Mi Hijo No Quiere Comer
Mi Hijo No Quiere Comer
Mi Hijo No Quiere Comer
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Aunque su actitud de rechazo puede perturbar el almuerzo familiar y resultar verdaderamente molesto, sin
contar con la impresión de tener que ceder ante el poder del niño, no vale la pena montar en cólera ante
un hijo inapetente. Un niño no se muere de hambre si no está muy deteriorado físicamente y si tiene
alimento a su alcance. Su salud no debe ser en este caso nuestra preocupación, sino las causas de esa
actitud frente a la comida.
La relación del niño y de la madre está estrechamente vinculada con la alimentación. Cuando el niño se
enfada con ella, su cólera puede expresarse en el rechazo de la comida que ella prepara: el comer puede
ser un símbolo de lucha entre el hijo y la madre y el rechazo de ésta un síntoma de algo más.
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1. Hay padres que se equivocan en el tamaño de las raciones y quieren que su hijo coma más de lo que
necesita. Si está fuerte y sano no debemos preocuparnos de que coma poco, siempre que lo que coma
sea complementario y equilibrado.
2. Otra de las puede ser debida a que el niño esté atravesando un mal momento
familiar: el nacimiento de un hermano, falta de dedicación por parte de sus padres, un deseo de llamar la
atención o cualquier cambio en su vida«
3. Por el contrario hay niños que toman la postura contraria y devoran sin degustar la comida. Esta
voracidad ante el alimento nos está hablando de un problema sin resolver. Debemos reflexionar y atender
a las causas de esta ansiedad, además de procurar motivarle para que coma más despacio, saboreando
los alimentos y tomando una postura reposada en la comida.
4. Puede convertirse también en inapetente el niño manejado por una madre autoritaria y nerviosa que
crea un ambiente tenso de disgusto, con prisas y amenazas en vez de hacer de la hora de la comida un
momento de encuentro y diálogo, de tranquilidad y afectividad.
5. Otro tipo de niño es el que come a cualquier hora menos a las horas de las comidas. Ante este caso,
nuestra postura debe ser firme y debemos mantener la disciplina de comer a sus horas, si queremos que
su alimentación se normalice.
6. Es frecuente también que durante la enfermedad, el apetito descienda a un bajo nivel. Los niños comen
mal por razones fisiológicas, por esa razón cuando están convalecientes y les forzamos a comer,
podemos introducir factores emocionales y transformar el comer en un símbolo de lucha entre la madre y
el hijo que puede alargarse posteriormente a la enfermedad. En cambio, cuando no se le obliga y se cura
de la enfermedad, al volver al nivel normal, la necesidad de alimento regresará a sus normas anteriores.
Hay que tener en cuenta la fase evolutiva en la que está el niño para comprender la apetencia o rechazo
de ciertos tipos alimentos. Los bebés comen mucho, ya que el crecimiento que experimentan a lo largo
del primer año es muy grande, siendo más pausado a partir del segundo año. Al introducirle la
alimentación sólida, ya no necesitan ingerir tanto, pues están recibiendo una alimentación equilibrada y
sana. No hay que ³atiborrar´ a los niños y pensar que cuanto más coman, más sanos estarán.
La
es un momento apropiado para la socialización, el diálogo y la relación afectiva con
el niño. Por tanto es importante crear una atmósfera agradable, de charla e intercambio. Cuando se
produce tensión y disgusto, podemos llegar a crear un niño inapetente, sólo por nuestra actitud negativa
de gritos, ademanes bruscos o impositivos.
Hay que tener en cuenta que en estas edades el niño es un ser muy activo y por tanto debemos servir la
comida con mucha agilidad y motivar al niño para que no se dilate demasiado la hora de la comida. Es
preferible quitarle el plato en un tiempo prudencial que dejarlo durante horas delante de él.
Otro factor que hay que tener en cuenta es que el niño en estas edades desarrolla intensamente sus
conocimientos a través de los sentidos. Le gusta verlo y tocarlo todo. Hay que permitir por lo tato una
flexibilidad en cuanto a los hábitos en la alimentación para que el niño tome parte activa en la misma
pues, tocando los alimentos y jugando con la cuchara, aprenderá pronto a comer solo.
Incentivándolo para valerse por sí mismo ante la comida, estamos consiguiendo un interés y apetencia
por la misma.
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Para que se instauren unos hábitos de alimentación correctos, debemos tener en cuenta varias cosas:
1º Es importante que se respete un horario fijo para las comidas, comenzamos así a crear un hábito. Si se
le hace esperar demasiado tiempo o se le da la comida cuando no tiene hambre, la situación llegará a
convertirse en un problema.
El niño pequeño debe hacer cuatro o cinco comidas al día y no se le debe permitir picar fuera de las horas
asignadas para el alimento. Por ello evita absolutamente los malos hábitos: nada de galletas, ni dulces
para que el bebé deje de llorar. Si los niños son mayores y pueden abrir la nevera o los armarios de la
cocina, debes vigilar que no cojan lo que ellos quieran cuando ellos decidan.
