteriormente se fusionará con los pares antitéticos
308
con el placentero y el mundo exterior con lo indiferente. Separa así Ael adentro
masculino-femenino y fálico-castrado.
309
de las pulsiones sexuales, se caracteriza por introyectar objetos placenteros y
La oposición entre amor y odio señala que la relación del yo con los objetos
menciona que Alos vínculos de amor y odio no son aplicables a las relaciones
de las pulsiones con sus objetos, sino que están reservados a la relación del
yo-total con los suyos@ (1915c: 132): Apodríamos decir que una pulsión >ama=
al objeto al cual aspira para su satisfacción. Pero que una pulsión >odie= a un
objeto nos suena bastante extraño@ (1915c: 131-132). De modo que la relación
310
de sentimientos ambivalentes de amor y de odio se refiere más a una
257
Eugen Bleuler, profesor de psiquiatría de Zurich. No sólo estudió en París con
Charcot sino que siguió el mismo intento de su maestro de clasificar y ordenar las enfermedades
mentales, elaborando una nomenclatura que hasta hoy se mantiene en el vocabulario psiquiátrico,
entre las cuales se encuentran los términos Aesquizofrenia@ (Schizophrenie), Aautismo@ (Autismus)
y Aambivalencia@ (Ambivalenz). Tenía conocimiento de los trabajos de Freud desde antes de
1904, año en que se inicia la relación epistolar entre ambos: en 1896 hizo una reseña crítica sobre
los Estudios sobre la histeria (1893-1895), de Freud y Breuer, y en 1900 encargó a Jung, su
subordinado, una reseña de La interpretación de los sueños (1900a [1899]). La relación epistolar
mantenida entre ambos autores es fundamental para comprender la evolución de la reflexión
freudiana sobre la psicosis. Muy impresionado con las ideas de Freud, participó de su grupo,
pero sus dudas sobre la importancia de la sexualidad, sumadas a cuestiones referentes a la
política organizativa del psicoanálisis, produjo su separación del movimiento psicoanalítico.
Separación que produjo un cierto distanciamiento del psicoanálisis respecto a la psiquiatría
académica. Véase P. Gay (1988: 252-253) y N. Caparrós en S. Freud (1997a [1871-1886]: 28).
311
opone en el comienzo al mundo exterior prodigador de estímulos@(1915c:
132) . Proviene de la Alucha del yo@ contra los objetos que le producen
tanto, si las raíces pulsionales del amor están en las pulsiones sexuales, el
definición de pulsión.
Aespacios@ que, si bien diferenciados uno del otro, son, en cierto modo,
correlativos; el mismo punto que los une, también los separa: la pulsión.
está refiriendo a dos realidades tangibles, sino a dos ámbitos de saber. Nos
dice que ninguno de ellos puede Apensarse@ sin este concepto que él inaugura.
pulsión.
definición de la pulsión.258
Esto precisamente es lo que abre la articulación de la teoría psicoanalítica con otros campos
del saber, incluso la biología a partir del concepto de pulsión. Más recientemente Widlöcher
(1996: 69-95) ha tratado sobre este tema.
Según Green (1973: 241), la pulsión es Ael resultado de un paso cuyo término es la
>psiquización=.@ Ahora bien, se hace necesario matizar dicha afirmación ya que ni se trata de una
314
los estímulos provienen de lo somático, es lo psíquico el que les ofrece un
pulsión.
Una pulsión nunca puede pasar a ser objeto de la conciencia; sólo puede serlo
la representación [Vorstellung] que es su representante [Repräsentanz]. Ahora
bien, tampoco en el interior de lo inconsciente puede estar representada si no
es por la representación. Si la pulsión no se adhiriera a una representación ni
saliera a la luz como un estado afectivo, nada podríamos saber de ella (1915e:
173).
Además de la estrecha relación entre pulsión y afecto, que será tratada más
Apsiquización@ librada de la dimensión somática ni tampoco un final de trayecto, sino más bien el
inicio de un proceso. Es decir, no es que la pulsión esté del lado de lo psíquico sino más bien que
315
vocablo consagrado de la filosofía clásica alemana y alude al modo de
representancia).260
En ese sentido, si bien es cierto que Freud aborda el tema de las representaciones a partir de la
tradición filosófica, introduce también un nuevo estatuto epistemológico de
la representación en la medida en que la noción de Arepresentante psíquico@ (psychische
Repräsentanz) de las excitaciones que surgen en el interior del cuerpo es irrepresentable,
es decir, no puede ser objeto de representación, tal y como advierte Green (1985: 782). Por otra
parte, hasta ahora, se mencionaron algunas acepciones que Freud da acerca del término
Arepresentación@ (Vorstellung). He aquí la totalidad de ellas. 1. ARepresentación@ (Vorstellung):
opuesto al Aafecto@ (Affekt) es uno de los representantes psíquicos de la pulsión. Freud trasmuta
este término de la filosofía clásica alemana y lo emplea de modo singular ya que no concibe la
memoria como una mera reproducción de los objetos, sino que se compone de sistemas mnémicos
en los que el objeto sufre una serie de transcripciones.
Se distingue entre Arepresentación-palabra@ (Wortvorstellung) y Arepresentación-cosa@
(Dingvorstellung y Sachvorstellung); la primera no se distingue significativamente de
la segunda a no ser porque es una palabra, o mejor, una representación-palabra. 2. ARepresentante-
representación@ (Vorstellungsrepräsentanz) o representante ideativo en la terminología
anglosajona: es uno entre los representantes psíquicos de la pulsión y
que constituye el inconsciente ya que es objeto de la represión. 3. ARepresentante psíquico@
(psychische Repräsentanz): es la expresión psíquica de la pulsión, compuesta por el representante-
representación y el afecto. Freud lo emplea tanto respecto a la pulsión, en los términos del
representante de las excitaciones somáticas como en cuanto al afecto y el representante-
representación como representante de la pulsión. 4. ARepresentante pulsional@
(Triebrepräsentanz): sinónimo de representante-representación y de representante psíquico. Como
quiera que sea, designa la expresión psíquica de la pulsión. 5. AAfecto@ (Affekt): es el otro de los
representantes psíquicos de la pulsión. Es la expresión cualitativa de la cantidad de energía
pulsional. Presenta un destino distinto del representante-representación. Vale subrayar que las
definiciones aquí esbozadas no pretenden agotar el deslizamiento de sentido que estos términos
adquieren en la obra de Freud sino que sirve más bien de guía, en este momento del desarrollo de
316
(Laplanche, 1980c: 60), garantiza también el dominio psíquico. He aquí el
pulsión si bien no está ni sólo del lado de lo corporal ni sólo del lado de lo
ejercido por las pulsiones, se articula con dos conceptos freudianos: a.) de
pulsión sin una mediación proveniente del mundo exterior. Ocurre, sin
de la pulsión, lo biológico pesa más en la balanza; eso por más que se intente
definitiva, lo que permite aclarar la fuente de la pulsión más allá de una mera
fisiológicos.
318
completa ya que no logra dominar los efectos del factor cuantitativo; el monto
319
de afecto de la representación originariamente reprimida siempre estará
una sinonimia entre sí, sino que aparecerán como equivalentes a la Aenergía
261
Este desequilibrio entre representación y monto de afecto es lo que caracteriza al síntoma en
cuanto efecto -en el caso, los afectos- de una representación devenida inconsciente. En W. Perinot
(1987: 1125).
320
En ALa represión@ (1915d), Freud establece tres destinos del factor
262
Son dos los destinos de la representación: 1. Desaparecer del consciente si antes lo fue; 2.
321
El afecto sería el cumplimiento de esta tendencia a la descarga y presentará
hacia el interior del cuerpo, tal y como señala Green (1973: 42). Pero al
movimiento (Green, 1985: 775). Este mismo autor subraya que las
sensaciones de placer y de displacer son los prototipos del afecto, pero aunque
afectos.
Sin embargo, en ALo inconsciente@ (1915e: 174) vuelve a reiterar que los
263
Hipótesis sostenida por Green (1973 y 1985: 773-788). Véase también C. David (1985:
797-805).
264
Para desarrollar la idea según la cual el afecto remite no sólo a la historia individual, sino
también al pasado filogenético, Freud establece una equivalencia entre estado afectivo y crisis
histérica puesto que ambos desembocan en una reminiscencia: mientras que la crisis histérica
consiste en la repetición de un acontecimiento que se remonta a la historia del individuo, el afecto
remite a la historia de la especie. En S. Freud (1916-1917 [1915-1917]: 360).
323
afectos se refieren a procesos de descarga que se manifiestan como
afectos.265
inconsciente carece de percepción; está del lado del que afecta y no de lo que
265
En la 250 de las Conferencias de introducción al psicoanálisis titulada ALa angustia@ (1916-
1917 [1915-1917]), Freud se pregunta sobre la naturaleza de los afectos. Además de corresponder
a mecanismos de descarga o a determinadas inervaciones motrices, incluye sensaciones de dos
clases: Alas percepciones de las acciones motrices ocurridas,
y las sensaciones directas de placer y displacer que prestan al afecto, como se dice, su tono
dominante.@ En S. Freud (1916-1917 [1915-1917]: 360). Como señala Green (1973: 234), este
doble concepción del afecto se separa en dos vertientes: la primera estrictamente corporal y la
segunda propiamente psíquica que, a su vez, se separa en dos, a saber, las percepciones de los
324
Ahora bien, el problema de los afectos en la obra de Freud surge en función
del estatuto del afecto respecto al de la representación que Freud captó cuando
psíquico.
I.3.2.).
embargo, la hipótesis misma según la cual la pulsión, Ael genuino motor@ (die
psicoanálisis implica que sólo puede ser concebida como tal en la medida en
267
Un etólogo como Heymer (1982) define así la pulsión: ASe concibe la pulsión como un
conjunto de fuerzas de incitación a la acción, acumulándose de manera automática y rítmica y
condicionando la constitución de un estado de tensión interna específica. Este puede conducir a
una descarga, en ausencia de toda intervención exterior. De hecho, las pulsiones son la fuente de
toda conducta espontánea. En su desarrollo, obedecen a leyes endógenas que les son propias
(Leyhausen, 1952).@ En A. Heymer (1982); voz: APulsión@.
326
constituirse de una fuerza que se expresa a través de los deseos y de los
embargo, según un autor como Laplanche (1985: 89, n. 29), que construye
268
Una autora como Castoriadis-Aulagnier (1984: 292) plantea del siguiente modo esta
importante problemática: ALa teoría de las pulsiones, (...) no debe ser entendida como la
teorización de un mito de los orígenes de conformidad con las exigencias científicas de nuestro
tiempo, pero no podemos dejar de sentir que se asimila a la función de todo mito sobre este punto:
unir el presente a ese tiempo pasado en el que encuentra su raíz, a ese punto de anclaje sin el cual
ninguna historia -la de la especie, de una cultura, o de un individuo- podría escribirse.@
327
psíquica del mismo modo que no se perfilaría como algo mítico, es decir, no
con el lugar que la biología ocupa en sus teorizaciones termina por oscurecer
sino que se define como Ala intrusión sexualizante del otro@ en el niño; el
cuya modalidad no puede ser sino tematizada por el sujeto que se encadena a
su propia identificación.@
La metáfora de las lavas volcánicas expuesta por Freud refleja este estado de
pulsión existe desde los primeros momentos de la vida pero sólo será
resignificada a posteriori.
269
Teniendo en cuenta que en el texto consagrado al estudio de las pulsiones, Freud no introduce
una terminología para diferenciar el estímulo, sea interno o sea externo, Laplanche (1980c: 35) se
sirve de dos términos generalmente empleados por Freud para designar lo exógeno y lo endógeno;
Reiz por Aestímulo@ y Erregung por Aexcitación@. Ocurre, pues, que la propuesta de Laplanche
toma en consideración la existencia de estos dos términos alemanes cercanos entre sí para marcar
la nítida diferencia que existe entre la posibilidad o la imposibilidad de huida del organismo frente
a este Acuerpo extraño@ que atenta contra ambos frentes.
329
fuente es exógena pero que termina por atacar al yo desde adentro. De ahí su
carácter enigmático:
integridad yoica.
psicoanalíticos.
270
Como también plantea S. Bleichmar (1993: 54), interno-externo Acuya activación se
independizará del objeto originario cortando los nexos con el exterior y produciendo un efecto de
formación endógena. Operando entonces, desde el interior a partir de su instalación; definiendo las
premisas de esta instalación desde el exterior, es decir, desde lo exógeno.@
330
sobre la génesis del aparato psíquico sitúan la contrainvestidura del lado del
(1984: 49)271, por ejemplo, señala que en este proceso, el otro proporciona
Así, pues, parece que para reubicar la pulsión sin limitarse en un mero
primordial no aparece en los textos de Freud como una mera exigencia teórica
271
El razonamiento de Ody (1985: 897-901) va en esta misma dirección.
331
establece. En esta concepción, el inconsciente no existe desde los orígenes de
Por ahora, vale subrayar que incorporar la figura materna o la figura de otro
hasta el punto que la vida psíquica del niño en estos momentos sólo puede ser
caricias que le propicia a partir de las zonas erógenas, zonas de apertura entre
lo externo y lo interno.
332
De modo general, el niño, a su vez, se comporta pasivamente hacia el mundo
casos conduce al niño a la actividad. Dice Freud: AEl yo-sujeto es pasivo hacia
los estímulos exteriores, y activo por sus pulsiones propias@ (1915c: 129).
Es posible relacionar este momento con lo que Green (1986: 261) define
actividad por parte del niño, pero va más en dirección a las funciones
acción pero con relación al cuerpo propio y una posición pasiva respecto al
del odio que suscita el displacer producido por la ausencia de objeto para
Por lo tanto, constitución no sólo del objeto sino también del sujeto.272 Estas
272
Freud menciona el término Asujeto@ (Sujekt) en dos momentos de APulsiones y destinos de
pulsión@ (1915c), a saber, el tercer momento de la pulsión de apropiación y de la pulsión escópica.
Define así este momento de la pulsión de apropiación: ASe busca de nuevo como objeto una
persona ajena, que, a consecuencia de la mudanza sobrevenida en la meta, tiene que tomar sobre sí
el papel del sujeto.@ En S. Freud (1915c: 123). Más adelante, a propósito de la pulsión escópica,
define el tercer momento de su circuito como Ala inserción de un nuevo sujeto, al que uno se
muestra a fin de ser mirado por él@, aun teniendo en cuenta que enseguida cambiará su circuito. En
S. Freud (1915c: 125). Strachey, en una nota al pie de página de APulsiones y destinos de pulsión@
(1915c), comenta: AAunque el sentido general de estos pasajes es claro, puede haber alguna
confusión en el empleo de la palabra >sujeto=. Por regla general >sujeto= y >objeto= se utilizan para
designar, respectivamente, a la persona en quien se origina una pulsión (u otro estado psíquico) y a
la persona o cosa a la cual aquella se dirige. Aquí, sin embargo, >sujeto= parece designar a la
persona que desempeña el papel activo en relación -el agente-.@ Véase J. Strachey en S. Freud
(1915c: 123, n. 18). Así, el sujeto de la pulsión de apropiación es el agente de la actividad
pulsional sádica mientras que en la pulsión escópica, el sujeto será el agente de la mirada exterior
sobre el objeto. Tres órdenes de consideraciones merecen ser esbozados. 1. En ambos casos, la
meta de la pulsión es pasiva, teniendo en cuenta que la pulsión es activa por naturaleza. 2. Se trata
de un momento propiamente sexual. 3. El sujeto es concebido como el agente pulsional exterior.
Es partiendo de estas consideraciones que un autor como Penot plantea que la concepción de
Freud sobre la pulsión abre una concepción nueva de la subjetividad en que la
pulsionalidad aparece como condición básica. En B. Penot (1993: 1667). Establece tres
precondiciones relacionadas con el momento de constitución de la sexualidad y el estado de
prematuración psicofisiológico. 1. El sujeto en Freud es el resultado del ejercicio mismo de la
pulsión. 2. La necesidad de otro sujeto, en el advenimiento de la sexualidad. 3. Este sujeto surge y
se reafirma en el tiempo reflexivo, situándose más allá del principio del placer. En B. Penot (1993:
1667-1670). Asimismo, para una panorámica de sobre la noción de sujeto, véase M. Fain (1991:
1721-1723). Ahora bien, tomando como hilo argumentativo la relación que Penot (1993: 1667)
334
sensaciones de placer y de displacer, se relacionan con el estado de tensión y
Conduce necesariamente a una reacción activa por parte del niño respecto a
mismas en que se asienta este concepto. Pero se trata de una ruptura relativa;
su teoría.
NB.: En lo que se refiere a los desarrollos posfreudianos del concepto de pulsión, los
autores tienden a: 11No reconocer el concepto de pulsión; 21 Reconocer el concepto de
pulsión; 31 Reconocer el concepto de pulsión, pero proponiendo una evaluación sobre su
origen endógeno y biológico y haciendo hincapié en el rol del objeto.
De tales tendencias, es posible vislumbrar diferentes líneas interpretativas, sea
desde el punto de vista de la energía, de los modos de funcionamiento, de los principios
reguladores. Los interrogantes sobre si la pulsión hace referencia a una expresión de la
realidad psíquica o es un concepto metapsicológico, si hace referencia a la articulación
entre pulsión y dimensión simbolizada, o si hace referencia al conflicto psíquico, se
encuentran en estas tendencias ampliamente discutidas. Dichas líneas interpretativas,
expresión misma de la expansión del psicoanálisis, se han desarrollado a partir de
Atensiones de la teoría@ freudiana (Sandler, 1983: 580), es decir, de aspectos del
pensamiento de Freud que invitan a tal o cual posicionamiento. De ahí proviene la rotunda
heterogeneidad de las líneas de pensamiento psicoanalíticas cuando cotejadas entre sí.
A partir de este orden de consideraciones, surge la necesidad señalada ya por
Hornstein (1991: 24) y por Green (1987: 148) de averiguar si los reajustes ocurridos en
materia pulsional están en el mismo ámbito que el de la teoría freudiana. Las líneas que
siguen a continuación pretenden ensayar las sendas que van en esta dirección.
En la primera tendencia, el no reconocimiento del concepto freudiano de pulsión
está vinculado con la polémica sobre su separación de la práctica clínica por traducirla sea
variedad de afectos.
336
en términos biológicos, sea como un concepto (metapsicológico). Se destacan del conjunto
de autores:
- Fairbain (1952) y Guntrip (1961), los representantes de un planteamiento radical de la
Teoría de las Relaciones Objetales. Consideran la reflexión freudiana sobre las pulsiones
limitada e insuficiente respecto a las relaciones de objeto y a las estructuras del yo: el
hecho de comunicar al paciente la Anaturaleza@ de sus Ainstintos@ no equivale a
Acapacitarlo@ en cómo manejarlas. En W. R. Fairbain (1952: 93-96).
- Kohut (1977), quien ha introducido la llamada Psicología del Self, considera la reflexión
freudiana sobre las pulsiones insuficiente para tratar a los fenómenos psicológicos, en
particular los Atrastornos narcisistas de la personalidad@, fenómenos que según este autor
requieren una Aobservación objetivo-empática@ y la conceptualización del Así-mismo
participante@. En H. Kohut (1977: 61-70).
El reconocimiento teórico y clínico del concepto de pulsión en la segunda tendencia
está estrechamente vinculado con la aceptación de su origen endógeno y biológico, tal y
como ha sostenido Freud, pero se efectúan nuevas formulaciones y se desarrollan nuevas
hipótesis. Se destacan del conjunto de autores:
- Melanie Klein (1932), quien funda la Teoría de las Relaciones Objetales. Emplea
determinadas teorías freudianas de la pulsión en su sistema de pensamiento, tales como el
dualismo entre pulsiones de vida y pulsión de muerte, pero excluye las pulsiones de
autoconservación de su sistema de pensamiento. En M. Klein (1932). Para un desarrollo de
este tema, véase D=Avila, A. Maladesky y A. Picollo (1983: 737-764).
- Hartmann (1948), uno de los principales representantes de la Psicología del Yo. En el
afán de fundamentar científicamente el psicoanálisis no sólo reconoce el concepto de
pulsión, a que éste autor llama de Aimpulsos@ sino busca ampliarlo en consonancia con los
desarrollos de la biología. En H. Hartmann (1948: 71-87). Asimismo, para un análisis
detenido sobre el desarrollo de la Trieb freudiana en el marco de la Psicología del Yo,
véase V. M. Andrade (1991: 91-108).
- Bowlby (1969), quien, siguiendo los presupuestos de la Psicología del Yo y partiendo de
trabajos experimentales, introduce una nueva variedad de pulsión, la Apulsión de apego@.
Pretende demostrar que el vínculo tierno entre el niño y la madre, aunque de orden
pulsional, se perfila como diferente de las pulsiones clásicas. Según Bowlby, el apego del
niño respecto a la madre se perfila como una tendencia primaria, diferente de la
concepción según la cual el amor sería una tendencia secundaria, es decir, una
consecuencia de la acción específica efectuada por el adulto. En J. Bowlby (1969: 353-
467).
- Bion (1966), quien, partiendo de la Teoría de las Relaciones Objetales, establece una
teoría sobre el pensamiento y la articula con el sistema pulsional. Introduce, también, tres
variedades de pulsión, la Apulsión K@, la Apulsión L@ y la Apulsión H@, que se refieren
respectivamente al deseo de conocer, al amor y al odio encontrando, pues, otra alternativa
respecto al esquema dualista freudiano. En W. Bion (1966: 27-32 y 103-113). Para un
análisis detenido sobre la contribución de Bion en el desarrollo de la teoría de las
pulsiones, véase F. Guignard (1994: 1619-1637).
Entre los autores que representan la tercera tendencia, la pulsión es empleada
sistemáticamente y concebida como un principio fundamental de la vida psíquica. Sin
embargo, partiendo de los textos de Freud, estos autores buscan asignarle un nuevo
sentido, sea relativizando su origen endógeno y biológico, sea haciendo hincapié en la
noción de Aobjeto@. Se destacan del conjunto de autores:
- Lacan (1964), en su propuesta de relectura de los textos de Freud, realiza significativas
aclaraciones sobre la teoría de las pulsiones, buscando, sobre todo, desgajarla del dominio
337
de la biología. También introduce dos variedades de pulsiones, a saber, la Apulsión
escópica@ y la Apulsión invocante@, correspondientes a las zonas erógenas de la mirada y de
la voz. En J. Lacan (1964: 75-85 y 168-180).
- Laplanche (1992), con su concepto de Aprioridad del otro@, establece una constante
articulación entre lo pulsional intrapsíquico y lo cultural intersubjetivo y busca relativizar
el punto de vista genético. Este autor parte de la premisa base según la cual el lugar de lo
biológico se perfila como un lugar de intersección de la Teoría de las Pulsiones. En J.
Laplanche (1987a: 159).
- Green (1987), quien considera que si bien las pulsiones pertenecen al orden de los
conceptos y se perfilan como entidades primeras, fundamentales (originarias) y, por lo
tanto, nunca totalmente demostrables en la experiencia, tienen por finalidad esclarecer la
experiencia y no pueden ser totalmente disociadas de ella. Esto le conduce a admitir que
Ael objeto es el revelador de las pulsiones@. En A. Green (1987: 159).
Ahora bien, es posible vislumbrar en estas diferentes maneras de Atraducir@ la
Trieb freudiana en sus diferentes Adimensiones de significado@ (Sandler, 1983: 582). Así,
se hace necesario, señalar, al menos, las consecuencias teóricas de dichos
posicionamientos. Partiendo de la tarea iniciada por Freud, los desarrollos psicoanalíticos
han partido de tal o cual teoría de la pulsión. Tal es el caso de M. Klein, que al elegir el
segundo dualismo pulsional (pulsiones de vida y pulsión de muerte), termina por dar
importancia secundaria o, incluso, poco valor a las otras teorías pulsionales. En la misma
línea, su planteamiento sobre la existencia de relaciones objetales desde la infancia,
termina por sobreponerse a la Teoría de las Pulsiones. Aún así, la postura de Klein es muy
distinta de la de Fairbain y de Guntrip, que rechazan la Teoría de las Pulsiones en
detrimento de una radical Teoría de las Relaciones Objetales. Kohut, a su vez, separa la
reflexión metapsicológica de la clínica, e, incluso, define a la Teoría de las Pulsiones como
Aquímica inorgánica@. Así las cosas, vale advertir que tal rechazo, además de desmerecer el
pensamiento de Freud, revela una rotunda resistencia en salir de las ambigüedades que se
presentan en materia pulsional y en admitir la hipótesis freudiana sobre la sexualidad
inconsciente. Como señala Green (1987: 158), la referencia a la pulsión es ineliminable ya
que ésta es irreductible a una mera necesidad corporal y supone una exigencia de placer en
la misma medida que esta necesidad.
Desde luego, estas críticas presentan dos ejes argumentativos, vinculados entre
sí, que sugieren una necesaria revaluación de algunos aspectos de la teoría de las pulsiones
introducida por Freud, a saber, la dimensión biológica y endógena de la pulsión y el papel
del Aobjeto@. En cuanto al segundo eje, el rol del objeto, se mencionó que éste ha recibido
una importancia primordial en el sistema de pensamiento propuesto por M. Klein y sus
seguidores, hasta el punto de contraponerse con la Teoría de las Pulsiones. Sin embargo,
existen autores que buscan compaginar la Teoría de las Pulsiones con la Teoría de las
Relaciones Objetales. Tal es el caso de un autor como Kernberg (1977), quien reconoce la
dimensión endógena y biológica de la pulsión, traduciéndola como Aimpulsos@ o
Atendencias@. Este autor teoriza las relaciones entre el yo y los objetos a partir de nociones
tomadas de la biología y de la psicología al referirse al proceso de indiferenciación
(Asimbiosis@) entre la madre y el niño y de la progresiva relación de objeto (Ainteracción@).
Ocurre, sin embargo, que su teorización tienden más hacia una reflexión psicológica que
propiamente psicoanalítica. Estas mismas consecuencias se perfilan en la concepción del
narcisismo, tal y como plantea Kohut, desgajado de la dimensión pulsional y la
consecuente subordinación de las pulsiones al self. La sexualidad inconsciente, objeto por
excelencia del psicoanálisis, asume un papel secundario y la reflexión misma sobre el
narcisismo queda desgajada de las pulsiones. En lo que se refiere al primer eje, la
338
dimensión biológica de la pulsión, encuentra especial desarrollo en la Psicología del Yo.
Hartmann, uno de sus más significativos representantes, concibe, además, una zona
autónoma del yo librada del influjo de las pulsiones y da primacía a los aspectos
adaptativos en detrimento de los sexuales, convirtiendo al yo en un órgano de adaptación a
la realidad. Desgaja, así, la reflexión freudiana de las pulsiones de su aspecto central, la
sexualidad inconsciente. Para un análisis detenido sobre la concepción de la sexualidad en
el marco de la Psicología del Yo, véase V. M. Andrade (1996: 799-820). Y, aún los
significativos trabajos experiemtales (Bowlby), que si bien no hacen hincapié en la Teoría
de las Relaciones Objetales, sí lo hacen a partir de los patrones de conducta y de
interacción interpersonal, no incluyendo la dimensión intrapsíquica, no sólo presente en
esta modalidad de relación interpersonal, sino también constitutiva de ella.
Así se perfilan el estado d la discusión sobre la dimensión biológica de la pulsión y
del papel del objeto. Resumiendo: Desembocan en el establecimiento de teorías
psicológicas más que propiamente psicoanalíticas y reflejan cierta resistencia a la
sexualidad inconsciente. En efecto, no se trata exclusivamente de aproximar la pulsión a la
experiencia, sino, además, de mantener su estatuto metapsicológico. Es con esta
proposición que autores como Green y Laplanche desarrollan su línea de pensamiento.
Laplanche, discute el origen de la pulsión bajo la óptica del Aobjeto-fuente@ de la pulsión,
que se construye a partir de las estimulaciones ejercidas de modo permanente y en el
interior del sujeto por las representaciones-cosa reprimidas, haciendo hincapié en el origen
exógeno y psíquico de la pulsión. Green, considerando que Freud ha subestimado el valor
del objeto, propone desarrollar esta cuestión haciendo hincapié tanto en su papel en la cura
psicoanalítica como en las relaciones transferenciales y contratransferenciales, no
oponiendo las pulsiones al objeto, ya que es a través de éste (en sus alternativas de
presencia y de ausencia) que la pulsión puede manifestarse. Esta modalidad de reflexión
sobre el objeto encuentra sus raíces en el pensamiento de Bion que, al vincular las
pulsiones K, L y H con la teoría de las emociones, desarrolla, así, uno de los niveles de la
pulsión.
