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Historia de Psicología: Unida 11, El Conductismo

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Historia de Psicología

UNIDA 11, EL CONDUCTISMO

EL ASCENSO DEL CONDUCTISMO


La introspección no era posible en animales, había pocas posibilidades para
trabajar con ellos, lo que obligaba a los psicólogos a «construir» los contenidos
de conciencia de los animales por analogía con las mentes de los propios
psicólogos. Watson no veía fin a este debate estéril: «Estoy firmemente
convencido de que, a menos que se deseche el método introspectivo, seguirá
habiendo en psicología disputas sobre si las sensaciones auditivas tienen la
cualidad de la " extensión" y sobre otros muchos cientos de cuestiones de
parecida naturaleza». Esta corriente exigía a la psicología animal que
encontrase en el laboratorio criterios conductuales de la conciencia, un tema en
el que, como sabemos, Watson se implicó activamente, ya que se ocupó varias
veces de él en el Psychological Bulletin. Pero ahora Watson sostenía que la
conciencia era irrelevante para el trabajo con animales: «Se puede suponer la
presencia o la ausencia de conciencia en cualquier nivel de la escala filogenética
sin que ello influya en absoluto en los problemas de la conducta». Tocando un
tema clave del progresismo, Watson ensalzaba estas psicologías
«verdaderamente científicas» porque «buscan generalizaciones amplias que
permitan el control de la conducta humana». «La psicología debe descartar
cualquier referencia a la conciencia.» La psicología tiene que definirse ya como
la ciencia de la conducta, «y no usar nunca los términos " conciencia", " estados
mentales", " mente", " contenidos", " verificable mediante introspección", "
imágenes" y otros semejantes, puede hacerse en términos de la descripción de la
conducta, llevaría a la predicción de la conducta en términos de estímulos y
respuestas: «En un sistema de psicología completamente elaborado, dada la
respuesta se puede predecir el estímulo; y dado el estímulo, se puede predecir la
respuesta».

Habría cabido esperar que el conductismo se convirtiese en el caballo de batalla


de los psicólogos jóvenes y en objeto de denuncia de los mayores y, de hecho,
cuando más adelante el manifiesto de Watson ocupó su venerado lugar como
punto de partida del conductismo, se pensó que eso era lo que había ocurrido en
realidad. Robert Yerkes criticaba a Watson por «arrojar por la borda» el método
de la auto observación que había distinguido a la psicología de la biología; con el
conductismo, la psicología sería «simplemente un fragmento de la fisiología».
Hacía referencia al Zeitgeist conductual, cuya última manifestación era el
conductismo, y concluía que contenía cosas muy valiosas, pero que identificar el
estudio de la conducta con la psicología suponía un «asombroso error
conceptual» porque, fuesen cuales fuesen los logros del conductismo, siempre
quedaría la conciencia por investigar. Los demás comentarios sobre el
conductismo realizados en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial
siguieron básicamente las líneas de estas respuestas iniciales: se reconocían los
defectos del estructuralismo, se admitían las virtudes del estudio de la conducta,
pero se defendía la introspección como el sine qua non de la psicología. «La
psicología tal como la ve el conductista» marca sólo el momento en que el
comportamentalismo empieza a ascender y a tomar conciencia de sí mismo,
creando un útil «mito del origen» para los comportamentalistas posteriores. Un
simpatizante de Watson, Walter Hunter , escribió «An Open Letter to the Anti-
Behaviorists» donde defendía una concepción del conductismo exactamente
como la que Watson predicaba: la definición de la psicología como el estudio de
«las relaciones estímulorespuesta». Kuo definió el conductismo como «una
ciencia de la mecánica que estudia los movimientos mecánicos de los
organismos», y sostuvo que «la obligación de todo conductista es describir la
conducta igual que el físico describe los movimientos de una máquina». Esta
psicología mecanicista y fisiológicamente reduccionista, moderna heredera de
La
Mettrie, fue presentada de forma más clara y exhaustiva por Karl Lashley , el
alumno que había introducido a Watson en el estudio de los reflejos
condicionados en animales y humanos. Creo que es posible construir una
psicología fisiológica que plante cara al dualista en su propio terreno y que
demuestre que sus datos pueden quedar incorporados en un sistema mecánico.

