Resumen Libro 2017
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Resumen Libro 2017
ORÍGENES Y
DESARROLLO DEL
TRABAJO SOCIAL
UNED
2017/2018
Recopilación realizada gracias al trabajo de varios compañeros, que sirve de
apoyo al manual oficial. En caso de observar alguna errata, por favor,
hacérmelo llegar para corregirlo a RMONFORT598@GMAIL.COM
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
TEMA 1
INTRODUCCIÓN
La pregunta sobre qué es el Trabajo Social no solo nos remite a las respuestas que se han dado
en los últimos sesenta años, sino también a la historia de los hechos, procesos, ideas, etc., que
nos ayudan a entender tanto el pasado como el presente.
No solo es necesario conocer los orígenes y el desarrollo del Trabajo Social, sino también rastrear
los problemas y situaciones susceptibles de ayuda o atención, los tipos de intervención desde
iniciativas diversas, los mecanismos de respuesta social e institucional, etc., que hablan de
cambios y continuidades.
La producción bibliográfica sobre estos temas comenzó a proliferar a partir de la segunda mitad
de la década de los 80 en el S. XX, cuando ya se contaba con un diseño más o menos claro del
Estado del Bienestar en España y cuando la historia social encuentra espacio en el mundo
académico español. Una historia social que incorpora la historia de la pobreza, de las
instituciones hospitalarias, punitivas y benéficas, de la legislación social, laboral y socio -
sanitaria y la progresiva presencia e intervención de las autoridades político administrativas en
las vidas privadas, a unas líneas de investigación centradas en la organización social y
movimiento obrero.
Resulta difícil concretar el momento en el que aparece la profesión asistente social/ trabajador
social, su trayectoria ha girado en torno a la intervención como respuesta a las necesidades
sociales, intentando servir a cada persona y a la sociedad y promocionando el cambio o la mejora
humana a través de diversos mecanismos, entre los que se encuentra la cooperación y la ayuda
mutua. La intervención del Trabajo Social se dirigió a reparar las fracturas sociales, sin alterar
sus factores casuales ni los modelos político- económicos imperantes.
De todo ello se desprende que el trabajo social nació en tierra de nadie, en el denominado
espacio social, que no es ni política ni economía. En el origen de toda intervención social está la
pobreza y el carácter paliativo, temporal, exiguo e intermitente de toda acción social sin límites
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bien definidos.
El interés por la pobreza, por sus causas, manifestaciones, efectos y dimensiones se presenta
como un continuo en la documentación política, religiosa, económica, médica, urbanística y
académica.
S. XVII sobresalieron los discursos de los arbitristas que expusieron soluciones a corto, medio o
largo plazo a las autoridades: González de Cellorigo, Martínez de Mata, Álvarez Osorio, Sancho
de Moncada y Fernández Naverrete, su posicionamiento se centró en el análisis económico y
financiero.
S. XIX responden a una larga tradición de humanistas, arbitristas y tratadistas de gran talla. Los
profundos cambios que se vivieron abrieron debates en torno a cuestiones como:
- La responsabilidad de las administraciones públicas en materia laboral de asistencia social y de
higiene pública
- La definición de pobreza, miseria y pauperismo
- Las enfermedades evitables, las enfermedades sociales y las desigualdades ante la muerte
S. XX, la producción literaria al respecto ha ido en aumento al suscitar análisis desde nuevos
enfoques, trabajos de relevancia política como los de los médicos: P. I. Monlau, A. Pulido, M.
Tolosa y F. Rubio, o los de C. Arenal
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Según R. Malthus, las leyes de la naturaleza exigían no ayudar a quienes no tenían posibilidad
de salir de su pobreza, por la escasez de los recursos disponibles. A.Smith o D. Ricardo, entre
otros formularon argumentos bastante sólidos como la conocida “ley de bronce del salario”,
según la cual los salarios tienden de forma natural, hacia un nivel mínimo capaz de cubrir solo
las necesidades más básicas de subsistencia.
Casi un siglo más tarde, encontramos el discurso de H. Spencer. Para él la pobreza se produce
por una menor capacidad inherente de cada individuo y una limitada adaptación por parte de
ciertos sujetos. Es decir, la responsabilidad de la pobreza es del individuo y las posibilidades de
supervivencia se concentran en los mejores, no en la totalidad de la sociedad.
La filosofía de los derechos naturales convivirá durante décadas con el liberalismo del S. XIX, si
bien se irán distanciando sus postulados. Una de las figuras centrales en ese proceso de
transición fue J. Bentham.
El pauperismo ocupará un lugar central en la obra de K. Marx una de sus aportaciones se centra
en la reflexión sobre las causas de la pobreza, diferenciando entre el pobre tradicional o sin
trabajo, y el pobre industrial o pobre emergente de la revolución industrial, que teniendo trabajo
vive en una situación de pobreza (salario de mera subsistencia).
Percibe que en las primeras décadas del S. XIX se desarrollan de forma simultánea la riqueza y
la pobreza. La distancia entre ambas hablará del nivel de desarrollo de esa sociedad.
Identifica a los pobres con aquellas personas que reciben asistencia, apoyo de sus semejantes,
e incluso viven a sus expensas, porque no tienen trabajo, ni ingreso ni pueden recibir ayuda de
su entorno. Esta nueva forma de pobreza identificada por Tocqueville se identifica con el estatus
social de asistido.
Encontramos más desarrolladas estas ideas en la obra de G. Simmel, casi un siglo más tarde.
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Para Simmel lo más terrible de la pobreza es ser pobre y nada más que pobre. A partir del
momento en el que la colectividad se hace cargo del pobre, éste solo podrá alcanzar el estatus
social de asistido, puesto que la asistencia llega a alterar la identidad de la persona asistida y le
confiere un estigma que marcará todas sus relaciones con el resto de miembros de la sociedad.
El Estado asume la obligación de auxiliar a los pobres, pero ello no se traduce en un derecho
para los pobres. Para compensar los fallos en la protección social de la solidaridad familiar, el
Estado se hace social. La pobreza pasa a ser de esta forma un asunto familiar y una cuestión de
Estado. Se traspasa la atención de la pobreza desde el ámbito privado familia y asistencia privada
al Estado que establece leyes sociales y determinados modos de intervención social.
La pobreza integrada nos sitúa ante un problema generalizado en una sociedad (no muy
industrializada), por lo que resulta más reproducible de generación en generación y se muestra
más persistente. Pero esta pobreza no implica exclusión social por la importante presencia de la
solidaridad familiar, así como por la inserción en la economía sumergida/informal y en las redes
de asistencia social.
La pobreza marginal está diferenciada del resto de grupos sociales y es bastante minoritaria.
Suelen considerarse personas inadaptadas a las nuevas realidades socioeconómicas, por lo que
están estigmatizadas. A pesar de su carácter residual, recibe mucha atención de las instituciones
asistenciales, interesadas en que lo sigan siendo.
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La fragilidad puede llevar a la dependencia de los servicios sociales que pasan a hacerse cargo,
de forma habitual, de las dificultades de estas personas.
Puede suceder que las ayudas cesen y se debiliten más las redes de apoyo informales. Se pasaría
de la dependencia a la ruptura de relaciones con los servicios sociales y otros modos de
intervención social. Es entonces cuando se detecta una acumulación de fracasos que conducen
a la marginación. Al no tener esperanzas reales de salir de su situación, sienten que han perdido
el sentido de su vida y optan por vías que ahondan más su fracaso (alcohol y drogas, sobre todo).
Será en la década de los 80 cuando la Comisión Europea (1989) comienza a emplear el término
exclusión en sustitución del de pobreza. Este cambio conceptual va a suponer también un
cambio de perspectiva: se ha de dar el salto definitivo de una concepción estática de la pobreza
a una dinámica, de proceso.
No se ha logrado establecer una definición compartida del concepto de exclusión social, aunque
se comparten como aspectos claves de la exclusión social:
El transito del concepto de pobreza al de exclusión social no significa que se haya descartado el
concepto de pobreza. Cuando se habla de pobreza, se ha generalizado la referencia a la carencia
de recursos para satisfacer necesidades consideradas básicas, que influyen en la calidad de vida
de las personas. Sus connotaciones son, sobre todo, económicas al aludir a los medios y
participar con normalidad en la sociedad. Pero también conlleva una categorización social. La
línea de pobreza se ubica de forma diferente según la persona o institución.
En cambio, la exclusión social, no solo se define en términos puramente económicos, sino desde
un tipo más amplio de participación en la sociedad. Es decir, hace referencia a un proceso de
pérdida de integración o participación del individuo en la sociedad en uno o varios ámbitos
(económico, político, social-relacional), siempre en términos relativos a su situación con
respecto al conjunto de la población. Tres aspectos clave:
Desde esta perspectiva la exclusión social facilita definir la situación de pobreza permanente de
una minoría de hogares que, además, acumulan otras problemáticas graves en materia
educativa, laboral, relacional o de salud y cuenta con escasas posibilidades de salir de esta
situación sin ayudas.
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J. Subirats, entiende la exclusión social desde una perspectiva integral lo que se traduce en que
es una situación resultante de un proceso de acumulación, superposición y/o combinación de
diversos factores de desventaja o vulnerabilidad social.
En 1951 comienza a llegar la Ayuda Social Americana (ASA) que debía gestionarse desde una
institución sin ánimo de lucro, de una religión y con carácter benéfico. Esta fue Cáritas. Desde
ese momento se vio en la obligación de ser rigurosa, organizada, con cierto método de trabajo
y abierta a la colaboración con otras entidades.
En 1957 surge la Sección Social de Cáritas, tenía como objetivos orientar, investigar y planificar
la acción social. Para esta tarea se crea el Centro de Estudios de Sociológica Aplicada (CESA)
que capacitará al personal profesional, fomentará obras y servicios sociales e iniciará estudios
sobre la sociedad española para poder planificar actuaciones dirigidas a los sectores más
desfavorecidos y vulnerables. Todo ello se concretará en el llamado Plan de Beneficencia o Plan
CCB (Comunicación Cristiana de Bienes).
Al desaparecer el ASA, activarse el Plan de Estabilización e iniciarse los fuertes flujos migratorios
(éxodo rural y emigración internacional), se hacía necesario contar con información precisa
sobre el alcance de la pobreza en España y con nuevas fuentes de financiación. En 1965 comienza
su andadura la Fundación FOESSA (Fomento de Estudios Sociales y Sociología Aplicada) como
institución benéfico-docente de carácter privado con el impulso de Caritas Española, pero siendo
la vertiente secular del Plan CCB.
Para la tarea de divulgación se creó la revista Documentación Social que ha llegado a nuestros
días. Su finalidad será realizar estudios de planificación y orientación de la acción social.
FOESSA publicó varios estudios sociológicos y 5 informes sobre la situación y el cambio social
experimentado (1967, 1970, 1975, 1980-83 y 1994).
A partir del 2005 la Fundación FOESA centrará sus publicaciones e informes en tres ejes:
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La Encuesta FOESSA 2007 abordó a nivel estatal, por primera vez, un análisis multidimensional
de la exclusión social. Se elaboró un diagnóstico de situación de los sectores afectados por los
distintos procesos de exclusión social.
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La acción social, en un sentido amplio del término, se ha orientado a mitigar, más que a suprimir,
aquellas manifestaciones más visibles, porque son estas las que hacen aflorar problemáticas y
tensiones que pueden llegar a cuestionar el modelo de sociedad y gobierno. Concepción Arenal
sintetiza lo más novedoso de la creciente sensibilidad social hacia la pobreza cuando afirma que
lo que hay de nuevo en el asunto es que se estudia.
Los cambios político-económicos fueron por delante de una sociedad que seguía arraigada en el
pasado, en los valores preindustriales y tradicionales. Es cierto que desde mediados del S.XIX el
progreso científico, tecnológico y material estrechará lazos cada vez más fuertes con el ideario
liberal de libertad política, tolerancia religiosa y orden y paz, de tal manera que liberalismo y
progreso terminarán por confundirse.
Los discursos y debates en torno a las diversas formas que va adquiriendo la pobreza podrán
materializarse a medida que se detecten y diagnostiquen los problemas más acuciantes en cada
momento.
Al interés por explicar la nueva realidad social e identificar los principales problemas sociales, se
unió la elaboración de propuestas de resolución, adoptando nuevos planteamientos científicos
y herramientas estadísticas. Se entendía que la mejora de las condiciones de vida de sectores
amplios de la población pasaba por la instrucción, la salud pública y los servicios asistenciales.
Resultará cada vez más visible la referencia a los grupos más afectados por la pobreza, la
ignorancia, la exclusión, la enfermedad y la muerte en los discursos médicos, políticos,
filantrópicos, miembros de la iglesia, maestros. Estos grupos, heterogéneos en sí mismos, eran
el de las mujeres, los niños/as, las personas mayores y las enfermas. Cada uno presentaba
diferentes formas de marginalidad que requerían un tratamiento diferenciado y desde un nuevo
modelo de atención que se definirá como bio-pedagógico. En él las administraciones públicas
asumían una labor de coordinación, orientación y reglamentación destinada a una efectiva
“profilaxis social”. Desde ahí se preveía atajar la pobreza, el desempleo, la violencia, la
ignorancia, los abusos en la familia, el trabajo, los alquileres, y los desequilibrios socio-
económicos.
En ese esfuerzo contra la vulnerabilidad individual y social van perdiendo relevancia los factores
de riesgo endógenos (herencia y condiciones fisiológicas de cada individuo) a favor de los
exógenos. La formación profesional y moral resultaban ser, por tanto, piezas claves en la lucha
contra la pobreza. La responsabilidad de prevenir el empobrecimiento pasa a ser tanto individual
como social.
La asistencia va a ser una acción que va dirigida más a mitigar las consecuencias de las
situaciones más graves de desigualdad que a buscar o lograr la igualdad y la cohesión social.
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Las actuaciones desplegadas aparecerán en relación al doble sentimiento que genera la pobreza:
compasión y miedo. Las situaciones de pobreza se confundirán, en muchas ocasiones, con
comportamientos considerados desviados de la normalidad social.
Moralizar y disciplinar, utilizando la opción de una ayuda selectiva y discriminatoria, son dos
rasgos que se incorporan al trabajo social desde su origen y que, todavía hoy, le acompañan.
Esta constatación supone entender que en el curso de la historia moderna y contemporánea han
variado los métodos e instrumentos adoptados para asistir a los pobres, pero no lo ha hecho su
finalidad última: educar, moralizar y disciplinar a quienes se encuentran en situación de pobreza
o exclusión social.
La población pobre o en riesgo de estarlo no ha sido pasiva. La violencia, la transgresión de las
normas o el apoyo a revueltas, ideologías o utopías salvadoras han sido algunas de sus
reacciones ante las actuaciones de los grupos de poder.
En este sentido no siempre ha sido sencillo establecer agentes concretos que actúan sobre las
diversas formas de pobrezas. El protagonismo ha recaído en actores múltiples que han
compartido la función de suministrar ayuda al “otro” individual o colectivo. Tales actores se
agrupan, básicamente, en tres: asistido, donante y mediador.
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La figura mediadora ha de dar cuenta de sus actuaciones a quienes ejercen de donantes como a
las personas asistidas que esperan ver cubiertas sus necesidades. A partir del S. XX la
profesionalización se irá convirtiendo en la seña de identidad de esta tarea de intermediación.
El tercer actor, el donante, establece la cuantía y modalidad de las acciones de ayuda, los sujetos
perceptores de las mismas y la finalidad y objetivos que justifican su decisión. Al igual que los
actores anteriores, busca obtener algún tipo de compensación, provecho, personal o social.
Puede esperar desde el perdón de sus faltas, el reconocimiento personal o social, mayor control
sobre los beneficiarios de su donación hasta orden y paz social.
Los actores de la intervención social conducen nuestra mirada a los tres sectores que han
canalizado las diversas actuaciones sociales: las administraciones públicas, la iglesia y otras
iniciativas privadas. A estos sectores se ha sumado en las últimas décadas la iniciativa social o
Tercer Sector, reagrupándose así la iniciativa privada dentro del segundo sector.
Hacia el S. XX, los principales agentes que se fueron perfilando en el tratamiento de diversas
situaciones carenciales pueden quedar reducidos a tres en España: Estado, Ayuntamientos e
Iglesia. Su creciente protagonismo convivió con formas se solidaridad familiar, comunitaria o de
grupo no organizadas, pero de importante impacto para el desarrollo tanto individual como
social.
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misericordias como consecuencia de las guerras civiles, las epidemias, las crisis de subsistencia
y la inestabilidad política, facilitó la política municipal de los socorros a domicilio. La Ley de
Beneficencia de 1849 intentó impulsar las diputaciones provinciales con la finalidad de ir
conformando un sistema asistencial menos privado, mejor organizado y menos religioso. En la
práctica, la beneficencia municipal seguirá siendo coprotagonista de segundo orden en materia
asistencial.
La estructura de poder desplegada durante la Restauración, reinando Alfonso XII y Alfonso XIII,
necesitaba de la Iglesia. Igualmente, ésta necesitaba del Estado para alcanzar la recatolización
de una España que parecía haber perdido hacía tiempo el centralismo alcanzado en Trento. Se
sirvió para ello del despliegue de sus funciones pastorales, educativas y asistenciales. El
catolicismo social llegó con retraso a España por las reticencias que levantaba entre diversos
sectores liberales y entre los ultraconservadores, pero en la década de los 80 encontrará
respaldo con la publicación de la encíclica De Rerum Novarum y el despertar de una sociedad
civil que se organizará en asociaciones confesionales antiliberales. Se va a reproducir esa
estrecha relación entre Estado e Iglesia durante el gobierno de Franco.
Durante las primeras décadas del S. XX se gesta el inicio de la enseñanza formal del trabajo social
y la formación teórico-práctica de quienes aspiran a ser sus profesionales.
1-LA
POBREZA COMO OBJETO DE ATENCIÓN: DEFINICIÓN, FACTORES Y
MECANISMOS DESENCADENANTES, CUANTIFICACIÓN
Una posible definición generalista en torno a la cual suele haber un cierto grado de consenso es
la de entender la pobreza como una “carencia relativa de los medios o recursos que determinan
la calidad de vida de las personas (alimentación, abrigo, alojamiento, salud, educación, etc.) Al
decir es una “carencia relativa”, se quiere subrayar, por una parte, que el indicador del umbral
es variable, es decir, que está en función del nivel de vida del resto de los miembros de la
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Durante los siglos modernos se vive en el mundo rural y en el urbano una transformación de las
estructuras de producciones agrarias y artesanales hacia las formas de producción y
comercialización capitalistas, que van a provocar un importante coste social de pobreza entre
los pequeños campesinos y los asalariados tanto del campo como de la urbe. El S. XVI padeció
desde sus primeras décadas una serie de factores “coyunturales”, que, articulados en estrecha
relación con las transformaciones económicas de fondo, provocaron repetidas oleadas de
nuevos “pauperes”.
En primer lugar, se produce una inflación de los precios que repercutiría negativamente en el
poder adquisitivo de los grupos populares, empobreciéndolos Y en segundo lugar, se registra la
repetida presencia de fuertes crisis cíclicas de subsistencias.
Así la centuria del 1500 vivió la llamada “revolución de los precios”. El alza, aunque fue general,
afectó de manera particular a los precios de los cereales y al resto de los productos agrícolas
alimenticios, siendo un poco más moderado el incremento que sufrieron los productos agrícolas
y alimenticios, siendo un poco más moderado el incremento que sufrieron los productos
artesanales e industriales. A esta tendencia alcista de los precios no le siguió un aumento
idéntico del valor “real” de los salarios, aunque estos también aumentaran notablemente a nivel
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“nominal”. El poder adquisitivo real mantuvo una tendencia casi constante a la baja desde 1520
a 1600. De modo que, en España, al final de la centuria, el poder adquisitivo de un asalariado
urbano de carácter medio había disminuido al menos entre un 25 y 30 por ciento con respecto
al comienzo del siglo.
Los precios se cuadriplicaron en el S. XVI. Las Cortes Castellanas fueron a lo largo de toda la
centuria un verdadero registro de quejumbres, denuncias y descontentos sobre la cuestión, sin
que las diversas medidas legales que se ensayaron dieran resultado alguno. Para agravar la
coyuntura habría que añadir el peso de los impuestos, que aumentaron sin cesar durante todo
el siglo, en un intento por parte de la corona española de compensar el progresivo
endeudamiento del Estado.
En medio de este movimiento constante del alza de precios, de inflación como factor de
depauperización, se encuentran las “crisis de subsistencia”. Son crisis de hambre. Todo parece
indicar que las causas de estas crisis se solían generar por crisis agrícolas. La reducida diversidad
de cultivos, el limitado volumen de las reservas de alimentos, las dificultades de la comunicación
y del transporte de la época para llevar a cabo eficazmente las tareas de rehabituallamiento, se
conjugaban para convertir unas malas cosechas, en situaciones de escasez, que provocaban el
alza de los precios de los productos agrícolas, y que, según su duración o la escasez de los
alimentos, podían tener numerosas consecuencias negativas a nivel social y demográfico.
España conoció en el S. XVI diferentes crisis de subsistencias que fueron acompañadas en
algunas ocasiones por epidemias. Estas crisis afectaban especialmente a las clases más
populares y originaban la aparición llamativa de nuevos grupos de desocupados y mendigos, que
acudían de forma masiva a los núcleos urbanos en busca de trabajo y ayudas.
La escasez conducía a las clases económicamente más débiles a consumir menos cantidad de
alimentos o de más baja calidad, reduciendo sus defensas biológicas y capacidad de
supervivencia. Las propias crisis agrícolas podían generar por sí mismas brotes de epidemias y
enfermedades contagiosas (habitualmente infecciones por hongos y parásitos), fruto de las
modificaciones de los ritmos biológicos causadas por las mismas alteraciones climatológicas,
generando al mismo tiempo plagas que incidían negativamente a su vez sobre cosechas. Estas
situaciones provocaron un aumento de las migraciones en busca de asistencia, alimentos y
trabajo, con toda la serie de consecuencias sociales y demográficas negativas que solían
acompañarlos.
