Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

05 Carcel y Justicia Penal en America Latina PDF

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 336

criminología

y
derecho
Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas para la Prevención del
Delito y Tratamiento del Delincuente, ilanud
Apartado Postal 10071-1000 San José, Costa Rica
Tel. (506)22575826; Fax (506)22337175
Portal de Internet: www.ilanud.or.cr

Instituto Raoul Wallenberg de Derechos Humanos y Derecho


Humanitario, rwi
Universidad de Lund
Stora Gråbrödersg. 17 B
P.O. Box 1155
SE-221 05 Lund, Sweden
Phone: +46 46 222 12 00
Fax: +46 46 222 12 22 Suecia
Portal de Internet: www.rwi.lu.se

Foto de la portada:
El ilanud agradece al señor Alessandro Scotti la autorización para publicar
su fotografía en la portada del libro. Ninguna otra reproducción puede
hacerse sin la autorización escrita del autor.

Este documento ha sido financiado por la Agencia Sueca de Cooperación


Internacional para el Desarrollo, Asdi. Asdi no necesariamente comparte los
conceptos emitidos en este material. El contenido del mismo queda bajo la
responsabilidad de sus autores. Tampoco reflejan necesariamente las posi-
ciones u opiniones del Instituto Raoul Wallenberg de Derechos Humanos y
Derecho Humanitario de Suecia, o del ilanud.
Todo ingreso que el Programa Sistemas Penitenciarios y Derechos Huma-
nos en América Latina perciba por la venta de este libro se destinará a for-
talecer las actividades del Programa.
CÁRCEL Y JUSTICIA PENAL
EN AMÉRICA LATINA y el caribe:
CÓMO IMPLEMENTAR
EL MODELO DE DERECHOS Y OBLIGACIONES
DE LAS NACIONES UNIDAS

por

elías carranza  andrew coyle


christer isaksson  jeff christian
juan carlos domínguez  maría noel
rodríguez  denia núñez  víctor de
currea-lugo  stephen nathan

coordinador
elías carranza

ES U N
ON
I

ID
NAC

AS

IL
ANUD
siglo xxi editores, s.a. de c.v.
CERRO DEL AGUA 248, ROMERO DE TERREROS, 04310, MÉXICO, D.F.

siglo xxi editores, s.a.


GUATEMALA 4824, C1425BUP, BUENOS AIRES, ARGENTINA

siglo xxi de españa editores, s.a.


MENÉNDEZ PIDAL 3 BIS, 28036, MADRID, ESPAÑA

HV9510.5
C67
2009 Cárcel y justicia penal en América Latina : cómo
implementar el modelo de derechos y obligaciones de
las Naciones Unidas / por Elías Carranza … [et
al.] ; coordinador Elías Carranza – México :
Siglo XXI Editores : Instituto Latinoamerica-
no de las Naciones Unidas para la Prevención
del Delito y Tratamiento del Delincuente :
Instituto Raoul Wallenberg de Derechos Hu-
manos y Derecho Humanitario, 2009.
331 p. – (Criminología y derecho)

ISBN-13: 978-607-03-0105-6

1. Cárceles – América Latina. 2. Admi-


nistración de Justicia penal – América Lati-
na. 3. Derecho penal – América Latina. 4.
Presos – Derechos civiles – América Latina.
5. Abuso de presos – Derechos humanos –
América Latina. I. Carranza, Elías, ed. II.
Ser.

primera edición, 2009


© siglo xxi editores, s. a. de c. v.
en coedición con el instituto latinoamericano de las
naciones unidas para el tratamiento del delincuente
y el instituto raoul wallenberg de derechos humanos y
derecho humanitario

isbn 978-607-03-0105-6

prohibida su reproducción total o parcial por cualquier


medio sin la autorización del titular de los derechos
patrimoniales.

impreso y hecho en méxico


en litográfica tauro, andrés molina enríquez 4428
col. viaducto piedad, 08200, méxico, d. f.
se tiraron 2 000 ejemplares.
PRESENTACIÓN

Es un honor para mí, en nombre del Instituto Raoul Wallenberg de


Derechos Humanos y Derecho Humanitario presentar esta publica-
ción: Cárcel y justicia penal en América Latina. Cómo implementar el mode-
lo de derechos y obligaciones de las Naciones Unidas, que es el resultado
del Programa Sistemas Penitenciarios y Derechos Humanos en Amé-
rica Latina organizado conjuntamente por el ilanud y el Instituto
Raoul Wallenberg, realizado entre mayo de 2005 y marzo de 2009.
El objetivo de este programa ha sido identificar obstáculos que se
presenten a la aplicación de estándares y normas internacionales
relacionados con personas bajo cualquier forma de detención, au-
mentar la conciencia acerca de estos estándares y estas normas y
proponer posibles soluciones tendientes a corregir deficiencias en
cuanto a su aplicación en América Latina.
Por medio de sus diversos componentes el programa ha reunido
a expertos internacionales y a un gran número de representantes de
instituciones de justicia penal, así como de instituciones nacionales
de derechos humanos en América Latina, y los resultados de sus
deliberaciones, junto con las aportaciones de los expertos participan-
tes, se presentan en esta publicación.
La misión del Instituto Raoul Wallenberg es promover el respeto
universal a los derechos humanos y al derecho humanitario por me-
dio de la investigación, la educación académica, la diseminación y el
desarrollo institucional. Con la presentación de esta publicación
conjuntamente con el ilanud pretendemos no sólo llamar la aten-
ción a los problemas que todavía se ciernen sobre la salvaguardia de
los derechos humanos de personas en condición de detención en
América Latina, o en cualquier otro sitio, sino también ofrecer un
instrumento que pueda servir como fuente de inspiración para aque-
llas personas comprometidas con la promoción y la protección de los
derechos humanos de las personas detenidas en América Latina.
Hay diversos individuos y diversas instituciones sin cuyo compro-
miso este programa nunca se habría iniciado y menos aún realizado
con éxito. Estoy muy agradecido con el personal del ilanud y con

[7]
8 presentación

mis colegas en el Instituto Raoul Wallenberg por su contribución


activa a la ejecución de este programa. En particular deseo mencionar
a Elías Carranza, director del ilanud, quien tomó la iniciativa de este
programa con entusiasta dedicación y apoyo que han sido determi-
nantes para su éxito.
Agradezco también a todos los participantes en el programa por
haber presentado abiertamente sus opiniones e ideas y a quienes han
contribuido a esta publicación por haber hecho aportaciones y com-
partido experiencias, lo que estimo ayudará a crear una mayor con-
ciencia y finalmente también a propiciar una mayor observancia de
los estándares y normas internacionales aplicables a personas bajo
cualquier forma de detención.
En conclusión, deseo también expresar mi agradecimiento a la
Agencia Sueca para el Desarrollo Internacional (asdi). Por muchos
años esta agencia gubernamental ha venido financiando los progra-
mas de desarrollo de aptitudes en derechos humanos del Instituto
Raoul Wallenberg. Sin el compromiso de la Asdi para con los dere-
chos humanos en América Latina y en particular para con la coope-
ración entre el ilanud y el Instituto Raoul Wallenberg, no habría
sido posible realizar este programa ni la presente publicación.

leif holmström
Director del Instituto Raoul Wallenberg
de Derechos Humanos y Derecho Humanitario
Origen de este libro. El Programa Sistemas
Penitenciarios y Derechos Humanos en América
Latina. Agradecimiento del ilanud y del rwi a los
gobiernos y a las funcionarias y funcionarios
participantes, que brindaron la información y lo
hicieron posible

La información y las conferencias que integran los capítulos de este libro


fueron recogidas durante el desarrollo del Programa Sistemas Peniten-
ciarios y Derechos Humanos en América Latina ilanud/rwi que tuvo
lugar desde mayo de 2005 hasta el 31 de marzo de 2009. El desarrollo
del programa comprendió la realización de un seminario-taller regional,
dos seminarios-taller subregionales, 16 seminarios-taller nacionales (14
previstos en el programa original, y dos más que se agregaron posterior-
mente sufragados por los países solicitantes), y dos viajes de estudio al
Instituto Raoul Wallenberg con visitas a los sistemas penitenciarios de
Suecia y Dinamarca, a la oficina del ombudsman de Suecia, y a otras
entidades de interés en ambos países. Participaron en las actividades los
directores y directoras de los sistemas penitenciarios, las directoras de
los subsistemas penitenciarios femeninos, jueces y juezas de ejecución
de la pena, y las funcionarias y funcionarios encargados de la materia
penitenciaria de las oficinas de los Defensores del Pueblo, Defensorías
de los Habitantes o Comisionados de Derechos Humanos de Argentina,
Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador,
Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú,
República Dominicana, Uruguay y Venezuela.
En total participaron oficialmente en actividades del programa
1 789 funcionarias y funcionarios,1 aunque la cifra es mayor, porque
en múltiples oportunidades se permitió el acceso a otros operadores
y operadoras de los diversos componentes de los sistemas de justicia, y
a integrantes de organizaciones no gubernamentales que solicitaban
su incorporación.

1  La cifra incluye la participación de algunos funcionarios o funcionarias en más

de una actividad.

[9]
10 origen de este libro

El ilanud y el Instituto Raoul Wallenberg agradecen a los minis-


terios de Justicia o de gobierno de cada país a cargo de la materia
penitenciaria, y a los funcionarios y funcionarias participantes en las
actividades antedichas su valiosa y transparente colaboración que
permitió reunir y analizar la información que se resume en estas
páginas. La nómina de tales funcionarios y funcionarias, como asi-
mismo el detalle de las actividades en las que participaron se presen-
ta en un apartado al final de la primera parte del libro.


Las opiniones expresadas en el libro son responsabilidad exclusiva
de sus autores, y no necesariamente reflejan las posiciones u opinio-
nes del Instituto Raoul Wallenberg de Derechos Humanos y Derecho
Humanitario de Suecia, de la Agencia Sueca de Cooperación Inter-
nacional, o del ilanud.
Todo ingreso que el Programa Sistemas Penitenciarios y Derechos
Humanos en América Latina perciba por la venta de este libro se
destinará a fortalecer las actividades del Programa.
introducción

Este libro culmina el Programa Sistemas Penitenciarios y Derechos Hu-


manos en América Latina que desarrollaron conjuntamente el ilanud
y el Instituto Raoul Wallenberg de Derechos Humanos y Derecho Hu-
manitario, entre mayo de 2005 y marzo de 2009, en el que participaron
en múltiples actividades cerca de 2 000 funcionarios y funcionarias de
los sistemas penitenciarios, jueces y juezas de ejecución de la pena y
funcionarios y funcionarias a cargo de la materia penitenciaria de las
oficinas de los Defensores del Pueblo, Defensorías de los Habitantes o
Comisionados de Derechos Humanos de los 19 países de la región.
La necesidad de lograr sistemas de justicia penal menos injustos,
sin homicidios y suicidios, en los que se trate a las personas presas y
a las funcionarias y funcionarios con dignidad, ha sido evidente des-
de los años ochenta en América Latina, y dolorosamente continúa
siéndolo al momento de escribir estas páginas.
Evaluamos que el Programa contribuyó, desde su dimensión, a la
inmensa tarea desplegada en toda la región por funcionarias y fun-
cionarios gubernamentales y no gubernamentales que con vocación
y entrega trabajaron durante los últimos decenios para que la reali-
dad de hoy no haya sido peor de lo que es, en una región de países
en los que las tasas de encierro se duplicaron y hasta triplicaron
entre 1992 y 2008, alcanzando niveles de densidad penitenciaria en
casi todos los países superiores a 120%, con resultados de numerosos
motines y muchísimas muertes.
Sin embargo, a pesar de ese esfuerzo regional, solamente se ha lo-
grado hasta ahora contener en alguna medida el fenómeno, reducir
en algunos casos un poco sus efectos y avanzar en el conocimiento
del problema recogiendo información comparada. También se ha
avanzado algo –con diferencias entre países– en la tarea de definir y
ejecutar las políticas que tienen a su cargo los ministros respectivos,
y en el reclutamiento y capacitación de penitenciaristas. Éstas son
necesidades prioritarias que fueron identificadas por los países.
Pero la labor penitenciaria, como la de toda la justicia penal y la
de todas las funciones esenciales del Estado, es permanente e inde-

[11]
12 introducción

tenible, y es muchísimo lo que queda por hacer. Esperamos que este


libro sea útil para apoyar a los países en esa labor.
Reunimos en estas páginas las conferencias que sirvieron de marco
para orientar los sucesivos talleres desarrollados durante el Proyecto.
Sus autoras y autores, unos provenientes de América Latina y otros
de Europa, integramos un equipo que en diálogos constantes con
nuestros colegas de la región recorrimos los países y sus cárceles.
En este punto creemos necesario decir algo sobre lo que en el
curso de los últimos años ha dado en llamarse “cooperación para el
desarrollo”. La expresión surge paralelamente a la clasificación de
los países en “desarrollados” y “en vía de desarrollo”. Expresiones
eufemísticas ambas, sobre todo la segunda, hoy día en que la infor-
mación sobre los indicadores duros del desarrollo evidencia que la
distancia entre los países “desarrollados” y los de “en vía de desarro-
llo” es cada vez mayor, y numerosos países “en vía de desarrollo”,
como resultado de las inequitativas relaciones de intercambio entre
uno y otro grupo de países, en lugar de progresar hacia estadios
superiores de su desarrollo, año tras año retroceden hacia nuevos
estadios de subdesarrollo, y constantemente son motivo de nuevos
ofrecimientos –a veces imposiciones– para recibir “cooperaciones”
que frecuentemente profundizan su situación de explotación forta-
leciendo áreas de sus economías que no los “desarrollan”, pero son
de interés de los países “donantes”.
Lo que describimos no ha sido el caso de la generosa cooperación
sueca recibida por medio del programa Sistemas Penitenciarios y
Derechos Humanos en América Latina. Los funcionarios y funciona-
rias de los 19 países que participaron en el proyecto dan testimonio
de ello, y el ilanud expresa su reconocimiento y agradecimiento al
Instituto Raoul Wallenberg y a la Agencia Sueca para el Desarrollo
Internacional.
Un reconocimiento especial tiene el ilanud con Michael Johans-
son, asesor de Planeamiento Estratégico del Instituto Raoul Wallen-
berg, quien tuvo la idea de esta cooperación interinstitucional mien-
tras caminábamos en Coeurmayeur analizando la situación de la
justicia penal en nuestra región en oportunidad de una reunión de
coordinación de la red de institutos de las Naciones Unidas sobre
prevención del delito y justicia penal, y logró hacerla realidad. Tam-
bién merecen el reconocimiento del ilanud Christine Evans y Abigail
Booth, que tuvieron a su cargo sucesivamente la coordinación por
introducción 13
parte del rwi del Programa de Capacitación y Monitoreo de los
Derechos Humanos en la Justicia Penal”, que precedió y sembró las
semillas de este proyecto penitenciario. Y un reconocimiento muy
especial merece la actual oficial a cargo del programa por parte del
rwi Johanna Schowall, quien durante todo su transcurso lo impulsó
y vitalizó con su gran vocación y capacidad extraordinaria. No pode-
mos dejar de nombrar a David Eile, Irina Nysten y Patricia Serrano,
colaboradores de Johanna.
En lo que respecta al ilanud, merecen nuestro reconocimiento
Denia Núñez y María Noel Rodríguez, quienes sucesivamente coor-
dinaron las actividades conjuntamente con el director del proyecto,
y prepararon capítulos del libro. Asimismo Óscar Arce, quien además
de su labor de coordinación durante el último año, tuvo siempre a
su cargo la tarea administrativa paralelamente a su ingente función
como director de Administración del ilanud, procesó con María
Noel las encuestas de evaluación y preparó los informes de avance y
final del proyecto. También Xenia Villalobos, secretaria de la Direc-
ción del ilanud, quien lleva un orden impecable de todo lo que
ocurre en este y otros programas del instituto y asume una inmensa
tarea material sin la cual se paralizaría nuestra labor en cualquier
momento. Víctor Chaves, especialista en informática, fue siempre
solícito para cooperar y resolver problemas en estas materias, en di-
seño gráfico y en muchas otras. La labor de María Lourdes Flores,
directora de nuestro Centro de Documentación ha sido siempre vital
para el ilanud, en los orígenes, cuando la información debía proce-
sarse en papel con la máquina de escribir y, en la actualidad, en que
la velocidad de la información es vertiginosa. Andrea Méndez, Nor-
man Jiménez y Ángela Azofeifa, con entusiasmo desde sus respectivas
funciones administrativas hicieron que los talleres internacionales y
la actividad cotidiana del instituto fuera un éxito.
Un reconocimiento entusiasta a nuestros compañeros de equipo
europeos, Christer Isaksson, de Suecia, Stephen Nathan y Andrew
Coyle, de Gran Bretaña y Jeff Christian, de Canadá, los cuatro com-
partiendo su conocimiento y experiencia con respeto y horizontali-
dad, conscientes de que también hay siempre muchas cosas que
aprender en realidades distintas a la propia.
La colaboración y conocimientos de Juan Carlos Domínguez fue-
ron, como siempre, muy valiosas. Lleva ya 30 años haciendo equipo
con el ilanud, en San José y en numerosos países, y muchos más en
14 introducción

estos senderos por su propia cuenta. Nuestro agradecimiento tam-


bién a Víctor de Currea-Lugo, médico peruano que inicia su relación
con el ilanud entregándonos su valioso capítulo sobre la salud en
las cárceles.
Las conferencias que constituyen los capítulos se dejaron en len-
guaje coloquial, como fueron dichas.
En la primera parte del libro recopilamos documentos valiosos
producidos por los participantes en los talleres. Es notable la coinci-
dencia en el señalamiento de los principales problemas de las prisio-
nes y los sistemas de justicia penal, y en las que deberían ser las po-
líticas y acciones para corregirlos, lograda en talleres de trabajo con
funcionarias y funcionarios de funciones que suelen considerarse
antagónicas –no en vano el procedimiento penal de nuestros países
se llama “adversarial”, “contradictorio”, o “acusatorio”– pero que
trabajando juntos vimos que pueden ser complementarias y eficaces
para alcanzar una justicia más justa y más dignidad en nuestras cár-
celes.

elías carranza
Director del ilanud
primera parte
1. Declaración de los funcionarios y funcionarias
participantes en el “Seminario internacional de
profundización y evaluación del programa
sistemas penitenciarios y derechos
fundamentales ilanud/rwi 2005-2008”1

los funcionarios y funcionarias participantes en el “Seminario


Internacional de Profundización y Evaluación del Programa Sistemas
Penitenciarios y Derechos Fundamentales ilanud/rwi 2005-2008”,
organizado por el Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas
para la Prevención del Delito y el Tratamiento del Delincuente ila-
nud y el Instituto Raoul Wallenberg de Derechos Humanos y Derecho
Humanitario rwi, con la cooperación de la Agencia Sueca para la
Cooperación Internacional asdi, integrado por los directores y direc-
toras de los sistemas penitenciarios, directoras de los subsistemas
penitenciarios femeninos o de las principales penitenciarías femeni-
nas, y funcionarias y funcionarios encargados de la materia peniten-
ciaria de las Defensorías del Pueblo, Defensorías de los Habitantes o
Comisionados de Derechos Humanos de Argentina, Bolivia, Brasil,
Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala,
Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República
Dominicana, Uruguay y Venezuela, como asimismo personas expertas
provenientes de Inglaterra, Suecia, Costa Rica, El Salvador, República
Dominicana y Uruguay, reunidos en San José de Costa Rica del 17 al
22 de noviembre de 2008;

1  Integrado por los directores y directoras de los sistemas penitenciarios, direc-

toras de los subsistemas penitenciarios femeninos o de las principales penitenciarías


femeninas, y funcionarias y funcionarios encargados de la materia penitenciaria de
las defensorías del pueblo, defensorías de los habitantes o comisionados de derechos
humanos, de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador,
El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú,
República Dominicana, Uruguay y Venezuela, como también por personas expertas
provenientes de Inglaterra, Suecia, Costa Rica, El Salvador, República Dominicana
y Uruguay, reunidas en San José de Costa Rica del 17 al 22 de noviembre de
2008.

[17]
18 declaración

teniendo en cuenta, que en el año 2005 se cumplieron cincuen-


ta años de vigencia de las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para
el Tratamiento de los Reclusos que fueran aprobadas en el Primer Con-
greso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y tratamien-
to del Delincuente realizado en Ginebra en 1955, y que con poste-
rioridad a ellas las Naciones Unidas aprobaron los Principios Básicos
para el tratamiento de los reclusos (Resolución 45/11 de la Asamblea
General), los Principios de ética médica aplicables a la función del personal
de salud, especialmente los médicos, en la protección de personas presas y
detenidas contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degra-
dantes (Resolución 37/194 de la Asamblea General), las Reglas míni-
mas de las Naciones Unidas sobre las medidas no privativas de libertad
(Reglas de Tokio) (Resolución 45/110 de la Asamblea General) y los
Principios básicos para la aplicación de la justicia restitutiva en materia
penal (E/CN.15/2002/14), y que la Asamblea General, en su Resolu-
ción 57/199 aprobó el Protocolo Facultativo de la Convención contra la
Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes anejo a
la Convención del mismo nombre; y que en el marco de la Organi-
zación de los Estados Americanos fueron aprobados asimismo la
Convención Interamericana para el Cumplimiento de Condenas Penales en
el Extranjero (Managua, 1993), y los Principios y Buenas Prácticas sobre
la Protección de las Personas Privadas de Libertad en las Américas (Resolu-
ción 1/08 de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos);
teniendo en cuenta asimismo que el Plan de acción para la De-
claración de Viena sobre la delincuencia y la justicia: frente a los retos del
siglo xxi de las Naciones Unidas, en su punto x detalla las medidas
relativas al hacinamiento en las prisiones y las alternativas seguras
y eficaces en sustitución del encarcelamiento, y que la Oficina de
Drogas y Criminalidad de las Naciones Unidas, con la participación
del ilanud y otras entidades elaboró y publicó en 2006 el Manual
para Programas en Justicia Restaurativa, y en 2007 el Manual de principios
básicos y buenas prácticas sobre Alternativas a la Prisión, instrumentos am-
bos de gran utilidad para reducir el fenómeno de la sobrepoblación
penitenciaria;
considerando que los instrumentos arriba citados establecen la
necesidad de utilizar la prisión exclusivamente como último recurso,
y de utilizarla en condiciones de dignidad, seguridad, higiene y respe-
to a los derechos fundamentales de las personas recluidas en ella, como
asimismo a los de las funcionarias y funcionarios penitenciarios;
declaración 19
considerando asimismo que un resultado del Programa ilanud/
rwi consistió en que las funcionarias y funcionarios penitenciarios,
los jueces y juezas de ejecución de la pena y los encargados y en-
cargadas de la materia penitenciaria de las Defensorías del Pueblo,
Defensorías de los Habitantes o Comisionados de Derechos Humanos
de los diecinueve países de la región coincidieron en señalar que los
cinco problemas principales que afectan, como caracterización gene-
ral, a los sistemas penitenciarios son: la falta de políticas integrales, el
hacinamiento carcelario, la deficiente calidad de vida en las prisiones,
la insuficiencia de personal y su inadecuada capacitación, y la falta de
programas de capacitación y trabajo para las personas presas;
considerando que los instrumentos internacionales anteriormen-
te señalados y las mejores experiencias penitenciarias registradas en
el mundo recomiendan a los estados establecer sistemas penitencia-
rios basados en el modelo de derechos y obligaciones de las Naciones
Unidas, que garanticen el cumplimiento de los parámetros constitu-
cionales y el logro de una justicia penal racional y eficaz, y que el
acceso universal a la justicia y la efectiva vigencia de las garantías del
debido proceso son presupuestos básicos e imprescindibles para la
existencia del Estado de Derecho;
considerando también que la información brindada por los
funcionarios y funcionarias de los diecinueve países y el análisis de
la situación por parte de las expertas y expertos participantes en el
programa ponen de manifiesto que pese a la progresiva introducción
en las legislaciones penales y procesales de medidas alternativas a la
pena privativa de libertad, los operadores jurídicos continúan privi-
legiando la pena de prisión y la prisión preventiva, desvirtuándose
así la normativa internacional y los principios constitucionales relati-
vos al tema, y que resultado de ello ha sido que numerosos países
duplicaron sus tasas de encierro entre los años 1992-2008 y algunos
incluso las triplicaron, ocasionando grave hacinamiento carcelario,
violencia, motines, numerosas muertes en casi todos los países, y
grave afectación a otros derechos fundamentales como la salud, que
se ve seriamente amenazada por las enfermedades infecciosas, situa-
ción que la Comisión y la Corte Interamericana de Derechos Huma-
nos han considerado trato cruel, inhumano y degradante;
teniendo en cuenta que el monitoreo sistemático de las prisiones
constituye un eficaz mecanismo de prevención de la tortura y de otros
tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes;
20 declaración

observando que en general los países han hecho un notable es-


fuerzo de construcción carcelaria, y sin embargo el acelerado aumen-
to del uso de la prisión hace que esta sola medida resulte insuficien-
te para detener la sobrepoblación, con graves efectos sobre la vida,
integridad y dignidad de las personas que deben soportarla; y que en
la mayoría de los casos se construyen cárceles de máxima seguridad
y excesivamente grandes utilizando equivocadamente un criterio de
“economía de escala”, siendo que solamente un grupo reducido de
la población penitenciaria requiere este encierro extremo que difi-
culta el futuro retorno exitoso a la vida en libertad, y que la investi-
gación penitenciaria demuestra que la gravedad de los problemas y
conflictos penitenciarios aumenta en relación directa con el tamaño
de las cárceles, y que las cárceles de pequeñas y medianas dimensio-
nes promueven relaciones interpersonales más armoniosas y de me-
nor violencia;
preocupados por el hecho de que el acelerado crecimiento de
las tasas de encierro y la sobrepoblación penitenciaria ocurren de
manera generalizada en toda la región, y la investigación demuestra
que al igual que la criminalidad, éste es un fenómeno que tiene
correlación con el deterioro de los programas de bienestar social y
con la creciente inequidad de la distribución del ingreso al interior
de los países y entre los países de altos ingresos y los de medianos
y bajos ingresos, categoría esta última que incluye a todos los de
América Latina y el Caribe; y que siendo así las cosas, para superar
la situación se requerirán acciones no solamente en el nivel peniten-
ciario, sino también en el de la justicia penal, y sobre todo en el de
la justicia social;
preocupados asimismo por la frecuente ineficacia de las normas
que tutelan los derechos fundamentales de las personas privadas de
libertad, a pesar del trabajo, y en algunos casos el denodado esfuerzo,
de funcionarias y funcionarios penitenciarios, y de jueces, fiscales y
defensores que tienen a su cargo el control de constitucionalidad
de las leyes y la práctica de la gestión penitenciaria, y constatando
la lamentable existencia de autoridades que no acompañan este
esfuerzo general, y en algunos casos incurren en actos irregulares o
corruptos;
preocupados también por el hecho de que ante la situación del
delito y a pesar de la sobrepoblación y deterioro de las cárceles, por
lo general no se plantea una política criminológica integral, con pers-
declaración 21
pectiva de género y atención a las víctimas del delito, y además surgen
propuestas de crear nuevos tipos penales, elevar las penas de los delitos
ya existentes, aumentar el uso de la prisión preventiva, reducir o eli-
minar las penas no privativas de libertad, y de que el Estado delegue
su función de ejecución de la pena a la empresa privada, siendo que
la ejecución de la pena es la fase culminante del proceso penal y fun-
ción indelegable del Estado democrático de derecho;
considerando especialmente, que la necesidad de control
judicial de la privación de libertad es una manifestación del deber
estatal de reconocimiento al control judicial de cualquier acto de
la administración que afecte o pueda afectar derechos o libertades
fundamentales de las personas; y que por ello, como una exigencia
de los estados constitucionales de derecho la ejecución de la pena
debe ser controlada por los Jueces de Ejecución Penal y por la Jus-
ticia constitucional, a partir de los principios de proporcionalidad y
razonabilidad, y en las esferas propias de sus mandatos, competencias
y responsabilidades;
por todo lo anterior, los participantes en el Seminario Interna-
cional de Profundización y Evaluación del Programa Sistemas Penitenciarios
y Derechos Fundamentales ilanud/rwi 2005-2008,

Resuelven formular las siguientes recomendaciones:

1] Establecer políticas públicas integrales que reconozcan y respe-


ten la diversidad étnica y cultural de nuestro pueblos, con aten-
ción a las personas en situación de especial vulnerabilidad, enfo-
cadas a reducir el desempleo y la inequidad de la distribución del
ingreso, y a fortalecer los programas de educación, salud, vivien-
da y bienestar social; con un capítulo de justicia penal verdadera-
mente justa, transparente, sin impunidad para la criminalidad
económica, la violencia y otros delitos que causan grave daño
social o personal, y con penas proporcionales y no privativas de
libertad para la criminalidad leve y primaria;
2] Que tales políticas deberán tener perspectiva de género, con
transversalidad;
3] Instar a los estados sobre la necesidad de utilizar la prisión exclu-
sivamente como último recurso, y de aplicarla en condiciones de
dignidad, seguridad, higiene y respeto a los derechos fundamen-
tales de las personas recluidas en ella;
22 declaración

4] Garantizar el pleno acceso a la justicia para las personas priva-


das de libertad mediante el fortalecimiento de las Defensorías
Públicas, dotándolas de los recursos necesarios y del suficiente
número de profesionales;
5] Instar a los poderes judiciales de los países de la región a dictar las
directrices del caso en materia de Derecho de Ejecución Penal,
con la finalidad de que las decisiones de los magistrados y magis-
tradas se fundamenten en razones objetivas y explícitas, teniendo
en cuenta las competencias y responsabilidades de la administra-
ción penitenciaria, sin que ello signifique un menoscabo de su
función jurisdiccional de control de la legalidad de los actos de
la referida administración; para estos efectos, los estados deben
promover espacios de comunicación y coordinación entre la ju-
risdicción y la administración penitenciaria, con el fin de lograr
la realización plena de los objetivos constitucionales de la pena;
6] Fortalecer las instituciones de control y monitoreo de las condi-
ciones de reclusión, como mecanismo preventivo de la tortura y
otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes;
7] Eliminar con urgencia la sobrepoblación y hacinamiento que
ocasiona la deficiente calidad de vida en las prisiones, ponien-
do en vigencia el derecho internacional, las constituciones de
los países y las legislaciones nacionales que prohíben ese trato
cruel, inhumano y degradante, y evitar su reaparición futura por
medio de políticas de reducción del uso exagerado de la prisión
preventiva y de la pena de prisión, y de programas de constante
mantenimiento de los establecimientos penales y adecuación de
los cupos carcelarios a la evolución demográfica de los países,
incluyendo adecuadas políticas de repatriación de personas pri-
vadas de libertad;
8] En los casos que ello se requiera, adecuar o sustituir progresi-
vamente la infraestructura penitenciaria existente para alcanzar
como mínimo los estándares previstos en las Reglas Mínimas de las
Naciones Unidas para el Tratamiento de los Reclusos;
9] Determinar la conveniencia de que los niños y niñas vivan con
sus madres, teniendo en cuenta el principio del interés superior
del niño establecido en la Convención de las Naciones Unidas
sobre los Derechos del Niño, para lo cual deberán contemplarse
condiciones dignas y adecuadas en las prisiones, como asimismo
formas de prisión domiciliaria, de reducción de penas, u otras,
declaración 23
debiendo los organismos responsables de la niñez y adolescencia
asumir la responsabilidad y supervisión correspondiente;
10] Implementar la carrera penitenciaria, con el fin de seleccionar,
designar y promover al personal en todas sus jerarquías en fun-
ción de su idoneidad, en adecuada relación numérica personas-
presas/persona-funcionaria, con estabilidad laboral, salario dig-
no, adecuados beneficios sociales y de salud, plan de carrera y
capacitación profesional permanente acorde con sus funciones;
11] Fortalecer los programas de educación primaria, secundaria, téc-
nica y universitaria, metodológicamente adecuados a la situación
de privación de libertad de presos y presas, incluyendo la parti-
cipación activa de las autoridades nacionales en educación con
el fin de que sus políticas alcancen a las personas privadas de
libertad. Tales programas deben tener la característica de ser uni-
versales, con especial atención a la población vulnerable menor
de edad y joven, en razón de las nuevas formas de criminalidad
violenta de las que es víctima y en las que se ve inmersa;
12] Fortalecer los programas de capacitación laboral y trabajo de
las personas privadas de libertad, promoviendo sus iniciativas y
acompañando sus esfuerzos que involucren a su entorno familiar,
e involucrando a los ministerios de trabajo, instituciones públicas
y privadas de capacitación laboral, y a las empresas y asociaciones
privadas;
13] Lograr un equilibrio en los diversos componentes de los progra-
mas penitenciarios, evitando que el énfasis en la función seguri-
dad vaya en detrimento de los rubros educación, salud, trabajo,
visita y otros;
14] Fortalecer, o establecer en los países que no cuentan con él, un
sistema de reducción de pena como estímulo a la participación
de las personas privadas de libertad en actividades de educación,
cultura y trabajo;
15] Establecer criterios eficientes de agrupamiento de las personas
privadas de libertad para reducir su vulnerabilidad frente a las
situaciones desfavorables provocadas por la convivencia forzada;
16] Implementar políticas de sensibilización y difusión, por parte del
Estado y otros organismos, relativas a la misión del sistema pe-
nal, a sus limitaciones jurídicas y materiales, y a las ventajas de la
adopción de alternativas a las penas privativas de libertad;
17] Promover medidas concretas de asistencia postpenitenciaria e
24 declaración

instrumentos jurídicos que aseguren a las personas que han sido


condenadas a penas privativas de libertad la posibilidad de su
reinserción laboral y social;
18] Fortalecer la salud en las prisiones por medio de las autoridades
nacionales en salud, con el fin de que sus políticas de preven-
ción, promoción, diagnóstico y tratamiento alcancen a las per-
sonas privadas de libertad, con especial atención a las enferme-
dades infecciosas, tales como tbc y vih, y fortalecer el programa
onudd/ilanud en esa materia, en el marco de la legislación de
cada país;
19] Promover la cooperación internacional en materia de personas
extranjeras privadas de libertad, facilitando el traslado a su país
de origen;
20] Promover en toda la medida posible la participación de la socie-
dad civil y de las mismas personas privadas de libertad para lograr
la inserción social de éstas, durante y con posterioridad a su pri-
vación de libertad, logrando también la mayor transparencia en
el proceso de ejecución de la pena;
21] Fortalecer y sensibilizar la colaboración “público-público” de ma-
nera que se involucren en el sistema penitenciario autoridades y
funcionarios estatales de los ámbitos nacional, regional y local;
22] Establecer estándares adecuados de recolección, sistematización
y análisis de información tendientes a que las estadísticas de los
países de la región tengan el mayor grado de comparabilidad.

finalmente, los funcionarios y funcionarias participantes en el


Seminario Internacional de Profundización y Evaluación del Programa Sis-
temas Penitenciarios y Derechos Fundamentales ilanud/rwi 2005-2008,
agradecen al Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas para
la Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente, al Instituto
Raoul Wallenberg de Derechos Humanos y Derecho Humanitario y
a la Agencia Sueca para la Cooperación Internacional, por el desa-
rrollo de este programa que resulta de tanto beneficio para los siste-
mas penitenciarios de los países de América Latina, y les solicitan
continuarlo y fortalecerlo en todo lo posible. Por su parte, el ilanud
se compromete a hacer llegar esta declaración con sus recomenda-
ciones a las autoridades pertinentes de cada país.
2. Personas privadas de libertad en situación
de vulnerabilidad en centros penitenciarios
o en otras instituciones cerradas1

esquema posible para preparar una planificación estratégica


de la labor de los organismos nacionales de derechos
humanos2

Documento elaborado en Lund, en el Instituto Raoul Wallenberg de


Derechos Humanos y Derecho Humanitario, por los funcionarios y
funcionarias a cargo de la materia penitenciaria de las oficinas de los
Defensores del Pueblo, Defensorías de los Habitantes o Comisiona-
dos de Derechos Humanos provenientes de Argentina, Costa Rica,
Ecuador, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Panamá, Perú y Repúbli-
ca Dominicana, en ocasión del viaje de estudios y visitas a centros
penitenciarios de Suecia y Dinamarca, del 27 de marzo al 7 de abril
de 2006.

1. Introducción

2. Definición de grupos en situación de vulnerabilidad


2.1. Por condición etárea (menores de edad y adultos mayores);
2.2. Por razones de género;

1  Nosocomios, gerontocomios, hospicios, hospitales psiquiátricos, otros. Este

documento se refiere a los sistemas penitenciarios, pero ulterior investigación y


acciones deberían realizarse en todas las instituciones cerradas.
2  Si bien el documento fue elaborado por los funcionarios a cargo de la tarea

penitenciaria de las oficinas de los defensores del pueblo, defensorías de los habi-
tantes o comisionados de derechos humanos con el objetivo de planificar su labor,
el esquema también podría ser de utilidad para las autoridades penitenciarias en la
planificación de su trabajo.

[25]
26 personas privadas de libertad

  2.3. Por razones de salud;3


  2.4. Por situaciones de discapacidad física;
  2.5. Por razones criminológicas;4
  2.6. Por etnia o nacionalidad;5
  2.7. Por su situación de exclusión, por carecer de referencia
externa;6
  2.8. Por situación de indocumentación;
  2.9. Por ser hijos o hijas menores de edad alojados con sus madres
en prisión;
2.10. Por razón de identidad u opción sexual;7
2.11. Por pertenecer a bandas o grupos antagónicos.

3. Estrategia
  3.1. Acciones de promoción;
3.1.1. Facilitar la visibilización del problema a las entidades
responsables o relacionadas con la prisión, y a la socie-
dad civil (empresariado, ong);
3.1.2. Eventual empoderamiento y capacitación a las instan-
cias del Estado y a la sociedad civil;
3.1.3. Seguimiento del cumplimiento de las recomendacio-
nes;

3  Enfermedades mentales, vih-sida y otras enfermedades infectocontagiosas,

enfermedades terminales.
4  Por ejemplo los crimes hediondos (expresión utilizada en Brasil), que desde el

punto de vista de la criminología sociológica son los que se encuentran en el vérti-


ce de la pirámide de la desvaloración axiológica criminal, siendo por lo tanto
considerados los más graves e indignantes, que causan mayor aversión a la colecti-
vidad, como también el rechazo de la población penitenciaria (Segundo Fátima
Aparecida de Souza Borges). Esta categoría incluye, asimismo, a quienes corren
riesgo por haber delatado o traicionado a compañeros. De igual modo a quienes,
amparados en el papel de “testigos de la corona”, han colaborado con el Ministerio
Público en el esclarecimiento de hechos delictivos.
5  Según los países, y en determinados ámbitos, sobre todo en situaciones de

minoridad numérica, entran en esta categoría poblaciones penitenciarias indígenas,


afrodescendientes, migrantes o extranjeras.
6  “Parias”, “lacras” (Perú), “donados” (Nicaragua), “cachivache” (Argentina),

expresiones éstas que denotan una situación de estigmatización o desprecio entre


los convivientes en la cárcel por su situación particular de abandono, debilidad o
falta de capacidad para vincularse de manera homogénea, a consecuencia de lo cual
sufren mortificaciones y sometimientos en el lugar de reclusión.
7  Homosexuales, transexuales, travestis.
personas privadas de libertad 27
3.1.4. Trasmitir información adecuada a los periodistas de los
medios de comunicación de masas;
  3.2. Acciones de protección y garantía;
3.2.1. Periódicas visitas ordinarias, extraordinarias por de-
nuncia o por propia iniciativa de la institución, y con
mayor frecuencia si lo aconsejan las circunstancias;
3.2.2. Judicialización del problema, si correspondiere.

4. Alianzas estratégicas, nacionales e internacionales


4.1. Procurar alianzas nacionales con:
- Organizaciones no gubernamentales de derechos humanos y de
justicia penal;
- Operadores de la justicia penal: defensoría pública, ministerio
público, judicatura;
- Otras instituciones del Estado que trabajan con los grupos iden-
tificados;
- Comisiones de derechos humanos de los poderes del Estado;
- Iglesias;
- Universidades;
- Medios de comunicación social.

4.2. Procurar alianzas internacionales con:


- Organismos internacionales: Organización de las Naciones Uni-
das (onu), Organización de los Estados Americanos (oea) y
organismos y agencias especializadas de ambos sistemas, tales
como ilanud, unicef y el Instituto Interamericano del Niño;
- Organismos no gubernamentales internacionales en materia de
derechos humanos, tales como cejil, Aministía Internacional,
Asociación para la Prevención de la Tortura (apt), Defensa de
los Niños Internacional (dni), Reforma Penal Internacional
(rpi) y otros.
3. LOS CINCO PROBLEMAS O NECESIDADES PRINCIPALES
DE LOS SISTEMAS PENITENCIARIOS DE AMÉRICA LATINA

Una primera tarea indispensable para ser eficaces en la labor de


mejorar los sistemas penitenciarios, es determinar los principales pro-
blemas que deben ser atacados. Esto se hizo trabajando, en talleres
en ocasión de los seminarios nacionales, subregionales y regionales,
realizados con funcionarias y funcionarios de los diecinueve países de
América Latina participantes en el Programa ilanud/rwi.
Se llevaron a cabo talleres con cuatro grupos separados, integrados
respectivamente por los directores y directoras generales, las directo-
ras de los subsistemas femeninos, los jueces y juezas de ejecución de la
pena y las encargadas y encargados de la materia penitenciaria de las
defensorías de los habitantes o procuradurías de derechos humanos.
Posteriormente se realizaron talleres con la participación conjunta de
los cuatro grupos, para integrar los puntos de vista de todos ellos.
A pesar de las diferencias de papeles entre los grupos, que en al-
gunos casos podrían considerarse antagónicos, dado que los dos úl-
timos desempeñan una función de control de la labor de los dos
primeros, es notable la coincidencia general de opiniones sobre los
problemas que aquejan a los sistemas penitenciarios.
En seguida presentamos la matriz final con los cinco problemas
principales sobre los que coincidieron los cuatro grupos, y presenta-
mos también las matrices específicas elaboradas previamente por los
funcionarios y funcionarias de cada grupo.

[28]
cinco problemas o necesidades 29
los cinco problemas o necesidades principales
de los sistemas penitenciarios de américa latina1

a] Ausencia de políticas integrales (criminológicas, de derechos hu-


manos, penitenciarias, de rehabilitación, de género, de justicia
penal);
b] Hacinamiento carcelario, originado en reducidos presupuestos y
en la falta de adecuada infraestructura;
c] Deficiente calidad de vida en las prisiones;
d] Insuficiente personal penitenciario, sin adecuada capacitación;
e] Falta de programas de capacitación y de trabajo para las personas
presas.

los cinco problemas o necesidades principales


de los sistemas penitenciarios de américa latina desde el
punto de vista de los directores y directoras generales
de los sistemas penitenciarios

a] Insuficiente presupuesto e infraestructuras obsoletas o inadecua-


das;
b] Hacinamiento;
c] Insuficiente cantidad de funcionarios y funcionarias, y falta de
capacitación de los mismos;
d] Impactos en el sistema penitenciario originados en el deficiente
funcionamiento de la justicia penal y necesidad de leyes peniten-
ciarias;
e] Falta de políticas de rehabilitación y reinserción social de las per-
sonas presas.

1  Sobre los que coincidieron los directores y directoras de los sistemas, las di-

rectoras de los subsistemas femeninos, los jueces y juezas de ejecución de la pena


y los funcionarios y funcionarias a cargo de la materia penitenciaria de las oficinas
de los defensores del pueblo, defensorías de los habitantes o comisionados de de-
rechos humanos provenientes de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa
Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá,
Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela.
30 cinco problemas o necesidades

los cinco problemas o necesidades principales


de los sistemas penitenciarios femeninos de américa latina
desde el punto de vista de las directoras de los subsistemas
femeninos

a] Políticas e infraestructuras no adecuadas al género;


b] Necesidad de que los niños estén con sus madres;
c] Deficiente calidad de vida de la mujeres privadas de libertad;
d] Falta de coordinación entre el sistema judicial y el penitenciario
en el tema mujer;
e] Falta de capacitación del personal penitenciario.

los cinco problemas o necesidades principales de los


sistemas penitenciarios de américa latina desde el punto
de vista de las juezas y jueces de ejecución de la pena

a] Hacinamiento como consecuencia de infraestructuras inadecua-


das;
b] Falta de clasificación y separación de las personas presas;
c] Falta de educación y trabajo para las personas privadas de liber-
tad;
d] Problemas de legislación y de conexión entre los diferentes acto-
res del sistema penitenciario;
e] Problemas de capacitación del personal penitenciario. Necesidad
de su profesionalización y de crear escuelas de capacitación.
cinco problemas o necesidades 31
los cinco problemas o necesidades principales de los
sistemas penitenciarios de américa latina desde el punto de
vista de las funcionarias y funcionarios a cargo de la
materia penitenciaria de las oficinas de los defensores del
pueblo, defensorías de los habitantes o comisionados de
derechos humanos

a] En general, falta de una política pública integral, y en particular


falta de una política criminal con enfoque de derechos humanos
y perspectiva preventiva;
b] La perversión del justo y debido proceso según los estándares
internacionales de derechos humanos;
c] Deficientes condiciones de vida y habitabilidad en las prisiones;
d] Falta de programas eficientes de integración y reintegración so-
cial;
e] Inexistencia de un perfil del personal penitenciario.
4. INFORME SOBRE LOS SISTEMAS PENITENCIARIOS DE LOS
PAÍSES DE AMÉRICA LATINA PRODUCIDO POR LAS
FUNCIONARIAS Y FUNCIONARIOS DE LAS DEFENSORÍAS
DE LOS HABITANTES, DEFENSORÍAS DEL PUEBLO
Y COMISIONADOS DE DERECHOS HUMANOS1

i. evolución habida entre noviembre de 2005 y noviembre de


2008 en cuanto a la solución de los cinco problemas
principales o necesidades de los sistemas, que habían sido
detectadas en 2005

problema 1. Ausencia de políticas (integrales, criminológicas, de


derechos humanos, penitenciarias, de rehabilitación, de género, de
justicia penal).
El mejoramiento de los países de la región fue:
- En muy alto grado (1 país)
- En muy poco grado (8 países)
- En grado intermedio (5 países)
- En ningún grado (3 países)
En general se advierte que el desarrollo de políticas integrales ha
estado ausente de la agenda de los estados en el trienio. De manera
incipiente se genera en algunos países política criminal, pero en
general ésta se reduce a la persecución penal.

problema 2. Hacinamiento, originado en reducidos presupuestos y


en la falta de adecuada infraestructura.
El mejoramiento de los países de la región fue:

1  Producido en ocasión del “Seminario internacional de profundización y eva-

luación del programa sistemas penitenciarios y derechos fundamentales ilanud/


rwi 2005-2008” realizado en San José de Costa Rica del 17 al 22 de noviembre de
2008.

[32]
informe sobre los sistemas penitenciarios 33
- En grado intermedio (4 países)
- En muy poco grado (7 países)
- En ningún grado (2 países)
- Se agravó la situación (4 países)
Los avances han sido modestos, no se atacan las causas de dicha
sobrepoblación o hacinamiento, se han creado pocos establecimien-
tos penales, se han reparado y ampliado algunos, pero, atendida la
creciente tasa de encarcelamiento que se aprecia en varios países, la
brecha entre plazas disponibles y población privada de libertad ha
crecido.

problema 3. Deficiente calidad de vida en las prisiones.


El mejoramiento de los países de la región fue:
- En un grado intermedio (1 país)
- En muy poco grado (14 países)
- En ningún grado (2 países)
Se advierten algunos esfuerzos gubernamentales por mejorar las
condiciones de vida (suministro de alimentos, agua potable, higiene,
salud, etc.), si bien algunos de estos avances lo han sido merced a
acciones legales tales como amparos preventivos o resoluciones de la
Corte Interamericana de Derechos Humanos. De manera casi inevi-
table, el hacinamiento presiona constantemente hacia el deterioro
de las condiciones de vida intracarcelaria.

problema 4. Insuficiente personal penitenciario, sin adecuada capa-


citación.
El mejoramiento de los países de la región fue:
- En muy poco grado (9)
- En ningún grado (5)
- En grado intermedio (3)
Se advierte incipiente esfuerzo gubernamental por dotar a sus
servicios penitenciarios de personal con formación profesional, tarea
que está en gestación. Sin embargo subsiste de manera significativa
la ausencia de una carrera profesional penitenciaria, la carencia de
personal suficiente y de remuneraciones acordes con la función que
cumplen. En razón del aumento de las personas privadas de libertad,
cualquier esfuerzo por aumentar la dotación del personal pasa inad-
vertido.
34 infomre sobre los sistemas penitenciarios

problema 5. Falta de programas de capacitación y de trabajo para


las personas presas.
El mejoramiento de los países de la región fue:
- En muy alto grado (1)
- En muy poco grado (12)
- En grado intermedio (2)
- Se agravó la situación (2)
Este problema es tributario de la ausencia de políticas integrales. Se
advierten esfuerzos desiguales en la región, además de insuficientes.

ii. ¿cuáles son, en opinión del grupo, los cinco problemas


principales que, a diciembre de 2008, afectan a los sistemas
penitenciarios de la región? ¿se mantienen los cinco
anteriores o han cambiado?

Se mantienen plenamente vigentes los cinco problemas identificados


en el 2005, y a ellos se agregan problemas emergentes o no señalados
en las jornadas de los años 2005 y 2006. Entre estos últimos podemos
individualizar los siguientes:

1] Falta o debilidad del debido proceso. Se advierte retardo proce-


sal y falta de defensa técnica eficiente, en general por la falta de
defensores, en particular durante la fase de cumplimiento peni-
tenciario. También contribuye a ello la falta de observancia a los
tratados sobre Derechos Humanos ratificados y vigentes y de las
Reglas mínimas para el tratamiento de los reclusos;
2] Generación de violencia entre privados de libertad por la falta de
gobernabilidad de los establecimientos penitenciarios o por omi-
sión o debilidad de la gestión estatal;
3] Ausencias de políticas respecto de personas en situación de vulne-
rabilidad en el régimen penitenciario, debido a su rango etáreo
(jóvenes y adultos mayores), por condiciones de género, por en-
fermedad mental, por pertenecer a poblaciones indígenas, por
discapacidad, etcétera;
4] Pervivencia de tratos crueles, inhumanos y degradantes, golpizas,
aislamientos prolongados, privación de vestimentas y atentados
al pudor, a veces unidos a golpizas;
informe sobre los sistemas penitenciarios 35
5] Deficiente acceso a la justicia, durante el proceso y en la etapa
de ejecución de la sentencia. En este aspecto es necesario dejar
constancia de que ello se origina en parte importante por la de-
bilidad de las defensorías públicas;
6] Corrupción en la función;
7] Desobediencia a las recomendaciones sobre las Reglas mínimas
para el tratamiento de los reclusos y amenaza de surgimiento o forta-
lecimiento de nueva “cultura penitenciaria”;
8] Tuberculosis emergentes, vih/sida, y otras enfermedades conta-
giosas;
9] Distorsión entre norma y realidad. Las leyes son aparentemente
perfectas pero no se hacen cargo de la cultura, valores y formas
de vida de los reclusos.

iii. acciones que podrían emprender los gobiernos para


solucionar problemas de los sistemas penitenciarios en la
región

1] Suscribir e implementar de manera vinculante y constitucional


tratados internacionales de derechos humanos y buenas prácti-
cas penitenciarias;
2] Hacer visible la problemática penitenciaria, mediante el uso de
medios de comunicación social, publicaciones, seminarios y
otras formas. Esto en alianzas estratégicas con defensorías, en-
tidades académicas, organismos no gubernamentales, iglesias,
etcétera;
3] Generar una política integral de educación, trabajo y salud para
las internas e internos penitenciarios;
4] Sensibilizar y capacitar a los operadores de justicia, particular-
mente a los fiscales y jueces, respecto a la aplicación de instru-
mentos de derechos humanos;
5] Crear e implementar la carrera penitenciaria estatal de alto nivel
en los países que no cuentan con ellas;
6] Introducir una normativa sobre máximos de ingresos o cupos car-
celarios. Correlativamente descongestionar el sistema carcelario
mediante salidas progresivas;
36 infomre sobre los sistemas penitenciarios

7] Adoptar medidas eficientes contra la corrupción y otorgar protec-


ción a los denunciantes;
8] Asignar un presupuesto acorde con las necesidades, para ser utili-
zado de manera exclusiva en mejorar la situación de las personas
privadas de libertad en materias tales como salud, alimentación,
educación e infrastructura;
9] Comprometer a la empresa privada, a los medios de comunica-
ción y a la sociedad civil en la generación de oportunidades labo-
rales y de inserción para los privados de libertad, particularmen-
te para los que egresan de la prisión.

iv. experiencias o prácticas exitosas que han permitido


a países de la región solucionar o contribuir a solucionar
problemas específicos, mismas que pueden resultar de interés
para otros países

1] Rehabilitación y reinserción a través del arte. Venezuela cuenta


con cuatro orquestas filarmónicas (con apoyo del Banco Intera-
mericano de Desarrollo). Cuba también cuenta con una orques-
ta de esta naturaleza. También cabe mencionar la existencia de
bandas musicales y conjuntos folclóricos al interior de los recin-
tos penales, como acontece en varios países;
2] Salida de los inimputables del sistema penitenciario. Colombia
los envió al Ministerio de Salud, con asignación presupuestaria.
Cuba también los ha extraído del sistema punitivo mediante la
institución de la licencia extrapenal;
3] La interposición de amparos correctivos, habeas corpus o recur-
sos de protección de garantías constitucionales, para mejorar las
condiciones de infraestructura. De esto hay experiencias en Hon-
duras, Argentina y Ecuador;
4] Consejos, comités, mesas y organizaciones de personas privadas
de libertad y consejos de familiares. De esto hay experiencias de-
sarrolladas en Panamá, Uruguay, Colombia, Costa Rica, Venezue-
la, Cuba, El Salvador, Ecuador, Argentina, Bolivia y Guatemala;
5] Correcta aplicación del régimen de progresividad, salida al me-
dio libre y sistemas de confianza. Con diversos énfasis aplicados
informe sobre los sistemas penitenciarios 37
en Uruguay, Cuba, Brasil, Colombia, Nicaragua Costa Rica, Ar-
gentina y Ecuador;
  6] Concesión de rebaja de pena por conducta meritoria, general-
mente vinculada a estudio o trabajo. Lo ejecutan con variantes
en Ecuador, Uruguay, Panamá, Colombia, Costa Rica, Venezuela,
Nicaragua, Cuba, Guatemala y México;
  7] Acciones emprendidas para disminuir la mora o retardo en el
juzgamiento de personas privadas de libertad. En Cuba existe ex-
periencia consistente en cuenta pública justificatoria por los ope-
radores del sistema ante juntas municipales, provinciales y nacio-
nal. En Chile la Defensoría Penal Pública controla eficazmente
que los imputados privados de libertad (procesados o indiciados)
no se encuentren con plazo de investigación vencido;
  8] Actividad multisectorial destinada a obtener la incorporación
laboral de los egresados de establecimientos penitenciarios. Ex-
periencias en Cuba (Resolución conjunta de los Ministerios de
Interior, del Trabajo y del Tribunal Supremo Popular); en Chile
(mesa intersectorial de rehabilitación y reinserción social) y en
Uruguay, mediante ley que obliga a las empresas contratantes
con el Estado a contratar al menos 5% de su personal provenien-
te de ex sentenciados a prisión;
  9] Capacitación de internos en Derechos Humanos, para que tor-
nen en agentes intrapenitenciarios difusores. Experiencias con
diversos matices en Nicaragua, Bolivia y Uruguay;
10] Compromiso del Estado y de fuerzas sociales del área de la edu-
cación, salud pública, trabajo, deportes, vivienda y otros que
contribuyen al mejoramiento de la calidad de vida y del trabajo
educativo de los internos e internas. Se desarrolla en Cuba. En
Chile se ha previsto para los condenados que egresan del sistema
cerrado como plan piloto para el año 2009. En Bolivia participan
entidades no gubernamentales y comunidades indígenas junto
a la Defensoría del Pueblo en iniciativas para construcción de
centros de rehabilitación;
11] Seguridad social plena (enfermedades, accidentes, maternidad,
invalidez y vejez) para los privados de libertad que desarrollan
actividad laboral. Experiencia aplicada en Cuba, y en Argentina
en el Servicio Penitenciario Federal.

San José de Costa Rica, 20 de noviembre del año 2008.


5. funcionarias y funcionarios de cada país que
participaron en cada una de las actividades del
programa sistemas penitenciarios y derechos
humanos ilanud/rwi

Desde mayo de 2005 hasta el 31 de marzo de 2009 el Programa Sis-


temas Penitenciarios y Derechos Humanos en América Latina ilanud/rwi
llevó a cabo un seminario taller regional con la participación de los
19 países de América Latina, 2 seminarios taller subregionales con
la participación de 9 y 10 países, respectivamente, 2 viajes de estudio
al Instituto Raoul Wallenberg con visitas a los sistemas penitenciarios
de Suecia y Dinamarca en los que participaron también 9 y 10 paí-
ses, respectivamente, y 16 seminarios taller nacionales (14 previstos
en el programa original y 2 más que se agregaron posteriormente,
sufragados por los propios países).
La siguiente es la nómina de tales actividades y de los funcionarios
y funcionarias participantes, que totalizaron 1 789 personas:

1] 2008, 24-25 de noviembre, Santo Tomás de Santo Domingo de He-


redia, Costa Rica: “Seminario Nacional Sistemas Penitenciarios y Dere-
chos Fundamentales”. Participaron en promedio 35 personas entre
penitenciaristas, defensores, fiscales y jueces costarricenses.

2] 2008, 17-22 de noviembre, San José de Costa Rica: Seminario Inter-


nacional de Profundización y Evaluación del Programa Sistemas Peni-
tenciarios y Derechos Fundamentales ilanud/rwi 2005-2008. 19 países
participantes: Argentina: Alejandro Marambio, Director del Sis-
tema Penitenciario Federal, Hilda Ester Silva, jefe de la Región
Metropolitana, Virginia Sansone, Defensora Pública Oficial ante
los Jueces Nacionales de Ejecución Penal; Bolivia: Ivis Ninoska
Ayala Flores, Directora de Legal y Clasificaciones, Héctor Huan-
ca Gutiérrez, Profesional Investigador de Oficio de la Adjuntaría
de Programas y Actuaciones Especiales de la Defensoría del Pue-
blo; Brasil: Sérgio Salomão Shecaira, Presidente del Consejo Na-
cional de Política Penal y Penitenciaria depen, Ivete Barão de

[38]
funcionarias y funcionarios participantes 39
Azevedo Hálasc, Directora Técnica de Departamento, Peniten-
ciaria Femenina de la Capital, Renato Campos Pinto De Vitto,
Coordinador General de Administración Defensoría de São Pau-
lo, Carlos Weis, Miembro del Consejo Nacional de Política Crimi-
nal Penitenciara y Corregidor General de la Defensoría Pública
del Estado de São Paulo, Clarisse Pitta de Noronha, Defensora
Pública del Estado de Río de Janeiro; Chile: Luis A. Vergara Cis-
terna, Abogado-División Defensa Social del Ministerio de Justi-
cia, Grettshen Trivick, Directora Regional de la Gendarmería de
Chile, Carlos Henríquez Martínez, Jefe de la Unidad de Estudios
y Proyectos de la Defensoría Regional de Valparaíso; Colombia:
Patricia Ramos, Defensora Delegada de la Defensoría del Pueblo;
Costa Rica: Reynaldo Villalobos Zúñiga, Director General a.i. de
Adaptación Social del Ministerio de Justicia, Yamileth Valverde
Granados, Directora del Centro de Pérez Zeledón, Patricia Mon-
tero Villalobos, Profesional de Defensa, Dirección de Protección
Especial de la Defensoría de los Habitantes; Cuba: Hortensia Bo-
nachea Rodríguez, Fiscal Jefe de la Dirección de Control de Le-
galidad en los Establecimientos Penitenciarios de la Fiscalía Ge-
neral de la República; Ecuador: Diego Suárez Sahona, Director
de Desarrollo Técnico del Ministerio de Justicia y Derechos Hu-
manos, María de Lourdes Dueñas Holguín, Directora del Centro
de Rehabilitación Social de Esmeraldas, Edith Annabell Ortega
Mendoza, Asistente de Abogacía de la Comisión Nacional para
los Procedimientos y Acciones Defensoriales de la Defensoría del
Pueblo; El Salvador: Ismael Rodríguez Batres, Sub Director Ge-
neral de Centros Penales, María Magdalena Valdivieso Rodrí-
guez, Coordinadora del Proyecto afis y Colaboradora de Asuntos
Jurídicos de la Dirección General de Centros Penales, Concep-
ción Hernández Gómez, Auxiliar de Jurídicos, Departamento
Penitenciario de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos
Humanos; Guatemala: Eddy Amilcar Morales Mazariegos, Direc-
tor General del Sistema, Paola Michelle Rivera Rosemberg, Coor-
dinadora del Área Laboral de Rehabilitación Social de los Cen-
tros de Detención Penal, Jorge Mario Castillo Díaz, Defensor de
la Defensoría del Debido Proceso y Recluso; Honduras: Reinerio
Nájera Martínez, Comisionado de Policía, Jessica Aguilar Men-
cía, Directora de la Penitenciaria Nacional Femenina de Adapta-
ción Social, Yoleth Emelina Calderón Umanzor, Asesora Legal de
40 funcionarias y funcionarios participantes

la Oficina del Comisionado Nacional de los Derechos Humanos;


México: Diana Marcela Motta Adalid, Secretaria Técnica y Enla-
ce para los trabajos relativos a la Mesa Interinstitucional de Géne-
ro de la Subsecretaría del Sistema Penitenciario Federal, María
Rita Cornejo Espinoza Subdirectora de Área de la Dirección Ge-
neral de Derechos Humanos, Miguel Ángel Orihuela Hernán-
dez, Director de Supervisión de la Tercera Visitaduría General de
la Comisión Nacional de los Derechos Humanos; Nicaragua:
Marlene del Socorro Gutiérrez, Directora del Centro Nacional
de Producción Penitenciaria, Alma Iris Sobalvarro Muñoz, Direc-
tora del Centro Penitenciario de Mujeres: La Esperanza, María
Auxiliadora Urbina de Sáenz, Procuradora Especial de Cárceles
de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos;
Panamá: Donald Maximino Bravo Pérez, Subdirector del Sistema
Penitenciario, María de los Ángeles González, Directora del Cen-
tro Femenino de Rehabilitación de Chiriquí, Ellis Ríos, funciona-
ria de la Oficina de Protección de los Derechos Humanos de las
Personas Privadas de Libertad de la Defensoría del Pueblo; Para-
guay: Julio Acevedo, Director Nacional de la prisión de Tacum-
bú, Ana Ramírez, Directora del Buen Pastor, Helem Almada, fun-
cionaria de la Delegación de Privados de la Defensoría del
Pueblo; Perú: Leonardo José Caparrós Gamarra, Presidente del
Instituto Nacional Penitenciario (inpe), José Ávila Herrera, Jefe
del Programa de Asuntos Penales Penitenciarios de la Defensoría
del Pueblo; República Dominicana: Ysmael Emilio Paniagua
Guerrero, Director Ejecutivo de la Escuela Nacional Penitencia-
ria y Delegado Modelo de Gestión Penitenciaria de la Procuradu-
ría General de la República, Milagros Aurora Ricardo Castillo,
Sub Directora Administrativa de la Dirección General de Prisio-
nes; Uruguay: Jorge Szasz Bernal, Director Nacional de Cárceles,
Margarita Hermida Pouso, Directora del Establecimiento Co-
rreccional y de Detención para Mujeres, Álvaro Garcé García y
Santos, Comisionado Parlamentario Penitenciario; Venezuela:
Ysmel Serrano Flores, Director General de Custodia y Rehabilita-
ción del Recluso, Francis Da Silva (representante femenino del
sistema penitenciario venezolano), Douglas José Camero Monta-
ñez, Defensor Especial en materia penitenciaria de la Defensoría
del Pueblo.
funcionarias y funcionarios participantes 41
3] 2008, 14-16 de octubre, Lima, Perú: Seminario Internacional Siste-
mas Penitenciarios y Derechos Fundamentales. Participaron en prome-
dio de 161 funcionarios entre penitenciaristas, defensores, fisca-
les, jueces, funcionarios de la Cruz Roja, del ceas, de la unicef,
etcétera.

4] 2008, 21-23 de abril, Provincia de Santa Fe, Argentina: Seminario


Sistema Penitenciario y Derechos Humanos. En promedio diario parti-
ciparon 121 personas, entre personeros de la Dirección General
del Servicio Penitenciario, de escuelas, casas y complejos peni-
tenciario de la Provincia de Santa Fe.

5] 2008, 16-18 de abril, Brasilia, Brasil: Seminario Sistemas Peniten-


ciarios y Derechos Humanos. En promedio diario participaron 134
personas, entre directores y directoras de centros penitenciarios,
funcionarios y funcionarias penitenciaristas.

6] 2007, 4-6 de diciembre, Asunción, Paraguay: Seminario Nacional


Sistemas Penitenciarios y Derechos Fundamentales. En promedio par-
ticiparon 100 personas, entre ellas penitenciaristas, defensores,
fiscales y jueces paraguayos.

7] 2007, 18-20 de abril, Distrito Federal, México: Seminario Sistema


Penitenciario y Derechos Humanos. En promedio diario participaron
100 personas, entre ellas personal del sistema penitenciario, le-
gisladores y legisladoras, académicos y académicas, personal de
organismos públicos autónomos, integrantes de organizaciones
civiles y medios de comunicación interesados e interesadas en la
administración de justicia, el sistema penitenciario y los derechos
humanos.

8] 2007, 15-17 de abril, Ciudad de Guatemala, Guatemala: Semina-


rio Sistema Penitenciario y Derechos Humanos. En promedio diario
participaron 35 personas, entre ellos funcionarias y funcionarios
penitenciarios, básicamente las jefaturas nacionales, la Dirección
de la Escuela de Estudios Penitenciarios y los instructores de la
misma, la Procuraduría de Derechos Humanos, Jueces de Ejecu-
ción de la Pena, Defensores y Fiscales así como representantes de
ong entre otros.
42 funcionarias y funcionarios participantes

  9] 2007, 26-28 de marzo, Cochabamba, Bolivia: Seminario Sistema Pe-


nitenciario y Derechos Humanos. En promedio diario participaron
80 personas, entre ellas, todos los directores y directoras de cen-
tros penitenciarios de todas las regiones del país, funcionarios y
funcionarias penitenciarios, representantes de la Corte Suprema
de Justicia, Policía Nacional, representantes de las Universidades,
de la Defensoría del Pueblo y Diputados del Congreso Nacional,
ong, entre otros.

10] 2007, 21-23 de marzo, Montevideo, Uruguay. “Seminario Sistema Pe-


nitenciario y Derechos Fundamentales”. En promedio diario partici-
paron 80 personas, entre ellas, los directores y directoras de cen-
tros penitenciarios de todas las regiones del país, funcionarios y
funcionarias penitenciarios, representantes de la Corte Suprema
de Justicia, Policía Nacional, representantes de las Universidades,
del Comisionado parlamentario y Diputados del Congreso Na-
cional entre otros.

11] 2007, 16-28 de septiembre, Suecia y Dinamarca. Gira de Capacita-


ción y Estudio. Nueve países participantes: Argentina: Ricardo Luis
Desojo, Inspector de Cárceles, Ministerio de Justicia y Derechos
Humanos, Hilda Ester Silva, Directora de la Colonia Penal de
Santa Rosa (U.4) La Pampa; Bolivia: Juan Carlos Azurduy Tama-
yo, Director Distrital de Régimen Penitenciario Potosí, Ivis Ni-
noska Ayala Flores, Directora de Legal y Clasificaciones, Héctor
Huanca Gutiérrez, Profesional Investigador de Oficio de la Ad-
juntaría de Programas y Actuaciones Especiales de la Oficina del
Defensor del Pueblo; Brasil: Magaly Andriotti Fernandes, Direc-
tora de la Casa de Albergue Femenino de Porto Alegre, Renato
Campos Pinto De Vitto, Primer Sub-defensor público general del
Estado de São Paulo; Chile: Ana Magdalena Muñoz Vergara, Sub-
inspector de la Gendarmería; Carlos Henríquez Martínez, Jefe
de la Unidad de Estudios y Proyectos de la Defensoría Regional
de Valparaíso; Colombia: Imelda López Solórzano, Directora Es-
tablecimiento Penitenciario y Carcelario de Bogotá, César Emilio
Osorio Manosalva, Director del Establecimiento Penitenciario de
Alta y Mediana Seguridad de Itaguí, Patricia Ramos de Aragón,
funcionaria de la Defensoría del Pueblo; Guatemala: Ana Marga-
rita Castillo Chacón, Directora General del Sistema Penitencia-
funcionarias y funcionarios participantes 43
rio, María Elena Gutiérrez Santos, Directora del Centro de Orien-
taciòn Femenino cof, Jorge Mario Castillo Díaz, Defensor de la
Defensoría del Debido Proceso y Recluso; Paraguay: Martha Ne-
lly Báez Viola, Directora del Correccional de Mujeres “Casa del
Buen Pastor”, Trífilo Zaracho Coronel, Director General de Insti-
tutos Penales, Olga María Blanco Ramírez, Jefa de la Delegación
del Defensor del Pueblo para Atención a Personas Privadas de
Libertad; Uruguay: Horacio Zaugg Zerpa, Director del Complejo
Carcelario “Santiago Vazquez”, Margarita Hermida Pouso, Direc-
tora del Establecimiento Correccional y de Detención para Muje-
res, Jorge Szasz Bernal, Dirección Nacional de Cárceles, Mónica
Belando Igorra, funcionaria de la Oficina del Comisionado Par-
lamentario Penitenciario; Venezuela: Eleuterio Gonzalez, Subdi-
rector de Custodia y Rehabilitación del Recluso, Darling Coiza,
Jefe División de Personal de Custodia, Indira Farías Rodríguez,
Defensora Delegada especial en materia penitenciaria de la De-
fensoría del Pueblo.

12] 2006, 14-21 de noviembre, San José, Costa Rica: Taller Internacional
del Programa Sistemas Penitenciarios y Derechos Fundamentales. Diez paí-
ses participantes: Argentina: Hilda Ester Silva, Directora Centro
de Detención de Mujeres de la Unidad 31, Alejandro Marambio
Avaria, Jefe del Gabinete de la Subsecretaría de Asuntos Peniten-
ciarios, Roberto Luis Ares, Secretario Letrado de la Corte Suprema
de Justicia de La Nación, Ricardo Mario Scoles, Coordinador de
Gabinete de Asesores de la Oficina del Defensor del Pueblo de la
Nación; Bolivia: Ramiro Félix Llanos Moscoso, Director General
de Régimen Penitenciario, Dolka Vanessa Gómez Espada, Direc-
tora Departamental del Régimen Penitenciario de la Ciudad de
Santa Cruz, Hugo Zenón Guevara Ayala, Juez de Ejecución; Brasil:
Ivo da Motta Azevedo Corrêa, Director de Políticas Penitenciarias
del Departamento Penitenciario Nacional-depen, Magaly Andriot-
ti Fernandes, Directora de la Casa de Albergue Femenino de Por-
to Alegre, Edimar Fernando Mendonça de Souza (ma), Juez de
Ejecución de la Pena, Renato Campos Pinto De Vitto, 1er. Subde-
fensor Público General del Estado de São Paulo, Maria Cecilia Re-
moli de Souza Lopes, Defensora Pública del Estado de São Paulo;
Chile: Decio Mettifogo Guerrero, Jefe de la División de Defensa
Social del Ministerio de Justicia, Maria Paulina Ganderats Luco,
44 funcionarias y funcionarios participantes

Inspectora, Directora de la Escuela de Gendarmería, María Geor-


gina Gutiérrez Aravena, Juez del Juzgado de Garantía de Temuco,
Carolina Viano Montiel, Investigadora del Área de Estudios Peni-
tenciarios del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de
Chile, Carlos Henríquez Martínez, Jefe de la Unidad de Estudios
y Proyectos de la Defensoría Regional de Valparaíso; Colombia:
María Yenny Morantes Hernández, Directora de la Reclusión de
Mujeres de Bogotá, Angel Eduardo Rodriguez Ortiz, Director del
Establecimiento de Alta y Mediana Seguridad de Cómbita, Olga
Gómez Mariño, Jueza de Ejecución de la Pena, Patricia Ramos Ro-
dríguez, funcionaria de la Defensoría del Pueblo; Costa Rica: Ma-
rio Rodríguez Arguedas, Director del Centro Gerardo Rodríguez,
Yamileth Valverde Granados, Directora del Centro de Pérez Zele-
dón, Marino Sagot Somarribas, Juez del Primer Circuito Judicial
de Alajuela, Róger Víquez Gairaud, funcionario de la Defensoría
de los Habitantes; Guatemala: Alejandro Eduardo Giammattei Fa-
lla, Director General de Sistema Penitenciario, Juan Carlos Molina
David, Director de Rehabilitación Social, María Elena Gutiérrez
Santos, Directora del Centro de Orientación Femenino, cof, Wil-
frido Porras Escobar, Juez Segundo de Ejecución Penal del Depar-
tamento de Guatemala, Jorge Mario Castillo Díaz, Defensor de la
Defensoría del Debido Proceso y Recluso; Paraguay: Martha Nelly
Báez Viola, Directora del Correccional de Mujeres “Casa del Buen
Pastor”, Trífilo Zaracho Coronel, Director General de Institutos
Penales, Carlos Alfredo Escobar Espínola, Juez de Ejecución de la
Pena, Olga María Blanco Ramírez, Jefa de la Delegación del De-
fensor del Pueblo para Atención a Personas Privadas de Libertad;
Uruguay: Julián Rodríguez Alsina, Director Nacional de Cárceles,
Margarita Hermida Pouso, Directora del Establecimiento Correc-
cional y de Detención para Mujeres, Rolando Rubens Vomero
Blanco, Juez Letrado de Primera Instancia en lo Penal de 10o.
Turno, Álvaro Garcé García y Santos, Comisionado Parlamenta-
rio Penitenciario; Venezuela: Yrma Rosa Mendoza Elvis, Directora
(e) del Anexo Femenino de Tocuyito-Estado de Carabobo, Elsa
Raquel Flores Carrasco, Sub Directora de la Dirección General de
Custodia y Rehabilitación del Recluso, Betty Elena Reyes Quinte-
ro, Juez Sexto de Primera Instancia en Funciones de Ejecución,
Indira Farías Rodríguez, defensora Delegada especial en materia
penitenciaria de la Defensoría del Pueblo.
funcionarias y funcionarios participantes 45
13] 2006, 9-11 de octubre, Ciudad de Panamá, Panamá: Seminario Sis-
tema Penitenciario y Derechos Humanos. en promedio diario partici-
paron 100 personas, entre ellas, todos los directores y directoras
de centros penitenciarios de todas las regiones del país, funcio-
narios y funcionarias penitenciarios, representantes de la Corte
Suprema de Justicia, Policía Nacional, representantes de las uni-
versidades, y de la Defensoría del Pueblo entre otros.

14] 2006, 4-6 de octubre, Santo Domingo, República Dominicana:


Seminario La sostenibilidad de la Reforma Penitenciaria. En promedio
diario participaron 77 personas, entre ellas, todos los directores
y directoras de centros penitenciarios de todas las regiones del
país, funcionarios y funcionarias penitenciarios, Jueces de Eje-
cución de la Pena, Policía Nacional, representantes de las Uni-
versidades, diputados del Congreso Nacional, de la Capellanía
General de Prisiones, la Escuela Nacional Penitenciaria, la Procu-
raduría General de la República, representantes de la oea y del
parme, entre otros.

15] 2006, 3-5 de julio, San Salvador, El Salvador: Seminario Derechos


Humanos y Sistema Penitenciario. En promedio diario participaron
60 personas, entre ellas, todos los directores y directoras de cen-
tros penitenciarios de todas las regiones del país, funcionarios y
funcionarias penitenciarios, representantes de la Corte Suprema
de Justicia (fiscales, jueces, defensores), Policía Nacional, repre-
sentantes del Ejército, representantes de las universidades, Con-
greso Nacional y Procuraduría de los Derechos Humanos, entre
otros.

16] 2006, 28-30 de junio, Managua, Nicaragua: Seminario Sistema Peni-


tenciario, Seguridad Ciudadana y Derechos Humanos. En promedio
diario participaron 100 personas, entre ellas, todos los directores
y directoras de centros penitenciarios de todas las regiones del
país, funcionarios y funcionarias penitenciarios, representantes
de la Corte Suprema de Justicia (fiscales, jueces, defensores), Po-
licía Nacional, representantes del Ejército, representantes de las
universidades, Congreso Nacional y Procuraduría para la defensa
de los Derechos Humanos.
46 funcionarias y funcionarios participantes

17] 2006, 27 de marzo a 7 de abril, Suecia y Dinamarca: Gira de Capaci-


tación y Estudio. Diez países participantes: Argentina: Juan Miguel
Scatolini, Director de Población Carcelaria de la Subsecretaría
de Política, Penitenciaria y Readaptación Social del Ministerio
de Justicia, Juan Carlos Domínguez Lostaló, Experto del ilanud;
Costa Rica: Reynaldo Villalobos Zúñiga, Sub Director de la Di-
rección General de Adaptación Social, Patricia Montero Villalo-
bos, funcionaria de la Defensoría de los Habitantes, Juan Manuel
Herrera Zeledón, Asesor en materia penitenciaria del Despacho
de la Ministra de Justicia; Ecuador: Marco Antonio González
Escudero, Director Nacional de Rehabilitación Social, Patricia
Palacios Iñiguez, Directora del Centro de Rehabilitación Social
Femenino, Romeo Gonzalo Sylva Castillo, Director Nacional
para la Fuerza Pública y Centros Penitenciarios de la Defensoría
del Pueblo; El Salvador: Juan Ramón Arévalo Cuellar, Director
del Centro Penitenciario de Seguridad de Zacatecoluca, María
Magdalena Valdivieso Rodríguez, Directora del Centro Preven-
tivo de Readaptación para Mujeres de Ilopango, Adilia Beatriz
Pineda Juárez, funcionaria de la Procuraduría para la Defensa de
los Derechos Humanos; Honduras: Luis Enrique García Méndez,
Director de la Penitenciaría Nacional de San Pedro Sula, Odalis
Aleyda Nájera Medina, funcionaria de la Oficina del Comisiona-
do Nacional de los Derechos Humanos; México: Ma. Del Carmen
Jiménez García, Subdirectora del Programa de Visitas de Supervi-
sión Penitenciaria de la Comisión Nacional de los Derechos Hu-
manos de México, DF, Martín Porfirio Reyes Magdaleno, Direc-
tor General del Centro Federal de Readaptación Social No.1 “La
Palma” de la Subsecretaría de Prevención y Participación Ciuda-
dana; Nicaragua: Darvyn Centeno Mayorga, Subdirector General
Sistema Penitenciario Nacional, Marlene del Socorro Gutiérrez,
Subdidrectora del Centro Penitenciario de Mujeres, María Auxi-
liadora Urbina de Sáenz, Procuradora Especial de Cárceles de
la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos de
Nicaragua; Panamá: Simón González Soto, Director del Centro
Penal La Joya, Ma. de los Ángeles González, Directora del Centro
Penitenciario de Chiriquí. Leysi Eisiel Santamaría T., funcionaria
del Programa de Supervisión de los Derechos Humanos de las
Personas Privadas de Libertad de la Defensoría del Pueblo; Perú:
José Ávila Herrera, Jefe del Programa de Asuntos Penales Peni-
funcionarias y funcionarios participantes 47
tenciarios de la Defensoría del Pueblo; República Dominicana:
Agustín Adalberto Reyes Genao, Subdirector General de Segu-
ridad Penitenciaria de la Dirección General de Prisiones, Mila-
gros Aurora Ricardo Castillo, Sub Directora Administrativa de la
Dirección General de Prisiones de la Procuraduría General de la
República, Vielka Polanco, Directora del Instituto de Derechos
Humanos.

18] 2006, 20-22 de febrero, Quito, Ecuador: El Sistema Penitenciario


Ecuatoriano. En promedio participaron 100 funcionarios y funcio-
narias entre penitenciaristas, defensores, fiscales y jueces ecuato-
rianos.

19] 2005, 28 de noviembre a 7 de diciembre, San José, Costa Rica:


Taller del Programa “Sistemas Penitenciarios y Derechos Fundamentales
Argentina: Juan Miguel Scatolini, Director de Población Carcela-
ria de la Subsecretaría de Política Penitenciaria y Readaptación
Social del Ministerio de Justicia, Osvaldo Favio Marcozzi, Direc-
tor Provincial de Política Penitenciaria y Readaptación Social de
la Subsecretaría de Política; Costa Rica: Luis Bernardo Arguedas
Álvarez, Coordinador de Nivel de Atención Institucional del Mi-
nisterio de Justicia, Justina Aguirre Aguirre, Jefe Nacional del
Área Jurídica del Ministerio de Justicia, Freddy Alberto Sandí
Zúñiga, Juez de Ejecución de la Pena Primer Circuito Judicial de
San José; Patricia Montero Villalobos, funcionaria de la Defenso-
ría de los Habitantes ; Cuba: Óscar Manuel Silvera Martínez, Juez
del Tribunal Provincial Popular de Ciudad de la Habana, Tribu-
nal Supremo Popular, Hortensia Bonachea Rodríguez, Fiscal Jefe
de la Dirección de Control de Legalidad en los Establecimientos
Penitenciarios, Fiscalía General de la República. Ecuador: Marco
Antonio González Escudero, Director Nacional de Rehabilita-
ción Social, Esneider Gómez Romero, Juez Suplente del Tribunal
Segundo de lo Penal de Pichincha, Romeo Gonzalo Sylva Casti-
llo, Director Nacional para la Fuerza Pública y Centros Peniten-
ciarios de la Defensoría del Pueblo; El Salvador: María Magdale-
na Valdivieso Rodríguez, Directora del Centro Preventivo de
Readaptación para Mujeres de Ilopango, Juan Ramón Arévalo
Cuéllar, Director del Centro Penitenciario de Seguridad de Zaca-
tecoluca, Juan Rigoberto Cabrera Rodríguez, Juez de Ejecución
48 funcionarias y funcionarios participantes

de la Pena y Vigilancia Penitenciaria de Usulután de la Corte Su-


prema de Justicia, Adilia Beatriz Pineda Juárez, funcionaria de la
Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos; Hondu-
ras: Nolvia Cristina Sorto Herrera, Inspectora de Policía. Directo-
ra de la Penitenciaría Nacional Femenina, Luis Enrique García
Méndez, Director de la Penitenciaría Nacional de San Pedro
Sula, José Luis Castellanos Castellanos, Juez de Ejecución de la
Sección Judicial de la Ceiba, Odalis Aleyda Nájera Medina, de la
Oficina del Comisionado Nacional de los Derechos Humanos;
México: Mario Guillermo Fromow García, Coordinador de Ase-
sores del Subsecretario de Prevención y Participación Ciudada-
na, Sara Elena Izazola Licea, Asesora del Subsecretario de Pre-
vención y Participación Ciudadana de la Secretaría Seguridad
Pública Federal, Jorge Ojeda Velásquez, Magistrado del Décimo
Tribunal Colegiado en Materia Penal del Primer Circuito, María
del Carmen Jiménez García, Subdirectora del Programa de Visi-
tas de Supervisión Penitenciaria de la Comisión Nacional de los
Derechos Humanos; Nicaragua: Darvyn Centeno Mayorga, Sub-
director General del Sistema Penitenciario Nacional, Marlene
del Socorro Gutiérrez, Subdirectora del Centro Penitenciario de
Mujeres, Roxana I. Zapata López, Juez Primero de Distrito Penal
de Ejecución de Sentencia y de Vigilancia Penitenciaria de la Cir-
cunscripción de Managua, María Auxiliadora Urbina de Sáenz,
Procuradora Especial de Cárceles de la Procuraduría para la De-
fensa de los Derechos Humanos; Panamá: Simón González Soto,
Director del Centro Penal La Joya, Ma. de los Ángeles González,
Directora del Centro Penitenciario de Chiriquí, Enrique Mon,
Juez Penal de Adolescentes del 2o. Circuito, Leysi Eisiel Santama-
ría T., funcionaria del Programa de Supervisión de los Derechos
Humanos de las Personas Privadas de Libertad de la Defensoría;
Perú: Wilfredo Pedraza Sierra, Presidente del Instituto Nacional
Penitenciario, Susana Silva Hasembank, Tercer Miembro del
Consejo Nacional Penitenciario, Beldad Julia Inés Caro Rodrí-
guez de Ramos, Jueza Titular del Juzgado Penal de Moyobamba
de la Corte Suprema de Justicia, José Ávila Herrera, Jefe del Pro-
grama de Asuntos Penales Penitenciarios de la Defensoría del
Pueblo; República Dominicana: Agustín Adalberto Reyes Genao,
Subdirector General de Seguridad Penitenciaria de la Dirección
General de Prisiones, Milagros Aurora Ricardo Castillo, Sub Di-
funcionarias y funcionarios participantes 49
rectora Administrativa de la Dirección General de Prisiones, Juan
de la Cruz Rijo Güílamo, Juez de Ejecución Penal de la Suprema
Corte de Justicia, Vielka Polanco, Directora del Instituto de Dere-
chos Humanos Santo Domingo.

seminarios extraproyecto, financiados completamente


por los países:

20] 2008, 13-14 de mayo, Distrito Federal, México; Seminario Sistema


Penitenciario y Derechos Humanos, patrocinado por la Comisión de
Derechos Humanos del Distrito Federal. Participaron 50 perso-
nas.

