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Historia Del Reinado de Sancho IV de Castilla Tomo II

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MERCEDES GAIBROIS DE BALLESTEROS

Historia del Reinado de

Sancho IV de Castilla

Prólogo de Miguel Ángel Ladero Quesada

Tomo II

Boletín Oficial del Estado


Real Academia de la Historia
Mercedes Gaibrois Riaño (París, 18 de sep-
tiembre de 1891-Madrid, 25 de enero de
1960), más conocida como Mercedes Gai-
brois de Ballesteros, fue una escritora, eru-
dita e historiadora colombiana nacionaliza-
da española. En 1910 contrajo matrimonio
con el historiador Antonio Ballesteros
Beretta (1880-1949), por entonces catedrá-
tico de la Universidad de Sevilla. Ambos
se especializaron en el estudio de la histo-
ria española bajomedieval y compartieron
trabajos, esfuerzos e investigaciones. Fue
la primera mujer en ocupar un sillón en la
Real Academia de la Historia el 24 de fe-
brero de 1935, institución de la que doña
Mercedes fue nombrada bibliotecaria per-
petua a la muerte de su esposo.
Especializada en el estudio de personajes
de los siglos XIII y XIV, con su obra Historia
del reinado de Sancho IV de Castilla (edi-
ción de 1922-1928 en 3 volúmenes), que
ahora es coeditada por la Agencia Estatal
Boletín Ofcial del Estado y la Real Acade-
mia de la Historia, obtuvo en abril de 1921
el Premio Duque de Alba , convocado por
la Academia. Sin lugar a dudas, la Historia
representa un hito en la investigación del
periodo, al ser obra monumental que con-
tribuye a clarifcar el devenir de España en
la Baja Edad Media. Para su investigación,
la autora visitó 134 archivos en 90 ciuda-
des españolas, y en el Archivo de la Corona
de Aragón consultó 15.000 documentos.
Tal grado de erudición es compatible con
una prosa clara y elegante, que garantiza el
disfrute al lector no especializado.
HISTORIA DEL REINADO
DE SANCHO IV DE CASTILLA
MERCEDES GAIBROIS DE BALLESTEROS

Historia del Reinado


de Sancho IV de Castilla

Prólogo de MIGUEL ÁNGEL LADERO QUESADA

TOMO II

AGENCIA ESTATAL BOLETÍN ÜFICIAL DEL ESTADO


REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA

MADRID, 2019
Primera edición: septiembre de 2019.

En portada: Privilegio Rodado de Sancho IV. Real Academia de la Historia.


Guardas: Crónica del Rey Sancho El Bravo. Fondo Real Academia de la Historia.
Reinado de Carlos V.

La Agencia Estatal Boletín Oficial del Estado quiere expresar su más profundo
agradecimiento a don Feliciano Barrios, de la Real Academia de la Historia, por su
valioso asesoramiento para la edición de este libro.

© Agencia Estatal Boletín Oficial del Estado y Real Academia de la Historia para esta edición
© Del prólogo, Miguel Ángel Ladero Quesada

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del


copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial
de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidas la reprografía y el
tratamiento informático.

http://cpage.mpr.gob.es

NIPO: 043-19-151-1 (en papel)


043-19-152-7 (en línea, PDF)
ISBN: 978-84-340-2570-7
Depósito Legal: M-25721-2019

Imprenta Nacional de la Agencia Estatal Boletín Oficial del Estado


Avda. de Manoteras, 54. 28050 MADRID
HISTORIA DEL REINADO

DE

SANCHO IV DE CASTILLA
POR

MERCEDES GAIBROIS DE BALLESTEROS

OBRA I,AUREADA POR I,A REAi, ACADEMIA DE !,A HISTORIA

E:,i EL CONCURSO DE 1920, CON EL PREMIO DEL DUQUE DE ALBA

OTORGADO EN LA SESIÓN PÚBLICA

DEL 17 DE ABRIL DE 1921

TOMO II

MADRID
TALLERES ~VOLUNTAD>>, SERRANO, 48
192 8
CAPITULO XI

LAS JUSTICIAS DEL REY

1289-90

(A gasto-marzo)

A la vez que Sancho IV recibía en Burgos aquel mes


de agosto la triste nueva de la derrota y muerte de su Jus­
ticia mayor, llegaban a él otras noticias intranquilizado­
ras (1).
Las gentes revoltosas, los burladores de la ley, los dís­
colos, habían aprovechado, para lograr sus medros, aquel
agitado período en que don Sancho laboró incansable en
los grandes intereses del reino; de este modo, mientras el
monarca procuraba el abatimiento de don Lope, pactaba
con Francia o luchaba con Aragón y los infantes de la Cerda,
en algunas de sus villas y ciudades se habían enseñoreado
la anarquía y el desorden.
Ante estos hechos, don Sancho decide emplear aquella

(1) El 30 de julio está el rey en Burgos (núm. 529). No todo el mes de


agosto debió pasarlo don Sancho en Burgos, pues del día 5 es una carta fe­
chada en Roa, a la catedral de León (Arch. C. León); a 8 de agosto, en
Burgos, da un priv. a la Orden de Santiago (núm. 360); 9 agosto, Burgos,
merced a fray Miguel, comendador de San Antón (Arch. de Simancas,
P. R. 58-17); el 10, carta a la Orden de Calatrava (núm. 26!) y al monas­
t<:rio de Santo Domingo de Madrid (A. H. N.); del 15, mercedes a las
catedrales de Salamanca y Zamora (núms. 262, 263); del 18 y 20, privs. a la
Orden de Santiago (Cax. 18. A. H. N.); el 25, carta a San Millán de la
Cogolla (A. H. N.); el 30, confirmación a la Iglesia de Santander (nú­
mero 265); el 2 de septiembre, todavía en Burgos, da el rey cartas al con­
cejo de León y a San Pedro de Arlanza (núms. 266, 267).
8 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTI!.LA

momentánea tregua en sosegar sus estados; pero ha de obrar


con mano dura.
Los avisos recibidos en Burgos procedían de Badajoz,
donde dos familias enemistadas sostenían empeñada con­
tienda, fruto de añejas rivalidades.
La ciudad de Badajoz, de antiguo dividida entre dos
linajes, desde la época de su repartimiento, se veía ahora
nuevamente agitada por las discordias de bejaranos y por­
tugaleses. El motivo de controversia había sido la posesión
de unos heredamientos, agriándose la disputa hasta el punto
de que, por fin, llegó la querella ante el rey: los portugaleses
acusaron a los bejaranos de aprovechar aquellos términos
cuya propiedad alegaban, no ciertamente seguros de la jus­
ticia de su demanda, sino contando con el apoyo que podría
prestarles en la Corte Alfonso God.ínez, portugalés, como
ellos (1).
En verdad, ·no tenían los querellantes mal padrino.
Alfonso God.ínez, privado del rey, era personaje de gran
relieve. Sancho IV, desde antes de coronarse, le había dis­
pensado su favor, encomendándole después misiones de con­
fianza, como cuando, en 1285, le envió a Jerez con mensaje
para el Benimerín o le autorizaba para distribución de
rentas, recaudar tributos y emplazar litigantes. Godínez
cobraba una de las más crecidas soldadas y recibía conti­
nuas mercedes; prueba de la regia amistad fué, entre otras,
el nombramiento de chanceller del infante don Fernando,
heredero del trono (2).
Alfonso God.ínez continuaba la tradición familiar de
acumular caudales, pues si. su padre don Godino, el rico

(1) La Crónica (pág. 82) llama equivocadamente al privado del rey Al­
fonso Rodríguez, error que sigue Rades y Andrada (op. cit., fol. 12 v.);
pero el nombre del privado es Alfonso Godínez, como se repite en la misma
Crónica, no conociéndose ningún privado con el apellido Rodríguez. Ber­
nabé Moreno de Vargas (en su Historia de la ciudad de Mérida, Madrid,
año 1633), al relatar estos sucesos, le llama Alfonso Godínez; asimismo,
Fita y Femández Guerra (Reciterdo3 de itn viaje a Santiago de Galicia.
Madrid, 1880); la Crónica ms. de la Academia dice: "hauia un priuado
del rey que hauia nome Alffonso Godinez et era portugués et ayudaua
a los portugueses" (fol. 145).
(2) Véanse las páginas 69, 84 y 85 del tomo I, donde se dan noticias
de Alfonso Godínez.
Firma de Juan Mathe de Luna

Firma de Jaime II de Aragón

Firma de Sancho IV de Castilla.

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Firma del infante Alfonso de la Cerda, titulándose rey de Castilla.


Firma de Alfonso III de Aragón.

(Firmas tomadas de documentos del Archivo de la Corona de Aragón.)


LAS TUSTICIA.S DEL REY 9

monedero de Coimbra, poseyó buena fortuna, él la acrecentó


en el reino castellano, tanto que, Gonzalo Pérez, <<fijo de
Per Andrés de Mérida>>, era <<mayordomo de Alfón Godínez
-solamente-de lo que él ha en Badajoz>>; asimismo poseía
casas en Zamora, propiedades en tierra salmantina, prote­
giendo a los <<Escolares del Estudio de Salamanca>>, y per­
cibía derechos en las rentas de toda la frontera extremeña
con Portugal; sin embargo, donde tenía más arraigo era,
indudablemente, en Badajoz, pues hasta <<doña Mayor, ma­
dre de Alfón Godínez>>, contaba con 1.000 maravedís <<cada
anno en los diezmos de BadaioZ». Aquellas riquezas le per­
mitieron a Godínez prestar dinero a la reina varias veces (1).
También en Portugal contaba con bienes de importancia,
pues a pesar de su predicamento en el reino castellano,
Alfonso Godínez no descuidaba las relaciones con su patria
portuguesa, obteniendo del rey don Dionís varias mercedes,
como aquellas donaciones cerca de Monsanto y en término
de Coimbra, solar de su linaje (2).
Alfonso Godínez ejercía notoria influencia, significando
sin rodeos su parecer al rey siempre que a bien lo tuvo;
los portugaleses lo sabían de sobra, y esperaron confiados.
En efecto, en esta ocasión la sentencia les fué favorable:
según ella, los bejaranos debían entregarles las tierras.
Tal fallo produjo la indignación de los bejaranos que,
considerándose desposeídos de sus propiedades, algunos de
ellos salieron de Badajoz camino de la Corte, donde se que­
rellaron insistentemente, demostrando con pruebas que eran
víctimas de un despojo; tanto porfiaron, <<que al cabo de
grand tiempo, veyendo el rey que los agraviaba>>, les dió
cartas revocando la sentencia. De vuelta en Badajoz, los

(1) Véanse pág. 85, t. I, y Cuentas. Argote, Nobleza, 188. El documen­


to donde aparece Gonzalo Pérez, mayordomo de Alfonso Godínez en Ba­
dajoz, es de rn de diciembre de 1292; lo transcribe Juan Solano de Fi­
gueroa en su Historia eclesiástica de la ciudad y obispado de Badajoz, 1664.
Ms. 2028. B. N., fol. 365. A 15 septiembre de 1273, Alfonso X dirigía una
carta a "Godino Godinez, nuestro omnc", que recaudaba la fonsadera en
León (Arch. M. León. Caj. 1, núm. 9).
(2) Las dos cartas de don Dionís son de 27 febrero 1288, Lisboa, y
9 septiembre 1291, Guarda. (Libros de Cancillería de D. Dionís. Tomo I,
folio CCXXII, y t. II, fol. 21 v. Arch. Torre do Tombo, Lisboa.)
10 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

befaranos no consiguieron que sus contrarios obedeciesen las


regias órdenes, y retornan con su pleito ante el rey, quien,
ya molesto de aquella porfía, hubo de contestarles, sin me­
dir el alcance de sus palabras, que si tan poderosos eran
ellos, los befaranos, en Badajoz, como sus enemigos, bien
podían obligarles a cumplir las cartas reales. Esto envalen­
tona a los querellosos que, yendo más allá de toda pruden­
cia, se arman, con ánimo de hacerse justicia por su mano
si de nuevo encuentran resistencia.
Al llegar a Badajoz los befaranos aperciben a todos sus
parientes y gentes de su bando, dirigiéndose al concejo,
donde son leídas las cartas del rey; los portugaleses se ni,~gan
a cumplirlas, y sus contrarios, que van prevenidos ya, no
pueden, o no quieren contenerse, y les atacan fieramente.
La lucha se generaliza; muchos portugaleses mueren a manos
de sus adversarios, y éstos se hacen dueños de la ciudad (1).
Cuenta una tradición que aquel luctuoso día de las
matanzas era domingo, y un anciano sacerdote, celoso del
culto divino, hizo repicar las campanas, llamando en vano
al pueblo, que en aquellos momentos sólo daba oídos a la
voz del odio. Después de esperar inútilmente, entra en la

(1) Estos sucesos los refiere la Crónica (pág. 82), de donde han tomado
el relato cuantos han escrito sobre Badajoz; en otras crónicas y cronicones
no he hallado mención del hecho. (Cuarta crónica, Crónica de I344. Ms. 2.028.
B. N. Anales toledanos. Loaysa, Cardeña, Juan Manuel.) El Novenario
cstorial (fol. 500) da noticia somera, y mosén Diego de Valera sigue la
Crónica de Sancho IV. En un manuscrito de la B. N. (Ms. 1.752, fol. 296),
se inserta copia de un relato de la lucha de bejaranos y portugaleses, ponien­
do en forma de diálogo las palabras del rey y las quejas de los bejaranos;
aunque coincide con la Crónica, no es la misma redacción; al hablar de
Alfonso de la Cerda, agrega: "Como en otros lugares de esta Crónica
se dice", y concluye, aludiendo a un dato: "según se cuenta en su Chro­
nica" (la de Sancho IV). El escritor extremeñ~ López Prudencio publicó
en forma literaria los antecedentes de la rivalidad entre bejaranos y por­
tugaleses, refiriéndose a don Velasco Bejarano, a cuyo lado se agruparon
los de su familia (Bejaranos, Pérez, Orinazas, Fernández), hacia 1270,
contra el poderío adquirido por los Goes, Pereras, Gómez, Esteban y Sán­
chez, que se acogían en torno a la infanzona portugalesa doña Mafalda.
(Tragedias muertas, "La Esfera", núm. 401, IO sept. 1921). Fuera de la Cró­
nica, la única noticia coetánea y auténtica de esta tragedia la hemos en­
contrado en un documento de la Orden de San Juan que citamos más ade­
lante. (Véase pág. 18 nota I.)
LAS JUSTICIAS DEL REY 11

iglesia, vacía, seguido de un muchacho, y, mientras en las


calles los dos bandos rivales se entregan al frenesí de la
lucha, tiñendo en sangre las viejas piedras pacenses, él
celebra el sacrificio de la Misa en el templo solitario, implo­
rando a Dios misericordia para aquellos culpables. Mas, al
· volverse, después del introito, para la salutación de rúbrica,
queda absorto contemplando llena la iglesia de un devotí­
simo concurso, entre el que distingue magnates, grandes
damas, guerreros ilustres, varios prelados, de los cuales
alguno reconoce por haberle cerrado él mismo los ojos al
morir. Entonces comprende que todos aquellos fieles son
difuntos que han salido de sus tumbas para asistir a la
Misa, y por eso, al decir el !te missa est, no le sorprende
hayan desaparecido. El anciano fervoroso implora de nuevo
la gracia divina y, al inclinarse ante el altar ofreciendo su
servidumbre a la Santísima Trinidad, cae muerto, como si
Dios hubiese aceptado el holocausto de su vida en desagra­
vio de los crímenes del pueblo homicida (1).
(1) Como era natural, surgió la leyenda trágica, conservada en Bada­
joz: Fita y Fernández Guerra la recogieron en su Viaje, ya citado, pá­
gina 95, poniéndola en boca de D. Antonio Zafra y Cantero, cordobés, canó­
nigo de Badajoz; pero no hacen comentario ninguno, sino decir que es "muy
bonita". Díaz Pérez (op. cit., pág. 99) reproduce a su vez parte de lo con­
signado por aquellos autores, pero agrega que, según una tradición, el obispo
don Alfonso de Badajoz murió de una manera prodigiosa d~rante la lucha de
bejaranos y portugaleses en 1287 ( !). Díaz Pérez forma un episcopologio de­
fectuoso, siguiendo a otros autores, que no se preocuparon mucho de es­
clarecerlo; por tanto, no advierten que ese don Alfonso r.o existió, y su
nombre sólo lo hallan. en un privilegio de 2 de enero de 1287 (Solano de
Figueroa, op. cit., pág. 351 v.), error explicable en la lectura de un rodado,
si nos fijamos en que en la línea inmediata anterior al obispo de Badajoz
confirma don Alfonso, obispo i1e Coria. Como dejamos dicho (página II,
tomo I), en los privilegios rodados del reinado de Sancho IV, sólo con­
firma don Gil; por cierto que allí apuntamos las conjeturas de Salazar y
Castro, las cuales pierden su valor si admitimos la noticia de los Anales
toledanos, III ( ed. Huici, 365), que dice: "Gil Gómez de Villalobos, abat de
Valladolit, murió denfermedat en Sevilla en la salida de la vega (de Grana­
da). A. 1280." Solano de Figueroa (fols. 337-371) habla de dos obispos de
Badajoz, llamados el uno don Gil Colona, 1202-1286, y otro don Gil Ruiz,
1287 ?-1300?; del primero discute el apellido con González Dávila y otros
autores, alegando lo declaran su escudo con una columna cruzada por una
cinta, y su sepulcro, con la inscripción ( en la capilla de Nuestra Señora de
la Higuera): "Aegidius Populi Pizsul Columna Pacenscii Cuius et peremnis
12 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Pasado el choque violento, los bejaranos comprenden· que


han incurrido en grave delito y, no sabiendo qué hacer,
optan por algo más reprobable aun en las leyes de su época:
se alzan en la ciudad alta, donde se fortifican, tomando vo.i
por Alfonso de la Cerda, quizás pensando que del preten­
diente pudiera llegarles algún socorro.
La noticia de todos estos desmanes alarma con funda­
mento a Sancho IV, que manda inmediatamente sobre
Badajoz a los maestres de las Ordenes de Calatrava, San­
tiago, Alcántara y el Temple; al prior de San Juan de Jeru­
salén y a gentes de los concejos de Sevilla y Córdoba (1).
Los rebeldes, viéndose asediados, se encierran <<en la
muela de encima del castillo>>, resistiéndose hasta que los
sitiadores les ponen pleito, asegurándoles las vidas en nom­
bre del rey; entonces, confiando en estas palabras, que
tienen por firmes, se entregan a los maestres (2).
in pace vita quiescat". No parecen muy claras sus razones, pues tal es­
cudo resulta algo sospechoso, por ser la columna en esa forma parte de las
armas de Badajoz. Respecto a don Gil Ruiz, encontramos más exactas las
afirmaciones de Solano, pues cita documentos en que se nombran con ape­
Ilid o Ruiz a unos sobrinos del obispo, y en un documento suyo pende el sello
con sus armas: un castillo y una cruz flordelisada (según el mal dibujo de'
manuscrito). Fué prelado muy activo; parece murió hacia 1300, año en que
confirma su sucesor don Bernabé. Del 13 junio 1300, Agnani, es un docu­
mento pontificio sobre elección del obispo de Badajoz, por muerte de don
Gil (Reg. Bonifacio VIII, Núm. 3645). Don Gil, que fué uno de lo~
cuatro obispos que coronaron a Sancho IV en Toledo, había recibido
entonces (4 mayo 1284, Toledo), por merced del rey, 550 mr. "para su
uestir" (V. Apénd. T. I, pág. CLII). Conradum Eubel (Hierarchia Catho­
lica Medii Eavi, etc. Ratisbona, 1913), siguiendo a Gams, hace la siguien­
te lista de obispos pacenses en este reinado: "Joannes (r.286). Alfon­
sus (1287). Aegidius Colonna (1290 - 1295)", lista defectuosa, por mala
transcripción de rodados; el nombre de Juan (1286) ha surgido por error
del copista de Argote de Molina (Nobleza, 136). En 1291, Sancho IV hizo
donación a don Gil de una dehesa en Badajoz. Cuando la tragedia de los be­
jaranos, no debía estar en su sede don Gil, quien casi siempre se hallaba
en la Corte, constando estaba en Toledo el 21 de noviembre de ese año
.:orno se dice en las páginas 24 y 25. La leyenda, si tiene fondo histórico, deb:
referirse al vicario o a algún párroco. Los sucesos de Badajoz dieron tema
también a los poetas; conocido es el romance del siglo XVI, compuesto
por Lorenzo de Sepúlveda. En nuestro tiempo el malogrado e insigne escritor
portngué~ Antonio Sardinha evocaba literariamente la vieja leyenda (A Mo-·
narchia, Lisboa, 28 abril 1922).
(1) Crónica, 82. Ortiz de Zúñiga, 145. Rades Andrada, 12, 36.
(2) Crónica, 82.
LAS TUSTICIA.S DEL REY 13

El exceso cometido por los bejaranos no sólo era punible


como crimen colectivo, sino que su actitud resultaba peli­
grosa para la seguridad del rey desde el momento en que pro­
clamaban al infante de la Cerda en el prqpio reino de Cas­
tilla. Aquella voz sediciosa, sin prestigio y sin fuerza, podía
ser, sin embargo, una chispa incendiaria, y ~ancho el Bravo,
previniéndolo, decide hacer sonad?. escarmiento para des­
truir hasta el menor germen pern1c1oso. El cruento suceso
era muy grave como hecho y como síntoma.
Así, después de haberse apoderado los maestres del cas­
tillo ocupado por los befaranos, el rey, sin respetar la palabra
dada por aquéllos en su nombre, manda hacer rigurosa jus­
ticia, recibiendo muerte muchos del linaje culpable (1).
(1) La Crónica (pág. 82) fija el número de víctimas de la justicia del
rey, afirmando que mataron entre omes e mujeres cuatro mill del linaje
de los bejaranos; la cifra es realmente inverosímil, pues significaría haber
dejado casi despoblada a Badajoz, donde tampoco todos serían miembros
de la familia castigada; el número de cuatro mil ajusticiados lo consignan
los autores que han seguido a la Crónica. Asimismo habla de cuatro mil
muertos el Novenario estorial. Fita y Fernández Guerra (Viaje, 95) dicen
data de entonces el sobrenombre de Bravo con que se distingue a San­
cho IV, "o Pravo, como se le llamó primero". Schirrmacher (Geschichte
von Spanien, Gotha, 1881, pág. 632) recoge lo consignado por Marichalar
y Manrique (Historia de la Legislación, IV, rn4), respecto al apelativo
Bravo, que le fué adjudicado "no tanto por su valor:', sino en el sentido
de Pravus, que usa Séneca al hablar ae Pisón; "es decir, que participaba
de la fiereza de los animales silvestres". Sobre esto, v. T. I, p. 23. En el
manuscrito 1725, ya citado, fol. 296, leemos que a causa del castigo im­
puesto a los bejaranos, "dicen auer ganado el renombre de Bravo". Solano
de Figueroa (op. cit., fol. 356) refiere los hechos como la Crónica, y defien­
de a los bejaranos, cuyo apellido se conservó, siendo uno de los más ilustres
de Trujillo; en cambio, dice no halló memoria de los portugaleses. Afirma
este autor que los degollados :ñueron enterraaos "donde oy está la ermita
de San Roque, sitio llamado desde entonces el Osario", y que cuando, en 1619,
con ocasión de una plaga de langosta, se hicieron excavaciones allí "para
enterrarla", se encontró una calavera pasada con un clavo y una cani­
lla con una lanza, pruebas de la matanza. Díaz Pérez en Estremadura
no aporta datos, y eso que conoció la obra de Solano, ba;tante más escrupu~
losa que los Dicursos históricos del doctor Dosma, a quien sigue en
muchos casos. La Historia de Badajoz, por Solano, contiene importan­
tes materiales y discusiones críticas bastante aceptables; de modo que
no comprendemos .por qué Díaz Pérez, en su deficiente trabajo, no quiso
incorporar allí lo aprovechable del historiador del siglo XVII, quien,
por rierto, no menciona tradición ninguna, ni aun al tratar del supues-
14 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

El monarca, al tomar tan sanguinaria determinación, vol­


vía a demostrar la violencia de su temperamento; pero aca­
so esta vez no era exclusivamente suya la responsabilidad.
Verdad es que, recientes las heridas de la guerra con Ara­
gón y los infantes de h Cerda, el rey no necesitaba estímulo
ninguno para sentir arder en su pecho el rencor contra quie­
nes tomasen voz por el pretendiente; sin embargo, no pode­
mos olvidar que al lado del soberano se hallaba un portugalés.
Alfonso Godínez, al saber la terrible agresión de los
bejaranos a los de su linaje, debió experimentar impulsos
de venganza, e inspirado por ella, no andaría remiso en
incitar al rey a la matanza implacable. Después de tan
duras represalias no estaría descontento el portugalés corte­
sano: a sus enemigos los veía ahogados en sangre y triun­
fante su influencia con e:l rey.
No tardaría mucho tiempo Alfonso Godínez en obtener
la tenencia del Carpio y la del propio castillo de Badajoz

to obispo don Alfonso. Entre los muchos documentos que inserta So­
lano de Figueroa, llama nuestra atención la partición de una heredad
hecha por Esteban Godino, alcalde y sesmero del rey, en favor de Martín
Sánchez, abogado, vecino de Badajoz, cumpliendo cartas "de nuestro Sennor
el Rey que nos tenemos en esta razón". El heredamiento es en la aldea
de Matanza, y la fecha del documento, I.0 junio de 1289, es decir, del tiem­
po de la controversia entre bejaranos y portugaleses; ¿ tendrá tal amojo­
namiento de términos alguna relación con la disputa sobre las dehesas?
Pudiera ser. Martín Sánchez es luego canónigo de Badajoz, y a 1.0 de
octubre de 1291, Sancho IV le ratifica la posesión de aquellas tierras que
querían entorpecerle. En el Valerio de las Historias, de Diego Rodríguez
de Almela (V. 28-7.685, B. N.) se refiere al suceso de los bejaranos en
la forma conocida (fols. 96 v. y 144 v.), haciéndose sobre él considera­
ciones morales y filosóficas. Acaso en otro estudio particular trataremos
de profundizar más nuestras investigaciones para esclarecer este suceso
y su leyenda, extendiéndonos en el examen de los datos reunidos.
Díaz Pérez (op. cit.) dice, sin ningún fundamento, que Sancho IV
había estado en Badajoz el año 1288 para sosegar las contiendas de be~
jaranos y portugaleses (pág. 98); en las páginas 169 y 170 da noticia de
doce privilegios de Sancho el Bravo a Badajoz sobre huestes, montazgo,
ferias, etc., pero no indica fechas; los confirmó Carlos IV. Benavides (op.
cit, II, 583) menciona un privilegio de Fernando IV (S septiembre 1307)
a Suer Martínez Maya "por mucho seruicio que fi.siéstedes en la era 1317
(en todo .caso sería era 1327, año 1289) regnante el rey don Sancho
mi señor e padre en la disención de los Bejaranos en la mi ciudad de Ba­
dajoz" (por su lenguaje, este documento no parece auténtico).
LAS lUSTICIA.S DEL REY 15

donde se habían resistido los enardecidos bejaranos (l);


y llegaría a ser tal su poder que hasta se permitiría abusos
contra el mismo obispo don Gil de Badajoz, quien formuló
una protestación ante Velasco Pérez, alcalde de la ciudad,
porque Godínez le usurpaba unas aceñas y hacía en ellas
derribos y obras como en cosa de su pertenencia. La pro­
testa tuvo que dirigirse a Gonzalo Pérez, mayordomo del
acusado, pues <<en el anno de la era en que fic;o esta afruen­
ta... Alfonso Godínez non era en Badaioz et andana en Casa
de nuestro sennor el Rey don Sancho, et era so morador
e so priuado>> (2).
Como siempre, Godínez se encontraba cerca del mo­
narca, convencido de que, para conservar su ascendiente,
no debía perder el contacto con la Corte. El no era un mag­
nate que desde lejos pudiera imponerse por la fuerza, y
observa una táctica discreta para atraer poco a poco el favor
del rey. Su ambición y su codicia no le inducen a ninguna
aventura que ponga en peligro su privanza, y se satisface
con un lugar secundario, pues su cuna tampoco le permite
alternar con los grandes señores; pero en ese puesto ejerce
toda la influencia que le es posible (3).
Su intervención en el régimen económico del reino le
(1) En las Cuentas reales (T. I, Apéndice) tomadas a primeros del
año 1294, se consigna el pago de 2.000 mrs. a Alfonso Godínez, "por la
tenencia del Carpio" (p. LIV, y en otro lugar (p. XLV): "mostró traslado
de carta del Rey que tomen Alfon Godínez para tenencia del Castillo de
Badajoz X mil, et mostró pago de Alfon Godínez que oviera en X meses,
ca,ta mes a razón de DCCCXXXIII mrs. et los otros quatro meses a razón
de M mrs. por ras6n que lo fallaron así en los Libros .... ". En 1312, la reina
doña María vendía el Carpio a Godino Páez (Col. Salazar. M. So. Aca­
demia de la Historia).
(2) Doc. de 10 de diciembre de 1292. Solano de Figueroa, op. cit., f. 365.
(3) Uno de los firmantes de la Protestaci6n del obispo es "Martín
Pérez, portugalés, criado de donna Mafalda". En Os livros de Linhagens
(M onumenta portugalia historica, vol. I, fase. II y III, Lisboa, MDCCCLX
y MDCCCLXI) se dice que fué mujer de Alfonso Godínez doña Inés
Pérez, hermana de Men Rodríguez Tenorio (pág. 388). Fueron hermanos
suyos doña Urraca Godínez, mujer de don Rodrigo Alfonso Ribeiro (Linha­
gens, 202 y 297), y Vicente Godínez de Coimbra (Linhagens, 320) (en
la pág. 170 se habla de los Godinos Fafes, que dice descienden de los godos,
pero son de otro linaje). Argote (Nobleza, 188) afirma que Alfonso Godínez
fué heredado en Ciudad Rodrigo, cuyo concejo, por servicios, le hizo dona­
ción de Cilleruelo m 1289 (el año de las matanzas), donación que con-
16 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

permitió ocuparse del acrecentamiento de sus bienes, aun­


que no se puede asegurar que usase malas artes para enri­
quecerse; además, tuvo buen cuidado de extender sobre su
familia los beneficios de la regia amistad, encontrándose el
apellido Godínez repetidamente entre las gentes que ocupan
cargos en la administración. Precisamente el año de la
tragedia· de los bejaranos, su pariente Vasco Godínez es
despensero mayor del rey, puesto de importancia en la
Casa Real (1).
En los últimos años del reinado de don Sancho había
de adquirir mayor importancia la figura de Alfonso Godínez:
no contento con el campo de acción en terreno hasta cierto
modo particular y de disimulada influencia, intentaría mez­
clarse más directamente en las intrigas políticas, uniéndose
con Pay Gómez Charino, el poeta gallego, y con su paisano
el portugués Esteban Pérez Florián, para manifestar su opi­
nión contra la de otros consejeros del monarca.
El portugués Alfonso Godínez no era el privado del rey:
era un privado; con otros cortesanos de los más íntimos de
Sancho IV formaba la camarilla real, donde se discutían
todos los actos del soberano y se desarrollaban intrigas
personales, dividiéndose casi siempre aquella camarilla en
dos partidos, presentando al rey la dificultad de un continuo
dilema.
El ascendiente de Godínez dependía, sin duda, de su
perseverante fidelidad al rey y de sus condiciones de hom­
bre práctico, útil en cuestiones financieras, en las que inter­
viene asiduamente.
Para comprender la tragedia de Badajoz en 1289 es

firmó Sancho IV a 19 septiembre 1291. Su hija María Alfonso Godínez


casó con Día Sánchez de Biedma. Solano de Figueroa (fol. 366) da estos
mismos datos; dice fué señor de Xaraicejo, lugar que luego vendió con
su madre a Pedro Sánchez de la Cámara. A 19 septiembre 1291, Sancho IV,
"por facer bien e mercet a uos Alfonso Godínez nuestro orne e chanceller
<le! Infante Don Fernando, nuestro fijo", le otorga las cartas y privilegios
"que uos tenedes <le nos e del conceio de Cibdad Rodrigo en la donación
que vos fizieron de Cilleruelo e daquello que vos dieron en su término de
los omnes que uos mandamos que poblasen y" (A. Paz y Meliá. Archivo
y Biblioteca de la Casa de M edinaceli. Serie de sus principales documen­
tos. I. Historia. Madrid, 1915, pág. 9.).
(1) Doc. de 23 de julio 1289. (Núm. 258.)
LAS TUSTICIAS DEL REY 17

imprescindible conocer la significación de este personaje,


cuya intervención es decisiva; su poder en Badajoz, respal­
dado por su valimiento en la Corte, había sido fatal para la
ciudad extremeña. Bien guardan fiel memoria de aquella
notoria privanza los viejos libros de Linhagens, donde se
dice repetidas veces que Alfonso Godínez <<foi muy rico e
muyto honrado, e muy priuado del Rey don Sancho de
Castella>> (1) .
Los sucesos de Badajoz habían sido muy sonados y, a
pesar del severísimo escarmiento, no quedaría el monarca
completamente tranquilo, pues los ánimos no iban a sose­
garse como por ensalmo; además, tendría muy presente don
Sancho la actitud de aquella ciudad durante la época de la
rebelión, pues precisamente años atrás, en 1282, había diri­
gido a los concejos una carta hablándoles de un servicio
que <<me dades para ayuda de lo de Seuilla et de Badaioz,
et delas otras villas et castiellos que non quieren ser conmigo
nin connusco>> (2).
Con tales antecedentes, la proclamación del infante de
la Cerda, aunque fuese incidental, era para alarmar, y don
Sancho debió preocuparse de evitar se suscitaran nuevas
rivalidades entre bejaranos y portugaleses; quizá por esta
causa Esteban Pérez Godino, del linaje portugalés, alcalde
de Badajoz en junio de 1289, dejaba la alcaldía, sustitu­
yéndole Juan Pérez de la Rocha, de ilustre familia de Bada­
joz, quien ya es alcalde del rey en marzo de 1290, pocos
meses después de las matanzas (3).
Don Sancho no olvida tan pronto el drama de los beja­
ranos; en él, hasta las mujeres habían tomado parte, con
tal solidaridad en el ardor y en la pasión, que también a
ellas alcanzó el castigo. El nombre de una de estas bravas
mujeres llega hasta nosotros en un documento que habla
de no extinguidos rencores; meses después de la jornada,
<<María Domingo, la bejarana>> era desposeída por el rey de
unas heredades por la grave causa de «que se al~ó con los
nuestros traydores en el castillo de Badajoz>>, y la Orden
(1) Linhagens, 229.
(2) Doc. fechado en Córdoba el 28 ele diciembre de 1282. (Archivo
M. Burgos, núm. 2.694.)
(3( Véase nota (a), al final del capítulo.
2
18 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

de San Juan, que se distinguió en la represión, recibía en


premio los bienes de la rebelde. También aquí encontra­
mos el nombre del privado portugalés; en estas líneas con­
firma el monarca a los sanjuanistas <<lo que Alfonso Godínez
nuestro omne les ouo dado>>, sin duda asimismo como re­
compensa (1).
Resuelto aquel sangriento pleito extremeño, Sancho IV
sale de Burgos a primeros de septiembre, pasando el día 7
por Aranda, el 1 7 por Segovia, de donde va a Valladolid,
y luego a Guadalajara, ya en octubre (2).
En esta ciudad ventila don Sancho asuntos más gratos,
pues allí llegan unos enviados de Felipe el Hermoso; el caba­
llero Pedro de Sargines y los clérigos Juan Le Duc y Pedro
La Rene se presentan en la Corte castellana con plenos pode­
res del monarca francés para fijar definitivamente la fecha
de la entrevista de los dos soberanos (3).
Las conferencias de Sancho con los franceses fueron muy
afectuosas, señalándose el penúltimo domingo de la próxima
Cuáresma para las vistas de Felipe y Sancho IV en la ciudad
de Bayona. El documento oficial que debían llevar a su
rey aquellos embajadores se expidió en Guadalajara el 14 de

(1) Interesante documento, en pergamino, único que conocemos de la


época, donde se haga mención de la tragedia (núm. 300). La Orden de San
Juan había servido siempre bien al rey; de 14 agosto 1285 es un documento
del Maestre, con otorgamiento de "los otros freyres que fueron ayuntados
con nusco en el Reyel de <;erca Xerez" (Leg. I. S. Juan. A. H. N.). Del
mismo apellido de la bejarana es "don Bartolomé, fijo de Pedro Domingo,
el portogalés", que es propietario en Arcos el año 1288 (núm. 177).
(2) Doc. del 7 sept., Aranda (núm. 268) ; 17 sept., Segovia, Real carta
a San Vicente de la Barquera (en su arch. parroquial); 20 sept., Segovia,
merced a los vecinos de Madrid (Timoteo Domingo Palacio, op. cit., I, 133,
equivoca la fecha, pues dice año 1286; pero el único mes de septiembre
que está el rey en Segovia es el de 1289); 30 sept., Valladolid, priv. a la
catedral de León (núm. 270); 14 oct., Guadalajara, doc. a los embajadores
franceses (Daumet, op. cit., 196).
(3) Daumet, pág. 108, op. cit. La carta de Felipe el Hermoso, acre­
ditando a estos embajadores, está fechada el 26 de agosto de 1289. En
cuentas francesas del año 1289 consta que se pagó a "Dominus Petrus
de Sargines pro via ad regcm Castellae" (Fra,qmenta computorum ab
anno r2:q-1326. Recueil des historiens des Gaules et de la France, publicadas
por Wailly y Delisle, París, 1865. T. XXII, pág. 761). El clérigo La Rene
y el caballero de Sargines aparecen también en cuentas de Navarra de
LAS JUSTICIAS DEL REY 19

octubre, con el sello de Sancho el Bravo (1). La paz con


Francia, aunque lentamente, iba adquiriendo beneficiosa
consistencia.
Sancho IV, siempre activo en los asuntos diplomáticos,
envía inmediatamente a Roma sus mensajeros para comu­
nicar al Pontífice la marcha de las negociaciones con Felipe
el Hermoso,· el avance hacia la cordialidad con la Casa de
Francia había de serle grato a Nicolás IV, por lo cual el
castellano, deseoso de captarse el favor de la Santa Sede,
se apresura a notificarle la entrevista con los franceses en
Guadalajara. ·
Los embajadores castellanos son don Arias, arcediano
de Salnés, devotísimo amigo del monarca, y los frailes
Menores fray Gonzalo y fray Nicolás. Sancho el Bravo tenía
muy presente que el Papa era franciscano, y escoge sus
mensajeros entre los de su Orden, pues ningún enviado
sería mejor recibido en la Corte romana que un hijo de
San Francisco.
Don Arias, que había de distinguirse por su acertada
gestión en Roma, empezaba bien su cometido, obteniendo
que el Pontífice escribiera, el 4 de noviembre, a Sancho IV
congratulándose por la paz establecida con el francés, aun­
que sobre el asunto de la legitimación difería la respuesta (2).
La carta no era muy prometedora; pero al menos signi­
ficaba el comienzo, la iniciación de unas negociaciones cuya
dificultad habían de ir suavizando el tacto de los embaja­
dores y la perseverancia de Sancho IV. En efecto, don Arias
y los franciscanos no perdían el tiempo, pues pocos meses
después Nicolás IV dictaba su absolución sobre los sucesos de

1291 y 1294, respectivamente: "Magistro Petro de la Rene et Martino


Guarsie Receptoribus Reditium Regni Nauarri" (fol. 35 v., T. V. Archivo
de Navarra, Pamplona); y se consigna el pago a Martín Royz Dargays
por sus ydas antayno a Corella a partir términos con Alfaro, "quando
fueron hy larcidiagno de Brugas et me sire Pierres de Sardinas, cauallero,
e maestre Johan de Cauedebot (T. VI, pág. 9 v., Cuentas de Navarra).
( l) Daumet, op. cit., pág. 198; el doc. del 14 de octubre conservaba
fragmento del sello de Sancho IV (Douet D'Arcq., op. cit., III, 444).
(2) La misiva pontificia (Roma, apud. Sanctam Mariam Majorem,
II nonas novembris, anno secundo), dice: ·"Carissimo in Christo filio Sanc­
tio regi Castelle ac Legiones illustri, gratulatur de foederibus pacis quae
ínter eum et Philippum, regem Franciae, reformata esse, ab Aria, archi~
20 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

la rebelión, condenados con anatemas por Martino IV. Esto


podía tomarse como un síntoma de benevolencia (1).
Además, el Papa, atendiendo a las peticiones de Cástilla
y Portugal, nombra entonces obispo en· Marruecos, sede
vacante hacía tiempo, designando por prelado a fray Ro­
drigo, franciscano español. Fray Rodrigo, obispo de Ma­
rruecos, dependía de Castilla, confirmando en los diplomas
reales después del prelado de Cádiz (2).
Estos hechos ocurrían en el transcurso de cuatro meses,
contados desde la llegada a Roma de don Arias: el 4 de
noviembre escribía el Papa sobre la paz con Francia, el
11 de diciembre nombra obispo en Marruecos y el 17 de
febrero de 1290 levanta el entredicho. Todo esto, por poco
optimista que fuese don Sancho, había de traducirlo como
buenos indicios. El horizonte internacional comenzaba a
despejarse.
Con el caballero Sargines y los clérigos franceses, o pocos
días después, coincidiendo con su estancia en Guadalajara,
se presentaba a Sancho IV el poderoso magnate castellano
don Juan Núñez de Lara, señor de Albarracín, desterrado
en Francia desde tiempo atrás, a consecuencia de su deci­
dida campaña en pro de los infantes de la Cerda (3).
diacono de Saines in ecclesia Compostellana et fratribus Gundisalvo ac Ni­
colao ordinis minorum ejus nuntiis audivit; sed ei super dispensatione ma­
trimonii quod cum nobili muliere sibi tertio consanguinitatís gradu conjucta
contraxit nunc respondere non potest" (Les Registres de Nicolas IV (1288-
1292), par Ernest Langlois, pág. ;p5). De don Arias tendremos ocasión
de hablar luego. Raynaldi, dice "Super dispensationis antem postulatae
negoti¿, certum magnitudine regiae responsum ad praesens mittere non Ya­
lcmus impedimento multiplici quod in hac parte ingenitur obsistente" (Anna­
lcs Eclcsiastici, A. 1289, § 40).
(1) Reqs. Nicolas IV, pág. 377. Levanta el entredicho en el arzobis­
pado compostelano (17 febrero 1290); el 20 de febrero de 1289 escribía en
el mismo sentido al obispo de Salamanca (pág. 95); a 15 de marzo de 1289
absuelve a los templarios (pág. 167). La carta de 23 febrero 1288 había
sido sólo la salutación de rúbrica al ser elevado al solio pontificio (Registres
de Nicolas IV, núm. 5).
(2) Aunque fray Rodrigo es nombrado entonces obispo de Marruecos,
no empieza a confirmar como tal hasta fines de 1290, por lo cual hablaremos
de él más adelante.
(3) Los Anales toledanos III (ed. Huici) dicen: ·'Era de MCCCXXVII
annos vino Juan Nunez fijo de don Nuno, domingo XXI dias andados del mes
de octhubre asta Guadalajara, y allí lo recibió el rey, y él fízose vasallo
LAS lUSTICIAS DEL REY 21

Aunque hacía más de un año que don Juan Núñez estaba


admitido en la gracia del rey Bravo, según lo estipulado en
el tratado de Lyon-año 1288-, no había querido volver a
Castilla hasta esta fecha, en que venía acompañado de los
mensajeros franceses. Don Juan Núñez no era de los que
se arriesgaban con facilidad.
Sancho IV le acoge efusivamente, otorgándole las villas
de Moya y Cañete como señorío vitalicio, y don Juan, por
su parte, promete entregar su hija doña Juana al rey para
que se críe al lado de la soberana; de este modo se garantiza
la recíproca amistad entre el monarca y su vasallo. Para
Sancho suponía mucho contar entre sus leales al turbulento
magnate, de quien luego tendremos ocasión de hablar exten­
samente. Sólo debe hacerse resaltar el momento en que
vuelve a Castilla, al partido de Sancho IV, cuando los infan­
tes de la Cerda se declaran contra el rey de Castilla, no
apoyados por Francia, sino por Aragón (1).
La reina doña María había permanecido en Burgos du­
rante la guerra con Aragón, cumpliendo la voluntad del
rey, que ordenó a don Gonzalo, arzobispo de Toledo, y a
los obispos de Astorga y Tuy, que fuesen a esa ciudad para
acompañar a su esposa (2).
Luego, cuando Sancho deja Burgos, doña María, como
de costumbre, va con él, y se encuentra en Guadalajara el
mes de octubre; allí, doña María, siempre agradecida a quie­
nes la sirvieron, quiere recompensar lealtades de años pasa­
dos, de aquella época en que, perseguida por don Lope de
Raro, hubo de ver sufrir a sus amigos grandes arbitrarie­
dades. La esposa de Sancho IV no olvidó jamás la inque-

del rey" (pág. 366). Más adelante (pág. 368) repite la noticia: "Era de
MCCCXXVII anuos domingo XX días andados del octubre, vino don Juan
Nunez a la me ... del rey don Sancho a Guadalajara... fué fijo de don Nuno
el que ma... cef sobre Ecija, y s... de... a ... dola... de... don Fernando... ".
La fecha no está exacta en lo primero ni en lo segundo; debe referirse
al 23 de octubre, que fué domingo.
(1) Crónica, 82. Salazar, Lara, III, 138,
(2) Loaysa (ed. cit., pág. 32, § 44) dice que, cuando supo invadían su
reino gentes de Aragón, "predictus rex Sancius incontinenti procesit ad
locum · de Bitoria pernoctare, mandans seu dicens ibídem domino archi­
episcopo toletano ac astoricensi et tudensi episcopis · ut irent cum regina
uxore ipsius ad locum de Burgis et ibi cum ea essent".
22 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

brantable adhesión de su ama doña María Fernández Coro­


nel, y cuando tuvo ocasión le demostró su gratitud, como
para compensar a la noble dueña de los quebrantos pade­
cidos por su causa. Por eso, a 8 de noviembre, en Guada­
lajara, hace cierta donación a Fernán González Coronel,
<<fijo de doña Maria Fernandez mia ama... et Portero mayor
en el reino de León, et a uos Sancha Uázquez su mujer».
Y no era esta una gracia aislada: Fernán González merecía
la confianza de los soberanos, y antes de un año sería nom­
brado merino mayor en León y Asturias. En años posterio­
res siguieron a ésta otras mercedes otorgadas a doña María
Fernández por los soberanos de Castilla (1).
Don Sancho, después de nombrar a don Juan Núñez
frontero contra Aragón, o sea jefe de las tropas fronterizas,
se encamina a Toledo, donde halla muchas querellas de
muertes e robos e fuerzas e furtos, teniendo que reprimir
enérgicamente aquellos desafueros. Bien los pintan las pala­
bras del rey en carta . dirigida entonces a las autoridades
toledanas sobre que <<omes baldios et omes de caualleros et
otros allamados delos caualleros, así moros como cristianos,
que van a sus vinnas et que les coien las frutas por madurar
et maduras et que gelas lievan et que van allá también de
noche como de dia, et desto que nacen muchos dannos et
muchos males>> (2).
Las irregularidades en Toledo no eran sólo de entonces:
(1) Donación de doña María a Fernán González Coronel y a su
mujer, (núm. 271). Véase al final del capítulo, pág. 36. Del 2 de noviem­
bre, en Segovia, es un privilegio de doña María a sú villa de Toro (Cho­
rografia, pág. 98).
Crónica, 82. A 29 de oct., en Cuadalajara, da el rey priv. rod. a
San Salvador del Sotíllo (Salazar, Lara, III, I 14, lo cita con la fecha equi­
vocada, !nes dice año 1288); el 2 11ov., Guadalajara, priv. eximicr,<lo de
tributos a los conventos de San Vicente, San Pelayo y Santa María de la
Vega de Oviedo (Ciriaco Miguel Vigil, Asturias monumental, epigráfica
y diplomática, Oviedo, 1887, texto, pág. 137); 9 nov., Alarcos, al monasterio
de Val de Dios (A. H. N.); 15 nov., priv. a S. Clemente de Sevilla (Ortiz
de Zúñiga, op. cit., 146. Dice está el rey en Toro; pero debe ser Toledo,
mal leído). Del 3 clic., ya en Toledo, real carta a Liébana (A. H. N.). El
documento sobre los desmanes de los caballeros es de 24 enero 1290 (nú­
mero 288). Otras quejas se refieren a los "ganados que les entran ·en sus
vinnas et en sus panes", y "que hay otros que furtan la lenna agena, así
verde como seca, et otros quela toman por fuerza".
LAS JUSTICIAS DEL REY 23

desde hacía algún tiempo recibía el rey quejas de los abusos


com,:tidos por su alcalde Garci Alvarez, sin duda hombre
autoritario que, al cabo de varios años de desempeñar aquel
cargo, s,e excedía y, valiéndose de su poder, se imponía en
muchos casos por la fuerza.
Con tal sistema, Garci Alvarez de Toledo había llegado
a verdaderos atropellos, como cuando, en 1286, por el cobro
de unos tributos, por cierto desusados, apres:S a cabaUeros,
viudas y doncellas de Alcalá y Brihuega, vasallos del arzo­
bispo toledano, teniendo que intervenir el monarca, quien,
en carta a Pascual Martín, su alcalde, escribe así: <<don
Gonzalo, arzo hispo de Toledo, me dixo que Garci Alvarez
de Toledo, mio alcalde, et Rodrigo Alfonso, mio omne,
pendran a los caualleros, et a las duennas bibdas, et a las
donzellas de Alcalá et de Brihuega... et que los afincan>>.
Don Sancho recomienda a Pascual Martín haga cumplir a
Garci Alvarez las cartas que envía corrigiendo €Sto, <<et que
-concluye-non consintad€s que les pasen a más>> (1 ).
Por lo visto las conminaciones reales no habían dado
re15ultado, y Garci Alvarez continuó con sus procedimientos
de violencia, provocando el estado de anarquía que encon­
traba don Sancho a fines de 1289. Los ánimos estaban tan
excitados que fué necesario el sacrificio de su vida, pues,
según frase de la Crónica, <<con esto asosegó-el rey-la
cibdad de Toledo>> (2).
El inepto o culpable Garci Alvarez expiaba en el pa­
tíbulo sus yerros; igual suerte corrieron su hermano Juan
Alvarez y Gutierre Esteban, con alguno más, quedando res­
tablecida la normalidad en la ciudad del Tajo (3).

(1) Doc. de 15 junio 1286 (núm. II7).


(2) Crónica, pág. 82. Novenario estorial, 489. Loaysa (pág. 36) refiere
así los sucesos de Toledo: ''Erat (Sancho) tamen multum justiciarius prín­
ceps adeo quod in vita sua multos potentes et nobilis reg-ni sui et speciali_ter
in Toleto ultimo suplicio tradi fecit et ex ipsius audacia et magnanimitate
a cunctis vicinis suis regibus timebatur".
(3) Sandoval (op. cit., 477) dice era hijo Garci Alvarez de Toledo,
de Esteban Yáñez, y que floreció en tiempo de Alfonso X; fué alcalde mayor
de Toledo, siguió el partido del Rey Sabio, y muerto éste, Sancho IV lo
mandó matar, junto con su hermano Juan Alvarcz, castigando a ciertos
delincuentes. Sandoval le defiende, afirmando no tiene razón la Crónica de
Sancho para acusarle. En mayo de 1285 figura como alcalde de Toledo
24 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

A la vez que don Sancho sentenciaba con la muerte a


los delincuentes de Toledo, pensaba en piadosas obras, pre­
ocupándose de los restos de sus antepasados. Así como el
año de la peregrinación, camino de Santiago, en Sahagún,
después del violento altercado con Martínez Negrita, se
dedicó muy devotamente a mejorar de enterramiento a los
personajes reales allí sepultados, ahora en Toledo alternaba
las ejecuciones de justicia con la pía tarea de trasladar a
otros sepulcros más suntuosos los cuerpos de Alfonso VII,
de don Sancho, hijo del emperador, y de Sancho Capelo,
el desgraciado monarca portugués que murió en el destie­
rro (1).
El lunes 21 de noviembre se celebra la solemne ceremonia
de abrir los túmulos de la capilla del Espíritu Santo y llevar
los féretros al nuevo monumento funerario de la capilla de
San Salvador, en la misma catedral toledana. El acto re­
viste singular importancia, pues lo preside el soberano, efec­
tuando el sepelio don Gonzalo, primado de las Españas,
asistido de seis prelados: don Juan Alfonso, tío del rey; su
amigo y privado don Martín, de Astorga; don Gonzalo,
obispo de Cuenca; don Juan, de Tuy; don Gil, de Badajoz,
que aun estaría condolido por los tristes sucesos de su sede
episcopal, y don Diego Martínez Magaz, obispo de Carta-

(tomo I. Ap., págs. CLXII y CLXIII); de marzo de 1286 es la noticia:


"Garci Aluarez, alcalde de Toledo, auie de recabdar lo del Robo de Talaue­
ra et delo al de los del araual"-arrabal-. (V. t. I. Ap., pág. CLXXII).
Alude al célebre robo a que tanto se refieren en esa época ocurrido du­
rante el reinado de Alfonso X. La Crónica parece indicar que era cul­
pable Garci Alvarez por omisión, pues dice que todos los desórdenes "non
los castigaba como debía"; el manuscrito de la Academia varía algo; dice:
"Lo non castigaba e supo (el rey) como era en culpa él (Garci Alvarez) y
su hermano Juan Alvarez..." (fol. 146). Sin embargo, el documento que
citamos nos declara cuál era el proceder del alcalde ajusticiado; además,
el .pecado de omisión no le hubiese costado la vida, si tal omisión no signi­
ficaba complicidad con los delincuentes, lo que puede deducirse de la
Crónica. En documento real de 14 febrero 1290 se menciona a Ferrant
Pérez, alcalde de Toledo, sucesor de Garci Alvarez (núm. 292).
(1) La noticia del traslado no la consigna la Crónica, sino los Anales
toledanos III y la Crónica, de Loaysa. Respecto a los sepulcros reales
de la catedral de Toledo, sus traslaciones e identificaciones, trata García
Rey en su folleto La Capilla del Rey don Sancho el Bravo y los
Cenotafios Reales en la Catedral de Toledo. Toledo, 1922. El conde de
LAS. TUSTICIA.S DEL REY 25

gena, llegado circunstancialmente a la Corte, citado por el


rey para comparecer y responder en uno de los continuos
pleitos que sostenía con el concejo y los vecinos de su dió­
cesis (1).
También se encontraban allí, entre otroi; nobles caba­
lleros, don Fernán Pérez Ponce, amo del heredero, y el rico­
hombre gallego don Juan Fernández de Limia, asiduo cor­
tesano (2).
------
Cedillo (vizconde de Palazuelos) dice que la capilla de los Reyes Viejos
la fundó en 1290 don Gonzalo Díaz Palomeque, quien, con otros parientes
suyos, se enterró allí ; en el siglo XV se trasladó "a la antigua del Es­
píritu Santo, para que continuase en ella el culto y memorias establecidas
por el rey Sancho IV" (Guía de Toledo, pág. 200).
(1) En los Toledanos, 368, dice: "Era de MCCCXXVII annos; el
noble rey don Sancho trasladó los cuerpos del noble emperador don Al­
fonso de Castiella y del rey don Sancho su fijo, que fué rey de Castiella,
e del rey don Sancho, que fué rey de Portugal; y sacáronlos de la capie­
lla..., sti. Expiritu, que es en la eglesia de Toledo, y pusiéronlos en pos
del altar de Sant salv ... dor, que es el mayor altar de la eglesia y s ...terolos
don Gonzalvo, arzobispo de Toledo, presentes el obispo de Palencia, obispo de
Cartagena, el obispo d' Astorga, el de Badajoz, el de Tuy, ricos hombres
Ferán P ..., Juan Fernández de Galicia, y esto fué fecho lunes XXI dia
andados del ... de novi ... ". A. 1289. Loaysa (pág. 35) refiere el hecho lo
mismo, terminando : "Presentibus illustri rege sancio predicto ac reverendis
patribus dompnis johanne Alfonsi episcopo palentino predicto, didaco epis­
copo conchensi, Martino episcopo astoricensi, Egidio pascense episcopo
at Johanne Martini (sic. pro Fernandi) episcopo tudensi", con Fernán Pérez
Ponce, amo del infante don Fernando, y don Juan Fernández de Limia
"ac aliis multis nobilibus dicti refui, quod facturo fuit era predicta
(MCCCXXVII) die !une XXI die mensis novembris". Difieren en que una
de las fuentes (Toledanos) dice estaba don Diego, obispo de Cartagena, y
otra (Loaysá) no lo nombra, poniendo en su lugar a "Didaco episcopo
conchensi", a quien no mencionan los Toledanos. Podría pensarse en una
posible" confusión del noml:lre Didaco (Diego de Cartagena, Díaz Pa.lome­
que de Cuenca); pero el obispo de Cuenca Gonzalo Díaz Palomeque no
comienza su episcopado hasta mediados de 1290, según dice en el ca­
pítulo XIII, pág. 88. La sede vacó del 13 al 30 de diciembre de 1289.
Probablemente asistirían ambos prelados, el de Cartagena y el de Cuenca.
Aunque el obispo de Cartagena no solía encontrarse con frecuencia en la
Corte, ahora podía asegurarse estaba allí, pues a 13 de enero de 1290, en
Toledo, Sancho IV dirige una carta el concejo de Orihuela diciéndoles
cómo sobre cierto pleito que sostenían con el obispo "fizle venir ante mí"
(a don Diego); y luego, aludiendo a quejas contra los clérigos, añade:
"Fiz venir al obispo ante mí" (Ms. 13076, f. 216, B. N.). Hablaremos del
obispo y de la diócesis de Cartagena en el capítulo XIV.
(2) Anales toledanos III, ed. Huici, pág. 368.
26 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Ese mismo año, y acaso en el mismo m~s de Difuntos,


mientras Sancho de Castilla colocaba en m~j or sepultura a
Sancho Capelo, don Dionís de Portugal llevaba desde Santo
Domingo de Lisboa al monasterio de Akoba<;a los rEstos
de su padre don Alfonso, hermano del dEstronado Capelo,
asistfondo al traslado la reina viuda doña Beatriz (1).
Parecía como si aun después de la muerte persiguiese al
lusitano don Sancho la sombra fraternal, usurpándole hasta
los palmos de tierra de su fosa: Sancho Capelo había dis­
puesto en su testamento ser enterrado en Alcoba9a, y allí
iban a reposar los huesos de su hermano, mientras los suyos
pasarían los siglos en ajena tierra. Mas esa tierra hospita­
laria que le acogió ep. vida y le dió sepultura, l~ hqnraba
también después de muerto.
Sancho IV, ahora como en Sahagún, demostró profEsar
verdadero culto a la memoria de sus antepasados, here­
dando esta noble cualidad de su padre el rey Sabio (2).
En Toledo no sólo ventila don Sancho asuntos locales.
Las irregularidades castigadas en la persona de Garci Alva­
rez de Toledo eran como una muestra del estado general
del rdno, pues también por entonc,::s se suscitaron distur­
bios en Galicia.
Sin duda por esta causa el rey Bravo nombra <<adelan­
tado mayor en Galicia>> al poderoso caballero don Juan
Alforso de Alburquerque, en lugar de don Di::go Gómez,
que ocupaba el puesto de merino mayor; la dc-signaci5n de
adelantado en vez de m~rino indica una acción más militar
y supone, por tanto, alguna alteración en el orden.
Sin embargo, el monarca no tuvo gran aci~rto en la
elec<?ión de adelantado, pues en el S·~ñor de Alburquerque
(1) Sancho Capelo mandó en su testamento que se le sepultase en
Alcobac;a, y, a este efecto, el Papa Inocencio IV fechó en Lyon, el 17 de
agosto de 1251, una Bula, ordenando la entrega del cuerpo a los cirter­
cienses de Alcobac;a, pero esto no se verificó (Brandaon, V, 156). En Ltt­
sitania (sept. 1924) publicó D.ª Carolina Michaelis de Vasconcellos un in­
teresante artículo: Em volta de Sancho l l, acerca de una trova coetánea,
pero no se ocupa de su enterramiento. García del Rey (op. cit., 16) cree que
los restos de Sancho Capelo están en la Capilla de los Reyes Viejos (Ca­
tedral de Toledo), en una de las urnas del lado de la Epístola.
(2) Recuérdese el traslado de Wamba en tiempo de Alfonso X (Doc.
del Arch. M. Toledo y publ. en el M. H. E., t. 1).
LAS JUSTICIAS DEL REY 27

se ocultaba un perturbador más dispu€sto a atizar el fuego


general que a pacificar los ánimos. No tardaría mucho
tiempo en arrepentirs~ Sancho IV de tal nombrami~nto (1).
También por Castilla había mucho que corregir: así, el
13 de diciembre da allí, en Tot.edo, una carta al ·concejo de
Valladolid, r1.:specto a la villa de Cigales, donde s~ hacían
muchos males y no tenían justicia, exhortándoles a que
<<vengan a so fuero e a so juicio>> (2).
No terminaba este año-1289-sin proveerse el cargo de
<<justicia mayor de casa ·dd rey>>, vacante dEsd.e agosto, por
muerte de don Ruy Páez en la campaña de Aragón. El
elegido para sucederle era el ricohombre don Tel10 Gutié­
rrez, primer jus'..:icia de Alfonso X, su testamentario y amigo
fidelísimo de los últimos tiempos. Otra vez Sancho IV ponía
su confianza en uno de los leaks a su padre, y no habría de
pesarle. Don Tello era cuñado de don Fernán Pérez Ponce,
el amo dd príncipe heredero (3).
Hacia esta época distrajo la atención de don Sancho un
asunto de índole distinta a los que se dedicaba a la sazón
con gran empeño: el caballero don Guillén Galcerán se
pn:s~ntaba en la Corte castellana con mensaje amistoso del
rey don Jaime de Sicilia, que proponía concordia m~diante
su matrimonio con doña Isabel, heredera del señorío de
Molina (4). Parece extraña tanta cordialidad de don Jaime
con Sancho IV cuando su hermano Alfonso III le hacía
cruda guerra al castellano; pero si era un encubierto acuerdo
de los dos hermanos para procurar la co:iiciada anexión de

(1) A J.0 abril 1289, es merino Diego Gómez (núm. 243); el 13 de


diciembre 1289, es adelantado Alburquerque (Arch. M. Valladolid, leg. 1,
número 9). De este personaje hablaremos en el capítulo XIV.
(2) A. Revilla, op. cit., 55. Col. Fueros y Cartas pueblas, 74.
(3) Véase t. I, pág. 83, nota c. Don Tello es Justicia también bajo Fer­
nando IV; como tal confirma a r 5 septiembre 1305; el 28 agosto 1305 ya es
Justicia Fernán Gutiérrez Quixada (Benavides, op. cit., II, 513 y 547). En
la distribución de las Aljamas se le asignan a don Tello 2.616 mrs.-judería
de Burgos-. (Am. de los Ríos, II, 537). Fué amo del infante don Pedro
(documento de 26 junio 1298, Benavides, II, 168). Después de agosto (mes
en que muere don Ruy Páez), el primer rodado que conocemos es del
I 3 diciPmbre J,89. en el cual va confirma; "don Te! Gutiérrez, Justicia
de la Casa del Rey" (Arch. M. Valladolid, leg. 1, núm. 9).
(4) Zurita, Anales, I, 339 v.
28 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Molina a la Casa de Aragón, declaremos su fracaso, pues


las negociaciones no siguieron adelante. Sin duda el de
Castilla, percatándose de la intención, rehuyó el peligro.
En Toledo estuvo Sancho IV hasta primeros de febrero
de 1290, despachando infinidad de solicitudes, pleitos y
mercedes a monasterios, obispos, concejos o particulares
que acudieron a la Corte en busca de justicia o favor, dis­
pensando el monarca la debida atención a cuantos asuntos
de interés le presentaban (1). De todas estas disposiciones,
una de las más importantes fué la ·ampliación del fuero de
Plasencia (2).
El 5 de febrero aun está don Sancho en Toledo; pero ya

(1) Lit cantidad de documentos que se conservan fechados en Toledo


por esta época hace pensar en la posibilidad de haberse celebrado Cortes
entonces. Del 3 y el 10 de diciembre son reales cartas a Liébana (núme­
ro 273); del 5, carta a León (núm. 272); del 13, priv. rod. a Valladolid (Re­
villa, op cit.; el 15, priv. a Burgos (Salvá, op. cit., 20); 18, merced a Tole­
do (Ach. M. Toledo y Ximena Jurado, op. cit., 232); 20, otro privilegio
a Toledo (núm. 274 y Arch. M. Toledo; Ortiz de Zúñiga, op. cit., 145) ; de
la misma fecha, carta a Brazacorta (núm. 275) ; 23, carta real a la Orden
de Calatrava (núm. 277); del 24, carta a Covarrubias (P. Serrano, opúsculo
citado, II, 133) ; también a 24 hace donación el rey a Pedro Martín de Soria,
su alcalde, "por servicio que nos fizo, e sennaladamente por que nos dió
Colada Espada que fué del Cid, e del Rey de Aragón, damosle a Osonie-
11a" (Loperráez, op. cit., 224; la fecha está equivocada, pues en diciembre
sólo estuvo en Toledo, el año 1289, y Loperráez señala el de 1286) ; el 30,
privilegio a Toledo (Arch. M. Toledo, núm. 1, caja 10); de esta fecha, pri­
vilegio a la iglesia de Cartagena (núm 279); a 2 de enero de 1290, concede
el rey priv. a la catedral de Avila (núm. 280); el 3, priv. a Lorenzana (nú­
mero 284, y T. González, V, 194) ; del II y 15, reales cartas a la Orden de
Calatrava (Escrituras de Calatrava, A. Il N.); el 15, carta a San Clemente
de Avila (núm. 282); otro a San Clemente de Toledo; carta a catedral
de Cartagena (núm. 285) ; también del 15, carta a la catedral de Zamora nú­
mero 283) y donación a Pedro Sánchcz, de la Cámara Real (Benavides,
op. cit., II, 773); 17, priv. a la iglesia de Cartagena (Ms. 13.076,
folio 20, B. N.); del 19, real carta al abad de Alfaro (núm. 286); 20 ene­
ro, conf. a Sasamón (T. González, V, 198, equivocadamente dice está
el rey en Burgos); 21, conf. a Plasencia (núm. 287); 25, priv. a la catedral
de Salamanca (Arch. de su iglesia), a Toledo (núm. 289) y a la Orden
de Santiago (núm. 290); del 31, priv. a Lena y Huerna, en Asturias
(T .González, V, 181), y otro a Luarca (Papeles de Jovellanos, folio 139,
tomo III. Acad. Hist.); 5 de febrero, en Toledo, priv. a Badajoz, (Tomás
González), y priv. rod. a San Clemente de Toledo (núm. 291).
(2) Número 287.
LAS TUSTICIAS DEL REY 2!)

el 14 en Avila, adonde se dirige asimismo a poner orden,


deseoso de cortar los abusos que entorpecían el florecimiento
de las ciudades (1).
En Avila castiga con severidad <<a ornes melfechores que lo
merecían>> y, tras dejar allí también señal de su justicia, va a
Valladolid, hacia el 20 de febrero, trasladándose después a
Burgos, donde se detiene algunos días del mes de marzo (2).
En esta ciudad resuelve don Sancho diversas cuestiones
de orden interno de su reino, como deseando ganar el tiempo,
antes que nuevos asuntos de carácter internacional se pre­
sentasen a embargar su atención (3).
Pero su disposición más importante, dada el 6 de marzo
en Burgos, fué la concesión del Fuero Juzgo a Talavera de
la Reina, donde mozárabes y castellanos sostenían frecuentes
contiendas, originadas por la diversidad de leyes y de jue­
ces. Sancho, en su interesante sentencia, regulariza la admi­
nistración de justicia en aquella importante villa y señala
todos los extremos en fórmulas sencillas para evitar radical­
mente que en adelante se altere la vida de la población (4).
También en lugares más pequeños se atrevían a cometer
serios atropellos, como en Montejo de la Vega de la Serre­
zuela; acaso en aquella comarca ocurrían estos desórdenes
a consecuencia de la reciente guerra con Aragón. De los
desmanes de Montejo fueron víctimas las. pobres monjas de
Fresnillo de las Dueñas, que imploraron merced del rey,
(1) El 14 de febrero ele 1290, en Avila, da el rey una carta sobre
los judíos ele Toledo (núm. 292).
(2) Crónica, 82; del 22 ele febrero, en Valladolid, priv. a Santa Cruz
de Segovia (núm. 293).
(3) A 4 ele marzo, en Burgos, da el rey carta a la catedral de Cór­
doba (Arch. de la misma), y a la catedral de Burgos (Arch. C. Burgos);
el 7, priv. rod. a Santa Cruz de Segovia (núm. 296), y una carta a las
Huelgas de Burgos (Rodríguez López, op. cit., 188); el 8, conf. a Juan
Fernández de Limia (Arch. Torre do Tombo, Gav. II, l\fac;o II, número 13);
del 12, carta a la catedral de Calahorra (Arch. de su iglesia); del 20, privi­
legio a Santo Domingo ele la Calzada (núm. 298).
(4) De 6 de marzo 1290 (núm. 295); Burriel publicó sólo una parte
de este documento (Informe de la Imperial ciudad de Toledo al Real y su­
premo Consejo de Castilla, sobre igualación de pesos y medidas en todos
los Reynos y señoríos de su M agestad, según las Leyes. Madrid, 1780, pági­
na 303), y no "casi íntegro", como dice Muñoz en su Catálogo de Fueros y
Cartas Pueblas, pág. 247.
30 HISTORIA. DE SANCHO IV DE CASTILLA

quien, tras minuciosa pesquisa, ordenó al merino de Santo


Domingo de Silos hiciese justicia, pues se com;>robó que,
después de amojonar sus linderos el convento, <<omnes de
término de Montejq vinieron y de noche con armas et con
poder et arrancaron los mojones et leuaron el ganado del
monesterio et que degollaron dello et leuaron lo que qui­
sieron>> (1).
Palencia es igualm~nte visitada por el monarca durante
.el mEs de marzo, dirigiéndose luego a Carrión, donde le
atraían sus S-=ntimientos religiosos (2).
Sancho IV, s:guramEnte devoto del santuario de Santa
María de Villa Sirga, quiere volver allí aquella Cuaresma,
como la n:emorable de 1288, el año de Alfare, cuyo recuerdo
le pesaría en la conciencia. El rey de Castilla querría visitar
aquel santuario donde dos años antes se desarrolló una de
las más violentas escenas entre él y su privado, deseando,
acaso, implorar perdón para sus culpas.
Al rey no le llamaba allí ningún interés material; antes,
por el contrario, el llegar a Cardón le suponía una dificul­
tad, pues era alejarse de la frontera francesa en época tan
cercana a la entrevista con Felipe el Hermoso; mas su devo­
ción le impele hacia Villalcázar de Sirga, donde quizás
encomEndó a la Virgen Santa María el feliz éxito de aquella
conferencia que había de tener dentro de muy pocos días
con el monarca de Francia.
Sancho, a pesar de la premura del tiempo, se detiene en
Villa Sirga hasta el Viernes Santo, el Viernes de las Indul­
gencias, que iría a ganarlas desde Carrión al templo vene­
rado, como el Viernes de antaño. No sabemos si ahora don
Sancho cumpliría algún voto (3).
(1) Sentencia del 8 de abril 1290 (núm. 299). Fresnillo de las Dueñas,
¡,rovincia de Burgos, partido judicial de Aranda de Duero. Montejo de la
Vega de la Serrezuela, provincia de Scgovia, partido judicial de Riaza.
también intervienen Fuent Cesped y Santa Cruz.
(2) El r4 de marzo, en Palencia (o quizás sea 24, mal leído por el co­
pista, pues el 20 at'm está el rey en Burgos), otorga priv. don Sancho a
Santander (núm. 297). El 31 de marzo, en Carrión, da don Sancho una
carta a León (Arch. M. de León).
(3) En 1290, fué Viernes Santo el 31 de marzo; a rr de este mes
había concedido el Papa indulgencias en la fiesta de la Asunción a "Beatae
Maria de Villa Sirgo. Palentina dioec." (Reg. Nicolas IV, núm. 2360).
LAS TUSTICl!\S DEL REY 31

Pero en esta ocasión también disiparían al rey en su


recogimiento religioso: en esos días llegaban noticias a
Carrión de que don Juan Núñez de Lara había exteriorizado
violentamente ciertas rencillas con los Díaz de Castañeda.
Esta sería la primera desazón de la serie que causaría al rey
el insigne magnate.
El señor de Lara, en vez de ir a la frontera aragonesa,
como determinara Sancho IV, se había encaminado a sus
dominios de tierra burgalesa, con la avfosa intención, sin
duda, de acercarse a los heredamientos de don Pedro y don
Nuño Díaz de Castañeda, almirantes de Castilla, contra
quienes guardaba sus rencores, pues según parece, los almi­
rantes, adictos a la familia López de Haro, cometieron algu­
nos atropellos en vasallos de Núñez de Lara cuando el
conde don Lope estuvo en toda su preponderancia y don
Juan se hallaba ausente en Francia. Para vengar estos
agravios fué que el de Lara s·e dirigió al Norte y entró por
fuerza en las Asturias de Santillana, asolando las vastas
posesiones que en aquella región de la montaña tenían los
Díaz de Castañeda (1).
Don Sancho qui=re poner pronto remedio a estos distur­
bios entre sus vasallos, deseando evitar los estragos; pero
cuando el de Lara recibe órdenes del rey para cesar en sus
correrías ya es tarde, habiendo saciado su venganza contra
los almirantes. Entonces, para mitigar el descontento del
rey, don Juan aprovecha esa ocasión para mandarle a su
hija doña Juana, según se había convenido en Guadalajara,
y parece surtió esto el efecto deseado, pues el monarca no
manifestó su disgusto al magnate, ratificándole su confianza
como jefe de las huestes defensoras de la frontera de Ara-
(1) Crónica, 82. Salazar, Lara, III, 138. Del 7 de marzo 1284 es una
carta de don Sancho (siendo infante) en la cual, a instancias de los veci­
nos de Burgos dice a don Lope Díaz de Raro "que delos treynta mill mara­
vedis que uos y pus en la ffonsadera, que Pero et Munno Diaz mios vassalo~.
et otros omnes, que auien tomado por mis cartas algunos destos mrs., et
uos que les peyndrades (a los de Burgos) por ello", es decir, por no querer
pagar Jo que ya habían satisfecho a los Castañedas (Arch. M. Burgos, nú­
mero 2935). Sancho IV dió por entonces la villa de Montes de Oca (que
pertenecía a Burgos) "a donna Johana, fija de don Johan Nunnez", como
dice un privilegio de Fernando IV de 1299 (A. Salvá, Cosas de la Vieja
Burgos, 99 y 102).
32 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

gón (1). En este puesto debía quedar don Juan Núñez


mientras el soberano se ausentase para ir a las vistas de Ba­
yona, cuya fecha estaba ya muy próxima (2).
Entonces salía el rey de Carrión, no abatido y honda­
mente preocupado, como cuando le amenazara el conde de
Raro, sino abierto el corazón a la esperanza, confiando en
los beneficios que surgirían de la paz con Francia, en la
cual cifraba Sancho la tranquilidad de su reino.
En aquellos momentos había cesado la guerra con Ara­
gón, y en sus Estados había restablecido el orden, haciendo
comprender y sentir a los rebeldes y maleantes todo el rigor
de las justicias del rey.

(1) Crónica, 82. Salazar, Lara, III, 138.


(2) El 3r de marzo, Viernes Santo, atÍn está don Sancho en Carrión,
que da el ya citado priv. a León.

(a) Esteban Pérez Godino había servido al rey como alcalde varios años;
<le 1284 y 1285 son v·arias disposiciones reales respecto a recaudación de
tributos por Esteban Pérez y entrega de maravedís a Pedro Martínez de Fe
(el llamado almirante de Sevilla), segttramente para la guerra con los moros
(tomo I. A., págs. CLVII, CLXII y CLXXIV). En 1284 (Coria, 16 septiem­
bre) da el rey "a Esteuan ,Perez Godino stt alcalde, la casa de morada con
tocias sus tiendas et todos su corales que son en oliuern;ia" (pág. CL1V). Su
hijo don Godino Estébanez fué canónigo de Badajoz, y en 1318 hizo ttna
fundación piadosa en Fresnos de Olivenza por el alma de su padre y la
suya (Solano, op. cit., f. 79 v.). En junio de 1289 es alcalde de Badajoz
(documento citado por Solano, f. 355), y no debió dejar la alcaldía por
muerte, sino a causa de los sucesos, pues en 1291 figura entre los testigos
de una pesquisa; tuvo otro hijo, llamado como él, pero a éste se le distin­
guía en 1294 por Esteban Pérez Godino, el Mozo, que cobra de soldada
en la Casa Real 400 mrs. (Cuentas, p. XXXIX). En 1300 es alcaide del
castillo de Badajoz Esteban Pérez Godino, hijo (Benavides, II, 229). El
año 1312, Clemente V creaba cardenal al dominico Guillermo Petri Godín,
de Bayona (Eubel), quien luego interviene en los asuntos de Aragón (H. Fin­
ke, Acta Aragonensia). Daumet (pág. 134) habla de correspondencia
(en 1309) entre Felipe IV y el cardenal Petri Godín, legado en Castilla,
pero debe confundirse con Petrus Hispanus, créado cardenal en 1300 (t 1310).
Ignoramos si existe relación entre los Godín franceses y los Godínez lusi­
tanos. El 22 agosto 1279 el infante don Sancho, mencionaba a "Uasco Go­
dínez, nuestro orne" (Arch. C. Salamanca. Leg. I, caj. 16). A 22 de marzo
de 1290 aparece como alcalde de Badajoz Juan Rodríguez de la Rocha, de
ilustre linaje de Badajoz; sus armas eran cuatro cuarteles: en el primero,
un león rampante, y en el segundo, tres fajas, "y en los de abajo lo mismo,
LAS JUSTICIAS DEL REY 33

al modo que las armas reales de Castilla y León, en otros cuatro cuarteles"
(Solano, f. 358.) Luego tuvo la fortaleza de Badajoz; por cierto que también
con este motivo ocurrió un hecho sangriento, pues las Cuentas (1294, pá­
gina LXXXIV) dicen: "a Johan Rodríguez de la Rocha por carta del Rey
et de la Reyna de los X mil mr. que avia aver por la costa que fizo en la
tenencia que toviera del castillo de Badaioz cuando mató a Gutier Pérez",
acaso en la época de la tragedia, pues antes de Godínez fué alcaide Rocha,
que recibió 3.000 mrs. "por la costa que fizo en el castillo de Badaioz mientre
lo touo fasta que lo entrc,qó a Alfo1i Godinez" (Cuentas, XLIX). Probable­
mente después de tomado el castillo por los Maestres de las Ordenes, se
dió la tenencia a Rodríguez de la Rocha,. quien desde hacía tiempo figuraba
sirviendo al rey. A 15 febrero 1286, el rey mandaba "a Johan rroyz de la
Rocha, su alcalle, que entregase los vedos que la iglesia de ssantiago a en
el obispado de Túy" (Cuentas, pág. CLXXXI). En 1286 cobraba de soldada
1.500 mrs., y en 1293 se paga para cumplimiento de su soldada 6.000 mara­
vedís (Cuentas, CLXIX y LIV). En una ocasión, el encargado de abonarle
su quitación, 5.600 mrs., es don Samuel, almojarife del infante don Fer­
nando (pág. XL). Del 20 de mayo de 1290 es un instrumento de demarcación
de límites con Portugal, siendo el representante de Castilla Juan de la Rocha
(Santarem, Relac., I, 3) ; el doc. conservado en el archivo de la Torre do
'fombo (G. 15. M. 23. N. 4) es de 20 de marzo de 1290. En abril de 1312
vendía Rocha el castillo y pueblo de Feria a la Orden de Santiago (Anto­
nio F. Aguado de Córdoba, Bullarium equestris ordinis S. Jacobi, etcétera.
Madrid, 1719, p. 266). De 15 septiembre 1294 es un traslado (hecho por
petición de Juan de la Rocha, alcalde del Rey) del testamento C~ septiem­
bre 1294) de Pero Royz de Alnidron, vasallo del rey, y sobrino de don
Juan Roiz de la Rocha, alcalde del rey. Entre las mandas de Pero Roiz,
figuran: a su padre Miguel Roiz; a Gutier Pérez, "escudero que viue
conmigo"; a Alfonso Goudin, "mio sobrino"; a Juan Roiz y Alfonso Roiz,
sus hermanos. Nombra cabezaleros a su hermano Juan Roiz y a su tío Juan
Roiz, al cual le ruega sennaladamente "faga algo de lo mio a Esteuan mio
fijo que ey de Maria Martinez et que. lo cric et le faga bien et merc;ed".
Entre los firmantes del testamento aparece Alfonso Godin y un Lorenzo
portogalés; y en el traslado firman Pero Ferrándiz, sobrino de don Juan
Roiz, Diego Goudin de <;amora, etc. (Docs. Ord. Santiago. Cax. 94. N. 54-
Archivo Histórico Nacional). En este testamento hay indicios de afinidad
entre los Rodríguez de la Rocha y el bando portugalés y los Go<línez;
por tanto, la sustitución de Esteban Pérez Godino en la alcaldía de Badajoz
sería una fórmula para cubrir las apariencias. Del Gutier Pérez que
mató, no hay noticias; sin embargo, pudiera ~~r algún individuo conocido
en Badajoz. En doc. de 1287, firma un "Martín González, yerno de Gutier
Pérez" (Solano, f. 353). También se sabe de Gutier Pérez, juez del rey
en Zamora, a quien acusaron en 1278 ante el infante don Sancho, por
haber entrado con otros jueces a mano armada -en la villa de San Martín
de Wamba, donde mataron dos jueces, puestos allí por el obispo (Hinojosa,
Estudios sobre la Historici del Derecho español. Origen del régimen muni­
cipal en León y Castilla. Madrid, 1909, pág. 60). En el archivo de la cate-
3
34 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

dral de Zamora existe una carta del infante don Fernanao cic la Cerda
(29 junio 1275), dirigida "a uos Gutierre Pérez, juez del rey mio padre
e mio en Zamora", sobre atropellos a los derechos del obispo. En cuenta
de febrero de 1285 se menciona a Gutier Pérez de <;amora. "que ha de
responder de unas peyndras" (Cuentas, pág. CLXX) ; en junio de 1285 es
alcalde y juez de Zamora Juan Roiz (Cuentas, pág. CLIII).

Del I. 0 de abril 1289 (V. I. 240) al 29 octubre 1289 advertimos las ~i­
guientes variantes : A 29 oct11bre I 289 (confirmación de un privilegio de
Fernando III; Miguel de Manuel y Rodríguez, Memorias para la vida del
santo rey don Fernando III, Madrid, 1800, pág. 309) confirma don García,
arzobispo de Sevilla, trasladado a la metropolitana hispalense desde el ar­
cedianato de Briviesca por carta pontificia de Nicolás IV (12 febrero 1289),
en la cual hace constar se anuló la elección de don Fernán Pérez (V. T. l.,
149); a 20 marzo 1289 presenta el palio a don García-que parece está en
Roma-el cardenal Jacobo (Reg. Nic. IV, págs. 94 y 145). Tuvo un pleito
sobre bienes con la Iglesia compostelana (13 sept. 1290, Reg. Nic. IV, 547).
Ortiz de Zúñiga (Anales, 133-152) dice que don García es sobrino del ar­
zobispo don Fernando Gutiérrez Tel10; tuvo pleito con Toledo sobre las
iglesias de Jaén y Córdoba; pero Sancho IV <lió la razón al de Toledo (5 di­
ciembre 1290); en 1292 bautizó al infante don Felipe, y el año 1294 cesan
sus memorias; por los aniversarios, parece murió en octubre. Muñoz To­
rrado cree que murió a los sesenta y un afios de edad; su aniversario se
celebraba el 14 de abril (op. cit., 142-49). En doc. de 12 nov. 1294 (Archivo
C. Toledo, T, 12, 7), Sevilla vaga. Don García, siendo arcediano de Bri­
viesca, fué uno de los perdonados en el Tratado de Lyon (1288), pues estuvo
en desgracia con Sancho IV por su adhesión a los infantes de la Cerda (I, 215,
y Salazar, Lara, III, 137). Con la consagración arzobispal de don García
se oscurecía para siempre el electo, don Fernán Pérez, quien ya en este
privilegio de 29 octubre 1289 no confirma como "notario mayor en Cas­
tiella", cargo que pasa a don Juan Alfonso, obispo de Palencia. Don Fernán
Pérez, electo de Sigüenza y de Sevilla (1, 149), acusado de sodomía y trai­
ción, descendiente de Bellido Dolfos, en 1284 (doc. de 24 abril, manuscri­
to 13.035, f. 22 y 80, B. N.), llegado el año 1289, pierde todos los honores,
quedándole sólo el deanato de Sevilla. Interesante es el largo documento
pontificio que trata de la elección seguntina de don Fernando en 1286 (Re.g.
Hon. IV, 670).
Don Juan Alfonso, obispo de Palencia, "chanceller _del rey" a I.º de
abril, es, a 29 octubre, Notario mayor en Castilla, en sustitución del men­
cionado deán don Fernán l'érez, quien no figura en este privilegio.
A 29 octubre confirma ya como obispo el electo de Segovia, don Blasco
(tomo I, pág. 240), quien, elegido por su iglesia, ignorando que el Papa
se había reservado la provisión, al advertirlo, renuncia ante la Santa Sede;
LAS JUSTICI;\S DEL REY 35

pero Nicolás IV confirma la elección a 13 diciembre 1289 (Reg. Nic. IV,


1870-72); en Castilla ya debía saberse su propósito. Su antecesor, don Ro­
drigo, había sido trasladado a 'rarragona, según carta apostólica de 6 de
octubre de 1288 (Reg. Nic. IV, 348). El episcopado de don Blasco dura
hasta 21 enero 1300 (Eubel, 442).
También confirma a 29 octitbre don Gonzalo Yáñez, maestre del Temple,
en lugar de don Gómez García, comendador mayor, el que "fué en deser~
vicio" de Alfonso X (V. t. I, p. 22, 86)'.
Entre los nobles castellanos que confirman a 29 octubre, aparece el
primero don Juan Núñez (antes de su hermano don Nuño González), vuelto
a la gracia del rey, como se ha dicho. Confirman, además, sus dos hijos,
don Juan Núñez y don Nuño González. Don Juan Alfonso de Alburquer­
que aparece a 29 de octubre como adelantado mayor en el reino de Galicia,
en lugar del merino don Diego Gómez, del cual y de don Juan Alfonso se
hablará en otro capítulo. A 29 octubre confirma también don Tello Gu­
tiérrez, justicia mayor de la Casa del Rey (V. pág. 27).
A 13 diciembre 1289 (Priv. a Valladolíd. Leg. I, núm. 9. Arch. M. Valla­
dolid), la única variante respecto a 29 octubre es la confirmación de don
Fray Rodrigo, arzobispo de Santiago, nombrado desde 1286. En el tomo I,
página 121, traté de este nombramiento, siguiendo a López Ferreiro, pues
no se , hallan en las bibliotecas de Madrid los Registros de los Papas y
huhe ele consultarlos con premura en bibliotecas extranjeras. Los de
Nicolás IV pude utilizarlos luego en Madrid, gracias a la amabíli­
cla<I del ilustre escritor, fallecido prematuramente, M. Henri Merimée,
que se tomó la molestia de traer el volumen desde Toulouse, por unos días.
Por tanto, utilizando estos Registros, añadiré sus datos a lo consignado en
la página 121, tomo I. El arzobispo don Gonzalo cuyo paradero ignoró
López Ferreiro, había muerto en Viterbo el 22 de febrero de 1281, y a
25 de mayo de 1286, Honorio IV proveyó la mitra compostelana en favor
de Fr. Rodrigo (Les Registres d'Honorius IV, 1285-1287, par M. Maurice
Prou, núm. 536), pero éste tardó en ser consagrado, por cierta oposición
que halló en parte del clero compostelano, como se consigna en las cartas
apostólicas de Nicolás IV (r9 septiembre 1289, núm. 1.817; 4 octubrs 1289,
número 15n-1516, Reg. Nic. IV). De 2 octubre 1286, es una real carta al
electo de Santiago (Arch. C. Santiago, Tumbo B, fol. 171). A 27 febrero
de 1289 el Papa ordenaba se le satisficiesen a Fr. Rodrigo ciertos derechos
Reg. N. IV, 677). Probablemente, la hostilidad que encontró Fr. Rodrigo se
relacionaba con la desmoralización del clero y su empeño de reformar y or­
denar aquel estado de cosas. El propio arzobispo debió de influir personal­
mente para consolidar su situación, pues el 7 de marzo de 1289 estaba en
Roma, y asistía, en Santa María la Mayor, al acto en que se estipuló una
composición entre el rey de Portugal y los prelados de su reino (Registres
Nicolas IV, núm. 716). En 1290 ventila el Papa un asunto entre Sevilla y
Santiago, como queda dicho. López Ferreiro (op. cit.) y Eubel (Hierarchia)
creen que Fr. Rodrigo murió en 1304, pero a 6 febrero 1305 confirma en
un rodado de Fernando IV; ya a 15 mayo 1305 vaga la iglesia de Santiago
(Benavides, II, 468 y 482). De su antecesor se hace mención en un docu-
36 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

mento particular de 13 junio 1280; "archibispe de Santiago, don Gonzalo


gómez" (Monfero, leg. 3or, A. H. N.), y en el archivo de la catedral de
Pamplona se conserva una carta de este arzobispo, fechada en Viterbo. En
mayo de 1288 era vicario del arzobispado de Santiago don Arias González,
que firma en documento como testigo. (Ignacio J. de Ortega y Cares y otros,
Bullarium Ordinis Militiae de Alcántara, Madrid, 17,~9, p. 121.) Don Arias
fué deán de Santiago, y López Ferreiro (V. 276) cree que era hermano
del arzobispo; en efecto, el año 1294 se nombra en cartas reales al deán
de Santiago, hermano del arzobispo (núm. 570).
En documento de 30 diciembre 1289 (núm. 270) hay los mismos confir­
mantes que en el del r3, excepto que la i_qlesia de Cu.enea vaga. En la pá­
gina 10, tomo I, nota, tratamos de la sede conquense, y luego rectificaremos
algo de lo dicho allí cuando nos ocupemos de la provisión de esta vacante.
A 5 febrero 1290 (núm. 291}, la única variante es: "Fcrnán González,
merino mayor en tierra de León", en lugar del poeta Esteban Pérez Flo­
rián. (V. t, 1, pág. 49, y en el cap. XII.) El nuevo merino es Fernán Gon­
zález Coronel, hijo de doña María Fcrnández Coronel, ama de la reina
Doña María; a los datos consignados en la página 147, t. I, podemos aña­
dir otros más concretos. Doña María Fernández Coronel era hija de don
Fernán Gil y de doña Sancha Fernández de Calamarn;os (en otros luga­
res dan el apellido Calamanc;os a don Fernando Gil), y casó con don Gon­
zalo Yañes Coronel, el Viejo, "e chamaronlhe a ella dona Maria Fernandez
Coronell pello sobrenome do marido" (esto aclara nuestra duda, señalada
en la página 233, t. I, respecto al apellido Coronel de doña María).
Doña María y don Gonzalo fueron padres de: doña María González Co­
ronel [que casó ron don Martín Pérez de Portocarrero (t. I, pág. 147);
hijo de éstos era Gonzalo Yáñez Coronel, que tiene una cantidad en la
judería de Avila (Amador de los Ríos, p. 551) y que fué muerto en 13o8,
ante Fernando IV (Linhagens, pág. 155)] y de don Fernán González Co­
ronel, el que nos ocupa, casado con doña Sancha Vázquez (t. I, página 147);
éstos fueron padres de doña María Alfonso [mujer de Guzmán el Bueno]
y de Juan Fernández Coronel, el que figura en las Cuentas reales [éste
casó con doña Sancha González, y fueron padres de Alfonso Fernándl!z
Coronel, privado de Alfonso XI] (Litthagens, 155, 158, 185, 273, 2S7, 339,
342, 359, 363). A 15 oct. 1284 vendía unas casas en Toro a la reina
doña María, "yo ffernán gonzález, fijo de don Gonc;alo coronel et de
<lonna Maria fferrandez", y menciona a su mujer, "sancha uelázc¡uc;(' (le­
gajo 2342, A. H. N.); en 1294, la reina manda dar 300 mrs. "a donna
Sancha Bálquez, muger de fcrrán González Coronel" y en noviembre
de 1285, el rey ordenó el pago de 2.000 mr. a "ferrán González Coronel",
por su soldada de 1284, y 2.000 para un caballo (Cuentas, t. I). Don Fer­
nán González Coronel figura como merino en muchos documentos de
aquellos años.
Aunque no se trata de variante advertida en los privilegios .odados
de este período, señalaremos que el obispo de Sigüenza, don García, "doc­
tori decretorum", que confirmaba como obispo desde 1288 (documento de
10 diciembre 1288, t. I, pág. 224), no fué consagrado hasta este año de 1289.
LAS JUSTICIAS DEL REY 37

A 29 septiembre 1288, Nicolás IV le nombra obispo, denegando la elec­


ci6n del cabildo en favor de don Al fono, obispo de Coria (Reg. Nic. IV,
341-46) ; el 8 de febrero 1289, el Papa le concede ciertos privilegios (Reg.
Nic. IV, 482). El 7 de marzo de 1:::90 estaba don Oarcía en Roma, concu­
rrir.ndo a la Asamblea de Santa María la mayor, "magistro Garcie, segun­
tino elcctis" (Reg. Nic. IV, 716); sin duda se consagró en la Ciudad Eter­
na, pues a los pocos días (el 21 del mismo mes de marzo) el Pontífice, lla­
mándole ya "episcopo seguntino", reitera su nombramiento, contra las
insii:tC'ncias cel cacilco en pro de don Alfonso (Reg. Nic. IV, 722).
Los confirmantes del privilegio 7 marso 1290 (núm. 296) son iguales a
los del 5 de febrero (núm. 291).
CAPITULO XII

<<ET PUSIERON SU AMOR EN UNO... >>

1290

(Abril)

Al fin, la ansiada entrevista con Felipe de Francia iba a


realizarse. Al fin, Sancho de Castilla triunfaría, con su per­
severancia y discreción, de tantas dificultades, rémoras y
obstáculos como se presentaron a su paso siempre que quiso
cimentar la alianza con Francia durante el curso de sus
primeros años de reinado.
Además, iba también en ello la inquebrantable voluntad
de la reina, que siempre aconsejó al monarca la unión con
el reino francés, a pesar de aquellos dardos dirigidos contra
ella por el rey Felipe cuando, en 1286, quiso separarla de
don Sancho para casar con éste a una de sus hermanas.
Pero doña María, con su espíritu fuerte, pasó por encima
de todo aquello, que quizás podría atribuirse a torpeza de
los embajadores, y elevando sus miras piensa en los inte­
reses generales del reino.
La alianza con Francia no suponía solamente la ventaja
intrínseca, sino que era además una fuerza contra Aragón,
una seguridad ante los infantes de la Cerda y, finalmente,
la probabilidad de obtener del Pontífice romano la anhelada
dispensa del matrimonio de Sancho IV y María de Molina.
La reina, como madre, con fiel presentimiento, deseaba
vehementemente aquella dispensa, no por sí misma, sino
porque significaba la legitimación de su hijo, el heredero,
a quien doña María, previsora, quiere evitarle escollos para
cuando llegue a reinar.
40 HISTORIA DE SANCHO IV l>E CASTILLA

Meditando en todo esto se comprende la satisfacción que


animarí:t a don Sancho cuando desde Villalcázar de Sirga
emprende a toda prisa la marcha hacia Bayona, pasando
por San Sebastián en los primeros días del mes de abril (I).
Esta era la tercera vez que el rey Bravo llegaba a la villa
guipuzcoana desde que ciñera la corona, y las tres veces
llegaba a ella atraído por sentimientos de amistad hacia
Francia, aunque la fatalidad había dispuesto que las dos
ocasiones pasadas retornara a Castilla, indignado primero,
en 1286, y después, el año 1289, herido por la incertidumbre.
Ahora nada impediría las proyectadas vistas, y don
Sancho, sin detenerse apenas en San Sebastián, se dirige a
Bayona, donde debía reunirse con su primo Felipe el Hermoso.
Allí esperaban a Sancho IV sus embajadores don Gon­
zalo, arzobispo 'de Toledo; el obispo don Martín de Astorga;
don Tello Gutiérrez, justicia mayor de la Casa Real, y el
trovador portugués Esteban Pérez Florián, todos amigos
predilectos del rey, enviados con anticipación para tratar
previamente los extremos de la concordia con los mensajeros
del monarca francés, que eran el obispo de Orleans, el duque
Roberto de Borgoña, sire Juan de Haricourt, el condestable,
un preboste y un arcediano. A estos delegados regios se
unían Alejandro de Loaysa, Lorenzo Martínez, arcediano de
Tarazona, y el clérigo Domingo Martín, representantes de la
princesa viuda doña Blanca (2).

(1) Sancho IV debió hacer el viaje hacia Francia a marchas forza­


das, pues el 31 de marzo de 1290 se hallaba en Carrión. donde da una
carta a León (Arch. M., núm. 34, caja I).
(2) Los nombres de los representantes diplomáticos In,; t:>mamos de
los Anales toledanos III (pág. 369, ed. cit.), que coinciden, casi en todos
los personajes, con los indicados por la Crónica de Loaysa (página J3,
edición citada), sólo que esta última omite a los enviados de doña Blanca,
al obispo de Astorga, a Juan de Haricourt, al condestable, y en vez de
mencionar a un preboste y a un arcediano, dice asistieron "duo archidia­
coni". En los Anales toledanos existe un error de puntuación, en el cual
incurrió el sabio Padre Flórez, siguiéndole Huici en su edición, error
que cambia completamente el sentido de la noticia consignada, pues al
enumerar los embajadores de Sancho, termina nombrando a "Estevan
Páez (ve! Petriz), Florián de Francia, el obispo de Orleans", etc., cuando
debe decir: "Estevan Pérez Florián; de Francia [ es decir, representantes
de Francia], el obispo de Orleans", etc. Del arzobispo toledano hablare-
Castillo de Sayona. donde Sancho IV)' Felipe el Hermoso
pactaron la paz castellano--francesa de 1290.
"ET PUSIERON SU AMOR EN UNO••• " 41

Los infantes de la Cerda, rebeldes al tratado de Lyon


y enemigos declarados de Sancho IV, son excluidos de estas
negociaciones; seguramente Felipe el Hermoso, después de
ser desatendido por sus primos una vez, no quiere arries­
garse nuevamente, y se desentiende de sus intereses. Además
aquellos príncipes, con los ardores juveniles, no tuvieron en
cuenta que al acogerse al rey aragonés perdían la protección
del monarca de Francia, enemigo de Alfonso III.
Así, pues, Felipe sólo se preocupa de su tía, a quien
había convencido de la inutilidad de su intrans~gencia, más
que nada perjudicial a sus propios intereses, admitiéndose
su representación, sometida a acatar los extremos acordados
por los dos monarcas.
El arzobispo de Toledo y el obispo don Martín, iniciados
ya en los tratos diplomáticos con Francia, habían de enten­
derse con el duque de Borgoña, conocedor también de las
cuestiones pendientes entre Felipe y Sancho desde su ges-

mos más adelante; de don Martín dimos ya noticia en el tomo I, capí­


tulo VII. A los datos consignados sobre Esteban Pérez Florián en ~
tomo I, págs. 26, 49 y 150, pueden agregarse los siguientes: fué hijo de Pero
Homen de Pereira y doña Teresa Annes; casó primero con doña Teresa
Arias Quijada, de quien tuvo a Francisco Pérez y Urraca Pérez; casado
segunda vez con doña María Ramírez, viuda de don Pero Páez de As­
turias, tuvo cuatro hijos: Esteban Pérez, Juan Pérez, Fernán Pérez y
Teresa Pérez (Linhagens, 147, 223, 263, 3u). Hermano suyo era don
Sancho, obispo de Oporto (Fortunato de Almeida, Historia da Igreja em
Portugal, II, Coimbra, 1910, pág. 633). A 6 febrero 1305 confirma Estehan
Pérez Florián, Y a 15 mayo 1305 ya no apar~ce (Benavides, II, 468, 482);
Carolina Michaelis de Vasconcellos (op. dt., II, 617) lo cita entre los tro­
vadores ricos-hombres que usaban el don en "señal de sangre azul ma.~
puramente gótica o franca, que los distinguía del vulgo muzárabe". Res­
pecto al Justicia don Tel10, véase el capítulo anterior, pág. 27. Uno fk
los representantes de doña Blanca, Alejandro _de Loaysa, nos hace pensar
en una posible intervención de la reina doña Violante, abuela de los la
Cerda, y a la cual debía ser muy afecta la familia de los Loaysa (Véast
tomo I, págs. 12 y 215). Alejandro de Loaysa, "milite", en 1280 ya estaba
desterrado de Castilla e iba con un mensaje del francés al rey de Ingla­
terra (Daumet, 69). Fué uno de los perdonados en el tratado de Lyon.
De 21 agosto 1263 es un pleito en que figura " Don Joffre de Loaysa.
amo de la Reyna donna Yolant" (Ballesteros, op. dt., c!oc. 126), y m nieto
Juan García hace una donación a la Orden de Calatrava en mayo de 1286
(Ignacio José de Ortega y Cates, Bullarium Ordinis Militias de Calatrava.
Madrid, 1761, pág. 148).
42 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

tión de 1286. Además, Roberto de Borgoña reunía condicio­


nes especiales para intervenir en este asunto por la antigua
relación de su casa con Castilla y por su parentesco con los
interesados. Su padre, Hugo IV, duque de Borgoña, había
confirmado en los privilegios rodados de Alfonso X como
<<vasallo del rey>>, y Roberto, por estar casado con una hija
de San Luis, resultaba tío político de Felipe el Hermoso y
de los infantes de la Cerda, cuñado de la viuda doña Blanca,
y hasta pariente lejano de Sancho IV. El duque de Borgoña,
hombre de _buen juicio, como había de demostrarlo en el
pleito de Felipe IV con Bonifacio VIII, ponía su buena
voluntad en solucionar la cuestión, cediendo de su actitud
de 1286, tan decidida en pro de los infantes de la Cer­
da (1).
También el obispo aurelianense, Pedro de Mornay, estaba
en antecedentes por su participación en el tratado de Lyon
(1288), cuando sólo era arcediano de Sologne (2).
La reunión de plenipotenciarios en Bayona comenzó a
mediados de marzo, promediada la Cuaresma, deteniéndose
en la discusión y redacción de los capítulos del tratado
hasta Pascua, ultimando minuciosamente todos los puntos
a fin de que los reyes no tuviesen más que firmarlos y rati­
ficarlos. De este modo la estancia de los reyes en Bayona
se dedicaría únicamente a las fiestas dispuestas para cele­
brarla, apartando del ánimo regio todo motivo de preocupa­
ción que pudiese ensombrecer tan fausto acontecimiento. La
labor de los diplomáticos fué en realidad muy meritoria
preparando el terreno al feliz resultado de la entrevista dos
veces frustrada (3).
Al llegar a Bayona, en 1290, los dos primos hermanos,
Sancho el Bravo y Felipe el Hermoso, probablemente no se
conocían. Por sus venas corría la misma sangre de Alfon­
so VIII y de Jaime el Conquistador, pero sus caracteres no
(l¡ Mondéjar, Memorias ~iistóricas ael rey don Atfo;;so el Sabio,
Madrid, 1777, pág. 555; Ballesteros, ScTilla en el siglo XIII, pá~ina
CCL.'\:XX \'Il f.
(2) Pierre ele Mornay, en junio de 1288, es arcediano de Sologne, en el
obispado de Orleans (Daumet, op. cit., pág. 99). More! Fatio dice que el
obispo aurelianense que asiste a las vistas de Bayona es Pierre de Mornay,
obispo de Orleans de 1288 a 1296 (Crón. Loaysa, pág. 32).
(3) Crónica de Loaysa (ed. cit., pág. 32).
"ET PUSIERON SU AMOR EN UNO ••• " 43

podían ser más opuestos; sin embargo, uno y otro deseaban


hacía tiempo la alianza de sus reinos.
Sancho IV, impetuoso, violento, espontáneo, iba a en­
contrarse frente al dulce, humilde y disimulado Felipe de
Francia. Mientras Sandio era capaz de dar muerte por su
mano a un magnate, Felipe llegaría al mismo fin, pero
suavemente, ·sin manchar nunca sus blancas manos de mís­
tico fingido.
Sancho era iracundo; Felipe <<jamás se dejó llevar por la
ira>>, como dice su favorito Nogaret, afirmando era además
muy piadoso y ferviente en la fe; esta condición podía ser
un punto de contacto con el devoto don Sancho, si el fervor
de Felipe no fuese tan sospechoso. Sancho tenía ingenio;
Felipe, astucia; a uno le llamaban el Bravo; al otro, el Her­
moso.
Los apologistas coetáneos nos pintan al rey francés como
el hombre más santo de su tiempo; hasta dicen que <<Dios
hacía milagros a los enfermos por su mano>>. Un monje de
San Denís cuenta que ayunaba, se hacía disciplinar por su
confesor y llevaba un cilicio. Pero todas estas prácticas
religiosas no impidieron que se enfrentase con el Padre de
la Cristiandad y persiguiese implacable a los Templarios.
En resumen, Felipe IV de Francia, rodeado de persona­
jes que ganaron su confianza, parecía que <<dejaba hacen>
por debilidad de carácter, pero en realidad estaba muy con­
forme con lo que <<hacíam>.
Por su bella presencia y su dulzura, Felipe predisponía
favorablemente: era alto, fuerte, hermoso, blanco y rubio;
mas de espíritu frío. Bernard Saisset, obispo de Pamiers,
decía de él: <<C'est le plus bel homme du monde, mais i1 ne
sait que regarder les gens fixement, sans parlen> {l}.

(1) Entre los estudios sobre Felipe lV de Francia están el de Lar.­


glois, en la f[isfoirc de France, dirigida por E. Lavisse (t. III, parte II, pá­
gina n9, afio 19r1), y el de Karl Wenck, Philipp der Schone i•on Frankreich,
seine Personlichkeit und Urteil der Zeitgenossen, Marburg, 1905. El
Sr. Longlois, después de aportar curiosos testimonios de los contemporáneos,
concluye estimando que el carácter de Felipe el Hermoso es un enigma,
sin decidirse a interpretar los textos que utiliza. En cambio Wenck afirma
que Felipe fué un gran rey, responsable de sus actos de gobierno, del que
tuvo un concepto elevado. Boutaric, el historiador de La France soiis Phi-
44 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Sancho IV, con su inteligencia despierta y cultivada,


aprovecharía aquella ocasión para estudiar de cerca el com­
plicado carácter de su primo, que tras esa máscara de mo­
destia y debilidad ocultaba la verdad de sus intenciones,
muy distinta de la suave apariencia de sus modales.
El miércoles 5 de abril, con estricta puntualidad, entra­
ban el mismo día en Bayona los reyes de Castilla. don Sancho
y doña María y Felipe de Francia, evitando con aquella
exactitud que ninguno soportara el desaire de esperar. El
recibimiento dispensado a los monarcas revistió singular
brillantez, y entrambos se acogieron con la mayor cordia­
lidad, extremando la efusión afectiva. El rey Felipe reite­
raría su disculpa por no haber podido acudir a la entrevista
del año anterior a causa de la grave enfermedad padecida
por su mujer, la reina doña Juana, que estuvo casi <<in articulo
mortis>> (1) .

lippe le Bel (París, 1861), afirma que "Loin d'avoir eté un sprit faible,
Philippe parait avoir eté a la fois trés-ferme et trés-froid" (pág. 419). In­
teresantes son las opiniones del Dr. H. Finke, J,n Charakteristik Pliilipps
des Schoncn (págs. 201-224, Mittcilungen des Inst. für ost. Gesch.
iorsch. XXV. Insbruk, 1905). Por nuestra parte, valiéndonos de los ele­
mentos presentados por los autores más conocidos, nos situamos en el tér­
mino medio, significando nuestra opinión sobre el monarca de Francia con­
temporáneo de Sancho IV y con quien sostiene durante su reinado continua
relación. Respecto a la política con Castilla no dice Langlois casi nada; en
la página 292, en un párrafo sobre los reinos pirenaicos se limita a consig­
nar, tn breves líneas, que "Sancho el Usurpador" reinaba en Castilla en
detrimento de los infantes de la Cerda, a quienes Felipe el Hermoso rehuyó
favorecer, protegiendo únicamente a sus partidarios desterrados en Fran­
cia. No habla para nada de la paz de Bayona ni de otras negociaciones.
Boutaric (op. cit., 381) apenas alude en unas líneas a la relación con Castilla.
(1) La fecha ele la entrada en Bayona la dan los Anales toledanos III
(página 369), y la noticia de los festejos y de la enfermedad de la reina
de Francia se encuentra en la Crónica de Loaysa, págs. 31 y 33. La Crónica
de Sancho IV (e<l. Rivadeneyra) habla someramente de las vistas de Ba­
yona (pág. 82). En doc. francés de 1306 (Arch. Nat., París, J. 915, núm. 10)
se alude a lo acordado en Lyon (dice 1289, pero fué en 1288): Et puis fu
appue ·pcr done Sanee a Baionne En Jan mil 11cc IIIIxx ¡:; X (1290) le diman­
che apr;.s paques V mois dauril". A las fracasadas "vistas" del año anterior
(véase tomo I, pág. 231), debe referirse una nota de las cuentas navarras, que
dil'e: "Per expensa unius armigeri mj ssi de mandato Gubernatoris ad eondu­
cenclum quondam capitulum Regís Castella, apud lucronium per duos dies. Ls."
(Arch. Navarra. Cuentas 1290, t. IV, fol. n9 v.) La Crónica de 1344 da la
"ET PUSIERON SU AMOR EN UNO••• " 45

Como el peso de las negociaciones lo habían llevado los


embajadores, los monarcas se entregaron únicamente a fes­
tejar su entrevista con grandes regocijos y demostraciones
de alegría, haciendo alarde del afecto que les unía por ser
hijos de hermanas (1).
El solaz y las diversiones con que se regalaban los ventu­
rosos reyes de Castilla y de Francia duraron varios días,
que los diplomáticos aprovecharon para redactar cartas y
ponerles los sellos reales que garantizasen los previos acuer­
dos. Finalmente, ultimada su labor, someten a la aproba­
ción de los monarcas el texto del tratado que había de
regular definitivamente las relaciones entre los dos reinos (2).
Conformes en todos los puntos convenidos por sus dele­
gados, los soberanos firman la paz el domingo de Cuasi­
modo, 9 de abril de 1290. Llegada a feliz término la misión
que les había llevado a Bayona, deciden regresar a sus
Estados y, después de reiteradas protestas de amor y con­
cordia, se despiden Sancho el Bravo y Felipe el Hermoso,
que <<fincaron de alli adelante por más amigos>> (3).
El tratado concluido en Bayona ratifica casi en todo el
de Lyon, aunque naturalmente considera excluidas las cláu­
sulas concernientes a los infantes de la Cerda, que su mismo

absurda noticia de que don Sancho fué a Barcelona mientras la guerra con
Aragón, en 1289, de donde Zurita debió tomar la falsa información. (Véase
tomo I, pág. 232, nota.)
(1) Loaysa, pág. 33. Sancho IV y Felipe IV eran hijos, respectivamente,
de doña Violante y doña Isabel, hijas de Jaime el Conquistador.
(2) Loaysa, pág. 33. Dice estuvieron en Bayona tres o cuatro días, pero
debieron permanecer más tiempo, por lo menos del 5 al 9 de abril, inclu­
sives. Fernández y González (Instituciones jurídicas del pueblo de Israel,
página 177), siguiendo un error de Graetz, habla de la presencia del Bedarsi
y otros judíos en esta ocasión, cuando se trata de sucesos ocurridos en
tiempo de Alfonso X, error que también señala el Dr. Baer. (B. A. H.,
LXXXVI, 538.) ,
(3) Loaysa, pág. 33. Crónica, 82; Daumct, op. cit., pág. 109. La en­
trevista se había retrasado algunos ,lías, pues los enviados franceses habían
fijado, de común acuerdo con Sancho IV, en Guadalajara, el penúltimo
domingo de Cuaresma El retraso quizá se debía a la llegada a París de
dos cardenales, legados del Papa, que, entre otras misiones, llevaban la de
apresurar las negociaciones entre Francia y Aragón; uno de aquellos car­
denales era el futuro Bonifacio VIII. (Langlois, op. cit., pág. 129, y Finke,
Aus d.:n Tagen Honifaz VIII, Miinstcr, 1902, pág. 9 y sigs.)
411 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

incumplimiento las anula; sin embargo, manteniendo una


parte de aquellas cláusulas, Felipe debía ayudar a Sancho
contra los de la Cerda, puesto que ellos se rebelaron contra
lo estipulado el año 1288. En cambio, quedaba vigente lo
relativo a los desterrados y al rey de Aragón (1).
Además, Felipe IV ratifica por él y sus sucesores la so­
lemne renuncia a los supuestos derechos que pudiera tener
al reino castellano como descendiente de Blanca de Castilla,
la madre de San Luis (2).
Pero la mayor parte del tratado se dedica a puntualizar
el pacto entre Sancho el Bravo y su cuñada doña Blanca,
quien por sus intemperancias y las altiveces de sus hijos,
cuando el tratado de Lyon, se ve ahora privada de las pose­
siones territoriales que entonces se le asignaron, debiendo
contentarse al presente con una pensión vitalicia (3).
Sancho IV reconocía la propiedad de algunos bienes
pertenecientes a Fernando de la Cerda cuando murió; pero
respecto a otras posesiones surgieron dudas, y Sancho ofrece
hacer pesquisa para averiguar si realmente habían sido de
su hermano (4).
Las propiedades reconocidas por el rey Bravo como

(1) Daumet, op cit., pág. 200, publica integro el texto de este impor­
tante tratado, del cual existe una copia coetánea en el Archivo de Navarra,
en Pamplona (caj. 4, núm. 71). Esta copia se encuentra allí porque Feli­
pe IV envió al gobernador de Navarra "la teneur de la composición" (nú­
mero 445). Loaysa confunde las cláusulas referentes a los infantes de la
Cerda con las del tratado de Lyon.
(2) Hasta ahora no son conocidos todos los documentos en que se es­
tipuló la concordia particular entre Felipe y Sancho, pero uno de los puntos
· tratados debía referirse a Navarra, pues en 1299 el gobernador de Navarra
hacía una reclamación a Fernando IV respecto a Atapuerca, contestando
María de Molina "que el pleyto que pusiera (el rey de Francia) con el rey
don Sancho, su marido, en las vistas que oviera con él en Bayona, en que
renunciara esta demanda de la conquista de Navarra e todas las demandas
que avía la casa de Francia contra la casa de Castilla en cualquier manera"
(Crón. de Fernando IV, ed. Rivadeneyra, pág. u4). Esta renuncia general
es la mencionada en los privs. de Sancho IV, y que su Crónica expresa así.
"e otrosí quitó (el rey francés) e partió mano de todas las demandas para
siempre jamas, tambien por conquistas, como por otra cualquier manera que
avía o podría aver contra el reino de Castilla", pág. 82.
(3) Daumet, op. cit., págs. uo, 200 y sigs.
(4) Daumet, op. cit., págs. uo, 200 y sigs.
"ET PUSIERON SU AMOR EN UNO ... " 47

herencia de Fernando de la Cerda, que pasaban a doña


Blanca, mas no a sus sucesores, como se dice expresamente,
son: la villa de Marchena, con su castillo y términos; los
lugares de Hellín, Isso, Minateda y Malamujer. En Sevilla
enumera: una tienda de jabón y una huerta en la Maca­
rena; unas viñas, que habían sido de la reina doña Juana,
en Tagarete; un molino con su presa en Guadaira y con la
torre cercana al Guadalquivir; unas casas en la ciudad, que
asimismo habían sido de la reina doña Juana; . las rentas
del mercado de los moros en la puerta de la Alhóndiga; unos
baños en la parroquia de San Ildefonso, y una tahona con
tres tiendas contiguas en la misma parroquia; dos hornos,
uno en la parroquia de San Bartolomé y otro en la Judería;
unas tiendas, que habían pertenecido a doña Juana, frente
a la catedral, y un almacén de aceite en la puerta del Arenal.
Además, en el término de Sevilla, señala varias posesiones,
como la aldea llamada en tiempo de los moros Rogahina,
con todas sus pertenencias; un cortijo denominado Alcabdet
-Alcaudete-, en término de Carmona, con su torre y otros
heredamientos que habían pertenecido a la misma doña
Juana (1). En la ciudad y término de Córdoba también exis­
ten bienes pertenecientes a la viuda de Femando de la Cerda,
o sea todo aquello que antes había sido de la reina doña
Juana, como asimismo las casas, molinos y otras posesiones
en Jaén, Arjona y La Guardia, ·con todos sus derechos,
según los poseyó hasta su muerte el príncipe don Fer­
nando (2).
Luego se declaran los lugares cuya propiedad ofrece sos­
pechas a los representantes de Sancho IV, y sobre lo cual
se aplaza el fallo hasta informarse de la verdad.
Estas posesiones, alegadas por los enviados de doña
Blanca, son: Paredes de Nava, Gatón, Moilieilles, Ferrin,
con sus graneros y todas sus pertenencias; Castrillo de Villa

(1) Todas estas posesiones las disfrutaba en tiempo de Alfonso X su


madrastra doña Juana (Ballesteros, Sez·illa en el siglo XIII, pág. 52).
(2) Tratado de Bayona, Daumet, op. cit., pág. 198. Esto último también
había pertenecido a la francesa doña Juana, mujer que fué de San Fer­
nando. Indudablemente existían territorios determinados para asignar en
dote a las reinas extranjeras. Doña Blanca, como era esposa del heredero;
hubiera sido reina si no muere su marido.
48 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Vega, con su granero, y las dos aldeas de Fresnillo y Villote,


entre León, el valle de Toro, Santa María de Páramo y
Ordaks, que con Paredes de Nava fué todo de la reina doña
Mencía (1). Además todos los heredamientos que esta reina
pos-~ía en el condado de Babia y Asturias, Medina de Río­
seco Montohilari, Villabrágima, <<Ín populacione Sancti Jaco­
bi», y otras cosas y derechos (2).
Mas como en todo esto no se llegó a un acuerdo, se con­
vino que, entretanto se efectuaba la pes::¡uisa, don Sancho
abonase a doña Blanca una suma igual a la renta que de­
bían producir aquellos bienes, fijándose la suma anual de
960 libras tornesas, comprendidas también en esta cantidad
las rentas de las propiedades reconocidas (3).
Además, Sancho IV se obligaba a pagar a su cuñada la
pensión vitalicia de 6. 600 libras tornesas negras anuales,
equivalentes de su dote, fijada en 24.000 maravedís, y a
reembolsarla de las pérdidas sufridas desde que abandonó
Castilla, en 1276, debiendo satisfacer don Sancho anual­
mente, por este último concepto, 12.075 libras, 14 sueldos,
3 dineros torneses negros, hasta cubrir la suma de 84.530
libras a que ascendía la totalidad de los retrasos (4).
Los plazos fijados para los pagos fueron San Juan Bau­
tista y Navidad, debiendo hacerlos efectivos el rey de Cas­
tilla en Logroño, comprometiéndos-e, bajo su responsabili­
dad, a poner en salvo aquel dinero hasta Viana, en Na­
varra (5).
Así, pues, en resumen, el castellano debía satisfacer
cantidades a doña Blanca por tres conceptos: la dote en forma
de pensión vitalicia, la renta de las posesiones que fueron
(1) Doña Menda de Haro, mujer del rey Sancho de Portugal. Doña
Menda había prohijado a Fernando de la Cerda (Crónica de Alfonso X,
edición cit., pág. 25), y por eso, sin duda, le pertenecían a él estos bienes.
(2) Daumct, pig. 189. Tratado.
(3) Daumet, Tratado, pág. 198, op. cit.
(4) Las 6.600 libras tornesas negras podían pagarse también en torne­
sas blancas y buenas esterlingas, cotizando cada lihra blanca a trece negras,
y cada csterlinga, a cuatro: el cambio a otras monedas de oro o plata debía
someterse a la estimación de los banqueros de Navarra. Los retrasos ascen­
dían a más, pero al fijar la suma de 84.530 libras se tuvo en cuenta la en­
trega <le: 7.870 libras tornesas, recibidas ya por doiía Blanca.
(5) Daumet, Tratado, pig. 198, op. cit.
''ET PUSIERON SU AMOR EN UNO... " 4H

de su marido y la indemnización por los retrasos, lo cual


ciertamente no era una concesión especial para la viuda del
infante don Fernando, sino el estricto reconocimiento de sus
derechos materiales.
Bien podía quedar satisfecho el rey don Sancho, que
relativamente a tan poca costa se libraba de una preocupa­
ción y una amenaza, pues los infantes de la Cerda perdían
autoridad en sus pretensiones desde el instante en que su
madre pactaba con Sancho IV, declarando tácitamente le
reconocía como soberano legítimo de Castilla.
Doña Blanca, bajo el peso de la realidad, que no le
permite concebir esperanza ninguna, se resigna a aceptar
una compensación de sus bienes perdidos, como única solu­
ción a su estado inseguro. Pero más hondo que las claudica­
ciones materiales estarían sus sentimientos maternos, su
dignidad de presunta reina, sus anhelos de venganza contra
el usurpador, todo vencido y humillado irremisiblemente,
pues si Francia, que era tanto como decir su patria .y su
familia, le negaba su apoyo, ¿qué podía esperar ya la prin­
cesa viuda? Por eso, con profundo sentimiento, se sometía
al fallo de aquella entrevista, que si para don Sancho éra mo­
tivo de alegría, para ella lo era de tristeza. Pocos mes:s des­
pués, sintiéndose vencida en la empresa a que consagró sus
energías, buscaba doña Blanca en el retiro de un claustro leni­
tivo para su espíritu, abatido al cabo de tan esteril lucha (1).
(l) Ese año, pocos días antes de reunirse los plenipotenciarios en Ba­
yona, doña Blanca ofrecía al Papa subsidios para Tierra Santa. Sin duda
la princesa buscó la benevolencia de la Santa Sede (Doc. del 7 de marzo
de 1290, Reg. Nicolás IV, núm. 2.772). Empieza así la carta Pontificia:
"Nobili mulieri Blance filie ciare memorie Ludovici regis Francorum relicte
quondan Ferrandi, primogeniti ciare memorie Alfosi regis Castelle, vidue.
Cum sicut asseris, zelo fidei ac devotionis inducta quandam pecunie summam
de propis bonis ...", cte. El S de agosto de 1290, Nicolás IV otorgaba· per­
miso a doña Blanca para entrar monja (Reg. núm. 3.077). Para la relación
de Blanca de Francia con la Santa Sede, véanse los núms. 2.977, 2.773,
2.822, 3.027, 2.823, 3.831 de los Rcg. Nic. IV. Doña Blanca terminaría su
vida corno religiosa franciscana en San Marcelo ·de París, viviendo hasta
el 17 de junio de 1320 (Flórez, Reinas, 11, 5n). A pesar de recluirse en un
monasterio, doña Blanca, muerto Sancho 1V, siguió interesándose vivamen­
te por los derechos de su primogénito al trono de Castilla. A JO julio 1301
escribía agradeciendo a Jaime II su apoyo (Arch. Corona de Aragón, per­
gamino núm. 527), y lo mismo a 16 junio 1302 (perg. 48).
50 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

El rey Bravo, comprendiendo que en el cumplimiento


del tratado estribaba su garantía, evita pretextos de discor­
dia a doña Blanca, y aquella Navidad cumple estrictamente
lo estipulado, siendo encargado de este cometido el obispo
don Martín de Astorga, a quien algún tiempo después el
rey toma cuenta <<de los maravedís que recebiestes por nuestro
mandado, para la paga de Donna Blanca que se fizo por
la nauidat que pasó>> (1290). Más adelante añade, ascen­
dió a 256.005 maravedís, 5 sueldos y medio, <<la paga de
donna Blanca, de la nauidat sobredicha>>, y a 2.000 maravedís
los gastos de <<los omes que ficieron farer esta paga, con el
acarreo de las bestias que lebaron los dineros>> {l). Estas líneas
breves y concisas nos dicen con detalles pintorescos cómo
empezaba a cumplir Sancho IV los extremos del tratado de
Bayona, aunque bien sabemos que luego flaquearían sus
buenos propósitos (2).
En cuanto a la amistad entre Felipe y Sancho IV se
confirmó ampliamente, poniéndose de acuerdo contra Al­
fonso III; se fijó además en 1.000 mulas y 200 caballos el
número de ganado caballar que Felipe IV podría adquirir
en Castilla con destino al ejército contra Aragón.
Entretanto el monarca aragonés confiaba en treguas y

(1) Doc. núm. 371. La crecida suma de 256.005 maravedís parece que
correspondía a dos plazos juntos, pagados la Navidad de 1290 quizás para
ahorrar gastos de conducción, pero en un doc. francés de r3o6 se habla de
la paga de San Juan el año 1290 (véase la nota siguiente). En las mismas
cuentas se lee luego que reservaba ya los haberes para la próxima Navidad,
pues dice que lo que restó al obispo de la cuenta general "diestes lo luego
por nuestro mandado a Juan Matheo nuestro camarero mayor para la p~ga
de donna blanca que se a de facer para esta nauidat primera". El documento
es de 18 de septiembre de 1291, en Ciudad Rodrigo (núm. 371).
(2) En los Arch. Nat. París (J. 915, núm. 10) existe un doc. de 1306
reclamando cuanto se debía a doña Blanca desde ''au temps que la compo­
sicion fu fete a baionne" el año 1290, pues Sancho sólo hizo tres pagas:
"La premiere paie fu ala natiuite sant Jehan Bauptiste en lan (1290) ... la
seconde... a la Natiuite nostre Seigneur ensiuant... Et la tierce... a la Nat.
S. Jehan Baut." (1291). Se detallan las cantidades abonadas por cada con­
cepto, y lo que aún se debe. En este mismo doc. leemos: "que per mestre
Leobin Chanoine de Touz sainz de Mortagne, et Symon de Rosai, procureur
de nostre seigneur le Roy de France. Et por les procureurs Don Sanee il
fu troue e Lucroignc l'an Ilcc IIIxx et X (1290) le vint et nuevieme jour de
juin que la gentil madamc Blanchc sus <lite auoient plus recen", etc.
"ET PUSIERON SU AMOR EN UNO••• " 51

pactos con sus enemigos; pero ninguna de sus acciones tenfa


consistencia de perdurabilidad, quedando cada vez más de­
bilitado el auxilio que pudiera prestar a los infantes de la
Cerda, quienes habían de padecer gran desaliento al cono­
cer las negociaciones de Bayona (1).
Sancho IV, satisfecho del éxito obtenido, y desembara­
zado de la grave preocupación de los infantes de la Cerda,
vuelve a Castilla lleno de optimismo, y como demostración
de gratitud a los dos prelados que con tanto acierto colabo­
raron en las negociaciones, les concede grandes mercedes.
Así vemos cómo don Gonzalo, arzobispo de Toledo, que
sólo era canciller de Castilla, al finalizar aquel año es tam­
bién canciller de León y Andalucía, y don Martín, entonces
notario de León, al cabo de pocos meses lo es además de
Castilla y Andalucía (2).
Después de la paz de Bayona adquiere mayor relieve la
personalidad del primado de España. Don Gonzalo García
Gudiel, perteneciente a las ilustres familias toledanas de
Gudiel y Barroso, se ha_bía significado hacía años como hom­
bre enérgico, recto y probo, dotado de lealtad y singular
discreción (3)

(I) En febrero de este año (1290) Alfonso III había mandado a Roma
muy solemne embajada, y el Papa contestaba enviando a dos Cardenales para
que continúen las negociaciones sobre la cuestión con Carlos de Salemo,
con quien se ve por entonces el rey aragonés pactando treguas hasta Todos
los Santos, en las cuales promete Carlos incluir a Felipe el Hermoso. Al­
fonso III advertía ya la influencia de la paz de Bayona, y decide prevenirse
(Zurita, I, 343).
· (2) En el priv. rodado de 7 de marzo de 1290, en Burgos, confirman
don Gonzalo, solo chanceller de Castilla, y don Martín, notario mayor de
León (núm. 296). Luego en 14 de mayo (núm. 303) lo mismo; pero ya quizá
tuviera el rey ofrecidos los nombramientos y esperaba ocasión para distri­
buir los cargos sin desairar a otros. En Cuenca, el 14 de octubre de 1290,
confirma "Don Gorn;alo arzobispo de Toledo, primado de las Espannas, chan­
celler de Castilla. et de Leon et de Andaluzia" y "Don Martin obispo de As­
torga notario en Castilla, en Leon et en Andaluzia" (Arch. M. Cáceres).
Añádese a los datos apuntados sobre don Martín (t. I, 169-72), que una
carta del infante ·don Sancho (4 junio 1282) la mandó dar: "Maestre Mar­
tín, deán de Astorga, <I Eleyto de Calahorra" (Arch. M. Burgos, núm. 2.475).
Don Gonzalo, arzobispo de Toledo, aparece como canciller de Castilla, León
y Andalucía en doc. de 6 septiembre 1290 (núm. 319).
3) Muñoz y Soliva (op. cit., 90), siguiendo a Gil González, le llama
52 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

En 1271 aparece don Gonzalo como arcediano de Toledo,


mereciendo la confianza de Alfonso X, de quien es notario
mayor en Castilla. Luego ostenta la mitra de Cuenca y
acompaña al rey Sabio a Francia cuando el malhadado
«fecho del Imperio>>, asistiendo en Barcelona a las exequias
de San Raimundo de Peñafort; el año 1277 ya. es obispo de
Burgos (1).
Durante su episcopado de Burgos intervino don Gonzalo
en el enojoso asunto de la elección de arzobispo de Toledo,
que había recaído en el abad de Covarrubias, fray Fernando,
a quien se acusaba de simoníaco, partiendo esta acusación,
al parecer, del obispo de Burgos. Dicen que don Gonzalo
obraba así llevado por su probidad y por el amor a la iglesia
de su ciudad natal; en la porfía, el cabildo toledano apoyaba
al electo, y el infante don Sancho, al prelado de Burgos (2).
Al cabo de cinco años concluyó este pleito en Roma
por renuncia de fray Fernando, y el Pontífice Nicolás III,
viendo indudablemente grandes dotes en el obispo don
Gonzalo de Burgos, le nombra arzobispo de Toledo por la
bula del 13 de mayo de 1280, en que le llama <<preclaro en
virtudes y ciencia>> (3). Luego ya sabemos cómo don Gon­
zalo siguió fielmente a Alfonso el Sabio, quien, a 31 de julio
de 1280, en Córdoba, contestaba afectuosamente a la carta

don Gonzalo Gudiel, hijo de don Gimén Gudiel y doña María Barroso.
Antonio Martín Camero (Historia de la ciudad de Toledo, Toledo, 1862,
página 878) dice fué don Gonzalo García Gudiel y Barroso, mozárabe tole­
dano; Castejón (Primacía, 772-20), y Pisa (Hist. de Toledo, 189), también le
dan el apellido García. Flórez (E. S., XXVI, 232, ed. 1777) fué quien com­
probó pertenecía don Gonzalo a las familias toledanas de Gudiel y Barroso.
Castejón, citando a Mariana, dice fué el arzobispo pariente del abad don
Gómez García. En Cuentas de 1293 (t. I, pág. LVIII) se lee: "Alarz. de To­
ledo que avie a recabdarlos Garcia Perez su hermano..." A 16 oct. 1263, Al­
fonso X hacía una merced a Fernán Gudiel, su alguacil en Toledo (Calatra-
va, II, A. H. N.). '
(1) Flórez, E. S., XXVI, 232-4. En doc. de Alfonso X, de 1266, se
menciona' a "Maestre Gonzalo, deán de Toledo" (Arch. C. Zamora), y deán
le llama la Bula de Nicolás II[ (Serrano, Fuentes, II, LXX).
(2) E. S., XXVI, 232; Minguella, I, 23r.
(3) M. H. E., II, 22, y Ms. 13.023, f. 179. Castejón (Pri,nacía, 772-So)
dice que don Gonzalo, siendo obispo de Burgos, fué a Roma para obtener
la mitra toledana.
"ET PUSIERON SU AMOR EN UNO ••• "

en que le comunicaba su nombramiento de arzobispo de


Toledo. <<Et que me rogatvad€s-dice el rey-que me plo­
guiese. A esto vos digo que me place, ca sodes mio natura­
et home que tengo que punnaredes en aquellas cosas que
fueren mio pro et mi honra>>, y termina don Alfonso: <<Ütrosi
a lo que me embiastes decir que uos fiziese sauer de mi
salut, sauet que so sano et alegre, loado sea Dios. Et embio
vos lo dezir por que sé que os plazdrá>> (1).
Poco había de durade ya al pobre rey esa alegría, y no
tardó mucho la ocasión de probar don Gonzalo que era
merecedor de aquella confianza.
Muerto el rey Sabio, el arzobispo sirvió con igual lealtad
a su hijo Sancho, a quien corona por su mano en la cate­
dral de Toledo. Poco d€spués le vimos tomando parte activa
en la ruidosa caída del abad de Valladolid, inspirado sin
duda por un espíritu que él creía justiciero: don Gonzalo
extremaba su celo en cu€stión de intereses, como puede
advertirse en esto y en la mencionada acusación a fray
Fernando, demostrando tenacidad y firmeza en las obras
que emprendía.
Don Gonzalo acompañaba siempre a Sancho IV, ilus­
trándole con su consejo, por conocer sin duda el carácter
del monarca en todos sus aspectos; él sabía de sus virtudes
y sus vicios; estuvo en sus actos piadosos y presenció la
tragedia de Alfaro.
Al insigne arzobispo don Gonzalo, que Nicolás 111 había
llamado con justicia <<preclaro en ciencia>>, se debe la crea­
ción de la Universidad de Alcalá de Henares; bien claro
dice Sancho IV, en la carta de fundación, que establece
<<un estudio en Alcalá>>... <<por ruego de don Gonzalo, arzobis­
po de Toledo>> (2).
Finalmente, don Gonzalo, poseedor de especial tacto di­
plomático, había obtenido siempre feliz éxito en las nego­
ciaciones encomendadas a su discrección, y llegaría a coronar
su importante labor en este sentido con nuevos triunfos
para la estirpe de Sancho de Castilla.
Pasados los años la reina María tendría señaladas opor-

(I) Ms. 13.023, f. 18.c;, B. N.


(2) Carta real de 20 de mayo de 1203 (núm. 479).
HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

tunidades de comprobar la adhesión de este prelado a su


persona, y· don Gonzalo recibiría el justo galardón a sus
méritos en la púrpura cardenalicia (1).
De regreso de Francia don Sancho pasa por San Sebas­
tián, el 13 de abril; se detiene unos días en Vitoria, y el 27
está en Oña, dirigiéndose luego a Burgos, donde permanece
poco tiempo (2).

(1) Las interesantes biografías de don Gonzalo y de su sobrino y su­


cesor don Gonzalo Díaz Palomeque, merecen un trabajo especial, y espe­
rando realizarlo reunimos materiales con tal fin. De su actuación durante
el reinado de Sancho IV tenemos noticia en los capítulos siguientes. Fué
creado cardenal por Bonifacio VIII, con el título de obispo albanense,
en la promoción de 4 de diciembre de rzgS (Eubel, op. cit., le llama, equi­
vocadamente, Gundisalvus Roderici Innojosa). Murió en Roma el año 1299;
en la Basílica de Santa María Maggiore existe el magnífico cenotafio que
reproducimos, cuya inscripción dice: "t Hic depositus fuit quondam do­
minus Gunsalvus episcopus albanensis anno Domini M CC LXXXXVIII
t Hoc opus fecit Johanis magistri Cosme civis romanos." Al hablar del
sepulcro de don Gonzalo, cardenal de Albano, obra de Juan Cosma, dice
Biasiotti que Juan, en este monumento "quasi obliando il vero stile cos­
matesco dei suoi antenati", se hace imitador del gótico en boga; "con­
tuttocio qucsto lavoro per bontá di concetto é di csecuzionc é uno dei piu
ragguardevoli di que! secolo". En la pared interna de este tabernáculo "vi
é in mosaico !'imagine de Maria Santísima riproduzione meravigliosa dell
antichissma S. Icone". (G. Biasiotti, La Basüica Esquilina di Santa Ma­
ria, etc., Roma, 19n, pág. 21.) A 16 enero 1288 el arzobispo don Gonzalo
elig·e sepultura, con beneplácito del cabildo, en el coro, ante el altar de la
Virgen (Ms. 13.022, f. 174, B. N.). Castejón (Primacía, 772-80) dice que
don Gonzalo murió en Roma a 11 mayo 1299, y que parece fué trasladado
al sepulcro por él dispuesto en Toledo.
(2) El 13 abril 1290, en San Sebastián, toma el rey bajo su protección
a los canónigos de San Bartolomé de San Sebastián (Antonio Pirala, Esp. y
sus M on.: Provincias Vascongadas, p. 199) ; a 17 de abril, en Vitoria, dió
el rey una carta a la Orden de San Juan (A.H.N. y ms. 714, f. 148, B. N.);
el 18 da priv. a Segura (Dice. hist. geogr. publicado por la Acad., t. II, pá­
gina 361; Garibay, II, 836, le da fecha 28); el 19 concede a don Gonzalo,
arzobispo de Toledo, cierta merced (núm. 301); del 20, Vitoria, real priv. a
Tolosa (Dice. hist. geogr., II, 382, y Garibay, Comp. Historial, II, 836).
El 27 de abril en Oña, priv. a Pancorbo (ms. 9.378, f. 224 v., B. N.).
Mientras estaba en Bayona el rey, su Chancellería despachó una sentencia
a su nombre el 8 de abril, en Burgos (núm. 299). El 12 de mayo, en Bur­
gos, da el rey una carta a la Cat. de León (núm. 1.150, Arch. Cat. León),
Y otras al Arzobispo de Toledo (A. 5, 2, 8, Arch. C. Toledo), y a la Cat. de
Burgos (núm. 302).
"E'!' PUSIERON SU AMOR E~ UNO••. " 55

El rey don Sancho acababa de alcanzar un señalado triunfo


político, venciendo completamente a sus enemigos sin lu­
chas cruentas, sin llevar sus reinos a la guerra, demostrando
además talento y tacto en sus gestiones diplomáticas.
El francés ya estaba de su parte; pero aun le faltaba a
don Sancho captarse la amistad del Pontífice, y no cesaría
en su labor para lograrla. Y por cierto no debemos pasar
inadvertida una circunstancia· de actt1alidad; ésta es que
mientras se efectuaba la entrevista de Bayona, en París se
agriaba la cuestión entre las órdenes mendicantes y el clero
francés, adverso a la bula <<Ad fructus uberes>>, que facultaba
a los frailes para predicar, confesar y sepultar sin permiso
de los obispos (1).
En Castilla tal bula había sido sancionada por el propio
monarca, que en su afán de congraciarse con el Papa fraile,
repetía aquel año de 1290 su privilegio a los religiosos man­
dando <<que les sean guardados en nuestros Regnos los pri­
uilegios et libertades que an de la Eglesia de Roma porque
puedan predicar et confessar et soterrar.,.>>, añadiendo: <<otrosi
mandamos que los obispos ni los clérigos non pasen en nen­
guna cosa a essos frayres>>. No podía don Sancho acatar
mejor las órdenes pontificias, y sin duda merecía alguna
benevolencia del Padre de la Cristiandad este hijo tan
sumiso. Pero, sin embargo, cuánto había de tardar toda­
vía la legitimación anhelada por los reyes de Castilla (2).
No obstante, sin contar aun con el Papa, Sancho IV iba
ganando terreno visiblemente y, por muy envalentonado que
estt1vierá Alfonso de Aragón, no dejaría de intimidarse ante
la paz ~astellanofrancesa, cuya importancia no se ocultaba
a SUS OJOS.

(1) En marzo de 1290 el Papa enviaba a París (como se ha dicho an­


tes) dos legados suyos, y corrió el rumor de que iban principalmente a
revocar la famosa Bula de Martino IV, celebrándose en Santa Genoveva
una gran asamblea, en la cual el Cardenal Gaetani (Bonifacio VIII) con­
testó al obispo de Amiéns que no revocaba la Bula porque el único miem­
bro sano de la Iglesia eran los frailes (Langlois, op. cit., 129).
(2) Debe señalarse que mientras el clero francés se agitaba en la cono­
cida polémica sobre el asunto, en Castilla el rey imponía las disposiciones
del Papa. Existen varios <loes. de Sancho IV en este sentido, entre otros, los
de 15 febrero 1285, 29 mayo 1285, 7 marzo 1290, 8 diciembre 1290 (números
51, 78, 296, 327, Col. Dipl. de este vol.) ..
i'.i6 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Mas el aragonés confiaba en el resultado de cierta con­


ferencia que debían celebrar en Montpellier dos legados
pontificios con los representantes de Carlos de Salerno, de
Jaime de Sicilia, del rey de Mallorca, del de Francia, de
Alfonso de la Cerda· y los suyos propios, para ventilar allí
todos sus complicados plEitos (1).
Pero esta conferencia se retrasaba por diferentes causas
y, efectuándose después de las negociaciones .de Bayona,
sufriría inevitablemente las consecuencias de éstas, pues es
natural que los enviados franceses de Montpellier se mos­
trarían entonces favorablEs a Sancho de Castilla.
Bien se verían al año siguiente los nocivos efectos que
para Alfonso III tendría la mencionada alianza.
Entretanto Alfonso de la Cerda, que había permanecido
en Aragón mientras en Bayona se debatían asuntos que
tanto le importaban, decide pasar a Francia, siendo acogido
en Navarra con los honores debidos a su rango, como sabe­
mos por cuentas de aquel año, en que consta se pagaron
24 libras por el gas.to hecho <<quando fué-el merino-a
Cortes con grant gent de caguayllo et de pie por receber
a don Alfonso, fijo de donna Blanca, por seys dias que hy
finquó>> (2).
El nieto de Alfonso X intentaba, como último recurso,
alegar sus derechos ante los enviados pontificios y el rey
Felipe, mas llegaba tarde para encontrar propicio a su
primo, informándose con pesar de lo pactado con Sancho IV;
desde entonces se amortiguan notablemente sus entusias­
mos (3).

(1) Zurita, I, 343-44.


