Introducción A La Semiótica
Introducción A La Semiótica
Introducción A La Semiótica
A LA SEMIÓTICA
1. Semiótica o semiología
Aunque algunos especialistas establezcan diferencias entre semiótica y
semiología, ambos términos, por decisión de la Asociación Internacional de
Semiótica, se utilizan indistintamente. Se suele decir, no obstante, que el primero
es más propio de la tradición anglosajona y el otro, de la tradición europea
continental. Esto no es así en los comienzos de la disciplina, sino solamente a partir
de la utilización por Saussure del término “semiología”, ya que los filósofos
europeos que trataron sobre el tema utilizaron también el término semiótica.
2. La semiótica tiene muchos siglos de historia
La reflexión semiótica se remonta hasta muy atrás en el tiempo. Comienza con los
griegos, y luego se da desde final del Imperio Romano, en la Edad Media y en los
siglos XVII y XVIII. Todas estas reflexiones constituyen un campo de conocimiento
o campo empírico en el que destacan, además de algunos filósofos clásicos,
aportaciones como las de San Agustín (354-430, filósofo y teólogo romano de
origen norteafricano), Guillermo de Occam (1280/1288-1349, filósofo, teólogo y
tratadista político nacido en Inglaterra), J. Locke (1632-1704, médico y filósofo
inglés) y Johan Heinrich Lambert1 (1728-1777, matemático, físico, astrónomo y
filósofo alemán). Sin embargo, conviene destacar que solo a partir de Ch. S. Peirce y
Ferdinand de Saussure, que trabajaron por separado, se empieza a fundamentar la
semiótica como disciplina. Hasta ese momento, solamente existe una presemiótica,
y con estos autores se plantea constituir un objeto de conocimiento. Desde los años
treinta del siglo XX, y sobre todo desde los años sesenta, se difunde la problemática
semiótica, y podemos decir que existe una comunidad científica ocupada de esta
disciplina. A mediados de los años setenta ya está formulada en lo fundamental la
semiótica pero al mismo tiempo ya se ha mostrado claramente su crisis. Este
cuestionamiento hay que entenderlo en sentido positivo, ya que toda disciplina se
desarrolla a través de sucesivas revisiones.
3. ¿Es la semiótica una ciencia?
La duda que se plantea a finales de los sesenta y en la década de los setenta, planea
sobre la misma entidad de la semiótica. ¿Es filosofía, ciencia, perspectiva de
estudio, metodología? Umberto Eco señala la diferencia entre dominio y disciplina,
con la que viene a corresponderse la distinción efectuado aquí antes entre campo
empírico y objeto de conocimiento. Lo cierto es que es cuestionable su entidad de
ciencia, y en cualquier caso ocupa parte del terreno de otras ciencias. Ocurre algo
semejante a lo que pasó con la sociología, que tuvo que abrirse un espacio entre
otras disciplinas ya constituidas, espacio antes inexistente. En este sentido la
semiótica invade terrenos de otras disciplinas como la filosofía del conocimiento,
la lingüística, la antropología o la estética, por poner solo algunos ejemplos.
1 Lambert también realizó importantes aportaciones en la Teoría del conocimiento, a la que
consagró su obra Neues Organon, oder Gedanken über die Erforschung und Bezeichnung des
Wahren (Nuevo Organon, o pensamientos sobre la investigación y designación de lo
verdadero, 2 vols., Leipzig, 1764). La obra se divide en cuatro partes: en el primer tomo, se
encuentran la Dianothiología (o doctrina de las leyes del pensamiento) y la Alethiología (o
doctrina de la verdad). En el segundo tomo, se tratan la semántica o semiótica (doctrina de los
signos) y finalmente la Fenomenología (término introducido por Lambert y por el cual entiende
la doctrina de la apariencia).