Este éxodo migratorio de campesinos y jornaleros, de familias enteras empobrecidas, era una
de las más graves secuelas de las crisis. Su importancia se revela en el aumento del número de
asistidos en esos periodos por algunas instituciones caritativas.
Las crisis de subsistencias, especialmente las más severas, como lo fueron la de 1522 en Europa,
las de 1539-42 y de 1575-79 en España y la de la última década del S. XVI, en una espiral de
hambre y peste que afectó a toda Europa, con la cúspide de la inclemencia en los años 1597-
1600, suponían tales manifestaciones de pauperismo y de sus consecuencias de vagabundeo y
mendicidad, invariablemente escoltadas además por el aumento de todas las formas de
marginación y de desviación social, que ponían a prueba en muchos centros urbanos la limitada
capacidad de las instituciones asistenciales existentes, desbordando sus recursos, disminuidos
ya por la propia crisis, y revelando la ineficacia de numerosas medidas de control social que
establecían los consejos o ayuntamientos urbanos ante la realidad de la pobreza. Estas crisis,
ante la incapacidad de las medidas que se aplicaban, eran los detonantes que generaban la
aparición de nuevos proyectos de asistencia y que provocaban las reformas de las políticas
sociales a nivel institucional y legal. En este sentido, hay una correlación casi perfecta entre las
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Algunas de las categorías permanentes (infancia, mujeres con niños y ancianos) de la “pobreza
tradicional” solían responder a factores estructurales, que eran factores inherentes, en este
caso, a la “estructura” misma del ciclo de la vida humana.
Hay etapas de la vida individual y familiar, que, por sí mismas, suelen ser más vulnerables a la
pobreza, y que permanecían como un “factor estructural” depauperizador inalterable,
presentes siempre en los ciclos de vida, y que definía, algunos de los constantes tipos y rasgos
tradicionales que había asumido la imagen de la pobreza. A lo largo del S. XX, los “Estados del
Bienestar” han ido estableciendo políticas de distribución social de rentas y beneficios que han
intentado suavizar los niveles de pobreza e inseguridad económica (subsidios de desempleo,
pensiones de vejez, seguridad social, políticas familiares, atención y educación a la infancia, etc.).
pero en las sociedades modernas, anteriores a los “Estados Sociales”, los individuos y familias
que sólo dependían de su trabajo, podían en diferentes etapas de su ciclo de vida no ganar lo
suficiente para poder subsistir. Estas fases de pobreza estructural se concretaban habitualmente
en tres periodos del ciclo de la vida:
En la infancia y adolescencia
En el momento del aumento de cargas y responsabilidades familiares
Y en la vejez.
La infancia por su dependencia e insuficiencia económica para cubrir sus necesidades, suponía
una etapa especial de fragilidad ante la pobreza, además de que los hijos, en algunos casos,
podían representar una carga económica que podía desequilibrar la precaria capacidad de
subsistencia de la familia. Todas las políticas sociales de los siglos modernos, prestaran una
atención especial a la reeducación infantil, considerada como uno de los medios preventivos
más adecuados y oportunos para luchar contra la marginación y la desviación social adultas.
Junto a estas medidas asistenciales y educativas, las estrategias familiares de supervivencia
fueron la colocación de los hijos, tan pronto como estos tenían edad, en contratos de
arrendamientos de servicios que suponían el abandono del hogar y representaban un alivio
económico para el resto de la familia.
La tercera etapa de pobreza y dificultad para subvenir a las propias necesidades llegaba con la
vejez y la progresiva incapacidad para el trabajo, que obligaba a numerosos ancianos a depender
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de modo permanente de las redes de ayuda mutua, de las ayudas caritativas institucionales o
de la mendicidad.
Este es el caso de la enfermedad, que era vista por los contemporáneos como una causa directa
de la pobreza. La presencia de la enfermedad en una familia, originaba una disminución o
ausencia de ingresos e incluso, en los casos de convalecencias largas, podía ocasionar el
endeudamiento y el empeño de los enseres y bienes materiales de la familia. Y también en cierto
modo, a nivel colectivo la enfermedad generaba procesos de depauperización. De modo
especial, las enfermedades infecciosas típicas de los siglos modernos, que desarrollaban
epidemias de diversa extensión e intensidad y tenían una mayor frecuencia de aparición en las
grandes urbes. Era una constatación de la época que los brotes se iniciaban en los barrios más
pobres y marginados, que eran también los que sufrían la mayor incidencia de la enfermedad y
presentaban los mayores índices de mortalidad.
Y junto a la enfermedad, la incapacidad laboral por accidentes y por deficiencias físicas, a la que
se sumaban no pocos soldados licenciados (y mutilados) que habían quedado inútiles para el
trabajo. También las guerras y campañas militares eran una causa accidental de aumento del
pauperismo.
No es posible ofrecer datos cuantitativos fiables que nos den una idea real del incremento del
pauperismo. La cuestión se complica porque, en primer lugar, supone cuantificar un conjunto
social que en buena medida es incuantificable, por la imprecisión misma del concepto de
pobreza y sus límites cambiantes, y porque el número de pobres varia no solo de acuerdo con la
evolución económica a corto y larga plazo, sino también en función de las pulsiones
momentáneas de la coyuntura. Toda la franja social inferior de la población es susceptible de
traspasar los límites de la pobreza y la indigencia en momentos de crisis, tras los cuales es
también posible, aunque no siempre tan fácil, que una parte de esa población pueda volver a
salir de esa situación por lo que para su adecuada cuantificación sería necesario poder disponer
de series de datos para amplios periodos históricos, de las que apenas disponemos.
En segundo lugar, el tema no es simple por las dificultades que suponen las fuentes que ofrecen
datos, ya que suelen usar criterios diferentes para conceptualizar la pobreza, por lo que hacen
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Una de las fuentes usadas han sido los “censos”, los estudios existentes son de desigual valor y
hacen referencia, a listas de origen municipal cuya finalidad solía ser fiscal. Se trata de
“padrones” para el repartimiento de cargas e impuestos. La población era clasificada en función
de sus posesiones o patrimonio.
Por otra parte, el uso que se hace del término “pobre” es relativo, se refiere al que no tiene o
apenas tiene patrimonio y al que no puede, o apenas puede, pagar impuestos porque no tiene
de qué. Se asimila no sólo al pobre en sus categorías tradicionales, sino al trabajador manual, al
jornalero, incluso, en ocasiones, al labrador pequeño propietario. “Pobre” es el “trabajador”
cuyo diario esfuerzo no llega siempre a mitigar sus necesidades.
Hay que tener en cuenta también a la hora de contabilizar el “número” de pobres, que el término
“vecino” era la unidad fiscal contable de la época, al convertirlo en número de habitantes podría
resultar inadecuado para el caso de “vecinos pobres”, provocando una sobrevaloración
demográfica del pauperismo, ya que, por una parte, muchos de estos vecinos pobres no eran
unidades familiares “normalizadas”, sino personas solas, especialmente mujeres viudas.
Los resultados eran en muchos caos parciales ya que no recogían el total de la mortalidad. Quizás
la aproximación más aceptable al número de pobres que representaba el “grupo social
significativo” para la aplicación de medidas asistenciales, y al que iban encaminadas la mayor
parte de intervenciones legales de política social y las reformas de la beneficencia, sean las “listas
de pobres” merecedores de asistencia, que confeccionaban algunas ciudades en momentos de
crisis, o bien las mismas “listas” a nivel parroquial, que ya no eran siempre fruto de la crisis, sino
el registro ordinario de las ayudas caritativas que se daban en la demarcación de la parroquia.
Hay que tener presente que los datos que se aportan sobre la pobreza no suelen recoger la
pobreza no avecindada pero presente en las ciudades, como los vagabundos y mendigos
desarraigados, sin rostro ni domicilio fijo, muchos de ellos pobres fingidos que desbordan el
campo de la pobretería y se introducían en el submundo de la marginación social.
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Estos grupos y tipos de pobres verdaderos eran los lógicos candidatos a ser asistidos por las
instituciones de caridad y asociaciones de asistencia. Además existía una amplia red informal de
ayudas particulares o privadas (familia y redes de parentesco, redes de amistad y compañerismo,
relaciones con otras familias de vecindario y comunidad local), cuya asistencia se está revelando
como una acción social mutua, de gran eficacia a la hora de subvenir las necesidades básicas de
los afectados, estos tipos de asistencia solían fundamentarse sobre relaciones de conocimiento
y confianza mutua, que se daban cuando las familias o individuos estaban avecindados, llevaban
cierto tiempo residiendo en la comunidad y existía una convivencia cotidiana con sus convecinos.
En este sentido, los pobres forasteros recién llegados con sus familias, los jornaleros en paro, los
mozos sin amo, que emigraban todos ellos en busca de trabajos estacionales, caían dentro de la
categoría de “desconocidos”, y en consecuencia su participación o incluso en estos modelos y
redes quedaba dificultada. El “desconocido” generaba desconfianza y prevención.
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y en las actitudes sociales ante los pauperes. De modo que en el medievo se consideraba a la
pobreza como una condición de vida material simbólicamente dignificada por connotaciones
religiosas, siendo vista como un valor moral cuando era aceptada dentro de un orden natural
providencialista. La riqueza y la pobreza resultaban ser a la postre polos complementarios, y así
mientras lo pobres necesitaban la ayuda y la misericordia de los ricos, estos a su vez necesitaban
la ayuda y la misericordia de los ricos, estos a su vez necesitaban a los pauperes para justificar
moral y socialmente su propio poder y riquezas a través de las obras de misericordia y justicia,
de modo que la limosna, en todas sus variantes, se convirtió no sólo en un precepto moral y
religioso general para todos, y de modo especial para los poderosos, sino que, a su vez, estos
cumplían una obligada función social de redistribución de bienes, de protección de los débiles y
ayuda a los necesitados, como parte de una exigencia religiosa, pero también de justicia natural
y económico-moral que en cierto modo los justificaba en su estatus ante Dios y ante los hombres
dentro de esa cosmovisión medieval.
La Iglesia desde sus comienzos ejerció el reparto de ayudas y limosnas a los necesitados, generó
fondos comunes benéficos y creó instituciones asistenciales y hospitalarias. La Iglesia se
convierte en representante cualificada de los intereses de los menesterosos, y en calidad de tal,
en receptora de limosna y donaciones para su adecuada distribución entre los pobres. Podría
decirse para los siglos medievales que la práctica totalidad de la acción asistencial organizada se
realizaba a través de las diferentes instancias eclesiásticas.
En el S. XIV y en el XV, van surgiendo en las ciudades nuevas respuestas sociales y de control al
problema de los pobres, mendigos y vagabundos, cada vez más numerosos. Son respuestas
“arcaicas” y “noveles”, que se mueven entre la continuidad y la renovación de los modelos
asistenciales anteriores, pero en las que las autoridades municipales asumen responsabilidades
mayores junto a los eclesiásticos, además de advertir un incremento de la presencia de laicos en
la gestión y organización de las acciones sociales.
No hubo una brusca transformación entre un supuesto “modo medieval” y un supuesto “modo
moderno” de abordar la pobreza, y aunque en la sensibilidad de las elites hay una creciente
actitud hostil hacia los mendicantes y pordioseros, las costumbres populares siguieron
manifestando actitudes solidarias con los mendigos. El marco intelectual con el que venimos
concibiendo la pobreza hasta nuestros días se fundamentó a finales del S. XV y en XVI.
Tal vez la nota característica de S. XVI respecto al pauperismo y a la marginación sea la toma de
conciencia de su dimensión como problema social. Hay una preocupación generalizada por el
tema en las ciudades, en las Cortes de los estados, en los grupos intelectuales de los humanistas
y en los teólogos y eclesiásticos, tanto católicos como protestantes. Y va a ser una centuria
decisiva para plantear el problema a nivel político y hacer de él una cuestión central de las
controversias ideológicas y sociales de la época.
Es en los comienzos del S. XVI cuando se da un aumento de los testimonios de rechazo y de repulsa
del “pobre”. Tal vez las sucesivas crisis coyunturales de subsistencias que viviría el Siglo ayudaron
a acentuar esa imagen negativa de los grupos de pobres, especialmente en las urbes, donde el
número de menesterosos y la diferencia entre la miseria y la ostentación de la riqueza serían más
notables que en los ambientes rurales. Lo cierto es que se constata una “representación” diferente
de la pobreza: el pobre, el mendigo, especialmente el urbano, pierde su carácter familiar y
consentido, para convertirse en un ser anónimo y peligroso, generador potencial de epidemias,
de revueltas y vicios, y que nada tiene ya que ver con el valor religioso y moral de la pobreza. Todo
en esta “nueva” imagen predispone y parece exigir la intervención de los poderes públicos.
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
Quizás, este sea el caso concreto del supuesto cambio de la mentalidad colectiva moderna frente
a la pobreza. A pesar de que es común en el Medievo considerar la pobreza como un valor moral,
y presentar al pobre integrado en su mundo, también lo son los numerosos testimonios que
muestran que tal vez siempre existió una clara distinción conceptual y social sobre la pobreza
voluntaria exaltada como camino de perfección moral y la indigencia material, y que era
necesario hacer una distinción entre pobres “verdaderos “y “fingidos” merecedores estos de
castigo.
En la sociedad medieval el concepto de pobre pasa de ser un “predilecto de Dios” a ser “un sucio
holgazán y delincuente potencial”, parece evidente que en este periodo histórico coexistían
diversas actitudes y doctrinas en materia de pobreza y que la apología de la pobreza hacía
referencia, al mundo espiritual, mientras que la indigencia material se consideraba como una
condición sin dignidad, fuente de marginación social y moral.
En primer lugar, la centralización de todos los recursos ciudadanos de asistencia en una bolsa
común y/o un hospital o institución general, donde confluyen todos los donativos y limosnas
voluntarias, por una parte y las rentas de todas las instituciones benéficas sean privadas o
eclesiásticas.
En segundo lugar, la secularización de la administración, distribución y control de fondos y de
las instituciones benéficas, que queda en mano de las autoridades municipales y de un consejo
formado fundamentalmente por laicos, si bien normalmente, con participación eclesiástica.
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En tercer lugar, se realizaba una clasificación de los pobres para designar a los que debían recibir
asistencia de la bolsa común o en el hospital general y los que podían trabajar y ganarse el pan,
y como consecuencia se prohibía totalmente la mendicidad. Aquí radicaba la cuarta nota típica:
el trabajo, como método terapéutico por excelencia. Los vagabundos forasteros eran enviados
a sus lugares de origen y se limitaba a una noche normalmente la estancia de peregrinos en la
ciudad. Se organizaba la educación o reeducación de los menores abandonados y de los hijos de
padres indigentes, y se convertía a las parroquias en centros de información sobre las
necesidades de las familias pobres de su demarcación, invitando, además, a los párrocos a
propagar y defender la reforma asistencial desde el pulpito y el confesionario.
Aunque todas estas reformas tenían un carácter fundamentalmente urbano y eran llevadas a
cabo por los poderes municipales, la nueva “política social” fue apoyada inmediatamente por el
poder estatal o real con la promulgación de diferentes edictos que favorecieron la difusión y la
ejecución del programa reformista. La Iglesia no sólo facilitó, sino que patrocinó en muchos
casos la aplicación de las reformas. Aunque lógicamente también se levantaron voces contrarias
de religiosos y laicos (en general, los que fueron apartados de la administración de los fondos)
en ambos bandos.
El poder estatal o real se sumó a las iniciativas ciudadanas en el ensayo de la nueva política
social. Especial importancia tuvo el edicto imperial de Carlos V para los Países Bajos en octubre
de 1531
Las peticiones de los procuradores de las ciudades en las cortes del reino para que se tomaran
nuevas medidas en el tema de los pobres era una cuestión recurrente desde 1523, y en esta
atmósfera de insistente demanda de nuevas medidas de control social, llegada en 1538 y 1539
una nueva crisis de subsistencias que se alargaría hasta los primeros años de la década de 1540,
llegando a ser la situación verdaderamente preocupante en diversas ciudades.
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El artículo sexto, prohibía la mendicidad infantil, no permitiendo que los mendigos llevaran
consigo a sus hijos u otros niños mayores de 5 años, encargando a las autoridades eclesiásticas
y municipales de cada lugar el establecer medidas para el cuidado de estos menores y colocarlos
en aprendizaje o servicio doméstico.
La clave de la ley de 1540 en el artículo décimo segundo, que proponía todo lo contrario del
resto de los artículos, rompiendo la uniformidad de la ley y ofreciendo aparentemente dos
mensajes legales distintos y contrapuestos. Frente a todo un artículo anterior que proponía
permitir la mendicidad con un mayor control y rigor, sin apenas reformar el modelo asistencial
existente, el artículo 12 sugería, por el contrario, que prohibir la mendicidad era un bien, y que
era alcanzable con solo la recta administración de las limosnas y de los hospitales e instituciones
de asistencia que ya existían. Y que esto era lo que tenían que hacer las autoridades municipales
y eclesiásticas, y que sólo cuando no fuera posible hacerlo, se aplicase lo estipulado, esto es, el
permitir mendigar con licencias y mayor control. La ley resultó, en su texto ambigua, pero al
dejar la aplicación de las medidas en manos de las autoridades eclesiásticas de cada diócesis y
en los concejos municipales, se dejaba también la puerta abierta para llevar adelante las
reformas allí donde hubiera posibilidades y suficiente capacidad de iniciativa.
La política legislativa de Felipe II en materia de pobres fue el continuismo con la ley de 1540.
Una ley reformista, potencialmente secularizadora y municipalista.
El Concilio de Trento no abordó directamente el tema de la pobreza y de los mendigos, pero
decretó la necesaria actualización y reforma de las instituciones caritativas y hospitalarias
cuando y donde fuera necesario, introduciendo medidas rigurosas de control administrativo y
funcional.
La aplicación de las disposiciones conciliares en España por parte de Felipe II fue inmediata.
Existía una contradicción interna entre las vigentes leyes reformistas de 1540 y las nuevas
prescripciones canónicas. Esta sería el motivo de la promulgación de la nueva pragmática de
1565 con el título de “Nueva Orden para el recogimiento de los pobres, y socorro de los
verdaderos”, en cuya breve introducción se reconoce la ya clásica falta de eficacia de las leyes
anteriores y el aumento de vagabundos y holgazanes que se ha producido.
Las penas de vagabundos habían ido en aumento a lo largo de la época pasando por el breve
destierro temporal y los azotes al duro servicio de galeras. Las nuevas penas de los vagabundos
y su destino a las galeras de la armada, que habían quedado establecidas en la pragmática dada
por Carlos V en 1552, siendo ratificadas por Felipe II en 1560 y serian objeto de una nueva
pragmática en 1566, con la finalidad de clarificar el concepto de vagabundo.
Se consideraban vagabundos: los gitanos (egipcianos), los caldereros extranjeros y los pobres
mendigos sanos. Así que, aunque la mendicidad lícita no estaba prohibida, el mendigo que se
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comprobara que era “pobre fingido”, y lo era todo aquel que fuese útil para trabajar, se
convertiría en galeote forzado. La ordenanza estipulaba que la edad mínima para servir en las
galeras se aplicase lo dispuesto para los ladrones y rufianes, es decir a los 20 años.
La gran amplitud de la tipología de individuos que podían ser condenados a galeras, como la
misma pena en sí, muestra hasta qué punto la justicia penal durante los siglos modernos (del
XVI al XVIII) estuvo al servicio de los intereses y las necesidades del Estado.
El servicio de galeote, la pena más temida por los delincuentes, se mantuvo hasta el siglo XVIII
inclusive. Fue suprimido en 1748 por Fernando VI al renunciar al uso militar de la vieja escuadra
de galeras, y restablecido por Carlos III en 1784 al volverla a poner en uso por las necesidades
del corso contra los argelinos, siendo abolida definitivamente por real orden de 30 de
noviembre de 1803.
A la decadencia económica se vinieron a unir los efectos negativos del endeudamiento del
Estado y sus repetidas quiebras financieras. La Corona influyó de modo notable en todo el
proceso económico hispano de la época. A partir de la década de 1570 aproximadamente, las
malas añadas vienen a reincidir sobre una sociedad que muestra síntomas de astenia y de
debilitamiento y que va a ofrecer ya las primeras muestras de un abatimiento económico y
social. Uno de los más claros testimonios “sociales” de la recesión podría ser el número de
indigentes y vagabundos que a partir de esas fechas se revela de nuevo como más elevado,
especialmente en las ciudades. Y en correspondencia con este incremento será cuando verán la
luz los proyectos de Miguel de Giginta (1576) y de Cristóbal Pérez de Herrera (1595), los dos
planes institucionales más ambiciosos que se idearon para “remedios de pobres” en la España
de los Austrias. Con ellos especialmente con Giginta, se iniciaba en nuestra península las políticas
de “recogimiento”, el llamado en otros países el gran “encierro” de pobres.
El “encierro” fue un movimiento que se dio en Europa desde la segunda mitad del S. XVI hasta
finales del S. XVIII.
El recogimiento, como respuesta social a la pobreza y marginación, estaba muy relacionado con
las reformas asistenciales que vivieron las ciudades europeas a partir de 1520. La reclusión fue
la lógica evolución de las medidas urbanas de control y prohibición de la mendicidad ante un
problema que, lejos de ser solucionado por aquellas reformas, continuaba agravándose a
medida que avanzaba el S. XVI al compás de la evolución económica y de las crisis.
Ante la magnitud del fenómeno del deterioro social y la insuficiencia de las medidas anteriores,
el “recogimiento” se presentaba como una solución verdaderamente adecuada. Por una parte,
ofrecía una respuesta inmediata a las necesidades básicas de techo y comida de los
desheredados, un refugio físico donde podían acogerse evitando la mendicidad y el vagabundeo.
Era, además, una solución que, al recogerlos, los apartaba del resto de la población, evitando así
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
los presuntos riesgos de contagio de las enfermedades de las que se les suponía portadores, por
lo que se convertía en una medida sanitaria.