(2) Zurita, I, 343. Con el tratado de Bayona decaía por completo el
(3) Arch. Navarra, Pamplona. Cuentas, 1.290, t. IV, f. 8 v.
papel de los Infantes de la Cerda durante el reinado de Sancho IV, y sólo
después de muerto éste volverían a intervenir en la política de Castilla
con su demanda al trono. Don Alfonso se casó con doña Mafalda de Na­
varra, señora de Lunel, según dice Salazar y Castro, que discute las opi­
niones de otros genealogistas. Parece murió don Alfonso a fines de 1333,
y fué enterrado con su mujer en el monasterio de Nuestra Señora del
Carmen, en Gibraleón. Fueron hijos suyos don Luis de la Cerda (de quien
desciende la casa de Medinaceli), don Alfonso de la Cerda, doña Margarita
de la Cerda (mujer del infante don Felipe, hijo de Sancho IV) y doña
Inés de la Cerda. (Salazar, Casa de Lara, I, 180 y sigs.) Jaime II de Ara-
"ET l'USIERON SU AMOR EN UNO ... "

En cambio Alfonso III continuaba con insistencia su


campaña contra Sancho IV, en el mismo reino castellano,
y contaba con agent€s favorables a la causa del infante de
la Cerda, en las ciudades de Toled~ Burgos y Zamora,
proponiéndose. entrar en Castilla cuando Alfonso de la Cerda
regrEsara de Francia (1). Pero los agentes del aragonés
debían encontrarse sin ambiente ninguno, pues a pesar de
los brillantEs ofrecimientos del monarca de Aragón, no se
registran desórdenEs en pro del pretendiente (2).
En verdad tenía razón el cronista Muntaner al afirmar
no había rey en el mundo <<qui per sa bontat faEs tant per
altre como ell-Alfonso III-feu per aqm:sts dos infant€&>.
Ahora que no sabtmos ciutamEnte hasta donde llEgaba su
bondad con los de la Cerda y cuándo influía en su ánimo la
enemistad a Sancho IV (3).
Después de la unión con Felipe el Hermoso ya podía don
Sancho desentenderse de las pretensiones de sus primos los
infantes de la Cerda; aquella paz le traía la tranquilidad y la
fuerza que necesitaría no mucho después para otras empresas.
Como aparecerá más adelante, la amistad con Francia
proporcionaría al castellano la de sus otros vecinos, ante
quienes había adquirido autoridad y prestigio.
Puede decirse que en 1290 se. delineaba en trazos defini­
tivos la tendencia y carácter del reinado de Sancho IV,
que siempre se inclinó a una política de concordia interna­
cional, buscando de este modo su libertad de acción, para

gón había pactado con Alfonso de la Cerda el matrimonio de éste con su


hermana Violante. A 22 junio 1295, el Papa otorgaba la dispensa (Les
Registres de Boniface VIII (1294-1303), Georges Digard, Maurice Faucon,
Antoine Thomas, núm. 182). Don Fernando de la Cerda se casó con doña
Juana Núñez, la Palomilla, hija de don Juan Núñez y viuda del infante
don Enrique el senador; don Fernando murió poco después de la reina
doña María (junio 1322). Fueron sus hijos: don Juan Núñez, doña Blan­
ca (mujer de don Juan :Manuel), doña Margarita y doña María (Salazar,
Casa de Lara, III, 189 y sigs). Tanto la Crónica de 1344 como Os livros
de Linhages llaman a este infante don Fernán guedilla y guedelha, res­
pectivamente.
(1) Zurita, I, 343.
(2) La asonada de Badajoz en realidad no tuvo por origen la adhe­
sión al de la Cerda, como hemos visto.
(3) Muntaner, Crón., ed. cit., 317.
58 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

dedicar todas sus energías a la obra de reconquista, gloriosa


y tradicional empresa de sus antepasados, cuya misión no
había terminado· aún.
Sancho IV, consciente de la realidad, comprendió todo
el alcance de su alianza, y la proclama como .un timbre de
gloria, como una era nueva, que señala en sus privilegios
de aquel año de feliz recordación.
Las palabras estampadas en los solemnes diplomas roda­
dos son como la memoria de una inscripción miliaria sobre
la eternidad de un mármol; dicen así, cordiales y elocuentes:
En el anno que el Rey don Sancho el sobredicho se vi6 en la
civdad de Bayona con el Rey don Phelipe de Francia, su
primo cormano ET PUSIERON su AMOR EN UNO, et sacaron
todas las estrannezas que eran entre ellos et apartase la Casa
de Francia de todas las demandas que auia contra la Casa
de Castilla (1).

(l) Esta conmemoración se halla en los documentos durante un año.


Entre otros, los siguientes: 5 junio 1290, priv. a la villa de Gormaz (To­
más González, Colección de privilegios, franquezas, cte., de la Corona de
Castilla, Madrid, 1830, V, 176) ; 8 julio, priv. a Navarrete (Garibay, op. cit.,
II, 835) ; 1.0 agosto 1290, real priv. a Zamora (Fernández Duro, op. cit.,
I, 483, y Tomás González, V, 237) y otro a Avila (Benavides, op. cit., II,
331); 20 agosto 1290, merced a los Dominicos de Zamora (Salazar, Casa
de Lara, III, 138) ; 14 octubre 1290, confirmación de fueros a Cáceres
(Ulloa y Golfín, Privilegios de Cáceres, sin principio ni fin, Bibl. T'Ser­
claes, pág. 108); Loperráez, op. cit., I, 265. La copia fiel del original que
se guarda en el Municipio de Cáceres la debemos a la amabilidad del pro­
fesor D. Antonio Floriano (leg. 2, núm. 2). Priv. rod. a la Cat. de Sevilla
del 8 de diciembre de 1290 (núm. 327) y otro a los predicadores (Mss. 1.863,
B. N.); del II de enero de 1291 a la Colegiata de Santillana (V. M. Gaibrois
de Ballesteros, B. A. H., t. LXXIV, pág. 423). Amador de los Ríos pu­
Llica este doc. con la fecha equivocada, 20 enero, jueves (Santander. Es­
paña y sus Mon., pág. 890) y también Tomás González (op. cit., V, 16). Dau­
met, (op. cit., pág. 109). Priv. rod. de 4 de febrero de 1291 a la Cat. de
Toledo (núm. 342), y ya justamente el 9 de mayo de 1291, aniversario de
la paz, no figura la frase conmemorativa (núm. 355).
CAPITULO XIII

LAS SUSPICACIAS DE DON JUAN NÚÑEZ Y LAS DOLENCIAS


DEL REY

1290

(JI;! ayo-diciembre)

Toda la satisfacción que embargaba el espíritu de San­


cho IV a su regreso de Bayona, se trocaría bien pronto en
inquietud, a causa de los recelos de don Juan Núñez, cuyo
carácter desconfiado no le dejaba vivir en paz y sosiego.
La significación de don Juan Núñez de Lara, su preclaro
linaje, y la importancia de su actuación durante el reinado
de Sancho el Bravo, exigen que recordemos quién era y qué
había hecho hasta esta época, en que le hallamos influyen­
do en la vida del reino.
Don Juan N úñez de Lara, señor de Albarracín, era hijo
de don Nuño González de Lara el Bueno, aquel valeroso
caudillo que halló muerte gloriosa luchando contra el infiel
en los campos andaluces.
La vida de este magnate hasta que le vimos llegar a
Guadalajara muy sumiso a don Sancho había sido rica en
episodios. Aun muy joven, don Juan se casó con doña Te­
resa Alvarez de Azagra, señora de Albarracín, y bien cua­
draba a la altivez de los Lara aquel arrogante señorío que
no reconocía en la tierra jerarquía superior; así, en 1266, ya
se titulaba <<Don J ohan Nunnez, vassallo de Sancta Maria
et sennor de Alvarrazill>) (1). Fueron hijos de este matrimo-

(1) Doc. de San Andrés de Arroyo (leg. n52, A. H. N.). Doña Teresa
Alvarez era hija de don Alvaro Pérez y de doña Inés, infanta de Navarra,
bastarda de Teobaldo J. (Salazar, Casa de Lara, III, 151. Linhagens, 171.)
tlO HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

nio, nuestro conocido don Alvar Núñez, muerto ·en 1287


después del sitio de Arronches; don Juan Núñez el Mozo,
quien tanto daría que escribir a los cronistas; don Nuño Gon­
zález, llamado como su abuelo y su tío; doña Juana Núñez
la Palomilla, célebre también en los anales de Castilla, que
se criaba al lado de la reina; y doña Teresa Núñez. Su único
hermano fué aquel don Nuño González que vimos volver a
Castilla el año 1287 (1).
En 1266, don Juan ya confirmaba en los privilegios rea­
íes, especial prerrogativa, pues no solían hacerlos los hijos
en vida de los padres. No satisfecho con las aventuras que
le deparaba Castilla, piensa en las cruzadas francesas, parte
para Navarra en busca de su amigo el poeta Teobaldo II,
y el l.º de mayo de 1269 embarca en Marsella con la armada
de San Luis contra Túnez (2).
Después de varios encuentros con los infieles, regresa a
Castilla, se mezcla activamente en cuestiones políticas, inter­
viene en las diferencias de Alfonso X con los ricoshombres,
y en 1273, por no avenirse don Nuño con el rey acerca del
número de hombres que han de llevar para acompañarle al
<<fecho del Imperio>>, se expatria con su padre y su hermano,
haciendo los tres pleito homenaje a Enrique de Navarra (3).
Al año siguiente vuelven a la merced de Alfonso el Sabio
y el monarca confía a don Juan un puesto en la embajada
que manda al Papa (4).
Luego, ya sabemos cómo en 1275 don Juan Núñez re­
cogía el último suspiro del príncipe Fernando de la Cerda,
prometiéndole amparar a sus huérfanos; desde ese momento
seguía el partido contrario al infante don Sancho.
Entonces, muerto también su padre don Nuño, y desalen­
tado por la primera actitud de Alfonso X, favorable al segun­
dogénito, se traslada a Francia con su hermano don Nuño,
comprometiéndose en Angulema el mes de septiembre de 1276
a servir con cierto número de jinetes al rey francés contra
cualquier rey o señor, excepto los infantes de la Cerda (5).
(I) Véase nota (a) al final del capítulo.
(2i Salazar, Lara, III, n9-22.
(3) Arch. Navarra, Pamplona, caja 3, 111.íms. 58, 61, 63.
(4) Salazar, Lara, III, 120.
(5) El compromiso era de ~00 jinetes, por la pensión de 14.000 libras
tornesas (Daumet, op. cit., r57).
SUSPICACIAS DE DON TUAN NÚÑEZ Y DOLENCIAS DEL REY Ul

En la corte francesa fué muy bien acogido este leal ser­


vidor de los sobrinos del rey Felipe III, quien, al decir de un
cronista, lo recibió <<moult hounourablement et 1i donna grans
dons et 1i fit aministres grant somme dargent ·pour faire ses
despenses>>, sumas que <<pronoit Jehan Loigne (Núñez) au
Temple, a Paris, des trésor le roy>> (1).
En 1281, creyendo el momento propicio, vuelve don Juan
decidido a apoyar la causa de los desheredados, com'2!nzando
una nueva etapa de gran actividad, y desde su señorío de
Albarracín hostiliza a don Sancho y a su aliado el rey Pedro
de Aragón. Después pasa a Castilla, donde hace grandes es­
tragos por tierras de Treviño y Burgos (1).
Por cierto que conocemos algunos detalles de estas corre­
rías, gracias a los descargos de conciencia de un arrepentido
testador, el caballero don Gonzalo Ruiz de Zúñiga, leal compa­
ñero de don Juan, que declara entre sus deudas 400 marave­
dís <<que deuo a don García mio huésped de Treuinno de quan­
do moró hi (allí) don J uhan ... >>; y a otro huésped <<do posaron
mios escuderos>>, agregando con sinceridad de confesión: <<E
quando don J uhan fué robando fasta Burgos, ove de ese robo,
fasta Ce XX carneros>>, un buey, y cuarenta <<puercos que
comÍ» (3).
Si esto correspondió a uno solo de los partidarios del de
Lara, podemos figurarnos la desolación de la,s gentes al paso
del ilustre magnate, que dejaba las mismas huellas que cual­
quier malhechor.
Pero lo más triste es que no sólo había que lamentar en
tales asonadas los daños material-es, sino también la pérdida
(1) Rcrncil des historicns des Ga11/es et de la France, XX, 499 y XXI.
93. La Crónica de Primat (Rec. hist. des G. et de la France, XXIII, 92),
al referirse cómo Alfonso X desheredaba a los infantes de la Cerda, por
lo que se desavinieron con él algunos nobles, señala: "l'un qui avoit non
Yehan Dognes (NtÍñez) qui S'en vint au roy de France, et li promist en
loyauté que se il voloit aler encontre le roy de Espaigne, que il li aideroit a
son povoir".
(2) Salazar, Lara, III, J32.
(3) Núm. 508. Testamento de don Gonzalo Ruiz de Zúñiga. Don Gon­
zalo anduvo también mC'zclado en la tragedia del infante don Fadrique y don
Simón Roiz de los Cameros, que tan someramente refiere la Crón. de Al­
fonso X (pág. 53), pues en los descargos de su testamento dice: "E quanc.lo
prisieron a don Simon, oue quatro cargas de trigo de vn orne de uentosa,
caho Nauarrete".
62 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

de vidas, como nos lo recuerda el propio don Gonzalo que


manda 400 maravedís para misas <<por las almas de Martín
Pérez et Lope Roiz,mios escuderos, que mataron en Pancoruo>>.
En aquellas terribles andanzas hizo don Juan Núñez alar­
des de bravura, según nos cuenta el conde don Pedro, que
narra algunos episodios curiosos; entre ellos recuerda tam­
bién el propósito de capturar don Juan a su enemigo Pedro III
de Aragón, cuando éste volvía de su caballeresco desafío en
Burdeos, lo que estuvo a punto de lograr el belicoso señor
de Albarracín, como refiere muy pintorescamente el cronista
Desclot (1).
También el cronista francés Guillermo de N angis alude
en cierto modo a este suceso al decir que: <<Quant le roy de
France vit ce (que Carlos aguardó día y noche en Burdeos
a Pedro III), si en fut moult couroucié; si comanda a J ehan
Nougne (Núñez) ... quil entrast en Arragón, et quil preist
chevaliers et sergens tant comme il vouldroit». Y por si fue­
ran pocos los estragos que había he'cho don Juan por tierras
de Castilla, en el reino de Aragón <<ardi et prist et roba tout
avant lui. Hommes et femmes senfuirent devant lui et les­
sierent leurs biens et leurs maisons, qui garde ne se donnoient
de tel venue>>, y tanto avanza don Juan, que encuentra
una torre <<bien garni de biens si se ferirent ens>> y sus hom­
bres <<roberent qúanquil trouverent quil ny lessierenb>, coro­
nando la hazaña con el incendio de la torre (2).
Luego, cuando entraron los franceses contra don Sancho,

(1) Linhagens, 264. Bemat Desclot, Cronica del Rey En Pere e dels scus
antecessors, publ. por J oseph Coroleu, Barcelona, 1885, págs. 202-4, dice:
"En Johan Nunyes de Albarrasi havia meses espies al rey per camins e
llochs", pero el rey, avisado por una dama, burló el peligro. Zurita no recoge
este pasaje, porque, según Salazar, debió creerlo "hablilla". Recientemente
Ferrán Soldevila, en su estudiú, Perc II el Gran. El desafidament amb
Carles d'Anjou, Barcelona, 1919, en la pág. 44, indica que don Pedro esquivó
a su regreso "l'ardit d'En Joan Nunyez d'Albarraci". Este autor preparaba
entonces, entre otros trabajos, uno sobre La ll11ita [ de Pedro III, II de Cata­
luña] contra Johan Nunyez de Lara, sehyor d'Albarraci i vasall de Santa
Maria.
(2) Vicia de Felipe III por G. de Nangis, Rec. des hist. des G. et de
la France, XX, 524-5, Desclot (pág. 205), sin mencionar a don Juan Núñez,
habla de las gentes que envió entonces el rey francés sobre Aragón y del
asedio rudísimo de un castillo "que havia nom Vilo".
SUSPICACIAS DE DON JUAN .'iÚÑEZ Y DOLENCIAS DEL REY 63

primero, y después contra Pedro III, don Juan Núñez se unió


a los invasores, dirigiéndose a sus dominios de Albarracín,
y desde allí hizo cruda guerra a Aragón y a Castilla (I).
También en esta ocasión don Gonzalo de Zúñiga había acu­
dido al expeditivo medio de apoderarse de lo ajeno, diciendo
tomó dos mulas, <<quando hiva a aluarrac;in a don J uam>.
Entonces fué cuando en las vistas de Uclés (1284) Pe­
dro III y Sancho IV acordaron sitiar a Albarracín, desde
donde tantos daños causaba el de Lara; recuerdo de ellos son
estas palabras de don Gonzalo: <<E de toda la guerra de Alua­
rra~in... todas quantas ganancias houe, que de robo fuessen,
pudieron ser fasta dos mill maravedís de Castiela et Ara­
gón» (2). Sin duda alguna aquellas contiendas ofrecían co­
piosa fuente de ingresos a los hidalgos desaprensivos.
Don Juan N úñez no pudo resistir en Albarracín el empuje
de Pedro III y salió de la plaza, que acabó por rendirse, adju­
dicándola el aragonés a don Fernando, hijo suyo y de doña
Inés de Zapata (3).
Desposeído de Albarracín, don Juan pasa a Francia, donde
vívia su hermano don Nuño González muy obsequiado por
el rey Felipe; algún tiempo después intenta en vano recupe­
rar su señorío, tras lo cual regresa a Francia y permanece
allí hasta 1289, fecha en que le hemos visto llegar a Cas­
tilla (4).
Don Juan, con toda cautela, se había presentado a San­
cho IV el otoño de 1289 en Guadalajara cuando vinieron

(1) Salazar, Lara, III, 133; Zurita, I, 236.


(2) Testam. cit.
(3) Salazar, Lara, III, 135. Moret, Anales de Navarra, III, 237, habla de
enemistad de don Juan con el rey aragonés, pero es algo inexacta su crono­
logía de los hechos. En la página 194 habla de la adhesión de don Juan Nú­
ñez a los hijos de Fernando de la Cerda.
(4) Salazar, III, 135-136. Debe tenerse en cuenta que este autor refiere
estos hechos como ocurridos al hijo de un don Juan imaginario, según se
demuestra en la nota (a) de este capítulo. Para evitar confusiones deben
empalmarse las dos biografías narradas por el historiador de la casa de
Lara. Ya vimos (cap. XI) que, según los Anales toledanos, don Juan se pre­
sentó al rey después del 20 octubre 1289; en efecto, en priv. rod. de 29 oc­
tubre 1289 (Manuel, op. cit., 3oq), ya confirman don Juan N1íñez y sus dos
hijos.
HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

los embajadores franceses y acaso en su propia compañía para


guardar mejor su persona de cualquier asechanza.
Verdad €S que en el tratado de Lyon (1288} se había con­
signado la amnistía de don Juan y la de su hermano don
Nuño, y la restitución de Albarracín a su legítimo señor;
pero don Juan no se decidió a entrar en Castilla hasta un
año dEspués, €sperando quizás tener aún mayor€s segurida­
des (1). Recordemos cómo su hermano don Nuño, que se
había mantenido neutral, volvió al lado de don Sancho sin
recelo ninguno, lo cual no imitó don Juan, pues su situación
era distinta y temía encontrar tropiezos; por eso no hizo acto
de pr€sencia en la corte castellana hasta que halló garantía
en la guerra entre Aragón y Castilla. Esta circunstancia, que
le relevaba de todo compromiso con los infantes de la Cerda,
puesto que ellos se amparaban con Alfonso III, le aseguraba
al propio tiempo ante don Sancho, quien por la misma causa
contraería estrecha amistad con Felipe de Francia, adversa­
rio del aragonés y protector de los Núñez de Lara.
Ya estaba en Castilla el andad~go don Juan Núñez, muy
bien recibido por el rey Sancho, quien se hallaría satisfecho
con la adhesión del insigne magnate, jefe de la Casa de Lara,
que, con la de Haro, eran las dos más poderosas del reino
en esos tiempos. Con la llegada de don Juan entraba en el
retablo una figura de gran relieve y pronto se advertirían
los efectos de su presencia.
Es don Juan Núñez de Lara, señor de Albarracín, uno
de los personajes más interesantes del reinado de Sancho IV
de Castilla. Los cronistas celebran sus hazañas, los documen­
tos nos cuentan sus alternativas políticas, tan pronto vasallo
de Castilla, como de Navarra, Francia o Aragón, y el conde
don Pedro asegura que <<foi muy sesudo e de gramdes feitos
em armas>> (2). Por su claro linaje, la Casa de Lara tenía
entronques con la familia real; así, don Juan era primo her-

(1) Tratado de Lyon (Daumet, op. cit., 185-6).


(2) Linhagens, 171, y en otro pasaje (263) dice que fué "muy boo e de
muy grandes feitos". Brandao (V, 212) al hablar de don Juan Simón, pri­
vado del rey don Dionís, dice que estuvo en Castilla y fué vasallo de don
Nuño de Lara el Bueno y de su hijo don Juan Núñez, habiendo adquirido
gran experiencia con aonellos "dous mestres auidos cntao por primeiros nas
Cortes de Frarn;a Castella, Aragao e Navarra".
Sello de los Nu.ñez de Lara.
SUSPICACIAS DE DON TUAN NÚÑEZ Y DOLENCIAS DEL REY 65

mano de la reina María y tío segundo del monarca de Cas­


tilla (1).
El de Lara, hombre inquieto, rebelde y tornadizo, vale­
roso en la guerra, era vencido sin embargo algunas veces por
extraños temores, ante peligros imaginarios que fraguaba
fácilmente el recelo de su carácter suspicaz. Precisamente en
el escollo de esa suspicacia tropezarían siempre sus relaciones
con el rey.
Sancho IV, al concederle los castillos de Moya y de Ca­
ñete, en la frontera aragonesa, cuando volvió a su servicio,
debió hacerlo con el propósito de mantenerle sosegado, pues
el rey creería casi imposible que don Juan entrara en tratos
con Alfonso III, su enemigo, usurpador de Albarracín. Asi­
mismo por esta causa lo nombraría frontero de Aragón.
Mas las prudentes medidas del rey no darían muy eficaz
resultado, como pronto se vería.
Cuando el soberano se hallaba en Burgos, a mediados de
mayo, llegó don Juan Núñez, siendo muy atendido en la
corte, lo cual originó emulaciones y envidias entre los corte­
sanos que empezaron a discurrir medios para indisponer al
magnate con don Sancho (2).
La tarea realmente no era noble, ni tampoco difícil
para quien conociera un poco el carácter suspicaz del señor
de Albarracín; esta condición sería la brecha que sabrían uti­
lizar sus enemigos.
En efecto, la trama quedó urdida bien pronto. El caballero
Gutier Muñoz, amigo de confianza de don Juan Núñez, reci­
bía un papel de manos de un rapaz que le dijo: Este es­
cripto envía una dueña a don Juan Núñez; dádgelo, e que non
lo lea otro ninguno sinon él, e non lo tardedes poco nin mucho.

(1) Según se ve en la nota (a) de este capítulo, la madre de don Juan


::.Júñez fué doña Teresa Alfonso (bastarda de Alfonso IX), hermanastra de
don Al fon so de Molina, el padre ·de la reina doña María; por tanto ésta y
don Juan eran primos hermanos. Por esta misma razón, como San Femando
y doña Teresa Alfonso fueron hermanastros, don Juan era primo de Al-
fonso X, padre de Sancho IV. ·
(2) Crón., 83. El rey está en Burgos el 12 de mayo, que da sendas car­
tas a la catedral de León (Arch. C. León, núm. 1150), a la de Toledo (Ar­
chivo C. Toledo, A, 5-2-8) y a la de Burgos (núm. 302), y el 14 al monas­
terio ele Oña (núm. 303).
66 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

El escrito decía: Gutier Muñoz: decid a don Juan Núñez


que si él viene hoy a casa del rey que luego será muerto; e desto
non tomedes ninguna dubda, ca el rey tiene ordenado de lo
matar (1). Gutier Muñoz, sin pérdida de tiempo, va en busca
de don Juan, quien se disponía a comer en ese momento;
pero en cuanto leyó las anónimas líneas, como era ome muy
sospechoso, no quiso comer, y cabalgando en una mula se fué
apresuradamente a San Andrés de Arroyo, seguido de todos
sus caballeros, quienes aquel día se quedaron sin saborear «la
yantar que tenía adobada>> (2).
El antecedente de Alfaro debía inquietar seriamente al
desconfiado señor de Albarracín.
En cuanto los soberanos fueron informados de la súbita
marcha de don Juan, quedaron sorprendidos, sin saber a qué
atribuirla, y decidieron que la reina mandara un mensajero
a su primo para averiguar la verdad. En efecto, la reina era
la mejor intermediaria en tan curioso caso, pues, como dice
la Crónica, el monarca <<sabía que la reyna ayudaua mucho
a don Juan e a sus fijos>>. El señor de Albarracín contesta al
mensaje refiriendo lo sucedido, pero excusándose de ir ante
el rey; entonces torna otro enviado real, ofreciendo grandes
seguridades al de Lara, pero sin lograr convencerle tam­
poco (3).
Entretanto la corte se traslada a Valladolid, en la última
decena de mayo, continuándose las gestiones para atraer al
receloso, quien por fin accede a presentarse en aquella po­
blación para hablar con la reina, siempre que el soberano se
ausente de Valladolid mientras él permanezca allí (4). Por
lo visto la presencia de don Sancho le infundía miedo inven­
cible. ·
Don Sancho se allana a salir de la ciudad, la reina con­
vence a don Juan N úñez de la falsedad del escrito anónimo,

(1) Crón., 83.


(2) Crón., 83. En San Andrés de Arroyo (prov. de Palencia) debía con­
tar con amigos don Juan, pues el monasterio recibió mercedes suyas en 1266
(legajo u52, A. H. N.).
(3) Crón., 83.
(4) Crón., 83. El rey está ya en Valladolid el 22 de mayo, que confirma
un priv. a León (núm. 304) y una carta sobre un pleito con la catedral (Ar­
chivo :rvr. León, caj, I, núm. 31).
SUSPICACIAS DE DON Tt:AN NÚÑEZ Y DOLENCIAS DEL REY H7

desvanece las sospechas que abrigaba del rey, y quedan L"n­


formes; entonces don Juan se dirige a Cerrato, mientras doña
María avisa al rey, quien vuelve a Valladolid, y encontrando
bien las gestiones de su esposa acuerdan llamar al de Lara
otra vez para firmar los pactos. Bajo seguramiento de la reina
entra don Juan en Valladolid, y empiezan los tratos, mas
surgen nuevas dificultades en la enojosa cuestión.
El señor de Lara pedía castillos en rehenes y lo mismo
exigía el rey, pero pusieron de plazo tres días para resolverlo
definitivamente; durante estos días don Juan Núñez se hos­
peda en el convento de los Predicadores en Valladolid,
probablemente por parecerle más seguro aquel sagrado lugar.
Como era natural, las opiniones de los consejeros del rey
se dividieron; mostráronse contrarios a darle castillos al de
Lara don Martín, obispo de Astorga; don Pay Gómez Cha­
rino, vuelto ya a la corte; Alfonso Godínez y Esteban Pérez
Florián, quienes obraban así no sólo por enemistad hacia el
poderoso magnate, sino quizás, como insinúa la Crónica,
porque, enseñados por la experiencia, desearían evitar una
nueva y perniciosa privanza. Por otra parte preferían que el
rey se aviniese con su cuñado don Diego de Raro, que esta­
ba en Aragón; y Raros y Laras eran incompatibles.
Los favorecedores de don Juan fueron don Diego Gómez
de Mendoza; don Tello Gutiérrez, Justicia del Rey; Fernán
Pérez Maimón y don Juan Mathe de Luna, personajes que
siempre dieron muestras de cordura, y en esta ocasión acaso
razonaban su parecer advirtiendo diferencia entre don Juan
Núñez y el difunto señor de Vizcaya; éste, pensarían ellos,
había pedido los castillos por ambición de poder, y don Juan
los solicitaba como garantía. Además tendrían en cuenta que
el de Lara era buen amigo del francés. Entre los partidarios
figuraba persona tan discreta como Juan Matne de Luna,
quien con el tiempo había de manifestar sus buenas prendas.
La oposición estaba formada por lo que podríamos llamar
el partido portugalés, si contamos la afinidad del gallego Pay
Gómez con los portugueses Godínez y Pérez Florián; por
cierto que es curioso observar cómo se muestran adversos a
don Juan el obispo de Astorga y Charino, que en su tiempo
también fueron enemigos de don Lope, a quien en cambio
había apoyado Esteban Pérez Florián.
68 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

El rey optó por seguir el consejo de los primeros, que


era prudente en un sentido, pero que produjo la ruptura con
el señor de Albarracín, que abandonó Castilla, yendo a Na­
varra y después al reino aragonés, con ánimo hostil hacia
don Sancho (1).
Tan airado debió marchar el quisquilloso don Juan, que
el obispo de Coria, el abad de Valladolid y otros dos ecle­
siásticos que habían de pasar entonces por Navarra con una
misión, no se atrevieron a viajar solos y solicitaron pro­
tección del merino de la tierra, que los acompañó nada
menos que con 20 jinetes y 50 peones, porque temían de don
Juan Núñez que había salido de Castilla, según declaran las
cuentas navarras al consignar el gasto de aquella comitiva en
dos días (2). Y en verdad no eran infundados sus temores, pues
los hombres de don Juan no solían detenerse en escrúpulos;
justamente en esos días <<Diego Pérez, vasallo de don J ohan
Nuynnez fo fama que mató a un su enemigo fuera de los
muros de la villa>> de Tudela (3). Por tanto, el ser enemigo
de don Juan N úñez no era precisamente una garantía de
seguridad.
Ante él arranque altivo de don Juan, alejándose de la
Corte, el rey castellano se previene, y al informarse de que el
re belde estaba en Aragón manda reunir sus huestes en el obis­
pado de Cuenca y se dispone a ir en persona a la contienda
provocada por su temible vasallo (4).
Hacia entonces, mientras en la corte triunfaban las intri­
gas complicando la situación política, por las fronteras por­
tuguesa y navarra las autoridades se ocupaban de la limi­
tación de términos. En Portugal, Juan Rodríguez de la Ro­
cha, representante del rey de Castilla, y Vasco Pérez, dele-

(1) Crón., 83.


(2) Cuentas de 1290, t. IV, fol. 119 (Arch. Navarra, Pamplona): "Epis­
copo de Coria 6 abbati valle oletii, archidiaconi ~ Thesaurario qualahorri­
tanis Nurn;is Rcgc Castelle transeuntibus per Nauarram... etc Item per ex­
pensam XX equitnm g L pcditum quos mirinus duxit secum ad condutionem
dictorum Nunciorum tímorem cium de Johanne Munionis qui esciebatur de
Castclla, per duos dics C Xs."
(3) Arturo Campión, Euskariana (Quinta serie). Algo de historia. (Vo­
lumen III, pág. 484, Pamplona.)
(4) Crón., 83.
SUSPlCACfAS DE DON lUAN NÚÑEZ Y DOLENCIA$ DEL REY 69

gado de don Dionís, demarcaban los linderos entre Arronches


y Badajoz (l); y a Navarra iban don Alfonso, obispo de
Coria, y don Ruy Pérez, abad de Valladolid a <<vistas con el
Gouernador por feyto de partir términos de Coreylla et de
Alfaro>>, lo que dió no pocos gastos a los navarros con el
mantenimiento de <<homes de cauayllo et de armas>> en unas
tres semanas que anduvieron tratando la cuestión, que por
lo visto no había podido arreglar don Sancho Martínez de
Leiva, merino mayor de Castilla, cuando se entrevistó con
Pedro García de Arroniz y sus compañeros. También había
conferenciado Martínez de Leiva con don Juan González de
Baztán para ventilar un incidente de frontera (2).

(1) El documento de la partición <le límites con Portugal, en términos


de Badajoz, es largo e interesante, fechado a 20 marzo 1290. Se guarda en
el Arch. de la Torre do Tombo. Gav. 15, M. 23. N. 4. El vizconde de San­
tarem, en sus citad.as Relaciones, I, 3, indica que ese año 1290 (pero dice
mayo, en lugar de marzo) "se juntara.o por ordem dos ditos soberanos [San­
cho IV y don Dionís] ... para clecidirem a contenda que existía entre os
moradores de Arronches e os de Badajoz... " Meses después, a 5 de julio,
Sancho IV da una carta mandando al juez y alcalde de Badajoz que en­
treguen "a la Infante donna Blanca mi sobrina, fija del rey de Potugal,
todo el heredamiento de la contienda que es entre Arronches e Badajoz"
(Rodríguez López, Huelgas de Burgos, 491). También el concejo de Sevilla
dirigía un instrumento al de Arouche sobre cuestión ele vecindad, rr sep­
tiembre 1290 (Santarem, Relac., I, 3).
(2) En las Cuentas de Navarra (Arch. de Navarra, Pamplona) de 1290,
tomo IV, hay diversas referencias a este asunto: "Item por Expensa feyta
en Coreylla quando veno hy don Pero Garcia de Arroniz 6 don Bragno Pe­
rez de Foches 6 don Johan Martinez ¡:; don Guiiralt de Seron por feyto de
partir el termino de Coreylla 6 de Al faro con don Sancho Martinez ele Leyua,
;:; por grant gent ele cauayllo de la Ribera que tenia el merino consiguo por
cinquo dias ... " (esta partida está tachada). Más adelante: "Item eidem Yeno
en Coreylla por feyto de partir sus terminos de Coreylla g de Al faro eyll
hy obispo de Coria, por IX días que hy finquo, XXX libras" (fol. 22 v., y
lo mismo fol. 28). Folio 67: "Item quando veno el ob. de Coria 6 el abbat
de vaylla de Olit a vistas con el Gobernador por feyto de partir el terminn
de Coreylla ¡; de Alfaro 6 fu yo alla por mandado del Gobernador con ci11-
quenta homes ele cauayllo ;:; ele armas, por veinte dias... " Folio 119: "Item
per expensa familiarum tam equitum quam peditum congregatorum per qua­
tuor ui<;es ad destruendum exclusam quo Sancius Martini de Leyua Impreiu­
dicium Regni Navarre per potenciam armerorum construebant licet qualibet
uice de consilio peritorum in ceptum dimitteretur, XXX libr." Folio 119:
"Item per expensam militum 6 p,,ditorttm quos mirinus uocauit secum eundo
ad vistas con consilio de Calahorra super dapmnus utriusque yllatis emen-
iO HJSTORJA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Entretanto don Sancho no desatendía el enojoso asunto


de don Juan Núñez, y procurando conjurar cualquier manejo
del rebelde en Aragón, manda al judío don Samuel, almoxa­
rife del heredero don Fernando, para iniciar negociaciones
con Alfonso III. Don Samuel llega al reino aragonés hacia
julio, cuando el soberano se dirigía a Valencia, y se acordaron
vistas entre Alfonso y Sancho IV para el 19 de agosto ( 1).
Entonces también trataría el mensajero judío de atraer
amigablemente a don Diego López de Haro, como habían
aconsejado al rey los del partido contrario a don Juan
Núñez (2).

dandis z super facto malefactorum uicissim sibi Rc<lendorum per V l dics en


IIII uii;ibis IX lbr." "Item per expensa X equitum z XXX peditum quos me­
rinus duxit secum propter suam familiam cundo ad uistas cum dopno .Tohan
Gondissaluj de Baztán super captiuibus hominium z dapnis ¡; '1t1lneribus
z llaus inter illos de frontarijs Navarre z Castelle Rationem terminorum
per IIII dies III, IIII uicibus VI lbr." "Item per dono dato insidiatori qui
tradidit merino petrum Calahorra qui fuit suspensus apud Andosella, L. s.''
(Otras dos partidas sobre lo mismo.) Folios 119 v. y I20: "Per emenda unius
equi Interfecti agentibus Sancií martini de leyua merini Castelle defen­
de11c\o terminus Regni super facto excluse sancii adriani X lbr." Folio r20:
"Item episcopo de Corie z abbati ualle oleti z archidiaconi z thesaurario ca­
lagurritanis, nuni;iis Regis Castelle transeuntibus per nauarram per expensa
equorum suorum, de mandato Gubernatoris per duos dias, XV lhr." Fo­
lio r30: "Itero per expensa militum z aliorum per bonorum uirorum quos
merinus ducebat secum hauendo uistas cum corn;ilius de Calahorra z de vi­
toria z domno Johanne Gondissaluii de Baztan z merino de Rioga super dis­
cordis terminorum Regnorum z dapmnis uirunque illatis emendandis XXX
lhr.'" Esta partida está tachada.
(1) Zurita (1, 343 v.) cree que estas negociaciones eran argucias de San­
cho IV para entretener a Alfonso III en la cuestión internacional. La. Cró­
nica ele Sancho IV no menciona esta embajada ele don Samuel.
(2) Este don Samuel debe ser el mismo almoxarife del infante don Fer­
nando que ya mencionamos (I, 8 y r64). No podemos asegurar con certeza
si, como dijimos, el almoxarife es el mismo que se distingue por don Samuel
de "Vilforado", pues cuando se le menciona como almoxarife no se puntua­
liza esto. En las cuentas se le nombra repetidas veces (XL, XLVIII, XLIX,
LI, LII, LIX, LXIV, LXVI, LXXXII). Don Samuel, expresamente llama­
do "de Vilforado", interviene mucho en cuestiones económicas, figurando
en la distribución de Huete; en cuentas de septiembre de 1294 consta se
dieron 400 mrs. a un hombre por "quatro meses que andudo en pos de don
Samucl de Vilforado por los XXIV mil mrs. quel fueron puestos". (LXXVI
y XXTTI, XXVI, LXXX.) En una pesquisa de junio de 1294 (<loes. de Ofia.
tomo IIT, A. H. N.) sobre fonsadera, don Samuel "dixo que él que cogiera
.SUSPlCACIAS DE DON TUAN NÚÑEZ Y DOLENCIAS DEL REY 71

El mensajero castellano regresaba sin haberse compro­


metido a nada con Alfonso III, pues Sancho IV, <<con cau­
tela>>, como dice Zurita, no quería proµunciarse en ningún
sentido sin beneplácito de Francia y la Santa Sede. La llegada
de don Juan N úñez a Aragón iba a enredar aun más la
madeja.
Todo esto ocurría en los meses de junio y julio, que San.
cho permaneció en Valladolid esperando los resultados de su
embajada al aragonés y la reunión de sus gentes para so­
meter al turbulento vasallo, que poseía los castillos de Moya
y Cañete (1).
Los preparativos guerreros túvieron verdadera importan­
cia, pues se recaudó la fonsadera como cuando se trataba de
una campaña seria. Quizás el rey Bravo temía que los pro­
pósitos de don Juan fuesen graves, y tratase de confederarse
con el aragonés para reanudar la guerra emprendida contra

algunas uezes djneros en la tierra delas ffonssaderas que dauan al rey ene!
Obispado de Burgos para! conde don Loppe; mas dixo que! nunqua deman­
dara fonsadera alos vasallos del abad de Onna saluo una uegada que ouo
cogido Johan Mathe, camarero mayor del rey por fueri;a". El almoxarife
llegó a ser privado ele don Fernando cuando fué rey, siendo muy impopular;
dice la Crónica de Fernando IV: "este judío don Samuel era muy desamado
de tocios los de la tierra e de los de casa del rey, ca metía al rey como era
moc;o en muchas cosas malas e era atrevido mucho" (Benavides, I, II4-u5).
En 1303 intentaron asesinarle, y en 1305 murió, con gran pena del rey y
alegría de las gentes (Benavides, I, 140). Era don Samuel andaluz (Bena­
vicles, I, II4). Alma negra de Fernando IV, no fué afecto a doña María de
Molina (Flórez, Reinas, II, 576).
(1) Mientras el rey estuvo en Valladolid se despacharon las siguientes
cartas: 23 mayo, a Astorga (Matías Rodríguez, Hist. de Astorga, 224);
3 junio, al monasterio de Sahagún (núm. 305); 5 junio, a Gormaz (T. Gon­
zález, op. cit., V, 176); 9 junio, al monasterio de Osera (núm. 3o8); a los
monasterios cistercienses de Gali,:ia (Benavides, op. cit., II, 587) ; a maestre
Jofre de Loaysa (núm. 307), y al monast. de Santa María de Carracedo (ma­
nuscrito 714, fol. 275 v., B. N.); 14 junio, al monast. de Oya (núm. 309), y
a frey Ferrán Gutiérrez (Ms. 714, fol. 150, B. N.); r.0 julio, a la cat. de
Cartagena (núm. 310); 5 julio, a las Huelgas de Burgos (Rodríguez Ló­
pez, op. cit., I, 491); 8 julio, a Navarrete (Garibay, Comp. Hist., II, 835);
16 julio, a la cat. de León (Arch. C. León, uso); 17 julio, a la cat. de León
(número 3rr, y Flórez, E. S., XXXV, 451); 18 julio, al monast. de Chan­
tada (núm. 312); 18, 27, 28 julio, a la cat. de Cartagena (m'.tms. 313 y 314,
y Ms. 13076, fol. 21 v., B. N.); 31 julio, a 1a abadía de Husillos (Arch. Epis­
copal, Palencia).
72 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Castilla, so color de favorecer a los infantes de la Cerda.


Finalizado julio, las huestes ya estaban dispuestas y el rey
sale a primeros de agosto de Valladolid, donde está el mar­
tes l.º, encontrándose en Roa el sábado 5. Sin detenerse
apenas, pasa el 14 por Ci.fuentes y llega a Huete antes del
domingo 20, sufriendo todas las fatigas del ple,:io estío en las
ardorosas tierras manchegas (1).
Contra su costumbre, la reina no puede acompañarle por
su estado de salud, quedándose en su querida ciudad de Va­
lladolid, donde poco después nacía el infante don Pedro (2).

(1) Del 1. 0 agosto, Valladolid, real carta a la cat. de Avila (Ms. 9378,
folio 370, B. N., y Benavides, II, 331); y priv. a Santa María de la Iniesta
(T. González, V, 237; Quadrado, Zamora, 559; Fernández Duro, Hist. de
Zamora, I, 483). El 5 agosto, Roa, real carta a la cat. de León (núm. 315);
14 agosto, Cifuentes, a la cat. de Calahorra (núm. 316); 20 agosto, Huete.
a las Dominicas de Zamora (Salazar, Casa de Lara, III, 138, y Fernández
Duro, Hist. de Zamora, I, 495).
(2) Uniendo los datos de la Crónica con el itinerario documentado del
rey, puede fijarse el nacimiento de don Pedro hacia fines de julio o primeros
de agosto de 1290; en priv. rod. de 14 oct. (Arch. M. Cáceres) ya aparece
don Pedro. Casó don Pedro con doña María, hija de Jaime II de Aragón.
la Navidad de 13n (Zurita, I, 445). Fué señor de los Cameros, Almazán,
Berlanga, Monteagudo, Peza, Viana, Cifuentes, Alcocer, Peñaranda, Bela­
mazán, etc., mayordomo mayor de Fernando IV, tutor de Alfonso XI, y
murió desgraciadamente en la vega de Granada en 1319. Heredólc su hija
doña Blanca, y yace en las Huelgas de Burgos (Flórez, R. C., II, 540). Be­
navides (op. cit., I, 307) dice que no dejó hijos, acaso porque no vió citada
a doña Blanca en el testamento que publica de don Pedro, otorgado en Sevilla
a 9 de mayo de 1317 (Benavides, II, 865); y se equivoca al decir que fué
cuarto hijo de Sancho IV, pues en realidad fué el quinto. El infante se
manda enterrar en las Huelgas de Burgos, donde Amador de los Ríos (Bur­
gos, 736), y Rodríguez López (op. cit., II, 269) dicen que está su sepulcro.
El Cronicón de Cardeña ( ed. cit., 378) dice que "yace enterrado en las Huel­
gas". En los Linhagens (277), al hablar de él, dice "que se perdeo na veyga
de Graada (después del desastre con los moros) e non foy achado morto
nem vivo"; también señala su matrimonio (pág. 157) y que fué padre de
doña Blanca, la que casó con don Pedro de Portugal. Rodríguez López (op.
cit., I, 234) dice que doña María, viuda del infante don Pedro, y después
de casar a su hija doña Blanca con don Pedro de Portugal, en 1328, tomaba
posesión del señorío de las Huelgas de Burgos. La Crónica de 1344 (Ms. 1344,
Biblioteca Nacional) dice que don Pedro "fué muy honrado fidalgo". Según
Salazar (Lara, III, 187), Sancho IV le dió a su hijo don Pedro el señorío
de los Cameros con protesta de don Juan Alfonso de Raro, nieto de Alvar
Díaz y último sobrino de don Simón Roiz. Por las cuentas reales sabemos
SUSPICACIAS DE DON TUAN "1ÚÑEZ Y DOLENCIAS DEL REY 73

Al llegar a Huete, don Sancho recibe la grata nueva, al


propio tiempo que le informan de las correrías de don Juan
Núñez por las comarcas de Cuenca y Alarcón, y sin perder
momento manda contra él a don Esteban Fernández de Cas­
tro, Pertiguero mayor de tierra de Santiago, con gentes de
don Sancho, el huérfano de su hermano el Infante don Pe­
dro, acompañándole, entre otros, Pay Gómez Charino, Este­
ban Pérez Florián, Lop~ Rodríguez, Roy Gil de Villalobos y
don Juan Fernández Cabellos de Oro, mayordomo y primo
del rey (1).
Esta granada caballería dió alcance a don Juan Núñez
cerca de Chinchilla, pero con tan mala fortuna que en una
angostura, llamada La Cabrera, fué totalmente desbaratada
por el de Lara, que <<les tomó todos los pendones que levaban
e mató muchos dellos>>. Una de las víctimas fué el portugués
Fernán Fernández C:ogominho, hijo del trovador Fernán
Fernández Cogominho <<que morreo na lide de Chimchilla como

que fué ama de don Pedro doña Marina Suárez, quien recibe mercedes de
la reina. Hacia 1293 se pagaban 1350 mrs. "a Bartolome Rinalt por joyas
que la Reyna compr6 dél para dar a clonna Marina Suarez, ama del Infan­
te don Pedro" pág. LXXVII) ; a 24 noviembre 1293 se daban 2.000 mrs. "a
Donna Marina Suarcz, por carta de la Reyna, para quitarse de Burgos,. et
para levar al infante don Pedro" (pág. LXXVI) ; también se dan 4.000 mrs.
"a donna Marina Suarcz, para quitaciones et vestir de casa del Infante don
Pedro, por cartas del Rey et de la Reyna". En las Cuentas figura asimismo
"Johan Royz de Burgos, amo del Infante don Pedro", que recibe 300 mrs.
"para vestir" el año 1293. Fué su ayo el noble caballero don Tello Gutié­
rrez (v. pág. 27), justicia mayor de la casa del rey; en Cuentas de 129-1-
se lee: "Al Infante don Pedro, por cartas del rey e de la Reyna, por su sol­
dada, et por minguas de la tierra, et recibi6los por él don Tello su Ayo"
20.000 mrs., etc. (pág. XC). En varios documentos aparece "don Tel10, Jus­
ticia Mayor de Casa del Rey e amo del Infante don Pedro"; entre otros, a
uno de 26 junio 1298 (Benavides, op. cit., H, 168). En documento de 1307
(Orden de Santiago, A. H. N.) figura don Juan Rodríguez de Rojas como
mayordomo mayor del infante don Pedro. Fué su confesor el franciscano
Fray Pero Pérez, que aparece como albacea en el testamento del infante,
quien deja "a Garcia Fernandez mi ayo, X mil mr. por servicio que me
hizo" (Benavides, II, 865).
O) Crón., 83. Zurita, I, 343 v. De los compañeros del pertiguero ya co­
nocemos a Charino, a Florián v a Cabellos de Oro. Lope Rodríguez (que la
Crónica llama erróneamente Gutiérrez) y Ruy Gil de Villalobos son hijos
del ricohombre don Ruy Gil de Villalobos, la familia más poderosa después
de Raros y Laras (v. pág. s. 87 y 89).
74 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

muy boo caualleiro>> (1). Según el genealogista, don Juan


Núñez, con sólo trescientos jinetes derroto los mil cuatro­
cientos de Esteban Fernández de Castro, cogiendo entre <<pen­
dooes e sinaaes>>, unos diez y siete, que llevó a Aragón (2).
Apenas ·hacía un año que en aquella misma región fuera
vencido el ejército de Sancho de Castilla por aquel otro mag­
nate rebelde a la corona, don Diego López de Haro. Malas
jornadas eran para el rey las de tierra manchega.
Mientras ocurría el desastre al Pertiguero, y el de Lara,
vencedor, iba con sus trofeos a reunirs·e en Valencia con
Alfonso III, el soberano de Castilla en Huete era presa de
la cuartana, adquirida sin duda durante. el viaje bajo el sol
abrasador de agosto (3).
El rey enfermo, retenido en Huete durante el combate
de los suyos, no está ocioso sin embargo, pues atiende al curso
de la asamblea judía reunida allí aquel mes de septiembre
para acordar la capitación tributaria. Mucho interés demos­
traba Sancho en este asunto, pues a pesar de las críticas
circunstancias, la importante partición de las Aljamas <<se
fizo en hueste, por mandato del rey>>, encomendada a cuatro
judíos de Andalucía, acordándose que, <<sinon se abiniesen
estos cuatro, que vaya a don Daui Abudarán, viejo del al­
jama de Toledo, que los parta entrellos>> (4).
Si la guerra suscitada por el vasallo turbulento requería
(1) Crón., 83. Salazar, Lara., III, 139. Linhagens, 306. Carolina Michaelis
de Yasconcellos, op. cit., II, 551, s. s.
(2) Linhagens, 263. Crón., 83.
(3) Crón., 83. En Huete da el rey varias cartas: 22 agosto, a Burgos
(número 317); 26 agosto, a los Recueros de Soria (Loperráez, III, 231);
5 septiembre, a la cat. de Burgos (Arch. C. Burgos), y a la Orden de Ca­
latrava (núm. 318); 6 septiembre, a la colegiata de Talavera (núm. 319).
(4) Partición de las Aljamas (núm. 322). Sabida es la importancia de
esta asamblea, estudiada por los hebraistas. Véase Amador de los Ríos, His­
toria de los judíos, II, 53; Estitd. sobre los judíos de España, pág. 40, y
Espaiia y sus mon.: Burgos, pág. 329. Fernández y González (op. cit., 174-7),
al tratar de la reunión de Huete, se fija en que algunos (Bedarride, Graetz,
Amador) llegan a llamar congreso a la asamblea de 1290 en Huete. Entre
otros autores se refieren a esta partición el conde de Cedillo, Impuestos y
Contribuciones, etc., pág. 52. Hergueta, B. A. H., XXVIII, 480; Azaña,
Historia de Alcalá, 177; Díaz Pérez, E.rtremadura. Esp. y sus mon., pág. 915.
En el apéndice documental se inserta la Partición, que sólo se hábía publi­
cado fragmentariamente y con algunas lecturas erradas (núm. 322).
S1JSP1CACL\S DE DON JUAN NÚÑEZ Y DOLENCIAS DEL REY 75

atención, no menos importaba aquella capitación que regu­


laría los ingresos del tesoro real, una de cuyas más impor­
tantes fuentes eran los impuestos de las Aljamas. También
se dieron algunas disposiciones aclaratorias sobre las ventas
y rentas del regalengo que pasó al abadengo, arrendadas por
judíos significados como d.on Todrós el Leví y don Abrahem
el Barchilón, que, a pesar de la caída de don Lope, ya había
recuperado su puesto en la administración (1).
La infausta noticia de Chinchilla no abate a Sancho IV,
que <<como era orne de gran corazóm> se sobrepone a la
fiebre que le agobia, y emprende camino, deseando acer­
carse a la frontera aragonesa; pero al llegar a Cuenca, media­
do septiembre, afincóle mucho la dolencia, y ha de detenerse
en la marcha; mas, a pesar de este contratiempo, no desa­
tiende la campaña y manda construir máquinas de guerra
para sitiar a Moya. Asimismo por estos días van llegan­
do l 1s huestes castellanas con Juan Alfonso de Haro, Pero
Díaz de Castañeda, don Nuño su hermano y muchos otros
ricoshombres (2).
Entretanto don Juan Núñez en Valencia se había confe­
derado con el monarca aragonés, haciéndole homenaje como
vasallos él y sus hijos don Juan Núñez el Mozo y don Nuño
González, prometiendo servirle con los castillos de Moya y de
Cañete. En verdad, la precaución de Sancho IV dándole
estos lugares al de Lara, le resultaba ahora de efecto contra­
producente.
Alfonso III a su vez se comprometió a no pactar con
Sancho el Bravo, sino juntamente con don Juan Núñez y
sus hijos, a quienes ofrecía amparar y defender. Tal convenio
se hacía en Valencia el 22 de agosto en presencia de don
Lope Ferrench de Luna, don Ramón de Anglesola, Acart
de Mur, Alamán de Gudal, Juan Zapata, Justicia de Aragón;
Pedro Martínez de Artasona y nuestro conocido don Gonzalo
Ruiz de Zúñiga. También ratificó Alfonso III los pactos con

(1) Véanse los documentos núms. 319 y 321.


(2) Crón., 84. Del mes de septiembre, ya fechados en Cuenca, son los
documentos del 20 al monast: de San Millán de la Cogolla (núm. 320) y del
24 a la cat. de Cuenca (Arch. C. Cuenca). Del 30, en la posada de la Mota
(acaso Mota de Altarejos, prov. y part. jud. de Cuenca), es una real carta a
los clérigos de Salamanca y Ciudad Rodrigo (núm. 321).
76 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

don Diego López de Raro. Mal augurio era para el rey Bravo
tener como enemigos Raros y Laras (1).
Por su parte, Sancho IV tampoco descuidaba la cuestión
diplomática, y desde Ruete había mandado a Garci Fer­
nández de la Peña con misión de proseguir las negociacio­
nes con Alfonso III; pero, según afirma Zurita, el mensajero
apenas fué escuchado (2).
A estas fechas los preparativos bélicos están terminados
y las tropas castellanas prontas para asediar el castillo de
Moya; mas la fatalidad se interpone y todo queda en sus­
penso, pues el rey, en vez de mejorar, cae vencido por la
cuartana que avie doblada, primer amago de la cruel dolen­
cia que le llevaría al sepulcro (3).
La noticia del proyectado avance sobre Moya llega al rey
aragonés, quien con don Juan Núñez y don Diego López de
Raro se dirige a Albarracín y después a Teruel, donde se
informa de la gravedad de don Sancho, circunstancia que
procura aprovechar. Así, mientras en Cuenca Sancho IV era
<<desamparado de los físicos por muerto>>, Alfonso III con don
Juan Núñez y don Diego López de Raro, los enemigos de an­
taño ahora reconciliados por un odio común, corrían· tas tierras
de Molina, Sigüenza, Atienza, Berlanga y Almazán (4).
Las inicuas leyes de la guerra ·permitían a los coligados
asolar las tierras de Castilla cuando su rey luchaba con la
muerte.

(1) Zurita, I, 344. Coordinando la fecha de los pactos con Alfonso III
(22 de agosto) y la llegada del rey a Huete (hacia el 20), podemos pensar
que la batalla de Chinchilla debió ser después del 14 de agosto, que el rey
estaba en Cifuentes; quizás llegó a Huete el 16, desde donde, según la Cró­
nica, mandó sus gentes sobre don Juan Núñez, al que alcanzan en Chinchilla
tal vez el 17 ó 18 de agosto.
(2) Zurita, I, 344. La Crónica no habla de este mensaje. Para Fernán­
dez de Pina, v. el cap. XIV, pág. 125, nota 2.
(3) Crón., 84. El doctor Simón y Nieto (Una página del reinado de Fer­
nando IV, pág. 15), estudiando el curso de la enfermedad de Sancho IV, dice
que con aquellas cuartanas padecidas en Cuenca se inicia el mal que acabó
su vida, como se verá en el capítulo XX.
(4) Zurita, I, 344. Crón., 84. Esto debía ocurrir el mes de octubre, que
se fechan en Cuenca varias cartas reales: el 5, a Diego Pérez de Fe (nú­
mero 323); el 6, a la Orden de Calatrava (núm. 324); el 14, conf. de fueros
a Cáceres. (Arch. M. Cáceres. Ulloa y Confín, op. cit., 108. Loperráez, II, 265.)
SUSl'IC'ACIAS DE DON JUAN NÚÑEZ Y DOLENCIAS DEL REY 77

También en estas andanz~s estuvo don Gonzalo Ruiz de


Zúñiga, que refiere cómo, <<cuando don Juan se desabino con
el rey de Castilla et se fué para el rey de Aragóm>, tom6 dos
caballos y unos 2.200 maravedís en comer, sin contar 400
carneros que le dió <<don J ohan de la caualgada, et sin pan
que dió don J ohan de Cañete et de Moya>>; además, don Juan
tomó unas cuantas fanegas de trigo y de centeno a los infeli­
ces lauradores de aquellos lugares (I}.
Pero si mucho sufrió la región de Cuenca, también la de
Molina fué saqueada e incendiada en muchos sitios. En Selas
una pobre mujer ve arder su modesta vivienda, y fué don
Gonzalo de Zúñiga el despiadado autor de tal incendio; así
lo confiesa arrepentido cuando manda pagar 40 maravedís,
<<de una casa que quemé en Selas, de un aldea de Molina>> (2).
Pero este mandato parece que no se cumplió, pues la
reina doña María ordenó algún tiempo después que se dieran
50 maravedís <<a una mujer de Selas, aldea de Molina, para
facer una casa quel quemaron cuando la guerra de Ara­
gón» (3).
Esta noticia aislada, que llega hasta nosotros por bien dis­
tintas procedencias, nos habla de la probada devoción de
aquellas gentes al rey castellano. Quizás la humilde casa,
refugio e improvisado fuerte de los defensores de Selas, su­
friría el sacrificio por el heroísmo de sus habitantes.
Mientras se desarrollaban estos sensibles hechos, Sancho IV
continuaba en Cuenca entre la vida y la muerte, por lo
cual la reina, que estaba en Valladolid, llena de angustia, em­
prende precipitado viaje para acudir al lado del enfermo,
llevando consigo a los infantes don Fernando y don Alfonso,
y dejando al recién nacido don Pedro (4).
Al llegar doña María a Uceda, la enteran de las corre­
rías del rey de Aragón, y para esquivar un encuentro con

(1) Testamento citado.


(2) Ibídem. Don Gonzalo moriría trágicamente años después, en la ba­
talla de Alfaro (1299), sirviendo, como siempre, a los Núñez de Lara; sucum­
bió entre "alii quamplures milites et vassalti dompni Johannes Nunnionis
predicti" (D. Juan el Mo:JO). Crón. de Loaysa, § Sr. La Crón. de Fernan­
do IV, al tratar de la batalla, no menciona los muertos.
(3) Cuentas, pág. LXXXVI.
(4) Crón., 84.
78 JJJSTOIUA DE SANCHO IV l).E)> CASTILLA

los enemigos toma el camino de Cuenca por Madrid, donde


recibe las felices nuevas de que su esposo el rey había salido de
peligro, y que Alfonso III con sus aliados se retiraba a Ara­
gón (1).
La llegada de la reina causó gran alegría al doliente don
Sancho, quien al punto pensó en procurar la concordia con
don Juan Núñez, para lo cual sería nuevamente ella la inter­
mediaria. Como otras veces, la gestión de la soberana tuvo
completo exito y don Juan N úñez se asosegó mediante el
matrimonio de su hijo don Juan Núñez el Mozo con doña
Isabel, heredera de Molina, y la entrega, como garantía, de
los castillos de San Esteban de Gormaz, Castrogeriz, Fer­
moselle y Trastamara. Mientras don Juan era entregado de
estas fortalezas, quedarían en rehenes, en Moya, don Alfonso,
hermano de la reina; el mayordomo mayor del rey, don Juan
Fernández; Esteban Perez Florián, Alfonso Perez, Garci Ló­
pez Saavedra, Juan Rodríguez de Rojas, Alfonso Godínez y
otros caballeros (2).
Doña María con su tacto habitual supo aprovechar las cir­
cunstancias favorables para atraer de nuevo al díscolo don
Juan, que en aquellos momentos estaba descontento del

(1) Crón., 84. Zurita (T, 344) dice que después <le llegar Alfonso y sus
gentes hasta Berlanga se retiraron con "buena presa de ganados", yendo
luego a Cataluña.
(2) Crón., 84. De estos personajes nos son conocidos don Alfonso de
Molina (T, 34 y 222), don Juan Fernández (I, 221), Esteban Pércz Florián
(I, 26, 49,150; y cap. XII, pág. 41) y Alfonso Godínez (cap. XI, pág. 8 y s. s.);
a García López de Saavcdra · volveremos a encontrarle adelante, lo mismo
que al ricohombre don Juan Rodríguez de Rojas. Alfonso Pérez debe ser
el "Alfonso Pérez ele la nuestra Cámara, nuestro escribano" que menciona
Sancho IV en sus cartas. A 16 enero 1288 (núm. 177) le hacía una donación,
junto rnn Pero Sánchez, también de la cámara y su escribano, "por seruicio
que nos fizieron et fazen". Parece eran tío y sobrino, pues en las cuentas de
lo que se <lió "para vestir la compana del ·Rey" vemos entre los "que an­
dan con el Rey en la Cámara'' a "Alfonso, sobrino de Pero Sánchez", que
recibe nueve varas de viado (para manto y pellote) y tres y media de paño
tinto (para sayas y calzas) pág. LXXIII. Su sueldo en palacio, entre los
"Oficiales", era de 240 mr. {págs. CII y CXX). Alfonso Pérez de la Cámara
figura mucho en la administración, como puede verse en las cuentas y docu­
mentos de esta ohra. Pedro Sánchez de la Cámara poseía muchos bienes por
Medellín, que lega (con su mujér doña Sol) a la iglesia de Plasencia (fray
Alonso Fernández, Hist. de Plascncia. 1 S y 43). \'. además el doc. nÍlm. 5;-6.
SUSPICACIAS DE DO~ JUAN NÚÑEZ Y DOLENCIAS DEL REY 79

aragonés, pues se mostraba reacio a devolverle Albarracín.


En cambio los reyes de Castilla le brindaban el señorío de
Malina para su primogénito y le otorgaban cuantas garan­
tías solicitó (1).
A todo esto, don Nuño González, el hermano de don Juan,
estaba al lado de Sancho IV, y a 18 de octubre, en Cuenca,
había confirmado entre los nobles castellanos, precisamente
en aquellos momentos en que su hermano y sobrinos semos­
traban tan hostiles al rey castellano (2).
Después de la entrega de los castillos, se libraron los rehe­
nes y se celebró el matrimonio de doña Isabel de Malina con
don Juan Núñez el Mozo, quien desde entonces se titulaba
<<señor de Malina e de Mesa>> (3).
(1) Crón., 84.,Zurita, I, 344. La reina parece que siempre intervenía bus­
cando concordia con don Juan N úñez; recuérdese que quizás desde comien­
zos del reinado trabajaba en tal sentido. (V. t. I, pág. 16.)
(2) No debe pasarse inadvertida la circunstancia de que a 14 mayo 1290
(véase nota. (a), no confirma don Nuño, justamente cuando ocurría la rup­
tura entre don Juan y el rey; y en cambio, a 14 de octubre ( doc. cit.), que
no confirman los tres Laras rebekles, vuelve a figurar don Nuño. Lo mismo
se observa en estas dos fechas con don Fernán Pérez de Guzmán, acaso tam­
bién por motivos políticos.
(3) Doña Isabel de Molina era hija de doña Blanca y de don Alfonso el
Niño (hijo de "ganancia" de don Alfonso X y doña María d'Aulada, Linha­
gens, 262), por tanto, era sobrina de Sancho IV. En documento de 27 de di­
ciembre 1291 figura "don Juan Nunnez, Sennor de Molina et de Mesa" (per­
gamino 73, Arch. Corona de Aragón). Don Juan Nitñez II el Mozo debió
permanecer en relativa buena armonía con Sancho IV, como puede dedu­
cirse del pasaje de la Crónica (pág. 77, año 1287) donde dice que a la muerte
de don Alvar Núñez el rey "tomó a don Juan Nitñez hermano de don Al­
varo, e cliole la tierra e la cuantia que don Ah-aro su hermano tenia". En
las cuentas reales aparece cobrando importantes sumas en derechos conce­
didos por el rey. En r294 consta cobró por él Diego Gutiérrez de Cevallos
20.430 mr. de los 127.000 que debía percibir en la mitad de los diezmos de
Santander Castro y Laredo (t. I, pág. XII). El abad de Arvas "prestó al
Rey para dar a don Johan el ,Wozo, por las tercias de Plasencia", 6.000 mr.
(página LXX) y luego se dan "a don Johan el mo,;o V mil mr." más (pá­
g-ina LXXII). Don Juan el Mozo tomaba pechos en "Fontoria de Valdeara­
dros" (pág. LXXXVIII). En las juderías recaudaba buenas rentas, como
3.400 mr. de Berlanga, 2.J70 de Pe<lraza, I.76! de Avila, 1.380 de Aeltón
(Distrib. de Huete). Don Juan el que "filhou [en tiempos de Fernando IVI
o castelho de Gibraltar aos mouros", como dice el libro de los Linhagens
(página 260) enviudaría pronto de doña Isabel, que no le deja descendencia
y pierde el señorío de Molina (véase cap. XVII, 2o8). Luego se casaría
80 HISTORIA DE SAl\'CHO IV DE CASTILLA

Así terminaba, al fin, el conflicto surgido por la ruin­


dad de un anónimo, después de costar vidas y bienes. La
intriga urdida por envidias cortesanas había producido nada
menos que una seria campaña que el mismo rey recordaría
tiempos después, aludiendo varias veces <<a la hueste que
fiziemos sobre los castillos de Moya e de Cañete>>. Por cierto
que a Juan Mate de Luna, uno de los partidarios de don Juan
Núñez, le tocó <<recaudar en toda Castiella la fonsadera quel
dieron al rey para la hueste de Moya>> () 1.
Repuesto don Sancho y restablecida la paz, los reyes se
trasladan a Toledo, deteniéndose unos días a su paso por
Madrid; con ellos va don Juan Núñez, que bien pronto sería
otra vez atormentado por las suspicacias de su carácter (2).
con doña María (hija de don Diego López de Haro y de la infanta doña
Violante, la hermana de Sancho IV). (Salazar, Lara, III, 153-84.) Murió
en 1315 y no dejó hijos. A este don Juan Núñez se le distingue generalmente
en crónicas y documentos por don Juan el Mozo; también se le llama el de
la Barba, según cuentan "otras memorias" porque cuando ofreció a San­
cho IV apoyar a su hijo "se assio de la barba", como para asegurarlo más
(Salazar, Lara, III, 157). Salazar se fija en la frase de la Crónica (pág. 89)
"llegastes hasta mí, mozo sin barbas", para deducir que en 1295 "pocas barbas
tendría" si no las tenía aún en 1290, que llegó al rey, sin advertir que real­
mente esa frase que la Crónica pone en boca de Sancho IV debe refe­
rirse a cuando llegó en efecto don Juan el año 1287, a la muerte de su her­
mano don Alvaro, cuya herencia le entrega Sancho IV. (Véase nota (a).)
(1) Entre otras referencias a ésta campaña hallamos las del doc. de 18
septiembre 1291 (núm. 37r), que dice: "De Alfonso Yuánez, Notario de Sa­
lamanca, de las ac:;émilas del obispado de Salamanca que nos dieron por
razón de la hueste que fiziemos sobre los castiellos de Mo,ya e de Cannete
III mill mr"; "de Pero Nunez de Salamanca de la fonsadera de Maya e de
Cannete, en los obispados de Zamora, Salamanca e Ciudad Rodrigo, IV mili
mr" y otras sumas, "de la fonsadera sobredicha" en Cáceres, en León y en
Toro. En documentos de 20 y 26 junio 1294 se habla de que Juan Mathe
"ouo fazer recabdar en toda Castiella la fonsadera que nos dieron para la
hueste de Moya" (V. mi Tarifa :v la política de Sancho IV de Castilla, do­
cumentos núms. 23 y 24).
(2) Crón., 84. Por el documento ya citado de 14 de octubre sabemos
que en aquella fecha aún están los reyes en Cuenca, de donde regresan por
Huete, fechando allí una carta a la Orden del Temple el 17 de noviembre
de 1290 (núm. ~25), y otra el 21 a Pedro Sánchez de la Cámara (núm. 326).
La del 17 la cita equivocada el Ms. 814, fol. 138, B. N., como dada en
Burgos. A 1. 0 de diciembre, en Madrid, da el rey una carta a Fuenterrabía
(Tomás González, op. cit., III, 7), y también en Madrid otras el 5 al electo
de Jaén (Ximena, op. cit., 234, y Ms. 13023, fol. 198. B. N.); a la catedral de
SUSl'lCAl'L'.S IJE DON" TUAX KÚÑEZ Y DOLENCIAS DEL REY 81

En Toledo los reyes se alojan en el alcázar, y don Juan,


siempre desconfiado, va a morar, como en Valladolid, en el
convento de los frailes Predicadores, situado fuera de la
·ciudad.
Así pasan varios días, en gran tranquilidad, hasta que
cierta noche, cuando don Juan Núñez se divertía jugando
a los dados con un judío, se le acercó Nuño González Chu­
rruchano, y en el mayor secreto le dice las siguientes palabras:
<<Don Juan Núñez ¿qué estades aquí faciendo?, ca yo vi
anoche meter muchas armas en casa del rey e mandaba
armar los caballeros por que viniesen a matarvos>> (I). Se­
mejante anuncio deja espantado al sospechoso don Juan, que
si hubiera tenido allí una cabalgadura, en ese mismo momen­
to se hubiese alejado de Toledo a toda prisa. Pero se hallaba
extramuros, la ciudad cerrada, y dentro sus hombres y sus
caballos; por tanto, ha de resignarse y reprimir sus temores
hasta el día siguiente. Si por miedo en Burgos se había que­
dado sin comer, en Toledo se quedaba sin dormir.
En cuanto se abrieron las puertas de la ciudad, los ca­
balleros de don Juan N úñez fueron a verle, siendo sorpren­
didos con las sospechas de su señor, a quien aconsejaron no
diera crédito a tales cosas hasta hablar con la reina, <<ca ella
que hera tan noble, que non le engañaría>> (2). Entonces,
también como en Valladolid, con <<seguramiento de la reina
don Juan Núñez fuese para el alcázar do posaba el rey>>, con
quien habla ante doña María, esclareciendo el malicioso en­
gaño. Como el sistema de los maquinadores era peligroso para
la tranquilidad del reino, Sancho exige el nombre del culpa­
ble después de <<afincar mucho a don J uam> para que lo de­
clarase, a lo que accede bajo compromiso de que el rey

Córdoba (Ms. 13035, fol. 156. B. N.); al electo de Sevilla (Ortiz de Zúñiga,
op. cit., 146), y el 8 a los Dominicos (núm. 327). El 18 de diciembre ya está
don Sancho en Toledo, donde da una carta a la catedral de Calahorra (nú­
mero 328). Acaso sea de entonces una carta de doña María al concejo de
::.\fadrid sobre yantares, fechada en Illescas a 27 de diciembre, pero cuyo
año no puede precisarse por deterioro del documento. (Lo publica Timoteo
Domingo Palacio, op. cit., I, 129.)
(1) Crón., 84.
(i) Estas palabras referentes a la reina son una variante de la Crónica.
(Ms. de la Acad. de la Hist., fol. 149 v.)
82 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

<<non le matase, nin le fiziese mal, nin le lisiase, nin le tomase


ninguna cosa de lo suyo>>.
Entonces el rey, después de hablar con don Juan Núñez,
sale al corral, donde ve a Nuño González Churruchano depar­
tiendo con otros, y como desea darle una lección pública que
sea a la vez reprensión y escarmiento, le llama, y ante todos
los caballeros le interroga.
-<<Nuño González, ¿sois mi vasallo, e tenedes de mí buena
tierra e buena soldada?>>
-<<Señor, sí>>-responde el caballero-; continuando con
severidad el rey.
-<<¿Fice vos nunca mal?>>
-<<Señor, nom>--contesta avergonzado Nuño González-,
que oye entonces en plena corte estas duras palabras de don
Sancho:-<<Pues, ¿por qué fuistes esta noche decir a don Juan
Núñez que yo mandara armar la mi gente para le ir a matar?
Vos non puedo facer al, e llámovos falso caballero aquí ante
todos, e mando que vos los llamen todos>>.
Y el mal caballero oyó que, todos a una voz, así le lla­
maron, saliendo ese mismo día de la ciudad bajo el peso de
una sanción tan sensible para su dignidad de caballero (1).
Por esta vez se conjuró el peligro de ruptura con don
Juan Núñez, que algunos días después se marchaba a Cas­
tilla la Vieja muy pagado del rey. Pero tal complacencia costá­
bale muy cara al soberano de Castilla, que con todo, después
de tantas contemplaciones, le quedaría· siempre el malestar
de la incertidumbre, pues tenía sobrados motivos para des­
confiar de esa frágil amistad, vulnerable al primer chisme
cortesano que deslizasen al oído de su receloso vasallo. Por
desgracia, no tardaría mucho tiempo la realidad en confirmar
los temores del rey.
Ese año podrían decir con razón los castellanos que el
reino estuvo pendiente de las suspicacias de don Juan Núñez
y las dolencias del rey.

(I) Crónica, 84, y Novenario Estorial (2. C. 5, Bibl. Palacio). Nuño


González Churruchano era hijo de Gonzalo Fernández Churruchano y de su
tercera mujer doña Sancha Fernández de Orcelhon (Linhagens, 384 y sigs.)
El conde don Pedro dice que murió sin hijos, pero no menciona a su mujer;
sin embargo, existe ttn doc. de 1295 que nombra a Nuño González Churru­
chano, casado con doña Mayor Moniz, hija de Moniz Ferrández Rodeyro
SUSPICACIAS DE DON TUAN NÚÑEZ Y DOLENCIAS DEL REY 83

(legajo 732, A. H. N.). Este Nuño González era primo hermano de don Es­
teban Núñez Churruchano por ser ambos nietos de Fernán Pérez Churru­
chano y bisnietos de Pero Arteiro, fundador del linaje Churruchano, tan
extendido luego en Galicia. Don Esteban Núñez, merino del rey en León y
Asturias y Galicia (del cual hicimos mención en las págs. 85-86, II7 y 123
del t. I), era hijo de don Nuño Fernández y de doña Urraca; fué casado
con doña Teresa García de Campos, siendo padres de Juan Núñez, muerto
en tiempos de Fernando IV (Linhagens, 164, 384). En cuentas de 1285
consta se dieron ''a Esteuan Nunnez Churruchao XX mil mr. de la guerra"
(tomo I, pág. CLIX). Después de muerto en Alfaro don Lope de l-Iaro no
vuelve a figurar don Esteban .N úiiez; a 8 agosto 1288 ya no es merino. Re­
cuérdese que Esteban N úñez Churruchano fué de los que "toviéronse con
don Lope" cuando en 1287 el de Haro escalaba el poder, frente a otro par­
tido. (V. t. I, pág. 138, y Crón., 74.) En 1291, a 9 febrero, Esteban Núñez
Churruchano aparece como testigo en la garantía de Muño Díaz de Casta­
ñeda en las paces entre Sancho IV y Jaime II (núm. 6o8). En la Distr. de
Huete se menciona un Alfonso Eañez Churruchano, vasallo del rey.

(a) Tomo I, pág. 167. Indicamos además en el tomo I que más adelante se
trataría de la genealogía de los Núñez de Lara, y ya ha llegado el momento
oportuno de hacerlo. El insigne genealogista Salazar y Castro (Casa de Lara,
III, 121, s. s.), a pesar de su gran competencia, incurre, sin embargo, en
error al pretender rectificar a otros autores, entre ellos, a Argote de Molina,
respecto a la descendencia de don Nuño González de Lara el Bueno, el que
murió en Ecija el año 1275. Dice Salazar que este don Nuño, casado con
doña Teresa Alfonso (bastarda de Alfonso IX de León), fué padre de don
Juan Núñez I y de don Nuño González II; y Juan Núñez I, casado con doña
Teresa de Haro (hermana del conde don Lope), tuvo por hijos a don Alvar
Núñez de Lara (el que murió en 1287, después del sitio de Arronches), y
don Juan Núñez II, que fué señor ae Albarracín, por su matrimonio con
doña Tere!-'a Alvarez de Azagra, señora de Albarracín; este don Juan N ú­
ñez II, señor de Albarracín, fué padre de don Juan Núñez III, de don Nuño
González III, de doña Juana Núñez, la Palomilla, y de doña Teresa Núñez.
Hasta aquí Salazar. Nuestra opinión, según queda expuesta en el texto, es
la siguiente: don Nuño, el de Ecija, fué padre de don Juan Núñez I y de
don Nuño González II (éste no deja descendencia). Este don Juan Núñez I,
casó con la señora de Albarracín, y tuvieron por hijos a don Alvar N úñez
(el que murió, sin hijos, en 1287), a don Juan Núñez II, a don Nuño Gonzá­
lez III, a doña Juana Núñez, la Palomilla; a doña Teresa Núñez y acaso un
Ferrán Núi\ez, como luego se verá. Por tanto, los dos Juan Núñez I y II
del genealogista Salazar son una misma persona, y el que llama III es, en
realidad el II, que tanto figura en el reinado de Fernando IV. En cuanto al
matrimonio de don Juan Núñez con doña Teresa de Raro lo dejamos en
duda, que si acaso existió fué anterior y duró poco tiempo.
Pero fijémonos en lo que dice Salazar. Para este autor, el Juan Núñez,
señor de Albarracín, no fué hijo, sino nieto de don Nuño González, el de
84, HISTORIA DE SA:",CJ-10 IV DE CASTILLA

F.éija. De este modo, según él, don Juan Núñez I, muerto en 1276, fué her­
mano <le don Nuño González II, y el don Juan Núñez, señor de Albarracín,
no tuvo más hermano que don Alvar Núñez, apoyándose, como argumento
central, en que no aparecen en documento alguno como hermanos el señor
de Albarracín y don Nuño Go!).zález. Sin embargo, la suerte nos ha depa­
rado un documento que echa por tierra al argumento fundamental del ge··
nealogista de la Casa de Larci; el documento en cuestión, que se conserva
en el A. H. N. (leg. 1152), es una merced que hacen los Núñez de Lara el
2 febrero 1266 a la abadesa de San Andrés de Arroyo, y que dice así, para
empezar: "Don J ohan N unnez, vasallo de Sancta Maria Z sennor de Alba­
rracin, Et yo Nunno Gonc;all, so ermano." Esta frase demuestra palmaria­
mente el parentesco fraternal del señor de Albarracín y don Nuño Gonzá­
lez; la prueba no pue<lc ser más concluyente. En cuanto a la supuesta muerte
de don Juan Núñez, hijo del de Ecija, que Salazar creyó ocurrida hacia 1276,
por carecer de noticias del personaje durante esos años, nos remitimos a lo
expuesto en el texto, donde se ve cómo estaba en Francia, y a la carta de 1276
al rey de Francia (V. pág. 60, nota 5). Otra prueba de que no murió
en 1275 es la cláusula del Tratado de Lyon: "Fuit etiam ordinatum quorl
nostouam Alvarazinnm recuperabitur a dicto Alfonso de Aragonia, rc~ti­
tuatur proprietas domino J ohanni Nunii et erit in termino in quo erat tem­
pore mortis predicti Fernandi primogeniti regís Castelle" (Daumet, op. cit.,
página 184). Respecto a don Alvar también existe prueba fehaciente de que
fné hijo del señor de Albarracín (y no hermano, como pretende Salazar);
esta prueba nos la da el sello de una carta ele don Alvar, fechada en 1276,
que Doriet D'arcq (op. cit., 477) describe así: "Dans le camp une croix
enhendée chargé de cinq coquilles, et cantonée de quatre marmites", justa­
mente las armas de Albarracín y Lara, armas que usa don Alvar como hijo
de la señora de Albarracín y que en modo alguno podrían corresponderle si
fuera· su cuñado. Aquí conviene rectificar nuestra referencia del tomo I, pá­
gina 96, acerca de don Alvar, en que, desorientados por los datos de Salazar,
creímos a don Alvar hijo desde luego del señor de Albarracín, pero de un
primer matrimonio de éste con doña Teresa de Haro. Queden ahora las
cosas en su punto. Don Alvar es hijo de don Juan Núñez ele Lara y de
doña Teresa Alvarez de Azagra, señores de Albarracín. Apuntamos antes
la posibilidad de otro hijo del señor de Albarracín en un Fernán Núñez,
cuyo sello describe Doriet D'Arcq (loe. cit.), igual al de don Alvar, a no ser
que se trate de una mala lectura de Fcrnán por Juan. Desde luego, si existió
ese Fernán Núñez debió permanecer fuera de Castilla o morir joven.
Aunque realmente después del documento de San Andrés de Arroyo ya
1:0 es necesario proseguir la argumentación, señalaremos, sin embargo, la
observación de Salazar que, fijándose en un priv. rod. ele 29 octubre 1289
(él dice erradamente 1288), señala que confirman "don Juan Núñez; don
Nuño González; don Juan Alfonso; don Juan Núñez, fijo de don Juan Nú­
ñez; don Nuño González su hermano", sin añadir "su hermano" en el pri­
mer Nuño González, a lo que puede oponerse, en cambio, el priv. rod., muy
bien conservado, que Sl' guarda en el archivo de la catedral de Sevilla, del
8 diciembre 1290 (núm. 327), en que claramente confirman "don Johan Nun-
SUSPJCACI.\S DE DOX TUAN NÚÑEZ Y DOLENCIAS DEL REY 85

ncz; don Nunno Gonzalez, sit hermano; don Johan Alfonso; don Johan Nun­
nez, fijo de don J ohan Nunnez; don Nunno Gonzalez, su hermano". Lucg-o
las omisiones cometidas por los cscr.ibientes en estos casos nada significan;
unos callan el parentesco (acaso por considerarlo de sobra conocido) y otr.o~,
como el de Sevilla, lo consignan, con lo cual se reitera una vez más la segu­
ridad de que el señor de Albarracín y don Nuño eran hermanos.
En cuanto a las fuentes, todas están conformes con nuestra afir1riació11.
La Crónica de Alfonso X, cap. XLVII, año 1275 (que intenta rectificar Sa­
lazar), los Anales toledanos (ed. cit., 368), Cuarta Crónica (345). Los Linha­
gens dicen categ6ricamente que don Nuño González el Bueno y doña Teresa
AJfonso fueron padres de don Juan Núñez y de don Nuño Gonzálcz, y que
este don Juan Nt'tñez "foi casado com dona Tereyja Aluarez filha de don
Aluaro Perez scnhor d'Aluarrazin, e fez en ella don Aluar Nunez, e don
Johan Nunéz e don Nuno Gonzalluez, e dona Johanaa Nunéz e dona Te­
reyja Nuniz" (263 y 264). Loaysa, § 10, dice: "Domnus Nunio cum dompno
Johanne Nunionis, et clompno Nuni filitts eius". § 22: "Tune preffati baronrs,
Johannes Nunionis, N"unio Gundisalvi frater eius", pasan a Francia (1276);
luego no son tío y sobrino. Morel-Fatio, que sigue a Salazar, se extiende en
una nota, asegurando es esto error de Loaysa. No sabemos por qué habían
de equivocarse todos íos autores coetáneos que no estén acordes con lo que
opinaría siglos después un genealogista.
Podríamos rebatir uno por uno los demás argumentos un poco farrago­
sos de Salazar y señalar algunas contradicciones geneal6gicas respecto a
doña Juana Núñez, la Palomilla, pero se prolongaría con exceso esta nota,
y para nuestro objeto basta con lo apuntado, después de lo cual•no es preciso
insistir sobre la exactitud ele nuestra rectificaci6n, que suprime la existencia
c\c ese ficticio Juan N úñez de Lara, muerto supuestamente hacia 1276.
Tenemos, pues, en resumen, que don Juan Núñez ele Lara el I, llamado
el Gordo o el Ma31or, señor de Albarracín, hijo de don Nuño el de Ecija,
vive hasta final del· reinado de Sancho IV (basta empalmar las biográflas
de los Juan I y II Je Salazar) y don Juan Núñez el II, llamado el Mo::o 'y
d <le fo Barba, señor de Molina, hijo de Juan Núñez I y que figura durante
el reinado de Fernando IV, es al que Salazar llama III. Finalmente, don
Juan Núñez III (IV de Salazar), personaje del reinado de Alfonso XI, es
sobrino de don Juan Núñez II (que muere sin hijos), por ser hijo del her­
mano de éste, don Nuño González III. La biografía que da Salazar de don
Jtian Núñez II el Mozo (para él, III) adolece en los primeros años de erro­
res si1rgidos por su equivocación respecto al señor de Albarracín.
En las Cuentas reales figura varias veces don Juan Núñez, distinguido
por el Mayor, percibiendo crecidas sumas en los servicios reales (pági­
ginas XLII, L, LXVIII, LXXII, CXVIII). En las Cr6nicas también se le
suele llamar el 1vlayv1·; en la de 1344 le menciona algunas veces como don
Juan el Gordo (Ms. 10, 815, B. N., sin foliaci6n).
Don Nuño González II, hermano de don Juan Núñez el Mayor, ya men­
cionado (t. I, 167, 212), seguía adicto a Sancho IV desde 1287, aunque con
una interrupción de sus confirmaciones en los privilegios reales durante el
período ele apogeo de don Lope el año 1288, como puede advertirse en los
86 .HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

privilegios rods. del apéndice. Muerto don Lope, vuelve a confirmar a 8 de


agosto ele 1288 (núm. 2u), ya sin interrupción hasta 14 mayo 1290, en que
falta (núm. 303), pero vuelve a aparecer a 14 de octubre (Arch. M. Cáceres),
y no puede atribuirse a que siguiese el partido de su hermano don Juan, pues
precisamente cuando don Nuño no confirma (14 mayo) lo hacen su hermano
y sobrinos; en cambio a 14 octubre, que figura otra vez don Nuño, faltan
don Juan y sus hijos. liste dato parece demostrar que don Nuño estaba dis­
tanciado de su hermano don Juan en cuestiones políticas. De 14 octubre 1290
a 11 enero de 1291 (llúm. 329) figura en los rodados don Nuño; pero a -~º
enero 1291 (n{1m. 341) falta, y no vuelve a confirmar. Hacia entonces pasa
a Portugal por causas ignoradas; Brandao cree que como embajador de
Sancho IV, lo que rel,ate, con razón, Salazar. Acaso podríamos interpretar
su salida de Castilla precisamente por incompatibilidad con su inquieto her~
mano el señor de Albarracín; al menos eso parece desprenderse de los in­
dicios apuntados. Salazar (Lara, III, n5), siguiendo al conde don Pedro,
dice q11e murió don Nuño en Lisboa el año 1291 ; lo que ocurriría después
del 7 marzo 1291, pues en doc. portugués de esa fecha aparece don Nuño
figurando en la corte de don Dionís (Brandáo, V, 324). A 22 noviembre 1288
(número 221) el rey otorgaba a don Vela Ladrón "la compra que fizo de don
N unno Gonzalez de los hered. qua auie en Ecija et en su tér. que fueron
de don Nunno su padre".
De don Juan Ntíñez el Mozo y de don Nuño González, hijos del señor
de Albarracín, tendremos ocasión de hablar repetidas veces en el curso de
la narración.

Las variantes ocurridas del 7 marzo de 1290 (núm. .296) al I,t mayo I290
(núm. 303) son las siguientes: A I4 1n1iyo don Fernando ocupa la sede vacante
de Avila. El P. Ariz (Hist. de Avila, fol. 38 v., 1.ª parte) fija equivocadamente
el episcopado de don Fernando de 1284 a 1292, y dice que está sepultado en
el altar de San Nicolás, en la igl<.>sia. Quadrado (Salamanca, Avila y Sego­
via. Esp. y sus man., 381), valiéndose de datos de González Dávila, Ariz,
Cianea, etc., forma un episcopologio defectuoso, negando la posibilidad de
existir el obispo don Fernando, que tiene epitafio de 1292 (pág. 363), pero
como se ve no tuvo razón. Utilizando los Registros de Nicolás IV (ed. cit.),
averiguaremos que este obispo se llamó don Fernando Rodríguez y era deán
de A vila cuando a 7 marzo 1289 asiste en Santa María la Mayor de Roma a
la "composición entre don Dionis de Portugal y sus prelados; se le nombra
"discretis viris domino Fernando Roderici, decano ecclesia Abulensis" (Reg.
Nic. IV, 716). A 21 abril 1288 · era ya deán y el Papa aprobaba un be­
neficio conferido por él (Reg N.1V, n1). A 19 marzo 1290 Nicolás IV pro­
vee la mitra abulense, manifestando que, vacante la sede por muerte de don
Domingo, el entoncés deán Alfonso y Cabildo eligieron a Ademaro, obispo
de Huesca, "profesorem ordinis predicatorum"; pero el Papa se reservó la
SUSPICACIAS DE DON lUAN NÚÑEZ Y DOLENCIAS DEL REY 87

provisión, nombrando obispo al deán de la iglesia, don Fernando (Reg. N. IV,


2458-64). La estancia de don Fernando en Roma no había sido baldía. Tam­
bién en marzo de 1290 Nicolás IV concedía indulgencias a los que visitasen
la catedral de A vil a los días de Resurrección, Ascensión, Pentecostés y San
Miguel Arcángel.
A 14 mayo no confirman don Nuño González el Mayor (V. nota (a) de
este capítulo), ni don Fernán Pérez de Guzmán (V. t. I, pág. 87), ni don
Ruy Gil de Villalobos; los dos primeros quizás por causas políticas, como se
dijo atrás, y el de Villalobos porque murió ha~ia entonces, pues en los pri­
vilegios rodados siguientes ya confirman sus hijos. Don Ruy Gil de Villalo­
bos, I, ftté hijo de don Gil l\fanrique y de doña Teresa Fernández de Man­
zanedo (Fernández de Villalobos dicen los Linhagens, 274). En 1271 ya figu­
ra, y a 1273 confirma en los privs. Fué el tercero de los hijos, pero muertos
los mayores parece heredó todos los dominios, menos el señorío de Man­
zanedo. Tomó parte en la Confederación de Valladolid en favor de don
Sancho, en 1282, pero en 1283 aparece al lado de Alfonso X; sin embargo,
en los primeros privs. de Sancho IV de 1284 confirma don Ruy Gil. En 1289
cesan sus memorias. Estuvo casado con doña María de Haro, señora de
Astudillo (hija de Lope de I-Iaro el Chico y de doña Berenguela González
Girón), y tuvieron nueve hijos: Gil Rodríguez, Fernán Rodríguez, Lope
Rodríguez (que sigue la sucesión), Ruy Gil, doña Mayor, señora de Esco­
bar; doña Teresa, señora de Valdenehro; doña Constanza, señora de Aza;
doña Inés, señora de Castañeda; doña Marquesa, señora de Fuente Alme­
xir. Después de los Laras y Haro eran los Villalobos la familia más rica
y heredada (Salazar, III, 436, sigue en todo al conde don Pedro, Linhagens,
274; lo mismo que Assas, Museo Esp. de Antig., II, 122). De sus hijos se
hará referencia más abajo.
A 14 mayo confirma don Fernando, obispo de León. Este es don Fer­
nando Rodríguez, abad de Covarrubias, electo de Toledo, que hubo de re­
nunciar ( r 280) la mitra antes que se fallase el pleito que le acusaba de si­
moníaco. (Castejón, Primacía, 772-80) Se decía que distribuyó los caudales
de la iglesia (E. S., XXVI, 232). Manuel Assas, en su Historia de los tem­
plos de España, indica que como se opusieran a su elección don Fernán
Pérez, deán de Sevilla, y don Pelay Cova, capellanes del rey, don Fernando
Rodríguez les dió prestado dinero de la iglesia y ellos cedieron. Algunos
autores creen que la mayor oposición fué la de don Gonzalo García Gudiel,
entonces obispo de Burgos, y quien el año 1280 fué nombrado arzobispo de
Toledo (Minguella, op. cit., I, 23T). El Padre Serrano (Fuentes para la his­
toria de Cast. Co·varrubias, III, LXXI) dice que don Fernando se indispuso
con algunos cardenales por defender con demasiado calor los derechos de
Alfonso X cuando la rebelión de don Sancho; agrega que fué deán de Pa­
lencia y publica la carta que don Fernando envió desde Roma sobre su acu­
sación. De su amistad con Alfonso X sabemos, además, por una carta de
Sancho IV a los de Villfrades, que se quejaban de "la gran cabeza de la
fonsadera que les pusiera don Ferrán Ruiz abat de Couas Ruuias que es
agora ob. de Leon, quando andaua por la tierra con mandado del rey don
Alfonso nuestro padre" (1291, núm. 347). El Padre Risco (E. S., XXXV,
88 HISTORIA DE SA)<CHO IV DE CASTILLA

327-30) no señala que don Fernando fué antes abad de Covarrubias; dice
que la sede vacó desde enero de 1289, y aclara equivocaciones de otros ai1to­
.res. A 22 diciembre 1289 el Papa nombraba obispo a don Fernando, abad
de Covarrubias, desestimando la petición del Cabildo, que proponía a don
Martín, obispo de Astorga (Reg. N. IV, 1873-1879). Hacia 1293 se promovió
pleito entre el obispo y el Cabildo por el uso que empezó a hacer aquél de
los préstamos, contra lo que el cardenal Pelayo. obispo albanense, había es­
tablecido por autoridad apostólica. En 1295, los delegados del Papa senten­
ciaron a favor del Cabildo (Risco, E. S., XXXV, 327-30). Por lo visto el
ex abad de Covarrubias era peligroso en cuestiones administrativas, y quizás
tuvieran razón los que le acusaron de simoníaco cuando su elección para
Toledo. En cuanto a don Gonzalo, arzobispo de Toledo, no sabemos si at'tn
seguiría contrario al ex abad que ahora imponían para la sede legionense
desde Roma. Don Fernando Rodríguez vivió hasta 1301; en este año, a 6
noviembre, Bonifacio VIII nombraba obispo a don Gonzalo, por muerte de
don Fernando (Reg. Bonif. VIII, 4217).
A 14 mayo confirma don Miguel, obispo de Oviedo, que sucedía a don
Peregrín (provisto éste a 25 febrero 1286 por Honorio IV. Reg. Hon. IV,
número 3n). Es raro que a 7 de marzo aún figurase en los privs. rod. como
vacante la iglesia de Oviedo, pues desde. 21 diciembre 1289 estaba nombrado
obispo el electo don Miguel, abad de San Ciriaco (dioc. Burgos), "per
obitttm Peregrini, apttd sedem apostolicam desessi". (Reg. Nic. IV, 1850-54.)
Don Miguel estaba en Roma, de donde vino con letras de Nicolás IV para
el rey Sancho, recomendándole como hombre "de vida laudable", honesto,
discreto, circunspecto, con dotes espirituales y temporales que demostró
"apud sedem". El Papa le concedió (a 20 julio 1290) indulgencias para los
que asistiesen a su misa de consagración. Murió el 4 octubre 1292 (E. S.,
XXXV, 215).
A 14 octubre 1290 (doc. cit. del Arch. M. de Cáceres) el arzobispo de
'foledo, don Gonzalo, ostenta el nuevo cargo de canciller de León y Anda­
lucía (además de Castilla, que ya lo era); asimismo don Martín, obispo de
Astorga, es notario mayor en Castilla, León y Andalucía. (Véase el cap. XII.)
A 14 octubre confirma <lon Gonzalo, electo de Cuenca. Aquí debemos rec­
tificar nuestra suposición (t. I, pág. ro) de que se tratase de un solo Gon­
zalo. En efecto, como apunta Muñoz y Soliva, se suceden dos obispos del
mismo nombre, ahora que no en las fechas (erradas) que indica el acta de
elección aportada por este autor. Como en los Registros de Nicolás IV no
encontramos ninguna luz [Cuenca era sufragánea de Toledo], hemos de
guiarnos al menos por los privs. rod. A 20 diciembre 1289 (núm. 274) con­
firma don Gonzalo, y a 30 (núm. 278) ya '.llaga Cuenca, lo mismo que a 7
marzo (núm. 296) y a 14 mayo de 1290 (núm. 303). Como electo figura a
14 octubre, a 8 diciembre 1290 (núm. 327) y a II enero 1291 (nt'tm. 329). El
30 enero 12~n (núm. 34r) confirma como obispo. Este es don Gonzalo Díaz
Palomeque, hijo de don Diego Palomeque y de doña Teresa Gudiel, según
Muñoz y SoliYa, trasladado en 1292 a Burgos y luego a Toledo, donde mu­
rió en 1310 (op. cit., 96). En lo de Burgos se equivoca. A 16 enero 1299
Boni facio VIII traslada a don Gonzalo, obispo de Cuenca, a Toledo, mitra
SL'Sl'ICACIAS DE DO.'< TUAN XÚÑEZ Y DOLENCIAS DEL REY 89

vacante por la promoción ele Gonzalo su tío a la dignidad cardenalicia


(Reg. Bonif. VIII., 2832).
A r4 oct1tbre confirman don Nuño Gonzálcz el Mayor y don Fernán
Pérez de Guzmán; pero faltan don Juan Núñez y sus dos hijos, como ya
se indicó en otro lugar de este capítulo. También a I4 octitbre confirman
don Lope Rodríguez de Villalobos y don Roy Gil su hermano, hijos de don
Ruy Gil de Villalobos [el mencionado arriba] y de su mujer doña María
de Haro. Don Lope Rodríguez, ricohombre, señor de Matamorisca, Poyos,
Restocia, Espinosa, Massa Soto, Ban Martín de. Heli1_1es y otros lugares,
casó con doña Berenguela de Castañeda [hija ele don Pedro Díaz de Cas­
tañeda y ele doña Mayor Alvarez de Asturias]. Muerto Sancho IV pasó don
Lope Rodríguez al partido ele los infantes de la Cerda, pero luego sirvió a
Fernando IV, y vivió hasta fines ele 1307 (Salazar, Lara III, 453; Linha­
gens, 247). En la distr. de las Aljamas, don Lope Rodríguez aparece como
vasallo del infante don Fernando (heredero de Sancho IV) con una asig­
nación de 3.900 mr. en la judería de Villadiago, y en las de Medinaceli y
Sigüenza 7.515. A 15 diciembre r288, en Burgos, Lope Rodríguez de Vi­
llalobos y García Fernández Manrique dirigían una carta al Cabildo de
Santa María de Selines, aprobando la elección de su prior don Martín, inserta
en la carta episcopal (19 febrero 1289), en la cual se dice "que don Roy
Gil de Villalobos [ el padre] le dixera, estando el electo delante, que él era
¡)adrón daquella cglesia", y como no estuvo presente pedía se deshiciese la
elección, pero por mediación de ames buenos, don Roy Gil cedió (Cax. 5.
Vol. 34, Arch. C. Burgos). Don Ruy Gil de Villalobos II fué casado con
doña Teresa Sánchez (bastarda de Sancho IV), pero como doña Teresa tam­
bién estuvo casada con don Juan Al fon so de Alburquerque no puede pre­
cisarse cuál matrimonio fué primero. Ruy Gil siguió las mismas vicisitudes
políticas de su hermano don Lope (Salazar, Lara, III, 346) ; Salazar rec­
tifica a los autores que confunden a este Ruy Gil II con su sobrino Ruy
Gil III, que se casa con doña Teresa Alfonso, hija de don Alfonso Alva­
rez de Asturias (pág. 443). Entre los equivocados está Argote (Nobleza, n8).
Sandoval (op. cit., 271) da también la genealogía de los Villalobos. Roy Gil
de Villalobos tenía asignados 789 mr. en la judería de Saldaña (Distr. Al­
jamas); era también va5allo del infante don Fernando. Como se dijo antes,
ambos hermanos concurrieron a la batalla de Chinchilla.
Otro nuevo confirmante a 14 de octubre es don Fernán Roiz de Saldaña,
ricohombre, señor de Saldaña, hijo de don Rodrigo Ruiz de Saldaña y de
doña Juana Ponce de León (que Pellicer cree es hija de don Fernán Pérez
Ponce y doña Urraca Gutiérrez). Don Fernán se casa con doña Leonor Ro­
dríguez de Cisneros y son padres de doña Leonor de Saldaña, aya de la reina
doña Blanca ele Borbón (Salazar, Lara, I, 484).
El abuelo de don Fernán también se llamó Fernán Ruiz de Saldaña, que
fué casado con doña Juana Rodríguez de Cisneros (Salazar, Lara, I, 484,
y III, 71, 493)'. Don Fernán sigue confirmando hasta 8 diciembre 1290, pero
a II enero 129r (núm. 329) deja de confirmar y no volvemos a encontrarle
hasta 12 noviembre r294 (Arch. C. Toledo, I, 12-1.7); a 20 enero 1295
(Bulario Ord. Santiago) no confirma, pero sí a 24 abril de ese año (nú-
90 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

mero 594). En el reinado de Fernando IV llega a ser adelantado mayor de


Castilla (doc. de 20 feb. 1309. Benavides, II, 637). En la Distr. de las Alja­
mas figura entre "los vasallos del rey" y tiene asignado en la judería de
Carrión y Saldaña 1.roo mr.; en la de Peñafiel, 1.696, y 986 en la de Soria.
En cuentas de 1294 consta el pago de 1.700 mr. "a f erran Ruiz de Saldanna,
et ovolos por él Pedro Gomez, Escribano del rey" (t. I, pág. XXIV).
A 14 octubre don Juan Alfonso, obispo de Palencia, no es not. en
Castilla (cargo que pasa al obispo don Martín, de Astorga), y don Juan,
obispo de Tuy, apar-ece· como chanceller de la reina, pero no es notario de
Andalucía (cargo que pasa a don Martín, obispo de Astorga, como ya se dijo).
Del obispo de Palencia se hizo mención (I. 35 (1)) y se hablará adelante. De
don Juan, obispo de Tuy, dimos noticia en el t. I, pág. 22. La Cueva, en
su Historia ch•il y Eclesiástica de la ciudad de Tuy y s1, obispado, trata (en
el tomo III, terminado a mediados de 1854) de los obispos de 'l'uy hasta el
siglo XIV. (Obra inédita, sin nombre de autor, pero se sabe es de La Cue­
va. Se conserva ms. en el Arch. cat. de Tuy.) En la pág. 15 dice que en 1290
era vicario del obispo [ éste siempre e~taba en ta corte] don Juan Suárez,
maestrescuela de Tuy. Este autor no estaba bien informado al decir que
don Juan no fué canciller de la reina hasta después de muerto Sancho IV.
También trata de los· obispos tudenses fray Prudencia de Sandoval en An­
tigüedad de la Ciudad 'Y Y gle.;ia catedral de Tw\• 'V de los obispos que se
sabe ayan sido della. Braga, 1610. Contiene algunas inexactitudes; en el fo­
lio 159 habla del obispo don Juan Fernández de Sotomayor.
A 8 diciembre 1290 (núm. 327) ocurren sólo tres variantes, la confir­
mación de fray Rodrigo, obispo de Marmecos (obispado que no había figu­
rado bajo Sancho IV); la falta de don Diego López de Salcedo; y la confir­
mación de don Roy González .Manzanedo. De López de Salcedo dimos cuen­
ta en el t. I, pág. 209. Aunque Salcedo no vuelve a confirmar rodados, no
debió ser por muerte, pues en 1294 figura como merino en Alava. (Véase el
capítulo XX). Recientemente se ha ocupado de fray Rodrigo, obispo ck
Marruecos, el Padre Atanasio López (Memoria histórica de los obispos de M,1-
rrnecos, Madrid, 1920, págs. 40-46), que lo llama fray Rodrigo Gudal, identifi­
cando al franciscano obispo de Marruecos con el guardián de Zaragoza en
1287, de este nombre, que luego, en 1288, va ante el Papa con embajada de Al­
fonso III de Aragón. Luego recoge lo dicho por otros autores (P. Hurtado,
P. Laín Roxas) que afirman ftté fray Rodrigo natural de Ubeda. Lo cierto
es que no hay datos documentales para hacer la filiación del obispo fray
Rodrigo de Marruecos. A 1 I diciembre 1289, a petición de los reyes de Cas­
tilla y Portugal, Nicolás IV nomhra obispo a fray Rodrigo (Bula Asumpte
quamvis, Reg. N. IV, 200:í-2007; Potth. 23138). El Papa lo menciona como
profesor de la Orden de los Menores, y le dedica elogios a sus conocimientos
en ciencias sagradas, honestas costumbres, piedad y agradable trato. El Pa­
dre López cree que esta Bula no fué la de elección, pues del contexto deduce
que ya había sido consagrado en Roma por el obispo de Ostia; y por este
indicio y la estancia en Roma del guardián de Zaragoza entonces, supone
son una misma persona. Afirma que fray Rodrigo tardó en embarcar para
Africa, y que debía estar aún en Roma a 9 febrero 1290, que el Papa dicta;
SUSPICACIAS DE DON TUAN NÚÑEZ Y DOLENCIAS DEL REY 91

la Bula Etsi omnes, dirigida a los varones, magnates y soldados cristianos


de Marruecos, Túnez y Tremecén, anunciándoles que manda como legado
suyo a fray Rodrigo, obispo de Marruecos; y a 15 del mismo mes la Ellis
licet immeriti, sobre lo mismo, en general a los cristianos residentes en
Africa (Reg. N. IV, 2I2I y 2120. Potth. 23180, 23183). El Padre López alude
a las Bulas citadas por Sbaralea: Fide·i tuae, Ut in adventu y Quanta circa
(es Tanto circa divini), "cuyo texto-dice-aún no se ha podido encontrar"
(página 43). Las tres se mencionan en los Reg. de Nicolás IV, núms. 2153,
2119, 2117, y son de 9 marzo 1290. La primera es absolviendo a fray Ro­
drigo de la visita a la sede apostólica por las dificultades que tiene con los
sarracenos. Esto nos hace pensar que en marzo de 1290 no estaba fray Ro­
drigo en Roma. La segunda es dando a fray Rodrigo facultad de absolver
a "clericos et laicos seculares et regulares, qui morantes in Africa, vel illuc
moraturi euntes, pro viollenta injectione manum in clericus vel religiosas
personas ve! pro eclesiorum et aliarttm ccclcsiasticarum personarum fractio­
nibus, necnon et in crimine participantes laqueum inciderunt" que satisfagan
daf1os, y puedan los clérigos oficiar y se dispense para recibir órdenes sa­
gradas. Y la tercera es otorgando a fray Rodrigo facultad de conceder cien
días de indulgencia a todos los que en Marruecos cooperen en la obra de
sustentación de la fe con subsidios para la predicación, redención de cau­
tivos, construcción de iglesias, nuevas conversiones. A 15 febrero 1290 el
Papa da la Bula De dfr,'ersis prm,intiis, concediendo jurisdicción al obispo
de Marruecos (Reg. N. IV, 2118). En octubre de 1290 fray Rodrigo estaba
en Zaragoza, donde sostenía un pleito, y el 22 de este mes y año Alfonso III
le daba un salvoconducto (P. López, op. cit., 43). Según Gonzaga y Wa­
dingo, en 1290, fray Rodrigo exhortaba a los vecinos de Ubeda para que
ayudasen a la obra del convento de Santa Clara (Xime.na, op. cit., 233).
Dicen los autores que fray Rodrigo pasó por LTbeda antes de ir al Africa.
Su residencia habitual la tenía en Sevilla, y algunas veces iba a Marruecos,
equivocándose Ortiz de Zítñiga al decir que de 1293 a 1295 fray Rodrigo
fué obispo .de Cádiz. Le sucedió fray Bernardo de Murcia en 1307, año ·en
que debió morir fray Rodrigo, antes de agosto (P. López, op. cit., 45-6).
Sin embargo, quizás fray Rodrigo muriese mucho antes, pues en sus cons­
tantes confirmaciones en los privilegios de Fernando IV hallamos que cesa
de hacerlo definitivamente <lespués de enero de 1303; a 14 enero 1303 con­
firma (Benavides, op cit., II, 340), y el 15 mayo 1303 ya no aparece (Ibídem,
349). El barón de Slane, en la edición de Jbn-Khaldoun, ya citada, cree que
un mensajero del rey Sancho en Marruecos el año 1290 es este fray Ro­
drigo (IV, 138). Fortunato de Almeida (Hist. ig. Portugal, 11, 6o2) se re­
fiere brevemente a fray Rodrigo y dice erróneamente que aún vivía en Se­
villa el año 1337.
Don Roy González (o Gómez, como aparece algunas veces), Manzanedo
que encontramos confirmando a r8 diciembre r290 era ricohombre, señor
de Alcalá de los Gazules y de la Peñaferrada, hijo de don Gonzalo Gómez
Manzanedo (a quien sustituye en la confirmación de rodados) y de doña
Sancha Jbáñez. Vivió generalmente en Sevilla y tuvo mayor actuación en
tiempo de Alfonso XI. Fué su mujer doña Berenguela Ponce de Mendoza,
92 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

hija de don Ponce de Men<loza (Salazar, Lara, III, 431 s. s. y 482). De su


padre don Gonzalo ya dimos noticia (t. I, 173, 190). Del sello de don Gon­
zalo Gómez Manzanedo (año 1281) se hace referencia en el Catálogo de
Sellos publicado por el A. H. N, Su testamento es de 7 de junio de 1285
(Leg. 1201, A. H. N.). Salazar se equivoca al creer que don Gonzalo murió
e:n 1289 de resultas de la herida recibida en Alfaro (1288), pues confirma
en todos los privs. rod. que conocemos de 1290 hasta el 18 diciembre, en
que hallamos a su hijo, quien, según Salazar, sólo aparece a primeros.
de 1292. Don Roy confirma durante todo el reinado de Sancho IV. En
la part. de Huete tiene asignaciones de 2.300 y 12.000 mrs., "Ruy Gonzales,
hijo de Gonzalo Go•11ez de Manzanedo".
CAPITULO XIV

ABENALAHMAR BRINDA LA PAZ Y ABENJACOB LA GUERRA

(1291)

(Enero - septiembre)

El año 1291, que al parecer empezaba tan sosegadamente,


sería uno de los más agitados del reinado de don Sancho,
y durante él se desarrollarían hechos importantes y muy di­
versos entre sí.
Apenas repuesto el soberano de su pasada enfermedad,
debía dedicarse a resolver los bien distintos asuntos que se
le presentaban.
El mes de enero lo pasa el rey en Toledo donde prodiga
sus mercedes al arzobispo don Gonzalo, canciller de todos
los reinos, y atiende las peticiones de otras muchas iglesias
y ciudades que acudían allí aprovechando esa pausa en el
continuo viajar de la Corte (1).
Durante la residencia real en Toledo, y después del 11 de

( 1) En Toledo, el mes de enero, se expiden las siguientes cartas reales:


6 y 8 a cat. Toledo (Arch. de la misma. Col. sellos, leg. 20 A. H. N. y ma­
nuscrito 13n6, f. 22, B. N.); 8, a Cuenca (Arch. M. Cuenca); n, priv. rod.
a la colegiata de Santillana (núm. 329). Se equivocaron T. González (Privs.
Corona Castilla, V, 16) y Amador de los Ríos (Esp. y sus Mon.: Santan­
der, 890) al darle a este doc. fecha 20 enero, jueves; el jueves fué n, y
1 r dice el doc. original; 16, a cat. de Toledo (núm. 330); 18, a cat. de To­
ledo (núm. 331); 19, a la abadía de Covarmbias (P. Serrano, Fuentes
fara Historia Castilla, III, 136); 22, carta de la reina a la Orden de Cala­
trava (núm. 332); 24 y 25, a León (núms. 333 y 334); 26, al monast. de
Santo Domingo, de Madrid (núm. 335) ; 26, 27, 29 y 30, a cat. Toledo
94 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

enero, Sancho IV recibía el homenaje de tres ilustres extran­


jeros: los franceses don Juan de Acre, conde de Montfort,
copero mayor del rey de Francia; don Juan de Ponthieu,
conde de Aumale; y el aragonés don Lope Ferrench de Luna,
que en privilegio de 30 de enero de 1291 confirmaban c:omo
<<Vasallos del rey>) (1). ¿Por qué causa se hallaban estos per­
sonajes rindiendo vasallaje al monarca de Castilla? Las Cró­
nicas lo callan y no hay documentos que lo expliquen. Acaso
estén allí, como una consecuencia de la paz de Bayona, cuyo
influjo llegara a la deliberación de los Legados pontificios
reunidos después en Montpellier; quizás significaba una ga­
rantía de concordia, convenida por los representantes de la
Sede Apostólica y el rey francés, «los quales fauorecian al rey
don Sancho>>, en la cuestión del infante de la Cerda, como
dice Zurita (2). Los dos franceses representarían al rey Fe­
lipe, y Ferrench de Luna, al monarca aragonés; éste, segura­
mente obligado, pues ya por esas fechas estaba rendido a
la merced de Roma (3).
Juan de Brienne, llamado de Acre, hijo del rey de Jeru­
salén y de Berenguela de Castilla, la hermana de San Fernan­
do, bouteilleur de Felipe el Hermoso, primer cargo honorífico
de Francia, no era la primera vez que se relacionaba con
Castilla; hacía más de treinta años que también fuera vasallo
de su primo el rey Sabio (4). Además, luego, en 1275, se

(números 336, 337, 338, 339, 340 y 341); 29 a Alcalá (Azaña, Hist. de Al­
calá, 162), a "don Gonzalo an;obispo de Toledo, primado de las Espannas et
nuestro Chanceller mayor en todos nuestros Reynos" (núm. 516).
(l) Priv. rod. a cat. Toledo (núm. 341).
(2) ·zurita, Anales, l, f. 343 v., al hablar de la conferencia que ha de
celebrarse en Montpellier con los Legados.
(3) Véase Zurita, I, f. 343 s: s.
(4) Juan de Acre era hijo de Juan de Brienne y de Berenguela de Cas­
tilla (P. Anselme, Histoire généalogique et chronolo.qique de la maison de
France, des pairs et grands officiers, &, París, 1726, s. s., VI, 134; VIII,
518). En los Anales toledanos JI (ed. Huici, 361) se consigna el matrimo­
nio de los padres de Juan de Acre: "Vino el rey de Acre dalent del mar
por a Toledo, e reciviolo el rey don Ferrando, e ficieronlo grand alborozo
en Toledo. Esto fue en viernes, en cinco dias de abril. De si fuesel a Sant
Yago, e de su venida casó con la hermana del rey de Castiella;
era MCCLXII. A. 1224." En privs. rod. de Alfonso X confirman los tres
ABENALAHMAR BRINDA LA PAZ Y ABEN.lACOB L~ GUERRA 95

había presentado ante el monarca trovador y astrónomo, para


proteger, en nombre de Felipe et Atrevido, a la viuda y huér­
fanos del infante Fernando de la Cerda, que Alfonso X
desheredaba en favor de don Sancho; entonces, no hubiera
creído posible el bouteiUeur que llegaría un tiempo en que
confirmase como vasallo de don Sancho, ya rey, a quien con­
sideraba usurpador de los derechos de esos huérfanos. La
diplomacia todo los transfigura, y ahora el gran señor fran­
cés era vasallo de. Sancho de Castilla (1).
Sin duda se tenía muy en cuenta el parentesco de Juan
de Acre con la casa real castellana, pues en 1288, fué uno
de los delegados en el tratado de Lyon (2).
También los vínculos de familia influirían en la designa­
ción de Juan de Pontiz, como le llaman los documentos cas­
tellanos, pues el conde de Aumale era primo de Sancho, por
ser ambos nietos del rey San Fernando (3).
En cuanto a los antecedentes castellanistas inmediatos de

hijos del rey de Jerusalén-Alfonso, Juan y Luis-, desde antes de 126o


hasta 1274 (véase col. dipl. de Sevilla en el siglo XIII, por A. Ballesteros).
Juan de Acre, el Copero, fué armado caballero por Alfonso X, y vino con
doña Blanca a las bodas de ésta con el infante de la Cerda (Mondéjar,
Memorias históricas del rey don Alfonso el Sabio, Madrid, 1777, pág. 564).
La Chronique des comtes d'Eu (Rec. hist. France, XXIII, 443-5) dice que
el bouteiller J'fut moult grant".
(1) La Chronique de Primat (Rec. Hist. France, XXIII, 91) habla de la
embajada de 1275. Es curiosa la alusión poética (12145) de La Branche des
Royaus Linages, por Guillaume Guiart (Rec. hist. France, XXII, 210):
''Et fiz couroner son filz Sanche - La suer du roi de France, Blanche
- Ne pot avoir (tant séust faire) -En céle contrée douaire Pour cri ne
pour ramentevoir - Quant ses freres en sot le voir - Duel su ot més
il le séla - Et tramiste J ehan d' Acre lá - Liquiex la ramena en France."
Zurita, (Anales, I, 229 v.) dice que en 1277 pasaron a Aragón, con los
huérfanos, la reina doña Violante y su nuera doña Blanca de Francia.
(V. mi tomo I, pág. 2.) En 1293 está en España un sobrino de Juan de Acre,
pues en Cuentas de ese año se pagan 80 maravedís "a Martín, mensaiero,
por Alvalá del ob. de Tuy, quel mandaba el rey a Santiago con don Gui­
llem, fijo de don Loys Dacre, en Valladolid".
(2) Tomo I, 212.
(3) Juan de Ponthieu, conde de Aumale (Ornarla lo llaman los docu­
mentos castellanos), era hijo de Fernando de Castilla (hijo éste de San
Fernando Y de Juana de Ponthieu) y de Lora de Monfort. Casó con Ida
de Meullen, señora de Fontaines. Fué padre de Juan de Ponthieu y Au­
male, el que se casó con Catalina de Artois (Flórez, Reinas, I, 465).
96 HISTORIA DE SAXCHO IV DE CASTILLA

turbulento noble aragonés don Lope Ferrench de Luna, de


ilustre familia, promotor continuo de luchas y banderías, no
eran en verdad muy gratos a don Sancho, pues apenas hacía
medio año que firmara en los pactos de Alfonso III con don
Juan Núñez de Lara, en contra del rey castellano (1).
De todos modos la presencia de los tres insignes vasallos
extranjeros es muy significativa en estos momentos de mar­
cada evolución en la política. internacional; es un síntoma de
la buena orientación diplomática del soberano de Castilla.
A la conferencia de Montpellier, donde los Legados pon­
tificios, procuraban una vez más solucionar los complicados
pleitos de la Iglesia, Francia, Aragón y Sicilia, había ido
también un representante castellano, según nos informa un
documento real que dice se dieron L maravedís <<a Pero Do­
mínguez, arcediano de Sepúluega, para su despensa, quando
lo embíamos a Monpesler a los cardenales>>. El resultado de
aquella reunión sería de gran resonancia y pronto habría de
conocerse (2).
( 1) Piferrcr dice que la casa de Luna, procedente de la casa real de
Aragón, era, después ele ésta, la más ilustre del reino. Tuvo por tronco a
(\on Rocalla, descendiente del noble Ferrenc, primer infante de Aragón y
Navarra. El ricohombre don Bocalla floreció en el siglo XI (I, 24, 2.ª ed.,
Nobiliario de los reinos y señoríos de España). La vida política de don
Lope fué muy agitada; en 1284 figuraba en la Unión y llevó .t Pedro l t l
unos capítulos de los ricoshombres (Zurita, I, 272 v.). En mayo de 1291
"don Lopc Fcrrench de Luna y don Ruy Ximenez de Luna trayan grandes
bandos y corrían y estragauan los terminos de la villa de Luna" (Zurita,
347 v.). En los Anales de Aragón figura mucho este ilustre personaje. En
Castilla se le asignaron rentas, pues en la Distr. de la Aljamas vemos que
de la Judería de Atienza se le dan 44.230 mr. a "don Loppe Ferrenque".
En 1275 toma gran parte en los bandos de Aragón, interviniendo también
stt madre doña María Fernández (Zurita, I, 221).
(2) Doc. de 15 sept. 1291 (núm. 371). Pedro Domínguez, arced. de Se­
púlveda, capellán del rey, figura el año 1289 en un Cabildo general reunido
por el obispo don Blasco; en 1291 es delegado ante la corte en una peti­
ción de ciertos pueblos segovianos acerca del tributo de las acémilas, y
en 1303 es arced. de Sepúlveda don Fernando Gil (Colmenares, Hist. de
Segoz,ia, 239, 240, 249). Zurita (f. 344 s. s.) detalla las conferencias de
Montpellier, pero no menciona la presencia del mensajero castellano; tam­
poco lo dice la Crónica de Sancho IV, pero el dato documental citado es
terminante. De 1290, o principios de 1291, cree Finke una respuesta de
Jaime de Sicilia al Papa, en la cual se habla, entre otras cosas, de treguas
en que ha de entrar también Castilla (Acta, I, 3).
Fray Munio de Zamora. (Iglesia de Sanra Sabina. Roma.)
ABENALAHMAR BRINDA LA PAZ Y ABENTACOB LA GUERRA 97

A cambio de la aparición de los magnates extranjeros, fal­


taría en la Corte don Nuño González de Lara el Mayor, que
pasa a Portugal, haciéndose vasallo del rey don Dionís; don
Nuño salía de Castilla por causas ignoradas, no ajenas tal
vez a la preponderancia de su hermano don Juan, que en
esos días se marchaba de Toledo tan <<pagado>> del rey (1).
También aquel mismo mes de enero en Toledo debió ce­
lebrarse la consagración del obispo de Cuenca don Gonzalo,
sobrino del otro don Gonzalo, primado de las Españas, y gran
amigo del monarca (2).
Luego, ya en febrero, llega a la Corte el noble don Fer­
nán Pérez Ponce, amo del príncipe Fernando, y que desde
mediados del pasado enero era adeiantado mayor de la Fron­
tera; venía trayendo al rey la propuesta de paz de Aben
Alahmar de Granada. Don Sancho ordena al adelantado que
vuelva ante el emir para formalizar los pactos (3).
¿Realmente fué el Nazarí quien propuso la paz al caste­
llano? Sospechamos que no. Quizás tampoco Sancho la soli­
citara abiertamente, sino que apenas intentase sondear el te­
rreno por medio de sL1 adelantado en la Frontera, quien al
encontrar propicio a Mohammed, le franquea el camino para
iniciar la concordia. La diplomacia castellana continuaba
triunfando. Aben Alahmar, poco antes aliado de Alfonso III
de Aragón y del infante de la Cerda, los enemigos de don
Sancho, se inclinaba ahora al lado de éste, sin duda al adver­
tir la decadencia política de sus amigos, e influido por el
tratado de Bayona, que daba fuerza al castellano; además

(1 A II enero 1291 confirma don Nuño (núm. 329) y a 30 ya falta


(número 341). Véase cap. XIII, pág. 85.
(2) Suponemos que entonces se efectuó la consagración, porque a 8 di­
cieml!re 1290 (núm. 327) confirma don Gonzalo como electo, y a II ene­
ro 1291 (núm. 341) como obispo.
(3) Crón., 84. El rrics de febrero, todavía en Toledo, concede el rey
sus mercedes: el 1.0 , a Aranda de Duero (Loperráez, op. cit., 11, 175, y
Amador de los Ríos, Burgos, Esp. y sus mon., 987); el 4, carta y priv. rod.
a la cat. de Toledo (Arch. de la misma, X-2-1.º-4. 0 , y núm. 342); y el 6,
iambién a cat. de Toledo, varias cartas (núms. 343, 344, 345, y Arch. cat. de
Toledo A. 5-2-9); para don Fernán Pérez Ponce, véase t. I, pág. 83. Bena­
vides (op. cit., I, 416) traza una semblanza de don Fernán, pero es algo
<leficiente; cita como autoridad las Querellas.
98 HISTORIA DE SANCHO IV PE CASTILLA

parece que Mohammed II, procuraba reconciliar a los dos


reyes cristianos (1).
Mas, para penetrar el móvil interno de estas negociacio­
nes, debe mirarse al otro lado del Estrecho, donde el belicoso
sultán Aben Jacob, yerno del granadino, al comenzar ese año
de 1291, retornaba de una campaña exterminadora sobre el
reino rival de Tremecén (2). El empuje arrollador del ma­
rroquí, dueño de posesiones en el sur del Andalus, infundía
serios temores no sólo a los cristianos, que recordarían con
horror la terrible guerra del año 85, sino hasta a su propio
suegro el Nazarí, receloso del temible vecino. Sancho IV acaso
explotase esa desconfianza para atraer al emir de Granada
a un pacto de mutua defensa, en circunstancias en que mu­
cho le interesaba al castellano consolidar su fuerza en tierras
andaluzas (3). Pero, ¿por qué el monarca de Castilla tomaba
tales precauciones?; sencillamente, porque entonces, sin duda,
debían concluir las treguas pactadas en 1285 con el difunto
Aben Jucef, padre de Aben Jacob, y era posible una ruptura
con Marruecos; por eso, el mes de enero, nombraba adelan­
tado mayor de la Frontera, por primera vez, que sepamos,
durante su rdnado. Sancho IV tendría <'lavada como una es­
pina la humillación de 1285 y en el fondo de su ánimo ansia­
ría el desquite. Por lo pronto, finalizado el plazo de las tre­
guas, se previene prudente. Un buen paso había sido la ar­
monía con Granada (4).
En marzo, la Corte está en Palencia, donde el rey Bravo
se informa del tratado de Tarascón (febrero 1291) entre la
Santa Sede, Francia y el reino aragonés. Esta paz, realmente
vergonzosa para Alfonso III, que le sometía a la Sede Ro-

( l) Véase t. l, pág. 237. En carta de Jaime II al rey de Granada (17 oc­


tubre 1291) se alude a la avenencia "que por uos se tractaua entrel Rey de
Castilla don Sanxo e el Rey don Alfonso nuestro hermano" (M. Gaibrois
de Ballesteros, Tarifa y la política de Sancho IV de Castilla, Madrid, 1919,
ckicumcnto núm. 1).
'.2) Cartás, 392 Aben Jaldún, IV, 130.
(3) M. Gaibrois de Ballesteros, Tarifa, etc., pág. 15.
(4) Ibídem, pág. 18. Véase t. I, 76 (1) y 179. La primera vez que halla­
rnos el cargo de adelantado mayor de la Frontera en los privs. rod. es en
d de 30 enero 1291 (núm. 341); a II enero (núm. 329) confirma don Fernán
Pérez Ponce, sin título ninguno.
,\llENALAHMAR BRINDA LA PAZ Y ABENTACOB LA GUERRA 99

mana, respecto a Castilla le obligaba a permanecer en bue­


na amistad, o al menos a solicitar unas treguas. Entonces
Alfonso, deseando cumplir lo estipulado ante los cardenales,
manda sus mensajeros al monarca de Castilla, el cual se niega
por el momento a entrar en pactos con su constante enemi­
go, recientes aún las heridas de la guerra en la frontera de
Molina cuando estuvo moribundo en Cuenca (1).
Al propio tiempo llegaba un enviado de Felipe el Hermoso,
probablemente también con noticias de Tarascón; sabemos de
este mensaje por un documento que indica se dieron <<a maes­
tre Loban, mensajero del rey de Francia, II mil D. C. mara­
vedís para un caballos e una mula>>; maestre Lobin era. canó­
nigo. Por cierto que el representante francés debió adelantar
noticias desde Navarra, pues allí se abonó una cantidad a
<<un mensajero enuiado a Fran~a por mandamiento de maes­
tre Lobin et de don Martín García>>. Este maestre Lobin no
sólo vendría con misión de Felipe de Francia, sino también
para el asunto de las <<pagas>> de doña Blanca de la Cerda,
en lo cual, como sabemos, había intervenido la pasada Na­
vidad (2).
Por estas fechas, parece que son menos tirantes las rela­
ciones entre el soberano y su madre doña Violante, tan incli­
nada desde un principio en favor de sus nietos los infantes
de la Cerda; al menos, ese mes en Palencia don Sancho otor­
ga una merced al convento de Santa Clara, de Allariz, fun­
dación de la viuda del rey Sabio, <<por ruego-dice-de la
reina donna Y olant, nuestra madre>>. Doña Violante, al ad­
vertir el giro político de los sucesos estarfo. desengañada del
pleito de sus nietos y cedía en su actitud (3).

(1) Zurita, ,lnales, I, 345 :;, s. Los enviados de Alfonso III a Castilla
iueron Guillén de Castelví y Bernardo de Segalar. El 4 de marzo, en Va­
lladolid, otorga el rey una carta a la cat. de Avila (núm. 346). Luego, ya
en Palencia, se dan las siguientes cartas reales, el mes de marzo: el 10, a
Villafrades (núm. 347) y al monast. de Sahagún (Indice. A. H. N.); el 19,
;.. León (núm. 348); el 22, al monast. de Sta. Clara de Allariz (núm. 349);
el 25, varias cartas a cat. de León (núm. 350 y Arch. C. León. Tumbo. fo­
lios I07, 120, 137 v., 160 v.); el 27, al monast. de la Vid (T. González, V, 240),
y a León (núm. 351).
(2) \'. cap. :\11, pág. 50. Doc. de 15 septiempre 1291 (núm. 37r) }
Cuentas de NaYarra, t. V, fol. 14 v., Arch. de Navarra, Pamplona.
(3) Carta real al convento de Allariz. 22 marzo r291 (núm. 349).
100 HISTORIA DE. SANCHO IV DE CASTILLA

A fin de marzo, el devoto monarca va como otras veces


en tiempo de Cuaresma, al Santuario de Villalcázar de Sirga,
y tras breve estancia en Carrión, se encamina a Burgos, donde
pasará la Semana Santa, que empieza ese año el día 15 de
abril. En esta ciudad prolonga el rey Bravo su permanencia
toda la primavera hasta entrado ya junio, atendiendo a la
marcha de los acontecimientos (1).

A 9 noviembre 1290 el Papa Nicolás IV había concedido la regla al mo­


nasterio de Santa Clara de Allariz (Rcg. Nic., IV, 3804; Potth. 23459). A 8
septiembre 1291, Nicolás IV se dirigía al obispo egitanens! (La Guarda,
en Portugal, sufragánea de Santiago) para que protegiese la persona y los
bienes de doña Violante, reina de Castilla y León, y amonestase a los de­
tentadores de los bienes dotalicios de la misma para que se los restituyan
(Rcg. Nic., IV, 3214-15, 3216). En el t. I, pág. 34, indicamos que doña Vio­
Jante había pasado a Aragón, sin señalar su regreso, de lo que habla el
Padre Flórez (Reinas, II, 521), y Zurita (Anales, I, 232); además, hay un
documento fechado por ella en Toledo a 1.0 mayo 12~4 (Cartitlario de Es­
lonza, 1.ª p., pág. 372). Su papel en la Corte debía ser muy secundario, al
menos en la Crónica y documentos conocidos no trasciende ninguna influen­
cia suya; acaso residiese en Allariz o en algún lugar de la diócesis de La
Guarda, puesto que el Papa recomendaba al obispo egitancnse los óienes
y persona de doña Violante. Su hijo el rey debía pasarle una renta, pues
t•n cuentas de 1294 se lee: "A la reyna donna Violante para co.mplimiento
de los C L mil mr. que tien del Rey, LXXX mil mr. Mostró pago della que
recudiesen con ellos a Gonzalo Yannez de Villalpando su orne" etc. ; otra
!.'Urna la recibe "Diego Femandez, su orne de la reyna donna Violante"
(Cuent¡i.s, pág. XLIX) ; en septiembre 1293 se pagan 100 mr. a este "Diego
Perrández, orne de la Reyna donna Yolant quel ma~dó dar el rey para su
despensa" (Cuentas, pág. CXXI). En 1291 hacen una compra Juan Pas­
cual y su mujer María Foyaz, "criados de la reyna donna Yolante" (Le­
gajo 877, A., 22, t. II, A.H.N.). Véase t. I, pág. u9. El Padre Flórez habla
de la fundación del convento de Allariz (E. S., ed. 1789, XVII, 207).
(l) En Carrión fecha el rey dos cartas: el 31 marzo. a León (Arch.
M. León); el 3 ahril, a la Orden de San Juan de Jerusalén (nítm. 352).
Hn Burgos, el mes de abril, da diversas mercedes: el 10, a la cat. de Cuen­
ca (Arch. de la misma); el 16, a la abadía de Covarrubias (P. Serrano,
Fuentes, II, 137); el 25, al monast. de Celanova (nítm. 353) ; el 27, a Roa
(Loperráez, o¡,. cit., III, 21); el 28, al .obispo don Gil, de Badajoz (Sola­
no, ms. 2.028, f. 358 v.); a Haro (Hergueta y Martín, Noticias históricas
de l-laro, t. II); y al monast. de Celanova (n(un. 354). De mayo, también
en Burgos, son las siguientes cartas reales: el 1.0 , a cat. de Cuenca (Ar­
chivo de la misma); el 8, a Cacabelos (T. González, V, 41); el 9, priv. rod.
a San Pedro de Arlanza (núm. 355) ; el 12, demarcando términos a Béjar
(Martín Lázaro, o¡,. cit., 21); 23, a Cerdeña (Berganza, o¡,. cit., II, 179);
ABENALAHMAR BRINDA LA PAZ Y ABENTACOll LA GUERRA 101

Entonces llegaron a la Corte nuevos mensajeros del ara­


gonés, que se volvían sin obtener su propósito, no obstante
la intervención de doña Láscara, infanta de Grecia, que fo­
mentaba la concordia. Precisamente hacia este tiempo reci­
bía la princesa griega los dones del rey castellano, pues una
real carta habla de varios cientos de maravedís entregados
<<a la infante de Grecia de los V mil maravedís quel nos man­
damos dan>; don Sancho le daba estas muestras de cortesía,
pero no la complace en deponer su resistencia frente a Al­
fonso III. Presumimos que existiría un secreto acuerdo con
el francés en este sentido, o que Sancho quisiera aprovechar
las circunstancias favorables para alcanzar una paz ventajosa,
ya que su enemigo se veía obligado a solicitarla, persis­
tente (1).
Los hechos se suceden varios e importantes. Estan.do en
~urgos, recibe Sancho al arráez de Andarax, embajador gra­
nadino, con quien asienta formalmente los pactos, pero
mientras Aben Alhamar brinda la paz, Aben J acob declara
la guerra en el Andalus. Las noticias son realmente alarman­
tes; el veterano jefe marroquí Abulhasan Alí ben J usuf ben
Yarchaten, por orden del sultán, corría las castigadas tierras
de Jerez, estragando la comarca. Entonces el castellano se
dispone a la lucha y da las órdenes oportunas (2).

d 25 (en Palcncihuela del Conde), a cat. de Avila (núm. 356); el 27, a ca­
tedral de Cartagena (Ms. 13075, f. 125 v.); el 29, tres cartas a la misma
(números 357, 358, 359). En junio, todavía en Burgos, d;, el rey sus cartas:
el I.'', a cat. de Avila (ní1m. 360); el 3, a cat. de Cartagena (núm. 36!);
a Briones (Ms. 8699); a las Húelgas ele Burgos (Rodríguez López, op. cit.,
487), y el 5, a cat. de Segovia (Arch. de la misma).
( 1) Zurita (I, 346 v.) dice que "casi a fin de abril-1291-se tornó a
tratar con el rey de Castilla". Alfonso III requirió las treguas con el ca~­
tellano Martín Alvarez de Herrera, pero ni éste ni otros que estuvieron
luego consiguieron nada, y eso que intervino doiia Láscara, hija del empe­
rador Teodoro Láscaro. Sobre las princesas griegas en España, ha escrito
Miret Y Sans: La princesa griega J,ascaris, condesa de Pallars en Cataluiia,
París, 1903: .Vm",'os doc11111cntos de las tres princesas griegas, Rcv. Hip.
Yol. X] X. Año 19o8. En el mismo doc. núm. 371 (15 sept. 1291) consta el
donativo de Sancho a doña Láscara.
(2) Cr6n., 85. La Cr6n. ms. de la Acad. de ta Hist. dicf· que fué el
arráez de Guadix. Respecto a la guerra con Aben Jacoh, la Crónica está
f:rrada, como se dirá luego. Las noticias de las hostilidades las tomamos
del Cartás, 392, y Aben Jaldún, IV, 130.
102 H ISTORL\ DE SANCHO IV DE CASTILLA

Por suerte la unión con Granada equilibraba la situación


de Sancho en Andalucía, pues el amir Nazarí, muy sumiso.
al cristiano, <<fincó por su vasallo, e dióle las parias de allf
adelante de cada año>>, como dice la Crónica; precisamente,
poco después Sancho IV tomaba cuenta <<de J ohan García,
nuestro alguacil en Toledo, que nos dió en doblas CLXXXII
de las que trojo de Granada>> (1).
Aquel mes de mayo atendía también Sancho a las peti­
ciones del obispo de Cartagena, que desde hacía tiempo soli.:
citaba el traslado de su sede episcopal a Murcia, lugar más
distante de los moros que Cartagena, donde siempre estaban
bajo el temor de cualquier agresión. Fué aquel un pleito di­
latadísimo que al fin iba a realizarse, para satisfacción del
prelado don Diego Magaz (2).

O) Crón.., 85. Cuentas de 15 septiembre 1291 (núm. 371). A 28 abril


1293 el Cabildo de ·.1 oledo facultaba al arzobispo para cambiar 5.000 mr.
que les había asignado San Fernando "en las parias que el rey de Granada
a de dar al rey de Castilla cada anno" (Ms. 130231 f. 201).
(2) El Padre Fita publicó un artíc~tlo (La catedral de Murcia en 1291,
ll. A. H., III, 268) con interesantes documentos sobre el traslado de la
diócesis cartaginense. Inserta la Bula de Nicolás IV (Rieti, 13 septiem­
bre 1291) que habla de •'civitas Carthaginensis in loco sita dinoscitur
propter mare mcditerranet:m fretrrm infidelit:m feritati vicino, a chris­
tiano quoque incolatu semoto, quod ipsi et civis Carthaginensis Agareno
rum et aliorum etiam, qui sub velamine tituli christiani laxant ad injuriai,
manus suas, vexati insultibus, ingressum et regressum ad civitatem ipsam
riberos non habentes, plcrum que gravia dampna in personis d rebtts in­
currunt". (Esta Bula se cita en los Reg. de Nic. IV, r450.) A 26 mayo r29r,
t·n Burgos, Sancho IV contestaba cartas al obispo "en razon de la tras­
lación de la Eglesia de Cartagena a Murcia e que deciades que el Papa
avía enviado sos· delegados allá sobresta razon, e que me pediades mcrc;et
que lo toviese por bien. Et pues el Papa lo quiere, e yo veo que es servicio
de dios e mio, e pro e onra claque! lugar, placeme e tengolo por bien", "em­
pero - -dice después - ruego vos que todavía guisedes commo finquen al­
gunos companneros de la Eglesia de Cartagena por onrra daquella Eglesia
e del logar: e esto fazer medes servicio, e yo gradecer vos lo e". Luego
alude a la petición de ayuda para "vuestra Eglesia que se derribatta e es­
taba mal parada", y manda que se le den "quinientos maderos". Los dos
documentos de Sancho IV que transcribe el Padre Fita los había publica­
do Javier Fuentes en Fechas murcianas (Murcia, 1882, págs. 58 y 60). Tam­
bién publica Fita el Bosquejo histórico de la Sede Cartaginense, por el
obh,po don Diego 'de Comontes (siglo XV) (B. A. H., III, 276), que hace
hre.ves referencias de don Diego Magaz; éste había sido arcediano de Ce-
ARENALAHMAR BRINDA LA PAZ Y AHENTACOH LA <;UF.:l{l{A 103

De Burgos va el rey a Palencia mediado junio. Sancho iba


allí atraído por su personal amistad al maestre general de.
los Predicadores, fray Munio de Zamora, bajo cuya preside;n­
cia iba a celebrarse en aquella ciudad el capítulo general de
la Orden, por solicitud expresa, hecha al Santo Padre por el
rey castellano, que se comprometía a sufragar todos los gas­
tos: ad peticionem et instancias domini Regis Castelle qui pro­
misit totum capitulum magnifice procurare, dice el acta ca­
pitular (1).

rrato (Palencia), nombrado obispo por Nicolás III, a 23 dic. 1278 (Eubel,
168). Ínteresantes son las numerosas cartas y privilegios que expidió San­
cho IV en favor del obispo de Murcia confirmando sus privs. o dirimiendo
h,.s frt:cuentes contiendas de qtte se querellaba el prelado ante el rey. Véanse
ios uúmeros 4, 13. 61, 97, 98, 100, II5, u6, 148, 150, 151, 152, 153, 209,
23d, 239, 253, 254, 255, 256, 257, 279, 310, 313, 314, 357, 358, 359, 36!, 412,
413, 415, 418, 419, 421, 423, 448, 449, 499, 581. En doc. de 30 dic. 1289
(número 279) leemos "a don diego, ob. de Cartagena et de Murcia et al
cah. dessos mismos logares", pero generalmente, aun después de 1291, se
dice obispo de Cartagena, y Cartagena aparece en los priv. rod. Cascales
(op. cit., 507) habla del traslado a Murcia en 1291. En nov. de 1289 estuvo
l'n Toledo don Diego. V. cap. XI, p. 24. A 21 marzo de 1295 el ob. y cab. <le·
Cartagena cedían un sitio en la iglesia de Santa María la Mayor de Mur­
cia para que la familia de Jacobo de las Leyes labrase un panteón para
sus descendientes "entre las actuales puertas de Cadenas y Sacristía ma­
}Or" (Fuentes, Fechas murcianas, 31). En las vicisitudes políticas del reino
de Murcia, cuando las discordias entre Aragón y Castilla, el obispo don
Diego se inclinó, como castellano, al partido de Castilla. Véase la carta
de Jaime II (publicada por Finke, Acta Aragonensia, I, 95), en que.
muerto don Diego, pide al Papa nombre a uno que no le sea hostil (20 ene­
ro 1301). Bonifacio VIII nombra sucesor a Martín, arcediano de Nájera,
el 5 diciembre 1301 (Reg. Bonifacio VIII, 4258). Don Diego Magaz murió
antes del 16 noviembre 1300, fecha en que Fernando García, maestrescuela,
y los canónigos de Cartagena anunciaban a Jaime II la defunción del obispo
Y le pedían permiso para su entierro en Murcia, como él deseara (Finke,
Acta, I, 96).
(1\ En Palencia da el rey algun~s cartas el mes ele junio; el 221 priv. rod.
al monast. de El Moral (P. Serrano, op. cit., I, 128; Ximena Jurado, op, cit.,
235, equivoca la fecha, pues dice es del 20. El Padre Serrano descuidó la
transcripción de confirmantes diciendo "don García, arzobispo de Santiago",
cuando debe decir "don García, arzobispo de Sevilla. D. Fr. Rodrigo, arzo­
bispo de Santiago") ; el 23, al monast. de San Miguel de Escalada (Leg. 548,
A. H. N.; lo publica el Padre Fita en B. A. H., XXXII, 62); y el 25, a la
catedral de Segovia (Arch. de la misma). Acta capituloritm Praedicatorum,
Romae, 1898, III, 260. Fernández del Pulgar (II, 356), dice que este capítulo
104 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Aquella reunión de la Fraternidad dominicana sería me­


morable en sus anales, pues los momentos eran críticos para
d maestre general, fray Munio de Zamora, elevado desde 1285
a la primera autoridad de la Orden de Predicadores, y que
atravesaba una situación espinosísima, hallándose su reputa­
ción en entredicho. Desde la primavera anterior, en el capítu­
lo general de Ferrara, el Papa Nicolás IV procuraba su dimisión
del Magisterio, con gran consternación de la Orden, que mos­
tró su inquebrantable adhesión al zamorano. Un misterio en­
cubría los motivos del Papa, quien no cede en su empeño,
suscitándose un verdadero conflicto entre la Santa Sede y la
importantísima Orden dominica. Al llegar a Palencia fray
Munio, hombre de entero carácter, a la sazón de cincuenta
y cuatro años de edad, venía de Roma, donde en ingrata
conferencia con Nicolás IV se negó una vez más a la dimi­
sión pretendida, que el español consideraba inadmisible para
la independencia y dignidad de la Orden, cuya libertad inte­
taban coartar. Fray Munio se sentía apoyado por la Orden
y no se doblegó {l).
Pero mientras el maestre emprendía el camino. de Espa­
ña para acudir al capítulo convocado con asistencia de los
dominicos de toda Europa, el Pontífice tomaba una deter­
minación fulminante; sin más insinuaciones a la Orden, de­
ponía al maestre general y ordenaba la convocatoria del pró­
ximo capítulo general en la Ciudad Eterna. Los mensajeros
pontificios parten a toda prisa hacia Palencia para entregar
las cartas apostólicas a los capitulares, y entonces ocurre en
tierras de Castilla un hecho extraordinario que aún perma­
nece en el misterio; en las cercanías de Palencia los emisarios
de Nicolás IV son asaltados y despojados de las cartas. ¿Quién
fraguó la emboscada? No se sabe. Fray Munio y los demás
frailes eran incapaces de tal osadía perjudicial a sus propios
intereses; sabían de sobra la enorme responsabilidad que tal
acto les acarrearía. Se ha dicho con razón que quizás el único

"era el primero que se celebraba en España después que la Orden se fundó".