Por último, tal y como se ha discutido antes (véase II.1.2.), no se trata de eliminar
los vínculos entre pulsión y biología tal y como lo hace Lacan, quien reduce la dimensión
biológica a lo instintual. Tal y como se ha planteado antes, lo biológico es más amplio de
lo que se supone en el psicoanálisis y, si bien asume un lugar metafórico en la obra de
Freud, se hace necesario resituarlo en un lugar positivo, ya que la sexualidad es también
una función adaptativa, tal y como advierte Laplanche (1993b: 10). Como quiera que sea,
habría mucho que decir acerca de los desarrollos posfreudianos del concepto de pulsión,
cuestión que será tratada en otro trabajo.
UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID
FACULTAD DE PSICOLOGÍA
DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA IV
constituye uno de los momentos clave del pensamiento de Freud y una de las
conjunto de la teoría.
conceptual.274
texto que la introduce: Más allá del principio de placer (1920g). Trabajo que
274
La palabra misma Aconstrucción@(Konstruktion) en la teoría psicoanalítica supone
tornar algo ajeno, discontinuo, sobredeterminado.
336
noción misma de Aconflicto@ (Konflikt) con la oposición entre Apulsiones de
Teniendo en cuenta que el motivo por el que conduce a Freud a introducir una
Considerando esta extraña paradoja que atraviesa Más allá del principio de
275
Es posible también vislumbrar una cuarta proposición, a saber: Más allá del principio
de placer (1920g) presenta como telón de fondo la reflexión metapsicológica sobre la pulsión y
sobre sus destinos expuesta en APulsiones y destinos de pulsión@ (1915c), que constituirá la
antesala de una verdadera apertura hacia la subjetividad en el núcleo del pensamiento
337
presentar y discutir los referentes de la pulsión de muerte, así como el
las huellas del interés de Freud sobre la dimensión demoníaca, pero sin perder
De modo que, si bien es cierto que la trama conceptual sobrepasa las fronteras
en la diversidad de sus enunciados también aporta algo nuevo. Pero sin que
las pulsiones ya que reconoce su carácter oscuro. Con este proceder, Freud
Primera proposición: Más allá del principio de placer (1920g) está ubicado en
guerra había invadido su hogar desde sus comienzos, ya que sus hijos varones
médicos como por la reducción del número de pacientes, sino porque sus
276
Asimismo, sobre este periodo en la vida de Freud, Gay (1988: 388-404) ofrece un
detallado relato.
277
La muerte de la primera esposa de su padre y la de su hermano Julius en abril de
1858, con siete meses de edad, dejarán profundas huellas en Freud, que cobrarían importancia a
posteriori. En la misma línea, la muerte de su padre, Jacob Freud, en octubre de 1896, será uno
de los móviles que le hicieron emprender un duro trabajo de duelo, fundamental en su
autoanálisis. También, en este periodo de su vida, eran frecuentes los temores sobre su estado de
salud y sus angustias de muerte, tal y como revela la serie de cartas que componen su relación
epistolar con Fliess. Como vida y obra caminan en un mismo sentido, vale subrayar que uno de
los descubrimientos de su autoanálisis fue la ambivalencia de sentimientos respecto a la figura
paterna y el complejo de Edipo. Más recientemente Ribas (1996: 7-14) ha tratado sobre estos
temas.
278
Conmoción que le llevaría a pronunciar una conferencia el 16 de febrero de 1915
titulada ANosotros y la muerte@ (1990) y a escribir ADe guerra y muerte. Temas de actualidad@
(1915b). Según Freud, la decepción ante la guerra viene de la Aínfima eticidad demostrada hacia
el exterior por los Estados que hacia el interior se habían presentado como los guardianes de las
normas éticas, y la brutalidad en la conducta de individuos a quienes, por su condición de
partícipes en la más elevada cultura humana, no se los había creído capaces de algo semejante.@
En S. Freud (1915b: 282). Lo que sucedía tampoco justificaba el comportamiento en los tiempos
de paz: A)Por qué los individuos-pueblos en rigor se menosprecian, se odian, se aborrecen, y aun
en épocas de paz, y cada nación a todas las otras? Es bastante enigmático. Yo no sé decirlo@. En
S. Freud (1915b:289). Reflexiones que sólo presentarían una solución de continuidad con el
planteamiento sobre la muerte: A)No sería mejor dejar a la muerte, en la realidad y en nuestros
341
relaciona estos temas con su teoría de las pulsiones. Temas que, anudados a
mismo de su pensamiento.279
pensamientos, el lugar que por derecho le corresponde, y sacar a relucir un poco más nuestra
actitud inconsciente hacia ella, que hasta entonces hemos sofocado con tanto cuidado?@ En S.
Freud (1915b: 301).
279
Para una panorámica sobre el advenimiento de la subjetividad en el marco que
componen los trabajos de Freud sobre la guerra y la muerte, véase E. Chamorro (1991: 109-126).
342
para la cura, una reflexión más detenida los convirtió en aliados del trabajo de
culpabilidad.
paciente en el proceso analítico tras una mejoría, fenómeno que revelaba una
280
El establecimiento de la hipótesis sobre los procesos psíquicos inconscientes
compromete decisivamente la técnica analítica. Prueba de ello es la introducción de la categoría
de Arealidad psíquica@ (psychische Reälitat) para dar cuenta de la dimensión fantasmática. Pero
aun con el Aabandono@ de la teoría de la seducción o la necesidad de ampliar la noción de
Atrauma psíquico@ (psychische Trauma) y el énfasis en las fantasías y, aún más, pese al cambio
de la Ahipnosis@ (Hipnosis) por la Aasociación libre@ (freie Assoziation), produciendo la
sustitución de la abreacción por el gasto de trabajo en el cumplimiento de la regla fundamental,
el psicoanálisis se definía como teoría de la rememoración o, por lo menos, intentaba sostenerse
como tal a falta de un supuesto que indicase otra dirección.
281
ARememorar a partir de la repetición es aprehender la realidad histórica ubicada en la
profundidad del pasado como habiendo sido un presente.@ En L. Hornstein (1990: 183-184).
282
Vale subrayar que si antes Freud consideraba la transferencia como un obstáculo en la
relación terapéutica, ahora constituye el medio en el cual se establece la hipótesis sobre la
realidad psíquica y se acerca más a la repetición y al recuerdo. Para una panorámica sobre el
desarrollo del concepto de transferencia en la obra de Freud, véase C. J. Rezze (1997: 137-166).
344
Acompulsión de repetir@ (Wiederholungswang) sustituye al impulso a recordar:
Segunda proposición: Más allá del principio de placer (1920g) debe ser tomado
ALo ominoso@ (1919h), escritos prácticamente en el mismo periodo que Más allá
pulsional.
- yo soy azotado,
- el otro es azotado.
que prevalecen mociones crueles hacia los que cumplen la función de rival
para el niño. El comienzo fue una acción marcada por Aintereses egoístas@
(1919e: 184) del niño, pero dentro de un enredo, de una trama que adquiere
el padre. El padre se figura como omnipotente puesto que regula y ordena los
las funciones adaptativas, por lo tanto, agresivo (Laplanche, 1970: 135); son
pero sí el material desde el cual ambas cosas están destinadas a nacer después@
(1919e: 184-185).
sexual obtenido por la mediación del padre. En efecto, es el padre quien azota
semejante del primer tiempo, de tal suerte que sufrir dolor entra en la misma
plasmación de una escena que él mismo ha creado. Pero, según Freud, si bien
283
Desde el punto de vista subjetivo, el paso del primer al segundo tiempo se caracteriza
por desengaños y desilusiones sufridos por el niño en lo que se refiere al amor paternal, a la par
que la organización genital recién alcanzada es reprimida por disponer de objetos sexuales
incestuosos. Entre tanto, resulta extraño, cuando no paradójico, ubicar la conflictiva edípica en
un momento de la fantasía de flagelación caracterizado como no sexual (agresivo), en definitiva,
compaginar el predominio de las funciones adaptativas con el complejo de Edipo, ya que si así
fuera esta conflictiva estaría ubicada en un tiempo anterior al de la sexualidad. Estas
consideraciones apuntan a la posibilidad que exista un registro simbólico previo en el que se
instaurará el masoquismo, precisamente el registro de la ternura y que sería resignificado a
posteriori (en el tiempo sexual), con el complejo de Edipo.
348
la forma de esta fantasía es sádica, su contenido es masoquista, puesto que el
(1919h) en los que sea posible vislumbrar los antecedentes del giro producido
algo que habíamos tenido por fantástico, cuando un símbolo asume la plena
presenta como el bien más precioso del sujeto y el que le garantiza acceder al
del deseo- que atente contra su propia dicha. No se trata del placer hedonista
hacia un más allá del yo, hacia un más allá del principio del placer.284
284
Asimismo, para una panorámica de las posibles líneas de desarrollo que se derivan de
un texto como ALo ominoso@ (1919h), véase G. Gutiérrez (1993: 127-139).
350
erotizado, el desvalimiento psíquico... La vida sexual infantil, destinada a la
bien sea la nostalgia de una satisfacción plena y del encuentro con el objeto,
estructural.
351
culminación del interés de Freud sobre los orígenes; interés que une trabajo
285
Sobre este tema, véase dos de los seminarios repletos de ideas de Consentino (1994:
182-215), cuya lectura y análisis sirvió para algunas de las reflexiones que se desarrollan aquí.
352
esbozadas tres fases del proceso represivo. Texto en el que Freud introduce la
Aafecto@ (Affekt). Dado que sólo se conoce la represión propiamente dicha por
conecta con la resistencia y con la repetición del síntoma. Sin que el analizado
repetitivo la que demandará una economía más allá del principio del placer.
La función homeostática del principio del placer y su relación con la fuerza que
le supera.
procesos que rigen el aparato psíquico. Entre tanto, la lógica que deriva el
tensión. Por otra parte, la Afuerza constante@ (konstant Kraft) de las pulsiones
No obstante, en Más allá del principio de placer (1920g) Freud introduce una
principio de placer@ (1920g). Para luego enseguida agregar que la serie placer-
286
Como advierte Consentino (1994: 200), de este planteamiento se deriva el supuesto
según el cual el aumento de la tensión puede ser placentero, lo que este autor llama tensión del
deseo. En este mismo orden de consideraciones y retomando la oposición entre
autoconservación y sexualidad, Laplanche (1980c: 57) establece la distinción entre el placer de la
autoconservación y el placer de la sexualidad: el primero equivaldría al principio de constancia
ya que su finalidad es mantener la homeostasis del organismo mientras que el segundo, carente
de una meta que impulsaría el equilibrio, se aproximaría más a la descarga a nivel cero, de por sí
imposible de ser lograda y que, por lo tanto, se sostendría por la tensión del deseo. De ahí resulta
la ambigüedad del principio de placer.Ocurre, pues, que el organismo al que Freud se refiere es
el yo, de modo que, desde esta perspectiva, autoconservación y sexualidad pertenecen a una
misma serie o, mejor dicho, las funciones de autoconservación derivan -mediante el
apuntalamiento- de la pulsión sexual. Como quiera que sea, estas diversas formas de entender las
relaciones entre ambos principios no alteran la supremacía del principio de placer.
356
displacer es la Acantidad de excitación presente en la vida anímica - no-
placer. En este sentido, Amás allá@ del principio de placer, como algo que
surge como parte integrante del yo, condición necesaria para su constitución.
que también funciona bajo las leyes del proceso primario o que contiene en su
experiencias placenteras. El niño pide al adulto que relate las mismas historias
repetido así como una película vista dos o más veces no produce el mismo
encuentro por excelencia (1920g: 35). En la misma línea, la tensión del deseo
-la otra cara del principio de placer-, de por sí imposible de ser colmada,
(1920g: 16-17).
Así, pues, la repetición está conforme con el principio de placer tanto cuando
287
Que a partir de la segunda tópica será llamada Asuperyó@ (Über-Ich).
359
tópico, y, en ese sentido lo que es displacentero para un sistema puede ser
pues está limitado a una de las instancias psíquicas y sirve al propósito más
cuestión es más el principio del placer como tensión del deseo, placer de
circuito que va del Fort al da y que por este movimiento mismo introduce una
placer (1920g: 17). Pero, en el juego del Fort-da no hay fracaso de ligadura.
288
Dice Freud a propósito del juego del Fort-Da: Aese esfuerzo repitió en el juego una
impresión desagradable, ello se debió únicamente a que la repetición iba conectada a una
ganancia de placer de otra índole, pero directa.@ En S. Freud (1920g: 16).
360
con eso instaurar, no sin displacer, el placer de la repetición como ganancia de
que se sitúa más allá del principio de placer. De ahí el carácter compulsivo de
repetición.
289
Se emplea el término Adesignios de la pulsión de muerte@ ya que se concibe la
compulsión de repetición, el principio de Nirvana y la agresividad como derivados o referentes
de la pulsión de muerte.
290
Convendría, desde luego, hacer hincapié sobre la variedad de definiciones sobre el
concepto de Acompulsión@ (Zwang). En un interesante trabajo sobre este concepto, Assoun (1994:
347) advierte que no es necesariamente lo mismo decir que la repetición actúa en las
compulsiones, como atestigua la compulsión en la neurosis obsesiva, que postular una
compulsión de repetición de carácter estructural. AEn efecto, parece que, definida primero como
un >hecho= psicopatológico releído por los procesos inconscientes (en un primer régimen,
originario del pensamiento freudiano), se vio reconocida, vía neurosis obsesiva, una verdadera
praxis compulsional, reveladora de una dinámica de la represión y de la culpabilidad (segundo
régimen)- no solamente como >hecho=, sino verdadera >causalidad psíquica= [ya que separa la
estricta equivalencia entre obsesión y síntoma compulsivo y la ubica en la dinámica misma de la
causalidad psíquica]; y por último como una estructura que replantea los postulados mismos de
la teoría del inconsciente por la >compulsionalidad= (tercer régimen).@ En P.- L. Assoun (1994:
336).
362
el razonamiento sobre la compulsión de repetición expuesto en Más allá del
que esta compulsión mantiene con la pulsión de muerte, sino también con la
pulsión de vida.
Dado que en Más allá del principio de placer (1920g) la ley de la menor
dar cuenta de este interrogante, Freud recurre a las nociones de Breuer sobre
Establece una situación hipotética en la que una vesícula viva, receptora tanto
escudo protector contra los estímulos internos hace que las sensaciones de
291
Nociones mencionadas inicialmente por Breuer en Estudios sobre la histeria (1893-
1895), una primera formulación del Aproceso primario@ (Primärvorgang) y del Aproceso
secundario@ (Sekundärvorgang). Véase S. Freud y J. Breuer (1893-1895: 205, n. 6). La noción de
Aenergía libre@ (freie Energie) consiste no sólo en la descarga de la excitación, sino también en la
circulación de esta excitación sin frenos entre las cadenas de representación y tiene por
consecuencia el establecimiento de múltiples lazos asociativos. Por otra parte, la noción de
Aenergía ligada@ (gebundene Energie) merece algunos matices, puesto que es empleada tanto en
relación con el proceso secundario y el yo, como para designar el modo de funcionamiento del
proceso primario, teniendo en cuenta que el proceso de ligadura que beneficia al yo habrá
siempre un resto de energía no-ligada que será la compulsión de repetición.
364
dejado de actuar y el organismo tendrá que tramitar los grandes volúmenes de
psíquicamente la investidura invasora que fluye según las leyes del proceso
de Acausa@ o Afuerza@.
es su fluir en estado no-ligado, según las leyes del proceso primario. Estas
de restituir el estado de homeostasis del cual deriva el principio del placer -en
suma de excitación de acuerdo con las leyes del principio de constancia. Este
una fase anterior al principio del placer, anterior a la tendencia del sueño
deseo.
292
Aun considerando que en la compulsionalidad mortífera hay la búsqueda de una
satisfacción que no se explica por la economía del principio de placer, sino que lo sobrepasa -
Amás allá@-, un autor como Assoun (1994) parece derivar la compulsión de repetición del
principio de placer. Este autor define la pesadilla, especie de compulsión en bruto, como Aun
mimetismo mortífero de la solicitud de amor. La compulsión sería pues una manera de volver a
recorrer el camino de la satisfacción, convertido en una >vía crucis=. Es en estas >malas
aleaciones= -erotismo mortífero- donde la compulsionalidad extraería su fuerza.@ En P.-L. Assoun
(1994: 349).
366
351) la compulsión Aes más que una secuela (pasiva) del trauma, contiene la
forma paradójica del valor que permite al sujeto reexaminarse, aunque sea a
en acto=@.
representa el libre fluir de esa energía, mientras que el propósito del proceso
deja de serlo y, por la conexión con las representaciones, pasa a formar parte
exceso de energía no-ligada produce dolor psíquico. Tal dolor parece delatar
vinculada con las pulsiones de vida. Tanto es así que puede convertirse en una
reelaborar@ (1914g),
293
En este mismo párrafo continúa Freud: Ale abrimos la transferencia como la palestra
donde tiene permitido desplegarse con una libertad casi total, y donde se le ordena que
escenifique para nosotros todo pulsionar patógeno que permanezca escondido en la vida anímica
del analizado. Con tal que el paciente nos muestre al menos la solicitud {Entgegekommen} de
respetar las condiciones de existencia del tratamiento, conseguimos, casi siempre, dar a todos los
síntomas de la enfermedad un nuevo significado transferencial, sustituir su neurosis ordinaria por
una neurosis de transferencia, de la que puede ser curado en virtud del trabajo terapéutico. La
transferencia crea así un reino intermedio entre la enfermedad y la vida, en virtud del cual se
cumple el tránsito de aquella a esta.@ En S. Freud (1914g: 156; las llaves son de Etcheverry).
A partir de estas alentadores palabras de Freud, muchos fueron los autores que desde
su trabajo clínico han sistematizado sus observaciones y profundizado aún más en relación entre
la compulsión y la transferencia. Partiendo de la hipótesis de que es el amor de transferencia el
que sostiene la compulsión de repetición, Braunschweig (1970: 191-206) ubica en la misma serie
Arepetición en la transferencia@ (estagnación) y Aviscosidad de la libido@, ambas opuestas al
trabajo de elaboración psíquica, oposición correlativa a la de compulsión de repetición y libido.
Pero en la medida en que la libido suplanta la compulsión de repetición en la neurosis de
transferencia, permite su manifestación con la salida de representaciones reprimidas, aunque
vaciando la parte narcisista del yo, favoreciendo en lo sucesivo la ampliación y enriquecimiento
del yo empobrecido por las represiones.
Como una alternativa para situar la dimensión negativa de la transferencia, Duprac
(1988: 887-898) sugiere la existencia de fuerzas laterales que deben movilizarse como forma de
apoyo a la transferencia.
En el caso específico de la reacción terapéutica negativa, Cesio (1986), la ubica más
allá de la transferencia, caracterizada por el Aacto@ y expresada por el Aletargo@, revelando la
puesta en escena de la aparición, bajo la tutela de la pulsión de muerte, de contenidos que
configuran la tragedia edípica, específicamente todo el drama implícito en el descubrimiento del
incesto. En F. R. Cesio (1986: 239-251). A su vez, Schenquerman (1991) analiza la reacción
terapéutica del analista como uno de los obstáculos del tratamiento ya que esa resistencia no es
exclusiva del paciente y el analista no está libre de la necesidad de padecer del enfermo. En N. E.
Schenquerman (1991: 1061-1074). Finalmente, en esta misma línea, Lichtmann (1987)
considera que el concepto de reacción terapéutica negativa es más amplio de lo que se supone,
puesto que incluye también al analista, de modo que la resistencia al cambio es responsabilidad
tanto del analista como del analizado. Y concluye: ADesde nuestra posición de analistas lo único
que nos cabe es tratar de propulsar las pulsiones vitales del analizado, intentando domeñar la
acción de esta fuerza oscura e inquietante que es la pulsión de muerte, mediante el poder
esclarecedor de la palabra.@ En A. Lichtmann (1987: 257-278) Como bien señala Freud, se trata
de domar (bändigen) lo demoníaco y emplearlo en beneficio del recuerdo. En S. Freud (1914g:
156).
369
III.2.2. El segundo designio de la pulsión de muerte: El principio de
Nirvana.
que cuanta más energía es ligada por el yo, mayor será el placer. Pues bien,
descarga motriz era el único medio de librarse del exceso de excitación, ahora
energética, contando con la premisa base según la cual toda energía ligada es
plena@ es reconocer que siempre habrá excitaciones que no pueden ser ligadas
impera el principio de placer. Será éste límite que permite postular la pulsión
de muerte.294
placer del principio de constancia (1920g: 9). Pero, por otra parte, introduce
una nueva lectura del principio de placer Amás allá@ del principio de
294
En ese sentido, se podría conjeturar que a partir del momento en que el principio
de placer logra su objetivo y supera sus propias fronteras, irrumpe de modo indomable
lo demoníaco, la energía no-ligada. Sobre este propósito Laplanche (1987a) considera que la
pulsión de muerte Aaparece como una suerte de alma universal de toda pulsión, aquella que
tiende a la meta pulsional por excelencia, el retorno por las vías más cortas, al precio de las más
grandes destrucciones, sin rodeos ni miramientos, a un estado llamado nirvánico.@ En J.
Laplanche (1987a: 59). Siguiendo esta línea de razonamiento, Green (1973), considera el
principio de placer como un Aprincipio bisagra”: AEn tanto que comporta la descarga pulsional
del placer y la abolición de una tensión, está al servicio de las pulsiones de destrucción y mira
hacia el principio de Nirvana, en tanto que tiene a la conservación del placer, a la salvaguardia
del principio de placer, mira hacia el principio de realidad que es el único que puede asegurar
esta preservación.” En A. Green (1973: 239). Sin embargo, cabría preguntarse sobre la
discrepancia que supone pensar en un más allá del principio de placer a partir del principio de
placer mismo; desde luego, el desbordamiento del principio de placer puede ser placentero,
siempre que el yo pueda ligar el exceso de energía. Lo que no es el caso del más allá del
principio de placer; el yo es invadido no sólo por un exceso de energía no-ligada, la pulsión de
muerte, sino también con escasas posibilidades de simbolización.
372
dado que el interés de Freud es el de fundamentar un más allá del principio de
y tendencia.
del principio de placer (1920g: 54), de modo que los tres principios
295
Se podría conjeturar que, en tal caso, el principio de constancia sería la función
económica del principio de placer. Pero, si fuera así, no sería posible la derivación del principio
de placer por el principio de constancia. Desde luego, sus formulaciones sobre el principio de
placer son ambiguas; lo presenta ya como una tendencia hacia la reducción absoluta de la
tensión, ya como su reducción al mínimo, lo que ciertamente no es lo mismo. Más adelante se
tratará esta cuestión (véase III.3.1.).
296
El término ANirvana@ (Nirwana) , extraído de la religión budista por Schopenhauer,
significa la aniquilación del deseo individual y el advenimiento de un estado de calma absoluta.
Es a partir de la denominación que Barbara Low da a este término que Freud lo introduce como
uno de los conceptos trascendentales del psicoanálisis. En J. Laplanche y J.-B. Pontalis (1967);
373
disminución de la tensión y todo displacer un aumento de ésta; noción
cuantitativa que no engloba todas las posibilidades de esta serie puesto que
esta serie de derivaciones que Freud esboza en Más allá del principio de
placer (1920g).
Ahora bien, hay noticias sobre una posible equivalencia entre principio de
298
El Aprincipio de realidad@ (Realitätprinzip) no es opuesto al principio de placer. Con
este término señala Freud el intento yoico por posponer el afán inmediato de placer a fín de que
la meta placentera pueda realizarse en situaciones propicias para beneficiarse de un placer seguro
y duradero. El principio de realidad predomina sobre el principio de placer sólo en la medida en
que busca adecuar la meta pulsional a los designios de la realidad. La fuerza hacia adelante de las
pulsiones sexuales genera displacer al yo y puede dar lugar a formaciones sustitutivas; es por
eso que en el curso del desarrollo humano las pulsiones sexuales inconciliables con el yo son
reprimidas y se mantienen en estado no-ligado. En S. Freud (1920g: 10).
299
El Aprincipio de estabilidad@ se refiere a la tendencia al equilibrio de las diferencias de
nivel energético y dará lugar a la formulación sobre el principio de constancia. Véase N.
375
Principio de placer y principio de Nirvana coinciden en cuanto que ambos
Acuerpo@ planteada por Freud, puesto que el ser humano nunca alcanzará el
sexualidad inconsciente.
300
Partiendo de la idea según la cual entre los procesos primarios y los procesos
secundarios existen formas intermediarias y pasajes múltiples, Bleichmar (1993) subraya la idea
según la cual la descarga absoluta de la excitación, característica del principio de Nirvana (que, a
su vez, aparece como equivalente al principio de inercia) se perfila como una tendencia del yo en
la búsqueda de la homeostasis, pero que no se logra porque que la pulsión es inevacuable. ANo
es entonces el principio cero el que está en juego, sino algo que da cuenta de que aquello
imposibilitado de ligarse, también lo está de descargarse, y esto se constituye como modalidad
general del funcionamiento psíquico: fijación de los modos de descarga que llevan a una
compulsión de repetición traumática; a ello queda sometido el aparato incipiente.@ En S.
Bleichmar (1993: 55).
377
Por otra parte, la lectura del principio de placer como fuerza constante de la
pulsión inherente a la tensión del deseo constituye una de las hipótesis que da
301
Ese cuerpo con funciones adaptativas aunque pueda descargar la tensión hacia el
nivel cero, en la medida en que está de antemano contaminado por la dimensión sexual impide
esta modalidad de descarga ya que la pulsión es inevacuable. Sobre este propósito S. Bleichmar
(1993: 33) señala que Aaquello desgajado de la necesidad biológica, aquello que constituye un
plus irreductible y que obliga a modos de derivación de otro orden, aquello que puede ser
reprimido, sublimado, vicariado en sus destinos, aquello que se rehúsa a la descarga a cero,
378
de estiaje energético, característico del Nirvana.302
funcionar según el principio de placer (1920g: 61). Eso indica, tal y como
busca lo que siempre está en vías de advenir como novedoso y, por lo tanto,
transformador.
relaciones amor-odio.303
303
Sobre todo por la posibilidad de que el amor se transforme en odio y viceversa,
desplazamiento más allá de una mera sucesión temporal y que introduce la discrepancia entre el
dualismo pulsional y su fundamento clínico. Así pues, esa energía desplazable devuelve al
aparato psíquico toda la capacidad de desplazamiento que había perdido con el dualismo entre
pulsiones de vida y pulsión de muerte a la vez que resuelve el problema de las transformaciones
recíprocas entre amor-odio. En D. Scarfone (1996: 10).
380
contigüidad o de antagonismo.
freudiana de la agresividad.
pulsión de muerte en Más allá del principio de placer (1920g), será en los
años siguientes cuando le dará una definición más cabal, relacionándola con
304
El apartado que se desarrolla en las próximas páginas amplía la propuesta inicial de
analizar los cuatro momentos temporales de la obra de Freud, en el período abarcado por los años
de 1893 a 1926. Sin embargo, es imposible no hacerse cargo de la importante contribución sobre
la teoría de las pulsiones, y, más concretamente, en cuanto al discernimiento de la destructividad
como manifestación de la pulsión de muerte, y en lo que respecta a la interpretación freudiana
de la cultura -de cuyo fundamento se asienta en su reflexión sobre las pulsiones- en un muy
significativo trabajo como El malestar en la cultura (1930a [1929]), pues en este trabajo se
esboza otro referente de la pulsión de muerte, además de la compulsión de repetición y del
principio de Nirvana, a saber, la destructividad. Por lo tanto, se subraya que las consideraciones
381
bien introducido en un texto de carácter más bien especulativo, Más allá del
pensada en estos términos, pues, como dice Freud en AEl problema económico
del masoquismo@ (1924c: 170), Aasí, no debemos contar con una pulsión de
como a la desligadura.
que en lo sucesivo se harán sobre este texto girarán exclusivamente alrededor de los capítulos V
y VI. Por otra parte, y no menos significativo es AEl problema económico del masoquismo@
(1924c), trabajo en el que Freud busca esclarecer la paradoja económica del masoquismo (el
placer en el dolor) redefiniendo las sensaciones de placer y de displacer a partir de la dimensión
cualitativa, aspectos que la presente lectura tratará de esbozar. Asimismo, para una versión
actualizada de El malestar en la cultura (1930a [1929]), véase el trabajo de E. Larreategui
(1985: 1273-1284).
305
AEros y pulsión de muerte luchan en el ello@. En S. Freud (1923b: 59).