Por otra parte, el encierro daba una posible respuesta también al problema de la corrección
moral y de adquisición de hábitos sociales, ya que el espacio cerrado favorecía un orden que
regulara su supuesta vida libertina e inmoral, generando los hábitos necesarios de disciplina
social. Un lugar en el que recibirían las enseñanzas religiosas y prácticas laborales. Y, sobre todo,
el encierro se convertiría en la mejor corrección contra su vida ociosa al obligar a trabajar a todos
los que fueran útiles para ello. El trabajo, aunque se justificaba por razones económicas, ya que
con él se mantendrían a sí mismos y a la institución, se defendía fundamentalmente por razones
educadoras y éticas.
Con todo, tanto el apartamiento como la reclusión temporal de los pobres y mendigos no
deberían verse solamente como una evolución propia de las primeras reformas benéficas del
S. XVI, acentuadas y recomendadas más tarde por los autores economicistas, sino que habría
que situarlas al mismo tiempo en la perspectiva del amplio movimiento de disciplinamiento
social que caracterizó a la consolidación de los estados modernos en Europa, tanto en las zonas
protestantes como en las católicas, y que se puso de manifiesto en una intensificación de la
reforma de las costumbres y de moralización de la vida social a lo largo del S. XVI y XVII.
El proceso de expansión del modelo del encierro de pobres en los siglos modernos tendrá desde
sus comienzos puntos en común con otros movimientos, a veces simultáneos y paralelos, de
instituciones de recogimiento y corrección (prostitutas, infancia abandonada, delincuencia,
etc.), todos ellos con su propia historia particular, pero gestados todos en el substrato común de
la atmósfera de la reforma moral y social de los primeros siglos modernos. Entre esos modelos
paralelos de instituciones de recogimiento y corrección, aparecen los dedicados exclusivamente
a las mujeres perdidas, que por su desorden moral y experiencias carnales no podían ingresar en
las instituciones de pobres y mendigos, para evitar la promiscuidad y el contagio inmoral que
suponían. Pérez de Herrera proponía en su plan general de Amparo de Pobres (1595), la creación
de unas Casas de Trabajo y Labor, erigidas en las ciudades más pobladas, donde se encerrarían
a las vagabundas ociosas, hechiceras, ladronas, etc., con penas de 1 a 10 años, o de por vida
según el delito.
El plan se haría realidad con la creación en Madrid de la “galera” en 1604 propuestas por la
madre Magdalena de San Jerónimo.
Su propuesta completa consistía en la puesta en práctica de dos tipos de medidas:
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
En primer lugar, se trataba de que en las ciudades que fuera conveniente se crearan unas casas
o colegios para niñas huérfanas y abandonadas, donde serían reeducadas y preservadas,
preparándolas para colocarlas en el servicio doméstico a su tiempo, de modo que obtuvieran
una pequeña dote y pudieran contraer matrimonio. Y, en segundo lugar, para cuando prevenir
es ya tarde, era necesaria una medida represiva y reeducadora que se cumpliera en las “galeras”
cuya forma y traza bosquejaría la madre Magdalena para que cumpliera con sus fines correctivos
y rehabilitadores.
Con anterioridad a las “Galeras” femeninas, surgió también, desde el primer tercio del S. XVI,
una revitalización de toda una red de “casas” para refugio y asilo de mujeres que se encontraban
en circunstancias morales y sociales difíciles o eran de vida aireada. Fueron las llamadas casas
de “arrepentidas” de “recogidas”, de “penitencia”, reclusorios, refugios, casas de perseverancia
o de probación, etc. Los objetivos eran recoger, corregir, reeducar e intentar reinsertar en la
vida social, y los modelos institucionales y reglas de vida interna acentuaban el trabajo y la
formación moral y religiosa.
4-LOS
ACTORES DE LA CARIDAD: LOS ESTAMENTOS, EL ESTADO Y LA
AUTOPROTECCIÓN POPULAR
Los actores o agencias principales de donde emanan los modelos asistenciales “organizados”
son, en primer momento, las instituciones religiosas, es decir, en los siglos medievales el agente
protagonista de la acción social es la propia Iglesia, que se convierte en receptora de limosnas y
donativos y en distribuidora de los mismos entre los necesitados. Junto a la acción de la Iglesia,
como institución, está la acción individual de los fieles de cualquier estamento y grupo social,
que se manifiesta en el ejercicio de la caridad particular, directamente a los pauperes o bien a
través de las instancias eclesiásticas. Con el crecimiento urbano a partir del
S. XVII, ese protagonismo de las instituciones religiosas en las actividades asistenciales oficiales
pasa a ser cada vez más compartido con las autoridades municipales y las asociaciones laicas
(cofradías, corporaciones gremiales, fundaciones privadas…), si bien, la presencia directa de los
eclesiásticos en los concejos urbanos y su papel director o inspirador en las actividades
asistenciales laicas siendo clave y significativo.
En los siglos modernos, especialmente a partir del S. XVI, con la conversión del pauperismo en
un problema social de “orden público”, las respuestas sociales al problema son concebidas cada
vez más como un deber de Gobierno, responsabilidad del Estado moderno y de sus instancias
de poder (municipales y estatales), por lo que se puede hablar de una progresiva asunción de
las funciones y actividades asistenciales por parte de las autoridades seculares (control y
Administración de la asistencia social oficial). Representa el llamado proceso de secularización
de la asistencia, esto es, la emergencia del Estado como benefactor oficial, junto a la Iglesia.
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En concreto, las redes familiares y de parentesco parecen revelarse como eficaces factores de
ayuda mutua en los movimientos migratorios, que no solían ser necesariamente flujos sin
rumbo, sino que estaban orientados la mayoría de las veces por contactos con parientes, a pesar
de las dificultades de comunicación existentes y del ocasional desconocimiento de localización
de familiares que también se ha constatado. Estas redes podían tener una influencia sustantiva
en los periodos de provisionalidad (facilitando alojamiento y mantenimiento, principalmente)
de los recién llegados. También las redes de parentesco, en unión con las de amistad y
compañerismo, solían ser muy útiles a la hora de buscar nuevos trabajos temporeros o más
estables, tanto en el mundo rural como en el urbano, funcionando como contactos previos
facilitadores del empleo. Y de modo especial, las relaciones con el vecindario más próximo
parecen manifestarse como la fuente más inmediata de ayuda económica social. Todo parece
sugerir que, para los humildes trabajadores pobres, los vecinos, que podían encontrarse en
situaciones similares de dificultad, eran la fuente de ayuda más importante, mucho más que las
ayudas de familiares en muchos casos.
Al margen o en relación con estas redes de relaciones, estaban también las posibles asociaciones
profesionales de autoayuda (de origen gremial), que funcionaban como incipientes
mutualidades, y la pertenencia voluntaria o cofradías o hermandades parroquiales o de ámbito
local, entre cuyas actividades figuraban también los socorros y asistencia a sus miembros en
determinadas circunstancias de necesidad.
5. DE LA CARIDAD A LA BENEFICENCIA
INTRODUCCIÓN:
Los tres pasos más importantes en el proceso de transformación de la acción social en la historia
son:
1. La inicial reforma efectuada por los ilustrados que supera por primera vez la caridad
tardofeudal de naturaleza religiosa y se basa en los conceptos utilitarios y racionalistas
del trabajo y la colaboración social.
2. La intervención de la burguesía liberal que acomoda los viejos recursos caritativos para
fortalecer su modelo social, mediante la creación de una estructura de ayudas a la familia,
el trabajo, la propiedad y el orden.
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3. La intervención de los reformistas sociales de principios del S. XX, para abandonar la vieja
cultura de la protección a la pobreza por parte de la iniciativa particular o de clase social,
y entrar por la senda de la previsión social, que pretende hacer imposible la pobreza en
la sociedad mediante un sistema de seguros y servicios sociales ofrecidos por el Estado a
todos los ciudadanos/as.
La reforma ilustrada significa un anticipo del planteamiento liberal del XIX, en el sentido de
referir la pobreza y la asistencia a factores más económicos y sociales que religiosos, y al asignar
la dirección y la gestión de la asistencia a las administraciones locales.
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
pobreza no hay que protegerla, sino erradicarla. Los pobres se consideran elementos ociosos e
inútiles que han de ser encerrados y tratados con terapias que los habitúen al trabajo y sentirse
miembros útiles de la sociedad. La nueva burguesía será quien lidere la asistencia.
Sin embargo, no se desligó la pobreza del viejo modelo de vida cristiana ni de contemplar la
asistencia desligada de la virtud de caridad. Los ilustrados no fueron secularizadores, sino que
impregnaron sus reformas sociales de una fuerte vinculación eclesiástica.
El otro objetivo de la reforma fue eliminar la movilidad y el nomadismo. Fijar esta población en
un territorio fu el objeto de su lucha contra la vagancia. El concentrar recursos asistenciales
pretendía luchar contra la desintegración indiscriminada de instituciones y los circuitos de
limosna y socorros particulares, buscaron una reforma racional de distribución de recursos más
concentrada y de políticas sociales más centralizadas. Los vagos eran recluidos en hospicios y en
levas militares, eran clasificados de mendigos peligrosos por lo que la pobreza se asocia de
nuevo al delito y la asistencia a la condena.
Felipe V inició la creación de hospicios permanentes sostenidos con arbitrios oficiales y una
organización hospitalaria al crear una Comisión de Hospitales del Consejo.
Felipe VI ordenó la recogida o expulsión de pobres en la Corte de 1749 y organizó la Beneficencia
Domiciliaria por primera vez en Madrid en 1756.
Carlos III diseñó una organización general político – económica de gran envergadura. Ordenó un
plan general de reducción de cofradías y obras pías entre 1771 y 1783. Extendió la creación de
hospicios y estableció con carácter general una serie de recursos económicos para sostener
estos establecimientos: concentró fondos de los hospitalarios de San Antón y de los jesuitas para
sostener los hospicios y obtuvo del papa el Fondo Pío Beneficial. Se organizaron Diputaciones de
Barrio en Madrid en 1778 y se articuló un organigrama piramidal mediante el cual la asistencia
quedaba jerarquizada por las tres instancias sucesivas de junta parroquial, junta diocesana y
junta general de caridad. Además, prosiguió con la dura política represiva de vagos, con los que
organizó levas desde 1775.
Carlos IV estableció la primera medida desamortizadora de instituciones asistenciales entre
1798 y 1808: enajenación de bienes a hospitales, hospicios, cofradías y obras pías.
Institucionalmente los núcleos de actuación centrales fueron los hospicios (centros de reclusión
de mendigos o vagos) y las casas de expósitos o inclusas (en cuyos tornos eran depositados los
niños/as abandonados/as). Estas casas se conciben con una triple función: represora y punitiva
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Todas estas instituciones se basaban en los principios de la vida encerrada, reglada, dedicada al
trabajo y a la educación (junto a la enseñanza profesional los hospicios tenían también escuelas
de primeras letras). Instituyeron también los alguaciles de pobres (precedente de los guardias
municipales) para inspeccionar y encerrar a los mendigos, y las juntas de caridad para controlar
y visitar a las familias más necesitadas.
Los mayores avances en este proceso han consistido en separar el problema de la pobreza del
mundo clerical (sacralización de la vida material, familiar y laboral), siendo la atención a los
problemas sociales canalizada a través de fundaciones particulares legadas por nobles y clérigos.
Los primeros pasos de la desacralización los llevaron a cabo las propuestas preliberales del
reformismo ilustrado y de la beneficencia liberal del S. XIX. Ambos contribuyeron a sacar la
marginación del ámbito de lo religioso y a introducirla en la dimensión social i económica de la
vida de los individuos y de las sociedades.
La pobreza se concibe como un fracaso personal, que no hay que erradicar ni se puede prevenir,
y que está relacionada con las habilidades del individuo y estatus y con la capacidad de trabajo
y ascenso social. Los programas liberales sólo pretendían controlar la pobreza por encima de un
mínimo necesario para que pueda darse el enriquecimiento de las élites, y por debajo de un
máximo peligroso que pudiera atentar contra el sistema.
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
La beneficencia del liberalismo y la relación que este establece entre marginación y poder, se
trata de proteger otra serie de valores burgueses, principios que son imprescindibles para la
supervivencia del sistema y que resultan agredidos por los pobres:
Se toman medidas para inculcar los valores del trabajo: aplican a los mendigos y vagos recogidos
en los hospicios una vinculación al trabajo regular y remunerado, crean talleres dentro de los
centros, los obligan a cumplir contratos con artesanos, los envían a estancias a casa de
campesinos, los ocupan en trabajos de obras públicas… y medidas de protección indirecta como
ayudar a los trabajadores más necesitados, creación de hospitales y guarderías, control de los
mendigos inmigrantes…
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seguridad, evitando la agresión al sistema por parte de los pobres; y controlar también los
riesgos sociales de la excesiva concentración de la riqueza. Para esto las válvulas de seguridad
serían los donativos, fundaciones y sobre todo las instituciones de la beneficencia liberal. La
beneficencia municipal liberal tiene un claro objetivo pacificador, previsor de conflictos,
rehabilitador de la fuerza del trabajo, creador de ciudadanos colaboradores y contribuyentes…
mediante una actitud paternalista y mediante la imagen de la generosidad social.
Surge así la beneficencia domiciliaria, la municipal y la provincial para dar respuesta a los riesgos
por la falta de trabajo y que gestarán lo servicios urbanos. Los liberales introdujeron el concepto
de pobreza y de asistencia en las instituciones civiles que afectaban al gobierno de las ciudades:
clasificar la pobreza y practicar la asistencia eran tarea de las burguesías locales de las ciudades.
Los burgueses concebían la familia bien estructurada en torno a la pareja y a los hijos. Los pobres
podían agredir contra esta concepción de la familia y atentar contra el fundamento de la
sociedad burguesa. Por eso la familia y el matrimonio serán un instrumento imprescindible en la
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Otro valor de los más necesitados estaba relacionado con la fecundidad y la procreación. Se
achacó a los pobres una natalidad desmedida y descontrolada que podría superar al crecimiento
de los recursos. Se crean instituciones protectoras de la maternidad heterodoxa erradicando
prácticas marginales como las casas de maternidad y las casas cuna.
La protección a la infancia.
La burguesía entiende que la falta de valoración de la infancia por parte de los pobres es un
peligro para la sociedad. La asistencia tratará de defender socialmente la descendencia del
matrimonio y generará centros docentes como las escuelas gratuitas para los hijos de los pobres,
asilos de párvulos, roperos y dispensarios, casas cuna y “gotas de leche”. Además, en las
ordenanzas municipales se penaliza a las familias de marginados que no lleven a sus hijos a la
escuela, se persigue la mendicidad infantil y se hace un esfuerzo educativo para que los hijos no
sigan los pasos de sus padres.
El desamparo de la ancianidad.
También nacieron instituciones específicas para paliar los riesgos que presentaba la edad adulta
en sus diversas manifestaciones de marginalidad, y la última y menos atendida fue la ancianidad,
que tardará en disponer de asilos específicos para ancianos y de casas de desamparados. Las
viudas sólo fueron atendidas cuando encabezaban una familia.
Por medio de este proceso administrativo todo el aparato asistencial (de origen eclesiástico)
pasa a disposición de los ayuntamientos, especialmente urbanos. Las primeras redes
hospitalarias y la asistencia pública domiciliaria partieron de la beneficencia municipal, también
os primeros médicos municipales, las iniciales medidas de protección sanitaria, el primer reparto
de medicinas y ayudas de socorro… Los hospicios ilustrados significaron un control de la
inmigración y la búsqueda del orden público con la erradicación de la mendicidad. La
beneficencia domiciliaria, la enseñanza benéfica municipal, los policías de pobres, los censos de
pobres, el control alimentario y de precios, los refugios municipales y las juntas municipales de
barrio fueron elementos de control.
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El artículo 321 de la Constitución de 1812 asigna a los ayuntamientos cuidar de los hospitales,
hospicios y otros centros benéficos y prevé igualmente la tutela de las diputaciones provinciales
sobre estos establecimientos. Se inicia la dialéctica entre la municipalización urbana y la
provincialización rural de la beneficencia.
La primera ley de beneficencia se produce en el trienio liberal, ley general de 1822 de los
radicales municipalistas. Se denomina pública la beneficencia municipal y privada la
beneficencia eclesiástica y se opta por una municipalización de los recursos de esta última. Se
crean juntas municipales de beneficencia como encargadas del ministerio para controlar la
gestión de la asistencia benéfica. La ley prevé maternidades, asilos, hospitales y el socorro
domiciliario.
Los liberales acceden al poder en 1833 y vuelven a poder en manos de los intendentes y jefes
políticos el control de la beneficencia, mediante una importante tarea de investigación y
recuperación de sus bienes, para frenar el deterioro del conjunto asistencial eclesiástico. Los
liberales intentaron sustituir la Corona por el Estado de beneficencia.
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2.2. la
naturaleza y evolución de las instituciones benéficas y de los sujetos
asistentes
Los sujetos asistentes más importantes no fueron Estado, nobleza o iglesia; sino la familia,
iniciativas espontáneas de solidaridad, y los movimientos sociales. La familia aportó el sustento
imprescindible para que fueran sostenibles los propios sistemas en su conjunto. Se ha hecho
cargo históricamente de todas las personas dependientes que no podían ser atendidos por las
instituciones públicas, eclesiásticas o particulares. La beneficencia domiciliaria liberal del S XIX
reconoció que la familia cumplía ese nivel subsidiario básico y llegó a oficializarlo de alguna
manera con el sistema de beneficencia pública domiciliaria.
El Estado como sujeto público fue muy reducido, destacando otros niveles como el local,
provincial y regional como verdaderos actores de lo público. Después de la familia fue el
municipal el capítulo más activo en el S. XIX, cumplió un rol social muy importante, contribuyó a
diseñar la ciudad, articuló un importante porcentaje de sus funciones, servicios y morfología. El
papel de lo público fue creciendo lentamente a lo largo de los siglos XVIII, XIX y XX. Hasta la
implantación del estado de Bienestar no se puede decir que el Estado fuese el principal actor de
la asistencia en España. El retraso público, el protagonismo de la familia y la persistencia de la
iglesia son las tres características más relevantes de la historia social española.
La iglesia es otro actor asistencial que cubría la escasez pública y aliviaba el peso a la familia. Sin
embargo, al contrario que el Estado, la participación de la iglesia fue decreciendo. Otro de los
rasgos del sistema asistencial español fue la escasa secularización, de la sociedad civil, que
impidió la desacralización de la asistencia vinculada a la caridad y a la moral católica hasta hace
exactamente cuarto de siglo.
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
El otro agente asistencial fue el capítulo espontáneo de la solidaridad desde abajo, nacido de la
iniciativa popular y colectiva. Este actor actúa basado en estrategias económicas de subsistencia
y refleja un mecanismo casi automático de sostenibilidad. Esta solidaridad desde abajo fue
generada por grupos populares, artesanales o incluso de orden religioso (no eclesiástico):
pasaron por socorros mutuos, gremios, cofradías, obras pías, a asociaciones y posteriormente a
sindicatos, cooperativas, voluntariado y ONG.
Población pauperizable (60%): Los amenazados por caer en la pobreza real, incapaces de afrontar
los gastos mínimos de habitación, alimento y vestido, expuestos a recurrir a ayudas externas en
cualquier momento del año por cualquier mala coyuntura laboral, sanitaria o familiar que les
afectara.
Población pauperizada (20% del 60%): Están atrapados por la pobreza. Padecen una severa
incapacidad de subsistir de manera estable, necesitan ser socorridos y figuran en los padrones
de pobres que confeccionan coyunturalmente los ayuntamientos.
Población asistida (4% del 60%): ciudadanos ralamente atendidos por las instituciones
asistenciales de la iglesia, ayuntamientos o diputaciones.
La edad, el género y la salida del trabajo eran los factores de pauperización más comunes.
La edad era la primera causa de pobreza, tanto la infancia como la ancianidad. La infancia fue
atendida en la cultura burguesa del S. XIX mientras que los ancianos tuvieron que esperar hasta
las sociedades postindustriales actuales.
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La salida del trabajo significaba entrar en los padrones de pobres. La enfermedad o el accidente
laboral también eran circunstancias pauperizadoras.
El género era otro factor de pauperización, la mayoría de mujeres solteras o viudas tenían como
destino obligado recurrir a la beneficencia.
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TEMA 2
El objetivo principal era corregir el excesivo individualismo, a través del asociacionismo, la admisión
de la intervención estatal en la reforma social y la apuesta por un sistema de prevención y servicios
sociales.
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El Estado ha de anticiparse para hacer que no exista la pobreza cubriendo las necesidades básicas
y que a su vez son derechos de los ciudadanos: sanidad, enseñanza, seguridad social, después que
los ciudadanos hayan satisfecho sus obligaciones fiscales. Condiciones que han de cumplirse para
que pueda calificarse de pública y preventiva la política social.
3. El origen de los recursos ha de proceder de un sistema fiscal estatal, que obtenga los medios por
la vía contributiva. Haciendo una redistribución del sistema fiscal del Estado.
5. Ha de cambiar la relación entre el asistente y el asistido pues esto debe exigir un derecho y no
depender de la generosidad particular del asistente. Esto se traduce en voto o en castigo político.
El Estado ha de intervenir mediante recursos legales y fiscales para corregir el problema del reparto
desigual de riqueza en la sociedad. La asistencia se considera un derecho que asiste al ciudadano y
una obligación que compete al Estado.
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La visión que tenían los teóricos de la Restauración sobre la clase obrera era bastante negativa. Los
consideraba como personas de baja catadura moral, dados a la violencia y al vicio. Las
reivindicaciones de las organizaciones obreras no dejan de ser vistas como una intromisión.
Destacaron como las más influyentes la conservadora y la liberal, que tuvieron capacidad de legislar
sobre la arcaica política social del Régimen de la Restauración. Ambas confluían en la propuesta
fundamental de la armonización como solución al conflicto y compartían la finalidad básica de
evitar la confrontación que propugnaban las teorías sociales más agresivas, pero por caminos
distintos.
También practicaron ambas el paternalismo social, aunque en mayor medida los liberales que los
conservadores. Practicaron políticas de control riguroso de los trabajadores dentro y fuera de los
lugares de trabajo, a base de acciones dirigidas a las capas populares, bajo apariencia de enseñanza
y formas de ocio.
