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El Árbol Mágico

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1.

El árbol mágico
Hace mucho mucho tiempo, un niño paseaba por un prado en cuyo centro encontró un árbol con un
cartel que decía: soy un árbol encantado, si dices las palabras mágicas, lo verás.
El niño trató de acertar el hechizo, y probó con abracadabra, supercalifragilisticoespialidoso, tan-ta-
ta-chán, y muchas otras, pero nada. Rendido, se tiró suplicante, diciendo: "¡¡por favor, arbolito!!", y
entonces, se abrió una gran puerta en el árbol. Todo estaba oscuro, menos un cartel que
decía: "sigue haciendo magia". Entonces el niño dijo "¡¡Gracias, arbolito!!", y se encendió dentro del
árbol una luz que alumbraba un camino hacia una gran montaña de juguetes y chocolate.
El niño pudo llevar a todos sus amigos a aquel árbol y tener la mejor fiesta del mundo, y por eso se
dice siempre que "por favor" y "gracias", son las palabras mágicas

2. La princesa de fuego
Hubo una vez una princesa increíblemente rica, bella y sabia. Cansada de pretendientes falsos que
se acercaban a ella para conseguir sus riquezas, hizo publicar que se casaría con quien le llevase el
regalo más valioso, tierno y sincero a la vez. El palacio se llenó de flores y regalos de todos los tipos
y colores, de cartas de amor incomparables y de poetas enamorados. Y entre todos aquellos regalos
magníficos, descubrió una piedra; una simple y sucia piedra. Intrigada, hizo llamar a quien se la
había regalado. A pesar de su curiosidad, mostró estar muy ofendida cuando apareció el joven, y
este se explicó diciendo:
- Esa piedra representa lo más valioso que os puedo regalar, princesa: es mi corazón. Y también es
sincera, porque aún no es vuestro y es duro como una piedra. Sólo cuando se llene de amor se
ablandará y será más tierno que ningún otro.
El joven se marchó tranquilamente, dejando a la princesa sorprendida y atrapada. Quedó tan
enamorada que llevaba consigo la piedra a todas partes, y durante meses llenó al joven de regalos y
atenciones, pero su corazón seguía siendo duro como la piedra en sus manos. Desanimada, terminó
por arrojar la piedra al fuego; al momento vio cómo se deshacía la arena, y de aquella piedra tosca
surgía una bella figura de oro. Entonces comprendió que ella misma tendría que ser como el fuego, y
transformar cuanto tocaba separando lo inútil de lo importante.
Durante los meses siguientes, la princesa se propuso cambiar en el reino, y como con la piedra,
dedicó su vida, su sabiduría y sus riquezas a separar lo inútil de lo importante. Acabó con el lujo, las
joyas y los excesos, y las gentes del país tuvieron comida y libros. Cuantos trataban con la princesa
salían encantados por su carácter y cercanía, y su sola prensencia transmitía tal calor humano y
pasión por cuanto hacía, que comenzaron a llamarla cariñosamente "La princesa de fuego".
Y como con la piedra, su fuego deshizo la dura corteza del corazón del joven, que tal y como había
prometido, resultó ser tan tierno y justo que hizo feliz a la princesa hasta el fin de sus días
3. El cohete de papel
Había una vez un niño cuya mayor ilusión era tener un cohete y dispararlo hacia la luna, pero tenía
tan poco dinero que no podía comprar ninguno. Un día, junto a la acera descubrió la caja de uno de
sus cohetes favoritos, pero al abrirla descubrió que sólo contenía un pequeño cohete de papel
averiado, resultado de un error en la fábrica.
El niño se apenó mucho, pero pensando que por fin tenía un cohete, comenzó a preparar un
escenario para lanzarlo. Durante muchos días recogió papeles de todas las formas y colores, y se
dedicó con toda su alma a dibujar, recortar, pegar y colorear todas las estrellas y planetas para crear
un espacio de papel. Fue un trabajo dificilísimo, pero el resultado final fue tan magnífico que la pared
de su habitación parecía una ventana abierta al espacio sideral.
Desde entonces el niño disfrutaba cada día jugando con su cohete de papel, hasta que un
compañero visitó su habitación y al ver aquel espectacular escenario, le propuso cambiárselo por un
cohete auténtico que tenía en casa. Aquello casi le volvió loco de alegría, y aceptó el cambio
encantado.
Desde entonces, cada día, al jugar con su cohete nuevo, el niño echaba de menos su cohete de
papel, con su escenario y sus planetas, porque realmente disfrutaba mucho más jugando con su