La explicación fisiológica de la conducta será también una explicación completa


y precisa de todos los fenómenos de conciencia... y exigirá que todos los datos
psicológicos, independientemente de cómo se hayan obtenido, sean sometidos a
interpretación física o fisiológica . Lashley concluyó, en última instancia, que la
elección entre conductismo y psicología tradicional se reduce a una elección
entre dos concepciones «incompatibles» del mundo: «la científica frente a la
humanista». Adoptar el conductismo no suponía negar que la mente
desempeñase un papel en la conducta, sino más bien al contrario: «si se es
conductista se considera la mente como algo que interviene» en la
determinación de la conducta, de modo que el conductismo rescata la mente de
la impotencia del paralelismo que le había impuesto la psicología introspectiva.
Por su parte, el neorrealista Stephen Pepper que había estudiado con Perry en
Harvard, aunque también se negaba a identificar el conductismo watsoniano
con e l conductismo, contradecía categóricamente a Perry: para Pepper, la tesis
central del conductismo era que la conciencia no desempeña papel causal
alguno en la determinación de la conducta, y que el destino del conductismo era
«conectar la psicología con el resto de las ciencias naturales».

LA EDAD DE ORO DE LA TEORÍA


Como hemos señalado con frecuencia, los psicólogos nunca habían estado muy
seguros del estatuto científico de su supuesta «ciencia natural», y por tanto
siempre habían intentado dar con alguna receta metodológica que convirtiese
infaliblemente a la psicología en una ciencia. Al denunciar el
mentalismo, Watson había afirmado que su error fundamental era el uso de un
método «acientífico» como la introspección, y que la salvación científica de la
psicología estaba en el método objetivo que se utilizaba en los estudios
animales. Stevens , el psicólogo que llevó las definiciones operacionales a la
psicología , lo llamó «la ciencia de la ciencia», el punto de vista que por fin
parecía hacer de la psicología una «ciencia natural incuestionable»
incluida, junto a las demás las ciencias, en el esquema de «la unidad de las
ciencias» ideado por los positivistas lógicos. Es más, la revolución del
operacionalismo ratificó la pretensión del conductismo de ser la única
psicología científica, porque sólo el conductismo era compatible con la exigencia
operacionalista de que los términos teóricos se definiesen por su conexión con
términos observacionales.

Sigmund Koch, que en 1950 apostató de la fe operacionalita, escribía en su tesis


doctoral de 1939 que «casi todos los alumnos de segundo año de psicología
saben que no es correcto referirse a una " definición" si no es acompañándola
del adjetivo " operacional"». Tolman habían puesto con firmeza a la psicología
en el camino de la ciencia tal como los positivistas lógicos lo habían definido. Al
margen de sus defectos y de la distorsión que produjo en la comprensión de las
ideas de Tolman y de Hull, no hay duda de que el positivismo lógico se convirtió
en la filosofía oficial de la ciencia para la psicología hasta, por lo menos, los años
sesenta. Puede que los comportamentalistas más liberales mantuviesen la
mente en psicología como un agente invisible pero causalmente determinante
de la conducta.

Watson, Lashley y todos los demás conductistas reduccionistas o fisiologistas


intentaron lograrlo afirmando que la conciencia, el propósito y la cognición eran
mitos, de modo que la tarea de la psicología era describir la experiencia y la
conducta como frutos de las operaciones mecánicas del sistema
nervioso. Titchener «casi le convirtió a la introspección estructuralista», pero en
los cursos de Münsterberg se dio cuenta de que, aunque Münsterberg «en sus
breves charlas introductorias decía que e l método de la psicología era la
introspección», el trabajo en su laboratorio era «de naturaleza
fundamentalmente objetiva», y que poco uso podía hacerse de los resultados
introspectivos la hora de redactar artículos experimentales.

Yerkes le supuso «un tremendo estímulo y un gran alivio» por mostrar que «la
medida objetiva de la conducta, y no la introspección, era el verdadero método
de la psicología». Para los neorrealistas, la «introspección» sólo era un examen
artificialmente minucioso de un objeto del entorno, en el que se informa con
gran detalle acerca de los atributos del objeto. Tolman relacionó este análisis
con la teoría motora de la conciencia, sosteniendo que la introspección de
estados internos como las emociones era sólo la «acción retroactiva» de la
conducta sobre la conciencia . Tolman sometía la memoria al mismo
análisis, recordando a los realistas escoceses y anticipando a B. Afirmar que uno
«recuerda» un objeto ausente X, es lo mismo que la conducta actual de uno
«depende causalmente» de X. Vemos, en resumen, que Tolman proponía un
conductismo que eliminaba la mente y la conciencia de la psicología, como
quería Watson, pero que conservaba el propósito y la cognición, no como
poderes de una mente «misteriosa» inferida de la conducta, sino como aspectos
objetivos y observables de la conducta misma.

