Acogimiento Residencial Menores2
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CURSO DE ACOGIMIENTO
RESIDENCIAL DE MENORES
UNIDAD 2
Curso de Acogimiento Residencial de Menores.-2
Introducción
Han pasado ya dos o tres décadas desde que los primeros educadores sociales fuimos
contratados para trabajar en los llamados entonces centros de menores. En aquellos
momentos (años setenta u ochenta, según los ritmos de cambio de cada comunidad
autónoma) a falta de educadores titulados se solicitaban licenciados en psicología,
pedagogía, o diplomados en trabajo social o magisterio, entre otros estudios. Es difícil
para quien esto escribe transmitir al alumno, que comienza su andadura por estos
quehaceres profesionales, la enorme ilusión y las ganas de cambio que entonces
pusimos en nuestro trabajo. Eso sí, favorecidos por los aires de cambio (de revolución
podría decirse) que soplaban en este ámbito en aquellos años y que apuntaban a la
superación del modelo macroinstitucional vigente. Tras décadas de crecimiento de este
modelo de la beneficencia basado en el principio de dar alojamiento y alimento a
cuantos más niños mejor (niños definidos mayormente como “carenciales”, término que
podría englobar cualquier insuficiencia en su contexto familiar), se construía, al fin, un
sistema de protección a la infancia basado en modernos principios de la intervención
social y de las garantías de los derechos de la infancia.
Pero, sin duda, el cambio más importante fue convertir los centros de menores en
espacios de acción educativa y no simples refugios. La figura del educador redobló su
valor y su presencia y se fueron cambiando las rutinas de los centros basados en los
cuidados básicos (ejercidos por “cuidadores”), por una verdadera intervención
educativa.
A su vez, en cada una de estas secuencias revisaremos las técnicas que el educador
debe manejar para llevar a cabo su tarea (para evaluar, para programar, para llevar a
cabo las actividades y para valorar).
La Unidad se estructurará por tanto en seis Módulos, que comienzan por el dedicado
a la evolución histórica y la situación actual. El segundo se refiere a las fases
secuenciales de intervención y a sus características y su lógica. Luego desarrollaremos
un Módulo para cada fase: evaluación, programación, realización y valoración.
Así pues, queda emplazado el alumno a avanzar en esta Unidad con el propósito de
asentar la idea de un trabajo educativo técnico, profesional y de calidad. Y todo ello en
función de apostar por un proceso de intervención coherente, meditado y respetuoso
con la realidad irrepetible de cada niño o niña con el que trabajamos. Frente al modelo
antiguo del cuidado, proponemos un proceso de intervención basado en técnicas
rigurosas y una lógica profesional.
Objetivos de la Unidad 2
- Examinar el papel histórico reciente que han jugado las instituciones para la
infancia
- Analizar y enfatizar los cambios producidos en la transición hacia un modelo
centrado en las necesidades del niño y la atención educativa
- Analizar las funciones que en el actual sistema público de protección juega el
acogimiento residencial
- Subrayar las tendencias actuales y de futuro en la atención residencial
- Justificar un modelo de intervención basado en una secuencia de fases
coherente.
- Estudiar y analizar en profundidad de cada una de las fases de intervención y
sus correspondientes técnicas: evaluación, programación, realización y
valoración
Curso de Acogimiento Residencial de Menores.-4
Introducción
Como necesario marco de comprensión del papel actual del acogimiento residencial, se
revisarán brevemente los principales aspectos del cambio de modelo de atención
residencial que se ha dado en nuestro país en las dos o tres últimas décadas.
Al tratarse de una Unidad sobre el proceso de intervención nos centraremos
principalmente en los aspectos del cambio que tienen que ver con criterios esenciales de
la atención residencial, con los nuevos planteamientos teóricos, criterios y principios de
actuación.
Falta de profesionales. A pesar de que la institución iba contratando cada vez mayor
número de profesionales para atender diversas necesidades del niño, las personas que
se encargaban directamente de él no tenían ninguna preparación específica para ello.
Es importante darse cuenta de que uno de los principales problemas de este tipo de
instituciones era precisamente el de no disponer de un proceso de planificación ni
programación en el nivel más alto de la gestión de la atención a la infancia. Pero más
importante aún, dentro de las residencias no se daba un proceso de intervención, sino
unos cuidados básicos derivados de los principios de la beneficencia. Queremos
enfatizar que precisamente el proceso de intervención tal como lo vamos a estudiar en
esta Unidad es una de las grandes diferencias que se marcan en la atención residencial
actual con respecto a este viejo modelo.
Curso de Acogimiento Residencial de Menores.-6
1.2. El gran cambio de los años setenta y ochenta: la revolución de la atención residencial y
sus características y nuevos paradigmas
5. Centrado en los derechos del niño. La Convención sobre los Derechos del Niño,
aprobada en la Asamblea General de Naciones Unidas el 20-11-89, y en vigor en
España desde el 6-1-1991, establece claramente la situación del niño como sujeto de
derechos. Incluso, entre sus artículos se encuentran aspectos específicos referidos al
menor de edad en situación de desprotección y los tipos de medidas alternativas
posibles que, en todo caso, deberán respetar esos derechos básicos (para un
comentario amplio véase Casas, 1993a). Cuando en la actualidad se discuten criterios o
guías del trabajo en las residencias, los derechos del niño se convierten en un poderoso
argumento a tener en cuenta.
1.3. La intervención técnica y especializada del acogimiento residencial actual: las funciones
básicas y las tendencias de futuro.
Preparación para:
o la reunificación familiar
o la separación definitiva
o un acogimiento
o una adopción
o la independencia
Rehabilitación de déficits y trastornos
Lo que en síntesis se pretende con esta enumeración de funciones es dejar patente que
las residencias no están para ser un hogar alternativo durante mucho tiempo. Al
contrario, están para procurar que el niño o niña vuelva a un hogar familiar cuanto
antes (el suyo propio u otro), o bien en el caso de una preparación para la vida adulta
independiente. El acogimiento residencial está muy marcado por la finalidad del caso y
los educadores apoyan esta meta mediante el adecuado programa educativo individual
(PEI) del que hablaremos más tarde.
