Enseñar A Investigar
Enseñar A Investigar
Enseñar A Investigar
Edición
Graciela Bellon
Diseño de cubierta
Diana López Font
Diseño de interiores
Estudio Sagahón / Leonel Sagahón / Susana Vargas
isbn: 978-607-02-5833-6
Esta obra está registrada ante el indautor por la el iisue de la unam. Se puede utilizar
para fines académicos y educativos, no lucrativos ni comerciales. Al utilizarla, total o
parcialmente, por favor otorgue el crédito correspondiente y no olvide citar el URL así como
su fecha de consulta. Crea tu propia obra, evita el plagio.
9 Presentación
11 Introducción
19 Hacia una nueva didáctica de la investigación en ciencias
sociales y humanidades
77 La trama y la urdimbre del oficio de investigador
115 Actualizar y recrear la tradición científica
introducción 13
cia creadora en la generación de conocimiento no significa descartar,
ni mucho menos, el rigor ni la disciplina. No se enseña a investigar
separando la teoría de la práctica. “El método”, señala Comte, “no
es susceptible de ser estudiado separadamente de las investigaciones
en que se lo emplea; o, por lo menos, sería éste un estudio muerto,
incapaz de fecundar el espíritu que a él se consagre. Todo lo que
pueda decirse de real, cuando se le encara abstractamente, se reduce
a generalidades tan vagas que no podrían tener influencia alguna
sobre el régimen intelectual”.1
Al ser conceptuales y verbalistas, los seminarios de metodología
de la investigación científica —según numerosos autores— repre-
sentan solamente la parte reflexiva del quehacer científico; requieren
necesariamente conjugarse con una parte práctica, en especial, con
el taller o la tutoría personalizada, centrada en la realización efecti-
va de las operaciones reales que suceden en el proceso de la produc-
ción de conocimiento científico.
En el caso de la nueva didáctica de la investigación social y hu-
manística, se hace hincapié en el poder revelador de la práctica y se
considera que abordar la enseñanza de la investigación con un mo-
delo práctico de aprendizaje da mejores resultados que apoyarse en
modelos conceptuales y abstractos. Investigar es un saber práctico;
es un saber hacer algo: producir conocimiento. Los saberes prácticos
se trasmiten prácticamente.
Es un mito el pretender enseñar a investigar en ciencias sociales
y humanidades a grupos numerosos. En este documento, se propo-
ne, por el contrario, la vía artesanal como modelo de aprendizaje
para la enseñanza de la investigación. La vía artesanal no es la única
manera de enseñar a investigar, pero según demuestra la experiencia
es la que hasta hoy está dando mejores resultados.
Se entiende por “vía artesanal” la comunicación directa y cons-
tante que se da en el taller entre el maestro y el aprendiz con ocasión
de la trasmisión de un oficio. A investigar se aprende aliado de otro
más experimentado; a investigar se enseña mostrando cómo; a in-
vestigar se aprende haciendo, es decir, imitando y repitiendo una y
1 Auguste Comte, Cours de philosphie positive, París, Bachelier, 1930, t. 1, pp. 71·72.
introducción 15
Si se quiere pasto, se va a Xochimilco, se compran rollos de pasto, se
extienden sobre la tierra bien abonada, se riegan y en dos o tres meses
se obtiene lo que se quería. Si se busca, por el contrario, un bosque,
hay que ir al invernadero, escoger y comprar arbolitos chicos, plantar-
los, cuidarlos. Esperar diez o quince años.
introducción 17
19
Primera
Segunda
Tercera
H AC I A U N A N U E VA D I DÁC T I C A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N 21
La propuesta de una didáctica nueva de la investigación cien-
tífica en ciencias sociales y humanas no es una decisión arbitraria;
menos aún responde a un deseo veleidoso de cambiar por cambiar.
Se presenta más bien como una iniciativa racional basada en una
serie de fundamentos de diversa índole.
