05 Carcel y Justicia Penal en America Latina PDF
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y
derecho
Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas para la Prevención del
Delito y Tratamiento del Delincuente, ilanud
Apartado Postal 10071-1000 San José, Costa Rica
Tel. (506)22575826; Fax (506)22337175
Portal de Internet: www.ilanud.or.cr
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El ilanud agradece al señor Alessandro Scotti la autorización para publicar
su fotografía en la portada del libro. Ninguna otra reproducción puede
hacerse sin la autorización escrita del autor.
por
coordinador
elías carranza
ES U N
ON
I
ID
NAC
AS
IL
ANUD
siglo xxi editores, s.a. de c.v.
CERRO DEL AGUA 248, ROMERO DE TERREROS, 04310, MÉXICO, D.F.
HV9510.5
C67
2009 Cárcel y justicia penal en América Latina : cómo
implementar el modelo de derechos y obligaciones de
las Naciones Unidas / por Elías Carranza … [et
al.] ; coordinador Elías Carranza – México :
Siglo XXI Editores : Instituto Latinoamerica-
no de las Naciones Unidas para la Prevención
del Delito y Tratamiento del Delincuente :
Instituto Raoul Wallenberg de Derechos Hu-
manos y Derecho Humanitario, 2009.
331 p. – (Criminología y derecho)
ISBN-13: 978-607-03-0105-6
isbn 978-607-03-0105-6
[7]
8 presentación
leif holmström
Director del Instituto Raoul Wallenberg
de Derechos Humanos y Derecho Humanitario
Origen de este libro. El Programa Sistemas
Penitenciarios y Derechos Humanos en América
Latina. Agradecimiento del ilanud y del rwi a los
gobiernos y a las funcionarias y funcionarios
participantes, que brindaron la información y lo
hicieron posible
de una actividad.
[9]
10 origen de este libro
Las opiniones expresadas en el libro son responsabilidad exclusiva
de sus autores, y no necesariamente reflejan las posiciones u opinio-
nes del Instituto Raoul Wallenberg de Derechos Humanos y Derecho
Humanitario de Suecia, de la Agencia Sueca de Cooperación Inter-
nacional, o del ilanud.
Todo ingreso que el Programa Sistemas Penitenciarios y Derechos
Humanos en América Latina perciba por la venta de este libro se
destinará a fortalecer las actividades del Programa.
introducción
[11]
12 introducción
elías carranza
Director del ilanud
primera parte
1. Declaración de los funcionarios y funcionarias
participantes en el “Seminario internacional de
profundización y evaluación del programa
sistemas penitenciarios y derechos
fundamentales ilanud/rwi 2005-2008”1
[17]
18 declaración
1. Introducción
penitenciaria de las oficinas de los defensores del pueblo, defensorías de los habi-
tantes o comisionados de derechos humanos con el objetivo de planificar su labor,
el esquema también podría ser de utilidad para las autoridades penitenciarias en la
planificación de su trabajo.
[25]
26 personas privadas de libertad
3. Estrategia
3.1. Acciones de promoción;
3.1.1. Facilitar la visibilización del problema a las entidades
responsables o relacionadas con la prisión, y a la socie-
dad civil (empresariado, ong);
3.1.2. Eventual empoderamiento y capacitación a las instan-
cias del Estado y a la sociedad civil;
3.1.3. Seguimiento del cumplimiento de las recomendacio-
nes;
enfermedades terminales.
4 Por ejemplo los crimes hediondos (expresión utilizada en Brasil), que desde el
[28]
cinco problemas o necesidades 29
los cinco problemas o necesidades principales
de los sistemas penitenciarios de américa latina1
1 Sobre los que coincidieron los directores y directoras de los sistemas, las di-
[32]
informe sobre los sistemas penitenciarios 33
- En grado intermedio (4 países)
- En muy poco grado (7 países)
- En ningún grado (2 países)
- Se agravó la situación (4 países)
Los avances han sido modestos, no se atacan las causas de dicha
sobrepoblación o hacinamiento, se han creado pocos establecimien-
tos penales, se han reparado y ampliado algunos, pero, atendida la
creciente tasa de encarcelamiento que se aprecia en varios países, la
brecha entre plazas disponibles y población privada de libertad ha
crecido.
[38]
funcionarias y funcionarios participantes 39
Azevedo Hálasc, Directora Técnica de Departamento, Peniten-
ciaria Femenina de la Capital, Renato Campos Pinto De Vitto,
Coordinador General de Administración Defensoría de São Pau-
lo, Carlos Weis, Miembro del Consejo Nacional de Política Crimi-
nal Penitenciara y Corregidor General de la Defensoría Pública
del Estado de São Paulo, Clarisse Pitta de Noronha, Defensora
Pública del Estado de Río de Janeiro; Chile: Luis A. Vergara Cis-
terna, Abogado-División Defensa Social del Ministerio de Justi-
cia, Grettshen Trivick, Directora Regional de la Gendarmería de
Chile, Carlos Henríquez Martínez, Jefe de la Unidad de Estudios
y Proyectos de la Defensoría Regional de Valparaíso; Colombia:
Patricia Ramos, Defensora Delegada de la Defensoría del Pueblo;
Costa Rica: Reynaldo Villalobos Zúñiga, Director General a.i. de
Adaptación Social del Ministerio de Justicia, Yamileth Valverde
Granados, Directora del Centro de Pérez Zeledón, Patricia Mon-
tero Villalobos, Profesional de Defensa, Dirección de Protección
Especial de la Defensoría de los Habitantes; Cuba: Hortensia Bo-
nachea Rodríguez, Fiscal Jefe de la Dirección de Control de Le-
galidad en los Establecimientos Penitenciarios de la Fiscalía Ge-
neral de la República; Ecuador: Diego Suárez Sahona, Director
de Desarrollo Técnico del Ministerio de Justicia y Derechos Hu-
manos, María de Lourdes Dueñas Holguín, Directora del Centro
de Rehabilitación Social de Esmeraldas, Edith Annabell Ortega
Mendoza, Asistente de Abogacía de la Comisión Nacional para
los Procedimientos y Acciones Defensoriales de la Defensoría del
Pueblo; El Salvador: Ismael Rodríguez Batres, Sub Director Ge-
neral de Centros Penales, María Magdalena Valdivieso Rodrí-
guez, Coordinadora del Proyecto afis y Colaboradora de Asuntos
Jurídicos de la Dirección General de Centros Penales, Concep-
ción Hernández Gómez, Auxiliar de Jurídicos, Departamento
Penitenciario de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos
Humanos; Guatemala: Eddy Amilcar Morales Mazariegos, Direc-
tor General del Sistema, Paola Michelle Rivera Rosemberg, Coor-
dinadora del Área Laboral de Rehabilitación Social de los Cen-
tros de Detención Penal, Jorge Mario Castillo Díaz, Defensor de
la Defensoría del Debido Proceso y Recluso; Honduras: Reinerio
Nájera Martínez, Comisionado de Policía, Jessica Aguilar Men-
cía, Directora de la Penitenciaria Nacional Femenina de Adapta-
ción Social, Yoleth Emelina Calderón Umanzor, Asesora Legal de
40 funcionarias y funcionarios participantes
12] 2006, 14-21 de noviembre, San José, Costa Rica: Taller Internacional
del Programa Sistemas Penitenciarios y Derechos Fundamentales. Diez paí-
ses participantes: Argentina: Hilda Ester Silva, Directora Centro
de Detención de Mujeres de la Unidad 31, Alejandro Marambio
Avaria, Jefe del Gabinete de la Subsecretaría de Asuntos Peniten-
ciarios, Roberto Luis Ares, Secretario Letrado de la Corte Suprema
de Justicia de La Nación, Ricardo Mario Scoles, Coordinador de
Gabinete de Asesores de la Oficina del Defensor del Pueblo de la
Nación; Bolivia: Ramiro Félix Llanos Moscoso, Director General
de Régimen Penitenciario, Dolka Vanessa Gómez Espada, Direc-
tora Departamental del Régimen Penitenciario de la Ciudad de
Santa Cruz, Hugo Zenón Guevara Ayala, Juez de Ejecución; Brasil:
Ivo da Motta Azevedo Corrêa, Director de Políticas Penitenciarias
del Departamento Penitenciario Nacional-depen, Magaly Andriot-
ti Fernandes, Directora de la Casa de Albergue Femenino de Por-
to Alegre, Edimar Fernando Mendonça de Souza (ma), Juez de
Ejecución de la Pena, Renato Campos Pinto De Vitto, 1er. Subde-
fensor Público General del Estado de São Paulo, Maria Cecilia Re-
moli de Souza Lopes, Defensora Pública del Estado de São Paulo;
Chile: Decio Mettifogo Guerrero, Jefe de la División de Defensa
Social del Ministerio de Justicia, Maria Paulina Ganderats Luco,
44 funcionarias y funcionarios participantes
elías carranza1
[53]
54 elías carranza
ingreso bruto nacional per cápita para determinar las siguientes categorías en dó-
lares: Ingreso Bajo: $825 o menos; Ingreso Medio: 826 a 10 065; Ingreso Alto: 10 066
y más. Hace, asimismo, una subdivisión a partir de 3 255 entre Ingreso Medio Bajo
e Ingreso Medio Alto. En su clasificación, todos los países de América Latina, con
excepcion de Haití y Nicaragua, son de medianos ingresos. Haití y Nicaragua son
de bajos ingresos (World Bank, 2000: 335, 2006: 289). Los países de medianos y de
bajos ingresos suelen denominarse “en vía de desarrollo, pero tal denominación es
eufemística y menos objetiva. La categorización según el ingreso es menos ambicio-
sa o más estrecha, pero más rigurosa al clasificar a partir de una variable medible
matemáticamente, que tiene también una relación medible matemáticamente con
numerosas otras variables sociales tales como educación, salud, vivienda, delito,
etcétera.
56 elías carranza
giendo la doctrina penitenciaria de los años sesenta establece que “El régimen
penitenciario consistirá en un tratamiento cuya finalidad esencial será la reforma y
la readaptación social de los penados” (A. G. Res. 2200 A (xxi), 1966: núm. 10,3).
De manera similar, la Convención Americana de Derechos Humanos, del mismo
decenio, reproduciendo casi textualmente el texto del Pacto, establece que “las
penas privativas de la libertad tendrán como finalidad esencial la reforma y la re-
adaptación social de los condenados” (oea, 1969: núms. 5, 6.). Véase una buena
colección de citas críticas de penalistas y criminólogos a las teorías “re” en Barros
Leal, 2008.
cárcel y justicia penal 57
3-10); y, finalmente, e] la teoría más reciente, llamada “de la incapa-
citación”, que surge en los Estados Unidos de América en los años
ochenta, y dice que la pena de prisión tiene el objetivo pragmático
de incapacitar o inhabilitar al infractor para cometer más delitos
durante el tiempo que dura su privación de libertad (Zimring y Haw-
kins 1995: 3 ss.).
Las diversas teorías de la pena dan lugar a su vez a modelos peni-
tenciarios, por medio de los cuales quienes las sustentan desearían
ver plasmadas las teorías en la realidad; realidad que, sin embargo,
por lo general marcha por su cuenta, a pesar de la honestidad de
quienes sustentan las teorías, y que es bastante similar en todos los
países, cualesquiera sea la teoría de la pena o específicamente de la
pena de prisión prevaleciente.
Se llenaron muchos volúmenes sobre el tema, y es difícil no coin-
cidir, al menos parcialmente, con cada una de las diversas teorías.
Así, en cuanto concierne a las teorías de la retribución, parece indu-
dable que la pena constituye, como su mismo nombre lo indica, una
retribución por medio del castigo, y así lo interpretan sin ninguna
duda los penados y penadas que la sufren. Respecto de las teorías de
la disuasión, se ha verificado que en el caso de determinados delitos,
y si se dan determinadas condiciones, la pena o la sola amenaza de
ella tienen cierto efecto disuasorio; el ejemplo típico es el de los
delitos e infracciones de tránsito. Respecto de las teorías de la edu-
cación, aunque existe mucha controversia respecto de la legitimidad
y de la posible función “resocializadora” o “reeducativa” de la prisión,
por lo general sí existe consenso en el sentido de que el tiempo que
ésta dura puede o debería utilizársele para ofrecer educación o ca-
pacitación a las personas privadas de libertad, para reducir su vulne-
rabilidad al momento de su regreso a la vida en libertad, sobre todo
teniendo en cuenta que el alto porcentaje de las y los penados a
prisión pertenecen a las clases sociales con menor acceso a ella, y más
aún en el caso de la privación de libertad a menores de edad, quienes,
como lo establece la Convención de las Naciones Unidas sobre los
Derechos del Niño, se encuentran en edad escolar, para quienes el
acceso a la educación es un derecho. Y respecto de la más reciente
teoría de la incapacitación, es obvio y cierto que durante el tiempo
que dura la condena a prisión de quienes han delinquido, estarán
incapacitados o al menos más limitados para cometer delitos. (En
rigor la pena los incapacita relativamente sólo para cometer delitos
58 elías carranza
4 Motivo por el cual en numerosos países, entre otras medidas, se está estable-
densidad densidad
población × 100 población × 100
capacidad existente plazas capacidad existente plazas
Argentina (2002-2007)* 31 897 37 543 118 49 322 46 263 94
Bolivia (1999-2006) 4 959 8 057 162 3 711 7 682 207
Brasil (2002-2006) 181 865 240 107 132 215 003 371 482 173
Colombia (2001-2006) 39 591 54 034 136 52 437 61 133 117
Costa Rica (2002-2005) 6 032 6 613 110 7 931 7 862 99
Chile (2001) 23 855 33 635 141
Ecuador (2001-2005) 6 831 7 859 115 7 518 12 081 161
El Salvador (2002-2005) 6 137 10 278 167 7 770 12 581 162
Guatemala (1999-2009) 7 233 8 169 113 6 454 8 243 128
Honduras (1999-2006) 5 235 10 938 209 8 280 11 691 141
México (2000-2005) 119 972 151 662 126 158 968 204 130 128
Nicaragua (2002-2005) 5 348 5 555 104 5 446 5 672 104
Panamá (2002-2005) 7 036 9 607 137 7 216 11 617 161
Paraguay (2099-2005) 2 707 4 088 151 4 874 6 238 128
Perú (2002-2005) 19 949 27 493 138 21 794 33 471 154
R. Dominicana (1999-2005)* 4 460 11 416 256 9 210 12 708 138
Uruguay (2001-2006) 3 386 5 107 151 4 840 7 042 145
Venezuela (2000-2006) 20 449 23 147 113 16 609 19 047 115
notas: en el caso de algunos países las cifras de este cuadro no coinciden con las de
los cuadros de los totales y tasas de las poblaciones penitenciarias por cuanto las uni-
dades de análisis tomadas por las autoridades en uno y otro caso fueron distintas. En
aquellos cuadros hemos tratado de lograr la cifra total de personas presas incluyendo
las alojadas en cárceles de provincia y en comisarías policiales. En el presente cuadro
la información que proporcionan los países incluye sólo los presos alojados en los
sistemas penitenciarios. Argentina: Info. del Sistema Nacional de Estadísticas sobre
Ejecución de la Pena sneep. Los datos de 2007 incluyen el Servicio Penitenciario Fe-
deral y provincias, pero falta la información de las provincias de Mendoza, Salta y las
unidades 1 y 2 de Tucumán. R. Dominicana: Los datos del 2002 son de la Comisión
para la Definición, Ejecución y Supervisión de la Política Penitenciaria Nacional, y el
cálculo se hizo sólo sobre la base de 21 cárceles, excluyendo 12, ya que la Comisión
informó que “la totalidad de las cárceles poseen celdas colectivas, y debido a las nu-
merosas remodelaciones y ampliaciones es imposible determinar la capacidad exacta
de los 32 recintos que hay en el país”.
fuente: Elías Carranza, ilanud, elaborado con información oficial proporcionada por
las autoridades de cada país.
cárcel y justicia penal 63
cuadro 1b. sobrepoblación penitenciaria en países del caribe
La otra dice “Hay más personas presas porque hay políticas crimino-
lógicas centradas en la pena de prisión”.