21] 2008, 25-28 de abril, Provincia de Buenos Aires, Argentina: Semi-


nario Sistema Penitenciario y Derechos Humanos. Participaron en pro-
medio diario 273 personas tanto del Ministerio de Justicia como
del Sistema Penitenciario Nacional.
segunda parte
cárcel y justicia penal:
el modelo de derechos y obligaciones de las
naciones unidas, y una política integral de
seguridad de los habitantes frente al delito

elías carranza1

sumario: 1] Gravedad de la situación penitenciaria regional. 2] Las teorías


de la pena y de los objetivos de la pena de prisión. 3] El modelo penitenciario
de derechos y obligaciones de las Naciones Unidas. 4] Derecho y realidad.
La sobrepoblación penitenciaria. 5] ¿Qué ocasiona el acelerado crecimiento
de las poblaciones penitenciarias? 6] Las personas presas sin condena. 7] La
ratio personas presas : persona funcionaria. 8] Género y justicia penal. Mujer
y cárcel en América Latina. 9] ¿Cuán eficaz es la justicia penal? ¿En qué con-
siste su eficacia? 10] El aumento de la prisión en los países de altos ingresos.
Su relación con las migraciones provenientes de América Latina y de otras
regiones de países de medianos y bajos ingresos. 11] La globalización, “tal
como está siendo gestionada”, distribuye inequitativamente no solamente el
ingreso, sino también la criminalidad y la criminalización. 12] Relación entre
la inequidad de la distribución del ingreso entre países y delito, y relación
entre la inequidad de la distribución del ingreso al interior de los países y
delito. 13] La situación del delito en los países de altos ingresos. Contraste
con la situación en los países de medianos y bajos ingresos. 14] Recapitula-
ción. 15] Situación actual y perspectivas futuras. El fenómeno de la exclusión
social. La respuesta de la justicia penal. La respuesta de la integración social.
16] Los costos de la cárcel ¿En qué conviene invertir? 17]Lineamientos para
políticas integrales de prevención del delito y justicia penal en los países de
América Latina.

1  Director del ilanud.

[53]
54 elías carranza

1] gravedad de la situación penitenciaria regional

Como caracterización general, la realidad penitenciaria de los paí-


ses de América Latina es muy grave, con multiplicidad de delitos y
violaciones flagrantes y continuas de derechos humanos que tienen
lugar, paradójicamente, en el mismo seno de los sistemas de justicia
penal.
Es imprescindible partir del análisis de la situación de la crimina-
lidad, la justicia penal y las prisiones, con toda la objetividad posible,
y en su integralidad, ya que las cárceles no son ajenas a las sociedades
en que vivimos. Son pequeñas unidades sociales que reflejan y repro-
ducen, en su pequeña dimensión, lo bueno y lo malo de las socieda-
des que hemos construido. Con sociedades violentas, con gran in-
equidad y poca justicia social, difícilmente podríamos tener prisiones
sin violencia y buena justicia penal.
Pero nuestra intención no será solamente detenernos ante esa
realidad paralizante. Quisiéramos también identificar potencialida-
des y cursos de acción que nos permitan avanzar con realismo –en
algunos casos, continuar avanzando– en la tarea de lograr una justicia
penal más justa, con menos impunidad y, también, con más humani-
dad y racionalidad; y asimismo avanzar en la obligación que tenemos
de construir sociedades con más equidad y más justicia social, porque
como dijimos, difícilmente en sociedades violentas, con gran inequi-
dad y poca justicia social, podremos construir prisiones sin violencia
y buena justicia penal.
Necesitamos comenzar por reconocer que la cárcel es, en el mun-
do contemporáneo, la pena y la medida cautelar prototípicas. A pesar
de las luchas minimalistas por reducirla, en el panorama mundial,
aunque con ciclos de ascenso y de descenso, la cárcel ha venido cre-
ciendo; en el primer decenio del siglo xxi presenciamos las tasas de
presos y presas posiblemente más altas de las que se conoce registro
en la historia de la humanidad.
Hacia los años setenta se fortaleció en la doctrina penal el estudio
y promoción de alternativas a la justicia penal y a la prisión, tanto
para la prisión preventiva como para la prisión como pena, y de
las Naciones Unidas y de las asociaciones internacionales penales y
criminológicas surgieron instrumentos y declaraciones promoviendo
reducir el uso de la prisión y de la justicia penal. El movimiento tuvo
resultados en la legislación, muchos países incorporaron el princi-
cárcel y justicia penal 55
pio de oportunidad y otros mecanismos para desviar el ingreso de
casos a la justicia penal, incorporaron la instrucción criminal con
el imputado o imputada en libertad y formas de sanción penal no
privativas de libertad. Sin embargo, posteriormente la investigación
criminológica determinó algo paradójico: en lugar de reducir el uso
de la prisión, la utilización de las penas no privativas de libertad es-
taría generando lo que se llamó “la ampliación de la red de control
social o de control penal”. El efecto que estarían causando las alter-
nativas sería que se continúa encarcelando por las conductas por las
que antes se encarcelaba, pero además, otras personas que antes no
hubieran recibido prisión ni sanción alguna por sus conductas, al
tener los jueces también a su disposición para aplicar este otro tipo
de respuestas, reciben ahora sanciones “alternativas”, con lo cual no
se reduce el número de personas presas, en cambio, se expande la
red que atrapa, bajo diversas formas de control penal, a un mayor
número de personas.
Así las cosas, confrontamos en la actualidad números absolutos y
tasas de presos y presas altísimas, de las más altas en la historia de la
humanidad, que en el caso de los países de medianos y bajos ingresos
como lo son todos los de América Latina y el Caribe son, con alguna
excepción, mucho más altas que en los países de altos ingresos,2 y
como era de suponer, también con efectos más graves que en ellos,
en razón de los reducidos recursos con que cuentan para afrontar
los problemas de falta de espacio, de carencia de personal peniten-
ciario y de atención de las necesidades básicas de alimentación, salud,
higiene, etcétera.

2  Utilizamos la clasificación de países del Banco Mundial. El Banco utiliza el

ingreso bruto nacional per cápita para determinar las siguientes categorías en dó-
lares: Ingreso Bajo: $825 o menos; Ingreso Medio: 826 a 10 065; Ingreso Alto: 10 066
y más. Hace, asimismo, una subdivisión a partir de 3 255 entre Ingreso Medio Bajo
e Ingreso Medio Alto. En su clasificación, todos los países de América Latina, con
excepcion de Haití y Nicaragua, son de medianos ingresos. Haití y Nicaragua son
de bajos ingresos (World Bank, 2000: 335, 2006: 289). Los países de medianos y de
bajos ingresos suelen denominarse “en vía de desarrollo, pero tal denominación es
eufemística y menos objetiva. La categorización según el ingreso es menos ambicio-
sa o más estrecha, pero más rigurosa al clasificar a partir de una variable medible
matemáticamente, que tiene también una relación medible matemáticamente con
numerosas otras variables sociales tales como educación, salud, vivienda, delito,
etcétera.
56 elías carranza

2] las teorías de la pena y de los objetivos de la pena


de prisión

En lo que sigue veremos cuadros estadísticos que exhiben lo que


decimos. Pero antes hagamos un alto para interrogarnos: ¿Cuáles son
los fundamentos u objetivos de la pena y de la pena de prisión? y
¿qué ocasiona la situación actual de crecimiento acelerado de las
poblaciones penitenciarias?
Respecto de la primera pregunta, los tratados de derecho penal
suelen tener un capítulo, en su parte general, especialmente destina-
do a las teorías que fundamentan la pena y la pena de prisión, y
suelen clasificarlas en teorías absolutas o relativas, según que la pena
agote su función en sí misma o bien sirva de medio para otros obje-
tivos ulteriores, posiblemente el más clásico el de la reeducación o
readaptación del penado o penada.
Asimismo, desde el punto de vista criminológico y de política cri-
minal, se han clasificado las diversas teorías sobre los objetivos de la
pena en: a] teorías de la “retribución”, que consideran que la pena
es sencillamente un mal con el que se retribuye al infractor el mal
causado por él al cometer el delito; b] teorías de la “disuasión”, ge-
neral o especial, según que se considere que la pena tiene un efecto
disuasor sobre las personas, en general, en cuanto a cometer delitos
o bien sobre quienes ya han delinquido, disuadiéndolos de cometer
nuevos delitos en el futuro; c] de la “rehabilitación o readaptación”,
adjudicándosele a la pena el objetivo de rehabilitar, readaptar, reso-
cializar, reeducar, reinsertar al infractor (diversas versiones de las que
Raúl Zaffaroni (2002: 56) denominara “teorías re”);3 d] un cuarto
grupo de teorías, para las cuales la pena no tiene un único objetivo,
e integran y combinan elementos de las tres anteriores (Grupp 1971:

3  El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de las Naciones Unidas reco-

giendo la doctrina penitenciaria de los años sesenta establece que “El régimen
penitenciario consistirá en un tratamiento cuya finalidad esencial será la reforma y
la readaptación social de los penados” (A. G. Res. 2200 A (xxi), 1966: núm. 10,3).
De manera similar, la Convención Americana de Derechos Humanos, del mismo
decenio, reproduciendo casi textualmente el texto del Pacto, establece que “las
penas privativas de la libertad tendrán como finalidad esencial la reforma y la re-
adaptación social de los condenados” (oea, 1969: núms. 5, 6.). Véase una buena
colección de citas críticas de penalistas y criminólogos a las teorías “re” en Barros
Leal, 2008.
cárcel y justicia penal 57
3-10); y, finalmente, e] la teoría más reciente, llamada “de la incapa-
citación”, que surge en los Estados Unidos de América en los años
ochenta, y dice que la pena de prisión tiene el objetivo pragmático
de incapacitar o inhabilitar al infractor para cometer más delitos
durante el tiempo que dura su privación de libertad (Zimring y Haw-
kins 1995: 3 ss.).
Las diversas teorías de la pena dan lugar a su vez a modelos peni-
tenciarios, por medio de los cuales quienes las sustentan desearían
ver plasmadas las teorías en la realidad; realidad que, sin embargo,
por lo general marcha por su cuenta, a pesar de la honestidad de
quienes sustentan las teorías, y que es bastante similar en todos los
países, cualesquiera sea la teoría de la pena o específicamente de la
pena de prisión prevaleciente.
Se llenaron muchos volúmenes sobre el tema, y es difícil no coin-
cidir, al menos parcialmente, con cada una de las diversas teorías.
Así, en cuanto concierne a las teorías de la retribución, parece indu-
dable que la pena constituye, como su mismo nombre lo indica, una
retribución por medio del castigo, y así lo interpretan sin ninguna
duda los penados y penadas que la sufren. Respecto de las teorías de
la disuasión, se ha verificado que en el caso de determinados delitos,
y si se dan determinadas condiciones, la pena o la sola amenaza de
ella tienen cierto efecto disuasorio; el ejemplo típico es el de los
delitos e infracciones de tránsito. Respecto de las teorías de la edu-
cación, aunque existe mucha controversia respecto de la legitimidad
y de la posible función “resocializadora” o “reeducativa” de la prisión,
por lo general sí existe consenso en el sentido de que el tiempo que
ésta dura puede o debería utilizársele para ofrecer educación o ca-
pacitación a las personas privadas de libertad, para reducir su vulne-
rabilidad al momento de su regreso a la vida en libertad, sobre todo
teniendo en cuenta que el alto porcentaje de las y los penados a
prisión pertenecen a las clases sociales con menor acceso a ella, y más
aún en el caso de la privación de libertad a menores de edad, quienes,
como lo establece la Convención de las Naciones Unidas sobre los
Derechos del Niño, se encuentran en edad escolar, para quienes el
acceso a la educación es un derecho. Y respecto de la más reciente
teoría de la incapacitación, es obvio y cierto que durante el tiempo
que dura la condena a prisión de quienes han delinquido, estarán
incapacitados o al menos más limitados para cometer delitos. (En
rigor la pena los incapacita relativamente sólo para cometer delitos
58 elías carranza

fuera de la prisión, ya que al interior de las prisiones se cometen


numerosos delitos, e incluso delitos que se planifican o cometen
adentro con efectos afuera).4
El análisis de las múltiples teorías de la pena y de la pena de pri-
sión, de sus coincidencias y diferencias, es interesante y revelador
–aunque también suele ser encubridor– de sus funciones reales y de
la realidad de sus condiciones materiales, que en lo esencial son muy
similares en todos los países, a pesar de la diversidad de las teorías
que la sustentan. Por eso, en el análisis que estamos haciendo, parti-
mos de la simple constatación del hecho sociológico de la existencia
de la pena y de la pena de prisión, similar en todos los países del
mundo contemporáneo, con lo cual las diversas teorías sobre ella
vendrían en realidad a constituirse en racionalizaciones, a posteriori,
de algo que existe con relativa independencia de las teorías y que,
reiteramos, existe de manera muy similar en todos los países.

3] el modelo penitenciario de derechos y obligaciones


de las naciones unidas

Ahora bien, paralelamente a la diversidad de teorías, justificaciones


y objetivos sobre la pena y sobre la pena de prisión, la comunidad
internacional, en el seno de las Naciones Unidas, ha ido logrando
consensos en torno a principios básicos o mínimos que deben pre-
sidir las políticas penales y los sistemas penitenciarios de los países
miembros –o que deberían presidirlas, ya que no en todos los países
los principios tienen la misma vigencia– y existe ya un cúmulo de
instrumentos internacionales que resumen ese consenso respecto de
lo que debe ser la justicia penal y respecto del trato que deben recibir
las personas presas. El primero y más antiguo de tales instrumentos
son las Reglas mínimas para el tratamiento de los reclusos y recomendacio-
nes relacionadas, sancionadas en Ginebra en 1955 (Naciones Unidas,
1955); a ellas les siguieron los Principios básicos para el tratamiento de
los reclusos (Naciones Unidas, 1990a), las Reglas de las Naciones Unidas

4  Motivo por el cual en numerosos países, entre otras medidas, se está estable-

ciendo la prohibición del uso de teléfonos celulares para la población presa y el


control de llamadas de la telefonía fija.
cárcel y justicia penal 59
para la protección de los menores privados de libertad (Naciones Unidas,
1990b), las Reglas mínimas de las Naciones Unidas sobre las medidas no
privativas de libertad o “Reglas de Tokio” (Naciones Unidas, 1990c),
el Protocolo de Estambúl o Manual para la investigación y documentación
eficaces de la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes
(Naciones Unidas, 2001) y un sinnúmero de otros instrumentos de
estándares y normas, el más reciente de ellos (dentro del marco de la
Organización de Estados Americanos) es el de los Principios y buenas
prácticas sobre la protección de las personas privadas de libertad en las Améri-
cas, aprobado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
el 13 de marzo de 2008 (cidh, 2008). Existen también instrumentos
que establecen ya no orientaciones políticas sino normas vinculantes
u obligatorias para los países que los han firmado y ratificado, tales
como el Pacto internacional de derechos civiles y políticos (A. G. res. 2200
A [xxi], del 16 de diciembre de 1966) (Naciones Unidas, 1966), la
Convención americana sobre derechos humanos (oea, 1969), la Convención
contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes
(Naciones Unidas, 1984) y su reciente Protocolo facultativo que esta-
blece un régimen especial de visitas a los lugares de detención que
entró en vigencia el 22 de junio del 2006, luego de reunir las 20
ratificaciones que se requerían.5 Este conjunto de instrumentos de
las Naciones Unidas constituye también un “modelo penitenciario”,
que podríamos denominar el modelo penitenciario de derechos y
obligaciones de las Naciones Unidas.
De acuerdo con este modelo, y como lo establecen los Principios
Básicos para el tratamiento de los reclusos (Naciones Unidas, 1990a: núm.
5), “con excepción de las limitaciones que sean evidentemente nece-
sarias por el hecho del encarcelamiento, todos los reclusos seguirán
gozando de los derechos humanos y las libertades fundamentales con-
sagradas en la Declaración universal de derechos humanos […] en el Pacto
internacional de derechos económicos, sociales y culturales (Naciones Unidas,
1966a), en el Pacto internacional de derechos civiles y políticos (Naciones
Unidas, 1966) y su protocolo facultativo, así como de los demás dere-
chos estipulados en otros instrumentos de las Naciones Unidas”.
En materia de educación, por ejemplo, superando las controver-
sias sobre el derecho del Estado a reeducar y sobre las posibilidades
de tal educación en el ámbito penitenciario, lo esencial que estable-

5  Al entrar en vigencia continuaron las ratificaciones de los países miembros.


60 elías carranza

ce el modelo penitenciario de las Naciones Unidas es que “todos los


reclusos tendrán derecho a participar en actividades culturales y
educativas encaminadas a desarrollar plenamente la personalidad
humana (Naciones Unidas, 1990a, Principios básicos: núm. 6), que se
tomarán disposiciones para mejorar la instrucción de todos los reclu-
sos capaces de aprovecharla” (Naciones Unidas, 1955, Reglas mínimas:
núm. 77), y que “Todo menor en edad de escolaridad obligatoria
tendrá derecho a recibir una enseñanza adaptada a sus necesidades
y capacidades y destinada a prepararlo para su reinserción en la so-
ciedad” (Naciones Unidas, 1990b: núm. 38 ss.). Asimismo, en cuanto
al trabajo, el modelo establece que las personas reclusas tienen obli-
gación y derecho de trabajar, y que deben tener acceso al trabajo (Nacio-
nes Unidas, Reglas mínimas: núm. 71 ss.; Naciones Unidas, Reglas:
núm. 43 ss.); y establece asimismo, para las personas presas, el dere-
cho a la satisfacción de las necesidades básicas de salud, higiene, agua
potable, visita y contacto con el mundo exterior, seguridad personal,
etc. (Naciones Unidas, Reglas mínimas: núms. 9 a 26; Naciones Unidas,
Reglas: núm. 31 ss.).
En definitiva, los instrumentos de las Naciones Unidas establecen
un modelo penitenciario de derechos y obligaciones. Y pensando en un
modelo penitenciario deseable y posible, digno de ser promovido en
cualquier país del mundo, en el ilanud procuramos evitar continuar
la discusión paralizante sobre las teorías y modelos antedichos. Pone-
mos tales teorías y modelos entre paréntesis, o en la biblioteca, como
información que nos aporta criterios valiosos, y proponemos, para la
acción, trabajar para hacer realidad el modelo penitenciario de derechos y
obligaciones de las Naciones Unidas, que incorpora lo mejor de cada uno
de los otros modelos, transformándolos en derecho positivo interna-
cional, y que –salvo alguna rara excepción– ha sido ya receptado en
las constituciones y legislaciones nacionales de todos los países.
Al igual que para el caso de las personas presas, las Naciones Uni-
das han creado estándares y normas referidos a la política criminal,
a la prevención del delito, a las víctimas del delito, a los policías, a
los jueces, a los defensores, al ministerio público, a la mujer, a la
justicia penal juvenil, y estándares y normas en muchas otras materias
relacionadas, conjunto que podríamos denominar el modelo de justicia
penal de las Naciones Unidas.6 Estos instrumentos pueden verse en la

6  El concepto que proponemos es muy similar al ”modelo de justicia” que in-


cárcel y justicia penal 61
página de Internet de la Oficina de Drogas y Criminalidad de las
Naciones Unidas <www.unodc.org/unodc/index.html> o en la del
ilanud <www.ilanud.or.cr/>.
Por lo que hemos dicho hasta aquí, en cuanto a modelos y políti-
cas penitenciarias, y en general en cuanto a justicia penal, en el
ilanud nos atenemos y recomendamos atenerse a los instrumentos
directrices ya aprobados por la comunidad internacional en el seno
de las Naciones Unidas, muchos de los cuales constituyen, reiteramos,
derecho positivo.

4] derecho y realidad. la sobrepoblación penitenciaria

Ahora bien, sabemos que no todo el derecho coincide con la realidad,


y la realidad penitenciaria suele ser el ejemplo más grave de esa dis-
crepancia. Ello por una serie de razones objetivas que por lo general
escapan a las posibilidades de control de la funcionaria o funcionario
penitenciario medio, por muy responsables y esmerados que sean. Al
respecto, el cuadro 1a exhibe la sobrepoblación existente en los siste-
mas penitenciarios de los países de América Latina, medida en sus
densidades promedio por cada 100 cupos, y en el cuadro 1b hemos
colocado la misma información para el caso de los países del Caribe.
Consideramos útil hacer algunas definiciones de lenguaje: Los
vocablos “sobrepoblación”, “superpoblación” y “hacinamiento” son
utilizados indistintamente por diversos autores. En este trabajo adop-
tamos las definiciones siguientes:
Densidad penitenciaria: Es la relación numérica entre la capacidad
de una prisión o de un sistema penitenciario y el número de personas
alojadas en él, que resulta de la fórmula: Número de personas alojadas/
número de cupos disponibles x 100 ;
Sobrepoblación penitenciaria: Es la situación en que la densidad peni-
tenciaria es mayor que 100, porque hay más personas presas que la
capacidad establecida para una prisión o para la totalidad del sistema;

trodujeron Giuseppe di Gennaro y Eduardo Vetere en su artículo “I Diritti Dei De-


tenuti E La Loro Tutela” publicado en 1975 en La Rassegna Di Studi Penitenziari, del
Ministero di Grazia e Giustizia Italiano, y que desarrollaron unos años después en el
documento “The Treatment of Prisoners: the role of the United Nations” (1991).
62 elías carranza

cuadro 1a. sobrepoblación penitenciaria


en países de américa latina

país 1999-2002 2005-2007

densidad densidad
población × 100 población × 100
capacidad existente plazas capacidad existente plazas
Argentina (2002-2007)* 31 897 37 543 118 49 322 46 263 94
Bolivia (1999-2006) 4 959 8 057 162 3 711 7 682 207
Brasil (2002-2006) 181 865 240 107 132 215 003 371 482 173
Colombia (2001-2006) 39 591 54 034 136 52 437 61 133 117
Costa Rica (2002-2005) 6 032 6 613 110 7 931 7 862 99
Chile (2001) 23 855 33 635 141    
Ecuador (2001-2005) 6 831 7 859 115 7 518 12 081 161
El Salvador (2002-2005) 6 137 10 278 167 7 770 12 581 162
Guatemala (1999-2009) 7 233 8 169 113 6 454 8 243 128
Honduras (1999-2006) 5 235 10 938 209 8 280 11 691 141
México (2000-2005) 119 972 151 662 126 158 968 204 130 128
Nicaragua (2002-2005) 5 348 5 555 104 5 446 5 672 104
Panamá (2002-2005) 7 036 9 607 137 7 216 11 617 161
Paraguay (2099-2005) 2 707 4 088 151 4 874 6 238 128
Perú (2002-2005) 19 949 27 493 138 21 794 33 471 154
R. Dominicana (1999-2005)* 4 460 11 416 256 9 210 12 708 138
Uruguay (2001-2006) 3 386 5 107 151 4 840 7 042 145
Venezuela (2000-2006) 20 449 23 147 113 16 609 19 047 115

notas: en el caso de algunos países las cifras de este cuadro no coinciden con las de
los cuadros de los totales y tasas de las poblaciones penitenciarias por cuanto las uni-
dades de análisis tomadas por las autoridades en uno y otro caso fueron distintas. En
aquellos cuadros hemos tratado de lograr la cifra total de personas presas incluyendo
las alojadas en cárceles de provincia y en comisarías policiales. En el presente cuadro
la información que proporcionan los países incluye sólo los presos alojados en los
sistemas penitenciarios. Argentina: Info. del Sistema Nacional de Estadísticas sobre
Ejecución de la Pena sneep. Los datos de 2007 incluyen el Servicio Penitenciario Fe-
deral y provincias, pero falta la información de las provincias de Mendoza, Salta y las
unidades 1 y 2 de Tucumán. R. Dominicana: Los datos del 2002 son de la Comisión
para la Definición, Ejecución y Supervisión de la Política Penitenciaria Nacional, y el
cálculo se hizo sólo sobre la base de 21 cárceles, excluyendo 12, ya que la Comisión
informó que “la totalidad de las cárceles poseen celdas colectivas, y debido a las nu-
merosas remodelaciones y ampliaciones es imposible determinar la capacidad exacta
de los 32 recintos que hay en el país”.
fuente: Elías Carranza, ilanud, elaborado con información oficial proporcionada por
las autoridades de cada país.
cárcel y justicia penal 63
cuadro 1b. sobrepoblación penitenciaria en países del caribe

país 1999 2008


población densidad × población densidad ×
capacidad existente 100 plazas capacidad existente 100 plazas
Antigua y Barbuda     150 229 153
Bahamas     1 084 1 400 129
Barbados 328 1 030 314
Belice 500 1 097 219 1 500 1 334 89
Dominica 208 207 100 300 254 85
Granada     98 386 394
Jamaica 2 816 3 488 124 4 247 4 709 111
San Cristóbal y Nieves 105 135 129 150 262 175
San Vicente y
300 405 135 200 410 205
las Granadinas
Santa Lucía 134 373 278 500 503 101
Surinam 1 188 1 933 163 1 188 1 600 135
Trinidad Tobago 4 348 4 864 112 4 386 3 803 87

notas: E. Carranza, ilanud. Información de 1999 proporcionada por los gobiernos


de cada país al ilanud. Información de 2008, tomada de la página de Internet del
International Centre for Prison Studies, King’s College, Londres.

Sobrepoblación crítica: Es la situación en que la densidad penitenciaria es


igual a 120 o más. Adoptamos esta definición utilizada por el Comité
Europeo para los Problemas Criminales como un criterio útil también
para América Latina (comité, 1999: 50);
Hacinamiento: Utilizamos este vocablo como sinónimo de sobrepo-
blación crítica.
Como se puede ver en los cuadros, a la fecha de la información más
reciente 16 de los 18 países incluidos en el cuadro de América Latina
se encontraban sobrepoblados (excepciones son Costa Rica y Argenti-
na, si bien en el caso de Argentina, como se explica en el cuadro, no
se incluyeron en el cómputo algunas unidades penitenciarias provin-
ciales cuya inclusión podría variar el panorama), y 9 de los 12 países
del cuadro del Caribe lo estaban también. A su vez, la mayoría de los
países de ambos cuadros presentaban situación de sobrepoblación
crítica, con densidades iguales o superiores a 120 por ciento.
Hay que tener en cuenta que las densidades indicadas en los cua-
dros son los promedios del total de las unidades de los sistemas.
Cuando se considera la situación concreta de cada cárcel se encuen-
tran casos de extrema gravedad, a veces con densidades increíbles
64 elías carranza

que multiplican varias veces la capacidad máxima de los centros. En


un trabajo anterior (Carranza E. et alii, 2001: 23 ss.) señalábamos la
importancia de tener en cuenta que las Reglas mínimas de las Naciones
Unidas para el tratamiento de los reclusos establecieron en 1955, hace
más de medio siglo, que “Las celdas o cuartos destinados al aislamien-
to nocturno no deberán ser ocupados más que por un solo recluso”.
Desde este punto de vista, la mayoría de las cárceles de la región
contravienen, por definición, la normativa internacional, ya que no
poseen celdas individuales sino cuadras o alojamientos colectivos
para un gran número de personas.
Los estándares de la arquitectura que se utilizan para la vivienda
familiar establecen que ubicar más de dos personas en un mismo
dormitorio no es conveniente. Tal criterio se aplica a personas que
son de la misma familia, o que voluntariamente se alojan en común.
En el sistema penitenciario se trata de personas alojadas allí contra
su voluntad, por lo general desconocidas entre sí, muchas veces ene-
migas, y que han sido privadas de libertad por una condena penal o
porque están imputadas de la comisión de delitos, en muchos casos
cometidos con violencia. En resumen, se trata de una población di-
fícil, que colocamos en hacinamiento en condiciones mucho más
difíciles que las exigidas por la arquitectura para las personas en
general. Luego, cuando los motines y homicidios en las cárceles al-
canzan límites alarmantes, solemos razonar que esto ocurre porque
“se trata de personas de naturaleza violenta que no tienen capacidad
para la convivencia”.
La psicología experimental ha verificado que se genera agresi-
vidad y violencia en los animales o en las personas reduciendo su
espacio mínimo vital o su “espacio defensible”. Si en razón de una
cuarentena, una razón sanitaria o de cualquier naturaleza, el grupo
de personas que aquí estamos reunidas en un salón de conferencias
nos viéramos obligadas a permanecer juntas comiendo y durmiendo
durante solamente un mes, muy pronto surgirían graves problemas
de convivencia, eventualmente violentos, muy difíciles de resolver.
Luego de establecer que las celdas para pernoctar deberán ser
individuales, las Reglas mínimas establecen, en el inciso siguiente, que
“Cuando se recurra a dormitorios [de varias personas], éstos deberán
ser ocupados por reclusos cuidadosamente seleccionados y reconoci-
dos como aptos para ser alojados en estas condiciones”, y que “por
la noche estarán sometidos a una vigilancia regular, adaptada al tipo
cárcel y justicia penal 65
de establecimiento de que se trate”, condiciones éstas que suelen ser
letra muerta por razones de limitación de recursos materiales y hu-
manos, quedando con frecuencia la seguridad y el orden interior a
cargo de los propios privados de libertad.
La sobrepoblación penitenciaria ha sido definida como un trato
cruel, inhumano o degradante, en los términos utilizados por la
Convención de las Naciones Unidas contra la Tortura y otros tratos o penas
crueles, inhumanos o degradantes. Fue definida así por la Corte Intera-
mericana de Derechos Humanos (cidh, Caso Hilaire: 169-170); por
el Comité Europeo para los Problemas Criminales (comité euro-
peen, 1999: 43); por el Comité Contra la Tortura y otros Tratos o
Penas Crueles Inhumanos o Degradantes de las Naciones Unidas
(comité, 2004); por la Sala Constitucional de la Corte Suprema de
Justicia de Costa Rica (sala, 1996); por la Corte Suprema de Justicia
de Argentina (csja, 2005) y por numerosos tribunales de justicia y
organismos de derechos humanos.
La sobrepoblación a su vez, además de ser un grave mal en sí
misma, incide negativamente sobre todas o casi todas las funciones
esenciales de los sistemas penitenciarios. En situación de sobrepobla-
ción la higiene es peor, la salud es peor, la comida es peor, el descan-
so es peor o imposible, la seguridad es peor, tanto la seguridad en
cuanto a fugas como la seguridad personal de quienes están privados
de libertad y del personal penitenciario.

5] ¿qué ocasiona el acelerado crecimiento de las


poblaciones penitenciarias?

Tratemos ahora de respondernos la segunda pregunta que nos for-


mulamos. ¿Qué ocasiona la situación actual de crecimiento acelerado
de las poblaciones penitenciarias y de deterioro de los sistemas, que
viene ocurriendo desde hace dos decenios de manera generalizada
en toda la región? Será útil tratar de responder a la pregunta porque
de la respuesta surgirían orientaciones para las políticas y para la
acción en la materia.
Dos explicaciones antagónicas suelen darse a la pregunta: Una
dice “Hay más personas presas porque hay más delito”. En este caso
se toman las tasas penitenciarias como indicadores de criminalidad.
66 elías carranza

La otra dice “Hay más personas presas porque hay políticas crimino-
lógicas centradas en la pena de prisión”.
Nuestra interpretación desde el ilanud, basada en la información
que constantemente recogemos y recibimos de los países, es que en
el caso de América Latina y el Caribe ambas explicaciones son válidas
y se retroalimentan entre sí. Lamentablemente es cierto que, en ge-
neral, a partir de los años ochenta hay más delito en los países (re-
gresaremos sobre esto más adelante); y también es cierto que con
frecuencia vemos nuevas leyes o proyectos de ley que pretenden re-
solver el problema del delito, e incluso otros problemas sociales, con
penas severas, en muchos casos con el solo objetivo de superar co-
yunturas políticas respondiendo a la alarma social, y a veces alimen-
tando la alarma a partir de información no verdadera o exagerada.
El resultado de la conjunción de ambos factores ha sido el acelera-
dísimo aumento de las poblaciones penitenciarias, como lo exhiben
los siguientes cuadros.
En el cuadro 2a vemos el panorama del generalizado aumento de
las tasas por cien mil habitantes durante el periodo 1992-2008 en los
países de América Latina. Con la sola excepción de Venezuela, todos
los países elevaron sus tasas de encierro, algunos de manera impre-
sionante. Muchos duplicaron o más sus tasas (Argentina, Colombia,
Costa Rica, Chile, El Salvador, México, Panamá, Perú, Uruguay) o es-
tuvieron my cerca de hacerlo (Ecuador, Nicaragua); Brasil triplicó su
tasa; Argentina, El Salvador y Uruguay están próximos a triplicarlas.
Cabe notar que en algunos casos, las tasas y cifras absolutas que
presentamos son más altas que la información penitenciaria oficial
brindada por los países, en razón de que, como en estudios anterio-
res, para obtener las tasas más rigurosas posibles afinamos, siempre
que pudimos, las cifras de los sistemas penitenciarios adicionándoles
las de las personas presas alojadas en comisarías policiales, fenómeno
que se extiende a consecuencia de la falta de espacio en los sistemas
penitenciarios. Esto lo hicimos con la cooperación e información
brindada por los funcionarios pertinentes.
Se verá que en algunos cuadros hay casilleros que no pudimos
completar, que tuvimos que dejar en blanco por falta de informa-
ción, porque a veces en países muy grandes con sistema federal y
muchos sistemas penitenciarios, la información más reciente aún no
estaba disponible, o por falta de información confiable. En decenios
pasados la falta de información en varios países encontraba frecuen-
cárcel y justicia penal 67
cuadro 2.a. américa latina: tasas penitenciarias × 100 000
habitantes. incluye sistemas federales y provinciales y en
algunos casos personas alojadas en delegaciones policiales.

PAÍS 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008

AR 63 64 68 74 97 96 99 106 118 126 141 157 163 164 152


BO 79 85 101 109 96 80 86 85
BR 74 80 81 107 119 131 133 132 133 169 182 193 211 219 226
CO 92 96 97 98 120 129 128 139 157 170 157 178 199 207 179 174 188
CR 104 105 109 121 133 160 162 169 168 183 187 190 196 196 191 186 189
CL 154 153 148 153 161 170 179 203 215 216 221 228 226 228 259 290 318
EC 74 81 81 85 95 81 79 70 65 63 69 77 87 91 107 128 118
SV 101 103 109 124 138 157 136 112 130 158 177 180 188 186 184 226 258
GT 62 75 101 101 96 87 84 83 88
HN 110 113 139 160 166 153 160 178 183 170 159 148 148
MX 101 104 97 101 108 116 127 142 152 163 170 177 185 196 200 200 202
NI 78 78 91 98 111 106 132 143 128 124 131 112 116 117 111 121 120
PA 176 215 221 229 269 282 292 294 293 320 341 361 360 359 356 342 275
PY 70 75 74 78 67 74 85 92 107 109 105 99 100
PE 77 80 83 88 96 100 105 108 108 104 104 108 116 123 136 149 153
DO 145 135 151 161 129 140 165 168 189 150 143 148 164 166
UY 96 99 100 99 101 106 120 122 129 148 170 203 215 213 198 212 231
VE 101 112 106 97 85 104 104 103 98 76 96

fuente: E. Carranza, ilanud, 2008. Elaborado con información penitenciaria y policial


oficial de los países, y datos de población del Centro Latinoamericano y Caribeño de
Demografía (celade), División de Población de la cepal, Estimaciones y proyecciones
de población, 2008. Véanse notas en el cuadro 3.

te explicación en la interrupción de los registros y de las funciones


regulares estatales por parte de los gobiernos militares. En años más
recientes tal explicación es menos válida. Tres factores que inciden
en la falta de información oficial cierta son: la falta de funcionarios
penitenciarios de carrera que aseguren la profesionalidad y conti-
nuidad de las funciones penitenciarias y de su registro, los raquíticos
presupuestos que impiden atender adecuadamente la importante
función penitenciaria, y la falta de una cultura del registro de la
información sobre las funciones estatales y de la necesidad de su
análisis y control.
Puede observarse que algunos países si bien exhiben un importan-
te aumento en sus tasas entre la primera medición en 1992 y la últi-
68 elías carranza

ma en 2008, en el curso de los últimos años logran cierto control y


reducción del aumento. En el caso de Honduras la reducción tendría
relación con la entrada en vigencia del nuevo código procesal penal
de procedimiento oral y público en febrero de 2002 y con la intro-
ducción de la figura del juez de ejecución de la pena cuyos trece
primeros jueces y juezas fueron designados en junio de 2003. Habría
tenido incidencia también el decreto 110-05, que reforma el código
penal en sus artículos 53 y 61 permitiendo que las personas privadas
de libertad con penas de menos de 5 años puedan conmutarlas por
trabajo comunitario o bien, pagando 10 lempiras diarias. Asimismo,
una ley disponiendo la excarcelación de personas con enfermedades
terminales o de determinados diagnósticos.7
En el caso de Nicaragua la reducción, a partir del año 2000, se
logró por medio de acciones conjuntas de las autoridades judiciales
y la sociedad civil para otorgar beneficios legales a presos y presas;
asimismo, por medio de un acuerdo del Poder Judicial con la Policía
Nacional para que quienes cometieran faltas policiales no fueran
enviados al sistema penitenciario y se utilizaran alternativas.8
En el caso de Panamá, el notorio descenso de la población peni-
tenciaria que se observa en los años 2007 y 2008 se debe a los siguien-
tes factores: 1] El Órgano Judicial implementó un programa deno-
minado “Descarga Penal” cuyo objetivo fue agilizar los expedientes
en trámite, hasta llegar a juicio, lo que concluyó en que muchos de
los procesados, que se encontraban en detención preventiva, termi-
naran siendo declarados inocentes y puestos en libertad; 2] El sistema
penitenciario agilizó un agresivo programa de rebaja de pena por
trabajo o estudio que estaba vigente desde 2005, pero mediante el
empeño de un equipo de trabajo designado a partir de 2007 se in-
crementó significativamente la cifra de personas beneficiadas; 3] La
disminución de la medida de detención preventiva, como resultado
de una campaña de concienciación de las autoridades para el uso de

7  Al mes de abril de 2009 había en el país nueve secciones judiciales de ejecu-

ción de la pena, que contaban en total con una coordinadora nacional y 25 jueces
y juezas de ejecución con asiento en el territorio donde se encuentra cada cárcel.
A ello se suma el equipo técnico de trabajadores sociales y psicologos de cada sección
judicial en apoyo a las labores de vigilancia de los jueces. Información proporcio-
nada por la doctora Romelia Espinal de Artica, coordinadora nacional de jueces de
ejecución, ente adscrito a la Corte Suprema de Justicia.
8  Información proporcionada por la Dirección del Sistema Penitenciario.
cárcel y justicia penal 69
medidas alternativas; 4] El otorgamiento de beneficios penitenciarios
como depósitos domiciliarios a enfermos terminales o graves, libertad
condicional y repatriación de personas extranjeras condenadas. Bá-
sicamente estos cuatro factores incidieron en que la población se haya
reducido en casi 2 000 personas en 2008.9
En el cuadro 2b hemos colocado las tasas penitenciarias de los
países del Caribe a través del tiempo. Ocho países: Barbados, Belice,
Dominica, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, San Vicente y las
Granadinas, Surinam y Trinidad y Tobago elevan notablemente sus
tasas. Tres, Antigua y Barbuda, Bahamas y Jamaica exhiben el pano-
rama contrario. Pero en todos los casos se trata de tasas penitenciarias
muy altas en el ámbito internacional.

cuadro 2b. el caribe: tasas penitenciarias × 100 000


habitantes

Antigua y Barbuda 1995 (341) 1998 (278) 2005 (269)

Bahamas 1998 (478) 2002 (410)

Barbados 1993 (238) 1998 (291) 2002 (317) 2005 (367)

Belice 1992 (310) 1995 (293) 1998 (448) 2001 (384) 2003 (420) 2006 (516)

Dominica 1992 (387) 1995 (392) 1998 (421) 2004 (418)

Granada 1998 (352) 2002 (333) 2005 (265)

Jamaica 1992 (178) 1995 (171) 1998 (162) 2003 (176)

San Cristóbal y Nieves 1995 (295) 1998 (288) 2001 (441) 2004 (559)

San Vicente y las Granadinas 1992 (294) 1995 (323) 1998 (390) 2001 (270) 2005 (338)

Santa Lucía 1992 (210) 1995 (263) 1998 (216) 2001 (296) 2004 (294)

Surinam 1992 (308) 1995 (302) 1998 (382)

Trinidad y Tobago 1992 (269) 1995 (299) 1998 (353) 2001 (370) 2004 (302)

fuente: adaptado de International Centre for Prison Studies, King’s College, Londres.

En los cuadros 3a y 3b hemos colocado los totales de personas


presas para los mismos años. El cuadro 3a exhibe el caso de los
países de América Latina. Visto en sus cifras absolutas el aumento

9  Información proporcionada por el licenciado José Iván Guerrero G., jefe de

la Academia de Formación Penitenciaria.


70 elías carranza

cuadro 3a. personas presas en países de américa latina. totales 1992-2008.


incluye sistemas penitenciarios federales y provinciales, y en algunos casos
personas alojadas en delegaciones policiales

PAÍS 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998


Argentina 21 016 21 663 23 236 25 852 34 228 34 205 35 808
Bolivia 6 235 6 867
Brasil 114 377 126 152 129 169 173 104   198 520  
Chile 20 989 21 311 20 962 22 023 23 567 25 137 26 871
Colombia 33 491 35 464 36 405 37 428 46 747 51 060 51 693
Costa Rica 3 346 3 472 3 698 4 200 4 722 5 848 6 083
Ecuador 7 998 8 856 9 064 9 646 10 957 9 506 9 439
El Salvador 5 348 5 576 6 025 7 013 7 996 9 302 8 173
Guatemala         6 387    
Honduras 5 717 6 014 7 582 8 933 9 480 8 970 9 551
México 87 723 92 308 87 755 92 623 101 200 109 956 123 032
Nicaragua 3 375 3 489 4 161 4 586 5 267 5 141 6 535
Panamá 4 428 5 524 5 783 6 108 7 322 7 830 8 290
Paraguay         3 427 3 748 3 794
Perú 17 350 18 500 19 399 21 057 23 174 24 573 26 224
República Dominicana 10 800 10 247 11 704 12 663 10 387 11 397 13 700

Uruguay 3 037 3 132 3 190 3 192 3 268 3 451 3 927

Venezuela         22 791 25 592 24 710

fuente: E. Carranza, ilanud, 2009. argentina: inf. de la Dir. Nacional de Policía


Criminal del Ministerio de Justicia. Las cifras de los años 1992-1995 no incluyen los
presos en policías; las cifras de los años 1996-1998 son la sumatoria de las personas
presas en el Servicio Penitenciario Federal y un cálculo de las personas presas en las
cárceles de provincias y en las policías, realizado a partir de la cifra cierta de enero de
2000 de 31 811 personas (24 188 en provincias y 6 793 en policías), años 2005 y 2006,
inf. del Sistema Nacional de Estadísticas sobre Ejecución de la Pena sneep de la Sub-
secretaría de Asuntos Penitenciarios del Ministerio de Justicia, incluyendo los presos
policiales, de Gendarmería y de Prefectura de todo el país (7 934 en 2005 y 6 699 en
2006); las cifras de los años 2000-2005 son la sumatoria de presos y presas en los sis-
temas penitenciarios de todo el país y un cálculo por regla de tres de los presos poli-
ciales a partir de la cifra de 7 934 en 2005). bolivia: inf. de la Dir. Gen. de Régimen
Penitenciario del Ministerio de Gobierno, Viceministerio de Régimen Interior, corres-
pondiente a todo el país, a junio de cada año. En el sistema de adultos hay personas
a partir de 16 años. Las cifras son la sumatoria de las personas alojadas en el Régimen
Penitenciario y una estimación de las personas alojadas en las “carceletas” provinciales
a partir de la cifra cierta de 764 que había en junio 2008, hecha con el auxilio del
Ministerio de Gobierno. Bolivia tiene nueve departamentos divididos en provincias.
brasil: inf. de la Dir. Gen. del Departamento Penitenciario Nacional del Ministerio
de Estado de Justicia. No incluye menores de 18. En 1998 no hubo censo penitencia-
cárcel y justicia penal 71

1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008
38 604 43 308 46 877 52 914 59 442 62 270 63 357 59 210    
8 315 9 164 8 244         7 721 8 428 8 546
225 833 232 775 233 859 239 345 308 304 336 358 361 402 401 236 422 373 440 526
30 852 33 050 33 620 34 901 36 331 36 374 37 033 42 532 48 085 53 247
57 068 65 406 71 837 67 348 77 711 88 089 93 018 81 367 80 096 87 673
6 467 6 582 7 340 7 626 7 939 8 304 8 453 8 407 8 309 8 610
8 520 8 029 7 859 8 723 9 866 11 358 12 081 14 331 17 447 16 248
6 868 8 139 10 075 11 506 11 917 12 672 12 766 12 853 16 037 18 610
8 169     11 869 12 197 11 879 11 066 10 962  11 114 12 026 
10 869     11 898     11 691 11 178 10 600 10 809
139 707 151 662 163 983 172 949 181 221 190 509 203 686 210 140 212 841 217 457
7 198 6 539 6 395 6 885 5 970 6 233 6 382 6 103 6 773 6 803
8 517 8 652 9 626 10 423 11 263 11 425 11 602  11 688 11 412  9 324 
4 088 3 563 4 025 4 731 5 244 6 217 6 432 6 290 6 064 6 219
27 452 27 734 26 989 27 417 28 836 31 311 33 478 37 445 41 546 43 253
14 188       16 962 13 625 13 182 13 887 15 606 16 008

4 012 4 276 4 903 5 630 6 749 7 128 7 069 6 584 7 068 7 705

23 147 20 659 25 665 26 331 26 390 25 683 20 249 26 047    

rio. Desde 1995 incluso las cifras incluyen personas presas alojadas en distritos poli-
ciales, cifra que para 2006 fue de 60 792. colombia: inf. de la Oficina de Planeación,
Grupo Estadística, Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (inpec) del Ministerio
de Justicia y del Derecho. Incluye las personas presas en el inpec y las alojadas en
cárceles de provincia no dependientes del inpec, las Comisarías policiales, los contra-
ventores (cárceles distritales y municipales) y las prisiones domiciliarias (ejemplo: la
cifra 87 673 de 2008 es la sumatoria de 67 338 personas alojadas en el inpec y 20 335
en los otros establecimientos). costa rica: información de la Dirección General de
Adaptación Social del Ministerio de Justicia, de todo el país a junio de cada año. No
incluye menores de 18. Incluye los niveles institucional y semiinstitucional. No hay en
el país personas presas en policías. chile: información 2004-2008 de la Ayudantía
General de la Dirección Nacional de Gendarmería; no incluye personas en comisarías
policiales, ni menores de 18. Años 2003 y anteriores la información es de la División
Defensa Social del Ministerio de Justicia; incluye menores con discernimiento entre
16 y 18 años; no incluye personas en comisarías policiales, las que al 30 de junio 2002
se estimaban en 15 185. ecuador: inf. de la Dir. Nac. de Rehabilitación Social del
Ministerio de Gobierno. No incluye personas alojadas en comisarías policiales, ni
menores de 18 años. el salvador: inf. de la Dir. Gen. de Centros Penales del Minis-
terio de Gobernación, de todo el país. Las cifras de 2000 a 2005 incluso incluyen una
estimación de personas presas en comisarías policiales. Las cifras de 2006 a 2008 no
72 elías carranza

incluyen personas presas en comisarías policiales, contraventores ni otros (información


no disponible). guatemala: información de 1996 del procurador de los Derechos
Humanos; información de 1999 y posterior, de la Dirección General del Ss. Peniten-
ciario, del Ministerio de Gobernación. Las cifras son la sumatoria de los presos y
presas alojados en el sistema penitenciario, y un cálculo de las personas alojadas en
otros centros departamentales a cargo de la Policía Nacional Civil y en comisarías
policiales, hecho con la colaboración de los funcionarios del Ministerio de Goberna-
ción. En el año 2006 tales cifras eran: 6 857 personas en el Sistema Penitenciario; 3 401
en otros centros departamentales y 714 en comisarías policiales. honduras: inf. de la
Dir. Gen. de Establecimientos Penales, Despacho de Gobernación y Justicia. No inclu-
ye menores de 18 años ni personas alojadas en comisarías policiales. Años 1997-1999,
información a junio; 1992-1997 al 31 de nov; información de 2005 al 29 de noviembre;
información 2006-2008 de la Dirección General de Servicios Especiales Preventivos de
la Secretaría de Seguridad. méxico: inf. de la Dir. Gen. de Prevención y Readaptación
Social de la Secretaría de Gobernación y de la Subsecretaría del Sistema Penitenciario
Federal, Secretaría de Seguridad Pública, a junio de cada año, de todo el país (el dato
de 2008 es al mes de abril). No incluye menores de 18 años. nicaragua: inf. de la
Dir. Gen. del Ss. Penitenciario Nacional, Ministerio de Gobernación, de todo el país,
al 30 de junio de cada año. Incluye menores de 18 años (a partir de los 15) y un
cálculo de personas alojadas en comisarías policiales a partir de información dada por
la Policía Nacional. Las cifras más bajas a partir de 2000 se deben a acciones conjun-
tas de las autoridades judiciales y la sociedad civil para otorgar beneficios legales a
presos y presas; asimismo, se acordó con la Policía Nacional y el Poder Judicial que
quienes cometieran faltas policiales no fueran enviados al sistema penitenciario y se
utilizaran alternativas. panamá: información de 1999 y años anteriores del Comité
Nacional de Análisis de Estadística Criminal del Ministerio de Gobernación y Justicia;
información de 2000 y posterior, de la Dirección General del Sistema Penitenciario
del mismo ministerio, de todo el país. Son promedios anuales de la población peni-
tenciaria. No incluye presos en comisarías policiales. paraguay: hasta 1999 inf. de la
Dir. Nac. de Política Criminal del Ministerio Público, de todo el país. Incluye menores
de 18 años. No incluye personas alojadas en policía. A partir de 2000 inf. de la Dir.
Gen. de Institutos Penales, incluyendo un cálculo de alojados en policía (ejemplo: en
2005 se calculaban 150 personas en delegaciones policiales y 250 en 2008). perú: inf.
del Instituto Nacional Penitenciario del Ministerio de Justicia, al 30 de junio de cada
año, de todo el país. No incluye menores de 18 ni contraventores. república domi-
nicana: inf. de todo el país. A partir de 2006 de la División de Estadísticas del Depar-
tamento del Sistema de Información y Método, Dirección General de Prisiones. Datos
2005 y anteriores, de la Comisión para la Definición, Ejecución y Supervisión de la
Política Penitenciaria Nacional. Datos al 30 de junio para los años anteriores a 1997;
al 31 de mayo para los años 1997-1999; al 30 de junio para los años 2003-2005; al 30
de diciembre los años 2006 y 2007 y al 30 de mayo el 2008. No incluye menores de
18. Los años 2003-2005 incluyen un cálculo de reclusos en otros centros, que al 2005
se estimaron en 114. uruguay: inf. de la Dir. Gen. Nacional de Cárceles, de todo el
país, incluye las personas presas en el sistema de la dnc más las alojadas en las cárce-
les departamentales. No incluye menores de 18. venezuela: hasta 1999 inf. de la Dir.
Sectorial de Defensa Social, del Ministerio de Justicia. A partir del 2000 inf. de la Dir. Gen.
de Custodia y Rehabilitación del Recluso. Desde 2000 las cifras incluyen los presos en
comisarías policiales que con ayuda de la dgcrr se proyectaron a partir del cálculo
de 7 000 presos policiales para el año 2006.
cárcel y justicia penal 73
cuadro 3b. personas presas en países del caribe,
totales 1992-2007

1992 1993 1995 1998 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007

Antigua y Barbuda 225 186 184

Bahamas 1 401 1 280

Barbados 628 772 850 997

Belice 617 630 1 043 903 1 074 1 430

Dominica 275 278 299 290

Granada 327 297 237

Jamaica 4 254 4 193 4 054 4 744

San Cristóbal y Nieves 121 115 172 218 232

Santa Lucía 288 374 319 461 485

San Vicente y las Granadinas 321 358 429 302 397

Surinam 1 258 1 279 1 670

Trinidad y Tobago 3 394 3 905 4 761 4 809 3 924 3 510

Fuente: adaptado de International Centre for Prison Studies, King’s College, Londres.

de las poblaciones penitenciarias es impresionante, multiplicándose


por 2 y por 3 las cifras del año inicial. El cuadro 3b exhibe los to-
tales de personas presas en los pequeños países del Caribe. Como
son países de muy reducido número de habitantes, aunque sus tasas
penitenciarias son muy altas, sus cifras absolutas de personas presas
son pequeñas, lo que puede ser engañoso respecto de su grado de
uso de la prisión.
Para que el lector tenga la información exhaustiva, en los cuadros
4a y 4b hemos colocado las poblaciones totales de los países para los
años estudiados.
En el cuadro 5 hemos armado varias columnas para ver más en
detalle el origen del aumento de las poblaciones carcelarias. El cua-
dro tiene tres partes. En la primera hay dos columnas, que contienen
el nombre de cada país y su respectivo crecimiento demográfico
habido entre 1992 y 2008. En la segunda hay cuatro columnas; las
dos primeras indican las tasas de encierro de los años 1992 y 2008
(cuántas personas se encerraban por cada cien mil habitantes en 1992
y cuántas se encerraban en 2008); las dos últimas indican cuántas
personas presas había en 1992 y cuántas en 2008 como resultado de
74 elías carranza

cuadro 4a. población total de los países de américa latina


por años calendario
PAÍS 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999
AR 33 475 002 33 917 439 34 353 067 34 779 096 35 195 575 35 604 362 36 005 387 36 398 576

BO 6 979 720 7 141 726 7 308 859 7 481 710 7 661 554 7 847 998 8 039 128 8 233 029

BR 154 688 988 157 117 643 159 548 684 162 019 366 164 532 696 167 063 836 169 608 277 172 161 510

CO 36 221 947 36 900 079 37 579 392 38 258 564 38 940 403 39 625 791 40 310 515 40 990 361

CR 3 231 457 3 310 558 3 391 459 3 474 904 3 562 574 3 653 974 3 746 581 3 837 873

CU 10 754 930 10 818 283 10 876 061 10 929 915 10 979 221 11 022 878 11 061 824 11 096 993

CL 13 665 437 13 917 137 14 163 128 14 394 940 14 611 294 14 817 837 15 016 487 15 209 163

EC 10 735 941 10 965 061 11 186 614 11 396 383 11 590 547 11 771 918 11 946 228 12 119 208

SV 5 315 548 5 431 274 5 550 306 5 668 605 5 787 114 5 908 527 6 031 428 6 154 403

GT 9 331 182 9 550 346 9 774 512 10 003 739 10 235 994 10 471 235 10 712 516 10 962 888

HT 7 398 261 7 543 752 7 689 691 7 836 182 7 983 801 8 132 477 8 281 348 8 429 548

HN 5 176 721 5 315 750 5 453 529 5 588 471 5 719 564 5 847 865 5 974 894 6 102 170

MX 87 082 038 88 660 626 90 245 679 91 822 729 93 446 618 95 126 992 96 781 587 98 328 140

NI 4 342 222 4 450 622 4 557 180 4 657 723 4 752 363 4 843 886 4 932 118 5 016 890

PA 2 512 109 2 564 153 2 616 969 2 670 413 2 724 735 2 780 030 2 835 926 2 892 048

PY 4 467 958 4 578 448 4 688 855 4 798 950 4 908 587 5 017 920 5 127 167 5 236 543

PE 22 625 167 23 048 042 23 460 086 23 857 487 24 238 425 24 605 444 24 961 271 25 308 631

DO 7 462 766 7 605 301 7 746 715 7 885 758 8 021 739 8 155 492 8 288 052 8 420 455

UY 3 150 282 3 173 588 3 196 483 3 218 187 3 239 910 3 262 171 3 283 157 3 301 051

VE 20 662 058 21 121 102 21 577 932 22 034 192 22 489 251 22 942 013 23 393 424 23 844 429

fuente: Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (celade), División de


Población de la cepal, Estimaciones y proyecciones de población, 2008.

dichas tasas de encierro. La tercera parte del cuadro explica el por-


qué del aumento penitenciario habido en el curso de esos 16 años;
la primera columna indica el aumento absoluto habido de personas
presas; las columnas segunda y tercera indican, en números absolutos
y en porcentajes, el aumento de personas presas habido en razón del
crecimiento demográfico del país, suponiendo que la tasa de 1992 se
hubiese mantenido constante. Finalmente, las dos últimas columnas
indican en números absolutos y en porcentajes el gran aumento de
las poblaciones penitenciarias habido por el mayor uso de la prisión,
es decir, por el aumento de la tasa de encierro.
El cuadro exhibe que la explosión penitenciaria se debe primor-
dialmente al mayor uso de la prisión, ya sea que éste a su vez se
cárcel y justicia penal 75

2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008


36 783 859 37 156 195 37 515 633 37 869 732 38 226 051 38 592 150 38 970 608 39 356 386 39 745 614

8 427 789 8 624 268 8 823 743 9 024 922 9 226 511 9 427 219 9 627 269 9 827 522 10 027 643

174 719 024 177 291 594 179 882 227 182 474 761 185 053 034 187 600 886 190 128 026 192 645 229 195 137 929

41 661 116 42 324 959 42 984 700 43 637 069 44 278 797 44 906 616 45 518 155 46 115 595 46 702 489

3 925 329 4 008 467 4 088 968 4 167 554 4 244 948 4 321 872 4 398 675 4 474 876 4 549 951

11 129 324 11 159 339 11 186 415 11 209 765 11 228 604 11 242 148 11 248 532 11 248 279 11 244 186

15 397 784 15 580 897 15 757 223 15 928 941 16 098 233 16 267 278 16 436 294 16 603 827 16 769 551

12 296 591 12 477 422 12 657 878 12 839 394 13 023 401 13 211 333 13 404 291 13 601 321 13 800 768

6 276 037 6 396 454 6 516 598 6 636 282 6 755 319 6 873 524 6 990 974 7 107 795 7 223 868

11 225 403 11 501 105 11 787 958 12 084 398 12 388 861 12 699 780 13 017 715 13 343 710 13 676 925

8 576 214 8 719 731 8 860 677 9 001 471 9 144 533 9 292 282 9 445 410 9 602 304 9 761 927

6 231 213 6 361 364 6 491 610 6 622 939 6 756 337 6 892 793 7 032 992 7 176 276 7 321 616

99 684 386 100 773 399 101 650 021 102 429 642 103 227 653 104 159 444 105 258 381 106 447 537 107 676 863

5 098 030 5 173 927 5 244 694 5 312 750 5 380 510 5 450 393 5 522 606 5 595 538 5 668 877

2 948 023 3 004 077 3 060 459 3 116 830 3 172 852 3 228 186 3 282 865 3 337 116 3 390 888

5 346 267 5 456 418 5 566 852 5 677 448 5 788 088 5 898 651 6 009 143 6 119 642 6 230 143

25 650 254 25 983 063 26 305 242 26 621 401 26 936 153 27 254 111 27 574 411 27 893 979 28 214 110

8 553 739 8 688 215 8 823 192 8 958 203 9 092 778 9 226 449 9 359 712 9 492 879 9 625 207

3 314 038 3 319 974 3 320 068 3 317 538 3 315 603 3 317 479 3 323 657 3 331 992 3 341 748

24 295 974 24 748 148 25 200 320 25 652 357 26 104 128 26 555 500 27 007 491 27 460 189 27 912 067

origine en el aumento del delito, solamente en políticas de mayor


encierro, o en ambas cosas como es nuestra interpretación. Como
quiera que sea, los sistemas de justicia penal han venido aumentando
enormemente sus cifras de personas presas.
Para finalizar este punto, en el cuadro 6 presentamos el enorme
aumento habido en el uso de la prisión en los países de América
Latina en un periodo más corto de tiempo, en sólo diez años, 1995-
2005. Huelgan más comentarios respecto del impresionante aumen-
to de personas presas.
76 elías carranza

cuadro 4b. población total de los países del caribe por


quinquenios

1990 1995 2000 2005 2010


Antigua y Barbuda 62 000 68 000 77 000 84 000 89 000
Bahamas 256 000 281 000 305 000 325 000 346 000
Barbados 260 000 258 000 252 000 253 000 257 000
Belice 190 000 220 000 252 000 282 000 313 000
Dominica 69 000 69 000 68 000 67 000 67 000
Granada 96 000 100 000 101 000 102 000 104 000
Jamaica 2 364 000 2 466 000 2 568 000 2 668 000 2 730 000
San Cristóbal y Nieves 41 000 43 000 46 000 49 000 52 000
Santa Lucía 138 000 147 000 157 000 165 000 174 000
San Vicente y las Granadinas 107 000 108 000 108 000 109 000 109 000
Surinam 407 000 436 000 467 000 500 000 524 000
Trinidad y Tobago 1 219 000 1 265 000 1 295 000 1 318 000 1 344 000

fuente: tomado de World Population Prospects: The 2008 Revision, Population Database,
United Nations Population Division.
cárcel y justicia penal 77
cuadro 5. poblaciones penitenciarias en américa latina
1992-2008.* crecimiento por aumento demográfico y por
mayor uso de la prisión
    AUMENTO PENITENCIARIO 1992-2008
aumento
crecimiento total total de
demográfico tasas personas personas por aumento por mayor uso
1992-2008 penitenciarias presas presas demográfico de la prisión
1992 2008 1992 2008 f % f %
Argentina
5 495 607 63 152 21 016 59 210 38 194 3 450 9 34 744 91
(1992-2006)
Bolivia
2 179 645 79 85 6 235 8 546 2 311 1 732 75 579 25
(1997-2008)
114 440 29 296
Brasil 40 448 941 74 226 326 149 9 91
377 526 908 241
Chile 3 104 114 154 318 20 989 53 247 32 258 4 768 15 27 490 85

Colombia 10 480 542 92 188 33 491 87 673 54 182 9 690 18 44 492 82

Costa Rica 1 318 494 104 189 3 346 8 610 5 264 1 365 26 3 899 74

Ecuador 3 064 827 74 118 7 998 16 248 8 250 2 283 28 5 967 72

El Salvador 1 908 320 101 258 5 348 18 610 13 262 1 920 14 11 342 86
Guatemala
4 345 743 62 88 6 387 12 026 5 639 2 712 48 2 927 52
(1996-2008)
Honduras 2 144 894 110 148 5 717 10 809 5 092 2 369 47 2 723 53
217 20 108
México 20 594 825 101 202 87 723 129 734 16 84
457 746 988
Nicaragua 1 326 654 78 120 3 375 6 803 3 428 1 031 30 2 397 70

Panamá 878 779 176 275 4 428 9 324 4 896 1 549 32 3 347 68
Paraguay
1 321 556 70 100 3 427 6 219 2 792 923 33 1 869 67
(1996-2008)
Perú 5 588 943 77 153 17 350 43 253 25 903 4 286 17 21 617 83
República
2 162 440 145 166 10 800 16 008 5 208 3 129 60 2 079 40
Dominicana
Uruguay 191 466 96 231 3 037 7 705 4 668 185 4 4 483 96
Venezuela
4 518 240 101 96 22 791 26 047 3 256 4 579 141 −1 323 −41
(1996-2006)

* 1992-2008, o los años más próximos con información disponible.


Venezuela: la tasa del 2008 fue más baja que la de 1992.
fuentes: E. Carranza, ilanud. Elaborado con datos de población de los países del Cen-
tro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (celade), División de Población de la
cepal, Estimaciones y proyecciones de población, 2008, y datos penitenciarios brinda-
dos por los gobiernos de cada país. Véanse detalles de cada país en cuadro 3a.
78 elías carranza

cuadro 6. américa latina, aumento de las poblaciones


penitenciarias 1995-2005, totales y porcentajes

país 1995 2005 aumento % aumento


Argentina 25 852 63 357 37 505 145
Bolivia (1997-2006) 6 235 7 721 1 486 24
Brasil 173 104 361 402 188 298 109
Chile 22 023 37 033 15 010 68
Colombia 37 428 93 018 55 590 149
Costa Rica 4 200 8 453 4 253 101
Ecuador 9 646 12 081 2 435 25
El Salvador 7 013 12 766 5 753 82
Guatemala (1996-2005) 6 387 11 066 4 679 73
Honduras 8 933 11 691 2 758 31
México 92 623 203 686 111 063 120
Nicaragua 4 586 6 382 1 796 39
Panamá 6 108 11 602 5 494 90
Paraguay (1996-2008) 3 427 6 432 3 005 88
Perú 21 057 33 478 12 421 59
República Dominicana 12 663 13 182 519 4
Uruguay 3 192 7 069 3 877 121
Venezuela (1996-2005) 22 791 20 249 −2 542 −11

fuente: E. Carranza, ilanud. Elaborado con datos penitenciarios brindados por los
gobiernos de cada país. Véanse notas en el cuadro 3.

6] las personas presas sin condena

Un caso de especial gravedad dentro del panorama del aumento


acelerado de las poblaciones penitenciarias es el de los presos y pre-
sas sin condena. El cuadro 7 exhibe la situación de la región por
medio de varias mediciones a través del tiempo.
El desempeño de los países puede analizarse de varias maneras.
Si lo hacemos de la manera más sencilla, comparando la primera
medición y la última, hay dos países que empeoraron su situación:
Argentina y Brasil. Esto es coincidente con la información de los
cuadros que exhiben que ambos países son los que elevaron más
aceleradamente sus tasas de encierro y sus cifras de presos. Todos
los otros países exhiben ciertos progresos en haber reducido sus
cárcel y justicia penal 79
porcentajes de presos sin condena. Sin embargo, se observa también
que varios países luego de una reducción notable de sus porcentajes,
en los últimos años han comenzado a elevarlos nuevamente: Bolivia,
Brasil y República Dominicana. Esto tendría relación con el aumento
del delito, el aumento de sus tasas de encierro, el rápido ingreso de
muchas personas en prisión preventiva y las restricciones a la excar-
celación que han venido estableciéndose en los últimos tiempos.
Pero el cuadro presenta un panorama general que es más optimis-
ta que la realidad. En casi todos los países las cifras de personas
presas sin condena son más altas que las que en él vemos, porque no
incluyen las personas alojadas en delegaciones policiales (que sí pu-
dimos agregar en los cuadros 2a y 3a), lugar donde este tipo de
presos prevalece. En algunos casos la diferencia es muy grande.
En definitiva, el panorama global indica que la región deberá
continuar sus esfuerzos para mantener niveles más prudentes de
presos y presas a la espera de sentencia. Vale aclarar también que al
elaborar el cuadro las personas con condena de primera instancia
con apelación pendiente se computaron como condenadas, lo que
también produce un cuadro más optimista que la realidad.

7] la ratio personas presas: persona funcionaria

La situación de sobrepoblación y violación de derechos fundamenta-


les en las prisiones se ve agravada por la falta de personal peniten-
ciario. La necesidad de más personal adecuadamente seleccionado y
capacitado fue señalada por los directores y directoras de los sistemas,
por los jueces y juezas de ejecución de la pena y por los comisionados
de derechos humanos como uno de los cinco problemas principales
(núm. 3 en la primera parte de este libro).
En todos los países del mundo, para que funcionen adecuadamen-
te los sistemas penitenciarios se requiere de un alto número de
funcionarias y funcionarios penitenciaristas. Esto es así por la misma
naturaleza de estos sistemas, que se ocupan de seres humanos. Los
seres humanos necesitan interacciones humanas, tanto más si están
encerrados y privados de socializar de manera natural en la sociedad.
Sin embargo, la carencia de personal es uno de los principales pro-
blemas de las cárceles.
80 elías carranza

cuadro 7. personas presas sin condena en países de américa


latina 1978-2008*

país 1978-1982 1999


sin sin
total % total %
condena condena
Argentina* 23 732 12 122 51 6 796 3 752 55
Bolivia 728 653 90 7 445 2 679 36
Brasil*     194 074 70 681 36
Chile* 12 876 6 723 52 30 852 15 675 51
Colombia* 28 680 21 107 74 45 942 19 337 42
Costa Rica 2 407 1 141 47 6 650 1 223 18
Ecuador 5 709 3 658 64 8 520 5 819 68
El Salvador 3 402 2 809 83 6 868 5 224 76
Guatemala* 4 367 2 355 54 8 169 4 971 61
Honduras 1 016 593 58 10 869 9 569 88
México 58 352 43 316 74 144 261 61 211 42
Nicaragua     5 446 1 677 31
Panamá 2 339 1 556 67 8 517 4 827 57
Paraguay 1 460 1 376 94 4 088 3 791 93
Perú 14 322 10 161 71 27 452 17 341 63
Rep. Dominicana 5 355 4 278 80 14 188 12 818 90
Uruguay* 1 890 1 446 77 4 012 3 096 77
Venezuela* 16 552 12 245 74 23 147 13 630 59

Notas: en la mayoría de los países las cifras de presos sin condena aparecen más bajas
que en la realidad, al no incluirse en el cómputo a las personas alojadas en delegacio-
nes policiales, lugar donde este tipo de presos prevalece; en algunos casos la diferen-
cia es muy grande. Las personas con condena de primera instancia con apelación
pendiente se computaron como condenadas. La información de los años 1978-1982
fue tomada del libro El preso sin condena en América Latina y el Caribe, de E. Carranza y
otros, ilanud. *En el casillero “2005-2006” los datos de Argentina, Brasil, Chile, Co-
lombia, Guatemala, Uruguay y Venezuela son de 2006. Los de los otros países son de
2005.
fuente: E. Carranza, ilanud. Elaborado con datos penitenciarios brindados por los
gobiernos de cada país.* Véanse notas explicativas en el cuadro 3.
cárcel y justicia penal 81

2000-2002 2005-2006* 2008


sin sin sin
total % total % total %
condena condena condena
44 969 26 477 59 55 423 31 913 58    
7 382 4 100 56 6 651 4 852 73 7 782 6 125 79
240 107 80 841 34 371 482 102 958 28 440 526 195 279 44
33 098 13 387 40 41 692 11 546 28 53 247 11 944 22
54 034 22 225 41 63 113 41 002 65 87 673 34 739 40
7 836 1 880 24 8 453 1 713 20 8 488 1 953 23
7 716 5 399 70 12 081 6 802 56 16 248 7 533 46
10 278 5 119 50 12 266 3 795 31 18 610 6 504 35
7 411 4 322 58 6 857 2 813 41 7 410 3 108 42
11 502 9 039 79 11 691 7 441 64 10 809 5 495 51
151 662 64 204 42 203 685 119 890 59 217 457 89 000 41
    6 382 932 15 6 803 1 445 21
9 864 5 686 58 10 697 6 439 60 9 324  5 137  55
    5 953 4 345 73 5 969 4 181 70
27 493 18 473 67 33 478 23 320 70 43 253 28 683 66
    12 861 7 245 56 16 008 12 168 76
5 629 4 080 72 7 042 6 595 94 7 705 4 905 64
    19 047 10 287 54    
82 elías carranza

Dos razones importantes que explican (no justifican) la frecuente


carencia de funcionarias y funcionarios penitenciaristas son: a] en
los países de bajos y medianos ingresos los presupuestos reducidísi-
mos, al tiempo que los presos y presas aumentan aceleradamente, y
b] en los países que han introducido “prisiones privadas”, la avidez
de ganancias de las transnacionales del mercado de las cárceles pri-
vadas, que reducen al máximo el personal sustituyéndolo por tecno-
logía para achicar costos y maximizar ganancias. Este argumento lo
publicitan clara y abiertamente explicándolo como una ventaja. En
una oportunidad escuchamos explicar entusiasmada a una funciona-
ria promotora de cárceles privadas que muy pronto la tecnología
permitiría manejar una cárcel con ¡un solo funcionario y una compu­
tadora! Sin embargo, además de ser una metodología antihumana,
tampoco la introducción indiscriminada de tecnologías resulta en
buenas soluciones técnicas ni en reducción de costos en los países
de bajos y medianos ingresos. Se ahondará en esto en los capítulos
12 y 13, que tratan sobre las cárceles privadas.
En los cuadros siguientes presentamos el número de personas
privadas de libertad por funcionaria o funcionario penitenciario de
seguridad en los países de América Latina y en los de Europa Occi-
dental. Estos funcionarios y funcionarias permanecen día y noche en
las prisiones y son los que mantienen mayor y permanente contacto
con las personas presas, por lo que su adecuada selección y capacita-
ción integral, no sólo en materia de seguridad, es muy importante.
Por esta razón, en algunos países han dejado de denominarlos “per-
sonal de seguridad o vigilancia”, así, por ejemplo, en República Do-
minicana, que desde hace cinco años ha asignado esa función a un
nuevo cuerpo de “vtp” (funcionarios de vigilancia y tratamiento
penitenciario).
Por su parte, el número del personal administrativo y técnico
(médicos, psicólogos, abogados, trabajadores sociales, educadores,
etc.) es más reducido que el del personal de seguridad y por lo ge-
neral su presencia en las prisiones no es permanente.
Como de los cuadros 8 y 9 se desprende, salvo alguna excepción,
las relaciones numéricas personas presas/persona funcionaria son en
general muy inconvenientes en los países de América Latina. En un
trabajo anterior (Carranza E. et alii 2001: 24 ss.) explicamos que al
analizar los cuadros se debe tener en cuenta que la ratio óptima esti-
mada es entre 1 : 1 y 3 : 1, es decir, de entre una y no más de tres
cárcel y justicia penal 83
personas presas por cada funcionario o funcionaria de seguridad en
promedio. Aunque pudiera parecer elevada, ésta es la relación nu-
mérica que existe en los países de Europa Occidental y en algunos
penales selectos de América Latina, como por ejemplo en la cárcel
de Almoloya de Juárez del Sistema Penitenciario Federal de México
y en las del Sistema Penitenciario Federal de la República Argentina.
Esta relación numérica es necesaria para que en la práctica pueda

cuadro 8. ratio personas presas: persona funcionaria de


seguridad en los sistemas penitenciarios de américa latina

país 1999 2005-2006*

presos funcionarios ratio p:f presos funcionarios ratio p:f

*Argentina (2006)     9 611 6 371 1.5


**Bolivia (1999-2006) 8 057 898 9.0 7 500 1 179 6.4
Brasil (1906)     371 482 46 161 8.0
Colombia (1999-2005) 45 942 6 595 7.0 69 365 9 093 7.6
Costa Rica
1 840 657 2.8 8 453 2 633 3.2
(1999-2005)
Chile        
Ecuador (1999-2005) 9 961 776 12.8 12 081 1 034 11.7
El Salvador
6 868 1 464 4.7 12 266 1 417 8.7
(1999-2005)
Guatemala (1906)     6 857 1 232 5.6
Honduras (1999) 10 869 1 304 8.3    
*México (2005)   2 627 1 422 1.8
Nicaragua (1999-2005) 5 428 602 9.0 5 672 705 8.0
Panamá (2005)     11 658 635 18.4
Paraguay (2005)     6 282 695 9.0
Perú (1999-2005) 27 452 3 347 8.2 33 311 2 669 12.5
R. Dominicana (1999-2005) 14 188 816 17.4 12 861 3 138 4.1
Uruguay (2006)     4 066 820 5.0
Venezuela (2006)     19 257 1 900 10.1

E. Carranza, ilanud. Elaborado con datos penitenciarios brindados por los gobiernos
de cada país.
*Argentina y México: datos exclusivamente de sus sistemas penitenciarios federales.
En sus sistemas provinciales o estatales la ratio suele ser inconveniente. **Bolivia: el
personal de seguridad está integrado por policías que se ocupan solo de la seguridad
perimetral. La ley penitenciaria establece que la seguridad interior está a cargo de las
mismas personas presas, quienes designan representantes que coordinan con la auto-
ridad policial.
84 elías carranza

cuadro 9. ratio personas presas : persona funcionaria


de seguridad en los sistemas penitenciarios de los países
de europa occidental

país presos funcionarios ratio p:f


Austria 7 511 2 896 2.6
Bélgica 9 253 5 903 1.6
Dinamarca 3 439 2 449 1.4
Finlandia 3 466 1 761 2.0
Francia 53 463 19 524 2.7
Alemania 78 506 28 123 2.8
Italia 56 200 42 681 1.3
Holanda 16 239 7 646 2.1
España 50 994 14 439 3.5
Suecia 6 506 4 600 1.4
Inglaterra y Gales 71 324 29 558 2.4

fuente: elaborado con información del Council of Europe, Penological Information


Bulletin, núm. 25, diciembre de 2003.

haber entre cuatro y no más de doce presos o presas por funcionaria


o funcionario que se encuentre cumpliendo efectivamente sus fun-
ciones. Se estima que en los hechos, en razón de los necesarios turnos
del personal, la mitad del personal de seguridad está en su domicilio,
la otra mitad en el sistema penitenciario y que de esta última mitad
el 50% se encuentra cumpliendo efectivamente funciones, mientras
que el otro 50% está preparándose para el relevo, descansando, dur-
miendo o comiendo, con lo que si en un determinado país la dota-
ción existente de personal mantiene una ratio 2 : 1, en la realidad
del ejercicio de la función la ratio es 8 : 1.
De esta explicación se desprende que la verdadera relación numé-
rica personas presas por persona funcionaria en los países de Amé-
rica Latina surge de multiplicar por cuatro las cifras de personas
presas que se indican en la última columna del cuadro 8. De dicho
cálculo resulta una relación numérica muy inconveniente, con un
número excesivamente alto de presos o presas por persona funcio-
naria –por lo general conviviendo en cuadras o grandes dormitorios
colectivos– con lo cual, en los hechos, el control inmediato sobre las
acciones y las vidas de las personas privadas de libertad no lo tiene
cárcel y justicia penal 85
la autoridad penitenciaria ni tampoco cada preso o presa, sino de-
pende de los grupos de convivencia, de supervivencia o de autode-
fensa que necesariamente se conforman al interior de los presidios,
con resultados de violencia y de frecuentes muertes.
Nos constan los esfuerzos que están haciéndose en algunos países
reclutando personal y construyendo y readecuando infraestructuras
físicas. Sin embargo la tarea es urgente y tenemos una gran deuda so-
cial con las personas que han sido privadas de libertad por un acto de
la justicia que, en los hechos, tiene paradójicamente consecuencias
tan gravemente injustas. Nos consta también que en muchos casos las
condiciones de vida en prisión no son peores de lo que son gracias
a la vocación y al empeño de personal penitenciario que tiene que
laborar en circunstancias muy difíciles, con frecuencia heroicas.

8] género y justicia penal. mujer y cárcel en américa latina

Veamos en el cuadro 10, aunque sea rápidamente, la proporción


que corresponde a cada sexo dentro de la realidad penitenciaria que
venimos describiendo. Como se puede ver, el porcentaje de mujeres
presas en la región oscila entre el 3 y el 12%. El mayor número de
ellas lo está por delitos relacionados con drogas ilegales, muchas
por tráfico internacional en pequeña escala, labor de las llamadas
“mulas”. Vale notar el caso de Bolivia, país que a pesar de continuar
siendo el que tiene el porcentaje más alto de mujeres presas, exhi-
be una reducción notable en el 2008 en razón de su nueva política
criminológica y en materia de drogas que procura evitar la crimina-
lización de la pobreza.
Un análisis exhaustivo sobre género y la situación de la mujer en
los sistemas penitenciarios de América Latina se hace en este mismo
libro en los capítulos a cargo de María Noel Rodríguez y Denia
Núñez. Asimismo, en el libro del ilanud “Mujeres madres en prisión
en América Central”, también a cargo de María Noel Rodríguez
(2005).
86 elías carranza

cuadro 10. poblaciones penitenciarias por sexo en los países


de américa latina

1999-2003 2005-2006 2008


hombres mujeres hombres mujeres hombres mujeres
cantidad % cantidad % cantidad % cantidad % cantidad % cantidad %

AR (02-06) 42 557 95 2 402 5 41 517 95 2 172 5  


BO (01-06-08) 5 840 80 1 440 20 5 991 85 1 021 15 6 835 88 947 12
BR (02-06-08) 229 772 96 10 335 4 351 417 95 20 065 5 413 334 94 27 192 6
CL (02-06-08) 30 934 93 2 164 7 39 105 94 2 587 6 49 362 93 3 885 7
CO (01-06-08) 50 789 94 3 245 6 59 386 94 3 727 6 78 385 89 9 288 11
CR (02-05-08) 6 772 92 604 8 7 816 92 637 8 8 048 93 562 7
EC (92-05-08) 7 048 91 682 9 10 330 90 1 151 10 14 666 90 1 582 10
SV(02-05-08) 9 631 94 647 6 11 641 95 625 5 17 322 93 1 288 7
GT (02-06-08) 7 028 95 390 5 6 516 95 341 5 7 186 96 333 4
HN (02-05-08) 11 284 95 614 5 11 188 97 403 3 10 455 97 354 3
MX (00-05-08) 145 107 96 6 555 4 193 466 95 10 220 5 206 334 95 11 123 5
NI (02-05-08) 5 347 96 208 4 6 001 94 381 6 6 296 92 515 8
PA (02-08) 9 143 93 721 7 10 788 93 814 7  8 716 93 608 7
PY (99-05-08) 3 881 95 207 5 5 971 95 291 5 5 678 95 291 5
PE (02-05-08) 25 597 93 1 896 7 31 098 93 2 380 7 40 243 93 3 010 7
DO (99-05-08) 13 645 96 543 4 12 621 97 447 3 15 473 97 535 3
UY (03-0-08) 6 564 95 329 5 6 595 94 447 6 7 170 93 535 7
VE (99-06) 21 969 95 1 177 5 17 811 94 1 236 6  

nota: En el caso de algunos países las cifras de este cuadro no coinciden con las de los
cuadros de los totales de las poblaciones penitenciarias y de las tasas por cien mil, por
cuanto las unidades de análisis tomadas por las autoridades en uno y otro caso fueron
distintas. En aquellos cuadros se trató de lograr la cifra total de personas presas inclu-
yendo las alojadas en cárceles de provincia y en comisarías policiales. En el presente
cuadro se incluyen sólo las presas y presos alojados en los sistemas penitenciarios.
fuente: E. Carranza, ilanud, 2009. Realizado con información provista por las auto-
ridades de cada país.
cárcel y justicia penal 87
9] ¿cuán eficaz es la justicia penal?
¿en qué consiste su eficacia?

De lo que vimos hasta ahora, y especialmente de lo que vimos en


relación con los cuadros 2a, 2b, 3a, 3b, 5 y 6 surge una conclusión
paradójica: Suele argüirse que hay aumento del delito porque la
justicia penal es ineficaz, midiéndose su falta de eficacia por el redu-
cido número de personas que encierra. Pero en respuesta al aumen-
to del delito, o de la alarma social, o de ambas cosas, la justicia penal
en el curso de los últimos quince años ha venido elevando acelera-
damente las tasas de encierro; en varios países las elevó al doble y en
algunos las triplicó. Si tomáramos la tasa de personas presas como
indicador para medir la eficacia de la justicia penal (indicador discu-
tible, o al menos fragmentario), la conclusión sería que la justicia
viene respondiendo al delito con eficacia, en algunos casos con ex-
cesiva “eficacia”. Sin embargo la situación de la criminalidad perma-
nece igual, o empeora.
Lo que ocurre es que la justicia penal es un sistema que funciona
siempre a posteriori del delito, para castigarlo. Pero el delito es un
fenómeno social que resulta de otros factores además de la justicia
penal, sobre los que debemos trabajar si queremos reducirlo. De otro
modo, deberemos conformarnos con sólo castigarlo en algunos casos,
pero que continúen habiendo niveles altos de delito. La investigación
criminológica no ha encontrado relación entre el tamaño de la po-
blación penitenciaria y el nivel de la criminalidad oficialmente regis-
trada (sobre esto véanse los estudios en el European Source Book Of
Crime And Criminal Justice Statistics, Aromaa, Aebi y otros, 2003).

