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Picaflor, Carolina Rosa.

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CAPÍTULO UNO

No llevaba ni la cuenta de las veces que he tenido esa pesadilla..., no sé


porqué, pero siempre estaba conmigo; todos los días de mi vida, cada vez que
dormía ahí estaba. Indagué e indagué y advertí que una paroniria dura al
rededor de unos 15 minutos. Siendo honesta, me tranquilizó
considerablemente el hecho de que no tenga que presenciar eso por enésima
vez durante toda la noche.
¿Algún dia dejaré de soñar en ello? ¿Tengo que revivir lo que sucedió un 15 de
julio durante toda mi vida? Es desgarrador.
Aquel dia, en el instituto me solicitaron una exposición sobre el susodicho
tema: los sueños. ¿Casualidad? No, siempre sucedía lo mismo; no era nada
nuevo para mí. Me sentía exhausta porque no iba a recitar mis pesadillas
delante de toda la clase, no es que no quisiera (que tampoco), es que no podía
exponerlo a la ligera, esto podría llegar a manos de jueces. Tenía que ver con
mi padre, no podía ir diciendo la desagradable pesadilla por dondequiera que
fuera. «Mi padre...» ¿Mi padre…? Un padre es la persona que te quiere, te
cuida. El que daría un millón de veces la vida por ti. Que te respeta, valora, y
que probablemente apruebe tus sensatas decisiones en cualquier aspecto.
Pero él… él era el hombre que me engendró, nada más.
No pensé dedicar un segundo más de mis pensamientos en él y empecé a
hacer trabajar a mi cerebro, mientras me dejaba caer en la silla del escritorio,
para inventarme cualquier historia que no sonara nefasta a oídos de la
sociedad.
“Una noche soñé que aparecía un genio y me concedía tres deseos. El primero
de ellos, lo consideré y finalmente elegí tener la mente más privilegiada de
todo el planeta Tierra. Al mismo tiempo que se lo iba comentando, el curioso
genio tomaba nota de cualquier palabra que le había transmitido. Noté un
cambio en mi interior, y caí en la cuenta de que ya me había otorgado el
extraño deseo que había, preciditadamente, apetecido. En el segundo, el genio
me transmitió, con acento francés, las palabras: piensa con la cabeza,
señorita. Tienes actualmente una grandiosa mente. No lo desperdicies. Sin
embargó, lo desperdicié, pidiendo una gran...”
Estaba relatando la mágica idea que se me pasó por la cabeza como una
estrella fugaz, y había de ser rápida, porque las estrellas son muy veloces,
quizá demasiado, y no podía dejarla pasar. No obstanté, una voz dulce
interrumpió cualquier cosa que hubiera estado pensando.
-Cariño, ¿puedes bajar? -escuché a mi madre, desde la cocina; estaba
preparando la cena.
Obedecí y dejé la tarea para otro momento, pues teníamos toda la semana
para entregarla. Era precavida. No me gustaba realizar todo a última hora, ya
que no quería más agobio del que mi organismo ya disponía.
Un sábado como cualquier otro, sin salir, sin socializar, sin hacer las cosas
que cualquier adolescente de mi edad haría.
-Mami, ¿qué pasa? -inquirí con voz relajada; las pastillas me tranquilizaban
mucho -por cierto, ya me he tomado la medicación.
-Muy bien. -me observó con un rostro dulce que rápidamente volvió a su
estado actual: decepcionado. Desde lo que pasó, ella ya no era ella. Antes era
luz, diversión y alegría. Y en esos instantes se semejaba a una sombra negra,
que deslumbras y te entristece, porque está apagada. -Blair, cariño, creo que
es hora de que salgas con Cat y Derek. Me han llamado preguntando por ti,
¿porqué no contestas a sus llamadas? -preguntó con las manos a las caderas.
«Un sábado normal hasta ahora...»
-Mamá, esta semana he estado muy liada con los exámenes y todo el rollo…
diles que ya quedaré otro día.
«Ding dong»
-Blair… les dije que ibas a salir, ya están fuera. Vístete, yo les abro -¿está
bromeando? ¿enserio?
Qué manía tiene todo el mundo con hacer cosas sin avisarme primero…
-Bueno, mira, está bien. Pero que no se vuelva a repetir, por favor.

***
No tardé mucho en arreglarme, si es que me arreglé.
Vestía unos vaqueros holgados azules que eran más viejos que la picor.
Una camiseta de manga corta blanca destacaba en la parte superior. Esta
poseía unas no muy notables hombreras.
Era noviembre, hacía un frío que pelaba; me puse por encima una sudadera
oversize del Wallmart, negra, simple, lisa, y mis botas -también negras -que
usaba frecuentemente. Luego, me decanté por un gorro, bufanda y guantes.
Nadie se puede hacer la idea del frío que hacía en Wisconsin.
Cuando hube acabado de vestirme bajé un poco malhumorada al pasillo y me
encaminé a la sala de estar donde se escuchaban las preocupadas y amigables
voces de mis dos amigos.
Cuánto los echaba de menos…
«No digas mentiras»
¿Mentiras de qué…? He estado…, sola, triste, desde lo que sucedió. Porque es
lo que hay. No podía hacer como si nada hubiese ocurrido. Pero una cosa no
quita la otra; sí que los eché de menos.
-¡Chicos! -dije intentando sonar alegre. Spoiler: no lo conseguí -¿Cómo os va
la vida? -no, definitivamente no lo conseguí.
-Mmm, Blair, no lo intentes que no puedes -se levantó del sofá y dio unas
zancadas hasta colocarse frente a mí -espero que estés mejor -Derek me
abrazó de fraternalmente y me acarició el pelo. Literalmente era como mi
hermano.
-Esperamos -corrigió Cat poniendo mala cara. Ah, sí se me olvidaba, su
nombre significa gato en inglés. Aunque de gato no tenía nada, más bien era
un guepardo rubio. ¿Existen guepardos rubios?
Se unió al abrazo y segundos después me zafé de ellos y intercambiamos
algunas frases. ¿Qué pasa? No soy tan melosa y cariñosa como estos dos
terrones de azúcar.
-Hora de irnos. A todo esto, ¿dónde vamos a ir? -pregunté, dubitativa.
-Ah, ¡ya verás! -canturreó Cat.
-Dejáps de bromas, dónde vamos -torné mi expresión a una más seria.
-En realidad… -intervino Derek poniendo una mueca -la verdad es que no lo
sabemos ni nosotros…
Una cosa que tenían mis amigos era el “dicho y hecho”. Hacían lo primero que
se les pasaba por la cabeza sin pensarlo dos veces. Yo soy más precavida.
aunque mi estabilidad esté por los suelos, soy inteligente hasta en el más allá.
Menos mal que me tienen a mí porque si no… ahora mismo estarían haciendo
puenting.
Cat colocó una mano en su barbilla, meditando lugares.
-Vamos al centro comercial, este que no está muy lejos de aquí.

