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Tema 7, Sucesiones. II Corte.

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Tema 7: Sucesión Legítima o “Ab-Intestado”.

Concepto

La sucesión legal e intestada es la que se abre a falta de testamento ante la insuficiencia o


ineficacia de éste último. Se indica que la sucesión legal, ab intestato o legítima, es primera en el
tiempo que la testamentaria. Esto es, a falta de previsión del de cujus mediante testamento, la ley
regula detalladamente el destino y la suerte de sus relaciones patrimoniales.

La sucesión intestada se caracteriza porque ocurre por causa de muerte, es decir, requiere del
fallecimiento del causante; siempre es a título universal, por cuanto no existiendo declaración
expresa del causante no puede haber sucesores a título particular o legatarios; se produce por
ordenarlo la ley de forma expresa y es supletoria de la voluntad del causante, en el sentido que el
acto jurídico de última voluntad –testamento– no existe o existiendo está viciado total o
parcialmente. Efectivamente, la sucesión intestada es siempre una sucesión universal, pues la ley
en ella nombra herederos y no legatarios, estos últimos corresponden a la voluntad del causante.

Fundamento

La sucesión ab intestato encuentra sentido en dos ideas que admite el legislador; los afectos
naturales de quien fallece sin manifestación de última voluntad y la necesidad de cumplir cierta
exigencia de orden social. La última descansa en la primera: el afecto y el amor de toda persona
debe orientarse por naturaleza y lógica a su familia; pero aunque así no fuera para algunos sujetos
en particular, la paz social reconocida jurídicamente reclama su consagración por parte del orden
jurídico.

Se admite como fundamento o justificación de la sucesión intestada –que prevé en principio un


orden imperativo de suceder al menos en lo relativo a los herederos legitimarios– la importancia
natural de algunos vínculos familiares, y respecto de los cuales ni siquiera la voluntad del propio
testador tiene la fuerza de excluir de la sucesión. Se funda en la relación familiar, pues el legislador
no habiendo dispuesto el causante, y en trance de elegir heredero, dirige el nombramiento hacia
sus familiares, únicos respecto de los que cabe fácilmente un nombramiento abstracto.

La sucesión legal descansa objetivamente sobre la idea de que el patrimonio del difunto debe ser
heredado por su familia.

¿A quién se refiere la herencia?

En la sucesión ab intestato, la herencia se defiere a determinados familiares en atención al orden


de suceder que prevé el Código sustantivo en los artículos 822 y ss. Indica al efecto una decisión
judicial: «De allí, que suceden al causante determinada categoría de personas; y el orden de
suceder lo establece la Ley en los artículos 822 y siguientes del Código Civil; así encontramos
ciertos órdenes sucesivos: descendientes; cónyuge, ascendientes y hermanos y sus descendientes
y otros parientes comprendidos entre el tercero y sexto grado (artículo 830 del Código Civil)».

En efecto, los sujetos que pueden figurar en la sucesión bajo análisis son: cónyuge –o concubino–,
descendientes, ascendientes, colaterales y en defecto de los anteriores, es llamado en último lugar
el Estado.

De allí que la doctrina distinga que en la sucesión ab intestato se llaman a los parientes
consanguíneos, al cónyuge y al Estado; los primeros pueden concurrir, el Estado, por el contrario,
viene cuando faltan las otras. Los parientes más próximos excluyen a los más lejanos. Así, se cita
como principio básico de la sucesión ab intestato «la mejor condición del parentesco próximo». En
cada orden es llamado a la sucesión el pariente más próximo, teniéndose en cuenta el grado de
parentesco; los parientes del mismo grado suceden en condición de igualdad.

Se alude a «herederos legítimos», esto es, aquellos sujetos determinados expresamente por la ley
a la herencia en razón de parentesco, matrimonio o concubinato. Los herederos o sucesores
legítimos o legales, llamados por el orden legal a la herencia a falta de testamento, se diferencian,
de los herederos «legitimarios», titulares de la «legítima» y ambas categorías no necesariamente
coinciden.