10] el aumento de la prisión en los países de altos ingresos.


su relación con las migraciones provenientes de américa
latina y de otras regiones de países de medianos y bajos
ingresos

Veamos ahora algo muy interesante sobre el crecimiento de las po-


blaciones penitenciarias en los países de altos ingresos, que puede
echar luz sobre la situación en los países de América Latina y en los
países de medianos y bajos ingresos del mundo en general.
88 elías carranza

El cuadro 11 exhibe el altísimo crecimiento de las poblaciones


penitenciarias habido en los países de Europa Occidental en el curso
de diez años, 1995-2005. A primera vista el fenómeno sería similar al
que presenciamos en América Latina.
Pero veamos también el cuadro 12, que nos proporciona informa-
ción sobre el número y porcentajes de los presos y presas extranjeros
en los mismos países:
Es increíble la proporción de personas extranjeras presas en los
países de Europa Occidental, y similar es el caso en los Estados
Unidos de América. Se trata de países de altos ingresos dentro de la
clasificación que utiliza el Banco Mundial, que son polo de atracción
de personas migrantes provenientes de países de bajos y de medianos
ingresos que, desesperadas, se las ingenian para llegar de cualquier

cuadro 11. aumento del uso de la prisión en los países


de europa occidental
total total total variación en
personas personas personas la población
presas y tasa presas y tasa presas y tasa presa
1995 2000 2005 1995-2005
Austria 6 180   (77) 6 896   (86) 8 883  (108) + 43.7%
Alemania 66 146   (81) 78 707   (96) 80 413   (97) + 21.6%
Bélgica 7 561   (75) 8 671   (85) 9 375   (90) + 24.0%
Dinamarca 3 438   (66) 3 279   (61) 4 198   (77) + 22.1%
España 40 157  (102) 45 044  (112) 61 246  (142) + 52.5%
Finlandia 3 018   (59) 2 703   (52) 3 954   (75) + 31.0%
Francia 51 623   (89) 44 618   (77) 52 908   (88) + 2.5%
Grecia 5 887   (56) 8 038   (74) 8 760   (82) + 48.8%
Holanda 10 249   (66) 13 847   (87) 20 747  (127) + 102.4%
Hungría 12 703  (124) 15 110  (148) 16 543  (164) + 30.2%
Irlanda 2 054   (57) 2 887   (75) 3 417   (85) + 66.4%
Italia 49 642   (87) 53 481   (94) 56 530   (97) + 13.9%
Luxemburgo 469  (114) 394   (90) 653  (143) + 39.2%
Macedonia 1 132   (58) 1 394   (69) 2 256  (111) + 99.3%
Malta 196   (53) 257   (65) 298   (74) + 52.0%
Noruega 2 398   (55) 2 643   (59) 3 167   (68) + 32.1%
Polonia 62 719  (163) 56 765  (147) 80 368  (211) + 28.1%
Portugal 12 343  (124) 13 106  (128) 12 929  (122) + 4.7%
RU, Inglaterra, Gales 50 962   (99) 64 602  (124) 76 190  (143) + 49.5%
RU, Escocia 5 657  (111) 5 855  (116) 6 794  (134) + 20.1%
Suecia 5 767   (65) 5 678   (64) 7 054   (78) + 22.3%
Suiza 5 655   (80) 6 390   (89) 6 111   (83) + 8.1%

fuente: E. Carranza. ilanud. Elaborado a partir de Roy Walmsley. “International key


issues in crime prevention and criminal justice”. heuni Publication Series. núm. 50. 2006.
pp. 161-167.
cárcel y justicia penal 89
cuadro 12. personas presas extranjeras en países de europa,
2005*
% sobre el
total de
personas
país número presas
Luxemburgo 495 71.4
Chipre 241 45.6
Austria 3 979 45.4
Grecia 3 990 41.6
Bélgica 3 860 41.2
Holanda 5 818 32.9
Italia 19 656 33.0
Malta 91 30.5
España 18 436 30.1
Alemania 22 095 28.0
Suecia 1 475 20.9
Francia 11 820 20.5
Portugal 2 386 18.5
Dinamarca 754 18.2
Inglaterra y Gales 9 650 12.7
Irlanda 3 080 9.0
República Checa 1 652 8.7
Finlandia 286 7.5
Hungría 631 3.8
Escocia 71 1.0
Polonia 750 0.9

* La palabra presos comprende la totalidad de presas y presos sentenciados, en prisión


preventiva y en detención administrativa (solicitantes de asilo denegado y migrantes
irregulares privados de libertad a la espera de su deportación).
fuente: elaborado a partir de Anton van Kalmthout, Femke Hofstee-van der Meulen
y Frieder Dünkel (eds.), Foreigners in European Prisons, cap. 1, tabla 1, Wolf Legal Pu-
blishers, 2007.

manera en búsqueda de trabajo, lícito o ilícito, provenientes del


Este de Europa, de Asia, de África y de América Latina y el Caribe,
terminando muchas de ellas en la cárcel. Las cifras de presos y pre-
sas del cuadro incluyen el total de personas sentenciadas, en prisión
preventiva y en detención administrativa (solicitantes de asilo dene-
gado y migrantes irregulares privadas de libertad a la espera de su
deportación).
90 elías carranza

En los países de bajos y de medianos ingresos de América Latina


y el Caribe, Asia, África, y Europa del Este, encerramos en gran des-
proporción a personas de nuestros grupos poblacionales excluidos y
de clase baja, que cometen delitos de la que Ferrajoli denomina
“criminalidad de subsistencia” (2008: 78), o simplemente por el de-
lito que Zaffaroni denomina “de portación de cara”. En los países de
altos ingresos de Europa y América del Norte, también encierran en
gran desproporción a personas excluidas y de clase baja, pero con la
característica de que gran número de ellas son también latinoameri-
canas y caribeñas, asiáticas, africanas y esteuropeas, que emigran de
las formas más riesgosas en búsqueda de trabajo, terminando muchas
en la cárcel, y otras, muchísimas, miles, ahogadas en los océanos,10
asfixiadas en contenedores y muertas en los desiertos de la frontera
entre Estados Unidos y México.11
El Protocolo contra el tráfico ilícito de migrantes por tierra, mar y aire, que
complementa la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia
Organizada Transnacional dice en el inicio de sus considerandos que
los países firmantes están “Convencidos de la necesidad de dar un
trato humano a los migrantes y de proteger plenamente sus derechos
humanos”, y en su artículo 2 establece que “El propósito del presen-
te Protocolo es prevenir y combatir el tráfico ilícito de migrantes, así
como promover la cooperación entre los Estados Parte con ese fin,
protegiendo al mismo tiempo los derechos de los migrantes objeto
de dicho tráfico”. Sin embargo, la realidad de las migraciones inter-
nacionales de los países pobres a los países ricos en búsqueda de

10  Mientras escribo estas páginas la Agencia Internacional de Noticias Reuter

informa sobre el último caso de esta índole: 365 migrantes somalíes, eritreos, nige-
rianos, argelinos y palestinos, tratando de llegar a Europa, aparentemente a Italia,
en una pequeña embarcación con capacidad para solamente 75 personas, mueren
ahogadas frente a las costas de Trípoli (periódico La Nación, p. 23, jueves 2 de abril
de 2009, Costa Rica).
11  En diciembre de 2007 quien escribe estas páginas estuvo en Tijuana, Baja

California, México, frontera entre los Estados Unidos Mexicanos y los Estados Uni-
dos de América. Me llamó la atención ver, clavadas a lo largo de la empalizada,
numerosas pequeñas cruces de madera, y una sumatoria de ellas con el dato de la
fecha, que se actualiza constantemente –tres mil seiscientas y pico en ese entonces–.
Pregunté, y me explicaron que las cruces recordaban los migrantes muertos en su
travesía para ingresar a los Estados Unidos de América. Pregunté nuevamente si la
sumatoria de las cruces correspondía a las personas muertas a todo lo largo de la
frontera, y me explicaron que no, que ésas eran solamente las personas muertas en
ese tramo de la frontera.
cárcel y justicia penal 91
trabajo y comida, es una realidad de muerte y de crímenes contra la
humanidad, que contradice la letra de los instrumentos internacio-
nales de derechos humanos y las buenas intenciones que puedan
haber tenido los representantes de los países de altos ingresos que
impulsaron insistentemente su aprobación. Cabe preguntarse si algu-
nos de estos instrumentos no están sirviendo más bien para justificar
la expulsión de los países ricos de las trabajadoras y trabajadores de
los países pobres, en el entorno de una economía global en la que
se han forzado las fronteras para el “libre mercado” de todas las
mercancías incluso los servicios y los capitales financieros, pero no
para la mercancía trabajo cuando proviene de los países pobres y
trata de ingresar a los países ricos.12
Es notable cómo al reunir información sobre las diversas regiones
del mundo va integrándose el rompecabezas y se ve con más claridad
lo que ocurre. La situación del delito, su interpretación y difusión
por los medios de comunicaciones de masa, la consiguiente alarma
social y el creciente uso de la justicia penal y la prisión, que se ma-
nifiestan simultáneamente en todas las regiones del mundo, difícil-
mente podía ser una casualidad. Vemos que es un fenómeno global,
propio de la estructura de la llamada globalización, y veremos tam-
bién que se origina en variables comunes a los diversos países, que
actúan de manera prevaleciente o concomitante con otras posibles
variables específicas en cada país.

12  Por eso es importante insistir en que el tema de las migraciones es un tema

esencialmente de las agendas de desarrollo y de bienestar social, sin perjuicio de


que pueda ser incluido también en las agendas de seguridad. El doctor Víctor Meza
López, secretario de Estado en los Despachos de Gobernación y Justicia de Hondu-
ras es uno de los que ha venido insistiendo sobre esto, así en oportunidad de la xvi
Conferencia de Ministros de Justicia de los Países Iberoamericanos (San José, 18 y
19 de septiembre de 2008), y en la Reunión Regional Preparatoria para el xii Con-
greso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Justicia Penal (San José,
25, 26 y 27 de mayo de 2009).
92 elías carranza

11] la globalización, tal como está siendo gestionada,13


distribuye inequitativamente no solamente el ingreso,
sino también la criminalidad y la criminalización

Al igual que lo que ocurre con la distribución del ingreso y los be-
neficios del desarrollo, también en materia de criminalidad y victimi-
zación la globalización –al menos como viene siendo gestionada–
distribuye de manera inequitativa entre los países de altos ingresos y
los de ingresos medianos y bajos. El punto es importante para ayu-
darnos a comprender el fenómeno de la victimización por delito en
los países de América Latina y ayudarnos a orientar mejor nuestras
acciones frente a ella.
En América Latina –región de países de medianos y bajos ingresos–
las estadísticas y la investigación criminológica y victimológica exhi-
ben una tendencia general en ascenso del delito y de la consiguiente
victimización por delito a partir de los años ochenta, con diferencias
entre países respecto del tiempo e intensidad del fenómeno. Esta
tendencia es más evidente en los delitos contra la propiedad y contra
las personas –aunque también se da en otras categorías– y se mani-
fiesta paralelamente al aumento de la inequidad de la distribución
del ingreso al interior de los países, la que ha venido agravándose a
partir de los años ochenta y según cepal y el Banco Mundial sería la
más alta entre todas las regiones del mundo (cepal, 2008: 5), y tiene
relación también, como veremos, con la inequidad de la distribución
internacional del ingreso, entre los países de altos ingresos y los de
ingresos bajos y medianos.
Al mismo tiempo, y por contraste, mientras ésta es la situación en
América Latina y el Caribe y en los países de medianos y bajos ingre-
sos de las otras regiones del mundo,14 el panorama mundial exhibe

13  Expresión de Joseph Stiglitz, respondiendo a quienes ven la inequitativa

distribución del ingreso y otros malestares de la globalización como ”hechos de la


naturaleza” propios de las ineluctables leyes del mercado. La globalización, como
el mercado, explica el premio Nobel de Economía, son susceptibles de gestión que
conduce a resultados, de mayor o de menor inequidad. Sobre esto y sobre el Con-
senso de Washington y sus características véase Stiglitz, 2002.
14  Nuestro análisis se refiere primordialmente a los países de la región que abarca

el mandato del ilanud, de los que contamos con mayor información, pero la investi-
gación criminológica y la información de los organismos especializados de las Naciones
Unidas indica que las tendencias de los países de medianos y bajos ingresos de las otras
regiones del mundo serían similares (Shaw et alii, 2003; Alvazzi del Frate, 2003, 1998).
cárcel y justicia penal 93
que en los países de altos ingresos desde mediados de los años no-
venta, como caracterización general, la situación del delito mejora o
se mantiene estable, registrándose descensos en las tasas y en la con-
siguiente victimización, como lo veremos en las páginas siguientes.
La acelerada globalización ha traído otras cosas positivas, pero éste
contraste es uno de sus efectos negativos, que ponen de manifiesto
la creciente inequidad entre los países de altos ingresos y el resto del
mundo.

12] relación entre la inequidad de la distribución del ingreso


entre países y delito, y relación entre la inequidad de la
distribución del ingreso al interior de los países y delito

Para la mejor comprensión de lo que sigue, es conveniente recordar


algunas premisas sobre las que existe bastante consenso en la crimi-
nología:

  i] No todas las clases de delitos tienen la misma explicación (v. gr.


delitos contra la vida, delitos contra la propiedad, delitos sexua-
les, criminalidad económica, etcétera);
ii] Aunque tienen caracteres comunes, tampoco todas las subclases
de delitos tienen necesariamente una única explicación (v. gr.
dentro de la clase de los delitos contra la propiedad tenemos la
subclase de los delitos de estafa, la de los delitos de robo con vio-
lencia contra las personas, la de los delitos de emisión de cheque
sin fondos, la de los delitos de daño, etcétera);
iii] Tampoco la explicación de cada delito cometido se agota en la
explicación de la clase o subclase de delitos a la que pertenece.
Cada persona es una individualidad, con características propias y
con sus propias circunstancias;
iv] De los tres puntos anteriores se desprende que son o pueden ser
múltiples las variables o factores que intervienen en la comisión
de cada delito: psicológicas, educacionales, familiares, de géne-
ro, sociales, demográficas (particularmente relativas a los diver-
sos grupos etáreos), ocasionales o circunstanciales, culturales,
económicas, etcétera. En razón de ello es que suele decirse que
el delito es un fenómeno multifactorial. Sin embargo, una razón
94 elías carranza

importante para prestar atención a la variable que analizaremos


es que entre la multiplicidad de factores o variables intervinien-
tes en el delito, ésta, más que otras, tiene la particularidad de
interrelacionarse e incidir sobre todas o casi todas las demás. Es
sabido que los indicadores de educación, salud, vivienda, y mu-
chos otros varían notablemente en función de la distribución del
ingreso.

De lo anterior se desprende que lo que veremos al analizar las


relaciones entre la inequidad de la distribución del ingreso entre
países y delito, y entre la inequidad en la distribución del ingreso al
interior de los países y delito, no son explicaciones monocausales ni
mecánicas de la criminalidad, ni son tampoco las únicas explicaciones
para todos los delitos. Pero son, sí, importantes correlaciones mate-
máticas objetivas entre variables, que arrojan bastante luz para la
explicación de la situación de ciertos delitos en los países de bajos y
de medianos ingresos, como asimismo para la explicación de la con-
trastante situación en los países de altos ingresos. Y a nosotros nos
interesan particularmente para contribuir a explicar el comporta-
miento del delito en América Latina a partir de los años ochenta y
noventa.
Se advertirá que existe una estrecha relación entre las dos variables
que analizaremos. La clasificación de los países según su ingreso es
resultado de la distribución internacional del ingreso originada en
gran medida por las abusivas relaciones de intercambio comercial
y el funcionamiento de los mercados financieros. Por otra parte,
la inequidad de la distribución del ingreso al interior de los países
tiene relación, además de otras variables, con la capacidad de acu-
mulación de los países y con su ubicación en la clasificación según
el ingreso: la distribución al interior de los países de altos ingresos es
en general mucho menos inequitativa que la que existe al interior de
los países de bajos y de medianos ingresos (a manera de ilustración,
en los países miembros de la ocde el Índice de Gini15 que mide la

15  El Índice de Gini (nombre del estadístico italiano Corrado Gini) mide la

desigualdad de la distribución del ingreso. Su valor oscila entre 0 y 1. El valor cero


sería un caso extremo en el que todos perciben los mismos ingresos. El valor uno
sería el extremo contrario en el que una persona concentra todo el ingreso y los
demás nada.
cárcel y justicia penal 95
inequidad de la distribución del ingreso varía desde menos de 0,25
en Dinamarca y Suecia, hasta cerca de 0.40 en los Estados Unidos y
Portugal (cepal, 2008: I.61). En América Latina ningún país tiene
una puntuación Gini que iguale o supere al país con la peor pun-
tuación dentro de la ocde; el índice varía entre 0.42 en Venezuela
y 0.59 en Brasil (cepal, 2008: I.85-86). En los países de medianos
y de bajos ingresos se observa en general una “ley de hierro” de la
distribución del ingreso: cuanto menos hay para repartir, el reparto
es más inequitativo.16

Relación entre la inequidad de la distribución del ingreso


entre países y delito

Para lo que queremos demostrar en este punto nos valdremos de la


información que surge de los Estudios de las Naciones Unidas sobre ten-
dencias delictivas y funcionamiento de los sistemas de justicia penal.17 Las
Naciones Unidas lamentablemente no publicaron el volumen con el
análisis completo de la información que surge de su ix estudio, pero
presentaron un informe parcial en oportunidad del xi Congreso
sobre Prevención del Delito y Justicia Penal realizado en Bangkok del
18 al 25 de abril de 2005 y, asimismo, la Oficina de Drogas y Crimi-
nalidad de las Naciones Unidas en el volumen 3 de su publicación

16  No obstante, cabe señalar que, “la desigualdad distributiva es un tema rele-

vante en todas las regiones del mundo, más aún cuando su tendencia se encamina
hacia un deterioro. Tal es el caso de la mayoría de los países miembros de la Orga-
nización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, ocde, según un estudio
publicado recientemente por dicha institución ... El resultado acumulado a lo largo
de dos décadas es que prácticamente todos los países de la ocde sufrieron un in-
cremento leve pero significativo de sus niveles de desigualdad” (cepal, 2008: I:61).
Se considera que la ocde agrupa a los países mas avanzados y desarrollados del
planeta, siendo apodada como “club de países ricos”. En la actualidad agrupa 30
miembros plenos, 27 de los cuales son considerados de alto ingreso por el Banco
Mundial, los tres restantes de ingreso medio-alto. Sus países fundadores son Alema-
nia, Austria, Bélgica, Canadá, Dinamarca, España, Estados Unidos, Francia, Grecia,
Irlanda, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Países Bajos, Portugal, Reino Unido,
Suecia, Suiza y Turquía. Posteriormente se adhirieron Japón, Finlandia, Australia,
Nueva Zelanda, México, R. Checa, Corea del Sur, Hungría, Polonia y Eslovaquia.
17  Estos estudios periódicos se han realizado diez veces, comenzado con el del

periodo 1970-1975. El décimo estudio comprendió el periodo 2005-2006 y, al mo-


mento de escribir estas líneas, en marzo de 2008, unodc procesaba la información
recibida.
96 elías carranza

periódica Forum on Crime and Society incluyó avances de los hallazgos


e información longitudinal sobre la base de los datos recogidos a lo
largo de los sucesivos estudios, que utilizaremos para nuestros pro-
pósitos (Shaw et alii, 2003). Nos valdremos también de la información
de las Encuestas internacionales de victimización de las Naciones Unidas,18
y de información sobre la criminalidad y los sistemas de justicia penal
que constantemente recogemos en el ilanud.
Veamos dos gráficas comparativas de países, una de delitos contra
la vida, y otra de victimización en delitos contra la propiedad, elabo-
radas a partir de la información recogida por las Naciones Unidas.

gráfica 1. promedio de homicidios por 100 000 habitantes


en países que reportaron sus datos a los estudios
de las naciones unidas sobre tendencias del delito y justicia
penal, 1980-2000
sudáfrica
colombia

suazilandia
guatemala

venezuela
jamaica
lesoto

papúa nueva guinea

santo tomé y príncipe


federación rusa
albania
bahamas

nicaragua
méxico

estados unidos
kazajistán
estonia

kirguistán

islas marshall
bielorrusia
guyana

tailandia

argentina
ruanda

ecuador

dominica

tayikistán
barbados
líbano

letonia

seychelles
tanzania
uganda

moldavia
lituania

azerbaiyán
perú

zimbabue
georgia
zambia

costa rica
andorra
tonga

sri lanka
ucrania

paraguay
bermuda

bulgaria
uruguay
croacia

armenia
mundo

yemen
iraq

india

18  La Encuesta Internacional sobre Victimización la llevan a cabo conjuntamen-

te United Nations Interregional Crime Research Institute, unicri, y United Nations


Office on Drugs and Crime, unodc. Su principal objetivo es medir la cifra real del
delito, captando información sobre los delitos no denunciados a la policía o a la
justicia penal. La primera encuesta se realizó en 1989 incluyó a 14 países, la segun-
da en 1992 incluyó a 33, la tercera en 1996 incluyó a 48, la cuarta en 2000 también
48 países y la quinta encuesta se llevó a cabo en 2004. Hasta el momento han par-
ticipado 70 países, aunque no todos en todas las encuestas. De la región de Améri-
ca Latina y el Caribe han participado en una o más encuestas Argentina, Bolivia,
Brasil, Colombia, Costa Rica, Panamá y Paraguay.
cárcel y justicia penal 97
La gráfica 1 exhibe los promedios de veinte años de las tasas de
homicidios de los 114 países que proporcionaron su información,
delito cuyo registro es el más riguroso en todos los países a efectos
de comparabilidad. De su análisis se desprenden algunas conclusio-
nes muy significativas:

a] La media mundial de las tasas de homicidios ocurridos en el cur-


so de los veinte años estudiados es de 7 por cada cien mil habitan-
tes;
b] Del cruce de las tasas con la categorización de los países según su
ingreso surge que:
b.1.] Con la sola excepción de los Estados Unidos de América,
todos los países de altos ingresos tienen tasas de homicidios
más bajas que la media mundial;19

70

60

50

40

30
san cristóbal y nieves

20
costa de marfil

república checa

arabia saudita
nueva zelanda

madagascar
eslovaquia
macedonia

hong kong
portugal

marruecos
dinamarca
finlandia

maldivias
eslovenia

australia

indonesia
mauricio

jordania
rumania

botsuana
singapur
hungría
polonia

holanda

noruega
kuwait

islandia
malasia

vanuatu
francia

turquía

bahreín

irlanda
canadá

bélgica
nigeria
macao

austria
suecia
israel

españa
grecia
chile

chipre

egipto
italia
china

malta
túnez

qatar

sudán
japón
suiza
siria
fiyi

Adaptado de Shaw et alli, “Determining Trends in Global Crimeand Justice”, en Forum


on Crime and Society, vol. 3, núms. 1 y 2, United Nations Office Drugs and Crime, di-
ciembre de 2003, p. 44.

19  También, desde 1997 en adelante, la tasa de Estados Unidos de América es

más baja que la media mundial. Éste es un país de alta violencia en comparación
con el grupo de países de altos ingresos al que pertenece, sin embargo, al igual que
en los demás de su grupo, su tasa de homicidios ha venido descendiendo, llegando
a 5.6 por cien mil en 2004 (bjs, 2007).
98 elías carranza

b.2.] Por contraste, todos los países que registran tasas más altas
que la media mundial son –salvo la excepción citada– países
de medianos o bajos ingresos;
b.3.] Si bien hay algunos países de medianos o bajos ingresos que
registran tasas más bajas que la media mundial, es evidente
que la clasificación según el ingreso implica un importante
condicionamiento para la tasa de estos delitos.

En otro trabajo analizamos en mayor detalle y extensión otras


cosas significativas que surgen de este gráfico internacional sobre
homicidios (Carranza, 2006).
Pasemos ahora a la gráfica (2) de delitos contra la propiedad. La
información proviene del análisis de la Encuesta de Victimización de
las Naciones Unidas del año 2000. La gráfica exhibe las tasas de vic-
timización por los delitos de robo y robo en viviendas en las diversas
regiones del mundo. Como se observa, las tasas son notablemente
más altas en las regiones de países de medianos y de bajos ingresos
o “en vía de desarrollo”. En las regiones de países de ingresos altos
o “desarrollados” las tasas son notablemente más bajas. Nuevamente
aparece el condicionamiento de pertenecer a uno u otro grupo de
países en los que según su ingreso se divide el mundo globalizado.

gráfica 2. tasas de victimización de los delitos de robo


Índice durante un año (1999)
y robo en viviendas,
América Latina

África

Asia
robo

Europa Central / Oriental


robo en
vivienda
Australia

América del Norte

Europa Occidental

fuente: adaptado de Anna Alvazzi del Frate, “The voice of Victims of Crime: Estimating
the True Level of Conventional Crime, en revista Forum on Crime and Society, United
Nations Office on Drugs and Crime, vol. 3, núms. 1 y 2, diciembre de 2003, p. 132.
cárcel y justicia penal 99
En el trabajo antes citado (Carranza, 2006) analizamos también, con
información dura proveniente de las mismas fuentes, los casos de los
delitos de pequeña corrupción, en los que se evidencia un comporta-
miento similar al que vimos en los delitos de robo. Analizamos asimis-
mo los delitos de criminalidad económica, en los que mientras la vic-
timización recae como característica en los países de ingresos medios
y bajos de los que se sustraen los fondos que siguiendo las leyes de la
economía se depositan en las plazas seguras de los países de altos in-
gresos, la autoría de los delitos es compartida entre funcionarios de
empresas transnacionales y de gobierno, tanto de los países de altos
ingresos como de los de ingresos medianos y bajos. Y analizamos los
delitos de trata y tráfico de personas, en los que también la victimiza-
ción recae en gran escala sobre los países de ingresos bajos y medianos,
en los que se origina el tráfico que tiene como destino los países de
ingresos altos. Vemos cómo en todas estas categorías de delitos surgen,
de maneras diversas, relaciones dialécticas perversas entre las catego-
rías de países agrupados en clases según la distribución internacional
del ingreso en la actual gestión de la economía globalizada.20

Relación entre la inequidad de la distribución del ingreso al interior


de los países y delito

Veamos ahora algo sobre la incidencia de la variable “Inequidad de


la distribución del ingreso per capita al interior de los países”. Intro-
duciendo esta variable en el análisis no se tratará ya solamente de
que un país pertenezca a la categoría de ingresos altos, medianos o
bajos, sino también de que al interior del país exista una distribución
de mayor o de menor inequidad.
Nos valdremos de la investigación criminológica de los últimos
años, que verifica que existe alta correlación entre la inequidad de
la distribución del ingreso –altísima en América Latina–,21 y los deli-

20  Sobre la gestión de la economía globalizada, el papel del Fondo Monetario

Internacional y las directrices surgidas del Consenso de Washington véase el texto


antes citado de Joseph Stiglitz, 2002.
21  “Una de las características sobresalientes de América Latina ha sido la eleva-

da inequidad de la distribución del ingreso, así como su rigidez al cambio […] Esta
desigualdad no solamente excede la de otras regiones del mundo, sino que además
permaneció sin modificaciones sustanciales durante la década de 1990 e incluso
empeoró en el inicio de la presente década” (cepal, 2006: 84).
100 elías carranza

tos contra la propiedad y contra las personas. Esta correlación ha sido


medida entre países y al interior de los países (Carranza y Solana,
2007 y 2004; Fajnzilver y otros, 2002).
Los economistas Pablo Fajnzilver, Daniel Lederman y Norman Loa-
yza, el primero de la Universidad de Minas Gerais y los dos últimos
del Banco Mundial, son algunos de quienes han estudiado el tema.22
Lo investigaron rigurosamente obteniendo regresiones en el caso de
los homicidios con datos de los años 1965-1995 provenientes de una
muestra de 39 países (20 industrializados o de altos ingresos, 10 de
América Latina y el Caribe, 4 de Europa Oriental y Central, 4 del Este
y Sur de Asia y del Pacífico y uno de Africa); y obteniendo regresiones
en el caso de los delitos de robo con datos de los años 1970-1994
provenientes de una muestra de 37 países (17 industrializados, 5 de
América Latina y el Caribe, 4 de Europa Oriental y Central, 10 del
Este y Sur de Asia y del Pacífico y uno de África).23 La conclusión
principal a la que llegaron, es que el crecimiento de la inequidad de
la distribución del ingreso, medida por el coeficiente de Gini, tiene
un efecto significativo y fuerte elevando las tasas de ambos delitos.
Y encontraron que esta correlación positiva entre variables se da al
interior de los países y, particularmente, entre países (Fajnzilver y
otros, 2002: 7, 25). Es importante notar que la correlación fue verifi-
cada en una muestra tan amplia de países de bajos, medianos y altos
ingresos, provenientes de los cinco agrupamientos mencionados,
obteniéndose en todos los casos los mismos resultados.

22  Véase asimismo el capítulo “El delito como costo social de la pobreza y la

inequidad: un examen del tema focalizado en los países en vía de desarrollo” de F.


Bourgignon, en el documento de trabajo del Banco Mundial, Facetas de la globaliza-
ción, 2001.
23  La muestra de países en el caso de los delitos de homicidio estuvo integrada

por: Australia, Bélgica, Brasil, Bulgaria, Canadá, Chile, China, Colombia, Costa Rica,
Dinamarca, Dominica, Finlandia, Francia, Alemania, Grecia, Hong Kong, Hungría,
Irlanda, Italia, Japón, Mauricio, México, Holanda, Nueva Zelanda, Noruega, Pana-
má, Perú, Filipinas, Polonia, Rumania, Singapur, España, Sri Lanka, Suecia, Tailan-
dia, Trinidad y Tobago, Gran Bretaña, Estados Unidos y Venezuela. La muestra de
países en el caso de los delitos de robo estuvo integrada por Australia, Bangladesh,
Bélgica, Bulgaria, Canadá, Chile, China, Dinamarca, Finlandia, Alemania, Grecia,
Hong Kong, Hungría, India, Indonesia, Italia, Jamaica, Japón, Corea, Malasia, Mau-
ricio, Holanda, Nueva Zelanda, Noruega, Pakistán, Perú, Filipinas, Polonia, Ruma-
nia, Singapur, Sri Lanka, Suecia, Tailandia, Trinidad, Gran Bretaña, Estados Unidos
y Venezuela.
cárcel y justicia penal 101

Por nuestra parte, en el ilanud hicimos una investigación similar


en cinco oportunidades para el Proyecto Estado de la Nación de
Costa Rica. La última vez en el año 2007, con datos del coeficiente
de Gini, de homicidios y de delitos contra la propiedad del periodo
1988-2006 (Carranza y Solana, 2007). Las gráficas 3 y 4 exhiben cómo
a medida que aumenta la inequidad de la distribución del ingreso al
interior del país, aumentan también las tasas de los delitos de homici-
dio y las tasas de los delitos contra la propiedad más convencionales,
como asimismo las tasas de otros delitos que aunque los códigos
penales no los ubican como contra la propiedad también persiguen
lucro, caso del secuestro extorsivo.24 La puntuación del coeficiente de
correlación para ambas categorías de delitos es altísima, pocas veces
tan alta en la investigación en ciencias sociales (ρ = 0.73).
Para completar el panorama de la criminalidad en América Latina
y el Caribe presentamos los cuadros 13 y 14, que reúnen la informa-
ción sobre homicidios en ambas subregiones. Las tasas son altísimas.
Ello se comprueba al observar que multiplican varias veces las tasas
del cuadro 15 de los países de altos ingresos de Europa que se en-
cuentra en el capítulo siguiente.

24  Los siguientes delitos contra la propiedad se incluyeron en la investigación:

hurto, hurto de ganado, robo con fuerza en las cosas, robos y hurtos de medios de
transporte, robo con violencia contra las personas, secuestro extorsivo, tentativa de
robo con fuerza en las cosas, tentativa de robo o hurto de medios de transporte,
tentativa de hurto o robo, tentativa de robo con violencia sobre las personas, ten-
tativa de secuestro extorsivo, usurpación. Se incluyeron asimismo otros delitos que
los códigos penales no categorizan como contra la propiedad, pero que también
tienen como objetivo final el lucro (secuestro extorsivo y tentativa de secuestro
extorsivo).
102 elías carranza

gráfica 3. costa rica 1988-2006. relación entre la inequidad


de la distribución del ingreso medida por el coeficiente de
gini y la tasas de homicidios dolosos por cien mil habs.
8.0
2006
7.5

7.0 2003
2005
6.5
1999 2001
2004
6.0 2000 2002
1998
1997
5.5
1995 1994 1996
5.0 1992
1993
4.5 1990

1991 ρ = 0.73
4.0 1988
1989
3.5

3.0
0.370 0.380 0.390 0.400 0.410 0.420 0.430 0.440
gini
fuente: E. Carranza, E. Solana, ilanud, 2007.

gráfica 4. costa rica. relación entre el coeficiente de gini


y la tasa de delitos contra la propiedad más
convencionales, 1998-2006

1300 2006
2005 2003
1200 2004

1100 2002 2001


1988 1999
1994
1000 1993 2000
1992

900 1991
1995 1997
1996
800
1990
700
1989
ρ = 0.73
600
1998
500

400
0.370 0.380 0.390 0.400 0.410 0.420 0.430 0.440
gini
fuente: E. Carranza, E. Solana, ilanud, 2007.
cárcel y justicia penal 103
cuadro 13. países de américa latina, tasas de homicidio
intencional × 100 000, estimaciones baja y alta, año 2004

est. est.
país fuente
baja alta
Colombia 45.5 61.1 Policía Nacional PAHO-03/05
El Salvador 56.4 57.5 PAHO-02/04 UN-CTS-10
Venezuela, Rep.Bolivariana de 32.5 37.0 PAHO-03/05 Policía Nacional
Guatemala 26.3 36.4 PAHO-02/04 Policía Nacional
Haití 5.3 33.9 WHO UNODC Survey data
Honduras 13.8 32.2 WHO Observatorio Violencia
Brasil 26.02 30.08 Mins.Salud y Just. PAHO-03/05
República Dominicana 16.8 24.2 WHO Procurador General
Ecuador 16.8 18.5 PAHO-03/05 UN-CTS-9
Paraguay 15.3 17.8 UN-CTS-10 PAHO 04/06
Nicaragua 12.0 17.4 Policía Nacional PAHO-03/05
Panamá 11.5 13.4 UN-CTS-10 PAHO-02/04
México 10.9 11.3 PAHO-04/06 ICESI cita Policía Nac.
Costa Rica 6.2 7.3 UN-CTS-9 PAHO-04/06
Cuba 6.0 PAHO-04/06
Uruguay 4.7 6.0 PAHO-03/05 Ministerio del Interior
Argentina 5.3 5.5 PAHO-04/06 UN-CTS-10
Chile 2.9 5.5 Policía Nacional PAHO-03/05
Bolivia 3.7 5.3 WHO UN-CTS-10
Perú 3.0 5.7 PAHO 02/04 UN-CTS-9

fuente: E. Carranza, ilanud: elaborado a partir de onudc, International Homicide


Statistics, 2008.
104 elías carranza

cuadro 14. países del caribe, tasas de homicidio intencional


× 100 000, estimaciones baja y alta, año 2004

Est. Est.
PAÍS FUENTE
baja alta
Jamaica 33.7 55.2 who National Police
Bahamas 13.8 22.5 Interpol-04 who
San Cristóbal y Nevis 22.7 National Police
Santa Lucía 19.4 21.3 Nacional Police who
Puerto Rico 18.9 20.3 paho 02/05 Nacional Police
Trinidad y Tobago 13.7 19.6 who unodc citing Ntnl. Pol
Guyana 17.7 19.2 National Statistical Office paho 03/05
San Vicente y Las Granadinas 16.0 who
Surinam 10.2 11.8 un-cts-9 paho-03/05
Barbados 9.8 15.1 Interpol-04 who
Dominica 10.3 who
Anguila 8.3 National Statistical Office
Antigua y Barbuda 7.7 who
Granada 4.9 who
Bermuda 1.1 un-cts-9

fuente: E. Carranza, ilanud, elaborado a partir de onudc, International Homicide


Statistics, 2008.
cárcel y justicia penal 105
cuadro 15. europa, homicidios intencionales, tasas x 100 000.
estimación baja y estimación alta, 2004
est. est.
país fuente
baja alta
República Checa 1.3 2.2 who un-cts-9
Dinamarca 0.8 1.1 un-cts-9 eurostat
Estonia 6.7 8.9 un-cts-9 who
Finlandia 2.6 2.8 who un-cts-9
Francia 0.8 1.6 who un-cts-9
Alemania 0.7 1.0 who un-cts-9
Grecia 0.9 1.0 who eurostat
Hungría 2.1 2.2 eurostat who
Islandia 1.0 1.0 un-cts-9 who
Irlanda 0.7 1.1 who eurostat
Italia 1.0 1.2 who un-cts-9
Letonia 8.6 10.2 un-cts-9 who
Lituania 9.1 10.3 eurostat who
Luxemburgo 0.4 1.1 eurostat who
Malta 0.7 1.7 who un-cts-9
Países Bajos 1.2 1.4 who eurostat
Noruega 0.8 0.8 un-cts-9 who
Polonia 1.6 1.7 who un-cts-9
Portugal 1.4 1.8 eurostat un-cts-9
Eslovaquia 2.0 2.3 who un-cts-9
Eslovenia 1.5 2.1 un-cts-9 who
España 1.2 1.4 eurostat who
RU, Inglaterra y Gales 1.6 eurostat
RU, Irlanda del Norte 2.4 eurostat
–RU, Escocia 2.6 eurostat
Suecia 1.2 2.4 eurostat un-cts-9
Suiza 0.9 2.9 who un-cts-9

nota: Todos los países incluidos en el cuadro son países clasificados por el Banco
Mundial como de Altos Ingresos, menos los siguientes que clasifican como de Ingreso
Medio Alto: República Checa, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Polonia, Eslova-
quia.
fuente: extraído de onudc, International Homicide Statistics, 2008.
106 elías carranza

13] la situación del delito en los países de altos ingresos.


contraste con la situación en los países de medianos y bajos
ingresos

Contrastando con la situación en los países de América Latina y el


Caribe y en los países de medianos y bajos ingresos en general, a
continuación resumimos algunos de los estudios de mayor peso que
se refieren a la estabilidad y reducción del delito en los países de
altos ingresos.
El trabajo más reciente es el de Haromaa y Heiskanen analizando
estadísticas policiales de criminalidad en publicación del Instituto
Europeo para la Prevención y Control del Delito Afiliado a las Na-
ciones Unidas, heuni (2008: 53 y ss).25 Los autores se refieren al
caso de todos los países de Europa, que dividen para su análisis en
cuatro grupos. Explican que interpretar el aumento o disminución
del total de delitos es difícil y ambiguo, por ello se concentran en
el análisis de algunos delitos importantes contra la integridad per-
sonal. En el caso de los homicidios encuentran que “las tasas de los
homicidios han venido decreciendo de manera consistente en todos
los grupos de países con un promedio de reducción del 28% desde
1995 hasta 2004” y que el grupo de países compuesto por “Austria,
Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Francia, Alemania, Grecia, Irlanda,
Italia, Luxemburgo, Holanda, Portugal, España, Suecia, Inglaterra y

25  Antes que ellos, Barclay y Tavares (2002) en publicación del Home Office de

Gran Bretaña analizaron en detalle la información oficial del delito en los países
de la Unión Europea, encontrando que en, promedio entre los años 1996-2000, en
dichos países hubo un aumento de sólo 1%, habiéndose producido descensos en
las tasas de criminalidad en Irlanda (27%), Inglaterra y Gales (8%), Escocia (6%),
y Alemania (6%). Refieren asimismo que en EUA hubo un descenso de 14%, en
Canadá de 11% y que, durante el año 2000, Irlanda registró un nuevo descenso de
10%, Italia de 7%, y España de 4%: <www.homeoffice.gov.uk/rds/pdfs2/hosb502.
pdf>. Véase también sobre esto el Boletín Estadístico del Home Office de Gran Bretaña
(Home Office, 2003: 1 ss.) que explica los descensos en la criminalidad que se regis-
traron durante 2001 y 2002 en Inglaterra y Gales. Para el caso de Estados Unidos
véanse los anuarios del Sourcebook of Criminal Justice Statistics, US Department
of Justice, y un análisis muy lúcido en el libro de Irvin Waller, Menos represión, más
seguridad: verdades y mentiras acerca de la lucha contra la delincuencia, México, ilanud/
inacipe, 2007. Cabe aclarar que no obstante la reducción del delito, en Europa
Occidental y Norteamérica también existe preocupación por éste, ya que una per-
sona de cada cinco mayores de 15 años es victimizada al año por delitos tales como
hurto, robo de auto o asalto (Waller, 2003; van Kesteren, 2000).
cárcel y justicia penal 107
Gales, Irlanda del Norte, Escocia, Islandia, Noruega, Vaticano y Suiza
mantienen el nivel más bajo, con una tasa de menos de 2 × 100 000
que ha venido lentamente decreciendo”. Agregan que en el caso de
Estados Unidos el descenso en los homicidios fue muy significativo,
de 33%, pasando de 8.2 a 5.5, y en Canadá que tenía una tasa de 1.8
se mantuvo en un nivel comparativamente muy bajo, pasando a 2.0
(pp. 58-59). En el caso de los robos en domicilios, tanto en los países
nombrados de Europa como en Estados Unidos y Canadá, Kauko y
Heiskanen concluyen que “la tendencia es claramente decreciente
durante todo el periodo analizado de 10 años”. (Aclaran que si bien
los homicidios descendieron, se registra aumento en las agresiones
(p. 68); asimismo en los robos, pero que en Estados Unidos éstos
descendieron de manera muy marcada.)
El estudio de criminalidad realizado por Aromaa y Heiskanen,
salvo algunas particularidades, es en general muy coincidente con el
estudio victimológico publicado por la Oficina de las Naciones Uni-
das contra la Droga y el Delito, unodc, unicri, y la Universidad de
Tilburg, que realizaron van Dijk, van Kesteren y Smit (2007). Este
estudio, refiriéndose a las tendencias en la victimización total por
delito, dice que “En Estados Unidos el descenso del delito ya se puso
en evidencia entre 1988 y 1992. En el caso de Europa, según los
datos de la Encuesta internacional de victimización por delito icvs el nivel
del delito ordinario alcanzó una meseta alrededor de 1995 y ha mos-
trado un constante descenso durante los últimos diez años. El nivel
de la victimización en Europa ha decrecido ahora a los niveles de
1990” (los autores hacen la salvedad de que los descensos en la vic-
timización total no se observan en los casos de Bélgica e Irlanda del
Norte, p. 46). Más adelante, refiriéndose al grupo de quince países
que participaron cuatro veces o más en las cinco encuestas de victi-
mización realizadas en 1988, 1991, 1995, 1999 y 2003-2004, compues-
to por Australia, Bélgica, Canadá, Inglaterra y Gales, Estonia, Finlan-
dia, Francia, Holanda, Nueva Zelanda, Irlanda del Norte, Polonia,
Escocia, Suecia, Suiza y Estados Unidos, se detienen en el análisis
específico de determinados delitos, y concluyen diciendo que “En el
curso de los últimos diez años los niveles de victimización en el mundo
occidental parecen convergir. Las diferencias entre Estados Unidos,
Canadá, Australia y Europa Occidental y Central se han reducido [...]
Los resultados de las icvs exhiben en general un incremento del
delito entre 1988 y 1991 y una tendencia hacia abajo desde 1999 o
108 elías carranza

del 2000 a todo lo largo del mundo desarrollado”. En nota al pie los
autores agregan que “la aguda tendencia hacia abajo en las tasas de
victimización en Occidente durante el decenio pasado han sido con-
firmadas por las encuestas nacionales de victimización de varios
países incluyendo los Estados Unidos, Holanda, e Inglaterra y Gales”
y agregan datos para fortalecer su conclusión (p. 102).
Vale señalar que en la misma página, a partir de premisas con in-
formación insuficiente de solamente dos ciudades, los autores citados
extraen apresuradamente una conclusión universal para todos los
países de medianos ingresos o en vía de desarrollo incluidos los de
América Latina, que es contraria a la información criminológica dis-
ponible y a la interpretación que hacemos nosotros en este trabajo.
Dicen los autores: “Si bien hay datos disponibles de tendencias de
solamente dos ciudades de medianos ingresos del mundo en vía de
desarrollo, las dos exhiben tendencia a la baja desde 1996 (Buenos
Aires) o desde el 2000 (Johanesburgo). Por lo tanto, las tendencias a
lo largo de los países desarrollados y de los países de ingresos medios
exhiben notable uniformidad”. Ojalá tuvieran razón y ello fuera así.
Inmediatamente después del párrafo citado, los autores analizan
las tendencias de victimización por delito en contexto, y dicen –en
afirmación que sí compartimos– que “El descenso de la criminalidad
a todo lo largo de los países europeos así como en Estados Unidos,
Canadá, Australia y muchos otros países desarrollados no puede ser
atribuida a un solo factor”, y enuncian la incidencia que habrían
tenido en el descenso del delito los cambios demográficos con reduc-
ción del porcentaje de los varones jóvenes, el aumento del control
policial y la mayor severidad de las condenas, el aumento en la po-
sesión y utilización de dispositivos de seguridad por parte de las fa-
milias y de los comercios al que atribuyen gran importancia y consi-
deran un factor muy importante para inhibir la comisión de delitos
en Occidente. Pero, nuevamente, haciendo un análisis distinto del
nuestro, no incluyen entre los múltiples factores que tuvieron inci-
dencia en la evolución del delito la equidad/inequidad de la distri-
bución del ingreso al interior de los países, tampoco la inequidad de
la distribución entre países, ni ninguna otra variable económica. Su
interpretación del fenómeno es incompatible con la información que
hemos venido presentando en estas páginas.
Completemos este punto presentando un cuadro con las tasas de
homicidio de los países de Europa. 20 de los 27 países incluidos en
cárcel y justicia penal 109
el cuadro son países de “altos ingresos” según la clasificación del
Banco Mundial. Los siete restantes, República Checa, Estonia, Hun-
gría, Letonia, Lituania, Polonia, y Eslovaquia son países de “ingreso
medio alto”. Observemos lo siguiente: Los 20 países de altos ingresos
tienen tasas muy bajas de entre menos uno y menos de tres homici-
dios por cien mil. Al igual que lo que pudimos observar en el primer
gráfico mundial de promedios de homicidios de 114 países de todo
el mundo, vemos aquí que algunos de los países de Ingreso medio
alto lograron también tasas bajas, pero los únicos tres países que
exceden el rango de 3 por cien mil (con tasas de más de 8 homicidios
por cien mil), Estonia, Letonia y Lituania pertenecen al grupo “no
altos ingresos”. Corroboramos así cómo la relación entre ingreso per
cápita y criminalidad que estamos analizando se da también al inte-
rior del grupo de los países de Europa.
110 elías carranza

14] recapitulación

Seguidamente hemos elaborado una secuencia que sintetiza lo esen-


cial de lo que vimos hasta aquí:

1980: Se establecen las directrices económicas del Consenso de Washington y comienza su


implementación en los países de América Latina: planes de ajuste estructural, recortes de
funcionarios estatales, venta de activos del Estado, desregulación, apertura de mercados
financieros

2000: El Banco Mundial informa que a escala mundial la inequidad de la distribución


internacional del ingreso entre países de altos y de bajos ingresos ha venido aumentando
rápidamente. El promedio del ingreso en los 20 países más ricos es 37 veces más alto que en los
20 más pobres, brecha que se ha duplicado en los últimos 40 años y que continúa ampliándose
(World Bank, 2000: 3);

2005: De manera similar, la cepal informa (2005: 55 ss.) que en América Latina los porcentajes
regionales de pobreza, pobreza crítica y pobreza urbana fueron más altos en 2002 (último año
con información hasta ese momento) que lo que eran en 1980 (40.5% en 1980; 44% en 2002)
y que la inequidad de la distribución al interior de los países también ha venido creciendo.
América Latina es la región del mundo con mayor inequidad en la distribución del ingreso;

2000/2005: La investigación criminológica verifica al interior de los países y asimismo entre


países de las diversas regiones del mundo la correlación “mayor inequidad en la distribución
del ingreso=más delito” (Bourgignon, 2001; Fajnzylver y otros, 2002; Carranza y Solana, 2007,
2004);

2005: En materia de criminalidad y justicia penal el panorama global a partir de los años noven-
ta exhibe dos situaciones distintas:

a] En los países de altos ingresos las tasas b] Al contrario de lo que ocurre en los paí-
de homicidios decrecieron desde 1995 has- ses de altos ingresos, en América Latina, así
ta 2004. Austria, Bélgica, Dinamarca, Fin- como en países de medianos y bajos ingre-
landia, Francia, Alemania, Grecia, Irlanda, sos de otras regiones del mundo, aumentan
Italia, Luxemburgo, Holanda, Portugal, Es- los delitos contra la propiedad y contra las
paña, Suecia, Inglaterra y Gales, Irlanda del personas, la criminalidad económica, y otras
Norte, Escocia, Islandia, Noruega, Vaticano formas de criminalidad transnacional. Au-
y Suiza mantienen el nivel más bajo, con menta también la alarma social y la sobrecar-
menos de 2 x 100 000. En Estados Unidos el ga laboral en la justicia penal. En América
descenso fue notable, 33%. En los robos en Latina los países aumentan aceleradamente
domicilios la tendencia es claramente decre- sus poblaciones penitenciarias. En el curso
ciente durante todo el periodo (Haromaa y de 16 años (1992-2008) muchos duplican sus
Heiskanen, 2008: 53). Por contraste, las ta- tasas por cien mil habitantes, y algunos las
sas de personas presas mantienen su propio triplican, produciéndose gran sobrepobla-
comportamiento ascendente, con altísimos ción carcelaria con explosiones de violencia
porcentajes de migrantes presos que llegan y muchísimas muertes en casi todos los paí-
en búsqueda de trabajo provenientes de los ses (ilanud, 2008).
países de bajos y medianos ingresos de Asia,
África, América Latina y Europa del Este
(Walmsley, 2006: 161; van Kalmthout Anton,
2007: tabla 1).
cárcel y justicia penal 111
15] situación actual y perspectivas futuras. el fenómeno de
la exclusión social. la respuesta de la justicia penal.
la respuesta de la integración social

Siendo tan importante para la evolución del delito y para la situación


de los sistemas de justicia penal la incidencia de la inequidad de la
distribución del ingreso entre países y al interior de los países, veamos
alguna reciente información y análisis sobre el comportamiento de
ambas variables para prever su evolución futura.
Por lo que respecta a la inequidad de la distribución del ingreso
entre países, citemos el Informe sobre el desarrollo mundial 2006: Equidad
y desarrollo del Banco Mundial, que nos dice que “si la desigualdad
de oportunidades es grande al interior de muchos países, es verda-
deramente pasmosa a escala global […] Es posible descomponer la
desigualdad total entre individuos a nivel mundial, en diferencias
entre países y diferencias dentro de los países. A principios del siglo
xix, las diferencias entre países eran relativamente pequeñas, pero
hacia finales del siglo xx constituían una parte sustancial de la des-
igualdad total. Excluidas China e India, las desigualdades globales
han seguido aumentando, debido a la continua divergencia entre casi
todos los demás países de bajos ingresos y los países ricos (2006: 4-5)
[…] Si la unidad de observación son los países, la desigualdad inter-
países innegablemente ha venido creciendo en especial desde los
años ochenta (2006: 48)”.
Los economistas autores del informe del Banco Mundial que
estamos citando grafican tres mediciones de la evolución de la des-
igualdad, una que exhibe la desigualdad entre países (en la distri-
bución de las medias no ponderadas por país), otra que exhibe la
desigualdad internacional en la distribución de las medias por país
ponderadas por tamaño de la población, y una tercera que también
exhibe la desigualdad internacional en la distribución de las medias
por país ponderadas por tamaño de la población, pero excluyendo
del cálculo a China e India. Los resultados de la tarea se presentan
en el gráfico adjunto, en el que se observa cómo la primera y la ter-
cera de las mediciones antedichas indican que la desigualdad entre
países crece aceleradamente sobre todo a partir de los años ochenta.
Por otra parte, si se grafican las medias ponderadas por el tamaño
de la población de los países, incluyendo a China e India, el rápido
crecimiento económico de estos dos países con su gran volumen
112 elías carranza

poblacional confunde el panorama de la situación global mundial


invirtiendo la dirección de la curva. El estudio que estamos citando
dice rotundamente que “Casi toda la desigualdad de ingresos del
mundo puede explicarse por las diferencias en las medias de los paí-
ses, es decir por la desigualdad internacional o entre países” (Banco
Mundial, 2006: 48).26
Huelga agregar comentarios a la claridad de los párrafos del in-
forme del Banco Mundial. Solamente decir que sin ninguna duda
promover más equidad en la distribución internacional del ingreso
no tanto por medio de “donaciones” con destinos específicos, sino
por medio de equitativas relaciones de intercambio comercial, es una
tarea prioritaria para todos los países de bajos y medianos ingresos
para establecer sociedades no sólo con poco delito y cárceles dignas,
sino con buenos niveles de desarrollo humano en general.27
En cuanto a la inequidad de la distribución del ingreso al interior
de los países de la región, transcribimos seguidamente algunas partes
esenciales del Panorama social de América Latina 2008 de la cepal, que
es la mayor autoridad en la materia (gráfica 5).
El informe comienza de manera positiva explicando que luego de
2002, año en el que se alcanzó la cifra absoluta de pobres e indigen-
tes más alta en la historia de la región (221 millones y 97 millones
de personas, respectivamente),28 el periodo 2003-2007 fue de cinco
años de expansión económica continua y crecimiento del pib per
cápita en un contexto externo favorable, lo que significó “una ten-
dencia continuada a la disminución de la pobreza y la indigencia que
se viene presentando en la región desde 2004 (determinando que en
2007) las tasas de pobreza e indigencia se encuentren 9.9 y 6.8 pun-

26  Por su parte Bourguignon y Morrisson (2002) –citados en el informe del

Banco, p. 48– para un periodo mucho más largo (1820-1992), estiman que la des-
igualdad global se incrementó sostenidamente, debido a un rápido aumento de la
desigualdad internacional hasta la segunda guerra mundial, y luego a incrementos
más módicos de la desigualdad tanto dentro de los países como internacional entre
1970 y 1992.
27  José Figueres, fundador de la socialdemocracia de Costa Rica supo decir ”Por

favor no nos ayuden, mejor páguennos bien nuestros frijolitos”.


28  El enfoque utilizado por la cepal para estimar la pobreza consiste en calificar

como ”pobre” a una persona cuando el ingreso por habitante en su hogar es inferior
a la ”línea de pobreza” o monto mínimo necesario que le permitiría satisfacer sus
necesidades esenciales. En el caso de la indigencia la línea utilizada refleja única-
mente el costo de satisfacer las necesidades de alimentación (p. I.2).
cárcel y justicia penal 113
gráfica 5. incremento de la desigualdad del ingreso entre
países
0.6

desigualdad
internacional
(ponderada)
índice gini

0.5 desigualdad internacional


sin china e india

desigualdad entre países


(ponderada)

0.4

1950 1955 1960 1965 1970 1975 1980 1985 1990 1995 2000

fuente: Informe sobre el desarrollo mundial, 2006, Banco Mundial, p. 47.

tos porcentuales por debajo de las de 2002, lo que representa un


avance ostensible” (cepal, 2008: I.1-4).
Más adelante, en el capítulo sobre la “Evolución reciente de la
desigualdad distributiva”, siguiendo la misma línea de pensamiento
el informe explica que

En el último quinquenio, la distribución del ingreso ha mostrado signos de


avance hacia una mayor equidad en varios países de la región, con una re-
ducción apreciable de las brechas entre los grupos más ricos y más pobres.
Diversos indicadores coinciden en identificar mejoras distributivas significa-
tivas en nueve países, producidas entre 2002 y 2007, lo que ha llevado a que
el nivel promedio de desigualdad de la región también disminuya. Si bien
la concentración del ingreso continúa siendo excesivamente alta, estos resul-
tados sientan un antecedente importante en cuanto a la viabilidad de mejo-
rar la distribución de los recursos en América Latina.
114 elías carranza

[…] Una primera aproximación para percibir la magnitud de la inequi-


dad distributiva de la región se obtiene al evaluar cuánto de los recursos
totales es captado por los distintos grupos de ingreso. El estrato conformado
por el 40% de los hogares ubicados en la parte inferior de la distribución,
capta en promedio un 15% del ingreso total. Este indicador alcanza sus va-
lores más bajos en Honduras, Bolivia y República Dominicana, donde no
excede del 11%. Sólo en Uruguay la participación de este grupo supera el
20%; en los demás países con alta participación del primer quintil, como
Argentina, México y República Bolivariana de Venezuela, ésta se encuentra
entre 17 y 18%.
[…] La notable disparidad distributiva que caracteriza a los países de
América Latina puede ser percibida al comparar la relación de ingresos
entre el decil más rico y los cuatro deciles más pobres […] el ingreso medio
por persona de los hogares ubicados en el décimo decil supera en alrededor
de 17 veces al del 40% de hogares más pobres. Esta relación es altamente
variable entre países, y va desde alrededor de 9 veces, en la República Boli-
variana de Venezuela y Uruguay, hasta 25 veces, en Colombia.
[…] La evolución de la estructura de la distribución del ingreso entre
2002 y 2007 muestra tres situaciones claramente diferenciadas. Nueve países,
Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, El Salvador, Nicaragua, Panamá, Paraguay y
la República Bolivariana de Venezuela, presentan una importante reducción
de la brecha entre los grupos extremos de la distribución, tanto por el au-
mento de la participación en los ingresos de los grupos más pobres como
por la pérdida de participación de los hogares situados en la parte más alta
de la distribución […] Un segundo grupo de países, constituido por Colom-
bia, Costa Rica, Ecuador, México, Perú y Uruguay, se caracteriza por un re-
lativo estancamiento de su estructura distributiva. Aun cuando en la mayoría
de ellos las brechas han tendido a reducirse, estas variaciones no han sido
suficientemente significativas. Por su parte, Guatemala, Honduras y Repúbli-
ca Dominicana constituyen un grupo aparte en lo que respecta a la evolución
de la estructura distributiva, ya que en los tres aumentaron las brechas entre
grupos extremos de la distribución. Mientras en Guatemala este deterioro se
originó tanto en una pérdida de participación de los grupos de menores
ingresos como en un aumento de participación de los grupos más ricos, en
Honduras y República Dominicana el deterioro se relaciona más bien con
el primer factor (cepal, 2008: I.53-55).

El “Panorama social de América Latina 2008” analiza también,


desde una perspectiva distinta, la desigualdad distributiva mediante
cárcel y justicia penal 115
índices sintéticos, que resumen la información de la distribución de
los ingresos de toda la población en un valor único, tales como los
que proporcionan los índices de Gini, Theil y Atkinson, que utiliza
en forma complementaria, verificando que “en base a las cifras más
recientes disponibles, los países con menor desigualdad de la región
son Costa Rica, Uruguay y la República Bolivariana de Venezuela. A
su vez, es posible identificar a Bolivia, Brasil, Colombia, Guatemala y
Honduras como los países con mayores niveles de concentración del
ingreso en la región […] una posible agrupación sería considerar a
Argentina, Chile, Ecuador, México, Nicaragua y Perú como países de
desigualdad media-baja en el contexto regional, mientras que El
Salvador, Panamá, Paraguay y República Dominicana serían países de
desigualdad media-alta”. El análisis que hemos venido haciendo en
este libro, relacionando los niveles de desigualdad en la distribución
del ingreso con los niveles de violencia y delito, es coherente con la
información de cepal. En efecto, comparativamente en el entorno
regional, Costa Rica y Uruguay se caracterizan por ser dos países de
baja violencia y bajas tasas de criminalidad, mientras que por su par-
te Brasil, Colombia, Guatemala y Honduras son cuatro de los países
de mayor violencia y tasas más altas de criminalidad.
El informe de cepal continúa explicando que “La evolución de
los indicadores de desigualdad entre 2002 y 2007 corrobora una
tendencia mayoritaria a la mejora de la distribución del ingreso. En
los nueve países mencionados más arriba (Argentina, Bolivia, Brasil,
Chile, El Salvador, Nicaragua, Panamá, Paraguay y la República Boli-
variana de Venezuela) todos los indicadores de desigualdad cayeron
en no menos de 5%. Así también, es posible identificar a Colombia,
Guatemala y Honduras como aquellos en los que la distribución
tendió a deteriorarse en el periodo analizado”.
Los autores del informe agregan que “En concordancia con la
reducción de la desigualdad que predominó en varios países de la
región, el promedio simple de cada uno de los cuatro indicadores
analizados cayó entre 2002 y 2007. Las disminuciones alcanzaron 4,
8, 5 y 10%, para los índices de Gini, Theil, Atkinson y varianza de
logaritmos, respectivamente. Aún cuando los niveles de desigualdad
en la región siguen siendo excesivamente elevados, estos resultados
sientan un antecedente importante en cuanto a la viabilidad de me-
jorar la distribución de los recursos en América Latina […] Una com-
paración de plazo más largo, utilizando exclusivamente el índice de
116 elías carranza

Gini, revela que los niveles de desigualdad actuales son los menores
registrados desde inicios de la década de los noventa. Alrededor de
1990, el promedio simple de los índices de Gini de los países de la re-
gión alcanzaba 0.532, mientras que el promedio en torno a 2007, cal-
culado sobre una base comparable en términos de los países y áreas
geográficas utilizadas, es de 0.515”. Sin embargo el documento cierra
el capítulo con una frase que nos sugiere mantener la cabeza fría y
los pies firmes dentro de la realidad. Dice: “No obstante, estas cifras
representan una reducción de apenas 3%, que de ninguna manera
puede ser interpretada como un cambio significativo de los patrones
distributivos prevalecientes en la región” (cepal, 2008: 57-59).
Más arriba en este texto recordamos que la inequidad de la distri-
bución del ingreso es una variable que se realimenta con varias otras,
produciendo efectos negativos en todas las materias en las que está
presente, no solamente en materia de criminalidad y seguridad fren-
te al delito. Si hay una distribución inequitativa del ingreso ésta
también incide negativamente sobre la salud de gran parte de la
población, sobre la educación, sobre la calidad de la ocupación la-
boral y los niveles salariales, la calidad de la vivienda, la calidad y el
nivel de la información que recibe gran parte de la población, la
seguridad social, el nivel cultural, etc.29 Asimismo, si hay una distri-
bución del ingreso de gran inequidad ella genera la aparición del
nuevo fenómeno de la “exclusión social”, que a su vez multiplica el
deterioro en todos los ámbitos, e incide en la elevación de los niveles
de violencia social, de delito y de criminalización de los excluidos.30
(Sobre la exclusión social véase el capítulo I del Panorama social de

29  Sobre la incidencia de la inequidad de la distribución del ingreso al interior

de los países y entre países en las materias citadas y en otras, hay suficiente investi-
gación y publicaciones de los organismos especializados de mayor reconocimiento
científico internacional, tales como fao, oms, unesco, unicef, oit, pnud, bm,
cepal.
30  Marcelo Aebi en su investigación sobre las tendencies de la delincuencia en

Europa hace un análisis que encontramos coincidente con el que hacemos, dice
por ejemplo: “la sobrerrepresentación de las minorías étnicas (en las cifras de de-
lito en Europa) tiene mucho más que ver con su estatus socioeconómico bajo –y
sus consecuencias sobre la salud, educación, barrio de residencia, grupo de amigos,
oportunidades de trabajo y otros aspectos vitales– que con la cultura […] el debate
europeo actual sobre las minorías étnicas debería dejar de lado las estériles discu-
siones sobre diferencias culturales y tendría que concentrarse en la búsqueda de
estrategias para mejorar la calidad de vida de esas minorías” (Aebi, 2008: 254).
cárcel y justicia penal 117
América Latina 2008 de la cepal titulado “Pobreza, exclusión social y
desigualdad distributiva”. Véase asimismo cepal, 2007a y 2007b.)
La exclusión social, aunque en mucha menor medida que en Amé-
rica Latina, ha aparecido también en Europa, y es digna de atención
la respuesta que ante ese grave fenómeno dió el Foro Europeo para
la Seguridad Urbana. A pesar de que, como hemos visto, la situación
de la criminalidad en los países de altos ingresos de Europa, compa-
rativamente en el contexto mundial, es de color rosa, el Foro elaboró
un documento de directrices de política criminal titulado “Manifiesto
de las ciudades: seguridad y democracia”, que suscribieron doscientas cin-
cuenta ciudades reunidas en Nápoles los días 7, 8 y 9 de diciembre de
2000, documento que apela a otras ciudades europeas y del mundo
a suscribir y trabajar en los principios que plantea (foro, 2000). El
documento establece como primer punto de sus políticas en materia
de seguridad la “tolerancia cero”. Pero a diferencia de las políticas
del ex alcalde Rudolph Giuliani de la ciudad de Nueva York, que
establecían tolerancia cero para todas las infracciones penales por
mínimas que fueran, el Manifiesto establece la tolerancia cero a la
exclusión social, para ayudar a las poblaciones migrantes a integrarse a
su nuevo medio, capacitándolas en el aprendizaje del idioma, coope-
rando en conseguirles trabajo y vivienda, etcétera. Textualmente dice:
“las ciudades acuerdan las siguientes líneas de actuación: 1. Programa
de prevención y tolerancia cero para la marginación (o exclusión); 2.
Respuestas y sanciones eficaces que favorecen la integración”. De esta
manera las ciudades de Europa promueven establecer el equilibrio
–dice el Manifiesto– entre el control, las sanciones y la prevención.
Éste es el gran desafío que tenemos en América Latina, región en
la que el desarrollo social con equidad (al que suele llamarse “pre-
vención social del delito”) va reduciéndose frente al crecimiento
desmesurado de la pretendida prevención por medio de la justicia
penal, en un mundo globalizado en el que hay cada vez mayor in-
equidad e injusticia en la distribución del ingreso, entre países y al
interior de los países. Es el desafío que tenemos que afrontar en
políticas de Estado: cómo reducir el delito y la hiperutilización de la
justicia penal y la cárcel a pesar de la situación adversa.
A pesar de trabajar insertos en la globalización de la inequidad,
los penitenciaristas y demás operadores y operadoras de la justicia
penal (policías, jueces, fiscales, defensores) siempre pueden marcar
una diferencia si trabajan con vocación, compromiso y humanidad.
118 elías carranza

Pero además de esta responsabilidad directa, los ciudadanos y ciuda-


danas de los países periféricos (o de medianos y bajos ingresos) te-
nemos otra responsabilidad política, que converge con nuestra res-
ponsabilidad profesional: trabajar políticamente para reducir la
inequidad al interior de nuestros países y también entre los países de
altos ingresos y los nuestros. Esta responsabilidad implica participar
políticamente de manera activa, contribuyendo a colocar en las jefa-
turas de gobierno y en todas las funciones, funcionarias y funciona-
rios con sentido de justicia social, que no ocupen sus lugares para
trabajar por sobresueldos como gestores de empresas financieras
transnacionales, sino que gobiernen y trabajen para el bienestar de
nuestros pueblos, en un mundo globalizado pero en el que continúan
existiendo las fronteras entre países y en el que las posibilidades de
los países y de sus habitantes se determinan en medida tan grande
según la distribución internacional del ingreso. Necesitamos una
justicia penal que cumpla verdaderamente su función, en países con
mayor justicia social.
Un punto importante a tener muy en cuenta para trabajar soste-
nidamente sin desmayo y sin retrocesos, en un programa político de
esta naturaleza y magnitud, es que sus efectos en los distintos ámbitos
de lo social, entre ellos en materia de reducción de la criminalidad
y la criminalización, y de reducción de las poblaciones penitenciarias
a niveles razonables, difícilmente ocurrirá de inmediato. Siempre
estos efectos tienen lugar en el mediano y el largo plazo. Por eso se
ha dicho gráficamente que el corto, el mediano y el largo plazo co-
mienzan los tres hoy, y que las acciones que tendrán efectos en el
mediano y el largo plazo deben comenzar de inmediato.
Terminaremos nuestra presentación refiriéndonos a tales accio-
nes, pero antes veamos algo sobre los costos de la cárcel.

16] los costos de la cárcel. ¿en qué conviene invertir?

Veamos rápidamente un argumento para reducir el uso de la cárcel


a límites razonables, a los casos estrictamente necesarios.
El cuadro 16, que preparamos a partir de una metodología uni-
forme con la colaboración de las autoridades presupuestarias de los
sistemas penitenciarios de cada país, presenta los costos mensuales
cárcel y justicia penal 119
por persona presa, y también su respectiva línea de pobreza urbana.
Si se divide el costo mensual de cada país por 30 días se verá que
a primera vista el gasto no es alto, en algunos casos ínfimo, lo que
explica en buena medida la situación con frecuencia miserable –en
algunos casos de inanición– en muchas de las cárceles de América
Latina.
Sin embargo, comparado el costo mensual per cápita de las per-
sonas presas con la línea mensual de pobreza urbana se observa que
esta última cifra en casi todos los casos es increíblemente aún más
baja que el costo de la cárcel, y en algunos casos varias veces más

cuadro 16. américa latina, costo mensual por persona presa


en dólares y comparación con la línea mensual de pobreza
urbana
costo mensual línea de pobreza
en dolares urbana
por persona presa 2005 en dólares 2005
Argentina 699 (2004)   75
Bolivia 24 (2002)   45
Brasil 296 (2003)   62
Colombia 282 (2002)   69
Costa Rica 393 (2002)   78
Chile (2003)   70
Ecuador 187 (2002)   69
El Salvador 167 (2001)   70
Guatemala 99 (2002)   87
Honduras (2002)   83
México (2004)  141
Nicaragua 60 (2001)   55
Panamá 73 (2002)   81
Paraguay 76 (2000)   84
Perú 128 (2003)   69
R. Dominicana 31 (2002)   84
Uruguay 293 (2002)   75
Venezuela (2002)  133

fuentes: E. Carranza, ilanud, Información penitenciaria oficial de cada país, Argentina,


datos sólo del Sistema Penitenciario Federal; Líneas de pobreza urbana tomadas del
Panorama social de América Latina 2005, cepal pp. 319-320.
<www.eclac.cl/publicaciones/xml/4/23024/PSE2005_AnexoEstadistico.pdf>.
120 elías carranza

baja. Una conclusión que podría extraerse es que muchas de las


personas presas no lo estarían si tuvieran un trabajo con un salario
por esa pequeña suma de dinero.
Un ejercicio contable similar se ha hecho varias veces en países de
altos ingresos comparando sus altísimos costos penitenciarios con sus
también altísimos costos para estudiar en las mejores universidades
del mundo. La irónica conclusión a la que siempre llegan esas com-
paraciones es que resulta más barato pagarle a una persona una ca-
rrera en una de las mejores universidades del mundo, o darle un
trabajo o una beca por esa suma, que tenerla en prisión. La cárceles,
aún las peores y miserables, resultan caras en todos los países, y en-
cierran de manera desproporcionada a personas pobres muchas de
las cuales no habrían tenido ese destino si hubiesen tenido un traba-
jo decente y mayor bienestar en sociedades con más justicia social.
Éste no es un ideal utópico, pues varios países desde hace muchos
años han acercado mucho su realidad a él. Producen así menos vio-
lencia y menos delito, tienen mucha justicia social, poca justicia pe-
nal, y poca gente presa, y la gente presa que tienen es tratada con
dignidad. Son los países cuyos sistemas penitenciarios tomamos en
este libro como referentes. Un dato importante es que son países que
tienen sistemas penitenciarios estatales, mejores y menos caros com-
parativamente, en un momento mundial en el que empresas trans-
nacionales han descubierto esta nueva veta para sus negocios en las
“sociedades de mercado”,31 y sistemas penitenciarios más humanos y
cercanos al ideal de justicia que el futuro que ofrecen las cárceles
privadas. Del tema de las cárceles privadas nos ocupamos más ade-
lante en dos capítulos.

31  Vivien Stern, en su reciente excelente libro que está siendo traducido al es-

pañol y que recomendamos efusivamente a todos los operadores de la justicia penal


(Creating Criminals: Prisons and People in a Market Society), citando a Elliot Currie
explica que hay que distingir entre ”economías de mercado”, y ”sociedades de
mercado”. Estas últimas son aquellas en las que todas las cosas y servicios públicos,
incluidas la justicia penal y las cárceles, se compran y se venden, brindándose y
desenvolviéndose por medio del mercado, dirección hacia la que peligrosamente
ha venido dirigiéndose el mundo durante los últimos decenios siguiendo el mode-
lo de Wall Street.
cárcel y justicia penal 121
17] lineamientos para políticas integrales de prevención del
delito y justicia penal en los países de américa latina y el caribe

Para terminar este documento, tratemos de responder la última pre-


gunta que nos hicimos: ¿Qué hacer ante la situación que confronta-
mos de saturación de nuestros sistemas de justicia penal y de sobre-
población penitenciaria?
Algo esbozamos sobre esto más arriba. Me atreveré ahora a pre-
sentar un esquema de los que considero serían lineamientos impor-
tantes a tener en cuenta en los países de América Latina y el Caribe,
no solamente para los programas de política penitenciaria, porque
no sería suficiente, sino para los programas de política criminal y
penitenciaria, insertos a su vez dentro de los programas de políticas
públicas, o de los proyectos de sociedad de los países.

a] Dosis prudentes de verdadera justicia penal, realmente justa, que


promueva la conciliación y también sea severa en los casos en que
corresponda, transparente y distribuida sin impunidad. Esto in-
cluye un uso también prudente de la prisión y una prisión adecua-
da al modelo de derechos y obligaciones de las Naciones Unidas;
b] Dosis prudentes de prevención situacional del delito (controles en
los aeropuertos, adecuada iluminación en determinados lugares,
mapeo del delito, adecuada distribución de los efectivos policia-
les, etcétera);
c] Dosis prudentes de prevención local y municipal, con participa-
ción de las comunidades. Sobre esto hay valiosas experiencias en
países de América Latina, en Canadá y en los países del Foro
Europeo para la Seguridad Urbana;
d] Control de variables específicas: armas de fuego, drogas, even-
tualmente otras;
e] Dosis ya no prudentes, sino inagotables, de justicia social, hasta
lograr una equitativa distribución del ingreso y el bienestar, en
sociedades sin exclusión social. Suscribimos en esto la política de
tolerancia cero a la exclusión social propuesta por el Foro Europeo
para la Seguridad Urbana (2000);
f] Específicamente en cuanto a los y las menores de 18 años –grupo
etario que constituye el 35.5% en promedio de la población de
América Latina (celade, 2005)– la política debe ser insertarlos
en la escuela, como lo establece la Convención de las Naciones
122 elías carranza

Unidas sobre los Derechos del Niño. Se debe hacer eso sencilla-
mente porque acceder a la educación es su derecho fundamental,
pero promover dicho acceso trae además el beneficio colateral de
reducir la criminalización de las personas menores de edad per-
tenecientes a las clases de menor poder.32 Una investigación del
ilanud realizada con cooperación de la Comisión Europea en 16
países de América Latina, más España e Italia, determinó que en-
tre 85 y el 100% de los chicos y chicas menores de edad privadas de
libertad por delito, tenían entre tres y cinco años de retraso escolar
o eran analfabetas.33 Como es fácil colegir, la escolaridad resultó
ser un indicador más, entre otros, que determinaban que, además
de tener baja instrucción, se trataba de menores de edad de las
clases socioeconómicas baja o de la excluida. La investigación no
determinó que las personas menores de edad de las clases media
y alta no cometieran delitos. Lo que verificó fue que las personas
menores de edad captadas por los sistemas de justicia penal juvenil
y privadas de libertad en todos los países del estudio eran, todas
o casi todas, pertenecientes a las clases sociales baja y excluida.
Por ello, por claridad conceptual, la criminología ha venido distin-
guiendo los conceptos de criminalidad y criminalización.