viejo cohete. Entonces se dio cuenta de que se sentía mucho mejor cuando jugaba con aquellos
juguetes que él mismo había construido con esfuerzo e ilusión.
Y así, aquel niño empezó a construir él mismo todos sus juguetes, y cuando creció, se convirtió en el
mejor juguetero del mundo.
4. El niño que insultaba demasiado
- ¡Oh, Gran Mago! ¡Ha ocurrido una tragedia! El pequeño Manu ha robado el elixir con el hechizo
Lanzapalabras.
- ¿Manu? ¡Pero si ese niño es un maleducado que insulta a todo el mundo! Esto es terrible.. ¡hay
que detenerlo antes de que lo beba!
Pero ya era demasiado tarde. Manu recorría la ciudad insultado a todos solo para ver cómo sus
palabras tomaban forma y sus letras se lanzaban contra quien fuera como fantasmas que, al
tocarlos, los atravesaban y los transformaban en aquello que hubiera dicho Manu. Así, siguiendo el
rastro de tontos, feos, idiotas, gordos y viejos, el mago y sus ayudantes no tardaron en dar con él.
- ¡Deja de hacer eso, Manu! Estás fastidiando a todo el mundo. Por favor, bebe este otro elixir para
deshacer el hechizo antes de que sea tarde.
- ¡No quiero! ¡Esto es muy divertido! Y soy el único que puede hacerlo ¡ja, ja, ja, ja! ¡Tontos! ¡Lelos!
¡Calvos! ¡Viejos! - gritó haciendo una metralleta de insultos.
- Tengo una idea, maestro - digo uno de los ayudantes mientras escapaban de las palabras de
Manu- podríamos dar el elixir a todo el mundo.
- ¿Estás loco? Eso sería terrible. Si estamos así y solo hay un niño insultando, ¡imagínate cómo
sería si lo hiciera todo el mundo! Tengo que pensar algo.
En los siete días que el mago tardó en inventar algo, Manu llegó a convertirse en el dueño de la
ciudad, donde todos le servían y obedecían por miedo. Por suerte, el mago pudo usar su magia para
llegar hasta Manu durante la noche y darle unas gotas de la nueva poción mientras dormía.
Manu se despertó dispuesto a divertirse a costa de los demás. Pero en cuanto entró el mayordomo
llevando el desayuno, cientos de letras volaron hacia Manu, formando una ráfaga de palabras de las
que solo distinguió “caprichoso”, “abusón” y “maleducado”. Al contacto con su piel, las letras se
disolvieron, provocándole un escozor terrible.
El niño gritó, amenazó y usó terribles palabras, pero pronto comprendió que el mayordomo no había
visto nada. Ni ninguno de los que surgieron nuevas ráfagas de letras ácidas dirigidas hacia él. En un
solo día aquello de los hechizos de palabras pasó de ser lo más divertido a ser lo peor del mundo.
- Será culpa del mago. Mañana iré a verle para que me quite el hechizo.
Pero por más que lloró y pidió perdón, era demasiado tarde para el antídoto.
- Tendrás que aprender a vivir con tus dos hechizos: lanzapalabras y recibepensamientos. Bien
usados podrían ser útiles…
Manu casi no podía salir a la calle. Se había portado tan mal con todos que, aunque no se lo dijeran
por miedo, en el fondo pensaban cosas horribles de él y cuando esos pensamientos le tocaban eran
como el fuego. Por eso empezó a estar siempre solo.
Un día, una niña pequeña vio su aspecto triste y sintió lástima. La pequeña pensó que le gustaría ser
amiga de aquel niño y, cuando aquel pensamiento tocó la piel de Manu, en lugar de dolor le provocó
una sensación muy agradable. Manu tuvo una idea.
- ¿Y si utilizara mi lanzapalabras con buenas palabras? ¿Funcionará al revés?
Y probó a decirle a la niña lo guapa y lo lista que era. Efectivamente, sus palabras volaron hacia la
niña para mejorar su aspecto de forma increíble. La niña no dijo nada, pero sus agradecidos
pensamientos provocaron en Manu la mejor de las sensaciones.
Emocionado, Manu recorrió las calles usando su don para ayudar y mejorar a las personas que
encontraba. Así consiguió ir cambiando lo que pensaban de él, y pronto se dio cuenta de que desde
el principio podría haberlo hecho así y que, si hubiera sido amable y respetuoso, todos habrían salido
ganando.
Tiempo después, las pociones perdieron su efecto, pero Manu ya no cambió su forma de ser, pues
era mucho mejor sentir el cariño y la amistad de todos que intentar sentirse mejor que los demás a
través de insultos y desprecios.
5. El elefante fotógrafo
Había una vez un elefante que quería ser fotógrafo. Sus amigos se reían cada vez que le oían decir
aquello:
- Qué tontería - decían unos- ¡no hay cámaras de fotos para elefantes!
