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Informe de Dos Hojas

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SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE “SAN ANTONIO ABAD” – CUSCO

ALUMNO: JAKSON EDWIN VELASQUEZ VILCA

PROFESOR: PADRE EDGARDO BANEGAS BARDALES

Jesús e Israel
[CITATION Rat07 \p 8 \l 10250 ]El Libro del Deuteronomio, en el texto al que aludimos, recuerda las diversas
formas de "apertura" del futuro que se practicaban en el entorno de Israel: "Cuando entres en la tierra que
va a darte el Señor tu Dios, no imites las abominaciones de esos pueblos. No haya entre los tuyos quien
queme a sus hijos o hijas, ni vaticinadores, ni astrólogos, ni agoreros, ni hechiceros, ni encantadores, ni
espiritistas, ni adivinos, ni nigromantes. Porque el que practica eso es abominable para el Señor..."(Dt 18, 9-
12).
Jesús quiere decir en hebreo: “Dios salva”. En el momento de la anunciación, el Ángel Gabriel le dio como
nombre propio el nombre de Jesús que expresa ala ves su identidad y su misión (Lc 1, 31). Ya que “¿Quién
puede perdonar pecados, sino solo Dios?”(Mc 2, 7); es El quien, en Jesús, su hijo eterno hecho hombre,
“quien salvara a su pueblo de sus pecados” (Mt 1, 21). En Jesús, Dios recapitula asi toda la historia de la
salvación en favor de los hombres.
Jesús ante Israel: Desde los comienzos de su ministerio público encontró abundantes incomprensiones por
parte de los dirigentes de Israel: fariseos, sacerdotes, escribas, ancianos. Malinterpretan la expulsión de
demonios, el perdón de los pecados, las curaciones en día de sábado, su familiaridad con los publicanos y
pecadores públicos. Muchas de sus palabras y de sus obras fueron para ellos aquel signo de contradicción
que había profetizado en el Templo el anciano Simeón (Lucas 2, 34). A los ojos de muchos, Jesús parecía
actuar contra las instituciones fundamentales del Pueblo elegido, tales como la obligatoriedad de la Ley y su
interpretación oral, el carácter central del Templo de Jerusalén como lugar privilegiado del culto a Dios, la fe
en el Dios único cuya majestad es inaccesible, se acusa de blasfemo. Sin embargo Jesús declaró
expresamente que él no había venido a acabar la Ley de la Antigua Alianza, sino a darle toda la plenitud de
su sentido: “No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir sino a dar
cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra: no pasarán una letra o una coma de la Ley hasta que se
haya cumplido todo. Por tanto, el que quebrante uno de estos mandamientos menores, y así lo enseñe a los
hombres, será el menor en el Reino de los cielos; en cambio el que los observe y los enseñe, ése será grande
en el Reino de los cielos” (Mateo 5, 17-19).
Bueno hay Jesús nos dice claramente que ha venido a dar el cumplimiento de la ley, a darle la plenitud de su
sentido, sin embargo Jesús significa el nombre mismo de Dios que estaba en la persona de cristo (Hech 5, 41;
3Jn 7) hecho hombre para la redención universal y definitiva de los pecados. Pero los fariseos los maestros
de la ley, anulan la palabra de Dios. Jesús, al dar con autoridad la palabra divina la interpretación definitiva
de la Ley, se vio enfrentado a algunos doctores de la Ley que no recibían su interpretación a pesar de estar
garantizada por los signos divinos con que la acompañaba.

Jesús y la fe de Israel en el Dios único y salvador


SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE “SAN ANTONIO ABAD” – CUSCO
Jesús no abolió la ley de Sinaí, sino que la perfecciono (Mt 5 17, 19) de tal modo (Jn 8 46) que revelo su
hondo sentido (M 5, 33) y satisfizo por Las trasgresiones contra ella (Hb 9, 15). Jesús venero el templo
subiendo a él en peregrinación en las fiestas judías y amo con gran celo esa morada de Dios entre los
hombres. El templo prefiguro su misterio. Anunciando la destrucción del templo anuncia su propia muerte y
la entrada en una nueva edad de la historia de la salvación, donde su cuerpo será el Templo definitivo.
Jesús realizo obras como el perdón de los pecados que lo revelan como Dios salvador (Jn 5, 16-18). Algunos
judíos, que no le reconocían como Dios, hecho hombre (Jn 1, 14), veían en El a “un hombre que se hace
Dios” (Jn 10, 33), y lo juzgaron como un blasfemo.