2.1.1 La solución católica pensaba que la beneficencia era más rentable que
la previsión.
La iglesia española insistía en el recurso benéfico como solución a la cuestión social, los
eclesiásticos no admitían la intervención del Estado en las relaciones sociales porque consideraba
que podía perder la hegemonía de sus relaciones con la sociedad.
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
el paternalismo social.
Había una minoría intelectual disidente que planteaba solucionar la "cuestión social" por la vía de
las reformas, siendo contraria al liberalismo individualista y a los planteamientos revolucionarios
de anarquistas y socialistas.
El movimiento krausista, en cambio, destacó entre ellos y se mostró dispuesto, con su sentido
armonicista y organicista, a introducir correcciones al liberalismo por medio de sociedades
interpuestas y el Estado.
Serán definitivamente los socialistas los mayores impulsores de este avance estatal de la política
social. Echó a andar la intervención del Estado en los problemas sociales, pero fue tardía y se vio
frenada por las resistencias conservadoras.
Las clases trabajadoras están amenazadas por la necesidad, no se trataba ya de socorrer a los
pobres, sino de generar servicios sociales que previnieran las grandes necesidades de enseñanza,
sanidad, seguridad, trabajo y medios de subsistencia de los trabajadores.
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
- La edad, tanto la infancia como la ancianidad seguían siendo dos condicionantes casi
inexorables de pauperización, pues estaban relacionados con la entrada y la salida y las
condiciones de trabajo.
- La enfermedad o el accidente laboral era otro factor. - La imprevisión o el paro, ponían a
los grupos populares al borde de la necesidad, teniendo que mendigar varias veces al año.
- El género era otro factor relacionado con el trabajo. Las mujeres solteras o viudas tenían
como destino obligado recurrir a la beneficencia por su incapacidad para acceder al
trabajo.
- El matrimonio suponía una ventaja para la mujer y una desventaja para el hombre que
debía compartir su salario al contraer matrimonio.
Ahora cambia el concepto, los pobres y la beneficencia pertenecen al pasado, el futuro eran los
trabajadores y la previsión. La distinción entre clases pasa a ser de pobres/ricos a
trabajador/patrono. Eran los trabajadores y la previsión los que debían marcar el rumbo de la
política social.
Lo mismo sucedía con los contratos de trabajo, que estaban regulados sólo por el código civil,
donde latía una gran desconfianza básica sobre el criado u obrero. El trabajador no formaba parte
de la empresa, ni podía intervenir en ella.
• En el mundo rural se trabajaba de sol a sol hasta el primer tercio del siglo XX.
• En el inicio de la Restauración la jornada oscilaba entre las 12 y las 14 horas.
• En 1900 lo habitual era el trabajo de 10 horas, aunque se inicia por parte de los sindicatos
la lucha por las 8 horas.
• Hasta 1918 no se fijaron las ocho horas en el horario para empleados y trabajadores. Se
pagaba un jornal y quedaban excluidos los domingos y festivos así como los días no
trabajados. Sólo algunos empleados de oficina cobraban un salario mensual. En la industria
textil y en la siderúrgica (extracción y trabajo del hierro) se trabajaba a destajo. En el
trabajo agrícola en ocasiones se pagaba en especie.
• Desde el principio de la Restauración hasta el comienzo del s. XX, los precios y salarios no
sufrieron grandes alteraciones. Esta situación se rompe desde principios del S.XX, cuando
los salarios se estancan y los precios suben. Desde la Primera Guerra mundial hasta los
años treinta, se duplicaron los precios cuando apenas ascendieron los salarios.
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
Fueron los socialistas quienes impulsaron la intervención del Estado en la política social,
permanente y propia de su función. Se encaminaron hacia la intervención del Estado en las
conquistas sociales de previsión, en las relaciones laborales, condiciones de trabajo, regulación de
la huelga y sindicación. Sin embargo, las dictaduras de Primo de Rivera y Franco retrocedieron
volviendo a las políticas sociales tradicionales con un espíritu cooperativo y un afán monopolista
del Estado que puso la política social al servicio de la ideología del régimen.
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
Se crean comisiones locales y provinciales para recoger estadísticas y opiniones sobre los
problemas y necesidades de la clase obrera. Se elabora un cuestionario para recoger datos
sobre la cuestión social, que fue dirigido a corporaciones públicas, sindicatos, cámaras, de
comercio, patronales, etc. Con estos datos, la Comisión debería presentar sus proyectos de ley
para su presentación y aprobación en las Cortes.
Por Real Decreto del 13 de marzo de 1890, se reforma la Comisión consolidando su papel
interventor en la vida social. Art. 6: Será objeto de la Comisión:
La finalidad de la Comisión será servir de instrumento a una legislación más profunda a las
necesidades de los colectivos a quienes se destina y que cuente, al mismo tiempo, con un
mayor grado de aceptación. Por primera vez en la legislación española se empela la expresión
“trabajo social”, aunque con un sentido, muy diferente al actual, de análisis y consulta de los
afectados como tarea previa a las decisiones legales.
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
Por RD de 5 de diciembre de 1887 obtiene luz verde la Comisión de Reformas Sociales, en cuanto
“Comisión para el estudio de las cuestiones que interesan a la mejora o bienestar de las clases
obreras, tanto agrícolas como industriales, y que afectan a las relaciones entre el capital y el
trabajo”. Entre sus antecedentes se encuentran artículos sobre la “cuestión obrera” o las
directrices proclives a reformas morales, educativas y jurídicas aprobadas en el Congreso
Sociológico de Valencia.
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El agravamiento de la cuestión social hace que por RD del 13 de mayo de 1890 se acometa una
reestructuración de la CRS confiándole “preparar proyectos de ley, que tiendan al mejoramiento
del estado de las clases obreras o de sus relaciones económicas con las clases productoras. Este
impulso viene precedido por la creación del PSOE y UGT (ley de asociaciones de 1887) la
celebración del 1º de Mayo, y de hechos internacionales como la II Internacional o el Congreso
Obrero de Berlín.
La Encíclica Rerum Novarum de León XIII (1891) muestra la preocupación por los problemas
sociales de la iglesia. Su repercusión se ve en 6 congresos Católicos, asociacionismo (Círculos
Católicos Obreros) y desde principios del s. XX del sindicalismo obrero católico.
Ambos organismos (CRS e IRS) se proponen abarcar todo el espacio comprendido por las relaciones
de producción y trabajo. La amplitud teórica choca con la restringida aplicación de la legislación
laboral (Ej. Ley Dato de protección del trabajo de mujeres y niños (1900) que sólo afectaba a las
fábricas).
El fin de la CRS (1903) se resume con la parte positiva que conlleva su propia aparición, ya que
supone el arranque oficial de la acción social del Estado y la parte negativa centrada en el
desinterés de los patronos y los trabajadores que con su rechazo al proyecto consiguen su
neutralización.
La creación del Instituto Nacional de Previsión (INP) el 27 de febrero de 1905 supone el paso de los
seguros sociales voluntarios al régimen de libertad subsidiaria, un escalón hacia la protección
social. Entre las responsabilidades del INP se encuentra la administración de las pensiones de retiro
a favor de los asalariados y su contribución al ejercicio de dicha práctica.
1. El armonicista de la Restauración.
2. El corporativista de la Dictadura de Primo de Rivera.
3. La pluralidad más dinámica y comprometida de la II República.
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
Tras el paréntesis fernandino (1814-1833), caracterizado por la dialéctica de la tensión entre los
postulados del Antiguo Régimen y las incipientes propuestas liberales, el nuevo orden liberal será
el encargado de acometer la regulación legal del fenómeno asociativo. En una R. Orden de 28 de
febrero de 1839, se autoriza la constitución de asociaciones de manera muy restringida, bajo la
modalidad exclusiva de socorros mutuos sujetos a la inspección de las autoridades civiles.
En la España de la Restauración harían falta 11 años (1876-1887) para definir las condiciones del
derecho de asociación.
Con un enfoque paternalista, los partidos dinásticos tratan de mejorar la situación de los
trabajadores sin perjudicar la suya propia.
Pero el contexto es hostil. Los principios proclamados se subordinan a los intereses de clases
propietarias. Lo que cuajó y fue operativo fue el mutualismo, basado en la ayuda mutua y
aportación de módicas cuotas asequibles.
Tras los socorros mutuos se esconden distintos rostros. Uno de ellos es la manifestación solidaria
de sociabilidad horizontal que, ante la dejación de los poderes públicos, intentan regular desde
abajo un seguro rudimentario contra la enfermedad y la falta de trabajo.
Pero también sirvieron para consolidar el sistema y sus limitaciones. Aparece así el mutualismo
como un elemento atenuador de conflictos y colaboracionista con las oligarquías, que lograrán
infiltrarse y controlarlo desde dentro.
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
Habrá que esperar el discurrir del siglo XX para ver en funcionamiento sindicatos de clase,
protección social del Estado, previsión complementaria. Auge del mutualismo entre las clases
populares. Desde el primer tercio del S. XX la práctica mutualista en España muestra una capacidad
de supervivencia por encima de las trabas legales.
Sin embargo, aún en pleno siglo XX sigue en auge la práctica del mutualismo. Su crónica presencia
deja entrever la debilidad del movimiento obrero organizado y otras vertientes de la realidad
societaria. Pero el mutualismo ofrecerá lo que el Estado y otros supuestos reivindicativos
(sociedades de resistencia, sindicatos de clase, autogestión) serán incapaces de ofrecer por ser
todavía embrionarios.
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
TEMA 3
EL ESTADO SOCIAL
INTRODUCCIÓN:
El Estado Social es una de las formas del Estado, que es una forma política, y cuyos principios
son la soberanía (concentración del poder) y la neutralidad (imparcialidad del estado frente a
los poderes indirectos o facciones y grupos sociales, caracterizados por un interés individual). Se
consolidó en el siglo XIX y fue la institución reformadora que limitó la consecuencia de la
cuestión social (vista como problemática), impidiendo una guerra civil social de dimensiones
Europeas.
El Estado Social tuvo sus primeros antecedentes en lo que la tradición hacendística alemana
llamó ya, antes del movimiento ilustrado, Estado de Bienestar Social (Wholfahrssraat). El S. XIX
añadirá al Estado Social dos elementos de gran importancia: la idea de una reforma de la
sociedad capitaneada por una monarquía de naturaleza social y el desarrollo de los seguros
sociales como la vía más adecuada para resolver los conflictos de la sociedad industrial. A la
combinación de estos dos elementos se denomina “prusianismo socialista”.
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
La Ley de Le Chapelier (1791) disolvió todos los gremios y prohibió cualquier tipo de asociación
profesional puesto que acusaba a estos “cuerpos intermedios” de interponer su voluntad entre
los individuos y Estado.
Durante la Revolución Industrial existe una contraposición, de gran efecto sobre la opinión
pública, entre los derechos formales, los derechos materiales y los derechos sociales. La
aventajada situación de los patronos hace necesaria la intervención del Estado para equilibrar la
relación de fuerzas, naciendo así la cuestión obrera o cuestión industrial. La pobreza se
transforma en pauperismo industrial y se presenta de forma radicalmente nueva a lo largo del
S. XIX.
Entre las medidas de previsión social del estado destaca el ahorro familiar, la fórmula que
aconsejan los poderes públicos es la previsión individual y social que desembocará(reunirá) en
el Instituto Nacional de Previsión que desarrollará legislativamente las leyes de seguros sociales.
La política social por tanto fue concebida como política laboral y legislación obrera. La
administración laboral aspiraba a proteger directamente la salud del trabajador, reduciendo la
jornada laboral entre otras cosas.
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
1. EL
CATOLOCISMO SOCIAL. LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
CATÓLICA. PROLETARIADO Y SINDICATOS CATÓLICOS. INSTITUCIONES
BENÉFICAS. LA FORMACIÓN MORAL
Se denomina catolicismo social al conjunto de esfuerzos que han realizado los católicos para
percibir el problema obrero en su origen, dentro de la sociedad industrial y para responder a él.
Un punto de partida de esta doctrina social fue la Encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII
(1891).
La primera etapa del catolicismo social en España de 1880 a 1912 y se basa en los “círculos
obreros” del Padre Vicent, con objetivos de formación religiosa, instrucción, ayuda económica y
actividades recreativas. La orientación corporativa se manifestó en el carácter mixto (patronos
y obreros) de las organizaciones, frente a la propuesta de los católicos de organizaciones puras
(sin presencia patronal). Esta división política se manifestó en los Congresos Nacionales de
Católicos y en las Semanas Sociales que se interrumpen en 1912.
La segunda etapa va desde 1912 a 1936 y en ella aparecen organismos para las obras sociales y
a Confederación nacional de Sindicatos católicos y Sindicatos libres. También hay mayor estudio
de la problemática social y mayor divulgación de la doctrina social, por esto se crea en Madrid
la Asociación Nacional Católica de propagandistas y el Grupo de democracia cristiana en 1919.
Entre los encargados de la beneficencia pública están las casas baratas o higiénicas, las
provisiones de alimentación de emergencia, el socorro o asistencia a enfermos tanto domiciliaria
como en establecimientos internos (hospitales, instituciones de acogimiento para contagiados,
locos), el socorro a las embarazadas, la protección a la maternidad, la educación infantil.
La beneficencia pública, sea o no útil para sus beneficiarios, es obligatoria para el provisor
(Estado), aunque de hecho quede condicionada en extensión e intensidad a las disponibilidades
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
del momento.
Esta primera etapa será progresivamente sustituida, por las formas de garantía de derechos
individuales que en su momento se llamará bienestar social, el paso de la beneficencia
generalista a la intervención especializada. Obsérvese que al hablar de “intervención” se está
reconociendo la profesionalización de la beneficencia tradicional. Así pues, mujeres, infancia y
ancianos merecerán un tratamiento diferenciado.
Por otro lado, el proceso de especialización resulta imposible de separar de las crecientes
municipalización y centralización estatal de los servicios asistenciales y de bienestar. Se
encuentra aquí la razón de la distinción entre la normalidad y le desviación social. Desde este
punto de vista científico y positivista se justifican las nuevas formas de tratamiento de las
personas cuya conducta no es la conducta típica (locos, lisiados, huérfanos, etc.)
Cuando la legislación sobre riesgos asegurables se desarrolle (vejez, retiro obrero, accidentes de
trabajo, maternidad) las provisiones sociales (individuales, profesionales) continuarán substituir
las limitaciones y deficiencias de la provisión estatal. En muchos lugares concurren iniciativas
provinciales de beneficencia con recursos privados, sobre todo católicos, puestos al servicio de
la beneficencia pública. El mutualismo asistencial ofrece ejemplos de asistencia médica y
farmacéutica gratuita, pensiones temporales en metálico para los inhabilitados para el trabajo
o por accidente.
En el imaginario social europeo del s. XIX tuvo una presencia viva el sufrimiento no cumplido a
su “beneficiarios”. Los mismos hospitales eran temidos por su elevada mortalidad, retrasando
todo lo posible la entrada en ellos y haciéndolo ya en el extremo: era un círculo vicioso. Los
hospicios presentaban condiciones de acogida muy duras.
Junto a las ventajas de la revolución industrial y el progreso técnico, movimiento que alimenta y
se alimenta de aquella, se ha tenido también la certeza del coste del progreso económico:
deterioro del medio ambiente, degradación de las ciudades, pauperismo, proletarización de la
vida, materialismo, etc. Contra estos males de la sociedad contemporánea se dirigió
precisamente lo que con vago término se denomina “Reformismo social”.
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
por eso convendría hacer una distinción básica entre los distintos reformismos, según su
naturaleza política, económica, religiosa, científica o intelectual. En el reformismo político
militan los hombres del partido, ya sean conservadores, liberales, socialdemócratas, socialistas,
comunistas o fascistas. En el reformismo económico concurren, por su parte, los cultivadores
de la ciencia económica, bien desde una perspectiva liberal, que basa sus remedios en la libre
iniciativa de los individuos, bien desde una visión colectivista, apoyada en la planificación. Gran
interés tiene aquí el sindicalismo, mediación entre el mundo político y el económico. Hay
también un reformismo social de inspiración religiosa, no siempre determinado por la autoridad
eclesiástica. Es el caso del pensamiento tradicionalista, que aparece en Europa como reacción
ante las nefastas consecuencias del ciclo de la Revolución francesa.
Se puede considerar a P. Frank el padre del higienismo y la medicina social, movimiento médico
que tuvo un gran desarrollo durante el siglo XIX y cuyos postulados esenciales eran la lucha
contra las insalubres condiciones de vida y de trabajo de las clases obreras. El movimiento
higienista tuvo también eco y representantes en España, el médico Francisco Méndez Álvaro,
autor de numerosos estudios de su especialidad entre los que destaca “Consideraciones sobre la
Higiene pública y mejoras que reclama en España la higiene municipal, 1853”.
Los objetivos prioritarios de la lucha contra la miseria moral y física, estigma de ciertas
enfermedades, fueron la prostitución y alcoholismos. Una ramificación del higienismo es el
eugenismo (preocupación por las condiciones físicas de los progenitores) ante la eventualidad
de transmitir al que iba a nacer algún tipo de tara física o mental. Otra es el desarrollo de la
medicina infantil, a partir de experiencias como la obra de la “Gota de leche”, impulsada en
Francia desde finales del s. XIX para ofrecer alimento a los niños pobre que no podían ser
amamantados por sus madres.
Otro aspecto muy interesante del movimiento del reformismo social, el que a veces no se suele
reparar, es el llamado socialismo jurídico, cuyo precursor fue el austriaco Anton Menger, que
partía del análisis del derecho civil (síntesis del estatuto político, económico, social y familiar de
la persona) como una variable de la economía. El Derecho privado venía a ser, así, la expresión
perfecta de la sociedad burguesa. Frente a la disyuntiva entre la revolución y esa especie de
social de Bismarck, Menger proponía una reforma sistemática del Derecho privado para
salvaguardar los intereses populares. La doctrina del socialismo jurídico no podía limitarse a
efectos económico, sino que tenía que tener trascendencia social y política. Con ello apareció el
nuevo tipo de contrato, desligado ya de los Códigos civiles, y que se conoce como los “contrato
de trabajo”, cuya esencia es la protección que aporta el Estado a la parte más débil de los
contratos: el trabajador. Garantía que se hace efectiva a través de unos tribunales
especializados: la jurisdicción social.
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
El cooperativismo es otra de las más interesantes aportaciones del genio político del siglo XIX a
la reforma social. En un sentido amplio puede considerarse como un “hecho” fundado en la
naturaleza social del ser humano.
Junto a las cooperativas de consumo, cuya finalidad es la eliminación del lucro mercantil y la
obtención de productos y servicios a precios menores a los ofrecidos por el mercado, y las de
producción, cuyo objetivo sería, en la terminología marxista, la apropiación de la plusvalía por
los trabajadores. Existía también dos tipos de cooperativos: el de vivienda y el de crédito.
Mientras que las cooperativas de vivienda ponen a disposición de los cooperativistas un bien
esencial como la habitación a un precio inferior al del mercado, las de crédito ofrecen un dinero
barato o a interés protegido.
Según el sociólogo inglés Thomas h. Marshall, en su estudio “Ciudadanía y clase social”, indica
que el presupuesto de la ciudadanía social es la creencia en la plena igualdad de los individuos
en razón de su pertenencia a una determinada comunidad. Marshall se preguntaba si esa
igualdad sustancial podía ser compatible con otro tipo de desigualdades y estatutos
diferenciados. A su juicio, una parte de las desigualdades se derivan, como una consecuencia
lógica, de la “ciudadanía”. Para él había tres tipos de ciudadanía.
La preocupación por la educación y la cultura constituye una de las piezas claves de todo el
Reformismo social. Se empezó por una lucha contra el analfabetismo, las escuelas gratuitas
nocturnas para los trabajadores y sus hijos, en los Círculos de obreros. La necesidad latente,
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
consiste en que poco se puede avanzar hacia una educación igualitaria y no discriminatoria
cuando tan grandes son las carencias familiares de todo tipo (vivienda, trabajo, salud, etc.) que
afectan sin duda a la asistencia y al rendimiento escolar. La intervención en este tipo de carencias
afecta directamente al hogar e indirectamente al niño, constituyendo un campo para el
profesional del trabajo social. Y sin embargo la presencia profesional en el área escolar es más
bien simbólica, por no decir inexistente: el campo lo llenan psicólogos y pedagogos.
Otras iniciativas en España a comienzo del s. XX, merece señalar la obra de Leopoldo Palacios:
Las Universidades populares. En ella se informa sobre los antecedentes europeos y las iniciativas
españolas de la Extensión Universitaria. En 1908 la universidad de Birmingham fue la primera
universidad inglesa en conferir la condición de estudiantes a los aspirantes a trabajadores
sociales... La respuesta que dieron los Asentamientos sociales para las familias sumidas en la
pobreza ya tenía lazos con la Universidad a través del Comité de Asentamientos. Cuando en 1908
el gobierno liberal empieza a organizar estructuras administrativas para la provisión de
bienestar.
Los orígenes y preocupaciones también llegaron a los servicios de salud. En esa asistencia
intervinieron siempre, con mayor o menor capacitación técnica, el personal voluntario o
comprometido laboralmente, para la atención a enfermos e impedidos.
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
TEMA 4
El Trabajo Social nace en Estado Unidos y lo ponen en pie figuras solitarias de su época que se
comprometen y trabajan con la posibilidad de lograr la transformación social.
Las pioneras del Trabajo Social participan con plenitud de estas circunstancias, vislumbraron el
momento y los signos temporales que lo acompañaban. Las circunstancias apócales hicieron que
las mujeres abrieran una brecha profunda y fundamental en la intervención política, a través de
esta novedosa forma de profesional que se perfila como Trabajo Social. Trabajan para crear
autonomía, para que cuantos usuarios comparten su trabajo tengan poder sobre sus vidas.