Por lo que respecta a la evolución actual y futura las nuevas tendencias, recogiendo
algunos datos sobre la evolución actual del acogimiento residencial en nuestro país y en
los de nuestro entorno de países desarrollados podríamos señalar algunas tendencias
emergentes en la atención residencial que ya hemos señalado en otra parte (Fernández
del Valle y Fuertes, 2000):
1. Disminución del número de niños acogidos en residencias. Desde principios de los
años ochenta se aprecia una disminución en los últimos años en el porcentaje de niños
atendidos en este tipo de recurso del total de niños protegidos. Esto se debe al
desarrollo de los programas de acogimiento familiar y de los servicios comunitarios
permitiendo mayor atención a los niños en su propia familia a través de ayudas
económicas, centros de día, ayuda a domicilio, programas educativos de atención en el
propio domicilio.
5. Reducción del tamaño. Cuando se trata de residencias, el tamaño de éstas suele ser
inferior a 25-30 plazas, organizándose internamente en hogares o unidades que de
alguna manera tratan de reproducir el ambiente familiar. Ya no son residencias
autosuficientes que disponen de todo tipo de recursos, sino que utilizan los comunitarios
de salud, educación, ocio...
Introducción
En este módulo presentaremos la secuencia de fases que dan lugar a una intervención
técnica. Como el alumno comprobará, se trata de una ordenación de tareas que
integran la necesidad de hacer, pero también de pensar, reflexionar y controlar lo que
se hace. Educar es una tarea suficientemente compleja y extensa como para dejarla a la
improvisación o ser determinada por las necesidades del día a día. El acompañamiento
afectivo y cercano del educador no excluyen sino que exige, reflexión y control sobre la
tarea.
Toda profesión capacita para intervenir frente a algún tipo de problemas o realización
de tareas complejas que requieren en algún grado enfrentarse a un reto.
Circunscribiendo el asunto a las profesiones de la intervención con seres humanos en el
amplio campo que abarca desde la salud, la educación o los servicios sociales, por
ejemplo, podríamos reflexionar acerca de lo que es un método general de trabajo.
Efectivamente, por poner el caso más conocido del profesional de la medicina, en el que
(al menos como pacientes) todos poseemos algún nivel de experiencia, es fácil
comprobar que el primer contacto con el cliente se dedica a la exploración general del
problema. Las preguntas giran en torno a cuál es la situación actual del problema (los
síntomas) su evolución sus características, su duración, su frecuencia, etc. El
profesional, podemos concluir, no se dedica a solucionar o modificar situaciones desde
un principio, sino que tiene una primera fase de EVALUACIÓN en la que trata de
reconocer las características de la persona y del problema al que se enfrenta. En
términos médicos hablaríamos de que el profesional realiza un diagnóstico antes de
emplear un tratamiento.
Lo esencial es que toda intervención cierra el ciclo con una valoración de su adecuación,
o con el control de los efectos producidos sobre el sujeto de intervención. Así el
profesional controla su actuación y es posible objetivar los cambios y su relación con las
acciones realizadas.
Para un educador cada niño o niña es un reto, es un cliente en el que debe reconocer
necesidades específicas y trabajar la mejor forma de apoyo posible. Son muchas y muy
complejas las situaciones que presenta esta población que atendemos en acogimiento
residencial y los educadores debemos, al igual que el resto de profesionales, estudiar y
evaluar adecuadamente a cada uno antes de decidir los objetivos a perseguir y las
acciones a realizar.
Ahora bien, hemos dicho que todos los profesionales trabajan un método secuencial que
ya hemos expuesto. Y también hemos dicho que lo que diferencia a unos profesionales
de otros es el ámbito de problemas que explora. ¿cuál es el campo específico del
educador? Es decir ¿qué tipo de problemas y situaciones examina para posteriormente
intervenir sobre ellas?
Obviamente, se trata de las necesidades educativas de cada niño o niña. Pero esto es
tanto como no decir nada porque en esta población atendida (los menores de edad) por
definición se trata de un período de desarrollo donde todos los aspectos vítales del
sujeto están en expansión y crecimiento.
Así pues la evaluación inicial del educador consiste en la detección de las necesidades
de desarrollo del niño o niña. En esta fase se pretenden los siguientes objetivos:
- Recogida de información de los contextos y trayectorias familiar, escolar y de
red social en general
- Recogida y evaluación de necesidades de salud
- Comprensión de la evolución anterior del desarrollo
- Detección de carencias, déficits y trastornos originados por situaciones de
maltrato o por otras causas
- Observación de comportamientos en la vida diaria
- Aproximación de diálogo y de cercanía que permita una confianza posterior y
una vinculación personal que garantice el contacto educativo
baste definir esta fase como el momento o secuencia de la intervención que tiene como
finalidad controlar los efectos que está teniendo el trabajo educativo.
Evaluación
Programación
Realización
Valoración
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Esa revisión le permitirá revisar las necesidades de cada caso, estableciendo nuevas
líneas de trabajo, nuevos objetivos o cambiar de estrategias cuando los resultados no
hayan sido los deseados. Esta función de replanteamiento de todo el proceso que deriva
de la valoración es lo que denominamos función de retroalimentación de la secuencia de
intervención.
A modo de síntesis de este Módulo podríamos enfatizar que el trabajo educativo debe
ser una tarea de intervención técnica, marcada por una secuencia de fases
perfectamente delimitadas en torno a las necesidades específicas de cada niño o niña.
Lejos de ser una tarea improvisada en el día a día (sin que esto quiera decir que se
debe suprimir el necesario grado de espontaneidad en la convivencia), las acciones
educativas concretas deberán estar guiadas y justificadas por una adecuada evaluación
y programación previas. Como requisito último estará la necesaria valoración de los
resultados conseguidos y el control de los efectos que para cada niño o niña está
teniendo la experiencia del acogimiento residencial.