Jesús dice algo más, “Antes que naciese Abraham, Yo soy” (Juan 8, 58); “El Padre y yo somos una sola cosa”
(Juan 10. 30). Las promesas de Dios a su Pueblo se cumplen de manera tan sobreabundante, que es El
mismo en persona el que viene a salvarnos. Y la abierta proclamación de la divinidad de Jesucristo será la
causa concreta del rechazo y condena a muerte por parte del Sanedrín, la más alta instancia político-
religiosa de los judíos. En sus miembros concurren la ignorancia, la incredulidad y el endurecimiento del
corazón.
[CITATION Góm01 \p 34 \l 10250 ]La fe en la resurrección de Jesús provocó la reagrupación de los discípulos; y
fue el motor inicial que puso en marcha la comunidad primitiva; pero la fe en la resurrección se consolidó en
Galilea y la comunidad primitiva se manifestó en Jerusalén. De modo que Jerusalén es la Iglesia-madre; la
madre de todas las Iglesias, porque la ciudad santa de Jerusalén es el punto de partida temporal, étnico y
espacial de la Iglesia universal; desde allí ha de llegar la fe a todos los confines del universo, a todos los
pueblos y hasta el final de los tiempos.
Los cristianos de Jerusalén sabían que la fe en el Señor Jesús hacía de ellos un grupo que, aunque continuaba
formando parte del pueblo judío, se distinguía netamente de éste; pero en el deseo de todos los cristianos
estaba el que esta diferencia terminaría muy pronto porque tenían la esperanza de que todo el pueblo judío
no tardaría en reconocer en Jesús al Mesías prometido.
La comunidad primitiva no era una secta entre otras muchas que existían por entonces en el pueblo de
Israel; también los esenios se consideraban a sí mismos como una comunidad escogida, como un resto que
serviría de fermento para regenerar a toda la masa.
Hay vestigios en el Nuevo Testamento que atestiguan que los primeros cristianos conservaban muchos
puntos de contacto con el judaísmo tradicional: tenían reuniones comunitarias en el templo (Hech 2,46; 3,1;
6,21), y aparecían a los ojos del pueblo como judíos fervorosos (Hech 5,13).
Al principio los cristianos de Jerusalén se consideraban a sí mismos como el verdadero Israel. Fueron
necesarias algunas experiencias dolorosas para que ellos empezaran a considerarse como el nuevo Israel. Las
bases para que esto ocurriera estaban puestas ya en la fe en la resurrección de Jesús, con la que se
inauguraba la salvación escatológica. La fe en la resurrección de Jesús era una fuerza tan poderosa que haría
saltar en pedazos al judaísmo tradicional.
Los autores del Nuevo Testamento le dan a la comunidad primitiva el significativo nombre de Iglesia
(Ekklesia), palabra que los Setenta emplearon para traducir la palabra hebrea qahal que designaba a Israel
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como pueblo de Dios reunido en el desierto; y esto significa que los cristianos primitivos de Jerusalén ya no
se consideran como un grupo dentro del judaísmo oficial, sino como el nuevo Pueblo de Dios.
El bautismo, administrado en el nombre de Jesús, se convirtió en el rito diferenciador con respecto al
judaísmo; la comunidad primitiva no quería ser confundida con cualquier movimiento religioso indefinido;
era una comunidad histórica que tenía su propia identidad; esto no obsta para que, durante algún tiempo,
los cristianos hebreos continuasen practicando el rito de la circuncisión, pero ya no como distintivo de los
seguidores de Jesús.
Todas las religiones se expresan a sí mismas en el culto: por el culto se realizan, se afirman, se conservan, y
se extienden. En todas las religiones, y en el cristianismo también, el culto respecto a Dios es homenaje y
adoración; y respecto a los hombres es instrucción y edificación; o, lo que es lo mismo, el culto tiene tres
funciones muy específicas: mística, en cuanto que tiene como finalidad unir la divinidad con la humanidad;
didáctica, en cuanto que en las celebraciones del culto los fíeles son instruidos; simbólica, en cuanto que en
el culto la religión toma conciencia de sí misma y se manifiesta tal como es.

Bibliografía
Catecismo de la Iglesia Catolica. (1997). Bogotá, Colombia: San Pablo.

Gómez, J. Á. (2001). Historia de la Iglesia. MADRID: Biblioteca de Autores Cristianos.

Ratzinger, J. (2007). Jesús de Nazaret. (V. H. Weiser, Ed.)

Sagrada Biblia de América. (2018). Bogotá, Colimbia: San Pablo.

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