Como la propuesta no es monolítica, su fundamentación es asi-
mismo multidireccional y plurirreferencial. Hay razones que apoyan
una u otra de las proposiciones de la propuesta; unas son de alcance
epistemológico; otras de índole didáctica; otras más están basadas
en la experiencia de las instituciones que, entre otros, tiene como
propósito enseñar a investigar; otras son de carácter más bien estra-
tégico y apuntan a las maneras o modalidades de la enseñanza de la
investigación científica.
3 Por tecnología educativa, se entiende un conjunto de técnicas didácticas que versan sobre
diversas situaciones del proceso enseñanza-aprendizaje (especificación de objetivos, elabora-
ción de instrumentos de evaluación, selección de métodos y técnicas de enseñanza, etc.) con
el propósito de controlarlo y así mejorar el rendimiento escolar y lograr índices más altos de
eficiencia terminal. Esta concepción instrumentalista oculta evidentemente una teoría peda-
gógica con principios específicos relativos al hombre, a la sociedad, al conocimiento e incluso
a la realidad en su conjunto, y junto con ella una concepción particular relativa al aprendizaje.
H AC I A U N A N U E VA D I DÁC T I C A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N 23
Pero, hay todavía más: el posgrado. En México, en particular las
maestrías y los doctorados, no se conciben sin relación con la inves-
tigación, de modo que la línea articuladora por antonomasia, en las
diferentes propuestas programáticas, es la enseñanza y la práctica de
la investigación.7
Ante este esfuerzo de organización curricular, cabe una pregun-
ta, desde el enfoque de este estudio, ¿cuál ha sido el resultado con-
creto que se ha logrado, por lo menos en estos 20 o 25 años de ha-
ber implantado aquellas medidas innovadoras? En estas cinco o seis
generaciones de universitarios, ¿se han formado más investigadores?
¿Ha crecido el interés por la investigación?
La respuesta ciertamente no es fácil. Este estudio irá demostran-
do que el surgimiento institucional de la investigación científica no
es el simple resultado de una buena planeación de las políticas de su-
peración ni solamente de la negociación académica o de una concer-
tación entre diferentes fuerzas, sino un quehacer complejo, laborioso
y difícil en el que intervienen diferentes actores, en diferentes niveles,
con diversos grados de responsabilidad, ritmos, calendarios, apoyos
institucionales, condiciones objetivas, tiempos, recursos, equipos.
etc.; además, carecemos de estudios y estadísticas sobre el particular
que de manera clara arrojen información para formular juicios.
La reacción, sin embargo, de los coordinadores de las licencia-
turas es más bien de insatisfacción, por no decir de desaliento. Según
ellos, los bajos índices de eficiencia terminal hablan por sí mismos,
así como la reducida proporción de titulados frente al mayor núme-
ro de egresados y la constante presión que se ejerce para proponer
requisitos alternativos a la titulación.8 Es un acuerdo común en esta
de ninguna manera generalizar, pero se perciben frecuentes “iniciativas académicas” que fo-
mentan medidas precipitadas orientadas a facilitar la titulación. De esa forma, algunas insti-
tuciones resuelven (?) su problema, aunque dejan intacto el problema de fondo. Éste queda
desplazado a la sociedad, pues se manda a personas poco o deficientemente preparadas al
servicio profesional; o el problema se transfiere al mismo profesionista, quien va constatando
progresivamente sus lagunas y reconociendo sus propias deficiencias. Es mucho más respon-
sable identificar las causas de la baja titulación y atacarlas seria y sistemáticamente. Éstas, por
lo general, no consisten en la incapacidad de elaborar una tesis: son mucho más complejas.