TRAS LA EDAD DE ORO


Así, no resulta sorprendente que lo que posteriormente sería considerado como
la edad de oro de la teoría en psicología los años comprendidos entre 1930 y
1950 fuese la edad de oro de las teorías del aprendizaje más que de la
percepción, el pensamiento, la dinámica de grupos, o cualquier otra cosa. Como
hemos señalado con frecuencia, los psicólogos nunca habían estado muy
seguros del estatuto científico de su supuesta «ciencia natural», y por tanto
siempre habían intentado dar con alguna receta metodológica que convirtiese
infaliblemente a la psicología en una ciencia. Al denunciar el mentalismo,
Watson había afirmado que su error fundamental era el uso de un método
«acientífico» como la introspección, y que la salvación científica de la psicología
estaba en el método objetivo que se utilizaba en los estudios animales. A
principios del siglo XX era evidente que el exagerado hincapié del positivismo
en hablar sólo de lo que podía ser observado directamente, excluyendo de la
ciencia conceptos como los de «átomo» o «electrón», era insostenible.

El positivismo lógico comenzó en un reducido círculo de filósofos de Viena


inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial, pero no tardó en
extenderse por todo el mundo como una corriente que perseguía la unificación
de la ciencia dentro de un gran proyecto de investigación orquestado por los
propios positivistas. El positivismo lógico tenía numerosas características, pero
dos de ellas resultaron especialmente importantes para los psicólogos que
buscaban el «camino de la ciencia» y, en consecuencia, fueron asumidas en los
años treinta como talismanes de virtud científica: la axiomatización formal de
las teorías y la definición operacional de los términos teóricos. Los positivistas
lógicos coincidían en que la observación constituía la base de la ciencia, pero
reconocían que los términos teóricos eran elementos necesarios del vocabulario
científico, puesto que añadían explicaciones a las descripciones de los
fenómenos naturales. Así, para explicar por qué un jarrón se rompe cuando cae
al suelo se debería demostrar que, dado el peso del jarrón y la altura desde la
que cae, la fuerza resultante sería suficiente como para romper la estructura de
porcelana del jarrón. Así, a pesar de su insistencia aparentemente nada
sentimental en creer únicamente aquello que se puede observar, los positivistas
lógicos eran en realidad idealistas románticos para quienes las ideas
sensaciones, términos observacionales eran la única realidad última.
Yerkes le supuso «un tremendo estímulo y un gran alivio» por mostrar que «la
medida objetiva de la conducta, y no la introspección, era el verdadero método
de la psicología». Para los neorrealistas, la «introspección» sólo era un examen
artificialmente minucioso de un objeto del entorno, en el que se informa con
gran detalle acerca de los atributos del objeto. Tolman relacionó este análisis
con la teoría motora de la conciencia, sosteniendo que la introspección de
estados internos como las emociones era sólo la «acción retroactiva» de la
conducta sobre la conciencia.

En el planteamiento de Skinner, una conducta queda explicada cuando el


investigador ha identificado y puede controlar todas las influencias de las que
esa conducta es función. Llamamos variables independientes a las influencias
antecedentes que influyen en una conducta, y variable dependiente a la
conducta que es una función de ellos. Se puede entender así que el organismo es
el lugar de confluencia de las variables, el lugar donde las variables
independientes actúan conjuntamente para producir una conducta. Skinner
suponía que la fisiología podría detallar en última instancia los mecanismos
físicos que controlan la conducta, pero el análisis de la conducta en términos de
relaciones funcionales entre variables es totalmente independiente de la
fisiología. Thorndike definían una situación de aprendizaje operante: el gato
encerrado emite una serie de conductas diversas, y sólo una de ellas, accionar
una palanca, conduce a la libertad, que es reforzante. Estos tres aspectos la
situación o escenario en que se da la conducta , la respuesta reforzada y el
refuerzo definen conjuntamente las contingencias de reforzamiento. Skinner
consideraba que el análisis experimental de la conducta formaba parte de la
biología, porque estaba interesado en explicar la conducta del individuo como
producto del entorno, como resultado de un proceso análogo al que produce las
especies. Supongamos que entrenamos a una rata para que accione una palanca
en una caja de Skinner , y que reforzamos esa acción únicamente cuando en la
parte superior de la palanca se enciende una luz determinada. El organismo es,
auténticamente, un lugar de confluencia de variables, y el que las variables sean
estímulos de los que se dé cuenta el organismo resulta irrelevante, lo que hace
que la formulación E-R sea menos aplicable a Skinner.

En consecuencia, los psicólogos conductistas nunca atendieron a uno de los


argumentos más evidentes que se podían esgrimir contra sus ideas, a saber: que
la gente corriente cree tener procesos mentales y conciencia. Cabe preguntarse
por qué, si no hay procesos mentales, como los conductistas parecen sostener, el
lenguaje común es tan rico en descripciones de la mente y la conciencia. Los
conductistas filosóficos abordaron el problema de reinterpretar la psicología
mentalista del sentido común en términos conductistas científicamente
aceptables, como parte de su programa más amplio de conectar las pretensiones
acerca de lo no observable con lo observable. La idea fundamental consiste en
que atribuir un estado mental a un organismo equivale a decir que dicho
organismo está dispuesto a comportarse de una determinada manera ». Por
ejemplo, según el conductismo lógico, creer que el hielo del lago es demasiado
fino para patinar tiene que significar que uno está dispuesto a no patinar y a
decir a los demás que no deberían hacerlo.