El partido de las mujeres por la paz (WPP) defendió en Estados Unidos la idea de una comunidad
femenina contra la guerra, proponiendo con Jane Addams una educación pacifista a los niños
como una nueva tarea a trabajar desde el trabajo social. Empezamos a ver que las mujeres se
sentían capaces de impulsar reformas legales y políticas sociales con el respaldo de los nuevos
sindicatos, fundamentalmente en la lucha por el respeto al trabajo femenino en situaciones de
embarazo.
Las reformadoras sociales inglesas y norteamericanas están en el inicio de la creación del Estado
del Bienestar (Beatriz P. Webbs) Los programas de la seguridad social discriminarán a las
mujeres por su escasa representación en el mercado de trabajo y diferencias salariales, las
primeras trabajadoras sociales centrarán su atención en las necesidades femeninas y su
específica situación ligada al entorno que les rodea (niños, jóvenes y mayores), personas en las
que recae todo el peso de la pobreza y el abandono social. A estas realidades se refieren
continuamente en sus temáticas Octavia Hill, Jane Addams y Mary Richmond, entre otras.
En 1838 nació Octavia Hill. Su padre fue comerciante, banquero y promotor de un periódico
difusor de las ideas socialistas de R. Owen, y su segunda esposa C.S. Smith, fue nieta de un
pionero de la reforma sanitaria inglesa. De esta forma, pudo ser instruida en el método
Pestalozzi, que incluía la posibilidad de educación para adultos.
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
A los catorces años ayudó a su madre en una cooperativa humanitaria y de inspiración socialista
cristiana. Aunque trabajó como aprendiz de carpintería, estaba más interesada en escuchar a los
pensadores sociales del momento. Comenzó así a frecuentar la capilla anglicana del predicador
D. Maurice, teólogo, innovador social y de enorme integridad moral. Él le inculcó el interés por
los jóvenes y sus circunstancias, por el papel de las mujeres en esa sociedad que se empezaba a
perfilar ya muy diferente.
Desconfiaba del Estado social en tanto que interventor en exceso que anula la iniciativa y la
responsabilidad individuales. De igual forma, se rebeló contra cualquier dependencia desde un
espíritu crítico, empezando por la COS: “Los pobres deben ser ayudados a ayudarse a sí mismo”.
Esa era su premisa metodológica básica. Desde ahí fomentó la perfectibilidad y la
autorrealización como principios básicos en Trabajo Social.
Mary E. Richmond fue la figura central de la COS. Nace en 1861, al quedar huérfana, vivirá con
su abuela y sus tías. Cursa sus estudios secundarios en Baltimore. A pesar de no tener una
formación académica superior, era una mujer culta, de clase media y de ética protestante. Fue
reformista, pero también feminista.
Reflexiona sobre las necesidades individuales y ambientales de los sujetos. Para paliar la
situación propone un conocimiento exhaustivo de los individuos y trabajar metodológicamente
desde los valores morales de la COS. Esta fue un intento fructífero desde la asistencia privada
como encauzar y sistematizar todos los movimientos de ayuda dispersos geográficamente,
aunando lo que se fue descubriendo como metodología básica de intervención. Llegó a ser
secretaria general y tesorera de la COS (1891), siendo la primera mujer norteamericana que
ejercía una gerencia en una sociedad asociativa. Paralelamente, formará parte de los
“visitadores amistosos”.
No le preocupa tanto el trabajo social como disciplina, cuanto su transformación posible en una
profesión bien fundamentada. El Trabajo Social es, por tanto, una profesión educativa y curativa
que interviene, según ella, desde el conocimiento de la psicología humana y resulta cercana a la
religión por su carácter vocacional y respetuoso con la dignidad de los seres humanos. Desde
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este posicionamiento pudo formular la primera declaración de los principios que debían
informar la práctica microsocial en Trabajo Social.
La carencia de medios didácticos para los voluntarios visitadores le lleva a interesarse por la
sociología y la filosofía. Utilizó materiales, sobre todo, de la Escuela de Chicago a la que se refiere
expresamente en sus escritos, estando también agradecida de cuanto aprendió de J. Addams y
O. Hill. En ese proceso de formación, la Russel Sage Foundation decidió subvencionar la creación
de las primeras escuelas de Trabajo Social en 1917.
Ese mismo año Mary E. Richmond publicó: El diagnóstico social. En él concreta no sólo las
actitudes y aptitudes del Trabajo Social, sino que sistematiza, por primera vez, los métodos y
técnicas del mismo. Pocos años más tarde aparece su segundo libro: El caso social individual
(1922). Expone un tipo de metodología en la relación social de ayuda desde el Trabajo Social que
se convertirá en la gran aportación del Trabajo Social a las Ciencias Sociales. Ese mismo año
1922, el Smith College le concede el doctorado honoris causa por “haber establecido las bases
científicas de una nueva profesión”.
Desde su perspectiva, el Trabajo Social era, conocer pormenorizadamente qué es la ayuda, cómo
hay que abordarla, desde dónde y de qué manera hacernos cargo de ella para que su aplicación
genere autodeterminación, promoción humana e independencia social. Sin embargo, apuntará
que la burocracia era el principal peligro del Trabajo Social. Otro peligro que indica es el trabajo
con recursos materiales, por no tener la dedicación, el tiempo y la formación académica para
descubrir al propio profesional como recurso de ayuda.
La Escuela de Filantropía Aplicada no es sino una concreción del tipo de profesionales que quería
formar en Nueva York. Sus intervenciones se dirigen a los individuos (venta al por menor) dice,
y las reformas sociales exigidas por la sociedad (venta al por mayor) las llama, porque como en
alguna ocasión comenta, el Trabajo Social tiene siempre un desarrollo en espiral.
Nace en una pequeña ciudad de Illinois, en 1860, en una acomodada familia. Su madre murió
cuando ella tenía tres años. Su padre fue senador del Estado de Illinois y amigo personal de
Abraham Lincoln. Fue tenida por “santa” entre sus compatriotas, y así declarada por el clamor
popular, tanto por su coherencia y sentido de la realidad, como por su compromiso con ella. En
1931 recibió el Premio Nobel de la Paz.
J. Addams puede definirse el pilar fundamental de lo que podríamos llamar el Trabajo Social,
tanto en su desarrollo metodológico microsocial como macrosocial. Sus intervenciones siempre
estuvieron ligadas, a los sujetos individuales y a las reformas sociales, logrando que su
conocimiento e intervención grupal y las políticas sociales respondieran a esa realidad para
transformarla.
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Después de viajar al Reino Unido y conocer al matrimonio Barnett y su actividad en los suburbios
londinenses, pone en marcha con H.G. Starr, Hull House (1899). Un centro de investigación e
intervención social, un verdadero “laboratorio social”. El éxito de esta iniciativa quedará
asociado al nombre de Jane Addams y a los orígenes del Trabajo Social. La Hull House era, en sus
primeros momentos, una institución educativa con atención expresa a los mayores, a la
diversidad y a los problemas de género. Asimismo, con atención práctica diurna y nocturna,
según los colectivos y según las necesidades. Era un centro donde se trabajaba desde el respeto
a la individualidad y al autodesarrollo personal. Desde el conocimiento de la excelencia, se
formaba a obreros y a estudiantes, para sacarlos de la ignorancia. Era una “Universidad
alternativa”.
J. Addams creía verdaderamente en la unidad del conocimiento, en que es igual saber y hacer. El
aprendizaje proviene de la actividad grupal, relacionada con la vida y, por tanto, es una actividad
social.
Toda su vida es un amplio desarrollo del despliegue personal de alguien que aspiró a que fueran
posibles los tres principios básicos del Trabajo Social: intervención concreta tras un diagnóstico,
reformas legales y políticas sociales desde la investigación rigurosa de la realidad social. Por
tanto, un compromiso fundamental desde el conocimiento, el rigor, el acompañamiento
personal y grupal, identificados con el lugar y los hechos históricos.
La atención a los enfermos mentales y las reformas del sistema penitenciario tienen una deuda
incalculable con esta mujer que, con grupos de voluntarios formados y organizados, desarrolla
un sentimiento de camaradería entre ellas y una decidida toma de postura a favor de cumplir
una tarea con dedicación y entrega.
Las raíces del pensamiento y obra de C. Arenal, se hunden igualmente, en las pioneras
anglosajonas, sobre todo en D.L. Dix, Howard, E. Fry y T. Friedner. Todos ellos compartieron el
interés por el analizar e intervenir en la realidad penitenciaria.
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Nacida en 1820 en el Ferrol, se quedó huérfana pronto tras la muerte de su padre en la cárcel
por su oposición al absolutismo de Fernando VII. Es la primera mujer que entra en la Universidad
(1842), aunque tuvo que hacerlo como oyente disfrazada de hombre, cursando derecho, como
su compañero Fernando García Carrasco con quién se casó.
En 1860 escribe La Beneficencia, La Filantropía y la Caridad, obra premiada por la Real Academia
de las Ciencias Morales y Políticas. Aunque el texto trata sobre la beneficencia y la legislación en
España desde los romanos hasta el siglo XIX, su aportación pionera se centra en la importancia
que concede a la educación del cuerpo social, la liberación de culpas morales de los pobres y la
descripción de los diferentes medios y disposiciones para salir de la pobreza.
Durante la Tercera Guerra Carlista organizó la sociedad de la Cruz Roja, interviniendo en los
servicios sanitarios. Sus inquietudes la llevaron, igualmente, a tomar la iniciativa de “La
Constructora Benéfica” de viviendas para obreros que les posibilitaba, a la larga, a hacerse
propietarios de ellas.
C. Arenal es la única española que se suma por su estilo reformista, su preocupación por el
entorno sociopolítico, su insistencia en la formación académica y su Trabajo Social sensibilizador,
al elenco (conjunto de personas destacadas que trabajan en una misma tarea) mundial de
pioneras de la profesión. Imbuida su vida y su obra de las ideas de modernidad que propiciaron
el nacimiento del Trabajo Social como profesión y disciplina, comprometida con las necesidades
sociales, las respuestas individuales y grupales, toda intervención social en ella vuelve a enlazar
con los principios fundamentales de los Settlements ingleses.
Nacida en 1843 y educada en Europa, fue la introductora en los EE.UU. de los Settlements
ingleses. Orientó sus esfuerzos reformistas a las mujeres, poniendo en marcha el primer asilo
custodiado para mujeres en EE.UU. (Hogar Refugio para la mujer), La Liga Municipal de la Mujer
y la Asociación del Servicio Civil. Fue la primera mujer encargada del Departamento de la
Comisión de la Caridad en Nueva York, escribiendo, en la década de los setenta, numerosos
textos sobre la ayuda pública y la caridad privada en Trabajo Social.
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La influencia de esta reformadora social se alarga hasta nuestros días por las huellas que deja en
el sistema económico social que generó el Estado del Bienestar, como compromiso de los
Estados modernos europeos con las protecciones básicas consideradas derechos básicos de los
ciudadanos. Este proceso encontró entonces su máxima expresión en el informe Breridge, que
recoge su contribución a la Ley de pobres, calificándola como “la principal contribución al
pensamiento social”. Miembro de la Sociedad Fabiana, esta mujer destacó por su modernidad a
la hora de privilegiar su trabajo y por su presencia en la esfera políticosocial inglesa del
momento.
Alice Salomón nace en Berlín en 1872, en una familia acomodada. Fue educada como, la mayoría
de las alemanas de clase media, en los aprendizajes típicos femeninos. Estudió economía con
Simmel y Weber. Se graduó sin dificultad y presentó la tesis: Las razones de la desigualdad
salarial por el trabajo de los hombres y de las mujeres, que fue rechazada la primera vez por el
hecho de ser mujer. Como doctora, empezó a trabajar activamente en el movimiento feminista
burgués, defendiendo a mujeres agredidas en situaciones de injusticia y constatando que por el
hecho de serlo presentaban carencias sociales mayores.
Propuso legislaciones protectoras no solo para las mujeres sino para niños que trabajaban en
edades tempranas. En 1899 pone en marcha en Alemania la Formación para el Servicio Social,
se dedicó varios años a trabajar en los peores barrios de Berlín con la población más vulnerable.
Desde el principio estuvo preocupada por los marcos teóricos, y el aprendizaje práctico dentro
de su defensa por los derechos de las mujeres y el papel de las mismas en la construcción de la
Paz. En 1925 formó la Academia Alemana del Trabajo Social y la Enseñanza Femenina,
proponiendo un Centro de investigación enfocado a la familia y sus necesidades sociales. En
1930 se intentó que presidiera el Consejo Internacional de Mujeres, pero las feministas
alemanas la vetaron por ser judía.
Fue despreciada, insultada y confinada, pero no quiso salir de su país. Recibió presiones de los
nazis para dimitir de sus cargos, pero al hacerlo todos los países la volvían a nombrar. Su fama
internacional evitó su envío a un campo de concentración, como hicieran con su familia. A los
65 años marchó a EE.UU.
Nacida en Nebraska en 1876. De sus padres aprendió a apreciar la belleza de su tierra y la vida
de hombres y mujeres acostumbrados a cruzar fronteras. Economista por la Universidad de
Chicago y la Escuela de Economía de Londres. Organizó los departamentos de investigación
social. Su labor fue fundamental para incorporar la experiencia del trabajo social de campo en
una profesión que encontró en ella cabida dentro del ámbito académico la educación del trabajo
social fue considerada disparatada en aquellos momentos. Fue la primera mujer decana de la
Escuela de Ciencias Políticas y Filantropías de la Universidad de Chicago.
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Llegó a ser directora de la Escuela de Trabajo Social de Pensilvania. Ella puso los pilares del “plan
de estudio” de Trabajo Social puesto que detectó la necesidad de saber, para construir una
profesión universitaria sólida y alejada de la miopía antiacadémica de “hablar de nosotros entre
nosotros”. Su formación y sus prácticas la convirtieron pronto en una prestigiosa trabajadora
social.
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La gestación y los primeros pasos del Estado Social en España, los profundos cambios sociales y
económicos experimentados, el impulso de nuevas corrientes ideológicas como el socialismo,
anarquismo o socialdemocracia, exigirán, desde el último tercio del s. XIX, un permanente y
renovado compromiso de la sociedad hacia quienes mostraban algún tipo de carencia,
deficiencia o necesidad. En este proceso de cambio de orientación político-social se impulsó la
acción benéfico-asistencial con titularidad provincial y municipal, así como mejorar la formación
y cualificación de quienes atendían y asistían a tales colectivos: personas enfermas, prostitutas,
mayores, niños/as, madres, etc.
Podemos establecer así tres escenarios en los que será muy visible la presencia femenina:
familia, domicilio privado y establecimientos o instituciones públicas y privadas. Parecía lógico
entonces que las mujeres debían realizar una intensa actividad como cuidadoras dentro de la
familia, quedando justificado por la capacidad inherente a la condición femenina de desplegar
atenciones de todo tipo. El domicilio se transformará de la mano de la mujer en un hogar, donde
se encuentre alimentación, higiene de la vivienda y de los cuerpos, orden, consuelo, descanso y
amparo. Esta labor se realiza desde la resignación, desde la impotencia o desde la convicción. Se
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Por otro, determinadas damas o señoras, desde un sentimiento caritativo y cristiano o desde la
filantropía, dedicaron parte de su tiempo a visitar a las familias más menesterosas, a los
enfermos, a mujeres “descarriadas”, etc. También las encontramos financiando o colaborando
con congregaciones religiosas dedicadas a la educación de mujeres jóvenes para el desempeño
de tareas domésticas. Asimismo, concederán becas de estudio, patrocinarán y colaborarán en
comedores benéficos, entregarán dotes para poder acceder al matrimonio, etc.
En el siglo XIX y primeras décadas del siglo XX se prodigaron las órdenes femeninas y las
asociaciones católicas de mujeres por el respaldo decidido de las propias autoridades
eclesiásticas y por un contexto socio-económico difícil.
Desde mediados del siglo XVIII y, sobre todo, con la irrupción del Estado Liberal se impulsó una
red de asistencia social y sanitaria en los tres niveles administrativos: estatal, provincial y
municipal. Solo adquirió verdadero protagonismo la red provincial. La propia complejidad del
contexto político y económico condujo a que los beneficiarios de las redes benéfico-
asistenciales no fueran, únicamente, los pobres. Tomaron entidad otros colectivos concretos
como la infancia, las mujeres, las personas mayores, los delincuentes y personas que no podían
trabajar. Cada uno presenta una especificidad y, por lo tanto, requiere un tipo de respuesta
concreta.
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
Las dos primeras modalidades han estado vinculadas, de forma directa en España con
parroquias, conventos, hermandades, cofradías de auxilios mutuos y todo un elenco de
asociaciones de signo caritativo. Será a partir de la segunda mitad del s. XVIII cuando se comience
a ser visible la presencia de las autoridades públicas, en particular de las administraciones
locales, pero a una importante distancia de la labor de la Iglesia.
Infancia, mujer y personas incapacitadas para trabajar y ganarse un sustento dignamente por
edad, enfermedad o problemas físicos y psíquicos, componen el rostro de la pobreza. No
tardaron en perfilarse propuestas dirigidas a su redefinición, hacia la activación de nuevos
medios, instituciones y procedimientos dirigidos a la atención de la pobreza, la incultura, el
abandono, la violencia y la enfermedad. Las estrategias desplegadas van a centrarse, en la
educación (alfabetización, urbanidad, higiene, etc.) y en servicios públicos o privados con
trasfondos moralizantes y religiosos.
Dentro del heterogéneo colectivo femenino la mirada se centrará, por un lado, en las mujeres
de la aristocracia y burguesía como canalizadoras y agentes activos de la intervención social y,
por otro, en la mujer marginada o en riesgo como objetivo de atención. Tanto unas como otras
tendrán el calificativo de componente fundamental de la sociedad en su condición de madre,
esposa y trabajadora. Ante una problemática compleja, pero específica, de las mujeres, surge
un modelo de respuestas feminizada integrada dentro del modelo benéfico-asistencial liderado
por la Iglesia, Las Siervas de María, Las Siervas de Jesús o las Hermanas de la Compañía de la
Cruz se dedicaron a la atención de personas enfermas en su domicilio, en tanto que las Hermanas
Hospitalarias de San Juan de Dios lo harán a las mujeres dementes. Las Hermanas de los Pobres
y las Hermanas de los ancianos desamparados abarcarán la atención asilar de personas mayores
pobres y abandonadas en su conjunto, etc.
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y Villa. Detrás de estas asociaciones encontramos nombres como los de C. Arenal, la condesa de
Espoz y Mina, y otras muchas “mujeres bienhechoras”. Su labor estuvo muy ligada al buen hacer
de sus miembros, pero ello no limitó sus exigencias a las autoridades civiles: reclamaron mayor
implicación de las administraciones públicas para lograr asilo, protección e instrucción de las
mujeres de cualquier edad. No tuvieron el éxito esperado y/o flexibilidad funcional.
La figura que podía encargarse de esta doble intervención, asistencia material y educación en
valores, era la del visitador de pobres. Las visitas llevadas a cabo en el domicilio por iniciativa
pública, además de subsanar las carencias materiales más urgentes, debían acompañarse de un
discurso reformador que abogaba por una nueva sociedad. Pero la inactividad del Estado y las
limitaciones de los establecimientos públicos favorecieron las iniciativas privadas de asistencia
y beneficencia, en particular de las juntas parroquiales y las Conferencias de San Vicente de Paúl,
especializadas en el socorro a domicilio de los pobres y enfermos.
La filiación religiosa de la mayoría de las actuaciones domiciliarias irá unida al carácter sectorial
de la acción social, en detrimento de rasgos como la universalidad o la univocidad de los siglos
anteriores.
Nos encontramos ante una etapa pre-profesional de la intervención social. Las Conferencias de
San Vicente de Paúl son un buen ejemplo de la interrelación de la asistencia social activa con las
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funciones moralizadoras y cristianizadoras. De ahí que tanto la persona que visita como la
visitada reciban un beneficio: santificación y respetabilidad social la primera, recursos de
supervivencia y amparo, la segunda.
El fracaso del intento de desarrollar un sistema oficial de beneficencia domiciliaria a finales del
siglo XVIII, propició la atomización de respuestas desde parroquias y asociaciones diversas que
tan solo lograron aliviar aquellas necesidades más urgentes.
La mayoría de quienes realizaban las visitas domiciliarias eran mujeres. Era la forma más
extendida de ejercicio de la beneficencia particular. Son mujeres acomodadas, en su mayoría,
movidas por un espíritu caritativo o filantrópico y con cierto nivel de formación que tomaron
como referencia a las visitadoras médicas que acompañaban a los médicos de la beneficencia
municipal, la atención era individualizada y había una clara intención moralizadora.
En los discursos sociopolíticos que se van a ir definiendo a lo largo del s. XIX, es posible encontrar
una bipolaridad cada vez mejor definida entre quienes son perceptores de la asistencia y quienes
son proveedores de la misma.
En el Reino Unido es posible encontrar sociedades laicas y religiosas desde mediados del s. XVIII.
Organizadas para la asistencia de personas pobres con voluntarios. Las formas benéfico-
asistenciales públicas y de las obrar privadas encauzaron la atención social de la pobreza y el
desempleo hacia las mujeres de las clases medias y altas o hacia las órdenes religiosas femeninas.
En este contexto de expansión del reformismo social, el higienismo y los movimientos sindicales
y feministas, se fundó en Londres (1869) la “Charity Organization Society” (COS) y las múltiples
sociedades caritativas se agruparon en torno a una Federación nacional, comenzando una labor
encaminada al perfeccionamiento técnico de la asistencia. Además de la asistencia de los casos
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La COS optó por sustituir los múltiples donativos concedidos de forma indiscriminada por una
concentración y posterior reparto más racionalizado de los mismos. Los medios obtenidos
facilitaron la puesta en marcha de una forma de trabajo más centrada en la investigación de
cada caso y en la elaboración de un plan de autoayuda en colaboración con la persona
solicitante. Para ello elaboraron cuidadosos archivos con toda la documentación hasta la
resolución de cada caso. Su metodología de trabajo se centraba en la relación personal entre la
persona con una problemática y la voluntaria. La COS se convierte, así, en la pionera del trabajo
social con casos.