- Qué pérdida de tiempo -decían los otros- si aquí no hay nada que fotografíar...
Pero el elefante seguía con su ilusión, y poco a poco fue reuniendo trastos y aparatos con los que
fabricar una gran cámara de fotos. Tuvo que hacerlo prácticamente todo: desde un botón que se
pulsara con la trompa, hasta un objetivo del tamaño del ojo de un elefante, y finalmente un montón
de hierros para poder colgarse la cámara sobre la cabeza.
Así que una vez acabada, pudo hacer sus primeras fotos, pero su cámara para elefantes era tan
grandota y extraña que paracecía una gran y ridícula máscara, y muchos se reían tanto al verle
aparecer, que el elefante comenzó a pensar en abandonar su sueño.. Para más desgracia, parecían
tener razón los que decían que no había nada que fotografiar en aquel lugar...
Pero no fue así. Resultó que la pinta del elefante con su cámara era tan divertida, que nadie podía
dejar de reir al verle, y usando un montón de buen humor, el elefante consiguió divertidísimas e
increíbles fotos de todos los animales, siempre alegres y contentos, ¡incluso del malhumorado rino!;
de esta forma se convirtió en el fotógrafo oficial de la sabana, y de todas partes acudían los animales
para sacarse una sonriente foto para el pasaporte al zoo.
6. Los juguetes ordenados
Érase una vez un niño que cambió de casa y al llegar a su nueva habitación vió que estaba llena de
juguetes, cuentos, libros, lápices... todos perfectamente ordenados. Ese día jugó todo lo que quiso,
pero se acostó sin haberlos recogido.
Misteriosamente, a la mañana siguiente todos los juguetes aparecieron ordenados y en sus sitios
correspondientes. Estaba seguro de que nadie había entrado en su habitación, aunque el niño no le
dio importancia. Y ocurrió lo mismo ese día y al otro, pero al cuarto día, cuando se disponía a coger
el primer juguete, éste saltó de su alcance y dijo "¡No quiero jugar contigo!". El niño creía estar
alucinado, pero pasó lo mismo con cada juguete que intentó tocar, hasta que finalmente uno de los
juguetes, un viejo osito de peluche, dijo: "¿Por qué te sorprende que no queramos jugar contigo?
Siempre nos dejas muy lejos de nuestro sitio especial, que es donde estamos más cómodos y más a
gustito ¿sabes lo difícil que es para los libros subir a las estanterías, o para los lápices saltar al bote?
¡Y no tienes ni idea de lo incómodo y frío que es el suelo! No jugaremos contigo hasta que prometas
dejarnos en nuestras casitas antes de dormir"
El niño recordó lo a gustito que se estaba en su camita, y lo incómodo que había estado una vez que
se quedó dormido en una silla. Entonces se dio cuenta de lo mal que había tratado a sus amigos los
juguetes, así que les pidió perdón y desde aquel día siempre acostó a sus juguetes en sus sitios
favoritos antes de dormir.
7. Los últimos dinosaurios
En el cráter de un antiguo volcán, situado en lo alto del único monte de una región perdida en las
selvas tropicales, habitaba el último grupo de grandes dinosaurios feroces. Durante miles y miles de
años, sobrevivieron a los cambios de la tierra y ahora, liderados por el gran Ferocitaurus, planeaban
salir de su escondite para volver a dominarla.
Ferocitaurus era un temible tiranosaurus rex que había decidido que llevaban demasiado tiempo
aislados, así que durante algunos años se unieron para trabajar y derribar las paredes del gran
cráter. Y cuando lo consiguieron, todos prepararon cuidadosamente sus garras y sus dientes para
volver a atermorizar al mundo.
Al abandonar su escondite de miles de años, todo les resultaba nuevo, muy disitinto a lo que se
habían acostumbrado en el cráter, pero siguieron con paso firme durante días. Por fin, desde lo alto
de unas montañas vieron un pequeño pueblo, con sus casas y sus habitantes, que parecían
pequeños puntitos. Sin haber visto antes a ningún humano, se lanzaron feroces montaña
abajo, dispuestos a arrasar con lo que se encontraran...
Pero según se acercaron al pueblecito, las casas se fueron haciendo más y más grandes, y más y
más.... y cuando las alcanzaron, resultó que eran muchísimo más grandes que los propios
dinosaurios, y un niño que pasaba por allí dijo: "¡papá, papá, he encontrado unos dinosaurios en
miniatura! ¿puedo quedármelos?".
Así las cosas, el temible Ferocitaurus y sus amigos terminaron siendo las mascotas de los niños del
pueblo, y al comprobar que millones de años de evolución en el cráter habían convertido a su