Gilbert Ryle atacó lo que llamaba «el dogma del fantasma en la máquina»
iniciado por Descartes. He aquí un ejemplo de lo que Ryle entiende por error
categorial: se lleva a una persona a dar una vuelta por la Universidad de Oxford
y se le enseñan los edificios de las distintas facultades, la biblioteca, los decanos,
los catedráticos y los estudiantes. El error consiste en suponer que, como existe
el nombre «Universidad de Oxford», debe aplicarse a algún objeto distinto de
los edificios y todo lo demás, pero que, como ellos, sea una cosa. Los cartesianos
describen las conductas con predicados «mentales» como «inteligente»,
«optimista», «sincero», «falso», y luego suponen que debe de haber algo mental
tras las conductas que las hace inteligentes, optimistas, sinceras o falsas. Es
más, al inventar el «fantasma en la máquina» no se consigue nada porque, si
hubiera tal fantasma o duende interior, tendríamos aún que explicar por qué sus
acciones son inteligentes, optimistas, sinceras o falsas.

Por ejemplo, cuando decimos que las aves están «emigrando» es porque las
vemos volar hacia el sur, y un conductista diría que la «migración» es
simplemente «la conducta de volar hacia el sur». Sin embargo, como Ryle
destacó, afirmar que las aves están «emigrando» es decir mucho más que decir
que vuelan hacia el sur, porque el término «migración» implica toda una
historia acerca de por qué vuelan hacia el sur, cómo regresarán más tarde, cómo
es que esto ocurre cada año, así como las teorías sobre cómo se orientan. Así,
decir que las aves están «emigrando» va más allá de decir que las aves vuelan
hacia el sur, aunque no deja de ser cierto que los pájaros vuelan hacia el sur
cuando emigran. Del mismo modo, decir que una conducta es «inteligente» es
más que simplemente describir un tipo de conducta, porque exige traer a
colación los diversos criterios que tenemos para calificar de inteligente una
determinada línea de acción .

EL DECLIVE DEL CONDUCTISMO

Chomsky consideraba que el lenguaje era una posesión racional exclusivamente


humana, sus ideas entraron en conflicto con los tratamientos conductistas del
lenguaje.
Desde los tiempos de Descartes, el lenguaje se ha visto como un problema
especial para todas las psicologías mecanicistas. En 1955, el conductista
informal Osgood se refirió a los problemas del significado y la percepción como
el «Waterloo del conductismo contemporáneo» y, en consecuencia, intentó
elaborar una teoría mediacional del lenguaje exclusivamente aplicable a los
seres humanos. La preocupación conductista de que quizás Descartes tuviera
razón cuando afirmaba que el lenguaje era exclusivo de los seres humanos se
hizo manifiesta en la crítica de Chomsky a Conducta verbal , quizás el artículo
más influyente en la historia de la psicología desde el manifiesto conductista de
Watson. Chomsky afirmaba que, si se intentaban utilizar los términos de
Skinner en un sentido estrictamente técnico, se podía demostrar que no eran
aplicables al lenguaje, y que si se entendían metafóricamente, entonces se
volvían tan vagos que no suponían ningún avance respecto a las nociones
lingüísticas tradicionales. Si optamos por la primera definición, la conducta
parece no responder a leyes, ya que son muy pocos los estímulos que influyen en
la conducta en una situación determinada; si optamos por la segunda definición,
la conducta responde a leyes por definición, ya que entonces el conductista
considera únicamente aquellos estímulos que determinan sistemáticamente la
conducta. En primer lugar, señaló que afirmar que cada fragmento de conducta
verbal está sometido a un control estimular es una afirmación científicamente
vacía, porque para cualquier respuesta siempre se puede encontrar algún
estímulo relevante. Skinner habla de un «control estimular remoto» cuando el
estímulo no necesita incidir directamente en el hablante, como cuando un
diplomático que ha sido llamado a su país describe una situación del extranjero.
Chomsky afirmaba que el uso de Skinner en este ámbito no tenía absolutamente
ninguna relación con su uso en los experimentos de accionar una palanca, y que
Skinner no había dicho nada nuevo sobre el supuesto «control estimular» de la
conducta verbal.

