4 5886594416830843482
4 5886594416830843482
4 5886594416830843482
Diseño de cubierta:
Juan Pablo Cambariere
ISBN 978-987-46580-4-3
www.comunidadbelen.org
ADRIÁN SANTARELLI
www.parroquiasantotomasmoro.com
www.comunidadbelen.org
www.oracionsanta.org
A todos aquellos que me enseñaron a orar orando juntos.
Cubierta
Portada
Créditos
Sobre este libro
Sobre el autor
Dedicatoria
Introducción
Reconocer la voz de Dios
Vivir es convivir
Tomar un camino exige una decisión
1. La oración cristiana su naturaleza y sus formas
La oración
La oración cristiana
Orar es escuchar a Dios
El Espíritu Santo ora en nosotros
Orar sin cesar
Orar como Jesús nos enseñó
Formas de oración
La bendición
La adoración
La petición
La acción de gracias
La alabanza
La intercesión
Expresiones de la oración
El canto en la oración
Oración contemplativa
Otros modos de vivir la Alianza con Dios: la oración litúrgica y la
Lectio Divina
2. Comunidad cristiana y Grupo de Oración
La comunidad cristiana
El grupo de oración (GO)
Cómo elegir un grupo de oración
Aspectos fundamentales del grupo de oración
Etapas en la formación de un grupo de oración
Otros aspectos del grupo de oración
Sugerencias para desarrollar los encuentros
Textos bíblicos que iluminan las actitudes en el grupo de oración
Algunos consejos de Pablo a las comunidades cristianas
Dones y carismas de la Iglesia
Frutos del Espíritu Santo
Grupo de oración como cuerpo
3. Los frutos de la oración en comunidad
El amor de Dios: Santa Teresa de Jesús
El amor a los hermanos
Permanecer en el amor
Conciencia de universalidad
Grupo de oración, parte del pueblo de Dios
La perseverancia nos salva
Un testimonio inspirador: los monjes de Tibhirine
De grupo a comunidad
María, Madre de la humanidad
La Espiritualidad de la Alianza de la Paz
Oraciones
Bibliografía y lecturas de referencia
INTRODUCCIÓN
(CIC 2690).
Entre las personas que tuvieron en su vida fuertes experiencias con Dios,
sin duda Abraham ocupa un lugar de privilegio, destacado incluso por la
revelación judeocristiana. Cuando tenía 99 años el Señor se le presentó y lo
invitó a creer en un solo Dios, con la promesa de una gran descendencia y
una extensión de tierra inabarcable a pesar de que Abraham era estéril y
también nómade. Dios lo invitaba a forjar así un pacto de fe y de obediencia
con todas las naciones que surgirían de su semilla. Dios le proponía formar
un pueblo de Alianza.
Abraham dejó todo y se dispuso a seguir esa voz, esa promesa, ese sueño
que el mismo Dios le revelaba, sin mayor seguridad que la fe en aquello que
escuchaba en su corazón. Así comienza la peregrinación no solo de un
hombre y su familia, sino la de un pueblo a lo largo de la historia hasta
nuestros días. Este pueblo porta en el centro de su ser el misterio de Dios, que
quiere comunicarse con la humanidad y desea realizar su obra de salvación
para todos los pueblos contando con aquellos que en la fe le abren su
corazón.
La salvación que Dios ofrece es obra de su misericordia. Dios, por pura
Gracia, nos atrae para unirnos a Él y envía su Espíritu a nuestros corazones
para hacernos sus hijos, para transformarnos, y para volvernos capaces de
responder con nuestra vida a ese amor (Evangelii Gaudium, N°112).
Y así como Dios hizo una alianza con Abraham, también la renueva
permanentemente con su pueblo y con toda la humanidad y nos invita a vivir
alianzados por la fe y el amor, aún en el dolor. Los hijos de Abraham
vivieron y viven su fe en Dios como el Bendito Pueblo de Dios en Alianza de
Paz con todas los Pueblos de la tierra.
También nosotros estamos invitados a vivir la fe como pueblo, en
comunidad, haciendo de la fe una experiencia de comunión, no anónima sino
personal, con rostros concretos.
Este pueblo de alianza comenzó con las doce tribus de Israel. Cada una
tenía su identidad, particularidad, función, en el pueblo de Dios; sin embargo,
todas estaban unidas, incluso sorteando las dificultades para vivir plenamente
esa comunión.
La unidad en la diversidad siempre será una tarea a realizar con la Gracia
de Dios.
El profeta llama a la unidad diciendo: “¿No tenemos todos un mismo
Padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios? ¿Por qué nos portamos
deslealmente unos contra otros, profanando el pacto de nuestros padres?”
(Mal 2, 10). Jesús en su oración pide: “Padre, que todos sean uno, como Tú y
yo somos uno” (Jn 17, 21-23).
Este libro quiere dar herramientas para que puedas formar una pequeña
comunidad de oración, un grupo de oración (GO), reconociendo la variedad
de posibilidades que ofrece la espiritualidad cristiana.
También te ayudará a ver que solo se puede programar el comienzo del
grupo y no mucho más, porque está llamado a dejarse guiar por el Espíritu
Santo que, recorriendo un camino de fidelidad con Él, lo irá llevando a la
verdad completa e irá mostrando la obra, siempre original e irrepetible, a
quienes se dejan guiar.
Por eso estas páginas, más que una estructura externa, pretenden orientar a
quienes tomen la decisión de vivir su fe en una pequeña comunidad llamada
grupo de oración, iluminando su camino para que puedan ser testigos de la
mística interna que el Espíritu Santo imprime en aquellos que se abren de
corazón a la acción de su Gracia. Como dice el Catecismo de la Iglesia, el
alma que quiera avanzar en la perfección debe “mirar en las manos que se
pone, porque cual fuere el maestro tal será el discípulo, y como fuera el padre
será el hijo” (San Juan de la Cruz 2690).
RECONOCER LA VOZ DE DIOS
LA ORACIÓN
Cada una de las diversas religiones que hay en el mundo se caracteriza por
una forma particular de comprender a Dios y cada una ha elaborado un modo
peculiar de vincularse con Él, entenderlo y seguirlo. Las culturas de cada
lugar ciertamente han marcado las diferencias entre unas y otras. En líneas
generales, podemos dividirlas en tres grupos:
Aquellas que se unen a Dios invocando las fuerzas de la naturaleza. Son
las religiones animistas.
Las que buscan a Dios por medio de la palabra de textos que se
consideran sagrados, como es la Thorá para los judíos, la Biblia para los
cristianos o el Corán para los musulmanes, o textos sapienciales como
Sutras Upanishads Veda para los hindúes.
Por último, las que lo buscan por medio del silencio interior, como la
actitud propicia para entrar en comunión con el misterio que nos
trasciende.
Este modo propio de vincularse y dirigirse a Dios es considerado como
oración.
LA ORACIÓN CRISTIANA
Son muchas las maneras en que podemos dialogar con Dios: en la oración
personal, generando un espacio para tener un encuentro individual con Él. En
la oración comunitaria, compartiendo un encuentro junto a otras personas. Y
finalmente en la oración litúrgica, de manera más formal y preestablecida,
cuyos ritos encierran un significado específico.
También existe otra forma de mantener un diálogo personal y permanente
con Dios, y se refiere a esa conversación que surge espontáneamente desde la
conciencia, que es como el sagrario íntimo desde el cual dialogamos con
Dios. Jesús dirá (Mc 7, 20-23) que es desde dentro del corazón del ser
humano que puede surgir lo bueno o lo malo que hay en el mundo. Es por eso
que quien cultiva la oración interior en la conciencia ayudará a que brote lo
mejor de sí, abrirá la puerta que el Espíritu Santo inspire hacer la voluntad de
Dios, seguir su Palabra. Este diálogo espontáneo y tan fructífero nace de
nuestro deseo de mantenernos en oración y se manifiesta en las distintas
formas de vivir en comunión con Dios. Es lo que Pablo expresa cuando dice:
Oren sin cesar y en cada momento (1 Tes 5, 17). En toda circunstancia
recurran a la oración y a la súplica, acompañados de acción de gracias (Flp 4,
6).
Este sagrario interior, al mismo tiempo que va descubriendo a Dios, se va
transformando y purificando. Poco a poco, empezamos a tamizar toda nuestra
vida preguntándonos si esto será voluntad de Dios, o si Dios querrá esto para
mí, o qué me querrá decir Dios con esto que me sucede.
Entonces Jesús les enseña a orar con el Padre Nuestro, una maravillosa
síntesis del modo en el que Dios quiere que vivamos nuestra vida:
santificando su Nombre, haciendo su voluntad y pidiendo el pan de cada día.
Nos enseña también a vivir reconciliados, perdonando y dándonos el perdón,
y a vencer la tentación librándonos del mal. Esta oración nos pone en una
actitud reverencial, adorante, necesitada y transformadora de Dios Padre, en
nosotros y con toda la humanidad.
Jesús enseña a orar en plural cuando nos dice:
LA BENDICIÓN
Es una manifestación de gratitud, alabanza y admiración. Expresa la base de
la oración cristiana: el encuentro de Dios con el hombre. En ella, el don de
Dios que se da al hombre y la predisposición a recibirlo los convocan y los
unen.