( I) Para todo lo referente al maestre de los predicadores, véase mi es­
tudio Fray Munio de Zamora, en Abhandlungen aus dem Gebiete der mitle­
ren iind ne1,eren Geschichte und ihrer Hilfs wissenschaften (Homenaje al
G...h. Rat Prof. Dr. H. Finke) Munster i W. 1925.
ABENALAHMAR BRINDA LA PAZ Y Al!ENlACúli LA. uUEl{l{A 105

que supiese la verdad de ese secreto sería Sancho de Castilla,


que tantas pruebas de afecto daría luego al perseguido maes­
tre general. Acaso Sancho, sigilosamente informado desde
Roma del contenido de esas cartas, quiso evitar que llegaran
a conturbar el brillante capítulo congregado en su reirio. Sea
quien fu€se el culpable de semejante audacia, el hecho ten­
dría fatalEs consecuencias para el fraile Español. De la comu­
nicación de Sancho con fray Munio entoncEs nos habla una
línea de las cuentas reales, que dicen se dieron LX maravedís
<<a un mensaiero del maestre de los Predicadores>> (1).
Los hechos se desarrollaron continuos, agobiando de pre­
ocupaciones al rey de Castilla; cuando Estaba en Palencia en
<<el cal:ildo ger.eral que se hacía y de los Predicadores ... avien­
do muy grand placer porque viera y muchos frailes ayun­
tados>>, recibe intranquilizadoras noticias de nuevos <<alboro­
zos>> de don Juan Núñez de Lara. Pero no era sólo eso lo
que le comunicaron, sino que también su pariente don Juan
Alfonso de Alburquerque se dejaba seducir por las sugestio­
nes revolucionarias del incansable perturbador, y Esto era aún
más grave, porque el de Alburquerque Era a:iElantado mayor
en el rdno de Galicia, cargo de relieve y responsabilidad.
AdEmás, como si aun fueran pocas las inquietudes del rey
Bravo, de Portugal llegan rumores que acusan una mala dis­
posición de don Dionís hacia su tío el castellano (2).

(1) En el acta con~ta que "concedimus provincia Hispanie tres domos,


ad peticionem illustrisimi domini rcgis Castelle" una en Logroño, otra en
Oviedo y otra en Játiba, "nacione cathalonie" "ubi volumus et ordinamus quod
semper sit stuclium in hebraico et in arabico". Absuelven a Gil, provincial de
Hispania, y entre los oficios "pro clefunctis" se dicen dos misas por Alfon­
so X (Actci, III, 260). Informado Nicolás IV del robo de las cartas depone
a Munio (3 agosto 1291), que suspende la visita de España, y hacia septiem­
bre se dirige a Roma para responder de la nueva acusación. Muerto Nico­
lás IV y elegido otro maestre, Munio, maltratado por su sucesor, vuelve a
su convento de Palencia (primavera de 1292). El mensajero debi6 mandarlo
al rey cuando emprendía el viaje a Roma (doc. 15 sept. 1291, núm. 371). En
el acta del capítulo palentino no trasciende el malestar de la Orden, pero
pronto se advirtieron las consecuencias del robo de las cartas pontificias.
(2) Crón., 85, "llegole mandado en commo don Juan Nuñez andaba fa­
ciendo fabla en Castilla e alborozandose contra el rey; e otrosi que don Juan
Alfonso de Alburquerque andaba alborozandose en Galicia por concejo de
don Juan Nuñez e en su ayuda". Salazar dice que don Juan "como era na-
106 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Por de pronto, Sancho debe sofocar la revuelta de Gali:­


cia, antes que crezca el incendio y le dificulte los preparati­
vos militares que se organizaban contra la morisma, ya en
acción belicosa por el Sur. El soberano quiere ir en persona,
pero envía antes al poeta. portugués Men Rodríguez de Bri­
teiros, quien recibe III mil maravedís <<para la yda que lo
nos mandamos a Galicia>>, como dice el rey en una carta (1).
Sancho IV debía desplegar gran energía con sus dos po­
derosos vasallos levantiscos; a don Juan Núñez lo conocemos
bien; sepamos ahora quien es el atrevido señor de Alburquer­
que, quebrantador de la confianza depositada en él por el
monarca. Don Juan Alfonso, es otro pariente de la reina,
como descendientes ambos de Alfonso Téllez de Meneses; y
además era yerno del propio rey don Sancho, por estar casa­
do con la bastarda doña Teresa Sánchez. El señor de Albur­
querque ya había demostrado su desvío hacia don Sancho
allá en los comienzos del reinado cuando apoyó en Badajoz
al infante don Juan, de quien siempre fuera gran amigo
Luego, el año de la guerra con el benimerín, don Juan Alfonso

turalmente amigo de las armas" en esa ocasión "se dejó arrastrar de sus
pasiones" (Lara, III, 141). Esto era en junio, y en mayo el de Lara anduvo por
Soria con intenciones de entrar en Aragón con mil hombres de a caballo y
grandes compañías de a pie, segím informaron en 'l'eruel (a 26 mayo 1291)
al infante don Pedro, gobernador de Aragón, que convocó gentes en Zara­
g-oza para la defensa (Zurita, I, 347 v.).
(1) Núm. 371, este documento, conservado en una copia defectuosa, dice
Men Gutiérrez de Briteiros, pero es manifiesto error por Rodrígitez, pues en
la familia Briteiros no hallamos Gutiérrez. Men Rodríguez de Briteiros era
hijo de D. Ruy Gómez de Briteiros y doña Elvira Annes da Maya; casó con
doña María Annes y fueron padres de don Juan Méndez, Martín Méndcz,
María Méndez, Menda Ribeira, 'feresa Méndez, abadesa de Lorvaon; Gio­
mar Méndez, abadesa de Celas (Linhagens, 153). Men Rodríguez de Britci­
ros empieza a figurar en Portugal desde 1252, y luego en el reinado de don
Dionís hasta 1303; compuso trovas de "escarnho" (C. Michaelis de Vascon­
cellos, Ajuda, II, 341). Debe ser el mi.smo don Mendo de Briteiros que figura
en las cuentas de la casa real castellana en 1294; en la página CXLVIII se
lee: "Et por el verdescur que! mandó dar el rey a don Meendo de Brite­
ros, CCCCXX mr.", y en la página XXXIX dice: "A don Mcendo de Bri­
teyros de los XX mil mr. quel fueron puestos en su soldada et a M. Meendez
(debe ser Martín Méndez, stt hijo), V mil et mas a ambos, X mil, que son
XXXV mil, ovieron VI mil DLXXXV mr". Como se ve era crecida su asig­
nación. De los Méndez de Briteiros habla Salazar en la Casa de Silva, I, 137.
ABENALAHMAR BRINDA LA PAZ Y AHENJACOB LA GUERRA 107

aparece <<en el reyal cerca Jerez>>, donde fecha en unión de su


mujer, Teresa Sánchez, un convenio con el prior de San Juan de
Jerusalén. Después pareció mantenerse en actitud pacífica has­
ta este año, en que da oídos al inquieto señor de Albarracín (1).
El reino de Galicia, fecundo semillero de discordias, era
terreno abonado para cualquier levantamiento. Las continuas
controversias entre concejos y prelados, en la eterna lucha
por el señorío de las ciudades, que las más de las veces con­
cluían sangrientamente, podían ser un germen envenenado
que complicase aun más la revuelta tramada por los dos no­
bles rebeldes (2).
Por eso había de obrar con energía y el soberano en per­
sona quiere solucionar el conflicto, pero antes de partir hacia
Galicia va de Pal,~ncia a Valladolid. Probablemente es en­
tonces cuando manda con un mensaje ante Felipe de Fran­
cia al chantre de Palencia Juan Fernández (3).

(1) Doc. de 14 agosto 1285, en el "reyal cerca Xerez" (Ord. S. Juan,


legajo 1, A. H. N.). Don Juan Alfonso fué hijo de Rodrigo Anes, señor de
Alburquerque, y de doña Teresa Martínez de Soverosa. Se casó con doña
Teresa Sánchez, bastarda de Sancho IV de Castilla, la cual, viuda de Al­
burquerque, se casaría con Ruy Gil de Villalobos. Dejó dos hijas: Violante
Sánchez y Teresa Martínez (Anselmo Braancamp Freire, Livro primero dos
Brasóes da Sala de Sintra, Coimbra, 1291, 2.ª ed., I, ro6; este autor rectifica
a Argote, quien se equivoca al decir que Alburquerque se casó en primeras
nupcias con María Coronel). Por la edad de Sancho IV en 1285, fecha en
que ya aparece casado el de Alburquerque con doña Teresa Sánchez, dedu­
cimos que ésta debía ser entonces muy niña. Brandao habla del apoyo pre5-
tado por don Juan Alfonso al infante don Juan en 1285 y de su amistad con
éste (V, 102 v.). Sin embargo, en las cuentas de entonces figura el señor <le
Alburquerque; a 23 diciembre 1284 se habla de dar "a don Johan Alfonso
de Alburquerque, los mr. que montase en Alhorquerque la moneda forera"
(t. I, pág. CLVIII), mencionándose otros pagos el año 1285. Quizás don Juan
Alfonso auxiliase al infante encubiertamente. Hablan de la genealogía de
Alburquerque, entre otros, Caetano de Sousa (op. cit., I, 206, 240, 429). Gu­
diel (Comp. Gironcs, Tabla, sin folio) y Argote (Nobleza, 89-91).
(2) Sobre las rivalidades entre concejos y prelados por el señorío de las
ciudades, véase Hinojosa, Origen del régimen municipal en Le6n y Castilla.
Estudios sobre la historia del Derecho español, Madrid, 1903.
(::!) Suponemos la brev..e presencia del rey en Valladolid fijándonos en
que allí se expiden dos cartas reales (a no ser que las diese la cancillería,
una el 4 de julio al concejo de Tordesillas (Fernández Torres, Hist. Tor­
desillas, 288), y otra el 18 a Arévalo (Quadrado, Salamanca, Avila y Scgo­
·via. Esp. '.V .rus mon., 481). De li embajada del chantre a Francia el verano
108 HISTORIA DE SANCHO IV D.E CASTILLA

Desde Valladolid emprende Sancho el camino de Galicia,


y sabemos que están en Santiago el 26 de julio. El reino ga­
laico se hallaba realmente revuelto; en cada ciudad tenían su
contfonda particular y los habitantes estaban siempre con el
ánimo dispuesto a la pelea (1).
En Lugo se disputaban las llaves de la ciudad el conc_ejo
y el obispo don Fernando Pérez, a quien no se las quisiera
dar don Sancho <<por recelo que tomaba del», pues sospechó
que <<quería dar a villa a o 1tros a seu deservizo e do seu
filho>> (2).
La desconfianza del monarca era muy justificada, pues
de antiguo databan las insubordinaciones del prelado; en 1288
de 1291 habla un documento francés (núm. 445) : "quod Rex Castelle, estate
preterita (el documento, por todos los indicios, parece de 1292) misit ad
domini Regem Johannem Fernandi palentinis ecclesiae prencatoris ... "
(1) ·26 julio 1291, real carta al monastei:io de Ferreira (núm. 362).
(2) Don Femando Pérez aparece como electo de Lugo en documentos
particulares desde mediados de 1286, pero en los privs. rod. se dice : "I,a
Eglesia de Lugo, vaga"; esto sin duda obedecía, como cree Risco, a que es­
tuvo en desgracia de Sancho IV, según se prueba en documentos posteriores
que transcribe, y son de julio 1295 y junio 1312 (E. S., XLI, 86, 380, 391).
Hinojosa mc:=nciona las luchas por el señorío de Lugo entonces (Estudios, 52).
A. López Peláez, al comentar las discordias de Lugo, supone que los infantes
de la Cerda "tenían como defensor de su casa, por instigación de don Juan
Núñez, a don Juan Alfonso de Alburquerque, adelantado de Galicia, con
quien debió de sospechar el rey que estaba en tratos el obispo de Lugo"
(Rebeldías y sumisiones del Municipio de Litgo en el siglo XIII, Rev. Con­
temporánea, t. CIV, pág. 378, año 1896). En el pleito se demostró que San­
cho "envió mandar a Don Feman Pérez, eleyto que era de Lttgo a la sazón.
que diese la seña e las llaves de la villa de Lttgo al dicho conceo, e las oviese
en fialdat" "por querella que decía que había del dicho eleyto", p,ero años
después, muerto don Femando, el rey restituyó el señorío al obispo (S. E..
XLI, 393). Lo curioso es que este año, precisamente de las discordias del
señor de Alburquerque, aparece ya confirmando en los priv. rod. "Don Fer­
nando, obispo de Lttgo" (9 mayo 1291, núm. 355). Risco (E. S., Igl. de Lugo)
señala el episcopado de don Fernando Pérez en Lugo hasta abril de 1290, y
Eubel (pág. 314) indica la misma fecha, sin embargo, en los priv. rod. en­
contramos la confirmación de don Fernando hasta el 16 enero 1292 (núme­
ro 395). Luego, no sabemos por qué razón, a 21 noviembre 1292 (núm. 438),
"la Eglesia de Lugo, vaga"; pero después vttelv~ a confirmar don Fernando
a 2 mayo 1293 (Arch. M. León), a 2~ mayo 1293 (nlÍm. 484) y a 4 octu­
bre 1293 (núm. 499). A 30 noviembre 1293, Lugo, vaga (Arch. C. Santiago,
Tumbo B, fol. 130 v.) ; y a 12 noviembre 1294 ya confirma el sucesor de don
Fernando, don Arias, electo de Lugo (Arch. C. Toledo, I, 12-1, 7).
ABENALAHMAR BRINDA LA PAZ Y ABENTACOB LA GUERRA 109

el merino en Galicia se había dirigido <<auos don Ferrán Pé­


rez, deyán et eleyto ~e Lugo>>, perdonándole <<uosos uasallos>>
del Coto de Lena, de toda demanda que tenía contra ellos
«por uoz del rey>>, en razón de malfeyturas que hicieron con
aquel terrible Ruy Gómez o González de Bollano, cuyo nom­
bre lo hallamos siempre en los documr;ntos, rodeado de dra­
máticas memorias. No era precisamente un tímido el aliado
de los vasallos del electo; que lo dijeran si no los buenos frai­
les de Lorenzana que el año 1284 recordaban <<quando Roy
Gonzáfoz de Bollano, con su padre et cum sus yrmanos et
con toda su companna prenderon este abat, que quebranta­
ron el thesoro del monesterio et se leuaron ende>>, entre otras
cosas, todos los antiquísimos privilegios que poseían. Tal era
el amigo del obispo lucense. También por tierras de Lugo
anduvo, quizás en ese tiempo, Andrés Arias, vasallo de Fer­
nán Rodríguez de Castro, <<que deservició mucho al rey don
Sancho ... robando los campos et quemando>>, y prendiendo y
matando los hombres del rey. Aquellos individuos no sean­
daban con miramientos, y episodios semejantes eran frecuen­
tes en la época; el propio Ferrán Rodríguez de Castro con­
fesaba años después <<muchas fuen;as et otras muchas enju­
rias que yo fiz sin razóm> en el obispado de Tuy (1) ..
Por de pronto, el obispo de Lugo era ya un enemigo del

(l) En ·septiembre de 1286 (ya electo don Fernando) el rey habla de "qlte
quando agora vin a Santiago ( en peregrinación) fallé muchas querellas"
(Documento fechado en Lugo el día 20, Arch. C. Lttgo). De Ruy Gómez de
Bollano se hizo mención en el t. I, pág. 158; véanse los documentos de :?2
julio 1284 (núm. 6) y 16 enero r288 (núm. 178). En cuentas de 1294 dice
que se dieron "a don Gonzalo de Bollanos XXIII mr. II.s.JII.d" (Cltentas,
página CXXXVIII); acaso sea un hermano de Ruy González. De los deser­
vicios de Andrés Arias habla un documento de Fernando IV, 22 junio 1304
(Benavides, op. cit., II, 405). La ·carta de Fernán Rodríguez de Castro es
del 17 agosto 1301 (Arch. C. Tuy, t. 4. 0 de Privs. Reales). También por la re­
gión leonesa había entonces algunos desórdenes, pues en octubre de ese año el
rey se dirigía "Allos concejos de Leon, et de Astorga et de Benavente et
de Mayorga et de Vallern;ia (de Don Juan) et de Mansiella", por razón de
que "algunos malfcchores andan entre uos forc;ianclo et robando los campos
et faziendo otros malles", y que recibían males "de caualleros et de otros
ornes poderosos que moran cerca de uos". Por esta causa todos se unen
contra los malhechores (Arch. M. León, caj. 1, núm. 37).
llO l:IISTORJA DE SANCHO IV I)E CASTILLA

monarca y aliado fácil del Alburquerque, a quien probablemen­


te <<quería dar a villa>>, en deservicio de don Sancho.
En cuanto a Orense, fué una de las ciudades que visitó
don Sancho aquel mes de julio, encontrando <<muy gran dis­
cordia..• entre os ornes .boos de y do concello>>, y otros muchos
de ese concejo <<que sse chamaban parte do hispo et do Ca­
bildo>>. El rey entonces puso <<paz et concordia>> entre los ban­
dos rivales, estableciendo una tregua de diez años para que
viviesen seguros y que no hiciesen <<outros ffeitos maos nen
desguisados>>. Mas la pacificación estipulada tuvo poca con­
sistencia, y no bien hubo partido el rey, surgió un terrible
motín promovido por los partidarios del obispo y cabildo (1).
Una sentencia posterior refiere pintorescamente los su­
cesos, diciendo cómo aquellos del bando episcopal <<ornes et
mulleres, allvorotaron a villa de Ourens, muytos con armas,
conven a saber; cun lan<;as, escudos, perpontos ... et cun voz
de apillido foron a rua nova de Ourens et combateron as
casas de Martín Yañez, juyz del rey, cun pedras et cun sae­
tas et poseron fogo as portas et aacenderon aquellas casas>>,
más otras de la misma calle, y dieron entonces a Martín
Y añez <<huna saetada onde morreu, et chagaron y otros ornes
et molieres que estavan en aquella casa>>; y después, enarde­
cidos, con saña, <<corren detrás Ferrán Domínguez da rua
Nova, que era ome seguro, et arrequeixaron no na iglesia
de seixalvo>>, cometiendo además otros <<feytos maos et des­
guisados» de que inmediatamente recibió querella el rey,
quien dispuso se administrase rápida y severa justicia. pues
el hecho era grave: homicidio y quebrantamiento de tregua
real (2).
La pesquisa realizada inmediatamente refiere cómo los
delincuentes se escaparon, e indica los nombres y oficios de
los numerosos rebeldes, predominando zapateiros y carnicei­
ros, más no pocas mujeres, varias. de ellas paadeyras, con la
tendeyra Dominga da Bota, y <<Teresa et Mayor, mancebas

( l) Interesante documento que habla de cuando el rey "veo a villa de Ou­


rens, mes de jullio que pasou, na era de mili et trecentos et veynte et nove
anos" (1291) inserto en Documentos del Archivo catedral de Orense, publi­
cado por la Com. Provincial de Monum. de Orense, pág. 212.
(2) Ibídem.
HISTORIA DE SA~CHO IV DE CAST1LtA 1.1 1

de Femán, camiceyro>>, y hasta unos cuantos clérigos. Más


de un centenar de personas fueron declaradas culpables y
sentenciadas en rebeldía, pues todos huyeron y no compare­
cieron al emplazamiento (1).
La vida de Orense en aquellos tiempos era por demás agi­
tada. Su obispo, don Pedro Yáñez de Novoa, digno vástago
de una familia turbulenta, contribuiría no poco, por la vio­
lencia de su temperamento, a la exaltación de los ánimos;
su inquina a la reciente fundación de los frailes Menores, que
culminaría no mucho después en una tragedia de sangre y
fuego, originó un macabro episodio, unos dos años antes del
motín en que pereció Martín Yáñez. Una carta pontificia nos
informa de que cuando murió Teresa Yuanes, feligresa oren­
sana, y por su expresa voluntad testamentaria la enterraban
los franciscanos en su convento, el propio obispo llegó, y <<ar­
mata manu per violentiam>> les arrebató el cadáver de Te­
resa para sepultarlo en el cementerio de la iglesia de Orense;
luego, en otro caso semejante, el decidido prelado acabó por
fulminar su excomunión sobre los hijos de San Francisco (2).
Para conocer mejor el carácter de este prelado penden­
ciero y audaz, habríamos de seguirle hasta el año 1295, en
que con un pretexto circunstancial hizo quemar el naciente
convento de los Menores, según le acusó la voz pública, un día
de tumulto callejero, cuando un reo que matara a un sobrino

(J) Ibídem. En 1294 el rey ya les había perdonado el delito, como se


ve en las cuentas de ese año: "Por alvalá-dice-de Jo han Mathco a Fernán
Roiz de la Cámara, escribano del rey, que! diesen los DC mr. que! habien
a dar los de Ourens a la chancelleria por la carta en que les perdonó la Jus­
ticia, porque mataron a Martin Yanez su alcalle ... " (t. I, pág. XXXVI).
Hinojosa no debió conocer este motín y la muerte de Martín Yáñez, pues
no lo menciona cuando dice que en 1291 Sancho IV "confirmó el señorío de
la Iglesia" (Estudios, 55).
(2) Reg. Níc. IV, 1281 (Rieti, 27 agosto 1289). El Papa se dirige a la
iglesia de Braga para que conmine al prelado auriense que iba "contra te­
nores privilegiorum apostolicorum concessorum eiden ordini" puntualizando
los sucesos en interesante exposición. A 2 octubre 1290, Orvieto, el Papa
otorga merced "pro ecclesia fratrum ininorum Auriensi, in honorem beati
Francisci constructa" (Reg. Nic. IV, 3393). Por lo visto don Pedro Yáñez
no transigía con la célebre y ya citada Bula facultando a los frailes para
confesar, enterrar, etc., sin licencia de los prelados.
112 HISTORIA .DE SANCHO IV :OE CASTILLA

del obispo se acogió al convento en busca del derecho de


asilo (1).
El suceso naturalm:nte fué sonadísimo y llegó hasta
Roma. Luego, dicen, que cuando los frailes reedificaron el
mcnasterio, se co:nplacían en reprEsentar en los capiteles una
figura episcopal en dEsairadas situaciones; platónica vengan­
za, perdurable a través de los siglos (2).
El temple de este prelado, que ya daba muestras de su
audacia, debía infundir serias inquietudes a don Sancho en
aquella ocasión, tanto más por tener alguna ·afinidad de pa­
rentesco con el rebelde señor de Alburquerque (3).

(1) El Padre Flórez discute las. fechas del episcopado de Yáñez de No­
voa y cree que el incendio del convento de los franciscanos fué mucho an­
tes, cuando era chantre don Pedro (B. S., XVII, ed. 1789, págs. 104-9), pero
el Breve de Bonifacío VIII proveyendo sobre la cuestión es de 25 mayo 1296
(Reg. Bonif. VIII, no8, Potthast, 23345), y habla de diez meses la iglesia
sin culto, por tanto, el incendio ocurría en julio o agoato de 1295, según deduce,
con razón, M. Martínez Sueiro (Fueros Municipales de Orense. Orense, 1912,
página 35 s. s.). En noviembre de 1296 Fernando IV perdonaba al obispo los
deservicios que le hiciera, y también "en quebrantar el monesterio de los
frades Menores desse lugar" (Docs. cat. Orense, 224). El pleito siguió dando
juego años después, quizá hasta que murió don Pedro.
(2) Murguía (Galicia. Esp. y sus mon, 965) cita un articulo de Pío <le
la Sota [El convento de San Francisco de Orense] en que este autor cree
ver alusiones al incendio y al ob. en los capiteles; pero en éstos, muy enca­
lados, Murguía no percibió figuras concretas. De todos modos surgió una
leyenda alrededor de la venganza de los frailes.
(3) El obispo don Pedro Yáñez de Novoa era hijo de don Juan Pé­
rez de Novoa el Viejo y de doña María Ní1ñez, hija de D. Nuño González
Girón (Linhagens, 182). Beatriz González, prima hermana de Alburquerque,
estaba casada con Juan Pérez de N ovoa, sobrino nieto del obispo de O reme
(Linhagens, 172). Si es exacta la identifiación que hace doña Carolina Mi­
chaelis de Vasconcellos, de Juan Vázquez Saraza con el trovador Juan Váz­
quez de Talavera (Ajiida, II, 422), tendremos que nuestro obispo es tío del
poeta, pues Juan Vázquez Saraza es hijo de Vasco Pérez Saraza y de una
hija de Juan Pérez Novoa el Viejo [por tanto, hermana del obispo] (Linha.­
gen.r, 164, 386), y en documentos de 1206 Fernando IV nombra a "Nuño Gon­
~alvez de Novoa et a Johnn Uaasques ·sarac;a sus sobrinos [del obispo] (Dr:,­
rnmentos cal. Oren.re, 224). Don Pedro Yáñez de Novoa fué elegido obispo
de Orense en 1277 (Eubel, I, n9); tardó en consagrarse hasta 1286, que
Bonorio IV, a 23 agosto, se dirigió a los obispos de Jaén, Burgos y Palen­
cia para que le tomaran el juramento (Rcg. Hon. IV, 593). Flórez dice que
tardó tanto en eonsagrarse porque su elección tenía óbice y se fija en el
incendio, que lo supone, erradamente, ocurrido mucho antes (E. S., XVII,
AHF.'.'IALA II MAR BRINDA LA PAZ Y ABRNTAl'OH L.~ ca·i,:1rnA l rn

El consabido pleito de las llaves también en Tuy había


tenido sus incidentes cuando hacía cuatro años escasos los
capitulares alegaron <<que era de dereyto, et de vso et de cos­
tume que quando a eglesia de Tuy estaua vaga, ou o hispo
non era enno bispado, que o vigairo et os vigayros que enton
eran enna see, et o dayán o cabidoo, que recebían as chaues
et os coblos sobreditos et fazian as Justicias>>, guardando su
derecho al rey, al obispo, al cabildo y al concejo; el asunto
quedó pendiente de apelación, pues ninguna de las partes
cedía. Entretanto, el prelado don Juan Fernández de Soto­
mayor estaba siempre en la Corte y era muy adicto almo­
narca, quien por esta razón estaría hasta cierto punto tran­
quilo respecto a Tuy (1).
En Mondoñedo, el obispo don Alvaro sostenía empeñada
polémi~a con el concejo de Vivero, que pretendía sustraerse
al señorío episcopal. Pero don Alvaro no era hombre que
claudicase con facilidad; ese mismo año precisamente se ne­
gaba a pagar seis mil maravedís que debía entregar, según
dice al rey, <<a donna Teresa Alfonso, ama del infante don
Anrrique, mío fijo, para conprimento de los maravedís que
el infante mismo a de auer para su comer et su uestir de
este anno>>. Más de cerca no podía tocar el asunto al monarca,
y sin embargo don Alvaro se resiste a obedecer, como expre­
sa el rey al añadir que doña Teresa <<díxome que magüer
uolos embió demandar que gelos non quisestes dar nin los
pudo de nos auer... Et so marauillado como so des osado de

104, s. s.); otra, desde luego, debió ser la causa de la demora. Don Pedro
había sido chantre, y como tal aparece en doc. de 5 feb. 1257 (Doc. cat. Oren·
se, 179). En codicilo de 1286 el deán de Orense Alonso Pérez declara que el
obispo electo don Pedro le estaba debiendo 50 libras tornesas, 100 florines y
20 marcos. (Ms. 12872, B. N., y Doc. cat. Orense, 208). De 25 marzo 12/"7
son las constituciones sinodales del obispo don Pedro (Doc. cat. Orense, 2n).
El Ms. 12872, en B. N., contiene un Episcopologio de Orense, pero no aña­
de nada a lo consignado por el Padre Flórez. Desde el reinado de Alfonso X
<:n los privs. rod., aparece vacante la sede auriense, hasta 1286; a 8 septiem-·
bre 1286 (núm. 127), Orense, vaga, y a 19 diciembre 1286 (núm. 140) con­
firma "don Pedro, obispo de Orense". Don Pedro murió en 1308 (Eubel).
(1) Interesante es el documento que lleva fecha 14 de abril 1287 y se
conserva, en parte deteriorado, en el Arch. C. de Tuy, lib. 6.0 de F.oros. Del
obispo de Tuy don Juan Femández de Sotomayor hablamos en el t. I, pá­
~i11a 122. y en el cap. XIII, pág. 90.
114 HISTORIA DE SANCHO IV OE CASTILLA

lo facer ... >>, ordenando que si no paga en seguida, se le em­


barguen los bienes (1}.
No sabemos qué actitud había tomado ante los disturbios
el nuevo pertiguero mayor en tierra de Santiago, don Juan
Fernández de Limia, que desde primeros de mayo ya figura
en el lugar que ocupara hasta entonces don Esteban Fernán­
dez de Castro, el derrotado caudillo de Chinchilla. En la je­
fatura de la casa dE> Castro, sucedía a don Esteban Fernán
dez, su hijo don Fernán Rodríguez de Castro, yerno, como
Alburquerque, del rey Sancho (2).
En Santiago había relativa tranquilidad, pero bastaba
con los focos de Orense y Lugo para prender un incendio; por
eso Sancho no se limitó a mandar delegados, sino que se
presentó en el centro de la rebelión. Una de las medidas del
rey fué, naturalmente, destituir del Adelantamiento mayor
de Galicia a don Juan Alfonso de Alburquerque, nombrando
en su lugar a don Diego Gómez de Roa, caballero de ilus­
tre familia. Por cierto que entre los merinos dependientes de
don Diego figuraba Ruy Fernández, Bi,bilón, a cuyo mote
engarzó la leyenda un episodio caballeresco, asociándolo con

(1) Documento de 4 noviembre 1291, en que el rey líquida cuentas con


el obispo don Alvaro: "et los mill et quinientos que finca que á de dar para
comprímiento de la renta sobredicha, dixo (el obispo) que enellos que yo
quitara agora quando fuy en galliza et quell for1,ara na terra de que non
podía auer recabdo ninguno", y antes dice que el obispo "mostró carta de
don Johan Alfonso dalborquerque que le tomó por forza, <leste seruicio, III
mill DC mr." (Arch. C. Mondoñedo). De las discordias entre don Alvaro y
el concejo de Vivero hablan el Padre Flórez (E. S., XVIII, 166), e Hinojosa
(Estudios, 55). Este autor dice que Sancho IV, por su cuenta o a ruego del
concejo, nombró alcalde a Pedro Ruiz, lo cual era competencia del obispo,
t1uien entonces apela, y Sancho revoca el nombramiento. A este asunto se
refiere el documento de 20 abril 1292 (núm. 417), en el que dice el rey al
concejo: "bien sabedes de como yo tuve por bien que Pero Ruyz fose y meu
alcalle quando fuy a Galizia et que mande que fiziésedes por él como por mi
mesmo". De don Alvaro hicimos referencia en t. I, pág. 175. El Padre Fló­
rez le dió el apellido Gómez, y en los Linhagens (pág. 386) se dice que don
Alvaro Páez, obispo de Mondoñedo, ftté hijo de doña Marina Páez y don
Fernán Rodríguez de Berna.
(2) López Ferreiro, en su citada Hist. de la cat. de Santiago, no
consigna ningún disturbio ocurrido por entonces. Rei;pecto al nuevo perti­
guero y a los Castros, véase al final del capítulo, pág. 130.
ABENAL:\HMAR BRINDA LA PAZ Y ABENTACOB LA GUERRA 115

un viaje a Oriente, por tierras de Babilonia, dando origen al


apelliclo Babilón (1).
La ida del monarca a Galicia abate los desmanes de Al­
burquerque, el cual, si de mom~nto parece que no se somete,
no ha de tardar en normalizar su situación en la Corte, pues
unos meses después Sancho le dirigía una carta <<a uos don
Johan Alfonso de Alburquerque>>, diciéndole al com=nzar:
«Salut como a aquel que amo e en quien fío>>, lo cual no de­
jaba de ser la mis hipócrita de las proto~olarias cortesías;
no creemos qtte le amase, a pesar de S·=r sn yerno, y muchí­
simo m =nos que se fias~ de él; y no le faltaba razón, como
1

se d·=mostraría en corto plazo (2).


Don Sancho aprovecha la estancia en Galicia para ir <<a
Santiago en romería>>, recordando sin duda la protección del
Apóstol cuando la guerra contra el moro años atrás, desean­
do implorar su auxilio ahora que de nuevo se iniciaba la
lucha de siglos con los enemigos de la fe (3).

(1) En documento de 22 junio 1291 (P. Serrano, Fuentes, El Moral,


128) todavía confirma como adelantado en Galicia dort Juan Alfonso, pero :L
15 septiembre 1291 (Docs. cat. Orense, 85) ya le ha sustituído don Diego
Gómez de Roa. Precisamente después del motín de Orense que hemos refe­
rido, Sancho IV mandó "suas cartas a Diego Gomes de Roa, seu endeantado
mayor en Galfü;a" y a Mateo Banevente, su alcalde, para que fuesen a
Orense "et fec;esen justi<;a" (Docs. cat. Orense, 213). Véase, además, al
final del capítulo la pág. 132. El 12 septiembre 1291 dictaba una sentencia
•óeu Roy Ferrández, dito Abelom, meyrino en pruc;os por don Diego Gómez ...
de Roa" (núm. 368) ; el exótico mote Abelón que usa en este documento ofi­
cial nos lleva a suponer al personaje perteneciente a la familia de los Ba­
bilones. En los Linhagens (pág. 382) se cuenta que Ruy González Babilón.
hijo de Gonzalo Rodríguez "do couto de Palmazaaos y doña Sancha Gon­
zález de Barundo", fué a "terra de Babilonia", y al ofrecer sus servicios a
un magnate, éste le exigió "carta de caualleria", a lo que respondió Ruy
González que en su tierra no preguntaban esto a un cahallero, sino a . los
clérigos las cartas de órdenes, y se pasó al bando contrario, ocurriendo que
en la contienda hirió de nn mazazo al propio señor, que exclamó: "Ah, Ba­
hilón, matásteme." No nos atrevemos a identificar a Ruy González Babilón
con nuestro Ruy Fernández Abelón, pero apuntamos la curiosa coincidencia.
(2) Real carta de 16 octubre 1291 (núm. 377). A 15 noviembre 1291
don Juan Alfonso está con la Corte en Medina del Campo, donde fecha una
('arta (núm. 383). En priv. rod. de 15 septiembre 1291 (Docs. cat. Orense, 85)
no figura el de Alburquerque, pero a 16 enero 1292 (núm. 395) ya confirma
entre los nobles leoneses, pero sin ostentar cargo ninguno.
(3) La Crón. (pág. 85) tiene en su cap. VII varias equivocaciones ero-
HISTORIA l>E SA:S:CHO f\' DI•: CASTILLA

Antes de regresar del reino gallego, dictó don Sancho el


5 de agosto en la Pobra de Sarea unas interesantes disposi­
ciones sobre diversos puntos; entre ellos dice: <<Ütrossi tene-
.mos por ben dille fazer mais merced que mochus tuertos que
se fazen en rrasón dellos manarios et eran cosas sen dios et
sem derecho>>, y por <<quitar de pecado>> a sus antecesores
añade: <<nos quitamos las manerías en el Regno de Gallissa,
tam ben en el regalengo, como en las órdenes como en los
otros sennorios>>, según lo había quitado en Castilla el rey
su padre. Luego el monarca toma camino hacia Valladolid,
pasando el 8 de agosto por Villafranca de Valcárcel (1).
Por cierto que, yendo de camino, el soberano fué víctima
de un engaño que pudo tener funestas consecuencias. Un
hombre de Ubeda, llamado Ferrán Pérez, se llegó ante el
rey manifestándole que conocía a todos los ricoshombres y
caballeros de Castilla que ocultamente seguían el partido· de
Alfonso de la Ü=rda, poseyendo, como prueba de su afirma­
ción, comprometedoras cartas selladas con los sellos de los
conspiradores.
Tal confesión produjo justificadísima alarma a Sancho IV,
quien prodigó atenciones a tan desinteresado confidente; pero
éste, poco precavido, no compartió las merced,es reales con
.un compañero que llevaba, el cual buscó ocasión para hablar
con el rey en gran secreto cuando llegaron a Astorga, expli­
cándole cómo Fernán Pérez había inventado todo aquello,
falsificando los sellos de los ricoshombres, tarea en la cual
llevaba ya algún tiempo, pues justamente hada unos meses
que por causa de una de esas cartas habían prendido a. En­
rique Enríquez, quien se libró de la muerte gracias a que
advirtieron a tiempo sospechosas variantes €'n el sello. La
delación tuvo por consecuencia la muerte de Ferrán Pérez,

11ológicas, y una de éstas es fijar el viaje del rey a Galicia después, a fine-.
de agosto, cuando se comprueba su estancia en Santiago, los dlas 26 (nú­
mero 362) y 29 de julio (Lópcz Fcrreiro, Hist. cat. Santiago, V, 258).
( l) López Ferreiro, Fueros, I, 376; la mañel'ia consistía, como se sabe,
en quedarse el señor la herencia del que moría sin hijos. Real carta de 8
agosto 1291 en Víllafranca (núm. 363). Ese año se pagaron 6.000 mr "a los
nuestros ballesteros-dice el rey-por su quitación que les dió Matheo...''
(número 371), quizás los que fueran con el rey a Galicia.
ABEN!\L!\HMAR BRl:-ll>A LA PAZ Y ABENJA('Oll LA <:UERR.\ 11 Í

quien antes de morir, al padecer el tormento, confesó todas


sus maquinaciones (1).
Esto indudablemente no fué iniciativa de Fernán Pérez
de Ubeda, el cual quizás fuera fomentado en sus combina-.
ciones por los enemigos de Sancho IV, deseosos de indispo­
nerlo con los nobles.
Al volver don Sancho a Valladolid el mes de agosto, so­
segado ya el ·de Alburquerque, ha de saldar todavía la cuenta
de don Juan Núñez de Lara, pero no lo hace en tonos arro­
gantes, sino como siempre, condescendiente con el infatigable
perturbador, a quien habla en Herrera, por Cerrato, concer­
tando el matrimonio del pequeño infante don Alfonso, y la
niña doña Juana Núñez, hija del señor de Albarracín. Mas
cuando Sancho regresa a Valladolid el infantito que dejara
«mal doliente>> había muerto, quedando sin efecto el recien­
tísimo pacto. Don Alfonso fué enterrado en el convento de
«los Freyres Predicadores de Valladolid>>, los que recibían
poco después <<por cartas del rey e de la reyna>>, MCC
maravedís <<para la sepultura del infante don Alfonso>> (2).

( ! ) Esta traición que refiere la Crónica (pág. 85) puede estar relacio­
mula con la connivencia entre Alfonso III de Aragón y gentes castellanas
en favor de Alfonso de la Cerda, de que habla Zurita (I, 343 v.). Acaso el
falsificador se lucrase simulando adhesiones al infante ele la Cerda, si es que
no había alguien interesado en ello.
(2) Crónica, 85. Salazar, Lara, JI!, 141. Esta doña Juana Núñcz de
Lara es conocida por la Palomilla; s·alazar (Lara, III, 188), prosiguiendo el
error indicado a propósito de don Juan Núñez, la hace primogénita del se­
ñor de Albarracín, lo que es imposible, puesto que los dos mozos Núñez de
Lara (que ya figuran) son hijos también de la señora de Albarracín, como­
se ha probado,. y doña Juana por estas fechas era niña. Coordinando sus
datos biográficos podemos dar como fechas aproximadas las siguientes: hacia
1284 nacía doña Juana, que tendría cinco años cuando la llevaron a criar
con la reina en 1289, y ya siete en este año 1291, al concertarse su matri­
monio con el infante don Alfonso, que contaba cinco. En 1299, a los quince
años, se casó con el anciano infante don Enrique (hijo de San Fernando),
y en segundas nupcias, el año 13o8, con Alfonso de la Cerda, cuando tenía
veinticuatro. En. 1328 una hija de doña Juana (doña Blanca) se casaba con
don Juan Manuel. Salazar dice que murió en 1351, pero esta fecha es dis­
cutible. El infante don Alfonso nació entre el 19 de diciembre de 1286 (nú.
mero 140), en que no aparece, y el 7 de enero de 1287 (Arch. M. de Villa­
<'.i<'go, seg1í11 fotocopia que debo a la amabilidad de don Luciano Httidobro),
ns HISTORIA DE SANCHO IV D.E CASTILLA

El monarca experim~ntaría con tal desgrada, además del


natural dolor de padre, la contrari=dad de no realizar esa es­
trecha unión con su temible vasallo, al cual, S=gún podemos
observar, quería atraer a todo tranc·=, aún a costa de notorias
claudicaciones. Incumplido el acuerdo por fuerza mayor, tfone
sin embargo don Juan bastante compensanción con el hon­
rosísimo nombramiento de mayordomo mayor, primera dig­
nidad del reino, ocupada hasta entonces por don Juan Fer­
nández, Cabellos de Oro, precisamente uno de los vencidos
por el de Lara en el desastroso encuentro de Chinchilla (1).
Tal vez creería el rey de buena fe que, prosigui~ndo el
sistema de benevolencia con don Juan, acabaría por afirmar­
lo a su lado y evitaría en lo sucesivo las repetidas desavenen­
cias que entorpecían empresas de mayor provecho; pero tal

<'n que ya se le nombra. En el t. I, pág. 30 (1), siguiendo una mala trans­


cripción del Padre Serrano (Fuentes. El Moral, 124), se dijo que el infante a
8 de mayo de 1287 no había nacido, cuando el documento que da ese autor como
de 1287, es de 1286, año en que el 8 de mayo fué miércoles, según se declara
en el propio priv. Además, así se compagina su nacimiento en Valladolid,
como indica Flórez, pues el rey fecha <loes. en Palencia hasta· el 26 diciem­
bre 1286, y a 6 enero 1287, en Valladolid. (V. t. I, pág. 140.) Respecto a su
fallecimiento tenemos que, a 22 junio 1291 (P. Serrano, El Moral, 128), se
le menciona, y a 15 septiembre 1291 (Docs. cat. Orense, 85) no figura entre
los hijos del rey. De su enterramiento en Valladolid hahla el Padre Flórez
(Reinas, II, 539); Antolínez (flist. de Valladolid, 77); Qttadrado (Esp. y
sus m.on.: Valladolid, 53); este autor apunta que su sarcófago pudo ser una
tle las tres cajas pintadas de bermellón que vió Morales en la capilla mayor.
El pago a los predicadores consta en Ías Cuentas (t. I, pig. XLII). María
de Molina dice en su testamento: "Otro si mando que porque el monesterio
de los Frayles Predicadores de Valladolid, conmencé yo, es mi voluntad de lo
acabar a servicio de Dios y honra de la Orden de Santo Domingo, y porque
el infante don alfonso mio fijo y yace enterrado ... " le t!a una renta. (Publ. por
Salazar, Lara, IV, 33.)
(1) Salazar y otros autores ignoran que don Juan Núñez, señor de
Albarracín, fuera mayordomo mayor en 1291, dato que hallamos en un priv.
rod. de septiembre 1291 a la catedral de Orense (Docs. cat. Orense, 85). El
mes de agosto, en Valladolid, se despachan diversas cartas reales, unas se­
guramente de cancillería, mientras el rey estuvo en Galicia, y otras ya pre­
sente don Sancho; el 3, a cat. de Orense (Docs. cat. Orense, 216); el 16, a
la abadía de Husillos (núm. 364) [el 5 y el 8 dió el rey, de viaje, las cartas
atrás citadas, en Pobra de Sarea y Villafranca]; el 18, al ob. de Mondo­
ñedo (núm. 365); el 22, a Illescas (núm. 366); el 25, a San Marcos de León
.(número 367), y a cat. de Orense (Docs. cat. Orense, 212).
ABENALAHMAR BRINDA LA PAZ Y ABENTACOB Lh GUERRA 119

pensambnto era la mis falaz d·= las ilusiones, pu~s al d·= Lara
no había p::d=r hum1.no que le s:ijetas= d~m1siaio ti=mpo.
A1·=mís, com) si no tuvfora Sancho sufici~nte preoct1pa­
ci6n con las iniciati vas del señor de Albarracín, también su
hijo don Juan Núñez el Mozo empezaba ya la carrera polí­
tica, exponfondo por su parte ideas propias y personaks aspi­
raciones. Aquel verano manifi...:sta al rey un deseo bastante
atrevido y cuya realización sería fuente de nuevos contra­
tiempos. El joven don Juan pretendía la libertad de un pe­
ligroso personaje, eclipsado hacía tn:s años; éste era, el in­
fante don Juan, hermano del rey, prisionero en un castillo
desde la tragedia de Alfare (1).
Entonces, s=a porque Sancho IV estuviese en ánimo de com­
placer a los Núñez de Lara, o porque, como indica la Crónica,
achacas= los disturbios al cautivo y exclamara: <<sacaré al in­
fante don Juan, mi hermano, de la prisión, e parars-e á a todo
esto>>; lo cierto es que manda traer al infante del castillo de
Curiel donde estaba, y lo pone en libertad el 24 de agosto, fksta
de San Bartolomé. En tal determinación tenía no poca parte la
clemencia de doña María, que, siempre magnánima, aboga
también en pro de su cuñado, quien tan mal había de corres­
ponderle (2).
Al día siguiente de su liberación, el yerno del difunto
conde de Haro perdonó <<a todos cuantos fueron en su pri­
sión», y tomó por legítimo heredero de don Sancho el prín­
cipe Fernando, su sobrino, <<e besóle la mano>>. La cordiali­
dad parecía restabfociia entre los hermanos, y el rey abona
1.600 maravedís <<al infante don Juan, nuestro hermano, para
despensa del mes de agosto>>. Un cronista, hablando del pri­
sionero, dice que Sancho <<soltólo a ruego de don Iohan Nún­
nez de Lara, fijo de don Iohan Núnnez el Gordo, que fizo
por él omenaje que lo siruiese>>. A mucho se comprometía
don Juan el Mozo, garantizando la fidelidad del perverso in­
fante, que después del cautiverio saldría tal vez con el espí­
ritu más torvo, predispuesto siempre a las malas pasiones.

(J) Véase el cap. VIII.


(2) La Crónica de 1344 dice que don Sancho soltó a su hermano por
petición de don Juan el Mozo. La Crónica de Sancho IV (pág. 85) no habla
de intervención ninguna de los !,aras en este asunto. Salazar (Lara, III,
141) dice que fué don Juan el Mayor quien exigió la libertad del infante.
120 l-1 [STORJA l>E ".'\'.'\C fl o n· DE CASTTLLA

Para desdicha de don Sancho, reaparecía entonces tan funes­


ta figura en el panorama político de Castilla (1).
Mientras el rey anduvo por Galicia, sofocando desórdenes
interiores, a merced su teposo de conjuras e intrigas, en An­
dalucía tomaba incremento la guerra contra el moro. Las no­
ticias de la campaña llegarían frecuentes a don Sancho, que
imposibilitado de acudir allí por el momento, fiaba en per­
sona de tantas prendas como su adelantado mayor de la
Frontera, don Fernán Pérez Ponce, y en la pericia del insigne
marino genovés Micer Benito Zacarías, llamado de nuevo al
servicio de Castilla, como seis años antes (2).
Sancho IV, rey de amplias miras, no escatima esfuerzos
para oponerse al arrogante poder de Aben Jacob, y trae a
Castilla al marino más célebre de Génova, ,el más notable de
su tiempo después del gran Roger de Lauria.
Micer Benito Zacarías, ilustre patricio de la república ge­
novesa, hombre de larga y brillante historia, avezado en las
luchas del Imperio bizantino en Oriente, debelador de Pisa,
la rival de Génova; afortunado capitán del mar Mediterrá­
neo, hábil táctico y experto navegante, iba a renovar sus
lauros en Occidente bajo la enseña de Castilla. El marino ge­
novés, triunfador en combates navales y en reñidos encuen­
tros con los corsarios de todas las tierras, paseaba desde el

(1) Crónica, 85. Cn:11ica de 13.¡.¡. Doc. de 1.=; sept. 1;.:c¡1 (ní.m. 371 ).
(2) Véase t. J, pág. 6r. Micer Benito, que en 1285 recibió del rey el Puerto
de Santa María "por heredad con tal condición que toviese siempre una
galea armada muy bien para defendimiento de aquella entrada <le la mar con­
tra Sevilla" (Crón., 70), había hecho después varias expediciones navales
por cuenta de Génova contra los pisano~ en 1286, 1287; a 'frípoli en 1288;
otra a Oriente en 1289 (Ann. Jan., 315, 317, 322, 324). No sabemos si man­
tuvo la g-alera en el Estrecho, como se había comprometido. Argote (No­
bleza, 245 v.) dice que de Micer Benito Zacarías "descienden los cavalleros
<leste apellido que en la ciudad de Xerez de la Frontera tienen su casa", cuyas
armas son: en escudo de cttatro jaqueles, el primero y último de oro, y los con­
trarios, rojos. "Las lápidas de los Zacarías en pizarra cincelada se encuen­
tran en el ·ábside de la iglesia de San Juan de los Caballeros, de Jerez."
(Nota que debo al escritor D. Hipólito Sancho.) El P. Anselme (Histofre
genealogique, VIII, 738) habla del señorío de Micer Benito en el Puerto de
Santa María. P. de Madrazo (S_c11illa y Cádiz. Esp. y sus mon., 75 7) dice
que Zacarías vendió el Puerto de Santa María a doña María Alonso Coro­
nel, mujer de Guzmán el Btieno. Según O. de Zúñiga (r52) Guzmán lo ob­
tuvo por venta o empeño de Zacarías.
AHENALAl·l:\IAR BRl'.'\l>A LA l'AZ Y AHENJACOB L.~ (il:ERRA 12]

Cuerno de Oro hasta las Columnas de Hércules su dominio


de los mares en su famosa nave la Riqueza, nombre bien jus­
tificado en la soberbia construcción de la galera, adornada de
perlas y suntuosas incrustaciones de conchas y maderas pre­
ciosas. <<Suam galeam-cuenta el analista-que Divitia voca­
batur; erat longa ... alta plus... habens arbores III et re-'­
mos CXL, mirabiliter impernata>> (1).
Con razón se ha dicho que Micer Benito Zacarías era digno
émulo de Roger de Lauria, pues si bien le faltaba de éste el
ímpetu en las iniciativas y la fecunda fantasía para las estra­
tagemas, poseía arrojo y grandes conocimientos náuticos, se­
gún se aprecia en los planes de campaña que dejara escritos (2).
El veterano de los mares orientales, requerido por San­
cho IV de Castilla, había salido de Génova el 19 de marzo
con siete galeras, armadas allí por encargo del castellano, para
reunirlas con otras cinco que se alistaron en Sevilla, y una
vez en España, organizó la flota para enfrentarse con los be­
nimerines (3).
Al volver don Sancho de Galicia aquel verano, acaso en
el camino, recibió la fausta nueva de una rotunda victoria
alcanzada por Micer Benito sobre los africanos el 6 de agosto,
fiesta de San Sixto. El señaladísimo triunfo castellano, reme­
morado por los cronistas cristianos y musulmanes, era un
rudo golpe para el benimerín (4).

( l) d.nales Janucnses. (Monmnenta Germanie Historia. Scriptorcs, Ha­


novre, 1826-1893, XVIII, 312.) Charles de la Ronciérc (Histoire de la marine
franfaise, I, 358-65, París, 1909) hace una semblanza de Zacarías; también
trata ele este interesante personaje Richard Stemfeld (Der Vertrag Zwischen
dem Palaologen Michael VII! tmd Pete,· von Aragon im Jahre 1281 Archi11
Urkimdeforschung, Berlín. 1918, págs. 276-284). Micer Benito merece una
bfografía.
(2) La Ronciére, op. cit., I, 358.
(3) "Benedictus vero lacharias ·partivit de Iantta cum galeis VII ar­
matis die XIX martii, ac in Ispaniam in servitium clicti regis perrexít''
Ann. Jan., :t~7; en la pág. 340. "Beneclictus vero Iacharias, qui in servitium
clicti regís Castelle armavcrat in Janua galeas VII et in partibus Sibilia
habucrat a dicto regc alias V galeas armatas de suis hominibus Sibilia..."
:Ese año (1291) "Manuel Iacharias ivisset in riperia occidentis cum duabus
,mis galeis pro accipere homines ad solidos quos in eis ponerc volebat, quas
c¡uidem Benedic-tus Iacharias eius frater in servitium don Sancti regis Cas­
t elle in lspaniam contra Sarracenos ducere debebat ...", pág. 336. ·
(4) La Crónica. pág. 86, se equivoca al fijar este triunfo en 1292. Véa,e
122 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

La guerra iniciada al com:nzar la primavera había segui­


do su curso gris, sin notabfos alt:rnativas, disponiendo cada
cual sus fuerzas para acciones de m:1.yor m:>:ita. En mayo,
el sultán había salid.o de Fez, convo:ando para la Guerra Santa
con ánimo de pasar al Andalus, y al lfogar a Alcázar el Chuaz
com:!nzó a trasbordar s:>ldados benim:rines y árabes; pero
ent,erados los cristianos de esto, ocL1paron el Estrecho, y Aben
Jacob interrumpía el embarque d,e tropas alistando veinti­
siete navíos de guerra. E:itonces Benito Zacarías, creyendo
oportuno arri-esgar batalla, va con sus <doce galeas muy bien
armadas, e estando el rey Aben Jacob con toda su hueste
en la ribera de Allen mar, li.:iió este Micer Benito con aque­
llas veintisiete galeas de los moros e venciólos, e prisó dellas
las trece, e fugieron las otras, viéndolo el rey Aben J acob
e toda su hueste que estaban delante>>, según nos lo cuenta
la expresiva narración de la Crónica; el Cartás, más sobrio
al consignar el desastre de los suyos, dice que el mes de
Xaaban-30 julio a 27 agosto- <<fué derrotada la escuadra
musulmana en el Estrecho, muertos sus caídes y deshecha la
expedición>>. <<Dios había querido probar a los musulmanes>>,
añade por su parte Aben J aldún. El analista genovés J acebo
de Oria indica la fecha del combate y el lugar <<qui dicitur
Marzamosa>>, donde se dió, agregando que Zacarías <<cepit ex
ipsis galeis XII, et alien per fugan evaserunt in terram>> (1).
Después del brillantísimo suceso, Micer Benito <<albergó
y esa noche>> y al día sigui,ente, tomó las naves capturadas,
«jorrándolas con sogas>>, y ante el propio Aben J acob se las
llevó, entrando luego por el Guadalquivir hasta Sevilla. Si
creemos a la Crónica, el sultán se tuvo <<por muy quebran­
tado e muy d,eshonrado>>, internándose en Fez; pero más en
lo cierto está el Cartás afirmando que permaneció en Alcázar
el Chauz rehaciéndose del quebranto. Ocupado el Estrecho,

mi citado estudio, Tarifa y la política de Sancho 1V, pág. 19; la fecha se


indica en los Ann. Jan., pág. 340, "mense Augusto in festo Sancti Sisti";
el 6 agosto es San Sixto II, Papa.
(1) Cartás, 392. Crónica, 86. Ann. Jan., 340. La Crónica y los Anales
coinciden en que Zacarías tenía 12 galeras, pero difieren en una galera res·
pecto a las capturadas. Aben Jaldun (IV, 130) dice que el mes de Chamada
(mayo-junio) el sultán llegó a Casar-Masmu<la y comenzó los preparativos
de campaña.
ABENALAHMAR BRINDA LA PAZ Y ABENTACOB L~ GUERRA 123

Aben J acob quedaba incomunicado con sus dominios de la


Península (1).
En €Sta señalada ocasión el emir Nazarí cumplió sus de­
beres de aliado, ayudando a Sancho con navíos, hombres y
caballos; en la Garbia estuvieron veinte galeras granadinas y
otras €mbarcaciom:s de ocho remos vigilando el ·Estrecho para
que el enemigo no trasportara <<victualia et alia necessaria in
Ispaniam>> (2).
Con la feliz noticia tenía don Sancho una compensación
a los pasados sinsabores. El rey de Castilla está satisfecho
del marino genovés, lo cree apto y digno para el mando de
su €scuadra y quiere darle un galardón; por eso, sin duda,
aquel mt:s de septiembre, después de la victoria, confirma en
los privifogios ro:iados, <<Mker B=nito Zacarías, almirante
mayor de la Man>. D= la m1.r de O~ci:iente; el capitán otro
tiempo de los basilios griegos dilataba ahora el campo de
sus glorias naval-es (3).
El triunfo tuvo gran res'Jnancia, pero no s~ría definitivo,
pues el henim =rín no era hom1:)re que s·e aco bardas·e al primer,
revés. El signo de hostilidad quedaba flotando en el ambi,ente
sobre los dos rivaL~s. La iniciación de la ruptura no está en
verdad m1.1y clara; las fuentes castellanas dicen que la agre­
sión partió del africano y las m1.1sulmanas afirman lo con­
trario. En: el fondo está por averiguar la cuestión. Sin em­
bargo, no olvidem'Js que, al comenzar el año 1291, el rey de
Castilla nombraba addantado m 1yor de la Front·=ra, pac­
taba pa~-cs con Grana:ia, cobraba el tributo d= las <<azémilas>>,
exigi:io s:Slo en cas::> d,e guerra con el m )ro, hacía armar ga­
leras en Génova y S=villa, y llam:1.ba al m·=jor almirante de
la república ligur. Todo esto ddata prem=ditados proyectos
de una campaña S=ria para cuando finalizara el plazo de las
treguas. Sancho IV quería proseguir la obra reconquistadora
de sus antecesores (4).

(1) Crónica, 86. Cartás, 392.


(2) Hallamos esta noticia en los Ann. Jan., pág. 340, dice Garbo que
identificamos con Garbia.
(3) Véase Tarifa y la poUtica de Sancho IV, pág. 20.
(4) En carta real de 6 febrero 1291 se habla del pecho de las "azémilas
que me an agora a dar" (Arch. C. Toledo, A. 5-2-9), y Colmenares (Hist. de
Segovia, 240) dice que a principios de 1291 se empezó a cobrar el impuesto
124 HJSTOIUA DE SANCHO IV !)E CASTlLLA

Era ya septiembre cuando el monarca emprendía camino


hacia la frontera portugesa. Sometidos los rebeldes, reanuda­
das las relaciones con su hermano el infante don Juan y vic­
toriosa la armada, el monarca atiende a otro de los asuntos
planteados este año de tan variados temas. Don Sancho, de­
seando paz con el rey poeta, su sobrino Dionís, había man­
dado a Portugal un embajador de toda su confianza, al buen
obispo de Astorga, el navarro don Martín García, que cum­
ple su misión con éxito completo, acordando la entrevista de
los dos soberanos. Si en efecto habían existido esas asperezas
que dejaron traslucir los rumores circulados por Castilla en la
pasada primavera, el prelado diplomático las suavizó, pre­
parando además la ruta a otras alianzas más trascenden­
tales (1).
Aquella embajada, omitida por la Crónica, debió realizarse
durante el viaje del soberano a Galicia, quien el mes de sep­
tiembre, al tomar ciertas cuentas a don Martín de Astorga,
le dice: <<e tomastes vos obispo por nuestro mandado quando
fustes en nuestro servicio al rey de Portugal, para uestra .des­
pensa, VI mil marav€dís>> (2).
Parece que también el rey Dionís había mandado sus men­
sajes a don Sancho, pero no sabemos el nombre del enviado
ni si esto fué antes o después de ir don Martín a Portugal.
De todos modos es curioso que en septiembre el monarca de
Castilla manda dar 2.600 maravedís <<a un fijo del infante
don Alfonso de Portugal para su despensa de dos meses que
se comenzaron ocho días de julio fasta ocho de setiembre
a razón de MCCC: maravedís cada mes>>. Acaso tenga relación

de acémilas en Segovia. En documento de 1288 dice Sancho que las acó­


milas no se "usaron a dar... sinon quando los Reyes facian hueste sohr,'
moros" (Arch. C. León, doc. núm. 1152). Micer Benito salió de Génova ,:-,I
19 marzo 1291, por tanto, Sancho IV solicitó su cooperación en focha compe­
tentemente anterior para darle tiempo a preparar los navíos. Ese año se
cobró, además, la fonsadera, tributo de guerra (Docs. cal. Orense, 212).
(1) La Crónica de Sancho IV ni la ele don Dionís (Ruy de Pina, Chronica
,!'el-Reí D. Di11iz, vol. I, Lisboa, 1907. Biblioteca de Clásicos portuguezes)
consignan la embajada del obispo de Astorga, pero se deduce claramente <le
un documento real de 15 septiembre 1291 (núm. 371), en que consta el pago
de cuanto gastó yendo a Portugal en servicio del rey.
(2) Documento núm. 371.
AHENAL:\11:\;l.'\I{ HRl:'\l>A LA ,l?;\Z Y AHENl:\COH LA (ilJJ<:RIU 12/'i

con las paces esta permanencia del sobrino de don Dionís en


la corte castellana durante dos meses (1).
En el camino hacia Portugal <<llególe mandado>> a don
Sancho <<en como era muerto don Alfonso de Aragóm> el 18 de
junio; quizás el portador de la noticia fuese <<Martín de Sa­
yas, mensaiero de Aragón», que recibe entonces 1.300 ma­
ravedís <<por bestias que le mandamos toman>, como dice la
carta real. A este mensaje corresponden los reyes de Castilla
con otro que lleva <<Fernán Perez, fijo de Garci Fernández de
Pina>>, a quien en ese tiempo se le dieron 600 maravedís que
dice el rey «le mandó dar la reyna donna María, mi muger, para
una mula quando le envió en nuestro servicio a Aragóm> (2).
La muerte de Alfonso III abría un interrogante; este
suceso coÍmaba los motivos de preocupación para don San­
cho, que proseguiría el viaje meditando en los nuevos hori­
zontes que el destino desplegaba a su vista.
Antes del 15 de septiembre llegan los reyes castellanos
a Ciudad Rodrigo, donde se reunen con don Dionís y la
santa reina Isabel, la cual conservaría buen recuerdo de su
primo don Sancho, quien hacía diez años, cuando ella pasara
de Aragón a Portugal para sus bodas, la acompañara gentil­
mente por Castilla, agitada entonces con la discordia por la
sucesión al trono. Más de dos años habían transcurrido desde
la última entrevista de Sancho con el rey trovero y agricul-

(l) Documento nÍtm. 371. Brandao (Monarchia, V, 206) dice que "A
Chronica antigua e scu tresladador Duarte Nunes assentou que mandara el
rey don Dinis a Castella" sus mensajes el año 1291. El ''fijo del Infante"
portugués debe ser un hijo pequeño del infante don Alfonso, hermano de
Dionís. Acaso se trate de un bastardo. Don Al fon so, nacido en T263, tenía
veintiocho años en 1291. (V. t. I, pág. 172.)
(2) Crónica, 85. Zurita, Anales, I, 347 v. Muntaner, Crón., 340. Loaysa
(Página 3-Ú se equivoca al decir que Sancho supo la muerte de Alfonso 111
al volver <le las vistas de Bayona. pues éstas se efectuaron meses antes de
la muerte del rey aragonés. El Martín de Sayas, mensajero (que aparece en
c·uentas de 18 septiembre 1291, núm. 371), acaso sea el Martín de Sayas, <le
Calatayud, que figura entre los que juran a Jaime II en Zaragoza (M. H. E.,
III, 443). También en este documento de 18 septiembre 1291 (núm. :~71) está
la partida de Fernán Pérez de Pina, cuyo padre, Garci Fernández de Pina,
debe ser el mismo Garci Fernández de Pina enviado por Sancho IV ante
Alfonso llI, el verano de 1290 (V. cap. XIII, pág·. 76, nota 2), y que en 1291
jura en Zaragoza a Jaime JI (M. H. E., III, 440). Tanto el padre como el
126 HISTORIA DE SANCHO IV :OE CASTILLA

tor; en las pasadas ocasiones siempre estuvieron de acuerdo,


y ahora iban a consolidar su buena amistad, estrechándola
con v1nculos más firmes. La embajada d1:.l obfapo de Astorga
tenía por remate un important,e tratado entre loJ rey,~s de
Castilla y Portugal, a base d·=l proyecto m1trimJnial d~l h:re­
dero cast,ellano don Fernando, a la sazón de seis años, con
la infantita p::>rtug11:Sa d,,J.iia CJ.1.stanza, q ll: ap=nas C.)~1taba
entonc-~s veinte meses (1).
Las pal.1bras preliminares del tratado lo justifican así:
«por mucha.3 cosas et por muchas razones-d.icen-que sabe­
mos et entendemos que serán a grant seruicio de Dios et a

hijo vemos que figuran indistintamente al serv1c10 de uno u otro bando.


Femán Pérez de Pina, a quien ahora le hallamos al lado de Sancho IV
estuvo antes (en 1289) con Alfonso III y el infante de la Cerda, los ene­
migos de don Sancho (V. t. I, pág. 237). Fernando Pérez de Pina y Pedro
Fernández de Pina son dos de los diez firmantes del documento de pactos
(9 septiembre 1288) entre Alfonso III de Aragón y Alfonso de la Cerda
titulándose rey de Castilla (perg. núm. 236, Arch. Corona de Aragón) ; y a
16 abril 1289 está entre los intermediarios de un préstamo hecho por el
aragonés al de la Cerda (perg. núm. 307, Arch. Corona de Aragón). Pero
luego, en las cuentas de 1293-1294, aparece en la corte de Sancho IV entre
los "escuderos guisados" que cobran 150 mr. al mes (Cuentas, I, págs, CII,
CXX). Pasados los año9, en el combate de Alfaro (1299), en que ftté ven··
cido don Juan Núñez el Mozo, murió, entre otros, "Ferrandez Petri de
Pina, vasallus dompni Alfonsi, predicti filii dompni Femandi (Crón. de
Loaysa, § 81); como vetnos, al morir Fernán Pérez de Pina estaba otra
vez al servicio del infante de la Cerda. En una limitación del obispado de
Cartagena el año 1266 se dice: "... e los castiellos de don Ferrant Perez de
Pina fasta Penaguila" (Fita, B. A. H. III, 280). En el doc. cit. arriba (nú­
mero 371) se dice: "a Martín Doblitas, que! mandamos dar para una mula.
DC mr." Probablemente se trata de otro mensajero aragonés.
(1) Antes del 15 septiembre 1291 están los reyes en Ciudad Rodrigo,
pues de esta fecha es el tratado, y presumimos estarían allí con anterio­
ridad. En esta ciudad se fechan algunas reales cartas: el 15, a la catedral
de Orense (Docs. cat. Orense, 85); el 17, al obispo de Badajoz (núm. 370);
el 18, al obispo de Astorga (núm. 371), y el 19, a Alfonso Godines (Argo­
te, Nobleza, 188). Cuando doña Isabel "entrou en Castella veo ha recebella
aho caminho, ho dito Infante don Sancho, seu primo" (Ruy de Pina, 27),
y galantemente mandó a su hermano el infante don Jaime para que la
acompañara hasta Braganza. (Moucheron, Sainte Elisabeth d'Aragon, Reine
de Portugal, París, 1896, pág. 23.) Doña Constanza había nacido el 3 de
enero de 1290 (Moucheron, 37). La última entrevista de Sancho IV y don
Dionís fué a fines de 1288 o primer.os de 1289. (Véase t. T, pág. 220.)
ABENALAHMAR BRINDA LA PAZ Y ABENTACOB LA GUERRA 127

grant onra et a grant S=ruicio d= la S1ncta E~bsh d= Roma


et a grant confusión et a grant d·=struición d·= los enemigos
de la fe>>, y a pro y honra d·= sus reinos; aña:li~ndo a conti­
nuación que <f=ntre otras posturas et debdos que son puestos
entre nos, tenem·'JS por bfon, para el acrecentamiento dellos
et del amor más firm= et por los debdos S=r mis cumpli:los
et más firm~s, de ayuntar et fazer casamiento>> del príncipe
Fernando con doña Constanza (1).
Se fija el plazo para formalizar el proyecto de tan prema­
turo enlace entre <<el Sant Miguel primero que viene>> (29 de
septiembre de 1291) y el San Miguel de 1299, mediante de­
terminadas garantías; don Sancho S= compromete a se>licitar
de Roma la nec,2saria dispensa y pone en «fieldat» los castillos
de Badajoz, Mora, Serpa, Cáceres, Trujillo, Allariz, Olivenza
y Aguilar de Moa.
Cumplido el matrimonio deben reintegrars= estas for­
talezas al dominio de Castilla, excepto Mora, Serpa, Alla­
riz, Olivenza y Aguilar de Moa, que fincarán <<en fiddat por
razón de las arras1> (2).
A s1.1 vez don Dionís otorga <<que los concejos de la Guarda
et de Pinhel... fagan pleyto et omenaje>> al rey Sancho con

(1) Tratado 15 septiembre 1291, núm. 369. Interesante documento, iné­


dito hasta ahora, que sepamos. No lo citan Benavides ni Branclao. Le inser­
tamos en la Colección diplomática transcrito de la defectuosa copia que
existe en la Sección de Ms. de la B. N. Hemos buscado el original, inútil­
mente, en el A. H. N., en el Arch. de la catedral de Toledo y en Lisboa
en el Arch. de la Torre de Tomho. Zurita (I, 394) y Brandao (V, 206}
· hablan del casamiento de Fernando y Constanza siguiendo a la Crónica
de Sancho (IV, pág. 85); Brandao y Caetano de Sousa (op. cit., I, 199)
reetifican inexactitudes de las antiguas crónicas portuguesas.
(2) Tratado, núm. 369. La Crónica de Sancho IV (pág. 85) no pun­
tualiza los rehenes; sólo dice que el castellano entregó a don Dionís "ocho
villas e Castillos que eran en frontera del reino de Portogal". Ruy de Pina
(página 40) dice que don Sancho puso en "fieldade... estas suas cidades,
villas e Castellos ha saber, Badalhouce, Moura, Serpa, Caceres, Broguilhos,
Acharces, Aguilar de Neh-a", y por arras a doña Constanza. 10.000 mr.
"douro". Mora y Serpa los tenía Esteban Pérez (Florián); Badajoz, Al­
fonso Godínez; Lobanencia, Martín Remondo; Cáceres, don Juan Pérez
Pon ce; Trujillo, don Ruy Pérez Ponce, maestre de Calatrava; y Allariz Y
Aguilar de Moa, don Juan Fernández. En las Cuentas (pág. LXXXIII)
consta el pago de 5.000 mr. a don Juan Fernández "por tenencia de los
castiellos de Allariz e de Aguilar d' Amoa, del anno de XXX annos" (1292).
128 H ISTOIH ..\ DE SA:,./CHO ry l'I-'. CASTILLA

las acostumbradas condiciones en casos semejantes. Además,


recíprocamente se prometen <<de fazer omenage con diez ca­
valleros>> para cumplir la entrega de los infantes <<al plazo de
los ochos annos dichos>>, y entre otros muchos extremos, se
consigna que <<ninguno de nos los reyes et las reynas non po­
semos en los castillos nin en las fortalezas nin sean tenidos
los alcalles de nos acoger y>>. Luego se puntualizan las sumas
y circunstancias para el pago de las <<tenencias>> de los casti­
llos; y terminan con la promesa de los cuatro monarcas, <<a
bona fe, sin mal engann0>>, jurando <<sobre Sanctos Evange­
lios, de guardar todas las cosas que dichas son». El tratado
lo firman: <<Nos el rey don Sancho. Nos el rey don Dionís>> (1).
Concluídas tan satisfactoriamente estas negociaciones, se
despiden los reyes, y Sancho el Bravo se dirige a Toro, donde
está el 26 de septiembre. En el camino recibe noticias <<de
como los aragones,¿s tomaron por rey a don J aimes>>, que lo
era de Sicilia, hermano del difunto Alfonso III. Breve sería
el descanso de la corte en Toro, ciudad de la reina María;
el monarca ha de afrontar los nuevos problemas y proseguir
las obras emprendidas con tan buenos auspicios. La paz con
Granada, la victoria del Estrecho, el tratado con Portugal,
eran triunfos evidentes que le resarcían de las desazones
causadas por las intrigas de los nobles (2).
En los meses transcurridos de enero a septiembre (1291),
Sancho IV estuvo en continuo movimiento; recorrió incansa­
ble sus reinos de Toledo a Santiago, de Burgos a Ciudad
Rodrigo, atendiendo solícito a todos los requerimientos, sin
rehuir fatigas, ni escatimar su personal actividad. Ahora, do­
minadas las dificultades surgidas en esos meses de sucesivos
sobresaltos, establecidas las alianzas con Francia, Portugal y
Granada, le queda a don Sancho expedita la mta de Aragón,
a donde dirige todo su interés.

(1) Véase el Tratado, núm. 369.


(2) Crónica, 86. Zurita, I, 347. El 16 ele septiembre, en Toro, otorga
el rey una carta a León (núm. 373).
ABENALAHMAR BRINDA LA PAZ Y ABENTACOB L~ GUERRA 129

El último rodado que vimos fué el de 8 diciembre 1290 (cap. XIII), y


con relarión a aquél, las variantes que se advierten en el de 11 de enero 1291
(número 329), primero que tenemos de este año, son: la falta de don Ruy
Gómez Manzanedo, pero debe tratarse de una omisi6n, pues a 30 enero (Do­
cumentos Cat. Toledo, A. H. N.) le hallamos otra vez (V. cap. anterior); la
confirmación de don Ruy Díaz de Finojosa, que desde febrero de 1289 de­
jara de figurar en los rodados (V. t. I, pág. 240), y la falta de Pernán
Ruiz de Saldaña (V. cap. XIII, pág. 89). Las variantes ocurridas del rr
enero 1291 (núm. 329) al 30 del mismo mes (núm. 34r) son: las confirma­
ciones de don Gonzalo, obispo de Cuenca; Juan Dacrc, Juan de Ponthieu,
Ferrench de Luna; don Fernán Pérez Ponce, adelantado de la Frontera
(véanse las págs. 88, 94,. 95, 96, 97); don Rodrigo González Man­
zanedo, que r.o h:1:ía ccr.E1rr .. fo a II enero (V. pág. 91); la falta de don
Nuño González de Lara, el Mayor (V. p. 85 y 97) y la vacante episcopal
de Ciudad Rodrigo. Den Pedro, que confirma en los primeros meses del
reinado, muere antes del 2 de noviembre de 1284 (V. t. I, pág. 21), fe­
cha en que vega Ciudad Rodrigo, y en la que se abonan 2.000 mara­
vedís de la guerra "al arcidiano maestre Martín tesorero de cihclat
por las despensas que fi:m quando uino al denunciar la muerte del obispo
de cibdat". Además se dieron otros 2.000 "al cabildo de la eglesia de Cib­
dat... para pagar la yantar que el Rey les mando tomar quando pasó por
y" (t. 1, pág. CLV[). La sede vacó unos meses, y en priv. roe!. de 28 agos­
to 1285 aparece "don Anton, obispo de Cibclat" (Areh. Osuna, leg. 1, 11{1-
mero 4, A. H. N.), que sigue hasta 21 enero 1.:91; a 30 del mismo mes
aparece ncante Cilc!ct 1:asta el 24 abril 1295 (núm. 594), en que otra vez
confirma don Antón. Don Antón, tesorero de Salamanca, fué elegido en con­
tradicción: primero, con maestre Miguel, tesorero de Ciudad, que en 1286
era citaco a Rcrra rara t:n ¡::Jeito wbre ac"minfrtracién de la diócesis
(Reg. Hon. IV, 555), y muerto éste, con Velasco, canónigo civitatense
(Eubel). A estas controversias obedecen las alternativas en las confirmacio­
nes de los rodado!.. A JO julio 1.:97, el Papa se dirigía a "fratri Antonio
episco¡::o civitatcnsi", recre frolidé n ce 1:cneficios en su di6cesis "tanta
tempore vacaverunt". (Rcg. Bonif. Vll l, z619.)
El 4 febrero u91 (núm. 342) siguen las confirmaciones como el 30 de
enero.
A 9 mayo 1291 (núm. 355) falta don García, obispo de Sigüenza
(pero debe ser omisión del escribiente, pues el 3 junio, Ms. 6899, B. N.,
vuelv·e a confirmar). Confirma don Fernando, obispo de Lugo (V. pág. 108).
Falta don Fernán Páez, maestre de Alcántara; don Fernán, electo en 1283
(sucedía a don Garci Fernández), era portugués e hijo de Payo G6mez
de Toroño, y fué hermano de Suero Páez (Rades y Andrada, op. cit., fo­
lio II v.). De su actuación en el reinado de Sancho IV quedan referencias
atrás. Rades cree que ·murió en 1292, pero sin duda se equivoca, pues falta
la confirmación del maestre de Alcántara en privs. rod. de 9 mayo 1291
(número 355), 3 junio 1291 (Ms. 6899, B. N.) y 22 junio 1291 (Padre Se­
rrano, Fuentes. El Moral, pág. 128), apareciendo luego a 15 de septiembre
9
130 HISTORIA DE SANCHO IV PE CASTILLA

de ese mismo año (1291), como maestre de Alcántara, su sucesor d01


Fernán Pérez Gallego (V. adelante, pág. 1.~1).
A 9 mayo confirma don Juan Fernández de Limia, Pcrtigiiero mayo:
en tierra de Santiago, en lugar de don Esteban Fernández de Castro. Do1
Juan Fernández de Limia era hijo de don Fernán Eañez de Galicia y doñ;
Teresa Annes. Fueron sus hermanos: don Fernán Fernández, "Pancente
no"; doña Urraca Fernández (que se casó con Gonzalo Annes Raposo), otr:
que llaman Mayor, o Inés Femández, monja en Lorvaon. A don Juan Fer
nández de Limia se le llamó "d'Anhoaue"; casi siempre, en los Linhagcn.
-páginas 177, 272-, se omite el nombre de su mujer, pero en 1a página 15:
Icemos que fué doña Sancha Gonzálcz Girón ; en todo caso debió ser pri
meras nupcias, pues don Juan, en 1292, estaba casado con doña María Garcí,
de Sotomayor, hermana del abad don Gómcz (véase 1, ur), pues de 19 d,
junio de ese año es una donación de "yo don Iohan Ferrandez ele Limia
pretiguero mayor de la tierra de Santiago... a uos donna Maria Garcia m
muger" (núm. 426; véase también el ní1m. 294, en que figura como testig<
don Fernán Fernández, hermano de don Juan). El nobiliario habla de u1
hijo de don Juan, llamado Gonzalo Annes, que murió en la vega de Gra
nada, siendo aún infante Sancho IV (Linhagens, 272). Don Fernán Fer
nández Pancenteno, 'hermano de don Juan (que también confirma en lo:
privilegios rodas. de Sancho IV), fué casado con doña Sancha Vasquez (hiji
de Vasco Gil de Soverosa) y tuvieron a don Juan Fernández (Pancenteno
dicen los Linhagens) de Limia o Batisela, el cual casó con María Anne:
en 1287, y en abril de 1310 áún vivía; fué ricohombre de Portugal, y con
firma muchas cartas de 128c) a 1299 (Rraancamp Freire, op. cit., 259). Ne
es posible confundir los dos Juan Fernández de Li.mia. tío y sobrino con
temporáneos, pues mientras el uno es pertiguero y deja docs. (r292) cor
su. muJer María García, el otro está en Porugal y aparece con su muje:
María Annes (Doc. de 1291, Arch. Torre de Tombo, G. 3-M. 2, núm. 4)
Don Juan Fernández de Limia ten.ía diversas consignaciones en las cucn·
tas reales; a 20 enero r285 se manda dar "a don Johan Ferrandez de t¡.
mia XXVII mil mr. de la guerra" (t. I, pág. CLIX), y en cuentas de abril 1294
leemos: "Diz que del Puerto de Mora et de Serpa que non recahdo nin­
~na cosa por razon que lo tomo don Johan Ferrandez de Limia en st
vida, et despues quel fino, que los tomo don Ferran Ferrandez stt hermano
que los tien por tierra con los otros derechos destos logares" (t. I, pági­
na XLIII). Don Jua_n debió morir después del .4. octub_re r293, fecha cr
que confirma como pertiguero mayor de Santiago (núm. 499), y antes del 3<
noviembre, en que falta don Juan y no hay pertiguero de Santiago (pri­
vilegio rod. Arch. cat. Santiago, Tumbo B, fol. 130 v., y Eser. CVI). Dor
Fcrnán Fernández de Limia, el año 1300, a 25 ele agosto, en unión de sr
hijo Juan Femández, otorga un perdón a don Fernán Ruiz de Castn
(Docs. cat. Orense, 230). Don Esteban Fernández de Castro (V. J, 21)
hasta entonces pertiguero, debió morir entre el 4 febrero 1291 (núm. 342)
en que fig-ttra, Y el 9 mayo 1291 (núm. 355), fecha en que ya confirma sr
hijo don Fernán Rodrí¡ruez de Castro. En la Judería de Burgos se teníar
asignados 8.165 mr. "a don Estetian Ferrandez", y dice al margen (año r29r'
ABENALAHMAR BRINDA LA PAZ Y ABENfACOB LA GUERRA 131

"son pagados a stt fijo Ferran Roiz" (Part. Aljamas). En cuentas de sep­
tiembre 1291 (núm. 371), ya muerto don Esteban, se anota el pago de
1.8.00 mr. "a don Estcuan Ferrandez de los IV mili CCCX XII mr. que
le minguaron de las juderias de tierra de Leon, del anno pasado de la
Era ele MCCCXXVIII annos" (T290). Don Fcrnán Roiz, que ahora que­
daba como jefe de la casa de Castro, era hijo del difunto don Esteban y
de doña Aldonsa Rodríguez; fué marido de doña Violante Sánchcz, has­
tarda de Sancho IV (V. I, 30), de quien tuvo al célebre Pedro Fernán<lcz
de Castro, el de la Guerra. En los Linhagens se dice de don Fernán que fué
"muy boo mani;ebo e de grandes feítos'' (pág. 287) ''que foi o mclhor pas- .
tor d'Espanha e lidou com o infante don Fellipe e morreo hi" (pág. r7r).
Don Fernán sigue figurando mucho después del reinél;do de Sancho IV.
A 3 junio 1291 (Ms. 6899 B. N.) y 22 junio r 29r (P. Serrano, F11rntcs.
El 1\foral, 128) no se advierten variantes.
En priv. rocl. de 15 septiembre r291 (Docs. cal. Orense, 85) encontra­
mos vacante la mitra gaditana, que ocupaba don Suero (V. I, 9, 215). En­
tre los nobles castellanos falta don Diego García, de la casa de Villama­
yor, y aparece en su lugar García Fernández de Villamayor; don Diego
era hijo de don García Fernánclcr. de Villamayor (mayordomo mayor de
San Fernando) y de doña Mayor Arias; tuvo repartimiento en SeYilla,
confirma privs. <le Alfonso X, y se dicé que de él descienden los Sarmien­
tos. Fueron sus hermanos don Juan García, señor de Villamayor (mayor­
domo de Alfonso X); don Fernán García de Vilh•mayor, señor de Calc­
ruega, etc. (marido de doña Milia Rodríguez Manrique); don Alfonso Car­
da, adelantado de Murcia; doña Urraca Garc:a de Villamayor (casa<la con
don Pedro Núñez de Guzmán); doña Mayor Arias (mujer de don Diego :Vfar­
tínez de Finojosa), y doña Marina García de Villamayor (que se casó con
don Pedro Rodríguez Manrique), Salazar, Lara, III, 310. Don García Fcr­
nández de Villamayor debe ser sobrino suyo, pero quizás no sea el García
Fernández Manrique, también sobrino ele don Diego (como hijo de doña
María García de Villamayor y don Pedro Rodríguez Manrique), que, sc­
g1ín Salazar (Lara, I, 301), empieza a confirmar en 1298. En la Distr. de·
las Aljamas tienen consignaciones: en Burgos, r.ooo mr. Ruy González
de Villamayor, vasallo del infante don Fernando; en Medina de Pomar,.
Oña y Frías, 818 mr. García Fernández Manrique, vasallo del infante don·
Femando; y en Sigüenr.a, 4.730 mr. Diego Garci de Villamayor, vasallo,
dd rey. En cuentas de junio de 1294 consta el pago "a Johan García de·
Villamayor (t. I, pág. XXXIX), y en las de abril del mismo aiio se dice·
que dió el despensero, entre otros, "a Garcia Fernandez de Villamayor,
por mandado del maestre de Alcantara, que les mando el rey dar en la
morada de Paiares, a cada uno M mr." (pág. XCV).
A 15 septiembre 1291 confirma el infante don Juan (V. p. II9 s. s.); con-.
firma don Fernán Pércz, maestre de Alcántara. Según Radcs (op. cit., fol. , 1
vuelto s. s.), don Fernán Pérez Gallego era natural de la casa y solar de
Santa Marta de Hortiguera, en Galicia, hijo de Pedro García Gallego y
doña Teresa Maldonado. Se equivoca al suponerle electo en 1292, pues.
como vemos, confirma, por lo menos, desde el 15 de septiembre de 129r..
132 HISTORIA DE SANCHO IV P.E CASTILLA

Dice que sirv10 en la minoría de Fernando IV, y murió en 1296. En los


libros de Linhagcns encontramos la misma genealogía; fueron hermanos
del maestre Juan Gallego, muerto en la lid del infante don Enrique el Se­
nador con Carlos de Anjott (Tagliacozzo); Esteban Pérez Gallego, Inés
Pérez, Mayor Pérez, Estefanía Pérez y $ancha Pérez (págs. 164, 386).
Díaz Pérez (Extrcmadura. Esp. y sus mon., pág. 804) dice que en tiempo
de este maestre fué ocupada por los portugueses la casa fundadora de la
Orden llamada de San Julián de Pereiro. En la "nómina ... para vestir la
compana del rey" figura entre los "Ornes... que andan con el rey en la
Camara, que son quince", el primero un Ferrán Pérez Gallego (Cuentas,
página LXXIII).
A 15 septiembre 1291 falta don Juan Alfonso de Alburquerque (véase
págs. 114 y s. s.). C~nfirma don Diego Gómez, adelantado mayor en el reino
de Galicia. De este personaje no hemos podido puntualizar su biografía;
Salazar (Casa de Lara, III), al tratar de los señores de Roa y Aza de
esta familia, no menciona ningt'm Diego Gómez, pero al hablar de doña
María Núñez de Lara, bastarda de Nuño de Lara el Bueno (el de Ecija),
dice que casó con el "ilustre · caballero gallego" don Diego Gómez Deza,
señor de Probaons y Vendos (hijo de don Gómez Enríquez de Deza y doña
María Sánchez, que era viudo de doña María Fernández de Ulloa, con
quien había tenido dos hijos: don· Fernán Díaz de Deza y doña Urraca
Díaz (Lara, III, 110). Identificamos al adelantado con este don Diego que
Salazar apellida de Deza, porque en los Linhagens (pág. 389) dice que
era nieto de doña Teresa Gómez de Roa, y nuestro don Diego aparece
siempre como Gómcz de Roa. Roas y Dazas son de la misma familia. Don
Gil Gómez de Roa, cuya memoria se pierde en 1274, fué señor de Roa,
Aza e Iscar (Salazar, Lara, III, 331). Don Juan González de Roa figura
mucho en el reinado de Alfonso X (Lara, III, 329). También podría ide~­
tificarse al adelantado con otro Diego Gómez Deza, sobrino del que hemos
citado arriba y biznieto de doña Teresa Gómez de Roa. Este tuvo por es­
posa a doña Mencía Gómez Saraza, y a doña Teresa Vázquez, sucesiva­
mente (Linhagens, 389). Calculando las edades nos inclinamos a creer que
el adelantado fué el primer Diego Gómez contemporáneo de don Juan N t't­
ñez, señor de Albarracín, de quien a esas fechas (r291) acaso ya fuese su
cuñado. A 8 mayo 1290, el Papa dispensa de matrimonio en la diócesis de
Segovia a Diego Gómez, milite, y María "Nuvii" [seguramente mala lectura,
en lugar de Nzenii] (Rcg. Nic. IV, 2672).
Don Diego Gómez había sido merino de Galicia, después de la
tragedia de Alfaro, en sustitución de Esteban Núñez Churruchano, y como
tal confirma en privs. rod. de 8 agosto 1288 (núm. 211), 10 diciembre 1288
(número 225) y 1.0 abril 1289 (núm. 243); a 20 diciembre 1289 (núm. 274)
ya le sustituye Alburquerque, con el título _de adelantado. A 20 junio 1288
era merino (lo de Alfaro fué el 8 de junio), pues en esta fecha el rey
otorga una merced al monasterio de San Salvador de Cines "por ruego de
don Diego Gómez, nuestro merino mayor en Gallizia" (núm. 206). ·Tam­
bién debe ser el mismo Diego Gómez repostero mayor en noviembre
de 1283, a quien se abonan 787 mr. (t. I, pág. CLI), y un Diego Gómez
ABENALAHMAR BRINDA LA PAZ Y ABENJACOB L~ GUERRA 133

figura el año 1286 entre los infanzones de la regia comitiva que ha de ir


a las "vistas de Francia" (I, 93). En la Distr. de Huete se asignan en la
Judería de Peñafiel 1.194 mr. "al infante don Fernando, para Diego G6mez
de Roa, su vasallo"; asimismo tiene don Diego diversas sumas en otras
juderías: en Osma, 250; en San Esteban, 3.120; en Almazán, 1.770; en
Avila, 4.890, y en Roa, 4.275. Asimismo figuran en esta Distr. G6mez Gon­
zález, "fide don Gonzalo Gomez de Roa" y Rodrigo G6mez de Roa. Sala­
zar de Mendoza, en su citadísima obra Dignidades de Castilla, que goza
más prestigio del que merece, pues se equivoca frecuentemente, dice que
fueron adelantados de Galicia bajo el reinado de Sancho IV don Juan Al­
fonso de Albttrquerque y don Juan Pérez Ponce de León ( ?) ; no supo de
Diego G6mez ni de Pay G6mez, que lo sería después. A 15 septiembre 1291
también varía el mayordomo, confirmando como tal don Juan N úñez de
Lara (véase atrás, pág. u8).
A IS septiembre es almirante mayor de Castilla Micer Benito Zacarías
(véase atrás, pág. 120); en la columna de nobles castellanos vuelven a apa­
recer los hermanos don Pedro y don Muño Díaz de Castañeda, hasta en­
tonces almirantes de Castilla (De los Díaz de .Castañeda hablamos en el
tomo I, pág. 113). En este año de 1291 se pagaron 4.000 mr. "a Pero Diaz
e a Munno Diaz de Castanneda, que les mandamos dar-dice el rey en su
carta-que les tomara Roy Aluarez del seruicio de Segovia que ellos tenían
arrendado". (núm. 371).
CAPITULO XV

<<CREXIMENT D 1 AMOR ET D 1 AMISTAT>>

(Octubre 1291 - abril 1292)

Con el advenimiento de Jaime II al trono aragonés cam­


biaba por completo para Sancho de Castilla la faz política
oriental. Desaparecido Alfonso III, su enconado rival, ampa­
rador de los infantes de la Cerda, tenía el rey Bravo libre el
campo para enderezar su conducta diplomática en la forma
que más le placiera y conviniese.
Jaime II, al suceder a su hermano, venía a ceñir la corona
de Aragón en circunstancias especiales, apenas transcurridos
unos meses del tratado de Tarascón, por el cual Alfonso III
se había obligado a restituir Sicilia al Pontífice, extremo que
en modo alguno acatara don Jaime. Por eso, al jurar como
soberano, Jaime II se desliga de todo compromiso adquirido
por Alfonso, alegando que el cetro le correspondía por el tes­
tamento de su padre y no por el de su hermano (l).

l l) Interesante es la política aragonesa entonces. pero en la imposihi­


lidad de detallarla aqní, señalaremos sólo sus rasgos. recordando cómo Pe­
dro TH. en 1266, había recogido la herencia g-ibelina de Sicilia por su mu­
jer doña Constanza, representante de la casa imperial ele Suabia, contra
Cario" de Anjou, a quien el Papa le confiriera en feudo el dominio de Si­
cilia. Tras reñidas contiendas, el Papa francés Martina TV excomulgaba
a Pedro III y daba la investidura de Aragón a Carlos de \'alois, hijo ter­
cero de Felipe nr de Francia (1284). Luego se suceden las luchas y nego­
ciaciones sin solución definitiva hajo Pcd~o IJT y Al fon so III; éste, poco
antes de morir, firmaha el repetido Tratado de Tarascón (febrero 1291 l. p,ir
el cnal el Pontífice le restituía la investidura de Aragón, pero sometién­
dose Alfonso a pagar trihuto a la Tg-lesia y obligándose a obtener de su
hermano Jaime la renuncia a la corona siciliana, la cual, seg!Ín el Papa
(ahora Nicolás TV). le corespondía al hijo del ya difunto Carlos de Anjou.
136 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Así la situación política mediterránea, que a su manera


pretendió despejar el tratado de Tarascón, se enturbiaba otra
vez ante la actitud del nuevo monarca aragonés, que en aque­
llos momentos estaba resuelto a no ceder Sicilia. Las com­
plicaciones políticas de Aragón con Roma, Francia y los
Anjou, habían de favorecer a Sancho IV en su labor de con­
cordia en todas las fronteras del reino.
Los tres reyes cristianos vecinos de don Sancho eran
figuras de relieve que dejarían huella en· la historia. Con
Felipe de Francia y Dionís de Portugal ya estaba aliado el
castellano al llegar el otoño de 1291; ahora le quedaba de­
lante, como un enigma, la incógnita de Jaime II de Aragón,
hombre sagaz, intdigente, en la plenitud de sus facultades,
a los treinta y dos años de edad; educado en la política ita­
liana, avezado a luchas e intrigas, cauto, despierto, empren­
dedor. Con este personaje, contemporáneo suyo, va a enten­
derse el rey Bravo al salir de Toro en octubre de 1291.
Desde luego, buen comienzo habían tenido las primeras rela­
ciones entabladas por medio de mensajes cruzados desde que
Jaime desembarC'ara en Barcelona a principios de agosto: el
pacto de armisticio y el acuerdo de una entrevista en Mon­
teagudo para fin de noviembre (1).

llamado Carlos II el Cojo, príncipe de Salerno, cuyos hijos estaban prisio­


neros en Aragón. En tales circunstancias muere Alfonso III, quedando
sin efecto el Tratado de Tárascón. Zurita (Anales, J, 348 v.) dice que al
llegar Jaime a Barcelona "hizo u11 protesto diziendo que no recibiría la po­
sesión de los reynos por razón del testamento del rey su hermano sino por
el derecho de la progenitura... y conforme al testamento del rey su padre,
porque su fin era quedarse también con el reyno de Sicilia". Han estudiado
este período los alemanes Kliipfel (op. cit., v. t. I, pág. 229) y el. Dr. Hans
E. Rohde, malogrado y sagaz historiador (discípulo del sahio profesor
Finke), en su trahajo Der Kampf um Sizilicn in den Jahren I29r-r302.
Berlín y Leipzig, 1913.
(1) M. H. E., III, 452. Parece que la solicitud de alianza partió de
Jaime II (V. mi Tarifa y la política de Sancho IV, pág. 9, s. s.), según lo
dicen la Cr6nica de Sancho IV y Loaysa (pág. 34), aunque afirman lo con­
trario Zurita (349) y, en forma pintoresca, el cronista Muntaner (345).
Recuérdese la relación de Jaime (cuando era rey de Sicilia) con San­
cho IV (V. pág. 27). La política de Jaime II fué internacional, como
dice Finke en su Acta Aragonensia, Y, dada su tendencia a concederle
importancia a la cuestión mediterránea, no tiene nada de particular que
cambiase su conducta respecto a la de su hermano y en vez de ponerse.
(Foto. Crtspo.)
Castillo de Mon1eagudo. donde se reunieron Sancho IV y Jaime 11 para establecer el 1ra1ado castellano--ara1onh de 1291.
HCREXIMENT D'AMOR ET D'AMISTAT" 137

Al llegar don J aitne a sus reinos y encontrar rescoldos


de la guerra con Castilla a causa del apoyo prestado por Al­
fonso III a los infantes de la c~rda, <<veen que por esta rao no
devia esser en guerra ab lo dit rey don Sanxo qui es cosi
germá seu. maná per ses fronteres que mal no fos fet en Cas­
tella, e lo dit rey don Sanxo maná atretal que mal no fos fet
en Aragó>> (1).
De este modo, mientras en Ciudad Rodrigo se firmaba el
tratado con Portugal, Sancho y Jaime ordenaban en sus
fronteras la suspensión de hostilidades, expidfondo el ara­
gonés varias disposiciones en este sentido los días 15, 17 y
19 de septiembre, en que aludía a la reciprocidad con el
castellano, que también había mandado <<quod nullum dam­
pnorum inférretis deietero regno nostro, seu gentibus terre
nostre>>. La razón del armisticio se consigna en aquellas cartas,
considerando Jaime el parentesco que le une con don Sancho,
y además porque <<inter nos et dictum Regem Castelle nulla
fuit dissentio, nec esb>; de modo que si entre ellos no hubo
ni había ninguna disensión, la vía estaba franca para firmar
alianzas (2).
Aquel armisticio era el preludio de la paz, pues, como dice
un relato catalán, entonces se cambiaron diversas cartas entre
los dos monarcas, <<e missatges vengren de laun al altre
per creximent d'amor et d'amistat». Amor y amistad que en­
trañaban prosperidades y bienandanzas. Los felices embaja­
dores que dieron cima <<a lo fet d'amor» fueron don Aleman
de Gudal y don Lope Ferrench de Luna, a quien sin duda
escogió Jaime II como persona grata al castellano. La base
del proyecto de paces sería el matrimonio de Jaime con la

como éste, en frente de Castilla buscase la unión con Sancho IV, para no
encontrarse entre dos enemigos.
(1) M. H. E., III, 452. Mttntaner afirma que Jaime, en Barcelona, soli­
citado por los la Cerda, prometió ayudarles, pero Zurita (394) refleja lo con­
trario. Rohde (154) dice que Jaime mandó en seguida a Martín de Oblitis
"ad tractandum trengam et conéordiam" con Sancho. En efecto, en doc. real
castellano de sept. 1291 se lee: "a 1vlartin Doblitas, que! mandamos dar para
una mula, DC mr. e para su despensa, mili mr." (Núm. 371.)
(2) Cartas del 15 a Juan Sánchez, adelantado de Sancho IV en Mur­
cia, y a los almogávares y oficiales de la frontera de Valencia (M. H. E.,
III, 460, 461): el 17, a los oficiales de Albarracín, a Sangüesa (Arch. Co-
138 HISTORIA DE SANCHO IV 08 CASTILLA

primogénita de don Sancho, la infantita Isabel, que enton­


ces ·era niña (1).
Al propio tiempo que Sancho IV abría el ánimo a la espe­
ranza mirando hacia Aragón, recibía noticias alarmantes de
Andalucía, donde quizás por un descuido de la escuadra cris­
tiana había pasado un cuerpo de ejército benimerín que ponía
cerco a Vejer (septiembre 1291). El castellano, confiando en
que sus huestes defenderían la villa sitiada, no piensa por el
·momento sino en consolidar la paz con Aragón, cimentando
así su fuerza para dedicarse luego por entero a la lucha
contra el infiel, foco central de todas sus preocupaciones (2).
El rey parte de Toro en octubre, y al comenzar noviem­
bre está en Medina del Campo, donde había convocado im­
portante asamblea solicitando de los prelados su auxilio pe­
cuniario para acudir a la guerra en Andalucía; a la regia
petición respondieron los obispos con un millón cuatrocientos
mil maravedís. Además Sancho IV, de los servicios que <<los
de la su tierra>> le prometieran en las Cortes de Haro por diez
años, <<pagó a todos sus fijosdalgo>>, muy acertada medida
cuando precisaría su cooperación en las empresas que pro­
yectaba (3).

nma Aragón, reg. 90, fol. 46), y el 19, a Berenguer, mayoral de los balles­
teros de Sancho en la frontera de Aragón (núm. 372). Probablemente, al
armísticio siguió el canje de prisíoneros y quizás a esto se refiera el cloc. de
8 no,·íembrc I29I (núm. 381).
(1) M. H. E.. 1lI, 452, s. s.; esta interesante narración nos va guiando,
pues la Crónica ele Sancho no da detalles, y Zuríta no recoge los de aquella
narracíón. que. sín duda, no conoció. Parte de este relato lo publica tam­
bit:n Fínkc en su Acta Aragonensia, I, 11. Tanto Fern•nch ele Luna como
Gudal son personajes de relieve.
(2) Crónica. Se;; Cartás, .1Q<;: Ibn Khaldoun, lV, r31.
(3) Crcíu., 86. F.n Toro el mes de octubre concede el n·y las siguientes
nll'rn:-c\es: el 1. al canónígo .Martín Sánchez (Solano (k Figuerna, ma­
0 •

nuscrito citado. fol. 360): a León (núm. 374); el 3, a la cat. ele Zamora (nú­
mero 37.;): d .¡., a Pedro Ro(lríguez ele Vivero (nfün. 376); el 6, sentencia
l'II un pkito entre el obispo y el concejo ele Zamora (Fernández Duro, H is­
foria de Zamura. 1, 495); el 7, a León (Arch. I\L León, caj. I, núm. 27).
El 16, parel·c que ya de viaje, fecha el rey 1111a carta a don Juan Alfonso
de Allmrquerqne. pero el lugar no se ve claro (núm. 377). El 4 de noviem­
bre, en Medina del Campo, carta a Pedro Rodríguez ele Vivero (núm. 379) ;
el II, conf. a Ribas ele Sil (T. González, Prfr·s. Corona Castillo, V, 149), y
"CREX[ME:\'T o'AMOR ET u'AMISTAT" )39

Luego sigue Sancho su marcha a la frontera aragonesa


con la misma ansiedad con que en 1290 hiciera el viaje hacia
Francia, esperando cosechar en Monteagudo los mismos frutos
que lograra en Bayona.
Por fin Sancho llega a Soria, mientras Jaime aguarda en
-Calatayud rodeado de muchos ricoshombres, prelados y ca­
balleros, pues ambos reyes <<esfon;aranse de venir a la vista
com pus honrradament poguesem>; pero en cuanto don Jaime
sabe que el rey de Castilla está en Soria con la i::eina María,
el infante don Juan y muchos nobles caballeros, decide <<per
sa cortesia e per honor de la regina>>, ir a Soria antes que
,ellos vayan a Calatayud; entonces, el rey don Sancho, tam­
bién muy galante, al informarse de esto quiere acudir al
encuentro de su amabilísimo primo, y mientras el uno sale
de Ariza, el otro parte de Monteagudo, encontrándose a mitad
de camino el miércoles 28 de noviembre en la propia fron­
tera (1).
La primera entrevista no podía ser más cordial; para sa­
ludarse <<Se abrassaren es besaren es reeberen ab gran goij,
et refer maren lur amor et les paraules qui eren emprises>>.
Aquella entrevista tuvo casi carácter íntimo, pues tan sólo
asistió como ricohombre el aragonés don Pedro Fernández,
porque los otros caballeros de ambos reinos no alcanzaron a
llegar aquel día por premuras de tiempo. Luego se tornaron
el aragonés para Ariza y Sancho a Monteagudo, hasta el día
siguiente, jueves, que de mañana volvieron a reunirse (2).
Aquel jueves, 29 de noviembre, se firmó en Monteagudo
el tratado de alianza entre Aragón y Castilla, cuya unión se
estrechaba por el matrimonio de Jaime II con la infanta doña
Isabel, hija de Sancho el Bravo, la cual sólo contab;i a la

el 15, todavía en ~I edina del Campo, real sentencia a San Pedro de Arlan­
za (núm. 383). Los scrYicios a que se refiere la Crónica son los prometidos
en las citadas Cortes de 1288 (V. cap. IX). Entre los muchos personajes
congregados en la Asamblea ele Medina del Campo está, ya sosegado, el
revoltoso don Juan Alfonso de Alburqnerque, que fecha allí una carta el
15 de noviembre (núm. 382).
(1) l\fontaner, 346. En el M. H. E., I I l. 433, Icemos que se Yieron "entre
Fariza et Montagut... als mollons", es decir. en los propios límites ck Ara­
gón y Castílla.
(2l :11. T-T. E.. II T. 453.
140 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

sazón ocho años de edad, acordándose que Jaime fuera a


Soria en busca de su prometida el sábado sigui..~nte (1).
En la paz de Monteagudo se estipulaba que fueran recí­
procamente los monarcas de Aragón y Castilla amigos de
amigos y enemigos de enemigos, no debiendo acoger en sus
respectivos reinos a ningún ricohombre o caballero sin previo
consentimiento de su soberano; en esta excepción debió con­
tarse a don Diego López de Haro, que desde la tragedia de
Alfa.ro residía en Aragón, donde ha de continuar con bene­
plácito de don Sancho (2).
Los reyt:s de Castilla y Aragón se obligaban mutuamente
a ayudarse en caso de guerra contra Francia; a mantener lo
convenido con Pedro III <<Sobrel fecho de Navarra>>; a no
pactar con Roma, Francia, <<nin con otra persona con la
qual ayamos guerra>>, sin previo acuerdo entre ellos; y a acudir
en persona cuando cada uno lo requiriese del otro, excepto
«si fuésemos enfermos de tal enfermedad que personalmien­
tre yr non pudiéSEmos>>, o si su tierra fuera invadida por más
de mil hombres de a caballo, enviando entonces en auxilio
del solicitante, quinientos jinE.tes, a su costa, durante cuatro
mEses, siempre que se avisase con dos m:s·es de anticipación.
Jaime II se comprometía con Sancho a mandad~ la m =ncio­
nada caballería, <<o veynte galeas armadas bi.~n et comp1ida-

(1) Zurita, Anales, I, 349 v. Flórez, Reinas, II, 537.


(2) Zurita, II, 349. Aunque no conocemos mención expresa de conve-
11ios entre Sancho IV y su cuñado don Diego López de !faro, podemos
deducirlo claramente de un documento de 4 de julio 1292 (núm. 430) en que
Jaime II comunica a Sancho cómo don Diego reclamaba "aquella quantia
de dineros la qua! toviestes por bien de otorgarle, por la qua] es tenido de
servir", pues el "triannio de la paga... fuese pasado", o que se le devol­
viese "su fijo que a nos fue liurado en rahenas por complir las convinen­
cias entre vos e éll feytas". El plazo del trienio pasado nos lleva al año 1288,
la fecha de Alfara, cuando don Diego salió de Castilla. ¿ Acaso Sancho
prometiera ahora en Monteagudo y Soria satisfacerle todas las soldadas
retrasadas? En Monteagudo se acordó también que no recibiesen en sus
reinos respectivos judíos ni moros sin mutua ·aquiescencia (M. H. E., III,
462). Esto se ratificó en Cetina a 17 diciembre, extendiéndolo también a
cualquier "malfechor" (núm. 389). La fórmula de "amigos de amigos y
enemigos de enemigos" se cumplía en un tratado que el año 1292
celebraba Jaime II con el soldán de Babilonia, en el que entran, además
de los hermanos del aragonés, "lo noble, lo prono, lo valent, lo leo de la
forest don Sanxo Rey de Casteia ..." (Perg. 222, Arch. Corona de Arag6n).
"CREXlMENT D'AMQR ET D'AMlSTAT" 141

mientre, pagadas por los quatro meses qual uos más quisie­
redEs>>, añadiendo: <<et esto ponemos et dexámoslo a uestra
escogencia>>. Además prometía no libertar a los hijos de Carlos,
príncipe dé Salerno, que estaban presos en Aragón, sin con­
sentimfonto de Sancho IV. Para garantizar los pactos debían
entregar cada uno de los reyes diez castillos en rehenes, y
hacer pleito hom~naje diez ricoshombres de cada reino {I).
· Firmado en Monteagudo el tratado preliminar, los reyes
emprenden camino, albergándose aquella noche en Serón, y
al vfornes sigufonte en Soria, donde s.;~ reúnen con la reina
liaría y la infanta Isabel (2).
El sábado l.º de diciembre, en la ciudad castellana, se
celebran <<ah gran honor>>, las bodas de Jaime II de Aragón
con la infantita Isabel, quien, acompañada por su ama doña
María Fernández Coronel, tendría que Esperar en el reino
de su futuro esposo hasta llegar a la edad núbil {3}.

(1) Zurita se refiere a lo estipulado en Monteagudo, pero podemos


observar que allí se fijaron las bases esenciales de la paz que se firmaba
en Soria el 1.0 de diciembre en términos más amplios y concretos, cuyo
texto-que no encontramos en el Archivo de la Corona de Aragón-cono­
cemos gracias a un "traslado" coetáneo, notarial, que consl'rva don Pío Ba­
Ilesteros Alava y _que se inserta en la Colección diplomática de esta obra
(número 384). Este interesantísimo documento es el tratado fundamental
de 1291 entre Aragón y Castilla, del cual sólo teníamos noticia más deta­
Ilada por Zurita y por algunas cartas sobre pun~os concretos publicada en
el M. H. E .. t. JII, y en la Re1:. de Archs., VIII, 316, primera época (V. lo
que decimos en el Proemio, t. I). Sancho exigía la cláusula concerniente
a los hijos de Carlos de Salerno, entre otras razones, tal vez porque así
creería evitar que Carlos II y Jaime prescindiesen de él en sus negocia­
ciones.
(2) M. H. E., III, 453.
(3) Crón., 86. Zurita, 349. De doña María Fernández Coronel ya di­
mos noticia en T. I, 147, y cap. XI, pág. 36; esta noble señora proseguirá des­
emneñando importante papel, y más aím ahora en las relaciones entre Sancho
y Jaime. El rey de Aragón parece que le dió entonces a doña María el
castillo de Liria, según st! deduce de un documento de 1296 que publica
Benavidcs (op. cit., II, 67). El Cronicón Barcinonense consigna así la noti­
cia del matrimonio: "Kal. Decembris anno praedicto (MCCXCI). Dominus
Rex Iacobus desponiavit in uxorem Dominam Elisabet filiam illustrissimi
Domini Sancii Castelae". Petrus de Marca, Marca Hispanica, etc., Pari­
siis, 1688, pág. 758. Loaysa (pág. 34) dice que en Soria "facta fuerunt
sponsalia huittsmodi et promissionis et confederaciones inter reges pre­
dictos presentís ibídem et nupcie multum honorabilis et sollemnes".
142 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Este mismo día, para mayor seguridad de la alianza entre


ambos reinos, se firmaron cuantas cartas creyeron conve­
nientes respecto a los diversos extremos acordados, confir­
mando, ampliando y puntualizando compromisos y condi­
ciones (1).
Además, como algunos se maravillasen de que el matri­
monio de Jaime e Isabel se efectuase sin dispensa del Papa
respecto al parentesco, se hizo constar en el contrato matri­
monial que los móviles de esta unión eran la defensa de la
cristiandad en vista de que los enemigos de la fe aprovecha­
ban las discordias de los príncipes cristianos para extender
la ley barbárica, pues, como decían, en ningún <<temps la cris­
tiandad no fo en mayor peril que en est temps era>>, tomadas
entonces Trípoli y San Juan de Acre por el Soldán, que tam­
bién pretendía apoderarse de Chipre; y cuando, por la guerra
entre Aragón y Castilla, <<los moros d'Africa eren passats
de~a en Espanya ben XV milia homens a caval o plus ab lo
rey de Morrocs, et conquerien la terra a gran poden> (2) ..
Por eso en los tratados se decía que los reyes <<encendidos
en el amor de la fe cristiana>> y reconociendo que por la dis­
cordia entre ellos <<Espagna era departida et osadia era dada
et crecida a los moros>> en su empeño de desterrar «la santa
fe de Nuestro Sennor Jesucristo, et poblar et plantar la secta
barbárica>>, decidían Jaime y Sancho aliarse <<a reformamiento
de uerdadero amor et de verdadera paz>> (3).
Jaime dió como arras a su prometida las rentas y j uris­
dicción de Calatayud, Algecira, Morella y Cervera y otros de-

(1) Las ,itadas dd M. H. R., III, y Rc1·. de ,.-lrchs. y núm. 389 sobre
no recibir en stts reinos respectivos ricoshomhrcs, judíos, moros ni mal­
hechores.
(2) M. H. E., III, 463. San Juan de Acre cayó en poder de los infieles
el 18 de mayo de r29r, y en agosto Nicolás IV mandaba predicar la Cruzada
en el orbe cristiano.
(16 his) Tratado, núm. 384. El pacto matrimonial que publica el M. H. E.
hace constar que los reyes de Aragón y Castilla, ''escalentados dela amor
de la fe xpiana", huscahan la unión en esa boda para defenderse de los
infieles, frase idéntica que emplean en el tratado general (núm. 384), en el
cual no se alude al matrimonio, acaso porque quisieran hacerlo indepen­
dientemente para que en caso de no obtener la dispensa siempre quedasen
firmes las paces. También hablan del parentesco los Atp1. Jan. (M. G. H.,
XVII, 338).
''CREXIMENT D 0 AMO,R. ET o'AMISTAT" 143

rechos en Sicilia y Valencia, mientras le entregaba las ciu­


dades de Huesca y Gerona y las montañas de Prades, que
tenía la reina madre doña Constanza, y demás lugares que
solían darse a las reinas de Aragón. Don Sancho otorgaba por
dote a su hija las rentas y derechos de Guadalajara, Hita y
Aellón. Para mayor firmeza de todo esto, Jaime dió en rehenes
veinte castillos a don Sancho, y éste al aragonés le daba diez;
además se convino que diez ricoshombres castellanos y otros
diez aragoneses, libres por sus soberanos de todo juramento,
hicieran homenaje los primeros a Jaime y los segundos a
Sancho, comprometiéndose a hacer guardar lo estipulado
en Monteagudo y Soria (1):
Por parte de Sancho IV fueron designados su hermano
el infante don Juan; don Juan Manuel, entonces mozo, que
sería luego tan célebre literato, haciendo homenaje por él,
Gómez Fernández de Horozco; don Juan Núñez el Mayor;
don Juan Alfonso de Haro; don Juan Alfonso de Alburquer­
que; don Juan Núñez el Mozo, señor de Molina, que estaba
ausente; don Juan Fernández de Limia; don Nuño y don

(1) Ntíms. 38.5, 386. Zurita, .149 s. s. Jaime daha die:~ castillos solo
como garantía ele las arras, y fueron: Uncastillo, Rorja, Roda, Daroca,
Somct y Ariza, que tenía don Lope Ferrench ele Luna; Malón, que estaba
en poder de don Guillén de Pueyo; Verdejo, en manos de Diego Pérez
Dcscorón, y Alquézar y Monchís, a cargo de Alemán de Gudal (M. H. E.,
III. Zurita, 349). Estos diez castillos no constan en el tratado (núm. 384),
pues se refieren sólo a las arras de Isabel. De 22 enero 1292 es la decla­
ración de vasallaje por los c~stillos de Aguer, Alquézar y Monclús, hecha
por Alemán de Gudal a doña Isabel (M. H. E., III, 432). El Lº diciem­
bre 1291, "sábado en la mannana", Soria, se fecha la carta ele arras cie
Jaime II a doña Isabel (V. núm. 386), y otra dándole a doña Isabel, "reina
de Aragón e de Sicilia, muger nuestra", "de gracia especial", para "todos
los tiempos de ucstra vida", 30.000 "soldas de reales" (V. núm. 385). Los
otros diez castillos que cada uno de los reyes se dieron como rehenes se
consignan en d tratado (V. núm. 384), en Zurita, 349, y l'd. 11. E., lII.
Además conocemos las declaraciones de guardar los castillos rcspccti,;os
hechas por don Tel10 Gutiérrcz (núm. 607), don Juan Alfonso de Haro (nú­
mero 604) y Fernán Ruiz (núm. 391). Eri cuentas de 1293-94 consta una
partida de 800 mr. "a Garci López ... para la tenencia del castillo ele Aticn­
za" (Cuentas, pág. XXXV). Sobre el castillo de Biar, véase el núm. 440.
0

A. Mediona se refiere un doc. X Kal. marzo (Arch. Cor. Arag., R. 99 fol. 3).
144 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Pedro Díaz de Castañeda, hacía poco almirantes de Castilla,


y un hijo de Fernán Pérez Ponce (1).
Los nobl¿s aragoneses eran: el infante don Pedro, herma­
no dtl rey; el conde de Pallars; Ramón Folch, vizconde de
Cardona; don J aitne de Exerica; don Artal de Alagón; don
Pedro Ferrándiz; don Jimeno de Urrea; don Bernal Guillén de
Entenza; don Atho de Foces y don Sancho de Antillón (2).
Luego Sancho IV des=ando mostrar su buena voluntad
hacia don Jaime, le da la carta plomada de la cesión de Al­
barracín a la Corona de Aragón hecha en tiempo de Alfonso
X, sin reparar que con esto podría dar motivo de disgusto
a don Juan Núñez de Lara (3).
En cuanto a los musulmanes,· Jaime II se somete a seguir

(1) Tomamos esta referencia del relato publicado en el 11,f. H. E., III,
pues Zurita sólo nombra algunos de los nobles, y en nuestro tratado (nú­
mero 384) Sancho IV, al referirse a los ricoshomhres, dice "los quales
uos (Jaime) auedes escogidos, segunt se contiene en otra nitestra carta que
uos tenedes en esta razon". Tenemos también documentos de algunas de
estas garantías otorgadas a Jaime, como la del infante don Juan (núm. 605),
don Juan Alfonso de Haro (núm. 603), don Juan Núñez, señor de Molina
y Mesa (núm. 388), y las de don Pedro y don Nuño Díaz de Castañeda
(números 606 y 6o8). De cada uno de los nobles castellanos hemos hecho
ya referencia en diversos lugares; este hijo de don Fernán Pérez Ponce
que figura aquí debe ser don Pedro Ponce, el que ya a 21 noviembre 1292
(Arch. C. Zamora, lcg. 5, núm. 5) confirma como jefe de la casa (V. t. I,
83, y Linhagens, 157). A estas fechas debía haber muerto su padre don
Fernán Pérez Ponce, cuando su hijo ocupa ya lugar principal; acaso don
Fernán, adelantado mayor de la Frontera, m~triese a fines de 1291, en lucha
contra los africanos que cercaban Vejer. Aquí conviene rectificar un error
de conjetura respecto a la muerte de don Fernán, motivado por un des­
cuido de copia; se dijo en el t. I, p:íg. 83, que a 9 mayo 1291 no confirmaba,
sic11do lo exacto que prosigue confirmando hasta el ítltimo priv. rod. que
conocemos de ese año (r5 septiembre 1291). Creemos que murió, por tanto,
después de esta fecha y antes del 16 enero 1292; lo mis probable, antes
de 1.0 diciembre 1291, en que se firma la paz con Arag6n. El no puntua­
lizar el nombre del hijo de don Fernán Pérez Ponce parece indicar que
por entonces se supo la noticia de su muerte, y se le sustituía con cual­
quiera de sus hijos. En Cuentas (pág. XLIX) de 1294 se menciona a "Pero
Ponce et a Ferran Perez su hermano, vasallos del infante don Fernando..."
(2) Tratado (núm. 384). Zurita y M. H. E., loe. cit., Como se ve, todos
son personajes principales de cada reino.
(3) M. H. E., III, 457. Esta noticia no se halla en la Cr6nica ni en
Salazar, Casa de Lara.
"CREXIMENT o' AMOR ET o'AMISTAT" 145

la política de Castilla, como se verá más· adelante. También


se marcan entonces los límites de expansión en Africa, im­
portante acuerdo, revelador de las miras de ambos reyes, y
por el cual, tomando como línea de p~rtida el río Muluya, le
correspondía a Castilla la conquista territorial desde el Mu­
luya hacia Ceuta, y al reino aragonés la comarca opuesta en
dirección de Bugia y Túnez (1).
Después de permanecer los monarcas reunidos nueve días
en Soria, el rey de Aragón invita a los castellanos para que
vayan a Calatayud, donde a los tres días de viaje, el miér­
coles 12 de diciembre, <<ah gran honor foren reebutz>> Jaime y
sus huéspedes Sancho IV, la reina María, <<et donna Isabel
fila sua, regina Daragó>>, habiendo acudido allí para esperar­
les <<molts rics homens Daragó et de Catalunya>> (2).
Jaime II se esmeraba en prodigar las mayores atenciones
a sus <<Karissimi soceri» y a todo el cortejo, obsequiándoles
espléndidamente. Según cuenta Muntaner, don Jaime les
ofrecía de <<totes quantes viandes e coses hom hagues ne no­
mear pogues ... tat bastant que non podien menjar nengún>>,
y las plazas estaban tan surtidas <<que tots los castellans e ga­
llegos e altres·genst moltes que hi havia sen maravellasen».
Un día comía don Jaime en la posada de Sancho, y al otro
iban los reyes de Castilla a la de su yerno, muy corteses y
afectuosos; y la <<festa era tant que tots jorns se feya, que
ac;o eran gran maravclla de vaen> (3).
Entre los festejos habría uno en verdad excepcional: las
justas del ,gran almirante Roger de Lauria que <<per honor
del rey de Castella e de la regina feu cridar taula redona

(1) M. H. E., !TI, 456, y Tarifa y la política de Sancho IV, pág. 12.
(2) Muntaner, 346. En el M. H. E., III, 458, dice que entraron en
Calatayud el "dimencres XIII", pero el 13 fué jueves. En Soria, a 8 di­
ciembre, Sancho otorg6 una merced a doña Teresa Gil (núm. 387), y una
donación a doña Beatriz Fcrnándcz su hermana, debe ser "cormana" (pri­
ma), hija del infante don Felipe (l\Is. 9378. fol. 424,. B. N.; el ms. dice sept.,
pero es equivocación, pues ese año, en Soria, sólo estuvo el mes de di­
ciembre). Ortiz de Zúñiga habla de una real carta a Juan Mathe, dada en
Soria el 14 diciembre 1291 (op. cit., 147); en todo caso debió expedirla la
cancillería.
(3) Muntaner, 347. Desde entonces Jaime, en su correspondencia con
Sancho IV y doña María, los trataba de queridísimos suegros.
10
146 HISTORIA DF. S:\XCHO JY VE CAST! LLA

a Calataym>. La expectación era extraordinaria entre la lu­


cida caballería allí congregada. El victorioso marino gozaba
de brillantísima reputación, y los castellanos, ansiosos. de
conocerle, andaban preguntando: <<¿Cuál es el almirante del
rey de Aragón, a quien Dios ha hecho tanto honor?>>, de modo
que Lauria siempre llevaba detrás como honrosa comitiva,
numerosos caballeros.
Se hicieron los preparativos del torneo, elevándose un
castillo de madera, que defendería el almirante solo contra
los que quisieran venir. Asistían los reyes de Aragón y Cas­
tilla, el infante don Juan, el pequeño don Juan Manuel, don
Diego de Vizcaya y muchos otros nobles de Castilla, Aragón,
Cataluña, Valencia y hasta de Gascuña, aglomerándose en el
campo de la liza tan enorme multitud que gr-acias·a ser invier­
no y llover un poco podían soportar allí.
Cuando todo está dispuesto, ante la espectativa general,
aparece en el campo <<un cavaller de ventura>> de buen continen­
te, muy bien arreat y aparellat; entonces los del castillo tocan
la trompeta, y Lauria sale de la fortaleza asimismo <<be arreat
e gentilment». El que tan gallardamente se presentaba a medir
sus armas con el almirante era el hidalgo murcia:no de la comi­
tiva del rey Sancho, llamado Berenguer A. Danguera, <<qui
era molt valent e ardit e dels pus bells caballers Despanya>>.
Los fieles llevan dos astas muy grandes a los rivales que
luego se lanzan en impetuoso encuentro, ostentando todo el
valor y bizarría dignos de su fama; Danguera asesta tan gran
golpe en el escudo al almirante que su lanza se quiebra, pero
al propio tiempo Roger de Lauria le hiere el yelmo que salta
de la cabeza y la lanza se hace cien pedazos. Entonces los
espectadores ven con espanto que el rostro de Danguera está
bañado en sangre; el yelmo, al. levantarse, le había despren­
dido casi por completo la nariz; pero el murciano es de tem­
ple, no se desmaya, y cuando los reyes, creyéndole muerto,
corren a su lado y luego le preguntan: <<com se sentía, éll dix
que be, e que no havie mal». Así terminó el torneo, admiran­
do todos la valentía: de tan insignes caballeros (1).
Estando en Calatayud, en medio de todas las fiestas, pro-

(1) Mnntaner, 349.


"CREXIMENT D'AMO.R ET D'AMISTAT" 147

siguen las deliberaciones políticas entre suegro y yerno, uni­


dos en estrecha alianza.
Jaime II, para resolver el conflicto de porfiada~ enemis- .
tades entre los nobles de su reino, acude a Sancho IV, quien
logra conciliarlos; el 15 de diciembre; ante el notario de Ca­
latayud y presentes ('Omo testigos don Agustín Pérez, obispo
de Osma; don Tello Gutiérrez, justicia mayor del rey de
Castilla; don Fernán Pérez Maymón, de la comitiva de San­
cho; Martín Gil de Aguilera, despensero del rey de Castilla;
y los aragoneses don Ramón de Anglesola; el almirante Roger
de Lauria; Juan de Vidaure; don Gil de Laholi, y Pedro Sán­
chez, justicia de Calatayud, declaran los principales magna­
tes que, <<como desamor et desuoluntat fuese entre los nobles
d'Aragóm>, pactan ahora <<auenencia et amor entre ellos ... por
acatamiento del muy alto et muy noble senyor don Sancho,
por la gracia de Dios rey de Castilla ... >>, prometiendo <<al dito
rey de Castiella et al moyt alto et muy noble· senor don
Jaime...>> mantener esta concordia y servir siempre bien al
rey de Aragón. Mejor no podía resultar la gestión de don
Sancho (1).
Otra intervención más seria y trascendental tendría el
rey de Castilla en los asuntos de don Jaime; sería mediador
en la intrincada cuestión internacional con Francia, la Igle­
siá y Carlos de Salerno, que titulaban rey de Jerusalén. El
monarca aragonés daba plenos poderes a Sancho IV, en cuya
discreción diplomática depositaba toda su confianza para que
.negociara libremente en su nombre lo que por bien tuviese.
A 18 de diciembre en Calatayud el castellano reconoce en una
carta que <<uos don J aymes ... rey d'Aragón nuestro yerno ...
nos diestes poder conplido que podiésemos tratar paz entrel
Papa de Roma et los reyes de Francia et de Jherusalem, en
quales quier demandas que fuesen entre nos et ellos por qual
quier razón et que auriedes por firme aquella paz que nos
tractariemos et acaberiemos, conuenible a uos>>, comprome­
tiéndose por su parte Sancho el Bravo a no acabar ni hacer
definitiva dicha paz sin voluntad y consentimiento de don
Jaime. El <<poder cumplido>> del rey de Aragón tenía dos limi-

(1) Doc. del Areh. Corona <le Aragón, perg. núm. 388 <le Jairnc IT;
Zurita, 350, hace referencia a la mediación ele Sancho [V.
148 HISTORIA DE SANCHO IV PE CASTILLA

taciones razonables; que los tratos entablados por Sancho le


fuesen conuenibles, y que no se firmase la paz ni se le obli­
gase a fir:marla sin su beneplácito (1).
Con este motivo, Sancho IV se asomaba al pleito mediterrá­
neo, ensanchando sus miras a la amplitud que le llevaba su ins­
tinto político, ambicioso de traspasar las fronteras castellanas.
A su vez el rey de Castilla, el 16 de diciembre, daba <<po­
der cumplido>> a Jaime II para <<fablar et tractar et acabar
pas entre nos et Abenyacob rey de Marruecos sobre quales
quier querellas et demandas que sean entre nos et él», com­
prometiéndose a cumplir <<qual quier pas et amor que uos
tractedes>>. Pero mientras se han de entablar las negociacio­
nes, Jaime se propone ayudar a su suegro contra el benimerín,
por lo cual el 8 de diciembre desde Soria había escrito a las
autoridades de Barcelona y a Pedro de Libiano, bailio mayor
de Mallorca, ordenándoles que avisasen secretamente a sus
súbditos residentes en dominios de Aben J acob para que sal­
gan con sus haber€S, pues por el tratado con el rey de Cas­
tilla debe apoyarle contra su enemigo el rey de Marruecos (2).
En cuanto. a Granada, el papel de Jaime se limitó a rati­
ficar los acuerdos establecidos con Sancho, dirigiendo al emir
Nazarí una carta el l.º de diciembre, también desde Soria,
asegurándole que haría mantener al rey de Castilla <<en todo
tiempo todas las posturas et los pleytos que con éll avedes
segunt son escriptas en los privilegios de las paces que vos
con éll avedes>>. Ya con el granadino se había comunicado
Jaime II por medio de mensajeros llegados a Mallorca en su
encuentro, y luego en Calatayud, ratificando la buena amis­
tad que solicitaba Mohammed II (3).
El rey de Tremecén por su parte también había mandado
sus embajadas a España y mientras una pactaba en Calata­
yud con Jaime II, la otra esperaba en Toledo el regreso de
Sancho IV para tratar con él, pues se había presentado pre­
cisamente cuando el rey marchaba a Monteagudo. Por las

(1) Núm. 390. Zurita da un sentido diferente a esta carta de San­


cho IV (fol. 351).
(2) M. H. E., III, 468. La carta de poder la publica Giménez Soler,
op. cit., pág. 31.
(3) M. H. E., III, 451 y 467; Giméncz Soler, op. cit., 26.
"CREXIMENT u' AMO.R ET n' AMISTAT" 149

cuentas reales sa1?emos que aguardaban allí mantenidos por


el monarca cristiano, pues dice que se dieron, <<al alguacil de
Tremecén et a García Gómez Truiaman et a Mahomat, por
carta del rey, para despensa de cada dia LX maravedis fata
que tornase el rey, de las uistas del rey de Aragón. Dada XX
dias de nouiembre Era de XXIX>> (1291). (1).
De este modo la paz castellanoaragonesa de 1291 abar­
caba todas las materias políticas esenciales de ambos reinos,
desde las guerras con el moro hasta el pleito de Sicilia, es­
tableciéndose una verdadera cooperación entre Jaime II y
Sancho IV. Desde ese momento la política aragonesa había
de interesar muy directamente al soberano de Castilla.
En Calatayud recibía entonces don Jaime un mensaje de
Carlos de Salerno para reanudar las negociaciones suspendi­
das porta muerte de AlfonsoIII, lo que Jaime acepta en prin­
cipio, siempre que se respeten sus derechos. También llega­
ron allí el ministro de los Franciscanos a predicar la Cruzada
y después Maestre Guillén de Mandegot, notario pontificio, que
habla a solas con el rey de Aragón, quien para mejor delibe­
rar aplaza la contestación, diciéndole que vaya luego a Va­
lencia; pero el Legado se excusa, y sin atender los ruegos del
rey, se despide (2). Quizás don Sancho ya influyese en aque­
llas respuestas dilatorias dadas por su yerno a Carlos y al
emisario del Papa, para dar tiempo a la intervención directa
del castellano con el monarca francés.
Por aquellas fechas llegaba a Calatayud un mensajero
llevando una buena noticia al soberano de Castilla: que los
benimerines habían levantado el sitio de Vejer .. Las huestes
africanas, acosadas por los cristianos, o como dicen sus cro­
nistas, porque entrara ya el invierno y careciesen de víveres,
se retiraban a Algeciras para embarcar hacia Marruecos.
Decididamente, aquel año la suerte favorecía al rey Sancho (3) ..

(1) V. pág. r6o, nota I. Cuentas, pág. LVIII. Ji. H. E., III, 451.
(2) M. H. E., III, 460. Rohde, op. cit., r2, r2. Finke, Acta, I, 12. Este
Guillermo de Manc!egoth, luego cardenal, es el canonista francés coautor
del libro sexto de las Decretales. Como es sabido, por entonces mandó pre­
dicar la Cruzada Nicolás IV, y, entre otras fuentes, lo indican los Annales
Blandinenses y los .4nn. ColmarieHSes Maiores (M. G. H. Scrip., V, 32;
XVII, 217).
(3) Crónica, 86. El Cartá.~, 393. dice que el "emir de los mttsulmanC's''
.150 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

.Los reyes de Aragón y Castilla celebran juntos las Navi­


dades, y a los trece días de estancia en Calatayud, pasados
los agasajos y regocijos, ratificada la paz, parten hacia Cas­
tilla Sancho y doña María <<pagats e alegres per la pau que
havien feyta>>, dejando a su primogénita como reina del Es­
tado que hasta entonces les fuera tan hostil (1.).
Despuésde la paz de Monteagudo y Soria, crecía consi­
derablemente el papel de Sancho de Castilla, que con acierto
y habilidad había logrado la concordia con sus vecinos y po­
día arrogarse la autoridad de intermediario y árbitro entre
los franceses y el rey aragonés.
Dice Rohde que Jaime II buscó la unión peninsular y
quiso guiar la política de Sancho; pero resultó dirigido por éste,
··acampó sobre el castillo ele V cjer y Jo asedió durante tres meses; su ejér­
l'ito salía tocios los días del campamento para correr las tierras de Jerez
y Alcalá del Río, hasta que devastó todo aquel país y llegó el invierno; en­
tonces levantó el sitio, volvió a Algeciras y pasó de allí al Mogreh'' (24
diciembre 1291 ). lhn Khaidoun, 1V, 13.1, expresa lo mismo. Ortiz ele Z(1-
ñiga (Anales de Sc11illa, 147) dice que ante las noticias del asedio ele V ejer
partieron a Andalucía el arzobispo de Sevilla, don Gutierre, y Fernán Pércz
Poncc; además afirma que entonces llegaha ele A frica Alonso Pércz Je
Guzmán (Guzmán el Rucno), tomando parte en la campaña. De esto no
clice nada Pedro <le Medina al tratar del regreso de Guzmán. en su Crónict1
de los muy e,i-celcntcs duques de Mcdin11 Sidonia, etc., 1561 (Col. Docs. lnM.
para la Historia de España, t. XXXIX, Madrid, 1861, pág. 86). Barrantcs
:\Ial<lonado sí lo indica, señalando la llegada de Guzmán a España en julio
de 1291 (llustracíoncs de la Casa de Niebla, t. II, pág. 138; .W. H. E .. t. TX,
:\[a<lrid, 185¡).
(1) Muntaner. 347. 7:urita, al referirse a lo indicado por esk cronista
respecto a los infantes ele la Cerda, le rectifica diciendo que lo tratado en la
paz de Snria "es muy contrario y diferente a lo que Raa1ón Muntaner
afirma u1 su Historia; y no se comprendieron en ella los hijos del in fantc
don Fernando, como a:llí se dice", (Anales, I, 350). Si estuvieron trece día_s
en Calatayud, y llegaron el 12 ó 13, es indudable que allí pasaron esa Noche­
huena. Acaso no estuviesen todo el tiempo en Calatayttd, pues fechan. cartas
a 16 y a 18 en esa ciudad, y el 17 otra en Cetina (núm. 389). La niña doña
Isabel quedaha en Aragón con la respetable doña María Fernández Coro­
nel, que hahía sido también ama de la reina María, como ya se ha dicho.
Parece que cuan<lo la infanta doña I sabe! tenía tres o cuat1 o años estuvo
en las Huelgas de Burgos, y con las monjas hace una petició11 a Sancho TV
sohre ciertos derechos del monasterio en la judería de Briviesca, pues a
9 diciembre r286 dice el rey en una carta: "La inffante donna Isabel mi
ffija et la ahbaclcssa del monesterio de las Huelgas de Burgos me mostra­
ron un privilegio" cte. (A. Rodríguez López, op. cit., 168 y 485). Luego
"CREXIMENT n'AMOR ET n'AMISTAT" 151

a quien por otra parte n.o le interesaba esa unión (1). Sin
embargo, al castellano sí le interesaba la unión peninsular,
como lo prueban sus gestiones para conseguirla, sólo que
desde un punto de vista muy distinto. Sancho la deseaba
para oponerse al moro y proseguir la reconquista; Jaime la
apetecía en esos momentos, como un apoyo contra sus ene­
migos en el empeño siciliano.
Al plantearse el problema diplomático entre Aragón y
Castilla, a la muerte de Alfonso III, Sancho IV estaba en
mejores condiciones que Jaime II. El aragonés subía al
trono teniendo enfrente un serio problema internacional
que resolver, ya que no se allanaba a cwnplir el tratado de

<lehió salir de allí, pues en cuentas Icemos que se da una canfrlacl "a Domin­
go Johan por carneros para casa de la Jnfante donna Isabel al tiempo que
la tcnie donna Teresa Alfoho" (Cuentas, pág. LXXXIV). Doña Teresa Al­
fonso era tía de la reina, y en 1291 cuidaba del infante don Enrique (Cuen­
tas, pág. LXXXIV); en las cuentas se dice que dieron "a donna Teresa
Alfonso XVIII varas ele Bruneta de Doay" por orden de la reina (pági­
na LXX VIII). Dofla Isabel debía tener su casa organizada ron su particu­
lar sen-icio; algunos nombres han llegado hasta nosotros, como "Beltrán
Alvarez, especiero de la reyna de Aragón; Jo han Ferrández de Zamora,
criado de la rcyna ele Aragón; Johan Pérez, espensero de la reyna de Ara­
gón" (Cuentas, págs. XXXII, XLIX). Doña María mantuvo continua rela­
ción con su hija. Ya a 30 marzo 1292 (núm. 407) Jaime II da una car.ta
para que pueda volver a Castilla sin ningún impedimento "Martinus I van­
yes, portarius maior illustrissime domine regine Castella, Karissime con­
sortis nostn· lator presencium ..." Este Martín Iháñez, portero mayor ele doña
~[aría. aparece en cuentas como recaudador de algunas juderías (Cuentas,
páginas XCIV y XCV). En m:;tyo <lcl mismo año 1292) don Jaime escri­
hía "a la amada donna Maria Ferrandez, ama <le la muyt noble donna Eli­
sahet Re) na d' Aragon et de Sicilia, mucher nuestra", entre otras cos;¡~,
agradeciéndole el "buen ordenamiento de casa de la reyna" (Reg. 92, fol. 71,
Archivo Corona de Aragón). Doña Isabel había nacido en Toro el año 1283
(Flórez, Reinas, TI, 537). La Cnín. ele Loaysa, § ST, dice que ''predicta in­
fantissa tune (cuando las bodas) esset in etate septem annorum...", lleván­
dosela Jaime ''in terram suam et eam tam decenter et honeste tractavit, sicut
decet nobilem quemlibct filiam consanguinei sui custodirc et tractare". K o
se señalan aquí las vicisitudes de la vida de doña Isabel, postc!riore~ a San­
cho l\' porque no hacen al caso, reservándonos para un c~.tmlio especial
sohre esta princesa.
(l) Rohde, op. cit.', II. Bste autor se extiende en interesante exposición
de la política de Jaime con Roma y Carlos de Salerno, tema que trataremos
en lugar oportuno, cuando en él intervenga Sancho IV.
152 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Tarascón; en cambio, Sancho no sólo estaba en buena. ar­


monía con Granada y Portugal, sino que, por el tratado con
Felipe de Francia, se libraba de sus rivales los infantes d-e la
Cerda, que hasta entonces habían sido el arma esgrimida con­
tra él por el difunto Alfonso III, de modo que ahora podía
concentrar sus fuerzas en la campaña contra el moro, ver­
dadera empresa nacional.
Jaime II, al llegar a España, había encontrado ya firmada
la paz castellanofrancesa que ha de admitir al pactar con
Sancho IV, cuya mediación con Felipe acepta en princi­
pio; por su parte el aragonés corresponde al rey de Castilla
interponiendo· su influencia en las cortes musulmanas, con
las cuales Aragón había mantenido buena amistad (1).
Los dos reyes españoles se despedían, fijados ya los pun­
tos esenciales a cumplir. Luego iremos viendo el giro que to­
man los proyectos de guerra con el benimerín y las nego­
ciaciones acerca de Sicilia.
Desde Calatayud el monarca de Castilla va a Burgos,
donde pasará los meses de enero, febrero y marzo de 1292;
en aquella ciudad firman entonces sus compromisos con J ai­
me II algunos de los nobles castellanos que habían de garan­
tizar la paz de Soria y Monteagudo, ratificando el <<pleyto et
omenage de manos et por palabra et por jura sobre los san­
tos euangelios et sobre la cruz de Nuestro sennor J esu Cristo>>
que hicieran «al dicho rey don J aymes, dentro de la uilla de
Soria>>. Así lo confiesan y declaran: <<yo el Infante don J ohan,
vasallo et mercet del muy noble et mucho alto sennor mi
hermano don Sancho ... >>; don Juan Alfonso de Haro; los ex
almirantes don Pedro y don Nuño Díaz de Castañeda, y el
Justicia Mayor don Tel Gutiérrez, ante diversos testigos,
entre los que figuran los obispos de Coria y Tuy, don Vela
Ladrón de Guevara; don Juan Alfonso, hijo de don Juan
Alfonso de Haro; don Arias Díaz; Esteban Pérez Florián; el
célebre ·montero Gonzalo Ruiz de Isla; Sancho Sánchez de
Ulloa, repostero mayor del rey; don Ruy Pérez .Ponce, maes-

(1) Giménez Soler analiza la amistad de Sancho y Jaime en sus rela­


l·iones con los musulmanes, de lo cual hablaremos más detenidamente en
él próximo capítulo. Zurita (fol. 35r v.) considera esta paz desventajosa para
Aragón.
"CREXIMENT D'AMOR ET D'AMISTAT" 153

tre de Calatrava; don Fernando, maestre de Alcántara; don


Femán Pérez Ponce, gran comendador de la Orden de San
Juan; Martín Gil de Aguilera, despensero mayor del rey, y
otros más (1).
También testificaba don Juan Núñez el Mozo, quien ya
a 21 de diciembre, en Coruña del Conde, había prometido
«a buena fe>> al rey deAragón «.:t auos don Rodrigo de Figue­
rolas su procurador et a uos notario público ... que faré et
procuraré por todo mío poder, a buena fe, sin enganno nin­
guno, que el dicho sennor rey de Castiella et sus herederos
cumplan et tengan et por siempre guarden al dicho sennor
rey de Aragón et a sus herederos todos los pleytos et compo­
siciones et todas las posturas que el dicho sennor rey de
Castiella con el dicho sennor rey de Aragón fizo et firmó en
Soria et en Monteagudo por guardar paz et uenfadero amor
pora siempre entre ellos et sus herederos>>, para lo cual había
consignado solemnemente en el documento estas palabras:
«Yo don Johan Núnnez el sobredicho obligo todos míos bie­
nes al rey de Aragón ... et esto juro sobre los Santos Euange­
lios de Dios tanniendo por mí corporalmente la su Cruz.>> <<A
esto estudieron presentes, los onrrados varones don Martino,
obispo de Astorga; don Alvaro, obispo de Mondonnedo; et
don Johan, obispo de Osma>>, con otros caballeros, como el
repostero mayor y <<Ferrant Juannez, ballestero mayor ... del
rey de Castiella>> (2).
Don Juan Núñez el Mozo, señor de Molina y de Mesa, se
asociaba así a la política de Sancho IV; pero su padre, don
Juan Núñez, señor de Albarradn, adelantado mayor de la
Frontera, exteriorizaba otros sentimientos muy distintos,
acaso porque en la paz de Monteagudo no se le había resti­
tuido su señorío de Albarracín, informándose el rey en Bur­
gos de que una vez más don Juan Núñez <<andaba bolliciando
contra él» (3).
La sublevación de don Juan Núñez tenía mucha mayor
gravedad en esta ocasión, pues hacía poco tiempo que el rey

(1) Véanse los núms. 391, 409, 60,~, 604, 605, 606, 607, 608.
(2) Núm. 388.
(3) Crón., 86. Salazar, Lara, III, 141. Con el señor de Albarracín debió
marchar a Francia su hijo don Nuño González, pues a 21 noviembre 1292
(número 438) no confirma ninguno de los dos.
154 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

le confiara el adelantamiento mayor de la Frontera, puesto


relevante, de singular responsabilidad en aquellos momentos
de guerra con los benimerines. Pero el de Lara, desenten­
diéndose de todo compromiso, se revuelve contra el soberano
en uno de sus habituales arranques de altivez (1).
Entonces Sancho el Bravo, indulgente y conciliador, pro­
cura someter amigablemente al de Lara, que se resiste, y
viendo el rey que nada consigue, manda cercar a Moya y
Cañete, que caen en su poder, siendo nombrado alcaide del
castillo de Cañete Ruy Pérez Sangarrer, con la soldada anual
de 1.500 maravedís (2).
Sancho IV recuperaba las villas que había dado a don
Juan Núñez, pero perdía la adhesión de este poderoso vasallo,
que pasaba a Francia, su segunda patria.
Por entonces, acaso algún tiempo después, llegan a Cas­
tilla dos embajadores de Felipe el Hermoso: su chambrier, el
caballero Hugo de Bouville, señor de Milly-en-Gatinais, y
maestre Juan, arcediano de Brujas. Estos personajes traen
varias instrucciones y la respuesta de su soberano a la em­
bajada que hacía poco le hubiera. mandado Sancho IV con
el chantre de Palencia Juan Fernández y el conde Federico (3).