Se esperaba que los experimentos con animales revelasen leyes de conducta


generales aplicables a un gran abanico de especies, incluida la especie humana,
sin necesidad de grandes modificaciones. El supuesto de la validez general de
las leyes de aprendizaje era fundamental en el programa conductista, porque si
las leyes del aprendizaje fuesen específicas de cada especie, los estudios de la
conducta animal no servirían para comprender al ser humano. Sin embargo, las
pruebas acumuladas en los años sesenta demostraban que las leyes del
aprendizaje descubiertas en ratas y palomas no eran generales, y que existían
límites importantes en cuanto a qué y cómo aprenden los animales, unos límites
impuestos por la historia evolutiva del animal. Los Breland concluían que los
psicólogos deberían examinar «los supuestos ocultos que conducen,
desastrosamente, a esta ruptura» de las leyes generales del aprendizaje
propuestas por el conductismo.
Siguiendo a Spencer, los conductistas supusieron que las leyes del aprendizaje
se podían demostrar en una o dos especies y después extrapolarse a las demás,
incluida la especie humana.

Unidad 12, La Ciencia Cognitiva


LAS PRIMERAS TEORÍAS DE LA PSICOLOGÍA COGNITIVA
En Estados Unidos, los psicólogos sociales habían abandonado el concepto de
mente colectiva durante las primeras décadas del siglo XX y fueron redefiniendo
su trabajo hasta convertirlo en lo que es hoy: el estudio de las personas que
participan en la interacción social. El estructuralismo se solía asociar con los
psicólogos cognitivos más radicales que pretendían romper de forma definitiva
con la psicología estadounidense anterior; en particular, recurrieron a la
psicología europea y a las tradiciones de la Europa continental tanto en filosofía
como en psicología y en las demás ciencias sociales. Piaget vinculó estos tipos
diferentes de inteligencia, o formas de entender el mundo, a los cambios de la
estructura lógica de la mente del niño, e intentó describir el pensamiento propio
de cada etapa construyendo modelos sumamente abstractos de las estructuras
mentales basados en la lógica formal, los cuales según él guiaban la conducta
inteligente. Además, a los estadounidenses les interesaban las diferencias
individuales y los efectos de la experiencia o del entrenamiento en el desarrollo
cognitivo, por lo que no se preocuparon mucho del idealizado «sujeto
cognoscente» de Piaget.

Chomsky, en su afán por describir una gramática universal innata en todas las
mentes humanas, compartía el interés europeo por las estructuras abstractas y
el desinterés por las diferencias individuales, a pesar de que él, a diferencia de
Piaget, no se identificaba con el movimiento estructuralista. Una vez concluido
el experimento, otro experimentador entrevistó a los sujetos y descubrió que los
que habían recibido un dólar calificaban la tarea de forma significativamente
más positiva que los que habían recibido veinte dólares, tal y como predecía la
teoría de Festinger. No se trataba de una teoría conductista informal, puesto que
Festinger no consideraba las creencias como respuestas mediacionales, sino que
las entendía en términos del sentido común, como creencias que controlan la
conducta. Poco después de la guerra surgió un nuevo enfoque en el estudio de
la percepción, liderado por Jerome S. Bruner , que recibió el nombre de «New
Look».

Tras este nuevo enfoque subyacían el propósito de unificar varias áreas diversas
de la psicología y el deseo de refutar la concepción dominante ya desde los
tiempos de Hume y claramente presente en la teoría E-R de la conducta, según
la cual la percepción era un proceso pasivo mediante el que un estímulo se
imprimía en el perceptor. Bruner y otros partidarios del movimiento New Look
presentaron palabras a los sujetos durante intervalos cortos, como había hecho
Wundt en sus estudios sobre la amplitud de la conciencia.

El interés por la percepción y las demostraciones de Bruner de que tanto la


mente como la personalidad modelan activamente la percepción le llevaron a
estudiar los antiguos «procesos mentales superiores» . Estudiaron en cambio la
formación de conceptos como un proceso activo, no como un proceso asociativo,
en el que las elecciones del sujeto se guían por una determinada estrategia
ideada para solucionar el problema.

LA MECANIZACIÓN DEL PENSAMIENTO


Hull intentó dar una explicación mecánica del propósito; Tolman, que en un
primer momento consideró el propósito como un aspecto observable de la
conducta, acabó ubicándolo en el mapa cognitivo del organismo; y Skinner
intentó disolver los propósitos en el control ambiental de la conducta. A Tolman
se le podía criticar abiertamente por incurrir en el error categorial cartesiano y
crear un homúnculo siguiendo a Brentano y Wittgenstein, o al Tolman de los
primeros años, podían aceptar el propósito como una verdad irreducible de la
acción humana, que ni requiere ni necesita explicación; pero esta última opción
negaba que la psicología pudiese ser una ciencia del mismo tipo que la física,
algo impensable para los psicólogos que en aquella época estaban aquejados por
la envidia de las ciencias físicas. El organismo tiene una meta , puede medir la
distancia que le separa de ella , y se comporta de manera tal que reduce y
finalmente elimina esa distancia. La cuestión de si los ordenadores podían ser o
llegar a ser inteligentes se convirtió en el tema central de la ciencia cognitiva, y
su formulación moderna se debe al brillante matemático A. M. Turing», y es
ampliamente aceptado como criterio de la inteligencia artificial. Harvard E. G.
Boring, Norbert Wiener le preguntó qué era lo que podía hacer el cerebro
humano que no pudieran hacer los ordenadores, lo que llevó a que