9 El estudio de Graciela Garza, La titulación en la UNAM, da cifras inquietantes. El índice global
de titulación —que es un dato indirecto del comportamiento del estudiante frente a la in-
vestigación— para las facultades de Filosofía y Letras, y de Ciencias Políticas y Sociales fue de
16 %. Como puede advertirse, se trata de un índice muy bajo (se tomaron los alumnos que
ingresaron a cada facultad entre 1955-70 y se tomó como fecha límite de titulación diciembre
de 1981). Véase Graciela Garza, La titulación en la UNAM, col. Cuadernos del CESU, núm. 3,
México, CESU·UNAM, 1986, p. 16.
H AC I A U N A N U E VA D I DÁC T I C A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N 25
son los conceptos de investigación, las definiciones de ciencia, la
descripción de la estructura del quehacer científico o del proceso
de la generación de conocimientos.
10 Se asigna aquí el nombre genérico de manual a todos aquellos textos que abordan problemas
prácticos y dan orientaciones concretas para la producción científica. El propósito de los
manuales no son los planteamientos teóricos ni los cuestionamientos epistemológicos, sino más
bien el dar pautas para identificar y diferenciar la arquitectura (o estructura relacional) de la
ciencia, ofrecer lineamientos para desempeñarse adecuadamente en el proceso de la cons-
H AC I A U N A N U E VA D I DÁC T I C A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N 27
La experiencia acumulada de ciertas instituciones de enseñanza
superior, en este ámbito, es ya abundante y densa. Los prestigios ya
no son sólo para instituciones del área metropolitana de la ciudad
de México;11 hay también universidades estatales como las de Baja
California, Coahuila, Estado de México, Autónoma de Guadalajara,
Guanajuato, Morelos, Nuevo León, Puebla, Veracruz y Yucatán que
tienen programas de investigación en determinados campos cientí-
ficos muy desarrollados y que fortalecen progresivamente tanto su
producción científica como sus equipos de investigadores.12 Pues bien,
ello ha permitido una vendimia de conceptos muy alentadora, así como
una buena cosecha de prácticas ya probadas, relacionadas con la ense-
ñanza de la investigación y con la formación de investigadores.
Es importante presentar, aunque sea en un nivel de listado, algu-
nos de los logros más interesantes sobre este punto, en el entendido
de que este libro no es más que una “glosa” a prácticas universita-
rias, con mayor o menor desarrollo, según los casos. Así:
H AC I A U N A N U E VA D I DÁC T I C A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N 29
11. Introducirse de lleno en el perfil nuevo de la investigación cientí-
fica en ciencias sociales y humanas cuyas características más im-
portantes se desarrollarán en la sección dedicada a la didáctica
nueva de la investigación.13
12. Atender cuidadosamente dos situaciones de distinto nivel: a) la
organización institucional de la investigación, y b) la formación
del investigador, de carácter teórico-metodológica, en el propio
campo científico. Ambos niveles, el institucional y el individual,
poseen sus propias políticas, programas, objetivos, propósitos,
ritmos, estrategias, logística y apoyos, pero siempre en la debida
correspondencia.
13. Se han dado avances significativos en aquellas instituciones de
educación superior que han vinculado docencia, investigación y
producción.14
14. Es de interés el estudio de casos, en el sentido de cómo se for-
maron “nuevos grupos de investigación” a partir de un núcleo
primario que les da origen. Se trata realmente de un esquema
en el que en ciertas unidades de investigación de instituciones
de educación superior del país se combinan ciertos elementos
básicos, a saber:
a) un líder académico;
b) un grupo de apoyo, que le sigue, sin condiciones;
c) una comunidad de trabajo disciplinada y metódica de la que se
“desprende” el nuevo grupo;
d) un régimen de investigación, integrado por normas escritas, po-
H AC I A U N A N U E VA D I DÁC T I C A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N 31
tucional, está en la base de la propuesta de la nueva didáctica de la
investigación. Se llama solamente la atención sobre varios puntos,
pues su explicación está asegurada más adelante. Así:
H AC I A U N A N U E VA D I DÁC T I C A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N 33
La experiencia profesional
15 Más adelante se insistirá en un hecho que la experiencia confirma cada día con más fuerza, en
particular para las “prisas administrativas”: que el investigador no se improvisa. Ello significa
que el oficio de investigador no se trasmite de un día para otro y que el sano juicio de política
académica recomienda planificar su formación de una manera estratégica, gradual y cuidado-
sa. Urge, pues, articular los eventos didácticos sobre la investigación científica dispersos en los
diversos niveles de la educación superior (enseñanza media, enseñanza superior, posgrado);
proponer una planeación orgánica y coordinada de la misma por medio de los tres niveles, y
una manera distinta de enseñar a investigar.