Si hubiera que sintetizar en dos párrafos todo lo que hemos veni-


do diciendo hasta aquí, diríamos que para reducir la violencia y el
delito y construir buenos sistemas de justicia penal y penitenciarios,
deberemos hacerlo, imprescindiblemente, construyendo paralela-
mente sociedades con justicia social. Y no será fácil ni rápida la tarea,

32  Somos conscientes de que para insertar a los chicos y chicas en la escuela es

imprescindible resolverles a ellos y a sus familias otros problemas sociales (laborales


de sus padres, de vivienda, de salud, de bienestar social en general), pero justamen-
te de eso se trata, de promover en todos los frentes y por todos los medios más
justicia social.
33  Proyecto de la Comisión Europea dem 92 ”Derechos humanos, niños, niñas

y adolescentes privados de libertad y justicia penal en Centroamérica y Panamá”


que comenzó en 1992 cubriendo ocho países de América Latina y dos de Europa:
Argentina (Provincia de Santa Fe), Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras,
México (estado de México), Nicaragua, Panamá, España e Italia. En 1997 la Comi-
sión Europea apoyó una segunda etapa del programa denominada ”Justicia penal
juvenil y derechos humanos” (Ref: dem/alr/b7-703/97/18), abarcando Argentina,
Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Uruguay y Venezuela. El ilanud con re-
cursos propios incorporó en partes del proyecto también a Cuba.
cárcel y justicia penal 123
porque la inequidad al interior de nuestros países está imbricada en
un sistema económico global de inequidad, dentro del cual se cons-
truyen sociedades de creciente violencia.
Pero ésa es la tarea que tenemos por delante, que debemos aco-
meter. De los estudios de las Naciones Unidas sobre criminalidad y
funcionamiento de los sistemas de justicia penal y de las encuestas
de victimización de las Naciones Unidas surge que los países que
fortalecen sus sistemas de justicia penal pero no logran desarrollar
sociedades de equidad construyen sociedades violentas y no ven re-
ducir sus tasas de delito. Además, su creciente utilización de la justi-
cia penal se torna ilegítima, por la ausencia de buena defensa técni-
ca para el alto número de personas de escasos recursos, por el
excesivo número de presos y presas y su alto número sin condena,
por el hacinamiento en las cárceles y por un sinnúmero de otras
violaciones a derechos fundamentales.
La tarea que tendremos será entonces, como operadoras y ope-
radores de la justicia, empeñarnos en producir una justicia verda-
deramente justa, desde la etapa inicial de investigación hasta la de
ejecución de las sanciones, y como ciudadanos y ciudadanas, como
mujeres y hombres políticos, elegir bien a nuestros gobernantes y
participar activamente en la gestión de nuestras democracias para
lograr sociedades de equidad.
Gracias por su participación y compromiso en esta empresa y por
los comentarios que puedan hacer a este documento.

bibliografía

Aebi Marcelo, F., 2008, Temas de criminología (colección Estudios de Crimino-


logía y Política Criminal, núm. 11), Madrid, Dykinson.
____, Aromaa Kauko y otros, 2003, European Source Book Of Crime And Criminal
Justice Statistics, 2003, 2a. ed.
Alvazzi del Frate, Anna, 2003, “La voz de las víctimas del delito: estimación
del nivel verdadero de las delincuencia convencional”, Foro sobre el de-
lito y la sociedad, vol. 3, núms. 1 y 2, Naciones Unidas, Oficina contra la
Droga y el Delito, diciembre.
____, 1998, Victims of Crime in the Developing World, unicri, núm. 57, United
Nations Interregional Crime and Justice Research Institute, Roma.
Aromaa Kauko y Heiskanen Markku, 2008, “Trends of Recorded Crime”, en
Crime and Criminal Justice Systems in Europe and North America 1995-
2004, heuni, Helsinki, pp. 53-69.
124 elías carranza

Banco Mundial, 2006, “Informe sobre el desarrollo mundial 2006: Equidad


y desarrrollo”, núm. 32204, Bogotá.
Barros Leal, César, 2008, “Brasil: el mito sobreviviente de la rehabilitación”,
en Migalhas Latinoamérica, 21 de octubre, núm. 249, <http://la.migalhas.
com/mostra_noticia.aspx?cod=71446>.
Bourguignon, F., 2001, “Crime As a Social Cost of Poverty and Inequality: A
Review Focusing on Developing Countries”, en Facets of Globalization, World
Bank Discussion Paper, núm. 415.
Bureau of Justice Statistics, 2007, “Homicide Trends in the U.S.”, por James
Alan Fox, The Lipman Family Professor of Criminal Justice, Northeastern
University y Marianne W. Zawitz, bjs Statistician, Department of Justice.
Carranza, Elías y Emilio Solana, 2007, Seguridad frente al delito en Costa Rica.
Magnitud y manifestaciones de la violencia delictiva en las dos últimas décadas,
documento preparado para el Programa Estado de la Nación, Costa Rica.
____, 2006, Distribución del delito y la victimización en la sociedad global, Facultad
de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, ilanud, 1 de septiembre.
____, 2004, Seguridad frente al delito en Costa Rica. Magnitud y manifestaciones de
la violencia delictiva en las últimas dos décadas, documento preparado para
el Proyecto Estado de la Nación, agosto.
____ et alii, 2001, Justicia penal y sobrepoblación penitenciaria: respuestas posibles,
México, Siglo XXI Editores/ilanud.
celade, 2008, Estimaciones y proyecciones de población, Centro Latinoamericano
y Caribeño de Demografía (celade)-División de Población de la cepal.
____, 2006, Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía <www.eclac.
cl/celade/proyecciones/basedatos_BD.htm>.
____, 2005, Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía; datos actua-
lizados a agosto de 2005 <www.eclac.cl/celade/proyecciones/basedatos_
BD.htm>.
cepal, 2008, Panorama social de América Latina 2008, Comisión Económica
para América Latina y el Caribe, Santiago de Chile.
____, 2007a, Cohesión social. Inclusión y sentido de pertenencia en América Latina
y el Caribe, Santiago de Chile, cepal, Agencia Española de Cooperación
Internacional y Secretaría General Iberoamericana.
____, 2007b, Un sistema de indicadores para el seguimiento de la cohesión social en
América Latina y el Caribe, Santiago de Chile, cepal/Eurosocial, W-170.
____, 2006, Panorama social de América Latina.
____, 2005, Panorama social de América Latina 2004, Santiago de Chile, Comi-
sión Económica para América Latina y el Caribe.
____, 2005, boletín “Notas de la cepal”, noviembre, núm. 43.
cidh, Caso Hilaire, Constantine, Benjamín y otros, Corte Interamericana de
Derechos Humanos.
____, 2006, Distribución del delito y la victimización en la sociedad global, Facultad
de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, ilanud, 1 de septiembre.,
2008, Principios y buenas prácticas sobre la protección de las personas privadas
cárcel y justicia penal 125
de libertad en las Américas, Comisión Interamericana de Derechos Huma-
nos, resolución 1/08 del 13 de marzo.
Comité, 2004, Comité contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles In-
humanos o Degradantes de las Naciones Unidas (cat/c/cr/33/1 33º,
periodo de sesiones del 15 al 26 de noviembre).
Comité Europeen, 1999, Comité Europeen pour les problemes criminels. Projet de
rapport sur le surpeuplement des prisons et l’inflation carcérale (cdpc plenary/
docs 1999/18F Add I - Rec CP Surpeuplement).
csja, 2005, Corte Suprema de Justicia de Argentina (V. 856. xxxviii. Recur-
so de Hecho, Verbitsky, Horacio s/ habeas corpus).
Di Gennaro, Giuseppe y Eduardo Vetere, 1975, “I Diritti Dei Detenuti E La
Loro Tutela”, en La rassegna di studi penitenziar, fascículo 1, Ministero di
Grazia e Giustizia Italiano, enero-febrero.
____, 1991, “The Treatment of Prisoners: the Role of the United Nations”,
en Sistema penal para o tercero milenio, Atos do Coloquio Marc Ancel, João
Marcelo De Araujo Junior (ed.), Río de Janeiro, Editora Revan.
Fajnzilver Pablo y otros, 2002, “Inequality and Violent Crime”, Journal of Law
and Economics, vol. xlv, april.
Ferrajoli, Luigi, 2008, “La desigualdad ante la justicia penal y la garantía de
la defensa pública”, en Defensa pública: garantía de acceso a la justicia, Mi-
nisterio Público de la Defensa, Asociación Interamericana de Defensorías
Públicas aidef, Buenos Aires, Editorial La Ley.
Foro Europeo por la Seguridad Urbana, 2000, Manifiesto de las ciudades: segu-
ridad y democracia.
Grupp, Stanley E., 1971, Theories of Punishment, Bloomington/Londres, India-
na University Press.
ilanud, 2008, Centro de Documentación. Información del Taller Regional
del Programa Sistemas Penitenciarios y Derechos Humanos, San José,
17-22 de noviembre.
Naciones Unidas, 2001, “Protocolo de Estambul: Manual para la investigación y
documentación eficaces de la tortura y otros tratos o penas crueles, inhuma-
nos o degradantes”, Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas
para los Derechos Humanos, Serie de Capacitación, núm. 8, Nueva York.
____, 2000, Protocolo contra el tráfico ilícito de migrantes por tierra, mar y aire, que
complementa la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Orga-
nizada Transnacional.
____, 1990a, Principios básicos para el tratamiento de los reclusos, resolución
45/111 de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
____, 1990b, Reglas de las Naciones Unidas para la protección de los menores pri-
vados de libertad, resolución 45/113 de la Asamblea General.
____, 1990c, Reglas mínimas de las Naciones Unidas sobre las medidas no privativas
de libertad o “Reglas de Tokio”, resolución 45/110 de la Asamblea General.
____, 1966, Pacto internacional de derechos civiles y políticos, resolución 2200 A
(xxi) de la Asamblea General.
126 elías carranza

____, 1966ª, Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, re-


solución 2200 A (xxi) de la Asamblea General.
____, 1984, Convención contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos
o degradantes, Resolución 39/46 de la Asamblea General.
____, 1948, Declaración universal de derechos humanos, resolución 217a (iii) de
la Asamblea General.
____, 1955, Reglas Mínimas para el Tratamiento de los Reclusos, adoptadas por
el Primer Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito
y Tratamiento del Delincuente, celebrado en Ginebra en 1955, y aproba-
das por el Consejo Económico y Social en sus resoluciones 663C (xxiv)
de 31 de julio de 1957 y 2006 (lxii) de 13 de mayo de 1977.
oea, 1969, Convención Americana sobre Derechos Humanos.
Rodríguez, María Noel, 2005, Mujeres madres en prisión en América Central, ilanud.
Sala Constitucional, 1996, Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justi-
cia de Costa Rica, sentencia 1032-96 del 1 de marzo.
Shaw, Marc, Jan van Dijk y Wolfgang Rhomberg, 2003, “Determining Trends
in Global Crime and Justice: an Overview of Results from de United Na-
tions Surveys of Crime Trends and Operations of the Criminal Justice
Systems”, en Forum on Crime and Society, vol. 3, núms. 1-2, diciembre, Nue-
va York, United Nations Office on Drugs and Crime.
Stiglitz, Joseph, 2002, “El malestar en la globalización”, Madrid, Taurus.
Van Dijk, Jan, John Van Kesteren y Paul Smit, 2007, Criminal Victimization in
International Perspective: Key findings from the 2004-2005, icvs and eu ics,
unodc, unicri, Tilburg University.
Van Kalmthout, Anton, et alii (eds.), 2007, Foreigners in European Prisons, Wolf
Legal Publishers.
Van Kesteren, John, Mayhew, Paul Nieuwbeerta, 2000, Criminal Victimisation
in Seventeen Industrialised Countries: Key findings from the 2000 International
Crime Victims Survey, La Haya, Ministry of Justice, Wetenschappelijk On-
derzoek en Documentatiecentrum <www.victimology.nl>.
Walmsley, Roy, 2006, “International key issues in crime prevention and cri-
minal justice”, en heuni Publication Series, núm. 50, pp 161-167.
Waller, Irvin, 2003, Key Themes and Issues for Chapter on Crime Prevention World
Crime and Justice Report, 2004/5, Preparatory Meeting for the World Crime
and Justice Report 2004-2005, Turín, junio.
World Bank, 2006, World Development Report 2006: Equity and Development.
____, 2001, “Crime As a Social Cost of Poverty and Inequality: A Review Fo-
cusing on Developing Countries” por F. Bourgignon, en Facets of Globali-
zation, World Bank Discussion Paper, núm. 415.
____, 2000, World Development Report 2000/2001: Attacking Poverty, Oxford
University Press, Nueva York.
Zaffaroni, Eugenio Raúl, Alejandro Aliaga y Alejandro Slokar, 2002, Derecho
Penal Parte General, Buenos Aires, Ediar.
Zimring Franklin E. y Gordon Hawkins, 1995, Incapacitation: Penal Confinement
and the Restraint of Crime, Oxford University Press.
LA PRISIÓN DEL FUTURO.
Cómo reducir el daño que produce a los reclusos
y a la sociedad1

andrew coyle2

introducción

Lo que tengo que decir hoy está basado en la experiencia de 25 años


de trabajo en prisiones y de casi 10 años con el Centro Internacional
de Estudios sobre la Prisión en distintos países en todo el mundo.
Todas mis experiencias en prisiones y en torno a ellas en todos estos
años me han dejado una pregunta: ¿Qué es esto que llamamos pri-
sión? Me he visto haciendo eco de las palabras que Vaclav Havel, ex
presidente de la República Checa, le escribió a su esposa cuando
estuvo en condición de prisionero:

Nunca siento lástima por mí mismo como podría esperarse que sintiese, sino
por los otros reclusos y en general por el hecho de que las prisiones tengan
que existir y que sean como son; que la humanidad no haya podido hasta
ahora inventar una mejor forma de solucionar ciertas cosas.

la realidad de la reclusión

Mis experiencias también me han suscitado otra pregunta: ¿Cuál es


el futuro de la prisión? En el primer decenio del siglo xxi tenemos
la oportunidad, así como con tantos otros elementos en nuestra
sociedad, de preguntar por qué son las cosas como son y si habrá
quizá alguna mejor forma de hacerles frente. Vale la pena recordar-
nos a nosotros mismos desde el inicio, que la prisión es un concepto
relativamente moderno, que ha estado entre nosotros en su forma

1 Traducción del inglés por Orlando García-Valverde.


2 Centro Internacional de Estudios sobre la Prisión, King’s College, Universidad
de Londres.

[127]
128 andrew coyle

actual por menos de 300 años. ¿Hasta qué punto será aún válido en
el año 2005 el modelo tradicional de prisión? ¿Será posible que esté
en peligro de convertirse en un concepto pasado de moda? ¿Podemos
considerar la noción de prisión como una idea que germinó en la
segunda parte del siglo xviii, llegó a su madurez en el siglo xix y que
podría marchitarse en el siglo xxi? ¿Es posible que al igual que el
castigo corporal y las ejecuciones públicas en otras épocas sea ahora
un concepto que haya dejado atrás cualquier utilidad que hubiese
alguna vez tenido? ¿Habrá llegado el momento de un radical replan-
teamiento del concepto de privación de libertad y de prisión?
Permítanme recordarles cómo hemos llegado a tener el sistema
de prisiones que tenemos hoy. Nació en América del Norte y en
Europa Occidental a finales del siglo xviii y principios del xix. Por
supuesto que la prisión había existido siempre como un sitio de re-
clusión en donde el acusado esperaba ser juzgado o donde se man-
tenía a los condenados hasta que se cancelaba una deuda o se les
ejecutaba o exiliaba. Era extremadamente inusual que un tribunal
condenara a las personas realmente a una pena de privación de li-
bertad. En los siglos mencionados algunas personas preocupadas
comenzaron a llamar la atención a las condiciones terribles que se
daban en algunas de las cárceles de Europa y América del Norte.
Como resultado de sus esfuerzos comenzaron a mejorar lentamente
las condiciones en muchos de estos centros de detención. En Gran
Bretaña este periodo coincidió con el fin del exilio a las colonias. Los
condenados que habían sido anteriormente transportados para tra-
bajar, primero en América y en las Antillas y luego en Australia aho-
ra se mantenían en las nuevas prisiones para condenados en Ingla-
terra y eran empleados en trabajos de bien social, tales como la
construcción de astilleros para la armada o cualesquier otros edificios
públicos.
Esta nueva idea de privación de libertad, que comenzó en Améri-
ca del Norte y Europa Occidental se diseminó con rapidez por todo
el mundo al ir expirando la expansión colonial. Como resultado de
ello se estableció en una diversidad de culturas que no tienen un
concepto nativo de la privación de libertad.
Si ésa es la historia de la prisión ¿cuál es la realidad hoy? En primer
lugar ha habido un aumento masivo en cuanto a su aplicación, a un
punto que habría sido inconcebible incluso hace unos pocos años.
Hay ahora en todo el mundo más de nueve millones de hombres,
la prisión del futuro 129
mujeres y niños en la cárcel. La mitad de ellos están en tres países:
Estados Unidos de América, Rusia y China. Desde 1980 ha habido
un aumento de más de 300% en el número de personas en prisión
en Estados Unidos de América. Su población penitenciaria total es
ya de más de dos millones. Estados Unidos de América no está solo
en cuanto a este fenómeno. En Inglaterra y Gales, por ejemplo, la
población penitenciaria ha aumentado en 70% en los últimos años.
El número de mujeres que están en la cárcel en Inglaterra se ha
duplicado en el mismo periodo.
Permítanme ponerle algo de sustancia a estas cifras y decirles qué
significan en términos de sufrimiento humano. Voy a seguir por un
momento con Estados Unidos de América. Cada año, más de 11
millones de hombres y mujeres pasan por las cárceles de este país.
Están divididos desigualmente según criterios raciales. El 7% de la
población de Estados Unidos de América consiste en varones afroes-
tadunidenses. Casi la mitad de todos los hombres en prisión en este
país son afroestadunidenses. De cada 100 000 estadunidenses blan-
cos, apenas algo más de 300 están en la cárcel. La cifra comparable
para afroestadunidenses es de casi 2 000. En Estados Unidos de Amé-
rica uno de cada tres afroestadunidenses entre 20 y 29 años está en
prisión, en régimen de prueba o en libertad condicional. Por lo
menos dos tercios de todos estos hombres afroestadunidenses pue-
den presuponer que alguna vez en su vida serán arrestados o encar-
celados o tendrán antecedentes penales. La probabilidad de que un
joven afroestadunidense caiga bajo el control de alguna parte del
sistema de justicia penal es mucho mayor que la de que asista a la
universidad para ampliar su educación.
Hay diversos ejemplos en Sudamérica acerca de qué ocurre cuan-
do un aumento masivo en población penitenciaria no va acompa-
ñado por un aumento en recursos. Por ejemplo, la Prisión Modelo
es la principal prisión de Bogotá, Colombia, para el periodo previo
al proceso judicial. Tiene una capacidad para 1 500 reclusos. Hace
unos años, cuando estuve allí de visita, tenía 3 450 reclusos. En cual-
quier momento determinado hay ahí cerca de 150 guardias vigilando
a estos hombres, un número desesperadamente inadecuado para
garantizar una apropiada supervisión. En su mayoría, los guardias
apenas salen de la adolescencia y se encuentran cumpliendo con su
año de servicio nacional obligatorio. Los reclusos son mantenidos en
5 grandes bloques de alojamiento construidos en torno a patios.
130 andrew coyle

Los guardias normalmente no entran a estos patios. En cada una


de las unidades hay un recluso al que se da el título de “monitor”.
De hecho esto significa que los reclusos han generado sus propias
reglas y reglamentos para administrar los patios. Los reclusos que no
pueden pagar o que no tienen influencia ante los reclusos dirigentes
se exponen a pasarlo muy mal.
En las prisiones y colonias penales de los países que anterior-
mente formaban parte de la Unión Soviética puede uno ver las
terribles consecuencias que tiene el hecho de que la infraestructu-
ra del Estado no pueda sostener a una población penitenciaria
masiva. Las peores condiciones se encuentran en las cárceles des-
tinadas a la etapa previa al proceso judicial. La cárcel Kresty en San
Petersburgo es una de las más grandes del mundo. Tiene una ca-
pacidad oficial para 3 000, aunque de por sí esto ya era un cálculo
exagerado. En la realidad y hasta fecha muy reciente esta cárcel
mantenía a más de 10  000 reclusos dentro de sus muros. Los dos
principales bloques de alojamiento están construidos según el mo-
delo de estrella, con 4 grandes pasajes que salen de un punto
central. Las celdas están construidas según el modelo de Europa
Occidental, cada una de aproximadamente 8 metros cuadrados y
originalmente destinadas a albergar a una persona. Imagínense
una celda tal albergando hasta 15 hombres por más de 23 horas
cada día. Estrujados en la celda se encuentran dos conjuntos de
literas triples; un total de 6 literas. Una opción es que los reclusos
duerman en turnos. La otra es que los reclusos fuertes tomen las
literas. Los más débiles duermen como mejor pueden, acurrucados
en el suelo de la celda.
¿Qué ha dado lugar a estos masivos aumentos? Tenemos que una
de las razones es que en muchos países los asuntos que tienen que
ver con la ley y el orden se han ido politizando más y más. Los polí-
ticos y otros emisores públicos de opinión han proclamado que en-
cerrando a más y más de nuestros conciudadanos la sociedad será
más segura para el resto de nosotros. No hay verdaderas pruebas de
que sea así. Más bien todas las pruebas que arrojan las investigaciones
indican que las víctimas no están satisfechas con esta forma de justi-
cia; que la sociedad tiene menos confianza pública en el sistema de
justicia penal y que es más probable que aquellos que han estado en
la cárcel se reincorporen a la sociedad con un sentimiento aun mayor
de enajenamiento y odio.
la prisión del futuro 131
En años más recientes se ha esgrimido otro argumento para un
mayor uso de la prisión. Y éste es que los problemas a los que se
enfrenta el mundo hoy son cualitativamente distintos de los que tenía
antes, debido principalmente a las amenazas que representan el te-
rrorismo y el tráfico de drogas. Ese argumento no puede ser acepta-
do sin que se le dedique un profundo análisis. Hay un argumento en
contra que aduce que la amenaza a la que se enfrentaron nuestros
antecesores a mediados del siglo xx, inmediatamente después de la
segunda guerra mundial y en los primeros años de la guerra fría era
igualmente peligrosa. Se dieron cuenta de que había que hacer fren-
te a sus retos en una forma no negativa sino positiva.

una visión para el futuro

Antes de que empecemos a plantearnos una visión de la prisión del


siglo xxi tenemos que decidir qué es lo que esperamos de nuestro
sistema de justicia penal y cómo puede ofrecer un mejor servicio a la
sociedad. El primer punto importante que hay que destacar es que los
procesos de justicia penal tienen un papel relativamente pequeño en
la sustentación de los valores sociales. El sistema judicial formal puede
respaldar y reforzar el sistema de valores de una sociedad, pero no
puede ser un sustituto de ello. La sociedad no debería depender del
proceso de justicia penal para solucionar todos sus males. Tomemos
un ejemplo simple: en su mayor parte las personas que se encuentran
en al cárcel son jóvenes. Bien podrían haber tenido problemas en sus
relaciones familiares. Bien podrían haber tenido problemas con su
religión si es que tienen una. Bien podrían haber tenido problemas
buscando trabajo. Bien podrían haber tenido problemas en sus vidas
personales, con el abuso de las drogas o del alcohol o en relaciones
personales. ¿Creemos realmente que sacando a esos jóvenes de sus
comunidades y manteniéndolos tras los altos muros de una prisión
por unos meses o años se solucionarán todos sus problemas? ¿Que la
prisión logrará el éxito en donde han fracasado hasta la fecha todas
sus experiencias de vida?
Una de las primeras cosas que tenemos que entender es que de-
bería hacerse una distinción entre castigar criminales, proteger al
público y prevenir la delincuencia. El propósito principal de la pri-
132 andrew coyle

sión es castigar criminales privándolos de su libertad. Esto debería


hacerse sólo en relación con los crímenes más serios y cuando no
hay alternativa razonable. Tenemos que ser muy cautelosos en cuan-
to a cualesquier sugerencias de que una intensificación en el uso de
la prisión es una forma eficiente de control de la delincuencia. Hay
pocas pruebas en el mundo de que haya una relación entre altas
tasas de encarcelamiento y bajas tasas de delincuencia. De hecho, a
menudo se da todo lo contrario. Las altas tasas de encarcelamiento
son frecuentemente un indicador de la fragmentación del sentido
que tiene una sociedad de sus valores comunitarios.
Una vez que hemos entendido que la prisión es principalmente
un sitio de castigo en vez de ser un sitio de reforma personal y que
debería ser utilizada sólo como último recurso podremos proceder
a considerar cómo, si es que tiene que usarse, puede convertirse en
un sitio para la experiencia positiva. En este estrecho contexto es
posible establecer algunos claros objetivos. Ellos son que las personas
en prisión:

 no deberían hacerse peores por la experiencia de haber estado


en prisión,
 deberían ser alentadas a enfrentar los delitos que hubiesen co-
metido,
 deberían considerar formas de reparar el daño que hubiesen
causado y de dar satisfacción a las víctimas del delito,
 deberían disponer de oportunidades para ser mejores,
 deberían ser alentadas a prepararse para su regreso a la comu-
nidad.

la prisión en el nuevo milenio

Entonces, con estos parámetros ¿qué sitio ocupará la prisión confor-


me avanzamos en el siglo xxi? En una sociedad ideal no habría
cárceles. Pero nuestra sociedad está muy lejos del ideal y la realidad
es que continuaremos utilizando cárceles en el futuro. El reto al que
nos enfrentamos es el de lograr que sean usadas sólo como último
recurso cuando todo lo demás haya fracasado. Si aceptamos esto, las
prisiones se usarían mucho más selectivamente en el futuro.
la prisión del futuro 133
Un beneficio inmediato que tendría una población penitenciaria
más reducida, sería un cumplimiento más efectivo de las tareas que
tiene que realizar el personal de la prisión:

 protección del público garantizando que los reclusos que repre-


sentan una amenaza para la población no escapen,
 mantenimiento de un buen orden en las cárceles,
 administración de las prisiones en un forma justa, decente y
humanitaria,
 ofrecimiento a los reclusos de oportunidades para desarrollar
sus personalidades, talentos y aptitudes en forma positiva,
 motivación a los reclusos para que hagan frente a las consecuen-
cias de sus acciones de manera que se reconozca el daño que
han hecho y que sea menos probable que actúen de manera
similar en el futuro,
 preparación de los reclusos para su liberación.

Además, la organización del sistema penitenciario:

 sería más responsable localmente,


 estaría más estrechamente relacionada con otros segmentos del
sistema de justicia penal y permanecería vinculada a
 las formas de proceder con los delincuentes dentro de la comu-
nidad,
 sería más capaz de adiestrar al personal y desarrollar su po-
tencial.

Como consecuencia de ello las prisiones representarían un gasto


mucho menor de los fondos públicos y los recursos podrían ser diri-
gidos a formas alternativas apropiadas de restauración y reparación.

la experiencia de la prisión

De introducir estos cambios podría resultar posible un cambio total


en la forma de trabajar en las cárceles. Los cambios comenzarían al
ingreso de la persona en la cárcel; cuando se está sintiendo más
vulnerable y más expuesta a influencias.
134 andrew coyle

Lo principal en el momento de planificar lo que debe hacer


el recluso durante su condena y cómo debería prepararse para su
liberación sería el concepto de una eventual reconciliación con la
comunidad y ofrecer alguna reparación a las víctimas de su delito
o a la sociedad en general. Estas consideraciones influirían en las
decisiones acerca del tipo de trabajo que deberían realizar los re-
clusos. Se daría prioridad a la creación de una buena interacción
con las comunidades locales y a satisfacer las necesidades de esas
comunidades.
En cierto número de países las organizaciones no gubernamenta-
les y otros grupos voluntarios informan que, cuando se les ofrece la
oportunidad, los reclusos trabajarán con entusiasmo en obras que
saben ayudarán a personas en condición todavía más desventajosa
que la suya: los ancianos, los enfermos, los pobres. No deberíamos
olvidarnos del hecho de que los reclusos mismos se sentirán a menu-
do descartados e inútiles. La alta motivación, el compromiso activo y
un continuo entusiasmo que gente que está recluida puede aportar
a un trabajo de esta naturaleza y lo que puede lograr no deberían
subestimarse. Actividades de este tipo pueden ayudar al sistema pe-
nitenciario mismo ofreciéndole una visión clara de lo que se hace en
los talleres que se organizan en la prisión y de su propósito.
Los programas educacionales en la cárcel serían diseñados espe-
cialmente para que mantuvieran una relación con el tipo de trabajo
restaurativo que realizan los reclusos. El mejoramiento de la capaci-
dad para leer, escribir y expresarse así como el mejoramiento del
pensamiento cualitativo, un mayor conocimiento de las comunidades
y de sus necesidades, la oferta de oportunidades para tomar en con-
sideración asuntos locales y nacionales actuales de relevancia se
presentan como temas que podrían establecer un claro vínculo con
la experiencia del trabajo y sus requisitos, y que pueden representar
un valor duradero para el recluso. Los cursos comprenderían igual-
mente la enseñanza de aptitudes sociales en que se tendría en cuen-
ta la necesidad que tienen muchos reclusos de reconstruir relaciones
personales, recobrar la autoestima y volver al ámbito ciudadano fue-
ra del mundo de la prisión.
Algunas actividades que ya se realizan en las prisiones, como las
deportivas, pueden promover la reparación a la comunidad median-
te el trabajo que se hace para entidades de beneficencia locales, re-
colección de fondos y patrocinios y el acceso a las instalaciones pe-
la prisión del futuro 135
nitenciarias. En la cárcel del futuro se fomentaría el concepto de que
la prisión sea parte de la comunidad en vez de estar aislada de ella.
Este enfoque hacia la restauración también ofrecería las bases para
la contratación de voluntarios y visitantes que ayudaran en las cárce-
les, estableciendo claramente que su desempeño y sus actividades
contribuirían a una relación entre la prisión, los reclusos y la comu-
nidad con un enorme valor potencial para todos. Las organizaciones
locales, las iglesias y los grupos de beneficencia tendrían un papel
determinante en la interacción entre una cárcel y la comunidad que
se encuentra en sus inmediaciones.
Estos conceptos presentarían a los reclusos una serie de responsa-
bilidades, desafíos y oportunidades de aprendizaje. La tarea del per-
sonal de la prisión en cada nivel y en todos los departamentos sería
trabajar con los reclusos para identificar las aptitudes, la orientación
y el apoyo que necesitan para reconstruir sus vidas y equiparse para
una nueva ciudadanía y una vida alejada de la delincuencia.

conclusión

Esto me hace dar un giro completo hasta el punto en el que comen-


cé. La prisión está basada en la noción de exclusión de la sociedad.
Es ingenuo de nuestra parte suponer que excluyendo a grandes can-
tidades de personas de nuestra sociedad por un tiempo determinado,
de alguna manera las estamos convirtiendo en mejores ciudadanos.
Más bien tenemos que introducir oportunidades para la inclusión, la
restauración y la reparación. Esto no sería una tarea fácil. Sería una
tarea muy difícil. Pero al final constituiría todo un éxito.
Permítanme concluir repitiendo las palabras de Vaclav Havel, que
cité al comienzo:

Nunca siento lástima por mí mismo como podría esperarse que sintiese, sino
por los otros reclusos y en general por el hecho de que las prisiones tengan
que existir y que sean como son; que la humanidad no haya podido hasta
ahora inventar una mejor forma de solucionar ciertas cosas.

Me gustaría establecer que necesitamos encontrar “una mejor


forma de solucionar ciertas cosas” en cuanto a cómo administramos
136 andrew coyle

nuestras prisiones y en cuanto a cómo tratamos a los reclusos. Si lo


logramos habremos creado una sociedad mucho más inclusiva y se-
gura para nosotros y para nuestros hijos.
CASTIGO, CONDENA Y PRISIONES EN SUECIA1

christer isaksson2

comentarios introductorios

El principal objetivo del sistema penal es reducir la criminalidad y


mejorar la seguridad en la sociedad.
El Servicio Sueco de Prisiones y Régimen de Prueba (Kriminalvår-
den) es parte del sistema judicial y penal. Los distintos sectores del
sistema tienen diversos objetivos que están establecidos en distintas
leyes.
Una forma común de describir la actual filosofía es decir que el
sistema penal existe para proteger a la sociedad de los criminales y
para rehabilitarlos, de manera que tengan una mejor oportunidad
de llevar una vida respetuosa en la legalidad tras haber cumplido con
una condena a prisión o tras haber estado sometidos a algún otro
tipo de sanción alternativa.
El sistema penitenciario es el responsable de las prisiones, de
quienes son sometidos a régimen de prueba y de quienes son conde-
nados a otros tipos de castigo como el trabajo comunitario, el trata-
miento contractual, y de quienes son objeto de supervisión electró-
nica combinada con otros castigos.
Para el Servicio Sueco de Prisiones y conforme a su deseo, es mo-
tivo de orgullo ser considerado uno de los más humanitarios del
mundo.
Según el código de ética y la visión del servicio, el personal debe
comportarse de tal manera que se muestre que cada persona tiene
el potencial para cambiar y crecer. Es preciso presentarse tanto ante
los condenados como ante las personas a las que se está investigando
antes de ser juzgadas, con honestidad y respeto. Se les estimulará
para que cambien su forma de vida de tal manera que no tengan que
enfrentarse otra vez a un tribunal.

1  Traducción del inglés por Orlando García-Valverde.


2  Jefe de seguridad de la Oficina Central de Prisiones de Suecia.

[137]
138 christer isaksson

Para lograr sus objetivos el Servicio de Prisiones debe trabajar de


cerca con otros segmentos de la sociedad tales como dependencias
gubernamentales, organizaciones de voluntariado y otros sectores.
También es importante contar con supervisores civiles para alcanzar
los objetivos.
En forma resumida puede decirse que el Servicio de Prisiones se
esfuerza por lograr que sus administrados estén mejor equipados para
vivir una vida libre de delincuencia y abuso de drogas tras haber
cumplido con una.

el cometido principal del servicio de prisiones: la visión

el compromiso, tareas y dirección. Los ciudadanos del país tienen


que poder confiar en las autoridades. Éste es un asunto de impor-
tancia en una democracia. El pueblo tiene el derecho de exigir una
administración democrática, honesta y eficiente. La tarea del Sistema
de Prisiones es aplicar los castigos que han sido dictados por los
tribunales. Esto es algo que debemos hacer con el fin de reducir la
criminalidad y mejorar la seguridad en la sociedad. El pueblo tiene el
derecho de exigir una administración democrática, honesta y eficien-
te. La tarea del Sistema de Prisiones es ejecutar los castigos que han
sido establecidos por los tribunales. Es algo que debemos hacer con el
fin de reducir la criminalidad y mejorar la seguridad en la sociedad.
La tarea del Sistema de Prisiones no es imponer un castigo mayor. El
castigo es el que establece la condena dictada por el tribunal.
El gobierno lo ha dicho así: “El Sistema de Prisiones toma medidas
que ejercerán una influencia en la persona condenada para que no
vuelva a cometer un delito y al mismo tiempo para sustentar una
concepción humanitaria de la raza humana, prestar un servicio y
tomar unas medidas activas en pro del cambio. Esto debe realizarse
en un ambiente seguro para el personal y con respeto por el derecho
del individuo a su integridad y a los derechos humanos”.

la visión: Se conoce el Servicio de Prisiones Sueco como un servicio


humanitario. La meta para los próximos 10 años es desarrollarse más
en esta dirección y consolidarse como uno de los sistemas más hu-
manitarios y eficientes en el mundo.
castigo, condena y prisiones en suecia 139
la meta: La reincidencia en el ámbito del delito tras haberse cum-
plido una condena será reducida en los años venideros a la mitad de
lo que es hoy. La meta es ofrecer y facilitar a las personas condenadas
en tantas formas como sea posible aptitudes y conocimientos que las
capaciten mejor para llevar una vida respetuosa de la legalidad.

código de ética, comprende lo siguiente:

 Enfrentar al administrado en una forma honesta, abierta y hu-


manitaria y al mismo tiempo atender las necesidades de protec-
ción que tiene la sociedad.
 Alentar y ayudar al administrado para que dirija su atención a
su conducta delictiva y a mostrar más respeto por los demás.
 Crear formas de crecimiento personal para todos y condenar
todas las formas de discriminación donde sea que se encuen-
tren.
 Cooperar con todos los segmentos de la sociedad e individuos
que ofrecen ayuda y respaldo.
 Asegurarse de que el dinero que se destina al servicio de prisio-
nes sea adecuadamente utilizado.

el sistema de castigos

El pensamiento común es que deben considerarse alternativas a la


prisión cada vez que esto sea posible. A pesar de todo lo buena que
pueda ser una prisión es usualmente peor para el individuo recluirlo
que no recluirlo en ella.
Lo común es que una persona que delinque sea condenada a
castigos alternativos la primera vez o las primeras veces que llega a
ser juzgada, a menos que el delito sea de tal magnitud que esto sea
imposible.

 Las multas son la primera alternativa en muchos casos.


 La condena condicional consiste en sólo advertir a la persona
que no debe delinquir otra vez. Puede combinarse con multas
y servicio comunitario.
 El régimen de prueba es común en el caso de jóvenes o de
140 christer isaksson

aquellos que están bien integrados en la sociedad y que delin-


quen por primera vez.
 El régimen de prueba puede combinarse con multas o con una
corta permanencia en prisión.
 La supervisión intensiva con vigilancia electrónica consiste en la
posibilidad para el condenado de ir a trabajar o a una institución
educativa, pero el resto del tiempo debe permanecer en casa.
Esto se controla electrónicamente mediante un dispositivo que
lleva en torno al tobillo y que avisará si la persona abandona la
casa.
 El tratamiento contractual consiste en la posibilidad de que la
persona pueda, en vez de ser sometida a una condena de cárcel,
ser enviada a un hospital o a algún otro sitio para tratamiento
por algo que se considere es de importancia vital para ella en
el acto de delinquir, y que normalmente consiste en tratamien-
to por problemas sexuales o relacionados con los estupefacien-
tes.
 El servicio comunitario consiste en la posibilidad de que la per-
sona, en vez de ser enviada a prisión, cumpla con órdenes para
que trabaje para la comunidad por un lapso determinado de
tiempo.
 La prisión. Usualmente se libera a la persona recluida tras haber
permanecido en la prisión por dos tercios de la duración de su
condena. Puede ser liberada antes para tratamiento, o con vigi-
lancia electrónica.
 Delincuentes jóvenes de menos de 15 años son enviados a insti-
tuciones especiales.
 Pueden ser enviados a prisión jóvenes entre los 15 y los 17 años
pero esto no es nada común. Normalmente son enviados a ins-
tituciones administradas por otra dependencia y que son estric-
tamente para jóvenes.
 El tratamiento psiquiátrico forense es para quienes sufren de
serios desórdenes mentales. No es parte del Servicio de Prisiones
sino que está a cargo de una dependencia psiquiátrica especial-
mente designada. Algunas veces pueden ser enviados prisione-
ros a un hospital por periodos cortos.
castigo, condena y prisiones en suecia 141
qué se hace durante la permanencia en prisión

Tan pronto como se ingresa en prisión se inicia un plan que abarca


toda la permanencia de la persona en ella. En este plan se pone
énfasis en lo que debería haberse logrado para cuando la persona es
liberada. Esto es naturalmente difícil si la condena es de permanen-
cia muy larga.
Es obligatorio trabajar o estudiar o participar en programas explí-
citos de capacitación durante 8 horas cada día, 5 días por semana. Si
se hace esto se paga a la persona una suma de dinero; lo suficiente
para cigarrillos, algún material de lectura y hacer llamadas telefóni-
cas. Algunas personas pueden incluso ahorrar algún dinero para el
momento de su liberación.3
Muchas de las personas recluidas carecen de aptitudes y no han
completado su educación tradicional, que en la actualidad consiste
usualmente en 9 años y 3 años adicionales de educación secundaria.
En vista de ello se ofrece a las personas reclusas normalmente 4
horas de estudio por día o algunas veces un día entero por ciertos
periodos.
Básicamente todas las personas trabajan 40 horas por semana o
un poco menos si participan en algún programa de rehabilitación.
Muchas de las personas jóvenes recluidas tienen muy poca experien-
cia laboral. Nunca pudieron mantener un empleo o comenzaron a
consumir estupefacientes a muy temprana edad.
Aparte de los estudios, el trabajo y los programas de capacitación
se realizan algunas otras actividades en las prisiones. Normalmente
representantes espirituales de distintas congregaciones, incluidos
los que atienden a presos musulmanes, con regularidad visitan las
prisiones.
Grupos de voluntarios visitan las prisiones y conversan, comparten
un café o realizan juntos otras actividades. Se permiten a las personas
recluidas las visitas privadas en cuartos de visita, sólo con cónyuges o
con la familia.
Los deportes son muy populares en el tiempo libre; los más, son
la halterofilia y el desarrollo muscular. Los miembros del personal o
las personas recluidas mismas organizan otras actividades colectivas,

3  A septiembre de 2007 dicha suma era de aproximadamente 400 dólares men-

suales.
142 christer isaksson

incluidas las musicales, las culturales y otras que resultan estimulan-


tes, para noches y fines de semana.
Pueden ofrecerse con regularidad permisos para visitar a la familia
a personas recluidas que han mostrado buena conducta, normal-
mente tras haber cumplido con una cuarta parte de la condena. Lo
usual es que sean de 24 a 48 horas a la vez, repetidas cada mes. Muy
pocas de estas visitas a la casa, menos del 1%, terminan siendo un
fracaso.
Hay toda una variedad de programas de capacitación o rehabili-
tación para las personas recluidas. En su mayoría, los programas se
producen para toda la nación, pero la mezcla de los programas
varía entre distintas prisiones dependiendo del perfil de las perso-
nas reclusas y del nivel de seguridad de la prisión. La mayor parte
de los programas esta orientada a tratamiento de drogadictos o se
concentra en la causa individual del comportamiento delictivo.
Algunos de los programas son administrados por personal profesio-
nalmente capacitado; por ejemplo, psicólogos y terapistas; otros son
administrados por personal no especializado con algún grado de
capacitación:

 “Aptitudes cognoscitivas” es originalmente un programa cana-


diense para reincidentes. Se les capacita para concentrarse en
situaciones problemáticas diversas en las que normalmente ac-
túan con violencia o con otras conductas destructivas.
 El programa de capacitación para el reemplazo de la agresión,
art (aggression replacement training), está destinado a encontrar
alternativas para la agresión, usualmente por medio del desem-
peño de papeles.
 Los programas sexualmente orientados se centran en el com-
portamiento sexual determinado y en tratar de ver lo que le
ocurre a sus víctimas.
 Hay cierto número de programas que abordan la conducta
adictiva. Algunos de ellos pretenden motivar al adicto para que
procure ayuda; otros ofrecen tratamiento calificado en grupos
o individualmente.
SEGURIDAD PENITENCIARIA Y DERECHOS HUMANOS1

andrew coyle2

introducción

Abordaré en este trabajo el rubro sobre seguridad penitenciaria y dere-


chos humanos en el contexto de algunos temas que están interrelacio-
nados entre si:

 el papel de la prisión en una sociedad democrática,


 los principios de una buena administración penitenciaria,
 el contexto ético y legal dentro del cual deberían funcionar las
prisiones.

Fundamentaré la presentación en los principios que se recogen


en el manual A Human Rights Approach to Prison Management (La ad-
ministración penitenciaria en el contexto de los derechos humanos). Este
manual fue originalmente producido con la ayuda del ministerio de
relaciones exteriores del Reino Unido. A la fecha ha sido traducido
a catorce idiomas y más de 70 000 ejemplares han sido distribuidos
entre funcionarios penitenciarios y reformadores penitenciarios alre-
dedor del mundo. Me complace mucho que el manual esté disponi-
ble en español tanto en forma impresa como electrónica en el sitio
de red del ciep: <www.prisonstudies.org>.
Quienes trabajamos en el Centro Internacional para Estudios Pe-
nitenciarios en el King’s College de la Universidad de Londres tene-
mos una larga experiencia de trabajo con delincuentes, tanto en
cárceles como en la comunidad. Trabajamos con personal peniten-
ciario y con reformadores penitenciarios en muchos países: en Ibe-
roamérica, Asia central, Europa oriental y occidental y África. Uno
de nuestros objetivos es desarrollar una red mundial de recursos para
la diseminación de la mejor práctica en administración penitenciaria,

1 Traducción del inglés por Orlando García-Valverde.


2 Centro Internacional de Estudios sobre la Prisión, King’s College, Universidad
de Londres.

[143]
144 andrew coyle

de manera que los administradores de prisiones puedan contar con


un buen asesoramiento práctico acerca de cómo administrar sistemas
penitenciarios que sean justos, decentes y respetuosos de los derechos
humanos.

uso de la prisión

En los últimos 20 años se ha venido dando un aumento masivo en


cuanto a uso de la prisión en muchos países y en una proporción
que habría sido inconcebible incluso hace unos pocos años.
Más de nueve millones de hombres, mujeres y niños se encuentran
actualmente en la cárcel alrededor del mundo. La mitad de ellos lo
están en tres países: Estados Unidos de América, Rusia y China.
Las tasas penitenciarias se formulan normalmente por cada 100 000
de la población total. Sobre esa base la tasa media de internamiento
en el mundo es de aproximadamente 140. En Europa Occidental la
media es de poco más de 100, siendo Inglaterra y Gales los que tienen
las tasas más altas en la región, con 145.
Las tasas más recientes que tenemos para los países representados
en Latinoamérica son las siguientes:

Guatemala   61
Ecuador 100
Nicaragua 100
República Dominicana 157
Honduras 158
Costa Rica 177
El Salvador 184
México 191
Panamá 354
Cuba 487

Esto nos presenta la interrogante inmediata de por qué las tasas


de reclusión entre países de la misma región tendrían que ser tan
disímiles. Esto no es tema de discusión hoy por lo que no entraré en
ello, excepto para decir que tiene muy poco que ver con las tasas de
criminalidad.
seguridad penitenciaria y derechos humanos 145
las prisiones deben ser instituciones civiles

Permítanme pasar ahora al tema de la responsabilidad del Estado en


cuanto a cómo deben administrarse las prisiones. Todos los estándares
producto de acuerdos internacionales establecen con claridad y más
allá de cualquier duda, que las prisiones no deben ser sitios en que
prevalezcan la brutalidad o la coerción innecesaria. En una sociedad
democrática las prisiones son parte del servicio público. Al igual que
las escuelas y los hospitales deberían ser administradas por el poder
civil. Deberían tener por objetivo contribuir al bien común. Por tal
razón, las autoridades penitenciarias deberían ser de alguna manera
responsables ante un parlamento electo. El público debería recibir
con regularidad información acerca del estado de sus prisiones y lo
que están destinadas a lograr. También es importante que los ministros
de Estado y los funcionarios superiores se aseguren de que se entienda
claramente que tienen al personal penitenciario en alta estima por el
trabajo que realiza. Debería recordarse a la población frecuentemente
que el trabajo penitenciario es un importante servicio público. Enton-
ces, en primer lugar, la responsabilidad del Estado es administrar las
prisiones como parte de la sociedad civil; como un servicio público
por el que tiene que rendir cuentas ante el parlamento.

la responsabilidad de manutención

Ahora veamos mi segundo argumento. Si el Estado decide que un


ciudadano tiene que ser privado de su libertad en razón de algún
delito que hubiere cometido, el Estado también asume la responsa-
bilidad de mantener a esa persona. Eso significa, por ejemplo, que
los reclusos tienen derecho a un estándar decente de alojamiento y
a una dieta adecuada; que debería permitírseles regularmente recibir
aire fresco y que deberían ponerse a su disposición servicios de salud
adecuados. Estas obligaciones proceden sin excepción. Por más po-
bre que sea el país y por más bajo que sea el estándar de vida de la
población en general, una vez que el Estado ha decidido enviar a
prisión a un ser humano, adquiere la responsabilidad de mantener
a esa persona. No es respuesta argumentar que “todos son pobres” o
“los reclusos están al final de la fila y son los que menos merecen”.
146 andrew coyle

Todos los estándares internacionales de derechos humanos lo esta-


blecen con mucha claridad y más allá de cualquier duda. El Estado
ha privado a los reclusos de su libertad y el Estado debe entonces
darles lo básico para la vida, alimento, agua, vestido, ropa de cama,
luz, aire y servicios médicos. Por sobre todas las cosas debe proteger
el derecho a la vida.

dignidad humana e inherente

Así, entonces, hemos establecido dos requisitos básicos: primero, las


prisiones deberían ser instituciones civiles y, segundo, el Estado tiene
la responsabilidad de mantener a sus presos y presas. Podemos aho-
ra pasar a considerar qué clase de lugar debería ser la prisión. En
primer lugar señalo que no podemos decir que el sistema peniten-
ciario en un país o región sea, por su naturaleza, mejor que el de
otro país. En el Centro Internacional para Estudios Penitenciarios se
nos pregunta con frecuencia cuál es el mejor sistema penitenciario
del mundo o de Europa o de América. Siempre evitamos responder
a esa pregunta porque todos los sistemas penitenciarios tienen forta-
lezas y debilidades. No existe el modelo perfecto de prisión, porque
las prisiones son instituciones intensamente culturales.
Por ejemplo, en Europa Occidental y Norteamérica los modelos
penitenciarios están impregnados de ideas cristianas de culpa, castigo
y expiación. El concepto ruso de privación de libertad implica exilio
y trabajo. En los países del Este, como China y Japón, el principio
que subyace la pena es la necesidad de reconstituir al prisionero para
que se convierta en un miembro respetuoso de la sociedad. En otras
partes del mundo la idea de tener a la prisión como principal castigo
por un crimen es una imposición, un legado colonial y sigue pesan-
do incomodando el pensamiento de muchos países de África y Asia
meridional. Muchas de las privaciones implícitas en la pena de prisión
son culturales y varían de región a región.
Sin embargo, hay algunos principios basados en nuestra humani-
dad común y universal que deberían prevalecer en todos los panora-
mas penitenciarios.
El más importante de ellos se expresa en el artículo 10 del Pacto
internacional de derechos civiles y políticos: “Toda persona privada
seguridad penitenciaria y derechos humanos 147
de libertad será tratada humanamente y con el respeto debido a la
dignidad inherente al ser humano”.
Lo que es universal es la necesidad de administrar las prisiones
dentro de un marco de referencia ético, con base en el artículo
10 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Esto
significa que no debemos nunca olvidar que las personas a las que
recluimos son, como nosotros, seres humanos. Su humanidad
tiene que ser respetada sin que importe qué crímenes han come-
tido. Sin un contexto ético fuerte, las circunstancias en las que un
grupo de gente tiene poder considerable sobre otro, pueden de-
generarse con facilidad para convertirse en un abuso de poder. Lo
que esto significa en la práctica es que tenemos siempre que pre-
guntarnos si lo que estamos haciendo es lo correcto. Este sentido
ético debe impregnar todo el proceso de la administración desde
lo más alto hasta lo más bajo. También debe funcionar individual-
mente con el personal en su trato diario con los reclusos. Debe
impartírseles como principio rector de su trabajo. Es también
importante que la administración reconozca que este mismo prin-
cipio tiene que ser aplicado a la forma en que trata a su personal;
los miembros tienen también derecho a ser tratados de manera
humanitaria y con respeto.
Si se administran las prisiones dentro de la ética de este contexto
habrá posibilidad de que se conviertan en algo más que en sitios de
coerción y reclusión. Podrían también convertirse en sitios de espe-
ranza, con un potencial para el cambio y el desarrollo personal. En
ellas puede darse a los prisioneros la oportunidad de adquirir destre-
zas que les ayudarán a encontrar trabajo una vez que han sido libe-
rados, de recibir ayuda con problemas de abuso del alcohol y otras
drogas, de tratar sus enfermedades físicas y mentales y de ser asistidos
para que regresen a la sociedad civil de manera segura.

los derechos humanos y la administración de prisiones

Me gustaría ahora volver al manual A Human Rights Approach to Prison


Management (La administración penitenciaria en el contexto de los derechos
humanos). Es posible desarrollar una diversidad de modelos de admi-
nistración penitenciaria. Mi experiencia personal de más de 25 años
148 andrew coyle

como administrador ejecutivo de prisiones y lo que he visto durante


mis visitas a prisiones en más de 50 países me han convencido de que
el mejor modelo para la administración de prisiones es el que se
desarrolla en un entorno de derechos humanos. He llegado a esta
conclusión por dos razones:
La primera es un asunto de principio. El modelo de los derechos
humanos puede aplicarse en todos los países y culturas. No está ba-
sado ni en un modelo europeo ni en un modelo americano de re-
clusión, como tampoco en un modelo africano o asiático. Los están-
dares internacionales de derechos humanos han sido producto de
un acuerdo universal. En su mayoría han sido trazados y aprobados
por Naciones Unidas y están basados en una serie de principios en
los que han estado de acuerdo todos los países, tales como el artícu-
lo 10 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos al que
he hecho referencia hace un momento. Todos los gobiernos demo-
cráticos querrán adherirse al principio de que toda persona privada
de su libertad será tratada de manera humanitaria y con respeto a la
dignidad inherente a la persona humana.
La segunda razón por la que recomiendo esta forma de adminis-
tración penitenciaria es que funciona. Es una forma correcta y eficaz
de administrar prisiones. El icps ha utilizado este manual como ins-
trumento de capacitación de personal penitenciario y como ayuda
para la administración estratégica en sistemas penitenciarios alrede-
dor del mundo y la reacción del personal de prisiones siempre ha
sido positiva. Siempre han dicho los miembros del personal: “Si, este
enfoque es apropiado para el trabajo cotidiano que realizamos en las
cárceles y para la forma en que tratamos a los reclusos”. Y en muchos
casos, respecto de países tan lejanos uno del otro como Chile y Ka-
zajistán, contamos con pruebas claras de que la aplicación de esta
forma de administración mejora tanto el profesionalismo del perso-
nal como el trato a los prisioneros.
Como verán ustedes cuando lo estudien, el manual aborda todos
los aspectos de la reclusión, desde el momento en que los individuos
llegan a la prisión hasta el punto en que son liberados. Describe todos
los estándares de derechos humanos del caso y cómo deben ser apli-
cados. Desarrolla el tema de lo que se quiere decir con dignidad
humana en el ambiente de la prisión; el importante tema del cuida-
do de la salud; la seguridad; la disciplina y el buen orden; el contac-
to con la familia y amistades; el trabajo; la educación y la capacitación;
seguridad penitenciaria y derechos humanos 149
y temas puntuales que tienen que ver con grupos particulares tales
como el de las mujeres, los menores y otros asuntos.

el personal penitenciario y la administración de prisiones

El primer capítulo principal del manual trata de la administración


penitenciaria y los derechos del personal de prisiones. En los prime-
ros borradores del libro, este capítulo iba al final, pero en nuestras
conversaciones con personal penitenciario en muchos países encon-
tramos que lo primero de lo cual querían saber era, qué derechos
tenían, cómo podían realizar su trabajo en una forma profesional y
qué apoyo necesitaban de la administración. De ahí que decidiéramos
abordar estos temas al principio del manual.
Los principales temas examinados en este capítulo son:
 El trabajo en prisiones es un importante servicio público.
 La administración penitenciaria tiene que tener una base ética.
 Un buen liderazgo es esencial.
 El papel del personal va mucho más allá que actuar como
guardia.
 Las relaciones entre personal de primera línea y los reclusos son
la clave de una buena administración penitenciaria.
 Es esencial tener un buen personal que esté bien capacitado y
adecuadamente remunerado.
 El personal debe tener integridad individual en todos los niveles.
 En términos de perspectiva siempre existe el peligro de que el
personal penitenciario se aísle.
 La necesidad de que el personal penitenciario sea respetado por
el público.
 La necesidad de que el público adquiera un conocimiento sobre
el papel de las cárceles.

Los reclusos son seres humanos.


 El recluso es una persona.
 No existe circunstancia alguna en que la tortura y el maltrato
puedan jamás permitirse.
 Deben tenerse procedimientos decentes y humanitarios para el
primer ingreso de los reclusos a la cárcel.
150 andrew coyle

 Condiciones correctas de vida.


 Vestido adecuado para los reclusos.
 Ropa de cama.
 Instalaciones de inodoro y aseo sanitarias.
 Comida y bebida adecuadas.
 Ejercicio diario al aire libre.
 El derecho a profesar la propia fe.

Los reclusos y el cuidado de la salud.


 El derecho de todos a un servicio adecuado de salud.
 La necesidad de que la cárcel constituya un ambiente sano.
 El derecho a tratamiento individual de las necesidades sanitarias
del individuo.
 Personal sanitario debidamente calificado y con experiencia.

La administración de prisiones seguras y ordenadas:


 La necesidad de un equilibrio adecuado entre seguridad y pro-
gramas de reintegración a la sociedad.
 La necesidad de un equilibrio adecuado entre seguridad y con-
tacto con el mundo externo.
 La necesidad de un equilibrio adecuado entre control y una
comunidad bien ordenada.
 Qué hacer cuando fallan el control y el buen orden.
 Cómo administrar al pequeño número de reclusos que tienen
que mantenerse en condiciones de máxima seguridad.
 Cómo hacer frente a reclusos difíciles y problemáticos en una
forma decente y respetuosa de los derechos humanos.

Procedimientos disciplinarios y castigos:


 La necesidad de una lista clara de transgresiones disciplinarias
que sean del conocimiento de los reclusos y del personal.
 La necesidad de tener procedimientos disciplinarios que sean
justos y aplicados de manera justa.
 La necesidad de que el castigo sea proporcional a la transgre-
sión.
 Controles estrictos para el uso de la reclusión en solitario.

Actividades constructivas y reinstalación:


 La necesidad de reconocer que el recluso es un individuo.
seguridad penitenciaria y derechos humanos 151

 Dar oportunidades a los reclusos para mejorar y cambiar.


 Ofrecimiento de trabajo y de capacitación en aptitudes.
 Educación y actividades culturales.
 Preparación para la liberación y el regreso a la comunidad.

Contacto con el mundo externo:


 El derecho a la vida familiar.
 Visitas, cartas, teléfonos.
 Acceso a material de lectura, televisión y radio.
 Las necesidades especiales de reclusos extranjeros.

Solicitudes y quejas por parte de reclusos:


 La necesidad de un conjunto de procedimientos que sean cla-
ramente comprendidos.
 Procedimientos que se administran de manera justa.
 El derecho de acceso a un proceso de apelación.
 Impedir la victimización de aquellos que se quejan.

Procedimientos de inspección:
 Las cárceles deberían estar abiertas a la inspección pública.
 La inspección externa e independiente es esencial.
 Es también un resguardo para el personal.
 La reacción a inspecciones.

Presos a la espera de juicio y todos los detenidos sin condena:


 La presunción de inocencia.
 El derecho a representación legal.
 El manejo de los presos a la espera de juicio, reconocida su si-
tuación de que no son sentenciados.
 El manejo de otros presos detenidos sin condena.

Grupos especiales de presas y presos:


 Reclusos menores y jóvenes.
 Reclusas.
 Reclusos con cadena perpetua y con penas largas.
 Reclusos condenados a muerte.
 Reconocimiento de la diversidad.
 Presas y presos extranjeros.
152 andrew coyle

conclusión

Permítanme entonces ustedes que recapitule. Mi presentación ha


comprendido cierto número de principios simples pero claros:

 En sociedades democráticas las cárceles deberían usarse sólo


cuando no hay otra opción y debería mantenerse en reclusión
a la gente en ellas por el menor tiempo que fuese necesario.
 Las prisiones no existen en un vacío. Son parte de la sociedad
civil y deben rendir cuentas en el proceso democrático.
 Las autoridades estatales responsables de las prisiones tienen
una responsabilidad inalienable de hacerse cargo de aquellos
que permanecen en prisión.
 Las cárceles deben ser sitios en los que se respeta la decencia y
la humanidad tratándose tanto de los reclusos, como del perso-
nal y de todo aquel que las visite.
 La forma mejor y más eficiente de administrar las prisiones es
en el ámbito de un respeto por los estándares internacionales
de derechos humanos.
 El manual que les he descrito demuestra una forma de respetar
los derechos humanos en la administración cotidiana de las
prisiones.

Muchas gracias y les deseo toda clase de éxitos en su determinación


de aplicar todos estos principios en las cárceles de sus respectivos
países.
SEGURIDAD DINÁMICA1

christer isaksson2

distintas definiciones de seguridad

Hay muchas formas de describir lo que es y lo que significa realmen-


te la seguridad en un ambiente carcelario o penitenciario. Hay mu-
chas definiciones y muchas variantes de las formas en que podemos
hablar sobre la seguridad. En mi país, Suecia, así como en muchos
otros de Europa, a menudo usamos el término “seguridad dinámica”
o, en ocasiones, “la dinámica de la seguridad”. El problema es que
las definiciones varían en cuanto a lo que es. Muchos dicen conocer
la mejor forma de explicar lo que es, y muchos otros sostienen que
fueron ellos quienes inventaron el término.
Nosotros no afirmamos que hemos inventado el término ni que
tenemos la mejor o la única definición.
En nuestro caso se trata solamente de explicar cómo pueden los
diferentes componentes de la seguridad, en su mejor forma, mezclar-
se formando un significativo concepto dinámico que pueda utilizarse
para mejorar la seguridad, que pueda aplicarse prácticamente.
Sólo para agregar más antecedentes al concepto, algunas defini-
ciones de seguridad distinguen entre “seguridad estática” y “seguri-
dad dinámica”. Por lo común esto significa que la parte estática tiene
que ver con aspectos técnicos y físicos como muros, vallas, alarmas,
puertas, ventanas, celdas, etc. Usualmente en este concepto entran
también los garrotes cortos, las armas, las esposas, etcétera.
Todo lo que tiene que ver con el personal, como la educación y
la capacitación, la forma en que los miembros del personal, los fun-
cionarios o los guardias se comportan con los reclusos, su actitud y
la forma en que realmente se encuentran y comunican con ellos es,
entonces, lo que se considera la parte dinámica de la seguridad.

1  Traducción del inglés por Orlando García-Valverde.


2  Jefe de seguridad de la Oficina Central de Prisiones de Suecia.

[153]
154 christer isaksson

mi esquema

En el siguiente texto trataré de explicar lo que queremos decir cuan-


do hablamos de seguridad dinámica. Trataré de recalcar las conse-
cuencias que tendrá nuestro pensamiento, las posibilidades que
ofrece y qué problemas afines puede tener. Al final hablaré de otro
término que usamos comúnmente: “seguridad inteligente”.
Permítanme decir también, antes de profundizar más en el tema,
que yo realmente no creo que haya nada revolucionario en lo que
voy a decir. No es “ciencia espacial” y nosotros en realidad no hemos
inventado nada mayormente exclusivo. Para nosotros, para mí, es sólo
una forma de concebir la seguridad que se ajusta a nuestros propó-
sitos y, esperamos, también a los de ustedes.

los cuatro componentes que constituyen la seguridad


dinámica

Básicamente hablamos de cuatro componentes distintos o aspectos


de la seguridad que, juntos, van a constituir la “seguridad dinámica”
o a crear la dinámica de la seguridad: la seguridad técnica y física, la
seguridad procedimental, el papel del personal y su comportamiento
y actitud y, finalmente, la asignación de personal.

La seguridad técnica y física

Este componente básico se refiere a todo aquello que hay en la pri-


sión que nos facilita el control de todo el perímetro físico o área que
la constituye. Normalmente las edificaciones por sí solas nos dan un
respaldo. En su mayoría las prisiones se construyen para que sean
estables, para que estén allí los reclusos, para tenerlos donde quere-
mos tenerlos cuando queremos que estén plenamente controlados.
En los edificios normalmente tenemos celdas o dormitorios para
mantener a los reclusos por lo menos durante la noche, pero algunas
veces también en ciertos momentos del día. Tenemos barrotes, puer-
tas, ventanas, etc., para mantener el control y poder confiar en las
condiciones de las edificaciones. Todo esto depende del grado de
seguridad de la prisión.
seguridad dinámica 155
Muchas prisiones en Europa y ciertamente algunas en mi país,
cuentan con una buena seguridad en estos términos. Tienen muros
altos de unos cinco o seis metros de altura y diseñados de manera
que sea difícil escalarlos. Otras prisiones con un grado menor de
seguridad tienen cercas más que nada para evitar que la gente trate
de escapar en forma espontánea. Todo depende del grado de segu-
ridad que se haya definido. Entre las nuestras hay unas dos prisiones
que fueron construidas de manera que fuera muy difícil entrar en
ellas, así como entrar y sacar reclusos de ellas. Tuvimos problemas
con esto hace unos dos o tres años.
En esta dimensión de la seguridad técnica y física también se
cuenta otros tipos de instrumentos que se introducen en la prisión
para permitirnos mantener el control. En su mayoría nuestros fun-
cionarios llevan puestas alarmas para hacer acudir a sus colegas. Al-
gunos tienen otros tipos de comunicación como radiotransmisores.
Tenemos también cámaras, de las cuales muchas están fuera y algunas
dentro. Y tenemos alarmas que se activan por radar cuando alguien
cruza una determinada línea o zona.
Tenemos muchos tipos de equipo técnico y físico, pero todo de-
pende del grado de seguridad de la prisión. En algunas prisiones de
tipo abierto, escasamente habrá alguna que otra cosa de esta natura-
leza. La idea es, más bien, tener en prisión sólo reclusas y reclusos
que funcionen bien sin estas cosas; personas reclusas de buena con-
ducta sea por motivación o porque temen perder sus privilegios si no
se portan bien.
Todas estas cosas son de gran interés e importancia para una pri-
sión, dependiendo del fin que persigue o de su grado de seguridad.
Nuestra idea principal es tener el menor número posible de personas
reclusas en las prisiones de alta seguridad y tenerlas ahí sólo si hay
buenas razones para ello. La seguridad cuesta dinero y es frustrante
para quienes tienen que estar ahí.
Es aquí donde va el asunto de las armas. En mi país nuestro per-
sonal no está armado. Queremos sentir que podemos controlar la
situación sin ellas. Es lo mismo en la mayor parte de los países de la
Europa septentrional y en Inglaterra, mientras que en Europa central
y oriental es todo lo contrario. Ellos portan armas.
156 christer isaksson

Seguridad procedimental

El segundo componente o la segunda dimensión en nuestra versión


de la seguridad dinámica es lo que se llama la seguridad procedimen-
tal. Aquí está todo lo que tiene que ver con reglas, instrucciones,
órdenes, el régimen y los planes de emergencia.
Seguridad procedimental es lo que se refiere principalmente a la
forma en la que el personal de la prisión actúa conforme a las reglas
y los procedimientos; tiene que ver con el control de los tiempos, ver
que se mantengan los puntos de control y ver que los reclusos y re-
clusas se encuentren en donde deben encontrarse. Tiene que ver con
acompañar o transportar reclusos a otros sitios de manera segura. Y
con hacer las rondas, revisar las celdas y registrar a los visitantes que
vienen a visitarlos. Todas las prisiones tienen normas y reglamentos.
El problema que usualmente se presenta, por lo menos en mi expe-
riencia, es que en su mayor parte las instrucciones y los reglamentos
son antiguos y no están actualizados. Otro problema es que han sido
redactados durante distintos periodos. Y algunas veces el problema
es que pueden estar en conflicto con otras instrucciones.
Algunas veces estas instrucciones y rutinas se encuentran en tantos
sitios, de tan diversa naturaleza, que nadie está realmente actualiza-
do de manera exacta en todo y es difícil saber con exactitud cuáles
son las instrucciones vigentes. En ocasiones estas instrucciones son
realmente actuales y apropiadas pero en otros momentos ya a nadie
le importan.
Éstas son algunas de las experiencias que hemos tenido en el pa-
sado. La única forma de corregir esto es revisarlo todo. Modernizarlo
todo. Reducir los conjuntos de reglas y planes de manera que puedan
ser asimilados y comprendidos por quienes tienen que observarlos.
Nuestra experiencia también nos indica que para que el personal
de la prisión pueda seguir las reglas e instrucciones, éstas deben re-
dactarse muy cuidadosamente. Nuestra experiencia nos ha mostrado
que el personal sigue instrucciones si las conoce, si está de acuerdo
con ellas y si tiene la oportunidad de seguirlas. Para lograr esto sen-
timos que es importante contar con un cierto grado de colaboración
a la hora de redactar las instrucciones. Debe permitirse al personal
ser parte de esto y entonces actuará de conformidad.
La seguridad procedimental también tiene que ver con planes de
emergencia, planes acerca de cómo actuar cuando se produce algún
seguridad dinámica 157
incidente en la prisión. Hemos revisado la mayoría de los antiguos
planes: planes en caso de incendio, violencia, amenazas, tentativas de
escape, manifestaciones, huelgas, etc. Tenemos planes acerca de cómo
actuar cuando hay problemas técnicos, cortes de electricidad y muchas
otras cosas. De manera ideal estos planes se revisan cada año y cada
prisión tiene que ensayarlos regularmente con ejercicios para que las
cosas funcionen en la forma en que se quiere que funcionen.
En mi opinión estos planes de emergencias y los ejercicios han
tenido un gran éxito. Permiten que nuestras acciones sean mucho
más predecibles. Aprendemos de nuestros errores y a la mayor parte
del personal le gusta pasar por estas pequeñas sesiones de práctica.

El papel del personal; capacitación, conducta y actitud

El papel del personal de la prisión constituye la tercera dimensión


de la seguridad dinámica y el aspecto que nos gustaría recalcar ma-
yormente. Esto tiene que ver con los aspectos “blandos” de la segu-
ridad, si se quiere ver de esa manera. Es algo relacionado con la
calidad del personal, con capacitación de personal, con las aptitudes
interpersonales y con su capacidad para comunicarse. Tiene relación
con la actitud del personal para con los reclusos, con la forma en
que se relacionan con ellos y en que los tratan.
Creemos que en su mayor parte la seguridad en la prisión depen-
de del personal, de los funcionarios o guardias. Si están bien capaci-
tados, motivados y dotados de aptitudes puede eliminarse la mayor
parte de los problemas; no todos, pero la mayor parte. Si los guardias
de la prisión hacen su trabajo adecuadamente podemos evitar mu-
chos problemas; la mayoría de los problemas.
La idea es, naturalmente, aplicar las aptitudes que tienen los fun-
cionarios de la prisión para ir un paso adelante, para estar ahí antes
de que ocurran las cosas y para saberlo antes de que ocurran. Si sa-
bemos qué está pasando en la prisión, si reunimos suficiente infor-
mación, si escuchamos con la debida atención y buscamos los signos,
estaremos un paso adelante y sabremos cómo está la situación. Si
estamos cerca de los reclusos podremos tener una sensación de lo
que está ocurriendo: si hay drogas en la prisión, si hay violencia,
hostigamiento de otros, matonismo o amenazas, si algo grande está
por ocurrir en términos de violencia, manifestaciones, planes para
escapar o simplemente para perturbar el orden en la prisión.
158 christer isaksson

Queremos pensar que si nuestro personal está lo más cerca posible


de los reclusos podrá obtener buena información, ganarse o adquirir
su confianza y así puede sentirse la temperatura de la institución.
Queremos pensar que si tienen una relación buena y clara, la mayo-
ría de las veces van a recibir lo mismo de parte de los reclusos. No
nos referimos a una relación privada. Alentamos a nuestro personal
a crear, siempre y cuando sea posible, relaciones pero de carácter
profesional, no relaciones privadas. Hay una diferencia, aunque a
veces la línea que las separa es muy delgada.
Creemos que tener la actitud equivocada para con el trabajo y los
reclusos es arriesgar la seguridad. Si no se es justo se crea frustración,
ira y potencial violencia. Tal vez algunas personas piensen que esta po-
sición es en alguna medida ingenua, pero sigue siendo parte de nuestro
concepto. Estamos hablando de estar tan cerca de los reclusos como la
seguridad nos lo permita. En la mayor parte de nuestras prisiones esto
es posible, dado que es totalmente seguro estar cerca de los reclusos y
entre ellos; es decir, todo el tiempo o la mayor parte del tiempo. Y por
supuesto que era mi filosofía cuando fui director de la prisión en la que
trabajaba (en la actualidad soy director general de seguridad).
Esto nos lleva al tema en el que ponemos cada vez más énfasis en
estos días, que es tener un sistema que funcione para la recolección
de información sensible. La situación en nuestras prisiones, con un
número cada vez mayor de reclusos que pertenecen a pandillas, a la
delincuencia organizada y a la delincuencia internacional, nos ha
hecho concentrarnos cada vez más en un trabajo profesional de re-
colección real de información sensible para tenerla con anticipación
y controlar y detener actividades delictivas que se cometerían en las
prisiones, así como otras que se planificarían en la prisión y se reali-
zarían afuera, en la sociedad.
Éstos son los tres principales componentes de una seguridad di-
námica. En nuestro caso hemos agregado, en los últimos años, un
cuarto componente:

La asignación de personal

No importa cuán bueno sea el personal, cuán adecuadamente capa-


citado esté, cuán dedicado sea si no está en el sitio; es decir, si no
está en la prisión o en el sitio en que debería estar. No sé si es un
problema europeo o quizá sueco, pero de alguna manera parece que
seguridad dinámica 159
no ponemos a la gente en el sitio en que debería estar si no nos fi-
jamos muy bien.
Parece que hay muchas otras cosas que compiten por el tiempo
disponible: se hacen muchas reuniones, hay muchas cosas que hacer
y otros asuntos importantes que atender, que mantienen al personal
fuera del sitio en el que mejor podría utilizarse. También es un pro-
blema que cuanto más tiempo se trabaja más nos gusta buscar otras
cosas que hacer. Estar donde están ocurriendo las cosas, en torno a
los prisioneros, todo el tiempo es agotador, pesado y de mucha res-
ponsabilidad. No siempre son amables. En muchas ocasiones son
acosadores, regañones, molestos y a veces amenazantes. Esto significa
que es mucho más cómodo hacer alguna otra cosa, conversar con los
colegas o estar sentado en la oficina de algún funcionario de la pri-
sión en vez de estar donde podría uno ser más útil. En otros países
de Europa en que se habla acerca de la seguridad dinámica omiten
este aspecto del asunto. Entre nosotros es necesario recalcarlo.

La dinámica de la seguridad

La dinámica de todo este asunto es sopesar estos aspectos distintos,


estos factores distintos todos juntos en una forma dinámica. “Diná-
mica” significa que es un intercambio de distintas fuerzas y poderes
distintos. Luego, la dinámica de la seguridad es equilibrar estos fac-
tores dependiendo de la necesidad; dependiendo de qué recursos se
tienen; dependiendo de la situación real, del grado de seguridad.
En una prisión abierta no hay muchos mecanismos de restricción
técnicos o físicos, de manera que se tiene que tener una mejor calidad
en los otros factores. En una prisión de máxima seguridad normal-
mente se tienen muy buenos medios técnicos y físicos para controlar
el orden y hacerla segura. Se tiene normalmente un régimen estricto
y buena seguridad procedimental. Esto significa que las aptitudes
individuales de los funcionarios de la prisión tienen que ser distintas.
Quizá no puedan estar tan cerca. Probablemente sea peligroso.
En una prisión “normal” se puede tener un cierto régimen, una
determinada forma en la que el personal actúa e interactúa con los
reclusos. Si hay problemas podría ser necesario agregar algo a algunas
de las dimensiones de la seguridad procedimental, cambiar las ins-
trucciones e imponer un régimen que administre mejor la situación.
Es necesario tener un buen conocimiento de la prisión en la que se
160 christer isaksson

trabaja para dar a estos aspectos el peso correcto que permita man-
tener un buen control.

posibilidades

Trabajar en seguridad de manera dinámica –y me doy cuenta de que


cada prisión o director de prisión querría pensar que administra su
prisión dinámicamente– ofrece muchas posibilidades a nuestro modo
de ver.
Significa que se pueden tener distintos conjuntos de instrucciones
para prisiones distintas dependiendo del grado de seguridad. Tener
los mismos conjuntos de instrucciones o regímenes sería, en este
sentido, un desperdicio de tiempo, dinero y también la imposición
de restricciones innecesarias a prisioneros que probablemente no
las requerirían.
Trabajar dinámicamente en esta forma significa que se puede
cambiar el régimen según la situación presente. Se puede tener un
conjunto de instrucciones o un grado de seguridad más laxo cuando
las cosas están funcionando bien y la población carcelaria no requie-
re de más. Se pueden hacer las restricciones más fuertes cuando sea
necesario para adquirir el control de nuevo.
Con esta forma de pensar una buena seguridad del perímetro o
física permite mayor apertura dentro de la prisión y un tratamiento
más humanitario.
Con un buen trabajo de recolección de información sensible se
garantiza un mayor control. Se sabe a quién hay que vigilar y a quién
se le puede tener más confianza. Es la base para la adopción de me-
didas y acciones necesarias y ofrece la oportunidad de evitar inciden-
tes, violencia y el control de la prisión por parte de pandillas.
La buena capacitación del personal es indispensable para adminis-
trar la prisión dinámicamente. Hay que depender de las opiniones y
de la buena información que se obtienen de un buen personal. Es
también una forma de involucrar al personal. Es más gratificador que
la administración de la prisión confíe en la opinión del personal.
Trabajar en esta forma significa que puede uno adaptarse constan-
temente a la situación, interpretando y siguiendo de cerca lo que
ocurre y utilizando los cuatro pilares de la seguridad dinámica.
seguridad dinámica 161
problemas

Lo que aquí se presenta puede ser caro, porque no funciona bien si


hay muy poco personal y si se está funcionando con un presupuesto
muy bajo. Tal como lo vemos nosotros no es blanco o negro; no es
“todo o nada”. Pueden usarse los aspectos humanos y los aspectos
técnicos de la seguridad y mezclarlos sin que importe cuánto personal
se tenga; en una forma distinta, naturalmente.
Trabajar muy cerca de los reclusos puede ponernos en una posi-
ción de peligro con posibles amenazas y violencia contra el personal,
naturalmente. La toma de rehenes es otro posible problema. Esto
tiene que equilibrarse mediante un juicio sensato y las precauciones
del caso. De otro modo se acabará teniendo un personal con miedo
y eso no es signo de seguridad dinámica ni de ninguna buena segu-
ridad.
Otro problema posible cuando se trabaja en proximidad de los
reclusos, es el asunto de la corrupción. Es todo un tema en sí y tiene
que abordarse por separado y de manera adecuada.
En algunos países los sindicatos tienen sus ideas acerca del traba-
jo cerca de los reclusos y es probable que planteen interrogantes y
recalquen los problemas.

en conclusión

Seguridad dinámica es una forma de equilibrar distintos aspectos de


la seguridad de manera dinámica y flexible. El propósito es lograr lo
mejor posible de los recursos disponibles; tener un instrumento para
que el director de una prisión sepa qué está ocurriendo en su prisión,
interpretarlo y crear una mezcla equilibrada de medidas, una especie
de coctel que sea lo mejor para el nivel de seguridad establecido y
que pueda cambiarse con rapidez.
Finalmente, unas pocas palabras acerca de otro término de la se-
guridad que tratamos de enseñar a nuestro personal, a los directores
de prisiones para que lo tengan presente: seguridad inteligente.
Y ¿qué es esto? ¿Qué significa? ¿Es algo distinto de la seguridad
dinámica? En cierto modo no es distinto pero sí en otro sentido. Esto
es, a la forma de pensar en términos de procesos cuando se adminis-
162 christer isaksson

tra una prisión, cuando se decide qué medidas tomar. Seguridad


inteligente significa simplemente pensar antes y tratar de imaginarse
qué acciones en contra tomarán los reclusos cuando uno toma sus
medidas.
Seguridad inteligente significa que antes de que se tomen cuales-
quier decisiones activas sobre cualquier cosa que vaya a tener un
impacto en asuntos importantes o marcar una gran diferencia en la
prisión, se analiza cuáles serán las consecuencias. “Si hacemos esto
¿cómo reaccionarán y cómo reaccionaremos a sus reacciones?” Segu-
ridad inteligente significa pensar por adelantado estando preparado
para un cambio y teniendo soluciones alternativas.
Seguridad inteligente significa que si las consecuencias que pue-
den ustedes esperar no son lo que quieren, tratar entonces, en una
forma distinta, de alcanzar los mismos resultados que se querían al-
canzar al comienzo. ¿Es esto algo sobre lo que se pueda conversar o
escribir? ¿Seguridad inteligente? Suena más bien a simple sentido
común. Si, es sentido común, pero el sentido común es algo que no
puede menospreciarse. Nosotros pensamos que demasiados proble-
mas que se producen en las prisiones han sido creados por no ana-
lizar las opciones o las reacciones de antemano. El sentido común
no ha sido tomado debidamente en cuenta.
SEGURIDAD Y SEGURIDAD PERSONAL EN LAS PRISIONES1

jeff christian2

introducción

El tema de esta presentación es la seguridad de una prisión tanto en


términos de custodia y vigilancia como de integridad física de las
personas.
Lo primero que me gustaría dejar claro es que la seguridad, en-
tendida como custodia y vigilancia así como integridad física de las
personas (en el ámbito en el que vamos a abordarla), está basada en
primer lugar, en el imperio de la ley y, en segundo lugar, en un res-
peto fundamental de los derechos humanos de cada persona en la
prisión, lo que incluye tanto al personal como a los reclusos. Ambas
cosas son necesarias para garantizar una sólida realidad en términos
de custodia y vigilancia, así como de seguridad de las personas.
Me gustaría que concibieran la seguridad, tanto en custodia y vi-
gilancia e integridad física de las personas, como algo a lo que con-
tribuyen todo el tiempo todos los individuos que se encuentran en
una prisión.
Y me gustaría que concibieran la seguridad, tanto en custodia y
vigilancia e integridad física de las personas, como algo que no es
únicamente dispositivos mecánicos, armas de fuego y otros instru-
mentos, sino también sistemas, rutinas, gente, valores, convicciones
y un sentido de su razón de ser que todos compartan.
Para efectos de esta presentación dividiré arbitrariamente estos
elementos en dos grupos: 1] sistemas y 2] gente. Ellos deben funcio-
nar conjunta e interactivamente; deben ser alimentados y ambos
tienen que ser ampliamente comprendidos en el contexto que pro-
cederé a presentar.

1  Traducción inglés-castellano por Orlando García-Valverde.


2  Ex Director Regional del Servicio Correccional de Canadá.

[163]
164 jeff christian

sistemas

En primer lugar pensemos en los sistemas que se mantienen en una


prisión en respaldo de la seguridad en custodia y vigilancia e integri-
dad física de las personas. Hay muchos de éstos:

 Sistemas de seguridad para el perímetro de las instalaciones.


 Sistemas de dispositivos mecánicos internos.
 Operaciones de seguridad interna; seguridad dinámica.
 Rutinas diarias.
 Clasificación.
 Administración de casos.
 Control de visitantes.
 Control económico.
 Sistemas disciplinarios para reclusos.
 Sistemas de quejas para reclusos.

la gente

En segundo lugar, hay muchos tipos distintos de aptitudes que la


gente aporta a una prisión. Además, hay sistemas de apoyo destinados
a permitir que la gente ponga en práctica sus aptitudes de manera
más eficaz. De tal manera, consideraremos a los siguientes en esta
parte de nuestra presentación:

 Administradores de todo tipo.


 Personal no especializado.
 Personal especializado.
 Sistemas de jerarquización.
 Valores y convicciones compartidos.
 Remuneración.
 Capacitación.

La lista no es exhaustiva; se pueden agregar otros rubros, pero


éstos nos ofrecen lo necesario para tener una perspectiva adecuada
Entonces, veamos lo referente a sistemas.
seguridad y seguridad personal 165
sistemas de seguridad perimetral

Hay muchos modelos distintos de sistemas de seguridad perimetral.


En su mayoría vienen a ser significativos sólo en prisiones de media-
na y de máxima seguridad. Es más probable que los sistemas de se-
guridad perimetral de mínima seguridad sean, por definición, de-
marcadores de linderos más que cercos destinados a evitar el escape
o la intrusión.
Pueden encontrarse sólidos muros alrededor de muchas prisiones
más antiguas, y en prisiones más recientes en casos en que por algu-
na razón se requiere limitar la posibilidad de ver hacia dentro. No
deberían construirse muros sólidos para limitar deliberadamente a
los reclusos la posibilidad de ver más allá de los linderos de la prisión,
puesto que ésta es una limitación innecesaria que además viola el
principio de normalidad de las Reglas mínimas.
En su mayor parte, las prisiones modernas son construidas con un
doble vallado de malla a lo largo del perímetro, con sensores electró-
nicos integrados por zonas, situados en el vallado y en la tierra alrede-
dor del mismo. Los sensores están integrados además con cámaras que
reaccionan a cualquier alarma de zona en el vallado. Las cámaras están
enlazadas con monitores colocados en un sitio seguro de la prisión y
generalmente se cuenta con la posibilidad de grabar. Los sistemas para
perímetros están bien iluminados, lo que permite que las cámaras
funcionen bien y que el personal tenga una alta visibilidad.
Un asunto a tener en cuenta en materia de sistemas electrónicos
modernos para perímetros es que son caros y requieren de manteni-
miento para estar en buen estado de funcionamiento.
Por esto es que en muchos países, en donde los costos de mante-
ner a un personal son menores que el costo del equipo, se contrata
a más vigilantes en vez de recurrir a la electrónica para garantizar la
seguridad de los perímetros.
Al aumentarse todavía más el vallado de perímetros (aun cuando
se usen medios electrónicos), los sistemas irán a comprender torres
ocupadas por personal, o vehículos de patrullaje que están circulan-
do constantemente por el lado de fuera del vallado. En muchos
países, tanto las instalaciones en torres como las patrullas móviles,
estarán armadas.
En resumen, los sistemas para perímetros están diseñados tanto para
prevenir escapes desde dentro de la prisión, como para prevenir un ata-
166 jeff christian

que externo a la prisión. En ambos modelos, el electrónico y el basado


en personal, esto se hace llamando la atención a cualquier intento que
se haga de introducirse en la prisión, o de escapar de ella.
Hasta cierto punto todo sistema para perímetros, aun uno defi-
cientemente diseñado, logrará este objetivo. No obstante, no existe
realmente un sistema para perímetros que no pueda ser violado. En
consonancia con esto, ninguna prisión puede depender sólo de la
seguridad del perímetro para proteger al personal o a los reclusos.
Éste es un tema conceptualmente importante que se repetirá en otras
secciones de este artículo.

sistemas de dispositivos mecánicos internos

Los sistemas de dispositivos mecánicos internos están diseñados para


controlar el movimiento de reclusos y de otras personas dentro de la
prisión. Las prisiones están normalmente divididas en zonas que son
normalmente creadas como parte del diseño original de la prisión o
de una modificación posterior.
Las zonas están separadas por puntos de control. Los puntos de
control son los sitios que tienen barreras para impedir el movimien-
to de una zona a otra. Son necesariamente de alta seguridad y con
frecuencia en el nivel de máxima seguridad están armados; éste po-
dría también ser el caso en el ámbito de la mediana seguridad.
Dependiendo de la naturaleza de la prisión y del país, usarán
medios electrónicos sofisticados para controlar estos puntos de acce-
so, o personal, o alguna combinación de estas dos opciones. La
ventaja de los medios electrónicos es que no hay llaves de los puntos
de acceso en zonas en que los internos podrían hacerse copias de
ellas; la ventaja de usar personal para esto es la comunicación que
puede producirse con los internos conforme van pasando, puesto
que esta comunicación puede contribuir significativamente a la se-
guridad dinámica de la prisión.
Sea que se usa el modelo de personal o el modelo de los medios
electrónicos, no es raro encontrar una mayor cobertura con cámaras
de circuito cerrado.
El uso de muy buenos dispositivos mecánicos internos para con-
trolar las zonas de una prisión y en particular el movimiento entre
seguridad y seguridad personal 167
zonas, contribuye a la seguridad de la prisión en términos de custodia
y vigilancia y de integridad física de las personas; pero tal como ocu-
rre con la seguridad del perímetro, se ha comprobado que estos
sistemas son vulnerables en muchas situaciones.

seguridad dinámica

Los sistemas de seguridad dinámica están diseñados para que sea


mayor la interacción entre los empleados penitenciarios y los reclu-
sos. Estos sistemas garantizan que cada centímetro cuadrado de la
prisión esté bajo control del personal; no hay zonas controladas por
reclusos. Para lograr esto, los guardias de la prisión deben estar cir-
culando todo el tiempo, moviéndose en toda la prisión en patrones
que no sean completamente predecibles (los reclusos no deberían
saber de antemano cuándo vendrán los vigilantes a un sector deter-
minado). El personal que está circulando por el recinto debe estar
bajo la mirada de otros empleados que se encuentran en puestos de
control en todo momento.
Los sistemas de seguridad dinámica establecen literalmente cien-
tos, quizá miles, de canales de comunicación en toda la prisión.
Contribuyen a la seguridad general de las siguientes maneras:

1] Solucionan problemas con rapidez en el nivel más bajo posible.


2] Ofrecen una forma de llevar adelante preocupaciones más serias
con mayor facilidad.
3] Permiten notar con facilidad, evaluar e investigar cualquier signo
de tensión en aumento y permiten tomar medidas para hacerle
frente antes de que surjan problemas serios.
4] Reducen la cosificación de las personas por parte de los reclusos
y del personal, llegando así a que cada parte vea a la otra como
gente.
5] Disminuye lo que son temores infundados por parte de los reclu-
sos y el personal.
6] Demuestra “derecho de propiedad” por parte de la administración.
7] Permite al personal asumir la responsabilidad en forma positiva.
8] Ofrece al visitante un ambiente más normalizado, lo que da con-
fianza a la comunidad.
168 jeff christian

Otras personas también contribuyen a los sistemas de seguridad


dinámica. Cualquier miembro del personal que interactúe con reclu-
sos contribuye al proceso de la seguridad dinámica compartiendo
información de manera eficaz con los reclusos y compartiendo ob-
servaciones sobre los reclusos con funcionarios penitenciarios y otros
administradores de alto rango. También tienen la oportunidad de
realizar lo descrito en los puntos 1 a 8.
Hay algunos peligros para el personal inherentes a los sistemas de
seguridad dinámica; sin embargo, la experiencia que se ha tenido
mundialmente indica, de hecho, que en establecimientos con buenos
sistemas de seguridad dinámica se dan menos ataques al personal
que con otros sistemas.
El riesgo mayor está en que el personal no sepa mantener unos
límites apropiados en sus interacciones con los reclusos. No es fácil
cultivar y mantener relaciones verdaderas con gente que tiene en
suerte estar reclusa y, a la vez, recordar en todo momento que la
relación es desequilibrada en términos de poder y que debe mante-
nerse como una relación profesional. El personal podría sobreiden-
tificarse con los reclusos y comenzar a adoptar algunas características
de la subcultura de los reclusos. Miembros del personal no muy sen-
satos podrían involucrarse personalmente con las familias de los re-
clusos en formas no profesionales fuera de la prisión. Algunos po-
drían relacionarse financieramente en negocios con los reclusos.
Cualquier pequeña falla por parte del personal en cuanto a mantener
unas barreras apropiadas y un enfoque profesional puede hacer que
se ejerza una enorme presión tanto dentro como fuera de la prisión.
Una vez que un miembro del personal se ve comprometido ya no
hay vuelta atrás. En consecuencia, es de crítica importancia, donde
se han introducido sistemas de seguridad dinámica, que el personal
esté bien capacitado en cuanto al establecimiento de las barreras que
tienen que estar firmemente establecidas, al tiempo que reconozca
el valor de unas relaciones personales correctas con los reclusos.
Unos sistemas de seguridad dinámica de excelente calidad, serán
enormemente efectivos en cualquier ambiente carcelario para el
mantenimiento de la seguridad, en términos de custodia y vigilancia
y de integridad física de las personas.
seguridad y seguridad personal 169
rutinas o sistemas de rutina

Las rutinas son aquellas actividades que se repiten cada día. Las pri-
siones requieren de rutinas confiables para permitir tanto al personal
como a los reclusos tener una vida tranquila. Una actividad caótica
y arbitraria por parte de los vigilantes de una prisión es algo extre-
madamente perturbador.
Las rutinas determinan a qué hora han de levantarse los reclusos
cada día, se sirven las comidas, se hacen las cuentas de reclusos, es-
tarán disponibles las duchas, empieza y termina el día laboral, em-
piezan y terminan los recreos, empiezan y terminan los periodos de
visita, se ofrecen servicios médicos, pueden darse mudanzas de celda,
estará abierta la “tienda” de la prisión, recibirán su pago los reclusos
que trabajan, se encierra a los reclusos para el transcurso de la noche
y se apagan las luces.
Las rutinas constituyen excelentes oportunidades para la interacción
entre el personal y los reclusos, ofreciendo la “excusa” que alguna vez
se necesita para sostener una conversación crítica, contribuyendo así
significativamente al proceso de la seguridad dinámica en la prisión.
El mantenimiento de las rutinas, aun ante situaciones difíciles,
debería ser de alta prioridad para los administradores de prisiones,
puesto que cambiarlas radicalmente puede hacer más negativa cual-
quier situación a la que se esté haciendo frente en el momento.
Uno de los grandes desafíos para los administradores de prisiones
en cualquier sitio es saber cómo volver a “rutinas normales” tras un
incidente de algún tipo. La mejor respuesta es hacer todo lo posible
por mantener “rutinas normales” lo más que se pueda, sin que im-
porte qué otras cosas están ocurriendo.
Por ejemplo, la toma de rehenes en una zona de una institución
grande no tiene necesariamente que tener un impacto en las visitas
programadas en otra parte de la institución muy alejada de la zona
del incidente.

sistemas de clasificación

Los sistemas de clasificación basados en buena información y buenos


indicadores científicos son extremadamente importantes para la se-
170 jeff christian

guridad de una prisión. Clasificar a las instituciones como de máxima,


mediana y mínima es algo muy común. Es típico que las instituciones
de máxima y de mediana seguridad tengan instalada la misma segu-
ridad en el perímetro. La diferencia está en que las instituciones de
mediana seguridad permiten a los reclusos más libertad de movimien-
to dentro de ese perímetro.
Los reclusos deberían ser clasificados conforme a instrumentos de
predicción de riesgo modernos y buenos sistemas de recolección de
información. La clasificación inicial debería llevar a un “plan de re-
clusión” para cada recluso que determinara tanto su ubicación inicial,
como qué acción se requeriría del recluso para que fuera considera-
do para una menor seguridad. Una adecuada ubicación basada en
riesgo e información buena y detallada sobre cada recluso son cosas
que mejoran el grado de seguridad de una prisión. La ubicación
puede mejorarse aún más si se toman en consideración también las
necesidades del recluso; es decir, las cosas que necesita para cambiar
las conductas que tuvieron como resultado su reclusión.
La adecuada clasificación y ubicación de reclusos en ambientes
carcelarios apropiados minimiza el riesgo para el personal y para los
demás reclusos, al intensificarse los controles que se mantienen sobre
los reclusos considerados de mayor riesgo. No hay nada en ningún
sitio que funcione en vez de un control de movimientos muy estricto,
cuando el recluso en cuestión representa un claro peligro.
La adecuada clasificación también tiene sentido económicamente.
Las prisiones de alta seguridad cuestan más que las que requieren de
una seguridad menor; tiene sentido económico poner a los reclusos
en el nivel menor posible en relación con su perfil de riesgo y sus
necesidades.
Una apropiada clasificación es también un requisito en términos
de derechos humanos. Los prisioneros mantienen los mismos dere-
chos humanos que tiene todo ser humano. Uno de ellos es el derecho
al libre movimiento. Naturalmente, ese derecho debe ser limitado
cuando la persona está en la cárcel; sin embargo, el grado de limitación
nunca debería ser mayor que el que realmente se requiera. Por lo
tanto, si se mantiene a una persona de mínima seguridad en una
cárcel de máxima seguridad se estarán violando claramente sus de-
rechos humanos.
seguridad y seguridad personal 171
administración de casos

En los sistemas de administración de casos se lleva un control del


plan de reclusión y se documentan los avances logrados por el reclu-
so. Los responsables de la administración de casos conocerán los
detalles íntimos de la situación familiar del recluso y serán quienes
estarán promoviendo una conducta positiva y un progreso por parte
del recluso apoyándosele para que aspire a las distintas recompensas
que se dan al que siga el plan de reclusión.
Mucha gente contribuye a los buenos procesos de información
sobre administración de casos. Es aquí donde pueden hacer su con-
tribución maestros, instructores, trabajadores sociales, psicólogos y
otras personas que trabajan con los programas. También es donde
pueden registrarse y considerarse personas e información de fuera.
La seguridad mejora cuando los reclusos entienden que una con-
ducta positiva se traduce en recompensas concretas. Además, la in-
formación disponible gracias a una buena administración de casos,
permite una reacción apropiada cuando un recluso se rebela de al-
guna manera.

sistemas de control de visitantes y de correspondencia

Las visitas y la correspondencia son particularmente importantes para


cada recluso desde la perspectiva de los derechos humanos.
Los reclusos tienen derecho a la privacidad (con las limitaciones
que la pena de prisión impone) y el contacto con la familia es un
derecho humano y una actividad positiva para cualquier recluso. La
equidad y la claridad institucionales a la hora de tomar decisiones
acerca de quién es elegible y a quién se permite que visite a un re-
cluso son muy importantes.
El proceso debe ser legítimo ante los ojos tanto del recluso como
del personal.
Una vez que se ha otorgado aprobación a una persona para reali-
zar la visita, la naturaleza de la visita es importante. Debería darse
una gama de opciones para que las visitas se realicen, aun cuando
hay sospecha de que un visitante puede introducir cosas de contra-
bando.
172 jeff christian

Las opciones de visitas abiertas y visitas cerradas son importantes.