El educador, por tanto, deberá reunir en su bagaje formativo, no sólo las habilidades de
cuidado y atención diaria a los niños y niñas, sino también las específicas de cada
secuencia:
- Saber evaluar y detectar necesidades específicas de cada caso
- Saber diseñar un programa educativo individual
- Disponer de un amplio conjunto de recursos y técnicas de intervención educativa
que le permitan lograr los cambios de crecimiento personal y adquisición de
habilidades en los niños y niñas
- Saber valorar los efectos conseguidos en cada caso
Así pues, del mismo modo que otros profesionales disponen de herramientas diversas
para cada una de las fases de intervención, el educador deberá desarrollar una
identidad profesional por la adquisición diferenciada de un conjunto de técnicas. Así
como el psicólogo, por ejemplo se ha identificado con los tests, las entrevistas y las
terapias; o el trabajador social con las visitas domiciliarias, las fichas sociales o la
aplicación de resucesos sociales, el educador tendrá que ir descubriendo ese conjunto
de técnicas que le es propio. Pero fundamentalmente tendrá que encuadrar su
intervención en la secuencia o método que es común a todos los profesionales.
Curso de Acogimiento Residencial de Menores.-16
Introducción
A partir de este módulo, durante el resto de la Unidad, trabajaremos cada una de las
fases de la intervención, revisando sus instrumentos y enmarcando adecuadamente
cada secuencia en el conjunto y finalidad de la intervención. Trataremos de subrayar
que la intervención en acogimiento residencial está determinada por la intervención
protectora que los servicios sociales especializados de familia e infancia hayan diseñado.
3.1. El plan de intervención de caso como punto de partida. La coordinación con los
técnicos de protección infantil.
Uno de los grandes cambios que hemos comentado en el primer Módulo, con respecto a
aquellas macroinstituciones, es la configuración de un sistema de servicios sociales
donde el sector de familia e infancia queda claramente estructurado. Estos servicios
sociales especializados de protección infantil son los encargados de evaluar situaciones
de desprotección y de proponer medidas de protección, entre las cuales estarían las de
acogimiento residencial.
Vista así las cosas, el acogimiento residencial es una intervención que se desarrolla a
propuesta de los técnicos de protección infantil con el fin de superar una situación de
maltrato en cualquiera de sus modalidades (negligencia, abuso, explotación, etc.). El
acogimiento residencial tendrá una función (como ya hemos visto en el Módulo primero)
que tratará de cooperar para la superación de ese problema de desprotección, en el
marco de un plan de protección establecido por esos servicios técnicos competentes en
la materia.
Cada día existe mayor consenso sobre la necesidad de hablar de un Plan de Caso de
protección. Esto es, la planificación de unos objetivos básicos de la intervención
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protectora y de unas a medidas, recursos y acciones para lograrlos (del mismo modo
que hemos explicado que dentro de las residencias el educador realiza un programa
educativo individual). Habitualmente se entiende que el Plan de Caso de protección
puede tener cuatro posibilidades básicas:
- Preservación familiar: manteniendo al niño con su familia e interviniendo con
programas de apoyo familiar
- Separación provisional con reunificación: cuando existe la necesidad de
garantizar la seguridad del niño inicialmente pero se prevé un trabajo con la
familia para superar una crisis y poder recuperar la convivencia con el niño o
niña
- Separación definitiva y acoplamiento a una nueva familia: cuando no es posible
el retorno con su familia biológica y se puede proceder a un acoplamiento a otra
familia mediante acogimiento o adopción
- Separación y preparación para la independencia: cuando por la imposibilidad del
retorno al hogar familiar y las dificultades o imposibilidad de un nuevo
acoplamiento familiar se opta por preparar al adolescente para una vida adulta
independiente
3.2. Las necesidades infantiles como objetivo de evaluación y sus diferentes niveles y
tipos.
El educador comienza su trabajo con este punto de partida ya determinado. Debe saber
qué es lo que se espera de la atención residencial en cuanto a la finalidad de la
intervención protectora. A partir de ese momento comienza su intervención educativa. Y
el primer paso, como hemos visto en el Módulo anterior, es la evaluación inicial. Ahora
bien, hemos visto y ejemplificado cómo cada profesional evalúa un determinado tipo de
cuestiones en su intervención (médicas, psicológicas, sociales, etc.) y como cada
profesional tiene claro sus instrumentos y sus objetos de exploración. Pero ¿qué es lo
propio del educador? ¿Cuáles son sus objetos de evaluación, dado que lo educativo es
todo?
Curso de Acogimiento Residencial de Menores.-18
Aquí seguiremos el esquema que sintetiza las aportaciones de varios autores (Fuertes y
Sánchez Espinosa, 1996; Watson, 1994 y Fernández del Valle y Fuertes, 2000) para
proponer los siguientes tipos de necesidades a considerar en la intervención en
acogimiento residencial:
a) Necesidades comunes a todos los niños. Los niños y adolescentes que están en
régimen de acogimiento residencial deben ser atendidos de tal forma que vean
cubiertas todas las necesidades comunes a los niños en función de su edad.
No nos vamos a detener en un análisis de las necesidades comunes a todos los niños.
Existen suficientes manuales e incluso publicaciones específicas en el campo de la
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protección a la infancia que han presentado una síntesis del tema. En concreto, López
(1995) ha elaborado una taxonomía compuesta de tres grandes grupos de necesidades:
- Necesidades de carácter físico-biológico: Alimentación, temperatura, higiene,
sueño, actividad física (ejercicio y juego), integridad física y protección de
riesgos reales.
- Necesidades cognitivas: estimulación sensorial, exploración física y social,
comprensión de la realidad física y social, adquisición de un sistema de valores y
normas.
- Necesidades emocionales y sociales. En las que se establecen tres grupos
diferentes:
- Sociales: seguridad emocional, identidad personal y autoestima; red de
relaciones sociales; participación y autonomía progresiva, a la vez que
necesidad de establecer unos límites al comportamiento.
