Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                
0% encontró este documento útil (0 votos)
30 vistas9 páginas

Aforismos Numerados

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1/ 9

AFORISMOS

3: ¿Qué hace falta para ser feliz? Un poco de tinta.

7: Vivid sin pruebas, intercambiad vuestras confianzas y reíd; las risas estarán siempre del otro lado.

9: Yo no he reído jamás, solo cuando he reído; se trata de una enfermedad de la memoria.

160: ¿Por qué, de todas las cosas que me han ocurrido, aquella en la que mi participación ha sido
estrictamente nula es la que recuerdo más a menudo?

41: El placer es lo más difícil de imaginar del mundo. (¿Con quién queréis luchar?)

42: El deseo es probablemente todo lo que un hombre posee.

10: Contad vuestro dinero, contad vuestras amantes, sumad y felicitaos.

11: Todas las monedas están en curso; seguramente solo hay monedas falsas.

16: Nada me inspira tanta elegancia como el bañador agujereado de un multimillonario.

39: Hace tanto tiempo que bebo de la botella cual esponja que he perdido el gusto de la tierra.

18: Los amores de mis amigos son mis amores.

34: Pude ser un gigolo. Pude ser un libertino. Un amigo hablaba de mi genio; está muerto.

20: Estoy siempre del lado del más fuerte.


21: Me explico; cuando digo me explico, no me explico del todo, por descontado.

22: Cuento las mujeres en cilindros.

30: Una carta está indudablemente dirigida a mí en tanto mi dirección no aparezca.

13: El hilo por donde su querida voz había pasado.

14: Olvidaba para beber.

12; El último que reirá no es quien pensamos.

38: Llorad, es el atraso que os deseo.

75: No perdáis vuestro tiempo en poner la otra mejilla y otros subterfugios tranquilizadores. Si buscáis un
lugar a vuestra altura, la muerte os va como un guante.

23: Un asidero, la tierra se tuerce.

24: No hay nada que hacer. Podéis contar conmigo. Me hago cargo.

26: El día vuelve a comenzar, que os sirva de lección.

36: Un día, encontré a mi camisa sentada sobre mis rodillas, y la llamé Belleza. 14 Desde entonces soy un
pintor de camisas.

17: Un libro debe de ser un gesto.

40: Peligro: cansarse de seguir adelante.

60: Desesperanza de jamás hacer cosa alguna que pueda solazarme; sería muy peligroso encontrar una
vocación. No autorizarse nada, ni siquiera el hastío.
56: Seré mi propio jabón.

55: Nacer a los veinte años.

45: Temblar, ese es mi único placer.

48: Mis actos se suceden y no se parecen, los muertos se suceden y se parecen, los vivos se suceden y se
parecen, los vivos se suceden a los muertos, los muertos se suceden a los vivos, etc.

51: Suscrito a las catástrofes de elección.

57: Me levanto a pesar de mí mismo.

58: Escribir es sin duda el coraje de los débiles. Háblame de la pereza de los fuertes; ellos esperan a entrar
en prisión para escribir una novela.

61: La fatiga engendra las muecas más seductoras.

63: Las canteras de arena se oponen a la buena fe de nuestros ojos.

64: Todo aquel que completa su formación está muerto.

70: Sí y no, nuestros dos gemelos.

71: Si mi sensibilidad me condujese a una acción estaría salvado. Ya que, cualquier acción da un sentido a
todas las experiencias precedentes, las organiza.

72: El Deseo ha sido la sensibilidad de mi infancia.

73: Vamos, es culpa suya, no se muere de eso. ¿Es que alguna vez he muerto, yo?

74: Yo seré un gran muerto.

19: Yo soy un personaje moral.


76: Este esperpento de inventar caminos más legítimos hacia una muerte que se tiene en el bolsillo desde la
edad de la razón.

78: Cuida de la muerte, amigo mío. Coloca un cojín sobre su asiento. Distráela, halágala, hazle la vida
agradable, no vaya a ser que os abandone. Es gracias a ella, única garante de tu existencia y de todas la más
incomprendida, que recibes todo. Privada de su compañía, no os queda más que jugar a las canicas.

81: Blanco o negro, ¡si pudiera escoger, si pudiera tener un gusto! No tengo más para la vida que para la
muerte: sin embargo, si no elijo, es la muerte quien decide por mí. Yo me dejaría ir aun así, seguro de que,
si la muerte no fuese la elección de mi corazón, la vida no tendría el entrenamiento necesario para hacerme
abandonar el sillón.

86: No hay más progreso, ni descubrimiento, que hacia la muerte.

85: A nadie se le escapa que el refrán «Todos los caminos llevan a Roma» es una especie de juego de
palabras, Roma no puede significar sino la Muerte, que uno ha vuelto.