2º Debe comer en un sitio destinado para ello y procurar que siempre sea el mismo. Debe aprender que
no puede levantarse hasta que no termine de comer, aunque si hay más gente en la mesa no se le puede
obligar a permanecer en ella hasta que todos terminen -para un niño pequeño esto resultaría un esfuerzo
excesivo.
3º º
« y cuanto antes mejor. Alrededor de los seis primeros meses
la nutrición comienza a ser variada y es entonces cuando debemos comenzar a inculcar los buenos
hábitos alimenticios. Haz funcionar las papilas gustativas de tus hijos e introduce poco a poco todos los
alimentos habituales en la nutrición infantil, para que se acostumbre desde el principio. No hay que darse
por vencido ante el primer ³no´, ya que éste puede ser meramente circunstancial; los niños necesitan algo
de tiempo para aceptar un alimento nuevo, hay que tener en cuenta que todos los sabores son
desconocidos para ellos. Si rechaza algo nuevo hay que volver a presentárselo unos días después y
siempre poco a poco, que lo pruebe, luego dos cucharas, después tres... hasta que llegue el día que
coma todo el plato.
Un error gravísimo en el que caen muchas madres es prepararle sólo las comidas que saben que le
gustan para evitar el conflicto a la hora de comer. La madre tiene que decidir lo que debe comer el niño,
no al contrario. Si no lo quiere, no se le debe preparar otro plato y es mejor que no coma a que él decida
lo que va a comer.
Esto no quiere decir que deba gustarles absolutamente todo. Hay platos que no gustan y esto es normal y
se debe respetar. Si un niño come una alimentación variada y sana, no pasa nada porque haya algún
alimento que no le guste.
4º No fomentes la actitud pasiva en el niño, entreteniéndole con cuentos, juguetes o televisión mientras le
das de comer cucharada a cucharada.
5º Ponle una cantidad adecuada para que se termine el plato. Es mejor que repita a que se desanime
ante un plato muy colmado ante el cual se sienta incapaz de terminarlo. Para el niño es muy gratificante
terminarse todo y luego pedir más. Si la comida consta de dos platos, modera el primero para que pueda
comerse el segundo.
Si el niño pide repetir, se debe terminar el plato. Hay muchos niños que piden más comida o una galleta y
luego la tiran a la basura. Si la ha pedido, debe comérsela para que aprenda a modular su apetito y sepa
dosificarse.
6º No puedes exigir muchas normas en la comida desde el primer momento. Las reglas tienen que ser
secuenciadas y priorizadas: primero que coma, después ya puedes introducir normas como utilizar la
cuchara, no meter las manos en la comida, sentarse correctamente, no ensuciar la mesa, cerrar la boca,
recoger su plato...
7º No frenes su desarrollo. Para el niño es tan importante el gusto como el tacto en el descubrimiento de
los alimentos. Por eso se le debe permitir tocarlos y hasta embadurnar la mesa. Debe empezar a usar la
cuchara cuanto antes, sin importar que juegue con la comida o que se ensucie. Esto no es debido a su
falta de habilidad, estas acciones son deliberadas. Cuando el niño se sitúa en la etapa anual y el medio
tolera esta acción, se le está ayudando a que se alimente a sí mismo, con sus manos y poco después
podrá realizar con facilidad y rapidez la transición al uso de la cuchara.
Lo mismo ocurre con el paso de la alimentación blanda a la sólida. Cuanto más tardemos en introducir la
alimentación sólida, más difícil será, pues los niños se aferran a la etapa anterior, cuando se alimentaba
succionando.
Al frenar su interés en probar otros alimentos que no sean el puré o la papilla, estás impidiendo su
crecimiento psicológico y sus ganas de ser mayor. Él debe darse cuenta de que valoras esos pasos que
da hacia la independencia. Del mismo modo llegará un momento que ellos rechacen los purés y las
papillas, pero suele ser pasajero y puntual cuando pasa a la alimentación sólida, volviéndolos a aceptar al
poco tiempo.
8º No utilices el alimento como premio o castigo. ³Sino te comes todo, no saldrás al parque a jugar´ o ³Si
no ordenas tus juguetes, no hay postre´. A menudo los padres utilizan estos argumentos para conseguir
algo de sus hijos. Sin embargo es preferible entender la comida como un hecho cotidiano y básico y no
como una herramienta para disuadir.
No nos olvidemos que nuestro pequeño copia nuestro comportamiento. Es muy importante por lo tanto
que vea en nosotros el placer de comer. Comer implica muchas más cosas que el simple hecho de
engullir y digerir. Ponle cuanto antes a tu lado en la mesa junto con el resto de la familia y haz de ese
instante un momento de convivencia.
A lo largo del segundo año (12 a 24 meses)
Al principio se llena
muy poco para que no lo vuelque y muy pronto adquirirán la habilidad óculo-manual de no derramar el
agua. A los 3 años debe manejar con soltura la cuchara y el tenedor, sin ensuciarse demasiado. Entre los
4 y los 5 años ya debe tener destreza con el cuchillo cortando alimentos blandos.