Las visitas deberían ser vistas como un derecho, no como un privile-
gio. Sólo debería considerarse el tipo de visita. La excepción es, natu-
ralmente, el caso respecto del cual hay buena información sobre
actividad delictiva; sin embargo, la prueba aquí debería ser alta y no
basada meramente en que “alguien dijo”.
Las visitas conyugales o las visitas familiares privadas, como recom-
pensa por buena conducta en la prisión son fuertes motivadores y
pueden contribuir significativamente a una conducta pacífica en una
prisión.
Es con la correspondencia de los reclusos que en muchas prisiones
se violan los derechos humanos. Los reclusos tienen derecho a la
intimidad, excepto en casos en que la prisión puede probar que se
necesita restricción de ese derecho.
Las prisiones en las que de manera rutinaria se lee toda la corres-
pondencia que entra a la institución y sale de ella están restringiendo
indebidamente el derecho del recluso a la intimidad. Las prisiones
en las que se examina toda la correspondencia para asegurarse de
que no contiene artículos de contrabando están ejerciendo grados
razonables de restricción.
En casos en que hay pruebas de que debe considerarse mantener
la correspondencia bajo vigilancia, debería exigirse a la prisión que
demuestre esa necesidad ante una autoridad superior y deberían
aplicarse a esa información que pueda haber sido adquirida de tal ma-
nera las reglas de admisibilidad de pruebas en los tribunales, puesto
que, de hecho, podría ser usada para respaldar cargos penales.

sistemas de control económico interno

Los sistemas de control económico constituyen un elemento impor-


tante como parte del esfuerzo que se hace para mantener el control
de la prisión.
Entre las mejores prácticas está el uso de una moneda de algún
tipo que sea exclusiva en la prisión y la prohibición de usar moneda
de la comunidad. Esto impide que reclusos ricos simplemente impor-
ten dinero de la comunidad y lo usen para establecerse en posiciones
de control en la prisión.
seguridad y seguridad personal 173
Entre otras de las mejores prácticas está el control detallado de las
posesiones de los reclusos, limitándose el valor de los efectos perso-
nales permitidos en la prisión y ofreciendo a los reclusos empleo o
educación en los que pueden ganar fondos institucionales que pue-
den gastar en un comisariato institucional.
El esfuerzo de mantener el control de la economía interna y el
grado hasta el cual la prisión lo logre, son buenas medidas de la
capacidad de seguridad real de la prisión y, en consecuencia, una
buena medida del grado de seguridad del que gozan tanto los miem-
bros del personal como los reclusos.
Es poco probable que esto sea controlado de manera perfecta
en un sistema carcelario cualquiera en la actualidad, si ese sistema
también permite contacto con el mundo exterior. Sin embargo, sigue
siendo de crítica importancia hacer todo esfuerzo posible para garan-
tizar que la economía interna sea controlada por la administración de
la prisión y no por unos pocos reclusos acaudalados. Las violaciones
deben atacarse por medio de fuertes acciones administrativas y disci-
plinarias, dentro del contexto de los derechos humanos y la ley.

sistemas disciplinarios para reclusos

Los sistemas disciplinarios para reclusos, visualizados como equitati-


vos tanto por los reclusos como por el personal, contribuyen de gran
manera a la seguridad de la prisión. Estos sistemas deben ser codifi-
cados; deben detallar qué acciones de los reclusos constituirían una
falta; deben detallar la gama de consecuencias que pueden generar
tales acciones. Y deben ser usados.
La determinación de culpa es un elemento fundamental de cual-
quier proceso disciplinario. Los reclusos a quienes los mismos vigi-
lantes en uniforme o miembros de la administración de la prisión
acusan, investigan y juzgan, pueden ser perdonados si creen que es
probable que no se les haya ofrecido una audiencia justa.
La mejor práctica es tener a alguien nombrado externamente que
actúe como “juez” o “presidente independiente del tribunal” para la
consideración de tales casos.
Debería exigirse a la prisión ajustarse al mismo estándar de prue-
ba que los tribunales. Antes, sin embargo, de ir a la escena de una
174 jeff christian

audiencia, los mejores sistemas promueven y facilitan una solución


informal del problema. Un personal bien capacitado es más que
capaz de solucionar problemas en el nivel más bajo posible.
Es importante entender que los sistemas disciplinarios para reclu-
sos no limitan de ninguna manera la obligación y la responsabilidad
de la prisión de tomar acción administrativa para mantenerla segura.
Si bien se debe contar con controles sobre el uso de toda forma de
fuerza en las cárceles, es importante como concepto que la toma
administrativa de decisiones y los sistemas disciplinarios para reclusos
estén desligados.
Se entiende generalmente que las decisiones administrativas re-
quieren que quien toma las decisiones crea, en un balance de pro-
babilidades, que la decisión es necesaria. Por otra parte, los tribuna-
les disciplinarios requieren prueba más allá de cualquier duda, lo que
es un estándar de prueba mucho más alto.
La contribución más importante de los sistemas disciplinarios para
reclusos a la seguridad consiste en la existencia de un proceso legítimo
y justo para hacer frente a las transgresiones por parte de los reclusos.
Esto garantiza que la reacción de la prisión no pueda ser y no sea
arbitraria o indebidamente fuerte aun cuando la conducta del reclu-
so sea totalmente inapropiada. Más bien, la reacción será mesurada
y consecuente con la falta codificada y con las sanciones que son
información ya publicada.
Finalmente, es importante que los sistemas disciplinarios para
prisioneros cuenten con la posibilidad de apelación ante una autori-
dad de afuera. Esto significa que un recluso que esté insatisfecho con
la decisión del tribunal de la prisión pueda apelar la decisión a un
nivel más allá de la institución. Las mejores prácticas comprenden
poder apelar ante un tribunal civil.

sistemas de quejas para reclusos

Los sistemas de quejas para reclusos son normalmente procesos de


dos etapas que permiten quejarse acerca de su tratamiento, particu-
larmente cuando creen que han sido violados sus derechos o cuando
creen que los procedimientos escritos de la prisión no han sido apro-
piadamente aplicados por el personal. En todos los casos, el sistema
seguridad y seguridad personal 175
de quejas debe ser de tal naturaleza que ninguna pueda ser bloquea-
da por el personal y que siempre realice investigaciones una persona
de rango más alto que el de la persona respecto de la cual se ha
planteado la queja, y sin conexión directa con ella.
la primera etapa del proceso es la queja, que es una declaración
formal por escrito en la que se detalla el asunto en cuestión. Es exa-
minada y se da una respuesta por escrito al recluso dentro de un
plazo establecido. Si se requiere tomar alguna acción en reacción a
la queja, se describe en la respuesta. Si el recluso está satisfecho con
la respuesta y la acción, no se toma ninguna otra medida.
la segunda etapa Si el recluso no está satisfecho, presenta otra
queja. De nuevo se hace una investigación y se da una respuesta, nor-
malmente por parte de miembros del personal en la institución misma,
pero en un nivel más elevado que el del personal acerca del cual se
ha planteado la queja y más elevado que el del personal que respondió
a la queja en primera instancia. Si el recluso está satisfecho con la
respuesta concluye el proceso. Si no lo está, puede dirigir la queja a
un nivel externo a la institución para una respuesta definitiva.
Así como con el sistema disciplinario para reclusos, el proceso aquí
debe garantizar que se tendrá en cuenta el desequilibrio de fuerzas
y que se permite al recluso expresar plenamente la naturaleza de su
queja o agravio, así como asegurarse de que ha sido escuchado.

la gente

Tal como se expresa en la introducción, lo que se necesita es gente


para hacer funcionar cualquier serie de sistemas. Se requiere de una
relación entre el personal y los reclusos.
Más importante para una buena seguridad que cualquier sistema
o combinación de sistemas, es la gente. El mejor de los sistemas se
derrumbará si no se cuenta con un personal capaz y comprometido.
Algunas veces hasta sistemas deficientes van a funcionar bien (en el
corto plazo) si el personal es lo suficientemente sólido. En el largo
plazo, no obstante, si ni los sistemas ni los miembros del personal
son sólidos no será posible mantener una buena seguridad.
Son personas quienes comprenderán y aplicarán el imperio de la
ley, y quienes tendrán respeto por los derechos humanos en todo lo
176 jeff christian

que hacen. Un sistema puede crear un marco de referencia, pero son


personas quienes le darán vida. Las personas son los músculos, el cere-
bro y la piel del cuerpo del proceso; el sistema es sólo el esqueleto.
El desequilibrio de fuerzas en una prisión es mayor que el que se
da en cualquier otro sitio de la sociedad civilizada. Por lo tanto, cada
miembro del personal tiene responsabilidad de liderazgo aunque no
sea de alto rango en la organización. Esta percepción pone significa-
tivamente en jaque nociones tradicionales acerca de requisitos de
capacitación, valores y convicciones del personal.
En esta percepción cada miembro del personal tiene la responsa-
bilidad de demostrar que tiene un conocimiento y un compromiso
respecto de la ley y de los valores y convicciones de la institución. Por
eso es tan importante para la salud de la institución que estos valores
y estas convicciones estén claramente expuestos en algún tipo de
manifiesto de su misión. Es también la razón por la cual todos los
documentos sobre políticas y procedimientos que sirven de guía para
el personal tengan que ser consecuentes con estos valores y estas
convicciones.
La mayor parte del tiempo cuando pensamos en seguridad y en
personas pensamos en agentes en uniforme. Esto no es inexacto; sin
embargo, los agentes en uniforme son sólo la cara de la seguridad. Hay
otros que tienen papeles como mínimo igualmente significativos.
Los políticos, los viceministros y otros altos funcionarios en el
gobierno, tienen la responsabilidad de garantizar que el marco legis-
lativo y reglamentario proporcione la orientación suficiente y refleje
la complejidad de la función penitenciaria en la sociedad.
También, tienen la responsabilidad de garantizar que todos los
sistemas, incluidas una selección y una capacitación del personal que
sean de alto nivel, estén debidamente financiadas.
Finalmente, tienen la responsabilidad de respaldar a los que tra-
bajan en el sistema, ya que ellos aplican la ley y los reglamentos.
En el sentido amplio, los sistemas de seguridad, de manera inclu-
siva como yo los he descrito, son complejos y deben ser comprendidos
por quienes ostentan las más elevadas posiciones en el departamento.
No basta simplemente con comprar unas pocas armas y con construir
unos pocos muros y contratar a algunos agricultores. Un servicio
penitenciario profesional requiere de apoyo desde lo más alto del
gobierno. Podría pensarse en esto como el conjunto del corazón y
los pulmones del sistema.
seguridad y seguridad personal 177
Los directores y administradores de prisiones tienen la responsabili-
dad de demostrar los valores y convicciones tutelados por la legislación
y el marco reglamentario, que tienen que ser consecuentes con el im-
perio de la ley y el respeto a los derechos humanos. También deben
exigir un comportamiento similar de su personal todo el tiempo. No
hacerlo implica el desplome de los valores y la disciplina. Se requieren
sistemas disciplinarios para el personal que sean justos, abiertos y transpa-
rentes ante los demás. Se requieren también sistemas de quejas y agravios
para el personal para garantizar que se escucharán las voces del personal
en toda su amplitud, particularmente cuando se tiene alguna sensación
de injusticia o arbitrariedad por parte de la administración.
Ya se ha hablado sobre el personal de la prisión, pero podría con-
cebírsele como el rostro, los brazos y las piernas del sistema.
Las personas de fuera con una capacidad de supervisión son de
importancia crítica para el mantenimiento de una buena seguridad
en un sistema penitenciario. Son personas que mantienen una pos-
tura objetiva, que no están involucradas en la actividad diaria de una
prisión, que ven los temas de la equidad y la objetividad y que centran
sus esfuerzos en que se haga lo que es correcto. Deben mantenerse
neutrales y actuar de tal forma que se granjeen el respeto de todos
los que estén involucrados en el sistema penitenciario. Deben ser
independientes de toda influencia indebida. Su autoridad debería
estar consignada en la legislación y sus responsabilidades deberían
estar claramente definidas.
Finalmente, es un hecho que los reclusos contribuyen a la seguridad
de la prisión. En su mayoría los reclusos aceptan sus condenas y quie-
ren vivir de la mejor manera posible considerando sus circunstancias.
De darse una buena seguridad dinámica pueden producirse literal-
mente miles de pequeñas conversaciones entre los reclusos y el per-
sonal. La mayor parte de las veces, si hay problemas o si potencial-
mente hay un problema, los reclusos se lo dirán al personal directa
o indirectamente, de manera que pueden tomarse medidas para
solucionarlo antes de que se haga demasiado grande.
Para concluir quiero anotar brevemente algunos elementos que
son críticos para garantizar que la gente que trabaja en una prisión
haga bien su trabajo:

1] Reclutamiento basado en valores y convicciones, así como en ap-


titudes y capacidades.
178 jeff christian

  2] Capacitación que comprenda un entendimiento del imperio de


la ley y de los derechos humanos.
  3] Reclutamiento de personas de la localidad como parte del perso-
nal.
  4] Capacitación especializada para responsabilidades especializadas;
no se le pide al personal que haga aquello para lo que no ha sido
capacitado.
  5] Remuneración suficiente para mantenerse sin necesidad de tener
un segundo empleo.
  6] Escalafones basados en análisis del puesto y en la función que se
quiere se desempeñe.
  7] Participación en la toma de decisiones.
  8] Capacitación de refrescamiento durante periodos definidos.
  9] Modelos bien desarrollados de manejo de crisis con buena capa-
citación y práctica.
10] Equipos para reacción en crisis disponibles, que pueden ser movi-
lizados si es necesario (dentro del modelo de manejo de crisis).
11] Exigencia normativa de dar las explicaciones del caso sobre ten-
siones ocasionadas por incidentes críticos.

comentarios finales

La operación firme y segura de un sistema carcelario moderno y


profesional constituye una compleja interacción entre una amplia
variedad de sistemas y personas. En este documento se ha abordado,
en resumen, lo que son los elementos principales y cómo interactúan
contribuyendo a la seguridad en términos de vigilancia y custodia y
de integridad física de las personas.
Sostengo que cualquier discusión sobre seguridad en términos de
vigilancia y custodia y de integridad física de las personas debe com-
prender por lo menos una discusión de estos elementos, puesto que
es sólo cuando estos elementos están bien integrados que puede uno
administrar verdaderamente una prisión en una forma segura.
Habiendo descrito esto, debo añadir que también es cierto que
cada elemento constituye en sí una compleja realidad que requiere
de un cuidadoso análisis y de una aplicación igualmente cuidadosa.
EL ABUSO DE AUTORIDAD EN LAS PRISIONES1

jeff christian2

“Abuso de autoridad en las prisiones”: una expresión interesante. Pue-


de tener distintos significados para distintas personas. Por ejemplo:
Si es usted un ciudadano y le teme a quienes ostentan la autoridad,
puede traerle a la mente imágenes de personas en uniforme dándo-
le palos a la gente.
Si es usted un agente en uniforme puede sugerirle toda clase de
emociones conflictivas, porque usted sabe que a veces ocurre pero no
sabe con cuánta frecuencia y no puede usted saber quién lo hace, y
usted mismo no es quien lo hace; o quizá lo haga y le repugne ha-
cerlo pero siente que no hay otra opción; o quizá lo hace y siente
que está justificado; o tal vez lo hace y le gusta porque así puede
responder al ataque de sus enemigos; o esto, o lo otro o lo otro…;
la cantidad de posibilidades es innumerable. Baste con decir que esta
expresión provoca una gran cantidad de emociones conflictivas.
Si es usted una persona en un puesto de autoridad, por ejemplo
uno político, puede que no quepa en su mente esto del abuso de
autoridad. Los delincuentes son delincuentes y merecen ser castiga-
dos a cada momento por las cosas que hacen. O tal vez esté usted
simplemente muy ocupado para verse involucrado en este tipo de
cosas. O puede que usted haya sido victimizado alguna vez en el
pasado o que tenga familia que ha sido victimizada y podría abrigar
serias preocupaciones en cuanto a tener confianza en cualquier per-
sona que vaya de uniforme.
Si es usted una persona que ha sido victimizada, podría sentir que
las personas presas merecen lo que reciben; que deberían ser objeto
de abuso; que debería hacérseles sufrir, como tal vez usted haya su-
frido a manos de alguna persona.
Si usted simplemente piensa que la delincuencia está “fuera de
control” y teme convertirse en víctima, podría igualmente pensar que
los reclusos reciben lo que merecen y que deberían ser objeto de

1  Traducción del inglés por Orlando García-Valverde.


2  Ex Director Regional del Servicio Correccional de Canadá.

[179]
180 jeff christian

abuso para que haya menos probabilidades de que quieran regresar


a la cárcel y, entonces, de alguna manera, también menos probabili-
dades de que vayan a convertirle a usted en víctima.
Hoy quiero hablarles acerca de este concepto de “abuso de auto-
ridad en las prisiones” en una forma distinta; y quiero que me acom-
pañen a explorar lo que quizá sea una perspectiva diferente. En el
fondo de esta perspectiva está la responsabilidad de aquellos que en
cualquier sociedad ostentan la autoridad para mantener seguros a
sus ciudadanos.
Aunque es posible hablar extensamente acerca del abuso de auto-
ridad en la comunidad, esta exposición se centrará en el ambiente
de la prisión. Es importante que tengamos presente este enfoque en
el ambiente de la prisión, ya que es algo acerca de lo cual el público
en general sabe muy poco o no sabe nada. En muchos aspectos es
una sociedad cerrada.
En esta sociedad cerrada hay toda clase de normas y valores socia-
les que se expresan en la conducta de todos los días, igual como
sucede en la sociedad en general. Pero son distintos. La vida en pri-
sión no es lo mismo que la vida en una comunidad fuera de los
muros de la prisión.
Cuando hablamos sobre autoridad estamos hablando de poder. El
poder se manifiesta de muchas formas. Una modalidad de él es de tipo
estructural, en forma de títulos. Otra modalidad se formaliza en rela-
ciones; otra es informal y sólo comprendida si uno se toma el tiempo
para examinar las interacciones diarias de individuos en un grupo.
En cualquier prisión el mayor poder, y por mucho, es el que os-
tentan el personal y la administración. Los reclusos están en una
posición mucho más débil. Y en cualquier situación humana en que hay
una diferencia muy grande en cuanto a grado de poder, la relación queda
definida por esa diferencia. De tal manera, la gente llega a convertirse
en objetos definidos por el sitio que ocupan en la relación de poder.
Una cultura de cosificación de la gente constituye una de las señales
más fácilmente reconocibles de que existe el potencial para un sig-
nificativo abuso de autoridad. El hecho de que un sistema peniten-
ciario promueva consciente o inconscientemente tal cosificación, es
una señal igualmente reconocible de que está o de que pronto esta-
rá caracterizado por violentas explosiones de comportamiento, que
serán contrarrestadas por explosiones aún mayores de violencia por
parte de las autoridades penitenciarias.
el abuso de autoridad en las prisiones 181
De tal manera, las prisiones se caracterizan por grados muy dife-
renciados de poder entre el personal y los reclusos; las prisiones son
sociedades cerradas y donde se da tal diferenciación en términos de
poder hay un potencial significativo de abuso de autoridad o de
poder. Yo les diría que en todo el mundo se abusa más del poder en
las prisiones que en cualquier otro sitio.
Uno de los retos en este debate es cómo definir “abuso de autori-
dad”. Todos los sistemas penitenciarios están regidos por legislación,
reglamentos, políticas y procedimientos que gobiernan todo lo que
ocurre en las prisiones. Siempre está el tema de si se cumple con los
requisitos del caso o no.
Una forma de definir “abuso de autoridad” podría ser que, cuan-
do alguien que ostenta autoridad no respeta las reglas del sistema,
esa persona está abusando de su autoridad.
Pero ¿qué podemos pensar de una situación en la que la legisla-
ción, los reglamentos, las políticas y los procedimientos son en sí y
de hecho, instrumentos de abuso por omisión o intencionalmente?
¿Qué tenemos que sirva de patrón para medir estas reglas? La
respuesta es que está la legislación internacional de derechos huma-
nos con la cual ha estado de acuerdo la mayor parte de las naciones.
Y más aún: con base en esta legislación se han preparado estándares
internacionales claves con orientación de países miembros de las
Naciones Unidas.
La legislación internacional a la que me refiero puede encontrar-
se en los siguientes instrumentos:

 La Declaración Universal de los Derechos Humanos.


 El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
 El Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales.
 La Convención Internacional Sobre la Eliminación de Todas las
Formas de Discriminación Racial.
 La Convención Sobre los Derechos del Niño.
 La Convención Sobre la Eliminación de Todas las Formas de
Discriminación Contra la Mujer.
 La Convención Contra la Tortura y Otros Tratos Crueles, Inhu-
manos o Degradantes.
182 jeff christian

Además de la legislación internacional, me atrevo a decir que la


comunidad internacional ha creado estándares según los cuales se
pueden medir los estados individualmente. Son ellos los siguientes:

 Las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para el Tratamiento


de los Reclusos (1955).
 Las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administra-
ción de la Justicia de Menores (Reglas de Beijing, 1985).
 El Conjunto de Principios para la Protección de todas las Per-
sonas Sometidas a Cualquier Forma de Detención o Prisión
(1988).
 Los Principios básicos para el tratamiento de los reclusos (1990).
 Las Reglas de las Naciones Unidas Para la Protección de los
Menores Privados de Libertad (1990).
 La Declaración Sobre la Protección de Todas las Personas Con-
tra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o
Degradantes (1975).
 Principios de Ética Médica Aplicables a la Función del Personal
de Salud, Especialmente los Médicos, en la Protección de Per-
sonas Presas y Detenidas Contra la Tortura y Otros Tratos o
Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes (1982).

La siguiente es la pregunta que debe hacerse directamente: ¿Será


culpable de abuso de poder un Estado Miembro de Naciones Unidas
que ha firmado y ratificado la legislación internacional correspon-
diente cuando no obliga a que se cumpla con la legislación interna-
cional en sus prisiones?
Para determinar culpabilidad más allá de lo que sería una duda
razonable es preciso probar que el acusado tiene tanto una mente
culpable (mens rea) como una conducta culposa (actus reus). Para
establecer la “culpabilidad” de un Estado en este contexto la prueba
del mens rea consistiría en determinar si el Estado tiene conocimien-
to de la legislación internacional o no. Se puede afirmar con seguri-
dad que la ratificación de la legislación internacional demuestra
claramente un conocimiento de lo que se requiere de parte del Es-
tado. La prueba del actus reus en este contexto consistiría en deter-
minar si el Estado está actuando en forma consecuente con la legis-
lación internacional que ha ratificado o no. No puede haber duda
en cuanto a que el Estado tiene pleno control de su sistema peniten-
el abuso de autoridad en las prisiones 183
ciario, sus políticas, sus procedimientos y la aplicación de esas políti-
cas y esos procedimientos día a día.
Yo diría que no es muy difícil establecer la prueba, y el hecho es
que muchos estados están incursos en violación de la legislación in-
ternacional.
La pregunta es, entonces: ¿por qué? ¿Cuáles son las condiciones
que crean esta situación?
Sería tan tentador como fácil decir que no les importa. Y quizá,
hasta cierto punto, sea éste el caso. En la actualidad no hay duda de
que los gobiernos de muchos Estados demuestran de manera clara y
día a día que no tienen intenciones de aplicar la legislación interna-
cional de la cual son signatarios. Sin embargo, como sucede con todas
las cosas, yo sostendría que el asunto va más allá.
En primer lugar, es la falta de conocimiento de los actuales requi-
sitos lo que explica algunas de las muchas violaciones que se produ-
cen cada día. El hecho es, en resumen, que en muchos países hasta
hay gente a cargo del sistema penitenciario, del de libertad bajo
palabra y del de libertad condicional que no estudia ni comprende
la legislación internacional ni las implicaciones que tiene para ella.
Yendo un poco más lejos, sólo hay unos pocos legisladores, si es que
los hay del todo, que comprenden este material. Como resultado no
debería sorprender a nadie que el comportamiento no sea conse-
cuente con la ley que el Estado ha avalado.
En segundo lugar, tenemos la soberbia que acompaña al poder
irrestricto. Hay tantos asuntos de preocupación para el mundo en la
actualidad, que la suerte que corran quienes están recluidos en una
cárcel no es algo que inquiete realmente a nadie. Quienes tienen el
poder de regir su destino día a día, actúan sin verdadera supervisión
y pueden, entonces, hacer como les plazca. Esto es particularmente
cierto en estados en donde tanto los pobres como los reclusos tienen
apenas un ligero derecho a voz o no lo tienen del todo.
En tercer lugar, muchos estados usan el tema de la economía para
excusar su fracaso. A pesar de su ratificación de la legislación inter-
nacional, muchos países del segundo y del tercer mundo ven estas
cosas como estándares establecidos por estados tan ricos que pueden
aplicarlos. No entienden estos estados la capacidad que tienen para
aplicar estándares, porque están cegados por sus suposiciones.
En cuarto lugar, si se trata de un Estado en el que los derechos
humanos de los ciudadanos son violados de manera rutinaria, no
184 jeff christian

debe sorprender que se violen también los derechos humanos de


quienes están en la cárcel. Es simplemente comportamiento conse-
cuente por parte de un gobierno que no valora los derechos huma-
nos. Desafortunadamente hay muchos estados que se sitúan en esta
categoría. Además, las violaciones de derechos humanos que se dan
en las prisiones de esos países son harto más horrendas que las que
se dan entre la población en general. Las cárceles son, sin duda, los
sitios en que mejor puede medirse el verdadero nivel de civilización que ha
alcanzado una sociedad.
Por la razón que sea, cuando un Estado no respeta plenamente los derechos
humanos tratándose de quienes están reclusos en sus prisiones, abusa de su
autoridad, porque es bajo su autoridad que existen las prisiones y que se re-
cluye en ellas a las personas.
Una de las cosas que escuchamos con mayor frecuencia es, natu-
ralmente, que tiene un costo muy alto respetar los derechos humanos
de las personas en prisión aplicando, por ejemplo, las Reglas mínimas
de las Naciones Unidas. Éste es un reclamo que hacen los gobiernos
de algunos de los estados más ricos del mundo y en sus mismos te-
rritorios. Si bien es cierto que algunos de los estándares requieren
de una inversión considerable en construcción para ofrecer un alo-
jamiento apropiado, hay también muchos otros estándares que pue-
den ser aplicados sin costo adicional significativo. No aplicar medidas
neutras en términos de costo o que incluso pueden resultar en un
ahorro de costos con el argumento de que el Estado no tiene los
recursos para aplicar las medidas más caras es algo que no tiene
sentido. Además, puede uno, de manera muy realista, argumentar
que cada país toma decisiones acerca de cómo distribuir los recursos
y de su uso de la prisión. Es demasiado simple relevar a los líderes
de su responsabilidad haciendo caso omiso del hecho de que sus
decisiones crean estas situaciones.
Consideremos algunos ejemplos. Veré que sean muy sencillos y
los limitaré a aquellas cosas que implican un costo muy bajo o nin-
guno.

1] Clasificación correcta de los reclusos. Algunos reclusos son rapa-


ces y algunos débiles. Se pueden usar principios de clasificación
rudimentarios para separar a los reclusos débiles de los rapaces.
No puede permitirse a quien esté a cargo del funcionamiento de
una prisión ignorar quién es quién. No adoptar estos sistemas por
el abuso de autoridad en las prisiones 185
parte del Estado es un ejemplo de abuso sistemático de los reclusos. Esta
negligencia es particularmente fundamental porque para corre-
gir esto no es necesario contar con celdas adicionales, sino más
bien con una redistribución de reclusos. Un elemento de carác-
ter más fundamental para este argumento es el hecho de que,
puesto que los rapaces requieren de mayor seguridad que los dé-
biles, es posible para los sistemas penitenciarios ahorrar dinero
con la adopción de estos sistemas.
2] Sistemas correctos de quejas y agravios para reclusos. Los reclusos
son, por definición, relativamente impotentes ante los encarga-
dos de su custodia. Cualquier cosa puede ocurrir en una prisión y
nadie puede entrar en ella sin el conocimiento de los encargados
de la custodia. Solo la posibilidad de plantear quejas confiden-
cialmente y ante un ente externo con autoridad para intervenir,
ofrece a los reclusos la oportunidad de protegerse del abuso.
Toda persona que comprende las operaciones de una prisión
conoce esta realidad. De tal manera que, la negligencia por parte
del Estado para adoptar un medio eficaz para que los reclusos puedan
quejarse y plantear agravios confidencialmente acerca de su tratamiento,
constituye un ejemplo de abuso sistemático de los reclusos por parte del
Estado.
3] Faltas disciplinarias, procesos y acciones disciplinarias codificadas
e impuestas. Es necesario, en la operación de cualquier cárcel,
imponer disciplina entre los reclusos. Sin embargo, para hacer-
lo de manera justa es necesario publicar (en forma escrita) una
lista codificada de transgresiones por las cuales se puede acusar
a un recluso. Además, es necesario publicar el proceso que se
empleará para determinar la culpa del recluso, incluidas vías de
apelación disponibles para los reclusos. Por último, es necesario
publicar las sanciones que pueden imponerse si se establece cul-
pa. No crear tales sistemas de manera eficaz, da lugar a una rea-
lidad kafkiana para los reclusos y pone una discreción indebida
en manos de los celadores. En consecuencia, puede decirse que,
no adoptar tales medidas por parte del Estado, constituye un ejemplo de
abuso sistemático de los reclusos por parte del Estado.
4] Disciplina del personal codificada y aplicada. Es necesario, en la
administración de toda prisión, contar con una disciplina codifi-
cada y escrita, que sea clara y firmemente aplicada. Tiene que ser
completa y comprender procesos formalizados, acompañados
186 jeff christian

por sanciones similarmente formalizadas que pueden imponer-


se, junto con un mecanismo de apelación. Si el Estado no crea
un tal sistema estará abriendo la puerta al abuso no sancionado
de los reclusos por parte del personal y esto constituiría un abuso
sistemático de los reclusos por parte del Estado.

Estos sencillos cuatro ejemplos plantean la necesidad de un cam-


bio en la forma en que se administra una prisión, pero no demandan
aportaciones significativas de dinero, en cambio, la puesta en prácti-
ca de estos cuatro elementos mejoraría dramáticamente la calidad de
vida de las personas reclusas. Además, la aplicación de estos elemen-
tos mejoraría la vida del personal, haciendo de la prisión una opera-
ción más segura y calma.
No puede, razonablemente, darse una discusión sobre el uso y el
abuso de autoridad en las prisiones sin hablar del uso de la fuerza.
Nada, en todo el material que hay sobre derechos humanos, con-
dona la pérdida de control en una cárcel. De hecho, los estándares
de derechos humanos en su integridad respaldan un modelo de
adjudicación de responsabilidad para todos, incluidos los reclusos y
el personal.
Es perfectamente posible que en ciertos momentos sea necesario
el uso de la fuerza para mantener la seguridad de todos en la prisión,
o para solucionar incidentes que no pueden solucionarse de otra
manera, o para actuar con rapidez y poder salvar la vida de una per-
sona o garantizar su seguridad.
El uso de la fuerza es, no obstante, el incidente más controversial
y potencialmente el más perjudicial que puede darse en una prisión.
Se requiere una capacitación cuidadosa y completa en modelos de
manejo de crisis, equipos bien entrenados de respuesta en momentos
de crisis y un fuerte liderazgo. Hay buenos modelos en muchos países.
En ellos se toman en consideración los siguientes elementos:

 Implicaciones de la relación de poder.


 Lo que se aprendió en Nuremberg: cada uno será considerado
responsable por lo que haga; decir que se ordenó a la persona
hacer algo no la excusa.
 plan (cortesía de Pietre Cronje de Sudáfrica). Una forma sen-
cilla de pensar acerca de lo que se está haciendo o de lo que se
proyecta hacer puede ser como sigue:
el abuso de autoridad en las prisiones 187
− Proporcional. ¿Es la acción que está proyectando realizar
proporcional a la situación ante la cual se encuentra? ¿Será
el grado de fuerza que va a usar relativo a la oposición que
prevé encontrar? ¿O estará excediéndose? ¿O quedándose
corto?
− Legal. ¿Está seguro de que tiene la autoridad legal para hacer
lo que tiene en mente? El hecho de que tenga certeza no
significa que usted “piensa” que tiene razón o que usted “cree”
que tiene razón; usted tiene que saber que la tiene.
− Aceptación de responsabilidad. ¿Está usted dispuesto a ser
señalado como responsable de lo que está proyectando hacer
en los días siguientes al desenlace del acontecimiento? Habrá
muchos guerreros de sillón, gente que va a estar tratando de
adivinar cada acción de su parte. ¿Puede usted hacer frente
a las preguntas difíciles?
− Necesario. ¿Realmente es necesario lo que está proyectando
hacer? Particularmente en las prisiones ésta es una pregunta
importante. Algunas veces la mejor respuesta es no hacer
nada.

Ésta es, por supuesto, una discusión que puede mantenerse por
mucho tiempo. Concluiré simplemente diciendo que el uso justifica-
ble de fuerza es una realidad con la que deben vivir las prisiones.
Tener la capacidad de administrar situaciones que implican el uso de
la fuerza es un poco como tener un perro de guarda realmente feroz
en su jardín: puede ser verdaderamente eficaz protegiendo a su fa-
milia, pero puede también ser peligroso para su familia en alguna
situación que no sea la ideal. Debe ser bien manejado, tiene que
estar sumamente bien entrenado y debe utilizarse sólo cuando sea
necesario.
En resumen, la naturaleza de la fuerza en las prisiones alienta el
abuso de autoridad porque, en una enorme cantidad de casos, no se
cuenta con los controles suficientes y también, por estar las prisiones
“ocultas de la vista general”, que suele ser su naturaleza. Literalmen-
te, cualquier cosa puede suceder en un sistema penitenciario que no
aplica plenamente medidas que cuestan poco pero que sirven para
proteger tanto al personal como a los reclusos del abuso de poder y
de sus consecuencias. Entre estas medidas hay muchas que no son
caras, pero exigen un cambio de mentalidad. Finalmente, ninguna
188 jeff christian

de estas medidas plantea, de manera alguna, que el uso de autoridad


y fuerza en crudo no sea algunas veces necesario en las prisiones. Sin
embargo, el uso de tal autoridad y fuerza así en crudo tiene que ser
restringido por algunos principios y si el Estado no define cuidado-
samente estos controles estará incurriendo en el mayor abuso de
autoridad de todos.
EVALUACIÓN Y AGRUPAMIENTO DE LAS PERSONAS PRESAS.
BASES PARA EL ESQUEMA CONCEPTUAL, REFERENCIAL
Y OPERATIVO1

juan carlos domínguez lostaló2

introducción

Las bases que requerimos están contenidas en las Reglas mínimas para
el tratamiento de los reclusos de las Naciones Unidas de 1955, empero,
el documento nodal donde se sustenta el criterio que utilizamos es El
punto de vista latinoamericano, presentado por Juan Manuel Mayorca en
el Sexto Congreso de las Naciones Unidas para la Prevención del De-
lito y Tratamiento del delincuente, realizado en Caracas, en 1980.
Ese documento ya menciona claramente el principio de Impu­
tabilidad Social, la aplicación en la práctica del principio de Corres-
ponsabilidad Social que deben tener los estados respecto de los ha-
bitantes de su territorio. Es, asimismo, un documento fundamental
para la incorporación definitiva del criterio de vulnerabilidad, que
es la susceptibilidad de ser dañado o herido por la privación de de-
rechos fundamentales en las etapas más frágiles de la existencia.
Podemos hablar de una vulnerabilidad psicosocial, que es propia
de la especie humana y se incrementa en los momentos históricos en
los cuales las situaciones de injusticia social fragilizan a las personas.
También nos podemos referir a una vulnerabilidad sociopenal para el
caso de aquellas personas que tienen mayor riesgo de ser captadas por
el sistema penal, en razón de los beneficios sociales que no pudieron
alcanzar por las condiciones socioeconómicas de su existencia.
Nuestro abordaje al tema de la evaluación y agrupamiento se sus-
tenta en la consideración de que el criterio de peligrosidad denota
una injusticia esencial cuando no se toma en cuenta la historia de la

1  Por las razones que en este trabajo se desarrollan, preferimos utilizar los vo-

cablos evaluación y agrupamiento en lugar de diagnóstico y clasificación, cuya


connotación es etiológica.
2  Director del Programa Penitenciario ilanud-Gobierno de la Provincia de

Buenos Aires.

[189]
190 juan carlos domínguez lostaló

vulnerabilidad de las personas, es decir, cuando se omite el principio


establecido por la experiencia que indica que rara o difícilmente alguien
es peligroso si antes no fue vulnerable.
Es clave remitirnos al gran tema del método (del griego ∏døq, que
significa camino, senda, dirección, método, sistema), para que el
modelo que utilicemos respete claramente los derechos humanos y,
por ende, promueva el avance hacia zonas de mayor libertad. En tal
sentido uno de los criterios básicos a seguir será la evaluación de tal
vulnerabilidad en la clasificación en los sistemas penitenciarios, a
efecto de no incrementar la misma por el relacionamiento forzado,
propio de las instituciones de privación de libertad.
Con frecuencia, la referencia a la necesidad de clasificación en las
cárceles es criticada como una “práctica discriminatoria”, olvidándose
que en las cárceles existen tráfico de personas intracarcelario, tratos
inhumanos y degradantes, y otras prácticas lesivas para las personas
que deben convivir encerradas. Dicha crítica no tiene en cuenta
que la clasificación para la protección de las personas la hacen los
funcionarios penitenciarios siguiendo los criterios establecidos en
la capacitación que han recibido para ello, o la utilizan las fuerzas
de seguridad no siempre en forma adecuada o sustentada en los
derechos humanos, sino durante los últimos decenios en la poco
humana doctrina de la seguridad nacional, o incluso en criterios de
distribución de las personas para obtener beneficios económicos o
de otro orden.
La corresponsabilidad social está enmarcada fundamentalmente
en el proyecto de país, que resuelve explícita o implícitamente el
destino de sus habitantes marginales o excluidos.
En la consideración de estos temas, en los grupos segregados de
la vida en comunidad mediante la privación de libertad y de mayor
vulnerabilidad (que es sensiblemente el mayor número de las perso-
nas privadas de libertad), está la posibilidad de incorporar algunos
elementos de restitución de derechos y, por consiguiente, avanzar
hacia una justicia social penitenciaria. Es obvio que las medidas al-
ternativas y las de orden de inclusión comunitaria mediante trabajo
o formas restitutivas de justicia, permiten avanzar en lo que denomi-
namos jushumanismo.
Queda establecido allí, en los principios de la plena vigencia de
los derechos humanos en el sistema penal y en las nuevas condiciones
penitenciarias, desde el jushumanismo (justicia sustentada en los
evaluación y agrupamiento 191
derechos humanos), la íntima relación entre política social y política
criminal.
Podemos considerar que en la enorme mayoría de los privados de
libertad, tenemos un indicador de fracaso de las políticas sociales.
Por lo tanto, se hace necesaria la intervención de los gobiernos de
los estados para generar una redistribución de la riqueza, o más bien
de los recursos de los habitantes de un país en forma de impuestos,
para generar las políticas sociales que permitan la Protección de los
Derechos Fundamentales, la restitución de los mismos o aun el acce-
so a ellos de los sectores que están en situación de extrema vulnera-
bilidad. En este grupo podemos ubicar a los privados de libertad en
sus formas de institucionalización cerrada (cárceles, hospitales psi-
quiátricos, instituciones de encierro en niños y jóvenes en conflicto
con la ley, etc.).
Para cumplir los objetivos mencionados en las Reglas mínimas para
el Tratamiento de los reclusos de las Naciones Unidas, consideramos que
la forma más adecuada para la clasificación o agrupamiento, es con
base en la capacidad de vinculación de las personas (relacionamien-
to con tolerancia y no agresión). Según la dificultad que presente
para tal condición el interno o interna, requiere distinta atención y
cuidado. Esto obliga a planificaciones diferenciadas y, por lo tanto, a
formar distintos grupos de técnicos y agentes de custodia por cada
unidad, los que, sin embargo, no deben cristalizarse en sólo un mo-
delo de abordaje, y deben rotar a otros módulos con la finalidad de
generar condiciones de mayor salud laboral para los empleados del
sistema.
El agrupamiento requiere que el plan, para cada privado de liber-
tad, deba personalizarse, considerando en su historia personal los
beneficios sociales a los cuales no ha tenido acceso. Si en ese bene-
ficio social potencial no se pudo cubrir una necesidad, se aumentó
su vulnerabilidad al no cubrirse un derecho fundamental. Por lo
tanto en su situación de privación de libertad debe ser restituido en
la medida de lo posible por el Estado.
Recordemos que el indicador de vulnerabilidad nos ubica en la
posibilidad de satisfacer la restitución de aquellos derechos cuyo
impacto produjo déficit de adaptación en la construcción de subjeti-
vidad. Como podemos observar, aquellos delitos de guante blanco o
dorados (del poder), o económicos en este criterio utilizado, marcan
un agravante para las personas que hayan tenido mayores recursos
192 juan carlos domínguez lostaló

y mayores accesos a beneficios y condiciones más favorables de vida.


Todo esto denota un cambio de paradigma hacia una igualdad de los
habitantes del sistema penal, una condición de mayor justicia.

cambio de un paradigma

Todo cambio implica una confrontación de concepciones y una afec-


tación de intereses corporativos y de privilegios de clase. Naturalmen-
te conlleva tiempo y enfrentamientos, con sus consecuentes proble-
mas, para instalar las nuevas bases de un sistema sustentado en una
inclusión sociocomunitaria que reserve la privación de libertad como
última ratio.
Definiremos los elementos que históricamente se dan para las
transformaciones institucionales en cuatro etapas:

1] Etapa doctrinaria, en la cual hay una evolución de posiciones con


respecto a la responsabilidad del delito como fenómeno indivi-
dual (doctrina de la peligrosidad).
2] Conquista de espacios donde aplicar las nuevas doctrinas de dere-
chos humanos (esto implica corresponsabilidad social, vulnerabi-
lidad, etc.).
3] Etapa dogmática, significa que en el desarrollo de las actividades
propias habrá que superar las posiciones ambiguas y los anterio-
res esquemas conceptuales sustentados en viejas prácticas.
4] Institucionalización del nuevo paradigma a través de la adopción
de normativas precisas y referidas en su totalidad a la nueva con-
cepción.

La transición hacia la definición del nuevo modelo de clasifica-


ción consiste en que pasamos de la clínica de la peligrosidad a la
clínica de la vulnerabilidad, lo cual nos llevó a la pregunta esencial
¿cuáles fueron las instancias historicosociales y personales que en su
entrecruzamiento condujeron a la persona a delinquir y al encarce-
lamiento?
El estudio de la vulnerabilidad sociopenal nos permite elaborar
estrategias de abordaje centralizadas, mediante políticas sociales, para
realizarse en aquellas zonas de donde provienen mayoritariamente
evaluación y agrupamiento 193
los privados de libertad o los sujetos al control social en formas alter-
nativas.
Esto permite, incluso, hasta un mapeo sociocriminológico, pues
cuando se analiza la procedencia del recluso y sus características,
permite hacer un diseño de indicadores acerca de dónde están los
lugares de emergencia específica y también las áreas donde hay pro-
blemas sociales con potencial predelictual.
Como ya se dijo, la existencia de una población desprotegida im-
plica la responsabilidad del Estado y, por ende, de las autoridades
gubernamentales. La desatención social genera en estos sectores
mayoritarios la captación selectiva del sistema penal. Por lo tanto, es
muy importante tener en cuenta el nivel de vulnerabilidad de esta
población, para no convertir instituciones que deben ser utilizadas
en caso extremos, en depósitos de personas, con lo que iríamos tras-
ladando el problema a una nueva área geográfica por el cumplimien-
to de las sanciones penales fuera de sus comunidades de origen, con
la consecuente migración artificial o el abandono de los privados de
libertad por parte de su grupo de referencia, debido a la distancia.
La clasificación enfocada en los niveles de vulnerabilidad permite
organizar el sistema de restitución de derechos. Asimismo, constituye
un sistema de información que sirve de base e insumo para la defini-
ción de una estrategia de integración de los reclusos a la sociedad.
Simultáneamente, es un registro que admite determinar las áreas
de mayor fragilidad de las acciones gubernamentales. La operación
consiguiente facilita el avance hacia la cobertura de políticas de salud,
educación y acción social, básicamente en apoyo materno-infantil y
en la atención privilegiada para los sectores más vulnerables (infan-
tes, mujeres y gerontes).
Estos señalamientos acerca de los beneficios de una clasificación
de este tipo encuentran una serie de obstáculos. Es significativo que
el personal técnico en el modelo peligrosista, goza de algunos privi-
legios, ya que sólo instala un discurso de justificación, derivando la
intervención en la custodia. Este personal suele presentar quejas, de
acuerdo con las experiencias recogidas en diversos países durante la
implementación del nuevo sistema. Podemos inferir que ya ha sido
“cooptado” por las formas más tradicionales y, por lo tanto, suele
hacer cuestionamientos a este sistema de clasificación, priorizando
sus intereses personales por sobre la necesidad de establecer el para-
digma de los derechos humanos. Es frecuente que no esté de acuer-
194 juan carlos domínguez lostaló

do con este sistema de clasificación que requiere mayor trabajo, de-


dicación y profundidad de análisis.
Esto nos lleva a afirmar que para implementar la nueva metodo-
logía se debe trabajar la clasificación, en un primer momento, me-
diante equipos externos a la institución, ya sea por incorporación
específica o por convenios con instituciones que puedan cubrir esa
primera etapa.

dispositivos de clasificación con base en la clínica


de la vulnerabilidad psicosocial y sociopenal

Las nuevas bases para una estrategia de reducción de la vulnerabili-


dad psicosocial y la vulnerabilidad sociopenal, favorecida por otras
instituciones para la inclusión sociocomunitaria, incluyen:

1] Un modelo de hombre que está definido en las convenciones y


declaraciones de derechos humanos: “El hombre es un ser social,
sujeto de derechos, y su lugar natural de pertenencia es la comu-
nidad”.
2] Los dispositivos institucionales de privación de libertad están su-
jetos al principio de intervención mínima. Han demostrado su
fracaso cuando se opera fuera de los criterios de la Clínica de la
Vulnerabilidad Psicosocial y Sociopenal. Esta nueva forma des-
ciende el nivel de encarcelamiento, sin perjuicio de la seguridad
humana en el ámbito público, cuando se complementa con polí-
ticas idóneas y competentes de prevención e intervención penal
mínimas apoyadas en los indicadores de vulnerabilidad psicoso-
cial, y no sujetas a supuestos de la opinión pública presionada
por los medios de comunicación masiva (“opinión publicada”,
como dice Elías Carranza).
3] El papel de la justicia penal puede apoyar o reforzar el sistema de
valores, pero no lo reemplaza. Tiene por función:
a] Proteger a la población-comunidad en general y a la pobla-
ción penitenciaria en particular. Reglas mínimas para el trata-
miento de los reclusos adoptadas por el Primer Congreso de las
Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento
del Delincuente, celebrado en Ginebra en 1955, y aprobadas
evaluación y agrupamiento 195
por el Consejo Económico y Social en sus resoluciones 663C
(xxiv) del 31 de julio de 1957 y 2076 (lxii) del 13 de mayo
de 1977. Reg. 69: “Tan pronto como ingrese en un estableci-
miento un condenado a una pena o medida de cierta dura-
ción, y después de un estudio de su personalidad, se estable-
cerá un programa de tratamiento individual, teniendo en
cuenta los datos obtenidos sobre sus necesidades individua-
les, su capacidad y sus inclinaciones”.
b] Mantener un orden apropiado sustentado en criterios de
participación promovida comunitariamente, criterios que se
toman como indicadores, sin violentar la ley.
c] Controlar el manejo de las instituciones en forma humana,
legal y ética, favoreciendo una capacitación y orientación
para obtener vínculos no agresivos.
4] Es fundamental el perfil del personal de los distintos segmentos
del sistema, especialmente el personal de prisiones y custodios
penitenciarios. A tal fin, los jueces coadyuvan cuando proceden a
aplicar las alternativas al encierro primero y luego la prisión si no
hay otro recurso viable. Debemos arribar a la prisión como últi-
ma alternativa, con la excepción de los casos que hemos denomi-
nado delitos de delincuencia organizada o de alta complejidad.
5] En la clasificación de los privados de libertad, y sin perjuicio de
la seguridad pública de los habitantes, se debe tomar como regla
general y esencial los criterios siguientes:
a] Egreso posible.
b] Reconciliación con su comunidad mediante eventual servi-
cio a la misma.
c] Restitución a la víctima o a la comunidad en general.

Para tales funciones se debe considerar como instrumentos claves


el papel de las organizaciones no gubernamentales, las redes comuni-
tarias, etc. Es fundamental pensar que este proceso se inicia desde la
llegada a prisión de la persona, y es base de la tarea de reinclusión so-
cial, independientemente del tiempo que deba permanecer en ella.

6] Desde el ingreso se deben fortalecer, mediante dinámicas grupales


sistemáticas, las relaciones interpersonales como eje del proceso
de sensibilización y capacitación en la vinculación con los otros.
196 juan carlos domínguez lostaló

Es de especial mención que en el curso de los últimos decenios


ha ocurrido un cambio en las poblaciones penales, con el ingreso a
prisión de algunas personas incursas en delitos de criminalidad eco-
nómica o de cuello blanco.
El agrupamiento o clasificación para los delitos económicos debe
tomar como referencia la desensibilización de quienes los realizan
en lo individual, grupal, institucional y comunitario. Por ende, el
primer parágrafo de este listado debe ser llevado con la máxima
formalidad y rigor para obtener el reconocimiento consciente de
quien cometió esos delitos con la población afectada por ellos.

dispositivo de agrupamiento o clasificación con base en el


diagnóstico de vulnerabilidad psicosocial y sociopenal

El objetivo es reducir la vulnerabilidad psicosocial y sociopenal del


privado de libertad, mediante la restitución de derechos y goce de
posibilidades para proyectar un futuro, independientemente del
tiempo de pena por descontar.
Recordemos que todo proceso de clasificación tiene su fundamen-
to en la diferenciación de las unidades de convivencia donde se esti-
mó fundamental para la ubicación, entre otros factores, la capacidad
de vinculación de las personas que comparten ese régimen de con-
vivencia.
Asimismo, se aplica el sistema en cuanto afecta a toda la población
penal procesada o sentenciada. El sistema penal ubica a los captados
por los sistemas judiciales y ubicados en la privación de libertad en
un relacionamiento forzado, por periodos que, en general, son de
larga duración. El desgaste y el roce de esta vinculación forzada pro-
ducen conductas que son, en la mayoría de los casos, agravantes no
explícitos de la pena de prisión y violatorios de derechos fundamen-
tales. Esto aumenta la vulnerabilidad de las personas en prisión y, por
ende, la peligrosidad de los convivientes y del personal de seguridad
cuando no están consideradas las formas de operar en la convivencia
según las características del módulo.
evaluación y agrupamiento 197
dispositivos para el proceso de evaluación o diagnóstico

El equipo mínimo debe estimarse en 18 personas, un director, un


subdirector, tres psicólogos, tres abogados, tres profesionales de cien-
cias sociales, tres de pedagogía y tres personas seleccionadas de se-
guridad y custodia. Se cuenta a priori con los informes médicos co-
rrespondientes.
La unidad operativa de diagnóstico debe funcionar para 24 inter-
nos, para estudiar en seis días por grupo.

herramientas de trabajo

a] Dinámicas grupales, de 1 hora 15 minutos de duración, con 7


internos, un coordinador y un observador participante con regis-
tro escrito. Los dos funcionarios que participan en estas dinámi-
cas grupales no realizan los estudios individuales de evaluación
diagnóstica de los 7 miembros del grupo que coordinan.
b] La tarea de observación pasiva es realizada por el personal de
seguridad adiestrado en clínica de la seguridad convivencial.
c] Las entrevistas individuales no deben exceder de 8 horas sema-
nales.
d] Las entrevistas grupales de diagnóstico vincular son cuatro por
semana, con una duración de una hora y media cada una.
e] Es muy importante que se incluya la posibilidad de entrevistas
con la familia, grupo de crianza o pertenencia, con un máximo
de 6 horas de duración total.
f] Las visitas comunitarias en número de uno o dos, no deben exce-
der las 6 horas.

El producto final se debate en el consejo de clasificación donde se


determina la ubicación y la planificación consensuada con el privado
de libertad, el tratamiento convivencial, y la relación con su grupo de
crianza y de pares, además del plan de educación y trabajo.
198 juan carlos domínguez lostaló

reiteramos

Son ejes de la clasificación:


El grado de sensibilidad frente a otros. Tal indicador está tomado
desde el punto de vista de las diferentes disciplinas (visión interdis-
ciplinaria y transdisciplinaria de esta realidad particular);
La descripción de la capacidad de vincular y el modelo de relacio-
namiento.
El objetivo final es la integración e inclusión sociocomunitaria con
la mayor actitud y aptitud, en el contacto humano más adecuado,
para posibilitar esta inclusión en los tiempos fijados por la justicia.

indicadores de clasificación para el agrupamiento vincular


Situación jurídica, historia criminológica Grupo de pares o de referencia, historia

Tipo de acto delincuencial Recorrido educativo formal e informal, historia


Tipo psicopatológico de relacionamiento Capacitación laboral, historia y aptitudes

Grupo de crianza o familia, historia Sociograma institucional de compatibilidad


vincular
Síntesis vulnerabilidad-peligrosidad,
indicaciones, recomendaciones, ubicación
mujeres en prisión.
un abordaje desde la perspectiva de género

maría noel rodríguez1

introducción

A pesar de que la doctrina y el ordenamiento jurídico consagran la


universalidad de los derechos humanos, esto es, que corresponden a
todas las personas en todos los sistemas políticos, jurídicos, sociales
y culturales, existe una gran brecha entre la norma y la realidad.
Las reglas del ordenamiento social responden a patrones sociocul-
turales, y por ello la concepción y aplicación de los derechos huma-
nos fue concebida desde sus inicios en clave masculina: el hombre
como centro del pensamiento humano, del desarrollo histórico y
parámetro de la humanidad.
Los derechos humanos de las mujeres fueron pensados como un
particular del universal masculino y bajo la concepción de las mujeres
como minoría.2
Las mujeres han sido discriminadas históricamente por el hecho
de ser mujeres. Se les ha dado un tratamiento desigual y discrimina-
torio en virtud de normas de conducta, de estereotipos, de valores,
de significaciones distintas y desventajosas atribuidas por la sociedad
al hecho de ser mujeres.3
Aplicar la perspectiva de género en materia de derechos humanos
permite visualizar las inequidades construidas de manera artificial,
socioculturalmente, y detectar mejor la especificidad en la protección
que requieren los grupos que sufren desigualdad o discriminación.4

1  Abogada penitenciarista, asesora del Ministerio del Interior de Uruguay.


2  Isabel Torres, “Marco jurídico de la protección internacional de los derechos
humanos de las mujeres”, ponencia presentada en Querétaro, México, julio de
2003.
3  Isabel Torres, “Respecto de la aplicación del principio de no discriminación

e igualdad en materia de derechos humanos”, ponencia presentada en Managua,


Nicaragua, 24 de marzo de 2004.
4  Los derechos humanos de las mujeres: fortaleciendo su promoción y protección interna-

cional, iidh-cejil, 2004.

[199]
200 maría noel rodríguez

mujeres en prisión. un grupo especialmente discriminado

No obstante el reducido número de mujeres criminalizadas y encar-


celadas, éstas constituyen un colectivo especialmente vulnerable de-
bido al entorno que caracteriza su encarcelamiento. Las cárceles de
mujeres se ven afectadas por los mismos problemas que enfrentan
las prisiones de varones y algunos otros adicionales que las afectan
de manera particular y grave.
La pena privativa de libertad es una pena violenta y perversa tan-
to para hombres como para mujeres, sin embargo las mujeres priva-
das de libertad presentan características peculiares a su condición de
género, que hacen que vivan el encierro en forma diferente, que
estén expuestas a situaciones de agresión física, psicológica o sexual
y que sufran consecuencias no aplicables a los varones.
La prisión para la mujer es un espacio genéricamente discrimina-
dor y opresivo que se expresa en la desigualdad en el tratamiento
que reciben, el diferente sentido que el encierro tiene para ellas, las
consecuencias para su familia y la concepción que la sociedad les
atribuye.5

la legislación internacional en materia de derechos


humanos y las mujeres

Los instrumentos internacionales de Derechos Humanos contienen


normas que evidencian el compromiso de los estados para garantizar
la igualdad ante la ley y la vigencia de los derechos “sin discriminación
alguna por motivo –entre otros– de sexo”.
El Pacto de Derechos Civiles y Políticos, en su artículo 2, establece
que los estados partes se comprometen a respetar y a garantizar a
todos los individuos que se encuentren en su territorio y estén sujetos
a su jurisdicción los derechos reconocidos en el Pacto, sin distinción
alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de
otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimien-
to o cualquier otra condición social.

5  Carmen Anthony, Mujeres confinadas, 2001.


mujeres en prisión 201
El Pacto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, en su
artículo 2.2, establece que los Estados Partes se comprometen a
garantizar el ejercicio de los derechos que en él se enuncian, sin
discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma,
religión, opinión política o de otra índole, origen nacional o so-
cial, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición
social.
Los instrumentos internacionales referidos a los derechos de las
mujeres, en particular la Convención sobre la eliminación de todas
las formas de discriminación contra la mujer y la Convención intera-
mericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la
mujer, reafirman los principios de igualdad y no discriminación y
reconocen el derecho de las mujeres a una vida sin violencia y sin
discriminación.
La Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradi-
car la violencia contra las mujeres advierte sobre la vulnerabilidad a
la que están expuestas las mujeres privadas de libertad, e intima
considerar a los estados partes esta circunstancia al momento de
adoptar las medidas necesarias para prevenir, sancionar y erradicar
la violencia contra la mujer.
El 13 de marzo de 2008 mediante la resolución 01/08 la Comi-
sión Interamericana de Derechos Humanos adoptó los Principios y
buenas prácticas sobre la protección de las personas privadas de libertad
en las Américas. Este documento incorpora varias disposiciones re-
lacionadas con la situación de la mujer privada de libertad, esta-
bleciendo expresamente que no serán discriminatorias las medidas
que se destinen a proteger exclusivamente los derechos de las
mujeres, en particular de las mujeres embarazadas y de las madres
lactantes.

marco legal de la privación de libertad de las mujeres

Reglas mínimas para el tratamiento de los reclusos adoptadas por el Primer


Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Tra-
tamiento del Delincuente –Ginebra 1955– y aprobadas por el Conse-
jo Económico y Social en sus resoluciones 663C (xxiv) del 31 de
julio de 1957 y 2076 (lxii) del 13 de mayo de 1977.
202 maría noel rodríguez

En el marco de las Reglas mínimas encontramos algunas disposicio-


nes que están relacionadas en forma directa con las mujeres privadas
de libertad:
La regla núm. 8 establece que las personas detenidas serán alojadas
según diversas categorías, por lo que hombres y mujeres deberán ser
recluidos –hasta donde fuere posible– en establecimientos diferentes.
En un establecimiento mixto el conjunto de locales destinados a las
mujeres presas deberá estar completamente separado de las áreas
destinadas a reclusos.
La regla núm. 23.1 establece que: 1] en los establecimientos para
mujeres deben existir instalaciones especiales para las reclusas emba-
razadas, las que acaban de dar a luz y las convalecientes; 2] en la
medida de lo posible el parto deberá realizarse en un hospital civil
pero si el niño o niña nace en el establecimiento no deberá constar
en su partida de nacimiento; 3] cuando se permita a las madres con-
servar a sus niños o niñas deberán organizarse guarderías infantiles
con personal calificado.
La regla núm. 53 establece que: 1] en los establecimientos mixtos,
el sector femenino estará bajo la dirección de una mujer; 2] ningún
funcionario varón ingresará al sector femenino sin ir acompañado
de personal femenino; 3] la vigilancia de las reclusas será ejercida
exclusivamente por funcionarias, sin que esto implique que funcio-
narios del sexo masculino, especialmente médicos y docentes desem-
peñen sus funciones profesionales.
Sin perjuicio de reconocer la trascendencia y el valor que las Reglas
mínimas han reportado en materia penitenciaria, entendemos que las
mismas se rigen bajo un concepto erróneo de la igualdad, que parte
de la ideología de que hombres y mujeres son iguales y que, por lo
tanto, ambos están incluidos en un término genérico, “reclusos”.
Todo el documento se refiere al término recluso, sin embargo
cuando se hace mención a la necesidad de instalaciones para el tra-
tamiento de reclusas embarazadas y a la presencia de menores de
edad, aparece el término mujer. Se evidencia una equivalencia entre
lo femenino y lo maternal, lo que reproduce vínculos que materna-
lizan e infantilizan a las mujeres.
Situación muy similar ocurre en las legislaciones penitenciarias de
los países de la región, donde se advierte la falta de previsión de las
necesidades específicas de las mujeres, concentrándose en la mujer
madre, presentado como sinónimos mujer-familia estableciendo que
mujeres en prisión 203
las únicas necesidades de las privadas de libertas son las que están en
función de su maternidad.6
Las legislaciones no hacen referencia por ejemplo a la obligatorie-
dad de proveer elementos de higiene femeninos o brindar atención
médica especializada que respete las diferencias físicas y biológicas y
que atienda las necesidades en materia sexual y reproductiva.
Para analizar la situación de las mujeres privadas de libertad
debe tenerse en cuenta, por un lado, el concepto de discriminación
directa –que se refiere a las situaciones en las cuales, leyes, regla-
mentos o prácticas, excluyen de manera expresa a determinadas
personas en razón de su situación o condiciones– y, por otro lado, la
discriminación indirecta, que refiere a las situaciones en las cuales,
las leyes, reglamentos o prácticas, a primera vista neutrales, por su
aplicación afectan de manera desproporcionada a integrantes de
ciertos grupos.
Mediante una revisión crítica de los procedimientos y prácticas de
los sistemas penitenciarios y del análisis de los desequilibrios existen-
tes en la atención de la población carcelaria femenina, es que se
constata la afectación del principio de igualdad y no discriminación,
principalmente por la existencia de prácticas de discriminación indi-
recta en perjuicio de las mujeres privadas de libertad.
Debe tenerse presente, tal como lo establecen el Conjunto de Prin-
cipios para la protección de todas las personas privadas de libertad
(Naciones Unidas, 1988) y los Principios y Buenas Prácticas sobre las
personas privadas de libertad en las Américas (cidh, 2008) que “no
serán consideradas discriminatorias las medidas que se destinen a
proteger exclusivamente los derechos de las mujeres, en particular de
las mujeres embarazadas y de las madres lactantes; de los niños y ni-
ñas; de las personas adultas mayores; de las personas enfermas o con
infecciones, como el vih-sida; de las personas con discapacidad; así
como de los pueblos indígenas, afrodescendientes y de minorías”.
A través de acciones afirmativas o de discriminación positiva (que
pueden ser una norma legal, una decisión judicial, una política pú-
blica o una directriz oficial) se pretende alcanzar la igualdad de
oportunidades para las mujeres, los pueblos indígenas o afrodescen-
dientes u otras poblaciones socialmente discriminadas y reducir la
brecha de desigualdades entre varones y mujeres.

6  Carmen Anthony, Mujeres confinadas, 2001.


204 maría noel rodríguez

mapeo de las condiciones de reclusión de las mujeres


privadas de libertad. dos estudios regionales

El tema de la mujer y su relación con el sistema penal ha sido poco


desarrollado, lo que queda de manifiesto por la carencia de estudios
e investigaciones sobre la criminalidad femenina.
Los estudios sobre mujeres en prisión también son limitados, sin
embargo, en los últimos años ha habido una mayor preocupación no
sólo de las condiciones de reclusión de las mujeres, sino también de
las causas por las cuales las mujeres delinquen.
En esta presentación se comparten las principales conclusiones y
recomendaciones de dos estudios regionales, los cuales abordaron la
situación carcelaria desde una perspectiva de género, lo que implicó
el análisis de la condición de las mujeres presas y las relaciones de
poder que aparecen explícitas e implícitas en las políticas peniten-
ciarias y en las prácticas institucionales.

1] Estudio sobre las condiciones de las mujeres en prisión en los


países de América Central con énfasis en la situación de las
mujeres madres y sus hijos e hijas menores de edad, realizado
por la oacnudh y el ilanud en el año 2003. Las recomen-
daciones de este estudio fueron objeto de un taller regional
realizado en San José de Costa Rica en febrero de 2004, en el
cual se adoptó un plan de acción e implementación de dichas
recomendaciones.
2] Informe Regional realizado por cejil y otras organizaciones so-
ciales (capitulo boliviano de Derechos humanos, democracia y
desarrollo, cladem, codehupy, Coordinación de Mujeres de Pa-
raguay, inecip, serpaj, Universidad Diego Portales) sobre la si-
tuación de las mujeres presas en Argentina, Bolivia, Chile, Para-
guay y Uruguay.
3] Este estudio tuvo como objetivo presentar un informe sobre la
situación regional de las mujeres recluidas ante la Comisión In-
teramericana de Derechos Humanos (audiencia específica reali-
zada en el periodo de sesiones del mes de noviembre de 2006),
así como contribuir al proceso de consulta impulsado desde la
Comisión para la redacción de la Declaración de Principios sobre
la protección de las personas privadas de libertad.
mujeres en prisión 205
Como referimos anteriormente, las cárceles de mujeres presentan
los mismos problemas y deficiencias que las cárceles de varones y
existen condiciones carcelarias que son comunes a varones y mujeres
privados de libertad a nivel regional (crecimiento generalizado de las
tasas de encierro, hacinamiento carcelario, abuso de la prisión pre-
ventiva, deficientes condiciones de habitabilidad, prestaciones básicas
insuficientes).
Sin embargo existen algunas características particulares de la re-
clusión de las mujeres que se enuncian a continuación.

principales características de las condiciones de reclusión


de las mujeres presas en américa latina

1] Las mujeres representan, en promedio, 6.5% del total de las per-


sonas privadas de libertad. Una consecuencia de este bajo por-
centaje es la invisibilidad de su problemática en el funcionamien-
to de los sistemas penitenciarios, los que tienden a organizarse
sobre la base de las necesidades de los reclusos varones (véase el
cuadro al final).
Las mujeres en prisión se convierten en sujetos ausentes e invisi-
bles dentro de la institución.7 A una normativa que no contempla las
especificidades de las mujeres privadas de libertad, se suma una
práctica que refuerza las desigualdades de género existentes en la
propia sociedad.
  La delincuencia femenina ha sido poco estudiada y ha estado
ausente de la agenda de política criminal de nuestros países. El co-
nocimiento criminológico, así como el derecho penal han sido
construidos por hombres, sobre el hombre en conflicto con la ley
penal.
Los diversos enfoques criminológicos han tendido a restar impor-
tancia a las mujeres como autora de delitos, ya sea por el escaso
número de mujeres que delinquen o por la estereotipación de los
delitos femeninos al ámbito de los “delitos de género”.8

7 Elena Azaola, Prisiones para mujeres: un enfoque de género,. 1998.


8 Decio Metifogo, Relación madre-hijo: situación de las mujeres encarceladas, mayo
de 2001.
206 maría noel rodríguez

En la actualidad, la participación de la mujer en otros delitos va


dejando atrás los típicos delitos femeninos de infanticidio, parricidio
o aborto, cobrando especial relevancia los delitos relacionados con
la venta y el tráfico de drogas.
La reducida cifra de encarcelamiento de mujeres ha intentado ser
explicada utilizando variados argumentos; desde las teorías biológicas
de corte lombrosiano, a los enfoques de tipo sociológico que refieren
a factores culturales y socioeconómicos. Entre estos últimos destacan
las perspectivas que se centran en el estudio del control social y penal
de las mujeres.
La profesora Elena Larrauri sostiene que una de las razones por
la cual las mujeres delinquen menos, es que el control social informal
es más intenso, entendido éste como el conjunto de respuestas ne-
gativas que suscitan determinados comportamientos que vulneran
normas sociales, que no cumplen las expectativas de comportamien-
to asociados a determinado género o papel.9 El intenso control social
sobre las mujeres mediante la construcción de una función de géne-
ro que limita su actividad en la esfera pública –aquélla donde los
delitos son detectados y perseguidos– produce la consecuente reduc-
ción del control punitivo sobre ellas.

2] Las estadísticas revelan que el encarcelamiento de mujeres ha ve-


nido en aumento y que la mayoría de ellas ha cometido delitos
relacionados con la venta y el tráfico de drogas y delitos contra la
propiedad.
El endurecimiento de la legislación contra el tráfico de drogas ha
tenido importantes repercusiones en el número de mujeres encarcela-
das y, como consecuencia, el ritmo del incremento de reclusas ha sido
mayor que el de los varones. En algunos países esta situación ha provo-
cado un importante incremento del número de reclusas extranjeras.
Respecto a los delitos de venta y trafico de drogas es necesario
realizar las siguientes puntualizaciones: el tráfico de drogas es una
actividad que suele permitir a las mujeres seguir desempeñando los
papeles asignados culturalmente (madre, esposa y ama de casa) y,
por otra parte, la alta rentabilidad del tráfico de drogas contra la baja
rentabilidad del trabajo femenino, aparece como otro factor decisivo
en el ingreso al tráfico de estupefacientes.

9  Elena Larrauri, Mujeres, derecho penal y criminología, 1994.


mujeres en prisión 207
El papel desempeñado por las mujeres en el círculo del narcotrá-
fico generalmente corresponde al último eslabón: entregar sustancias
a los consumidores o transportar la droga a través de las fronteras.
Las mujeres son quienes mueven la droga y como representan la
parte más visible y expuesta de la cadena, corren el mayor riesgo de
ser detenidas.
Estas pequeñas transportistas corren el riesgo de sufrir graves
consecuencias para su salud y hasta de perder sus vidas, ya que al ser
detenidas son sometidas a brutales procedimientos para expulsar la
droga.
Muchas de estas mujeres cuando son detenidas se encuentran lejos
de su familia y de su país, no tienen expectativas de salir de la prisión
debido a las largas condenas y, por ser extranjeras, carecen de bene-
ficios penitenciarios.
La relación conyugal, filial, o materna con los hombres está en la
base de la trasgresión. Hay dos tipos de mujeres ligadas a las drogas:
mujeres que cometen delitos junto a los hombres y son apresadas
con ellos y mujeres conminadas al delito por el hombre preso, en
especial traficando en la cárcel.10
En algunos países el consumo de drogas ilícitas afecta a muchas
de las mujeres reclusas y de hecho es el principal motivo de su en-
carcelamiento, ya que la adicción las lleva a ingresar en actividades
delictivas.

3] La mayoría de las mujeres presas provienen de sectores sociales


marginalizados, su nivel educativo es bajo y su formación laboral
muy precaria, lo que las coloca en una situación de especial vul-
nerabilidad para ser captadas por un sistema penal fuertemente
selectivo.
El sistema penal es por naturaleza selectivo, ya que normalmente
capta su clientela entre los individuos pertenecientes a sectores espe-
cialmente vulnerables y, como además posee un altísimo componente
androcéntrico, las mujeres resultan doblemente discriminadas, por su
género y porque en términos generales comparten con los hombres
su pertenencia a los sectores más desfavorecidos de la sociedad.

10  Marcela Lagarde, Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas

y locas, unam, 1993.


208 maría noel rodríguez

4] Las prisiones de mujeres no son ajenas al maltrato y a los abusos


que afectan las prisiones en general, pero los abusos no son úni-
camente perpetrados por integrantes del personal penitenciario
o policial, sino que la violencia también se manifiesta entre las
mismas reclusas.
El cacheo, las requisas, los registros a las reclusas son un procedi-
miento muchas veces necesario por razones de seguridad, pero sue-
len causar mucha vergüenza y humillación, no sólo en las reclusas
sino también en el personal que debe realizarlas.
Una especial preocupación en varios países de la región son los re-
gistros corporales invasivos que se practican a las reclusas en ocasión
de la visita o de sus salidas especiales y a las personas que ingresan
como visita.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos en el caso X
y Y (10.506/96 contra Argentina), estableció cuatro condiciones para
los efectos de establecer la legitimidad excepcional de una revisión
o inspección vaginal, que podrían ser consideradas condiciones mí-
nimas e indispensables para la práctica de estas requisas en todos los
sistemas penitenciarios de la región:
Necesidad absoluta: las inspecciones de esta naturaleza únicamente
deberían realizarse en casos específicos cuando existan razones para
creer que hay un peligro real para la seguridad del establecimiento.
a] No existencia de una opción alternativa: existen medios más ra-
zonables y eficientes para garantizar la seguridad interna peni-
tenciaria, como la inspección de celdas, detectores de metales u
otros medios tecnológicos. La Comisión hace aplicación del prin-
cipio de mínima afectación que obliga al Estado a escoger entre
las medidas aptas para lograr el objetivo de seguridad, la menos
lesiva para los derechos.
b] La existencia de una orden judicial: la inspección vaginal consti-
tuye una intrusión tan íntima del cuerpo de una persona que re-
quiere una orden judicial.
c] El procedimiento debe ser realizado por profesionales de la sa-
lud: la realización de este tipo de requisa corporal sólo debería
ser realizada por profesionales de la salud, con la estricta obser-
vancia de seguridad e higiene.

5] En la mayoría de los países existe un solo centro penitenciario


femenino (o no existen los suficientes), lo que provoca el des-
mujeres en prisión 209
arraigo de aquellas mujeres que residen lejos del centro penal o
la reclusión en anexos de cárceles masculinas.
En los orígenes de la prisión, las mujeres eran recluidas en insti-
tuciones benéficas que por lo general se encontraban bajo la direc-
ción de órdenes religiosas, como la Orden del Buen Pastor. La laici-
zación del sistema penal llevó a las mujeres a prisiones de hombres.
Este desplazamiento no fue precedido de un estudio sobre las parti-
cularidades de éstas y las mismas fueron ingresadas en modelos pe-
nitenciarios completamente masculinos.
Como sostiene el profesor Borja Mapelli, en un reciente artículo
publicado en el marco de una investigación realizada en el año 2005
sobre mujeres recluidas en Perú, la única preocupación del legislador
fue evitar la promiscuidad sexual separando físicamente hombres y
mujeres y cubrir los servicios de gestación y maternidad ante la even-
tualidad de un embarazo durante la ejecución de la pena.
A diferencia de lo que sucede con los varones, las mujeres son
escasamente visitadas y muchas abandonadas en prisión. Pero no sólo
la ubicación de los centros de detención opera como un obstáculo
para el contacto con sus familiares y amigos, sino también la falta
de condiciones mínimas de infraestructura (p. ej. salones de visitas
adecuados), los controles de seguridad a los que en muchas opor-
tunidades son sometidas los y las visitantes y los requisitos para el
ingreso (p. ej. revisiones corporales, prohibición de usar pantalones,
exhibición de toalla higiénica, etcétera).
Las cárceles de mujeres generalmente son pequeños edificios im-
provisados, equipados con menos instalaciones que las prisiones para
varones y poco espacio para actividades educativas, culturales o re-
creativas o son viejas infraestructuras hacinadas. El único criterio de
agrupación que en general existe, es mantenerlas separadas de los
varones, sin embargo no se respetan el resto de los criterios de clasi-
ficación que establecen las normas vigentes.
Recientemente y como consecuencia del aumento de la población
femenina se han construido cárceles tomando como referencia los
modelos arquitectónicos de las cárceles de varones porque es más
“sencillo y económico”, lo que provoca la reclusión de mujeres en
establecimientos con niveles de seguridad excesivamente despropor-
cionados para el perfil que presentan las reclusas, muchas de la cuales
son encarceladas por delitos menores.
Por la carencia de establecimientos regionales femeninos, se pro-
210 maría noel rodríguez

duce la reclusión de mujeres en sectores o anexos de los estableci-


mientos masculinos, sin un diseño y organización apropiados, provo-
cando la restricción de derechos, eventuales abusos y actos de
violencia contra las mujeres, lo que por otra parte manifiesta el papel
de la mujer en función del varón preso: un anexo.
Por otra parte, muchos establecimientos penitenciarios a pesar de
lo establecido en las legislaciones nacionales y en las Reglas mínimas,
no tienen instalaciones especiales para las reclusas embarazadas, ni
guarderías o programas de atención para los niños y niñas que con-
viven con sus madres.
La comisión especial de políticas carcelarias del Parlamento Lati-
noamericano en su informe de marzo de 1999 estableció que el
“problema fundamental de las prisiones de mujeres lo constituye la
presencia de hijos e hijas de las reclusas, los que conviven con ellas
hasta muy diferentes edades. En alguna situación extrema se ha
comprobado que los niños nunca han consumido leche, pasando de
la lactancia a compartir el ‘rancho’ destinado a sus madres”.
La separación y el cuidado de sus hijos e hijas son la principal
causa de depresión y preocupación de las mujeres presas. El castigo
a la madre es siempre el castigo al hijo; si el hijo permanece con la
madre en la cárcel, se encuentra preso como ella, y si no, vive la
pérdida de la madre en la vida cotidiana.11
La posibilidad de que las madres vivan con sus hijos depende
muchas veces de la capacidad física del establecimiento y del grado
de hacinamiento. Cuando la legislación o los reglamentos lo permi-
ten, las guarderías generalmente se improvisan en piezas o espacios
no preparados y no se prevén los programas y cuidados necesarios.

6] El desempleo o el empleo sin remuneración y el limitado acceso


a actividades laborales y educativas, son prácticas frecuentes en-
tre las mujeres privadas de libertad, lo que vulnera los preceptos
consagrados en la normativa nacional e internacional.

7] La discriminación que existe extramuros se reproduce y acentúa


al interior de los centros penitenciarios, los que constituyen un
modelo de encierro androcéntrico.

11  Marcela Lagarde, Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas

y locas, unam, 1993.


mujeres en prisión 211
Se tiende a reproducir los estereotipos sociales de género, reafirman-
do a las mujeres en sus funciones domésticas. Veamos dos ejemplos:
 A las mujeres se les sigue impartiendo cursos y enseñanzas que
la tradición ha entendido propios de su sexo, los que no con-
fieren independencia ni posibilidades de real inserción laboral
(corte y confección, bordado, cocina, manualidades).
 A las mujeres se les niega o dificulta el ejercicio de derechos
que les son inherentes, como las visitas íntimas.

Muy pocas cárceles latinoamericanas de mujeres han reglamenta-


do el derecho a la visita íntima, que aunque no esté formalmente
negado, el mismo no se ha implementado debidamente.
En los establecimientos donde las mujeres acceden al derecho de
visita íntima, éstas son objeto de fiscalizaciones y exigencias que los
varones no sufren, como el uso forzoso de anticonceptivos o la obli-
gación de probar el vínculo conyugal o de pareja estable con el visi-
tante (en contrapartida en algunas cárceles de hombres se permite
el ingreso de prostitutas sin control sanitario).
La imposibilidad de estas visitas no sólo se da en el plano regla-
mentario sino también, por las limitaciones en la infraestructura, la
que no siempre cuenta con lugares apropiados para el desarrollo de
estas visitas.

8] Mujeres reclusas que se encuentran en una especial situación de


discriminación y ameritan una atención especial:
a] Mujeres lesbianas. Estas mujeres son discriminadas y marginaliza-
das en la vida cotidiana de los centros penales y en la mayoría de
los países carecen del derecho de visita íntima. A propósito de
este punto debemos recordar que la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos declaró admisible un caso relacionado
con el derecho de una reclusa a tener visitas íntimas con su com-
pañera de vida (Caso 11.656 contra Colombia) y la Corte Consti-
tucional colombiana mediante sentencia de tutela 499/03, orde-
nó a la directora de un centro femenino posibilitar la visita
homosexual.
b] Mujeres extranjeras. Estas mujeres presentan necesidades espe-
ciales fundamentalmente derivadas del contacto con su familia,
la necesidad de comunicarse en su idioma y la posibilidad de ser
trasladadas a su país de origen.
212 maría noel rodríguez

c] Las mujeres indígenas. Estas mujeres no siempre acceden a un


traductor durante su proceso o durante su reclusión, y sus prác-
ticas culturales no siempre son respetadas. La situación de las
mujeres reclusas provenientes de etnias indígenas debe ser ana-
lizada con especial atención a lo establecido por la Convención
Internacional sobre la eliminación de todas las formas de discri-
minación racial y el Convenio número 169.

9] En relación con la asistencia médica, las mujeres no cuentan con


una atención suficiente, adecuada, de calidad, equivalente y co-
ordinada, que contemple las diversas áreas de la salud.
La falta de una adecuada atención psicológica, sumada a la con-
cepción estereotipada de la mujer encarcelada como una persona
conflictiva y emocional, conlleva a que en las cárceles de mujeres se
suministre excesiva medicación. Por este motivo, el nivel de prescrip-
ciones de antidepresivos y sedantes es, en general, mucho mayor que
entre los varones en la misma situación. Esto no es extraño si se
tiene en cuenta que, a lo largo del tiempo, la perturbación mental
ha sido considerada una de las causas más importantes de la crimi-
nalidad femenina y, por lo tanto, la medicación y la internación
psiquiátrica eran –y son todavía en muchos casos– prácticas habitua-
les en el campo penitenciario.12

10] Los reglamentos disciplinarios generalmente son diseñados para


los varones y no siempre contemplan las particularidades de las
mujeres.
En relación con el tratamiento disciplinario las sanciones aplicadas
a las mujeres tienden a afectar aquello más valorado dentro de la
prisión. Los castigos más severos son los que afectan las visitas o
cualquier otro contacto con el mundo exterior y en particular con
su familia.
El uso del aislamiento está generalizado y preocupa la eventual
utilización del mismo con mujeres embarazadas o que residan con
sus hijos o hijas.

11] Los presupuestos asignados a los sistemas penitenciarios resultan


en su totalidad insuficientes, y en muchas ocasiones se carece de

12  Elizabeth Almeda, Corregir y castigar, Barcelona, Ediciones Bellaterra, 2002.


mujeres en prisión 213
rubros presupuestarios específicos, ya sea para medicinas, artícu-
los de aseo personal, ropa de cama y para las cubrir las necesida-
des de los niños o niñas que residen con sus madres.

12] En relación con los recursos humanos, se carece de adecuados


procesos de selección y capacitación. El personal penitenciario
femenino no ocupa en forma equitativa cargos de jerarquía en la
administración penitenciaria, sus opiniones no siempre se reco-
gen en los procesos de formulación de políticas.

13] En la mayoría de los países no se cuenta con programas de ayuda


pospenitenciaria que apoyen a la mujer al recuperar su libertad y
faciliten su inserción social y laboral.
En síntesis, los estados no cumplen a cabalidad la normativa inter-
nacional en la materia y, por lo tanto, los derechos humanos no tienen
el carácter de universalidad para con las mujeres privadas de libertad.

recomendaciones urgentes e inmediatas


con relación a las mujeres privadas de libertad

Estas recomendaciones son factibles de ser implementadas en un


corto plazo, sin que necesariamente impliquen una fuerte inversión
económica.