No sólo estuvo presente en Europa, en EE.UU. La Asociación se fundó con el nombre de “Charity
Organization Movement” en 1877, por iniciativa de J. Shaw Lowell. Si bien se mantuvieron las
vinculaciones religiosas, la evolución de este Movimiento será la que conduzca a la
profesionalización del Trabajo Social.
En 1890 gran parte de intervenciones sociales con personas en situación de pobreza era
realizada por personal asalariado y experto, algunos habiendo comenzado como voluntarios.
Una nueva crisis económica en EE.UU. (1893) animó a mejorar la formación, los objetivos y
métodos de trabajo, así como los salarios de estos primeros profesionales. La principal función
de los profesionales era la rehabilitación, no tan solo el “trabajo de caridad”.
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Con el cambio de siglo la miseria había alcanzado niveles inimaginables y el trabajo social con
casos, válido para la intervención social, no alcazaba a explicar esa nueva realidad. El trabajo
social nace a partir de la caridad y la filantropía, en unos contextos en los que las asociaciones
de inspiración religiosa gestionan la mayor parte de la asistencia domiciliaria y comunitaria. Su
labor y unas realidades socioeconómicas cambiantes propiciarán su reagrupamiento y la
racionalización de sus métodos de intervención, lo cual va a exigir la formación de nuevos
profesionales al mismo tiempo que un paulatino alejamiento de su nexo con las iglesias
cristianas. De esta manera, adquiere una dimensión ideológico-política, que se traduce en una
doble finalidad. Por un lado, la práctica de intervención se dirige a ayudar a personas, familias,
grupos y colectivos que se hallan en situación de conflicto o necesidad. Por otro, como una
actividad política, tiene la pretensión de modificar las condiciones de vida de los más
desfavorecidos de la sociedad.
El recorrido seguido por EE.UU. o el Reino Unido en sus grandes trazos se reproducirá en España
casi medio siglo más tarde. Un retraso explicable por el atraso y polarización geográfica de los
procesos de industrialización y urbanización, y el protagonismo de la iglesia católica en la
atención domiciliaria e institucional frente a la debilidad de las administraciones públicas. Las
fracturas sociales, consecuentes a un contexto general inestable como el que se vivió en España
del siglo XIX y gran parte del XX, encontraron eco en los nacientes partidos políticos demócratas,
entre profesionales de la medicina, pedagogía, sociología o economía, como también en el
reformismo católico finisecular (perteneciente o relativo a un siglo determinado). De forma
paralela, se llevaron a cabo esfuerzos por educar a las clases obreras, higienizar sus viviendas y
lugares de trabajo y ocio, proteger su salud de las enfermedades infecciosas, potenciar medidas
de prevención y previsión, así como atender a quienes se mostraban más vulnerables por medio
de establecimientos que dan cobijo (temporales o permanentes). La figura del visitador/a
domiciliario se convertirá en uno de los principales agentes de intervención social junto con
médicos, enfermeras y docentes.
La profesión nacerá como parte integrante de una reforma social iniciada desde arriba para
paliar graves problemas socio-laborales y “con la finalidad de aumentar la eficiencia de la fuerza
de trabajo y contribuir a la estabilidad mediante la moralización de las clases subalternas”. La
primera escuela de Asistencia Social para Mujeres comienza en Barcelona en 1932 y en 1939 se
abrirá en Madrid la Escuela de Formación Familiar y Social. En este incipiente e irregular proceso
de profesionalización adquirirá especial protagonismo la iglesia, ya que las escuelas de asistentes
sociales que abran sus puertas desde los cincuenta del siglo XX estarán bajo su patronato.
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TEMA 5
En todo este tiempo las necesidades sociales son atendidas fundamentalmente por la Iglesia
católica, que realiza una tarea asistencial, de caridad. Según avanzan los años se van haciendo
más visibles las problemáticas, a lo que no es ajeno la emergencia de la clase obrera y la
organización del campesinado; se van haciendo oír voces que reclaman la racionalización de la
ayuda y la asunción por parte del Estado de sus responsabilidades ante la situación de capas
importantes de la población.
Se suelen señalar como hitos legislativos la Ley de Beneficencia Social de 1849, en la que se
establecen las competencias de las distintas administraciones en la beneficencia, y la creación
de la Comisión de Reformas Sociales (1883), que marcaría el camino de políticas sociales
posteriores.
En España los planteamientos señalados tuvieron influencia en las políticas sociales, al igual que
figuras como Concepción Arenal (1820-1893) o Francisco Giner de los Ríos (1839-1915) que
aportaron ideas que fueron tenidas en cuenta por el legislador, al igual que las “visitadoras de
pobres” o los “círculos obreros”, teniéndolos en cuenta al estudiar los antecedentes del Trabajo
Social, en el momento en el que los poderes públicos empiezan a formular respuestas a las
problemáticas sociales.
El hecho real es que en los inicios del siglo XX las necesidades sociales siguen sin resolverse en
nuestro país, sin obtener las respuestas adecuadas. La situación de desprotección y de
marginalidad es evidente, incrementándose la conflictividad social, haciéndose necesaria
respuestas que alivien la situación. Se crean instituciones, se promulgan normas que
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El panorama no detuvo a una sociedad que veía cómo la estructura se mantenía con una
dualidad cada día más visible, así en 1931 (14 de abril) se proclama la IIª República, iniciándose
una etapa en la que se intentaron introducir modificaciones profundas.
La tarea para tratar de resolver la llamada “cuestión social” era ingente y se desarrolló una tarea
legislativa dirigida a cambiar la estructura social profundamente injusta de España. La previsión
del movimiento obrero y de las organizaciones progresistas fue cada vez mayor, lo que supuso
que no sólo se promulgaran normas relacionadas con el mundo del trabajo, sino también otras
que abarcaban la salud, la educación, etc.
En 1932 se crea la primera Escuela de Trabajo Social en Barcelona “Escuela de asistencia social
para la mujer” y en su Plan de Estudios se ofreciesen dos especialidades: “Asistencia Social de
Industrias” y “Asistencia Social Sanitaria”. Se trataba de formar a aquellas personas que hasta
ahora venían prestando la ayuda, atendiendo especialmente a la clase trabajadora y en un área
que era especialmente sensible para las preocupaciones de la medicina social. Se reconoce la
necesidad específica para dar respuesta a las necesidades sociales. Otro de sus rasgos fue su
orientación católica, recogiendo la tradición de Bélgica en 1920 donde se creó la “Escuela
Católica de Servicios Sociales”.
La Escuela de Barcelona no era una escuela oficial, su primera promoción salió dos años después,
pero hasta 1935 la Generalitat constituye el “Patronato para la Formación Técnica de los
Asistentes Sociales de Cataluña”.
El proceso se rompe con el golpe militar del 1936, se cerró la escuela, abortando cualquier
avance. En San Sebastián, en 1937, cuando las tropas sublevadas habían derrotado a las
republicanas, se funda la “Escuela de Formación Social y Familiar”. Al término de la guerra civil,
ambas escuelas se refundaron, trasladándose la de San Sebastián a Madrid.
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Todos los avances se detuvieron durante la guerra civil. La sociedad se vio obligada a centrarse
en la atención a las grandes catástrofes que provocó la contienda, creando el Auxilio Social (zona
de los sublevados, llamada” nacional” y el Socorro Rojo (zona republicana). Ambos
constituyeron las respuestas institucionales a los desastres de la guerra. Al final de la guerra sólo
se mantuvo y prosperó el Auxilio Social.
Al final de la etapa el Trabajo Social se encuentra nuevamente en una zona de penumbra con el
final de la república y una nueva sublevación militar.
El Auxilio Social crece y se consolida de manera clara durante los primeros años. De esta manera
vemos que encarna la respuesta del Estado. Junto al Auxilio Social hay que destacar a Cáritas,
fundada en 1942, que es la respuesta de la Iglesia Católica. Tanto el Auxilio Social como Cáritas
son las claras representantes de las respuestas que se articulan durante estos años. Se trataba
de aliviar situaciones de gran necesidad, desde la perspectiva del asistencialismo, de la caridad,
desde el paternalismo, nunca considerando los derechos o a las personas como ciudadanos. En
la época franquista las intervenciones tratan de aliviar problemáticas manteniendo la situación
y potenciando la dependencia y la sumisión, fortaleciendo así la estructura social. Se prima la
protección ligada al sistema productivo, sin que ello quiera decir que se olviden totalmente otros
ámbitos, como sanidad o educación, sobre los que también se legisla.
Nos encontramos en los primeros años con un nuevo intento de racionalizar la ayuda a través,
entre otras medidas, del reconocimiento, la institucionalización del Trabajo Social. La Iglesia
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católica juega un papel fundamental, con una actividad esencial en la creación de escuelas y en
la orientación de la intervención. Nuevamente la respuesta que se realiza está dirigida, casi
exclusivamente, a mujeres El objetivo es que se preparen adecuadamente para que articulen
más eficaz y eficientemente la caridad.
La evolución del Trabajo Social se verá condicionada por los rasgos que están presenten desde
su momento de gestación, al analizar las dificultades, la “crisis”, se señalan las siguientes
hipótesis explicativas:
1. La influencia notable, sobre la problemática de la profesión, del carácter casi
exclusivamente femenino de su reclutamiento.
2. La influencia asimismo determinante del contexto ideológico de tipo religioso en que se
desarrolló la profesión en sus orígenes”.
Podemos concluir que en los años comprendidos entre el final de la guerra civil (1939) y la
aprobación del Plan de Estabilización (1959) no podemos hablar de Trabajo Social en sentido
estricto, aunque sí que van estableciendo los cimientos para que sea posible.
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Según pasan los años se van produciendo movilizaciones. El gobierno lejos de atender las
demandas, castiga a quien osa poner de manifiesto el descontento, generándose una dinámica
social llena de conflictos que estallan periódicamente.
En este marco no es extraño que el propio régimen tratase de dar respuestas y de encauzar las
reivindicaciones. Introduce los cambios imprescindibles para que las estructuras se mantengan
inalterables. Por medio de diferentes normas se van articulando medidas de protección a la clase
obrera o “productiva”, a la que se pretende controlar con los sindicatos verticales (obreros y
patronos juntos en una misma organización). También se aprueban una serie de leyes con un
carácter más general y que son respuestas a las necesidades sociales, siempre en un medio de
falta de libertades y de control de la población.
La Revista de Treball Social, nacida en Barcelona, se configuró como un eje esencial para la
creación de la comunidad científica y profesional del Trabajo Social. Fue un medio de
comunicación por medio del cual profesionales de toda España sintieron que formaban parte de
un colectivo, que podían y debían compartir sus conocimientos e intervenciones; en definitiva,
que podían y debían compartir sus conocimientos e intervenciones; en definitiva, que podían
contribuir a enriquecer al Trabajo Social. Toda la bibliografía de la revista era importada; por
tanto, gracias a la Revista de Treball Social se pudo empezar a construir y difundir el Trabajo
Social español.
Es en 1964 cuando el gobierno reconoce los estudios de “asistencia social”. Se acepta así la
necesidad de profesionalizar la ayuda con un/a técnico/a que dé las respuestas adecuadas a las
necesidades/ problemáticas sociales. Antes la preparación estaba en una zona de penumbra. Se
trata, por tanto, de hacer más eficaz y eficiente la ayuda por medio de unos estudios regulados
oficialmente que establecen quienes van a ser los/as profesionales que la hagan efectiva.
Con el reconocimiento de los estudios de asistencia social (1964) se abre una nueva etapa para
el Trabajo Social español. A partir de este momento será necesario poseer el título que se ha
creado para poder hacer determinadas actuaciones. El legislador establece el título de asistencia
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social y con ello indica la diferencia entre una intervención técnica, titulada y el voluntarismo.
Sin embargo, el análisis del Plan de Estudios nos muestra una formación marcada por opciones
religiosas y políticas claras, había como asignaturas obligatorias Religión Católica y la Formación
del Espíritu Nacional (asignatura que recogía los principios ideológicos de Falange). Este plan de
estudio estará vigente hasta 1975.
En 1967 se crea la Escuela Oficial de Asistentes Sociales de Madrid, el primer centro público de
España encargado de validar los títulos por medio de una prueba específica. Hasta el momento
todas las existentes eran privadas con la primacía de la Iglesia Católica y de la Falange en ellas.
También en 1967 se funda la Federación Española de Asistencia Sociales (FEDASS), que jugará
un papel crucial en la historia del Trabajo Social en España. Sus actuaciones y reivindicaciones
formarán los cimientos sobre los que construir el edificio del Trabajo Social.
En 1968 se celebra en Barcelona el Primer Congreso Estatal de Asistentes Sociales, este Congreso
viene a suponer el éxito de muchos esfuerzos anteriores y, sin duda, es un hito para la historia
del Trabajo Social. Estos encuentros profesionales tendrán lugar cada cuatro años, en ellos se
refleja el momento que se está viviendo, lo que preocupa, los avances, los retrocesos y los retos.
A pesar de los esfuerzos y avances realizados, la Ley General de Educación de 1970, se olvida de
los estudios de asistencia social, dejándolo al margen de la universidad y situándolo, en una zona
incierta e insegura. A pesar de esto, el colectivo académico y profesional se mantiene activo,
realizando numerosas actividades formativas y manteniendo sus peticiones.
Durante los últimos años de este periodo se produce un fenómeno que refleja las inquietudes,
el descontento de algunos/as asistentes sociales, que no por ser minoritarios/as dejaron de ser
importantes. El movimiento de reconceptualización llegó de Iberoamérica aportando ideas para
hacer del Trabajo Social una disciplina científica y comprometida con la sociedad. (Natalio
Kisnerman y Ezequiel Ander-Egg).
Una persona a la que necesariamente hay que hacer referencia en el Trabajo Social español es
Montserrat Colomer, que nos acercó y nos hizo profundizar sobre el “Método Básico”. Esta
autora centró la reflexión en la metodología, poniendo en evidencia la necesidad de rigor en las
actuaciones, destacando que la división clásica de caso, grupo y comunidad estaba superada.
Había una unidad metodológica y niveles distintos. El camino que inició fue seguido por muchas
personas, pero no por las suficientes como para evitar los errores que marcaron los años
posteriores.
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
TEMA 6
Los primeros años están marcados por grandes problemas económicos, políticos y sociales, pero
también por el deseo mayoritario de superarlos. Se impone la búsqueda de soluciones
compartidas y los frutos fueron, entre otros, los Pactos de la Moncloa (1977) y la Constitución
Española (1978). Los primeros supusieron un gran impulso en la inversión pública, con una clara
mejora de los equipamientos sociales. Con la segunda nos dotamos del marco jurídico que hacía
que pudiésemos considerarnos una sociedad democrática, pasando a ser ciudadanos con
derechos. La situación era inestable, produciéndose acontecimientos que pusieron a prueba la
fortaleza de la sociedad española, como el golpe de estado de 23 de febrero de 1981.
Durante gran parte de los seis años de esta etapa la tarea legislativa está orientada de manera
prioritaria a establecer y desarrollar el marco general de actuación y a derogar unas normas y
promulgar otras que se ajusten al Estado Social y de Derecho que se proclama. Por ello tenemos
que esperar a los años siguientes para ver cómo el dinamismo de los gobiernos autónomos se
plasma en Leyes de Servicios Sociales, ya que desde la administración central no se asume esta
tarea legislativa.
Para el Trabajo Social son años con muchos matices y con una actividad muy importante de
los/as profesionales fundamentalmente a través de sus organizaciones. Los/as asistentes
sociales, así siguen denominándose, participan en los cambios que se producen en la sociedad.
Sus asociaciones tratan de superar la losa de la invisibilidad de la etapa anterior y participan en
todas las modificaciones sociales. De importancia fue el papel de FEDASS para que la palabra
beneficencia no apareciese en la Constitución.
Se vive una situación profesional con la que no está de acuerdo. Cada vez son más las voces que
se alzan para denunciar una formación inadecuada que lleva a intervenciones insatisfactorias.
No es de extrañar que se hable de época de crisis de la profesión, de las debilidades del colectivo
profesional, de sus intervenciones y la contradicción que implica que desde esta realidad se
aspire a un reconocimiento social mayor, y la fortaleza de parte del colectivo que quiere
introducir los cambios necesarios en el Trabajo Social para superar la “crisis”.
A pesar de la regulación oficial de los estudios existen graves problemas en la formación que se
mantienen durante todos los años de esta etapa. No se reconoce la formación como
universitaria y la mayoría de las escuelas siguen dependiendo de la Iglesia católica y de la
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
Las Jornadas de Pamplona, celebradas en 1977, tuvieron una influencia grande entre los/as
asistente sociales ya que en ella se trató de centrar la profesión considerando las funciones y
matizando la importancia de la ideología. En estas Jornadas se afirma por parte del Comité
Organizador que, en la base de toda actuación profesional, ya sea a nivel individualizado, de
grupo o comunitario, encontramos un denominador común que se concreta en la siguiente
relación: NECESIDADES-RECURSOS al que podemos considerar como objetivación del campo
donde opera el Asistente Social.
Entre 1975 y 1981 sigue siendo una constante la pobreza bibliográfica. La única revista que sigue
existiendo es Treball Social y se mantiene el Grupo de Investigación y Trabajo Social (GITS) que
desaparecerá antes de que finalice la década.
En definitiva, estos años fueron difíciles, complicados o, si se prefiere, de crisis, pero también de
riqueza. Se había adquirido la suficiente madurez como para reflexionar sobre la propia realidad,
de manera que se generó una situación de insatisfacción porque desde el Trabajo Social no se
respondía a las demandas de una sociedad en la que se producían transformaciones profundas.
Todos los esfuerzos tuvieron como reconocimiento la promulgación del Real Decreto 1980 de
20 de agosto en el que los estudios de asistente social se incorporaron a la universidad como
Diplomatura de Trabajo Social. Iniciándose con ello una nueva etapa de reivindicaciones para
llegar a ser Licenciatura y de crecimiento disciplinar.
En febrero de 1981 se produce el golpe de estado que secuestra al Parlamento y hace que los/as
españoles/as recuerden tiempos que creían ya superados y situaciones que no querían volver a
vivir. Finalmente, el golpe no tiene éxito y la sociedad reacciona, de manera casi unánime,
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
rechazándolo. Poco después se celebran elecciones que son ganadas por el POSE, comenzando
una andadura cualitativamente distinta.
El año 1981 es señalado por muchos historiadores como el último de la transición. A partir de
esa fecha se consolida la democracia, se organiza definitivamente el Estado en Comunidades
Autónomas y empezamos a participar plenamente en Europa.
Durante estos años se realiza una tarea legislativa notable para el desarrollo de los derechos
sociales. Las Comunidades Autónomas asumen el liderazgo de la organización de los Servicios
Sociales, promulgando las pertinentes leyes. Se partía de unos niveles de cobertura de las
necesidades sociales tan bajo que hubiese sido necesario un esfuerzo mucho mayor para
incrementar el gasto social. A ello hay que añadir que se consolidó una política de subvenciones
que lastró las inversiones públicas y que, en materia de Servicios Sociales se delegó en las
administraciones locales, sin la dotación económica suficiente. En muchos casos se legislaba
proclamando grandes principios y objetivos que no se dotaban de las partidas económicas
acordes con lo que se decía querer conseguir.
Fueron las Comunidades Autónomas las que asumieron el liderazgo de la creación del sistema
público de Servicios Sociales promulgando las oportunas leyes que los instauraban. En la mayoría
de los casos se estableció una especial responsabilidad de las administraciones locales que se
vieron obligadas a crear, desarrollar y mantener unos servicios de manera precaria.
La escasez de personal, la inestabilidad del mismo, etc., pusieron en evidencia las debilidades
del sistema. Todo ello generó un descontento progresivo que fue escuchado y atendido desde
la administración central, que en 1988 pone en funcionamiento el Plan Concertado de
Prestaciones Básicas en Corporaciones Locales. Con él se trata de establecer la coordinación de
las tres administraciones (central, autonómica y local), dotando al sistema de una cierta
homogeneidad en las prestaciones y de una mínima estabilidad presupuestaria.
El nuevo sistema público de Servicios Sociales supuso un gran avance en la protección social de
los/as ciudadanos/as, pero nació débil, sin una estructura coordinada e integrada con la ya
existente y sin las dotaciones que asegurasen su estabilidad.
Características similares podemos ver en Trabajo Social, tanto si miramos al mundo académico
como al profesional. Desde 1981 a 1990, se producen grandes logros, pero los cimientos son
poco sólidos. En 1981 se reconocen los estudios como universitarios, pero el Trabajo Social sigue
siendo secundario si lo comparamos con el resto de las asignaturas. La falta de interés de las
autoridades hace que no sea hasta 1990 cuando se cree el Área de Conocimiento de Trabajo
Social y Servicios Sociales.
La confusión, entre Trabajo Social y Servicios Sociales será una constante durante este periodo
y sólo será denunciada sin ambigüedad al final de la década por sectores cada vez más amplios.
En un principio se consideró esencial volcar los esfuerzos en la creación, desarrollo y
consolidación de un nuevo sistema que se mostraba como el marco organizativo principal del
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Trabajo Social. El efecto no deseado fue la confusión entre la disciplina y la profesión con la
organización. Esto trajo como consecuencia el empobrecimiento de la profesión y la disciplina y
la pérdida de ámbitos y funciones.
La importancia del ámbito universitario en la evolución del Trabajo Social español fue cada vez
mayor. Nace la revista “Cuadernos de Trabajo Social” de la Universidad Complutense. Con esta
revista se enriquecen las publicaciones específicas y, por tanto, se contribuye al desarrollo del
Trabajo Social.
En 1982 se crean los Colegios Oficiales y el Consejo General de Colegios Oficiales de Diplomados
en Trabajo Social y Asistentes Sociales. Se articula una nueva estructura organizativa profesional
que recoge todo lo trabajado con anterioridad por las Asociaciones y su Federación,
produciéndose un traspaso de asegura una buena evolución. Los Colegios y el Consejo
mantendrán la tradición reivindicativa y formativa. Un hito importante es la edición, por parte
del consejo, de la Revista de Servicios Sociales y Política Social (1984).
