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Parcial Domiciliario at

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Curso de

Acompañamiento
Terapeutico

Parcial Domiciliario

Tema 2.2

Alumna
Deborah Pou

Fecha de Entrega
11 de Noviembre de 2017

Centro PsicoSocial Argentino


Sede Central
IDIP
¿Cuál es la función del acompañante? ¿Qué herramientas le da a la familia
del paciente?

El acompañante terapéutico es un agente de la salud mental, entendida


ésta dentro de un modelo biopsicosocial. Es el encargado de sostener al
paciente desde lo emocional en lo cotidiano, mediando entre sujeto, su
equipo terapéutico y todas las instituciones que lo atraviesen (familia,
trabajo, escuela, etc.). Es, entonces, un agente de la resocialización, que
trabaja por activar las redes de apoyo y fomentar los vínculos familiares.
Trabaja los potenciales del paciente entablando un vinculo empático pero
asimétrico con éste. Debe manejarse siempre con perseverancia, paciencia,
empatía, humor y creatividad, y ser capaz de interpretar el lenguaje
analógico y digital del acompañado. Es vital el ejercicio de la disociación
instrumental, mantener una distancia óptima que permita el trabajo y limite
las identificaciones propias de la contra transferencia.
Nunca trabaja sólo. Mantiene un vínculo simétrico con el equipo de trabajo,
médico o titular a cargo referencial que establece el diagnostico, siguiendo
sus pautas de abordaje, lineamientos y objetivos. Debe también capacitarse
en forma continua, en técnicas, tratamientos y avances relacionados a la
enfermedad o condición de su acompañado.
No está a cargo del diagnóstico, de las tareas del hogar, de la medicación,
el aseo o la alimentación del acompañado, sino que trabaja con los
potenciales activos adaptativos inherentes del paciente, detectando y
estimulando intereses y motivaciones. Su función es la de un nexo
conductor, comunicacional, funcional y operativo entre el acontecer diario
de los emergentes que suscitan la vida diaria del paciente y el equipo
interdisciplinario. Para ello debe desarrollar un lenguaje técnico y otro
cotidiano, y saber cuándo utilizar cada uno.
Para organizar su tarea y evitar malos entendidos, el AT tiene la obligación
y el derecho de redactar un encuadre donde figuren los objetivos
específicos del acompañamiento, la cantidad de horas por encuentro, la
frecuencia de los encuentros, los honorarios, los horarios, el espacio de
trabajo y las pautas de abordaje acorde a datos del paciente y su
diagnostico.
Brinda recursos y estrategias para que la familia sea co participes y no co
terapeuta del acompañado, dado que aunque cuenten con el saber
profesional o la información pertinente, difícilmente serian capaces de
posicionarse desde un lugar critico y objetivo. Además siendo participantes
no descuidan sus funciones particulares, sumamente importantes en la
constitución psíquica de todo sujeto.
Así, un acompañante terapéutico asesora y orienta a los padres, le sirve de
modelo de intervención ante conductas disruptivas, brinda técnicas o
recursos para la generalización de programas aprendidos, los escucha
desde la empatía, y los suministra de información permanentemente de la
evolución del acompañamiento

1. ¿Qué es la transferencia? ¿Y la contra transferencia?

La transferencia es la puesta en acto de la realidad psiquica del paciente, el


despliegue de su dimensión intrasubjetiva, inconsciente; el proceso en
virtud del cual prototipos infantiles se repiten, deseos y modos de
satisfacción se actualizan en la relación vincular con el analista.
Define al psicoanálisis, y se presenta como el campo de batalla por
excelencia. Sólo lo que se actualiza en transferencia puede ser trabajado, lo
que tiene relación, claro está, con el efecto inconstante del tratamiento y su
incapacidad de prevenir estallidos de enfermedad en el futuro.
Freud señala dos dimensiones posibles: si la transferencia funciona como
motor para las asociaciones y para la cura se la considera positiva. Si por el
contrario se pone al servicio de las resistencias y funciona como obstáculo,
se la considera negativa. La primera esta relacionada con investiduras
tiernas o eróticas sublimadas, mientras que la segunda con investiduras
eròticas u hostiles. En manos del analista, es el instrumento terapéutico
más potente que se presenta en el consultorio.
No se espera que el AT pueda hacer uso de la transferencia del paciente en
su persona, pero si debe estar prevenido sobre ella y trabajar en un análisis
propio su contra transferencia.
Se denomina contra transferencia al conjunto de reacciones afectivas del
analista (o del AT, siguiendo el párrafo anterior) hacia su paciente, que se
instala sobre éstos por la influencia del paciente sobre su sensibilidad
inconsciente. Análogamente a la transferencia propiamente dicha, puede
haber contra transferencia positiva (tierna) o negativa (erótica u hostil).
En una cura ningún analista va mas allá de lo que su propio inconsciente le
permite. La escucha activa puede verse obstaculizada por los complejos y
resistencias particulares de quienes operan como agentes de salud y
resocialización. Es por ello que la necesidad de sus propios psicoanalisis se
impone categóricamente.