Aunque su entidad es dudosa, no es menos cierto que constituye un importante
ámbito de estudio interdisciplinar. [tabla]
La semiótica es equiparable a una ciencia porque ha alcanzado un alto grado de
institucionalización interna y externa. El método estructuralista pareció dotarla de
un procedimiento riguroso de validación, pero hay que tener en cuenta que la
metodología no es sino un instrumento entre otros para desarrollar, validando, las
hipótesis teóricas. A este respecto, y a pesar de que el estructuralismo ha visto
mermada su aceptación, sigue siendo válido junto con las derivaciones de otros
postulados como el cognitivismo, etc. Lo mejor actualmente es considerar a la
semiótica como una perspectiva de estudio. ¿Estudio de qué? ¿cuál es el objeto que
fundamenta este enfoque de estudio?
4. Definición y caracterización de la disciplina
La definición de la disciplina depende del establecimiento de los conceptos
fundamentales, que son los primeros que han de formularse. Después han de
seguir los conceptos que completan a los primeros. Esta base conceptual es el
objeto de estudio en que se asienta la disciplina.
¿Cómo conceptualizar aquello de lo que se ocupa la semiótica? Como se puede
constatar, no hay unanimidad en la conceptualización y por tanto en la definición
de la disciplina. Esta es la razón por la que no es considerada una ciencia en
sentido estricto, por más que en otras ciencias se dé también discusión sobre sus
bases. La primera opción es decir que la semiótica se ocupa del signo. Igualmente
cabe afirmar que la semiótica se ocupa del lenguaje (los lenguajes posibles). Este
término tomado de la disciplina lingüística sugiere excesiva dependencia de la
misma, y por eso es conveniente evitarlo al principio. Así, propongo que para
adentrarnos en la materia llevemos a cabo una primera aproximación.
Consideremos, por ejemplo, el bebé que todavía no habla pero que “reconoce” o
“sabe” y se hace entender. Esto antes de articular palabras, pensar y comunicar
pensamientos con esas palabras. Porque no cabe duda de que desde el nacimiento,
y quizás antes, comienza a aprender el orden (usemos esta palabra) del mundo: el
lugar cerrado frente al aire libre, lo familiar y lo desconocido, la vigilia y el sueño,
el hambre y la saciedad, etc. Los sentidos (corporales) lo guían sobre una presunción
del orden en el que todo se inscribe. Este orden, que alterna valores a los que se
adhiere o no según qué momentos, no es otra cosa que el sentido. Los sentidos
(corporales) lo hacen partícipe del sentido. Sabe, por tanto, cosas aunque cuando
llegue a entender la palabra y a hablar pueda modelar a través de la palabra su
experiencia y transmisión del sentido. Y lo hace junto con otros seres humanos,
porque sin participar del colectivo humano no le sería suficiente una vida entera
para aprender una centésima parte de lo que aprende dentro del colectivo
humano.
Pues bien, este comportamiento que aúna conocimiento y socialización es un
comportamiento semiótico. Conocimiento en cuanto se percibe un orden en las
cosas, pero socializado porque ese orden está sometido a una escala de valores de
la que es partícipe el colectivo. Tal comportamiento es susceptible de ser descrito,
ocupándose de esto la semiótica. Lo que se ha aludido anteriormente no es sino un
ejemplo de cómo el individuo humano participa muy pronto del comportamiento
semiótico, pero cuando se aprende a hablar, se complica y perfecciona ese
comportamiento; y quién sabe si ese bebé del ejemplo utilizará un día la lengua –
como ahora vosotros y yo- no ya con fines de comunicación usual y/o simbólica, lo
que es de por sí un comportamiento semiótico, sino depurada instrumentalmente
para pensar y describir los comportamientos semióticos, es decir, para estudiar
semiótica.
Se suele afirmar que es diferente el comportamiento práctico y el comportamiento
semiótico, y en este sentido el estudio de la conducta sería distinto del estudio de
la comunicación (y estos a su vez distintos del estudio de las conceptualizaciones).
