El Juego en El Nivel Inicial
El Juego en El Nivel Inicial
El Juego en El Nivel Inicial
I)
Enseñar es poner a disposición un legado cultural que incluya todas las experiencias formativas que
NO provee el medio social habitual de cada niño y niña. Si la escuela enseña los que ello/as ya
saben o lo que pueden encontrar fácilmente en otro lado, está diluyendo su potencialidad y
defraudando las expectativas que la sociedad deposita en ella. Deberíamos tratar que el
conocimiento escolar sea una herramienta que permita salir del inmediatismo (la idea de que sólo
existe el presente) y la inmanencia (la creencia en que cada uno/a sólo puede operar sobre sí
mismo/a). Por el contrario, se trata de ver que la experiencia humana es arbitraria, cambiante y
multifacética, que podemos conservar y cambiar el legado de las generaciones anteriores, que el
conocer con otro/as es una experiencia transformadora y nos da mayor potencia para pensar. En este
sentido, enseñar es provocar la mente del otro/a y la propia, sin ‘fabricar’ al otro/a cómo queremos
que sea, ni ‘abandonarlo/a’ para que resuelva todo por sus propios medios.
Enseñar es siempre una apuesta utópica, la escuela tiene la posibilidad de constituirse en espacio de
cobijo y enseñanza, reconocimiento y proyecto.
El primer derecho de cada niño/a en la escuela es a recibir enseñanzas, por lo que es factor de
exclusión aquella docente que niega conocimientos, que no abre las puertas del mundo a cada
niño/a, que no desafía los intereses actuales para construir intereses nuevos y superadores.
Al decir que la enseñanza amplía los repertorios culturales, se hace referencia a que el Nivel Inicial
puede y debe distribuir algunos bienes simbólicos que humanizan e incluyen. Quien desdeña la
enseñanza en nombre de la espontaneidad infantil tira por la borda la libertad del niño, porque una
convicción básica de la educación escolar es que el conocimiento tiene potencial emancipatorio, el
pensamiento puede transformarnos y el intercambio argumentativo nos constituye como sujetos
libres. (Famosa frase “que fácil ser maestrita de jardín, les haces jugar y pintar”)
El segundo derecho de cada niño/a en la escuela es que crean en él/ ella, en que puede, en que tiene
algo para aportar a este mundo, en que vale la pena incluirlo/a en los proyectos compartidos.
Enseñar es reconocer al otro/a como sujeto capaz de aprender, de pensar, de dialogar y de producir.
Ello no viene dado. No entra con la llegada de cada niño/a al Jardín. Es necesario advertirlo y
favorecerlo.
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Algunos propósitos DE LA EDUCACIÓN INICIAL
En relación con las y los alumnos
• Asegurar el respeto de los derechos de todo/as lo/as niño/as establecidos en las Leyes de
protección de los derechos del niño, nacional 26.061 y provinciales 13.298 y 13.634.
• Generar vínculos de afecto y confianza que les brinden seguridad en sus capacidades y deseos de
aprender.
• Asegurar la enseñanza de conocimientos socialmente significativos que amplíen y profundicen sus
experiencias sociales extraescolares, fomentando nuevos aprendizajes.
• Favorecer el desarrollo de sus capacidades de comunicación y expresión a través de diferentes
lenguajes verbales y no verbales.
• Promover la integración grupal y la articulación de las diferencias personales en el desarrollo de
tareas de aprendizaje, en el juego y en la convivencia cotidiana.
• Ofrecer oportunidades de desarrollo de su capacidad creativa, del placer por explorar y conocer y
de la participación en actividades colectivas.
• Promover actitudes de solidaridad, cuidado de sí mismos y de la/os otra/os, disposición al diálogo
ya la resolución cooperativa de los problemas comunes.
Es una actividad libre, ya que es elegida por el sujeto que juega y puede interrumpirse o
terminarse en cualquier momento. Esta libertad se encuentra asociada al hecho de que la
elección no responde a una necesidad biológica o a un deber moral, sino que es una acción
desinteresada.
Se practica por el placer mismo que éste causa. Esto implica una intencionalidad, solo hay
juego cuando los sujetos toman la decisión de convertirse en jugadores y crean la situación
de juego.
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Supone la creación de un mundo paralelo, de una situación ficticia, donde se utilizan
elementos de la realidad al tiempo que el/la jugador/a sabe que lo que se hace no es verdad,
que puede entrar y salir de ese mundo cuando lo desee.