2. ¿Cómo podría trabajar el acompañante terapéutico con pacientes


esquizofrénicos?

La esquizofrenia es una enfermedad que aparece generalmente en la


adolescencia. Se caracteriza por presentar síntomas positivos
(alucinaciones, delirios), negativos (lenguaje y comportamiento
desorganizados, afectividad aplanada), afectivos (ansiedad, depresión) y
cognitivos (deterioro de la atención, de la memoria). Suele desarrollarse en
forma crónica y deteriorante.
Existen cinco subtipos: la paranoide (donde hay comportamiento violento,
alucinaciones auditivas y delirios de persecución), la catatónica
(caracterizada por inmovilidad motora, negativismo, ecolalia, ecopraxia y
muecas o movimientos involuntarios o exagerados), la desorganizada
(considerada la más grave, degradación de la personalidad, discurso
incoherente, conducta desinhibida, falta de higiene y cuidado personal) la
indiferenciada (con alucinaciones, incoherencias e ideas delirantes) y la
residual (donde hay predominantemente signos y sintomas negativos, como
abulia, alogia, o anhedonia pero ausencia de ideas delirantes o lenguaje
desorganizado)
El acompañante debe ser un soporte para la rehabilitación psicosocial del
paciente, fomentando la salud como un bien al cual aspirar y posible de
obtener en forma activa. Desde el equipo terapéutico se trabaja todo el
espectro de lo humano que va desde la sexualidad, la alimentación, el
sueño, la prevención de la ansiedad, el autoestima y autoimagen, hasta las
capacidades cognitivas. Se provee de información actualizada al paciente y
su familia para que ambos tomen conciencia de la enfermedad, enseñando
a discriminar los síntomas en lo diario y la importancia de los
psicofármacos.
El AT debe acompañar al paciente esquizofrénico desde la cotidianeidad,
favoreciendo su comunicación con el medio social y permitiendo el diálogo
con una escucha involucrada y activa. A la hora de interactuar debe evitar
ambigüedades con el uso de frases cortas, claras y concretas. Estos
pacientes son incapaces de decodificar las ironías, los sarcasmos y los
doble sentidos, por lo que también todas las consignas deberán ser simples.
Las actividades que realicen no pueden ser planificadas con mucha
anticipación ni rigidez, dado que son pacientes muy inestables. Debe
mantener una actitud flexible y resolutiva frente a cualquier eventualidad
con el medio circundante. Debe tolerar el silencio y evitar insistir sobre un
mismo tema, principalmente en cuadros con delirios paranoides. La
puntualidad y el cumplimiento de la tarea son también importantes, dada su
poca tolerancia a la frustración. Es también necesario estimular con mucho
tacto todo lo relativo a un mejor cuidado personal, y perseverara en forma
no coercitiva en el tratamiento y las actividades a desarrollar.

3. Desarrolle las características principales de las patologías tóxicas y


traumáticas. Nombre qué patologías incluye.