382
acción de Eros, este mismo circuito sirve de norte para la libido narcisista en
forma par con el odio, se supone que ésta se encuentra inherente en la relación
383
del yo con los objetos, como una mezcla pulsional lograda pero no
subrayar que la mezcla pulsional tiene como meta la descarga de energía pues
306
Como bien advierte Goldstein (1995: 828, n. 2), se suele confundir desligadura con
descarga cuando la segunda puede impedir la primera. ANo hay descarga de la pulsión que se
ligue constantemente. La descarga, la fijación de la cantidad a una representación, es un proceso
cualitativo del yo.@ Desde luego, hablar en Adesligadura@ es suponer que algo estaba ligado. Si es
así, habría un antes (lo ligado; efecto de Eros) y un después (lo desligado; efecto de la pulsión de
destrucción). Pero conviene advertir que en su reflexión sobre los orígenes del aparato psíquico,
Freud no sólo considera tales procesos como fundamentales, sino que también sitúa como
primero, en estos momentos previos de constitución del aparato psíquico, el odio y luego,
después, el amor; lo cual, la manifestación de la pulsión de muerte (desligadura), a través del
mecanismo de proyección, sería la primera en el tiempo, o el antes; mientras que la acción de
Eros (la ligadura) se delinearía como el después. Estas aseveraciones relacionadas con el
planteamiento de Freud según el cual el objeto nace con el odio, sirven para que Winnicott
(1971) establezca la diferencia entre la Arelación de objeto@ y el Auso del objeto@, aunque con
conclusiones de diversa índole de las de Freud, pero que se perfilan como verdaderos indicativos
sobre la necesidad de especificar el estatuto de la noción de objeto en psicoanálisis en
consonancia con los procesos de investiduras y desinvestiduras pulsionales. La primera es el
384
Ahora bien, si el sadismo enseñaría el camino hacia el objeto, el masoquismo
componente de la libido, pero por otra sigue teniendo como objeto al ser
resultado de los primeros encuentros con el objeto; el self se altera por los mecanismos de
proyección y de introyección dirigidos sobre el objeto, lo que el autor define por Acatexias@
(investiduras), hasta que sea posible reconocer aspectos suyos en el objeto. La segunda
presupone la relación de objeto; el objeto no se perfila más como una entidad proyectiva, sino
que es reconocido en cuanto realidad perceptual, proceso de maduración correlativa con la
primacía del principio de realidad. Ahora bien, el paso de la relación de objeto al uso de objeto
requiere la destrucción constante del objeto en la fantasía y, a la vez, el reconocimiento de que el
objeto sobrevive a la destrucción y que presenta una existencia autónoma. De ahí adviene el
amor y la posibilidad de vivir en un mundo de objetos. Consideraciones que llevan a Winnicott
(1971:130) concluir que Aes el impulso destructivo que crea la calidad de la externalidad@ al
contrario de la teoría clásica según la cual la agresividad es reactiva en el encuentro con el
principio de realidad.
Por otra parte, la desligadura también corresponde a la plasmación de algo que no
corresponde a los propósitos exclusivos de Eros, sino más bien de la destructividad. Se destaca el
predominio de la pulsión de muerte en todos los momentos de la operación, enseñando que el
dominio de ésta sobre la libido conduce necesariamente a satisfacerse sexualmente en lo hostil.
En este caso, existe la dramatización de un erotismo, como si se tratara de amor, pero en
realidad se perfila como perversión. El objeto en este caso, es destruido a la par que Aamado@.
Entrarían, en esta misma serie, el deseo de no tener que desear o el dejarse morir, plasmación de
un sufrimiento sin posibilidades de simbolización. Diferente de los casos de mezcla pulsional
que permite al sujeto la posibilidad de amar y de ser amado, de odiar y de ser odiado sin destruir
a los objetos, e incluso la posibilidad del sufrimiento en cuanto erotizado. Todo dependería de la
genitalización condicionada por componentes eróticos. Asimismo, véase E. H. Rolla (1989: 206-
214). Buscando especificar los representantes de la pulsión de muerte, Green (1986: 70) reúne,
desde la clínica, formas de desintrincación pulsional, tales como la psicosis, el suicidio
engendrado por una depresión, neurosis graves, neurosis de carácter, estructuras narcisistas,
casos fronterizos acompañados de angustias catastróficas, miedos de aniquilación o de
385
de Laplanche (1993a: 30) que insiste en la prioridad del tiempo Aauto@ o del
(erogenen Masochismus).
tanto del proceso que dará lugar al advenimiento del yo como de otras
culpa, factor que remite al masoquismo moral. Éste se edifica sobre la base de
308
Será en esta modalidad de masoquismo que el dolor será la puerta de entrada al
mundo simbólico, más precisamente en la fantasía de paliza analizada por Freud en APegan a un
niño@ (1919e).
387
la angustia de la conciencia moral. Freud lo concibe como una Anorma de
(1924c: 176).310
309
Freud trata de distinguir el Amasoquismo moral@ (moralische Masochismus) del
Asadismo del superyó@ (Sadismus des Über-Ichs), aunque en ambos casos se trata de la tensión
entre el yo y el superyó y de una necesidad que sólo encuentra satisfacción mediante el
padecimiento. En el primero, se trata de un auténtico masoquismo del yo que no sólo pide
castigo al superyó sino también a la realidad exterior y permanece inconsciente. En el segundo -
el sadismo del superyó- el acento se pone en el mismo superyó ante cuyo sadismo el yo se
somete, aunque devenga consciente. Pero, al fin y al cabo, Freud advierte que las consecuencias
provocadas por los dos son las mismas, severidad de la conciencia moral y un intenso
sentimiento de culpa. Por eso, masoquismo moral y sadismo del superyó se complementan. En S.
Freud (1924c:174-176).
310
Partiendo de la importancia del masoquismo en la constitución y en el desarrollo de la
sexualidad humana, algunos autores han buscado fundamentar el concepto de pulsión de muerte
a partir del masoquismo. Rosemberg (1989: 558), al concebir el concepto de pulsión de muerte
desde el punto de vista de la intrincación y de la desintrincación pulsionales, sostiene la idea
según la cual la pulsión de muerte aparece intrincada con las pulsiones de vida, lo que significa
sostener que la dimensión masoquista funda la validez del concepto de pulsión de muerte.
Refiriéndose a la ausencia, en la teoría freudiana, de una explicación que dé cuenta de la ligadura
entre las dos pulsiones, Rosemberg expone el proceso de constitución del Amasoquismo erógeno
primario@. La intrincación pulsional, ligadura de la pulsión de muerte con la pulsión de vida, en
concreto con la libido narcisista, pone la pulsión de muerte al servicio de Eros, constituye una
defensa del yo arcaico y es uno de los mecanismos que posibilita tanto el advenimiento del yo
como la constitución del objeto tanto porque la libido necesita de un objeto para satisfacerse
como porque es necesaria la proyección hacia lo exterior de los efectos de la pulsión de muerte,
fuente de peligro y de destrucción si se mantiene en el interior del aparato psíquico. Con lo cual,
muestra que la acción de la pulsión de muerte no es negativa, pues permite la constitución del yo
y del objeto.
Lichtmann (1996)- siguiendo, desde luego, las ideas de Rosemberg sobre la
intrincación y desintrincación de las pulsiones- subraya el papel de la madre como objeto
intermediario en la ligadura de la pulsión de muerte con la libido. Lo que, potencialmente,
sustenta la continuidad o la discontinuidad de la organización psíquica del niño; sea preparando y
condicionando la intrincación primaria, permitiendo la continuidad de la vida psíquica del niño,
388
En El malestar en la cultura (1930a [1929]) sellará la distinción entre
sea renegando la angustia del niño, mecanismo que intensifica la acción de la pulsión de muerte
en el aparato psíquico del niño y que culmina en desintrincación pulsional. En A. Lichtmann
(1996: 890-891).
Vale subrayar que Rosemberg también subraya la importancia del narcisismo en la
segunda teoría de las pulsiones: el narcisismo primario como parte integrante de lo que Freud
llama masoquismo erógeno y el narcisismo en general como parte integrante del masoquismo del
yo. De modo que el narcisismo no es sólo la investidura libidinal del yo, sino también la
investidura de la pulsión de muerte en el yo. Narcisismo que se mantiene por cuestiones
adaptativas como investidura continua del yo contra los ataques destructores de la pulsión de
muerte. En B. Rosemberg (1991: 108-109). Dentro de este mismo orden de consideraciones,
Rosemberg señala que el objeto debe ser concebido como investidura elástica de la libido. Sería
el intermediario entre libido y pulsión de muerte, lo que el autor llama de Ainvestidura
bipulsional@, es decir, la relación que ambas pulsiones mantienen con el objeto a partir de la
ambivalencia de sentimientos de amor y de odio. En B. Rosemberg (1989: 561).
311
En estos años, Freud profundizará el aspecto heteroagresivo de la pulsión de muerte
sin la marca de la sexualidad y otorgará a los fenómenos de la agresividad el valor que hasta
entonces estaba en segundo plano en su teoría. Anteriormente, se había opuesto tajantemente a
las tesis de Alfred Adler (1870-1937) sobre la agresividad. Adler, aunque miembro de la
Sociedad Psicoanalítica de Viena, cuestionaba abiertamente la tesis freudiana sobre la
importancia de la sexualidad en la constitución del carácter. Su progresivo énfasis sobre el papel
de la fisiología y de la herencia en la neurosis, la peculiaridad de sus teorías, entre las cuales la
Aprotesta masculina@ (männlicher Protest) o la prioridad dada a la Apulsión de agresión@
(Aggressionstrieb) en detrimento de la Apulsión sexual@ (Sexualtrieb), sumadas a los
enfrentamientos de ideas en lo que se refería a la política organizativa del psicoanálisis, produjo
una rotunda ruptura con Freud en 1911. Véase P. Gay (1988: 253-262) y E. Jones (1960b: 142-
147). La oposición de Freud a las tesis de Adler ocurrió inicialmente a propósito del caso Hans,
en particular, sobre la noción de Aentrelazamiento pulsional@ (Triebverschränkung). Según Adler,
la Apulsión de agresión@ (Aggressionstrieb) tenía la función de incitar a las demás pulsiones hacia
la acción motriz, de modo que éstas perderían su especificidad en lo que atañe al circuito, siendo
más caracterizada por sus metas que por los medios con los que alcanza. Freud critica que el
carácter Aesforzante@ (Drängend) no es sólo característico de la pulsión de agresión, sino
inherente a toda pulsión. En S. Freud (1909b: 112-113). La oposición entre actividad y pasividad
se reduciría a una oposición pulsional, supuesto contrario a la naturaleza misma del concepto de
pulsión, lo que en 1915 le lleva a advertir: “Toda pulsión es un fragmento de actividad; cuando
negligentemente se habla de pulsiones pasivas, no puede mentarse otra cosa que pulsiones con
una meta pasiva.” En S. Freud (1915c: 117-118). Así, pues, Adler no sólo designaba una
Apulsión de agresión@ (Aggressionstrieb), sino también la asignaba un papel principal respecto a
las otras pulsiones, en especial a las pulsiones sexuales. En una nota al pie de página, de 1923,
agregada en el caso Hans, Freud retoma la antigua polémica con Adler para justificar no sólo la
introducción de una Apulsión de destrucción@ (Destruktionstrieb) o Apulsión de muerte@
389
expresión de la pulsión de muerte mezclada con Eros; o como expresión de la
una disposición pulsional autónoma, originaria del ser humano (1930a [1929]:
como finalidad aniquilar a los objetos, su empuje sólo será frenado por la
(Todestrieb) sino también para retomar una vez mas sus críticas sobre la hipótesis adleriana de
una Apulsión de agresión@ (Aggressionstrieb): al contrario de Adler, para Freud la balanza entre
agresividad y sexualidad es igual. En S. Freud (1909b: 112-113, n. 36). Véase también P.
Bercherie (1983: 409).
En lo sucesivo, Freud no sólo concederá a la agresividad el valor que se merece en su
teoría, sino que también encontrará una alternativa para refutar el monismo junguiano, la visión
del mundo oculta tras él y mantener la especificidad del psicoanálisis, problema candente desde
la introducción del concepto de narcisismo en su teoría. Sin embargo, eso no se ha concretizado
en su teoría, pese a sus múltiples intentos de aislar y nombrar la energía de la pulsión de muerte.
Desde luego, es evidente que el giro teórico emprendido con las ideas de Más allá del principio
de placer (1920g) supone necesariamente el reconocimiento de una energía distinta de la libido,
pero parece que las múltiples variaciones de la libido pueden incluso apuntar a un cambio de la
meta sexual. Como quiera que sea, en El malestar en la cultura (1930a [1929]), se reflejará la
preocupación de Freud en diferenciar la libido de la energía de la pulsión de muerte. AEl nombre
de libido puede aplicarse nuevamente a las exteriorizaciones de la fuerza del Eros, a fín de
separalas de la energía de la pulsión de muerte. Corresponde admitir que cuando esta última no
se traduce a través de la liga con Eros, resulta muy difícil de aprehender; se la colige sólo como
un saldo tras el Eros, por así decir, y se nos escapa.” En S. Freud (1930a [1929]: 117).
312
Desde luego, conviene subrayar que la interpretación freudiana de la cultura sufre un
muy significativo giro a partir de la introducción del segundo dualismo pulsional. En un primer
390
una ausencia de satisfacción vinculada, a su vez, Acon un goce narcisista
momento, se perfilaba el planteamiento según el cual el sujeto tendría que renunciar al deseo
respecto a los padres para ingresar en el mundo de la cultura, aspecto que permite vislumbrar la
confluencia entre pulsión y cultura ya que Eros Aquiere reunir a los individuos aislados, luego a
las familias, después a las etnias, pueblos y naciones, en una gran unidad: la humanidad@ y huir
del sufrimiento. En S. Freud (1930a [1929]: 117). En un segundo momento, Freud advierte una
búsqueda de satisfacción pulsional en pleno desacuerdo con los preceptos culturales, lo que
produciría un malestar en los seres humanos, correlativo con la insatisfacción del hombre como
ser de cultura. Eso porque Ael ser humano no es un ser manso, amable, a lo sumo capaz de
defenderse si lo atacan, sino que es lícito atribuir a su dotación pulsional una buena cuota de
agresividad. En consecuencia, el próximo no es solamente un posible auxiliar y objeto sexual,
sino una tentación para satisfacer en él la agresión, explorar su fuerza de trabajo sin resarcirlo,
usarlo sexualmente sin su consentimiento, desposeerlo de su patrimonio, humillarlo, inflingirle
dolores, martirizarlo y asesinarlo. >Homo homini lupus=.@ En S. Freud (1930a [1929]: 108). Es
decir, la pulsión de muerte altera las relaciones entre los hombres ya que según Freud existe una
hostilidad innata del hombre contra sus semejantes. Eso porque, si bien el sujeto renuncia al
deseo para ingresar en la cultura, la renuncia a la agresividad, también impuesta por la cultura, es
una tarea por realizar. En ese sentido, parece que la agresividad sólo tiene cabida a partir del
ingreso del sujeto en la cultura o, como dice Ricoeur (1965: 263-264): ANo se nos descubre la
muerte antes de llegar a la cultura, que es el espacio de su manifestación.@ Por eso, el desarrollo
de la cultura consiste en la lucha entre Eros y Muerte que se delinea, a su vez, como Ala lucha por
la vida de la especie humana@. En S. Freud (1930a [1929]: 118). Ocurre, sin embargo, que la
cultura también presenta la misma dotación pulsional del individuo, de modo que su severidad en
el sentido de aniquilar la agresividad privada, es también destellos de la pulsión de muerte, pero
institucionalizada. AMortificando al individuo [incrementando su sentimiento de culpa, por
ejemplo], la cultura hace que la muerte se ponga al servicio del amor, invirtiendo la relación
inicialmente existente entre la vida y la muerte@. En P. Ricoeur (1965: 266). Es decir, si bien se
trata de un conflicto entre Eros y pulsión de muerte y de una severidad con la finalidad última de
que la vida prevalezca sobre la muerte, se trata, al fin y al cabo de Amuerte luchando contra la
muerte@. Asimismo, para un análisis detenido y no menos interesante sobre la interpretación
freudiana de la cultura en el marco del segundo dualismo pulsional, véase los textos mismos en
que Freud trata sobre este tema, a saber, S. Freud (1930a [1929]) y S. Freud (1927c). Véase
también P. Ricoeur (1965: 261-267).
391
Quien evoque en su recuerdo el espanto de las invasiones bárbaras, las
incursiones de los hunos, de los llamados mongoles bajo Gengis Khan
y Tamerlán, la conquista de Jerusalén por los piadosos cruzados, y,
ayer apenas, los horrores de la última Guerra Mundial, no podrá menos
que inclinarse, desanimado, ante la verdad objetiva de esta concepción
(1930a [1929]: 108-109).
Las acciones agresivas que Freud menciona, unidas a los hechos observados
pulsión de muerte esté presente en los hechos que subrayan los aspectos
negativos del obrar humano, sino que estos mismos hechos trasladados hacia
metapsicológica.313
313
Conviene también realizar algunas puntualizaciones sobre la agresividad en el
pensamiento de Melanie Klein. Esta autora desarrolla su teoría a partir de la observación clínica
del sadismo temprano y establece su íntima conexión con la agresividad, es decir, con un
componente destructivo distinto de la libido, no muy claramente distinto del sadismo que
también se define por la expresión directa del instinto de muerte sobre el objeto. Al hacer
hincapié en la manifestación del sadismo temprano, producido e incrementado por el aumento de
tensión interna, Melanie Klein define las primeras relaciones del niño con las figuras parentales,
sobre todo con la madre. Sobre este propósito, conviene subrayar que el término Asadismo@
(Sadismus) en el pensamiento kleiniano ha perdido su matiz patológico ya que es considerado
como parte integrante del desarrollo normal del niño. Sin embargo, ocurre que si una
determinada cuota de sadismo queda anudada a determinadas frustraciones externas, tal y como
revelan las dificultades encontradas por el niño en gozar durante el amamantamiento, el sadismo
constituiría, también, una interferencia en el desarrollo normal. En R. D. Hinshelwood (1989);
voz: ASadismo@. Tales relaciones con la madre están caracterizadas básicamente por el sadismo y
la ambivalencia. Según Klein, el único modo de librarse del ataque masivo del instinto de muerte
es proyectarlo no sólo sobre el pecho frustrador de la madre, sino también sobre el interior del
propio cuerpo, con el objetivo de vaciar su contenido, de devorarlo y de destruirlo. A este
respecto, Melanie Klein señala que el peligro que el yo experimenta ante el ataque del instinto de
muerte, antes de proyectarlo hacia el exterior, es sentido como angustia. De ahí la importancia de
la Aescisión@ (Spaltung) como mecanismo de defensa que promueve una suerte de dominio
respecto a los impulsos sádicos actuantes en el interior del cuerpo propio. En M. Klein (1932:
142-143). Embate que se dirige también hacia el pene del padre en el interior del cuerpo de la
madre. De modo que el objeto atacado es también aquél al que el niño Aconsidera@ peligroso y no
aquél que necesariamente frustra sus deseos, pues se trata no de una consideración del poder real
de alcance de estas figuras parentales con respecto a él, sino de una construcción fantasmática.
Queda establecida, entonces, para Melanie Klein, la importancia de las fantasías en cuanto
representaciones mentales de los instintos en la interpretación que el yo hace de sus relaciones de
objeto. Dice Klein en AContribución a la psicogénesis de los estados maníacos-depresivos@
(1935): AEstas imagos, que son un cuadro fantasmáticamente distorsionado de los objetos reales
sobre los cuales se basan, las instala el bebé en el mundo exterior, sino, por el proceso de
incorporación, también dentro del yo@. En M. Klein (1935: 267). De modo que el obrar
fantasmático podrá servir de cauce para la estructuración mental como representación y
significado vivencial del instinto de vida y del instinto de muerte con la condición de que sólo
habrá la posibilidad de representar mentalmente los instintos si de antemano la pulsión está
ligada al objeto. Eso puede ser vivenciado por el niño como amoroso, gratificador o destructivo
porque dentro del perseguidor se ha instalado tanto la pulsión libidinal como la destructiva.
Asimismo, para un detenido desarrollo de la noción de fantasía en el marco de la teoría de las
relaciones objetales, Véase S. Isaacs (1952: 73- 115).
Este yo débil tendrá que hacerse cargo del conocimiento adquirido por el niño como
reflejo de la naciente elaboración fantasmática respecto al quehacer sexual de los padres. En este
contexto, la envidia oral parece como el deseo de dañar el cuerpo de la madre, en particular el
393
pene del padre en el interior del cuerpo de la madre, fuente de placer que el niño concibe como
inaccesible para su propio usufructo. En Psicoanálisis de niños (1932), dice Klein: ALa envidia
oral es una de las fuerzas impulsoras que hace que los niños de ambos sexos deseen abrirse paso
hacia el cuerpo de su madre, dando así origen al instinto epistemofílico aliado a este deseo.@ En
M. Klein (1932: 147).
La envidia definida como el anhelo del niño por un pecho inagotable del que él es
privado es descrita en Envidia y gratitud (1957) -texto que también plantea la base innata del
odio, de la voracidad y de las angustias persecutorias-, teniendo su génesis a partir de la angustia.
De manera que constituye un ataque oral y anal-sádico sobre el objeto, no sólo en el sentido de
suprimir lo que se desea sino también de colocar en la madre las partes malas del sí-mismo con
la finalidad de dañarla y destruirla. En ese sentido, se muestra claramente que la envidia es el
resultado de la relación entre dos personas y no puede ser concebida como algo innato. Véase M.
Klein (1957: 181). Por otra parte, esta autora reconoce en la envidia el factor que promueve la
identificación proyectiva, es decir, el prototipo de la relación objetal agresiva, típica de la
relación esquizo-paranoide y que se caracteriza por una ataque hacia el objeto insertándole partes
del yo a fín de apoderarse de sus contenidos. En R. D. Hinshelwood (1989); voz: AIdentificación
proyectiva@. El objeto envidiado se perfila como un objeto idealizado, distinto del objeto bueno
ya que deriva más allá de la ansiedad persecutoria que de la capacidad para amar e interfiere en
el proceso de identificación. En M. Klein (1957: 198). La culpa aparece como el resultado
inevitable de la envidia y de la fantasía de haber destruido los aspectos buenos del objeto; un
sentimiento que será paulatinamente elaborado de acuerdo con el desarrollo del yo en el paso de
la posición esquizo-paranoide a la posición depresiva, momento en que el objeto pasa a ser
concebido como total y que, por lo tanto, propicia en el yo el reconocimiento de la maldad y de
la bondad del objeto como reflejo mismo de su realidad psíquica.
Este momento de violencia, definido por Klein como la fase del sadismo máximo (que
corresponde a los momentos iniciales del complejo de Edipo) coincide con la hipótesis freudiana
según la cual el sadismo viene precedido de un masoquismo erógeno, momento éste equivalente
al embate entre instintos de vida e instintos de muerte en el interior del organismo. Este sadismo
descrito por Klein consiste en la proyección del instinto de muerte hacia el exterior como la
posibilidad encontrada por el yo para librarse, por lo menos en parte, de los ataques masivos del
instinto de muerte sobre el cuerpo propio.
Sin embargo, Freud y Klein toman distintos puntos de partida para concebir el aparato
psíquico y su funcionamiento. Mientras que la sexualidad estará presente en todos lo momentos
de la obra de Freud como uno de los representantes del conflicto psíquico, ya sea entre pulsiones
sexuales y pulsiones yoicas o de autoconservación, ya sea entre pulsiones de vida y pulsión de
muerte, Melanie Klein dará la supremacía a la destructividad.
394
III.3. La naturaleza de las pulsiones en el ámbito del antagonismo entre
vida y muerte.
314
Sobre este propósito, Scarfone (1996: 8) señala las variaciones que existen entre los
términos Adualidad@ y Adualismo@, más allá de su sinonimia. El primer término designa el carácter
de lo que es doble, es decir, subraya la existencia de dos elementos, mientras que el segundo
término destaca tanto el antagonismo entre ellos como también designa una doctrina que admite
principios irreductibles. Tal es el caso de la oposición entre Eros y destructividad y que, a su vez,
se distinguirá de las demás oposiciones de la teoría freudiana por caracterizarse por una
irreductibilidad entre sus elementos.
395
oposición entre los sentimientos amor-odio.
fuerzas, ahora la irreductibilidad entre las dos clases de pulsiones sólo puede
315
Pero, como señala Rosemberg (1989: 559), no se trata de una mezcla que unifica
ambas pulsiones, tanto porque existe la posibilidad de desintrincación como por no existir
desintrincación e intrincación absolutas.
316
Sin embargo, manteniendo una de las ideas presente desde el inicio de este trabajo,
cuando se trata de análisis de textos y del establecimiento de modelos de funcionamiento del
aparato psíquico construidos por Freud a lo largo de su obra, el desarrollo cronológico de sus
ideas no implica necesariamente que las anteriores quedan sustituidas por las posteriores.
Tampoco que se evolucione de lo más simple hacia lo más complejo, sino que se produce un
establecimiento progresivo de formas de pensamiento que si bien derivan unas de las otras, son
interdependientes entre sí. Además, en lo referente a las teorías pulsionales, ambas teorías
396
)Cuáles fueron los cambios introducidos en este nuevo dualismo pulsional?
hacia la muerte y alejar todas las formas de retorno hacia lo inorgánico que no
investidura libidinal del yo, termina por reducir el recorrido del sujeto hacia la
muerte. Como el supuesto sobre el narcisismo vino a señalar que las pulsiones
317
Buscando distinguir los componentes agresivos y reagrupar las pulsiones del yo de
autoconservación y de dominio, un autor como Bergeret (1985) diferencia entre la agresividad,
tal y como Freud la concibe, y lo que denomina Aviolencia fundamental@. Concepto relacionado
con los intereses adaptativos del sujeto en un momento en que el objeto le resulta indiferente
(identificación primaria). No existe ambivalencia, sino la maniqueísta alternativa entre dos
posibilidades: A)otro o yo?, A)él o yo?@, A)yo o nadie?@ ubicadas en las construcciones
fantasmáticas primarias (que no son las fantasías primordiales). Según este autor, el Ainstinto de
violencia fundamental@ está del lado de los Ainstintos de vida@. Esto supuso reconocer, tal y como
lo hizo Freud, la idea de una disposición instintiva hereditaria. En ese sentido el instinto violento
fundamental estaría presente desde el nacimiento en constante interacción con los elementos
reprimidos violentos del entorno, ya que aunque el adulto inviste al recién llegado al mundo con
ternura, lo concibe primitivamente como un intruso y como un rival. Mientras Freud concibe el
segundo dualismo pulsional en una dimensión sincrónica, Ade pulsiones contemporáneas de una
misma etapa psicogenética@, Bergeret define esta violencia fundamental como Ainstinto de
supervivencia@ en un orden diacrónico de apuntalamiento e integración, aspectos que subrayan la
importancia de la corriente libidinal en esta brutalidad primaria, lo que la convierte en positiva,
creativa, con posibilidades de dar lugar a una nueva significación en las relaciones con el objeto
y que organizará el conjunto de la personalidad. Toda la energía libidinal tiene su origen en la
energía primitiva y mal diferenciada de este instinto fundamental. La pulsión sexual tendrá, pues,
que recuperar todos los anárquicos elementos libidinales que obran en beneficio del
mantenimiento de esta violencia fundamental. Será de la eficacia o no de esta integración de la
que dependerá el trabajo de cura psicoanalítica. Pero se trata de un proceso de apuntalamiento y
de integración que no tiene final; siempre quedará un resto de violencia pendiente de integración
que, a su vez, podrá recuperar los elementos libidinales integrados en provecho de la agresividad,
del sadismo, del masoquismo. Por eso, la función del yo será dar soluciones integrativas entre
estas dos energías. Para un análisis más detenido, véase J. Bergeret (1985: 1461- 1478).
398
318
será una diferenciación de metas de la pulsión de muerte; la segunda
pulsión de muerte.319
318
En el capítulo anterior se ha esbozado las consideraciones de Freud sobre el número
de pulsiones (véase II.4.2.). Ahora bien, la Apulsión de poder@ (Machttriebe) es también pulsión
parcial que, junto con la Apulsión de ser reconocido@ (Geltungstriebe) , presentan un estrecho
vínculo con la Apulsión de muerte@ (Todestrieb). En S. Freud (1920g: 39).
319
Algunos autores no sólo muestran su pleno acuerdo con esta idea, sino que también
buscan descifrar todos los designios de esta pulsión de apropiación. Gillibert (1982) la nombra
Aesencia de la pulsión@, Apulsión de poder posesivo@, Apulsionalidad de la pulsión@, ligada antes
de todo vínculo objetal. Considera este concepto Ani sexual, ni de autoconservación, ni separada
del registro del deseo, ni del registro de la necesidad, ni narcisista, ni objetal@, en tanto que es
parte integrante de todos estos designios a la vez. Descifra la pulsión de apropiación siempre del
lado de la voluntad (inconsciente) de poder y del lado del deseo de poder (narcisístico), términos
que mantienen una sinonimia entre sí. En J. Gillibert (1982: 1216 y 1217).
