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La Memoria

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LA MEMORIA

La memoria (o mejor dicho, la buena memoria) es, seguramente, lo que nos hace
humanos. Sin esta capacidad de almacenar información en los rincones de
nuestro cerebro y de recuperarla tanto de forma voluntaria como involuntaria, ya
no solo no podríamos desarrollar nuestras actividades diarias, sino que no
sabríamos quiénes somos ni quién es la gente que nos rodea.

Esta increíble propiedad cerebral a través de la cual la información, que,


recordemos, está en forma de impulsos nerviosos, queda almacenada en nuestras
neuronas a la espera de volver a salir a la luz ya no solo es un fenómeno fascinante,
sino que la biología detrás de ella sigue estando entre los mayores misterios de la
ciencia.

Los neurólogos y psicólogos continúan trabajando para entender qué ocurre en


nuestro sistema nervioso central y averiguar dónde “se guardan” los mensajes, los
cuales a menudo pueden permanecer años o décadas inalterables.

 Te recomendamos leer: “25 curiosidades y datos interesantes sobre el


cerebro”

Rostros, nombres, sucesos, olores, sabores, frases, historias, imágenes… La memoria


es algo muy complejo, pues somos capaces de almacenar información muy distinta
y hacerlo también de maneras muy diferentes. Por ello, los psicólogos y otros
profesionales han propuesto una clasificación de la memoria de acuerdo a unos
parámetros concretos. Y esto es precisamente lo que analizaremos en el artículo
de hoy.

TIPOS DE MEMORIA

1. Memoria según su contenido


La primera clasificación hace referencia a la naturaleza de la información que
almacenamos, es decir, de cómo sea el contenido a memorizar. Dependiendo de
ello, no solo se consigue la clasificación siguiente, sino que vemos por qué algunas
cosas son más fáciles de memorizar que otras.

1.1. Memoria semántica


La memoria semántica es lo que normalmente relacionamos con el concepto
general de “memoria”, pues este tipo es aquel que hace referencia a la capacidad
de almacenar conocimiento. En otras palabras, es aquella memoria
que potenciamos en nuestra vida académica, desde el colegio hasta la
universidad. Es lo que tradicionalmente entendemos como memorizar, pues
consiste en “guardar” información presente en libros de texto (u otros recursos
académicos) que no tienen implicación en nuestra vida personal pero que
debemos plasmar más tarde en un examen con la esperanza de que permanezca
para siempre en nuestro cerebro.

1.2. Memoria episódica


La memoria episódica representa un tipo de memoria que sucede sin que
tengamos la sensación de estar haciendo un trabajo de almacenamiento de
información. Y es que esta memoria es la que está vinculada a recordar sucesos
importantes de nuestra vida, pues es bien sabido que las emociones fuertes
(tanto positivas como negativas) activan los procesos neurológicos que culminan
con el almacenamiento de ese recuerdo en la memoria.

 Te recomendamos leer: “Lóbulo frontal del cerebro: anatomía y funciones”

1.3. Memoria instrumental


¿Has oído alguna vez lo de “ir en bicicleta no se olvida”? Esto es absolutamente
cierto gracias a este tipo de memoria. La memoria instrumental hace referencia al
almacenamiento de información procedimental, es decir, de forma inconsciente.
Cuando nuestro cerebro aprende a hacer algo de forma automática (sin pensar
en cómo hacerlo de forma activa) es porque lo necesario para realizar esta acción
está bien anclada en nuestra memoria. Es por esta razón que las cosas más
rutinarias como caminar, conducir, patinar, ir en bicicleta e incluso tocar
instrumentos, a pesar de que en el fondo sean funciones muy complejas, se
convierten en algo automático que jamás se olvida.

1.4. Memoria fotográfica


La memoria fotográfica, como su propio nombre indica, es aquella en la que la
información que almacenamos es de carácter visual. Cuando somos capaces
de proyectar en nuestra mente imágenes (a menudo con muchos detalles) o
sucesos que hemos vivido es porque está actuando este tipo de memoria.

1.5. Memoria topográfica


La memoria topográfica es una habilidad imprescindible para orientarnos en el
espacio. Y es que este tipo de memoria consiste en almacenar (y recuperar)
información acerca de caminos, lo que nos permite recordar rutas y, aunque
parezca algo obvio, saber siempre cómo volver a casa.

2. Memoria según su duración


Como bien sabemos, los recuerdos no permanecen siempre en nuestra memoria
durante el mismo tiempo. Hay sucesos o información que adquirimos y que
olvidamos al instante, otros que se mantienen durante un periodo más o menos
largo y, por último, otros que no se olvidan nunca. O casi nunca. En este sentido,
también podemos clasificar la memoria del siguiente modo.