- Sexuales: contacto sexual
- Con el entorno físico y social: protección de riesgos imaginarios, interacción
lúdica.
Visto el marco general del objeto de la evaluación del educador para preparar su
programa individual con cada caso, se requiere revisar el tipo de herramientas e
instrumentos de evaluación que debe emplear para tal fin. Aquí de nuevo nos
encontramos con que el educador comparte técnicas con otros profesionales y que la
gran diferencia estriba en el modo de aplicarlo y el objetivo al que se dirige.
Lo que tratamos de decir es que una cosa es observar como conducta humana que
todos realizamos de manera más o menos permanente y hasta involuntaria, y otra cosa
son las técnicas de observación. Estas últimas suponen unos procedimientos técnicos y
unos prerrequisitos que precisamente la convierten en un quehacer de carácter técnico
y no espontáneo o informal. Las técnicas de observación parten precisamente de la
premisa de que no se puede observar todo, ni observar siempre. Suponen una decisión
previa acerca de qué interesa observar, en quién, cuando y de qué modo (incluyendo
como lo vamos a registrar y conservar). Existen numerosos manuales de técnicas de
observación donde el alumno puede adentrarse en estas cuestiones técnicas y hará bien
en dedicar un tiempo a estas habilidades técnicas si realmente quiere realizar
evaluaciones objetivas y rigurosas mediante la observación. Especialmente porque,
insisto, el educador dispone de una posición ventajosísima para realizar estas
observaciones en el transcurso de su trabajo diario.
El soporte de una entrevista puede ser casi cualquier escenario. Puede ser muy formal,
en un despacho, o puede hacerse en el domicilio del evaluado (como es característico
en las entrevistas en trabajo social). De nuevo el educador dispone de un amplio rango
de posibilidades para levar a cabo una entrevista con un determinado chico o chica,
desde el más formal de un despacho hasta el más informal de dar un paseo o tomarse
un refresco en un lugar tranquilo.
Curso de Acogimiento Residencial de Menores.-21
También podemos volver a incidir n este caso en una posible confusión entre dialogar y
entrevistar. Y al igual que sucedía con la observación, la técnica de entrevista requiere
la cuidadosa elección de una persona, unos contenidos, un lugar y un tiempo. Por
supuesto, añadiendo a todo ello unas habilidades no precisamente sencillas de manejar
temas delicados, de generar confianza y confidencialidad, de saber acertar con el
momento y lugar más adecuados, etc. Un educador que sabe entrevistar, esto es,
preguntar y profundizar en lo más oculto de los niños y niñas con los que trabaja con la
finalidad de evaluar y comprender para ayudar mejor, tendrá una gran parte de su éxito
en la intervención asegurado.
También sobre esta técnica existen numerosos manuales y textos en los que poder
formarse en cuanto a las habilidades básicas técnicas (ver bibliografía).
Existen otras técnicas de evaluación más específicas como los cuestionarios, también
llamados autoinformes (en el sentido de que el sujeto informa sobre un papel
contestando a preguntas acerca de sí mismo). Se utilizan especialmente por los
psicólogos ya que es la base de muchos tests, especialmente los psicométricos de
personalidad. Pero en ocasiones se utilizan también por parte de los educadores cuando
conocen algunos rudimentos de las medidas técnicas (por ejemplo los cuestionarios de
autoestima o de problemas de conducta). Por lo que decimos se entenderá que
requieren de unos conocimientos técnicos de este material que habitualmente está
reservado (no tanto su aplicación como una adecuada interpretación) a otros
profesionales. A ello cabe añadir que este tipo de técnicas requieren en el evaluado
unas habilidades de comprensión de vocabulario específico que en muchas ocasiones es
muy alta para la población con la que trabajamos en acogimiento residencial.
Módulo 4. La programación
Introducción
Una de las grandes limitaciones al trabajo educativo venía impuesta por la gran
cantidad de niños que convivían juntos. A menudo eran cientos de niños y jóvenes los
que estaban alojados en una institución y el número determinaba, al menos en parte,
un trabajo centrado en el control y en los aspectos más básicos de las necesidades
infantiles.
Para una clasificación de los objetivos se establecerán dos grupos muy amplios: uno referente a los
objetivos que tienen que ver con el desarrollo de los menores y otro con los objetivos de su integración social en los
contextos más importantes.
Estos objetivos tienen como meta que el menor desarrolle todas sus potencialidades de
forma equilibrada y adaptativa.Para poder desenvolverse en el medio social es necesario que
se adquieran unas pautas de conducta o niveles de aprendizaje básicos que normalmente se
aprenden en el contexto familiar, así como se requiere velar porque el desarrollo del menor no
se vea perturbado por falta de cuidados, apoyo o supervisión adulta. El contexto del centro
debe procurar un ambiente tal que estimule el desarrollo individual del menor y aporte estos
cuidados y esta supervisión. Los aspectos básicos a desarrollar son los de los apartados
siguientes.
En este bloque la meta a lograr es que el menor desarrolle unas habilidades básicas
dirigidas a su propio cuidado personal y a saber interactuar con los demás. Son habilidades
muy básicas y también generales, ya que cualquier contexto en el que se mueva le va a exigir
este aprendizaje.
En este bloque se trata de realizar un seguimiento del crecimiento físico del menor, así
como tomar las medidas preventivas y curativas que se requieran, para un desarrollo
saludable.
propio grupo familiar (algunos de ellos se podráin trabajar con algunas familias desde la propia
residencia).
B. 7.1.- Lograr una adecuada adaptación inicial a lo que es un nuevo contexto cuando
el menor ingresa. Lograr lo antes posible un sentimiento de formar parte del grupo
general, hacer propio el ambiente y de conocer las normas (derechos y deberes).
B. 7.2.- Colaboración en las tareas cotidianas de cuidado del centro.
B. 7.3.- Adquisición de hábitos de estudio y realización de las tareas escolares.
B. 7.4.- Asumir responsabilidades proporcionales a la edad o las posibilidades de cada
uno.
