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C uando M orimos

Diseño de tapa: Juliana Cesano

Título en español: “Cuando Morimos”

Copyright © 2012 por la Editorial Teosófica en Español. To-


dos los derechos reservados.
Sin autorización escrita del editor, queda prohibida la repro-
ducción total o parcial de esta obra por cualquier medio. Que-
da hecho el depósito que marca la ley 11723.

ISBN 978-987-27745-2-3

Por información adicional, dirigirse a:

Editorial Teosófica en Español


etespa@sociedad-teosofica.com.ar
www.sociedad-teosofica.com.ar

Impreso en Argentina
Geoffrey A. Farthing

C uando M orimos
Índice General
PREFACIO.....................................................................................9
CAPÍTULO I - Morir: dormir.......................................................17
CAPÍTULO II - El Panorama Universal.......................................23
CAPÍTULO III - La naturaleza compleja del hombre..................37
CAPÍTULO IV - Morir y lo que pasa después.............................45
CAPÍTULO V - La Lucha de la Muerte y el Estado de Gest.......56
CAPÍTULO VI - La Segunda Muerte y El Devachan..................67
CAPÍTULO VII - Renacimiento y Karma . .................................88
CAPÍTULO VIII - Excepciones: Suicidios y Accidentes . ........99
CAPÍTULO IX - El Espiritismo.................................................109
CAPÍTULO X - Algo más sobre el Ego y la Inmortalidad.........123
CAPÍTULO XI - Las Llaves de la Vida......................................131

APÉNDICE
1.- La Inconsciencia después de la Muerte...............................137
2.- Cadenas, Globos (Planetas), Rondas y Razas......................138
3.- La Constitución del Hombre................................................139
4.- Los Habitantes de los Mundos Internos...............................140
5.- Las Dimensiones de los Habitantes del Devachan..............141
6.- Elementos y Elementales.....................................................142
7.- Kāma, Rūpa, y Arūpa-Lokas...............................................143
8.- El Karma..............................................................................147
9.- Los Maestros de Sabiduría...................................................149
10.- Orígenes, Divinidad y Cosmos............................................149
11.- Los Espíritus Planetarios.....................................................151
12.- El Espacio............................................................................151
13.- Memoria final de todas las Vidas. Nirvāna. Reposo Abs....152
PREFACIO

Olvidan, o nunca supieron, que aquel que tiene las llaves de


los secretos de la Muerte está en posesión de las llaves de la
Vida. (CM-65-p.520)
Se suele aceptar que se conoce muy poco sobre lo que ocurre
cuando morimos. Tenemos muchos informes de fuentes espiri-
tistas, pero no concuerdan demasiado entre ellas en detalles im-
portantes. Todas las religiones tienen algunas enseñanzas sobre
el tema, pero suelen ser poco específicas o incompletas y a me-
nudo no resultan convincentes, especialmente para aquellos que
tienen una mente inquisitiva. La explicación que se da en este li-
bro es razonablemente completa y creíble si los postulados pro-
puestos son aceptados. Algunos de ellos están confirmados por
nuestra experiencia común: por ejemplo, la naturaleza cíclica
de los fenómenos de la Naturaleza, como el día y la noche y las
estaciones del año. Cuando se usan en el contexto de la vida y
de la muerte, ciertamente nos proporcionan una base importante
para la reflexión.
Los que saben afirman que estos postulados son realidades.
La idea de que son realmente hechos y de que pueden conocerse
parecerá cada vez más factible a medida que vayamos viendo
algo de la idea global presentada en este libro. A grandes rasgos,
la afirmación de que puede existir este conocimiento se basa en
la tradición de que hay hombres que lo poseen. Se da por cierto
que hay, más allá del reino humano, etapas evolutivas que, con
el tiempo, se pueden alcanzar por todos nosotros.
10 Prefacio

El progreso hacia estos estados superiores, sin embargo, no


será físico sino subjetivo, es decir, se realizará mediante facul-
tades internas todavía no activadas dentro de la mayoría de no-
sotros en la actualidad. Estas facultades llegan a un punto en
el que un individuo muy desarrollado es capaz de percibir el
funcionamiento interno de la Naturaleza. No es psiquismo, sino
visión espiritual, algo muy distinto a la clarividencia normal. A
través de este medio, incluso los pensamientos y las emociones
de los demás se hacen perceptibles. Estas son las actividades
internas subjetivas a las que, se dice, nos dedicamos después
de la muerte, cuando nos hallamos en un estado subjetivo. Nor-
malmente, en nuestra vida diaria nuestros pensamientos y emo-
ciones son privados para cada uno de nosotros, pero no ocurre
así para estos individuos desarrollados espiritualmente. Se les
conoce tradicionalmente con distintos nombres: en este libro se
utilizan los términos de Adeptos, Iniciados, Maestros o Maes-
tros de Sabiduría.
Para ser más específicos sobre el grado de su desarrollo, se
reconoce que son hombres que se han perfeccionado a lo lar-
go de muchas vidas, liberándose de los defectos, deficiencias
y limitaciones del hombre personal. Como veremos, el hom-
bre tiene un componente divino espiritual en su naturaleza, de
tal carácter que, cuando puede funcionar conscientemente a ese
nivel, no solo conoce su propia divinidad (Dios), sino que tam-
bién se convierte en omnisciente respecto incluso al más alto
genio de la humanidad corriente. Esta omnisciencia se extiende
hasta los reinos internos de la Naturaleza. Es aquí donde, hasta
cierto punto, estamos nosotros, no solo en pensamiento normal
sino también en los estados después de la muerte. Los Adeptos
pueden funcionar conscientemente en estos reinos y, por con-
siguiente, pueden conocer los estados y actividades que desa-
rrollan en ellos aquellos a los que llamamos muertos. Citando a
uno de los Maestros, un poco fuera de contexto:
Prefacio 11

“Nosotros le decimos a usted lo que sabemos, porque tuvi-


mos que aprenderlo a través de la experiencia personal”.
(CM-20c-p.187)
No es preciso decir que los Maestros de esta categoría apare-
cen muy raramente en los anales de la historia del mundo, y en
su vida nunca fueron conocidos públicamente por lo que eran.
Entre Adeptos o Iniciados reputados estaban Platón, Pitágoras,
Apolonio de Tiana y Paracelso. Algunas de sus enseñanzas más
ocultas, aparte de una gran masa de literatura religiosa y filosó-
fica que ha ido conociendo la humanidad a través de los siglos,
fueron hechas públicas por primera vez al final del siglo pasado.
Se evidencia en algunas cartas escritas por dos de ellos al Sr. A.
P. Sinnett (un periodista que por aquel entonces trabajaba en la
India) y en los escritos de uno de sus discípulos, H. P. Blavats-
ky 1.
HPB recibió una vez una carta con la siguiente pregunta:

Se ha hablado ya lo suficiente, en distintas ocasiones, de las


condiciones de la existencia post mortem, como para contar
con un sólido bloque de información sobre este punto. El es-
critor agradecería que se le dijera dónde puede encontrarse
esta información. ¿Está impresa? ¿O bien tiene uno que ser
lo suficientemente Ocultista para averiguarlo por sí mismo
en la “Simbología” de la Biblia?
Y su respuesta fue la siguiente:

Realmente es necesario ser un “Ocultista” antes de poder


entender y asimilar correctamente los estados post mortem
del hombre, porque esto solo puede lograrse a través de la
verdadera experiencia de alguien que tenga la facultad de

1  Helena Petrovna Blavatsky (HPB), co-fundadora de la Sociedad Teo-


sófica en 1875.
12 Prefacio

situar su conciencia en los planos del Kāma-Loka y del De-


vachan. Pero sí que se ha escrito mucho en The Theosophist.
También puede aprenderse mucho de la simbología no solo
de la Biblia sino de todas las religiones, especialmente de la
egipcia y de la hindú. Solo que, una vez más, la clave de esa
simbología la tienen las Ciencias Ocultas y sus Custodios.
(BCW, IX, 171)
Muchas de las expresiones presentes en los extractos y en la
literatura están escritas en inglés-americano, y algunas de las
expresiones de los pasajes citados de estos escritos no están en
el inglés convencional de hoy en día, pero se entienden fácil-
mente. No pido disculpas por el número, y en algunos casos por
la longitud, de estas citas, porque constituyen la fuente princi-
pal de nuestra información. Sin estas Cartas tendríamos solo un
poco más de idea de los estados después de la muerte de lo que
nos proporciona la especulación corriente.
Las palabras insertadas en los extractos citados entre parén-
tesis cuadrados han sido añadidas al texto por el autor de este
libro.

Referencias:
Los pasajes citados proceden de las siguientes fuentes:
• Las Cartas de los Mahātmas a A. P. Sinnett (CM), corres-
ponde a la 3ª edición en español de la Editorial Teosófica
Española, luego el Nº de carta: 20c y p.xx: la página).
• La Clave de la Teosofía (CT-p.xx) de H. P. Blavatsky. Aquí
los números del capítulo y de la página se refieren a la edi-
ción original.
• Collected Writings de HPB (BCW), editado por Boris de
Zirkoff en catorce volúmenes, I al XIV.
Prefacio 13

• La Doctrina Secreta (DS) de HPB. Las referencias citadas


son de la edición original en dos volúmenes, de 1888.
• El Glosario Teosófico (GT), de HPB y otros.

Sobre el Autor
Geoffrey A. Farthing (1909-2004). Ha dado conferencias en
muchos países del mundo y ha ocupado muchos cargos en la
Sociedad Teosófica en Inglaterra, incluido un período como Se-
cretario General (1969-72).
Escribió varios libros teosóficos: La Teosofía, ¿De qué se
trata?; La Divinidad, el Cosmos y el Hombre; Explorando el
Gran Más Allá; y pronunció la prestigiosa Conferencia HPB, en
la Convención anual de la Sociedad Teosófica en Inglaterra, so-
bre “La Vida, la Muerte y los Sueños” en 1972. Participó duran-
te un trienio como miembro del Consejo General de la Sociedad
Teosófica en Adyar, India, y fue miembro del Comité Ejecutivo
de la Federación Teosófica Europea.
En su adolescencia ocurrió un hecho que le afectó profun-
damente. Le llevaron a visitar a una tía bisabuela materna que
era muy anciana y estaba en cama. Entró en la habitación con
su madre y habló unas palabras con la señora, que parecía muy
lúcida. Ella reconoció a la madre pero no sabía quien era el niño
hasta que se lo dijeron. La madre y su tía abuela hablaron un
poco y después la tía abuela se quedó callada. Unos momentos
después su antebrazo izquierdo, que reposaba sobre las sábanas
encima de su pecho, quedó flácido y se cayó a un lado de la
cama. No había ningún cambio aparente en la anciana, excepto
que tenía los ojos fijos. Estaba muerta.
Entonces empezaron a surgir las preguntas en la mente del
autor. Exactamente, ¿qué había ocurrido? Alguien dijo que su
alma se había ido. Por sus visitas a la iglesia, el niño sabía que
14 Prefacio

esta partida significaba que el alma había ido al cielo o al infier-


no. Aparte de unas descripciones muy vagas sobre estos lugares,
realmente no tenía ninguna idea de qué eran o de dónde estaban.
Había oído hablar de las torturas de los condenados y de sus
eternidades en el fuego del infierno pero ¿dónde estaba ese fuego
y cómo podía ser combustible? Fue preguntando a varias perso-
nas, incluido el párroco local, que consideraba como la persona
idónea para tener todas aquellas respuestas, pero parecía que na-
die tenía realmente nada de valor que decirle. Estaba todavía en
la escuela y por casualidad su tutor era un cura. Le hizo algunas
de estas preguntas pero no obtuvo ninguna verdadera respuesta.
Más adelante descubrió, por los artículos de los periódicos
y en las revistas con fotografías de fenómenos espiritistas, co-
sas como apariciones ectoplásmicas de los muertos, las casas
encantadas y los espíritus burlones o duendes. ¿Qué relación
tenían todos estos hechos con lo que le había ocurrido a su tía
bisabuela? ¿Podía ella volver como una forma ectoplásmica?
¿Tenía ella algo que ver con las casas encantadas, provocando
desgracias a sus ocupantes? ¿Podía ser un medio de cosas irra-
cionales y destructivas como las que había oído decir que hacían
los espíritus?
Con los años, estas y otras preguntas se le fueron ocurriendo
muchas veces. Era la época del Kuda Bux y de las historias de
mediums dotados que obtenían mensajes largos, inteligentes e
inteligibles del “otro lado”. Leyó libros de cartas de niños di-
funtos, que habían servido de gran consuelo para sus padres y
otras personas. Estas cartas estaban a veces en una larga serie, y
duraban unos años. ¿Quién las escribía? Si realmente eran “los
muertos”, ¿cuál era el medio de comunicación? ¿Por qué solo
ciertas personas las recibían? ¿Eran verdaderamente genuinas?
Eran los días de los grandes espiritistas como Sir Arthur Conan
Doyle, William Croókes, Stainton Moses y otros, muchos de
Prefacio 15

ellos figuras prominentes en la vida pública. El tema de los fenó-


menos espiritistas era por consiguiente digno de seria conside-
ración, pero también era un tema de considerable especulación.
Parece que una gran variedad de fenómenos eran bastante rea-
les, pero los factores que intervenían en su producción parecían
ser un tema de discrepancia. Los espiritistas decían unánime-
mente que eran los espíritus de los muertos, pero algunos de los
investigadores expresaban sus dudas al respecto.
Junto con sus exploraciones literarias en el mundo del espiri-
tismo, las preguntas de nuestro autor siguieron adelante. Llegó
hasta los orígenes del Universo, cómo estaba gobernado, cuál
era nuestra relación con él. Todas estas preguntas en el pen-
samiento convencional implicaban a Dios, pero ¿quién, qué o
dónde estaba Dios y de dónde venía? ¿Cómo una Entidad tenía
ese extraordinario poder de crear y determinar los movimientos
de todas las infinitas estrellas de los cielos? ¿De dónde procedía
la infinita variedad y diseño de las cosas vivas? ¿Qué leyes go-
bernaban la aparición periódica de las cosas y su desaparición?
Eran obviamente estas leyes las que acompañaban los procesos
del nacimiento y de la muerte. ¿Qué ocurría realmente después
de la muerte?
Había algunas vías de exploración sobre este último tema
en el Libro Tibetano y en el Libro de los Muertos egipcio, por
una parte aparentemente explícitas, pero por otra, extraordina-
riamente poco informativas si no se conocía bien el secreto del
simbolismo. ¿Dónde iba uno a buscar una información que va-
liera la pena?
A través de una serie de accidentes aparentemente casuales,
nuestro autor acabó encontrando la Sociedad Teosófica en Lon-
dres con su impresionante biblioteca. Cuando le hizo todas estas
preguntas al bibliotecario, éste le dio unos libros que se dedica-
ban a explicar con todo detalle lo que ocurre cuando morimos.
Estos detalles parecían plausibles y estaban relacionados con el
16 Prefacio

tema de una manera muy aproximada a una estructura filosófica


global de todo el Cosmos. Nuestro autor se sintió razonable-
mente seguro de que ya estaba obteniendo algunas respuestas a
sus preguntas.
Sin embargo, a finales de la segunda Guerra Mundial, le die-
ron un ejemplar de las Cartas de los Maestros a A. P. Sinnett.
En él había también una explicación considerablemente detalla-
da de los estados post mortem. Pero no concordaban, en algunos
puntos importantes, con lo que había leído antes. Y surgieron
serias dificultades.
Otorgando a los Maestros una autoridad superior en este
tema, por razón de sus facultades más desarrolladas, tomó la de-
cisión de aceptar su explicación de lo que ocurre en el más allá
junto con su imagen global de la naturaleza y funcionamiento
del Cosmos.
Es ese informe de los estados después de la muerte lo que se
nos da en este libro.
CAPÍTULO I

Introducción

Morir: dormir.

No más; y pensar que con un sueño damos fin


al pesar del corazón y a los mil naturales conflictos
que constituyen la herencia de la carne.
He aquí un término devotamente apetecible. Morir: dormir.
¡Dormir! tal vez soñar: sí, ahí está el obstáculo.
Porque es forzoso que nos detenga
el considerar qué sueños pueden sobrevenir
en aquel sueño de la muerte.
Cuando nos hayamos liberado del torbellino de la vida
... ¿quién querría llevar tan dura carga,
gemir y sudar bajo el peso de una vida afanosa,
sino fuera por el temor de un algo después de la muerte,
esa ignorada región de cuyos confines
no vuelve a traspasar viajero alguno;
temor que confunde nuestra voluntad
y nos impulsa a soportar aquellos males que nos afligen
antes que lanzarnos a otros que desconocemos?
Shakespeare, Hamlet, 3.01 59
Este párrafo es un extracto del soliloquio de Hamlet sobre
la muerte en el tercer Acto de la obra (escena 1). Resume los
18 Capítulo i

pensamientos de muchos de nosotros sobre la muerte, aunque


no estemos, como Hamlet, contemplando el suicidio. A medi-
da que profundizamos en el tema, veremos qué agudeza tenía
la visión de Shakespeare al hablar de los sueños post mortem.
También nos recuerda que nadie regresa de la otra orilla una vez
que ha muerto. Que eso sea verdad o no, tal como hemos acep-
tado, también lo veremos. En un momento u otro, no solo todos
hemos de experimentar la muerte de los demás sino que hemos
de morir también. Creamos lo que creamos, tenemos al menos
que preguntarnos qué va a ocurrir en el más allá.
Se ha hablado mucho del tema, pero lo que ocurre, de hecho,
no se conoce generalmente, y la mayoría de nosotros tenemos
solamente unas ideas vagas de lo que sobrevive o podría sobre-
vivir a la muerte. Nuestras ideas son todavía más vagas respecto
a cualquier condición que pueda existir para el alma o lo que
sea que sobrevive a la muerte. Hay dos libros antiguos, el Libro
Tibetano de los Muertos y el Libro de los Muertos Egipcio que
intentan responder a estas preguntas extensamente. Estas expli-
caciones, sin embargo, no están escritas en un lenguaje claro y
requieren un considerable conocimiento de su simbolismo an-
tes de poder desentrañar el significado. Más tarde, los filósofos
griegos se pronunciaron sobre el tema en términos más simples,
pero también son bastante incompletos, dejando mucho para de-
ducir.
En tiempos recientes hemos tenido las explicaciones sobre
los estados después de la muerte que han dado los espiritistas.
Están escritas en un lenguaje sencillo y cubren un amplio cam-
po de experiencia pero, desgraciadamente, son muchas veces
inconsecuentes entre si. Sin embargo, proporcionan lo que para
muchos es una poderosa experiencia de algo personal que so-
brevive a la muerte.
Se han escrito muchos libros sobre experiencias próximas a
la muerte, y debe haber muchos miles de personas que parecen
morir: dormir. 19

haber recibido mensajes de sus seres queridos y de otras per-


sonas durante las sesiones espiritistas. No se puede negar que
estos mensajes han servido de gran consuelo para la mayoría
de sus receptores. Esto es particularmente cierto durante las dos
guerras mundiales, cuando muchos de esos mensajes procedían
de miembros de las fuerzas armadas que habían sido muertos re-
cientemente en acción. En esos tiempos y en otros de desastres,
parece crecer el número de estas comunicaciones.
Nuestras religiones tienen sus creencias sobre lo que ocurre
después de la muerte pero, especialmente en occidente, estas
enseñanzas suelen usar a menudo los términos simplistas del
cielo y del infierno, y del disfrute de la compañía de los santos o
de la presencia de Dios. Al mismo tiempo se nos habla muchas
veces del “día del juicio”, en que nos serán revelados todos los
secretos.
El esquema de las cosas que describiremos está acorde con
una línea de pensamiento (algunos dirían conocimiento) que,
según la tradición, ha existido desde tiempos inmemoriales.
Está presente en una gran parte de la literatura antigua, pero con
el paso del tiempo, la base central de este antiguo conocimiento
ha quedado oculto por el mito y por la alegoría y, en algunos
sistemas religiosos, especialmente en los de la época moderna,
ha sido casi borrado del todo.
Se vuelven a exponer en este libro algunos de los puntos
principales de las antiguas doctrinas, junto con algunas ideas
que tal vez ya tenemos. Sin embargo, los distintos aspectos de
la enseñanza no pueden ser tratados aisladamente, porque están
todos interrelacionados. También pueden verse incluidos, como
partes integrales, dentro de un gran cuerpo de conocimiento con
el cual están totalmente acordes. Este gran conocimiento se ha-
lla fuera del ámbito de este libro (el lector interesado deberá
remitirse a los escritos de HPB si lo desea), pero se supone que
20 Capítulo i

el lector estará preparado para aceptar algunas ideas que, para


empezar, tendrán que ser dignas de confianza. Se le pide que las
considere como hipótesis. No se pide ninguna creencia. Lo que
se expone aquí tiene que permanecer o desaparecer por méritos
propios. Si se hace un esfuerzo por relacionar lo que se dice con
nuestra experiencia cotidiana y con lo que la ciencia, en sus dis-
tintas disciplinas, ha descubierto de la naturaleza del mundo en
que vivimos y de sus leyes, se verá que queda razonablemente
justificado. Muchos de los postulados utilizados, sin embargo,
van más allá de lo que la ciencia moderna ha considerado hasta
ahora como su campo de investigación. Esto se debe a que el
tema está relacionado en gran parte con los reinos internos o
subjetivos del Ser.
Las ideas serán expuestas como hechos, y es de esperar que,
a medida que se vaya desarrollando la historia, se consideren al
menos factibles, si no ya aceptables.
El libro se desarrolla en varias fases, sobre todo en el orden
en el que ocurren los procesos post mortem. Cierta información
básica preliminar, parte de la cual tal vez sea difícil de entender
porque es distinta a los conceptos comúnmente aceptados, se
da en este capítulo. En el capítulo II, se extenderá esta informa-
ción general y todo el tema quedará incluido en un marco más
grande que el de nuestra vida y nuestra muerte personal. En el
capítulo III, se da una descripción de la constitución del hombre
desde un punto de vista esotérico. Es complejo pero, para poder
seguir lo que ocurre después de la muerte, es necesario un cono-
cimiento de los distintos elementos de esta constitución y de los
papeles que desempeñan en nuestra estructura global. Los otros
capítulos hablan de lo que sucede en el instante de la muerte e
inmediatamente después, y de lo que ocurre más adelante en
los mundos internos hasta que se han completado los distintos
procesos. La fase final se describe y se trata en considerable pro-
fundidad. Es en este estado, correspondiente en parte al “cielo”
morir: dormir. 21

de las creencias cristianas (y a otras), donde pasamos la mayor


parte de nuestro tiempo después de la muerte. Corresponde al
sueño de una noche después de un día de actividad. Es aquí don-
de el “tal vez soñar” de Shakespeare tiene su relevancia.
Una de las ideas fundamentales respecto a la vida después de
la muerte es la de que no dura para siempre. La enseñanza es la
de que nada, ya sea desde el Cosmos, los mundos, los hombres,
o hasta la más diminuta cosa concebible, ningún hecho, período
de tiempo o proceso, dura para siempre. Todo viene y se va:
ningún estado del ser, aquí o después, es eterno. Una realización
de este hecho tiene consecuencias de largo alcance. Si acepta-
mos que existen cosas tales como los estados post mortem, esto
significa que ellos tampoco duran para siempre. Siendo este el
caso, nos enfrentamos a dos alternativas: o bien nada sobrevive
a la muerte, y entonces no se puede hablar del término super-
vivencia, o hay un final para el término de los estados después
de la muerte. Esto significa un resucitar, un volver de nuevo, un
renacimiento, un regreso a la vida, tal como vemos en la Natu-
raleza cuando llega la primavera. La enseñanza dice que el caso
real es esto último, pero el proceso no es simple. Hay muchos
factores a considerar: ¿qué regresa? ¿qué vuelve a vivir? ¿cómo
vuelve? Y hay otras preguntas asociadas: ¿de dónde surgen las
grandes diferencias entre las personas al nacer y los distintos
destinos que les esperan? Algunas respuestas a estas preguntas
se darán en los capítulos siguientes.
Se plantea otra pregunta interesante: si lo de “esa ignorada
región cuyos confines no vuelve a traspasar viajero alguno” es
cierto, ¿cómo se sabe lo que ocurre después de la muerte? En
cuanto a lo que respecta a este libro, los poderes del Adepto to-
talmente desarrollado son la respuesta. Como dijo uno de ellos,
tienen que aprenderlo “a través de la experiencia personal”.
22 Capítulo i

Un capítulo de este libro está dedicado a las excepciones del


proceso normal. Éstas se refieren sobre todo a quienes, por algu-
na razón, mueren prematuramente. Cada caso tiene un destino
diferente.
Después, debido a que existe tanta evidencia de la supervi-
vencia en las fuentes espiritistas, se examina la naturaleza de
esta evidencia y se dan explicaciones de los fenómenos más co-
munes.
Tenemos mucha información para enriquecer más nuestra
comprensión de todas las fases. Se nos ofrecen visiones de todo
el proceso cósmico que, obviamente, implica tanto la vida como
la muerte. Cada uno de nosotros está implicado, y cada uno
juega un papel significativo y esencial. Se abre una visión del
progreso a largo plazo, culminando en reinos del Ser glorioso
que eclipsan a todas nuestras descripciones familiares del Cielo
o Paraíso y les hacen parecer triviales en comparación. Se nos
dice que el estudio de la Muerte es el verdadero estudio de la
Vida, eterna e ilimitada...
CAPÍTULO II

Información necesaria

El Panorama Universal

Una de las ideas nuevas a la que nos introduce nuestro estu-


dio de los procesos después de la muerte, en la medida en que
nos afectan como seres humanos, es la de que a todo este tema
debemos estudiarlo basándonos en el panorama universal. El
Universo tiene que considerarse no solo como un todo dinámi-
co, cuyo contenido se encuentra enteramente sujeto a un cambio
progresivo, sino como un todo vivo, cuyo contenido manifiesta
enteramente algún aspecto de la Vida Una. Como ejemplo de ese
cambio progresivo, tenemos la historia de nuestra propia vida:
nacemos, crecemos, alcanzamos la madurez y nuestros mejores
años, después sufrimos un lento declive mientras nos acercamos
a la vejez y finalmente morimos. Pero estamos cambiando todo
el tiempo, en una dirección irreversible. Este es el curso normal,
que incluye excepciones corrientes como son los accidentes, las
enfermedades fatales y otras muertes repentinas. Veremos que
este proceso, en el que una existencia va envejeciendo entre un
llegar y un marcharse, es universal; es un aspecto de la Ley uni-
versal y se aplica a todo.
24 Capítulo ii

El Proceso Universal es Interminable. Otra idea es la de


la continuidad. El proceso universal es continuo y eterno. Sin
embargo, mientras que el proceso en sí es interminable, todo
lo que juega un papel en el esquema de las cosas es efímero, y
dura solamente un período de tiempo, ya sea una fracción de un
segundo o millones de años. Esta idea incluye a otra: la del con-
tinuum o estado del ser (o del no ser) entre períodos de la vida,
es decir, entre apariciones en nuestro reino físico. La idea es que
entre la muerte y el renacimiento de cualquier cosa (un animal,
un ser humano, o incluso un universo) hay un hilo causativo
que relaciona esa cosa con otras cosas similares que existieron
antes de su existencia actual y después de que su existencia haya
aparentemente cesado. Estamos familiarizados con el mecanis-
mo genético de las características heredadas en las plantas y los
animales; la idea que ahora estamos considerando postula que
hay algo similar en los mundos internos invisibles. La cadena de
cualquier corriente particular de vida es continua, algunos lazos
son visibles y otros, alternos, son invisibles. Como simple afir-
mación, esto puede parecer cuestionable, pero para ilustrarlo va-
mos a tomar, por ejemplo, a un bebé con su carácter individual
desde el momento de su nacimiento. Una respuesta fácil a la
pregunta “¿De dónde viene el carácter?” sería “de sus padres”.
Pero no es, tal como veremos, la respuesta completa. Hay otra
pregunta: ¿Cómo puede ser que hijos de los mismos padres pue-
dan ser tan distintos entre sí y a sus padres incluso, no solo físi-
camente sino también de carácter? Estas diferencias de carácter
son mucho más grandes que las diversas características físicas
que se encuentran en las familias. Debe ser que proceden de
alguna causa que influyó de algún modo antes del nacimiento.
Los Ciclos de la Existencia. Vemos a la Naturaleza como
un proceso continuo, pero ¿acaso estos ciclos de los días y de
las noches, de los períodos de actividad y de reposo, de la vida
y de la muerte, se van repitiendo simplemente sin nunca acabar?
El Panorama Universal 25