2.1. Memoria sensorial


La memoria sensorial hace referencia, más que al hecho que sea información que
se capta a través de los sentidos, a que es la más breve. A cada segundo que pasa
recibimos una increíble cantidad de estímulos sensoriales: auditivos, visuales,
olfativos, gustativos y táctiles. Estos sirven para comunicarnos con el medio que
nos rodea y actuar de forma acorde a ello, pero es imposible para el cerebro
recordarlo todo. Por ello, a no ser que esta información sensorial pasiva esté ligada
a un suceso emocionalmente fuerte, estos mensajes de los sentidos se
desvanecen al poco tiempo. De hecho, la memoria sensorial es tan breve que
solemos olvidar la mayor parte de los estímulos que experimentamos menos de un
segundo después de sentirlos.
2.2. Memoria a corto plazo
La memoria a corto plazo es algo más compleja que la anterior, pero que no dura
mucho más. De hecho, la memoria a corto plazo es aquella que “guarda”
información hasta un minuto después de haberla captado. Y si es así, ¿para qué
sirve? Es muy importante ya que es el tipo de memoria que nos permite analizar lo
que estamos experimentando, desde una vivencia personal hasta un parágrafo
de un libro de biología. En este sentido, la memoria a corto plazo requiere de poco
esfuerzo, pero si queremos que la información pase a almacenarse de forma
prolongada, debemos hacer un trabajo consciente para retenerla. La memoria a
corto plazo nos da un estrecho (pero imprescindible) margen de tiempo para que
asociemos lo que ocurre a nuestro alrededor, lo analicemos y lo llevemos al nivel
de verdadera memoria: la de largo plazo.

2.3. Memoria a largo plazo


La memoria a largo plazo es lo que entendemos como “memoria” como tal. Y es
que este tipo de memoria, además de que es la que nos permite almacenar
información y recuerdos durante mucho tiempo (a veces incluso para toda la vida,
si lo vinculamos con emociones) y de no deteriorarse con el tiempo, a diferencia de
las anteriores, tiene una capacidad de almacenamiento ilimitada. Cabe
mencionar que el momento en el que los mensajes almacenados dan el “salto” y se
consolidan en la memoria a largo plazo es durante el sueño. De ahí la importancia
de dormir correctamente.

 Te recomendamos leer: “Los 10 hábitos de sueño más saludables”

3. Memoria según el grado de consciencia


Como ya sabemos, hay recuerdos almacenados en nuestro cerebro que para
recuperarlos debemos hacer un esfuerzo, mientras que otros vuelven a nuestra
mente “sin querer”. Dependiendo precisamente de si hay intencionalidad o no en la
recuperación de la información, tenemos la siguiente clasificación.

3.1. Memoria implícita


La memoria implícita es aquel tipo de memoria en el que la recuperación de la
información se da de forma inconsciente, es decir, sin que haya una
intencionalidad. Aquí se engloban tanto las formas de memoria instrumental
(recordemos que era aquella que explicaba que nunca olvidemos a montar en bici)
como el recuerdo de sucesos emocionalmente impactantes, tanto negativos como
positivos. En otras palabras, la memoria implícita es aquella que nos permite hacer
acciones de forma automática (sin tener que hacer el esfuerzo de recordar cómo se
realizan) y la que nos hace visualizar recuerdos o experiencias, aunque a veces sean
dolorosas.

3.2. Memoria explícita


La memoria explícita es aquel tipo de memoria en el que la recuperación de la
información se da de forma consciente, es decir, aquí sí que hay una
intencionalidad y una voluntariedad de recordar algo en concreto. Siempre que
haya que hacer un esfuerzo para recuperar una información es porque estamos
ante este tipo de memoria. Esta necesidad de trabajar para recordar algo suele ser
debida a que el recuerdo ha sido almacenado sin vincularlo a ninguna emoción,
por lo que recuperarlo es más complicado. En el ámbito académico es la forma de
memoria que más entrenamos.

4. Memoria según su dirección el tiempo


Por último, la memoria puede clasificarse en función de su dirección temporal,
teniendo así la memoria retrospectiva y la prospectiva. Puede sonar complicado,
pero es más sencillo de lo que parece. Veámoslas.
4.1. Memoria retrospectiva
La memoria retrospectiva es, a grandes rasgos, la memoria en la que te desplazas
al pasado. Ya lo indica su propio nombre. Esto significa que incluye todos aquellos
procesos por los que recordamos el camino a un lugar, el temario de un examen, el
nombre de alguien que trabaja en nuestra empresa, sucesos de nuestra vida… Toda
aquella información que para recuperarla debas “viajar al pasado” forma parte de la
memoria retrospectiva.

4.2. Memoria prospectiva


La memoria prospectiva es, por lo tanto, aquella memoria en la que te desplazas
al futuro. Esto hace referencia a que cuando, en el presente, somos conscientes de
que deberemos recordar algo, por lo que hacemos un esfuerzo para almacenar esa
información en nuestra mente. Debemos “recordar que nos tenemos que acordar”
de algo. Mandar un email, solicitar una reunión con un cliente, hacer la compra,
recoger a los niños del colegio… Toda aquella información que almacenas
“viajando al futuro” forma parte de la memoria prospectiva.

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