Sin embargo, este universo que crean lo/as jugadores no está exento de reglas: estas se encuentran
siempre presentes bajo diferentes formas: explícitas o implícitas, preexistentes o construidas durante
el juego. Las reglas tienen una función central, ya que delimitan el juego, a la vez que implican la
suspensión momentánea de las reglas que ordenan el mundo habitual. Son libremente aceptadas por
aquello/as que deciden participar del juego, pero, al mismo tiempo, se vuelven obligatorias, porque,
en la medida que ellas se transgredan, se desvanece el mundo del juego.
Las reglas se subordinan a la práctica y actúan como hipótesis que regulan el juego y permiten que
en el juego mismo se aprenda a jugar. La presencia de reglas, entonces, imprime orden en el juego.
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incluye y se realiza, y justamente la escuela constituye un contexto social portador de una cultura
particular.
En ella, el juego asume características distintas del juego en otros contextos dada la presencia de
una finalidad educativa de la institución escolar. Aquellos condicionamientos pueden pensarse en
términos de espacio, tiempo, contenido, materiales (es, en principio, el docente quien los
selecciona), compañero/as de juego, reglas áulicas. Estas son restricciones contextuales y externas
al sujeto que fijan límites y a su vez canalizan su desarrollo. Las mismas encauzan la manera en que
el/la niño/a juega en la escuela diferenciándola de la manera en que jugaría en un contexto
diferente.
Es necesario diferenciar el juego de las actividades de aprendizaje que l@s docentes proponen para
que los niños construyan determinados conocimientos; actividades que pueden gozar de algunas de
las características del juego pero que no son juego propiamente dicho.
Las actividades, que son pensadas con finalidades educativas, implican una mirada del juego como
estrategia metodológica para la enseñanza de ciertos contenidos específicos; mientras que el juego
propiamente dicho refiere a las actividades que suponen modos más libres y espontáneos en las
decisiones y las acciones del jugador. Tener presente esta diferenciación, entre juego y actividades
de aprendizaje, contribuye con la posibilidad
de programar espacios y tiempos para ambos tipos de actividad, sin correr el riesgo de confundir
una con la otra.
Esto es así porque justamente el problema se presenta cuando se disfrazan las
actividades y se terminan llamando juegos a propuestas que no lo son.
Como se ha señalado, el juego tiene un interés educativo. Ahora bien, en el intento por conservar su
especificidad, es importante tener presente que para que el juego efectivamente tenga lugar, los
contenidos referidos a otras áreas que pueden seleccionarse para desarrollar durante los momentos
de juego, pueden o no aparecer en el juego de los niños. El juego no debe plantearse como una
actividad para alcanzar unos objetivos prefijados, más allá de que a través de él se puedan movilizar
ciertos contenidos.
De esta manera se plantea la necesidad que la escuela respete el derecho de lo/as niñ/as a jugar y
además que favorezca esta actividad a partir de variadas situaciones que posibiliten el despliegue de
los distintos tipos de juego (juegos de dramatización, juegos de construcción, juegos con reglas
externas, juegos tradicionales).
“El niño vive en el juego una experiencia rara en la vida del hombre:
la experiencia de enfrentarse por sí solo con la complejidad del mundo; él, con toda su curiosidad,
con todo lo que sabe y lo que sabe hacer y con todo lo que no sabe y desea saber frente al mundo,
con todos sus estímulos, sus novedades, sus atractivos. Y jugar significa recortar para sí mismo cada
vez un trocito de este mundo.
Acelerar este proceso puede afectarlo, con riesgo de impedirlo o entorpecerlo. Por eso es importante
que los adultos dejen hacer, dejen jugar a los niños, un dejar que no es abandonar; es mirar,
asegurar sin interferir, sugerir, ponerse en el lugar del niño.”
Así es como entendemos la enseñanza del juego en la Educación Inicial. Un juego a través del cual
el/la niño/a pueda conocerse a sí mismo, a los demás y al mundo que lo rodea, un juego que le
ofrezca la posibilidad de desplegar su iniciativa, de ser independiente.
Para que el juego en la escuela contribuya con la formación de sujetos autónomos es necesario
enriquecerlo, respetando la iniciativa de lo/as niño/as al tiempo que se la potencia. Esto supone un
adulto disponible, con buena escucha, con intenciones de brindarse y de dejarse sorprender por el
otro.
Supone también poder pensar al niño/a como co-constructor activo del conocimiento, de la cultura y
de su propia identidad.
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Bibliografia