El proceso mismo es interminable pero es aparentemente pro-


gresivo. Cada ciclo es obviamente terminable, pero todo ciclo
de una magnitud cualquiera forma parte de un ciclo más grande,
de cuyo eje el ciclo más pequeño es solo un incidente, una par-
te componente, como un minuto dentro de una hora, o un día
dentro de una vida de varios años. Este concepto de ciclos y de
alternancia y progresión a lo largo de un eje es fundamental para
nuestro tema de la muerte en el contexto del proceso universal
de la vida.
El progreso de los ciclos, por ejemplo, de los días que forman
parte de un ciclo más amplio, años, y de los años que forman
parte de toda una vida, es también ilustrativo del proceso del
cambio progresivo. Esto significa que, durante cualquier perío-
do de la vida, nosotros, como todas las demás cosas, estamos
sujetos a experiencias que nos afectan. La experiencia es acu-
mulativa, al final de un día no somos exactamente los mismos
que éramos al principio. Igualmente, al final de toda una vida
ciertamente no somos los mismos que éramos cuando nacimos.
Hemos tenido toda una vida de experiencia. Esta experiencia
acumulativa y de cambio a largo plazo es la lógica que hay de-
trás del proceso evolutivo porque, tal como veremos, el mundo
interno subjetivo de la experiencia puede afectar, y de hecho lo
afecta, al mundo externo objetivo. La enseñanza es que todos
los procesos naturales proceden “de dentro a fuera”, desde la
subjetividad hacia la objetividad.
Resulta obvio que nuestras ideas sobre la evolución tienen
que ser modificadas y extendidas. Pensando en términos gene-
rales y a gran escala, vemos los reinos de la Naturaleza como
ejemplos de etapas en el desarrollo evolutivo: del mineral se
pasa al vegetal, y del vegetal, al animal. Algunos consideran al
hombre como un animal super inteligente, otros consideran a la
humanidad como un reino distinto. La extensión del pensamien-
to que se requiere ahora es el reconocimiento de que el esquema
26 Capítulo ii

evolutivo no se detiene en el reino humano. El proceso físico


puede considerarse como deteniéndose ahí, pero el desarrollo
interno del hombre no. Este continúa hasta reinos super huma-
no, de los cuales se dice que hay tres etapas. Estas son el poste-
rior desarrollo de la facultad y potencia internas, hacia un grado,
en las últimas etapas, que se halla más allá de cualquier cosa
concebible tal como le conocemos normalmente al hombre.
La evolución, según esta enseñanza, es un desarrollo pro-
gresivo de la facultad espiritual. En el hombre, por ejemplo,
tenemos el lento desarrollo de la responsabilidad moral, de un
control absoluto de su naturaleza animal, además de un interés
cada vez menor por los juguetes de la vida a medida que se va
haciendo adulto, aceptando la responsabilidad particularmente
por sí misma, y manifestando cada vez más sus características
verdaderamente humanas de comprensión, preocupación por
los demás, altruismo, simpatía, compasión, amor; en resumen,
de todo lo que denominamos espiritualidad. Este desarrollo fi-
nalmente conduce a unos niveles que trascienden extraordina-
riamente el del hombre más dotado que podamos imaginar. El
hombre se convierte en un ser de un orden totalmente distinto;
de este orden son los Iniciados y los Adeptos a los que nos he-
mos referido antes.
El proceso evolutivo es también cíclico. Globalmente es pro-
gresivo pero cada etapa de crecimiento tiene que recapitularse
al principio de cada nuevo ciclo, antes de poder progresar de
nuevo. Por ejemplo, un bebé recién nacido tiene que manifestar
en su nueva vida lo que ha aprendido, en términos de carácter,
en vidas anteriores, antes de poder empezar a desarrollar más
sus facultades a través de las nuevas experiencias y de la adqui-
sición de nuevas capacidades.
Los Reinos Post humanos. Los seres que comprenden los
reinos post humanos son, por definición, súper-humanos. De-
El Panorama Universal 27

sempeñan un papel significativo en el desarrollo y en el gobier-


no del Cosmos. Hay que fijarse, sin embargo, en que ellos mis-
mos son los productos del proceso universal. Han tenido que
convertirse en lo que son. No fueron hechos así. Ante nosotros
pueden parecer dioses; colectivamente, ciertamente son “Dios”,
pero no constituyen una entidad a la que pueda aplicarse ese
término. Más allá de ellos, o cualquier cosa o ser manifestado,
está lo Absoluto, ilimitado, inmutable y verdaderamente infini-
to, Aquello que se halla más allá del alcance del pensamiento.
Los seres súper-humanos todavía asociados con nuestro reino
físico son los Maestros de la Sabiduría, los Sabios, los Videntes
y fundadores de las grandes religiones: Krishna, Lao Tse, Con-
fucio, Apolonio de Tiana, San Pablo, Platón, Buda y Jesús, por
ejemplo.
La existencia de seres superiores al hombre, tal como le co-
nocemos normalmente, es una base fundamental para nuestro
tema. De ellos procede este conocimiento que tenemos de los
estados post mortem.
La Economía Divina. Y ahora llegamos a otra idea, tal vez
muy poco familiar y quizás difícil de aceptar al principio. Es la
idea de que, en la economía divina, nunca se desperdicia nada.
Esto se aplica no solamente a las cosas físicas sino también a las
cosas subjetivas de los mundos internos. Existe, por así decirlo,
una memoria universal y una conservación total de “lo que es”.
Los Mundos Invisibles. Estas ideas nos llevan a otras ideas.
Una es la de los mundos invisibles. Acabamos de usar las pala-
bras “subjetivo” e “interno”. Estos términos normalmente per-
tenecen a la mente, al sentimiento o a la conciencia, que no son
fenómenos físicos; sin embargo, son enteramente reales; están
dentro de la experiencia de cada uno. Son importantes para no-
sotros; son lo rico que hay en nuestra experiencia interna. Tanto
el pensamiento como el sentimiento son facultades humanas.
En el capítulo siguiente veremos que, para que se registren en
28 Capítulo ii

nuestra conciencia, tienen que tener una especie de ser: tienen


que ser algo, o no podríamos ser conscientes de ellos. Y esto
es otra idea importante: todo en el universo, desde un insecto,
una flor, un átomo, un árbol, hasta un hombre o un sentimiento,
un pensamiento, un dibujo imaginario, un concepto, un atisbo
de ira o una oleada de afecto, es algo, una existencia, ya sea
duradera o pasajera, y su impresión permanece en la memoria
universal para siempre.
La Idea de los Principios o Vehículos. Un corolario de esto
es que, si es algo, tiene que existir en alguna forma. Debe haber
algo que le de el ser, algo a través de lo cual actúe. Tal vez no
sea inmediatamente obvio, pero un ejemplo puede ayudarnos.
Supongamos que queremos mover un objeto, como un cubo, por
ejemplo; tenemos que aplicar la fuerza. Pero la fuerza no puede
levantar al cubo por sí sola. Necesita un instrumento, una mano
o un brazo, para hacerlo efectivo. La fuerza por sí misma es
una simple abstracción y no puede hacer nada sin un medio de
aplicación. La misma regla se aplica en los mundos internos. Lo
que da efecto a estas cosas como el pensar y el sentir, se conoce
como principio. Veremos que el hombre interno está compuesto
de principios y, anticipando el siguiente capítulo, son éstos los
que constituyen el alma del hombre, cuyo destino es el tema de
este libro.
La Vida y la Muerte Inseparables. Estudiando el tema de la
muerte, descubrimos pronto que ésta es inseparable de la vida.
Tal vez hasta ahora la hemos visto como el fin de la vida. Tal vez
hemos conocido su terrible finalidad, especialmente en nuestros
duelos, cuando aquellos que, en términos de la vida normal y
todo cuanto eso significa, se han alejado de nosotros. Sabemos
que nuestro ser querido, de alguna manera, ha dejado su cuerpo
para siempre, y que lo que se ha ido era la verdadera persona.
Nos quedamos con un cadáver, con una cáscara vacía. Vamos
El Panorama Universal 29

ahora a ver qué le ocurre a la persona que acaba de morir, tanto


en cuanto a sus principios como a sus experiencias.
Son necesarios unos cuantos conceptos fundamentales más,
antes de poder comprender, aunque sea de un modo mínima-
mente razonable, los procesos que hay después de la muerte.
La Ley Universal. No hemos mencionado la Ley universal
como tal, pero hemos visto parte de sus aspectos: la evolución,
la alternancia y los ciclos. Ahora tenemos que extender nuestra
visión para incluir la idea de causa y efecto. De acuerdo con la
Ley, cada efecto, y eso significa todo lo que es, todo lo que aho-
ra existe, es el resultado de causas anteriores. En nuestras ideas
sobre la Ley y este aspecto de causa y efecto, hemos de captar
también la idea de que hay mundos o reinos de causas, como
nuestra vida aquí, y hay mundos o reinos de efectos después de
la muerte, que están condicionados solamente por el mundo de
las causas. Todo cuanto hacemos, pensamos o decimos ahora es
una causa en ese sentido. La cadena de la causación es infini-
tamente compleja, y sus acciones infinitas; se halla mucho más
allá de la comprensión del hombre. Pero podemos verla ejem-
plificada en simples ilustraciones. Si frotamos la cabeza de una
cerilla sobre una superficie abrasiva, la cerilla se enciende. Esto
parece una simple combinación de causa y efecto. Si lo exami-
namos, sin embargo, demuestra lo compleja que es la actuación
de la Ley. Las cerillas tuvieron que inventarse. Los ingredientes
que forman la cabeza de una cerilla tuvieron que componerse,
mezclarse y aplicarse al palo de una cerilla. Las cerillas tuvie-
ron que ponerse a nuestra disposición mediante el transporte,
la tienda, el dependiente. Necesitamos el dinero suficiente, etc.
Debido a esta complejidad, es posible que no podamos ver
cómo va a actuar la Ley en casos específicos. Por ejemplo, y de
una manera desconocida para nosotros, nuestras cerillas pueden
haberse guardado en un lugar húmedo y el resultado esperado al
encender una de ellas va a ser distinto. La Ley no habría dejado
30 Capítulo ii

de actuar; simplemente habríamos estado ignorantes de todos


los factores implicados.
Otro aspecto importante de la Ley es el papel que desempeña
en el ajuste y la armonización. El Universo actúa según la Ley
en todos sus departamentos. Todo está sujeto a la Ley. Es esta
Ley la que, en el Cosmos, preserva el equilibrio entre las pode-
rosas fuerzas que actúan sobre los cuerpos celestiales a escala
macrocósmica, para mantener una estabilidad relativa, y la que
opera dentro de los átomos de la materia física a nivel microcós-
mico. Este inter-juego maravilloso en todo el esquema global es
la clave de la auto-preservación del universo.
La Ley actúa no solamente a nivel físico sino también en los
mundos internos (subjetivos para nosotros), donde su actuación
tiene un elemento moral. En términos de consecuencias, los mo-
tivos de un hombre son más importantes. El nombre oriental
ahora corrientemente usado en occidente para la Ley es “Kar-
ma”. Veremos lo importante que es un conocimiento de su ac-
tuación para nuestra comprensión de lo que ocurre después de
la muerte.
Es necesario introducir todas estas ideas, aunque sea esbo-
zándolas, para demostrar que nada, ni siquiera la creación, es
arbitrario, es decir, que nada ocurre por antojo de un “Creador”.
Más bien todo lo que ocurre está de acuerdo con la Ley. Todo
el proceso secuencial es uno de Ley, de causa y efecto. La Ley
es inteligente y abarca no solo la retribución sino también la
recompensa. Considerar que la Ley es la más alta Divinidad es-
taría de acuerdo con la enseñanza. En su acción es inexorable.
En nuestros términos humanos, “A Dios no se le engaña, porque
lo que un hombre siembra, aquello recogerá” (II Cor VI, 7) ésta
es verdaderamente la Ley que en la literatura oriental y en todo
este libro se reconoce como Karma.
El Panorama Universal 31

Veremos de qué manera se aplican todas estas ideas a nuestra


vida después de la muerte.
La Creación. Otra nueva idea necesaria para nuestra com-
prensión del más allá trata de lo que se suele llamar “la crea-
ción”. Estamos acostumbrados a la noción de que si algo existe,
desde un universo a un hombre, de alguna manera tiene que
haber sido creado o producido; y con ello asociamos la idea de
un creador. Para muchos de nosotros, cuando pensamos en tér-
minos cósmicos, ese creador es Dios. En nuestro estudio actual
tenemos que mirar la idea desde un nuevo punto de vista. ¿Qué
queremos decir con la palabra creación? ¿Es una producción de
algo a partir de la nada? ¿Sería realmente sostenible una idea
así? Por ejemplo, ¿realmente los padres crean a sus hijos o ini-
cian un proceso con todos sus elementos ya existentes en sí mis-
mos? ¿Y no está incluso ya establecido ese proceso? Ciertamen-
te no lo inventaron ellos. Ni tampoco pueden diseñar los rasgos
ni el carácter que tendrán sus hijos. ¿Pueden los productores
entonces considerarse creadores?
Vista así, la creación natural no es realmente lo que podemos
haber pensado. Las creaciones hechas por el hombre, como las
obras de arte, los edificios, los barcos etc., ciertamente parecen
haber sido diseñados y fabricados por alguien; pero el producto
final no salió de la nada. Y volvemos a preguntar ¿qué es la
creación?
Lo Eterno - El Espíritu. En este nuevo concepto de las co-
sas, se postula que detrás de todas las cosas creadas hay Algo
eterno, Algo absoluto que siempre es. Esto es existente por sí
mismo, sin embargo, no solo es la raíz de toda la sustancia en el
Universo sino que también tiene un aspecto de la vida en el que
el principio de la conciencia está inherente. Es la raíz misma u
origen del ser. De Ello surge toda la vitalidad o animación de
cada cosa o ser en el Cosmos, y en su aspecto como memoria
32 Capítulo ii

está el origen del diseño y la forma en la Naturaleza. Tiende a


reproducir lo que era antes, en otros mundos. Todo, por lo tanto,
tiene dos aspectos: uno es la sustancia (o materia) para darle
forma, y el otro es el estado consciente o conciencia. Estos son
rudimentarios en los niveles inferiores evolutivos, pero se van
haciendo complejos a medida que la escala del ser va ascen-
diendo. En este concepto, por consiguiente, todo está vivo en el
esquema global cósmico. No hay materia muerta y todo, inclui-
do lo que se llama sustancia inorgánica, es consciente en su pro-
pio grado. Este Algo original que hay detrás de toda existencia
es dual, y tiene los aspectos de la Materia y de la Conciencia.
Esta última puede considerarse simplemente como la energía
inherente en los átomos de la materia. En las enseñanzas esta-
mos considerando que se llama Espíritu y, en este sentido, todo
es espiritual en su naturaleza esencial.
En otro sentido, el Espíritu es todo Potencialidad. La evolu-
ción es el proceso por el que esta potencialidad se actualiza, se
hace manifiesta o expresa. Para nuestra mente finita, el universo
debe aparecer como infinito tanto en extensión, de acuerdo con
nuestras ideas corrientes de la magnitud, como en profundidad,
en términos de interioridad o subjetividad con respecto a nues-
tras percepciones objetivas corrientes. Los reinos internos son
invisibles y abstractos, provistos de poderes, de cualidades, etc.
Es de estos reinos internos y espirituales desde donde se pro-
yectan a la objetividad las cosas físicas, con su naturaleza y sus
características. Este es el verdadero proceso de lo que se llama
creación.
Las Potencialidades del Espíritu. No está dentro del ámbito
de este libro explicar con detalle de dónde vienen las formas, los
contornos y el color de las cosas, pero, para decirlo brevemente,
son las manifestaciones de algunas de las potencialidades inhe-
rentes del Espíritu: son los resultados acumulados de la expe-
El Panorama Universal 33

riencia actualizada de las cosas vivas, los resultados agregados


de sus breves períodos de existencia física. Como todo lo del
Cosmos está vivo, hay seres vivos en estos mundos normalmen-
te invisibles para nosotros. Estos seres también tienen sus expe-
riencias y son cambiados por ellas. Ellos también evolucionan.
A niveles inferiores, estos seres son las entidades elementales,
conocidas como los Elementales.
El Lugar de los Valores Humanos. Un peligro de las ex-
plicaciones del tipo que damos aquí, es que puede parecer que
omitimos prestar alguna consideración a los verdaderos valores
humanos de la amabilidad, del amor, la compasión, la piedad, y
de todo cuanto constituye el contenido significativo de nuestra
vida. Pero este no es el caso. Porque la riqueza de la vida, su be-
lleza, las delicias de la forma, del color, nuestras cosas habitual-
mente favoritas, nuestras asociaciones con las personas, hechos
y lugares, incluso nuestros esfuerzos, esperanzas, desilusiones
etc., son la vida misma. Nuestra vida consiste en esta riqueza de
recuerdos, respuestas, apreciaciones, todo el contenido de nues-
tra vida interna, y es todo esto lo que determina la naturaleza de
nuestra vida después de la muerte.
Varios Niveles de Existencia. Otro concepto básico, su-
plementario al de los reinos internos subjetivos, es el de que
comprenden una serie de distintos niveles, o de que operan de
distintas formas. Primariamente hay siete de estos niveles. Se
consideran a menudo como planos de existencia o como modos
de conciencia, o como el hábitat de entidades que funcionan en
ellos, desde el nivel físico al más alto nivel espiritual.
Esferas de Causa y Efecto. Relacionado con el concepto de
los distintos niveles, hay otro concepto según el cual hay esferas
alternas de existencia: esferas de efectos que están condiciona-
dos por lo que ocurre en las esferas de las causas. Por ejemplo,
mucho de lo que soñamos está condicionado por nuestra expe-
34 Capítulo ii

riencia en la vida diaria y por nuestras reacciones ante ello, tanto


emocionales como mentales. Nuestro mundo de los sueños en
este caso es un mundo de efectos con respecto a nuestro mun-
do causativo de actividad diaria. Normalmente, cuando estamos
en un estado de sueño no sabemos lo que estamos soñando y
no podemos alterar el curso del sueño. A ese nivel, el estado
de sueño es uno de efectos y, además, cuando estamos en él
no podemos alterarlo ni hacer nada, conscientemente o no, para
afectar al mundo real. Los Maestros nos dicen que hay mundos
similares de causas y de efectos a nivel cósmico. Cuando la vida
de un planeta se acaba, su período de actividad, de causas, queda
entonces terminado y empieza un período de inactividad o des-
canso, un estado de efectos. Estos mundos de efectos se deno-
minan a veces las esferas intermedias que hay entre las esferas
de existencia activa y causativa.
Ciclos de Vida y Muerte. Partiendo de la información pre-
cedente, tendría que ser posible ahora ver que la historia de los
estados post mortem refleja, entre otras cosas, la ley de la alter-
nancia, con sus ciclos de vida y muerte continuamente repeti-
dos. El renacimiento o la reencarnación es la culminación de
los procesos que hay después de la muerte. Nuestra muerte, y
después nuestro regreso al nacimiento, la re-emergencia desde
el estado del no ser (desde nuestro punto de vista físico), con
todas las características personales que poseemos entonces, son
acontecimientos dentro de una cadena continua. Como vere-
mos, nuestra vida personal actual es mucho más padre y madre
de nuestra próxima vida de lo que serán nuestros futuros padre
y madre físicos.
Resumen. Para resumir: en este capítulo hemos introduci-
do muchas ideas esenciales para comprender los procesos post
mortem descritos en este libro. Tienen una gran riqueza de aso-
ciaciones y su contemplación abre un gran panorama para la
El Panorama Universal 35

comprensión. Tal vez la más importante sea la del Universo


como una Unidad viva que necesariamente nos incluye a cada
uno de nosotros. El corolario de esto es que todo lo que hay en el
Universo está vivo, es realmente Una Vida. No existe la materia
muerta. Todo siente en su propio grado. En etapas posteriores
de desarrollo de estas vidas, a medida que se va ascendiendo en
cada reino, la simple sensibilidad se transforma en lo que cono-
cemos como conciencia, hasta que en el hombre se convierte en
la auto-conciencia, y alcanza la conciencia no solamente de su
entorno sino también de él mismo en ese entorno.
Todo lo que hay en un Universo viene y va; es la ley de los
ciclos. Incluso el Universo mismo se manifiesta periódicamente,
pero la duración de sus períodos de actividad y descanso son ini-
maginablemente largos en términos de nuestros años terrenales.
Cada ciclo de existencia, por razón de la experiencia acumu-
lada, es superior, es decir, se halla más avanzado en el camino
hacia la perfección, que el anterior a él; este es el proceso de
la evolución. Todo está en un estado de interminable cambio
progresivo. Este proceso cósmico es eterno. La vida, en este
sentido, es eterna.
Como las cosas necesariamente vienen y van de acuerdo con
esta ley cíclica, la vida y la muerte constituyen un ciclo y son
inseparables. La muerte es el desecho de unas formas que han
cumplido con su propósito temporal, puesto que su proceso de
envejecimiento irreversible tiene que cobrarse inevitablemente
el peaje. Con la desaparición de las formas (como nuestro cuer-
po) la vida entra en un estado de no ser, pero no cesa.
Las múltiples funciones de la Naturaleza, en un sentido total-
mente comprensivo, son todas de acuerdo con la Ley Universal.
La Ley tiene varios aspectos. Los principales son: alternancia
cíclica; causa y efecto; ajuste continuo, la preservación del equi-
librio, armonización: movimiento perpetuo, cambio continuo;
36 Capítulo ii

progresivo desarrollo, el desarrollo de la potencialidad infinita


espiritual.
El cambio es forjado por la experiencia. Todo en el Cosmos
está aprendiendo, aprendiendo a cumplir una función todavía
superior. La Vida Una en sus múltiples formas va ascendiendo a
través de los reinos. La culminación de este proceso en la tierra
es el Hombre. La humanidad se está graduando para pasar a la
súper humanidad. Este es el propósito de sus numerosas
existencias sobre esta tierra. Este logro inmenso no podría ha-
cerse posible en una sola vida. Se necesitan muchas, muchas
vidas, y esta es la razón principal de las vidas sucesivas o reen-
carnación. Lo que reencarna y cómo la experiencia de cada vida
se asimila y se acumula en cada individuo es el tema de este
libro.
Dado que la humanidad está constituida de individuos, su
progreso puede venir solamente a través de cada una de sus
unidades componentes, y cada uno de nosotros es una unidad.
¿Acaso nosotros, por consiguiente, no tenemos una gran respon-
sabilidad, no solo por nosotros mismos sino por toda la familia
humana? Esta es una idea importante que resulta de este estudio,
probablemente la más importante que podamos tener nunca.
La Gran Doctrina. Su Terminología. Este capítulo intro-
duce las ideas sobresalientes de la “gran doctrina” en cuanto a
su relación con lo estados post mortem, pero en los extractos de
la literatura citada en capítulos subsiguientes, los Maestros usan
palabras y términos poco familiares. Si se explicaran esos tér-
minos dentro del texto se rompería la narración, pero muchos de
ellos se encontrarán en el Glosario Teosófico y también existe
información adicional en el Apéndice.
CAPÍTULO III

La naturaleza compleja del hombre

Es necesario ahora ver qué clase de ser es el hombre y cómo


encaja en el gran plan de las cosas. Primero, como todo lo de-
más, es una criatura de la Naturaleza. Por más artificial que pue-
da ser ahora su entorno moderno y civilizado, es un ser natural,
aunque suele olvidarlo, con gran riesgo por su parte. Incidental-
mente, la palabra hombre aquí no tiene nada que ver con el sexo.
El hombre es simplemente un miembro de la familia humana,
ya sea varón o mujer. No hay distinciones entre los sexos en lo
relativo a los procesos posteriores a la muerte.
Todo cuanto comprende al hombre física, emocional y men-
talmente, e incluso espiritualmente, procede de la Naturaleza.
No hay nada en su constitución que no tenga su origen en la
Naturaleza, ni que sea exclusivamente suyo. En cada aspecto de
su Ser, es un hijo de la Naturaleza, y su entrada y salida en el
estado de Ser es un proceso natural. Más todavía, lo que él es en
términos de su carácter, de sus idiosincrasias personales, de sus
tendencias, sus fuerzas, sus debilidades, etc., son cosas suyas
como consecuencia de procesos naturales, del funcionamiento
de la Ley. Nada se le adjudica arbitrariamente ni nada se adquie-
re accidentalmente.
Vamos ahora a considerar algunos aspectos técnicos respec-
to a las partes constituyentes de su ser global. El cuadro del final
38 Capítulo iii

del capítulo será útil para ver más claramente las divisiones y
sus nombres.
La constitución del hombre es séptuple: empezamos nuestro
estudio al final de la escala, en esos campos de los que tenemos
algún conocimiento. El primero de estos constituyentes (a los
que denominaremos a partir de ahora “principios”) es el cuerpo
físico del hombre. Es su medio de acción y percepción en el
mundo físico. Por medio de él se relaciona con su entorno físico.
Su cerebro, su centro de conciencia en vida, es obviamente fí-
sico. A través de su cuerpo, mediante el cerebro, manifiesta sus
pensamientos, emociones y voliciones, que no son físicos en sí
mismos pero que se registran en el cerebro físico.
El cuerpo es una cosa viva y cada parte de él, cada célula que
lo compone a él y a sus órganos, está también viva. La energía
dinámica que hay dentro de estas unidades es la vida. Este as-
pecto animador se considera, para los fines de nuestra clasifi-
cación actual, como un principio separado, tanto en el Cosmos
como en el hombre. Usando términos orientales (con los que de-
beríamos familiarizarnos, porque en Oriente tienen un lenguaje
específico para hablar de estos temas) a esta vida o fuerza vital
se la denomina, en el sentido cósmico general, Jīva; y cuando
está asociada con un ser vivo individual como en el hombre, se
la conoce como Prāna. Es ese principio el que, cuando se halla
presente, confiere la vida a una forma y cuando está ausente, la
forma está muerta y ya no puede actuar como un todo coordina-
do. Durante un tiempo después de la muerte de un cuerpo, sus
diferentes partes siguen viviendo sus vidas individuales, pero
finalmente mueren porque, como el sistema de eliminación de
deshechos ya no cumple sus funciones, empieza la putrefacción
y sus formas se desintegran. El cuerpo físico y el principio de
la vida (Prāna) se consideran como dos de los siete principios
del hombre.
la naturaleza compleja del hombre 39

Cuando el hombre está vivo, en un cuerpo físico, hay un ter-


cer principio que, en los reinos invisibles y subjetivos, no solo
recoge y es receptáculo de la fuerza vital (Prāna), sino que hace
de molde o esquema, alrededor del cual se reúnen los materia-
les físicos de este cuerpo terrenal y asumen su forma humana
individual típica. Es también el transmisor, no solo de algunos
elementos de su apariencia física, sino también de sus caracte-
rísticas personales (Skandhas) que le convierten en el hombre
individual que es.
Este principio, llamado el Linga Sharīra, recibe a veces el
nombre de doble del hombre, su doble astral o cuerpo astral.
Tiene una organización precisa correspondiente a la del cuerpo
físico. En ella hay una copia astral de su cerebro y de otros ór-
ganos, así como de los centros nerviosos del cuerpo físico. Es el
centro de sus facultades internas subjetivas. Funciona como un
medio de transmisión entre el mundo interno y el mundo externo
para sus actividades puramente subjetivas, para los sentimien-
tos, pensamientos y voliciones que se registran en su cerebro
físico, desde donde pueden resultar o no en acciones físicas que
hacen que el hombre sea efectivo en el mundo físico. Común-
mente este doble astral o Linga Sharīra recibe el nombre de
segundo principio, y la fuerza vital, Prāna, el tercero, mientras
que el cuerpo físico es el primero.
El cuarto principio, Kāma-rūpa, es el vehículo de los senti-
mientos, emociones y deseos; es el centro de la naturaleza pasio-
nal. Aunque algunas de sus actividades corporales sean instin-
tivas e inconscientes, el hombre sigue siendo consciente de sus
necesidades animales, de sus deseos y emociones. Estos pueden
afectar a sus acciones de una manera puramente impulsiva, o
pueden ser controlados por su voluntad y su mente razonadora.
Es en el principio de la mente, Manas, el quinto en la cla-
sificación, donde el hombre se convierte en el pensador, en el
hombre verdadero. Es esta facultad de pensar la que lo distingue
40 Capítulo iii

de los animales. La mente es esencialmente un solo principio,


pero durante la vida del hombre, se considera como dual, con
un aspecto inferior (mutable) y otro superior (inmutable). Su
aspecto inferior está orientado y atraído hacia sus deseos y emo-
ciones (cuarto principio), mientras que el otro, el superior, está
orientado y atraído hacia los elementos más espirituales de su
naturaleza, sus principios sexto y séptimo. En la asociación de
la mente con los deseos y las emociones, aparece la mente que
está relacionada con todo lo que se refiere al hombre personal,
su trabajo, sus intereses, su familia, sus aficiones, sus ambicio-
nes, etc. Todo esto está íntimamente asociado con sus deseos y
apetencias. De hecho, estos dos principios del medio (el cuarto
y la parte inferior del quinto), sus principios mental-emocional,
se consideran normalmente como uno solo, Kāma-Manas.
Constituyen la psique del hombre, o como decía Pablo de
Tarso, su alma mortal. Más adelante veremos por qué la psique
recibe el nombre de mortal. Estos principios del medio cons-
tituyen la naturaleza interna del hombre tal como él se cono-
ce normalmente a sí mismo. Junto con el vehículo físico y sus
principios vitales, constituyen el conjunto del hombre personal,
su personalidad. El uso de la palabra personalidad, tal y como
se ha definido aquí, resulta importante en nuestro estudio de los
estados post mortem.
Los principios restantes, es decir la parte superior del quinto
(la mente), el sexto y el séptimo, comprenden al hombre espiri-
tual; el Ego. Juntos, se denominan la Individualidad, como algo
opuesto a la personalidad. En este sentido los elementos supe-
riores de la mente son las zonas de la cognición de alto nivel,
por una parte, y de la voluntad espiritual por la otra. Este tipo
de volición no implica hacer lo que uno quiere hacer, porque
en ese caso el detonante de la acción es el deseo (Kāma). En el
sentido superior, el detonante de la acción es esta voluntad supe-
rior. La mente Superior es la sede interna de nuestra conciencia
la naturaleza compleja del hombre 41

individual y de nuestras facultades subjetivas superiores. Estas


facultades están principalmente latentes en la mayoría de noso-
tros. La mente inferior es realmente un reflejo parcial, durante
la vida terrena, de la superior. La inferior es la de nuestro pen-
samiento corriente, en términos lógicos racionales, y de nuestra
imaginación pictórica. En la mente superior, el pensamiento es
de un orden totalmente distinto, se halla más en la naturaleza
de la comprensión por percepción directa. Tan directa es esta
forma de conocer, que es virtualmente una identificación con lo
que es conocido. Ésto se debe a la íntima asociación de la men-
te superior con el sexto principio (Buddhi). Manas (la mente
humana individual) deriva de Mahat, el nombre que se da a la
Mente Universal. Mahat es un principio universal y también lo
es Buddhi. Solo se convierte en individual cuando se asocia con
el Manas de un hombre individual.
El sexto principio, Buddhi, es un principio pasivo. Es el prin-
cipio donde el séptimo, el más alto principio espiritual, tiene su
base de operaciones. Como vimos en el Capítulo II, una fuerza
o una energía requiere algo para darle expresión, para actuar en
ello y a través de ello, con el fin de resultar efectiva. El sexto
principio del hombre cumple esa función respecto al séptimo,
Ātma y se dice que es su upādhi o vehículo.
Ātma, el séptimo principio, es también un principio univer-
sal; nunca se convierte en individual excepto cuando da forma o
vida al quinto en el hombre, vía Buddhi. Es el dinamismo últi-
mo, el principio capacitador en todas las cosas del Cosmos. Es el
principio puramente espiritual del hombre. Sin embargo, como
ocurre con Buddhi, no es realmente un principio individual en
sí; lo compartimos con la generalidad de las cosas existentes.
La combinación espiritual del séptimo principio, Ātma, con
el sexto, Buddhi, se conoce como la Mónada. Este es un térmi-
no importante para recordar. La Mónada es, de hecho, toda la
vida, la esencia vital que impregna el Cosmos. Es homogénea y
42 Capítulo iii

nunca se diferencia ni se fragmenta. Solo se considera como una


Mónada cuando está asociada con una entidad viva individual,
cuando se convierte, por decirlo así, en una Mónada mineral, o
en una Mónada vegetal, animal o humana.
El séptimo principio en la constitución del hombre corres-
ponde al más alto nivel del ser en el Cosmos, del cual emanan y
derivan los otros seis. En el extremo inferior tenemos el plano
físico objetivo que les da expresión a todos ellos, porque ha ido
evolucionando y desarrollándose con este fin.
Para los fines de nuestro estudio de los estados post mor-
tem, los principios anteriores del hombre se agrupan en duadas
y tríadas. El cuerpo y sus dos principios vitales se llaman la
tríada inferior. Estos tres, junto con el cuarto principio pasio-
nal o del deseo, reciben el nombre de cuaternario inferior, el
hombre personal en la existencia física. A veces, al complejo
mente-emociones (cuarto principio y parte inferior del quinto)
se le llama “duada central” y también “la psique”. Esta duada
central, después de la muerte, se convierte en el alma mortal del
hombre. La psique o alma mortal se convierte en un simple ca-
parazón cuando los principios superiores la abandonan después
de la muerte.
Es entonces realmente un cadáver psíquico que, antes o des-
pués, se desintegra y se disipa. Los tres principios superiores
(quinto superior, sexto y séptimo) reciben el nombre de trinidad
o tríada superior. Esta tríada superior es virtualmente inmortal.
Es el Ego superior o divino. Los dos principios superiores juntos
son, como he dicho antes, la Mónada.
En esta división de los principios en duadas y tríadas no he-
mos de olvidar nunca que, aunque los aspectos superior e in-
ferior de la mente se consideren a veces como principios se-
parados, el principio de la mente es, de hecho, siempre uno e
indivisible. La Mónada es un principio único universal que no
la naturaleza compleja del hombre 43

puede fragmentarse. Es como la vida que solo aparece como un


atributo de las cosas vivas separadas, mientras esas cosas vivas
disfrutan de una forma separada.
En este estudio, el término formas puede significar algo en
el mundo interno e invisible, así como algo físico. Por ejemplo,
podemos decir que un arquitecto tiene una idea (una forma men-
tal) de un puente al cual más adelante los obreros van a darle una
forma física como el verdadero puente.
El cuerpo físico del hombre es una manifestación de una for-
ma interna proporcionada por el doble astral, en el plano si-
guiente (interno) al físico. Aparte de esto, como veremos, puede
haber otras formas asociadas con el hombre personal que puede
representarle o bien en la vida o en la muerte. Estas serán des-
critas más adelante.
Otro elemento importante del hombre interno es el que le
señala como distinto a los otros individuos y al mar general de
la vida. Esto tiene que aplicarse incluso a los niveles espirituales
que están más allá de las formas. Por ello es una entidad, de la
misma manera que una gota de agua es una entidad distinta del
océano. Este elemento ulterior se conoce como la Envoltura o el
Huevo Áurico. Contiene a todo el hombre, como una Individua-
lidad y como una personalidad. Es el contenedor de aquello en
lo que se ha convertido como resultado de todas sus experien-
cias en numerosas vidas; en una palabra, en lo que ha hecho de
sí mismo.
Citando a HPB, en las “Instrucciones a sus Estudiantes Eso-
téricos”:

...El Huevo Áurico contiene tanto al hombre divino cómo


al hombre físico y está directamente relacionado con ellos.
En su esencia... es eterno; en sus constantes correlaciones
y transformaciones, durante el progreso pre encarnante del
44 Capítulo iii

Ego en esta tierra, es una especie de máquina de movimien-


to perpetuo...
... Así el Huevo Áurico, que refleja todos los pensamientos,
palabras y necesidades del hombre es:
a) el preservador de todos los registros Kármicos.
b) el que almacena todos los poderes buenos y malos del
hombre, que recibe y da por voluntad propia, bueno, por
idea propia, cada potencialidad, que se convierte, entonces
y ahí mismo, en una potencia activa...
c) De la misma manera que le proporciona al hombre su for-
ma astral, alrededor de la cual la entidad física se modela a
sí misma, primero como feto, después como niño y hombre,
y la parte astral va creciendo al mismo tiempo que el ser
humano, también le proporciona... después de la muerte, su
Entidad Devachánica y el Kāma Rūpa o Cuerpo del Deseo.
Algunos de los términos de esta descripción son nuevos, pero
serán todos aclarados más adelante y se utilizarán en la historia
de los estados post mortem, estados y procesos que vamos a
descubrir ahora.
CAPÍTULO IV

