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Iii. CLEPTOMANÍA Iii.1

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iii. CLEPTOMANÍA iii.

.Descripción La cleptomanía se caracteriza por la incapacidad recurrente de resistir a los


impulsos de robar objetos que no se necesitan o que no tienen un valor monetario. Hay una
sensación de tensión antes, y de placer o alivio durante el robo, seguida a menudo por un
sentimiento de culpa (apa, 1994). La cleptomanía es rara, representando sólo el 5% de todos
los ladrones de tiendas. Además del robo ordinario, la cleptomanía debería distinguirse del
robo que ocurre durante los episodios maniacos o como consecuencia de la demencia (apa,
1994). La cleptomanía es a menudo concomitante con los trastornos del estado de ánimo
(McElroy et al., 1991a).

Muchos pacientes informan sobre fluctuaciones del estado de ánimo antes y después del
robo impulsivo. Algunos indican una “ráfaga” que alivia una sensación crónica de
desesperación y disforia. Esta “ráfaga” puede ser el resultado de la conducta arriesgada
(Fishbain, 1987). Un estudio de 20 pacientes con cleptomanía encontró que un 80%
satisfacía los criterios de un trastorno por ansiedad, el 60% tenía trastornos de la
alimentación y la mitad sufría de trastornos por consumo de sustancias psicoactivas. Entre
los familiares de primer grado de estos sujetos, el 20% padecía trastornos del estado de
ánimo y el 21% trastornos por consumo de sustancias psicoactivas (McElroy et al., 1991b).
Un estudio reciente examinó 1 649 casos de robo en las tiendas para encontrar que sólo en
29 (3,2%) se daba un trastorno mental. De estos últimos, sólo cuatro se consideraron
cleptomaníacos (Lamontagne et al., 1994). La cleptomanía puede iniciarse en la
adolescencia y no descubrirse durante años. La sabiduría clínica tradicional sugiere que el
estado de ánimo deprimido predispone al robo, como un esfuerzo para obtener una
compensación simbólica ante una pérdida percibida. La mayoría de los pacientes expresan
sentirse culpables después del acto y no muestran otras conductas antisociales (Goldman,
1992). Algunos autores relacionan el desarrollo de la cleptomanía con el abuso en los años
de infancia y otros factores de los primeros años de vida (Goldman, 1992).

iii.2.Tratamiento
Existen pocos informes de tratamientos disponibles para la cleptomanía y éstos son estudios
de casos. Schwartz y Hoellen (1991) cuentan el empleo de la terapia de la conducta cognitiva
a lo largo de 39 sesiones. Animaban a su paciente, una mujer de 42 años, a que cuestionase
sus autoverbalizaciones irracionales. Los pensamientos de infracciones insoportables, como
por ejemplo, «No tengo que robar.

Es condenable», se reemplazaban por «No quiero hacerlo». El terapeuta trabajó también


sobre la asertividad de la paciente con sus relaciones maritales (Schwartz y Hoellen, 1991).
La historia de otro caso (Marzagao, 1972) detalla el empleo de la desensibilización
sistemática en el tratamiento de la cleptomanía. En este caso, las situacio- 470 Dan Opdyke y
Barbara O. Rothbaum nes de elevada ansiedad se desensibilizaron en 16 sesiones y
consecuentemente remitieron los robos en el seguimiento. Gauthier y Pellerin (1982)
tuvieron un éxito moderado con el entrenamiento en sensibilización encubierta. Su
paciente, una mujer de mediana edad, se imaginaba incidentes de robo seguidos por
arresto, juicio, encarcelación y otras consecuencias aversivas. Tenía que practicar imaginarse
estas escenas 10 veces al día y utilizar la técnica cuando surgiese el impulso. La frecuencia
de los impulsos era de 14 en la línea base y de 0 al final del tratamiento. Los beneficios se
mantenían en el seguimiento, aunque informó haber robado en una ocasión mientras se
encontraba de vacaciones (Gauthier y Pellerin, 1982). Glover (1985) y Guidry (1975)
informaron sobre casos similares del empleo con éxito de la sensibilización encubierta para
la cleptomanía. Se ha utilizado también para tratar la cleptomanía la desensibilización por
medio de la imaginación. El informe de un caso llevado por McConaghy y Blaszczynski (1988)
describe el tratamiento con éxito de dos mujeres cleptomaníacas. A las dos se les enseñó la
relajación simple y se les pidió que se imaginasen escenas en las que se incluían objetos que
iban a robar, pero se detenían en el último minuto. Cinco sesiones diarias de este sencillo
tratamiento dieron como resultado la terminación de las conductas, manteniéndose en un
seguimiento de tres semanas. Una advertencia estaría a la orden del día en vista de la escasa
investigación que existe sobre este infrecuente trastorno. Los cleptomaníacos raramente
acuden a tratamiento salvo que se les sorprenda robando (Murray, 1992). En dos de los
casos anteriores, los pacientes se enfrentaban a acusaciones. La elevada comorbilidad que
se ha encontrado con los trastornos del estado de ánimo (McElroy et al., 1992) sugiere que
puede que no sea suficiente el tratamiento sólo del robo compulsivo. Debería señalarse que
se han utilizado con éxito fármacos timolécticos para el diagnóstico de cleptomanía. McElroy
et al. (1991a) estudiaron las respuestas a la medicación y encontraron que en más del 50%
de los pacientes tratados se producía una desaparición completa de la conducta de robo
mientras estaban siendo medicados. Se necesita claramente mayor investigación,
combinando o comparando quizás métodos conductuales con fármacos para aquellos
pacientes con diagnóstico doble, de trastorno del estado de ánimo y de cleptomanía.
Actualmente, la sensibilización encubierta tiene la mayor parte del apoyo empírico como
procedimiento psicológico. El clínico arriesgado puede querer explorar el tratamiento en
vivo para los impulsos a robar, acompañando quizás al paciente en los viajes a las tiendas

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