Son herederos legitimarios los primeros llamados en la sucesión legal, a saber, cónyuge,
descendientes y ascendientes, proyección del carácter imperativo del llamamiento. La sucesión
legal impone un orden –en parte imperativo– al menos en lo que respecta a los herederos
legitimarios –a quienes debe respetársele su cuota legítima–.

El testador puede variar parte del orden sucesorio legal; aquel que no sea imperativo porque no
supone la existencia de herederos legitimarios.

El de cujus podría efectivamente excluir por testamento a determinados parientes en forma


expresa o tácita llamados en la sucesión legal, a lo que cabe reiterar que tal exclusión en nuestro
ordenamiento es válida como forma de manifestación de la autonomía de la voluntad del
causante, únicamente respecto de herederos no legitimarios –hermanos, sobrinos y otros
colaterales–.

Capacidad para suceder.

La capacidad para suceder es el conjunto de requisitos que la ley exige para que una persona
pueda ser sujeto pasivo de la transmisión hereditaria». Y tal capacidad es de derecho, pues se
refiere al goce o titularidad del derecho sucesorio, y comprende la capacidad receptiva de adquirir
o recibir. Esta capacidad para suceder es distinta a la capacidad para aceptar o repudiar la
herencia, que es una capacidad dinámica, relativa a la «capacidad de obrar»; en tanto que la
capacidad para suceder es estática o «capacidad de derecho», y consiste en la calidad misma de
sucesor o heredero en virtud de un título válido. Tampoco debe confundirse la capacidad o aptitud
para suceder con la «vocación hereditaria».
El Código Civil regula lo relativo a la capacidad para suceder en los artículos 808 al 813. Dispone el
artículo 808 del Código Civil: «Toda persona es capaz de suceder, salvo las excepciones
determinadas por la ley».

La doctrina clasifica las incapacidades en absolutas o relativas, según que afecten en todo caso o
en relación con una sucesión determinada. En la absoluta no se puede recibir de persona alguna,
en la relativas no se puede recibir de determinada persona. Para suceder ab intestato, al igual que
acontece en materia de sucesión testamentaria, rige la regla de que la capacidad es la regla y la
incapacidad es la excepción.

Veamos cada uno de los supuestos contenidos en tales normas:

A. Consideraciones sobre la denominada incapacidad por «inexistencia»:

Prevé el artículo 809 del Código Civil: «Son incapaces de suceder los que en el momento de la
apertura de la sucesión no estén todavía concebidos. A los efectos sucesorios la época de la
concepción se determinará por las presunciones legales establecidas en los artículos 201 y
siguientes para la determinación de la filiación paterna».

Una antigua regla que se remonta al Derecho romano exige que las sucesiones se abran a favor de
seres que ya existen, pues los bienes del difunto son recogidos por aquellos que viven al momento
de su fallecimiento.

B. La indignidad

El artículo 810 del Código Civil consagra las causas taxativas de indignidad como causa de
incapacidad relativa –con relación al causante exclusivamente–: «Son incapaces de suceder como
indignos:

1. El que voluntariamente haya perpetrado o intentado perpetrar un delito, así como sus
cómplices, que merezca cuando menos pena de prisión que exceda de seis meses, en la persona
de cuya sucesión se trate, en la de su cónyuge, descendiente, ascendiente o hermano.

2. El declarado en juicio adúltero con el cónyuge de la persona de cuya sucesión se trate.

3. Los parientes a quienes incumba la obligación de prestar alimentos a la persona de cuya


sucesión se trate y se hubieren negado a satisfacerla, no obstante haber tenido medios para ello».