Desde luego, el poder se destaca en esta reflexión, pese al hecho de ser propiamente un
concepto fenomenológico. Partiendo del intento de dar al concepto de poder su estatuto
metapsicológico, Etchegaray y Borgnia (1996) proponen la conexión entre poder y la
399
Por otra parte, del mismo modo que la hipótesis del conflicto entre pulsiones
esta doctrina sobre la existencia y oposición entre dos principios, el amor y la discordia, Freud
realizará una operación de transmudación hacia la oposición entre Eros y destructividad; el
primero busca reunir y ampliar lo existente, el segundo destruir los productos por ellas
generados. Pero si, según Empédocles, el amor mantiene una lucha cósmica y sin final con la
discordia ya que trata de reunir las mezclas, mientras que la discordia busca separarlas, para
Freud las sustancias básicas no son los cuatro elementos y la discordia procura desunir las
Amezclas pulsionales@ ya que plantea la separación tajante de lo inanimado respecto a la vida;
oposición que busca su fundamento en la biología. Sin embargo, al hacer hincapié en la
tendencia de la pulsión de muerte en retornar hacia lo inorgánico desde el punto de vista de la
biología, se desecha totalmente la posibilidad de que una pulsión análoga existiera antes de la
aparición de la vida. En S. Freud (1937c: 246-248).
321
Desde luego, todas estas remodelaciones ocurridas en función del dualismo entre
pulsiones de vida y pulsión de muerte, requieren una agrupación de las definiciones de Freud
sobre la libido. Desde el punto de vista cuantitativo, que será el que predominará en Psicología
de las masas y análisis del yo (1921c), Freud define la libido como una Aenergía, considerada
como de magnitud cuantitativa -aunque por ahora no medible-, de aquellas pulsiones que tienen
que ver con todo lo que puede sintetizarse como >amor=. En S. Freud (1921c: 86). Si en los Tres
ensayos (1905d: 198) la libido medía procesos en el ámbito de la Aexcitación sexual@, ahora, lo
será en una proposición más totalizadora, el Aamor@, aunque sin alterar significativamente su
perspectiva cuantitativa. Lo que sí se altera es su dimensión cualitativa. En este mismo texto,
Psicología de las masas y análisis del yo (1921c), algunos párrafos después de su definición
cuantitativa, la libido aparecerá identificada con el amor del mito platónico, será Eros que busca
unir, conservar y ampliar todo lo viviente. En S. Freud (1921c: 87). También en S. Freud (1920g:
49). En la misma línea, en APsicoanálisis@ (1923a [1922]), la libido será definida como la
manifestación dinámica de la pulsión sexual en la vida psíquica. En S. Freud (1923a [1922]:
240). Sin embargo, en El yo y el ello (1923b), asocia la libido con sustancias materiales
concretas, que cuando son expulsadas permiten a la pulsión de muerte realizar sus propósitos. En
S. Freud (1923b: 47-48) Concepción biológica que contrasta nítidamente con sus concepciones
sobre la libido, pero que a la vez revela un deslizamiento semántico entre pulsiones sexuales y
401
con una reflexión sobre el mito del andrógino. 322 No obstante, Freud advierte:
pulsiones de vida o Eros, tal y como plantea Green (1986: 69). Deslizamiento que llevará a Freud
a nombrar como función sexual a las pulsiones sexuales, que a su vez, no deben ser confundidas
con Eros ya que se trata del medio en el cual se puede acceder a él.
322
Fábula citada por Platón en El Banquete. Freud, a su vez, se referirá a ésta en los Tres
ensayos (1905d): ALa fábula poética de la partición del ser humano en dos mitades -macho y
hembra- que aspiran a reunirse de nuevo en el amor se corresponde a maravilla con la teoría
popular de la pulsión sexual.@ Teoría que entiende de este modo esta clase de pulsión: AFaltaría
en la infancia, advendría en la época de la pubertad y en conexión con el proceso de maduración
que sobreviene en ella, se exteriorizaría en las manifestaciones de atracción irrefrenable que un
sexo ejerce sobre otro, y su meta sería la unión sexual o, al menos, las acciones que apuntan en
esa dirección.@ En S. Freud (1905d: 123-124). Pero la describirá de modo más detallado en Más
allá del principio de placer (1920g). Hela aquí: A>Antaño, en efecto, nuestra naturaleza no era
idéntica a la que vemos hoy, sino de otra suerte. Sepan, en primer lugar, que la humanidad
comprendía tres géneros, y no dos, macho y hembra, como hoy; no, existía además un tercero,
que tenía a los otros dos reunidos (...) el andrógino...=. Ahora bien, en estos seres humanos todo
era doble: tenían, pues, cuatro manos y cuatro pies, dos rostros, genitales dobles, etc. Entonces
Zeus se determinó a dividir a todos los seres humanos en dos partes >como se corta los
membrillos para hacer conserva.’ (...) El seccionamiento había desdoblado el ser natural.
Entonces cada mitad, suspirando por su otra mitad, se le unía: se abrazaban con las manos, se
enlazaban entre sí anhelando fusionarse en un solo ser...@. En S. Freud (1920g: 56). Ahora bien,
cotejando ambas citas, se colige que los aspectos fundamentales que las separan, más allá de
cuestiones estilísticas -aunque teniendo en cuenta que en 1920 Freud presenta una lectura
shopenhauriana del mito del andrógeno-, es el texto y, consecuentemente, el contexto en que
fueron presentadas. Si en los Tres ensayos (1905d), cuya tesis principal es la contingencia del
objeto de la pulsión, Freud teje incluso la estructura molecular de esta obra en el sentido de
relativizar la noción de objeto y consecuentemente refutar la concepción popular sostenida
acerca de la pulsión sexual, lo cual revela el carácter profundamente subversivo de esta obra, en
Más allá del principio de placer (1920g), tomando prestadas las palabras de Laplanche (1993a:
30), Freud está en contradicción consigo mismo. En concreto, respecto a las ideas expuestas en
los Tres ensayos (1905d) ya que buscará sostener la hipótesis según la cual existe un estado de
unidad originaria al que se busca alcanzar, o que, en última instancia, la sexualidad, que ahora
presenta como protagonista Eros, es predeterminada. Para un análisis detenido sobre esta
cuestión, véase Laplanche (1993a: 27-31). Por cierto, estos derroteros en la teoría freudiana y,
sobre todo, el movimiento del lector que los detecta, pueden ser muy útiles cuando se busca
entender el proceso de construcción de una teoría, que en el caso del pensamiento freudiano está
caracterizada por un movimiento dialéctico y discontinuo. Por eso, no se pretende aquí justificar
esta contradicción, ni tampoco delatarla, como si el retorno de una concepción sobre una
sexualidad predeterminada se constituyera como una especie de Aretroceso@ del pensamiento
freudiano. Desde luego, este movimiento en el pensamiento freudiano revela una vez más que el
desarrollo de las ideas de Freud no es necesariamente la sustitución de lo primero en el tiempo
por lo más reciente. Dicho en otros términos: sería una paradoja volver con una concepción
predeterminada sobre la sexualidad humana. En la misma línea, estas aseveraciones también
revelan que el desarrollo de las ideas de Freud no se ubicaría en una supuesta evolución de
402
Pero su concepción Aampliada@ del amor no es una creación novedosa.
Por su origen, su operación y su vínculo con la vida sexual, el AEros@
del filósofo Platón se corresponde totalmente con la fuerza amorosa
{Liebeskraft}, la libido del psicoanálisis, según lo han expuesto en
detalle Nachmansohn (1915) y Pfister (1921)...(1920g: 87; las llaves
son de Etcheverry).
pensamiento de Freud. O, más bien revelaría una cierta disimetría entre Eros y
Es que, como advierte Green (1986: 69), la libido no presenta todas las
propiedades de Eros. Por otra parte, el odio, aunque vinculado a las pulsiones
unidades más simples hacia unidades más complejas ya que no siempre evolución supone
complejidad; es decir, si bien la hipótesis sobre el estado de unidad originaria se presenta como
extremadamente compleja, no es señal de evolución. Pero tampoco se trataría de retroceso. En
efecto, emplear los términos Aevolución@ o Aretroceso@ para definir el movimiento de un
pensamiento equivaldría a una modalidad de lectura reduccionista. En definitiva, lo que se
pretende subrayar aquí es que los modelos del aparato psíquico que Freud construyó a lo largo de
su obra se perfilan como estructuras de pensamiento que si bien mantienen una relación de
derivación, son interdependientes entre sí. De ahí, la necesidad de conocer en todos los aspectos
el giro radical que se produjo a partir de 1920 con el establecimiento del segundo dualismo
pulsional, que a pesar de las críticas Freud se empeñó en mantenerlas. Como este tema será
tratado a continuación, conviene de antemano señalar que, a partir de este orden de
consideraciones, es posible plantear que, lo que sí ocurrió en el periodo que separa los Tres
ensayos (1905d) de Más allá del principio de placer (1920g) fue el intento, por parte de Freud,
en compaginar la hipótesis sobre la naturaleza transformadora de las pulsiones, expuesta desde
los Tres ensayos, con la tendencia regresiva de las pulsiones, hipótesis introducida en Más allá
403
estará vinculado a la pulsión de muerte.323 El concepto de pulsión de muerte,
Schopenhauer hasta la elaboración que Freud hace del mismo, con todas las
323
Asimismo, para un análisis sobre el desarrollo de los conceptos de odio y de
destructividad en la metapsicología freudiana, véase L. C. Menenzes (1991: 17-23).
324
Además, la concepción dualista -pulsiones de vida y pulsión de muerte- presenta,
según Freud, una estrecha relación con la teoría de Hering sobre la sustancia viva, según la cual
existen Ados clases de procesos de orientación contrapuesta: uno de anabolismo -asimilatorio- y
el otro de catabolismo -desasimilatorio.@ En S. Freud (1920g: 48).
325
)Acaso no serán estas ambigüedades en las que se asienta el psicoanálisis las que le
confieren toda su originalidad?
404
libido cuando se trata de la energía que le confiere a la pulsión de muerte su
carácter destructor, 326 de modo que será esta libido desexualizada la que
quiera que sea, plantear una única fuente energética, la libido, no excluye en
326
ACarecemos de un término análogo a >libido= para la energía de la pulsión de
destrucción.@ En S. Freud (1940a [1938]: 147).
327
Monismo que no sólo evoca la polémica entre Freud y Jung, sino que también se
refleja en las diversas construcciones sobre la pulsión de muerte después de Freud.
328
Un autor como Rosemberg (1989: 560) hace hincapié sobre la imposibilidad de unión
entre ambas pulsiones, de por sí heterogéneas. A la vez, destaca el papel del objeto como el lugar
en el que ambas acciones Aopuestas - antagónicas@ actúan, dando resultados diversos según la
fuerza económica.
329
ADesexualización@ (Desexualisierung), término que Freud define como una
Aresignación de las metas sexuales@. En S. Freud (1923b: 46). Aparece a partir de 1920 en
405
de vida y pulsión de muerte y revelar, si no otras pulsiones distintas a las
Freud:
algunos textos de Freud tales como, Psicología de las masas y análisis del yo (1921c: 98),
ATeoría de la libido@ (1923a [1922]: 251), en El yo y el ello (1923b: 46) y AEl problema
económico del masoquismo@ (1924c: 175). Tampoco será parte integrante del conjunto de
conceptos analizados por Laplanche y Pontalis en el Vocabularie de la Psychanalyse (1967). Un
autor como Scarfone (1996: 4), en un estudio sobre las consecuencias de la introducción del
término desexualización en el seno del segundo dualismo pulsional, no lo considera un concepto
psicoanalítico propiamente dicho. Ahora bien, se podría preguntar si es la comprobación
histórica sobre la desaparición de un término en el pensamiento freudiano el indice para refutar
su valor en cuanto concepto psicoanalítico o si es su fuerza o pertinencia en el sentido de
problematizar el descubrimiento freudiano sobre la sexualidad inconsciente. Por ejemplo, el
concepto de Aideal del yo@ (Ichideal), mencionado por Freud solamente en dos de sus textos,
AIntroducción del narcisismo@ (1914c) y en la 260 de las Conferencias de introducción al
psicoanálisis (1916-1917 [1915-1917], presenta un valor heurístico tan considerable como
polémico en determinadas líneas de pensamiento posfreudianas. Ocurre, pues, que algunos de los
conceptos introducidos por Freud terminan por desviarse del centro de la problemática
psicoanalítica, lo sexual inconsciente y, por lo tanto, del conflicto psíquico en que él se inserta.
Subrayan más bien determinadas categorías, tal y como revela la noción de Afalta en ser@, que
deriva de la problemática del narcisismo desgajado de la condición esencial que lo introduce en
el aparato psíquico, a saber, las pulsiones. Cuando, del mismo modo que el narcisismo está unido
a los designios de la sexualidad, la Afalta en ser@ puede ser entendida como una de las fuentes
mismas de la excitación sexual.
406
la pulsión de muerte.
sólo han descifrado las paradojas contenidas en Más allá del principio de
placer (1920g), sino que también han contribuido con teorías estructuradas
330
Sobre este propósito, los autores posfreudianos se dividen en cuatro tendencias
circunscritas a partir de la polémica discusión sobre el origen endógeno y biológico de la pulsión
de muerte: 10 Los que no defienden este concepto; 20 Los que defienden este concepto; 30 Los
que evitan todo el maniqueísmo implícito en defender o no este concepto; 40 Los que no sólo
defienden, sino conciben la pulsión de muerte como un concepto imprescindible.
De estos tres grupos se difunden diferentes líneas interpretativas. La primera, no
reconoce la utilidad de la pulsión de muerte:
- Por considerarla equivalente al instinto de muerte, de orden biológico, lo cual subrayaría su
carácter biológico en detrimento de las investiduras de objeto. De ahí, proponen: a.) Reemplazar
la teoría de los instintos por la teoría de las relaciones objetales. En W. R. Fairbain (1952: 86-87)
y H. Guntrip (1961: 116-118). b.) Articular los impulsos destructivos con los influjos del
ambiente. En D. W. Winnicott (1971: 121-131). Asimismo, para una panorámica sobre la
posición de Winnicott respecto a la pulsión de muerte, véase E. Romano (1996: 519- 535).
- Por la ausencia de bases metapsicológicas, ya que no es posible clasificar este concepto según
los términos de la pulsión (fuente, meta, objeto, esfuerzo) y por constituirse como un concepto
abstracto, desexualizante y de ineficacia clínica. De ahí, proponen: a.) Profundizar los hechos de
la negatividad humana a partir de la reflexión freudiana sobre el erotismo anal. En J. Guillaumin
(1989: 593-618). b.) Sustituir el concepto de pulsión de muerte por el de Aviolencia
fundamental@. En J. Bergeret (1985: 1461-1478 y 1994:361-376).
A su vez, la segunda corriente defiende el planteamiento freudiano sobre la pulsión de
muerte:
- Por reconocer sus características endógena y biológica. Pero, al subrayar determinados aspectos
de la teoría freudiana en detrimento de otros y, a su vez, incluirlos en una teoría o sistema de
pensamiento singular, terminan por distanciarse del planteamiento freudiano. De ahí, procuran:
a.) Subsumir la pulsión de muerte al ámbito de la agresividad (que si bien ya estaba presente en
la reflexión de Freud no se ha consolidado) con el mismo nivel de dignidad que la sexualidad. En
407
Laplanche y André Green que han expuesto sus ideas en el Simposio sobre la
consecuente (Bergeret), más allá de una irreductibilidad entre ambos componentes (Hartmann).
Desde luego, vale subrayar que tales redefiniciones encuentran referencias en el pensamiento
freudiano; si es cierto que en algunos trabajos de Freud se delinea la dicotomía entre libido y
agresividad, es justo en igual medida subrayar que Freud no ha nombrado una clase especial de
energía para las pulsiones de muerte y que, incluso, ha reconocido que las pulsiones de muerte
pueden estar reguladas por el principio de placer. A partir de lo que se delinea como una
continua invitación a una reflexión propiamente científica, se investiga también los aspectos y
destinos de la pulsión de muerte todavía no suficientemente esclarecidos, como el sadismo
(Bergeret) y el masoquismo (Rosemberg), así como se busca para las pulsiones de apropiación el
mismo estatuto de las pulsiones primordiales (Gillibert). Así las cosas, el hecho de no reconocer
la utilidad del concepto de pulsión de muerte no constituye necesariamente una ruptura con el
pensamiento freudiano ya que también es posible considerar que los hechos de la agresividad
(reacción terapéutica negativa, compulsión de repetición, etc.) ya habían sido integrados en su
teoría independiente de las especulaciones sobre la pulsión de muerte (Guillaumin). En ese
sentido, la experiencia clínica de cada analista también se perfila como un importante criterio
para reconocer la utilidad (Leclaire) o no (Guillaumin) de la pulsión de muerte, dimensión en
que se perfila más detenidamente la resonancia afectiva que evoca la pulsión de muerte en los
planteamientos que se tejen sobre este concepto. Por último, también se perfila como una
invitación a la investigación el establecimiento de otras modalidades de análisis, cuando de
pulsión de muerte se trata; que aunque partiendo de la misma fuente, los textos de Freud,
adquieren otras dimensiones (Lacan), teniendo en cuenta que buscar soluciones sobre la
dimensión biológica del planteamiento freudiano sobre la pulsión de muerte, no implica
necesariamente desestimar la importancia que la biología ocupa en el establecimiento de las
hipótesis psicoanalíticas. Asimismo, para una detenida discusión sobre la situación de la pulsión
de muerte en los trabajos psicoanalíticos, sobre todo en lo que se refiere a la segunda tendencia,
véase T. Bokanowski (1989: 509-534). En cuanto al polémico tema de la agresividad, véase y J.
Gutiérrez-Terrazas, A. Escrivá, A. Miguel et alii. (1996: 45-57).
409
psíquico temprano.
331
En J. Laplanche, A. Green, H. Segal et alii (1986).
410
funcionamiento que corresponde a la energía ligada, presentando la Asíntesis@,
la de objeto.
André Green (1986: 66-67), a su vez, propone incluir factores tales como el
reconocida por todos los autores que investigan este tema, la hipótesis
último aparece como el elemento más destructivo del yo ya que Ala tensión
causada por la necesidad sirve solamente para reforzar los instintos sádicos en
evitar la muerte del organismo por los ataques de las fuerzas destructivas, que
413
se perfila como frustración, la libido narcisista proyecta el instinto de muerte
hacia un objeto exterior. De modo que la primera defensa ante esa ansiedad
los instintos de muerte que actúan en el interior del organismo (1932: 143).
332
Un buen ejemplo es el modo en que es representada la angustia en un fragmento
clínico. Helo aquí: AUn niño de cinco años se figuraba que tenía toda clase de animales salvajes,
tales como elefantes, leopardos, hienas y lobos, para ayudarlo contra sus enemigos. Cada animal
tenía su función especial. Los elefantes aplastar al enemigo hasta pulverizarlo, los leopardos
414
despedazarlo, las hienas y los lobos comérselo. A veces imaginaba que estos animales salvajes
que estaban a su servicio se volvían contra él y esa idea le ocasionaba gran ansiedad. Esto
significaba para su inconsciente la transformación de varias fuentes de sadismo; el elefante era su
sadismo muscular, los animales que desgarran, eran sus dientes y sus uñas; los lobos, sus
excrementos. El temor de que aquellos temibles animales que él había domado a su vez le
exterminarían se refería al temor de su propio sadismo como un enemigo interno.@ En M. Klein
415
adelante como la expresión de la vida pulsional, sino como su fuente, la
del principio del placer; son sumas de excitación ligadas o en vías de serlo. De
apartar los estímulos externos que atentan contra el organismo, las pulsiones
muerte ocurra, sino el de evitar que ella ocurra por razones externas.
objeto de debate.
333
En J. Laplanche, A. Green, H. Segal et alii. (1986: 120-124).
417
de muerte y compulsión de repetición. La segunda, representada por Green
como el Ainstinto del instinto@ porque no sólo orienta la acción de los instintos
seres vivos, ya sea a su destrucción) sino porque se perfila como una suerte de
formas vivas, pero su finalidad última sería la muerte. Para Pasche (1985:
334
Será el yo el que mediará en este conflicto entre el mundo exterior y la compulsión de
repetición, que, a su vez será trabajado sordamente por los instintos, más o menos mezclados
entre sí, a fín de unirlos o separarlos del objeto, tendencia correlativa con la reunión o la
autodestrucción. En F. Pasche (1985: 1491).
418
decir, de algo en el Aser pulsional@ que quiere repetir, más allá del placer o del
la constancia del principio del placer y del más allá de este principio? En otros
nivel cero como de una reducción hacia nivel mínimo? Es con este propósito
energía a un nivel constante@. En todos los casos, se trata de una fuerza que
singular manifestación.
419
La discusión sobre las bases metabiológicas y metapsicológicas que sostienen
fundamento heurístico.
(1920g: 43-48). Las pulsiones sexuales son las que favorecen la copulación
muerte natural; por eso son potencialmente inmortales. Pero tampoco laboran
de conservar la vida por lapsos más largos. Es ésta la dicotomía entre soma y
germen. Las pulsiones sexuales reproducen el estado primitivo del ser vivo,
partir del interés sobre el origen de la vida, sobre la oposición entre germen y
Así las cosas, tal y como se propuso en el capítulo anterior (véase II.1.2. y
vez como uno de los polos del conflicto con las pulsiones sexuales, ahora
Ano implica que la pulsión sea una fuerza biológica ni implica tampoco la
entre las pulsiones que componen a las pulsiones de vida, sino que son
422
expresiones de la pulsión de muerte. Tanto es así, que Freud siempre emplea
cual, hace imposible establecer una lectura lineal sobre su elaboración, ya que
335
Dentro de este mismo orden de consideraciones, para Trucco y Alperowitch (1991:
8), la pulsión es de Amuerte@ porque Freud incluye los aspectos clínicamente observables de la
repetición, en cuanto fuente de displacer, en la especulación sobre el retorno hacia lo inorgánico.
Sugieren también que sin la especulación sobre el retorno hacia lo inorgánico o sobre la muerte
biológica como reducción de las tensiones, la pulsión de muerte, más allá de todo romanticismo
implícito, podría ser llamada Apulsión de repetición@, Apulsión de displacer@, Apulsión
antieconómica@. Laplanche (1993a: 33), a su vez, señala que para mantener el término Amuerte@
(Tod) es necesario añadir que se trata de una Apulsión de muerte por el yo@, de una Apulsión
sexual de muerte@ o de una Apulsión de desligadura@.
423
clínica y la experiencia.
Por esto, se está lejos de sostener una suerte de jerarquía entre repetición y
en los capítulos que componen Más allá del principio de placer (1920g)
heurísticamente la pulsión de muerte con bases más sólidas. Ocurre, pues, que
al hacer esto, Freud emplea modelos que amplían aún más la especulación ya
Así las cosas, para inferir una hipótesis a partir de esta especulación biológica
al que Freud se refiere como el yo. Como advierte Laplanche (1986: 19), la
este >organismo= que en el ser humano, representa los intereses del individuo
conceptos psicoanalíticos, existe otro movimiento que los une a ella. De modo
pulsión de muerte.
operación. Como advierte Perron (1991: 226-231), tales analogías sólo son
de su modelo de aparato psíquico, parece que Acada vez que tropieza con lo
subjetiva de este concepto con su dimensión mítica que es nada menos que
1983: 412).
Eros al que todo quiere reunir. Pero es igualmente lícito señalar, una vez más,
móviles de tan sorprendente giro teórico-clínico. Como quiera que sea, será
metabiológica.336
336
Cabe preguntarse por el sentido de la preocupación y el empeño de determinados
autores en revaluar las especulaciones metabiológicas y en descifrar las entrelíneas de la
formulación a que ha dado lugar el establecimiento del concepto de pulsión de muerte. Concepto
que, desde su introducción, no ha parado de engendrar controversias. Desde luego, conviene
subrayar la resonancia afectiva que genera reflexionar sobre este concepto. Hasta tal punto que
paradójicamente se investiga más sobre la pulsión de muerte que sobre la sexualidad, el objeto
por excelencia del psicoanálisis. Resonancia afectiva considerada inicialmente por Freud en Más
allá del principio de placer (1920g): ASólo que, por desdicha, rara vez se es imparcial cuando se
trata de las cosas últimas, de los grandes problemas de la ciencia y de la vida. Creo que cada cual
está dominado por preferencias hondamente arraigadas en su interioridad, que, sin que se lo
advierta, son las que se ponen por obra cuando se especula.@ En S. Freud (1920g: 58). En la
misma línea, en El malestar en la cultura (1930a [1929]), confiesa que esta hipótesis le ha
conmocionado hasta el punto de no poder pensar de otra manera. En S. Freud (1930a [1929]:
115) Resonancia que, según Bergeret (1994: 362-363), está vinculada con el miedo a la muerte
presente en todos los momentos de su vida, temor relacionado con los años de infancia en
Freiberg, intensificado con los años en que padeció de cáncer. El conflicto entre Eros y
destructividad, es presentado como si se tratara de un combate mítico de buenos contra malos,
cuando lo que la oposición entre Eros y pulsión de muerte pone más bien en cuestión es la idea
430
según la cual todo lo que es malo atenta contra la supervivencia del sujeto y todo lo que es bueno
viene a mantenerla y a fortalecerla. Si bien es cierto que la irreductibilidad entre ambas pulsiones
puede conducir a un cierto maniqueísmo, más lícito aún sería afirmar la dificultad de aceptar la
complejidad de este dualismo pulsional, ya que pulsión de muerte y Eros no se perfilan sólo
como antagonistas, también se mezclan. Aún más, como señala Pasche (1985: 1487), además de
incluir las ideas de desintrincación total, de destrucción y de muerte, el concepto de pulsión de
muerte incluye también el concepto de escisión, de separación y de individuación que es una
connotación neutra, positiva e incluso vital. Tanto es así que es el eterno retorno de lo igual lo
que impulsa al sujeto a emprender el trabajo de cura analítica. En ese sentido, cabría matizar que
no es que la sexualidad pierde terreno respecto a la pulsión de muerte, sino que la libido presenta
múltiples modalidades; lo cual revela que la pulsión de muerte es nada menos que el aspecto más
radical de la sexualidad, tal y como sostiene Laplanche (1981: 214).
431
supuso concebir la porción inconsciente del yo, trae como consecuencia: por
una parte, una mayor complejidad del concepto de yo (en lo que se refiere a su
de la subjetividad.
psíquico.
Desde luego, hablar sobre la segunda tópica es hablar sobre el texto que la
pero, a diferencia del énfasis dado en éstos modelos de la biología, sobre los
337
A diferencia de Más allá del principio de placer (1920g), que produjo cierta
resistencia por parte de los discípulos de Freud, El yo y el ello (1923b) obtuvo una aceptación
unánime. En lo sucesivo, las reflexiones sobre los contenidos de esta obra darán lugar al
desarrollo de diversas teorías psicoanalíticas que, aunque partiendo de un mismo texto y de una
misma temática, producirán teorizaciones incluso opuestas entre sí, de acuerdo con el énfasis
dado al concepto del yo respecto a la teoría de las pulsiones. Lo que apunta a la diersidad de
posiciones que la lectura de un texto puede suscitar, aun partiendo de una misma fuente. Un buen
ejemplo, es la traducción de la célebre frase de Freud en el final de la 31 de las Nuevas
conferencias de introducción al psicoanálisis, titulda ALa descomposición de la personalidad
psíquica@, a saber, AWo Es war, soll Ich werden@, que traducido literalmente del alemán significa:
Adonde ello era, yo debo advenir@. En S. Freud (1933a: [1932]: 74). Una historiadora como
Roudinesco (1993) describe la serie de equívocos a que ha dado lugar la traducción que Anne
Berman, colaboradora de Marie Bonaparte hizo: ALe moi doit déloger le ça@, Ael yo debe
desalojar el ello@. Maletendido que determina el origen y el destino de muchas líneas
psicoanalíticas de pensamiento después de Freud, como la de la denominada Psicología del Yo y
como la de Lacan. Asimismo, véase E. Roudinesco (1993: 274-275).
434
establecimiento de la hipótesis estructural del aparato psíquico y de las
instancias que la componen, a saber, el Ayo@ (Das Ich), el Aello@ (Das Es) y el
pulsiones:
338
AParece que, si quisiéramos ser coherentes con nosotros mismos, el rechazo de la
última teoría de las pulsiones debería rigurosamente acompañarse del rechazo de la segunda
tópica.@ En A. Green (1973: 259).
435
de ahí discutir el entramado conceptual que se despliega de este texto tan
emblemático.
Serán dos los factores, relacionados con la reflexión freudiana sobre las
Sin embargo, son dos los factores que, desde el punto de vista estructural,
339
Como señala Laplanche (1981: 161), Aaquello que reprime, lo que se defiende, la
manera misma en que uno se ha defendido, cayó, del mismo modo que aquello de lo cual uno
436
reprimido y que también abarca a una parte del yo, producirá un cambio en el
los polos del conflicto respecto a las pulsiones sexuales, ubicadas, hasta
inconsciente reprimido y que pertenece al yo, la que será uno de los puntos
clave que no sólo permitirá efectuar el paso de un esquema tópico a otro, sino,
también, la que unirá los cambios de la segunda tópica con la teoría de las
pulsiones. En Más allá del principio del placer (1920g) dice Freud,
arcaica@ del alma humana, distinto del inconsciente reprimido, pero cuya
340
Aunque las formulaciones no se libran de ambigüedad; en un trabajo titulado AEl
humor@ (1927d), Freud considera el Asuperyó@ como el núcleo del yo. En S. Freud (1927d: 160).
