Horacio Quiroga
Horacio Quiroga
Horacio Quiroga
Horacio Quiroga
Nacimiento 31 de diciembre de 1878
Salto, Uruguay
Defunción 19 de febrero de 1937
(58 años)
Buenos Aires, Argentina
Nacionalidad Uruguay
Ocupación Escritor
Género Cuentista, dramaturgo y poeta
Movimientos Naturalista y modernista
Índice
Biografía
Nacimiento
Nació el 31 de diciembre de 1878 en la ciudad uruguaya de Salto, en el oeste del país, sobre
el río Uruguay, frontera con la Argentina. Fue el segundo hijo del matrimonio de Prudencio
Quiroga y Pastora Forteza, quienes le dieron por nombre Horacio Silvestre Quiroga Forteza.
Adolescencia y formación
Reconstrucción exacta de la primera casa de Quiroga en San Ignacio. La original fue destruida por los
aborígenes.
En 1906 Quiroga decidió volver a su amada selva. Aprovechando las facilidades que el
gobierno ofrecía para la explotación de las tierras, compró una chacra (junto con Vicente
Gozalbo) de 185 hectáreas en la provincia de Misiones, sobre la orilla del Alto Paraná, y
comenzó a hacer los preparativos destinados a vivir allí, mientras enseñaba Castellano y
Literatura.
Durante las vacaciones de 1908, el literato se trasladó a su nueva propiedad, construyó las
primeras instalaciones y comenzó a edificar el bungalow donde se establecería. Enamorado de
una de sus alumnas —la adolescente Ana María Cires—, le dedicó su primera novela,
titulada Historia de un amor turbio. Quiroga insistió en la relación frente a la oposición de los
padres de la alumna obteniendo por fin el permiso para casarse y llevarla a vivir a la selva con
él. Los suegros de Quiroga, preocupados por los riesgos de la vida salvaje, siguieron al
matrimonio y se trasladaron a Misiones con su hija y yerno. Así, pues, el padre de Ana María,
su madre y una amiga de esta, se instalaron en una casa cercana a la vivienda del matrimonio
Quiroga.
En 1911 Ana María dio a luz a su primera hija, Eglé Quiroga, en su casa de la selva. Durante
ese mismo año, el escritor comenzó la explotación de sus yerbatales en sociedad con su amigo
uruguayo Vicente Gozalbo y, al mismo tiempo, fue nombrado Juez de Paz (funcionario
encargado de mediar en disputas menores entre ciudadanos privados y celebrar matrimonios,
emitir certificados de defunción, etc.) en el Registro Civil de San Ignacio. Las tareas de Quiroga
como funcionario merecen mención aparte: olvidadizo, desorganizado y descuidado, tomó la
costumbre de anotar las muertes, casamientos y nacimientos en pequeños trozos de papel a
los que «archivaba» en una lata de galletas. Más tarde adjudicaría conductas similares al
personaje de uno de sus cuentos.
Al año siguiente nació su hijo menor, Darío. En cuanto los niños aprendieron a caminar,
Quiroga decidió ocuparse personalmente de su educación. Severo y dictatorial, exigía que cada
pequeño detalle estuviese hecho según sus exigencias. Desde muy pequeños, los acostumbró
al monte y a la selva, exponiéndolos a menudo —midiendo siempre los riesgos— al peligro,
para que fueran capaces de desenvolverse solos y de salir de cualquier situación. Fue capaz
de dejarlos solos en la jungla por la noche o de obligarlos a sentarse al borde de un alto
acantilado con las piernas colgando en el vacío.
El varón y la niña, sin embargo, no se negaban a estas experiencias —que aterrorizaban y
exasperaban a su madre— y las disfrutaban. La hija aprendió a criar animales silvestres y el
niño a usar la escopeta, manejar una moto y navegar, solo, en una canoa.
Buenos Aires
Tras el suicidio de su esposa, Quiroga se trasladó con sus hijos a Buenos Aires, donde recibió
un cargo de Secretario Contador en el Consulado General uruguayo en esa ciudad, tras arduas
gestiones de unos amigos orientales que deseaban ayudarlo.
A lo largo del año 1917 habitó con los niños en un sótano de la avenida Canning (hoy Raúl
Scalabrini Ortiz) 164, alternando sus labores diplomáticas con la instalación de un taller en su
vivienda y el trabajo en muchos relatos que iban siendo publicados en prestigiosas revistas
como las ya mencionadas, «P.B.T.» y «Pulgarcito». La mayoría de ellos fueron recopilados por
Quiroga en varios libros, el primero de los cuales fue Cuentos de amor de locura y de
muerte (1917) (por decisión expresa del autor, el título no lleva coma). 5 La redacción del libro le
había sido solicitada por el escritor Manuel Gálvez, responsable de Cooperativa Editorial de
Buenos Aires, y el volumen se convirtió de inmediato en un enorme éxito de público y de crítica,
consolidando a Quiroga como el verdadero maestro del cuento latinoamericano.5
Al año siguiente se estableció en un pequeño departamento de la calle Agüero, al tiempo que
apareció su celebrado Cuentos de la selva, colección de relatos infantiles protagonizados por
animales y ambientados en la selva misionera. Quiroga dedicó este libro a sus hijos, que lo
acompañaron durante ese período de pobreza en el húmedo sótano de dos pequeñas
habitaciones y cocina-comedor.