La oración de bendición es la respuesta del hombre a los dones de Dios:
porque Dios bendice su corazón y puede, a su vez, bendecir a Aquel que es la
fuente de toda bendición. Dios derrama bendiciones y nosotros lo
bendecimos por recibirlas. “Bendito sea el Señor Dios de Israel” (Lc 1, 68);
“Entren por sus puertas dando gracias, entren en sus atrios con himnos de
alabanza; alaben al Señor y bendigan su Nombre” (Sal 100, 4); “Cuando
hayas comido y te hayas saciado bendecirás al señor tu Dios por la buena
tierra que Él ha dado” (Dt 8, 10).1
LA ADORACIÓN
Surge cuando nos reconocemos como criaturas ante el Creador, exaltando,
por medio de ella, la grandeza del Señor que nos creó y la omnipotencia del
Salvador que nos libera del mal.
Cuando adoramos, reconocemos con humildad nuestra pequeñez ante la
inmensidad de Nuestro Creador. Es el silencio respetuoso ante la presencia
omnipotente de Dios. Los Magos adorando al niño (Mt 2, 11).
LA PETICIÓN
Mediante la oración de petición mostramos la conciencia de ser criaturas de
Dios, y de no ser ni nuestro propio origen, ni dueños de nuestras adversidades
ni nuestro fin último.
Como pecadores, sabemos que nuestro accionar, muchas veces, nos aparta
de Dios y, en este sentido, la petición es un retorno hacia Él.
La petición de perdón es el comienzo de una oración justa y pura. La
humildad de reconocernos pecadores, el pedir perdón y la confianza en la
misericordia de Dios nos devuelven a la luz de la comunión con el Padre y su
Hijo Jesucristo, y de los unos con los otros. Tanto la celebración de la
Eucaristía como la oración personal comienzan con la petición de perdón.
LA ACCIÓN DE GRACIAS
Toda alegría y toda pena, todo acontecimiento y toda necesidad pueden ser
motivo de oración de gracias. Expresa nuestra gratitud hacia Dios. Es
reconocer que la vida es don de Dios. Brother David Steindl-Rast habla
mucho de esta dimensión proponiéndonos “vivir agradecidos”.
“Que todas tus obras te dan gracias y tus fieles te bendigan” (Sal 145, 10).
LA ALABANZA
La alabanza es una forma totalmente desinteresada de dirigirse a Dios, que
reconoce de la manera más directa que Dios es Dios. Lo bendice por Él
mismo y le da gloria, no por lo que hace, sino por lo que es. Mediante la
alabanza, el Espíritu Santo se une a nuestro espíritu para que podamos dar
testimonio de ser hijos de Dios. “Aclamen todos los pueblos, aclamen al
Señor con gritos de alegría” (Sal 47, 1-2). “Mi alma canta la grandeza del
Señor”, El Magnificat (Lc 1, 46).
LA INTERCESIÓN
La intercesión es una oración de petición en favor de otro. En ella está
presente la Santísima Trinidad, ya que se reza al Padre a través y con su Hijo
Jesucristo, y con el poder y la guía del Espíritu Santo, pidiendo a Dios que
derrame su Gracia sobre otras personas por las cuales rezamos.
EL CANTO EN LA ORACIÓN
Estas palabras mentales o vocales pueden expresarse también a través de la
música. Desde siempre cantar ha sido un recurso maravilloso para ayudarnos
a orar: en la liturgia cristiana los cantos en la misa, las alabanzas en las
iglesias evangélicas, los cantos gregorianos en los monasterios, etc. No solo
en el cristianismo, sino también en otras religiones, el canto sagrado ocupa un
lugar preponderante.
Por otra parte, hemos escuchado mucho sobre los frutos terapéuticos de la
música en el desarrollo espiritual y psicológico de las personas, de modo que,
independientemente de si cantamos bien o mal, es importante tener en cuenta
que la música mueve nuestro interior y es, muchas veces, manifestación de
nuestra comunicación con el Espíritu Santo. Coloca a nuestro ser en un
estado más elevado, y se moviliza nuestro espíritu, nuestra mente, nuestro
cuerpo además de nuestra voz.
El papel de las canciones y de la música sagrada es central en todas las
religiones del mundo, ya que se vinculan a la espiritualidad. Ciertamente, en
la relación con Dios, llega un momento en el que se acaban las palabras y una
melodía puede decir mucho más que las expresiones verbales. Y muchas
veces, sin una letra específica, la música o el canto comienzan a surgir del
corazón de quien ora o contempla, convirtiéndose en algo más perfecto que
una sucesión de conceptos racionales que tratan de hilar una frase o una idea.
Así, la música adecuada activa el espíritu, exacerba nuestros sentimientos y
potencia el sentido de las palabras. Provoca una profunda comunión con Dios
y genera vida e innumerables frutos espirituales, incluso la conversión.
Los salmos oraciones del Pueblo de Dios son una excelente manera de
llevar la oración personal en nuestra vida cotidiana; los salmistas cantaban
cuando se encontraban tristes o preocupados, cuando sentían miedo, cuando
estaban agradecidos, por la mañana, por la tarde o por la noche. Así lo dice el
salmista: “Cantaré eternamente la misericordia del Señor” (Sal 88).
La misericordia se convierte en un canto, como dice el Papa Francisco. El
haber sido “misericordiado por Dios” genera un agradecimiento eterno que se
transforma en un canto eterno.
San Agustín, quien vivió una dura lucha interior entre su gran sensibilidad
musical y su preocupación por comprender si el placer que producía la
belleza de la música distraía la atención al texto sagrado, nos dejó este
consejo: “No te preocupes por las palabras, como si estas fuesen capaces de
expresar lo que deleita a Dios. Canta con júbilo. Este es el canto que agrada a
Dios, el que se hace con júbilo. ¿Qué quiere decir cantar con júbilo? Darse
cuenta de que no podemos expresar con palabras lo que siente el corazón. En
efecto, los que cantan, ya sea en la siega, ya en la vendimia o en algún otro
trabajo intensivo, empiezan a cantar con palabras que manifiestan su alegría,
pero luego es tan grande la alegría que los invade que, al no poder expresarla
con palabras, prescinden de ellas y acaban en un simple sonido de júbilo. El
júbilo es un sonido que indica la incapacidad de expresar lo que siente el
corazón. Y este modo de cantar es el más adecuado cuando se trata del Dios
inefable. Porque, si es inefable, no puede ser traducido en palabras. Y, si no
puedes traducirlo en palabras y, por otra parte, no te es lícito callar, lo único
que puedes hacer es cantar con júbilo. De este modo, el corazón se alegra sin
palabras y la inmensidad del gozo no se ve limitada por unos vocablos.
Cantadle con maestría y con júbilo”.
Hay distintas formas de cantar y distintos tipos de música; algunas
canciones son de alabanza, otras de meditación, otras de agradecimiento u
ofrecimiento a Dios. Y existen aquellas que nos sirven para interiorizar
determinada palabra y quedarnos alrededor de ella repitiéndola y sintiendo
cómo va resonando en nuestro interior, como podrían ser las jaculatorias. Es
una frase con contenido espiritual que se repite en presencia de Dios para
gustar y orar con ella y va penetrando en lo más profundo de nuestro ser.
No es indispensable que la música tenga letra, también puede ayudarnos a
liberar la mente una melodía que simplemente vaya sumergiéndonos en un
estado de comunión con Dios. Sabemos que nuestro cerebro produce ondas y
que la música genera ondas en el cerebro, de manera que existen algunos
tipos de música que alteran y otros que armonizan; por eso, es muy
importante que la oración, si va a ser acompañada de una música instrumental
o un canto, lleve a la persona a vivir un encuentro con Dios sin distracciones.
Es recomendable incorporar música en los GO. Algunos integrantes
podrán tocar un instrumento; otros guiar el canto o acompañarse de música
grabada. Lo importante es involucrarse con la música, orar y dejar que el
Espíritu Santo se manifieste en el canto. En este sentido reconocemos que
hay música ungida (música que nos ayuda a entrar en comunión con Dios).
Si una música nos dispersa o altera puede que no sea la adecuada. También
aquí habrá que descubrir aquel tipo de música con el que más se identifica el
grupo. Una elección acertada une a las personas, armoniza la oración y a los
integrantes, ayuda a elevar el espíritu hacia Dios. También en esto hay un
tiempo, hasta encontrarse en el Espíritu y cantar en oración.
LA MEDITACIÓN
La meditación manifiesta una búsqueda en la que intervienen el pensamiento,
la imaginación, la emoción y el deseo. Generalmente inspirada por la lectura
de un texto (la Biblia, imágenes sagradas u otros textos litúrgicos), tiene por
objeto la apropiación creyente de la realidad considerada, para vivirla en la
realidad de nuestra vida.
Esta movilización es necesaria para profundizar en nuestras convicciones
de fe, propiciar la conversión de nuestro corazón y fortalecer la voluntad de
seguir a Cristo. La meditación nos permite descubrir los movimientos que
agitan nuestro corazón y discernir tratando de comprender el porqué y el
cómo de la vida cristiana, adherirnos y responder a lo que el Señor nos pide.
Los métodos de meditación presentan gran diversidad, pero un método es
una guía; lo importante es conocer y gustar el Espíritu Santo.
ORACIÓN CONTEMPLATIVA
La contemplación es un don de Dios. Nosotros podemos crear la disposición
a Dios para encontrarla. Una manera de disponernos a ella es a través del
silencio amoroso en Dios. La contemplación tiene un valor de revelación,
pues la moción fundamental en este tipo de oración viene por iniciativa del
Espíritu Santo. Como solo Dios concede esta Gracia, hay que buscar la
disposición a ella. Centramos nuestra atención en la presencia de Dios en
nuestro interior. La práctica de la oración contemplativa tiene por objeto
desapegarnos de nuestros pensamientos para poder abrirnos a una realidad
nueva. Es escucha, silencio, unión con Cristo y es comunión de amor.
¿Cómo adentrarnos en esta oración contemplativa?