438
Hemos hallado en el yo mismo algo que es también inconsciente, que
se comporta exactamente como lo reprimido, vale decir, exterioriza
efectos intensos sin devenir a su vez consciente (...). Discernimos que
lo Icc no coincide con lo reprimido; sigue siendo correcto que todo lo
reprimido es icc, pero no todo Icc es, por serlo, reprimido. También
una parte del yo, Dios sabe cuán importante, puede ser icc, es
seguramente icc (1923b: 19).341
yo hasta los últimos escritos de Freud, serán dos factores que posibilitarán el
341
Se delinea en estas palabras de Freud el cambio de matiz en sus formulaciones para
llegar a la hipótesis sobre el yo inconsciente. Si bien afirma que Asigue siendo correcto que todo
lo reprimido es inconsciente (...)@, también conjetura que Auna parte del yo, Dios sabe cuán
importante, puede ser icc, es seguramente icc.@ En S. Freud (1923d: 19).
439
pulsional, protagonizado por Eros y pulsión de muerte, la concepción tópica
del aparato psíquico será aún más problematizada; el desarrollo trazado por
342
Freud dice, tras un largo desarrollo, en los párrafos finales de El yo y el ello (1923b):
AEros y pulsión de muerte luchan en el ello@. En S. Freud (1923b: 59). Este reemplazo del
inconsciente por el ello como Alugar@ en que se desarrolla el conflicto, da una respuesta tajante al
interrogante planteado en este mismo texto, a propósito de las posibles correspondencias entre
las dos clases de pulsiones y los nuevos protagonistas de la segunda tópica. El conflicto entre
pulsiones de vida y pulsión de muerte no corresponde a un conflicto psíquico entre las instancias
que componen el aparato psíquico. Si el ello se perfila como el terreno de combate entre las dos
pulsiones, el yo, mediante la sublimación y la identificación contribuye no sólo a la proyección
de la pulsión de muerte hacia el exterior, sino que también la direcciona hacia el objeto. El
superyó, a su vez, se nutre de pulsión de muerte. En S. Freud (1923b: 43).
343
ASencillamente la diferencia entre ambas variedades de pulsiones, que en el origen se
había entendido con alguna inflexión cualitativa, ahora debía definirse de otro modo, a saber,
tópico.@ En S. Freud (1920g: 51). Sin embargo, tampoco desestima la primera teoría de las
pulsiones ya que ésta le permite, según el Freud de 1920, el entendimiento sobre las neurosis de
transferencia, el Agenuino objeto de estudio del psicoanálisis@. En S. Freud (1920g: 51). Hecho
que de antemano sirve de argumento para refutar los desarrollos posteriores a su obra que
utilizan el factor cronológico como criterio de análisis, situando la Averdad@ de las ideas de Freud
en sus últimos escritos. Ahora bien, no se trata de desechar lo antiguo y acoger lo nuevo, sino
más bien de compaginar las diferentes teorías que brotan de su teoría, pues en la medida en que
surgen las contradicciones como efecto del encuentro entre las teorías, es que se puede aportar
440
pulsiones con la topografía del aparato psíquico.
acerca del síntoma y que no logra la tarea de nombrar los afectos que
reacción del yo según las modalidades del pensamiento inconsciente; por eso
algo nuevo.
344
Quedan, así, más resaltados los límites que en se mueve la interpretación. Véase A.
Green (1973: 257).
345
Asimismo, para una panorámica sobre la noción de Ayo inconsciente@ en la obra de
Freud, véase F. R. Cesio (1980: 467- 471).
441
el inconsciente;
346
Sobre este propósito, dice Green (1973: 265): ANada de lo adquirido anteriormente
sobre el deseo o la sexualidad es recusado. Lo que es modificado es el ordenamiento de los
conceptos. El inconsciente, lo reprimido, el proceso primario, siguen constituyendo el núcleo de
la teoría. Pero sus efectos son relativizados según dos órdenes de referencia. Por una parte, el
Edipo como un nudo de relaciones intersubjetivas, por otra parte el aparato psíquico como
sistema de relaciones intrasubjetivas. En esta perspectiva, el par Eros-pulsión de destrucción es
lo que hace a la vez que se mantenga el edificio teórico sobre sus pies y lo que sirve de
mediación entre complejo de Edipo y aparato psíquico.@
347
Freud toma el pronombre neutro Das Es del pensamiento de Georg Groddeck,
psiquiatra alemán vinculado al psicoanálisis y que ha acaparado la atención de Freud por la
originalidad de sus ideas, entre las cuales la que construye acerca de este concepto. Retoma la
concepción de Groddeck según la cual Alo que llamamos nuestro >yo= se comporta en la vida de
manera esencialmente pasiva, y -según su expresión -somos >vividos= por unos poderes ignotos
{unbekannt}, ingobernables.@ En S. Freud (1923d: 25; las llaves son de Etcheverry). Con lo
cual, se perfila un modo de concebir al yo como profundamente dependiente y pasivo respecto al
influjo de otras instancias. En lo sucesivo, Freud se percatará de las consecuencias teórico-
clínicas de tal concepción, que en última instancia daría a su teoría un talante pesimista, y
buscará en Inhibición, síntoma y angustia (1926d) relativizar esta relación de servidumbre del
yo. En ese sentido, aunque el psicoanálisis vino a postular que la razón no es dueña absoluta de
su propia casa o que existen unos poderes en el yo y más allá de él, Freud plantea una suerte de
442
- el Asuperyó@348 (Das Über-Ich), que, así como el yo, es inconsciente y
inconsciente no será más uno de los polos del conflicto en oposición al yo; 20)
dominio del yo sobre los influjos del ello. Como advierte Gay (1988: 459), Freud era un
determinista, no un fatalista. Asimismo, para una panorámica de las ideas de Groddeck respecto
a las de Freud, véase también J. Laplanche (1981: 166- 190).
348
Tal y como se mencionó antes ( véase II.3.2.), Freud define inicialmente el superyó
en AIntroducción del narcisismo@ (1914c) como la instancia que buscaría asegurar una
satisfacción narcisista centrada en el Aideal del yo@ (Ichideal) y equiparar al Ayo actual@ con el
ideal. En S. Freud (1914c: 92).
349
Conviene subrayar que no se debe concebir el polo pulsional como desorganizado ya
que también se somete a leyes de funcionamiento, lo que le da una cierta coherencia. Gutiérrez-
Terrazas (1996: 3, n. 3) lo define como el modo de funcionamiento de lo sexual reprimido, en
cuanto no integrado por la organización yoica. Ocurre, sin embargo, que lo pulsional tampoco se
reduce a lo no-ligado; tanto es así que la formulación freudiana sobre las pulsiones de vida da
cuenta de un funcionamiento pulsional ligado e integrado por el yo. A partir de este orden de
consideraciones, es lícito oponer el polo pulsional (lo no-ligado) con el polo Aorganizado@ (lo
ligado) en función de leyes de funcionamiento no simétricas entre sí. Este orden de
consideraciones revela que los niveles de reflexión sobre la pulsión no son excluyentes entre sí.
Es decir, si bien la pulsión se perfila como un concepto límite entre lo psíquico y lo somático no
impide su vínculo con determinadas experiencias subjetivas, como con el complejo de
castración. Ahora bien, )cómo se perfila la pulsión en la experiencia subjetiva? O, dicho en
otros términos, )cuál es su relación con el Acomplejo de castración@ ? Si bien la castración
representa la dimensión más subjetiva de la pulsión (lo ligado) )no presentaría también lo no-
ligado? Como se verá a lo largo de este capítulo, parece que a partir de la segunda tópica, Freud
intenta compaginar la dimensión pulsional del lado de lo simbolizado (dado por el complejo de
Edipo y el complejo de castración) y con el modo de funcionamiento más allá del yo y del
principio de placer, a saber, la pulsión de muerte.
443
sea en el superyó, sea en el yo (consciente e inconsciente); 30) el yo asumirá
vez, parte del ello, de modo que el recurso del yo para apartarlo de la
por esta constelación que el yo intenta dominar los influjos del ello
embargo, como enseña el símil del jinete (1923b: 27), el afán de poder del
ello es más intenso puesto que su energía es genuina al tiempo que la del yo
Este afán del yo, que de por sí constituye un intento fallido, muestra la
sus raíces en el ello sea por recibir los influjos del superyó.
445
En cuanto al ello, esa Acaldera llena de excitaciones borboteantes@350 tal y
350
En esta metáfora del ello refleja la prioridad que el factor cuantitativo va a adquirir
en el pensamiento de Freud respecto a las representaciones, tal y como se tratará de analizar en
las próximas secciones de este capítulo.
351
Artículo que no sólo reelabora las aportaciones de El yo y el ello (1923b), sino que
introduce cambios significativos en los esquemas del aparato psíquico, tal y como enseña la
ubicación topográfica del superyó.
352
Como se verá a continuación, la ausencia de organización en el ello es relativa ya
que esta instancia asimila las mismas características del sistema inconsciente que funciona según
el Aproceso primario@ (Primärvorgang), a saber, la ausencia de representación de espacio y de
tiempo, la ausencia de negación, y en que la contradicción entre las mociones pulsionales es
distinta de las que son regidas por el proceso secundario.
353
ALo inconsciente es la cualidad que gobierna de manera exclusiva en el interior del
ello. Ello e inconsciente se copertenecen de manera tan íntima como yo y
preconsciente, y aun la relación es en el primer caso más excluyente aún. (...) Sin duda que
en el origen todo era ello (...). Durante este largo desarrollo, ciertos contenidos del ello se
mudaron al estado preconsciente y así fueron recogidos en el yo. Otros permanecieron inmutados
dentro del ello como su núcleo, de difícil acceso. Pero en el curso del desarrollo, el yo joven y
endeble devuelve hacia atrás, hacia el estado inconsciente, ciertos contenidos que ya había
acogido, los abandona, y frente a muchas impresiones nuevas que habría podido recoger se
comporta de igual modo, de suerte que éstas, rechazadas, sólo podrían dejar como secuela una
huella en el ello. A este último sector del ello lo llamamos, por miramiento a su génesis, lo
reprimido {esforzado al desalojo}. Importa poco que no siempre podamos distinguir de manera
tajante entre estas dos categorías en el interior del ello. Coinciden, aproximadamente, con la
separación entre lo congénito originario y lo adquirido en el curso del desarrollo yoico.@ En S.
Freud (1940a [1938]: 160-161; las llaves son de Etcheverry). Con estas consideraciones
446
constituye de investiduras pulsionales que en él encuentran expresión
psíquica.
póstumas de Freud queda establecido el estrecho vínculo entre ello e inconsciente, razón por la
cual el reemplazo del inconsciente por el ello no elimina la especificidad del primero. En efecto,
aunque el concepto de ello sustituyó al de inconsciente en la descripción de la segunda tópica, no
por eso el concepto de inconsciente pierde importancia estructural. Al contrario, estas
matizaciones culminarán con mejores precisiones en cuanto a la especificidad del inconsciente.
Prueba de ello es la porción inconsciente del yo y del superyó. Tal y como señalan Laplanche y
Pontalis (1967), si bien el ello englobará los mismos contenidos del sistema inconsciente, el
conjunto del psiquismo inconsciente será parte integrante de otras instancias. En J. Laplanche y
J.-B. Pontalis (1967), voz: AEllo@. Para Laplanche (1981: 157) este reemplazo ocurrió en función
de los límites de la hipótesis sobre el inconsciente en lo que se refiere a su posición en el
conflicto psíquico ya que no puede ser caracterizado como uno de sus polos, y por los contenidos
inconscientes, expresión psíquica de las pulsiones. Green (1973: 257), a su vez, considera que el
cambio del inconsciente por el ello ocurrió en función de la introducción del concepto de
Acompulsión de repetición@ concebido como hecho característico de toda pulsión. El inconsciente
si bien era concebido como el lugar de las representaciones reprimidas bajo la legalidad del
proceso primario y conocido por medio de las llamadas formaciones del inconsciente (síntomas,
sueños, actos fallidos), no tenía el poder de alcance sino para esclarecer el origen y la estructura
de sus formaciones mismas sin ninguna Amodificación práctica@. Este sería el Alímite@ de su
poder interpretativo explicitado, según este autor, a partir del análisis de los casos de reacción
terapéutica negativa. Dice Green (1973:257): ADicho de otra manera, no es tanto que el
inconsciente se revelase a la experiencia más opaco o menos inteligible que antes, es que la
inteligibilidad a la cual daba pie, por su forma inversa en la interpretación, tropezaba con una
fuerza oscura que tendía a deshacer lo que el trabajo conjugado del analizando y del analista
había realizado.@ Refiriéndose al rasgo que separa el inconsciente del ello y planteando, a la vez,
una línea evolutiva para designar una mutación estructural en el aparato psíquico que uniría
estos dos conceptos, Green (1973: 260) subraya: ALa mayor diferencia entre el concepto de
inconsciente y el concepto de Ello reside en el hecho de que, a nivel del primero, las pulsiones
de destrucción no tienen ningún lugar, mientras que a nivel del segundo, no solamente su lugar
está determinado, sino que su papel es considerado como dominante.@
354
Será en estos años cuando el complejo de Edipo alcanzará definitivamente su
447
vínculo parental, basada en alojar normas e ideales. En El yo y el ello (1923b:
30) Freud concibe el superyó y el Aideal del yo@ (Ichideal) como sinónimos.
como un núcleo o función del superyó al que el yo toma como referencia para
una diferenciación en el seno del yo que se nutre del ello desde el punto de
advertencia: A>Así (como el padre) debes ser=, sino que comprende también la
El superyó es más afín a los designios del ello ya que está más distanciado de
de Edipo.356
355
Para Freud el superyó no es sólo un representante del ello, sino también de la realidad
en la medida en que la instancia parental que le representa encuentra objetos en la realidad, a
saber, los padres. De modo que el superyó no sólo es el heredero del complejo de Edipo,
también es representante del mundo exterior y constituye el prototipo de aspiraciones del yo. En
S. Freud (1924c: 173).
356
En la 310 de las Conferencias de introducción al psicoanálisis (1933a [1932]),
Freud postula la existencia de un superyó inconsciente, que así como el yo inconsciente, es
responsable por la represión o Alo hace por encargo suyo el yo que le obedece. Entonces, si se da
el caso de que en el análisis al paciente no le deviene consciente la resistencia, ello significa o
bien que el superyó y el yo no pueden trabajar de manera inconsciente en situaciones
importantísimas, o bien - lo cual sería aún más sustantivo- que sectores de ambos, del yo y del
superyó mismos, son inconscientes@. En S. Freud (1933a [1932]: 64).
Conviene tener en cuenta que, en la Ageografía@ del psiquismo propia de la segunda
tópica, las fronteras entre los sistemas no están tajantemente delimitadas. En S. Freud (1933a
[1932]: 74). Incluso, como ha señalado H. Bleichmar (1986: 136-137), podría hablarse de un
449
358
Escisión que dará lugar a dos mecanismos estructurantes: la Arepresión@ (secundaria)
y la Adesmentida@, así como la apertura a las identificaciones secundarias. Esta concepción remite
al tema del Adoble@, planteado por Freud en ALo ominoso@ (1919h): AEn efecto, el doble fue en su
origen una seguridad contra el sepultamiento del yo, una >enérgica desmentida {Dementierung}
del poder de la muerte [la angustia de castración]= (O. Rank), y es probable que el alma >inmortal=
fuera el primer doble del cuerpo.@ En S. Freud (1919h 235; las llaves son de Etcheverry). El yo
desmiente el temor a la aniquilación creando un doble protector calcado en el narcisismo
parental. Doble protector que, con la constitución de un yo que, a su vez, busca acceder a su
deseo y no al deseo representado por el narcisismo parental, se transformará en embajador de la
muerte. Se desmiente el origen del deseo, concibiéndolo como propio cuando proviene de la
instancia parental. En ese sentido, lo ominoso será la manifestación de algo familiar pero dado
que está destinado a permanecer oculto por obra de la represión, se transforma en algo extraño.
Para un desarrollo del tema, véase N. C. Marucco (1980: 233-246).
359
A partir de este orden de consideraciones se perfilará un muy significativo problema,
a saber, si las instancias ideales (ideal del yo y superyó) están del lado de la represión primordial
o de la represión propiamente dicha (véase IV. 2.2.).
451
Ocurre, sin embargo, que esta versión antropomórfica del aparato psíquico y
sobre los orígenes del aparato psíquico y de los orígenes del yo dentro de una
aparato psíquico.
pulsiones. Puesto que la segunda tópica revela que Eros y pulsión de muerte
tópica está caracterizada por ser una Aestructura abierta@ tanto a los
Aexterior@a la estructura.
360
Se debe entender el término Anecesidades pulsionales@ como la acción de las
pulsiones para cancelar la fuente del estímulo.
454
Desde luego, hay que tener en cuenta que la reflexión freudiana sobre la
361
Green (1973: 276) sitúa el deseo del lado del inconsciente y la pulsión del lado del
ello. En el primer caso, porque el inconsciente es el lugar tanto de las representaciones
reprimidas como de los procesos simbólicos. En el segundo caso, en virtud de que el ello es el
reservorio de energía con una modalidad particular de organización.
455
(complejo de Edipo y complejo de castración). No sin mencionar que los
afectivos y del deseo. Más aún, es posible sostener que la pulsión no pierde su
que sea, dicha teorización sobre el ello, que en última instancia refleja el
límite?
los contenidos reprimidos que intentan irrumpir en esta instancia (véase II.4.1.
y II.4.3.).362
362
En efecto, tal y como se mencionó antes, por tratarse de una estructura abierta, no son
claros los límites entre el yo y el ello, incluso en lo que se refiere a lo reprimido. Sin embargo, no
se trataría de la represión primordial sino de la represión secundaria. Por otra parte, este influjo
biologizante en el pensamiento freudiano revela, continúa Laplanche (1981: 189), que en un
primer momento la introducción del ello subraya la dimensión biológica que existe en lo
pulsional. Es también una opción en cuanto al problema de los orígenes, un modo de hacer
hincapié respecto al territorio extranjero que habita en el sujeto y una manera de dilucidar el
conflicto en el momento de emergencia de las instancias ideales (yo ideal, ideal del yo y
superyó).
456
Green (1973: 272) parte de las características de la pulsión y su estrecho
muerte psíquica. Con lo cual, no se trata de una descarga anárquica, sino que
b.) Respecto al yo. El yo, a su vez, se opondrá tanto a los influjos del ello y
del superyó, del mismo modo que a la dimensión pulsional que habita en él; la
más allá del placer o del displacer, será el modo de funcionamiento tanto de
esta porción inconsciente del yo como de las demás instancias que componen
363
A partir de este orden de consideraciones Green (1973: 272) introduce una
Ateorización metafórica de inspiración estructural@, en que las estructuras no son sólo abiertas,
sino que mantienen una relación de conjunción de disyunción. Helas aquí:
Orden de estructura del soma: simbólico; orden de estructura de las pulsiones: simbólico
primario; orden de estructura del yo: simbólico secundario.
458
establece una tajante oposición respecto a la dimensión pulsional, 364 tiene, a
costa de su supervivencia psíquica y por Ael amor del yo@, que asegurar un
tanto a la realidad transmitida por la cultura como al ello.365 366 Dicho en otros
364
Lo cual, refleja la hipótesis de Anna Freud (1961: 68) acerca de la animosidad básica
entre yo y pulsión.
365
Por eso, más allá de buscar el origen del superyó en la Afilogénesis de la familia
humana@, cabría de dilucidar su estatuto polimorfo.
366
Ahora bien, la realidad a la que el superyó representa, a pesar de corresponder al
vínculo con los padres, no es necesariamente el fidedigno acogimiento de normas transmitidas
por éstos. Tanto es así que es posible el desarrollo de un superyó severo aunque la educación
haya sido apacible.
367
Green (1990: 22) lo define como Aun complejo de representaciones preconscientes e
inconscientes y de afectos conscientes e inconscientes, ligados entre sí, de tal forma que, cuando
uno entre ellos se encuentra activado en el mundo externo o interno, los demás también lo son
por contigüidad e inferencia y convocan el desencadenamiento de señales notificando el peligro,
para impedir su desarrollo (angustia o aumento de resistencias).@ Expresión de complejo son las
teorías sexuales infantiles que se perfilan a modo de preguntas sexuales acerca del origen y de la
diferencia entre los sexos en la fase fálica del desarrollo de la libido - momento del desarrollo
caracterizado por el reconocimiento de un único órgano sexual, el masculino-, resultado del
comercio sexual con los padres. El complejo de castración se configura en la Apercepción de la
realidad@ y el consecuente reconocimiento o desmentida de la misma, en especial, de la madre
459
identificaciones.
como figura castrada y del padre como el castrador, problemática que remite a la escena
primaria. He aquí sus componentes: 1. La fantasía de castración, que consiste en la respuesta
acerca del origen y de la diferencia entre los sexos. Se centran diversos símbolos, conectados, a
su vez, con la representación del pene asociado a la imagen del yo. 2. La amenaza de castración,
proferida por el padre, que será resignificada tras el reconocimiento de la diferencia entre los
sexos y que repercutirá como una herida narcisística para la integridad yoica. 3. La angustia de
castración, como el efecto traumático de la amenaza de castración, en la que el factor pérdida es
fundamental y en la que el yo pondrá en acción mecanismos de defensa (represión, negación,
escisión) para su eliminación. Como efecto de esta angustia de castración, puede establecerse
estructuras patológicas como la homosexualidad o el fetichismo, del mismo modo que la envidia
del pene, el tabú de la virginidad o el sentimiento de inferioridad. Como más adelante se
especificará en el desarrollo del complejo de castración en el niño y en la niña, conviene
subrayar que su atravesamiento se caracteriza por la renuncia del deseo incestuoso y parricida
hacia los padres. En J. Laplanche y J.-B. Pontalis (1967); voz: AComplejo de castración@.
460
mantendrá una relación conflictiva tanto con esta instancia como con el
superyó. Así, pues, se arroja una nueva luz sobre la noción de conflicto al
pero, a la par, débil. Fuerte por su conexión con la percepción, por el acceso a
serie de funciones que le permite dar una cierta coherencia a los procesos
realidad exterior, la libido del ello y la severidad del superyó (1923b: 56).
poder que parte de estas tres instancias: lo que está en juego es el mayor
dominio que una puede ejercer sobre la otra, cuyo objetivo último es la
peligroso conduce a tres tipos de angustia, la del yo, la del ello y la del
superyó.
desarrollado inicialmente en Más allá del principio del placer (1920g)370 para,
una vez más, destacar que la conciencia se sitúa en la superficie del aparato
368
Teniendo en cuenta que, en el capítulo II (véase II.3.) se trató de esbozar, a partir del
análisis del texto sobre el narcisismo, un cuarto vector, la constitución del yo
como representación.
369
Asimismo, para un análisis sobre el concepto de yo en la obra de Freud, véase C.
Schalayeff (1995: 559-580); C. L. Borensztein y L. V. Greif (1987: 633-642); C. O. Pérez (1986:
103-126); y N. C. Marucco (1980: 233-246).
370
Texto en el que Freud plantea la estructuración del yo dentro de un modelo anátomo-
fisiológico de la corteza cerebral: el origen de la conciencia con su barrera antiestímulo ocupará
espacialmente la superficie del aparato psíquico como sede de las percepciones sensoriales y de
los estímulos provenientes del interior del organismo.
463
acerca a estos mismos planteamientos utilizando como recurso las funciones
del yo, entre las cuales destaca la conciencia y la motilidad. Dado que la
modo que Asólo puede devenir consciente lo que ya una vez fue percepción
(Individuum) es
464
cuerpo. Anzieu (1987: 94) recuerda que uno de los fundamentos del
371
Como señala Anzieu (1987: 93), el yo es considerado aquí como el que envuelve
todo, es decir, como una Aenvoltura psíquica@ en la que no le corresponde un papel de
receptáculo de informaciones, sino que las recoge y las transmite en su contacto con el mundo
exterior, funcionando como un plano que delimita el mundo psíquico del sujeto respecto al
mundo psíquico del otro. El yo-piel desborda cuando esta envoltura psíquica no envuelve del
todo y producirá déficits en las funciones envolventes, limitantes y continuantes que se perfilan
en los estados fronterizos en las enfermedades psicosomáticas en las psicosis. Asimismo, para
una panorámica sobre concepto de yo-piel en el marco de la clínica de la transferencia y de la
contratransferencia, véase R. Jarast (93-102).
372
Anzieu recuerda que uno de los fundamentos del psicoanálisis consiste en que todo lo
que es psíquico se desarrolla por referencia a lo corporal, de modo que el yo deriva de lo
corporal, Ala envoltura psíquica deriva, por apuntalamiento, de la envoltura corporal@. En D.
Anzieu (1987: 94). Partiendo de este orden de consideraciones es que Anzieu introduce una
nueva zona erógena al establecer la hipótesis sobre el Ayo-piel@, es decir, de un yo-corporal con
465
una superficie@, evocan a la idea de un yo que, bien sea dominando las demás
en su relación con los objetos. Se volverá sobre esta cuestión más adelante.
Ahora, se hace necesario averiguar las vías de pasaje entre este Ayo superficie@
y este Ayo-cuerpo@.
En esta misma línea, Laplanche (1993a: 13) plantea dos rutas de derivación
organismo por las funciones específicas que cumple: un yo que percibe, que
recuerda, que actúa en el mundo, pero que es también determinado por los
sujeto articula sus vivencias, su relación con su historia, con sus proyectos,
(véase II.4.3.), presentan una base etimológica distinta. Ahora bien, decir que
relación con los objetos sufre los mismos procesos del trabajo del sueño, a
negación@ (1925h).
468
Así, según Freud, es a partir de la percepción de las sensaciones corporales
acto por el que se ejerce una función o como resultado de una operación (el
contenido).374 375
373
La comunicación entre el niño y el adulto da lugar a una serie de fenómenos
estructurantes que se puede considerar Aprevios@ a la constitución del yo, tales como la memoria,
la percepción, el pensamiento, etc., que, a su vez, culminarán con la vivencia de satisfacción, la
satisfacción alucinatoria del deseo, el advenimiento de la actividad fantasmática, la modificación
del principio de placer por el principio de realidad y del proceso primario por el proceso
secundario. Para una panorámica acerca del establecimiento de estos fenómenos estructurantes,
véase E. S. Fainblun y J. L. Valls (1982: 1029-1034), V. M. Andrade (1988: 251-273) y C.
Roitman (1996: 867-883).
374
Como señalan Botella y Botella (1995: 129), la noción de percepción no está
clarificada en el pensamiento freudiano. Estos autores atribuyen este Adescuido@, por parte de
Freud, a la primacía que el concepto de representación adquiere en su obra. Asimismo, para un
análisis del tema en cuestión, véase C. y S. Botella (1995: 129-149).
375
Partiendo del supuesto según el cual la percepción está indisolublemente ligada a las
relaciones de objeto, los autores que representan la línea de pensamiento introducida por Klein
469
cosa, representación-palabra).
plantean que es a partir de las primeras percepciones y de las operaciones que la constituyen que
se va formando un mundo interno en continuo interjuego con el mundo externo, sea en la
apertura hacia lo placentero (introyección), sea en el rechazo hacia lo displacentero (proyección),
correlativos con la formación del yo. Asimismo, véase P. Heimann (1952: 118-119). Ocurre, sin
embargo, que la hipótesis desde los comienzos de la vida de un yo temprano anudado a la
prioridad del factor empírico dada por esta escuela, termina por obnubilar la idea según la cual
sólo existe relación del yo con los objetos y aún más, que el objeto sólo se constituirá en cuanto
tal, cuando el yo se establece como objeto de representación.
Concibiendo también el origen temprano del yo, Hartmann (1950: 114), al considerar
la percepción como una de las funciones autónomas del yo, prioriza los aspectos adaptativos en
detrimento de la sexualidad, hasta el punto que el conflicto psíquico es pensado en términos de
una contaminación de la sexualidad en la esfera libre de conflicto del yo, influyendo e incluso
obstaculizando la función de percepción y convirtiéndola en la expresión de esfuerzos oral-
libidinales u oral-agresivos. Es decir, no sólo subraya el plano de la autoconservación en
detrimento del plano de la sexualidad, sino también se afianza en una concepción naturalista,
presente en los comienzos del pensamiento freudiano según la cual todo lo que es Abueno@ estaría
relacionado con la supervivencia del individuo y todo lo que es Amalo@ relacionado con la
destrucción.
470
la noción de percepción a partir de su relación con las representaciones en
Refiriéndose a la función del juicio, Freud menciona que uno de sus recursos
Corresponde a uno de los momentos organizadores del yo, definido como Ayo
376
Freud extrae su hipótesis del mecanismo de la negación a partir de la clínica. El
siguiente ejemplo sirve de prototipo de las situaciones en las que el yo recurre a esta función.