1] Introducir programas que analicen transversalmente la situación


de las mujeres privadas de libertad desde una perspectiva de gé-
nero, como forma de garantizar la igualdad de oportunidades y
efectivizar una intervención penitenciaria ajustada a los derechos
humanos.
Estos programas deberían incluir: el diseño de infraestructura
adecuada, la elaboración de reglamentos internos, la garantía de
acceso a los beneficios penitenciarios, la preparación de programas
educativos y de capacitación laboral, la construcción de guarderías y
el diseño de programas especiales para los niños y niñas, el apoyo
poscarcelario, la capacitación del personal, etcétera.
Tal como sostiene Rosa del Olmo, se requiere generar más cono-
cimiento y fomentar la toma de conciencia sobre la necesidad de que,
214 maría noel rodríguez

a través de la investigación y de una equitativa administración de


justicia, se priorice la formulación de una política criminal que co-
rresponda a la especificidad de la mujer.

2] Todos los países de la región cuentan con planes de construcción


carcelaria en ejecución. Entendemos que deberían utilizarse en
mayor medida sanciones alternativas a la pena de prisión, pero,
si han de construirse cárceles, debería programarse la construc-
ción de los establecimientos penitenciarios con el objetivo de
lograr una adecuada distribución regional de éstos, evitando el
desarraigo de las mujeres privadas de libertad y contemplando
las necesidades de las mujeres en prisión.
3] La conveniencia o inconveniencia de que los hijos e hijas meno-
res permanezcan junto a sus madres en los establecimientos, es
una discusión de larga data en la región, sobre la que entende-
mos no es oportuno pronunciarse en este momento. Lo cierto
es que los estados deben respetar la normativa internacional en
relación con los derechos de los niños y niñas que se encuentran
con sus madres en prisión, situación que los torna especialmente
vulnerables, por lo que deben adoptarse todas las medidas nece-
sarias para su atención y protección.
Ante la evidencia de que muchas mujeres reclusas carecen de re-
ferentes familiares o afectivos que puedan asumir el cuidado de sus
hijos o hijas, es necesario:
 instalar sectores o unidades maternales y guarderías en los cen-
tros penales y asegurar las condiciones apropiadas para satisfacer
las necesidades alimenticias, médicas, educativas, emocionales y
de desarrollo de los niños y niñas que viven con sus madres en
prisión.
 aplicar el arresto domiciliario de la reclusa madre durante los
primeros años de vida de su hijo o hija (son ejemplos las siguien-
tes: leyes colombianas números 750/02 y 1142/07 que consa-
gran la prisión domiciliaria para reclusas embarazadas o madres
cabeza de familia con hijos o hijas menores de edad o que su-
frieren incapacidad permanente; ley uruguaya núm. 17.897/05,
que habilita la prisión domiciliaria a mujeres en el último tri-
mestre del embarazo y los tres primeros meses de lactancia; ley
boliviana núm. 2298 que consagra la detención domiciliaria para
mujeres embarazadas y hasta 90 días posteriores al parto; ley
mujeres en prisión 215
argentina núm. 26.472/09 que habilita al juez a disponer el
cumplimiento de la pena impuesta en detención domiciliaria a
la mujer embarazada y a la madre de un niño menor de cinco
años o de una persona con discapacidad a su cargo, etcétera).

4] Avanzar hacia el pleno acceso a la educación, el trabajo, la cul-


tura, la recreación y el deporte de las mujeres en prisión, con
programas que faciliten desarrollar su vocación, posibiliten su
inserción laboral y un adecuado desarrollo personal.
Se requiere implementar programas de reinserción social que
desalienten la asignación de papeles y patrones estereotipados de
comportamiento, brindando iguales oportunidades de formación y
trabajo a las mujeres. Tal como establecen las reglas europeas a texto
expreso, ninguna discriminación con base en el sexo debe emplear-
se a la hora de distribuir las modalidades de trabajo (Regla 26.4).

5] Implementar medidas para mejorar el acceso de las mujeres a


una atención médica especializada (incorporando ginecólogas,
pediatras y otros especialistas), que contemple sus diferencias fí-
sicas y biológicas y que pueda atender adecuadamente sus nece-
sidades en materia de salud sexual y reproductiva.
Deben proveerse regularmente a las mujeres privadas de libertad
los artículos indispensables para las necesidades sanitarias propias de
su sexo.
Asimismo debe brindarse asesoramiento sobre el consumo de
drogas, atender los problemas de salud mental e incorporar progra-
mas de atención a la violencia; involucrando a los ministerios de salud
pública y a otras entidades gubernamentales o privadas.

6] Desarrollar programas de capacitación para el personal desde la


perspectiva de género, siendo imprescindible que al momento
de la selección y capacitación del personal penitenciario se con-
sidere que parte de la población reclusa está compuesta por mu-
jeres.

7] Implementar programas de atención y apoyo a las mujeres libe-


radas y utilizar mecanismos de discriminación positiva para su
efectiva reinserción socio-laboral, como por ejemplo el sistema
de cupos establecido en la ley uruguaya 17.897 la que prevé una
216 maría noel rodríguez

norma a través de la cual es obligatorio que en las licitaciones de


obras y servicios públicos, las empresas adjudicatarias contraten
a personas liberadas registradas en la Bolsa de Trabajo del Patro-
nato de Encarcelados y Liberados.
8] Identificar buenas prácticas penitenciarias e intercambiar infor-
mación y experiencias entre los distintos sistemas y operadores
penitenciarios.

recomendaciones generales

1] Adoptar medidas efectivas para prevenir y erradicar el hacinamien-


to en los lugares de privación de libertad, por medio del diseño y
la ejecución de políticas y acciones tendientes a garantizar, entre
otras, la rápida administración de justicia, el control eficaz de la
ejecución de las penas y la aplicación oportuna de las medidas cau-
telares alternativas o sustitutivas a la privación de libertad.
Respetar la capacidad máxima de los centros de reclusión, la que
debe ser fijada conforme a los estándares internacionales, e imple-
mentar las medidas apropiadas para mejorar y adecuar la infraestruc-
tura de las instituciones carcelarias, garantizando la distribución ra-
cional de la población reclusa en los establecimientos disponibles.

2] Impulsar la carrera penitenciaria, profesionalizar y dignificar la


función del personal y fortalecer las escuelas de capacitación, in-
corporando la perspectiva de género en la currícula.
Por otra parte, es necesario reafirmar el carácter civil de los siste-
mas penitenciarios y sus direcciones, ya que se observa en algunos
países una preocupante militarización de la función penitenciaria,
como asimismo se observan países que aún mantienen su servicio
penitenciario bajo la órbita policial, en contradicción con las reco-
mendaciones y buenas prácticas internacionales.

3] Establecer presupuestos adecuados para que los sistemas puedan


dar cumplimiento en forma efectiva a su labor, ya que la priva-
ción estatal de la libertad implica sólo la restricción de la libertad
ambulatoria, por lo que el Estado está obligado a proporcionar
todos los elementos necesarios para una vida digna.
mujeres en prisión 217
4] Propiciar mecanismos de participación de las personas privadas
de libertad en actividades y programas especiales de la adminis-
tración del centro de reclusión (prestación de servicios como la
alimentación y limpieza, actividades educativas, religiosas, depor-
tivas), con la participación de la comunidad, de organizaciones
no gubernamentales y de otras instituciones privadas, como for-
ma de transparentar y democratizar la administración carcelaria.
5] Aprobar leyes penitenciarias o de ejecución de la pena, que brin-
den un marco legal para el funcionamiento del sistema peniten-
ciario, en los países donde aún no se cuenta con ellas y revisar y
modernizar las leyes existentes.
6] Crear y fortalecer la justicia de ejecución o vigilancia penitencia-
ria, a efectos de jurisdiccionalizar la ejecución de la pena y lograr
una efectiva vigilancia judicial.
7] Crear y fortalecer los órganos de protección de los derechos hu-
manos, especializándolos desde la perspectiva de género.
8] Ratificar el Protocolo Facultativo a la Convención contra la tor-
tura y otros tratos crueles, inhumanos o degradantes, y dar cum-
plimiento a sus disposiciones designando o creando los mecanis-
mos nacionales de prevención.

Llegando al final de este trabajo debemos insistir en que el pro-


blema carcelario –tal como lo ha sostenido ilanud en reiteradas
oportunidades– debe abordarse en el ámbito de la necesidad de re-
formas integrales y en el marco del diseño de una nueva política
criminal.
Esta nueva política criminal debería consagrar como mínimo los
siguientes objetivos:

1] Evitar el ingreso a la justicia penal o desviar de ella los casos que


no deberían ser motivo de esa respuesta, promoviendo mecanis-
mos como la conciliación, mediación y reparación a la víctima.
2] Implementar sanciones no privativas de libertad, reservando la
cárcel para los delitos violentos y que causen grave daño social.
3] Asegurar que en los procedimientos judiciales o administrativos
se garantice la libertad personal como regla general y se aplique
como excepción la privación preventiva de la libertad, observan-
do los criterios de estricta necesidad, proporcionalidad, tempo-
ralidad y razonabilidad.
218 maría noel rodríguez

4] Encarcelar el número de personas que la capacidad del sistema car-


celario habilite y construir –en caso de ser necesario– respetando las
recomendaciones internacionales en la materia (con establecimien-
tos que no superen las 500 plazas e incorporando centros abiertos)
y considerando las particularidades de las poblaciones vulnerables.
6] Ante la constatación de los efectos criminógenos y desocializa-
dores generados por la prisionización, reinterpretar los compro-
misos de “reforma” y “readaptación social”13 consagrados en las
normas internacionales, en clave de derechos humanos.14

Estos compromisos pueden ser logrados por medio de dos meca-


nismos complementarios: a] aprovechando el encierro como una
oportunidad para el ejercicio de derechos que fueron negados con
anterioridad al ingreso a prisión y, b] procurando la reducción de los
daños y el deterioro que el encierro provoca en toda persona, garan-
tizando un trato acorde a la dignidad humana.
Tal como argumentó Alessandro Baratta, “la reintegración social
del condenado no puede perseguirse por medio de la pena carcela-
ria, sino que debe perseguirse a pesar de ella, o sea, buscando hacer
menos negativas las condiciones de la vida en prisión”.
Para una política de reintegración social el objetivo inmediato no es
solamente una cárcel “mejor” sino también y sobre todo menos cárcel.15

panorama regional de las mujeres privadas de libertad

La realización del cuadro que presentamos a continuación fue posi-


ble gracias a la colaboración de los y las participantes del Seminario

13  Pacto internacional de derechos civiles y políticos, articulo 10, apartado 3, “El ré-

gimen penitenciario consistirá en un tratamiento cuya finalidad esencial será la


reforma y la readaptación social de los penados”; Convención americana de derechos
humanos, artículo 5, apartado 6, “Las penas privativas de libertad tendrán como fi-
nalidad esencial la reforma y la readaptación social de los condenados”.
14  E. Zaffaroni (1997): “Los objetivos del sistema penitenciario y las normas

constitucionales”, en varios autores, Jornadas sobre sistema penitenciario y derechos hu-


manos, Buenos Aires,: Ediciones del Puerto, p. 189.
15  Alessandro Baratta (1990), “Resocialización o control social”, Ponencia pre-

sentada en el seminario Criminología crítica y sistema penal, Lima, Comisión Andina


Juristas y Comisión Episcopal de Acción Social, p. 2.
mujeres en prisión 219
cuadro 1. países de américa latina: población penitenciaria
por sexo

1999-2002 2005-2008
hombres mujeres hombres mujeres
cantidad % cantidad % cantidad % cantidad %
AR (02)(06) 44 969 95 2 402 5 41 517 95 2 172 5
BO (01)(08) 5 840 80 1 440 20 6 835 88 947 12
BR (02)(08) 229 772 96 10 335 4 413 334 94 27 192 6
CO (01)(08) 50 789 94 3 245 6 78 385 89 9 288 11
CR (02)(08) 6 772 92 604 8 8 048 93 562 7
CH (02)(08) 30 934 93 2 164 7 49 362 93 3 885 7
EC (02)(08) 7 048 91 682 9 14 666 90 1 582 10
SV (02)(05) 9 631 94 647 6 11 641 95 625 5
GT (02)(06) 7 028 95 390 5 6 516 95 341 5
HN (02)(08) 11 284 95 614 5 10 455 97 354 3
MX (00)(08) 145 107 96 6 555 4 206 334 95 11 123 5
NI (02)(08) 5 347 96 208 4 6 296 92 515 8
PA (02)(05) 9 143 93 721 7 10 788 93 814 7
PY (99)(08) 3 881 95 207 5 5 678 95 291 5
PE (02)(05) 25 597 93 1 896 7 31 098 93 2 380 7
DO (99)(08) 13 645 96 543 4 15 473 97 535 3
UY (02)(08) 5 367 95 262 5 7 170 93 535 7
VE (99)(06) 21 969 95 1 177 5 17 811 94 1 236 6

fuente: E. Carranza, ilanud, 2008, elaborado con información oficial, analizada en


talleres de trabajo con los directores de los sistemas penitenciarios de cada país.

Internacional del Programa “Sistemas Penitenciarios y Derechos


Fundamentales” organizado por el ilanud y el Instituto Raoul
Wallenberg en noviembre de 2008 en la ciudad de Costa Rica.
En el cuadro se recoge el estado de situación de algunas variables
que caracterizan la privación de libertad de las mujeres en la región
latinoamericana, básicamente: porcentaje de mujeres reclusas, prin-
cipal delito por el que están detenidas, existencia de guarderías u
hogares maternales, aplicación del arresto domiciliario para reclusas
embarazadas o madres, programas con perspectiva de género, colabo­
ración de otros organismos, acceso a la visita íntima y cantidad de
alojamientos femeninos.
220 maría noel rodríguez

cuadro 2. panorama regional de las mujeres privadas de


libertad en los países de américa latina

país 1. mujeres presas 2. % de delitos 3. edad de 4. hogar,


y% permanencia de maternal o
los niños/as guardería

ARGENTINA 906 mujeres Ley de Hasta los cuatro Sí, Unidad 31.
A escala federal. presas. 10 % del estupefacientes años (art. 195 Ley
No incluye las total. (El Servicio (69%). 24 660).
provincias Penitenciario
Federal aloja el
30% del total de
las mujeres presas
en Argentina).

BRASIL 28 727 mujeres Tráfico de No existe norma Sólo 45 unidades


A escala federal. presas. 6.4% del estupefacientes. general, en la disponen de
No incluye los total. práctica el tiempo local destinado a
estados. de permanencia los niños, ya sea
varía de cuatro bercarios, creches
meses a cuatro o áreas para
años. embarazadas o
lactantes.

BOLIVIA 843 mujeres Ley núm. 1008 Hasta los seis Se cuenta con
presas. 14% del del régimen de la años. (art. guarderías en
total. coca y sustancias 26 Ley de tres de los nueve
controladas. Ejecución penal y departamentos:
supervisión. 2298) La Paz (3), Santa
Cruz (1) y Tarija
(1).

CHILE 4 100 mujeres Hurto y drogas. Hasta los dos Sí.


presas. 7.9% del años.
total.

COLOMBIA 4 261 mujeres Delitos contra Hasta los tres Sí.


presas. 6% del la salud (tráfico, años.
total. fabricación o
portación de
estupefacientes).
mujeres en prisión 221

5. arresto/ 6. programas 7. organismos 8. visita íntima, 9. número de


prisión específicos para que colaboran heterosexual y unidades para
domiciliaria reclusas homosexual mujeres

Si, para madres Si. Programas Hospitales, Sí, ambas. Seis unidades
con niños para primarias, Ministerio de para mujeres
menores de cinco angloparlantes, Educación, (3 exclusivas
años. taller de lactancia, Patronato, y 3 anexos
maternidad, Consulados, independientes,
sida, vínculos Universidad, 2 de éstos alojan
familiares, etc. organismos madres con hijos/
privados, etc. as) y una unidad
psiquiátrica y para
adultas mayores.
El arresto Sí, el No. En el 70% de 60 exclusivos
domiciliario es Departamento las unidades hay para mujeres, 450
una facultad del Penitenciario permiso para unidades mixtas.
juez de ejecución Nacional posee visita íntima.
penal. convenios con
varios estados.
Programas
de cocina,
confección de
ropa, pintura, etc.
Reclusas Se está Se cuenta con Sí (art. 106 Ley Cinco unidades
embarazadas a planificando apoyo en tres 2298). No visita exclusivas para
partir del sexto por la Dirección departamentos: homosexual. reclusas y
mes y hasta 90 Legal y de La Paz. Oruro siete pabellones
días del parto. Clasificaciones. y Santa Cruz. femeninos.
(art. 197, Ley Aldeas infantiles,
2298) Pastoral
Penitenciaria,
Iglesia católica,
Prefecturas.
Suspensión No se cuentan No hay apoyo Sí visita íntima No existen
de la pena en con programas de manera heterosexual. unidades
modalidad permanentes. sistemática. específicas para
de reclusión mujeres sino
nocturna y secciones para
sustitución de mujeres (Centro
prisión preventiva Penitenciario
femenino). En
Santiago un
establecimiento
exclusivo para
mujeres.
Sí, para mujeres Parcialmente. Instituto Sí, tiene derecho 11 reclusiones
embarazadas Colombiano a ambas visitas. para mujeres,
o con hijos/as de Bienestar 3 anexos, 11
menores o con Familiar. espacios en
incapacidad. cárceles de
varones.

continúa
222 maría noel rodríguez

país 1. mujeres presas 2. % de delitos 3. edad de 4. hogar,


y% permanencia de maternal o
los niños/as guardería

COSTA RICA 480 mujeres Infracción Hasta los tres Casa Cuna
presas (nivel contra la Ley de años. al interior
institucional). 6% Psicotrópicos. del Centro
del total. Institucional
Buen Pastor y
Hogar Santa
María, institución
privada que vela
por el cuidado
de los y las hijos/
as de las mujeres
privadas de
libertad.

ECUADOR 1 149 mujeres Tenencia y Hasta los tres años Guarderías


presas (210 tráfico de de edad, luego (sólo en los dos
contraventoras). estupefacientes. pasan a formar centros con
8% del total. parte del Proyecto mayor población
Niños Libres de la femenina del
Vicepresidencia país).
de la República
(Hogares
acogientes).

EL SALVADOR 1 624 mujeres Extorsión, drogas Hasta los cinco Sí.


presas. 8% del y robos. años.
total.

GUATEMALA 479 mujeres Parricidio y Hasta los cuatro Sí.


presas. 5% del secuestro. años.
total.

HONDURAS 354 mujeres Estupefacientes, Entre los dos y los Casa Cuna.
presas. 3% secuestro y tres años.
del total ( homicidio.
información del
ilanud, 2008)
mujeres en prisión 223
5. arresto/ 6. programas 7. organismos 8. visita íntima, 9. número de
prisión específicos para que colaboran heterosexual y unidades para
domiciliaria reclusas homosexual mujeres

Sustitución de la Educación, salud, inamu, pani, Sí visita intima. Uno exclusivo


prisión preventiva talleres y otros. ccss, uned, No visita para mujeres.
por arresto grupos de homosexual. Dos que se
domiciliario o autoayuda, grupos encuentran
suspensión de religiosos. como módulos
cumplimiento en centros
de pena para donde prevalece
embarazadas la población
o con hijos/as masculina.
menores de tres
meses si la prisión
pone en riesgo la
vida, la salud o la
integridad de la
madre, el feto o
el hijo (arts. 260 y
462 cpp).
Sí, para mujeres No (salvo en Vicepresidencia Sí, visita Cinco unidades
embarazadas y casos aislados de la República, heterosexual; exclusivamente
hasta noventa sobre todo en la Instituto no existe para mujeres
días posteriores capital). Nacional del reglamentación privadas de
al parto; se aplica Niño y la Familia, para visita libertad; 10
exclusivamente Ministerio de homosexual. centros mixtos
para imputadas, Educación, (separados
durante Ministerio de varones de
el proceso Salud, Pastoral mujeres).
investigativo (art. Social, Pastoral
171 cpp) Penitenciaria,
Marcha Blanca
(ong) empresas
privadas.
No está Sí. Programas Organismos de la Sí visita íntima Un centro
considerado. de tratamiento Iglesia católica y heterosexual. exclusivo para
laborales, evangelista. mujeres y tres
educativos centros con
religiosos. sectores para
mujeres.
Por medida Programas de Grupos religiosos El tema de Un centro para
sustitutiva. autoayuda. y la Secretaría homosexualidad procesadas y
de la esposa del no está abordado un centro de
presidente. y la visita intima condena.
sólo para mujeres Siete anexos
casadas. de centros de
varones.
Sí. Sí. Iglesias, aa, etc. Sí. Un centro
exclusivo
para mujeres
(información del
ilanud, 2003).

continúa
224 maría noel rodríguez

país 1. mujeres presas 2. % de delitos 3. edad de 4. hogar,


y% permanencia de maternal o
los niños/as guardería

MÉXICO 11 252 mujeres Delitos contra Depende de la Existen casas


A escala federal. presas. 5% del la salud en legislación de de asistencia,
No incluye los total. sus diferentes cada Estado, pero pero no forman
estados. modalidades. la media nacional parte de las
es de tres años. instalaciones
carcelarias.

PANAMÁ 814 mujeres Drogas. Hasta los seis Sí.


presas. 7% meses.
del total
(información del
ilanud, 2005).
PARAGUAY 309 mujeres Tráfico de drogas Tutela No.
presas. 5% del y homicidio. jurisdiccional
total. hasta los cinco
años.

PERÚ 2799 mujeres 69% Tráfico ilícito Hasta los tres Siete guarderías
presas. 7% del de drogas. años (Código en los penales de
total. Ejecución Penal). mujeres a escala
nacional.
Tres guarderías
en los penales
anexos de
varones.

REPÚBLICA 572 mujeres Delito de drogas. Hasta el año. Aldeas infantiles,


DOMINICANA presas. 3.3% del Consejo para la
total. niñez.
mujeres en prisión 225

5. arresto/ 6. programas 7. organismos 8. visita íntima, 9. número de


prisión específicos para que colaboran heterosexual y unidades para
domiciliaria reclusas homosexual mujeres

No se aplica. Depende de la Sistema Nacional Sí visita íntima Diez instituciones


legislación de para el Desarrollo heterosexual. La penales femeniles
cada Estado. En la Integral de visita homosexual y 342 mixtas.
ley que establece la Familia, la sólo ha sido
las Normas Dirección de autorizada en
mínimas sobre Reincorporación el DF.
Readaptación Social
Social de (Subsecretaría
Sentenciados del Sistema
no están Penitenciario
especificados. Federal).
La ley lo No hay programas mides- minsa, Pronta Tres centros
contempla pero con perspectiva unfpa, Damas inauguración de penitenciarios
no se aplica. de género. Leonas. la Casa Conyugal. femeninos.

Para la mujer Taller de Pastoral Social Sí visita privada, Dos


embarazada y con costura, pabellón “Susana Chenci”, con el sexo correccionales
hijos/as menores cristiano, clases Ministerio de opuesto pero sólo para mujeres;
de un año (art. 43 de crochet y de Salud Pública y no se permite siete
del C.P.). pintura. Bienestar Social, visita íntima penitenciarías
Ministerio de homosexual. que cuentan con
Educación y pabellones de
Culto. mujeres.
No se dispone de En los Ministerio No se permiten Once unidades
esa información. establecimientos de la Mujer y visitas exclusivamente
El arresto femeninos Desarrollo Social, homosexuales para mujeres.
domiciliario lo los talleres de Ministerio de porque el En 46
maneja la pnp. educación y Salud: Programa Código de establecimientos
trabajo están de Planificación Ejecución Penal de varones
orientados Familiar, sólo permite ubicados
a abordar la ong Flora Tristán, visita íntima fuera de Lima
temática de Manuela Ramos, entre casados o Metropolitana
género. impares, grupos convivientes. comparten penal
En religiosos. con mujeres.
establecimientos
mixtos existe un
solo plan y los
talleres se ubican
en los pabellones
varones.
No. Alfabetización, Salud Pública, No. Dos unidades.
enfermería, Educación,
peluquería, Consejo de la
repostería, niñez, Instituto
diseño de modas, de formación
informática, técnica,
artesanía, estudios Comedores
secundarios, etc. económicos,
Secretaría de la
Mujer, sociedad
civil, patronatos,
iglesias.

continúa
226 maría noel rodríguez

país 1. mujeres presas 2. % de delitos 3. edad de 4. hogar,


y% permanencia de maternal o
los niños/as guardería

URUGUAY 563 mujeres Delitos contra la Hasta los Guardería en


presas. propiedad. En cuatro años y Montevideo bajo
7% del total. ascenso delitos excepcionalmente la órbita del
contra la ley de hasta los ocho Instituto Nacional
drogas. años. de la Niñez y la
Adolescencia.

VENEZUELA 1 578 mujeres Delitos de tráfico Hasta los tres Sólo cuatro
presas. 6% del y distribución de años (art. 75 de la establecimientos
total. drogas. Ley de Régimen cuentan con
Penitenciario). guardería infantil.
Este límite puede
ser prorrogado
por el Tribunal
de Protección
del niño y el
adolescente.

1] Número de mujeres presas a nivel nacional y porcentaje en rela-


ción con el total de personas privadas de libertad.
2] Delito por el que mayormente las mujeres se encuentran reclui-
das.
3] Edad hasta la cual los niños y niñas pueden permanecer junto a
su madre dentro de la prisión.
4] Hogar maternal, casa cuna o guardería dentro de las unidades
penitenciarias.
5] Arresto domiciliario para la reclusa embarazada o madre.
6] Presencia de programas específicos diseñados desde la perspecti-
va de género para la atención de las mujeres reclusas.
7] Presencia de organismos públicos o privados que colaboran en la
atención de las reclusas y de los niños y niñas de éstas.
8] Derecho a la visita íntima heterosexual y homosexual.
9] Número de unidades penitenciarias exclusivamente destinadas a
mujeres reclusas o anexos dentro de unidades masculinas.
mujeres en prisión 227
5. arresto/ 6. programas 7. organismos 8. visita intima 9. número de
prisión específicos para que colaboran heterosexual y unidades para
domiciliaria reclusas homosexual mujeres

Sí. Tres meses Sí, concentrados Patronato de Sí ambas. Una unidad


antes y tres meses en la capital y en Encarcelados y femenina.
después del parto. el departamento Liberados. Un anexo
Canelones. Ministerio de independiente,
Salud, Junta 13 anexos
Nacional de en cárceles
Droga, ong, masculinas, 4
empresas dependencias
privadas. policiales, una
chacra y un
centro mitad de
camino.
Se prohíbe Coordinación Ministerio Sí, las mujeres Existe un Instituto
dictar medidas de Atención a la de la Mujer, casadas y las que Nacional de
preventivas de Mujer, en la cual Iglesia católica, tenga uniones Orientación
privación de se programan voluntariado estables de hecho Femenina
libertad a mujeres y ejecutan cristiano, ong, de más de seis y 16 anexos
procesadas en los proyectos de Ministerio de meses. en cárceles
tres últimos meses formación, Educación, masculinas.
de embarazo educación, Consejos de
y hasta los seis recreación, Derechos de
meses posteriores artesanía, niños, niñas y
al nacimiento. atención médica, adolescentes.
Las penadas etc.
se trasladan
a centros con
guarderías.
MUJER, CÁRCEL Y DERECHOS HUMANOS: una perspectiva
sobre la situación actual en américa latina

denia núñez1

El tema de la mujer y su relación con el sistema de justicia penal ha


sido poco desarrollado, visualizándose en términos generales una
carencia de estudios o investigaciones sistematizadas sobre la crimi-
nalidad y la criminalización de la mujer. Una revisión de los libros,
manuales, tratados o estudios de criminología, refleja lo anterior,
donde el tema aparece mencionado de manera marginal sin mayor
desarrollo teórico. Los estudios sobre mujeres en prisión también son
limitados, pues se ha aplicado a las mismas, los estudios hechos a
hombres privados de libertad.
Sin embargo, en los últimos años ha habido una mayor preocupa-
ción no sólo sobre las condiciones de las privadas de libertad, sino
sobre las razones por las cuales las mujeres ingresan en prisión.
En este sentido es importante mencionar que la Declaración de
Viena sobre la delincuencia y la justicia: frente a los retos del siglo
xxi (A/RES/55/59), la cual surge del Décimo Congreso de las Na-
ciones Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento del Delin-
cuente, señala en su numeral 12: “Nos comprometemos también a
formular recomendaciones de política orientadas a la acción y basa-
das en las necesidades especiales de la mujer, ya sea en calidad pro-
fesional de la justicia penal o de víctima, reclusa o delincuente”.
Asimismo como parte del citado Congreso se realizó un curso prác-
tico sobre la mujer en el sistema de justicia penal (a/conf.187/12)
en el cual se destaca el número cada vez mayor de mujeres encarcela-
das y con penas prolongadas de prisión por delitos relacionados con
las drogas, poniéndose de relieve la necesidad urgente de examinar
las consecuencias para la mujer de participar en esta actividad.
En América Latina, en los últimos años se han realizado algunas
actividades tendientes a la discusión de estos temas. Así, en la región
andina se realizó un Seminario-taller sobre “La criminalidad y la

1  Ex directora de la Escuela de Capacitación Penitenciaria, Ministerio de Justicia

de Costa Rica.

[228]
mujer, cárcel y derechos humanos 229
criminalización de la mujer”, realizado en la ciudad de Caracas entre
el 8 y el 10 de diciembre de 1997, patrocinado por el pnud, la Em-
bajada de Gran Bretaña, la Embajada Real de los Países Bajos, la
Embajada de los Estados Unidos de América, así como la Corte Su-
prema de Justicia de Venezuela, discutiéndose desde una perspectiva
de género los problemas de la criminalización de la mujer por delitos
de drogas, planteando algunas propuestas para planificar acciones
futuras.
Asimismo, la Fundación para el Debido Proceso Legal, la Co-
misión de Derechos Humanos del Distrito Federal y la Comisión
Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, realizó
en la ciudad de México el 28 y 29 de abril del 2003, un seminario-
taller “Violencia contra las mujeres privadas de libertad en América
Latina”.2 Las discusiones se orientaron hacia la violencia que pade-
cen cotidianamente las mujeres en detención policial, bajo custodia
migratoria o sometidas a prisión, poniendo énfasis en la protección
de los derechos humanos de éstas.
Por otra parte, teniendo como punto de partida el “Marco de
Quito”,3 en la programación 2002 y 2003 de la oacnudh se acordó
llevar a cabo un “Estudio sobre las condiciones de las mujeres en
prisión en los países de América Central con énfasis en la situación
de las mujeres madres y sus hijos e hijas menores de edad”. Se acordó
también que las recomendaciones de este estudio serían el objeto de
un taller donde los países de la subregión estudiarían las estrategias
para implementar las recomendaciones del mismo. Este trabajo fue
desarrollado por ilanud durante el año 2003, concluyendo con el
Taller Regional que se realizó en San José de Costa Rica del 24 al 26
de febrero del 2004.
En el Taller se analizaron una serie de problemas que afectan ne-
gativamente a las mujeres en prisión y particularmente a las mujeres
en prisión con hijos. Otros de los temas analizados fueron: los que
tienen relación con presupuestos insuficientes, los que se relacionan

2  <http://www.dplf.org/frameset_pub_span.htm>.
3  Surge a raíz de un taller sobre la “Promoción y protección de derechos hu-
manos para América Latina y el Caribe” realizado en la ciudad de Quito el 1 de
diciembre de 1999, organizado por la Oficina del Alto Comisionado para los Dere-
chos Humanos en cooperación con el gobierno del Ecuador. En este taller los go-
biernos consideraron las necesidades para la cooperación técnica en la región
adoptando como uno de los temas prioritarios el de la mujer.
230 denia núñez

con el aumento de la población femenina procesada o sentenciada


por delitos originados en la actividad del narcotráfico, los derivados
de la falta de capacitación al personal penitenciario en materia de
género, la necesidad de capacitación y trabajo a las privadas de liber-
tad, y la inexistencia de programas de ayuda pospenitenciaria.
Producto de esta importante iniciativa surge la publicación del
libro Mujeres madres en prisión en América Central y en este sentido
quiero destacar las palabras de Elías Carranza en la presentación del
mismo al señalar que: “en esta materia, como en tantas otras, nuestras
sociedades androcéntricas diseñaron instituciones androcéntricas,
pensadas en función de los problemas y necesidades del género
masculino, que malamente responden a los objetivos que establecen
las leyes penales y los instrumentos internacionales de las Naciones
Unidas y de la Organización de Estados Americanos en materia de
derechos humanos y de pena de prisión”.
Resulta importante continuar con los espacios de discusión en
estos temas que aunque limitados han revestido singular importancia,
especialmente porque las mujeres en el imaginario social se encuen-
tran bastante invisibilizadas en su condición de presas. Si partimos
desde la perspectiva de que la cárcel es un reflejo exacerbado de
lo que ocurre en la sociedad, entenderemos entonces que de igual
manera produce y reproduce la discriminación contra la mujer y
sus derechos son, en la mayor parte de los casos, desconocidos y
violentados.
Si bien los últimos decenios han sido testigos de una importante
e imprescindible lucha a favor de los derechos humanos de las mu-
jeres, también, lamentablemente, lo ha sido de que esta lucha ha
permeado muy poco en la situación de la mujer en prisión. Es decir,
son pocos los grupos que en este campo han tenido un compromiso
activo. Sobre la mujer que comete delito ha sido más el silencio que
la acción.

las mujeres presas

Desde hace aproximadamente 15 años la población femenina presa


se incrementó desproporcionadamente, surgiendo de nuevo inte-
rrogantes y respuestas sobre el fenómeno del lado del paradigma
mujer, cárcel y derechos humanos 231
etiológico de la criminología. Los estudios deben reorientarse para
abordar prioritariamente los procesos sociales de criminalización de
la mujer.
El incremento de la población penitenciaria –está sobradamente
demostrado– ha sido definido básicamente por el aumento en los
delitos relacionados con el tráfico de drogas a partir de la entrada
en vigencia de las diversas legislaciones.4 Por lo tanto, estos delitos
son de naturaleza social y definitorial y no ontológica. Integran una
realidad social que se construye a partir de definiciones, es decir, ésta
es una criminalidad creada por el control social, el cual es en este
caso altamente discriminatorio y selectivo.
¿Qué caracteriza a la mayor parte de las mujeres que se encuentran
en prisión? Las estadísticas penitenciarias muestran la alta proporción
de mujeres presas por delitos relacionados con el tráfico de drogas.
Muestran, asimismo, que las mujeres representan con relación al total
de la población presa menos de 10%, en general un promedio de
6.5% en América Latina. Las cuadros 1 y 2 lo demuestran.
Por otra parte, la mayoría de las mujeres presas provienen de
sectores sociales marginalizados, su nivel educativo tiende a ser bajo,
sin que hayan concluido la educación secundaria, lo cual las coloca
en una situación desventajosa en el aspecto laboral. Estudios de la
cepal demuestran que la pobreza, afecta de manera diferente a
hombres y a mujeres.5
La desigualdad de oportunidades que afecta a las mujeres para ac-
ceder al trabajo remunerado perjudica sus posibilidades de alcanzar
la autonomía económica. “En 2002 se observó que, en el área urbana,
casi 43% de las mujeres mayores de 15 años carecían de ingresos
propios, mientras que sólo 22% de los hombres se encontraban en
esa situación. Las mujeres rurales tenían una dependencia económica
todavía mayor en todos los grupos etarios” (cepal, 2004, p. 140).6

4  En Perú entró en vigencia en 1982; en Venezuela en 1984; en Chile en 1985;

en Colombia en 1986; en Bolivia, República Dominicana, Paraguay y Costa Rica en


1988; en Argentina en 1989.
5  cepal (2004), Panorama Social de América Latina 2002-2003, Santiago de Chi-

le. <www.eclac.cl/cgi-bin/getProd.asp?xml=/publicaciones/xml/0/12980/P12980.
xml&xsl=/dds/tpl/p9f.xsl&base=/prensa/tpl/top-bottom.xslt>
6  Godoy, L. (2004), Entender la pobreza desde la perspectiva de género, cepal-

unifem-República de Italia, Santiago de Chile. <www.eclac.cl/publicaciones/Uni-


dadMujer/3/LCL2063/lcl2063e.pdf>.
232 denia núñez

cuadro 1. porcentaje de mujeres presas por delitos


relacionados con el tráfico de drogas en algunos países
de américa latina (2003-2004)

País Porcentaje
Colombia 47
Costa Rica 66
Ecuador 73
El Salvador 46
Guatemala 26
Honduras 59
Nicaragua 80
Panamá 72
Perú 56
República Dominicana 50
Venezuela 64

Denia Núñez, ilanud, 2006.


fuentes: Colombia: Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (inpec) del Minis-
terio de Justicia y del Derecho, datos a enero de 2003; Costa Rica: Dirección General
de Adaptación Social, datos a enero de 2004; Ecuador: Dirección Nacional de Reha-
bilitación Social del Ministerio de Gobierno, datos a noviembre de 2005; El Salvador:
Dirección General de Centros Penales del Ministerio de Gobernación, datos a enero
de 2204; Guatemala: Dirección General del Sistema Penitenciario, datos a enero de
2004; Honduras: Dirección General de Establecimientos Penales, Despacho de Gober-
nación y Justicia, datos a enero de 2004; Nicaragua: Dirección General del Sistema
Penitenciario Nacional, Ministerio de Gobernación, datos a enero de 2004; Panamá:
Dirección General del Sistema Penitenciario del Ministerio de Gobernación y Justicia,
datos a enero de 2004; Perú: Instituto Nacional Penitenciario del Ministerio de Justicia,
datos a junio de 2003; República Dominicana: Sistema Penitenciario de Adultos, datos
a noviembre de 2005; Venezuela: Dirección de Prisiones del Ministerio de Justicia,
datos a enero de 2003.

Estos estudios de la Comisión Económica para América Latina y


el Caribe (cepal) señalan que la falta de autonomía económica,
expresada en su capacidad de generar ingresos propios, coloca a
las mujeres en una situación más vulnerable e incrementa la pro-
babilidad de que importantes grupos de mujeres caigan en la po-
breza.
Los datos disponibles muestran que las mujeres contribuyen de
manera significativa a la reducción de la pobreza, pero sufren con
mayor severidad sus efectos. Estos datos ilustran cómo el control so-
cial afecta a los sectores más vulnerables económica y socialmente.
mujer, cárcel y derechos humanos 233
cuadro 2. población presa en algunos países de américa
latina según sexo, 2006
País Población privada de libertad Total
Hombres Mujeres % mujeres
Argentina 50 408 2 621 5.0% 53 029
Bolivia 7 170 540 7.0% 7 710
Brasil 246 237 16 473 6.3% 262 710
Chile 59 402 5 150 8.0% 64 552
Colombia 64 234 4 418 6.4% 68 652
Costa Rica 8 004 709 8.1% 8 713
Ecuador 10 930 1 151 9.5% 12 081
El Salvador 11 518 653 5.4% 12 171
Guatemala 6 844 383 5.3% 7 227
Honduras 11 195 394 3.4% 11 589
México 193 466 10 220 5.0% 203 686
Nicaragua 5 301 371 6.4% 5 672
Panamá 10 951 773 6.6% 11 724
Perú 31 299 2 356 7.0% 33 655
R. Dominicana 12 442 419 3.3% 12 861
Uruguay 6 284 328 5.0% 6 612
Venezuela 18 540 1 310 6.6% 19 850

Denia Núñez, ilanud, 2006.


fuentes: Argentina: Sistema Nacional de Estadísticas sobre Ejecución de la Pena
(sneep) diciembre de 2004; Bolivia: Dirección General de Régimen Penitenciario,
septiembre de 2005; Brasil: Departamento Penitenciario Nacional. Ministério da Jus-
tiça, datos de enero de 2005 (no se incluyen 73 648 personas que se encuentran en
las detenciones policiales); Chile: Gendarmería de Chile, datos de enero de 2005
(corresponde sólo a población adulta); Colombia: Oficina de Planeación. Instituto
Nacional Penitenciario y Carcelario, noviembre de 2005; Costa Rica: Departamento
de Investigación y Estadística. Dirección General de Adaptación Social, datos de di-
ciembre de 2005, se incluye solamente población adulta procesada y sentenciada;
Ecuador: Dirección Nacional de Rehabilitación Social del Ministerio de Gobierno,
datos a noviembre de 2005; El Salvador: Dirección General de Centros Penales del
Ministerio de Gobernación, datos a noviembre de 2004; Guatemala: Dirección Gene-
ral del Sistema Penitenciario. Datos a noviembre de 2005; Honduras: Sistema Peniten-
ciario de Honduras, datos de diciembre de 2005; México: Dirección Nacional de
Prevención y Readaptación Social, datos de junio de 2005; Nicaragua: Dirección Ge-
neral del Sistema Penitenciario Nacional, Ministerio de Gobernación, datos a junio de
2005; Panamá: Dirección General del Sistema Penitenciario del Ministerio de Gober-
nación y Justicia, datos a enero de 2006; Perú: Oficina de estadística, Instituto Nacio-
nal Penitenciario, Ministerio de Justicia, noviembre de 2005; República Dominicana:
Sistema Penitenciario de Adultos, noviembre de 2005; Uruguay: Dirección Nacional
de Cárceles, datos de diciembre de 2005; Venezuela: Dirección de Prisiones del Minis-
terio de Justicia, septiembre de 2005.
234 denia núñez

Por citar dos ejemplos externos a América Latina, una investiga-


ción del Home Office7 en el Reino Unido, indica que para el 2002,
el 20% de la población femenina presa eran extranjeras y el 75%
eran mujeres negras condenadas por delitos de drogas comparado
con un 41% del total.
En Estados Unidos un reporte especial del mes de marzo del 2004,
realizado por el Bureau of Justice Statistics, sobre mujeres en prisión8
señala que el 46% corresponde a mujeres negras. Del mismo modo, el
número de mujeres en las prisiones estatales creció en 75% de 1986
al 2001, constituyendo el 5.2% de la población presa. El crecimiento
de la población de mujeres que descuentan sentencia por delitos de
drogas constituyó más de la mitad del total del crecimiento.
Otros datos importantes en el ámbito latinoamericano indican que
más de 85% de las mujeres presas tienen hijos, con el consiguiente
impacto que para los mismos tiene la privación de libertad de la
madre.
Con relación a la edad, los porcentajes de mujeres a partir de los
35 años en adelante siempre son más altos que en varones, lo cual
podría estar relacionado con el impacto diferencial de la pobreza y
el desempleo.
Los estudios también evidencian un alto porcentaje de mujeres
presas sin condena que supera los porcentajes de los hombres. Esta
situación coloca a la mujer en una posición de mayor vulnerabilidad,
lo cual trae aparejado el costo social que esto reviste, dadas las impli-
caciones para la familia, especialmente los niños y niñas. Evidencia
por otra parte el abuso en la región de la prisión preventiva.

las condiciones de las mujeres en prisión

El incremento en la población y la falta de una política planifica-


da para atender la situación, dio lugar a soluciones transitorias de
emergencia, de esas que se consolidan y se convierten en la política
a seguir.

7  Statistics on Women and the Criminal Justice System, A Home Office publi-

cation, 2003, <www.homeoffice.gov.uk/rds/pdfs2/s95women03.pdf>.


8  <www.ojp.usdoj.gov/bjs/pub/pdf/wopris.pdf>.
mujer, cárcel y derechos humanos 235
Tenemos así, en muchos casos, centros con vieja infraestructura
hacinados, y por lo tanto la improvisación de nuevos espacios que en
muchos casos generó los llamados “anexos” femeninos en centros de
varones. De nuevo la situación de la mujer en prisión definida en
función de la del hombre preso: como “un anexo”.
Muchas veces el permanecer en cárceles mixtas, podría implicar
estar sujetas a las mismas medidas de seguridad de los hombres. Al-
gunas cárceles de hombres han sido diseñadas con altas medidas de
seguridad, siendo injusto ubicar a una mujer en una cárcel mixta
sujeta a altas medidas de seguridad que no requiere su perfil de
riesgo en función solamente de la zona geográfica. Al mismo tiempo
esto obviamente afecta los programas de atención.
La falta de presupuesto no debe ser excusa para no satisfacer un
derecho. Debemos tener presente aquí el principio de cuidado que
señala que cuando el Estado priva a una persona de su libertad, asu-
me también el deber de cuidarla. El principal deber del cuidado es
mantener la seguridad de las personas privadas de su libertad, como
también proteger su bienestar. Ésta es una responsabilidad que el
Estado no puede evadir.
Y proteger el bienestar de hombres y mujeres reviste diferencias
significativas, en términos de que las necesidades básicas de ambos
grupos poblacionales son diferentes. No pueden, por lo tanto, igno-
rarse las diferencias de género.
Es decir, las cosas no han sido definidas en términos de atender
las necesidades de las mujeres presas, sino en términos de lo más
“cómodo” y “económico” para los Sistemas Penitenciarios. De nuevo
la pobreza, en este caso de los Sistemas Penitenciarios, afecta dife-
rencialmente a hombres y a mujeres reflejando la discriminación de
que son objeto las mujeres en la sociedad en general.
Si bien algunos países han logrado consolidar un modelo centrado
en la atención de las necesidades de las personas presas en muchos
casos aún encontramos:

 Limitado acceso a la educación. La educación está establecida


como un derecho, así se señala en los Principios básicos para el
tratamiento de los reclusos (principio 6) y en las Reglas mínimas
(regla 77.1). Asimismo, la cedaw,9 en su artículo 10, se refiere

9  Siglas en inglés: Convention on the Elimination of all Forms of Discrimination


236 denia núñez

al tema de la educación y el acceso a la misma, siendo que la


mujer en su condición de presa no debe excluirse de estos de-
rechos que le son inherentes.
 Ausencia de atención médica continua y especializada, centrada
en la prevención y no sólo en la atención de emergencias. Este
derecho está consagrado en toda la normativa internacional, en
las Reglas mínimas de la 22 a la 26, en el artículo 6 del Código de
conducta para funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, en los
Principios básicos para el tratamiento de los reclusos (principio 9).
Asimismo en la cedaw en el artículo 12.
 Criterios moralistas para la concesión del derecho a la visita
íntima; para ampliar sobre este tema puede revisarse lo señalado
en el artículo 16 de la cedaw en términos de la libertad de la
mujer para decidir sobre su elección de pareja. Al mismo tiem-
po, es importante tomar en cuenta el principio de normalidad
que señala que aunque la vida en prisión nunca puede ser nor-
mal, las condiciones en ella deberían ser tan cercanas a la vida
normal como sea posible.
 Limitado acceso al trabajo y a la formación para la capacitación,
la cual reproduce los papeles tradicionales. Este derecho está
consagrado en toda la normativa internacional, en las Reglas
mínimas de la 71 a la 76, en los Principios básicos para el tratamien-
to de los reclusos (principio 8), en las regulaciones de la oit10 y,
por supuesto, el artículo 11 de la cedaw.
 Falta de asistencia jurídica.
 Limitados programas de atención en el campo de la salud mental.
 Falta de atención en el campo de la pediatría, nutrición, psico-
logía, entre otros, para los niños y niñas que viven con sus ma-
dres en prisión, obviándose la legislación internacional en esta
materia que establece que los estados deben velar por el interés
superior del niño. El Estado tiene responsabilidad con los niños
y niñas en esta situación en lo atinente a:
− Servicio de guarderías mientras las madres trabajan.

Against Women (Convención sobre la eliminación de todas las formas de dicrimi-


nación contra la mujer).
10  C29, Convenio sobre el trabajo forzoso; C105, Convenio sobre la abolición

del trabajo forzoso, Declaración de la oit relativa a los principios y derechos fun-
damentales en el trabajo y su seguimiento.
mujer, cárcel y derechos humanos 237
− Sistemas de protección contra cualquier forma de abuso
físico, mental, descuido, trato negligente, malos tratos.
− Servicios de salud adecuados.
− Suministro de alimentos nutritivos.
− Atención prenatal y posnatal a las madres.
− Condiciones adecuadas para el desarrollo físico, mental,
espiritual, moral, social.
− Espacios adecuados para el juego y el esparcimiento, es
decir, para las actividades recreativas propias de su edad.

Aunado a todo lo anterior, las mujeres en prisión se encuentran


expuestas o vulnerables a sufrir situaciones de agresión física, sexual
o psicológica, sumado a la experiencia de trauma de muchas de ellas,
debido a los abusos previos de que han sido objeto. Por citar un
ejemplo concreto, Amnistía Internacional realizó un estudio11 sobre
el tema de la violación de los derechos humanos de las mujeres en
las cárceles en Estados Unidos, señalándose en algunos casos, actos
de agresión verbal, física y sexual por parte del personal. Debe to-
marse en cuenta que conforme la normativa internacional estas ac-
ciones son un acto de tortura que afectan la dignidad humana. Esto
ya fue señalado así en un informe de la Comisión de Derechos Hu-
manos de las Naciones Unidas (un Commission on Human Rights,
un doc e/cn.4/1992/sr.21, 21 febrero de 1992, §35).
Otro derecho que debe valorarse es el derecho a votar, en princi-
pio, las personas presas conservan todos sus derechos excepto la li-
bertad de tránsito, este derecho está señalado en el artículo 7, inciso
a, de la cedaw para las mujeres en general, las mujeres presas no
deben ser la excepción. Es importante aquí rescatar el caso de Costa
Rica, país en el cual todas las personas privadas de libertad, hombres
y mujeres pueden ejercer su derecho al voto.
Veamos otro tema relevante y poco tratado, el cual tiene que ver
con la arquitectura penitenciaria. Nunca las cárceles de mujeres han
sido diseñadas pensando en sus necesidades especiales. En América

11  This is one of a series of reports being issued by Amnesty International as

part of a worldwide campaign against human rights abuses in the USA. For an
abridged version of this report, please see: United States of America: “Not Part of My
Sentence”: Violations of the Human Rights of Women In Custody, AI Index AMR
51/19/99.
238 denia núñez

Latina buena parte de los penales estuvieron a cargo de las monjas


del Buen Pastor y el modelo arquitectónico es el de un convento,
modelo que también se reflejaba en el trato y en las obligaciones
impuestas a las mujeres. Recientemente, con el aumento de la pobla-
ción de mujeres presas, cuando se han construido nuevas cárceles,
se han realizado duplicando los modelos arquitectónicos de las cár-
celes de varones porque así es “más fácil y más económico”.
La arquitectura de un lugar determina en mucho lo que allí ocu-
rre, debe pensarse en una arquitectura penitenciaria acorde a los
programas que van a ser desarrollados con las personas que están
privadas de libertad y no como ocurre generalmente que la arquitec-
tura responde a la seguridad y no a la atención de las necesidades
de las personas presas.

algunas consideraciones finales

Los aspectos desarrollados no quedan agotados, todo lo contrario,


son tan sólo una provocación para su desarrollo y para una mayor
investigación en este campo con miras a mejorar la situación de las
mujeres presas.
Es necesario señalar que resulta urgente la definición por parte
de los sistemas penitenciarios de una política de género, que garan-
tice un modelo adecuado de atención de las necesidades de las
mujeres presas.
Las diferencias entre ambas poblaciones pueden ser definidas
entre otras cosas por los niveles de violencia y amenaza a la seguridad
comunitaria, tomando en cuenta el patrón de ofensa; la responsabi-
lidad de niños, niñas y otros miembros de la familia; la vulnerabilidad
a la violencia sexual por parte del personal de prisiones; la necesidad
de programas especiales que atiendan la salud, la salud mental, las
adicciones, elaboración de situaciones de trauma, formación vocacio-
nal, reinserción e integración a la comunidad, entre otras.
Debe, asimismo desarrollarse una estrategia de capacitación para
el personal que posibilite el logro del modelo penitenciario desde
una perspectiva de género. Las Reglas mínimas se refieren a la impor-
tancia de la selección y capacitación del personal penitenciario para
trabajar con la población reclusa (véanse las reglas 46.1, 47.2 y 47.3),
mujer, cárcel y derechos humanos 239
siendo, por lo tanto, imprescindible que esta selección y capacitación
no niegue que una parte de la población presa son mujeres, negarlo
sería discriminatorio, y ya sabemos que la discriminación produce
violencia. Por otra parte, debe analizarse el tema de la clasificación
penitenciaria, incorporando en el análisis de la temática variables de
género.
Otro tema de análisis lo constituye la disciplina, generalmente los
reglamentos que abarcan esta materia fueron definidos para los cen-
tros de varones y no siempre son aplicables a los centros de mujeres,
es decir, deben revisarse los medios disciplinarios y de imposición de
castigos.
La atención de las mujeres presas debe contemplar proyectos di-
rigidos a prevenir el impacto deteriorante de la prisión, así como la
implementación de un servicio completo de salud física y mental. Es
imprescindible, asímismo, un programa de capacitación en derechos
humanos de la mujer para las mujeres presas, que retomando las
palabras del artículo 3 de la cedaw, asegure el pleno desarrollo y
adelanto de la mujer, con el objeto de garantizarle el ejercicio y el
goce de los derechos humanos y las libertades fundamentales en
igualdad de condiciones con el hombre.
Y más importante aún, que se creen o utilicen alternativas a la
pena de prisión, pues las estadísticas demuestran que la mayoría de
las privadas de libertad no son una amenaza para la sociedad. Esto
implica la necesidad de una residencia comunal para la mayoría de
las mujeres que están presas con sentencias cortas. El mayor reto
consiste en implementar el mayor número de alternativas en el ám-
bito comunal, dejar de visualizar la cárcel como la única alternativa.
Es decir, la creación de programas que, más que castigar, ayuden a
las mujeres a salir de las condiciones en que se encuentran.
EL DERECHO A LA SALUD EN LAS CÁRCELES

víctor de currea-lugo1

introducción

La salud en cuanto derecho humano, representa un espacio particu-


lar de debates técnicos, jurídicos, médicos y filosóficos. Las diferentes
nociones de lo que es y lo que debería ser el derecho a la salud hacen
de este espacio un terreno resbaladizo. La cárcel,2 la prisión, los
centros de detención en general, constituyen otro espacio, más con-
creto, menos “teórico” si se quiere, más crudo. Sin embargo, el hos-
pital como institución comparte, según Foucault, parte de la tradi-
ción carcelaria como institución de control social.3
Esta aproximación desde los derechos humanos evade deliberada-
mente importantes debates teóricos para centrarse en una mirada
más operativa de la salud en las prisiones; es decir, no se desconoce
la importancia de miradas y trabajos teóricos, sino que nos limitamos
a presentar unas consideraciones más del orden operativo sobre lo
que debería ser la garantía del derecho a la salud en situaciones de
detención. La cárcel es un espacio cerrado que debe ser abierto a
muchas miradas, instituciones, debates, etc., siendo una de ellas la
de los derechos humanos vigentes para el tema de salud.
El trabajo está articulado en varios puntos, siendo el primero la
explicación breve de lo que entendemos por el derecho a la salud,
segundo, una revisión de los derechos de las personas bajo detención;
y ya de lleno en el tema se presenta la relación entre el régimen de
detención y la salud, las condiciones de detención y la salud, los
servicios de salud en los centros de detención, los programas de salud,
y algunas consideraciones desde la ética médica.

1  Médico, consultor del rwi.


2  Aquí, de manera un poco arbitraria, se usa la expresión “cárcel” para referir-
se a todo tipo de sitio de detención y “detenido” para la persona privada de su li-
bertad, independientemente del tiempo o de su situación legal.
3  M. Foucault, Naissance de la clinique, París, Presses Universitaires de France,

1963. Edición consultada: El nacimiento de la clínica, Madrid, Siglo XXI de España


Editores, 1986. Traducción de Francisca Perujo, pp. 16-41.

[240]
el derecho a la salud en las cárceles 241
la salud como derecho humano4

Los fines últimos del derecho a la salud son salvar la vida, restablecer
la salud, mantener la salud y aliviar el sufrimiento, fines que no por
no poderse lograr el 100% de las veces deberían ser abandonados;
ni pedir lo imposible ni negar lo indispensable. El derecho a la salud
no es, no puede ser, el derecho a estar sano, sino a contar con deci-
siones, medios y recursos disponibles, accesibles, aceptables y de ca-
lidad que permitan garantizar el máximo nivel de salud posible. Este
derecho contiene libertades y medidas de protección. Libertades
como el control de la persona de su propio cuerpo y de su propia
salud, a la información relacionada con su salud, a rechazar trata-
mientos, a la salud reproductiva y sexual, a no ser torturado, entre
otras libertades. Y medidas de protección relacionadas con el acceso
a los medios y los recursos que le permitan mantener o tratar de
recuperar su salud5 entendiendo como acceso no sólo el acceso pro-
piamente dicho sino la oportunidad, disponibilidad, eficacia y efi-
ciencia de los servicios de salud.
La salud, vista como derecho humano, necesita de la aceptación
de una serie de conceptos sin los cuales es difícil, por no decir im-
posible, articular un discurso coherente. Esa serie de conceptos in-
cluye la aceptación de los derechos humanos, tanto como propuesta
moral como jurídica, con las implicaciones que esto conlleva. Una
justificación moral nos permitiría hablar de derechos morales6 que
se convierten en pretensión jurídica cuando la norma explícita lo
permite o, mejor, cuando obliga. Siguiendo a Rawls, el contrato social

4  Este apartado es adaptado de: Víctor de Currea-Lugo, La salud como derecho

humano, Bilbao, Universidad de Deusto, 2005.


5  Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, El derecho al disfrute

del más alto nivel posible de salud. 11/08/2000. E/C.12/2000/4, cescr, Observación
general 14 (General Comments), Ginebra, 25 de abril a 12 de mayo de 2000, co-
mentario 8.
6  Sobre una argumentación en esta vía, véase Alfonso Ruiz Miguel, “Los dere-

chos humanos como derechos morales”, en Anuario de derechos humanos, núm. 6,


Madrid, 1990, pp. 149-160. No se debe fusionar la noción de “derecho moral” con
la noción de “caridad” lo que sería una contradicción en los términos, que es en lo
que raya el abordaje de Buchanan. Véase Allen Buchanan, “Rights, Obligations, and
the special importance of Health Care”, en Thomas J. Bole III, William B. Bonde-
son (ed.), Rights to health care, Dordrecht, Kluwer Academic Publishers, 1991, pp.
169-184.
242 víctor de currea-lugo

es acordado por los miembros de una comunidad, miembros libres,


iguales y racionales y, por lo tanto, responsables.7 Rawls define a la
persona como agente moral y político (“unidades básicas de delibe-
ración y responsabilidad”).8 Este contrato determina las normas que
regirían esa comunidad dada. En el caso latinoamericano, por ejem-
plo, esas comunidades han considerado la salud como un derecho
humano y así lo han consignado, de diferentes maneras, en cada
constitución política.9

Aceptación de los derechos humanos

La aceptación de los derechos humanos incluye la aceptación de la


exigibilidad de tales derechos al Estado. Entendemos el Estado de
derecho como aquel concebido como órgano de producción jurídica
y, por lo tanto, como ordenamiento jurídico en su conjunto, siendo
su fundamento el gobierno de las leyes.10 Los principios jurídicos no
dependen de la voluntad de los estados, máxime cuando el desarro-
llo de instrumentos internacionales de derechos humanos precisa los
deberes del Estado. Estos tratados no son simples exhortaciones mo-
rales o declaraciones de buena voluntad, sino que constituyen obli-
gaciones jurídicas que los estados deben cumplir, obligaciones válidas
para la conciencia colectiva de nuestro tiempo. El Estado, por vía de
los tratados en el ámbito internacional y por vía del derecho consti-
tucional en lo interno, se obliga a sí mismo para con unos derechos
que se consideran fundamentales.
Hay un viejo debate sobre si hay derechos humanos principales y
derechos humanos secundarios. Esa noción se alimentó con la idea
de que los derechos humanos aparecen divididos, tan solo formal-
mente, en dos listas contenidas en los pactos de 1966; de la noción
de que hay “generaciones de derechos” y de que unos generan omi-
siones del Estado (acciones “negativas”) y otras acciones llamadas

  7  John Rawls, Political liberalism, New York, Columbia University Press, 1993. Edición

consultada: El liberalismo político, trad. Antoni Domènech, Barcelona, Crítica, 1996.


  8  Rawls, Political… pp. 59-65
  9  Organización Panamericana de la Salud y Organización Mundial de la Salud,

El derecho a la salud en las Américas. Estudio constitucional comparado, Washington, 1989.


10  Bobbio, Norberto, Stato, governo, societá, per una teoria generale della política,

Turín, 1985. [ed. consultada: Estado, gobierno y sociedad, por una teoría general
de la política, trad. José Fernández Santillán, México, fce, pp. 73 y 132.
el derecho a la salud en las cárceles 243
positivas. En las declaraciones de Teherán y de Viena no existe la
noción de generaciones de derechos, pues los dos pactos de 1996
(de derechos civiles y políticos, y de derechos sociales, económicos y
culturales) son complementarios e interdependientes, pudiéndose
afirmar que cada derecho tiene su personalidad propia, que no de-
pende de su inclusión en uno u otro pacto sino de su relación con
la noción de dignidad.11 Algunos pocos, todavía pretenden fijar lími-
tes entre derechos civiles y políticos, por un lado, y derechos sociales
por otro. Límite no sólo de difícil definición sino inútil y hasta peli-
groso a la hora de precisar exigibilidades jurídicas, especialmente
porque niega la noción de integralidad de los derechos humanos.
Todo derecho implica gastos al Estado, lo cual desmiente aún más
el mito de las generaciones de derechos. Garantizar la protección a
la vida, el derecho a la defensa o el derecho al voto (la garantía de
un sistema electoral) implica gastos estatales. Por eso, no es aceptable
dividir los derechos entre aquellos que implican gastos para el Estado
y aquellos que no, de modo que toda garantía de los primeros dere-
chos sería dependiente de recursos. En el derecho a la salud hay
aspectos que no dependen de recursos (equidad en el acceso a los
servicios, por ejemplo), ni tampoco de los muchos o pocos recursos
que haya, sino de la administración que se haga de éstos. Un derecho
supeditado a coyunturas deja de ser derecho para reducirse a una
reclamación sin exigibilidad moral ni jurídica como la que le otorga-
mos a los derechos humanos.
Para Rubio Llorente, los derechos humanos no son una lista ce-
rrada, no son un “elenco definido y estable”, sino que “el número y
contenido de éstos va aumentando y ensanchándose con el progreso
moral y político de la humanidad”,12 criterio al que se podría anexar
el del progreso técnico y científico. Los derechos humanos derivan
de la noción de dignidad humana, cuyo contenido se ha ido preci-
sando en un proceso histórico creciente.

11  Proclamación de Teherán, onu, 1968, numeral 13; y Declaración y programa de

acción de Viena, onu, 1993. “Todos los derechos humanos son universales, indivisibles
e interdependientes y están relacionados entre sí. La comunidad internacional debe
tratar los derechos humanos en forma global y de manera justa y equitativa, en pie
de igualdad y dándoles a todos el mismo peso” (Viena, numeral 5).
12  Francisco Rubio Llorente, “El núcleo duro de los derechos humanos desde

la perspectiva del derecho constitucional”, en varios autores, El núcleo duro de los


derechos humanos, J. M. Bosh, Navarra, 2001, p. 69.
244 víctor de currea-lugo

La salud sería un derecho humano o no. Pero si aceptamos que


lo es, la salud sería un derecho pleno, no un derecho de segunda
generación (para algunos de segunda clase). Un derecho humano
que no lleva consigo un deber del Estado y un derecho de la perso-
na, no es tal. Para el caso de la salud, aunque ésta aparece mayorita-
riamente relacionada con los llamados derechos sociales, en una
lectura más amplia y una mirada cuidadosa del derecho internacional
de los derechos humanos es claro y concluyente que la salud existe
como derecho, supera el marco de los derechos sociales para situar-
se, como cada uno de los derechos, en un derecho con personalidad
propia y, en cuanto tal, sujeto de protección jurídica particular.13
Un comentario relacionado con los derechos prestacionales es el
debate sobre la existencia o inexistencia de recursos. Es posible ha-
llarnos ante, por lo menos, cuatro escenarios: a] existe el reconoci-
miento del derecho y su garantía; b] el reconocimiento del derecho
y su difícil garantía ante problemas de disponibilidad de recursos
materiales; c] el reconocimiento del derecho, una relativa disposición
de recursos y una distribución injusta de tales recursos, y d] la nega-
ción del derecho.
No es aceptable equiparar los escenarios b (falta de recursos) y c
(inequidad), para justificar la mala distribución de los recursos con
su poca disponibilidad, ni es tampoco aceptable supeditar el recono-
cimiento del derecho a su posibilidad material inmediata o su regla-
mentación a razones económicas antes que a razones jurídicas. La
salud como derecho implica una distribución justa de los recursos
disponibles, independiente de si estos recursos son pocos o muchos.
Esta distribución justa de los recursos tiene al menos dos momentos:
a] una justa asignación de recursos de acuerdo con las necesidades
del sector salud, lo que a su vez depende de las necesidades de otros
sectores (justicia, defensa, educación, etc.) y de lo prioritario que sea
la salud en la agenda estatal, y b] la distribución justa dentro del

13  Véanse Gudmundur Alfredsson y Katarina Tomasevski (eds.), A Thematic

guide to Documents on Health and Human Rights, Londres, Martinus Nijhof Publishers,
1998; Virginia Learly, “The Right to Health in International Human Rights Law”,
en Health and Human Rights, núm. 1, Boston, 1994, pp. 24-56; Brigit Toebes, “The
Right to Health”, en Asbjorn Eide, et al. (eds.), Economic, Social and Cultural Rights,
Dordrecht, Martinus Nijhoff Publishers, 2001, pp. 169-190; y de la misma autora,
Brigit Toebes, The Right to Health as a Human Right in International Law, Antwerpen,
Intersentia-Hart, 1999.
el derecho a la salud en las cárceles 245
sector salud de los muchos o pocos recursos que le sean asignados,
es decir, la equidad que se persigue en su distribución. Retomemos
las palabras de Pechman, Aaron y Taussig: “el mejor método de fi-
nanciamiento (de la seguridad social) depende decididamente de lo
que la nación considere como la razón de existencia del sistema”.14
El puesto de la salud en el derecho internacional de los derechos
humanos es indiscutible. Aparece como parte de otros derechos,
como el trabajo y la seguridad social;15 está incluida de manera ex-
plícita en normas internacionales contra la discriminación racial y de
la mujer;16 aparece como límite al ejercicio de otros derechos;17 es el
resultado no sólo de la acción de Estado sino de su abstención (por
ejemplo en el caso de tortura y lo relacionado con la integridad físi-
ca de las personas);18 y finalmente, también aparece como derecho
en sí.19 En la práctica, el derecho a la salud depende también de la
concreción de otros derechos, como los derechos laborales de los
trabajadores de clínicas y hospitales.

14  Citado por Philip Musgrove, “El efecto de la seguridad social y la atención

en salud en la distribución del ingreso”, en Carmelo Mesa-Lago (comp.), La crisis


de la seguridad social…, p. 236.
15  En la Declaración Universal de los Derechos Humanos (onu, 1948) se contempla

en el derecho a la seguridad social; asimismo en varios convenios internacionales


de la Organización Internacional del Trabajo.
16  Véase Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación racial

(onu, 1965); y Convención sobre la eliminación de todas las formas de discrimina-


ción contra la mujer (onu, 1979).
17  El Pacto internacional de derechos civiles y políticos (onu, 1966) muestran la salud

como una condición que limita el ejercicio de ciertos derechos, en su orden: circu-
lación (art. 12), manifestación religiosa (art. 18), libertad de expresión (art. 19),
derecho de reunión pacífica (art. 21) y derecho de asociación (art. 22). Además
aparece como límite en la Declaración sobre la eliminación de todas las formas de intole-
rancia y discriminación fundadas en la religión o las convicciones, onu, 1981, y en la
Convención sobre los derechos del niño, onu, 1989.
18  Véase Convención contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o de-

gradantes, onu, 1984; Pacto internacional de derechos civiles y políticos, onu, 1966; Segun-
do protocolo facultativo del pacto internacional de derechos civiles y políticos, destinado a
abolir la pena de muerte, onu, 1989; Declaración sobre la protección de todas las personas
contra las desapariciones forzadas, onu, 1992; Convención para la prevención y la sanción
del delito de genocidio, onu, 1948; Pacto internacional de derechos económicos, sociales y
culturales, onu, 1996; Convención sobre derechos del niño, onu, 1984.
19  Véase Pacto internacional de derechos económicos, sociales y culturales, arts. 10 y 12

(1966); Convención internacional sobre la eliminación de todas las formas de discriminación


racial, art. 5 (1965); La Convención contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhu-
manos o degradantes, art. 14 (1984); Convención sobre derechos del niño, art. 39 (1989).
246 víctor de currea-lugo

Exigibilidad del derecho a la salud

Ya hemos aceptado la salud como derecho y hemos aceptado que los


derechos humanos se le exigen al Estado. Entendemos que algunas
acciones para garantizar la salud pueden darse en el marco de la
solidaridad entre seres iguales y libres, pero ése no es el terreno de
la salud como derecho, pues diferenciamos la esfera de la solidaridad
de la esfera de los deberes del Estado, aunque algunas veces ambas
confluyan en el objetivo. La salud está, de manera explícita e indis-
cutible en el ámbito del derecho internacional de los derechos hu-
manos, con un lugar específico propio y un reconocimiento jurídico
suficiente para poder decir que no es una falacia hablar del derecho
a la salud.
En el derecho moderno, la ubicación de la salud en el ámbito de
los llamados derechos sociales se encuadra dentro de aquellos dere-
chos de “aplicación progresiva” según los recursos disponibles, de
acuerdo con los principios de Limburgo.20 Pero hay que tener clari-
dad de que tales principios deben ser entendidos como metas a lograr
y no como pretextos para aplazar realizaciones.21 Hay casos, sin em-
bargo, en que la salud se alejaría de (o por lo menos confrontaría)
la noción de aplicación progresiva: en los casos de urgencias médicas,
en los casos en que la vulneración guarda relación con condiciones
directas y fundamentales para la dignidad humana y, cuando el Esta-
do elabora políticas que buscan garantizar, en principio, el derecho
a la salud de las generaciones futuras sin dar respuesta a las necesi-
dades de las generaciones presentes.
Para el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, de
las Naciones Unidas, en la interpretación del artículo 12 del Pacto
internacional de derechos económicos, sociales y culturales de 1966,22 los
deberes estatales relacionados con la salud son de tres niveles:

20  Estos principios plantean que los estados: a] actúen tan rápido como les sea

posible (sin diferir indefinidamente los esfuerzos); b] den cumplimiento inmediato


a, por lo menos, aquello que es de implementación inmediata (como la prohibición
de la discriminación), y c] que los (pocos o muchos) recursos existentes no sean
argumento para evadir responsabilidades mínimas básicas.
21  Danilo Turk, El nuevo orden económico internacional y la promoción de los derechos

humanos, Comisión Andina de Juristas, Seccional Colombia, Bogotá, 1993, pp. 365 ss.
22  Este artículo empieza así: “Los Estados Partes en el presente Pacto reconocen el

derecho de toda persona al disfrute del más alto nivel posible de salud física y mental”.
el derecho a la salud en las cárceles 247
Al igual que todos los derechos humanos, el derecho a la salud impone tres
tipos o niveles de obligaciones a los estados partes: la obligación de respetar,
proteger y cumplir. A su vez, la obligación de cumplir comprende la obliga-
ción de facilitar, proporcionar y promover. La obligación de respetar exige
que los estados se abstengan de injerirse directa o indirectamente en el
disfrute del derecho a la salud. La obligación de proteger requiere que los
estados adopten medidas para impedir que terceros interfieran en la aplica-
ción de las garantías prevista en el artículo 12 (del Pacto). Por último, la
obligación de cumplir requiere que los estados adopten medidas apropiadas
de carácter legislativo, administrativo, presupuestario, judicial o de otra ín-
dole para dar plena efectividad al derecho a la salud.23

Toda esta reflexión se acompaña de ciertas otras consideraciones


relevantes: a] “el derecho a la salud no debe entenderse como un de-
recho a estar sano. El derecho a la salud entraña libertades y derechos
[sic]. Entre las libertades figura el derecho a controlar su salud y su
cuerpo […] entre los derechos figura el relativo a un sistema de pro-
tección de la salud que brinde a las personas oportunidades iguales
para disfrutar del más alto nivel posible de salud”;24 b] “Un Estado no
puede garantizar la buena salud ni puede brindar protección contra
todas las causas posibles de la mala salud del ser humano […] el de-
recho a la salud debe entenderse como un derecho al disfrute de toda
una gama de facilidades, bienes, servicios y condiciones necesarios
para alcanzar el más alto nivel posible de salud”;25 y c]: “El Comité
interpreta el derecho a la salud […] como un derecho inclusivo que
no sólo abarca la atención de salud oportuna y apropiada sino tam-
bién los principales factores determinantes de la salud.26
Aceptar el derecho implica reconocer su exigibilidad ante aquéllos
en quien el Estado delegó la materialización de la norma. Por lo
tanto, es legítimo reclamar a los trabajadores de la salud, a la empre-
sa privada que presta servicios públicos y al Estado. El sesgo aquí es
que en un modelo lineal pareciera que la exigibilidad social se dirige
al Estado y la individual al médico, sin que pudiera haber una exi-
gencia de la persona usuaria de servicios al Estado.

23  Comité de Derechos, El derecho al…, comentario 33.


24  Comité de Derechos, El derecho al…, comentario 8.
25  Comité de Derechos, El derecho al…, comentario 9
26  Comité de Derechos, El derecho al…, comentario 11.
248 víctor de currea-lugo

La creación de mecanismos estatales para dar respuesta a las ne-


cesidades sociales es una de las bases del Estado social. El Estado
social implica, entre otras cosas, aceptar la vinculación entre el dere-
cho (la noción moral y jurídica que obliga al Estado) y el servicio.
Aquí definimos servicio de salud más allá de hospitales y clínicas,
entendemos como servicio el conjunto de recursos, instituciones,
servicios y procedimientos que un Estado articula para los fines de
salud, siendo pues, además, los servicios de procesamiento y distribu-
ción de agua, control de basuras, etcétera.
Es común escuchar que el derecho a la salud encuentra un límite
en los recursos públicos, los cuales a su vez, muchos o pocos, depen-
den de las decisiones políticas en materia de salud, sin que sea prio-
ritario, para el debate de los recursos, la garantía del derecho a la
salud como tal.27 Es el derecho la guía para el uso de los pocos o
muchos recursos, no son los recursos el límite al derecho. El legisla-
dor tiene un límite claro en la elaboración de la norma: los derechos
humanos (sea la norma que regula la salud, el servicio de inmigración
o los colegios electorales).

Las empresas privadas

En cuanto que la salud es un derecho humano, su garantía es res-


ponsabilidad del Estado. Así, los servicios públicos de salud son el
instrumento por el cual el Estado garantiza un derecho al que volun-
tariamente se ha obligado al reconocerlo como tal. En el caso de la
oferta de servicios de salud prestados por particulares (o de las cár-
celes administradas o vigiladas por empresas privadas), vale recordar
que los estados tienen responsabilidad no sólo por acción y por omi-
sión sino por permitir a terceros la vulneración de derechos humanos
(la obligación de proteger, como fue presentada anteriormente).
Corresponde al Estado, además, la regulación de servicios cuyo inte-
rés público y oferta guarda relación con necesidades vitales, como es

27  Brody limita el debate al modelo privado de salud de los Estados Unidos,

desconociendo la existencia de otros modelos de salud exitosos que ofrecen cober-


tura universal como el caso de los países nórdicos o de Cuba. Véase Baruch Brody,
“Why the Right to Health Care is not a useful concept for policy debates”, en Bole
III, Rights to health..., pp. 113-131. Véase además, Andrey Chapman (ed.), Health Care
Reform. A Human Rights Approach, Washington, D. C., Georgetown University Press,
1994.
el derecho a la salud en las cárceles 249
el caso de la salud. Entendemos que ciertos servicios públicos son
inherentes a la materialización del Estado social, pero esta naturale-
za de tales servicios no puede traicionarse cuando son particulares
en quienes el Estado deriva la oferta de tales servicios. “El Estado
social no se centra tanto en la titularidad formal de los medios de
producción cuanto en la distribución de lo producido.”28
En términos generales, aceptamos que las empresas privadas tam-
bién están sujetas al derecho, no son instituciones ajurídicas y no
podrían ser antijurídicas, sino que se deben también a unos princi-
pios de convivencia social. Empresas como el comercio de esclavos en
África, las maquilas en Centroamérica, la producción de armas han
tenido debates éticos y jurídicos; lo mismo es posible con las empresas
de salud, aceptando que el límite a la actividad empresarial es la dig-
nidad humana. Esto no niega el mercado, ni la propiedad privada, ni
la plusvalía, tan solo establece un límite a la empresa.29 Que un bien
sea susceptible de producción, distribución y consumo no lo coloca
al margen del debate ético, pues, en esa lógica el contemporáneo
mercado de esclavos en Sudán, no tendría que preocuparnos.
Para concluir, podemos precisar, primero, que la salud aparece en
el derecho internacional de los derechos humanos como materia de
diferentes derechos pero no termina de garantizarse plenamente en
ellos. Tiene, en todo caso, un peso específico propio y un reconoci-
miento jurídico suficiente para poder decir que no es una falacia
hablar del derecho a la salud. La segunda conclusión es que la inclu-
sión de salud en diferentes pactos hace que se rompa por completo
la noción de que la salud es uno de los derechos económicos y so-
ciales (descontando la distinción ya de por sí difícil y peligrosa entre
éstos últimos y los derechos civiles y políticos).
Una tercera conclusión es que la salud, así presentada, no es un
asunto de los colectivos sino, ante todo, de las personas, es un valor
individual para el cual las salidas pueden ser colectivas o no, pero su
titular no es la sociedad sino el individuo. Incluso, la dicotomía que
manejan algunos autores entre salud colectiva (es decir, servicios para

28  Manuel García-Pelayo, Las transformaciones..., p. 17. Véase en general sobre

las implicaciones del Estado social que desarrolla García-Pelayo, p. 31.


29  Algunos elementos de ese extenso debate, aparecen en, autores varios, Entre

el libre comercio y el comercio justo, Coordinadora de ong para el Desarrollo, Madrid,


2000; especialmente Anne-Christine Habbard, Marie Guiraud, “La Organización
Mundial de Comercio y los derechos humanos”, pp. 123-138.
250 víctor de currea-lugo

una mayoría de personas) contra salud individual, no tiene cavidad


en el derecho internacional de los derechos humanos. Y cuarta y
última conclusión, la salud aparece claramente, tanto por omisión
como por acción, como un deber estatal. No se trata de negar que
existen condiciones micro del servicio de salud que pueden lesionar
valores fundamentales (relación médico-paciente, por ejemplo) sino
de sub­rayar que, como se ve en el día a día de los hospitales, muchas
de las vulneraciones cotidianas de valores en el servicio de salud
tienen una base en la organización macro del servicio, la cual depen-
de, por acción o por omisión, del Estado.

los derechos de las personas bajo detención

Hay dos premisas innegociables que deben ser tenidas en cuenta aun
en las condiciones más difíciles, premisas que por obvias parece que
se olvidan con demasiada facilidad. Uno: la persona bajo detención
es un ser humano y, como tal, es titular de derechos humanos y, dos:
la cárcel es un castigo legal que no debe ser la excusa para todo tipo
de castigos. La persona bajo detención pierde el derecho a la libertad,
pero no pierde su dignidad ni el resto de los derechos humanos.
Las sociedades han adoptado la prisión como una forma de castigo
frente a ciertas faltas, de acuerdo con unas reglas penales estable-
cidas, pero tal castigo no va más allá de la privación de la libertad,
lo que implica, en rigor, que la persona en cuestión no necesaria-
mente pierde la titularidad de los demás derechos. La persona bajo
detención tiene derechos consagrados en los pactos internacionales
y aceptados por el derecho constitucional interno. Tales pactos sos-
tienen que:

1] Todo individuo tiene derecho a la libertad y a la seguridad personales.


Nadie podrá ser sometido a detención o prisión arbitrarias. Nadie podrá ser
privado de su libertad, salvo por las causas fijadas por ley y con arreglo al
procedimiento establecido en ésta. 2] Toda persona detenida será informada,
en el momento de su detención, de las razones de la misma, y notificada, sin
demora, de la acusación formulada contra ella. 3] Toda persona detenida o
presa a causa de una infracción penal será llevada sin demora ante un juez
u otro funcionario autorizado por la ley para ejercer funciones judiciales, y
el derecho a la salud en las cárceles 251
tendrá derecho a ser juzgada dentro de un plazo razonable o a ser puesta
en libertad […] 4] Toda persona que sea privada de libertad en virtud de
detención o prisión tendrá derecho a recurrir ante un tribunal, a fin de que
éste decida a la brevedad posible sobre la legalidad de su prisión y ordene
su libertad si la prisión fuera ilegal.30

El debido proceso es un elemento central en la seguridad jurídica


de las personas frente a las autoridades de justicia: “Todas las perso-
nas son iguales ante los tribunales y cortes de justicia. Toda persona
tendrá derecho a ser oída públicamente y con las debidas garantías
por un tribunal competente […] 2] Toda persona acusada de un
delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se
pruebe su culpabilidad conforme a la ley”.31 Durante el proceso la
persona acusada tiene derecho a ser informada sin demora de la
naturaleza y causas de la acusación formulada contra ella; a disponer
del tiempo y de los medios adecuados para la preparación de su
defensa; a ser juzgada sin dilaciones indebidas; a hallarse presente
en el proceso y a defenderse; a no ser obligada a declarar contra sí
misma ni a confesarse culpable.32
Además, “toda persona privada de libertad será tratada huma-
namente y con el respeto debido a la dignidad inherente al ser
humano”.33 Se precisa el objetivo de la prisión: “El régimen peni-
tenciario consistirá en un tratamiento cuya finalidad esencial será
la reforma y la readaptación social de los penados”.34 Y se establece
unos límites a los castigos y a los regímenes de detención: “Nadie
será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o
degradantes”.35
Se entiende por tortura: “todo acto por el cual se inflija inten-
cionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean
físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero
información o una confesión, de castigarla por un acto que haya co-
metido, o se sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar
a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier

30  Art. 9, Pacto Internacional de derechos civiles y políticos, onu, 1966.


31  Art. 14, Pacto Internacional de derechos civiles y políticos, onu, 1966.
32  Art. 14, Pacto Internacional de derechos civiles y políticos, onu, 1966.
33  Art. 10 (1), Pacto Internacional de derechos civiles y políticos, onu, 1966.
34  Art. 10 (3), Pacto Internacional de derechos civiles y políticos, onu, 1966.
35  Art. 7, Pacto Internacional de derechos civiles y políticos, onu, 1966.
252 víctor de currea-lugo

tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean


infligidos por un funcionario público u otra persona en el ejercicio
de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento
o aquiescencia”.36
Para la operativización de estos principios en las condiciones de
detención existen unas “Reglas mínimas de las Naciones Unidas para
el tratamiento de los reclusos” (1957), las cuales precisan los deberes
de las autoridades penitenciarias y los límites de las medidas de pri-
vación de la libertad.
Estas normas mínimas (de ahora en adelante “reglas”) incluyen:
a] la no discriminación: “No se debe hacer diferencias de trato fun-
dadas en prejuicios, principalmente de raza, color, sexo, lengua, re-
ligión, opinión política o cualquier otra opinión, de origen nacional
o social, fortuna, nacimiento u otra situación cualquiera” (regla 6,1);
b] el registro adecuado de los detenidos: “En todo sitio donde haya
personas detenidas, se deberá llevar al día un registro” (regla 7,1);
c] las características de los locales de detención: “Las celdas o cuartos
destinados al aislamiento nocturno no deberán ser ocupados más que
por un solo recluso. Si por razones especiales, tales como el exceso
temporal de población carcelaria, resultara indispensable que la ad-
ministración penitenciaria central hiciera excepciones a esta regla,
se deberá evitar que se alojen dos reclusos en cada celda o cuarto
individual” (regla 9,1); d] las condiciones de higiene: “Todos los lo-
cales frecuentados regularmente por los reclusos deberán ser mante-
nidos en debido estado y limpios” (regla 14); entre otras medidas
generales que se enumeran a lo largo de este trabajo.
Las normas contra la discriminación apuntan especialmente a
mujeres, menores de edad y prisioneros por razones políticas, pero
debe incluirse en la lista de vulnerables a los homosexuales, a los
acusados de delitos sexuales y a los enfermos mentales. El registro es
una herramienta que sirve para prevenir las desapariciones forzadas
y las torturas; las condiciones de higiene son la mejor herramienta
para prevenir la diseminación de enfermedades infectocontagiosas;
los detenidos políticos son más vulnerables de sufrir malos tratos y

36  Pero “No se considerarán torturas los dolores o sufrimientos que sean con-

secuencia únicamente de sanciones legítimas, o que sean inherentes o incidentales


a éstas”, art. 1, Convención contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o
degradantes, onu, 1984.
el derecho a la salud en las cárceles 253
torturas; los acusados de delitos sexuales deben ser especialmente
protegidos de eventuales ataques por otros presos.
El cumplimiento de estas normas, especialmente las que guardan
directa relación con la salud de las personas detenidas es, también,
un asunto médico y en cuanto tal, de incumbencia directa del per-
sonal de salud (véase, infra, reglas 25 y 26). Nelson Mandela (matrí-
cula 220/82) dijo “Suele decirse que nadie conoce realmente cómo
es una nación hasta haber estado en una de sus cárceles. Una nación
no debe ser juzgada por el modo en que se trata a sus ciudadanos
de más alto rango, sino por la manera en la que trata a los de más
bajo (rango)”.37

salud y detención

Régimen de detención y salud

Existen en una misma prisión por lo menos tres miradas diferentes:


la de la dirección de la prisión, la del guardia de prisiones y la de la
persona detenida. Estas visiones no siempre concuerdan y más de las
veces entran en franca contradicción. Habría que agregar una cuar-
ta mirada, la del personal de salud.
Las medidas generales de detención se centran en la seguridad de
la prisión. Tal seguridad tiene sin embargo ciertos límites, como es
el de la dignidad de las personas detenidas y su propia supervivencia.
La falsa dicotomía seguridad contra salud, debe ser combatida. Es
importante que el régimen disciplinario sea conocido y sea respetado,
no sólo por el personal detenido sino por las autoridades carcelarias.
Un régimen de visitas claro y que se cumpla, determina buena parte
de la salud mental de las personas.