***
Un cuarto de hora más tarde, me encontraba bajando del coche azul que le
regalaron a Derek al cumplir los 16. Y sí, yo soy la única que no tiene coche.
Después de que mis dos acompañantes se pelearan por elegir entre Burger
King o Mc Donald’s, las principales franquicias de comida rápida, declaré que
ya era tarde y elegimos un italiano cuyo nombre era El Quisquito.
Cuando entramos, el aire caliente llenó mis pulmones. Estaba bastante
completo pero era acogedor. El rojo y el blanco eran los colores más
llamativos. Una grande barra marrón estaba nada más entrar y cerca estaban
los baños. Las mesas y sillas eran de clase baja. Tan baja, que si me tiraba
para atrás fijo que algún hueso de mi espalda crujía de la roca en la que estaba
sentada. Nos mandaron al final del todo -una de las pocas mesas libres -. A mi
alrededor se oían risas de la mesa de al lado. Parecían unos universitarios
problemáticos. Les quité importancia y me concentré en ver lo que íbamos a
pedir.
Finalmente pedí un Pappardelle al pepe nero con tomate confitado, grana
padano, cebolla balsámica, ajo y albahaca. Ellos dos se pidieron una pizza
individual cada uno de no-sé-qué.
Pasaron los minutos charlando, hacía demmasiado tiempo que no quedaba
con gente. En ese preciso instante, estaba tratando de lograr contemplar el
mundo de otro color; uno colorido pero suave. Uno atractivo, bonito; no una
paleta de colores negros y grises que oscurecian mi presencia. Estaba
imaginándome a mí. Sin más problemas de psicólogicos. Sin el trastorno
disociativo que omitía bonitos recuerdos en mi pasadocurarme. Quería ser yo
misma. No una chica ya casi adulta controlada y tranquilizada por unas
pastillas.
Un trastorno disociativo es un trastorno mental que supone una desconexión
y falta de continuidad entre pensamientos, recuerdos, entornos, acciones e
identidad.
George, el sabio doctor, me había transmitido unas motivadoras palabras.
Unas, que nunca olvidaré.
Blair, sólo inténtalo, sé que lo vas a conseguir. También sé que es difícil,
pero busca alguna serie que te guste mucho o incluso un hobby. Te prometo
que algún día se te irá y dirás: “esta soy yo, o mejor dicho, esta era yo”.
Tienes que encontrar a la yo del pasado que eras, la cual reía y se
emocianaba con tal de aprobar un exámen.
Blair, sé que podrás.
De verdad que lo intenté. Me vi todas las series de Netflix habidas y por haber,
y sí que es verdad de que me han gustado la mayoría, pero no me llenan tanto
como para que se disipe el trastorno. También he hecho baloncesto, fútbol y
pádel. Adivina: nada. Imagínate lo que me empeñé, que hasta me apunté a
violín y a dibujo.
Lo intentaré hasta que lo consiga. “Blair, sé que podrás.”, resonaron esas
palabras en mi mente mientras retomaba la conversación con Derek y Cat.
CAPÍTULO DOS
Un poco antes de que acabáramos de cenar, a Cat le llegó un mensaje.
-Me acaba de escribir Rose -es una buena amiga nuestra- y dice que está en
una fiesta y se aburre - masticó mientras hablaba con la boca llena.
-¿Qué estás intentando insinuar? -hablé sin la boca llena. -No pienso ir a
ninguna fiesta, no estoy para fiestas en estos momentos.
-Nunca estás para fiestas, ¿hace cuanto tiempo que no vas a una fiesta? -
silencio -nunca has ido, nunca tienes tiempo para ir -me señaló -tú -señaló a
Derek -y tú os venís conmigo -nos lo vamos a pasar bomba -Cat saltó de su
asiento para cogerme de la mano.
-Mi madre quiere hacer un pastel conmigo -Derek puso los brazos en su
pecho a modo refutador -no pienso ir.
Cat se acercó a él y le cogió de la oreja.
-Está bien, está bien -gimió quejándose -auch -se tocó la oreja. Le habrá
tenido que coger fuerte porque estaba más roja que un tomate.
-¿Enserio, Derek? -bufé asqueada -Joder, vale, pues a la mierda. Me lleváis a
casa -resoplé y Cat dio saltos de alegría. Luego se paró, recapacitando. ¿Se
pensaba que había aceptado?
-Jo, Blair Maria. Acepta. Venga. Te prometo que no te voy a dejar allí sola.
Estaré a tu lado en todo momento.
-De acuerdo. Pero un ratito y ya. Que conste que es porque me gustaría
saludar a Rose.
-¡Yuju!
Sí, Cat se alegra de verme asqueada. O esa impresión me daba.
Nos dirigimos al coche y me monté detrás por segunda vez en el día. Cogí el
teléfono para revisar la hora y los mensajes. Al ver que no tenía ninguno, abrí
Wattpad y me puse a leer un libro que empecé ayer después de llegar del
instituto, me enganché muchísimo. Yo si fuera la protagonista me hubiera ido
de la ciudad.
Leí y fangirleé comentado a diestro y siniestro cuando Derek estacionó en
frente de una casa -mansión -tallada por los Dioses del Olimpo. Estoy segura
de que ahí vive Ariana Grande o algunos famosos de esos.
-Guau, qué casoplón, ¿no? -murmuré boquiabierta.
De pronto escuché cómo Cat se empezó a descojonar y la miré con expresión
de: “¿me quieres ver la cara de estúpida?”, cuando a lo lejos escuché una
música de tecno y me di la vuelta para ver de donde procedía. Una casa de
tamaño considerable contemplé anté mis ojos, no me di cuenta de que había
gente hasta que me puse las gafas para verla mejor.
-No me lo puedo creer -continuó riéndose -te pensabas que era ahí. Eso será
de ricos...
-¿Qué te hace tanta gracia? -bufé por enésima vez en la noche.
-Nada, nada -finalmente paró. Ahí es cuando me percaté de la forma en la que
Derek la miraba. Llevábamos tres años de amistad (aunque poco salía de
casa), y nunca observé las miradas que le echaba a Cat. Definitivamente, son
shippeables, pero me lo podría haber dicho, tiene que confiar en su mejor
amiga.
Una vez llegamos al patio, me fijé que el hogar no era tan pequeño como
semejaba. De hechom, era bastante acogedora. El jardín estaba ocupado por
unos chicos que estaban fumando y bebiendo y en la otra parte por unas
chicas con unos vestidos extra cortos bailando y saltando. Se estarán helando.
La puerta estaba abierta de par en par, por lo tanto, cuando entramos no olía
demasiado a sudor. ¿Así son las fiestas? Pues qué aburridas.
-¿Dónde me habéis traído? -les pregunté, pero me ingoraron y continuamos
adentrándonos en lo que parecía un laberinto lleno de obstaculos.
Cuando pisamos la sala de estar, divisé a una Rose completamente ebria
encima de un sofá junto con un chico moreno. Se lo estaban pasando bomba.
-Con que se estaba aburriendo, ¿ah? -les dije poniendo los ojos en blanco.
-¿Y yo qué sabía? -discutió Cat.
-Suficiente, no hay marcha atrás, no os quejéis -tuvo que intervenir Derek.
El único sofá que parecía no estar petado de gente, fue en el que nos
ubicamos, aunque a decir verdad no estábamos solos, estaba también un
chico de cabello negro como el azabache que nos estaba mirando con una
genuína sonrisa.
-Hola, ¿quienes sois? Nunca os he visto por aquí. -comenzó mirándonos con
interés.
-Somos unos amigos de la chica esa que ves ahí arriba -le contestó Cat
señalando a la rubia.
-Señalar es de mala educación, Cat -Derek se metió y prosiguió hablando: -sí,
tiene nombre de gato. Yo soy Derek y -me tocó el brazo, supongo que para no
señalar -y ella es Blair -el chico cuyo nombre todavía no sabíamos me observó
-y no somos de esta zona pero Rose nos invitó porque estaba aburrida -hizo
comillas en las últimas dos palabras.
-Muy majos, yo tampoco soy de aquí. Por cierto, vengo con Álex y Christian,
unos amigos, me han dejado aquí. Cada uno se ha ido por su lado a hacer Dios
no sabe qué -negó con la cabeza.
-Se dice Dios sabe qué -le corregí ocultando una risa.
-¿Y qué he dicho lista? -me sonrió esperando una respuesta.
-“Dios no sabe qué” -repetí sus anteriores palabras.
A todo esto, ¿a qué se refería con esa expresión? Pensé que podrían estar en el
servicio o fumando hasta que recordé las películas americanas de
universitarios. Probablemente ahora mismo estarían… ya sabes.
“Casi tienes dieciocho, lo puedes decir”.
-Follando -le callé a mi vocecita y me di cuenta de que lo dije en voz alta -eh…
-reí nerviosa -no quise decir eso, quise decir… -pensé rápidamente una
palabra -¡Meando, sí! Me estoy meando, ya sabes, orinar. Bebí demasiada
agua en el bar ¿no creéis? -me miraron los tres y algunas personas chismosas
y me fui al baño roja como un volcán en erupción de la vergüenza… eso me
pasa por no socializar. Por estar todo el santo día en casa tocándome mis
partes inferiores.
No sé dónde está el baño y no quiero revivir una escena cliché de libro, así que
le pregunto a una chica que parece estar sobria por el aseo.
Cuando llegué a la puerta indicada me topé con una chica pelinegra furiosa
gruñendo.
Esperé unos segundos, pero no echó en cuenta mi presencia.
-Hola, ¿vas a utilizar el aseo? -siempre educada.
-Sí. -me respondió secamente.
-Pero, ¿está ocupado?
-No, por ello estoy aquí esperando, que se me va a salir el chorro -ironizó
rodando los ojos.
Es que era estúpida. ¿Cómo pude preguntar lo obvio? Más tonta que Patricio
Estrella… Hice una mueca y le respondí un “ah”.
Segundos más tarde, lo vi.
Un chico que parecía recien sacado del Olimpo se nos acercó, o mejor dicho se
le acercó a la tipa maleducada que estaba a mi lado, mirándola con una cara
arrogante. En cierto momento nuestras miradas se cruzaron y me causó
curiosidad y misterio esa mirada de ojos azules. El tío era muy guapo,
demasiado para ser verdad. Lucía una chaqueta de cuero a lo Hardin Scott y
unos vaqueros azul oscuro. Bajé la mirada y observé las bambas que llevaba.
“Converse”. Eran mis favoritas, y encima las de bota.
-Emma, -se acercó a susurrarle pero llegué a escucharlo, -¿te ha gustado, no?
No me jodas que esto es lo que estoy pensando.
Ugh.
Aparté la mirada y me concentré en un cuadro de flores que yacía en la pared
de en frente.
Cerré los ojos, pero en ese milisegundo, recuerdos vinieron de nuevo a mi
mente.
*Tocan a la puerta*
-Abre tú que estoy preparando la cena -estaba triste, y yo lo sabía mejor que
nadie mientras las palabras de Cynthia resonaban fuertemente en mi
cabeza.
Hice caso a mi madre, con la cara roja de tanto llorar. Por descubrir que esa
persona no era la que yo creía.
Olvídate de esos recuerdos.
En mi casa no hay mirilla, así que directamente abrí la puerta.
Sacudí suavemente la cabeza para olvidarme de todo. Eran pequeños
recuerdos que asemejaban quemazón. No sabía todo lo sucedido, y eso
carcomía fugazmente mi cabeza.
La verdad…, ya no siento nada. Pero era consciente de que me hiere aunque
no lo recuerde. Me traumó, me debilitó, me carcomió por dentro…
Esta era la verdad, ya nada podía hacer. Toda mi vida iba a ser así de
amargada y dolorosa.
Intenté dejar de respirar tan bruscamente y me concentré otra vez en el
cuadro. Me recordó a mis clases de dibujos; no se me daban mal, al contrario,
se me daban muy bien. Era un escape de mi tiempo, poder coger el lápiz y
rallar la hoja a mi antojo, disfrutar del olor a lápiz, de la crayola, o del
mismísimo pincel. Adoradaba dibujar pero no era algo tan excesivo. Aunque
en ese instante me apeteció mucho.
Salí de mi ensimismamiento cuando escuché la puerta abrirse. Una chica cuya
camiseta tenía manchada de agua salió del baño. Me giré a ver a la
malhumorada y reparé en que ya no estaba su fornido amante de la noche.
La pelinegra entró al baño y cerró la puerta.
Esperé a que terminara de utilizar el retrete pensando en lo desordenado que
tenía el pelo el chico.
No sé porqué estaba pensando en esto.
Cerré los ojos y la misma imagen volvió a mi cabeza…
CAPÍTULO TRES
Estaba a punto de salir por la puerta principal. No tenía más ganas de estar
aquí dentro, sentía que estaba recayendo en el lado más oscuro de mi ser. Me
sentía triste, al pensar que nunca había experimentado algo “adolescente”.
Sentí que estaba sufriendo un pequeño ataque de ansiedad, quería tomar el
aire, pensar en las bonitas cualidades que tengo (como dijo mi psiquiatra).
-Blair, escucha atentamente; debes saber que puedes pasar por depresión,
ansiedad y derivados -hizo una pausa -. Si en algún momento sientes tus
pulmones pesados, que estás respirando con demasiada fuerza, que
escuchas los latidos de tu corazón en la gargante y que sientes que no vales
nada. Respira hondo, y espira. Cuenta hasta diez. Piensa todo lo guapa,
inteligente, amable y fuerte que eres. Has pasado por cosas totalmente
duras. Al cabo de unos minutos, notarás que estás respirando más
suavemente. Depende de la persona, por supuesto. Cada persona tiene un
ritmo, hay algunos que les cuesta más y hay otros que menos. Pero todos lo
vais a conseguir, ¿sí?
-Sí -le dije un poco más positiva.
Eso me lo quitó todo, absolutamente todo.
Estaba a punto de salir por la puerta, como ya sabéis, pero alguien me cogió
del brazo, cosa que hizo girarme soprendida y estrepitosamente.
-Blair -me gritó Cat; si no me hablaba fuerte, no se escucharía nada -. Ven,
que te voy a enseñar a los amigos de Matt. Están buenos, ¿ah?
-¿Quién es Matt? -pregunté curiosa -escucha, creo que tengo un pequeño
ataque de ansiedad, ya se me ha pasado pero quiero ir a tomar el aire un rato.
-Matt es el rubio que conocimos antes.
-Ah, ese. Bueno, me voy, luego entro.
Salí al patio trasero y aproveché para relajarme. Estaba más que dispuesta a
volver a mi esencia. Después de casi 5 años, tenía la certeza de que lo
conseguiría, poder ser yo misma. La chica que se reía hasta del chiste de la
zapatilla.
-¿Pero qué haces hablando con una zapatilla?
-Ahí pone “CONVERSE”.
Me sigo riendo de ese chiste.
Me recordó a las zapatillas que llevaba el chico del baño. Qué casualidad, ¿no?
Definitivamente, esa noche lo iba a dar todo.
¿Lo conseguiría?
Eso ya lo veríamos.