Dice el paciente: A> Usted pregunta quién puede ser la persona del sueño. Mi madre no es=.@ Pero
al mismo tiempo permite el reconocimiento -aunque sea negándolo- de lo reprimido y libera al
yo de sus restricciones. De modo que Freud rectifica: AEntonces es su madre.@ Traduciendo e
invirtiendo el discurso manifiesto del paciente es como si éste dijera: ACon respecto a esa persona
se me ocurrió, es cierto, que era mi madre; pero no tengo ninguna gana de considerar esa
ocurrencia=.@ En S. Freud (1925h: 253).
471
(bueno-malo; placer-displacer) y no reconoce el mundo exterior.377 El paso
existencia@.
no se trata de si algo percibido (una cosa del mundo) debe ser acogido
o no en el interior del yo, sino de si algo presente como representación
dentro del yo puede ser reencontrado también en la percepción
(realidad; 1925h: 255).
satisfacción de la pulsión.379
377
Supone también una supuesta autosuficiencia de las pulsiones, pero revela que tanto
su instauración como su nutrición ocurre en función del narcisismo parental.
378
Dice Freud (1925h): Ael pensar posee la capacidad de volver a hacer presente,
reproduciéndolo en la representación, algo que una vez fue percibido, para lo cual no hace falta
que el objeto siga estando ahí fuera.@ En S. Freud (1925h: 255).
379
En este momento del desarrollo yoico, el niño necesita confirmar que las cosas del
mundo existen. Pero no se trata de confirmar la realidad material del objeto sino de
reencontrarlo. AAhora bien, discernimos una condición para que se instituya el examen de
realidad: tienen que haberse perdido objetos que antaño procuraron una satisfacción objetiva
{real}.@ En S. Freud (1925h: 256; las llaves son de Etcheverry). En la medida en que el objeto
perdido es el objeto idealizado implantado por el narcisismo parental, lo que se añora es
472
afirmación son recursos intelectuales con los que el Ayo realidad definitivo@
juzgar es la acción intelectual que elige la acción motriz, que pone fin a la
reencontrar el momento -en realidad, nunca sido- en que todas las demandas eran colmadas a
partir de un ilusorio estado de totalidad y de omnipotencia entre sujeto y objeto. Paraíso antaño
abandonado debido al ingreso del sujeto en el mundo del lenguaje, de la ley, de la cultura.
473
actuar.@380
solamente el placer invade al yo; el dolor será entonces lo que el yo pugna por
aplacar.
380
Concibe entonces el sujeto como un ser que recurre a la palabra en un intento de
recuperar el objeto perdido y, con ello, un modo de satisfacción narcisista; palabra misma que
con su poder fue la causa que hizo al sujeto renunciar a este objeto para integrarlo en su mundo.
Palabra plagada de deseo ya que éste es también un nivel de realidad y participa de todo acto
perceptivo. Como señala Ody (1985: 899), la cosa sexual no será exclusivamente sensación y
pasa a representarse, a figurarse.
474
producirá la unión del psiquismo del niño con el del adulto y culminará con el
Muchos son los autores que han investigado el papel que la madre
inconsciente de la madre.381
381
Winnicott (1971: 25) introduce el concepto de Amadre suficientemente buena@ y de
475
De modo que más allá de una mera relación de interacción entre madre y
niño, puesto que, como bien advierte Winnicott (1971: 27) no existe, en lo
Amadre no suficientemente buena@, es decir, una persona capaz de efectuar la Aadaptación@ del
niño; si bien en el inicio se perfila como activa en el sentido de suplir las necesidades del niño, su
actividad tenderá a disminuir en la medida en que el niño pueda tolerar la frustración. Se
establece una zona de ilusión entre ambos protagonistas que varía de acuerdo con la adaptación
de la madre a las necesidades del hijo. Bion (1967: 158), a su vez, subraya la capacidad de
Aensueño@ de la madre, es decir, de la capacidad de ésta para entrar en resonancia con los
sentimientos que el niño desea liberar, dada por lo que este autor nombra de Afunción alfa@. La
función alfa consiste en un proceso que convierte los datos sensoriales, evacuados en la madre,
en elementos elaborados, los Aelementos alfa@, es decir, contenidos mentales dotados de
significado, material necesario para el pensamiento de los sueños (capacidad de despertarse y
dormirse, de estar consciente o inconsciente). El estado de prematuración psicofisiológica del
niño no le permite elaborar los sentimientos asociados a los datos de los sentidos, por eso,
necesita evacuarlos en la madre. Depende de la madre aceptar o no la proyección del niño, y
devolver estos sentimientos (transformarlos en Aelementos alfa@) de modo que le sea más
tolerable. Si eso no ocurre, prepondera lo no elaborable, los llamados Aelementos beta@. En este
caso, lo que es reintroyectado por la ausencia de resonancia entre madre y niño es un Aterror sin
nombre@. Sin encontrar en la madre la posibilidad de evacuar los sentimientos, el niño pasará a
evacuarlos en el cuerpo propio, movimiento que produce, en última instancia, graves
476
niño embebida de sus fantasías. Dicho en otros términos, a la vez que le
percibida por el hijo como un objeto sexual que implantará una sexualidad
Como señala Laplanche (1993a: 9), el adulto (que puede ser la madre, el
anónimo, sino que estará siempre dominado por una fantasía, sea oral, anal o
madre.
382
Este concepto de Ametábola@, de Laplanche, coincide con el concepto de
Ametabolización@, introducido por Castoriadis-Aulagnier (1975: 23-24) que reubica la actividad
de representación como el equivalente psíquico del trabajo de metabolización característico de la
actividad orgánica. El trabajo de metabolización se constituye por tres modos de funcionamiento:
originario, primario y secundario. Se define por la función mediante la cual un elemento
heterogéneo es rechazado o transformado en un material homogéneo, es decir, en una
información pasible de ser asimilada por la estructura. Las representaciones originadas de este
trabajo son, respectivamente, la representación pictográfica, la representación fantaseada y la
representación ideica. Asimismo, para una panorámica del pensamiento de Castoriadis-
Aulagnier, véase M. C. R. Hornstein (1987: 475-490).
479
el entorno suscita
383
Castoriadis-Aulagnier emplea el término Aviolencia de la interpretación@ para
designar el proceso que dará lugar a la humanización del niño a través de la violencia que ejerce
el discurso de la madre. Discurso materno que ofrece al niño una realidad ya investida por su
libido, dotado de un elemento de violencia necesario pero que puede convertirse en exceso
cuando predomina el deseo de la madre de permanecer ante el niño en la posición de sujeto
omnipotente. Este deseo de no cambiar o como dice la autora, Adeseo de preservar el status quo
de esta primera relación o, si se prefiere, deseo de preservar aquello que durante una fase de la
existencia (y sólo durante una fase) es legítimo y necesario@, puede perfilarse como abuso de esta
violencia. Los efectos más devastadores de este deseo de no cambio serían la imposibilidad del
niño en desarrollar una zona autónoma de la actividad del pensar independiente de la madre. ASe
comprueba cuán frágil es el intervalo que, en esta fase, separa lo necesario del abuso, lo
480
IV.2.2. El yo como efecto y como propulsor de las mismas
identificaciones.
yo (1921c).
la puesta en primer plano del complejo de Edipo. Pero, el análisis detenido del
con éste, bien sea por una pérdida real, bien sea por un ultraje, bien sea por
384
Término introducido por Sandor Ferenczi (1873-1933), psicoanalista húngaro que
mantuvo una estrecha relación amistosa e intelectual con Freud. En una línea de razonamiento
que hace hincapié en la relación entre introyección y transferencia, expone los vínculos entre
proyección e introyección, mecanismos característicos no sólo de la paranoia y de la neurosis,
respectivamente, sino también de todo funcionamiento psíquico normal. En S. Ferenczi (1909:
110-111). Ferenczi (1912: 217) define la introyección como Ala extensión del interés de origen
autoerótico al mundo exterior, mediante la introducción de los objetos exteriores en la esfera del
yo@. Objetos exteriores amados que se fusionan con el yo, lo que hace a este autor subrayar que
el Amecanismo dinámico de todo amor objetal y de toda transferencia sobre un objeto es una
extensión del yo, una introyección@. En S. Ferenczi (1912: 218). Véase también S. Ferenczi
(1913: 63-79). En los años posteriores planteará un tercer estadio en que ambos mecanismos
mantienen entre sí una relación dialéctica. En S. Ferenczi (1926: 463). Siguiendo las huellas de
Ferenczi y las de Freud acerca de los desarrollos sobre la melancolía y de la relación entre
482
identificación, denominada Aidentificación narcisista@ sería la sustituta de una
La sombra del objeto cayó sobre el yo, quien, en lo sucesivo, pudo ser
juzgado por una instancia particular como un objeto, como el objeto
abandonado. De esa manera, la pérdida del objeto hubo de mudarse en
una pérdida del yo, y el conflicto entre el yo y la persona amada en una
bipartición entre el yo crítico y el alterado por identificación (1917e
[1915]: 246-247).
identificación y libido oral, Abraham (1924: 338) plantea la pérdida del objeto como un proceso
anal y la introyección del mismo como un proceso oral, ubicando, así, la introyección como uno
de los procesos que caracteriza el desarrollo de la libido. Pero será Melanie Klein quien otorgará
a la introyección un lugar destacado en la teoría psicoanalítica, aunque no totalmente reconocido
por todos los psicoanalistas. No sólo amplía las reflexiones de Freud y de Abraham al afirmar
que el duelo por la pérdida del objeto es parte integrante del desarrollo normal del individuo,
sino que también plantea la introyección como un mecanismo de defensa típico de la posición
depresiva que sustituye la proyección de la fase esquizoparanoide. Permite al yo temprano
establecer relaciones con los objetos internos, creando así un mundo de fantasía compuesto tanto
de objetos buenos como de objetos malos, ya que la proyección de lo que el yo considera malo
no es completa, es decir, siempre habrá unos perseguidores internos de los que el yo debe
defenderse. Por otra parte, en lo sucesivo se observará el empleo de tres términos,
Aidentificación@, Aintroyección@ e Aincorporación@, que aunque sean similares, expresan
realidades distintas. La introyección es un proceso psíquico estrechamente vinculado con la
identificación dado que constituye el paso que dará lugar a su advenimiento. Pero se diferencia
de ésta en la medida en que la identificación produce una alteración en el yo. Constituye el
prototipo corporal de la incorporación-introyección de una relación de objeto. A su vez, la
incorporación es el proceso psíquico, que desde el punto de vista fantasmático, responde sobre la
apropiación de partes del objeto para controlarlo y convertirlo en parte de uno mismo, para
destruirlo o para vengarse de sus ataques, modo de relación característico de la fase oral. La
incorporación, aunque no de modo exclusivo, corresponde a fantasías canibalísticas, y las
identificaciones primitivas suelen ser experimentadas como incorporación del objeto. En J.
483
ambas relacionadas con el mecanismo de formación de síntoma. Pero, si en la
histérica.
investidura de objeto, buscar fusionarse con el otro, así como atacar con odio
una parte del yo, precisamente la que fue reemplazada por el objeto.385
concebida como parte del desarrollo del yo. También utiliza la identificación
Define la identificación como Ala forma más originaria de ligazón afectiva con
quiere ser como el padre y, en una actitud masculina, lo toma por ideal, por
Vinci (1910c).
identificación@(1921c: 100).
386
Ya en La interpretación de los sueños (1900a [1899]: 168), Freud había mencionado
que los histéricos expresan en sus síntomas las vivencias de una serie de personas,
identificándose con el drama de cada una de ellas, aun teniendo en cuenta que la identificación
por contagio no explica totalmente la identificación histérica.
486
Define al yo del melancólico como un yo dividido, alterado por la
ésta como Auna multitud de individuos que han puesto un objeto, uno y el
por una idea (la iglesia), cada una con dos tipos de vínculo: el que une a los
individuos entre sí y el que los une con la figura del conductor (1921c: 95).
pulsión sexual (1921c: 98). Lo cual, perfila una relación de comunidad entre
por el ideal del yo o, como dice Freud: AEl objeto se ha puesto en el lugar del
ideal del yo; de ahí la falta de la función crítica. Pero la entrega total del
de integrantes es reducido.
destinos al objeto introyectado: del lado del yo o del lado del ideal del yo. Es
reinvestido.387
387
Dentro de este orden de consideraciones, un autor como Widlöcher (1985) opina que
la pérdida del objeto no explica la identificación narcisista; lo que caracteriza a esta modalidad
de identificación sería la Aregresión a una forma primaria de relación con el
objeto caracterizada por el deseo de ser uno con el objeto.@ En D. Widlöcher (1985: 74).
489
configuración del yo en relación con el concepto de Aidentificación narcisista@
identificación.
388
Con lo cual, señala el importante cambio teórico respecto a la posición del yo. El ello
será Ael gran reservorio de libido@ (das grosse Reservior der Libido), y el yo se apoderará de las
investiduras de objeto del ello abandonadas. Freud considera que este proceso da origen al
narcisismo secundario. APor lo tanto, el narcisismo del yo es un narcisismo secundario, sustraído
de los objetos.@ En S. Freud (1923b: 47).
Sin embargo, en Esquema del psicoanálisis (1940a [1938]) Freud vuelve a mantener
el planteamiento según el cual el yo es el reservorio de libido ya que todavía no están
diferenciadas las instancias: AEs difícil enunciar algo sobre el comportamiento de la libido dentro
del ello y dentro del superyó. Todo cuanto sabemos acerca de esto se refiere al yo, en el cual se
almacena inicialmente todo el monto disponible de libido. Llamamos narcisismo primario
absoluto a ese estado. Dura hasta que el yo empieza a investir con libido las representaciones de
objetos, a transponer libido narcisista en libido de objeto. Durante toda la vida, el yo sigue siendo
el gran reservorio desde el cual investiduras libidinales son enviadas a los objetos y del interior
del cual se las vuelve a retirar, tal como un cuerpo protoplasmático procede con sus seudópodos.@
En S. Freud (1940a [1938]: 148). Mantendrá, por lo tanto, el punto de vista expresado en
AIntroducción del narcisismo@. Véase S. Freud (1914c: 73). Sobre este propósito, un autor como
Laplanche (1970: 102) considera que esta oscilación de las posiciones de Freud acerca del
origen de las investiduras de objeto es derivada de la ambigüedad misma del yo que aparece
como fuente (aprovisionador) y depósito (como un tanque de almacenamiento) de libido.
Aunque no sea el sujeto del deseo, ni el lugar en el que la pulsión se origina, lugar atribuido al
490
Es decir, el yo se apodera de las investiduras del ello abandonadas,
adquirir un cierto control sobre esta instancia. Al asumir las características del
del yo@, mientras que en el proceso que se está discutiendo se trata del
movimiento que dará lugar a la instancia yoica. Por eso, Freud caracteriza el
ello, puede especularmente pretenderse como tal: a la vez que es una organización coherente de
procesos mentales que recibe continuamente el influjo del ello.
389
Sobre este propósito Green (1993: 305-306) establece la distinción entre sublimación
y desexualización: mientras la primera sería la Asustracción de las propiedades@ de lo sexual, un
491
metas sexuales que -garantiza al yo un determinado monto de energía para
actuar tanto sobre el ello como sobre el mundo exterior- (1923b: 32). En
que la libido -proveniente del ello- sigue tutelando este proceso, con la
propio, una actitud sádica del sujeto representada por la instancia superyoica
para explicar el proceso de constitución del yo a partir del modelo que ofrece
desvío de meta, que incluso puede plasmarse como inhibición, la desexualización altera lo sexual
en su naturaleza misma. Pero en ambos casos está presente la relación con los ideales. No sólo lo
sublimado está vinculado con el objeto ideal, sino que también la desexualización está insertada
en una serie de equivalencias entre los términos Adesmaterialización@ e Aidealización@.
Asimismo, para una reflexión distinta de la planteada por Green sobre la sublimación, muestra de
la complejidad de este concepto y de la polémica que se tejió alrededor de él, sobre todo en lo
492
la elaboración del duelo melancólico, conviene insistir en la diferencia de
de objeto.390
que se refiere a sus vínculos con las pulsiones de vida y con la pulsión de muerte, véase J. F.
Oliveira (1996: 941-947).
390
Si toda identificación es expresión del movimiento de la pulsión, la Aidentificación
narcisista@ responde a una exigencia pulsional narcisista, al amor narcisista. Expresa también uno
de los avatares de la elección de objeto, la elección narcisista, en contraposición a la elección de
objeto por apuntalamiento. Mientras esta última busca la complementariedad con el objeto
sexual, la primera (la identificación narcisista) busca una suerte de fusión con el objeto, amando
Aa. A lo que uno mismo es (a sí mismo), b. A lo que uno mismo querría ser, c. A la persona que
fue una parte del sí-mismo propio.@ En S. Freud (1914c: 87). A diferencia de la elección de
objeto por apuntalamiento que no necesariamente implica una identificación.
493
busca defenderse de ellas mediante el proceso de la represión (1923b:
31).
represión y la identificación.
respecto al padre se intensifica: éste asume el puesto de rival del niño respecto
del vínculo tierno hacia la madre, lo que reafirma la masculinidad del niño; la
391
Conviene señalar que, ahora y en lo sucesivo, se mencionarán algunos de los trabajos
de Freud, a partir de los años veinte, sobre el desarrollo de la sexualidad tanto en el hombre
como en la mujer. Trabajos sumamente significativos ya que intentan poner en primer plano el
complejo de Edipo así como los derivados conceptuales que emergen de esta conflictiva, tales
495
femenina@ (1931b: 228): a diferencia del niño, la niña efectuará dos elecciones
de objeto, con la madre, tal y como sucede con el niño, y tras ésta con el
conflictiva
393
En ASobre la sexualidad femenina@ (1931b) Freud menciona que la bisexualidad se
destaca más en el caso de la niña que en el niño, ya que ésta posee dos órganos rectores, el
clítoris y la vagina que corresponden a las dos fases de desarrollo de la sexualidad femenina.
Véase S. Freud (1931b: 229-230). Sobre esta cuestión, E. D. Bleichmar (1997: 207) comenta:
AControvertido argumento que, lejos de ser invocado como principio que podría apoyar
la feminidad primaria de la niña como componente de esta supuesta bisexualidad, es utilizado de
forma totalmente contraria, para sostener su tesis sobre la masculinidad del clítoris y de los
deseos >activos= hacia la madre, es decir, lo primario en ella sería la masculinidad.@ Para más
adelante advertir: AEl criterio clínico de Freud lo inclinaba a sostener un alto coeficiente de
masculinidad en la mente de una mujer; no se equivocaba en esto, fallaba en situar el
fundamento de esta masculinidad en su cuerpo, en su clítoris y no hacerlo en sus deseos de
igualdad humana y -no sexual- con el hombre.@ En E. D. Bleichmar (1997: 208).
498
Otras precisiones sobre los conceptos de identificación primaria y
secundaria.
introducir la génesis del Aideal del yo@ menciona que tras este se encuentra la
identificación primera , y de mayor valencia [denn hinter ihm verbirgt sich die
394
Ahora bien, el hecho de que Freud utilice el término Aidentificación primera@ (erste
Identifizierung) no implica necesariamente que esté refiriéndose a la Aidentificación primaria@
(primäre Identifizierung) propiamente dicha. Esta conjetura se confirma en los párrafos
siguientes: si bien la caracteriza como Adirecta@, Ainmediata@ y anterior a la investidura de objeto,
luego, enseguida, parece no excluir a la elección de objeto misma como el corolario de esta
identificación primera, que configuraría y reforzaría la identificación primaria como resultado de
todo este proceso. Es precisamente el interrogante acerca de la ubicación de investidura de objeto
respecto a la identificación primaria, es decir, si se procesa antes o después de ésta, que ha
convertido la identificación primaria en un concepto polémico en pensamiento psicoanalítico.
499
Quizá sería más prudente decir >con los progenitores= pues padre y
madre no se valoran como diferentes antes de tener noticia cierta sobre
la diferencia de los sexos, la falta de pene. En la historia de una joven
que tuve hace poco oportunidad de saber que, tras notar su propia falta
de pene, no había desposeído de este órgano a todas las mujeres, sino
sólo a las que juzgaba de inferior valor. En su opinión, su madre lo
había conservado. En aras de una mayor simplicidad expositiva, sólo
trataré la identificación con el padre (1923b: 33, n. 9).
de la diferencia entre los sexos. Pero, tampoco se puede decir que existe la
395
Widlöcher (1985: 76), a su vez, menciona la constancia por parte de Freud en tomar
como ejemplo al niño y se interroga si en el caso de la niña la imagen compuesta estaría menos
impregnada de la imagen paterna.
500
396
Debido a la ambigüedad que supone identificarse con un objeto en el momento
anterior a la elección de objeto propiamente dicha, es decir, en una etapa del desarrollo de la
libido en que yo y objeto no están diferenciados.
397
Dice este autor: AEl deseo de identificación es primario [como deseo de identificarse
con el objeto respecto al deseo de entrar en contacto con él] en el sentido de que no deriva de las
pulsiones participantes en la relación de objeto [sino de pulsiones que no han se sometido al
trabajo de metabolización]. Es quizá lo que justifica su existencia como una entidad de pleno
derecho, incluso si tenemos que reconocer que este deseo primario se ejerce en formas que son
mucho más complejas y variadas de lo que se podría prever al principio. Es también lo que
justifica que, junto a un estudio estructural de los efectos de las identificaciones, haya que
preservar un lugar igualmente importante a lo que podríamos llamar pulsiones de
identificación,@ haciendo, así, hincapié a la dimensión pulsional presente en todo proceso
identificatorio. En D. Widlöcher (1985: 77). Asimismo, véase R. H. Etchegoyen (1985: 11-39).
501
Lo que fundamenta el concepto de identificación desde el punto de vista
398
ANi yo mismo estoy satisfecho con estas puntualizaciones acerca de la identificación@.
En S. Freud (1933a [1932]: 59).
399
Si bien toda construcción de un concepto psicoanalítico parte de la observación de los
fenómenos de la experiencia, no se detiene ahí; se trata más bien de un primer momento en la
transmutación de estos mismos hechos hacia un lenguaje metapsicológico. Tanto es así que una
autora como Melanie Klein construyó su sistema de pensamiento a partir de la observación de los
juegos de los niños, observación que culminó con el establecimiento de un método de análisis, no
sin suscitar críticas. Desde luego, el juego infantil ya había interesado a Freud y fue una de las
exteriorizaciones que le permitió fundamentar el concepto de compulsión de repetición desde el
punto de vista metapsicológico. ASe advierte que los niños repiten en el juego todo cuanto les ha
hecho gran impresión en la vida; de ese modo abreaccionan la intensidad de la impresión y se
adueñan, por así decir, de la situación. Pero, por otro lado, es bastante claro que todos sus juegos
están presididos por el deseo dominante en la etapa en que ellos se encuentran: el de ser grandes
y de poder obrar como los mayores. También se observa que el carácter displacentero de la
vivencia no siempre la vuelve inutilizable para el juego.@ En S. Freud (1920g: 16). En el caso de
Melanie Klein, el concepto de identificación es un buen ejemplo de dicha fundamentación.
Partiendo del supuesto según el cual el niño dramatiza en el juego las diferentes identificaciones,
desarrollará la concepción de un mundo interno en los primeros años de vida constituido de
objetos fantásticos, sean buenos, sean malos, persecutorios o idealizados, correlativos a los
objetos del mundo externo, que se instauran en el psiquismo a partir de los mecanismos de
proyección, de introyección y de identificación. Véase M. Klein (1926: 137-147 y 1929: 205-
215).
502
metapsicológico si no es conectado con la dimensión pulsional. La
del yo con los objetos. Anudado a la constelación según la cual si bien toda
400
Como es el caso de la imitación, es decir, la reproducción consciente o inconsciente
de una cualidad o una propiedad del otro. Las mismas vicisitudes atraviesan el concepto de
Aintroyección@. Grinberg (1985: 10) señala que este concepto recibe múltiples acepciones, a
saber, como resultado de la identificación, como el proceso identificatorio mismo, o como ambos
a la vez, ya que para algunos autores es imposible separar el resultado del proceso mismo,
alternativa a la que este autor se adhiere. En la misma línea, el sentimiento de identidad también
está muy unido a la identificación; tanto es así, que el proceso de desidentificación puede
comprometer la identidad del sujeto. Véase M. Baranger, N. Goldstein y R. Z. Goldstein (1989:
895-903). Desde luego, la identidad se establece a partir de las representaciones de sí, que en
parte son resultados de identificaciones pero se distinguen de la conciencia de uno mismo, ya que
sus actividades se establecen independientemente de las identificaciones y están relacionadas con
la comunicación intersubjetiva (Widlöcher, 1985: 85).
401
Tanto es así que una autora como Melanie Klein esboza tanto la identificación que se
basa en la introyección del objeto, la llamada Aidentificación introyectiva@, como
la puesta en escena del mecanismo de introyección sin conducir a la identificación, como es el
caso del superyó; la introyección de los padres se constituye como una instancia separada del yo,
es decir, no existe identificación de los padres con la instancia parental. Conviene recordar que
Melanie Klein hace hincapié en los mecanismos de introyección y de proyección como defensa
contra las pulsiones y la angustia, que buscan separar lo bueno de lo malo, que moldean las
relaciones de objeto, que intervienen en la constitución del yo y del superyó, y que preparan el
terreno para el complejo de Edipo temprano. En M. Klein (1946: 11). La introyección del pecho
bueno sería la precondición para el desarrollo normal, punto central en que contribuye a la
cohesión del yo. Pero el yo también introyecta objetos malos, del mismo modo que proyecta
objetos buenos. Una de las consecuencias del intento por parte del yo en conservar objetos
buenos es la idealización para escapar de los perseguidores y establecer una separación nítida
entre lo bueno y lo malo, pero que pueden culminar con un sentimiento de que el yo no tiene ni
503
las identificaciones, ya que no existe identificación en el ello dado su carácter
idea según la cual el sujeto es una tabla rasa que se identificaría y reproduciría
vida ni valores propios. En M. Klein (1946: 11). Subraya la autora que el objetivo último para un
desarrollo normal se circunscribe en el equilibrio entre introyección y proyección en los estadios
tempranos del desarrollo. En M. Klein (1946: 20). Asimismo, para una panorámica de las ideas
de Klein y de su escuela sobre la introyección y la proyección, véase Heimann (1952: 115-152),
quien también considera estos mecanismos como acontecimientos de primera magnitud, bien sea
como mantenedores de la vida psíquica, bien sea promoviendo un intercambio activo entre sujeto
504
naturaleza activa y, aunque el yo reciba pasivamente los estímulos exteriores,
efectos.
24) señala acerca de la paradoja del objeto: cuando el niño Acrea el objeto@ no
impide que éste exista en la realidad exterior a la espera de ser investido. Así,
objeto del amor del yo que supone una relación totalizada con los objetos.
Una vez más vale subrayar que no es lícito oscurecer la dimensión pulsional,
y objeto.
505
y por lo tanto, metapsicológica de este concepto en detrimento de un lenguaje
antropomórfico.
pulsión definido como objeto externo modificado. El objeto del yo, en cuanto
las primeras respuestas del niño hacia su entorno. Respuestas que muchas
compaginarlos.402
402
Desde esta perspectiva, la Teoría de las Relaciones Objetales y la Teoría de las
Pulsiones no deben ser concebidas como opuestas, sino complementarias. Ocurre, sin embargo,
que el énfasis dado por Melanie Klein y su escuela a la existencia de relaciones objetales desde
el inicio de la vida y, como consecuencia, de una dimensión extremadamente antropomórfica del
funcionamiento del aparato psíquico termina por oscurecer la cuestión según la cual el concepto
psicoanalítico de identificación está fundamentado en la teoría de las pulsiones. Pero es
imposible no valorar la importante contribución de la Teoría de las Relaciones Objetales en el
establecimiento de otras modalidades de identificación tales como la Aidentificación
introyectiva@, la Aidentificación proyectiva@, así como las Aidentificaciones cruzadas@ planteada
por Winnicott y la Aidentificación adhesiva@, concepto introducido por Meltzer y Bick. Como
quiera que sea, en la medida en que la implantación de la pulsión en el psiquismo no constituye
una operación acabada sino que empuja hacia delante en busca de traducción, movimiento que
dará lugar al deseo, es posible establecer una suerte de articulación entre la Teoría de las
Pulsiones y la Teoría de las Relaciones Objetales. En H. Moreno (1994: 62).
Leyendo las definiciones de algunos autores sobre el concepto de Aidentificación@ se
constata una tendencia a compaginar ambas teorías. Paz (1994: 75) lo define como el hilo
conductor de la teoría psicoanalítica y una noción básica para comprender la estructuración del
sujeto, que se vincula con la teoría del complejo de Edipo. Para Moreno (1994: 58) la
identificación remite a la organización de las defensas y de las fantasías inconscientes que
subyacen en las mismas, de los primeros vínculos afectivos, de los destinos de las introyecciones,
de la formación del superyó, del ideal del yo, de las relaciones psíquicas e interpersonales.