87: Renuncio a la muerte, a su pompa y a sus obras, a sus tentaciones, a su embriaguez, el orgullo de sus
verdades.

79: Intentad, si podéis, detener a un hombre que viaja con el suicidio en el ojal.

77: La muerte
A mi altura
A mi imagen
A mi medida

88: Sólo me encuentro en el hastío. El hastío es la verdad, el estado puro.

90: Es en el hastío que se reconoce a un hombre; es el hastío el que diferencia a un hombre de un niño.
Aquello que distingue al hastío de otros estados afectivos es su carácter de legitimidad. Así como valoro un
acto agradable, divertido, así como me veo arrastrado por esos pequeños deseos que ayudan a pasar la
jornada, sé al mismo tiempo todo aquello que hay de provisional, de revisable en estas actitudes. Al
contrario, el hastío crea la necesidad del hastío. Hastío legítimo.
91: Si hago un esfuerzo, renuncio a recordar ese hastío que fue —pienso yo— el honor de mi juventud;
quiero recordar el peso de su influencia sin depender de ella esta vez.

89: Solo el hastío lleva a Roma. (cf. Del hastío nació la deformidad). El suicidio y todas las corrupciones
no tienen más lugar de origen que el hastío. Y, evidentemente, el único criterio admirable es la corrupción.

93: El cielo me ayudará si yo renuncio a ayudarme. (¿Quién pretendía guiarse?) Guiad vuestros propios
pasos amigos míos, es la única manera de no cargar con la culpa.

95: Señor, no os despidáis de mí.

94: Guiad vuestros propios pasos, pioneros de la mentira, no estáis en una…cerca, vosotros que no teméis
dar consejos a Dios, de enseñarle su trabajo: «El pan nuestro de cada día dánoslo hoy, perdónanos nuestros
pecados y si tenéis varios favores de sobra, no os olvidéis de vuestro servidor.» Y llamáis a esto una
oración.

96: Ayudadme, yo ayudaré al cielo.

97: El error data desde el origen: Dios crea al hombre a su imagen. Primer y auténtico espejo. De ahora en
adelante la idea de un hombre sin espejo deviene ininteligible. Se trata de seducir a este compañero que no
se defendió de ser llamado con un nombre diferente, el vecino, el público, la posteridad, la conciencia,
Dios. Se trata de complacer a su imagen; la vida sería esta única pasión.
Los locos son aquellos que han perdido su espejo.
Suprimid los espejos.

98: La única persona aceptable para parecerse es uno mismo. Hay que volver siempre a Dios y tomar sus
decisiones, ser Dios. Pudor o falta de confianza, y a pesar de la decisión unánime de todas las religiones, —
ya que cada una de ellas parece recular ante esta evidencia desgarradora pero definitiva (confort y este
miedo de encontrar la solución que parece, que es la muerte): cada uno de nosotros es Dios: de todas las
pruebas de la existencia de Dios, es la única concluyente (y, lo hemos visto, negar a Dios es al mismo
tiempo negar su propia existencia). A través de toda filosofía, hay una identidad perfecta entre ser y Dios;
esto no es más que una distinción de novato en terminología, tanto mejor hecha para burlar al espíritu que
la grosería evidente de una respuesta a un problema equivalente a la muerte. De dónde sale este esfuerzo
para escapar al silogismo mortal. (¿Qué es un silogismo? Es un acto de fe.)
La verdad es la cualidad más generosamente dispensada. Nadie resulta privado de ella y nadie ignora que la
posee. De dónde esta búsqueda aterrorizada de aquello que uno tiene en su mano y que repele a cada
instante para no morir. La solución, la respuesta, la llave, la verdad, es la condena de muerte.

99: Porque básicamente no se trataba de mí, de mí con las siete letras de mi nombre y las seis letras de mi
apellido, una cicatriz sobre la lengua y otros veinticinco absurdos elementos de la personalidad, esa que se
llama. Por lo demás, no se trata, por descontado, nunca de mí; las relaciones entre la gente y yo, no son sino
relaciones entre yo y Dios, y Dios, desde luego, todavía soy yo.

101: Nada me impedirá pensar que Dios tiene sus ideas y que habrá más de una sorpresa cuando se
publiquen sus juicios.
102: No os asustéis, hay Dios en cada línea.

105: Inconcebible el comienzo; de ahí ese amor a las cosas redondas. Sentimos la tentación de ver la
perfección allí donde no hay comienzo.

110: Mañana, el fin.


El fin, mañana,
Para mañana el fin.
El fin, hasta mañana
Mañana, al fin.

121: Pasarse la mano por el rostro, el terror angustiante de no encontrar ya ni la nariz, ni la boca; tus
facciones borradas como sobre un dibujo…

122: Creer en su existencia, excepto que el empleo del posesivo su torna la cosa imposible.