***

-¡¡¡¡Hey Blair!!!!
Estaba llegando al sofá donde se hallaban Cat y Derek junto con Matt -el
rubio según Cat -y un moreno y… espera, había otro que me estaba mirando
fijamente. Y entonces me di cuenta que ese es el que vi anteriormente con (la)
Elsa maleducada en la puerta del baño. Sí, era muy guapo. Muy muy guapo.
Tan guapo que respiré pesadamente. Luego moví la mirada hacia un chico
también muy guapo, era moreno y sus ojos de color miel. Ese que es entre
marrón y verde, que es el mismo que tengo yo. Vestía pijo, con un polo de
Polo -reprimí una risa -y unos vaqueros beige bastante estrechos.
Me los quedé mirando a los dos descaradamente (lo siento Matt por no
mirarte a ti), pero me percaté de que Cat me había llamado así que puse una
sonrisa, asintiendo.
-Hola.
-¡Estos son, Matt, -el rubio -que ya conoces! ¡Ese de ahí -me señaló al moreno
«otra vez señalando» -es Christian!, y él, -pasó a señalar al del baño -¡es Álex!
-No hace falta que grites tanto -reí.
Christian se levantó y dio unos pasos hacia mí.
-Encantado.
Retrocedí asustada, pero me abrazó y yo se lo correspondí, sorprendida.
-Es de España, y los españoles son muy de muestras de afectos, -Matt hizo un
gesto con las manos, que pillé enseguida -no te preocupes.
-JA-JA -no me hizo gracia.
-Yo te he visto antes, ¿no? -por enésima vez en la noche (no llevo la cuenta),
me sorprendí. No pensaba que Axel, creo que ha dicho, se acordara de mí.
-¿Eh?
-Que creo que te he visto antes.
-Ah, pues yo no.
-Claro, claro.
Cat cortó el silencio que se formó sonriendo un poco.
-¿Queréis beber?
-Una nada más -di una sonrisa de boca cerrada.
-Voy a por un vaso, ¿te vienes Blair? -me dijo Christian.
Los demás ni se inmutaron, estaban hablando animadamente los unos a los
otros.
Decidí acompañarle.
De camino a la cocina, se paró a saludar a algunas personas que se me
quedaron mirando, pero le resté importancia.
Me comentó que estaba también en último año y me contó cosas relacionadas
con los estudios.
-¿Qué quieres estudiar? -me preguntó despreocupadamente mientras echaba
un poco de cerveza en un vaso rojo. Los muy típicos vasos que se ven en las
películas americanas.
-La verdad, no tengo ni idea. ¿Tú?
-Criminólogo.
-Criminología, interesante.
-Lo es -me dio una sonrisa.
Cuando llegamos de nuevo al sofá, Axel estaba ausente. Pero me olvidé de él
cuando nos pasamos lo que quedó de fiesta charlando abiertamente sobre
cosas triviales y dando opiniones sobre algunos temas.
-Color favorito -dijo un Matt bastante contento. No llevábamos la cuenta de
las cervezas que habíamos ingerido.
Con que “una nada más”, ¿eh, Blair?
-¡El mío el morado! -canturreó Cat, quien nos iba ganando en ebriedad.
-El mío el amarillo -estaba empezando a tener sueño.
-Rosa for me -dijo Christian, quien hizo llamar la atención de algunos chicos
que pasaron riendo.
-¿Has visto a ese maricón? -le dijo a otro que asintió con la cabeza.
Sentí la impotencia en mí, y aunque solo lo conocía de hace un par de horas,
quise intervenir.
-¿Maricón por qué? ¿Qué tiene de malo que le guste el rosa? -hice una pausa
-. Ah claro, el rosa es un color “solo para chicas! -dije jocosa -. ¡Pues que
sepáis que no! ¡El color no tiene género, joder ya! -. Además, ¡¿y qué cojones
pasaría si fuera homosexual?!
Un mogollón de gente se giró para ver qué estaba pasando. Pensaba que
dirían algo, pero avergonzados, se fueron por donde vinieron.
-¿Qué miráis? -gritó Derek.
Se escucharon murmullos y gente diciendo que nada repetidamente.
-Ole esa Blair -Cat me aplaudió -. Así se hace nena.
-Me sacan de mis casillas, los tenía que dejar en su sitio y punto pelota.
-Odio esta sociedad -comentó Christian tristemente -de pequeño se metían
conmigo por eso. ¿Qué pasaría si fuera gay? Que en realidad no lo soy pero… -
aclaró rápidamente.
Aquí hay gato encerrado»
-Pues no lo entiendo. Sé que es difícil, pero intenta ignorarlos.
-Al fin y al cabo, me acabé acostumbrando.
Hablamos un poco más de este tema, y enseguida me veía subida en el coche
de vuelta a casa.
Me lo he pasado bien.
Me lo he pasado genial.
Eso es un avance.
Cuando nos íbamos, agendamos nuestros números. Nos cayeron genial.
-Buena noche, ¿a que sí?
-Sí, hacía mucho tiempo que no salía así -le dije a Derek, quien conducía (se
había tomado solo una cerveza) –os quiero mucho. Gracias por esto.
Cat, quien estaba durmiendo la mona, se tiró un pedo. Ambos nos
empezamos a reír a carcajadas.
-Vaya tufo a dejado, ¿eh o no? -me reí mientras bajábamos las ventanillas del
coche. De repente, recordé lo que pasó antes de entrar a la fiesta -¿no tienes
nada que decirme?
-¿Eh? -preguntó frunciendo el ceño, confundido.
-Sobre Cat -se puso rojo enseguida.
-No sé de qué estás hablando.
-Los dos sabemos de qué estoy hablando.
-Shhh, se va a despertar. Ya hablaremos de esto.
-Eso espero.
-¿Tanto se me nota?
-Tampoco tanto, me he dado cuenta hoy.
-Hace más de una semana que no nos veíamos -puso los ojos en blanco.
-Es verdad -reí como una tonta.
Cuando llegué a casa, mi madre -la que también accedió a dejarme ir a la
fiesta -estaba dormida (eso creo) -por ello, subí a mi habitación, y me cambié.
Suspiré, tranquilamente. Estaba muy feliz por fin estar notando la diferencia,
que no es poco.
Me puse el pijama , me lavé los dientes y hice pis y caca. Un completo. Si
había renovado pensamientos, tenía que renovar fuerzas. Pero eso no hizo
cambiar mucho mi estado post-ebria, por lo que en cuanto tuve oportunidad,
me tumbé en mi mullida cama y dormí plácidamente.
Soñé en una chica que estaba renovándose a sí misma.
CAPÍTULO CUATRO
A lo largo de unas cuantas semanas, no hice nada realmente especial, aunque
salí un par de veces a comer con el trío de chicos y mis mejores amigos. En ese
momento descubrí sentirme feliz, una palabra no muy usada en mi historial.
También, descubrí que estaba empezando a sentirme como una adolescente
un poco sociable. Por cierto, el más amable era Christian y el más arrogante,
Álex -puse los ojos en blanco instintivamente-, aunque había que decir que
era el más bello. Ya era viernes, estaba cogiendo la bandeja para sentarme en
mi usual mesa con Cat y Derek. Tenía muchos trabajos que entregar, estaba
muy cansada. Siempre me preguntaré porqué tienen un sistema educativo tan
nefasto la mayoría de los países. Lo único que les importa es que escupamos
información en un examen, que además no da tiempo hacerlo en una sesión
de lo largo que es. Por ello, en mis ojos se acentuaban unas grandes ojeras que
daban la impresión de que estuvieran hechas aposta, con sombra de ojos. No
era mi mejor semana, pero mentalmente estaba mejorando mucho en los
aspectos de positividad y fortaleza.
Cuando me senté en la mesa con ellos dos, Cat estaba diciendo algo del
sábado que no escuché demasiado bien.
-Hola, ¿qué habláis?
-Me ha llamado Christian, diciendo si queríamos quedar el sábado con ellos,
os parece bien, ¿no? Ya le he dicho que sí; así salimos más veces. Quiere que
vayamos los seis al cine. Ay, que guay. No me digas que no, Blair. Derek ya me
ha dicho que sí, lo pasaremos de…
-Sí, está bien, Cat, iremos. Fueron majos, así que porqué no.
-¡Oh! ¿Es enserio? ¿Blair ha aceptado a la primera? Esto lo vamos a
enmarcar, ¿a que sí, Derek?
-Sí -dijo sin mucha convicción.
-¿Qué tal los exámenes? -les pregunté cambiando de tema.
-Como siempre -musitó Derek bostezando y pegando un bufido.
-¿Cuántos ceros llevas ya? -Cat se empezó a reír.
-No llevo ni la cuenta.
-Este año es el último, esfuérzate un poquito, o te veo en la calle -le advertí de
broma.
-Ya verás cómo me voy a poner las pilas.
-Eso lo dices siempre -puse los ojos en blanco.
-Lo que tú digas -dijo y Cat y yo negamos con la cabeza.
-Pues yo estoy sacando notables.
-Eso está mejor -comenté orgullosa de ella.
-Pero me está costando, no sé cómo puedes ser tan lista y a la vez tan muermo
-rió -, no estudias absolutamente nada.
-Tengo mucha memoria. Y, oye, al menos yo atiendo en clase. No estoy
jugando -miré a Derek -a consolas -miré a Cat -ni haciéndome fotos cada
segundo -puse por enésima vez los ojos en blanco.
Siempre he sido muy inteligente y constante. He sacado toda mi vida notazas,
hasta el día de hoy. Y no os creáis lo que dijo. SIEMPRE HE ESTUDIADO.
Qué manía con que la gente diga lo contrario.
-¿Cómo quieres, entonces, que gane seguidores?
-Y a mí que me cuentas, Cat.
-Es que la señora lista dice que no presto atención en clase, que tengo que
mejorar -me imitó y luego empezó a desternillarse.
-Déjalo, déjalo -miré a Derek -. ¿Tú qué? Comiendo el bocadillo, que ni
pronuncias palabra. Se te ha comido la lengua el gato o qué, porque vamos.
-Ay calla ya. Se nota que estás recuperando tu sentido negro del humor que a
nadie le hace ni pizca de gracia -pronunció con la boca llena.
-¿¡No os hacen gracia los chistes y dichos que uso!?
-No
-Gracias, eh.
-A mí sí, Blairsíta -dijo Cat aguantando la risa.
-¡No me llames así, maldición!