Silencio interior
Vale la pena profundizar sobre esta práctica pues produce frutos importantes
de transformación interior, y cambia verdadera y paulatinamente nuestra
manera de apreciar la realidad. A través de la práctica de la contemplación se
ha hecho cada vez más evidente como camino de tolerancia y compasión.
Crea puentes en el espíritu de gente de diferentes creencias, entre pobres y
ricos, entre aquellos que sufren a causa del conflicto y de la división. La
experiencia contemplativa crea comunidad. Es un lugar de encuentro para el
diálogo interreligioso, pues muchos llegan a Dios por medio del silencio.
La contemplación no es un método de relajación, ni un fenómeno
parapsicológico, ni una técnica. Es un modo de orar y, por lo tanto, una forma
de relacionarnos, ya que cuando nos disponemos a ella, lo que buscamos es la
relación con Dios.
Esta oración tiene sus raíces en el silencio. En diversos pasajes del
Evangelio vemos que Jesús se retiraba para hablar con su Padre (Lc 6, 12; Mt
14, 23; Mc 1, 35, 36; Mc 6, 46; Jn 6, 15). En la contemplación dejamos de
prestar atención al flujo normal de nuestros pensamientos, a cualquier cosa
que percibimos –una emoción, un ruido exterior, algo que tengamos que
hacer, un recuerdo–, y nos abrimos a otro nivel de interioridad para entrar en
la dimensión espiritual de nuestro ser.
Para quien desee recorrer este camino, será necesario tener momentos de
silencio interior e intentar la oración de quietud. En ese silencio vamos
sintiendo con intensidad la presencia de Dios expandiendo la dimensión
espiritual de nuestro ser. Y así como lo percibimos en nuestro interior,
comenzamos paulatinamente a descubrirlo en nuestras cosas de todos los
días, generando mayor lucidez y sensibilidad ante la realidad.
Esta dinámica de la oración contemplativa lleva a una transformación de la
personalidad, a un cambio en la manera de percibir la realidad y responder
frente a ella. La paz, la calma, el bienestar y la disposición a Dios que se va
experimentando constituyen los frutos de esta oración transformante. Si
tenemos paciencia, en algún momento Dios se manifiesta. Santa Teresa de
Ávila decía que la paciencia todo lo alcanza, este no es un camino para
impacientes.
Todas las formas de comunicarnos con Dios son igualmente valiosas, pero
es importante valernos de todo nuestro ser para relacionarnos con Él a través
de la palabra, de la emoción, de nuestro cuerpo, nuestro pensamiento,
nuestras acciones, nuestras capacidades y a través del silencio. El cultivo del
silencio interior es la mejor oportunidad que podemos darle a Dios para que
actúe en nuestro espíritu. Y cuanto mayor sea ese silencio, más profunda será
la manera de relacionarnos con los demás y nuestra transformación, y mayor
disposición tendremos para escuchar a Dios y a los demás.2
OTROS MODOS DE VIVIR LA ALIANZA CON DIOS: LA
ORACIÓN LITÚRGICA Y LA LECTIO DIVINA
ORACIÓN LITÚRGICA
La liturgia celebra el misterio pascual de Cristo en el tiempo de la Iglesia y es
una obra de la Santísima Trinidad. La Iglesia actualiza el acontecimiento
histórico de la muerte y resurrección de Cristo en cada celebración litúrgica y
lo realiza desde la Iglesia de los apóstoles hasta nuestros días. El Espíritu
Santo recuerda y actualiza en la liturgia la salvación de Jesucristo y su poder
transformador. En ella apresura la venida del Reino preparando a la Iglesia
peregrina para la participación plena de Cristo (Ap 19, 9): “En los cielos y
tierras nuevas preparados por Dios para la humanidad” (Ap 21, 1-2).
¿Cuáles son las celebraciones litúrgicas? Los sacramentales, el oficio
divino o liturgia de las horas, y las formas de piedad o expresiones de
religiosidad popular.
Los sacramentales
Son signos sagrados que expresan gracias que ayudan a la santificación de la
vida. Pueden ser objetos bendecidos, el encomendarse en el momento de la
oración con una oración o devoción particular, el uso de un aceite bendecido
o el uso del agua bendita.
1 Se puede profundizar en este tema leyendo el Catecismo Iglesia Católica (CIC 1077 al 1083).
2 El padre John Main OSB (1926-1982) ha hecho un enorme aporte en la recuperación de esta
experiencia de oración bajo la tradición contemplativa cristiana. Quienes quieran profundizar en el
tema pueden consultar su bibliografía (véanse algunos títulos en la cita bibliográfica) o en la página
web de la Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana. También el P. Thomas Keating o
Francisco Jalics.
2
COMUNIDAD CRISTIANA Y
GRUPO DE ORACIÓN
LA COMUNIDAD CRISTIANA
el individualismo
la crisis de identidad
la caída del fervor
El individualismo
Es un fenómeno que invade los niveles más altos de la cultura y que exalta un
ideal egoísta, donde el individuo por sí solo decide qué es bueno y qué es
malo, niega la validez del bien común y es parte de un pensamiento libertario.
En una audiencia del 21 de junio de 2017 el Papa invitaba a combatir el
individualismo exagerado dando el ejemplo de aprender a jugar en equipo;
por lo tanto, debemos crecer en nuestra espiritualidad no solo como
individuos, sino como comunidad. La espiritualidad genuina reclama crecer
en comunidad. El otro me quita de la zona de confort y me interpela. Es una
ocasión para transformar mi vida según el Evangelio.
Dios es amor, pero amor en relación. Jesús no fue un maestro aislado, sino
que reunió a sus discípulos en comunidad y les enseñó a vivir, además de la
relación con Él, el vínculo entre ellos.
“El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de
consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y
avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales” (EG N°2).
La crisis de identidad
La identidad del cristiano está dada por la obra del Espíritu Santo en su vida.
A Jesús le fue revelada su identidad por el Padre tanto en el Bautismo como
en la Transfiguración en el Tabor (Mt 17, 1-9). Si Jesús no hubiera ido a orar,
si no hubiera sido un hombre de oración escuchando ante todo la voz del
Padre como Palabra primera, se hubiera confundido. Jesús pudo estar firme
en Getsemaní (Lc 22, 39-46), a pesar de sus angustias de muerte, gracias a
que tenía clara su identidad y su camino. De tal manera que pudo decirle al
Padre: “Aparta de mí este dolor, pero no se realice conforme a lo que yo
deseo, sino a lo que Tú quieres”.
En esta decisión personal tan fuerte queda clara la dimensión comunitaria
de su vida, pues todo lo haría para salvar a sus hermanos, confiando en los
caminos que el Padre tenía para realizarlos. Esto revela a un hombre que vive
con entereza su identidad y su destino.
FORMACIÓN
Así como ampliamos y compartimos nuestro conocimiento ejercitando y
fortaleciendo la oración, vamos aprendiendo distintas formas de
comunicarnos con Dios y experimentamos su presencia en nuestro interior y
en la dinámica del grupo. Y, tal como lo hacemos en este libro, nos dejamos
ayudar por el magisterio o enseñanza de la Iglesia a través de sus documentos
o exhortaciones.
¿Cuáles son las fuentes principales de la formación cristiana?
la Palabra de Dios
el Magisterio de la Iglesia
textos de la liturgia, devociones particulares
escritos de autores de espiritualidad
la vida de cada uno con su sabiduría personal
La Palabra de Dios
Es la fuente principal, porque es inspirada por el Espíritu Santo. Por medio de
ella Dios habla, porque es viva y eficaz.
El Magisterio de la Iglesia
Son documentos, cartas, encíclicas, exhortaciones, enseñanzas de los Papas,
teólogos o maestros de espiritualidad reconocidos que, interpretando la
Palabra de Dios, brindan una enseñanza tomada de ella y actualizada a los
tiempos y situaciones que vivimos.
Textos litúrgicos
Son los que están en la Lex orandi de la Iglesia, o sea, aquellas oraciones de
tiempos antiquísimos que han ido quedando y son utilizadas en las liturgias.
Ellas ayudan a abrir el corazón a Dios.
Autores de espiritualidad
Nos ayudan a crecer en la comprensión del misterio de Dios. Son libros y
pensamientos que podemos compartir cuando nos encontramos con el grupo
y cuya validez se pondrá de manifiesto en la acogida que puedan lograr en él.
LA INTERCESIÓN
La oración de intercesión, como mencionamos en el capítulo 1, es una
petición en favor de otro u otros para conseguir un bien y constituye un
aspecto central en todo GO. A medida que el grupo crece y se consolida, sus
integrantes van teniendo disposición a abrirse, y es entonces cuando se
suscitan la confianza y la oración espontánea. Se va formando en el grupo un
espacio para compartir dolores, preocupaciones, agradecimientos y
esperanzas, orando unidos, unos por otros, como expresión de un profundo
amor fraterno de solidaridad y de confianza en Dios Padre. También se van
rezando peticiones de otras personas, situaciones sociales para confiarlas al
cuidado de Dios.
La intercesión no es simplemente de palabra y hacia afuera, sino, por el
contrario, significa estar en medio, intermediar con fe y confianza pidiendo la
intervención misericordiosa de Dios sobre aquel por quien oramos,
colaborando así con el plan salvífico de Dios. Es tomar los anhelos de Dios
de querer salvar al mundo y el anhelo humano de querer redimirse. Por tanto,
se transforma en una manera de estar en comunión con Dios y con nuestro
prójimo. La oración de intercesión debe estar siempre inspirada por el
Espíritu Santo.