Medidas disciplinarias
La detención incluye medidas disciplinarias para garantizar cierto
nivel de comportamiento de los detenidos. Pero estas medidas, inde-
pendientemente de la falta cometida, no pueden incluir torturas, ni

37  Nelson Mandela, El largo camino hacia la libertad, Barcelona, Circulo de Lec-

tores, 1995.
254 víctor de currea-lugo

otros tratamientos crueles, humillantes o degradantes.38 Por supues-


to, tampoco castigos que pongan en riesgo la salud o la vida de las
personas. “Las penas corporales, encierro en celda oscura, así como
toda sanción cruel, inhumana o degradante quedarán completamen-
te prohibidas como sanciones disciplinarias” (regla 31).

Trabajos
Muchas prisiones tienen programas de trabajo para los detenidos que
además sirve para la rebaja de penas. Como en cualquier centro de
trabajo, se debe contar con un mínimo de condiciones de seguridad
y protección, así como de medidas correspondientes con la salud del
trabajo (salud ocupacional).

Mujeres detenidas
La mujer en prisión está en una condición de mayor vulnerabilidad
que la del varón. “Las prisiones tienden a ser administradas desde
una perspectiva masculina […] esto supone que los procedimientos
y programas han sido diseñados a la medida de las necesidades de la
población masculina mayoritaria”.39 Por eso algunos autores sostie-
nen que las mujeres están “invisibilizadas” en el tema carcelario. Por
ejemplo, el diseño arquitectónico de las prisiones se hace pensando
en los varones. En cuanto a medidas de seguridad, con las mujeres
no es necesario el despliegue de fuerza que se hace para con los
hombres. Y en cuanto a los trabajos asignados, las mujeres reciben
oferta de trabajos que reproducen los papeles de género.40
Si a esto se suma que sean madres, madres gestantes o mujeres
embarazadas, la vulnerabilidad es aún mayor. La posibilidad de que
las mujeres hayan sido víctimas de abusos sexuales y de maltratos fí-
sicos antes de entrar en prisión es alta. Igualmente de que presenten
enfermedades de transmisión sexual.
En las sociedades patriarcales el cuidado de los hijos depende de
la madre. Una madre en prisión significa una familia sin su apoyo,

38  Art. 7, Pacto internacional de derechos civiles y políticos, onu, 1966; Convención

contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, onu,


1984.
39  Andrew Coyle, La administración penitenciaria en el contexto de los derechos huma-

nos, Londres, Centro Internacional de Estudios Penitenciarios, 2002, pp. 133-134.


40  María Noel Rodríguez, Mujeres madres en prisión en América Central, San José,

euned, 2005, p. 29.


el derecho a la salud en las cárceles 255
además de una persona detenida que tiene aún más razones para
desarrollar ansiedad, depresión y enfermedad mental en general. En
la atención adecuada de las mujeres detenidas se requiere que se
cumpla el principio de no discriminación41 y que se vigile estrecha-
mente las formas de violencia física y mental en su contra.

1] Los hombres y las mujeres deberán ser recluidos, hasta donde fuere po-
sible, en establecimientos diferentes; en un establecimiento en el que se
reciban hombres y mujeres, el conjunto de locales destinado a las mujeres
deberá estar completamente separado (regla 8) […] En los establecimientos
mixtos, la sección de mujeres estará bajo la dirección de un funcionario fe-
menino responsable, que guardará todas las llaves de dicha sección del esta-
blecimiento. 2] Ningún funcionario del sexo masculino penetrará en la
sección femenina sin ir acompañado de un miembro femenino del personal.
3] La vigilancia de las reclusas será ejercida exclusivamente por funcionarios
femeninos. Sin embargo, esto no excluirá que funcionarios del sexo mascu-
lino, especialmente los médicos y personal de enseñanza, desempeñen sus
funciones profesionales en establecimientos o secciones reservados para
mujeres (regla 53).

Ya en relación con el derecho a la salud de las mujeres detenidas:


“en los establecimientos para mujeres deben existir instalaciones es-
peciales para el tratamiento de las reclusas embarazadas, de las que
acaban de dar a luz y de las convalecientes. Hasta donde sea posible,
se tomarán medidas para que el parto se verifique en un hospital
civil. Si el niño nace en el establecimiento, no deberá hacerse constar
este hecho en su partida de nacimiento. 2] Cuando se permita a las
madres reclusas conservar a su niño, deberán tomarse disposiciones
para organizar una guardería infantil, con personal calificado, don-
de estarán los niños cuando no se hallen atendidos por sus madres”
(regla 23).
En general, se puede decir que, a pesar de estas reglas, “la discri-
minación que existe extramuros se reproduce y acentúa al interior
de los centros penitenciarios de las mujeres […] en muchos centros
penitenciarios a las mujeres se les exige determinados requisitos para
tener derecho a la visita conyugal (adopción de métodos anticoncep-

41  Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la

mujer, onu, 1979.


256 víctor de currea-lugo

tivos, probar vínculo de pareja, etc.) que no son exigidos para los
reclusos varones”.42

Menores de edad
Se entiende como menor de edad a toda persona que aún no ha
cumplido 18 años y, por lo tanto, está protegido por los derechos
contemplados en la Convención sobre los derechos del niño (1989).
Existen reglas especiales para el tratamiento carcelario de los meno-
res de edad, como el hecho de estar separados de los adultos (“los
detenidos jóvenes deberán ser separados de los adultos”, regla 8), la
prisión deber ser el último recurso frente al menor delincuente, y se
procurará el establecimiento de lugares intermedios (centros de
acogida, hogares educativos, centros de capacitación diurnos) para
facilitar el tratamiento de estos menores.

Prácticas no escritas
En las prisiones existen códigos de comportamiento no escritos que
perpetúan dinámicas o prácticas que pueden afectar el derecho a la
salud. Corresponde explorar tales códigos y modificarlos, o prohibir-
los si fuera necesario. Ciertos comportamientos de poder, costumbres
establecidas por los guardianes, prácticas usuales y permitidas de los
presos, pueden constituir un clima de impunidad nocivo para los de-
rechos de los detenidos. Un elemento a ser explorado son las formas
de resolución de conflictos dentro de la prisión. Buena parte de esas
dinámicas son alimentadas y perpetuadas –o por lo menos aceptadas–
por los guardianes y las autoridades carcelarias, correspondiendo a
ellos su erradicación. La corrupción oficial en las cárceles se ampara
de la impunidad y de la indiferencia de las sociedades sobre lo que
pasa en su centro de detención, “Las prisiones no pueden elegir a
sus reclusos. No obstante sí pueden elegir a su personal”.43

El derecho a la salud en sitios de detención

Lo ideal es que los servicios de salud del centro de detención hagan


parte del sistema de salud de la sociedad, que la asistencia médica
de los detenidos tenga el respaldo del sistema nacional de salud y

42  Rodríguez, Mujeres madres... p. 31.


43  Coyle, La administración penitenciaria..., p. 13.
el derecho a la salud en las cárceles 257
sus diferentes estructuras. “Los servicios médicos (de las prisiones)
deberán organizarse íntimamente vinculados con la administración
general del servicio sanitario de la comunidad o de la nación” (regla
22.1).
Desafortunadamente, “en casi todos los países la asistencia a los
presos corresponde no al organismo encargado de prestar asistencia
sanitaria y promocionar la salud, sino al encargado de la custodia y
guardia, con todo lo que ello puede suponer de inadecuado en mu-
chos casos y de ineficiente en todos”.44
Por el cumplimiento de la responsabilidad estatal de velar por la
salud de los detenidos se levantan críticas en el sentido de que un
Estado no puede dar salud a quienes violan las leyes y desamparar a
quienes las cumplen. La realidad es que es un deber del Estado velar
por la salud de las personas a quienes les quita la libertad y, dos, las
personas detenidas son más vulnerables en términos de salud que la
población general. Frente a todo esto se formula el principio de
“equivalencia”, en el cual se plantea que los servicios de salud dedi-
cados a la población carcelaria deberían ser tan buenos como los de
la población general.
Existen unas medidas específicas para garantizar el derecho a la
salud en condiciones de detención. La primera medida es la adecua-
ción de las instalaciones de detención a estándares que garanticen
un mínimo de condiciones de salubridad, tales como el suministro
de agua potable o evitar el hacinamiento.
La segunda medida es la organización de servicios de salud dentro
de las instalaciones de detención, dotadas con recursos diagnósticos
y terapéuticos adecuados: “Todo establecimiento penitenciario dis-
pondrá por lo menos de los servicios de un médico calificado que
deberá poseer algunos conocimientos psiquiátricos […] Deberán
comprender un servicio psiquiátrico para el diagnóstico y, si fuere
necesario, para el tratamiento de los casos de enfermedades menta-
les” (regla 22.1); “Cuando el establecimiento disponga de servicios
internos de hospital, éstos estarán provistos del material, del instru-
mental y de los productos farmacéuticos necesarios para proporcio-
nar a los reclusos enfermos los cuidados y el tratamiento adecuados.

44  Vicente Martín, “Las prisiones y la salud pública”, El País, Madrid, 8 de junio

de 2004. El autor es presidente de la Asociación Española de Sanidad Penitencia-


ria.
258 víctor de currea-lugo

Además, el personal deberá poseer suficiente preparación profesio-


nal” (regla 22.2).
La tercera medida es que toda persona detenida, idealmente el
mismo día de su ingreso a prisión, debe tener un examen médico,
tan exhaustivo como sea posible. Esta medida permite realizar un
diagnóstico precoz de ciertas enfermedades y comenzar el tratamien-
to necesario; establecer vulnerabilidades (por ejemplo, desnutrición,
discapacidades), identificar adicciones (drogas), registrar si presenta
algún tipo de lesiones (lo que sirve en la lucha contra la tortura),
evitar la propagación de enfermedades contagiosas (especialmente
enfermedades de transmisión sexual, hepatitis y tuberculosis). Este
primer contacto de la persona detenida con el servicio de salud del
sitio de detención, debe servir para identificar necesidades de edu-
cación en salud para ser puestas en práctica posteriormente y de
manera colectiva.

El médico deberá examinar a cada recluso tan pronto sea posible después de
su ingreso y ulteriormente tan a menudo como sea necesario, en particular
para determinar la existencia de una enfermedad física o mental, tomar en su
caso las medidas necesarias; asegurar el aislamiento de los reclusos sospechosos
de sufrir enfermedades infecciosas o contagiosas; señalar las deficiencias físicas
y mentales que puedan constituir un obstáculo para la readaptación, y deter-
minar la capacidad física de cada recluso para el trabajo (regla 24).
El ingreso en prisión ofrece una oportunidad de mejorar el estado de
salud de las poblaciones marginales y marginadas de la sociedad; o al menos
de minimizar el riesgo de empeorarlo […] Desaprovechar esta ocasión su-
pone una doble injusticia.45

En el caso de mujeres detenidas, el primer examen debe incluir


un cuidadoso examen gíneco-obstétrico, registrando todo hallazgo,
especialmente relacionado con abusos sexuales. Se recomienda que
las detenidas sean examinadas por personas del mismo sexo. En el
caso de las personas con discapacidad, el personal de salud debe
reportar a las autoridades del centro de detención para que tales
discapacidades sean tenidas en cuenta al, por ejemplo, asignar la
celda, mejorar las barreras físicas para el desplazamiento de deteni-
dos discapacitados, etcétera.

45  Vicente Martín, “Las prisiones y...”.


el derecho a la salud en las cárceles 259
La cuarta medida es el desarrollo de programas especiales (por
ejemplo, contra la tuberculosis) cuanto haya mérito para ello. Pro-
gramas regulares son la consulta médica, los programas de vacuna-
ción, el seguimiento de pacientes, la supervisión de los tratamientos,
servicios de urgencias, odontología (“Todo recluso debe poder utili-
zar los servicios de un dentista calificado”, regla 22,3), etc. “El médi-
co […] deberá visitar diariamente a todos los reclusos enfermos, a
todos los que se quejen de estar enfermos y a todos aquellos sobre
los cuales se llame su atención” (regla 25,1).
Es también una tarea regular el control de las condiciones de
detención. “El médico presentará un informe al director cada vez
que estime que la salud física o mental de un recluso haya sido o
pueda ser afectada por la prolongación, o por una modalidad cual-
quiera de la reclusión” (regla 25,2). “1] El médico hará inspecciones
regulares y asesorará al director respecto a: a] La cantidad, calidad,
preparación y distribución de los alimentos; b] La higiene y el aseo
de los establecimientos y de los reclusos; c] Las condiciones sanitarias,
la calefacción, el alumbrado y la ventilación del establecimiento; d]
La calidad y el aseo de las ropas y de la cama de los reclusos; e] La
observancia de las reglas relativas a la educación física y deportiva
cuando ésta sea organizada por un personal no especializado. 2] El
director deberá tener en cuenta los informes y consejos del médico
[…] y, en caso de conformidad, tomar inmediatamente las medidas
necesarias para que se sigan dichas recomendaciones. Cuando no
esté conforme o la materia no sea de su competencia, trasmitirá in-
mediatamente a la autoridad superior el informe médico y sus pro-
pias observaciones” (regla 26).
Aceptando que hay detenidos que revisten especial cuidado, que
hay zonas dentro de la cárcel de mayor seguridad que otras y, siendo
realistas, de las dificultades operativas que entraña la asistencia a
cierto tipo de detenidos, se entiende que, en todo caso, el derecho
a la salud de las personas bajo detención no depende del delito que
hayan cometido ni de su grado de peligrosidad sino, aunque suene
reiterativo, de su condición de ser humano.

Condiciones de detención y condicionantes de la salud

En cuanto el Estado tiene el derecho de privar de la libertad a las


personas, de acuerdo con unas reglas previas y definidas, tiene el
260 víctor de currea-lugo

deber de asumir las condiciones de vida y de salud de las personas


detenidas. “En cuanto un Estado priva a un individuo de su libertad,
asume la responsabilidad de cuidar de su salud, no sólo respecto a las
condiciones de detención, sino también al tratamiento individual que
pueda ser necesario como consecuencia de dichas condiciones.”46

Hacinamiento
Uno de los principales problemas de las prisiones de América Latina
es la sobrepoblación penitenciaria, entendida como el “exceso de
personas privadas de libertad sobre la capacidad de alojamiento ofi-
cialmente prevista”. De 18 países estudiados, 15 presentan problemas
de hacinamiento crítico.47
No se pueden seguir considerando las prisiones como sitios de
depósitos de personas que la sociedad margina y les priva de la liber-
tad. El hacinamiento se asocia con enfermedades de la piel (parási-
tos) y enfermedades respiratorias (tuberculosis). En ese caso, como
en muchos otros, la solución no depende de los antibióticos sino de
evitar el hacinamiento.
Según las normas mínimas “Los locales destinados a los reclusos y
especialmente a aquellos que se destinan al alojamiento de los reclusos
durante la noche, deberán satisfacer las exigencias de la higiene, ha-
bida cuenta del clima, particularmente en lo concerniente al volumen
de aire, superficie mínima, alumbrado, calefacción y ventilación” (re-
gla 10). No existe una norma sobre el espacio mínimo para cada de-
tenido. Las estimaciones de espacio por persona dependen del tiempo
que esa persona estará destinada a las celdas, siendo mayor el impacto
de un espacio reducido si es mayor el tiempo a estar en él.48

Alimentación y agua potable


Existe un mínimo de nutrientes y de kilocalorías por persona al día
para garantizar una nutrición adecuada. Según las recomendaciones
de la onu: “1] Todo recluso recibirá de la administración, a las horas
acostumbradas, una alimentación de buena calidad, bien preparada
y servida, cuyo valor nutritivo sea suficiente para el mantenimiento
de su salud y de sus fuerzas. 2] Todo recluso deberá tener la posibi-

46  Coyle, La administración penitenciaria..., p. 49.


47  Rodríguez, Mujeres madres..., p. 23.
48  Coyle, La administración penitenciaria..., pp. 44-45.
el derecho a la salud en las cárceles 261
lidad de proveerse de agua potable cuando la necesite” (regla 20).
La mala alimentación afecta el sistema inmune y, por lo tanto, la
respuesta a infecciones. En una prisión de Honduras se reportó que
“las internas no disponen de agua potable, debiendo hervir el agua
para su consumo personal”.49

Aseo personal de los detenidos


Los centros de detención deben ofrecer instalaciones y comodidades
para que los detenidos puedan asearse: “Las instalaciones sanitarias
deberán ser adecuadas para que el recluso pueda satisfacer sus nece-
sidades naturales en el momento oportuno, en forma aseada y de-
cente” (regla 12); “Las instalaciones de baño y de ducha deberán ser
adecuadas para que cada recluso pueda y sea requerido a tomar un
baño o ducha a una temperatura adaptada al clima y con la frecuen-
cia que requiera la higiene general...” (regla 13); “Se exigirá de los
reclusos aseo personal y para tal efecto dispondrán de agua y de los
artículos de aseo indispensables para su salud y limpieza” (regla 15);
“Se facilitará a los reclusos medios para el cuidado del cabello y de
la barba, a fin de que se presenten de un modo correcto y conserven
el respeto de sí mismos; los hombres deberán poder afeitarse con
regularidad” (regla 16). Las duchas y baños, deben ser de fácil acce-
so (especialmente para los discapacitados), limpias y con privacidad
(especialmente para el caso de las mujeres). En Japón se han desa-
rrollado programas de estímulo para los presos que colaboran man-
teniendo condiciones higiénicas adecuadas en sus celdas.50

Servicios de salud en centros de detención

La salud no es sólo el servicio de salud en las prisiones sino que


envuelve otros aspectos, pero sí es el más visible y, en casos de urgen-
cias, el más relevante. Las condiciones de vulnerabilidad de los dete-
nidos hacen que el servicio de salud del centro de detención sea un
lugar central en la prevención y tratamiento de las enfermedades y,
debería serlo, en la garantía del derecho a la salud.

49  Rodríguez, Mujeres madres..., p. 98.


50  Shinya Watanabe, “Atención médica e higiene en las prisiones de Japón”, en
Elías Carranza (coord.), Justicia penal y sobrepoblación penitenciaria, México, Siglo XXI
Editores, 2001, p. 289. Véase, en general, pp. 285-296.
262 víctor de currea-lugo

En relación con los elementos esenciales del núcleo básico,


precisemos sus alcances. Tomando como base el Comentario del
Comité de derechos económicos, sociales y culturales de las Nacio-
nes Unidas,51 el derecho a la salud abarca los siguientes elementos
esenciales e interrelacionados:

Disponibilidad
Implica contar con un número suficiente de establecimientos, bienes
y servicios públicos de salud, así como de programas. Se necesita que
existan recursos físicos, humanos y financieros que garanticen el
derecho a la salud de las personas bajo detención. Las cárceles pre-
sentan perfiles de salud particulares y, por lo tanto, requieren algunas
veces del desarrollo de programas especiales.
En un estudio sobre las mujeres detenidas en cárceles centroame-
ricanas se encontró que “muchos centros penales no cuentan con
una atención suficiente, especializada, de calidad y que contemple la
salud sexual y reproductiva de las mujeres. Se constató la falta de
atención de médicos ginecólogos en varios establecimientos así como
de pediatras para los hijos e hijas que conviven con sus madres”.52

Accesibilidad
Los establecimientos, bienes y servicios de salud deben ser accesibles
a todas las personas, sin discriminación alguna. La accesibilidad pre-
senta cuatro dimensiones superpuestas: i] No discriminación; ii]
Accesibilidad física; iii] Accesibilidad económica (accesibilidad); iv]
Acceso a la información. La no discriminación implica que la aten-
ción médica no puede variar dependiendo del tipo de delito come-
tido por la persona. La accesibilidad física implica que los horarios
deben ser adecuados al horario de la prisión, pero además que du-
rante las noches y los fines de semana deben existir mecanismos que
le hagan posible a los presos acceder a servicios de salud. La accesi-
bilidad económica en el caso de las prisiones debe ser una preocu-
pación del director del centro de detención y en ningún caso del
detenido. Y el acceso a la información, el detenido tiene derecho a
conocer su enfermedad, las posibilidades terapéuticas e, incluso, el
rechazo de tratamientos.

51  Véase, en general, Comité de Derechos, El derecho al…


52  Rodríguez, Mujeres madres..., p. 31.
el derecho a la salud en las cárceles 263
En relación con la accesibilidad física y con el diseño mismo de
las prisiones, es menester que se contemplen aspectos tanto de ba-
rreras arquitectónicas como de condiciones de salud antes de em-
prender la construcción de un centro de detención.

Aceptabilidad
Todos los establecimientos, bienes y servicios de salud deberán ser
respetuosos de la ética médica y culturalmente apropiados. En el
caso de las prisiones, con presos de alta peligrosidad, es necesario
lograr el equilibrio entre las medidas de protección debida para el
personal de salud y el derecho de los presos a acceder a los servicios,
teniendo en cuenta la confidencialidad y privacidad del examen
médico. La confidencialidad es aquí un elemento central. Los mo-
tivos de consulta no son una información pública ni a disposición
de las directivas del penal, sino que hace parte del secreto profesio-
nal médico.

Calidad
Los establecimientos, bienes y servicios de salud deberán ser también
apropiados desde el punto de vista científico y médico y ser de bue-
na calidad. A diferencia de los centros de salud extracarcelarios, el
ideal es que el servicio de salud del centro de detención cuente con
recursos suficientes y adecuados que le permitan cierta autonomía,
precisamente por las características de seguridad que impone una
prisión. Por ejemplo, se recomienda la autonomía para practicar
pruebas de laboratorio de manera ágil, sin depender de un centro
externo, pues un diagnóstico oportuno evita transporte innecesario
de detenidos o el aplazamiento de traslados necesarios.

Programas de salud en centros de detención

No hay que olvidar que las personas detenidas siguen presentando


demandas en salud, independiente de su condición de detenidos.
Las consultas por hipertensión, diabetes, control de cáncer de útero,
etc., hacen parte de la responsabilidad cotidiana del equipo de salud.
Ahora, además de esto, tanto por el tipo de personas que llegan a
los centros de detención (desnutrición, vulnerabilidad) como por las
características propias de los centros carcelarios (hacinamiento, me-
didas de control, etc.) se requiere el desarrollo de ciertos programas
264 víctor de currea-lugo

de salud. Es el caso de los programas especiales contra la tuberculo-


sis, las enfermedades de transmisión sexual (especialmente el vih/
sida), la salud mental, los servicios de urgencias en horas nocturnas
o cuando no hay médico de guardia, etcétera.
En estos casos, los centros deben contar con estrategias precisas
de prevención, diagnóstico y tratamiento de enfermedades, o del
traslado oportuno y adecuado (en caso de urgencias) a centros de
salud competentes.

Tuberculosis
En los países pobres, por el grado de desnutrición, es frecuente en-
contrar pacientes con tuberculosis. Si no es tratado, cada individuo
con tbc activa puede infectar entre 10 y 15 personas al año. La com-
binación, cada vez más frecuente, entre vih/sida y tbc es mortal. En
países desarrollados, el resurgimiento de la tuberculosis se da sólo
luego de la aparición de casos resistentes a los tratamientos conven-
cionales asociados con vih/sida.53
En 2002, más de 10% de la población total de Rusia tenía tuber-
culosis activa. Alrededor de 42% de todos los pacientes con tbc en
Rusia están en prisiones y al menos 60% de éstos son multirresisten-
tes a los tratamientos.54 El tratamiento del paciente con tbc puede
requerir aislamiento, dieta especial (especialmente si el promedio de
nutrientes en prisión es más bajo que el ideal), ventilación, educación
en salud para mejorar la prevención, supervisión para evitar el aban-
dono del tratamiento (especialmente por lo prolongado del mismo),
baciloscopía de control, y revisión de los casos en que haya resisten-
cia al tratamiento.
El Comité Internacional de la Cruz Roja (cicr), ha desarrollado
programas contra la tuberculosis en prisiones del Cáucaso Sur: Geor-
gia, Armenia, Azerbaiyán, con logros importantes, a pesar del hallaz-
go de casos resistentes a tratamientos y de las condiciones de deten-
ción que facilitan la enfermedad.55

53  Véase, en general, Médicos Sin Fronteras (msf), Memoria Internacional, 2003-

2004.
54  Improving Prison Healthcare in Eastern Europe and Central Asia, Guidance

Document 1, pp. 2-3.


55  Comite Internacional de la Cruz Roja, “Caucaso del sur: la población carce-

laria es la más vulnerable a una epidemia de tuberculosis”, cicr News, 23 de marzo


de 2005.
el derecho a la salud en las cárceles 265
Enfermedades de transmisión sexual (ets),
especialmente vih/sida
Las prácticas sexuales entre personas detenidas, consentidas o for-
zadas, aumentan el riesgo de contraer enfermedades. Hoy por hoy
es posible ofrecer tratamientos efectivos, de rápido efecto y baratos
para la mayoría de enfermedades de transmisión sexual. Las com-
plicaciones de enfermedades no tratadas son peligrosas, como es
el caso de la enfermedad pélvica inflamatoria (complicación de la
gonorrea y la infección por clamidia), que puede acarrear problema
de infertilidad.
Uno de los problemas que más preocupa, dentro del universo de
las ets, es el vih/sida, por lo que representa como enfermedad y
también como estigma. En el caso de Perú, en la prisión de Lurigan-
cho, el porcentaje de vih/sida es de 2.6% (siete veces mayor que el
porcentaje nacional, que es de 0.3%).56 Las prácticas sexuales volun-
tarias o forzadas dentro de las prisiones, aumentan el riesgo de in-
fección. Las condiciones de la detención (desnutrición, hacinamien-
to) aumentan la vulnerabilidad de las personas infectadas con vih.
La estigmatización social de las personas con vih y las restricciones
presupuestarias para la protección de la salud de los detenidos hace
que no se les dé la prioridad debida.
Corresponde al médico la prevención de la transmisión de la en-
fermedad, el desarrollo de programas de educación en salud, fomen-
tar el uso de preservativos, realización de pruebas diagnósticas dentro
de la población carcelaria, el establecimiento oportuno de los trata-
mientos adecuados y el seguimiento de estos pacientes, tanto por el
riesgo de complicaciones como de infección para otros detenidos. Es
importante que los programas de prevención se extiendan a los fa-
miliares de la persona detenida.

Salud mental
Estar en la cárcel es suficiente motivo para deprimirse, pero no todos
los detenidos desarrollan la enfermedad mental llamada “depresión
mayor”. Una persona detenida que no expresa preocupación alguna
es lo “anormal”. A nadie, en principio, le gusta estar encerrado. En
Inglaterra, la tasa de suicidios entre reclusos es seis veces mayor que

56  Comite Internacional de la Cruz Roja, “Perú: seminario internacional ‘vih/

sida, poblaciones vulnerables y prisiones”, Noticia regional, 4 de junio de 2004.


266 víctor de currea-lugo

entre la población general. 14% de las reclusas y 7% de los reclusos


tienen enfermedades mentales, comparado con el 0.5% de la pobla-
ción general.57 Un régimen explícito de visitas, el acceso oportuno a
abogados, la seguridad jurídica, el derecho a saber los cargos de los que
se le acusa, son la base para la prevención de la enfermedad mental.
La enfermedad mental merece un servicio profesional: “1] En lo
posible se deberá añadir al personal un número suficiente de espe-
cialistas, tales como psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales,
maestros e instructores técnicos; 2] Los servicios de los trabajadores
sociales, de maestros e instructores técnicos deberán ser mantenidos
permanentemente, sin que ello excluya los servicios de auxiliares a
tiempo limitado o voluntarios” (regla 49).
Además de esto, la promoción de actividades recreativas y depor-
tivas permite mejorar la integración en el sitio de detención y aumen-
tar la autoestima: “El tiempo mínimo recomendado al aire libre es
el de una hora cada día”.58 Igualmente, las prácticas religiosas deben
permitirse, pues se trata de un derecho humano que no se pierde al
ingresar a prisión:59 “Si el establecimiento contiene un número sufi-
ciente de reclusos que pertenezcan a una misma religión, se nombra-
rá o admitirá un representante autorizado de ese culto […] Nunca
se negará a un recluso el derecho de comunicarse con el represen-
tante autorizado de una religión. Y, a la inversa, cuando un recluso
se oponga a ser visitado por el representante de una religión, se
deberá respetar en absoluto su actitud” (regla 41); “Dentro de lo
posible, se autorizará a todo recluso a cumplir los preceptos de su
religión, permitiéndosele participar en los servicios organizados en
el establecimiento y tener en su poder libros piadosos y de instrucción
religiosa de su confesión” (regla 42).
En general hay dos riesgos frente a la enfermedad mental: la
exageración y la negación. No hay que “patologizar” (volver enfer-

57  “¿Está la salud mental de funcionarios y presos en peligro?”, El Mundo Digital,

5 de septiembre de 2003.
58  Coyle, La administración penitenciaria..., p. 47.
59  “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y

de religión; este derecho incluye la libertad de tener o de adoptar la religión o las


creencias de su elección, así como la libertad de manifestar su religión o sus creen-
cias, individual o colectivamente, tanto en público como en privado, mediante el
culto, la celebración de los ritos, las prácticas y la enseñanza”, art. 18, Pacto inter-
nacional de derechos civiles y políticos, onu, 1966.
el derecho a la salud en las cárceles 267
medad) todo comportamiento del recluso. Lo normal es deprimirse,
lamentarse, llorar. Y en los casos en que hay una enfermedad mental
decla­rada, no se debe negar ésta creyendo que se debe a la reacción
nor­mal frente a la pérdida de la libertad. La diferencia entre una re-
acción emocional normal y una enfermedad mental no es un asunto
siempre fácil de diagnosticar y debe ser labor de un profesional y no
del guardia de la prisión. La enfermedad mental agrava la situación
del detenido, especialmente porque hay centros penitenciarios con
áreas para enfermos mentales que, en vez de dar alivio y apoyo, ter-
mina por abandonar al paciente entre otros tantos abandonados.
Es deber de las autoridades evitar el comercio y consumo de sus-
tancias psicoactivas dentro del penal. Muchas veces ese mercado
envuelve a las personas encargadas de la vigilancia. Este control es
un deber médico tanto por la adicción a sustancias como por la en-
fermedad, el efecto de estas sustancias en la salud y en el comporta-
miento (violento) de los detenidos, como en el efecto que produce
activando otras enfermedades mentales (como depresión mayor). Y
es deber del personal de salud no hacer una distribución masiva e
irresponsable de medicamentos psiquiátricos.
El suicidio de detenidos es un hecho que debe afrontar y preve-
nir el personal de salud. En las cárceles de California, en 2005, se
halló una tasa de suicidios de 27 por 1 000 presos, el doble de la
tasa nacional de suicidios en prisiones (14), con casi un suicidio por
semana. El 70% de los suicidios ocurrieron “en unidades disciplina-
rias aisladas”.60
Un último aspecto de salud mental a ser tenido en cuenta, es la
salud mental tanto de los guardianes de prisiones como del personal
de dirección. Parte de la agresión de la institución para con los de-
tenidos radica en las malas condiciones laborales del personal a
cargo de la prisión, sin que esto les justifique.

Urgencias
El primer problema que enfrentan las urgencias nocturnas son los
mismos controles de seguridad establecidos para la población carce-
laria durante la noche. Allí se manifiesta de nuevo la tensión entre
seguridad y salud. No se pide que se renuncie a medidas de seguri-

60  “Record de suicidios en cárceles de California”, La Opinión Digital, 3 de ene-

ro de 2006.
268 víctor de currea-lugo

dad, pero que éstas no hagan materialmente imposible acceder a los


servicios de salud o, incluso, alertar sobre la presencia de un enfermo
o un herido en la zona de detención.
El segundo problema es el diagnóstico, el cual debe ser hecho por
un profesional y nunca, como ocurre muchas veces, por un guardia
de prisiones que no tiene ningún grado de formación en salud. Este
tipo de situaciones ha generado, más de una vez, muertes prevenibles
con un traslado oportuno. Los guardias parecen no entender que no
es la cantidad de sangre lo que hace grave un paciente sino otras
consideraciones médicas que no están al alcance de todos.
El tercer problema es el transporte mismo: adecuado y oportuno.
Los centros de detención deberían tener a su disposición ambulan-
cias adecuadas. Cada prisión, a su vez, debe contar con un hospital
de referencia a donde, en caso de necesidad, se trasladen los prisio-
neros evitando trámites burocráticos y transportes innecesarios a
centros médicos sin capacidad: “Se dispondrá el traslado de los en-
fermos cuyo estado requiera cuidados especiales, a establecimientos
penitenciarios especializados o a hospitales civiles” (regla 22.2). Las
escoltas y las medidas de seguridad deben estar pensadas de antema-
no para esta clase de situaciones. Es importante que las directivas del
centro de detención entiendan que ciertas urgencias médicas pueden
producir la muerte del paciente y, por lo tanto, no deben retrasar el
traslado so pretexto de la seguridad.

Educación en salud
La cárcel es un espacio que facilita, de alguna manera, el seguimien-
to de ciertos programas de salud y la posibilidad de desarrollar pro-
gramas sostenidos de educación en salud que beneficiarían no sólo
a las personas detenidas sino también a sus familiares (por ejemplo,
una campaña promoviendo el uso del preservativo para prevenir
enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados).
Es cierto que no todas las variables de salud dependen de la infor-
mación y también es cierto que no basta la información para prevenir
las enfermedades, pero sí es un elemento sin duda central en la
prevención de las enfermedades y su diagnóstico oportuno.
el derecho a la salud en las cárceles 269
ética médica y personas bajo detención

Antes de entrar en los deberes médicos, es necesario precisar sus


derechos. El personal de salud tiene derecho a que se respeten sus
decisiones médicas, tales como medidas terapéuticas, órdenes de
traslado a centros médicos más especializados, medicamentos elegi-
dos para un determinado tratamiento, respeto a la confidencialidad
de las historias clínicas y en general de la información brindada por
los detenidos, establecimiento de prioridades por razones de salud,
petición de exámenes de laboratorio, medidas especiales (dietas,
apoyo nutricional, etc.). Las recomendaciones que el personal de
salud haga a las autoridades de la prisión deben ser escuchadas y
tenidas en cuenta, por ejemplo, las relacionadas con la calidad ali-
mentaria, el suministro de agua potable, los recursos necesarios para
el servicio de salud, la disposición de áreas que permitan el aislamien-
to por razones médicas de detenidos, etcétera.
En los casos en que el personal de salud observe prácticas delibe-
radas, continuadas y sistemáticas que lesionan la salud de los pacien-
tes (torturas, bajo aporte de calorías, etc.) es deber comunicar a las
autoridades sobre este tipo de situaciones. De poco sirve atender a
un torturado o dar soporte nutricional a un desnutrido, cuando se
trata de hacer frente a una política que afecta de manera masiva a
las personas detenidas.
Los médicos y el personal de salud en general, tienen el deber de
no juzgar el delito cometido por la persona ni actuar basado en el
delito. Además. debe abstenerse de brindar cualquier clase se apoyo
a medidas que impliquen torturas, tratos crueles, humillantes o de-
gradantes; no realizar ningún tipo de experimentos usando a la po-
blación detenida sin contar con su expresa autorización; respetar la
información que, a causa o con ocasión de su ejercicio profesional,
le ha sido confiada por los detenidos; no ejercer ningún tipo de
discriminación en la atención médica a los detenidos, salvo la que
esté basada en criterios médicos.
La ética médica debe ser observada en la atención de personas
detenidas de la misma manera que en pacientes no detenidos, inclu-
so con algo más de cuidado. Por ejemplo, la confidencialidad de la
información médica es parte del secreto profesional, del acto de
confianza nacido de la relación médico-paciente y que no debe ser
traicionada por el personal de salud; pero en el caso de la cárcel,
270 víctor de currea-lugo

siendo un espacio más cerrado y pequeño, el impacto que genera la


desclasificación de información puede ser altamente dañino para el
detenido e incluso para el personal de salud.
El ejercicio médico debe ser neutral y parecer como tal ante los ojos
de las personas a las cuales se debe: los pacientes y, en el caso de las
cárceles, las personas detenidas. El médico no hace parte del dispositivo
de seguridad y, por lo tanto, sus acciones profesionales deben separarse
de cualquier acción policial o de seguridad de los detenidos: “El médico
estará encargado de velar por la salud física y mental de los reclusos”
(regla 25,1). De la misma manera, el personal de salud debe abstenerse
de cohonestar con prácticas que implican convertir a los opositores del
gobierno en “enfermos mentales” para justificar así su reclusión.

conclusión

La conclusión parece ser que las prisiones son perjudiciales para la


salud, siendo mejor estar libre y sano que detenido y enfermo. Pero
una vez que una persona es detenida, corresponde a las autoridades
penitenciarias en general y al personal de salud en particular, velar
por la garantía del derecho a la salud de las personas detenidas. Para
ese fin se cuenta con normas explícitas y claras del derecho interna-
cional de los derechos humanos y de la ética médica, que sirven para
determinar acciones y medidas de protección. Algunas cosas no re-
quieren más que el sentido común, entendiendo que las personas
detenidas no pierden su condición de seres humanos ni ningún de-
recho humano. El detenido sigue siendo poseedor de derechos. La
pena de prisión es la determinada por las normas de un país, pero
esa pena no debe ser agravada con penas extras, la cárcel es un cas-
tigo legal que no debe ser la excusa para todo tipo de castigos.
Para la garantía del derecho a la salud, el personal de salud debe
contar con recursos y programas que le permitan cumplir con las
actividades regulares (consultas, tratamientos), así como con progra-
mas especiales cuando haya mérito para ello (tuberculosis, vih/sida,
etc.). De acuerdo con el derecho internacional de los derechos hu-
manos, los instrumentos (programas y servicios) para garantizar el
derecho a la salud deben cumplir cuatro requisitos: disponibilidad,
accesibilidad, aceptabilidad y calidad. Estos programas deben respe-
el derecho a la salud en las cárceles 271
tar en todo momento y lugar los postulados de la ética médica. Y más
allá de los programas asistenciales, es deber del personal de salud de
que las condiciones de detención (hacinamiento, suministro de ali-
mentos y agua potable, servicios de aseo, etc.) no sean contrarias a
la salud de las personas detenidas. El cumplimiento de las normas
de tratamiento de las personas detenidas, especialmente las que
guardan directa relación con su salud es, también, un asunto médico
y en cuanto tal de incumbencia directa del personal de salud.
La mezcla de elementos tales como desnutrición, depresión, en-
fermedades, falta de tratamientos adecuados y oportunos, consumo
de sustancias psicoactivas, condiciones antihigiénicas y hacinamiento,
constituyen una mezcla explosiva para la salud de las personas bajo
detención y constituyen la negación absoluta del derecho a la salud.
Tal negación constituye una pena accesoria, ilegal e injusta a la pérdi-
da de la libertad. Una prisión de mujeres en Honduras presenta falta
de tratamiento para pacientes con vih/sida y sólo se medica sus sín-
tomas, el centro no dispone de un rubro para medicamentos, no hay
guardias médicas nocturnas, no siempre hay facilidades de transporte
a servicios de salud extracarcelarios y hay ausencia total de servicios
de psiquiatría.61 La Asociación Médica Mundial precisó que:

El problema del deterioro sanitario en las cárceles es el resultado directo de


las violaciones de derechos humanos que se dan en ellas. No puede resol-
verse en condiciones de sobrepoblación penitenciaria, falta de acceso a
ejercicio, luz solar y a una dieta adecuada y, mínima o nula atención médica
de las personas presas […] Lo que urge, de manera casi desesperada, es un
cambio en las condiciones de las prisiones y en la calidad de la atención
médica dispensada en ellas.62

La solución a este problema puede estar más allá de las paredes


del centro de detención, más allá de la oficina del director de la
prisión y puede tener sus raíces en las políticas de salud o en las
políticas carcelarias; en tal caso, el debate y las preguntas deben
presentarse frente a quienes, con sus decisiones, han hecho posible
la falta del derecho a la salud en los centros de detención.

61 Rodríguez, Mujeres madres..., p. 99.


62 Morris Tidball-Binz, “Atención de la salud y sobrepoblación penitenciaria:
un problema de todos”, en Elías Carranza (coord.), Justicia penal y..., pp. 48-57.
el personal penitenciario: su capacitación
y desarrollo en un entorno de derechos humanos

denia núñez1

El aspecto más importante de una prisión es la dimensión humana,


esencialmente referida a los dos grupos de personas que están en
ella: las personas privadas de libertad y el personal penitenciario. Sin
embargo, considero que el énfasis en el análisis y las acciones se ha
dirigido primordialmente a uno de estos dos grupos.
Un sistema penitenciario organizado, claro y transparente es aquel
que respeta a las personas en función de sus necesidades básicas y
posibilita formas de potenciar sus capacidades previniendo el dete-
rioro penitenciario, y esto aplica para todas las personas que están
en la prisión, privadas de libertad o trabajando.
En este sentido, la administración penitenciaria es un servicio
público, como tal debe responder a la transparencia y a la ética.
Es decir, todo sistema penitenciario debe fundamentarse en unos
valores compartidos, que constituyen un marco ético y moral para la
actividad pública. Valores como respeto a la dignidad de la persona,
incluida la equidad entre géneros, respeto de la diversidad de cultu-
ras, religiones y opiniones políticas y sociales, solidaridad, respeto de
la ley, honradez y transparencia. Sin un fuerte contexto ético, esa
situación en la que a un grupo de personas se le otorga una consi-
derable autoridad sobre otro, puede fácilmente devenir en un abuso
de poder.

el personal penitenciario

Existe un “Decálogo del personal penitenciario” escrito por Antonio


Beristain, realmente hermoso y valioso; tiene una frase que siempre
me llama la atención: “Nuestros funcionarios, hombres y mujeres,

1  Ex directora de la Escuela de Capacitación Penitenciaria, dgas, Ministerio de

Justicia de Costa Rica.

[272]
el personal penitenciario 273
necesariamente dotados de gran cabeza y gran corazón...” Creo que
es la forma en que debe caracterizarse el personal penitenciario.
Una de las labores más difíciles de la administración pública es la
relacionada con el trabajo penitenciario. Quienes hemos tenido la
valiosa experiencia de laborar en cárceles sabemos lo particular que
resulta la institución penitenciaria. Una institución en la cual las
cosas se viven siempre al límite (al menos en el ámbito latinoameri-
cano), hacemos intervenciones en situaciones extremas, y donde el
personal debe a cada minuto resolver situaciones, en las cuales, la
mayor parte de las veces está en juego la vida de las personas. Y la
vida en el sentido amplio de la palabra, no sólo en la protección de
la integridad, sino porque tomamos decisiones sobre las personas,
decisiones que afectan su vida.
Para trabajar en una prisión, uno debe entender en qué entorno
se está realizando su trabajo para poder así darle un sentido. Enten-
der la prisión como institución total en el sentido de lo que apunta-
ba Goffman en su clásico libro Internados. Entender que la cárcel es
una contradicción y que la mejor prisión que consigamos será siem-
pre una mala prisión.
Como le escuchara una vez a Pedro David, la cárcel ha superado
los límites de vigencia del fracaso. Es decir, la cárcel ha fracasado
como institución recuperadora y tampoco ha funcionado como me-
dida ejemplarizante. El paradigma de la resocialización entró en
crisis. Esto no significa que el personal deba resignarse a lo irreme-
diable de la situación, el conformismo sólo daña. Es ahí, donde las
cosas son más inhumanas, que tiene sentido un trabajo humano.
Lo que sucede es que, ante la imposibilidad de cumplir la tarea,
en los términos en que la misma ha sido establecida, lo que viene de
afuera no siempre es apoyo y claridad, usualmente son críticas. Aho-
ra bien, ¿cómo asumimos el personal penitenciario estas críticas?,
generalmente las sentimos como un ataque y lo vivimos en nuestra
persona, sentimos que no se valora nuestro aporte a la sociedad.
Algunos sectores de la sociedad consideran que los presos son per-
sonas de segunda categoría y, a veces, los funcionarios nos sentimos
como funcionarios de segunda categoría. El trabajo penitenciario no
tiene un estatus alto. Máxime si consideramos que en una sociedad
regida por una economía de mercado, el estatus de las personas se
mide muchas veces por el lugar de trabajo y el salario que se tenga.
Bueno, y es que muchas veces la cárcel, como institución, margina
274 denia núñez

todo lo que se pone en contacto con ella, no sólo a la población


privada de libertad, también al personal.
Por lo tanto, es mucho, también, lo que debe trabajarse en el tema
de los derechos del funcionario penitenciario. Generalmente, cuan-
do trabajo con el tema de los derechos de la población privada de
libertad, el personal, algunas veces pregunta: ¿y nuestros derechos?
Esto, al menos en el ámbito latinoamericano, porque si una cárcel
no reúne las condiciones adecuadas para los privados de libertad,
tampoco la reúne para los funcionarios. Cuando un Estado decide
no invertir en prisiones, ha decidido implícitamente también no in-
vertir en la salud de sus funcionarios, y hay que tomar en cuenta que
como funcionarios públicos somos representantes del Estado, ¿no es
acaso ésta una contradicción?
En la actualidad, aun cuando hay una aceptación retórica de que
los “derechos laborales también son derechos humanos”, es mucho el
camino que se debe recorrer para lograr una congruencia entre los
enunciados de los diferentes instrumentos internacionales y su reali-
zación práctica. Incluso a menudo con falta de voluntad política.
Es importante rescatar que la Organización Internacional del
Trabajo ha realizado una importante contribución en la incorpora-
ción de los derechos laborales como derechos humanos, lo cual
puede verse en diversas declaraciones, resoluciones, informes, con-
venios y recomendaciones. Incluso quiero rescatar aquí la recomen-
dación 195 sobre el desarrollo de los recursos humanos: educación,
formación y aprendizaje permanente, adoptada en la Conferencia 92
el 17 de junio de 2004.
En el instrumento se reconoce que la educación y la formación son
un derecho para todas las personas, y se reconoce también la impor-
tancia de la inversión en cuestiones de formación y en la provisión
de programas de aprendizaje y formación en el lugar de trabajo.2
Pero no sólo la capacitación es un derecho, lo son también
 Estabilidad
 Condiciones de trabajo acordes a la dignidad humana

2  Recomendación sobre el desarrollo de los recursos humanos: educación,

formación y aprendizaje permanente, Organización Internacional del Trabajo,


2005. <www.ilo.org/public/english/employment/skills/download/recom195sp.
pdf#search=’Recomendacion%20sobre%20el%20desarrollo%20de%20los%20re-
cursos%20humanos%3A%20educacion%2C%20formacion%20y%20aprendiza-
je%20permanente’>.
el personal penitenciario 275

 Igualdad de trato y no discriminación


 Derecho a una remuneración justa
 Igualdad salarial
 Limitación de la jornada laboral
 Derecho al descanso
 Derecho a la promoción laboral
 Seguridad e higiene en el trabajo
 Tratamiento de enfermedades profesionales
 Derecho a la seguridad social
 Derecho a la defensa
 Vacaciones psicoprofilácticas

¿por qué capacitar al personal penitenciario?

Para aumentar la competencia del personal en la atención a los


hombres y mujeres que han sido privados de su libertad; para que
hagan frente a los problemas y situaciones delicadas y urgentes que
fácilmente se presentan en los centros; para que sean generadores
de cambios cuando éstos sean necesarios; para mantener una expe-
riencia colectiva que propicie la interacción para el logro de la misión
que la sociedad encomienda.
Lo que marca la diferencia de cualquier institución es su capital
humano y la formación es la clave en este proceso. La formación es
la mejor estrategia para lograr los objetivos institucionales. Lo cam-
biante de nuestra sociedad hace que ningún funcionario pueda
prescindir de la capacitación continua como desarrollo de sus poten-
cialidades, facultades, aptitudes y características, en suma, del incre-
mento de sus posibilidades.
Una institución con personal capacitado está en mejores condicio-
nes de solventar, y hacer frente a los constantes retos que se imponen
en la actualidad. El personal debe ser el más adecuado, capaz, forma-
do y motivado. Personal que sepa desempeñar su labor, implicado y
comprometido con la organización. Precisamente por ello, la capaci-
tación debe ser entendida como una inversión, no como un coste, y
como tal debe planificarse y diseñarse a la medida de la institución.
La capacitación no es sólo transferencia de información o conocimien-
to, es también desarrollo de habilidades y aptitudes para el cambio.
276 denia núñez

¿cómo debe ser esa capacitación del personal penitenciario?

Las Reglas mínimas han cumplido ya sus 50 años de edad, práctica-


mente es el único instrumento que dedica un espacio importante al
tema de la selección y capacitación del personal. Es el instrumento
más conocido y menos aplicado.
En el caso europeo, también podemos encontrar la recomenda-
ción R (97) 12 del Comité de Ministros sobre la responsabilidad del
personal penitenciario en cuanto a la aplicación e implementación
de sanciones y medidas. Considero que es de mucha importancia
dado que retoma el tema del reclutamiento, selección del personal,
la capacitación, las condiciones de trabajo, así como requerimientos
éticos en general. A esta recomendación podemos agregar una más
reciente, la recomendación 2, del 11 de enero de 2006, que consti-
tuye una revisión de las Reglas europeas para las prisiones, basadas en
las Reglas mínimas de Naciones Unidas. Esta última recomendación
subraya el concepto de trabajo en una prisión como un servicio pú-
blico, separado del ejército y de la policía o servicios de investigación
criminal.
Quiero hacer aquí un poco de historia, breve, para poder enmar-
car lo que señalaré. Como es sabido, las Reglas mínimas fueron adop-
tadas el 30 de agosto de 1955 por el primer Congreso de las Naciones
Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente,
celebrado en Ginebra, y aprobadas por el Consejo Económico y So-
cial es sus resoluciones 663 (xxiv) de 31 de julio de 1957 y 2006
(lxii) de 13 de mayo de 1977.
Las Reglas mínimas tienen su origen en las Reglas generales para el
trato de los reclusos redactadas por la Comisión Internacional Penal y
Penitenciaria en 1929, revisadas por ese mismo organismo en 1933.
Estas reglas fueron ratificadas en 1934 por la Asamblea de la Sociedad
de las Naciones.
El primer grupo internacional de expertos en materia de preven-
ción del delito y tratamiento del delincuente en 1949 recomendó a
la Comisión de Asuntos Sociales la revisión de dichas reglas. Al mismo
tiempo, la Comisión Internacional Penal y Penitenciaria trataba de
obtener la colaboración de las Naciones Unidas para el mismo fin.
Luego de varios años de trabajo y consulta a los países, por fin el
Comité Asesor Especial de Expertos reunido en 1953 incluyó en el
programa del Congreso el tema de las Reglas mínimas.
el personal penitenciario 277
Tras fuertes deliberaciones durante el Congreso, se adoptó, por
unanimidad y sin abstenciones, el texto de las Reglas mínimas para el
tratamiento de los reclusos. En este valioso instrumento podemos encon-
trar de la regla 46 a la regla 54, las recomendaciones en materia de
selección y formación de personal.
El Primer Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del
Delito y Tratamiento del Delincuente, adoptó también, el 1 de sep-
tiembre de 1955, una resolución como anexo de las Reglas mínimas:
“Recomendaciones sobre selección y formación del personal peniten-
ciario”. Son un total de veinticuatro recomendaciones de gran im-
portancia que explicitan el nuevo concepto de la misión que se le
asigna al personal penitenciario que “los convierte de simples guar-
dianes, en miembros de un importante servicio social que exige
competencia, una formación apropiada y una armoniosa coopera-
ción entre todos sus miembros”.
Estas recomendaciones abordan los siguientes temas:

a] Concepto moderno del servicio penitenciario.


b ] Estatuto del personal y condiciones de servicio.
c  ] Selección del personal.
d] Formación del personal.

Es importante destacar que la sección i del Congreso dedicó cua-


tro sesiones sólo para discutir este tema, el cual fue examinado por
el Congreso en su novena sesión plenaria y aprobado por unanimi-
dad. Asimismo, fueron aprobadas por unanimidad por todas las ong
representadas en el Congreso y las personas participantes a título
personal.
Quisiera destacar, especialmente, la importancia que estas reco-
mendaciones expresan en cuanto al carácter social del servicio peni-
tenciario “que exige competencia y una formación apropiada”. Por
otra parte, el inciso d del título iv señala que los funcionarios peni-
tenciarios “disfrutarán de un estatuto permanente que les dará dere-
cho a gozar de los beneficios de la carrera administrativa como, por
ejemplo, ascensos, seguridad social, compensaciones y derecho a
jubilarse o a recibir una pensión.
El artículo 2 del título vi señala que “Los sueldos y otros bene-
ficios de la carrera no deben ligarse arbitrariamente a los de otros
funcionarios públicos, sino que deben calcularse en función del tra-
278 denia núñez

bajo que es preciso efectuar en un sistema penitenciario moderno,


tarea compleja, ardua y que tiene la naturaleza de un servicio social
importante”.
Las recomendaciones hacen especial énfasis en que el personal
penitenciario deberá tener carácter civil. Por otra parte, propone un
especial modelo de formación que vale la pena revisar.
Es una lástima que dentro de la amplia divulgación que han teni-
do las Reglas mínimas, este anexo no haya sido incluido, máxime to-
mando en cuenta la importancia que tuvieron en las discusiones del
primer congreso.
De esta manera, la instauración de un programa de formación y
capacitación requiere la incorporación sistemática de toda la legisla-
ción en materia de derechos humanos, además de un fuerte compro-
miso de las personas que tienen bajo su responsabilidad una institu-
ción penitenciaria.
La capacitación tiene que ser un proceso continuo y permanente
y debe estar orientado por los objetivos estratégicos de la institución,
es un proceso dinámico con continuidad y coherencia global.
Nuestras universidades no preparan a sus estudiantes para ejercer
su profesión en una prisión. Y dada la complejidad de la misma, el
personal deberá someterse a una preparación inicial y continua con-
forme a los diferentes puestos que ocupe, en este sentido, capacita-
ción básica y capacitación especializada. A todo el personal deben de
transmitirse las aptitudes básicas necesarias para tratar con la pobla-
ción privada de libertad de manera decente y humana.
Es importante que los funcionarios penitenciarios sean personal
civil adecuadamente seleccionado y sin influencia política. Deben
recibir la capacitación técnica retomando la idea de la prevención
de crisis y conflictos y el esquema de la seguridad dinámica.
Fundamental es también la capacitación al personal directivo, la
cual no siempre es atendida adecuadamente. Nombramientos para
esos puestos que tienen un matiz claramente político; nombramien-
tos sin que se haya verificado la idoneidad para el puesto; cambios
constantes de autoridades de dirección ante el fracaso de dichos
nombramientos, son algunos de los problemas demasiado frecuentes
en nuestra región. Si el personal no es estable no puede aprender
de los errores cometidos, si cada vez que pasa algo se cambia al di-
rector general o al director de seguridad o al de la prisión. Excepto
que medie algún asunto serio a nivel disciplinario o, por ejemplo, de
el personal penitenciario 279
corrupción, debe analizarse la situación y tomar medidas preventivas
para el futuro.
El nivel y duración de la capacitación que se da a los nuevos fun-
cionarios para el trabajo penitenciario varía enormemente de país en
país. Podemos encontrar desde los funcionarios que ingresan a labo-
rar sin ninguna capacitación, aprenden de sus compañeros de mayor
experiencia, lo cual puede tener sus riesgos y sus beneficios; en el
sentido de que pueden aprender buenas prácticas penitenciarias, al
tiempo que también otras que podrían resultar cuestionables. En
algunos países, lo nuevos funcionarios son enviados durante algunas
semanas a una escuela o academia para aprender lo básico de su
función y en otros reciben un curso de capacitación de hasta dos
años antes de poder trabajar como funcionarios penitenciarios.
En general, todos lo países deberían tener su escuela de capacita-
ción penitenciaria.
Quiero concluir con una frase del ex presidente de la República
de Sudáfrica, Nelson Mandela: “Suele decirse que nadie conoce real-
mente cómo es una nación hasta haber estado en una de sus cárceles.
Una nación no debe ser juzgada por el modo en que trata a sus ciu-
dadanos de más alto rango, sino por la manera en la que trata a los
del más bajo”.
privatización de la prisión: acontecimientos
y temas internacionales y sus implicaciones
para américa latina1

stephen nathan2

introducción

Este capítulo explica cómo, en los 25 años que han pasado desde que
surgió de nuevo la política de privatización de la prisión en Estados
Unidos de América, que se extendió internacionalmente, ha tenido
un impacto negativo. También mostrará cómo la financiación y el
suministro de prisiones y de servicios penitenciarios privados desvía
dineros públicos hacia los bolsillos de unos pocos a costas de la so-
ciedad en general.
Desenmascara algunos mitos que existen sobre “sociedades publi-
coprivadas” que se conocen en diversas formas como iniciativa de
financiación privada (ifp), sociedad publicoprivada (spp), “partena-
riado público privado” (ppp) y también como concesiones. También
subraya la discrepancia entre lo que la industria de la prisión privada
proclama como su éxito operativo y lo que ha descubierto la investi-
gación independiente.
Igualmente sugiere que es necesario examinar cuidadosamente y
someter a debate público los planes gubernamentales de privatiza-
ción de las prisiones o de los servicios penitenciarios antes de que se
tomen las decisiones. Sin embargo, las argumentaciones acerca de
las prisiones públicas, privadas o semipúblicas no deberían distraer
la atención del debate más fundamental acerca del futuro de los
sistemas de justicia penal como un todo y la necesidad de garantizar
que la prisión sea utilizada sólo como medida de último recurso.

1 Traducción al español por Orlando García-Valverde.


2 
Unidad de Investigación Internacional de los Servicios Públicos, Universidad
de Greenwich, Londres.

[280]
privatización de la prisión 281
algunos incidentes recientes

Una autopsia de la prisionera Estelle Richardson reveló que fue lan-


zada contra un objeto, quizá un muro, con tal fuerza que el impacto
fracturó su cráneo, rompió cuatro costillas y dañó su hígado mientras
se encontraba en una prisión administrada por la Corporación Peni-
tenciaria de Estados Unidos de América (Corrections Corporation of
America) en Nashville, Tennessee. Murió el 7 de julio de 2004. Se ha
presentado una demanda por 60 millones de dólares en la que se
alega que fue víctima de una muerte violenta como resultado de una
paliza propinada por guardas de la prisión.3
Ese incidente fue uno de muchos que se han registrado desde los
años ochenta, cuando surgieron compañías penitenciarias privadas para
generar ganancias en medio de la crisis de sobrepoblación a la que se
enfrentaban los sistemas penitenciarios públicos de Estados Unidos.
La muerte de Estelle Richardson ocurrió en 2004, pero después
se declararon no culpables a los guardas de la prisión que fueron
llevados a juicio en 2007. La compañía ha negado, haciendo enormes
esfuerzos, que ocasionara la muerte de la señorita Richardson o que
hubiese contribuido a ello en forma alguna y ha llegado a un arreglo
en el proceso civil entablado por su familia. Sin embargo, tanto la
causa de la muerte de la señorita Richardson como sus perpetradores
continúan siendo desconocidos.
En los años que han pasado desde ese incidente, los informes
sobre prisiones privadas en los medios de comunicación de Estados
Unidos y de otros sitios han continuado teniendo el mismo tono. Los
informes recientes en esta materia comprenden los siguientes temas:
muertes en prisión, fugas, personas presas apaleadas por guardias,
motines, encierro en celdas de aislamiento, demandas por negligen-
cia médica, compañías que violan los derechos de sus empleados,
falta de supervisión de los contratos con prisiones privadas, compa-
ñías que pierden contratos o a las que se amenaza con perderlos o
a las que se penaliza por fallas operativas, auditorías que revelan
irregularidades en materia de pagos y funcionarios públicos denun-
ciados o encarcelados debido a su participación corrupta en el pro-
ceso de contratación.4

3  The Tennessean, 15 de septiembre de 2004.


4  Véase Prison Privatisation Report International, <www.psiru.org/justice>.
282 stephen nathan

Dadas las actuales condiciones en muchas de las prisiones de


Latinoamérica, podría pensarse que estos problemas no tienen nada
de especial, pero situados en perspectiva, indican fallas sistemáticas
y prácticas dudosas que muestran cómo el sector privado puede ser
culpable de los mismos excesos que se han descubierto en las peores
prisiones administradas por el Estado.
Es importante considerar que la mayor parte de los sistemas peni-
tenciarios en Latinoamérica funcionan con financiamiento muy limi-
tado. Por otra parte, las compañías de prisiones privadas funcionan
conforme a contratos redactados por gobiernos, habiendo estableci-
do, por lo general, precios favorables para atraer a los interesados.
También ocurre que cuando los gobiernos hacen recortes de presu-
puestos a sus propios servicios y programas penitenciarios, los gastos
presupuestados en estas contrataciones privadas no son afectados. Y
cuando las empresas privadas encuentran que sus contratos no son
rentables simplemente se marchan, tal como ha ocurrido varias veces
en Estados Unidos de América.
No obstante, se nos dice de manera constante, que el sector pri-
vado es más eficiente, innovador y controlable que el sector público,
que las prisiones privadas son mejores que las administradas pública-
mente o por lo menos igualmente buenas, que la competencia me-
jora el funcionamiento del sector público y que sólo el sector privado
puede solucionar la crisis de instalaciones inadecuadas y de sobrepo-
blación que afecta a los sistemas penitenciarios públicos.
Los simpatizantes de la privatización también alegan que el sector
de las prisiones privadas ya se ha instalado para siempre y que ahora
debemos ver que funcione adecuadamente. También quisiéran que
pensáramos que el debate acerca de si el sector privado puede admi-
nistrar prisiones ya está superado.
Al mismo tiempo, las mismas fuerzas ideológicas están obligando
a los gobiernos a reducir los préstamos y el gasto. En Latinoamérica
¿cuán a menudo, en años recientes, han dicho los del ministerio de
finanzas a sus colegas, los ministros de justicia, que no hay dinero
disponible para mejorar las prisiones existentes o construir unas
instalaciones nuevas? Esto puede significar o que nada se hace o que
la única forma de desarrollar nueva infraestructura es si el financia-
miento se canaliza por medio del sector privado.
Seguimos ante la misma pregunta: ¿debe permitirse al sector priva-
do financiar y administrar prisiones y servicios penitenciarios?
privatización de la prisión 283
A pesar de todas las presiones por privatizar, en muchos países este
debate sigue muy vigente aun cuando ya estén funcionando en ellos
algunas prisiones privadas o semiprivadas. En algunos casos el deba-
te se ha dado precisamente por el deficiente historial de la industria
de la prisión privada.
Conforme los países latinoamericanos tratan de mejorar sus siste-
mas de justicia penal, hay razones de importancia por las cuales de-
bería darse un debate público acerca de la privatización penitenciaria
cuando ésta es considerada una opción política.
En todos los seminarios de ilanud/rwi realizados en toda Latino-
américa en los últimos tres años, ha quedado en evidencia que los
responsables de los sistemas penitenciarios públicos y quienes traba-
jan en ellos, han estado buscando soluciones que sean practicables
en términos de costo, que eleven los estándares, logren mayor trans-
parencia, eliminen la corrupción, garanticen los derechos humanos
de las personas presas y del personal penitenciario, reduzcan el uso de
la prisión y, en general eviten, a la gente caer dentro del sistema
de justicia penal.
Marcando un fuerte contraste, la experiencia internacional muy
bien documentada de los últimos 25 años establece que, en general,
la privatización de la prisión ha tenido el efecto contrario. La parti-
cipación del sector privado en el ámbito penitenciario extiende las
mismas políticas neoliberales del fmi y del Banco Mundial que han
contribuido a las condiciones que han ayudado a aumentar las po-
blaciones penitenciarias en toda la región.
Más de nueve millones de personas se encuentran actualmente en
reclusión en las instituciones penitenciarias del mundo. En su mayo-
ría se les mantiene en instalaciones administradas por el Estado y,
como todos sabemos, falta mucho todavía en cuanto a derechos hu-
manos y por la reducción en las proporciones de reclusión. Pero
mientras que el Estado mantenga la responsabilidad total por esta
función hay probabilidades de reforma.
Sin embargo, se le impide a la sociedad lograr tal reforma si estos
poderes y estas funciones fundamentales que deberían confiarse
al Estado, con todo lo imperfecto que pueda ser en algunos casos,
se trasladan a empresas multinacionales, reduciendo el papel del
Estado.
Los promotores de la privatización establecieron claramente el
razonamiento de su estrategia. La “agenda económica liberal” anima
284 stephen nathan

al Estado a “desprenderse de la actividad económica directa” para


que, en su lugar, “haga que los métodos y disciplinas de los negocios
repercutan en la oferta de servicios” al tiempo que libera a la admi-
nistración pública para que “cree nuevos y competitivos sectores de
negocios”.5

que no sigan a estados unidos de américa

Una pregunta que se ha hecho con frecuencia en los seminarios de


ilanud/rwi es si los países latinoamericanos deberían seguir las
políticas de justicia penal de Estados Unidos. Usualmente la respues-
ta a tal pregunta es un resonante “no”.
La instalación de prisiones privadas en Latinoamérica importaría
la política y la práctica que resurgieron en ese país en los años ochen-
ta. Las nuevas empresas no fueron iniciadas por expertos en justicia
penal con lo mejor de la práctica en mente: empresarios con conexio-
nes con el Partido Republicano o con el complejo militar e industrial
de Estados Unidos estaban ansiosos por explotar la nueva ola de
privatización de bienes y servicios del Estado, creada por los econo-
mistas de la Escuela de Chicago y que fue anteriormente aprovecha-
da por el régimen de Pinochet en Chile, estimulada por la adminis-
tración de Reagan en Estados Unidos y reinterpretada por Thatcher
en el Reino Unido.
Esta gente consideraba las prisiones –y los presos y presas– como
una lucrativa oportunidad de negocios. Hoy, en sus documentos
empresariales, las compañías se refieren a los presos y presas como
“días hombre compensados” convirtiendo a seres humanos en bienes
de capital.
El crecimiento inicial en Estados Unidos de América fue lento, no
obstante, y las dos primeras compañías: la Corrections Corporation
of America (cca) y la Wackenhut Corrections Corporation (wcc,
ahora conocida como el Grupo geo) pronto desarrollaron aspiracio-
nes globales, primero procurándose el beneplácito de gobiernos
extranjeros anglohablantes e ideológicamente afines.

5  ppp An Overview, Rees Griffiths, International Capital Partnerships, 16 de fe-

brero de 2005.
privatización de la prisión 285
La Corrections Corporation of America se ha convertido en la
empresa penitenciaria privada más grande de Estados Unidos y ad-
ministra más de 60 cárceles y centros de detención de inmigrantes,
así como contratos de transporte de personas presas. Las ganancias
brutas de la cca en el año financiero que concluyó el 31 de diciem-
bre de 2006, fueron de 357 millones de dólares en ingresos sobre
1 300 000 de dólares. Las ganancias brutas del Grupo geo en 2006
fueron de 143 millones en ingresos estadunidenses e internacionales
sobre 860 millones de dólares.6 Para 2007 los ingresos de las compa-
ñías habían aumentado a 1 500 millones y a 1 200 millones de dóla-
res, respectivamente. En fechas recientes las acciones de ambas han
adquirido el mayor valor en su historia.
Ya en 1995 un analista de la industria expresó que la cca había
identificado a México y a Panamá como potenciales y tempranos
mercados internacionales. En estos momentos Latinoamérica se libe-
rará de la intervención de esa empresa, ya que la cca vendió sus
operaciones internacionales y ahora funciona sólo en Estados Unidos
de América.7
Como ejemplo de sus aspiraciones, el logotipo de la Wackenhut
Corrections Corporation mostraba un mundo tras las rejas. El logo-
tipo fue cambiado después cuando la compañía se dio a conocer
como el Grupo geo, pero la geo continúa siendo una empresa inter-
nacional: es la segunda empresa de prisiones privadas en Estados
Unidos de América. Tiene contratos en materia penitenciaria en
África del Sur y en Australia, administra un centro de detención de
inmigrantes en el Reino Unido y tiene un contrato de custodia en el
Centro de Detención de Inmigrantes de los Estados Unidos en la
Bahía de Guantánamo en Cuba.
Un ejecutivo de otra empresa de prisiones estadunidense, la Ma-
nagement and Training Corporation (mtc) fue llamado por el go-
bierno de Estados Unidos para montar y poner en funcionamiento
la prisión iraquí de Abu Ghraib. La mtc también administra una

6  Para información financiera actualizada sobre empresas penitenciarias esta-

dunidenses cuyas acciones han sido puestas a disposición del público véanse los
documentos de las empresas enviados a la Comisión de Bolsa y Valores (sec) en
<www.sec.gov/edgar.shtml>.
7  Para un perfil de la cca véase “Corrections Corporation of America: A Critical

Look at Its First Twenty Years”, P. Mattera, M. Khan y S. Nathan, Grassroots Leader-
ship, diciembre de 2003, <www.osi.org/publications>.
286 stephen nathan

cárcel en Australia, montó operaciones en Inglaterra pero no obtuvo


ningún contrato, en Costa Rica ganó un contrato penitenciario sólo
para verlo rechazado por el gobierno.
Sin embargo, ahora hay internacionalmente varios protagonistas
en el llamado “mercado” de los servicios de justicia penal. Entre ellos
están Serco, Sodexo (conocida como Sodexho hasta 2008), el Grupo
geo, la Management and Training Corporation y la Group 4 Securi-
cor (conocida como g4s) que compró la empresa rival gsl en mayo
de 2008. Así como están estos operadores de prisiones también están
las empresas de “concesiones” o de “administración de instalaciones”
en este “mercado”, tales como la Vinci and Bilfinger Berger. Éstas son
empresas transnacionales con sede en Europa y en Estados Unidos,
algunas de las cuales ya tienen una presencia en Latinoamérica.
Por ejemplo, la Sodexo, con sede en París, tiene contratos peni-
tenciarios en Chile y otras operaciones en Argentina, Brasil, Colom-
bia, Costa Rica y Panamá, siendo la región la que aportó el 5% de
los ingresos de la compañía en 2006. Aunque la g4s aun no tiene
contratos penitenciarios en Latinoamérica y el Caribe, en 2007 las
demás operaciones de seguridad de la compañía tenían 42 370 em-
pleados en 23 países de la región. Quizá sea coincidencia, pero es
interesante observar que al tiempo que el gobierno de Perú está
considerando activamente las prisiones privadas, la revista internacio-
nal de la gsl muestra una esplendorosa imagen de Perú y de las
operaciones de la empresa ahí.8
Es irónico que se llame a Estados Unidos de América la “tierra de
los libres” puesto que al 31 de diciembre de 2006 el país tenía la tasa
penitenciaria más alta del mundo con 2.4 millones de reclusos.9 De
esos, 7.2% se mantenían en prisiones privadas. Desde el año 2000 la
cantidad de reclusos en instalaciones privadas ha aumentado en 74.2
por ciento, mientras que el número de cárceles estatales aumentó
7.2 por ciento durante el mismo periodo. En su mayoría, los nuevos
reclusos son jóvenes negros que han sido condenados por delitos no
violentos e inmigrantes detenidos conforme a nuevas y duras leyes
antiterroristas.

8  “Exciting Cities, the changing face of Lima”, G4S International magazine, di-

ciembre de 2007.
9  “Prisoners in 2006”, Bureau of Justice Statistics Bulletin, W. Sabol, H. Couture y

P. Harrison, US Department of Justice, diciembre de 2007.


privatización de la prisión 287
Un estudio publicado en febrero de 200710 predice que si los es-
tados de Estados Unidos continúan manteniendo sus actuales políti-
cas de condenas más duras y de reducción de la libertad bajo palabra,
para el año 2011 uno de cada 178 residentes estará en la cárcel.
Éstas son tendencias en materia de población penitenciaria que
los países latinoamericanos están en peligro de seguir.
En otros sitios, Australia tiene aproximadamente al 17% de sus
presos y presas en custodia privada. Inglaterra, Gales y Escocia, que
tienen administraciones penitenciarias separadas, tienen, en cada
caso, aproximadamente el 11% de la población penitenciaria en
prisiones privadas.
Muchos países también ven al Reino Unido como modelo para la
privatización.11 Las empresas estadunidenses jugaron un papel deter-
minante en la apertura de este mercado y posteriormente el Grupo
geo describió al Reino Unido como el segundo mercado penitencia-
rio en el mundo. En Inglaterra y Gales todas las nuevas prisiones
desde 1992 han sido financiadas, diseñadas, construidas y administra-
das en forma privada. Así como hay cárceles hay centros de detención
de inmigrantes, cárceles para niños, establecimientos de hospedaje
para personas en libertad condicional, programas de control electró-
nico, servicios de transporte de presos y otros servicios afines priva-
dos. También hay salas de juicio y agencias de policía financiadas,
diseñadas, construidas y administradas de manera privada. Los servi-
cios de libertad condicional están abiertos ahora a la competencia de
los sectores privado y voluntario. También en las prisiones del sector
público, en Inglaterra y Gales, diversos servicios fuera de la custodia,
tales como la educación y los servicios de alimentación se han con-
tratado fuera.
Otros gobiernos han contratado ciertos servicios fuera de la cus-
todia, en particular el de alimentación. Y la industria del control

10  “Public Safety, Public Spending: Forecasting America’s Prison Population

2007-2011”, Pew Charitable Trust.


11  Para lo que se ha hecho a lo largo de 10 años en el Reino Unido véase Prison

Privatization in the United Kingdom, S. Nathan, Capitalist Punishment, Prison Privatization


and Human Rights, publicado por A. Coyle, A. Campbell y R. Neufeld, Clarity Press
USA y Zed Books, 2003. Para una mayor discusión sobre la privatización de la prisión
en el Reino Unido véase The Penal System, An Introduction, M. Cavadino y J. Dignan,
4a. ed., Sage, 2007. Véase también “Blind Faith in Private Prisons”, S. Nathan, Inde-
pendent Monitor, número 93, marzo de 2008.
288 stephen nathan

electrónico está floreciendo como resultado del interés creciente,


aunque controversial, de usar brazaletes electrónicos para seguir la
pista a quienes han delinquido.
En Latinoamérica, hasta el momento en Chile, Honduras, Para-
guay, Perú y algunas jurisdicciones en Brasil y México, han instalado
o están considerando la instalación de alguna forma de cárcel privada
(más adelante veremos lo referente a los acontecimientos en Chile).
En Brasil los estados de Paraná, Bahía y otros tienen o han tenido
algunas cárceles con administración privada a cargo de compañías
de seguridad y organizaciones religiosas. Según una estimación, “du-
rante el primer trimestre de 2006 había 17 instalaciones administra-
das por compañías privadas en cinco estados diferentes, en donde se
encontraba aproximadamente el 2% de la población penitenciaria
brasileña”.12 En 2008 el Estado de Minas Gerais está presentando un
cartél de licitación para un complejo penitenciario de 3 000 camas.
El gobierno tendrá la responsabilidad de la seguridad externa y la
custodia de los reclusos, pero el financiamiento, el diseño, la cons-
trucción, el mantenimiento y la oferta de otros servicios serán priva-
dos. La concesión será por 27 años.
Así como cuenta con una administración pública con sus muchas
cárceles, Francia tiene también 27 cárceles semiprivadas. Esto es
cuando una empresa construye la prisión y ofrece servicios fuera de
la custodia mientras que el Estado conserva la responsabilidad de la
custodia. Ahora Francia tiene un programa para construir 18 prisio-
nes semiprivadas más, pero esta vez con financiamiento privado.
Japón, Israel, Hong Kong, Hungría, la República Checa, Bulgaria,
algunos estados de Alemania y otros, están adoptando algún tipo de
privatización penitenciaria.
Sin embargo, esta tendencia no se debe al éxito operativo probado
de las cárceles privadas. Más bien se debe al impacto creciente de
la agenda neoliberal y a la fuerza política de los que promueven la
privatización, tales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario
Internacional (fmi), así como a la red internacional de centros de

12  “The Modes of Provision of Prison Services in a Comparative Perspective”, S.

Cabral y P. F. Azevado, Brazilian Administration Review, vol. 5, núm. 1, enero-marzo


de 2008. Para un análisis más amplio de la privatización en Brasil véase Privatização
Do Sistema Prisional Brasileiro, Grecianny Carvalho Cordeiro, Freitas Bastos Editora,
2006.
privatización de la prisión 289
estrategia del mercado libre, consultorías, bancos y compañías que
se benefician con la privatización. Estas organizaciones también ero-
sionan la idea misma del Estado proveedor y la filosofía del servicio
público.
Además de haber adoptado algún tipo de cárcel privada o de
considerar su adopción, lo que también tienen en común estos
países, es que en ellos ha habido muy poco debate público sobre la
privatización de la prisión, o no lo ha habido del todo. Otro factor
en común es que ciertas decisiones políticas de crucial importancia
han sido tomadas sin prestar atención a preocupaciones morales,
éticas y con frecuencia constitucionales. Ejemplos principales de esto
último son Costa Rica e Israel, en donde ha habido litigios sobre el
derecho constitucional del gobierno de privatizar la administración
de las prisiones o no. Los decisores han hecho caso omiso también de las
abundantes investigaciones independientes que hay sobre los efectos
nocivos de las prisiones en general y el mal funcionamiento operativo
de las cárceles privadas en particular.
Como lo expresó en 2004 el ministro de justicia del estado alemán
de Hesse, las experiencias y las investigaciones de otros países lo
“tenían sin cuidado”. “No conozco propiamente estos estudios ni
necesito conocerlos”, dijo.13
Pero de manera más fundamental, con la prisa de adquirir una
imagen de dureza contra el delito y de construir cárceles nuevas y
más grandes, los políticos no han considerado la naturaleza de lo que
debe ser un sistema de justicia penal para el siglo xxi.
Como se dijo, en Estados Unidos de América la cantidad de reclu-
sos en prisión privada está aumentando. Sin embargo, el profesor
Richard Culp, de la Universidad de la ciudad de Nueva York ha se-
ñalado que durante los años noventa se llevó adelante la privatización
penitenciaria en Estados Unidos “a pesar de la falta de pruebas em-
píricas concluyentes sobre su eficiencia de costos o programática”.14
En 2004, el Departamento Federal de Prisiones, investigadores y
los académicos Gaes et alii sostuvieron que “las pruebas sobre priva-

13  Christian Wagner, ministro de Justicia de Hesse, hablando en la televisión de

la Hessicher Rundfunk, en el programa Defacto, 5 de diciembre de 2004.


14  “The Rise and Stall of Prison Privatization: An Integration of Policy Analysis

Perspectives”, Richard E. Culp, Criminal Justice Policy Review, vol. 16, núm. 4, diciem-
bre de 2005.
290 stephen nathan

tización penitenciaria en Estados Unidos tienen tan poco peso en


este momento que su interpretación se hace casi imposible, en su
mayoría han habido análisis deficientemente concebidos y deficien-
temente ejecutados”.
Más aún, un libro reciente de Byron Price, de la Universidad Rut-
gers, llega a la conclusión de que las decisiones por parte de Estados
Unidos por privatizar las prisiones no fueron hechas con el objetivo
manifiesto de ahorrar costos sino más bien por razones políticas e
ideológicas.15
Desafortunadamente se repite este patrón alrededor del mundo.
En Chile, el gobierno consideró sólo dos opciones para sus diez
nuevas cárceles: privadas o semiprivadas. No se tomó en considera-
ción la oferta pública. En Escocia, una decisión para encargar tres
cárceles privadas fue tomada con base en datos inexactos que com-
paraban el costo de las cárceles privadas con el costo hipotético de
las públicas. En Perú, el gobierno pagó a una empresa de Estados
Unidos de América con 31 años de experiencia en la construcción
de prisiones y en la expansión de sistemas carcelarios por asesora-
miento en cuanto a cómo solucionar la sobrepoblación. De tal ma-
nera, quizá no sorprenda que la empresa recomendara construir
nuevas y más grandes cárceles.
En Brasil el nuevo complejo carcelario privado en Minas Gerais
avanza a pesar de que no hay registros en el sector privado en Brasil,
ni en ningún otro sitio, en cuanto a que mejore las tasas de reinci-
dencia.
Hay muchos otros ejemplos similares. Esto no es ni hacer una
buena política de justicia penal ni un buen gobierno en términos
generales.

que no sigan a francia

Chile, algunos gobiernos latinoamericanos y otros del mundo, están


copiando el modelo penitenciario semiprivado francés, supuestamen-
te con el fundamento de que es exitoso.

15  Merchandizing prisoners, Who Really Pays for Prison Privatization?, Byron Price,

EUA, Praeger, 2006.


privatización de la prisión 291
Ya en 1996, durante el gobierno del presidente Carlos Ménem,
Argentina aprobó la ley 24.660 que permitía la privatización parcial
de las cárceles. La ley dice: “Cuando medien fundadas razones que
justifiquen la medida, el Estado podrá disponer la privatización de
servicios de los establecimientos carcelarios y de ejecución de la pena,
con excepción de las funciones directivas, el registro y documenta-
ción judicial del interno, el tratamiento y lo directamente referido a
la custodia y la seguridad de procesados o condenados”.16 Sin embar-
go, no hay una definición que oriente sobre cuáles pueden ser las
“razones” para privatizar servicios.
En Brasil, en 1999 el Estado de Paraná también puso su atención
en Francia para obtener el modelo para sus cárceles semiprivadas.
Y el programa de Chile para 10 cárceles semiprivadas está basado en
el mismo.17
En Mendoza, Argentina, un proyecto de ley redactado en 2004
que permitía las cárceles semiprivadas citaba como fundamento el
éxito de las nuevas prisiones semiprivadas de Chile (que están basadas
en el modelo francés). Sin embargo, a la fecha en que se presentó
el proyecto no se había abierto aún ninguna de las nuevas cárceles
de Chile. Entonces ¿cómo pudieron aducirse tales razones? La pro-
puesta tuvo una primera aprobación por una comisión del Congreso
Provincial, pero se paralizó en 2007 luego de una sesión de trabajo
ad hoc del ilanud con los miembros del Congreso.
Todavía más perturbador es el hecho de que, tras casi 20 años, en
Francia este modelo penitenciario semiprivado no ha sido evaluado
de manera independiente: hace algunos años el autor de este capí-
tulo preguntó al ministro de Justicia de Francia si estas cárceles re-
ducían la tasa de reincidencia de los presos. La respuesta fue que
nadie había pedido nunca que se recogiera esta información.
Desde entonces, un importante estudio publicado en 200618 por
La Cour des Comptes –la contraloría nacional del gobierno de Fran-
cia– encontró que el gobierno no tenía un método de cuantificar
costos, de valorar en dinero, o de hacer una comparación directa

16  Ley 24.660, Art. 199, Ley de Ejecución de la Pena Privativa de la Libertad,

19.6.1996.
17  A fines de 2007 se informó que Chile encargará ocho cárceles semiprivadas

más.
18  Rapport public thématique, Garde et reinsertion, la gestion des prisons, La documen-

tation française, Cour des Comptes, enero de 2006.


292 stephen nathan

entre las cárceles administradas de manera semiprivada y las admi-


nistradas de manera pública. Los cálculos propios de los auditores
descubrieron que las cárceles semiprivadas costaban entre 8.5% y
50% más que las cárceles públicas y estaban “atónitos” ante el hecho
de que el gobierno había usado este modelo para sus 18 nuevas pri-
siones.
Luego ¿por qué Chile y otros gobiernos se deciden por este mo-
delo? Una respuesta es que se está impidiendo a los gobiernos pedir
dinero prestado para controlar sus propios destinos.
Y ¿por qué importa que se esté formulando la política en esta
forma? En resumen, porque la privatización, cualquiera que sea su
forma, no es neutral. Sus promotores fundamentalmente se oponen
a los valores y a las aspiraciones de los que procuran una auténtica
reforma penitenciaria y con ello un uso reducido de la prisión.
La privatización es un arma ideológica. En 1988 en una conferen-
cia internacional en Londres,19 organizada por el Instituto Adam
Smith, un centro estratégico de pensamiento sobre el libre mercado,
se dijo que la privatización debería realizarse de manera tal que los
servicios públicos no pudieran ser regresados de nuevo al sector
público; esto significaría un rediseño de la sociedad; el desmantela-
miento del sector público haría que la oposición fuera la oposición
por mucho tiempo.
Apliquemos eso a la justicia penal y, parafraseando a George W.
Bush, se convierte en un arma de encarcelamiento masivo. Las em-
presas existen sólo para ampliar sus mercados por el interés de los
accionistas; tienen una obligación legal de hacerlo. Para aumentar
las ganancias en el sector de la justicia penal esta industria necesita
que se mantenga a más gente presa en el sistema por más tiempo.
Más adelante explicaremos cómo hace esto la industria de la prisión
privada.