Se trata de causales taxativas y, por tal, de orden público, que no pueden extenderse
analógicamente dada su naturaleza sancionatoria a otros hechos distintos a los previstos por el
legislador aunque sean censurables, lo que es de orden privado es plantearlas. No toda conducta
indebida o inadecuada da lugar a indignidad, sino las expresamente consagradas por la ley. Tales
causales son objeto de consideraciones particulares por la doctrina.
C. La ausencia

El ausente es aquella persona natural de cuya existencia se duda, esto es, reina «incertidumbre»
sobre su existencia. Nuestro ordenamiento consagra varias fases o etapas del régimen de la
ausencia, bien sea bajo el sistema ordinario o bien el supuesto especial de «presunción de muerte
por accidente».

En materia de incapacidad para suceder se cita el caso del ausente, es decir, aquel de quien se
duda de su existencia (artículo 442 y ss. del Código Civil), quien directamente no puede suceder
dada la incertidumbre sobre su subjetividad. De allí que la doctrina lo ubique dentro de la
incapacidad general «absoluta» para suceder, aunque no esté expresamente consagrada en la ley.
En tal caso, de conformidad con la citada norma, los derechos sucesorios del ausente «declarado»,
pasan a los que con él hubiesen tenido derecho a concurrir, o a aquellos a quienes corresponda tal
sucesión a falta suya, salvando el derecho de representación, con el cumplimiento de la respectiva
constitución de caución o garantía. Podría operar la extinción de los derechos sucesorios del
ausente por prescripción de conformidad con el artículo 443 del Código Civil.

D. La conmoriencia

Indicamos que algunos autores incluyen entre las causas de incapacidad para suceder por
«inexistencia» los supuestos de premoriencia –muerte previa al causante– y de conmoriencia –
muerte simultánea, artículo 994 del Código Civil.

Tal supuesto, previsto en el artículo 994 del Código Civil: «Si hubiere duda sobre cuál de dos o más
individuos llamados recíprocamente a sucederse, haya muerto primero que el otro, el que
sostenga la anterioridad de la muerte del uno o del otro deberá probarla. A falta de prueba se
presumen todos muertos al mismo tiempo y no hay transmisión de derechos del uno al otro».

El especial caso de la «conmoriencia» o presunción de muerte simultánea, dada su evidente


particularidad, efectivamente se traduce en el caso concreto en una incapacidad para suceder,
porque ante la imposibilidad de probar la prioridad en la muerte o pre muerte de uno de los
llamados a sucederse, lo que opera es la presunción de simultaneidad en la muerte, esto es, la
conmoriencia. La imposibilidad de probar la inexistencia o muerte previa de uno de los sucesores,
los convierte en conmorientes, y por tal incapaces de transmitirse derechos sucesorios.

E. El reconociente post mortem

Dentro de las incapacidades para suceder el supuesto previsto en el artículo 219 del Código Civil
que prevé: «El reconocimiento que se haga de un hijo muerto no favorece como heredero al que
lo reconoce, sino en el caso de que éste pruebe que aquél gozaba en vida de la posesión de
estado».

Tal norma establece la posibilidad de reconocimiento post mortem del hijo, pero precisa de
posesión de estado para surtir efectos sucesorios. Dicha norma pretende evitar los
reconocimientos filiatorios post mortem con ánimo de obtener ventaja patrimonial. De allí que
dicho acto jurídico solo surte efecto a fines sucesorios del progenitor cuando se gozó en vida de
posesión de estado.

La representación

Concepto y la naturaleza

La representación en materia sucesoral presenta una acepción distinta a su sentido tradicional de


realizar actos jurídicos en nombre de otro, pues supone entrar en la sucesión en el lugar de
alguien que no está en posibilidad de heredar. Es técnicamente imposible representar a un
difunto. Pero en el lenguaje sucesorio se distingue quien hereda por derecho propio de quien
sucede por representación, según se sea llamado a suceder directa y personalmente o según se
entre en el lugar de otra persona, respectivamente.