Nuestra interpretación desde el ilanud, basada en la información
que constantemente recogemos y recibimos de los países, es que en
el caso de América Latina y el Caribe ambas explicaciones son válidas
y se retroalimentan entre sí. Lamentablemente es cierto que, en ge-
neral, a partir de los años ochenta hay más delito en los países (re-
gresaremos sobre esto más adelante); y también es cierto que con
frecuencia vemos nuevas leyes o proyectos de ley que pretenden re-
solver el problema del delito, e incluso otros problemas sociales, con
penas severas, en muchos casos con el solo objetivo de superar co-
yunturas políticas respondiendo a la alarma social, y a veces alimen-
tando la alarma a partir de información no verdadera o exagerada.
El resultado de la conjunción de ambos factores ha sido el acelera-
dísimo aumento de las poblaciones penitenciarias, como lo exhiben
los siguientes cuadros.
En el cuadro 2a vemos el panorama del generalizado aumento de
las tasas por cien mil habitantes durante el periodo 1992-2008 en los
países de América Latina. Con la sola excepción de Venezuela, todos
los países elevaron sus tasas de encierro, algunos de manera impre-
sionante. Muchos duplicaron o más sus tasas (Argentina, Colombia,
Costa Rica, Chile, El Salvador, México, Panamá, Perú, Uruguay) o es-
tuvieron my cerca de hacerlo (Ecuador, Nicaragua); Brasil triplicó su
tasa; Argentina, El Salvador y Uruguay están próximos a triplicarlas.
Cabe notar que en algunos casos, las tasas y cifras absolutas que
presentamos son más altas que la información penitenciaria oficial
brindada por los países, en razón de que, como en estudios anterio-
res, para obtener las tasas más rigurosas posibles afinamos, siempre
que pudimos, las cifras de los sistemas penitenciarios adicionándoles
las de las personas presas alojadas en comisarías policiales, fenómeno
que se extiende a consecuencia de la falta de espacio en los sistemas
penitenciarios. Esto lo hicimos con la cooperación e información
brindada por los funcionarios pertinentes.
Se verá que en algunos cuadros hay casilleros que no pudimos
completar, que tuvimos que dejar en blanco por falta de informa-
ción, porque a veces en países muy grandes con sistema federal y
muchos sistemas penitenciarios, la información más reciente aún no
estaba disponible, o por falta de información confiable. En decenios
pasados la falta de información en varios países encontraba frecuen-
cárcel y justicia penal 67
cuadro 2.a. américa latina: tasas penitenciarias × 100 000
habitantes. incluye sistemas federales y provinciales y en
algunos casos personas alojadas en delegaciones policiales.
PAÍS 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008
ción de la pena, que contaban en total con una coordinadora nacional y 25 jueces
y juezas de ejecución con asiento en el territorio donde se encuentra cada cárcel.
A ello se suma el equipo técnico de trabajadores sociales y psicologos de cada sección
judicial en apoyo a las labores de vigilancia de los jueces. Información proporcio-
nada por la doctora Romelia Espinal de Artica, coordinadora nacional de jueces de
ejecución, ente adscrito a la Corte Suprema de Justicia.
8 Información proporcionada por la Dirección del Sistema Penitenciario.
cárcel y justicia penal 69
medidas alternativas; 4] El otorgamiento de beneficios penitenciarios
como depósitos domiciliarios a enfermos terminales o graves, libertad
condicional y repatriación de personas extranjeras condenadas. Bá-
sicamente estos cuatro factores incidieron en que la población se haya
reducido en casi 2 000 personas en 2008.9
En el cuadro 2b hemos colocado las tasas penitenciarias de los
países del Caribe a través del tiempo. Ocho países: Barbados, Belice,
Dominica, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, San Vicente y las
Granadinas, Surinam y Trinidad y Tobago elevan notablemente sus
tasas. Tres, Antigua y Barbuda, Bahamas y Jamaica exhiben el pano-
rama contrario. Pero en todos los casos se trata de tasas penitenciarias
muy altas en el ámbito internacional.
Belice 1992 (310) 1995 (293) 1998 (448) 2001 (384) 2003 (420) 2006 (516)
San Cristóbal y Nieves 1995 (295) 1998 (288) 2001 (441) 2004 (559)
San Vicente y las Granadinas 1992 (294) 1995 (323) 1998 (390) 2001 (270) 2005 (338)
Santa Lucía 1992 (210) 1995 (263) 1998 (216) 2001 (296) 2004 (294)
Trinidad y Tobago 1992 (269) 1995 (299) 1998 (353) 2001 (370) 2004 (302)
fuente: adaptado de International Centre for Prison Studies, King’s College, Londres.
1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008
38 604 43 308 46 877 52 914 59 442 62 270 63 357 59 210
8 315 9 164 8 244 7 721 8 428 8 546
225 833 232 775 233 859 239 345 308 304 336 358 361 402 401 236 422 373 440 526
30 852 33 050 33 620 34 901 36 331 36 374 37 033 42 532 48 085 53 247
57 068 65 406 71 837 67 348 77 711 88 089 93 018 81 367 80 096 87 673
6 467 6 582 7 340 7 626 7 939 8 304 8 453 8 407 8 309 8 610
8 520 8 029 7 859 8 723 9 866 11 358 12 081 14 331 17 447 16 248
6 868 8 139 10 075 11 506 11 917 12 672 12 766 12 853 16 037 18 610
8 169 11 869 12 197 11 879 11 066 10 962 11 114 12 026
10 869 11 898 11 691 11 178 10 600 10 809
139 707 151 662 163 983 172 949 181 221 190 509 203 686 210 140 212 841 217 457
7 198 6 539 6 395 6 885 5 970 6 233 6 382 6 103 6 773 6 803
8 517 8 652 9 626 10 423 11 263 11 425 11 602 11 688 11 412 9 324
4 088 3 563 4 025 4 731 5 244 6 217 6 432 6 290 6 064 6 219
27 452 27 734 26 989 27 417 28 836 31 311 33 478 37 445 41 546 43 253
14 188 16 962 13 625 13 182 13 887 15 606 16 008
4 012 4 276 4 903 5 630 6 749 7 128 7 069 6 584 7 068 7 705
rio. Desde 1995 incluso las cifras incluyen personas presas alojadas en distritos poli-
ciales, cifra que para 2006 fue de 60 792. colombia: inf. de la Oficina de Planeación,
Grupo Estadística, Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (inpec) del Ministerio
de Justicia y del Derecho. Incluye las personas presas en el inpec y las alojadas en
cárceles de provincia no dependientes del inpec, las Comisarías policiales, los contra-
ventores (cárceles distritales y municipales) y las prisiones domiciliarias (ejemplo: la
cifra 87 673 de 2008 es la sumatoria de 67 338 personas alojadas en el inpec y 20 335
en los otros establecimientos). costa rica: información de la Dirección General de
Adaptación Social del Ministerio de Justicia, de todo el país a junio de cada año. No
incluye menores de 18. Incluye los niveles institucional y semiinstitucional. No hay en
el país personas presas en policías. chile: información 2004-2008 de la Ayudantía
General de la Dirección Nacional de Gendarmería; no incluye personas en comisarías
policiales, ni menores de 18. Años 2003 y anteriores la información es de la División
Defensa Social del Ministerio de Justicia; incluye menores con discernimiento entre
16 y 18 años; no incluye personas en comisarías policiales, las que al 30 de junio 2002
se estimaban en 15 185. ecuador: inf. de la Dir. Nac. de Rehabilitación Social del
Ministerio de Gobierno. No incluye personas alojadas en comisarías policiales, ni
menores de 18 años. el salvador: inf. de la Dir. Gen. de Centros Penales del Minis-
terio de Gobernación, de todo el país. Las cifras de 2000 a 2005 incluso incluyen una
estimación de personas presas en comisarías policiales. Las cifras de 2006 a 2008 no
72 elías carranza
1992 1993 1995 1998 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007
Fuente: adaptado de International Centre for Prison Studies, King’s College, Londres.
BO 6 979 720 7 141 726 7 308 859 7 481 710 7 661 554 7 847 998 8 039 128 8 233 029
BR 154 688 988 157 117 643 159 548 684 162 019 366 164 532 696 167 063 836 169 608 277 172 161 510
CO 36 221 947 36 900 079 37 579 392 38 258 564 38 940 403 39 625 791 40 310 515 40 990 361
CR 3 231 457 3 310 558 3 391 459 3 474 904 3 562 574 3 653 974 3 746 581 3 837 873
CU 10 754 930 10 818 283 10 876 061 10 929 915 10 979 221 11 022 878 11 061 824 11 096 993
CL 13 665 437 13 917 137 14 163 128 14 394 940 14 611 294 14 817 837 15 016 487 15 209 163
EC 10 735 941 10 965 061 11 186 614 11 396 383 11 590 547 11 771 918 11 946 228 12 119 208
SV 5 315 548 5 431 274 5 550 306 5 668 605 5 787 114 5 908 527 6 031 428 6 154 403
GT 9 331 182 9 550 346 9 774 512 10 003 739 10 235 994 10 471 235 10 712 516 10 962 888
HT 7 398 261 7 543 752 7 689 691 7 836 182 7 983 801 8 132 477 8 281 348 8 429 548
HN 5 176 721 5 315 750 5 453 529 5 588 471 5 719 564 5 847 865 5 974 894 6 102 170
MX 87 082 038 88 660 626 90 245 679 91 822 729 93 446 618 95 126 992 96 781 587 98 328 140
NI 4 342 222 4 450 622 4 557 180 4 657 723 4 752 363 4 843 886 4 932 118 5 016 890
PA 2 512 109 2 564 153 2 616 969 2 670 413 2 724 735 2 780 030 2 835 926 2 892 048
PY 4 467 958 4 578 448 4 688 855 4 798 950 4 908 587 5 017 920 5 127 167 5 236 543
PE 22 625 167 23 048 042 23 460 086 23 857 487 24 238 425 24 605 444 24 961 271 25 308 631
DO 7 462 766 7 605 301 7 746 715 7 885 758 8 021 739 8 155 492 8 288 052 8 420 455
UY 3 150 282 3 173 588 3 196 483 3 218 187 3 239 910 3 262 171 3 283 157 3 301 051
VE 20 662 058 21 121 102 21 577 932 22 034 192 22 489 251 22 942 013 23 393 424 23 844 429
8 427 789 8 624 268 8 823 743 9 024 922 9 226 511 9 427 219 9 627 269 9 827 522 10 027 643
174 719 024 177 291 594 179 882 227 182 474 761 185 053 034 187 600 886 190 128 026 192 645 229 195 137 929
41 661 116 42 324 959 42 984 700 43 637 069 44 278 797 44 906 616 45 518 155 46 115 595 46 702 489
3 925 329 4 008 467 4 088 968 4 167 554 4 244 948 4 321 872 4 398 675 4 474 876 4 549 951
11 129 324 11 159 339 11 186 415 11 209 765 11 228 604 11 242 148 11 248 532 11 248 279 11 244 186
15 397 784 15 580 897 15 757 223 15 928 941 16 098 233 16 267 278 16 436 294 16 603 827 16 769 551
12 296 591 12 477 422 12 657 878 12 839 394 13 023 401 13 211 333 13 404 291 13 601 321 13 800 768
6 276 037 6 396 454 6 516 598 6 636 282 6 755 319 6 873 524 6 990 974 7 107 795 7 223 868
11 225 403 11 501 105 11 787 958 12 084 398 12 388 861 12 699 780 13 017 715 13 343 710 13 676 925
8 576 214 8 719 731 8 860 677 9 001 471 9 144 533 9 292 282 9 445 410 9 602 304 9 761 927
6 231 213 6 361 364 6 491 610 6 622 939 6 756 337 6 892 793 7 032 992 7 176 276 7 321 616
99 684 386 100 773 399 101 650 021 102 429 642 103 227 653 104 159 444 105 258 381 106 447 537 107 676 863
5 098 030 5 173 927 5 244 694 5 312 750 5 380 510 5 450 393 5 522 606 5 595 538 5 668 877
2 948 023 3 004 077 3 060 459 3 116 830 3 172 852 3 228 186 3 282 865 3 337 116 3 390 888
5 346 267 5 456 418 5 566 852 5 677 448 5 788 088 5 898 651 6 009 143 6 119 642 6 230 143
25 650 254 25 983 063 26 305 242 26 621 401 26 936 153 27 254 111 27 574 411 27 893 979 28 214 110
8 553 739 8 688 215 8 823 192 8 958 203 9 092 778 9 226 449 9 359 712 9 492 879 9 625 207
3 314 038 3 319 974 3 320 068 3 317 538 3 315 603 3 317 479 3 323 657 3 331 992 3 341 748
24 295 974 24 748 148 25 200 320 25 652 357 26 104 128 26 555 500 27 007 491 27 460 189 27 912 067
fuente: tomado de World Population Prospects: The 2008 Revision, Population Database,
United Nations Population Division.
cárcel y justicia penal 77
cuadro 5. poblaciones penitenciarias en américa latina
1992-2008.* crecimiento por aumento demográfico y por
mayor uso de la prisión
AUMENTO PENITENCIARIO 1992-2008
aumento
crecimiento total total de
demográfico tasas personas personas por aumento por mayor uso
1992-2008 penitenciarias presas presas demográfico de la prisión
1992 2008 1992 2008 f % f %
Argentina
5 495 607 63 152 21 016 59 210 38 194 3 450 9 34 744 91
(1992-2006)
Bolivia
2 179 645 79 85 6 235 8 546 2 311 1 732 75 579 25
(1997-2008)
114 440 29 296
Brasil 40 448 941 74 226 326 149 9 91
377 526 908 241
Chile 3 104 114 154 318 20 989 53 247 32 258 4 768 15 27 490 85
Costa Rica 1 318 494 104 189 3 346 8 610 5 264 1 365 26 3 899 74
El Salvador 1 908 320 101 258 5 348 18 610 13 262 1 920 14 11 342 86
Guatemala
4 345 743 62 88 6 387 12 026 5 639 2 712 48 2 927 52
(1996-2008)
Honduras 2 144 894 110 148 5 717 10 809 5 092 2 369 47 2 723 53
217 20 108
México 20 594 825 101 202 87 723 129 734 16 84
457 746 988
Nicaragua 1 326 654 78 120 3 375 6 803 3 428 1 031 30 2 397 70
Panamá 878 779 176 275 4 428 9 324 4 896 1 549 32 3 347 68
Paraguay
1 321 556 70 100 3 427 6 219 2 792 923 33 1 869 67
(1996-2008)
Perú 5 588 943 77 153 17 350 43 253 25 903 4 286 17 21 617 83
República
2 162 440 145 166 10 800 16 008 5 208 3 129 60 2 079 40
Dominicana
Uruguay 191 466 96 231 3 037 7 705 4 668 185 4 4 483 96
Venezuela
4 518 240 101 96 22 791 26 047 3 256 4 579 141 −1 323 −41
(1996-2006)
fuente: E. Carranza, ilanud. Elaborado con datos penitenciarios brindados por los
gobiernos de cada país. Véanse notas en el cuadro 3.
Notas: en la mayoría de los países las cifras de presos sin condena aparecen más bajas
que en la realidad, al no incluirse en el cómputo a las personas alojadas en delegacio-
nes policiales, lugar donde este tipo de presos prevalece; en algunos casos la diferen-
cia es muy grande. Las personas con condena de primera instancia con apelación
pendiente se computaron como condenadas. La información de los años 1978-1982
fue tomada del libro El preso sin condena en América Latina y el Caribe, de E. Carranza y
otros, ilanud. *En el casillero “2005-2006” los datos de Argentina, Brasil, Chile, Co-
lombia, Guatemala, Uruguay y Venezuela son de 2006. Los de los otros países son de
2005.
fuente: E. Carranza, ilanud. Elaborado con datos penitenciarios brindados por los
gobiernos de cada país.* Véanse notas explicativas en el cuadro 3.
cárcel y justicia penal 81
E. Carranza, ilanud. Elaborado con datos penitenciarios brindados por los gobiernos
de cada país.
*Argentina y México: datos exclusivamente de sus sistemas penitenciarios federales.