Charles W. Slack empleó las semejanzas entre la retroalimentación y el arco


reflejo de Dewey para arremeter contra la teoría hulliana E-R. Otro psicólogo
inglés, Donald Broadbent , propuso un modelo mecánico de la atención y la
memoria a corto plazo en términos de pelotas que caen en un tubo en forma de
Y que representa los diversos «canales» sensoriales de información. Del mismo
modo, el funcionamiento físico de un ordenador está controlado por la
información contenida en el programa que se ejecuta en él, pero el programa no
es ninguna alma sustancial. En todos estos primeros estudios que intentaban
aplicar conceptos informáticos a la psicología había un cierto grado de
confusión sobre qué era en realidad lo que efectuaba el pensamiento, porque se
tardó algún tiempo en entender la separación entre la información y su soporte
mecánico. Como consecuencia de la denominación popular del ordenador como
«cerebro electrónico», había una fuerte tendencia a creer que era el propio
aparato electrónico el que pensaba y que los psicólogos debían buscar
paralelismos entre la estructura del cerebro humano y la de los ordenadores.
Por ejemplo, James
Miller concibió una «psicología comparada que no trabajase con animales, sino
con modelos electrónicos», porque las acciones de los ordenadores son, «en
numerosos e interesantes aspectos, similares a las de la conducta viviente». La
arquitectura electrónica real de un ordenador carece de importancia porque lo
que hace que un ordenador se comporte como lo hace es su programa: un
mismo programa se puede instalar en máquinas físicamente diferentes, y en una
misma máquina pueden ejecutarse programas distintos. La distinción entre
ordenador y programa resultó crucial para la psicología cognitiva, porque
significó que la psicología cognitiva no era neurología y que las teorías
cognitivas del pensamiento humano deberían versar sobre la mente humana, es
decir, el programa del ser humano, no sobre el cerebro humano. Con
anterioridad ya habían publicado sus trabajos normalmente en revistas de
ingeniería informática, pero al escribir ahora para la Psychological Review
definieron el nuevo enfoque cognitivo de la psicología:

El núcleo de nuestro enfoque consiste en describir la conducta del sistema


mediante un programa bien especificado y definido en términos de procesos
elementales de información. Intentamos deducir propiedades generales del
sistema a partir del programa , comparamos la conducta que puede predecirse a
partir del programa con la conducta real que observamos, y modificamos el
programa cuando se requiere alguna modificación para ajustarse a los hechos.

LA NATURALEZA DE LA CIENCIA COGNITIVA


La idea era que todos los sistemas de procesamiento de información operaban
de acuerdo con los mismos principios, y por lo tanto constituían un único
campo de estudio, la ciencia cognitiva, que convergía en torno al paradigma del
procesamiento de la información .Briefing Panel on Cognitive Science and
Arificial IntelligenceCommission . Según esta comisión, la ciencia cognitiva
aborda «un gran misterio científico equivalente a los de la evolución del
universo, el origen de la vida y la naturaleza de las partículas elementales», y
está «haciendo avanzar nuestra comprensión de la naturaleza de la mente y de
la naturaleza de la inteligencia en una escala que está demostrando ser
verdaderamente revolucionaria». Los ordenadores utilizan un hardware para
desarrollar sus funciones computacionales, y el funcionalismo afirma que las
personas utilizan un «wetware» para hacer lo mismo. Pero este arreglo
mediacional se basaba en la idea no intuitiva de que las conexiones cerebrales r-
e siguen leyes idénticas a las que siguen las conexiones observables E-R.

El funcionalismo conserva las virtudes de los enfoques de Hull y Tolman, pero


evita sus vicios al invocar los procesos sofisticados de los programas
informáticos en lugar de los vínculos r-e. Los ordenadores desempeñan sus
funciones computacionales según representaciones internas.