Morir y lo que pasa después

Las experiencias de muchas personas que se han considera-


do clínicamente muertas pero que se han recuperado, han sido
investigadas y registradas desde hace 100 años. La experiencia
típica, de la cual existen muchas variaciones, tiene una serie de
características comunes.
La mayoría de los que sufren dolores hablaban de un alivio
inmediato de ese dolor, algo muy consolador. En algunos casos,
los sujetos decían que en cierto modo se habían separado de su
cuerpo físico y que entonces podían verlo, por ejemplo, en una
mesa de operaciones. Dijeron que era una experiencia extraña,
porque no podían entender su retención de la conciencia sin
cuerpo. A veces intentaban hablar con médicos y enfermeras o
con espectadores a los que podían ver, pero sin obtener respues-
ta. Resultaba obvio que los demás no podían verlos; era como si
no estuvieran allí o fueran invisibles, y tampoco podían hacerse
oír a nivel físico. No era un estado de sueño ni una alucinación
porque, cuando se recuperaban, podían explicar, a menudo con
todo detalle, lo que había pasado y lo que había dicho la gente.
Cuando se comprobaba después lo que había ocurrido realmente
y lo que había dicho la gente, quedaba confirmado con frecuen-
cia que lo que se había visto y oído era correcto; a veces, sin
embargo, el informe no era correcto del todo.
46 Capítulo iv

Otro elemento común de esta experiencia próxima a la muer-


te es la de una revisión de la vida que se acaba de vivir, con todo
tipo de detalles. A veces parece haberse recordado todo, incluso
algunos detalles de la primera infancia.
Después, normalmente aparecía la sensación o impresión
visual de estar delante de algún tipo de barrera: un muro, una
valla, un foso o incluso un túnel. Parecía que, en cierto modo,
había que atravesarlo, superarlo o franquearlo. La mayoría de
las personas decían que en algún momento después de su “de-
función” habían encontrado a un Ser augusto, a una Figura de
Luz. Todos cuantos tuvieron la experiencia sintieron una sim-
patía inmediata y completa hacia esa figura, y algunos experi-
mentaron como una reverencia ante ella. Percibían en ella una
cierta majestad, incluso divina. Muchos la relacionaban con el
objeto de su devoción en sus prácticas religiosas. La revisión de
la vida pasada a veces tenía lugar en presencia de este Ser, que
siempre demostraba una comprensión total y compasiva, fuera
lo que fuera que se estuviera repasando. No se oían ni sentían
culpas ni críticas.
La mayor parte de los sujetos experimentaban una gran paz
y felicidad, y no querían volver a su antigua vida. A veces, sin
embargo, sentían que debían hacerlo, o les decían que tenían
que regresar por su joven familia o por algún deber. A otros se
les decía que su hora no había llegado todavía.
A veces, al morir, recibían parientes o amigos anteriormente
difuntos que les daban la bienvenida y les decían que les habían
estado esperando. Estos parientes y amigos se hallaban a menu-
do en lugares idealizados.
Al regresar de esta experiencia, muchos se daban cuenta de
que tanto ellos mismos como su perspectiva sobre la vida ha-
bían cambiado. A veces decían haber comprendido que la vida
terrena era una educación y que tendrían que aprender cuan-
morir y lo que pasa después 47

to pudieran y utilizar bien su tiempo. Muchos también sentían


cómo cambiaba su actitud hacia los demás. El afecto, el amor y
la compasión eran sentimientos predominantes.
Hemos de recordar que en todos estos casos la gente no esta-
ba realmente muerta. La mayoría de ellos sentían que, si hubie-
ran cruzado los límites o hubieran pasado a la luz del final del
túnel, habrían estado realmente muertos, en lo que respecta a sus
cuerpos, y que no habría habido retorno.
Hay otros tipos de experiencias próximas a la muerte que
deberíamos señalar. A veces, en el caso de gente muy mayor,
hay visiones de hermosos jardines, de seres queridos difuntos
desde hace mucho tiempo, y en algunos casos, los que se hallan
muy próximos a la muerte, parecen tener una segunda visión o
ser clarividentes. Ven entidades en su habitación que otros no
pueden ver. Si las entidades son humanas, tal vez incluso hablan
con ellas, porque su presencia es muy real.
Como veremos, la historia que estamos a punto de develar
hablará de la mayoría de estos puntos. Nuestro relato insiste en
la revisión de la vida pasada y los pensamientos más prominen-
tes que ocupan a la persona moribunda. Estos afectan no solo
a las experiencias post mortem, sino incluso a la siguiente vida
terrena.
La mayor parte de la información sobre los estados después
de la muerte que se encuentran en este libro, está sacada de la
larga serie de cartas sobre este tema y sobre otros temas esoté-
ricos, que dos de los Maestros escribieron al Sr. A.P. Sinnett en
los años 1880-85. Estas cartas fueron publicadas en forma de
libro como Las Cartas de los Mahātmas a A.P. Sinnett, y los
originales se hallan en la Biblioteca Británica. En este relato,
muchos de los textos citados proceden de esas cartas.
A uno de los Maestros que había descrito el proceso de la
muerte se le preguntó: “¿Acaso los pensamientos que ocupan
48 Capítulo iv

la mente en el último momento necesariamente dependen del


carácter predominante de su vida pasada?” Y él respondió:

No puede ser de otro modo. La experiencia de personas que


están a punto de morir, ahogados o por otros accidentes,
y que después se recuperan, ha corroborado nuestra doc-
trina en casi todos los casos. Estos pensamientos son in-
voluntarios y no tenemos más control sobre ellos que los
que tendríamos sobre la retina del ojo para impedirle la
percepción del color que le afecta más. En el último mo-
mento, toda la vida queda reflejada en nuestra memoria y
hace salir de todos los rincones y escondrijos ocultos una
imagen tras otra, un hecho tras otro. El cerebro moribundo
desbloquea la memoria con un fuerte impulso supremo, y la
memoria restaura fielmente cada impresión retenida en ella
durante el período de actividad del cerebro. Esa impresión
y pensamiento que fue el más fuerte naturalmente se con-
vierte en el más vívido y sobrevive, por así decirlo, a todo
el resto, que ahora se desvanece y desaparece para siem-
pre, para reaparecer ya en el Devachan. Ningún hombre se
muere loco o inconsciente, como afirman algunos fisiólogos.
Incluso un loco, o una persona presa de delirium tremens,
tendrá su instante de lucidez perfecta en el momento de la
muerte, aunque sea incapaz de contarlo a los presentes. El
hombre muchas veces puede aparecer muerto. Pero desde
la última pulsación, desde el último latido de su corazón,
y entre éste y el momento en que la última chispa de calor
animal deja el cuerpo, el cerebro piensa y el Ego revive, en
esos breves segundos, toda su vida entera otra vez. Hablad
en voz baja los que asistís a un moribundo, y sentid que
estáis en la solemne presencia de la Muerte. Especialmente
tenéis que manteneros en silencio justo después de que la
Muerte haya puesto su fría mano sobre el cuerpo. Hablad en
voz baja, os digo, para no perturbar la silenciosa onda del
pensamiento, y para no interponeros en el febril trabajo del
morir y lo que pasa después 49

Pasado mientras imprime su reflejo en el Velo del Futuro.


(CM-23B-p.245)
Un texto de La Clave de la Teosofía lo complementa:

En el momento solemne de la muerte cada hombre, incluso


cuando la muerte es repentina, ve toda su vida pasada de-
lante de él en sus más mínimos detalles. Durante un corto
instante, lo personal se convierte en uno con el Ego indi-
vidual y omnisciente. Pero este instante es suficiente para
mostrarle toda la cadena de causas que han estado actuan-
do durante su vida. Ve y ahora se comprende a sí mismo tal
como es, sin los adornos de los halagos o del auto-engaño.
Lee su vida, permaneciendo como un espectador que con-
templa el campo de batalla que está abandonando; siente y
conoce la justicia de todo el sufrimiento que le ha acaecido.
(CT, IX)
El “Ego omnisciente” correspondería a la Figura de Luz de
la experiencia próxima a la muerte, pero entonces el Ego sería
percibido con el trasfondo mental o religioso de la persona que
se está muriendo.
El término Devachan ha sido introducido y necesita aclararse
en este momento. Significa un estado subjetivo de bendición,
del cual disfruta el Ego (los dos principios superiores y el me-
dio –Ātma, Buddhi y Manas) después de emerger de un período
de inconsciencia mientras los elementos inferiores de la psique
personal se van descartando. Es un estado totalmente condicio-
nado por el contenido espiritual de la vida pasada inmediata so-
bre la tierra. En una Carta anterior, el Maestro explica:

...recordad... que nosotros mismos nos creamos tanto nues-


tro Devachan como nuestro Avītchi mientras estamos toda-
vía en la tierra, y especialmente durante los últimos días e
incluso en los últimos momentos de nuestra vida intelectual
50 Capítulo iv

y sensorial. Ese sentimiento, que es el más fuerte en noso-


tros en esa hora suprema en la que, como en un sueño, los
hechos de una larga vida, hasta sus más mínimos detalles,
van pasando ordenadamente en unos segundos ante nuestra
visión, ese sentimiento se convertirá en el creador de nues-
tra bendición o de nuestro infortunio, en el principio vital de
nuestra existencia futura. ...El verdadero recuerdo total de
nuestra vida no aparecerá sino al final del ciclo menor, no
antes. (CM-20C-p.182)
El ciclo menor se explica en el Glosario Teosófico, pero es
preciso definir aquí Avītchi, que es un estado opuesto al Deva-
chan. El Devachan nos recompensa y nos bendice mientras que
Avītchi es retributivo y nos hace infelices.
La frase del Maestro según la cual “nosotros creamos nuestro
propio Devachan así como nuestro Avītchi... y especialmente
durante los últimos días e incluso momentos de nuestra vida”,
no se entendió del todo; y en respuesta a otra pregunta, dijo:

Es una creencia ampliamente extendida entre todos los hin-


dúes que el futuro estado prenatal y el nacimiento de una
persona, se moldean con el último deseo que pueda tener en
el momento de morir. Pero su último deseo, dicen, necesa-
riamente gira alrededor de la forma que la persona pueda
haberle dado a sus deseos, pasiones, etc., durante su vida
anterior. Es por esta razón precisamente, es decir, para que
nuestro último deseo no sea contraproducente para nuestro
futuro progreso, que hemos de vigilar nuestras acciones y
controlar nuestras pasiones y deseos durante toda nuestra
carrera en la tierra. (CM-23B-p.244)
Ahora llegamos a lo que ocurre inmediatamente después de
morir. Antes es preciso definir otro término crítico, Kāma-Loka
(con variaciones en su ortografía). Literalmente, es el lugar de
las emociones, de la pasión, del deseo, de la necesidad de sa-
morir y lo que pasa después 51

tisfacciones carnales, de los gustos, antipatías, etc. Es un lugar


en el que, en caso de una muerte normal, en su momento, y
por causas naturales, el Ego cae en la inconsciencia durante las
primeras etapas de la existencia post mortem. En otros casos,
la mayoría de muerte prematura, es el lugar de la conciencia
personal completa o parcial y de la memoria de la vida pasada,
a menudo una especie de estado de sueño, que varía en intensi-
dad; a veces de un verdadero sufrimiento, remordimiento, etc.,
en lo que queda de la psique personal. El Maestro nos da esta
descripción:

Así pues, cuando un hombre muere, su "Alma" (quinto prin-


cipio) se vuelve inconsciente y pierde todo recuerdo de las
cosas, tanto internas como externas. Independientemente de
que su permanencia en el Kāma-Loka tenga que durar unos
momentos, horas, días, semanas, meses o años; indepen-
dientemente de que muriera de muerte natural o violenta,
de que ello ocurriera en la juventud o en la vejez y de que
el Ego haya sido bueno, malo o indiferente, su conciencia
lo abandona tan súbitamente como abandona la llama la
mecha cuando se extingue. Cuando la vida se ha retirado
de la última partícula de materia cerebral, sus facultades
perceptivas se extinguen para siempre, sus poderes espiri-
tuales de reflexión y de volición — (en resumen, todas aque-
llas facultades que no son inherentes a la materia orgánica
ni susceptibles de ser adquiridas por ella)— por lo pronto,
desaparecen. (CM-20C-p.183)
Se quería una confirmación de la frase del Maestro según la
cual en el momento de la muerte “la conciencia de un hombre
lo deja tan de repente como la llama deja a la mecha...” y la
respuesta fue:

Bueno, ¿puede un cerebro físico una vez muerto retener sus


facultades perceptivas?; lo que percibirá en el cascarón
52 Capítulo iv

es algo que percibe con una luz prestada o reflejada (CM-


23-p.210)
Aquí deberíamos fijarnos en la precisión de las palabras.
Las facultades perceptivas son los medios por los cuales so-
mos capaces de ser conscientes, tanto de lo que está ocurriendo
a nuestro alrededor en el mundo físico (a través de nuestros sen-
tidos), como de nuestras reacciones internas ante ello (nuestros
pensamientos y sentimientos). Toda esta percepción tiene que
detenerse en la muerte. Hemos de comprender también lo que es
el cascarón. Es la psique personal activa todavía integrada, los
restos del hombre corriente cuando su vehículo físico, su prin-
cipio de vida y sus principios superiores, le han abandonado.
Hablaremos más sobre el tema de la conciencia en estos restos
psíquicos, en el Capítulo V.
Tenemos más confirmaciones sobre la inconsciencia del Ego
en esta etapa; por ejemplo:

Cada entidad cuádruple que acaba de desencarnar —tanto


que muriera de muerte natural como violenta, por suicidio
o accidente, mentalmente sana o loca, joven o vieja, buena,
mala o indiferente— pierde todo recuerdo en el momento
de la muerte, y mentalmente es aniquilada; duerme su sue-
ño ākāsico en el Kāma-Loka. Este estado dura desde unas
cuantas horas (rara vez menos), días, semanas, meses —al-
gunas veces, hasta varios años. Todo esto según la entidad,
según su estado mental en el momento de la muerte, según
su clase de muerte, etc. (CM-24B-p.268)
Después, para hablar un poco más de lo que ocurre en la
muerte, tenemos:

Cuando el hombre muere, sus principios segundo y tercero


mueren con él; la tríada inferior desaparece, y el cuarto,
quinto, sexto y séptimo principios forman el Cuaternario
que sobrevive. (CM-16-p.147)
morir y lo que pasa después 53

El término Cuaternario aquí difiere de su uso habitual:

Llega un momento... en el que Manas Inferior se retira a la


Tríada, que así se convierte en el Cuaternario... Esta re-
tirada hacia arriba del Manas Inferior deja lo que era el
Cuaternario como una Triada Inferior... La psique, así se-
parada de Kāma, se reúne con la Tríada Superior y se hace
espiritual, la Tríada se refleja en el Cuarto y se forma la
Tetratkis. (BCW XII 711)
También se nos dice que inmediatamente después de ocurrir
la muerte:

... su Mayavi-Rūpa (es decir, el cuerpo-sombra etéreo; véa-


se Glosario Teosófico) puede a menudo ser lanzado a la ob-
jetividad, como en los casos de apariciones después de la
muerte; pero, a menos que se proyecte con el conocimiento
(latente o potencial) del difunto de lo que pasa, o bien si se
debe a la intensidad del deseo de ver a alguien o de apare-
cérsele, atravesando raudo el cerebro moribundo, la apari-
ción será simplemente automática; no se deberá a ninguna
atracción de simpatía o a ningún acto volitivo, no más de lo
que la imagen de una persona al pasar inconscientemente
junto a un espejo se debe al deseo de esta última. (CM-20C-
p.183)
La referencia a apariciones después de la muerte es intere-
sante, porque la aparición fantasmal de alguien que acaba de
morir a un ser querido, incluso a una distancia, y que tal vez
ni siquiera sabía que la muerte era inminente, no deja de ser
frecuente. Igualmente puede ocurrir que la similitud etérea de
una persona recientemente muerta pueda aparecer, bajo ciertas
condiciones atmosféricas, encima de una nueva tumba. Eso no
sería el Mayavi-rūpa, como veremos más tarde.
El Maestro nos da mucha información sobre los fenómenos
espiritistas, incluyendo los casos en que los que se hallan en el
54 Capítulo iv

Kāma-Loka pueden comunicarse (indirectamente a través de los


médiums) con las personas que están en la tierra. De esto habla-
remos en el Capítulo IX.
Hay otro pasaje relativo a posibles estados de conciencia en
el Kāma-Loka:

En Kāma-Loka los que mantienen su recuerdo no van a dis-


frutarlo en la hora suprema del recogimiento. Aquellos que
saben que están muertos en su cuerpo físico pueden solamen-
te ser adeptos o bien magos; y estos dos son las excepciones
de la regla general. Como los dos han sido “colaboradores
de la naturaleza”, los primeros para bien y los segundos
para mal, en su obra de creación y en la de destrucción, son
los únicos que pueden llamarse inmortales, en el sentido ka-
balístico y esotérico, naturalmente (CM-20C-p.182)
Otros casos de excepciones y de muertes prematuras son tra-
tados en el Capítulo VIII; pero el Maestro dijo más cosas sobre
la inmortalidad, lo cual está incluido en el Capítulo X. La “hora
suprema de la reflexión” es la hora en que normalmente todos
los Egos (si no son ni Adeptos ni Magos) se hacen conscientes
de toda su existencia previa. Esta hora llega al final del ciclo
menor del que hablaremos más adelante.
En este capítulo hemos descrito las experiencias típicas de
los que han sido declarados clínicamente muertos pero que se
han recuperado. Hemos visto cómo algunas personas muy an-
cianas, antes de morir, tienen visiones de otras personas que han
muerto anteriormente, y a veces de entidades que les visitan en
la habitación.
Los Maestros nos han dicho que nuestros pensamientos del
último minuto tienen un efecto importante, no solo en nues-
tros estados post mortem sino en nuestra próxima vida sobre la
tierra. A esto le sigue la afirmación clara de que normalmente
morir y lo que pasa después 55

todos quedamos inconscientes en el momento de la muerte, y


entonces cesan las visiones que podríamos tener.
Se ha mencionado la inmortalidad; veremos más tarde lo que
puede significar eso.
En el instante de la muerte empiezan ciertos procesos refe-
rentes a los principios internos del difunto. Estos se describen
con todo detalle en los capítulos siguientes. En el estudio de la
información que tenemos de los estados posteriores a la muerte,
es necesario tener presente la noción poco familiar de que el
hombre es esencialmente dual: (1) como una personalidad, y (2)
como una individualidad, el Ego. En la vida estos dos aspectos
actúan juntos, pero después de la muerte se separan. Los dos
principios personales e inferiores (Kāma y la mitad de Manas)
permanecen después de la partida de la tríada inferior (cuerpo
físico, cuerpo astral y principio vital) y entran en el reino subje-
tivo de Kāma-Loka. Aquí, mientras están todavía juntos con el
Ego, pueden tener toda una variedad de experiencias, desde una
inconsciencia virtualmente completa, a través de toda una serie
de estados parecidos al sueño, hasta una conciencia total durante
cierto tiempo. El Ego mismo durante este período está incons-
ciente, mientras que cualquier conciencia retenida se encuentra
en los restos psíquicos personales solo durante el tiempo de su
duración. El contenido de este tipo de conciencia se obtiene en-
teramente de la experiencia de la vida pasada, igual que la del
Ego, cuando la conciencia regresa a él en el Devachan. Final-
mente, solo lo que tenía algún valor espiritual puede asimilarse
en el Ego, como veremos en el siguiente capítulo.
El significado completo de todos los términos usados en este
capítulo quedarán claros a medida que se vayan utilizando en
sus diferentes contextos en los siguientes capítulos.
CAPÍTULO V

La Lucha de la Muerte y el Estado de Gestación.

Ahora llegamos a esa parte de nuestro relato que trata de los


procesos post mortem en los reinos internos y de las experien-
cias subjetivas de los muertos.
La muerte ocurre en un momento determinado, cuando se
corta el cordón de plata, como se le llama a veces, que hay entre
el cuerpo físico y el doble astral. Este nexo entre el hombre te-
rrenal y sus principios del “alma” es de materia etérea. En este
momento estos principios incluyen no solo el cuarto y quinto
inferior (la dualidad inferior) sino el quinto superior, el sexto y
el séptimo (la tríada superior), la individualidad Egoica.
Después de que el cordón se ha cortado no hay posibilidad
de retorno. El hombre, como hemos visto, queda inconsciente
de repente, y el doble astral, junto con el cuerpo físico, empieza
a desintegrarse. La vida que los coordinaba a los dos ha desapa-
recido. Es esta retirada de la vida de la persona del cuerpo físico
lo que inhibe la acción del cerebro; entonces muere, y la muerte
de la réplica del cerebro en el cuerpo astral viene a continuación.
El difunto, entonces, no tiene ya contacto alguno con el mundo
físico y cae en la inconsciencia. Todas las visiones y sensacio-
nes del estado anterior a la muerte desaparecen ahora.
La siguiente etapa importante en el trayecto post mortem es
lo que los Maestros denominan la lucha de la muerte. Teniendo
la lucha de la muerte y el estado de gestación 57

en cuenta la distinción entre la personalidad y la individualidad,


y sus naturalezas respectivas, podemos sacar una idea de lo que
significa la lucha de la muerte. El hombre personal es conside-
rablemente egoísta, es decir, egocéntrico, con su atención habi-
tual dedicada a una mezcla de necesidades, ambiciones, amores,
odios, indulgencias, aspiraciones, debilidades y puntos fuertes
del carácter, etc.; todo según el hombre y sus circunstancias en
la vida. Muy poco de esto es espiritual, tal como se entiende en
la ciencia esotérica. Lo espiritual aquí pertenece a los elemen-
tos enteramente altruistas y puramente generosos que hay en el
carácter del hombre, y todo lo demás que sea enteramente noble
o de valor, tal como el amor verdaderamente generoso, el deseo
de servir, la compasión, la conducta según los dictados de la
conciencia superior, la sabiduría y la comprensión. Todo esto
pertenece a un orden distinto de las consideraciones normales
de la personalidad.
La lucha de la muerte es la organización de estos dos aspec-
tos de la naturaleza interna del hombre. El Ego atrae a la natura-
leza espiritual y puede asimilar solamente eso. Ninguna parte de
la naturaleza inferior puede en absoluto entrar en él ni conver-
tirse en parte de él. Lo burdo de la personalidad, esencialmente
egoísta, permanece con lo que queda en el mundo interno de la
personalidad. Esto se convierte en el contenido de los recuerdos
de esa entidad, y permanece después de la lucha de la muerte en
el Kāma-Loka, mientras que su réplica celestial, el Ego, entra en
el Devachan, enriquecido con las experiencias espirituales de la
última existencia personal.
Aquí está el pasaje que nos presenta esta idea:

Cuando el hombre muere, su segundo y tercer principio


mueren con él; la triada inferior desaparece y los principios
cuarto, quinto, sexto y séptimo forman el Cuaternario so-
breviviente. A partir de ahí se entabla una lucha “a muerte”
58 Capítulo v

entre las dualidades Superior e Inferior. Si vence la supe-


rior, el sexto principio, habiéndose atraído la quintaesen-
cia del Bien del quinto —sus más nobles afectos, sus más
santas (aunque terrenales) aspiraciones, y las partes más
Espiritualizadas de su mente— sigue a su divino mayor (el
7ª) al estado de “Gestación”; y el quinto y el cuarto quedan
asociados como cascarón vacío (la expresión es totalmente
correcta) que vagará por la atmósfera terrestre con la mi-
tad de la memoria personal desaparecida y con los instintos
más brutales plenamente vivos durante algún tiempo —en
una palabra, como un “Elementario”. Este es el “ángel
guía” del médium común. Si, por el contrario, es la Dua-
lidad Superior la que queda vencida, entonces es el quinto
principio el que asimila todo lo que pueda haber quedado
en el sexto de recuerdos y percepciones personales de su
individualidad personal. (CM-16-p.147)
Si la dualidad superior es vencida, entonces no hay nada de
la experiencia de la vida que recién termina que le interese al
Ego ni que sea digno de servir de base para construir nada. Es
como si esa vida fuera, en palabras del Maestro, “una página
que faltara del libro de las vidas”.
En la cita anterior se habla de un estado de “Gestación” que
sigue a la lucha “a muerte”. Los procesos de la Naturaleza y
los posteriores a la muerte son naturales y requieren tiempo. El
período que hay entre la concepción de un embrión humano y el
nacimiento del feto es denominado “el período de la gestación”.
La gestación es el proceso por el cual el embrión se desarrolla
después de la fecundación. Y continúa hasta llegar a un punto
crítico en el que el feto está listo para salir al mundo exterior,
cuando puede empezar ya una existencia independiente.
Un proceso correspondiente tiene lugar después de la lucha
“a muerte”. Las semillas del contenido espiritual de la última
vida, después de ser recogidas y fecundadas en la lucha, se ges-
la lucha de la muerte y el estado de gestación 59

tan para formar un material útil que pueda entrar en el mundo


espiritual del Ego. Este es un orden del Ser que apenas podemos
imaginar porque no se le puede aplicar ningún término descrip-
tivo de la existencia personal. En él estamos en el reino del no-
espacio, del no-tiempo, de la globalidad total, de la unidad, la
pureza, la omnisciencia, la omnipotencia, y donde la conciencia
no sufre ninguna de las limitaciones de la existencia personal
y no es particular de ningún individuo, sino que es compartida
con la comunidad de todos los Egos, en su propio plano. Este
estado no se puede describir, pero el fruto espiritual de nuestra
vida personal tiene que transmutarse antes de ser adecuado para
contribuir a nuestro Ego que se está desarrollando.
El concepto de un cascarón o Elementario “vagando por la
atmósfera de la tierra” podría causar ciertas dificultades. Pri-
mero, el cascarón no es físico, no tiene ninguna forma física en
nuestro sentido, pero es perceptible para un clarividente psíqui-
co cuyos poderes estén adecuadamente desarrollados. El térmi-
no cascarón, como indicamos antes, se aplica a la duada media
(principios cuarto y quinto inferior) cuando el Ego espiritual se
ha separado de él y le ha abandonado. La atmósfera de la tierra
en este sentido no es el espacio físico que rodea a nuestro globo
sino una atmósfera psíquica apegada a ella. Este tipo de atmós-
fera no es simplemente un hábitat para los Elementales: está,
de hecho, compuesta de vidas elementales 1, el “alma” de las
cosas, en cierto sentido, a nuestro nivel físico. No ocurre nada
en nuestro nivel excepto a través suyo. Los Elementales tienen
que distinguirse de estos otros Elementarios. Estos últimos son
cascarones, restos psíquicos de los hombres después que el Ego
les ha abandonado, y no tienen ni conciencia ni moralidad. Son
totalmente irresponsables y manifiestan (cuando lo hacen) lo
peor de la naturaleza humana.

1  Ver el apéndice.
60 Capítulo v

Respecto a la naturaleza de lo que puede asimilarse al Ego


Espiritual, leemos:

…ninguna de las dos emanaciones (Buddhi y Ātma) son ca-


paces de asimilar algo excepto lo que es bueno, puro y sa-
grado; por esto ningún recuerdo sensual, material o terre-
nal puede seguir a la memoria purificada del Ego hasta la
región de la Bienaventuranza. El Karma de estos recuerdos
de malas acciones y pensamientos alcanzará al Ego cuando
cambie su personalidad en el mundo siguiente de las causas
(es decir, en la siguiente vida en la tierra). (CM-16- p.149)
Lo que queda de la entidad personal, en el caso en que no
hubiera suficiente materia puramente espiritual asimilable por
los principios superiores, no permanece en el Kāma-Loka sino
más bien:

...queda atrapada y atraída por el gran torbellino de los


egos personales; mientras que el sexto y el séptimo, ahora
una Mónada individual, puramente Espiritual, con nada en
ella de la personalidad última, y sin ningún período regular
de “gestación” que atravesar (porque no hay ningún ego
personal purificado para renacer), después de un período
más o menos prolongado de descanso inconsciente en el
Espacio ilimitado, renacerá en otra personalidad en el si-
guiente planeta. (CM-16-p.147)
También se nos dice que:

Hasta que la lucha entre la duada superior (espiritual) y la


media (personal) no empieza (con la excepción de los suici-
das que no están muertos sino que solamente han matado su
tríada física, y cuyos parásitos Elementarios (cuarto y quin-
to principio inferior) por consiguiente no están naturalmen-
te separados del Ego como en la muerte real), hasta que esa
la lucha de la muerte y el estado de gestación 61

lucha, digo, no ha empezado y acabado, ningún cascarón


puede acomodarse a su posición. (CM-23B-p.246)
La posición de los suicidas, junto con otras “excepciones” se
explica más adelante en el Capítulo VIII.
El término de “estado de gestación” se aplica tanto al ego
personal como al Ego espiritual mientras están todavía juntos.
Durante el período de gestación el contenido más puro de la
mente personal queda asimilado en la tríada superior. Durante
este tiempo, y mientras el Ego está todavía apegado a la duada
media en el Kāma-Loka, la inconsciencia reina tanto en el Ego
espiritual como en los principios Kāma-Manásicos que no han
sido todavía abandonados por el Ego y que se convierten en un
simple cascarón.
El proceso de gestación se ha descrito de la manera siguiente:

El Kāma-Loka puede compararse con el camerino de un


actor, en el cual éste se desviste del traje del último papel
que ha representado antes de volverse a convertir en sí mis-
mo propiamente, en el Ego inmortal o el Peregrino que va
haciendo su trayecto por la Ronda de las Encarnaciones.
El Ego Eterno, después de haberse desnudado en el Kāma-
Loka de sus principios terrenales inferiores, con sus pasio-
nes y deseos, entra en el estado de Devachan. Y por esto
se dice que solamente las emociones puramente espiritua-
les y no materiales, los afectos y aspiraciones de esa clase,
acompañan al Ego hasta ese estado de Bendición. Pero el
proceso por el que se desnuda de los principios inferiores,
del cuarto y parte del quinto, es un proceso inconsciente
en todos los seres humanos normales. Solo en casos muy
excepcionales hay un ligero retorno a la conciencia en el
Kāma-Loka; y este es el caso de las personalidades muy ma-
terialistas y nada espirituales que, vacías de las condiciones
requeridas, no pueden entrar en el estado del Descanso y
Bendición absolutos. (BCW IX, 164)
62 Capítulo v

Respecto a la conciencia del cascarón después del estado de


gestación, tenemos:

Cuando los principios sexto y séptimo se han ido, llevándose


consigo las partes más refinadas y espirituales de lo que una
vez fue la conciencia personal del quinto, solamente enton-
ces, el cascarón empieza a desarrollar gradualmente una
especie imprecisa de conciencia propia a partir de lo que
queda en la sombra de la personalidad. (CM-23B-p.246)
Y este punto se volvió a tocar en otro lugar, con la siguiente
pregunta, “¿Entonces cuál es la naturaleza del recuerdo y de la
auto-conciencia del cascarón?” La respuesta:

Todo lo que pertenece a los atributos y sensaciones materio-


psicológicos de los cinco skandhas inferiores; todo lo que
será arrojado como desperdicio por el Ego recién nacido en
el Devachan, por ser indigno y por no estar suficientemente
relacionado con las percepciones, emociones y sentimientos
puramente espirituales del sexto principio, reforzado y, por
así decirlo, cimentado por una parte del quinto, esa parte
que es necesaria en el Devachan para la retención de un
concepto divino y espiritualizado del "Yo" en la Mónada —
tal cual, de no ser así, no tendría conciencia alguna respecto
al objeto y al sujeto— todo esto "se extingue para siempre",
a saber, en el momento de la muerte física, para retornar
una vez más, presentándose ante los ojos del nuevo Ego en
el umbral del Devachan y siendo rechazado por Él. Retor-
nará por tercera vez, y completo al final del ciclo menor,
después de haberse completado las siete Rondas, cuando se
pesa la suma total de todas las existencias —el "mérito" en
un platillo y el "demérito" en el otro platillo de la balanza.
(CM-23B-p.246)
Las últimas ocho líneas de este pasaje se refieren a dos revi-
siones más de la vida terrena anterior, que tienen lugar, además
la lucha de la muerte y el estado de gestación 63

de la que ocurre en el momento de la muerte física; una en la


entrada del Ego en el Devachan y la otra al final del ciclo menor,
es decir, cuando se completa la séptima Ronda.
Respecto a la naturaleza de la conciencia de los cascarones o
elementarios, como se denomina a veces a los principios cuarto
y medio del quinto, privados de la tríada superior, se ha expli-
cado lo siguiente:

Tal como le dije en su nota: no es nada más que una luz


reflejada o tomada a préstamo. La "memoria" es una cosa,
y las "facultades de percepción" algo muy distinto. Un loco
puede recordar con gran claridad algunas partes de su
vida pasada; sin embargo, es incapaz de percibir algo en
su verdadera luz, porque la parte superior de su Manas y
de su Buddhi están en él paralizadas, lo han abandonado.
(CM-23B-p.248)
Se le pidió al Maestro más información respecto al grado y a
la cualidad de la conciencia del cascarón:

Un recuerdo más o menos completo y todavía tenue de su


personalidad y de su vida puramente física. Como en los ca-
sos de locura completa, el corte final de las dos duadas su-
periores (7º6º y 5º4º) en el momento de que el primero pasa
a la gestación, crea un golfo impenetrable entre los dos. No
es ni siquiera una parte del quinto lo que se va... El Manas,
privado de sus mejores atributos, se convierte en algo pare-
cido a una flor de la cual ha desaparecido de repente todo
el aroma, como una rosa aplastada, de la cual han extraído
a la fuerza todos sus aceites con fines industriales; y lo que
queda no es sino el olor a hierba putrefacta, a tierra y a
podredumbre.
...(Estos cascarones) son, para todo aquél que tenga el pri-
vilegio de disfrutar de una hora de charla con los activos
ángeles desencarnados (los cascarones), más parecidos a
64 Capítulo v

los moradores de un manicomio que tienen que represen-


tar un papel en una obra de teatro privada, como medida
de profiláctica diversión, que a los Césares y Hamlets que
quieren representar. El más ligero contratiempo les hará
desequilibrarse y salir corriendo. (CM-23B-p.250/51)
Esta última frase es una referencia al tipo de material que se
recibe a través de los médiums en las sesiones espiritistas. Está
incluida aquí para indicar la naturaleza de las entidades que “nos
llegan” y la clase de credibilidad que deberíamos darles a estos
mensajes (ver Capítulo IX).
Otra pregunta era: “¿Es el cascarón consciente de perder algo
que pueda sentirse como vida, a medida que se va desintegrando
gradualmente?” La respuesta:

No, no es consciente de esta pérdida de cohesión. Además,


como esta sensación en un cascarón sería bastante inútil
para los propósitos de la naturaleza, sería difícil que fue-
ra consciente de algo que nunca podría soñar siquiera, un
médium o sus afines. Es vagamente consciente de su propia
muerte física —aunque después de un prolongado período
de tiempo— y nada más. Las pocas excepciones a esta re-
gla, los casos de brujos de medio éxito, de personas muy
crueles apasionadamente apegadas al yo (personal), ofre-
cen un verdadero peligro a los vivos. Estos cascarones muy
materiales, cuyo último pensamiento al morir era el yo, el
yo, el yo, y vivir, ¡vivir!, a menudo lo sentirán instintiva-
mente. Igual que algunos suicidas, aunque no todos. Lo que
ocurre entonces es terrible porque se convierte en un caso
de licantropía 1 post mortem. El cascarón se enganchará tan
tenazmente a su semblanza de vida que buscará refugio en
el nuevo organismo de cualquier bestia, en un perro, una
hiena o un pájaro, cuando ningún organismo humano esté

1  Capacidad de convertirse en lobo.


la lucha de la muerte y el estado de gestación 65

disponible, en vez de someterse a la aniquilación. (CM-23B-


p.252)
La transición desde el estado de gestación al retorno a la con-
ciencia está descrita varias veces, pero lo que viene a continua-
ción es adecuado en este punto:

El revivir de la conciencia empieza después de la lucha en


el Kāma-Loka a las puertas del Devachan, y solamente des-
pués del “período de gestación” (CM-25-p.287)
Un poco antes, en la página anterior, había otra referencia a
esta conciencia que retorna:

Desde el Kāma-Loka, entonces, en el gran Chiliocosmos


(una región subjetiva que incluye al Kāma-Loka), una vez
despertadas de su sopor post mortem, las “Almas” recien-
temente trasladadas van todas (excepto el cascarón) según
sus atracciones respectivas, o bien al Devachan o al Avītchi.
Y esos dos estados se diferenciarán otra vez ad infinitum...
(CM-25-p.287)
Deberíamos fijarnos en esta otra referencia que se hace al
sopor post mortem o inconsciencia, que algunos encuentran di-
fícil de aceptar debido a las comunicaciones espiritistas y a otros
fenómenos psíquicos. Algunos de estos ocurren pronto después
de la muerte y veremos más adelante algo de su verdadera natu-
raleza, que incluye toda una serie de factores tales como el des-
tino de los principios del hombre después de la muerte. Hemos
de recordar, cuando consideramos el intervalo que hay entre las
encarnaciones, que los períodos de la mayoría de los estados
después de la muerte son largos, a veces muy largos, en térmi-
nos de años terrenales.
En este capítulo hemos sido introducidos en la idea de los
procesos post mortem tal como afectan al alma del hombre en
términos de los principios que habíamos descrito previamente.
66 Capítulo v

En el caso normal la persona no se da cuenta de lo que está pa-


sando, pero hay excepciones. El proceso significativo es el de
la “lucha de la muerte”, donde se reorganiza la experiencia y el
carácter del difunto para que todo cuanto tenga una naturaleza
válida y espiritual pueda ser asimilado, durante el estado de ges-
tación, por el Ego divino, mientras que todo el contenido ordi-
nario y personal quede descartado. Sin embargo, este contenido
condiciona la vida siguiente a través de los skandhas.
CAPÍTULO VI

La Segunda Muerte y El Devachan

En total son tres las ocasiones en que revisamos nuestra vida


pasada: primero, cuando estamos siguiendo el proceso de morir
y abandonar nuestro cuerpo físico; segundo, después del período
de gestación, cuando el Ego empieza a entrar en el Devachan, la
siguiente condición después de la muerte; y una tercera cuando
toda la serie de nuestras vidas en un planeta, como por ejemplo
la tierra, está terminando. Entonces las vemos engarzadas como
cuentas en un collar y conocemos el significado de todas ellas.
Solo faltarán totalmente aquellas pocas vidas personales que
no tuvieron ninguna contribución espiritual que hacer a nuestra
tríada Egoica, como si no hubieran existido nunca.
Respecto al renacimiento de la conciencia cuando entramos
en el Devachan (o Avītchi, según el caso) y la segunda revisión
de nuestra vida pasada inmediata, se nos ha dicho que comienza
después del sueño ākāsico en el Kāma-Loka:

Este estado (Kāma-Loka) dura desde unas horas (raramen-


te menos), días, semanas, meses, hasta, a veces, varios años.
Todo esto según la entidad, según su estado mental en el
momento de la muerte, el carácter de su muerte, etc. Ese
recuerdo volverá lentamente y gradualmente hacia el final
de la gestación (a la entidad o Ego), después todavía más
despacio pero de un modo mucho más imperfecto e incom-
68 Capítulo vi

pleto al cascarón, y totalmente al Ego en el momento de su


entrada en el Devachan. Y como este último es un estado
determinado y producido por su vida pasada, el Ego no se
precipita en éste de repente, sino que se va sumergiendo en
él gradualmente y etapa a etapa. Con el primer albor de
ese estado aparece esa vida (o más bien es vivida una vez
más por el Ego) desde su primer día de conciencia hasta
su último día. Desde el vislumbre más importante hasta el
hecho más superfluo, todos van desfilando ante el ojo espi-
ritual del Ego; lo único es que, a diferencia de los aconte-
cimientos de la vida real, solo quedan de ellos los que son
elegidos por el nuevo vividor (perdón por el término) que
se aferra a ciertas escenas y actores, y éstos permanecen
permanentemente, mientras que todos los demás se desva-
necen y desaparecen para siempre, o retornan a su creador,
el cascarón. Ahora tratad de entender algo muy importante,
porque es una ley muy justa y retributiva en sus efectos. Del
pasado resucitado no queda nada excepto lo que el Ego ha
sentido espiritualmente, lo que fue evolucionando totalmen-
te y vivió a través de sus facultades espirituales, ya fueran
de amor u odio. Todo lo que estoy tratando de describir es
en realidad indescriptible. Igual que dos hombres, aunque
sean dos fotografías de la misma persona, o dos hojas no
son exactamente iguales en todos los detalles, tampoco dos
estados en el Devachan son iguales... (CM-24B-p.269)
Hay mucha información en este texto que repite o suple-
menta lo que se ha dicho antes. Nos dice que normalmente el
período de inconsciencia —tanto del cascarón (los restos de la
psique personal) como del Ego— dura varios años (para más
información sobre la duración de cada uno de los estados post
mortem ver el Capítulo VII). La conciencia y el recuerdo de la
vida pasada retornan lentamente, a medida que el Ego entra en
el estado devachánico, y como un bebé va despertando gradual-
la segunda muerte y el devachan 69

mente, a través de la infancia, a los alrededores nuevos de la


vida terrenal. Igualmente, después de la partida del Ego, el cas-
carón recupera una conciencia y un recuerdo parciales. Como
veremos más adelante, los dos pueden intensificarse mediante el
contacto de un médium espiritista.
Después de la revisión egoica de la vida pasada, anterior a la
entrada del Ego en el Devachan, todos los recuerdos puramente
personales son abandonados por él hasta el final de la séptima
Ronda. Solo el contenido espiritual verdaderamente puro de la
vida previa queda transferido a la conciencia egoica. Es este
contenido lo que condiciona la conciencia egoica en el Deva-
chan. Sin él el Ego no tendría allí ninguna existencia egoica. Se-
ría inconsciente. Esto queda explicado de la siguiente manera:

Para despertar en ella a la vida la conciencia latente, es-


pecialmente la de la individualidad personal, se requiere la
Mónada más los atributos más elevados del quinto princi-
pio, el "Alma animal"; y eso es lo que constituye el Ego eté-
reo que vive y disfruta de bienaventuranza en el Devachan.
(CM-16-p.148)
Inmediatamente antes de esto se había explicado:

...y el séptimo principio aparte del resto constituyen la “Mó-


nada” eterna, imperecedera pero también inconsciente. (No
se suele saber que la Mónada en sí misma es inconsciente).
Entonces le preguntaron al Maestro “¿Quién va al Deva-
chan?”. La respuesta fue:

El ego personal, por supuesto, pero beatificado, purificado,


santo. Cada Ego, la combinación del sexto y séptimo princi-
pio, que después del período de gestación inconsciente vuel-
ve a nacer en el Devachan, es necesariamente tan inocente
o puro como un bebé recién nacido. El hecho de que vuelva
70 Capítulo vi

a nacer demuestra la preponderancia de lo bueno sobre lo


malo en su antigua personalidad. Y mientras el Karma (del
mal) se mantiene al margen de momento para seguirle en su
futura reencarnación terrena, él se lleva consigo solamente
el Karma de sus buenas acciones, palabras y pensamientos
a este Devachan. “Malo” es un término relativo para noso-
tros ...y la Ley de Retribución es la única ley que nunca ye-
rra. Por esto los que no han caído en el espejismo del peca-
do irredimible y de la bestialidad van al Devachan. Tendrán
que pagar por sus pecados, voluntaria o involuntariamente,
más adelante. Entretanto se ven recompensados; reciben los
efectos de las causas producidas por ellos. (CM-16-p.143)
El Devachan es realmente el estado post mortem. Y todo
cuanto le precede es una preparación. Las revisiones de la vida
pasada, la lucha de la muerte, el período de gestación y el Kāma-
Loka son pasos preliminares. Los extractos citados antes perte-
necen a una larga Carta sobre el Devachan. El tema había sido
mencionado brevemente antes pero ahora estamos listos para
recibir mucha más información sobre un determinado número
de aspectos de ese estado. Lo que se nos dice, sin embargo, está
condensado y su importancia total es asimilada solamente des-
pués de un tiempo considerable de estudio y reflexión. Conti-
nuando con el extracto, el Devachan…

…es un estado, por así decirlo, de egoísmo intenso duran-


te el cual un Ego cosecha la recompensa de su altruismo
en la tierra. Se dedica totalmente a disfrutar de todos sus
afectos, preferencias y pensamientos terrenales personales,
y recoge el fruto de sus acciones meritorias. Ningún dolor,
ninguna pena, ni siquiera la sombra de una tristeza vienen a
oscurecer el brillante horizonte de su felicidad inmaculada;
porque es un estado de “Maya” perpetuo. Dado que la per-
cepción consciente de nuestra personalidad sobre la tierra
no es sino un sueño efímero, esa sensación será igualmente
la segunda muerte y el devachan 71

la de un sueño en el Devachan, solo que estará intensificado


al máximo. Hasta tal punto que, de hecho, ese Ego tan feliz
es incapaz de ver a través del velo los males, las penas y los
lamentos que están aquejando a sus seres queridos en la tie-
rra. Vive en ese dulce sueño con sus seres queridos, aunque
hayan partido antes o estén todavía en la tierra; los tiene
a su lado, tan felices, tan dichosos y tan inocentes como el
mismo soñador desencarnado; y sin embargo, aparte de al-
gunas raras visiones, los habitantes de nuestro burdo plane-
ta no se enteran. (CM-16-p.144)
Se ha objetado que si, de hecho, la vida física “no es más que
un sueño efímero”, la palabra sueño no significa nada, porque
todo es un sueño. Esto fue también una dificultad para los que
recibieron estas Cartas. No podían comprender la idea oriental
de que toda la existencia manifestada es Maya —una ilusión o
sueño. Es un concepto extraño y nuevo para un occidental.
Tiene un cierto significado cuando nos fijamos en que toda
existencia es efímera y además que está cambiando continua-
mente durante todo su período de vida, por más corto o largo
que sea. ¿Qué es, pues, la “cosa” en sí? Es solamente algo con
sus cualidades peculiares del momento, durante un instante del
tiempo. Al instante siguiente ha cambiado. Entonces surgen las
preguntas “¿Qué es permanente? ¿Qué es inmutable?”. Pronto
se da uno cuenta de que nada de lo manifestado puede serlo. Y
se lo considera ilusorio, en ese sentido. Pero nuestro entorno
normal es lo suficiente real para nosotros, a pesar de su natura-
leza transitoria, como la de un sueño.
Y lo mismo pasa con nuestro estado en el Devachan: todo lo
de allí es lo suficientemente real para nosotros, a pesar de ser un
producto de nuestra mente, igual que un sueño.
La Carta sigue hablando de la posibilidad de comunicación
entre los que están en el Devachan y los de la tierra. Volveremos
72 Capítulo vi

a hablar de ello en el Capítulo IX. Entretanto tenemos nueva


información pertinente:

Ciertamente el nuevo Ego, una vez que ha renacido (en el


Devachan), retiene durante cierto tiempo, proporcional a
su vida terrena, un “recuerdo completo de su vida en la
tierra”... Pero no puede nunca volver a la tierra, desde el
Devachan, ni éste tiene —aun prescindiendo de todas las
“ideas antropomórficas de Dios”— ningún parecido con el
paraíso o cielo de alguna religión... (CM-16-p.142)
Como no hay sufrimiento en el Devachan, podría pregun-
tarse cómo puede ser completo el recuerdo que tienen los que
están en el Devachan de la vida pasada, cuando todo el conte-
nido penoso se ha dejado atrás. Es completo porque la persona
observará o verá todos los incidentes penosos de su vida ante-
rior de una manera objetiva o desapasionada, es decir, sin las
reacciones personales normales, porque no le queda naturaleza
pasional (kámica); su parte pasional queda atrás, en el cascarón.
Este recuerdo se describe de forma más detallada después.
Al preguntarle si los que están en el Devachan pueden ser
conscientes de la vida en la tierra, el Maestro dijo:

Pero “la vida de la Tierra” no puede ser observada por


ninguno de ellos (un número inmenso de los que se han ido
antes) por razones de la Ley de Bienaventuranza, además de
Maya... (CM-16-p.150)
Se explica que para ser consciente de los hechos de la vida
física, se necesitan los sentidos físicos. Los que están en el De-
vachan se han separado, desde hace mucho tiempo, tanto de sus
sentidos físicos como de sus sentidos psíquicos.
Se preguntó si había una gran variedad de experiencias en el
Devachan:
la segunda muerte y el devachan 73

Sí, hay muchas variedades en los estados del Devachan...


tantas variedades de dicha como existen en la tierra ma-
tices de percepción y de capacidad para apreciar esta re-
compensa. Es un paraíso ideado, en cada caso de propia
fabricación del ego, que le ha puesto el decorado, coronado
por los incidentes y atiborrado con las personas que él es-
peraría encontrar en esta esfera de dicha compensatoria. Y
es esa variedad lo que guía al ego personal temporal hacia
la corriente que le llevará a volver a nacer en una condición
inferior o superior en el siguiente mundo de causas. Todo
está ajustado tan armoniosamente en la naturaleza, espe-
cialmente en el mundo subjetivo, que ningún error puede
nunca ser cometido por los Tatágatas —o Dhyān Chohans—
que guían los impulsos. (CM-16-p.145)
La guía de los procesos naturales de los Dhyān Chohans es
un concepto importante. Todo lo que hay en la naturaleza es
una vida, y todo lo que existe en un estado inferior o menos
evolucionado está sujeto a las vidas de un estado superior o más
evolucionado. Los Dhyān Chohans, los seres que constituyen
los reinos evolutivos post humanos, aparte de su enorme y vasto
conocimiento acumulado sobre los procesos naturales, tienen el
poder de afectarlos. También cuentan con más conocimientos
sobre el funcionamiento de la Ley que los seres de todos los
niveles inferiores a ellos, de modo que tienen la competencia de
guiarles de acuerdo con eso.
El receptor de estas Cartas estaba preocupado por saber de
qué manera las personas normales y corrientes podían merecer
la existencia en este estado puramente espiritual, y le contesta-
ron:

Es una “condición espiritual” solamente cuando se la con-


trasta con nuestra propia burda “condición material” y,
como ya se ha dicho, son estos grados de espiritualidad los
que constituyen y determinan las grandes “variedades” de
74 Capítulo vi

las condiciones dentro de los límites del Devachan. Una ma-


dre de una tribu salvaje no es menos feliz que una madre de
un palacio real, cuando recupera en sus brazos al hijo per-
dido; y aunque, como verdaderos Egos, los niños que mue-
ren prematuramente, antes de la perfección de su Entidad
septenaria, no encuentran su camino hacia el Devachan, sin
embargo, igualmente, el amor de la madre encuentra a sus
hijos allí, sin que falte ninguno de los que anhela encontrar
su corazón. O sea que no es más que un sueño, pero al fin y
al cabo ¿qué es la vida objetiva misma sino un panorama de
irrealidades vividas? Los placeres experimentados por un
indio piel roja en su “feliz tierra de caza”, en esa Tierra de
los Sueños, no son menos intensos que el éxtasis que siente
un “connoisseur” que pasa eones de años arrebatado por
el deleite que le produce escuchar las divinas sinfonías can-
tadas por coros y orquestas angélicos imaginarios. Como
tampoco es culpa del primero el haber nacido como “salva-
je”, con el instinto de matar, y haber causado la muerte de
muchos animales inocentes, porque si, además de todo eso,
fue un buen padre, un buen hijo y un buen marido, ¿por qué
no habría de disfrutar también de su parte de recompen-
sa? El caso sería muy distinto si esos mismos actos crueles
hubieran sido realizados por una persona educada y civi-
lizada, por el mero placer del deporte. Cuando el salvaje
volviera a nacer, simplemente tomaría un peldaño inferior
en la escala, por razón de su desarrollo moral imperfecto;
mientras que el Karma del otro estaría tiznado por la delin-
cuencia moral...
Todos excepto aquel ego que, atraído por su burdo mag-
netismo, cae en la corriente que le llevará al “planeta de
la Muerte” (Avītchi)...están capacitados para pasar a una
condición relativamente espiritual ajustada a su condición
previa en la vida y a su manera de pensar... (CM-16-p.146)
la segunda muerte y el devachan 75

Aquí vuelve a plantearse la cuestión de la vida objetiva como


“un panorama de irrealidades vividas”. Esto se ha explicado an-
tes en términos del estado del sueño. Todas las cosas manifesta-
das carecen de permanencia. A los ojos del Maestro, y desde el
punto de vista del Ego, todas las cosas son irreales. La realidad
es una palabra reservada por ellos para el sustrato inmutable y
eterno, por así decirlo, de la existencia. Esta idea se amplía más
adelante cuando se habla del tema de la inmortalidad.
Sobre la posibilidad de una relación entre las entidades en el
Devachan, el Maestro dice:

Dos almas relacionadas entre sí irán experimentando cada


una sus propias sensaciones devachánicas, haciendo la una
partícipe a la otra de su dicha subjetiva, pero sin embargo
cada una de ellas está disociada de la otra en cuanto a una
verdadera relación mutua se refiere. Porque ¿qué tipo de
relación podría haber entre dos entidades subjetivas que no
son ni siquiera lo material que es esa sombra corpórea eté-
rea —el Mayavi-Rūpa? (CM-25-p.285)
En cierto número de lugares se nos dice que la Mónada en
sí no podría tener recuerdos personales y no podría relacionarse
en conciencia en el Devachan con su personalidad anterior a
menos que alguna experiencia Manásica (superior) de esa per-
sonalidad la siguiera al estado devachánico. Esto se reiteró en el
siguiente párrafo:

...el sexto principio del hombre, como algo puramente es-


piritual, no podría existir, ni tener un ser consciente en el
Devachan, sin asimilar algunos de los atributos mentales
más abstractos y puros del quinto principio o Alma animal,
su Manas (mente) y memoria. (CM-16-p.147)
Este punto fue mencionado y explicado después:
76 Capítulo vi

El espíritu, o las emanaciones impolutas del Uno —este úl-


timo formando con el séptimo y sexto principios la tríada
superior— ninguna de las dos emanaciones son capaces
de asimilar nada que no sea bueno, puro y santo; por esto,
ningún recuerdo sensual, material o profano puede seguir
a la memoria purificada del Ego hasta la región de la Bien-
aventuranza. El Karma de estos recuerdos de las malas ac-
ciones y pensamientos, le llegará al Ego cuando cambie su
personalidad en el mundo siguiente de causas. La Mónada,
o “Individualidad Espiritual” permanece inmaculada en to-
dos los casos. “Ningún dolor ni pena para los que nacen
allí (en el Rūpa-Loka o Devachan); porque esta es la Tierra
de la Pureza. Todas las regiones del Espacio poseen estas
tierras (Sakwala) pero esta tierra de Bienaventuranza es la
más pura”. (CM-16-p.149)
Respecto al retorno del recuerdo con la entrada del Ego en
el Devachan, a partir de su estado inconsciente anterior en el
Kāma-Loka y la naturaleza del recuerdo, una Carta posterior se-
guía diciendo:

La mayor parte de aquellos a los que usted, si así le place,


puede llamar candidatos al Devachan, mueren y renacen en
el Kāma-Loka “sin memoria”; si bien, (y precisamente por
eso) recuperan algo de ella en el Devachan. No se la puede
llamar una memoria completa, sino sólo una memoria par-
cial. ¿Podría usted llamar con todo rigor "recuerdo" a uno
de sus sueños, a alguna escena o escenas en particular, den-
tro de cuyos estrechos límites usted descubriera reunidas
unas cuantas personas —aquellas a las que usted amó más,
con un amor inmortal, ese santo sentimiento que es el único
que sobrevive— y ni el más mínimo recuerdo de otros acon-
tecimientos o de otras escenas? El Amor o el Odio son los
únicos sentimientos inmortales, los únicos supervivientes
del naufragio del Ye-Dhamma, o mundo fenomenal. Ima-
la segunda muerte y el devachan 77

gínese, pues, en el Devachan, con aquellos a los que usted


pueda haber amado con ese amor inmortal; con las escenas
familiares e imprecisas relacionadas con ellos como tras-
fondo, y un vacío perfecto para todo lo demás relacionado
con su vida interior, social, política y literaria. Y entonces,
frente a esa existencia espiritual puramente reflexiva, frente
a esa felicidad sin mácula, la cual, de acuerdo con la in-
tensidad de los sentimientos que la crearon subsiste desde
unos cuantos a varios miles de años, llámela, si puede, la
"memoria personal de A. P. Sinnett". Puede que usted pien-
se: ¡Terriblemente monótono! No, en absoluto —le contesto
yo. ¿Ha experimentado usted monotonía —por ejemplo—
durante ese momento que usted consideró entonces y consi-
dera ahora como el momento de mayor felicidad que jamás
haya sentido? Por supuesto que no. Pues bien, no lo experi-
mentará más allá, en ese tránsito a través de la Eternidad en
la cual un millón de años no es más largo que un segundo.
Allí donde no existe conciencia de un mundo externo no pue-
de haber discernimiento que señale diferencias; en conse-
cuencia, nada de percepción de contrastes, de monotonía o
de variedad; en resumen, nada aparte de ese sentimiento de
amor inmortal y de esa fuerza de atracción compasiva, cu-
yas semillas se plantaron en el quinto principio, cuyas plan-
tas florecen exuberantemente en el cuarto principio y a su
alrededor, pero cuyas raíces han de penetrar profundamen-
te en el sexto principio, si éste ha de sobrevivir a los grupos
inferiores. (Y ahora me dispongo a matar dos pájaros de
un tiro —me propongo contestar a las preguntas de usted
y a las del señor Hume al mismo tiempo); tengan presente
los dos que nosotros nos creamos tanto nuestro Devachan
como nuestro Avītchi mientras vivimos en la Tierra y, prin-
cipalmente, durante los últimos días e incluso durante los
últimos momentos de nuestra vida intelectual y consciente.
(CM-20C-p.180)
78 Capítulo vi

El tema de la monotonía del Devachan fue discutido después


en otra Carta. Como es tan importante entender adecuadamente
el estado del Devachan y su relación con nuestra vida terrena, y
cómo nuestras circunstancias allí tienen que verse bajo la luz de
nuestro carácter personal, nuestras circunstancias mundanas y
oportunidades, el Maestro insistió en sus puntos:

Repito que del estado de Devachan se puede decir o explicar


tan poco (aunque se diera una minuciosa y gráfica descrip-
ción del estado de un ego tomado al azar) al igual que todas
las vidas humanas en masa no podrían ser explicadas por
medio de la "Vida de Napoleón" o de cualquier otro hom-
bre. Existen millones de estados diferentes de felicidad y de
sufrimiento, estados emocionales que tienen su origen tan-
to en las facultades y sentidos físicos como espirituales, de
los que sólo sobreviven los últimos. Un honrado trabajador
se sentirá de diferente manera de como se siente un hones-
to millonario. El estado de la señorita Nightingale diferirá
considerablemente del de una joven novia que fallece antes
de la consumación de lo que ella considera como su felici-
dad. Estas dos personas aman a sus respectivas familias;
la filántropa, a la humanidad; la joven hace de su futuro
esposo el centro del universo; el melómano no conoce otro
estado superior de embeleso y felicidad que la música —
la más divina y espiritual de las artes. El Devachan se va
confundiendo desde su grado más elevado al menos elevado
mediante escalonamientos imperceptibles; si bien, desde el
último peldaño del Devachan, el Ego se encontrará a me-
nudo en el estado más tenue de Avītchi el cual, hacia el
final de la selección espiritual de los acontecimientos, pue-
de convertirse en un “Avītchi” bona fide. Recuerde: todo
sentimiento es relativo. No existe ni bien ni mal, ni felicidad
ni sufrimiento per se. La dicha trascendente y evanescente
de una adúltera que con su acción destruye la felicidad de
un esposo, no deja de ser espiritualidad a pesar de su na-
la segunda muerte y el devachan 79

turaleza criminal. Si un remordimiento de conciencia (este


último siempre deriva del 6° principio) se ha sentido sola-
mente una vez durante el período de felicidad y amor real-
mente espiritual nacido en el principio 6° y en el 5°, no im-
porta cuan contaminados estén los deseos del 4° principio
o Kāmarupa —entonces este remordimiento de conciencia
debe sobrevivir y acompañará incesantemente las escenas
de amor puro. No necesito entrar en detalles, puesto que un
experto fisiólogo como veo que es usted, difícilmente necesi-
tará que su imaginación o su intuición sean inspiradas por
un observador psicológico de mi categoría. Busque en las
profundidades de su conciencia y de su memoria, y trate de
ver cuáles son las escenas que tienen mayores posibilidades
de afirmarse en usted; cuando las presencia una vez más,
se da cuenta de que las está reviviendo de nuevo; y que,
atrapado en sus redes, usted habrá olvidado todo lo demás
—esta carta, entre otras cosas, puesto que en el curso de los
acontecimientos ella entrará mucho más tarde en el escena-
rio de su vida resucitada. (CM-24B-p.270)
El Maestro se había referido previamente al amor y al odio:

A menos que un hombre ame bien u odie también, no estará


ni en el Devachan ni en el Avītchi. “La naturaleza escupe
de su boca al tibio” significa solamente que aniquila a sus
egos personales (no a los cascarones, ni tampoco todavía al
sexto principio) en el Kāma-Loka y el Devachan. Esto no les
impide volver a nacer inmediatamente y, si su vida no fue
muy mala, no hay motivo alguno para que la Mónada eterna
no encuentre la página de esa vida intacta en el Libro de la
Vida. (CM-20C-p.191)
En otras palabras, nuestra vida personal deberá tener algún
contenido significativo si quiere dejar una impresión en la con-
ciencia Egoica.
80 Capítulo vi

El Amor y el Odio se vuelven a mencionar:

Sí, el Amor y el Odio son los únicos sentimientos inmortales;


pero las gradaciones de los tonos en las escalas del siete de
todo el teclado de la vida son innumerables. Y, dado que son
esos dos sentimientos (o para ser correctos, me arriesgaré a
que me malinterpreten otra vez diciendo que esos dos polos
del “Alma” del hombre son una unidad) los que moldean
el futuro estado del hombre, ya sea en el Devachan o en el
Avītchi, entonces la variedad de estos estados tiene que ser
también inexhaustible. (CM-24B-p.271)
En el tema de la monotonía del Devachan por estar tan am-
pliamente coloreado por los rasgos espirituales más destacados
de la vida anterior, escasos necesariamente en la mayoría de los
casos, y que vuelven a aparecer repetidamente para su revisión,
el Maestro dijo:

¿Por qué habría que suponerse que el Devachan es una


condición monótona solamente porque algunos momentos
de las sensaciones terrenales son perpetuadas indefinida-
mente, estiradas, por así decirlo, durante eones de años?
No es así, ni puede serlo. Sería algo opuesto a todas las
analogías y antagónico a la ley de efectos bajo la cual los
resultados son proporcionales a las energías antecedentes.
Para dejarlo claro tenéis que considerar que hay dos cam-
pos de manifestación causal: el objetivo y el subjetivo. Y así
las energías más burdas, las que actúan en las condiciones
más pesadas o más densas de la materia, se manifiestan ob-
jetivamente en la vida física, y su resultado es la nueva per-
sonalidad de cada nacimiento incluida dentro del gran ciclo
de la individualidad evolutiva. Las actividades morales y
espirituales encuentran su esfera de efectos en el “Deva-
chan”. Por ejemplo: los vicios, las atracciones físicas, etc.,
digamos, de un filósofo, pueden acabar con el nacimiento de
la segunda muerte y el devachan 81

un nuevo filósofo, un rey, un mercader, un rico epicúreo o


cualquier otra personalidad cuya formación era inevitable
a partir de las tendencias preponderantes del ser en el na-
cimiento precedente. Bacon, por ejemplo, a quien un poeta
llamó “El más sabio, el más grande, el más mezquino de la
humanidad” podría reaparecer en su siguiente encarnación
como un ambicioso usurero, con unas extraordinarias ca-
pacidades intelectuales. Pero las cualidades morales y espi-
rituales del Bacon anterior también tendrían que encontrar
un campo en el que sus energías pudieran expandirse. El
Devachan es ese campo. Por esto, todos los grandes planes
de reforma moral, de investigación intelectual y espiritual
en los principios abstractos de la naturaleza, todas las as-
piraciones divinas, darían su fruto en el Devachan y la enti-
dad abstracta previamente conocida como el gran Canciller
se ocuparía en este mundo interno de su propia fabricación,
viviendo, si no ya lo que podríamos llamar una existencia
consciente, al menos un sueño de tan realista viveza que
ninguna de las realidades de la vida podría nunca alcanzar.
Y este “sueño” dura hasta que el Karma queda satisfecho
en esa dirección, el rizo de la fuerza alcanza el borde de su
recipiente cíclico y el ser avanza hasta la siguiente área de
causas. (CM-25-p.275)
En respuesta a una pregunta sobre si había un cambio de ocu-
pación en el Devachan:

Sí, ciertamente hay “un cambio de ocupación”, un cambio


perpetuo en el Devachan, semejante, o incluso muy supe-
rior, al que existe en la vida de cualquier varón o mujer que
sigue durante toda su vida una sola ocupación, sea la que
sea; con esa diferencia, la de que para el que habita en él su
ocupación especial es siempre agradable y llena su vida de
arrebato. Luego, debe haber cambio, puesto que esa vida de
ensueño no es más que el goce, el momento de la cosecha de
82 Capítulo vi

esos gérmenes psíquicos de semillas caídas del árbol de la


existencia física en nuestros momentos de sueños y esperan-
zas, vislumbres imaginativos de bienaventuranza y felici-
dad, sofocados en un terreno social ingrato, que florecen en
la rosada aurora del Devachan, y maduran bajo su siempre
fructífero cielo. ¡Ningún fracaso allí, ninguna decepción!
Si el hombre tuvo un solo momento de felicidad y experien-
cia ideal durante su vida, incluso entonces, si existe el De-
vachan, no podría ser ... la prolongación indefinida de ese
“momento único” sino los desarrollos infinitos, los distin-
tos incidentes y hechos, basados en ese “momento único” o
momentos, según el caso y partiendo de él; en una palabra,
todo cuanto se le ocurriera a la fantasía del “soñador”. Esa
nota, como he dicho, sacada de la lira de la vida, constitui-
ría la nota clave del estado subjetivo del ser y se perpetuaría
en innumerables tonos y semitonos armónicos de fantasma-
goría psíquica. Allí, todas las esperanzas, aspiraciones y
sueños sin realizar, se realizarían del todo, y los sueños de
la existencia objetiva se convertirían en las realidades de
la existencia subjetiva. Y allí, detrás de la cortina de Maya,
sus vapores y apariencias engañosas son percibidas por el
adepto, que ha aprendido el gran secreto de cómo penetrar
así profundamente en el Arcano del ser. (CM-25-p.283/84)
Todo esto quedó ampliado en el siguiente extracto. El tema
de la variedad de las experiencias en el Devachan parecía ser
un problema para los dos que preguntaban. La dificultad parece
haber surgido de la idea de que el Devachan era solo un sueño,
totalmente condicionado por los rasgos destacados solamente
de la experiencia de la vida anterior.