Existen dos maneras de suceder ab intestato: por derecho propio y por derecho de
representación; la primera, cuando el llamado a la herencia recibe un llamamiento directo y
personal; la segunda, cuando el llamado va a ocupar la herencia en el lugar que le correspondería
originalmente a un heredero por derecho propio que no puede suceder. Se suele heredar por ser
llamado directa y personalmente a suceder a una persona fallecida; pero también puede
heredarse por entrar en el lugar de alguien que no está en capacidad de suceder.

La sucesión por derecho propio no puede coexistir en una misma persona con la sucesión por
derecho de representación: son excluyentes.

La representación viene a ser una «sustitución» legal que permite a los descendientes de quienes
no puedan heredar, subrogarse en el lugar y grado de estas, de conformidad con el artículo 814
del Código Civil que prevé: «La representación tiene por efecto hacer entrar a los representantes
en el lugar, en el grado y en los derechos del representado». En tal caso, la persona hereda para sí,
pero en modo subsidiario porque ello no sería posible sino a falta del representado.

Casos en que tienen lugar sus efectos

La representación tiene lugar en línea recta descendente, es decir, entre descendientes no tiene
límites, de conformidad con el artículo 815 del Código Civil: «La representación en la línea recta
descendente tiene efecto indefinidamente y en todo caso, sea que los hijos del de cujus concurran
con los descendientes de otro hijo premuerto, sea que, habiendo muerto todos los hijos del de
cujus antes que él, los descendientes de los hijos concurran a heredarlos; ya se encuentren entre sí
en grados iguales, ya en grados desiguales y aunque encontrándose en igualdad de grados, haya
desigualdad de número de personas en cualquiera generación de dichos descendientes». La
representación en línea recta descendiente opera hasta el infinito o ad infinitum y procede desde
el segundo grado –nietos– nunca por el primer grado –hijos–.
Mientras que respecto de los ascendientes no opera la representación. El derecho no admite la
representación en línea recta ascendente. Se considera natural que el ascendiente más próximo
excluya al más remoto y que otra cosa sería contraria al curso de los sucesos. Al efecto, indica el
artículo 816 eiusdem: «Entre los ascendientes no hay representación: el más próximo excluye a los
demás». En tanto, que en línea colateral, la representación se admite a favor de los hijos de los
hermanos, es decir, de los sobrinos, por lo se afirma que en tal caso la representación es
procedente en forma limitada.

Según prevé el artículo 817 del Código Civil: «En la línea colateral la representación se admite en
favor de los hijos de los hermanos y de las hermanas del de cujus, concurran o no con sus tíos».
Esto atiende a que el legislador presume que los lazos de afecto se debilitan más allá de los hijos
de los hermanos. Esta línea de representación no pasa del tercer grado, no llega sino a los
sobrinos.

A efecto dispone el artículo 820 del Código Civil: «No se representa a las personas vivas, excepto
cuando se trata de personas ausentes o incapaces de suceder». La norma alude a ausencia o
incapacidad, aunque, según vimos, la ausencia –incertidumbre sobre la vida– constituye una
incapacidad para suceder y por tal la ley llama a la sucesión a aquellos que habrían de ocupar el
puesto del ausente.

Se aclara que la incapacidad a que se refiere la norma es la relativa a la indignidad. Prevé el


artículo 1015 del Código Civil: «No se sucede por representación de un heredero que haya
renunciado. Si el renunciante fuere el único heredero en su grado, o si todos los coherederos
renunciaren, los hijos de ellos suceden por derecho propio y por cabeza».

En función de ello se concluye que no hay representación del heredero que repudia la herencia,
en consonancia con el respeto del vocatus a rechazar la herencia, que posiblemente tendrá
razones por lo que mal puede la ley suponer el perjuicio de sus herederos; en caso de repudio los
otros coherederos acrecen en sus cuotas, pero no opera la representación. Y de existir otros
coherederos se sigue al grado siguiente a tenor del artículo 1014 eiusdem.