Grinberg (1985: 7), la considera concepto central y básico que interviene en la formación del yo
y del ideal del yo, del carácter y de la identidad, siendo el elemento clave que permite el
interjuego continuo entre el yo y los objetos. La concibe como el Aconjunto de mecanismos y
funciones que determinan como resultado el activo proceso estructurante que ocurre dentro del
yo, sobre la base de la selección, inclusión y eliminación de elementos provenientes de los
objetos externos y/o internos que formarán los componentes que ampliarán la estructura
rudimentaria del yo de los primeros instantes de la vida.@ En L. Grinberg (1985: 12). Widlöcher
(1985: 64), la define como un Aconcepto bisagra@ entre las perspectivas económica y dinámica,
vinculada a la reflexión sobre las pulsiones y la perspectiva tópica y estructural relacionadas con
la estructuración del aparato psíquico.
507
de Laplanche y de Klein.
aparecen, pues, si por un parte, ubica la génesis del superyó tras el derrumbe
del complejo de Edipo, por otra, afirma también que el superyó se genera a
403
En el caso del varón, bien sea la identificación-madre del complejo de Edipo negativo,
bien sea la identificación-padre del complejo de Edipo positivo.
404
Vale subrayar que los conceptos de Aideal del yo@ y de Asuperyó@ aparecen, aquí, como
sinónimos.
508
Así, ya dijimos repetidamente que el yo se forma en buena parte desde
identificaciones que toman el relevo de investiduras del ello,
resignadas; que las primeras de estas identificaciones se comportan
regularmente como una instancia particular dentro del yo, se
contraponen al yo como superyó, en tanto que el yo fortalecido, más
tarde, acaso ofrezca mayor resistencia {Resistenz} a tales influjos de
identificación (1923b: 49; las llaves son de Etcheverry).
b.) no hay mención del complejo de Edipo. Freud habla de las primeras
de las investiduras del ello resignadas, reprimidas por el yo, o en las que
Sin embargo, las paradojas mismas del superyó freudiano confrontadas con
las afirmaciones de Klein, indican que más allá de una mera cronología en
cuanto a la génesis del superyó, lo que está en juego son dos aspectos de una
405
Dice la autora en AEstadios tempranos del conflicto edípico@ (1928): AEl análisis de
los niños pequeños revela que la estructura del superyó se origina en identificaciones que datan
de diferentes periodos y estratos de la vida mental. Estas identificaciones son sorpresivamente
contradictorias en su naturaleza; excesiva bondad y excesiva severidad coexisten juntas.@ En M.
Klein (1928: 194). Por otra parte, una autora como Heimann (1952: 125) advierte otra
contradicción sobre el superyó a partir de los textos de Freud: a la vez que el superyó debe su
origen al complejo de Edipo y es su sucesor, Acontribuye@ en su sepultamiento. Contradicción
que Heimann trata de esclarecer, reforzando la hipótesis de Melanie Klein sobre el superyó
temprano, según la cual no existe la instalación de la instancia superyoica posterior al complejo
de Edipo, sino el logro de un nuevo avatar en
su formación, correlativo al advenimiento de una nueva constelación edípica. En P. Heimann
510
En el primer caso, el superyó estaría desde el principio, es decir, como uno de
segundo caso, que desde luego también remite a la concepción estructural del
traducción o simbolización.
(1952: 126-127).
511
pulsional, lo no-ligado a la subjetividad): siempre habrá restos no-traducibles
ubica la génesis del superyó del lado de la represión secundaria. Pero advierte
ideales, se sostiene que no existe una diferencia tajante entre Ayo ideal@
de ambas instancias hace constatar que el ideal del yo, a diferencia del
406
Asimismo, para un análisis sobre las relaciones entre yo ideal, ideal del yo y superyó,
véase M. Abadi (1983: 513-521), B. Winogard (1983: 505-512) y H. Mayer (1980: 262- 272).
513
de yo freudiano.
existe otro Asector@ que Freud denomina Aservidumbre del yo@ respecto al ello,
407
Se puede decir que incluso las funciones coherentes del yo anteriormente descritas
aunque sean conscientes en su resultado, quizá sean inconscientes en su proceso de
514
Siguiendo las líneas del pensamiento freudiano, especialmente en lo referente
Aestadio del espejo@ en un trabajo titulado: AEl estadio del espejo como
temporal en que fue pronunciada la teoría del estadio del espejo (1936). En
imagen del otro como un doble suyo.410 Tanto su imagen en el espejo como la
del semejante, serían vividas como expresiones reales del ser de ambos. Esta
sostiene Lacan queel estadio del espejo es un drama cuyo empuje interno se
desde una imagen fragmentada del cuerpo hasta una forma que llamaremos
410
El estadio del espejo es observable a partir de los seis meses de edad y encuentra su
corolario a los dieciocho meses. Se configura a partir de tres etapas: Primera: el infans reacciona
ante la imagen que se le presenta en el espejo como perteneciente a la realidad o como la imagen
de otra persona. Segunda: el infans deja de intentar Acoger@ la imagen que se la presenta en el
espejo. Tercera: el infans se reconoce en la imagen que se la presenta en el espejo. En J.- B.
Fages (1977: 24).
516
(1949: 90).411
sucesivas del sujeto cuando asume como propia una imagen derivada de su
función de la imago (1949: 89), a saber, la imago del cuerpo propio (1949:
adulto. Por eso, salta de una Aimagen del cuerpo fragmentada@412 hacia una
que su ser está también unificado. Por eso, dice Lacan que le sirve capa
411
Como bien advierte Laplanche (1980a: 319), la identificación primaria expuesta por
Freud no corresponde con la teoría de la identificación del estadio del espejo puesto que ésta
última responde acerca del proceso de advenimiento imaginario de yo a partir de la identificación
con la forma del otro en su totalidad.
412
Término que se refiere el estadio inicial del cuerpo del sujeto, anterior a la
identificación. Según Lacan, Ase muestra regularmente en los sueños, cuando la moción del
análisis toca cierto nivel de desintegración agresiva del individuo. Aparece entonces bajo la
forma de miembros desunidos y de esos órganos figurados en exoscopia, que adquieren alas y
armas para las persecuciones intestinales, los cuales fijó para siempre por la pintura el visionario
Jerónimo Bosco@. En J. Lacan (1949: 90). En definitiva es un Acuerpo prematuro, en el registro
del imaginario, de un infans, anterior al sujeto, pero en proceso de nacer, puesto que el
nacimiento del sujeto se conquista (...); de un cuerpo dislocado abierto a toda significación
posible, de un cuerpo que aún no ha entrado en el registro del significante (Nombre-del-Padre)@.
En I. Gárate y M. Marinas (1996); voz: ACuerpo fragmentado (fantasía del)@.
517
experiencia- se convertiría en locura. De modo que su identidad es una
que Lacan viene a subrayar es que el sujeto deberá convivir con esta
alienación, atado a esta especie de red que forja su recorrido y con los celos
autonomía del yo, es nada menos que ilusión que enmascara la Afunción de
A partir del Seminario 11, titulado Los cuatro conceptos fundamentales del
rellenar este espacio vacío con imágenes que fortalecen a su yo, cuando Ael
413
Celos primordiales que reflejan la incompatibilidad entre dos conciencias. Dice Lacan
en el Seminario 2 (1954-1955): ALo cual no quiere decir que una conciencia no puede concebir
otra conciencia, sino que un yo enteramente pendiente de la unidad de otro yo es estrictamente
incompatible con él en el plano del deseo. Un objeto aprehendido, deseado,
lo tendrá él o lo tendré yo, tiene que ser el uno o el otro.@ En J. Lacan (1954-1955: 83).
518
como principio, no sólo de idealización, sino de desconocimiento -escotoma@
perspectiva de la pulsión para subrayar que esta relación totalizadora con las
desde el Otro, vislumbrando un roce con lo Real del deseo. Estos momentos
414
Cuando el significante emerge, captura al sujeto. Sin embargo, la emergencia de un
sólo significante no produce efecto de sentido, sino la articulación entre dos o más significantes,
como pertenecientes a los hilos de una misma red. Por eso, según Lacan, el sujeto es lo que
representa un significante para otro significante. Asimismo, para una introducción al
pensamiento de Lacan, conviene consultar el trabajo de Fajes (1977) y
de Clément (1981).
519
415
De acuerdo con la traducción de Strachey. Véase J. Strachey en S. Freud (1923b:
28).
520
determinadas.416
416
Hartmann (1956: 247) señala la preocupación tardía de Freud sobre este concepto.
Laplanche y Pontalis (1967), por el contrario, estiman que el yo como persona y el yo como
instancia están presentes desde los inicios del pensamiento de Freud. En J. Laplanche y J.- B.
Pontalis (1967); voz: AYo@.
417
Asimismo, para una panorámica acerca de la noción de sujeto psíquico, véase J. E.
Abadi, O. P. Apreda, R. J. Aragonés et alii. (1987: 275-297).
521
Conviene esbozar cómo es entendida la noción de self por parte de los autores
según la cual el yo provendría del ello, sea por sus características innatas, sea
éstas, según éste autor, no dan cuenta de las funciones del yo, entre las cuales
como la investidura del yo. A lo cual se podría objetar: )cómo puede haber
Por otra parte, también resultan problemáticas dos concepciones del yo: como
función y como identificación. Laplanche (1993a: 13) las define como vías de
Ahora bien, según esta clasificación realizada por Laplanche (1993a: 13), la
termina por recurrir al concepto de self y, por lo tanto, revela según Laplanche
metafórica.
418
Dice Hartmann (1950: 114): AFreud ha subrayado con insistencia la importancia del
yo corporal, en el desarrollo del yo. Eso indica, por una parte, la influencia de la imagen
corporal, particularmente en la diferenciación del yo del mundo de los objetos; pero también
apunta al hecho de que las funciones de esos órganos que establecen el contacto con el mundo
externo vienen gradualmente a quedar bajo el control del yo.@
524
Partiendo de la afirmación de Freud según la cual el yo es la Aproyección de
una superficie@ (1923b: 27), Lacan Aañade@ que se trata de una superficie sin
misma noción de self entra en contradicción con la lectura de las pulsiones, tal
Para Winnicott (1971: 141 y 148), a diferencia de la Psicología del Yo, el self
419
Las últimas consideraciones de Lacan a que se ha referido fueron tomadas de I.
Gárate y J. M. Marinas (1996); voz: AYo@.
525
espacios transicionales. Diferencia entre self verdadero y self falso: el primero
inconsciente.
integradas@.
420
Asimismo, véase R. D. Hinshelwood (1989); voz: ASelf@.
526
atravesado por sus propios embates pulsionales; que al cuidar y nutrir al niño,
cuidados.
al yo, la de desconocimiento del yo, sobre todo, respecto al lugar que ocupa
imágenes prestadas del otro. Es decir, parte del supuesto de que todas las
identificaciones son alienantes, para de ahí instaurar una nueva función -la de
inconsciente@. Así, pues, cuando Lacan formula Asujeto del inconsciente@ hace
421
Tras estas últimas consideraciones sobre la situación de la Psicología del Yo y del
sistema de pensamiento propuesto por Lacan, parecen muy pertinentes las frases de Green que
siguen a continuación: APor un extraño efecto, Hartmann y Lacan, en las antípodas el uno del
otro, se encuentran más próximos de lo que se supondría. Hartmann eclipsa (o domestica) el ello
en beneficio de un yo autónomo y defiende una concepción de la vida psíquica donde los
aparatos del yo pertenecen a la esfera cognitiva, haciendo representar a la función de señal un
papel mayor. Lacan eclipsa el ello en beneficio de un inconsciente estructurado como un
lenguaje, constituido por los efectos del significante, del cual el ello reflejaría la gramaticalidad,
sometiendo lo imaginario a lo simbólico.@ En A. Green (1973: 274). Ambos autores reducen los
aspectos teóricos y clínicos del psicoanálisis a una única función: a la Afunción sintética del yo@
(Hartmann) o a la Afunción de desconocimiento@ (Lacan). El tema de los afectos, del que se
tratará en la próxima sección no escapa a este orden de proximidades. Continúa Green: AQue
Hartmann, al igual que Lacan, no digan nada del afecto no es sorprendente, puesto que en el
primero, el afecto es lo que contesta la pretendida autonomía del yo, y en el segundo el afecto
está sometido a los juegos del significante (...). Su omisión con respecto a la teoría nos parece ser
el signo de una forclusión donde se sabe que el efecto es el de volver siempre al sujeto por la vía
528
como Adialectización@ -versus atomización y extensión- (Gutiérrez-Terrazas,
Escrivá, Miguel et alii, 1996: 46).422 Así, queda abierta, para algunos autores
totalizada, sino parcial. Según S. Bleichmar (1984: 129), estas vías de pasaje
represión es atribuida al yo, sería esta circunstancia la que tendría por función,
(1926d: 83 y 85) Freud dice que las Ainhibiciones@ son limitaciones de las
del yo y, por lo tanto, está vinculada con la represión primordial que, a su vez,
tal y como plantea S. Bleichmar (1984: 90). Así, como toda formación
estar en conexión con el objeto real del conflicto. Como señala Laplanche
que
423
Véase S. Freud (1901b: 9-15).
424
Para un estudio sobre la Adesidentificación@ en el trabajo analítico, véase W.
Baranger, N. Goldstein y R. Z. Goldstein (1989: 895-903).
531
representaciones de cuya evitación había hecho hasta entonces un
precepto, o reconocer como suyas unas mociones que constituyen lo
más totalmente opuesto a lo que le es familiar como propio. Nuestro
combate contra las resistencias en el análisis se basa en esa concepción
de ellas. Hacemos consciente la resistencia toda vez que, como es tan
frecuente que ocurra, ella misma es inconsciente a raíz de su nexo con
lo reprimido (...). En cuanto a la resistencia del yo, entonces, no hay
nada que poner en duda o rectificar. En cambio, es cuestionable que
ella sola recubra el estado de cosas que nos sale al paso en el análisis.
Hacemos la experiencia de que el yo sigue hallando dificultades para
deshacer las represiones aun después que se formó el designio de
resignar sus resistencias, y llamamos Areelaboración@ {Durcharbeiten}
a la fase de trabajoso empeño que sigue a ese loable designio. Ahora
parece indicado reconocer el factor dinámico que vuelve necesaria y
comprensible esa reelaboración. Difícilmente sea otro que este: tras
cancelar la resistencia yoica, es preciso superar todavía el poder de la
compulsión de repetición, la atracción de los arquetipos inconscientes
sobre el proceso pulsional reprimido; y nada habría que objetar si se
quisiese designar ese factor como resistencia de lo inconsciente
(1926d: 149; las llaves son de Etcheverry).425
425
AEn eso consiste realmente su movimiento hacia el pasado, esto es, en disolver el
presente o, dicho de otro modo, en destruir los conjuntos o las perspectivas racionales de lo
manifiesto, si bien ese movimiento es convertido con demasiada frecuencia en un explicar el
presente por el pasado o en un remontarse hacia la fantasía última, hacia lo más íntimo de
nosotros mismos o la identidad más escondida, según una idea estereotipada y romántica que
sigue negando el trabajo de duelo o de des-anudamiento que caracteriza al método
psicoanalítico.@ Con estas palabras explica, Gutiérrez-Terrazas (1997: 78) el método
psicoanalítico, a la vez que lo distingue del Ainteraccionismo psicologista@ (que concibe la
represión bajo la teoría de la memoria) y de la Ainterpretación hermenéutica@ (que pretende
buscar el sentido oculto del inconsciente respecto al consciente, cuando el sentido está del lado
del proceso secundario).
532
infantil@ (1923e), a propósito del primado del falo en el complejo de
426
Strachey, en una nota al pie de página de ALa organización sexual infantil@ (1923e),
comenta que el concepto de desconocimiento o desmentida, ocupará, en lo sucesivo, una
importancia progresiva en los trabajos de Freud, apareciendo más frecuentemente como
verleugnen, desmentida. Véase J. Strachey, en S. Freud (1923e: 147, n. 4).
533
continuidad. Por lo tanto, al envés de hablar de Afunción de desconocimiento@
asegurado un lugar suyo, constantemente tiene que asegurar un lugar para sí-
mismo.
pulsionales.
(1926d).
b.) como uno de los destinos del monto de afecto asociado, a su vez, con la
formación del síntoma; y c.) como señal, emitida por el yo, condición
discontinuidad y contradicción.
sobre el factor cuantitativo así como las series de equivalencias entre los
(1915d: 148)?427
desde el inicio vinculada con la idea según la cual toda pulsión es ante todo
Dicha problemática fue explicitada por Freud en Más allá del principio de
427
En la misma línea, Green (1986: 185) advierte dos planteamientos, contradictorios
entre sí, realizados por Freud. El primero: que la energía que produce la angustia es neutra. El
segundo: la neutralización de la energía es el resultado del trabajo de la pulsión de muerte.
536
nada sobre la naturaleza del proceso excitatorio en los elementos del
sistema psíquico, ni nos sentimos autorizados a adoptar una hipótesis
respecto de ella. Así, operamos de continuo con una gran X que
trasportamos a cada nueva fórmula (1920g: 30).
estaría más próximo a esa AX@ de energía que se traspone a cada nueva
escenas, recuerdos, etc.-, hay que tener en cuenta que el afecto también
428
Jung especulaba acerca de la existencia de una única libido primordial (sexualizada y
desexualizada). Véase S. Freud (1923a [1922]: 251).
537
correspondiente a la publicación de los trabajos metapsicológicos (1915), se
son dos tipos de energía o solamente una -la sexual- la que Freud plantea a lo
largo de sus escritos. Freud mismo reconoce esta dificultad Dice en ATeoría
pulsión es sexual por excelencia, muchos son los atolladeros lógicos que
datan desde los comienzos del pensamiento freudiano (véase I.3.1.) y que
538
culminan en Más allá del principio de placer (1920g), a saber, la
el interior del aparato.429 Por otra parte, si Freud mismo propone la sustitución
del término investidura por libido, nada más lógico que considerar que esta
energía psíquica indiferente conduce a la idea según la cual la pulsión es, ante
429
Un planteamiento similar es destacado por Perinot (1987: 1122), cuando señala que
los afectos son capaces de desarrollarse y se denominan también investidura psíquica.
Maldavsky (1982: 141), a su vez, distingue los desarrollos de afecto de los fenómenos de
investidura y de desinvestidura. La investidura implica el empuje de la pulsión hacia la
conciencia; los desarrollos de afecto, en cambio, conducen a una conversión que hace que la
energía se libere fuera del sistema representacional. Pero tampoco excluye la posibilidad de que
una particular modalidad de investidura se convierta en descarga de afecto. En cuanto a los
fenómenos de desinvestidura de la libido de ciertas representaciones preconscientes, no
necesariamente implican en su descarga -transformación en afectos- ya que pueden dar lugar a
un desplazamiento y a una posterior investidura de las formaciones sustitutivas. Pero, la
desinvestidura en el desarrollo de los afectos siempre será una descarga.
539
Primera teoría sobre la angustia: La angustia es concebida como un
excitación sexual.
desarrollo freudiano posterior, no son excluyentes entre sí, pero que en este
(1895b [1894]).
nocturnus).
430
De acuerdo con lo mencionado anteriormente (véase I.1.2. y I.1.3.), se puede colegir
que el punto de partida de toda reflexión psicoanalítica es la separación entre representación y
afecto perfilada inicialmente en Estudios sobre la histeria (1893-1895). Prueba también del
interés temprano de Freud acerca del factor cuantitativo de las magnitudes del afecto: desde las
primeras formulaciones el afecto aparece como una cierta cantidad de energía sujeta a descarga,
sea motora o mediante un trabajo asociativo, pero en todos los casos regulado por la función
542
Freud también se refiere a este mecanismo en el trabajo sobre las neurosis de
excitación@, Erregungssumme).
431
Será en 1898 cuando Freud reunirá las Aneurosis de angustia@ y la Aneurastenia@ según
la expresión Aneurosis actuales@ (Aktualneurose) en oposición a las Apsiconeurosis@
(Neuropsychose). Sobre esto, véase S. Freud (1898a). Mientras la primera se refiere a un factor
explícitamente sexual y actual, las segundas presentan una etiología y se remontan a
acontecimientos de la vida pasada. En lo sucesivo, incluirá la Ahipocondría@ (Hypochondrie)
como tercera neurosis actual. Véase S. Freud (1914c). Aunque se trata de una teoría que prioriza
el mecanismo somático de formación de los síntomas, Freud nunca la abandonó, entre otros
motivos, por tratar de forma más acabada su hipótesis sobre la naturaleza química de la libido.
Por otra parte, si bien entre neurosis actuales y psiconeurosis la separación es rotunda, no implica
que en las segundas no exista un núcleo somático en la formación simbólica de los síntomas. En
J. Laplanche y J.-B. Pontalis (1967); voz: ANeurosis actuales@. Esta concepción de Freud sobre
las neurosis de angustia se pone hoy en relación con los denominados Atrastornos
psicosomáticos@. Como señala Green (1973: 110), la somatización psicosomática no incluye la
angustia, sino el desvío de una Atensión física o sexual@ hacia Alas vías de descarga somáticas
(internas)@. Laplanche (1980a: 58-60) ha tratado detenidamente sobre la somatización.
Asimismo, véase H. Kohan (1988: 983-1010) e I. Usobiaga (1997: 47-66), quienes tratan sobre
544
Ocurre, sin embargo, que con el énfasis dado a la represión, la primera teoría
bien, )qué impedía que en 1915 Freud tratase la angustia desde el punto de
de los destinos del monto de afecto. Los otros dos son la Asofocación@
546
(Unterdrückung) completa de la pulsión y su expresión como un afecto
Para Freud, un afecto nunca sufre represión, sino más bien Asofocación@
representación.
547
desarrollo del sujeto, relacionando así afecto y memoria. Afecto suscitado por
pulsional;
- fijada a cualquier objeto externo, que será vivido como peligro, tal es el
caso de la fobia;
histeria, bien sea junto con síntomas, bien sea como la plasmación de estados
afectivos que no sea el de la angustia, bien sea como ataques o como estado
cualidades tales como los anudados con los sentimientos eróticos o agresivos.
368).
de la angustia.
432
Cuestión que no escapa a la polémica, sobre todo tratándose de los planteamientos
posfreudianos que hacen hincapié sobre la noción de Arepresentación@ (Vorstellung) ya que
subrayan la Acura por la palabra@ como la meta del análisis. A su vez, al afecto aparentemente
está más distante del lenguaje y presenta un vínculo más estrecho con el cuerpo. Pero eso no
impide tratar a los signos somáticos de los afectos como una modalidad del lenguaje. Tanto es así
que un afecto como el de la angustia presenta dos niveles de lenguaje o dos modalidades de
552
dará a los afectos el estatuto de inconscientes al afirmar que
Así, su reflexión sobre las relaciones entre pulsión y afecto esbozadas en los
relación del yo con los afectos. Ocurre, sin embargo, que el desarrollo de
más simbolizado.
expresada como una de las categorías del afecto, a saber, la que está unida a
psicológico e histórico.
disciplinas, advierte que en El yo y el ello (1923b), Freud vacila en concebir el afecto como un
concepto psicoanalítico, tendiendo a describirlo como un fenómeno. En A. Green (1985: 774).
Como quiera que sea, Inhibición, síntoma y angustia (1926d) refleja el intento por parte de Freud
de estudiar el afecto de la angustia desde una perspectiva metapsicológica.
554
primeros derivados bajo los cuales derivará una amplia gama de afectos, está
y libido434, por el otro. Según las leyes que rigen el Aprincipio del placer@
434
En un agregado de 1920 a los Tres ensayos de teoría sexual (1905d), Freud plantea
así la relación entre angustia y libido: AEl hecho de que la angustia neurótica nace de la libido, es
un producto de la trasmudación de ésta y que mantiene con ella la relación del vinagre con el
vino es uno de los resultados más significativos de la investigación psicoanalítica.@ En S. Freud
(1905d: 204-205, n. 24).
556
La angustia es un afecto displacentero: el displacer es sentido en la descarga
organización entre las vías asociativas que permita una descarga específica.
Freud se pregunta:
la represión, la provoca.435
síntoma, sino un motor que va, dentro de la vida psíquica, a movilizar a las
defensas. En la misma línea, por tener un lugar psíquico -el yo-, la angustia
primera como un estado displacentero (sin que ello justifique reducir todas las
435
ALa angustia de las zoofobias es la angustia de castración del yo. (...) La mayoría de
las fobias, hasta donde podemos abarcarlas hoy, se remontan a una angustia del yo, como la
indicada, frente a exigencias de la libido. En ellas, la actitud angustiada del yo es siempre lo
primario, y es la impulsión para la represión. La angustia nunca proviene de la libido reprimida.@
En S. Freud (1926d: 104). En la misma línea, la angustia también puede hacer fracasar la
represión, pero en ningún caso se puede decir que el trabajo psíquico se ha derrumbado puesto
que el movimiento pulsional no se detiene. En R. Bérouti (1996: 1129).
436
Por ahora, vale mencionar que, según Freud, el dolor es la reacción frente a la pérdida
del objeto, mientras que la angustia es la reacción frente al peligro involucrado en esta pérdida y,
por un desplazamiento, del peligro de la pérdida misma del objeto. En S. Freud (1926d: 159). El
duelo, a su vez, implica necesariamente el examen de realidad que confirma que el objeto ya no
existe. En S. Freud (1926d: 160). Esta pérdida del objeto produce no sólo dolor, sino que
también es un acontecimiento que se caracteriza por la angustia de desamparo, que es nada
menos que la angustia automática, es decir, el efecto del desbordamiento de una cantidad de
energía que invade al yo. Sobre esta vertiente de la angustia automática, que es el estado de
desamparo, dice Green (1973: 118): AAquí el Ello habla su lenguaje propio: el del afecto no
verbalizable y el Yo está bajo el efecto de una sideración que lo vuelve impotente, en desamparo
558
problema del displacer ligado a la angustia:
freudiano.
437
Desde luego, a lo largo de su obra Freud insistirá en el origen somático de la angustia.
Tanto es así que, como bien advierte Strachey en una nota a pie de página en Inhibición, síntoma
y angustia (1926d), Freud menciona prácticamente con los mismos términos que había expresado
en ASobre la justificación de separar de la neurastenia un determinado síndrome en calidad de
>neurosis de angustia=@ (1895b [1894]: 109) la cuestión de la abstinencia sexual como uno de los
factores de trastorno sexual, desplazando la excitación sexual de su Aprocesamiento psíquico@.
Véase J. Strachey, en S. Freud (1926d: 133, n. 11). Teniendo en cuenta que esta similitud de
ideas refleja el endurecimiento de ciertas nociones relativas a lo sexual- como la idea de asociar
la libido con sustancias sexuales concretas plasmada en El yo y el ello (1923b: 47- 48) -, estas
consideraciones sirven para señalar que toda teoría psicoanalítica que pretenda tratar sobre la
angustia no se descentra del descubrimiento esencial del psicoanálisis al abordar las
modificaciones somáticas que se producen con el desencadenamiento de la angustia. Enseguida
se verá que, paradójicamente, aunque Freud sostenga el origen somático de la angustia, busca
priorizar la perspectiva histórica de este afecto en detrimento de la perspectiva económica.
438
Se puede decir que el abordaje de la angustia desde el punto de vista histórico
caracteriza toda una línea de razonamiento introducida con la segunda tópica, de
antropomorfización de las instancias que constituyen el aparato psíquico, en este caso específico,
de la instancia yoica. En la misma línea, no es lícito ser tajante al afirmar que el aspecto
histórico de la angustia predomina en detrimento de la perspectiva económica, puesto que no se
trata de concepciones excluyentes. Sin embargo, Freud enfatiza la diferencia: ALa diferencia está
en que yo antes creía que la angustia se generaba de manera automática en todos los casos
mediante un proceso económico, mientras que la concepción de la angustia que ahora sustento,
como una señal deliberada del yo hecha con el propósito de influir sobre la instancia placer-
displacer, nos dispensa esta compulsión económica.@ En S. Freud (1926d: 132).
560
y como se mencionó antes (véase II.4.3.). Sin embargo, sería más lícito hacer
(Laplanche, 1980a: 49). Cabe destacar, pues, que existen distintos niveles de
el nivel menos elaborado del afecto dado que supone una descarga
anárquica.439
439
Cuestión que se enlaza con la distinción que Freud establece entre Angst (angustia),
Fürcht (miedo) y Schreck (terror) que en la lengua alemana aparecen regularmente como
sinónimos. Mientras Angst se aplica a la expectativa o preparación frente al peligro
(desconocido), Fürcht supone de antemano la existencia o presencia de un objeto determinado,
sentimiento distinto de Schreck que supone enfrentarse ante el peligro sin una preparación
previa. En S. Freud (1920g: 12).