La intercesión es agradecimiento y alegría por la existencia de nuestros
hermanos y por lo que Dios obra en ellos. En toda oración debemos pedir lo
que deseamos; pero, como Jesús en Getsemaní, saber decir: “Que no se haga
nuestra voluntad, sino la de Dios”. “En primer lugar, doy gracias a mi Dios
por medio de Jesucristo, a causa de todos ustedes, porque su fe es alabada en
el mundo entero” (Rom 1, 8). “¡No dejo de dar gracias a Dios por ustedes,
por la gracia que él les ha concedido en Cristo Jesús!” (1 Cor 1, 4). “Yo doy
gracias a Dios cada vez que los recuerdo” (Fil 1, 3).
Interceder no es solo pedir, sino entrar en el corazón de Dios y ver en él a
nuestros hermanos. Es una experiencia de común unión fraterna, y a su vez
piadosa, de aquel que se pone en presencia del Padre como hijo necesitado, y
nos ayuda a vivir con el corazón de Pablo, quien exhorta a tener el mismo
sentir unos con otros: “Porque, así como en un solo cuerpo tenemos muchos
miembros con diversas funciones, también todos nosotros formamos un solo
Cuerpo en Cristo, y en lo que respecta a cada uno, somos miembros los unos
de los otros. Conforme a la Gracia que Dios nos ha dado, todos tenemos
aptitudes diferentes. El que tiene el don de la profecía que lo ejerza según la
medida de la fe. El que tiene el don del ministerio que sirva. El que tiene el
don de enseñar que enseñe. El que tiene el don de exhortación que exhorte. El
que comparte sus bienes que dé con sencillez. El que preside la comunidad
que lo haga con solicitud. El que practica misericordia que lo haga con
alegría” (Rom 12, 4-8).
La intercesión es una clara expresión de que todos estamos en función de
todos poniendo en práctica el amor y la compasión, que es lo que mueve la
oración. También expresa que somos un solo cuerpo y nos asistimos unos a
otros. Ser compasivo es “estar próximo” y la compasión es “sentir con el
otro”. Cuando nos entregamos de este modo a Jesús vivo y resucitado,
experimentamos el verdadero amor de Dios y por nuestros hermanos. Todos
los cristianos estamos llamados a ser intercesores.
El poder de la intercesión
Sobre la intercesión en particular nos habla el Papa Francisco en la
exhortación EG N° 281-282. Allí describe con claridad la fuerza misionera y
la importancia de la intercesión como una forma de amor a los demás.
Porque buscamos el bien del prójimo, pedimos por él y entonces nos
sumamos al deseo del otro con nuestro propio corazón, la intercesión es sentir
con el otro (Rom 12, 9-16), es una expresión de nuestro amor por los demás
que nos lleva directamente al corazón amoroso de Dios. Tal como expresa
San Pablo: “En todas mis oraciones, siempre pido con alegría por todos
vosotros [...] porque os llevo dentro de mi corazón” (Fil 1, 4.7).
Es importante invocar y ponernos en la presencia del Espíritu Santo,
principal actor en la oración de intercesión, pidiéndole que actúe con su poder
en nuestros pedidos. Él orienta nuestra intercesión y la hace efectiva
dirigiendo nuestras intenciones (Ef 6, 18).
Algunos modos de interceder
Al interior del grupo: Algunos lo llaman “baños de Gracia”. Es cuando
todo el grupo, con el gesto de las manos, intercede por uno de los
miembros y sus intenciones. Se puede también elegir a alguien del
grupo, y se colocan las manos sobre el hombro, la espalda o tomando las
de la persona por la que estamos intercediendo (puede realizarse in situ
o a distancia). En la intercesión es necesario identificarse con la persona
o con la situación por la que estamos pidiendo, y eso solo se logra a
través del poder y la Gracia del Espíritu Santo.
Recen por mí: La oración por la Iglesia, sus miembros y el mundo, con
sus situaciones temporales.
CORRECCIÓN FRATERNA
Si tu hermano comete un pecado —dijo Jesús—, corrígelo a solas, si te
escucha, lo habrás salvado. En caso de que no tome en cuenta tus palabras,
entonces debes volver a intentarlo, pero esta vez acompañado por uno o dos
testigos. Si aun de ese modo no te escucha, compártelo con la comunidad (Mt
18, 15-18). De eso se trata la corrección fraterna. Jesús enseñó a sus
discípulos que debían aprender a corregirse sus errores entre ellos, pues la
vida de la comunidad en la tierra reflejará la vida de comunión en el cielo.
Por eso dijo también que todo cuanto sea atado en la tierra queda atado en el
cielo. La corrección no debe estar motivada en la forma de ser de una persona
que nos resulte molesta a nosotros, sino en el hecho de que esa persona no
esté obrando evangélicamente. Lo importante es ayudar a nuestro hermano.
Además, debe hacerse en nombre de Dios, que quiere ver sanos física y
espiritualmente a sus hijos. Y enmarcarse en el amor al prójimo como a uno
mismo. Si estuviéramos equivocados, ¿acaso no nos gustaría que alguien nos
corrigiera bien para regalarnos una vida mejor? Por eso es muy importante no
solo aprender a corregir a los demás, sino también a dejarnos corregir. Y eso
requiere confianza mutua, delicadeza y sencillez de corazón. En un GO,
puede ocurrir que alguien tenga una cierta palabra de conocimiento, lo cual es
un don de Dios para ayudar a caminar en la voluntad de Dios a un hermano o
a uno mismo.
Cada vez que me tocó vivir esa experiencia, me di cuenta de que Jesús
nunca nos puede dañar, corrige sin humillar y, fundamentalmente, cuidando
el buen nombre de aquel a quien corrige. Cuando nos corrigen
amorosamente, si bien la verdad puede dolernos, ella siempre nos ayuda. Hay
actitudes que se oponen a la corrección fraterna:
Cuando un grupo difama a alguien sin que ese alguien se entere. Hablar
mal de una persona a sus espaldas es lo opuesto a la corrección fraterna.
Lo mismo ocurre con la actitud de señalar a otros. No olvidemos que el
demonio es el acusador de nuestros hermanos.
No hay corrección fraterna cuando se hiere la autoestima o la estima
pública del hermano.
Tampoco lo son el reclamo o queja contra él.
MISIÓN
La formación de un GO es una misión en sí misma. El grupo se reúne para
escuchar la voz, la voluntad de Dios en la vida de cada uno. Conocer la
voluntad de Dios es conocer la propia misión. La voluntad de Dios no solo se
discierne con la oración, sino también en el encuentro con los demás. El GO
ayuda a vivir y compartir con el otro haciéndose carne de sus alegrías y,
sobre todo, de sus dolores.
El Papa Francisco, en Evangelii gaudium (EG N° 270), alerta sobre la
tentación de ser cristianos “periféricos”, de ir por la vida sin acercarnos lo
suficiente al prójimo de manera de no involucrarnos con su problemática de
vida. Y nos alienta a dirigir a él nuestra mirada. Compartir nuestra vida en
profundidad nos regala la dicha de sentirnos pueblo, de pertenecer a un
cuerpo unido que se sostiene y se acompaña. También nos enseña que mirar
al otro es mirar a Dios.
El amor por los demás es una fuerza espiritual que nos ayuda a
encontrarnos con Dios y a descubrirlo a través de lo que compartimos. La
misión es el modo de dar el Amor. “Un misionero entregado experimenta el
gusto de ser un manantial, que desborda y refresca a los demás” (EG N° 272).
Dice San Juan Pablo II en la encíclica Redemptoris missio (RM N°2): “La
fe se fortalece dándola”. Un GO es una luz en medio del pueblo y está
llamado a irradiar en la caridad a aquel que los reúne y es “Luz para alumbrar
a las naciones”.
El GO irá reconociendo la misión que Dios le revela según su designio y
conforme al dinamismo del grupo como pequeña comunidad en Cristo. El
Espíritu Santo irá descubriendo la misión como grupo y la misión particular,
según el estado de vida personal.
La misión de la Iglesia se desarrolla en tres dimensiones: el cuidado
pastoral de aquella parte de ella que ayuda a crecer a los discípulos de Jesús
para que se hagan misioneros. La nueva evangelización hacia aquellos
cristianos que han perdido el vigor de su fe, como por ejemplo aquellos que
cita el Evangelio de Lucas (Lc 15, 3-7), que habiendo sido parte del rebaño se
apartan y esto hace necesario dejar las noventa y nueve ovejas para buscar a
la perdida. Y la tercera dimensión, ad gente, encarnada en el llamado que
Jesús les hace a los discípulos: “Vayan, pues, y hagan discípulos en todas las
naciones…” (Mt 28, 19).
Estas tres dimensiones se pueden vivir tanto en ámbitos territoriales como
en sectores más vulnerables, en áreas culturales, en el mundo de la
comunicación, del medio ambiente o en el diálogo sobre temáticas sociales o
políticas, con no creyentes o en el mundo interreligioso.
ETAPAS EN LA FORMACIÓN DE UN GRUPO DE ORACIÓN
IDENTIDAD
Los grupos, en general, se forman a partir de algunas experiencias de fe
vividas dentro de una parroquia, un movimiento o una espiritualidad. Y, sin
duda, cada grupo enriquecerá esos ámbitos mayores, lo cual conformará su
identidad, que nunca será copiar sino beber de la particularidad con la que
Espíritu Santo guía a esa parte del pueblo de Dios.
Es importante que cada GO tenga su identidad, y sea fiel a Dios y a la
comunidad de pertenencia reconociendo su carisma, su espiritualidad y su
misión. Dios no hace dos cosas iguales, es muy creativo; por eso, no se trata
de copiar, sino de escuchar y discernir en comunidad. Y aunque esto lleve un
tiempo, es necesario recorrer el camino.