Esto es tanto como decir que es diferente el llanto del niño dirigido a la obtención
de abrigo o alimento y el llanto del niño dirigido a la comunicación de su necesidad
de abrigo o alimento. La actuación de acuerdo con un sentido y la representación
del sentido que rige nuestra actuación se dan simultáneamente, y es cuestionable
que sean diferentes. (En todo caso se trata de niveles o esferas de actuación-
representación en la cultura: práctico, representativo y representativo-artístico.
Todos ellos son reales y al mismo tiempo son modeladores de la realidad en su
correspondiente nivel).
Tan real es esta reflexión semiótica que estamos compartiendo como la lectura de
una novela y el conocimientos de sus personajes, como el hecho de que nos
hayamos vestido y tomado un coche para venir a clase –o nos sentemos delante del
ordenador para una clase telemática-. Ciertamente con el coche se puede sufrir un
accidente, que no es un acontecimiento del mismo tipo que “meter la pata”
hablando o escribiendo, pero ¿en qué medida podemos separar las prácticas
representativas o representativas-artísticas, de la experiencia de conducir un
automóvil? El sentido de las cosas se vehicula a través de numerosos signos y
complejos de signos.
Para irnos aproximando a nuestro objetivo de definir la semiótica, debemos dejar
claro en qué consiste el comportamiento semiótico: que una cosa capte nuestra
atención, que a una cosa sucede otra y que una cosa está en lugar de otra. Consiste
en percibir y hacer percibir a través de unas cosas, otras. Este es un comportamiento
que podemos llamar también significativo. Mediante él nos hacemos con el sentido
y lo recreamos para los demás. Nos orientamos y orientamos en el mundo.
La semiótica es, pues, la disciplina que contempla cómo los humanos dotamos de
sentido a nuestra interacción con el mundo en que estamos inmersos y cómo
compartimos ese sentido.
Si este comportamiento está omnipresente, podemos preguntarnos que quizás la
semiótica, al ocuparse de dicho comportamiento y describirlo, pretenda hacerse
cargo de todos los ámbitos del conocimiento. La respuesta es sí y no. Sí en cuanto
se ocupa de todos los conocimientos hasta donde pueda llegar su particular óptica.
No, en cuanto no se propone dilucidar los contenidos del conocimiento, sino, según
esa óptica propia: cómo se cifra y se transmite el sentido. 2
Por ejemplo: al semiólogo no le interesan los conocimientos meteorológicos, pero
sí comprobar que para el meteorólogo el aviso de lluvia lo dan ciertos indicios
atmosféricos y que éstos a su vez pueden ser representados bajo signos gráficos. El
semiólogo trabaja con independencia del meteorólogo porque esa forma de
proceder puede ser común a otros campos, como el de la medicina, entre otros.
Hasta aquí hemos utilizado dos series de ideas:
-Semiótica; comportamiento semiótico.
2 La semiótica de Peirce, la de mayor alcance programático se propone válida para todos los
ámbitos significativos: los que tienen que ver con la vida física, emocional e intelectual. Sin embargo
este alcance se limita a ver lo que en ellos hay de procesos sígnicos. En términos de disciplina
filosófica, la semiótica sería una lógica general, y así lo plantea Peirce.
-Sentido.
La semiótica está aquí todavía por definir, aunque hemos dicho que se ocupa del
comportamiento semiótico: es decir, cómo los humanos percibimos y hacemos
percibir a través de unas cosas, otras. El sentido es el supuesto de toda semiótica,
pues es el sentido lo que nos hace anticipar, ver, atender o desechar lo percibido.
Partimos de esta aproximación elemental porque todas las definiciones que
podamos dar de la semiótica se circunscriben a determinadas orientaciones de la
misma, o lo que es lo mismo, son definiciones históricas revisables. Estas son
fundamentalmente:
-Semiótica como ciencia de los signos, o de los “lenguajes”
-Semiótica como ciencia de la significación
-Semiótica como ciencia de la comunicación
-Semiótica como ciencia de la producción (de signos y de sentido)
-Semiótica como ciencia de la semiosis, o de los procesos sígnicos
-La semiótica como ciencia del discurso, o del texto
-La semiótica como ciencia de la interpretación
Y otras de menor incidencia como ciencia de la transducción, de la
significancia, etc.