LA MADUREZ DE LA CIENCIA COGNITIVA: DEBATES Y


DESARROLLO

Había una serie de problemas clave que se resistían a ser resueltos y que se
convirtieron en objeto de enconados debates, y además apareció un rival del
enfoque tradicional de la cognición que, durante un tiempo, pareció amenazar
con acabar con él. 1996 el programa informático Deep Blue sí había vencido en
una partida de exhibición al entonces campeón mundial de ajedrez Gary
Kasparov . En 1981, J. Jenkins, que había vivido la transición del conductismo
mediacional al procesamiento de la información, afirmó que «existía un
malestar en la psicología cognitiva, una inquietud por estudiar nimiedades, una
falta de orientación». ¿Está desarrollando y profundizando este campo nuestro
conocimiento de los principios, los procesos o los hechos cognitivos que pueden
contribuir a solucionar problemas reales y a proporcionar respuestas a las
cuestiones verdaderamente relevantes?». Aunque Jenkins no dudaba de que los
«seres humanos fuesen máquinas universales» y encontraba «direcciones más
adecuadas para la psicología cognitiva», pintó una disciplina a la deriva. En ese
mismo año, los editores de como Lachman, Lachman y Butterfield habían
afirmado, «la psicología del procesamiento de la información se halla
fundamentalmente comprometida con el concepto de representación». Los
estados mentales, como las creencias, tienen siempre un objeto: se refieren a
algo más allá de ellos mismos, cosa que no hacen las neuronas.

Sin embargo, aunque el concepto de representación parece bastante claro, en


realidad está plagado de dificultades, como señaló Wittgenstein. Si yo escribo la
palabra MESA, su significado residirá en su referencia a un tipo de mueble, y su
sintaxis es la estructura y el orden real de las letras M, E, S y A.

Desde un punto de vista científico y materialista, lo misterioso de las


representaciones es su significado, su intencionalidad. Pero como hemos
señalado anteriormente, el objetivo del funcionalismo es desmitificar la
intencionalidad, inscribiendo la conducta y los procesos mentales en el marco
de la ciencia mecanicista.

Sin sus apuntalamientos empíricos, nuestra concepción ancestral del universo


interno se tambaleará igual que se tambaleó en el Renacimiento la venerable
concepción del universo externo . El propio Dennett intentó armonizar estas dos
opiniones reconociendo que, en última instancia, en ciencia se debe considerar a
las personas como si fuesen máquinas, pero que la «psicología popular» de las
creencias y los deseos se debería conservar para el uso cotidiano. Desde el punto
de vista de los psicólogos, la máquina que se encuentra detrás de la pared
entiende el chino, porque pueden mantener una conversación con ella y reciben
respuestas coherentes a las preguntas que le formulan. Usted sabe, claro está,
que no entiende nada; que lo que está haciendo es, de acuerdo con sus
instrucciones, copiar una serie de garabatos sin sentido en respuesta a otra serie
de garabatos sin sentido. John Searle , que fue quien propuso este experimento
imaginario, señala que usted se comporta en la «habitación china» exactamente
igual que el ordenador. El ordenador acepta entradas de un código binario,
aplica reglas sintácticas para transformar estas representaciones en otras
representaciones nuevas y generan una salida o respuesta.

Según la Briefing Panel on Cognitive Science Commission , como los


ordenadores desarrollan una «conducta simbólica», «podemos programarlos
para que desempeñen multitud de funciones, cualquier cosa que se nos ocurra».
Los ordenadores pueden hacer cualquier cosa que se pueda escribir como
programa informático, y la Comisión, asumiendo la afirmación de Simón de que
los ordenadores se pueden programar para hacer «cualquier tarea desempeñada
por el hombre», con su «cualquier cosa que se nos ocurra» estaba afirmando
implícitamente que cualquier cosa que hagan las personas es un procedimiento
formal. Otra cuestión, ésta más empírica, era el problema del marco, porque
ponía en tela de juicio no sólo la capacidad de los ordenadores para imitar la
inteligencia humana, sino la posibilidad misma de conseguir en algún momento
verdadera inteligencia artificial. Un día, sus diseñadores le enseñaron que su
batería de repuesto, su preciada fuente de energía, estaba bajo llave en una sala
en la que también había una bomba de relojería que haría explosión en breve.
Acababa de deducir que si sacaba el vagón de la sala no cambiaría el color de las
paredes, y estaba probando la implicación adicional de que sacar el vagón haría
que sus ruedas girasen a más revoluciones que ruedas tenía el vagón, cuando
explotó la bomba.

Microstructure of Cognition [Procesamiento Distribuido en Paralelo. El líder del


grupo de investigación del PDP fue David E. Rumelhart, que anteriormente
había sido uno de los líderes del paradigma simbólico de la IA. Todos ellos
desterraron los símbolos y los conceptos mentalistas de sus teorías, e intentaron
explicar la conducta en términos de fortalecimiento o debilitamiento de
conexiones entre estímulos y respuestas: ésta es la idea central de la ley del
efecto de Thorndike y de las jerarquías de familias de hábitos tanto de
Thorndike como de Hull. Los psicólogos mediacionales añadieron el
procesamiento interno a las ideas conexionistas de Hull, insertando conexiones
encubiertas entre los estímulos externos y las respuestas manifiestas: las
pequeñas conexiones r-e.