123: No me siento vivo sino a partir del instante en el que percibo mi inexistencia. Tengo la necesidad de
creer en mi inexistencia para seguir viviendo.

133: La inmovilidad de los objetos me fascina. Miro la butaca hasta que me fundo con ella.
Error, todo es movimiento.

139: Al mismo tiempo que considero el tener cualquier cosa una hazaña muy por encima de mis
posibilidades, no he renunciado a nada, absolutamente a nada. Ni a privación alguna. Y hay en cada día una
serie de gestos que me preparan futuros distintos y precisos. Para el amor tomo un baño cada mañana, y
para la indiferencia, no dirijo ni una mirada a las mujeres, ni en las casas ni en las calles.
Debo tener la apariencia de un joven bien educado, con todo no he renunciado tampoco a un sitio en
vuestra sociedad; lo más serio en el mundo es que durante dos cuartos de hora seguidos haya deseado ser
un banquero, un chico de letras y sobre todo un imbécil muy rico. Aquí, no sorprendo a nadie excepto a mí
mismo (os lo reconozco). Aun estaremos a tiempo, después de las dos o tres estancias en el hospital que
predijo mi padre, de seguir haciendo el canalla: los viajes sin billete, sobre un andén, de cigarro en
promesa; ese compañero olvidado aunque no su maleta —pechera brillante, único triunfo de una casualidad
de Palacio, compañeros, una charla rápida, jamás las mismas aceras para estas suelas, —sin un amigo, sin
embargo—y, para acabar, la pipa. ¡Qué coraje! O bien llevar gafas sin cristales, carpines dorados a modo
de pendientes, no leer un diario o un libro durante quince años, hasta haber olvidado el origen de un
tartamudeo desde un principio afectado.
Hay en los ejercicios de vuestra necedad un desafío especial dirigido a mí. Sois tan exactos a vuestro
dinero que, por fin, siento el deseo. El calor descubre mi apetito y abrazo de nuevo todas las ambiciones. Es
francamente intolerable que tengáis un solo derecho más que yo. Intolerable que haya en el mundo una
cosa que no sea para mí. Aquello que es bueno para vosotros, no puede ser malo para mí. Quiero tener todo
lo que vosotros tenéis, quiero tener todo aquello que vosotros queráis tener. ¡Antes que vosotros, si queda
algo! No me importa si esas cosas valen la pena, es suficiente con que vosotros las poseáis. No sé
despreciar por anticipado; tiempo habrá después y no me privaré de ello.

140: Tal es mi disposición a saltarme las dos o tres consecuencias inmediatas de un acto y a considerar el
beneficio de una empresa que, aquello que yo emprenda, sé que no lo continuaré. Soy un fracasado de
manual. Pero, vosotros, os concedéis la oportunidad de soñar con esa tonta inocencia que todo éxito
implica, de corta vista para el autor del mismo. No iréis lejos sin la condición de no mirar más lejos que la
punta de vuestra nariz.
Me consolaría de ser ese fracasado de manual, pero me aflijo si pienso que esas dos o tres ideas que
poseo —y que forman sin duda la calidad de un hombre— me privan de mil experiencias. Esas inquietudes
y esas sonrisas no son para mí. Como tampoco salir de mí mismo si lo desease.
Esos dos o tres lugares comunes del pesimismo donde han hecho fortuna numerosos filósofos. Esta
previsión no es otra cosa que un espíritu práctico. De pequeño, pasé por alguien espabilado. Pascal, el
hombre de negocios y su contabilidad. El asceta y el vividor, un solo espíritu positivo.

141: A pesar del cuidadoso examen de mis suvenires, no he descubierto en ningún momento que haya
hecho cualquier cosa. Este verbo orgulloso, no comprendo ya su sentido. No pasa nada. Bueno, puede ser,
alguna vez. Pero no ha sucedido nada jamás, es una enfermedad de la memoria. Aunque no haya matado a
nadie todavía, mi balance no está tan desprovisto. Con buena fe, me he golpeado la cabeza contra una
columna de la calle Castiglione porque la mujer con la que paseaba se paraba demasiado a menudo en los
escaparates de la calle de Rivoli; durante dos meses no supe la hora que era gracias al opio, a la absenta, la
coca y a la generosidad de una dama. He tenido dentro de mi boca el cañón de un revólver y he entendido
el chasquido del gatillo que se abate sobre el cartucho, y ese cuarto de hora extraordinaria (es una historia
un poco larga) en la que no tenía más ni brazos, ni piernas, ni amor, ni horror, ni pensamiento, donde yo era
la muerte. Tantos acontecimientos impersonales de los que me acuerdo como si me hubieran sido contados,
como si hubieran llegado a algún otro —desprovisto de toda prolongación, de toda influencia sobre mi vida
actual, tanto que hago un esfuerzo por evocarlos, porque, de mí mismo, jamás he vuelto.
No veo como podría deshacerme de la vergüenza o la vanidad, de esas cosas que se cumplen. Hay en el
sentimiento de la responsabilidad una presunción desmesurada. Aquellos que dicen: he hecho bien, he
hecho mal…Sin embargo, ¿qué es lo que vosotros habéis hecho?