Todos estos términos-conceptos se superponen en parte, aunque se deban a
opciones teóricas distintas, lo que muestra que estas ópticas no son ajenas unas de
otras, y todas nos pueden ofrecer una caracterización de la semiótica. Todas,
además, responden al proceso de institucionalización y organización disciplinaria
de la semiótica a la que aludimos anteriormente.
5. Signo
Signo es todo aquello que significa. Cualquier cosa es signo en cuanto significa.
¿Qué es esto $?. Es el trazo que significa ´dólar` y otras unidades monetarias. Para
aquellas personas que saben lo que significa, es un signo. También para aquellas
que sospechan que puede significar algo. Su significado es el mencionado con las
palabras “dólar” o “peso”.
Cualquier palabra o frase de lo que se escribe aquí, e incluso lo que se escribe aquí
en su totalidad, si tiene significado es signo. Puede que para otras personas no lo
sea o lo sea solamente en parte, ya que es posible saber qué signos fónicos
transcriben las grafías, e incluso saber el significado de bastantes de las palabras,
pero no del conjunto. Además, que esto esté escrito con tipografía Cambria
también significa algo para aquel al que no pase desapercibido; o que esté escrito
en color negro, etc.
Ferdinand de Saussure dijo que el signo tiene una doble cara: el significante y el
significado. Hjelmslev lo formuló como un doble plano: expresión y contenido.
Pero hay significantes que no poseen un significado claro. Pensemos, por ejemplo,
en un trazo en la pared de una cueva del paleolítico. Todo lo más que podemos
hacer es atribuir un significado.
La significación es precisamente el hecho de que a una manifestación significante
cualquiera le atribuya un significado, variable, claro está, según quién lo atribuya.
Este término, significación, indica también una relación más abierta entre
significante y significado.
6. Significación
Significación (o función significativa, o función sígnica) es un término que se
refiere al hecho de que a unas determinadas manifestaciones le atribuimos un
significado. A diferencia del signo, que es una entidad de dos caras que se define
como estable, la significación es la puesta en relación de lo que se supone son las
dos caras, que es una relación inestable. Esto nos lleva a recordar la teoría de otro
semiólogo fundador, Peirce (para quien no hay tal signo sino en cuanto un tercero
establece una relación entre algo que significa y lo significado), pero ante todo nos
lleva a la revisión de otros dos conceptos saussureanos, mediante los cuales se
explica que esa relación pueda tener una persistencia: sistema y código. Más allá
de la contemplación de la relación entre significantes y significados como
establecidos inequívocamente por el código, y por el cual se puedan cifrar y
descifrar mensajes, la semiótica de la significación nos facilita en entendimiento
de cómo los códigos se constituyen, funcionan y se transforman.
Aunque sistema y código pueden entenderse como sinónimos en Saussure, es
conveniente señalar algunas diferencias elementales:
Sistema (s-código) no es sino una serie de alternancias u ocurrencias que por su
sola probabilidad ya son significativas. Por ejemplo, que la temperatura corporal
pueda sobrepasar los 37 grados o no. Se trata de dos posibilidades, una es la
negación de la otra. Si este s-código se asocia a otro s-código como el que se
establece a partir de la alternativa infección/ausencia de infección, de modo que a
cada uno de los términos de uno le hago corresponder cada uno de los del otro,
tengo entonces un verdadero código.
El planteamiento semiótico que otorga nulo protagonismo al concepto de código y
entiende que solo partimos de manifestaciones significantes a las cuales cada uno
que las atiende les da una significación (las entiende según los códigos que él
aporta o los nuevos códigos que instituye su interpretación) se denomina monista
o monódica. Frente a esta, la semiótica triádica de Peirce resalta también al acto de
interpretación, pero supone al signo constituido en tres fases. La de Saussure, por
su parte, concibe un significante y un significado regulados por un código. Este
planteamiento dualista es el más propia de la semiótica de la comunicación.