16 Se hace alusión a iniciativas concretas de la Secretaría de Educación Pública (SEP), de la UNAM y del
IPN para promover entre los jóvenes bachilleres el interés por la investigación científica. Por su ma-
yor difusión nacional, este año (1993) del 28 de junio al 1o. de septiembre tuvo lugar en Metepec,
Puebla, el III Verano de la Investigación Científica, denominado Encuentro de Talentos. Los veranos
son organizados por la Academia de la Investigación Científica (AlC) y el Conacyt con investigado-
res nacionales de la UNAM, del lPN y de las otras Instituciones de educación superior (lES) del país.
17 Véase Ricardo Sánchez Puentes, “Por una didáctica diferente de la investigación en la ense-
ñanza media superior”, en Diana Carbajosa y Juan Eduardo Esquivel (coords.), Epistemología y
educación, col. Cuadernos del CESU, núm. 25, México, CESU-UNAM, 1991, pp. 75-92.
18 Como podrá verse, no se trata propiamente de una propuesta que se oponga a la enseñanza
del método científico, sino a determinadas interpretaciones de dicho método.
19 Se trata de un modelo teórico de aprendizaje, pues las etapas y fases del itinerario científico
se conciben a la manera de un proceso abstracto, formal e idealizado, y no como operaciones
y quehaceres de una práctica concreta.
H AC I A U N A N U E VA D I DÁC T I C A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N 35
mientras que, al enseñar una mentalidad científica, se cambia por el
contrario hacia un modelo práctico del mismo.
b) El profesor de métodos y técnicas de investigación científica
en educación superior se expresa en diferentes figuras:
23 Véase Ricardo Sánchez Puentes, “La formación de investigadores como un quehacer artesa-
nal”, Omnia, núm. 9, revista de la Coordinación General de Estudios de Posgrado, México,
UNAM, diciembre de 1987, pp. 16. Del mismo autor, “La didáctica de la investigación social y
humanística en la educación superior. Reflexiones epistemológicas”, en Teresa Pacheco y Án-
gel Díaz Barriga (coords.), El concepto de formación en la educación universitaria, col. Cuadernos
del CESU, núm. 31, México, CESU-UNAM, 1993, pp. 59-86.
H AC I A U N A N U E VA D I DÁC T I C A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N 37
c) El profesor de estudios de posgrado, y en especial el tutor de
investigación. Los estudios de posgrado en México,24 según diversos
y variados diagnósticos,25 alcanzaron en la década de los setenta un
periodo de acelerada expansión.26
No es objetivo de este trabajo hacer una caracterización del pos-
grado en el país ni discutir los criterios normativos del mismo. Más
bien, lo que se intenta destacar ahora es el peso decisivo que se otor-
ga actualmente a la investigación en el posgrado y a la función del
tutor de investigación científica.
24 Los estudios de posgrado en México son relativamente recientes. En los años treinta, comen-
zaron a consolidarse algunos posgrados de ciencias básicas, como medicina, ingeniería, física,
sobre todo en la Universidad Nacional Autónoma de México y posteriormente en el Instituto
Politécnico Nacional. Los especialistas, sin embargo, prefieren situar la década de los sesenta
como el periodo de la estructuración formal de este nivel educativo que, a pesar de los avan-
ces sustantivos, debe ser consolidado y readecuado en el presente periodo de actualización y
reforma universitaria.