(1) F.I nombramiento de Adelantado no lo dicen la Crónica ni Sala­


zar ;· Sl' desl·tthre en el priY. rod. de I 6 enero 1292 (núm. 395), en que apa­
rece: "Don Johan. Nunnez, adelantado mayor de la ffrontera", pero no se
sabe desde cuándo ejercía ese importante cargo, pues en el 11ltimo priv. rod.
de 1.:91 que conocemos, o sea el de 15 septiembre (V. pág. 131) don Juan
confirma como mayordomo mayor. Acaso el rey lo mandó a la Frontern
cuando supo el cerco ele Vejer. No creemos que ·c1on Juan abandonase el
campo en plena guerra, pues en enero de 1292 es aún Adelantado, y a pri­
meros de diciemhrc se habíaÍl retirado los africanos. Su revuelta quizás
fué en cuanto conoció el tratado de Soria y la cesión de Albarracín. Por
el itinerario real y la Crónica se deduce que Sancho se in formó ck los
boUicios de don Juan hacia fin de enero.
(2) La Cnfo., pág. 86, dice que cuando el rey ''yió que lo non potlía
asosegar... mandó que cercaran a Moya e a Cañete, que le avia dado, e
tumógelos". Por lo Yisto, después de las revueltas de 1289.. Moya y Cañl'lt'
continuaron en poder ele don Juan Núñcz (\'. cap. .XIII, pág. 78). Por las
Cuentas (pág. XLTI) sabemos que se pagó "por cartas drl rey et de la
reyna, a Roy Pcrez de Sangarrer, por tenencia del castillo de Cat:ntk ckl
anno <le XXX (1292) et otrosí del anno de XXXI (1293)" -:¡.ooo mr.
(3) Tenemos noticia de esta embajada por el cloc. de instrucciones qut
dió Felipe el Hermoso a sus embajadores, conservado en los Arch. Nat. de
"cREXIMENT D'AMOR ET n'AMISTAT" 155

Respecto a la negativa de don Sancho para enviar a Fran­


cia el convenido auxilio militar, alegando su guerra con los
moros, encuentra Felipe que, <<l'excusaciom> es <<assez resona­
ble», pero al propio tiempo le hace notar que como ahora
tiene tregua con los <<Sarracins>> podrá al menos indicar cuál

París, y que insertamos l'll nuestra Col. DipL (núm. 445). No tiene fecha.,
pero por su contenido se deduce que es del primer trimestre de 1292. Ack­
más este intcrl'santc documento nos informa de otras embajadas anteriores
que hipotéticamente podríamos fijar así. El verano de 1291 Sancho IV mar:­
daba a Francia al chantre de Palencia (V. cap. XIV). Lueg·o Felipe env:a
a la corte castellana (otoño 1291 ?) a Gil de Finncs y a maestre Jean Le
Duc, con los cuales le pedía la ayuda convenida (para lo de Gascuña, pro~
bablemeute), y Sancho contesta que le respondería más cumr,lidamente con
sus mensajeros. En efecto, poco después Sancho IV manda ante Felipe el
f-lermosu al chantre Juan Fernández (que ya había ido otra Yez a Francia
el verano anterior) y al conde Federico, con quienes se excusa de enviar el
apoyo militar por la guerra con los moros, pidiendo además un año de plazo
para efectuar el pago a doña Blanca. El conde y Juan Fernández llevaban
también misión ·de hablar de la paz de Arag-ón, como se cleduce <le las ins­
trucciones de. Felipe a BouYille Y al arcediano. Este "conte Fredcric". em­
bajador de Sancho IV, <lehc Sl'r el "conde Fadrico Pardo" que figura ('11
la corte castellana, cobrando diYersas sumas; en una ocasión se clan 2.000
maravedís "al conde Fredrico Pardo... por su quitación" (Cuentas, pá~:­
na XXXV). En los Linhagcns (pá¡;. 342), al hablar de los Portocarrcros, s,,
dice que Martín Fcrnán<lcz el primero Yivió en Castilla y se casó con l nt,,
Fadriqne, hija del Conde Fadriquc !'ardo de J,0111bardía. Este i\Iartín Fcrná11-
dez era sobrino del Portocarrero que murió en 1289 al servicio de San­
cho IV (\". t. 1, pág. 233). Acaso la embajada del conde y Juan Fern.índt'z
salfose de Castilla para Francia a fines de 1291 o principios de "l:::92. cks­
pués del tratado de Soria, que Sancho se apresuraría a comunicar al fran­
. c~s para evitar cualquier rozamiento. En cuanto a Rouville y maestre Juan,
creemos que fueron recibidos por Sancho, en Burgos, antes de abril de 12Q2.
Hugo de Bo~1ville figura mucho en el reinado de Felipe l\', como consc­
_i<cro del rey, Jo mismo que bajo Luis X. En la Bnrnc/1c. en las crónicas y
rnentas francesas se le menciona reiteradamente (Rcc. hist. Francc, X X,
s8r. 612, 6<J7, y XX lT. 104, 150, 290, 298, 402. 536, 719, 764, 772). F.n las
Cuentas <le Castilla Icemos: "Por Alvalá del Abat de Vdladolit dicrr,n
carta a don Yugo que sacase X cahallos fuera del regno. e este don Y11,_..o
es camarero del rey de Francia" (pág. LXXX\'IT); se trata indudabk­
mentt del chambrier Hugo de Rouville. No sabemos si el dato de las Cuen­
tas se refire a la época de esta embajada, pues la cuenta es de septiembre
de 1293. El documento de las instrucciones de Felipe IV empieza recomen­
dando afectuosas frases de salutación para el rey ele Castilla, su pariente
y amigo de quien mucho fía y cuya salud y huen estado siempre desea;
156 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

ayuda y en qué tiempo se la .mandará, para según esto <<son


fet ordenen> (1). ·
En cuanto al plazo de un año que había solicitado San­
cho para hacer los <<paiemenz>> a <<madame Blanche>>, responde
Felipe que aún no le ha contestado ella <<plainemenb>, pero
que en todo caso él adelantará lo necesario.
El tercer punto que habían planteado los mensajeros de
Sancho IV se refería a tratar paces, <<entre le roi, monsieur
Challes (Carlos 11), et l'Eglise et Jame d'Arragón>>, a lo cual
no se muestra reacio Felipe IV, diciendo que <me peut nier
que Jame d'Arrago ne soit ses cousins>>; en principio acepta,
siempre que sea en manera honrosa para él, y añade muy
cordial para Sancho que <<ne se deffié pas du roi de Castella>>.
Esto era precisamente lo que pretendía el rey Bravo: que Fe­
lipe no desconfiara de él después del tratado con Jaime 11.
Luego, los mensajeros franceses <<par lettres plus secrees>>,
rememoran <<les paroles que li rois de Castelle dist au roi
nostre seigneur a Bayone>>; estas palabras aluden a la <<gran
amistie conjouit», y a que como <<per l'aloignement des terres
nous ne nous pouos ensamblereon si comme nous desirrons,
et mestier seroit», han de prevenirse contra las acechanzas
<<des granz hommes>>, tan inclinados a <<procurer les enemis­
tieZ», por lo cual había dicho: <<ie vous pri que seaucunnes
paroles mauveses vous soint per auenture recontees de nous
que vous rieles creez pas>>, sino que envíe antes a informarse
de la verdad, <<et nous de vous aussi ferons>>.
El recuerdo de esta frase, pronunciada por Sancho hacía
dos años en Bayona, encierra sin duda el secreto de una alu­
sión. Acaso se trate de don Juan Núñez de Lara, <<grand
homme>>, a cuyo inquieto espíritu no le repugnaba <<procurar
enemistades>>; el descontento magnate, fugitivo de Castilla,
¿diría al rey francés <<paroles mauveses>> contra Sancho IV?;

luego hace historia de las embajadas anteriores, lo cual nos ha guiado para
reconstruir las relaciones diplomáticas entre Castilla y Francia desde d
verano de 1291 a la primavera .de 1292. Daumet (op. cit., u2-3) hace refe­
rencia a este documento, pero no lo publica.
(1) Núm. 445. Probablemente el monarca francés, poco informado de
los asuntos castellanos, pensaba en las treguas pactadas con Granada, sm
advertir que el peligro para Sancho estaba actualmente en Marruecos.
"cREXIMENT n'AMOR ET D'AMISTAT" 157

puede ser, y por eso Felipe, antes de darle crédito, manda­


ba (<Sauoir la certenm~nte>) (1).
Otros capítulos de la embajada de Bouville y el arcediano
se relacionan con las quejas de Sancho acerca de ciertas in­
trigas de doña Blanca, a quien el monarca de Francia está
dispuesto a reprender <<sanz dilación>>, si el castellano puede
<<SUS ces choses enformen>.
Acerca de los desterrados <<du roiaume ·de Castelle>> que
solían refugiarse en l.1 región navarra, manda decir Felipe
que ya había remitido al <<gouverneur de Nauarra>> copia de
la <<composición>> para que los expulsase; aquí hay otra en­
-cubierta referencia a don Juan Núñez, por ese tiempo emi­
grado de Castilla. Sobre este punto de los <<banniz et des
horzmis'>, el rey francés piie al castellano le aclare si <<ceus
qui sont auec Monsdgneur Alfonz>> de la Cerda también están
incluidos en .el tratado, y entonces «les ferá mettre horz>>;
sólo hace presente que monseñor Alfonso suplica le dejen a
su lado tres o cuatro de su intimidad, de aquellos que le
criaron. ¿Sería este un subterfugio para rehuir la expulsión
de don Juan Núñez, tan adicto a los infantes de la Cerda,
confiados a su custodia el año 1275 por el padre moribundo?
El punto más importante para Sancho entre los presen­
tados por Bouville y su compañero, era sin duda la noticia
de que Felipe IV había enviado a la cort~ de Roma <<au seig­
neur de Harecort, au seigneur de Chastillon et a Monseigneur
Pierre Flote>> nada menos que <<a procurer la dispensación du
roi et de la reine de Castelle>> (2).

(1) Núm. 445. Creemos que si don Juan Núñez en persona no pasó a
Francia inmediatamente después que supo el tratado de Soria, al menos
a.ie!?.ntó mensajeros informando a Felipe tendenciosamente, puesto qut> por
t'ntrnces andaba bolliciando contra Sancho. La Crónica, pág. 86, habla de
los recelos del rey ante la marcha de don Juan Núñez a Francia. (Véase
la pág. 164, nota (2).)
(2) Nítm. 445. Las instrucciones de Felipe IV recomiendan a sus em­
bi.j1tdores "In primus" la salutación de rúbrica, muy afectuosa, y el amm­
cio de que había mandado "ad sedero Apostolicam" "espedales nuncios"
"per despensatione matrimonii". Pedro de Flota es el célebre personaje que
Juego tendría tanto relieve en la famosa cuestión entre Bonifacio VIII y
Felipe el Hermoso; sobradamente conocido no es preciso que señalemos
aquí todas las menciones que hemos hallado de su nombre en las crónicas
medievah.!S francesas ~ italianas. Interviene en diversas embajadas. En este
158 lllSTORJA DE SAXC!-10 IV DE CASTILLA

Sobre esta cuestión de inmenso interés para Sancho y


doña María, los mensajeros franceses expresan <<a la Roinne
de Castella de par de Madame la Roinne>> de Francia, senti­
mientos muy afectuosos, asegurándole que <<elle - la reina
Juana-touiurs fert e ferá a pres de votre dispensación>>, todo
cuanto pueda; María de Molina, agradece efusivamente estas
manifestaciones .Y por su parte hace protestas de que influirá
siempre con su marido para que mantenga «l' amour et la pes>>.
Después de escuchar a los embajadores franceses, don San­
cho da sus contestaciones, que ellos anotan para trasmitirlas
al rey Felipe. Sobre el punto esencial para Felipe et Hermoso,
o sea el apoyo militar, ofrece Sancho mandar una embajada,
pues de momento no puede <<certain responsse faire>>; el rey
francés aunque <<eust esperance de s'aide auoin> tendrá que
resignarse al aplazamiento, puesto que Sancho dice, con ra­
zón, que no tiene treguas ningunas con los benimerines.
Respecto a doña Blanca, agradece los buénos oficios de
Felipe IV, pero manifiesta que por ciertas hostiles maquina­
ciones de su cuñada <<ne l'i est de rien tenuz>> a pagar, como
le demostrarán sus mensajeros; además, los mismos Bouvi­
lle y maestre Juan afirman que Sancho, <<nous montré molt
de letres et d'estrument que elle ci 1i auront auoient an con­
c;oie an Espagne contra fü.
Luego, sobre las.palabras pronunciadas en Bayona, dicen
los mensajeros franceses que <<li rois si records bien de ces
paroles et bien de i1 que s'antanción estoie de garder ferme­
ment la pais et la composicióm>, exponiéndoles además sus
motivos para pactar con Jaime de Aragón, a quien declara
Sancho que estará unido si <<se meist an bon estat an vers
l'Eglisa de Rome et an vers le roi de France>>, pero en el caso
contrario, asegura que será su <<plus grios anemis>>.
El rey de Castilla justifica su alianza con Jaime II, ex-

documento de las instrucciones (núm. 44.=;) se habla "du mariage de la sereur


de Roí c!ont Ji Rois de Castellc le rcquist", sobre Jo cual Felipe manda res­
ponder que como ''tant tardee la response", no hizo nada, pues podría en­
torpecer "l'autrc dispensacion (la de Sancho y :\faría, sin eluda) que conuen­
droit estre requise". Sin embargo, sobre el ''mariage" dice que no ha
iniciado "autrcs trctiez". No sabemos para quién solicitaba Sancho la mano
dt· la princesa de Francia.
''cREXlMENT D 0AMOR ET n'A~IJST/,1'" 159

plicando a los enviados de Felipe el Hermoso que si estipuló


«le mariage>> de su hija con aquel soberano, fué <<premierment»
porque <<li sarradinz estoient entré an sa terre>>, y Jaime po­
dría haberse aliado con ellos, de lo cual <<grant domage li
peust venir»; <<l'autre, per les anfants le roi de Secilla>>, los
tres hijos de Carlos de Salerno, prisioneros del aragonés que
correrían así peligro de ser <<mis an manis de sarradenis>>;
«l.' autre>> que como Jaime II era primo hermano de Sancho
y del rey de Francia, sería <<gran domage ... a la cretienté et
gran vilenie et gran reprouiche a contre son linage>>, si se
aliase con los <<anemis de la foi contre les crestians>>. Por otra
parte, Sancho IV afirmaba que antes de <<auoir tratie duma­
riage i1 vaust estre admis que i1 feroit sa volonte>> en sus re­
laciones con la Iglesia y el rey de Francia, <<et mil d' autres
resons>>. Los mensajeros franceses concluyen muy satisfechos
de la actitud del rey castellano, y hasta quedan convencidos
de que el Tratado con Aragón lo <<auoit feit-Sancho IV-a
l'amour de bien, et de l'Eglise de Rome, et du roy de Fran­
ce>> (1).
· Por último, el chambrier y el arcediano, al consignar su
diálogo con el monarca de Castilla, dicen, traduciendo del
castellano al francés, que Sancho exclamó: <<je ne sui pas si
fou que je voulle perdre le roi (de Francia) et l'Iglise deRome
per celi d'Aragóm>, frase que resume el pensamiento político
de Sancho en ese instante. Pero el rey castellano, buen po­
Jítico, que dice no será tan loco de perder la amistad de Fe-

(1) Núm. -H5· Como \Tmos. Sancho argumentaba siempre la paz en­
tre Felipe y Jaímc, principalmente sobre el parentesco. En cuanto a la ex­
cusa para enviar el contingente mílitar a Francia era evidentemente justi­
ficada, pues ya sabemos que desde principios de 1291 se habían agriado las
relaciones entre castellanos y benimerines. Lo que resulta realmente exa­
g-erado es el -impuesto de que pudieran caer en manos del infiel los hijos de
Carlos de Salemo; Sancho, desde luego, no lo creía, pero le pareció una
razón grata a los franceses para alegarla en su favor al justificar el Tra­
tado con Aragón. Al rey de Castilla no se le ocultaba la enorme dificultad ele
su situación pactando alianzas con dos potencias enemigas entre sí, y por
n,0 extrema su habilidad diplomática. Sancho rechaza además ante los
mensajeros franccs<'S cierta calumnia que por lo visto hahía llegado hasta
Felípc IV sobre una supuesta conquista <l<' Navarra por los reyes de Ara­
gón y Casti11a, diciendo que esas gentes, propaladoras ele "ces paroles",
para romper la "honne amitic", "ont mentí malement".
160 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

lipe el Hermoso, tampoco está dispuesto a renunciar a la de


(lceli d'Aragóm>, su poderoso yerno, y procurará mantener el
equilibrio usando sus prerrogativas de mediador amistoso y
neutral.
Hugo de Bouville y maestre Juan parten de Castilla, lle­
vando a Felipe buenas impresiones de su conversación con
Sancho IV.
También por ese tiempo atiende Sancho a los enviados
de Tremecén, que le esperaron pacientemente mientras andu­
vo en sus negociaciones con Jaime II; el rey castellano acepta
los pactos con Otsmán de Tremecén, cuya enemistad tradi­
cional con los benimerines es circunstancia muy provechosa
para Castilla. Los moros debforon presentarse al rey en Bur­
gos el mes de marzo de· 1292, pues en las cuentas se habla de
«III meses que ellos estudieron en Toledo, que fueron diciem­
bre, enero et febrero>> (1).
Entretanto, el tiempo corría, la Semana Santa se apro­
ximaba, y el piadoso don Sancho, deseando visitar el san­
tuario de Villalcázar de Sirga, lugar de su predilecta devo­
ción, se dirige a Carrión de los Condes por cuarta vez en
época de Cuaresma durante los ocho años que Ueva de rei­
nado; en Carrión focha algunas cartas los días 1. o y 2 de abril,
que son martes y miércoles Santo. Quizás el soberano espera
allí la Pascua en recogido retiro implorando la ayuda divina
para coronar con el éxito sus proyectadas empresas, ahora
que la nave de su reino parecía tomar un rumbo más se­
guro (2).

(1) Véase atrás, pig. 148. En Tarifa y la política de Sancho IV (pági·­


nas 17-18) tratamos de esta embajada, identificando al "alguacil del rey
de 'fremecén'', que mencionan las cuentas de 1291, con el Aben Beridi (an­
tiguo servidor de Otsman), de que habla .Aben Jalclun, enviado a Castilla
por el emir de Tremecén después que el granadino se alió con Sancho, en
mayo de 1291. Véase también adelante, pág. 170. Por la misma razón que a
Sancho le convenía la unión con el rey de Tremecén, a éste le interesaba
la amistad de los cristianos, y por eso la solicitaba. Así tendrían al beni­
merín entre dos enemigos.
(2) La Crónicci (pág. 86), con gran exactitud cronológica dice que "don
Sancho vínose para Carrión" en época que se deduce claramente ser fin de
marzo; en efocto, el 29 de marzo, en Carrión, da el rey una carta a Cuen­
ca (Arch. M. Cuenca), y allí mismo otorga otras en abril, el 1.º, a la abadía
de Husillos (núm. 410), y el 2 1 a la catedral de Oviedo (núm. 4u). San-
"CREXIMENT n' AMO.ll ET n'AMISTAT" 161

Después de aquel breve reposo,· don Sancho ha de ponerse


en actividad, pues los preparativos para la empresa guerrera
contra el moro iban ya muy adelantados, y su presencia sería
precisa en tierras andaluzas. Mas antes de partir, el soberano,
·atento a todo, decide mandar su prometida embajada al rey
Felipe; el castellano tiene especial interés en conservar el
fuego sagrado de esa amistad y en plantear la cuestión ara­
gonesa, ejerciendo ya su derecho de mediador, conferido por
Jaime II y aceptado por Felipe el Hermoso.
Por otra parte, Sancho quiere ratificar ante el francés sus
argumentos justificativos del tratado con Jaime II, que no

cho IV estuvo en Cuaresma o Semana Santa en Carri6n los años 1288,


1290, 1291, 1292, según consta por documentos fechados allí. En Burgos, el
año 1292, Sancho IV concede las siguientes mercedes: en enero, el 7, al
monasterio de la Vid (núm. 392); el 12, a San Pedro de Arlanza (nú­
mero 393); el 14, al munasterio de Oña (núm. 394) ; el 16, a San Pedro de
Arlanza {húm. 395) ; el 25, a San Cristóbal de Ibeas (nítm. 396) ; el 26, a
San Esteban de Ribas de Sil (núm. 397) ; el 28, sobre la judería de Al­
belda (B. A. H., XXVIII, 483). En febnro, a 1.0 , en el Palacio de las Huel­
gas de Bi,rgos, la reina otorga una carta haciendo cambio de Astudillo y
otros lugares con doña Juana Gómez de Manzanedo, mujer que fué del
infante don Luis (Salazar, !.ara, III, 475). El rey da allí, el mes de febrero,
sus cartas a Murcia, el 1.0 (Indice. Ms. 13072, fol. 197 v.); el 4, al monas­
terio de Oña (núm. 398); a la catedral de Burgos (núm. 399), y al monas­
terio de San Salvador de Sotillo (Minguella, op. cit., I, 639); el 10 apro­
bando la venta que hizo la reina a doña Juma Gómez (Salazar, Lara, 111,
155, 475); el 12, al monasterio de Nájera (T. González, Privs. Corona Cas­
tilla, V, 88); el 15, a San Salvador de Penilla (núm. 400); el 17, sobre
términos del lugar de Tinieblas (Rodríguez López, o¡,. cit., 484); el 20, a
la catedral de Coria (Arch. del Cabildo eclesiástico de Coria, nota que debo
al archivero señor Núñez); el 22, a los caballeros de Illescas (nítm. 402),
y al concejo ele Salinas de Añana (núm. 403) ; el 24, a la Orden de Ca­
latrava {Escrituras de Calatrava, A. H. N.); el 25, a S. Zoil de Carrión
número 404). De marzo, en Burgos, son las siguientes cartas reales: el 1.0 ,
al concejo dli Dueñas (T. González, op. cit.); el 2, a Alcalá (Azaña, His­
to1·ia de Alcalá, pág. 162); el 3, a la catedral de Burgos (núm. 405), a San
Antón de Ca~trogeriz (núm. 4o6) y a los recaudadores de la renta "de su
alcazar de Attila", sobre merced a la iglesia de San Vicente de Avila (Ariz,
Historia de Avila, tercera parte, fol. 19); el 22, a don Martín, obispo de
Astorga (Ms. 9378, fol. 178 v., 193 v., B. N.); el 26, a Alcalá (Arch. M. Alca­
lá); el 31, en Burgos, al obispo don Martín, de Astorga; probablemente esta
carta es de cancillería, pues en esa fecha estaba ya en Carrión, como vi­
mos arriba.
11
162 HISTORIL\ DE SANCHO IV DE CASTILLA

conceptúa contrario a la paz de Bayona, puesto que allí se


habló de Alfonso III, y nada fué previsto respecto a sus su­
cesores (1).
Como los temas a debatir son delicados, Sancho el Bravo
pone especial esmero en la elección de sus embajadores, de­
signando a su leal amigo don Gonzalo, arzobispo de Toledo,
cuya experiencia en las negociaciones castellanofrancesas
nos es conocida, al juez de la Corte, Pascual Martínez de
Cuenca, y a su médico, maestre Nicolás, personaje que había
ganado confianza .en la Cámara regia (2).
Maestre Nicolás, aparte de sus prendas personales, tenía
la ventaja de saber francés, pues como todo buen <<físico>> de
entonces, que en algo se apreciase, había ido a Montpellier
para estudiar la medicina en aquella acreditada Universidad.
Por cierto que los trovadores aluden irónicamente a la
ciencia médica adquirida por maestre Nicolás en Montpe­
llier, comentando sus aficiones poéticas, y hasta sus conoci­
mientos de los instrumentos musicales.

<<Maestre Nicolas, a meu cuidar


.e muy bon físico por non saber
él as suas gentes ben guarecer
mais vejo-lhi capelo d'ultramar
e traj'al uso ben de Monpisler;
e latín, come cual clérico quer,
entende, mais non-no sabe tornar.
E sabe seus livros sigo trager:
come meestre sabe os cantar:
quisá non sabe por eles leer,

(1) Según la Crónica (pág. 86), don Sancho aceptó la paz con Ara­
gón "teniendo que non erraba al rey de Francia pues el pleito suyo era
contra el rey don Alfonso e non con otro ninguno". Luego dice que el
monarca de Castilla mandó esta embajada al rey de Francia para "contar
por cual razon pusiera el pleito con el rey don Jaymes de Aragon, e que
lo non pudiera escusar segund los fechos estaban pero que su voluntad era
de guardar el amor e el pleito que avía puesto con él":
(2) La Crónica sólo nombra al arzobispo don Gonzalo diciendo que le
acompañaban "otros omes buenos", pero por Loaysa (pág. 34) sabemos que
estos omcs buenos que iban con don Gonzalo eran "magistrum N icholaum
mediettm simm et Paschasium Martini, curie su.e judiccn", nombres que
también nos dan las Cuentas (V. pág. 164, nota (2).)
"cREXIMENT D'AMOR ET o'AMISTAT" 163

maís ben vos dirá quis quanto custou,


todo per conta, ca el x'os comprou,
ora veede se a gran saber!>>. (1).

Según la picante sátira del poeta, maestre Nicolás, soli­


citado <<per condes e reyx>>, que era buen médico por no saber
curar, tampoco podía traducir del latín, aunque lo entendiese,
y conta:ba hasta seis <<per astrolomia que aprendeU>>.
Adt:más presumía de sus estudios en el Extranjero llevan­
do el bonete oriental y el traje a la moda de Montpellier; y
su saber estaba en los libros que traía consigo, pues aunque
no los leyese, los había comprado.

«E outras artes sab'él muy melhor


que estas todas de que vos falei:
diz das luas como vos direi
que x' as fezo todas Nostro Senhor,
e dos estromentos diz tal razón
que muy ben podi en elis fazer son
todo ome que enseja sabedor>>.

La semblanza humorística, mordaz, apuntaba a un per­


sonaje sobresaliente de la corte que a través de la burla se
nos presenta como un médico presuntuoso, que se jactaba
(1) Cancionero Vaticano, ruó. Tomo la transcripción de C. Michaelis
de Vasconcellos (Canc. Aj1,da, II, 536); esta autora cree que el maestre
Nicolás aludido en la trova no es el mismo médico de Sancho IV, fun­
dándose en circunstancias de coincidencia con Pero García d' Ambroa, lo
qne daría, para ella, una época anterior; sin embargo, en nuestro sentir,
no hay contradicdón cronológica; además, el maestre Nicolás médico, no­
table en esa época, es el amigo de Sancho IV. Acaso sea el mismo "pri­
vado" del rey Sabio, "que decían maestre Nicolás", mencionado por la
Crónica en una escena del final del reinado de Alfonso X (ed. cit., pág. 65).
En 1294 Sancho IV le llama "Magistrum Nicholaum, medicum ac consilia­
rum nostrum" (Daumet, op. cit., 213). En cuentas consta que se dieron
unas varas de tela "a un orne de Maestre Nicolas et a otro de don Abrahem,
físico", también médico de la cámara (Cuentas, pág. LXXVIII). Luego,
muerto Sancho IV, maestre Nicolás sigue sirviendo lealmente a doña l\faría
(Crónica Ft'rnando TV, 130. Benavides, 65, 66, 67. Doc. núm. 456 del Ar­
chivo Corona de Aragón). En 1306 Fernando IV decía: "sabedes como el
rey don Sancho mi padre, que Dios perdone, dio por eredat a maestre Ni­
colas, mi fisico" ciertas rentas (inserto en doc. Enrique TV. Leg. 3, Arch.
Huelgas de Valladolid).
164 HISTORIA DE SANCHO IV OE CASTILLA

de comprar libros y entender de música y poesía; maestre


Nicolás, por lo visto, era un físico literato, muy conocido
en los círculos cultos donde tenía sus enemigos.
No sabemos si las chanzonetas trovadorescas reflejan
algo de la reputación profesional del galeno cortesano, pues
siempre fué achaque de escritores brom-ear con los médicos,
más hábiles, al decir de ellos, en matar que en curar; pero,
si como médico oficial-<muestro físico>>, lo llama Sancho IV­
fuese más teórico que práctico, lo que ignoramos, en cambio
como persona tenía el aprecio del monarca, que le nombra
su embajador en esta delicada misión cerca del rey francés.
Maestre Nicolás era sin duda hombre discreto, de espíritu
cultivado, amante de las letras y las artes, que serviría leal­
miente al rey, haciéndose acreedor a la estimación de la fa­
milia real. Un año después, Sancho IV, <<por fazer bien et
merced a maestre Nicolás, nuestro físico, et por s·eruicios que
nos fizo et faze>>, le daba como recompensa unas rentas en
Cabezón, cerca de Valladolid (1).
La embajada castellana emprende el viaje a Francia en
abril de 1292, invirtiendo en sus gastos la buena suma de
30.000 maravedís que, según las cuentas, dió m:1.estre Gon­
zalo, abad de Arvás, <<para la despensa del arzobispo de To­
ledo, et de maestre Nicolás, et de Pascual Martínez de Cuen­
ca, que iban a Francia>> (2). Mientras el arzobispo, el mé­
dico y el juez van camino del Extranjero por las rutas del
Norte, don Sancho ha de emprender la marcha hacia el Sur,
donde le aguarda el azar de la guerra.
Aquella primavera de 1292, en el balance político del reino
castellano, la fortuna marcaba signos lisonjeros. Las alian­
zas con Francia y Aragón disipaban para Sancho IV el pe­
igro de los infantes de la Cerda, y por los tratados con Por-

(1) Núm. 476.


(2) Cuentas, pág. XXIX. La Crónica sitúa la salida de esta embajada
aproximadamente en abril, y dice que la motivó el temor del rey a las ma­
quinaciones de don Juan Núñez, pues en cuanto "don Sancho supo commo
don Juan Núñez se iva para el rey de Francia, mandó al arzobispo don
Gonzalo ... con su mandacleria al rey de Francia..." Estas palabras de la
Crónica nos dan a entender que Sancho recelaba de su descontento vasallo.
Quizás el arzobispo partiese a fin de abril, después del Concilio provincial
convocado en Valladolid para 21 abril 1292 (V. el cap. XVI, pág. 172).
"CREXIMENT o' AMO.ll ET o' AMISTAT" 165

tugal, Granada y Tremecén, adquiría el necesario sosiego que


le asegurase libertad de acción en la lucha con los moros.
Entre todos los sucesos ocurridos en los últimos seis me­
ses, se destaca la paz de Soria y Monteagudo, acontecimiento
que Sancho IV reputa culminante y d€sea señalar en los pri­
vilegios rodados como había conm'=morado en 1290 la paz
de Bayona, fechas trascendentales de su reinado. Por eso, el
año de las negociaciones iniciadas por <<creximent d'amor et
d'amistab>, y que tuvieron como remate la unión de los dos
reinos peninsulares con los vínculos de un proyecto matri­
monial, es rememorado por el rey Sancho en sus diplomas
solemnes con estas concisas palabras: <<En el anno que el rey
don Jaymes de Aragón et de Sicilia casó en Soria con la
reyna donna Isabel, ffija del rey don Sancho>> (1).

(1) Núm. 395 y núm. 438, entre otros. Además, durante ese año, al
encabezar los privilegios rodados, en la enumeración de los hijos, nombra el
rey inmediatamente desp1.1és del heredero a "la reyna donna Isabel de Ara­
gon et de Sicilia, n1.1estra fija". La infanta doña Isabel no había vuelto a
ñg1.1rar en los privilegios desde que en 1285 nació don Fernando, heredero
varón. Al año sig1.1iente de la conmemoración ya no se la vuelve a incluir.
Loaysa (pág. 34) dice, hablando del tratado de Soria: "Et deinceps viguit
integra pax et amor inter reges predictus usque ad obitum regis Sancii
prelibati.''

Las variantes c¡ue se advierten desde el último privilegio rodado que


conocemos de 1z91 (15 septiembre. V. p~g. 131) hasta el de 16 enero 1.292
(número 395) son: la aparición de doña Isabel entre los hijos del rey
(V. pág. 150, nota (1); la confirmación de don Juan Núñez de Lara como
adelantaco mayor de la Frontera (V. pág. 154, nota 1); la falta de don
García Fernfodez de Villamayor (V. cap. XIV, pág. 131), pero no por
haber fallecido, pues a 8 y 23 mayo 1293 vuelve a confirmar (Martín Lá­
zaro, Col. Dipl. Béjm·. pág. 21, y núm. 484); a 4 octubre 1293 (núm. 499) y
a 30 noviembre 1293 (Arch. C. Santiago, Tumbo B, fol. 130 v.) no confirma
don García Fernández de Villamayor, pero aparece de nuevo a 12 noviem­
bre (Arch. C. Toledo, I, 12, 1-7), a 20 enero 1295 (Bulario de Ord. Santia­
go y A. H. N. Ceptin, cax 2o8, núm. 1) y 25 abril (núm. 594); luego pro­
sig1.1e confirmando en los rodados de Fernando IV. Ignoramos la causa de
esas intermitencias en las confirmaciones de Villamavor durante el rei­
nado de Sancho IV: no pueden atribuirse a posible adhesión a don Juan
166 HISTORIA DE SANCHO IV PE CASTILLA

Núñez, pues no siempre coinciden con las revueltas de este magnate. Debe
tratarse ele motivos personales. A 16 enero 1292 falta don Fernán Pérez
Ponce, probablemente por ·haber muerto en la guerra con los moros ( véase
página 144); entre los leoneses falta también don Juan Fernández, Cabe­
llos de Oro, a quien ya conocemos (t. I, pág. 221). Como a este privilegio
rodado le falta la meda donde se inscriben el mayordomo y el alférez, no
sabemos quiénes lo sori a 16 enel'o 1292, pero Jo más probable es que siga
siendo alférez don Alfonso, el hermano de la reina, y que la mayordomía
la ocupe Cabellos de Orn, razón por la cual no figura en la columna de lo,
leoneses. A 21 noviembre de ese año (núm. 438) estos dos personajes des­
empeñan los referidos cargos. A 16 enero 1292 vuelve a confirmar don Juan
Alfonso de Alburquerque (V. págs. ro6, 107, n5). De 1292 no tenemos otro
privilegio rodado posterior a 16 enero hasta uno de 21 noviembre (rní­
mcro 438). que ya corresponde a otro capítulo.
CAPITULO XVI

LA RECONQUISTA

1292

(Abril - diciembre)

El año 1292 repercutía en Castilla el atabal guerrero. Los


vasallos de don Sancho, en todo el reino se alistaban para
.la guerra, que, plagiando al enemigo, podría llamarse Santa,
pues estaba en el corazón de todos los castellanos, enardeci­
dos siglo. tras siglo con el fuego inextinguido del viejo y glo­
·rioso ideal.
La guerra con el moro era como misión sagrada, ungida
con el solemne prestigio ultraterreno de una postrera volun­
tad, trasmitida a las generaciones jóvenes por las generaciones
que morían, manteniéndose a través de los tiempos la pode­
rosa llama que tenía el misterioso influjo irresistible de un
deber incumplido.
La guerra tradicional, la herencia de los remotos caudillos
.astures, hallaba siempre acogida entusiasta en los pechos
cristianos; el clero veía en ella la glorificación de la fe; los
nobles, la satisfacción de su pundonor guerrero de hidalgos
militares, y el pueblo, en general, cifraba en ella sus anhelos
patrióticos. Los concejos de León y Castilla, que buscaban
siempre exenciones y privilegios, en muchos casos, sin em­
bargo, no se excusaban de ir en hueste, dar acémilas o nume­
rario si se trataba de guerra con los moros (1).

(1) En diversos documentos se encuentra esta excepción, como por


ejemplo, en el de 5 noviembre 1288 (núm. 220), "nunqua usaron a dar aze-
168 HISTORIA DE SANCHO IV PE CASTILLA

Todo esto, sin contar con los estímulos materiales, de lu­


cro y de botín. Así, pues, los monarcas de Castilla, que llega­
ran a penetrarse de los intereses y aspiraciones del pueblo,
tenían marcada la ruta de su política; por tanto, puede de­
cirse que Sancho IV interpretó el sentir nacional, y paso a paso
fué venciendo obstáculos hasta llegar al verdadero fin que el
destino parecía señalar a los reyes de la Castilla medieval.
Al empezar el año 1292, Sancho IV, libre al fin de apre­
miantes preocupaciones, firmada la paz con Francia, Grana­
da, Portugal, Aragón y Tremecén, podría consagrarse de
lleno a la empresa que venía proyectando hacía un año. Las
correrías de los marroquíes por Jerez en la primavera de 1291,
la victoria naval castellana aquel verano, el infructuoso cerco
de Vejer por los infieles el pasado otoño, eran sólo como
amagos de más seria contienda, para la cual don Sancho se
preparaba con acendrado celo.
Concluidas las treguas de 1285, rotas las hostilidades
en 1291, castellanos y africanos se encontraban otra vez
frente a frente. Era la gran porfía. Aben J acob ambicionaba
ganar tierras al monarca cristiano, y éste pretendía rescatar
del infiel las plazas que todavía ocupaba en la península. Era
la eterna pugna, la lucha secular que el sino parecía trabar
nuevamente entre los dos rivales (1).
Sancho el Bravo, humillado en 1285, vivo en su memoria el
cruel recuerdo de aquellas devastaciones, forjaba ya la espada
de las venganzas. El soberano de Castilla va a continuar la
misión de sus antecesores. En 1292 la reconquista se reanuda.

mita ssinon quando los reyes fazian hueste sobre moros". El motivo de
guerra con los moros justificaba en muchas ocasiones las extralimitaciones
de los recaudadores, que cobraban la "fonsadera" (tributo de guerra) "por
fuerza", sin respetar privilegios. Naturalmente tamhién se dan siempre
casos de excusa; parece es de este año la orden del merino mayor de Cas­
tilla para que en determinados lugares no se recaude la fonsadera (núml!­
ro 425). A 18 octubre 1292 el concejo de Palencia acordaba no retrasar
el pago de tributos y entregar todo "atan bien de los pechos de las fonsa­
deras... " (núm. 435)
(1) Recuérdese lo que se ha dicho de las relaciones con los benimerines
en los caps. III, VIII (pág. 179), XIV y XV. Todos los antecedentes in­
mediatos nos demuestran que Sancho proyectaba la campaña con antici­
pación.
(Foto. G6mez 1ltw1eno.)
C.apí1el del claustro de la Catedral de León. Esa reina puede ser
dolla Maria de Molina. según opinión del señor OómH Moreno.
LA RECONQUISTA 169

Si al comenzar su reinado Sancho IV se vió abrumado


por la invasión· de Aben J ucef, qU:e superó sus resistencias,
ahora se precavía cautamente disponiéndolo todo con tiempo
y calculada previsión. El rey de Castilla había apaciguado
las revueltas internas, tenía asegurada la tranquilidad en sus
fronteras, contaba con el mejor almirante de la marítima re­
pública de Génova; en los puertos de Castilla, Asturias y Ga­
licia se armaban nuevos barcos; Jaime de Aragón se había
obligado a auxiliarle con jinetes o galeras en caso de guerra;
los prelados en Medina del Campo prometieron su apoyo pe­
cuniario y los tributos de guerra se recaudaban en Castilla
y León, más otros servicios especiales que Sancho pediría a
sus vasallos <<por razón que lo auía mucho mester» para la
campaña contra el moro, <<que era gran seruicio de Dios et
pro et guarda de toda nuestra tierra>>. La voz del rey era
escuchada y coadyuvan a la lucha contra el moro, obispados,
monasterios, behetrías, concejos, grandes señores, órdenes
militares, cuantos representan algo en las energías del país (1).

(1) Véase Tarifa y la política de Sancho IV, págs. 20, 101; en la pág. n3
se publica el documento de 20 marzo 1294 en que Sancho García de Ma­
deruelo da cuenta de lo que recaudó en los obispados de Segovia, Avila,
Osma y Sigücnza "por el ayuda que nos fue mandada para la cerca ele Ta­
rifa" (V. además Cuentas, pág. LX). En junio de 1293 dieron cuenta los
recaudadores de la fonsadera en los obispados de Palencia, Burgos y Ca­
lahorra "que fue dada por razon de la hueste de Tarifa el anno de la era
de XXX annos" [1292] (Cuentas, t. I, pág. XXIV y s. s.). El judío don
Samuel, amojarife del infante don Fernando, arrendó la "ayuda de los tres
servicios de las sacadas de Vieres, Benavente et Castro Toraf" (pág. LIX).
En junio de 1294 da cuenta Pero Roiz "del arrendamiento de los tres ser­
vicios que prometieron para la cerca de Tarifa de las sacadas de Coria,
Cáceres y Badajoz" (Cuentas, pág. XXXIX). En el obispado ele Coria re­
caudó la "ayuda sobre dicha de Tarifa" Diego Pérez de Palencia (Cuen­
tas, pág. LIX). En septiembre de 1294 presenta cuentas Alfonso Michel,
despensero mayor del infante don Fernando, recaudador de los tres servi­
cios "de la ayuda que fué prometida al rey ... para la cerca de Tarifa" reco­
gidos en León, Mansilla, Mayorga, Villalpando, Toro, Zamora, Salamanca,
Ledesma, Riba de Coa, Salvatierra y Montemayor (Cuentas, pág. LXXX).
Gonzalo Díaz Aellón, fué "sobrecogedor de la ayuda que dieron al rey para
Tarifa en el arzobispado de Toledo" (Cuentas XCI). Amador de los Ríos
(His!or~a judíos, IV, 64) dice que don Yudah, ~mido a Rodrigo Yáñez, ade­
lanto dmero al rey para la toma de Tarifa, pero en las cuentas (pági­
na LXXXIII) figura Rodrigo Yáñez solo. Fernández y González (lnst.
170 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

En 1292, Sancho IV no sería sorprendido por la avalan­


cha berebere, Sabemos que desde 1291, por lo menos, fra­
guaba grandes planes y los cuidaba con esmero. Su llama­
miento al pueblo se hacía ahora serenamente, sin aquella an­
gustia que años antes le hiciera escribir a los de Burgos <<qut
uos vengades luego para mí a la .frontera ... ca he mucho mes­
ter uestro, en guisa que lo non puedo escusar· por ninguna
manera, que los moros correnme et estraganme la tierra, et
non me dan vagar ningun0>>, añadiendo recriminador, con
juego de vocablo, <<et uos tomades mayor vagar que non a
mester a mí nin a uos>> (1).
También ahora los moros corriéndole la tierra, pero allí
estuvieron Micer Benito por la mar y en tierra el malogrado
Pérez Ponce, para rechazar la agresión, teniendo el rey algún
vagar con el triunfo del Estrecho y la retirada de Vejer, va­
gar que aprovechó para afianzar su situación internacional.
De las paces firmadas el año 91, tres le serían directamen­
te ventajosas para sus planes bélicos: Granada, Aragón y
Tremecén. La primera ya había probado el año anterior su
cooperación contra el benimerín; Aragón contribuiría con una
flota a su costa durante cuatro meses, y Tremecén significaba
una merma de fuerza en el brazo enemigo. Al establ~cer pac­
tos con el abdeluadita Otsmán, que llevaba en las venas el
odio tradicional de su estirpe a los ambiciosos benimerines,
sus vecinos de Fez, no se le ocultaría a Sancho la trascenden­
cia de esas negociaciones, pues era notorio que, mientras Aben
Jacob hubiera de repeler los ataques de Otsmán en sus do­
minios africanos, se vería imposibilitado de concentrar su es­
fuerzo militar en la Península (2).

Pueblo Israel, 177) y d conde de Cedillo (Impuestos., 394), siguiendo a


Ríos, hablan del préstamo de los judíos para la toma de Tarifa. Entre
otros ingresos para la campaña quizás contase Sancho con la aduana de
Sevilla, como en 1284, que le mandó entregar algunas cantidades "para
las flotas e para los castillos" (núm. 9).
· (1) Real carta de 28 mayo 1284 (núm. 5). Tamhién este año de 1292
los de Burgos se resisten; pero esta vez es el obispo quien expone al rey
privilegios demostrativos de que "los uasallos del ob. et de la egl. de Burgos,
non han de dar fonsadera nin yr en fonssado", por lo cual Sancho los
e;x:imc de que "pechen en esta fonsadera" (18 abril 1292, núm. 416).
(2) La ayuda prestada por Jaime JI no era para este caso determina-
L ..\ RECONQUISTA 17l

En la primavera de 1292, Sancho IV ya estaba en cor.


diciones favorables para emprender la campaña. El rein
castellano se conmovía al requerimientp del monarca, y d
todos los extremos acudían las mesnadas de los prelado~
ricoshombres y concejos, a la vez que se desplegaba gra:
actividad en el envío a Andalucía de las máquinas de guerr
y armamento, lo cual exigía no poco tiempo dadas las difi
cultades de transporte.
La mayor parte de todo esto debía llevarse por mar e1
las mismas naves que luego serían utilizadas, invirtiéndos1
en aquello crecidas sumas; J ohan Pérez de la Cámara recfü
11.244 maravedís <<para llevar los engenios et los fierros, e
las fondas a los puertos de la man>, a fin de embarcarlos coi
rumbo a Sevilla, más otros 24.000, <<quel pusiemos otrosí par:
leuar los fierros de los engenios et las armas que nos man
damos. fazer en Castiella para la hueste de Tarifa>>. Sanch<
Pérez tomó 54.000 maravedís <<para la Cámara et para lo:
engenios>>, no escatimándose los gastos, pues a Pero Lópe:
se le dió <<lo que ouiese mester, para cuerdas et fierro pan
los engenios>>, y otra suma percibe <<Pero Sánchez, maestn
de los engenios>> (1).
Para facilitar el aprovisionamiento de las tropas y la ca­
ballería, el rey quizás dispuso este año, como en 1284, <<qm
todos aquellos que quisieren leuar por mar et por tierra a
Seuilla et a todos los otros logares de la Frontera, trigo e1
centeno et cenada et mijo, que uayan et uengan saluos e1
seguros por todas las partes de míos Regnos, et que non deIJ
dello diezmo nin portadgo nin otro derecho ninguno>>. La me­
dida era muy hábil, pues estimulando así a los negociantes
ellos llevarían los cereales al Sur y el erario se ahorraría lm
transportes (2).
A principios de abril (1292) puede decirse que estaban
listas casi todas las huestes, y Sancho IV, después de visita1
con fervor el templo de Villa Sirga esa Semana Santa, se

<lo, sino consecuencia de la paz de Soria (\'. pá¡{. 194, nota (1 ). Tarifa y la
política de Sancho IV, pág. 18.
(1) Cuentas, Tarifa. cte., págs. 22, 2.~. y carta real de r8 diciembre 1292
(número 441).
(2) Real carta de 17 noviembre 1284 (núm. 27).
172 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

encamina hacia Ciudad Rodrigo, deseando entrevistarse con


el rey don Dionís; de este modo ganaba tiempo, dando lugar
a que mientras él realizaba su conferencia con el portugués
se terminaran los últimos preparativos de su ejército, con el
cual se dió cita en Sevilla. A su aliado y yerno Jaime II le
había mandado un mensaje probablemente relacionado con
el envío de las galeras (1).
Al mismo tiempo que Castilla entera se disponía a la lucha
con los musulmanes, el elemento ecksiástico, que tanto con­
tribuye a €Sta empresa, debe entender en otros asuntos más
apartados del interés nacional, aunque afines en la ideología
religiosa. Ese m€s de abril, el clero castellano ha de acudir
al Concilio provincial convocado en Valladolid, según man­
dato pontificio, por el arzobispo don Gonzalo de Toledo, pri­
mado de las Españas. Nicolás IV, que en agosto de 1291,
consternado por la pérdida de San Juan de Acre hiciera pre­
dicar la Cruzada en todo el orbe cristiano, ordenaba luego la
reunión de Concilios provinciales, y el arzobispo don Gon­
zalo había recibido una carta apostólica en ese sentido que
describía con tonos patéticos las penalidades de los cristia­
nos en Oriente, cuya situación debían remediar, deliberando
en esos Concilios los medios para resistir al empuje mahome­
tano. También asistirían los maestres de la Ordenes del Tem­
ple y el Hospital, interesados en la cuestión que se debatía.
Por triste coincidencia, justamente el 4 de ese mismo mes
de abril, moría el Papa Nicolás, sin ver solucionado el pro­
blema que le preocupaba (2).

(1) En mayo 1292 Jaime II enviaba contestación a Sancho IV con Mar­


cos García (Reg. 92, fol. 70 v., Arch. Corona Aragón). Por coincidir
con la fecha, creemos que este mensaje se refiere a los preparativos de la
Armada.
(2) Trata de este interesante Concilio y publica algunos documen­
tos el Padre Fidel Fita en su libro Actas inéditas de siete Concilios espa­
ñoles, celebrados desde el crño 1282 hasta e/. de I.F4, Madrid, 1882. Entre
estos documentos transcribe dos Bulas de Nicolás IV, una de 18 agosto 1291,
dirigida al metropolitano, obispos y clero superior de la provincia toleda­
na hablando con amargo acento de los desastres de los cristianos en el
Mediterráneo oriental: "non sine lacrimarum profluvio degustantes in amara
nimis et tristia valde prorumperc cogimur vocesquc depromere lugubrcs ... "
Pinta las penalidades que sufrieron y describe la situación de la Iglesia.
necesitada de auxilios para socorrer a los cristianos de Oriente. Luego
LA RECONQUISTA 173

Muchos de los que estuviesen en el Concilio de Vallado


lid, saldrían luego presurosos hacia la Front,era para reunirs,
con el soberano y tomar part,e en la Cruzada particular qw
sostenía Castilla, conteniendo en Occidente la expansión di
«la ley barbárica>>, que a la sazón en Oriente no podían re
sistir los caballeros europeos, destacados en las islas medite
rráneas como avanzadas de la fe cristiana.
Sancho estuvo en Palencia el 10 de abril y el 15 se en
cuentra ya en Zamora, donde se detiene unos días para trn
tar de asuntos relacionados con la campaña. Es entonce:
cuando determina pedir servicios especiales a sus vasallos, 3
según nos informan unas cuentas, se recaudaron crecida:
sumas <<de la ayuda que fué prometida al rey en Zamora e
anno de la era de M CCC XXX (1292) para la cerca de Ta,
rifa». Allí debía estar reunida la Corte, pues el 20 de abrí
da el rey una carta al concejo de Vivero, sobre nombramien·

manda al Primado que convoque para un Concilio en su provincia a pre


lados, tanto regulares como seculares, exentos (hace salvedades acerca d«
éstos) como no exentos, y que deliberen rápidamente sobre el negocio di
Oriente, comunicando el resultado a la Santa Sede antes de la Purifica·
ción próxima (2 febrero 1292). Siguen otras recomendaciones. La otn
Bula es de 25 septiembre 1291, también sobre esta convocatoria, pero rele·
vándoles de la fecha de la Purificación (2 febrero), indicada primero, puei
comprende los tropiezos y dificultades, pero le recomienda se reunan y de,
liberen. A 8 enero 1292, en Alcalá de Henares, el arzobispo don Gonzalc
·de Toledo, queriendo obedecer al Papa, manda "provinciale concilium XTl
Kalendas maji (21 abril) apud Valleoletum decrevimus celebrandum" para
que "in eodem Concilio Deo disponente convenient super negotio terrai
sanctae et aliis negotium ipsum tangentibus ..."; el Papa desea que se reúnar
varones idóneos "providos et discretos ac sufficienter instructus ... ". De la
relación de Sancho IV con Oriente hallamos algunos indicios en las Cuen·
ta~, pues en ellas se consigna el pago de 1.500 mr. "a Martín Pérez de Vi·
llafranca, escribano del rey por su quitación del anno pasado que! envió el
rey a Chipre"; la cuenta es de septiembre 1293, por tanto, el "anno pasado"
es 1292 (Cuentas, XXXIII, LXXXVI). Cuando la toma de San Juan de
Acre por los sarracenos (1291), el rey de Chipre (Enrique de Lousignan)
se evadió con los suyos, pereciendo muchos cristianos. (Entre otras eró·
nicas, hablan de este hecho los Ann. Parmcnscs Maiorcs. M. G. H., XVIII.
709). En 1292, Nicolás IV había ordenado que hubiese veinte galeras en
Chipre para su defensa, mantenidas por templarios y hospitalarios. Muerto
Nicolás IV, disponen los cardenales que vaya a Chipre con navíos Manuel
Zacarías (Ann. Januenses, 342-3), hermano de Micer Benito Zacarías, al-
174 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

to de alcaldes, <<porque-dice-el infante don J ohan, mi her­


mano, et prelados, et riquos hombres, et caualleros, et otros
que eran conmigo, me rogaron que me ploguiese>> (1).
Luego sigue a Ciudad Rodrigo, reuniéndose allí hacia
el 30 con su sobrino el portugués, del cual esperaba obtener
algún auxilio pecuniario; pero don Dionís se excusa con
<<buenas razones>> y <<fermosas palabras>>, en medio del mayor
afecto. Tal entrevista, lejos de reportarle utilidad, le ocasiona,
además de las molestias del viaje y la detención en la mar­
cha, los gastos consiguientes, pues sólo a Pero Vázquez de
Portugal se le pagan 1.456 maravedís, <<por carta de la reyna
por conducho quel tomaron paral rey en Cibdat quando fizo
las vistas con el rey de Portugal>>. Pero Sancho no se desani­
ma por esta negativa, pues no le precisaba demasiado el

mirante de Castilla; acaso esta circunstancia contribuya a explicarnos el


viaje de Martín Pérez de Villafranca a Chipre el año 1292. En cuentas
de abril de 1294 aparece el pago de 300 mr "a Maestre Johan de Chipre"
(página XLV). En otro lugar (pág. CXII) se dice "a Maestre Johan de
Chipre, por dos meses, XI dias de su quitacion que comenzaron XVIII días
de mayo, MLXV mr." Como templarios y hospitalarios estaban interesa­
dos en la cuestión de Oriente, es de suponer que asistieran al Concilio de
Valladolid los maestres de estas Ordenes. Quaclrado (Valladolid. Esp. y
sus nwn., pág. 57) dice, equivocadamente, que el Concilio fué en r291. El
Padre Fita publica la protesta del obispo de Cartagena que "en Orihuela,
en sus casas" se negó a recibir la convocatoria del arzobispo toledano por­
que "este obispado... era cámara de Roma e provincia por sí apartada":
Según el acta notarial de otra curiosa escena ocurrida en el coro de, la ca­
tedral de Murcia, los enviados toledanos comenzaron a leer la convocato­
ria, y el arcediano, el chantre, canónigos y racioneros de Murcia "dixicron
que si los dichos Johan Perez et Pedro García (los enviados del Primado)
trayan alguna carta del obispo ele Cartagena que gela oydrian, mas que
otra carta nol consintirian nil dexarian leer''. Vicente de la Fuente (Histo­
ria eclesiástirn de E.rpaña, segunda edición, Madrid, r873 t. IV) no men­
ciona más Concilio español bajo Sancho IV que el diocesano ele León
en 1288. Fita, aludiendo a dos bulas, dice "que inducen a pensar que acu ·
dieron al Concilio de Valladolid los maestres del Temple y de San Juan".
(1) El 2 de abril estaba el rey en Carrión (núm. 411) ; a ro abril, en
Palencia,. da dos cartas a la cat. de Cartagcna (n{1ms. 412 y 4r3) ; el 15,
en Zamora, otorga una merced al monast. de Val de Dios (núm. 4r4), y
en Zamora también, el 17, real carta a la cat. de Cartagena (núm. 415) ; el
18, sobre recaudación de tributos (núm. 416), y el 20, al concejo de Vivero
(número 417). Cuentas, pág. LXXX.
LA RECONQUISTA 175

apoyo efectivo de don Dionís; bastante tenía contándole como


amigo (1).
El 2 de mayo, en Ciudad Rodrigo, a pesar. de las premu­
ras del tiempo, don Sancho soluciona provisionalmente un
grave pleito entre la Orden del Temple y el concejo de Pla­
sencia, por lo cual <<acaecieron y muchas muertes et quemas
et prisiones et despachamientos, et prendas et robos et otros
muchos desaguisados que se fazian unos a otros>>. El rey hace
constar que no ha podido <dibrar esta contienda por derecho,
por las muy grandes priesas que auiemos auido fasta aquí et
por esta yda que queremos fazer a la Frontera a seruicio de Dios
et a pro et a onrra de toda la Cristiandat>>; pero como desea evi­
tarles daños y peligros, y <<non lo podemos agora librar por
sentencia>>, dicta unas disposiciones temporales. En este do­
cumento se nos revela una vez más aquel continuo laborar
del rey, presionado siempre por varios asuntos, «las grandes
priesas>> como él dice, que había tenido hasta entonces (2).
En Ciudad Rodrigo despacha el rey diversas cosas y parte
después del 5 de mayo hacia Sevilla, pasando el jueves 8 por
Navasfrías. En la capital andaluza se reúne Sancho con la
reina María el 24 de mayo, víspera de Pentecostés, y a los
cuatro días de su llegada nace el infante don Felipe, el quinto
de sus hijos (3).

(I) El 30 de abril, en Ciudad Rodrigo, da el rey una carta a la catedral


de Cartagena (núm. 418), Cuentas, pág. LXXXIII. La Crónica dice que
Sancho IV, ante la negativa de don Dionís, "envió a todos los de sus rei­
nos que le diesen tres servicios" para los crecidos gastos de la campaña, y
"los de la tierra dierongelos luego muy de buenamente" (pág. 86) ; pero
según las cuentas vemos que la petición de los tres servicios se hizo antes.
en Zamora (Cuentas, pág. LXXX). Brandiio duda de que don Dionís no
prestase auxilio, y se fija en que al sitio de Tarifa acude algún portug·ués
Monarcliia, V, 210 v.). La Crón. de la Acad. dice que don Dionís "escusos('·
con fermosas palabras".
(2) Núm. 420. El rey daría esta solución temporal probablemente para
que la Orden acudiese a la guerra.
(3) En Ciudad Rodrigo, el mes de mayo, fecha don Sancho varias car­
tas: el 2 a la cat. ele Cartagena (núm. 419) y a, la Orden del Temple (nú­
mero 420); el 3, a la cat. de Cartagena (n{un. 421) y a la cat. de Zamora
(número 422); el 5, a la cat. de Cartagena (núm. 423). Del 18, en Navas­
frías, es una real carta al monast. de Celanova (núm. 424). La Crónim
(página 86) dice que Sancho llega a Sevilla la "vispera de Cincuesma".
'Pentecostés cae ese año el 25 de mayo. El nacimiento del infante don Fe-
176 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

S2villa es en eS'.)S m')m~ntos el centro d,21 m')vimi2nto mi­


litar, llegando a ella durante mayo y junio la escuadra, .el
ejército, las vituallas y las armas; allí espera el monarca todo
el contingente de sus fuerzas para emprender la lucha, y allí
además han de reunirse las flotas caste:lana y aragonesa.
Las galeras enviadas por don Jaime salían de Barcelona
en la primera quincena de mayo al mando de Alberto cie
Mediona, quien se presenta a Sancho poniéndose a sus órde­
nes para quedarse a su lado, o bk~n para seguir con una de
aquellas naves a Marruecos y tratar con Aben J acob por

lipe fué el 28 de mayo, pues si Sancho llegó a Sevilla vísperas de Pente­


costés (sabemos que este año era el 25 de mayo), y "dende a cuatro dias
que y llegó, encaeció la reyna de un fijo varon", resulta la fecha del 28 muy
precisa. La Crónica ele 1344 (Ms. 10815, B. N.) dice de don Felipe "et este
fue sordo". Ortiz de Zúñiga se equivoca al afirmar que nació durante la
cuaresma de r29r; dice que fueron sus amos don Fernán Martínez de
Biedma y doíia Teresa Gómez, ilustres gallegos, vecinos de Sevilla, y que fué
bautizado por el arzobispo don García (op. cit., 148). Tampoco acertó con
el nombre de los amos; éstos fueron don Fernán Ruiz de Biedma y doña
Marina Páez, su mujer, a quienes Sancho IV les hace donación del lugar
de Mondéjar (Benavides, op. cit., II, 95). En las Cuentas figura varias ve­
ces "Fernán Roiz, ayo del infante don Felipe"; por 50.000 mr. arrienda
los derechos de Guaclalajara; luego leemos "Desto dicen que ovo Feman
Roiz, por cartas que levo para los conceios de Guadalfaiara, e Fita e Al­
moguera, que! recudieran con ellos a él e non a los sobre cogedores, que
avien aver por la soldada del infante don Felipe, XXX mil mr. et mas
para] comer del infante, IV mil mr. E más la fonsadera de Almoguera
paral comer del infante, XV mil mr." También interviene Fernán Roiz en
otros asuntos de interés (V. pág. XC, t. I). En unos pagos se dan "A Fer­
nan Royz, amo de don Felipe, V mil mr" (pág. L); en otra ocasión se abo­
nan "Al infante don Felipe, por cartas del rey et de la reyna para mante­
nimiento de su casa", IV mil mr., que recibió "Feman Roiz su amo" (pi­
gina XLIX). En tiempo de Fernando IV sigue figurando Fernán Roiz (Be­
navidcs, op. cit., I, 132; II, 234). En las Cuentas encontramos que por or­
den de la reina se pagan cien mr. "a donna Berenguela de Sevilla, ama del
infante don Felipe" (Cuentas, pág. XXXII). En doc. de r319, oct. 24, se
menciona a Alfonso Yanneguez, vecino de Cáceres, escribano del infante don
Felipe (Arch. Huelgas Valladolid). Don Felipe fué señor de Cabrera y de
Ribera según le vemos ya en priv. rod. de r2 nov. 1294 (Arch. C. Toledo,
1, 12-1.7); a 30 noviembre 1293 no tiene aún el señorío (Tumbo B, folio
130 v. Arch. C. Santiago). Don Felipe se casó con doña Margarita, hija
de Alfonso de la Cerda y de doña Ma falda de N arbona ; fué tutor de Al­
fonso XI, y murió en 1327, antes del 5 de junio. Fué sepultado en las
Huelgas de Burgos (Salazar, Lara, I, 184). Flórcz ignoraba la familia de
LA RECONQUISTA 177

medios diplomáticos, según las instrucciones recibidas de su


soberano (1).
Sancho IV habla con Mediona en Sevilla y determina que
por el momento no vaya a la Corte de Fez, pues cree el cas­
tellano alcanzar más vet1.taja por las armas, ya que ti.ene or­
ganizada la campaña; entonces Alberto de Mediona se vuelve
al reino de Aragón; dejando como vicealmirante a Beren­
guer de Montolíu, experto marino, compañero de Roger de
Lauria en diversas jornadas. Montolíu ha de reunirse en Se­
villa con los genoveses de Micer Benito Zacarías, almirante
mayor de Castilla, jefe de la escuadra, y con los marinos
castellanos, entre ellos «Esteban Bernáldez, capitán mayor
en la mar por nuestro sennor el rey>> (2).
Don Sancho contaba además con el apoyo de Abf"n
Alahmar, que fingiéndose neutral aprovisionaría desde Má­
laga las tropas cristianas (3).
En principio el plan fué cercar a Algeciras; pero en Se­
villa cambió el rey de opinión siguiendo el parecer de sus
consejeros, que indicaron a Tarifa, <<por razón que era la mar
más estrecha allí», y además porque allí tendrían mejor sa­
lida para los caballos cuando los moros <<pasasen aquende>> (4).

doña Margarita, con quit·n ya está casado don Felipe en 1315 (Reinas, II, 54).
En documento de 30 enero 131 I se habla de tratos matrimoniales del in­
fante don Felipe con la primogénita del infante aragonés don Fadrique
(Finke,Acta Aragonensia, 702). A. Ballesteros Beretta publicó el testa­
mento de don Felipe, hecho en Madrid el 12 de abril de 1327, en que declara
heredera a doña María, hija natural habida en Estefanía Gómez; esto en
caso de que doña Margarita no le dé un heredero legítimo (Un testamento
histórico, t. CCLI, pág. 166. España Moderna, año 1909).
(1) La carta de Jaime II a Alberto de Mediona es de 9 mayo 1292,
y la publica Giménez Soler (op. cit., pág. 31). Mediona, que había servido'
a los reyes Pedro III y Alfonso III, era persona muy considerada por Jai­
me 11. Este año, por abril, le había dado la baronía de don Guillén de
Rocafull, quien había pasado al servicio del rey de Francia (Zurita, 1, 357 v.).
(2) Giménez Soler, op. cit., 31. Zurita habla de las campañas de Mon­
tolíu, al lado de Lauria; era muy experto en las cosas de mar. (Anales, I,
.J42 v.) En documento de la catedral de Sevilla, precisamente de abril de 1292,
se menciona al capitán Esteban Bernáldez (Leg. 29, Sta. María, 17-4-21).
(3) Ibn Khaldoun, IV, 132.
(4) Crón., 86. En la reunión de Medina del Campo, en noviembre de 1291,
se habló de Algeciras, y en el documento sobre la polémica de la cruz alzada
entre los arzobispos. de Sevilla y Santiago se dice que éste iba "uocati per
12
178 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Sancho IV, con todos los de su mesnada, permanece en


Sevilla hasta el 24 de junio, fiesta de San Juan, pero desde
algunos días antes había mandado gran parte del ejército,
seguramente para ir tomando posiciones; así, el 15 de junio
don Rodrigo Pérez Ponce, maestre de Calatrava, mayordomo
del rey y amo del heredero, fechaba una carta en la <<hueste
de Tarifa>>, con otorgamiento de Gonzalo Pérez, comendador
mayor; Vasco Fernández, clavero de la Orden, y de <<todos
los omes de nuestra orden que connusco eran a la sazón>> (1).
También las Ordenes de Santiago y Alcántara e~taban
representados por los maestres y sus mejores caballeros. Allí
acudieron otros muchos hidalgos y señores de los más claros
linajes y las casas más ricas, contándose entre todos aquellos
nobles don Rodrigo, arzobispo de Santiago, que iba llamado
por don Sancho, para cooperar en el ejército; por cierto que
al llegar a Sevilla sostuvo empeñada controversia con el me­
tropolitano hispalense sobre los honores de la cruz alzada,
pues el prelado franciscano defendía los prestigios de su igle­
sia compostelana. El monarca, agradecido a fray Rodrigo,
habría de aludir luego en una carta a los servicios que <<nos
fizo por su cuerpo et con su cauallería en las huestes que
auemos contra moros cada que nos es mesten> (2).

domnum Sancium illustrem Regen ac Legionis ad exercitum quem cum Al­


geciram mouebat" (A. Ballesteros Beretta, Sevilla en el siglo XIII, docu­
mento núm. 245, 22 julio 1292). Los datos de las cuentas, como son poste­
riores, hablan siempre de Tarifa y no de Algeciras; asimismo los documen­
tos que se refieren a la campaña después de tomada Tarifa.
(1) Tarifa y la política de Sancho IV, pág. rno. A 29 mayo 1292, en Se­
villa (algo borrosa la fecha), da el rey una carta al convento de San Cle­
mente de Sevilla (Archivo del mismo); de 6 de mayo de 1292 hay noticia de
dos reales cartas, una en Burgos y otra en Valladolid (seguramente equivo­
cada la fecha), al concejo de Badajoz (N. Díaz Pérez, E.xtremadura, España
y sus mon., pág. 168) y a la iglesia de Murcia (Ms. 13075, fol. 197, B. N.).
En Sevilla, a 17 y 18 junio 1292, otorga el rey dos cartas a los mercaderes
catalanes (Capmany y Montpalau, op. cit., II, 57, 59). El 23 concede una
merced al convento de San Clemente (núm. 427). Del 3 de julio, en Burgos,
es una real carta a Alcaraz (núm. 429), pero parece errada la fecha, pues
regularmente, mientras el rey sitiaba a Tarifa, la cancillería estaba con la
reina en Sevilla, no en Burgos.
(2) Véase pág. 177, nota (4) y ní1m. 507, documento de 21 diciembre 1292.
Morerio de Vargas dice que asisten al sitio de Tarifa el maestre de Santiago y
· cabá.Ileros santiaguistas y de Alcántara con gentes de Mérida, Badajoz, Cácc-
LA RECO..NQUISTA 179

También está en Sevilla por entonces, sin duda incor­


porado a las huestes, el pertiguero mayor de Santiago, don
Juan Fernández de Limia, que el 19 de junio hace allí dona­
ción a su mujer, doña María García, de unos bienes que per­
tenecieran a su cuñado, aquel <<don Gómez Garcia, abat que
fué de Valladolit», ya difunto, tan gran privado otro tiempo
del rey Sancho (1).
Pasada la fiesta de San Juan, el 24 de junio, Sancho sale
de Sevilla, pues ya habían llegado las tropas y la flota que
hiciera armar en los puertos del Norte, en «la que iban once
engeños que mandara él facen>. Decididos a· sitiar Tarifa en
lugar de Algeciras, acampan ante aquella plaza, combatién­
dola duramente con máquinas de guerra, <<por mar y tierra,
noche y día>>. El ataque está diestramente combinado; las
naves castellanas, unidas a las diez aragonesas y a las geno­
vesas, forman una lucida escuadra, que no sólo hostiliza la
villa, sino que puede, dado el caso, rechazar cualquier auxilio
de Aben J acob a sus correligionarios, enviado por mar desde
Marruecos. Por tierra, Sancho IV con el ejército cristiano
desarrolla tenaz ofensiva utilizando los once <<engeños>> que
hiciera construir, mientras su aliado el granadino avanza hacia
Estepona. La lucha es encarnizada entre sitiadores que arre­
cian la agresión y sitiados que se resisten bravamente (2).
Entretanto la reina doña María atiende desde Sevilla al
aprovisionamiento de las fuerzas sitiadoras, disponiendo con
mesura y acierto de grandes caudales confiados a su adminis-

res, Trujillo y Plasencia (op. cit., 233, y fray Alonso Fernández, Hist. de
Plasencia, pág. 45). Ortiz de Zúñiga (pág. 189), dice que Guzmán el B11e1w
asistió al cerco de Tarifa; en efecto, Fernando IV, en doc. posterior, señala
entre los merecimientos de Guzmán, el servicio que prestó a Sancho IV en
"la conquista que él fizo de Tarifa" (Benavides, II, 145).
(J) Núm. 426. Véase el cap. IV.
(2) Crón., 86. Ibn Khaldoun refiere que Sancho "comenzó el ataque por
armar las máquinas de guerra e interceptar los convoyes destinados a los
sitiados, mientras la flota ocupaba el Estrecho, quitándoles toda esperanza de
recibir socorros del sultán y sus hermanos lo musulmanes. Ibn-el-Ahmer
estableció su campo en Málaga para estar más cerca del rey cristiano, y desde
allí le mandaba tropas, armas y víveres" (IV, 132). La Crónica (pág-. 86)
dice que a Sevilla llegaron las naves que se armaron en Castilla, Asturias y
Galicia, "en que iban once engeños" que mandara hacer el rey. También,
como hemos visto. las e uentas hablan de cngeños. El Cartds, 393.
JI fSTOR [A DE SANCHO rv l)F; CASTILLA 180

tración. La labor de la insigne soberana entonces es eficasí­


sima, pues gracias a ella el monarca puede disfrutar de abso­
luta tranquilidad, seguro de que no han de faltarte provi­
siones.
Doña María, incansable, cuida activamente de todo; a
Domingo Benítez, mercader de Sevilla, se le pagan 800 ma­
ravedís <<por carta de la reyna de vino quel tomaron paral
rey quando estaba sobre Tarifa>>, y 2. 990 maravedís a Juan
Fisaque, mercader zamorano, también <<por carta de la reyna
por conducho quel tomaron paral rey quando estaba sobre
Tarifa>>. Además, por orden de doña María, se abonan a Ro­
drigo Eañez, de Zamora, los 20.000 maravedís <<quel prestó
en Burgos para dar a Pero Martínez, escribano del rey, para
levar a Tarifa; para pagar las quitaciones de la gente que y
estaba et la flota>>, más 2.908 maravedís para arreglar cuen­
tas de 5.908 <<quel prestara en Zamora quando se iban para
la Frontera». También entonces se dan, con beneplácito de
la reina, 50 maravedís <<a Micer Rofín en dom>; este Micer
Rofín es un subordinado del almirante Zacarías (1).
María de Molina, que con temple varonil atiende celosa­
mente a los m~nesteres de la campaña, tiene, en medio de
aquella actividad y de tantas preocupaciones materiales, un
rasgo sentimental, cuando presa de inquietud por la vida del
rey, expuesto a todos los peligros de la guerra, escribe a fran­
ciscanos y dominicos para que le encomienden a Dios mien­
tras está sobre Tarifa. Por eso, luego se pagarían 400 mara­
vedís <<a los conventos de los Frayres Menores de Mayorca
e de Villalpando, por cartas de la reyna, porque rogasen a
Dios por el rey quando estaba sobre Tarifa>> y 200 <<a los fra­
des Predicadores de León, por carta de la reyna, por la Ora­
ción que tovieron por el rey quando estaba sobre Tarifa>>, lo
mismo que a los dominicos de Benavente <<por esta razón>> (2).
El asedio de la plaza se continuaba con inusitado ardor

(1) Tarifa )' la política de Sancho IV, págs. 24, 25, y Cuentas, pági­
nas LXXXIII, XXXVI. La iglesia de Sevilla mandó una recua de pan para
Tarifa (Ortiz de Zúñiga, Anales, 133-52). En "la cuenta que dió Pero Mar­
tínez, escribano de la reyna, de los maravedís que levara a Tarifa" consta
que "dió a Micer Rofin, en don. L mr. et dixo de parte de la reyna que ella
los recibia en cuenta" (Cuentas, pá¡r. XXXVI). ·
(2) Cuentas, pág. LXXXII.
LA RECONQUISTA 181

distinguiéndose todos por su valeroso comportamiento, no


siendo el rey inferior a sus caballeros en bravura y osadía,
hasta el punto de que por tomar allí <<tan grand afán e tanta
lacería>> se le originó <da dolencia que él ovo después, de que
ovo de morir» (1).
Tampoco los tarifeños cedían en la defensa, quizás con­
fiando en algún socorro de Aben Jacob, pero éste nada puede
hacer, incomunicado con la Península por la ocupación del
Estrecho.
El verano transcurre y los sitiados empiezan a padecer
escasez de víveres, perdiendo las esperanzas de refuerzos; en­
tonces los cristianos redoblan su empuje, y el 20 de agosto
entran en el arrabal de la villa, que todavía no se rinde. La
lucha sigue porfiada otras semanas, hasta que, por fin, el 21
de septiembre, fiesta de San Matrn, los combatientes, que se
disputan la plaza adarve por adarve, tienen un decisivo en­
cuentro favorable a los cristianos, entregándose los musul­
manes mediante capitulación que empieza a negociarse (2).
(1) Crónica, 86.
(2) Respecto a la fecha <le la toma <le Tarifa no coinciden las fuentes ;
las crónicas castellanas dicen que fué el día de San Mateo, o sea el 21 de
septiembre (Crón de Sancho IV, 86. Loaysa, pág. 35. Crón. de don Juan
Manuel "mense septC'mbris", pág. 98). En los Ann. Ianuenses se consigna así
la noticia: el año 1292 "rex Castdlc obsedit per terram et mare locum qui
dicitur Tariffa quem Sarraceni tenebat et per vim prelii cepit eius Rebatum
("Rabat in litore Marrocano", dice impropiamente el editor; pero, como ob­
serva Schirrmacher, Rabatum corresponde al árabe "rab at", barrio (op. cit ..
IV, 670); es decir, el arrabal] die 20 aug11sti, t.'t forciam terrc habuit ad fidu­
ciam solummodo personarum die XIV octubris. Erat autem bellatoribils
optime premunita; nam crant in ea homines ad arma tria milia et plus, ac
inter homines et feminas et parvulos inventi s11nt in ea 8664. In exercitu
vero regís Castelle erant milites... et galeas IO catalanorum et... Ianuensium
de quibus omnibus dictus Benedictus Iacharias erat armiragius generalis et
maior" (M. G. H., XVII, 343-4). El Cartás dice que Tarifa se rindió por
capitulación y entraron los cristianos el 11ltimo de Xaual de 691-13 octu­
bre 1292 (of>. cit., 393). Ibn Khaldeun afirma que en los cuatro· meses de
resistencia, agotada por el hambre y las pérdidas, la guarnición de Tarifa
evacuó la fortaleza. "RI rey cristiano estipuló una capit11lación cuyas condi­
ciones cumplió fielmente" (op. cit., IV, 132). La Crónica dice "que la ovo de
entrar por fuerza, e tomola en el mes dé setiembre, el dia de Sant Mateo".
Coordinando los datos de unas y otras fuentes. q11e en n11cstro sentir no se
contradicen, creemos que los hechos se desarrollaron como se dice arriba.
Para los castellanos la fecha decisiva es. sin d11da, aq11ella del encaentro
182 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

En ei reñido cerco de Tarifa se distinguió singularmente


el infante don Juan, a quien, según el cronista, le <<chamus­
caron la barba con fuego de azufre>>, pues <<por la su parte
fué la villa primero entrada>>. Otra víctima de la luchq fué
el portugués Gonzalo Mouran Churruchano, al cual <<matou
a pedra do engenho em Tarifa quando a filhou el rey don
Samcho>> (1).
Estipulada la capitulación, que Sancho IV cumple con
toda fidelidad, el día 13 de octubre de 1292 entran triunfal­
mente las huestes cristianas en Tarifa, ocupando la villa
que cinco siglos había pertenecido al invasor. Si mucho
había costado su rendición, mucho significaba su conquista.
Tarifa, cuyo asedio durara cerca de cuatro meses, derro­
chándose en él fuerzas y caudales, representaba, no sólo un
avance material de la Reconquista, por su importante situa­
ción topográfica, sino que era además una reivindicación
espiritual. Sancho IV acababa de tremolar la enseña cris­
tiana donde por vez primera en Hispania se desplegara la
bandera del Profeta {2).
Pasado algún tiempo, Sancho IV expresaría en Cortes su
gratitud al pueblo por los servicios <<que nos ftez1estes en la
cerca de Tarifa que nos combatiemos e tomamos por ffuer~a
darmas» (3).

afortunado que origina la rendición, y para los musulmanes el día en que


entra el rey cristiano, última fecha de su poderío en la ciudad. Por eso los
primeros consignan la fecha inicial de las negociaciones, y los segundos la
terminal. Véanse además las notas (24 y 34). Jiménez Soler dice que la Cró­
nica afirma fueron pasados a cuchillo los habitantes de Tarifa (op. cit., 29),
pero no encontramos esa noticia en las crónicas que quedan citadas.
(1) La Crónica de 1344 (ms. cit.) habla de las hazañas del infante don
Juan en Tarifa, y Brandao con las mismas palabras de la Crónica (Monar­
chia, V, 210 v.). Este Gonzalo Mouran era hijo de Gonzalo Mouran y de
Elvira Rodríguez de Val de Madre (Linhagens, 165, 385), y sobrino de Nuño
González Churruchano, el de Toledo (V. cap. XIII, pág. 82). Cree Brandáo
(Monarchia, V, 211) que allí murió don Fernando Páez, maestre de Alcán­
tara, pues si bien Sancho IV dió a su sucesor Fernán Pérez Gallego un
juro de 10.000 mr. por haberse hallado en el cerco de Tarifa, pudo ser que lo
comenzase Páez y lo terminase Pércz Gallego. Pero ya vimos (cap. XIV)
que Pérez Gallego era maestre desde 1291.
(2) Véase la nota (2), pág. 181.
(3) Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla, ed. de 1861.
I, 117.
LA RECONQUISTA 183

El monarca de Castilla se cuida ante todo de hacer ben­


decir la mezquita de la ciudad rescatada a la fe, c.el,ebrando
la solemne ceremonia el arzobispo don García de Sevilla.
Luego dispone la guarnición de la plaza, cuya guarda enco­
mienda al noble don Rodrigo Pérez Ponce, maestre de
Calatrava, persona de toda su confianza, determinando ade­
más que permanezcan algunas galt!ras en el Estrecho como
prudente precaución (1).
También se ocupa Sancho de satisfacer las soldadas con
el dinero enviado por la reina desde Sevilla; pero como los
gastos fueron exc-esivos y aun no se había terminado la re­
caudación de todos los tributos, el soberano hubo de recu­
rrir a un empréstito de momento, pues sabemos que <<Per
Dacosta, catalán vecino de Valencia ... prestó al rey en
Tarifa II mil maravedís>>. Per Dacosta debe ser el mismo
Pedro de Acosta, privado y amigo de Jaime II, quien lo
mandaría en su escuadra con Mediona y Montolíu (2).
Si en el orden político la toma de Tarifa representaba un
gran triunfo, en el terreno comercial la reciente conquista
ofrecía nuevas posibilidades. La posesión por Castilla de
aquel puerto tan cercano a las costas berberiscas reportaría
grandes ventajas a mercaderes y navegantes cristianos, aun­
que su misma privilegiada situación geográfica, demasiado

(li Crón., 86. Ortiz de Zúñiga, pág. 149. Algunos autores eqt1ivocan el
nombre del maestre de Calatrava llamándole Rodrigo Ordóñez ; también
yerra Benavides (op. cit., I, 419) al decir que cuando el cerco de Tarifa no
era maestre de Calatrava don Rodrigo Pérez Ponce. En un diálogo de 1310
(publicado por Finke, Acta, 776) entre el Papa y Vida! de Villanova, aquél
pregunta: "Et... daquels temps estegeren continuament gatees en lestret. Yo
repusili (Villanova) que hoc el temps, que rey don Sanxo tenía asetjada Te­
rifa"; y ante alguna observación del Pontífice replica Villanova: "Sant pare,
gran salvament es destar aquestes galees en lestret." En priv. rod. de 1364,
Alfonso XI habla a los de Santander de los servicios qt1e le han hecho a él,
al rey San Fernando ''quando gano Sevilla", "al rey don Sancho nuestro
abuelo, que Dios perdone, quando ganó a Tarifa" (Col. Pedraja, t. I, fol., 375,
Archivo M. Santander).
(2) Cuentas de la Frontera, núm. 582, pág. CCCXCIX; como se ve, esta
deuda tardó en pagarse. Pedro de Costa es el conocido personaje que apa­
rece varias veces en la historia de Aragón; figura como embajador de Jai­
me II en junio de 1295 (Reg. Bonif. VIII, ed. cit., 163). Entre los salarios
que entonces se pagaran encontramos que se dieron mil mr. a Gonzalo Roiz
de Toledo "por su quitación de Tarifa" (Cuentas, pág. LXXXVI).
184 HISTORIA DE SANCHO IV PE CASTILLA

avanzada entre los territorios enemigos, habría de costarle


al rey castellano muy grandes sacrificios. De todos modos,
Sancho IV podía ufanarse legítimamente de su brillante
cooperación a la Reconquista (I).
También el granadino logró en .esa campaña provecho
material, pues un destacamento suyo se apoderó de Este­
pona, extendiendo así sus fronteras al Sur de Málaga (2).
Jaime II no participa en las adquisiciones territoriales,
pues bien dijo, en el Tratado de Soria, que si sus hombres
-aquellos con que recíprocamente debían auxiliarse-,
«quales quier otras cosas, castiellos, villas, o fortalezas que
ellos tomasen et ganasen en la uestra conquista, todo aque­
llo sea uestro, et de los uestros, et ganado a uos, pora todos
tiempos>>. En cambio tendría compensación en el botín, pues
en la misma cláusula se había convenido que <<quales quier
cosas, muebles o mouientes>>, que <<ganaran a uos ayudando
en qual quier manera, sea todo nuestro>>, <<sacadas-añadía­
las personas de los ornes>>; es decir, los cautivos que debían
repartirse, correspondiendo a Sancho <<aquellos que ualdrán
de trec;ientas doblas d'oro arriba>>, siempre que pagase «las
dichas trec;ientas doblas a aquellos que los tomaren>> (3).
Después de ordenar todo en Tarifa, don Sancho deja sus
nuevos dominios y entra en Sevilla ·triunfador, pero que­
brantadísimo físicamente. Allí ha de reposar de todas las
fatigas guerreras, acrecentadas por el calor estival de esas
tierras ardientes; pero el vencedor no consigue un completo
descanso: en Sevilla le esperan otros quehaceres, otras aten­
ciones políticas. Allí está ya el 4 de noviembre (4).

(1) La Crónica dice "desque la ovo tomada, fué muy cara <le mante­
ner" (pág. 86). Guiard Larrauri (op. cit., I, pág. XIV) dice que Sancho IV
fomentó la industria de los puertos del Cantábrico para la construcción de
navíos, a fin de hacerse fuerte ante los moros. "Los mareantes y mercaderes
de estas partes pusieron entonces su negociación en Sevilla, y con la con­
quista de Tarifa en Cádiz." De modo que el avance en la reconquista reportaba
inmediatamente una ventaja, pues ya Cádiz era puerto más seguro. y ma­
reantes y mercaderes no tendrían que internarse hasta Sevilla.
(2) Ibn Khaldoun, IV, 132. El Cartás (pág. 396) dice que en Vulcada
(14 octubre-12 noviembre de 1292) dió Aben Alahmar a Sancho IV la for-
taleza de Alabet. ·
· (3) Tratado, núm. 384.
14) La C,-óníca de Loaysa (.pág. 36) dice que el rey. después ck nr-
LA RECONQUISTA 185

Mientras el rey de Castilla estuvo luchando ante los


muros de Tarifa, su yerno Jaime II le había escrito diver­
sas cartas sobre varios asuntos, a los cuales unas veces
respondería el rey, informado por mensajeros enviados a
Tarifa, y otras la reina por su propia cuenta, que ahora cam­
biaría impresiones detenidamente con su marido al regre­
sar éste victorioso a Sevilla (1).
Una de las cuestiones tratadas por el aragonés era la
referente a don Diego López de I-Iaro; la carta de Jaime,
fechada en Bolea el 4 de julio, decía que don Diego recla­
maba <<aquella quantia de dineros, la qual toviestes por bien
de otorgarle, por la qual es tenido de servin>, rogando Jaime
a su suegro que <<si vos veedes que sia necesario en retenerlo
a vuestro servicio>>, que le mande cuanto antes <<aquello que
finca a pagar dello que le prometiestes dan>, pues si no, debe
restitu~le <<el fijo qui a nos fué liurado en rahenas>>; también
apunta Jaime que <<si por aventura lo avedes mester-al de
Haro-a vuestro servicio en las partes de Castilla o en cual­
quier otro lugan>, que puede obtenerlo sólo con que <<li faga­
des complimiento de la dita paga>>. Pero no es probable qu~
Sancho tuviera ningún interés en traer a Castilla tan peli­
groso vasallo. Ausente el rey en Tarifa al llegar la carta de
Jaime II, y como don Diego no quisiera otorgar <<más tér­
mino sino tan solamente un mes,> para la respuesta, la reina
debió delegar en Jaime la resolución. De todos modos no
era indiferente a Sancho cuanto se relacionara con el her­
mano del difunto conde de Raro (2).
Si el monarca de Aragón se entendía en favor de Sancho
con Diego López de Raro, el rey castellano proseguía su
tarea de mediador pro Jaime con los nobles aragoneses. Por
eso el 7 de octubre, desde Barcelona, Jaime le comunicaba
denar la custodia de Tarifa, regresó a Sevilla "cum magna Jeticia et trium­
pho". El 4 de noviembre, ya en Sevilla, el rey otorga una merced a la cate­
dral de Toledo (núm. 434). A r6 octubre 1292, en Sevilla, la reina dió una
carta a la catedral de León (núm. 434).
(1) De la comunicación con el rey mientras estuvo en Tarifa, sabemo~
por las Cuentas (pág. XXVI) que señalan el pago de 30 mr. "a un men­
saiero que fué al rey a Tarifa".
(2) Núm. 430. Deducimos que Jaime II debió arreglar por su cuenta
el asunto de don Dit'go López ele Haro, pues en carta de 1293 habla de las
"posturas feytas al anyo passado" (o sea 1292) en Calatayud (V. el ní1m. 4:;o).
186 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

la misión conciliadora de García Esteban, <<cavallero vues­


tro, el qual trajo mandaderia de parte de vos a algunos
richos hombres de Aragón», y agregaba: <<e Rey, gradecemos
vos muyto lo que embiastes a decir a nos e a ellos, e enten­
diEmos vuestra buena volnntat que queriedes que nos fuese­
mos bien con nuestros richos hombres,,, asegurándole además
que él ponh. de su parte lo necesario para mantener la con­
cordia (1).
Una carta posterior de J aim<e II, escrita el 17 de octu­
bre, también en Barcelona, habla ya de asuntos relaciona­
dos directamente con la campaña que embargaba la aten­
ción de Sancho IV; en esa fecha le anunciaba el envío de
un galeot con <<la paga pora las nuestras galeas por dos me­
ses», rogándole que si, por mal tiempo u otra causa impre­
vista, se retrasase el galeot con la paga, <<non consintiéredes
nin lexadedes que las ditas galeas nuestras se partiesen
de uestro servicio>>, sino que las retenga, aunque sea toman­
do un préstamo que-<lice-<<recobraredes quando el dito ga­
leob> arribe. Además le informa que por sus cartas manda
duertm-~nb> al vicealmirante Montolíu y a los cómitres de
sus navíos <<que ellos en ninguna manera non se partan del
vuestro servicio sines vuestra voluntad e mandamiento>>. De­
terminación que mttcho agradecería Sancho, aunque, ya to­
mada Tarifa, no necesitase tan num~rosa flota {2).
A la semana siguiente, el 23 de octubre, don Jaime
vuelve a escribir al castellano acusándole recibo <<de la
carta vuestra que agora nos embiastes con el alfaquim>>,
carta seguramente escrita por Sancho desde la cerca de
Tarifa, y la cual debía contener expresiones gratas al arago­
nés, pues éste dice: <<gradecemos vos muyto de lo que en la
dita carta nos embiastes decir>>. Reitera además lo del galeol
(1) Núm. 433. Zurita, Anales, I, 353 v., habla de la discordia con los
nobles, pero no de la intervención de Sancho (V. pág. 190, nota (1).
(2) Esta carta la publica Giménez Soler, op. cit., 28. En el original lee­
mos, además, que sobre el mismo asunto se escribió a la reina, a Johanis
(Matheus), Pay Gomes Charino, Ferrando Petri (Reg. 252, fol. 44, Archi­
vo Corona de Aragón). A esta época se refiere una carta de Berenguer
Amaldo, de Mallorca, quien a 23 abril 1293 reconoce haber recibido, por
conducto de Jaime II, 8.200 mr. de Castilla, que Sancho le mandaba como
"resarcione et emendam" de los daños que le hizo la flota cuando las gale­
ras de Arag6n estuvieron al servicio de Castilla (núm. 459).
LA RECOI'{QUISTA 187

y el envío de la paga a las galeras por dos meses con Fran­


cisco dd Pin, su €Scribano, añadiendo que encomienda al
alfaquí <<que vos diga de palavra>> otras cosas <<de parte nues­
tra>>. En términos semejantes escribe a la reina (I).
Indudablemente, al salir de Castilla el alfaquí con su
mensajería a J aune II no debía estar enterado de la toma
de Tarifa, pues el aragonés, en su carta del 23, no se refiere
al importantísimo suceso, que sin duda le notifican cuando
ya tiene redactada su respuesta; por eso al día siguiente,
24 de octubre, Jaime vuelve a escribir a Sancho muy expre­
sivamente, diciéndole: <<E Rey, faz€mos vos saber que des­
pues que las ditas letras nuestras vos enbiamos, sopiemos
que aviades preso Tarifa, la qual cosa nos plaze muy de
corac;on e end av€mos muy grand alegria. E loado sea Dios
-continúa efusivo-del honor que en este feyto vos fizo,
porque Rey, veEmos, e conocemos que Dios fizo por vos e
quiere exalc;ar el vuestro estado>>, concluyendo optimista y
halagador: <<Et fiamos por Dios que tota via acabaredes
vuestro entendimiento de lo que cobdiciades>> (2).
En esta larga carta de felicitación, J airne ratifica su pro­
pósito de que Montolíu permanezca al servido de Sancho
hasta que éste disponga, y alude otra vez a la paga de los
navíos por dos meses, asegurándole que <<la paga que vos
fic;kstes a las ditas galeas nuestras de los otros dos meses,
vos pagaremos a vuestra voluntad>>. Pero bien sabemos que,
por esos momentos, Jaime no andaba muy sobrado de
caudales, como se verá luego. Además el aragonés, queriendo
hablar con el castellano, le ruega que se acerque a sus domi­
nios, <<Si no es danyo vuestro>>, pues-agrega-<<nos avernos
muy grand deseo de vernos con vos>>.
Esta carta llegaría a Sevilla cuando ya el rey castellano
se encontraba allí; por su parte, también él tiene inten­
ción y deseo de entrevistarse con su yerno, para tratar de la
cuestión con Francia, de donde llegaban entonces a la ca­
pital andaluza el arzobispo toledano, el médico maestre
Nicolás y el juez Pascual Martínez, de regreso de su emba­
jada ante Felipe el Hermoso (3).
(1) Núm. 436.
(2) Doc. publicado por Giménez Soler, op. cit., p. 28, nota (r).
(3) Cr6n., 86. Loaysa, 35.
188 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Apenas vencida la inquietud africana, Sancho IV debe


entregarse a otras preocupaciones, sin conceder nada al
reposo. Su actuación como mediador en la contienda medi­
terránea le obliga y le seduce, atrayéndole el interés de la
intriga europea, en la que interviene en ardua pero inde­
pendiente misión.
El arzopispo don Gonzalo y sus compañeros volvían muy
satisfechos de la acogida que les dispensara el monarca
francés, quien aceptó cuantas explicaciones le mandara el
castellano, reconociendo <<que el rey don Sancho non errara
el pleito que avia puesto con él, pues que el rey don Alfonso
de Aragón era muerto>>; además <<díjoles que le placía, e que
fincasen las posturas e amistades entre ellos amos segúnd
que estaban antes>> (1).
El rey Felipe, que había aceptado las razones de Sancho
para aliarse con Jaime II, y acogiera hien la embajada del
arzobispo don Gonzalo, admitía la mediación del monarca
de Castilla en los pleitos de la Casa de Francia con Aragón,
enviándole su respuesta en este sentido con los tres emba­
jadores castellanos que ahora se presentaban en Sevilla. La
contestación del francés era categórica: si Sancho IV conse­
guía de Jaime II que renunciase a Sic1lia, él, Felipe, <<parti­
ria mano de la demanda>> sobre el reino de Aragón que la
Iglesia había dado a su hermano Carlos de Valois. Parece
que a las deliberaciones del Primado de las Españas con
Felipe asistió Carlos II el Cojo, rey de Jerusalén, príncipe
de Salerno, pretendiente a la corona siciliana, el cual traba­
jaría con el arzobispo don Gonzalo para fijar como condi­
ción-sine qua non--en las negociaciones con Jaime II que
éste abandonase Sicilia (2).
Sancho IV entonces manda sus mensajeros al rey de
Aragón, rogándole <<que se viniese a ver con él a Guadala­
jara»; de este modo coincidían Jaime y Sancho en su mutuo
deseo de entrevistarse (3).
(1) Véase cap. XV, pág. 164. La Crónica habla en dos lugares (pági­
naf 86 y 87) de la respuesta del rey francés a la embajada de don Gonzalo,
la primera vez como si el arzobispo hubiese regresado antes, pero lo cierto
es que llegó a Sevilla después de la toma de Tarifa, como puntualiza en la
segunda mención.
(2) Crón., 87. Rohde, op. cit., pág. 43. .
(3) Crón., 87. En carta de 29 diciembre r292 (nt'tm. 444). Jaime le decía
LA RECON;QUIS1'A 180

En Sevilla le aguardaba otra preocupación a Sancho IV.


Su hermano el infante don Juan, que tan bravamente se
batiera en la toma de Tarifa v a 21 de noviembre todavía
confirma como adelantado m¡yor de la Frontera, al regre­
sar de la campaña empieza a demostrar cierto descontento,
no sabemos por qué oscuras razones, y, fingiendo tem~r que
el rey le encarcele como la pasada ocasión, se traslada a
Portugal. En cambio hallamos ocupando un cargo de impor­
tancia a nuestro conocido Pay Gómez Charino, el viejo ma­
rino y poeta, que parecía alejado de la corte desde los tiem­
pos de don Lope (1).
Sancho IV se detiene en Sevilla hasta mediado diciem­
bre, que emprende camino hacia Castilla por Cantillana,
Lora, Peñaflor, Hornachuelos y Almodóvar, llegando a Cór­
doba el miércoles 24 de diciembre. Al día siguiente, Pascua
de Navidad, el rey <<fué huésped de don Yehuda>>, resul­
tando extraño que el rico hebreo invitase al monarca cris­
tiano en fecha religiosa tan señaladamente divergente entre
los dos (2).
a Sancho: "Vos rogamos que fagades de guisa que vos trobcmos en Gua­
dalfaiara o en Toledo o cerca dallí" (Véase el capítulo siguiente, pág. 198).
(1) Del desvío de don Juan sólo habla la Crónica de Loaysa (pág. 36).
pero coincide perfectamente con los hechos subsiguientes (V. el capítulo pró­
ximo). No sabemos desde cuándo era adelantado mayor de la Frontera el
infante porque en las crónicas no se habla de este nombramiento, y sólo co­
nocemos dos privs. rod. de 1292; el de 16 enero (núm. 395), en que es ade­
lantado de la Frontera don Juan Nítñez, y el de 21 noviembre (núm. 438),
en que aparece el infante con ese cargo. Probablemente sustituyó al de Lara
cuando éste se marchó en primavera desavenido con el rey. En el primer
privilegio rod. que tenemos de 1293, a 2 mayo figura como adelantado mayor
de la Frontera don Juan Fernández (Arch. M. León, caj. 1, núm. 39). Así,
parece que el infante fué adelantado desde la primavera de 1292 hasta
fines de ese año, que, por causas desconocidas, se distanció del rey. De don
Pay Gómez Charino dimos noticias en los capítulos II, IV y V del tomo I.
(2) En Sevilla se expiden varios documentos reales: en noviembre, el 8.
a la cat. de Toledo (R. 60, Arch. C. Toledo); el 13, concediendo al con­
vento de Santo Domingo de Jerez 400 mr. de la moneda forera sobre el
almojarifazgo de la ciudad (nota que debo a fineza del escritor don Hipó­
lito Sancho); el 21, a la cat. de Zamora (núm. 438) y a la Puebla de Coria
(Ortiz de Zúñiga, op. cit., 149) ; el 25, confirmación a Garci Pérez Rendón,
de Burgos (en el pequeño folleto publicado por José María Rendón y Rodrí­
guez, Garci-Pérez de Rend6n, Col. de Privs., etc., Jerez, 1891), y al con<-ejo
de Alcaraz (Arch. M. Alcaraz); el 26, a los jurados de Sevilla, que tenían
190 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

En la ciudad de los califas se detiene el rey Bravo unos


días, acompañándole allí el capellán del rey de Aragón, don
Guillén de Cervera, que seguram~nte dió encuentro a San­
cho en el camino de Sevilla, ya llegando a Córdoba; acaso
es el capellán quien lleva al monarca de Castilla la carta
de Jaime II fechada en Bolea el 10 de diciembre, comuni­
cándole las <<vistas>> que tuvo el 8 con Artal de Alagón y
Ximen de Urrea, los cuales <<espidieronse de nos>>; y como
don Artal, que <<tenia>> el castillo de J átiba, uno de los diez
de rehenes, debía entregarlo a quien Sancho ordenase,
Jaime le propone para sustituirle a su tío don Pedro Fer­
nández, señor de Ixar, <<porque es homne ... que fará tal
guarda quP será a seruicio vuestro e nuestro e guardará
aquello quel deva fazen> (1).
La relación entre suegro y yerno no se interrumpe, pues
uno y otro se comunican frecuentemente por m~dio de sus
mensajeros. Sancho, por su parte, había mandado al reino
de Aragón a su vasallo don Portales con ciertos <<capítulos
et cartas>> que ignoramos scbre qué tratarían, pues Jaime,
desde Zaragoza, a 18 de diciembre, se limitaba a ac11sar
recibo, manifestando <<que vos respondemos a los capítulos
de suso ditos, según que los capítulos que con don Portales
uos embiamos, ueredes seer contenido>>, más <<algunas cosas>>
que-dice--<<ayamos acomendaclo al dito don Portales... que
vos diga de palaura de parte nuestra>>. Don Sancho recibiría

compromiso de guardar la villa, poner velas en los muros, enviar hombres,


socorrer los castillos (N. Tenorio y Cerero, op. cit., 230); el 29, donación a
los capellanes de la catedral de Sevilla (Libro grande de la capilla Real, fo­
lio II, Arch. Capilla Real Sevilla). El 18 de diciembre, en Sevilla, el rey
o.orgaba una carta <le cuentas a Juan Pérez de la Cámara (núm. 44I) en
que habla de gastos hechos para la campaña. El itinerario hasta Córdoba
se consi~a en las Cuentas (t. I, págs. XCV, XCVI). Ortiz de Zúñiga (Ana­
les, 150) y Fermín Arana de Valflora (Compendio histórico descriptivo de
la M. N. y M. J. ciudad de Sevilla., etc. Sevilla, 1766, segunda parte, u5)
dicen que Sancho llevó en procesión la espada de Fernando III el 23 de
noviembre de 1293, fiesta de San Clemente, pero si esto ocurrió debió ser
en 1292, que el rey estuvo en Sevilla; en noviembre de 1293 está en Toro.
Los papeles en que se funda Ortiz de Zúñiga los hemos visto en la capilla
Real y son posteriores al siglo XVI.
(1) Núm. 440. En cuentas (t. I, pág. CIII) se habla del capellán don
Guillén. Véase pág. 186, nota (1). Véanse los núms. 432, 433, 455.
LA RECO~QUISTA 191

esta carta en Córdoba. No será exceso de adivinación supo­


ner relacionados esos <<capítulos>>, cuyo contenido Jaime re­
serva cautamente en su carta, con los asuntos de Francia
y Sicilia, tema que promovía entonces gran actividad en
uno y otro bando (l).
Al mismo tiempo Berengtter de Concas, mensajero arago­
nés, entrega a la reina doña María otra carta de Jaime II,
fechada también el 18 de diciembre, en Zaragoza, recordán­
dole <<como ogano vos embiamos a rogar por Remón de
Vilanova, amado consellero nuestro, que nos emprestásedes
una quantía de dineros que auiamos grand mesten>, a lo
que, prosigue, <<respondiéstesle que nos emprestariedes <;in­
cientos mil-500.000-maravedís>>. Como se ve, doña María
no anduvo avara en el ofrecimiento que su yerno quiere
hacer efectivo, diciéndole que <<como agora ayamos grand
mester los ditos dineros para dar una grand quiantia... a
algunos ricos homes de .Aragón que se eran despedidos de
nos e agora an adobado con nos, rogamos vos quanto más
podemos que los ditos D mil maravides nos emprestedes e
nos embiedes por Berenguer de Conquas... et gradecer uos
loemos muyto>>. Luego, dando seguridades de la devolución
a su suegra, añade: <<et Reyna, sabet que Roger de Loria,
almirante nuestro a feyto muy grand ganancia de los nues­
tros enemigos et deue a nos embiar una gran quantía de
dineros, los quales todos dias esperamos, et luigo que nos
los auremos re~ebido, creet por cierto que nos que uos tor­
naremos. muy de grado lo que nos auredes emprestado>> (2).

(1) Núm. 442. De lo referente a Francia y Sicilia se hablará en el ca­


pítulo XVIII con más extensión. (V. cap. XVII, pág. 2or, nota (2).)
(2) Núm. 443. No sabemos si la solicitu<l del préstamo era un ardid de
Jaime para resarcirse de los gastos de las galeras o si realmente estuviese
tan necesitado de dinero. Zurita dice que el rey aragonés, deseando atraerse
a los nobles descontentos, "mandó que se pagasen cincuenta mil sueldos de
deuda que le pedían" (Anales, I, 353 v.). (V. págs. r86 y r90.) En efecto, Ro­
ger de Lauria, el verano de 1292, había hecho fructífera campaña saquean­
do a Malvasía y tomando Chíos. En octubre entraba en el puerto de Mesina
"con muy gran presa de los despojos de Leuante" (Zurita, I, 358). Si el
préstamo se hizo efectivo acaso los encargados de llevar el dinero fuesen
"Ferrand Royz, Alcall, que iba al rey de Aragón" y "Agostín Pérez Alcall.
que iba al rey de Aragón", quienes cobran r.ooo y 2.000 mr.. crecidas can-
HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Jaime II, que en octubre sólo mandó la paga de sus


diez galeras de Tarifa por dos de los cuatro meses a que
estaba obligado, no había tardado mucho en solicitar el
importante empréstito de la reina castellana, contando, par'l
salir de apuros, con el botín que ganara Roger de Lauda
en sus gloriosas piraterías por los mares orientales.
No sabemos si Berenguer de Concas obtendría inmedia­
tamente la respetable cantidad solicitada por Jaime de la
reina María con tan notoria inoportunidad, cuando las arcas
de Castilla estaban quebranta:ias después de la recientísima
guerra con los moros. De todos modos no tropezaría con
negativas, pues por entonces exteriorizaban muy cordial
amistad los reyes de Aragón y Castilla.
El que continuó i:i.l lado de Sancho IV para seguir viaje
con él fué don Guillén de Cervera, pues en las cuentas reales
de diciembre consta el pago de 40 maravedís <<al capellán
del rey de Aragón por espensa de los X postremeros dias del
mes>>. Por cierto que entre los gastos del viaje hasta Cór­
doba se cuentan 10 maravedís <<por alquiler de tres burros
que anduxieron pan et vino et carne de Lora a Penaflon>;
20, de cebada <<para las acémilas que andugieron el vine,
castellano>>; 38, <<por VIII pares de fazaleias para la mesa
del rey>>, y 2, <<por dos gallinas para los falcones>>, más otras
varias cosas (1).
La demora de Sancho en Córdoba obedecía a la llegada
de unos embajadores del rey de Granada que se presenta­
ban con una osada pretensión del emir: era ésta nada menos
que el cambio de la villa de Tarifa por determinados casti­
llos, más una crecida suma de dinero; absurda propuesta
que el rey cristiano, naturalmente, rechaza, a pesar de fa
insistencia de los emisarios musulmanes durante los sefr
días de su estancia allí (2).
Sancho IV, que había hecho contribuir a su reino con
elevados tributos, sacrificando hombres y energías en. la.
hueste y la flota para ganar la plaza, exponiendo además

tidades para simples mensajeros, lo que nos hace suponer que tuvieran la
misión de transportar a Aragón los maravedís.
(1) Cuentas, pág. CIII.
(2) Tarifa y la política de Sancho IV, 29-33.
LA RECOJ>,QUIS1'A 193

su propia vida, experimentaría sorpresa e indignación a11te


semejante solicitud, mostrándose dispuesto a no cedc.r por
nada su legítima conquista de Tarifa.
Los caballeros granadinos estuvieron en Córdoba, a ex­
pensas de don Sancho, desde el 28 de diciembre hasta el
2 de enero de 1293, según nos informan las cuentas, que
indican el pago de 160 maravedís <<a los ocho moros men­
saieros del rey de Granada de quatro dias a razon de XL
maravedís>> en diciembre, y 80 <<a los mensaieros del rey de
Granada por su comer de los dos dias primeros de enero>> (l).
El 2 de enero del año 1293 partían todos de Córdoba;
a Castilla, Sancho IV, y a Granada, los ocho caballeros moros,
que tal vez llevaran ya sentimientos hostiles hacia el caste­
llano, quien quizás no pensó de momento que su negativa
pudiera acarrearle la enemistad del Nazarí. Al menos en
las apariencias no se advertía ostensible alteración de rela­
ciones, pues parece que fué entonces cuando la reina mandó
que «diese Pero Pérez a Alfonso Godínez>> l. 000 maravedís
cpor una mula que <lió al alguacil del rey de Granada>>, pro­
bablemente jefe de la misión (2).
Si Sancho IV en tal ocasión midió el alcance de su acti­
tud frente a las aspiraciones de Mohamm-ed II, sus conse­
cuencias no debieron intimidarle demasiado cuando tan re­
suelto se muestra a mantener los frutos de la victoria.
La conquista de Tarifa por el rey cristiano conmovía a
los musulmanes, y la embajada granadina responde a un
estado de opinión cuya resultante no tardaría en mani­
festarse.
Pasado algún tiempo, el mismo don Sancho nos declara
su opinión sobre la toma de Tarifa, que conceptúa impor­
tantísima, y su criterio de enérgica resistencia ante los

(1) Cuentas, pág. CIII. La Crónica ni los autores musulmanes citados


hablan de esta embajada granadina.
(2) Cuentas. Por el itinerario y las cuentas vemos que el 2 de enero
salieron unos y otros de Córdoba. En esta ciudad, el mes de diciembre, dió
el rey una carta a la catedral de Sevilla, el 29 (Arch. de la misma), y el 30
otra al concejo (Ortiz de Zúñiga, 149; Tenorio, 232). Jaime II tuvo rela­
ción aquel verano con la corte granadina, pues a 22 julio escribía al emir
sobre la muerte de don Abrahem Abenamias, cuando iba con su "manda­
deria" (V. el núm. 431).
13
194 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

requerimientos de Abenalahmar de Granada. En las cálidas


palabras de Sancho IV, aludiendo a estos hechos, trasciende
su personal firmeza y hasta el espíritu de su época, diciendo
así, concretas y expresivas: <<El Rey Abenjacob, et el Rey
de Granada et todos los moros de allende la mar se sintieron
mucho desta conquista que nos ficiemos porque aquel era
el mdor paso que ellos tenian, et más seguro para pasar a
la nuestra tierra, et para tornar a la suya et mouiéronos
mucha pldtesía que nos darian grand auer et castiellos en
tal que les diésemos Tarifa, la qual cosa non quisiese Dios
que nos ficiéssemos que lo que nos ganamos por su serui­
do, et grand nuestra honrra et de todos los de nuestro
sennorio, que lo nos ouiéssemos tornar a poder de los enemi­
gos de la fee por ninguna cosa que nos diesen>> (1).

(1) Palabras <le la carta de Sancho IV dirigida en marzo de r292 al


obispo de Badajoz (doc. núm. r9), publicada en Tarifa y la política de San­
cho IV (pág. 109). En aquel trabajo dejamos argumentada nuestra afirma­
ción de que Tarifa fué empresa exclusiva de Castilla y no consecuencia de
un pacto previo entre Jaime, Abenalahmar y Sancho, como pretende Gi­
ménez Soler (op. cit., 28), sin aportar documento justificativo de su aserto,
guiándose, sin duda, por indicios de las fuentes musulmanas, que hablan de
las exigencias del Nazarí ;;obre Tarifa. Para comprender que la empre­
sa fué solamente de Sancho IV (puesto que no conocemos documento al­
guno que hable de expreso acuer¿o), basta fijarse en que Sancho mandó
llamar a Benito Zacarías; además hacía sus preparativos guerreros y con­
taba con la amistad del granadino desde antes de comenzar su reinado
Jaime II. Por otra parte, éste, en su felicitación al castellano, dice con
toda claridnd "porque Rey, veemos e conocemos que Dios fizo por vos e
quiere exal9ar el vuestro estado" (sobre esto volveremos a tratar en el cap. XIX):
en otro caso diría nos fizo, y nuestro estado. El auxilio de Jaime con las ga­
leras era lógica consecuencia del cumplimiento de la paz de Soria (V. el trata­
do, núm. 384), como se comprueba además con las cartas de Jaime II, que
hablan ele la paga de dos meses primero, prometiendo mandar luego la de
los otros dos meses (V. págs. r86 y 187), o sea justamente los cuatro me­
ses estipulados en la citada paz que dice "o veynte galeas armadas bien et com­
plidamientre, pagadas por los cuatro meses sobredichos" (pág. CCLIV).
Los Anales de Génova (V. pág. r8r, nota (2). hablan de diez galeras catalanas,
y lo mismo dice Giménez Soler (pág. 28). La Crónica (pág. 86) dice que Jai­
me II ofreció once galeras. El apoyo de Abenalahmar a Sancho se justifica no
sólo desde el punto de vista exterior, como aliado del castellano, sino tam­
bién considerándolo como medida política, pues al granadino le convenía que
se debilitasen guerreando entre sí el cristiano y el benimerín, sus poderosos
vecinos. Lo que quizás no previó fué la toma de Tari'fa, cuya realización por
Sancho le molestaba, originando la propuesta del cambio y el supuesto com-
LA RECONQUISTA 195

Sancho IV no cedería. Toda oferta era inútil. Al plantar


la enseña cristiana en aquel representativo confín peninsu­
lar, Sancho había cumplido ya con la misión legada por los
remotos caudillos astures.
Tarifa, plaza fuerte, avanzada, estratégico vigía del
Estrecho, punto de apoyo para sucesivas campañas, era la
importantísima contribución de Sancho IV a la obra secu­
lar de Reconquista.

promiso cte entrega, como veremos en otro lugar. La conquista de Tarifa


se señala en los privs. rodados: en el de 21 noviembre 1292 (núm. 438), el
primero que tenemos después de la victoria no se consigna, acaso porque en
ese aún se conmemora la paz de Soria. A 18 mayo 1293 leemos "En el anno
en que el rey don Sancho ganó Tarifa et heredó Molina" (Martín ,Lázaro,
op. cit., 21) y lo mismo en dos de 23 mayo (núms. 483 y 484); a 4 octubre
1293 (núm. 499) sólo "el año que heredó Molina", acaso porque la toma
de Tarifa se contase desde el 21 septiembre, día de San Mateo.

Las variantes ocurridas del 16 enero 1292 (núm. 395)-último rodado


que vimos-al 21 noviembre 1292 (núm. 438)-los dos privilegios rociados
que conocemos de este afio-son de importancia. La primera es la confirma­
ción del infante don Juan como adelantado mayor de la Frontera (V. la pa­
gina 189). Están vacantes las Sedes de Avila, Córdoba, Ovicdo y Lugo.
Corto fué el episcopado de don Fernando Rodríguez en Avila (V. cap. XIII,.
pág. 86). Según Eubel (Hierarchia), don Fernando murió el J 5 de agosto
.de 1292. La Silla cordobesa estaba ocupada desde 1274 por don Pascual (Eu­
bel); de este obispo refiere la tradición algunos prodigios, como la aparición
del arcángel San Rafael cuando la peste de 1278, y la bella leyenda de las
golondrinas que, procesadas por anidar en la santa iglesia, desaparecieron,
al leerse la sentencia de que abandonasen el templo (Madrazo, Córdoba. Es­
pa1ia '!,' stts mon., págs. 282-88). Don Miguel, obispo de Oviedo, moría a los
dos años de episcopado (V. cap. XIII, pág. 88). De don Fernando Pérez,
obispo de Lugo, cuya Sede ahora aparece vacante, hablamos en el capí­
tulo XIV, pág. 1~). La silla de Cádiz, que vimos vacante en septiembre
de 1:.:91 (V. pág. 131), aparece ocupada en d priv. de 21 noviembre 129,
por el obispo fray Rodrigo no mencionado por Gams ni Eubel.
A .21 de noi•iembre, entre los nobles castellanos, faltan don Juan Nitñcz
de Lara el Mayor y su hijo don Nuño González, que confirmaron a 16 ene­
ro; ya se dijo (V. cap. XV, pág. 153) que esa primavera· el de Lara se in­
dispuso con el rey; confirma don García Fernández de Villamayor (V. ca-
196 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

pítulo XIV, pág. 131, y cap. XV, pág. 165 y no aparece maestre de San­
tiago. Don Pedro Femández Mata, maestre desde 1288 (V. t. I, págs. 130-31),
sin dttda muere ese verano, acaso en la guerra de Tarifa, pues a 21 noviem­
bre 1292 no confirma, y los autores dicen que asistió al cerco de la plaza
(V. atrás, pág. 178). Rades y Andrada (op. cit., 35 v.-38) dice equivocada­
mente que murió en 1294, año en que fué electo su sucesor, y en el libro de
[,a Regla de la Orden (ya cit.) se fija su muerte en 1293, agregando que no
consta la fecha de la elección del otro maestre don Juan O sores, de quien
se sabe tuvo capítulo en Uclés el año 1294. A estos autores sigue Moreno
de Vargas (op. cit., fol. 333 v.). Pero estos datos están errados, pues a 11
diciembre 1292, en Mérida, don Juan Osores, ya "maestre de la Orden de
Santiago'', "por la gracia de Dios", dirige una carta a los alcaldes, alcaides
y, mayordomos de la Orden en tierra de León sobre recaudaciones (Doc. del
Archivo C. Santiago. Tumbo B, fol. CXIV v.). En priv. rod. de 2 de
mayo de 1293 confirma "don Johan Osores, maestre de la Caualleria de
Santiago" (Arch. M. León, caj. 1, núm. 39).
A ir noviembre 1292 encontramos la confirmación de don Pero Ponz,
hijo de don Fernán Pérez Ponce (V. la pág. 144) y de doña Urraca.
Gutiérrez (V. t. I, pág. 83). Don Pedro foé casado primero con
doña María Gil (hermana de Martín Gil de Portugal) y no tuvo descenden­
cia; casó en segundas nupcias con doña Sancha Gil (hija de don Gil Núñez
de Braganza) y tuvo cinco hijos: don Fernán, don Rodrigo, doña Juana,
doña Isahel y doña Urraca (Linhagens, 157, 171, 288).
A zr noviembre 1292 sustituye en el adelantamiento de Galicia a don
Diego Gómcz (V. págs. ns y 132), nuestro antiguo conocido Pay Gó­
mez Charino, el ex almirante poeta (V. t. I, cap. II, págs. 26, 109, 113),
a quien tendremos ocasión de nombrar otras veces. También a 2 r noviem­
bre 1292 encontramos que a Fernán González Coronel (V. cap. XI, pág. 36)
le reemplaza en el merinazgo mayor de León Pedro Fernández Cabeza de
Vaca, hijo de Fernán Rodríguez Cabeza de Vaca y doña Urraca Nfüíez;
fueron hermanos suyos Fernán Fernández y Juan Fernández Cabeza de
Vaca (Linha.qens, 165). V. Pellicer, Casa de Cabeza de Vaca. En las cuen­
tas se le menciona (pág. CLI, etc). A 21 noviembre 1292 tenemos como ma­
yordomo a don Juan Fernández, Cabellos de Oro, y alférez a don Alfonso,
henñano de la reina, ambos ya conocidos.
CAPITULO XVII

LAS REVUELTAS DEL INFANTE DON JUAN Y LA HERENCIA


DE MOLINA

(E nero-funio)

Sancho IV vuelve a Castilla con la gloria del triunfo, y


el pueblo le aclama entusiasta, sin lamentar esfuerzos ni
tributos, pues la importancia de la plaza conquistada res­
pondía a todos sus sacrificios.
En enero de 1293, el rey castellano parte de Córdoba
con dirección a Guadalajara, donde ha de reunirse con
Jaime II para tratar de diversos asuntos; la cuestión de
Sicilia, las dificultades con Granada y ]as revueltas de los
nobles aragoneses, en las cuales es afortunado árbitro San­
cho el Bravo, serían sobrados motivos de deliberación, pues
aunque entre ambos reyes se habían cambiado varios men­
sajes, la importancia de los negocios de Estado requería
una entrevista. A la sazón continuaba .en la Corte castellana
don Guillén de Cervera, el capellán del monarca aragonés,
que acompañaba a Sancho en su viaje desde Sevil1a; don
Guillén recibe, durante un mes, 4 maravedís diarios (1).
El rey Bravo emprende su marcha a Córdoba el 2 de
enero de 1293, disponiéndose desde la capital de los Califas
los preparativos para las vistas de Guadalajara, pues con

(1) Cuentas, págs. CIII, CIV. Parece como si don Guiflén estuviese en
la corte castellana vigilando los actos de Sancho IV.
198 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

tal fin se compran allí veinte vacas y se alquilan treinta y


cinco acémilas para conducir diversas cosas, sin contar otras
caballerías agregadas al paso por Ciudad Real y Madridejos,
más doce bestias que llevan el <<vino castellano>> (1).
La ruta de Sancho IV es por Daralbácar, Bélm-ez, Gahet
y Puebla de García González, donde es huésped del maestre
de Calatrava, lo mismo que en Rejalgar y Almodóvar; sigue
a Ciudad Real, deteniéndose allí dos días, y el lunes 12 en
Daimiel vuelve a ser obsequiado por el maestre. El 13, en
Arenas, y el miércoles 14, en Madridejos, subvenciona sus
gastos la Orden del Hospital; el 15, en Lillo, <<fué huésped
del arzobispo de Toledo>>, y los días 16 y 17, que pasa en
Santa Cruz, y el 18 en Valdazaret, le atiende la Orden de
Uclés. El lunes 19 está en Loranca, y el 20 llega a Guada­
lajara, recibiendo ese día cariñosa hospitalidad de su hija
doña Isabel, la reina niña de Aragón (2).
El rey don Jaime no había llegado aún, pero no se haría
esperar, pues Sancho había recibido una carta suya, fechada
en Calatayud el 29 de diciembre, en que le decía cómo por
tener <<algunos expresos negocios a deliurar en el Reino de
Valentia>> se encaminaría hacia allí, partiendo de Calatayud
«a jornadas sabudas>> para estar el primer domingo de enero
de 1293 en Valencia, donde se detendría tres o cuatro días
((3. lo más» para <<yr nos por a uos a Guadalfaiara ... >>. En
efecto, sólo un día ha de esperar don Sancho. Pero este día
lo aprovecha para recapitular sobre sus actos (3).
Sancho IV en lo internacional pisaba un terreno muy
resbaladizo: aliado de Felipe el Hermoso desde 1290, con
pacto de ayudarle contra el aragonés, se había colocado
luego en comprometida situación al unirse a Jaime II por
el tratado de 1291, que le obligaba a combatir a Francia
en caso de guerra con· Aragón, y la única postura adoptable
que le quedaba para mantener el difícil equilibrio era la de
mediador entre sus dos amigos, rivales entre sí, y evitar a

(1) Cuentas, CIII, CIV. En 6 de enero I293 el rey hace una merced a
don Martín, obispo de Astorga (núm. 446).
(2) Cuentas, XCIV. No sabemos si doña Isabel estaba en Guadalajara,
pero es probable que aprovechase la oportunidad para ver a sus padres.
(3; Núm. 444.
REVUELTAS DEL INFANTE DON Tl.LAN Y HERENCIA DE MOLINA 199

todo trance esa posible guerra francoaragonesa que fatal­


mente le pondría en evidencia. Por eso su celo conciliador
era sincero, y extremaba la habilidad de sus gestiones en
las Cortes de Francia y Aragón para situarse en el término
neutral que pretendía, logrando por fin el éxito deseado,
pues tanto Jaime como Felipe y Carlos de Salerno admitían
su intervención en los pleitos que ellos debatían (1).
El jueves 22 de enero sale don Sancho al encnentro de
Jaime II a l)eñalver; y el viernes, ya de retorno en Gnada­
lajara, los dos soberanos cambian impresiones; pero las
conferencias formales no empi,:::zan hasta la llegada de la
reina, que es recibida por su esposo el domingo 25 en San­
torcaz (2).
Al cabo de un año volvían a reunirse los monarcas de
Aragon y Castilla, después de importantes sucesos, conso­
lidado el prestigio de Sancho con la reciente victoria sobre
el moro.
El rey castellano iba a Gnadalajara como intermediario
amistoso para tratar con Jaime II sobre el resultado de la
misión desempeñada en Francia por el arzobispo toledano;
el físico y el juez. En representación de Carlos II está allí
fray Bonifacio de Calamandrana, prior de la Orden de San
Juan de Jerusalén, hombre recto, imparcial, escogido por el
difunto Nicolás IV para encauzar las negociaciones de la
contienda mediterránea. Sancho IV, en cierto modo, lleva
la voz del rey francés, ya que Jaime II defiende sus inte­
reses personalmente; además concurren, según frase del
propio don Jaime, <<otros hombres buenos e honrados qui
y vinieron con poder complido>>. También asiste el infante
don Pedro, hermano del aragonés, pues sabemos que el mes
de febrero se pagan en Guadalajara 50 maravedís <<a las
soldaderas del infante don Pedro de Aragóm> (3).

{l) Recuérdese que Sancho, para disculparse ante Felipe el Hermoso


de su alianza con Jaime II, alegó que la paz de Bayona se refería al di­
funto Alfonso III; a Jaime seguramente le ocultó las cláusulas de Bayona
concernientes al reino aragonés.
(2) Cuentas, XCIV.
(3) Cuentas, CIV. Rohde (op. cit., pág. 43 y s. s.) se detiene en el
estudio de la política aragonesa y la entrevista de Guadalajara, pero no
hemos de recoger sino aquello esencial, y sobre todo cuanto se refiera a la
200 HISTORIA DE SAN'CHO IV DE CASTILLA

A Sancho IV le corresponde el enojoso cometido de


exponer a su yerno la rotunda condición impuesta por
Felipe el Hermoso, bajo la sugerencia de Carlos II, respecto
al abandono de Sicilia por Jaime, como punto inicial para
entablar negociaciones. Pero esta exigencia resulta prema­
tura, porque el aragonés todavía no está dispuesto a ceder
el reino siciliano, y a lo más que llega entonces es a proponer
un proyecto de paces a base del matrimonio de Blanca,
hija de Carlos II, con el infante aragonés don Fadrique,
su hermano, a quien le concedería como dote el reino de
Sicilia, al parecer bajo la soberanía de Aragón (1).
De todos modos, algo cedía don Jaime, quizás conven­
cido por las palabras de Sancho IV, quien procuraba armo­
nizar los intereses de su yerno con las exigencias del rey
francés, transmitidas por el arzobispo de Toledo. Jaime II,
al menos exteriormente, demostraba plena confianza en el
castellano, escribiendo a Mohammed II el 6 de febrero,
allí mismo, desde Guadalajara, cómo <<fiando en el amor
e en la verdat del rey don Sancho ... pusimos todo nuestro
feyto en su mano» (2).
Como tras diversas discusiones no consiguieron los re-

inten,-ención de Sancho IV. Rohde cree que asistió a la reunión de Guada­


lajara el siciliano Guisberto de Castellcto, llegado a Barcelona en diciem­
bre de 1292 (pRg. 45). En documento fechado el 2 febrero 1293, Jaime es­
cribe al emir de Granada que "de las partes de los nuestros contrarios vi­
nieron mandaderos honrados entre los quales fue don Fray Bonifacio maes­
tro mayor de la horden del espita!, e otros hombres buenos... con poder
complido, en guisa que si acabo este feyto" (Reg. 252, fol. 49, Arch. Co­
rona de Aragón). Estas últimas palabras encerraban una inexactitud, pew
políticamente convenía hacerlo creer así al granadino. (V. pág. 202).
(1) Rohde (op. cit., pág. 45), al declarar que estamos mal informados
sobre los acuerdos tomados en Guadalajara, recoge como dato de interés
la lista de proposiciones hechas a Jaime por el embajador de Carlos II,
transcriptas por Bartolomé de Neocastro en su Historia Sicula, y entre las
que figura el proyecto matrimonial entre Fadrique y Blanca. El aut~r ale­
mán dice que Jaime cedía un poco a las insinuaciones de su suegro don
Sancho, en cuya buena fe creía entonces. Fijémonos que en el doc. de 29
diciembre 1292 (núm. 444) Jaime II le dice al castellano que sus enemigos le
~menazan por la frontera de Cataluña. Apremiando así por las armas, cr('l'·
rían los franceses intimidar a Jaime para que en las negociaciones se mos­
trase más propicio. (Véase además la pág. 188.)
(2) Reg. 252, fol. 49, Arch. Corona de Aragón.
REVUELTAS DEL INFANTE DON TU,:\N Y HERENCIA DE MOLINA 201

unidos ponerse de acuerdo en los puntos esenciales, todo


queda pendiente de sucesivas negociaciones y de una entre­
vista convenida para el próximo verano en Logroño, entre
los allí presentes y Carlos de Salerno (1).
Entonces don Sancho, insistiendo en un deseo que desde
antes de ir a Guadalajara formulara a Jaime por mensa­
jeros, solicita la entrega de los tres hijos de Carlos que el
aragonés tenía en rehenes, los cuales custodiaría el caste­
llano hasta la reunión de Logroño para que, si los conten­
dientes «se aviniesen en aquellas vistas, que fuese cierto el
rey Carlos que sus fijos los avria sueltos>> (2).
Jaime II, que en principio había admitido la pro­
puesta de su suegro, al aceptarla definitivamente, envía
órdenes a los príncipes franceses, que esperaban no lejos
de la frontera castellana, para que estén dispuestos cuando
en breve vayan a buscarles. Sancho IV, teniendo en su
poder los rehenes de Carlos II, afianzaba su autoridad de
mediador ante Felipe el Hermoso y sus parientes (3).
Las conferencias de Guadalajara no marcan un sensible
avance en las negociaciones sobre Sicilia; acaso signifiqnen
solamente el primer aldabonazo dado a la tenacidad del
rey aragonés en conservar la codiciada isla. Para Sancho
de Castilla esta entrevista señala un triunfo diplomático;
las dos partes depositan su confianza en él, pues Jaime,
sin duda con el beneplácito de Calamandrana, decide entre­
garle los cautivos, y allí acuerdan que en dominios caste­
llanos se efectúe la próxima reunión con Carlos de Salerno.
El rey Bravo, muy interesado en hallar solución al pleito

(1) Zurita, J, 354. Crónica, 87. Probablemente allí no se fijó una fecha
determinada para la reunión de Logroño, sino que sólo se indicó el pro­
yecto, para trabajarlo con nuevos tratos; debían convenirlo desde luego
directamente con Carlos II, a lo cual debió brindarse Sancho IV. Véase
la pág. 212, nota (3).
(2) Crónica, 87. Zurita (I, 354) interpreta esto como una astucia del
castellano para apoderarse de los rehenes franceses, en provecho de su po­
lítica con Felipe. Decimos arriba que Sancho insistía en solicitar esa en­
tre¡;:-a, pues, sin duda, ele antemano ya había expresado su proposición, y
muy prol,ablemente se contenía en aquellos "Capítulos" que llevó don Por­
tales a Jaime JI a fines de 1292 (Véase págs. 190 y 191).
(3) Que los prisioneros franceses esperaban no lejos, se verá adelante,
pág. 205, nota (1). ·
202 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

que venía a sus manos, se dispone a intervenir más direc­


tamente y con mayor actividad preparando los debates de
Logroño (1).
Ado2más se ventila allí otro asunto de conveniencia par­
ticular de Sancho: sus relaciones con los moros. El rey
castellano informa a J aim= de la embajada granadina lle­
gada el lll=S de diciembre a Córdoba con propuesta de cam­
biar Tarifa por dinero y fortalezas. Los monarcas cristianos
sospechan que en esto se mezcla la mano de Abenjacob, y
envían ante Mohammed II de Granada al judío don Samuel,
alfaquí del aragonés, con una carta hábilmente redactada;
en esta misiva Jaime notifica al granadino el buen rumbo
que tomaban sus asuntos con Roma y Francia, exagerando
el optimismo con inequívoc'.1 intención de reflejar fuerza y
poder; al final advi,erte a Mohamm·=d que no se deje acon­
sejar en contra del castellano por <mingun mal omne>> que
pudiese <<meter estranneza ni arredramiento de amor sino
assí como deve seer entre sennor e vassallo muy bueno e
muy honrado>>, encubriendo en ese supuesto mal hombre una
evidente alusión al benimerín (2).
En cuanto a Marruecos, se acordó que Alberto de Mediona
intentase con Abenjacob las negociaciones proyectadas antes
de la toma de Tarifa; en realidad era difícil la misión enco­
mendada a Mediona, después de arrebatarle al marroquí la
plaza más importante que tenía en la Península. Sin em­
bargo, los monarcas cri5tianos procuraban ahora, si no firmar
una paz duradera con Abenjacob, al menos pactar treguas
que les permitiesen disfrutar de alguna tranquilidad durante
un período de tiempo (3).
Tampoco descuida Sancho sus relaciones con Navarra,
donde residía don Juan Núñez el Mayor desde la prima­
vera anterior que partió disgustado de Castilla; así, leemos
en las cuentas reales que ese mes de febrero se pagan 4~0
maravedís <<a Martin Pérez Zatiquero e a Adán de Ando­
siella que fueron al Governador de Navarra>>, sin duda con
mensaje del rey castellano (4).
(1) Véase pág. 212, nota (3).
(2) Giménez Soler, op. cit., 30. V. pág. 204, nota (1).
(3) Tarifa &. 37. También trataron de Dieg-o López de Hato, como
veremos en el cap. XX.
(4) Cuentas, CIV; hacia entonces se dan 200 mr. "a dos ornes que fue-
REVUELTAS DEL INFANTE DON TU.e,.N Y HERENCIA DJ¡; MOLINA 203

La estancia de Jaime II y Sancho el Bravo en Guada­


lajara se prolonga hasta el 5 de febrero, sufragando todos
los gastos el rey de Castilla, pues se pagan hasta 14 mara­
vedís que costaron <<Sfis gallinas para las Aves del Rey de
Aragón», sin contar otras ciento veinte gallinas que se ma­
taron para la mesa real; además se consumieron salmones,
huevos, <<pixotas frescas>>, manteca, que suministró el <<spe­
ciero>> Pero Juan; granadas para letuario, bebida refrescante
y otras muchas cosas. El repostero Juan Alfonso de Areni­
llas recibe 1.000 maravedís por su <<derecho que avie aver
de las Candelas grandes del Rey de Aragóm>, quien se de­
fendía del frío invernal al amparo de los ardientes troncos
de la sierra, subiendo a 31 maravedís los gastos de <<taiar
la i.~nna en las vistas de Guadalajara>>. Además, el hospe­
daje del rey vecino y su comitiva suponía otros dispendios,
tales como <<tres bacines et quatro aguamaniles>>, <<manteles
et Fazalúas para las vistas>>, <<escudiellas para las vistas>>,
<<una m=sa para los Reyes>>, <<papel et tinta>>, y hasta <<trigo
para las gallinas>> y cebada para las caballerías. Particular­
mente en la cocina se notó el inusitado movimiento, pues
hubieron de comprar un <<taio para carne>>, <<Una pala para
carbonada>>, <<un par de fierros para la caldera mayon>, gas­
tándose asimismo 20 maravedís en <<adobar la ferramienta
de la cocina del Rey>>, 8 maravedís en <<ferrar quatro Azémi­
las de las cocinas>> y 61 en zapatos <<para XII servidores e
IV Azémileros de las cocinas>> (1).
Seguramente el rey aragonés no llevaría mal recuerdo
de los manjares castellanos, si bien todo aquello se notaría
en las arcas de don Sancho, pues ascendía a más de 41.000
maravedís la <<despensa del Rey de Aragón» en las vistas de
Guadalajara.
El 5 de febrero, ultimados todos los acuerdos, deciden ir
juntos los dos reyes hasta Tarazona en busca de los hijos
del príncipe de Salerno, para trasladarlos a Castilh. (2).

ron a prender nueuas a Navarra et Aragon"; quizás estas noticias que bus­
caban foe~en respecto a don Juan Núñez de Lara (Cuentas, pág. XXVI).
(1) Cuentas XXIII, XCI, XCII, XCV, CIII, CIV.
(2) Crón., 87. F.n Guadalajara dió el rey entonces varias disposiciones:
el 26 enero 1293 concede una merced sobre ganados al monasterio de Santa
F:ufemia de Cozuelos (Docs. Orden Santiago, núm. 53, caj. 18, A. H. N.,
204 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Sancho y Jaime salen de Guadalajara el. mismo jue­


ves 5, yendo por Santa María de Sopetrán, Baides, Atien­
za, Bedanga, Almazán, Quintana Redonda y Soria, desde
donde, a 13 de febrero, redacta Jaime II unas líneas para
tranquilizar a sus impacientes súbditos sicilianos, dicién­
·doles que <<Pax inter nos et hostes nostros per illustrem
regem Castelle ordinata fuit ac tractata>> (1).
En Soria sólo se detienen un día, siguiendo por Canales
y Agreda, pagándose allí 144 maravedís <<a XX..XVI falco­
neros que fincaron en Agreda>>, más 20 maravedís <<a dos
mozos que fincaron con los falcones>>; como se ve, los monar­
cas también tuvieron tiempo para de~carse a la cetrería y
esparcirse con los cantos y danzas de las soldaderas del
infante don Pedro. El lunes 16 de febrero llegan a Tara­
zona (2).
Justamente yendo de camino recibe el rey noticia del
fallecimiento de doña Isabel, heredera de Molina y esposa
de Juan N úñez el Mozo, de cuyo matrimonio no quedaban
hijos; Sancho IV, sin perder momento, manda un mensa­
jero solicitando de doña Blanca, hermanastra de la reina,
que le nombre heredero del señorío, lo cual no ha de ne­
garle doña Blanca, señora propietaria de Molina (3).