En sus sistemas provinciales o estatales la ratio suele ser inconveniente. **Bolivia: el
personal de seguridad está integrado por policías que se ocupan solo de la seguridad
perimetral. La ley penitenciaria establece que la seguridad interior está a cargo de las
mismas personas presas, quienes designan representantes que coordinan con la auto-
ridad policial.
84 elías carranza
nota: En el caso de algunos países las cifras de este cuadro no coinciden con las de los
cuadros de los totales de las poblaciones penitenciarias y de las tasas por cien mil, por
cuanto las unidades de análisis tomadas por las autoridades en uno y otro caso fueron
distintas. En aquellos cuadros se trató de lograr la cifra total de personas presas inclu-
yendo las alojadas en cárceles de provincia y en comisarías policiales. En el presente
cuadro se incluyen sólo las presas y presos alojados en los sistemas penitenciarios.
fuente: E. Carranza, ilanud, 2009. Realizado con información provista por las auto-
ridades de cada país.
cárcel y justicia penal 87
9] ¿cuán eficaz es la justicia penal?
¿en qué consiste su eficacia?
informa sobre el último caso de esta índole: 365 migrantes somalíes, eritreos, nige-
rianos, argelinos y palestinos, tratando de llegar a Europa, aparentemente a Italia,
en una pequeña embarcación con capacidad para solamente 75 personas, mueren
ahogadas frente a las costas de Trípoli (periódico La Nación, p. 23, jueves 2 de abril
de 2009, Costa Rica).
11 En diciembre de 2007 quien escribe estas páginas estuvo en Tijuana, Baja
California, México, frontera entre los Estados Unidos Mexicanos y los Estados Uni-
dos de América. Me llamó la atención ver, clavadas a lo largo de la empalizada,
numerosas pequeñas cruces de madera, y una sumatoria de ellas con el dato de la
fecha, que se actualiza constantemente –tres mil seiscientas y pico en ese entonces–.
Pregunté, y me explicaron que las cruces recordaban los migrantes muertos en su
travesía para ingresar a los Estados Unidos de América. Pregunté nuevamente si la
sumatoria de las cruces correspondía a las personas muertas a todo lo largo de la
frontera, y me explicaron que no, que ésas eran solamente las personas muertas en
ese tramo de la frontera.
cárcel y justicia penal 91
trabajo y comida, es una realidad de muerte y de crímenes contra la
humanidad, que contradice la letra de los instrumentos internacio-
nales de derechos humanos y las buenas intenciones que puedan
haber tenido los representantes de los países de altos ingresos que
impulsaron insistentemente su aprobación. Cabe preguntarse si algu-
nos de estos instrumentos no están sirviendo más bien para justificar
la expulsión de los países ricos de las trabajadoras y trabajadores de
los países pobres, en el entorno de una economía global en la que
se han forzado las fronteras para el “libre mercado” de todas las
mercancías incluso los servicios y los capitales financieros, pero no
para la mercancía trabajo cuando proviene de los países pobres y
trata de ingresar a los países ricos.12
Es notable cómo al reunir información sobre las diversas regiones
del mundo va integrándose el rompecabezas y se ve con más claridad
lo que ocurre. La situación del delito, su interpretación y difusión
por los medios de comunicaciones de masa, la consiguiente alarma
social y el creciente uso de la justicia penal y la prisión, que se ma-
nifiestan simultáneamente en todas las regiones del mundo, difícil-
mente podía ser una casualidad. Vemos que es un fenómeno global,
propio de la estructura de la llamada globalización, y veremos tam-
bién que se origina en variables comunes a los diversos países, que
actúan de manera prevaleciente o concomitante con otras posibles
variables específicas en cada país.
12 Por eso es importante insistir en que el tema de las migraciones es un tema
Al igual que lo que ocurre con la distribución del ingreso y los be-
neficios del desarrollo, también en materia de criminalidad y victimi-
zación la globalización –al menos como viene siendo gestionada–
distribuye de manera inequitativa entre los países de altos ingresos y
los de ingresos medianos y bajos. El punto es importante para ayu-
darnos a comprender el fenómeno de la victimización por delito en
los países de América Latina y ayudarnos a orientar mejor nuestras
acciones frente a ella.
En América Latina –región de países de medianos y bajos ingresos–
las estadísticas y la investigación criminológica y victimológica exhi-
ben una tendencia general en ascenso del delito y de la consiguiente
victimización por delito a partir de los años ochenta, con diferencias
entre países respecto del tiempo e intensidad del fenómeno. Esta
tendencia es más evidente en los delitos contra la propiedad y contra
las personas –aunque también se da en otras categorías– y se mani-
fiesta paralelamente al aumento de la inequidad de la distribución
del ingreso al interior de los países, la que ha venido agravándose a
partir de los años ochenta y según cepal y el Banco Mundial sería la
más alta entre todas las regiones del mundo (cepal, 2008: 5), y tiene
relación también, como veremos, con la inequidad de la distribución
internacional del ingreso, entre los países de altos ingresos y los de
ingresos bajos y medianos.
Al mismo tiempo, y por contraste, mientras ésta es la situación en
América Latina y el Caribe y en los países de medianos y bajos ingre-
sos de las otras regiones del mundo,14 el panorama mundial exhibe
el mandato del ilanud, de los que contamos con mayor información, pero la investi-
gación criminológica y la información de los organismos especializados de las Naciones
Unidas indica que las tendencias de los países de medianos y bajos ingresos de las otras
regiones del mundo serían similares (Shaw et alii, 2003; Alvazzi del Frate, 2003, 1998).
cárcel y justicia penal 93
que en los países de altos ingresos desde mediados de los años no-
venta, como caracterización general, la situación del delito mejora o
se mantiene estable, registrándose descensos en las tasas y en la con-
siguiente victimización, como lo veremos en las páginas siguientes.
La acelerada globalización ha traído otras cosas positivas, pero éste
contraste es uno de sus efectos negativos, que ponen de manifiesto
la creciente inequidad entre los países de altos ingresos y el resto del
mundo.
15 El Índice de Gini (nombre del estadístico italiano Corrado Gini) mide la
16 No obstante, cabe señalar que, “la desigualdad distributiva es un tema rele-
vante en todas las regiones del mundo, más aún cuando su tendencia se encamina
hacia un deterioro. Tal es el caso de la mayoría de los países miembros de la Orga-
nización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, ocde, según un estudio
publicado recientemente por dicha institución ... El resultado acumulado a lo largo
de dos décadas es que prácticamente todos los países de la ocde sufrieron un in-
cremento leve pero significativo de sus niveles de desigualdad” (cepal, 2008: I:61).
Se considera que la ocde agrupa a los países mas avanzados y desarrollados del
planeta, siendo apodada como “club de países ricos”. En la actualidad agrupa 30
miembros plenos, 27 de los cuales son considerados de alto ingreso por el Banco
Mundial, los tres restantes de ingreso medio-alto. Sus países fundadores son Alema-
nia, Austria, Bélgica, Canadá, Dinamarca, España, Estados Unidos, Francia, Grecia,
Irlanda, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Países Bajos, Portugal, Reino Unido,
Suecia, Suiza y Turquía. Posteriormente se adhirieron Japón, Finlandia, Australia,
Nueva Zelanda, México, R. Checa, Corea del Sur, Hungría, Polonia y Eslovaquia.
17 Estos estudios periódicos se han realizado diez veces, comenzado con el del
suazilandia
guatemala
venezuela
jamaica
lesoto
nicaragua
méxico
estados unidos
kazajistán
estonia
kirguistán
islas marshall
bielorrusia
guyana
tailandia
argentina
ruanda
ecuador
dominica
tayikistán
barbados
líbano
letonia
seychelles
tanzania
uganda
moldavia
lituania
azerbaiyán
perú
zimbabue
georgia
zambia
costa rica
andorra
tonga
sri lanka
ucrania
paraguay
bermuda
bulgaria
uruguay
croacia
armenia
mundo
yemen
iraq
india
70
60
50
40
30
san cristóbal y nieves
20
costa de marfil
república checa
arabia saudita
nueva zelanda
madagascar
eslovaquia
macedonia
hong kong
portugal
marruecos
dinamarca
finlandia
maldivias
eslovenia
australia
indonesia
mauricio
jordania
rumania
botsuana
singapur
hungría
polonia
holanda
noruega
kuwait
islandia
malasia
vanuatu
francia
turquía
bahreín
irlanda
canadá
bélgica
nigeria
macao
austria
suecia
israel
españa
grecia
chile
chipre
egipto
italia
china
malta
túnez
qatar
sudán
japón
suiza
siria
fiyi
más baja que la media mundial. Éste es un país de alta violencia en comparación
con el grupo de países de altos ingresos al que pertenece, sin embargo, al igual que
en los demás de su grupo, su tasa de homicidios ha venido descendiendo, llegando
a 5.6 por cien mil en 2004 (bjs, 2007).
98 elías carranza
b.2.] Por contraste, todos los países que registran tasas más altas
que la media mundial son –salvo la excepción citada– países
de medianos o bajos ingresos;
b.3.] Si bien hay algunos países de medianos o bajos ingresos que
registran tasas más bajas que la media mundial, es evidente
que la clasificación según el ingreso implica un importante
condicionamiento para la tasa de estos delitos.
África
Asia
robo
Europa Occidental
fuente: adaptado de Anna Alvazzi del Frate, “The voice of Victims of Crime: Estimating
the True Level of Conventional Crime, en revista Forum on Crime and Society, United
Nations Office on Drugs and Crime, vol. 3, núms. 1 y 2, diciembre de 2003, p. 132.
cárcel y justicia penal 99
En el trabajo antes citado (Carranza, 2006) analizamos también, con
información dura proveniente de las mismas fuentes, los casos de los
delitos de pequeña corrupción, en los que se evidencia un comporta-
miento similar al que vimos en los delitos de robo. Analizamos asimis-
mo los delitos de criminalidad económica, en los que mientras la vic-
timización recae como característica en los países de ingresos medios
y bajos de los que se sustraen los fondos que siguiendo las leyes de la
economía se depositan en las plazas seguras de los países de altos in-
gresos, la autoría de los delitos es compartida entre funcionarios de
empresas transnacionales y de gobierno, tanto de los países de altos
ingresos como de los de ingresos medianos y bajos. Y analizamos los
delitos de trata y tráfico de personas, en los que también la victimiza-
ción recae en gran escala sobre los países de ingresos bajos y medianos,
en los que se origina el tráfico que tiene como destino los países de
ingresos altos. Vemos cómo en todas estas categorías de delitos surgen,
de maneras diversas, relaciones dialécticas perversas entre las catego-
rías de países agrupados en clases según la distribución internacional
del ingreso en la actual gestión de la economía globalizada.20
da inequidad de la distribución del ingreso, así como su rigidez al cambio […] Esta
desigualdad no solamente excede la de otras regiones del mundo, sino que además
permaneció sin modificaciones sustanciales durante la década de 1990 e incluso
empeoró en el inicio de la presente década” (cepal, 2006: 84).
100 elías carranza
22 Véase asimismo el capítulo “El delito como costo social de la pobreza y la
por: Australia, Bélgica, Brasil, Bulgaria, Canadá, Chile, China, Colombia, Costa Rica,
Dinamarca, Dominica, Finlandia, Francia, Alemania, Grecia, Hong Kong, Hungría,
Irlanda, Italia, Japón, Mauricio, México, Holanda, Nueva Zelanda, Noruega, Pana-
má, Perú, Filipinas, Polonia, Rumania, Singapur, España, Sri Lanka, Suecia, Tailan-
dia, Trinidad y Tobago, Gran Bretaña, Estados Unidos y Venezuela. La muestra de
países en el caso de los delitos de robo estuvo integrada por Australia, Bangladesh,
Bélgica, Bulgaria, Canadá, Chile, China, Dinamarca, Finlandia, Alemania, Grecia,
Hong Kong, Hungría, India, Indonesia, Italia, Jamaica, Japón, Corea, Malasia, Mau-
ricio, Holanda, Nueva Zelanda, Noruega, Pakistán, Perú, Filipinas, Polonia, Ruma-
nia, Singapur, Sri Lanka, Suecia, Tailandia, Trinidad, Gran Bretaña, Estados Unidos
y Venezuela.
cárcel y justicia penal 101
hurto, hurto de ganado, robo con fuerza en las cosas, robos y hurtos de medios de
transporte, robo con violencia contra las personas, secuestro extorsivo, tentativa de
robo con fuerza en las cosas, tentativa de robo o hurto de medios de transporte,
tentativa de hurto o robo, tentativa de robo con violencia sobre las personas, ten-
tativa de secuestro extorsivo, usurpación. Se incluyeron asimismo otros delitos que
los códigos penales no categorizan como contra la propiedad, pero que también
tienen como objetivo final el lucro (secuestro extorsivo y tentativa de secuestro
extorsivo).
102 elías carranza
7.0 2003
2005
6.5
1999 2001
2004
6.0 2000 2002
1998
1997
5.5
1995 1994 1996
5.0 1992
1993
4.5 1990
1991 ρ = 0.73
4.0 1988
1989
3.5
3.0
0.370 0.380 0.390 0.400 0.410 0.420 0.430 0.440
gini
fuente: E. Carranza, E. Solana, ilanud, 2007.
1300 2006
2005 2003
1200 2004
900 1991
1995 1997
1996
800
1990
700
1989
ρ = 0.73
600
1998
500
400
0.370 0.380 0.390 0.400 0.410 0.420 0.430 0.440
gini
fuente: E. Carranza, E. Solana, ilanud, 2007.
cárcel y justicia penal 103
cuadro 13. países de américa latina, tasas de homicidio
intencional × 100 000, estimaciones baja y alta, año 2004
est. est.
país fuente
baja alta
Colombia 45.5 61.1 Policía Nacional PAHO-03/05
El Salvador 56.4 57.5 PAHO-02/04 UN-CTS-10
Venezuela, Rep.Bolivariana de 32.5 37.0 PAHO-03/05 Policía Nacional
Guatemala 26.3 36.4 PAHO-02/04 Policía Nacional
Haití 5.3 33.9 WHO UNODC Survey data
Honduras 13.8 32.2 WHO Observatorio Violencia
Brasil 26.02 30.08 Mins.Salud y Just. PAHO-03/05
República Dominicana 16.8 24.2 WHO Procurador General
Ecuador 16.8 18.5 PAHO-03/05 UN-CTS-9
Paraguay 15.3 17.8 UN-CTS-10 PAHO 04/06
Nicaragua 12.0 17.4 Policía Nacional PAHO-03/05
Panamá 11.5 13.4 UN-CTS-10 PAHO-02/04
México 10.9 11.3 PAHO-04/06 ICESI cita Policía Nac.
Costa Rica 6.2 7.3 UN-CTS-9 PAHO-04/06
Cuba 6.0 PAHO-04/06
Uruguay 4.7 6.0 PAHO-03/05 Ministerio del Interior
Argentina 5.3 5.5 PAHO-04/06 UN-CTS-10
Chile 2.9 5.5 Policía Nacional PAHO-03/05
Bolivia 3.7 5.3 WHO UN-CTS-10
Perú 3.0 5.7 PAHO 02/04 UN-CTS-9
Est. Est.
PAÍS FUENTE
baja alta
Jamaica 33.7 55.2 who National Police
Bahamas 13.8 22.5 Interpol-04 who
San Cristóbal y Nevis 22.7 National Police
Santa Lucía 19.4 21.3 Nacional Police who
Puerto Rico 18.9 20.3 paho 02/05 Nacional Police
Trinidad y Tobago 13.7 19.6 who unodc citing Ntnl. Pol
Guyana 17.7 19.2 National Statistical Office paho 03/05
San Vicente y Las Granadinas 16.0 who
Surinam 10.2 11.8 un-cts-9 paho-03/05
Barbados 9.8 15.1 Interpol-04 who
Dominica 10.3 who
Anguila 8.3 National Statistical Office
Antigua y Barbuda 7.7 who
Granada 4.9 who
Bermuda 1.1 un-cts-9
nota: Todos los países incluidos en el cuadro son países clasificados por el Banco
Mundial como de Altos Ingresos, menos los siguientes que clasifican como de Ingreso
Medio Alto: República Checa, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Polonia, Eslova-
quia.
fuente: extraído de onudc, International Homicide Statistics, 2008.