***
Era sábado, tenía ganas de salir un rato y divertirme. Cat y Derek pasarían a
recogerme sobre las cinco de la tarde. Sinceramente, a mamá se le veía más
iluminada, y eso me estaba poniendo de mejor humor. Estoy bastante feliz
últimamente…
Quise vestirme un poco más mona que la vez pasada, por lo tanto, me puse
unos leggings de polipiel negros y un top corto blanco.
Creo que era la primera vez que me ponía más guapa en mucho tiempo…
Me tomé mi tiempo en rizarme el pelo con espuma y secármelo con el difusor
mientras escuchaba “Fine Line” de Harry Styles. De verdad, tengo adicción a
la música indie; unas de mis favoritas eran “Why’d you only call me when
you’re high” de Arctic Monkeys y “Do I wanna know” del susodicho.
Cuando estaba atándome el cordón de mis zapatillas, me llegó un mensaje de
Cat, de que ya estaban fuera. Indecisa, finalmente me puse un jersey por
encima y un abrigo, cogí el bolso y salí pitando a la intemperie. Por supuesto,
no sin antes de decirle adiós a mamá, que sino se enfada.
-¡Hola chicos! -les saludé entrando al coche -¿Cómo os va la vida?
-De puta madre -dijo Cat, y yo, ilusa, abrí los ojos al escuchar tal palabrota.
Pareció darse cuenta, porque me recordó:
-Tu vocabulario no es que sea muy ameno tampoco -puso los ojos en blanco
mientras reía.
Estuvimos todo el trayecto al cine hablando de lo que habíamos hecho estos
días, hasta que me enfadé un poco, porque ellos me dijeron que iban a elegir
una película que nos gustara a los seis. Se suponía que la elegiríamos peli
cuando estuviéramos allí…
-¿No podemos cambiar?
-Es que creo que las entradas ya están asignadas a esa película…
-Pues menuda mierda.
-La que decía de las palabrotas…
-No quiero ver una peli de miedo. Punto y final. No quiero, no me gustan.
Joder, es que me dan miedo…
-¿Nos quedamos a verla y si tienes mucho miedo nos salimos? -sugirió Derek.
-¿Hay otra opción? No. Pues ajo y agua -puse los ojos en blanco, fastidiada.
Llegamos al cine pocos minutos después. Estaba desértico, literalmente. No
había nadie, exceptuando un grupo de tres chicos que enseguida conocí. Creo
que fue porque llegamos un pelín tarde. Solo un pelín.
-Hola chicos, creo que la peli ya ha empezado, ¡¡vamos, corred!! -dijo Matt
emitiendo una risotada.
Nos saludamos respectivamente con un asentimiento de cabezas, menos
Christian, que nos abrazó a los tres animosamente por su cultura española.
Fuimos andando como en Fast & Furious. Pasamos por unas quince salas. Los
pasillos estaban desiertos y bastante limpios, quitando de algunas palomitas y
lo que parecía un poco de Coca-Cola en los suelos, que seguramente se habría
ramado. Eran negros y amplios, y por cada zancada que dábamos,
encontrábamos la portada de una película en una especie de pantalla digital.
La que nosotros íbamos a ver se llamaba “La maldición”, que no tenía buena
pinta. Pero no me quejé hasta más tarde.
Nos sentamos consecutivamente, Matt, Derek, Cat, y yo entre Christian y Álex
(me dijeron que se llamaba así en vez de Axel).
Mis acompañantes de los lados parecían pasárselo bien, riéndose cada vez que
les apretaba la mano, o cuando ponía una cara asustada.
-¿De qué os reís? -gruñí.
-De nada, de nada -dijo rápidamente Álex.
Al cabo de un rato, las escenas se volvieron más gore y tenebrosas, así que me
levanté de mi asiento, y les miré. Álex parecía distraído y aburrido, por ello, le
dije:
-Me voy fuera hasta que acabe, paso de estar aquí, no me gusta, ¿te vienes?
Al decirlo me arrepentí completamente. ¿Para qué lo he llamado si no me
llevo mucho con él? <Porque te aburrirías sola> me dijo la conciencia. Pero
podría haber llamado a Christian, que para eso lo conozco más. <Ya lo has
llamado, no puedes hacer nada. Además, pobre Christian, que está atento a la
peli>.
-Sí, venga vamos.
Caminamos hacia la salida tranquilamente. No sé porqué, pero estaba un
poco nerviosa por estar a solas con él. Es guapo. Muy guapo. A lo largo de la
vida no he tenido tal compañero. Guiño, guiño.
Se apoyó en la pared, poniendo el pie en ella, y se encendió un cigarrillo. Él
fuma. Igual que yo. No lo he dicho. Poca gente lo sabe. Qué más daba que lo
supiera él.
-¿Me das uno? -le pregunté con una sonrisa inocente.
-Ah, ¿tú fumas? -frunció el ceño y me miró con curiosidad.
-Sí, ¿qué pasa?
-Nada -lo sacó y me lo dio.
Me lo puse en la boca y él se acercó. Olía a fragancia masculina, su olor me
hizo ponerme tensa. Olía demasiado bien, enserio. Nunca había sentido tal
olor, y no sabía con certeza qué podría ser... Sacó el mechero y me lo
encendió. El cigarrillo, digo.
-Cuando tenía ansiedad fumaba -dije con un deje de voz, no me sentía bien
hablando de eso, pero tenía que mejorarlo -. Y ya sabes, el tabaco te
engancha…
-Sí, lo sé -dijo emitiendo una risotada -. Yo también empecé a fumar por eso.
Ya sabes, el tabaco te engancha -repitió burlón.
-Pero yo lo estoy dejando.
-Yo no -me dedicó una sonrisa ladeada.
Nos quedamos en silencio, fumando. Dándole caladas a los cigarros. Era un
silencio cómodo. Aunque habíamos hablado como mucho cinco veces, se
estaba a gusto.
-¿Y cómo es que te conocí? ¿eres de la zona?
-Sí, vivo por aquí cerquita -le respondí –nos sentamos en el mismo sofá que
Matt, el otro día en la fiesta, y ahora, mira por donde, amigos para siempre -
soltamos unas carcajadas.
-Blair, ¿no?
-¿Eh…?
-Que te llamas Blair, ¿o no?
-Sí, sí -le dije -no sabía lo que querías decir.
-Yo soy Álex para los amigos, pero mi nombre real es Alejandro.
-¡Anda, no lo sabía!
-Un dato curioso, seguro que te pensabas que me llamaba Abelardo, ¿a qué sí?
-nos desternillamos los dos.
-Pues sabes qué, pensaba que…
Y continuamos hablando hasta que salieron los demás. Bueno, Cat vino un
poco antes que los otros, porque dijo, que casi se muere del susto que le pegó
la protagonista.
Después, fuimos a un restaurante de carretera. Cada uno fue con el coche con
el que llegó al cine. Y yo, que hice muchas migas con Álex, me senté junto a él
y hablamos animadamente. Es agradable…
<y que también está bueno, no te jode> Ay, calla ya, conciencia.
La camarera llegó, y todos menos Álex y yo, pidieron.
-Yo quiero, una pizza pequeña cuatro quesos. Y agua.
Álex me miró y esbozó una pequeña sonrisa.
-Uy, mira qué casualidad, yo iba a pedir lo mismo… ¿quieres que pidamos una
más grande para los dos y la compartamos?
-Eh… sí claro…
-Pues que así sea. Y ponme una cerveza, por favor.
-¿Algo más? -nos miró a todos -Pues ya estaría.
Se fue y continuamos charlando y riendo todos juntos. No sé porqué, pero al
principio no me habían causado una buena impresión, pero son súper
simpáticos. Sentía que estábamos empezando a entablar una bonita amistad
los seis juntos, y eso era genial. Cuantos más mejor ¿no?
Cuando llegaron las pizzas, me encontraba charlando con Christian, que
estaba a mi lado. Álex me dijo que quemaba, por eso estuvimos esperando
hasta que fuera apetecible.
Parecía que éramos una pareja, porque estábamos comiendo de la misma
pizza, pero en realidad éramos amigos, si se podía decir así porque habíamos
salido unas cuatro veces...
Nos estábamos riendo por cosas que decía Cat o chistes que Matt contaba. Me
lo pasé genial, mucho mejor que en la fiesta. Y eso que en la fiesta me divertí
mucho.
-Después de cenar vamos a ir a mi casa, ¿queréis venir vosotros también? Por
mí encantado -dijo Christian despreocupadamente.
-Yo no sé si… -empecé a decir.
-Nos encantaría. Sí, sí, sin problemas -dijo la tonta de amiga cortándome y
riéndose nerviosamente.
Puse los ojos en blanco.
-Se lo tengo que preguntar a mi madre, aunque seguro que me deja, si casi
nunca salgo -me percaté de lo que dije -. Ohm… quiero decir, que siempre
salgo, pero…
-Tranquila, lo hemos pillado. Siem-pre sa-les -ironizó Álex, lo que hizo que
casi me atragantara de la sorpresa.
-Pero qué me estás contando -bufé -pero si siempre salgo por ahí…
-Dejadlo ya.
-Tú no te metas, Derek -le miré acusatoriamente.
-Venga vayámonos ya -dijo Christian.
Todos se estaban levantando (ya habíamos pagado) pero les dije que no
tuvieran tanta prisa, que tenía que llamar a mi madre…
-Lo que os decía -Álex bufó y me apresuré a seguirles para llegar a donde
estaban.
De camino a la casa de Christian, Cat, Derek y yo intentamos entablar una
conversación, pero… empezaron a cantar la canción que sonaba en la radio.
Les pregunté por el nombre: “Little Dark Age”. ¿Vosotros podéis leer si a tu
lado hay gente cantando? Lo peor es que cantan como ogros…
Recordé haber venido por este camino a la fiesta del otro día… Por cierto, si os
preguntáis por Rose…, ni nos vio en la fiesta de lo ciega que estaba. Pasaba de
acercarme a ella y saludarle cuando se estaba restregando a un tío a
centímetros de mí. Ya la saludaré otro día.
Una vez aparcamos justo delante del coche de Álex -me lo dijo en la cena -,
ellos ya estaban entrando en una rústica y acogedora casa muy hogareña, que
estaba rodeada por unos pocos árboles y un no muy extenso césped, de modo
que nos apuramos hasta caminar junto a ellos. Estaban hablando de algo de
una fiesta -cuantas fiestas… -.
-¡Chicos, no vayais tan rápido! ¡Ay… que me caigo! -casi se cae de bruces. Me
empecé a reir desconsoladamente de Cat mientras le ayudaba a levantarse.
-Gracias a todos por las risas, ¡yo no veo dónde está la gracia!
Al entra a la casa, me quedé con la boca abierta. Por fuera era rústica, por
dentro era moderna. Era minimalista. Literalmente, todo. Y tenía pinta de
que cada mueble costara una furtuna.
-Yo no sabía que eras rico, Chris.
-¿Chris? ¿enserio Chris? -se empezó a reir mientras todos se alejaban al
interior de la casa.
-¿Ahora a todos los llamas por apodos, Blair? -no me di cuenta de que Álex
estaba a mi lado, sentí su aliento hacerme cosquillas al oído.
Me incliné y le susurré en voz baja:
-¿Quieres que te apode, Alejandro? -remarqué la última palabra.
Él hizo un ademán de abrir la boca pero la cerró y me dedicó una sonrisa de
lado.
-Alejandro. Me gusta… Así me llama mi família.
-Anda pues. Venga vamos, que estos ya se han ido.
No quería estar a solas con él, irradiaba ese aire por el que cualquier chica se
desmayaría. Pero, se veía tan tranquilo… como si no supiera el efecto que nos
hacía a todas…
-¿Por qué?
-Ehh… po-porque… es que los demás ya se han ido -señalé la puerta por la
que habían entrado. En mi defensa tengo que decir que no estaba señalando a
nadie, era una puerta.
-¿Te pongo nerviosa? -sonrisa arrogante…
-Pero ¿qué dices? No. Qué va.
-¿Qué va?
Se acercó ¡más! a mí. Ay, ay, ay. Preparme la tumba que me desmayo.
AHHHH. ¿Me acababa de colocar un mechón de pelo o estoy soñando? No.
Estoy. Soñando.
Cerré las piernas como si fuera a controlar mis emociones y le dediqué una
mirada de pocos amigos, para que dejara de tontear de esa manera conmigo.
Lo único que quería es que me besara en los labios. No es mucho pedir, ¿o sí?
Se alejó unos pasos y lo observé con una ceja enarcada.
-¿Ves cómo sí te pongo nerviosa? -me preguntó haciendo énfasis en la tercera
palabra.
-No sé de qué me estás hablando.
-Bueno, yo sí lo sé. Venga vamos -colocó una mano sobre mi espalda y me
condució al salón.
No sé qué decir. Estoy aturdida. Aturdida realmente… Flashbacks del pasado
vienen a mi mente de mis últimas sesiones de sexo. Tuve sexo, sin más. Para
escaparme de esta vida de mierda que tengo. La última vez que lo hice fue
hace dos meses y no me acuerdo ni con quién. Creo que se llamaba Ander o
algo así pero mi cabeza no puede acordarse de todo. Y no es que esté orgullosa
del pasado que he vivido. Literalmente no estoy orgullosa de nada, y menos
de eso. Lo hacía como si de comer -comida -se tratase. Estaba furiosa con mi
vida y mi pasado, y esa era mi manera de no pensar. Pero repito, no estoy
orgullosa, ¿vale?
-¿…tanto, Blair?
-¿Eh?
-Porque le he acompañado al baño, que no sabía dónde estaba -Álex me miró
con una sonrisa malévola en los labios.
-Ah, sí claro. Me estaba esperando fuera -hice énfasis en la última palabra y
nos sentamos junto a los demás, que ya estaban bebiendo lo que parecía ron
como si de agua se tratara. Negué con la cabeza sonriendo mientras Matt me
ponía un vaso.
Inspeccioné la sala con mis ojos. Y tengo que admitir que me sorprendí
bastante. No me había fijado en el tamaño hasta ahora. Por si no os hacéis
una idea, era el salón más grande en el que había estado nunca. Las paredes -
como supongo que todas las de la casa -eran blancas, y los sofás, negros. Una
tele de lo que parecían cien mil pulgadas, colgada en la pared estaba. Cuadros
de paisajes y modelos de marcas famosas estaban alrededor de ella. Y había
una gran -sí, gran -mesita de café, donde estaban apoyados los vasos y las
bebidas. El salón tenía cuatro grandes puertas; por la que habíamos entrado,
dos que no sé donde llevaban y una transparente de cristal que supongo que
llevarían al gran jardín que se visualizaba a través de mis ojos. El salón
también tenía unas escaleras robustas de mármol que conducían a la planta
superior.
¿Cómo era posible que fuera tan rico?
Los padres nena. Muy raro que viva solo en esta casaca.
Nos pasamos toda la noche hablando y bebiendo animadamente. Cada vez
más animadamente. Guiño, guiño. La verdad, no sé porqué -sí sabes porqué -
estuve todo el rato pendiente en estar cerca de Álex. Era grata compañía y a él
no parecía molestarle que estuviera hablando con él. Después me puse a
hablar con Matt, que era un buen chico, aunque nos dijo que anoche había
estado con una chica y anteayer con otra. Mujeriego. Igual que yo, que era
hombreriega, pero estoy cambiando. Él me ha comentado que tampoco le
gusta mucho ser así pero es como es.
“No es que no me guste, es que no lo veo justo por si alguna se pilla. Me estoy
planteando cambiar. Es lo que debería, pero es como fumar aunque no lo
parezca. Cuesta bastante.” Christian nos contó esa noche.
A mí no me costó mucho. Será depende de la persona, supongo.
Los tres mosqueteros y Cat, salieron a fumar y en ese momento exacto, me
acerqué a Derek, quien estaba taponando y destaponando su botella de agua
constantemente, y le empecé a sacar todo de dentro.
-Tssss, oye -susurré.
-¿Qué pasa, Blair? -me siguió el rollo.
-Cuéntamelo todo.
Le guiñé un ojo y empezó, tras un silencio nervioso, a contarmelo todo con
pelos y señales.
-Nos conocimos en el cumple de Sam, los tres juntos, ¿recuerdas? -asentí -. El
caso es que yo fui el primero en empezar la amistad. Me acerqué a ella y le
pregunté de qué conocía al cumpleañero -hizo una pausa, suspirando con
nostalgia, y continúo -y empezamos a hablar. Más tarde, Cat te vio sentada en
una silla mirando el vaso, y me dijo que probablemente habrías ido por
obligación -le corté.
-Sí lo hice por obligación -reí dándole un trago a mi cerveza.
-Finalmente nos juntamos los tres. Te prometo que desde que la vi me
empezó a gustar pero ella no se da cuenta y soy un vergonzoso de mierda. No
sé qué hacer -se tapó con las manos su cara, decepcionado consigo mismo,
cuando de repente me giré hacia atrás ya que había escuchado un ruido sordo
y vi a Cat con la boca abierta, mirándonos, sorprendida.
CAPÍTULO CINCO
Enseguida, le pegué con el codo a mi compañero de vida, y levantó la cabeza.
Derek vio a Cat y se levantó, estupefacto, y fue a lo que creo que era un baño
antes nombrado por Christian.
-Eh… no es lo que… estábamos hablando de… -no sabía qué decir, sólo podía
ver la sorprendida cara de Cat.
-¿Derek? Guau, no me lo esperaba -tras unos segundos relajó un poco la
expresión y me dio una sonrisa de boca cerrada -. A mí…
-No hace falta que digas nada -le aseguré, asustada.
-Me… Derek también me gusta.
No solíamos contarnos “secretos” o cosas de ese estilo pero para todo hay una
primera vez, ¿no?
Casual.
Literalmente, en ese momento estaba flipando en colores.
Abrí la boca para hablar, pero no me salían las palabras, estaba patidifusa. Es
que no me lo esperaba, para nada. O sea, el típico cliché de tres amigos y que
dos se enamoren, nunca lo hubiera imaginado. Lo peor de todo es que era yo
la que quedaba fuera…
>>Estoy flipando, Blair. Yo no me había hecho la idea de poderle gustar a él.
No sé, ahora mismo necesito ser consciente de lo que acabo de escuchar.
Eso era la típica indirecta para que me fuera. Di unos pasos a la salida y vi que
estaban los tres pegados a la puerta con las manos en las orejas. Nada más me
vieron, hicieron como que estaban hablando y se colocaron en la pared.
-…y por eso me gusta el helado -terminó Matt, a lo que le enarqué una ceja.
-Literalmente con la oreja puesta -negué con la cabeza sonriendo.
Christian, entendió enseguida que me había salido por un motivo, no por
gusto, así que intervino y yo le dediqué una sonrisa de agradecimiento:
-¿Queréis que vayamos a la habitación de invitados un rato? -empezó
mirándome -. Podemos ver una peli o jugar a un juego…
Asentí con la cabeza y fuimos a la habitación.
En realidad, no bebimos una cosa exagerada esa noche, por lo tanto no
estábamos borrachos. O igual sí que bebimos, pero como pasó lo de Cat y
Derek, ya no tenía mucho de ebría. Y menos mal…, si llegamos a estar
borrachos, esto sería un descontrol.
Christian nos condujo a una habitación muy grande y acogedora de color
blanco, que hacía contraste con algunas plantas -creo que falsas -de
decoración que permanecían en algunas estanterias del mismo color. Había
un gran sofá, más grande que el de mi casa, en el cual nos sentamos. En
frente, había una enorme televisión colgada de la pared, que le daba un toque
formal al cuarto. En el otro lado, había una pequeña casita, en la que me
asomé, y vi que había un perro de agua americano marroncito, que era súper
cuqui. Me daban ganas de acercar la mano y acariciarlo, pero como estaba
dormido, no lo quise molestar.
-Christian, no sabía que tenías un perrito, ¿cómo se llama?
-Es hembra -recalcó -y su nombre es Marge, como la de Los Simpson -me
sonrió, orgulloso de su perra.
-Ya verás como hacemos buenas migas.
Llevaríamos unos 15 minutos de la película “Déjame Salir”, que empezamos a
ver después de la anterior charla, cuando Álex, que estaba a mi lado, me pasó
un brazo por la espalda. No estaba chillando porque no podía. Se sentía
hogareño y acogedor, cosa que me puso de los nervios. Ahí pude oler otra vez
su colonia, que profanaba pasión. De verdad, o sea, es que olía… uf… juraría
que me calenté solo olfateándola.
Finalmente, je, me acurruqué más a él y pude hasta sentir una tierna sonrisa
danzando en sus labios que yo misma compartí.
<<Menudo picaflor está hecho>>, pensé. Pero a mí, Blair Maria Anderson
Johns (ya sé que mi nombre de pila es extralargo, bufé internamente), me
chiflaba que fuera de ese modo conmigo. A quién no le gustaba que un tío
mono te pusiera un brazo por encima. Y de plus que huela bien. Ni en
cincuenta vidas. Ni en cincuenta.
Pero él no me gustaba, ¿eh? Si esto fuera un libro estoy segura de que no se lo
creerian. Pero era verdad que no me gustaba… ¿o sí? Esa pregunta invadió mi
mente completamente. Me obligué a disiparla, pero aparecía constantemente.
-Un poco aburrida, ¿no crees, Blair? -una voz rasposa se acercó a mi oído.
Podía hasta sentir el impacto de sus labios rozando mi oreja.
-Un poco, sí -me acurruqué más a él.
Ya era tarde en ese entonces, y hice lo posible para no quedarme dormida
durante la película, pero cuando ya estaba finalizando, me dormí en unos
fornidos brazos.
Y diréis, ¿y tu madre?
Ya veríamos la que me caería al llegar a casa.
Esa noche, soñé… soñé con un chico pelinegro de ojos azules…