Bulario, págs. 150, 166) y otra a la de Calatrava (noticia en el Indice,


A. H. N.); el 4 febrero libra de portazgo a los vecinos de Pareja, vasa-
11os del obispo de Cuenca (T. González, op. cit., V, 142).
(1) Rohde (pág. 44), Reg. 94, fol. 81 v. y 84. En Soria sólo estuvieron
de paso el día 13 (Cuentas, pág. XCVII), precisamente fecha de las cartas
de Jaime II. En carta al rey de Granada, por conveniencias especiales (véase
pág. 202). Jaime II le daba como seguro que "acabamos todos nuestros fe­
chas de la discordia que era entre nos, la eglesia, e los franceses, a grand
servio de Dios e a pai; e a sessegamiento de toda la xpiandat porque de
las partes de nuestros contrarios vinieron. mandaderos muy honrrados",
entre ellos Calamandrana y otros "hombres buenos" (Reg. 252, fol. 49, Ar­
chivo Corona de Aragón; esta frase no la transcribió Giménez Soler al
publicar el documento, op. cit., pág. 30, nota (1).
(2) Cuentas, CIV. R. Menéndez Pida] hace mención de las soldaderas
dci infante don Pedro en su interesante libro Poesía juglaresca y juglares,
Ma,!ri<l, 1024, pág. 247. El ro febrero, en Atienza, el rey hace una donación
a doña :María Fernández, ama de su hija doña Isabel, y da una carta a la
éatédral de Cartagena (núms. 447 y 448).
(3) Crón., 87. Salazar, Lara, III, r54, fija la niuerte de doña Isabel en
agosto de 1292, sin apoyar su afirmación en ningún dato; por tanto, nos pa-
REVUELTAS DEL INFANTE DON TU~N Y HERENCIA DE MOLINA 205

El soberano de Castilla se detiene tres días en Tarazana,


donde es huésped del rey de Aragón, de quien se despide
allí. Sancho IV vuelve a sus estados el viernes 20 de febrero,
y consigo lleva a los tres ilustres prisioneros Luis, Roberto
y Ramón Berenguer, hijos de Carlos de Salerno. La comi­
tiva no era exigua, pues se abonan 45 maravedís <<por des­
pensa de XV bestias en que vinieron los fijos del Rey Car­
los>>, a quienes acompañan Hugo Dalbac;, Beltranet · Alamano
y Folqueto de Pontes (1).
Sancho IV, que iría satisfecho del resultado de su ges­
tión, al salir de Tarazona, el mismo día 20, recibe avisos
de que su hermano el infante don Juan, secundado por
don Juan Núñez el Mozo, se había levantado en armas.
Entonces el rey, al día siguiente, sábado, manda sus men­
sajeros desde Agreda a Galicia, <<porque se alc;ara el infante
don Juan>>, llamando a todos los de su señorío <<a voz de ape­
llido>>, y sigue su camino por Gómara, Almazán y Berlanga
hasta San Esteban de Gormaz, donde se detiene cuatro días
instalando a los cautivos, a cuya guarda quedan por el rey
de Aragón, bajo pleito homenaje, los caballeros castellanos
Juan Alfonso Carrillo, Alfonso Pérez de Villegas y García
López de Saavedra (2).

rece más seguro seguir a la Crónica. Probablemente don Juan el Mozo no


había tomado el partido de su padre, permaneciendo sumiso al rey, por temor
<le perder el señorío dt Molina, que ahora se le escapaba con la muerte ~e
su esposa doña Isabel.
(1) Cuentas, CIV. Véase el C'apítulo XVIII. Como -se ve, los cau­
tivos esperaban cerc-a de la frontera castellana, lo cual indica que todo es­
taba prevenido según convenio anterior. Los nombres de los acompañan­
tes constan en documentos posteriores (núms. 488, 489). Los tres hijos de
Carlos estaban presos en el castillo de Ciurana, en Cataluña, de donde sa­
lieron a fines de 1292, sin duda porque Jaime había accedido a entregár­
selos a Sancho IV; así lo viene a demostrar además una carta de Jai­
me II a las autoridades de Lérida, fechada el 26 diciembre 1292 en Ca­
latayud (ocho días después de aquella dirigida a Sancho acerca de los
"Cr,pítulos" llevados por don Portales), en que ordena un trato menos duro
con los hijos de Carlos, atendiendo ciertos megos de Calamandrana (Finke,
Acta Aragonensia, III, 27); de modo que a fines de 1292 habían salido del
castillo de Ciurana. Sobre uno de estos príncipes-Luis de Anjou, luego
obispo y santo-preparamos una monografía. En Tarazona, el 17 de febrero,
da el rey Sancho una carta a la cateclral de Cartagena (núm. 449).
(2) Crónica, 87. Cuentas, CIV, documentos posteriores de Jaime II (nú-
206 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Desde San Esteban va el rey a toda prisa en busca de


los sublevados para someterlos; pero adelante habían ido ya
unos cuantos con don García Ximénez, vasallo de Sancho
Martínez de Leyva, merino mayor de Castilla. El sábado
28 de febrero salía Sancho IV de San Esteban de Gormaz
y, pasando por Coruña del Conde y Santo Domingo de
Silos, Uegaba el miércoles 4 de marzo a Burgos, donde deja
a la reina y al infante don Fernando; Ja <<compaña>> del here­
dero va en las huestes del rey, quien manda dar a estas gen­
tes 25.000 maravedís, <<para la ida que iba contra el infante
don Joham> (1).
Los rebeldes, que estaban por Treviño, al saber que el
soberano va contra ellos llevando gran acompañamfonto,
temen el encuentro y huyen a tierras de León, dirigiéndose
el infante a Valencia de Don Juan, y Juan Núñez el kl ozo
a Castrotorafe. Entonces ..don Sancho va por Muño, Palen­
cihuela, Torquemada, Ampudia, Tordehumos y Castronuevo
hasta Pajares de Lampreana, lugar estratégico, donde se
sitúa entre los dos revoltosos, evitando que se socorrieran
mutuamente e impidiéndoles el abastecimiento de sus
ejércitos (2).
Allí en Pajares reúne el monarca sus fuerzas dispuestas
a tomar la ofensiva; pero ha de esperar unos días la llegada
de las armas, que eran conducidas al paso l·;;nto de los ca­
rros, lo cual además supone dispendios, pues se pagan I 00
maravedís a <<diez carreteros que llevaron los Escudos a
Pajares>>. Además se dan 61 maravedís a <<Ferrán Saárez e
a otros Escuderos para lanzas et dardos>>. Sin embargo, los
gastos militares pueden hacerse desahogadamente, a pesar

meros 4l8, 48c¡). Roh<le se equivoca al decir que la entrega de los prisio­
neros franceses en Tarazona se efectuó en junio (pág. SS); las cuentas nos
demuestran claramente que fué en febrero, según vimos ya.
(l) Cuentas, LII.
(2) La Crónica, pág. 87, dice que el infante se refugió en Palencia, no­
torio error. La Crón. Ms. de la Acad. de la Hist. dice más exactamente Va­
lencia (q11e es Valencia de Don Juan), y respecto a Castro, la Crónica no
dice cuál, pero en los Linhagens y en la Crón. de 1344 se dice Castrotorafe.
Tar1poco indica a cuál de los lugares llamados Pajares se refiere, pero por
el d,:tallado itinerario de las Cuentas vemos que se trata de Pajares de
Lampre:ma, villa de la provincia y partido judicial de Zamora.
REVUELTAS DEL INFANTE DON TUAN Y HERENCTA DE MOLINA 207

de los desembolsos realizados en las vistas de Guadalajara,


gracias al opulento obispo don Martín de Astorga, leal
amigo de los reyes, que dió un empréstito de 100.000 mara­
vedís (1).
Sólo que la conducción de aquel dinero ofrecía dificul­
tades, por tener que recorrer comarcas amenazadas por el
infante y el de Lara, confiándose esta misión a Alfonso
Michel, despensero mayor del hered~ro don Fernando; Al­
fonso Michel recibe orden de tomar precauciones, y se le
dan 700 maravedís <<porque en el alboroi;o del infante don
J oham>, los soberanos le mandaron que <<levase gente a pie
et a caballo para traher de Astorga a Salamanca los C mil
maravedís quel prestara el obispo de Astorga>> (2).
Con el rey acuden a sofocar la rebelión muchos de sus
caballeros. Sabemos que don Juan Fernandez, adelantado
mayor de la frontera, recibe 7.000 maravedís <<por la mo­
rada de Paiares>>, y <<a Rodrigo Alvarez Daza, a Diego Mar­
tinez de Finoiosa et a J ohan Pérez de Castanneda, et a
Garcia Fernández de Vi11amayor, por mandado del maestre
de Alcántara, que les mandó el rey dar en la morada de
Paiares a cada uno, M mr.>>; también se dan 1.000 marave­
dís <<a Roy Diaz Carri::llo por la costa que fizo en Paiares>> (3).
El infante don Juan, tem-:=roso del rey, al saber que va
hacia ellos, huye a Braganza con su mujer y su suegra doña
Juana, la viuda del conde don Lope; más don Juan Núñez
el Mozo no se arredra: se hace fuerte en Castrotorafe, manda
cien jinetes a correr la comarca hasta las puertas de Bena­
vente, y luego él mismo va con sus gentes haciendo estra­
gos y robando por todo el término de Toro y Zamora, de
donde lleva gran botín de ganado, pan, vino y sal (4).
(1) Cuentas, CIV, LXXXV.
(2) Cuentas, LXXXV. El Padre Flórez no tuvo noticia de este présta­
mo, y al hablar del obispo don Martín sólo se refiere al préstamo de 4.800
torneses gruesos otorgado a la reina en 1298 (E. S., XVI, 248-50, ed. 1905).
(3) C11entas, XCV, LXXXIII, LXV.
(4-) Linhagens, 264. Crónica de 1344. La Crónica de Sancho IV da me­
nos c!etalles; la de 1344, en cierto modo, es favorable al infante don Juan.
Sígnicnc!o los datos dispersos e imprecisos, podemos conjeturar que, des­
pués de la toma de Tarifa, el infante se separó de su hermano el rey, indis­
puesto por causas ignoradas (V. cap. XVl, pág. 189), y desde entonces em­
pezaría a tramar la rebelión, encontrando, al fin, el apoyo de don Juan Nú-
208 HISTORIA DE SANCHO rv DE CASTILLA

La villa de Castrotorafe sería la víctima de aquella


tenacidad del rebelde don Juan Núñez quien, según el cro­
nista portugués, dijo <<que ou morreria em ella ou a terría>>.
En la porfía, la población fué incendiada, como sabemos
por una carta posterior de Fernando IV que la favorece con
una merced porque se quemara <<quando compaña del Infante
don J ohan nuestro tio se al<;ara contra el rey nuestro padre
en Castrotorafe>> (1).
El rey, aunque prosigue concentrando sus fuerzas, no se
niega a entablar negociaciones honrosas para los rebeldes,
deseoso sin duda de desembarazarse de esa inquietud en
momentos cuando otras preocupaciones de trascendencia
atraen su atención. Don Sancho se muestra generoso con
el joven don Juan Núñez de Lara, que perdía entonces el
señorío de Molina por la muerte de su esposa doña Isabel,
y le concede elevadas rentas; y tanto a él como al infante
don Juan les garantiza completa seguridad para que vivan
en León y Castilla (2).
Ahora sólo falta la presencia del infante para formalizar

ñez el Afozo, quien quizás se disgustara con el rey por las pretensiones de
éste sobre el señorío de Molina (Véase atrás, pág. 204). Aunque cronoló¡ó
camente resulta un poco apretada esta última ·suposición.
(1) Linhagcns, 264. Salazar, Lara, III, 158.
(2) En los Linhagcns (264) leemos que don Sancho, al ace!'carse a Cas­
tro, negoció "muito a a homra de dom Joham Nuniz, ca lhe deu mais de
LX mi!! marattedis em terra que del tiinha, e segurou o iifante dom Joham
e todos o scus que veessem per Castella e Leom e amdassem per hu quises­
sem, seguros". La Crónica, pág. 87, dice que los rebeldes, viéndose "mucho
afincados, don Juan Nuñez avinose con el rey", pero el infante, al saberlo,
"desamparó cuanto tenia con grand miedo que ovo del rey", huyendo a Por­
tugal. La Crónica de 1344 afirma "que quando el rey sopo como se fuera
el infantt de Castrotorafe, et que fincara y don Johan Nunez, et que tenia
y tanto mantenimiento que le bien podría abondar dos annos ouo conseio
si lo cen;aria o non", y los suyos le aconsejaron "que pleytease con él de la
mejqr manera que pudiese". Sin duda, el rey quiso evitar la lucha, aunque
estuviese bien preparado para ella, y optó por negociar; era una condes­
cendencia más del monarca con la familia Núñez de Lara. No sabemos si
el rey llegó a pagarle a este don Juan Núñez los 60.000 mr. de que hablan
los Linhagens; en las Cuentas hallamos, tachada, la siguiente partida: "A
don Johan, el Moi.;o, para complimiento de su soldada del auno de XXXI,
XLVII mil DCCCXXIIII mr" (Cuentas, pág. CXCVI). Justamente la era
de XXXI es el año 1293, fecha de estos sucesos.
REVUELTAS DEL INFANTE DON TUAN Y HERENCIA DE MOLINA 209

los pactos de sumisión al rey; pero el fugitivo está rehacio


a presentarse ante su hermano, y los mensajeros se suceden
reiterando el llamamiento. Sabemos que <<Fernán Gómez de
Facenes, que fué con mandaderia al infante don J oham>,
recibió por ello 200 maravedís, y otras cantidades se dan a
fray Gil de Arévalo, <<que iba al Infante don J ohan»; Pero
López de Padilla, <<que iba al Infante don Johan»: Fernán
Remond, <<que iba al Infante don J oham>, y García Gil de
Padilla, que también <<iba al Infante don Johan» (l).
El infante, recordando sin duda su prisión de dos años,
después de la tragedia de Alfaro, recelaría de don Sancho,
y prefiere pactar por medio de emisarios.
Con todo esto llega la Semana Santa, pero el monarca
no piensa en abandonar Pajares hasta concluir aquel asunto
que tocaba a su fin, y allí pasa el <<Jueves de la o~na>>, el
<<Viernes de Andulgencias>> y el Domingo de Pa<;cua; precisa­
mente por esos días se decide a presentarse don Juan, y 1a
concordia se establece entre los dos hermanos, hasta donde
podía ser concordia un pacto con aquel tortuoso perso­
naje (2).
El Domingo de Pascua, 29 de marzo, el turbulento
infante otorga al rey, <<el muy Noble, et mucho alto, et
mucho onrrado mio sennor et mio hermano>>, las villas y
castillos de Baena, Luque y Zuheros, a cambio de Iscar,
comprometiéndose a entregar las villas y fortalezas durante el
próximo mayo, bajo <<la pena que dize la carta de la postura
et de la pleytesia que yo fiz con vusco, la qual carta tene-
des uos seellada con mio seello>> (3). ·

(1) Cuentas, XXIV, CIV.


12) Cuentas, XCVIII.
(3) De esta composición entre los dos hermanos nada dicen las Cróni­
cm.; la de Sancho IV, en este pasaje, es tan escueta que omite incidentes
quizás porque la avenencia no tuvo efecto, como veremos adelante. El docu­
mento citado es el núm. 454, pero no conocemos la fecha "dela postura et
de la plcytesia que yo fiz con vusco", aludida así por el infante en esta carta;
acaso se convino por medio de los mensajeros esa Semana Santa. Al tomar
para sí el rey aquellas villas "en la frontera de Andalucía", tan cercanas a
tierra de moros, rescatándolas de su hermano a cambio de posesiones en
Castilla, parece eomo si Sancho hubiese tenido motivo de desconfianza res­
pect0 a! infante, en cuyas manos desleales era peligroso que estuviesen esos
14
210 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Así terminó por entonces el alboro~o de don Juan, cos­


tándole al rey un esfuerzo y un quebranto pecuniario, sin
contar los· daños causados a las tierras ocupadas por los
sublevadcs; así, el rey mandó dar 1.000 maravedís al con­
cejo de Belver, <<por razón del danno que recibieron al tiem­
po del alboroto de don J oham>, y al maestre de Alcántara
se le satisfacen 10.000 maravedís <<por la costa que fizo en
su tierra do era don Joham>. Entonces se cobró fonsadera, y
los gastos fueron muy crecidos, pues consta que el Bar<.'hilón
pagó de las arcas reales 30.000 maravedís por <do de la Penna
de Paiares>>; además Juan Bernalt, despensero mayor del
rey, recibe 6.000 maravedís <<paral comer del rey dela mo­
rada que fizo en Paiares>>; 4.000 el maestre de Calatrava,
<<para espensa de casa del rey qnando estaba en Pajares>>,
y 3.000 Alfonso Michel, <<para comer del rey que comió en
Paiares>>. También cobra el cebadero, por quinientas fanegas
de cebada que se gastaron <<en la morada de Paiares>>; el co­
pero, por ochocientas veinte <<cántaras de vino én la morada
de Paiares>>; el especiero, por diversas cosas <<en la morada
de Paiares, para la mesa del rey>>, y a Pero Pérez 460 ma-

ltig·a res vecinos a Granacla. Acaso este indicio nos lleve a sospechar cuál
pudo ser la causa de la escisión fraternal después de Tarifa. La villa de
Iscar que daba Sancho en cambio al infante la había heredado de doña
Urraca Díaz de Haro (V. t. I, pág. r9, y Crón. de Alfonso X, 64). Poco
después del pacto, a 9 de mayo, en Valladolid, se pagaban 4.000 mr. "a
Joh;in Gutierrez de Luque, et a Alfonso Perez de Baena, que vinieron al
rey con mandado de estos logares" (Cuentas, XXXII, LXXXV), segura­
mente por razón del cambio con el infante. A 8 julio 1293, el rey confir­
maba una donación hecha por el concejo de Córdoba ----9 junio 1293 - a
Fernán Díaz, que había conquistado Baena, Luque y Zuheros, lugares que
el rey había dado por términos a Córdoba (Benavides, op. cit., II, 439). En
los Linhagens se dice que se convino además "que ficase Castro Torafe do
;ffamte d0m Joham" y lo otro que tenía, "e desto se teue o iffamte dom
J olrnm por muito pago e por muito entregue". La Crónica de 1344 dice:
·'Et la pleytesia fue en esta guisa, que el infante don Iohan con toda sú
casa tornase para Castilla et fuesen seguros et comieren por sus dineros
sin ningnn Rc<;elo"... y "que le dio el rey don Sancho mas quelo que del
tenia, setenta mili mr. en tierra". En las Cuentas leemos: "a Ferran Comez,
ayo del infante don Johan, por mandado del rey et de la Reyna, para man­
tenimiento de su casa, del anno de la era de XXXI {año 1293), II mil mr"
(p~¡óna LIII).
RE.VUELTAS DEL INFANTE DON JUAN Y HERENCfA DE MOLINA 211

ravedís, <<por pescado fresco que dieron para casa del rey
en Paiares>>, donde pasa la Semana Santa (1).
En cuanto el rey Bravo se avino con don Juan Núñez
el Mozo aquel mes de marzo, manda a Adán de Andosilla
<<a Navarra a don Juan Núñez>> el Mayor, con quien desea
reanudar amistad, aprovechando sin duda la coyuntura que
le ofrece la reconciliación con el hijo (2).
El miércoles l.º de abril salía el soberano de Pajares
camino de Zamora, donde se detiene hasta el lunes 6, fecha
en que dirige una carta en severos términos al noble arago-
11és don Artal de Alagón, en que le dice: <<Sepades que nos
dixeron que uos que tomastes auer del rey de Aragón et
de la Reyna nuestra fiylla sin su mandado et contra su
voluntat, en la qual cosa errastes mucho a ellos et a nos
et veredes uos>>, prosigue conminatorio, <<Dios queriendo, que
uos daremos nos a entender que nos pesa et que uos verná
mal por ello>>. El poderoso don Artal tenía algunos castillos
de las garantías de paz entre Jaime y Sancho, por lo cual

{l) Estos datos de g-astos e itinerario nos los dan las Cuentas, páginas
XXXI, XXXVI, XXXIX, LII, LV, LXXII, LXXIII, XCI. En la pá­
gin:i. XLI se habla de "que diesen (los Dezmeros de Castro Urdiales) a Per
Lopez para cuerdas et fierro para los Engennos lo que oviese mester... " "Et
que dixieron Pero Perez e Pero de la Riba que dieron a los atijareros que
ac!uxieron esto a Burgos" 157 mr.; estas cosas bien pudieran ser para la
lucha contra los rebeldes. También ese año se dispensa el pago de diezmo
y portazgo a "Johan Alberte, en como metiese armas a Castiella"; al re­
ca11dador de los diezmos de los puertos de Guipúzcoa se le piden "por carta
de !a reyna" "quantos dineros pudiese a ver"; y "por carta de pago del rey"
se le dan 3.400 mr. "a Johan Matheo, pora cosas que eran a servicio del
rey'', pág. XXIV. En cuentas de r294 se habla de "la fonsadera de Paia­
res", pág. LI.
(2) .Este dato nos lo suministra una partida de las Cuentas, pág. CIV;
ya vimos cómo Andosilla fué también a Navarra en febrero (V. pág. 202).
Durante el mes de marzo la Cancillería expidió en Burgos los siguientes
rea!Ps diplomas: el 8, a Santa María de Oya y San Salvador de Barrantes
(número 452); el r2 a la Orden de Calatrava (Escrituras de Calatrava,
A. H. N.); el 18, a Cardeña (Berganza, II, 18o); el 20, a Vitoria (núm. 453)
y a la Alberguería del Pontón (T. González, op. cit., V, 34). Parecen de fe 0

cha equivocada. por no coincidir con el itinerario del rev ni -con la residen­
cia ele la Cancillería; dos cartas reales de 3 marzo.· en· Santo Domingo de
Silos, y 8 marzo en Palencia (Arch, C. Córdoba:) y otra de 8 marzo en Va­
lladolid {Loperráez, op. cit., II, 129).
212 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

éste le dice <<que los castiellos que uos tenedes por nos et
por ellos que los non tengades daquí adelantre>>. La defec­
ción del magnate aragonés era un serio contratiempo (1).
Desde Zamora prosigue Sancho por Toro, Castronuño,
Tordesillas y Simancas a Valladolid, donde está ya el do­
mingo 12 de abril (2).
Entretanto Sancho IV no desatendía sus compromisos
internacionales, y ese mes de abril se reunían en Pontoise,
con Carlos de Salerno, Carlos de Valois, fray Bonifacio de
Calamandrana y el obispo de Segorbe, dos representantes
del rey castellano: don Martín, obispo de Astorga, y maestre
Juan, chantre de Palencia, quien ya había estado en Fran­
cia el año 1291. Los puntos allí discutidos y estipulados en
larga exposición serían tratados más ampliamente en la pro­
yectada entrevista de Logroño, pues sólo era aquel docu­
mento como una lista de proposiciones a resolver. Mientras
no parlamentaran frente a frente Jaime II y Carlos de Ná­
poles no se adelantaría· gran cosa en las negociaciones (3).

(1) Núm. 455. Véase además los núms. 432, 433, 463, 465, 467, 469.
Zurita, T, 354 v., hahla de la sublevación de don Artal de Alagón, a quien
perdona Jaime U, por mediación del rey de Castilla, a 14 junio 1293.
(2) Cuentas, XCYIIL El maestre de Calatrava, mayordomo mayor del
rey recibe 15.000 mr. "de lo que alcanzara por la cuenta que diera por
, mandado del rey desque salió de Burgos fata que llego a Pajares fata que
torno a Valladolid", pág. LXXXIII.
(3) El documento de los debates de Pontoise, que copiamos en los Ar­
chivos Nacionales de París, tiene la signatura J. 915, núm. r3, y fué dado a
conocer por Lecoy de la Marche en Les Relations politiques de la France
avec le Royaume de JJayorqu.c, París, 1892, en cuyo primer tomo, pág. 340,
transcribe algunos artículos. El escrito principia así : "Hic est tractatus
inter magnificum principem Illustrem Regem Sicilie ex una parte et... partem
M. Dei gratia Astoricensis Episcopum et discretum virum Magistrum J. can­
torem palentinum N uncius serenissimi principis Regis Castelle"; y· al dorso
se Ice: "Tractatus Factus apud pontisarum Inter Regem Sicilie et Nuncius
Regí!' Castelle super Regnis et terris Sicilie Aragonum Valenciae, Barchi­
nonc et Maiorice". Este documento no tiene fecha, pero Rohde (op, cit.,
página 48) acertadamente lo cree de abril de 1293, haciendo notar la equi­
vocación de Lecoy de la Marche al señalar la reunión de Pontoise posterior
a Lc,g-roño. Más adelante recogeremos lo tratado en Pontoise, donde ya se
fijó definitivamente la entrevista de Logroño. Rohde analiza el Tratado de
Pontoise y habla de algunas cartas de Jaime II escritas en Barcelona, a 6
mayo 1293, sobre el armisticio acordado hasta la Magdalena (op. cit., 52 s. s.);
REVUELTAS DEL INFANTE DON JU.e.N Y HERENCIA Dt MOLINA 213

La estancia de Sancho en Valladolid obedecía a la re­


unión de Cortes que, a solicitud de los Reinos, había con­
vocado el soberano en cuanto salió de Pajares; desde 1288
no habían tenido Cortes en León y Castilla.
Aquellas Cortes fueron realmente importantes, concu­
rriendo a ellas prelados, maestres de las Ordenes, ricos­
hombres, infanzones, caballeros y procuradores de villas y
ciudades, dándose allí disposiciones sobre fueros, yantares,
administración de justicia, tributos, recaudación de impues­
tos, usuras, judíos y moros, nombramientos de alcaldes,
jueces, escribanos y notarios; deudas, compras, «pendras>>,
ganados, pastores y limitación de autoridad a los pode­
rosos (1).

A 26 junio 1292 (núm. 428), Jaime II había dirigido una carta a Jaime de
Oblitas, desde Zaragoza, comunicándole que, con acuerdo de Sancho IV,
pactó treguas con el rey de Francia y con Jaime de Mallorca hasta la pró­
xima fiesta de la Magdalena. La fecha 1292 que da este documento parece
equivocada, pues la tregua hasta la Magdalena se acordó en 1293. Zurita
dice que en junio de ese año, en Lérida, convino Jaime II con los embaja­
dore~ sicilianos allí l!egados que se entrevistaría en la fiesta de la Magda­
lena con Carlos de Salerno Y el ·rey de Castilia (Anales, I, 354 v.). Otra con­
secuencia de la reunión de Pontoise fué la renuncia de Carlos de Valois, el
3 de mayo de 1293, a sus derechos sobre Aragón, comprometiéndose a aban­
donar sus conquistas y devolver los prision.eros, si la isla de Sicilia era
restilttída a su suegro Carlos JI y si la paz resultaba de la proyectada en­
trevista para la Magdalena entre Carlos II y Jaime JI (J. Petit, op. cit., 21).
Con el viaje del obispo de Astorga a Pontoise puede relacionarse el dato
de ias cuentas que habla "de los XL mil mr. de su quitacion-del obispo-,
del anno de la era de XXXI" (1293); probablemente es entonces también
cuando se abonan 300 mr. "a Velasco Pérez, escudero del obispo de Astor­
gn... por un rocín que perdió en el camino de Francia, dol envió el obispo
por orden del rey et de la reyna" (Cuentas, págs. LII y LXXXII); quizás el
escudero fué al reino francés antes del prelado. No sabemos si "Pero Rox,
mandado de Monpesler". que cobra una cantidad en 1293, tiene algo que ver
con (•stos hechos (Cuentas, XXIV).
(lJ Cortes de León y Castilla, I, n7. Estas Cortes fueron muy impor­
tantes, y los cuadernos otorgados a Extremadura, León y Castilla ofrecen
notorias variantes. El. conde de Cedilio, en su citada obra sobre impuestos,
trata de las Cortes de 1293 (pág. 383), diciendo que Sancho, al confirmar
los foeros, tendía a la unidad administrativa. Ahora conviene dar noticias
de otras Cortes celebradas por Sancho IV en Valladolid, el primer año de
su reinado, noticia desconocida qtte nos la da un documento fechado por el
rey ''en las nuestras Cortes de Vulladolit, cinco días del mes de deciembre,
214 HISTORIA DE SANCHO IV' DE CASTILLA

El monarca de Castilla hacía constar en los cuadernos


otorgados que accedía a las peticiones formuladas <<catando>>
los muchos servicios recibidos de los reinos desde sus tiem­
pos de infante, señaladamente por el auxilio prestado cuan­
do <<la de Monteagudo>>, el cerco de Jerez, la toma de Tarifa
y, finalmente, por su lealtad guardando su señorío <<contra
los movimientos malos e falsos ... del infante don Joham> {l).
También concedió allí cierta cantidad a los concejos que
no recaudaron los emolumentos de ferias y mercados, per­
juicio ocasionado por «la guerra que fizo el infante don
Joham>, quien ya por mayo no estaba en buenas relaciones
con el rey; no había sido larga la duración de la concor-
dia (2). .
Durante la permanencia de la Corte en Valladolid el mes
de mayo, Sancho recibe un mensajero de los jóvenes cauti­
vos de San Esteban de Gormaz, acaso enviado· en demanda
de alguna merced o quizás para puntualizar algo referente

era de mill et trczientos et veinte et dos annos'' (Doc. inserto en uno de Pe­
dro I a San Pelayo de Cerrato, lcg. u79, A. H. N.).
1) Cortes, J, r 17. Flórez (E. S., XXXVI, pág. CLXII) hahla de la
Hermandad que los concejos de León y Castilla hicieron en las Cortes de
Vailadolid de 1293. Entre los obispos asistentes a !as Cortes figuraba el de
Avila, a quien ;;e le pagaron 2.500 mr. "por las costas que fizo en las Cortes
de Valladolid" (Cuentas, pág. LXV); también se consignan diversos gastos
hechos durante "la morada de. Valladolid", o sea en la época de las Cortes
!_Cuentas, pág. XCIIIj. Años después, ya viuda la reina doña María, se
refiere al "ordtnamiento del rey don Sancho que fizo en la venida de Paia­
res" (A. ReYilla, op. cit., pág. rnr).
(2) Cuentas, XXXVI. Ya en mayo debía estar otra vez distanciado
del rey su hermano clon Juan, pues en los cuadernos de Cortes se alude en
frase dura a los ino·vimientos malos e falsos del infante don Juan, tono
que, no se emplearía si la avenencia de marzo hubiera sido efectiva; ade­
más ,::n los privilegios rodados de mayo no confirma don Juan (2 mayo 1293.
Archivo M. León, caj. I, núm. 39, y 23 mayo núm. 484). La Crónica (pá­
gina 87), en su laconismo sobre esto, omite los pactos de Pajares, diciendo
que 1lon Juan Núñez se avino con el rey, pero el infante "fuese para el
reino de Portugal e dende fuese para don Juan Alfonso de Alburquerque".
La dé: 1344 dice que después de Pajares "tomose el infante para Castilla...
mas luego, a poca razon dixeron al rrey que el fablara en secreto con los
concejos et con algunos fidalgos en su deseruicio". A 2 mayo no confirma
tampoco don Juan Al fon so de Alhurquerque. En el capítulo siguiente vol­
veremos a encontrarles.
RlWUELTAS DEL INFANTE DON fU;\N Y HERENCIA DI~ MOLINA 215

a la próxima reunión de Logrcño; el emisario es un hebreo


que se detiene allí más de una semana, como nos informan
las cuentas al decir que se abona ese mes <<al judio de los
fijos del rey Carlos espensa por X dias>> (1).
Un suceso agradable es entonces para Sancho la recon­
ciJiación con don Juan Núñez el Mayor, que a esas fechas
ya confirma con sus dos hijos en los privilegios rodados;
esta armonía con los N úñez de Lara compensaría al rey del
alejamiento de su hermano el infante don Juan (2).
Mientras los procuradores, prelados y magnates celebran
sus debates de Cortes, el rey atiende además a muy diversas
cosas. A 16 de mayo da poder como representantes suyos
a <<Magistrum J ohannem, J udice Curie nostrre et Gundissalum
Martini» para que ventilen con el rey de Inglaterra la con­
tienda que sostenían, de una parte, ciudadanos de Bayona
y gentes del monarca inglés, y de otra, los habitantes de

(1) Cuentas, CV. También podía llegar el hebreo para informarse de


los resnltaclos de la reunión de Pontoise.
(2) A 2 mayo 1293 sólo confirman los dos hijos del de Lara (ca­
ja 1, núm. 39. Arch. M. León), pero el 18 ya aparece también don Juan
el Mayor (Martín Lázaro, op. cit., pág. 21), lo mismo que el 23 {núm. 4,84).
Por entonces se debieron pagar unos maravedís "a Gonzalo Pérez de Es­
pinosa, que iba a Navarra" (Cuentas, XLI). Aunque restablecidas las re­
laciones con don Juan Núñez, parece que no se le devolvió el castillo de
Cañete, cuya "tenencia" se le seguía pagando por el rey en r293 a Roy
Pérez Sangarrer (Cuentas, XLII). En cuentas de 1293 y 1294 se señalan
algunos pagos a don Juan Núñez el Mayor (Cuentas, XLII, L, LXVIII,
LXXII). De este personaje y de su hijo don Juan el Mozo dimos noticia
en el cap. XIII; su otro hijo don Juan Nuño González parece que le siguió
en este último alborozo contra Sancho, puesto que deja de confirmar al
propio tiempo que el padre; luego, no sabemos por qué causa, al reanudar
las confirmaciones en los rodados, don Nuño se adelanta unos días a su
padre, del i al 18 de mayo, como vimos. En las cuentas se le nombra repe­
tidas veces; en este año precisamente de 1293 se le pagan 20.000 mr. "a
don Nunno; el Mozo, por cumplimiento de su soldada de la era de XXXI"
(Cuentas, LIV); luego "a don Nunno, por minguas del anno pasado-1293-,
XXX mil mr." (pág. LI), y otros 7.000 mr. por soldada de 1293, apare­
ciendo como vasallo del infante don Fernando (pág. XLIX). Don Nuño
González, hijo de don Juan Núñez de Lara y de doña Teresa Alvarez de
Azagra, señora de Albarracín, estuvo casado con doña Constanza de Por­
tugal, hija del infante don Alfonso de Portugal y de doña Violante Ma­
nuel. Don Nuño fué alférez de Fernando IV y murió en 1296, sin dejar
descendencia (Salazar, Lara, III, 187, y Caetano de Sonsa, op. cit., I, 191).
216 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Castro Urdiales, Santander y otras villas castellanas. Así,


vemos que entonces se abonan 3.500 maravedís al juez
<<J ohan Gato, por carta de la reyna quel enviaba el rey a
Inglaterra>>, y 800 <<a Gonzalo Martínez, ome del rey, por
carta de la reyna, que lo embiaba a Inglaterra>> (1).
Al mismo tiempo en la Corte se reciben noticias de que
doña Blanca, señora de Moliria, está bastante enferma; en
efecto, el día 10 de mayo hacía su testamento, <<Seyendo
-dice---en mio sentido e en mio entendimiento ... como
quier que sea doliente en los miembros del cuerpo>>. <<Prime­
ramente mando-consigna al principiar-que valga el dona-
(1) Thoma Rymer, Foedera conventiones, literae... Acta publica inter
Reges Angliae &, tercera ed., 1745, t. I, parte III y IV y págs. 119, 120,
Cuentas, XXIII, XXIV. Juan Gato, que figura mucho en las cuentas de los
primeros años del reinado de Sancho como juez de Salamanca, había in­
tervenido en la cuestión sobre la herencia al trono para Sancho en tiempos
de Alfonso X, pues, según dice la Cttarta Crónica (pág. 17), se nombraron
"alcaides que judgasen el pleyto, e pusieron abogados que lo razonasen e
toviesen la voz de las partes"; fueron alcaldes "el infante don Manuel y
don Diego López de Salcedo", "E fueron los abogados Juan Gato de <;a­
mora e Agostin Perez". Quadrado (Zamora, Esp. y sus mon., pág. 559)
hace mención de este personaje. El año 1298, el viejo infante don Enrique
hizo justicia en Zamora, y mandó matar "a uno que decían Juan Gato,
que fuera alcalde del rey", (Crón. de Fernando IV, ed. Benavides; I, 62-63).
El rey inglés debió enviar sus mensajeros también, pues en cuentas de ese
año vemos que se pagan 150 mr. "a Per Arnalt clerigo del rey de Ingla­
terra" (pág. CXXVI); por cierto que en documento anterior encontramos
que vivía en Sevilla, en cal de Bayona el inglés Per Arnalt de Londres
(A. Ballesteros Beretta, Sevilla en el siglo XIII, pág. 47). Asimismo se
pagan ese año 500 mr. "por carta del rey a Guillen Arnalt de Lat, para
una bestia que lo embiara fuera del Regno" (seguramente a dominios in­
gleses), y "a Guillen Bernalt de Lat por carta de la reyna que presento para
Miguel García" 420 mr. "et para espensa del clerigo del rey de Inglaterra"
120 mr. (Cuentas, págs. XXIII, XXIV). En r308 Eduardo II de Inglaterra
se quejó a Fernando IV de excesos cometidos en Bayona por marinos de
Santander, especialmente en la casa de Guillermo Arnaldo de Bretaña (Be­
navides, II, 594). De estas treguas hablan Amador de los Ríos (Santander.
España y stts mon., pág. 224) y Pirala (Provincias Vascongadas. Esp. y sus
monumentos, pág. 200). En cambio apenas hace mención (sin duda por ser
estos hechos del siglo XITI) Pablo de Gorosabel en su Memoria sobre las
guerras v tratados de Gttif)úzcoa con Inglaterra en los siglos XIV v XV,
Tolosa, 1865. En mayo de 13o8, Eduardo II de Inglaterra pedía a Fernan­
do IV que se cumpliese el tratado hecho entre Eduardo I y Sancho IV (Be­
navides, II, 6o2).
REVUELTAS DEL INFANTE DON JUAN Y HERENCIA D]:: MOLINA 217

tivo de las herencias que yo .fize a mi sennor el rey don


Sancho de Castilla según que se contiene en las cartas de
las Avenencias et de las posturas que son entre él et mi.>>
Luego dispone su sepultura en el monasterio de San Fran­
cisco <<que edifiqué en Molina>>, distribuye sus bienes entre
allegados y servidores, y concluye encomendando a los reyes
y a su hijo don Fernando que hagan cumplir el testamento.
Pocos días después doña Blanca moría. En su último suspiro
entregaba a Castilla el codiciado señorío, que desde entonces
se incorpora definitivamente a la corona castellana (1).
Sancho IV se apresura a proclamarse señor de Molina,
cuya herencia significaba una seguridad en la frontera ara­
gonesa; perteneciendo el señorío a la corona real, se des­
truía el peligro de que por enlaces matrimoniales pudiera
pasar al dominio de Aragón aquel estado que determinaba
un ensanche de fronteras.
Pero, por desgracia, aquel mes de mayo no todo eran
alegrías; ciertas noticias de ocultos tratos entre el emir gra­
nadino y el marroquí venían a empañar la satisfacción del

(1) Núm. 470. Salazar se refiere a este testamento, "como se lee en la


Historia de aquel Señorio" (Lara, I, 248). Posteriormente a haberse
impreso en nuestra Colección diplomática el testamento de doña Blanca
de Molina con el número 470, lo ha publicado el Padre Epifanio Pi­
naga en el Arch. Jbcr. Amer., número de mayo-junio de 1927, pág. 394
tomándolo de la misma copia de la B. N. El Padre Flórez no anduvo muy
en lo cierto al afirmar que "doña Blanca cedía el señorío de Molina a su
hermana doña María, mujer del rey don Sancho, por cuyo medio entró la
casa de Molina en la Corona" (Reinas, II, 527), pues fué directamente la
cesión a Sancho IV, y éste quien dió Molina a su mujer (V. el núm. 484 y
la pág. 220, nota (2). Además lo dice así la reina doña María en su testamen­
to (publicado por Salazar, Lara, IV, 33): "Otrosí por que donna Blanca mi
hermana, Señora que fué de Molina en la pleytesia que fizo quando dejo a
Molina el rey don Sancho, fue puesto que la diese el rey trezientas vezes
mil mr, et destos le dio el rey don Sancho a ella en su vida, et llevoselos
Garcia Gil de Padilla que era su mayordomo della los L mil DC mr". En
las Cuentas consta el pago de mil mr. "a donna Rlanca de Molina de los C
mil mr. que! avia a dar dar el rey" (pág. LXXXIII), probablemente debían
ser tres plazos ele cien mil mr. Doña Blanca había heredado el señorío de
su madre doña Mafalda; su padre, el infante don Alfonso, se llamó de Mo­
lina por su matrimonio, nada más. La reina doña María, como sabemos, era
hija de don Alfonso, y de su tercera mujer, por tanto, no tenía derecho al
señorío.
218 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

soberano. De nuevo la atnenaza musulmana vuelve a inquie­


tar a Sancho de Castilla.
Sin duda los vigías cristianos del Estrecho habían comu­
nicado un suceso muy significativo: el paso a Marruecos
del arráez de Málaga, Said Farrach ben Ismail, con presen­
tes de su primo Aben-Alahmar para el sultán de Fez, con
quien deseaba congraciarse el granadino. Por eso en Valla­
dolid el rey don Sancho despacha varios mensajeros a la
frontera pidiendo informes o transmitiendo órdenes (1).
Tampoco Jaime II está ignorante de lo que ocurre por
tierras de moros, y escribe a Raimundo Alamani, procurador
de Mallorca, para que vigile los mares, pues tiene noticia
de que por el <<mare de Alacant>> navegan barcos y galeras
de Abenjacob y el rey de Granada. Como vemos, las emba­
jadas dispuestas ese invierno en Guadalajara para negociar
ante las Cortes de Granada y de Fez no habían tenido efica­
cia ninguna. El al/aquí don Samuel regresaría del reino
granadino probablemente sin saber nada del viaje del arráez
malagueño a Marruecos. De Alberto de Madiona sabemos
que a 30 de mayo de 1293 ya había vuelto de Africa, pues
en esa fecha Jaime II escribía nuevamente al sultán Aben­
jacob, acusándole recibo de las cartas de <<credencia>> que le
trajera de su parte Alberto de Mediona, quien le informaba
cómo <<placebat vobis-dice Jaime a Abenjacob-quod trac­
taretur de pace per nos inter vos et Regem Castelle>>. El
benimerín, diciendo que no se oponía a la intervención del
aragonés para tratar paces entre él y Sancho el Bravo, daba

(1) Tarifa y la política de Sancho IV, pág. 48. lbn Khaldoun (IV.
132) y el Cartás (394) hablan de la embajada del arráez de Málaga, pero
no fijan la fecha de la partida; el segundo dice que regresaba a España en
la segunda decena de Racheb (I7 a 29 junio 1293); por tanto, había salido de
Granada a principios de primavern. Con el arráez iba el visir Abu Sultán,
el Dani. Sancho, sin duda, tuvo conocimiento de esta embajada, aunque tal
vez tardíamente; s11ponemos que hacia mayo se acentuaron sus temores res­
pecto a los moros (quizás porque recibiera noticias más concretas de la buena
acogida del sultán a los granadinos), pues observamos en las Cuentas, que
entonces en Valladolid se les pagan 100 mr. a Diego Roiz, "que! enviaba el
rey a Cordoba''; otra cantidad a Martín Pérez, por carta de la reina, "para
espensa, qucl enviaba a la frontera"; y a Lorenzo Méndez, escudero de
Gonzalo Yáñez de Aguilar, "quel enviaba el rey a la Frontera", 150 mr.
(Cuentas, LXXXV).
REVUELTAS DEL INFANTE DON TUAN Y HERE~CIA DE MOLINA 219

largas al asunto, mientras secretamente se entendía con su


correligionario de Granada (1).
Entretanto el rey de Castilla, vigilante, toma sus pre­
cauciones. A 2 de mayo de 1293 ya es adelantado mayor
de la Frontera don Juan Fernández, Cabellos de Oro, el leal
servidor de Sancho IV, que dejaba los honores de la mayor­
domía mayor por los trabajos y responsabilidades del ade­
lantamiento en Andalucía. El nombramiento no podía ser
más acertado; don Juan Fernández había dado ya sobradas
pruebas pata merecer la confianza del rey (2).
También se ocupa Sancho en Valladolid de otras cosas
menos graves, como encargar obras de ·arte, pues sabemos
que se dieron 100 maravedís <<a Rodrigo Estevan, pintor
del rey ... para cosas quel mandaba. fazer el rey>>, y a su
pariente <<Alfonso Estevan, pintor del rey>>, se le entregan
500 maravedís <<por carta de la reyna, para pintar la capiella
de Sancta Bárbara de Burgos>> (3).
Como las deliberaciones de las Cortes habían concluido,
Sancho IV determina dejar la cancillería en Valladolid des­
pachando cuadernos y privilegios, y encaminarse a Molina.
Pero antes de partir dicta dos importantes disposiciones:
con fecha 20 de mayo·, sale de la cancillería real una carta
plomada del rey en que tiene <<por bien de fazer estudio de
escuelas generales en la villa de Alcalá>> y porque los <<maes­
tros et los escolares ayan uoluntat de venir y a estudio>>,

(1) La carta de Jaime II al procurador de Mallorca es del 3 junio 1293


(documento núm. 4 de Tarifa y la política de Sancho IV), de modo que a
estas fechas ya sabía las relaciones entre Aben Alahmar y Abcnjacob. La
carta de Jaime al benimerín, aludiendo al mensaje de Mediona, la publicó
G. Soler, op. cit., pág. 31.
(2) A 21 noviembre 1292 (núm. 438) era adelantado de la Fronter,,
el infante don Juan, y mayordomo mayor don Juan Fernández; luego, el pri­
mer priv. roe!. que tenemos de T 293 es del 2 de mayo (Arch. M. León, caj. r.
número 39), en que ya no confirma el infante, y aparecen don Juan Fernán­
dez como adelantado de la Frontera y don Roy Pérez Poncc, maestre de
Calatrava, como mayordomo mayor.
(3) Cuentas, XLI, LXXXV. La noticia sobre estos pintores la recogie­
ron Gonzálcz Simancas (Artistas castellanos del siglo XIII. Bol. Soc. Esp.
de Excursion.:s, XIII, 8, año 1905, y F. J. Sánchez Cantón (Los pintores de
cqmara de los reyes de España. Rol. Snc. Esp. de Exc., X, XII, año 1914).
220 HJSTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

les otorga <<que ayan todas aquellas franquezas que á el


estudio de Valladolit>> (1).
El otro acto importante puede interpretarse como un
noble rasgo del rey Sancho: era la cesión en favor de María
de Molina del señorío que acababa de heredar y del que
aun no se había posesionado. El rey de Castilla, en solemne
privilegio rodado, declara que <<por fazer bien et onrra a la
Reyna donna Maria mi muger, damos le la villa de Molina
con su alcá<;ar et los castiellos de Mesa et de ~fra>>. Al final,
después de expresar que posea todo esto la reina <<por juro
de heredat en toda su uida>>, señala una esencial condición
de trascendencia política en que se resume el significado
de aquella anexión: <<et despues de sus dias>>-de la reina­
que <<finquen>> a su heredero y sucesor, <<et dende adelantre,
que sean Ayuntadas esta villa et estos castiellos a los sobre­
dichos regnos de Castilla et León et que nunca sean aparta­
dos destos Regnos>> (2).
(1) Núm. 479. (V. t. I. pág. 25, nota 5). En Valladolid se despachan
entonces numerosos <iocumcntos, de los cuales conocemos algunos: del mes
de abrí!, el r3, a Fernán Ruíz <le Granada (núm. 458); el 15, a la Orden de
Alcántara (Bulario, ítlem, r22); el 24, a la catedral de Avila (núm. 460,461);
el 25, al monasterio ele la Vid (núm. 462); el 28, a Ampudia (núm; 464). En
mayo, el 1. al monasterio de Monfero (núm. 466); el 2, ídem (núm. 468);
0
,

a Benavente (Pergamino procedente de Benavcnte y en poder de un anti­


cuario de la plaza de Oriente, en Madrid) ; a la iglesia de San Hipólito de
Támara (T. González, V, 245; se conserva todavía en el Arch. Parroquial
de Timara); a Toro (I\'Is. 9378, fol. 445. B. N.; el original se conserva en
el Arch. M. de Toro) ; a Coría, sobre diezmos de los pastores (Arch. del
Cabildo Eclesiástico de Coría, noticia que debo a fineza del archivero señor
Núñez); a León (Arch. M. León, caj. 1, núm. 39); el 5, a Santa María de
Sandoval (A. H. N.) y a la colegiata de San Pedro de Soria (Arch. de
la misma, noticia en el Indice); el 8, a Cuenca (Arch. M. Cuenca); el 12, a
Soria (Loperrt.ez, III, 221, y Rabal, Soria. Esp. y sus nion., 189; en la
transcripción hay error, pues entre los dominios aparece Algeciras); a
León (núm. 471); el 14, ídem (mím. 472); el 15, a Talavera de la Reina
(número 4n); el 16, a la catedral de Burgos (míms. 474, 475); el 18, a
maestre Nicolás (núm. 476); a don Pedro Núñez de Guzmán (núms. 477
y 478); a Cuenca (Arch. M. Cuenca, leg. 1, exp. núm. 20); a Béjar (Mar­
tín Lázaro, op. cit., pág. 4, 2r); a Valladolid (Agapito Revilla, op. cit., pá­
gina 127; Bcnavi<les, II, 249); el 20, a León (Arch. M. León); a Cuenca
(Arch. M. Cuenca); a Aguilar (Cortes de León y Castilla, I, 106); el 21, a
Burgos (Arch. l\L Burgos, leg. 5; publica una parte Salvá en Cosas de la
Vieja Burgos).
(2) Núm. 484. Este interesante documento lo hallamos en el Arch. del
REVUELTAS DEL INFANTE DON lU~N Y HERENC.IA UE l',;OLINA 221

El jueves 21 de mayo sale don Sancho de Valladolid,


emprendiendo su camino por Villa Oñez, Valbuena, Roa,
Aranda, Madero y San Esteban de Gormaz, donde se de­
tiene cuatro días, seguramente dando órdenes sobre los tres
prisioneros franceses. El lunes 1. 0 de junio continúa el rey
su viaje por Osma, Berlanga, Atienza, Sigüenza, Anguita,
Seles y Mordoente, llegando el 10 de junio a Molina {l)
La entrada en la villa no fué pomposa, sino recatada,
y no por puerh principal, como demostración de luto y
sentimiento por la muerte de doña Blanca; pero luego,
cumplida esta fórmula de duelo, se celebró el fausto suceso
de la herencia del señorío para Castilla con grandes regoci­
jos dnrante los diez días que el rey permanece en Molina {2).
Entre las fiestas figuran corridas de toros, pagándose
40 maravedís por <<XV hastas de Azconas que quebraron
en los toros que se lidiaron en Molina>>; los otros festejos los
constituyeron las danzas y piruetas de los <<moros saltado­
res>>, las farsas de las <<joglaresas>>, la música sonora de los

monasterio de las Huelgas de Valladolid, y viene a demostrarnos cómo sí


corresponde a la reina María llamarse señora de Molina, por lo menos desde
esta fecha (23 mayo 1293), contra lo que apuntamos en el tomo I, pág. 29,
nota (r), cuando aún no habíamos explorado el importante Archivo de las
Huelgas, donde era fama que f\O se conservaba el tesoro documental; mas
por fortuna no era así, y gracias a la amabilidad de las bondadosísimas
religiosas, que guardan veneración a su insigne fundadora, pudimos trabajar
allí con mucho fruto.
( I) Cuentas, XCIX, C. Debió ser por entonces cuando se pagaron
300 mr. a Diego Fernández de Molina "quel enviaba el rey a Molina, en
Valladolid". Mientras el rey está de viaje la Cancillería de Valladolid sigue
expidiendo cuadernos de Cortes, confirmaciones, privilegios, reales cartas;
en mayo, el 22, a Madrid (Timoteo Domingo Palacios, op. cit., I, 139); a
San Marcos de León (mím. 480); a San Vicente de la Barquera (Arch. de
Santa María de los Angeles, en la misma villa; publicado en Cortes de
León y Castilla); a la catedral de Avila (núm. 481); a Murcia (Ms. 13075,
folio 197, Indice, B. N., y Col. fueros y C. pueblas, 157); a Logroño
(B. A. H., L., 327); a Sant Oyt (Colee. del Museo Británico, Vitrina);
a Córdoba (Arch. M. Córdoba); a Segovia (Colmenares, 241, y Col. fueros
Y C. pueblas, 230); a Valladolid (Revilla, 58); a Briones (Cortes, y B. N.,
manuscrito 86;9); el 23, a Alarcón (núm. 483; citado en Col. de fuero.­
y C. pueblas, 6); a León (Cortes y Arch. M. León, caj. 1, núm. 45); a Cáce­
res (Cortes y Ms. 9910, B. N.).
(2) Diego Sánchez Portocarrero, Antigüedades , de M olina, Madrid,
MDCXLI, págs. 221-25, en B. N., 15730 R.
222 HISTORIA DE SA\TCHO IV DE CASTILLA

moros tromperos>> y <<los atambores>>, y las canciones y


donaires de los <<juglares del Atamborete>> (1).
También debieron sucederse los banquetes, pues dos hom­
bres fueron enviados <<de Molina a Huepte et a otros logares
que levasen vianda a Molina>>, y con el mismo objeto fué
un mensajero a Almazán, pagándose 20 maravedís y 4 suel­
dos por un <<ciervo grande et otro pequenno>>; además se
hizo derroche de luminarias, yendo un <<Repostero por cera
de Molina a Guadalajara>>, gastándose 150 varas de jerga
en <<saco para levar la cera de Brihuega a Molina>>; bien
contribuían con sus productos las ricas colmenas de la Alca­
rria. Asimismo mandó obsequiar el rey a <<los frayles des­
calzos de Molina>>, que reciben 50 maravedís para <<pitanza>>
el jueves 11 de junio (2).
El sábado 20 de junio sale el rey de Molina, después de
haber tomado posesión de su señorío, y se dirige a Burgos
por Seles, Anguita, Sigüenza, Atienza, Berlanga, Osma y San
Esteban de Gormaz, donde se detiene los días 28 y 29 de ju­
nio, para visitar a los jóvenes príncipes franceses, cautivos en
aquel castillo, con quienes hablaría de la cercana reunión
de Logroño, dándoles esperanzas de alcanzar entonces su
libertad (3).
Luego prosigue el viaje por Huerta, Santo Domingo de

(1) Cuentas, CV, CVI.


(2/ Cuentas. CV, CVI. A ese tiempo corresponde la partida de las Cuen­
tas que dice: "A Lop Alfon de Torquemada que avíe aver dos mil mr. por
entriega de los castillos de Molina" (pág. LXVII) ; al despensero se le
paga "para comprar carne para! camino de Molina" (pág. XCII), y otra
suma por "X arrobas et IV libras et II onzas et media de cera" "en la
morada de Molina" (pág. XCIII).
(3) Cuentas, C, CI. La Cancillería, en Valladolid, continuó expidiendo
diplomas durante la ausencia del rey: el 27 de mayo, a la catedral de Bur­
gos (Arch. de la misma); en junio, el 4, a Sevilla (Tenorio, op. cit., 233;
Benavides, II, 767; Ortiz de Zúñiga, 150). El 6 de junio, a la ida hacia
Molina, el rey hizo una merced al monasterio de San Salvador de Penilla
(Bcnavides, II, 216). Parece que luego la cancillería se trasladó a Burgos,
para esperar al rey, pues el 20 de junio-fecha en que Sancho parte de Mo~
Iina-se dan cartas a los clérigos de Orense (Docs. cat. Orense, pág. 218) y
al Obispo de Tuy (Arch. C. Tuy, lib. 4 de Pdvs. Reales). Del 20 de junio,
en Valladolid, es una carta de la reina a Oña (A. H. N.). En las cuentas de
junio de r293 consta el pago de 80 mr. "a un portero et a un mesaiero que
fincaron con los infantes en San Esteuan de Gormaz"; estos infantes deben
1mv UELTAS DEL 1:-.;FANTE ])():,,: [UAN Y HERENCIA DE )101.INA 223

Silos y Mazarero, para llegar a Burgos el viernes 3 de julio.


En esta ciudad se demora el rey unos días, para descansar
después de los sucesos desarrollados durante el medio año
transcurrido; entre ellos eran de ingrato recuerdo las revuel­
tas del infante don Juan y las noticias de los moros, pero a
estos sinsabores podía oponerse como nota optimista la
anexión de Molina a la corona castellana, apareciendo desde
el 20 de mayo de 1293, al final de los títulos del rey de Cas­
tilla, el ambicionado denominativo de <<Sennor de Molina>> (I).
También la herencia de este señorío mereció la c,onme­
moración en los privilegios rodados, en los cuales iba mar­
cando Sancho IV las etapas que para él tuvieron mayor
importancia; así, el año 1293 ftté señalado con estas breves
palabras: <<en el anno que el sobredicho Rey don Sancho
heredó Molina>> (2).

ser los tres hijos de Carlos e.le Salerno, allí prisioneros, con quienes, sin
duda, estuvo Sancho los dos días que en San Esteban se demoró al volver
de Molina (Cuentas, pág. CV).
11) Cuentas, C, CI.
(2) En los privs. rods. de 18 mayo 1293 (Martín Lázaro, 21) y 23 mayo
(mímero 484) se dice "en el anno en que el Rey don Sancho gano Tarifa et
heredó Molina", asociando los dos grane.les acontecimientos ocurridos dentro
de doce meses.: a 4 octubre sólo dice "el anno que el sobredicho rey don
Sancho heredó Molina" (núm. 499). No sabemos si la reina acompañó al
rey a Molina; así parece deducirse de las Cuentas, donde se lee "un buey
que mandaron dar el Rey et la Reina al su huésped de Seles", lugar donde
estuvo el rey a la ida el día 8 de junío, y a la vuelta, el 21. De doña Blanca
<le Molina hicimos referencia en el t. I, págs. 34 y 124. El 8 de abril de 1293
doña Blanca amplió el fuero· de Molina (núm. 457).

Del período que comprende este capítulo conocemos pocos privilegios


rodados: desde el último citado en el capítulo anterior, de 21 noviembre r292
(número 438), el primero que tenemos es de 2 mayo 1293 (Arch. M. León,
caja 1, núm. 39), en el que se advierten las siguientes variantes con relación
al de noviembre. No confirma el infante don Juan (V. pág. 205 s. s.). Aparee,:
don Pedro, obispo de Avila, cuyo episcopado fija Ariz (op. cit., Pra. Pte.,
folio 38 v.) de r292 a 1.w2, pero Quadrado (Salamanca, A11ila Y Segovia.
España '\' s11s mon., pág. 38r) dice que este autor se equivoca haciendo de
224 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

un obispo dos del mismo nombre; para Quadrado, que se valió de datos de
González Dávila, Ariz, Cianea y un manuscrito de Gayangos, don Pedro
rigió la diócesis abulense de 1293 a 1312. Eubel (Hierarchia, I, 67) omite
a don Pedro. A 24 abril 1293 el rey da una carta atendiendo ciertos ruegos
de "don Pedro, obispo de Auila... et nuestro clerigo" (núm. 461). En las
cuentas reales letmos: "a don Pedro, obispo de Avila por cartas del rey et
de la reyna, que! mando dar el rey en ofrenda, IV mil mr." (Cuentas,
LXVII) ; probablemente esta ofrenda era para los gastos de la consagra­
ción. Ya vimos cómo se !e abonaron al obispo don Pedro 2.500 mr. "por las
costas que fizo en las Cortes de Valladolid" (Cuentas, LXV). A 2 mayo 1293
confirma don Nuflo González de Lara (V. pág. 215, nota (2); no confirma don
García Fernández de Villamayor (V. pág. 131, 165, 195) y figura fray Domin­
go, obispo de Silves; así, en el período de noviembre 1292 a mayo 1293 ocurrió
el fallecimiento de fray Bartolomé y la elección de fray Domingo. Fray Barto­
lomé, monje de Alcobac;a, médico de Alfonso III de Portugal, ftté nombrado
por este rey obispo de Sil ves en 1268, y en 1270 ya confirmaba; el s de abril de
este año hizo con su Cabildo solemne declaración reconociendo como único
soberano del Algarbe a Alfonso III-contra las pretensiones de Castilla-.
Asistió al Concilio de Lyon, 1274, y según Fortunato de Almeida, murió
por los años de 1290 y 1292, fecha en que ya figura su sucesor (Historia
da Igrefa em Portugal, Coimbra, H)IO, t. I, pág. 634). Sin embargo, su
muerte pue<le fijarse-tomando el citado priv. rod. (núm. 439) de 21 no­
viembre 1292-después de esta fecha. Fr. Bartolomé demostró con sus actos
ser muy portugués; a 31 enero 1287 renunciaba en don Dionís todas las
mercedes conferidas a los obispos Roberto y García por Alfonso X de Cas­
tilla, por no considerar a éste como verdadero rey del Algarbe (Arch. Torre
<le Tombo, Lisboa, Gav. 14 mac;. rn, núm. n). El vizconde de Santarem,
(Relac., I, II4) al aludir a este documento, le da fecha de 1285; mas esta
adhesión al rey portugués no le impidió sostener con él algunos pleitos
en 1289 (Reg. Nic. IV, 457, 716, 1618). Brandao habla de él, negando que
fuese dominico, según afirmaban algunos (M onarchia, V, 43). Silves, su­
fragánea de Lisboa (Eubel, Hierarchia), según dice Muñoz Torrado (op.
cit., pág. 4), dependía de Sevilla "y en verdad que consta esta sumisión.
que duró hasta fines del siglo XIV". Fray Domingo, a quien hallamos con­
firmando en el priv. castellano de 2 mayo 1293, dice Almeida que aparece
ya como electo de Silves en 1292 ( en diciembre tiene que ser), era domi­
nico, y en Castia, obispo de Avila (op. cit., I, 635). Si así fuera, antes
habría ocupado otra sede, pues en A vila, después del obispo Domingo,
hubo varios prelados hasta este año de 1293.
A 2 ma:yo 129_i confirma don Fernando, obispo de Lugo, iglesia que apa­
rece vacante a 21 noviembre 1292, no sabemos por qué causa. De don Fer­
nando hablamos en el cap. XIV, pág. 2o8. Confirma también a 2 mayo 1293
don Johan Osores, maestre de la Caballería de Santiago, Rades y Andra­
da, como vimos atrás (cap. XVI, pág. 196) se equivoca al creerle electo
en 1294; dice que fué asturiano y sirvió lealmente a Fernando IV, murien­
do en 1306. En la Regla de la Orden (pág. 132-35) leemos que en 1310, en
el capítulo general de Mérida, hizo un reglamento a la Orden, y renunció
REVUELTAS DEL INFANTE DON TUAN Y HERENCIA DE MOLINA 225

al maestrazgo. En esta fecha que venimos citando (2 mayo 1293) tiene el


cargo de aclelantarlo mayor de la Frontera nuestro conocido Juan Fernán­
dez, Cabellos de Oro, que· sttstituye en el cargo al revolucionario infante
don Juan; don Juan Fcrnández pasaba al adelantamiento desde la mayordo­
mía mayor, la cttal es octtpada a 2 mayo 1293 por el maestre de Calatrava
don Rodrigo Pérez Ponce.
Entre los leoneses faltan a 2 mayo 1293 don Juan Alfonso de Albur­
qtterque (seguramente por su compiicidad con el infante don Juan, véase
nota 41) y don Diego Ramírez, este ítltimo no sabemos por qué causa, pues
a 18 encontramos su confirmación. Don Diego Ramírez, ricohombre, señor
de la casa de Almanza, era hizo de don Ramir Díaz y doña Teresa Fernán­
dez de Lara, y casó con doña Jttana Ruiz Carrillo (Salazar, Lara, III, 73).
Una hija de don Diego Ramírez se casó con Esteban Pérez Florián (Linha­
gcns, 263). Don Diego fué adelantado en León bajo Fernando IV (Bcnavi­
des, II, n2). En el t. I, pág. 130, hablamos de don Ramir Díaz, a cura
muerte empezó a confirmar don Diego; a 8 septiembre 1286 (núm. 127) con­
firma don Ramiro, y a 19 dicicmhre 1286 ya aparece en su lugar su hijo
don Diego (núm. 140; en la Col. dipl., por errata, se omitió entre las va­
riantes la aparición de <lon Diego Ramírez). A 12 mayo 1293 (núm. 471),
diez días después del rodado a que venimos haciendo referencia, el rey di­
rigía una carta al concejo de León atendiendo indicaciones de los "procu­
radores que uos cmbiastes a mj a estas Cortes que yo agora fiz en Vallado­
lit", para que recupere la aldea de Anión "que usastes ssiempre de la aucr
fasta que la yo di a Diego Ramirez que la ouiese por tierra de mj", orde­
nando "poner a Diego Ramirez en otro logar los mr. que y tenie por tierra".
A 18 mayo 1293 (Martín Lázaro, op. cit., 21) confirman don Juan Núñez
de Lara el Mayor (v. pág. 215), don García Fernández de Villamayor y d'1n
Diego Ramírez. En cambio, falta don Arias Díaz (v. t. I, 22), pero debe
ser omisión de copia en la mala transcripción de este documento, pues a 23
mayo--cinco días después-vuelve a confirmar don Arias Díaz, que prosigue
hasta el fin del reinado. Figura como vasallo del heredero infante don Fer­
nando (Part. de Huete) y en las cuentas le hallamos percibiendo buenas
cantidades (págs. XXXIII, XLII, LIII, LXXXVI). En un documento par­
ticttlar de abril 1284 (leg. 598, A. H. N.) aparece como "teniente" la re­
gión de Limia. F.n el Arch. C. de Burgos (vol. 37, cax. 3) hay ttn documento
de venta hecha por Juan Díaz y su hermana Elvira, hijos de "don Arias
Díaz de Asturias, que fué>>; su fecha, 22 enero 1326.
A 23 mayo 1293 (núm. 484), con relación al 18, encontramos que vuel­
ven a confirmar don García Fern:índez de Villamayor y don Diego Ramí­
rez, lo cual quizás resulta a causa de otro error de esa defectuosísima copia
del documento de 18 de mayo citado atrás; dadas las fechas tan cercanas
de uno a otro priv. podremos subsanar los errores de la copia de 18, con­
siderando que los mismos confirmantes del de fecha 23 (núm. 484) sirven
para el de 18 de mayo.

16
CAPITULO XVIII

LA POLÍTICA INTERNACIONAL Y LAS <<VISTAS>> DE LOGROÑO

1293

(]ulio-diciembre)

DEsde princ1p10s de su reinado demostró Sancho IV


marcada ir:clinación a una política internacional amplia, de
relación diplomática constante y activa. Sujeta su atención
al problema musulmán, no descuidaba, sin embargo, la ten­
dencia europea, como si procurase asociar el reino de Cas­
tilla al movimiento políticc de Europa.
Sancho IV, como vimos, empezó por firmar alianzas con
los países vecinos, haciendo compatibles los pactos particu­
lares de Castilla con las discordias exteriores, para llegar
luego hasta intervenir directamente en las ajenas contiendas
con la independencia de su neutralidad.
Al mediar el año 1293, el rey de Castilla tenía buenas
relaciom:s con Inglaterra, Francia, Aragón y Portugal; ade­
más, tamhién iba ganando terreno con la Iglesia. Esta situa­
ción privilegiada .le colocaba en excelentes condiciones para
ocupar el puesto de árbitro entre Aragón y los franceses,
que puede decirse estaba vacante desde los tiempos de
Alfonso III de Aragón, en que el rey Eduardo de Inglaterra
ejercía el papel de mediador. Mas el inglés no tuvo éxito,
ni ¡:;odía tenerlo, pues era difícil que inspirase absoluta con­
fianza a los príncipes de la Casa de Francia, dadas las riva­
lidades más o menos visibles del reino insular con la nación
francesa.
El Papa, árbitro nato en todas las controversias de la
Cristiandad, no podía serlo imparcial en el pleito siciliano,
228 HISTORIA DE SANCHO IV :OE CASTILLA

pues él mismo liquidaba los derechos de soberanía de la


Iglesia sobre la disputada isla. En esta época, por otra parte,
vacaba la Silla de San Pedro por muerte de Nicolás IV,
ocurrida, como sabemos, en abril de 1292.
Sancho el Bravo heredaba los anhelos internacionales de
Alfonso X, pero mirando a Europa desde un punto de vista
muy distinto; si el rey Sabio agotó su esfuerzo constituyén­
dose en uno de tantos litigantes europeos, arrastrado por su
ambicioso sueño imperial y, en cierto modo, relegando a
Castilla, su hijo Sancho trabajaba en provecho de Castilla,
a la cual procuraba darle personalidad y valor ante los
otros países de la Cristiandad. Alfonso X salió fuera de
sus Estados a discutir sus pretensiones y derechos, e invocó
frecuentemente el criterio de los extranjeros; en cambio
Sancho IV, después de conseguir la paz en las fronteras,
intentaba atraer hacia Castilla la palpitante cuestión inter­
nacional mediterránea, y en Castilla se proponía reunir a
los contendientes extranjeros, que acudirían a tierras cas­
tellanas con sus razones, tantas veces debatidas ante car­
denales y legados.
Poco a poco Sancho de Castilla había consolidado su
prestigio. La perseverante labor diplomática del rey Bravo
se manifiesta de modo especial en 1293. Fueron, a princi­
pios de año, las vistas de Guadalajara, con su inmediato
resultado de trasladar a Castilla los cautivos franceses nietos
de Carlos de Anjou, prisioneros del aragonés; luego, en pri­
mavera, la reunión de Pontoise, a la que asistieron dos
representantes castellanos, y sería ahora, este verano, la
entrevista, en Logroño, de los propios rivales, Carlos de
Salerno y Jaime de Aragón, que se enfrentarían bajo la
égida del rey castellano Sancho IV.
Este suceso era ya inminente, y los monarcas de Castilla
se preparaban para recibir a tan insignes huéspedes. Pero,
al propio tiempo, Sancho y María han de pensar en otros
esenciales temas de gobierno: delante tienen otra vez la
oscura amenaza musulmana, más inquietadora aun por tur­
bia e imprecisa. Nada podría concretarse y, sin embargo,
los indicios daban fundamento al ttmor; aquella embajada
granadina del arráez malagueño que estuviera en Marruecos
y regresara el pasado j unjo infundía serias sospechas, que
LA POLÍ1'ICA INTI<;RNACIONAL Y LAS ''VISl'AS" m; LOGROÑO 229

se diseñaban en una posible inteligencia del africano. con el


moro español contra Castilla.
Sancho el Bravo prevé la torm~nta y no se abandona;
acaso la presintió desde fines de 1292, cuando aquellos
<<ocho moros m=nsaieros del rey de Granada>> llegaron a
Córdoba con su porfía para rescatar la plaza de Tarifa.
Desde entonces, otro sería el rumbo de la política con los
emires musulmanes; por eso navegó Mediona al Africa para
suavizar a Abenjacob, y por eso Jaime había escrito desde
Guadalajara a Mohammed encareciéndole la conveniencia
de la paz con Castilla. Pero tan ingenuos trámites resulta­
ron inútiles; ni el benim=rín ni el nazarí se comprometieron
a nada formal, contestando con vaguedades, seguramente
para ganar tiempo mientras iban y venían los mensajeros
cristianos (1).
Como las apariencias eran alarmantes, Sancho, desde
Burgos, manda, este julio de 1293, ante la Corte de Gra­
nada, a su leal consejero Fernán Pérez Maimón, canciller
del sello de la porida<l., el mismo que en la cruenta campaña
de 1285 dijera aquella frase de que en una mano tenía el
pan y en la otra el palo (2).
El rey de Castilla, que ya desde junio estaba alerta y
mantenía relación más activa con la Frontera, confía ahora
en la gestión de Fernán Pérez y en el propio esfuerzo, apo­
yado además por sn yerno, a quien había escrito solicitando
nuevamente el auxilio de las quince naves. En efecto, ~
11 de julio de 1293, Jaime II dirigía una carta a Guillermo
Escriba ordenándole el armamento de cinco galeras en Bar­
celona y diez en Valencia que le pedía <<dopnus Sancius
Rex Castelle, Karisimus socer nosten>, y una vez <<armatas>>
y <<preparatas>> con <<ballistarii», <<Comites>>, <<biscoctunp>, en­
viarlas en el término de veinte días, y al mando del experto
marino Raimundo Marqueti, <<ad partes Xibilie in servicio
dicti Re gis Castelle>> (3).
(1) Véase atrás, págs. 192, 193, 202. Que no dieron resultado las emba-
jadas al marroquí y al granadino, se verá más adelante. .
(2) Según se deduce del documento publicado por Giménez Soler, op. cit.,
página 33. Véase también Tarifa y la política de Sancho IV, pág. 55.
(3) Tarifa y la política de Sancho IV, doc. núm. 4. Marquet se había
distinguido ya bajo Pedro III (Zurita, I, 195, 276 v. La Ronciére, I, 195).
230 HISTORIA DE SANCHO IV PE CASTILLA

La guarda de Tarifa requería mayor vigilancia y firm,eza, ·


cuando en ella estaban fijas con singular insistenda las­
miras ambi<'iosas de su antiguo poseedor, no resignado al
despojo de tan importante plaza. Su posición geográfica
avanzada,· distante de los núcleos cristianos, repres~ntaba
una enorme dificultad, no sólo para la d,efonsa, sino para
la resistencia en caso de ataque; por tanto, su alcaid~ había
de ser un hombre de experiencia y valor, dispuesto a arros­
trar graves peligros.
Este caudillo sería don Alfonso Pérez d-e GLtzmín, el
arrogante bastardo de don Pedro Núñez de Guzmin que,
según dice la tradición, en un rasgo de altivez ante ciertas
reticencias de Alfonso X acerca de su origen, había pasado
a buscar fortuna en tierras africanas, de donde regresaba,
tras varios años de ausenda, rodeado de gran prestigio moral·
y militar, adquirido por sus nobles ejercicios de armas (1).
Este caballero es quien manda solicitar d~J rey es-e ve­
rano en Burgos el nombramiento de al<'aide de Tarifa por
menor salario del que percibiera el maestre de Calatrava,
que a la sazón llevaba el peso de la <<tenencia>>. Sancho IV
acepta la propuesta, y el hidalgo toma posesión de aquella
fortaleza sin sospechar el destino cruel que en ella le aguar­
daba (2).
Y ahora, tomadas sus precauciones con los moros, San­
cho debe emprender viaje a Logroño para recibir a los
reyes de Aragón y Jerusalén; pero antes de salir de Burgos
llega allí don Juan N úñez el Mayor, reconciliado con el
soberano. Con gran oportunidad se presentaba el poderoso
señor de Lara; sus servicios serían utilizados en aquella
ocasión, cuando el infante don Juan nuevamente maqui­
naba contra su hermano Sancho (3).
El infante, que no cumpliera la concordia de Pajares,
había mandado un mensajero a Burgos ofreciendo sumisión

(1) De Alfonso Pérez de Guzmán daremos más referencias en el capí­


tulo siguiente.
(2) La Crónica, pág. 87, dice que el monarca recibió la solicitud de Guz­
mán, en Burgos, y por las Cuentas (pág. CI) sabemos que el rey estuvo en
esta ciudad desde el 3 al 13 de julio.
(3) Crónica, 87.
LA POLÍTICA INTERNACIONAL Y LAS "VISTAS" DE LOGROÑO 231

al rey, quien se muestra propicio; más simultáneam~nte se


interpone para estorbar esa amistad el turbulento don Juan
Alfonso de Alburquerque, que induce al infante contra
Sancho, y, reuniendo <<seiscientos caballeros>>, promueve una
revuelta cuando el monarca se dfapone a partir hacia Lo­
groño. Entonces, <<desque don Juan Núñez supo que el
infante don Juan venia>>, se brindó al rey para ir <<al infante
don Juan a vedarle esta venida>>, y a la vez que don Sancho
se encamina a la ciudad riojana, llevando en su séquito a
los do::; hijos de don Juan Núñez, éste sale de Burgos hacia
Zamora. No habían sido precisamente de reposo para el
monarca los once días de permanencia en Burgos (1).
El lunes 13 de julio, Sancho IV se pone en marcha, y
los días martes y miércoles, en Villafranca y Santo Domingo
de la Calzada, <<fué huésped de don Juan Núñez>>; desde
allí prosigue por Trena a Vitiella y Arnedo hasta Alfaro,
lugar de trágicos recuerdos, que no visitara desde aquella
tarde siniestra de 1288. Seguramente en su conciencia se
alzaría en involuntaria evocación la sombra sangrienta de
don Lope (2).
En Alfaro espera Sancho un día al soberano aragonés,
quien llega el miércoles 22 de julio, emprendiendo juntos
el camino de Logroño por Calahorra y Alcanadre. El sábado
25 de julio de 1293, tres días después de la fiesta de la Mag­
dalena, hacen su entrada en Logroño los sobe:i;anos de Ara­
gón y Castilla (3) .

(1) Crónica, 87. Véanse los antecedentes de las discordias del infante
en el cap. anterior, especialmente págs. 209-214, nota 2. Durante la estancia
de Sancho en Burgos, el mes de julio, se dan las siguientes cartas reales:
el 1. 0 , revocando una sentencia en un pleito del obispo de Orense (Docs. C.
Orense, pág. 219); el 6, sobre excusados del obispo de Coria (Arch. C. Co­
ria y Ms. 13078, fol. 101, B. N.) y a la catedral de Toledo sobre las deudas
de los judíos (Ms. 13095, fol. 15, B. N.); el 8, a los dominicos <IS! Toledo
(número 485); el 12, a Santa Clara de Allariz, "por rruego de la Reyna
donna Yolante nuestra madre" (núm. 486), y a San Millán de la Cogolla
(número 487).
(2) Cuentas, pág. CL El dato que dan las cuentas de ser huésped el rey
de don Juan Núñez corrobora la fecha de la reconciliación.
(3) Cuentas, pág. CI. La entrevista de Logroño se había fijado para la
fiesta de la Magdalena, 21 de julio. Después de la reunión de Pontoise se
acordó un armisticio hasta esa fecha. (Rob.de, op. cit., 53). En los Anales
232 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Cinco meses hacía que Sancho y J aune se vieran la


última vez al despedirse después de las vistas de Guada­
laj ara. Entretanto se había verificado la reunión de emba­
jadores en Pontoise, y si en Guadalajara parece que se dis­
cutió el asunto siciliano desde el punto de vista de don
Jaime, en Pontoise se plantearon las proposiciones de Carlos
de Salerno, siempre aferrado a su anhelo de dominar Sicilia,
de modo que sería en Logroño donde los propios interesados,
frente a frente, expondrían sus encontradas razones, único
medio de progresar, pues los trámites por intermediarios
sólo servían para dilatar la resolución del conflicto (l).
Si algún optimista esperaba que de las conferencias de
Logroño surgiera cuaj'::ldo y definitivo el tratado de paz,
pecó de ingenuidad, pues aun no estaba en sazón el fruto de
la concordia.
Los debates de Pontoise, tan minuciosos en la redacción
de cláusulas, dejaron casi en suspenso el tema primordial.
Jaime en Guadalajara había hecho mayores concesiones que
Carlos en Pontoise; el de Salerno cedía siempre a costa de
las pretensiones de su yerno Carlos de Valois sobre Aragón,
pero nada otorgaba por su parte resp~cto al reino de Sicilia.
Así, al llegar a Logroño, y a pesar de las extensas proposi­
ciones de Pontoise, no existía un previo acuerdo con notas
concretas coincidentes en lo esencial; por tanto, ahora los
dos rivales, más que concluir negociaciones, debían iniciar­
las, señalando un nuevo punto de partida que implicaría
forzosamente la claudicación de uno de ellos (2).

Januenses (M. G. H., XVIII, 353). año 1293, leemos: "Insuper rex Karolus
ante dictus et rex Castelle et rex Aragonum in Navarra apud Grognum
insimul convenerunt de mense Iulii in festo beati Marie Magdalanae pro
faciendo concordia inter eos quod ad effectum perduci non potuit, licet antea
diutius esset tractatum de ambarum partium voluntate."
(1) Rohde (op. cit., 7, 49 s. s.) trata largamente del acuerdo de Pon­
toise, donde todo queda en statu quo hasta la reunión de Logroño (V. el
cap. anterior, p. 212, nota 2. No hemos de extendemos aquí en la exposición
de asuntos que atañen exclusivamente al reino de Aragón. Sólo señalare­
mos que si en Guaclalajara Sancho defendía en cierto modo los derechos
de Francia, en Pontoise se advierte que los representantes castellanos dis­
cuten en pro de Jaime; era un procedimiento de equilibrio e imparcialidad.
En Pontoise se debió fijar la fecha para la entrevista de Logroño.
(2) Carlos II había dado su hija Margarita por esposa a Carlos de
ero donde eJtuvo ' , nzalo Oarc'a Oud \oledo.
1Basílica de. Santa M,u· ,1 l.( 1'\/\ i\sir. R1,ma.)
LA POLÍTICA INTERNACIONAL Y LAS "VISTAS" DE LOGROÑO 233

Era evidente y a nadie se ocultaba, aunque fingiesen


engañarse buscando variadas fórmulas, que la dificultad
fundamental estribaba en el afán de poseer Skilia, limitán­
dose todo, simpiemente, a ver cuál de los dos c-edía primero.
Mientras uno y otro permaneciesen inflexibles en este punto,
no había posibilidad de arreglos diplomáticos, y la guerra
se prolongada, con perjukio de ambas partes. No bastaba
que sobre lo demás-investidura real dtl Valois en Aragón,
capitulaciones matrimoniales, condiciones, indemnizaciones,
amnistías, la misma cuestión de Mallorca-, llegasen a lograr
con relativa facilidad un acuerdo, si antes, previa, no se
planteaba la renuncia de cualquiera de los dos contendientes
al codiciado cetro siciliano.
En tal estado las cosas, la misión del intermediario
sería, con omnímoda autoridad de árbitro, dictaminar ter­
minantemente a cuál de los litigantes le asistía el derecho
de dominio en Sicilia, lo que ni el mismo Pontífice había
logrado imponer; o, yendo por caminos más diplomáticos,
intentar la convicción reflexiva de uno de ellos para el
abandono de su posición intransigente.
Sancho IV adoptaría este último procedimiento, también
erizado de obstáculos, bastante enojoso, pero acaso el único
positivo para encauzar prácticam;nte tan difusas y labo­
riosas negociaciones. Lo difíciJ era discernir a cuál de los
dos adversarios le pediría scm:jante sacrificio; el rey de
Castilla debía meditar sus argumentos antes de dar el primer·
paso, sondeando con perspicacia hacia dónde se hallaba el
punto flaco. El escogido sería Jaime. Ya en Guadalajara
se apuntó Ja posibilidad remota de que el aragonés pudiera,
mediante circunstanciadas condiciones, ceder la isla a su
hermano Fadrique; así, no sería muy arriesgado entrar por
esa brecha. En cambio Carlos II, propicio a dar toda clase
de facilidades en cualquier otro punto, no cejaba un paso
en cuanto a Sicilia. La elección no era dudosa. Además,
Valois, celebrándose la boda en agosto de 1290; el de Salerno exigía al
Valois la renuncia de Aragón, y él, en compensación, le daría los condados
<le Anjou y del Maine (J. Petit, op. cit., 18). Esto ocurría antes del Tratado
de Tarascón, incumplido por muerte de Alfonso III, pero la combinación
de Carlos II continuaba en pie, y siempre tendría en su mano, para nego­
ciar con Jaime II, la renuncia de stt yerno a Aragón.
234 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

en Pontoise los franceses habían hecho consignar en el es­


crito su pretensión de ·que Sancho se obligase a trabajar
de buena fe para que J aim= restituyese la isla de Sicilia
a Carlos II, tal como la había tomado su padre Pedro III,
antes de la guerra (1).
Pero Sancho no conocía, al m=nos concretam:nt,e, algu­
nas derivaciones del pensamiento político de J aim:, cuyo
disimulo y acaso desconfianza velaban al castellano la ver­
dad de las intenciones; y, sin claridad en los antecedentes,
la actuación del mediador resultaría ficticia, por muy hábil
y discreto que estuviese (2).
Sin embargo, el rey Bravo no andaba desorientado en
absoluto y, por su parte, también empieza a sospechar de
la lealtad de Jaime. No eran en verdad estos recelos de
buen augurio para iniciar un tratado de paz (3).
Las deliberaciones debían com=nzar ya. En Logroño es­
tán, con Jaime y su mujer doña Isabel, algnnos consejeros
suyos, como Ramón de Villanova, Ramón de Montesa,
Tomás de Prócida, Pedro de Costa, varios nobles y también
G. Lullí de Barcelona. A Viana, la población más impor­
tante del reino navarro, cercana a Castilla, llegaba Carlos II,
trayendo en su acompañamiento a fray Bonifacio de Cala­
mandrana, el incansable diplomático. Entonces Sancho IV
ordena que en la frontera, entre Logroño y Viana, se levan­
ten algunas tiendas de campaña, a donde acudirán diaria­
mente, a celebrar sus conferencias, los reyes de Castilla,
Aragón y Jerusalén, con Calamandrana y los otros repre­
sentantes oficiales (4).

(1) <<Et Rex Castelle debet promittere quod bona fide laborabit quod
restituentur Sicilia quam redde tenet dopni Y acobi cum partinenciis et cum
omnibus Insulis quas tenebat et posidebat patri suus ante monta guerram"
(Arch. Nat. París. J. 915. Núm. 13, al dorso).
(2) El resultado de la paz de Anagni (1295) nos viene a demostrar
que sería Jaime II quien cediese. Sospechamos que en Logroño, aunque se
resistiera, ya empezaba a vacilar, pero sin descubrirse ante Sancho IV, de
cuya tutela quería librarse.
(3) \fase pág. 24,,;,_nota l.
(4) Zurita, I, 355 v. La Cróniw de Loaysa (pág. 36) dice que Car­
los 11 "venit ad locum de Viana, qui est in fine Navarre, et dictus rex
Sancius mandavit figi tentoria in conterminis ínter memorata (sic) Lu­
cronii et Viane" donde Carlos, Jaime "et ipse rex Sancius cum eis pariter
LA POLÍ1'ICA INTERNACIONAL Y LAb 'VISTAS" DE LOGROÑO 235

El suceso reviste verdadera importancia, y los soberanos


de Castilla quieren darle la debida brillantez, derrochando
maravedí~, no sólo en sus propios gastos cortesanos, sino
en los del rey aragonés, que expendía otro tanto con su
numerosa comitiva. Los monarcas hispanos debían presen­
tarse dignamente ante el francés Carlos II (1).
La reina, por su parte, también se preparaba para lucir
lujosas galas, y sabemos que por carta suya se entregó la
buena cantidad de 5. 704 maravedís <<a Gil Nardiel por dos
pannos de Doay et cendales et orofreses et un Escarlata
para las uistas de Logronno>>. Adf:más se pagaron 111 ma­
raverlís por <<adobar el pendón qne anda antel rey>> (2).
Saucho IV se· propuso festejar a su. regio huésped con
verdadera magnificencia. El mantenimiento de los arago­
neses suponía un crecido presupuesto; diariamente consu­
mían unas diez vacas, ciento cuarenta o ciento cincuenta
carneros, varias terneras, congrios, pixotas y otros pescados;
un día gastaron, sólo en <<pescado et pan et vino, II mil CVII
maravedís>>, más cebada para las caballerías y otras muchas
cosas. Hasta <<al portero del Infante don Pedro de Aragóm
se le dan en julio 15 maravedís por <<la ración deste m~s>> (3).
Además acudieron allí los histriones cortesanos parn.
amenizar con músicas,· bailes y romances las horas de reposo
que tuvieran los sobt>ranos. A los <<juglares de Atanborete>>
se les pagan 24 maravedís <<para adobar sus Estrum,entos>>,
y a <<un Joglar del tamborete>> se le dan <<dos varas de valen­
cina>>. Asimismo figuran en la corte castellana por aquellas
fechas <<Fate el trompero con su mujen>, otros <<quatro trom -
peros>>, <<dos saltadores>>, uno de ellos casado, quince moros
<<tenderos e atamboreros>> y <<Maestre Martín de los organos>>,
cuya artística ocupación deleitaría a las reales personas en
las solt:mnidades religiosas. También se preparaba alguna
partida de caza, pues entre la servidumbre que se paga

se videbant et super instantibus negociis contractabant". Rohde (pág. 59)


cree que Calamandrana iba con Carlos II a Viana.
(1) Como se ve en las Cuentas, los gastos fueron considerables.
(2) Cuentas, XLI.
(3) Cuentas, CXIX, etc. Por el ganado que consumen diariamente
unos y otros se deduce que la gente de j aime II era tan numerosa como la
de Sancho IV.
236 HISTORIA DE SANCHO IV ;DE CASTILLA

el mes de agosto figuran sesenta y ocho monteros y tres


mozos de los canes (1).
Realmente, la ciudad de Logroño debía presentar des­
lumbrador aspecto con la presencia de dos <"Ortes; sus calles,
animadas por el ir y venir de caballeros, .escuderos, servido­
res, mercaderes y todo linaje de gentes, entre las que se
mezclarían no pocos extranjeros, darían una sensación de
alegría; pero, aunque todo parecía invitar a la cordialidad,
por corrientes subterráneas se deslizaba, turbia, la intriga
política, esterilizadora de los propósitos claros. Los debates
entre los personajes allí congregados para disentir una vez
más los complicados y añejos pleitos, serían segtúdos con
creciente interés, y no faltarían espíritus cándidos que abri­
gasen lisonjeras esperanzas (2).
La primera medida de Jaime II para inaugurar las con­
ferencias era levantar la <<jura, fieldat, et homenage>> que le
httbieran hecho Juan Alfonso Carrillo, Alfonso Pérez de
Villegas y García López de Saavedra, de guardar los <<rehen­
nes>> por él <<en fiel comanda en el castiello de San Esteuan
de Gormaz>>, ordenándoles la entrega de <<los ditos Loys,
et Robert, et Ramón Berenguen>, <<fijos del noble Rey Cuar­
tos de J erhusalem>>, y los tres caballeros que les acompaña­
ban <<al muy noble don Sancho, Rey de Castiella, o a quien
él quisiese>>. El 29 de julio, Carrillo, Villegas y Saavedra
ya habían entregado los cautivos a Juan Alfonso de Haro
y al súbdito aragonés Alberto de Mediona, <<mandaderos del
muy noble don Sancho>>. El rey castellano, cumplidas es­
tas fórmulas reglamentarias, tenía ahora bajo su directa
protección y responsabilidad los prisioneros franceses, para
absoluta garantía de Carlos II, según convenio anterior (3).
(1) Cuentas. El preceptor de Sancho IV, fray Gil de Zamora, a quien
Henri Lavoix (La mitsique ait siecle de S. Louis, II, 333. Bibl. franc. Mo­
yen Age) clasifica entre los músicos teóricos del siglo XIII; dice: "Et hoc
solo instrumento musico utitur ecclesia im diversis cantibus, et in prosis, et
in sequentiis et in hymnns, propter abusum histrionum, ejectis alii commu­
niter instrumentis" (Aegidius Zamorensis, Gcrbert, Script, II, 388).
(2) Por las Cuentas puede colegirse el movimiento que hubo en Lo­
groño. Entre los cortesanos recibe pensión entonces el extranjero "conde
Fadrigo Pardo", el que estuviera como embajador de Sancho IV en la
corte de Francia el año 1292 (véase págs. 154-155).
(3) Núm. 488, Crón., 86. Juan Alfonso Carrillo foé hijo de Alfonso
LA POLÍTICA INTERNACIONAL Y LAS "VISTAS" DE LOGROÑO 237

Entonces comienzan las discusiones, indudablemente sobre


puntos expuestos por ambas partes en Guadalajara y Pon­
toise, acaso con algunas modificaciones; mas no logran po­
nerse de acLterdo de un modo terminante.
Como guía de lo ocurrido en Logroño respecto a los
tratos entre Jaime y sus contendientes, tenemos un inte­
resante papel coetáneo que, bajo el epígrafe <<el escripto de
las vistas de Logronno>>, nos habla de los extremos allí pro­
puestos por los franceses y contestados por el aragonés.
Este breve documento contiene lo substancial de los
acuerdos de Logroño entre Jaime II y Carlos el Cojo (I).
En primer término Jaime acepta el matrimonio de su
hermana con un hijo de Carlos de Salerno, a quienes darían,
a:1.emás del condado de Caserta, los de Provenza y Foulcal-
Rodríguez Carrillo y de doña Sancha Pérez Duque (hija de Lope Pérez
Duque); fueron sus hermanos doña Marina Alfonso (casada con Nuño
Martínez de Vinhal) y doña Juana Rodríguez (casada con don Diego Ra­
mírez de Almansa) (Linhagcns, 214, 305). En las Cuentas aparece Juan
Alfonso Carrillo con el sueldo de 210 mr. (pág. CXX). Los Carrillos incu­
rrieron en desgracia con Alfonso X el año 1278, que mandó derribasen en
Burgos cuanto era "de Garci Gomez Carriello et de Johan Alfonso so so­
brino" (núm. 63). Este García Gómez Carrillo tiene varias consignaciones
en la Partición de Huete como vasallo del rey; y en las Cuentas cobra al
mes 90 mr., "Johan García, fijo de García Gomez Carriello" (pág. CII).
García Jiménez Carrillo fué hijo de García Gómez el de los Garfios, pri­
mer alcalde de los fijosdalgo en tiempo de Alfonso X, cargo que heredó
el hijo; casó con doña Elvira Alvarez Osario, y fué padre de doña Juana
García Carrillo (Col. Salazar, B. 98). Juan Alfonso Carrillo luego fué ayo y
mayordomo del infante don Enrique, hijo de Sancho IV (V. nota 45). Si­
gue figurando además en el reinado de Femando IV. García López de
Saavedra figura mucho en este reinado (V. t. I, pág. 51), y en las Cuentas
se le menciona repetidas veces, lo mismo que a Alfonso López Saavedra.
En la Partición de Huete el primero figura como vasallo del rey, y el se­
gundo, del infante don Femando. Alfonso López testifica un documento
de paces con Jaime II (22 enero 1292, núm. 6o6). Alfonso Pérez de Ville­
gas figura como testigo en otra de estas garantías (9 enero 1292, núm. 6o3).
(1) Este interesante documento se conserva entre los documentos de
la catedral de Toledo en el A. H. N., leg. 634; lo insertamos en la Colec­
ción diplomática, núms. 494, 495. De la reunión de Logroño no se tiene otro
documento y es lástima que no lo conociese Rohde, tan puntual investiga­
dor de la lucha por Sicilia en estos años. Este documento, de positivo valor,
es una aportación al proceso de aquellas laboriosas negociaciones; no ana­
lizamos y comparamos aquí su contenido con relación a los otros tratados
franc0aragonescs por estar fuera de nuestro propósito.
238 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

quier, punto ya consignado en Pontoise, que ahora se man­


tenía; en cuanto al <<segundo casamiento>>, o sea el de Fadri­
que, hermano del aragonés, con Blanca, hija de Carlos, que
los franceses, <<non lo otorgan por que entienden muchos pe­
ligros en éh>, Jaime insiste, alegando se había incluído en ar­
tículos preliminares, e indica se busque una fórmula satisfac­
toria. No sabemos si la negativa francesa obedecía a que
quizás germinaba ya en la mente de Carlos II la idea sobre
el destino que daría a su hija Blanca (1).
Luego señalan otras formalidades sobre plazos y condi­
ciones; pero en <<la tercera razón>> está el nudo poHtico de
este documento. <<La tercera razón-dice la propuesta de Car­
los- es que, después que el Papa consintiere, que dende a un
anno, que entreguen <;ezilla.>> Contra lo que podría suponerse,
Jaime no rechaza de plano la proposición: hace algunas sal­
vedades, sometiendo la resolución para cuando haya Papa y
éste consienta en ello. Además, en todo caso, prolonga el pla­
zo hasta tres años.
Jaime, muy hábil, sortea la dificultad, redactando su res­
puesta en términos vagos, sin comprometerse demasiado. Se
transparenta su ánimo de salir del paso, con una dilatoria,
confiando en que el tiempo le depare ocasiones más propicias;
quizás tiene esperanzas en el futuro Papa. De todos modos su
tenacidad estaba resentida En cambio, sus rivales, en cuanto
a Sicilia, ceden cada vez menos; la quinta razón-dicen-es
<<en commo el rey de Aragón no se llame rey de <;=zilla quanto
en la Corte de Roma, et en Casa del rey de Francia et en
Casa del rey Karlos.>> Era la persistente intransigencia de
los franceses sobre que Jaime se titulase soberano de Sicilia.
En esa frase vemos que no se le concede a Jaime ni un re­
moto derecho al dominio; no es siquiera una imposición
de renuncia a algo que podía ser suyo, sino simJlem=nte
como si se tratase de prohibirle la arbitrariedad d~ usufruc-

(l¡ Como sabemos, años de5pués se casaría Jaime II con Blanca, hija
de Carlos II, según acuerdo de la paz de Anagni (r295). Zurita (1, 354 bis)
dice que "los medios de la concordia que se trataban entonces... eran que
pretendía el príncipe (de Salerno) que el infante don Fadrique casase con
una hija suya y se le diese en dote la Isla de Sicilia", a lo cual no accedió
Jaime.
LA POLÍTICA INTE:RNACIONAL Y LAS "VISTAS" DE: LOGROÑO 239

tuar por modo caprichoso un título real que no le corres­


pondía.
A esto, sin embargo, no accede el rey aragonés, estimando
sería <<magnum preiudicium>>, si de ello se informaban los sici­
lianos; aquí se percibe cémo aun no estaba cuajada en su in­
tención la renuncia que a primera vista parecía casi aceptada
en la <<tercera razón». A Jaime le repugnaba todavía prescin:.
dir del título de rey de Sicilia en los diplomas oficiales; pero
también era exacto su temor a que los sicilianos advirtiesen
las vacilaciones que se iniciaban en su espíritu, lo que se pon­
dría de manifiesto si admitía esa imposición en su cancillería.
<<Otro artículo-prosigue el escripto-es quanto trabajo
et quanta cosa el Rey de Francia et su padre et él-Carlos
de Salerno-han pasado en fecho de Aragón, et sennalada­
mente de como fué dado al Rey Carlos su hermano, que
cate alguna carrera por que salgan ende el Rey de Francia
et su hermano con onrra.>> Esto le incumbe ya a Sancho de
Castilla que, como mediador amistoso, debe catar esa carrera;
la vía para que saliesen con honra el rey francés y su her­
mano Carlos de Valois, al renunciar éste a la corona arago­
nesa, no era fácil de hallar, pues la fórmula, honrosa para
la Casa de Francia, sería la renuncia de Jaime al trono
siciliano, y esto por el momento ofrecía grandes dificultades,
no tanto por la vulnerable resistencia de Jaime cuanto por
los interEsEs de la isla; precisamente poco antes de ir a Lo­
groño Jaime había recibido unos embajadores sicilianos en­
viados exprEsamente para oponerse a cualquier pacto que
los tornase al dominio francés (I).
En aquellas circunstancias no era posible todavía fijar
públicamente un tratado de paz que se incubaba en la
oscuridad de secretas connivencias. Jaime y Carlos, después
de encubiertos cambios de impresiones, no partirían de
Logroño tan distantEs de la reconciliación como podrían
prEsumir los poco sagaces ante las apariencias de un fracaso
que en el fondo no existía.
Visibh. mente, la cuestión de Sicilia quedaba tan indecisa
como antes de la reunión; sin embargo, bien sabemos que
ya estaba sEmbrada la semilla de la concordh entre los

(1) Zurita, 354 v.


240 HISTORIA DE SANCHO IV J:)E CASTILLA

rivales de ayer. Jaime y Carlos comenzaban a entenderse;


pero se emplazaban para momentos más propicios, libres
de la asistencia de S-=.i.ncho de Castilla, quien les estorbaba
para puntualizar cierta cláusula esencial en el tratado que
les' daría la solttción definitiva (1).
Como la paz no queda acordada, Jaime debe llevarse
otra vez los hijos de Carlos II a Cataluña. Con esto, la mi­
sión mediadora de don Sancho había concluído (2).
El rey de Castilla, liberal en su hospitalidad al monarca
de Aragón, también se mostró generoso y cortés con el
príncipe de Salerno, que llevaría como recuerdo de su breve
relación con Sancho IV un magnífico <<caballo que-según
cuentas-dió el rey en Logronno al rey Carlos>>, abonando
por él Alfonso Godínez sus buenos 4.000 maravedís. Además
el castellano mandó dar 6.000 maravedís <<para espensa de
la ida del rey Carlos>>. No estaría descontento el francés de
Sancho el Bravo (3).
Entretanto, mientras los enemigos se habían acercado,
deponiendc altiveces, en Logroño se desarrollaba oculto,
disimulado, un intenso drama político que sigibs:i.mente
distanciaba a los amigos. Entre Sancho y Jaime se levanta
perturbador el fantasma de las sospechas.
Sancho IV había afrontado en Logroño, osadam-ente, un
serio peligro político mezclándose en la intrincada contienda
siciliana. Al no conseguir una evidente reconcHiación de sus
amigos, debía situarse discreto y prudente, soslayando los
escollos que a su paso surgieran en la hipótesis de una nueva
ruptura de hostilidades entre Aragón y Francia. En el dilema,
debía _inclinarse a una de las dos partes, pues en caso de
guerra ambas solicitarían el apoyo castellano a que Sancho
(1) Esta cláusula sería el matrimonio de Jaime con una princesa .de la
Casa de Francia. Los hechos subsiguientes confirman nuestra suposición
respecto a la incipiente armonía entre Carlos y Jaime II (pág. 266, nota 1
vistas de Junquera). Creemos que la obra de Sancho IV al mediar en este
pleito, consistió en inclinar la voluntad de Jaime a la transigencia, sólo que
luego, al buscarse las fórmulas para encauzar esas corrientes de concordia,
ya no les convino a Carlos ni a Jaime la intervención del castellano.
(2) Rohde, pág. 60.
(3) Cuentas, LXXXIX, LXX. En las cuentas de Navarra de 1294 se
habla del "prest que maestre Pierres fizo al <lito Johan quan el Rey de
Sicilia fue en Nauarra" (T. VI, fol. 74 v. Arch. Navarra. Pamplona).
I,,\ POLÍ'rIC,\ INTERNACIONAL y L,\S ··v1S'1'AS" m,: LOGROÑO 241

se había obligado por los Tratados de Bayona y de Soria,


respectivamente, y era absurdo e impracticable que enviase
guerreros a los dos campos combatientes.
El problema de elección es complicado. Por un lado, la
amistad de Francia representa para Sancho un apoyo en
Roma, de donde espera la legitimación de su heredero; por
el otro, tiene en Jaime, no sólo la cooperación naval para
las empresas contra el moro, sino la realeza de su hija Isabel,
quien ha de compartir el trono aragonés como esposa legí­
tima de Jaime.
Sancho IV quiere a todo trance conservar las alianzas
sin perder su carácter neutral; pero, como ineludiblemente
ha de relevarse con uno u otro del auxilio militar, decide
insinuarle a Jaime una modificación a esta cláusula de sus
Tratados. Mas la suspicacia vigila en el campo aragonés, y
no falta quien haga creer a don Jaime que se halla poco
menos que prisionero de su suegro; corren rumores de que
numerosos contingentes armados rodean la ciudad, o esperan
en lugares vecinos para apoderarse del rey aragonés en caso
de resistir a las imposiciones del castellano o negarse a fir­
mar nuevos compromisos. Sin embargo, las apariencias no
justifican esa alarma: en la <<compaña>> de Sancho IV figu­
ran, entre caballeros, escuderos, guardas, ballesteros, unos
cien hombres de armas a lo más, probablemente los mi5mos
que llevara Jaime II; pero quizás el recelo hiciera ver disi­
mulados enemigos bajo los sayos de oficiales, servidores o
pacíficos ciudadanos como arrieros y mercaderes allí congre­
gados para suministrar víveres a las dos Cortes y sus comi­
tivas (1).

(1) En las Cuentas vemos que el número de hombres de armas de la


"compaña" del rey que se pagan en julio y agosto de 1293 es el mismo de
otros meses; además, por el cómputo de gastos de aragoneses y castellanos,
se advierte que las comitivas debían ser igualmente numerosas. Zurita (1, 355)
dice que Sancho fué a Logroño "no ~olo con gente principal de sus reynos,
pero con toda la compañia de la gente de guerra que tenia en Castilla, que
se acercaron con gran disimulación a las fronteras, y se aposentaron en las
comarcas de Soria y Agreda y se fueron acercando a Logroño". Luego, sin
embargo, rectifica a un autor "que afirma que el rey de Castilla en las vis­
tas de Logroño trató de mandar detener al rey don Jayme, con achaque de
hazelle fiesta en su reyno para entregalle al rey Carlos". La Crónica (pá­
gina 87) dice que Sancho IV fué a Logroño con los hijos de don Juan Nú-
16
242 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Entonces Jaime, por precaución o astucia, se propone


acceder a las peticiones de su <<Karissimi socer», pero previ­
niéndose antes cautamente; con el mayor secreto reúne en
su cámara, el sábado 19 de agosto, a los caballeros Ramón
de Villanova y Tomás de Prócída y a sus privados Ramón
de Manresa y Pedro de Costa, para hacer protesta ante
ellos de que cuanto otorgue en esta ocasión al rey de Cas­
tilla no será válido, pues obra forzado por coacción. Cum­
plida esta secreta fórmula, Jaime II se presta a firmar sin
el menor reparo cuantos documentos le presente el soberano
de Castilla, ya seguro de que a nada le obligan; con decla­
rarse luego sometido por temor y fuerza, todo quedaría
anulado. El procedimiento no era nuevo; de este modo solían
evadirse los caballeros de comprometidas situaciones, po­
niendo a salvo el honor de la palabra empeñada, cuando de
antemano pensaban no cumplir los juramentos (1).
A los dos días, el aragonés renunciaba ante Sancho al
socorro castellano de los quinientos jinetes, y al propio tiem­
po Sancho, para compensar a Jaime de su renuncia, le
promete <<a buena fe, sines mal enganno, que mientre uos
mouieren guerra quier franceses, o otros ommes quales
quier ... quando esto uos acaesciesse et nos llamássedes a
uestros aiudorio, que uos demos dozientas uezes mill mara­
vedís ... por razón de la ayuda que uos ouiemos a fazer de
los quinientos caualleros>>. El monarca de Castilla, ignorante
de aquella ladina protesta de Jaime, creería haber conse­
guido mucho con la conmutación del auxilio militar por el
pecunario, el cual podría prestar al rey de Aragón encu­
briéndolo fácilmente a Francia, con la cual ya sabría excu­
sarse como hasta entonces, rehuyendo el compromiso contra
Aragón, con la patente disculpa de sus guerras con el in­
fiel (2).
Después de acordado este punto, don Sancho pretende

ñcz "e otros ricos ornes e grandes gentes"; acaso en estas "grandes gentes"
vió Zurita "toda la compañía de la gente de guerra que tenía en Castilla" a
que alude en sus Anales. (Véase la nota 2 de esta página.)
(1) Véase la nota siguiente. Zurita (I, 355 v.) consigna la secreta protes­
ta de Jaime II. Algo semejante haría por entonces don Juan Núñez de Lara.
(Véanse las págs. 252, 254.)
(2) Núm. 491. Zurita dice que Jaime cedió a Sancho-después de hecha
LA POLÍTICA INTERNACIONAL Y LAS "VISTAS" DE LOGROÑO 243

todavía de Jaime algo más importante: la firma de un


extenso documento asegurando los derechos de la infanta
Isabel como reina de Aragón. Sin duda, voces confidenciales
sobresaltaron a Sancho con revelaciones sobre otros pro­
yectos matrimoniales de don Jaime.
El mismo 21 de agosto de 1293, Jaime II promete <<a
uos el muy noble et mucho onrrado et muy poderoso nuestro
suegro don Sancho>> y a la reina doña María <muestra suegra»,
<<que en todos los dias de nuestra muger et uestra fija donna
Isabel, Reyna de Aragón et de Secilia, que non podamos con
otra casar nin casemos>>, cláusula delatora de temores no
exentos de razón por parte del castellano. Agrega además
el aragonés: <<et el fijo varón que della ouyéremos, herede
todos los nuestros Regnos, et que fagamos jurar a nuestros
hermanos>> Fadrique y Pedro, ricoshombres, caballeros y
concejos de Aragón y Cataluña, que lo recibirán por rey,
sucesor suyo, y lo mismo en el caso de dejar solamente
heredera mujer, <<salvo--exceptúa-si de otra muger legítima
la protesta secreta-porque le pareció "que por diuersas vías le forc;aua su
suegro a otorgar todo esto y que concurría fuerc;a y miedo que podian mouer
qualquier varon por muy constante que fuese, y que de otra manera no Je
permitiria el rey de Castilla que saliese de aquella villa ni sacasse su muger
Y las rehenes" (fol. 355 v.). Sin duda, Zurita se inspiró para escribir este
pasaje en un documento posterior de Jaime II (ya muerto Sancho IV), en
que dice estar desligado de todo compromiso con Castilla porque "el noble
don Sancho ele bona memoria... en el tiempo que biuia non attendeo nin
complio a nos aquellas posturas et conueniencias que por ell prometidas y
eran" particularmente de hacer "guerra contra el rey de Francia la que
non fizo nin complio". "Encara-concluye-lo que mas fuert e mas grieue
cosa es contra las dichas posturas uinent el dicho Rey don Sancho por
fuer,a e por miedo que en fitert e firme varan caer podia nos estantes en
fe suya, en la tierra suya, en la villa suya del gronyo con los fillos del noble
rey Karlos los quales por estatges teniamos e los quales auiamos liurados
al dicho Rey de Castiella en fe e en comienda se fizies el dicho rey de Cas­
tiella soltar a nos en la dicha villa de lo gronyo de la ayuda e de la valia
de c;incc;ientos caualeros armados que a nos fer deuia e era obligado". (Carta
de Jaime II a Juan Alfonso de Raro, II febrero 1295 (de la Encarnación,
año 1296 de la era vulgar). Arch. Corona de Aragón, reg. 252, fol. 128 v.)
Lo dicho aquí por Jaime puede ser exacto y que realmente tuviese miedo en
Logroño, pero nos parece más verosímil que se trate de un ardid político
para a su vez disculparse Jaime de no haber cumplido sus pactos; cuando
escribía esta carta a Juan Alfonso de Raro ya estaba casado con Blanca.
hija de Carlos IT. (Véase la nota siguiente.)
244 HISTORIA DE SANCHO IV PE CASTILLA

que tomásemos después de los dias de la sobredicha reyna


donna Isabel, ouyésemos fijo varón>> (1).
Luego, como los lugares que le asignara por arras a
doña Isabel el año 1291 declara que <<los tiene nuestra madre
la reyna donna Constanza>>, y <<porque fasta aquí non le
diemos-a doña Isabel-las rentas et los derechos et el
sennorio de los lugares>> que usufructúa doña Constanza, le
confirma a don Sancho, a doña María y a doña Isabel sus
arras y dotes, <<et demás-dice-damos en arras et en dona­
ción a uos por la dicha uestra fija, ella seyendo presente>>,

(1) De este interesante documento encontramos traslado coetáneo, no­


tarial, en el Archivo de la Torre do Tombo de Lisboa, y lo insertamos en
la Col. dipl. con el núm. 490; probablemente Jaime II mandó ese traslado
a su hermana Santa Isabel, reina de Portugal. Zurita debió conocerlo, pues
trata de este acuerdo (I, 355 v.). Rohde (pág. 6r) lamenta que solamente
Zurita hable de estas cosas, aunque desde luego las cree posibles; sin em­
bargo, como se ve, el documento conservado en Lisboa viene a probar la
exactitud del analista aragonés en este caso. El historiador alemán se sor­
prende de que Jaime dispusiese sobre la sucesión a sus reinos en forma
opuesta a su testamento, otorgado en julio de 1291 (págs. 9, 6r), pero un
testamento siempre es modificable. El documento en cuestión nos demuestra
palmariamente que ya en Logroño Jaime II empezó a negociar diplomá­
ticamente a base de su matrimonio con alguna princesa de la casa de Fran­
cia, desentendiéndose de su alianza con Sancho IV y de sus esponsales con
Isabel de Castilla; a esto responde la exigencia del rey castellano, a quien
Jaime promete "que non podamos con otra casar". Con su previa protesta
quería Jaime invalidar ~ste compromiso, en verdad muy justo, y que no
debía molestarle si obraba rectamente; pero como no era así, sino que ya le
incomodaba la unión con Castilla, le parece opresivo; sin embargo, sabe que
en este punto la razón no le asiste, y por eso, en la carta a Juan Alfonso de
Raro (1296), aludiendo a lo de Logroño, ni siquiera se refiere a esta ratifi­
cación de su pacto matrimonial con Isabel, que no cumplió, haciendo hinca­
pié únicamente en la cuestión del auxilio militar contra Francia. Así vemos
que en rz93, tanto el castellano como el aragonés, empezaban a rehuir
el cumplimiento de sus obligaciones. Y en el incumplimiento de la boda con
Isabel de Castilla no se puede alegar inocencia de Jaime, pues consta en
documentos que el no celebrarse ese matrimonio no fué por negar el Papa
la dispensa-pretexto oficial-, sino por expresa gestión política de Jai­
me II. V camas, en esquema, con algunos documentos, el proceso de los ma­
trimonios. En Guadalajara, febrero 1293: Fadrique de Aragón con Blanca,
hija de Carlos JI, y por dote, Sicilia; Felipe, hijo de Carlos, con Violante,
hermana de Jaime (según B. de Neocastro, Rohde, 46). Pontoise, abril I293:
Fadrique con Blanca aplazado hasta próximas vistas (Logroño); Violante
co11 uno de los hijos de Carlos, Caserta por dote. Carlos se compromete a
LA POLÍ'l'lCA INTJ,RNACION.\T. Y LAS ''VISTAS" m: LOGROÑO 245

las Albuferas de Valencia, garantizándole señorío completo


y rentas <<pora su Cámara et pora mantenencia de su casa,
assí como a muger nuestra>> (1).
También consigna Jaime que, si muere antes que doña
Isabel, ésta conserve todos los bienes recibidos de él. <<Et
otorgamos-concluye-et prometemos a uos rey don San­
cho et reyna donna Maria que del dia de Nauidat primero
que viene en la era desta carta fasta dos annos complidos
que atendamos. a la Reyna nuestra muger así que non pase­
mos a ella corporalmente, mas que finque uirgen fasta los
dos anuos sobredichos.>>
Y, para mayor firmeza de todo esto, Jaime jura <<sobre

obtener dispensati'.one ab ecclesia Romana super matrimonio de dopni Ia­


cobi et dopnc I sabeUis filie Regis C aste lle; esto seguramente a propuesta
de don Martín, obispo de Astorga (Arch. Nat. París, J. 915, núm. 13, ar­
tículo quinto). Logroño, julio 1293: aprobado Violante con hijo Carlos II;
negado por los franceses Fadrique con Blanca porque, entienden peligros
(número 494). Fin agosto 1293: propuesta de Jaime II; Jaime con hermana
del rey de Francia y retener Sicilia en toda su vida; Fadrique con hija Car­
los II o hija Emperador Constantinopla; Vial.ante con Alfonso de la Cerda
(Finke, Acta, III, 19). Fin año 1293: Jaime II con Blanca hijti de Carlos II;
Violante con Luis o Roberto, hijos de Carlos (Finke, III, 21). A fin año u93
o principios 1294, entre otras condiciones, que Carlos II procure "dispensa­
cionem matrimoniorum, que tractata sunt". En nota dice Finke que "si Jai­
me quería presentar al rey de Castilla este tratado debía déjarle a oscuras
sobre los artículos matrimoniales", pues desde hacía dos años era prome­
tido de la hermana del francés; "ella residía en su corte, él le daba el título
de reina". Carlos 11, en la primavera de 1294, designaba a Jaime como su
cuñado (Finke, Acta, I, 26). Fin marzo 1295, propuesta aragonesa: Fadri­
que con hija Carlos II; Jaime II con hermana del rey de Francia; Violante
con Alfonso de la Cerda,; "ltem demanen, quel senyor papa man, con pits
f ortment puse ha, al rey Daragon e al rey de Castella e a la reyna sa muler
e a la fila del <lit rey de Castella, que non consenten al matrimoni que de­
f eyt fo feyt entre lo dit rey Daragon e la dita fila del rev de Castella, ni
aquel per carnal ajustament no consumen, abaos que sabtenguen per totz
temps del dit matrimoni". Esta solicitud de Jaime para que el Papa impida
como más fuertemente pueda el matrimonio de Jaime e Isabel de Castilla
es la más elocuente prueba de su incumplimiento con Sancho IV. Jaime II
trabajaba para casarse con una hija del rey francés, pero Carlos II triun­
faría, al fin, y su hija Blanca se casaría con el rey de Aragón. Si Sancho
cambió el auxilio militar por el pecuniario, Jaime le fué desleal respecto al
matrimonio acordado con Isabel; cuanto queda dicho nos demuestra que
Sancho IV no iba descaminado al desconfiar de Jaime II en Logroño.
( l) Núm. 490.
-246 HISTORIA DE SANCHO IV I)E CASTILLA

ia Cruz et los Sanctos Euangelios de nuestras manos tannidos


corporal miente, et fazemos a uos rey don Sancho omenage
de manos et de boca, de guardar todas estas cosas>>, com­
prometiéndose además con otras . muchas fórmulas conclu­
yentes, que le ponen completamente a merced de Sancho
si no cumple lo estipulado. Hasta renuncia <<a todas las
leyes et derechos eclesiásticos et seglares et fueros et cos­
tumbres de que contra esto nos pudiesemos ayudar... assi
que magiier lo queramos razonar, que non seamos oydo
sobrello>> (1).
Ya se ve cuán poco le importaba a Jaime jurar sobre
los Santos Evangelios, y renunciar leyes, fueros y costum­
bres, después de la precaución tomada la antevíspera, previa
anulación que convertía en letra muerta las flamantes reite­
raciones de seguridad que Sancho reputaría inconmovibles
garantías.
Lo lamentable de todo esto es que la íntima armonía,
elemental entre 'dos aliados, estaba quebrantada. A Sancho
y a Jaime les apremiaba recíproca desconfianza. El castellano
rehuía apoyar militarmente a Jaime II, temeroso de enemis­
tarse con Francia; ya lo había dicho hacía meses al emba­
jador francés: <<No seré tan loco que quiera perder el rey
de Francia y la Iglesia de Roma por aquel de Aragóm> (2).
La actitud de Sancho, de todos modos, no era agresiva,
sino defectiva, desertando de cumplir determinadas obliga­
ciones. En cambio Jaime apuntaba más hondo: en sus
tratos con Carlos de Salerno, al admitir determinadas con­
diciones, prescindía sin escrúpulos de los esponsales celebra­
dos solemnemente con Isabel de Castilla.
Ahora se nos plantea una duda: la supuesta celada del
rey Bravo, ¿no sería una invención de J aime-aprovechán­
dose del antecedente de don Lope en Alfaro-, un verdadero
ardid para relevarse luego de cualquier compromiso que allí
adquiriera con su suegro, ya que no creería prudente enta­
blar una polémica negándose a las solicitudes de Sancho,
por otra parte nada injustas?
(1) Núm. 490.
(2) Tampoco descuidaba Sancho sus relaciones con Roma. Finke
(Ácta, I, IO), habla de un fray P. Veremundi, dominico, embajador del rey
de Castilla ante la Curia Romana el año 1292.
I,A POI,ÍTICA INTtR~ACIONAI, Y LAS "VISTAS" Dt I,OGRO&O 247

En fin de cuentas, el aragonés había ganado la partida


al castellano. Si Sancho efectivamente reunió contingentes
bélicos, de nada le sirvieron ante la astucia del levantino
Jaime.
Naturalmente, todo ocurría bajo las sombras del más
refinado disimulo, sin trascender a la superficie el fermento
de las ocultas pasiones. Sancho IV, como otras veces, inter­
viene solícito para avenir algunos levantiscos ricoshombres
aragoneses con Jaime II. Y el mismo día, viernes 21 de
agosto, fecha de los documentos otorgados, sale de Logroño
Jaime II, llevándose a Barcelona los rehenes franceses, cuya
estancia de medio año en Castilla no tuviera inmediata
eficacia para la paz (1).
Los dos reyes, Jaime y Carlos, partían con la esperanza,
acaso ya el propósito, de reanudar desembarazadamente
más directas negociaciones. A Sancho le quedaba el resque­
mor de haber fracasado en su misión pacificadora, aunque
Jaime, por recónditas conveniencias, lo elogia en carta a
B. Tallaría, de su curia en Sicilia,, diciendo de Sancho <<quem
in tractatu pacis et aliis nostrus negociis patrem invenimus
et amicum>>, y en otro lugar, también para despistar a los

(1) Zurita dice que en Logroño "se acordaron las diferencias que los
ricos hombres de Aragon tenian con el rey". Sancho IV "tuvo por bien
que Bernaldo de Sarriá tuviese el Castillo de Xatiua y Asberto de Me­
diona el de Castalla como los tenia... don Artal de Alagon: y que Ramon
de Vilanoua tuuiese el Castillo de Morella y Alberto de Mcdiona el de Biar",
como los tuviera don Pedro Fernández, señor de Ixar; Sancho levantó el
'juramento a don Arta] y a don Pedro (Anales, I, 354 bis). Véanse los nú­
meros 521 y el 530, en que Jaime II alude a "quando ffomos a lo gronyo et
faulamos amos ados en rason daquellos que tienen los castiellos en fialdat
por vos et por nos". El núm. 469 trata de don Artal de Alagón. No sabemos
cómo Rohdc, que cita a Zurita, interpreta que Sancho IV fomentaba las dis­
cordias de los nobles argoneses, y que Jaime II admitía en su servicio a don
Diego López de Raro, fugitivo de Castilla (Rohde, 57). López de Haro es­
taba en Aragón con beneplácito de Sancho. Véanse págs. 140, 185. Más ade­
lante encontraremos otra vez a este personaje. Antes de las vistas de Lo­
groño (quizá en 1291) Sancho IV debió otorgar al de Aragón permiso para
sacar caballos de Castilla, pues en una carta de Jaime II a Sancho IV, de
23 julio 1294 (núm. 550), hace una reclamación sobre esto, diciendo que el
alcalde de Guadalajara alegaba "que vos (Sancho IV) quando fuestes an­
tanyo en Logronyo, aviades revocado todas las gracias que aviades feytas
de sacar cavallos de vuestra tierra para Aragon".
248 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

sicilianos: <<habendo eciam regem Castelle nobiscum, qui pro


toto corde et animo, paterno amore nos prosequitur in ces­
santun>. Las artes políticas no podían esgrimirse más dies­
tramente. En Logroño, ante los cuatro testigos, Jaime II
considera felón a Sancho IV; frente a los sicilianos lo pre­
senta como amigo y padre amoroso que trabaja de todo
corazón en pro de sus negocios (1).
Tantas afabilidades, frases del más puro convenciona­
lismo, sólo servían para engañar incautos; en este caso,
más que el mismo don Sancho, lo serían Fadrique, el her­
mano de Jaime, y los patriotas sicilianos. Sancho IV moriría
sin conocer hasta dónde le atañía aquella unión de los dos
rivales que él se afanó en reconciliar.
Como prosaico recuerdo de aquella aventura política,
que duró tres semanas, quedaba onerosa huella en los cua­
dernos de las cuentas castellanas; y tantos fueron los gastos,
que al cabo de las jornadas no debían andar muy colmadas
las arcas reales, pues sabemos que doña María Fernández
Coronel <<prestó al rey en Logronno, para dar a Bernalt de
Soria>>, 4.000 maravedís (2).
En los folios seculares de las cuentas se repite, como una
cantilena, la consabida frase: <<para las vistas de Logronno>>,
seguida de respetables sumas. Esta era, por lo pronto, la
realidad efectiva cosechada por Sancho IV en el episodio
de Logroño (3).
Como si no le sobrasen a Sancho graves preocupaciones
con las de orden político internacional que le acosaron esos
días en Logroño, llegaba además una mala noticia del campo
rebelde de don Juan el infante: que don Juan Núñez de
(1) Rohde, 59, 62, indica la situación de Jaime II ante los sicilianos, a
quienes desea ocultar el abismo que le separa ya de Sancho IV.
(2) Cuentas, pág. LXVII.
(3) Sabemos, entre otros dispendios, de: "CXLIII docenas de pi­
xotas para las vistas de Logroño"; de 829 mr. por otras "CCC docenas que
la reyna mandara enviar"; 505 mr. "por cinquenta docenas e media de con­
grios, de las C docenas que mandara levar la Reyna"; más el alquiler "de
XIII bestias que lo levaron a Logronno", y "la espensa de un orne et una
bestia que fue con ello a Logronno". En la cuenta de Sancho García de
Maderuelo consta el pago de 21.819 mr. "por CC Bacas que dio en Lo­
gronno para las vistas", más 628 mr. ele "la costa que fixieron en levarlas a
Log-ronno, et en g·uardarlas", y ·'costaron U mil carneros que dio en Logron-
LA POLÍTICA IN'l'J¡;RNACIONAL Y LAS "VISTAS" Df; I,OGROÑO 2411

Lara había caído prisionero de los sublevados, por tierras


de Zamora.
Don Juan Núñez había salido de Burgos a mediados de
julio <<con cierta pleytesia>> del rey para su díscolo hermano
por si éste <<quisiese en ello consentir, e si non que le di­
xiere de su parte que se saliese de la su tierra>>, pero el de
Lara fué atacado en la marcha antes de cumplir el encar­
go del rey; ni aun siquiera tuvo tiempo de poner en prác­
tica la recomendación de <<que lo posiese él fuera del regno>>
si el infante se resistía a la sumisión (1).
Don Juan Núñez, al llegar a Zamora, <<non quiso esperar
la su gente un dia>>, y prosiguió el viaje sólo con unos sesenta
de a caballo, dirigiéndose hacia Fuentesaúco, donde tenían
su cuartel general el infante y don Juan Alfonso de Albur-

no", 13.015 mr. con otros 480 por "levados a Logronno". Luego en otra parti­
da se habla de lo que "fue dado por mandado de la Reyna para la despensa
de los reyes en las vistas de Logronno", como las grandes cantidades de
cuarenta y nueve docenas de congrios secos, 128 de pixotas secas, 171 vacas
y 160 carneros, declarándose en las cuentas que "estos congrios, et estas
pixotas e estas vacas e estos carneros fueron despendidos en el mes de julio
e de agosto en las vistas de Logronno". Luego leemos que Juan Mateo "dió
al repostero XCVI arrobas de cera para las vistas de Logronno, de amos
los reyes". También se hicieron gastos de otra índole, como 1.625 mr. por
mil cinco "varas de manteles que dio García de Maderuelo en Logronno"
y 451 "varas de fazalejas", con 70 mr. que "costo el alquiler de dos azemilas
e un orne que las levaron a Logronno". Todo esto sin contar el gasto dia­
rio que ya conocemos, y a que se alude en diversas cuentas, como 53.767 mr.
"que dio don Gil d'Ubago a los ornes buenos de Logronno en conducho en
la morada que y fizíeron nuestro sennor el rey, et el rey d'Aragon en los
meses de julio et ele agosto de la era de XXXI"; 6oo mr. que se dieron "a
Gonzalo Fernandez de la camara et a Ruy Perez su hermano para las vistas
de Logronno"; 31.884 mr. "que mete Johan Bernalt", el despensero, por "la
despensa que el rey de Castiella e el rey de Aragon fizieron en la morada
de Logronno, fasta postrimero día de jullio"; 600 mr. "a Per Eannez
Maestrescuela de Lugo.... para la ida de Logronno"; 2.000 mr. "a Gil Aleon
para la mesa del rey ... en Logronno". Más otros gastos menudos, tales como
4 mr. de "escudillas e taiadores para las vistas" y 30 de "X candeleros e
X arcaces para las candelas destas vistas". Por cierto que las luminarias le
producen a Juan Alfonso de Arenillas mil maravedís, que recibe por "con­
ducho de las candelas grandes que ardien ante los Reyes todo el mes''.
(Cuentas, págs. XLI, LIV, LXIV, LXVII, LXX, XCIV, XCV, CVI.
CXIII, CXIX.)
( I) Crónica, 87, Y Crónica de 1344.
250 HISTORIA DE SANCHO IV PE CASTILLA

querque <<et pieza de caualleros Gallegos>>, todos <<desauenidos


del rey>> (1).
Entonces el infante, acompañado de Alburquerque y
cuatrocientos jinetes, salió <<al camino onde-don Juan­
venía descuidado de tal cosa>>. Don Juan Núñez se resistió,
<<lidiando>> en <<un lugar que llaman Peleas>>; pero como <<fallóle
el Infante don Juan con pocas gentes, vencióle e prisoh> (2).
Por cierto que en esta ocasión también iba con el de Lara
su leal amigo don Gonzalo de Zúñiga, que hubo de <<toman>,
según su eufemístico vocablo, <<un mulo que fué de la lid de·
Peleas>> (3).
Los rebeldes llevaron sus cautivos a Alburquerque, te­
miendo del rey y <<de sus fijos deste don Juan Núñez, que
eran muy poderosos>>; en efecto, al saberse la noticia en
Logroño, el rey, retenido allí por las vistas, <<pésole mucho>>,
y los hijos de don Juan <<salieron luego dende con grandes
poderes e fueronse para allá>> (4).
Después, el rey también parte de Logroño, en cuanto
puede, al día siguiente de despedir a Jaime, encaminándose
por Nájera, Cañas, Santo Domingo, Belorado y Arlanzón a
Burgos, donde entra el domingo 30 de agosto (5). Allí le
esperaba hacía dos días una embajada de Tremecén, pre­
sidida por el Hadj Masud, oficial del séquito de Otsmán,
que venía para ratificar los pactos establecidos a fines
de 1291 (6).
Los personajes africanos se demoran en la Corte cristia­
na unas tres semanas, como nos informan las cuentas: en
agosto se les dieron 288 maravedís <<para su comer de quatro
dias <leste mes que moraron con el rey>>, y en septiembre
reciben otra buena suma «los mensajeros de Tremecén, de
los XVI dias primeros de su quitación <leste mes que mora­
ron con el rey>>, más <<la ración que les mandó dar doblada
(1) Crónica. de 1344.
(2) Crónica, 87; Linhagens, 264; Crónica de 1344. Este lugar debió
ser Peleas de Arriba, provincia de Zamora, partido judicial de Fuentesaú­
co. Crónica de Loaysa, pág. 36.
(31 Núm. 508. En el cap. XIII hablamos de don Gonzalo Ruiz de Zú-
ñiga.
(4) Crónica, 87; Linhagens, 264.
(5) Cuentas, pág. CXVIII.
(6) Tarifa y la política de Sancho IV, pág. 39.
LA POI.ÍTICA INTiRNACIONAI. Y I.AS "VISTAS" m,: I.OGRO&o 251

el dia de su Pascua>>, como atención cortés de Sancho IV (1).


Las conferencias con los enviados de Otsmán debieron
ser interesantes, y sin duda relacionadas con los rumores
que corrían acerca df> las relaciones de Abenalahmar con el
benimerín; para Sancho de Castilla seguía siendo muy útil
la discordia entre Marruecos y Tremecén.
A estas fechas, ya había regresado de Granada Fernán
Pérez Maimón, después de pactar breves treguas con Moham­
med II, <<de part del rey de Castiella>>, al parecer como plazo
para arreglar las diferencias surgidas después de la toma de
Tarifa; sin embargo, Sancho IV no está completamente
tranquilo y, quizás a consecuencia de las conversaciones
sostenidas con los enviados de Tremecén, decide mandar
a Juan Garcés con otro mensaje al emir granadino para
neutralizar la corriente de aproximación con el africano (2).
Mientras Sancho IV pasa la primera quincena de sep­
tiembre en Burgos, parlamentando con los mensajeros mu­
sulmanes, don Juan Núñez de Lara, en su cautiverio, fragua
un ladino plan para libertarse de la prisión. El astuto mag­
nate, diestro en disimulos, <<como era orne muy pleités e de
grand sabiduría>>, fingió ponerse de parte del infante <<contra
el rey fasta que entregase a Vizcaya>>, señorío que el rebelde
tenía por suyo como marido de la única hija del difunto
conde de Raro. El de Lara hizo toda clase de promesas,
ofreciendo al infante <<que le faría seguro antel rey de Por­
tugal por omenajes, e por juras e por cuantas seguranzas
él quisiese>>. Tanto porfió, garantizó y prometió que <<fizo
creyente>> de sus palabras a don Juan. Mucha debió ser la
habilidad del caballero para poder engañar al más pérfido
de los personajes castellanos de entonces. Convencido por
fin el infante, acuerdan que Núñez de Lara confirme <<este
pleito mesmo>> en la Corte portuguesa, en el término de
ocho días después de su llegada, partiendo luego juntos
hacia donde se encuentra don Dionís, quien les acoge muy
honrosamente (3).

(1) Cuentas, CXIX, CXXI. El Ramadán cayó el año 1293 del miérco­
les 5 de ágosto al viernes 4 de septiembre, fecha precisamente en que ter­
minaron su ayuno con la ración doblada.
(2) • Tarifa y la política de Sancho IV, pág. 54.
(3) Crónica, 88. Crónica de 1344. Linhagens, 264. El señorío de Viz-
252 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Don Juan Núñez, en cuanto se ve libre, pide protección


al monarca lusitano, bajo cuyo servicio dice estar, rogán­
dole que le ampare, pues <<quería probar que el pleito e
omenaje que fiziera estando preso, no valía>>, declaración
que indigna al infante, más acaso por la humillación de
haber sido paladinamente burlado que por el hecho mismo
de perder un prisionero de esa talla.
Don Juan Núñez, ya dueño de sus actos, pide al rey de
Portugal que· lo ponga <<en salvo en el reino de Castilla>>,
a lo que accede generoso don Dionís. En todo esto debió

caya, que sería tan disputado después de muerto Sancho IV, éste lo retenía
sin entregarlo ni a doña María Díaz de Haro, hija de don Lope de Haro
y mujer del infante don Juan, ni a don Diego López de Haro, hermano de
don Lope, que residía en Aragón desde el año 1288. Don Sancho lo había
dado a su hijo don Enrique (precisamente el infante que naciera meses
después de la tragedia de Alfaro; V. t. I, 30, 196), pero no sabemos la fecha
exacta de esta designación. La primera mención documental que hemos
hallado es de 31 marzo 1292, fecha de un diploma en que figura "Feman
Roiz mayordomo mayor del Infant don Anrique, sennor de Vizaya" (nú­
mero 409). Dos meses antes, en otro documento, aparece también este "Fer­
nan Roiz, mayordomo del Infante don Enrique", pero no se añade señor de
Vizcaya (4 enero 1292, núm. 391). El año 1292, sin embargo, no vemos que
en los privilegios rodados (núms. 395, 438) se le dé a don Enrique el título
de señor de Vizcaya, ni en los primeros de 1293 (23 mayo, núm. 484; 4 oc­
tubre, núm. 499); en cambio sí ostenta ya el señorío en un rodado de 30 de
noviembre 1293 (priv. rod. a la cat. de Santiago. Tumbo B., fol. 130 v.
Archivo C. Santiago). Acaso el titular oficialmente señor de Vizcaya a don
Enrique en esta fecha coincidente responda a la ruptura definitiva con el
infante don Juan, que, según la Crónica, quería el señorío. Como señor de
Vizcaya figura don Enrique en priv. rod. 1.0 enero 1294 (Rodríguez Lópcz,
op. cit., 486); 12 noviembre 1294 (Arch. C. Toledo, I, 12-1.7); 20 enero 1295
(Bulario de la Orden de Santiago), y 24 abril (núm. 594). Muerto Sancho IV,
don Diego López, desde Aragón, "demandaba a Vizcaya, que tenía el in­
fante don Enrique, fijo del rey don Sancho"; poco después la reina, para
asosegar a don Diego, quiso devolverle Vizcaya, "mas los vasallos del in­
fante don Enrique se negaron e dijeron que ante tomarien y muerte". (Cró­
nica de Fernando IV, ed. Rivadeneira, 93, 95.) Como se indicó en el t. I, pá­
gina 196, don Enrique fué mudo; así lo dicen la Crónica de 1344: "el in­
fante don Enrique, que fué mudo", y Alonso de Cartagena en sus Genealo­
gías: "et Erricum qui fuit mutus" (fol. 36. R. 3.a, 27. B.N.). En documento
de 14 junio 1298, figura como representante de Castilla en tratos con Navarra
Juan· Alfonso Carrillo, ayo y mayordomo mayor del infant~ don Enrique
(Caj. 4, ntÍm. IJ2, Areh. Navarra, Pamplona, y Benavides, TI, 167). Para
Juan Alfonso Carrillo, Yéasr la pág. 236, nota 3.
I.A POJ..Í'flCA IN'rE:.RNACIONAI. Y LAS ''VISTAS" m: I.OGROÑO 253

entender el repostero del rey castellano, Juan Alfonso de


Arenillas, quien por esas fechas recibe 400 maravedís <<delos
DCC quel mandó dar el rey que los diese quando iba a
Portogah>. <<Et más que mandó dar la Reyna a J ohan Alfonso
d'Arniellas, CCCC maravedís>> (1).
Estas noticias causan gran satisfacción a don Sancho,
quien sale de Burgos a Toro, el martes 21 de septiembre,
haciendo el viaje por Medina, Palenzuela, Torquemada y
Dueñas a Valladolid, donde se detiene nueve días; desde
allí prosigue su camino el lunes 5 de octubre, que cena en

(1) Bpndao (Monarchia, V, 212 v.), en general, sigue el relato de los


Linhagens, pero respecto a la intervención de don Dionís dice que como
era tan "afei<;oado" a don Juan y a los Laras "]he alcam;ou logo liberdade",
sin hablar de la estratagema. Juan Alfonso de Arenillas, que en 1288, es
repostero mayor del rey (V. t. I, pág. 41), y en 1293 cobra los derechos de
las candelas cuando las dos entrevistas con Jaime II, es quien ahora iba
a Portugal con mensaje de Sancho IV (Cuentas, pág. CXLVII). Un do­
cumento del archivo de la catedral de Burgos nos informa sobre la familia
de Arenillas. En Burgos, en el palacio episcopal, el 2 de julio de 1244, hace
una donación al obispo de Burgos "don Alfonso Pérez de Areniellas, con
plazer et otorgamiento de mi mugier dona Toda Diaz et de mios fijos Mar­
tín Alfonso, Diago Lopez ·et Johan Alfonso" (Cax 5, vol. XXXVIII). A
25 agosto 1279, Juan Alfonso es portero mayor en Castilla, y Alfonso X le
da una heredad en Ecija (Eser. Calatrava, IV, 95, A. H. N.); a 21 mayo 1288
ya es repostero de Sancho IV, quien le hace una merced (núm. 201); el 13
octubre, con su mujer doña Inés Alvarez, da cuanto tiene en Ecija a la
Orden de Calatrava (núm. 217); en enero 1292 firma un documento de las
paces con Jaime II (núm. 606). En las Cuentas se le menciona varias veces,
y en la Partición de Huete figura como vasallo del rey y tiene asignados
3.220 mr. en la judería de Carrión. En 1303, junto con su mujer doña Inés,
hace un cambio con la aradesa de Cañas (leg. 672, A. H. N.). Figura en
el reinado de Fernando IV, sobre todo, en gestiones con el infante don En­
rique el senador, y asiste a su testamento (9 agosto 1303, Roa; Benavides,
II, 360). El 1.0 abril 1304, Fernando IV otorga la casa de Streiana a Juan
Alfonso de Arenillas, a su mujer doña Inés y a su hijo Alfonso Pérez (le­
gajo 1, Orden de S. Juan de Jerusalén. A. H. N.). Ruy de Pina, en la Cró­
nica de don Dionís (ed. cit., 43), refiere estos sucesos con alteraciones cro­
nológicas, tales como decir que al volver de Portugal don Juan Núñez pasó
a Francia, lo cual es anterior a la lid de Peleas; y afirmar que Sancho
mandó entonces a Portugal al obispo de Palencia para solicitar la libertad
de don Juan Núnez. Esto último acaso sea una confusión del cronista entre
los nombres de don Juan Alfonso, obispo de Palencia (que muere por en­
tonces; véase p. 260, nota 2), y este don Juan Alfonso de Arenillas que en las
cuentas consta fué a Portugal.
254 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Simancas; el martes pasa por Tordesillas, el miércoles por


Villaleal y el jueves 8 ya está en Toro (1).
Poco después llegaba de Portugal don Juan Núñez que,
aunque satisfecho de su estratagema para evadirse, no debía
andar muy tranquilo de conciencia, pues tras explicar y
convencer al rey de que no estaba obligado a cumplir <<pleito>>
otorgado en prisión, le pidió además que tuviese <<su acuerdo
con todos los de su corte>> para consultar el caso caballe­
resco; el rey entonces tuvo <<su consejo con los prelados de
su corte e con homes letrados e sabidores de fuero e de
dereyto, e falló con ellos que el dicho homenaje non era
de guardar porque estaua fuera de su poder quando lo fizo>>,
por lo cual Sancho <<diólo por quito de aquel omenaje>>, y
don Juan N úñez se dirigió a Castilla con permiso del mo­
narca (2).
El conflicto parecía conjurado. El infante quedó en Por­
tugal, y a don Juan Alfonso de Alburquerque, según dice
el cronista, <<lo prendiera Pay Gómez Charino por mandado
del rey>>, <<en Galicia a salva fe>>. Como rastro de aquellas
andanzas encontramos en las cuentas la partida de lo <<que
recabdó Alfonso Godínez de la tierra que el rey mandó
entrar, que tenie don J ohan Alfonso de Alburquerque,
quando fué en su deservicio con el infante don J oham> (3).

(1) Cuentas, CXXI. Durante su estancia en Burgos el mes de septiem­


bre, Sancho concede las siguientes cartas: el 5, sobre los términos de las
salinas de Añana (Arch. Simancas, P. R. Leg. 58, núm. 6); el 6, a S. Cris­
tóbal de Ibeas (núm. 496); el 13, a la cat. de Cuenca (núm. 497) y a Santo
Domingo de Silos por "gran deuocion al Cuerpo de Sennor Santo Domingo
de Silos" (Férotin, op. cit., 293); el 15, sentencia sobre la jurisdicción del
monasterio de Sahagím (P. Romualdo Escalona, Historia del Real Monas­
terio de Sahagún, Madrid, 1782, pág. 627) y al obispo de Astorga sobre
diezmos (Ms. 3978, fol. 186. B. N.); el 20, al monasterio de Oña (núm. 498).
La cancillería debió quedar algunos días en Burgos, pues se despachan car­
tas reales fechadas a!lí el mes de septiembre, a 22 ( don Sancho salió de Bur­
gos el 2T), confirmación a 8ardeña (Bcrganza, II, 180), y el 29, priv. a Ca­
nales de la Sierra (B. A. H., 369, L). El 4 de octubre, en Valladolid, concede
una merced a la catedral de Cartagena (núm. 499).
(2) Crónica, 88. La Crónica Ms. de la Acad. de la Hist. ofrece la va­
riante de la reunión de letrados y sabidores.
(3) Don Juan Alfonso de Alburquerque debió huir a Galicia con esos
cahalleros gallegos desavenidos del rey de que habla la Crónica, y entonces
don Pay Gómez Charino, adelantado en Galicia, debió apresarlo por orden
LA POLÍTICA INTERNACIONAL Y LAS "VISTAS" DE LOGROÑO 255

Ese mes de octubre encontramos en la Corte castellana


un viejo amigo del rey que se acogía a su lado como náu­
frago después de la borrasca. Este personaje es nuestro co­
nocido fray Munio de Zamora, que en 1291 saliera de Cas­
tilla hacia Roma, después del ruidoso rapto de las cartas
pontificias en tierra de Palencia. Ahora, depuesto del cargo
de maestre general de los Predicadores, vencido en la con­
tienda, sumiso a las ásperas órdenes del nuevo maestre
general, su sucesor, con prohibición expresa de acudir a los
capítulos de la Orden, se recluía en su convento castellano,
esperando el curso de los días. Pero su regio protector no
le abandona, y en la Corte le asigna, munificiente, una im­
portante pensión, para compensar de su caída al ilustre va­
rón tan tenazmente perseguido por las autoridades eclesiás­
ticas (1).
El rey permanece en Toro desde el 8 de octubre hasta
el 3 de noviembre, que sale de caza en excursión por Belver,
Villalpando y Benavente, donde se detiene dos días. El
domingo 8 <<fué huésped de donna Urraca, ama del infante
don Fernando>>, la viuda de sn foal vasallo don Fernán
del rey, pero no sabemos por qué dice la Crónica que "a salva íe" (Crónica
Fernando IV, pág. 94). Cuentas, XLIV; en !a pág. XL se habla de unas
aldeas de Extremadura que fueron robadas no sabemos si en esta ocasión.
El mes de noviembre 1293 se pagan 500 mr. "a Johan Bernalt, por su des­
pensa quando lo envio (el rey) a Alburquerque" (pág. CXXIV) segura­
mente con misión referente al rebelde don Juan Alfonso. Después de los
disturbios promovidos por el de Alburquerque en 1291 (V. cap. XIV), el
rey don Sancho le había otorgado su gracia otra vez; así vemos Que en
documento de 23 noviembre 1292 él mismo habla del lugar de Azagala
"quando me la dio a mi el rey don Sancho por me fazer honra e mercet"
(Ms. 2028, B. N., fol. 93). El señor de Alburquerque salvó la vida gracias a
su parienta doña María de Molina, "que si por ella non fuera-dice la Cró­
nica de Fernando IV-, que lo estorbo muchas veces, lo mandara matar el
rey don Sancho" (ed. Rivadeneyra, 94). Mientras vivió este rey no salió
de la prisión de Alburquerque; luego le dió libertad la reina y se portó con
ella ing-ratamente. A 9 dicifmbre 1295 se declaró vasallo de don Dioní~.
quien luego lo aprovecha para obtener la paz de Alcañiz (12 sep. 1297),
ventajosa para Portugal. A 8 mayo 12g8 don Dionís lo hizo conde de Bar­
celos, y tuvo mucha preponderancia en Portugal. Murió poco después del
5 mayo 1304, fecha ele su testamento (Branclao, V, 24()-~0; VI, 30; Braan­
camp, op. cit., T, 106-7). Véase, además, atrás el cap. XIV.
(1) M. Gaihrois <le BallestC'ros, Fray Munio de Zamora, ya citado, pá­
g-ína 1 33 s. s.
256 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Pérez Ponce; el lunes está en Villaquijada, y el martes y


miércoles los pasa en Valencia, siguiendo luego por Ribán
a León. En esta ciudad permanece tres días, uno de los
cuales <<fué huésped del obispo de Leóm>, y después em­
prende el regreso por Oruego, las Avenencias, donde <<fué
huésped del Infante don Felipe>>, su hijo, y sigue por Bena­
vente y Castro Nuevo, entrando en Toro el viernes 20 de
noviembre (1).
Por cierto que entonces se pagan 40 maravedís <<a dos
falconeros que fincaron en León para buscar dos falcones
que se perdieron>>, y 10 maravedís <<a unos m~nteros que
trogieron un ciervo de las Abenienzas a Toro>>. Además se
abonan 130 maravedís <<a LXV monteros para zapatos>> y,
por la misma razón, <<a Martin Royz e a quatro mozos que
guardan los canes>>. El albeitar Alfonso García, que se que­
dó en Toro, recibió 233 maravedís para sus gastos y los de
<<cinco caballerizos que fincaron con el et con otros caballe­
rizos, et a un montero dolient que fincó y>> (2).
En Toro se demora el soherano hasta el l. 0 de diciem­
bre. Allí ocurre entonces el nacimiento de la infanta doña
Beatriz, suceso que celebran los reyes dando unas cuantas
limosnas para <<pitanza>> <<a los frayres n~scalzos .de Toro>>,
<<a las frayras de Santa Clara>>, <<a los fratres Predicadores
y <<a los frayres Menores de Benavente>>. También, acaso
como m=rced por el nacimiento d-e la infanta, se le dan ese
mes de noviembre 100 maravedís <<a una muger que aduxo
dos fijos pequennos para criárgelos>> (3).