106 elías carranza
25 Antes que ellos, Barclay y Tavares (2002) en publicación del Home Office de
Gran Bretaña analizaron en detalle la información oficial del delito en los países
de la Unión Europea, encontrando que en, promedio entre los años 1996-2000, en
dichos países hubo un aumento de sólo 1%, habiéndose producido descensos en
las tasas de criminalidad en Irlanda (27%), Inglaterra y Gales (8%), Escocia (6%),
y Alemania (6%). Refieren asimismo que en EUA hubo un descenso de 14%, en
Canadá de 11% y que, durante el año 2000, Irlanda registró un nuevo descenso de
10%, Italia de 7%, y España de 4%: <www.homeoffice.gov.uk/rds/pdfs2/hosb502.
pdf>. Véase también sobre esto el Boletín Estadístico del Home Office de Gran Bretaña
(Home Office, 2003: 1 ss.) que explica los descensos en la criminalidad que se regis-
traron durante 2001 y 2002 en Inglaterra y Gales. Para el caso de Estados Unidos
véanse los anuarios del Sourcebook of Criminal Justice Statistics, US Department
of Justice, y un análisis muy lúcido en el libro de Irvin Waller, Menos represión, más
seguridad: verdades y mentiras acerca de la lucha contra la delincuencia, México, ilanud/
inacipe, 2007. Cabe aclarar que no obstante la reducción del delito, en Europa
Occidental y Norteamérica también existe preocupación por éste, ya que una per-
sona de cada cinco mayores de 15 años es victimizada al año por delitos tales como
hurto, robo de auto o asalto (Waller, 2003; van Kesteren, 2000).
cárcel y justicia penal 107
Gales, Irlanda del Norte, Escocia, Islandia, Noruega, Vaticano y Suiza
mantienen el nivel más bajo, con una tasa de menos de 2 × 100 000
que ha venido lentamente decreciendo”. Agregan que en el caso de
Estados Unidos el descenso en los homicidios fue muy significativo,
de 33%, pasando de 8.2 a 5.5, y en Canadá que tenía una tasa de 1.8
se mantuvo en un nivel comparativamente muy bajo, pasando a 2.0
(pp. 58-59). En el caso de los robos en domicilios, tanto en los países
nombrados de Europa como en Estados Unidos y Canadá, Kauko y
Heiskanen concluyen que “la tendencia es claramente decreciente
durante todo el periodo analizado de 10 años”. (Aclaran que si bien
los homicidios descendieron, se registra aumento en las agresiones
(p. 68); asimismo en los robos, pero que en Estados Unidos éstos
descendieron de manera muy marcada.)
El estudio de criminalidad realizado por Aromaa y Heiskanen,
salvo algunas particularidades, es en general muy coincidente con el
estudio victimológico publicado por la Oficina de las Naciones Uni-
das contra la Droga y el Delito, unodc, unicri, y la Universidad de
Tilburg, que realizaron van Dijk, van Kesteren y Smit (2007). Este
estudio, refiriéndose a las tendencias en la victimización total por
delito, dice que “En Estados Unidos el descenso del delito ya se puso
en evidencia entre 1988 y 1992. En el caso de Europa, según los
datos de la Encuesta internacional de victimización por delito icvs el nivel
del delito ordinario alcanzó una meseta alrededor de 1995 y ha mos-
trado un constante descenso durante los últimos diez años. El nivel
de la victimización en Europa ha decrecido ahora a los niveles de
1990” (los autores hacen la salvedad de que los descensos en la vic-
timización total no se observan en los casos de Bélgica e Irlanda del
Norte, p. 46). Más adelante, refiriéndose al grupo de quince países
que participaron cuatro veces o más en las cinco encuestas de victi-
mización realizadas en 1988, 1991, 1995, 1999 y 2003-2004, compues-
to por Australia, Bélgica, Canadá, Inglaterra y Gales, Estonia, Finlan-
dia, Francia, Holanda, Nueva Zelanda, Irlanda del Norte, Polonia,
Escocia, Suecia, Suiza y Estados Unidos, se detienen en el análisis
específico de determinados delitos, y concluyen diciendo que “En el
curso de los últimos diez años los niveles de victimización en el mundo
occidental parecen convergir. Las diferencias entre Estados Unidos,
Canadá, Australia y Europa Occidental y Central se han reducido [...]
Los resultados de las icvs exhiben en general un incremento del
delito entre 1988 y 1991 y una tendencia hacia abajo desde 1999 o
108 elías carranza
del 2000 a todo lo largo del mundo desarrollado”. En nota al pie los
autores agregan que “la aguda tendencia hacia abajo en las tasas de
victimización en Occidente durante el decenio pasado han sido con-
firmadas por las encuestas nacionales de victimización de varios
países incluyendo los Estados Unidos, Holanda, e Inglaterra y Gales”
y agregan datos para fortalecer su conclusión (p. 102).
Vale señalar que en la misma página, a partir de premisas con in-
formación insuficiente de solamente dos ciudades, los autores citados
extraen apresuradamente una conclusión universal para todos los
países de medianos ingresos o en vía de desarrollo incluidos los de
América Latina, que es contraria a la información criminológica dis-
ponible y a la interpretación que hacemos nosotros en este trabajo.
Dicen los autores: “Si bien hay datos disponibles de tendencias de
solamente dos ciudades de medianos ingresos del mundo en vía de
desarrollo, las dos exhiben tendencia a la baja desde 1996 (Buenos
Aires) o desde el 2000 (Johanesburgo). Por lo tanto, las tendencias a
lo largo de los países desarrollados y de los países de ingresos medios
exhiben notable uniformidad”. Ojalá tuvieran razón y ello fuera así.
Inmediatamente después del párrafo citado, los autores analizan
las tendencias de victimización por delito en contexto, y dicen –en
afirmación que sí compartimos– que “El descenso de la criminalidad
a todo lo largo de los países europeos así como en Estados Unidos,
Canadá, Australia y muchos otros países desarrollados no puede ser
atribuida a un solo factor”, y enuncian la incidencia que habrían
tenido en el descenso del delito los cambios demográficos con reduc-
ción del porcentaje de los varones jóvenes, el aumento del control
policial y la mayor severidad de las condenas, el aumento en la po-
sesión y utilización de dispositivos de seguridad por parte de las fa-
milias y de los comercios al que atribuyen gran importancia y consi-
deran un factor muy importante para inhibir la comisión de delitos
en Occidente. Pero, nuevamente, haciendo un análisis distinto del
nuestro, no incluyen entre los múltiples factores que tuvieron inci-
dencia en la evolución del delito la equidad/inequidad de la distri-
bución del ingreso al interior de los países, tampoco la inequidad de
la distribución entre países, ni ninguna otra variable económica. Su
interpretación del fenómeno es incompatible con la información que
hemos venido presentando en estas páginas.
Completemos este punto presentando un cuadro con las tasas de
homicidio de los países de Europa. 20 de los 27 países incluidos en
cárcel y justicia penal 109
el cuadro son países de “altos ingresos” según la clasificación del
Banco Mundial. Los siete restantes, República Checa, Estonia, Hun-
gría, Letonia, Lituania, Polonia, y Eslovaquia son países de “ingreso
medio alto”. Observemos lo siguiente: Los 20 países de altos ingresos
tienen tasas muy bajas de entre menos uno y menos de tres homici-
dios por cien mil. Al igual que lo que pudimos observar en el primer
gráfico mundial de promedios de homicidios de 114 países de todo
el mundo, vemos aquí que algunos de los países de Ingreso medio
alto lograron también tasas bajas, pero los únicos tres países que
exceden el rango de 3 por cien mil (con tasas de más de 8 homicidios
por cien mil), Estonia, Letonia y Lituania pertenecen al grupo “no
altos ingresos”. Corroboramos así cómo la relación entre ingreso per
cápita y criminalidad que estamos analizando se da también al inte-
rior del grupo de los países de Europa.
110 elías carranza
14] recapitulación
2005: De manera similar, la cepal informa (2005: 55 ss.) que en América Latina los porcentajes
regionales de pobreza, pobreza crítica y pobreza urbana fueron más altos en 2002 (último año
con información hasta ese momento) que lo que eran en 1980 (40.5% en 1980; 44% en 2002)
y que la inequidad de la distribución al interior de los países también ha venido creciendo.
América Latina es la región del mundo con mayor inequidad en la distribución del ingreso;
2005: En materia de criminalidad y justicia penal el panorama global a partir de los años noven-
ta exhibe dos situaciones distintas:
a] En los países de altos ingresos las tasas b] Al contrario de lo que ocurre en los paí-
de homicidios decrecieron desde 1995 has- ses de altos ingresos, en América Latina, así
ta 2004. Austria, Bélgica, Dinamarca, Fin- como en países de medianos y bajos ingre-
landia, Francia, Alemania, Grecia, Irlanda, sos de otras regiones del mundo, aumentan
Italia, Luxemburgo, Holanda, Portugal, Es- los delitos contra la propiedad y contra las
paña, Suecia, Inglaterra y Gales, Irlanda del personas, la criminalidad económica, y otras
Norte, Escocia, Islandia, Noruega, Vaticano formas de criminalidad transnacional. Au-
y Suiza mantienen el nivel más bajo, con menta también la alarma social y la sobrecar-
menos de 2 x 100 000. En Estados Unidos el ga laboral en la justicia penal. En América
descenso fue notable, 33%. En los robos en Latina los países aumentan aceleradamente
domicilios la tendencia es claramente decre- sus poblaciones penitenciarias. En el curso
ciente durante todo el periodo (Haromaa y de 16 años (1992-2008) muchos duplican sus
Heiskanen, 2008: 53). Por contraste, las ta- tasas por cien mil habitantes, y algunos las
sas de personas presas mantienen su propio triplican, produciéndose gran sobrepobla-
comportamiento ascendente, con altísimos ción carcelaria con explosiones de violencia
porcentajes de migrantes presos que llegan y muchísimas muertes en casi todos los paí-
en búsqueda de trabajo provenientes de los ses (ilanud, 2008).
países de bajos y medianos ingresos de Asia,
África, América Latina y Europa del Este
(Walmsley, 2006: 161; van Kalmthout Anton,
2007: tabla 1).
cárcel y justicia penal 111
15] situación actual y perspectivas futuras. el fenómeno de
la exclusión social. la respuesta de la justicia penal.
la respuesta de la integración social
Banco, p. 48– para un periodo mucho más largo (1820-1992), estiman que la des-
igualdad global se incrementó sostenidamente, debido a un rápido aumento de la
desigualdad internacional hasta la segunda guerra mundial, y luego a incrementos
más módicos de la desigualdad tanto dentro de los países como internacional entre
1970 y 1992.
27 José Figueres, fundador de la socialdemocracia de Costa Rica supo decir ”Por
como ”pobre” a una persona cuando el ingreso por habitante en su hogar es inferior
a la ”línea de pobreza” o monto mínimo necesario que le permitiría satisfacer sus
necesidades esenciales. En el caso de la indigencia la línea utilizada refleja única-
mente el costo de satisfacer las necesidades de alimentación (p. I.2).
cárcel y justicia penal 113
gráfica 5. incremento de la desigualdad del ingreso entre
países
0.6
desigualdad
internacional
(ponderada)
índice gini
0.4
1950 1955 1960 1965 1970 1975 1980 1985 1990 1995 2000
Gini, revela que los niveles de desigualdad actuales son los menores
registrados desde inicios de la década de los noventa. Alrededor de
1990, el promedio simple de los índices de Gini de los países de la re-
gión alcanzaba 0.532, mientras que el promedio en torno a 2007, cal-
culado sobre una base comparable en términos de los países y áreas
geográficas utilizadas, es de 0.515”. Sin embargo el documento cierra
el capítulo con una frase que nos sugiere mantener la cabeza fría y
los pies firmes dentro de la realidad. Dice: “No obstante, estas cifras
representan una reducción de apenas 3%, que de ninguna manera
puede ser interpretada como un cambio significativo de los patrones
distributivos prevalecientes en la región” (cepal, 2008: 57-59).
Más arriba en este texto recordamos que la inequidad de la distri-
bución del ingreso es una variable que se realimenta con varias otras,
produciendo efectos negativos en todas las materias en las que está
presente, no solamente en materia de criminalidad y seguridad fren-
te al delito. Si hay una distribución inequitativa del ingreso ésta
también incide negativamente sobre la salud de gran parte de la
población, sobre la educación, sobre la calidad de la ocupación la-
boral y los niveles salariales, la calidad de la vivienda, la calidad y el
nivel de la información que recibe gran parte de la población, la
seguridad social, el nivel cultural, etc.29 Asimismo, si hay una distri-
bución del ingreso de gran inequidad ella genera la aparición del
nuevo fenómeno de la “exclusión social”, que a su vez multiplica el
deterioro en todos los ámbitos, e incide en la elevación de los niveles
de violencia social, de delito y de criminalización de los excluidos.30
(Sobre la exclusión social véase el capítulo I del Panorama social de
de los países y entre países en las materias citadas y en otras, hay suficiente investi-
gación y publicaciones de los organismos especializados de mayor reconocimiento
científico internacional, tales como fao, oms, unesco, unicef, oit, pnud, bm,
cepal.
30 Marcelo Aebi en su investigación sobre las tendencies de la delincuencia en
Europa hace un análisis que encontramos coincidente con el que hacemos, dice
por ejemplo: “la sobrerrepresentación de las minorías étnicas (en las cifras de de-
lito en Europa) tiene mucho más que ver con su estatus socioeconómico bajo –y
sus consecuencias sobre la salud, educación, barrio de residencia, grupo de amigos,
oportunidades de trabajo y otros aspectos vitales– que con la cultura […] el debate
europeo actual sobre las minorías étnicas debería dejar de lado las estériles discu-
siones sobre diferencias culturales y tendría que concentrarse en la búsqueda de
estrategias para mejorar la calidad de vida de esas minorías” (Aebi, 2008: 254).
cárcel y justicia penal 117
América Latina 2008 de la cepal titulado “Pobreza, exclusión social y
desigualdad distributiva”. Véase asimismo cepal, 2007a y 2007b.)
La exclusión social, aunque en mucha menor medida que en Amé-
rica Latina, ha aparecido también en Europa, y es digna de atención
la respuesta que ante ese grave fenómeno dió el Foro Europeo para
la Seguridad Urbana. A pesar de que, como hemos visto, la situación
de la criminalidad en los países de altos ingresos de Europa, compa-
rativamente en el contexto mundial, es de color rosa, el Foro elaboró
un documento de directrices de política criminal titulado “Manifiesto
de las ciudades: seguridad y democracia”, que suscribieron doscientas cin-
cuenta ciudades reunidas en Nápoles los días 7, 8 y 9 de diciembre de
2000, documento que apela a otras ciudades europeas y del mundo
a suscribir y trabajar en los principios que plantea (foro, 2000). El
documento establece como primer punto de sus políticas en materia
de seguridad la “tolerancia cero”. Pero a diferencia de las políticas
del ex alcalde Rudolph Giuliani de la ciudad de Nueva York, que
establecían tolerancia cero para todas las infracciones penales por
mínimas que fueran, el Manifiesto establece la tolerancia cero a la
exclusión social, para ayudar a las poblaciones migrantes a integrarse a
su nuevo medio, capacitándolas en el aprendizaje del idioma, coope-
rando en conseguirles trabajo y vivienda, etcétera. Textualmente dice:
“las ciudades acuerdan las siguientes líneas de actuación: 1. Programa
de prevención y tolerancia cero para la marginación (o exclusión); 2.
Respuestas y sanciones eficaces que favorecen la integración”. De esta
manera las ciudades de Europa promueven establecer el equilibrio
–dice el Manifiesto– entre el control, las sanciones y la prevención.