25 Véase los diagnósticos elaborados entre 1984-1989 por la SEP, la Asociación de Universidades
e Institutos de Educación Superior (ANUIES) y el Conacyt.
26 Se trató en realidad de un crecimiento acelerado. Se señalan algunos indicadores.
Año Número
1970 226
1980 1 232
1989 1 604
Año Número
1970 13
1980 98
1989 153
Año Número
1970 5 763
1979 16 459
1989 42 655
27 Sobre este particular, basta que el lector se remita a los periódicos de circulación nacional y
se informe ahí los fines de semana de las múltiples opciones que tiene para seguir posgrados
en el país, en las diferentes instituciones públicas y privadas, desde los “diplomados” de edu-
cación continua hasta las maestrías y doctorados de las escuelas y facultades.
28 Sobre este punto, es importante remitir al lector a la normatividad de las diferentes institu-
ciones educativas del país. Por ejemplo, véase el Artículo 9 del Reglamento General de Estu-
dios de Posgrado de la UNAM, que dice: “A quien curse estudios de maestría o doctorado se le
asignará un tutor individual que lo oriente en su formación, investigación, señalamiento de
lecturas y demás actividades académicas, y lo dirija en la elaboración de su tesis, o, en su caso,
proponga un director de tesis”. Aprobado el 11 y 12 de septiembre de 1986. Véase asimismo
los señalamientos del Programa Nacional del Posgrado que dice, a la letra, lo siguiente: “A los
estudiantes de doctorado se les asignará obligatoriamente un tutor individual que le oriente
en su formación, señalamiento de lecturas y demás actividades académicas y los dirija en la
elaboración de su tesis. En la maestría, siempre que la naturaleza de los estudios lo demande
y las condiciones institucionales lo permitan, se asignará a cada alumno un tutor individual.
En la especialización la tutoría será opcional. En los programas donde sea posible se designará
para cada alumno un comité tutorial, cuyo número se determinará de acuerdo con la planta
docente de la institución. Para estudiantes de doctorado este comité tutorial es obligatorio y
debe integrar al menos un experto de otra institución. Los alumnos deberán presentar ante
su comité tutorial los avances logrados en su formación cuando menos cada seis meses”. En
ibid., pp. 46-47.
29 Se hace referencia aquí a la UNAM, al Cinvestav del lPN, al Colegio de Posgraduados de Cha-
pingo, a El Colegio de México, a la UAM, y a los creados en otras ciudades de la República,
como León, Zamora y Tijuana.
H AC I A U N A N U E VA D I DÁC T I C A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N 39
ción que es de sumo interés, la que se da en los institutos, centros,
departamentos o unidades de investigación entre el investigador ti-
tular y los “ayudantes o becarios”. Cuando esta relación se realiza
sistemáticamente y de una manera institucional, como se explicará
adelante, los resultados han sido altamente satisfactorios.30
La relación tutor-alumno (maestro-aprendiz) se constituye en es-
tos casos en un auténtico paradigma o modelo de lo que se propone
en este estudio; es decir, una enseñanza de la investigación científica
que no se basa en el gis ni en el pizarrón; que no es prioritariamente
expositiva ni descriptiva ni, por lo tanto, verbalista ni conceptual,
sino en una enseñanza basada directamente en la trasmisión de un
oficio, de un saber práctico, que se enseña haciendo, corrigiendo,
mostrando cómo, haciendo repetir. Es una enseñanza práctica que
no es general ni abstracta, sino con base en situaciones y problemas
reales y concretos.
La relación tutor-alumno no es la clásica distancia entre un ins-
tructor y el instruido, sino la cercanía entre el maestro y su aprendiz:
los dos trabajan juntos, el uno al lado del otro, en el mismo taller, en
el mismo quehacer.
