Trabajo 5 Historiográficas
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Si bien es cierto que durante todo su trayecto profesional White mantuvo como central la tópica de la
relación entre discurso literario y discurso histórico, también es cierto que una lectura atenta de su obra
revela ciertos cambios y virajes en sus perspectivas e influencias teóricas a la hora de abordar su tema. A
grandes rasgos podemos señalar tres de ellos:
1.- La teoría de los tropos. Es desarrollada en sus obras Metahistory (1973) y Tropics of Discourse
(1978); Más influenciado por la retórica de Giambattista Vico y la crítica literaria de Northrop Frye que
por la semiología de Sausurre, White retoma la idea de que todo lenguaje es figurativo y por tanto nuestra
aprehensión de la realidad está mediada por metáforas o tropos. La aproximación de White es
estructuralista y formalista como él mismo mencionó, pues lo que buscó fue descubrir los elementos
lingüísticos que entraban juego a la hora de escribir un texto histórico. Para White no hay diferencia
estructural entre el texto histórico y el literario pues ambos presuponen los mismos elementos lingüísticos
para hablar de la realidad: en ambos casos se opera a través del lenguaje figurativo, de naturaleza más
tropológica que lógica. Dicho de otra manera, la conciencia humana opera a través de metáforas. Para
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White, Hayden, El contenido de la forma. Narrativa, discurso y representación histórica, Barcelona, Paidós, 1992, pp. 41-74.
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White existen cuatro tropos básicos que la conciencia humana utiliza para aprehender y prefigurar la
realidad: metáfora, la metonimia, la sinécdoque y la ironía.
2.- La teoría narrativa. Se desarrolla en su obra The Content of the Form (1987). Si bien White nunca
deja la idea de que todo lenguaje es figurativo, sí abandona el enfoque formal estructuralista (el tipo de
enfoque que busca tipologías y taxonomías y que claramente le costó tantas críticas a Metahistory) para
adoptar una aproximación que destacase los elementos más estéticos o poéticos, en particular la idea de la
construcción de la “trama” (emplotment), del discurso histórico. Aquí White se acerca la teoría literaria y
retoma algunas ideas del formalismo ruso (sobre todo la teoría literaria de Román Jakobson) y de la
narratología, disciplina de la semiótica surgida en los años 60’s que se arrojó al estudio de la creación,
comunicación y recepción del relato. Siente simpatía por las ideas de Roland Barthes, Gérard Genette y
Tzvetan Todorov. Precisamente a esta etapa pertenece su artículo “La cuestión de la narrativa en la teoría
historiográfica actual” que analizaremos en un momento más.
3.- La tipología (figuralism). Se desarrolla en Figural Realism: Studies in the Mimesis Effect (1999). Aquí
White centra su atención en analizar las implicaciones políticas, ideológicas y éticas de la narración
histórica y su papel en la formación de la conciencia histórica. Defiende la idea de que la narración
histórica, al tramar los acontecimientos y dotar de sentido al pasado, crea un tipo de verdad figural es
decir, arquetípica, tipológica, como el intento de una comunidad por autocomprenderse. Para White, estas
verdades figurarles moldean la conciencia histórica y es un acto de autopoiesis de la sociedad, dicho en
términos de Niklas Luhmann. Las influencias y recursos teóricos de White son eclécticas; toma ideas de
Michel Foucault, H. G. Gadamer, Paul Ricoeur, Erich Auerbach y elogia algunos trabajos de Jacques
Derrida aunque nunca se catalogó como posestructuralista ni comulgó con ciertas de sus ideas. Al
contrario, White sentía más afinidad teórica a las implicaciones humanísticas de la hermenéutica de
Ricoeur que a las posthumanistas de la deconstrucción derridiana.
Como ya lo señaló Frank Ankersmit, en realidad la obra teórica de White no representa una ruptura con
los ideales cognoscitivos de la modernidad. En efecto, en White el historiador funciona como un tipo de
sujeto trascendental kantiano, o más exactamente, un “yo narrativo” que a través del lenguaje figurativo
convierte el mundo nouménico (el pasado) en un mundo fenoménico (el texto histórico). El lenguaje
figurativo intenta apropiarse del mundo, “hacer suyo” lo que en principio se experimentó como extraño y
ajeno, a la manera en que el “yo trascendental” kantiano se apropia de la realidad. Si bien no es
explícitamente un “yo trascendental” (conciencia o res cogitans) que con sus categorías y conceptos
formales-lógicos aprehende y domestica la realidad, sí es un “yo narrativo”, un tipo de conciencia
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lingüística-poética que construye tropológicamente los campos de experiencia y prepara el camino al
pensamiento en su tarea de hacer conocido lo extraño. La narrativa, a decir de White, es un modo de la
conciencia humana que media en nuestra comprensión de la realidad y, por tanto, es un esfuerzo, aunque
sea mínimo, de voluntad de conocer.