Éste es el gran desafío que tenemos en América Latina, región en
la que el desarrollo social con equidad (al que suele llamarse “pre-
vención social del delito”) va reduciéndose frente al crecimiento
desmesurado de la pretendida prevención por medio de la justicia
penal, en un mundo globalizado en el que hay cada vez mayor in-
equidad e injusticia en la distribución del ingreso, entre países y al
interior de los países. Es el desafío que tenemos que afrontar en
políticas de Estado: cómo reducir el delito y la hiperutilización de la
justicia penal y la cárcel a pesar de la situación adversa.
A pesar de trabajar insertos en la globalización de la inequidad,
los penitenciaristas y demás operadores y operadoras de la justicia
penal (policías, jueces, fiscales, defensores) siempre pueden marcar
una diferencia si trabajan con vocación, compromiso y humanidad.
118 elías carranza
31 Vivien Stern, en su reciente excelente libro que está siendo traducido al es-
Unidas sobre los Derechos del Niño. Se debe hacer eso sencilla-
mente porque acceder a la educación es su derecho fundamental,
pero promover dicho acceso trae además el beneficio colateral de
reducir la criminalización de las personas menores de edad per-
tenecientes a las clases de menor poder.32 Una investigación del
ilanud realizada con cooperación de la Comisión Europea en 16
países de América Latina, más España e Italia, determinó que en-
tre 85 y el 100% de los chicos y chicas menores de edad privadas de
libertad por delito, tenían entre tres y cinco años de retraso escolar
o eran analfabetas.33 Como es fácil colegir, la escolaridad resultó
ser un indicador más, entre otros, que determinaban que, además
de tener baja instrucción, se trataba de menores de edad de las
clases socioeconómicas baja o de la excluida. La investigación no
determinó que las personas menores de edad de las clases media
y alta no cometieran delitos. Lo que verificó fue que las personas
menores de edad captadas por los sistemas de justicia penal juvenil
y privadas de libertad en todos los países del estudio eran, todas
o casi todas, pertenecientes a las clases sociales baja y excluida.
Por ello, por claridad conceptual, la criminología ha venido distin-
guiendo los conceptos de criminalidad y criminalización.
32 Somos conscientes de que para insertar a los chicos y chicas en la escuela es
bibliografía
andrew coyle2
introducción
Nunca siento lástima por mí mismo como podría esperarse que sintiese, sino
por los otros reclusos y en general por el hecho de que las prisiones tengan
que existir y que sean como son; que la humanidad no haya podido hasta
ahora inventar una mejor forma de solucionar ciertas cosas.
la realidad de la reclusión
[127]
128 andrew coyle
actual por menos de 300 años. ¿Hasta qué punto será aún válido en
el año 2005 el modelo tradicional de prisión? ¿Será posible que esté
en peligro de convertirse en un concepto pasado de moda? ¿Podemos
considerar la noción de prisión como una idea que germinó en la
segunda parte del siglo xviii, llegó a su madurez en el siglo xix y que
podría marchitarse en el siglo xxi? ¿Es posible que al igual que el
castigo corporal y las ejecuciones públicas en otras épocas sea ahora
un concepto que haya dejado atrás cualquier utilidad que hubiese
alguna vez tenido? ¿Habrá llegado el momento de un radical replan-
teamiento del concepto de privación de libertad y de prisión?
Permítanme recordarles cómo hemos llegado a tener el sistema
de prisiones que tenemos hoy. Nació en América del Norte y en
Europa Occidental a finales del siglo xviii y principios del xix. Por
supuesto que la prisión había existido siempre como un sitio de re-
clusión en donde el acusado esperaba ser juzgado o donde se man-
tenía a los condenados hasta que se cancelaba una deuda o se les
ejecutaba o exiliaba. Era extremadamente inusual que un tribunal
condenara a las personas realmente a una pena de privación de li-
bertad. En los siglos mencionados algunas personas preocupadas
comenzaron a llamar la atención a las condiciones terribles que se
daban en algunas de las cárceles de Europa y América del Norte.
Como resultado de sus esfuerzos comenzaron a mejorar lentamente
las condiciones en muchos de estos centros de detención. En Gran
Bretaña este periodo coincidió con el fin del exilio a las colonias. Los
condenados que habían sido anteriormente transportados para tra-
bajar, primero en América y en las Antillas y luego en Australia aho-
ra se mantenían en las nuevas prisiones para condenados en Ingla-
terra y eran empleados en trabajos de bien social, tales como la
construcción de astilleros para la armada o cualesquier otros edificios
públicos.
Esta nueva idea de privación de libertad, que comenzó en Améri-
ca del Norte y Europa Occidental se diseminó con rapidez por todo
el mundo al ir expirando la expansión colonial. Como resultado de
ello se estableció en una diversidad de culturas que no tienen un
concepto nativo de la privación de libertad.
Si ésa es la historia de la prisión ¿cuál es la realidad hoy? En primer
lugar ha habido un aumento masivo en cuanto a su aplicación, a un
punto que habría sido inconcebible incluso hace unos pocos años.
Hay ahora en todo el mundo más de nueve millones de hombres,
la prisión del futuro 129
mujeres y niños en la cárcel. La mitad de ellos están en tres países:
Estados Unidos de América, Rusia y China. Desde 1980 ha habido
un aumento de más de 300% en el número de personas en prisión
en Estados Unidos de América. Su población penitenciaria total es
ya de más de dos millones. Estados Unidos de América no está solo
en cuanto a este fenómeno. En Inglaterra y Gales, por ejemplo, la
población penitenciaria ha aumentado en 70% en los últimos años.
El número de mujeres que están en la cárcel en Inglaterra se ha
duplicado en el mismo periodo.
Permítanme ponerle algo de sustancia a estas cifras y decirles qué
significan en términos de sufrimiento humano. Voy a seguir por un
momento con Estados Unidos de América. Cada año, más de 11
millones de hombres y mujeres pasan por las cárceles de este país.
Están divididos desigualmente según criterios raciales. El 7% de la
población de Estados Unidos de América consiste en varones afroes-
tadunidenses. Casi la mitad de todos los hombres en prisión en este
país son afroestadunidenses. De cada 100 000 estadunidenses blan-
cos, apenas algo más de 300 están en la cárcel. La cifra comparable
para afroestadunidenses es de casi 2 000. En Estados Unidos de Amé-
rica uno de cada tres afroestadunidenses entre 20 y 29 años está en
prisión, en régimen de prueba o en libertad condicional. Por lo
menos dos tercios de todos estos hombres afroestadunidenses pue-
den presuponer que alguna vez en su vida serán arrestados o encar-
celados o tendrán antecedentes penales. La probabilidad de que un
joven afroestadunidense caiga bajo el control de alguna parte del
sistema de justicia penal es mucho mayor que la de que asista a la
universidad para ampliar su educación.
Hay diversos ejemplos en Sudamérica acerca de qué ocurre cuan-
do un aumento masivo en población penitenciaria no va acompa-
ñado por un aumento en recursos. Por ejemplo, la Prisión Modelo
es la principal prisión de Bogotá, Colombia, para el periodo previo
al proceso judicial. Tiene una capacidad para 1 500 reclusos. Hace
unos años, cuando estuve allí de visita, tenía 3 450 reclusos. En cual-
quier momento determinado hay ahí cerca de 150 guardias vigilando
a estos hombres, un número desesperadamente inadecuado para
garantizar una apropiada supervisión. En su mayoría, los guardias
apenas salen de la adolescencia y se encuentran cumpliendo con su
año de servicio nacional obligatorio. Los reclusos son mantenidos en
5 grandes bloques de alojamiento construidos en torno a patios.
130 andrew coyle
la experiencia de la prisión
conclusión
Nunca siento lástima por mí mismo como podría esperarse que sintiese, sino
por los otros reclusos y en general por el hecho de que las prisiones tengan
que existir y que sean como son; que la humanidad no haya podido hasta
ahora inventar una mejor forma de solucionar ciertas cosas.
christer isaksson2
comentarios introductorios
[137]
138 christer isaksson
el sistema de castigos
suales.
142 christer isaksson
andrew coyle2
introducción
[143]
144 andrew coyle
uso de la prisión
Guatemala 61
Ecuador 100
Nicaragua 100
República Dominicana 157
Honduras 158
Costa Rica 177
El Salvador 184
México 191
Panamá 354
Cuba 487
la responsabilidad de manutención
Procedimientos de inspección:
Las cárceles deberían estar abiertas a la inspección pública.
La inspección externa e independiente es esencial.
Es también un resguardo para el personal.
La reacción a inspecciones.
conclusión
christer isaksson2
[153]
154 christer isaksson
mi esquema
Seguridad procedimental
La asignación de personal
La dinámica de la seguridad
trabaja para dar a estos aspectos el peso correcto que permita man-
tener un buen control.
posibilidades
en conclusión
jeff christian2
introducción
[163]
164 jeff christian
sistemas
la gente
seguridad dinámica
Las rutinas son aquellas actividades que se repiten cada día. Las pri-
siones requieren de rutinas confiables para permitir tanto al personal
como a los reclusos tener una vida tranquila. Una actividad caótica
y arbitraria por parte de los vigilantes de una prisión es algo extre-
madamente perturbador.
Las rutinas determinan a qué hora han de levantarse los reclusos
cada día, se sirven las comidas, se hacen las cuentas de reclusos, es-
tarán disponibles las duchas, empieza y termina el día laboral, em-
piezan y terminan los recreos, empiezan y terminan los periodos de
visita, se ofrecen servicios médicos, pueden darse mudanzas de celda,
estará abierta la “tienda” de la prisión, recibirán su pago los reclusos
que trabajan, se encierra a los reclusos para el transcurso de la noche
y se apagan las luces.
Las rutinas constituyen excelentes oportunidades para la interacción
entre el personal y los reclusos, ofreciendo la “excusa” que alguna vez
se necesita para sostener una conversación crítica, contribuyendo así
significativamente al proceso de la seguridad dinámica en la prisión.
El mantenimiento de las rutinas, aun ante situaciones difíciles,
debería ser de alta prioridad para los administradores de prisiones,
puesto que cambiarlas radicalmente puede hacer más negativa cual-
quier situación a la que se esté haciendo frente en el momento.
Uno de los grandes desafíos para los administradores de prisiones
en cualquier sitio es saber cómo volver a “rutinas normales” tras un
incidente de algún tipo. La mejor respuesta es hacer todo lo posible
por mantener “rutinas normales” lo más que se pueda, sin que im-
porte qué otras cosas están ocurriendo.
Por ejemplo, la toma de rehenes en una zona de una institución
grande no tiene necesariamente que tener un impacto en las visitas
programadas en otra parte de la institución muy alejada de la zona
del incidente.
sistemas de clasificación
la gente
comentarios finales
jeff christian2
[179]
180 jeff christian
Ésta es, por supuesto, una discusión que puede mantenerse por
mucho tiempo. Concluiré simplemente diciendo que el uso justifica-
ble de fuerza es una realidad con la que deben vivir las prisiones.
Tener la capacidad de administrar situaciones que implican el uso de
la fuerza es un poco como tener un perro de guarda realmente feroz
en su jardín: puede ser verdaderamente eficaz protegiendo a su fa-
milia, pero puede también ser peligroso para su familia en alguna
situación que no sea la ideal. Debe ser bien manejado, tiene que
estar sumamente bien entrenado y debe utilizarse sólo cuando sea
necesario.
En resumen, la naturaleza de la fuerza en las prisiones alienta el
abuso de autoridad porque, en una enorme cantidad de casos, no se
cuenta con los controles suficientes y también, por estar las prisiones
“ocultas de la vista general”, que suele ser su naturaleza. Literalmen-
te, cualquier cosa puede suceder en un sistema penitenciario que no
aplica plenamente medidas que cuestan poco pero que sirven para
proteger tanto al personal como a los reclusos del abuso de poder y
de sus consecuencias. Entre estas medidas hay muchas que no son
caras, pero exigen un cambio de mentalidad. Finalmente, ninguna
188 jeff christian
introducción
Las bases que requerimos están contenidas en las Reglas mínimas para
el tratamiento de los reclusos de las Naciones Unidas de 1955, empero,
el documento nodal donde se sustenta el criterio que utilizamos es El
punto de vista latinoamericano, presentado por Juan Manuel Mayorca en
el Sexto Congreso de las Naciones Unidas para la Prevención del De-
lito y Tratamiento del delincuente, realizado en Caracas, en 1980.
Ese documento ya menciona claramente el principio de Impu
tabilidad Social, la aplicación en la práctica del principio de Corres-
ponsabilidad Social que deben tener los estados respecto de los ha-
bitantes de su territorio. Es, asimismo, un documento fundamental
para la incorporación definitiva del criterio de vulnerabilidad, que
es la susceptibilidad de ser dañado o herido por la privación de de-
rechos fundamentales en las etapas más frágiles de la existencia.
Podemos hablar de una vulnerabilidad psicosocial, que es propia
de la especie humana y se incrementa en los momentos históricos en
los cuales las situaciones de injusticia social fragilizan a las personas.
También nos podemos referir a una vulnerabilidad sociopenal para el
caso de aquellas personas que tienen mayor riesgo de ser captadas por
el sistema penal, en razón de los beneficios sociales que no pudieron
alcanzar por las condiciones socioeconómicas de su existencia.
Nuestro abordaje al tema de la evaluación y agrupamiento se sus-
tenta en la consideración de que el criterio de peligrosidad denota
una injusticia esencial cuando no se toma en cuenta la historia de la
1 Por las razones que en este trabajo se desarrollan, preferimos utilizar los vo-
Buenos Aires.
[189]
190 juan carlos domínguez lostaló
cambio de un paradigma
herramientas de trabajo
reiteramos
introducción
[199]
200 maría noel rodríguez
10 Marcela Lagarde, Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas
11 Marcela Lagarde, Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas
recomendaciones generales
13 Pacto internacional de derechos civiles y políticos, articulo 10, apartado 3, “El ré-
1999-2002 2005-2008
hombres mujeres hombres mujeres
cantidad % cantidad % cantidad % cantidad %
AR (02)(06) 44 969 95 2 402 5 41 517 95 2 172 5
BO (01)(08) 5 840 80 1 440 20 6 835 88 947 12
BR (02)(08) 229 772 96 10 335 4 413 334 94 27 192 6
CO (01)(08) 50 789 94 3 245 6 78 385 89 9 288 11
CR (02)(08) 6 772 92 604 8 8 048 93 562 7
CH (02)(08) 30 934 93 2 164 7 49 362 93 3 885 7
EC (02)(08) 7 048 91 682 9 14 666 90 1 582 10
SV (02)(05) 9 631 94 647 6 11 641 95 625 5
GT (02)(06) 7 028 95 390 5 6 516 95 341 5
HN (02)(08) 11 284 95 614 5 10 455 97 354 3
MX (00)(08) 145 107 96 6 555 4 206 334 95 11 123 5
NI (02)(08) 5 347 96 208 4 6 296 92 515 8
PA (02)(05) 9 143 93 721 7 10 788 93 814 7
PY (99)(08) 3 881 95 207 5 5 678 95 291 5
PE (02)(05) 25 597 93 1 896 7 31 098 93 2 380 7
DO (99)(08) 13 645 96 543 4 15 473 97 535 3
UY (02)(08) 5 367 95 262 5 7 170 93 535 7
VE (99)(06) 21 969 95 1 177 5 17 811 94 1 236 6
ARGENTINA 906 mujeres Ley de Hasta los cuatro Sí, Unidad 31.
A escala federal. presas. 10 % del estupefacientes años (art. 195 Ley
No incluye las total. (El Servicio (69%). 24 660).
provincias Penitenciario
Federal aloja el
30% del total de
las mujeres presas
en Argentina).
BOLIVIA 843 mujeres Ley núm. 1008 Hasta los seis Se cuenta con
presas. 14% del del régimen de la años. (art. guarderías en
total. coca y sustancias 26 Ley de tres de los nueve
controladas. Ejecución penal y departamentos:
supervisión. 2298) La Paz (3), Santa
Cruz (1) y Tarija
(1).
Si, para madres Si. Programas Hospitales, Sí, ambas. Seis unidades
con niños para primarias, Ministerio de para mujeres
menores de cinco angloparlantes, Educación, (3 exclusivas
años. taller de lactancia, Patronato, y 3 anexos
maternidad, Consulados, independientes,
sida, vínculos Universidad, 2 de éstos alojan
familiares, etc. organismos madres con hijos/
privados, etc. as) y una unidad
psiquiátrica y para
adultas mayores.