***

Unas voces se escucharon en rededor. Bostezando abierta y ruidosamente,


salí de la cama. En contra de mi voluntad, eh. Habían mirándome cinco pares
de ojos, no me gusta ser el centro de atención. Como ya habrás podido
observar. Salí de la cama y en vez del típico <<buenos días>> o <<¿has
dormido bien?>>, incluso <<ay, cuán dormilón/a estás hecho>>, les
pregunté por qué me estaban mirando como si durante la noche hubiera
asesinado a alguien y yaciera a mi costado. Puse los ojos en blanco al pensar
en ello.
-Llevamos media hora intentando despertarte -aseguró Matt, con unas ojeras
bastante relevantes.
-Uy, ¿y para qué lo habéis intentado?
-Tu móvil, Blair, ha estado sonando bastante tiempo hasta que se descargó -
me contesto Álex enarcando una ceja -. Anoche garantizabas que ya no
estabas ebria, pero bien que te ha pegado la resaca. Pensábamos que estabas
muerta; ni se te escuchaba la respiración. Posdata: son las once de la maldita
mañana.
Ahí, en ese instante, empecé a notar un dolor muy fuerte en la cabeza y estaba
notablemente afónica. Hacía un par de meses que no bebía casi, no recordaba
este gran dolor.
-Y… -Cat carraspeó -tengo… ehmm… tenemos que contarte algo -se corrigió
mirando a Derek.
Junté las cejas cuando vi que alzaba la mano, preparada para atizarle una
bofetada al susodicho. Pero entonces, visualicé cómo, en realidad, se la
colocaba suavemente en el hombro.
Boquiabierta y como una fangirl de One Direction, me dirigí hacia ellos con
una amplia sonrisa.
-¿Es ahora cuando nos tenemos que marchar? -preguntó Christian.
Ambos asintieron con la cabeza.
-Oye, pero es que es mi casa -se quejó el mismo, resignado.
-Oye, pero es que es nuestro problema -burló la rubia -venga va, quedaos -
terminó cediendo.
Matt lucía temoroso y confundido, pero le resté importancia cuando mis
mejores amigos a la vez dijeron (aunque cada uno dijo lo que le pareció):
-Estamos juntos -afirmó Derek.
-Estaremos saliendo hasta que la muerte nos separe -declaró a la misma vez -.
¡¿Qué separe ni qué leches?! Estaremos saliendo hasta el infinito y más allá.
Somos el uno para el otro. Carne y uña. Uña y carne. Izquierda y derecha.
Arriba y abajo. Dos medias naranjas… ay… -suspiró -. ¿Qué haría yo sin ti,
Derek Edward, qué haría yo sin ti? -exclamó dramáticamente.
Todos se echaron a carcajadas pero reparé en que la que era uña de mi carne,
esperaba una respuesta del (que parecía haber sido un) poema anterior.
-¿Me hago la sorprendida o no? -dije tranquilamente. Aunque no pensé, que
de la noche a la mañana literalmente fueran a ser pareja. Pero me agradó
mucho la idea de que fueran sentimientos correspondidos.
-¡Pues claro que tienes que hacerte la sorprendida! -me riñó Derek -. Aunque
con los demás ya, nos sobra, je je.
Los otros tres, ya fuera de órbita, permanecían de pie claramente
sorprendidos. Sobre todo Matt, que parecía que estuviera resolviendo la más
díficil operación matemática (quizá era dos más dos).
-¿Tan raro es? -silencio – Me lo tomaré como un sí, ja ja -otra vez la risita
nerviosa -. Cambiemos de tema, ¿se va a enfadar tu madre, muchacha?
Levanté la cabeza hacia ella. Se ve que la tenía agachada (¡no penséis mal!),
algo a lo que yo misma no me había dado cuenta.
-Pues no lo sé, sinceramente.
-Yo me quedo con Blair, intentando convencer a su madre de que el móvil se
le quedó sin bateria.
Lo que dijo Álex, hizo que todos movieran su culo y se dirigieran al salón. Me
ausenté, a lavarme los dientes con el cepillo que me anoche me ofreció
Christian. Realmente, me parece surrealista que me quedara a dormir a casa
de unos amigos, a los que vi cuatro veces como mucho. Pero ¿sabes qué? Me
transmitieron la confianza y amabilidad, que no vi en mucha gente con la que
estuve mucho tiempo. Siendo claros, me quedé por la borrachera pero, oye,
estaba muy alegre y positiva. Todo estaba comenzando de nuevo. Ole por mí y
que le jodan a mi desgraciado pasado.
En el momento el cual salí del aseo, vi a Álex sentado en la cama con una
expresión serena. Guau. ¿Siempre ha sido así de guapo? No sé, pero cada vez
lo parecía más.
Yacía tan limpio, tan apetecible, tan… *inserte verbo calentito*.
-Johns, he puesto tu teléfono a cargar. Siéntate aquí -murmuró dando unas
palmaditas en el amplio colchón.
Fui a sentarme a su costado cuando advertí que no me había llamado por mi
nombre sino por mi apellido; el segundo apellido. Me paré en seco y lo miré
frunciendo el ceño, el pelinegro me miraba, sonrojado.
-¿Cómo que <<Johns>>? -inquirí.
-¿Eh? ¿De qué estás hablando?
-Johns, mi apellido. ¿Cómo es que te lo sabes?
Hizo una pausa y sonrió, divertido.
-Tu madre y mi madre trabajan juntas -jocoso, susurró -: Sé mucho sobre ti.
Ni te imaginas cuánto.
-¿Ah, sí? Pues demuéstrame lo que sabes sobre mí.
-Tu nombre es Blair Maria Anderson Johns. Eres del año 2002, ¿a que sí? -
asentí, sorprendida -Eres la vecina de mi tía, Claire. Vives cerca del “The
Spar” al norte de Tacoma. Tus notas son muy considerables y… -carcajeó -no
eres nada sociable aunque me digas que sí.
-¿Qué? -la mandíbula por poco tocaba el suelo.
-¿Asombrada?
-¿Quién te ha dicho todo eso de mí? ¿y por qué no me lo habías dicho antes? -
es que estupefacta se quedaba corto. Si todo eso había llegado a oídos de Álex
por boca de mi madre, se iba a enterar. ¿Cómo se le había ocurrido ir diciendo
cosas de mí por dondequiera que vaya? Ojo, que mi curriculum, el mismo
chico frente a mí podría escribirlo sin ningún inconveniente.
-¿Importa, Johns?
-¡Sí importa y deja de llamarme Johns!
Cogí el móvil que se hallaba en la mesita y salí de la habitación. No, no y no.
No me gusta no tener la situación controlada. ¿Y si mi madre le había contado
algo más privado? ¿Y si le había contado <<eso>>?
Pasé de largo el salón donde estaban la parejita charlando con los otros dos
chavales y salí al jardín. Era muy grande, muy grande, créeme. Me senté en
una silla de piedra que estaba junto un par más y una mesa robusta. Escuché
unos pasos de perro y ¡mira por dónde! Marge apareció, moviendo la lengua y
la cola, amigable. Me dejó tocarla suavemente, viendo como disfrutaba el
contacto. Me encantan los perros pero a mi madre; no. Nunca he llegado a
tener ningún animal. Siendo honesta, tuve uno, pero era demasiado grande.
Lo recordé, sacando el dedo del medio al cielo.
Dejé de acariciar a la perra para ponerme manos a la obra. Era mi
oportunidad de llamarla porque estaba sola sin jaleo por en medio.
Cuando encendí el móvil, empezó a vibrar y no paraba. Parecía que la
vibración no se fuera a acabar nunca. Marqué el número y antes del segundo
tono me respondió:
-¡Blair Maria! -gritó; tuve que alejarme el teléfono de la oreja -¡¿Se puede
saber dónde has estado toda la noche y por qué no me has contestado a
ninguna de las llamadas?!
Iba a responderle pero no me dejó, prosiguió hablando, bajando un poco el
tono de voz.
>>Tienes que entenderme. ¿Y si te ha sucedido algo? ¿Qué hago yo? Procura
que sea la última vez que me haces esto.
-Mamá, te hubiera contestado -le aseguré verídicamente -. De veras que sí.
-¿Dónde estás? -inquirió.
-Eh… En casa de unos amigos con Derek y Cat. Luego te digo quiénes son
esos.
-Luego no, bonita. Vienes a casa ya. Estás castigada sin salir durante dos días.
-¿Solo dos días? -sonreí abiertamente.
-Ay… -suspiró –No sales mucho, así que… que no vuelva a suceder y ya.
¿Entendido?
-Gracias mamá. Eres la mejor.
-Hasta luego.
Antes de cortar la línea me recordó:
-Pero sigues castigada. Dos. Días. ¿Eh?
-Que sí.
Cortamos la línea y, sinceramente, me pareció un castigo leve. Pero no lo
sabía porque en mi vida habría salido diez veces sola como mucho.
Deambulé por el jardín, dejando que el aire meciera mi pelo. Se sentía bien.
Se sentía mejor que si me hubiera castigado durante todo el mes…
Me la pasé jugando con la perra de agua, lanzándole una pelota que había por
allí y se la veía feliz. Me parece que los perros tienen similares características
de las personas. Podemos perfectamente saber si están tristes, enfadados,
alegres, cansados. Así que, en ese instanté una pregunta vino a mi mente.
“¿Cómo me ven los demás?”. Soy muy insegura, si alguien me insulta o dice
algo malo hacia/sobre mí, me lo tomo muy enserio y no puedo dejar de darle
vueltas. ¿Y si no le gusto a la gente psicológicamente? ¿y si me ven aburrida,
como que no tengo brillo? Ese brillo característico que leemos en la mayoría
de los libros? ¿y si no? ¿y si…? ¿pero y si sí? Despreocupadamente pensando
me hallaba, con ganas de conocer la anatomía humana, conocernos a nosotros
mismos. Saber quiénes somos. También encontrar una manera de que los
comentarios de la gente cruel no nos afecten. Porque me afectan demasiado.
Tanto, que me quitan las ganas de vivir. Hacen que en vez de vivir, nuestra
vida esté pasando por delante de nuestras narices. Y me duele. Me duele
tanto, que una persona que no haya pasado por algo así no podrá sentirlo en
la vida.
Cinco minutos fue el tiempo que estuve cavilando y pensando. No podía estar
más tiempo, a no ser que quisiera que mamá me subiera el castigo. Ya
levantándome para ir de vuelta a casa, dislumbré una silueta mirándome, que
cada que me acercaba distinguía mejor. Álex. En carne y hueso. Prometo que
no habré visto a un chico más hermoso en mi vida. Su perfil parecía tallado
por el mismísimo Apolo. Sus facciones, más atractivas y no nacían, le daban
un aire sensual a su semblante. Mas si lo observabas, y te fijabas en sus
tejanos y su camisa blanca, en la cual visualicé un pequeño tatuaje en el flanco
derecho. ¡Qué guapo era! Que baje Dios y lo vea.
-Lo siento -me aproximé más a él, sintiéndome mal por lo ocurrido en el
cuarto.
-Lo siento, yo también -colocó sus brazos en su abdomen, acariciándolos
tranquilamente.
-Estaba nerviosa y… ya sabes -hice un movimiento con las manos -mis
cambios no son los mejores.
Hice una mueca y él sacó de su bolsillo un cigarrillo.
-Borrón y cuenta nueva -ladeó la cabeza dándome una sonrisa torcida.
Para mí, los hombres son más lindos si no tratan de ser algo que no son.
Deben de ser ellos mismos. Muchos prentenden hacerse los “chulos”, cosa que
es bastante usual a mis alrededores. Prefiero un chico que tenga esencia
propia, que sea simpático, divertido, leal…
Enseguida volvimos con los demás, les expliqué lo sucedido con mi madre,
evadiendo el castigo y pronto me veía despidiéndome de los demás, y
volviendo abruptamente a casa para que mi madre no lo alargara.
Cada día más feliz. Lo estaba superando. Y lo sabía.
Hablaría con la agradable mujer que tenía por madre para ir al psicólogo.
Podrían ser suposiciones mías o el efecto de los antidepresivos.
Pero realmente lo sentía. Lo sentía.
CAPÍTULO SEIS
Escuché mi nombre hacer eco por las cuatro paredes. Me hallaba en la sala de
espera del local. Había ido a la psicoterapia para que mi doctor pudiera ver
mis tantos progresos en tan solo un mes. Sí, ya estábamos empezando
diciembre. Esa época que la gente adoraba. Yo, ni fu ni fa. Era un buen
momento para pasar con la família. Pero, ¿y mi familia? ¿Dónde estaba mi
familia? Solo quedaba de ella una persona (la más importante de mi vida).
Amo mucho a mi madre. Pero las dos sabíamos que nos sentíamos solas…
Muy solas.
-Buenas tardes, Blair, ¿qué tal te encuentras? ¿Cómo lo has pasado en este
último mes?
-Buenas tardes, George. Me encuentro mucho mejor. Me estoy descubriendo
a mí misma, ¿sabe usted? . O mejor dicho estoy descubriendo a mi yo del
pasado. He salido más. Lo que no he salido nunca, lo he salido en este mes -
reí suavemente.
-Me alegro mucho de verdad. Y dime, ¿con qué personas has quedado?
Seguro que lo habréis pasado en grande.
-Ehm, con mis amigos de siempre y… -hice una pausa -con tres más que
conocí hace unas cuantas semanas.
-Eso está muy bien, cuantos más mejor.
Nos quedamos en silencio, él observándome, relajado. Suponía que estaba
pensando en su próxima jugada. Al fin y al cabo, tiene que averiguar mis
problemas. Aunque yo no me sentía a gusto contándolos.
-¿En qué cosas has pensado?
-En nada.
-Blair, ¿qué has pensado acerca de Will?
No, no, no. Ese nombre, no. Sencillamente, no puedo hablar de él. Después de
lo que nos hizo, o más bien le hizo a mi madre…
Pero ¿qué nos hizo?, me quedé en blanco.
-Nada -me tensé inmediatamente.
-¿Y has vuelto a dormir con…? -el sabio hombre suspiró, intentando que algo
saliera de mi boca.
Dormía cada noche con esas pesadillas que atormentaban a mi conciencia,
pero una vez me despertaba, no recordaba absolutamente nada.
-No.
-Blair, intenta recordar. ¿Cómo sucedió? ¿Qué dia fue?
Finalmente y por primera vez, me puse de pie empecé a chillar, escupiendo
con fuego mis sentimientos. Cómo realmente me sentía. Era como si estuviera
batallando contra mi trastorno, intentando sacarlo de mi cuerpo.
Lo que me sucedía era que con exactitud no recordaba lo sucedido. Mi
disociativo trastorno lo eliminaba de mi cabeza, sólo podía caer en cuenta de
cómo era yo después de lo sucedido. También recordaba que quien lo hizo fue
mi padre.
-¡No puedo! ¡No puedo! ¡Solo sé que mi padre le hizo una monstruosidad a mi
madre y la pagó conmigo! ¡Pero yo no sé el qué! ¡No puedo recordarlo! -
exclamé, me senté en la silla de nuevo y me relajé durante unos segundos -.
Tenía trece años. Fue el catorce de julio del dos mil quince. La fecha la
recuerdo completamente. Pero me siento como una estúpida porque quiero
intentar acordarme de lo sucedido, ¿entiende?
-Relájate, por favor -hizo una pausa -. Es normal que te duela. Es normal,
Blair. Tienes que ser fuerte, estoy seguro que algo recuerdas. Y tengo razón.
Enhorabuena, chica, es la primera vez que me dices la fecha de lo sucedido.
¡Estoy muy orgulloso!
-¿Qué? Pero si esa fecha ya la sabía yo.
-Probablemente si lo sabrías, pero nunca lo has emitido en voz alta.
-¿En serio?
El señor George, un hombre con el cabello tan blanco como la nieve que
estaría entorno a los sesenta años, estaba apuntando alguna que otra cosa en
su ordenador y levantó la cabeza.
-Sí, Blair. Es la primera vez que me cuentas algo con más detalles de lo
sucedido.
Internamente, me di una palmada en la espalda. Estaba feliz, aunque mi cara
no expresaba una mierda. Estaba contenta, porque estaba empezando a
recordar. Eso era un gran logro.
(...)
Me limpié una lágrima que cayó por mi pómulo y el bondadoso hombre se
percató y continuó hablando:
-Por hoy es suficiente, estoy muy orgulloso de ti, chica. Todo lo que te
propongas lo conseguirás.
Me levanté de la silla, ya habiéndome despedido del amable George cuando
me preguntó:
-¿Y la ansiedad cómo va?
-Tuve un par de ataques este mes, pero todo controlado -levanté el pulgar
hacia arriba.
-Cuídate, hasta luego.
-Igualmente, George. ¡Adiós!