Si comparamos esta etapa con las anteriores vemos que en la segunda mitad se produce una
verdadera eclosión de publicaciones de Trabajo Social. El número de revistas crece, sobre todo
las que publican colegios profesionales. Es necesario realzar lo relevante que fue la publicación
en 1990 de “La Entrevista en Trabajo Social” de Teresa Rossell. Esta obra pone en relieve la
importancia de la entrevista en los procesos de ayuda, resalta la dimensión terapéutica del
Trabajo Social. El libro tuvo un impacto importante, convirtiéndose en un manual casi de
obligada lectura tanto para estudiantes como para profesionales.
Los años comprendidos entre 1981 y 1990 son cruciales para el Trabajo Social español. Durante
ellos se institucionaliza definitivamente, se le reconoce académica y profesionalmente y se hace
visible a nivel social.
En el caso del Trabajo Social español ya hemos visto cómo el legislador regula la formación de
los/as futuros/as profesionales y también lo que se considera necesario para acceder al empleo
público de manera que hemos considerado este periodo como definitivo para su reconocimiento
social.
A lo largo de 1981-1990, el Trabajo Social se encuentra más presente que en años anteriores
sobre todo en normativas autonómicas. Es la etapa cuando las Comunidades Autónomas
promulgan las Leyes de Servicios Sociales (la primera es la del País Vasco en 1982).
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
Al final de estos años para el Trabajo Social se presenta un balance positivo, pero lleno de retos.
Se ha alcanzado la madurez suficiente como para analizar el camino recorrido, identificar errores
y tratar de subsanarlos. Algunos de estos errores están aún presentes y lastran al Trabajo Social
español.
En estos años se producen cambios en el gobierno porque son distintos los partidos que ganan
las elecciones. Los socialistas (PSOE) permanecen en el gobierno hasta 1996. En los últimos años
de su mandato se produce un progresivo deterioro de la situación económica, política y social
del país. Seguimos en los últimos puestos de los países europeos en lo que al gasto social se
refiere y en prácticamente todos los indicadores de protección del Estado de Bienestar.
Se considera que los poderes públicos hacen dejación de su responsabilidad dejando en manos
privadas la atención de necesidades sociales. Se dota de medios públicos a organizaciones
privadas en vez de asumir la respuesta como obligación directa del Estado.
El descontento social se plasma en 1996, las elecciones de este año posibilitan la formación del
gobierno por parte del Partido Popular (PP), que se mantendrá durante dos legislaturas.
Durante los primeros años del gobierno del Partido Popular, sin mayoría absoluta, las políticas
no presentan grandes cambios, manteniéndose las líneas generales del gobierno anterior, pero
con control y racionalización del gasto.
En los primeros años de la década de los “90” se ponen cada vez más de relieve las limitaciones
del sistema de Servicios Sociales. En un principio, de forma generalizada, coexisten los Servicios
Sociales especializados (dependientes de la administración central), con el nuevo sistema de
Servicios Sociales (dependientes fundamentalmente de las administraciones locales), en los que
se contemplaban los “básicos”, dirigidos a toda la población, y los sectores (en realidad
específicos o especializados, aunque se les denomine de otra forma).
Según avanzan los años la situación se mantiene, aunque se produzcan las transferencias. Se
consolida el sistema de Servicios Sociales que depende de la administración local,
fundamentalmente los “básicos”, mientras que los específicos transferidos pasan a depender de
las administraciones autonómicas, que suelen crear una nueva estructura organizativa para
acogerlos.
A pesar del esfuerzo realizado en el Plan Concertado, los Servicios Sociales del nuevo sistema
siguen sin financiación estable, como reflejo de las dificultades y limitaciones de la financiación
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
Los Servicios Sociales se ven en la curiosa tesitura de tener que buscar financiación a través de
programas que, en el mejor de los casos, se han diseñado por la Comunidad Autónoma; y en
muchas ocasiones dependen de instancias europeas que ligan la financiación a determinadas
actuaciones. Se produce así un alejamiento de las peculiaridades y necesidades de una
determinada población para conseguir financiación por la realización de unas actuaciones
marcadas desde fuera.
J.M. Barbero (2002) indica que los Servicios Sociales en el medio rural, un elevado porcentaje de
servicios sociales rurales se están limitando a las funciones de información, orientación y gestión,
con un alto contenido de trabajo burocrático…se produce un oferta “Standard” de prestaciones
y recursos, que no tiene en cuenta las necesidades y características peculiares de cada
comunidad. A ello se añade la escasa o nula coordinación con los otros sistemas sociales.
Este panorama indica por qué se inicia su proceso de revisión de las Leyes de Servicios sociales
por parte de las diferentes Comunidades Autónomas, manteniéndose la carencia de una Ley
General de mínimos que armonizase la situación a nivel del Estado español. Sin embargo,
permanecemos en los puestos de cola en lo que respecta al porcentaje destinado a gasto social.
Si es consciente de que las estructuras organizativas y las políticas sociales son importantes, pero
no totalmente determinantes para el Trabajo Social. Si se quiere avanzar es preciso madurar
disciplinalmente y para ello hay que hacer realidad la retroalimentación entre los procesos
deductivos-inductivos, entre la teoría y la práctica del Trabajo Social.
En 1996 se celebra en Valencia el Primer Congreso de Escuelas de Trabajo Social. Este Congreso
marcará el comienzo de una serie de encuentros periódicos de la comunidad universitaria
(fundamentalmente profesores y estudiantes) en torno al Trabajo Social.
La construcción del Espacio Europeo de Educación Superior, sumió a todas las universidades
españolas en un proceso de revisión de las titulaciones al que no fue ajeno el Trabajo Social. La
Conferencia de Directores/as de Centros y Departamentos de Trabajo Social, en la que
participaron todas las Escuelas, Diplomaturas y Departamentos de España, para el
reconocimiento de los títulos de Grado en Trabajo Social. Todas las discusiones, reflexiones y
esfuerzos se plasmaron en un documento, que sirvió de guía, de orientación para la elaboración
de los Planes de Estudio.
Hay que destacar la labor realizada por el Consejo General de Colegios de publicación con
editoriales comerciales, comenzando a abrir colecciones de Trabajo Social o permiten que se
publique sobre él bajo denominaciones generales diversas. Aparecen nuevas revistas publicadas
tanto de los colegios profesionales, como las universidades españolas, aportando una gran
riqueza a los discursos. Igualmente, gran profusión de cursos, encuentros, seminarios, jornadas,
congresos, etc., como algo habitual.
El empleo de los/as trabajadores/as sociales entre 1990 y 2005, otro indicador fundamental, se
estanca en las administraciones públicas y, aunque las ONGs y algunas empresas crean puestos
de trabajo, no lo hacen en cantidad suficiente como para absorber el número de titulados/as
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
Como conclusión indicar que, en el X Congreso Profesional, celebrado en el 2004 en Las Palmas
de Gran Canarias, resalta la necesidad de mejorar la intervención profesional recuperando la
vertiente educativa, comunitaria y ecológica, también se considera que el Trabajo Social debe
realizar un esfuerzo para sistematizar su saber y ampliar su producción científica.
Esta última etapa tiene una fecha de finalización artificial, su elección está marcada por la
necesidad de acabar el capítulo. En mayo de 2010 corrobora esta afirmación porque se produce
un importante giro en la política económica y social del gobierno; pasando de afrontar la crisis
con inversión pública y preservando los derechos sociales a plantear, como medida estrella,
reducir drásticamente el gasto público, rebajando el sueldo a los funcionarios (algo inédito en la
historia de la España democrática), congelando las pensiones y limitando las prestaciones
económicas de los posibles beneficiarios de la “Ley de Dependencia”. Las consecuencias de esta
nueva política están por ver, al igual que las transformaciones de la sociedad una vez superada
la crisis. Algunas voces señalaron que asistíamos a un ataque definitivo al Estado de Bienestar,
tratando de reducir la presencia pública al mínimo y quebrando el sistema de protección
europeo.
Durante los primeros años se continúa con una política de reconocimiento de derechos sociales.
El año 2006 marca un hito en la respuesta a las necesidades de sectores vulnerables de la
población con la Ley 36/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía y Atención a
Personas en situación de Dependencia. La Ley se valoró como un gran paso adelante en la
consolidación del Estado de Bienestar, acercándonos a los países más avanzados.
Las Comunidades Autónomas han proseguido con la revisión de la Leyes de Servicios Sociales,
de forma que se promulgan nuevas o están en proceso de revisión. En las nuevas Leyes se
observa el deseo de clarificar prestaciones y servicios, establecer derechos y deberes, etc., se
avanza en aspectos importantes, pero siguen sin establecerse un sistema único, coordinado y
cohesionado de Servicios Sociales, aunque se proclame lo contrario.
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
La no asunción por parte del gobierno central de la responsabilidad de una Ley de Servicios
Sociales para toda España que organizase y garantizase una estructura mínima para todo el país
ha generado que cada Comunidad Autónoma haga su propia ley, su propia estructura
incorporando las transferencias como ha considerado más adecuado. Desde la promulgación de
las primeras leyes se ha detectado problemas de funcionamiento, pero parece que no han
dirigido la mirada a la propia estructura del sistema.
La situación actual es una red de Servicios Sociales básicos ya consolidada, aunque con sus
limitaciones y problemas, y unos Servicios Sociales específicos donde se producen duplicidades,
con una coordinación débil y una fuerte privatización, situando a la red pública en una situación
de languidez y con la sensación de estar en una situación muy endeble.
La realidad es que seguimos sin un sistema, sin una estructura común a todo el Estado español y
que tenemos un sistema de Servicios Sociales que en muchas Comunidades Autónomas está lejos
de ser una estructura coherente.
La crisis que se produce en todo el mundo y que se genera en el extranjero sitúa a España en
una situación realmente complicada. En nuestro país el sistema productivo es especialmente
vulnerable y la crisis tiene dimensiones distintas, alcanzando niveles mayores de problemáticas
sociales que se generan en torno al desempleo, que golpea especialmente a los sectores más
débiles de la población (inmigrantes, jóvenes, etc.)
La situación grave del paro hace que desde el principio las políticas sociales atiendan
preferentemente a este problema, dedicándole los recursos económicos de manera prioritaria
a atender esta contingencia y a estimular la economía, la inversión, el consumo, quedando todo
lo demás relegado a un segundo plano. Esta orientación sufre un giro de 180 grados en mayo de
2010, fecha en la que se prima el ahorro y la contención del gasto porque el objetivo prioritario
es reducir el déficit público.
La situación que se describe nos genera la impresión de estar viviendo algo ya vivido con la
implantación del sistema público de Servicios Sociales. Es cierto que en este caso se parte de una
legislación que se genera desde la administración central, pero la normativa que se aprueba
viene sin los recursos económicos para que las otras administraciones la desarrollen, de forma
que la aplicación es muy irregular. Tampoco establece una estructura clara de coordinación
entre lo nuevo y lo ya existente.
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
El Trabajo Social, otra vez, corre un grave riesgo de empobrecerse; se burocratiza la intervención
y con ello se empobrecen las reflexiones, las actuaciones y la disciplina.
La última etapa presenta rasgos de diferente signo. Estamos nuevamente ante una situación de
reconocimiento de derechos sociales que genera posibilidades para el Trabajo Social, pero los
riesgos de la hipertrofia de las funciones de gestión son evidentes. A ello hay que añadir una
grave crisis económica que pone en peligro o al menos estanca los progresos de los sistemas de
protección social.
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TEMA 7
No es fácil precisar lo que son o constituyen los valores y sus límites. La filosofía clásica nos habló
de valores absolutos: valores ideales, irreales, de entidades objetivas. Otra forma de entender
los valores es aquella que realizan los seres humanos y que dependerá de los sujetos. Los valores
serán entonces, valores relativos, valores que dependen de ser o no ser deseados según posean
o no determinadas características.
El Trabajo Social Comunitario no va a apuntar aúna teoría de los valores, sino a preferencias
estimativas; a valores sociales comunitarios.
Desde un punto de vista sociológico Williams indica una de las acepciones más comúnmente
usadas de valor, como la de concepción de todo deseable que influye en el comportamiento
selectivo. Lo deseable sería lo que se debe desear, mientras que en la práctica lo deseado, puede
llegar a ser bien diferente por muchas circunstancias. Gonzáles Anelo propone la definición de
valor como preferencias colectivas que aparecen en un contexto institucional y al mismo tiempo
lo regulan.
Max Weber relaciona sus posturas de lo que es la razón con lo que considera valor: unos criterios
últimos básicos que condicionan el resto de las opciones-conductas de las personas. En esta línea
los valores se han definido como pautas o modelos de conducta, que se basan en la existencia
de criterios últimos obligatorios de absoluta validez, se contrapone a la concepción de que
define el valor por los intereses y gustos de los sujetos o grupos.
Scheler distingue entre valores ideales, con objetividad propia y que son independientes de
cualquier postura o actividad humana, es decir, libres de subjetivismo, y por otra parte los
valores sensibles, que los jerarquiza en sensibles, vitales, espirituales y religiosos.
Emile Durkheim hace la distinción entre juicios de realidad y juicios de valor. Los juicios de
existencia o de realidad se limitan a explicar determinados hechos. Existen otros juicios que tiene
por objeto enunciar lo que valen las cosas en relación al sujeto consciente (no lo que son), a esto
es a lo que llama juicios de valor que son objetivos porque derivan de la naturaleza de las cosas
mismas. Durkheim nos indica que cuando hablamos de valores en realidad estamos describiendo
opciones estimativas propias de un “tipo medio” estadístico que en sí mismo no es existente, los
valores son distintos en jerarquía y contenido, incluso en su existencia, por lo cual varían de unas
sociedades a otras. ´
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
El estudio de valores es una aproximación, puesto que en Durkheim lo que estudiamos no son
fenómenos sociales como institucionalizados, en tanto que sistemas de valores, pero no
podríamos decir que logramos captar el valor de tipo absoluto u ontológico.
España partía hacia el desarrollo industrial con un Plan de Estabilización Económica (1959) y
más tarde con unos planes de desarrollo (1964)
El conjunto de Servicios Sociales / Trabajo Social comunitario que se cita para el desarrollo
comunitario tienen que ver con los valores materiales valores instrumentales para tratar de
sobrevivir (casas de infancia, cantinas populares, etc.) y valores finales como la solidaridad, la
generosidad y la caridad, considerados menos materiales e instrumentales que propician la
acción dirigida a conseguir la comunidad cristiana de bienes.
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
Las prestaciones muestran un nivel básico al que podían acceder las clases populares más
desfavorecidas sustentado por valores que poco tienen que ver con el desarrollo de un Estado
de Bienestar. Los valores sobre los que pivotan los Servicios Sociales ideados por el Plan CCB
destinados a los más necesitados son la solidaridad, la caridad cristiana y la generosidad. La
financiación es privada (Cáritas) y no pública. A partir de 1960 la normativa supera la
beneficencia y apoya la asistencia social a través de diversos fondos Nacionales, en 1963 la
Ley de Bases de la Seguridad Social.
Así es como aparecen por primera vez los Servicios Sociales como un sistema propio,
distinto de la Asistencia social y dentro de la Seguridad Social: beneficencia del sistema de
seguridad social y no para todos. Valores como la rebeldía, la independencia y el
presentismo tienen que ver con los tiempos que corren (mayo de 68, etc.), no se acepta la
autoridad y la tradición y tiene lugar una revolución cultural, familia, enseñanza… que
cambiaron profundamente.
HERENCIA CLÁSICA (1960) HERENCIA POSTMODERNA (1999) LAS VIRTUDES “DE SIEMPRE”
Rebeldía Consumismo Espíritu de trabajo
Independencia Tolerancia Lealtad
Presentismo Egoísmo Madurez
Solidaridad Poco sentido del deber
Generosidad Poco sentido del sacrificio
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acción formativa… también se contaba con los servicios sociales de empresa y los
especializados: obra de protección de menores, patronato de protección de la mujer,
patronato de igualdad de oportunidades.
Han pasado casi treinta años para poder hablar de un sistema público de Servicios
Sociales/Trabajo Social comunitarios para todos. Se trata del Plan Concertado cuyo
propósito consistía en ofrecer unos Servicios Sociales comunitarios con el fin de elevar el
bienestar de los ciudadanos. Plan Concertado que a partir de 1988 hace posible una red
pública de Servicios Comunitarios cuyas prestaciones sociales han de adecuarse a los
cambios sociales, económicos, así como al desarrollo de los nuevos sistemas de producción.
Los Servicios Sociales/Trabajo Social se hacen extensivos a toda la población con el objetivo
de lograr el desarrollo personal y colectivo o popular, y de modo participativo. Sus principios
básicos serán la universalización, normalización (evitando Servicios Sociales especiales o
diferenciados), racionalidad, descentralización y participación. Los valores ponen de relieve
cambios que tiene que ver con las prestaciones, equipamientos (valores instrumentales) y
valores en los que se sustentan (valores finales)
Los Servicios Sociales/Trabajo Social que propugna el Plan Concertado no son ahora para
pobres sino para todos, se trata de Servicios Sociales de calidad y adecuados a las necesidades;
por esto el valor de la proximidad para acercarse a las exigencias de los ciudadanos. Además
de la universalidad, calidad y proximidad como valores sustentadores se hace mención de la
cooperación/solidaridad, sobre todo con las Corporaciones Locales, entre lo público y lo
privado, así como entidades y movimientos sociales que fomentan el desarrollo, autonomía y
bienestar de los ciudadanos.
Los valores sociales y estilos de vida que sustentaban los jóvenes en el año 1989 eran los que
aparecen en el siguiente cuadro y que se consideran una proyección de la sociedad española:
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Finalizado el año 2000 se cumplen más de diez años desde el inicio del Plan Concertado y se
han producido cambios en las aportaciones económicas de los Entes Locales, CCAA y
Ministerios. Disminuye la aportación del Estado, aumenta el esfuerzo de las CCAA y sobre todo
de los Entes Locales. También aumentan las prestaciones y los equipamientos.
El cambio de valores:
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Lo fuerte Lo Light
El pasado/el futuro El presente
La razón La emoción
La ética La estética
La certeza La duda
Responsabilidad La responsabilidad diferida
Secularización versus religión Espiritualidad versus religión
El día La noche
El trabajo La fiesta
La utopía La quimera
La construcción La reconstrucción
La familia versus la comuna La familia versus la pareja
Lo masculino Lo femenino
Lo leído/hablado Lo visto
En España se comprueba desde 1980 a 1999 la clara descendencia de los valores materialistas
y el ascenso de los postmaterialistas, mientras aumentan los mixtos Ya en el año 2000 respecto
a los Servicios Sociales Comunitarios del Plan Concertado, la necesidad de aumentar la
complejidad de los equipos, actualizar los mapas de las necesidades y satisfacer la demanda
real de servicios y la satisfacción de quienes los usan.
13 años del inicio del Plan Concertado, se producen escasos cambios en los valores finales e
instrumentales que se publican oficialmente. Sin embrago aparecen valores
postmateriales y al mismo instrumentales que apuntan a Servicios Sociales capaces de aunar
la materialidad del servicio con el suficiente valor añadido que suelen proporcionar las
“virtudes de siempre”, así como escucha, dedicación y afecto humano, más propios del pasado.
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Sigue siendo indiscutible la universalidad como valor finalista, cada vez más usuarios de
diferentes estatus acceden a los Servicios Sociales Comunitarios, la tendencia apunta a que
determinados Servicios Sociales constituyan un derecho de los ciudadanos. La financiación
constituye un serio problema si tenemos en cuenta que son las Corporaciones locales las que
más contribuyen al mantenimiento de los Servicios Sociales del Plan Concertados.
La competitividad y la oferta pública frente a la oferta del mercado son nuevos valores finalistas
que han aparecido con fuerza. El Estado no alcanza a gestionarlos directamente y concierta con
diversas entidades (fundaciones, entidades sin ánimo de lucro, etc.) la prestación de los
Servicios Sociales. Valores finalistas tales como la calidad, la competitividad y lo
público/mercado cobran fuerza en nuestros días.
Mayores y familia son los más demandantes, mientras que las prestaciones que requieren son
información y orientación, apoyo a la unidad convivencial y ayuda a domicilio. Sin embargo,
debido a la insuficiente oferta pública, obliga a los usuarios y familias tengan que acudir al
mercado, a la familia, a los abuelos para encontrar solución a sus necesidades.
Los Servicios Sociales en el mercado son bienes de consumo y se accede a ellos en función de
la calidad y el poder adquisitivo. El bienestar global de la familia, la primacía de los hijos y el
fuerte ritmo de la vida, entre otras variables, provocan un claro consumo de Servicios Sociales.
Sobre valores de cambio, valores permanentes y valores emergentes para el Servicios Sociales
Comunitarios.
Los Servicios Sociales Comunitarios han ido cambiando al mismo tiempo que han conservado
ciertos valores. Los nuevos valores de cambio como la formación permanente y la
participación/coordinación son valores instrumentales que son imprescindibles para adecuarse
a los tiempos actuales y futuros.
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TEMA 8
En el Trabajo Social se comprueba cómo se va más allá de la realidad, añadiendo ese plus de
comprensión que siempre le ha caracterizado y que se resume en solidaridad-conocimiento –
ironía. Los valores actuales como referencia de la vida actual no están lejos de aquellos que nos
muestra la novela contemporánea española: Espido Freire, David Trueba, Lucía Etxevarría,
Ángeles Caso (Contra el Viento) o Herta Müller Nos referimos a valores tales como el
presentismo, lo figurativo que atrae a la realidad, a la familia, los amigos y el amor, las drogas,
las falta de compromiso social, la primacía de los sentidos, el consumo, etc.
En la vida diaria, en el mercadillo, nos encontramos con relatos reales que indican el compromiso
diario de los que nos ocurre y preocupa para seguir orientándonos. Los relatos de las novelas
reflejan semejantes y los estudios cualitativos-cuantitativos también inciden en lo que le pesa al
ser humano. El fragor de lo cotidiano es el espectro de la lucha y combate en el que nos
movemos actualmente los seres humanos, con los que se encuentran los trabajadores sociales
en los servicios sociales municipales.