Se agrega que lo anterior –exclusión de la representación en caso de repudio– no debe


confundirse con el supuesto consagrado en el artículo 821 eiusdem: «Se puede representar a la
persona cuya sucesión se ha renunciado». Con base en la norma se indica que «la aceptación de la
herencia deferida por el representado no es condición para que se dé la representación sucesoria.
Puede rechazarse la herencia del representado y sin embargo entrar a representarle en la sucesión
a su ascendiente». Así, coloca el ejemplo Sanojo a propósito de dicha norma que «El nieto cuyo
padre haya muerto, puede renunciar a su herencia, y con todo entrará a heredar a su abuelo en
representación de su indicado padre». Lo cual es una prueba de que quien hereda por
representación es heredero directo de la persona de cuya sucesión se trate. Así pues, el nieto
puede renunciar a la herencia de su padre y sin embargo heredar a su abuelo (artículo 821), mas
no pudiera heredar por representación a su abuelo si su padre ha renunciado a la de éste (artículo
1015). Así en la legislación española. Al efecto, se aprecia decisión judicial que indica que «… es
posible representar a la persona cuya sucesión se ha renunciado, a los ausentes y a los declarados
indignos». Vale recordar que a ellos debe agregarse la premoriencia.

Finalmente, prevé el artículo 819 del Código Civil: «En todos los casos en que se admite la
representación, la división se hará por estirpes. Si una estirpe ha producido más de una rama, la
sub-división se hace por estirpes también en cada rama; y entre los miembros de la misma rama,
la división se hace por cabezas»

La herencia yacente y la herencia vacante

La herencia yacente, según refiere el artículo 1060 del Código Civil, es aquella respecto de la que
se ignora quién es el heredero, o cuando estos han renunciado a la misma. Precisa de la
administración de un curador, del cumplimiento de los requisitos legales y el transcurso del lapso
correspondiente, a los fines de considerar la herencia vacante y transferir los bienes al Fisco
Nacional. Al efecto indica la citada norma: «Cuando se ignora quién es el heredero, o cuando han
renunciado los herederos testamentarios o ab intestato, la herencia se reputa yacente y se
proveerá a la conservación y administración de los bienes hereditarios por medio de un curador».
La yacencia de la herencia es un procedimiento dirigido a asignarle a una sucesión acéfala un
curador temporal, para que provea a su conservación y administración.

El procedimiento de herencia yacente pretende la conservación de los bienes de la herencia,


mientras se precisa la titularidad definitiva de la misma. Tal supuesto está regulado en el Código
Civil (artículos 1060 al 1065) y también referida en los artículos 924 a 926 del Código de
Procedimiento Civil.

Dispone el artículo 1061 del Código Civil: «El juez de primera instancia con jurisdicción en el lugar
donde se haya abierto la sucesión, nombrará el curador, a petición de persona interesada o de
oficio». Se impone el deber de notificar al juez por quien tenga conocimiento de una herencia
yacente con la relación de sus bienes, pues sin tal indicación mal puede proceder el juzgador. Del
inicio del procedimiento se notificará al Procurador General de la República. A la herencia yacente
se le da un curador. El curador nombrado es libre de aceptar o renunciar el cargo.

Se aprecia que la herencia reputada yacente se declarará judicialmente vacante. Indica Torres-
Rivero que yacencia y vacancia son pasos sucesivos: primero yacencia y luego vacancia. Puede
haber yacencia sin vacancia, pero jamás vacancia sin yacencia, mediante esta se llega a aquella. La
herencia yacente es aquella herencia por el momento no reclamada, mientras que la herencia
vacante es aquella herencia que definitivamente carece de herederos. La sucesión del Estado
coincide con la vacancia de la herencia, y su justificación estriba en que por interés general es
conveniente que exista en todos los casos un titular del patrimonio hereditario y evitar así que se
rompa la continuidad de las relaciones patrimoniales

La herencia es vacante cuando no existe heredero conocido y viene a recibirla en última término
el Estado. Se indica que el procedimiento de herencia yacente no es contencioso, por lo que ante
una decisión negativa del juzgador el solicitante tiene libre la vía ordinaria.

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