···

Me encontraba sentada en el pupitre, concentrada, mareada por toda la


información que escribía durante el exámen de Historia. Seguía sin entender
porqué hacían los exámenes de esta manera tan disgustosa. Escribir hasta que
no sientas la mano de lo rápido que lo haces. Tenemos nada más que 55
minutos en los que no te da tiempo ni a poner tu nombre por el esquema que
te piden hacer. O sea, ¿qué mierda? Alguien que me explique.
Al menos no se me daban mal los estudios, porque sino la llevaba guapa.
A mi costado, estaba Derek, moviendo la mesa hacia mí, mirando mi exámen,
intentando con todas sus fuerzas copiarse.
-¿Qué haces? -le susurré lo más bajo posible -Como suspenda por tu culpa
verás.
-Blair, por favor, ayúdame que no me sé nada. No sé ni cuando empieza la
revolución francesa -me miró, angustiado.
-Haber estudiado.
-No he tenido tiempo, ¡han sacado el FIFA 19! No podía resistirme.
-Pues no haber jugado.
-Ay, Blairsíta Maria Anderson Johns, por favor, que mi madre me dará con la
chancla.
-¡No me llames así, idiota!
-A ver qué son esos murmullos que estoy escuchando por ahí detrás -la
señorita Miranda, alias, la Álgebra. Y ojo, que no era porque daba clases de
matemáticas, sino porque era la que más operaciones tenía. Se le veía el bótox
desde mi asiento, y eso que estaba en la última fila.
Nos hicimos los incomprendidos, disimulando de la perfecta mirada de la
profesora, que lanzaba dagas a todo quisqui.
Aproveché que Derek hacía como que estaba escribiendo para seguir con la
misión imposible, finalizar el exámen antes de que acabara la sesión.
-Chsss -coloqué mi dedo índice en la boca -. ¡Calla ya!
-Me callo si me dejas copiar…
-Ufff, ¡no te rindes!
-No.
Casi nos pilló la Álgebra, pero al final le dejé copiarse.
···

Abrí la puerta de mi cuarto, cargada de libros de operaciones matemáticas,


apuntes de la sintáxis de lengua y por otro lado unas fundas a rebosar con
unas fichas de física y química. En fin, que mi mochila equivalía a una
tonelada. Me tumbé con los pies y brazos abiertos encima de la colcha. Esa
sensación de que estás congelado pero las áxilas no paran de sudarte. Esa. Y
estaba muriéndome por dentro. Después del tan complicado exámen, no
paramos de copiar tochos de párrafos, que se me hicieron infinitos. Mi mano
no daba de sí, un poco más y me la amputaban… Yací aproximadamente cinco
minutos en la cama, cuando decidí ducharme. Siendo sincera con vosotros,
olía a cerdo.
A puerco.
A moco.
A mierda.
<<No exageres, que no te va a dar tiempo, en menos de cinco minutos Álex
aparecerá en la puerta>>
¡¿Qué?!
¡¿Cómo?!
¡¿Perdona?!
<<Lo que oyes, lavate los dientes y ponte desodorante>>, me lo imaginé
mentalmente guiñándome un ojo.
Mi vocecita interior no me dejaba en paz, siempre me hablaba y me contaba
estrafalarias cuestiones. Pero…, decidí hacerle caso. No sé porqué. ¿El
destino? Puede. ¿Que no me apetecía ducharme? Lo más probable.
Me lavé los dientes y me cambié de ropa. Vestía simple, con mis conocidos
vaqueros y una camiseta fina de cuello alto negra con una de blanca manga
corta por encima.
Desde que por primera vez en años volví a salir con mis amigos había,
definitivamente, recuperado mi esencia que durante más de un lustro ansiaba
con recuperar. Por esa misma razón, llené mi vacío y desierto armario con
unas pocas prendas que mi madre, aun con no demasiado dinero, me
permitió adquirir. Tampoco había cambiado demasiado mi estilo, y ni mucho
menos había dejado de gastar los enseres que ya tenía.
El timbré de la casa hizo <ding> cuando recorría la cocina porque se me
antojaba un vaso de agua, aunque no tenía sed ni mucho menos.
Cambié mi emocionada faceta por una levemente sorprendida mientras abrí
la puerta principal. Suponía que era él, pero de todas formas quedé un poco
pasmada porque sí, era Él. En carne y hueso, con una ladina sonrisa que
asomaba por su cara en la que se le marcaban los grandes hoyuelos que lucía
en su rostro.
-¿Álex? ¿Qué haces aquí?
-Ah, yo estoy bien, ¿y tú? ¿cómo estás? Genial, de acuerdo. Luces muy bien,
gracias por saludarme amablemente. Yo también te quiero.
No debería, pero me sonrojé notablemente cuando dijo las últimas palabras.
-Álex -reí -, ¡va enserio!
-Pasaba a comprar unas cosas y sabía que no vivías muy lejos…, hacía dos
semanas que no nos veíamos todo el grupo…
-Ya. He estado muy liada.
Hizo un ademán de pasar pero se quedó quieto, indirectamente esperando a
que le dejara pasar.
-Anda, pasa -puse los ojos en blanco mientras retomé de nuevo el camino a la
cocina.
-Bonita casa.
-No me extraña que ya hayas venido aquí alguna vez.
-Que no te extrañe.
-¿Enserio has entrado? Estaba de broma, como lo sabes todo de mí…
-vine una vez con mi madre. Ese día cenamos aquí. Karla me dijo que estabas
durmiendo… ni idea.
-Lo más probable.
Silencio incómodo entrando al libro…
-¿Quieres algo de beber, Álex?
-Sí.
-¿El qué?
-Coca-Cola con sabor a Blair.
-¿Qué dices? -reí.
-Una cerveza estaría bien -concluyó.
-¿Cuántos años tienes?
-Setenta.
-Joder, ¡qué bromista! ¡Me parto de la risa!
-Diecinueve en mayo.
-¡Anda! ¿Eres tauro?
-Sí. ¿Por qué?
-Yo soy piscis… y se ve que nuestra compatibilidad es muy buena. Seremos
buenos amigos.
-Somos -corrigió.
-Lo que sea -le sonreí.
-¿Podemos ver una peli en tu cuarto? -me ruboricé pero añadió -o aquí en tu
salón. Mi madre me dijo que acabaría tarde.
-Ya. Pero mi madre no es lo mismo que la tuya…
-Ya pero, ¿no acaban a la misma hora?
-Sí. O eso creo.
Cojimos cervezas (en realidad yo una buena Coca-Cola), aperitivos y subimos,
con cuidado de no tirar nada, cada peldaño para dirigirnos a nuestra
habitación.
-No quiero una película igual a la que vimos en el cine -rodé los ojos.
-No me digas -me soltó arrogante -. No me digas que te gusta el romance.
-Sí, ¿y?
-Mejor hacemos otra cosa.
-Emm, vale.
-¿Te enseño mis canciones favoritas?
-Vale. Oye yo sé tocar el violín, aunque hace muchos años que no lo practico.
-No quiero escuchar eso -dijo apretándome los dientes -. Es broma, ¿me
tocas?
-¿Eh? -¿que le tocara?
-Sí. Que me toques el violín.
-Ah vale.
-¿Qué pensabas, Johns?
-¡No me llames Johns, Alejandro!
-¿Alejandro? Desde cuando.
-Desde hoy si sigues diciendo mi nombre. Además, no tengo el violín aquí.
-Pues mira, me gustan muchos grupos…, pero Dire Straits… Una maldita
pasada. Déjame tu portátil -cuando encontró la canción que quería, la puso
señalándomela.

