Canon
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Canon de Policleto.
Polícleto escribió aproximadamente en el tercer cuarto del siglo V a.C. un célebre
tratado de escultura en el que apoyándose sobre el conocimiento matemático y
geométrico de los filósofos pitagóricos llegó a la elaboración de un canon de
proporciones aplicado al cuerpo humano en un intento de consecución del ideal de
belleza basado en la exacta relación mensurable entre todas las partes del cuerpo
entre sí y de todas ellas con el conjunto. El texto de Polícleto no ha llegado hasta
nosotros pero tenemos noticias de él gracias a un pasaje de la obra del físico
Galeno (siglo 1I d C) en el que comenta la opinión del filósofo estoico Crisipo
sobre el hecho de que la salud del cuerpo es el resultado de la proporción
armónica de todos los elementos que lo constituyen.
La belleza reside, no en la proporción de los elementos constituyentes, sino en la
proporcionalidad de las partes, como entre un dedo y otro dedo, y entre todos los
dedos y el metacarpo, entre el carpo y el antebrazo y entre el antebrazo y cl brazo,
en realidad entre todas las partes entre si, como está escrito en cl Canon de
Polícleto. Para enseñarnos en un tratado toda la proporción del cuerpo, Polícleto
apoyó su teoría en una obra, haciendo la estatua de un hombre de acuerdo con
los principios de su tratado y llamó a la estatua, como al tratado, Canon.
No por casualidad, uno de los maestros griegos de la época, el escultor Polícleto,
se ganará el título de «grande» de sus contemporáneos más por el canon —el
sistema de relaciones matemáticas establecido entre todas las partes del cuerpo—
que por sus también notables obras escultóricas. Reaparece aquí, como en la
arquitectura la tendencia helena a instituir una regla y después buscar las
perfectas proporciones dentro de esta regla; así como el concepto de que un todo
perfecto es la suma perfecta de partes perfectas.
Es necesario —afirma Polícleto— que la cabeza sea la séptima parte de la altura
total de la figura, el pie dos veces la longitud de la palma de la mano mientras la
pierna, desde el pie a la rodilla, deberá medir seis palmos, y la misma medida
habrá también entre la rodilla y el centro del abdomen Para demostrar la exactitud
de su canon esculpió una estatua que nos ha llegado en numerosas copias
romanas: el Doríforo —es decir, el portador de lanza—, un joven, una vez más,
completamente desnudo, que lleva con desenvoltura una ligera lanza en la mano.