151: Loado sea Dios, no hay nada que elegir o preferir. No puede tratarse de retomar aquello que dije o
hice ayer, ni estar aquí en lugar de estar allá, sino de ser todo aquello que yo soy.
Ninguna de estas dos proposiciones —entre las que parece que no hay sitio para una tercera— tolera ser
desarrollada: 1.º No tomar parte, la indiferencia en la conciencia (qué perlas de qué verdad serán bellas para
conmoverme). Reemplazar los rechazos por la pasividad menos alterable 2.º Perder todo discernimiento.
153: Esplendor de mi voz que se eleva sola, sola, desdeñosa de todo oído, pensada para nadie —hecha de
esas palabras que son lazos seguros que, sin embargo, pueden discernirse—. Tiemblo en la cima de la palabra
sola, sobre un límite tan patético como el giro de un derviche aullador, como el tambaleo de un boxeador
antes de su desmoronamiento, como el avión que cae en llamas.

157: Vosotros sois todos poetas y yo estoy del lado de la muerte. Casaos, escribid novelas, comprad
automóviles, ¿dónde encontraría yo el coraje de levantarme del sofá o de resistir a la demanda de un amigo,
o de hacer algo hoy distinto a lo de ayer? Y mi castidad, es absolutamente como un viejo collage. Como
vosotros, me precio de ser tal como soy, sin voluntad. Vuestra voluntad es suficiente, habéis perdido el
derecho de juzgarme. Resulta un poco molesto estar al alcance de toda la gente amargada, pero la decisión
tomada es probablemente la única actitud válida. No se puede por tanto confundirme con los reincidentes 15.
Tengo veintidós años, no he tenido un amor desafortunado, no he tenido la sífilis.

169: No se despojará jamás del espíritu a un hombre enfermo cuya recuperación no valga la pena, si la
recompensa resulta exacta a esos hastíos seguros y a una distracción vergonzosa del espíritu. No se trata de
dar vueltas a ese pesimismo de sobras conocido para no ser repudiado por el espíritu; vamos entonces a
modificar, doctores, un sentimiento.

175: Tengo, para mi cruel desgracia, una triste disposición: imposibilidad de perderme de vista, aunque
trate. No es que ejerza un control particular, un dominio sobre mí mismo, sino que me veo actuar; tengo,
aunque no sea así, una especie de cristal y toda suerte de barómetros y otros medidores donde leo mi
temperatura, mi hastío; sin cesar he escrito mi nombre delante de mí con las cinco o seis grafías más
características —así las creo yo— de mi personaje, pero caracterizadas por un sentimiento, un instante;
igual que un borracho puede actuar insensiblemente y permanecer consciente de cada uno de sus gestos.
No he perdido jamás el conocimiento.
Esto es sin duda muy inexacto; como todos me abandono a cientos de imaginaciones, emociones,
acciones, en las que olvido por completo mi personaje; lo que no impide que demasiado a menudo me vea
llevado, por una especie de arruga, a recordarme quien soy y a estudiar mi espectáculo.

177: Lo Maravilloso, lo Fantástico, son menos de lo que uno puede esperar. Lo verdaderamente
maravilloso reside en una norma, la razón por ejemplo, o el buen sentido. No es la enfermedad la que está
hecha para sorprender, es la salud.

179: Mi demonio:
Maneras de despertar: balbuceos, frases comenzadas, dejadas en suspensión, todos ellos signos de la
emoción, de una confesión, de una declaración.
Los ojos entreabiertos, inclino la cabeza, aguzo el oído, dirijo la atención. Inclinado, inclinado hacia esa
palabra que vendrá hacia mí, es para mí sin duda. Pero ya no existo más, el demonio ha ocupado mi sitio —
ningún rastro de mi vanidad—. Escucho, impersonal, como se lee, como sorprende un mensaje enviado por
cualquier radio mal dirigida. Yo no puedo ser tocado. No sé más cómo responder. Paralizado. Únicamente
absorbe, estima, digiere, se amotina: el conocimiento; abstracto, pero el más agudo, el corazón de mi vida.
¿Pero quién me amará entonces?
Mi libro de cabecera es un revólver. (Esta frase es su aforismo más famoso, en su momento no pude
encontrarla en el libro, pero la incluí de todas maneras dado que es su frase más conocida.) El original es
«mon livre de chevet, c'est un revolver»).

También podría gustarte