You get a shiver in the dark.


It’s raining in the park, but meantime.
South of the river you stop and you hold everything.
A band is blowin’ Dixie double four time
You feel alright when you hear that music ring.

-Oye, pues me ha gustado… -comenté apenas terminaron los últimos acordes.


-Ya lo sabía yo -aseguró, orgulloso.
Una vez estuvimos comentando un poco sobre sus gustos musicales, decidí
enseñarle cuál era mi estilo. Se iba a quedar loco con mis deleites…

I wanna grab both your shoulders and shake baby


Snap out of it!
I get the feelin’
I left it too late but baby
Snap out of it!
If that watch don't continue to swing
Or the fat lady fancies havin’ a sing
I'll be here waitin’ ever so patiently
For you to snap out of it

-Qué nivel Maribel. ¡Menuda canción! Pues me ha gustado. Arctic Monkeys a


la playlist -emitió soltando una risita.
-Ya lo sabía yo -le dije, recordando sus palabras.
-A ver, tampoco es para tanto…
-Sí, sí…
Se sentía realmente a gusto estar hablando de gustos musicales (hay que
objetar que bastantes similares). Eramos él y yo. Me gustaba mucho esa
sensación. Nos estábamos haciendo buenos amigos. Teníamos una conexión
en lo que se refiere a preferencias, alucinante. Y estaba muy feliz por haber
encontrado personas en mi vida que estaban, cada vez más, haciéndome
olvidar de ese trastoro que en ocasiones amenazaba con quedarse para
siempre en mi anatomía.
Pasaron las horas, tan rápido que se me antojaron segundos…
-El reloj miente -me dijo.
-¿Eh?
-No dura lo mismo una hora contigo que una sin ti.
-Poeta nos salió.
-Va en serio.
-Qué halago -suspiré dramáticamente.
-En realidad no lo era. Contigo el tiempo se pasa muy lento, me quiero ir ya a
mi casa.
Aunque estuviera de broma, mi corazón se estrechó y le dije haciendo un
puchero:
-¿Sabes por dónde se sale o te hago un mapa?
Él estaba en la silla del escritorio, recorrió la habitación con grandes zancadas
y se sentó a mi costado.
-Estaba de broma, ¿sabes? -susurró contra mi oreja, la cual se estaba
empezando a calentar.
-Ya. Y yo.
-No hables con monosílabos. Mira lo que hago -cogió aire y pronunció
débilmente esta larga frase -: “supercalifragilisticoespialidoso”.
-¡Mira! Aprendí uno y solamente yo he sabido decirlo correctamente; ni Cat ni
Derek saben decirlo bien.
-Estoy nervioso por escucharlo -ironizó.
-Allá voy. “Botifarrón Desenbotifarronate” -dije, pronunciando las sílabas a la
perfección.
-Lo voy a intentar. Que conste -una vez más cogió aire y lo dijo.
La intención es lo que cuenta, ¿verdad? Porque lo que salió de su boca fue
esto:
-Botifarrón Desenbotifarronizate.
-¿Qué? -me eché a reir.
-La intención es lo que cuenta… -opinó haciendo un puchero. Un puchero
demasiado infantil. Debía de estar borrachísimo.
-Eres guapa -declaró, de repente. Me quedé mirándolo, pensando a qué se
debía este claro cambio.
-¿Y eso? -me ruboricé. Creo que era la primera vez que me lo decían así…, tan
seriamente.
-Eh… nada. No sé. Eres muy guapa.
Para que no estuviéramos tan incómodos quise cambiar un poco el espeso
ambiente que se había creado a nuestro alrededor:
-Ya lo sabía -emití riendo un poco.
-¡Soberbia!
-Ni lo sueñes.
-Oye, pues en realidad ya sé que…

***

-Blair, ¿a qué hora estamos, dime? -me preguntó ya bastante borracho.


-Casi las diez… el tiempo pasa volando.
-¡Va siendo hora de que desaparezca!
-Sí. Me lo he pasado genial.
-Y yo. Y yo.
-Bueno, nos veremos, ¿eh?
-Sí. A ver si quedamos más veces.
-Ya ves.
-Un abrazo.
-¿Qu…? -antes de que pudiera terminar la frase, unos brazos calientes y
ejercitados rodearon mi cintura suavemente. Su olor me cautivó y solo podía
pensar en una cosa.
En él.
Todo él.
Porque si una persona te agrada…, te olvidas hasta de cómo te llamas. De
cómo se respira… Eso fue lo que, en ese instante, en ese mínimo abrazo, Blair
empezó a sentir. Las conocidas y tadicionales mariposas del estómago.¿Y
Álex? ¿Él qué estaba sintiendo? Álex estaba tan borracho que se veía todo él
puramente. Su versión real. Él no era el picaflor que aperantaba ser. Ahora,
Blair observaba cómo su semblante de tío enrollado cambiaba por completo.
Le dejó ver al tierno chico que se escondía tras esa máscara. ¿O sí que era, en
realidad, el semental picaflor? No se sabe, pero una cosa estaba clara, se
gustaban entre ellos. Y no poco. La tensión sexual se podía incluso tocar, se
concentraba en el aire. En sus miradas. En sus palabras. Y esa tensión, nunca
desaparecerá.
-Carolina Parre (Picaflor).
CAPÍTULO SIETE
Álex
Llamada entrante
-¿Emma? ¿Qué ocurre?
-Necesito que vengas. ¡Es importante! -me pidió con su voz chillona que casi
hace que me extirpen los oídos.
-¿Cómo de grave es? Porque te conozco.
-Muy grave -declaró y empezó a llorar desconsoladamente.
-De acuerdo, de acuerdo. Enseguida llego -aseguré y colgué el teléfono.
Conducía fuerte, rígido, nervioso por lo que le hubiera podido ocurrir a la
pelinegra.
Hacía poco tiempo que había salido por la puerta de casa de Blair. Me lo había
pasado muy bien, emocionado por conocer más de esta chica. La chica que
habitaba y ocupaba todos mis pensamientos. ¿Ella sabía lo que causaba en
mí? Era tan bella. Tan atractiva. Lo peor de todo es que Blair no lo sabía. No
sabía que era guapa, y eso me jodía.
Aparté de mi cabeza a la adolescente de ojos verdes y me concentré en pisar el
acelerador para llegar a casa de Emma. No quería volver a caer en su trampa,
pero me sabía mal por si de verdad necesitaba mi ayuda. En su tiempo, fue
buena conmigo, así que… pues la consolaré y ya.

***

-¡Soy yo! -di unos golpes en la puerta blanca de su hogar.


-Gracias a Dios… has tardado, ¿no crees? -le lancé una mirada irritada
mientras me dejaba pasar al pequeño apartamento que se compró tras
empezar la universidad de Tacoma. Aún recuerdo la cantidad de veces que
pisé ese mismo suelo.
-¿Qué te ha pasado?
-Que… mis padres han tenido una pelea muy gorda -empezó a llorar al mismo
tiempo que gritaba.
-Ay, no llores. Ven aquí. -acuné su cara con una mano y la abracé
desconsoladamente. Aunque lo que me hizo estuvo muy mal, no la podría
olvidar. Ni la podría dejar sola. Tenía que apoyarla.
Poco a poco caminamos hasta el salón, una vez allí nos sentamos en el sofá.
Yo continuaba abrazándola y cuando dejó completamente de llorar, me dio un
pequeño y casto beso en la mejilla.
-Gracias por venir. Lo necesitaba. Necesitaba estar con alguien que me quiera
como tú lo haces -hice caso omiso a sus palabras. ¿Continuaba borracho?
-Emma, no están tus padres -pregunté, pero sonó, en realidad, una
afirmación.
-No, no lo están.
-Va a salir todo bien, ¿lo sabes, verdad?
-Pues no lo sé, porque estaban gritando como si estuvieran locos. Y me
hubiera gustado intervenir, pero ellos me toman por loca a mí.
-Joder ven aquí -la acerqué más, si es que se podía, a mi pecho.
-¡Es que deberían haber peleado, si eso es lo que querían, en otro lugar, no
delante mía! Es que…
-Relájate…
-¿Pongo la tele un rato?
-De acuerdo.
Puse una comedia de Netflix para calmarla un poco.
Así nos reímos un rato, como en los viejos tiempos, me dije.
-De dónde sacan ese guión tan gracioso -carcajeamos fuertemente mientras
perdíamos el oído de la película, ya no sabía qué estaban diciendo los
hombres.
Noté cómo minutos después la pelinegra echó su cuerpo hacía mí.
Emma acercó su mano a mi cara y la deslizó suavemente por mi mejilla, tenía
la barba de un par de días.
-Emma… creo que no es el momen…
Ni siquiera me permitió continuar. En un amago de abrazo, posó sus labios
sobre los míos y nos envolvimos en un furioso beso que me había pillado
desprevenido. No sé. Realmente no sé porqué, pero segundos después hice
una cosa. Una cosa que no estaba bien. Porque no la paré. De hecho, le seguí
el rollo… y terminamos… en la cama.
***
-¡No pares! ¡Sigue! ¡Más fuerte! -no paraba de gritar cosas. Tampoco soy tan
bueno… Madre mía.
Emití un gemido, le estaba dando con fuerza. Estábamos probando, sintiendo,
innovando. Cogí sus muslos, acariciándolos.
Poco a poco, ascendí las manos y le cogí de un pecho, apretando,
manoseando. Y a ella le gustaba. Envolviéndola, continué tocándola. Le
encantaba. De hecho, era su juego favorito, que yo le tocara mientras la
embestía una y otra vez. Probando de nuevo sus gemidos y besando su
atlético cuerpo. Acariciando su espalda. Caliente, ardiendo su anatomía yacía.
Lamí y succioné, dejando chupetones por el cuello, como marca. Ella siempre
será mía. La morena de ojos azules.
Solté el aire que estaba aguantando mientras llegaba a la cima, esperando el
estallido, satisfacción, complaciéndonos el uno al otro. Me flipa su melena
castaña, y su voz, dulce como el chocolate, pero sexy para follar. Sus grandes
pechos, que inspiraban belleza. Eran perfectos para mí. Ojalá los pudiera
friccionar contra mis palmas. Oliéndola. A ella. A la mujer que se lleva todos
mis pensamientos. Sí, también mientras le estoy metiendo el rabo a Emma
por el coño. ¿Por qué me estoy imaginando que estoy echando un polvo con
Blair? ¿Qué cojones me pasa por estar fornicando con la pelinegra? Mi cabeza
hizo click.
Yo vine aquí para hablar, para consolarla, darle un precepto que utilice para
dejar de sentirse así por sus putos padres. Pero no para follarla, ni echarle un
polvo. Eso era lo que ella quería. Después de todo lo que me hizo, ¿por qué?
De todas formas, ya me estaba vaciando. Saqué el rabo, cogí el condón, lo
anudé y lo dejé a un lado para luego tirarlo. Me vestí, maldiciéndome una y
otra vez, pensando en qué cojones había hecho. La había cagado.
-Emma, ¿otro de tus putos jueguecitos?
Al instante, giró la cabeza hacia mí, y me miró como si no entendiera nada de
lo que estaba diciendo.
-¿Que no te gusta cómo hemos follado? ¿Quieres más fuerte la próxima?
-No va a haber próxima. Me has vuelto a mentir. ¡¿Quién coño te crees que
eres?!
-¿Mentir de qué? Te estás confundiendo, Álex.
-¿Ah, sí? Pues yo creo que no. Me has llamado para echar un polvo. Después
de todo lo que me has hecho sigues siendo igual de pesada y malvada. Me
piro.
-No es eso. Es que te quiero. Te sigo queriendo -confirmó mientras sus ojos
comenzaban a llenarse de lágrimas.
-Dímelo otra vez -dije rodando los ojos mientras acababa de atarme las
zapatillas. Cogí la chaqueta de cuero que reposaba en el sofá cuando, caminé
hacia el recibidor y salí cagando leches. He vuelto a caer. Soy estúpido,
miserable. Ojalá estuviera follándome a Blair en vez de haber estado con esta
jodida imbécil. No. No quiero nada. Ella es mi amiga. “Deja de pensar en ella
como si fuera una jodida golosina”, me recordó mi subsconciente.