Entonces, ¿cómo podéis pensar que “solo un momento de


sensación terrenal es seleccionado para su perpetuación”?
Cierto, ese “momento” dura desde el principio al fin; pero
después se mantiene como la nota clave de toda la armo-
la segunda muerte y el devachan 83

nía, un tono definido, de una altura apreciable, alrededor


del cual se amontonan y desarrollan en progresivas varia-
ciones de melodías, como variaciones interminables sobre
un mismo tema, todas las aspiraciones, deseos, esperanzas
y sueños que, en conexión con ese “momento” particular
habían cruzado alguna vez el cerebro del soñador duran-
te su vida, sin haber conseguido nunca su realización en
la tierra, y que ahora se encuentran totalmente realizados
en toda su viveza en el Devachan, sin sospechar nunca que
toda esa bendita realidad no es más que la progenie creada
por su propia fantasía, los efectos de las causas mentales
producidas por él mismo. Ese “momento” único y particu-
lar, que será tan intenso y crucial en los pensamientos de
su cerebro moribundo en el momento de la disolución, va
a regular naturalmente todos los otros “momentos”; pero
estos últimos —aunque sean menos importantes y menos ví-
vidos— estarán ahí también, con su lugar determinado en el
desfile fantasmagórico de los sueños pasados y proporcio-
narán variedad al conjunto.. No hay ningún hombre sobre la
tierra que no tenga alguna predilección determinada, si no
una pasión dominante; ninguna persona, por más humilde o
pobre —y a menudo precisamente por eso— deja de envol-
verse en sueños y deseos aunque queden sin satisfacer. ¿Es
esto monotonía? (CM-25-p.276)
La cuestión de la monotonía del Devachan fue tratada más
adelante, especialmente respecto a la muy larga duración, en
términos de años terrenales, del período pasado en el Devachan.
El Maestro añadió más tarde:

No; no hay relojes, no hay períodos de tiempo en el Deva-


chan ... aunque todo el Cosmos sea un gigantesco cronó-
metro en cierto sentido. Ni tampoco nosotros, los mortales
—aquí abajo— tenemos mucho conocimiento, si es que te-
nemos alguno, del tiempo durante los períodos de felicidad
y dicha, e incluso los encontramos demasiado cortos: un
84 Capítulo vi

hecho que no nos impide en absoluto disfrutar de esa feli-


cidad igualmente, cuando la tenemos. ¿Os habéis dedicado
alguna vez a pensar en la pequeña posibilidad de que tal vez
sea porque su taza de felicidad está llena hasta el borde, que
el “habitante del Devachan” pierde “todo sentido del paso
del tiempo”? (CM-25-p.278)
El Maestro entonces hace una disertación sobre el tiempo,
que no necesita reproducirse aquí, pero en ella, hay una afirma-
ción muy significativa para justificar la naturaleza perentoria de
la masa de información que nos está dando:

Para ser conscientes de la dicha del Devachan, o de los ma-


les del Avītchi, tenéis que asimilarlos, tal como nosotros lo
hacemos. (CM-25-p.279)
El final del período devachánico anterior al renacimiento lle-
ga gradualmente. El ciclo de nacimientos y muertes continúa
hasta que, o bien el hombre personal alcanza una consumación
de muchas vidas convirtiéndose en algo tan puro y sin Karma
que puede haber una completa unión consciente con el Ego, o
bien, sin haber completado su desarrollo, el hombre pasa con el
mundo al Nirvāna al final de la séptima Ronda. Hasta ese mo-
mento el ciclo de nacimientos y muertes continúa. Previo a otro
nacimiento, el período devachánico llega gradualmente a su fin:

Como en la misma vida terrena, igual pasa con el Ego en el


Devachan, el primer aleteo de vida psíquica, la consecución
de la plenitud (de la vida), el agotamiento gradual de la
fuerza que pasa a la semi-inconsciencia, el olvido gradual
y el letargo, el olvido total y no la muerte, sino el nacimien-
to: nacimiento en otra personalidad, y la recuperación de
la acción que diariamente origina multitud de causas, que
tienen que irse solucionando en otro período del Devachan
y todavía otro renacimiento físico como una nueva perso-
nalidad. Lo que van a ser las vidas en el Devachan y en la
la segunda muerte y el devachan 85

Tierra, respectivamente en cada caso, queda determinado


por el Karma. Y esta fatigosa ronda de nacimiento tras na-
cimiento tiene que recorrerse una y otra vez, hasta que el ser
alcanza el fin de la séptima ronda o alcanza, en el ínterin,
la sabiduría de un Arhat, después la de un Buda, y entonces
queda aliviado de una ronda o dos, y pasa periódicamente
al Paranirvāna. (CM-25-p.281/82)
Como se ha dicho antes, el destino de los Egos en el De-
vachan dependerá de la naturaleza de la personalidad y de sus
acciones en la última vida precedente. Se nos dan dos ejemplos:

Pero supongamos que no estamos hablando de un Bacon, de


un Goethe, de un Shelley o de un Howard, sino una persona
común y corriente, de una personalidad incolora e insípida
que nunca impactó tanto al mundo como para hacerse sen-
tir: ¿entonces qué? Simplemente que su estado devachánico
es tan incoloro y débil como lo fue su personalidad. ¿Cómo
podría ser de otra manera ya que la causa y el efecto son
los mismos? Pero supongamos el caso de un monstruo de
maldad, de sensualidad, ambición, avaricia, orgullo, en-
gaño, etc., pero que, a pesar de todo, tiene un germen o
gérmenes de algo mejor, chispazos de una naturaleza más
divina, ¿dónde va a ir? La mencionada chispa, cubierta por
un montón de basura, va a contrarrestar, sin embargo, la
atracción de la octava esfera (Avītchi), donde caen las no-
entidades más absolutas, los “fracasos de la naturaleza”,
para ser remodelados por completo ...(CM-25-p.282)
Como hemos visto, aunque este período de dicha sea largo,
a veces milenios en términos de años, como todo lo demás, lle-
ga también a su fin. La conciencia entonces gradualmente va
disminuyendo; el proceso se asemeja al principio de la vejez
en la existencia física, hasta que la muerte y la inconsciencia
86 Capítulo vi

lo acaban por finiquitar, y vuelven a empezar los procesos del


renacimiento:

“...en todos estos Rūpa-Lokas los Devas (Espíritus) están


igualmente sometidos al nacimiento, declive, vejez y muer-
te”. Esto significa solamente que un Ego nace allí, después
empieza a decaer y finalmente “muere”, es decir cae en
esa condición inconsciente que precede al renacimiento...
“Cuando los Devas emergen de estos cielos, entran en el
mundo inferior otra vez”, es decir dejan un mundo de bien-
aventuranzas para volver a nacer en un mundo de causas.
(CM-16-p.150)
En este largo capítulo hemos visto lo que le ocurre al Ego
después de las etapas preparatorias del proceso post mortem en
el Kāma-Loka. Hay una “segunda muerte”, cuando los restos
psíquicos del alma mortal (cuarto y quinto principios) se sepa-
ran del Ego, la Tríada superior (quinto superior, sexto y séptimo
principios). Antes de esta separación final hay una segunda re-
visión de la vida pasada inmediata, y después un lento retorno
de la conciencia al Ego cuando entra en el Devachan. Se explica
que para que nazca esta conciencia, debe haber algún contenido
del principio manásico (la mente) de la última personalidad su-
ficientemente puro y espiritual como para ser asimilado por el
Ego. Sin este contenido, nada de su última personalidad podría
condicionar al Ego, y respecto a esa vida en particular, no podría
haber nada en el Devachan.
Es como el sueño nocturno que hay entre los días de activi-
dad de nuestra vida normal, el paralelismo es muy similar. “¿Por
ventura un sueño?” se preguntaba Hamlet; toda la experiencia
devachánica es parecida al sueño, en el sentido de que es to-
talmente subjetiva, de fabricación propia, pero sin embargo es
completamente real para nosotros, tan real como lo es nuestra
vida objetiva en la tierra.
la segunda muerte y el devachan 87

Los que están en el Devachan no pueden saber nunca lo que


pasa en la tierra. Nunca pueden conocer el destino de sus pro-
yectos, ni de sus seres queridos. Solo un poco de imaginación
nos dice todo el sufrimiento que este conocimiento implicaría.
El Devachan, sin embargo, es un estado de plenitud total,
de una resolución de todos nuestros sueños y aspiraciones más
elevados. No podemos, como ex-personas, aprender nada allí.
Es total y únicamente un mundo de efectos, el resultado de las
causas que pusimos en movimiento cuando estábamos vivos. Se
nos dice, sin embargo, que el Ego, libre de las limitaciones del
elemento personal en el Devachan, puede aprender sobre las co-
sas de la naturaleza espiritual a la que aspira.
CAPÍTULO VII

Renacimiento y Karma

Cuando empezamos nuestro estudio de los estados post mor-


tem, tal vez nunca habíamos pensado en la idea de la reencarna-
ción o del Karma, excepto quizás de una manera muy superficial
y con muchas reservas. Ahora, después de habernos familiari-
zado con otras ideas que hubieran parecido improbables pero
que pueden ser ahora factibles, las ideas del renacimiento o la
reencarnación, y de la Ley universal que gobierna los procesos
de la vida, sean posiblemente más aceptables.
Estamos ahora cerrando el círculo, el período en el Devachan
está terminando, los procesos del renacimiento están empezan-
do, con los Egos a punto de dejar el Devachan. Según lo que se
ha escrito en Las Cartas de los Maestros, sobre el retorno del
Ego a la vida terrenal, debería tenerse particularmente en cuenta
su inconsciencia anterior al renacimiento.
Hemos hablado de todas las fases del proceso que hay des-
pués de la muerte y hemos visto que ninguna de ellas dura para
siempre. No se pasa una eternidad en ninguna de ellas. En cuan-
to al tiempo que pasamos en cada uno de los estados, se nos dice
que:

...el período entre la muerte y el renacimiento (Bardo)...


puede durar desde unos años hasta un kalpa. Se divide en
renacimiento y karma 89

tres subperíodos: (1) cuando el Ego liberado de su vestidura


mortal entra en Kāma-Loka (la morada de los Elementa-
rios); (2) cuando entra en su “Período de Gestación”; (3)
cuando vuelve a renacer en el Rūpa-Loka del Devachan. El
subperíodo (1) puede durar desde unos minutos hasta un
cierto número de años. La frase “unos años” es algo asom-
broso y totalmente indescriptible sin una explicación más
completa; el subperíodo (2) es “muy largo”...más largo de
lo que a veces podáis imaginar, pero proporcional a la fuer-
za espiritual del Ego; el subperíodo (3) dura proporcional-
mente al buen Karma, después de lo cual la Mónada vuelve
a reencarnar de nuevo. (CM-16-p.150)
Se planteó otra pregunta, seguramente para conseguir infor-
mación más específica: ¿Este estado de beatitud espiritual (De-
vachan) dura años? ¿décadas? ¿siglos? La respuesta:

Dura años, décadas, siglos y muchas veces milenios mul-


tiplicados por algo más. Todo depende de la duración del
Karma. Llene de aceite la tacita de Den y llene también de
aceite un tanque de agua de la ciudad y encendiéndolos a
los dos, mire cuál arde más tiempo. El Ego es la mecha y
el Karma el aceite; la diferencia en cantidad del último (en
la taza y el depósito) le sugerirá la gran diferencia en la
duración de los distintos Karmas. Cada efecto tiene que
ser proporcional a la causa. Y, al igual que los términos
de la existencia encarnada del hombre no tienen más que
una pequeña proporción respecto a sus períodos de exis-
tencia internatal en el ciclo manvantárico, igualmente los
buenos pensamientos, palabras y actos de cualquiera de es-
tas “vidas”en un Globo, son causas de efectos cuya elabo-
ración requiere mucho más tiempo que la evolución de las
causas que nos ocupan. (CM-16-p.151)
Después de ver que ninguna de las fases de nuestros estados
post mortem dura para siempre, podemos examinar lo que ocu-
90 Capítulo vii

rre al final de ellas. El cuerpo físico se descarta quemándolo, en-


terrándolo o, en algunos países, dándoselo a los buitres. El doble
astral se desintegra junto con él y, finalmente, los constituyentes
de nuestra alma mortal se dispersan también. Ninguno de estos,
sin embargo, desaparece sin dejar rastro; cada uno de ellos deja
un residuo detrás, en los mundos internos. Son las tendencias y
predisposiciones (skandhas) físicas, psíquicas y mentales que,
por así decirlo, constituyen la experiencia acumulada de nuestra
vida pasada, el balance del libro de contabilidad de esa vida, y
se recuperan en la siguiente encarnación. El hombre nuevo esta-
rá condicionado por estos residuos, resultados de vidas anterio-
res. Es a través de estos skandhas que llegamos a una nueva vida
con predisposiciones en todos los elementos de nuestra consti-
tución personal, con nuestro carácter, en una palabra; todo esto
de acuerdo con la actuación de la perfecta y justa ley del Karma.
El Maestro lo explica así:

Si le preguntáis a un sacerdote budista culto qué es el Kar-


ma, os dirá que el Karma es lo que un cristiano llamaría
Providencia (solo en un cierto sentido) y un mahometano
Kismet, hado o destino (también en un sentido). Es ese prin-
cipio central que enseña que, en cuanto cualquier ser cons-
ciente o senciente, ya sea hombre, deva o animal, muere, se
produce un nuevo ser y éste reaparece en otro nacimiento,
en el mismo planeta o en otro, bajo las condiciones de ela-
boración propia o de su antecedente. O, en otras palabras,
que el Karma es el poder que guía y Trishnā (en Pali Tanha)
la sed o deseo de vida sensible, la fuerza o energía inmedia-
ta, resultante de la acción humana (o animal), que, a par-
tir de los antiguos Skandhas, produce el nuevo grupo que
forma el nuevo ser y controla la naturaleza del nacimiento
mismo. O bien, para aclararlo todavía más, el nuevo ser
es recompensado y castigado por los actos meritorios y las
malas acciones del viejo; y el Karma representa un Libro de
renacimiento y karma 91

Entradas, en el cual todos los actos del hombre, buenos, ma-


los o indiferentes, quedan minuciosamente registrados en su
debe o haber, por él mismo, por así decirlo, o mejor dicho
por estas mismas acciones suyas. Allí donde la ficción poé-
tica cristiana creó, y continúa viendo, a un Ángel Guardián
“Registrador”, la lógica budista dura y realista, percibien-
do la necesidad de que cada causa debería tener su efecto,
muestra su verdadera presencia. Los contrarios al budis-
mo han insistido mucho en la supuesta injusticia de que el
causante podía escapar y una víctima inocente iba a sufrir,
porque el causante y la víctima son dos seres diferentes. El
hecho es que mientras que en un sentido pueden ser consi-
derados así, sin embargo en otro son idénticos. El “viejo
ser” es el único progenitor —padre y madre a la vez— del
“nuevo ser”. Es el anterior quien es el creador y fabricante
del último, en realidad; y mucho más, a decir verdad, que
ningún padre carnal. Y una vez que hayáis dominado bien
el significado de los Skandhas veréis lo que quiero decir.
(CM-16-p.157/58)
El Maestro describe los skandhas, que son los mecanismos
básicos a todos los niveles, incluyendo el físico, por los cuales
las características individuales se transmiten de la personalidad
vieja a la nueva. Son los atributos que:

...forman y constituyen la individualidad física y mental que


llamamos hombre (o cualquier ser). Este grupo consiste
(en las enseñanzas exotéricas) de cinco Skandhas, es decir:
Rūpa —las propiedades o atributos materiales; Vedanā —
las sensaciones; Sanna —las ideas abstractas; Samkhārā
—las tendencias, tanto físicas como mentales; y Vinnāna
—los poderes mentales, una ampliación del cuarto, signifi-
cando las predisposiciones mentales, físicas y morales. No-
sotros les añadimos dos más... conectados y productores de
Sakkayaditthi, la “herejía o ilusión de la individualidad”, y
92 Capítulo vii

de Attavāda, “la doctrina del yo”, conduciendo los dos (en


el caso del quinto principio, el alma) al Maya de la herejía
y creencias en la eficacia de ritos y ceremonias inútiles, en
las plegarias e intercesiones.
Y ahora volvemos a la cuestión de la identidad entre el
“Ego”viejo y el nuevo. Puedo recordaros una vez más que
incluso vuestra Ciencia ha aceptado el hecho muy, muy an-
tiguo, enseñado claramente por nuestro Señor, es decir, que
un hombre de una edad determinada, aunque de la misma
capacidad sensitiva, sin embargo no es físicamente el mis-
mo que era unos años atrás (digamos siete años y estamos
dispuestos a mantenerlo y a demostrarlo): hablando en tér-
minos budistas, sus Skandhas han cambiado. Al mismo tiem-
po están continua e incesantemente actuando en la prepa-
ración del molde abstracto, la “particularidad” del futuro
nuevo ser. Bueno pues, entonces, si es justo que un hombre
de 40 años sufra o disfrute de las acciones del hombre de
20, es igualmente justo que el ser de un nuevo nacimiento
—dado que él es su propio resultado y creación— sienta
las consecuencias de ese yo o personalidad engendradora.
(CM-16-p.158/59)
Este es un pasaje muy importante porque, dicho de otro
modo, significa que, durante cada momento de nuestra vida te-
rrena actual, estamos construyendo lo que seremos en la próxi-
ma vida terrena. También significa que, además de castigar al
culpable, el Karma se venga y compensa al inocente. Se nos
dice más adelante:

El motivo lo es todo y el hombre es castigado en caso de res-


ponsabilidad directa, nunca de otro modo. (CM-20C-p.188)
En respuesta a una objeción de que es solamente el cuerpo el
que cambia debido a la transformación molecular, que no tiene
renacimiento y karma 93

nada que ver con la evolución mental, el Maestro replicó con


una pregunta:

Pero tal vez, a nuestro comentario fisiológico, los objetores


puedan replicar que es solamente el cuerpo el que cambia,
que solamente hay una transformación molecular, que no
tiene nada que ver con la evolución mental; y que los Skan-
dhas representan no solo un material sino también una serie
de cualidades mentales y morales. ¿Pero existe una sensa-
ción, una idea abstracta, una tendencia de la mente o un
poder mental, que pudiéramos llamar un fenómeno absolu-
tamente no molecular? ¿Puede incluso una sensación o el
más abstracto de los pensamientos, que es algo, proceder de
la nada, o ser nada? (CM-16-p.159)
En las Cartas, los Maestros hablan de casos especiales de
causa y efecto. Uno de ellos cubre el caso de un generoso bene-
factor público, de la siguiente manera:

La “recompensa que la naturaleza les proporciona a los


hombres que son benevolentes de una manera amplia y
sistemática”y que no han enfocado sus afectos a un indivi-
duo o especialidad, es que —en el caso de ser puros— pa-
san más rápidamente por ello a través del Kāma-Loka y del
Rūpa-Loka, entrando en la más alta esfera del Tribhuvana,
porque allí es donde la formulación de las ideas abstractas
y la consideración de los principios generales llenan el pen-
samiento de sus ocupantes. La personalidad es sinónimo de
limitación, y cuanto más contraídas sean las ideas de una
persona, más próxima querrá estar a las esferas inferiores
del ser, más tiempo pasará en el plano de las relaciones
sociales egoístas. (CM-25-p.288)
Otro caso especial se refiere al corresponsal del Maestro, que
era un hombre aceptado en la sociedad y al que le preocupaba
94 Capítulo vii

el estatus social. El Maestro era muy consciente de ello. En este


caso:

El estatus social de un ser, naturalmente, es un resultado del


Karma; la ley dice que algo similar atrae a lo similar. El ser
que renace es atraído a la corriente gestante a la cual le ha-
cen asimilarse las atracciones preponderantes procedentes
de su último nacimiento. Así, el que murió como labrador
puede renacer como rey, y el soberano muerto puede vol-
ver a ver la luz en el carro de un coolie. Esta ley de atrac-
ción se afirma en mil “accidentes de nacimiento” —nunca
mejor término fue encontrado. Cuando os deis cuenta, al
menos, que los Skandhas son los elementos de la existen-
cia limitada, entonces os habréis dado cuenta también de
una de las condiciones del Devachan que tiene ahora un
aspecto tan profundamente insatisfactorio para vosotros. Ni
tampoco son vuestras deducciones (respecto al bienestar y
disfrute de las clases superiores debido a un Karma mejor)
correctas del todo en su aplicación general. Tienen un ca-
riz eudemonístico (moralizador) en ellas que es difícilmente
reconciliable con la Ley Kármica, porque ese “bienestar y
disfrute”son muchas más veces la causa de un Karma nuevo
y sobrecargado, que la producción de efectos del último.
Incluso como “regla general”, la pobreza y la condición hu-
milde en la vida son menos causa de pesares que la riqueza
y un alto nacimiento... (CML 197:200)
A la luz de la frase “lo semejante atrae a lo semejante” podría
plantearse una pregunta del porqué un rey podría volver a nacer
como un labriego (una persona de baja cuna). Obviamente, la
afinidad efectiva sería de carácter, de naturaleza interna, no de
circunstancias físicas. El factor kármico determinante en este
caso serían los pensamientos y los sentimientos. Un hombre rico
nacido en su ambiente no le prestaría a éste más atención de la
que le presta un pobre al suyo. Un hombre pobre podría tener
renacimiento y karma 95

una naturaleza muy rica, mientras que un hombre rico podría


tenerla muy pobre o mezquina, como el Canciller Bacon, del
que se ha hablado antes.
En respuesta a otra pregunta, el Maestro replicó:

¿Qué tiene que ver el número de encarnaciones con la astu-


cia, la inteligencia o la estupidez de un individuo? Un fuerte
deseo por la vida física puede conducir a una entidad a tra-
vés de un cierto número de encarnaciones y sin embargo to-
das ellas tal vez no desarrollen sus capacidades más eleva-
das. La Ley de Afinidad actúa a través del inherente impulso
kármico del Ego, y gobierna su existencia futura. Compren-
diendo la Ley de la Herencia de Darwin para el cuerpo, no
es difícil percibir cómo el Ego en busca de cuna pueda ser
atraído en el momento del renacimiento a un cuerpo nacido
en una familia que tenga las mismas propensiones que las
de la Entidad reencarnante. (CM-86-p.579)
Todo este informe de la muerte y de los complicados estados
entre vidas tiene que estudiarse con el trasfondo del enorme es-
quema universal del cual forma una parte integral. Los procesos
post mortem de los seres humanos están reflejados en el gran
proceso cósmico de la Vida, con sus eternas idas y venidas de
los seres vivos, y sus propios períodos de descanso y actividad.
Nosotros, los humanos, desempeñamos un papel significativo
o, según la doctrina, un papel central, en el gran espectáculo
cíclico del ser existente.
En general, pues, hemos demostrado que el Karma es la Ley
omniabarcante de la acción cósmica, y bajo ella, como la ley de
causa y efecto, todo, colectiva e individualmente, y todo lo que
hacemos y todo lo que nos ocurre, aquí y siempre, está dentro
de sus límites.
Más adelante en la serie de Cartas hay una que extiende
nuestras ideas sobre el Karma y su aplicación a nuestro Ego
96 Capítulo vii

reencarnante. Su Karma acumulado, o más bien el balance ob-


tenido de él, queda almacenado en la Envoltura Áurica. Es esto
lo que forma los skandhas de la siguiente personalidad. Estos
skandhas, como hemos visto, determinan nuestras propensiones
mentales y morales. Los skandhas, sin embargo, son elaborados
por los esfuerzos, hábitos, necesidades, fuerzas, debilidades, y
cosas por el estilo, de las personalidades durante la vida. Son los
progenitores, padre y madre, de la vida siguiente de un modo
más real que los padres físicos.
Aunque los procesos después de la muerte alcanzan un clí-
max en el Devachan (o en el Avītchi), ese no es el fin del período
entre las vidas. Cuando la estancia en el Devachan ha finaliza-
do, la inconsciencia va envolviendo gradualmente al Ego, algo
semejante al debilitamiento de la ancianidad, y empiezan los
procesos del renacimiento. Estos son complejos.
Primero, el proceso de aceleración empieza cuando los re-
siduos kármicos de la vida pasada han quedado agotados por
el Ego eterno (la Mónada más los aspectos superiores o espi-
rituales del Manas) que revivifica al Huevo Áurico durmiente
(durante el período entre vidas), el contenedor de los skandhas.
Estos skandhas son elementarios condicionados (por vidas an-
teriores) de átomos de vida, dispuestos para despertarse y po-
nerse en actividad otra vez. Forman un nuevo cuerpo astral y un
nuevo Kāma-Rūpa con sus características residuales para mani-
festarse en el carácter del nuevo feto. Aquí tenemos un pasaje
descriptivo:

Ahora el Linga-Sharīra permanece con el Cuerpo Físico y se


va desvaneciendo junto con él. Entonces tiene que crearse
una entidad astral (se proporciona un nuevo Linga-Sharīra)
para convertirse en el portador de todos los Tanhas pasados
y del futuro Karma. ¿Cómo se lleva esto a cabo? El “espec-
tro” mediumnístico, el “ángel partido” se desvanece y de-
renacimiento y karma 97

saparece también a su vez como una entidad o imagen com-


pleta de la personalidad que existió, y deja en el mundo de
efectos del Kāma-Loka solamente los recuerdos de sus ma-
las acciones y pensamientos y actos pecaminosos, conocido
en la fraseología de los Ocultistas como “Elementales” Tá-
nicos o humanos. Son estos Elementarios los que —al entrar
en la composición de la “forma astral” del nuevo cuerpo,
dentro del cual entrará el Ego, de acuerdo con el decreto
Kármico, al abandonar el estado devachánico, forman esa
nueva entidad astral que nace dentro de la Envoltura Áuri-
ca, y de la cual se dice a menudo “Karma, con su ejército de
Skandhas, esperan en el umbral del Devachan”. Porque en
cuanto se acaba el estado devachánico de recompensas, el
Ego queda indisolublemente unido a la nueva Forma Astral
(o más bien lo sigue). Ambos se ven kármicamente impelidos
hacia la familia o mujer de la cual nacerá el niño animal
elegidos por el Karma, para convertirse en el vehículo del
Ego que acaba de despertar del estado Devachánico. En-
tonces la nueva Forma Astral, compuesta en parte por la
pura Esencia Akásica del “Huevo Áurico”, y en parte por
elementos terrenales de los pecados punibles y de las malas
acciones de la pasada personalidad, se ve atraído hacia la
mujer. Una vez allí, la Naturaleza modela el feto alrededor
del Astral, a partir de los materiales que crecen de la semi-
lla del varón en el terreno de la mujer. Así se desarrolla a
partir de la esencia de una semilla decadente el fruto o eido-
lón de la semilla muerta, el fruto físico que produce a su vez
a otro y otras semillas para futuras plantas. (BCW XII 609)
De acuerdo con esto, entonces, no solamente queda total-
mente determinado por sus vidas pasadas el modelo del futuro y
nuevo ser humano y quien va a ser su madre, sino que también
el ambiente mismo y, probablemente, las circunstancias de la
crianza en sus aspectos más importantes, son decididos por el
Karma, y son, según la Ley, perfectamente apropiados. El Ego
98 Capítulo vii

no escoge a ninguno de ellos, pero sí que tiene un esquema vago


de la vida que le espera:

Igual que el hombre en el momento de la muerte tiene una


visión retrospectiva de la vida que ha llevado, también, en el
momento de volver a nacer en la tierra el Ego, despertando
del estado del Devachan, tiene una visión prospectiva de la
vida que le aguarda, y se da cuenta de todas las causas que
le han conducido a ella. Se da cuenta de ellas y ve el futuro,
porque es entre el Devachan y el renacimiento que el Ego
recupera su plena conciencia Manásica y se reconvierte du-
rante un corto tiempo en el dios que había sido, antes de
que, en alianza con la ley Kármica, descendiera por prime-
ra vez a la materia, encarnándose en el primer hombre de
carne. El “hilo de oro” ve todas sus “perlas” sin perderse
ninguna. (CT-p.162)
Así el ciclo se completa desde la muerte al renacimiento. Des-
de la repentina aparición de la inconsciencia en el momento de
la muerte, a través de una posible serie de sueños kāmalóquicos
hasta una abundancia realmente prolongada de sueños benditos
en el Devachan, pasamos otra vez a la inconsciencia antes de la
aurora de una nueva vida en la que despertamos como niños a
todo aquello que nuestra nueva vida nos tiene previsto. Empe-
zamos con un cierto conocimiento inicial conseguido en vidas
pasadas, pero también con ciertos obstáculos, las limitaciones
Kármicas. Sin embargo, ahora tenemos otra oportunidad de su-
perarlos. Este libro puede habernos dado algunas indicaciones
de cómo conseguirlo.
CAPÍTULO VIII

Excepciones: Suicidios y Accidentes

Todo lo que hemos descrito hasta ahora es lo que le ocurre,


en el curso normal de los acontecimientos, a una persona que
muere después de un período razonable de vida terrena y por
causas naturales. Incluso entonces hay diferencias muy gran-
des en lo que nos ocurre después de la muerte, por las gran-
des diferencias que existen también en cada caso individual: en
carácter, en experiencia, en las acciones que se han realizado,
en los pensamientos e incluso en los sueños, aspiraciones, etc.
Hay, sin embargo, excepciones específicas a la regla general, y
pueden agruparse todas bajo el título de muertes prematuras. El
Maestro insiste mucho diciéndonos lo que les ocurre a los que
se suicidan o mueren por accidente. Los accidentes incluyen las
muertes súbitas de todas las causas naturales, por ejemplo terre-
motos, ciclones, inundaciones, o guerras, peleas, asesinatos, etc.
Son estos casos de muertes prematuras los que son tan impor-
tantes en las comunicaciones espiritistas a través del médium.
Hablaremos de esto con más detalle en el siguiente capítulo.
Lo que dijo anteriormente el Maestro respecto a las “excep-
ciones” y a la lucha de la muerte resulta relevante aquí:

Hasta que empieza la lucha entre la duada superior (espi-


ritual) y la media (“con excepción de los suicidas que no
100 Capítulo viii

están muertos sino que han matado solo su tríada física y


cuyos parásitos elementales (4° y 5° principio inferior), por
consiguiente, no están separados de forma natural del Ego
como en la muerte real”) hasta que esa lucha, digo, ha em-
pezado y terminado, ningún cascarón puede darse cuenta de
su posición. (CM-23B-p.246)
Debido a esta falta de separación, se puede retener una con-
ciencia post mortem (de varios grados).
Hay un pasaje según el cual los suicidas y los accidentados
pueden comunicarse a través de un médium, y también nos dice
algo de su estado de conciencia en el Kāma-Loka:

Casos excepcionales, amigo mío. Los suicidas pueden y ge-


neralmente lo hacen, pero no pasa lo mismo con los demás.
Los buenos y los puros duermen con un sueño tranquilo y
bendito, lleno de felices visiones de la vida terrena, y no
tienen conciencia de estar ya para siempre más allá de
esa vida. Los que ni fueron buenos ni malos, dormirán sin
soñar, con un sueño plácido y tranquilo; mientras que los
malos sufrirán proporcionalmente a su maldad los tormen-
tos de una pesadilla que durará años: sus pensamientos se
convertirán en cosas vivas, sus bajas pasiones en verdadera
substancia, y recibirán en su cabeza todas las desgracias
que han infligido a los demás. La realidad y los hechos, si
pudieran describirse, proporcionarían un Infierno mucho
más terrible del que Dante hubiera imaginado nunca. (CM-
19-p.174)
Respecto a los casos de las personas que mueren o que son
asesinadas antes de su tiempo (es decir, del período de vida que
el Karma les había adjudicado) y el de los suicidas, y respecto
a cualquier intento de ponerse en contacto con ellos en el otro
lado, el Maestro dijo:
excepciones: suicidios y accidentes 101

Pero hay otro tipo de “Espíritus”, que no hemos menciona-


do, los suicidas y los muertos por accidente (cuyos 4° y 5°
principios no están segmentados de sus 6° y 7° principios).
Ambos tipos pueden comunicarse y ambos tienen que pa-
gar un alto precio por esas visitas... Son una excepción a
la regla, porque tienen que quedarse dentro del campo de
atracción de la tierra y en su atmósfera —el Kāma-Loka—
hasta el último momento de lo que hubiera sido la duración
natural de su vida. En otras palabras, esa oleada particular
de evolución de vida tiene que llegar hasta su orilla. Pero es
un pecado y una crueldad hacerles revivir sus recuerdos e
intensificar su sufrimiento dándoles la oportunidad de vivir
una vida artificial; una oportunidad de sobrecargar su Kar-
ma, tentándoles con la puerta abierta, a través de médiums
y personas sensibles, porque tendrán que pagar un precio
por estos placeres. Me explicaré. Los suicidas, que insensa-
tamente, esperando escapar de la vida, se encontraron toda-
vía vivos, tienen suficiente sufrimiento reservado para ellos
en esa misma vida. La intensidad de esa vida constituye su
castigo. Al haber perdido, a causa de su acto temerario, sus
principios sexto y séptimo, aunque no para siempre ya que
pueden volver a recuperarlos, en lugar de aceptar su casti-
go y de aprovechar sus oportunidades de redención, se les
hace añorar con frecuencia la vida y desear recuperar un
asidero en ella por medios pecaminosos. En el Kāma-Loka,
la región de los intensos deseos, solo pueden satisfacer sus
ansias terrenales a través de un agente vivo; y al hacerlo
así pierden, generalmente, su Mónada para siempre, al ex-
pirar el término natural. Por lo que respecta a las víctimas
de accidente, para éstas es todavía peor. A menos que sean
tan virtuosas y puras como para quedar ancladas de inme-
diato en el Samādhi Ākāsico, es decir, como para caer en
un estado de silencioso adormecimiento, en un dormir lle-
no de sueños optimistas durante el cual no tengan ningún
recuerdo del accidente, sino que se muevan y vivan entre
102 Capítulo viii

sus escenarios conocidos y sus familiares hasta que el tér-


mino natural de su vida finalice al encontrarse nacidos en
el Devachan, el suyo es un triste destino. Pero si fueron pe-
cadores y sensuales vagan como sombras desdichadas (no
como cascarones, porque su relación con sus dos principios
superiores no está completamente rota), hasta que llegue
la hora de su muerte. Segado el pleno fluir de sus pasiones
terrenales, que los ataban al escenario familiar, quedan se-
ducidos por las oportunidades que los médiums les facilitan
indirectamente para complacerles. Son los Pisāchas, los In-
cubi, y los Succubi de la época medieval. Los demonios del
deseo, de la glotonería, la lujuria y la avaricia, elementarios
de acrecentada astucia, perversidad y crueldad, ¡incitando
a sus víctimas a cometer espantosos crímenes y recreándose
en su cometido! No solo arruinan a sus víctimas, sino que
estos vampiros psíquicos, movidos por el torrente de sus im-
pulsos infernales, en el momento fijado para el término de
su vida natural, son al fin expulsados fuera del aura de la
Tierra a las regiones donde, durante edades, soportan in-
decibles sufrimientos y donde terminan con la destrucción
total. (CM-16-p.155)
Este cuadro sombrío, hemos de recordar, solo se aplica a los
que son “pecadores y sensuales”; el destino de la víctima normal
y corriente de un accidente es mejor y se describe a continua-
ción:

Aunque no “totalmente separados de sus principios sexto y


séptimo” y absolutamente “eficaces” en las sesiones espi-
ritistas, sin embargo hasta el día en que ellos (los suicidas)
hubieran muerto de una muerte natural, están separados de
los principios superiores por un abismo. Los principios sex-
to y séptimo continúan pasivos y negativos, mientras que, en
los casos de muerte accidental los grupos superiores e infe-
riores se atraen mutuamente. En los casos de Egos buenos
excepciones: suicidios y accidentes 103

e inocentes, además, éstos gravitan irresistiblemente hacia


el sexto y séptimo principio y así, o dormitan rodeados de
sueños felices, o bien duermen con un sueño profundo, sin
sueños, hasta que suena la hora. Con un poco de reflexión y
con una mirada hacia la justicia eterna y la perfecta adap-
tación de las cosas a las circunstancias, usted comprenderá
el por qué. La víctima, buena o mala, es irresponsable de
su muerte, aunque su muerte se debiera a alguna acción de
una vida anterior o un nacimiento precedente: fue un acto,
en suma, de la Ley de Retribución, sin embargo no fue el
resultado directo de un acto deliberadamente cometido
por el ego personal de esa vida durante la cual sucedió la
muerte. Si se le hubiera permitido vivir más tiempo podría
haber expiado todavía más eficazmente sus pecados pasa-
dos; e incluso ahora, al haber hecho que el ego pagara la
deuda de su creador (el ego precedente), queda libre de los
golpes de la justicia retributiva. Los Dhyān Chohans que
no toman parte en la guía del ego humano vivo, protegen
a la indefensa víctima cuando ésta se ve arrojada violen-
tamente fuera de su elemento a uno nuevo, antes de haber
madurado y de estar convenientemente dispuesta para ello.
Nosotros le decimos a usted lo que sabemos, porque tuvimos
que aprenderlo a través de la experiencia personal. Usted
sabe lo que quiero decir y ¡no puedo decir nada mas! Sí; Las
víctimas, buenas o malas, duermen para despertar solamen-
te a la hora del Juicio final, que es esa hora de la batalla
suprema entre los principios sexto y séptimo por un lado,
con el quinto y el cuarto por el otro, en el umbral del estado
de gestación. E incluso después de esto, cuando el sexto y
séptimo principio, llevando consigo una fracción del quinto,
han entrado en su Samādhi Ākāsico, incluso entonces puede
ocurrir que el despojo espiritual del quinto principio resulte
demasiado débil para renacer en el Devachan, en cuyo caso
se revestirá entonces de un nuevo cuerpo, el “Ser” subjetivo
creado del Karma de la víctima (o no víctima, según sea el
104 Capítulo viii

caso) y entrará en una nueva existencia terrena, ya sea en


este o en cualquier otro planeta. En ningún caso, pues, con
excepción de los suicidas y cascarones, hay ninguna posibi-
lidad de que algún otro sea atraído a una sesión espiritista...
(CM-20C-p.186)
Cuando se habla de la muerte excepcional, más arriba, como
de algo bueno o malo, hay que recordar, para evitar confusiones,
que se aplica a las “víctimas”, no a los suicidas. La cuestión de
volver a nacer en cualquier otro planeta necesita una explica-
ción: ver el Apéndice bajo el apartado “Globos, Rondas y Ra-
zas”. El Samādhi Ākāsico del que se habla en este extracto es el
Devachan, y el texto se refiere al caso que se ha tratado antes,
cuando no hay suficiente experiencia espiritual de la vida pasa-
da para asegurarse una estancia en el Devachan.
Alguien podría preguntar, al darse cuenta de que en los sui-
cidios y los accidentes la hora de la muerte fijada ha sido anti-
cipada, si puede haber una diferencia entre un suicida que se
mata violentamente o que se mata por vicio, o por exceso de
trabajo, también se podría preguntar si puede haber diferencias
si un hombre es asesinado, si muere en la guerra, o por una en-
fermedad, o por cualquier otra causa. De acuerdo al Maestro:

Hay una gran diferencia, en nuestra humilde opinión. No-


sotros... decimos que hay muy pocos hombres, si es que los
hay, entre los que se entregan a los vicios mencionados an-
tes, que sean perfectamente conscientes de que semejante
línea de acción les conducirá finalmente a una muerte pre-
matura. Este es el castigo de Maya. Los "vicios" no esca-
parán al castigo; pero es la causa, no el efecto, la que se
castigará, especialmente con un efecto inesperado, aunque
probable. Llame entonces igualmente suicida al hombre que
encuentra la muerte en una tempestad en el mar, como al
que se mata por un "agotamiento mental". El hombre corre
excepciones: suicidios y accidentes 105

el riesgo de ahogarse en el agua y con un excesivo trabajo


cerebral se corre el riesgo de provocar un reblandecimien-
to del cerebro que puede llevarse a su dueño por delante.
En tal caso, nadie debería cruzar el Kalapani, ni siquiera
tomar un baño por temor a desmayarse en el agua y ahogar-
se (porque todos conocemos casos así), ni tampoco nadie
debería cumplir con su deber y, menos que nada, sacrificar-
se ni siquiera por una causa noble y altamente beneficiosa,
como lo hacen muchos de nosotros —H.P.B., por ejemplo.
¿La tacharía el señor Hume de suicida si ella cayera muerta
de repente mientras realiza su trabajo actual? El motivo lo
es todo, y el hombre es castigado en caso de responsabili-
dad directa, de otro modo, jamás. En el caso de la víctima,
la hora natural de la muerte se anticipó accidentalmente,
mientras que en el suicida la muerte es provocada volunta-
riamente, con pleno y deliberado conocimiento de sus con-
secuencias inmediatas. Por lo tanto, un hombre que se mata
a sí mismo en un rapto de locura pasajera, no es un felo de
se 1 ante el gran disgusto y con frecuencia el gran perjuicio
para las Compañías de Seguros de Vida. Tampoco se deja
como presa ante las tentaciones del Kāma-Loka, sino que
se sumerge en el sueño, igual que cualquier otra víctima.
Un Guiteau 2 no permanecerá en la atmósfera de la tierra
con sus principios superiores sobre él —inactivos y parali-
zados, todavía allí. Guiteau ha pasado a un estado en el que,
mientras dure, estará siempre disparando a su Presidente,
sembrando con este motivo la confusión y trastornando los
destinos de millones de personas; y mientras dure ese estado
será siempre procesado y siempre ahorcado, bañándose en
los reflejos de sus acciones y de sus pensamientos —espe-

1  Suicida.
2 Guiteau, el 2 de julio de 1881 disparó sobre el Presidente de los Estados
Unidos, Garfield, que murió a causa de las heridas en el mes de septiem-
bre del mismo año.
106 Capítulo viii

cialmente aquellos a los que se entregó en el cadalso... su


destino. En cuanto a los que fueron "liquidados por el cóle-
ra, la peste o el paludismo", no hubieran perecido si, desde
su nacimiento, no hubieran ya llevado consigo los gérmenes
para el desarrollo de esas enfermedades. (CM-20C-p.188)
El siguiente pequeño extracto confirma que incluso estos ca-
sos de muerte anormal caen en la inconsciencia en el instante de
la muerte, pero en esos casos la conciencia regresa en el Kāma-
Loka debido a la presencia de la tríada superior. Estas muertes
prematuras no son todavía cascarones:

Incluso en el caso de los suicidas y de los que han pereci-


do por muerte violenta, incluso en su caso, la conciencia
requiere un cierto tiempo para establecer su nuevo centro
de gravedad y hacer evolucionar... su “propia percepción”,
distinta de la “propia sensación”. (CM-20C-p.183)
En este capítulo hemos hablado de todas las variaciones más
frecuentes en el estado normal de inconsciencia después de la
muerte. En todas estas variaciones el factor común es que el
período de vida física no ha seguido su curso señalado. Se ha
visto acortado por un accidente o por otra causa. El tiempo ad-
judicado debería haber sido el determinado por el Karma de la
entidad, teniendo en cuenta muchos factores, motivos, etc. La
vida acortada significa que el ciclo anticipado de adquisición de
experiencia y de educación (aprendizaje y asimilación) no ha
sido completado. Esto afecta a todo cuanto ocurre en el Kāma-
Loka y en el Devachan, quedando ambos períodos acortados
hasta el punto en que, en el caso de muertes infantiles, son vir-
tualmente inexistentes y el renacimiento es casi inmediato. En
el caso de niños muy jóvenes, si lo espiritual (tríada superior) no
se separó de la duada inferior (psique personal), solo el cuerpo
físico habría estado afectado y el resultado es el único caso de
verdadera encarnación de una personalidad. En todos los de-
excepciones: suicidios y accidentes 107

más casos el Ego, el “Alma” permanente espiritual, dirige un


rayo propio para acelerar a los skandhas personales dormidos
(resultantes de las actividades de la vida de la personalidad ante-
rior) de una nueva personalidad (es decir, un nuevo doble astral,
nuevos principios vitales y un nuevo cuerpo físico), distintos,
excepto por sus skandhas condicionantes, a la anterior. Es de
hecho un nuevo ser, con un nuevo sentido del “yo” y normal-
mente no recuerda su vida pasada. Solo en el caso de muerte
muy prematura (por ejemplo la de un niño) es la antigua perso-
nalidad (es decir sus principios internos todavía intactos) la que
renace en un nuevo cuerpo físico, a veces con un recuerdo de su
vida anterior.
La principal diferencia entre los suicidas y las víctimas de
accidentes que puede afectar su experiencia inmediata post mor-
tem es que los suicidas trataron de poner fin a su existencia te-
rrena mientras que las víctimas de accidentes no. Los dos recu-
peran parte de la conciencia en el Kāma-Loka y los dos pueden
comunicarse con los de la tierra a través de un médium durante
cierto tiempo. En el caso de los accidentes, la experiencia nor-
mal kāmalókica no es desagradable, variando desde una semi-
inconsciencia a unos recuerdos de la tierra vívidos pero como en
sueños (parecidos a los sueños debido a su naturaleza subjetiva).
Normalmente, no se dan cuenta de lo que está pasando en la
tierra excepto en la medida en la que usan las facultades percep-
tivas del médium. A su debido tiempo, es decir, en el momento
en que la muerte se habría producido de forma natural, la batalla
de la muerte y el estado de gestación continúan.
En el caso de los suicidas, su estado después de la muerte
quedará asimismo determinado por el tipo de persona que fue-
ron, así como el de su experiencia en el Kāma-Loka, pero hay
una diferencia entre ellos y las víctimas de accidente. Los suici-
das permanecen “despiertos” en el Kāma-Loka hasta el momen-
to en que habrían muerto de forma natural. Durante este tiempo
108 Capítulo viii

sufren (o no) según el motivo que tuvieron para quitarse la vida.


Si su acto tuvo un motivo elevado y altruista, entonces su perío-
do de conciencia no es intolerable y a veces incluso les compen-
sa. Si el motivo fue egoísta o cobarde sufrirán de remordimiento
y lamentaciones, y esto seguirá así hasta el momento normal de
la muerte. Después de eso, los procesos de la muerte seguirán su
curso. Si en algún caso el muerto contacta con un médium, y no
todos lo hacen, puede obtenerse una cierta cantidad de experien-
cia nueva. Esto afecta a los skandhas, al parecer raramente con
buen fin. La práctica de llamar a estas entidades del otro lado
está por consiguiente fuertemente condenada por aquellos que
conocen estos efectos tan negativos.
CAPÍTULO IX

El Espiritismo

Gran parte del interés por cuanto ocurre después de la muer-


te proviene de aquellas personas curiosas que consideran que
los fenómenos espiritistas, con forma de mensajes procedentes
del otro lado, son pruebas significativas de una supervivencia.
No hay duda de que el contacto aparente con los seres queri-
dos difuntos ha servido de consuelo para muchas personas des-
esperadas. Nos dicen, por ejemplo, que los del otro lado están
muy bien y que son felices, que generalmente se encuentran en
ambientes agradables y a menudo en la compañía de amigos y
parientes que han muerto antes que ellos. Ocasionalmente se le
da información de verdadera utilidad y beneficio a alguien que
está todavía vivo en la tierra, y a veces una información que
solo podría haber sido conocida por el difunto. Todo esto parece
proporcionar una justificación convincente para la creencia en
la vida personal continuada después de la muerte. Pero ¿cómo
puede conciliarse eso con este relato?
Hay muchos pasajes en los cuales se habla de este tema. Los
corresponsales de los Maestros tenían tendencias espiritistas y
les resultaba difícil aceptar muchas de sus afirmaciones. Para
empezar, intentaban conciliarlas no solo con su espiritismo sino
también con su planteamiento religioso cristiano ortodoxo. Los
Maestros tuvieron que insistir en sus opiniones muchas veces.
110 Capítulo ix

También nos dieron algunos datos fundamentales de los que


dependían su explicación de los estados post mortem. Uno de
estos es la naturaleza septenaria del hombre, que incluía su di-
visión en dos aspectos principales durante la vida, es decir, uno
el aspecto psíquico mortal, su carácter, personalidad, y el otro la
individualidad espiritual e inmortal (Ego). El primero, durante
la vida, comprende los cuatro principios inferiores (el cuaterna-
rio). Los espiritistas y los religiosos no hacían distinción alguna
entre el grupo inferior y el superior. Para ellos el hombre era un
cuerpo con alma o espíritu, sin distinciones entre ellos. En el
sistema de los Maestros, sin embargo, el alma (Kāma-Manas) es
mortal, mientras que la tríada Egoica, el verdadero hombre es-
piritual, es inmortal. Solamente aplican la palabra espíritu a esto
último, como una entidad. Y es sobre la posibilidad de comuni-
carse con estos espíritus, directamente o a través de médiums,
que el Maestro dice:

Aunque lo quisieran, no podrían sortear el abismo que sepa-


ra sus mundos del nuestro. Se les puede visitar en Espíritu,
pero su Espíritu no puede descender hasta nosotros. Ellos
atraen, pero no pueden ser atraídos, porque su polaridad
Espiritual es una dificultad insuperable en el camino... (CM-
9-p.65)
El Maestro dio una larga explicación técnica de esto; parte de
ella está reproducida en el Capítulo X. Sin embargo, es posible
que las personas sensitivas, en un estado de conciencia elevada,
sientan que sus seres queridos han llegado hasta ellos. El Maes-
tro dice:

Es durante ese estado de Maya completo en que las almas o


egos astrales de los sensitivos puros y amorosos, actuando
bajo la misma ilusión, creen que sus seres queridos bajan a
la tierra junto a ellos, cuando son sus propios Espíritus los
que se elevan hacia aquellos en el Devachan. Muchas de las
el espiritismo 111

comunicaciones espiritistas subjetivas —la mayoría de ellas


cuando los sensitivos son mentalmente puros— son reales;
pero, para un médium no iniciado, lo más difícil es fijar en
su mente las imágenes fieles y correctas de lo que ve y oye.
Algunos de los fenómenos llamados de psicografía (aunque
más raramente) también son reales. El Espíritu del sensi-
tivo, al quedar, por así decirlo, odilizado por el aura del
Espíritu en el Devachan, se convierte, durante algunos mi-
nutos, en aquella personalidad desaparecida y le reproduce
la escritura, su mismo lenguaje y los mismos pensamientos
que tuvo durante su período de vida. Los dos Espíritus se
combinan en uno, y el predominio de uno sobre otro durante
esos fenómenos determina el predominio de la personalidad
en las características exhibidas en esas comunicaciones es-
critas o en las palabras pronunciadas en estado de trance.
Lo que ustedes llaman “concordancia” es simplemente una
identidad de vibración molecular entre la parte astral del
médium encarnado y la parte astral de la personalidad des-
encarnada. (CM-16-p.144)
La parte astral de la “personalidad desencarnada” aquí se re-
fiere a los principios que quedan después de la muerte del cuerpo
y la desintegración del segundo principio (Linga-Sharīra), que
acontece a la vez. HPB ocasionalmente usaba la palabra “astral”
para designar al hombre interno en general, y “vibración mole-
cular” aquí se refiere a la materia de los mundos internos, no a
los externos y físicos.
Se adujo que alguna comunicación espiritista podría, de he-
cho, entrar en contacto con el Espíritu en sí, a lo cual el Maestro
replicó:

Pero ¿por qué tienen ellos que “comunicarse”? ¿Se comuni-


can objetivamente con usted, mientras duermen, aquellos a
quienes usted ama? Vuestros Espíritus, en horas de peligro
o de intensa compenetración, si vibran en la misma corrien-
112 Capítulo ix

te de pensamiento, lo cual en esos casos crea una especie


de telegrafía espiritual entre vuestros dos cuerpos, pueden
encontrarse y pueden impresionar mutuamente vuestras
memorias; pero entonces se trata de cuerpos vivos, no de
cuerpos muertos. Pero ¿cómo puede un quinto principio in-
consciente (lea más arriba) impresionar o comunicarse con
un organismo vivo, a menos que se haya convertido ya en
un cascarón? Si, por alguna razón, continúan en ese estado
letárgico durante varios años, los Espíritus de los vivos pue-
den ascender hasta ellos, como ya se le dijo; y esto puede
ocurrir todavía con más facilidad que en el Devachan, don-
de el Espíritu está demasiado absorto en su bienaventuran-
za personal para prestar demasiada atención a un elemento
intruso. Yo digo que no pueden. (CM-20C-p.189/90)
La última parte de este párrafo podría necesitar alguna expli-
cación. El quinto principio es inconsciente durante el período de
gestación, que a veces es muy largo. La conciencia en el ego o
el cascarón puede solamente ocurrir después de que ese proceso
ha terminado. Si el proceso se prolonga, la entidad gestante per-
manecería en un estado de letargo, como una crisálida.
Los corresponsales del Maestro eran espiritistas; no habían
apreciado todavía totalmente la diferencia entre la personalidad
y la individualidad e intentaron hacer que los Maestros admitie-
ran que algunos de sus fenómenos se debían a la presencia de
espíritus reales, pero él insistió:

En ningún caso, pues, a excepción de los suicidas y los cas-


carones, no existe ninguna posibilidad para nadie más de
ser atraído a las sesiones espiritistas. Y está claro que “esta
enseñanza no está en contradicción con nuestras anteriores
doctrinas” y que mientras que los “cascarones” serán mu-
chos, los Espíritus serán muy pocos. (CM-20C-p.188)
el espiritismo 113

Aún así, el corresponsal del Maestro no podía aceptar fácil-


mente que no pudiera existir una comunicación con los espíritus
propiamente dichos. Preguntó:

¿Existe alguna condición intermedia entre la beatitud espi-


ritual del Devachan y la sombría y desdichada vida de lo que
solo son restos rudimentarios elementales, semiconscientes,
de seres humanos que han perdido su sexto principio? Por-
que si fuera así, eso podría ofrecer un locus standi en imagi-
nación a los Ernestos y Joeys de los médiums espiritistas, de
“espíritus” guía de la mejor clase. En tal caso, seguramente
ése debe ser un mundo muy poblado y desde él podrían lle-
gar incontables comunicaciones “espirituales”, ¿no es así?
La repuesta fue:

¡Qué lástima! no, amigo mío; no que yo sepa. Desde el


Sukhavati para abajo, hasta el “Territorio de la Duda”,
existe una diversidad de Estados Espirituales; pero no co-
nozco ninguna “condición intermedia” semejante. Le he
hablado de los Sakwalas (aunque no puedo enumerarlos,
porque resultaría inútil) e incluso le he hablado del Avītchi,
el “Infierno” del cual no se regresa, y no tengo nada que
añadir sobre ello. “La desdichada sombra” debe arreglár-
selas como pueda... (CM-16-p.154)
En general, pues, se trata de que:

Tan pronto como el Ego ha salido del Kāma-Loka y ha cru-


zado el “Puente de Oro” que conduce a las “Siete Montañas
de Oro”, ya no puede platicar más con médiums indolentes.
Ningún “Ernesto” ni ningún “Joey” ha vuelto jamás del
Rūpa-Loka, y no digamos del Arūpa-Loka, para mantener
una agradable relación con los mortales. (CM-16-p.154)
Existe, sin embargo, la posibilidad de comunicación entre
verdaderos Espíritus, los de los vivos y los del Devachan, al
114 Capítulo ix

menos en términos del principio implicado. HPB escribió una


larga carta de condolencia por la muerte de su hija a un cierto
Profesor W. Corson:

Cuánto me gustaría dedicar toda mi vida, o incluso sacrifi-


carla, para poder simplemente impartir a algunos padres y
madres desesperados, hijos y a menudo hijas, la más gran-
de verdad que nunca ha existido, una verdad tan fácilmente
aprendida y practicada por el poseedor de una poderosa
voluntad y fe. (Algunas cartas no publicadas de HPB Nº 4)
Resulta evidente a partir de esto que la misma HPB era capaz
de comunicarse. La experiencia era algo real para ella.
Aparte de la cuestión de la comunicación espiritista, hay oca-
siones en que la forma del difunto puede, aparentemente, apa-
recérsele a un vivo. Una ocasión de estas ocurre cuando, poco
después de que alguien haya muerto, su Mayavi-rūpa puede
proyectarse y puede ser visto por un ser querido o incluso por un
amigo, como se describía en el Capítulo IV. El Mayavi-rūpa de
un hombre corriente (es decir, de un no Iniciado) sin embargo,
no puede hablar, así que no hay comunicación por ese medio.
Habiendo visto las circunstancias bajo las cuales la comu-
nión entre los del Devachan y los de la tierra puede ser posible,
se nos cuenta con mucho más detalle lo que está detrás de la
mayoría de los fenómenos de tipo espiritista, en especial so-
bre la naturaleza de las entidades que vienen para dar mensajes,
describir estados de después de la muerte, etc. Existe mucha
literatura sobre este tipo de comunicación del espíritu, y parte
de ella contiene relatos de visitas a lo largo de años, relatos de
hechos notables, algunos a grandes distancias, datos de preco-
nocimiento, y mensajes impresionantes y elaborados, todo en
contraste con el otro material más frecuente, de carácter intimo
y personal, y a veces muy trivial.
el espiritismo 115

Como hemos visto, en el caso normal, el difunto queda inme-


diatamente inconsciente y permanece así mientras los procesos
de los estados iniciales post mortem tienen lugar. La conciencia
vuelve lentamente con la entrada en el Devachan. Esto solo pue-
de ocurrir cuando el Ego (la tríada superior más los elementos
verdaderamente espirituales de la experiencia de la vida pasada)
se ha separado completamente de lo que era puramente perso-
nal. Con la partida del Ego, los restos del “alma”, los residuos
Kāma-manásicos psíquicos se convierten en un cascarón vacío
con solo una vaga conciencia propia. El cascarón, sin embargo,
retiene gran parte de la memoria personal, de los hábitos de pen-
samiento, idiosincrasias, etc., que eran típicos de la personalidad
anterior. El cascarón, después de perder contacto con su superior
espiritualmente responsable, se vuelve amoral, pero sus condi-
cionamientos anteriores en conducta, sus limitaciones y rasgos,
seguirán afectándolo. Si su moralidad era de bajo nivel, o sus
predisposiciones y apetitos depravados, el cascarón, a veces lla-
mado elementario (sobre todo en estas circunstancias), puede
tener, durante todo el tiempo de su duración, una influencia muy
negativa sobre los vivos que puedan ser sensitivos a ello. Estos
elementarios (con un principio y medio) pueden comunicarse
con los vivos a través de los médiums, pero no de otra manera;
sin embargo, si que pueden, tal como hemos dicho, influenciar
la conducta de las personas de la tierra que puedan estar sensi-
bilizadas.
La cualidad de cualquier comunicación dependerá, en gran
medida, de la naturaleza de la última personalidad, de la cual el
cascarón es una imagen o reflejo temporal más o menos pálido.
El cascarón no puede, por sí mismo, originar ninguna acción;
es un efecto; no puede generar nuevas causas. Los cascarones
no son capaces de ningún desarrollo; no pueden aprender nada
nuevo, pero pueden conservar algunos lazos psíquicos podero-
sos con quien hayan tenido fuertes lazos en la vida. A veces su
116 Capítulo ix

influencia es beneficiosa. Hay notables historias en las que estos


cascarones, bajo las circunstancias adecuadas, han podido pro-
teger a seres queridos que continúan en la tierra, y en las que han
proporcionado una ayuda positiva y valiosa información. Las
circunstancias requeridas son la presencia de un médium, pero
el beneficiario podría ser el médium mismo.
Después están las excepciones ya descritas: las muertes pre-
maturas, los suicidios y las víctimas de accidentes, y entre las
clases de los difuntos hay importantes diferencias. En una pa-
labra, las víctimas de accidentes murieron sin un acto delibera-
do o intención por su parte, mientras que los suicidas murieron
deliberadamente; fueron responsables de su propia muerte; y,
como nos han dicho, “el motivo lo es todo” en lo que se refiere
al Karma. La suerte del suicida es probablemente desgraciada,
mientras que, aunque la víctima del accidente se haya arriesga-
do, el destino tiende a ser más bueno con ella. En algunos ca-
sos son incluso cuidados por aquellos grandes Seres, los Dhyān
Chohans.
En estos casos excepcionales de muerte prematura los princi-
pios psíquicos inferiores (mental-emocional) no se separan de la
tríada superior hasta el momento en que hubiera ocurrido la hora
normal de su muerte. De esta manera están todavía vivos, como
seres completos excepto por el cuerpo físico y los principios vi-
tales. En esta situación, los dos tipos, tal como se ha dicho, pue-
den comunicarse a través de los médiums. Sin embargo, mien-
tras que los suicidas en su mayoría retienen cierta conciencia en
el Kāma-Loka, excepto en el período inmediatamente posterior
a la muerte, cuando la conciencia queda apagada en todos los
casos, las víctimas de accidente entran en un grado de bendito
olvido, unas veces soñando, y otras no. Los niños que mueren
jóvenes son casos de muerte prematura y pueden incluirse en la
categoría de accidentes. Normalmente vuelven a nacer en segui-
da porque su tríada Egoica no ha sido separada de los principios
el espiritismo 117

del medio o tienen muy poca experiencia que asimilar. En los


casos anteriores, es la misma personalidad la que reencarna.
Sobre la naturaleza de las entidades del Kāma-Loka, el
Maestro tenía algo que decir:

Desde luego, existe una “clase mejor” de restos del pasa-


do; y los “cascarones” o “los vagabundos de la tierra”,
como se les conoce aquí, no son todos malos necesariamen-
te. Pero, incluso los que son buenos, se vuelven malos —en
el entretanto— por culpa de los médiums. Puede que a los
“cascarones” les tenga sin cuidado porque, en cualquier
caso, no tienen nada que perder. (CM-16-p.155)
La referencia de que los cascarones se vuelven malos, y por
esto sus skandhas quedan afectados, significa que por la sim-
ple oportunidad (proporcionada por el médium) de volver a la
tierra, es decir, de comunicarse, de sacar impresiones, etc., pue-
den cambiar, y en este caso no para mejor.
Después viene el pasaje antes citado en el Capítulo VIII,
que introducía los casos de suicidios y accidentes con la frase
significativa:

Unos y otros pueden comunicarse, y ambos tienen que pa-


gar caras esas visitas... Pero es un pecado y una crueldad
reavivar su memoria e intensificar su sufrimiento propor-
cionándoles la oportunidad de vivir una vida artificial; la
oportunidad de sobrecargar su karma atrayéndoles hacia
las puertas abiertas, es decir, hacia los médiums y los sen-
sitivos porque, en definitiva, tendrán que pagar por cada
uno de esos placeres. (CM-16-p.155)
Este tema se toca muchas veces, tanto en las Cartas como
en los Escritos de HPB, como una advertencia contra la nigro-
mancia, la elaboración de imágenes del muerto, una práctica
de la magia negra. Hay más explicaciones de esto en una larga
118 Capítulo ix

descripción del destino de los suicidas y los accidentados en el


Kāma-Loka, de la parte que desempeña el Karma y del simple
efecto que los médiums pueden tener sobre ello, afectando a los
skandhas del difunto:

La regla (general) es que una persona que muere de muerte


natural permanecerá en la esfera de atracción de la Tie-
rra, es decir, en el Kāma-Loka “desde unas cuantas horas
a unos pocos años”. Pero hay excepciones en el caso de los
suicidas y, en general, en el caso de aquellos que mueren
de muerte violenta. De ahí que uno de esos Egos, por ejem-
plo, que estuviera destinado a vivir, digamos 80 o 90 años,
pero que se suicidó o murió de accidente, supongamos a
los 20, tendrá que pasar en el Kāma-Loka no “unos pocos
años” sino que, en este caso, tendrá que pasar 60 o 70 como
Elementario, o más bien como “alma errante”, puesto que,
desgraciadamente para él o para ella, no es ni siquiera un
cascarón. ¡Dichosas, tres veces dichosas en comparación,
son aquellas entidades desencarnadas que duermen su lar-
go sueño y viven soñando en el seno del Espacio! Y ¡ay!
de aquellos a quienes Trishnā atrae hacia los médiums, y
¡ay! de los médiums que los tientan con un Upādāna tan
asequible. Porque al atraerlos y al permitirles satisfacer
sus ansias de vida, el médium ayuda a que se desarrolle
en ellos —y de hecho es la causa de ello— una nueva serie
de Skandhas, un nuevo cuerpo con tendencias y pasiones
mucho peores que las del cuerpo que perdieron. Así pues,
todo el futuro de este nuevo cuerpo estará determinado no
solo por el mal Karma de demérito de la serie o grupo pre-
cedente de Skandhas, sino también por el de la nueva serie
de la futura existencia. Si, tal como he dicho, los médiums y
los espiritistas supieran tan solo que a cada nuevo “ángel-
guía” al que dan la bienvenida con entusiasmo le arrastran
hacia un Upādāna que será motivo de una serie de males
incontables para el nuevo Ego que nacerá bajo su sombra
el espiritismo 119

nefasta, y que en cada sesión, especialmente cuando se trata


de materializaciones, multiplican las causas de infortunio,
causas que harán que el desgraciado Ego fracase en su na-
cimiento espiritual, o que renazca en una existencia peor
que nunca, tal vez estos médiums serían menos pródigos en
su hospitalidad. (CM-16-p.160)
Los Maestros se esforzaron en repetir su advertencia:

Pero si la víctima del accidente o de la violencia no era ni


muy buena ni muy mala, sino una persona corriente, enton-
ces lo que puede ocurrir es esto: un médium puede atraerla
y crearle las cosas más indeseables, una nueva combinación
de Skandhas y un Karma nuevo y malo... (CM-16-p.156)
Sin embargo, los Maestros señalaron que muchos suicidas no
se permiten nunca ser atraídos hacia el vórtice de los médiums
(CM-15-p.133). Insistieron en la diferencia que hay entre dos
tipos de espiritualismo; el de los médiums y el otro que tiene que
ver con el reconocimiento de la diferencia entre la personalidad
y la individualidad y el cultivo de nuestra naturaleza espiritual:

...no estamos en contra del verdadero Espiritismo, sino


en contra solamente de la mediumnidad indiscriminada y,
especialmente, en contra de las manifestaciones físicas —
como materializaciones y posesiones por medio de trance. Si
los espiritistas pudieran llegar a comprender la diferencia
entre la individualidad y la personalidad, entre la inmor-
talidad individual y la personal, y algunas otras verdades,
podrían aceptar con más facilidad que los ocultistas pueden
estar totalmente convencidos de la inmortalidad de la Mó-
nada, y sin embargo niegan la del alma, el vehículo del ego
personal; de que pueden creer firmemente y entablar ellos
mismos relaciones y comunicaciones espirituales con los
Egos desencarnados del Rūpa-Loka, y sin embargo pueden
120 Capítulo ix

reírse ante la absurda idea de “estrechar la mano” de un


“Espíritu”. (CM-16-p.161)
En cuanto a los accidentados y suicidas que están en peligro
por la atracción de la sesión, hubo una petición de confirmación
de lo que había dicho previamente el Maestro. Y se dio más
información:

Los accidentes ocurren bajo las circunstancias más varia-


das; y los hombres no solo se matan en accidentes o mueren
por suicidio, sino que también son asesinados, algo que to-
davía no hemos abordado. Puedo comprender perfectamen-
te su perplejidad, pero difícilmente puedo ayudarle. Tenga
siempre presente que existen excepciones para cada regla
y que, para estas excepciones, hay además otra linea de
excepciones, y esté siempre preparado para aprender algo
nuevo. Puedo comprender fácilmente que se nos acuse de
contradictorios e incongruentes, más aún, de que nos acu-
sen de escribir una cosa hoy y negarla mañana. Lo que se
le enseñó a usted es la regla. Los “accidentados” buenos
y puros duermen en el Akasa, ignorantes del cambio sufri-
do; los muy malos e impuros sufren todas las torturas de
una horrible pesadilla. La mayoría de los ni muy buenos ni
muy malos, las víctimas de accidentes o violencia (incluyen-
do el asesinato), algunos duermen, otros se convierten en
Pisāchas de la Naturaleza, mientras una pequeña minoría
puede caer victima de los médiums y obtener una nueva se-
rie de skandhas del médium que los atrae. Por pequeño que
pueda ser el número de los que componen esta minoría, su
destino es el más lamentable.
Respecto a la conciencia del cascarón y a sus capacidades, la
larga carta citada en el Capítulo VII contenía la siguiente infor-
mación sobre la naturaleza de su “recuerdo y autoconciencia”:
el espiritismo 121

Así ocurre también con un cascarón; una vez que se encuen-


tra dentro del aura de un médium, y de aquellos que se en-
cuentran en simpatía magnética con éste, lo percibirá muy
claramente —pero nada más que aquello que el cascarón
pueda encontrar en las facultades de percepción y en los
recuerdos del círculo y del médium— de ahí las contesta-
ciones, a veces muy inteligentes y racionales; y también el
completo olvido de cosas conocidas de todos pero no de ese
médium y de su círculo. El cascarón de un hombre muy in-
teligente y culto, pero carente de espiritualidad, que haya
muerto de muerte natural durará más tiempo y, al ser ayu-
dado por la sombra de su propia memoria —esa sombra
que son los restos del sexto principio, dejados en el quinto,
puede pronunciar discursos a través de oradores en tran-
ce y puede repetir como un loro aquello que sabía y en lo
que pensaba insistentemente durante el período de su vida.
Pero encuéntreme un solo caso en los anales del espiritis-
mo en que el cascarón que vuelve, de un Faraday o de un
Brewster (pues incluso a éstos se les hizo caer en la trampa
de la atracción mediumnística) haya dicho una palabra más
de lo que ya sabía durante su vida. ¿Dónde está ese sabio
cascarón que haya demostrado jamás eso que se atribuye a
los “espíritus desencarnados”, o sea que un Alma libre, el
espíritu liberado de los impedimentos de su cuerpo, perciba
y vea aquello que está oculto a los ojos mortales vivientes?...
Desafíe al mejor, al más fiable de los médíums... a que le
diga a través de ese cascarón desencarnado... que le diga
qué es lo que usted ha escondido en su caja (si su médium
no lo sabe); o bien desafíele a que le repita una línea de un
manuscrito sánscrito desconocido de su médium o algo por
el estilo. (CM-23B-p.248)
El Maestro continúa y dice que incluso un buen clarividente
puede hacer eso, y reitera que los espíritus no tienen recuerdos
122 Capítulo ix

personales de ese tipo. “Podéis llamar recuerdos personales a las


frases exclamadas por un loro”. Y nos da otro ejemplo:

Deje que el “espíritu” de Zollner —ahora que se encuentra


en la “cuarta dimensión del espacio” y ya se ha manifestado
ante varios médiums— les diga a ellos la última palabra de
su descubrimiento, que complete su filosofía astrofísica. No;
cuando Zollner esté dando conferencias con la intervención
de un médium inteligente, rodeado de personas que han leí-
do sus obras, que se interesan por ellas, repetirá en varios
tonos lo que es ya conocido de los demás (y lo más probable
es que no repetirá lo que solo él sabía) y el público crédu-
lo e ignorante confundirá el post hoc con el propter-hoc y
quedará firmemente convencido de la identidad del Espíri-
tu... Sí, la conciencia personal abandona a cada uno en la
hora de la muerte; e incluso cuando el centro de la memoria
se restablece en el cascarón, recordará y hablará de sus
recuerdos, pero a través del cerebro de algún ser humano
viviente. (CM-23B-p.249/50)
El contenido de este capítulo es importante porque da una ex-
plicación de los fenómenos espiritistas más comunes. La expli-
cación es consecuente con las enseñanzas generales referentes a
los estados después de la muerte, ya de por sí singulares. No se
encuentran en ninguna otra literatura. Estas enseñanzas también
proporcionan explicaciones racionales de la mayor parte de los
fenómenos psíquicos, es decir, transferencia de pensamientos,
psicokinesis, psicometría, clarividencia, hipnotismo, etc., que,
sin embargo, requieren información adicional no relevante al
tema inmediato de este libro. Todas estas explicaciones, a pesar
de todo, son consecuentes con la enseñanza masiva y general
que se extiende en todas las ramas del conocimiento.
CAPÍTULO X

Algo más sobre el Ego y la Inmortalidad

En la explicación de los Maestros, éstos insistieron mucho en


que los estados posteriores a la muerte se encuentran en el mun-
do de los efectos, que son determinados por nuestras acciones,
pensamientos y razones en este mundo material. Es aquí donde
se generan las causas de esos efectos. Después de la muerte no
podemos cambiar el curso de los acontecimientos, ni a noso-
tros mismos; podemos solo sufrir de esos efectos o disfrutarlos.
Ni en el Kāma-Loka ni en el Devachan, a diferencia de lo que
han dicho algunos autores, podemos ir a la escuela, recibir ins-
trucciones de los Maestros ni elaborar grandes programas para
nuestro desarrollo personal. En esos estados no tenemos ningu-
na efectividad objetiva, porque nuestra existencia allí es pura-
mente subjetiva.
Sobre lo que le ocurre al Ego, a su nivel del Ser, se nos dice
poca cosa, excepto que puede aprender y desarrollarse él mismo.
Sabemos que en el Devachan asimila los elementos espiritual-
mente válidos de nuestra experiencia terrena a nivel mental, y
por eso asume de momento algunas características personales
que garantizan el carácter personal del Ego en el Devachan. A
partir de las experiencias espirituales de muchas vidas persona-
les, el Ego asimila un gran conocimiento. Además, el Ego parti-
124 Capítulo x

cipa de la naturaleza de la Mónada. Solo hay un Ego universal,


igual que una Vida: todos la compartimos, lo que significa que
nuestros Egos individuales son esencialmente idénticos con Él
y con todos los demás.
Respecto al desarrollo post mortem del Ego, nos dicen que:

...podemos adquirir más conocimiento; es decir, podemos


desarrollar más cualquier facultad que nos haya gustado y
que hayamos buscado durante la vida, siempre que se refie-
ra a cosas abstractas e ideales, como la música, la pintura,
la poesía, etc., ya que el Devachan es simplemente una con-
tinuación idealizada y subjetiva de la vida terrena. (CT, IX)
Alguien ha preguntado “Pero si en el Devachan el Espíritu
está libre de la materia, por qué no posee todo el conocimien-
to?”. La respuesta fue:

Porque, como le he dicho, el Ego está, por así decirlo, liga-


do al recuerdo de su última encarnación. Así, si pensáis en
lo que he dicho, y enlazáis los hechos, os daréis cuenta de
que el estado devachánico no es un estado de omnisciencia,
sino una continuación trascendental de la vida personal que
acaba de terminar. Es el descanso del alma de los trabajos
de la vida. (CT, IX)
En cuanto al lugar en el que estamos después de la muerte, se
nos ha hablado del Kāma-Loka y del Rūpa-Loka, pero podemos
preguntar también ¿dónde se encuentran? Muchas veces nos di-
cen que no son localizaciones en sí; que son estados subjetivos.
Por otra parte, se habla del Kāma-Loka como de la “atmósfera”
de la tierra. Esto se ha de tomar en un sentido figurativo. Se
refiere a la atmósfera psíquica de la tierra, una esfera subjetiva
del ser asociada particularmente con nuestra tierra. Después se
nos dice:
algo más sobre el ego y la inmortalidad 125

El Devachan es un estado, no un lugar. Kāma-Loka, Rūpa-


Loka y Arūpa-Loka son las tres esferas de la espiritualidad
ascendente, en las cuales los diferentes grupos de entidades
subjetivas encuentran sus atracciones. En el Kāma-Loka
(la esfera semi-física) moran los cascarones, las víctimas
de accidente y los suicidas; y esta esfera está dividida en
innumerables regiones y sub-regiones que corresponden a
los estados mentales de los que allí llegan a la hora de la
muerte. Esta es la gloriosa “Tierra de Estío” de los espi-
ritistas, a cuyos horizontes queda limitada la visión de sus
mejores videntes; visión imperfecta y engañosa debido a la
falta de preparación y a no estar guiados por Alaya Vijnāna
(el conocimiento oculto). (CM-25-p.286)
Hasta aquí respecto a lo que nos han dicho sobre la muer-
te y la vida del más allá, se nos ha presentado la idea de que
nada dura para siempre. Nuestra vida en la tierra dura un cierto
tiempo, y de los estados posteriores a la muerte cada uno tiene
su propio período, por más variables que puedan ser los casos
individuales. Según esta doctrina, incluso el gran cielo de nues-
tras innumerables vidas en este planeta tiene que terminar. ¿Y
entonces qué?
Obviamente ese gran cielo es también parte de otro cielo to-
davía mayor, pero este tiene una duración bastante inconcebible
para nuestro modo de pensar. Aparte de esa consideración, hay
dos respuestas para nuestra pregunta: Una es en términos del
período de vida del mundo del cual nuestros Egos forman parte.
Todo el universo, y todo cuanto está en él, es un estado per-
petuo de conversión, un estado de perpetuo cambio progresi-
vo, de desarrollo. Es el proceso de la evolución. Las infinitas
potencialidades del Espíritu se están desarrollando siempre, en
períodos apropiados de actividad, que alternan con períodos de
reposo. Estos corresponden a nuestra vida terrena, y sus muer-
tes, nuestras existencias objetivas y nuestras desapariciones pe-
126 Capítulo x

riódicas (desde un punto de vista terrenal), a los reinos de la


subjetividad, el Devachan.
El fin de este proceso, en lo que se refiere a un hombre in-
dividual (Ego), ocurre cuando éste ha completado su trayecto
evolutivo como hombre, es decir, cuando ya está preparado para
avanzar hasta el siguiente estadio de la conversión. Antes de
entrar en ese estadio, sin embargo, entra en un largo reposo, un
período de pura existencia subjetiva, conocido como Nirvāna,
correspondiente al Devachan entre las vidas terrenas. Igualmen-
te, todo nuestro sistema, con todo cuanto hay en él, entrará en
un estado nirvánico (pralaya) al final de su período de actividad
(manvantara). Un hombre, puede, incluso alcanzar un estado
similar durante su existencia terrena estableciendo un contacto
permanente consciente con su Ego espiritual. Esto se conoce
como Samādhi y se consigue durante una profunda meditación
prolongada, además de tener un alto grado de pureza física.
En la condición nirvánica, cuando el hombre se identifica
con el Yo persistente del Cosmos, se halla virtualmente en el
estado de inmortalidad. Algunos extractos de Las Cartas de los
Mahātmas se extienden sobre este tema.
Hemos oído hablar del Ego, la tríada superior, descrita como
inmortal, y ciertamente lo es cuando la comparamos con nues-
tra efímera vida terrena. Pero, como hemos dicho, nada de la
existencia, y hemos de considerar una existencia como una enti-
dad incluso para nuestro Ego, en algún estado, dura literalmente
para siempre, aunque su término de vida discreta pueda ser de
millones de años. La vida misma, como la Ley eterna que regula
el ir y venir de los Universos, puede decirse que es intermina-
ble, pero solo debido a nuestra comprensión limitada aparece
como una abstracción virtual. Hay también otro punto de vista:
es decir, que a medida que los humanos evolucionan hasta con-
vertirse en miembros de un estado super-humano, es decir, el de
los Dhyān Chohans, se convierten en miembros de una jerarquía
algo más sobre el ego y la inmortalidad 127

de estos seres, y su conciencia entonces se convierte en la con-


ciencia de la jerarquía. La personalidad restringida ha sido tras-
cendida ya desde hace tiempo. También hay una expansión de la
conciencia cuando la escalera jerárquica es ascendida hasta que
el Cosmos mismo se puede abrazar. Incluso el Cosmos, como
hemos visto, está sujeto a la existencia cíclica en una forma ma-
nifestada periódica.
Respecto a la inmortalidad tal y como la consideramos, el
Maestro tuvo esto para decir:

La completa y verdadera inmortalidad —que significa una


existencia senciente ilimitada, no puede tener ni grietas ni
interrupciones, ni detención de la conciencia de sí mismo.
(CM-20-p.182)
A esto añadió:

Llamamos “inmortal” solo a la Vida Una en su congregado


universal y en su íntegra o Absoluta Abstracción; a aquello
que no tiene ni principio ni fin, ni interrupción alguna en
su continuidad. ¿Se aplica este término a algo más? Cier-
tamente no. Por esta razón, los primitivos caldeos tenían
varios prefijos para la palabra “inmortalidad”, uno de los
cuales es el término griego, raramente utilizado, inmortali-
dad paneónica, esto es: que principia con el Manvantara y
termina con el Pralaya de nuestro Universo Solar. Ella per-
dura durante el eón, o “período” de nuestro “pan” o “toda
la naturaleza”; Inmortal es pues aquél en la paneónica in-
mortalidad, cuya clara conciencia y percepción del Ser, bajo
cualquier forma, no sufre ninguna interrupción en ningún
momento, ni siquiera por un segundo, durante el período de
su existencia como Ego. Esos períodos son varios en número
y cada uno tiene un nombre distinto en las doctrinas secre-
tas de los caldeos, de los griegos, de los egipcios y de los
arios;... Por el momento, es suficiente que usted sepa que un
128 Capítulo x

hombre, un Ego, como el suyo o el mío, puede ser inmortal


de una Ronda a otra. Digamos, por ejemplo, que yo empiezo
mi inmortalidad en la presente cuarta Ronda, es decir, que
al haberme convertido en un adepto completo (lo que, por
desgracia, no soy) detengo la mano de la Muerte a voluntad
y cuando, finalmente, tengo que doblegarme ante ella, mi
conocimiento de los secretos de la naturaleza me coloca en
situación de conservar mi conciencia y mi clara percepción
del Ser como objeto reflejo de mi propia conciencia y per-
cepción; y así, evitando toda esa desmembración de princi-
pios que, en general, ocurre después de la muerte física en
el promedio de la humanidad, sigo siendo Koothoomi en mi
Ego durante toda la serie de nacimientos y vidas a través
de los siete mundos y Arūpa-Lokas hasta que, finalmente,
vuelvo de nuevo a esta Tierra entre los hombres de la quinta
Raza, formada por seres de la quinta Ronda en su plenitud.
En ese caso, yo habría sido “inmortal” durante un período
inconcebiblemente largo (para usted) de muchos miles de
millones de años. Y sin embargo, ¿soy “yo” realmente in-
mortal por todo eso? A menos que haga los mismos esfuer-
zos que hago ahora para asegurarme otra licencia semejan-
te a la Ley de la Naturaleza, Koothoomi se desvanecerá y
puede convertirse en un señor Smith o en un Babu inocente
cuando su licencia termine. Hay hombres que se convier-
ten en esos seres poderosos; existen hombres entre nosotros
que pueden llegar a ser inmortales durante el resto de las
Rondas y que luego pueden ocupar el sitio asignado entre
los Chohans más elevados, los “Ego-Espíritus” Planetarios
conscientes. (CM-20C-p.184-5)
Hay muchos aspectos del tema de los estados después de la
muerte sobre los cuales se dio una información que enriquece el
cuadro global. Por ejemplo, hemos empezado ahora a contem-
plar los vastos panoramas del decorado Cósmico, ciertamente
en términos de períodos de tiempo enormemente extensos y se-
algo más sobre el ego y la inmortalidad 129

res a niveles muy exaltados, no incluidos en nuestras concepcio-


nes normales. Sería interesante saber, ante este panorama, si un
recuerdo de todas nuestras vidas pasadas vuelve a nosotros; aquí
tenemos un pasaje que nos lo dice:

Sí; la “plena memoria” de nuestras vidas (del conjunto de


vidas) volverá al final de todas las siete Rondas, en el um-
bral del largo, larguísimo Nirvāna que nos aguarda después
que dejemos el Globo Z. Al final de cada Ronda particular
recordamos solamente la suma total de nuestras últimas im-
presiones, aquellas que habíamos seleccionado, o más bien
aquellas que se han impuesto a nosotros y que nos siguieron
al Devachan. Esas son todas vidas “probatorias” con gran-
des indulgencias y nuevas pruebas que se nos ofrecen en
cada nueva vida. Pero al término del ciclo menor, después
de completar las siete Rondas, no nos espera otra gracia, en
la balanza de la Justicia Retributiva, más que el cáliz de las
buenas acciones, de los méritos, superando al de las malas
acciones y deméritos. Malo, irreparablemente malo debe ser
aquel Ego que no cede ni una pizca de su quinto Principio, y
que tiene que ser aniquilado para desaparecer en la Octava
Esfera. Una pizca, como digo, recogida del Ego Personal, es
suficiente para salvarle del funesto Destino. No así después
de completado el gran ciclo; tanto que se trate de un largo
Nirvāna de Bienaventuranza (por más inconsciente que pue-
da ser, de acuerdo con sus imperfectos conceptos); después
de lo cual, la vida como un Dhyān Chohan durante todo un
Manvantara, o bien el “Avītchi Nirvāna” y un Manvantara de
sufrimiento y Horror como un — (usted no debe oir la pala-
bra ni yo pronunciarla ni escribirla). Pero “ésos” no tienen
nada que ver con los mortales que pasan a través de las siete
esferas. El Karma acumulado de un futuro Planetario es tan
magnífico, como terrible es el Karma acumulado de un —
¡Ya es suficiente! He dicho demasiado. (CM-23B-p.245)
130 Capítulo x

En cuanto a lo que es un “Planetario”, los Maestros nos die-


ron algunas descripciones. Éstas y el significado de las Rondas
se explican en el Apéndice.
En este capítulo hemos aprendido algo más sobre las fases
alternas de causa y efecto de la existencia que no solo nos afec-
tan en nuestros días y noches de actividad normal y reposo, sino
que están relacionadas con los mundos, que también tienen sus
principios internos, sus correspondientes períodos de actividad
y descanso y, en terminos más largos, sus períodos de vida y su
muerte, con un retiro, como nosotros, en la subjetividad, no en
la total aniquilación.
El Ego en el hombre disfruta una existencia casi indefinida
como entidad espiritual, pero no es duradera del todo. Incluso su
largo período de vida tiene un final.
Los Globos, e incluso los universos tienen, a su vez, una tría-
da espiritual, una correspondencia con el Ego del hombre: la
suma total, por así decirlo, de todos los Egos que ha producido y
nutrido. Solo hay Una Vida en el Cosmos, y todo en él participa
de ella, incluidos los Egos durante su período.
La Causa y Efecto son una interminable continuidad, un as-
pecto de la ley que siempre persiste. Todo, tanto lo grande como
lo pequeño, tiene su Ser como resultado de ello. Todos nosotros,
los humanos, sub-humanos y post humanos, incluso los más ele-
vados, somos sus súbditos, pero existe Aquello que no conoce
final, de lo cual todo procede y a lo cual todo retornará. Y allí,
como nos ha dicho el Maestro, está la única verdadera inmor-
talidad, que se halla mucho más allá de nuestra imaginación o
comprensión.
CAPÍTULO XI

Las Llaves de la Vida

En una de sus cartas, los Maestros hicieron la afirmación pa-


radójica de que“aquél que tiene las llaves de los secretos de la
Muerte posee también las llaves de la Vida”. Posiblemente antes
de leer este libro, esta frase podría parecer carente de sentido.
Ahora, aunque no podemos asegurar que tengamos las llaves
de los secretos de la muerte, sí tenemos muchas ideas sobre el
tema que no teníamos al principio. Estas ideas nuevas deben
haber ampliado, y posiblemente reorientado considerablemente,
nuestro modo de pensar.
Ahora nos hemos acostumbrado a la idea de una intermina-
ble continuidad en el gran proceso de la vida, con sus períodos
alternativos de actividad y reposo, y de un proceso constante
de causa y efecto. Dentro de ese proceso hemos visto cómo las
cosas aparecen en los reinos objetivos desde los subjetivos (para
nosotros), y después retornan del Ser al no Ser. Estos mundos
del no Ser son, para nosotros, subjetivos, pero son los mundos
del poder, de la energía constructora y destructora, del principio
animador de la vida, la fuente de todo dinamismo.
Al hablar de nuestros principios superiores hemos utilizado
palabras como divino e inmortal. Hemos visto que, mientras el
proceso global de la Naturaleza no tiene fin, sin embargo hay
manifestaciones periódicas en la objetividad del universo y de
132 Capítulo xi

todo cuanto en él está contenido, y su retirada periódica a las


profundidades internas. Hemos visto que este proceso se refleja
en el hombre. Él, como hombre terrenal, tiene sus días de ac-
tividad en la vida de la tierra y sus noches de recuperación y
asimilación en el sueño de los mundos no físicos, y los unos se
alternan con los otros. Cada ciclo del día y de la noche es análo-
go a nuestra vida en la tierra y al período después de la muerte.
La enseñanza nos dice que el Cosmos es un conjunto vivien-
te, y que todo en él está vivo, dando expresión, a su manera, a
una Vida Universal. Se nos habla de la estructura jerárquica del
Cosmos a distintos niveles o planos del Ser. Los seres que com-
prenden estas jerarquías van, igual que los planos, desde el físi-
co hasta el más espiritual. Los seres inferiores (los Elementales)
son, junto con los elementos, los constituyentes esenciales de la
Naturaleza rudimentaria. Están asociados, tanto con el mundo
interno, como con el externo; se hallan en la base de toda la
manifestación. De éstos pasamos por muchas gradaciones del
ser, y de los seres, a través del hombre hasta las entidades angé-
licas o incluso semejantes a dioses, a medida que uno se acerca
a la cima de la pirámide de las vidas. A cada nivel del Ser las
vidas de los niveles inferiores se someten a las del nivel inme-
diatamente superior. De esta manera, la inteligencia lo gobierna
todo. Las entidades superiores son, a la vez, los creadores y los
directores de todas las cosas existentes.
El progreso evolutivo, basado en la experiencia colectiva de
una infinidad de cosas vivas desde el principio de los tiempos,
tiene como resultado el desarrollo ordenado, la expansión y el
crecimiento. Lo que existe en el presente está siendo transfor-
mado continuamente en lo que será en el futuro. Es como si el
momento presente fuera una sección hecha en un instante de-
terminado a través de este proceso. Por ejemplo, ahora somos
el resultado de todos nuestros ayeres, y lo que somos y lo que
hacemos ahora creará nuestros mañanas. Este proceso es inevi-
table e inexorable; es la Ley.
las llaves de la vida 133

Hemos aprendido cosas sobre esta Ley (Karma), porque se


aplica a la condición después de la muerte. Actúa en todos los
reinos del Ser; tiene un aspecto moral que afecta a las conse-
cuencias de cualquier acto o incluso pensamiento; es tan cierta
en su acción como lo pueda ser cualquier ley física del movi-
miento. Las operaciones de esta Ley son inmensamente com-
plejas. Ninguna mente humana puede comprender su compleji-
dad lo suficiente como para predecir el futuro, a menos que sea
de una manera muy general, ni para predecir de manera precisa
el resultado de ningún acto con certeza.
Volviendo a nosotros, hemos visto algo de nuestra constitu-
ción total, espiritual, mental, emocional y física. Ahora cono-
cemos nuestras capacidades psíquicas y mentales, que actúan
en nosotros a través de nuestros principios Kāma y Manas.
Hemos seguido el destino de estos principios hasta los estados
posteriores a la muerte. Hemos visto también algo que puede
tener una importancia inestimable para nosotros: en nuestra
vida personal cada uno de nosotros está seguido de cerca por
lo que solo podemos considerar como una entidad divina, por
nuestro Ego superior. Hemos visto también que este Ego supe-
rior es un reflejo, tal vez microcósmico —en cualquier término
dimensional que se nos pueda ocurrir— de los principios supe-
riores macrocósmicos universales del Ser esencial.
Así, individualmente, cada uno de nosotros tiene esta esen-
cia perdurable del Ser esencial, sobre la cual, sin embargo, sa-
bemos muy poco en nuestra vida corriente. Hemos visto en este
libro que es esta esencia del Ser lo que, de hecho, constituye la
sede de todas nuestras funciones vitales y de nuestra concien-
cia misma como seres vivos. Nuestro funcionamiento activo
procede de este Principio universal dinámico en cuyo límite,
literalmente, todo se mueve y tiene su Ser. Mediante procesos
de diferenciación y de transformación que descienden hasta los
planos de la existencia, esta Vida Una se convierte en todo lo
134 Capítulo xi

que conocemos. En último término constituye, por procesos de


diferenciación que descienden a través de los planos, en nuestro
mundo objetivo, y en todo cuánto hay en él, con lo cual estamos
tan familiarizados gracias a nuestros sentidos. También consti-
tuye los mundos internos y todo cuanto hay en ellos.
Cuando estamos inmersos en las actividades del mundo de
la objetividad, nuestro ser natural nos parece estar totalmente
relacionado con él. Sentimos físicamente que somos de su natu-
raleza. Hemos aprendido, sin embargo, que nuestra naturaleza
interna constituye nuestra vida, igual que nuestro cuerpo. Cono-
cemos los dos mundos: el que conocemos a través de nuestros
sentidos físicos de percepción, y el que percibimos a través de
nuestros sentidos internos de respuesta y apreciación. Conoce-
mos cosas de los dos mundos a través de una conciencia cen-
tral, nuestra unidad de conciencia. Conocer es un resultado de
algo, de una impresión visual o una sensación, o incluso de un
pensamiento, que se registra en nuestra conciencia. El conoci-
miento adquirido es cuando recordamos nuestras impresiones,
conseguidas de la forma que sea. Cada uno de nosotros, en el
sentido interno, es una unidad de conciencia. Podríamos definir
la conciencia como la capacidad de estar alerta. Esta unidad de
conciencia es, en lo que respecta a nosotros, nuestro Ser último,
es el último Sujeto. Es el conocedor que, por decirlo así, no pue-
de ser conocido. Nunca puede ser objetivo para nosotros. Este
último “Yo” es, tal vez, el gran misterio de la existencia —el
incognoscible último. Se dice que podemos ser conscientemente
Eso, el “Yo” indefinible universal, y cuando lo somos, somos,
por decirlo así, Dios. Estamos entonces en el estado de la inmor-
talidad nirvánica.
Las enseñanzas nos dicen que nuestras facultades superiores
son capaces de una tremenda expansión mediante la purificación
y el refinamiento, y que uno de los propósitos de nuestra vida en
esta tierra es el de acabar acondicionando nuestros vehículos fí-
las llaves de la vida 135

sico y psíquico, para convertirlos en vehículos adecuados para la


recepción y expresión de las maravillas y poderes inimaginables
del Espíritu que todo lo impregna.
Por consiguiente, estamos todos aquí en este viaje evolutivo
con una finalidad. No es solo un viaje físico, es también un viaje
psíquico y espiritual. Estamos aprendiendo, primero, a hacernos
verdaderamente humanos, después aprendemos a hacernos su-
perhumanos, en todos los sentidos, y finalmente a convertirnos
en Dioses.
Acabamos nuestro relato de los procesos posteriores a la
muerte con algunas ideas sobre la inmortalidad. Seguramente
no podemos concebir en ningún término real y con nuestra men-
te ordinaria lo que esto pueda ser, pero hemos visto que es una
existencia de conciencia continua, aunque no necesariamente en
términos de alguna conciencia que conozcamos ahora, sino como
una conciencia que prosigue, sin interrupción alguna, a través de
las eternidades del tiempo. Sin embargo, incluso éstas obedecen
a la ley cíclica. Hemos visto un proceso vasto y virtualmente sin
fin, del cual formamos parte todos nosotros y en el que cada uno
de nosotros en nuestra etapa humana embriónica está alimenta-
do de tal manera que podamos tomar parte en niveles cada vez
más ascendentes del Ser, primero como nosotros mismos y des-
pués como miembros de una jerarquía compuesta de entidades
cada vez más grandes y superhumanas. La panorámica de este
viaje post humano es tan grande que se halla más allá de nuestra
imaginación. Este parece ser el mensaje transmitido en las bre-
ves palabras de los Maestros de que “aquél que tiene las llaves
de la Muerte posee también las llaves de la Vida”. Las mismas
ideas evocadas por lo que hemos leído seguramente nos liberan
ya de las limitaciones entorpecedoras de nuestra personalidad
cotidiana. Son estas ilusiones las que nos encarcelan, a lo que
hemos de morir si queremos volver a nacer en espíritu y entrar
en la vida sin límites, en la Realidad Misma.
APÉNDICE

Información General Suplementaria

En los voluminosos escritos de H.P. Blavatsky y en Las Car-


tas de los Mahātmas a A.P. Sinnett, se ha dado también mucha
más información respecto a lo que ocurre después de la muerte,
con mucho material de apoyo. El objetivo de este libro no ha
sido el de presentar todo este material, sino el de hacer resaltar
el tema para darle al lector general una historia conectada ra-
zonablemente clara, con algunas referencias a los libros de los
cuales se ha extraído todo.
Sin embargo, cierto material adicional al que se ha dado en
el contexto básico del libro quizás ayude a dar una idea del mar-
co más amplio donde encajan los estados post mortem, y pue-
da contribuir a clarificar temas relacionados con ellos por los
Maestros, pero no explicados por completo en los extractos.