Los papeles y las responsabilidades entre ambos son, ciertamen-
te, distintos. Uno enseña “haciendo” con el ejemplo, acompañando
al menos de lejos, sin separarse del aprendiz, dándole instrucciones
precisas, prácticas, concretas, mostrándole mafias y trucos,
vigilando y supervisando constantemente; el otro aprende viendo,
repitiendo, sobre todo haciendo e imitando a su maestro, que tiene
más experiencia.
Las experiencias, todavía más cuando se registran con rigor y
cuidado, y se discuten posteriormente entre personas interesadas,
irán dando resultados positivos y concretos en relación con las fun-
ciones, las características, el funcionamiento y el desarrollo en los
procesos de enseñanza de la investigación científica sobre el disposi-
tivo maestro-aprendiz.
30 Por ahora, en términos generales, se remite a los proyectos académicos de la Unidad Acadé-
mica de los Ciclos Profesional y de Posgrado del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) de
la UNAM. Sobre esta rica experiencia universitaria, iniciada en 1971, se hablará posteriormen-
te, pues su importancia para el autor de este estudio es altamente significativa.
31 Son varios los autores que estudian esta figura académica, tales como Glazman, Hirsch, Barab-
tarlo, Theesze, Arredondo, Furlán, Pasillas y otros.
32 La estructura académica de la UNAM —y de numerosas universidades públicas en los estados—
que distingue, sin separar, las funciones sustantivas de investigación y docencia, permite un aba-
nico institucional de opciones de vinculación para el profesor-investigador, distinto a las posibi-
lidades institucionales que ofrece una estructura académica, basada en la departamentalización,
como es el caso de la UAM e instituciones de educación superior afines.
H AC I A U N A N U E VA D I DÁC T I C A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N 41
en concreto en ciertos trabajos realizados,33 asi como en esfuerzos de
capacitación y entrenamiento del profesor-investigador.34
La evaluación de este tipo de iniciativas ha ido convenciendo
sobre la conveniencia y la necesidad de dar un giro significativo a
la formación del profesor-investigador. Los seminarios clásicos de
metodología de la investigación, de epistemología, de teoría de las
ciencias son ciertamente formativos, particularmente cuando el con-
ductor del seminario domina esos campos científicos tan complejos
y en continua renovación.
Lo que más bien se espera, en un primer momento, son mo-
dalidades didácticas diferentes, basadas en un modelo práctico del
aprendizaje de la generación del conocimiento científico en el campo
de las ciencias sociales y de las humanidades; esto es, da mejores
resultados iniciar con talleres y laboratorios en los que se enseñe
prácticamente a realizar sencillas investigaciones sociales y huma-
nísticas. La reflexión epistemológica, lo que actualmente se conoce
como “epistemología interna” o “regional”,35 vendrá después. Pri-
33 Se hace alusión a una serie de eventos académicos que vengo realizando desde hace va-
rios años con los propósitos ya enunciados, en varias universidades del país y del extranjero,
desde 1989 hasta la fecha. Se trata de seminarios de metodología científica, de tutorías y de
asesorías para proyectos de investigación, de talleres diferenciados para la realización de pro-
yectos de investigación, etcétera.
34 En este estudio, se distingue bien la naturaleza y la función de la investigación —particular-
mente en el tercer nivel educativo— en las licenciaturas disciplinarias y en las profesionales.
Esa distinción repercute evidentemente en la modalidad de la vinculación docencia-investi-
gación en las actividades escolares. Para ser más explícitos, se considera que todos los profe-
sores de filosofía, historia, física, matemáticas (es decir, de licenciaturas disciplinarias o cientí-
ficas) tendrían que ser al mismo tiempo investigadores. No parece tan claro, por el contrario,
que todos los profesores de derecho, medicina, ingeniería, pedagogía (es decir, de licencia-
turas profesionales) tuvieran que ser también investigadores. De otra manera, ¿quién enseña
a litigar, a diagnosticar enfermos, a construir un puente, a conducir un grupo numeroso? El
separar la teoría de la práctica es un riesgo tan grande en el proceso enseñanza-aprendizaje
como el de desvincular la docencia de la investigación.