especie en dinosaurios enanos, aprendieron que nada dura para siempre, y que siempre hay estar
dispuesto a adaptarse. Y eso sí, todos demostraron ser unas excelentes y divertidas mascotas.
8. El pingüino y el canguro
Había una vez un canguro que era un auténtico campeón de las carreras, pero al que el éxito había
vuelto vanidoso, burlón y antipático. La principal víctima de sus burlas era un pequeño pingüino, al
que su andar lento y torpón impedía siquiera acabar las carreras.
Un día el zorro, el encargado de organizarlas, publicó en todas partes que su favorito para la
siguiente carrera era el pobre pingüino. Todos pensaban que era una broma, pero aún así el
vanidoso canguro se enfadó muchísimo, y sus burlas contra el pingüino se intensificaron. Este no
quería participar, pero era costumbre que todos lo hicieran, así que el día de la carrera se unió al
grupo que siguió al zorro hasta el lugar de inicio. El zorro los guió montaña arriba durante un buen
rato, siempre con las mofas sobre el pingüino, sobre que si bajaría rondando o resbalando sobre su
barriga...
Pero cuando llegaron a la cima, todos callaron. La cima de la montaña era un cráter que había
rellenado un gran lago. Entonces el zorro dio la señal de salida diciendo: "La carrera es cruzar hasta
el otro lado". El pingüino, emocionado, corrió torpemente a la orilla, pero una vez en el agua, su
velocidad era insuperable, y ganó con una gran diferencia, mientras el canguro apenas consiguió
llegar a la otra orilla, lloroso, humillado y medio ahogado. Y aunque parecía que el pingüino le
esperaba para devolverle las burlas, este había aprendido de su sufrimiento, y en lugar de
devolvérselas, se ofreció a enseñarle a nadar.
Aquel día todos se divirtieron de lo lindo jugando en el lago. Pero el que más lo hizo fue el zorro, que
con su ingenio había conseguido bajarle los humos al vanidoso canguro.
9. Los malos vecinos
Había una vez un hombre que salió un día de su casa para ir al trabajo, y justo al pasar por delante
de la puerta de la casa de su vecino, sin darse cuenta se le cayó un papel importante. Su vecino, que
miraba por la ventana en ese momento, vio caer el papel, y pensó:
- ¡Qué descarado, el tío va y tira un papel para ensuciar mi puerta, disimulando descaradamente!
Pero en vez de decirle nada, planeó su venganza, y por la noche vació su papelera junto a la puerta
del primer vecino. Este estaba mirando por la ventana en ese momento y cuando recogió los papeles
encontró aquel papel tan importante que había perdido y que le había supuesto un problemón aquel
día. Estaba roto en mil pedazos, y pensó que su vecino no sólo se lo había robado, sino que además
lo había roto y tirado en la puerta de su casa. Pero no quiso decirle nada, y se puso a preparar su
venganza. Esa noche llamó a una granja para hacer un pedido de diez cerdos y cien patos, y pidió
que los llevaran a la dirección de su vecino, que al día siguiente tuvo un buen problema para tratar
de librarse de los animales y sus malos olores. Pero éste, como estaba seguro de que aquello era
idea de su vecino, en cuanto se deshizo de los cerdos comenzó a planear su venganza.
Y así, uno y otro siguieron fastidiándose mutuamente, cada vez más exageradamente, y de aquel
simple papelito en la puerta llegaron a llamar a una banda de música, o una sirena de bomberos, a
estrellar un camión contra la tapia, lanzar una lluvia de piedras contra los cristales, disparar un cañón
del ejército y finalmente, una bomba-terremoto que derrumbó las casas de los dos vecinos...
Ambos acabaron en el hospital, y se pasaron una buena temporada compartiendo habitación. Al
principio no se dirigían la palabra, pero un día, cansados del silencio, comenzaron a hablar; con el
tiempo, se fueron haciendo amigos hasta que finalmente, un día se atrevieron a hablar del incidente
del papel. Entonces se dieron cuenta de que todo había sido una coincidencia, y de que si la primera
vez hubieran hablado claramente, en lugar de juzgar las malas intenciones de su vecino, se habrían
dado cuenta de que todo había ocurrido por casualidad, y ahora los dos tendrían su casa en pie...
Y así fue, hablando, como aquellos dos vecinos terminaron siendo amigos, lo que les fue de gran
ayuda para recuperarse de sus heridas y reconstruir sus maltrechas casas.
10. Eduardo y el dragón