La información de este Apéndice trata de:


1.- La inconsciencia después de la Muerte.
2.- Cadenas, Globos (Planetas), Rondas y Razas.
3.- La Constitución del Hombre.
4.- Los Habitantes de los Mundos Internos.
5.- Las Dimensiones de los Habitantes del Devachan.
6.- Elementos y Elementales.
apéndice 137

7.- Kāma, Rūpa y Arūpa-Lokas (Devachan)


8.- El Karma.
9.- Los Maestros de Sabiduría.
10.- Orígenes, Divinidad y Cosmos.
11.- Los Espíritus Planetarios.
12.- El Espacio.
13.- Recuerdo final de Todas las Vidas, Nirvāna, Reposo Ab-
soluto.

1.- La Inconsciencia después de la Muerte.


Después de repetir la frase: “la conciencia se va tan re-
pentinamente como lo hace la llama de la mecha de una vela
apagada”, se nos dice:

Sople una vela, mi buen amigo. La llama ha abandonado esa


vela “para siempre”; pero las partículas que se movieron,
produciendo con su movimiento la llama objetiva, ¿son ani-
quiladas o dispersadas por eso? Jamás. Vuelva a encender
la vela y las mismas partículas, atraídas por su mutua afini-
dad, volverán al pabilo. Coloque una larga hilera de bujías
sobre su mesa. Encienda una y apáguela; luego, encienda
otra y haga lo mismo; y luego una tercera y una cuarta, y
así sucesivamente. La misma materia, las mismas partículas
gaseosas —que representan, en nuestro caso, el Karma de
la personalidad— serán atraídas por las condiciones que
les facilita su cerilla para producir una nueva luminosidad;
pero ¿podemos decir que la vela n°1 extinguió su llama para
siempre? Ni siquiera en el caso de los “fracasos de la na-
turaleza”, de la inmediata reencarnación de niños e idiotas
congénitos, etc.... podemos decir que se trata de idénticas
ex-personalidades; aunque el total del mismo principio vital
e idénticamente el mismo Manas (quinto principio) se rein-
138 apéndice

corpore a un nuevo cuerpo y pueda ser llamado realmente


una “reencarnación de la personalidad”, mientras que en el
renacimiento a la vida kármica de los Egos procedentes de
los Devachanes y de los Avītchis son solo los atributos es-
pirituales de la Mónada y su Buddhi los que renacen. Todo
lo que podemos decir de los “fracasos” reencarnados es
que son los Manas reencarnados, el quinto principio (de la
personalidad anterior), pero ciertamente no podemos decir
que sean las reencarnaciones (de personalidades anterio-
res). (CM-23B-p.247)

2.- Cadenas, Globos (Planetas), Rondas y Razas.


En las Cartas de los Mahātmas se mencionan las Cadenas,
los Globos, las Rondas, las Razas e incluso los Anillos. Todos
estos términos se refieren a las etapas de desarrollo de nuestra
Tierra (o de cualquier otro Globo). De la misma manera que el
hombre tiene un sistema de herencia para sus principios inter-
nos, que continúan de una vida a otra, correspondiendo a los ge-
nes un nivel físico y a los skandhas a niveles internos, igual pasa
con los planetas. Mueren y se “reencarnan” —y el anterior es el
padre del actual. Todos los principios del difunto se transfieren
a la forma del nuevo.
La doctrina dice que cada Globo físico como nuestra Tierra
tiene seis Globos compañeros invisibles en los reinos subjetivos
(no reconocidos por la ciencia física). Estos seis Globos invisi-
bles corresponden a los principios del hombre. Los Globos se
representan en los diagramas como círculos. Estos se organizan
en pares, en tres de los llamados planos de manifestación. Hay
cuatro de estos planos que corresponden al cuaternario inferior
en el hombre. El inferior es el físico objetivo, y ahí nuestro Glo-
bo, la Tierra, está representado por un círculo. Este es el único
Globo físico objetivo de nuestra Cadena o Sistema.
apéndice 139

Los Globos interpenetran el físico, es decir, ocupan el mismo


espacio. La serie de los siete Globos se denomina una Cadena.
Cada Globo tiene una letra que va de la A a la G (o a veces a la
Z). Se dice que durante la vida de una Cadena, y por consiguien-
te de nuestra Tierra, la oleada de vida pasa por toda ella, visi-
tando cada Globo, uno tras otro, y después pasando al siguiente,
siete veces. Cada ciclo de éstos se llama una Ronda. Durante el
progreso de la oleada de vida por la cadena y durante el tiempo
en que está visitando un Globo, se dice que ese Globo alimen-
ta a siete Razas-Raíz de hombres. Cada Globo tiene también
sus “hombres” y las contrapartidas de los habitantes de nuestros
reinos, y en la tierra cada reino está desarrollado a su vez. En
nuestro planeta ha habido cuatro Razas-Raíz; estamos ahora en
la quinta Raza-Raíz.
En sus Cartas, los Maestros hacen a veces referencia a los
hombres que vuelven a nacer en este (nuestro) planeta, la Tierra,
o en otro. En este sentido, el otro planeta tal vez esté más allá,
en nuestro sistema de Cadenas, digamos el Globo E, o puede ser
incluso un Globo de otra futura Cadena. Las Cadenas se suce-
den la una a la otra, igual que pasa con las personalidades de los
hombres, y hay también, como hemos visto, un lazo de causa y
efecto entre ellas mediante los principios transferidos (como los
skandhas en el caso del hombre).

3.- La Constitución del Hombre.


Cuando se dio la información sobre el Huevo Aúrico, se in-
trodujeron clasificaciones y numeraciones alternativas de los
principios, al hablar de los diferentes aspectos de la constitución
del hombre, pero la clasificación septenaria dada anteriormen-
te se usa consistentemente, no solo en todas las Cartas de los
Mahātmas, sino en la mayor parte de la abundante literatura de
HPB. La explicación de los Maestros de lo que ocurre cuando
140 apéndice

morimos no puede entenderse en términos de otras clasificacio-


nes porque, entre otras razones, la enumeración de los princi-
pios es distinta. Así, para los fines de esta explicación de nues-
tras aventuras post mortem, el hombre se considera como un ser
septenario. Los siete principios, sin embargo, están divididos
no solo en duadas y tríadas sino también en grupos: cuatro de
estos principios comprenden al hombre personal y tres de ellos
al hombre espiritual individual, el Ego. Esta distinción tiene
grandes ramificaciones y tiene que tenerse siempre en cuenta.
En lo que respecta a este libro, aparte de los estados después
de la muerte, la clasificación que aquí se da es importante si
queremos entender las explicaciones de los Maestros sobre los
fenómenos psíquicos y espiritistas.

4.-Los Habitantes de los Mundos Internos


El Maestro nos dio información sobre las clases de habitan-
tes de los reinos internos y subjetivos del Ser. Usando términos
sánscritos, son los siguientes:
l.- Rūpa-devas (Dhyān Chohans con forma)
2.- Arūpa-devas (Dhyān Chohans sin forma)
3.- Pisāchas (espíritus, de dos principios)
4.- Mara-Rūpa (destinados a la muerte; de tres principios)
5.- Asuras (Elementales de forma humana)
6.- Bestias (Elementales animales; segunda clase)
7.- Rakshasas (Demonios; Almas o Formas Astrales de ma-
gos)
Son estos siete grupos los que forman las divisiones prin-
cipales de los Moradores del mundo subjetivo de nuestro
alrededor. Son los del primer apartado los que constituyen
los Gobernantes inteligentes de este mundo de la Materia,
y que, con toda esta inteligencia, no son más que los instru-
apéndice 141

mentos ciegamente obedientes del UNO; los agentes activos


de un Principio Pasivo. (CM-16-p.153)

5.- Las Dimensiones de los Habitantes del Devachan.


Se ha preguntado también si las etapas de la subjetividad es-
taban relacionadas con estadios de la materia. El Maestro dijo
que era difícil ver qué quería decir el interrogador, pero siguió
diciendo:

Si se supone que en el Devachan el Ego pasa por todos es-


tos estados de materia, la respuesta sería entonces que la
existencia en el séptimo estado de materia es el Nirvāna y no
las condiciones devachánicas. Si bien la humanidad está en
diferentes etapas de desarrollo, pertenece sin embargo a las
condiciones tridimensionales de la materia. Y no hay razón
para que en el Devachan el Ego varíe sus “dimensiones”.
(CM-86-p.578)
Seguramente esto se aplica a la naturaleza del ambiente y de
los compañeros creados subjetivamente de los que habitan en el
Devachan, no a los habitantes en sí mismos, porque tienen que
carecer de dimensiones en cualquier sentido que esa palabra se
aplique a la realidad física.

6.- Elementos y Elementales.


Se dice que los planos son de una materia de un grado ade-
cuado, de varios tipos y de varios estados. Estos son los Elemen-
tos, comúnmente considerados al estilo arcaico como Tierra,
Agua, Aire y Fuego. La doctrina dice que todos los elementos
conocidos, de hecho, derivan de estos. Se puede ver, sin embar-
go, en que ni siquiera el plano interno más inferior o más tosco
puede afectar a algún instrumento de medición física, por más
sensible que sea.
142 apéndice

Hay un grado o un modo de conciencia perteneciente a cada


plano, relacionado con los seres de ese plano. Todos estos seres
tienen sus propias características, que se reflejan en las condi-
ciones, cualidades y características de las cosas y del hombre,
no solo a nivel físico sino también a los niveles psíquico, men-
tal y espiritual. Estas características comprenden una serie de
correspondencias de cualidades que se reflejan, por ejemplo,
en la naturaleza de los planetas de nuestro sistema solar. Todo
el diseño cósmico es un todo integrado. Las cualidades que se
mencionan son, por ejemplo, el color, los estados de la mate-
ria (es decir, sólido, líquido, gaseoso) y los que constituyen los
temperamentos humanos y sus facultades y principios, es decir,
de sentir y de pensar. Otra correspondencia es la escala de tonos
musicales.
Los seres invisibles que comprenden estos planos se hallan,
como todo lo demás en el Cosmos, en distintas etapas del de-
sarrollo evolutivo. Estas etapas están tipificadas por nuestros
reinos de la naturaleza. Reconocemos el reino mineral, vegetal
y animal, y la humanidad representa un reino separado. La doc-
trina esotérica, sin embargo, revela tres reinos por debajo del
mineral y tres por encima del humano. Los que están por debajo
del mineral se llaman los Reinos Elementales, y comprenden se-
res primitivos no materiales (no físicos) en tres etapas distintas
de desarrollo. Los seres de los reinos que se hallan por encima
del reino humano son esos Grandes Seres que han superado la
necesidad de tener un cuerpo físico. Representan el papel de los
arquitectos y directores de los grandes procesos del desarrollo
cósmico, siempre dentro de la Ley, mientras que los Elementa-
les son los obreros que les obedecen, por así decirlo.
Los elementales son, en cierto sentido, espíritus de la na-
turaleza, centros de fuerzas, que se encuentran detrás de todos
los fenómenos físicos. Son las “almas” de los Elementos. Nada
apéndice 143

puede ocurrir sin ellos. Los reinos son jerarquías de vidas, y


cada una está para servir a la inmediatamente superior a ella.

7.- Kāma, Rūpa y Arūpa-Lokas.


También se ha dado cierta información más amplia sobre los
estados subjetivos del Kāma-Loka y del Rūpa y Arūpa-Loka o
Devachan. El Kāma-Loka es el nivel siguiente por encima de
nuestra tierra, figurativamente llamado a veces “atmósfera”, el
lugar de los más densos restos humanos no físicos y algunos
de los elementales. Está tan cerca de la tierra que a veces se le
describe como semi-físico.
El Rūpa-Loka es el estado más inferior del Devachan. Los
mundos internos están divididos a grandes rasgos en dos nive-
les, el Rūpa y el Arūpa. El nivel Rūpa es donde los habitan-
tes (subjetivos para nosotros, por supuesto) tienen formas; por
ejemplo formas de pensamiento que pueden ser vistas por los
clarividentes, los elementales o mayavi-rupas (ver Glosario).
Los niveles Arūpa son los más subjetivos, el lugar de los proce-
sos del pensamiento (que no usan símbolos o imágenes, etc.) y
son abstractos, es el plano de las experiencias espirituales, como
la devoción, la aspiración, etc.:

El Devachan es un estado, no un lugar. Kāma-Loka, Rūpa-


Loka y Arūpa-Loka son las tres esferas de espiritualidad
ascendente, en las cuales los diferentes grupos de entidades
subjetivas encuentran sus atracciones. En el Kāma-Loka
(la esfera semi-física) moran los cascarones, las víctimas
de accidente y los suicidas; y esta esfera está dividida en
innumerables regiones y subregiones que corresponden a
los estados mentales de los que allí llegan a la hora de la
muerte. (CM-25-p.286)
144 apéndice

Se explica que desde el Kāma-Loka, los Egos van o bien al


Devachan, o bien al Avītchi, sobre el que nos dicen:

Y esos dos estados se diferencian de nuevo ad-infinitum,


y sus grados ascendentes de espiritualidad obtienen sus
nombres de los Lokas que los producen. Por ejemplo, las
sensaciones, percepciones e ideaciones de un morador del
Devachan en el Rūpa-Loka serán, naturalmente, de una na-
turaleza menos subjetiva de lo que serían en el Arūpa-Loka;
y en ambos casos las experiencias devachánicas variarán
en su presentación ante la entidad-sujeto, no solo en lo que
se refiere a la forma, el color y la substancia, sino también
en sus potencialidades formativas. Pero ni siquiera la expe-
riencia más exaltada de una Mónada en el estado devachá-
nico más elevado, en el Arūpa-Loka (el último de los siete
estados) puede compararse con aquella condición perfec-
tamente subjetiva de pura espiritualidad, de la cual emerge
la Mónada para “descender a la materia” y a la cual debe
retornar al final del gran ciclo. Ni el mismo Nirvāna es com-
parable al Para-Nirvāna. (CM-25-p.287)
Las Cartas de los Maestros estaban dirigidas a hombres, so-
bre todo al Sr. Sinnett, para quien casi todas las ideas expresadas
en ellas eran nuevas y extrañas, especialmente con el trasfondo
del pensamiento religioso convencional de la época. Se hicieron
muchas preguntas suplementarias que obligaron al Maestro a
responder largamente con explicaciones como las que hemos
citado, pero cada respuesta, aunque fuera consecuente con la
línea de la tesis general, enriquece más nuestros conceptos de
nueva formación y nos ayuda a formular un cuadro más comple-
to. Aquí tenemos información de este tipo:

La estancia en el Devachan es proporcional a los impulsos


psíquicos inconclusos originados en la vida terrena: aque-
llas personas cuyas atracciones fueron predominantemente
apéndice 145

materiales serán atraídas más pronto hacia el renacimiento


por la fuerza de Tanha... (CM-25-p.288).
Se nos da más información sobre este estado intermedio en la
medida en que nos afecta individualmente:

El mundo inferior de efectos es la esfera de esos Pensamien-


tos distorsionados (ideas convencionales de “infierno y pur-
gatorio, de paraísos y resurrecciones... todo caricaturas”);
de los conceptos y las imágenes más sensuales; de las dei-
dades antropomórficas, expresiones externas de sus crea-
dores, las sensuales mentes de personas que nunca pasaron
de su etapa animal en la tierra. Si se tiene en cuenta que los
pensamientos son cosas —que tienen tenacidad, coherencia
y vida, que son entidades reales— lo demás resultará claro.
Desencarnado, el creador es atraído de un modo natural
hacia su creación y hacia sus criaturas, absorbido por el
Máelstrom desencadenado por sus propias manos... (CM-
9-p.71).
Este texto nos dice claramente que nosotros somos los que
nos creamos las condiciones de la primera etapa después de la
muerte. En algunos casos excepcionales, como hemos visto, el
difunto es consciente en este reino, el Kāma-Loka, cuando su
cuerpo de conciencia durante este tiempo es el Kāma-Rūpa, que
se forma después de la muerte.
Se nos dan dos puntos para aclararlo:

Entre el Kāma-Loka y el Rūpa-Loka hay un lugar, la mo-


rada de Mara 1 (la Muerte). Mara llena de pasión y de codi-
cia, destruye todos los principios virtuosos como una piedra
muele el grano. (CM-16-p.151)

1  Es la imagen alegórica de la esfera llamada “El Planeta de la Muerte”,


el remolino donde desaparecen las vidas condenadas a la destrucción.
Esa lucha tiene lugar entre los Kāma y Rūpa-Lokas.
146 apéndice

Cada “mundo” de éstos dentro de la Esfera de Efectos tiene


un Tatágata o “Dhyān Chohan” para protegerlo y vigilarlo,
no para interferir en sus actividades. (CM-16-p.153)
Hay más cosas sobre estos reinos subjetivos y sobre lo que
les ocurre a los principios del hombre cuando muere:

Los mundos de los efectos no son lokas o lugares. Son la


sombra del mundo de las causas, sus almas —mundos que,
al igual que los hombres, poseen sus siete principios que se
desarrollan y crecen simultáneamente con el cuerpo. Así,
el cuerpo del hombre está unido y permanece para siem-
pre en el cuerpo de su planeta; su principio vital individual,
el jivātma, aquello que en fisiología se llama tendencias
animales, retorna, después de la muerte, a su origen —Fo-
hat; su linga Sharīra quedará absorbido en el Akasha; su
Kāma-Rūpa se mezclará de nuevo con el Shakti universal
—la Fuerza de Voluntad, o energía universal; su “alma ani-
mal”, que tomó prestada del aliento de la Mente Universal,
revertirá a los Dhyān Chohans; su sexto principio, ya sea
atraído o rechazado por la matriz del Gran Principio Pa-
sivo, debe permanecer en su propia esfera, sea como parte
de la materia bruta, sea como una entidad individualizada,
para renacer en un mundo superior de causas. El Séptimo le
hará dejar el Devachan y seguir al nuevo Ego a su lugar de
renacimiento... (CM-13-p.103)
Y después otras afirmaciones suplementarias:

Todo es una misma Ley. El hombre posee sus siete princi-


pios, cuyos gérmenes lleva consigo al nacer. Así también los
tiene un planeta o un mundo. Desde la primera a la última
esfera, cada una de ellas tiene su mundo de efectos, y el paso
por ellos proporcionará un lugar de reposo final a cada uno
de los principios humanos, exceptuando el séptimo. (CM-
13-p.105)
apéndice 147

Después viene una descripción de los grandes ciclos cósmi-


cos de actividad y reposo, y sus paralelos en el caso del hombre:

Nosotros sabemos que los períodos de actividad y de re-


poso se suceden unos a otros en todas las cosas de la na-
turaleza, desde el macrocosmos con sus Sistemas Solares
hasta el hombre y su madre tierra, que tiene sus períodos
de actividad seguidos por los de reposo; y, en resumen, que
toda la naturaleza, igual que sus formas vivas engendradas,
tiene sus períodos de recuperación. Lo mismo ocurre con
la individualidad espiritual, la Mónada, que pone en movi-
miento su rotación cíclica de descenso y ascenso. Los pe-
ríodos intermedios entre cada gran “ronda” manvantárica
son proporcionalmente largos para compensar los millares
de existencias pasadas en diferentes Globos; mientras que
el tiempo destinado entre cada “nacimiento de una raza”
—o anillos— como usted los llama, es suficientemente largo
como para compensar cualquier vida de lucha y sufrimien-
to durante ese lapso de tiempo transcurrido en la felicidad
consciente después del renacimiento del Ego. Imaginar una
eternidad de felicidad o de infortunio y compensarla con
cualquier acción concebible de mérito o demérito de un ser
que pueda haber vivido encarnado durante un siglo, o in-
cluso un milenio, solo puede tenerlo en cuenta aquel que
nunca ha comprendido la tremenda realidad de la palabra
Eternidad, ni se ha detenido jamás a pensar en la ley de
justicia y equilibrio perfectos que penetra la naturaleza...
(CM-12-p.98)

8.- El Karma.
Existe el Karma de mérito y el Karma de demérito. El Karma
no castiga ni premia; es sencillamente la Ley Universal Una que
gobierna sin errores y, por así decirlo, ciegamente, a todas las
demás leyes que producen ciertos efectos en los surcos de sus
148 apéndice

respectivas causas. Cuando el budismo dice que “el Karma es


esa esencia moral (de cualquier ser) que es lo único que sobre-
vive a la muerte y continúa en la transmigración” o reencarna-
ción, simplemente significa que no queda nada después de cada
personalidad sino las causas producidas por ella; causas que no
mueren, es decir, que no pueden ser eliminadas del Universo
hasta que se sustituyan por sus efectos legítimos, y sean reem-
plazadas por ellos, y estas causas —a menos que se compensen
durante la vida de una persona que las produjo con unos efectos
adecuados— seguirán al Ego reencarnado y le alcanzarán en
su siguiente encarnación hasta que se restablezca del todo una
armonía entre las causas y los efectos. Ninguna “personalidad”
—un simple haz de átomos materiales y de características ins-
tintivas y mentales— puede naturalmente continuar, como tal,
en el mundo del Espíritu puro. Solo lo que es inmortal, en su
naturaleza misma, y divino en su esencia, es decir, el Ego, puede
existir para siempre. Y es ese Ego el que escoge a la persona-
lidad a la que le dará forma, después de cada Devachan, y que
recibe a través de estas personalidades los efectos de las causas
kármicas producidas. Es, por consiguiente, el Ego, ese yo que es
la “esencia moral” del que se hablaba, y el Karma en sí, “lo que
únicamente sobrevive a la muerte”.

... la Ley última del Universo, la fuente, el origen y el pun-


to de partida de todas las demás leyes que existen en toda
la Naturaleza. El Karma es la ley inequívoca que ajusta el
efecto a la causa, en los planos físico, mental y espiritual del
Ser. Como ninguna causa queda sin su debido efecto desde
la más grande a la más pequeña, desde una perturbación
cósmica hasta el movimiento de vuestra mano, y como lo
semejante produce lo semejante, el Karma es esa ley invisi-
ble y desconocida que ajusta con sabiduría e inteligencia y
de manera equitativa cada efecto a su causa, remontándose
apéndice 149

con éstas hasta su causante. Aunque ella sea no conocible,


su acción se puede percibir. (CT, XI)

9.- Los Maestros de Sabiduría.


Todo cuanto se ha dicho en este libro se basa en la autoridad
de los dos Maestros que nos dieron la información. Parte de
ello no había salido nunca a la luz pública, ni se había presen-
tado con un lenguaje simple de manera tan ordenada. Quienes
o qué son los Maestros se convierte en un tema de importancia
fundamental. Se dice que los Maestros de Sabiduría de los que
habla este libro son hombres que han merecido entrar en los rei-
nos post humanos. Mantuvieron una correspondencia con A.P.
Sinnett y uno de ellos era el Maestro de H.P. Blavatsky. Habían
llegado a su nivel de Maestros mientras estaban en su cuerpo
físico. En esos momentos se conocían algunos otros, pero este
grado de nivel espiritual es extraordinariamente escaso. Son
solo los seres de este orden de desarrollo psico-espiritual los que
saben qué está ocurriendo en los reinos subjetivos cuando las
formas (como las de los cuerpos de los hombres) desaparecen
al final de su ciclo de la existencia física. Conocen los procesos
y los estados, incluso el contenido, de la conciencia del difunto,
y todos los factores que determinan la naturaleza y condiciones
del renacimiento. Toda la cadena de causa y efecto es conocida
por ellos, incluyendo nuestras numerosas vidas pasadas, que no-
sotros también conoceremos a su debido tiempo.

10.- Orígenes, Divinidad y Cosmos.


Los religiosos podrían argüir aquí algunos puntos respecto al
papel de la Divinidad tanto en la creación como en el gobierno
del Cosmos. La idea corriente es la de que primero existía el lla-
mado Creador. Pero entonces surgen las preguntas: ¿De dónde
procedía este Ser? ¿De dónde procedía su capacidad de imagi-
150 apéndice

nar su propia creación? ¿De dónde procedía la materia necesaria


para crear un universo? Primero el creador y sus facultades de
imaginación, o de capacidad, tienen que haber existido ya, pero
¿es factible postular que el Creador pudiera haber hecho todo
el universo de la nada? Seguramente lo que existe ahora tiene
que haber sido algo previamente, de alguna forma, existiendo
ya anteriormente. El acto de la creación podría ser solo un acto
de transformación de algo que ya existía, en algo distinto. ¿No
es axiomático que algo, cualquier cosa, pueda proceder de ab-
solutamente nada? ¿Se creó este creador a sí mismo? ¿Y a partir
de qué?
Respecto al creador como gobernante del Cosmos, hemos
visto ahora algo de la naturaleza y del funcionamiento de la Ley
y de cómo es inherente en el Ser total —y en todos los seres
contenidos en él— del Cosmos. Todo el proceso cósmico está
ordenado por él, desde dentro.
También hemos visto que, al ser el proceso cósmico intermi-
nable, no podría haber habido nunca un principio ab initio. Todo
lo que es, fue o será siempre, tiene que tener sus antecedentes,
que son en sí mismos los productos de sus antecedentes, y por
esto están condicionados por ellos.
En cuanto a la materia original del Cosmos y al dinamis-
mo original que no cesa nunca (aunque toda manifestación tie-
ne que llegar a un fin temporal), esto se postula como aspectos
duales de un Uno eterno. Toda consideración de ese principio
fundamental y de otros, sin embargo, está fuera de nuestro tema
y nos llevaría a campos de la metafísica más abstracta. Todo
esto está tratado, sin embargo, en los escritos de H.P. Blavatsky,
sobre todo en “La Doctrina Secreta”.
El Cosmos tiene una estructura. Se dice que, como el hom-
bre, es septenario. Hay siete planos o niveles de existencia: uno
objetivo, de materia física, nuestra esfera de actividad normal, y
apéndice 151

otros seis. Éstos son invisibles para nuestros sentidos normales,


y son subjetivos. Cada plano tiene siete subplanos, y cada uno
corresponde en naturaleza con su plano principal respectivo. Se
corresponden con los principios del Hombre y comparten co-
múnmente los mismos nombres sánscritos. En cada plano inter-
no hay seres, también invisibles para nuestros sentidos norma-
les, constituidos para funcionar en ellos.

11.- Los Espíritus Planetarios.


Los Maestros hacían referencia a un “Planetario”. Esto en la
literatura tiene dos significados. Uno es el de la “Gran Entidad”,
el Espíritu de un Planeta. Todo en el Cosmos tiene una Vida, y
esto incluye no solo a los átomos (físicos y otros), sino a los pla-
netas, de hecho a todos los cuerpos celestes. Otro significado es
el de un Ser que se ha licenciado en los estados del Ser y, según
se dice, puede conservar la consciencia total en los enormes es-
pacios interplanetarios, y ser conocedor de los cuerpos celestes
que hay en él.
Hay muchas etapas en los reinos post humanos, y se dan
muchos títulos a quienes los alcanzan. Varían con el lenguaje
nacional o religioso cuyos términos se estén usando. Son Se-
res Celestiales, Regentes, Bodhisattvas, Nirmanakayas, Budas,
Dioses, Arcángeles y Ángeles, etc. La enseñanza dice que todos
ellos tienen que haber sido hombres. El hombre tiene una po-
sición central y única en el diseño evolutivo. Todo lo de nues-
tro esquema aspira a convertirse en hombre. Nuestro sistema
avanza según un esquema en el que el Hombre Celestial es un
modelo arquetípico.

12.- El Espacio.
En respuesta a algunos puntos aludidos en la corresponden-
cia, el Maestro explica:
152 apéndice

El que las moléculas ocupen un lugar en el infinito es una


proposición inconcebible. La confusión nace de la tenden-
cia occidental a dar una interpretación objetiva de lo que
es puramente subjetivo. El libro de Kiu-te nos enseña que
el espacio es el Infinito mismo. Es sin forma, inmutable y
absoluto; igual que la mente humana, que es la inagotable
gestadora de ideas, la mente Universal o Espacio tiene su
ideación que se proyecta en la objetividad en el momento
fijado; pero el Espacio en sí no se ve afectado por eso ... el
infinito no puede concebirse nunca como una serie de adi-
ciones. Siempre que usted hable de su lugar en el infinito,
destrona al infinito y degrada su carácter absoluto e incon-
dicionado. (CM-86-p.579)

13.- Memoria final de todas las Vidas. Nirvāna. Reposo


Absoluto.
Los Maestros nos dan más información sobre esto y también
sobre el estado final de uno que ha completado su ronda de vidas
terrenas: Nirvāna, Parabramam, Reposo Absoluto:

Pero la memoria completa de todas las vidas (terrestres y


devachánicas), es decir, la omnisciencia, solo llega en el mo-
mento del gran final de las siete Rondas completas (a menos
que en el interín, uno se haya convertido en un Bodhisattva,
en un Arhat), significando el “umbral” del Nirvāna un pe-
ríodo indefinido. Naturalmente, un hombre que pertenezca
al ciclo de la séptima Ronda (que complete sus migraciones
terrestres al comienzo de la última Raza y del último Ani-
llo), tendrá que esperar más tiempo en el umbral que uno
de los últimos de esas Rondas. Esa Vida del Elegido entre el
Pralaya menor y el Nirvāna —o mejor dicho, antes del Pra-
laya— es la Gran Recompensa, la más grande en realidad,
puesto que hace del Ego (aunque puede que nunca haya sido
un Adepto, sino simplemente un hombre virtuoso y digno
apéndice 153

en la mayoría de sus existencias) virtualmente un Dios, un


Ser omnisciente y consciente, un candidato a Dhyān Chohan
durante eternidades de eones... Pero basta. Estoy revelando
los misterios de la iniciación. Pero ¿qué tiene que ver el
Nirvāna con los recuerdos de las existencias objetivas? Ese
es un estado todavía más elevado y en el cual se olvidan to-
das las cosas objetivas. Es un estado de reposo absoluto y de
asimilación con el Parabrahm —es Parabrahm en sí. ¡Oh, la
triste ignorancia occidental de nuestras verdades filosóficas
y la incapacidad de vuestros intelectos más brillantes para
calibrar el verdadero espíritu de esas enseñanzas! ¡Qué le
haremos... ¡qué podemos hacer! (CM-25-p.285)

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