7. Comunicación
Es la transmisión de una información o mensaje. Para que haya comunicación hay
que presuponer ese dispositivo que rige la significación y al que hemos llamado
código. Así, por ejemplo, cuando en el Vaticano la votación para elegir papa no da
resultado, se hace salir humo negro por la chimenea de la Capilla Sixtina, mientras
que en el caso de que dé resultado es humo blanco. De este modo se comunica a los
presentes en el exterior si se ha elegido papa.
Contamos con dos conceptos fundamentales de comunicación:
-Uno según el cual se identifica estrictamente la comunicación como la realización
de la intención de transmitir una información o mensaje. Según tal concepto, para
que se dé la comunicación tiene que haber intención de comunicar y que el
destinatario sea partícipe de esa intención y del código utilizado. Cierta semiótica,
llamada “de la comunicación” no concibe otra posibilidad que la de estudiar los
procesos comunicativos de este tipo.
-Otro, que entiende como comunicación cualquier comportamiento si para alguien
ese comportamiento se rige por alguna sistemática y es capaz de entenderlo. Bajo
esta concepción, todo hecho cultural es comunicación, ya que si es comprensible se
puede considerar un mensaje.
La forma más conocida de la teoría de la comunicación es aquella que distingue las
entidades emisor, receptor, contexto, código, canal y mensaje. Entre emisor y
receptor se puede situar un aparato transmisor y otro receptor, lo cual tiene
mucha relevancia para la comunicación masiva.
8. Producción
Otra posibilidad de estudio es abordar la producción de signos y de códigos. Dicha
producción puede ser la llevada a cabo de manera artificial y después puesta en
uso. Por ejemplo, se puede considerar por qué y de qué modo se formó el código de
la circulación. Pero lo normal es que entendamos la producción como inherente al
acto de la significación y de la comunicación, como un supuesto de la existencia de
actos significativos o mensajes. De hecho, quienes han puesto de relieve la
necesidad de teorizar la producción de signos han criticado el concepto de
comunicación aduciendo que dicho concepto oculta que los códigos se están
rehaciendo continuamente, y que la instancia responsable de un mensaje, produce
más allá del carácter transaccional de ese mensaje. Produce en aras del orden
social. Esto conlleva que a su vez tengamos en cuenta cómo nos organizamos en
sociedad, para producir mensajes o lo que sea. Y los mensajes, como se observa
claramente en la publicidad, se complementan con otros productos.
El concepto de producción nos resitúa en la problemática de la significación –cómo
se crea significación o se atribuye significación- y comunicación, y es muy rentable
para la semiótica del arte. La teoría del discurso, como veremos, tendrá muy en
cuenta esta dimensión productiva.
9. Proceso de la semiosis
Los conceptos anteriores, sobre todo los de signo y código, se desdibujan si se
formula la semiótica, tal como hizo Peirce, como estudio de los procesos de la
semiosis.
Un seguidor de Saussure, Hjelmslev, ya había llamado la atención sobre la
necesidad de estudiar el proceso además del sistema. Por ejemplo, según el
sistema, seguramente no estaba previsto que se combinara el lexema “casa” con el
lexema “encendida”, sin embargo, tal sintagma “casa encendida” se ha realizado en
cuanto proceso y ampliado las posibilidades del sistema.
Peirce (1839-1914), al proponerse estudiar lo que llamó procesos de la semiosis,
nos ofreció una vía que nos permite superar el concepto de signo, el cual es más
estático. Entre sus ventajas está el contar con el referente (en la teoría de Saussure
se desatendía el referente) y tener en cuenta la actividad que hace posible la
significación (cf. el concepto de significación). Si “casa encendida” se ha visto antes
como acuñamiento de un signo, se puede entender desde el punto de vista
peirceano como alusión a un referente antes desapercibido.