Para ello, al momento de formar un GO, tengamos en cuenta los siguientes
aspectos:
GO abiertos
Son aquellos cuyos miembros invitan a sus encuentros a orar a otros. Son
grupos que, por ejemplo, preparan una adoración en alguna comunidad
parroquial o en un determinado lugar con cierta periodicidad, y realizan
encuentros abiertos para orar en unión con aquellos que llegan. Este grupo
debe tener guías con alguna experiencia de oración.
LA PERSEVERANCIA
Así como para el logro de cualquier propósito debe estar presente esta
capacidad de ser consecuentes y sostener la voluntad, en un GO es
fundamental perseverar no solo hasta lograr su consolidación, sino también
como condición indispensable para que pueda dar frutos.
Ningún fruto se produce de manera inmediata. Jesús dice que, por la
perseverancia, salvaremos nuestras vidas (Lc 21, 19).
OTROS ASPECTOS DEL GRUPO DE ORACIÓN
Tiempo
El proceso de formación del grupo no tiene un tiempo fijo predeterminado, ya
que cada uno posee una dinámica diferente. De hecho, puede suceder que, al
comienzo, algún integrante pueda dejarlo o que se sumen otros, hasta que se
logre la conformación definitiva, su consolidación, estabilidad y confianza.
Cantidad de integrantes
Tampoco está determinada, y hay que saber que no es necesario esperar
reunir a varias personas, sino que basta con empezar, aunque sea con dos o
tres, e ir invitando a otras a incorporarse. Tengamos en cuenta que lo
fundamental es generar profundidad e intimidad; por eso, lo ideal es que el
grupo no sea muy numeroso. Puede tomarse como referencia a los apóstoles
de Jesús, que son doce.
Confidencialidad
Al consolidarse, se irá dando una amistad donde se compartirá el amor
mutuo, la lealtad, la honestidad y la confianza. Por eso, es imprescindible
establecer la absoluta confidencialidad acerca de las intimidades que se
confían al grupo, ya que, a medida que se avanza en el conocimiento
profundo del otro, aumenta la proximidad. Hay que generar la confianza
necesaria para abrir el corazón, caminar juntos en la oración y entregarse con
la tranquilidad de estar cuidados y amados por Dios y por el grupo.
SUGERENCIAS PARA DESARROLLAR LOS ENCUENTROS
LA LECTURA DE LA PALABRA
No puede faltar la lectura de la Palabra. La Iglesia existe para evangelizar;
por lo tanto, un GO no puede desconocer el Evangelio, que es la Palabra viva
y eficaz de Dios en la vida de sus hijos.
EL ESPACIO FÍSICO
Los GO se pueden reunir en distintos espacios, convenientemente en la
iglesia, en la casa de alguien, si el tiempo es propicio, al aire libre y, también,
en algunas oportunidades, pueden elegirse lugares de retiro espiritual.
Deberían ser sitios que garantizaran el cobijamiento espiritual, la unción del
Espíritu y la libertad de expresión dentro del grupo. Por ejemplo, si se desea
cantar, que sea un espacio que no moleste a nadie que se encuentre cerca, a
fin de que el GO pueda vivir cierta intimidad entre sí y con Dios. Algo
fundamental es que sea un lugar tranquilo, ya que se requiere privacidad. Y
que sea favorable a todos los integrantes para garantizar su presencia.
LA DURACIÓN
En cuanto a la duración de los grupos, es variable. Algunos perduran un
tiempo determinado o hasta lograr un propósito particular, mientras que
otros se mantienen toda la vida. Respecto del horario establecido, es
recomendable también que sea de conveniencia de todos.
LUGAR (LOCALIDAD)
Respecto al lugar como localidad y horario establecido es recomendable que
sea favorable a todos para garantizar la presencia de los integrantes.
LA ORACIÓN PERSONAL
Hay que orar todos los días, no solo con el grupo. Es muy importante que
aprendamos a orar con otros, pero para ello debemos hacerlo también en
soledad. Así la oración en común dará más frutos. Si oramos únicamente
cuando estamos con otros, no podremos crecer en la oración, y si no
participamos en la oración en común, nuestra capacidad de diálogo con Dios
puede verse empobrecida. También es importante la participación en la vida
litúrgica de la comunidad de referencia.
EL TIEMPO DE REUNIÓN
Depende de la necesidad del grupo y del punto de espiritualidad que este
vaya alcanzando. Tiempo mínimo: una hora pura de oración. Hay grupos que
pueden elegir compartir algo antes o al finalizar la reunión, pero deberán
cuidar el tiempo de oración. Por eso, hace bien acordar un horario de cierre.
EL RENUNCIAMIENTO
El GO es un espacio de conversión, de dejar atrás lo que nos aparta de Dios,
el pecado, para vivir de la Gracia.
Es importante que la espiritualidad sea semejante para no enfrentar
disgustos. Para ello, se debería conversar antes de adherir al GO. La
convivencia entre los miembros incluso mostrará aspectos de algunos que
podrían incomodar a otro u otros. Sin embargo, esto no debe asustar, pues
“cristiano no se nace, cristiano se hace”. Del mismo modo, en el grupo
también podemos decir “santo no se nace, santo se hace”, un hacer que es
obra de Dios y no nuestra. En consecuencia, las diferencias de carácter entre
unos y otros reclaman prudencia, paciencia y confianza en el obrar divino, así
como en el amor que viven y comparten.
Es muy cierta la afirmación que dice que “el amor todo lo soporta”. Sin
embargo, hay personas que tienen muchas heridas en el alma y puede ser
difícil conciliar con ellas. Recuerdo un GO en el que había alguien que no
guardaba la necesaria confidencialidad y solía hablar fuera del grupo de cosas
atinentes a él. Lógicamente, a medida que los integrantes se enteraban,
lentamente lo iban abandonando. Entonces me consultaron sobre la situación
y yo sugerí que hablaran con la persona en cuestión. Y ocurrió que esa
persona, justamente a causa de sus heridas, no supo reconocer su falta. Al
contrario, se justificaba diciendo que lo había hecho “para ayudar”.
Finalmente, el grupo tuvo que tomar la difícil resolución de pedirle que se
alejara.
En otra oportunidad, una persona que evidenciaba una inmadurez
psicológica bastante severa y sus necesidades afectivas irresueltas, aunque
con buenas intenciones, obligó al grupo a decidir su disolución debido a sus
intervenciones desatinadas y a las incomodidades que generaba fuera de las
reuniones. Felizmente, con el tiempo, algunos miembros formaron un nuevo
grupo.
Este tipo de situaciones deben ser resueltas conforme al Evangelio, donde
Jesús habla de la “corrección fraterna” (Mt 18, 15-20).
Los que siempre faltan o nunca cumplen con las consignas pueden suscitar
distracciones en el resto. De ahí la importancia de que encuentren un grupo
acorde a sus posibilidades reales.
DISCERNIMIENTO ESPIRITUAL
La oración es un movimiento de Dios en nosotros. Al comenzar un encuentro
de oración, debemos pedir que el Espíritu Santo la guíe. En el desarrollo del
encuentro, es indispensable que estemos atentos, por la fe, a reconocer lo que
nos viene de Él. Y cuando el encuentro finalice necesitamos dedicarle un
tiempo exclusivamente a preguntarnos qué ha obrado Dios en nosotros. La
pregunta se hará con mucho respeto, ya que no debemos tomar el nombre de
Dios en vano y, si le atribuimos algo que no le es propio, estaremos no solo
dañando la vida espiritual del grupo, sino también ofendiéndolo a Él.
No le temamos a un silencio respetuoso si no tenemos la certeza de que se
trata de inspiraciones divinas. Aquí es importante tener cuidado con aquellos
que se creen iluminados, cuya soberbia espiritual los hace suponerse dueños
de la verdad y con derecho de acaparar la opinión de los demás.
A discernir también se aprende. Así como podemos educar el oído para la
música, la palabra para la expresión o el cuerpo para la destreza física, así
también el espíritu humano aprende, con el tiempo y la Gracia de Dios, a
reconocer las cosas espirituales, las del Espíritu Santo. Para ello es preciso un
adecuado entrenamiento. Recordemos que San Ignacio de Loyola habla de
ejercicios espirituales, que nos ayudan a ejercitar las potencias del espíritu
para el diálogo con Dios.
Dijo Jesús a Nicodemo (Jn 3, 1 ss) que hay que nacer del Espíritu Santo, de
lo alto, y esta es una Gracia que se recibe. Para ser discípulo de Cristo, no
basta con cumplir las normas morales. Se requiere escuchar la voz del
Maestro y confiar en su Gracia. El Espíritu Santo es como el viento, que
sopla donde quiere y su rumor se oye, pero no sabemos de dónde viene ni
adónde va. Así también el GO es un espacio de Gracia para reconocer la voz
del Espíritu. La Iglesia toda está guiada por Él. En su carta apostólica
Gaudete et Exsultate, el Papa Francisco previene del pelagianismo, que es
aquella inclinación a confiar solo en las propias fuerzas y no tanto en la
Gracia de Dios.
Al terminar la reunión, debe haber un momento para que los miembros
compartan de qué modo ha vivido cada uno la acción del Espíritu Santo a fin
de hacer juntos un discernimiento comunitario. A veces, podrán reconocer
una palabra para todo el grupo; otras veces, para alguien en particular; otras
acerca de una situación que se viva como comunidad o sociedad. El
discernimiento crecerá con una vida habitual de oración, con el trato
frecuente y la meditación de la Palabra de Dios y, también, con la formación
de la conciencia y el reconocimiento de los engaños del mal espíritu, que en
ocasiones podría guiarnos.