( 1) De esta excursión cinegética nada dice la Crónica, pero se advierte


en las Cuentas, que ese mes hacen mención de halcones, ciervos, etc. (V. nota
siguiente.) La Valencia donde entonces estuvo Sancho IV, es Valencia de
Don Juan, en el reino de León.
(2) Cuentas, CXXIII, CXXIV. En Toro se despachan entonces varias
cartas reales: el 12 octubre, a Badajoz (Tomás González); el 17, a Pay
Gómez, adelantado en Galicia, sobre yantares (núm. 501); el 27, a la ca­
tedral de Tuy (Arch. C. Tuy); el 31, a la cat. de Santiago (núm. 500); d
4 de noviembre a Sevilla (Tenorio, op. cit., 234); el 20, a San Salvador de
Lérez (núm. 502).
(3) Flórez (Reinas, II, 541-2) habla del nacimiento de doña Beatriz,
en Toro, el año 1293, pero no indica mes; como la Corte está en esa ciudad
desde el 8 de octubre puede fijarse la fecha en los últimos meses del año,
acaso· a fines de noviembre. Crió a doña Beatriz don Gonzalo Ruiz de Toledo,
LA POLÍ'TICA INTERNACIONAL Y LAS "VISTAS" DE LOGROÑO 257

Al lado de esta íntima alegría de familia, los reyes tenían


que lamentar la pérdida de varios personajes de relieve en
su corte: en menos de seis m-:ses habían muerto don Muño
Díaz de Castañeda, ex almirantede Castilla; don Diego Froyaz,
don Roy Díaz de Fionoiosa, don Juan Fernández de Limia,
Pertiguero mayor en tierra de Santiago; don Sancho Ma1tí­
nez de Leiva, merino mayor de Castilla, y el obispo de Palen­
cia, don J uá.n Alfonso, tío del rey, cuyos nombres están unidos
en la historia del reinado de Sancho IV (1).
Por entonces, mientras el rey está en Toro, llega un men­
sajero de Jaime II, dando cuenta a Sancho del giro que
tomaban sus relaciones con Carlos de Salerno, a lo que
contesta Sancho IV muy complacido, informándole a su vez
de lo ocurrido en Castilla (2).
A este mensaje castellano no tardaría en contestar J ai­
me II en términos afectuosísimos como si nada hubiese ocurri-

según consta en un docúmento de la reina. (En 1311 doña María hace una
donación a don Gonzalo Roiz, notario en Castilla y amo de la infanta doña
Beatriz. Benavides, II, 826.) A los cuatro años la desposaron con Alfon­
so IV de Portugal, que tenía seis años, y obtenida la dispensa se efectuó el
matrimonio en 1309. Murió en Lisl::oa el 25 de octubre de 1359 (Flórez,
Reinas, II, 542). Su testamento lo publicó Caetano de Sousa (op. cit., Pro­
vas, I, 226; se conserva en el Archivo de la Torre do Tombo, Gav. 16,
mac. 1, núm. 4). En 1295, octubre 16, Sabugal, don Dionís le asigna una
renta "a uos Inffante donna Beatriz esposa do Inffante dom Alfosso meu
filho por uosas arras para cada anno" (Arch. Torre do Tombo, Cancillería
de don Dionís. Libro III, f. 1, v.). En el otoño de 1294 se pagan 78 mr. "a
Urraca Perez, ama de Donna Beatriz, por XXXIX cantaras de vino" (Cuen­
tas, CXL). La pitanza dada a los frailes descalzos el 4 de octubre fué por ser
"día de San Francisco" (Cuentas, CXXIII), pero las de noviembre, a varias
Comunidades, creemos se dieron para festejar el nacimiento de doña Bea­
triz (Cuentas, CXXIV). En las instrucciones que Felipe de Francia daba a
sus embajadores (probablemente a fines de diciembre de 1293), para tratar
con Sancho IV, dice que, después que los mensajeros habían partido hacia
Castilla, oyó decir que "il a eu une filia nee qui a non Beatriz" (número 509).
(1) Véase adelante, pág. 208, s. s.
(2) Estos mensajes se deducen de una carta de Jaime II a Sancho, fe.
chada el 20 dic. 1293 (núm. 506), en que dice cómo el día II de diciembre
recibió en Gerona carta de Sancho IV, la cual, dice "nos embiastes con un
homne nuestro que nos uos auiamos enuiado", de modo que este "homne"
de Jaime estuvo en Castilla el mes de noviembre. En las cuentas de este ITl('S
leemos además, que se pagan "para espensa, L mr." "a Arias Páez que en­
vió-el rey-a Aragón". (Cuentas, CXXIV. Noviembre, "Dineros de Fuera".)
Véase pág. 266, nota 1.
17
2/58 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

do en Logroño, congratulándose <<de como érades pagado de


todo endrE<;amiento de nuestros feytos>>, agregando que <<ouie­
mos gran gozo e aún gran proveyto e endre<;an segunt !estado
en que eramos en los feytos con el rey Karlos>>. Además
-continúa-<<ouiemos gran placer de que nos fiziesedes saber
de vuestra salut e dela reyna uestra muger e del Infante
don Fernando uestro fillyo e delos otros fillyos>>; y como si
fueran pocas estas muestras de satisfacción generosa y des­
interesada, también dice: <<place nos muyto de don Johan
Nyunyez porque anda muyt bien él et sus fillos en ttestro
seruicio>>, y hasta: <<Ütrossi, place nos del ordenamiento que
auedes feyto en uestra tierra de feyto de la Sisa por que
tte(mos que es gran proueyto et bien de uestro regno>>.
Tanta cortesía encubría el secreto de las sigilosas relaciones
de Jaime y Carlos (1).
Sancho IV había informado a su yerno de la buena
armonía con los Laras y d<:l reciente tributo de la Sisa que
acababa de implantar, con gran descontento de sus vasa­
llos, que opinaban muy al contrario del aragonés en aquello
de que fuese <<gran proueyto et biem> del reino, donde pronto
el nuevo impuesto se haría muy impopular (2).
Pero no sólo de estas cosas se ocupaba don Sancho en
Toro. Asuntos de mucha más importancia turbaban su
tranquilidad. Las noticias del Sur eran cada vez más gra­
ves. El rey de Granada burlaba las apariencias de amistad

( J) Núm. 506. Véase pág. 266, nota l.


(2) La citada carta de Jaime II (núm. 5o6) es del 20 de diciembre
de 1293. Dice el conde de Cedilla que la sisa era un "gravamen sobre los
alimentos, verdadera contribución de consumos, que consistía, según Canga
Argüelfes (Dice. de Hacienda, V, 142), en la rebaja hecha en favor del
Erario de cierta cantidad en los pesos y medidas por donde se vendían los
géneros para el consumo del pueblo" (Impuestas, 385). Creemos, sin em­
bargo, que Canga Argücllcs no acierta en la definición, pues según el inte­
resante cuaderno de recaudación de la Sisa en Buitrago, que publicamos en
la Colección Diplomática (núm. 592), se '.)aga por la venta de un hereda­
miento, de un buey, de lino, de zapatos, por posada, por las tiendas de los
buhoneros, en general, por toda transacción, y no sólo por pesos y medidas,
ni únicamente por alimentos. Así leemos en el "libro de la ssisa": "Pago
Johan Yuannez <le un ro<;in et de lo que uendio en su casa, XXIII suel­
dos". Se pagaba el I por 100 de la venta, pues dice el cuaderno: "Et co­
gieron de mil mr. diez mr.; de ~ient, un mr. ssegunt el Rey mando por sos
LA POLÍTICA INTERNACIONAL Y !,AS "VISTAS" DE LOGROÑO 259

que S€mejó confirmar al canciller castellano Fernán Pérez


Maimón cuando, enviado por Sancho IV, estuviera en la
Alhambra al comenzar el verano. Tras la embajada grana­
dina que atravesara el Estrecho en primavera, las buenas
relaciones entre Mohamm-ed y Abenjacob se estrechaban
más; y esta amistad de los emires moros era mal presagio
para el rey de Castilla. A Toro llegaban ese fin de otoño refe­
rencias muy serias: no satisfecho el nazarí con el resultado de
la embajada, él mismo pasaba al Africa para disculparse
con Abenjacob <<de lo que habia hecho a propósito de Tarifa,
y moverlo a que le prestase auxilio en el Andalus>>, como
dice El cronista. El 24 de octubre de 1293, Abenalahmar
llegaba a Tánger; el resultado de este viaje no sería baldío;
los espías del castellano se apresuraban a informarle de la
partida del granadino a Marruecos. Aunque las primeras
noticias no serían muy concretas, bastaba con saber que
había pasado el Estrecho para penetrar el alcance de ese via­
je (I).
Entonces el monarca de Castilla, siempre sobre aviso,
da órdenes terminantes, prosiguiendo el plan defensivo que
ya proyectaba desde la primavera. A los fines de esa defen~
sa correspondía la carta dada por Sancho IV el 4 de no-

cartas." En Buitrago "comern;ose a coger, quinse dias de Deziembre, Era


de mili et trezientos et treynta et un anno"-Año 1293-(núm. 592). Pero
la sisa se estableció antes de diciembre, pues en documento de 31 octubre
de 1293, en Toro, dice ci rey que por hacer merced al arzobispo de San­
tiago le da "la meatad desta sisa que nos agora dan" (núm. 500). A este
documento se alude en las Cuentas: "et por las cartas de la Sisa que dio­
el rey al arzobispo de Santiago mandaron les escontar II mil mr." (Cuen­
tas, XXXVI). En las Cuentas figuran las de Sisa recaudadas en los obis­
pados de Zamora, León y Astorga (pág. LXII-LXIII); en la concordancia
de días de la semana y fechas del mes hay allí algunos errores del escri­
biente, como un "lunes VI días de octubre" que, sin duda, es de 1293, fecha
de la Sisa; pero en 1293 el 6 de octubre fué martes; acaso se refiere al
lunes 26 de octubre de 1293. También tenemos cuentas· de la Sisa tomada en
las ferias de Brihuega y San Esteban de Gormaz (pág. LVI), y otra alu­
sión en la pág. CIX. En cuanto murió Sancho IV "los nueve días pasados"
fué derogado el impuesto "que les echara el rey don Sancho, que decían
sisa, de que se agraviaba toda la tierra" (Crónica Fernando IV, ed. Riva­
deneyra, 93). Berganza (II, 183) dice que Sancho impuso la Sisa en el últi­
mo año de su reinado.
(1) Tarifa y la política de Sancho IV, pág. 37, 40-41, 55.
260 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

viembre allí mismo en Toro, concediendo su apoyo a <<la no­


ble cibdat de Sevilla>> para <<fazer castillos e fortalezas; uno
e:h las Cnmbres e otro en Santolaya porque eran mucho a
seruicio de Dio~ e nuestro e a grand pro e guarda de toda
esa tierra...>> Los momientos culminantes se acercaban; de
nuevo el genio de las guerras acechaba a las tierras anda­
luzas. Sancho IV, indignado, atribuye el definitivo desvío
de Abenalahmar a <<yerra de Johan GarceZ», que parece no
llegó a Granada según le había mandado, <<e por esta ra­
c;ón quísolo matar... salvo por la reyna e por don Johan
Núnez qui eran delant quil pidieron merce muy afincada­
ment quel perdonase>> (1).
El rey debiera haber permanecido en Toro, ultimando
todo lo referente a los infieles, pero de Palencia llegaban
quejas <<sobre querellas... muy malas e muy desaguisadas
por mengua de la justicia que se non cumplíe>>, probable­
mente a causa de faltar la autoridad del obispo don Juan
Alfonso, el tío del rey, muerto en otoño; entonces Sancho
determina ir en diciE.mbre a esa ciudad, dejando en Toro a
la reina doña María que, con su clara inteligencia, continúa
la dirección de la empresa andaluza (2).
Doña María, reciente aún el nacimiento de su hija Bea­
triz, tiene, sin embargo, ánimo bastante para atender a esta
preocupación de gobierno, y es ella quien escoge el hombre
que ha de ir con la delicada misión de organizar concreta­
mente la fortificación de Andalucía; María de Molina, con

(1) Esta carta de Jaime II la publica Giménez Soler, op. cit., 33. La
escena con Garcés debió ocurrir poco después de regresar don Juan Núñcz
de Portugal. El doc. a Sevilla lo publica Tenorio y Cerero (op. cit., pág. 234).
(2) Núm. 5r4. Don Juan Alfonso, obispo de Palencia, debió morir el
4 octubre r293 [fecha en que confirma un priv. rod.] (núm. 499) al 30 no­
viembre r293, en que aparece vacante la mitra palentina (Arch. C. San­
tiago, Tumbo B., fol. r30 v.). Fernández del Pulgar (op. cit., II, 346-55)
fija el episcopado de don Juan Alfonso del 27 septiembre 1278 al 2 mayo r293
(ya vimos que confirma en octubre); se equivoca, además, al negar que fuese
tío de Sancho IV y que éste le hubiera dado los pesos y medidas de la ciu­
dad. Fué arcediano de Santiago y notario en León, por lo menos del ro ju­
lio r259 al 12 mayo r274; canciller de Sancho IV y notario en Castilla.
En 1288 hizo unas constituciones. De don Juan Alfonso hicimos mención
en el t. I, 34-5, y cap. XI. Figuró mucho en tiempos de Alfonso X en la
cuestión del Imperio.
LA POLÍTICA INTERNACIONAL Y LAS "VIS'fAS" DE LOGROÑO 261

esa su fina percepción, se fija en Juan Mathe de Luna, el


camarero mayor del rey, cuya actuación ha de corroborar
el acierto de la reina, de quien recibe las principales ins­
trucciones (1) .
Así, en las cuentas se alude a lo <<que diz el Quadernio
de la Reyna, que avie a fazer et recabdar Johan Matheo>>
cuando <<vino a Seuilla d·~Sd·e Toro en el mes de decfombre>>­
de 1293; también <<por carta de la Reyna>> se mandaba <<a
Pero de la Riba et a Pero Pérez que cargasen una nave
con II mil D quintales de fierro tirado et que lo llevasen
para Sevilla a la Darazana, et cánnamo>>. Luego un escribano
de Santander daría testimonio <<de Simón Castet, maestre
de Halop San Nicolao de Laredo que cargase en él mil DCC
quintales de fierro et XC quintales de filo de cánnamo, et
avielos a llevar a S,euilla et darlos a J ohan Matheo>>; sabe­
mos asimismo de la <<carta de J ohan Matheo cómo llegara
el Halop,> (2).
Ahora, cada vez se intensifkaría más la actividad en el
Sur del reino castellano.
Mientras la reina entendía en todo esto, el rey, que
saliera de Toro el l.º de diciembre, proseguía su viaje por
Castro Nuevo y Castro Gonzalo a Valderas, donde está tres
días, siguiendo a Sahagún, cuyo abad del monasterio de
San Benito le brinda hospedaje al rey el primero de los
cinco días que allí se detiene.
El domingo 13 de diciembre, en Sahagún, don Sancho
escribe a los merinos de Liébana para que corrijan los des-

(1) Creemos que se debe a iniciativa de la reina la elección de Juan


Mathe para confiarle ese cometido de responsabilidad. Sospechamos que des­
pués de partir el rey de Toro, ya algo entrado diciembre llegaron a esta
ciudad noticias del regreso de Africa de Abenalahmar, unido ya con Aben­
jacob contra don Sancho, y que por eso la reina, sin perder tiempo, apre­
sura el viaje de Juan Mathe, quien lleva "el quadernio <le la Reyna" con
instrucciones. La real carta del 4 noviembre a Sevilla sobre la edificación
<le castillos es "Johan Mathe, camarero mayor", quien "la mandó fazer
por mandado del rey".
(2) Cuentas, XLIII. Alfonso Godínez prestó una cantidad "a la reyna
en Toro para dar a mensaieros que iban a mandado del rey" (Cuentas, XLV.
Tarifa y la política de Sancho IV, pág. 123, doc. núm. 30.) El nombre dd
H alop nos recuerda que San Nicolás "era el patrón por excelencia de los
marinos de Levante", como dice La Ronciére (op. cit., I, 290).
262 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

órdenes de que se querellaba el concejo diciendo <<que ay


caualleros et escuderos et otros hom=s en la tierra que en­
tran en la villa et quebrantan las casas et tom1n por fuer~a
el, pan et el vino et la ropa et la lenna, et que les fieren los
vezinos et que les fazen otros muchos males sin razón>>.
También manda, atendiendo otras quejas, que <<non consin­
tades a nenguno que traia armas por el m,=rcado para aluoro­
~ar la villa, mas que las metan en sus posadas fasta que se
vayan, nin que fagan y asonadas porque venga danno en la
villa>> (1).
Después de dar esta disposición conteniendo los excesos
de aquellos caballeros y escuderos m::mtañ·eses, cuyos atro­
pellos más semejaban fechorías de golfines que hazañas
caballerescas, el soberano continúa la marcha el lunes 14
por Cea y Saldaña a Carrión, donde hace otro alto d·= cuatro
días, continuando su camino el domingo 20 d= diciembre
por Villafolfo, a donde le alcanza <<un m=nsaiero que legó
del rey de Portogah> (2).
Este enviado portugués anuncia a Sancho la llegada de
otros embajadores de categoría más elevada: don Juan Mar­
tínez, obispo de Lisboa, y el m;rino mayor del rey Dionís,
don Juan Simón, caballero muy ilustre, vasallo en otro
tiempo de los Núñez de Lara. El monarca d,e Castilla ord-ena
que se den 20 maravedís al m::!nsajero, y prosigue ,el viaje
por Monzón a Palenda, donde ha.de terminar el año (3).
(1; Cuentas, CXX VI y núm. 505.
(2) Cuentas, CXX\', CXXVI. En Toro se expidieron las siguicn:cs
cartas reales: el 30 noviembre, a la cat. de Santiago (Tumbo B., fol. 1,w L);
el 1.0 diciembre, a la cat. de Lugo (A. H. N.); el 2 diciembre, al monasterio
de Nogales (A. H. N.) y a los alcaldes de Avila (A. H. N.); el 4 <liciem­
hre a la cat. de Lugo (A. H. N.). El rey salió de Toro el , .'' de diciembre,
de modo que los documentos dados en Toro después de esa fecha son de
Cancillería. El JO de diciembre, en Sahagún, otorga una confirmación al
monasterio de Celanova (niím. 504); el II de diciembre, en Sahagt'm, a la
catedral de Santiago (T. Gnnzález, V, 41: se conserva en Arch. C. Santia­
go); el 13 de diciembre, en Sahagún, a Potes (núm. 505).
(3) Cuentas, CXX \'. Las Cuentas sólo dicen que se pagó '·a Johan
Martinez e Johan Simonez, mensajeros del rey de Portogal", pero no es
difícil identificarlos con el obispo y el merino así llamados. Las Crónicas
de Castilla no mencionan esta emhajada, pero la consigna Ruy de Pina en
su Crónica de don Dionís (e<l. cit., .12). dicien<lo que éste mandó a la corté,
castellana "por seus embaixa<lores e procuradores ho Rispo de Lixhoa, e
LA POLÍTICA INTERNACIONAL Y LAS "VISTAS" DE LOGROÑO 263

Al1í llega la embajada portuguesa; asuntos de importan­


cia se cruzaban en los intereses entre Sancho IV y don Dio­
nís. Para Sancho era motivo de inquietud la permanencia
del infante don Juan de Portugal, y había gestionado de su
sobrino Dionís que lo expulsase del reino lusitano, a lo que
el portugués parece que no oponía resistencia {1).
Pero lo que realmente originaba la embajada de los dos
personajes portugueses debía ser cierta fundada sospecha de
don Dionís, a quien diligentes amigos le susurrarían algunos
rumores de acuerdos entre Sancho IV y Felipe el Hermoso
en contra suya. Los espías anduvieron avisados, pues, en
efecto, se tramitaban proyectos matrimoniales entre las Casas
de Castilla y de Francia lesivos para los pactos lusocastella­
nos de 1291 {2).
J oao Simao, Merinho moor". (V. la nota 2 de esta pág.) Según Fortunato de Ál­
meida (Hist. da Igreja em Portugal, ya cit., II, 630\. don Joao Martins de
Soalhaes fué electo obispo de Lisboa en los últimos días de 1293 o en los
primeros de 1294, y poco después fué enviado a Castilla como embajador.
En Castilla estuvo en diciembre de I2Q3, como vemos por las Cuentas de
ese mes, "dineros de fuera" (pág. CXXVI). De Juan Simón, privado de
don Dionís, habla Brandao (iVIonarchia, V, 212), y también hicimos refe­
rencia en la pig. 64, nota 2. El 22 de diciembre de 1293 está Sancho IV
en Palencia (Cuentas, CXXV).
( 1) De esto trataremos en el capítulo siguiente.
(2) La Crónica de don Dionís por Ruy de Pina, . aunque adolece de
gran desorden cronológico y confusión de datos, en este pasaje (ed. cit.,
página 42), sin embargo, contiene alguna referencia exacta, que podremos
extraer. depurada con la comprobación <le o+ros docmentos. Dke Ruy
de Pina que don Sancho, después de convenido el matrimonio de su
hijo Fernando con doña Constanza, hija de don Dionis, "enviou ha El Reí
D. Felipe de Francia requerendolhe huma sua filha pera ho Infante D. Fer­
nando seu filho", poniéndose de acucrc1o. Lo curioso es que según Ruy de
Pina, es Sancho mismo quien "fez saber" esto al rey Dionís sin explicar las
causas de tan extraño proceder. El cronista portugués mezcla sucesos de 1291
Y habla de colisiones en las fronteras, agregando que para reclamar de esto·
y de la cuestión del matrimonio entre Fernando y Constanza mandó el rey
Dionis al obispo y al merino con su embajada a Sancho IV. De sus pala­
bras se deduce que los enviados de don Dionís se demoraron algún tiem¡w
en Castilla (Crónica D. Dionís, ed. cit., 42). Que la embajada del obispo de
Lisboa don Juan 2.\Iartínez y <le! merino mayor don Juan Simón, referida
por Ruy de Pina es completamente exacta, se comprueba con el dato de las
Cuentas castellanas, que además nos fijan el mes de diciembre de 1293
(V. la nota siguiente). En cuanto al móvil relacionado con el matrimonio
de Fernando y los tratos con Francia, también lo hallamos docmnentalmenk
264 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Los embajadores del rey Dionís se detienen poco tiempo:


en las cuentas hallamos el pago de 300 maravedís <<a Johan
Martinez e Johan Simónez, mensageros del rey de Portogal
por su despensa de II dias>>. Mas no sabemos si tal premura
en ventilar asuntos de índole tan delicada es síntoma de
solución satisfactoria o, al contrario, señal de un diálogo
agitado. Lo probable es que Sancho supiese disimular con
el mismo aplomo que lo hiciera en Logroño su yerno don
Jaime, y devolviese la tranquilidad al ánimo del obispo de
Lisboa y del merino mayor portugués, que retornaban pron­
to a su país, ya en sosiego, dispuestos a que su rey efectuase
la expulsión del infante castellano solicitada por don San­
cho. Por entonces, de orden del rey, se pagan 1.500 mara­
vedís <<por un caballo que mandó dar a J ohan Simónez>>.

confirmado en las instrucciones que Felipe el Hermoso da a sus mensajeros


cuando van a Castilla, y que publicamos en la Colección Diplomática (nú­
mero 509); en ellas leemos: "cest a ssauoir de mariage faire den lesne filz
au Roi de Castelle (el infante don Fernando era el hijo mayor) et de roa­
dame Blanche des filles nostre seigneur le Roi". Este documento no tiene
fecha, pero puede fijarse después del 30 de enero de 1294 (V. pág. 299, nota 1).
Aunque el documento francés sea de fecha posterior a esta embajada por­
tuguesa no se altera la hipótesis, pues el mismo contexto declara que desde
antes se venían tratando tales matrimonios, y a propuesta de Sancho, que es
lo más grave. (Léanse sus primeras líneas). Debemos fijarnos, además,
que en las instruct:iones, al recomendar Felipe lo que deben contestar
a posibles exigencias de Sancho IV, concluye: "mes touteuois se il les
requeroit contre P ortirgales et autres lieus prochains, il lieus pourront
donner esperance". Sin duda, el rey francés debía tener alguna no­
ticia de los pactos luso-castellanos de 1291, y por eso dice que le pueden
dar esperanzas en el caso de que, en una lógica ruptura con don Dionís (por
quebrantar los pactos matrimoniales Sancho IV), Sancho requiera ayuda
contra Portugal. Por poco enterado que estuviese Felipe, comprendería que
si Sancho había hablado de casar a su primogénito con la hija de don Dio­
nís, éste se daría por ofendido al descubrirse los proyectos matrimoniales
castellano-franceses, a base también de don Fernando. Brandáo (Monarchia,
V, 206) consigna los errores de Ruy de Pina, respecto a 1291, pero luego,
al llegar al año 1293, no recoge el dato de esta embajada, sin duda, por
creerlo apócrifo. Ahora, comprobada la autenticidad de esa embajada, que­
da por averiguar cómo se informó el rey Dionís de las negociaciones con
Francia, pues no es verosímil que el propio Sancho se lo comunicase, como
dice Ruy de Pina; ¿sería don Juan Núñez el infidente?, al menos de Fran­
cia venía cuando fué en persecución del i,:1fante don Juan y luego pasó a
Portugal.
LA POLÍTICA INTERNACIONAL Y LAS "VISTAS" DE LOGROÑO 265

De todos modos, el recelo de don Dionís no tardaría en


renacer (1).
Otro personaje que recibe 150 maravedís en diciembre
<<por su despensa>> es <<Per Arnalt, clérigo del rey de Ingla­
terra>>, que volvería con mensaje del monarca inglés, no
tanto para ratificar el convenio de junio pasado, sino más
quizás por obtener la neutralidad del castellano en el posi­
ble caso, ya inminente, de estallar la guerra entre franceses
e ingleses en Gascuña (2).
Si el rey portugués recibía confidencias de posibles des­
lealtades de don Sancho, éste las tenía en el mismo sentido
respecto a Jaime II desde Aragón. Algo muy inquietante
debió saber entonces Sancho, pues sin pérdida de tiempo
manda al franciscano fray Alberto para interrogar a su
yerno sobre lo que se decía; todo debía girar alrededor de
la entrevista celebrada por Jaime y Carlos de Saletno en
La Junquera a primeros de diciembre. Efectivamente, fray
Alberto se cruzaba con un enviado aragonés, portador de
una afectuosísima carta de Jaime II, fechada en Gerona el
día 20 de diciembre, en la cual, después de varias frases de
amabilidad y cortesía, respondiendo a cartas del castellano,
agrega: <<Rey, de lo que nos auemos feyto e ordenado con
el Rey Karlos en la uista que agora auemos auida con él,
uos femos saber con Ramón De<;puig, mandadero nuestro>>,
a quien asegura que hizo quedar a su lado hasta <<que las
uistas fuesen pasadas, por tal que con él uos · ficiésemos
saber lo que auiamos feyto en las uistas>>, rogándole que
crea cuanto le digan de su parte Despuig y Sancho García,
<<escudero nuestro>>, con quien espera le mande <da respuesta
que nos faredes sobresto>>. De sobra sabía Jaime II que sus
mensajeros no podrían decir a Sancho sino aquello que a él
le conviniese sobre lo <<feyto en las uistas>> secretísimas de
Junquera, cuya encubierta verdad sólo conocían los propios
interesados. El aragonés concluye así su carta, muy afable:
<<E por que sabemos e somos ciertos que uos placerá de
nuestro buen estamiento, facemos uos saber que nos et
(1) Cuentas, XLV, CXXVI.
(2) Cuentas, CXXVI. Los encuentros entre súbditos franceses e ingle­
ses eran muy enconados desde la primavera de 1293 (La Ronciére, op. cit.,
329, s. s.).
266 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

donna Isabel nuestra muger, somos sanos et en salut, merce


de Dios.>> Nadie podía sospechar que bajo tan cordiales
frases se escondiera una perfidia política. En la entrevista
de Junquera empezaba a cuajar lo incubado en Logroño (1).

(ll Rohde (op. cit., pág. 63 y s. s.) nos informa de lo ocurrido entre
Jaime II y Carlos de Salcrno después de la entrevista de Logroño. El 25
de agosto, cuatro días después de salir de Logroño don Jaime, se reunía
con él fray Bonifacio de Calamandrana, prosiguiéndose tratos más amis­
tosos. De fines de agosto de 1293 cree Finke (Acta, III, 19) las propuestas
de paz de Jaime II, a base de su matrimonio con una hermana del rey de
Francia. Las negoriacionts se siguen más directamente con Carlos, por
medio de Calamandrana, confidente dr. ambas partes. El 14 noviembre 1293
ya tienen convenidas unas vistas entre Panizar y la Junquera, donde Jai­
me II y Carlos se reúnen en diciembre, parlamentando hasta el 14, con·
grandes precauciones para que no se divulgase lo tratado allí (Rohde, 68.
Zurita, I, 354 v.). De entonces debe ser un proyecto de paz por el cual Jai­
me II ha de carnrse con Blanca, hiia de Carlos H (Finkc, Acta, ITI, 21).
Por eso tenían tanto interés en ocultar lo tratado en la Junquera (Rohde,
73). Los Anales Ianuenses (M. G. H., 353) consignan la entrevista de di­
ciembre de 1293, diciendo que Carlos y Jaime convinieron guardar secreto
sobre ello hasta que se eligiese Papa.
Las dos cartas de Jaime II a Sancho IV (20 diciembre 1293, Gerona,
número 5o6; y 4 enero r294, Barcelona, núm. 5ro) reflejan los sentimien­
tos del rey castellano, cuyas comunicaciones a Jaime no conocemos, pero
podemos presumirlas a través de las respuestas de su yerno. Estas dos car­
tas del Archivo de la Corona de Aragón son muy instructivas. De ellas se ·
deduce fácilmente que a fines de noviembre o primeros de diciembre Jai­
me II escribe a Sancho comunicándole (sin duda, superficialmente, sólo por
cubrir las apariencias) que llevaba por buen camino sus negociaciones con
Carlos, a lo cual contesta Sancho (en carta que Jaime recibe el viernes II
de diciembre) congratulándose del estado en que estaban "los feytos con
el Rey Karlos" (núm. _c;o6). Luego se efectúa la entrevista de la Junquern.
terminada el 14 de cli<."iembre (donde se habla del matrimonio de Jaime II
con Blanca) y seis días después (a 20 de diciembre), desde Gerona, Jai­
me II escribe a su suegro anunciándole que Ramón Despuig y Sancho Gar­
cía irán de su parte a comunicarle lo ocurrido en aquellas vistas (núme­
ro 506). Pero ya sabemos que Carlos y Jaime habían acordado solemnemente
el mayor sigilo acerca de lo pactado allí. Además consta documentalmente,
por las aportaciones <le Finke, ya citarlas, que a Jaime no le convenía de
ningún modo descubrirse ante Sancho IV, puesto que negociaba su matri­
monio con la hiia de Carlos, desentendiéndose d~ sus obligaciones matrimonia­
les con Isabel de Castilla (V., además, la p. 244, nota l). Bastan estos hechos
para ver patente la deslealtad de Jaime con el rey castellano, disimulada
bajo la fingida amabilidad de sus cartas. Pero Sancho IV no estaba en­
gañado; la segunda carta de Jaime nos lo demuestra claramente; fechada
LA POLÍ'l'ICA INTERNACIONAL Y LAS "VISTAS" Dlt LOGROÑO 267

En Palencia termina Sancho el año 1293, que podría


llamarse el año de las relaciones exteriores, pues durante el
transcurso de aquellos doce meses el rey castellano mantuvo
comunicación directa con Inglaterra, Francia, Aragón, Por­
tugal, Granada, TrE:m~cén y Marruecos. Mas de la actividad
diplomática de 1293 se destacan en primer término las
vistas de Logroño (1).

ésta el 4 de enero de 1294 (núm. 510), alude a una carta de Sancho (escrita
la del castellano, por tanto, a fines de diciembre de 1293) que le llevó a
Barcefona fray Álberto, franciscano. La carta era de "credencia", es decir,
para que Jaime creyese al fraile lo que lt> dijera de parte de Sancho, siste­
ma usado corrientemente para tratar asuntos delicados, que no convenía
fijar en el papel. La respuesta de Jaime nos revela que Sancho tuvo confiden­
cias de que en la Junquera se fraguaba algo en contra suya, pues el rey
aragonés dice que fray Alberto "dixo a nos de párte uestra algunas cosas
muy fuertes de las quales nos nos mancillamos tanto que non poriamos
mas; porque son cosas que uos non deuedes poner en nuestro corac;on nin
creder .por ninguno que uos lo dixiere". Por mucho que Jaime protestara
tan enérgicamente y se mancillase de las sospechas del castellano sobre la
lealtad, y se indignara porque pusiera tales cosas en su corazón, a Sancho
le sobraban motivos para mandarle decir "cosas muy fuertes" después de
la clandestinidad de las materias tratadas en la Junquera, contrarias al tra­
tado castellano-aragonés de 1291. Jaime IT, con arrogante dignidad, no
contesta de momento porque "las cosas son tales que nos non fariamos re­
puesta de aquellas a persona <leste mundo, sinon ad aquella que nos sopie­
semos que amase et guisase el pro o la hondra uestra et nuestra", por lo
cual espera ir a Valencia y desde allí mandarle mensaje con doña María
Fernández, que le inspira absoluta confianza (V. el cap. siguiente). Con
esta carta a la vista no es aventurado suponer que las "cosas muy fuertes"
a que alude Jaime eran sospechas de Sancho respecto a los pactos de la
Junquera, puesto que coincide con la fecha y con el hecho de proyectarse
entonces el matrimonio de Jaime con Blanca de Nápoles. Además la ent¡e­
vista de la JunC'uera estaba envuelta en fOspechoso anarato de sigilo. Cvn
todo, a Sancho IV no le faltaron vigilantísirnos confidentes. Concordando
fechas tenemos que cuando fray Alberto salió de la corte castellana, San­
cho el Bravo no había recibido aún la carta de Jaime, fechada el 20 de
diciembre, en que le notifica la embajada de Ramón Despuig sobre la en­
trevista con Carlos II.
(1) No es preciso insistir aquí sobre la importancia de las vistas de
Logroño en la cuestión siciliana ; dicho queda cómo, bajo los auspicios de
Sancho IV, los dos rivales entran en relación personal, iniciando las ne­
gociaciones de resultado positivo. El valor representativo de Logroño ya
lo apunta Rohde al decir: "Die Zusammenkunft von Logroño bedeutet den
entscheidenden wendepunh in Seiner Politik" (op. cit., pág. 72). En efecto.
la reunión de Logroño significa un momento crítico en la política de Jaime II.
268 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Este suceso tiene extraordinaria significación en la polí­


tica internacional de Sancho IV, que supo atraer hacia
Castilla, y bajo su intervención, cuestiones de interés gene­
ral, que afectaban hondamente a la paz europea.
Si de hecho aquella reunión en la ciudad riojana fué
infructuosa en un sentido inmediato, es evidente, por otra
parte, que estableció el contacto personal entre Carlos de
Salerno y Jaime II, pudiendo percibir cuantos siguieran con
interés aquel proceso, que desde esa fecha se advirtió noto­
ria flexibilidad en las relaciones de los dos rivales.
Las vistas de Logroño tienen un valor inicial; son el
embrión de·la paz de Anagni.

Para Sancho IV aquellas vistas fueron funestas; podría decirse que de ese
pleito, en tal momento, la única víctima fué el mediador. Desde esa fecha
queda rota la armonía castellana-aragonesa, aunque la enconada realidad
tardara en mostrarse hasta después de muerto Sancho IV. Jaime 11, al per­
der la partida de Sicilia sobre Carlos II, acaso pensó en la hegemonía pen­
insular, seg{m cree Rohde, como buscando una compensación en la balanza
política. En Palencia da el rey dos cartas a la catedral de Santiago los días
26 y 28 de diciembre. (Núm. 507 y Tumbo B., fol. 101 v. Arch. C. Santiago.)

En los privilegios rodados que tenemos de la segunda mitad del año 1293
advertimos las siguientes variantes: del 23 de mayo último que señalamos en
el capítulo anterior) al 4 de octubre de r293 (núm. 499) encontramos que
faltan entre los confirmantes don Juan de Acre, don Juan de Ponthieu y
don Lope Ferrench de Luna, seguramente por omisión del copista (se trata
de un documento de la Sec. de Ms. de la B. N.), pues estos tres personajes
vuelven a aparecer en otro rodado de 30 de noviembre. También faltan a
4 de octubre de r293 (y asimismo en el priv. del ~o de noviembre) don Fer­
nán Pérez, gran comendador del hospital; don Nuño Díaz de Castañeda;
don Diego Froyaz y don García Fernández de Villamayor. Don Fernán Pé­
rez, gran comendador del hospital,, a 22 enero 1292. testificaba en una ga­
rantía de las paces entre Sancho IV y Jaime JI (núm. 6o6), apareciendo
como gran comendador, "de lo que a la Orden de San Johan en Espanna".
Brandao, al indicar que la Orden del Hospital tenía un solo maestre para
los reinos hispanos de Castilla, León, Portugal, Aragón y Cataluña, dice que
en 1279 lo era don Gonzalo Pérez Pereira, indicando ·que como no conoce
referencia de otro (ignoró, según se ve, a este don Fernán Pérez) supone
que vivió hasta 1305, año en que tiene ese cargo don Frey García Martins
LA POLÍ'l'ICA INU:RNACIONAL Y LAS "VISTAS" DE LOGROÑO 269

(Monarchia, V, 46 v.). Don Nuño Díaz de Castañeda (V. t. I, págs. II3-4,


y cap. XIV); según la genealogía de los Linhauens (pág. 270), estos Díaz
de Castañeda fueron cinco hermanos: Ruy Díaz, Pero Díaz, .Mu11o Díaz (que
ahora deja de confirmar), Alvar Díaz y Elvira Díaz. De Ruy Díaz apeuas
hace mención; Pero Díaz dice que casó con doña Mayor Alfonso (hija de don
Alfonso García de Celada), y fueron padres de Diego Gómez (que se casa
don doña Juana Fernández, hija de Fernán Pérez de Guzmán), Alfonso
García y doña María Díaz (que se casa con Lope Rodríguez de Villalobos),
Muño Díaz casó con doña María Díaz (hija de don Diego López de Sal­
cedo y de doña Teresa Alvarez Podestad). Esta doña María Díaz, viuda de
don Muño, se casa con Alfonso Sánchez, bastardo de Sancho IV, y muerto
Alfonso Sánchez se casa, en terceras nupcias, con don Luis de Mendoza y
tiene una hija. Alvar Díaz casó con una hija de Pedro Aznarez, y fueron
padres de doña Teresa Alvarez. Elvira Díaz casó con don Gonzalo Rodrí­
guez Girón, quien, muerta doña Elvira, fué maestre de Santiago, en Cas­
tilla. (Según la Regla de la Orden, ya citada, pág. 132, don Gonzalo murió
en 1280.) Los hermanos don Pedro y don Muño Díaz de Castañeda siempre
estuvieron muy unidos. Don Pedro Díaz de Castañeda figura varias veces
en las cuentas; en una ocasión recibe 48.000 mr. "por su salario que tien",
y otra vez por la recaudación de tributos en ciertas aldeas suyas interviene
"Diego Gómez, su fijo" (Cuentas LXX). Don Pero y don Muño Díaz de
Castañeda figuran entre los que garantizan las paces entre Jaime II y San­
cho IV (núms. 606, 608). De don Diego Froyaz o Frolaz ya hicimos men­
ción en el t. I, pág. 179. En la Partición de Huete figura como vasallo del
rey. En los Linhagens se dice que lo "matou el rey don Sancho" (pág. 274);
si así ftté, acaso se ordenase la ejecución del ilustre rico hombre porque se
uniera a los rebeldes del infante don Juan y del señor de Alburquerque; al
menos su vacante en los rodados coincide con la fecha de las revueltas. De
Diego García de Villamayor dimos noticia en el capítulo anterior.
A 4 oct. 1293 falta también don Diego Martínez de Finojosa, pero debe
ser errata, pues aparece a 30 noviembre, como veremos. Otras dos varian­
tes del 4 octubre 1293 son: don Juan Rodríguez de Rojas, merino mayor de
Castilla (en lugar de don Sancho Martínez de Leyva) y don Esteban Pérez,
adelantado mayor en tierra de León. Don Sancho Martínez de Leyva debió
cesar en el cargo por fallecimiento, no por destitución, pues parece que
siempre fué muy afecto a Sancho el Bravo. En 1283, siendo infante don San­
cho, lo mandó con muchos ·caballeros a Córdoba, durante la rebelión (Crón. de
Alfonso X, ed. Rivadeneyra, 63). Por un documento de 8 diciembre 1279
sabemos que fué casado con Teresa García, pues en esa fecha hacen juntos,
marido y mujer, una donación al monasterio de San Millán de la Cogolla,
eligiendo allí sepultura (M. Pida], Docs. lingiiísticos, pág. 145). En otro do­
cumento descubrimos sus padres y una hermana; en 1335 doña Sancha Ro­
dríguez de Leyva, hija de Martín Roiz y doña Mayor y mujer que fué de
Juan Gutiérrez Quijada, otorga una carta al abad de San Millán de la Co­
golla; el apelativo de Leyva y la relación con San Millán de la Cogolla nos
parece evidente demostración de ser esta doña Sancha hermana del merino
don Sancho Martínez de Leyva, cuyo apellido Martínez le viene por patro-
270 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

nímico de su padre Martín Roiz. (Docs. de S. Mitlán, leg. 685, A. H. N.)


En la Part. de Huete don Sancho Martínez de Leyva tiene cuantiosas asig­
::iaciones en varias juderías como vasallo del infante don Fernando; también
en la Partición aparece como vasallo de este infante, Juan Martínez
<le Leyva. En los docs. de la época figura mucho don Sancho Martínez
de Leyva (entre otros, núms. 64 y 476. Arch. C. Palencia, 2-2-11, muy
borroso. Cuentas de Navarra, vols. citados, Pamplona, y P. Serrano, Fuen­
tes, III, 135). A 24 octubre 1286 se hace mención de "García Ferrández de
Trechuelo, merjno de Castiella uieia por Sancho Martínez de Leyva" (docu­
mentos S. Millán, leg. 685. A. H. N.). Don Juan Rodríguez de Rojas, sus­
tituto de Martínez de Leyva en el merinazgo mayor de Castilla, era ricohom­
bre, hijo de don Rodrigo Díaz de Rojas y de doña María L6pez de Sanso­
les, señor de Poza y Pedrajas, casado en 1298 con doña Urraca Ibáíiez de
Guevara (hija de don Vela Ladr6n de Guevara), siendo hijos de este matri­
monio: don Juan Rodríguez de Rojas (al que hizo matar don Juan Manuel),
don Lope Díaz de Rojas (señor de Poza y Fern10silla, merino mayor de
Guipúzcoa, marido de doña Sancha de Velasco), don Femán Ladrón de
Rojas (merino mayor de Castilla en 1345); doña Juana de Rojas (casada
con don Juan García Manrique); y doña Urraca Rodríguez (mujer de don
García Lasso, señor de la Vega). F1.leron hermanos de este don Juan Ro­
dríguez, merino de Sancho IV: doña Teresa Rodríguez (casada con Lope
García de Porras) y Ruy Díaz de Rojas (que cas6 con doña María, hija de
Gonzalo Gómrz Manzanedo). Salazar, Lara, I, 314, 422. Respecto a la fecha
del matrimonio se equivoca Salazar. pues ya a 13 diciembre 1294- cuatro
años antes de la fecha indicada por él -- don Juan Rodríguez de Rojas y su
mujer doña Urraca hacen un convenio con el abad de San Millán de la Co­
golla. Firma su hermano Roy Díaz (Docs. de S. Millán, leg. 685. A. H. N.).
En este documento se dice "adelantado mayor de Castiella", título que no
ostenta en los privs. rods. (sino el de merino mayor) de Sancho IV y pri­
meros años de Fernando IV; luego en este reinado lo hallamos como ade­
lantado de Castilla (Benavides, op. cit., II, Col. Dipl.; Berganza, II, 496).
Salazar dice que fué justicia mayor de casa del rey, pero no le encontramos
como tal en el reinado de Sancho IV ni en el de Fernando IV. Don Juan
Rodríguez de Rojas debe ser el mismo .don Juan Rodríguez, "teniente la
justicia por el rey en Galicia et Asturias" en 1286 (V. t. I, 123). En la Par­
tición de Huete tiene asignadas diversas sumas como vasallo del infante
don Fernando. A 28 enero 1298 Fernando IV le ·da a Juan Rodríguez de
Rojas y a su mujer doña Urraca Ibáñez las aldeas de Poza y Pedraja, para
compensarles de daños que recibieron por servirle y porque habían servido
a Sancho IV (Benavides, II, 155).
Don Esteban Pérez, que ahora, a 4 octubre r293, confirma como ade­
lantado en León (sustituyendo a don Pedro Fernándcz Cabeza de Vaca, me­
rino en León) es sin duda don Esteban Pérez Florián, el privado de San­
cho IV, ya mencionado (V. t. I, págs. 26, 49, 150 y cap. XII, págs. 40 y 41);
en la Part. de Huete figura como vasallo del rey, cobrando algunos miles de
maravedís en varias juderías; se le llama Esteban Pérez Omne, acaso como
hijo de Pero Homem Pcreira (Linhagens, 147). En 1291 tiene las rentas de
LA POLÍTICA INTE1ti.nCI0NAL Y LAS "VISTAS" DE LOGROÑO 271

Serpa y Maura (núm. 369). De Pedro Cabeza de Vaca hicimos mención en


el cap. XVI, pág. 196; a 3 julio 1293 todavía es merino en León y Asturias
Cabeza de Vaca) Docs. de la Cat. de Oviedo, leg. 1086. A. H. N.).
Del 4 octubre al 30 de noviembre 1293 (Arch. C. Santiago, Tumbo B,
folio 130) ocurren las vacantes de los obispados de Palencia, Cádiz y Lugo;
y faltan don Roy Díaz de Finojosa (confirma don Diego Martínez de fj ..
nojosa, que, como se dijo atrás, no aparece el 4 de octubre, probablemente
por omisión del copista); y don Juan Fernández de Limia, pertiguero mayor
de Santiago (confirman Dacre, Pontis, Ferrenque de Luna, omitidos por d
copista en el doc. de 4 oct.). De don Juan Alfonso, el obispo de Palencia,
ahora fallecido, dimos referencias atrás (t. I, 34-5, cap. XT, pág. 34, y ;tqui
pág. 260, nota 2). Del obispado de Cádiz tratamos en eI cap. XVI, y dt: don Fer­
nando, ohispo de Lugo, iglesia ahora vacante, se dieron noticias t·n los. ca­
pítulos XIV, XVI y XVII. De don Roy Díaz de Fonojosa hicimos mención
en el t. I, pág. 240. Su madre "doña Mayor Alvarez, muger que ftté de
don Juan Díaz de Finojosa", a¡:arece en las Cuentas, y también don
Diego Martínez de Finojosa, que de su soldada de 5.620 mrs. reci­
be 2.000; estuvo en Pajares, como vimos (cap. XVII) ; en la Part. de Hucte
está entre los vasallos del rey y cobra importantes sumas. Don Diego (que
sigue figurando en el reinado de Fernando IV) estuvo casado con doña Ma­
yor Arias, hija de don García Fcrnández de Villamayor y de doña Mayor
Arias, amos de Alfonso X (Salazar, Lara III, 3II). De don García Fer­
nández de Villamayor hablamos en el cap. XIV, pág. 131. De don Juan
Fernández de Limia, pertiguero mayor de Santiago, tratamos en el capí­
tulo XIV, pág. 130. En el priv. de 30 noviembre 1293 no aparece pertiguero
mayor de Santiago, sin duda porque sería reciente la muerte de don Juan
Fernández de Limia. ·
CAPITULO XIX

TARIFA

1294

(Enero-agosto)

En el rodar del tiempo, la iniciación de cada año parece


tener algo de inaugural. El de 1294, en el reinado de San­
cho IV, tuvo como preludio inquietudes diplomáticas, ame­
nazas hostiles, actividades bélicas; durante su transcurso
culminó una hazaña individual, áspero fruto de heroísmo
que señaló ya para siempre este reinado, y en las síntesis
más esquemáticas de historia española se haría ineludible
asociar al nombre de Sancho IV el Bravo el de Alfonso
Pérez de Guzmán el Bueno y el toponímico Tarifa. Tarifa
fué el lema inaugurado en 1294.
A fin de 1293, el 23 de diciembre, llegaba el rey caste­
llano de Toro a Palencia, donde pasa las fiestas de Navidad
y Año Nuevo, no por cierto en paz y sosiego, sino entregado
al ejercicio de su autoridad, para poner orden en la ciudad
anarquizada. Mientras la reina conferenciaba en Toro con
Juan Mathe de Luna, que había de partir hacia Sevilla con
importantísima misión acerca de la guerra otra vez decla­
rada con los moros, el monarca se encamina a Palencia para
intervenir en cuestiones más concretas; de régimen inte­
rior (1).
Sancho IV no anduvo remiso en el correctivo y, tras
ordenar activa información, para indagar responsabilidades,
nos dice en su real carta que impuso a los culpables <<Justicia
con derecho>>. Pero tan extendidas fueron las sanciones im-
(1\ Véase cap. XVIII, pág. 260.
18
2H HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

puestas, que el concejo pidió merced a Sancho, que les diese


<<por quitos de las otras demandas>> que contra ellos tenía
<<por razón desta pesquisa>>, a lo cual accede Sancho a 22 de
enero, <<por les fazer bien et merced, et por muchos semicios
que nos fezieron a nos et aquellos onde nos benimos>>, según
frase protocolaria. Mas, restringiendo la amnistía, el rey
exceptúa a <<aquellos que nos tenemos en la nuestra prisión
que tenemos por bien que estén a la nuestra merced ... et
aquellos que dieron por fechores nuestros alcaldes ... et otrosí
los que son foydos que fueron aplazados et non venieron
a complir de derecho ... >>. Así terminó por entonces la altera­
ción promovida por los levantiscos palentinos (1).
En Palencia recibe Sancho IV contestación de Jaime II,
fechada en Barcelona el 4 de enero, en que se da por muy
mancillado de las <<cosas fuertes>> que 1~ mandara decir su
suegro con el franciscano fray Alberto, protestando de que
aquellos reproches <<son cosas que uos non deuedes poner
en nuestro cora<;óm>. Jaime ofrece además enviarle cumplida
embajada con doña María Fernández Coronel, ama de la
niña reina de Aragón doña Isabel, pues <<la dita dona Maria
es dona que ama et quiere el pro et la hondra uestra>>, sien­
do la única, según afirma, que le merece entera confianza en
esta cuestión, <<por que-insiste-las cosas son tales que nos
non fariamos la respuesta de aquellas a persona <leste mun­
do, sinon ad aquella que nos sopieremos que amase et gui­
sasse el pro e la hondra uestra et nuestra>> (2).
No sabemos si después de la embajada de Ramón Des­
puig explicando, a fines de 1293, la entrevista de Junquera,
y aun después de esta misma carta de Jaime alardeando
noble indignación, quedase don Sancho muy convencido de
la inocencia de su yerno en los sigilosos tratos con Carlos
de Salerno. Si no lo creyó de buena fe, fingió aceptar las
excusas; al castellano, ya en abierta hostilidad con los mo­
ros, no le convenía ahondar las diferencias con Jaime, aun-

(1) Núm. 514. Quadrado (Esp. y sus Man. Palencia, 374) cree que
estos desórdenes ocurrieron bajo el obispo Fr. Munio; pero éste aún no
había sido elegido; en esos momentos estaba la sede vacante. De la sen­
tencia no se desprende la índole de esos disturbios, pues sólo habla allí el
re>y de "querellas que nos ovieron fechas muy malas et muy desaguisadas".
(2) Núm. SIO. Véase cap. XVIII, págs. 265, 266, 267.
TARIFA 27f>

que tuviera fundados indicios para recelar de la firmeza de


esa alianza. Uno y otro tenían interés en disimular y man­
tener la apariencia de amistad: Jaime, por los franceses, y
Sancho, por los musulmanes (1).
Al propio tiempo recibe don Sancho otra carta de J ai­
me II, fechada también el 4 de enero, en que le notüica
cómo, «después que vino a nos un escriuano de la reyna
donna Maria con cartas sobre feyto de las nuestras galeas
que y eran a uestro seruicio>>, le había dado a este mensa­
jero un mandamiento para que llevase a Guillen Escribá,
<<mayoral» de las naves, ordenándole a éste que <<fincase allá
en uestro seruicio con las galeas>>; pero añade que, antes de
haber partido de Barcelona aquel escribano, <<Una partida
de las ditas nuestras galeas vino a Barchinona», quedando
las otras en Valencia, de lo cual dice estar satisfecho, pues
así se cumplía lo que en principio tuviera dispuesto, <<por­
que Rey-termina muy explícito-, si uos ouiedes menester
galeas, enviat acá un homne bueno en quien uos fiedes, con
recaudo de dineros, et nos mandaremos armar et yr en ues­
tro seruicio quantas galeas auredes menester». La noticia era
francamente mala. El escribano de la reina había llegado
tarde para evitar la retirada de aquellas galeras que estaban
en las costas andaluzas desde el verano y ahora dejaban el
servicio del rey castellano, precisamente cuando más iban a
necesitarse. Además no era esto sólo: Jaime II le negaba
de momento su cooperación naval mientras el rey Sancho
no subvencionara los gastos de la escuadra solicitada (2).

(1) Roh<lc (op. cit., II2), aludiendo a la política secreta de Jaime en


estas fechas, dice que Despuig no había dicho nada naturalmente al caste­
llano de los nuevos planes matrimoniales; "pero Sancho recibía de alguna
parte rumores del asunto".
(2) Doc. publ. en Tarifa y la política de Sancho IV, pág. 103. El sen-
1ido de esta carta es algo oscuro, particularmente por faltar alguna palabra,
clestruí<la por deterioro del pape!. Después de leerla repetidas vece:-.
creemos entender lo que arriba queda expuesto. No tenemos otra noticia de
la permanencia en Castilla de esas galeras _capitaneadas por Guillermo Es­
cribá antes ele r 294, lo cual se deduce de esta carta: sin duda se trata de
aquellas naves que a TT ele julio rle 1293 Jaime mandó armar a Guillén
Escribá para Sancho TV (V, cap. X VIII, pá~. 229) para que se pusieran en
marcha antes de quince días; si así lo hizo. esa escuadra debió salir del
reino aragonés hacia el 31 de julio. En la carta de II de julio de 1293 a
Escribá se dice que debía ir como capitán Ramón Marquet, y en esta carta
<le 4 ele enero de 1294 se habla ele Guillén Escribá, "mayoral" de las galeras:
276 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Desde luego, Jaime II estaba en todo su derecho. Si las


naves habían salido de los puertos aragoneses no mucho
después de la orden de armamento que diera en julio pasa­
do, al llegar noviembre ya tenían cumplidos los tres meses
de servicio anual a que estaba obligado Jaime con su suegro
por el tratado de 1291; por eso dice que le place el regreso
de los navíos, <<por que así se cumplió segunt auiamos man­
dado>>, y muy legítimamente exige que si han de volver a
Andalucía sufrague los dispendios Sancho IV.
Las dos cartas de Jaime daban niucho que .pensar: en
una se mostraba digno ante las sospechas que le transmi­
tiera fray Alberto, y en la otra se eximía de prestar desinte­
resadamente el auxilio de las galeras. Y en estos momentos,
para colmar las preocupaciones del rey castellano, llegan
también gravísimas noticias diciendo nada menos que <<el
rey Abenjacob se apercibia cuanto más podia para enviar
cercar a Tarifa por mar e tierra>> (1).
Ya estaba ahí, delante, claro e inminente el temido re­
sultado de la entrevista del granadino y el sultán marroquí.
La guerra va a empezar otra vez. Sancho de Castilla debe

creemos. que en la corte de Castilla se tuvo noticias, a fines de 1293, de que


los marinos aragoneses querían retirarse de las costas castellanas, y entonces
la reina, para evitarlo, manda a su escribano "sobre feyto de las galeas";
pero el mensajero llega tarde, pues las galeras arribaban entonces a Bar­
celona, como nos informa la carta del 4 de enero. Creemos que Jaime mismo
liabía ordenado el regreso de las naves y hasta que cuando recibió al men­
sajero castellano ya tenía noticias de la inminente llegada de Escribá con
la escuadra, por lo cual no se negó a expedir ese mandamiento a que aluck
en su carta para que "fincasen" las galeras al servicio de Sancho, pues
mando lo dictaba tenía la seguridad de que sus naves estarían ya en aguas
aragonesas, y a na·da se comprometía con esa orden complaciendo al escriba­
no. Al decirle a Sancho en ésta de 4 de enero que se alegraba del regrese,
de las naves, "porque así se complió segunt que nos auiamos mandado", vienl.'.
a decir que le satisface, pues así se cumplía lo dispuesto en julio de 1293.
cuando había ordenado el armamento <le esta escuadra. Se ve que Jaime
estaba cansado de prestar el auxilio naval a Castilla, convenido evidente­
mente para cuando tuvieran guerra con los moros, pero que resultaba one­
roso, pues esta guerra era casi permanente. El papel de esta escuadra en
Andalucía fué nulo, pues no tuvo acción ninguna. Tampoco estorbó el paso
<le Abenalahmar a Marruecos, quizás porque realmente no había inotivo
para un ataque al nazarí, cuando éste tal vez pretextó una visita de amistad
a su pariente el emir de Marruecos lo malo era que las galeras aragonesas
·se retiraban precisamente cuando más falta iban a hacer en Andalucía.
(1) Cr6n., 88.
'l'AR!FA 277

redoblar su actividad. En la corte se delibera sobre las me­


didas inmediatas y, aunque sólo hace unos días que Juan
Mathe de Luna saliera para Sevilla, y el adelantado mayor
de la frontera sea el brillante caballero don Juan Fernández
Cabellos de Oro, el rey cree conveniente la presencia en
Andalucía de un refuerzo considerable, al mando de un jefe
militar de gran prestigio, y envía a don Juan Núñez de
Lara y a sus hijos para que vayan con <<muy gran caualleria
a la frontera, al rey de Granada>>., quien por lo visto ya no
se recataba de su actitud francamente hostil hacia don
Sancho. Bien dice Jaime II, en una carta algo posterior, al
nazarí, cómo el castellano se había quejado de <<que dentrol
tiempo del plazo tomado por don Ferrant Pérez de part
del rey de Castiella con vos, corriestes e feziestes correr por
muytas partes la tierra... e estragastes su gent e su tierra.
E demás que daylen mar pasastes e tractastes danyo del rey
de Castiella>> (1).
Enviados al Sur Mathe de Luna y los Laras, queda ahora
por resolver la cuestión de la escuadra aragonesa. Las na­
ves, solicitadas por Sancho el pasado verano ante la justifi­
cada alarma surgida cuando la embajada granadina fué a
Marruecos, habían cumplido ya su plazo legal de servicio,
de modo que si volvía a pedir su apoyo sería mediante
pago, según decía muy claro Jaime II en su reciente carta.
Los momentos no están para detenerse en prolongadas deli­
beraciones, y Sancho acepta las circunstancias enviando ante
la corte de su yerno ese <<homne bueno ... con recaudo de
dineros>> de que le hablaba; este hombre bueno elegido por
Sancho es su fiel <<chanceller de la Poridat» y buen conse­
jero don Fernán Pérez Maymon; y que llevaba recaudo de
dineros, nos lo ha de confirmar después el mismo Jaime (2).
El mes de enero lo pasa el monarca en Palencia, retra­
sando su partida unos días de febrero para asistir a la elec­
ción del nuevo prelado palentino que debía suceder a su

(1) De la carta, sin fecha, pub!. por Giménez Soler, op. cit., pág. 33·
La Crón., pág. 88, dice que estando el rey en Palencia (estaba allí el mes
de enero), tuvo aviso de los proyectos de Abenjacob, y decide además
mandar a los Laras, "porque decian que-el rey de Granada--{lue quería
mover guerra contra él".
(2) Sohrc esto Yoh-eremos adelante.
278 11 ISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

tío don Juan Alfonso, muerto recientemente. Sancho IV


había puesto particular empeño en la designación del can­
didato, y acaso no recataba su predilección ante los capitu­
lares. El personaje favorecido por la regia simpatía era el
ex maestre general de los Predicadores, fray Munio de
Zamora, el perseguido fraile que cayera de las alturas del
mando supremo de la Orden bajo el peso de las conmina­
ciones pontificias, fundadas en oscura acusación. Después
de los disturbios en la ciudad le interesaría a Sancho IV
que el prelado fuese un hombre enérgico como había demos­
trado serlo el fraile zamorano (1).
Fray Munio, confinado en Castilla, vedada su asistencia
a los capítulos de la Orden, había encontrado consuelo en
su desgracia al lado de Sancho el Bravo, en cuya Corte figu­
raba con honrosa retribución pecuniaria desde octubre
de 1293. Ahora su egregio amigo aspiraba a compensarle
del honor perdido con la mitra palentina. Pero al enérgico
dominico no sólo le asistía ]a protección del rey, sino además
el esencial beneplácito del cabildo que había de elegirle en
formal votación. El jueves 5 de febrero, los electores de la
catedral palentina nombraban obispo a fray Munio de Za­
mora, y al día siguiente el convento de los Predicadores era
honrado por brillante concurrencia: canónigos, frailes de
diversos conventos, nobles castellanos y leoneses, los prela­
dos don Juan de 'fuy y don Alfonso de Corla se habían

(1) Véase cap. XIV, páginas 104 y t05; cap. XVIII, pág-. 260. Por las
C11cntas (p. CXXVII) sabemos que: "enero fué-el rey-en Palencia todo
d mes." Entre los "dineros de fuera de enero", consta el gasto de: "lenna
d agua para X bannos para! Rey, L mrs" y que "costó una caldera con sus
f1erros para fazer bannos al Rey, LV mrs". Tales partidas no constan en
1o dos los meses; de modo que estos baños en noviembre no debían ser los
corrientes, de higiene, sino especiales, acaso prescritos por los médicos,
to que nos induce a pensar estuviese entonces enfermo el rey. En Palencia
se expiden en el mes de enero las siguientes cartas reales: el 1, dando las
salinas de Comparto a la Infanta Doña Blanca, su sobrina (Ms. 18672,
,:aj. 35, núm. 4, B. N.); a las Huelgas de Burgos (Rodríguez Lópcz, op.
cit. I, 486) ; el 4, dirimiendo una contienda entre el Monasterio de Sa­
hagún y el Concejo (núm. 5n); el 15, la confirmación de una carta a Vitoria
sobre muertes, heridas y pregones (Col. de fueros y Cartas Pueblas, pá­
gina 293); el 22, sentencia a Palencia (núm. 514), y merced al Monasterio
de Santa María de la Vega, por ruego de doña Juana Gómez, mujer que
fué del infante Don Luis (leg. 1.201, A. H. N.); el 26, al Monasterio, de
la Vid (A. H. N.).
TARIFA 279

congregado allí baj<? la presidencia de los reyes don Sancho


y doña María. El motivo de tan solemne asamblea era la
notificación del nombramiento episcopal de fray Munio, lo
que efectúa el arcediano de Carrión, solicitando al propio
tiempo la venia del provincial fray Nicolás de Salamanca,
quien, tras unos momentos de vacilación y consulta con los
otros eclesiásticos eminentes del concurso, aprueba la elec­
ción. Entonces es el propio fray Munio quien se levanta y
rehusa el honor con entereza; pero, ante los ruegos de los
canónigos y la amistosa presión de los soberanos, que <<humi­
liter cum lacrimis suplicavit>>, según dicen las actas notaria­
les, acaba por ceder. El caído fraile zamorano volvía a ele­
varse, ostentando una alta dignidad eclesiástica; pero su
encumbramiento no sería duradero: nuevas lucha.e; le acecha­
ban desde el porvenir (l).
Sancho IV, satisfecho del honor conferido a su amigo,
parte el mismo sábado 6 de febrero hacia. Dueñas; el do­
mingo está <<a yantar en Cevico et a cenar en Duennas>>; el
lunes pasa por Cigales, y el día 9 entra en Valladolid, con
ánimo de prolongar allí su estancia algunos meses, sin duda
para disponer con toda premura la campaña andaluza (2).
El rey Bravo ha de entregarse a la atención del pro­
blema primordial que afecta ahora más agudamente al reino
de Castilla: el nombre de Tarifa, la gloria militar de su
reinado, bulle en la mente de Sancho IV; las codiciosas mi­
ras de] granadino y el marroquí están puestas en la villa
perdida por el Islam y, aunque <<muy cara de mantener>>
para el cristiano, como dijo el cronista, debe conservarla
a toda costa, por honra y provecho de su reino y de la Cris­
tiandad (3).
Vigilante, el rey castellano proyecta una acción guerrera
de importancia; presiente que el choque ha de ser más

(l) Fray Munio de Zamora, pág. 133. En las cuentas reales consta
4ne se pagó el salario a Fray Munio hasta el 4 de febrero, víspera de su
elección (Cuentas, p. CXXXI). El 7 de marzo de 1294 fué consagrado Fray
M unio en Alcalá de Henares por el Primado de España; acaso le pagara
esos gastos la reina Doña María, pues en Cuentas de abril (pág. LXVII)
Icemos: "a Alfonso Godínez ... que ovo prestado a la Reyna para Frey Munio,
de los X mil sobredichos, MCCCC mr" (pág. LXVII).
(2) El itinerario regio consta en Cuentas, p. CXXIX.
(3) Crónica, 86.
280 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

violento que cuando se efectuó la conquista de la plaza.


Entonces tuvo el apoyo decidido de Jaime, la amistad de
Granada,. la neutralidad de Portugal; ahora, las relaciones
con sus vecinos peninsulares cristianos han cambiado en el
fondo: Jaime pacta secretamente con los franceses; don
Dfonís está receloso, y no sabemos si en cierto modo pro­
tegía a su huésped, el atrabiliario infante don Juan, pérfido
hermano de don Sancho; y el rey de Granada, de amigo, se
ha convertido en adversario.
Desde mediados de 1293, nueva inquietud agitaba al
reino castellano; la embajada granadina que cruzara el Es­
trecho la primavera de 1293 fué la voz de alarma que puso
alerta a Sancho IV. Esta alarma era ya, por desgracia, visi­
ble realidad.
Otra vez, ante Castilla, el monstruo de las guerras se
alza amenazador; y el rey Sancho ha de afrontar la situa­
ción con su entereza de siempre. Sólo que su resistencia
física ya no es la de otros tiempos. Por fortuna le asiste la
colaboración, cada vez más asidua, de esa insigne mujer
que comparte con él el trono castellano.
En este tiempo en que la naturaleza del rey empezará
a decaer, veremos, bajo la égida de María de Molina, deli­
nearse dos faces nuevas, hasta ahora de silueta difusa entre
los personajes de la corte, y que van a presentarse en pri­
mer término. Estos dos hombres son Juan Mathe de Luna
y Fernán Pérez Maimón. Consejeros del rey, leales servido­
res suyos desde comienzos del rei~ado, siempre aparecen
juntos en las pasajeras menciones de la Crónica, unidos sin
duda en amistad por coincidencias de caracteres y de ideas;
así, ambos están el año 1290 en el partido cortesano que
apoya a don Juan Núñez de Lara (1).
Don Juan Mathe de Luna, señor de Villalba, Nogales,
Peñaflor, Huelva, Lapizar y el Vado de las Estacas, hom­
bre recto y consagrado, físicamente corpulento y recio, de
carácter entero, tenaz y activo, sería un poderoso auxiliar
de Sancho IV en estos sus últimos años de existencia (2).

( l) Crónica, 83.
(2) Algunos ele estos señoríos le correspondían por su mujer (véase
la nota siguiente): el de Lapizar quizás debió g-anarlo en esta campaña.
En las cuentas enviadas por Ji.Jan Mathe, unos meses después de su lleg-ada
(Foto. Gómez Moreno.)
Sepukro deJa reina doña Maria de Molina. (Iglesia del Monasterio de las Huelgas de Valladolid.)
TARIFA 281

Juan lVIathe de Luna, hijo de Fernán Matheos, alcalde


mayor de Sevilla, uno de sus conquistadores heredado en la
villa, y de doña Vareta, era de origen aragonés; sus hermanas
doña María y doña Leonor de A ragón fueron de las primeras
monjas del monasterio de Santa María de las Dueñas en la
parroquia sevillana de San Juan de la Palma, fundación
protegida por Mathe de Luna con el importante donativo
de la propia casa-convento. La esposa de Juan Mathe era
doña Estefanía Rodríguez de Ceballos, señora de Villalba y
Vado de las Estacas, hija de don Ruy González de Ceballos
y de doña María Fernández de Caviedes, señora de esta
casa, de Valdaliga y la Madriz (1).

a Andalucía, se dice: "a García Pérez que veno de Toledo con cartas, et
se fué de Sevilla a Lapizar, a Johan Math~o, 11 mr." (Tarifa, &, pág. 143.)
La villa de Huelva, según Juan Agustín Mora Negro y Garrocho (Huelva
Ilitstrada, Sevilla, 1762), perteneció a la corona desde su conquista en 1257;
en 1283 Alfonso X la dió a su hija Doña Beatriz. Luego se deduce que
Sancho no respetó aquella clonación, porque en 1293 da el señorío vitalicio
de Huelva a su camarero mayor, D. Juan Mathe de Luna (no fija en qué
rr.es hizo Sancho esta donación; acaso fuese en diciembre, a petición de la
reina). Dice que Sancho IV, a 19 de marzo de 1295, en Madrid, le cedió
además los derechos del almirantazgo de Huelva. Mora toma estos datos de
Ortiz de Zí1ñiga y del Dictamen de D. Joseph Zevallos. En un documento
del Archivo Municipal de Sevilla (carpeta r, número 27) leemos que Fer­
nando IV, a 25 de agosto de 1299, da al señor de Vizcaya "nuestra villa
que dizen Huelua, que es cabo Niebla... con su alcac;ar, el qual touo de nos
fasta aquí Johan Mathe". Juan Mathe murió el 9 de agosto de 1299 (como
veremos adelante). Del aspecto físico de Mathe de Luna nos da idea
la referencia de Ortiz de Zúñiga, que dice vi6 sus restos, y mostraban cor­
pulencia. Espinosa, que en el siglo XVII presenció la apertura del sepulcro
de Juan Mathe, afirma que el cadáver estaba "armado hasta las rodillas
con botas blancas y espuelas doradas cal~adas y vna vandera, amortajado
en un manto de seda carmesí, el cuerpo todo entero." (Ortiz de Zúñiga,
op. cit., 61.) -
( 1) Salazar y Castro (Lara, III, 486) nos habla de los padres y de la
esposa de Juan Mathe; refuta algunas opiniones de Pellicer. Doña Estefa­
nía, viuda de Juan Mathe, se casaría con don Enrique Enríquez (bastardo
del infante Don Enrique el Senador y de doña Mayor Rodríguez Pecha,
hermana de D. Fernán Rodríguez Pecha). Hijo de este segundo matrimonio
de doña Estefanía es D. Enrique Enríquez, señor de Villalba y Nogales,
adelantado mayor de la Frontera (Salazar, Lara, I, 484. Este D. Enrique
Enríquez, de Sevilla, nieto del infante, se casó con doña Urraca, hija de
Pero Pérez P.once, Linhagens, 157). A 28 de febrero de 1323 hace una
venta en Sevilla "donna Esteuania Rodríguez, muger que ffuy de don En­
rique Enriquez, ffijo del muy noble Inffante don Enrique" (Ballesteros,
op. cit., p. CCLXXXIII). Como vemos, doña Estefanía enviudó segunda
vez; probablemente era muy joven 'cuando se casó con Mathe de Luna.
282 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

También había.servido Juan Mathe a don Alfonso et Sabt'o,


como dice Sancho al concederle una merced <<por seruicio
que fizo al Rey don Alfonso nuestro padre et faze a nos>>.
Alfonso X le llamaba <<Johan Matheo, nuestro omne>> (1).
En 1286 hallamos a Mathe avecindado en Sevilla, donde
tiene un adarve cerca de <<cal Abades>>. Este año, el rey don
Sancho, en el ordenamiento que da. al concejo de Sevilla,
rectifica algunos nombramientos <<de los veynte e quatro
caualleros e ornes buenos>>, designando entre ellos a <<Fernán
Pérez, mio despensero, e J ohan Matheo, mio camarero ma­
yor ... , porque son uezinos de Sevilla e ornes buenos abona­
dos>>; era un nuevo honor que recibía Mathe de Luna, ya
distinguido por el rey con el puesto cortesano y de tanta
confianza como el de camarero mayor. Por don Juan Manuel

Ortiz de Zúñiga dice que Juan Mathe y doña Estdanía tuvieron tres hijo:;:
don Fernando Matheos, en quien tienen orig('n los l\icnclozas, de SeYilla:
clon Juan ele Ortega, que se casa con una bastarda de Guzmán el Bueno; y
doiia Estcfanía Mathe, casada luego con Alfonso Pércz Marte! (op. cit., 1ú,.
166, 169). Argote de Molina (Noble.ca, 233 v.) dice que el hijo de Mallw
de Luna, D. Fernando Mathe, se casó con ·una hija de Ruy López de Men­
doza y se p1sieron de acuerdo para que los hijos llevasen el apellido
:Vlencloza y las armas de D. Juan i\lathe, qm.: so:1, en l'Scu<lo blanco.
una media luna de escaques oro y negro, y en orla roja. ocho roeles <k
oro, y e11 éstos, veros azules. Así, ce este n'.atrin:011io, afirma que vi'e­
ncn los Mendozas de Sevilla. Sin duda descendiente del camarero ma­
yor de Sancho IV es aquel D. Fernando de Mcndoza y· '.\Iathc de Luna
gobernador del Chaco en 1681 (Ballesteros Beretta, Historia de Espii­
iia, IV, 423). En las cuentas reales figura entre ciertas personas excu-·
~aclas de tributos, en varios lugares: "del Arroyo, el ama de J ohan Matheo,
camarero, et su fijo". Sobre la fundación del convento de las Dueñas hablan
Ortiz de Zúñiga (pág. 150), Valflora (pág. 56) y Muñoz Torrado (pág. 83):
el primero dice que el año 1292 hay noticia de este convento, instalado en
una casa que don Juan Mathe de Luna clió a las fundadoras doña María y
doña Leonor de Aragón, sus hermanas ; el segundo indica que las Dueñas,
religiosas del Císter, es fundación del Santo Restaurador hacia 1251, siendo
las primeras monjas doña Leonor y doña María de Aragón, hermanas de
M:athe. Muñoz Torrado tiene a Mathe de Luna como fundador de las Due­
ñas, dato que dice consta en una comunicación del monasterio al Cabildo
fechada el 12 de junio ele 1848. Pedro de Maclrazo (Sevilla y Cádiz Esp. y
sus Mon., pág. 605), hablando de la fundación de las Dueñas por las her­
manas de Juan Mathe, dice que primeramente se instituyó como asilo para
ias esposas de los caballeros que iban a la ¡;uerra. El Diccionario biográ­
fico de sei•illanos ilustres (publicado por el ...lrchivo Hispalense, 11, 45)
,la sobre Juan Mathe los mismos datos de Ortiz de Zúñiga.
(1) La carta de Sancho IV es de 1287 (núm. 145), y la de Alfonso X,
del 11 de julio de r283 (Ballesteros, Se,iilla, en el siglo XIII, doc. núm. 231).
T.IIUJI.\

sabemos lo que significaba el cargo de camarero: <<Otrosi


-dice el insigne prosista, primo de Sancho IV-, los seño­
res han en sus casas otro oficial que .non pueden excusar,
que ha nombre camarero, et este ha de tener et guardar
todas las joyas del señor que son de oro et de plata et pie­
dras preciosas, et paños et todas las cosas que pertenecen
para complimiento et apostamiento de la cámara del señor.>>
Además añade que el camarero <<debe recabdar et traer todos
los dineros que el señor ha de traer consigo para dar et para
despenden>, percibiendo <<su derecho de los dineros>> que ma­
neja. Debe dormir en la cámara del señor, guardar su puer­
ta, vestirle y desnudarle <<et saber todas las privanc;as enco­
biertas que non deben saber las otras gentes>> (1).
Por tan privilegiada situación en la intimidad del señor,
estima don Juan Manuel, con su claro razonar, que el ca­
marero, <<Si fuete de buen entendimiento, et leal, et de buena
poridat et de buenas maneras et de buenas costumbres,
non se puede excusar que non haya muy grant parte en la
privanza et en los concejos del señor>>. Don Juan Mathe de
Luna, el camarero de don Sancho, era así, de buen enten­
dimiento, leal, reservado, prudente, y por eso fué mereciendo
las mercedes del rey.
En 1287, Sancho IV autoriza a Mathe de Luna para
dotar la capilla de San Mateo en la catedral sevillana:
en 1291 le otorga facultad para fundar un mayorazgo <<por
le emendar muchos seruicios leales e buenos que siempre
fizo a Nos>>, pues dice que tiene <<voluntad de lo honrar e
de lo ennoblecer, porque su casa ·quede siempre hecha e su
nombre non se olvide nin se pierda...>>; en 1293, don Sancho
le nombra su armero mayor y le con<'ede el señorío vitalicio
de Huelva. Mathe de Luna, ya avezado en diversas empre­
sas administrativas, en las cuales_sirvió diligente y celoso

( 1) Don Juan Manuel, Libro de los Esflidos, cap. XCI, Biblioteca de


Autores Españoles, :Madrid, 1884, pág. 340. Del 18 de agosto de 1286 es el
ordenamiento a Sevilla (Tenorio y Cerero, op. cit., 255). El avecindamiento
en Sevilla no le impedía a Juan Mathe segµir siempre al rey; en muchas
cartas reales leemos que Juan Mathe "camarero mayor la mandó fazer".
El 5 de febrero de 1294, en Sevilla, Juan Mathe, "camarero mayor del rey,
et yo donna Esteuania, su muger", dan unos lugares en Sevilla al Cabildo;
entre los linderos está "lo de donna Marí García, hermana de mi Johan
Matheo", y "el nuestro adarue" (Arch. C. Sevilla, 31-2-46).
28-1- HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

al monarca, al finalizar el año 1293 dejaba la Corte para


entregarse a más ardua labor de singular responsabilidad: la
organización de la defensa militar de Andalucía, amenazada
por los moros (1).
El antiguo y buen camarada de Mathe de Luna, Fernán
Pérez Maimón, <<conseiero de nuestro sennor el rey don San­
cho et chanceller del su sello de la poridat», era designado
.por el monarca para ir al reino de Aragón, también con
delicado cometido en aquellas circunstancias de frialdad y
mal encubiertos recelos entre suegro y yerno. Fernán Pérez
debía gestionar el armamento de las naves solicitadas por
don Sancho.
Fernán Pérez Maimón, vecino también de Sevilla, y <<ome
bueno abonado>>, como le llama el rey al nombrarle con Juan
Mathe, caballero veinticuatro, tenía en la ciudad varias pro­
piedades: unos baños y el mesón blanco, que- linda con <<el
adarue de los moros>> en la <<collacion» de Santa Catalina;
( 1) Del 26 de enero de 1287 es la real carta para que pueda establecer
en "la su capiclla de Sant Matheo" un "aniuersario por su alma" (núme­
ro 145). En esta carta no se menciona a su mujer doña Estefanía. Muñoz
Torrado (pág. 83) dice que el aniversario por Juan Mathe y su mujer se
llebía hacer el 10 de agosto, y otro, el r.º de julio, por su madre doña
Valera. Ortiz de Zúñiga (Anales, 148, 149) asegura que el mayorazgo se
revocó luego (25 de diciembre de 1292), por efectuarse sin consentimiento
de doña Estefanía, y sólo se mantuvo en ciertos bienes que Mathe poseía
en Toledo y Jaén. Según Muñoz Torrado (pág. 83), en el Arch. C. de Se­
villa, c. 60, l. 5, núm. roo, existe una copia en papel del privilegio de San­
cho IV otorgando el mayorazgo. El nombramiento de armero mayor de
que habla Ortiz de Zúñiga (pág. 150) coincide, por la fecha, con el viaje
desde Toro a Sevilla, · ]o mismo que la donación del señorío de Huelva
(véase pág. 281 \. En 1285, Juan Mathe, <<omne del rey,>, recaudaba ciertos
miles de maravedís para la flota, cuando la guerra con los moros aquel
año de 1285 (V. t. I, pág. 6I). También el año de la toma de Tarifa intervino
en !a recaudación de la fonsadcra para la campaña, demostrando entonces
tenacidad y energía; aludiendo a esta época dice el obispo de Burgos en una
carta, excusándose del pago de ese tributo, que nunca lo dieron sus vasallos
"fasta aquí, saino que dizen que la leuaron dellos una vegada por fuerza
a Johan Matheo... camarero mayor et otros que andauan por él" (núme­
ro 556; véase también núm. 575). Igualmente sobre aquella época se abrió
nna pesquisa acerca de la fonsadera cobrada a los vasallos del abad de
Oña, y uno de los declarantes dijo "que estando el abbat de Onna en el
portal del palacio del rey en Burgos... que se quexaua mucho de Johan
Ii1athco, camarero mayor del rey", por aquella recaudación llevada a cabo
por la fuerza (Docs. Reales de Oña, A. H. N.). En las cuentas reales vemos
que Juan Mathe percibía de salario mensual 240 mrs. (p. CXXXI, etc.), lo
mismo que Alfonso Godínez y Fernán Pérez.
TARIFA 28G

una <<alfóndiga>>, bodegas y casas en la Judería; tiendas en


la plaza de la iglesia de Santa María, cerca de la Alcaicería,
y una huerta, no lejos <<de la puerta de la Juderia>>, junto al
<<fonsario de los judios>>. Todo esto lo daban Fernán Pérez
y su mujer, doña Beatriz, a la catedral hispalense para fun­
dar una capilla bajo la advocación de San Andrés, y dotar
aniversarios por sus almas y la de don Martín Pérez, arce­
diano de Reina, hermano del chanceller; además se debían
decir tres misas por la salud de los reyes don Sancho y doña
María, y después de muertos aplicarlas en sufragio de sus
ánimas. Esta era elocuente muestra de la adhesión de Fernán
Pérez a los monarcas de Castilla (1).
Fernán Pérez, ahora chanceller, tenía conocimientos ma­
rítimos, y por eso sin duda le encomendaba Sancho IV
entender en el armamento de galeras; recordemos su inter­
vención en la luctuosa campaña de 1285, cuando altiva­
mente respondió al benimerín que el rey don Sancho tenía
<<en una mano el pan y en la otra el palo>>. En aquel episodio
se nos revela su carácter más impetuoso que el mesurado

(1) A S de septiembre de 1293, el Cabildo y el arzobispo de Sevilla


concedían a "Ferrán Pérez, conseiero de nuestro sennor el rey don Sancho
et su chanceller del su sello de la poridat, et auos donna Beatriz", su mu]er,
la ·capilla de San Andrés, con la sacristía que debían hacer para enterrar
a don Martín Pérez, arcediano de Reyna, hermano de don Femán Pérez.
Ellos clan en cambio varios bienes y nombran tres capellanes, con funda­
ción de misas y aniversarios, por sí mismos, por los reyes Don Sancho
y Doña María y sus hijos y por los reyes San Fernando y Alfonso X
(Arch. C. Sevilla, 13-7-37). Muñoz Torrado (pág. 82) dice que el aniversario
por Sancho IV se celebraba en noviembre; el ele Fernán Pérez, en diciembre,
y el de su mujer, en octubre. El 12 de octubre de 1293 hacen otra donación
F crnán Pérez y su mujer al Cabildo sevillano; entre los testigos figuran
··Maestre Pedro de Marsella" y "Maestre Fernando, del Arauigo" (Ar­
chivo C. Sevilla, leg. 34, 37-3-51). Esta capilla de San Andrés es hoy la
de San Hermenegildo (Arch. Hispalense, I, 232, y III, 276). Sobre el ape­
llido Maimón, que nos hizo pensar en una posibilidad de origen judío en
Fernán Pérez (Tarifa y la política de Sancho IV, pág. 44), dice lo siguiente
Francisco Piferrer (Nobiliario de los reinos y señoríos de España, segunda
\'clición, Madrid, 1857, tomo I, pág. 16): "En el campo de Tarragona, prin­
cipado de Cataluña, inmediato a Villalonga, está un solar antiquísimo, pri­
vilegiado de hijosdalgo, llamado Mas de Maimón, de donde proceden los de
este linaje". Dice que las armas son: escudo cortado; el primero de oro
y un águila de sable con dos cabezas coronadas, y el segundo, de azul y
tres estrellas de oro con la bordura componada de oro y azul, partido de
nro y un león con una espada alta y una estrella en la frente.
286 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

de Mathe de Luna; por eso acaso se entendiesen mejor (1).


En 1286 encontramos a Fernán Pérez desempeñando un
cargo cortesano: el de despensero mayor del rey. También
de este oficio nos habla don Juan Manuel: <<El despensero
-dice-es un oficial que ha de facer mucho en casa del
señor, ca él ha de comprar et de recabdar todas las viandas
que son mester para casa del señor, et él las ha de partir,
et dar tambien las que se com=n en Palacio como las que le
dan por raciones>>, interviniendo directamente en todas las
cuentas, <<et tiene en su poder muchos dineros que le da el
señor para su despensa>>; además <<ha poder sobre todos los
oficiales para los castigar o les dar pena, según los yerros
en que hobieren caído>>. Así, el despensero, como el cama­
rero, si fuese honrado y adicto, <<non se puede excusar que
non haya-el señor-de fiar dél, et m=terle en muchas cosas
de su facienda, que son más que la despenseríai>; y a más
que la despensería llegaba Fernán Pérez al ganar la confianza
del rey. Sin duda el leal servidor había ,salido bien de la
prueba, pues aquel puesto, propicio a todos los m=dros clan­
destinos, era como piedra de toque para la honradez; por
algo don Juan Manuel, después de señalar las malas artes
con que podían engañar al señor mermándole los caudales,
conceptúa que <<el oficio de despensero es muy peligroso
para salvamiento del alma>> (2).
Pasados pocos años, la confianza puesta por el rey en
Fernán Pérez se había afirmado, y lo demuestra nombrán­
dolo <<chanceller de la Poridat», que, según el mismo don
Juan Manuel, era <<el más honrado oficio et de mayor pro>>,
porque <<el oficio de chanceller es que él debe tener los sellos
del señor et mandar fazer las cartas todas>>, y como <<non
puede seer carta sin seer seellada non puede el señor cosa
mandar fazer que el chanceller non lo sepa, et a su mano
et a su poder non haya de venin>, de modo que estos depo­
sitarios de todos los secretos conviene sean <<leales et de
buen entendimiento>>, pues de lo contrario, opina don Juan

(1) V éasc tomo I, cap. 111.


(2) Don Juan Manuel, Libro de los Estados, cap. XCVII, cd. cit. En
el ordenamiento a Sevilla, en agosto ele 1286, ya citado (Tenorio, 255),
aparece como despensero, y aun antes, en Cuentas ele febrero (V. t. J,
p. CLXIX).
'rARJ ~'A 287

Manuel que el señor <<porná en grant auentura toda su fa­


cienda>> (1).
Fernán Pérez, como Mathe de Luna, había servido al rey
Sabio, y luego en diversas ocasiones le hemos hallado des­
empeñando mandatos de Sancho IV, como en 1293, cuando
fué con delicada mensajería a Granada; pero su mayor acti-

( I) Don Juan Manuel, Libro de los Estados, cap. XCV, pág. 339,
cd. cit. Aunque don Juan Manuel no se refiere concretamente al rey, sino
a todo señor, en general, bien podemos aplicar aquí estos informes que nos
da sobre los cargos cortesanos. En las cuentas se dice que Fernán Pérez,
"chanceller de la poridat", cobraba mensualmente en la corte 240 marave­
dís (Cuentas, p. CXXVII, etc.). Además, tendría los derechos de "chan­
celleria de las cartas, de unas más, de otras menos, segund son más o
menos aprovechosas para aquellos que las lievan", como dice don Juan
.'l.fanuel. Este autor hace resaltar la situación privilegiada en que está un
chanceller, pues fingiendo que sirve al señor puede, si es ''cobdicioso o
malicioso et de mala intención", ocultar sus manejos, "porque, creed-afir­
ma-, que el señor mismo, nin quantos en su casa son, non tienen atan
aparejado de facer tan malas obras et tan cncobiertamentc, et dando a
entender que facen derecho como el chanceller". Aquí conviene apuntar la
.sospecha, poco favorable de un autor, respecto a Fernán Pérez. Rohde
(op. cit., pág. 58) dice que Jaime II contaba en la corte castellana con
pagados confidentes, como Fernán Pérez, a quien abonaba anualmente
rno onzas de oro; se apoya para hacer esta afirmación en una carta de
Jaime II (Arch. Corona de Aragón, reg. 261, f. 12), ordenando se entreguen
:i Fernán Pérez 50 onzas que se le adeudan de las rno que debía cobrar
anualmente. La carta no dice más: acaso Rohdc sospechó de esa pensión
anual a Fernán Pérez, precisamente porque en la brevísima orden de pago
no se hace la menor alusión al concepto por el cual recibe tal suma -el
chanceller de Sancho IV. Sin embargo, nos parece débil indicio para dic­
taminar que las 100 onzas se daban al chanceller por nefandos servicios de
espionaje y traición. En el curso de las relaciones entre Sancho IV y
Fernán Pérez, según los datos que conocemos, no existen fundamentos para
hacer tan grave acusación sobre el consejero del Rey Bravo; al contrario,
los documentos que tenemos a la vista y la actuación de Fernán Pérez en
los hechos en que interviene nos le muestran como un leal servidor del
monarca de Castilla. Mientras no se presenten más firmes argumentos en
contra, seguiremos considerando a Fernán Pérez "orne bueno abonado",
según lo llamó Sancho IV; además, como nada induce a pensar lo con­
trario, consideraremos la pensión aragonesa como remuneración por lícitos
servicios de Fernán Pérez al rey aragonés, sin que impliquen tales servicios
las delaciones y confidencias que deja entender el historiador Rohde en las
breves líneas en que consigna la mención de Fernán Pérez. Recuérdese
que, en 1291, firmaron el documento de concordia entre Jaime II y sus ricos­
hombres, como testigos, el obispo de Osma, el Justicia mayor de Sancho IV,
su despensero y Fernán Pérez con cinco aragoneses, entre ellos Roger de
Lauria. Así, Fernán Pérez podía prestar servicios a Don Jaime en relación
con el asunto de los vasallos díscolos (V. cap. XV, pág. 147).
288 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

vidad empezaba ahora, al comenzar el año 1294 (1).


Estos dos personajes tienen un carácter definido. A nin­
guno de los dos les hallamos buscando medros, perturbando
el orden ni ambicionando honores. Cuando llega el caso de
servir al rey, ahí están ellos, entregando su colabpración.
En Mathe de Luna vemos un temperamento más sereno
que en Fernán Pérez; él acaso no hubiese pronunciado aque­
lla altiva frase que Fernán Pérez lanzó en 1285 frente al
benimerín. Al contrario, si el ceder en un incidente secun­
dario le supone ventaja para un plan general, Mathe de
Luna no tendrá inconveniente en transigir. Algo de esto nos
dice cierta curiosa partida de las cuentas de Juan Mathe en
que consta el pago de unos cuantos maravedís a <<cusarios
muchos en tal que ouiesen corac:;ón de fazer bien». Así, en
vez de gastar sus reservas en repeler piraterías, se allana a
pedir pagada misericordia a los <<cusarios>>, eliminando con
esa aparente claudicación un entorpecimiento en la marcha
de sus proyectos más amplios (2).
Juan Mathe es el que calcula, medita, se asegura sin
adelantar un paso imprudente, precaviendo siempre todos
sus· actos. De este modo, su gestión en Andalucía lleva ga­
rantías de solidez.
Fernán Pérez, impulsivo, se deja llevar en muchos casos
por los arranques de su vivacidad, mas esta condición no
ha de estorbarle para activar el armamento de las galeras
en Aragón, donde encontrará tropiezos que vencer.
Los dos consejeros reales, cada cual en su puesto, sabrán
acometer con discreción el empeño que les confiara· San­
cho IV.
Ese mes de febrero se presenta al rey en Valladolid un
1nensajero que venía sin duda con especial misión diplomá­
tica; era <<don Guillén, mensagero del rey de Maiorgas>>, a
quien <<mandó dar el rey por espensa XC maravedís>>. El
desposeído monarca de Mallorca, cuyas aspiraciones se deba­
tieran hacía un año en Pontoise, ante delegados franceses
y castellanos, querría interesar ahora de nuevo a Sancho
el Bravo en los pleitos que sostenía con Aragón. Don
(1) En el Archi'l!o Hispalense (t. III, pág. 276) se habla de los servi-
cios prestados a Alfonso X.
(2) Cuentas de los derechos de la Frontera, núm. 583, p. CCCXCVI.
'TARIFA 289

Guillén transmitía una voz que clamaba justicia (1).


También llega entonces a Valladolid otro emisario de
otro contendiente; las cuentas reales de febrero dicen lo que
<<costó pellote et caperote et saya a un judio de los fijos del
rey Carlos>>. Quizás este judío de los ex cautivos de San
Esteban de Gormaz trajese mensaje del rey Carlos de acuer­
do con Jaime para disimular ante Sancho de Castilla su cre­
ciente amistad, iniciada en Logroño y proseguida en la Jun­
quera (2).
Pero estas dos visitas no pasan de ser incidentes sin
gran importancia para el rey castellano, comprometido a la
sazón con el problema guerrero de Andalucía.
Mientras Sancho IV hacía una pequeña excursión de una
semana por Tordesillas, Sieteiglesias, Fresno Viejo, Medina
del Campo, Olmedo, Aldea Mayor y Tudela de Duero, para
regresar a Valladolid el sábado 27 de febrero, Fernán Pérez
realizaba muy eficaz gestión en la Corte de Jaime II (3).

(1) La noticia de esta comunicación del rey de Mallorca con el caste-


ilano en esa época nos la da únicamente el dato de las cuentas "dineros de
fuera de febrero", 1294 (p. CXXX), y aunque no se declara el fin de la co­
misión de don Guillén, es fácil suponerlo dada la situación internacional del
soberano de Mallorca entonces (véase Lecoy de la Marche, op. cit., I, 342).
La actuación del obispo de Astorga y el otro representante castellano en
Pontoise, respecto a Mallorca, estuvo influída, naturalmente, por el punto
de vista aragonés; no en balde Jaime II y Sancho IV habían firmado alian­
zas. No sabemos qué actitud adoptaría ahora Sancho ante el requerimiento
traído por don Guillén, cambiadas tanto en el curso de un año sus relaciones
íntimas con Jaime de Aragón. Rohde (op. cit.) trata también la cuestión
de Mallorca; pero como Sancho IV apenas interviene de soslayo en este
asunto, nos limitamos a consignar lo que atañe a Castilla, sin plantear
aquí innecesariamente ese complicado pleito.
(2) Cuentas, p. CXXX. En las cuentas de Navarra, en fechas que· dice
ser 1293, se inscribe el gasto hecho por diez jinetes que se pagaron a la
comitiva del rey de Sicilia en seis días, desde Salvatierra hasta Roncesvalles,
y lo mismo a otros caballeros que acompañan al rey de Mallorca desde
r.arriz a Roncesvalles (Bibl. Nat. París. Nouvelles Acquisition Latine, nú­
mero 81, f. 38). Esto hace pensar en una posible reunión de esos personajes
en Roncesvalles antes o después de Logroño.
(3) Cuentas, p. CXXIX. A esta excursión no llevó el rey comitiva,
pues las cuentas dicen que "la companna ficó en Valladolid"; acaso sea
ésta una de las habituales partidas de caza del rey. Sabemos que doña
María también se quedó en aquella ciudad, pues se pagaron 3 maravedises
''a un mensagero que embió el rey de Frexno-viejo a Valladolid a la
Reyna". El mes de febrero en Valladolid se despachan las siguientes cartas
reales; el 11, a la catedral de Toledo (núm. 516); el 15, a los ermitaños de
San Agustín, de Burgos (núm. 517), citado en E. S., XXVII, 246; el 22,
19
2110 HISTORIA DE SA:-.CHO IV DE CASTILLA

El rey aragonés, a pesar de sus palabras de amistad, no


había estado, sin embargo, muy complaciente en conCEsio­
nes efectivas, como prorrogar el auxilio de las naves reque­
ridas por Sancho. Fernán Pérez ha de entablar, por tanto,
nuevos tratos para obtener esas galeras en otras condiciones;
lo esencial en aquellos momentos de apremio es, ante todo,
que no se demore el envío de la escuadra, aunque cueste el
armamento. A esto don Sancho no ponía traba ninguna;
Jaime, en su carta del 4 de enero, había planteado abierta­
mente la cuestión económica, y prueba de que Sancho aten­
dió esa exigencia del dinero previo es la carta del propio
Jaime II a Ponce de Libiano y Guillermo Escribá, de Va­
lencia, fechada el 20 de febrero, notificándoles la llegada de
<<dilectus noster Ferrandus Petri, consiliarius illustris Regis
Castelle, Karissimi soceri nostri», trayendo <<Peccunie quanti:­
tatem... pro armandis X galeis in civitate Valencie>> para po­
ner <<ad servicium dicti Regis Castelle contra perfidos sarra­
cenos>>. Por cierto, les encarece que en el cambio de moneda
de Castilla procuren el <<mayori precio quo poteritis et prout
melius ad utilitatis dicti Regís Castelle>> (1).
La imposición del pago de los navíos cambiaba para
Sancho la fase de la alianza castellanoaragonesa, pues tanto
le daba al castellano fletar barcos en Génova como en Ara­
gón; sin embargo, para no complicar las cosas y ganar tiem­
po, sigue los trámites con el aragonés. Precisamente sabemos
que entonces Rodrigo Yáñez de Zamora <<emprestó al rey
una quantia de maravedís para embiar a Ferrán Pérez,
chanceller del sello de la poridat, para las galeas que auia
de fazer armar en Aragón ... >> (2).
El <<chanceller de la poridat», inmediatamente que llegó

al arzobispo de Toledo (núm. 520, citado por Azaña, Hist. Alcalá, 164). En
febrero, en Valladolid, presentaron cuentas de un servicio seteno Alfonso
Díaz de Alva, y de la sisa, en los Obispados ,de Zamora, León y Astor~,
Juan Alfonso de Zamora (Cuentas, p. XXXI ·y LXII).
( I) Tarifa y la política de Sancho IV, doc. núm. 7. La Crónica (pá-
gina 88) dice que Sancho "envió a Ferrand Pérez Maimón, su privado, al
reino de Aragón a armar once galeas", situando tal noticia, según se de­
duce, unos meses posterior; pero el documento citado de Jaime nos demues.tra
que Fernán Pérez está ya en Aragón el mes de febrero de 1294.
(2) Núm. 544. Rodrigo Yáñez de Zamora era entonces "camarero ma­
yor del Infante don Ferrando", el heredero (núm. 545). También cuando la
toma de Tarifa, Yáñez intervino mucho en cuestiones económicas.
'fARIFA 201

a Barcelona, dió impulso al asunto. Del 20 al 23 de febrero,


desde Barcelona, Jaime II escribía diversas cartas, sin duda
a instancias del activo agente castellano: el día 20, al bailío
de Tortosa, para que mande a Valencia <<0mnes carpentarios
et calafatos>>, a trabajar en las galeras que se arman para
el rey de Castilla, pues desea enviarlas pronto; a <<Universis
officialibus>>, ordenando se haga público que perdona a cuan­
tos voluntarios se enrolen en aquella armada, aunque sean
traidores, monederos falsos o salteadores de caminos; a va­
rios ciudadanos de Valencia, para que cooperen en el arma­
mento de la flota con sus consejos, solicitud que extiende a
todos aquellos «in arte mares instructis>> (1).
También se dirige a las autoridades de Valencia y Tor­
tosa diciéndoles que, como prepara naves para el rey de
Castilla contra los enemigos de la fe, prohiban terminante­
mente que se manden a los moros armas o vituallas, y a Gui­
llermo Escribá le ordena además que capture toda embarca­
ción musulmana que lleve armas u objetos prohibidos (2).
El 21 de febrero, Jaime nombra a Guillermo Escribá
capitán de las quince naves que se arman en los puertos de
Barcelona y Valencia, recomendándole que <<in partibus
Ispanie>> y lugares a donde fuera <<cum predictis galeis>>, en
su servicio y del rey de Castilla <<contra dictos perfidos>> sa­
rracenos, se porte <<cum dictis galeis viriliter et potenter» (3).
Sin embargo, a pesar de todas estas disposiciones, que
parecían una rectificación de la anterior actitud reservada
de Jaime II respecto al castellano, en el fondo seguía el
aragonés tan retraído como antes, pues el 20 de febrero
mandaba a Labiano una carta con la rotunda prohibición
de armar para Castilla en Valencia y otros lugares de ese
reino más de las diez galeras convenidas, medida· que logra
modificar el chanceller de Sancho IV, obteniendo de don
Jaime que tres días después escriba a Libiano permitiéndole
el armamento de otras naves en cuanto Fernán Pérez haya
pagado las diez contratadas (4).

(1) Estos interesantes documentos se. publican en Tarifa y la polítiw


de Sancho IV.
(2) Tarifa, &, cloc. núm. 12.
(3) Ibídem, cloc. núm. 14.
(4) Ibídem, clocs. núms. 8 y 18.
292 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Concluida la misión cerca de Jaime II, el consejero cas­


tellano se propone ir a Valencia para acelerar la marcha
de la flota, y el 23 de febrero don Jaime le expide amplio
salvoconducto para transitar por su reino con Alemán de
Gudal, mayordomo de doña Isabel, reina de Aragón; además
lleva credenciales para Libiano y Guillermo Escribá (1).
Pero Fernán Pérez, aunque primordialmente encargado
del asunto naval, no tenía limitado el campo de su emba­
jada, tratando con el monarca de Aragón otras materias
interesantes. El 23 de febrero, Jaime II escribe a Sancho
el Bravo, diciéndole que, como <<Fernán Pérez consellero
uestro, et canxelero del siello uestro de la puridát dixo a
nos algunas palauras, las quales uos le auiades comendado
que nos dixiesse de parte uestra>>, y además <<sobre aquello
mismo recebiemos uestra carta que nos embiastes con Ramón
Despuig... >>, <<nos sobre este feyto et sobre algunos otros nos
quisiessemos ueer con la reyna dona Maria uestra muger et
madre nuestra>>, en el tiempo y lugar que Fernán Pérez <<Uos
embia dezir por su carta>>, siempre que <<por la partiern;a de la
dicha Reyna non se podía acae<;er auos algun periglo et danyo
assi de la uestra persona como por sus faziendas>> (2).
Quebradizas empezaban a ser las relaciones cuando Jaime
pretendía liquidar este y otros hechos directamente con la
reina; indudablemente se trataba de las suspicacias surgidas
después de la entrevista de J unquerá entre Jaime y Carlos
de Salerno, que Ramón Despuig no sabría explicar satisfacto­
riamente en la embajada que con tal objeto llevó a Castilla
a fines del año pasado; la sombra que se interpuso entre
Sancho y Jaime en Logroño se hacía más densa. De todos
modos, las apariencias no acusaban sensible escisión; Sancho,
mediante pago escrupuloso, tendría las galeras, que en tales
condiciones Jaime no podía negarle, so pena de ostensible
ruptura; pero virtualmente la alianza estaba quebrantada,
aunque ambos procuraban mantener el equilibrio de tan
equívoca situación.
Parece además que a Sancho no sólo le inquietaba el
secreto de Junquera, sino también cierta cordialidad que
(1) Ibídem, clacs. núms. 16 y 17.
i_2) Núm. 522. El mismo día escribe también sobre lo mismo a la
reina María. Núm. 523.
TARIFA 293

adivinaba a través de la comunicación sostenida entre Ara­


gón y Granada con el pretexto de la mediación de Jaime
en pro del acercamiento castellanogranadino, empresa que
Sancho no podía reprochar, aunque en el fondo no fuese
tan ingenuo de creerla eficaz después del viaje del nazarí
a Marruecos.
Lo evidente era que, después de Logroño, Jaime II
había cambiado la orientación de su política y, tanto con
los franceses como con los musulmanes, mantenía relaciones
que le convenía ocultar a Castilla,. hábilmente disfrazadas;
de este modo los mensajeros aragoneses, sin infundir sospe­
chas, iban a Granada, tramitando negociaciones muy distin­
tas de las que oficialmente aparecían (1).
A principios de 1294, acaso coincidiendo con la estancia
de Fernán Pérez en Barcelona, y tal vez por esto mismo,
Jaime II escribe a Mohamed una extensa carta en que, si
bien le hace algunas reconvenciones, trata al mismo tiempo
de disculpar al rey don Sancho de algunos cargos que, por
lo visto, el granadino hacía recaer sobre el castellano, como
astuto procedimiento para justificar su unión con Aben­
jacob (2).
En la carta, el aragonés alude a lo que su alfaquí don Sa­
muel-al regresar esos días de la mandaderia a Granada­
le refirió sobre las quejas de Abenalahmar con Sancho,
fundadas en incumplimiento de éste después de la embajada
de Fernán Pérez a Granada en 1293, alegando Jaime en de­
fensa de su suegro que <<todo esto fué por yerra de J ohan
Garcez, por que non legó a vos segunt el mandamiento de
su senyor, et por esta ra<;on quiso lo matar el rey de Cas­
tiella ... >>, como ya sabemos. Luego, Jaime hace presente a
Mohammed que, según <<fizo nos entender el rey de Castiella
nuestro padre>>, durante la tregua acordada con Fernán Pérez
en 1293, había estragado las tierras cristianas, y pactaba en
Africa con Abenjacob, lamentándose de que antes de hacer
todo esto no hubiese buscado el granadino los medios de
concordia, pues asegura Jaime que aquello le <<pesó de cora­
<;on», pues <<la honra e el profeyto de nuestro padre el rey
(I) Más adelante hallaremos confirmación <le esto.
(2) Esta carta la publica Giménez Soler, op. cit., .H; no tiene iceha,
pero nos inclinamos a sitnarla en los primeros meses de 1294.
21l4 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

de Castiella, tenemos por nuestro danyo e la deshonra exo


mismo>> (1).
En tan efusiva adhesión a su suegro se vislumbra la insin­
ceridad política; esta carta se escribía en esos términos para
que la viera Fernán Pérez, quien probablemente había recal­
cado los agravios de Sancho con el granadino, pues él, que
estuvo en Granada el año 1293 con el mensaje castellano,
sabía mejor que nadie la marcha de los sucesos. Don Jaime
termina su carta al nazarí en tonos afectuosos, diciéndole
que <<nos quisiésemos seer meaneros e parladores de todo
bien entre nuestro padre el rey de Castiella e vos... por
guisa que todo se adobe e finque en buen estado ... >>. Ya se
vería la falacia de estas vanas palabras.
Ante las cartas del aragonés, Sancho adopta una actitud
indiferente; admite la mediación con el nazarí y en principio
parece que acepta la propuesta de entrevista con la reina
María.
:.\1ientras Fernán Pérez continúa en los dominios de don
Jaime atento al envío de la escuadra a Sevilla, Sancho IV
desde Valladolid, proveyendo a otra gran necesidad-la base
fundamental económica-, distribuye mensajes y emisarios
por los reinos, solicitando de la Iglesia su contribución pecu­
niaria para la empresa guerrera; reciente el tributo de los
tres servicios rendidos por el pueblo para la conquista de
Tarifa, el monarca prefiere ahora acudir al clero, exponien­
do su demanda en cartas muy expresivas, que hablan de la
importancia y elevación de la campaña proyectada (2).
<<Bien sabedes-empieza don Sancho por recordar-cómo
este otro anno que pasó, fuemos a la Frontera por mucha
grand guerra et por mucho danno que el rey Abenyacob
fazía en la nuestra tierra et cómo <;ercamos la villa de Tarifa
et la tomamos>>, y cómo <<el rey Abenyacob et el rey de Gra­
nada et todos los moros de allen mar se sintieron mucho
desta conquista que nos fíziemos, por que aquel era el meior

(l; Giménez Soler, op. cit., 33. Ese mes de fchrero, el día 23. escrii>,:
1airne 11 a su tío D. Pedro Fernández acerca de las tenencias de los cas­
·1illos de Morella y Biar, que eran rehenes en los tratados entre Aragón y
Castilla (núm. 521).
/2,, La primera quincena de marzo la pasa el rey en Valladolid, según
Y<::mos en las Cuentas (p. CXXXT).
T.\RIFA 295

paso que ellos tenian et más seguro para pasar a la nuestra


tierra et para tornar a la suia>>. Luego alude a su resistencia
ante el ofrecimiento de <<grand auer et castiellos, en tal que
les diesemos Tarifa>>, pues <<non quisiese Dios>>-dice termi­
nantemente-que <<lo que nos ganamos por su seruicio et
grant nuestra honra... que lo nos ouie~emos a tornar a poder
de los enemigos de la fee por ninguna cosa que nos por ello
diesen>>, y era verdad; bien sabemos de esta negativa cuando
a fin:.s de 1292 estuvieron en Córdoba parlamentando con
él los ocho moros mensajeros del rey de Granada (1).
Después de rememorar los hechos mediatos, señala el
rey los más cercanos, e informa cómo los moros, al ver que
nada conseguían por ninguna <<pleytesia>> que le hiciesen,
tuvieron <<su fabla por sos mensaieros (embajada del arráez
malagueño en la primavera de 1293) et pasó el rey de
Granada allend mar (el otoño de 1293) et uiose con el rey
Abeyacob et con los otros que y eran, et fizieron su aue­
nen9ia, en tal guisa, que el rey de Granada dió al rey Abe­
yacob la villa de Algeziras, et Ronda con sus castiellos por
tal que pasasen aquende a ayudarle et ambos fazer la maior
armada que pueden por la mar et punnan en pasar los más
que pueden para fazer guerra por mar et por tierra, la más
fuerte et la más cruda que ellos pudieren>>. Alarmante es la
perspectiva, por cuya gravedad el rey declara en sus cartas
que «nos catando todo esto, guisamos nos de nos ir para la
Frontera con la mayor gente que pudiésemos de ricos ornes
et de caualleros et de Concejos et avernos enbiado a Ferrán
Pérez nuestro chanceller del sello de la poridat a Aragón
para armar allá veinte cinco galeas, et nos mandamos armar
otras veinte en Sevilla>>, aludiendo con estas últimas pala­
bras a la gestión encomendada a Mathe de Luna (2).
A estas noticias sobre sus planes añade Sancho IV sus
esperanzas: cree, fiando en Dios, <<que nos et la nuestra gente

( 1) Frases de las cartas dirigidas, entre otros, al abad de Valparaísa


y al obispo de Badajoz, con fechas 2 y 3 de marzo (núm. 525, y Tarifa, &.,
pág-. 109).
(2) Documentos citados. Respecto a la cesión de Ronda y Algeciras
por el granadino al marroquí, que la Crónica y otros autores dicen, equi­
vocadamente, que fué donación del marroquí al granadino, queda argumen­
tado el esclarecimiento en Tarifa, &., p. 41.
296 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

por tierra, et la armada que fazemos por la mar, que en


guisa nos pararemos a este fecho, que Dios será de nos
seruido et que será grand onrra et grand pro de nos et de
toda la Cristiandat, et sennaladamientre, de toda la nuestra
tierra>>. A continuación el rey expresa así la finalidad de sus
epístolas: <<et por que .,para complir todas aquestas cosas et
otras muchas que auemos de fazer que son a seruicío de Dios
et a bon paramiento de nuestros regnos, auemos mester grand
auen>, <<el cual-recalca-non podemos escusar, como quier
que nos sea muy grieue>>, y, por tanto, les ruega y les pide,
a prelados y eclesiásticos, <<que nos ayudedes con algun
auer de que nos acorramos para esto que auemos a cumplir...>>;
y, al determinar la cantidad de maravedís exigidos a cada
uno, según categoría y posibilidades, indica que se los en­
víen pronto, <<en guisa que los ayamos luego, este mes de
man;o, et tener uos lo emos en sen;ricio sennaladrn>. El rey
termina diciendo cortésmente, políticamente: <<et gradecer
uos lo emos mucho, et por esto sennaladamientre faremos
mucho bien et mucha merced a uos et a uestra Eglesia>>, o
monasterio (1).
El rey de Castilla, con el brío de sus mejores tiempos,
como si aun disfrutara la fortaleza física con que resistió la
conquista de Tarifa, no se contenta con mandar sus hombres
de confianza, y pretende ir él también a la guerra; <<guisamos
de nos ir para la Frontera>>, dice en sus cartas a prelados y
abades. Estas interesantísimas comunicaciones nos trans­
miten toda la emoción del momento vivido por Sancho esos
días de inquietud.
Sancho IV da estas cartas en Valladolid, centro en esos
momentos de gran actividad. En la Corte se advierte singu­
lar movimiento: mensajeros van y vienen de diversos luga­
res; de Andalucía se esperan con zozobra las últimas noti­
cias; con interés, las de Aragón; los escribanos redactan los
mensajes ordenados por el rey para repartir en todos sus
estados, y los mandaderos que han de llevarlos se disponen
a partir. A fines de febrero y primeros de marzo de 1294
se despachan las peticiones económicas formuladas por el

(1) Documentos citados. Véase Col. Dipl., núm. 525 y siguientes.


TARIFA 2~17

monarca al clero castellano. También se incluyen las Orde­


nes militares.
Sancho IV escoge sus mensajeros: Alfonso Godínez, el
influyente privado pórtugalés, <<nuestro omne-como le llama
el rey-chanceller del Infante don Femando>>, va a Badajoz,
Coria, Ciudad Rodrigo, Salamanca, Zamora, Plasencia, luga­
res donde tiene especial ascendiente, y también a Avila (1).
Las reales cartas para Sevilla, Córdoba y Jaén <<leuólas
Martín Annes, vasallo del rey, et sobrino de Ferrán Mar­
tinez, despensero maior de la reyna donna Maria>>; y Alfonso
Pérez de la Cámara va a Galicia, con los documentos en que
se fijan las contribuciones estipuladas para las iglesias de
Santiago, Orense, Lugo, Mondoñedo y sus más importantes
monasterios. A Tuy, con sus conventos, se encamina Femán
Fernández, clérigo del rey, canónigo de Tuy. Maestre Gon­
zalo, abad de Arvas, capellán del rey, personaje de posición
en la Corte, es el escogido para ir a Toledo, León, Oviedo,
Cuenca, Burgos, Palencia, Calahorra, Sigüenza, Segovia, sus
principales conventos, y abadías más ricas, como Sahagún,
Valladolid, Oña, Santillana y Santander, entre otras mu­
chas (2).
A todos les habla el rey de la precisión que tiene de
<<muy grand auer para la armada que fazemos por mar, et
para esta ida que nos agora guisamos de ir a la Frontera...>>
contra Abenjacob, el granadino y <<los otros moros que pa­
san aquende mar para facer guerra en la nuestra tierra>>;
a algunos les puntualiza que necesita una <<contia sennalada
para mantenimiento de la flota que tenemos en la mar a
seruicio de Dios et paramiento de la nuestra tierra, et que­
brantamiento de los enemigos de la fe>>, dando siempre la
nota de cruzada, para pesar en el ánimo de los eclesiásticos,
y a otros, más brevemente, les justifica la- petición <<por los
grandes fechos que nos auemos a complir por la mar et por
la tierra, en fecho de la guerra con los moros>>, o <<para ayuda
del fecho de la flota que nos armamos a seruicio de Dios et

(l) Tarifa, &., cloc. núm. 19.


(2) Tarifa, &., doc. núm. 19, y en la Col. Dipl., los números 52:;.
526, 527, 528, 529, 532, 533, 534, 535, 536, 537, 538, 539, 540, 542, 544, 545,
546, 548, 562, 570, 571, 577 y 578, se refieren a estos asuntos de la recau-
dación para la campaña. -
298 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

nuestro, et a pro et a onrra de la Cristiandat» (1).


También dirige Sancho otras cartas a las autoridades
civiles, para que apoyen a cada uno de sus comisionados,
<<et si m~ster fuere-les dice-que vayades con él et. quel
ayudedes ... >> en el cumplimiento de su cometido; en otras
cartas, además, ·consigna el procedimiento coercitivo para
obligar a aquellos que quisieran evadirse de entregar los
maravedís con subterfugios que la experiencia del rey conoce
y presiente (2).
Como el tiempo no da plazos amplios, y sin los caudales
nada puede adelantarse, Sancho IV dirige ·otras cartas con­
minatorias para apresurar los pagos; en la dirigida al obispo
de León, a 20 de marzo, hace notar que como <<el auer a
mester de seer luego cogido para tan gran fecho como este,
et lo auemos a enbiar-sin duda a Andalucía-con Rodrigo
Eanez de ~amora, camarero mayor del Infante don Fe­
rrando>>, ordena <<que del dia que esta carta fuese mostrada
a VIII dias, aya él auido de uos todos los maravedis>>, bajo
fuertes sanciones ejecutivas (3).
Por las mismas fechas en que se expiden estas cartas, el
rey hace una correría de nueve días por Aldeamayor, Izcar,
Cuéllar, Fuentidueña, Peñafiel, el monasterio de Valbuena
y Villaáñez, permitiéndose la expansión de cazar, tal vez
como descanso prescrito por los físicos para su quebrantada
naturaleza; para esta cacería <<envió el rey a Domingo Fer­
nández, falconero, por los falcones del obispo de Calahorra>>,
abonándosele 30 maravedís <<para despensa>>. También se
pagaron en estos días 100 maravedís a María Viñas, pana­
dera, <<por pan blanco que dió, et pinnonadas, a la reyna,
mi~ntre el rey fué de ca<;a>>. El miércoles 24 de marzo estaba
don Sancho de vuelta en Valladolid (4).

(1J Documentos citados en la nota anterior. La comunicación es en-


tonces continua con Andalucía; en cuentas de marzo (p. LIII) vemos que
se pagan 400 mrs. "a don Arias Diaz por una mula que! tomó Gon­
zalo Fernández de la Cámara, para levar cosas que! avíe menester de levar
a Sevilla".
(2) Núms. 540, 545.
(3) Núm. 545.
/4) Cuentas, p. CXXXI, CXXXTT. Los día:; 15, 16, 17 y 18 que pasa
el rey entre Aldeamayor, Iscar y Cuéllar, la "companna" está en Valladolid,
y cuando Sancho va del 19 al 23, inclusive, a Fuentiducña, Peñafiel, Val-
'rARU,',\ 299

En este tiempo llegan a la corte castellana los franceses


Guillermo de Grancey y maestre Gerardo, arcediano de Bra­
bante, embajadores de Felipe el Hermoso, que traían plenos
poderes para pactar matrimonio entre el infante don Fer­
nando, heredero de Castilla-a pesar de su compromiso: con
la infanta portuguesa-, y doña Blanca, hija del rey francés;
y entre Luis, primogénito de Felipe IV, con la casi recién
nacida princesa doña Beatriz, <<cesse demoiselle nonueumont
nee>>. Grancey y el arcediano estaban ncmbrados desde enero
para esta embajada en sustitución de maestre Juan, arce­
diano dé Brujas, experimentado ya en negociaciones con
Castilla, que había muerto al ponerse en camino (1)•
.Sancho IV ve complacido estos proyectos matrimoniales,
y sostiene varias conferencias con los mensajeros franceses,
en que éstos le exponen las proposiciones de su rey, según
las instrucciones recibidas. Además de <<les mariages>>, traen
misión de <<renoueler les aliances>> y procurar <<que le Roi de
Castelle soit tenuz a faire aide>> al de Francia contra los
rebeldes de Bayona, Gascm1a y Aquitania, con mil hombres

buena y Villa-añez, "la companna" se traslada a Cigales; donde el día 20


se expiden dos cartas (núms. 544-545). Fuera de los despachos referentes a
la campaña se libraron el mes de marzo, en Valladolid, otras cartas reales:
<'l 4, a las Huelgas de Burgos (Rodríguez Lópcz, op; cit., 490); el 7, al
l\Ionasterio de la Vid (núm. 5:F), el 8, al de Palazuelos (núm. 532); el IO,
a Córdoba (Arch. M. Córdoba); el 15, confirmación a Madrid (Col. Docu-
1ncntos, Madrid, 1871, pág. 82, y Timoteo Domingo Palacios, op. cit., I, 157);
el 16, al Monasterio de Aguilar de Campoó (núm. 541); el 18, a la Orden
ele San Juan (T. Gonzálcz, op. cit., V, 47); el 19, a la catedral de León
(Arch. de la misma); el 20, a Maestre Jufre de Loaysa (núm. 543); del 20,
fechada en Cigales, es una real carta a Córdoba (Arch. M. Córdoba). Por
entonces debió llegar a Castilla una carta de Jaime II a Sancho IV, escrita
<>n Barcelona el 6 ele marzo, acerca de las personas que debían guardar los
castillos de rehenes "en fielclat"--Játiba, Morella, Biar-, como se trató
"quando fomos a Logroyno et faulamos amos a dos" en esta razón (nú-
mero 530). ·
( 1) Daumet, op. cit., pág. II 5, y núm. 509: este documento, que en
la Col. Dipl. le asignamos una fecha hacia fines de 1293, en realidad es
posterior al 30 de enero de 1294, fecha en que Felipe nombra embajadores a
Grancey y al arcediano (Doc. pub!. por Daumet, pág. 207). Daumet (pá­
gina n5) dice que las propuestas matrimoniales partieron de Sancho, y,
en efecto, éste "memorial as messagiers que iront en Espagne" empieza di­
ciendo: "Premieremcnt il cliront que come le Roí de Castelle ait autre
fois parlé et fur ce enuoie ses messages de mariage fer entre ses effans et
les effans nostre seigneur le roi" éste, Felipe, aceptó "uolontiers les paroles"
y manda sus mensajeros "pour tractcr et porsuiure ces besoignes". No
300 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

de armas a caballo, por tres meses del año, a sus expen­


sas, o en lugar <<d'un homme a cheual, V de pie, se él plest
mieux>>, recordando para esta exigencia <<la composición faite
a Baionne>>: además aspiraba nada menos que a «certain
nombre de Galres>>, precisamente en aquellas circunstancias.
en que el armamento de Galeras le estaba costando a San-·
cho verdaderos sacrificios (1).
Luego, el astuto Felipe, cercando a Sancho, desliza en.
las instrucciones, como una concesión, que si <<a ces aides.
ne se uouloir acorder>> el castellano, le requieran aquella.
ayuda <<que il est tenuz a faire centre James d'Arragon
chacun an, que i1 plera a nostre seigneur le Roi, soit chan­
gee>>. También a Sancho le placería el cambio; bien sabía el
francés la carta que jugaba al mencionar ese compromiso,
de su pariente contra Aragón. El lazo estaba tendido con
maestría, pues Sancho, a trueque de librarse de su obliga­
ción contra don Jaime, no se atrevería a negarle el apoyo
para combatir a los gascones.
En la lista de peticiones figuran, además, la obtención
de permiso para llevar de Castilla <<cheuaus d'armes, le plus
grant nombre que il pourront empetrer», lo mismo que vi­
tuallas y otras cosas sin aumento de precio; y que si al rey
de Francia le <<plaist... faire uenir ou aler galres ou autres
nauies de la mer de Medi ... >>, sean éstas recibidas en los
puertos castellanos, y <da gent des galres>> puedan comprar
cuanto necesiten a precios ordinarios.

sabemos quiénes serían los enviados de Sancho a que alude este documento;
quizás tenga relación con esto la siguiente partida de las cuentas de Na­
varra del año 1293; dice: "Cuidam nuncio misso ad domino regem, de
mandato gubernatoris ad inducendum Jacobum Petri et Petrum Ferrandi
nuncios rege Castelle..." (Nouv. Acq. lat. núm. 81, Bibl. Nat. París). En
las cuenta·s castellanas de· febrero de 1294 (p. CXXX) se inscribe el gasto
"por espensa de Arnali francés que vino con los palafrés de Palencia a
\7 alladolid"; acaso Arnalt no sea extraño a estas embajadas.
(1) Ya vimos cómo desde tiempo atrás existía la petición de permiso
para llevar caballos de Castilla; el "chambrier" Rugo ele Bouville había
sacado "X caballos fuera del regno" (cap. XV, pág. 154, nota 3). También
le importaba mucho a Felipe la autorización para que se acogieran en
puertos de Castilla las galeras que hiciera llevar del mar de Midi, pues
precisamente una de sus medidas en la campaña contra Inglaterra el año 129..¡
fué hacer "venir de la Mediterraneé des vaisseaux, des equipages et des
charpentiers de marine", como dice Langlois (Historie de Francc-dírigida
por Lavisse-, París, 1901, III, 297).
'l'ARIF.\ 301

Felipe, previendo el caso de que Sancho pretenda a su


vez el apoyo francés, lo condiciona a su guerra con el rey
de Inglaterra; pero añade que si «les requeroit contre Portu­
gales et autres lieus prochains, i1 li en pourront donner
esperance ... >> (1).
Después se tratan las condiciones matrimoniales con la
infanta Beatriz, cuyas arras no han de pasar de 6.000 libras
tornesas; pero, en cambio, los mensajeros deben pedir <<que
le roi de Castelle dont auecques sa fille en mariage>> nada
menos que Logroño, San Sebastián, Fuenterrabía, Vitoria
<<et les autres choses que fuerent jadis du Roiaume de Na­
uarre>>, con otras obligaciones; y si no pudiesen <<toutes ces
chouses auoir ... >>, recomienda Felipe a sus enviados que
<<requirent a auoir les plus profitables, si comme Sant Sebas­
tián, Font Arabie et autres choses ... >>, y una vez acordado
todo, que <<le roi de Castille meste en la main» del francés <<les
choses dessus <lites, espetiaument» San Sebastián y Fuente­
rrabía. Pero, si no pudiesen conseguir tales propósitos, <<Íl
ne fermeront pas les mariages senz faire relation a nostre
seigneur le roi>> (2).
Respecto a la dote de Blanca, dice este <<memorial>> en­
tregado por Felipe <<as messagiers que iront an Espagne>>,
que «les Rois de France ont acoutumme a donner en mariage
auecques leur filles, X mil liures de Tournes, et se le roi de
Castelle demandoit autre chose>>, que aplacen la respuesta
hasta consultarlo con su señor (3).
El rey de Castilla ha de meditar estas desproporcionadas
propuestas; a él se le exigen dominios territoriales para su
hija Beatriz, desmembrando el reino en provecho de Fran­
cia, y, en compensación, la princesa Blanca sólo traerá por
dote a Castilla 10.000 libras tornesas. Los términos del tra­
tado no podían ser más desiguales.
Tomando la mejor vía, las negociaciones se orientan en
un sentido de concordia, y el miércoles 7 de abril, en la ciu­
dad de Valladolid, queda redactado un documento donde
constan los puntos convenidos y aquéllos que por discon-
(1) Véase cap. XVlIT, allí se explica esta extraña condición respec-
to a Portugal.
(2) Núm. 509.
(3) Núm. 509.
302 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

formidad de Sancho, o falta de atribuciones en los embaja­


dores. franceses, se dejan en suspenso hasta ser nuevamente
tratados <<per nuncios sed procuratores domini nostri regis
Castelle, cum domino nostro rege Francie vel suis procura­
toribus in Francia...>>. Sancho IV no tardaría en mandar
esa prometida embajada a Francia (1).
De este acuerdo del 7 de abril en Valladolid sólo resulta
aceptado en absoluto un punto: el matrimonio de Fernando
y Blanca, quien tendrá de Sancho la renta anual de 24.000
maravedís y, como dote de su padre, 10.000 libras tornesas,
suma que, como el castellano reputa exigua, Grancey y el
arcediano dejan entender podrá aumentarse (2).
Sancho IV se compromete al auxilio militar de mil jine­
tes en Gascuña por tres meses anuales durante diez años,
en la forma convenida en Bayona contra Aragón; pero se
excusa de mantenerlos a sus expensas, pues en Gascuña,
<<terre sterilitas>> de <<magna caristia>>, le cuesta a él más
sostener mil hombres que al francés cinco mil en Aragón
o Portugal. Además, en estos momentos tiene la guerra con
los infieles. <<Infinitos mauros>>, objeta Sancho, <<Íntraverunt
regnum suum... deva~tantE S>>, y ha de resistir <<per terram
et per mare>> a toda aquella <<multitudinem sarracenorum
affricanorum>>. Este subsidio queda, pues, pendiente para
resolver cuando el castellano mande sus embajadores a
Francia, lo mismo que la prohibición para mercaderes y
navegantes portugueses de negociar en Francia, según pre­
tendía el rey Bravo (3).
En cuanto al apoyo francés contra los eventuales enemi­
gos del castellano, tales acaso como el monarca lusitano, se
fija que sea igual al que preste Sancho contra los ingleses.
<<De equis autem et mulis>>, caballos y mulas pedidos por
Felipe, se estipula que puedan salir de Castilla los conveni­
dos en la composición de Bayona contra Aragón. Por otra
parte, como don Sancho ha de ayudar al francés en la lucha
con los ingleses, se le releva del auxilio contra Aragón con­
tenido en la composición de Bayona (4).
(1) Este documento del 7 de abril de 1294 lo publica Daumet, op. cit.,
pág. 207.
(2) Daumet, p. I 16.
3) Doc. cit. del 7 de abril de 1294.
4) Ibídem.
TARIFA 303

A la solicitud de navíos castellanos mantenidos por el


rey de Francia, no se niega el de Castilla, siempre que él
no esté en guerra y necesite retenerlos a su servicio; además
exceptúa las naves destinadas especialmente <<ad custodiam
transitus Aftnce>>, mexcusables en ese paso para vigilar a
los afncanos, tanto en tiempo de paz como de guerra. Don
Sancho concede sin limitaciones que en sus puertos se aco­
jan y se surtan los barcos franceses que vayan desde el
Mediterráneo al mar del Norte (1).
Sancho el Bravo deseaba que la princesa Blanca fuese
traída a Castilla para ser educada en su palacio con la reina
María y se familiarizase con la lengua y costumbres del país
que habría de regir; pero su intento se rehusó hasta tanto se
obtuviese de Roma la d1~p~nsa del matrimonio; sin embar­
go, corno el rey de Castilla con <<Ísta nostra responsione non
esset contentus>>--dice el documento-<<iste articulus>> quedó
<<Ín suspenso>>. También se dejan en suspenso, hasta la pró­
xima embajada castellana que ha de ir a Francia, las condi­
ciones del matrimonio de Luis con Beatriz, pues no se po­
nen de acuerdo respecto a la dote, en metálico preferida por
Sancho, y territorial impuesta por Felipe; pero prometen
los embajadores franceses <<laborare>> por su parte t'uanto
puedan para vencer los obstáculos y llegar a la concordia
definitiva (2).
Finalmente, se aplaza asimismo un proyecto de confede­
ración en toda regla entre ambos reyes, sus hijos y herederos
contra cualquier enemigo, incluso los infantes de la Cerda,
<<si contra regem Castelle ... attemptaverint...>>. Sancho IV no
cae en el señuelo puesto por Felipe, y se reserva, para medi­
tar sobre esa amplia alianza, hasta mandar sus embajadores.
El escrito formulado por el caballero Guillermo de Grancey
y el arcediano de Brabante se fecha en Valladolid, <<feria
tercia ante Ramos palmarum>> (3).
En realidad, exiguo había sido el fruto de la embajada
servida por Grancey y el arcediano.
Los mensajeros franceses regresan a su país, y don San-

(1) I bídeni.
(2) Ibídem.
Daumct, 117, s. s. y cloc. de 7 de abril ele 1294.
!:!04 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

cho, en vísperas de Semana Santa, se queda en Valladolid


discurriendo sobre las materias de ·actualidad. La marcha
de los preparativos guerreros no va mal: Fernán Pérez en
Aragón, Alfonso Pérez de Guzmán en la alcaidía de Tarifa,
Mathe de Luna con el adelantado Juan Fernández, Cabellos
de Oró, y los Núñez de Lara en la región andaluza, son una
garantía de que la campaña se atiende con discreción, mien­
tras por Castilla los recaudadores hacen efectivo el impuesto
al clero; por tanto, a Sancho no le quedaba más que espe­
rar (1).
Pero entonces, precisamente, arrecia la acometida de los
moros. El marroquí aspira al desquite, y la porfía ha de ser
memorable. Ante los muros de Tarifa, defendida por Alfonso
Pérez de Guzmán, no tardaría en acampar la multitud sarra­
cena africana temida por don Sanchq.
La solución del problema guerrero de Andalucía estaba
pendiente de la acción; ahora, el que se planteaba al discer­
nimiento de don Sancho atañía a la diplomacia internacio­
nal. Con Aragón sostenía precariamente la simulación de
una alianza ya desvirtuada; con Francia, presionada por el
adversario inglés, tenía una amistad algo más firme, porque
se apoyaba en recíprocos intereses: el de Felipe, en atraer
la cooperación castellana en la contienda con Inglaterra, y
el constante de Sancho para utilizar la mediación francesa
en sus asuntos con la Sede Romana. Por último, quizás el
frente más invertido de la política internacional de Castilla
lo ofrece Portugal: en poco tiempo se había trasmudado el
espíritu que uniera al rey Sancho con su sobrino don Dionís;
ahora hallamos que hasta se habla de posibles luchas entre
Portugal y Castilla, y el caso se prevé en las negociaciones

(1) Desde fines de marzo y todo el mes de abril está e1 rey en


Valladolid (Cuentas, p. CXXXIII). En los "dineros ele fuera de abril"
leemos el pago de IO rnrs. por ·'escuclicllas para los pobres el jueves
de la Cena", Jueves Santo. El 25 de marzo da una carta a Córdoba
(Arch. M. Córdoba); el 27, a Juan Pérez, recaudador "dellas azémelas
que nos agora dan en el obispado de León" (Tarifa, etc., p. 116); el 7 de
abril, documento a los embajadores franceses (Daumet, 207); el II de
abril, a Toledo (Ms. 13.095, f. 79, B. N.); el 15 de abril, a la catedral de
Toledo (núm. 547); 24 de abril, a la catedral de Calahorra (núm. 549);
25 de abril, a los caballeros de Pedraza de la Sierra (T. González, op. cit., V,
246), y el 28, al obispo Fr. Munio de Palencia (núm. 550).
'l'ARIFA 305

entabladas con Francia, siendo aún lo más fuerte que San­


cho IV, prescindiendo de los pactos matrimoniales de 1291
entre su hijo don Fernando y Constanza, la infanta portu­
guesa, tramita la boda de este mismo Fernando con Blanca,
hija de Felipe el Hermoso. ¿Qué había ocurrido? Exterior­
mente nada se percibe; la embajada del obispo dé Lisboa y
el mayordomo Juan Simón, venida a fin de 1293, no escla­
rece las dudas; ya entonces las sombras distanciadoras se
interpusieron entre Sancho y Dionís. La clave del misterio
acaso esté en la nefasta figura del infante castellano don
Juan.
El rey de Castilla, conocedor del carácter de su hermano,
de sus veleidades, sus turbulencias, sus traiciones; enseñado
por la experiencia en su trato con él, no vería con tranqui­
lidad la permanencia del temible personaje en Portugal,
donde en otras épocas hallara acogida, protección y apoyo
contra su propia autoridad, como hacía algunos años en
tierras de Extremadura cuando, muerto Alfonso X, recogía
la herencia de los reinos de Castilla. Sancho IV no podía
olvidar aquellos hechos, reveladores de la simpatía del rey
Dionís hacia don Juan, y por eso insistía en la Corte de
Lisboa para que su hermano fuese expulsado del reino por­
tugués.. El rey poeta ofreció gustoso complacer a don San­
cho; pero éste, tal vez impaciente porque la expulsión se
retrasaba, empezó a recelar, y no rehusó negociar con Fran­
cia, sin tener en consideración los anteriores compromisos
que le ligaban al lusitano, de cuya lealtad desconfiaba
seriamente (1).
Los fundamentos de esa desconfianza se escapan al con­
trol de una comprobación; mas hay algún indicio que deja
imaginar cierto interés de don Dionís por la suerte del in­
fante, su huésped, a quien debe expulsar. El año 1293, una
embajada portuguesa llegaba a la Corte de Fez, y en 1294,
el infante don Juan pasa desde Portugal a Marruecos, unién-

(1) La Crónica (pág. 88) dice que Sancho IV mandó recordar a don
Dionís "la postura e el pleyto que con él avía de non acoger en su tierra al
Jn fante nin a rico orne de la su tierra nin de le mantener en ella, e agora
que le enviaba rogar que le echase de la su tierra al Infante don Jua!}, e
que lo non tuviese en ella dia nin hora"; lo cual hizo presente don Dionís
al fnfante para que dispusiese su partida.
:lOfl HISTORIA DE SA:\'CHO IV DE CASTILLA

dose, voluntario, a la expedición guerrera organizada por


Abenjacob contra Sancho de Castilla (1).
El indigno nieto de San Fernando, arrastrado por la
ruindad de rencores fraternales, se confederaba, sin repug­
nancia y sin escrúpulo, con los tradicionales enemigos de su
patria; triste coincidencia había sido aquélla de su viaje al
Africa en tan señaladas circunstancias.
Ahora, el paso del Estrecho por los africanos, ya era un
hecho; los fanáticos del Islam, guiados por concentrados an­
helos, ponen sitio a Tarifa. Los temores de Sancho se han
cumplido. Pero aun hay más: para eterno oprobio, entre los
ejércitos infieles combate un príncipe real de Castilla.
La noticia ha de causar en la corte extraordinaria sensa­
ción; el asedio de Tarifa fué la amenaza adivinada siempre
por don Sancho, pero la nefanda traición de su hermano
representaba el golpe inesperado. Desde este momento, Ta­
rifa es el centro principal de todos los afanes del rey (2).
El monarca lusitano, al preparar en Fez una benévola y
honrosa acogida a su tío el infante, como decorosa manera
para despedirlo de sus Estados, no previó las fatales conse­
cuencias que tendría su gestión; el rey labrador y poeta,
seguramente es irresponsable de aquella gran vergüenza
para la Cristiandad. Con todo, aunque inocente don Dionís,
en el espíritu de Sancho no dejaría de roer la suspicacia. El
curso de esta amistad se había alterado.
La política internacional de Castilla estaba en crisis. En
la Península hispana empiezan a trazarse los signos de viejas
rivalidades, que Sancho suaviza superficialmente, contentán­
dose por el momento con la conservación de un statu qua
que le permita realizar su obra guerrera en Andalucía.
En cambio, frente a Felipe el Hermoso su actitud es más

(1) En Tarifa y la política de Sancho IV (páginas 46-7) se rectifica


(buscando otra hipótesis más lógica) la sopechosa afirmación de la Crónica
(pág. 88) que explica el viaje del infante a Marruecos, atrihuyéndolo al
cambio de aires que les llevó inopinadamente hacia A frica, cuando las
naves salieron de Lishoa con rumbo a Francia. De la embajada portuguesa
a Marruecos en 1293 hahla el Cartás, pág-. 396. La Crónica de r344, tan
favorable, en general, a don Juan, pasa por alto este bochornoso episodio.
diciendo: "Et el Infante, después que aquello fizo (la rentelta con Alhur­
c;¡nerque y su traslado a Portugal) pasóse allende el mar". o sea a Marruecos.
(2) Véase nota (a) al final del capítulo.
'í.\RIFA 307

solícita. Sancho IV desea la unión con Francia; obsesionado


siempre con la legitimación de su heredero, sabe por instin­
to político que, para obtenerla en Roma, es París la mejor
vía. Por otra parte, los proyectos matrimoniales le aliviaban
de esta preocupación, pues si una hija del francés se casaba
con el infante don Fernando, Felipe IV estaría personal­
mente interesado en que el primogénito de Sancho reinase
en Castilla.
Antes de un mes después de la partida de Grancey y el
arcediano de Brabante, Sancho IV mandaba a Francia la
embajada prometida. El l.º de mayo de 1294 se fechaba
en Valladolid el real nombramiento de los tres embajadores
que han de tratar con Felipe de Francia las condiciones
definitivas de los matrimonios <<Ínter suos et nostros filios>>,
que aice Sancho el Bravo. ,Los favoreddos con la regia C'on­
fianza son fray Munio de Zamora, el recién elegido obispo
de Palencia, gran amigo de don Sancho; nuestro conocido
maestre Nicolás, médico de la Corte, consejero del rey, y el
juez Pascasio Martínez; estos dos últimos ya honrados otra
vez con idéntica misión el año 1292, cuando acompañaron
al arzobispo de Toledo. Para esta embajada de ahora tiene
que hacer la reina un préstamo a don Bartolomé de Mon­
resín, en cuyos justificantes de cuentas leemos: <<et que prestó
a la reyna para dar al Obispo de Palencia para la ida de
Francia, con M maravedís que se preciaron en los pannos
que vendieron para darle, VIII mil maravedís>> (1).
Aunque Sancho IV mirase con escepticismo la amistad
de Jaime II, no descuida las demostraciones corteses y,
esquivando todo pretexto de reproche, manda al dominico
fray Fernando a Barcelona para notificar a su yerno los
casamientos que se tramitan con la Casa de Francia. Tam­
bién fray Fernando ha de disculpar a la reina de asistir a
la entrevista propuesta por don Jaime, alegartdo sin duda

(1) Fray .11unio de Zamora, pág. 134. Danmet (pág. 214) publica el
documento en que Sancho IV, a , .º de mayo, nombra sus "specialcs pro­
curatores", Cuentas, p. LXXVI. Quizás tenga relación con esta embajada
Fernán AJyarez, a quien se dan para Yestir 300 mr. y luego 6oo más
porque Fcrnán Roiz, ayo del infante Don Felipe, lo ''enviaba en su serYicio
a Francia" (Cuentas, p. XC).
308 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Sancho las dificultades políticas en aquellos momentos de


guerra con los moros (1).
Por entonces el aragonés continuaba sus buenas relacio­
nes con Granada; precisamente el 25 de abril había escrito
a Mohammed acusándole recibo de <<nestra carta que agora
nos embiastes con <;ahat ben Mahomet athaibilli», dándose
por enterado <<muy bien de todo lo que en ella y era conte­
nido>>; y en cuanto a Sancho, decía que <<si entre éll vos ha e
alguna discordia por alguna razóm>-por lo visto fingía igno­
rar la guerra declarada-, le pesaba <<mucho de cora<;ón>>,
prometiendo enviar a su suegro <<un mandadero con quien
le enviaremos a rogar e conseiar que él que se lieve bien con
vos, e que vos cumpla todo aquello que vos ha de cumplir.
E esso mismo rogamos a vos ... >>. Don Jaime proseguía ha­
ciendo muy bien su papel de mediador, mientras detrás de
ese biombo iban prosperando sus negociaciones con la Al-.
hambra (2).
La Corte castellana, entrado ya mayo, aun prosigue en
Valladolid; el rey Sancho todavía no se ha guisado para ir
a la Frontera, donde cada vez toma incremento mayor la
guerra con los moros, según informes traídos continuamente
por los <<ornes que envió J ohan Matheo a casa del rey>> y los
<<mensaieros de pie>> que llegaban <<con cartas al rey>>. El
riguroso asedio de Tarifa era el más sensible apremio de
toda la campaña; en la resistencia de la plaza estaba vincu­
lado el éxito de la empresa, que abarcaba toda la comarca
lindante con granadinos o benimerines (3).
Durante la segunda quincena de mayo regresa de Aragón
(1) Esta embajada se deduce de la respuesta de Jaime (véase el nú-
mero 553 y la nota 2, pág. 309). El 6 de marzo, Don Jaime hahía escrito
a Sancho IV sobre una cuestión de trámite acerca de lo que en Logroño
··faulamos amos a dos" respecto a quienes debían custodiar los castillos de
J átiba, :\forella y Biar (núm. 5,W).
(2) Giménez Soler dice que en este tiempo "la c'lrresn:mdencia
diplomática entre Aragón y Granada no se interrumpió ya"; después de esta
carta, afirma que "no quedan vestigios-de las negociaciones-durante un
año; pero debieron llevarse muy activamente, aunque con gran sigilio"
(op. cit., pág. 34). En marzo había estado en Granada el judío don Samuel
con mensaje de Jaime TI (Arch. Corona de Arag·ón, reg. 252, f. 80, Legatio
Samuelis Alfaquini al rey de Granada, 6 de marzo de 1294).
( 3) Tarifa, etc., pág. 61. Por las Cuentas vemos que el rey sigue en
Valladolid (p. CXXXIV). El 13 de mayo da una carta en favor del Mo­
nasterio de Oya (núm. 551).
TARIFA 300

fray Fernando con la respuesta de Jaime II, sobre el <<fecho


de los casamientos-como dice la carta-que uos yeran
seydos faulados por los mandaderos del rey de Francia, de
uestro fijo et de uestra fiya>>. El monarca aragonés .se mues­
tra afectuosísimo con su suegro, saludándole <<como ad
aquell que tenemos en logar de padre, por a quien queria­
mos que diese Dios tanta vida et tanta salut commo por
a nos mismo>>. Además, después de hacerle saber que él <<et
la reyna donna Isabell mi muger et fiya uestra... somos sanos
e con prosperidad, loado Dios>>, le pide, solícito, noticias de
«la salut, el buen estado uestro et de la reyna donna María
uestra muger, et de uestros fijos que es cosa que nos pla<;e
mucho de cora<;on>>. Quien leyera tan cordiales frases creería
de buena fe que entre Sancho y Jaime existía la mejor amis­
tad; sin embargo, todo era fingimiento, y mientras aquí
llama a Isabel reina de Aragón, en otros documentos da este
título a una princesa de Francia con la cual negocia su casa­
miento. Precisamente, esa primavera de 1294 Carlos de Sa­
lerno, en Perusa, llamaba cuñado al rey Jaime II (1).
Al mensaje castellano llevado por fray Fernando con­
testa don Jaime con <<los capítoles los cuales-escribe-uos
embiamos con élh>, independientemente de la cariñosa mi­
siva. <<Esta es-leemos-la respuesta que el rey de Aragón
fa<;e al rey de Castiella sobre aquello que frayre Ferrando...
de su parte le dixo: Primeramente ... >> opina Jaime que sobre
<<el fecho de los matrimonios>> entre los hijos de Sancho y los
de Felipe <<tiene al rey de Castiella assí por cordo et por
sauio que fará ... aquello que sea más honrado, et más pro
suyo et de su terra>>; en cuanto a lo que puedan incumbirle
esos tratos matrimoniales, agrega que, <<yes certo ... que catará
el rey de Castiella bien et complidamiente al rey de Aragón
todo lo que catar le deue>>. Luego, atendiendo un deseo de
los reyes castellanos, concede que la reina doña Isabel <<se
uaya por a Teruel et que finche hi cuanto le plac;erá et por
bien touiere>> (2).
Los breves capítulos terminan diciendo que <<al fecho de

(1) Núm. 553, y véase el cap. X VII f.