Para su teoría lo que cuenta es la relación triádica entre Representamen, Objeto e
Interpretante. Con un ejemplo sencillo, el del perro de Paulov, se puede entender.
Si el sonido de la campanilla (representamen) representa la comida (objeto), es
porque el perro percibe el sonido como si fuera la comida, estableciendo la
relación como una regla. El sonido es aquí una sensación física que se asocia a un
objeto, y la repercusión cerebral y babeo convierte en ley esa asociación. El
interpretante es el estado cerebral, si bien el babeo es para nosotros un nuevo
representamen que interpretamos como cumplimiento del proceso semiósico en el
perro.
A partir de esta trirrelación, Morris formula la triple dimensión del signo y la
distinción de tres disciplinas en la semiótica: sintaxis, semántica y pragmática. Una
tiene que ver con las cualidades representativas consideradas en sí mismas y su
organización –supongamos que los toques de campanilla presentan un
determinado orden e intensidad-. La otra tiene que ver con su relación con el
objeto comida. La tercera tiene que ver con el hacer efectiva la relación, es decir,
con el efecto llamado interpretante y con el intérprete.
10. El discurso
A partir de cierto momento al semiótica se define como ciencia del discurso, o del
texto. En todo lo dicho hasta el momento, se echa de ver que el concepto de signo
se ha venido cuestionando desde el comienzo de la semiótica, a pesar de que desde
el principio suscitara el mayor interés e hiciera definir la semiótica como ciencia de
los signos.
No cabe aquí recordar las razones por las que suscitaba tanta confianza el
concepto de signo (pensemos, por ejemplo, en lo convincente que era la
explicación saussureana del signo lingüístico, y cómo sus conceptos de signo y
código facilitaban un denominador común semiótico a diversas aproximaciones
disciplinarias), pero sí hay que recordar el importante efecto que produjo la
pérdida de confianza en el mismo. Se perdió la confianza porque se observó que en
muchos ámbitos de la cultura no era posible descomponer en signos las
correspondientes manifestaciones, que así dejaron de verse como comunicativas.
Consecuencia de esto es que las diferentes disciplinas de estudio perdieron ese
nexo común en el enfoque de sus respectivos objetos, y se aferraron a su
descripción e interpretación según sus particulares acervos disciplinarios.
La recuperación de ese nexo disciplinario común (pero ya sin la denominación
compartida de “semióticas”) vendrá dado por las propuestas de semiótica
discursiva, transdiscursiva y de la transducción. Después veremos cómo el nexo de
la teoría del discurso propicia el comparatismo transdiscursivo y el estudio de la
traducción.
¿Qué es el discurso o el texto, términos que se suelen utilizar en muchas ocasiones
como equivalentes? Tanto el discurso como el texto son manifestaciones humanas
que poseen organización, significado y se dan en una determinada situación.
Cualquier disertación, cualquier intervención artística, los relatos, los rituales, etc.
son discursos. En su totalidad se pueden entender como signos, y si bien muchos
de ellos pueden ser analizados considerando sus componentes como signos
relacionados entre sí, otros sin embargo no admiten que sus componentes sean
analizados como signos. Así un espectáculo teatral se percibe como un mecanismo
significativo, pero es imposible descomponer las piezas de tal mecanismo del
mismo modo que lo hacemos con el texto verbal. Lotman llama “conjuntos
semióticos” a los textos, o partes de ellos, que son indescomponibles en signos
discretos, y dice al respecto:
“[hay] dos tipos distintos de sistemas sígnicos: los que se basan en un sistema de signos
separados, delimitados unos de otros (discretos), y los que se basan en un sistema en el
que es difícil o imposible delimitar un signo de otro (la existencia misma de un nivel de
signos separados no es evidente) y el portador del significado es el texto como tal. En este
sistema (no discreto) todo el texto actúa como cierto signo construido de manera
compleja”.