Con dos importantes ascensos en el escalafón consular (primero a cónsul de distrito de
segunda clase y luego a cónsul adscrito) llegó también su nuevo libro de cuentos, El
salvaje (1919). Al año siguiente, siguiendo la idea del Consistorio, fundó Quiroga la
Agrupación Anaconda, un grupo de intelectuales que realizaba actividades culturales en
Argentina y Uruguay. Su única obra teatral (Las Sacrificadas) se publicó en 1920 y se estrenó
en 1921, año en que salía a la ventaAnaconda y otros cuentos, otro libro de cuentos. El
importantísimo diario argentino La Nación comenzó también a publicar sus relatos, que a estas
alturas gozaban ya de una impresionante popularidad. Colaboró también en La Novela
Semanal. Entre 1922 y 1924, Quiroga participó como secretario de una embajada cultural
aBrasil (cuya Academia de Letras lo distinguió especialmente) y, de regreso, vio publicado su
nuevo libro: El desierto (cuentos).
Por mucho tiempo el escritor se dedicó a la crítica cinematográfica, teniendo a su cargo la
sección correspondiente de la revista Atlántida, El Hogar y La Nación. También escribió el
guion para un largometraje («La jangada florida») que jamás llegó a filmarse. Poco tiempo
después, fue invitado a formar una Escuela de Cinematografía. El proyecto, financiado por
inversionistas rusos y que contaría con la inclusión de Arturo S. Mom, Gerchunoff y otros, no
prosperó.
Nuevos amores
Su obra
Seguidor de la escuela modernista fundada por Rubén Darío y obsesivo lector de Edgar Allan
Poe y Guy de Maupassant, Quiroga se sintió atraído por temas que abarcaban los aspectos
más extraños de la Naturaleza, a menudo teñidos de horror, enfermedad y sufrimiento para los
seres humanos. Muchos de sus relatos pertenecen a esta corriente, cuya obra más
emblemática es la colección Cuentos de amor de locura y de muerte.
Por otra parte se percibe en Quiroga la influencia del británico Rudyard Kipling (Libro de las
tierras vírgenes), que cristalizaría en su propio Cuentos de la selva, delicioso ejercicio de
fantasía dividido en varios relatos protagonizados por animales. Su Decálogo del perfecto
cuentista, dedicado a los escritores noveles, establece ciertas contradicciones con su propia
obra. Mientras que el decálogo pregona un estilo económico y preciso, empleando
pocos adjetivos, redacción natural y llana y claridad en la expresión, en muchas de sus relatos
Quiroga no sigue sus propios preceptos, utilizando un lenguaje recargado, con abundantes
adjetivos y un vocabulario por momentos ostentoso.
Al desarrollarse aún más su particular estilo, Quiroga evolucionó hacia el retrato realista (casi
siempre angustioso y desesperado) de la salvaje Naturaleza que lo rodeaba en Misiones: la
jungla, el río, la fauna, el clima y el terreno forman el andamiaje y el decorado en que sus
personajes se mueven, padecen y a menudo mueren. Especialmente en sus relatos, Quiroga
describe con arte y humanismo la tragedia que persigue a los miserables obreros rurales de la
región, los peligros y padecimientos a que se ven expuestos y el modo en que se perpetúa este
dolor existencial a las generaciones siguientes. Trató, además, muchos temas considerados
tabú en la sociedad de principios del siglo XX, revelándose como un escritor arriesgado,
desconocedor del miedo y avanzado en sus ideas y tratamientos. Estas particularidades siguen
siendo evidentes al leer sus textos hoy en día.
Algunos estudiosos de la obra de Quiroga opinan que la fascinación con la muerte, los
accidentes y la enfermedad (que lo relaciona con Edgar Allan Poe yBaudelaire) se debe a la
vida increíblemente trágica que le tocó en suerte. Sea esto cierto o no, en verdad Horacio
Quiroga ha dejado para la posteridad algunas de las piezas más terribles, brillantes y
trascendentales de la literatura hispanoamericana del siglo XX.
Libros
Cronología bibliográfica de publicaciones en vida del autor:
Diario de viaje a París (Testimonio y observaciones, Ed. Páginas de Espuma, Montevideo,
1900) Los arrecifes de coral (Prosa y verso, El Siglo Ilustrado, Montevideo, 1901) El crimen
del otro (Cuentos, Ed. Emilio Spinelli, Buenos Aires, 1904) Los perseguidos (Relato, Ed.
Arnaldo Moen y Hno., Buenos Aires, 1905) Historia de un amor turbio (Novela, Ed. Arnaldo Moen y
Hno., Buenos Aires, 1908) Cuentos de amor de locura y de muerte (Cuentos, Soc. Coop. Editorial
Ltda., Buenos Aires, 1917) Cuentos de la selva (Cuentos infantiles, Soc. Coop. Editorial Ltda.,
Buenos Aires, 1918) El salvaje (Cuentos, Soc. Coop. Editorial Ltda., Buenos Aires, 1920) Las
sacrificadas (Cuentos escénicos en cuatro actos, Soc. Coop. Editorial Ltda., Buenos Aires, 1920)
Anaconda (Cuentos, Agencia Gral. de Librería y Publicaciones, Buenos Aires, 1921) El
desierto (Cuentos, Ed. Babel, Buenos Aires, 1924) La gallina degollada y otros
cuentos (Recopilación de cuentos, Ed. Babel, Buenos Aires, 1925) Los desterrados (Cuentos, Ed.
Babel, Buenos Aires, 1926) Pasado amor (Novela, Ed. Babel, Buenos Aires, 1929) Suelo
natal (Cuentos, Ed. Crespillo, Buenos Aires, 1931) Más allá (Cuentos, Soc. Amigos del Libro
Rioplatense, Buenos Aires - Montevideo, 1935.
Bibliografía