El arresto Sí, el No. En el 70% de 60 exclusivos
domiciliario es Departamento las unidades hay para mujeres, 450
una facultad del Penitenciario permiso para unidades mixtas.
juez de ejecución Nacional posee visita íntima.
penal. convenios con
varios estados.
Programas
de cocina,
confección de
ropa, pintura, etc.
Reclusas Se está Se cuenta con Sí (art. 106 Ley Cinco unidades
embarazadas a planificando apoyo en tres 2298). No visita exclusivas para
partir del sexto por la Dirección departamentos: homosexual. reclusas y
mes y hasta 90 Legal y de La Paz. Oruro siete pabellones
días del parto. Clasificaciones. y Santa Cruz. femeninos.
(art. 197, Ley Aldeas infantiles,
2298) Pastoral
Penitenciaria,
Iglesia católica,
Prefecturas.
Suspensión No se cuentan No hay apoyo Sí visita íntima No existen
de la pena en con programas de manera heterosexual. unidades
modalidad permanentes. sistemática. específicas para
de reclusión mujeres sino
nocturna y secciones para
sustitución de mujeres (Centro
prisión preventiva Penitenciario
femenino). En
Santiago un
establecimiento
exclusivo para
mujeres.
Sí, para mujeres Parcialmente. Instituto Sí, tiene derecho 11 reclusiones
embarazadas Colombiano a ambas visitas. para mujeres,
o con hijos/as de Bienestar 3 anexos, 11
menores o con Familiar. espacios en
incapacidad. cárceles de
varones.
continúa
222 maría noel rodríguez
COSTA RICA 480 mujeres Infracción Hasta los tres Casa Cuna
presas (nivel contra la Ley de años. al interior
institucional). 6% Psicotrópicos. del Centro
del total. Institucional
Buen Pastor y
Hogar Santa
María, institución
privada que vela
por el cuidado
de los y las hijos/
as de las mujeres
privadas de
libertad.
HONDURAS 354 mujeres Estupefacientes, Entre los dos y los Casa Cuna.
presas. 3% secuestro y tres años.
del total ( homicidio.
información del
ilanud, 2008)
mujeres en prisión 223
5. arresto/ 6. programas 7. organismos 8. visita íntima, 9. número de
prisión específicos para que colaboran heterosexual y unidades para
domiciliaria reclusas homosexual mujeres
continúa
224 maría noel rodríguez
PERÚ 2799 mujeres 69% Tráfico ilícito Hasta los tres Siete guarderías
presas. 7% del de drogas. años (Código en los penales de
total. Ejecución Penal). mujeres a escala
nacional.
Tres guarderías
en los penales
anexos de
varones.
continúa
226 maría noel rodríguez
VENEZUELA 1 578 mujeres Delitos de tráfico Hasta los tres Sólo cuatro
presas. 6% del y distribución de años (art. 75 de la establecimientos
total. drogas. Ley de Régimen cuentan con
Penitenciario). guardería infantil.
Este límite puede
ser prorrogado
por el Tribunal
de Protección
del niño y el
adolescente.
denia núñez1
de Costa Rica.
[228]
mujer, cárcel y derechos humanos 229
criminalización de la mujer”, realizado en la ciudad de Caracas entre
el 8 y el 10 de diciembre de 1997, patrocinado por el pnud, la Em-
bajada de Gran Bretaña, la Embajada Real de los Países Bajos, la
Embajada de los Estados Unidos de América, así como la Corte Su-
prema de Justicia de Venezuela, discutiéndose desde una perspectiva
de género los problemas de la criminalización de la mujer por delitos
de drogas, planteando algunas propuestas para planificar acciones
futuras.
Asimismo, la Fundación para el Debido Proceso Legal, la Co-
misión de Derechos Humanos del Distrito Federal y la Comisión
Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, realizó
en la ciudad de México el 28 y 29 de abril del 2003, un seminario-
taller “Violencia contra las mujeres privadas de libertad en América
Latina”.2 Las discusiones se orientaron hacia la violencia que pade-
cen cotidianamente las mujeres en detención policial, bajo custodia
migratoria o sometidas a prisión, poniendo énfasis en la protección
de los derechos humanos de éstas.
Por otra parte, teniendo como punto de partida el “Marco de
Quito”,3 en la programación 2002 y 2003 de la oacnudh se acordó
llevar a cabo un “Estudio sobre las condiciones de las mujeres en
prisión en los países de América Central con énfasis en la situación
de las mujeres madres y sus hijos e hijas menores de edad”. Se acordó
también que las recomendaciones de este estudio serían el objeto de
un taller donde los países de la subregión estudiarían las estrategias
para implementar las recomendaciones del mismo. Este trabajo fue
desarrollado por ilanud durante el año 2003, concluyendo con el
Taller Regional que se realizó en San José de Costa Rica del 24 al 26
de febrero del 2004.
En el Taller se analizaron una serie de problemas que afectan ne-
gativamente a las mujeres en prisión y particularmente a las mujeres
en prisión con hijos. Otros de los temas analizados fueron: los que
tienen relación con presupuestos insuficientes, los que se relacionan
2 <http://www.dplf.org/frameset_pub_span.htm>.
3 Surge a raíz de un taller sobre la “Promoción y protección de derechos hu-
manos para América Latina y el Caribe” realizado en la ciudad de Quito el 1 de
diciembre de 1999, organizado por la Oficina del Alto Comisionado para los Dere-
chos Humanos en cooperación con el gobierno del Ecuador. En este taller los go-
biernos consideraron las necesidades para la cooperación técnica en la región
adoptando como uno de los temas prioritarios el de la mujer.
230 denia núñez
le. <www.eclac.cl/cgi-bin/getProd.asp?xml=/publicaciones/xml/0/12980/P12980.
xml&xsl=/dds/tpl/p9f.xsl&base=/prensa/tpl/top-bottom.xslt>
6 Godoy, L. (2004), Entender la pobreza desde la perspectiva de género, cepal-
País Porcentaje
Colombia 47
Costa Rica 66
Ecuador 73
El Salvador 46
Guatemala 26
Honduras 59
Nicaragua 80
Panamá 72
Perú 56
República Dominicana 50
Venezuela 64
7 Statistics on Women and the Criminal Justice System, A Home Office publi-
del trabajo forzoso, Declaración de la oit relativa a los principios y derechos fun-
damentales en el trabajo y su seguimiento.
mujer, cárcel y derechos humanos 237
− Sistemas de protección contra cualquier forma de abuso
físico, mental, descuido, trato negligente, malos tratos.
− Servicios de salud adecuados.
− Suministro de alimentos nutritivos.
− Atención prenatal y posnatal a las madres.
− Condiciones adecuadas para el desarrollo físico, mental,
espiritual, moral, social.
− Espacios adecuados para el juego y el esparcimiento, es
decir, para las actividades recreativas propias de su edad.
part of a worldwide campaign against human rights abuses in the USA. For an
abridged version of this report, please see: United States of America: “Not Part of My
Sentence”: Violations of the Human Rights of Women In Custody, AI Index AMR
51/19/99.
238 denia núñez
víctor de currea-lugo1
introducción
[240]
el derecho a la salud en las cárceles 241
la salud como derecho humano4
Los fines últimos del derecho a la salud son salvar la vida, restablecer
la salud, mantener la salud y aliviar el sufrimiento, fines que no por
no poderse lograr el 100% de las veces deberían ser abandonados;
ni pedir lo imposible ni negar lo indispensable. El derecho a la salud
no es, no puede ser, el derecho a estar sano, sino a contar con deci-
siones, medios y recursos disponibles, accesibles, aceptables y de ca-
lidad que permitan garantizar el máximo nivel de salud posible. Este
derecho contiene libertades y medidas de protección. Libertades
como el control de la persona de su propio cuerpo y de su propia
salud, a la información relacionada con su salud, a rechazar trata-
mientos, a la salud reproductiva y sexual, a no ser torturado, entre
otras libertades. Y medidas de protección relacionadas con el acceso
a los medios y los recursos que le permitan mantener o tratar de
recuperar su salud5 entendiendo como acceso no sólo el acceso pro-
piamente dicho sino la oportunidad, disponibilidad, eficacia y efi-
ciencia de los servicios de salud.
La salud, vista como derecho humano, necesita de la aceptación
de una serie de conceptos sin los cuales es difícil, por no decir im-
posible, articular un discurso coherente. Esa serie de conceptos in-
cluye la aceptación de los derechos humanos, tanto como propuesta
moral como jurídica, con las implicaciones que esto conlleva. Una
justificación moral nos permitiría hablar de derechos morales6 que
se convierten en pretensión jurídica cuando la norma explícita lo
permite o, mejor, cuando obliga. Siguiendo a Rawls, el contrato social
del más alto nivel posible de salud. 11/08/2000. E/C.12/2000/4, cescr, Observación
general 14 (General Comments), Ginebra, 25 de abril a 12 de mayo de 2000, co-
mentario 8.
6 Sobre una argumentación en esta vía, véase Alfonso Ruiz Miguel, “Los dere-
7 John Rawls, Political liberalism, New York, Columbia University Press, 1993. Edición
Turín, 1985. [ed. consultada: Estado, gobierno y sociedad, por una teoría general
de la política, trad. José Fernández Santillán, México, fce, pp. 73 y 132.
el derecho a la salud en las cárceles 243
positivas. En las declaraciones de Teherán y de Viena no existe la
noción de generaciones de derechos, pues los dos pactos de 1996
(de derechos civiles y políticos, y de derechos sociales, económicos y
culturales) son complementarios e interdependientes, pudiéndose
afirmar que cada derecho tiene su personalidad propia, que no de-
pende de su inclusión en uno u otro pacto sino de su relación con
la noción de dignidad.11 Algunos pocos, todavía pretenden fijar lími-
tes entre derechos civiles y políticos, por un lado, y derechos sociales
por otro. Límite no sólo de difícil definición sino inútil y hasta peli-
groso a la hora de precisar exigibilidades jurídicas, especialmente
porque niega la noción de integralidad de los derechos humanos.
Todo derecho implica gastos al Estado, lo cual desmiente aún más
el mito de las generaciones de derechos. Garantizar la protección a
la vida, el derecho a la defensa o el derecho al voto (la garantía de
un sistema electoral) implica gastos estatales. Por eso, no es aceptable
dividir los derechos entre aquellos que implican gastos para el Estado
y aquellos que no, de modo que toda garantía de los primeros dere-
chos sería dependiente de recursos. En el derecho a la salud hay
aspectos que no dependen de recursos (equidad en el acceso a los
servicios, por ejemplo), ni tampoco de los muchos o pocos recursos
que haya, sino de la administración que se haga de éstos. Un derecho
supeditado a coyunturas deja de ser derecho para reducirse a una
reclamación sin exigibilidad moral ni jurídica como la que le otorga-
mos a los derechos humanos.
Para Rubio Llorente, los derechos humanos no son una lista ce-
rrada, no son un “elenco definido y estable”, sino que “el número y
contenido de éstos va aumentando y ensanchándose con el progreso
moral y político de la humanidad”,12 criterio al que se podría anexar
el del progreso técnico y científico. Los derechos humanos derivan
de la noción de dignidad humana, cuyo contenido se ha ido preci-
sando en un proceso histórico creciente.
acción de Viena, onu, 1993. “Todos los derechos humanos son universales, indivisibles
e interdependientes y están relacionados entre sí. La comunidad internacional debe
tratar los derechos humanos en forma global y de manera justa y equitativa, en pie
de igualdad y dándoles a todos el mismo peso” (Viena, numeral 5).
12 Francisco Rubio Llorente, “El núcleo duro de los derechos humanos desde
guide to Documents on Health and Human Rights, Londres, Martinus Nijhof Publishers,
1998; Virginia Learly, “The Right to Health in International Human Rights Law”,
en Health and Human Rights, núm. 1, Boston, 1994, pp. 24-56; Brigit Toebes, “The
Right to Health”, en Asbjorn Eide, et al. (eds.), Economic, Social and Cultural Rights,
Dordrecht, Martinus Nijhoff Publishers, 2001, pp. 169-190; y de la misma autora,
Brigit Toebes, The Right to Health as a Human Right in International Law, Antwerpen,
Intersentia-Hart, 1999.
el derecho a la salud en las cárceles 245
sector salud de los muchos o pocos recursos que le sean asignados,
es decir, la equidad que se persigue en su distribución. Retomemos
las palabras de Pechman, Aaron y Taussig: “el mejor método de fi-
nanciamiento (de la seguridad social) depende decididamente de lo
que la nación considere como la razón de existencia del sistema”.14
El puesto de la salud en el derecho internacional de los derechos
humanos es indiscutible. Aparece como parte de otros derechos,
como el trabajo y la seguridad social;15 está incluida de manera ex-
plícita en normas internacionales contra la discriminación racial y de
la mujer;16 aparece como límite al ejercicio de otros derechos;17 es el
resultado no sólo de la acción de Estado sino de su abstención (por
ejemplo en el caso de tortura y lo relacionado con la integridad físi-
ca de las personas);18 y finalmente, también aparece como derecho
en sí.19 En la práctica, el derecho a la salud depende también de la
concreción de otros derechos, como los derechos laborales de los
trabajadores de clínicas y hospitales.
14 Citado por Philip Musgrove, “El efecto de la seguridad social y la atención
como una condición que limita el ejercicio de ciertos derechos, en su orden: circu-
lación (art. 12), manifestación religiosa (art. 18), libertad de expresión (art. 19),
derecho de reunión pacífica (art. 21) y derecho de asociación (art. 22). Además
aparece como límite en la Declaración sobre la eliminación de todas las formas de intole-
rancia y discriminación fundadas en la religión o las convicciones, onu, 1981, y en la
Convención sobre los derechos del niño, onu, 1989.
18 Véase Convención contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o de-
gradantes, onu, 1984; Pacto internacional de derechos civiles y políticos, onu, 1966; Segun-
do protocolo facultativo del pacto internacional de derechos civiles y políticos, destinado a
abolir la pena de muerte, onu, 1989; Declaración sobre la protección de todas las personas
contra las desapariciones forzadas, onu, 1992; Convención para la prevención y la sanción
del delito de genocidio, onu, 1948; Pacto internacional de derechos económicos, sociales y
culturales, onu, 1996; Convención sobre derechos del niño, onu, 1984.
19 Véase Pacto internacional de derechos económicos, sociales y culturales, arts. 10 y 12
20 Estos principios plantean que los estados: a] actúen tan rápido como les sea
humanos, Comisión Andina de Juristas, Seccional Colombia, Bogotá, 1993, pp. 365 ss.
22 Este artículo empieza así: “Los Estados Partes en el presente Pacto reconocen el
derecho de toda persona al disfrute del más alto nivel posible de salud física y mental”.
el derecho a la salud en las cárceles 247
Al igual que todos los derechos humanos, el derecho a la salud impone tres
tipos o niveles de obligaciones a los estados partes: la obligación de respetar,
proteger y cumplir. A su vez, la obligación de cumplir comprende la obliga-
ción de facilitar, proporcionar y promover. La obligación de respetar exige
que los estados se abstengan de injerirse directa o indirectamente en el
disfrute del derecho a la salud. La obligación de proteger requiere que los
estados adopten medidas para impedir que terceros interfieran en la aplica-
ción de las garantías prevista en el artículo 12 (del Pacto). Por último, la
obligación de cumplir requiere que los estados adopten medidas apropiadas
de carácter legislativo, administrativo, presupuestario, judicial o de otra ín-
dole para dar plena efectividad al derecho a la salud.23
27 Brody limita el debate al modelo privado de salud de los Estados Unidos,
Hay dos premisas innegociables que deben ser tenidas en cuenta aun
en las condiciones más difíciles, premisas que por obvias parece que
se olvidan con demasiada facilidad. Uno: la persona bajo detención
es un ser humano y, como tal, es titular de derechos humanos y, dos:
la cárcel es un castigo legal que no debe ser la excusa para todo tipo
de castigos. La persona bajo detención pierde el derecho a la libertad,
pero no pierde su dignidad ni el resto de los derechos humanos.