(2¡ Núm. 553. No sabemos por qné causa el rey de Castilla pedía que
su hija se trasladase a Teruel.
:no HlSTORIA DE SA);CHO IV DE CASTILLA

la uista de la reyna dona Maria, responde el rey de Aragón


que leut hi e por escusada>>. Desde luego sobraban entonces
motivos para impedir el viaje de la reina. Ya había dicho
Jaime que quería verse con ella, siempre que su <<partienc;a>>
no le ocasionase <<periglo et danyo>> en su persona o hacienda.
Es lástima que se frustrase la entrevista, pues quizás doña
María hubiese despejado el horizonte (1).
En estos capítulos se trasluce cierta displicencia del mo­
narca aragonés; parece como si no le importaran ya gran
cosa los asuntos de Castilla, aprobándolo todo indiferente,
sin objeciones o advertencias. Pero hay un síntoma muy
significativo: dos días después de fechar este mensaje al
castellano, a 20 de mayo, Jaime le escribe otra carta para
que <<querades credern al canónigo de Valencia, arcediano
de Murviedro, Guiralt de Albalat, <<de aquello que vos di­
xiere de nuestra parte>>; pero la coincidencia sospechosa
consiste en que este canónigo no va sólo con credencial
para Sancho IV, sino además con «legacione>> <<ad presenciam
illustris Regis Portugalfü, según dice el mismo Jaime en
las cartas de recomendación que el 22 de mayo le da a Gui­
ralt de Albalat para el fraile predicador Gil de Tomar, para
Martín Gil, el influyente consejero de don Dionís; para los
obispos de Lisboa y Evora y para el arcediano Esteban de
Lisboa (2).
¿Qué misión llevaba a Portugal el canónigo valenciano?
Ese era el secreto de don Jaime. El rey aragonés, cuñado
del rey Dionís, no tenía que molestarse demasiado en buscar
justificación para sus mensajes a Portugal, pues era natural
que se comunicase con su hermana, la santa reina Isabel.
Con todo, no le sobraría a Sancho un poco de cautela; ese
viaje de Albalat a Lisboa bien podía ser, por lo menos, un
tanteo, y hasta una delación de los tratos matrimoniales
entablados por Sancho con Francia a espaldas de Por­
tugal.
El mes de mayo también lo pasa el monarca de Castilla

(l) Núm. 553. Doña :daría, siempre partidaria de los medios de


concordia, procuraha mantener cierta cordialidad con el aragonés; en
Cuentas de abril de 1294 (p. :\L\') hallamos el gasto de r.200 mr. "por
una mula que mandó dar [la reina] al rey de Arag-ón".
/2) Núms. 554, 555.
TARIFA 311

en Valladolid; sólo hace una escapada de dos días, 24 y 25,


al lugar de Anayago, donde es huésped del abad· vallisole-
tano (1). .
Durante la permanencia de la Corte en Valladolid hubo
allí gran actividad fiscal: <<vinieron a cuenta>> los recaudado­
res de los servicios seteno y ochavo en diversas regiones; de
las rentas de la <<Chancelleria>>; de los diezmos de la frontera
de Portugal y puestos de Guipúzcoa, y de los servicios que
dieron para la toma de Tarifa. También <<dió cuenta>> Juan
Bernalt, despensero mayor del rey, <<ante los obispos de
Astorga et Tuy e Garcia López, mayordomo, de todo lo
que recibió>> desde el 19 de diciembre de 1292 hasta el l.º de
julio. García López Saavedra era <<mayordomo de la casa
del rey, por el Maestre de Calatrava>>. Los judíos don Todrós
el Leví, ilustre personaje tan considerado entre los suyos,
y Mose Falcón, presentan cuenta <<ante Micer Celim et don
Abrahem el Barchilóm> <<del arrendamiento que ellos e don
Abrahem Abexuxen et don Abrahem el Barchilon arrenda­
ron del rey>>: diezmos de los puertos, almojarifazgos, las
cuentas, las pesquisas y la chancellería (2).
El 20 de mayo, en Valladolid, <<quiso saber el obispo don
Martin de Astorga lo que el Barchilon auie pagado por
cartas del rey>>, tanto de los diezmos como de otras rentas
que <<él arrendó fata aqui>>. Este deseo del obispo parece casi
un desquite de la humillación que sufriera por culpa del
Barchilón allá por el año 1287, cuando, también por asunto
de cuentas, y a instigaciones del judío, le insultara don
Lope Díaz de Raro (3).
Entretanto la guerra crece en Andalucía, y por Castilla
---
(1) Cuentas, p. CXXXI\-. Del 18 es una carta a los clérigos de
Santiago (Docs. Cat. Orense, 157), y otra a Monfero (núm. 552); del 26 de
mayo es una real carta al obispo ele Burgos (núm. 556), pero se dice "dada
en Burgos"; debe ser error del copista, pues está inserta en una pesquisa
posterior. El 30, en Vallaclolicl, da una carta la reina sobre fonsadcra (nú­
mero 555).
/2) Cuentas, páginas XIX, XXII, XXX, XXXI, XXXVII, XXXVIII,
XXXIX, XLIII, XLVTTl, L, LT, LV, LTX, LX, LXI, LXII, LXIII, XCI,
CXIV. En otros meses, como febrero, abril, mayo, junio, julio y agosto
(de 1294), Yernos que únicamente solían presentarse con cuentas dos o tres
recaudadores, a lo más. En Cigales, el 20 de marzo entregó cuentas Sancho
García ele Maderuelo ele los tres scryicios que dieron para Tarifa en los
Obispados ele Seg-oYia, Avila, Osma y Sigíicnza (Tarifa, &, pág. u3).
(3) Cuentas, pág. L s. s. \r. t. I. pág. 165.
312 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

se prosigue la recaudación de tributos; del 26 y 30 de mayo


son sendas cartas del rey y dé la reina a los recaudadores
<<desta fonsadera que nos agora dan» en el obispado de Bur­
gos, puntualizando en otras que es <<para esta guerra que
auemos con los moros>> (1).
Támpoco en junio sale el rey de Valladolid, a donde
llegan sin cesar noticias de la guerra; mientras en Andalucía
sostienen la vigilancia, afrontando diversos encuentros, por
la frontera murciana también se advierte gran efervescen­
cia. El adelantado mayor en el reino de Murcia es un mozo
de doce años, que sólo tiene el título como un honor, siendo
las gentes de su casa las que toman las responsabilidades de
aquel cargo, pero siempre bajo su nombre. Ese muchacho
así distinguido por el rey es su primo don Juan Manuel,
quien conservaría en la memoria, como un recuerdo de
infancia, los hechos ocurridos este verano de 1294. Dejemos
que la pluma del literato medieval nos cuente el hecho de
armas que aquel junio se supo en la Corte castellana: <<Es­
tonce-dice don Juan Manuel-era yo en el reino de Murcia,
que me enviara el rey allá a tener frontera contra los moros;
como quier que era muy mozo, que non avia doce annos
cuµiplidos. Et ese verano, dia de cincuaésima-6 de junio-,
hobieron muy buena andanza los mios vasallos con el mio
pendón, ca vencieron un home muy honrado que viniera
por frontero a Vera, et habia nombre Yahzan-Abenbucar­
Avenzayen, que era del linage de los reyes moros de allend
mar, et traie consigo cerca de mil caballeros. Et a mí-con­
cluye-habien me dejado mios vasallos en Murcia, ca se
non atrevieron a me meter en ningún peligro, por que era
tan mozo>> (2).
(1) Núms. 556, 557.
(2) Obras de D. Juan Manuel, ed. cit., pág. 262. El mes de junio lo
pasó el rey sin salir de Valladolid; el I de junio da una carta al Monasterio
de Oña sobre ''la fonsadera que nos agora dan" (Tarifa, etc., pág. 117¡;
el 4, a la catedral de Córdoba (Arch. de la misma); el 9, a la Orden de
Calatrava (Escrituras de id. A. H. N.); el IO, a los de Ubeda (Argote,
.Vobleza, 162); el 20, sobre fonsadera, al l\fonasterio de Cañas· (Tarifa, et­
cétera, n8), y otro la reina al Monasterio de Oña (Tarifa, etc., 119); el
24, carta puebla a Monreal de Iciar-Deva-(publ. por el conde de Polen­
tinos, Bol. Soc. Esp. de E.rcur., t. VI, pág. 73, y cit. en Col. Fueros y C. pue­
blas, pág. 85, y por Pirata, Prov. Vascongadas. Esp. y sus mon., pág. 200).
Quizás aquel moro ilustre, citado por D. Juan Manuel, "frontero ,!e
'l'ARlF,\ 313

Pocos meses después el rey hablaría de <<los caballeros


de Alarcóm> <<que fueron en tierra de Murcia en nuestro ser­
vicio con don Johan fijo del infante don Manueb>, de los
<<ballesteros que fueron a la hueste con el dicho don J ohan»
y del <<alarde que fué fecho en Lorca>> (1).
El jueves l.º .de julio sale el rey de Valladolid y pasa la
noche en Ci.gales, siguiendo luego por Dueñas, San Pedro,
Baltanás, Tórtoles, Torresandino, Villafruel;:i, Tordomar y
Arcos a Burgos, donde sin duda busca mejor temperatura
veraniega; el sábado 10 de julio entra en esta ciudad. Alli
recibe el rey una penosa noticia: don Juan Núñez de Lara
el Mayor, su inquieto, suspicaz y poderoso vasallo, había
muerto en Andalucía, precisamente cuando mejor servicio
le prestaba, imponiendo a los moros el prestigio militar de
su nombre (2).
Y c1 a", con quiu1 !echan entonces, sea el jefe ele "los voluntarios tle
la fe" <le que habla Abenjal<lún (IV, 470), muerto en 1294, en guerras con
ios cristianos. La noticia de D. Juan Manuel concuerda perfectamente con
los datos, detallados y curiosos, que nos clan las cuentas (véanse las pá1/­
nas XLV, XLVI, XLVII). Gayangos (introd. vol. Autores españoles en
prosa, anteriores al siglo XV, pág. VIII) dice que el nombre exacto del
"frontero de Vera" debía ser Hasan Ben Abi Beqr Ebn Zayyán, acaso de la
¡.!uardia africana del granadino.
(l) Tarifa, etc., pág. 79. Esto nos demuestra el área amplia ele los cam­
pos de guerra.
(2) Cuentas, pág. CXXXV, CXXXVJ; del paso por Tórtoles y Tor­
domar queda en las cuentas recuerdo tal vez de festejos rurales, pues dice
que se dieron 20 mr. "a las mozas de Tortolas e de Tor<lomar, que
traien el arco"; también leemos en las cuentas "de fuera, de julio" que se
entregaron otros 20 mr. "a Johsn Pérez el del Pendon, que yase
fcrido", y 12 mr. "a don Isidro el Pregonero, para sepoltura".
Además, entre las "quitaciones" hallamos un personaje nuevo, "fray Pedro
de Ponteveclra, físico", que cobra :wo mr., '·a X mr. al día". Quizás
iray Pedro estaba allí porque en ese mes se hubiese resentido la salud del
rey; también nos lo hace sospechar la excesiva lentitud del viaje en nueve
etapas, viaje que otras veces hizo en cuatro. En cuanto a la fecha ele la
muerte ele don Juan Núñez, si nos guiamos por la Crónica (pág. 88), que
dice recibió el rey la noticia en Burgos, tendremos que la supo después
del JO de julio, fecha de su llegada este año a esa ciudad. Salazar (Casa de
Lara, TIT, 143), dice que don Juan murió en abril (no se olvide que Salazar,
equivocadamente, hace de este don Juan dos personajes, como demostramos
l'n el cap. XTII); para señalar ese mes clebió fijarse en que la Crónica ele
Sancho TV, sin duela, alterando el orden cronológico, relata la muerte del
señor de Alharrazín antes ele sucesos que dice ocurridos en abril: si Sancho
supo la noticia en Burgos, la fecha no puede ser ele abril, pues el itinerario
real por las cuentas resulta muy preciso, y en 1294 entra por primera vez
en Burgos el día 10 de julio. En cuentas de abril de 1294 se menciona
314 HISTORIA DE SAXCHO IV DE CASTILLA

Con la muerte de don Juan Núñez de Lara desaparecía


una de las principales figuras del reino. Aun sin olvidar las
muchas desazones que diera al rey Sancho, creemos, como
dice la Cronica, que sinceramente <da su muerte pesóle ende
mucho>>. No en balde era don Juan el jefe de una gran Casa
de Castilla, e individualmente, entre los primeros nobles,
acaso el de personalidad más acusada.
Por entonces tampoco el rey estaba fuerte; ya no se
habla, por el momento, de su <<ida a la Frontera>>, y ha de
resignarse con seguir de lejos el curso de la guerra (1).
El momento culminante de la campaña se acercaba.
Mathe de Luna, diligente, no descansa en la organización
del socorro de Tarifa, asediada rudamente por el enemigo,
sin desatender por esto al aprovisionamiento de los castillos
y lugares fronterizos, ni la recaudación de dinero, ni el
armamento de las huestes. Juan Mathe, infatigable, está en
todo, alerta siempre, precaviéndose además de las agresio­
nes del granadino. Militarmente cuenta con un gran auxiliar:
don Juan Fernández, <<adelantado de la frontera>>, que recorre
la comarca repeliendo ataques y tomando posiciones (2).
La volubilidad del nazarí había creado serias dificulta­
des, pues obligaba a la división de las fuerzas cristianas;
no podía dejarse desamparada la frontera granadina para
acudir en defensa de la costa amenazada por el africano.
Juan Mathe, con toda prudencia, no se aventura a ninguna
acción ofensiva de importancia, procurando ante todo ase­
gurar la resistencia en las plazas fronterizas del interior,
entre las soldadas "a don Johan N únnez, por esta razón, por carta del
rey et ele la Rcyna, VT mil mr., ovo, DC" (Cuentas, LXVI TI); en la,;
cuentas presentadas en agosto ele r 294, de los gastos hechos hasta piayo,
leemos: "a don Johan N únnez, L mil mr" (p. LX X rI), y en otras de j uniq
de 1294 se dice que "don Johan Núnnez el mayor" cobró "de los servicios
de Palencia" T4.243 mr. y luego, "del tercio ele octubre" (año 1293),
otra suma (p. XLII). Don Juan tuvo relación en Andalucía con Juan Mathe,
pues éste, en sus cuentas, dice pagó 30 mr. "a un escudero de don
Juan Núnncz" (Tarifa, cte., pág. 144). De los Núñcz ele Lara hay varias
referencias en Lopc ele Salazar, Bienaudan:::as e fortunas, ms. r.634,
i. DCLXXX IV y s. s. B. N.
(1) Por lo apuntado en la nota anterior creemos, aunque nada dice la
Crónica, que el rey estuvo en fcrmo en esta época, siendo ese el motivo por
el cual no marchó a Andalucía, según había dicho en sus cartas de marzo,
y por el cual doña María tampoco fué a las ·uistas con el rey ele Aragón.
Tarifa, etc., p. 67 s. s.
'l\\RII'A 3Hi

para evitar funestas sorpresas mientras atiende al socorro


de Tarifa, centro de todos sus afanes.
Ese mes de julio, en Burgos, don Sancho recibe de su
camarero mayor la minuciosa cuenta de «los maravedis que
J ohan Matheo recibió después que vino a Sevilla .desde
Toro en el mes de diciembre-1293-... fasta en cima del
mes de junio que fizo esta cuenta para enviar a casa del
rey, et despendiólos todos en servicio del rey, en armamiento
de la flota, et en fecho de los castiellos et de Tarifa...>>. Del
árido relato económico saltan como chispas luminosas los
datos históricos. Aquellas líneas nos hablan de los incidentes
ocurridos en la organización militar de Andalucía encomen­
dada a Mathe de Luna; de los trabajos de este aplomado
varón durante los seis meses de su fructuosa estancia allí;
de las posibilidades económicas y estratégicas de los estados
andaluces (1).
El rey de Castilla, al leer estas cuentas, amplía los infor­
mes que antes le llegaran con los frecuentes mensajeros de
Juan Mathe. El camarero mayor expone las sumas reco­
gidas, puntualizando las procedencias y circunstancias de
recaudación, no siempre fáciles; un judío recibe sueldo por
la <<sobre cogeduria>> y por <<acuciar a los cogedores>>; a unos
<<ornes de pie>> se les paga porque los <<enviaron con cartas
por todas partes para la tierra de Castilla, que trogieran los
maravedis a grand priesa ... >>; a los recaudadores de <<las
juderias et las morerias>> se les abonan <<las costas de traerlo
--el dinero-fasta Sevilla, et alquilé de acémilas et gente
que guarde el· haber»; a otro individuo se le dan más de
2.000 maravedís <<por la gente de caballo e de pie que traxo
por guarda de los dineros de Toledo fata en Sevilla>>. ·J usti­
ficada era la precaución de los guardianes, pues a Juan Ruiz
<<le tomaron los golfines>> 300 maravedís <<trayendo el dinero
de un lugar a otro en el arzobispado de Toledo>>.
(1) Aquí, para no prolongar desproporcionadamente rste capítulo, nos
limitamos a resumir lo que mucho más extenso· y con interesantísimos de­
tédlcs se expone en Tarifa y la política de Sanci10 IV, donde se aprovecha
.riara reconstruir la importante labor de Juan Mathe el precioso material
histórico que ofrecen sus cuentas, publicadas también en aquel trabajo;
estas cuentas presentan realmente un cuadro vivido de aquella campaña hasta
ahora desconocida. Mientras no se advierta la contrario, las referencias
rnbsignicntes son tornadas del estudio aludido.
HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Señal de la constante comunicación de Juan Mathe con


la corte son las listas de <<ornes que envió J ohan Matheo a
casa del rey>> y <<mensaieros de pie que enviaron a casa del
rey>>, entre ellos <<Pero de Logronno et Pero Garcia, que fue­
ron con cartas al rey luego que llegamos a Sevilla>>, mas otros
veintitantos que también <<iban con cartas al rey>>. Es cu­
rioso que al lado de éstos figuran <<dos mensaieros del rey de
Portogal», y luego en la serie de más de setenta <<mensaieros
que fueron enviados a algunas partes por cosás que eran
mester en fecho de recabdar los· maravedís et por otras co­
sas que se non podian escusar», vemos que perciben canti­
dades <<un mensaiero del rey de Portogal» y <<Benito Y annez
que fué al rey de Portogal», quien después, con Alfonso
Ruiz, va también <<a Portogal». No sabemos si esta comuni­
cación de Mathe de Luna con el rey portugués durante los
seis primeros meses de 1294 tenga alguna relación con el
asunto del infante don Juan, expulsado de Portugal (1).
Después, las cuentas detallan los gastos de fortalezas:
a 225.526 maravedís <<montó la tenencia de los castillos con
las soldadas de algunos de los alcalles ... >>. En la frontera de
Granada se guarnecen las plazas de Vejer, Alcalá, Medina
Sidonia, Arcos, Morón, Osuna y Marchena; y en la costa
del Golfo de Cádiz, los fuertes desde Vejer, Jerez y Sanlucar
hasta la Punta. Entre los numerosos gastos figuran los
hechos <<en atalayas, et en guardas, et en montarazes, et
descargadores ... >>, <<velas, porteros>>, <<atalayadores ... escuchas
que escuchan de noche et atalayan de dia...>>. En Alcalá de
los Gazules, avanzada hacia tierra de moros; se acentúan
las precauciones, pagándoseles 2.190 maravedís <<a Migu·~ de
Chiellos et a J ohan Pérez, et a Ferrán· Dominguez, que han
de estar y con los LXX peones, por que non cabalguen
nin salgan de la villa ... >>. Por Cote y Morón andan <<quatro
ornes a caballo et XVIII ornes de pie que guardan desde
término de Arcos fasta la Penna de don Y ague ... >>, trayecto
de unas 12 leguas de posta.
Luego consta el gasto hecho en el aprovisionamiento:
<<el martes 29 de diciembre-1293-se comenzaron a meter
los CL cafices de trigo de Alcalá>>, indicándose las recuas

(1) Tarifa, cte., pág-inas 141, 143;


'l'ARIF.\ 317

que llevaron los víveres a cada uno de los castillos, los


<<fletes de barcos>>, el <<acarreo>> y las fuerzas que custodian
estas operaciones que el enemigo intentaría estorbar. Cada
recua de cuarenta a cien acémilas lleva su escolta; una de
las veces va el <<adalit Juan Camero>>, con veinticuatro hom­
bres a caballo, veinte de a pie y ocho ballesteros. También
sufraga Mathe de Luna <<lo que fué dado en quitaciones, et
en talegas, et en vestir de los escuderos>> (1).
De la activa comunicación que Juan Mathe sostenía con
diversos lugares, sabemos por los pagos hechos a indivi­
duos que van a Huelva, Niebla, Gibraleón, Córdoba, Ubeda,
Baeza, Jaén, Constantina, Peñaflor, Marchena, Serpa, Mo­
rón, Sanlúcar y otros sitios.
En la campaña tienen importante papel los almogávares,
destinados a los sitios de mayor peligro por su peculiar des­
treza militar; así, se abonan diferentes sumas <<a Gonzalo,
almogavar, que iva a Xerez>>; a <<unos almogavares que tra­
xieron los moros de Castil Blanco>>; a <<Pero Martinez, almo­
gavar ... que iva a Alcalá de los Gazules>>; a <<dos almogavares
que troxieron nuevas quando entraron los moros a corren>.
También contaría Mathe con mercenarios africanos, como
<<Yahia, ginete que vino con J ohan Matheo>>, y se le satisfa­
cen 400 maravedís <<por un caballo que matarom>; o <<Zule
ma, el jinete>>, que recibe una cantidad <<para tabardo>>.
Por Marchena tuvieron mayor movimiento, pues se ha­
bla del pago a los que <<fueron con don Johan Fernandez
-el Adelantado-a Marchena>>; <<a García Perez et a Pascual
Pérez, Adalides ... por la ida de Marchena>>; a «los ornes de
Marchena que entraron en Castalla>>, y otros gastos relacio­
nados con la ida de Marchena.
Estas mismas cuentas nos informan de un hecho de
armas favorable a los cristianos en la costa del Atlántico:
la toma de <<Alixan>. La relación de dispendios nos habla
de Diego López <<quando iban con don J ohan Femández,
(l) Valflora (op. cit., segunda parte, 61) dice que en 1297 el Cabildo
catedral de Sevilla había dado a Sancho una porción considerable de
trigo para subsistencia de Tarifa. En las cuentas de Juan Mathe se men­
cionan algunas de las personas que guardan las villas. Alcalá, dice, "es la
tenencia que ha don Alfonso Pérez, X mil mr" (Tarifa. etc., pág. 130). Debe
ser Alcalá de los Gazules (Alcalá Cidonia), que, según RenaYi'des (op.
cit., T, 375), Alfonso X le hahía dacio a Guzmán el Bueno.
318 HISTORIA DE SAXCIIO IV DE CASTILLA

Alixan>; de <<los ornes que fueron camino de Lebrija en pos


del Adelantado que iba Alixan>; de <<L ballesteros de pie·
que iban a la torre de Alixan>; de los <<barcos en que fueron
los ballesteros et las otras gentes Alixan>; del gasto de <<pan
et carne ... a los que fueron a los de las cabalgadas ... >>, y, final­
mente, del <<orne de Micer Benito que traxo nuevas de como
era tomada Alixar>>. El almirante Zacarías por mar y el
Adelantado por tierra habían logrado el éxito.
Parece que en aquellos encuentros debieron caer prisio­
neros algunos cristianos, cuyo rescate se intentó, pues en­
tonces se pagan 60 maravedís <<a Gómez Domingo, alfaque­
que de Arcos, que iba a Ronda>>; al mismo tiempo recibía
500 maravedís <<don Abrahem Aben Gilel que iba en men­
saie>>, acaso también a tierras de moros (1).
Asimismo surgen del cuaderno de Juan Mathe algunas
noticias de su relación con Tarifa y el valeroso alcaide
Alfonso Pérez de Guzmán, sin duda venciendo grandes difi­
cultades para burlar la vigilancia del enemigo. Sabemos
que se dieron unos maravedís <<a Pero Sánchez, maestre de
los Engenios, que fué a Tarifa>>; otros <<a un almocadén que
iba a Tarifa>>; diversas sumas <<a XXX ballesteros a caballo
que salieron de Tarifa>>, y 600 maravedís a cinco <<almoca­
denes que salieron de Tarifa porque non fuesen a los mon­
tes, et envíelos-dice Juan Mathe-a Marchena, et mantó­
velos dos meses>>. Luego vemos que se entregaron 20 mara­
vedís <<a dos ornes de don Alfonso Pérez de Guzmán, et a
otro su orne otra vez>>; 30, <<a un orne de Alfonso Pérez de
Guzmán»; 16, <<a tres ornes de Alfonso Pérez de Guzmán
que iban a Tarifa>>, y, por último, 325 maravedís <<a Ruy
Pérez, alcalle, para la ida que fizo a veerse con don Alfonso
Pérez de Guzmán, et por flete de la barca en que veno den
de>>. En la simplicidad de estas líneas no trasciende el drama~
tismo de esta azarosa entrevista, llena de peligros, en que el
(1) Cuentas de Juan Mathc, .Tarifa, etc., pág. T,)9; los alfaque­
ques eran los encargados ele rescatar cautivos. Este judío don Abrahem
debe ser el Abrahem Abcngalel, hermano de Samuel Ahengalel e hijo ele
Yucef, mensajero de Alfonso III a Marruecos en 1287 (P. Gazulla, B. A. H.
tomo XC, pág. 183). Pedro III, en carta al granadino (1284) nombra a
Abrahim Ahengalel "jueu nostre" (Giménez Soler, op. cit., pág. 22). En 1291,
Abrahem Ahengalel esperaba a Jaimc II con mensaje de Tremecén
(:VI. H. E.. ITT, 45r).
T.IRII'.I 319

bravo defensor de Tarifa y el e:misario de Juan Mathe acor­


darían los planes de la. céle:bre defensa de la plaza (I).
Al propio tiempo que el camarero mayor de Sancho IV
cuidaba de la campaña terrestre, ponía especial ahinco en
el <<fecho de la man>; por eso estaba en comunicación con el
adelantado de Galicia, don Pay Gómez, el ex almirante
poeta, que cooperaba con sus .gestiones en los puertos ga­
llegos; varios mensajeros mandó entonces Mathe de Luna
<<a Galicia, a don Pay Gómez>>, <<por razón de los rimos>> y
otras cosas (2).
Al asunto naval concede Juan Mathe particular impor­
tancia, y en sus cuentas al rey descrimina todos los gastos.
Entre otras cosas, consta la compra de 18.000 <<arrobas de
farina ... para facer ... bizcocho>>; <«le remos et madera de que
fizieron II galeas nuevas et ha de dar otras VII»; <<et pez et
estopa, et aceyte, et fierro, et otras muchas cosas, con los
jornales de los maestros>>; <<et dió para refrescamiento de toda
la gente de las galeas, en toctnos et en quesos et en habas, et
en garbanzos, et aceyte ... >> más de 5.000 maravedís. <<A Per
Desprat, por enero, et por febrero, de la quitación de Tarifa>>,
se le dan 77.505 maravedís (3).
Luego señala el coste de los barcos genoveses desde
diciembre de 1293 hasta marzo de 1294: 134.320 maravedís
recibe <<Micer Rofin por III galeas de Micer Benito>>, y 46.486
por abril y mayo. Con descuento se paga junio, y lo de
julio se adelanta. <<Por flete de las III galeas, et por sarga, et
por remos, et por las armas>> se abonan 12.000 maravedís y, en
total, por ocho meses <<ovo micer Benito>> 282.805 maravedís.
Además, Juan Mathe arma nuevas galeras para aumen-
(l) Debía ser muy difícil la comunicación con Tarifa, pues, según pa­
labras del rey, estaba cercada por mar y tierra (V. nota (e) al final "del capí­
tulo).
(2) Véase nota ( b) al final del capítulo.
(3) Tarifa, etc., pág. 70. Desde fines de 1293 ya había empezado el mo-
vimiento marítimo, pues en cuentas de febrero de 1294 vemos: "Por alvalá
de J ohan Matheos dieron dos cartas a Polo Pérez como fuese alguacil de
Coria et otra en como fuese guarda de las naves que descargasen al puerto
de Sevilla, CXX mr" (p. XXXII). También había ido el "Halop San Ni­
colao" (V. cap. XVIII, pág. 261 ). En cuentas de mayo de 1294 consta que
"tomó el abat de Arvas para las galeas ele los puertos de Asturias X mil mr".
Per Desprat siguió al servicio ele Sancho, pues en cuentas de septiembre
de 1294 vemos que se dan "a don Per Desperat, por carta del rey II mil
mr" (núm. 583, p. CCCXCVTTl).
320 HISTORIA DE SANCHO IV I>E CASTILLA

tar la flota; así, menciona lo que d.ió <<en navios que armó
aqui primero et en otros que arma agora ... >>, y <<en arma­
mento de III galeas por III meses», desde febrero; otras dos
<<et un ponfil», desde abril, y tres más, desde mayo.
El infatigable Mathe de Luna termina la relación eco­
nómica declarando sus proyectos a base desde luego de las
galeras aragonesas cuya marcha gestiona Fernán Pérez, con
quien el de Luna se ha comunicado, pues sabemos el pago
de 15 maravedís <<a un ome que veno de Aragón, que era
de Ferrant Pérez, con cartas>>.
La exposición de Juan Mathe de Luna al rey dice que <<si
las galeas de Aragón llegan el mes de julio, non faz fuerza la
su ida, ca creo que serán pagados al menos III meses, sin el
viaje que será en julio, et agosto et septiembre, et con l~s
galeas nuestras et con las de Aragón avremos azas quanto
queramos>>. Agrega luego que, unidas las cuatro naves de
Sevilla a las <<quinze de Aragón, que avrán azas en el mes
de septiembre, et como quier que las de Aragón cumplen
azas, tengo que han mester algunas que traya don Guillén,
para meterlas todas a pro>>.
Juan Mathe espera reunir la escuadra aragonesa capita­
neada por Guillén Escribá con las galeras sevillanas para dar
el golpe sobre Tarifa después de asegurarse por mar y tierra,
poniendo entonces todas sus fuerzas <<a pro>> para combatir
a los benimerines sitiadores. Pero hace notar que en julio
tendrá dos embarcaciones menos de los genoveses, <<et non
cuido-afirma-que las podamos más aquí tener>>, pues <<así
lo prometieron et non por más tiempo>>, concluyendo, res­
pecto a esto, que <<así lo guisará Johan Matheo que semeia
que se va a su culpa et non a la del rey>>. Sin duda habían
surgido diferencias con los marinos extranjeros, pues más
adelante somete al parecer de los reyes <<fecho de los gino­
veses, otrosí que manden fazer dellos que sean malapresos
en su Cabrn>. En esta campaña, influida toda por las inicia­
tivas de Mathe de Luna, se oscurece la figura del almirante
mayor de Castilla, micer Benito Zacarías, que sospechamos
negligente ante los intereses castellanos y mal avenido con
la dirección del camarero mayor, consejero del rey (1).

( 1) Tarifa, cte. En las cuentas de Juan Mathe consta el pago de


TARIFA 321

Juan Mathe indica, además, veladamente, sus proyectos


de acción, y sin duda alude al socorro de Tarifa cuando dice:
<<et tengo por algunas cosas que acaescieran en este tiempo,
que aurán mester en la frontera>> 220.000 maravedís. Des­
pués de exponer detenidamente estos y otros gastos y pre­
supuestos, el camarero mayor acaba diciendo que si el rey
<<de otra guisa non quisier ordenar el armamento que yo
_envio decir que me semeja mejor pro, él et la reyna ayan
su acuerdo, et si hay otra cosa meior, mande y lo que tovier
por bien>>.
Don Sancho y doña María sin duda tuvieron su acuerdo
entonces, aprobando las proposiciones de Juan Mathe, quien
sigue preparándose para los hechos que espera realizar en
julio y agosto.
Al propio tiempo que Sancho recibe estos informes de
Andalucía, llegan a Burgos cartas de Jaime II, tratando
precisamente el tema musulmán. Desde Barcelona, el l. 0 de
julio, el aragonés escribía a su suegro acusándole recibo de
la respuesta <<sobre fecho de la pleitesía que el rey Abeniacob
nos envia mover con Francisco del Clergue, de Mayorcas>>,
en lo cual Sancho había dejado en libertad de acción a
Jaime, quien dice envia <<al dicho Francisco del ClerigO>>
a la Corte de Abenjacob <<con nuestra mandaderia>>, asegu­
rando al castellano que <<procuraremos quanto más podiére­
mos, de fazer entre nos, e vos, e éll, aquell adobo que nos
veamos que sea a mayor honra e pro nuestro e vuestro ... >>.
Ocho días después de esta carta a Sancho IV, Jaime des­
pacha otras para Abenjacob y para el granadino con el
judío don Samuel, su alfaquí, que debe presentarse ante
ellos con su embajada; al africano le recuerda que <<entrel
casal vuestro e nuestro fué siempre concordia e amor. ..>>,
encareciéndole a continuación que manda a don Samuel
<<por que nos plazerá muyto de cora<;ón que entre vos e don
Sancho ... rey de Castiella ... · e nos, oviese pa<;, concordia, e
bien querencia>> (1).

20 maravedises "a Sancho, que iba a Sant Lttcar sobre fecho de los presos"
(Tarifa, etc., p. 144). Acaso estos presos sean los genoveses.
ll) Las cartas de Jaime a Sancho sobre Francisco del Clergue y al
Sultán de Marruecos las publica Giménez Soler, páginas 34, 34, op. cit.;
la dirigida al rey de Granada se inserta en Tarifa, etc., pág. 121. También
21
322 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

El mismo día escribe Jaime a doña María Fernández


Coronel, anunciándole que envía a <<don Samuel, con mensaje
a los reyes de Granada y Marruecos>> por <<endrec;ar los fechos
del rey de Castiella>>, y que como no tiene dinero para pagar
el barco que ha de llevarlo al Africa, le ruega tome prestado
«con que este leny se pueda armar... que esto se faze a grand
dreta e pro del rey de Castiella... >>.
Además, parece que también se sufraga el viaje de don
Samuel a Granada, pues en cuentas castellanas de 1294 lee-·
mos que un recaudador <<mostró carta de pago de la reyna,
en que otorgaba que recibiera paral alfaquin del rey de
Aragón, quel enviaba el rey con su mandado al rey de Gra­
nada, II mil maravedis>>. Aquí volvemos a ver que Jaime
está dispuesto a prestar a S?-ncho cualquier servicio, siem­
pre que no suponga desembolsos (1).
Es curioso que vayan simultáneamente la acción militar
y la diplomática. Abenjacob, el enardecido sitiador de Ta­
rifa, es quien inicia las negociaciones por Francisco del
Clergue, y Sancho, delegando en Jaime, no las rehuye; acaso
el benimerín, abatido su ánimo por la peste· y el hambre
que entonces azotaba al Mogreb, quisiera adelantarse a pro­
curar una paz ventajosa antes de que Sancho consolidara
la defensa de Andalucía (2).

escribe en los mismos términos "al noble Abdulhac, alguacir del rey Aben­
jacob" y a Alfonso Díaz. En la carta al marroquí dice Jaime que le de­
vuelve copia ele la que le enviara con el judío A<;ach; del contenido de esta
carta no se trasluce nada en la ele Jaime II, hablando especialmente de
las paces con Sancho. Dice Giménez Soler (pág. 35) que "esta es la parte
externa de las negociaciones y que la interna era muy distinta". Somos de
la misma opinión: la paz en Castilla era el pretexto para proseguir las rela­
ciones entre Aragón y Marruecos sin suscitar recelos y protestás de Sancho.
(1) La carta del 8 ele julio ele 1294 a doña :'vlaría Fernández la publica
Giménez Soler. (pág. 35). La víspera había escrito Jaime II ..al amado
Alfonso Díaz", por lo visto mezclado también en estos asuntos (véase la nota
anterior), diciéndole cómo el alfaquí don Samuel "nos dixo que erades ve­
nido a Valencia, e plogo nos mucho", rogándole "finquecles con la Reyna
nuestra muger e con donya Maria Ferrández, entro que seamos allá" (nú­
mero 559) ; por lo visto doña Isabel había regresado de Teruel. En cuentas
ele septiembre de r294 se habla del pago al alfaquí (pág. LXXXII), y aunque
no se fija fecha, creemos que se trata de esta embajada y no de la de 1293
(véase cap. XVII, pág. 202), pues ahora es cuando Jaime simnla que don
Samuel va a tierras de moros para "fecho de la pa<; de Castiella", y exige
se abonen gastos, que, en efecto, los satisface el rey de Castilla.
(2) En las negociaciones tramitaaas en aquellos tiempos no es fácil
'l'.-IIU F.\ 323

Pero el rey de Castilla, sin negarse, da largas, pues se


siente fuerte para la resistencia. Además cuenta con amigos
musulmanes cuya adhesión puede serle útil en aquella
campaña.
Este mismo mes de julio se pagan en la Corte castellana
unos marávedís <<por despensa de Mahomat, primo de Aben
Adalid, de XIII días de julio>>, y la reina manda entregar
<<a Yahia Abenayza, .et a Mahomat Abenabdalfat, sendas
aljubas de panno tinto de s.eis varas cada una>>. Estos datos
son muy significativos, pues no debemos olvidar la enemis­
tad d.e antaño entre los Aben-ed-Delil y los nazarís de Gra­
nada, ni tampoco que un Aben-Aiza había sido sac.rifkado
inhumanamente por Abenjacob (1).
A pesar de estas negociaciones entabladas por medio
de Jaime II, no se modifica en nada la marcha de la cam­
paña (2).
penetrar el fin que las guía por una y otra parte; siempre hay que dar un
margen a intenciones ocultas. Gim~nez Soler atrilrnye la solicitud ele paces
iniciada por Ahenjacob con Francisco del Clergue "al desastre de la expe­
dición de Tarifa"; pero, según veremos, en esta época aún no se había
verificado aquel suceso (véase pág. 335 nota (d); creemos que sea por las
calamidades del reino marroquí enunciadas por el Cartas, pág. 397.
(1) Tarifa, etc., páginas 77, 78. Ibn Khaldoun, IV, 103, 125, 462, 464.
Cuentas, pág. CXI y LXXIX. Los pactos con moros o entre moros eran
siempre mudables; así encontramos muchas veces un mismo personaje en
distinto bando. De Mahomat Aben Adalid, el primo del personaje que
hallamos ahora en la corte castellana, tenemos algunas noticias. Fué vasallo
de Alfonso I IJ ele Aragón: se conoce la carta ele vasallaje (Giménez Soler,
Caballeros africanos en España. Rev. Hisp., XIT, 350), y era jefe ele una
de las tres compañías de zenetes que en febrero de 1289 se pusieron al ser­
vicio de Al fon so 1II; parece que entonces Abenadalil no estaba bien cun
Granada, aunque en enero de 1290 Yttelve al reino nazarí. En la guerra
de 1289 entre Aragón y Castilla, los zenetes sirvieron al rey aragonés, y
parece hicieron verdaderos estragos; en un documento de enero ele r200. se
dice que Ahenadalil ''cepit in dicto campo <le Soria aliquos captius" (P. Fans­
tino D. Gazulla, Las compmiías de zenetcs en el reino de Aragón (1284-1291,
B. A. H., t. XC, pág. 174 y siguientes)'. A fin <le 1291, Mahomat Abenadalil
se presentaba en Calatayud ante Jaime II con mensaje del rey de Granada
(.'kf. H. E., III, 451). Estos dos personajes podían estar en la corte castellana
también en calidad de mensajeros. Mahomat Abenadalil había desempeñado
misiones diplomáticas; pero no creemos llevase ahora comisiones de este gé­
nero, pues las cuentas no lo declaran, según lo hace otras veces, con mensa k­
ros de Granada o de Tremecén. De todos modos, la presencia <le esos moroc
entonces, sea como enviados del enemigo o como aliados, contra el nazarí
el uno y d otro contra Ahcnjacoh, significa un momento de superioridad
del rey de Castilla en la campaña.
(2) Del 31 de julio es otra carta de Jaime II al emir de Granada,
324 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Mientras Sancho, fijo en Andalucía, se desentiende un


poco de lo internacional, Francia e Inglaterra, en plena hos­
tilidad, piensan en las ventajas de la unión con Castilla, por
ser Gascuña el centro de su reñida contienda. Felipe IV ya
se había adelantado, y ahora es Eduardo I quien, a 3 de julio,
daba poderes a su sobrino Juan de Bretaña y a otros tres
caballeros para que contratasen alianza con Sancho de Cas­
tilla (1).
Pero Sancho estaba muy entregado a la amistad de
Felipe el Hermósó, a pesar de lo que en su ánimo hubie­
ran podido influir las impresiones cambiadas con Arnalt
de Lat, el clérigo del rey inglés que le visitara el invierno
pasado. Además, tampoco era propicia la ocasión para obte­
ner de Sancho apoyos materiales, pues de sobra tenía en su
reino con rechazar a moros peninsulares y africanos (2).
La misión de Juan Mathe en Andalucía podía decirse
que estaba ya concluída; ahora sólo faltaba que Fernán
Pérez cumpliera la suya en Aragón para llevar a cabo el

''rey que amamos et por a quien queríamos muyta bonauentura", notificán­


dole "que avernos ant'e nos, <;ahat hiben Mahomat atay billi, moro uestro",
que le trajo cartas "sobre fecho de la pac; de Castiella", por lo cual dice le
manda a don Samuel su alfaquí, y que "sobrel fecho de las cartas que nos
embiastes, respondemos al dicho <;ahat", rogándole, por tanto, crea a éste
"lo que uos dixiere de nuestra parte". Percibimos que algo se escamotea,
confiando el secreto a la referencia verbal de <;ahat (Tarifa, etc., documento
núnwro 27). Giménez Soler (pág. 35) dice que Cahat se cruzó con don
Samuel, quien fué a Granada, pero que entonces parece no llegó a Ma­
rruecos, como se pensó en un principio. En julio, Jaime II había escrito a
Sancho IV, pero no para asuntos políticos; le pedía que ordenase la devo­
lución a don Gilbert, súbdito suyo, de un caballo que el alcalde de Guada­
lajara le había retenido "diziendo que vos quando fuestes antayno en Lo­
gronyo aviades revocado todas las gracias que aviades feytas de sacar ca-
1:iaJlos de vuestra tierra para Aragon'' (núm. 560).
11) Inna Lubimenko, lean de Bretagne, comte de Richmond (r266-
r334), i-'ar;s, 1908, pág. 8; Rymer, doc. de 3 de julio de r2q4, t. I, partes
tercera y cuarta, pág. 133. El 24 de julio da otro poder Eduardo I a los
nusmus personajes para que traten con Jaime II, directamente o por medio
de intermediarios que ellos nombren (op. cit., pág. 9). No encontramos rastro
del cumplimiento por entonces de la embajada inglesa a Castilla. A 17 de
fcbr,·ro ele 1294, el rey inglés había dado "salvo conducto pro gentibus Hi~­
panie & Portugalie" (Rymer, I, partes tercera y cuarta, pág. 126). A fines
de año, el 30 de diciembre de 1294, Eduardo dirigía una carta al rey por­
tugués "super discordiis ínter gentes Angliae & Castellae" (Rymer, I, partes
tercera y cuarta, pág. 141).
(2) Véase el cap. XVIII.
TARIFA 325

ataque a los benimerines y librar a Tarifa del apurado sitio


que sufría. Los momentos son decisivos; la prolongación de
la espera, cualquier incidente, pueden malograr el fruto de
los afanes. Todo depende ya de las naves aragonesas, que
Juan Mathe aguardaba para julio y que a primeros de
agosto aun no han salido del puerto de Valencia.
Como algún secreto motivo originaba tal dilación, Fernán
Pérez se queja enérgicamente, a Jaime II, del capitán Gui­
llén Escribá, a lo cual contesta el rey aragonés muy afec­
tuosamente, el 4 de agosto, diciéndole que recibió su carta
y <<por que nos pesaria muyto si el dito G. Escrivano oviese
falecido nin feyto ninguna cosa que fazer non deviese... al
rey de Castiella>>, le comunica que dirige otra carta a Es­
cribá, con <<mandamiento>> expreso para que <<todo lo que es
puesto entre el rey de Cá.stiella et nos>> sea <<muy bien guar­
dado>>. Lu~go, aludiendo a lo que <<alcunos dezian alcunas
palauras de las quales uos nos feziestes mención en la vuestra
carta-dice-, vos respondemos que non son palauras de
creer, que seet certo que las galeas que embiamos a servicio
del rey de Castiella, farán ad él asi bon servicio como farian
a nos>> (1).
En idénticos términos contesta Jaime II a doña María
Fernández Coronel, que también había reprochado la con­
ducta de Guillén Escribá. Recordemos que doña María Fer­
nández, como abuela de la mujer de Alfonso Pérez de Guz­
mán, el alcaide de Tarifa, estaría personalmente interesada
en la defensa. de la plaza sitiada (2).
Esta demora de la flota aragonesa no podía imputarse
a dificultades económicas, pues aquel verano se entregaban
en Castilla 19.000 maravedís <<a Francés Espin, escribano del
rey de Aragón, para cumplimiento de los C mil maravedís
de las galeas que facie armar Ferrán Pérez en Aragón>>, y
luego otros 6. 000 por orden verbal de la reina. Entonces,
¿cuál sería la causa? Quizás aquellas palauras que, según
don Jaime, no eran de creer, hablasen de ocultas conniven­
cias de Escribá con los moros, interesados en el retraso del
socorro a Tarifa (3).
(1) Tarifa, etc., pág. 122, doc. núm. 28.
(2) Tarifa, etc., doc. núm. 29.
(3) Tarifa, etc., páginas 8o-8r. Cuentas, pág-inas LXXI y XC. Re-
326 H TSTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

El rey de Aragón, precavido, antes que las queJas de


Fernán Pérez produzcan en Castilla efectos desagradables.
escribe, el 16 de agosto, a Sancho IV, a quien di<;e <<tenemos
en logar de padre>>, acreditando a su embajador, <<el noble
e amado nuestro Lop Ferench de Luna>>, al cual dice <<ayá­
mosle acomendado algunas cosas que vos diga de nuestra
part>>, y le ruega crea cuanto él le manifieste <<assi como
fariades a nos mismo>> (1).
Al propio tiempo, gracias a las órdenes arrancadas por
el chanceller castellano a Jaime II para Guillén Escribá, la
escuadra aragonesa se va a movilizar. Al fin, Fernán Pérez,
el perseverante, después de dilaciones, trabajos, rémoras, pue­
de emprender la ruta marítima que le llevará a reunirse fren­
te a Tarifa con las naves sevillanas de Juan Mathe de Luna.
Delante, cercano, está ya el recodo terminal y decisivo.
Pero la noticia del avance naval no es un secreto en el campo
enemigo y, ante la certeza de la proximidad, se piensa en
aprovechar los momentos con una tentativa radical; y así,
mientras la flota salvadora surca el Mediterráneo, en Tarifa
hinca su dardo la tragedia.
Los moros, perdida toda esperanza de triunfo, fracasado
el soborno del pundonoroso Alfonso Pérez, aceptan un cri­
minal recurso, ideado por la perversidad del infante don
Juan. Los sitiadores, esgrimiendo un arma ruin, plantean al
noble defensor de Tarifa el terrible dilema: la vida de un
hijo suyo, prisionero del infante, o la entrega de la villa.
Infame disyuntiva.
Ante Guzmán pasaba en ese instante la suprema ocasión
de las determinaciones trascendentales; mas el hidalgo no
vacila y el hecho heroico se consuma. Alfonso Pérez de
Guzmán niega la plaza.
La desgarradora hazaña, de grandeza moral sobrehuma­
na, humilla al enemigo que, despechado, cumple vangativo
su cruel amenaza; acaso tuviera la siniestra esperanza de
abatir el ánimo de Guzmán y, aprovechando su desconcierto,
intentar el asalto. Pero todo fué en vano: el padre mártir,

cuérdese que cuando la conquista de Tarifa fué Francisco del Pin el encar­
gado de llevar los maravedís para el pag-o de la flota que sostuvo Jaime II
en aquella jornada.
(1) Número 564.
'l'ARIFA 327

firme en su puesto, fiel a su juramento de lealtad al rey,


sigue defendiendo a Tarifa con toda su entereza.
La armada de socorro ya no ha de tardar. Las escuadras
cristianas de Fernán Pérez viniendo por el norte, y la de
Mathe de Luna desde el sur, arriban a la plaza sitiada; pero,
por desventura, no llegaban a tiempo de evitar la tragedia.
Sin embargo, la villa no se ha perdido aún; su defensor ha
sabido mantenerla en trance horrendo aun a costa del más
grande holocausto. .
Ahora la suerte de Tarifa está pendiente del encuentro
entre los ejércitos rivales que se enfrentan para disputár­
sela. Moros y cristianos han puesto su tesón en el dominio
de Tarifa, pero en los castellanos bulle el enconado ardor de
las venganzas. Su acometida es más impetuosa, y el adver­
sario no puede resistirla. El benimerín, derrotado, levanta
el asedio y huye a las costas berberiscas, mientras el infante
don Juan, mancillado con eterno estigma, se interna por
tierras de Granada (1).
Los cálculos de Mathe de Luna se habían cumplido ya
con éxito. Pero el acerbo dolor de Guzmán ensombrecía el
triunfo de las armas cristianas (2).
Don Juan Mathe de Luna y Fernán Pérez Maimón, los
leales consejeros del rey Sancho, acababan de ganar honra
y prestigio en esta memorable jornada. Además quedaba
demostrada su pericia náutica, pues para obtener la victo­
ria no necesitaron la presencia del almirante genovés mice:i:
Benito (3).
La posesión de Tarifa se había consolidado. La buena
nueva volaría a Burgos, donde la recibiría el rey Sancho,
animoso el espíritu, pero no tan gallardo el cuerpo, minado
ya por agotadora dolencia (4).

(1) Véase nota (e) al final del capítulo.


(2) Véase nota ( d) al final del. capítulo.
(3) Es muy signíficativo que micer Benito Zacarías, almirante mayor
de Castilla, no figure en este importantísimo suceso naval. El "fecho de
los ginoveses" denunciado por Mathe en su escrito de junio era sin duda
una ruptura con los marinos extranjeros, surgida por entonces, probable­
mente después de la toma de Alixar, pues recordemos que en este episodio
de la campaña, anterior a junio, intervino Micer Benito (como vimos atrás).
De Zacarías volveremos a hablar en el capítulo siguiente.
(4) En este tiempo don Sancho estaba en Burgos; había llegado el
328 HISTORIA DE SANCHO IV PE CASTILLA

En la corte, aquella venturosa noticia era como un se­


dante después de la tensión de espíritu en que vivieron los
meses de verano, inquietud reflejada en la carta que Sancho
había escrito, el 8 de ese mismo agosto, apremiando el envío
de los maravedís que tanto necesitaba <<para fecho de esta
guerra que auemos tan a/fincada con el rey Abenjacob et
con el rey de Granada>>, y para <<las otras cosas que auemos
a complir ... assí por mar como por tierra>> (1).
Ahora se abría una pausa a las zozobras, gracias a Guz­
mán, Mathe de Luna y Fernán Pérez. De la comunicación
durante ese agosto señaladísimo entre los reyes y aquellos
tres hombres que pusieron su fe y su energía en la defensa
de Tarifa, se guarda memori~ en las cuentas cortesanas: el
día 8, por <<alvalá del obisp0>>, se dieron ocho varas de valen­
cina <<a un orne de Alfonso Pérez de Guzmán>>; el 11, otras
ocho varas <<a Pascual, orne de Ferrán Pérez, chanceller del
sello de la Poridat», y el 14 se sabe que tomó prestados la
<<reyna, para enviar a Johan Matheo, V mil maravedis>> (2).
Poco tiempo después, el rey, recordando aquella brillante
campaña, hacía una merced al marino Nicolás Pérez de Villa­
franca, porque <<fué en nuestra flota a descercar a Tarifa con
Johan Matheo nuestro camarero mayor, e con Ferrán Pérez
chanceller del sello de la poridat, quando estaua cercada por
mar e tierra>>. El monarca de Castilla tendría presente siem­
pre esta importante acción naval, de valor decisivo en su
reinado (3).
Al volver sobre estos acontecimientos y penetrar r~tros­
pectivamente en ellos, hemos encontrado, junto a Guzmán
el Bueno, una figura que ocultó el olvido: la de don Juan
Mathe de Luna, el Bueno, que diríamos glosando la frase
de su epitafio, donde dice «nmy bueno fué en descercar
Tarifa>>. El nombre de Mathe de Luna se reintegra a la
historia de España al primer plano que le corresponde en el
10 de julio, y todo agosto permaneció allí (Cuentas, páginas CXXXVI,
CXLIII). El 28 de julio otorgó el rey una merced a Potes (núm. 561); el
8 de agosto dirigió una carta a las autoridades de León (núm. 562); el 9,
una carta al arzobispo de Toledo (Ms. 13.095, f. 82, B. N.); el 13, otra carta
a Pedro Sánchez de la Cámara (núm. 563).
. (1) Núm. 562.
(2) Cuentas, páginas LXXVI, LXXVIII.
(3) Véase.nota (e) al fipal del capítulo.
'l'ARIFA 329

reinado de Sancho IV el Bravó. Sin la abnegación, perseve­


rancia y entendimiento de Juan Mathe de Luna, que supo
organizar la defensa de Andalucía y el au::xilio de Tarifa,
hubiera sido estéril el tremendo sacrificio de Guzmán el
Bueno. A la cooperación de estos dos hombres, _representa­
tivos de distintas virtudes, debía el monarca de Castilla la
conservación de aquella plaza, cuya conquista era la gloria
militar de su reinado .
.El mes de agosto de 1294 había culminado en Tarifa la
bélica actividad de Castilla.
Al lema de Tarifa quedaban asociados para siempre, en
el reinado de Sancho IV el Bravo, los nombres de Alfonso
Pérez de Gu~mán el Buenó y Juan Mathe de Luna.

\a) La fecha en que se inicia el cerco de Tarifa no está clara; en


Tarifa y la política de Sancho IV, siguiendo datos de los cronistas musul­
manes, se indica como principio del asedio el fin de 1293; pero hoy no lo
creemos así; Abenj aldum ( ed. cit., IV, 134) dice que hacia noviembre­
diciembre de 1293 Abenalahmar llega a España, después de la cordial en­
trevista con Abenjacob, trayendo un lucido ejército bajo el mando del visir
Ornar aben es Sattdi aben Kirbach para sitiar a Tarifa. El Cartás (ed.
cit., 397), señala primero el regreso del granadino (20 de noviembt•i
de 1293) y después la llegada del ejército para sitiar a Tarifa; pero, en
realidad, ninguna de estas dos fuentes puntualizan si el sitio empezó in­
mediatamente. Siguiendo la Crónica de Sancho IV vemos que estando en
Palencia (por el itinerario sabemos que fué en enero de 1294) tuvo aviso
de que Abenjacob "se apercibía cuanto podía para enviar cercar a Tarifa";
luego dice que es en abril cuando solicita de don Dionís la expulsión del
infante Don Juan, de modo que el sitio debió comenzarse lo más pronto
hacia fin de abril de 1294, o ya en mayo, aproximadamente. Y lo creemos
así, no por dar preferencia a la Crónica, sino porque en las numerosas
cartas, muy explicativas, que el rey escribe en marzo de 1294 pidiendo
auxilio para la campaña no hace la menor alusión a tener cercada la villa
de Tarifa, lo cual, de ocurrir a esa sazón, no lo hubiese omitido como ar­
gumento para exigir la contribución. En las cartas habla de la "guerra que
auemos con el rey Abeyacob et con el rey de Granada", y "que punnan en
pasar los más que pueden para fazer guerra por mar et por tierra, la más
fuerte e la más crua que ellos pudieren", frases que indican un estado
general de guerra, sin tener fija la acción en determinado sector; además,
dicen que "punan en pasar", lo cual indica que están pasando, o sea que
entonces empieza la movilización de fuerzas que luego han de sitiar Tarifa.
Tampoco alude Sancho al sitio de Tarifa en el documento del 7 de abril
de 1294 enviado a Felipe el Hermoso; sólo habla de los moros que entran
por el reino y que teme atraviese el estrecho toda la multitud africana.
índucimos, por tanto, que a fin de 1293 regresó de Marruecos Mohamed y
~uego pasó el ejército benimerín del visir Ornar, iniciando unidos, gra­
nadinos y marroquíes, los ataques dispersos a Andalucía mientras continúan
a3o HISTORIA DE SANCHO IV l>E CASTILLA

pasando el Estrecho fuerzas africanas, para, una vez formado un grueso de


ejército importante, poner cerco a Tarifa. Por eso Sancho se preocupa
del armamento de la escuadra, pues justamente, a fin de 1293 se habían reti­
rado las galeras aragonesas, cuando era vital su presencia para estorbar
el tráfico a los navíos de Abenjacob (como vimos atrás). El infante
Don Juan debió llegar con los últimos contingentes destinados ya para el
sitio de Tarifa. La Crónica dice que cuando el infante se vió en Tánger
''envió sus mandaderos al rey Aben Yacob", que estaba en Fez, haciéndóle
saber que iría a verle; entonces Abenjacob "le envió caballos para él e
para sus caballeros e todo cuanto ovo menester", proponiéndole "que le
daría cinco mili jinetes e que viniese cercar a Tarifa, e que la tomase
que la cobrase por él, e al infante Don Juan plúgole con este pleito.... e
se metió en la mar... e desque fué aquende cercó luego Tarifa con aquel
poder del rey Aben Yacob..." En la Crónica se dice que esta propuesta
del sitio de Tarifa la hizo Abenjacob porque "supo commo don Juan Núñez
era muerto, e en commo sus hijos con toda la cauallería eran idos de la
frontera para Castilla e non fincaba y gente ninguna"; esto nos daría una
fecha posterior para el sitio de Tarifa, pues don Juan Núñez debió morir
hacia julio de 1294(véac;e pág. 313); aquí desconfiamos un poco de la afir­
mación de la Crónica, cuyo autor siempre exalta los méritos de los Núñez
de Lara; en un pasaje anterior dice que mientras los Laras estuvieron
"morando en Córdoba, nunca los moros se atrevieron a fac;er ninguna guerra
nin entrar a correr", y bien sabemos por los documentos que no fué así,
como tampoco es exacto que en cuanto murió don Juan Núñez "non fincaba
gente ninguna en la frontera". Además, existe un dato que nos hace pensar
ftté el sitio anterior a la muerte de don Juan Núñez; éste es Cltte, en la
cuenta enviada en junio de 1294 pór Juan Mathe, dice invirtió los mara­
Yedís "en armamento de la flota, et en fecho de los castiellos, et de Tarifa",
etcétera (Tarifa, etc., doc. núm. 20); lo de Tarifa, ya tomada, sólo puede
ser ahora su defensa. En esta misma cuenta de Mathe leemos: "otrosí que
diz el Quadcrno de la reyna que avie de fazer et recabdar Johan Matheo
para las galeras et para Tarifa de lo que fué puesto ante que dallá (de
Castilla) viniese"; esto parece indicar que en diciembre de 1293 ya se temía
en la corte cualquier ataque a la plaza recién conquistada. Lo cierto es
que no existen datos concretos, y sólo podemos guiarnos por hipótesis.
Quizás, desde fines de 1293, Tarifa, como todas las posiciones avanzadas del
rey cristiano, sufriera las agresiones generales de la morisma, formalizán­
dose el cerco, ya sistemático, cuando el infante Don Juan se incorpora al
ejército benimerín, acaso en la primavera de 1294, aunque no nos aven­
tnramos a señalar con certeza un mes determinado.

( b) No sabemos cómo acogerían ahora en Galicia la intervención


de don Pay Gómez en cuestiones de marinería, pues parece que los de Pon­
tavedra, por lo menos, no guardaban muy buen recuerdo de su época de al­
mirante; así nos lo dice un docmento de Fernando IV en que, atendiendo
un ruego de aquella población, declara que nunca "deran galleas", "salvo en
tienpo del rey don Sancho mio padre ... que don Pay Gómez. seyendo su almi­
rante de la mar, por enemistad que auia con lo arzobispo (de Santiago) don
fray Rodrigo", mandó hacer una galera a los de Pontevedra, ante cuya
queja don Sancho "~andógella tornar, et la gallea que estouo y en el puerto
de P.ontevedra fasta que se podrece... " (Arch. C. Santiago, Eser. XXIX.)
'fARlFA 331

Don Pay Gómez Charino sigue desempeñando su cargo de Adelantado


mayor en Galicia durante el reinado de Sancho lY; rn el temo l, pági­
na·s 26 y 107. s. s., y en el· cap. XVIII, hicimos referencia de este per­
sonaje. Don Pay Gómez Charino tendría un fin trágico poco después de
muerto Sancho IV. Dice la Crónica de Fernando IV (ed. Benavicles, pág. II)
· que el año 1:195, "estando un día fa blando el infante don Enrique e el
Infante don Juan en la dehesa de Cibdad Rodrigo, estando Pay Gómez
·cherino apartado, llegóse a él un cavallero que desian Ruy Pérez Tenorio,
e rliólc con un cochillo por medio del cora<;ón e cayó luego, de un cavallo
en que estaba, muerto en tierra"; Tenorio huyó a Portugal; pero el Infante
don Juan, como Charino "era de su vando", persiguió al matador, "alcan­
~óle e matóle". Salazar dice que el agresor era hermano de Men Rodrí­
guez Tenorio (Casa de Sil·va, I, 184): debían tener algún parentesco (véase
tomo I, pág. 52). Su sepulcro está en la iglesia de San Francisco, de Pon­
tcvedra (véase la lámina en el tomo I); la inscripción dice: "aqui iaze el
rmti noble: cauallero: Payo Gómez Charino: el primeiro: señor: derrian io.
· que guano: a Seuilla siendo: de moros.ylos: preuilegios: desta uilla : ano
de : L." Algunos autores discuten que este sepulcro sea el de Charino (véase
Vi!la-amil, Iglesias gallegas, ya citado, pág. 187, y el libro Documentos, ins­
cripciones, monumentos, etc., para la historia de Pontn'C(ira. publi!'.ado
por la Soc. Arqueológica, Pontevedra, 1922, t. II, 427 (autor, D. Casto Sam­
pedro). Cuveiro Piño] (en Rev. Gallega, núm. r09) da como año de la in!<­
cripción que Villa-ami! deja en claro el de 13o8. Hablan de Charino, entre
otros, Murguia (Galicia Esp. y sus mon., págs. 672, 674, pero este autor se
equivoca al seguir un error de la Crónica de Sancho IV que cambia los nom­
bres), y el marqués de Labuz, en la revista España y América, de 15 de
diciembre de 1916, Los trovadores gallegos. En casi todos los nobiliarios
hay mención de este ilustre caballero; además de los citados, en las Memo­
rias de la Casa de Saavedra, folios 212 y 13; en los Linhagens, 164. 385.
En el Nobiliario de Vasco de Ponte (Madrid, Rivadeneyra, sin fecha, de la
1)iblioteca del duque de T'Serclaes, con prólogo de Moreno de Guerra) se
habla de los Sotomayores, pero sin remontarse al siglo XIII; dice que entre
la descendencia de Suero Gómez y su mujer doña Leonor había una señora
que casó con Don Enrique, tío del rey Don Fernando, y dióle a Lantario,
Rianjo e Insua (pág. 9); lo curioso es que en el supuesto sepulcro del almi­
nmte Charino se le llama primer señor de Rianjo. Don Pay Gómez tenía
derechos sobre Fermoselle; entre los rehenes de paz con los Núñez en 1290
( cap. XIII) está Fermoselle; a 3 de mayo de 1292, el rey da al obispo don
Pedro de Zamora el castillo y villa de Fermoselle, que "perdió el obispo don
Suero por cosas que fizo", ordenando a los moradores "recudan con todos
los derechos" al obispo don Pedro "después de días de don Pay Gómez"
(número 422); seis meses después, en priv. rod., confirma la donación, pero
sin menciona1' a Charino (21 de noviembre de 1292, núm. 438); en cuentas de
abril 1294 leemos "otrosí que Fremoselle e Villarino d' Arias et de Perena, qth:
non recibió ninguna cosa, por razón que los toma don Pay Gómez, et que
los non deja coger a ninguno" (p. XLIII). Por Zamora percibe otro" dere­
chos (p. LXXXI) : "por la casa de Finoiosa, que! tomó et dió a Martín
Alfonso, fijo del rey de Portogal", cobra 5.000 mr. y .~.200 ''por Suero
Gómez, su fijo, de su soldada del anno XXX" ( 1292) (pági­
na LXXXIV). En la judería de Burgos tenía asignados don Pay Gómez,
"vasallo del rey", 7.320 mr. (Distr. Aljamas). A 28 de marzo de 1288,
estando en Zamora, Charino, "vasallo del muy noble rey don Sancho",
hizo una donación a la Orden de Alcántara (Bulario, 121). A 13 de
332 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

febrero de 1288, el rey había confirmado otra donación que Pay Gómez
hizo en Badajoz (pág. 120). En septiembre de 1289 (núm. 270), Sancho IV,
al hacer una concesión a la catedral de León sobre San Sadomin, dice que
no dejen de cumplir lo dispuesto "por cartas que alguno uos muestre mias nin
de don Johan mi hermano, nin de don Pay Gómez". Muerto Sancho IV,
Pay Gómez, por tierras de Zamora, fomentó la rebelión contra la autoridad
del rey niño Fernando IV; cuando la reina con su hijo quiso ir de Toro
a Zamora, "Pay Gómez, que tenia el alcac;ar, avia dicho a los de la cibdad
que la non acogi_esen en la villa en ninguna manera", y lo mismo aconsejó en
Salamanca. Esto nos recuerda que en las postrimerías del reinado de Al­
fonso X don Juan puso sitio a Zamora, cuya fortaleza defendía la mujer
de Garci Gutierre Pérez, "e esta dueña era hermana de Pay Gómez Cha­
rino", y como no se rindiera, el infante se apoderó de un hijo de la al­
caidesa "que le criaba en una puebla cerca de la villa", enviando a decirle
"que si le non diese el alcá<;ar luego, que gelo mataria"; la madre entonces
entregó la villa (Crón. de Alfonso X, ed. cit., 61). A pesar de este dramático
incidente, vemos que Pay Gómez llegó a ser muy del bando del infante
Don Juan. Fray Felipe de la Gándara (Armas y triunfos. Hechos heroicos
de los hijos de Galicia, Madrid, MDCLXII, pág. 265) sólo dedica seis líneas
a Pay Gómez Charino, llamándole Pedro. Sigue a Salazar de Mendoza en sus
Dignidades de Castilla.

(e) A pesar de la retirada de los benimerines de Tarifa y de la for-


mularia mediación de Jaime II entre Sancho y los moros, la guerra no se
ha terminado aún, como veremos en el capítulo siguiente. Parece que la
iniciativa musulmana de proseguir las hostilidades con Castilla después
de la conquista de Tarifa partió del granadino. Conviene recoger y con­
cretar aquí la actitud de Mohamed II en los dos años escasos compren­
didos entre la toma de Tarifa (otoño 1292) y su defensa (verano 1294).
Primero, ante el triunfo de Sancho, al que cooperó como vasallo que era
de Castilla, se sintió humillado, pues sus correligionarios debieron echarle
en cara la pérdida de Tarifa para el Islam. Entonces Mohamed, tres meses
después de la toma de Tarifa, manda su embajada, que alcanza a Sancho IV
en Córdoba "(diciembre de 1292), cuando ya vuelve triunfador a Castilla,
para proponerle el rescate de Tarifa. Sancho IV mismo nos dice que Aben­
jacob, el rey de Granada, y todos los moros "se sintieron mucho de esta
conquista" y "mouieron mucha pleitesía, que nos darían grand auer- et
castiellos, en tal que les diésemos Ta:rifa" (Tarifa, cte., pág. 109, documento
número 19, y en este vol., páginas 192, 193, 194). El Cartás (ed. cit., 393)
dice que Abenalahmar ofreció a Sancho "los castillos de Xaquiz, Tavira,
N acla, Ablax, Caztala y Aluachin como rescate de Tarifa; mas no consiguió
nada". Fracasado el intento de rescate, Abenalahmar discurre otros medios
para reconquistar la consideración de sus correligionarios, y piensa en acer­
carse al Sultán de Marruecos. Entonces es cuando, en febrero de 1293, los
reyes de Aragón y Castilla mandan desde Guadalajara a don Samuel a Gra­
nada para aconsejarle mantenga la amistad con Castilla sin dar oídos a
ningún "mal omme" (V. cap. XVII, pág. 202). Pero Abenalahmar no atiende
a tales razones, preocupado sólo con la idea de redimirse ante los suyo~
del pecado de su contribución a la pérdida: de Tarifa, lo que debió crearle
un estado político de opinión muy desfavorable en la misma Granada, y
como, naturalmente, en aquellas circunstancias la unión con los cristianos.
'l'ARIFA 333

le perjudica en los intereses internos de su reino, quiere salvar la situación


buscando la amistad de su correligionario Abenjacob; así callaría a los fa­
náticos de la guerra santa. Por eso en mayo de 1293 mandó su embajada
al Africa, viniendo poco después al Andalus el hijo de Abenjacob, quedando
planteados con éxito los pactos, hasta que el propio Mohame<l va a entrevis­
tarse el otoño de 1293, en Fez, con el Sultán, llevándole magníficos presentes,
entre ellos un preciadísimo Corán. Dice Abenjaldun que el granadino empezó
·'a excusarse de su conducta en el asunto de Tarifa; pero el Sultán le in­
terrumpió declarando que había olvidado todo lo pasado". Entonces Aben­
alahmar cedió al marroquí las villas de Algeciras, Ronda, la provincia de
la Garbia y veinte castillos que ya habían pertenecido al Gobierno merinida
(Abcnjaklún, IV, 134). Este importante donativo no es <l'esinteresado; scgn­
ramente tuvo razón Sancho IV cuando elijo: "et pasó el rey de Granada
allende la inar, et viose con el rey Abenjacob ... et fizieron su abenenzia en
tal guisa que el rey de Granada <lió al rey Abenjacob la villa de Algeciras
,i
et Ronda, con sus castiellos, por tal que pasase acuende aiudarle, et ambos
fazer la maior armada" (nítm. 525). A este precio Mohamed se iba des­
c,ugm1do del desprestigio que pesaha sobre él por lo de Tarifa; tenía que
rehabilitarse, y el único medio sería reconquistar la plaza perdida. Ahora,
para una cuestión que dejamos planteada en el capítulo XVI, conviene nos
fijemos en que el cronista musulmán haofa de las disculpas del granadino
por el asunto de Tarifa, pues en esas disculpas vemos el origen.del supuesto
pacto previo entre Abenalahmar y Sancho IV al planear el cerco de Tarifa
por los cristianos en 1292, pacto consignado sólo por los cronistas musul­
manes; el Cartás dice que Don Sancho "había convenido con Aben Alahmar
<"n entregársela (la villa de Tarifa) si la tomaba; pero cuando la ganó la
retuvo para sí", y aunque le ofreció castillos, Sancho no cedió (pág. 393;
lo mismo dice Abenjaldím, IV, 132). Es absurdo que Sancho, nada ingenuo,
por otra parte, propusiera semejante dislate, poniendo a contribución todos
sus Estados y exponiendo la propia vida en la conquista de una plaza para
entregarla después en provecho y acrecentamiento de un vecino siempre pe­
ligroso y molesto; por tanto debemos pensar que esa falsa especie del conve­
nio previo fué vertida con alguna intención, y, sin duda, fué Abenalahmar
wien la propaló para disculparse con sus correligionarios, ante quienes d,·
este modo resultaría su conducta menos reprobable y desairada. Con el viaje
del granadino a Fez se divulgó esta versión, interesados en sostenerla él y
sus partidarios, siendo seguramente la verdad oficial que circuló entonces
y recogieron luego los historiadores musulmanes. Al regresar el nazarí de
.1farruecos, a fines de 1293, sus gentes ya habían entrado "a correr" tierras
andaluzas, a pesar de los mensajes cambiados con Castilla esa primavera,
acentuándose el movimiento guerrero desde entonces a medida que iban lle­
gando refuerzos africanos, hasta circunscribirse por fin el objetivo de la
campaña en el asedio de Tarifa por su anterior posesor el benimerín, al cual
ofrecería apoyar Mohamecl desde sus dominios granadinos, agrediendo a
los cristianos por distintos sectores para dividir sus fuerzas; sabemos que
desde Vera se hizo un importante alarde sobre tierras murcianas. Si la ac­
titud de Mohamed con sus correligionarios fué de disculpa, con -los cris­
tianos adoptó el sistema contrario, fingiendo estar quejoso de Sancho IV,
según se desprende de la correspondencia con Jaime II ; pero bien sabemos
que esa postura era falsa, utilizada por él, durante aquel período, única­
mente para dar largas mientras cuajaba su unión con Marruecos, pues no
debemos olvidar que ya en febrero de 1293 los reyes cristianos le habían
escrito dándole a entender que sabían estaba influído por malos consejeros
334 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

(\'. cap. XVI f, pág. 202). Luego sabemos que quebrantó la tregua pactada
con Fernán Pérez a mediados de 1293 y que a fines .de ese mismo año, ya
en buenas vías su amistad con Abenjacob, corrió sin recato las comarcas
cristianas. Después de lo expuesto, sacamos la impresión de que esta guerra,
caracterizada por el cerco de Tarifa por los musulmanes, fué fruto de la
labor política de Abenalahmar de Granada. También nos lo hace pensar así
que el benimerín, retirado de Tarifa en 1294, se dedica a la guerra con
Tremecén, y es Mohamed quien, muerto Sancho IV, prosigue con tesón sus
intentos sobre Tarifa. Después de retirarse los benimerines, el infante Don
Juan pasó a Granada (Barrantes Maldonado, I, 180); Sancho IV, poco
tiempo antes de morir, aludiendo a su hermano en una conversación con
don Juan Manuel, decía: "Aquel pecador del Infante don Juan que anda
perdido en tierra ele moros" (Don Juan Manuel, Obras, ed. cit., pág. 263).
Don Juan no volvió a Castilla mientras vivió Sancho IV. Loaisa (Cróni­
ca. 62) dice, al narrar hechos de 1295: "Eodem anno, cum infans dompnus
Johannes frater olim regis Sancii supradicti qui tune in partibus seu terra
nfaurorum oh timorem eiusdem regis moram trahebat, de morte regis ipsitis
audisset venit protinus ad terram de Valencia que est in regno Legionense... "
La biografía de este desdichado personaje está tan entrelazada a la historia
política dt• los reinados de Fernando IV y Alfonso XI, que aquí estaría
fuera de lugar ocupando numerosas páginas; en el curso de toda su vida
fué siempre el hombre <le pasiones viles. De su nacimiento y matrimonios
ya hicimos referencia (V. I, 32). En cuentas de 1294 y 1295 vemos que su
hermano el rey le había favorecido en asuntos económicos (Cuentas, pági­
nas CLIII, CLV, CLIX). La Crónica ele 1344, tan favorable al infante
Don Juan, hasta el punto de omitir la intervención ominosa que tuvo en el
sitio de Tarifa, al consignar su muerte, ocurrida en la vega de Granada el
año 1319, dice fué "uno de los mejores infantes que nunca ouo en Castilla,
11in que más nin mejores fechos fiziese". En los Ann. Placentini Gibellini
(M. G. H., XVIII, 553) se dice el año 1271: "Et Iohannis filius dicti domini
regís (Alfonso X) cugnatus eius (del marqués de Monferrato) debet venire
pro Capitaneo dictorum militum in Lombardia." Varias crónicas francesas
dan noticia de la derrota de la vega de Granada en que perecieron los
infantes Don Pedro (hijo de Sancho IV) y Don Juan (Continuatio Cronici
G. Nangiaco, Chroniques de S. Denis, Continuatio Chronici Girardi de Fra­
cheto. Excepta e mcmoriali Historiarum Johanis a Sancto Victorc. Rec.
Hist. France, XX, 624, 702; XXI, 53, 669 y 670). En la corte de Sancho IV
ocupaba lugar distinguido un gran amigo del infante Don Juan, el caballero
Ruy Gutiérrez de Sandoval, que, según los Linhagens (212, 304}, "foy com
o ifante dom Joham a alem mar e quando sse o iffante daló tornou dcpós
morte del rrey dom Samcho, chamouse o iffante dom Joham rrey de Lcom:
e este Roy Gotérrez foy seu alférez e foy muy boo caualleiro"; tenía una
casa, Villa ele Sares, "cm Riba de Pisorga". Su abuelo fué Diego Gómez
de Sandoval, casado con la viuda María Pérez de Vides, y su padre, Gutier
Dfaz de Sandoval. Ruy Gutiérrez casó y tuvo dos hijos: don Juan Díaz de
Sandoval y don Gutier Díaz de Sandoval, que fué vasallo del infante Don
Juan, muriendo con él en la vega de Granada (Linhagens, 304; Argote,
Nobleza, 265). En la Distr. de las Aljamas vemos que Ruy Gutiérrez de
Sandoval, vasallo del infante Don Fernando, tiene importantes consig­
naciones en varias juderías: en Sahagún, 2.818 mr.; en Peñafiel, 683;
en Lerma, Muño y Palencihuela, 986; en Villadiego, 1.371. En Burgos
también tiene rentas "Ruy Gutier, ficle Gutier Diaz de Sandoval". Además,
otros del apellido Sandoval tienen rentas en las juderías, como Pero Gu-
TARIFA 335

tiérrez de Sandoval (asimismo vasallo del infante Don Fernando), 2.000 ma­
ravedises en Villadiego¡ acaso es el mismo "Pero Gutiérrez de Sandova1,
fijo de Garcia Diaz de Sandoval", vasallo de Don Fernando, que cobra
1.349 mr. en 1a judería de Valladolid; en Va1ladolid tiene tamb'ién
1.449 mr. "Johan Gonzalez de Sandoval", García Díaz, hijo de
Diego Gómez de Sandoval, tenía en Burgos 1.000 mr. (No sabemos
si sería el Diego Gómez de Sandoval abuelo de Ruy Gutiérrez). Diego Gómez
de Sandoval, vasallo, como los otros, del infante Don Fernando, cobra
2.898 mr. en Valladolid. Según el Nobiliario <le Ayala (citado atrás),
doña Inés Velaz (hija de D. Vela Ladrón de Guevara) se casó con
Gutiérrez Díaz de Sandoval, "de quien vienen los de Sandoval". En do­
cumento de 17 de agosto de 1266 figuran Día Gómez de Sandoval y 'SU
mujer Tnés Alvarez (A. H. N., lcg. 1.127, Aguilar de Campóo).

(d) Señalamos, con todas las· reservas de una hipótesis, la acc1on


<le Tarifa y el hecho de Guzmán el Biteno hacia la segunda quincena de
agosto de 1294, fijándonos en que la carta de Jaime II a Guíllén Escribá,
apremiando su partida, es del 4 de agosto, y después de esta fecha deben
contarse los días de trámites con viajes de mensajeros y navegación de la
flota desde Valencia al Estrecho. Pero tampoco fué la victoria después del
9 de septiembre, pues en un mensaje de Juan Mathe, que llega a Palenzuela
desde Sevilla (unos 700 kilómetros de distancia) el 17 de septiembre, habla
al rey "de esta costa de la mar" que avedes tomado" "et tomastes agora"
(doc. publicado en Tarifa etc., pág. 147; véase además el capítulo si­
guiente. La Crónica (pág. 88) no puntualiza fecha al referir el suceso,
pero se deduce que fué antes de los primeros de septiembre, pues a conti­
nuación habla de que el rey fué de caza a Castrogeriz, y por el itinerario
·,emos que Sancho estuvo en Castrogeriz el 4 de septiembre (Cuentas, pá­
gina CXLIII). Además, recordemos que Juan Mathe, en su relación en­
viada a los reyes en junio de este año (1294), hacía sus cálculos respecto
a las galeras aragonesas para aquellos meses; "el viaje que será en julio, et
U!JOsto, et septiembre", había dicho, y contaba que con las naves de Sevilla
y las de Aragón "avían azás en el mes de septiembre". Los cronistas mu­
sulmanes apenas mencionan el desastre sufrido. El Cartás (pág. 397) se
limita a decir que el año 693 (2 de diciembre de 1293, 20 de noviembre
de 1294) pasó el ejército benimerín "al Andalus para sitiar a Tarifa; acampó
sobre ella y la cercó algún tiempo". Luego habla del hambre en el Mogreb,
y no vuelve a tratar del sitio de Tarifa; Abenjaldun (IV, 134, 136) dice que
a fin de 1293 pasó a España un ejército destinado a sitiar Tarifa; "pero la
plaza ofrece tal resistencia, que se ve obligado a renunciar". En cuanto al
desarrollo de los sucesos, creemos, después de confrontar los datos, que el
hecho ocurrió en la forma indicada. Es decir, que el episodio de Guzmán
es muy poco anterior a la llegada de las naves que, en definitiva, son las
que determinan la retirada del enemigo. Juan Mathe y Femán Pérez, por
medio de mensajeros, debieron acordar el encuentro de sus respectivas es­
cuadras (la de Sevilla y la de Valencia) frente a Tarifa, atacando al enemigo
por los dos flancos. La Crónica, casi siempre tan exacta, calla, sin embargo.
la noticia de esta flota llegada en socorro de Tarifa, hecho que ofrecemos
ampliamente demostrado con materiales de procedencia aragonesa y cas­
tellana. Como vimo'l en el capitulo XVITI. Guzmán había solicitado
y obtenido 1a tenencia de Tarifa en julio de 1293. La Crónica de
336 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Sancho IV (pág. 87) dice que Guzmán "envió decir (al rey) que· como
quier que él daba a don Rodrigo, Maestre de Calatrava, dos cuentos (dos
millones) por la tenencia de Tarifa, que si él quisiesse, que se la temía
por seiscientas veces mil maravedis". Pero en esta suma debe equivocarse
la Crónica, pues en Cuentas de septiembre de 1294, precisamente a raíz de
la gloriosa defensa, leemos: "A don Alfonso Pérez de Guzmán, de CXX mill
mr. que auie dauer para su soldada, tomó del pecho de los judios de Sevilla.
CXV mill CCCXXXIII, mr. V. sueldos" (núm. 582, pág. CCCXCVII). Así,
pues, por la tenencia sólo se le daban 120.000 mr. en lugar de los
600.000 de que habla la Crónica. No consignamos aquí íntegra la biografía
de Guzmán, pues en realidad merece un libro, y nos extenderíamos dema­
siado. Además, acerca de Guzmán y de su familia existen muchos puntos
que necesitan una depuración crítica, labor que reservamos para una bio­
grafía documentada de este personaje utilizando materiales de archivos, mu­
chos inéditos, lo que hasta ahora no se ha intentado. Existen diversas biogra­
fías más o menos literarias, pero casi todas en tono ditirámbico. La más seria
sigue siendo la de Quintana, en su obra Vida de españoles célebres, Madrid,
1828, tomo I, a pesar de que recoge fábulas e inserta la conocida carta de
Sancho IV a Guzmán, cuya falsedad demostró Morel-Fatio (La lettre du
Roy Sanche IV a Alfonso Pérez de Guzmán, sur la defense de Tarifa
¿ 2 janvier 1295-Bull. Hisp., II, 15). También el famoso priv. de las alma­
drabas es apócrifo, según indica Menéndez Pelayo (Tratado de Romances
viejos, ya cit., II, 96 y siguientes). Don Alfonso Pérez de Guzmán era
hijo bastardo de don Pedro de Guzmán; siendo muy joven pasó al Africa
con embajada de Alfonso X y regresó, obtenida la paz deseada por el
castellano ; pero pronto, por cierta alusión de un hermano suyo_ a su
origen "de ganancia", en plena corte, se indignó, dejando el reino para ir
en servicio de Abenyucef, Sultán de Marruecos, que le favoreció mucho.
Guzmán se distinguió sometiendo a los africanos rebeldes al Sultán. l,uego
interviene, al parecer llamado por Alfonso X, en los sucesos de la rebelión
ele Don Sancho; pero vuelve a Marruecos, de donde, según los cronistas,
regresó en 1291 acudiendo en socorro de Vejer, atacado por los moros
(véase cap. XV, páginas 149-50). Luego asiste a la conquista de Tarifa,
y más adelante obtiene la alcaidía de esta plaza (v. capítulos XVI y XVIII).
:!\1uerto Sancho IV, despliega gran celo en la defensa de Andalucía contra
los moros y sirve lealmente al rey. Acude a la conquista de Gibraltar, y
guerreando con los moros, en la sierra de Ronda, halla la muerte a los
cincuenta y cuatro años de edad, el viernes 19 de septiembre de 1309, según
dice Benavides (op. cit., I, 373). Tratan extensamente de Guzmán los citados
Pedro de Medina y Barrantes Maldonado (V. cap. XV, pág. 150). Respecto
a la mujer de Guzmán el Bueno, véase el tomo I, págs. 149 y 150, y tomo II.
cap. XI variantes. En cuanto al número de hijos, no están de acuerdo sus
biógrafos; Benavides dice que fué padre ele Per Alfonso, el nifío sacrificado
".'n Tarifa; doña Isabel, don Juan Alonso, doña Leonor y doña Beatriz.
Ortiz de Zúñiga (Anales, 169) habla de doña Teresa Alonso de Guzmán,
bastarda de Guzmán el Bueno, la que, por cierto, se casa con don Juan
de Ortega, hijo de Juan Mathe de Luna. Es interesante este matrimonio,
que une los linajes de aquellos dos hombres tan unidos en la defensa de Ta­
rifa. Para referencias de su familia véase el tomo I, pág. 87. En los Linha­
gens (pág. 273) se dice que don Pedro Núñez de Guzmán,. el padre de
Guzmán el Bueno, no tuvo hijos legítimos, sino uno de ganancia, que fué
Alfonso Pérez de Guzmán, "muy pre~ado en toda Castella e em Leom e en
toda a fronteira e foi muy boo caualleiro d'armas". Sandoval (op. cit., 335)
TARIFA 337

ha_bla de un don Juan Pérez de Guzmán, hijo de don Pedro Núñez de


-Guzmán. y de doña María García de Roa, y en una real carta de 26 de
marzo ele 1285 se habla de "don Johan Pérez fijo de don Pero Nunnez de
Guzmán, et sus uasallos de. Gomiel de Mercado" (núm. 56). Alfonso X, en
documento inserto en otro de Sancho IV, trata de "los vasallos que yo com­
pré de Fcrrant Pérez, fijo de Pero de Guzmán, en Potes et en Liéuana"
(Arch. M. Potes). En los Linhagens (pág. 270) se hace mención de doña
Juana Fernández, hija de Fernán Pérez de Guzmán, la cual se casó con
Alvar Díaz de Castañeda. En los últimos años de su vida, Guzmán el
Biteno confirma en los privilegios rodados de Fernando IV (V. la Col. dipl.
de Benavides, op. cit., t. II) ; a 12 de octubre de 1309, el rey ratifica a¡ la
viuda de Guzmán, doña María Alfonso, y a sus hijos la posesión de todos
los bienes que "él auía al tiempo que lo mataron los moros en servicio de
Dios e mio" (Benavides, TI, 696). Acerca de cómo estaba en poder del
infante Don Juan el hijo de Guzmán existe la versión de que antes de salir el
infante hacia Portugal, don Alfonso le entregó al niño para que lo llevase
a su pariente don Dionís, y pensó llegar a Coimbra para dejar en la corte
a Per Alfonso; pero como los aires contrarios llevaron la nave a Marruecos,
prosiguió con el hijo de Guzmán. Creemos que está más en lo cierto Ortiz
de Zt'.tñiga (Anales, pág. 150) al rebatir esto diciendo foé "hecho prisionero
en el mesmo cerco". Ahora debemos afrontar la debatida cuestión del
heroísmo de Guzmán. Los genealogistas asalariados adulteraron la realidad
recargando con frases retóricas un doloroso episodio que no necesitaba
esos ditirambos y artificios, pues para ser sublime le basta con ser verdad.
En nuestros días, acaso como reacción, D. Andrés Giménez Soler (op. cit.,
página 34) dijo que Tarifa se salvó "gracias al heroísmo de Guzmán el
Bueno, el· único bueno de su tiempo, aun no siendo verdad lo del hijo",
afirmación q\.te siguieron otros autores, a pesar de que no se fundaba
en el ·menor documento, dato e indicio, ni se argumentaba con algún ra­
zonamiento. Sospechamos que el insigne historiador aragonés niega tan
rotundamente el hecho sin descender a explicarnos su conclusión, porque,
juzgando el suceso con criterio de nuestro tiempo, cree absurda la conducta
del· padre y hasta la amenaza de don Juan. Pero para comprender aquel
arranque debemos situarnos en la época y recordar el concepto que se
tenía entonces del honor, del juramento de fidelidad. Corriente es, en do­
c\.tmentos medievales, señalar como rasgo nefando "el que trae castillo
contra su señor". Alfonso X, en su testamento, habla del hombre que
sea maldito, como "aquel que vende castillo" (.M. H. E., tomo II). Cada
tiempo tiene sus modalidades espirituales; hoy quizás no se encuentre el
tipo de la madre espartana que recomendaba al hijo no retornase del campo
de batalla si no había vencido. El infante Don Juan, años antes, había usado
el mismo infame procedimiento en Zamora (V. oág. 332); pero allí tuvo
eficacia, pues era madre la defensora de la plaza. El relato tradicional· consta
en la Crónica de Sancho IV, que, después de narrar la incorporación. del
infante al ejército expedicionario contra Tarifa y el asedio, dice: "E el
Infante don Juan tenia un mozo pequeño, fijo <leste don Alfonso Pérez,
e envió decir a este don Alfonso Pérez que le diese la villa, e si non que
le mataria el fijo que él tenía. E don Alfonso Pérez le dijo que la villa
que gela non darie; que quanto por la muerte de su fijo, que él le daria el
cuchillo con que lo matase; e lanzóles de encima del adarve un cuchillo, e
dijo que ante quería que le matasen aquel fijo e otros cinco si los toviese,
que non darle la vida del rey su señor de que él ficiera omenaje; e el in­
fant don Juan con saña mandó matar su fijo ante!, e con todo esto nunca
u
338 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

pudo tomar la villa". En verdad no existe fundamento para negar el hecho


mientras no se presente documento en contrario. Es más: en la Colección
diplomática del reinado de Fernando IV publicada por Benavides (op.
cit., tomo II) hallamos un privilegio real (pág. 145) otorgando a Guzmán
el Bueno la villa de Sanlúcar de Barrameda "por gran voluntad que habe­
mos-dice-de fazer mucho bien e mucha merced a don Alfonso Pérez de
Guzmán, nuestro vasallo e nuestro alcay en Tarifa; e por muchos buenos
seruicios que fizo al rey don Sancho nuestro padre, que Dios perdone, sen­
naladamente en la conquista que él fizo de Tarifa, e otrosí en guardar e
amparar la villa de Tarifa seyendo hy él quando la cercaron el Infante
don Juan con todo el poderío de los moros del rey Aben Jacob, en que ma­
taron un fijo que este don Alfonso Pérez había, que moros traían consigo
porque les non quiso dar la villa e él mismo lanzó un su cuchillo a los
moros con que matasen el su fijo, porque fuesen ciertos que non daría la
villa, que antes tomase hi muerte, e los moros, veyendo esto, mataron el
fijo con el su cuchillo..." Este privilegio es rodado, y sus confirmantes con­
cuerdan con los de otros privilegios de ese año; su vocabulario y redacción
es de la época, y la fecha y el sitio de expedición coinciden con el itine­
rario del rey: el 5 de octubre de 1297 está Don Fernando en Zamora, donde
da un priv. a la cat. de Sevilla (Arch. C. Sevilla) ; del 13 de octubre de 1297
en Toro, es el priv. a Guzmán, y del 12 de noviembre de 1297, en Toro,
también es un priv. del Arch. C. de Tuy. Como se ve, las procedencias de
estos documentos son bien distintas y distantes. Por otra parte, corrobo­
rando la posibilidad de esta hazaña que reputamos absolutamente histó­
·rica, concurren otras modalidades del carácter de Alfonso Pérez de Guz­
mán que completan su fisonomía moral en perfecta armonía con el rasgo
heroico <le! sitio de Tarifa. Además, fijémonos en la constancia firme y
terca de Guzmán por conservar la plaza de Tarifa, muerto ya Sancho IV,
cuando por azares políticos estuvo a punto de ser restituída a los moros,
y él, arrogándose la autoridad moral de quien la mantuvo a tan dura costa,
se dirige, por propia iniciativa, al rey de Aragón, entonces en guerra con
Castilla, pidiéndole apoyo para sostener la plaza mediante determinadas
condiciones que debía cumplir en su día el rey castellano; todo antes que
devolverla a poder de los moros (V. Zurita, Anales, I, 375; Giménez Soler,
op. cit., pág. 49 y siguientes). En la biografía de Guzmán se ve un carácter
sostenido, de hombre recto, leal, dotado de virtudes heroicas. Sobre Guz­
mán se han escrito romances, dramas, crónicas, traspasando su nombre los
linderos de la región histórica.

(e) El doc. a Nicolás Pérez de Villafranca es del 17 de marzo


de 1295, estando el rey en Madrid (Ortiz de Zúñiga, Anales, pág. 151; este
autor dice, equivocadamente, 1294; pero es en 1295 cuando Sancho IV
está en Madrid). Quizá éste sea el mismo Nicolás Pérez, "alcall del adoana"
de Sevilla que figura en cuentas de Juan Mathe (núm. 592). En un docu­
mento, cincuenta años posterior a la defensa de Tarifa encontramos un
Nicolás Pérez de Villafranca, "trompero que fué en calle de francos"
(A. Ballesteros Beretta, Sevilla en el siglo XIII, pág. CCCXXI). Por
cuentas de noviembre de 1294 enviadas también por Juan Mathe de Luna
(núm. 582) tenemos referencias de algunos gastos ocurridos en la campaña
de Andalucía después de la extensa cuenta ·que había mandado en junio.
Entonces fué cuando se pagó la buena suma de 36.000 maravedises "a
'l'ARIFA 339

otros cusarios muchos en tal que ouiesen cora1,;on de fazer bien et almo­
gauares por tierra", para que no perturbasen la marcha de la campaña en
aquellos momentos críticos. A un individuo se le paga una suma "en razón
de descuento porque tomaron los pescadores et los leuaron por fuerza a la
flota". "A Pedro Martínez, para Tarifa, de CCCX mill que auie dauer",
se le pagan 183.000, y 1.200 mr. "costó sal para salar los tocinos
que leuaron a Tarifa et los que leuaron a la flota et pora fazer treze
fornos de nueuo que fizieron en Sevilla paral viscocho" (núm. 582). Proba­
blemente a ese verano corresponden estas partidas que hallamos en las
Cuentas : "Por levar los XXX mil mr. a Sevilla, ornes a caballo et de
pie, con un azémila que diz que se le murió en el camino, II mil mr" (Cuen­
tas, pág. LXXXV) y el pag.o de 5.200 mr. "a los almocadenes de
Tarifa por cartas del rey e de la reyna de quitación de V meses" (pág.. XC).
Consta además en las cuentas de noviembre (núm. 582) que se dan 67.450
mr., 13 sueldos, "a don Johan Ferrández (Adelantado mayor de la
Frontera) de LXXXI mil mr. · que auie dauer para su comer". También
"tomó Johan Ferrández de mercaderes, emprestados para pagar ballesteros
et peones que enuió a los Castillos ante anno, et fueron pagados de los
derechos <leste anno", 2.700 mr. (núm. 582, pág. CCCXCIX). A Vi­
cente García, personaje que mucho figura en todos aquellos hechos, segu­
ramente por ser eficaz auxiliar de Juan Mathe, se le pagan, de 80.000 mr.
"que auia datter", 40.675. También encontramos aquí los nombres de
Juan Mathe y Fernán Pérez; ambos cobran igual cantidad: "A don
Ferrán Pérez, chanceller del rey... XV mill mr", "a don Johan Mathe,
XV míll mr". Asimismo en la corte percibían ambos idéntica soldada
(240 mr. mensuales, como vimos atrás). Pero ya Mathe de Luna había
recibido otra paga; en la cuenta de Junio se declara "que mandó dar la
Reyna a Johan Matheo para su despensa por la costa que fizo XX mil mr."
(Tarifa, etc., pág. 129). Entre "los lugares que son dados de las tercias
en el arzobispado de Sevilla... fuera de la villa" figuran "a Johan Matheo,
en cuenta de su quitación, Fasnakazar, et Sant Lucar, et Tejada Fasnal­
cala"; "En Xerez, a don Pay Gómez, San Lucar de Barrameda"; "A Micer
Benito, el Puerto de Santa María", y "a Don Alfonso Pérez de Guzmán,
Baamonte, Agudo, Alixar" (Tarifa, etc., pág. 147, cuentas de junio). Es
curioso que entre los individuos que entonces figuran hallamos un "Ferrán
Alfonso Cebolla", que cobra 1.000 maravedís, y que bien pudiera ser un hijo
de Alfonso Fernández Cebollilla, el íntimo amigo de Guzmán el Bueno men­
cionado en las gestas del héroe. Tanto las cuentas de junio (publicadas
en Tarifa, etc., páginas 123-148), como las de noviembre (núm. 582) son
fuentes interesantísimas de información sobre diversos asuntos, como recau­
dación, juderías, morerías, monedas, etc., etc.

Las variantes <le este capítulo no pueden seguir la regularidad crono­


lógica que en los anteriores, pues de 1294 sólo conocemos un privilegio
rodado, y es algunos meses posterior al límite de este capítulo, que termina
en agosto ; el documento en cuestión lleva la fecha de 12 de noviembre de 1294
(Arch. C. Toledo, I, 12-1. 7: existe copia en B. N. Ms., 13.095, f. 84), y,
sio HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

por tanto, puede ocurrir que algunas de las variantes que aquí aparezcan
correspondan a septiembre, octubre y hasta a los primeros días de noviem­
bre, .es decir, después de agosto. Pero, a falta de otros privilegios de los
seis primeros meses de 1294, no nos queda más recurso que utilizar este
documento del 12 de noviembre de 1294 como punto de referencia frente al
último rodado que citamos de I293, fechado el 30 de noviembre. En lugar
de un término de seis meses, tenemos ahora un año entero entre uno y
otro rodado. .A 12 de no·viembre de 12941 con relación a 30 de noviembre
<le Ú93, existen las siguientes variantes: entre los hijos del rey aparecen,
con el título de Señor de Vizcaya, el infante Don Enrique íV. el cap. XVIII)
y don Felipe con el de Señor de Cabrera y de Ribera; en primera línea,
confirma: "El infante don Enrrique, ffijo del rey don Ferrando, tio del
rey" (véase el capítulo siguiente); la de fray ]\fonio, obispo de Palencia
(V. atrás este capítulo), y las de Don Gil, electo obispo de Córdoba, don
Martín, electo de Cá<liz; fray Fernán Alvarez, electo <le Oviedo; don
Arias, electo de Lugo, y la vacante de Sevilla. Don Gil, obispo de Córdoba,
según Eubel (Hicrarchia, 208) y Gams, estaba ya electo a 15 de no­
viembre de 1294; murió en 1299 (Eubel). A 12 de junio de 1300, el
Papa habla de la elección del sucesor, "per obitum bone memorie Egidii"
(Reg. Bonif. VIII, 3.634). De don Martín, obispo de Cádiz, carecemos de
noticias. Eubel dice fué electo el 4 de fchrt'ro ele 1295, es decir, cerca de
tres meses después de esta confirmación, que hallamos a 12 de nm•iembrc
de 1294, A 24 de abril de 1295, "la eglesia de Cádiz, vaga" (núm. 594).
Fray Fernán Alvarez, ahora electo de Oviedo, era franciscano, profesor;
foé elegido por los capitulares, aunque Oviedo dependía directamente de la
Sede romana, por la circunstancia de estar entonces vacante la tiara desde
la muerte de Nicolás IV (abril 1292), (Reg. Bonif. Vlll, 580 bis). Según
Risco (E. S. XXXVIII, 216), ya aparece como electo a 24 de junio de 1293,
pero debe ser en documento privado, como uno de 3 <le julio de 1293, en
que se nombra al electo Fr. Fernando (Cat. Oviedo, leg. 1.086, A. H. N.);
pero en los rodados que conocemos aparece vacante Oviedo desde el priv. de
12 ·de noviembre de 1292. Dice Risco que cuando en julio de' 1294 fué ele­
gido Papa Celestino V, el obispo de Oviedo fué a Roma para ser confirmado
por el Pontífice; pero este renunció la tiara en diciembre de 1294, suce­
,!iéndolc Bonifacio VITI, y fray Fernando murió por entonces, el año de
1295. Esto mismo viene a decir la carta apostólica que Bonifacio VIII
dirige al sucesor de fray Fernando el 15 de noviembre de 1295 (Reg..Bo­
nif. VIII, 580 bis). Creemos que el viaje del electo ovetense a Roma fué
anterior a la elección de Celestino V, como indica Risco, pues ya en cuentas
de febrero ele 1294, es decir, cinco meses antes, consta que la chancellería
despachó "una carta a don frey Ferrancl Aluarez, eleyto de Ovie<lo como
sacase ( del reino) XX bestias mulares e VI caballos", sin duda para em­
prender el viaje (Cuentas, pág. XXXIII). Fray Fernando debió morir
antes de 1295, fecha que señalan Risco y Eubel, pues en privilegio del
20 <le enero de 1295, tan a principio de año, ya aparece vacante Oviedo,
y hay que contar el tiempo que tardó en llegar la noticia desde Roma a
Castilla (priv. rod. a la Orden de Santiago, A. H. N., cax. 2o8, núm. 1,
Ceptin, y en el Bulario). Conviene añadir aquí, como adición a la pági­
na 127, t. I, que desde 25 de febrero de 1286 don Pelegrín era obispo
de Ovicdo por provisión pontificia (Rcg. Hon. IV, 3u). De don Arias,
electo de Lugo, hablaremos en el capítulo siguiente. La vacante de Sevilla
ocurría por muerte de don García (V. cap. XI, pág. 34). A 12 de noviembre
de 1294, naturalmente, taita la confirmación de don Juan N1íñez de Lara
TARIFA 341

et Mayor, muerto en Andalucía (como vimos atrás¡; también falta don


Vela Ladrón de Guevara, que debe morir durante el año transcurrido del
noviembre de 1294 al noviembre de 1294. De don Vela dimos algunas re­
ferencias en el tomo I, páginas 227, 238. Don Vela, de familia navarra, fué
hijo de don Nuño lbáñez (de los Ladrón de Guevara) y de doña Teresa
Ruiz (hija de Sancho Ruiz de Rojas y de doña Inés Gutiérrez); muerto
sin hijos su hermano mayor, don Pedro Velaz Ladrón, señor de Guevara
y Oñate, hereda los señoríos don Vela. Otra hermana de don Vela fué doña
Teresa de Guevara, que se casó con Lope Roiz de Rojas. Don Vela casó
con doña Inés (luego el genealogista la llama doña Teresa) de Agoutu (hija de
un hermano del Papa Clemente, "que era de Francia") ; fueron padres de don
Beltrán Yáñez de Guevara y de doña Inés Velaz, la cual se casó con Gutierre
Díaz de Sandoval. Don Beltrán Yáñez heredó el señorío y se casó con doña
Elvira Sánchez de Ayala, "hermana de don Pero Lopes mio padre"; estuvo en
la conquista de Algeciras, disputó señoríos con los López de Salcedo y fué de
"grandes fcchos". Según el genealogista, don Vela 110 quiso tener por
reina a doña Juana y al rey de Francia en Navarra "cuando finó el rey
don Enrique", y pasó a Aragón, donde casó con doña Inés. Después vivió
vn Castilla, "ca le diera la mayordomía el rey don Sancho, fijo del rey
don Alfonso que fué par de Emperador"; ésta es la primera noticia que
tenemos acerca de tal nombramiento, que no hallamos comprobada con la
confirmación de don Vela como mayordomo en ninguno de los rodados
que conocemos de Sancho IV. (Los datos genealógicos de don Vela los
hemos tornado del nobiliario compuesto por el canciller Pero López de
,\yala, obra inédita, cuya copia pudimos consultar gracias a la amabilidad
del marqués de Lozoya, que prepara un estudi'o sobre el canciller). En junio
de I.?7I, don Vela hacía una donación al monasterio de Santa María ele
la Vega, Palencia (leg. r.201, A. H. N.). En "las juderías de Alualat et
alffaz" se dan 7.000 maravedís "a don Vela Ladrón, los que y tenie"
(Distr. Aljamas). En las cuentas hay varios Beltrán Yáñez, y en la Parti­
ción se habla de Beltrán Yuanes, fi de Pero Beltrán; Beltrán Yuanes, "fijo
de don Pero Velas", y Beltrán Yuannes, ·'fide don Johan Veles"; no en­
contramos al hijo de don Vela, aunque éstos deben ser de la familia. En un
documento el~ garantías de paz entre Sancho IV y Jaime II firma entre
los testigos "Beltrán Yuanes, el feo" (9 de enero de 1292, núm. 603), y
antes en el mismo documento, certifica también ''don Vela Ladrón", y asi­
mismo aparecen ambos a 22 de enero (núm. 6o6. Dice el Canciller que
don Vela salió de Navarra cuando la reina Juana se casó con el primogénito
francés; pero este pacto matrimonial se efectuó en 1276, y a 2 de abril del
mismo año ya don Vela había estado en Castilla, pues precisamente de esta
fecha es un documento en que don Vela Ladrón de Guevara figura con
ntros caballeros al lado de don Lope Díaz de Haro, señor de Vizcaya, y
don Simón Roiz, señor de los Cameros, celebrando un pacto con el gober­
nador de Navarra, pues habían salido de Castilla descontentos del rey Al­
fonso. (Este doc. del Arch. de Navarra lo publicó José Y ..nguas y Miranrla
en su Diccionario de antigüedades del reino de Navarra, Pamplona, 1840,
lomo III, 50.) Zurita (como vimos en el tomo I) dice también que don
V cla pasó a Aragón disgustado con el rey de Francia. En un compromiso
<le diversos caballeros con el rey Felipe de Francia acerca del valor de
los sanchetes (23 de noviembre de 1291), y luego, en un documento de 1298,
figura don Pedro Velaz de Guevara (Arch. Navarra, caja 4, núm. 84. Tiene
el sello de D. Pedro Velaz, y caja 4, núm. 114); si se trata del hermano
mayor de don Vela, no tuvo razón el genealogista al afirmar que éste so-
342 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

hrevivió a aquél. A 12 de noviembre de 1294 confirman don García Fernán­


dez de Villamayor (Véanse las páginas 131 y 165) y don Fernán Roiz
de Saldaña (V. el cap. XIII). A za de noviembre de zao4 don Fernán
Fernández de Castro es pertiguero mayor de tierra de Santiago, puesto va­
cante desde la muerte de don Juan Femández de Limia (Véanse los capí­
tulos XIV y XVIII), y que antes de I,imia lo había ocupado don
Esteban Fernández, padre de este don Femán Fernández de Castro. A
12 de noviembre de 1294, don Esteban Pérez, antes merino en León, ostenta
el cargo de "Adelantado mayor en el Regno de León"; de don Esteban
Pérez Florián hemos hecho ya varias referencias.
CAPITULO XX

LA <<FABLA>> DSL MORIBUNDO

(Agosto 1294-abril 1295)

Después de la gloriosa defensa de Tarifa, la salud del


rey Bravo padece visibles quebrantos, a los cuales se sobre­
pone hasta el último momento con todo el ánimo de su
esforzado espíritu. Y en verdad que bien. lo necesitaba en­
tonces, cuando iban a surgir ante su vista nuevas preocupa­
ciones.
Un suceso de interés general ocurría en el mes de agosto
de 1294: la elección de Pontífice Romano después de más
de dos años de Sede vacante. El nuevo Papa era el oscuro
monje benito fray Pedro de Murron, Célestino V en la Cá­
tedra de San Pedro. Para toda la Cristiandad, tal aconteci­
miento tenía singular importancia, pues muchos pleitos polí­
ticos estaban pendientes de la sanción apostólica. También
Sancho IV, interesado en la aprobación de su matrimonio,
seguía la política pontificia con gran atención.
Aquel verano de 1294 llega a Burgos un ilustre perso­
naje, ausente muchos años de Castilla, cuya presencia, por
desventura, ha de ejercer triste influjo en el reino. El via­
jero, ya anciano, que viene fugado de una prisión italiana,
tras largo cautiverio, después de azarosa vida política, es
acogido en la Corte castellana con grandes honores.
El huésped así agasajado por don Sancho es su tío don
Enrique, el infante aventurero, batallador en Africa, güelfo
en Nápoles, gibelino en Florencia, amigo del alemán Conra­
dino su pariente, senador en Roma, único superviviente de
los trece hijos del rey San Fernando (1).
( I) Véase nota (a) al final del capítulo.
344 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Sancho IV, distanciado de su madre, en franca hostili­


dad con su hermano don Juan, apartado de su hermana
Violante, como esposa que era de un López de Haro, vería
complacido la llegada de don Enrique al núcleo familiar,
ya sólo reducido para el rey castellano a su mujer, sus hijos
y el mozuelo don Juan Manuel, su primo y ahijado muy
querido.
El monarca de Castilla colma de mercedes al recién
llegado; el mismo don Enrique nos cuenta que, <<al tiempo
que yo vin a Castilla, el rey don Sancho... me fizo merced
en que me otorgó el Real de Manzanares>>, una de las im­
portantes donaciones que entonces le concediera. También
Jaime II, contestando a la carta en que Sancho le comuni­
caba el regreso de su tío, alude a que <<aviedes astsegada su
facienda al Infante don Enrique, ucstro tio>>, lo cual dice
<<complagó nos muyto de corac;órn>. Don Enrique tornaba a
Castilla evadido de la cárcel en que le tuvieran <<VÍnculatum
per spatium viginti sex annorum>> los Anjou, los rivales de
la Casa de Aragón en Sicilia (l).
El rey Sancho, nacido después de partir don Enrique a
tierras extranjeras, venía a conocer a su tío ya sexagenario,
cuando todos, él quizás el primero, le creerían abatido por
la edad, las fatigas, los veintiséis años de cautiverio y por
odas las peripecias de su agitada vida. Acaso fueran pocos
los que percibieran el rescoldo inextinguible de aquel in-

(1) Las palabras de Don Enrique sobre el real de Manzanares constan


en documentos de 1302 (Timoteo Domingo Palacio, Docs. de Madrid, I, 169).
La carta de Jaime II es del 9 de octubre de 1294 (núm. 574). Del cautive~io
de veintiséis años hablan, entre otros, el citado Cronicón G. de Nangiacá
(Rec. Hist. France, XX, 575). La Crónica de Sancho IV (pág. 89) dice
que el rey "púsole muy grand cuantía en tierra para su mantenimiento";
ia Crónica de 1344 también dice que Sancho le dió a don Enrique "gran
tierra en que biujese". En las Cuentas de 1294 hallamos varias menciones
del infante Don Enrique; pero como no puntualiza, no sabemos si se
refiere al tío o al h-ijo del rey, ambos infantes del mismo nombre. En cuentas
de 18 de septiembre 1294 vemos esta partida: "A Johan Ferrández, armero,
para fundas a las armas e a las siellas de don Enrique... XIII varas de san­
tomer" (pág. LXXVIII), lo que bien pudiera ser un obsequio de Sancho
a su tío. En los privilegios rodados confirma: "El Infante don Enrique,
ffijo del rey don Fernando, tío del rey", en las líneas superiores, antes del
arzobispo de Toledo. (El primer rodado que tenemos después de la llegada
de Don Enrique es del r2 de noviembre de 1924 Arch. C. Toledo, T. 12-1, 7).
Miniatura que representa a Sancho IV eligi,endo sepultura en la Catedrál de Toledo. (Privile,.
gio redado, Archivo Histórico N11cional.}
LA " l<'ABLA" DEL MORIBUNDO

quieto carácter, amasado con ardores castellanos y osadías


de condottiero.
El príncipe andariego, al volver a Castilla, no busca re­
poso a su ancianidad; todavía en su esp~ritu bullen las pa­
siones, y su ambición ha de llevarle a renovar andanzas de
otros tiempos. Desde que se presenta en la Corte ocupa
lugar preeminente; sus aventuras, sus viajes, sus combates,
sus intrigas, su trato con tantos personajes extranjeros, su
misma prisión y fuga, tanto como su regia estirpe, le rodea­
rían de un singular prestigio.
Cuando el rey de Aragón tiene interés en un mensaje
cerca de Sancho IV, se dirige también al <<lnfanti dompno
Enrrico filio dompni Ferdinandi Regis Castelle bone me­
morie>> (1).
En la palestra política de Castilla acaba de penetrar
una figura de importancia. El nuevo personaje trae además
en su escarcela de ambicioso, ladinas artes políticas apren­
didas por tierras italianas en años de experiencia; todas
sabrá esgrimirlas luego en sus juegos de astucia. La pre­
sencia del viejo infante, curtido en lides y conjuras, será
pronto notada en la vida pública de Castilla.
Después que Sancho hace sus honores a don Enrique
<<e púsole muy grand cuantia en tierras para su manteni­
miento>>, sale de Burgos el 31 de agosto, en partida de caza
por tierra de Castrogeriz, que es <<tierra de codornices>>; el
1 y 2 de septiembre los pasa el rey en <<Oterdaios>>; el vier­
nes 3, en Fontanas, siendo <<huésped del obispo de Burgos>>,
y el día 4 está en Castrogeriz (2).
Mas el esparcimiento cinegético, al que concurría tam­
bién el viejo don Enrique, ha de interrumpirse inopinada­
mente, pues <<llególe mandado-al rey-cómo don Diego ...
entraba en Vizcaya e que se alzaba con ella>> (3).
Don Diego López de Raro, cuñado del rey, hermano del
difunto conde don Lope Díaz de Raro, mal avenido con el
despojo del señorío de Vizcaya a su familia, y no resignado
a su pagada inactividad en Aragón, había pasado desde este

(1, Núm. 572.


(~) Crónica, 89; Cuentas, pág. CXLIII. Oterdaios es Tardajos, en la
provincia y p. j. de Burgos.
(3) Crónica, 89.
346 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

reino, en la noche del jueves 2 de septiembre, por Navarra,


penetrando luego en tierras vascas con cincuenta jinetes y
doscientos infantes (1).
Don Sancho, en. cuanto recibe la inquietante noticia, sin
cuidarse de su débil salud, se encamina inmediatamente a
Vizcaya, seguido por el infante don Enrique, los Núñez de
Lara <<e otras compañas>>.
Las huestes reales van por Palacios, Orna, Ontomín, Oña,
Frías, Arroyuelo, Medina de Pomar, hasta Lastras y Ordu­
ña; entonces, <<como don Diego non era bien apoderado aun
en Vizcaya, non los pudo esperar, et salióse de la tierra>>.
El López de Haro, fiando en la física debilidad del rey
enfermo, había intentado aquella infructuosa entrada, sin
contar que Sancho aun tenía arrestos para humillarle. La
impaciencia del magnate le hizo precipitarse, pues mientras
el rey viviera sería prematuro cualquier movimiento para
recuperar el perdido señorío de los Raros (2).
Para don Diego tuvo que ser muy sensible el fracaso,
pues por lo visto había organizado la empresa con cierta
seriedad: contaba nada menos que con la cooperación de
don Ximeno de Urrea, el levantisco y poderoso ricohombre
aragonés. Sin duda la rápida retirada del aspirante a señor
de Vizcaya se impuso por faltarle ambiente entre los mis­
mos vizcaínos. Además, tampoco en Navarra encontró aco­
gida o neutralidad que facilitase sus pretensiones, pues no
en balde existía en esos momentos una estrecha amistad en~
tre las Casas reinantes de Castilla y Francia, respondiendo a
esto la conducta del gobernador de Navarra, que se opuso
como pudo al paso de don Diego en cuanto supo sus rebeldes
proyectos sobre Vizcaya.
Así, de aquella efímera aventura quedó mención en las
cuentas de Navarra, que hablan de los dispendios hechos
<<quando don Diago pasó a Vizcaya, et don Xemen de Urrea
deuia hir en ayuda déil, con conpaynas que el merino traya
(1) Del día de la entrada por Navarra y el número de hombres que
iban con el de Haro nos informa una carta de Jaime II a Sancho IV, en
que alude "a lo al que nos embiastes dezir cómo don Diago avía passado
el jueves, segundo dia de setiembre de noche, por Navarra, con L homnes
a cavallo e CC homnes a pie e que avia llegado a Vizcaya" (2 de octubre
ele 1294, núm. 574).
(2) Véase nota ( b) al final del capítulo
LA "FABLA" DEL MORIBUNDO 347

por la Ribera>>, anotándose el gasto hecho entonces <<por


barruntes enuiados de Aragón por saber cercanidat, en
cuydando que fazian plegas por nozer a Nauarra>>. También
nos dicen que cinco jinetes y cien peones anduvieron seis
días para <<gardar los puertos de Burunda, et de Larrahun
et de Lerín, que don Diago de Bizcaya, que non dechasemos
pasar por ningún logar de nuestra merindat» (1).
Mientras don Sancho estaba en aquella imprevista acción
militar, pasaba por Castilla hacia Portugal nuestro cono­
cido Guiralt de Albalat, arcediano de Murviedro, canónigo
de Valencia, que iba otra vez a Lisboa con embajada de
Jaime II al rey Dionís. Don Guiralt había tenido éxito en
su viaje del pasado mayo a la corte· lusitana, pues el monarca
portugués contestó a aquella mensaferia con don fray García
Martínez, de la Orden del Hospital, <<el qual-dice don Jaime
en carta a su cuñado-vino a nos de parte vuestra, e dixo
nos bien e•saviamente, e complida, vuestra voluntat e vues­
tro cora<;ón, delant el amado consellero nuestro Guiralt de
Albalat .... e entendiémoslo muy bien»; agregando después
que a fray García, <<nos dixiemos ... en presencia del dito
arcidiagno, nuestra intención e nuestra voluntat» (2).
Ahora Albalat llevaba credencial del 6 de septiembre
para ampliar con el rey de Portugal los tratos iniciados en
mayo; mucho debían importarle a don Jaime estas negocia­
ciones, pues ese mismo día escribe a numerosas personas
del reino portugués notificándoles que manda al canónigo
de Valencia <<al rey e a la reyna de Portugal... sobre algunos
feytos que nos le avernos acomendado>>, y les ruega le crean
cuanto <<vos dixiere de nuestra part>>. Estas credenciales van
dirigidas a los privados y consejeros del rey, Martín Gil,
Juan Simón, Martín Martínez; al infante don Alfonso, her­
mano de don Dionís; a su tío Martín Yáñez; al físico maestre
Ponce de Villanoua; a Ponce Martínez, portero mayor de la
reina Isabel; a Ponce Salgado, tesorero mayor del rey; a
Vicente Martínez, almojarife de Lisboa; a Femando Gonzá­
lez, mayordomo de la reina; a los obispos de Lisboa y Evora;
a doña Vataza, <<filie Infantisse Grecorum>>; a doña Mar-

(1), Véase nota (e) al final del capitulo.


12) Núm. 566.
348 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

quesa, ama de la reina, y a la infanta Violante, mujer del


nfante don Alfonso, prima hermana de la reina de Por­
tugal y hermanastra del castellano don Juan Manuel (1).
La misión encomendada a Guiralt de Albalat era, sin
duda, de cierta entidad, cuando ~n ella se interesaba a todas
las personas influyentes de la Corte portuguesa; y que era
materia clandestina, no es aventurado suponerlo, puesto
que no se la confía al pergamino, sino al verbo. También
lleva el canónigo credenciales para las reinas doña Isabel
de Portugal, doña María de Castilla y doña Violante, la
viuda de Alfonso el Sabio (2).
El mismo 6 de septiembre Jaime escribe a su suegro,
pidiéndole autorización para el libre tránsito de Albalat por
Castilla hacia Portugal. Luego, adelantándose a cualquier
suspicacia que pueda originar esta su segunda embajada a
Portugal, pretende justificarla diciendo al castellano: <<como
vos ya sabedes, nos embiamos el amado consellero nuestro
Guiralt de Albalat ... por veer al muy noble t> muy honrado
Rey de Portogal e a la Reyna de Portogal, nuestra hermana>>,
motivo nobilísimo, naturalmente; agregando a continuación
que entonces, <<quando el dito an;idian0>> estuvo en mayo
<<con el dito rey de Portogal», éste le mandó ofrecer <<muyto
su ayuda en dineros e en aquello que nos oviéssemos mesten>,
por lo cual, prosigue, <<como nos ayamos grant mester dine­
ros, segunt que uos ya sabedes, ambiamos-ahora--el dito
Guiralt d'Albalat al dito rey de Portogal por aver dél alguna
ayuda de dineros ... >>. La verdad es que para un simple em­
préstito, que además era ofrecido antes de solicitarlo, so­
braba el aparato de credenciales a las quince personalidades
más importantes de Portugal. No imaginamos a Sancho tan
cándido de creer estas ingenuas explicaciones; sin embargo,
como no había razón externa para rechazarlas, Albalat sigue
su viaje a Lisboa (3).
El 14 de septiembre regresaba el rey de Vizcaya por
Oña, Vitoria, Treviño, Miranda, Pancorbo, Vesga, Ríolacedo,
Villaverde y Quintanadueñas, deseando llegar a Valladolid;
pero la enfermedad que le aquejaba <<grant tiempo habia>>
(1) Núm. 567.
(2) Núm. 569.
13¡ Núm. 568.
LA "FABLA" DEL MORIBUNDO 349

sufre una exacerbación y, según nos cuenta don Juan Ma­


nuel, en Quintanadueñas <<afincósele la dolencia mucho
además>>, teniendo que detenerse allí desde el domingo 26 de
septiembre hasta el 10 de octubre (1).
Las fatigas de la acelerada marcha al Norte produjeron
sin duda al rey este acceso, tan grave, <<que cuidaron por
todas tierras que era muertrn>. Hasta el gobernador de Na­
varra, dándolo por cierto, se apresuró a comunicar la noticia
a Felipe el Hermoso; así, un mensajero navarro fué <<misso
ad dominum Regem cum literis gubernatoris supra morte
Rege Castelle>>. Mas por suerte no era exacto; la Providencia
aun le reservaba unos meses de vida. Angustiosos debieron
ser estos momentos para la reina María, que desde la cer­
cana villa de Palenzuela acude presurosa al lado de su es­
poso. Acaso sea consecuencia de un voto hecho entonces por
la salud del rey el donativo de <<Un cáliz de plata, de marco
et medio>>, y una casulla con orofrés a <da hermita de Sant
Pedro de Quintanadueñas>>, la villa donde había caído ven­
cido por su mal (2).
En aquellas penosas circunstancias llegan a Castilla dos
embajadores de Felipe el Hermoso: Gil Lambert, deán de

( 1) Véase la nota ( d) al final del capítulo.


(2; El dato del cáliz y la casulla lo hallamos en las Cuentas, p. CIX;
dice que "fincó el cáliz en don Bartolomé para darlo al obispo de Burgos
que lo pusiese en esta hermita". El mes de octubre se hizo ei1 la corte un
importante gasto de telas de todas clases, según las interesantes cuentas
presentadas por D. Bartolomé de Monresin (p. CVI). En Quintanadueñas
el 3 de octubre se pagaron a Juan Manso 320 mr. por seis arrobas de cera.
Por cierto que es curioso cómo en aquellos momentos de enfermedad del
rey, a J r de octubre, se mandaron hacer para él unas lujosas sillas de
montar "et otra siella para confesar" (V. el T. I, p. 43 y Cuentas, p. CIX).
Don Juan Manuel (op. cit., 262) habla de que pasó el rey por muerto, y
en efecto, en Cuentas de Navarra de ese año (1294), leemos que se dieron
seis libras a ''Petro Martini ele Artezy misso in Castellam ad sciendam
certos Rumores de infirmitate seu morte Regis Castelle"; y veinte suel­
dos a otro mensajero enviado "pro eodem", y luego, al enviado con la
noticia al rey Felipe le dieron diez libros (Cuentas de Navarra. Parí~
Nouv. Acq. Lat., n. Sr, f. 56). También de entonces debe ser "un man­
dadero que mandó el Gobernador yr a Logronno por saber nueuas del rey
de Castiella" (Cuentas de Navarra, 1294. Arch. Pamplona, t. VI, f. 58).
En aqne!la enfermedad debieron atender al rey los médicos cortesano~
Maestn· Nicolás y el hebreo don Abrahem; a 17 de septiembre se habían
dado unas varas de Valendna y Santomer "a un orne ele Maestre Nicolás,
et a otro de don Ahrahem, físico, por carta de la reyna" (Cuentas, pági­
na LXXVIII).
350 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

San Martín de Tours, y el chantre de Orleans, a cuyo en­


cuentro fuera Juan de Oliva, que cobra 100 maravedís «por
espensa, que iba a Logronno a recibir los mensajeros de
Francia>> (1).
Los enviados de Felipe IV acuden a Quintanadueñas en
busca del doliente soberano. de Castilla, quien, siempre pro­
picio a la amistad francesa, les recibe en seguida, probable­
mente todavía en el lecho, pues es curioso que entre las telas
compradas ese mes de octubre figura, <<al rey, verdescur, para
manto sobre la cama, et para una aljuba de noche et para
un pelote que vista so ella>>, prendas seguramente encarga­
das para presentarse ante los mensajeros franceses (2).
Cambiadas las primeras impresiones, y ya algo repuesto
el rey, emprenden todos juntos el viaje a Valladolid, siguien­
do lentamente la marcha por Tardajos, Celada, Pampliega
y Palencihuela; por cierto que en estos lugares hubieron de
gastarse 161 maravedís en <<pan et vino et carneros et galli­
nas et un puerco>>, sin contar <<lo que dieron los oficiales a
los franceses en Pampliega et en Palencihuela>> (3).
(1) Cuentas, p. CVIII. La carta de Felipe IV nombrando por em­
bajadores al deán y al chantre, es de 9 de agosto de 1294 (Daumet,
op. cit., 121, 218), pero por los datos de las cuentas castellanas deduéimos
que llegaron a Castilla por octubre. Gil Lambert había intervenido ya
en 1288, cuando el tratado de Lyon. Del paso de estos mensajeros por
Navarra quedan testimonios en las Cuentas de ese reino, como el gasto
hecho "pro nunciis missis in N auarram per partes computatis quimdecitn
soiidis traditis eiusdem nun.cio qui ex parte decani turonensis et eantoris
aurelianensis iuit ad regem CasteHe" (Cuentas, 1294, t. VI, f. 103. Ar­
chivo Navarra. Pamplona. Idéntica partida, en el cuaderno de París, f. 36).
Quince libras se pagaron "pro expensi Johanis Isarnj et Bernardi mes­
nadarij armigerorum quem associarunt dominos Decanum Turonensis et can­
toren aurelianensis in reditu suo ueniendo de rege Castelle". (Cuentas,
1294. B. N. París. Nouv. Acq. Lat. 81, f. 31.) El deán y el chantre de­
bían tener facultades para otras comisiones, pues en las Cuentas de París
(f. 39 v.), se habla de unos caballos que alquilaron "pro domino Arnaldo de
!.\Iarchafaba quen decanus Turonensis et cantor aurelianensis rniserunt ipsa­
rum ad comitíssam Fuxessamensis". En el folio 50 se indica el gasto "pro
gagius suis quatuor denarü per díem pro sexagies quindecim diebus eundo
in Castellüm cum decano Turonensis in quibus recepit auenam equi sui in
hospitom domini decani".
(2) Cuentas, p. CVI. El 2 de octubre se daban 2.000 mr. "a Maes­
tre Remont, especiero de la Reyna, que iba a Francia" (Cuentas, p. CVIII);
no sabemos si esa importante cantidad era para gastos de una misión polí­
tica ; el día 11 se daban 60 mr. "a Pero Martinez et su companero que
iban al Condestabre". (P. CIX.)
(:l) Cuentas, p. CXLIV, CXLV.
LA "FABLA" DEL MORIBUNDO 351

Después, la cabalgata del rey enfermo pasa por Torque­


mada, Magaz, Dueñas y Cigales, entrando a Valladolid el
jueves 21 de octubre (1).
Este día, largo trecho antes de llegar a la ciudad, sale
a recibir al monarca su primo hermano, el adelantado de
Murcia don Juan Manuel, que suplía la inexperiencia de sus
doce años con la viveza de su ingenio; así, pasado el tiempo,
el príncipe literato, recordando esta fecha, dice: «et llegué
a Valladolid el día que el Rey y entró, et sallí a él una gran­
de pieza ante que llegase a la villa, et plogol mucho comigo,
et hízome dese camino mucho bien et mucha honra», ale­
gando además que <<dese camino tractó el mio casamiento
et de la infanta Doña Isabel hija del Rey de Mayorcas que
era su prima>>. Sin duda alguna, de este proyecto matrimo­
nial había hablado Sancho IV con aquel don Guillén, men­
sajero del rey de Mallorca, que llegara a la Corte castellana
en el pasado mes de febrero (2).
En Valladolid, reanimado el rey por los cuidados y el
reposo, delibera sobre las negociaciones con Francia. No
hacía mucho que habían regresado de París el obispo fray
Munio, maestre Nicolás y Pascasio Martínez, cuyas gestio­
nes aprueba Sancho en documento de 31 de octubre (3).
No eran notables las variaciones en el articulado de
aquellos laboriosos pactos matrimoniales; solamente se cam­
biaba la princesa destinada a Fernando, siendo reemplazada
Blanca por su hermana Margarita, a quien se le asigna la
pensión de 24.000 maravedís, quedando al parecer admitida
su dote de 10.000 libras tornesas.
El matrimonio de Luis con la infanta Beatriz vuelve
a quedar penaiente, pues fray Munio y sus compañeros no
acordaron la dote territorial pedida con tanta insistencia
por el rey de Francia. A esto se reducía lo concluído en la
Corte francesa por los embajadores castellanos. Ahora los
debates, después de tantas conferencias, podían ser ya defi­
nitivos.

(1) Cuentas, p. CXLIV. Del 15 de octubre son dos cartas reales a la


Catedral de Toledo (A. H. N.), pero están fechadas en Valladolid, quizás
por la cancillería.
(2) Don Juan Manuel, op. cit., 262.
(3) Daumet, op. cit., 120, 213, 218.
352 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Sancho reúne a los embajadores franceses con fray Mu­


nio, maestre Nicolás y Pascasio Martínez para que deliberen
bajo su presidencia; pero en estas conversaciones tampoco
se adelanta nada. Tres días después de haber aprobado la
embajada de fray Munio, Sancho dicta otro documento, el
miércoles <<Post festum Omnium Sanctorum>>--3 de noviem­
bre-, en que resume las negociaciones que advertimos per­
manecen en el mismo estado (1).
· En el escrito lamenta don Sancho que los delegados fran­
ceses no traigan más amplios poderes, que les permitan con­
cluir algo efectivo. En resumen, las negociaciones seguían
estacionarias, pues Felipe estaba aferrado a las exigencias
territoriales, que Sancho no está dispuesto a conceder; de
todos modos, quien se muestra más transigente es el caste­
llano, que termina su documento de 3 de noviembre en tonos
de gran cordialidad.
Esta sería la última embajada que llegara de Francia a
Castilla bajo el rey Sancho IV, quedando irrealizados los
mutuos anhelos de una alianza profunda y duradera. El
deán y el chantre emprenderían la ruta de Francia bajo
una impresión pesimista, llevando a Felipe la triste nueva
de la grave dolencia del monarca de Castilla.
Coincidiendo con la estancia de los emisarios francesel:,
en la Corte, habían llegado también a Valladolid la respe­
table doña María Fernández Coronel, y Ponce de Materón,
enviados por Jaime II.
El rey aragonés que, por fin, más flexible a las imposi­
ciones de Carlos de Salerno, encauzaba con otra orientación
su pleito de Sicilia, no quería que esas negociaciones se

(1) Daumet publica los dos documentos del 31 de octubre y 3 de no­


Yicmbre d(· 1294 (op. cit., 213,218, y cit. por Douet d'Arcq., op. cit., TU, 449).
En las Cuentas navarras (Are. Pamplona, t. VI, f. u7 v.) se inserta el
pago de cinco sueldos a un escribano "per faciendo transcriptione spos1-
tionis facte inter Regem Frarn;ie et Regem Castelle, pero Gubernatoris,
cum pergamineis ..."; quizás esta "exposición", cuyo traslado se hacía
para el gobernador, fuese la del 3 ele noviembre. Entonces en Valladolid se
,~xpiden algunas reales cartas: el 26 ele octubre a Fcrnán Roiz y Marina
Paez, amos del Infante don Felipe, hijo de Sancho IV (Benavides, op. cit, II,
94); el 2 de noviembre al notario Domingo Miguel, sobre la recaudación de
los maravedís que seguía negando el arzobispo de Santiago (N. 577); el 3,
otra carta sobre lo mismo a Pedro Matcos, merino de Astorga y el Bier­
zo (N. 578).
LA "FABLA" DltL MORIBUNDO. 3ñ3

malograsen por disturbios con Castilla, y procura eliminar


los riscos, por obra de buenas palabras.
Doña María Fernández y Ponce de Materón traen el
delicado encargo de desvirtuar <<algunas palauras non bue­
nas-dice la carta de Jaime II----las quales, nos han dado
a entender, que algunos homens dizen a vos en contra nos>>.
Los rumores contra el aragonés persistían, y no eran injus­
tificados; los espías de Sancho, sin duda gente sagaz, muy
al tanto de lo que ocurría en la Corte aragonesa, le comu­
nicaban los tratos con Carlos II, por los cuales resultaría
que el matrimonio con Isabel de Castilla quedaba sin efecto,
y rota la paz .de Soria y Monteagudo. Además, <<algunas
palauras>> de éstas, <<non buenas>>, al decir de Jaime, acusa­
rían también al rey aragonés de pactos encubiertos con el
rey de Granada y hasta con el de Portugal (1).
Las credenciales de Materón y doña María Fernández
estaban fechadas el 2 de octubre en Barcelona; además, estos
enviados traen otras cartas para la reina; don Rodrigo Pérez
Ponce, maestre de Calatrava, mayordomo mayor; el infante
don Enrique, tío del rey, y Fernán Pérez Maimón, conse­
jero del rey, todos ellos personajes influyentes cerca de
Sancho IV (2).
Doña María Fernández Coronel, ama .de la infanta Isabel,
a cuyo lado, en Aragón, desempeña oficios de madre, ama
también en otro tiempo de la reina María y su fiel amiga
y confidente en días de amargura, no creemos que ahora
sirviera conscientemente los desleales intereses de Jaime II;
doña María, convencida por las razones del astuto aragonés,
interviene en todo esto, limpia de malicia, hábilmente enga­
ñada por las artes políticas de Jaime, quien precisamente
la escogía como embajadora en Castilla por su prestigio
personal y el predicamento en que la tenían los reyes don
Sancho y doña María. Por eso, en la carta tiene buen cuidado
de escribir <<que dona Maria Ferrández es dona a quien estos
/echos deplazen mucho (es decir, que se dé crédito a los ru-

( 1) Números 572, 573.


(2) Ibídem. Aunque las credenciales son del 2 de octubre, sabemos que
doiía María no partió inmediatamente para Castilla, sino a mediados de
mes, pues Jaime II, en carta del 16 a doña María la habla de como "vos agora
ides en ca ellos" los reres de Castilla (Finke, Acta, I, 19).
23
354 1-II,STORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

mores), así como aquella que ama e quiere de corac;on la


honra e el pro de vos, e de la Reyna dona Maria uestra
muger, et el nuestro>> (1).
En este paso del rey Jaime, doña María Fernández
quizás representase inocentemente el cebo político, siendo
Ponce de Materón quien, iniciado en la verdad de los hechos,
lleva la confianza del monarca aragonés. O acaso también
-pudiera ser que doña María Fernández Coronel, mujer de
edad y de experiencia, para quien no pasarían inadvertidas
todas las combinaciones de política internacional sostenidas
por Jaime II, disimulase, por piedad y discreción, ante el
enfermo rey de Castilla, confiando sus observaciones a María
de Molina, que en aquellas circunstancias ya poco podría
hacer para conservar esa sombra de unión castellanoara­
gonesa.
Una semana después de expedir Jaime aquellas creden­
ciales, escribe otra vez a su suegro desde Tortosa, contes­
tando la <<carta-dice-que nos agora enviastes en que nos
faciades saber como érades sano>>, y que <<aviades asesegada
su facienda al Infante don Enrie...>>. Sancho tenía interés en
ocultar su enfermedad; pero, por desgracia, el disimulo sería
inútil: precisamente en esas fechas no podía ser más inexacta
la afirmación de qu.e <<erades sano>>.
Don Jaime se refiere además en su carta a la entrada
de López de Raro en Vizcaya, y asegura que <<nos desplogó
muyto quando sopiemos que el <lito don Diago era entrado
en vuestra tierra por fac;er mal»; a continuación manifiesta
que <<sobrel feto del dito don Diago ... avernos pensado en
ello una carrua la qual vos enbiamos dezir con donya Maria
Fernández e Pone; de Materón», pidiéndole le diga si la acepta
o no, pues <<nos todavia faremos aquello que sea honra e
pro vuestro e nuestro>> (2).
También traía doña María Fernández <<nuevas de la Cort
de Roma>>, pues antes de salir para Castilla había recibido
una carta de Jaime II, dada en Tortosa el 16 de octubre,
comunicándole que fray Bonifacio acababa de escribirle <<que

(1) Núm. 572. Recordemos ahora que doña María Fernández Coronel
era bisabuela de Per Al fon so de Guzmán, el niño sacrificado · sólo hacía
unos meses ante los muros de Tarifa.
(2) Núm. 574.
LA "FABLA" DEL MORIBUNDO 355

el Papa de Roma a feyto XII cardenales>>, enumerándolos


escrupulosamente. Además le participa que, según Cala­
mandrana, el Papa <<era muy volonteroso ... de nuestra paz>>,
por lo cual vendrían fray Bonifacio y Juan d'Agrelli, con
quienes debe ir a verse <<enea las partes de Girona>>. La inte­
resante epístola concluye diciendo: <<et esto fa<;emos vos
saber por lo que nos pusiemos con vos, que quando messa­
ges nos venian d'aquellas partes vos lo fü;iessemos saben>;
y, siempre cuidadoso de guardar las fórmulas con San­
cho IV, agrega: <<et las sobreditas nueuas vos fazemos saber,
por que vos las fagades saber al rey et a la reyna de Cas­
tella, que si non fuesse por que vos agora i~es enea ellos,
nos gelas feriamos saber luego por otri» (1).
Con todo, a pesar de tantas deferencias del aragonés
con su suegro, no sabemos si doña María Fernández y Mate­
rón lograrían desvanecer el efecto de las <<palauras non
buenas>> llegadas a oídos de don Sancho, aunque sin duda'
les allanó mucho el camino la depresión de ánimo que pe­
saba sobre la Corte castellana por la enfermedad del rey,
seria y principal preocupación de la reina María, pues San­
cho IV, como todo enfermo atacado de su mal, no advertía
la evidente gravedad, escondida bajo las aparentes mejorías.
Doña María Fernández, en continua comunicación con
Jaime II, recibe una carta suya, del 4 de noviembre, en que
le notifica cómo <<recebiemos bien, assi como conuinía, Ferran
Martinis, espensero mayor de la reyna de Castiella et man­
dadero del rey de Castiella, et por la dita reyna a nos em­
biado>>; y, sin entrar en nada concreto, sigue: <<et sobre aque­
llo quel <lito Ferran Martinis nos dixo de part delos ditos
rey et reyna de Castella; les respondremos de guisa que
ellos en serán pagados>>. El viaje del despensero se debía a
la intervención de doña María Fernández; pero ignoramos
el anónimo asunto de estos mensajes, aunque es fácil presu­
mir tengan todo su fundamento en los recelos que alteraban
la amistad castellanoaragonesa. Por eso Jaime II, pródigo
en frases afectuosas, dice que contestaría a los reyes de
Castilla en forma que quedasen contentos (2).

(1) Finke. Acta I, 19.