Es precisamente esta concepción la que se refleja en su artículo “La cuestión de la narrativa en la teoría
historiográfica actual”. Para White la narrativa es natural a la conciencia humana, sin embargo desde la
irrupción de la conciencia científica moderna en los siglos XVIII y XIX ésta ha sido excluida como una
manera legítima de hablar sobre la realidad. En aras de una comprensión formal y unívoca de la realidad,
la narrativa fue vista como un tipo de representación poco objetiva y hasta distorsionante. Para la escuela
de los Annales, por ejemplo, la narrativa es una forma ideológica inherentemente “romántica” o
“novelística” de contar los acontecimientos políticos del pasado, un ejercicio más “literario” que
“científico”. Para algunos historiadores anglosajones de herencia analítica (Walsh, Danto, Mink entre
otros) la narrativa es un tipo de explicación “débil” frente al formalismo lógico de las ciencias exactas. En
términos generales, para la historia profesional, la narrativa o es vista como una distorsión ideológica de
la realidad o bien es vista como un simple ornamento literario que el historiador puede usar o no con fines
más estéticos que epistemológicos.
Lo que desagrada a White de estas posturas son sus implicaciones: 1) Presuponen que el pasado es un
campo ontológicamente estable de hechos y acontecimientos ya dados y plenos en su significado; 2) Dado
que el pasado es dado y pleno en su significado, la narrativa es considerada como un simple medio para
expresar el significado que previamente fue captado por el pensamiento: es sólo una forma que no añade
contenido. Al contrario de aquello, White sostiene que el pasado en sí mismo no tiene significado alguno
y por tanto la narrartiva tiene la tarea de dotar de sentido a ese mundo nouménico y desconocido. Para
White la narrativa más que un vehículo neutro que expresa un contenido, es un discurso eficaz en la
producción de significado. Si bien es cierto que el historiador no inventa los hechos y los personajes que
trata, sí impone a estos hechos y personajes toda una coherencia ilusoria al narrativizarlos. El historiador
dota de sentido al pasado porque éste intrínsecamente no tiene ninguno; le atribuye significaciones y
estructuras diferentes porque el pasado carece de una forma fija.
Así, en el discurso histórico, la narrativa tiene la función de dotar de forma al pasado al darle un
significado a los acontecimientos que relata. El uso de la narrativa es lo que diferencia al discurso
histórico de las crónicas o los anales. La narrativa dota de significado y forma al pasado a través de lo que
White denomina “tramado”. El tramado es la codificación de los hechos contenidos en la crónica como
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componentes de tipos específicos de estructuras de trama: trágica, cómica, romántica, satírica, etc. De esta
manera, la trama permite el desenvolvimiento de la crónica y la caracterización de los hechos con un tipo
específico de significado. Para White, la dotación de una trama a los acontecimientos es llevada a cabo a
partir de técnicas discursivas que en su naturaleza son más tropológicas (uso de lenguaje figurado) que
lógicas.
Cualquier conjunto de acontecimientos reales, afirma, puede soportar el peso de ser contado como un tipo
diferente de trama: “los acontecimientos reales son trágicos, cómicos, épicos o satíricos sólo cuando se les
contempla desde la perspectiva de agentes o grupos específicos comprometidos con ellos. Lo trágico, lo
cómico, lo épico o lo satírico no son categorías descriptivas […] son, en el mejor de los casos, categorías
interpretativas, es decir, una forma de atribuirles un significado a esos acontecimientos al tramarlos como
relatos reconocibles de un tipo culturalmente específico […] Es un trabajo más de construcción que de
conocimiento”.2 Ningún acontecimiento histórico es intrínsecamente trágico, cómico o romántico; puede
ser concebido como tal sólo desde un punto de vista determinado o dentro del contexto de una situación
concreta. Lo que puede ser trágico para una sociedad puede ser cómico para otra. Esto indica que, antes
de ser opciones lógicas, empíricas, objetivas y científicas, las interpretaciones narrativas tienen que ver
con del sistema de valores, creencia y pensamiento de una cultura determinada. Dicho en otras palabras,
las interpretaciones narrativas ponen de relieve el elemento moral e ideológico de todo relato histórico.
De esta manera, White afirma que el texto histórico, más que una reproducción objetiva, clara y unívoca
de acontecimientos pasados, es un complejo de símbolos (alegoría) que nos señala direcciones para
encontrar un icono de la estructura de esos acontecimientos. Como estructura simbólica, la obra histórica,
además de producir un conocimiento sobre ciertas circunstancias pasadas, nos dice en qué dirección pen-
sar acerca de los acontecimientos que describe y carga nuestros pensamientos de ciertas valencias
emocionales. La verdad de la narrativa es siempre alegórica o figurativa. Finalmente, a firma nuestro
historiador estadounidense, la narrativa en el discurso histórico es tanto una forma como un contenido, es
“el contenido de la forma”.
2
Ibid, p. 62.
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