35 “Toda ciencia”, dice Piaget, “se ve llevada tarde o temprano, quiéraselo o no, a efectuar su
propia crítica epistemológica, es decir, a constituir una epistemología interior para su propio
uso. Hay en ello, naturalmente, un nuevo plano por considerar [...] el plano del dominio episte-
mológico interno de la ciencia considerada, o el análisis de los fundamentos de esta disciplina
[...] y lo definiremos como el conjunto de las teorías que tienen por objeto la búsqueda de
los fundamentos o la crítica de las teorías del dominio conceptual” (Jean Piaget, Tratado de
lógica y conocimiento científico, vol. VII, Clasificación de las ciencias y principales corrientes de la
epistemología contemporánea, Buenos Aires, Paidós, 1979, p. 35). Además de la epistemología
clásica que tradicionalmente ha sido definida como la parte de la filosofía que estudia el co-
nocimiento, y en particular su naturaleza, su posibilidad, los tipos de conocimiento, y sobre
todo la objetividad y el criterio de verdad, Piaget introduce la idea de las “epistemologías re-
gionales” o “internas” que abordan e identifican lo que cada ciencia entiende por explicación,
su objeto de estudio, así como sus propias teorías, métodos y técnicas particulares. Véase ibid.,
pp. 78-87.
36 Sobre este punto, veáse los interesantes planteamientos de Joseph Hodara, Políticas para la
ciencia y la tecnología, col. Grandes Tendencias Políticas Contemporáneas, México, Coordina-
ción de Humanidades-UNAM, 1986.
H AC I A U N A N U E VA D I DÁC T I C A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N 43
justo reconocerlo— está cambiando, pero urge generalizar y acelerar
ese cambio: de usuario del conocimiento a productor del mismo;
de repetidor del pensamiento de su profesor a organizador de sus
propias ideas; de francotirador, probablemente lúcido y brillante,
a integrante de un equipo dinámico que construya socialmente co-
nocimiento; de simple receptor y usuario de ideas a emisor de men-
sajes nuevos; de especialista en el desarrollo y crecimiento lógico
en su campo disciplinario a científico comprometido que vincula su
quehacer con las aspiraciones de desarrollo de la sociedad civil, así
como de los requerimientos del sector de bienes y servicios.
Éstos son los lineamientos de ética política que nutren y sostie-
nen los talleres de capacitación y entrenamiento del profesor-inves-
tigador universitario.
H AC I A U N A N U E VA D I DÁC T I C A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N 45
otra muy distinta la didáctica de la generación de conocimiento en
las ciencias sociales y humanidades.
Por razones, pues, de precisión, a las que se añaden otras que
provienen de la experiencia, la nueva didáctica concierne ante todo
y sobre todo a las ciencias histórico-sociales.
Los objetivos y funciones de los espacios académicos en diferen-
tes áreas de conocimiento en los planes de estudio de las instituciones
de enseñanza superior podrán ofrecer bases para el establecimiento
de ciertas afinidades; éstas, sin embargo, son superficiales y ficticias.
En efecto, los “laboratorios” para las ciencias naturales; los
“cursos de metodología”, los “seminarios de epistemología”, así
como el “trabajo de campo” para las ciencias sociales y las huma-
nidades; los “campos clínicos” para las ciencias de la salud y hoy
en día los “campos tecnológicos” para el caso de la innovación y el
desarrollo tecnológicos tienen, para cada situación, particularidades
y peculiaridades que recomiendan definitivamente un tratamiento
distinto y aparte, en lo relativo a la enseñanza de la investigación.
En esta misma línea de argumentación, se quiere insistir en que
la propuesta de una nueva didáctica de la investigación es sólo para
las ciencias sociales y humanas que utilizan el método histórico-
social.