B. 7.5.- Participación en tomas de decisiones colectivas del centro, en relación a la
edad y posibilidades.
B. 7.6.- Lograr una vinculación concreta a determinado educador o educadores de
forma que se establezca una relación de tutoría específica.
B. 7.7.- Relaciones adecuadas con los compañeros y personas del centro.
B. 7.8.- Cuidado de las cosas, equipamiento y entorno del centro.
B. 7.9.- Implicación de todo el personal en la línea educativa común.
B. 7.10.- Coordinación con los servicios sociales y otros profesionales (justicia,
sanidad, etc.)
B. 7.11.-- Detección de conductas problemáticas a trabajar específicamente
En una línea muy parecida, es importante evitar un excesivo énfasis en las conductas
más aparentes o más observables, olvidando cuestiones muy básicas que tienen que
ver con el mundo interno y afectivo de los niños y niñas. Lógicamente, es mucho más
difícil establecer objetivos concretos y operativos cuando trabajamos aspectos afectivos,
emocionales y cognitivos del sujeto, pero se debe hacer un esfuerzo por abordarlos. De
otro modo la intervención educativa se vuelve muy controladora de la conducta más
aparente y se puede estar llevando a cabo una educación muy superficial.
Aunque los objetivos son esenciales para establecer lo que queremos lograr con la
intervención en cada caso, la clave de conseguirlo o no está en diseñar un conjunto de
medios o recursos y unas actividades y estrategias adecuadas para lograrlo. Aquí es
donde se demuestra, una vez más, que es necesaria una buena formación teórica y
técnica para el trabajo educativo. El educador debe ser un experto en crear situaciones
y actividades donde sea posible trabajar sobre las competencias y habilidades de cada
niño y niña. En muchas ocasiones la rutina diaria, por sí misma, no permitirá esas
condiciones y debe ser el educador el que se las ingenie para buscar espacios
educativos adecuados para trabajar unos objetivos concretos.
Una vez que se hace un PEI, tras una evaluación inicial, es importante tener en cuenta
que se trata de un proyecto basado en unas hipótesis del tipo:
Si las necesidades más importantes y específicas de este niño son estas (producto de la
evaluación anterior), entonces si hago tal y cual actividad con estos recursos y en este
tiempo alcanzaré estos objetivos que cubrirán esas necesidades.
Lo que se trata de subrayar es la cantidad de condicionales que estamos planteando en
toda programación. Se trata de una serie de hipótesis sobre las que vamos a encaminar
nuestro trabajo educativo. Como tales hipótesis deben estar sujetas a revisión casi
permanente. Es decir, puede que los objetivos (con el tiempo) muestren que no son los
más adecuados para aquellas necesidades. O puede que las actividades diseñadas se
muestren ineficaces para alcanzar los objetivos. O puede que los recursos empleados
sean insuficientes o inadecuados, etc.
Es importante tener en cuenta que un PEI es un proyecto que se basa en una hipótesis,
en un diseño que hemos realizado sobre la base de anticipar lo que haremos y lo que
ocurrirá. Pero no es hasta que empezamos a aplicarlo que podemos ir valorando si
realmente las hipótesis se cumplen y si realmente con esos medios conseguimos esos
objetivos y cubrimos las necesidades individuales de cada caso.
Cuando a veces se hace un PEI a principios de curso y se revisa a finales del mismo, se
está manteniendo durante mucho tiempo un programa de intervención que puede estar
resultando ineficaz. Creo que sería mucho más conveniente realizar programas
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Módulo 5. La realización
Introducción
5.1. La acción educativa en el contexto residencial. Las tareas básicas del educador
Las tareas del educador en las residencias cubren una vastísima gama de actividades y
responsabilidades. Al menos tan amplia y compleja como es la propia actividad de los
niños a los que dedican su atención. Es difícil realizar una exposición pormenorizada de
estas tareas precisamente por esta amplitud, pero algunos autores lo han intentado.
Entre ellos, la propuesta de Whitaker, Archer y Hicks (1998) es una de las más
sistematizadas. Basándose en datos recogidos de las propias actividades de los
educadores, estos autores realizaron una clasificación de tareas en cinco grandes
grupos. El primero se refiere al trabajo individual con cada niño, el segundo trata del
trabajo directo con el grupo de niños, el tercero se refiere a la coordinación estrecha
con los servicios de protección a la infancia, el cuarto introduce tareas relacionadas con
la red de relaciones de los niños (familia, escuela, profesionales de la salud, juzgados,
etc.) y finalmente el quinto grupo contiene tareas relacionadas con el mantenimiento
Curso de Acogimiento Residencial de Menores.-38
del trabajo en equipo dentro de la residencia. Las tareas más destacadas de cada grupo
se reproducen a continuación (Whitaker, Archer y Hicks, 1998. Pág 26).
c) Trabajar con, y ser dirigidos por, los servicios sociales de protección a la infancia
- Contacto y cooperación con las personas de la red social del niño: familia,
amigos, visitadores voluntarios, etc.
- Contacto y cooperación con médicos y profesionales de la salud, especialmente
en accidentes y emergencias, con psiquiatras, psicólogos, etc., siempre en
representación de los intereses del niño.
- Establecer y mantener relaciones con escuelas locales y especiales, con los
profesores y los psicólogos de los centros.
- Contacto con policía y jueces.
- Contacto y relación con el vecindario de la residencia, a menudo haciendo frente
a los continuos altibajos con que son percibidos los niños.
- Representar las políticas de los servicios de protección en las interacciones con
el exterior.
- Formar parte y ayudar a construir un equipo de trabajo con una base de acuerdo
común, así como unos objetivos y funciones, mediante reuniones de equipo,
supervisiones y trabajo coordinado.
- Evaluar, registrar y actualizar constantemente las propias habilidades y
conocimientos a través de la formación y la experiencia.
- Mantener la viabilidad del trabajo en la residencia mediante el ajuste de turnos y
rotaciones adecuados, cubriendo cuando es necesario a otros compañeros.