(2) Núm. 579. El 27 ele octubre de 1294 (N. 576), Jaime II contestaba
a una solicitud de María de Molina en favor del judío Salomón Constanti
356 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

¡Cuánto había languidecido a estas fechas la fortuna


diplomática del rey castellano! En los pactos matrimoniales
con Francia no adelantaba nada; Aragón y Portugal, enten­
diéndose entre sí, se apartaban de Castilla; Granada y Ma­
rruecos eran sus enemigos.
En la política interior tampoco faltaban elementos de
perturbación: la hostilidad del infante don Juan, refugiado
en Granada; el regreso del infante don Enrique; la tentativa
guerrera de don Diego López de Haro.
Además, en este agitado otoño de 1294 surgía otra inte­
resante cuestión, dimanada de cierto mensaje, <<Un quademo
quel envió J ohan Matheo al rey>>, con Alfonso Vicente, quien
lo entregara a la reina en Palenzuela el 17 de septiembre,
cuando el rey andaba por Vitoria al regresar de Vizcaya.
El cuaderno atañía al trágico problema de los moros, ahora
vencidos, pero siempre zozobra. y azote de los cristianos
·andaluces (1).
Todo parecía converger en esas fechas, gravitando sobre
los reyes de Castilla diversas preocupaciones simultáneas.
Malas eran las circunstancias para la convalecencia del
rey Sancho después del último estado agudo de su enfer­
medad; pero los deberes de la realeza no dan tregua, y
Sancho, decaído de fuerzas corporales, ha de hacer frente
a cuanto el destino quiera traerle cada día. Por ventura,
a su lado tiene una mujer fuerte, la reina María, que com­
parte la carga con él, y hasta puede decirse que la asume
ella sola cuando se van agotando las resistencias del rey.
Al propio tiempo que los soberanos atienden a las emba­
jadas aragonesa y francesa, estudian también el escrito traído
por Alfonso García.
Juan Mathe de Luna, hombre previsor y discreto, que
ha llevado a cabo una labor sólida en la organización defen-

a quien dice no quiere conferirle autoridad sobre los otros, porque sería
·'gran danyo e destroymiento de todos los judíos de nuestra tierra •.. e
8.Ssi. Reyna, non devcdes querer que por I judío perdamos los otros". Baer
(B. A. H., 342, LXXXVI), que toma la noticia de esta carta del Catálogo
ele Regné (N. 2.551), cree que este don Salomón puede ser hermano de Moisés
Alconstantin, deduciendo que la .comunidad hebrea, por lo visto, conside­
raba poco a la familia Alconstantin.
( 1) Este interesante documento, que extractaremos a continuación, lo
publicamos en Tarifa &, p. 148.
LA '' F'ABLA" DEL MORIBUNDO 357

siva de Andalucía, no quiere perder el esfuerzo realizado y,


después de nueve meses de trabajos, no se satisface sólo
con la retirada del ejército sitiador, sino que aspira a una
acción ofensiva de mayor trascendencia. Había que apro­
vechar las circunstancias ventajosas, ~uando el enemigo
abatido en Tarifa estaba además castigado por el hambre y
y la carestía en Africa.
El cuaderno redactado por el camarero mayor de San­
cho IV y el <<chanceller de la poridat», que empieza: <<Sennor,
estas son las cosas que J ohan Matheo et Ferrand Pérez vos
envian mostrar...>>, contiene un acabado plan de campaña
discurrido por Mathe y su amigo para apoderarse de Alge­
ciras y dominar el estrecho; y aun más alto apunta don
Juan Mathe: en su escrito no es difícil vislumbrar el rumbo
que lleva la trayectoria de su pensamiento hacia Granada.
Los dos consejeros del rey argumentan su importante
proyecto con toda extensión; al encarecer las ventajas de la
posesión de Algeciras, afirman que, después de las últimas
conquistas hechas <<en la costa de la man>, con poco sacrificio
se podría ganar esta <<costa para siempre jamás>>, y <<por tres
o por quatro meses que trabaiedes-le dicen al rey-avredes
tomado Algeciras et seredes quito de su oxeto et de su mal>>,
asegurándole que <<desque Dios vos la diese, fazet cuenta
que sodes guardado de todos los enemigos de allend la mar,
et de los de aquende, faredes como quisiéredes>>. Los de
aquende son los granadinos (1).
Luego expresan que, conquistada Algeciras, <<non avredes
mester más galeas en la mar más de quantas quisiéredes
tener para facer mal a los vuestros enemigos de allende o

(1) Giménez Soler (op. cit., II8), al hablar del convenio, años posterior,
entre Fernando IV y Jaime II para atacar Granada, dice: "esa idea no era
en él (Jaime II) nueva; quién sabe si fué ella el lazo que le unió a San­
cho IV y si por ella fué Montolíu a las aguas de Tarifa a cooperar en la toma
de esta ciudad". Esta suposición no es exacta: ya vimos (cap. XVI) las cir­
cunstancias del cerco de Tarifa. En cambio el castellano sí debía tener puestas
sus miras sobre Granada después de la toma de Tarifa, porque a 4 de octubre
de 1293 hace donación a la Catedral de Cartagena de "Oria et Cantoria et
Muxacar, et Val de Porchena et los Veleces que son agora de moros, que los
ayan cuando Dios quisiere que sean de cristianos" (N. 449); estos lugares es­
':án bastante avanzados en tierras de Almería. Ese otoño de 1293, en que San­
cho IV hacía esta donación, es cuando Abenalahmar pasaba al Africa para
confederarse con Abenjacob contra Castilla, como vimos atrás.
358 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

de aquende, que de su pasada dellos, quito seredes para


siempre>>, y <<sinon-auguran sentenciosos--sepades, que con
quanto aver avedes vos et el rey de Francia, et vuestros
vecinos, non podriedes cumplir fecho de la man>,· pues razo­
nan que si <<de los t~escientos et sesenta et seis días que ha
en el anno, teniendo vos los CCCLXII, et menguando los
quatro días, tanto farien ellos en los quatro días como farien
en todo el anno>>, por lo cual no basta tener la mar, sino
poseer los puertos de desembarco, pues el mantenimiento
de una flota permanente, sin retirarla nunca, supone enormes
dispendios, <<et así-concluyen-vos farian gastar quanto
aver en el mundo avedes, si non sacardes diente con su
dolor>>.
El proyecto de conquistar Algeciras, que en 1292 se
modificó para tomar la villa de Tarifa, volvía otra vez al
telar político.
Pero el escrito del camarero y el chanceller no se limita
a consejos teóricos, sino que concreta las líneas del plan
en todo su contorno, puntualizando los medios prácticos de
realizarlo.
<<Primerament»--empiezan--es necesario <<buscar aver para
la- mar, para todo este ivierno ... et enviar donna Maria Fe­
rrández al rey de Aragón, por mandadera por que quiera
dexar acá las galeas fasta el marzo, et aun por el verano,
si seer pudiere>>. También ellos piensan en doña María Fer­
nández Coronel, la anciana influyente que ha sabido mante­
nerse en la estimación tanto de Jaime II como de Sancho
el Bravo.
De la escuadra precisa ocuparse en seguida, de modo
que <<en lo que finca deste verano con el invierno--expresan
al rey-que mandedes facer a grand priesa veinte galeas
muy buenas et de buen falif, segunt las sabran fazer aque­
llos maestros que vos enviaron>>, por si las de Aragón <<aver
non podieredes en el mes de abril», armándose otras diez
en Sevilla, para <<que fuesen por todas XXX>>.
Luego aconsejan así al monarca: <<sennor, fazet vuestra
hueste muy temprano, en guisa que en dia primero de
mayo seades sobre Algeciras ... et cercarla muy bien por
tierra e por mar, et armar los vuestros engenios, muchos
que tenedes fechos>>, calculando que entonces Algeciras <<fa-
LA "FABLA" DEL MORIBUNDO 359

llarla edes muy fambrienta como aquellos que non cogen


nin an viandas sinon aquellas que les traen recuas atampa­
radas por tierra>>, continuamente sorprendidas, pues los
<<almogávares afurtan et gello saltean mucho a menudo, et
por muy grand tiempo an que se non ayudan dello, nin se
ayudarán>>, de modo que si <<agora que estamos en el pan
coger vale y la fanega de la cebada desta nueua veinte
maravedis, et toda la gente se es dende yda para tierra del
rey de Granada, salvo ende los caballeros asoldados; ¿qué
carestia non puede aver adelante, pues les fuere tenida la
mar fata el abril que viene?>> La táctica de Juan Mathe
consistía en sostener el bloqueo de Algeciras hasta que
llegase el ejército regio para acampar el l.º de mayo sobre
la plaza que, así quebrantada, no tardaría en sucumbir, <<lo
uno por fambre, lo otro por muchos afincamientos que les
vos faredes>>.
<<Sennor-manifiestan después, pensando en las huestes-,
de la gente, tenemos que debedes catar los ricos ornes et
sus vasallos, et los del Infante don Ferrando et de los otros
vuestros fijos, et tomad dellos la meatad que venga con­
vusco en la primera quadrilla, et sean los que entendiéredes
que lo meior podrán fazer primero>>. La <<segunda quadrilla>>
la reservan de repuesto para <<que venga al tiempo que los
otros avrán servido>> ya. Los comunicantes del rey opinan
que debe hacerse <<eso mism0>> con «los conceios de la Estre-"
madura... que se non escuse ninguno et que vengan en la
primera Quadrilla la meatad asi como los Ricos-ornes>> y
luego la segunda; <<et con estas dos quadrillas et con las de
la Frontera-afirman optimistas-tenemos, con la merced
de Dios, que ganaredes a Algeciras con la primera Quadrilla,
et con la segunda dos o tres lugares otros>>.
Luego, Juan Mathe y su compañero, hombres de expe­
riencia, aconsejan a Sancho IV una táctica política para
captarse las voluntades y no tropezar con resistencias que
retrasarían la formación del ejército. Dicen al rey en este
sentido que les parece cómo <<con los conceios de la Estre­
madura devedes así facer que andedes todo este Ivierno por
y a vuestra caza, et que fabledes muy bien con ellos, et con
los de tierra de León, et que les aseguredes en guisa que
muevan con vusco al tiempo que vos mandáredes...>>; Bue-
360 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

nos políticos eran estos dos consejeros del rey, conocedores


de su gente, con la cual sabían que no bastaban exhortos
y mandatos escritos, en muchos casos rehuídos con disculpas
y excusas; para asegurarlos era esencial la labor personal de
don Sancho, que les fablase muy bien. No sobraban estas
sutiles habilidades para atraer de nuevo la cooperación del
pueblo a otra empresa militar, cuando en dos años, desde
la toma de Tarifa, podía decirse que no descansaba de la
guerra.
Después, Juan Mathe y Fernán Pérez señalan el presu­
puesto de gastos; creen que <<costarán las XXX galeas en
el verano>>, de abril a septiembre, <<que son seis meses en
que pode des fazer muy bien vuestra facienda... a razón de
ocho mil maravedis una con otra al mes ... en los seis me­
ses>>, 1.440.000 maravedís, y calculan <<que avredes mester
para los vuestros engenios, et para las cabas destos, seis
meses>>, unos 250.000 maravedís, siendo por <<todo esto de
la mar et de los Engenios>> más de millón y medio de mara­
vedís. <<Con esto, et con las huestes que de acá levaredes
-ag:,;egan, siempre fiados en favorables auspicios-avredes
acabado toda vuestra guerra, la mayor et la más afincada
que nunca fué>>.
A continuación entran ya en detalles más concretos,
indicando <<lo que es mester para fecho de la flota.... fasta
primero dia de abril...>>. Hablan de <<las tres galeas de Genua>>,
las «nueve galeas de Sevilla>>, de los 900.000 maravedís que
debía percibir Juan Mathe <<de los judios para las galeas
de Sevilla>>, de <<las quatro galeas que compramos de los
genuenses>> y de que <<para algunas cosas que acaecerán en
este tiempo ... avrá mester en la frontera, para muchas cosas
que se non pueden escusan>, 120.000 maravedís.
Muy curiosa e informativa es la lista de <<las cosas que
son mester para enviar a la flota>>: <<dos maestres que guar­
nescan escudos e capiellos; quatro judios que guarnescan
los perpuntes; doscientas porras que luego sean labradas;
foias, quantas oviere fechas; lameras, cient pares; espadas
et cuchiellos ... ; gorgueras, las que y oviere; lanzas ... ; dar­
dos ... ; ballestas ... ; filo para C cuerdas; arcos de saetas de
estrebora; arcos de saetas de dos pies ... ; los pendones; clabos
de todas naturas, X quintales; pez, XXXVI arrobas; jarcia,
LA "FABLA" DEL MORIBUNDO 361

quanta J aqueto toviere fecha; entenas, ocho piezas; cient


ornes de mar; diez mil arrobas de Vizcocho para un mes,
que costará bien XX mil maravedís>>.
En las frases de este animado escrito palpita el interés
que aquellos hombres pusieron al trazar su proyecto, dicien­
do en conchisión: <<Sennor, todas las afruentas et los muchos
afincamientos que J ohan Matheo et Ferrant Pérez vos envian
fazer, sort por endrezamiento de vuestra facienda et por
que entienden que es muy grant vuestros seruicio, et su
acuerdo es que debedes cumplir así esto que vos envían
dezir.>>
No ·sabían Juan Mathe y Fernán Pérez, seguros en el
fundamento de sus cálculos, que a sus meditados proyectos
y esperanzas bien cimentadas opondría el destino una cruel
mueca de escarnio.
El hado adverso también había señalado la misma época
que ellos escogieron para la culminación del plan fraguado.
Triste había de ser aquella primavera que ellos se prometían
tan venturosa.
El interesante cuaderno, leído en difíciles momentos para
la Corte, fué aprobado, y <<el rey don Sancho mandó aparejar
por mar e por tierra todas las cosas que cumplian para ir
cercar Algeciras al otro año adelante>> (1).
Entretanto, Jaime II no descuidaba sus relaciones con
los musulmanes, procurando además, como sabemos, recon­
ciliados con Sancho IV, o al menos simular que inten­
taba esa aproximación amistosa. El 13 de noviembre, en

(1) La Crónica (p. 88), dice que Sancho mandó aparejar todo para el
cerco de Algeciras, pero adelanta la noticia, consignándola hacia abril o
mayo de r294; creemos que tal orden del rey fué consecuencia de la lectura
del Cuaderno de Juan Mathe, recibido, como vimos, a mediados de septiem­
bre de r294. El r8 de· noviembre de r294, en Valladolid, Sancho IV daba sus
cartas insertando bulas de los Papas Inocencio y Clemente en que concedíaB
indulgencias y subsidios eclesiásticos para la guerra con los moros (Arch. C.
Burgos, Caxon 6, volumen 46 y Arch. C. Sevilla, 56-r-23, N. 4, Leg. 134). En
Alcalá de Henares, a 23 de diciembre de 1294, se expedía otra carta real re­
pitiendo la inserción de la bula de Cruzada (Arch. C. Sevilla, 6o-1-31). A fines
de r294, Juan Mathe de Luna mandaría otra cuenta, detallando "lo que m9n­
taron los derechos de toda la Frontera por un anno que comem;o primero
dia de deziembre de la era de M e CCC e XXXI, et se acabó postrimero de
noviembre de la era de Me CCC e XXXII annos" (N. 583). Detalla además
diversos gastos.
362 HISTORIA DE SANCHO IV PE CASTILLA

Barcelona se despachan las credenciales de Jaime II para


el al/aquí don Samuel, dirigidas al emir de Marruecos, al
rey de Granada y a <<Bo<;aip, domino de Cepta>> (1).
La vida política seguía su marcha inexorable; pero el
rey de Castilla no tenía ya el vigor de otros tiempos para
llevar el mismo paso de los acontecimientos o adelantarse a
prevenirlos.
Pasado el 21 de noviembre, don Sancho sale· de Valla­
dolid, <<por quel consejaron los físicos que se fuese para el
reino de Toledo, que non es tierra tan fria como Castiella>>,
según referencia de don Juan Manuel, quien le espera eh
Peñafiel, pues el monarca <<enviome decir-nos sigue con­
tando-que queria morar aqui conmigo algun dia, et sabe
Dios que me plogó ende mucho con él» (2).
El rey enfermo no se detiene mucho en Peñafiel, a pesar
de que desde su llegada, dice don Juan Manuel, <<fizle cuanto
servicio et quantos placeres pude, en guisa que fué él ende
muy pagado>>. El insigne literato, que con tanta devoción
consigna estas memorias de don Sancho, recuerda que unó
de estos días que estuvo en Peñafiel <<dijome--el rey--quel
pesaba mucho porque yo era tan mal labrador, et porque
dejaba aquella muella de aquel castiello estar asi yerma>>.
Entonces Sancho, que siempre mostrara predilección por su

(1) Núm. 580. Detrás de la fingida mediación de Jaime II iba pros­


perando el interés político aragonés, verdadero móvil que llevaba aquella~
embajadas a las cortes de Fez y de Granada. Pocos meses después ele mo­
rir Sancho IV, a 18 ~le noviembre ele 1295 se redactaba un tratado, entre
Jaime II y el emir de Granada (lo publica Giménez Soler, op. cit., p. 37).
El hombre de confianza de Jaime II en su comunicación con Granada
era "Francisco Despin, fiel homne e escrivano nuestro", como le llama
en sus cartas a Mohammed (Giméncz Soler, p. .36). Francisco Despin, era
el mismo que intervino en las pagas de las galeras de Tarifa en 1292 y
quien, luego, en 1294 figura en las Cuentas castellanas: "Frances Espiñ;
escribano del rey de Aragón", que percibía los maravedís "de las galeas
que fasie armar Ferrán Pérez" (Cuentas, p. XC).
(2) Don Juan Manuel, Obras, cd. cit., p. 262. El mes de noviembre e:1
Valladolid se dieron cartas reales al arzobispo de Toledo, el 12 (Ms. 13.095,
f. 84 y Arch. C. Toledo, I, 12-1-7); el 14 a la Catedral de Cartagena (nú­
mero 581); el 15 a la Orden de Calatrava (N. 582); y a la Catedral de
Córdoba (Arch. Cat. Córdoba); el 18, reproduciendo bulas de cruzada.·
(Arch. Cat. Burgos. Caxon 6, vol. 46); el 20 a la Catedral de Orense
(Docs. Ca.t. Orense, p. 220, y E. S., t. XVII, 2.ª ed., p. 107); y el 21 a la
Infanta doña Blanca de Portugal (Rodríguez López., op. cit., T. I, p. 491).
LA "I-'ABLA" DEL MORIBUNDO 363

primo y ahijado, manda a Pedro Sánchez de la Cámara que


entregue una suma a su pariente; <<et con aquellos dineros
-declara don Juan Manuel-labré yo este castiello mayor
de Peñafiel, et Dios me lo demende al alma et al cuerpo si
los bienes et la crianza que él en mi fizo, si lo non serví lo
más lealmente que pude ... >> (1).
Desde Peñafiel se dirige el rey por Buitrago a Alcalá
de Henares, mientras don Juan Manuel aguarda <<a la reyna
dona Maria que iba en pos del rey et moró aqui-en Peña­
fiel-cuanto tovo por bien, et fuese en pos del rey>> (2).
Los soberanos se demoran en Alcalá hasta entrados unos
días del año 1295; allí pasan Nochebuena, Pascuas, Año
Nuevo, Epifanía, fechas que hablan de tradicionales alegrías,
entonces ausentes de la Corte castellana. Precisamente en
esos días de permanencia en Alcalá sufre el rey nuevos
embates de la enfermedad que le devora y, <<entendiendo
por la su dolencia grande que avia que era de muerte>>,
ordena su testamento con lúgubre solemnidad ante la Corte
que le rodea; su leal amigo y consejero don Gonzalo, .arzo­
bispo de Toledo; el viejo infante don Enrique, ya en acecho
de algún medro; prelados, ricoshombres y maestres de las
Ordenes, escuchan conmovidos la opaca voz del esforza­
dísimo rey que dicta en plena edad viril su postrera vo­
luntad (3).
El soberano, que ya en su mocedad tuvo el talento de
escoger por esposa a María de Molina, en aquellos tristes
momentos tiene un nuevo y trascendental acierto.
Al avanzar don Sancho hacia la tumba, viendo que su
heredero <<era muy pequeño de edad e temiendo que desque

(1) Don Juan Manuel, op. cit., p. 262. Esta frase la recuerda José
Ramón Mélida al hablar de El Castillo de Pcñaficl (B...-l. H., 58, LXXI).
(2) ibídem. El 2 ele diciembre, da el rey en Buitrago una carta a
la Orden de Calatrava (Bulario, p. 156); el 8 ck diciembre, ya está en
Alcalá, donde otorga otra carta a Calatrava· (Eser. de Calatrava, T. IV,
fol. 226. A. H. N.).
13) Crónica, 89. En Alcalá de Henares fecha el rey varias dispo­
siciones; el 21 de diciembre, a Feman Roiz de Arnaya y a Diego Adam,
de San Esteban de Gormaz (A. H. N., Leg-. 209, N. 94); el 22, al arzo­
bispo de Sevilla (Muñoz Torrado, op. cit., 149; este autor le da la fe­
cha ele 1293, pero el 22 de diciembre de 1293 Sancho IV estaba en Palencia);
el 23, insertando una Bula ele Cruzada (Arch. C. SeYilla, 60-r-3r); el 27,
a 'l'alavera ele la Reina .(ntÍm. 584).
364 HISTORIA DE SANCHO IV PE CASTILLA

él finase avría muy grand discordia en la su tierra por la


guarda del mozo>>, nombra tutora def niño Fernando a la
nobilísima compañera de su vida, que compartió con él fati­
gas y amarguras, confortándole siempre con su buen con­
sejo, sus felices intervenciones, su discreción y tacto. San­
cho IV depositaba en ella toda su confianza encomendán­
dole la guarda de su hijo primogénito <<conosciendo... en como
la reina doña Maria su mujer era de grand entendimiento>>,
seguro de que esta insigne mujer pondría al servicio de su
amor maternal la prudencia y energía que atesoraba su alma
privilegiada (1).
A mediados de enero, después de este descanso en Alcalá,.
van los reyes a Guadalajara, donde se deti nen pocos días;
allí probablemente se presentan Alfonso García de Pancorbo
y Ponce de Materón, este último, compañero de doña María
Fernández en la embajada del pasado octubre; estos indivi­
duos vienen con cartas de Jaime II para Sancho IV y doña
María, rogándoles que crean a Pancorbo y Materón <<de lo
que uos dirán de parte nuestra sobre aquellas cosas que
uos nos embiastes dezir con ellos>>. Se sigue conservando
anónimo en la correspondencia el asunto de los últimos
mensajes cambiados entre Aragón y Castilla (2).
También traen los enviados aragoneses otra carta de
Jaime II para doña María Fernández, acusándole recibo de
una suya <<de creencia que nos enibiastes con ellos--Materón
y Pancorbo-et auiamos entendido-dice don J aime-aquelo

(1) Crónica, 89.


(2) La Crónica (pág. 89) no habla de este viaje de la corte a Guada­
lajara, algo extraño, cuando la salud del rey requería tantos cuidados; no
sabemos por qué retrocedieron aquellos kilómetros en la ruta que llevaban
h:icia Toledo. Lo cierto es que en Alcalá se fechan reales cartas el 3 de ene­
ro a Santa Clara de Alcocer (A. H. N.); el 8, a la Cat. de Cuenca (núme­
ro 587), y el 13, ya en Guadalajara, a San Martín de Madrid (A. H. N.), fe­
cha algo borrosa, por lo cual Férotin (op. cit., pág. 298) debió leer octubre,
mes en que Sancho IV ya había muerto. Del 15 enero 1295 en Guadalajarn,
es otra real carta a la Orden ele Calatrava (Indice ele la Orden, A. H. N.);
y otra a Alcalá de Henares (Arch. M. de Alcalá de Henares). También de
~nero en Guadalajara son las cartas a Santo Domingo de Madrid (Timoteo
Domingo Palacios, op. cit., l, 161) y a don Nuño Pérez dadas el 16 (núme­
ro 588) y a la .Orden de Calatrava, el 17 (número 58g). La Crónica de
Loaisa sí habla que "de Castella venit ( el rey) ad locum Guadalfaiarie et ibi
et Alcale per dies aliquot moram traxit" § 57. Las credenciales de Pancorbo
y Materón son del 31 dic. 1294 (núm. 585).
LA "FABLA" DEL MORIBUNDO 365

que nos dixieron de parte uestra sobre feyto de las escusas


que auia recebidas bien el rey de Castiella, de la qual cosa
fuemos muy pagados et gradecemos uos lo muyto...>> (1).
Bien debía agradecer el monarca de Aragón esta labor
armonizadora de doña María Fernández en momentos en
que cualquier estridencia por parte del rey de Castilla, des­
cubriendo los pactos matrimoniales de Jaime con Isabel de
Castilla, podría malograr las dificultosas negociaciones del
aragonés con Carlos de Salerno, ya bastante adelantadas.
En la carta a doña María Fernández dice además don
Jaime que <<sobre feyto de la reyna nuestra con la de Cas­
tiella, los ditos Alfonso Garcia et Ponce de Materón uos
dirán nuestra entención ... >>. ¿Qué <<Íeyto>> es éste? Quizás el
monarca de Aragón, ya preparaba el terreno para sucesos
que fatalmente ocurrirían si tenían éxito sus prósperos tra­
tos con el de Salerno; si así fuese, estos trámites quedarían
entre la dueña anciana y la triste reina, que desearía ahorrar
sinsabores al pobre rey enfermo.
Por otra parte, resurgía entonces el proyecto de vistas
entre Jaime II y doña María, como único medio eficaz para
liquidar definitivamente esa equívoca situación; tal vez ella
se· propusiera desenmascarar al aragonés, no tanto para
vindicar los derechos de Castilla en la vulnerada alianza
de 1291, cuanto para encauzar dignamente las relaciones
castellanas con Aragón. Acaso hasta estuviese dispuesta a
transigir, sólo por evitar mayores males al reino, cuando
sobre él se cernían tristes augurios con la mortal enfermedad
del rey. Lo difícil sería hallar la ocasión para ausentarse la
reina del lado de don Sancho en tan graves circunstan­
cias. De todos modos, los mensajeros hablan de la entre­
vista (2).
En Guadalajara otorga el rey una piadosa merced a los
benedictinos de Madrid, <<por la gran devoción que avernos
-dice-en el confesor Santo, de Santo Domingo de Silos>>,
agregando, alentado quizás por esa esperanza que jamás se

(1) La carta para doña María Fernández es asimismo del 31 de di­


ciembre (núm. 586).
(2) Deducimos que entonces se trataba ya de vistas entre Jaime y doña
María, porque, como veremos, a 13 enero 1295 el aragonés habla de esto
(véase el número 512).
366 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

pierde, <<que rueguen a Dios, que nos dé salud>>. Poco des­


pués continúa el penoso viaje de la Corte, que llega a Madrid
terminando el mes. Allí se detendrá todo febrero (1).
El rey don Sancho, gran protector de los Predicadores,
se hospeda ahora, en su ruta de dolor, en el convento de las
monjas dominicas de Madrid. En este monasterio de ·santo
Domingo se congregan diariamente los personajes que van
acudiendo al lado del monarca.
Uno de los allí llegados en busca del rey es don Juan
Núñez el Mozo, a quien don Sancho llama un día a su cá­
mara para hacerle solemne recomendación. <<Don Juan Nú­
ñez-le dice-, bien sabedes como llegastes hasta mi, mozo
sin barbas...>>, y, después de recordarle los muchos bienes
que siempre procuró otorgarle, le ruega <<que si yo muriese,
que nunca vos desamparedes al infante don Femando mi
fijo, fasta que él haya barbas, e otrosi que sirvades a la
reina en toda su vida... et si asi lo ficieredes, Dios ves lo
galardone, et si non, vos lo demande...>>. El magnate inter­
pelado tan patéticamente responde en el mismo tono: <<Se­
ñor, todo esto yo lo conozco que asi es, e yo vos fago pleito
e omenaje que lo cumpla asi, e si non, Dios me lo demande,
amén.>> Mucho tendría Dios que demandar a don Juan, y en
bien corto plazo ciertamente (2).
Otro personaje venido entonces a Madrid es aquel don
Arias, arcediano de Salnés en la iglesia compostelana, que
partiera a Roma hacía unos años pára gestionar en la Sede
Pontificia los intereses de la corona de Castilla, y que ahora
volvía, como electo de Lugo, a posesionarse de su diócesis,
justo premio conseguido por Sancho IV a su afortunado
embajador. .El 29 de enero el rey da una carta para que se
reconozcan todos los derechos del obispo de Lugo sobre la

\ l)· Férotin, op. cit., 298. De Guadalajara vqelvc la Corte a Alcalá, don­
de se fecha el 20 ele enero un priv. a la Orden de Santiago (A. H. N. y Bu­
lario, pág. 302). El 29 ele enero ya está la corte en Madrid, donde ese, día
se fecha una merced al obispo de Lugo .(E. S. XLI, 385) y otra el 30 (Archi­
vo Cat. Lugo). Del 4 de febrero, en Madrid, es una real merced a Tari­
fa (Arch. M. Tarifa); y también en Madrid el 15 de febrero al arz. de To­
ledo (Ms. 13095, f. 88. B. N.); el 24, a Santo Domingo de Madrid (núme­
ro 591); y el 29 a Cuevacardicl (Re1•. de Archs., T, 420, año 1907).
(2) Crónica, pág. 89. De don Juan Núfün el Mo::;o dimos referencias
en la pág. 79. Sabidas son sus revueltas, muerto Sancho IV.
LA "FABLA" D:l!:L MORIBUNDO 367

ciudad, por hacer bien y merced a don Arias, <<por muchos


servicios que nos él fizo en la Corte de Roma>>; don Arias
venía siguiendo al rey, pues éste dice en su carta que el
electo de Lugo <<llegó desde Alcalá aquí cuando se venia de
la corte de Roma, do estaba en nuestro servicio ... >> (I).
El arcediano, ahora obispo, no había perdido el tiempo
en Roma, ganando voluntades para la causa de la legitima­
ción que tanto interesaba a los reyes de Castilla; sin duda
en el colegio cardenalicio había sembrado la buena semilla,
cuyo fruto acabaría por recoger ya viuda la reina doña
María. Mientras don Arias estaba de viaje, en Roma se
desarrollaba el drama que costó al bondadoso Celestino V
la renuncia de la tiara, que pasaba casi súbitamente a la
testa bravía del cardenal Benedicto Gaetani, Bonifacio VIII
entre los Papas (2).

(1) El P. Risco dice que don Arias fué canónigo y arcediano de Lugo.
y que, vacante la mitra lucense mientras él estaba en Roma, Sancho IV, para
recompensarle su gestión diplomática, pidió al cabildo que lo eligiesen, y don
Arias se hizo consagrar en Roma. A 29 y 30 enero y 5 abril de 1295, San­
cho IV le hizo importantes mercedes, disponiendo que se reconociesen al
obispo de Lugo todos los derechos sobre la ciudad. Luego fué muy leal a
Fernando IV. (E. S. XLI, 87, 384). Recuérdese la situación de Lugo en el
episcopado anterior (véase cap. XIV). Muerto Sancho IV, el obispo don
Arias encontraría dificultades, por la cuestión de las llaves ele la. ciudad,
pero le apoya Fernando IV (López Peláez, Rebeldías y sumisiones del Mu­
nicipio de Lugo en el siglo XIII, Rev. Contemporánea, t. CIV, 370, año 1896).
Hinojosa (Estudios sobre la Historia del Derecho español, Madrid, 1903,
página 52) también habla de las luchas entre don Arias y el Concejo. López
J;'erreir.o (Hist. de la lgl. de Santiago, V. 249) menciona a un don Aria~
Pérez, arcediano de Salnés en 1285, y más adelante (pág. 349) habla del
deán don Arias Pérez Pardo que antes había sido arcediano de Salnés, su­
cediéndole en el decanato don García Yáñez en 1316. Esto hacía pensar que
el don Arias, obispo de Lugo y embajador en Roma, no había sido arcediano
de Salnés, pero de ello no hay duda, pues Nicolás IV lo menciona con esa
dignidad cuando alude a la embajada de Sancho IV (véase el capítulo Xl,
páginas 19 y 20). Debe tratarse de dos individuos del mismo nombre. En
cuentas de marzo de 1294 leemos: "A don Arias de Medina, arcediano de
Salnés por carta del rey e de la Reyna, para complimiento de los IV mil mr.
que tiene del rey, del auno de XXXI (1293), M et DXL mr. et avie a recodir
con ellos Bartolomé Martinez so clérigo" (pág. XLIX) ; este clérigo sería
el encargado de los asuntos de don Arias durante su permanencia en Roma.
En marzo de 1294 ya debía estar electo don Arias, pues en cartas sobre tri­
butos para la guerra con los moros, se habla de vicarios "del electo" de Lugo
(Tarifa,&, pág. 112).
(2j Este Papa sería el que tras grandes instancias y reiteradas gestio-
11e8, por personal consideración a María de Molina, otorgaría, al cabo
368 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Los rigores del invierno aceleraban los pasos siniestros


de la tuberculosis, <<infirmitas tisis vocatun>, al decir del
coetáneo maestre J ufre de Loaisa, terrible enfermedad que
iba consumiendo la existencia del intrépido rey, aun resis­
tente, como si le sostuviera el deseo de llegar con vida a
Toledo, la ciudad de sus bodas y de su coronación, donde
tiempo atrás hubiera elegido sepultura (1).
Diez años justos hacía que redactara aquel primoroso
privilegio miniado en que justificaba su elección funeraria,
entre otras razones, <<porque nos en esa sancta Eglesia rece­
bimos por la gracia de Dios la onrra de nuestro corona­
miento quando fuemos re9ebido por rey en la muy noble
cibdat de Toledo ... >>.
Y a Toledo iba ahora en busca de la salud, aconsejado
por los físicos, como dice don Juan Manuel; pero cuantos
le vieran acercarse a esta ciudad en tan precario estado,
tendrían la vaga sensación de que eran otros los misteriosos
designios que allí le conducían.
Por este tiempo ya había cristalizado la tratada entre­
vista de Jaime con doña María; pero ahora se retrasaba
por causa del rey aragonés. El 13 de enero, en Barcelona,
Jaime II escribe a Ponce de Materón, diciéndole que, cuando
se disponía a <<partir de la ciutat de Barchelona per anar
a la vista de la regina de Castella>>, algunos le aconsejaron
que antes adobase los nobles que guerreaban entre sí, pues
<mo era bo ni convinent que nos lexasem nostra terra axi
en trebayl». Luego explica su arbitrio de concordia con los
ricoshombres, lo cual retrasará <<la damuntdita vista>> desde
la Candelaria hasta mediados de febrero; total, <<XII dias
tan solament», que dice Jaime quitándole importancia al
aplazamiento. La carta termina ordenando a Materón que
en cuanto reciba <<aquestes letres, digats a90 a la regina, e
escusat nos ab ela aytant com pugats>>, y además que la

de algunos años, la anhelaclísima legitimación de los hijos de Sancho IV y


doña María (Anagni, 6 septiembre, 13or. Reg. Bonif. VIII, 4.403).
(1) Crónica de Loaisa (ed. cit., § 57). El privilegio rodado, escogiendo
sepultura, se conserva en una vitrina del A. H. N. La interesante ilustración
que representa al rey, la reproducimos en este volumen. El texto del docu­
mento (expedido el 14 febrero 1285 en Soria) lo publicó José María Escu­
dero de la Peña (Prfr:ilegio rodado e historiado de Sancho IV, en el Museo
Español de Antigüedades, I, 91).
LA "FABLA" DEL MORIBUNDO 369

prevenga «de part nostra>> para que no crea a nadie ninguna


falsa versión que quieran darle del <<alongament». Por último,
recomienda que asegure a la reina <<que nos, de tot en tot,
Deus volent, serem al dit dia de migan febrer a la dita
vista>> (1).
Dos días después, el 15 de enero, Jaime dicta una carta
para Sancho IV notificándole que, pasada <da fiesta de la
Navidat», se le había presentado en Barcelona don Diego
López de Haro, quien <<díxonos, cómo por la ·mengua que él
auia se queda yr buscar conseyo con el rey d'Inglaterra, o
en tierra de moros>>, a no ser que, para quedarse en Aragón,
le diese Jaime <<alcuna poca de ayuda>>. Entonces el arago­
nés, <<pensando sobresto et catando la honra e ell prm> de
Sancho, dice que retuvo a don Diego, <<por que si él yrá en
otras partes, no podiese tractar ni fac;er alcunas cosas que
puedesen tornar a danno a uos o a uestra tierra>>. Además,
hace valer que obtuvo de don Diego <<muy bona segurtat»
de avisarle con dos meses de anticipación en el caso de
partir de Aragón, <<por que nos en este comedio lo nos pu­
disemos embiar dezir a uos, por que en fuesedes perce­
bido...>> (2).
(1) Núm. 512 (Reg. 252, f. 11, Arch. Corona de Aragón). Esta carta
tiene la fecha de 13 enero J294, pero creemos sea un lapsus del que la tras­
ladó al Registro, pues, por las razones que aduciremos, la consideramos del
año 1295. En los Registros no se suele llevar tln orden cronológico; por lo
Yisto, al ser encuadernados los .pliegos no se tuvo en cuenta una sucesión
regular ele fechas; así, en el Reg. 252 hallamos, en el fol. 10 v., una carta de
31 diciembre .1294, y en el fol. 77 una de 4 enero del mismo año. Después ele
estudiar el texto ele las cartas dirigidas a Castilla en estos dos años, vemos
que el sentido lógico del desarrollo ele los .hechos nos da como evidente que
las cartas de J aimc, registradas en los folios l 1 y 13 del Reg. 252, son .de
enero y febrero de 1295, como es de diciembre de 1294 la del folio IO v., in­
mediatamente anterior a éstos. Las cartas que con la de fecha 4 enero 1294
empiezan en el fol. 77 ele este Rcg. 252, siguen un orden regular; en el fo­
lio 78 v., 23 febrero; en el 80 v., 6 marzo; en el 85, mayo, etc. También
Rohcle (op. cit.. 165), cita estos clocs. ele los fols. 11 y 13 del Reg. 252, como
del año 1295.
(2) Núm. 513. (Reg. 252, fol. II). Zurita (Anales, I, 355) cita esto
en 1294. lndudablcmente don Diego, después del fracaso de su intentona,
se encontraba en desairada situación, :y por eso la carta de Jaime habla
ele "la mengua que él (don Diego) auía". Pero este deseo de pasar a Inglate­
rra no es nuevo en el de Raro; ya en abril de 1294 el obispo de Zaragoza
había recomendado al rey inglés algunos nobles aragoneses, y entre ellos a
don Diego López ele Raro (Gara dice la defectuosa transcripción). (Rymer,
Focdcra &, 127, año 1294.)
24
370 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

Jaime termina su carta expresando a Sancho que le


comunica esto para que <mingun homne>> tergiverse lo suce­
dido, pues <<sabet por certo-afirma-que assí es la uerdat».
Tales protestas nos hablan de crecientes recelos.
Con igual fecha escribía también don Jaime una carta
<<semelant>> a la reina doña María, agregando este párrafo:
<<E sabet que el dito don Diego nos dixo que hunos priuados
uestros le auian eviado dezir que fuese con nos ansemble
a la vista que auemos de auer con uos. E si uos queredes
que el hi vaya, embiat nos lo dezir ... >> Tal vez la misma reina
habría sugerido a esos sus privados la idea de una entre­
vista con el de Haro, deseosa de captar su voluntad cuando
la visión del porvenir se le presentaba pavorosa (1).
Pasó el 15 de febrero, y tampoco se realizó la acordada
entrevista. A los cuatro días de esta fecha, Jaime contes­
taba a doña María la carta <<de creenc;ia que nos embiastes
con Alfonso Garcia de Pancorbo ... >>, y <<Uos facemos saber
-escribe a la reina-que auemos otorgado la vista a aquel
dia que el dito Alfonso Garcia uos dira>>, a la cual, <<Dios
queriendo>>, no faltará <<en ninguna manera>> (2).
El mismo 19 de febrero dirige Jaime otra carta en el
mismo sentido a Sancho IV, acusándole recibo del mensaje
que le mandara con Pancorbo y con el arcediano de Segovia,
así como de <<los capítulos que nos embiastes con ellos ... >>.
El aragonés responde de palabra, con los mismos emisarios,
<<a los quales--dice-uos rogamos que creades de lo que uos
dirán de parte nuestra, asi sobre feyto de la vista, como
sobre las otras cosas... >> (3).
Pero el <<feyto de la vista>> quedaría sin efecto. La gra­
vedad del monarca de Castilla se acentuaba por días, y todo
queda en suspenso. Por otra parte, quizás don Jaime no
había pensado seriamente en verificar esa entrevista, cuya
perspectiva conservaba, entre dilaciones, para dar largas
mientras llegaba para Sancho el fatal desenlace.

(1) Núm. 513.


(2) Núm. 518.
(3) Núm. 519. De 23 febrero 1295 (núm 521) es una carta de Jai­
me II a su tío don Pedro Fernández sobre la tenencia de los castillos de
rehenes, Morella y Biar que guardan Alberto de Mediona y Raimundo de
Vilanova.
LA "1tARLA" DEL MORIBUNDO 371

El mes de marzo muy mediado, todavía está la Corte


en Madrid, a donde también había venido el mozo don
Juan Manuel, quien allí, en el monasterio de Santo Domingo,
oye de labios de don Sancho triste e interesante plática que,
aun pasados los años, había de recordar fielmente el prín­
cipe escritor.
Cierto día de aquéllos, cuenta don Juan Manuel, que
el monarca doliente le mandó llamar para hablarle, <<et
quiso que estudiesen en la fabla>> maestre Gonzalo, abad de
Arvas, Alfonso Godínez, Pedro Sánchez de la Cámara. <<et
don Habraam su físico, et Juan Sánchez de Ayala mio
mayordomo, et Gómez Ferrández mio ayo, et Alfonso García
que me criaba et non se partie de mi et don ~ag mio físico
que era hermano mayor de don Habraam...>>; y cuando
éstos se reunieron <<et la otra gente sallieron todos de la
Cámara>>, el rey, que estaba <<muy mal trecho en su cama>>,
le toma paternalmente de los brazos y, sentándolo cerca de
sí, comienza su fabla de dolor y de arrepentimiento (1).
Don Sancho alude primero a los presentes, <<estos que
agora están aquí>>, diciendo <<muchas cosas porque aquellos
se estremaran al su servicio>>, y luego, vuelto hacia su primo,
(1¡ Este interesantísimo relato, que nos sirve para reconstruir fielmen­
te un dramático momento de la vida de Sancho IV, procede del Tractado
que fizo don litan Manuel sobre las armas que fueron dadas a su padre el
Infante don Manuel ... et de cómo pasó la fabla que con el rey don Sancho
ovo ante que finase (ed. cit. de las obras de don Juan Manuel, pág. 257
y s. s.), respondiendo al requerimiento de fray Juan Alfonso, a quien dice:
"Vos lo agradezco mucho por que queredes saber ciertamente este fecho lo
que non ficieron otros muchos a que yo lo conté, así como a vos". De los
personajes que cita don Juan Manuel, conocemos ya al privado Alfonso Go­
dínez (véase cap. XI), a Pedro Sánchez de la Cámara (véase pág. 78), al
abad de Arvas, que tanto figura en los documentos de la cancillería castella­
na, y a los físicos don <;ag y don Abrahem (véase I, pág. 39). Don Juan
Sánchez ele Ayala es el mismo "adelantado en el regno de Murcia por don
Johan, fijo del Infante don Manuel", a quien Sancho se dirigía en agosto
de 1288 (núm. 209). Según el Nobiliario de Pero López de Ayala (ya cita­
do), don Juan Sánchez de Ayala fué hijo de doña Aldonza Díaz de Vilaseuri
y de don Sancho Pérez de Ayala, al cual "matólo el rey don Sancho en Al­
faro, quando matara al conde don Lope Díaz de Raro, que era su primo
<leste don Sancho Pérez". No sabemos qué haya de cierto en esta noticia
0

que no consignan las Crónicas al hablar de la tragedia ele Alfaro. Don Juan
Sánchez dice "que vivió en Buendia, cabe Guete, y non dejó fijos"; tío suyo
fué don Ruy Pérez de Ayala. En la Distr. de Aljamas vemos que Ruy Pérez
de Ayala tiene 5,412 mr. en las juderías de Pomar, Oña y Frías.
372 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

exclama: <<Agora, don J ohan, yo vos he de decir tres razones:


la primera, que vos dolades de la mía alma, ca ¡malo mio
pecado! en tal guisa paró la mi facienda, que tengo que la
mi alma está en grand vergüenza contra Dios.>>
Después, venciendo siempre la fatiga que le ahoga, pro­
sigue: <<Lo segundo, vos ruego que vos dolades et vos pese
de la mi muerte...>>, pues <<perderedes en mi un rey et un se­
ñor, vuestro primo cormamo, que vos crió et que vos amaba
muy verdaderamente>>, haciéndole observar que, al morir él,
<<Vos non finca otro primo cormano en el mundo, sinon
aquel pecador del Infante don J ohan que anda perdido en
tierra de moros>>. Este era el único reproche que don San­
cho, casi moribundo, hacía a su perverso hermano don
Juan, el traidor de Tarifa.
Sancho IV, que tanto afecto profesa a don Juan Manuel,
le habla también de la lealtad que ha de heredar, pues
<deales fueron vuestro padre et vuestra madre>>, y dice tener
por cierto que si alguna vez <<Vierdes venir cient lanzas por
me ferir, que vos metredes entre mí et ellas>>, concluyendo
que, sin embargo, <<agora vedes que estades vos vivo et
sano, et que me matan ante vos, et non me podedes defen­
der ni acorrer», y aquí resbalan df' su lengua estas acerbas
palabras de remordimiento: <<ca bien creed que esta muerte
que yo muero non es muerte de dolencia, mas es muerte
que me dan mios pecados, et señaladamente por la maldi­
ción que me dió mio padre por muchos merescimientos que
yo le merescÍ».
Después don Sancho afirma a su primo que por muchos
reyes que vea en Castilla, <<nunca y rey habrá que tanto vos
ame... como ym>, y, al decir esto, <<tomol una tos tan fuerte,
non podiendo echar aquello que arrancaba de los pechos
-dice don Juan Manuel-que bien otras dos veces lo tovie­
mos por muerto; et lo uno por como veyemos quél estaba,
et lo al por las palabras que me decía, bien podedes enten­
der el quebranto et el duelo que teniemos en los corazones>>.
Tal escena, hondamente dramática, deja huella inextin­
guible en el alma de aquel mozuelo a quien se habla como a
un hombre, fortificándose en aquella ocasión su espíritu con
1a visión del humano dolor.
Repuesto el soberano del terrible acceso de tos, continúa
L,\ "l~.'\BLA" DEL MORIBUNDO 373

lentamente su fabla y, poniendo un rayo de esperanza en


aquel niño que le escuchaba dolorido, el regio moribundo
pronuncia profética recomendación al enunciar cómo «la
tercera razón que vos he a decir et a rog~ es que sir
vades et hayades en acomienda a la Reina doña Maria; ca
so cierto que lo habrá muy grand mester, et que·fallará mu­
chos despues de mi muerte que serán contra ella. Cuan­
to a don Fernando mio fijo, non vos digo nada, porque so
cierto que non face mester, ca vuestro señor es, et yo quis
que fuésedes su vasallo, et so cierto que siempre le seredes
leal>>.
El desgraciado rey, mortificado por los presentimientos,
adivinaba, con la videncia de los agonizantes, las mil des­
venturas que pesarían sobre Castilla, agobiando a su viuda
y a su huérfano. Sancho IV volvía la vista hacia don Juan
Manuel, único vástago de su linaje en quien confía, espe­
rando quizás el infeliz monarca que sus tristes palabras,
proferidas en el lecho de muerte, servirían de noble estímulo
en aquella alma virgen, aun no mancillada por las ruindades
y ambiciones que afligen a los hombres.
Luego, dando por terminada esta penosa conversación,
dice: <<Agora don J ohan, pues esta fabla he hecho con vusco,
et vos ides para el reino de Murcia en servicio de Dios et
mio, quiero me despedir de vos et querervos ya dar la mi
bendición; mas, ¡mal pecado1-se interrumpe con exalta­
ción-, non la puedo dar a vos nin a ninguno, ca ninguno
non puede dar lo que non ha...>>
Sancho IV, flagelado por las acusaciones de su concien­
cia, obsesionándole torturador el recuerdo de la maldición
paterna, se deja arrastrar por las reflexiones sugeridas en
el momento aquel de la despedida y, recobrando algunas
fuerzas, artificio de su excitación, se extiende en largas
referencias acerca de las bendiciones. Habla de San Fer­
nando, del infante don Manuel, de su padre don Alfonso,
quien, dice, <<diome la su maldición en su vida muchas veces
seyendo vivo et sano, et diómela cuando se moria ... >>; <<otro­
sí-asegura con pesadumbre-mi madre que es viva, dió­
mela muchas vegadas, et sé que me la da agora, et bien
creo por cierto que eso mismo fará a su muerte>>, más, añade,
<<aunque me quisieran dar su bendición, non pudieran, ca
374 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

ninguno dellos la hobo de su padre nin de ~u madre ... >> (1).


El rey, casi agotado, sigue aún hablando, y cuenta con
interesantes detalles la bendición transmitida desde San
Fernando a su nieto Juan Manuel, a quien, sin embargo,
quiere darle esta muestra de afecto y, acogiéndose a que
<<los reyes son fechura de Dios>>, exclama: <<si por esto yo vos
puedo dar alguna bendición, pido por merced a Dios que
vos dé la su bendición, et vos dé la mia, cuanta vos yo pue­
do dan>. Pronunciadas estas palabras, el rey Sancho agrega
con paternal ternura: <<agora, don Johan, señor, llegatvos a
mi, et darvosla he, por despedirme de vos>>, bendiciendo al
niño Juan Manuel, que saldría de la regia estancia presa de
gran congoja (2).
Ya no quedaba esperanza de salvación para don Sancho.
El tiempo avanzaba, marcando cruelmente la ruina de aque­
lla naturaleza vigorosa. En la segunda quincena de marzo
le aqueja <<muy fuerte la dolencia al rey>>; pero, tenaz en su
anhelo de llegar a Toledo, Sancho tiene aún ánimos para
emprender camino, y ordena que le lleven <<en andas, en
cuellos de ornes>>; quiere llegar vivo y no muerto a la ciudad
donde le aguarda ya su sepultura (3).
La reina María ha de pasar la prueba de este angustioso
viaje, y lleva al marido moribundo, arrostrando vientos y
lluvias, expuesta a trágicos incidentes. Mas, por fortuna, en
el camino nada ocurre, y el 29 de marzo ya está en Toledo
la tristeza de esa Corte errante que lleva en pos la muer­
te (4).
Parece que la llegada a Toledo prolonga unos días la
vida al rey, quien ya apenas se ocupa de las cosas del reino,
(1) La reina doña Violante, como vemos, ni ante la mortal enferme­
dad de su hijo el rey se inclinaba a la concordia, acudiendo a su lado. Por
entonces estaba en Castilla, pues el 7 de marzo de 1295, en el monasterio
de Valbuena, da una carta a los de "viella de Roa" (Loperráez, op. cit., III,
231).

(2) Véase nota (e) al final del capítulo.


(3) Crónica, 89.
(4) El 18 de marzo, en Madrid, dió el Rey una carta a Xaraicejo (To­
más González, VI, 193); el 19, a Juan Mathe, otorgándole el almoxarifazgo
de Huelva (Ortíz de Zúñiga, op. cit., 151, y Mora, Huelva ilustrada, f. 39),
y el 29 de marzo, ya en Toledo, concede un privilegio a la Orden de San­
tiago (Orden de Santiago, A. H. N.). Loaisa, dice: "Deinde Maioritum
et postea debilis rnultum accessit Toletum... " (§ 57.)
LA "F'ABLA" DEL MORIBUNDO 375

regido efectivamente por la entereza de doña María. Si triste


había sido para los reyes castellanos la Pascua de Navidad
pasada ert Alcalá, más aun lo era la Pascua Florida, que
este año se celebraba el 3 de abril. En esos días llega de Ara­
gón un mensajero trayendo carta de Jaime .II al rey don
Sancho, fechada el 4 de abril en Barcelona; don Jaime con­
testa, con Hernando de Segalars, <<escriuano de la reyna
uestra fija, et nuestra mugen>, al mensaje que el castellano
le hubiera mandado con Fernán Sánchez de la Cámara. Por
lo visto, n0 se había interrumpido la continua comunicación
entre las dos Cortes, aunque, desgraciadamente, sin resul­
tado positivo. Por cierto que en la credencial traída por
Segalars, Jaime le dice a Sancho cómo <<nos plogó muyto
de uestra salud, end ouiemos muy grant alegria en nuestro
cora9ón sobre lo al que nos embiastes a dezir en la dicha
uestra carta...>>. No podemos creer que estas palabras se es­
cribieran con algún convencimiento, cuando ya la gravedad
del rey de Castilla estaría muy divulgada a pesar de los
inexactos optimismos consignados en las cartas salidas de
la cancillería castellana. Estas frases de la epístola arago­
nesa son, a lo más, piadosos engaños de Jaime para el ene­
migo ya inofensivo que pronto desaparecería de su hori­
zonte (1).
(1) Núm. 593. En realidad, por este tiempo ya estaba deshecha la unión
con el reino aragonés, y al morir Sancho IV quedaría patente la demos­
tración. Los tratos entre Jaime II y Carlos de Salerno, ya muy adelantados,
culminarían en la paz de Anagni (junio 1295), dos meses después de muerto
el Rey Bravo. Jaime II renunciaba .a Sicilia y se casaría con Blanca de Ná­
poles, hija de su rival. Luego entregaría la Infanta castellana doña Isabel
a los delegados de María de Molina. Este sería el epílogo del flamante trata­
do matrimonial castellanoaragonés de Soria y Monteagudo en 1291. La
Crónica de Fernando IV, al hablar de esto, simplifica el significado de los
hechos con un modus netamente popular, y dice, reflejando sin duda un es­
tado de opinión consolidado, ·que "el rey don Jaime de Aragón tenía en su tie­
rra, para casar con ella la Infanta doña Isabel... e desque él vió la muerte del
rey don Sancho non quiso casar con ella, e casó con doña Blanca, fija del rey
Carlos" (ed. cit., pág. 97). Pero aun más sensible que eso sería para Castilla
la franca hostilidad de Jaime II apoyando a los rebeldes y al Infante de la
Cerda, en cuanto muriese su ex "carisimo socero" de las cartas de antaño.
Próspero Bofarull y Mascaró, en Los Condes de Barcelona vindicados (Bar­
celona, 1836, t. II), dedica dos páginas a doña Isabel, pero el ilustre autor
incurre en algunas inexactitudes, como decir que en febrero de 1295 estaba
dofl.a Isabel en Daroca con su madre doña María, ya viuda, cuando en rea-
376 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

En estos momentos las relaciones internacionales son


para Castilla un enigma. De Andalucía no se tienen malas
noticias, gracias a las personas que allí defienden los in­
tereses de la corona. Juan Mathe y Fernán Pérez verían
desconsolados la mala suerte que hizo fracasar todos sus
planes; sin embargo, quizás no hubiesen perdido la espe­
ranza en absoluto. A estas fechas, los descercadores de Tarifa
habían recibido, como premio a sus trabajos, el almiran­
tazgo mayor de Castilla, que compartían, en sustitución del
genovés micer Benito Zacarías (1).
De todos modos, ahora sólo se piensa en el momento
decisivo en que ha de caer rendido para siempre el monarca
de Castilla. Mientras los leales y probos presencian el cuadro
consternados, los codidosos y ruines, que son los más, aguar-
lidad se trata del año 1296, y de doña María Fernández Coronel, ama de la
Infanta.
(l) Tenemos noticia del nombramiento de almirantes, por un privilegio
rodado del 24 abril 1295, en que confirman con este cargo Mathe y Fernán
Pérez (núm. 594). Micer Benito Zacarías, quizás después de las diferencias
que suponemos tuvo con Juan Mathc, volvió a Génova. No sabemos si ten­
ga alguna relación con esto un emisario que va a Génova; en las cuentas de
octubre 1294, leemos: "Por un mulo que mandó el rey dar a Micer Guillenzon
quanclo se iva a Genua, DC mr." (Cuentas, pág. CXLV.) Luego Micer Be­
nito es contratado en Francia por Felipe el Hermoso para combatir a los
ingleses, y recibe el título de almirante general del rey. En agosto de 1297
llegó a Francia para tomar la dirección de las operaciones marítimas. En 1300
Zacarías deja Francia para capitanear una escuadra que las damas de Gé­
nova armaban contra los sarracC'nos, pero sigue percibiendo una pensión
del Tesoro francés hasta su muerte, en 1314. (La Ronciere, op. cit., I, 358,
365). Recie·ntemente, Conrad Capman (Michcl Palcologttc, restauratcur de
l' Empirc B3•zantin, París. 1926, p. 139), habla, sin advertir la importancia
ele este personaje, "entre autres un certain Benecletto Zacearía". Juan l\·Iathe
de Luna siguió siendo almirante mayor ele la mar en unión de Fernán Pé­
res, hasta que murió, a 9 agosto 1299. Ortiz de Zúñiga (A1ialcs, 160), trans­
cribe su epitafio, que dice así: "Aquí yaze don Ivan Mathe de Lvna, cama­
rero mayor que fué del rey don Sancho e almirante mayor de Castilla: finó
nueue d1as del mes ele agosto, ele la era de MCCCXXXVII annos. Mvy bien
sirvió a los Reyes e mvy bveno fué en descercar a Tarifa. Mvcho bien fizo,
dele Dios paraíso, Amén." Según Muñoz Torrado (op. cit., pág. 83), los res­
tos de J\,fa.the de Luna están aoha en la capilla de Hermenegildo, de la
catedral de Sevilla. Espinosa (Teatro Eclesiástico, f. 17 v.) dice que en las
capillas de San Felipe y San Mateo estuvieron enterrados los Mathe de Luna.
descendientes del almirante ele Sancho IV. Muerto Mathe de Luna, siguió
en el almirantagzo mayor Fernán Pérez Maymón, junto con Alfonso Fer­
nánclez de Montcmolín; le encontramos hasta 28 junio 1300 (Benavides,
op. cit., IT, 218), pero a t cliciemhre 1300 ya no aparece. (Benavides, rJ, 234.)
LA "FABLA" DEL MORIBUNDO 377

dan impacientes el instante de tomar parte en el botín de la


minoría del heredero.
En Toledo debían bullir entonces intrigas, polémicas,
conjuras; cada ambicioso empezaría a tomar sus posiciones
para participar pronto en el mando. El más activo era sin
duda don Enrique el infante, que procuraría ganar ventaja,
sin escrúpulo de perturbar con sus manejos el grave ambiente
de la cámara donde el rey se moría. Imaginamos al viejo
príncipe a venturero torturando los últimos instantes del mo­
narca con los apremios de sus peticiones en torno a la an­
siada tutoría del niño heredero; insistencias que el enfermo,
extenuadísimo, ha de resistir, todavía en lucha, cuando ya
el carro de su vida va llegando al ancho portal de la muerte.
Frecuentes debían ser las visitas del intrigante a la estancia
de Sancho, teniendo luego buen cuidado de divulgar estas
conversaciones con giros para él favorables; así, pasados unos
años, don Enrique afirmaría que, <<estando en Toledo el rey
muy mal doliente, de la dolencia que finó, e faziendo su tes­
tamento, envió por mi e dixome que me fazia su testamen­
tario e que me encomendaua al rey don Fernando su fijo
que era entonce infante, e todo el regno ... >>. Esos hubieran
sido sus deseos, pero otra era la verdad de aquellas sus con­
ferencias con el rey moribundo (1).
Sancho IV, siempre atento a cuanto le rodea, a pesar de
su extremada gravedad, tiene aún fibra para ocuparse de
cierto asunto que atañe a una sobrina suya, de vida com­
plicada, en la que existía un equívoco turbio, que don San­
cho, antes de morir, quiere dejar solucionado. Esta sobrina
es doña Blanca de Portugal, hermana del rey Dionís, mujer
despreocupada que arrostra, desde su esfera de infanta, crí­
ticas y murmuraciones para entregarse al secreto amor de
un caballero. La situación es anormal; Sancho debe saberla,
y ese mes de abril, alegando quizás los fueros del que para
siempre se despide, habla una vez más a doña Blanca para
que entre en Religión, señalándole el monasterio de las
Huelgas de Burgos; él mismo, en carta de 15 de abril a las
Huelgas, dice: <<rogamos a la infant donna Blanca, nuestra
sobrina, que quisiese ser monja desse Monesterio et tomar

(1) Véase nota (f) al final dd capítulo.


378 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

el sennorio desse logar ... >>, haciendo notar <<que fasta aqui
non lo quiso fazen>, aceptándolo doña Blanca <<agora porque
su voluntad es de asosegar su fazienda e su vida en orden,
et porque la nos afincamos que quisiese esa vuestra Ordem>.
La ilustre señora, atendiendo el requerimiento de Sancho,
saldaba su vida mundana con la profesión en las Huel­
gas (1).
Por fin, un día del mes de abril, de aquella primavera
que Juan lY.tathe imaginó de triunfos, el rey don Sancho,
sintiendo ya la cercanía de la muerte, <<confessose e tomó el
cuerpo de Nuestro Señor, e fizose ungin>, haciéndose vestir
además el hábito de Santo Frandsco de Asís. La hora de
amargura había llegado; Sancho IV el Bravo moría la noche
del lunes 25 de abril de 1295, cuando aun no había cumplido
treinta y siete años (2).

(I) Véase la nota ( g) al final del capítulo.


(2) La Crónica (pág. 90) dice que el "martes veinte e cinco dias
del mes de abril, después de la media noche pasada, <lió el alma a Nuestro
Señor Jesu Cristo", pero el 25 de abril de 1295 fué lunes. Sin duda surgió
la confusión del clia porque murió "pasada la media noche", cuando ya era
martes. El Dr. Simón Nieto (Una página del reinado de Fernando IV, ya
citada, pág. 15), estudiando los datos de la enfermedad de Sancho IV, con­
cluye que fué tuberculosis, la que primero se manifestó con carácter crónico.
En efecto, ya vimos cómo el autor coetáneo Maestre Jufre de Loaisa, dice
padecía el rey "infirmitas tisis vocatur". También por Loaisa sabemos que
Sancho "assumpto tamen ante mortem habitu ordinis beati Frascisci". El
Cronicón Barcinonense dice: "XIII ka!. madii anno Domini MCCXCV de­
cessit Dominus Sancius Rex Castellae." (Pedro de Marca, Marca Hispáni­
ca, 758); notorio error, pues a 19 de abril todavía vivía Sancho IV. El Croni­
cón de do·r1, Juan Manuel (ed. cit., 98) sólo dice: "Era MCCCXXXIII (1295)
obiit rex dns. Sancius Toleti, in mense aprilis." El Cronicón de Cardeña (edi­
ción citada, 381), tampoco puntualiza: "Era de MCCC e XXXIII (1295) finó
el rey don Sancho, fijo del rey don Alfonso... e yace enterrado en Toledo."
Dice fué don Sancho "orne de gran corac;ón e muy temeroso". La Crónica de
Loaisa dice que murió don Sancho en "era MCCCXXXIII, die Vª exeunte
aprili". (§ 57), es decir, el 25. Las crónicas francesas de Guillermo de Nan­
gis, de Saint Denis y Gerardi de Fracheto (Rec. Hist. France, XX, 577, 662,
XXI, 13), consignan la noticia de la muerte de Sancho IV en abril de 1295.
Este último dice: "Sancio rex Castellae, difungitur; cujus binos pueros cor­
pore et aetate parvulus, quos de quondan sanctimoniale femina (quondam
mo\lacha consanguínea sua) [ según Guill, de N angis], genuerat matrimonio
sibi juncta. Henricus ejus patruus, quem de prisione regís Siciliae supra
retulimos evasisse, sub proteccione tutatoria custodivit". El aniversario de
Sancho IV se celebraba en la catedral de Sevilla el 25 y 26 de abril, pero no
hubo dotación hasta que Alfonso XI, a 26 abril 1311, donó diez tiendas.
(Muñoz Torrado, op. cit., 115).
LA "FAilLA" DEL MORinUNDO 379

A la mañana siguiente, el arzobispo don Gonzalo, con


toda la clerecía, Ordenes y grandes señores, lleva el cadáver
del rey a la catedral toledana, donde el infante don Enrique,
don Nuño González de Lara y otros caballeros <<ficieron con
la Reina muy grand llanto>>. Al terminar la misa de Requiem,
entonada por el Primado de las Españas, se verificó el en­
tierro de Sancho IV de Castilla en el monumento que hiciera
labrar al lado del emperador Alfonso VII (1).
La fatalidad malograba aquella vida en su período más
fecundo. Si Sancho no muere entonces, la toma de Algeciras
es un hecho, y sólo con que su existencia se hubiera prolon­
gado normalmente, se habrían marcado otros importantes
progresos en la reconquista. Pero precisamente cuando el rey
va ganando la plenitud, rinde sus energías la enfermedad que
le rondaba hacía años, y al acentuarse, determina, como ló­
gico reflejo, cierta decadencia política. Así, la obra de gobier­
no de Sancho IV queda truncada.
La prematura muerte del rey Bravo planteaba en Cas­
tilla una gravísima crisis que sólo podría salvar el talento
excepcional de María de Molina.

***
Al concluir el estudio del reinado de Sancho IV tenemos
una opinión favorable de este rey, no sólo como hombre
culto, que esto ya lo demostrara Menéndez y Pelayo, sino
también como estadista. Si hasta ahora no se le ha esti­
mado, es sencillamente porque se le desconocía.
A través de los documentos aportados, muchos sucesos
de este reinado presentan nuevas perspectivas y relieves
antes inadvertidos. El nombre de Tarifa, que era sólo como
un escenario para la hazaña de Guzmán el Bueno, recupera
su categoría de hecho histórico, neto valor político y militar
en la obra de gobierno de Sancho IV. Vemos que el ideal de
este monarca fué la Reconquista, línea acusada que se ex­
tiende a lo largo de su reinado marcando la trayectoria de
su orientación política. También se destaca en su ideario la
concepción hispana de unión peninsular y la tendencia de

(1) Véase nota (h) al final del capítulo.


380 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

aproximación a Francia. Con el conocimiento más justo de


las vistas de Logroño, se nos revela un auge diplomático del
rey Bravo, que realmente ignorábamos. Además, al remover
el medio en que vivió Sancho IV, surgieron figuras cuyas
memorias se habían perdido o sólo quedaba de ellas el leve
rastro de una escueta mención.
Así, aparecen con nueva vida personajes de la talla de
Juan Mathe de Luna; doña María Femández Coronel; don
Martín, obispo de Astorga; Fernán Pérez Maimón; el abad
don Gómez García; Maestre Nicolás; don Abrahem el Bar­
chilón; don Gonzalo, arzobispo de Toledo; Alfonso Godínez;
fray Munio de Zamora, y tantos más, al lado de otros como
don Lope de Haro, o don Juan Núñez de Lara, mejor co­
nocidos, pero que a su vez ofrecen aspectos inéditos en
cuanto se ha precisado el contorno de su silueta.
Al reconstruir aquellas biografías. trabando los datos
dispersos que nos dan los documentos encontrados, hemos
intentado presentar los personajes que rodearon a Sancho IV,
procurando señalar en cada uno la traza espiritual que le
define, aunque su actuación fuera sólo episódica al lado del
monarca. En todo período histórico existe un núcleo de
hombres influyentes que precisa conocer para una total com­
prensión, pues reputamos arbitrario juzgar un determinado
momento bajo la exclusiva responsabilidad de un rey; éste,
aun en las monarquías absolutas, no es un individuo aislado,
que pueda siempre imponerse o sustraerse al influjo de los
hombres de su época.
Hasta ahora la figura de Sancho el Bravo no se había
visto desde todos los ángulos, enfocándola siempre desde la
rendija estrecha de un subjetivismo superficial. Así, se da
todavía el caso de considerar como prototipo de barbarie a
Sancho IV, el rey amigo de poetas, continuador de la obra
de Alfonso el Sabio; el fundador, en fin, de los <<Estudios
generales de Alcalá>> (1).
Tras el juicio adverso de algunos autores antiguos, siguie-

(1) No queremos incluir en la ejecutoria de cultura de Sancho IV la


debatida atribución de los Castigos e documentos, para no abonar en su re­
putación literaria sino aquello unánimemente admitido. V. Tomo I, p. 48,
Hota ( b).
LA "FABLA" DEL MORIBUNDO 381

ron modernamente otros semejantes, emitidos sin el menor


intento previo de revisión crítica, llegando a constituir ya un
lugar común la fiereza de Sancho IV, que, si bien se enfrentó
con su padre para afianzar la herencia al trono, y mató en Al­
faro al conde de Haro y a Diego López de Campos, haciendo
encarcelar a su hermano el infante don Juan, no ofrece sin
embargo en tal sentido gran contraste con el propio Alfonso
el Sabio, que mandó matar a su hermano el infante don
Fadrique. Estos hechos sanguinarios no deben aducirse como
argumentos para dictar conceptos diferenciales entre perso­
najes de la Edad Media, pues realmente no responden a
inclinaciones individuales, siendo aquellos cruentos procedi­
mientos fruto de la época misma en toda la extensión de
Europa.
Sancho IV, que en los comienzos de su carrera política
ganara el sufragio de los castellanos, al morir había perdido
popularidad, a pesar de sus notorios aciertos; creemos que
este fenómeno se inicia después de las vistas de Logroño. Al
pueblo castellano le repugnaban las empresas internaciona­
les, y miraría el arbitraje de Sancho en Logroño-costoso
y ajeno al directo e inmediato provecho de Castilla-con los
mismos malos ojos con que miró el <<fecho del Imperio>> de
Alfonso X. A esto se uniría luego, constituyendo la piedra
de toque, la imposición del tributo de la sisa, verdadero
error político de Sancho IV. Además, tenemos la impresión
de que el pueblo no penetró todo el alcance que te1úa para
el porvenir la toma de Tarifa. Esta plaza, de extraordinario
valor estratégico, no era, sin embargo, al presente una fuente
de riqueza, como lo habían sido en su tiempo Córdoba y
Sevilla, sino que, antes por el contrario, dada su posición
tan avanzada, requería gastos considerables (1).
Pero este circunstancial desvío de los vasallos hacia don
Sancho no debe pesar como elemento de juicio. El pueblo,
lógicamente incapaz para las amplias visiones políticas de
conjunto, no suele apreciar el sentido mediato de un acierto,
resintiéndose siempre, por otra parte, ante los vejámenes
económicos que atañen a su vida cotidiana, y Sancho IV en
sus últimos años necesitó grandes cantidades para sus em­
presas de gobierno.
(1) Véase nota (i) al final del capítulo.
382 HISTORIA DE SAN-CHO IV DE CASTILLA

Nuestro dictamen, al cabo de varios años de trabajo so­


bre esta época, discierne a Sancho IV como uno de los bue­
nos reyes de la Castilla medieval. Creemos que poseía emi­
nentes dotes de gobernante el hombre que, como él, empezó
a reinar a los veintiseis años, cercado de gravísimas dificul­
tades, teniendo que imponer su autoridad en un país re­
vuelto y dividido, someter a los nobles levantiscos, rechazar
una devastadora invasión musulmana, sortear la amenaza
de un pretendiente al trono, afrontar la guerra con un país.
vecino, neutralizar la hostilidad pontificia, y al cabo de sólo
once años de reinado ha concluido tratados con Francia,.
Aragón, Portugal y Tremecén, ganando terreno en la Corte
romana, ha eliminado múltiples obstáculos en su camino, y
ha ensanchado las fronteras del reino con la adquisición de
una plaza tan importante como Tarifa, incorporando además
su nombre a la historia de la cultura castellana.
En cuanto al carácter personal del rey Bravo, no tene­
mos un concepto tan simplista; hombre de su época, repre­
senta ese tipo complicado, muy del siglo XIII, en que se
amalgaman vicios y virtudes contrapuestos. Dentro de las
manifestaciones paradójicas de su temperamento advertimos
que predominan en él, como rasgos característicos, ambición,
inteligencia, devoción, amor conyugal, impulsividad, valor,
culto a los antepasados, aficiones literarias, sentimiento de
la amistad, y la violencia de un genio iracundo, propenso a
momentáneos arrebatos (1).

** *

Una nueva etapa histórica se delineaba en ese fin de


siglo. Sancho IV tiene una significación terminal que a la
vez es un tránsito. Sancho el Bravo, protector de poetas y
escritores, cierra en Castilla el ciclo científico de Alfonso
el Sabio. Han de pasar seis reinados, una centuria entera,
para llegar de nuevo a una corte literaria: la de Juan II,
ya entrado el cuatrocientos. En lo intelectual, Sancho IV es
el eslabón que une la obra literaria de Alfonso X con la de

( 1) Véase nota ( j) al final del capítulo.


LA "FABLA" DEL MORIBl:NDO 383

don Juan Manuel. En el orden histórico, Sancho represen­


ta en Castilla la transición del siglo XIII, luminar de cultura,
al tumultuoso siglo XIV, era de hierro.

(a) La Crónica de Sancho IV, al hablar de sucesos ocurridos el verano


de 1294, dice: "Otrosí llegó mandado al rey don Sancho en commo el
infante don Enrique, su tío, hermano del rey don Alfonso su padre, que
avía veinte e seis años que yacia preso en Pulla, que era suelto e que se
venia para él, e al rey plúgole con su venida; e llegó a Burgos a él e el
rey rescibiólo muy bien, e fízole mucha honrra e merced..." Por· el itinerario
regio deducimos que don Enrique llegó a la corte castellana después del
IO de julio, que es cuando entra don Sancho en Burgos, donde \>asa también
el mes de agosto (Cuentas, páginas CXXXVI, CXLII); nos inclinamos a
creer que fué en agosto cuando el infante Don Enrique se presentó en
Burgos. Por lo visto, Don Enrique anunció antes su llegada; la Crónica
dice envió decir "que era suelto", sin indicar evasión; pero la Crónica
de 1344 comienza un capítulo con este epígrafe: "Commo el infante don
Enrique fuyó dela prisión de Lombardia [ ! ] , et se fné para Castiella", di­
ciendo luego que "el infante don Enrique fttyó ele Lombardia en vna galea,
et vínose a Castilla para! rey don Sancho su sobrino que lo rescibió muy bien,
et le fizo mucho onrra..." Mss. 10.815, B. N.). La Crónica de Loaisa (edición
citada, ~ 58) habla de "infans dampnis Henricus... qui nuper carceribu,;
Karoli tune regís Sicilie ezJaserat ubi per XXVI annos et ultra iacuerat."
D. Juan Manuel (Obras, edic. cit., 262), al hablar de sucesos de entonces,
dice. qne Sancho le <lió una comisión "al Infante don Enrique, su tío et mio,
que saliera poco tiempo había de prisión et llegara a él poco había". También
dan la noticia, entre otros extranjeros, el Cronicón G. de Nangiaco, año 1294:
"Henricus de Hispanie, quem reges Siciliae vinculatum per spatium vi­
ginte sex annorum tenuerant, evadens ele carcere, apud nepotem suum San-.
cionem regem Hispaniae, se recepit" (Rec. Hist. France, XX, 575; con las
mismas palabras se consigna en la Continuacio Chronici Girardi de Fra­
cheto. Rec. Hist. France, XXI, II). Mondéjar (op. cit., 491) dice que Don
Enrique Sl' evadió o fué libertado a ruegos del rey don Sancho; de esto
último no tenemos comprobación. Parece que Don Enrique se detuvo antes
en la corte aragonesa, pues Jaime II, a 3 de julio de 1294, escribía a s~1
hermano Fadrique ciertas noticias que dice le comunicó "illustri infante
dompno Enrico filio illustris domini F erdinandi bon e memorie regis Cas­
telle" (Finke, Acta, III, 24; Rohde, op. cit., 79). Zurita (Anales, I, 355) dice
que Don Enrique, en cuanto se libró del presidio, fué a Sicilia "donde el
almirante (Lauria) le hizo gran recogimiento y fiesta". Del infante Don
Enrique hablan diversos autores tspañoles y extranjeros; pero aún no
existe una biografía moderna y completa de este príncipe aventurero; recien­
temente han trazado interesantes esbozos biográficos de don Enrique: Antoniú
Baqesteros Beretta (en Sevillci en el siglo XIII, páginas .SS y siguientes, y
CCLXXXII) y Juan de M. Carriazo (en La Atalaya de Tiscar y el Infante
Don Enrique', Bol. de la Soc. Esp. de fürc., año XXXIV, pág. u8). El pri­
mero prepara una biografía más extensa y documentada. Don Enrique,
según el P. Flórez (Reinas Católicas, T, 437), había nacido ya en 1230, y
murió en Roa el mes de agosto de 1303, siendo enterrado en el convento de
San Francisco, de Valladolid. Omitimos la narración detallada de su ac-
384 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

cidentada vida, pues nos extenderíamos demasiado, y además pertenece a


otros reinados. Don En6que, después <le serias rencillas con su hermano el
rey Sabio, va al Africa, haciéndose amigo del rey de Túnez, y desde allí
se traslada a Italia. Primero se une al partido de Carlos de Anjou, y luego,
por ciertas desavenencias, se pasa al otro campo, pactando con los gibelinos
de Florencia, y es elegido senador en Roma. En la batalla de Tagliacozzo,
en que apoya a su pariente Conradino, es vencido por los güelfos y hecho
prisionero. Carlos de Anjou lo hace recluir en el castillo de Canosa, ~­
sando luego al de Santa María de A:pulia, de donde se evadió. Don Enrique
volvía soltero a Castilla; pero tenía un hijo natural llamado Enrique En­
ríquez, cuya madre fué doña Mayor, hermana de Fernán Rodríguez Pecha,
según dice Ortiz de Zúñiga (op. cit., pág. 37), que debe tomarlo de los
Linhagens, que dicen tuvo don Enrique este hijo natural en Italia; pero
parece más verosímil que fuese en España. Luego, en tiempo de Fernan­
do IV, el infante Don Enrique se casa con doña Juana Núñez, la Palomilla
(Salazar, Lara, III, 188) ; pero no dejó descendencia. Carriazo pone re­
paros a las dos noticias. Le sorprende que Don Enrique, en su testamento,
no mencione ese hijo natural, sin advertir que éste pudo morir antes del
padre longevo; el documento coetáneo del Archivo Catedral de Sevilla adu­
cido por Ballesteros es concluyente; se trata de una venta que hace doña
Estefanía Rodríguez, "mujer que foy de don Enrique Enriquez, fijo del
muy noble Infante don Enrique" (Arch. C. Sevilla, leg. 33, núm. 4; Es­
cobas, reg. II, 38-2-17, y cit. en Sevilla en el siglo XIII por A. Ballestero,;
Beretta, pág. CCLXXXIII). Además, los Linhagens consignan noticias con­
firmatorias: doña Urraca (hija de Pero Pérez y doña Sancha Gil) fué
casada "con Enrique Enríquez <le Seuilla, neto do Infante don Enrique de
Castella" (pág. 157). La Crónica de Sancho IV (p. 85) habla de un Enrique
Enríquez (véase atrás, p. u6). Doña Estefanía Rodríguez, viuda, en 1299, de
don Juan l\fathc ele Luna (véase pág. 376), se casa quizás entre 1300 y 1301 con
don Enrique Enríquez, quien muere tal vez antes de agosto de 1303, fecha
del testamento del infante Don Enrique. En cuanto al matrimonio del in­
fante con la Palomilla, creemos que tampoco puede ponerse en eluda, pues
en la comunicación de Bernardo de Sarriá a Jaime II, en 1300 (pub!. por
Giménez Soler, op. cit., pág. 59), dice, entre otras muchas noticias sobre
Castilla, que: "Nanrrich (don Enrique) demana que per <;o cor sa muller
es prenyada, que el pusca heretar de tot <;o que te, sia fyll ho fijillya, e que
tenga la tutoría", cte. La Crónica de Loaisa, § 83, habla también del ma­
trimonio de doña Juana Núñez con el infante Don Enrique. Flórez (Reinas,
T, 435 y siguientes) menciona trece hijos de Fernando III: diez del primer
matrimonio, con Beatriz de Suabia, y tres en el segundo, con Juana de
Ponthieu.

(b) De don Diego López de Raro ya hicimos referencias en capítulos


anteriores y en el tomo I, páginas 139 y 216. Desde la paz de Soria (di­
ciembre de 1291) entre Sancho IV y Jaime II (V, cap. XV, pág. 140),
el de Raro permanecía en cierto modo inactivo, sometido a los pactos con
el rey castellano, aunque siempre descontento. Ya en julio de 1292, Jaime II
había comunicado a Sancho las reclamaciones del de Raro respecto al re­
traso "de la paga que Ji devia ser feyta", pidiéndole respuesta pronto, pues
dice "no nos quiso otorgar el dito don Diego más término sino tan sola­
mente un mes" (véase pág. 185, cap. XVI). En las vistas de Guadalajara
LA "FABLA" DEL MORIBUNDO 385

( enero-febrero 1293), Sancho y Jaime también debieron tratar la cuestión


de don Diego, aprobando el castellano lo que por su parte hubiese resuelto
el aragonés, pues el 21 de febrero de 1293, en Magallón, Jaime II, de
vuelta rie Guadalajara, ratificaba con don Diego López de Haro el con­
venio hecho en Calatayud "el anyo pasado", es decir, en 1292, seguraménte
después de la carta escrita por Jaime a Sancho el 4 de julio de 1292 (véase
cap. XVI, pág. 185). Sancho IV, por lo visto, no quería tratar directament•!
con el de Haro, delegando en Jaime el cuidado de mantener sosegado al
noble castellano, como reciprocidad, sin duda, a la mediación de Sancho
con los nobles aragoneses descontentos (Zurita, I, 354, cita lo de Magallón,
y Rohde dice que Jaime protegía a D. Diego, fugitivo de Castilla, sin
advertir que era con beneplácito de Sancho IV). En la carta de Magaltón,
Jaime II, al confirmar el pacto anterior de Calatayud, prometía a don
.Diego darle "por est anyo present, toda aquella cuantía de dineros la qual
a vos dar <levemos por razón de las posturas e conveniencias que son
puestas entre nos e vos por ra<;ón de vos seer e morar con nos en nuestra
tierra... " Pero hay en esta carta de 1293 otra cláusula, que ahora, en 1294,
ante la entrada de don Diego por Navarra, resulta muy significativa: que
Jaime prometía, en caso de no cumplir aquel pago, "render a vos (D. Diego)
e a vuestra mujer e a vuestros fijos e a vuestra companya en salvo en
Navarra o en otras partes fuera de nuestro rcgno... " (núm. 450). ¿Tendría,
por tanto, alguna participarión el rey aragonés en esta incursión de don
Diego López de Haro ? ¿ Acaso se había cansado de pagarle la "quantía"
estipulada el año 1292 en Calatayud, y lo había puesto "en salvo" en Na­
varra, desde donde ya por su cuenta el de Haro entraba en Vizcaya? Esto
t1ltimo pudiera ser. Jaime II, en carta a don Sancho, dice: "nos desplogó
muyto quando sopimos que el <lito don Diago era entrado en vuestra tierra
por fa<;er mal e plaze nos muyto porque assí lend es avenido e aun que­
rríamos que peor lend oviest contrado ... " (núm. 574). A pesar del contra­
tiempo, don Diego no quiere proseguir en su situación anterior; ya volve­
remos a encontrar señales de su actividad. Decimos que el de Haro pre­
tendió aprovechar las circunstancias de estar enfermo Sancho, pues así lo
dice don Juan Manuel, quien, si bien es algo inexacto, en la cronología
de estos hechos (como veremos en la nota (d)), no creemos que se equivoque
en el espíritu de la noticia, muy verosímil, por otra parte; ya sabemos
que el rey castellano estaba cada vez más delicado de salud. Dice don
Juan Manuel que Sancho estaba enfermo "et cuidando esto don Diego...
que andaba fuera de la tierra, en Aragón, entró en Vizcaya, et los viz­
caínos tomáronle por señor"; entonces Sancho mandó a su tío el infante
Don En.-ique, con otros caballeros, a su encuentro; pero "como don Diego
non era bien apoderado aun en Vizcaya, non los pudo esperar et salliose
de la tierra", don Juan Manuel (Obras, ed. cit., pág. 262). Aquí se equivoca
. el autor, pues el rey fué a Vizcaya, como dice la Crónica y lo comprueban
las Cuentas, que claramente marcan el itinerario indicado arriba, llegando
el rey hasta Orduña (Cuentas, pág. CXLIII). Por cierto que es curioso
cómo siendo la correría por Vizcaya en septiembre, en las mismas cuentas
en "dineros de fuera de agosto", se incluye, entre otros g-astos, el de
"VI bestias que yoguieron por cera quando el rey fué a Vizcaya" (pá~­
na CXLIII) : indudablemente es un lapsus del escribiente que trasladó llJ.s
cuentas, y puso en agosto lo correspondiente a septiembre. Aunque don
Diego entrara en Vizcaya, creyendo muy enfermo a Sancho, suponemos que
había además otra circunstancia que contribuyó a decidirlo en su empresa:
2,>
38fl HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

que el infante don Juan estaba por "tierras de moros". El infante don
Juan, casado con la hija del conde don Lope (doña María Díaz de Raro.
sobrina, por tanto, de don Diego), era el único que podía disputarle, con
derecho, el señorío de Vizcaya; ausente don Juan, se facilitaba el camino
para don Diego. En las Cuentas (pág. CXL) se habla de lo que cobraron
por conducho en los pueblos que recorrió el rey, camino de Vizcaya;, y en
la pág. LXXVI vemos que se dieron 20 maravedís "a Ferrán Díaz · por
mandado del rey que! enviaba el rey a Vizcaya", al parecer en agosto
de 1294. Don Diego estaba con su mujer, la hermana de Sancho IV; a 28 de
octubre de 1291, Jaime II atendiendo ciertas peticiones de "dompnc infan­
tisse Iolant, filie illustris dompni Alfonsí, quondam Rcgis Castelle", escribe
al merino de Daroca (núm. 378) ; por cierto qnc no hace constar sea la es­
posa de D. Diego López de Raro. Debemos señalar aquí un dato relacio­
nado con los López de Raro. A 19 de febrero de 1292 (núm. 401), Jaime II,
a requnirniento de los reyes <le Castilla, autorizaba a "dompner Evnes Rodri­
gues de Villalobos, ttxor quondam nobilis Didaei Luppi de Pharo" para
vender unas casas y huertas suyas en Egea, para "solvendis debitis que
dictus quondam maritus suus debetat"; estas casas y huertas hahían sido
"contradicti ac inquietati pro guerra próxime preterita Aragonum et Cas­
telle". Y aquí surge una dificultad: este don Diego López de Raro no es el
hermano del conde don Lope que ahora, en 1294, acababa de intentar la
entrada en Vizcaya, pues por la carta vemos que aquel Diego había muerto,
y además éste estaba casado con la infanta doña Violante. En cuanto a
doña Inés Rodríguez de Villalohos, vemos que en 1290 estaba casada con
don Pedro Díaz de Castañeda (v. t. T, páginas 113, u4). Tomando los
datos del citado documento de Jaime II, estimamos que aquel don Diego
es el hijo del conde don Lope, muerto poco después de la tragedia de Al­
faro en 1288 (I, 219). Durante los meses que pasó en Aragórí, fugitivo de
Castilla, al morir su padre, debió contraer las deudas ele que se habla, y
luego, los bienes de su viuda sufrieron quebrantos cuando la guerra caste­
llano-aragonesa de 1289, pasando su Yiucla doña Inés Rodríguez de Villa­
lobos a Castilla, donde se casa con el viudo don Pedro Díaz de Castañeda.
Así tenemos que el joven don Diego estuvo casado probablemente muy
poco tiempo; los genealogistas no mencionan matrimonio de este único
hijo varón del conde don Lope. Sancho IV tuvo verdadera saña con los
Haros, pnes llegó a cambiar el nombre al lugar de Raro, llamándolo Villa-­
lmena (V. I, 195), seguramente para borrar el recuerdo de este linaje.

(e) Muy curiosas son las referencias que guardan las cuentas de Na­
varra de 1294, tanto las de Pamplona como las de París, acerca de la en­
trada de Don Diego en Vizcaya. Estas noticias sueltas nos dan la sensa­
ción del esmero con que Sancho cuidaba su comunicación con Navarra,
tierra siempre escogida por los conspiradores contra Castilla. Vemos que
una vez se paga en este año una suma a "un mandadero que mandó el
Gobernador yr a Logronyo por saber nueuas del rey de Castiella" (Archivo
Navarra, Cuentas, T. VI, f. 58 v.). La noticia de que el merino fué con
"conpanyas" a oponerse a don Simón de Urrea está en el fol. 64 v., y la
de que por carta del gobernador no dejasen pasar al de Raro consta en
el fol. 81-. El Cuaderno de Cuentas que está en País (Bibl. Nat. Nouv.
Acq., Lat núm. 81) da aún más noticias; en el fol. 13 v. consigna el pago de
"insidiarium qui ftterunt apud Biotam" por "rumores ssymoniis de Vrrea";
en el fol. 17 se habla de la expensa hecha por el merino "visitando fronta-
LA "FAl.lLA" DEL MORIBUNDO 387

riam suam quam dicebatur quo do:ninus Didacus de Haro ¡:; Simón de
Vrrea, barones aragonie faciebant congregationem", incluyendo el gasto
de "mmciis et insidiis in Aragonia missis ad faciendum certos rumores de
huius congregationem". En el fol. 23 v. señala también el coste de 5 jinetes y
roo peones puestos "ad custodien.dum portus ele Burunda, de Larrahun et
de Lerin, et de mandato gubernatoris, ad obstandum domino Didaco de Haro
quen dicebatur quo uolebat in~ et intrare Bizeayam". Más adelante
(fol. 31), se da una noticia que nos muestra la hostilidad que D. Diego encon­
tró a su paso por Navarra, dice: "item merino pro restauro unius equi sui
mortui f1,gando domni Didacum Lupi de Haro quiem transiuit per Naua­
rram ad inuadcndmn Uizcayam, tcrra,r,, rege Castelle", y a continuación se ha­
bla de los dispendios del merino con jinetes y peones custodiando la frontera
"ex parte Castellc de mandato Gubernatoris et ad cqrnisitionen regís Castellc
ne dictus domnus Didacus possque liure regressum per Nauarram", más lo
dado a "insidiis missis tam ad exercitum rege Castelle quam ad terram de
Bizcaya que de utraque clubitabatur eo quo eongregationes fiebant prope
Nauarram... ". Aquí vemos que la retirada de D. Diego por Navarra fué tam­
bién difícil; hasta nos queda recuerdo de un gran caballo bayo que perdió
en la jornada, pu,:s dicen las Cuentas (fol. 42): "de quondam magno equo
bayo qui fuit de familia domini Didaci de Haro, capto, reddito et vendito
3ancio de Lestan, militi L lb.", y en el folio 54 se menciona otro "equi qui
fuit Domni Didaci de Haro, capti per Remigium Egidii de Arcubus". De la
comunicación del Gobernador de Navarra con Sancho IV, tenemos pruebas
en las partidas de las cuentas (fol. 56) que señalan el pago entre otros a "Do­
mino Petro Symonis de Rada, militi misso ex parte Gubernatoris ad Re­
g-em Castelle"; a "Johani de Murguo, misso cum literis gubernatoris ad Re­
gem Castelle"; y Andrruato, Lope Desmos, Iñigo de Guanos, Fort~_n de Gur­
bindo, todos enviados con cartas del Gobernador al rey de Castilla. Garibay
(o¡,. cit., ITT, 274) dice se encomendó a D. Diego López de Salcedo la guerra
,•n los puertos de Larraun y Alsasua para resistir a D. Diego López de Haro
que quería entrar en Vizcaya. Para el merino debió ser muy fuerte comba­
tir a su pariente el de Haro. De la cooperación de D. Ximeno de Urrea en
la tentativa de D. Diego no dice nada Zurita. Don Ximeno de Urrea fué uno
de los ricoshombres que en 1292 se desavino con Jaime II (Zurita, I, 353 v.).
Moret die(, que el gobernador ele Navarra, Rugo de Conflans, atendiendo los
tratad0s de Bayona, se opuso en cuanto tuvo noticia de que D. Diego López
de Haro y D. Simón de Crrea querían ir a Vizcaya contra Sancho de Cas­
tilla. El mC'rino de Estella, un caballero forastero, Guillén Iserino, halagado
por el de Haro, dejó su oficio y huyó de Navarra "y se fué con él para la
entrada de Vizcaya"; el gobernador puso en su lugar a Juan Bretón (P. Jos•:
Moret, adiciones del P. Francisco Alenzon. Anales de Nwl'arra, T. Tif.
Pamplona, r 704, pág. 262).

{d) El itinerario del rey consta en las Cuentas, p. CXLIII y CXLíV.


Don Juan Manuel (Obras, ed. cit. 262) al referir estos hechos sitúa, equivo­
cadamente, la enfermedad de Sancho IV antes de la incursión de D. Diego
por Vizcay2., fácil con fusión al recoger recuerdos de la niñez. Lo cierto e.,;
que en Quintanadueñas estuvo muy enfermo Sancho IV, y que, según el dato
preciso de las Cuentas, que viene a confirmar plenamente el dicho de D. Juan
Manuel, en Quintanadueñas se detuvo catorce días, demora explicada sólo
por la gravedad de la dolencia; dice D. Juan Manuel, que Don Sancho "moró
en Quintanaducñas, fasta que pasó Sant Miguel". La Crónica no menciona
388 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

este serio quebranto de la salud del rey. En el mes de septiembre, y en los


primeros días de octubre de 1294, la cancillería real expidió varias cartas;
el 2 de septiembre en Burgos, al monasterio de Lorenzana (Núm. 565); el
20 de septiembre en Palenzucla, al pertiguero de Santiago, sobre la recauda­
ción de los maravedíes con qút: debía contribuir a la guerra con los moros
el arzobispo de Santiago que se negaba a entregarlos (Núm. 570). Este
día 20, Don Sancho estaba en Miranda, pero la reina se hallaba en Palenzue­
la, pues sabemos que "en Palenzuela, XVII días· de setiembre, era de
XXXII (1294) vino Alfonso Vicente a la reyna" (Tarifa &, p. 148); el 26 de
septiembre en Quintanadueñas, día en que llega el rey, se da otra carta a
las autoridades de Pontevedra sobre el mismo asunto del arzobispo de San­
tiago (Núm. 571). El 9 de octubre en Quintanadueñas se expide una real
carta sobre fonsadera (Núm. 575); del 10 de octubre en Burgos, cita Ber­
g-anza (IT, 180) una ~onfirmación de Sancho IV a Cardeña. El 27 de sep­
tiembre de 1294 "en Quintadueñas... vino a cuentas Alfon Michel, espen­
scro mayor del Infante Don Ferrando de lo que recabdó de la ayuda" que
prometieron al rey en Zamora en 1292 para la toma de Tarifa (Cuentas,
p. LXXX). También se trató de otro asunto aquel verano de 1294 en la
región fronteriza con Navarra. En las Cuentas de Navarra de 1294, se
habla del gasto hecho por el merino con "quinque equitum et centum pe­
ditum in prima die sabati post festum beate Ma:rie mediantis Augusti (sá­
bado 21 de agosto de 1294) que non in Eznatea cum comunitate de Burunda
et de Araynaz visurum cum Didacu Lupi de Sal~edo, merino maiori de
Alaua et cum comunitate de Alaua super negociis predictis et locuti fuerunt
ibi c::t ordinauerunt et constituerunt cum comunitatibus terrarumqualit habeant
cmendari furta et maleficia que fnint en utraque partí per duobus diebus,
TV lb.". (Cuentas de Navarra, t. VI, f. 83 v. Pamplona.) En otras partidas
se consignan los dispendios de ''quinqnc equitiem et centum peditum que
non fuit a Beirenoa cum comunitate de Larrahum uisurum cum Johanen
Orticis de Valmaseda merino Castelle et cum comunitate de Ypuzcoa super
negociis predictis et locuti fuerunt ibi et ordinauerunt et constituerunt cum
comunitatibus traerum qualiter habeant emendari furta et maleficia que
fuint ex uf.raque parte et firmauerunt inter eos pacem et fecerunt multi emen­
dari ex utraque parte per mandato Gubernatoris" (f. 83 v.); también cobra
el merinc por "quinque equitum et octoginta _peditum quem per mandatum
Gubernatoris di mercurii in vigilia Sancti Johannis (miércoles 23 de junio
de 1294), linre. fuit ad huli inter tranni de Ypuzcoa et de la Rahum visurum
cum Johane Orticii de Valmaseda merino Castelle, super negociis tratarum
predictis..." (f. 83 v.). Poco más o menos, dicen lo mismo las Cuentas del cua­
derno que está en París, ya citado; en el folio 23 se asienta el gasto del
·merino con cinco jinetes y ochenta peones cuando fueron de orden del Go­
bernador "ad terram de olí [Olite] que en terram dipuzcoa et de larrahun lo­
cutantibus cum Johanne Orticii de ualmaseda merino Castelle supra negocii,­
terrarum ~-Jauarre et Castelle ... "; luego, por cinco jinetes y cien peones "iuit
apud Berr1:noa cum comunitate de Larrahum locutoribus cum Johanne Orti­
cii de Valmaseda merino Castelle et cum comunitate de lpuzcoa supra negociis
Nauarre et Castelle supra dampnis et maleficiis enmendandis ex utraque par­
te regnorum et tune firmarumt per ínter se pacem et concordiam" ... ; y a
continuación, por cinco jinetes y cien peones "iuit apud Anestea inter Na­
uarram et Castellam loquturus cum Didaco Lupi de Salzedo, merino maiori
terre de Alaua et cum comunitate dicte terre supra iam dictis negociis et
dampnis et maleficis enmendandis ... " También se paga a otros tantos ''in
LA "FABLA" DEL MORIBUNDO 389

octo diebtts remansit apud Alssatssua faciendo ficri emendam hominibus


de Bururtdn". De estos hecho habla Garibay, en stt citado Compendio His­
torial, t. III, p. 274. Este Juan Ortiz de Balmaseda es el mismo que en 1284
sirviera al conde D. Lope (véase t. I, p. 137); hermano suyo debía ser Sancho
Ortiz <le Balmaseda, despensero mayor del rey en 1288 (véanse números 180,
181). Ya en otoño, mientras el rey vuelve a Castilla, siguen los debates
en la frontera navarra por incidentes de vecindad, especialmente por la
continua rivalidad entre Core11a y Alfaro. Las Cuentas mencionan el gas­
to hecho cuando "el domingo III días de octubre fué a Corella don Bernart
Durant, akalde de Tudela por mandamiento del Gobernador"; fueron "eyil
et Yaques de Chartres bayle de Tudela et don Pedro Lopiz daldana, canó­
nigo de Santa Maria et Ferrant Sánchez, cscriuano et con eyllos Johan de
Vi11ar por prender las enmiendas de talas que auian fechas los de Atfaro a
los de Corella, la qua! hemienda deuian fazer hemendar a los de Alfaro, don
Gil de Hubago et don Gómiz Pérez de Santa Cruz Justicia de Alfaro, por
mandamiento del rey de Castiey11a, por V días, por lur esp~nsa ... " (Cuentas
de Navarra, Pamplona, t. IV, f. 9 y lo mismo en el f. 24.) La misma partida
exactamente se inserta, en latín, en el cuaderno de París; sólo omite los
nombres de los caste11anos, diciendo trataron los navarros con "gentibus
regis Castelle supra dampnis illatis illis de Coreylla ab illis de Alfaro"
(f. 3 v.: y a los mismos, ''por expensa equitatura" (f. 66). También se consig­
na en Cuentas de 1294 la "expensa fecha por don Martin Royz Dargayz
por las ydas que fezo antayno quando fué a Corella quando fueron hy
Iarcidiagno de Brujas et mesire Fierres de Sardinas, caullero et maestre
J ohan de Caudebot por partir los. términos de Corella et de Al faro la qual.
expensa non fué coÍltada antayno, por XIV días, por dia seze sueldos, que
monta XV Ibrs. III sueldos. Item a don Lope Ortiz de Montagut pro
eodem XIII lbr. VI d.". (Cuentas, Pamplona, t. VI, f. 9 v.) La enemistad
entre las dos poblaciones se acentuaría con el tiempo; veinticinco años des­
pués, en 1319, el concejo y autoridades de Corella publicaban un curioso
cartel de desafío a los de Alfaro diciendo: "vos el dicto concejo de Alfaro
sacies traidores e crebantadores de tregoa por las muertes de Domingo Fer­
moso e de su fijo Joan, falsament et a·traicion; e vos pondremos las manos
e vos lo faremos decir por las vuestras falsas gargantas, diez homes de ca­
baillo de nos los sobredichos de Coreilla a diez homes de cabaillo de vos... "
(Yang:ias Miranda, Dice. de Antig. de Navarra, 1, 253.)

(e) La biografía de don Juan Manuel, como la_ del Infante Don Enri­
que el Senador, es de un interés extraordinario, y tampoco se ha emprendi­
do en tocia su amplitud. Son muchos los autores que han tratado de don
Juan Manuel como escritor, pero aquí debemos omitir una lista bibliográfi­
ca que estaría fuera <le lugar. Don Pascual Gayangos, en la Introducción al
tomo de la Biblioteca de Autores Españoles. Escritores en prosa anteriores
al siglo XV (ed. cit.) hace un bosquejo biográfico, y lo mismo Benavides
en las Memorias de Fernando IV. Aquí no nos incumbe referir la vida ín­
tegra del insigne príncipe, correspondiente a otros reinados, ni analizar su
obra literaria; apuntaremos su genealogía y su relación con Sancho IV.
Don Juan Manuel, hijo del Infante Don Manuel y-de la condesa doña Bea­
triz de Saboya, casaría primero con doña Constanza de Aragón (hija de
Jaimc II y Blanca de N ápoles), siendo ·padres de doña Constanza ~fanuel.
En segundas nupcias contraería matrimonio con doña Rlanca de la Cerda
390 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

(hija de Fernando de la Cerda·y de doña Juana de Lara), en quien tendría


a doña Juana Manuel y a don Fernando. Argote (Noblc:::a, 189 v.) habla
del cuarto hijo, llamado don Enrique Manuel, conde de Sintra, señor de
Cascaes, que vivió en Portugal, y de otro Sancho Manuel, señor de Carrión,
mencionado en la Crónica de Alfonso XI, cap. CLXVI. Cascales (op. cit., pá­
gina 93) clict que este Sancho Manuel no fué hijo, sino hermano de don
Juan Manuel. Don Juan Manuel nació en Escalona el 5 de mayo de 1282,
según declara él mismo (Cronicón, ed. cit., pág. 97, y Libro de las armas, edi­
ción cit., pág. 261) y la Crónica de Alfonso X (ed. cit., págs. 61-62): dice
que entonces "ovo de ir el Infante don Sancho a tornarlo cristiano (es decir,
apadrinarle en el bautizo), e pusiéronle nombre de Juan, e pidiole el Infante
don Manuel que le diese a Peñafiel, e el Infante don Sancho dió gela con
las condiciones que dice el privillejo". Don Juan Manuel quedó huérfano
muy niño; su padre murió cuando él no tenía aún veinte meses, y su madre
en 1290 (Cronicón de don Juan Manuel, ed. cit., 96-98), dejándole, por tanto,
de ocho años, época en que don Sancho, como padrino, toma bajo sus cui­
dados al niño huérfano. Por eso dice don Juan Manuel: "et Dios me lo deman­
de al cuerpo et al alma si los bienes et la crianza q1tc él (don Sancho) en mi
fizo, si lo non serví lo más lealmente que pude"; y más adclantl', hablando
ele los servidores, dice: "Et el Rey don Sancho en su vida, et yo, siempre
nuestras casas fueron unas, et nuestros oficiales siempre fueron unos." Dei
afecto que Sancho le profesaba, ya vimos muestra en las palabras que trans­
cribe el mismo don Juan Manuel. El rey lo hizo además Yasallo del príncipe
heredero; así, al recomendarle a don Fernando, le dice: ;'Et yo quis que
fuesedes su vasallo." (Gayangos, en nota, propone improcedentemente que,
''quizás en lugar de yo, haya ele leerse Dios). En la Distr. de las Aljamas
figura don Juan Manuel entre los "vasallos del Jnfante don Ferrando", y en
las Cuentas leemos: "Al Infante don Ferrando, para don Juan, fijo del
Infante don Manuel, de minguas ele X mil. por carta del rey e de la Rcyna.
et ovo los III mil CCCL." (Cuentas, pág. LXVH; en la pág. LXIV, otra
partida semejante.) Sancho IV le había asignado importantes consignacio­
nes, pues t'n cuentas del Bachilón aparece esta partida: "A don Johan Ma-­
nuel, de XXXI mil DCLXV, VII mil DCCCCL, pusieron XXIII mil DCCXI
et tercia." (Cuentas, pág. LXXII.) Además, también contaba con rentas en b~
juderías; en la de Segovia tenía 800 mr. ; 545 en la de Medina Celi y Sigüen­
za; 20.000 en la de Burgos, y r.926 en la de Pedraza. (Distr. ele las Aljamas.)
En merced real de 13 agosto 1294 (núm. 536), a Pedro Sánchez de la Cá­
mara Sancho IV habla "de los nuestros pechos et los nuestros derechos de
Escamiella, aldea de Hueptc, así los que teníe y por tierra don Johan, fijl>
del Infante don Manuel. nuestro tío, ele que] <liemos nos cambio en el pecho
de los judíos de Toledo ... "; luego dice que da esto a Pedro Sánchez "por
canbio de la uestra casa et de la uestra heredad del Solohrar que nos clió
auos por heredad la Condesa donna Beatriz, mnger qué fué del Infante don
Manuel, quel dil'ra a ella el rey don Alfonso mio padre por su priuilegio et
gelo confirmamos nos después". Don Juan Manuel murió ya viejo, en tiem­
po de Alfonso XI, pero se desconoce la fecha exacta de su mu1.:rtc. Gayangos,
en su citado bosquejo biográfico, cree que debió fallecer el insigne escritor
durante los primeros meses ele 1349. Argote de Molina (en la "Sucesión de
los lvianueles", que inserta en su edición de El Conde Lucanor, compuesto por
el Excelentísimo Príncipe don Juan Manuel, Madrid, 1642, fols. 3 v. y 4)
deduce el? las Crónicas que murió hacia 1347, aunque el epitafio, que trans­
cribe, sefüda el año 1362; el epitafio, que copió de la capilla mayor del mo­
nasterio dominico ele San Pablo, en Peñafiel. dice: A qui ya:;;c el ilustre señor
LA "FABLA" DEL MORIBUNDO 391

don !van .Jfamtel, fijo del mvy ilustre Infante don Manvel y de la. mvy escla­
recida señora doña.Beatriz de Saboya, Dvque de Peñafiel, marqvcs de Viüi•­
na, abvelo del mvy poderoso rey y señor de Castilla y de León don !van pri­
mero deste nombre, finó en la civdad de Cordova en el año del nacimiento
de Nuestro Salvado,., de MCCCLXII.
En 1307, don Juan Manuel se interesaba por la suerte de uno de los bas­
tardos de su protector el rey don Sancho; la interesantC;\ carta del príncipe
escritor, publicada por Giménez Soler (Caballeros españoles en Africa. &.
Rev. Hisp., XVI, pág. 56, año 1907), dice, entre otras cosas, que Femán
Femández "me dixo que es cauallero vasallo del rey de Portogal, e que pasó
la mar con Alfonso Sánchez, fijo del rey don Sancho. Et desque allá fueron,
que Abeacob que non quiso que allá fincasen et que se ovieron a tomar. Et
que Johan Sánchez, su hermano, que es allá con el rey Aheacob, et que sopo
que el rey le mandaua tornar, que enbió una carta a un mercadcro de Aoran,
un lugar do ellos cstauan, que diesse a aqttel barquero que los auie passado
aquellos que auie de auer, e pannos, e dineros a este alfonso Sánchez, et el
harquero que tomó la carta que venía al mercadero et non gcla quiso dar
et que los metió en la harca et que aportaron a Alcant et de que llegaron,
que les tomó todo quanto trayen et non lo pueden dél auer... " En vista de
lo cual, don Juan Manuel ruega al rey de Aragón dé una carta para que
"este cauallero aya cumplimiento de derecho". De Alfonso y Juan Sánchez,
cuando pasan al Africa, habla Giménez Soler (Rev. Hisp., XII, 341). Re­
cientemente hemos tenido la fortuna de encontrar dos testamentos de don
Juan Manuel hasta ahora desconocidos, que publicaremos muy en breve,
para ilustrar con la aportación de este hallazgo extraordinario la biografía
de tan importante figura de nuestra historia literaria.

(t) Sabemos por la Crónica de Fernando IV que don Enrique, poco


después de muerto Sancho, por rivalidades con los Núñez de Lara, se
alejó de la corte promoviendo rebeliones en lugares que le eran adictos,
hasta que, al cabo de muchas intrigas, cuatro meses después, en las Cortes
de Valladolid (agosto 1295), impuso sus aspiraciones, siendo nombrado, jun­
to con la reina, tutor del rey, de modo que no fué Sancho IV quien lo hizo
tutor. (Crónica, ed. cit., 94-95). Las intencionadas especies vertidas por don
Enrique acerca de la postrera voluntad de Sancho IV, influyeron, sin duda,
en la redacción de la Crónica de 1344, pues es muy significativo que esta
fuente inserta una supuesta escena, muy curiosa, que no hallamos en otras
crónicas, y que coincide con la frase del Infante citada arriba, procedente
de una carta suya de 1302. (Docs. de Madrid, por Timoteo Domingo Pala­
cio, I, 169). Dice la Crónica de 1344 que en Toledo, cuando Sancho IV "se
vido acere:, de la muerte, fizo ante sí venir todos los rricos omnes et caua­
lleros que eran en su corte, et otrosí muchos de los omnes buenos que y es­
tauan; et entonce mandó venir la Reyna con sus fijos, et de sí tomó al In~
fantc don Enrrique su tio por las manos amas, et tomó su fijo el Infante
que cnton<;e era mo<;o pequenno, por la mano derecha, et púsola entre
las manos del Infante don Enrique, Et dixo asi: tío, sennor yo bien veo que
50 cerca el<' la mi muerte. Et por [ende] encomiendo a dios los regnos ele Cas­
tilla et de León et la mi alma et el mi cuerpo, et auos entrego aquí mi fijo
el Infante don Ferrnando heredero de tocios los rregnos, que yo he de man­
dar que seades ssu tutor et guardador et ayades de rregir los regnos por él.
Otrosí vos encomiendo la Reyna mi muger quela onrredes et la mantenga-
392 IiIS'fORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

des en toda su honrra et non consintades a ninguno que le faga ninguna


sin razón et que le ayudedes a criar sus fijos et todo esto que vos aquí he
dicho, me juraredes et prometeredes por ante quantos aquí están que lo cum­
plades por la guisa et condición que vos yo he dicho. Et el Infante don En­
rrique lo juró por la guisa que le fué deuisado." Esta información parece
claramente tendenciosa, en favor del Infante don Enrique, quien (como di­
jimos). el ~.ño 1302, en una carta sobre la posesión del real de Manzanares
(polémica entre los Concejos de Madrid y Segovia), habla de que "estando
en Toledo el rey muy mal doliente" lo hizo su testamentario, añadiendo que
"entre otras muchas cosas que conmigo fabló acomendome muy firme men­
te este fecho"-de Manzanares- (Timoteo Domingo Palacio, Docs. de Ma­
drid, I, 169.) Como vemos, el Infante tenía interés en demostrar que el mis­
mo Sancho IV le había confiado la guarda del heredero. La Crónica de Fer­
nando IV (ed. cit., 95), dice que a pesar de que las Cortes de Valladolid
acordaron hacer tutor a don Enrique, los de Toledo, Cuenca, Avila y Sego­
via "se tenían en un acuerdo de non tomar a don Enrique por guardador de
los reinos e querían tener el pleito que fizieran a la reina por mandado del
rey don Sancho"; todo lo contrario de la Crónica de 1344, que afirma cómo
"todos los Concejos et ornes buenos et todos los ricos ornes otorgaron al
Infante don Enrique por tutor del rey, así como mandara el rey don Sancho".
Timoteo Domingo Palacio publica otro documento sobre el real de Man­
zanares (es un traslado), del año 1295, dado en Madrid, en el que San­
cho IV dice: "Tomé conseio con el arzobispo don Gonzalo, e con el obispo
de Lugo, e con el obispo de Astorga, e con freyres menores e predicadores,
e fallé que estáuades (los de Madrid) agrauiados e si lo non fiziesse (senten­
ciar en su pro contra los de Scgovia) que era peligro de mi alma: Et yo
sintiéndome dello por saluar alma del rey don Alfonso mio padre, e la mia,
como dicho es desuso, reuoco todas las cartas... " y privilegios dados a Sego­
via, prohibiendo que ninguno sea osado de ir contra ello, "saluo que tengo
por bien que el Infante don Enrique mio tio aya los pechos que yo y deuo
auer, por en su vida..." Líneas antes había dicho el rey que los caballeros de
Madrid, "quando estaua doliente y en Madrid, vinieron ante mi los dichos
caualleros" pidiéndole merced. Termina manifestando el deseo de que su
"alma non sea en uergüenza contra la faz de Nuestro sennor Jesucristo",
frase idéntica a la empleada por el Infante don Enrique en su carta poste­
rior; nos parece que en todo esto trascienden los manejos del Infante
aventurero (Docs. de Madrid, I, 135, y ed. 1871, pág. 107), quien sobre hechos
indudablemente ciertos tejía sus conveniencias. Parece que uno de los nobles
que se desavinieron entonces con la Corte· fué don Fernán Ruiz de Castro,
pertiguero mayor de Santiago, pues a 20 enero 1295 (Bulario Ord. Santia­
go) confirma un privilegio rodado, y ya no aparece en el de 24 abril 1295 (nú­
mero 594) ni luego en el de 3 agosto 1295 dado por Fernando IV (Benavi­
des, II, 17). Sabemos que en la minoría de Fernando IV fué partidario dt:i
Infante don Juan (López Ferreiro, Hist. lgl. Santiago, V, 268). Otro desleal
de última hora fué Martín Gil de Aguilera, despensero mayor del rey en
marzo e 1292 (véase el núm. 405), y que tenía una asignación, como vasallo
del rey, en la judería de San Esteban de Gormaz (Dist. Aljamas). La Cró­
nica de Fernando IV (pág. 94) refiere que recién muerto Sancho IV, salió de
Toledo, con ánimo avieso, el Infante don Enrique, "por consejo de Martín
Gil de Aguilera, a quien la reina doña María escapara de muerte non avíe
dos meses", probablemente en vida de don Sancho.
LA "FABLA" DEL MORIBUNDO 393

( g) Sohre la Infanta doña Blanca de Portugal publicó un interesante


trabajo Sánchez Moguel en el B. A. H., 535, XXIII, recogiéndolo y amplián­
dolo luego en sus Reparaciones históricas, Madrid, 1894. Hablando del poe­
ma Doña Branca de Almeida Garret, dice Sánchez Moguel que "en este
relato hay solamente de histórico el nombre de doña Blanca y el hecho de
haber tenido ésta un amante, pero ni fué Prelada de Lorváo, ni abadesa de
las Huelgas", sino señora de este monasterio; desde luego da por cierta la
historia del amante y aduce el párrafo de la' Crónica de Alfonso XI, que
dice: "Et este Maestre [de Calatrava] don Joan Núñez, fué fijo de la In­
fanta doña Blanca, Señora ele las Huelgas de Burgos, fija del rey don Alonso
de Portogal, et hermana del rey don Dionis de Porto~al; et óvolo en ella
un Caballero que decian Carpentero", añadiendo luego el autor que Brandáo,
Barbosa y Souza han pretendido negar estos amores, pero sin aportar prue­
bas fehaci.entes contra "Ruy de Pina, Rodríguez Acenheiro, Faria y Sou­
sa y Duarte Núñez de Lcao... contestes en reconocer la existencia real y
efectiva de dichos amores." Dice que al amante lo llaman las Crónicas. Pero
Esteves Carpentero, o Carpintero a secas. Aquí podemos aportar un dato,
que quizás sirva para identificar el personaje, o sea que en las cuentas reales
de Castilla, aparece entre los caballeros que cobran 150 mr. mensuales,
"Pero Nunnez Carpentero", por el tiempo de las vistas de Logroño, el
año 1293 (Cuentas, p. CXX), y luego varios meses después. Creemos que el
maestre Juan Núiiez, hijo de doña Blanca, tiene más afinidad con nuestro
"Pero N úñcz Carpentero" que con el Pero Estc'ic·es Carpentero; acaso el Es­
teves es una mala transcripción de copistas. Tenemos, por tanto, que mien­
tras Sancho aconsejaba a doña Blanca que se hiciese monja, al padre del
hijo de esta princesa lo mantenía en su Corte, con asignación fija. Por la
frase del rey "fasta aquí non lo quiso fazer" (entrar monja), demuestra que
hacía tiempo trabajaba con doña Blanca para que asosegase su vida en
Orden. Doña Blanca, nacida en 1259, era hija de Alfonso III de Portugal
y de doña Beatriz, bastarda de Alfonso el Sabio. No se sabe fijamente
cuándo vinieron madre e hija a Castilla; en abril de 1281 doña Beatriz
otorga una carta en Toledo, y en 1285 ya aparece doña Blanca, que obtiene
una real carta de Sancho IV. Sánchez Moguel dice no fué monja de Lorváo,
porque en 1284, cuando ella tenía veinticinco años, Alfonso X le dejaba
en su testamento una suma "para su casamiento". En 1288, en Valladolid, a
12 abril, concedió doña Blanca el fuero de Atienza y otras mercedes al con­
cejo de Cifuentes. En 1313 da fuero a Briviesca. Influyó en la traducción del
"Libro de las batallas de Dios", de Rabi Abner, el judío converso burgalés,
y murió el 17 de abril de I 321. Está sepultada en las Huelgas de Burgos.
Su testamento lo hizo el I 5 de abril de 1321. Entró religiosa a los treinta
y seis años, siendo desde entonces su conducta intachable. (Sánchez Mo­
guel, Repara,ciones históricas, pág. 147 y s. s.). Los Linhagcns, al hablar de
los hijos de Alfonso III de Portugal, mencionan a "donna Branca que mo­
rreo nas Oigas de Burgos, onde foy sempre senhora e hi jaz, ca numca
quis seer casada" (pág. 256). Carolina Michaelis de Vasconcellos, al hablar
de doña Blanca, la califica como "um tanto desequilibrada"; parece heredó
libros de su abuelo el Rey Sabio, legándolos luego a la portuguesa doña Ma­
ría, entonces reina de España (Ajttda, II, 155, nota 4). Briindao habla de
doña Blanca (Monarchia, V, 290), pero se equivoca al decir tomó posesión
dé las Huelgas en 1286 (fol. u3). Dice fué señora del convento de Mar­
vao (f. 308). En 1286, julio 29, Lisboa, don Dionís concede a su hermana
doña Blanca el patronazgo de las iglesias de Montemayor (Arch. Torre do
394 HISTORIA, DE SANCHO IV DE CASTILLA

Tombo, Cancillería de don Dionís, t. I, f. LXXI). En 1287, a 14 agosto,


Sancho IV autorizó la compra hecha por doña Blanca, de un heredamiento
para el monasterio de San Agustín, fuera de Burgos (E. S. XXVII, 245).
A 5 julio 1290, en Valladolid, Sancho IV dirigía una carta al juez y al al­
calde de Badajoz ordenándoles entregasen "a la Infante donna Blanca mi
sobrina, fija del rey de Portugal, todo el heredamiento de la contienda que
es entre Arronchez e Badaioz", privilegio que confirma en noviembre de 1294
porque estaba en "paper e se rompie" (A. Rodríguez López, op. cit., 491).
Rodríguez López (pág. 169) se equivoca al decir que doña Blanca tomó po­
se~ón del señorío de las Huelgas en 1294, citando erradamente como ele
este año la carta de Sancho IV otorgada a 15 abril 1295. En la judería de
Cifuentes tomaba "la· Infante donna Blanca" 1.o66 mr. (Distr. Aljamas).
Sancho IV, la víspera de su muerte, daba un privilegio rodado ratificando
así solemnemente la donación del "heredamiento de la contienda que es en­
tre Badaioz et Arronches" (núm. 594). Existen otras memorias documen­
tales de doña Blanca, pero ya posterior~s a Sancho IV. El documento de 15
abril 129;;, citado arriba, lo publicó el P. Flórez (E. S. XXVII. 303). Tam-
1Jil'.>n vivía en Castilla, segtÍn Sánchcz Mogucl, doña Teresa Gil, hermana
de doña Blanca, residiendo en Valladolid el año 1288. En efecto, en la
judería de esta ciudad tenía asignados 4.000 mr. "donna Teresa Gil"
(Distr. Aljamas). A 8 diciembre 1291, Sancho IV otorgaba un privilegio
rodado, dclimitanco términos a Zaratán "por fazer bien et merced a uos
donna Teresa Gil, et al nuestro logar de <;aratán que uos nos dimos, que
es cerca de Valladolid..." (Núm. 387.) En 'las Cuentas reales de 1294 (pá­
g-ina XLIJI) dice un recaudador "que el Puerto de Morón que non recibi6
ninguna cosa por razón que lo tien donna Teresa Gil, en cuenta de dos
mill mr." En 1276, a I septiembre, en Sabugal, don Sancho, siendo Infante
mandaba al Concejo ele aquel lugar diese a doña Teresa Gil los derechos
que allí cobraba el Infante don Pedro, comprometiéndose a obtener el be­
neplácito de éste y del rey. (Arch. Convento Sancti Spiritu, de Toro). Pro­
hablemcnte esta doña Teresa Gil es la misma que en 1285 y 1286 recibía otras
mercedes (véase el t. I, pág. 53), y no aquella otra doña Teresa Gil, hija de
don Gil Martínez y de doña María Annes ele Maya, que según los Linlta­
gcns (p.'ig. 272), "foy barrcgaa del rrey dcm Samcho de Castella, ,e non
mmc della semel". (Véasc el t. l, pág. 53.)

r/i) Crónica, 90. La Crónica ms. de la Academia añade que cuando lle­
varon el cadáver del rey a la catedral, "el Infante don Enrique y don Nuño
fueron con la reyna y trauaron della que fuese en una mula y no se pudo aca­
bar della que fuese sino ele pie, rascándose y mesándose y haciendo muy
grand llanto", frase que no consigna la Crónica impresa. Cedillo dice que
Sancho IV, para labrar su enterramiento en la catedral toledana, concedió
a perpetui.-Jad 2.000 mr. de oro en las aljamas de Alcalá, Talamanca, Uceda y
Brihuega (Impuestos, p. 391). En 1302, Fernando IV hace una merced a la
catedral ele Toledo, entre otras razones, "por onrra del rey don Sancho
nuestro padre que yazc y enterrado, et por que fuemos y tomado por rey".
(A. H. N. Docs. Cat. Toledo, Caja 226). En el privilegio citado de 1285, en
que elige sepultura, dice: "Escogemos nuestra sepultura en la santa Eglesia
ele Sancta Maria la sobredicha (de Toledo). E quando voluntad fuere de
Dios que finemos, mandados que nos entierren en aquel logar que nos or­
denamos con don Gon<;all'lo an;ohispo sobredicho e con el deán don Miguel
L.\ "l•',HlLA" DEL MORIBUNDO 395

X iménez", y otros canónigos, revocando "todo prometimiento que fecho


ouiéssemos ... sennaladamientrc el prometimiento que auiemos fecho de nos
enterrar en la casa del Cont1e11to ele los freyrcs menores de Toledo." Escu­
dero de la Peña (Mitseo Esp. de Antig., I, 91), dice que en 1498 se trasla­
dó la sepultura de Sancho IV, de la Capilla de Santa Cruz, llamada de los
Reyes Viejos, a la del Espíritu Santo; el Maestro Diego Copín labró los
enterramientos de los monarcas que se trasladaron, pintando y decorando
los escudos y follajes Juan de Arévalo. Azaña (Hist. de Alcalá; 162), llama
testamento a este privlegio, y Salazar de Mendoza, en la Vida de San Ilde­
fonso, cap. 3, f. 6, lo cita. Brandao (Monarchia, VII, fol. 22), habla del tes­
tamento de Sancho IV, diciendo que en él restituye a Portugal las villas
de Serpa, Mora, Morón, Arouche, Aracena y otras, y a esto alude tambkn
el vizconde de Santarem (Relac., I, u6); pero hasta ahora, a pesar de
nuestras insistentes investigaciones en los archivos que hemos visitado, no
hemos podido hallar el testamento de Sancho IV. Tal vez Brandio tomara.
esta información, no del testamento de Sancho IV, sino de la Crónica
ele 1344 que dice cómo al morir Sancho, don Dionís pidió que le entr(!­
gasen "Mora et Serpa que era de su sennorio, ca así lo mandara· el rey don
Sancho en su testamento... " (Ms. 10815. B. N. sin foliación.) El P. Alfonso
Getino (Dominicos españoles y confesores de reyes, Madrid, r917, pág. 32)
dice que fray Domingo de Robledo, de Pamplona, ftté confesor predilecto d,..
Sancho IV, deduciéndolo sin duda de que el P. Fray Juan López menciona :1
fray Domingo como confesor ele María de Molina, al hablar de la fundación
del convento ele dominicos de J crez. En este convento se conservaba la mi~­
ma tradición. El capitán García Rey, en su folleto La capilla del rey don
Sancho el Bravo y los cenotafios de la Catedral de Toledo, Toledo, 1922,
discute la opinión de varios autores acerca de los enterramientos, estiman­
do que los túmulos de la capilla mayor de la catedral de Toledo, labrado~
por Copín de Holanda y pintados por Francisco de Amberes, representan:
los del lado del Evangelio, al Emperador Alfonso VII y a Sancho IV, y
los del lado ele la Epístola, a las reinas, sus respectivas esposas, doña Be­
rengucla y doña María ( ésta, sepultada en las Huelgas de Valladolid); se
funda para esta afirmación en el dato del Indice de doe1111tentos det Ca­
bildo, que dice, en el folio 7: ''Bultos de Reyes. Se mandaron poner en el
Choro mayor, de los Reyes don Alfonso y don Sancho, en 8 de junio de 1504;
en 12 c'.e octubre del dicho año se mandaron poner en los dichos bulto,,
otros rle las Reynas doña Berenguela y doña María." Indica García Rey
que Sancho ciñe corone y "está con hábito ele la época"; Rodrigo Amador
de los Ríos, a quien cita, se desconcierta porque la estatua de Sancho IV
"está vestida en traje monacal y tiene los pies descalzos" (García Rey, pá­
gin<'.s 12, 13, 14 y 15). El hábito de Sancho es seguramente el franciscano, con
el cual se hizo· amortajar, según dice Loaisa, como vimos, noticia que aebió
conocer el escultor. García Rey discurre sobre los blasones de los cenotafios,
negando que el escudo en que aparece un águila pueda atribuirse a D. Pe-­
clro ele Aguilar, bastardo de Alfonso XI, muerto niño, y lo asigna a
Sancho IV, que en sus sellos usó el águila por ser hijo de Alfonso X, titu­
lado Emperador. Respecto . a estos escudos cabrían algunos reparos y otras
hipóte~is. Los restos de Sancho 1V, según parecer de García Rey, están en
la urna del lado del Evangelio, con los de Alfonso VII y los de D. Pedro
de Agt:ilar. En Toledo, el mes de abril se despachan algunas mercedes reales:
el 5, dando la feligresía de San Salvador de Marín al obispo de Lugo
(E. S., XLI, 384; y Arch. C. Lugo); y el 24, víspera de la muerte del rey,
un privilegio rociado a doña Blanca ele Portugal (núm 594).
396 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

(i) Nos hablan de la impopularidad de Sancho IV en su última época,


no sólo la noticia de que María de Molina, apenas pasado el novenario de
don Sancho, tuvo que abolir la sisa, "de que se agrauiaba mucho toda la
tierra" (Cr6n. Fernando IV, 94), sino además los capítulos de las Cortes de
Valladolid (agosto 1295), cuatro meses posteriores a la muerte de Sancho,
en que se hace una especie de revisión de los actos del rey. En un artículo
se dice "que todos los priuados que andudie:on con el rey don Sancho nues­
tro padre, et todos los oficales de su casa, que non anden en nuestra casa,
et que den cuenta de cuanto leuaron de la tierra... " haciéndose una excepción
[suponemos que a instancias de la reina] para aquellos "ofü;iales legos" que
se pruebe "usaron bien de sus ofü;ios". Aquí se ve una animosidad contra
aquellas personas más allegadas a Sancho; pero· aunque este acuerdo refleje
en parte un estado de opinión, no debernos considerarlo absolutamente como
la substancia misma del sentir popular, pues es muy sospechoso que esos do­
cumentos los "mandó fazer, por mandado del rey", "Johan García, chance­
ller del Infante don Anrrique", quien precisamente en esas Cortes se había
hecho nombrar tutor del rey, y, por su parte, también estaba interesado en
alejar de la corte aquellos "priuados", que indudablemente eran adictos al
monarca y a María de Malina. Otra cláusula de aquellas Cortes decía "que
todos los arc;obispos, e obispos, e los abades, que uayan beuir a sus arc;obis­
pados, e obispa,dos, e a sus abadias et los clérigos a sus logares, saiuo los
capellanes que cumpliesen para nuestra capiella... " Esto nos habla de la pre­
ponderancia que los eclesiásticos alcanzaron en el reinado de Sancho IV.
Este artículo iba, sin duda, dirigido principalmente contra don Martín, obis­
po de Astorga, gran amigo de Sancho IV, pues en otro artículo se dice
"que los nuestros seellos [reales] que sean metidos en poder de dos notarios
legos [es decir, seglares] et el uno que sea de las uillas de los rregnos de
Castiella, e el otro de las uillas de los rregnos de León... "; precisamente
Sancho IV tenía acumuladas en don Martín las notarías de Castilla, León
y Andalucr... Dice Hergueta (trabajo citado) que muerto Sancho el Bravo,
se enfrió la amistad entre don Martín y la reina, apuntando además que el
obispo quiso hacerse amigo del Infante don Juan, cuyo vasallo era Rodrigo
Alvarez Osario, yerno de don Martín. De esto no encontramos prueba do­
cumental. La aparente distanciación obedeció seguramente, no a alteración
en la amistad, sino a las circunstancias impuestas en estas Cortes. (Para don
Martín, obispo de Astorga, véase el tomo I, cap. VII, especialmente nota a),
p. 169.) Otro motivo de malestar popular contra Sancho IV debió ser su pro
tección a los judíos, pues también en esas Cortes se dispuso que aquéllos no
fuesen oficiales de casa del rey ni que intervinieran en la recaudación de tri­
butos. (Cortes, ed. cit., I, 130.) La impopularidad de Sancho, cqn todo, no ha­
bía cuajadú hasta el establecimiento de la sisa; en general, gozaba de prestigié,
personal por su valor y su impetuosidad, que le granjearon la adhesión del
reino en su juventud. Recuérdese que la Cuarta Cr6nica (ed. cit., pág. 24),
al referir las valerosas hazañas del Infante don Sancho en la vega de Gra­
nada, dice que "se pagaron las gentes dél tanto, que dixeran que era para
ser rey de Castiella e de León". También la Crónica de Alfonso X (pági­
na 59), alaba el proceder de don Sancho en la vega, donde dice "se mostró
él por tan recio e por tan ardid, que por el su esfuerzo se guardó todo; e
después <leste peligro vínosc para la hueste con su honra e con su buen
prez". Seguramente si la vida de Sancho se prolonga unos años más, dán­
dole tiempo a realizar la proyectada conquista de Algeciras, y acaso la· dr
LA "FABLA" DEL MORIBUNDO 397

Gibraltar, más otros lugares, no estalla el descontento que se manifiesta


turbulento, en la minoría de Fernando IV.
Respecto a 'l'ari fa, son muy interesantes las palabras que, según la Cróni­
ca de Fernando IV, dirigió la reina en las Cortes de Cuéllar (1297) a "cada
uno de sus concejo!l apartadamente" cuando descubrió las ocultas intencio­
nes dd Infante don '.Enrique, "que querie dar [Tarifa] al rey de Granada
por aver ende nmy grand avcr que le avien prometido". María de Molina
hacía resaltar ante la representación de los pueblos la importancia de Tarifa,
que ello5 no pcrcil,ían claramente. La Crónica dice cómo la reina "mostró­
les cuán grand daiio sería a la Cristiandad" perder aquella plaza, "que aquel
lugar era puerto ele moros, e les dijo cuán caramente lo cobraran por dos
cosas, la una que les costara muy gran aver a toda la tierra, e la otra,
que tan grand afán e tan grand laceria de su cuerpo tomara el rey don
Sancho, que aquello fuera ocasión de su muerte. E dijoles más (vale la
pena repetir las palabras de la Crónica, aunque resulte larga la cita), que
como quier que esto así pasara, que tan grand servicio fiziera a Dios
e tan grand pro de toda la tierra, que si Tarifa oviera Aben Yacob el
rey de Marruecos, así como la avia ante que la perdiese, e la discordia e la
guerra que era entre los cristianos acaesciera asi commo acaesció (a la
muerte de Sancho IV) que tan grande era el poder que avíe este Aben
Yacob, que toda la tierra de los cristianos se perdería (se hubiese perdido)
por aquel lugar mesmo, commo acaesció en tiempo del rey don Rodrigo,
cuya era en aquel tiempo, que nunca los moros pudieron aver aquende la
mar ninguna cosa fasta que Tarifa ovieron segund lo cuenta la estoria de
aquel tiempo, e desque se perdió aquella vez, nunca ninguno de los reyes
cristianos que pasados eran la pudieron cobrar, aunque lo probaron muchas
veces, fasta que la cobró el rey don Sancho" (ed. cit., pág. 107). En esta
defensa oral de Tarifa por María de Molina está patente la significación
política que ella, como gran gobernante, concedía a la conquista y posesión
de Tarifa, qi.:eriffc'o inculcar ese convencimiento en el pueblo con sus
irrebatibles razonamientos.

( j) El Soldán de Babilionia llamó al rey castellano, sin conocerle, "lo no­


ble, lo prono, lo valent, lo leó de la forest, don Sanxo, rey de Casteia..." Esta
fra~e cancilleresca, sin ningún valor psicológico, es, por raro azar, como la
fórmula para una semblanza del Rey Hraro. Consta en un tratado entre Jai­
me II y el Soldán de Babilonia (1292). (Arch. Corona de Aragón, perga­
mino núm. 222.) Aunque Sancho tuvo saña contra los Raros y contra el
obispo don Suero de Zamora, por ejemplo, no creemos que fuera pasión
suya el rencor, pues basta recordar que honró a sus adversarios, los leales
de Alfonso X. De su piedad y devoción vimos atrás varias pruebas. Al comen­
zar el reinado concedía una merced a los clérigos de Béjar, entre otros servi­
cios, por el que le hacían "en rogar a Dios por mí que me en dere<;e en su
serui<;io" (Martín Lázaro, Docs. de Béjar, pág. 34). Curiosa es la noticia
que da el célebre franciscano Alvaro Pelagio, en su Speculum Regum sobre
la virtud milagrosa de curar que tienen los reyes de Francia, Inglaterra y
España, contando, en tiempo de Alfonso XI, que "sicut vidi cum essem
puer in avo tuo ínclito domino rege Sancio, qui me nutriebat, quod a mu~
liere demoniaca, ipsum vituperante et tenentem pedem super guttur eius, et
legentem in quodam libelo, ab ea demonem expnlit et curatam relincuit."
(Ed. Scholz: P. Amaro, Arch. lpero-Amcr., año III, núm. XIV, pág. 189.)
398 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

De este interesante personaje que, según él mismo, se crió en la Corte de


Sancho IV, han escrito últimamente el Padre Amaro, como queda dicho, y
Claudio Galindo (Discurso de apertura de curso, 1926-1927, en la Univer­
sidad de Oviedo. Oviedo, 1926). El P. Amaro trata de inquirir quién sea el
ignorado padre de Alvaro Pelayo, apuntando como probable al caballero cor­
tesano don Roy Páez <le Sotomayor, de quien hicimos mención en el t. I, pági­
nas 95 y 239. No sabemos si el Alvar Pérez que figura en las cuentas reales
de Sancho IV entre ''los clérigos ele la capiella" (pág. LXXIV) pueda ser
Alvaro Pelayo, aunque los autores, fijándose en las palabras antes citadas
.''cum C!'sem puer...", calculan su nacimiento hacia 1280. Respecto a la dis­
pensa pontificia sobre "defectum natalium" de Alvaro Pelayo, suele citarse
nna bula de Juan XXII (22 febrero 1332) recogida por Wadingo (Ann. Mi­
nar, Vl. N. 66) y Eubel (BuU. Franc., V. Roma, 1898, pág. 520); pero ya
a 1 febrero 1296 Bonifacio VIII dispensaba su ilegítimo nacimiento a Alvaro
Pelayo, clérigo de la archidiócesis compostelana, para que pudiese recibir
cualquier orden y beneficio eclesiástico (Rcg. Bonif., VIII, 973), señalando
una fecha interesante para la biografía del insigne franciscano. En 1304, Alva­
ro Pclayo iha hacia Asís para hacerse franciscano. Después de vida muy acti­
va, moría en 1349, dejando importantes escritos. Como vemos, es Alvaro
Pclayo otro ele los autore~ protegidos por Sancho IV. El conde don Pedro,
id enjuiciar a Sancho el Bravo, dice "foy boo rey", lo cual afirma también
de Fernando III, pero no de Alfonso X, Fernando IV, ni Alfonso XI
(Linhagcns, 250). Sancho IV, en sus ímpetus momentáneos de carácter, hu­
hiera cometido muchos actos violentos, si no hubiera sido por la influencia
que ejercía sohre él María de Molina, interviniendo siempre conciliadora.

Las variantes que se advierten desde el último privileg_io rodado que


citamos (12 noviembre 1294), al 20 enero 1295 (A. H. N. Ord. Santiago­
Ceptin, cax. 208, núm. r, y publ. en el Bulario de la Crden), son: las con~
firmaciones de don Gil, como obispo ele Córdoba, antes electo (véase pági~
na ;wo); don Arias, antes electo, ahora obispo de Lugo (véase pág. 340), y
la vacante del obispado ele Oviedo.
Del 20 enero 1295 al 24 abril r295 (núm. 594) vemos que la mitra de Cá..
cliz vaca (véase pág. 340); don Antón confirma como obispo de Ciudad­
Rodrigo (véase cap. XIV, pág. 129), y don Sancho aparece como electo
en la vacante de Sevilla. Muñoz Torrado (op. cit., 151), aduciendo elatos de
Ortiz de Zúñiga, dice que a 4 abril 1294 vaca Sevilla; a 3 agosto 1294 apare­
ce don Sancho como electo y en 29 septiembre 1295 ya como arzobispo, ce:..
sando sus menciones después del 26 mayo 1299, en que confirma un privi­
legio. Por nuestra parte, encontramos vacante la iglesia de Sevilla hasta el
20 enero 1295 (doc. cit.). Luego, el primer rociado que conocemos es éste de
24 abril r 295, en que aparece el electo don Sancho. Eubel (Hicrarchia, 277)
dice de don Sancho González: "Qui Sanctius, cum esset can. Palentin. et
abbas ,le Lavanza erat a cap. in aepum. Hisp. el. et ab ipso S. P. Bon. Vil [
cons., sed paulo post, cum quoddam delictum ipsius ad P. S. notitiam veni­
sset, a Bon. VIII aepatu. privatus et loco ejus Gundisalvus, abb. saec. eccl.
Fusccllen. in cccl. Palentin., in aep. Hispalen. confirmatus est 1295 julii q.
LA ''FABLA" DEL MORIBUNDO 39H

Vi<lctur Sanctius culpam diluisse; nam eodem anno 1295 nov. 26 restituitur'',
cita los números 399, 552, 663 de los Reg. de Bonif. V Il l, e<l. cit. El nú­
mero 399 es de julio de 1295 y se dirige a "Sanctio Gundisalvi, electo Ispalen­
si", diciendo cómo por muerte de don Gar9ía los electores de la iglesia de
Sevilla "providenti ca vice pre<licte ecclesi de pastore potestatem plenariam
tmanimitater concesserunt; iiclem vero iu te, tune abbatem secularis ecclesie
Fussellensis, in ecclesia Pallentina, direxerunt concorditer vota sua". En el
número 663, 26 noviembre J 295, el Papa dispensa a "fratri Sanctio archie··
piscopo Ispalensi", "irregularitatc, qua exigente fuerat prius ab ipso summo
pontífice archipiescopatu Ispalensi privatus (Cf. supra, núm. 552) et iterum
in :trchipiescopum preficitur". La Sede de Jaén, según los privilegios roda­
Jos, continuaba vacante desde diciembre de 1288 (V. t. I, p. 224) hasta fin
del reinado de Sancho IV; pero conviene señalar que a 5 de diciembre de
1290 el rey se dirige a don Juan Miguel, obispo electo de Jaén, acerca de
un pl,~ito entre las mitras de Toledo y Sevilla, pues esta última pretendía
tener jurisdicción sobre Jaén (Ortiz ele Zúñiga, Anales, 147). Ximena (op. cit.,
224-37) dice: que la elección de don Juan no debió tener efecto, pues en 13C>1
todavía era deán. Eubcl (Hierachia) no lo incluye, pues fué cassata la elec­
ción del deán don Juan Miguel, en discusión con el canónigo Fortunio. Sia
embargo. como electo era considerado y debía administrar la diócesis, pues
en las Cuentas de Juan Mathe de noviembre de I 294 consta que del diezmo
de la iglesia de Jaén "mostró pago de Johan Miguel, electo" (N. 0 583,
p. CCCXCVIII). Entre los seglares, falta, a 24 abril 1295, don Fernán
Rodríguez de Castro, pertiguero mayor de tierra de Santiago (V. págs.
342 y 391). Don Juan Rodríguez de Rojas es adelantado mayor de Castiila
en lugar de merino. El almirantazgo mayor lo ocupan Juan Mathe de Luna
y. Fernán Pérez, en sustitución de Micer Benito Zacarías (véase pág. 376).
Entre los nobles castellanos falta don Gonzalo Yáñez de Aguilar, en
el A. H. N. (Leg. 2.270, Monast. ele Valbuena de Duero) hay documentos
de los Ag-uilar; en uno de 1270 aparece don Gonzalo Y uannes, señor de
Aguilar, con su mujer <loiía Berenguela y sus hijos don Gonzalo González y
doña Leonor González. De don Gonzalo Yáñez do Vinhal, el trovador, y señor
de Aguilar por merced de.Alfonso X, hicimos mención en el t. J, pág. 26, 49,
86 y I09; estuvo casado con doña Berenguela de Cardona (aragonesa), ''filha
de certo Ramón Folch de Cardona que passara de Frarn;a a Hespanha".
(Carolina Michaelis de Vasconcellos, Ajuda, ll, 520.) De modo que el do­
cumento antes citado del monasterio de Valbuena es del propio trovador,
puesto que aparece con su mujer doña Berenguela. En los Linhagens (p:'..­
~ina 370) no se nombran estos dos hijos, que vemos en el documento, o sean
don Gonzalo González y doña Leonor González, mencionándose sólo a don
Gonzalo Yáñez de Aguilar (el segundo), que casa con María González, de
quien tien a don Gonzalo (tercero) y don Tel10. Doña Carolina Michaelis
<la por muerto al trovador en 1280, siguiendo a los Linhagens (pág. 272),
que dicen cómo los moros mataron a '"don Gorn;alle Anes d'Aguilar o Velho"
en la vega de Granada ante el ]nfante don Sancho, "entre cuyos privados
había tomado lugar", según la misma autora. En los últimos privilegios de
Alfonso X, vemos entre los que se tuvieron en lealtad con él, que confirman,
a I septiembre 1283, don Gonzalo Yáñez <le Aguilar, y cuatro m~ses después,
a 10 enero 1284, "Gorn;al Yuáñez, fide don Gorn;al Yuanes ·dagmlar" (Balles­
teros Beretta, Scvilllt en el siglo X!II, pág. CCUT, CCLIV). No sabemos si
t·n los dos privilegios sea la misma persona o si en el primero es el padre, y en
el segundo el hijo, según se especifica, bien porque el padre hubiese muerto,
o porque siguiera el bando de su amigo el Infante don Sancho. Como en
400 HISTORIA DE SANCHO IV DE CASTILLA

los primeros rodados de Sancho IV aparece don Gonzalo Yañez do Vinhal,


y mediado 1285 en su lugar confirma don Gonzalo Yañez de Agi,ilar, pen­
samos que do Vinhal, el trovador, no hubiese muerto en 1280 (sino que
entonces sólo fuera herido en l,a vega de Granada), viviendo hasta agosto
de 1285, en que le sustituye su hijo, prescindiendo ya del apellido paterno
do Vinhal, para adoptar el Aguilar del señorío otorgado por el Rey Sabio.
El Gonzalo Yáñez de Aguilar, cuya falta advertimos entre los confirmantes
del 24 abril 1295, es el hijo del trovador. Esta familia poseía en tiempos
de Sancho IV Montilla y el Pontón de don Gonzalo (Salazar de Mendoza,
Dignidades, pág. 80). El trovador do Vinhal fué el de las intencionadas cán­
tigas (conservadas en el Cancionero de la Vaticana), aludiendo a los amores
del Infante don Enrique el Senador con su madrastra la reina viuda doña
Juana de Ponthieu, allá por el año 1259 (Ballesteros Beretta, Sevilla en
el siglo XIII, pág. 56). Entre los confirmantes de los privilegios rodados
de Sancho IV, el único de que aún no hemos tenido ocasión de hablar es de
don Rodrigo Rodríguez Manrique, personaje de la Casa de Lara que apa­
rece durante todo el reinado. Según Salazar y Castro, este ricohombre, señor
de parte de Lac y Montpcsat, foé hijo de don Rodrigo Rodríguez Manri­
que, señor de Amusco, Pina, etc., y de doña Teresa García de Braganza; dke
empieza a confirmar desde 1278 hasta el reinado de Fernando IV, ignorán­
dose su casamiento y sucesión (Salazar, Lara, I, 295). En la Par. de Huete
don Rodr:go Rodríguez Manrique figura como vasallo del infante don Fer­
nando y tiene asignadas cantidades en las juderías de Paredes de Nava con
Cisneros, Medinaceli con Sigüenza y A vila: 390, 5.243 y 3.256 mr., respec­
tivamente.
INDICE

Cap. Xl.-Las justicias del rey. (Agosto 1289-marzo 1290)............... 7


Cap. XII. - «Et pusieron su amor en uno...». (1290. Abril)................ 39
Cap. XlII.-Las suspicacias de don Juan Núñez y las dolencias del rey.
(1290. Mayo-diciembre) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59
Cap. XIV.-Abe_nalahmar brinda la paz y Abenjacob la guerra. (1291.
Enero-septiembre) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93
Cap. XV.- «Creximent d'amor et d'amistat». (Octubre 1291-abril 1292).. . . 135
Cap. XVI.-La reconquista. (1292. Abril-diciembre).. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 167
Cap. XVII.-Las revueltas del infante don Juan y la herencia de Molina.
(1293. Enero-junio)... . . . . . . . . ............................ 197
Cap. XVIII.-La política internacional y las «vistas» de Logroño. (1293.
Julio-diciembre, . . . . . . . . . . . . . ....................... . 227
Cap. XIX.-Tarífa. (1294. Enero-agosto). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 273
Cap. XX.-La «fabla• del moribundo. (Agosto 1294-abríl 1295).......... 345

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