***
-¡Qué día más agotador, cariño! -comentó mi madre al escuchar sus primeros
pasos acercándose al salón.
-Para mí también -le consuelo pero enseguida me canta las cuarenta.
-¿Acaso tú trabajas? No digas que estás cansado, por favor. ¡Habrás estado de
parranda todo el día seguro!
-Sí, tienes razón -reí -pero realmente no ha sido uno de los mejores días del
mundo mundial…
-¿Por qué, Alejandrín?
-Mamá… -dije entre dientes.
-Soy tu madre te puedo llamar como quiera; para eso te di a luz -me recordó
guiñándome un ojo cómicamente.
-Eres tan bipolar, Miranda.
-Agh. No soy bipolar, y lo sabes. Me tendrían que diagnosticar primero.
-Bueno, estoy cansado. Me subo arriba.
-De acuerdo, te dejaré la cena en un táper para cuando quieras. Aunque no
me gusta mucho que comas a las tantas de la noche, ¿está bien?
-Antes de las 23:00 ceno. Asegurado -adjudiqué moviendo mi trasero rumbo
las escaleras para leer el último libro que me regaló mi madre.
-Eh, eh, eh. No tan rápido jovencito, quiero hablar contigo un ratito.
-Qué manía con los ito. Está bien, voy.
-Qué quieres, -le comenté en cuanto bajé -iba a leer.
-¡No pongas esa cara de puchero! Fui al centro comercial con Cynthia después
de acabar la jornada.
Al escuchar ese nombre mi estómago dio un vuelco al recordar a Blair, es su
madre, Cynthia Johns.
-Ah, sí. ¡Cynthia!
-Y... pues nada, te he comprado cuatro sudaderas y tres vaqueros, pruébatelos
ya que luego se te olvida. No te quiero ver más en chandal.
-¡Pero…!
-Ni peros ni peras. Ves al cuarto antes de que esté hecha la cena y me dices si
te vienen, cariño.
-Vale -aseguré dándole un beso en la mejilla y cogiendo las grandes bolsas que
quedaban en la mesa del salón. ¡Cómo pesan las cabronas!
Lo dejé en el cuarto y me puse a leer. Serán cinco minutos.
Juicio y sentimiento, un fenómeno de Jane Austen. Lo leí una y mil veces por
internet. Mi madre, gran lectora, le apasionan las novelas clásicas y
románticas. Lo habré heredado de ella. El sentimiento al leerlas, el
nerviosismo por saber qué pasará en las siguientes páginas de la obra. La
sensación de adrenalina al leer cómo se conocieron la pareja principal por
primera vez. Las miradas furtivas, los besos robados, los abrazos que emanan
pasión, seguridad y estabilidad dibujados abstractamente en mi imaginación
al compás de la lectura es todo lo que quiero. Nada más. Ese momento de paz,
relajación, tranquilidad que recibo cuando enfrasco mis ojos en las novelas, es
todo lo que pido.
Empecé a leer mis páginas preferidas, los capítulos que más me han llamado
la atención. ¿Eso es lo divertido no? Siempre desde el principio aburre
mucho.
-No. No me acordaba de esto. ¡Qué bueno! -reí roncamente mientras en mi
mente los protagonistas charlaban. Qué diálogo más emocionante. Si hay risa
en un libro, para allá que voy.
En ese instante, imaginé que éramos Blair y yo. Ella, con el cabello suave,
lacio y castaño. Yo con mis mechones ásperos oscuros, que antojaban con
ponérseme en los ojos, impidiéndome observar el regocijo de los personajes
Aunsten había creado. Nosotros dos, en esos tiempos. Nosotros dos, ella con
esos trajes de vuelo que poco más y parecían un pastel por el cancán… Y qué
me dices del corsé. Esos, que le levantaban sus grandes pechos hasta la
garganta, pero que daban el placer de arrancarle las telas y follarla en un
prado verde. Y yo, con esos Levis Strauss que marcaban tendencia, y las
camisas blancas holgadas que proferían jugar a fútbol con colegas. Esos
éramos nosotros. Quiero que seamos ahora. Presente. Porque esa chiquilla me
vuelve loco. No. me vuelve loquísimo. Y… No me jodas que tengo una puta
erección solamente por pensar en follármela. Esto es… no tengo palabras.
Pero, lo tengo que hacer cuanto antes. Seguro que ella también quiere que en
vez del buen muchacho que soy aparezca el sexy Álex.
CAPÍTULO OCHO
Blair
-¿Enserio, mamá? -empecé a rechistarle a Miranda, mi encantadora madre, la
cual me estaba pidiendo que la ayudara a montar el árbol de navidad y
decorar un poco nuestro hogar. Pero…, yo ya había quedado. ¡Que a última
hora mi insinúe esto!
-¡Siempre lo hago todo yo sola! -me miró, frunciendo el ceño, como si no me
entendiera. Pronto lo captó, pues me informó que podría cambiar de planes y
decirles que se vinieran.
-De acuerdo, ahora los llamo -moví mi presencia hacia la habitación para
coger el iPhone que reposaba en la mesita de noche, cargando, sino en dos
segundos habría que decirle adiós a la batería. Necesito comprar una nueva. Y
un cargador, ¡que lo tengo bonito!
Habíamos quedado Matt, Christian, Álex y yo porque los otros dos tortolitos
de cabello dorado ya habían decidido ir a dar un paseo por dondequiera que
sea como la parejita que son.
Y yo, sin novio. Genial. Sin probar unos labios desde hace un trimestre o así.
Caso aparte, llamé a Christian, mi chico favorito, con el que más confianza
tengo. Tanta que después de llevar un par de meses de amistad, se abrió
conmigo hace unos días y me contó una cosa que significó mucho para mí.

Flashback
-¿Chris?¿A qué vienen estas horas? -murmuré frunciendo el ceño y riendo
flojo. Eran nada menos que la 01:00 A.M. ¿Quién llama a estás horas?
Desde luego que yo no.
-Maria, me he estado decidiendo, te voy a contar una cosa, ¿de acuerdo?
-¿Es grave? ¿Es sobre mí? No me asustes por favor -le pedí saltando de la
cama. ¡Qué frío! Rápidamente me encaminé a buscar mis pantuflas.
-Igual no quieres saberlo, o simplemente no te importa… pero yo he tomado
la decisión de contártelo, ¿sí?
-¿Es realmente fuerte? ¡Te dije que no me asustaras! -ansiedad entrando en
el cuerpo como si fuese el aire que inspiro cada dos por tres. -Pero estoy
contigo Chris López. “Te quiero mucho” -pronuncié como pude el español
que en el poco tiempo que estuvimos juntos me enseñó.
-“Y yo” -coincidió conmigo. El significado de esa frase si no me equivoco
equivale a <también>.
-Allá voy -cogió aire que se escuchó desde la otra línea y lo que dijo me dejo
pasmada: -Acabo de salir del armario. Soy homosexual.
Un silencio se concentró en el ambiente, pero yo estaba tratando de
asimilarlo. Mis siguientes palabras le conmovieron de verdad:
-No estoy en shock porque seas gay, de hecho, adoro que lo hayas dicho.
¡Pero me lo has dicho a mí primero, ¿no?! Eso es un honor. Estoy muy
orgullosa, enserio, Chris, cariño. Cuenta conmigo para lo que necesites. Eres
tan valiente de afrontar a tu realidad. Eso es lo que todo el mundo debería
plantearse al crecer. Quién somos de verdad. Todos nacemos con el
estereotipo o etiqueta “heterosexual”. A ti las chicas, en cambio a mí los
chicos, y eso no es la franca verdad. Cada uno nace de una forma y cada
uno tiene sus gustos. Te aprecio, Christian López-Jackson, realmente lo
hago.
-María… ¡Vas a conseguir que llore! Para el carro, nena.
-Esperaba escuchar ese “nena” de otra persona.
-¿De Álex?
¿Cómo lo sabe? Ni la mismísima Cat sabe de esto.
-¿Qué?
-Se nota en el aire, cada vez que estáis cerca. La tensión sexual es tan
grande que hasta yo me percaté… ¡A que te gusta, ¿eh?!
-A ver… pues…,no sé si es la palabra adecuada…, es que no-no lo sé.
-Pues lo deberías saber. Escucha a tu corazón de melón.
-Lo haré. Ya quedaremos, necesito verte, baby.
-De acuerdo. Quedamos todos, ¿vale? -dijo y lo imaginé guiñándome un ojo.
¡Ay, por dónde van los tiros…!
-Tengo sueño -bostecé fuerte y lentamente.
-Y yo, pero he estado media hora pensando en qué decirte acerca de mis
gustos sexuales.
Reí silenciosamente, -me alegro de haberte conocido.
-No sabes cuán alegre estoy yo. Pero sí más que tú.
-¡Más que yo imposible!
(···)
-Blair, hola -descolgó al segundo tono.
-¿Álex?
-¿A caso soy un desconocido para ti? -preguntó juguetonamente, -¡Espera, si
has dicho mi nombre! ¡Eres mi alma gemela perdida! Hola, hola. Cómo estás.
¿Sí? Yo bien también…
-Para, Álex -dije negando con la cabeza mientras mordía mis labios. Es tan
divertido. Quiero un chico como él.
-De acuerdo, de acuerdo.
-De acuerdo -carcajeamos a la vez ruidosamente.
-Blair, cariño, baja la voz un poco. Hija, se te oye desde el salón.
-De acuerdo -concedí a mi madre repitiendo la guasa que traíamos él y yo.
-¡Señora Johns, Cynthia! ¿Cómo estás? -gritó Álex a través de la línea.
-No te escucha, memo. Pero te escuchará brevemente: ¿Podéis venir aquí? Mi
madre quiere conoceros, bueno, a ti ya te conoce, y no me deja salir por que
quiere que hagamos “cosas en familia”. Así que veníos y nos ayudáis a montar
el mugroso árbol.
-De acuerdo.
-Ya tantas veces no tiene gracia, Álex.
-Porque tú lo digas -respondió riendo -¡Chicos, cambio de planes! Vamos a
casa de Maria.
-¡Y qué manía con llamarme con nombres que no sean “Blair”, Alejandro.
-Pillina, tú lo que querías era decirme por mi nombre de pila, ¿eh o no?
-Uf, si no te digo Alejandro reviento, fíjate.
-Ay, ¿qué tengo que hacer para conquistarte?
-Una cosita muy sencilla: llenarme.
-¿Llenarte el qué? -será granuja. Está hecho un picaflor.
Rodé los ojos y dije una frase antes de colgar, -el corazón.

***

Tiempo después, llegaron a casa.

Buenas tardes, no tengo nada más escrito, espero que os hayan encandilado
estas pocas páginas y me encantaría poder llegar a convertirme en una
modelo de la escritura romántica. Estoy disponible para cualquier cosa.
Contacto: rosacarolina259@gmail.com
Muchas gracias, Carolina.

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