El significado (o la significación) ha de ser en estos casos necesariamente
complejo: narratológico, plástico, estético, ideológico, etc. y siempre habrá una
tensión entre los significados parciales y la necesidad de someterlos a una unidad.
La situación comunicativa en estos casos es decisiva, empezando porque se trata
de una situación culturalmente prevista, por ejemplo la del espectáculo teatral,
pero con participantes emisores y receptores cuya situación (intencionalidad,
contextos, códigos, etc.) no son del todo los mismos. Un texto creativo como es el
espectáculo teatral se propondrá, más que ningún otro, constituirse como una
manifestación singular que altere las convenciones y haga posible una experiencia
nueva.
11. Feliz 1984
Tomemos algunos ejemplos de discurso. Sabido es que a propósito de un edificio o
de un museo se utilizan expresiones como “discurso arquitectónico” o “discurso
museístico” para referirse a la disposición particular que un diseñador hace de los
elementos de la arquitectura o de las convenciones de exposición de obras en un
museo. Pensemos, por ejemplo, en la forma –poco dada a la creatividad, claro está-
en que los responsables del tráfico señalizan una carretera. Utilizan el código de
señalización y prescripción que conoce el conductor, pero lo hacen respondiendo a
las peculiaridades de esa carretera, que tienen que representar por medio del
código establecido. Los conductores, aun con el escasísimo margen que tienen,
también pueden interpretar las señales según la idiosincrasia en la conducción de
cada uno. Este ejemplo del “discurso circulatorio” se puede ver en el tráfico de una
ciudad de un modo más condicionado por las circunstancias específicas de esa
ciudad y los múltiples intereses que se conjugan con el de una circulación que se
pretende fluida.
Un segundo ejemplo, más complejo, es el del discurso literario. Cualquier texto
literario, pensemos en La Regenta, de Clarín, obedece a numerosos códigos
(lingüísticos, para empezar, pero también otros que podemos considerar más
propiamente literarios, así como ideológicos) que nos permiten acceder al mensaje
de la obra, en el supuesto de que los nuestros sean los mismos que los del autor.
Sin embargo, son tantas las experiencias personales así como las ideas del mundo
que el autor nos quiere transmitir, así como las peculiaridades de los posibles
lectores, que el margen de creatividad es grande. En realidad, es tal su
singularidad, que para este tipo de literatura creativa preferimos no hablar de
códigos, pensando que constituye su propio y complejísimo código. Nos sirve, no
obstante, para su comprensión, el establecimiento de correspondencias y
semejanzas con otros textos, por ejemplo Madame Bovary, de Flaubert; también
correspondencias con textos de la cultura, como son la organización eclesiástica,
jurídica o administrativa de la España de la época.
Texto literario novelesco es también 1984, de G. Orwell. Un texto más complejo
que propongo aquí como tercer ejemplo, tiene que ver con esa novela, y es una
pintada que reza “Feliz 1984”. Lo mismo que en el caso anterior, la situación, la
intencionalidad, los códigos y el significado preciso son fundamentales. Apareció
en el día de año nuevo de 2005, en Granada, aunque el que sea en esta ciudad no es
relevante, en unas fechas que todos celebramos con el mayor derroche posible y
como una pintada anónima en la pared. 1984 es el título de la novela de Orwell en
la que hace una crítica de la sociedad despersonalizada, controlada desde
instancias superiores que nos transmiten una estúpida percepción de felicidad. De
esta forma, el texto de la pintada, tomando el título de la novela, felicita
caústicamente o sarcásticamente el año nuevo. Para quien sepa entenderlo, la
pintada, con el supuesto del texto de la novela, trata de desestabilizar nuestro
modelo del mundo a propósito de las celebraciones de año nuevo trayendo a
nuestra mente la visión crítica de Orwell.
Yo no leí este texto en la pared, sino en una nota de periódico, donde venía
acompañado de un comentario que afeaba la gamberrada y, sobre todo, acusaba a
quien lo había puesto de haber cometido un “estúpido anacronismo”. Este
comentario periodístico completa al texto en cuestión, ya que le da una
interpretación y nos informa de un conflicto de intencionalidades, códigos y
contextos.