Un texto del Evangelio muy significativo relata el momento en que Jesús
se dirige al desierto luego de ser bautizado y allí es tentado por el demonio.
“Después de ser bautizado Jesús, el Espíritu le empuja al desierto y
permanece allí cuarenta días, siendo tentado por Satanás. Estaba entre los
animales del campo y los ángeles le servían” (Mc 1, 12-13). Pero Jesús
recibió al Espíritu y se dejó guiar por él. En cambio, nosotros, que también
estamos bautizados, no sabemos reconocer sus inspiraciones.
Podemos pensar que, si nos dejamos guiar por el Espíritu Santo, todo
resultará fácil. Pero incluso para el propio Jesús la experiencia fue ardua y
sintió desolación. A pesar de ello, experimentó la tentación y reconoció que
debía aprender a discernir el buen espíritu del malo. Aprendió a escrutar la
Palabra de Dios, pues el demonio lo confundía con la misma Palabra pero
sacada de contexto. A su vez, fue tentado en su necesidad de alimentarse, o
de ganar poder, o incluso de situarse por encima del Padre. Del mismo modo,
debemos aprender a reconocer qué invitaciones provienen de Dios y deben
acogerse y cuáles deben rechazarse.
En su lucha en el desierto Jesús salió fortalecido y pudo sentir con mayor
claridad el llamado del Padre, conforme a la voluntad del que lo envió y no
según sus propios deseos. En este sentido, el grupo es un espacio de “ir al
desierto” a vivir juntos la comunión y el trato con Dios. Y discernir Su
voluntad para nosotros en los tiempos que corren. A esto llamamos “discernir
los signos de los tiempos”, poder entender lo que Dios está diciendo para
cada época y circunstancia del mundo.
TEXTOS BÍBLICOS QUE ILUMINAN LAS ACTITUDES EN EL
GRUPO DE ORACIÓN
MARTA Y MARÍA
En Betania, una aldea situada a unos 2,5 km al este de Jerusalén, vivían
Lázaro, Marta y María, con quienes Jesús compartía una profunda amistad.
Él podía descansar en esa relación. Quizás no sea secundario destacar el
significado que algunos atribuyen, en arameo, al término “Beth anya”: casa
de frutos. Sin ninguna duda, la amistad es uno de los frutos más importantes
de la vida.
La relación de Marta, María y Lázaro con Jesús era de amistad y, también,
de un discipulado. Esto nos hace pensar que un GO debe ser un lugar donde
demos buenos frutos de amistad mutua en Jesús y de escucha al maestro
como buenos discípulos. Lo que veremos en este Evangelio es cómo Jesús
destaca la actitud de María, que está receptiva y atenta a la palabra del
Maestro. Se trata, además, de un texto revolucionario, pues reconoce que las
mujeres pueden ser discípulas de un Rabí. Hasta la época de Jesús, ninguna
podía serlo.
Jesús entra de repente en casa de Marta y María y las encuentra tal como
son. Del mismo modo, en el GO Jesús también nos encuentra tal como
somos. Y esta enseñanza de Jesús con Marta y María, a quienes quería mucho
y visitaba frecuentemente, es la manera como Jesús nos formará para vivir
bien este grupo. Él le dice a una de las mujeres: “Marta, Marta, te inquietas y
te agitas por muchas cosas y, sin embargo, pocas cosas son necesarias. O,
más bien, una sola lo es. María eligió la mejor parte, que no le será quitada”
(Lc 11, 41-42).
Jesús no reprocha a Marta por estar abocada a sus quehaceres, sino que le
expresa su pena por no hacerse un lugar para lo verdaderamente importante.
Igualmente, cada GO debe saber elegir la mejor parte. Está bien tener tiempo
para contarnos nuestras cosas, compartir un café, un desayuno; pero el
Evangelio nos señala: “Elijan la mejor parte, que no les será quitada”.
¿Cuál es la mejor parte? Sin duda la que eligió María, quien escucha
sentada a los pies del Maestro. Por ello, es indispensable que el GO sea un
espacio de escucha y comunión, en el que todos se dispongan a ver al
Maestro.
Escucha de la Palabra
Después que ellos han podido expresarse sin condicionamientos, Jesús
retoma la iniciativa y realiza una relectura de los mismos hechos que ellos
han relatado, pero interpretados desde un punto de vista nuevo, el punto de
vista de la resurrección. Jesús es el auténtico intérprete, capaz de explicar el
sentido profundo de los acontecimientos, de hacerles encontrar vida,
esperanza y victoria donde solo veían destrucción, muerte y derrota. Al
asumir el punto de vista de la resurrección, la interpretación del Resucitado
transforma los hechos brutos de la historia en historia de salvación.
El GO va aprendiendo a leer la vida desde la palabra del Resucitado, que es
Señor de la historia.
Comunión
Los discípulos se abren a dar hospitalidad a un “extranjero”. Su súplica
carece, a primera vista, de toda lógica. ¡Quédate con nosotros! ¿Por qué?
¿Para qué? ¡Simplemente, porque es el atardecer y el día se acaba!
Evidentemente, no se trata de una lógica pragmática, se trata de la lógica del
corazón, que en cada día que pasa percibe lo pasajero de la vida, la fugacidad
del existir y el morir, y anhela la comunión como anticipo de la eternidad.
Luego de aceptar su invitación, Jesús vuelve a asumir la iniciativa y toma
el pan, que bendice, parte y reparte. Entonces sí lo reconocen. Se abren los
ojos de la vista porque previamente se han abierto los del corazón, luego de
arder durante un largo rato.
El GO aprende a recibir la Palabra, primero como algo de afuera y,
lentamente, como Palabra encarnada en sus propias vidas y en la historia.
Comprensión de la Palabra
No es posible acceder al punto de vista de la resurrección si no hay apertura
cordial. Ellos mismos reconocen que les ardía el corazón cuando Jesús les
hablaba por el camino y les explicaba las Escrituras. Ahora han entendido
que todo lo sufrido contenía en sí el germen de la esperanza.
En un GO vamos aprendiendo también a incluir las partes dolorosas de la
vida dentro del camino de la fe. Dios no se ausenta en los momentos de dolor
(Lc 24, 26).
Regreso y anuncio
Después de hacer una experiencia personal tan profunda, vuelven a la
comunión. Ahora sí tienen el corazón dispuesto a reencontrarse para
compartir la alegría de la fe con sus hermanos. Se han convertido en testigos
y anunciadores.
En el GO toda transformación suscita un anuncio. Los discípulos de Emaús
nos enseñan a encontrarnos con Cristo vivo y resucitado en cada encuentro,
fuente y centro de nuestra comunión.
Tomemos este ejemplo para reconocer cómo Jesús nos habla en nuestro
grupo, y nos va explicando lo que necesitamos entender a la luz de su Palabra
y con profunda fe en su presencia.
ALGUNOS CONSEJOS DE PABLO A LAS COMUNIDADES
CRISTIANAS
En este camino de oración de Santa Teresa, que trata del amor con Aquel que
nos ama, por sobre todas las cosas llegaremos amar a Dios, cultivaremos el
amor a Él. Sin embargo, cuando Jesús habla del primer mandamiento, el más
importante, nos habla de amar al prójimo como a nosotros mismos.
Alguien le preguntó alguna vez a Jesús: “¿Quién es mi prójimo?” y Jesús
lo iluminó con la siguiente parábola, para ejemplificar cuál debía ser el modo
de vivirlo. Detengámonos en este texto: “Y entonces, un doctor de la Ley se
levantó y le preguntó, para ponerlo a prueba: ‘Maestro, ¿qué tengo que hacer
para heredar la Vida eterna?’. Jesús le preguntó a su vez: ‘¿Qué está escrito
en la Ley? ¿Qué lees en ella?’. Él le respondió: ‘Amarás al Señor, tu Dios,
con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu
espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo’. ‘Has respondido exactamente’, le
dijo Jesús; ‘obra así y alcanzarás la vida’.
Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta
pregunta: ‘¿Y quién es mi prójimo?’. Jesús volvió a tomar la palabra y le
respondió: ‘Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos
bandidos, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio
muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y
siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino.
Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se
conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y
vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se
encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño
del albergue, diciéndole: Cuídalo, y lo que gastes de más te lo pagaré al
volver. ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre
asaltado por los ladrones?’. ‘El que tuvo compasión de él’, le respondió el
doctor. Y Jesús le dijo: ‘Ve y procede tú de la misma manera’” (Lc 10, 25-
37).
Jesús le enseña quién es el prójimo. En el GO nos hacemos prójimos unos
a otros y así nos ayudamos y crecemos juntos compartiendo las
circunstancias de la vida de cada uno. Sin embargo, la parábola habla de
alguien que va por el camino y encuentra a un necesitado. Qué importante es
estar atentos al “camino” de cada día en las calles de la vida. Allí también
hacemos experiencia de Dios y de aquello que tenemos para compartir en el
grupo. Los samaritanos no se hablaban con los judíos y el que se detiene es
un samaritano, con lo cual Jesús nos hace ver que el Evangelio no se restringe
al ámbito del templo, sino que es un modo de ser en las circunstancias de lo
cotidiano. Allí está Dios, y en el GO compartimos, oramos, nos dejamos
iluminar por su Palabra y su presencia, y así también crecemos e iluminamos
juntos la realidad.
La vida de oración nos lleva a la caridad y la caridad está expresada
cuando Jesús dice: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Él no nos dice
quién es nuestro prójimo, sino que nos invita a hacernos próximos a todo el
que sufre y nos necesita. Ama haciéndote próximo (prójimo) de los que
caminan por el mundo.