Eduardo era el caballero más joven del reino. Aún era un niño, pero era tan valiente e inteligente,
que sin haber llegado a luchar con ninguno, había derrotado a todos sus enemigos. Un día, mientras
caminaba por las montañas, encontró una pequeña cueva, y al adentrarse en ella descubrió que era
gigantesca, y que en su interior había un impresionante castillo, tan grande, que pensó que la
montaña era de mentira, y sólo se trataba de un escondite para el castillo.
Al acercarse, Eduardo oyó algunas voces. Sin dudarlo, saltó los muros del castillo y se acercó al
lugar del que procedían las voces.
-¿hay alguien ahí?- preguntó.
- ¡Socorro! ¡ayúdanos! -respondieron desde dentro-llevamos años encerrados aquí sirviendo al
dragón del castillo.
¿Dragón?, pensó Eduardo, justo antes de que una enorme llamarada estuviera a punto de quemarle
vivo. Entonces, Eduardo dio media vuelta muy tranquilamente, y dirigiéndose al terrible dragón que
tenía enfrente, dijo:
- Está bien, dragón. Te perdono por lo que acabas de hacer. Seguro que no sabías que era yo
El dragón se quedó muy sorprendido con aquellas palabras. No esperaba que nadie se le opusiera, y
menos con tanto descaro.
- ¡Prepárate para luchar, enano!, ¡me da igual quien seas! -- rugió el dragón.
- Espera un momento. Está claro que no sabes quién soy yo. ¡Soy el guardián de la Gran Espada de
Cristal!.-siguió Eduardo, que antes de luchar era capaz de inventar cualquier cosa- Ya sabes que
esta espada ha acabado con decenas de ogros y dragones, y que si la desenvaino volará
directamente a tu cuello para darte muerte.
Al dragón no le sonaba tal espada, pero se asustó. No le gustaba nada aquello de que le pudieran
cortar el cuello. Eduardo siguió hablando.
- De todos modos, quiero darte una oportunidad de luchar contra mí. Viajaremos al otro lado del
mundo. Allí hay una montaña nevada, y sobre su cima, una gran torre. En lo alto de la torre, hay una
jaula de oro donde un mago hizo esta espada, y allí la espada pierde todo su poder. Estaré allí, pero
sólo esperaré durante 5 días
Y al decir eso, Eduardo levantó una nube de polvo y desapareció. El dragón pensó que había hecho
magia, pero sólo se había escondido entre unos matorrales. Y el dragón, deseando luchar con aquel
temible caballero, salío volando rápidamente hacia el otro lado del mundo, en un viaje que duraba
más de un mes.
Cuando estuvo seguro de que el dragón estaba lejos, Eduardo salió de su escondite, entró al castillo
y liberó a todos los allí encerrados. Algunos llevaban desaparecidos muchísimos años, y al regresar
todos celebraron el gran ingenio de Eduardo.
¿Y el dragón? ¿Pues os podéis creer que en el otro lado del mundo era verdad que había una
montaña nevada, con una gran torre en la cima, y en lo alto una jaula de oro? Pues sí, y el dragón se
metió en la jaula y no pudo salir, y allí sigue, esperando que alguien ingenioso vaya a rescatarle...
Leyendas
1. La Llorona
La llorona  es una de las leyendas más conocidas en Guatemala y, aunque hay varios elementos
que no cambian,  existen varias versiones sobre el origen de esta leyenda. Uno de los elementos
que permanece igual en todos los relatos es el nombre de la Llorono y su procedencia.