Las patologías tóxicas y traumáticas comparten el mecanismo de defensa


de la desestimación con las psicosis, pero no se trata forclusiones de
fragmentos de la realidad sino principalmente de la desestimación de
afectos, del propio sentir. El afecto preponderante es el dolor, sin cualidad,
percibido como pura cantidad.
Estos sujetos, en general perciben frecuencias mas que cualidades. Captan
los estímulos sensoriales a modo de golpes desde una conciencia apática y
somnolienta y pueden sentir en ocasiones el interior de sus cuerpos.
Por lo general no discriminan entre estados afectivos, y su pensamiento
está al servicio de la realización de operaciones eficaces. Estas patologías
se enlazan a una lógica que se desprende de la irrupción de un goce sin
medida que tiende a una descomplejización vital. El despojamiento de la
subjetividad y de sus vínculos con el mundo puede implicar, en ocasiones,
una escalada suicida. Estas patologías se instalan en un tiempo anterior a
la constitución del psiquismo, en el momento en que la libido inviste los
órganos internos del cuerpo.
Incluye patologías como las adicciones, las afecciones psicosomáticas y las
neurosis traumáticas, entre otras.
Las adicciones son para el psicoanálisis respuestas a una intoxicación
endógena del paciente por influjos pulsionales autoeróticos, que instalan
una necesidad anterior al consumo de cualquier sustancia o de
modalidades de conducta y una lógica compulsiva de repetición. El dolor se
convierte en meta en lugar de señal, y puede adoptar las más diversas
modalidades: desde drogadicción hasta anorexias o ludopatía.
Las afecciones psicosomáticas saltan a la vista y son comprendidas como
la respuesta del cuerpo viviente a una situación simbólica crítica que no ha
sido tramitada como tal por el inconciente (claves de su diferencia con los
síntomas conversivos histéricos). La principal característica de estos
pacientes es una sobreadaptación a las exigencias del medio, condición
para evitar el estallido de la enfermedad.
Las neurosis traumáticas, por su parte, son desencadenadas por sucesos
para los cuales el aparato psíquico no estaba preparado, como guerras,
accidentes, atentados, etc. Sin embargo, el trauma no esta relacionado con
el estímulo, sino con la incapacidad de tramitación de los sistemas
perceptivos. Esta irrupción de lo no ligado lleva a la psiquis a una
compulsión de repetición que se expresa, por ejemplo, en sueños o
flashbacks que renuevan el terror vivenciado al momento de la experiencia.
Esta fijación al trauma se acompaña con cierta inhibición generalizada de la
actividad del sujeto.

4. ¿Cuáles son las diferencias de la neurosis con la psicosis?

La estructura neurótica se diferencia de la estructura psicótica en varios


aspectos. En primer lugar, la neurosis se funda sobre la trama edípica,
sobre una triangulación del yo, la madre y el padre. El complejo de Edipo
estructura e instaura una legalidad que no se encuentra en las psicosis.
En la neurosis, además, la realidad es reacomodada dentro de un registro
simbólico. Aquello inconciliable es reprimido, desalojado de la consciencia y
atraído por la inconsciencia, y puede retornar desfigurado en forma de
síntomas, sueños, chistes, lapsus, olvidos. La palabra es multívoca, puede
aglutinar sentido y ser conmovida a partir de intervenciones del analista.
Permite, por ejemplo, la interpretación de los síntomas histéricos como
formaciones sustitutivas, como un saber no sabido, trastocado. Posibilita la
conceptualización de un cuerpo simbólico.
En la psicosis, por el contrario, una palabra no remite a otra palabra. No hay
dobles lecturas, no hay posibilidad de metaforización: hay literalidad. No
existe el terreno de la duda. Lo inconciliable no es reprimido sino que es
escindido, forcluido del aparato psíquico, generando perdida de realidad.
Esto puede conllevar a la desintegración de la personalidad, a un
desconocimiento de la enfermedad y al regreso de la libido hacia el propio
cuerpo. También llamadas neurosis narcisistas, el vínculo predominante es
“ser uno con el otro”
En las neurosis propiamente dichas el mecanismo es la represión (no la
desestimación), y el vínculo que predomina es el “tener al otro”: la libido
objetal. Los síntomas son formaciones de compromiso entre el yo y el ello,
representaciones simbólicas de aspiraciones sexuales u hostiles
inconciliables con el yo coherente. En la histeria la excitación desligada de
la representación que se reprime se muda en el cuerpo mediante
conversión, en la neurosis obsesiva se liga a una representación nimia
mediante falso enlace y en las fobias se desplaza sobre objetos fobígenos,
frente a los cuales el yo reacciona con angustia facultativa.
En las psicosis el conflicto se juega entre el yo y el mundo exterior. Tanto en
la esquizofrenia, como en la paranoia y en la psicosis maniaco depresiva un
sustituto de la realidad ha devenido en el lugar de algo desestimado, por lo
cual las ideas delirantes y las alucinaciones se presentan como tentativas
de curación. En la melancolía, por otro lado, el conflicto se da entre el yo y
el superyó, quien ha tomado al primero como objeto de su sadismo y se
arremete contra él con irresoluta crueldad. Ante él, el yo no hace otra cosa
que confesarse culpable, a diferencia del yo del neurotico obsesivo que
comprende lo infundado de los imperativos superyoicos pero no puede
hacerles frente. Esta diferencia lo defiende de ideas suicidas, y señala la
delicadeza del cuadro melancólico, donde el reproche no esta anudado a
nada más que su persona.