En el campo de la IA, el conexionismo reavivó una tradición minoritaria de la


ciencia informática que durante las décadas de los cincuenta y los sesenta había
competido con el paradigma de la manipulación de símbolos. Pero algunos
diseñadores de este último tipo de ordenadores aspiraban a construir máquinas
que pudiesen aprender a actuar de forma inteligente y autónoma, ajustando la
fuerza de las conexiones entre sus múltiples procesadores en función de la
retroalimentación proporcionada por el entorno . Las máquinas paralelas son
más complejas físicamente que las secuenciales y son considerablemente más
difíciles de programar, puesto que se deben coordinar los diferentes
procesadores de algún modo para evitar el caos. Como las máquinas
secuenciales tuvieron mucho éxito desde muy pronto y la potencia de la
arquitectura paralela parecía innecesaria, el trabajo sobre ordenadores de
procesamiento en paralelo prácticamente se interrumpió en los años sesenta.
Aunque los procesadores en serie siguieron aumentando su velocidad, los
diseñadores ya estaban luchando contra la velocidad máxima a la que se pueden
mover los electrones a través del silicio. Este sencillo modelo tiene una capa de
entrada para recibir estímulos, una capa de salida para realizar respuestas, y
una única capa oculta que conecta la entrada y la salida.

Una vez alcanzado el nivel de implementación, llegamos a un punto muy


importante para entender la diferencia entre la hipótesis del sistema de
símbolos y el conexionismo. En el nivel algorítmico, concretamos un conjunto
de reglas que podrían ser aplicadas por diversos aparatos, como un ordenador o
un niño, pero no por una calculadora de bolsillo que no pueda programarse.

Una de las dos cuestiones principales que separan la arquitectura cognitiva del
sistema de símbolos de su rival conexionista se refiere a si las teorías
psicológicas del aprendizaje y la cognición se deben llevar hasta el nivel de
implementación. Según la concepción del sistema de símbolos, la
implementación de programas en un cerebro o en un ordenador se puede pasar
por alto sin problemas en los niveles cognitivo y algorítmico, mientras
que, según la concepción conexionista, la formulación de teorías en los niveles
superiores debe restringirse a la máquina que vaya a ejecutar los cálculos. Ahora
que ya hemos explicado la distinción entre conducta regida por reglas y
conducta que obedece a reglas, podemos formular, en el nivel algorítmico, la
distinción entre el sistema de símbolos y las arquitecturas conexionistas de la
cognición. Lo que separa a la hipótesis del sistema de símbolos del
conexionismo es la cuestión de si la conducta humana obedece a reglas, y en qué
condiciones lo hace.

Según la concepción del sistema de símbolos, tanto el procesador consciente


como el intuitivo son sistemas que obedecen a reglas y que están regidos por
ellas. Los defensores de la concepción del sistema de símbolos en cierta medida
recuerdan a Tolman, que creía que las ratas, inconscientes, utilizan mapas
cognitivos como hacen conscientemente los humanos cuando se pierden. Los
conexionistas recuerdan más a Hull, que creía que la conducta molar regida por
reglas se da a un nivel inferior, el fortalecimiento o el debilitamiento de las
conexiones entrada-salida. Según la teoría del sistema de símbolos, el
procesador intuitivo ejecuta un pensamiento inconsciente paso a paso que es
esencialmente idéntico al pensamiento consciente paso a paso del procesador
consciente, por lo que Clark llama a la teoría del sistema de símbolos la
«concepción de la cognición basada en la idea del ojo de la mente».

La intuición humana, clave del problema del marco, se ha visto descalificada, en


el mejor de los casos, por obedecer a reglas inconscientemente y, en el peor de
ellos, por basarse en impulsos irracionales. Frente a ello el conexionismo
proclamaría que la intuición humana es el secreto del éxito humano y
rehabilitaría una tradición filosófica disidente representada, por ejemplo, por
Friedrich Nietzsche, que afirma que estar ligado a reglas es propio de una forma
de vida inferior . En el nivel neuronal, el aprendizaje y la cognición deben
desarrollarse mediante procesos de tipo conexionista, porque el cerebro es una
colección de unidades simples, pero masivamente interconectadas. Las teorías
conexionistas, por tanto, desempeñan un valioso papel, porque son la interfaz
vital entre los modelos simbólicos del pensamiento racional, que obedece a
reglas, y el pensamiento no simbólico, intuitivo y no lineal.

EL ESTUDIO DE LA MENTE EN LOS ALBORES DEL NUEVO


MILENIO
El único disidente era el escritor científico John Horgan, que afirmaba que la
ciencia en el gran estilo de Newton o Einstein había llegado a su fin, y que la
ciencia cognitiva era una ciencia espectacular que daba noticia de un
descubrimiento tras otro sin llegar a tener una imagen completa de lo que es la
mente humana (Horgan, 2002).

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