Las sociedades han adoptado la prisión como una forma de castigo
frente a ciertas faltas, de acuerdo con unas reglas penales estable-
cidas, pero tal castigo no va más allá de la privación de la libertad,
lo que implica, en rigor, que la persona en cuestión no necesaria-
mente pierde la titularidad de los demás derechos. La persona bajo
detención tiene derechos consagrados en los pactos internacionales
y aceptados por el derecho constitucional interno. Tales pactos sos-
tienen que:
36 Pero “No se considerarán torturas los dolores o sufrimientos que sean con-
salud y detención
Medidas disciplinarias
La detención incluye medidas disciplinarias para garantizar cierto
nivel de comportamiento de los detenidos. Pero estas medidas, inde-
pendientemente de la falta cometida, no pueden incluir torturas, ni
37 Nelson Mandela, El largo camino hacia la libertad, Barcelona, Circulo de Lec-
tores, 1995.
254 víctor de currea-lugo
Trabajos
Muchas prisiones tienen programas de trabajo para los detenidos que
además sirve para la rebaja de penas. Como en cualquier centro de
trabajo, se debe contar con un mínimo de condiciones de seguridad
y protección, así como de medidas correspondientes con la salud del
trabajo (salud ocupacional).
Mujeres detenidas
La mujer en prisión está en una condición de mayor vulnerabilidad
que la del varón. “Las prisiones tienden a ser administradas desde
una perspectiva masculina […] esto supone que los procedimientos
y programas han sido diseñados a la medida de las necesidades de la
población masculina mayoritaria”.39 Por eso algunos autores sostie-
nen que las mujeres están “invisibilizadas” en el tema carcelario. Por
ejemplo, el diseño arquitectónico de las prisiones se hace pensando
en los varones. En cuanto a medidas de seguridad, con las mujeres
no es necesario el despliegue de fuerza que se hace para con los
hombres. Y en cuanto a los trabajos asignados, las mujeres reciben
oferta de trabajos que reproducen los papeles de género.40
Si a esto se suma que sean madres, madres gestantes o mujeres
embarazadas, la vulnerabilidad es aún mayor. La posibilidad de que
las mujeres hayan sido víctimas de abusos sexuales y de maltratos fí-
sicos antes de entrar en prisión es alta. Igualmente de que presenten
enfermedades de transmisión sexual.
En las sociedades patriarcales el cuidado de los hijos depende de
la madre. Una madre en prisión significa una familia sin su apoyo,
38 Art. 7, Pacto internacional de derechos civiles y políticos, onu, 1966; Convención
1] Los hombres y las mujeres deberán ser recluidos, hasta donde fuere po-
sible, en establecimientos diferentes; en un establecimiento en el que se
reciban hombres y mujeres, el conjunto de locales destinado a las mujeres
deberá estar completamente separado (regla 8) […] En los establecimientos
mixtos, la sección de mujeres estará bajo la dirección de un funcionario fe-
menino responsable, que guardará todas las llaves de dicha sección del esta-
blecimiento. 2] Ningún funcionario del sexo masculino penetrará en la
sección femenina sin ir acompañado de un miembro femenino del personal.
3] La vigilancia de las reclusas será ejercida exclusivamente por funcionarios
femeninos. Sin embargo, esto no excluirá que funcionarios del sexo mascu-
lino, especialmente los médicos y personal de enseñanza, desempeñen sus
funciones profesionales en establecimientos o secciones reservados para
mujeres (regla 53).
tivos, probar vínculo de pareja, etc.) que no son exigidos para los
reclusos varones”.42
Menores de edad
Se entiende como menor de edad a toda persona que aún no ha
cumplido 18 años y, por lo tanto, está protegido por los derechos
contemplados en la Convención sobre los derechos del niño (1989).
Existen reglas especiales para el tratamiento carcelario de los meno-
res de edad, como el hecho de estar separados de los adultos (“los
detenidos jóvenes deberán ser separados de los adultos”, regla 8), la
prisión deber ser el último recurso frente al menor delincuente, y se
procurará el establecimiento de lugares intermedios (centros de
acogida, hogares educativos, centros de capacitación diurnos) para
facilitar el tratamiento de estos menores.
Prácticas no escritas
En las prisiones existen códigos de comportamiento no escritos que
perpetúan dinámicas o prácticas que pueden afectar el derecho a la
salud. Corresponde explorar tales códigos y modificarlos, o prohibir-
los si fuera necesario. Ciertos comportamientos de poder, costumbres
establecidas por los guardianes, prácticas usuales y permitidas de los
presos, pueden constituir un clima de impunidad nocivo para los de-
rechos de los detenidos. Un elemento a ser explorado son las formas
de resolución de conflictos dentro de la prisión. Buena parte de esas
dinámicas son alimentadas y perpetuadas –o por lo menos aceptadas–
por los guardianes y las autoridades carcelarias, correspondiendo a
ellos su erradicación. La corrupción oficial en las cárceles se ampara
de la impunidad y de la indiferencia de las sociedades sobre lo que
pasa en su centro de detención, “Las prisiones no pueden elegir a
sus reclusos. No obstante sí pueden elegir a su personal”.43
44 Vicente Martín, “Las prisiones y la salud pública”, El País, Madrid, 8 de junio
El médico deberá examinar a cada recluso tan pronto sea posible después de
su ingreso y ulteriormente tan a menudo como sea necesario, en particular
para determinar la existencia de una enfermedad física o mental, tomar en su
caso las medidas necesarias; asegurar el aislamiento de los reclusos sospechosos
de sufrir enfermedades infecciosas o contagiosas; señalar las deficiencias físicas
y mentales que puedan constituir un obstáculo para la readaptación, y deter-
minar la capacidad física de cada recluso para el trabajo (regla 24).
El ingreso en prisión ofrece una oportunidad de mejorar el estado de
salud de las poblaciones marginales y marginadas de la sociedad; o al menos
de minimizar el riesgo de empeorarlo […] Desaprovechar esta ocasión su-
pone una doble injusticia.45
Hacinamiento
Uno de los principales problemas de las prisiones de América Latina
es la sobrepoblación penitenciaria, entendida como el “exceso de
personas privadas de libertad sobre la capacidad de alojamiento ofi-
cialmente prevista”. De 18 países estudiados, 15 presentan problemas
de hacinamiento crítico.47
No se pueden seguir considerando las prisiones como sitios de
depósitos de personas que la sociedad margina y les priva de la liber-
tad. El hacinamiento se asocia con enfermedades de la piel (parási-
tos) y enfermedades respiratorias (tuberculosis). En ese caso, como
en muchos otros, la solución no depende de los antibióticos sino de
evitar el hacinamiento.
Según las normas mínimas “Los locales destinados a los reclusos y
especialmente a aquellos que se destinan al alojamiento de los reclusos
durante la noche, deberán satisfacer las exigencias de la higiene, ha-
bida cuenta del clima, particularmente en lo concerniente al volumen
de aire, superficie mínima, alumbrado, calefacción y ventilación” (re-
gla 10). No existe una norma sobre el espacio mínimo para cada de-
tenido. Las estimaciones de espacio por persona dependen del tiempo
que esa persona estará destinada a las celdas, siendo mayor el impacto
de un espacio reducido si es mayor el tiempo a estar en él.48
Disponibilidad
Implica contar con un número suficiente de establecimientos, bienes
y servicios públicos de salud, así como de programas. Se necesita que
existan recursos físicos, humanos y financieros que garanticen el
derecho a la salud de las personas bajo detención. Las cárceles pre-
sentan perfiles de salud particulares y, por lo tanto, requieren algunas
veces del desarrollo de programas especiales.
En un estudio sobre las mujeres detenidas en cárceles centroame-
ricanas se encontró que “muchos centros penales no cuentan con
una atención suficiente, especializada, de calidad y que contemple la
salud sexual y reproductiva de las mujeres. Se constató la falta de
atención de médicos ginecólogos en varios establecimientos así como
de pediatras para los hijos e hijas que conviven con sus madres”.52
Accesibilidad
Los establecimientos, bienes y servicios de salud deben ser accesibles
a todas las personas, sin discriminación alguna. La accesibilidad pre-
senta cuatro dimensiones superpuestas: i] No discriminación; ii]
Accesibilidad física; iii] Accesibilidad económica (accesibilidad); iv]
Acceso a la información. La no discriminación implica que la aten-
ción médica no puede variar dependiendo del tipo de delito come-
tido por la persona. La accesibilidad física implica que los horarios
deben ser adecuados al horario de la prisión, pero además que du-
rante las noches y los fines de semana deben existir mecanismos que
le hagan posible a los presos acceder a servicios de salud. La accesi-
bilidad económica en el caso de las prisiones debe ser una preocu-
pación del director del centro de detención y en ningún caso del
detenido. Y el acceso a la información, el detenido tiene derecho a
conocer su enfermedad, las posibilidades terapéuticas e, incluso, el
rechazo de tratamientos.
Aceptabilidad
Todos los establecimientos, bienes y servicios de salud deberán ser
respetuosos de la ética médica y culturalmente apropiados. En el
caso de las prisiones, con presos de alta peligrosidad, es necesario
lograr el equilibrio entre las medidas de protección debida para el
personal de salud y el derecho de los presos a acceder a los servicios,
teniendo en cuenta la confidencialidad y privacidad del examen
médico. La confidencialidad es aquí un elemento central. Los mo-
tivos de consulta no son una información pública ni a disposición
de las directivas del penal, sino que hace parte del secreto profesio-
nal médico.
Calidad
Los establecimientos, bienes y servicios de salud deberán ser también
apropiados desde el punto de vista científico y médico y ser de bue-
na calidad. A diferencia de los centros de salud extracarcelarios, el
ideal es que el servicio de salud del centro de detención cuente con
recursos suficientes y adecuados que le permitan cierta autonomía,
precisamente por las características de seguridad que impone una
prisión. Por ejemplo, se recomienda la autonomía para practicar
pruebas de laboratorio de manera ágil, sin depender de un centro
externo, pues un diagnóstico oportuno evita transporte innecesario
de detenidos o el aplazamiento de traslados necesarios.
Tuberculosis
En los países pobres, por el grado de desnutrición, es frecuente en-
contrar pacientes con tuberculosis. Si no es tratado, cada individuo
con tbc activa puede infectar entre 10 y 15 personas al año. La com-
binación, cada vez más frecuente, entre vih/sida y tbc es mortal. En
países desarrollados, el resurgimiento de la tuberculosis se da sólo
luego de la aparición de casos resistentes a los tratamientos conven-
cionales asociados con vih/sida.53
En 2002, más de 10% de la población total de Rusia tenía tuber-
culosis activa. Alrededor de 42% de todos los pacientes con tbc en
Rusia están en prisiones y al menos 60% de éstos son multirresisten-
tes a los tratamientos.54 El tratamiento del paciente con tbc puede
requerir aislamiento, dieta especial (especialmente si el promedio de
nutrientes en prisión es más bajo que el ideal), ventilación, educación
en salud para mejorar la prevención, supervisión para evitar el aban-
dono del tratamiento (especialmente por lo prolongado del mismo),
baciloscopía de control, y revisión de los casos en que haya resisten-
cia al tratamiento.
El Comité Internacional de la Cruz Roja (cicr), ha desarrollado
programas contra la tuberculosis en prisiones del Cáucaso Sur: Geor-
gia, Armenia, Azerbaiyán, con logros importantes, a pesar del hallaz-
go de casos resistentes a tratamientos y de las condiciones de deten-
ción que facilitan la enfermedad.55
53 Véase, en general, Médicos Sin Fronteras (msf), Memoria Internacional, 2003-
2004.
54 Improving Prison Healthcare in Eastern Europe and Central Asia, Guidance
Salud mental
Estar en la cárcel es suficiente motivo para deprimirse, pero no todos
los detenidos desarrollan la enfermedad mental llamada “depresión
mayor”. Una persona detenida que no expresa preocupación alguna
es lo “anormal”. A nadie, en principio, le gusta estar encerrado. En
Inglaterra, la tasa de suicidios entre reclusos es seis veces mayor que
5 de septiembre de 2003.
58 Coyle, La administración penitenciaria..., p. 47.
59 “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y
Urgencias
El primer problema que enfrentan las urgencias nocturnas son los
mismos controles de seguridad establecidos para la población carce-
laria durante la noche. Allí se manifiesta de nuevo la tensión entre
seguridad y salud. No se pide que se renuncie a medidas de seguri-
ro de 2006.
268 víctor de currea-lugo
Educación en salud
La cárcel es un espacio que facilita, de alguna manera, el seguimien-
to de ciertos programas de salud y la posibilidad de desarrollar pro-
gramas sostenidos de educación en salud que beneficiarían no sólo
a las personas detenidas sino también a sus familiares (por ejemplo,
una campaña promoviendo el uso del preservativo para prevenir
enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados).
Es cierto que no todas las variables de salud dependen de la infor-
mación y también es cierto que no basta la información para prevenir
las enfermedades, pero sí es un elemento sin duda central en la
prevención de las enfermedades y su diagnóstico oportuno.
el derecho a la salud en las cárceles 269
ética médica y personas bajo detención
conclusión
denia núñez1
el personal penitenciario
[272]
el personal penitenciario 273
necesariamente dotados de gran cabeza y gran corazón...” Creo que
es la forma en que debe caracterizarse el personal penitenciario.
Una de las labores más difíciles de la administración pública es la
relacionada con el trabajo penitenciario. Quienes hemos tenido la
valiosa experiencia de laborar en cárceles sabemos lo particular que
resulta la institución penitenciaria. Una institución en la cual las
cosas se viven siempre al límite (al menos en el ámbito latinoameri-
cano), hacemos intervenciones en situaciones extremas, y donde el
personal debe a cada minuto resolver situaciones, en las cuales, la
mayor parte de las veces está en juego la vida de las personas. Y la
vida en el sentido amplio de la palabra, no sólo en la protección de
la integridad, sino porque tomamos decisiones sobre las personas,
decisiones que afectan su vida.
Para trabajar en una prisión, uno debe entender en qué entorno
se está realizando su trabajo para poder así darle un sentido. Enten-
der la prisión como institución total en el sentido de lo que apunta-
ba Goffman en su clásico libro Internados. Entender que la cárcel es
una contradicción y que la mejor prisión que consigamos será siem-
pre una mala prisión.
Como le escuchara una vez a Pedro David, la cárcel ha superado
los límites de vigencia del fracaso. Es decir, la cárcel ha fracasado
como institución recuperadora y tampoco ha funcionado como me-
dida ejemplarizante. El paradigma de la resocialización entró en
crisis. Esto no significa que el personal deba resignarse a lo irreme-
diable de la situación, el conformismo sólo daña. Es ahí, donde las
cosas son más inhumanas, que tiene sentido un trabajo humano.
Lo que sucede es que, ante la imposibilidad de cumplir la tarea,
en los términos en que la misma ha sido establecida, lo que viene de
afuera no siempre es apoyo y claridad, usualmente son críticas. Aho-
ra bien, ¿cómo asumimos el personal penitenciario estas críticas?,
generalmente las sentimos como un ataque y lo vivimos en nuestra
persona, sentimos que no se valora nuestro aporte a la sociedad.
Algunos sectores de la sociedad consideran que los presos son per-
sonas de segunda categoría y, a veces, los funcionarios nos sentimos
como funcionarios de segunda categoría. El trabajo penitenciario no
tiene un estatus alto. Máxime si consideramos que en una sociedad
regida por una economía de mercado, el estatus de las personas se
mide muchas veces por el lugar de trabajo y el salario que se tenga.
Bueno, y es que muchas veces la cárcel, como institución, margina
274 denia núñez
stephen nathan2
introducción
Este capítulo explica cómo, en los 25 años que han pasado desde que
surgió de nuevo la política de privatización de la prisión en Estados
Unidos de América, que se extendió internacionalmente, ha tenido
un impacto negativo. También mostrará cómo la financiación y el
suministro de prisiones y de servicios penitenciarios privados desvía
dineros públicos hacia los bolsillos de unos pocos a costas de la so-
ciedad en general.