Si oramos juntos, el Señor creará mayor proximidad entre nosotros y nos
ayudará a sentirnos más próximos de los demás. El caminar junto a otros nos
regala una mayor sensibilidad para estar abiertos al corazón del otro. El GO
es, en cierto sentido, un laboratorio de amor, una pequeña escuela de amor.
La vida de oración otorga siempre el fruto de la caridad.
La comunidad juánica vive este mandamiento diciendo que aquel que ama
a su hermano permanece en la luz, pero el que lo aborrece está en tinieblas (1
Jn 2, 10-11).
Este amor, dirá Juan, tiene que manifestarse con hechos: “No amemos solo
de palabra, sino con obras y de verdad” (1 Jn 3, 18). En esta misma línea Juan
refuerza ese mandamiento del amor diciendo que a Dios nadie lo ha visto
jamás, pero si nos amamos unos a otros Dios permanece en nosotros y su
amor se perfecciona en nosotros (1 Jn 4, 12). Tan unido está el amor a Dios y
a los demás que Juan dirá que si alguien asegura: “Yo amo a Dios” y
aborrece a su hermano, es un mentiroso, porque el que no ama a su hermano,
a quien ha visto, no puede amar a Dios, a quien no ha visto (1 Jn 4, 20).
PERMANECER EN EL AMOR
La comunidad que preserva los pequeños detalles del amor [107], donde
los miembros se cuidan unos a otros y constituyen un espacio abierto y
evangelizador, es lugar de la presencia del Resucitado que la va santificando
según el proyecto del Padre. A veces, por un don del amor del Señor, en
medio de esos pequeños detalles se nos regalan consoladoras experiencias de
Dios: ‘Una tarde de invierno estaba yo cumpliendo, como de costumbre, mi
dulce tarea […]. De pronto, oí a lo lejos el sonido armonioso de un
instrumento musical. Entonces me imaginé un salón muy bien iluminado,
todo resplandeciente de ricos dorados; y en él, señoritas elegantemente
vestidas, prodigándose mutuamente cumplidos y cortesías mundanas. Luego
posé la mirada en la pobre enferma, a quien sostenía. En lugar de una
melodía, escuchaba de vez en cuando sus gemidos lastimeros […]. No puedo
expresar lo que pasó por mi alma. Lo único que sé es que el Señor la iluminó
con los rayos de la verdad, los cuales sobrepasaban de tal modo el brillo
tenebroso de las fiestas de la tierra, que no podía creer en mi felicidad’ [108].
En contra de la tendencia al individualismo consumista que termina
aislándonos en la búsqueda del bienestar al margen de los demás, nuestro
camino de santificación no puede dejar de identificarnos con aquel deseo de
Jesús: ‘Que todos sean uno, como tú Padre en mí y yo en ti’ (Jn 17, 21).
En oración constante.
Finalmente, aunque parezca obvio, recordemos que la santidad está hecha
de una apertura habitual a la trascendencia, que se expresa en la oración y en
la adoración. El santo es una persona con espíritu orante, que necesita
comunicarse con Dios. Es alguien que no soporta asfixiarse en la inmanencia
cerrada de este mundo, y en medio de sus esfuerzos y entregas suspira por
Dios, sale de sí en la alabanza y amplía sus límites en la contemplación del
Señor. No creo en la santidad sin oración, aunque no se trate necesariamente
de largos momentos o de sentimientos intensos. (Exhortación apostólica
Gaudete et Exsultate, N° desde 140 al 147)7.
MARÍA, MADRE DE LA HUMANIDAD
Los primeros creyentes, desde el envío del Espíritu Santo, aprendieron a vivir
la fe en comunidad. Así los había formado el Maestro y perseveraron en la
oración con María, la Madre de Jesús, quien continúa acompañando la
oración de los hijos de Dios. Al pie de la cruz, Jesús confía al discípulo a su
propia Madre: “He aquí a la Madre”. La señala como Madre de una nueva
humanidad y, por eso, el discípulo la recibe en su casa, tal como nosotros
seguimos recibiéndola.
El 10 de mayo de 2017 el Papa Francisco dice en su catequesis: “No somos
huérfanos: tenemos una Madre en el cielo, que es la Santa Madre de Dios”.
María es Madre; todo lo que sufrió su Hijo lo sufrió Ella y todo lo que salvó
su Hijo ella también quiere que llegue a ser salvado. Fue muy fuerte la
expresión que utilizó Juan Pablo II en enero de 1985, en su visita a la ciudad
de Guayaquil, en Ecuador, cuando dijo que María fue espiritualmente
crucificada con su Hijo crucificado, y que su papel como corredentora no
terminó después de la glorificación de su Hijo.
María, invitada a ser servidora de los planes de Salvación de Dios para este
mundo, dispone la totalidad de su ser entregando a Dios Padre todo lo que es:
“Hágase en mí según tu Palabra…” (Lc 1, 38). Así ella se convierte en
modelo de entrega a la voluntad del Padre. Jesús enseñó a pedir de la misma
manera cuando rezamos la oración del cristiano junto a todos los hijos de
Dios del mundo entero: “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”.
María enseña cómo vivir esta oración. Ella acompaña a la Palabra, que es su
Hijo, con actitud silenciosa, contemplativa, meditativa, en todas las
circunstancias de su vida, dejando que sea la Palabra la que manifieste su
destino y su poder sanador y salvador.
Así como María dio a luz a la Palabra desde su propio vientre, sabe
también cuidarla para que dé todo su fruto, aun en el momento en que el
grano de trigo tiene que ser puesto en la tierra y morir para dar su fruto pleno
y verdadero. “Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo;
pero si muere, da mucho fruto” (Jn 12, 24). Así también María, por esa
Gracia del Espíritu Santo, ayudará a que todo el Pueblo de Dios viva esa
Palabra que el Padre pone en cada uno y cuidará para que pueda dar frutos de
vida eterna. Su misión de Madre dura hasta el momento en que, junto con su
Hijo, presente a toda la familia humana en los brazos del Padre.
En los albores de la teología cristiana, la Iglesia proclamó el dogma de
María la Madre de Dios. Poco tiempo atrás el Papa Francisco instituyó la
fiesta de María Madre de la Iglesia, para destacar que desde el cielo ella
acompaña el camino de los hijos en la tierra a fin de que alcancemos la cima
para la que fuimos creados. Es frecuente que, en los GO,
tengamos devociones dedicadas a Ella, o que de su mano meditemos los
misterios de nuestra salvación, como sucede por ejemplo con el rosario.
Existen GO surgidos de una revelación privada reconocida por la Iglesia, y
esos mensajes, en ciertos casos, sirven para ayudarnos a comprender mejor la
Palabra revelada. Para quienes siguen alguno de estos grupos, es bueno saber
que ninguna revelación privada añade nada al contenido de lo revelado en los
Libros Sagrados de la Biblia, pero ayudan a interpretar y actualizan el mismo
mensaje de la Palabra de Dios, que es viva y eficaz.
Sin embargo, por ser inspirados por el Espíritu Santo, forman parte de la
misma Palabra, que dice que el Espíritu Santo nos guiaría a la Verdad
completa.
María Madre de la Humanidad es la Madre que quiere que sus hijos vivan
unidos, no solo entre los que están dentro de una parroquia, grupo o
movimiento, sino entre todos sus hijos, cristianos, ortodoxos, católicos,
evangélicos, aunque podamos tener diferencias. La Madre siempre ayuda a
unir a los hijos. Jesús dio su vida por toda la humanidad, María abraza esa
misma humanidad sin dejar fuera de su abrazo a quienes profesan otras
religiones, invitando a que cada uno con su propia identidad viva en Alianza
de Paz y amor. Sabiendo que Dios Padre desde Noé hizo Alianza con toda la
creación y la fue renovando sucesivamente con el pueblo de Dios, el cual
debe ser signo de toda la humanidad creyente.
El modelo de los monjes de Tibhirine es un buen testimonio de esta
unidad, pues ellos eligieron vivir su fe cristiana de un modo fraterno en un
contexto musulmán.
LA ESPIRITUALIDAD DE LA ALIANZA DE LA PAZ
“Oración Santa”
Para rezar uniéndonos como hermanos,
respetando las diferencias de la creencia en Dios.
INVOCACIÓN
“Por La Paz,
por el suministro de La Paz,
porque La Paz de Dios Sea”
Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra Paz a los hombres que Ama el Señor.
Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra Paz a los hombres que Ama el Señor.
Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra Paz a los hombres que Ama el Señor.
Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra Paz a los hombres que Ama el Señor.
A continuación, se oran tres cuentas:
Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra Paz a los hombres que Ama el Señor.
Se inicia
Por la señal de la santa cruz +
de nuestros enemigos +
líbranos, Señor, Dios nuestro +
En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo +
Amén
INVOCACIONES
Oración
“Por La Paz,
por el Suministro de La Paz,
porque La Paz de Dios Sea”
Se inicia en la unión:
Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra Paz a los hombres que Ama el Señor
Invoco el Corazón Triunfante de Nuestro Señor Jesucristo en Su Divino
Amor
Ave María
Padre Nuestro
Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra Paz a los hombres que Ama el Señor.
Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra Paz a los hombres que Ama el Señor.
Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra Paz a los hombres que Ama el Señor.
Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra Paz a los hombres que Ama el Señor.