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Herta Müller en “La bestia del corazón” nos hace entender mejor a usuarios de los servicios
sociales municipales, provenientes de los países del Este, más concretamente de Rumania. El
pasado de Rumania hace que los rumanos que acceden a los servicios sociales municipales y lo
hagan sin olvidar los esquemas culturales de su país. El trabajador social tiene que comprender
mejor a los usuarios, sin poner en tela de juicio del derecho de todos los ciudadanos a utilizar
servicios sociales públicos.
Ángeles Caso en su novela “Contra el viento”, Premio Planeta 2009 pone de manifiesto el miedo
a denunciar, la necesidad de ser escuchado, y la imprescindible solidaridad vecinal para atender
al niño cuando hay que trabajar.
El Trabajo Social comunitario y a través de las asociaciones de inmigrantes, puede llegar a ofrecer
servicios de ayuda a domicilio con carácter de urgencia además de plazas de guardería o servicios
de infancia. También una atención especial de apoyo psicológico para situaciones como las
descritas en la novela de Ángeles Caso. En el caso de los malos tratos y las violaciones, se pone
de manifiesto el requerimiento del trabajo social coordinado y continuado con otros
profesionales para adaptarse a las múltiples y complejas situaciones reales de la vida diaria.
La promoción de una mayor igualdad social es el núcleo de la atención que realizan los
trabajadores sociales y lo que los legitima ante sus asistidos o usuarios. Con la instauración de
la democracia en el Trabajo Social comunitario de convertiría en dependiente y colaborador de
la clase política social, mientras el movimiento vecinal quedaba transitoriamente descabezado.
En la actualidad el trabajo social para la promoción de una mayor igualdad social tiene abiertos
diferentes frentes: la débil identidad de los servicios sociales municipales, el exceso de
burocracia que han de asumir los trabajadores sociales públicos y la reducida colegiación de los
profesionales del trabajo social.
En la relación entre Trabajo Social, literatura y sociedad, tenemos un gran interés y curiosidad
por lo que mueve a los personajes de ficción, lo que encierran sus palabras, sus diálogos. En el
trabajo social y en los servicios sociales municipales es habitual atender a las familias por muy
diversos motivos. La familia es el tercer sector más atendido, tras os mayores e inmigrantes, en
el conjunto de los Servicios Sociales municipales en España. También la familia suele ser una
categoría central y la ocasión para tejer la estructura del relato en la novela (Espido Freire:
“Irlanda” y “melocotones helados”)
Se produce una estrecha relación entre la novela que escriben un buen número de novelistas y
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la estructura del medio social en cuyo interior se ha desarrollado y que definimos por el
consumo, el individualismo y otros tantos valores/tendencias.
La ontología del mercadillo (sociología de la vida diaria) plantea una serie de relatos que indican
el compromiso diario de lo que ocurre y preocupa a la gente para seguir orientándose. Como en
el mercadillo uno tiene que ser artista para saber dar forma a lo que uno pretende ser, claro que
no hay que obviar que la fuerza del contexto que nos rodea trata que seamos resultado del
mismo.
No se trata sólo de consumir, de hacer la compra todos los días. También buscamos el saludo,
el reconocimiento de los vecinos, aunque las cosas no vayan como quisiéramos, En el mercadillo
hemos hablado de tener cierto arte para saber comprar, y en el contexto/fragor en el que nos
movemos es un arte saber vivir e interpretar lo que está por vivir.
La realidad empírica a la que se hace alusión es todo aquello que le preocupa a la gente: el
trabajo, la salud, los amigos… Es de lo que habla, lo que comenta la gente en el mercadillo. Este
común transformable, revisable, es lo “ontológico del mercadillo”, donde cada uno de los seres
humanos busca diariamente cómo seguir adelante. No se trata únicamente de consumir, sino
de relacionarnos, de ser reconocidos, de sentir que somos los protagonistas de la acción y no
esclavos del consumo. En el mercadillo tratamos de encontrar lo común de las variadas
autotranscendencias individuales, lo común-renovable, la búsqueda de solución a cada uno de
los problemas semejantes, allí donde la gente, habla, gesticula; allí donde las personas expresan
lo que sienten; donde el ser humano manifiesta su comportamiento. No es que sea el único
espacio existente de entre aquellos que circundan y hasta definen nuestras vidas; pero se utiliza
la figura mercadillo como figura-espacio existente en cualquier parte del mundo y diferenciado
del espacio privado.
El modo en que la gente trata de salir adelante, de solucionar los problemas por los que
atraviesan (autotranscendencia), lleva implícita la curiosidad por otros relatos, la libertad de
actuar de otras maneras. Nos interesa saber, comprobar, si otros personajes en otros contextos,
con sus correspondientes historias buscan lo mismo o padecen experiencias interpretadas por
sus actores del mismo o parecido modo que nosotros.
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Precisamente en la literatura, en las novelas, se pueden rastrear en los pasajes valores, a través
de expresiones que manifiestan explícitamente o que implícitamente denotan ontología social,
la ontología del mercadillo. Pero no hay ninguna posibilidad de autotranscendencia sin relatos.
El fragor de lo cotidiano se plantea como contexto, es por esto que desde el trabajo social se
puede ayudar a los usuarios a trabajar no sólo los estresares, sino también a comprender mejor
los espacios de trabajo/paro, vida familiar y social en los que se desenvuelven los usuarios. Se
trata de ajustar objetivos y expectativas de los usuarios que viven en determinadas situaciones,
asesorándoles convenientemente.
El asesoramiento que propician los profesionales del trabajo social a los usuarios decimos que
tiene que ver con el ajuste entre objetivos y expectativas. Poner en práctica la mesura, buscar
el término medio entre lo que domésticamente somos y aquello que pretendemos ser.
Los tres grupos del trabajo social/servicios sociales municipales son los inmigrantes, mayores,
así como las familias. Tres grupos que representan a la actualidad, precisamente, los cambios
que se requiere la adaptación a las nuevas condiciones de vida. La heterogeneidad de las
fórmulas de convivencia tiene que ver con la cohabitación o parejas de hecho, matrimonio
dictado por embarazo, soltería voluntaria, matrimonio de convivencia…
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La mayoría de la gente no es capaz de autoorganizarse y tomar las riendas de su vida. Vivir sin
hábitos del corazón, en el fragor de la vida diaria, el situarse fuera del tiempo, sin
comprometerse.
RESUMEN
La relación en el Trabajo Social y los nuevos relatos de la literatura (novela) contemporánea
posibilita mediante esta última acceder a los pormenores de los problemas humanos. Algo
parecido sucede en los espacios de los mercadillos, en donde se palpa lo que se preocupa a la
gente junto al esfuerzo que hacen por encontrar salidas. La combinación de relatos ficticios
reales recruce el contexto actual en el que vivimos: el fragor de lo cotidiano como expresión de
la tensión diaria a la que nos vemos sometidos en la sociedad actual.
El trabajo social de nuestros días puede utilizar fuentes con el objeto de analizar aquellas
alternativas, que, o bien reflejan la realidad, o van más allá de la misma. Ese plus de realidad es
el que provoca nuestra curiosidad y perdura en nuestras mentes de forma activa. Así es como
nos servimos de un lenguaje, el de la novela actual, capaz de difundir el lema que justifica al
trabajo social ante los usuarios: lograr una mayor justicia social.
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TEMA 9
DE VUELTA A LA COMUNIDAD DEL FUTURO
INTRODUCCIÓN
Debemos reinventar la comunidad, ya que a la gran mayoría de los ciudadanos no nos va bien
en el llamado “Estado de Bienestar”.
Han pasado los años y en pleno siglo XXI disponemos en las ciudades y en los barrios y distritos
de parques (históricos y nuevos), mercadillos, bibliotecas, museos, centros públicos deportivos
y culturales, carril bici, auditórium... aunque no se ha conseguido el objetivo de “integración
comunitaria total”. No obstante, a través de las RRSS es posible lograr el desarrollo comunitario,
ya que las nuevas tecnologías han transformado el ámbito de la comunicación y pueden
ayudarnos a actuar dentro y fuera del espacio virtual. Pero es importante conservar las redes de
confianza (vecinos, amigos, familiares) de nuestro entorno próximo.
Lo que parece cierto, asumido por la mayoría, es que no nos va bien. El modo de vida ya se
apunta como “la sociedad del cansancio”. ¿de qué estamos cansados? de la superproducción,
del superrendimiento, de la hiperactividad... en otras palabras, del exceso de positividad, de
estímulos, informaciones e impulsos. Cansancio que no significa agotamiento, sino haber
adquirido la facultad que le permite al ser humano sosegarse y ver, comprender mediante
formas más lentas y controladas.
Llegamos a vivir sin más, a sobrevivir, que no es poco. Sociedad sin acontecimientos donde todo
sucede sin altibajos, como si fuera por obligación. Una sociedad del ruido, de acumulación de
datos, donde no hay silencio para pensar.
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3. DE VUELTA A LA COMUNIDAD
El camino recorrido para estar de vuelta a la comunidad del futuro, ha sido largo y controvertido.
En este apartado se hace mención a algunos autores tratando de identificar lo que han sido
ciertas ideas básicas sobre la comunidad.
Para los autores de la Escuela de Chicago la modernidad no había acabado erradicando toda
forma de comunidad.
C. Cooley: diferencia entre grupos primarios y secundarios. Reforma social or las instituciones
voluntarias no gubernamentales, filantrópicas, así como los grupos comunitarios.
Wiliam Thomas: Ámbito de solidaridad. Auto-ayuda.
Robert Park: Sistema de unidades implicadas en el proceso de cooperación competitiva
organizada en un territorio. Protagonismo de los líderes locales.
Talcott Parsons: Comunidad Societal. Subsistema integrativo, siendo su propiedad más
importante el tipo y nivel de solidaridad entre sus miembros.
N. Luhmann: La referencia constante como algo trascendente para la teoría de la sociedad.
Tras el repaso de algunos autores y propuestas hacemos mención de algo que está a la orden
del día en la actualidad: la existencia de una comunidad acogedora que también genera
desarraigo y se resiste a los inmigrantes.
Probablemente haya que ser “un artista capaz de crear y dar forma a las cosas de la misma
manera que podría ser un producto de esa creación y conformación”. En otras palabras, se
trataría de un arte de la vida que supone voluntad, autoafirmación y determinación para
conseguir la tarea de transformar lo que nos rodea.
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En 1960 se decía en España que sin un sólido sentido comunitario podría soportarse el cambio.
En otras palabras, que sólo poniendo en común todo lo que constituye la comunidad, se
consigue la integración y la adaptación a las nuevas necesidades en la década de los 60. (pe. Plan
Baza).
Era necesario el desarrollo comunitario para progresar en las zonas rurales, y ya entonces se
contaba con el sociólogo o el trabajador social para determinar la importancia de los programas
destinados a aumentar la receptividad del medio rural.
Se desarrollan:
acciones para la mejora de las explotaciones (pe. Apisonado y cierre de silos con agua
en la comarca de Gijón - 1972).
acción de las familias (pe. Cooperativa de confección industrial “Muñana” de Cadalso de
los Vidrios, en la comarca de San Martín de Valdeiglesias, Madrid).
acción de la juventud (pe. la formación del grupo de juvenil de mecanización en la
comarca de Mora de Rubielos - 1976).
En los años 60, complejos problemas en el campo español. Las cooperativas servían para la
adquisición de maquinaria, realización de mejoras y para explotar la tierra o para otros fines (pe.
Cooperativa Santa María en el pequeño pueblo de Zúñiga, Navarra - 340 hab.).
Aunque en los 60 se hablaba de desarrollo comunitario este no era la panacea de los problemas
del campo español. Se producía una migración a las ciudadades porque las zonas rurales no eran
garantía de un modo de vivir más próspero, al mismo tiempo que dejaban el campo despoblado.
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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort
La formación era el otro elemento imprescindible para hacer posible el desarrollo comunitario
de la época.
Dando un enorme salto de la España de los años 60 al siglo XXI, mencionamos dos ejemplos de
desarrollo/participación comunitaria:
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El fragor de lo cotidiano tiene que ver con el mar de fondo que se percibe en la sociedad. Lo
entendemos en el sentido literal pero también en el ámbito sociológico (entender aquellas
múltiples variables que por estar ahí y ser consideradas por millones de seres humanos, generan
en nosotros mismos y en la sociedad lo que entendemos como “fragor de lo cotidiano).
La actual crisis económica, los altos niveles de paro, llas reformas en los sistemas del Estado de
Bienestar provocan tensión, estrés, alarma social, falta de autoestima, … aunque también
podemos contabilizar los éxitos alcanzados en sanidad, educación, infraestructuras públicas,
servicios sociales, … Sin embargo, lo que parece más preocupante es el paro, la situación
económica, la clase política y la inmigración. Las consecuencias son más ansiolíticos, depresiones
y suicidios.
El hombre ha evolucionado hacia el lujo, los efectos secundarios según, Peter Sloterdijk son
“…labilidad motivacional, los desasosiegos que les causaban su impulsividad desatada y la
dinámica de su excitabilidad grupal, capaz de desencadenar una violencia paranoica, orgiástica
y autodestructiva” se trata de “civilizar los programas de estrés heredado de la filogenia y
refrenar sus derivaciones belicosas”.
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Zygmunt Bauman, nos indica, citando a Máx Scheler “nuestra vulnerabilidad es inevitable en un
tipo de sociedad en la que todo el mundo “tiene derecho” de considerarse a sí mismo igual a
cualquier otro cuando en realidad es incapaz de ser igual a ellos.” Las costumbres de que hablara
Tocqueville llamándolas “hábitos del corazón”, y los “Hábitos del corazón” de Robert N. Bellah
nos sitúan en la lucha que mantenemos contra determinados desafíos, incluso hay quien
esconde celosamente sus hábitos por miedo a que se los descubran, a ser utilizado,
ejemplificado en “Melocotones helados” de Espido Freide, en el cual, la protagonista había
escondido sus hábitos por demasiado tiempo.
Es el exceso de ruido y ajetreo, las prisas, la competitividad por ser el primero, no disponer de
tiempo libre, no tener trabajo y no gozar de buena salud. Sin embargo, la cima de un vivir pleno
podría consistir en alcanzar la felicidad, ser felices. En este último caso, la felicidad depende del
marco cultural, aunque para el individualismo occidental sea un reflejo de la realización
personal. Las naciones más felices (sobre todo las occidentales e individualistas) suelen tener los
niveles más altos de suicidio. También nos recuerda la existencia de la envidia porque miramos
lo que tienen los demás.
Alcanzar lo que consideramos que nos falta, es lo que genera más tensión, estrés, ajetreo, más
fragor en nuestras vidas. Se trata de saber lo que nos impide vivir y de encontrar alguna
alternativa ajustada a nuestras circunstancias.
Eduardo, el fragor de lo cotidiano lo relacionaba con mucho ruido, como si se tratara de una
batalla, con el sufrimiento. La disposición de algo de tiempo libre nos permite burlar por un
tiempo aquellos problemas que nos impiden vivir. Eduardo, por ejemplo, se entretenía cogiendo
el coche y alejándose de la ciudad, subiendo el puerto del Pirineo aragonés. Según decía
Eduardo, “el día a día nos aleja de nuestro soporte de vida que es nuestro cuerpo; el tiempo se
nos agota…”, ”la vida siempre es una espera; … siempre haciendo cosas, inventos de nuestro
modo de vivir que cada vez rompen más nuestro equilibrio natural” decía. Para Eduardo “triunfar
es saber quién eres y lo que quieres”.
También la falta de salud y trabajo, nos impiden disfrutar y ser felices, decíamos al inicio de este
apartado. Nuestro protagonista, ya jubilado y fallecido, ha de cuidarse tras varias operaciones y
cuando puede busca en la belleza del Pirineo y el romántico cierto alivio a lo que le preocupa: la
incertidumbre.
El trabajo, las tareas cotidianas, los compromisos, los aplazamientos, los imprevistos, la rutina
diaria, el ajetreo, el fragor, constituyen lo que llamamos el día a día. Mientras que cuando
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Queda atrás aquella doctrina de la Iglesia primitiva “que consideraba en general el tiempo libre
como tentación, el ocio como invitación a la pereza…”
El ocio trata de una experiencia compleja, con una diversidad de actuaciones queridas, libres y
satisfactorias. Más del 30% de las personas están escasamente satisfechas con el tiempo libre
de que disponen.
El objetivo consiste en saborear el tiempo, sin reloj, con espacios que recorrer, con algo que
relatar, con sentido. La semana evoluciona de lunes a viernes con creciente entusiasmo.
Llegados al fin de semana, recuperamos el tiempo, el olor de la existencia, el sosiego, nos
organizamos para nuevas experiencias.
Tantas prisas, tanta rapidez, tanta competitividad nos suscitan el fragor del día a día. Nos hemos
convertido en gente cautelosa, con lo que dicen que puede conseguir el ser humano. Cada uno
a su manera, siente lo que está ocurriendo lo que nos circunda más próximo o más distante. Es
el fragor de fondo, las convulsiones más profundas de las que el fragor de lo cotidiano es una
muestra.
Podemos concluir que el fragor del día a día lo están provocando puntualmente la actual crisis
económica, el paro, la inseguridad política. El modo de vivir en su conjunto provoca estrés y
podría interpretarse como una de las respuestas de semejante alerta.
Para más del 30% de los españoles que viven sobrecargados, las consecuencias son: depresión,
ansiedad, fobias, pánico, … la alternativa podría ser el ocio cultural para el 86% de los
ciudadanos.
El exceso de ruido, las prisas, la competitividad por ser el primero, el no disponer de tiempo
libre, no tener trabajo y no gozar de buena salud, nos impide vivir. La raíz del fragor, del estrés,
reside en que nos cuesta desconectar, en hacernos con el tiempo.
El Camino de Santiago lo presentamos como una alternativa al fragor de la vida diaria. Se trata
de recuperar el tiempo, de sentir el silencio, una alternativa que ofrece la belleza del románico,
del paisaje, que tiene principio y fin.
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Las nuevas situaciones que deben afrontar los menos favorecidos y quienes tienen serias
dificultades, requiere de nuevos textos para tratar de entender el modo de vivir en nuevos
ámbitos comunitarios.
La mayoría de los usuarios que atienden los trabajadores sociales no requieren de los
profesionales para tal fin. Sin embargo, en “Microfísica del poder” M. Foucault ya se refería a los
trabajadores sociales como vigilantes de guante blanco.
Se trata de explicar que alcanzar ciertas metas de bienestar significa cambiar de actitud y valorar
lo que se tiene, lo que se consigue y cómo se puede mejorar. De este modo establecemos claras
diferencias entre quienes se esfuerzan y valoran lo que consiguen lo que tienen y quienes viven
del desprecio, la auto-destrucción y la destrucción de los demás. Algunos piensan que la culpa
la tiene el contexto; todo aquello que está fuera como el consumismo, el hogar, las malas
compañías. Éramos buenos y nos han ido quemando poco a poco.
“La curiosa creencia de que el hombre es bueno por naturaleza tiene su último reducto en el
trabajo social. Donde las motivaciones pastorales se entremezclan sorprendentemente con
vetustas teorías del entorno y de socialización, pero también con una versión light del
psicoanálisis.”
Parece haberse producido un proceso mecánico inevitable, donde el sujeto ha sido presa de las
circunstancias, acabando como usuario de los profesionales del trabajo social, y, lo que es más
grave, con escasas o nulas posibilidades de recuperación.
La sociedad ha evolucionado de tal manera que eso que hemos llamado “fragor de lo cotidiano”
es el resultado, entre otras cosas, de la cada vez mayor dificultad para encontrar un puesto de
trabajo, para comprar o alquilar un piso, … En el futuro, las dificultades van a ir en aumento. La
multiplicidad jerárquica de actividades será cada vez mayor, llegando incluso a aquellos, cada
vez más numerosos, con escasas opciones para sobrevivir sin la ayuda de la comunidad, del
Tercer Sector o del Sistema Público.
El resto de la sociedad tampoco es que muestren especial interés por los que se van descolgando
del sistema, lo cierto es que vamos en el mismo barco. La indiferencia se aprecia, es visible, en
la vida diaria de gran parte de la sociedad. Sin embargo, no puede haber sitio para la indiferencia
y la hipocresía en el ejercicio del trabajo social. El trabajador social, habrá de ser hábil en
encontrar la forma de sacar a la luz los problemas de los usuarios, respetando su intimidad. Por
tanto, no se trata de pasarlo mal porque el usuario lo esté pasando mal.
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Hans Magnus Henzensberger indica que tales personas son objetivo de estudio y medio de vida
de trabajadores sociales, psicólogos sociales, psicoterapeutas y educadores sociales. “El
progreso no ha eliminado la miseria humana, pero sí la transformado enormemente. Nuevas
reivindicaciones han puesto en el orden del día conceptos tales como la dignidad humana y los
derechos del hombre; han demostrado la lucha por el reconocimiento. Se han encargado de
exhibir la desigualdad ante todos los habitantes del planeta por eso la decepcionabilidad de los
seres humanos ha aumentado con cada progreso.”
Trabajar por un trabajo social comunitario corresponsable de lo que ocurre significa entender
que la comunidad no puede existir de espaldas a lo que ocurre en el conjunto de la sociedad. Se
trata de experimentar en el tiempo que con la participación de los vecinos se puede hacer algo
más que formar parte de una delimitación espacial y saludarse de vez en cuando. Construyendo
la comunidad que da sentido, no se mete en la vida íntima de nadie. Se trata de que cada
generación la vaya renovando como si algo inconcluso quedara por hacer.
Las formas de las que saben los trabajadores sociales, son formas comunitarias imprescindibles
que vienen de los demás, es un profesional de lo cotidiano y comunitario, donde cada sujeto
cobra especial relevancia porque existe el reconocimiento de los demás a lo más auténtico de
cada uno. Se produce la necesidad de estar acompañados.
El trabajo social ha de volver a la calle, a acompañar a los usuarios para que se sientan acogidos
y sean capaces de seguir resistiendo. Ernesto Sábato confiesa que su lema ha sido que hay que
resistir, pero que no resulta fácil encontrar la forma de encarnarlo. Mantener la esperanza y con
el compromiso con los más débiles.
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