- Aceptar y apoyar a otros compañeros, especialmente a los que se incorporan
nuevos o temporalmente.
- Mantener un ambiente confortable y limpio, y cuidar del equipamiento y las
instalaciones mediante un presupuesto razonable y justificado.
- Estar alerta con respecto a la aparición de sucesos de malos tratos propiciados
por los propios niños o por adultos y, en general, velar por la seguridad de todos
en la residencia, incluidos los compañeros de trabajo,.
- Estar pendiente de los constantes cambios que se producen dentro de cada
turno, entre unos turnos y otros, y de las fluctuaciones y oscilaciones que
afectan a cada grupo de convivencia a través del tiempo.
Es muy importante destacar que estos autores no sólo pretenden subrayar la variedad y
amplitud de las tareas de los educadores, sino la simultaneidad con que se presentan.
Los educadores viven cotidianamente situaciones en las que deben poner atención al
mismo tiempo a varias de las tareas aquí expuestas y pertenecientes a categorías
diferentes. Esta capacidad para enfrentarse a situaciones complejas y a menudo en
circunstancias de emergencia es una de las características del educador en las
residencias.
Existen muchos programas dirigidos a niños desde tres años hasta adultos, programas
para prevención de drogas, SIDA y embarazos, para tratamiento de delincuentes, etc.,
que tienen en su base el aprendizaje de estas habilidades. Uno de ellos, que creemos de
especial relevancia es el programa "New Haven of Social Development Program"
(Weissberg, Caplan, y Sivo, 1990). Está diseñado para el desarrollo de habilidades de
solución de problemas para estudiantes entre 11 y 15 años, y es el producto de quince
años de trabajo y experimentación.
formación del personal y la supervisión del programa por parte de expertos, si es que
no existen ya en las instituciones.
Uno de los temas esenciales del acogimiento residencial, y al que hasta ahora se ha
dedicado escasa atención, es la definición de lo que resulta ser un educador en una
residencia de protección. Han quedado atrás los tiempos en que el cobijo y el alimento
eran las funciones básicas de las residencias y, por tanto, el personal dedicado a los
niños eran los “cuidadores” puesto que más que educar se trataba de cuidar. Ha
quedado claro que lo que el niño necesita es recibir una educación integral, en la que
todas sus necesidades de desarrollo estén cubiertas.
Sin embargo, la tarea de educador sigue siendo un campo de discusión muy abierto en
el que se van desarrollando algunos trabajos muy interesantes. Para comenzar
podríamos citar el modelo de “padre terapéutico” desarrollado por Shealy (1995). Lo
que este autor viene a plantear es que se necesita asumir una responsabilidad directa,
cercana e intensa sobre el niño, a la que se añade un trabajo profesional cualificado
para ayudar a superar los problemas que pudiera sufrir el niño debido a su pasado de
privación o malos tratos familiares. Dicho de otra manera, las características de lo que
es un buen padre y un buen terapeuta son las que debería reunir el educador. Veamos
cuales serían estas características.
Las características de personalidad que definen al buen educador serían las siguientes:
- Flexibilidad: Habilidad para responder de distintas formas dependiendo de la
situación, el momento, los sujetos, etc. La flexibilidad también se muestra en las
excepciones que se hacen de manera adecuada y justificada ante situaciones
parecidas. El educador debe evitar la rigidez normativa, el aferrarse a códigos
estrictos. Los niños son diferentes y las situaciones también.
- Madurez: Demostrada a través del auto control, el juicio equilibrado, y saber
apreciar las necesidades de los demás. Esta cualidad evita conflictos típicos de
“rebeldía juvenil” contra compañeros o estamentos, que se manifiestan en un
oposicionismo permanente.
- Integridad: Necesidad de un comportamiento honrado, salvaguardando un
código deontológico que en el caso de los educadores debería estar bien
desarrollado y clarificado.
- Buen juicio y sentido común: Habilidad para hacer lo correcto en cada momento,
tomar decisiones adecuadas para el bienestar de los niños. Se trataría de saber
tomar decisiones adecuadas cuando no existen reglas o normas indicativas de lo
que se debe hacer. En muchas ocasiones el educador debe decidir por sí mismo
por su propio sentido de lo que es adecuado.
- Valores apropiados: Los valores del educador debe encajar con los objetivos y
los propósitos del proyecto educativo que tiene que desarrollar en su trabajo.
Algunos valores como la tolerancia, el respeto, la aceptación del otro, etc., son
esenciales para este trabajo.
- Responsabilidad: Lleva sus tareas a cabo, cumple con sus obligaciones
establecidas. Demuestra iniciativa a favor de los niños en todo momento, asume
su cuidado y educación en la plena extensión de la palabra.
- Buena autoimagen: Se siente bien consigo mismo, es consciente de sus puntos
fuertes y de sus debilidades o carencias (habilidades determinadas del trabajo
aún por desarrollar, etc.). Trabaja intentando mejorar y corregir sus defectos.
- Buena relación con la autoridad: referido a la buena disposición para recibir
instrucciones, asumir responsabilidades de dirección si es necesario, no
responder a la autoridad a la defensiva y saber modelar estos comportamientos
en los niños.
- Habilidades sociales: capacidad para comunicarse claramente, saber mediar en
conflictos, habilidad para estar en grupo y trabajar con otros.
- Estabilidad emocional: equilibrio en las respuestas emocionales, tolerancia
adecuada a las frustraciones, estrategias positivas ante los problemas.