19  Segunda Conferencia de Londres sobre Privatización, 27-28 de junio de

1988.
privatización de la prisión 293
sociedades públicas privadas
(o partenariados publicoprivados)

En una conferencia sobre derechos humanos y reforma penitenciaria


en la ciudad de México, en abril de 2007, un representante del go-
bierno expresó que, debido a la falta de recursos del sector público,
estaba buscando ofertas en el sector privado para la construcción de
dos nuevas cárceles.
No hay duda de que el Distrito Federal necesita infraestructura, así
como la necesitan muchas otras jurisdicciones en Latinoamérica.
Pero sin que importe cuán deteriorada esté la provisión de servi-
cios, antes de simplemente decidir construir nuevas cárceles, cual-
quier gobierno tendría que hacerse las siguientes preguntas: ¿Qué se
logra con la construcción de más cárceles? ¿Cómo puede reducirse
la actual población penitenciaria? ¿Es aceptable que tanta gente aca-
be en la cárcel? ¿Cuáles son las causas del aumento en las poblaciones
penitenciarias y cómo puede prevenirse esto? ¿Qué tipo de infraes-
tructura debería construirse si fuese necesaria? ¿Para qué tipo de
reclusos? ¿De dónde debería provenir el financiamiento y en qué
términos? ¿Existe una mejor forma de gastar los escasos recursos, el
dinero público, cuáles son las implicaciones en el corto y en el largo
plazo y cómo encaja esto en una sociedad democrática?
Algunos países en la región, como Bolivia, Costa Rica, Nicaragua,
El Salvador, Venezuela y la República Dominicana han estado com-
prometidos a soluciones de financiamiento público y del sector pú-
blico para sus problemas penitenciarios.
Sin embargo, esto va contra el impulso global, en gran medida
dirigido por intereses del Reino Unido y de Estados Unidos de Amé-
rica, por promover la construcción de nueva infraestructura y la
operación de servicios por medio de lo que viene a llamarse eufemís-
ticamente “partenariados publicoprivados” o sociedades publicopri-
vadas (spp). Algunas veces la estrategia es descrita como iniciativa de
financiación privada (ifp) o “concesiones”.
El término “sociedad” evoca igualdad. Pero los bancos internacio-
nales, las consultorías, los contratistas y los que buscan los negocios
en el ámbito de los legisladores se mantienen muy silenciosos en
cuanto a cuán desiguales son realmente estas sociedades.
En años recientes se han tenido numerosos ejemplos de cómo se han
promovido en la región estas spp. Entre ellos están los siguientes:
294 stephen nathan

En marzo de 2008 se realizó en Miami la Segunda Conferencia


Anual Latinoamericana de spp e Infraestructura. El orador principal
fue González Cordua, jefe del programa de concesiones del gobierno
de Chile; también había una representación del proyecto de spp de
la cárcel de Minas Gerais.
En enero de 2007 se realizó un seminario de negocios en un ex-
clusivo hotel de Londres, cuya anfitriona fue la International Finan-
cial Services London (ifsl) representando a la industria de servicios
financieros del Reino Unido y organizado por la Embajada de Méxi-
co y el cbi, el influyente cabildero de negocios británico que, en
corrillos legislativos y entre muchas otras campañas, promueve acti-
vamente la privatización de la prisión. El acontecimiento permitió a
líderes de la industria de los servicios financieros del Reino Unido
reunirse con los ministros de finanzas y de economía de México.
En abril de 2006 la ifsl organizó una reunión entre financistas
del Reino Unido y Pedro Aspe, máximo ejecutivo de la Protego Fi-
nancial Consultants. La invitación decía lo siguiente: “El objetivo es
promover los conocimientos que tiene el Reino Unido en materia de
spp e ifp, modalidades que está introduciendo el gobierno federal
en México. La compañía del doctor Aspe da asesoramiento a gobier-
nos estatales, gobiernos municipales y grandes empresas en financia-
miento de proyectos, reestructuración de la deuda y en materia de
bonos. La Protego ya está trabajando con gobiernos estatales en
México para desarrollar proyectos de spp […] como ex ministro de
finanzas el doctor Aspe es una figura influyente en México; está bien
conectado políticamente y tiene importantes empresas. La visita le
facilitará toda una gama de contactos en el campo de los servicios
financieros y legales del Reino Unido, que propiciarán beneficios
comerciales indudables para el Reino Unido, así como relaciones
económicas bilaterales”.
En diciembre de 2005, Washington, DC fue la sede de la “Segunda
Cumbre Anual de spp de las Américas”. Los patrocinadores de la
reunión fueron: la organización The Reason Foundation (un centro
de pensamiento estratégico sobre el libre mercado), la ifsl, Partner-
ships UK (una unidad establecida para promover la privatización,
anteriormente gubernamental y ahora privatizada) y otras. Con los
proyectos penitenciarios de Chile como ejemplo, el panfleto de la
reunión decía: “Este importante acontecimiento multinacional cons-
tituye un foro para el gobierno y los participantes del sector privado
privatización de la prisión 295
en donde pueden intercambiar ideas sobre el avance de las spp en
todo el Continente Americano”.
En noviembre de 2005, en Copenhague, se realizó la “Sexta Cum-
bre Global de spp”. Habiéndose concentrado en lo que llamó “regio-
nes globales clave”: Europa, Estados Unidos de América, Asia-Pacífico
y Latinoamérica. Comprendió un taller sobre “Los desafíos a los que
se enfrentan las spp en el sector penitenciario”, con discusiones sobre
la inclusión de servicios operativos para proyectos de spp y el desa-
rrollo de la primera cárcel del tipo spp en Francia.
En otro nivel, la Organización de los Estados Americanos (oea)
tiene una estrategia para ayudar a desarrollar “la participación del
sector privado en la construcción y el mantenimiento de prisiones y
la participación del sector privado y de las ong en el suministro de
bienes y servicios”.20 Sin duda es de tenerse en cuenta que en el año
2000 fue el gobierno de México el que pidió a la oea examinar los
beneficios implícitos en la participación del sector privado en el
ámbito penitenciario.
Hasta el Consejo Económico y Social de Naciones Unidas tiene
una Alianza de Sociedades Publicoprivadas. Su cuarta reunión tuvo
lugar el 25 de octubre de 2005 en Londres y el acontecimiento com-
prendía la conferencia: “Cómo convierten los gobiernos el suministro
de servicios de las spp en realidad”, con sesiones basadas en “el éxito
del Reino Unido con las spp” y “aprender de la experiencia del Rei-
no Unido y adaptarla”.
En abril de 2006 tras un seminario intitulado “El clima para la
inversión del sector privado en infraestructura en Latinoamérica y el
Caribe” organizado por el Banco Interamericano de Desarrollo, el
Banco declaró lo siguiente: “la región necesita depender más de las
sociedades publicoprivadas”.
Luego, en septiembre de 2006 el Primer Banco Internacional del
Caribe (First Caribbean International Bank) anunció que estaba
emprendiendo iniciativas para la entrega de proyectos utilizando
sociedades publicoprivadas. El director ejecutivo de banca corporati-
va del Banco dijo que “con su huella en 17 países y con sus recursos
internacionales tales como el Banco Barclays, el First Caribbean es-

20  Anexo vi, Recomendaciones de la primera reunión de funcionarios respon-

sables de las políticas penitenciarias de los estados miembros de la oea, 17 de oc-


tubre de 2003.
296 stephen nathan

taba listo para ayudar a los gobiernos de la región a hacer disponibles


los potenciales beneficios de las spp”. Continuó expresando que su
forma de proveer estaba “bien establecida en el Reino Unido y fun-
cionando muy bien según informes, y estaba permitiendo a los go-
biernos entregar nuevas vías, cárceles, escuelas y hospitales sin au-
mentar los impuestos”.
Es cierto que el suministro privado está bien establecido en el Reino
Unido, pero más adelante en este capítulo se describirán algunos de
los problemas sistémicos en las cárceles privadas del Reino Unido que
este Banco y Naciones Unidas han convenientemente ignorado.
Por lo general estos encuentros de promoción de las spp excluyen
a jueces, defensores públicos, defensores de derechos humanos en
prisiones, psicólogos penitenciarios, trabajadores sociales, directores
de penitenciarías, criminólogos, representantes de los vigilantes pe-
nitenciarios, grupos de derechos humanos y otras ong de justicia
penal. La razón por la que nunca se les invita es que ninguno de
estos expertos y personas activas en el campo están proponiendo la
privatización, sea por medio de las spp o del todo.
Sin embargo, en junio de 2007, en Santo Domingo, República
Dominicana, aparecía el asunto de las prisiones spp como tema prin-
cipal de discusión en una conferencia internacional sobre reforma
penitenciaria, organizada por el pnud y la Escuela Nacional Peniten-
ciaria de la República Dominicana. Oradores del gobierno de Chile,
así como ejecutivos de la operadora privada de prisiones Sodexo y
de la cm Security Group Inc., una empresa canadiense de seguridad,
hicieron presentaciones acerca de los méritos de las spp y de las
prisiones privadas.
Pero no se dieron detalles acerca de los problemas de Chile con
su nuevo programa de prisiones spp o del papel de la Sodexo en esos
asuntos ni de fallas en los contratos por las subsidiarias de la compa-
ñía en el Reino Unido y en Australia. Quizá no sorprenda que el
ejecutivo canadiense tampoco mencionó el hecho de que la única
cárcel con administración privada en Canadá fue retomada nueva-
mente por el sector público.21 Estos detalles e información similar
son típicos de los materiales que se están manteniendo fuera del al-
cance de los decisores, así como del público.

21  Reforma Penitenciaria en Latinoamérica y el Caribe, Santo Domingo 20-22

de junio de 2007.
privatización de la prisión 297
Para todos los gobiernos las cárceles y otra infraestructura encar-
gada conforme a la modalidad spp parecen en la superficie ser atrac-
tivas financiera y políticamente. Pero esto es eficiencia política de
corto plazo. Entre tanto, para el sector privado, el sistema spp es una
simple estrategia para ampliar los mercados.
Aunque hay una variedad de modelos en funcionamiento, la op-
ción preferida y más rentable del sector privado es aquella en la que
el gobierno entrega el financiamiento, el diseño y la construcción de
unas instalaciones y el suministro de los servicios afines a un consor-
cio. En el caso de una prisión, típicamente a un banco o varios ban-
cos, una empresa de construcciones y mantenimiento, y un operador
de prisiones. El gobierno firma un contrato por 25 años y conviene
en pagar un cargo mensual durante ese periodo una vez que la cárcel
está lista y preparada para recibir a los reclusos. El principal atractivo
para esta venta es que el gobierno no tiene costos de capital inme-
diatos puesto que el consorcio es quien toma el dinero en préstamo
para financiar el proyecto.
No obstante, tal como lo revela la experiencia en el Reino Unido,
Australia, África del Sur, Canadá y otros sitios, estas estrategias gene-
ran implicaciones sociales, económicas y políticas negativas.

no es cierto que las cárceles privadas sean más baratas.


son más caras

Conforme a los términos de un contrato de ifp/spp, en el caso de


fracaso operativo son quienes han financiado el proyecto, no el Estado,
quienes en última instancia deciden si debería buscarse un nuevo
operador o si el Estado puede comprar los contratos y hacerse cargo.
Y, dado que un argumento principal para el financiamiento priva-
do es que es una solución para gobiernos que no tienen el capital o
que están forzados a recortar el gasto público y reducir las obligacio-
nes crediticias públicas, si para empezar no tienen el financiamiento
para construir unas nuevas instalaciones, es probable que no tengan
acceso al financiamiento en el momento en que tendrían que hacer-
se cargo de un contrato.
En Victoria, Australia, en 2002 se permitió al gobierno estatal
(entonces en una situación comparativamente buena) comprar los
298 stephen nathan

contratos de un operador que había fracasado, por 22 millones de


dólares australianos. La cárcel de 125 camas para mujeres que admi-
nistraba la Corporación Penitenciaria de Australia, había pasado por
cuatro años de problemas continuos. La pregunta es: si hubiese te-
nido problemas similares una cárcel privada o semiprivada en Latino-
américa ¿tendría algún gobierno la capacidad de comprar un con-
trato aunque tuviera la voluntad política y se lo permitieran los
bancos?
Más recientemente, en Victoria, una comisión parlamentaria de
representantes electos informó que aun después de 15 años no po-
dían decir si las spp valían la pena. Dijeron: “el gran obstáculo para
determinar cuáles son los beneficios de las spp o si no los hay, ha sido
la falta de información pública acerca de estos proyectos”. Esto hace
surgir otro tema importante. La participación del sector privado en
servicios públicos elimina varios niveles de control, ya que los asuntos
operativos y financieros caen bajo la “confidencialidad comercial”.
Deberían haber sabido que eso iba a ocurrir, puesto que ya en
1998 los académicos australianos habían llegado a la siguiente con-
clusión: “Puesto que los actores privados no están sujetos a las mismas
restricciones constitucionales, reglamentarias y de control que el
gobierno […] Delegar funciones públicas fuera de los límites del
gobierno cambia profundamente las nociones tradicionales de ren-
dición de cuentas, haciéndose tanto más difícil obligar al gobierno a
controlarse a sí mismo”.
En 2005, el Instituto Australiano de Administración de Proyectos
hizo una declaración en el sentido de que las sociedades publicopri-
vadas en Australia no estaban rindiendo con eficiencia; que el tesoro
público estaba cubriendo las fallas de las spp y de que se estaban de-
jando de lado las obligaciones comunales y sociales. El presidente de
la entidad llegó a la siguiente conclusión: “el actual enfoque que se
hace de los proyectos de las spp y de las privatizaciones de monopolios
[…] debe ser exhaustivamente analizado antes de que se maniate al
público con proyectos de spp indebidamente estructurados que ten-
drán un impacto en nosotros por los próximos veinte años”.22
La lección de África del Sur es muy instructiva para los países
Latinoamericanos. Con orientación del Reino Unido, el gobierno

22  Exposición del doctor David Dombkins, presidente, Australian Institute of

Project Management, boletín de prensa, 19 de octubre de 2005.


privatización de la prisión 299
firmó contratos para dos cárceles de 3 024 camas. Los reclusos están
en nuevas instalaciones en comparación con la mayoría en el sistema
estatal y se han adoptado algunas prácticas administrativas y tecnolo-
gía nuevas. Lo malo es que estos contratos son muy caros. Inicialmen-
te costaron al departamento de prisiones 50 por ciento del presu-
puesto de todo el sistema penitenciario. Desde entonces el gobierno
ha tratado de renegociar los contratos para bajarlos a un precio más
asequible, pero las dos compañías simplemente se han resistido a
hacerlo. Y ¿qué razón tendrían las compañías para renegociar? Estos
contratos les permiten captar ganancias masivas entre 25 y 30% sobre
sus inversiones.
Quienes proponen la privatización también sostienen que el uso
de financiamiento privado para infraestructura reduce la cantidad de
préstamos del gobierno y acorta el déficit. También se aduce esto
mismo para el concepto de leasing, es decir, de permitir que una
empresa privada provea el financiamiento y construya una cárcel que
el gobierno adquiere de vuelta mediante el pago de una especie de
alquiler durante 20, 25 o 30 años. Y aquí es relevante una referencia
al caso chileno: en un libro encargado por el gobierno se establece
lo siguiente: “El contrato de concesión no implica formalmente deu-
da pública, lo cual mejora los balances públicos”.23
Esta afirmación simplemente no tiene sentido. La realidad es que
estos contratos empeoran la situación financiera de un gobierno y
del público. Con toda certeza cualquier gobierno que firme un con-
trato con una empresa privada para pagarle millones de dólares cada
mes, a lo largo de 20, 25 o 30 años está creando una deuda. Puede
que no aparezca en el balance del gobierno como una operación de
”préstamo”, pero la sociedad sigue teniendo la responsabilidad de
pagar durante la vida de ese contrato.
En Inglaterra y Gales ha sido difícil calcular independientemente
el costo verdadero de las nueve cárceles existentes que han sido fi-
nanciadas, diseñadas, construidas y operadas de manera privada y
esto ha sido quizá hasta intencional. Sin embargo, en una estimación
reciente se indica que el costo para los contribuyentes es de aproxi-
madamente 9 800 000 dólares durante la vida de los contratos. El
costo real podría ser mayor.

23  Gendarmeria de Chile ya vive el siglo xxi, La Gendarmería de Chile en el


siglo xxi.
300 stephen nathan

Crucialmente importante es el consenso universal en cuanto a que


el financiamiento obtenido mediante préstamos privados cuesta más
que los préstamos al gobierno, por lo que en el largo plazo el costo
para la sociedad es mayor.
Y ¿qué pasa si un gobierno está atado a un contrato o a cierto
número de contratos de 25 o 30 años y quiere reducir las tasas de
reclusión? Aunque exista la voluntad política, toda una gama de
restricciones legales y financieras harían extremadamente difícil ne-
gociar una salida. Una vez que se contratan, es necesario llenar las
prisiones.
El ejemplo más reciente de este problema se está dando en Es-
cocia. En 2007 un gobierno de reciente elección quería detener el
programa de la anterior administración, de tres cárceles de 700 ca-
mas, financiadas, diseñadas, construidas y administradas de manera
privada. Una había estado funcionando por algunos años con algunos
grandes problemas operativos; la segunda se había encargado y estaba
en construcción, pero la tercera no se había encargado aún. El nuevo
gobierno pudo paralizar los planes de la tercera cárcel, que ahora
será financiada, diseñada, construida y administrada públicamente.
Pero a pesar de tener la voluntad política se ha impedido al gobierno
comprar los contratos de 25 años de las dos cárceles iniciales, median-
te complejidades legales y los costos prohibitivos que esto implica.
Pero lo más condenable de todo, es lo que surge de una investi-
gación reciente del Reino Unido. En abril de 2007 tras un estudio
académico de una unidad de la Universidad de Edimburgo, se llegó
a la conclusión de que los métodos usados como fundamento de
los argumentos del Tesoro del Reino Unido a favor de la eficiencia
en costos del financiamiento privado, estaban grandemente tergi-
versados y parcializados a favor de un compromiso ideológico. Los
autores advirtieron que “los datos están orientados a apoyar toda la
política gubernamental de spp tanto en el Reino Unido como en el
extranjero”.
Los investigadores analizaron cinco estudios citados por el Tesoro
como prueba de que el uso de la iniciativa de financiamiento privado
(ifp) para nueva infraestructura y nuevos servicios era eficiente. Lle-
garon a la conclusión de que “Los defectos en muestreo y medida
hacían imposible la interpretación de los resultados del único estudio
citado por el gobierno que realmente compara el rendimiento con-
vencional y el de la contratación por ifp, y toda la argumentación
privatización de la prisión 301
que se basa en ellos da lugar a confusión. Las muestras del estudio
no fueron representativas de proyectos contratados tradicionalmente
o conforme a la ifp. En todos los tipos de proyectos las cifras en la
muestra de ifp eran tan escasas que no ofrecían datos significativos.
Una medición tendenciosa agregaba nuevas fuentes de error. El ren-
dimiento de la ifp en relación con la contratación pública no fue
debidamente evaluado […] Lo que aduce la Tesorería en cuanto a
superioridad de la ifp está basado en argumentos de costos y tiempo
excesivos por sobre lo presupuestado, de lo cual no hay pruebas.
Entonces, la orientación en cuanto a evaluación, que está basada en
estos argumentos, es tendenciosa”.24
Ni los impactos negativos ni este estudio, algo de crucial impor-
tancia, se mencionan a los gobiernos cuando se “les vende” la idea
de las sociedades publicoprivadas.

chile

Aquí vale la pena referirse brevemente a acontecimientos recientes


en Chile. En 2000 el gobierno emprendió un nuevo programa de 10
cárceles nuevas en las que el Estado contrataría a los guardas de la
prisión, mientras que el sector privado financiaría, diseñaría, cons-
truiría y administraría otros servicios que no fueran de seguridad.
Como se expresó anteriormente, este programa estaba basado en un
modelo no verificado de Francia.
En 2001 se adjudicó al Consorcio bas, constituido por Sodexho,
de Francia, Torno Engineering, de Italia, y una empresa constructo-
ra de Chile, un contrato para construir y administrar las primeras tres
nuevas cárceles.
En 2003 Dante Bacigalupo, de la bas, ofreció una visión esclare-
cedora de la participación del sector privado en el proyecto, cuando
dijo textualmente lo siguiente, tal como lo citó la revista The Economist:

24  “An Examination of the UK Treasury’s Evidence Base for Cost and Time

Overrun Data in UK Value-for-Money Policy and Appraisal”, Allyson M. Pollock,


David Price y Stewart Player, Centre for International Public Health Policy, Univer-
sidad de Edimburgo, Public Money & Management, vol. 27, núm. 2, cipfa, abril de
2007.
302 stephen nathan

“Si un guarda golpea a un preso tendremos que volver la vista hacia


otro lado, aunque tendremos la responsabilidad de los servicios de
rehabilitación”.25
No fue una declaración alentadora respecto de las intenciones del
sector privado. Pero desde que las tres nuevas cárceles de Chile abrie-
ron sus puertas se ha descubierto que su funcionamiento no ha ido
tan bien como se había descrito en algunos documentos oficiales.
Por ejemplo, en marzo de 2007, 49 presos de alto riesgo de la
cárcel Santiago Uno emprendieron una huelga de hambre para pro-
testar en el sentido de que sus derechos de visita no eran los mismos
que los de otros presos. Luego, en junio de 2007, el senador Alejan-
dro Navarro describió la situación de los costos de nuevas cárceles
en Concepción y Antofagasta como “un escándalo”. Por ejemplo: el
precio contratado para Concepción fue de 21.5 millones de dólares,
pero los costos habían aumentado a 65 y la construcción no había
sido terminada aún.26
Con el traslado de personal y presos de viejas a nuevas cárceles
la Gendarmería no tenía idea de lo que podía esperar o cómo pro-
ceder, debido a falta de capacitación, cambios en las prácticas de
trabajo y el choque entre las culturas pública y privada. Tampoco se
beneficiaron de manera automática los presos: de hecho, aumentó
la cantidad de suicidios. Un recluso dejó escrita una nota en la que
echaba la culpa directamente al nuevo régimen de la cárcel por su
decisión de suicidarse.
La alimentación que proveía supuestamente una de las principales
empresas de alimentación del mundo, era tan mala que el gobierno
tuvo que hacer que la empresa subiera la calidad. La Gendarmería
también encontró, en una primera instancia, que les preocupaba el
bienestar de los reclusos, pero las compañías sólo tenían interés en
la ganancia.27
El gobierno todavía no ha solucionado el asunto de cómo admi-
nistrar el programa sin tener problemas. Ninguna de las evaluaciones
realizadas se ha hecho pública.
Hay otra preocupación: las compañías no tienen conocimientos en
cuanto a las condiciones locales por lo que han tenido que contratar

25  “Prison SA”, The Economist, 17 de junio de 2003.


26  La Nación, <www.lananacion.cl>, 6 de junio de 2007.
27  Entrevista del autor, marzo de 2007.
privatización de la prisión 303
a la gente con más experiencia de la Gendarmería para administrar
el negocio. Esto le ahorra a las compañías el costo de la capacitación
y, al mismo tiempo, debilita los recursos del sector público.
También debería señalarse, no obstante, que hay algunas mejoras
significativas en el nuevo sistema comparado con las antiguas cárce-
les: los nuevos reclusos no están aún apretujados unos contra otros,
aunque se permite la sobrepoblación, y se han parado algunas malas
prácticas. Pero de acuerdo con la Gendarmería, si se les hubiesen
dado los mismos recursos no habría habido razón por la cual no
hubiesen podido ofrecer los mismos servicios que el sector privado
está dando.
Se está promoviendo agresivamente el modelo chileno en toda
Latinoamérica, y funcionarios de otros países han expresado su inte-
rés, por lo que es importante examinar qué está ocurriendo realmen-
te en Chile antes de que se tome una decisión política para copiar
el modelo.

otras cosas que la industria de las cárceles privadas


no menciona

Cuando empezaron las cárceles privadas en los años ochenta, estaba


aún por probarse su eficacia. Veinticinco años más tarde la experien-
cia internacional muestra que muchas de las cárceles privadas, indi-
vidualmente consideradas, no han cumplido con las especificaciones
del contrato y han causado tragedias como las mencionadas al prin-
cipio de este capítulo. Aparte de poder construir cárceles con rapidez,
en general el sector privado no ha cumplido con sus promesas.
Aun así, cuando los gobiernos deciden privatizar habrán recibido
previamente los folletitos brillantes de las compañías y, tal vez, hasta
habrán trasladado a sus personeros a ver instalaciones de muestra que
han sido limpiadas o dotadas de todo el personal para ese día. Toda
o la mayor parte de los estudios e información que ven –si es que ven
algo– ha sido producida o encargada por la misma industria de pri-
siones privadas o por una red de centros estratégicos de pensamiento
sobre libre mercado (free market think tanks), que tratan de parecer
políticamente independientes, y consultorías que han sido contrata-
das y financiadas concretamente para promover la privatización. Por
304 stephen nathan

ejemplo, hasta hace poco, el sitio en red de la Corrections Corporation


of America28 tenía en lista ocho de estos estudios sin que apareciesen
detalles acerca de su tendencia o fuentes de procedencia.29
Por otra parte, las investigaciones, inspecciones y auditorías inde-
pendientes cuentan otra historia de beneficios de costos no probados,
aprovechamiento de las alzas para vender, funcionamiento deficiente,
falta de programas, incumplimientos de contratos, falta de supervi-
sión contractual y falta de innovación. De igual manera, todavía no
hay pruebas de que las cárceles administradas de manera privada o
semiprivada contribuyan de alguna manera a reducir las tasas de
reincidencia.
Todos estos informes, así como opiniones legales sobre temas
constitucionales son públicos y pueden ser examinados por los deci-
sores. Pero de alguna manera no se les toma en cuenta.

el mito del éxito operativo de los ingleses

Anteriormente se mencionó cómo el First Caribbean Bank aducía


que las cárceles privadas del Reino Unido eran un éxito. Este mismo
mensaje se repite en el sitio en red del Estado de Minas Gerais. La
justificación para su nuevo complejo carcelario de 3 000 camas está
basada en esta afirmación: “modelos de spp del sector penitenciario,
en otros países, principalmente en Inglaterra, en donde fue creada
esta modalidad, son la prueba del éxito de la iniciativa”.
En primer lugar, Inglaterra no tiene el modelo exacto que se está
desarrollando en Minas Gerais (una prisión semiprivada). Además,
un examen más minucioso de la experiencia revela una historia di-
ferente, aunque no ofrece este artículo el espacio suficiente para
presentar un recuento completo de todos los problemas operativos
del sector privado.30

28  Public Private Partnerships in Corrections, a series of evaluation studies, <www.co-

rrectionscorp.com>.
29  En el año 2008 la cca instaló un nuevo sitio en red: <www.the360.com>, para

promover “información real” acerca de la cca en contraposición a lo que llamó


información tendenciosa. Sin embargo, la lista de investigaciones citada sigue sien-
do altamente selectiva.
30  Por ejemplo, véase “Prison Privatization in the United Kingdom”, S. Nathan,
privatización de la prisión 305
El estudio más citado sobre las cárceles administradas de manera
privada en Inglaterra y Gales fue realizado por la Oficina Nacional
de Auditoría en 2003.31 Sin embargo, al tiempo que concluía que el
funcionamiento de las cárceles privadas era “mixto” y que el uso del
método ifp para las cárceles no era “ni una garantía de éxito ni la
causa de un fracaso inevitable”, entre las revelaciones menos sonadas
están las siguientes: compañías que concursaban a precios muy bajos
para los contratos, contratos mal escritos, problemas con el control
de contratos, diseños carcelarios inflexibles y muy poca innovación.
En Inglaterra y Gales hay una inspectora jefe independiente de
cárceles, cuyo papel es hacer inspecciones anunciadas y no anuncia-
das a todas las cárceles. En años recientes sus evaluaciones de las
cárceles privadas han tendido a ser más críticas que positivas. Por
ejemplo:
En abril de 2008 la inspectora jefe informó que el personal en
el Centro de Capacitación Oakhill Secure, una cárcel privada que
tenía en custodia a 56 jóvenes de 12 a 17 años de edad, empleó
“fuerza arrolladoramente excesiva” más de 500 veces en nueve meses.
También dijo que esa cárcel debería cerrarse temporalmente. Entre
tanto, el inspector de Educación encontró que la calidad de la ense-
ñanza, el curriculum, la administración de la conducta, el liderazgo
y la administración del centro eran “inadecuados”. Posteriormente,
en mayo de 2008, se divulgó que el gobierno había dado a la com-
pañía un aviso con 60 días de anticipación para que hiciera mejoras
sustanciales.
La inspectora jefe de prisiones también informó recientemente
que en la cárcel de Rye Hill, administrada por la gsl, “no se habían
remediado debilidades identificadas en anteriores inspecciones”. Los
problemas eran tan malos que la inspectora jefe recomendó que el
gobierno “considerara enviar allí a un equipo de administradores
públicos superiores y de mediano rango por cierto tiempo, para
ayudar al director (de la cárcel privada) a estabilizar la cárcel, esta-
blecer y aplicar sistemas y dar un apoyo eficaz al personal de primera
línea”.

en Capitalist Punishment: Prison Privatization and Human Rights, A. Coyle, A. Campbell


y R. Neufeld (eds.), Clarity Press, EUA y Zed Books, 2003.
31  “The Operational Performance of pfi prisons”, Informe por el Contralor y

Auditor General, HC 700, Sesión 2002-2003, junio de 2003.


306 stephen nathan

En febrero de 2007 la inspectora jefe informó que personal inex-


perto en la cárcel de Dovegate era incapaz de mantener el control
de los presos y no actuaba en casos de mala conducta. Las drogas y
el matonismo eran comunes, y la inspectora jefe recomendó que la
empresa que administraba la cárcel, Serco, tomara acción urgente
para mejorar la situación.
También, en su informe anual 2005-2006, la Inspectora Jefe seña-
ló que “causa alguna preocupación que las cuatro cárceles privadas
para adultos sobre las que se presentaron informes tuvieron una
evaluación más negativa que positiva y sólo una de cuatro fue evalua-
da como actuando satisfactoriamente en materia de seguridad. Ésta
ha sido una preocupación constante […] así como lo ha sido la na-
turaleza de la actividad disponible con los contratos, que tiende a
concentrarse en cantidad más que en calidad”. Una cárcel privada
fue criticada por “maldad institucional” (“institutional meanness”).
En los seminarios de ilanud/rwi se han presentado como un
tema de discusión las necesidades concretas de las presas en una
cultura penitenciaria dominada por hombres. Pero en Inglaterra, las
cárceles para mujeres administradas de manera privada no han de-
mostrado ser la solución. En una cárcel privada abierta en 2004 para
hombres y mujeres mantenidos en edificios separados, la inspectora
jefe encontró, en 2008, que el régimen de mujeres estaba basado en
el régimen de hombres y que la provisión de servicios de salud esta-
ba “entre las peores que habíamos visto a lo largo de un tiempo
considerable”.
También en abril de 2008 la inspectora jefe informó acerca de la
única cárcel privada para mujeres que se abrió en 2004. Encontró
que era “un sitio razonablemente seguro” pero que hacerse daño a
sí mismas era algo “endémico” entre las reclusas. El personal era
inexperto, no se había cumplido con las horas contractualmente
especificadas de tiempo fuera de las celdas, la oferta de educación y
aprendizaje era apenas adecuada y la falta de personal impedía el
acceso de las reclusas a las actividades”.
El 16 de abril de 2007 la televisión de la bbc informó acerca de los
resultados de cinco meses de filmación, en secreto, por parte de un
periodista que consiguió un trabajo como funcionario penitenciario
en la cárcel privada de Rye Hill, administrada por la gsl. En el pro-
grama se afirmaba que personal inexperto era intimidado y agredido
por reclusos que gobernaban los pabellones; los administradores
privatización de la prisión 307
superiores le dijeron al personal que no realizara sus tareas formales
por temor a perturbar a los reclusos; en parte por corrupción de al-
gunos miembros del personal, los presos tenían acceso fácil a drogas
y alcohol; se usaban teléfonos celulares para organizar negocios de
drogas en gran escala y la dotación de personal era inadecuada.
Este programa llevó al doctor David Wilson, criminólogo en la
Universidad de la Ciudad de Birmingham, a decir que lo que había
ocurrido en el Reino Unido en los últimos 15 años debería hacer que
la gente “se detuviera y pensara acerca del impacto más general que
está teniendo la privatización en nuestro sistema penal y cómo ha
contribuido a crear las condiciones que están convirtiendo Inglaterra
y Gales en un gulag”.32

otros problemas y varias cárceles que se devuelven


al sector público

Esta industria ha tenido sus reveses también en Latinoamérica. Lue-


go de evaluar detenidamente los pros y contras de los partenariados
públicoprivados, el gobierno de Colombia rechazó el modelo por
muy caro y, en cambio, escogió el financiamiento y gestión pública
para sus nuevas prisiones. El gobierno de Costa Rica tenía que adju-
dicar un contrato de 73 millones de dólares para una prisión de 1 200
camas a una empresa estadunidense, la Management and Training
Corporation (mtc). Pero posteriormente el gobierno descubrió que
podía construir instalaciones para 2 600 camas por una fracción de
ese costo, de manera que el gobierno y la compañía están ahora
discutiendo qué compensación procede por el retiro del contrato.
La mtc quiere 20 millones, el gobierno ha ofrecido 3. De cualquiera
de las maneras, el público paga por el pleito, dinero que podría
haberse gastado en el suministro de servicios.
En Puerto Rico, en 2002, el Departamento de Prisiones canceló
tres contratos de administración de prisiones con una empresa es-
tadunidense tras descubrir que era más barato administrarlas direc-
tamente.

32  “A hard cell”, Guardian, <www.commentisfree.guardian.co.uk>, 17 de abril de

2007.
308 stephen nathan

En Brasil el estado de Paraná canceló sus contratos de cárceles


privadas después de que el tribunal superior emitió un fallo que
determina que las cárceles privadas son inconstitucionales; y en Asun-
ción, Paraguay, en enero de 2008, tenía que finalizarse un contrato
de una cárcel para mujeres debido a los altos costos en comparación
con el suministro público de los servicios penitenciarios.
En el Reino Unido, Australia (Victoria, antes mencionada) y Ca-
nadá, algunas cárceles han sido trasladadas de vuelta al sector públi-
co. El ejemplo más reciente es el gobierno provincial de Ontario que
decidió, en abril de 2006, no renovar un contrato con la Management
and Training Corporation para administrar el centro penitenciario
Central North. El gobierno encontró que no se había producido
“beneficio apreciable” con la cárcel privada en comparación con una
cárcel idéntica bajo administración pública. La cárcel pública funcio-
naba mejor en áreas clave tales como la seguridad, los servicios de
salud y la reducción de las tasas de reincidencia.
La única cárcel con administración privada de Australia Occiden-
tal se inauguró en mayo de 2001. Hasta mayo de 2006 la cárcel
estuvo administrada por la empresa aims, una subsidiaria de la
Sodexo (la Sodexo está involucrada en un consorcio que tiene
contratos de cárceles semiprivadas en Chile). En julio de 2005, el
ministro de justicia de Australia Occidental anunció que: “el fun-
cionamiento de la aims había mostrado una mezcla de resultados
y que la empresa había sido multada con 600 000 dólares australia-
nos por no cumplir con cotas de operación en los últimos cuatro
años. Originalmente el gobierno tuvo la intención de entrar en un
nuevo arreglo privado para determinar el estándar en administra-
ción penitenciaria y en operaciones penitenciarias innovadoras,
pero eso no ocurrió”.33 Desde entonces este contrato ha sido sacado
otra vez a concurso.
En 2000, el entonces ministro de justicia de Nueva Zelanda decla-
ró que “se ha hecho un experimento en el extranjero, originado en
motivos ideológicos, para introducir cárceles privadas, y no ha fun-
cionado”. En 2004 el gobierno sancionó una legislación contra las
cárceles privadas y, en julio de 2005, la única cárcel privada que exis-
tía en el país fue puesta bajo administración del Estado.

33  Boletín de prensa del gobierno de Australia Occidental, 19 de julio de

2005.
privatización de la prisión 309
En cuanto a Estados Unidos de América, donde surgió todo esto,
es preciso tener presente lo que se ha mencionado anteriormente.
En Sudáfrica, en 2007, el departamento de prisiones manifestó a
los ministros que “los centros en modalidad spp no están funcionan-
do mejor que nuestros centros penitenciarios más nuevos” y que “la
administración operativa debería estar a cargo del gobierno”.
El señor Kenny MacAskill, secretario de Justicia de Escocia, hizo
eco de este sentimiento en agosto de 2007 cuando dijo: “la seguridad
pública debe ser lo primero, no el beneficio privado. Queremos re-
construir un servicio penitenciario escocés que sea exactamente eso:
un servicio público, no una agencia de negociación”.
Ni la industria ni los promotores de la privatización mencionan
nada de esto en su material promocional que dan a los gobiernos.

el sector privado ejerce influencia en la política


de justicia penal

Ya el que sean bancos los que deciden quién debería administrar las
cárceles, debería ser una preocupación importante. Pero la privatiza-
ción permite que el sector privado moldee también la política de
justicia penal en otras formas.
En Estados Unidos funciona así: en 1990 el máximo ejecutivo de la
Corrections Corporation of America admitió lo siguiente: “Gastamos
literalmente millones de dólares instruyendo a nuestros legisladores
acerca de las ventajas de los administradores penitenciarios privados”.
Démosle al tabulador y avancemos hasta abril de 2006 para ver cómo
en un informe independiente se mostró que, durante las elecciones
de 2002 y de 2004, empresas que administraban cárceles privadas, sus
representantes ejecutivos y sus promotores en corrillos legislativos hi-
cieron una contribución de 3.3 millones de dólares a candidatos y a
partidos políticos estatales. El informe decía: “Tras examinar sus con-
tribuciones más de cerca se ve una estrategia apuntada a dar a aquellos
candidatos que sean quienes más probablemente afectarán las leyes y
los presupuestos relacionados con el ámbito penitenciario”.34

34  “Policy Lockdown: Prison Interests Court Political Players”, National Institu-

te on State Money in Politics, <www.followthemoney.org>, abril de 2006.


310 stephen nathan

En documentos oficiales se puso al descubierto que en 2007 la cca


gastó 2.5 millones de dólares haciendo lobby con representantes de
las agencias del gobierno federal sobre temas relacionados con el
desarrollo de las cárceles privadas.
Entre tanto, parece ser que ni los documentos oficiales ni los pri-
vados revelan todo el cuadro de las donaciones políticas.
En 2008 el programa de inversiones Mercy, que tiene 360 acciones
en el Grupo geo, instó a la compañía a mostrar todas sus contribu-
ciones políticas. Manifestando que desde el ciclo de elecciones de
2002 la geo “ha hecho contribuciones de por lo menos 744 916 dó-
lares en fondos de la empresa”, la Mercy también señaló que “depen-
der de información públicamente disponible no permite tener un
cuadro completo de los gastos políticos de la empresa. Por ejemplo:
no se revelan ni se conocen pagos a asociaciones profesionales utili-
zadas para efectos políticos”.
En la reunión anual general de la geo, celebrada en marzo de
2008, la Mercy hizo una propuesta según la cual la compañía debería:
“presentar un informe, actualizado semianualmente, que revelara las
políticas y procedimientos para gastos políticos directos e indirectos
que se hicieran con dineros de la empresa”.35
Pero la junta directiva de la geo se opuso argumentando que “una
revelación de tal amplitud, colocaría a la geo en una desventaja
competitiva”.
También en Estados Unidos, por medio de una organización lla-
mada el Consejo de Intercambio Legislativo de Estados Unidos de
América, que tiene una membrecía de unos 2 000 legisladores, las
empresas penitenciarias han ayudado a redactar, promover y aplicar
leyes que permiten cárceles privadas y medidas condenatorias más
duras, lo cual hace que se mantenga a más presos en reclusión por
más tiempo.
La Asociación de Organizaciones Penitenciarias y de Tratamiento
Privadas, que es el grupo de promotores en corrillos legislativos de
la industria de la cárcel privada en Estados Unidos, ahora también
interviene internacionalmente. En sus materiales publicitarios este
grupo estadunidense de promotores anuncia que “las cárceles priva-

35  Propuesta 3, Propuesta de los accionistas solicitando una publicación semes-

tral de las contribuciones políticas, para ser considerada en la reunión anual gene-
ral del Grupo geo el 1 de mayo de 2008, <www.sec.gov/Archives/edgar>.
privatización de la prisión 311
das son bien recibidas en Perú […] la mayor parte de la gente en la
zona metropolitana de Perú está a favor del desarrollo de instalacio-
nes privadas de detención”.36 Este tipo de publicidad está destinado
a allanar el camino para las cárceles privadas en Perú, ya que si llegan
a darse son los miembros de este grupo de promotores quienes más
probablemente se harán de los contratos.
Y en cuanto a poner en la mira el “mercado” internacional en
general, el sector privado hasta se ha emparejado con una organiza-
ción internacional de reforma penitenciaria a la que le agrada ver
que empresas penitenciarias patrocinen conferencias en las que se
promueve la participación privada en el ámbito penitenciario. La
Asociación Internacional de Instituciones Penitenciarias (Internacio-
nal Corrections and Prisons Association, icpa) está particularmente
interesada en trabajar con los llamados países en vías de desarrollo.
En la conferencia de la icpa en 2001, el representante de una em-
presa estadunidense manifestó que la estrategia de la industria debe-
ría ser presentar sus atributos “sin que pareciera que estaba buscando
contratos”.37
¿Quién sabe lo que en realidad está ocurriendo detrás de los es-
cenarios en América Latina para convencer a los gobiernos de priva-
tizar las prisiones?

generación de un excedente-paga y condiciones

Al principio de este capítulo se lee que las empresas penitenciarias


pueden generar una ganancia de millones de dólares con sus opera-
ciones. Los costos de personal van del 60 al 70% de los costos de
operación de una prisión, de tal manera que los asuntos relacionados
con el personal en cárceles privadas tienen un efecto directo en los
regímenes penitenciarios, así como en las ganancias y en los dividen-
dos que las empresas penitenciarias pueden generar.
En las prisiones privadas se encuentra un patrón bien documen-
tado de capacitación deficiente, bajos sueldos, largas horas de traba-

36  Boletín de la apcto, <www.apcto.org>, marzo de 2007.


37  En Prison Privatisation Report International, núm. 48, junio-julio de 2002. El
sitio en red de icpa <www.icpa.ca>.
312 stephen nathan

jo, gran rotación de personal y, en vista de la forma en que las cár-


celes privadas son diseñadas y organizadas, se depende más de la
tecnología, particularmente de cámaras, que de un contacto personal
con los presos.
Se ha descubierto en el estado de Bahía, Brasil, que el personal
de una cárcel privada gana 60% menos que el de las cárceles públicas
y eso que el personal del sector público ya está mal pagado.
Aunque es difícil comparar sueldos y condiciones entre Estados
Unidos de América y Latinoamérica, se ha descubierto, en una inves-
tigación hecha recientemente por Sharon Dolovitch, profesora de
derecho de la Universidad de California, que la subinversión en per-
sonal es la razón por la cual, cuando se comparan poblaciones en el
mismo nivel de seguridad, las prisiones privadas en Estados Unidos
tienden a ser más violentas que las públicas.38
En Illinois, los guardias de una cárcel administrada por el Grupo
geo ganaban apenas poco más de 7 dólares por hora y en cuatro
años, para 2007, no habían tenido un aumento de sueldo. Tomaron,
pues, acción en pro de mejores condiciones. Si se les despide quedan
desempleados y con las manos vacías. Compárese esto con la posición
de los representantes ejecutivos de la empresa: según documentos
recientes de la compañía presentados a la Comisión de Bolsa y Valo-
res, si el número uno del Grupo geo, George Zoley es despedido
recibirá el doble de su salario anual, de alrededor de 3.8 millones de
dólares y una bonificación de 1.8 millones, beneficios laborales por
10 años, puede quedarse con el automóvil de la empresa y la geo
pagará cualquier impuesto sobre la renta que se deba por sus ganan-
cias. Si se jubila recibiría 2.9 millones.
Los niveles de los salarios y beneficios ejecutivos muestran la cla-
se de excedente que generan las empresas penitenciarias. Y esto ni
siquiera toma en cuenta los dividendos y las opciones accionarias.
Por lo tanto, suscita las interrogantes obvias: ¿cómo se genera el ex-
cedente y a costa de quién? Puesto que es dinero público, mediante
contratos con el gobierno, lo que genera el superávit del sector
privado ¿será correcto que vaya a parar a los bolsillos de los menos
cuando este dinero podría más bien proporcionar servicios públicos
esenciales?

38  “State Punishment and Private prisons”, profesora Sharon Dolovich, Duke Law

Journal, diciembre de 2005.


privatización de la prisión 313
conclusión

Involucrar al sector privado es una vía para expandir el tamaño de


las cárceles así como el de la totalidad de los sistemas penitenciarios.
Esto contradice la mejor práctica, que ya ha sido bien investigada.
Por ejemplo, tal como lo explica Michael Jacobson, del Instituto Vera
de Nueva York: “hasta los más eficientes y eficaces sistemas peniten-
ciarios deberían ser lo más pequeños que fuese posible […] la cárcel
no debería ser la solución por omisión al no usar nosotros otros
métodos de control social o de justicia comunal o restauradora. Es
muy caro y muy punitivo, y el potencial de daño a reclusos, sus fami-
lias y las comunidades demasiado grande como para que se abuse de
ella como lo hacemos”.39
Aunque la idea de las cárceles privadas ha sido promovida en todo
el mundo, todavía hay fuerte oposición de parte de gobiernos, ong,
congregaciones religiosas y grupos civiles, así como de todos los que
abogan por los derechos humanos y la reforma de la justicia penal.
En Estados Unidos, por ejemplo, en abril de 2003, los Obispos
Católicos del Sur (Southern Catholic Bishops) pidieron que se aca-
bara con las cárceles privadas y, en mayo de 2003, la 215a. Asamblea
General de la Iglesia p resbiteriana de Estados Unidos de Améri-
ca se pronunció por la abolición de todas las cárceles privadas. Y
estas decisiones están respaldadas por campañas. Abogados de dere-
chos humanos en Israel han estado inmersos en una batalla acerca
de si el gobierno tiene el derecho constitucional para privatizar la
administración carcelaria. Particularmente en el sur de Estados Uni-
dos, así como en otros estados, y en otros países, se han realizado
campañas que han evitado que se instalen cárceles privadas y que
han llevado el tema a debate.
En Latinoamérica, algunas personas podrían preguntar aún si la
privatización puede ser peor en algún grado que lo que el sector
público en muchos países puede ofrecer ahora o en el futuro. En el
largo plazo la respuesta podría ser “sí”.
El mejoramiento y la reducción de los sistemas penitenciarios re-
querirán de una cantidad importante de voluntad política y de una
visión clara acerca de lo que debe ser una prestación pública de

39  Downsizing Prisons: How to Reduce Crime and End Mass Incarceration, Michael

Jacobson, EUA, New York University Press, 2005.


314 stephen nathan

servicios y de cómo podría estar mejor organizada, administrada y


financiada.
Finalmente, con esto de las cárceles y servicios penitenciarios pri-
vados se da frecuentemente el caso de que estas políticas son aplica-
das por gobiernos sin que el público tenga el menor indicio de lo
que está ocurriendo. En ocasiones, hasta los ministerios que tienen
a su cargo el funcionamiento de las cárceles son los últimos en ente-
rarse acerca de los planes de privatización, originados en otros mi-
nisterios como los de obras públicas y finanzas.
De tal manera, es importante estar conscientes de que, mientras
que los reformadores de la prisión buscan cambios progresistas en
América Latina, la industria de la prisión privada, los proponentes
de la privatización y sus aliados en cada nivel tienen su propia agen-
da muy distinta para el cambio.
LA PRIVATIZACIÓN PENITENCIARIA EN AMÉRICA LATINA

elías carranza1

Al analizar el tema de las propuestas de privatización penitenciaria


en América Latina, es importante tener en cuenta la grave situación
de la justicia penal en todos los países de la región y, especialmente,
la situación de la sobrepoblación penitenciaria que vimos en el pri-
mer capítulo de este libro, situación que en muchos casos requiere,
como una de las acciones necesarias, construir más espacios carcela-
rios.
En efecto, aun en el caso de que las tasas de encierro se mantu-
vieran estables, el alto crecimiento vegetativo de las poblaciones na-
cionales que caracteriza a la región en general (con las solas excep-
ciones de Cuba y Uruguay) hace que en casi todos los países, en
mayor o en menor medida, haya que construir. Países demográfica-
mente estables, con tasas de criminalidad y penitenciarias también
estables, como es el caso de los países nórdicos de Europa, no reque-
rirían construir más cárceles, sólo mantenerlas o reponerlas y, ojalá,
reducirlas. Pero ése no es el caso de los países de América Latina en
razón de su alto crecimiento demográfico, razón a la que se suma la
situación del delito y la situación del aumento de las tasas de encierro,
que vimos en el primer capítulo de la segunda parte de este libro.
Así las cosas, creemos que la situación de sobrepoblación, sumada
a los graves incidentes originados en ella, con resultados de numero-
sas muertes en casi todos los países, explica también, en gran medida,
la actitud de algunos funcionarios de gobierno que, desesperados por
encontrar soluciones, creen, de buena fe, encontrar solución inme-
diata con la privatización de las cárceles.
La privatización de las cárceles es una de las varias formas de pri-
vatización de la justicia penal originadas en los Estados Unidos de
América, país que, como es sabido, es el principal difusor de estas
formas comerciales de la justicia penal en el mundo. Me refiero a la
privatización de la defensa pública estatal, a la plea bargaining o ne-

1  Director del ilanud.

[315]
316 elías carranza

gociación del delito y de la pena,2 y a la privatización penitenciaria,


que es la que específicamente nos preocupa en este momento. Hay
otras formas, además de las nombradas.
Nos preocupa que de buena fe, sin disponer de la información
necesaria, se cometan errores que luego son muy difíciles de corregir,
y que por la información que el ilanud y otras importantes entidades
como la Unidad de Investigación Internacional de los Servicios Públi-
cos de la Universidad de Greenwich, Inglaterra, han recogido, tene-
mos la certeza de que harían mucho daño a nuestros países, mucho
más que el que tenemos con el actual estado de cosas. Las cárceles
privadas, al aumentar el número de espacios disponibles traen, en
un primer momento, como cualquier unidad penitenciaria adicional,
cierto alivio a la sobrepoblación, pero poco después se manifiestan
sus efectos negativos, como quisiéramos explicarlo seguidamente.
Dejando de lado precedentes históricos de los siglos xviii y xix,
y de inicios del xx, en los que el sector privado tuvo activa participa-
ción en la gestión de las prisiones en países de Europa y América del
Norte (en la mayoría de los casos utilizando a las personas presas
como mano de obra barata o sin costo), el tema resurge como nego-
cio en los Estados Unidos de América, en los años ochenta, y los
argumentos primordiales son en términos económicos de costo-be-
neficio y calidad de los servicios. Éstos son también los argumentos
principales –falaces– con los que se promueve este negocio en los
países de América Latina.
Se denomina “cárceles privadas” a la situación en la que el Estado
delega a la empresa privada su función de ejecución de la pena de
prisión.
El paquete completo que venden las grandes transnacionales pe-
nitenciarias y que ellas prefieren que sea aceptado íntegramente,
incluye diseño, construcción, financiamiento y administración (ope-
ración y mantenimiento) de los centros penitenciarios y, por lo ge-
neral, plantean asumir la administración por un plazo de veinte o
veinticinco años.
Hay varios puntos de vista desde los cuales se pueden analizar las
cárceles privadas:

2  Autorizada por la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos en Brady

contra EUA, 397, EUA 742, y por la Corte Suprema de Justicia de California en
People contra West (1970).
la privatización penitenciaria 317
1] Punto de vista constitucional y legal: ¿es delegable la función esta-
tal de la ejecución de la pena?
2] Punto de vista de política criminológica: ¿qué ventajas o desventa-
jas desde este punto de vista traen las cárceles privadas?
3] Punto de vista económico: ¿implica un ahorro para el Estado la
delegación de tales actividades a la empresa privada?
4] Punto de vista ético: aunque la constitución y las leyes lo permitie-
ran, o si las cambiáramos con tal objetivo, ¿es éticamente lo me-
jor privatizar la ejecución de la justicia penal?, ¿privatizar el ejer-
cicio del poder punitivo estatal?

En cuanto al primer punto (constitucional y legal) dejamos a los


juristas de cada país encontrar las respuestas al interrogante.
En cuanto al punto de vista de política criminológica, encontramos
al menos las siguientes consecuencias negativas que se derivan de las
cárceles privadas:
a] Introducir una cárcel privada en un sistema penitenciario que
tiene varias o muchas unidades sobrepobladas y graves carencias
materiales y de personal, como es el caso de los sistemas penitencia-
rios de los países de América Latina desde fines del siglo xx y duran-
te el presente primer decenio del siglo xxi, crea una situación de
privilegio para un pequeño grupo a un costo económico muy alto, a
la par que aumenta el deterioro del resto del sistema. Lo explicare-
mos con un ejemplo tipo:
Los países x y y hace un año construyeron su última cárcel. El país
x construyó una cárcel estatal; el país y construyó una cárcel privada.
Ambos países tienen 10 cárceles cada uno, con capacidad para 1 000
personas presas por cárcel y una capacidad total para 10 000 personas
presas, pero ambos tienen 15 000 personas presas, o sea, ambos fun-
cionan al 150% de su capacidad. El país x tiene 10 cárceles estatales;
el país y tiene 9 estatales y una privada. Esta situación se puede ver
en el cuadro 1:
Como vemos, en el país x los limitados recursos penitenciarios
pueden distribuirse equitativamente con mejores resultados. En el
país y en cambio, la sobrepoblación se acumula progresivamente en
las cárceles estatales, a la par que se establece una distinción injusta
y de dudosa constitucionalidad entre quienes cumplen su pena en
ellas, y los pocos que la cumplen a un costo muy alto en la cárcel
privada en situación de privilegio.
318 elías carranza

cuadro 1. efecto de las cárceles privadas en la


sobrepoblación penitenciaria en américa latina y el caribe

país “x” con capacidad para 10 000, pero con 15 000 personas presas
10 cárceles de 1 000 cupos cada una número de presos/as por cada cárcel
0 cárceles privadas 0
10 cárceles públicas 1 500
país “y” con capacidad para 10 000, pero con 15 000 personas presas
10 cárceles de 1 000 cupos cada una número de presos/as por cada cárcel
1 cárcel privada 1 000
9 cárceles públicas 1 555

Y en países con alto crecimiento de su población penitenciaria,


como es el caso de los de América Latina, a medida que pasa el
tiempo la sobrepoblación aumenta, y se acumula inequitativamente
hacinando a las personas de las cárceles estatales, sin poderse mori-
gerar su situación distribuyendo el exceso de personas entre todas
las cárceles del país.
b] La empresa privada por definición hace negocios en procura
de lucro. Ahora bien, si la ejecución de la pena se transforma en un
negocio, se sustituyen los criterios que hasta ahora han regido el uso
de las penas (el derecho penal, la política criminal, la ética, incluso
la opinión pública informada), por los resultados del mercado y el
incentivo de lucro, con la consecuencia de que vender y comprar
cupos carcelarios eleva aún más las tasas penitenciarias. De hecho,
los países que tienen más tiempo en el negocio de la privatización
de prisiones y más prisiones privadas tienen, también, comparativa-
mente, las tasas más altas de presos: Estados Unidos tiene las tasas
más altas del mundo; Escocia, Inglaterra y Gales las tasas más altas
dentro de su grupo de países de Europa Occidental. Por contraste, la
República de Irlanda, que posee un buen sistema estatal tiene tasas
penitenciarias que son la mitad de las de las sus países vecinos. Similar
es el caso de Canadá confrontado con Estados Unidos de América,
países fronterizos. La tasa de Canadá, que posee uno de los sistemas
penitenciarios estatales mejores y más eficientes del mundo, es 1/7 de
la de Estados Unidos que posee numerosas cárceles privadas.3

3  La 8a. edición (enero de 2009) de la World Prison Population List de Roy


la privatización penitenciaria 319
En Canadá, el gobierno del Estado de Ontario contrató una cárcel
privada que entró a funcionar en 2001. El mal resultado de la expe-
riencia hizo que en 2006 el gobierno se hiciera cargo de la prisión y
no renovara el contrato (Nathan, 2009, en este mismo libro).
Mientras repaso estas páginas para su publicación, Stephen Na-
than me envía por correo electrónico la última edición del periódico
The Guardian, de Gran Bretaña, del 3 de marzo 2009, en el que se
relata un caso aberrante, que ejemplifica lo graves que llegan a ser
las consecuencias de la privatización de las cárceles. El periódico
refiere que la semana anterior (última de febrero de 2009) dos jueces
fueron condenados en Pensilvania, Estados Unidos, por encarcelar a
cerca de 2 000 niños y niñas a cambio de coimas recibidas de com-
pañías de prisiones privadas.
Los jueces Mark Ciavarella y Michael Conahan recibieron dos
millones seiscientos mil dólares de compañías pertenecientes al Mid-
Atlantic Youth Services Corp., para ayudarlos a llenar sus prisiones.
Ciavarella y Conahan enviaban chicos y chicas a la cárcel por con-
ductas tan triviales que algunas de ellas ni siquiera eran delito. Una
chica de 15 años llamada Hillary Transue fue condenada a tres meses
de prisión por crear una página web spoof ridiculizando a su asisten-
te principal del colegio. Ciavarella envió a Shane Bly, de trece años
a un boot camp (prisión para adolescentes, de disciplina militar) por
entrar sin permiso a un edificio vacío. Sentenció a once meses de
prisión a la niña Jamie Quinn de 14 años por dar una cachetada a
una amiga durante una discusión luego de que la amiga la había
cacheteado a ella. Cosas como éstas ocurren cuando se transforma la
justicia penal en un negocio.
Las prisiones privadas les pagaron a los jueces corruptos no sola-
mente para aumentar el número de menores de edad condenados
sino también para cerrar otra prisión del sector público que competía
con las de ellos. El artículo de The Guardian agrega que recibir coimas
para condenar a prisión a menores de edad puede ser novedoso, pero
cerrar prisiones estatales para ayudar a las compañías privadas es algo
que ocurre todo el tiempo, a ambos lados del océano.

Walmsley, que publica el International Centre for Prison Studies del King’s College
de la Universidad de Londres, indica que Canadá tiene 116 personas presas por
cada cien mil habitantes. Estados Unidos de América 756.
320 elías carranza

El periódico británico que comentamos relata también que su cole-


ga estadunidense, The Wall Street Journal, ha demostrado que, como
resultado de los cabildeos de los corredores de la bolsa de valores, hay
cárceles privadas de Misisipi y California a las que se ha estado pagan-
do por presos que no existen. Se les garantizó a las corporaciones pe-
nitenciarias que tendrían un determinado número de personas presas.
Si los tribunales no producen el suficiente número de condenas, las
corporaciones reciben igual su dinero. Esto causó escándalo en los
contribuyentes de los dos estados, por cuanto ambos estados habían
recortado otros servicios públicos esenciales para poder afrontar los
pagos. Pero existe una manera fácil de resolver este último problema,
dice el periodista autor del artículo: remplazando nuevamente los
presos fantasmas por presos reales. Como dice textualmente el Wall
Street Journal “La expansión de la prisión ha engendrado un nuevo
grupo de intereses privilegiados, interesados en mantener las prisiones
llenas y en construir más. El resultado está siendo un bazar financiero
y político, cuyo botín son los condenados con trajes a rayas”.
Posiblemente los sistemas penitenciarios más ejemplares, compa-
rativamente dentro de la realidad carcelaria, que siempre es dura en
cualquier país, son los de los países nórdicos de Europa: Suecia,
Noruega, Dinamarca y Finlandia, que son muy buenos desde el pun-
to de vista de los derechos humanos y con las tasas penitenciarias más
bajas del mundo, lo que dice mucho también sobre el modelo de
sociedad de ese grupo de países. Los cuatro son sistemas estatales.
Al igual que Canadá, Nueva Zelanda, que también tiene un exce-
lente sistema penitenciario estatal, contrató la apertura de una cárcel
privada que comenzó a funcionar en el año 2000. El mal resultado
de la experiencia determinó que en el 2004 el gobierno aprobara
una ley penitenciaria prohibiendo futuras privatizaciones (“Correc-
tions Act”), no renovara el contrato vigente cuando éste finalizó y
tomara el control de la cárcel en 2005.4
b] Otro argumento de política criminológica se refiere a cuestiones
de diseño penitenciario, que tienen que ver con los costos de cons-

4  Pero los intereses económicos de la privatización penitenciaria son inmensos

y poderosos. Poco antes de enviar este libro a la imprenta tomamos conocimiento


de que el nuevo gobierno de Nueva Zelandia presentó un nuevo proyecto de ley
promoviendo nuevamente las privatizaciones penitenciarias. El proyecto está a
consideración de la legislatura.
la privatización penitenciaria 321
trucción de las cárceles por una parte y, por otra, con una concepción
tecnocrática (no técnica) de la ejecución de la pena, que deshuma-
niza las prisiones y lesiona derechos fundamentales de las personas
sancionadas con pena de prisión.
Si se construye una cárcel, es indispensable que criminólogos y
penitenciaristas del país participen en la tarea, asegurando su calidad
desde el punto de vista penitenciario y evitando innecesarias elevacio-
nes de costos. Esto no ocurre en las iniciativas de prisiones privadas
en la región, como lo hemos podido comprobar. Las negociaciones
y decisión se toman con secretismo, y la comunidad de profesionales
penitenciaristas y de la justicia penal se enteran de los hechos ya
consumados. Dos puntos de especial control en la construcción de
nuevas prisiones, son el tamaño y sus características en materia de
seguridad (de máxima, mínima o media seguridad). En todos los
casos que hemos conocido, las empresas promueven la construcción
de megacomplejos muy caros con argumentos de economía de escala
y el criterio de que ello permitirá el ahorro de costos en la ulterior
administración. Con estos argumentos se construyen cárceles inmen-
sas, contrarias a todo criterio penitenciario sensato o de derechos
humanos, contrariando la evidencia de que existe una correlación
directa entre el tamaño de las cárceles y la violencia y los conflictos
que ocurren en ellas (Parés i Gallés, 2001: 100 ss.).
De manera similar, las empresas son proclives a construir cárceles
de máxima seguridad o de mediana cerrada, porque son tanto más
costosas, a pesar de que sólo una proporción menor de los presos,
en cualquier país del mundo, requiere ese tipo de construcción.
Un comentario especial merece el uso excesivo o innecesario de
tecnologías electrónicas costosas para desempeñar funciones que los
dispositivos mecánicos tradicionales desempeñan mejor, sin fallar, y
a costos mucho menores. Hemos visitado cárceles recién construidas
en países de América Latina en las que se instalaron tales dispositivos
para cerrar las puertas de las celdas. Los dispositivos se deterioraron.
Los países no producen esa tecnología ni cuentan con los recursos
para importarlos y reponerlos. El resultado es que las celdas quedan
abiertas todo el tiempo en pabellones sobrepoblados, sin clasificación
de las personas amontonadas en ellos, ni posibilidad de control, con
grave riesgo para la seguridad de las personas presas que no tienen
privacidad de día ni de noche, como asimismo para el personal pe-
nitenciario que debe permanecer fuera de los pabellones.
322 elías carranza

El punto de vista económico. Un incentivo que estimula a los


gobiernos a contratar con las empresas transnacionales es el finan-
ciamiento: en situación de déficit fiscal, los gobiernos tienen reduci-
dos recursos para construir, y las empresas vienen con un paquete
que incluye el financiamiento.
Tales paquetes ofrecen aparentemente resolver el problema del
financiamiento, pero con intereses más altos y condiciones más gra-
vosas que si los países tomaran ellos mismos los créditos o construye-
ran por su cuenta, resultado de la innecesaria intermediación de las
transnacionales entre la banca y los gobiernos. Conclusión: el negocio
es malo y los países aumentan su déficit y endeudamiento.
En este error incurren los gobiernos que en sus brevísimos man-
datos –en muchos países de sólo cuatro años, sin reelección– se
sienten acuciados de dar respuestas de corto plazo en el poco tiempo
del que disponen.
Pero el resultado por lo general es aún más grave para el erario
público: la experiencia indica que la empresa inicia o compromete la
construcción y, una vez lanzado el proyecto, complementa con présta-
mos blandos que solicita de la misma banca nacional, financiando el
Estado, con sus propios recursos, el negocio de la empresa privada.
Independientemente de las posibles bondades de las cárceles pri-
vadas en los países de altos ingresos de América del Norte y en algu-
nos países de Europa (“bondades” que el capítulo de Nathan en este
mismo libro se encarga de desmentir), la experiencia no se puede
trasladar directamente a los países de ingresos medios y bajos de otras
regiones del mundo y suponer que la cosa funcionará de la misma
manera, porque no es así.
En los países de altos ingresos que poseen cárceles privadas, tan-
to las cárceles estatales como las privadas cuentan con recursos sufi-
cientes, y compiten entre sí sobre quién los maneja con mayor efi-
ciencia. Pero tanto las estatales como las privadas cuentan con el
presupuesto necesario.
En los países de medianos y bajos ingresos en cambio –categoría a
la que pertenecen todos los de América Latina–, con grave déficit fiscal,
abultada deuda externa, presupuestos raquíticos en las materias de
bienestar social y penitenciaria, el problema fundamental son los re-
cursos limitadísimos, con carencia de lo más básico en alimentación,
salud, espacio físico, etc. En tales condiciones es un grave error con-
tratar el bienestar de unas pocas personas presas a un costo per cápita
la privatización penitenciaria 323
mayor que el que se asigna al resto de los presos y presas del sistema.
En lo que se debe pensar es en cómo mejorar, aunque sea en pequeña
medida, las graves condiciones de la totalidad de las personas presas.
Lo explicaremos con ejemplos concretos:
En Costa Rica, en 1996, la Dirección General de Adaptación Social
en un estudio con el ilanud determinó que el costo por persona
presa era de 11.93 dólares diarios; un costo modesto, para un país
modesto, que debe atender también necesidades tales como salud,
escuela, vivienda, infancia y ancianidad. En ese momento el país tenía
casi 5 000 presos y presas (4 722). Poco después surgió la oferta de
una transnacional que propuso construir una cárcel por 73 millones
de dólares y operar el servicio para 1 200 personas presas a 37 dóla-
res diarios per cápita (algo más del triple que el costo al que el país
venía operando). El gobierno firmó, en 1998, pocos días antes de
concluir su mandato, el contrato con la empresa, que sin embargo
el gobierno entrante con buen criterio, no ejecutó, y que se encuen-
tra doce años después aún en litigio, reclamando la empresa veinte
millones de dólares de indemnización por no haberlo ejecutado.
Es probable que si se hubiera gastado más del triple en el mante-
nimiento diario de esos 1 200 presos, ellos habrían estado mejor
atendidos, pero el cálculo de 1 200 presos × 37 dólares × 30 días
elevaba a 1 332 000 dólares mensuales la suma que el Estado (la so-
ciedad toda) deberían pagar para mantener así a la cuarta parte de
sus personas presas. Y multiplicados por doce meses resultaban
15  984 000 por año, sólo para sufragar el funcionamiento de esa
cárcel privada. El gobierno en ese momento estaba gastando por año
20 280 045 dólares para sufragar el costo de toda su población (4 722)
de presos y presas.
El gobierno entrante inteligentemente no ejecutó el contrato, y
en cambio mejoró la situación de todos los reclusos y reclusas elevan-
do, en 1999, la suma diaria de mantenimiento a 15.93 dólares. Si se
hubiera llevado adelante semejante contrato podría, tal vez, haber
resultado beneficioso para esos 1 200 presos, y hubiera sido sin nin-
guna duda muy beneficioso para la empresa contratante. Pero ade-
más de ser un costo altísimo para el país, era una solución imposible
de extender a la totalidad del sistema, hubiera causado un grave
quebranto económico al sistema penitenciario y a la sociedad toda.
Lo que nuestros países deben hacer no es mantener la mayoría de
las personas en cárceles estatales a 11 dólares y un grupo reducido
324 elías carranza

en una cárcel privada a 37. Mejor tenerlas a todas a 15.93 o a 20.


Tenemos que tratar, progresivamente, de elevar el nivel de bienestar
de todo el conjunto.
El que vimos es un ejemplo real, que se aplica, con pequeñas va-
riantes, a cualquier país de la región.
En Paraguay, otro caso que verificamos en noviembre de 2007,
una empresa privada administraba la cárcel Unidad Penitenciaria
Industrial La Esperanza (upie), en la ciudad de Asunción, para 288
presos, diseñada y construida por el Estado. Los presos percibían un
salario a destajo por su trabajo, de entre 25 y 80 dólares, inferior al
salario mínimo, y la empresa gestionaba la cárcel a un costo de 14
dólares diarios por persona presa. Al mismo tiempo, el resto del sis-
tema gestionado por el Estado funcionaba a 1.70 por persona presa.
Nuevamente, además de que el negocio era pésimo para el erario pú-
blico, mejor hubiera sido elevar el estándar total del sistema teniendo
a toda la población presa a 4 o 5 dólares per cápita.
El caso de República Dominicana. También a este país una trans-
nacional penitenciaria le ofreció, en 2008, construir una cárcel para
1 200 presos, por 53 millones de dólares. El gobierno, que para ese
entonces había construido y refaccionado ya nueve prisiones que
funcionan con buenos estándares de calidad por una suma de poco
más de 10 millones de dólares, no aceptó la oferta, y continuó con
su programa penitenciario estatal integral que le está dando muy
buenos resultados. El puntaje del programa estatal de República
Dominicana en todos los indicadores importantes para el buen fun-
cionamiento de una prisión, era comparativamente superior al pro-
puesto por la empresa oferente (ratio personas presas : persona
funcionaria; salario de funcionarios y funcionarias, su capacitación y
régimen laboral; actividades educativas y laborales para presos y pre-
sas, sistema de salud, metros cuadrados por persona presa, costo per
cápita, etcétera).
El de República Dominicana es un caso muy interesante de un
programa estatal integral, muy eficiente en materia de costos, que ha
venido desarrollándose durante cinco años consecutivos de manera
ininterrumpida, transformando radicalmente su antiguo sistema so-
brepoblado y violento. Es uno de los buenos ejemplos que el ilanud
recomienda a los países de la región conocer. Educación y trabajo
son dos indicadores del trato digno que reciben las personas presas
alojadas en el nuevo sistema. El 92% de las personas presas participan
la privatización penitenciaria 325
en actividades educativas; el 45% en actividades productivas y labo-
rales, y hay tasa cero en analfabetismo luego de los 6 meses de ingre-
so de los presos y presas al sistema.
El caso de Chile. Chile es un país que ha hecho avances notables
en el curso de los últimos veinte años en materia de justicia penal. Sin
embargo, respecto de la materia penitenciaria que específicamente
estamos analizando, citamos el reciente informe “La cárcel: proble-
mas y desafíos para las Américas”, publicado por la Organización de
los Estados Americanos y la Facultad Latinoamericana de Ciencias
Sociales (flacso), que entre otras cosas dice: “Las propuestas de re-
forma implementadas en los últimos años se vinculan principalmente
a los problemas de hacinamiento y sobrepoblación; y apuntan a la
construcción de más cárceles o permitir que otras instituciones, que
se suponen –equivocadamente– más eficientes, se encarguen de la
administración carcelaria, como pueden ser los privados o los milita-
res […] Por último, Chile ha destacado en la implementación de un
modelo que combina los recursos públicos y privados a través de la
creación de cárceles concesionadas, donde toda la provisión de ser-
vicios como alimentación, aseo y reinserción son responsabilidad de
la empresa que se hizo cargo de la construcción del recinto. Si bien
los nuevos recintos han permitido mejores condiciones para los re-
clusos también han recibido críticas porque la supuesta disminución
de costos no es tal, sino por el contrario, en estos recintos el costo
por interno ha subido (Dammert y Díaz, 2005), han aumentado los
suicidios (por la pérdida de sentido de comunidad, el cambio en las
relaciones de poder y la dificultad de visitas en el caso de los recin-
tos más alejados) y rápidamente han colmado su capacidad inicial
(Escobar y González, 2006). Así también una comisión parlamentaria
se encuentra haciendo seguimiento al proceso de concesiones por
atrasos en la entrega de los proyectos y empresas contratistas que
no han recibido sus pagos” (oea/flacso, 2008: 20 y 31). En cuanto
a la sobrepoblación, que más arriba explicamos cómo aumenta al
introducir cárceles privadas (Chile concesionó diez) el informe re-
fiere que “en el Cono Sur los países han experimentado una fuerte
presión sobre su sistema carcelario, por lo cual todos tienen sobre-
población, siendo la de Chile la más alta con 55 por ciento” (oea/
flacso, 2008: 50).
Por los ejemplos que acabamos de ver, decíamos que no es posible
trasladar con los mismos resultados el negocio penitenciario de las
326 elías carranza

economías de los países de altos ingresos a nuestros países de media-


nos y bajos ingresos de América Latina, porque los resultados son dis-
tintos y muy dañinos. Raúl Prebisch, quien fuera durante tantos años
secretario general de la Comisión Económica para América Latina de
las Naciones Unidas (cepal), y en la actualidad Joseph Stiglitz, Premio
Nobel de Economía 2002 explican, con su gran autoridad, las razones
de por qué las cosas funcionan así (Stiglitz, 2002, Prebisch, 1981).
Finalmente, el punto de vista ético. Aunque la constitución lo
permitiera, o aunque pudiéramos cambiar la constitución para per-
mitir la privatización de la ejecución de la pena, ¿sería lo acertado
hacer eso? ¿Sería lo correcto entregar la ejecución del poder puniti-
vo estatal a la empresa privada?
En este argumento no estamos considerando los costos ni la menor
eficiencia con que la empresa privada ejecuta las sanciones, sino la
inconveniencia ética de que la ejecución del poder punitivo estatal
se transforme en un negocio.
No sería la primera vez que esto ocurra en la historia, pero la hu-
manidad venía rectificando ese rumbo, primero reasumiendo el Esta-
do la ejecución de la pena, luego introduciendo el control judicial y,
últimamente, introduciendo mayor transparencia y control público.
No creemos que éticamente, ni por las razones de política criminal
y económicas que vimos, sea conveniente que la ejecución de las
penas se transforme en un negocio.

bibliografía

oea/flacso, 2008, “La cárcel: problemas y desafíos para las Américas”, Lucía
Dammert, Liza Zúñiga, Chile.
Parés I Gallés, Ramón, 2001, “Efectos de la sobrepoblación en la organización
penitenciaria de Cataluña”, en E. Carranza et alii, Justicia penal y sobrepoblación
penitenciaria: respuestas posibles, México, Siglo XXI Editores/ilanud.
Prebisch, Raúl, 1981, Capitalismo periférico: crisis y transformación, México,
Fondo de Cultura Económica.
Stiglitz, Joseph, 2002, El malestar en la globalización, Madrid, Taurus.
The Guardian, 2009, “This revolting trade in human lives is an incentive to
lock people up. The inmate population has soared since Britain started
running prisons for profit. Little wonder lobbyists want Titan jails”, Geor-
ge Monbiot, 3 de marzo.
Walmsley Roy, 2009, World Prison Population List (8a. ed.), Londres, Interna-
tional Centre for Prison Studies, King’s College.
los autores

elías carranza
Argentino radicado en Costa Rica, director del ilanud. Como inves-
tigador trabaja en política criminal, sociología criminal y sociología
del sistema de justicia penal. Ha enseñado en diversas universidades
y centros de estudio. Autor de libros y artículos en revistas especiali-
zadas. Cabe nombrar sus libros Justicia penal y sobrepoblación penitencia-
ria: respuestas posibles (Siglo XXI Editores, 2001); Delito y seguridad de
los habitantes (Siglo XXI Editores, 1997); Criminalidad: ¿prevención o
promoción? (euned, 1994 y 1997); Sistemas penitenciarios y alternativas a
la prisión (Depalma, 1992, con Houed, Mora y Liverpool); Infancia,
adolescencia y control social en América Latina (Depalma, 1990, con E.
García Méndez y otros); Sistema penal y derechos humanos en Costa Rica
(Educa, 1989, con H. Isa y M. León); El preso sin condena en América
Latina y el Caribe (ilanud, 1983 y 1988, con E. R. Zaffaroni, M. Houed
y L. P. Mora). Por su función en el ilanud visita con frecuencia y
trabaja en los sistemas de justicia penal de los países de la región.

jeff christian
Canadiense, consultor internacional sobre prisiones y derechos
humanos. Experto internacional del Instituto Raoul Wallenberg de
Derechos Humanos y Derecho Humanitario de Suecia, y asociado del
Centro Internacional para la Reforma Penal y la Política Criminal del
Canadá. Luego de una carrera de 25 años en el Servicio Correccio-
nal de Canadá –18 de ellos como director “senior” de prisiones– Jeff
Christian trabaja desde 1999 como consultor internacional indepen-
diente para implementar los derechos humanos en las cárceles, pro-
porcionando asesoramiento y capacitación a equipos de dirección,
funcionarios de línea y capacitadores. Trabaja también en numerosos
otros proyectos en material de justicia penal. Explica su labor como
penitenciarista diciendo que “no es solamente un trabajo, es una
vocación y un convencimiento de que podemos ser mejores”.

[327]
328 los autores

andrew coyle
Escocés, profesor de estudios penitenciarios en el Centro Internacio-
nal de Estudios Penitenciarios del King´s College de la Universidad
de Londres, y entre 1997 y febrero del 2005 fue también director de
dicho centro de estudios. Antes de ello trabajó durante veinticinco
años en el nivel “senior” del Servicio Penitenciario del Reino Unido,
tiempo durante el cual fue director de varias prisiones. Es doctor en
Criminología de la Facultad de Derecho de la Universidad de Edim-
burgh y “fellow” del King's College de Londres. Entre sus publicacio-
nes cabe nombrar Las prisiones que merecemos (1994); La administración
penitenciaria en el contexto de los derechos humanos (2002); Administrando
las prisiones en tiempos de cambio (2002) y Comprendiendo las prisiones
(2005).

víctor de currea-lugo
Peruano, médico, especialista en derechos humanos, especialista en
gerencia de servicios de salud y máster en estudios de América Latina.
Recibió el título de doctor con una tesis sobre la salud como derecho
humano. Ha participado en organizaciones humanitarias y de dere-
chos humanos en Colombia, España, Palestina, Sahara Occidental y
Bolivia, tales como el Comité Internacional de la Cruz Roja (cicr).
Profesor invitado en universidades en Colombia, España y Suecia.
Coautor de los libros Derecho internacional humanitario y sector salud: el
caso colombiano (Plaza y Janés y cicr, Bogotá, 1999) y La salud como
derecho humano (Universidad de Deusto, Bilbao, 2005).

juan carlos domínguez lostaló


Argentino, psicólogo, director del Programa Penitenciario ilanud-
gobierno de la Provincia de Buenos Aires y asesor del ministro de
Justicia de la Provincia. Profesor de Psicología Forense y de Crimino-
logía y Derechos Humanos en las Universidades de Buenos Aires y La
Plata. Durante ocho años –1976-1984– integró los equipos de conduc-
ción que establecieron el nuevo sistema penitenciario de Costa Rica,
teniendo a su cargo la Dirección de Diagnóstico y Clasificación y la
reforma del sistema de menores de edad infractores. Como experto
del ilanud ha trabajado y capacitado en los sistemas penitenciarios
de numerosos países de la región, especialmente en Argentina, Brasil,
Costa Rica y Uruguay, por contratación de los respectivos gobiernos.
Fundador del pifatacs, Programa de Investigación, Formación y Asis-
los autores 329
tencia Técnica en Alternativas del Control Social de la Universidad
de La Plata. Tiene numerosas publicaciones penitenciarias y sobre
atención a grupos y comunidades vulnerables y derechos humanos.

christer isaksson
Sueco, psicólogo, director de Seguridad del Sistema Penitenciario y
de Probación de Suecia. Ex director de Capacitación del Sistema
Penitenciario y ex director de cárcel durante una larga carrera de 30
años como penitenciarista. Ha realizado misiones en diversas regio-
nes del mundo como capacitador en materia penitenciaria, sobre
todo en relación con los derechos humanos, la seguridad y el sistema
de seguridad dinámica, para el ilanud, para Reforma Penal Interna-
cional y para el Instituto Raoul Wallenberg.
 
stephen nathan
Inglés, es reconocido como la máxima autoridad independiente en
materia de impacto y crecimiento de la privatización penitenciaria.
Durante los últimos 20 años ha escrito numerosos informes y artículos
y contribuido a la edición de diversos libros sobre el tema. Desde 1966
edita el Informe Internacional sobre privatización penitenciaria, que en la
actualidad es publicado por la Unidad de Investigación Internacional
de los Servicios Públicos de la Universidad de Greenwich, Inglaterra.
Su experiencia es solicitada por gobiernos, organismos no guberna-
mentales, instituciones académicas y medios de comunicación. Como
integrante del grupo de trabajo ilanud/rwi ha contribuido a la
realización de seminarios y capacitaciones a funcionarios de gobier-
no a todo lo largo de América Latina. Es miembro de la Comisión
Independiente sobre las Prisiones en la Actualidad en Inglaterra. Se
encuentra en prensa su libro sobre privatización de prisiones en el
Reino Unido.

denia núñez guerrero


Costarricense, máster en Psicología Clínica, profesora universitaria,
consultora del Instituto Interamericano de Derechos Humanos iidh.
Ha trabajado en el Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas
para la Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente, ilanud,
en el Programa Penitenciario con actividades en numerosos países
de América Latina. Asimismo, en el Ministerio de Justicia, Dirección
General de Adaptación Social de Costa Rica, como psicóloga en di-
330 los autores

versos centros del Sistema Penitenciario, en el Instituto Nacional de


Criminología y en la Dirección de la Escuela de Capacitación Peni-
tenciaria. Se ha especializado en temas de derechos humanos y siste-
ma penitenciario, así como derechos humanos de las mujeres. Con-
ferencista invitada en varios países de América Latina.

maría noel rodríguez


Uruguaya, abogada, egresada de la Facultad de Derecho de la Uni-
verisidad de la República Oriental del Uruguay. Ha sido funcionaria
del sistema penitenciario uruguayo, becaria Rómulo Gallegos de la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos, coordinadora del
proyecto “Estudio de las condiciones de las mujeres privadas de li-
bertad en América Central, ilanud-Oficina del Alto Comisionado
para los Derechos Humanos”, coordinadora del proyecto “Fortaleci-
miento de las instituciones nacionales involucradas en el sistema
nacional penitenciario y carcelario de la oficina en Colombia del Alto
Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos” y
consultora  del ilanud, bid y pnud. En la actualidad trabaja como
asesora en asuntos penitenciarios del Ministerio del Interior de la
República Oriental del Uruguay.
Índice

presentación por leif holmström  7

origen de este libro  9

introducción por elías carranza  11

primera parte

1. declaración de los funcionarios y funcionarias participantes


en el “seminario internacional de profundización y evalua-
ción del programa sistemas penitenciarios y derechos funda-
mentales ilanud/rwi 2005-2008”  17
2. personas privadas de libertad en situación de vulnerabilidad
en centros penitenciarios o en otras instituciones cerradas  25
3. los cinco problemas o necesidades principales de los sistemas
penitenciarios de américa latina  28
4. informe sobre los sistemas penitenciarios de los países de
américa latina producido por las funcionarias y funciona-
rios de las defensorías de los habitantes, defensorías del
pueblo y comisionados de derechos humanos  32
5. funcionarias y funcionarios de cada país que participaron en
cada una de las actividades del programa sistemas peniten-
ciarios y derechos humanos ilanud/rwi  38

segunda parte

cárcel y justicia penal: el modelo de derechos y obligaciones


de las naciones unidas, y una política integral de seguridad
de los habitantes frente al delito
por elías carranza  53

la prisión del futuro. cómo reducir el daño que produce a los


reclusos y a la sociedad
por andrew coyle  127

castigo, condena y prisiones en suecia


por christer isaksson  137

[331]
332
seguridad penitenciaria y derechos humanos
por andrew coyle  143

seguridad dinámica
por christer isaksson  153

seguridad y seguridad personal en las prisiones


por jeff christian  163

el abuso de autoridad en las prisiones


por jeff christian  179

evaluación y agrupamiento de las personas presas. bases para el


esquema conceptual, referencial y operativo
por juan carlos domínguez lostaló  189

mujeres en prisión. un abordaje desde la perspectiva de género


por maría noel rodríguez  199

mujer, cárcel y derechos humanos: una perspectiva sobre la


situación actual en américa latina
por denia núñez  228

el derecho a la salud en las cárceles


por víctor de currea-lugo  240

el personal penitenciario: su capacitación y desarrollo en un


entorno de derechos humanos
por denia núñez  272

privatización de la prisión: acontecimientos y temas interna-


cionales y sus implicaciones para américa latina
por stephen nathan  280

la privatización penitenciaria en américa latina


por elías carranza  315

los autores  327

También podría gustarte