Es decir, en todas las leyendas la mujer lleva el nombre de María y es criolla, es decir, hija de de
españoles en época de la colonia.

Otro de los elementos en común de las leyendas es que María contrajo matrimonio y que su esposo
viajaba mucho. Los elementos que varian es que, estando de viaje, Maria se enamoro de un
fontanero de nombre Juan de la Cruz y producto de este amor queda embarazada.

Otra de las versiones es que de la persona que se enamora es de un mozo de su finca y la tercera
versión es que María llevaba una vida de libertinaje y se desconoce de quien queda embarazada.

Las leyendas, casi todas de ellas, cuentan que, una vez embarazada, puede ser de 1, 2 o inclusive 3
hijos, y preocupada de lo que diría su esposo, Maria va al rio y ahoga a sus hijos. Luego de haber
ahogado a su hijo o hijos, a María le da cargo de conciencia y trata de rescatar a sus pequeños y
termina ahogada ella también.

Otro de las leyendas cuentan que María regresa a su casa y al darse cuenta de lo que había hecho
corre por las calles gritando “mis hijos, mis hijos, donde están mis hijos” con lagrimas en los ojos.

Finalmente, las leyendas cuentan que la llorona está condenada a buscar a sus hijos por toda la
eternidad; se comenta que si se escucha a la llorona lejos es porque esta cerca y cuando se escucha
cerca es porque esta lejos.

2. El Sombrerón
Al igual que la Llorona, El sombrerón es una de las leyendas más populares en Guatemala y por lo
tanto, tiene varios elementos similares y varios elementos distintos en cada uno de los relatos. Todas
las leyendas concuerdan en que el sombrerón era una hombre de pequeña estatura, que usaba un
sombrero muy grande, siempre estaba con una guitarra y tenía una voz maravillosa.

Cuentan las leyendas que el sombrerón vio a una mujer que lo deslumbro con su belleza, de ojos
oscuros y pelo negro. Al verla no puedo resistirse y quiso enamorarla, por lo que se acerco a su
balcón y le cantó serenata. La mujer, a quienes en algunas leyendas la llaman Celina, se enamoró
de este pequeño hombre con esta angelical voz a quien esperaba todos los días.

Celina dejo de comer esperando a la llegada del hombre con la voz melodiosa.  Los padres de
Celina, preocupados, llaman a un sacerdote y al ver que este no podía ayudarla, la llevaron a un
convento. La muchacha murió de tristeza y el dia del velorio apareció el sombrerón cantando y
llorando de tristeza. Desde ese día, cuentan las leyendas que se puede escuchar al sombrerón
cantar con su guitarra en las noches y busca a mujeres de pelo negro y ojos oscuros. Se dice que
para ahuyentar al sombrerón de una mujer a la que persigue, a esta se le debe de cortar el pelo. 
3. La Ciguanaba
La ciguanaba, según cuentan la leyenda en su origen, era una mujer llamada Sihuehuet, cuyo
nombre significa mujer hermosa. Esta mujer tenia una relación con el hijo de un Dios, del cual quedo
embarazada. Pero Sihuehuet probo no ser una buena madre, al contrario, fue una madre que no
cumplía con sus obligaciones.

A parte de ser una mala madre, Sihuehuet tenía un amante. Al descubrir esto, el hijo del Dios,
llamado Tlaloc, maldijo a Sihuehuet. La maldición consiste en que la mujer sería bella de lejos pero
una vez las personas se acercaran y la vieran de cerca seria una mujer horrible.

Esta leyenda continua estando vigente, ya que, según cuentan los relatos, la ciguanaba es una mujer
que parece hermosa a primera vista pero al acercarse tiene cara de yegua o incluso de calavera.

Se dice que la ciguanaba persigue a los hombres que son infieles o trasnochadores. Siguen
contando las leyendas que la ciguanaba atrae a los hombres a barrancos o lugares desiertos para
que las personas mueran al seguirla. Otra de las versiones es que la ciguanaba mata del susto a las
personas o que, sino mueren, se vuelven locas luego de verla.

4. El Cadejo
El cadejo es el animal legendario que cuida a los borrachos, especialmente a aquellos que no
pueden ni sostenerse en pie. Su forma es parecida a la de un perro, peludo con los ojos rojos, patas
de cabra y puede ser o blanco o negro.