Este texto es un ejemplo de transtextualidad y transducción: la pintada traduce la
novela de Orwell y la mención en el periódico traduce la pintada.
12. Transdiscursividad y transducción
Se ha de considerar que el texto, cualquier texto, no se entiende sin la concurrencia
de otros textos, adquiriendo su pleno sentido dentro del conjunto de textos que es
la cultura. Vayamos por partes:
1. Lejos de poderse comprender en su inmanencia, el texto está sostenido
por una red de relaciones que lo sobrepasan. G. Genette lo ha formulado como
relaciones de paratextualidad (relaciones de un texto con su título, su subtítulo y,
más en general, con su contexto externo), intertextualidad (la cita, la alusión a otro
texto, etc.), la hipertextualidad (relaciones de imitación-transformación entre dos
textos o entre un texto y un estilo), la metatextualidad (relaciones entre un texto y
su explicación), la architextualidad (la relación entre un texto y el tipo en que se
incluye). Téngase en cuenta que no se trata sólo de semejanzas, paráfrasis, etc.
entre textos, sino que el texto mismo venimos a entenderlo como un agregado de
textos entre los que la lectura efectúa una selección (cf. el análisis textual de
Barthes en S/Z). Al conjunto de los fenómenos lo llama transtextualidad. Si lo
llamamos transdiscursividad acentuamos el hecho de que el fenómeno afecta no
solamente a textos que responden a unos mismos medios, sino a discursos de
distinta naturaleza medial, como literatura y pintura, literatura y cine, etc.
Planteado en términos de códigos, se trataría de la transcodificación, es decir, la
comprobación de que el texto se debe a una pluralidad de códigos que se
complementan y traducen o no, tanto internamente como externamente (pero
¿cómo establecer una diferencia clara entre lo interior y lo exterior?) y se pueden
activar distintamente según las lecturas que se hagan de él.
2. La segunda cuestión es que el texto adquiere su pleno sentido dentro de
la cultura. La cultura es un texto de textos, y cada uno de ellos se explica dentro de
la totalidad de la cultura. La cultura es también un mecanismo de producción de
nuevos textos con los que hace frente a nuevas necesidades.
Transducción es un concepto utilizado para explicar cómo los textos, en especial
los artísticos, transcienden el acto que los origina y entran en cadenas de
transmisión complejas a través de las cuales se van (los textos) transformando.
Esto porque la comunicación literaria y artística en general es una comunicación
diferida. Se da un continuo postprocesamiento activo de un mensaje sobre el cual
la fuente ha perdido el control.
La transducción (término de Jeri Levy) incluye actividades como “la incorporación
de un texto literario (o de cualquier parte de él) a otro texto, la transformación de
un género en otro (novela en obra de teatro, guión, libreto, etc.), la traducción a
otras lenguas, la crítica, teoría e historia literaria, la educación literaria, etc.” dice
Dolezel refiriéndose a la literatura.
Es de notar la transferencia de una cultura a otra, y si a esto se une la transferencia
entre distintos medios artísticos -en cualquier caso se trata de lo que hemos
llamado transcodificación- podemos imaginar la importancia que estas teorías
tienen para entender las dinámicas de la cultura.
Conclusión
En todos estos apartados se ha tratado de aclarar la definición y caracterización de
la disciplina semiótica que anticipamos bajo diversas fórmulas3.
3 -Semiótica como ciencia de los signos, o de los “lenguajes”
-Semiótica como ciencia de la significación
-Semiótica como ciencia de la comunicación
-Semiótica como ciencia de la producción (de signos y de sentido)
-Semiótica como ciencia de la semiosis, o de los procesos sígnicos
-La semiótica como ciencia del discurso, o del texto
-La semiótica como ciencia de la interpretación
Y otras de menor incidencia como ciencia de la transducción, de la significancia, etc.