Curso de Acogimiento Residencial de Menores.-44
Con respecto a las características incompatibles con el rol del educador se pueden
destacar las siguientes:
Una cuestión que podría añadirse aquí es la necesidad de aclarar las llamadas funciones
educativas o asistenciales en las residencias de protección. En nuestra opinión, las
actividades o tareas de las residencias no pueden ser divididas mediante esta categoría
ya que educativo es, por definición, todo lo que se hace con la intención de generar
conocimiento o aprendizaje. En este sentido no habría ninguna tarea en la que fuera
imposible hacer una labor educativa. Por poner un ejemplo: en ocasiones los
educadores se refieren a las tareas asistenciales como acompañar a un niño al colegio o
al médico, comer con ellos o atenderles cuando se bañan (los más pequeños). Pues
bien, justamente en esos momentos es donde una conversación más personal puede
tener lugar, como acompañándole al médico, donde en el trayecto o en la espera se
puede hablar de mil cosas personales, aprovechar para mostrar interés honesto y
sincero, orientar, ayudar, etc. Lo mismo podemos decir de las comidas (espacio, por
cierto, en el que las familias suelen dialogar más con los hijos) o acompañándolos
mientras recogen su habitación.
Módulo 6. La valoración
Introducción
Como los aspectos teóricos y técnicos son muy similares en evaluación de programas e
intervenciones, dejaremos estos aspectos para la Unidad 3. Baste recordar aquí la
importancia de que el profesional realice un esfuerzo técnico, como última fase de su
proceso de intervención en la residencia, para averiguar si alcanza o no sus objetivos y
qué efectos esta teniendo su trabajo sobre los niños y niñas.
Aunque ya hemos dicho que dejaremos para la siguiente Unidad aspectos más técnicos,
sí conviene aclarar aquí algo esencial al hablar de valoración de intervenciones. Se trata
de la diferencia entre evaluar objetivos y evaluar resultados.
Por esa razón la valoración debería incluir no sólo la evaluación del cumplimiento de
objetivos sino, al menos con cierta periodicidad, aspectos más generales como su
desarrollo afectivo, autoestima, desarrollo cognitivo, habilidades sociales, sensación de
bienestar, etc. Se entenderá lo que queremos decir si se piensa en un niño que alcanza
objetivos del tipo de independencia y autonomía pero se lleva mal con los educadores y
con los compañeros y desea irse lo antes posible de la residencia.
Por eso se recomienda que se evalúen los logros de los objetivos mediante técnicas de
evaluación muy puntuales, tras trabajar esos objetivos concretos, pero también es
recomendable realizar evaluaciones en períodos más largos de tiempo que incidan en
esos aspectos más generales del desarrollo y que garanticen que además de evolucionar
en el logro de objetivos concretos, el desarrollo general del niño o niña progresa del
modo más razonable y positivo.
Desde luego, dada la alta responsabilidad pública adquirida sobre cada niño o niña que
es separado de su familia y protegido por las autoridades, la valoración de la
intervención en acogimiento residencial no es una cuestión profesional (que interesa al
educador) ni tan siquiera es una cuestión que compete al programa residencial. La
evolución del caso concierne de manera muy especial al sistema de protección y, por
tanto, existe la necesidad de rendir cuentas de los procesos, los logros y las incidencias
ocurridas durante el período de acogimiento residencial. Este es uno de los motivos por
los que se establecen informes de seguimiento que los educadores deben realizar cada
seis meses para dar cumplida cuenta de este requisito. La valoración está
estrechamente vinculada al informe de seguimiento porque los resultados obtenidos en
el trabajo son una parte esencial de este informe. El grado en que el educador sepa ser
objetivo y fiable en su información marca también su nivel profesional. Dedicaremos
este último apartado a comentar aspecto de estructura y elaboración de los informes de
seguimiento educativos.
INFORME DE SEGUIMIENTO
HOGAR: _____________________________________________________________
EDUCADOR:
______________________________________________________________
INFORME SOBRE:
Apellidos:
_______________________________________________________________
Nombre:
_________________________________________________________________
* Colegio ______________________________________________
* Curso actual ____________________
3.1.- ACTIVIDAD ESCOLAR
(Comentar si se encuentra repitiendo curso, si su nivel corresponde o no al curso actual, y los aspectos de refuerzo escolar y
actividades extraescolares)
5.- SALUD
5.3.- VACUNACIONES
(Comentar las vacunas realizadas desde el anterior informe o desde el ingreso, así como cualquier aspecto relevante como
desconocimiento de vacunaciones anteriores, problemas de reacción, etc.)
(Se señalarán objetivos, acciones o actividades prioritarias, así como personas o técnicos que deben asumirlas o ejecutarlas. Estos
pueden ser: familiares, educadores, profesionales, responsables administrativos...)
7.- CONCLUSIONES
Curso de Acogimiento Residencial de Menores.-52
En cuanto al modo de completarlo extractamos aquí las instrucciones que este modelo
incorpora.
Visitas recibidas:
- Reguladas los sábados de 4 a 5.
- En el Ayuntamiento
- Sólo la madre
Visitas recibidas:
La madre es la única persona que legalmente tiene establecidas visitas (sábados de 4 a
5 en el Ayuntamiento). Hasta ahora viene haciendo uso de ese derecho
sistemáticamente. El menor acude con agrado y no se observa ninguna reacción en
particular tras los contactos.
El primer caso es una lista de información que únicamente transmite datos. El segundo,
sin perder la cantidad de información, intenta matizar esos datos, comentándolos o
valorándolos. El segundo corresponde a la redacción de un informe, el primero sería el
formato de cumplimentación de un cuestionario.
Evitar sesgos en la descripción de los niños y niñas Lo que se conoce como el efecto
de “halo” en la aplicación de técnicas de evaluación (como es el caso de la entrevista)
puede observarse con frecuencia en los informes. Del mismo modo que en una
entrevista el sujeto puede causar una positiva o negativa impresión al entrevistador
(quizá por su aspecto externo, su desenvoltura comunicativa, su simpatía...) que
contamine la evaluación y haga olvidar la minuciosa observación de las cuestiones
positivas y negativas, en los informes puede observarse en ocasiones un efecto de
contaminación parecido. Nos referimos al sesgo negativo o positivo que a veces puede
impregnar todo el informe de un menor. Una regla esencial sería, al menos en las
conclusiones, hacer un balance de los puntos fuertes y débiles de cada caso, de los
problemas más importantes, pero también de los aspectos positivos existentes en cada
menor.