El blanco es el cadejo bueno y el negro es el malo. Muchas de las personas indican que ambos
cadejos cuidan a los borrachos juntos, es decir, que ambos cadejos están juntos. El blanco aparece
echado junto a la persona que se emborracha y el negro es mas inquieto, pero cuando aparece un
peligro, ambos cuidan a la borracho.

5. El Carretón de la Muerte


El carro o carretón de la muerte, aparece según la leyenda, en las casas en las cuales fallecerá una
persona y, luego de fallecer, el carruaje llegaba a recoger al muerto.  Una de las leyendas cuenta
que el carruaje es jalado por 2 caballos negros e incluso hay gente que dice que los mismos sacan
fuego de la boca.

La persona que maneja el carruaje va vestido totalmente de negro, haciendo que todo el carruaje
sea de ese color.

Anécdotas de Guatemala

LA CASA REDONDA:
Cuando yo tenía siete años mi papá leyó en el periódico una noticia sobre una casa redonda que
podía girar como si fuera un carrusel. Como mi papá era ingeniero, la noticia le causó tal emoción
que dijo que tenía que hacer algo igual. Me dijo ese día que íbamos a vivir en una casa que da
vueltas. A los pocos días me mostró en la cena los primeros bosquejos de la casa. La terminó de
construir dos años después. Cuando nos pasamos a vivir ahí, mi papá y yo, nos dimos cuenta que la
gente que nos visitaba cambiaba, como si el giro de la casa también provoco un giro en la vida de las
personas
LA ENTREVISTA:
 Mientras observaba lo que habíamos llevado, nos decía, siempre, que si estábamos listos para
volar. Juventino López, un tipo simpático de menos de treinta años, lleva seis meses sin empleo.
Todos los lunes y los jueves revisa minuciosamente los clasificados de la prensa para seleccionar
algunas ofertas, ir a dejar currículums y esperar. Casi todas las semanas ha tenido entrevistas.
Siempre le dicen que lo llamarán si logra pasar la revisión. En ocasiones lo llaman para hacer una
segunda prueba. Quedan de llamarlo, pero igual, no llaman. Un día lee un anuncio y decide llamar.
Lo atiende la señorita Lupita, y lo cita para una entrevista por la tarde.

EL VIEJO DEL BARRANCO


 Todos los viernes a las cinco de la tarde nos íbamos al barranco con el Carlos y el Chejo. Vivíamos
en la misma colonia e íbamos al mismo colegio, a pocas cuadras de nuestras casas. Nos
juntábamos en la casa del Chejo y bajábamos hasta la casa del viejo, que nos esperaba sentado en
su mecedora fumando un cigarrillo mentolado. Sonreía al vernos llegar, con los dientes amarillos que
tenía. Se acariciaba la barba blanca y nos daba la bienvenida mientras se seguía meciendo. Le
llevábamos la comida que nos pedía: a veces fruta, a veces pan, otras veces pollo o carne.

EL MITITIN :
Temprano en la mañana un grupo de hombres monta la tarima donde será el mitin de la tarde. A
media mañana llegan los del sonido con su equipo, su bocinas y micrófonos. Llegará al pueblo uno
de los candidatos a la presidencia. Antes de él, estará una guapa cantante grupera, que se
encargará de levantar el ambiente para que el candidato agarre al pueblo ya animado. En el camino
hacia el pueblo, en la camioneta que traslada al candidato, está el asesor de marketing,
puntualizando algunas cosas que debe decir el candidato en el mitin. El candidato lo escucha como
si fuera un predicador, el mago que le ayudará a llegar al poder. Pero en el pueblo lo espera un
grupo de vecinos que subversivamente tomará el micrófono.

EL SICARIO
Pongamos que me llamo Alfredo, para no entrar en detalles. Me dedico a matar gente por dinero, es
decir, soy lo que llaman un sicario. Como soy efectivo y discreto, cobro caro. Así me aseguro de no
trabajar demasiado; a veces con tres trabajos al año la paso sin problema. Si me miran por la calle,
nadie me tendría miedo. Soy bajito y flaco y tengo cara de imbécil. La cara de imbécil me la inventé
yo mismo, como un disfraz para pasar inadvertido. Hay que ser un desalmado para hacer este
trabajo, sí, pero hay veces que mis trabajos hacen verdadera justicia. Como la vez que maté al idiota
de mi vecino

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