Desenmascara algunos mitos que existen sobre “sociedades publi-
coprivadas” que se conocen en diversas formas como iniciativa de
financiación privada (ifp), sociedad publicoprivada (spp), “partena-
riado público privado” (ppp) y también como concesiones. También
subraya la discrepancia entre lo que la industria de la prisión privada
proclama como su éxito operativo y lo que ha descubierto la investi-
gación independiente.
Igualmente sugiere que es necesario examinar cuidadosamente y
someter a debate público los planes gubernamentales de privatiza-
ción de las prisiones o de los servicios penitenciarios antes de que se
tomen las decisiones. Sin embargo, las argumentaciones acerca de
las prisiones públicas, privadas o semipúblicas no deberían distraer
la atención del debate más fundamental acerca del futuro de los
sistemas de justicia penal como un todo y la necesidad de garantizar
que la prisión sea utilizada sólo como medida de último recurso.
[280]
privatización de la prisión 281
algunos incidentes recientes
brero de 2005.
privatización de la prisión 285
La Corrections Corporation of America se ha convertido en la
empresa penitenciaria privada más grande de Estados Unidos y ad-
ministra más de 60 cárceles y centros de detención de inmigrantes,
así como contratos de transporte de personas presas. Las ganancias
brutas de la cca en el año financiero que concluyó el 31 de diciem-
bre de 2006, fueron de 357 millones de dólares en ingresos sobre
1 300 000 de dólares. Las ganancias brutas del Grupo geo en 2006
fueron de 143 millones en ingresos estadunidenses e internacionales
sobre 860 millones de dólares.6 Para 2007 los ingresos de las compa-
ñías habían aumentado a 1 500 millones y a 1 200 millones de dóla-
res, respectivamente. En fechas recientes las acciones de ambas han
adquirido el mayor valor en su historia.
Ya en 1995 un analista de la industria expresó que la cca había
identificado a México y a Panamá como potenciales y tempranos
mercados internacionales. En estos momentos Latinoamérica se libe-
rará de la intervención de esa empresa, ya que la cca vendió sus
operaciones internacionales y ahora funciona sólo en Estados Unidos
de América.7
Como ejemplo de sus aspiraciones, el logotipo de la Wackenhut
Corrections Corporation mostraba un mundo tras las rejas. El logo-
tipo fue cambiado después cuando la compañía se dio a conocer
como el Grupo geo, pero la geo continúa siendo una empresa inter-
nacional: es la segunda empresa de prisiones privadas en Estados
Unidos de América. Tiene contratos en materia penitenciaria en
África del Sur y en Australia, administra un centro de detención de
inmigrantes en el Reino Unido y tiene un contrato de custodia en el
Centro de Detención de Inmigrantes de los Estados Unidos en la
Bahía de Guantánamo en Cuba.
Un ejecutivo de otra empresa de prisiones estadunidense, la Ma-
nagement and Training Corporation (mtc) fue llamado por el go-
bierno de Estados Unidos para montar y poner en funcionamiento
la prisión iraquí de Abu Ghraib. La mtc también administra una
dunidenses cuyas acciones han sido puestas a disposición del público véanse los
documentos de las empresas enviados a la Comisión de Bolsa y Valores (sec) en
<www.sec.gov/edgar.shtml>.
7 Para un perfil de la cca véase “Corrections Corporation of America: A Critical
Look at Its First Twenty Years”, P. Mattera, M. Khan y S. Nathan, Grassroots Leader-
ship, diciembre de 2003, <www.osi.org/publications>.
286 stephen nathan
8 “Exciting Cities, the changing face of Lima”, G4S International magazine, di-
ciembre de 2007.
9 “Prisoners in 2006”, Bureau of Justice Statistics Bulletin, W. Sabol, H. Couture y
Perspectives”, Richard E. Culp, Criminal Justice Policy Review, vol. 16, núm. 4, diciem-
bre de 2005.
290 stephen nathan
15 Merchandizing prisoners, Who Really Pays for Prison Privatization?, Byron Price,
16 Ley 24.660, Art. 199, Ley de Ejecución de la Pena Privativa de la Libertad,
19.6.1996.
17 A fines de 2007 se informó que Chile encargará ocho cárceles semiprivadas
más.
18 Rapport public thématique, Garde et reinsertion, la gestion des prisons, La documen-
1988.
privatización de la prisión 293
sociedades públicas privadas
(o partenariados publicoprivados)
de junio de 2007.
privatización de la prisión 297
Para todos los gobiernos las cárceles y otra infraestructura encar-
gada conforme a la modalidad spp parecen en la superficie ser atrac-
tivas financiera y políticamente. Pero esto es eficiencia política de
corto plazo. Entre tanto, para el sector privado, el sistema spp es una
simple estrategia para ampliar los mercados.
Aunque hay una variedad de modelos en funcionamiento, la op-
ción preferida y más rentable del sector privado es aquella en la que
el gobierno entrega el financiamiento, el diseño y la construcción de
unas instalaciones y el suministro de los servicios afines a un consor-
cio. En el caso de una prisión, típicamente a un banco o varios ban-
cos, una empresa de construcciones y mantenimiento, y un operador
de prisiones. El gobierno firma un contrato por 25 años y conviene
en pagar un cargo mensual durante ese periodo una vez que la cárcel
está lista y preparada para recibir a los reclusos. El principal atractivo
para esta venta es que el gobierno no tiene costos de capital inme-
diatos puesto que el consorcio es quien toma el dinero en préstamo
para financiar el proyecto.
No obstante, tal como lo revela la experiencia en el Reino Unido,
Australia, África del Sur, Canadá y otros sitios, estas estrategias gene-
ran implicaciones sociales, económicas y políticas negativas.
chile
24 “An Examination of the UK Treasury’s Evidence Base for Cost and Time
rrectionscorp.com>.
29 En el año 2008 la cca instaló un nuevo sitio en red: <www.the360.com>, para
2007.
308 stephen nathan
2005.
privatización de la prisión 309
En cuanto a Estados Unidos de América, donde surgió todo esto,
es preciso tener presente lo que se ha mencionado anteriormente.
En Sudáfrica, en 2007, el departamento de prisiones manifestó a
los ministros que “los centros en modalidad spp no están funcionan-
do mejor que nuestros centros penitenciarios más nuevos” y que “la
administración operativa debería estar a cargo del gobierno”.
El señor Kenny MacAskill, secretario de Justicia de Escocia, hizo
eco de este sentimiento en agosto de 2007 cuando dijo: “la seguridad
pública debe ser lo primero, no el beneficio privado. Queremos re-
construir un servicio penitenciario escocés que sea exactamente eso:
un servicio público, no una agencia de negociación”.
Ni la industria ni los promotores de la privatización mencionan
nada de esto en su material promocional que dan a los gobiernos.
Ya el que sean bancos los que deciden quién debería administrar las
cárceles, debería ser una preocupación importante. Pero la privatiza-
ción permite que el sector privado moldee también la política de
justicia penal en otras formas.
En Estados Unidos funciona así: en 1990 el máximo ejecutivo de la
Corrections Corporation of America admitió lo siguiente: “Gastamos
literalmente millones de dólares instruyendo a nuestros legisladores
acerca de las ventajas de los administradores penitenciarios privados”.
Démosle al tabulador y avancemos hasta abril de 2006 para ver cómo
en un informe independiente se mostró que, durante las elecciones
de 2002 y de 2004, empresas que administraban cárceles privadas, sus
representantes ejecutivos y sus promotores en corrillos legislativos hi-
cieron una contribución de 3.3 millones de dólares a candidatos y a
partidos políticos estatales. El informe decía: “Tras examinar sus con-
tribuciones más de cerca se ve una estrategia apuntada a dar a aquellos
candidatos que sean quienes más probablemente afectarán las leyes y
los presupuestos relacionados con el ámbito penitenciario”.34
34 “Policy Lockdown: Prison Interests Court Political Players”, National Institu-
tral de las contribuciones políticas, para ser considerada en la reunión anual gene-
ral del Grupo geo el 1 de mayo de 2008, <www.sec.gov/Archives/edgar>.
privatización de la prisión 311
das son bien recibidas en Perú […] la mayor parte de la gente en la
zona metropolitana de Perú está a favor del desarrollo de instalacio-
nes privadas de detención”.36 Este tipo de publicidad está destinado
a allanar el camino para las cárceles privadas en Perú, ya que si llegan
a darse son los miembros de este grupo de promotores quienes más
probablemente se harán de los contratos.
Y en cuanto a poner en la mira el “mercado” internacional en
general, el sector privado hasta se ha emparejado con una organiza-
ción internacional de reforma penitenciaria a la que le agrada ver
que empresas penitenciarias patrocinen conferencias en las que se
promueve la participación privada en el ámbito penitenciario. La
Asociación Internacional de Instituciones Penitenciarias (Internacio-
nal Corrections and Prisons Association, icpa) está particularmente
interesada en trabajar con los llamados países en vías de desarrollo.
En la conferencia de la icpa en 2001, el representante de una em-
presa estadunidense manifestó que la estrategia de la industria debe-
ría ser presentar sus atributos “sin que pareciera que estaba buscando
contratos”.37
¿Quién sabe lo que en realidad está ocurriendo detrás de los es-
cenarios en América Latina para convencer a los gobiernos de priva-
tizar las prisiones?
38 “State Punishment and Private prisons”, profesora Sharon Dolovich, Duke Law
39 Downsizing Prisons: How to Reduce Crime and End Mass Incarceration, Michael
elías carranza1
[315]
316 elías carranza
contra EUA, 397, EUA 742, y por la Corte Suprema de Justicia de California en
People contra West (1970).
la privatización penitenciaria 317
1] Punto de vista constitucional y legal: ¿es delegable la función esta-
tal de la ejecución de la pena?
2] Punto de vista de política criminológica: ¿qué ventajas o desventa-
jas desde este punto de vista traen las cárceles privadas?
3] Punto de vista económico: ¿implica un ahorro para el Estado la
delegación de tales actividades a la empresa privada?
4] Punto de vista ético: aunque la constitución y las leyes lo permitie-
ran, o si las cambiáramos con tal objetivo, ¿es éticamente lo me-
jor privatizar la ejecución de la justicia penal?, ¿privatizar el ejer-
cicio del poder punitivo estatal?
país “x” con capacidad para 10 000, pero con 15 000 personas presas
10 cárceles de 1 000 cupos cada una número de presos/as por cada cárcel
0 cárceles privadas 0
10 cárceles públicas 1 500
país “y” con capacidad para 10 000, pero con 15 000 personas presas
10 cárceles de 1 000 cupos cada una número de presos/as por cada cárcel
1 cárcel privada 1 000
9 cárceles públicas 1 555
Walmsley, que publica el International Centre for Prison Studies del King’s College
de la Universidad de Londres, indica que Canadá tiene 116 personas presas por
cada cien mil habitantes. Estados Unidos de América 756.
320 elías carranza
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ge Monbiot, 3 de marzo.
Walmsley Roy, 2009, World Prison Population List (8a. ed.), Londres, Interna-
tional Centre for Prison Studies, King’s College.
los autores
elías carranza
Argentino radicado en Costa Rica, director del ilanud. Como inves-
tigador trabaja en política criminal, sociología criminal y sociología
del sistema de justicia penal. Ha enseñado en diversas universidades
y centros de estudio. Autor de libros y artículos en revistas especiali-
zadas. Cabe nombrar sus libros Justicia penal y sobrepoblación penitencia-
ria: respuestas posibles (Siglo XXI Editores, 2001); Delito y seguridad de
los habitantes (Siglo XXI Editores, 1997); Criminalidad: ¿prevención o
promoción? (euned, 1994 y 1997); Sistemas penitenciarios y alternativas a
la prisión (Depalma, 1992, con Houed, Mora y Liverpool); Infancia,
adolescencia y control social en América Latina (Depalma, 1990, con E.
García Méndez y otros); Sistema penal y derechos humanos en Costa Rica
(Educa, 1989, con H. Isa y M. León); El preso sin condena en América
Latina y el Caribe (ilanud, 1983 y 1988, con E. R. Zaffaroni, M. Houed
y L. P. Mora). Por su función en el ilanud visita con frecuencia y
trabaja en los sistemas de justicia penal de los países de la región.
jeff christian
Canadiense, consultor internacional sobre prisiones y derechos
humanos. Experto internacional del Instituto Raoul Wallenberg de
Derechos Humanos y Derecho Humanitario de Suecia, y asociado del
Centro Internacional para la Reforma Penal y la Política Criminal del
Canadá. Luego de una carrera de 25 años en el Servicio Correccio-
nal de Canadá –18 de ellos como director “senior” de prisiones– Jeff
Christian trabaja desde 1999 como consultor internacional indepen-
diente para implementar los derechos humanos en las cárceles, pro-
porcionando asesoramiento y capacitación a equipos de dirección,
funcionarios de línea y capacitadores. Trabaja también en numerosos
otros proyectos en material de justicia penal. Explica su labor como
penitenciarista diciendo que “no es solamente un trabajo, es una
vocación y un convencimiento de que podemos ser mejores”.
[327]
328 los autores
andrew coyle
Escocés, profesor de estudios penitenciarios en el Centro Internacio-
nal de Estudios Penitenciarios del King´s College de la Universidad
de Londres, y entre 1997 y febrero del 2005 fue también director de
dicho centro de estudios. Antes de ello trabajó durante veinticinco
años en el nivel “senior” del Servicio Penitenciario del Reino Unido,
tiempo durante el cual fue director de varias prisiones. Es doctor en
Criminología de la Facultad de Derecho de la Universidad de Edim-
burgh y “fellow” del King's College de Londres. Entre sus publicacio-
nes cabe nombrar Las prisiones que merecemos (1994); La administración
penitenciaria en el contexto de los derechos humanos (2002); Administrando
las prisiones en tiempos de cambio (2002) y Comprendiendo las prisiones
(2005).
víctor de currea-lugo
Peruano, médico, especialista en derechos humanos, especialista en
gerencia de servicios de salud y máster en estudios de América Latina.
Recibió el título de doctor con una tesis sobre la salud como derecho
humano. Ha participado en organizaciones humanitarias y de dere-
chos humanos en Colombia, España, Palestina, Sahara Occidental y
Bolivia, tales como el Comité Internacional de la Cruz Roja (cicr).
Profesor invitado en universidades en Colombia, España y Suecia.
Coautor de los libros Derecho internacional humanitario y sector salud: el
caso colombiano (Plaza y Janés y cicr, Bogotá, 1999) y La salud como
derecho humano (Universidad de Deusto, Bilbao, 2005).
christer isaksson
Sueco, psicólogo, director de Seguridad del Sistema Penitenciario y
de Probación de Suecia. Ex director de Capacitación del Sistema
Penitenciario y ex director de cárcel durante una larga carrera de 30
años como penitenciarista. Ha realizado misiones en diversas regio-
nes del mundo como capacitador en materia penitenciaria, sobre
todo en relación con los derechos humanos, la seguridad y el sistema
de seguridad dinámica, para el ilanud, para Reforma Penal Interna-
cional y para el Instituto Raoul Wallenberg.
stephen nathan
Inglés, es reconocido como la máxima autoridad independiente en
materia de impacto y crecimiento de la privatización penitenciaria.
Durante los últimos 20 años ha escrito numerosos informes y artículos
y contribuido a la edición de diversos libros sobre el tema. Desde 1966
edita el Informe Internacional sobre privatización penitenciaria, que en la
actualidad es publicado por la Unidad de Investigación Internacional
de los Servicios Públicos de la Universidad de Greenwich, Inglaterra.
Su experiencia es solicitada por gobiernos, organismos no guberna-
mentales, instituciones académicas y medios de comunicación. Como
integrante del grupo de trabajo ilanud/rwi ha contribuido a la
realización de seminarios y capacitaciones a funcionarios de gobier-
no a todo lo largo de América Latina. Es miembro de la Comisión
Independiente sobre las Prisiones en la Actualidad en Inglaterra. Se
encuentra en prensa su libro sobre privatización de prisiones en el
Reino Unido.
primera parte
segunda parte
[331]
332
seguridad penitenciaria y derechos humanos
por andrew coyle 143
seguridad dinámica
por christer isaksson 153