En la unión se ora:
Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
En la unión se ora:
Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra Paz a los hombres que Ama el Señor
Invoco el Corazón Triunfante de Nuestro Señor Jesucristo en Su Divino
Amor
Ave María
Padre Nuestro
Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra Paz a los hombres que Ama el Señor
Invoco el Corazón Triunfante de Nuestro Señor Jesucristo en Su Divino
Amor
Ave María
Padre Nuestro
En la Cruz se ora:
“Por La Paz,
por el Suministro de La Paz,
porque La Paz de Dios Sea”
“Será Ser
Se Sea
Ser Dei”
Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra Paz a los hombres que Ama el Señor
Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra Paz a los hombres que Ama el Señor
Avemaría
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita Tú
eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa
María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de
nuestra muerte. Amén.
Gloria
Gloria al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora
y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
El orden es: don del Temor de Dios, don de la Piedad, don de la Fortaleza,
don del Consejo, don de la Ciencia, don del Entendimiento, don de la
Sabiduría.
El don de la Piedad
Suscita en nuestros corazones una filial afección por Dios como nuestro
amorosísimo Padre. Nos inspira, por amor a Él, a amar y respetar a las
personas y cosas a Él consagradas, así como aquellos que están envestidos
con su autoridad, su Santísima Madre y los Santos, la Iglesia y su cabeza
visible, nuestros padres y superiores, nuestro país y sus gobernantes. Quien
está lleno del don de Piedad no encuentra la práctica de la religión como
deber pesado sino como deleitante servicio. Donde hay amor no hay trabajo.
El don de la Fortaleza
Fortalece el alma ante el miedo natural y soporta hasta el final el desempeño
de una obligación. La fortaleza le imparte a la voluntad un impulso y energía
que la mueve a llevar a cabo, sin dudarlo, las tareas más arduas, a enfrentar
los peligros, a estar por encima del respeto humano, y a soportar sin quejas el
lento martirio de la tribulación aún de toda una vida. “El que persevere hasta
el fin, ese se salvará”. (Mt. 24, 13).
El don de la Sabiduría
Abarcando a todos los otros dones como la caridad, abraza a todas las otras
virtudes; la Sabiduría es el más perfecto de los dones. De la Sabiduría está
escrito: “Todo lo bueno vino a mí con Ella y riquezas innumerables me
llegaron a través de sus manos”. Es el don de la Sabiduría el que fortalece
nuestra fe, fortifica la esperanza, perfecciona la caridad y promueve la
práctica de la virtud en el más alto grado. La Sabiduría ilumina la mente para
discernir y apreciar las cosas de Dios, ante las cuales los gozos de la tierra
pierden su sabor, mientras la Cruz de Cristo produce una divina dulzura de
acuerdo con las palabras del Salvador: Toma tu cruz y sígueme, porque mi
yugo es suave y mi carga ligera.
Santo Rosario
En la antigüedad, los romanos y los griegos solían coronar con rosas a las
estatuas que representaban a sus dioses, como símbolo del ofrecimiento de
sus corazones. La palabra “rosario” significa “corona de rosas”.
Siguiendo esta tradición, las mujeres cristianas que eran llevadas al
martirio por los romanos, marchaban por el Coliseo vestidas con sus ropas
más vistosas y con sus cabezas adornadas de coronas de rosas, como símbolo
de alegría y entrega por el encuentro con Dios. Por la noche, los cristianos
recogían sus coronas y por cada rosa, recitaban una oración o un salmo por el
eterno descanso del alma de las mártires.
La Iglesia recomendó rezar el rosario, que consistía en recitar los ciento
cincuenta salmos de David, y luego sugirió suplantarlos por ciento cincuenta
Avemarías para que pudieran rezarlo las personas que no sabían leer. A
este “Rosario corto” se le llamó “el Salterio de la Virgen”.
A finales del siglo XII, a Santo Domingo de Guzmán se le apareció la
Virgen con tres ángeles y le dijo que la mejor arma para convertir a las almas
duras era el rezo de su salterio. En otra ocasión, en Notre Dame, en París, la
Virgen se le apareció y le dijo que cambiara su sermón mientras le entregaba
un libro con imágenes, en el cual le explicaba lo mucho que gustaba a Dios el
Rosario de Avemarías, porque le recordaba ciento cincuenta veces el
momento en que la humanidad, representada por María, había aceptado a su
Hijo como Salvador.
Dado que el Rosario es una forma de oración que combina la reflexión
meditativa de los misterios de la vida de Cristo y María, a través de los
siglos la feligresía católica, bajo la inspiración del Espíritu Santo y con la
guía de la Iglesia, realizó diferentes selecciones en cuanto a qué misterios se
meditan y qué oraciones son las que se utilizan para acompañarlas.
La forma más conocida del Rosario es la que se reza de la siguiente
manera:
Acto de contrición
Pésame Dios mío, me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido.
Pésame por el infierno que merecí y por el Cielo que perdí; pero mucho
más me pesa porque pecando ofendí, a un Dios tan bueno y tan grande
como Vos. Antes querría haber muerto que haberos ofendido y
propongo firmemente no pecar más y evitar todas las ocasiones
próximas de pecado. Amén
2. Anunciar el primer misterio. Rezar el Padrenuestro.
3. Rezar diez Avemarías, Gloria y Jaculatoria.
4. Anunciar el segundo misterio. Rezar el Padrenuestro.
5. Rezar diez Avemarías, Gloria y Jaculatoria.
6. Anunciar el tercer misterio. Rezar el Padrenuestro.
7. Rezar diez Avemarías, Gloria y Jaculatoria.
8. Anunciar el cuarto misterio. Rezar el Padrenuestro.
9. Rezar diez Avemarías, Gloria y Jaculatoria.
10. Anunciar el quinto misterio. Rezar el Padrenuestro.
11. Rezar diez Avemarías, Gloria y Jaculatoria.
12. Rezar el Padrenuestro.
13. Rezar tres Avemarías y Gloria.
14. Rezar la Salve.
Salve
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza
nuestra. Dios te salve. A Ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a Ti
suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora,
abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, y después
de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh
clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de
alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Santa María Faustina Kowalska recibió una visión de un ángel enviado por
Dios para castigar a cierta ciudad. Ella comenzó a pedir misericordia, pero
sus rezos eran impotentes. Repentinamente, tuvo una visión de la Santísima
Trinidad y sintió dentro de sí el poder de la gracia de Jesús. Al mismo tiempo
se encontró rogando a Dios por misericordia con unas palabras que oyó en su
interior. El Señor le dijo: “Alienta a las personas a decir la Coronilla que te he
dado... Quien la recite recibirá gran misericordia a la hora de la muerte. Los
sacerdotes la recomendarán a los pecadores como su último refugio de
salvación. Aun si el pecador más empedernido hubiese recitado esta
Coronilla al menos una vez, recibirá la gracia de Mi infinita Misericordia.
Deseo conceder gracias inimaginables a aquellos que confían en Mi
Misericordia”.
“Escribe que, cuando digan esta Coronilla en presencia del moribundo, Yo
me pondré entre mi Padre y él, no como Justo Juez, sino como
Misericordioso Salvador”.
Cómo rezarlo:
Se utiliza un Rosario común de cinco decenas:
1. Comenzar con un Padre Nuestro, Avemaría y Credo.
2. Al iniciar cada decena (cuentas grandes del Padre Nuestro), decir:
“Padre Eterno, te ofrezco el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad
de Tu Amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, para el perdón de
nuestros pecados y los del mundo entero”.
3. En las cuentas pequeñas del Ave María: “Por Su dolorosa Pasión, ten
misericordia de nosotros y del mundo entero”.
4. Al finalizar las cinco decenas de la coronilla se repite tres veces: “Santo
Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo
entero”.
Oración
Oye, Israel Adonai es nuestro Dios, Adonai es Uno
Bendito sea el nombre de la gloria de Su reino por siempre jamás.
Amarás a Adonai, tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo
tu fuerza.
Y estas palabras que yo te ordeno hoy, estarán sobre tu corazón:
Las enseñaras a fondo a tus hijos, y hablarás de ellas al estar estando en tu
casa, y al andar por el camino, al acostarte y al levantarte.
Las atarás como señal sobre tu mano, y serán por recordatorio entre tus
ojos.
Las escribirás en las jambas de tu casa, y en tus portones.
1. Al-lah Dios
2. Ar Rajmán El Compasivo con toda la creación Ar-Raḥmān
3. Ar Rajim El Misericordioso con los creyentes Ar-Raḥīm
4. Al Málik El Rey Al-Malik
La Biblia
Catecismo de la Iglesia Católica (CIC)
Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (EG) El anuncio del Evangelio
sobre el mundo actual, Papa Francisco, 2013
Carta Encíclica Redemptoris Missio - La permanente validez del mandato
misionero, Papa Juan Pablo II, 1990.
Mente abierta, corazón abierto. La dimensión contemplativa del
Evangelio, Thomas Keating, O.C.S.O.
Breve manual instructivo para la formación de grupos de oración, María
Reina de la paz.
Oren alzando unas manos limpias. La Oración de intercesión, Cyril John,
Servicio de Publicaciones de la R.C.C.E.
Una palabra hecha silencio. Guía para la práctica cristiana de la
meditación, Jhon Main, Ediciones Sígueme.
Una palabra hecha camino. Meditación y silencio interior, Jhon Main,
Ediciones Sígueme.
Comunidad mundial para la meditación cristiana.
Lectura y comentarios de textos del libro Las Moradas, Padre
Maximiliano Hérraiz
Monjes Mártires de Argelia Artesanos de Paz, Bernardo de Olivera
Editorial: Talita Kum 2016.
Exhortación Apóstolica Gaudete et Exsultate, El llamado a la Santidad en
el mundo actual, Papa Francisco, 2018.