Un Chico
Un Chico
Un Chico
vecinos, ya sea por pena, o simplemente para no quedar mal en frente de sus amigos y vecinos. El
joven nos va narrando desde el momento en el cuál llegaron a la casa mortuoria, hasta que se
despiden del difunto.
Dentro de toda la obra se puede encontrar una gran cantidad de sentimientos por parte de las
personas que se encuentran allí. Su familia podría decirse que acompañan con el sufrimiento de la
familia del muerto, pero esto podría ser pura hipocresía, ya que no quieren quedar mal con nadie.
Gran parte de los sentimientos que muestra la obra es la tristeza y el dolor. Dos sentimientos muy
frecuentes en los velorios. Pero lo más notable de toda la historia, es la indiferencia, y la frialdad
del chico hacia el difunto y a su familia. Prácticamente no le interesa estar en ese funeral, pero lo
hace solo por su familia.
En Conducta en los velorios, Julio Cortázar hace una crítica a los hipócritas sociales, a esas
personas que fingen, que trabajan de un modo sin embargo sienten de otro, que sólo consideran
en las apariencias. Y lo deja claro a partir de el principio del relato.
El escrito trata de una familia que se dedica a adueñarse de los velorios de gente hipócrita (“vamos
pues no tenemos la posibilidad de tolerar las maneras más solapadas de la hipocresía”) para dejar
a esta en prueba. Hablamos de una familia perfectamente estructurada, que funciona como una
compañía, en la que todos sus miembros tiene su cometido y lo hace minuciosamente.
Acuden sólo a velatorios “falsos”. Si en el velatorio existe un duelo real no les atrae. De cerciorarse
de la índole del duelo, de si es un velatorio verdadero o hipócrita, se delega la prima segunda del
narrador.
Acceden en la vivienda individualmente, por separado. Sondean a los presentes con entrevistas
personales para cerciorarse de que el camelo existe.
Mientras Cortázar narra las diversas etapas del velorio, vamos conociendo el papel de todos los
parientes. De esta forma, entendemos que la hermana menor es la delegada de hacer la primera
“escaramuza”, es la primera que llora desconsoladamente a los pies del ataúd.
Las 3 primas segundas la relevan y lloran sin escándalo sin embargo de forma conmovedora.
Después son el narrador y sus 4 hermanos varones los que lloran junto al féretro. Después, lloran
sus papás y su tío más grande, 3 ancianos que ocasionan impresión a los presentes.
Los parientes del cadáver no tienen la posibilidad de quedarse atrás y lloran con triunfas. Su pena
no podría ser inferior a la que demuestran unos desconocidos. Así, van cayendo uno a uno
víctimas del cansancio.
De madrugada, esta familia se ha apropiado del velatorio y de la vivienda. Las tías organizan
refrigerios en la cocina, las hermanas conducen a los familiares a despedirse del finado
previamente del cierre del catafalco, los primos y hermanos desalojan a los presentes.
Los vecinos reconocen su posición y acallan las poco convencidas propuestas de los parientes del
difunto. Son dichos extraños visitantes los que dominan el caso toman posiciones. El papá da
directivas al director de la funeraria, el tío más grande da normas para la remoción del ataúd… Son
ellos los que ocupan los primeros carros del cortejo macabra. Ciertos parientes del muerto se ven
forzados a coger taxis para ir al camposanto. De esta forma debería ser.
Ya en el cementerio, los hermanos rodean al orador destinado por el núcleo familiar y lo alejan de
la tribuna, el tío menor abre los discursos con maestría y sencillez. El hermano más grande se
delega del panegírico en nombre del vecindario.
Con la sensación del trabajo bien elaborado, dichos personajes abandonan el camposanto. Han
despojado a los impostores de la máscara de la hipocresía. No requieren aguardar a que la tierra
comience a cubrir la caja mortuoria.