562
En este yo desprevenido, desprovisto de recursos para metabolizar esta
situaciones similares.
440
La noción de Atrauma@ (Trauma), a partir de Inhibición, síntoma y angustia (1926d),
no se referirá más a un trauma único y puntual, sino a una cadena de situaciones traumáticas
como parte integrante del desarrollo del sujeto. Estará en juego no sólo la efracción de la
protección antiestímulo, sino también el estado de desamparo, la base a partir de la cual se
desarrollarán las sucesivas situaciones traumáticas, la de separación, la
del complejo de Edipo y la del complejo de castración, centradas, sea en la pérdida del amor, sea
en el desbordamiento en el yo de una cantidad de energía no elaborada. En M. Baranger, W.
Baranger y J. M. Mom (1987: 1229).
563
funciona como una especie de vacuna ante la inminencia del peligro. Todo se
angustia)@ (1926d: 88-89; las llaves son de Etcheverry). Lo que significa que
proveniente del ello emitiendo una señal anterior a la puesta en escena del
441
Como señala Abadi (1996: 1099) estas estrategias defensivas como efecto de la
angustia no son más que formaciones de compromiso que buscan plasmar el conflicto entre los
requerimientos del ello y los del superyó, entre el deseo y su prohibición, entre principio de
placer y principio de realidad.
565
En la misma línea, la angustia señal no sólo antecede a un estado de sorpresa
442
Parece, pues, que la distinción entre angustia automática y angustia señal no se
inserta en la categoría Ao bien, o bien@. Sin embargo, como señala H. Bleichmar (1986: 234), si
se conduce esta cuestión hasta el extremo de rechazar el concepto de Aangustia señal@
(Angstsignal), se pierde la esencia de las situaciones de peligro que Freud intenta delimitar
mediante la distinción entre los dos tipos de angustia: una en la que el aparato psíquico es
invadido por una cantidad de estímulos más allá del nivel tolerado, y otra en la que almacenando
la huella de la situación traumática y creyendo en la inminencia de una situación angustiante,
acciona representaciones con la finalidad de delimitar lo peligroso. Distinción que resalta la
importancia de la angustia, pues se trata de un afecto en el que confluyen diversas cuestiones,
sea desde el punto de vista del objeto que invade al yo a modo de una cantidad de energía
pulsional intolerable a los designios de esta instancia, sea desde el punto de vista de las
representaciones de las que el yo dispone para elaborar lo que acecha en demanda de
traducción. Pero, sobre todo, de concebir al yo como sujeto Aactivo@ en búsqueda creativa de
solución o como objeto que sufre Apasivamente@ la carencia de recursos simbólicos para
elaborar la situación traumática.
566
Derivaciones entre angustia de nacimiento, angustia de separación y
peligro@.
reacción ante la pérdida del objeto (1926d: 129). Freud la nombra como
necesidades del niño serán suplidas. Lo discernido por el niño como peligroso
443
Sobre este propósito, Laplanche (1980b: 149) especifica que Ael peligro no es
directamente la separación, sino la situación en la cual el niño corre el riesgo de encontrarse si
esta separación se produce.@ Más adelante, plantea que la separación Aes la causa real del
peligro si examinamos nosotros la situación objetivamente, y al propio tiempo deviene
subjetivamente, para el niño, el peligro mismo.@ En J. Laplanche (1980b: 150).
567
último caso donde actúa la angustia señal con la finalidad de avisar de la
objeto, la pérdida del amor del objeto, la pérdida del pene y la pérdida del
444
En ese sentido, el apronte angustiado, además de ser una de las adquisiciones del yo
en el curso del desarrollo, corresponde a una medida preventiva contra la emergencia de la
situación traumática, en lugar de ser sobrepasado por ella. En S. Freud (1926d: 129).
568
ausencia del objeto-madre, que satisface las necesidades biológicas pero que
específicamente humana.
445
A propósito de la formación de síntoma en la neurosis obsesiva dice Freud: ALa
hostilidad del superyó es la situación de peligro de la cual el yo se ve precisado a sustraerse.
569
como análoga a la angustia de nacimiento y de separación, puesto que
las heces que asumen una significancia propia a medida en que fue posible
Aquí falta todo asomo de proyección; el peligro está enteramente interiorizado. Pero si nos
preguntamos por lo que el yo teme del superyó, se impone la concepción de que el castigo de
éste es un eco del castigo de castración. Así como el superyó es el padre que devino apersonal, la
angustia frente a la castración con que éste amenaza se ha trasmudado en angustia social
indeterminada o en angustia de la conciencia moral.@ En S. Freud (1926d: 121-122). Así, la
angustia frente al superyó puede ser también desmentida y su aparente transformación en
angustia social revela que la angustia frente al superyó no es nada menos que la angustia de
castración, tal y como revela Green (1990: 58). En el mismo capítulo, continúa Freud: AMe ha
parecido que la última mudanza de esta angustia del superyó es la angustia de muerte (de
supervivencia), la angustia frente a la proyección del superyó en los poderes del destino.@ En S.
Freud (1926d: 132). Si bien la angustia de castración es equivalente a la angustia frente al
superyó, la angustia de muerte, según Abadi (1996: 1104) se refiere al miedo a lo desconocido,
se trata o bien de una regresión tópica de la angustia de castración, o bien de una forma de
angustia que sirve para protegerse la angustia de castración. Bérouti (1996: 1131) ha tratado
detenidamente este tema.
446
Un autor como Green (1973: 115), señala la reunificación entre la angustia de
castración y la angustia de separación. La primera Adepende de la amenaza de la pérdida del
objeto parcial, el pene, cuyo efecto sería el de hacer imposible cualquier reunión con la madre@ e
Aimplica el abandono del goce del pene para conservar la integridad narcisista (sacrificio de la
función para conservar el órgano). La segunda Adepende de la amenaza de la pérdida del objeto
total@ e Aimplica el abandono del deseo para conservar el objeto@ (sacrificio de la autonomía para
conservar a la madre).
447
Son éstos los precursores de la castración que, a pesar de que no están ubicados en la
fase fálica, periodo del desarrollo estrechamente vinculado con el complejo de castración y que
especifica el complejo de Edipo, presenta como efecto una modalidad de angustia comparable
con la pérdida misma del pene. En A. Green (1990: 57).
570
se constituye de una separación física de la madre, dicha separación no es
perceptible por el niño como tal; lo que ocurre es una alteración económica a
evitación.
448
En el trabajo titulado AEl sepultamiento del complejo de Edipo@ (1924d), Freud
introduce y describe el desarrollo del complejo de castración en el niño y en la niña. En el
periodo en que ocurre este complejo, el pene como zona erógena rectora, será el órgano del
cuerpo cuya extrema valoración conducirá al establecimiento de un sistema de creencias en
ambos sexos. La amenaza de castración en el niño obtiene su efecto a posteriori cuando, tras la
desmentida acerca de la diferencia entre los sexos, la observación de los genitales femeninos, que
destruirá lacreencia de la no diferencia e introducirá otro tipo de creencia y de sentimiento, a
saber, la intelección de que la mujer fue castrada y el consecuente temor a de ser desposeído de
los genitales. Esta nueva intelección conduce a la renuncia de cualquier satisfacción proveniente
del complejo de Edipo. Renuncia que se procesa en los términos de represión y de identificación
con la figura paterna, que si no es lograda por completo permanecerá en el inconsciente y
posteriormente revelará su contenido patógeno. En la niña, el clítoris cumple la función del pene
en el niño, del que ésta, al comparar el tamaño de ambos se siente inferior (envidia del pene) y
nutre la expectativa de que luego crecerá (complejo de masculinidad) o que cree que lo tenía
pero lo perdió por la castración. Así, la niña acepta la castración como un hecho consumado,
mientras que el niño tiene miedo a la posibilidad de su consumación. En S. Freud (1924d: 181-
571
Se trata de un peligro real percibido por el yo: la castración es una amenaza
187). Será en AAlgunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos@
(1925j), cuando Freud analice detenidamente una de las consecuencias del complejo de
castración en la niña, la envidia del pene o la inferioridad del clítoris, que ni se reduce al
complejo de masculinidad ni encuentra solución de continuidad, a diferencia del complejo de
castración en el niño que sepulta el complejo de Edipo; por eso, presenta múltiples
consecuencias, una de las cuales son los celos, que aunque Freud reconozca que se trata de un
rasgo común en ambos sexos, subraya que en la mujer es más acentuado, puesto que se refuerza
por el desvío de la envidia del pene. Otra consecuencia es el aflojamiento del vínculo tierno entre
hija y madre, ya que la niña atribuye a la madre la responsabilidad de su falta de pene, así como
una corriente opuesta al onanismo; la niña renuncia a la masturbación (por rechazo de sus
propios genitales o por abandonar la competencia con el niño; ahí se abre la brecha que dará
lugar al desarrollo de la feminidad). E. D. Bleichmar llama la atención sobre que Freud sea tan
rotundo al dilucidar la envidia del pene y sus consecuencias, aunque dispusiera de pocos casos
que corroborasen sus hipótesis. Propone sustituir la envidia del pene por la Aenvidia al falo en
tanto símbolo, no del pene erecto, sino de lo que el pene erecto pasa a ser símbolo: del
apoderamiento masculino de las instituciones de lo simbólico.@ En E. D. Bleichmar (1997:199).
Asimismo, para un análisis actualizado del complejo de castración en la mujer, véase N. Ferro
(1991).
449
Ahora bien, el hecho de que la angustia fóbica sea un asunto de percepción, no
implica exclusivamente su conexión con un objeto exterior puesto que la angustia realista o el
miedo se caracterizan de la misma forma. Lo que los diferencia es que el contenido angustiante
permanece inconsciente y sólo adviene consciente cuando está desfigurado. Sin embargo, no
existe distinción neta entre ambas clases de angustia puesto que la angustia realista también
remite a un contenido inconsciente: es precisamente este elemento el que, no pudiendo ser
elaborado en el ámbito psíquico, se desplaza hacia la realidad. En la misma línea, es la pulsión de
muerte la que permite la articulación entre angustia realista y angustia pulsional: AAcaso ocurra
bastante a menudo que en una situación de peligro apreciada correctamente como tal se agregue
a la angustia realista una porción de angustia pulsional. La exigencia pulsional ante cuya
satisfacción el yo retrocede aterrado sería entonces la masoquista, la pulsión de destrucción
vuelta hacia la persona propia.@ En S. Freud (1926d: 157, n. 13).
572
modo que el núcleo del problema se inscribe en cuestiones topológicas
sobre la castración.
En este trabajo Freud plantea que la pulsión no es, de por sí, amenazadora;
huida; lo que no ocurre con las sensaciones internas: nadie puede huir de su
propio cuerpo.
alteración que se repite a lo largo de las experiencias del sujeto y que da paso
significativa entre todas las situaciones de peligro, tal como hizo Otto Rank
(1924)452 con su teoría del Atrauma del nacimiento@ (das Trauma der
450
ADe manera que en adelante el modelo globalista impone que la función subjetiva
(funcionalismo) de un elemento psíquico regule sola su status.@ Bercherie (1983: 419) explica
así las consecuencias en el pensamiento freudiano acerca de la función que la angustia asume a
partir de Inhibición, síntoma y angustia (1926d) como repetición, a partir de la matriz básica del
nacimiento, de una reacción ante una situación de peligro.
451
Laplanche (1981: 243, n. 108) establece una analogía entre la situación del
nacimiento y la de la muerte: AAl decir que no tenemos idea de muerte, o que no hay idea de
muerte en el inconsciente, se pondría también en evidencia que no hay idea del nacimiento; el
nacimiento en el sentido estricto, no sólo como proceso físico, sino como llegada al ser, es tan
impensable como la muerte.@
452
Otto Rank (1884-1939), filósofo y psicoanalista vienés y uno de los primeros
colaboradores de Freud, con el cual mantenía una actitud afectuosa y fraternal. Eso ocurriría
hasta 1926, año de la ruptura de Rank con Freud y sus discípulos debido a las ideas sobre
el trauma del nacimiento y sobre los análisis breves. Proceso de ruptura que tardó tres años en
574
Geburt).453 Aunque Freud sugiere que la primera situación de angustia es el
que subraya aún más el carácter acumulativo de unas respecto a las otras, lo
cual supone que una forma no excluye a la otra, como también puede
concretar, sea por una actitud más cautelosa por parte de Freud, casi forzado a posicionarse por
la presión de algunos de sus discíplulos como Abraham, quien veía en las ideas de Rank una
amenaza para la causa psicoanalítica, sea por los intentos estériles por parte de Rank de
disculparse ante la comunidad psicoanalítica por las posibles divergencias respecto a Freud.
Inhibición, síntoma y angustia (1926d) fue, ante todo, una especie de manifiesto contra las ideas
de Rank sobre el trauma del nacimiento. Gay (1988: 425-457 ) trata detenidamente sobre este
proceso de ruptura.
453
El trauma del nacimiento, tal y como lo expone Rank en un libro que lleva este
mismo nombre, consiste en Aun fenómeno en apariencia puramente corporal que nuestras
experiencias, no obstante, autorizan a encarar como una fuente de efectos psíquicos de una
importancia incalculable para la evolución de la humanidad y en el cual nos hacen ver el último
sustrato biológico concebible de la vida psíquica, el núcleo mismo del inconsciente.@ En O. Rank
(1923: 15). El neurótico es concebido por Rank como el sujeto que no pudo abreaccionar el
trauma del nacimiento. La importancia atribuida al factor hereditario produce una rotunda
discordancia respecto al pensamiento de Freud ya que no sólo destituye al complejo de Edipo
como el complejo nuclear de las neurosis, sino también porque reduce la etiología de las neurosis
a un factor fisiológico en detrimento del soporte básico del pensamiento freudiano según el cual
la etiología de las neurosis es sexual. En esta concepción, todas las modalidades de angustia,
incluso la angustia de castración, estarían subsumidas a la angustia de nacimiento. Freud mismo
ha tejido un examen crítico sobre estas ideas de Rank. Véase, por ejemplo, S. Freud (1926d:
141-143). Asimismo, véase N. Caparrós (1991: 36-45), quien incluye en su análisis las cartas de
Freud dirigidas a algunos de sus discípulos y allegados más íntimos en las que expone más
abiertamente sus críticas sobre las ideas de Rank.
575
conllevar a la posible acción a posteriori de estas formas (1926d: 134).454
454
Aunque Freud eleva a la angustia de castración como el factor común que conduce a
la neurosis, muestra con cierta regularidad una tendencia a relativizar la importancia de esta
angustia respecto a las otras. Esta tendencia se evidencia cuando Freud destaca más la angustia
de separación en el caso de la histeria dado que el peligro de castración Ano podría ser decisivo
para la niña@, de modo que Amás que la pérdida real del objeto, se trata de la pérdida del amor por
parte del objeto@. Llega incluso a establecer una suerte de equivalencia entre las diversas formas
de angustia y las neurosis; así, en el caso de la neurosis obsesiva, la angustia dominante sería la
angustia frente al superyó y, sólo en las fobias, la angustia de castración desempeñaría una
función dominante. En S. Freud (1926d: 135).
455
Este planteamiento de Freud según el cual la angustia cambia de acuerdo con las
diferentes etapas de la vida, revela la importancia del contenido de la fantasía o de la realidad
inherente a la perspectiva histórica de la angustia. Fue partiendo de estos elementos que Melanie
Klein construyó una teoría sumamente original. Desde muy temprano, esta
576
instancia que carece de percepción y que, por lo tanto, no puede distinguir una
autora prestó atención a la angustia. Inhibición, síntoma y angustia (1926d) ejerció un influjo
decisivo en sus formulaciones. En lo que se refiere al trauma del nacimiento, Klein lo considera
como el momento de angustia máximo, en la medida en que constituye los albores de una
desmezcla pulsional impulsionado por el intenso sentimiento de amenaza sentido por el yo a
causa de la acción del instinto de muerte. Este sentimiento de amenaza puede ser traducido por el
temor a la aniquilación (a la muerte) y adquiere la forma de un miedo persecutorio. Esta angustia
persecutoria, típica de la posición esquizoparanoide, lleva al yo a desarrollar mecanismos de
defensa tempranos, escindiendo el instinto de muerte y el instinto de vida, y proyectándolos
hacia objetos parciales ya que el instinto tiende siempre hacia el objeto. Véase R. D.
Hinshelwood (1989); voz: AAngustia@.
577
procesos que proporcionan al yo el desarrollo de angustia como las
Laplanche (1980a: 152) estima que toda angustia proviene del ello, de la
automática.
concepción del afecto como descarga automática, ahora la noción de ello debe
456
Para este autor, la Aangustia del yo@ o Aangustia realista@, la Aangustia del ello@ o
Aangustia neurótica@ y la Aangustia frente al superyó@ o Aangustia de la conciencia moral@ pueden
incitar el desarrollo de angustia, pero el lugar donde se produce el desarrollo de angustia es en
todos los casos el yo. Lo cual, refleja una concepción de un yo activo y que presenta un cierto
dominio frente a las mociones pulsionales del ello y del superyó. En J. Laplanche (1980a: 231).
578
ello será el de relacionar la dimensión no psíquica presente en el proceso de
Aunque, por otra parte, desde un punto de vista tópico la angustia debe
psíquico y lo somático.457
457
Así, un autor como Bérouti (1996: 1124), plantea que la angustia es un movimiento
pulsional que, por carecer de representaciones, se expresa en un nivel de lenguaje del deseo y de
la muerte. Señala también, la Aa-territorialidad@ entre lo psíquico y lo somático de la pulsión y de
un afecto como el de la angustia. En R. Bérouti (1996: 1130). Jallinsky (1993: 1174), haciendo
hincapié más en la dimensión somática, plantea que angustia y pulsión expresan un cuerpo
somático que produce una descarga automática de efecto desorganizante de una energía que no
puede ser ligada, del retorno de lo reprimido y que produce un efecto traumático de un peligro
máximo: el de no-ser o no-sobrevivir.
579
señal - en este caso con matices, ya que el yo podrá prever la situación de
de lo que no se puede huir (véase II.4.3.). Que proviene del exterior, pero es
vivida por el sujeto como un cuerpo extraño interno que le ataca. La angustia
el afecto menos psíquico, es decir, que transita directamente del ello al yo sin
sufrimiento psíquico.
proceso que culmina con esa sensación; aunque proviene del exterior, ataca el
histérico: es la pérdida del objeto el factor que produce dolor (1926d: 124). Si
458
Freud describe así el proceso que culmina con esa sensación: APuede ocurrir que un
estímulo exterior sea interiorizado, por ejemplo si ataca o destruye a un órgano; entonces se
engendra una nueva fuente de excitación continuada y el incremento de tensión. Tal estímulo
cobra, así, notable semejanza con una pulsión. Según sabemos, sentimos este caso como dolor.
Ahora bien, la meta de esta seudo-pulsión es sólo el cese de la alteración de órgano y el displacer
que conlleva.@ En S. Freud (1915d: 141).
459
Por eso, el dolor se distingue del displacer ya que no se caracteriza por un aumento o
disminución de la tensión sino por la perforación de la protección antiestímulo y la intrusión de
las excitaciones que van, a su vez, a quebrar la homeostasis del organismo e imposibilitarán la
distinción entre fuentes internas y fuentes externas. En S. Freud (1920g: 29).
581
bien en el AApéndice@ vuelve a la metáfora de la vesícula viva sobre la
la Apérdida del objeto@. El dolor por la pérdida del objeto amado es sentido
como una Aruptura interna@. Por eso, atento a las creaciones del lenguaje dirá:
Ano dejará de tener su sentido que el lenguaje haya creado el concepto del
del objeto al dolor corporal@ (1926d: 159). La intensa añoranza del objeto
quiera que sea, la pérdida del objeto sería en lo psíquico lo que el dolor es en
lo corporal.
460
Al que Gillibert (1982: 1224) define como excitación sin zona erógena. Laplanche
(1980a: 248), siguiendo las ilaciones desarrolladas por Freud, concibe el dolor como una
efracción limitada y la angustia como una efracción extendida.
582
Pero, por otra parte, es esta metáfora del dolor corporal, como ruptura de la
continuación.
adaptativos.461
461
Como se señaló anteriormente (véase III.2.2.), esta energía sigue la tendencia
adaptativa de descargarse totalmente, es decir, está de acuerdo con el principio de Nirvana.
583
el punto de vista biológico. Sin embargo, este peligro del nacimiento carece
percepción subjetiva del acto del nacimiento. Suponer, pues, una de Aangustia
aceptar una disposición filogenética hacia este afecto.462 Pero, hay que tener
complejos.
interna debido al impacto del organismo con el mundo exterior y con sus
462
Hipótesis que Freud sostiene: ALos estados afectivos están incorporados
{einverleiben} en la vida anímica como unas sedimentaciones de antiquísimas vivencias
traumáticas y, en situaciones parecidas, despiertan como unos símbolos mnémicos. (...) En el
hombre y en las criaturas emparentadas con él, el acto de nacimiento, en su calidad de primera
vivencia individual de angustia, parece haber prestado rasgos característicos a la expresión del
afecto de angustia.@ En S. Freud (1926d: 89; las llaves son de Etcheverry).
584
que buscan recuperar el estado de estiaje energético, típico de la vida
proveniente del mundo exterior, dado que estos montajes son todavía
progresivamente.
que no puede identificarse como puro retorno al instinto, sino que consistiría
ayuda ajena.
463
Los fenómenos fisiológicos participantes de este proceso serán la urgente necesidad
de oxigenación y de descarga de la excitación en virtud de la interrupción del flujo sanguíneo y
la reactivación de los órganos de la respiración y del corazón.
585
Ahora bien, )qué papel cumple la pulsión de muerte en los primeros
conflicto pulsional.464
Ahora bien, tratar sobre el papel que cumple la pulsión de muerte en los
464
Concibiendo la angustia de nacimiento como un estado originario pero estrictamente
económico, Freud no determina qué energía está involucrada en la descarga. Lo único que se
tiene claro es que la angustia de nacimiento hace hincapié más en el aspecto adaptativo. La
misma dificultad se presenta al detectar cuál pulsión se somete en el proceso defensivo en la
histeria de angustia. Dado que no existen mociones pulsionales en estado bruto sino bajo mezcla
pulsional (la represión compromete a ambas), le es indiferente detectar cuál pulsión está en
juego. Lo que interesa a Freud es encontrar el elemento significante que reúna la sintomatología
de las fobias, y éste viene dado por la relación entre represión y angustia: lo que impulsiona la
castración es la angustia frente a una castración inminente. En las fobias, el yo procede contra la
investidura libidinosa de objeto del ello, lo que configura el complejo de Edipo positivo y
negativo, puesto que ceder a ella conllevaría el peligro de castración. El complejo de castración
acciona la represión y las mociones pulsionales constituyen lo reprimido: son éstas las pulsiones
que configuran el complejo de Edipo y que sucumben a la represión.
586
tendencia, ya que la pulsión se distingue de toda energía somática por ser
que hay una especial presencia de la pulsión de muerte-, viene a mostrar que
465
Partiendo de la idea de un monismo sexual de base que coloca tanto a las pulsiones de
587
Aacción ligadora@ de la madre. Así nace la vida pulsional. Por eso, puede
vida como a la pulsión de muerte bajo el dominio de la libido, con la diferencia de que la
tendencia de la primera es la ligadura y la segunda es la desligadura; idea sostenida por
Laplanche, tal y como se trató anteriormente (véase III.3.1.).
466
Como quiera que sea, el niño experimentará la intromisión de la madre más como
violencia que como deseo, como excitación en estado bruto que, si bien será elaborada hasta
convertirse en lenguaje, siempre habrá, en todos los casos, un resto de la pulsión implantada
que no será traducible, metabolizable o representable.
588
biológica para que se requerirá energía estrictamente biológica. Pero, en
467
AEl yo como sujeto de la represión y objeto de la amenaza, )no sería también fuente y
destinatario de la pulsión, en posición ni de sujeto ni de objeto sino de los dos y de la energía
común que los une?@ En R. Bérouti (1996: 1124). Se delinea, así, la relación dialéctica entre el
yo y las pulsiones, a saber, en la que lo externo repercute en el aparato psíquico como si fuera
interno. Remite a una extraterritorialidad que permite pensar metapsicológicamente la relación
entre el yo, las demás instancias que componen el aparato, y la fuerza que empuja continuamente
el aparato psíquico y que aguijonea el yo en busca de satisfacción, la pulsión. Es la pulsión que
uniría el yo y los objetos; vínculo que corrobora su aproximación con la experiencia, sin que eso
implique en la pérdida de su estatuto metapsicológico. Extraterritorialidad en la que el yo está
situado y que dita la siguiente sentencia: el afán de dominio del yo respecto a las instancias
psíquicas es limitado ya que es necesario buscar una solución de compromiso respecto a las
pulsiones, aunque modificando su meta o sustituyendo al objeto. De lo contrario, el afán de
poder del yo respecto al ello y al superyó incurriría contra su propia dicha; la defensa respecto a
lo pulsional que habita en el ello, en el superyó y en el yo inconsciente se convertiría en rechazo
al empuje constante de la pulsión, convirtiendo la relación entre yo y los objetos próxima a una
modalidad de funcionamiento de la libido definida como erotismo anal. La angustia, en este caso
se perfilaría como una Amensajera@ que recordaría al yo sus límites. Continua Bérouti: ALa
angustia, proveniente de lo impensado, aun de lo impensable, puede así concebirse como un
movimiento pulsional que, al no poder decir nada, comunica todo del registro del deseo y de la
muerte. La angustia, esbozo de eco y rudimento narcisista, da ritmo a las dudas y oscilaciones de
las investiduras del psiquismo.@ En R. Bérouti (1996: 1124). Asimismo, para una estimulante
discusión sobre las perspectivas clínicas de la angustia, véase N. C. L. Aconcia, L. Goijman, J. C.
Gorlero et alii (1996: 1071-1090).
589
En lo sucesivo, la angustia se irá constituyendo como una vivencia subjetiva,
va fantaseando las primeras relaciones con los adultos, en especial, los padres,
ésta.
En las Ateorías sexuales@ queda patente, pues, el afecto que las anima: angustia
que le va a permitir adquirir una cierta representación del otro y del sí propio;
proceso que camina junto con el narcisismo. La madre pasa a existir para el
sujeto como un objeto que le nutre y que le saca del estado de desvalimiento.
468
Green (1990: 53) señala que la angustia de castración responde a un doble conflicto, a
saber, el temor y el deseo de castración. En este último, la angustia de castración es sustituida por
el goce inconsciente que satisface el deseo de castración. Se perfila en el complejo de Edipo
negativo y conduce al sujeto al masoquismo y a la reacción terapéutica negativa.
592
Se mencionó que el niño no tiene percepción del nacimiento como separación,
Ocurre que la madre tiene otra función además de la de ser madre nutricia,
por eso Adesvía@ su atención hacia el niño y la Adirige@ hacia al padre. Es,
padre.469
simbolizacón.
forma más acorde con sus posibilidades. Actúa en el mismo campo en que fue
469
Lo que está en juego no es la presencia del padre en cuanto imagen viril sino una
Ainvestidura fálica originaria en tanto vínculo identificatorio primordial, paliado por la
omnipotencia materna@. En R. Bérouti (1996: 1127).
594
desplazamiento activo del trauma o de un peligro pulsional sobre una
ver al otro como objeto. Todas estas variantes influyen sobre el contenido de
Se vislumbra, pues, una evolución en cadena sin que los componentes que
psíquico y reconocer los objetos que habitan en él. Reflejo también de los
avatares a los que el yo tendrá que someterse para reconocer los objetos que
designios de Eros, sino para dejar las pulsiones insatisfechas. La angustia será
V. CONCLUSIÓN.
vez que sirven como un modo de concluir este trabajo, se perfilan como
- sea entre los demás conceptos que componen la teoría psicoanalítica (por ej.
de las pulsiones;
-sea entre los dominios de saber (la biología y la psicología); elasticidad entre
- sea por las temáticas que la reflexión misma sobre la pulsión evoca, ya que
pulsión sexual.
existe saber sobre lo sexual forjado en las calderas del cogito cartesiano. La
subjetiva del encuentro del organismo con el objeto. De ahí es posible rastrear
dominios, lo psíquico y lo somático -que a la vez que los une, los separa-,
psíquico; no se puede pensar el uno sin el otro, por eso, el interés del
Eros y pulsión de muerte como un combate entre entidades míticas que son
está asentada en la metapsicología. Pero, del mismo modo que existe una
psicoanalíticos, existe otro movimiento que los une a ella, sin perder su
fundamento estructural.
adaptación a la realidad;
601
- no reduzca la reflexión sobre la sexualidad a la reproducción de los
individuos.
12. Se sugiere, también, que la biología puede aparecer como una referencia
inconsciente.
tratarse del fundador de una disciplina, sino también por ser un pensamiento
contraria, a partir de ahora se citará esta edición con la sigla A.E. y la edición
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