Este sistema lleva incorpora un extenso manual de procedimiento, así como varios
formatos para la evaluación, programación, valoración e información.
Consecuentemente, aquí solamente se presentará de forma muy breve el instrumento y
sus características.
Estructura
Formatos
La estructura de todos los formatos es muy parecida ya que parte de un mismo modelo
teórico y de los mismos planteamientos de la evaluación. Únicamente se distinguen por
recoger algunas peculiaridades de los casos o del tipo de hogar o centro de que se trate.
Metodología básica
Actividad 1.
Imagina que quieres hacer una evaluación de necesidades de un niño de ocho años que
acaba de llegar al hogar con problema de malos tratos físicos. Una oportunidad
interesante que vas a tener es ver cómo se comporta en la visita familiar que va a tener
dentro de unos días con sus padre y su madre y que tú supervisarás (estarás presente).
Actividad 2
Piensa en un par de objetivos y para cada uno detalla en el PEI recursos, estrategias,
etc.
Foro 2
• ¿Cuáles crees que deberían ser los perfiles del educador residencial en el
futuro?
• ¿Qué destrezas y conocimientos serán prioritarios?
Curso de Acogimiento Residencial de Menores.-60
Actividad 3
Realiza un resumen acerca de las razones por las cuáles hasta hace unos años se
entendía que no era necesario que los educadores o personal que trabajaba en
acogimiento residencial funcionaran con este método secuencial de intervención. Dicho
de otra manera ¿cómo fue posible que durante muchos años los educadores o personal
de atención a los niños y niñas no realizaran evaluaciones ni programas individuales? ¿A
qué se debía? ¿Cómo encajaba eso con la filosofía de las macroinstituciones?
Actividad 4
Planifica una entrevista con una chica que está a punto de cumplir con la mayoría de
edad, y por tanto de abandonar la residencia u hogar, y que no parece no tener claro su
futuro acerca de volver con la familia o tratar de independizarse. ¿Cómo prepararías el
momento y el lugar? ¿Con qué temas abordarías el comienzo para crear un clima
distendido y de confianza? ¿Qué cuestiones concretas y más delicadas tendrías que
abordar? ¿Cómo las preguntarías y en qué orden?
Actividad 5
Actividad 6
Para realizar esta actividad, pulsa en el texto resaltado para acceder al documento
correspondiente. Acceder al documento desde la página web (guarda el documento en
tu ordenador; puedes abrirlo con Word u otro procesador de textos)
• Utilizando el cuadro siguiente, el alumno deberá completar la programación referida a
los objetivos planteados con un chico de 14 años
Actividad 7
Elabora un listado de objetivos que serían prioritarios para trabajar en estos dos
supuestos:
• Ante un niño o niña cuyo Plan de Caso es el retorno familiar tras unos meses
se superación de la crisis en su hogar
• Ante un niño o niña de 8 años cuyo Plan de Caso es una adopción
Actividad 8
Examine los grupos de tareas que un educador debe realizar en acogimiento residencial
y señale aquellas en las que cree que sería necesario y urgente adquirir una formación
para desempeñarlas adecuadamente.
Actividad 9
¿Qué tipo de evaluaciones crees que deberían hacerse a los niños y niñas al ingresar en
acogimiento residencial para poder repetirlas al salir y así poder valorar los efectos que
ha tenido esta experiencia sobre su desarrollo?
Actividad 10
Las técnicas de evaluación que hemos visto en el Módulo 3 sobre evaluación inicial ¿son
las mismas o diferentes que las que debemos emplear al evaluar objetivos en la fase de
valoración? Razona la respuesta
Curso de Acogimiento Residencial de Menores.-62
Bibliografía de la unidad 2
(El alumno puede ampliar bibliografía y conseguir algunas referencias en la página web
de nuestro grupo de Investigación: www.gifi.es)
Arana y Carrasco (1980): Niños desasistidos del ambiente familiar. Madrid: Karpos.
Artamendi, M.R. y Fernández del Valle. J. (1999). Evaluación del proceso en programas
de acogimiento residencial. En Verdugo, M.A. y Borja, F. (Coord.): Hacia una nueva
concepción de la discapacidad.(pp. 393-405). Amarú. Salamanca.
Camarero J. (1982): La asistencia al menor carente de ambiente familiar: Organización
y planteamientos. Cuadernos INAS, 5, 9-28.
Casas, F. (1985). Els internaments d’infants a Catalunya.. Barcelona. Caixa de
Barcelona.
Casas, F. (1988). Las instituciones residenciales para chicos y chicas en dificultades
sociofamiliares: apuntes para una discusión. Menores, 10, 37-50.
Casas, F. (1993): Instituciones Residenciales: ¿Hacia dónde?. En Asociación Madrileña
para la Prevención de los Malos Tratos en la Infancia (ed.): III Congreso Estatal sobre
Infancia Maltratada. (pp. 29-47). Madrid.
Casas, F. (1998). La infancia. Perspectivas psicosociales. Barcelona. Paidós.
Costa, M. y López, E. (1991). Manual para el educador social. Madrid. Ministerio de
Asuntos Sociales.
Costa, M. Y López, E. (2000). Los secretos de la dirección. Manual práctico para dirigir
organizaciones y equipos. Madrid: Pirámide.
Defensor del Pueblo (1991): Estudio sobre la situación del Menor en centros
Asistenciales y de Internamiento y Recomendaciones sobre el Ejercicio de las Funciones
Protectora y Reformadora. Madrid: Oficina del Defensor del Pueblo
Fernández del Valle, J. (1992): Evaluación de programas residenciales de servicios
sociales para la infancia. Situación actual y aportaciones de los enfoques
ecopsicológicos. Psicothema, 4, 2, 531-542.
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programas residenciales de menores, Intervención Psicosocial, 6, 89-102.
Fernández del Valle, J. (1995). Evaluación de programas en servicios sociales. En R.
Fernández-Ballesteros (ed): Evaluación de Programas. Una guía práctica. Madrid:
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físco-arquitectónico sobre variables psicosociales y conductuales en programas
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