5. ¿Qué diferencia hay entre el ello, el yo y el superyó?

Yo, ello y superyo son las tres instancias que conforman la segunda tópica
freudiana, desarrollada en la última parte de su obra para alojar resistencias
clínicas fundamentadas en un inconsciente diferenciado del dinámico: en un
inconsciente estructural.
El yo es una entidad en conexión con el sistema perceptivo y acceso a la
motilidad. Es la proyección de una superficie, una esencia-cuerpo.
Desde el punto de visto tópico es una organización coherente que trata de
mediar entre las exigencias pulsionales del ello, los juicios e imperativos del
superyo, y las amenazas o peligros del mundo exterior.
Desde el punto de vista dinámico. es el polo defensivo en los conflictos
neuróticos, que pone en marcha mecanismos inconscientes frente a
señales de angustia generadas por avasallamientos de cualquiera de las
tres exigencias previamente mencionadas.
Puede decirse que es más extenso que el sistema consciente-
preconsciente de la primer tópica, dado que todos sus mecanismos de
defensa son inconscientes.
Se trata de un gobierno mas formal que fáctico sobre sus vasallos, dado
que el yo siempre trabaja con fuerzas prestadas, y suele cumplir deseos
pulsionales como si fuesen propios.
Tiene, en este sentido, dos caras. En su potencia se puede ubicar el
ordenamiento temporal, la inhibición de ciertas pulsiones, la represión, la
censura onírica, la racionalización del ello, los rodeos propios del principio
de realidad. En su endeblez es preciso notar su doblegamiento ante tres
clases de angustias: el ello y la angustia neurótica, el superyo y la angustia
de la conciencia moral y el mundo exterior y la angustia realista.
Por últmo, desde un punto de vista económico, el yo aparece como un
factor de ligazon de los procesos psíquicos. En Introducción del Narcisismo
se lo define como reservorio libidinal, desde donde se invisten objetos de
amor y se reabsorben las investiduras resignadas.

Si bien el ello se vivencia por el yo como un otro cuantitativo cualitativo,


desde el psicoanálisis se lo considera como lo primario, como asiento del
yo: en un principio todo era ello, y yo y superyo se constituyeron por
posterior diferenciación.
Es la sede de las pulsiones, del puro empuje, de la libido. De lo
desamarrado e inasimilable al campo de las representaciones. Las
resistencias clínicas articuladas a esto Otro no ligado, incluidas dentro de la
lógica de un inconsciente estructural, son consecuencia de la compulsión de
repetición, del eterno retorno de lo idéntico, de la descarga definitiva, de la
pulsión de muerte.
A su vez confluye con lo reprimido, que accede a la conciencia –propiedad
yoica- en forma desfigurada, a modo de chistes, fallidos, olvidos, sueños, o
síntomas. Estos retoños son testigos de un inconsciente más bien dinámico,
que pugna en devenir consciente, y de fuerzas de resistencia que insisten
en mantenerlo desalojado.
El ello es puramente inconsciente, y se rige por el principio de placer
(pulsión de vida, rodeos) y el principio de constancia (pulsión de muerte,
estabilidad inorgánica)

El superyo, por ultimo, es la instancia asociada con la autocrítica y la


conciencia moral. Desempeña tres funciones; los juicios morales, la auto
observación y la formulación de ideales.
Es el heredero del complejo de Edipo, la identificación primaria a los Otros
de los cuidados primordiales, la introyeccion de las investiduras incestuosas
y de la prohibición. Esta incorporación de las ambivalencias, de tanto el
empuje de satisfacción como de la prohibición es lo que explica su cara mas
cruel, su sadismo, lo insensato de sus mandatos. Lo paradójico de que a
mayor renuncia pulsional, mayor severidad superyoica.
Se impone al yo como imperativo categórico, en forma asubjetiva e
impersonal, como el padre se impone al hijo. Accede a la conciencia
mediante su enlace a representaciones palabra, pero la energía que
alimenta estos mandatos no proviene de la rigurosidad de la educación o de
contenidos o abstracciones, sino del ello, de estas investiduras pulsionales.
Se funda sobre un sentimiento inconciente de culpa, normal por estructura,
sobre la tensión irreducible entre el yo y el ideal, inalcanzable. Tiene una
cara protectora, que debe potenciarse en todo tratamiento analítico., y una
cara cruel, predominante en cuadros melancólicos, por ejemplo. La crueldad
del superyó se fundamenta en el masoquismo erógeno y la necesidad de
castigo de todo neurótico.

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