Se habla asimismo de una didáctica nueva de la investigación
científica, en el sentido de una manera diferente de enseñar a inves-
tigar y no tanto en el sentido de una didáctica que ocupe el sitio de
otra ya pasada de moda.
El carácter innovador de la propuesta amerita mayor precisión.
No se trata de proponer una nueva teoría de la ciencia, tampoco de
defender un proceso alternativo al vigente en lo relativo a la genera-
ción de conocimiento, sino más bien de una modalidad distinta de la
enseñanza de la investigación.
Todavía más, no se pretende presentar la nueva modalidad de
la didáctica como la única y, menos aún, como la verdadera, sino
la que mejores resultados está dando en las instituciones de en-
señanza superior. Y eso, sin lugar a dudas, es una buena carta de
presentación.
H AC I A U N A N U E VA D I DÁC T I C A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N 47
g) el trabajo de campo, y otras más.37
38 Entre los más reconocidos están indudablemente Hempel, Kerlinger, Festinger, Katz, Van Da-
len, Ooode, Hatt, Siena Bravo, entre otros.
39 Véase, por citar un ejemplo, a Mario Bunge: “En el ejemplo anterior —dice— podemos dis-
tinguir los estadios principales del camino de la investigación científica, esto es, los pasos
principales de la aplicación del método científico. Distinguimos efectivamente la siguiente
serie ordenada de operaciones.
• Enunciar preguntas bien formuladas y verosímilmente fecundas.
• Arbitrar conjeturas fundadas y contrastables con la experiencia para contestar las preguntas.
• Derivar consecuencias lógicas de las conjeturas.
H AC I A U N A N U E VA D I DÁC T I C A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N 49
hacer ciencia, se basan en la concepción de la misma tal cual pre-
dominó entre los integrantes del Círculo de Viena y entre sus discí-
pulos del Instituto para la Unificación del Saber Científico. Dichos
planteamientos no son compartidos por otros autores y sus cuestio-
namientos se han ido generalizando después de los años cincuenta.40
Y es que no puede ser de otra manera.
El método científico, en cuanto vía necesaria y universal, con-
lleva el desconocimiento no sólo de la historicidad del hombre, sino
también la falta de sensibilidad por la variedad y por lo factual del
proceder científico. Defender la existencia de el método único sólo
es entendible desde los enfoques lógico-formal y esencialista del cono-
cimiento humano, los que no consideran, por definición, ni los conte-
nidos tan distintos ni las modalidades tan diferentes del conocer.
A ello hay que añadir que la idea del método único, como
expresión de estructuras a priori del entendimiento, aunque atrac-
tiva, ha suscitado numerosas reticencias entre especialistas de dis-
tinta procedencia, tales como filósofos, epistemólogos, psicólogos,
sociólogos, etc. Entre ellos, hay que señalar a Piaget y su Escuela
de Ginebra.
Es importante mencionar que en la propuesta de una didáctica
nueva de la investigación científica la misma práctica científica, es
decir, los procesos, las operaciones, las decisiones efectivas de la ge-
neración de conocimiento, ocupa un lugar central y decisivo. Este
punto es básico para el intento de construir un espacio teórico-prác-
tico para la nueva didáctica.
41 Es importante subrayar el énfasis que se está poniendo en la práctica como revelador onto-
lógico para enseñar a investigar. Ello no significa que se pretenda descartar de la enseñan-
za de la investigación los aspectos teóricos, pues tal interpretación significaría que estamos
proponiendo una vía pragmática, lo cual está muy lejos de nuestro propósito. Defender que
la práctica es el acceso real para enseñar a investigar significa que: a) a investigar se aprende
H AC I A U N A N U E VA D I DÁC T I C A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N 51
las operaciones reales y concretas de la producción de conocimiento
se expresa y se capta lo que es investigar, mejor que en la enseñanza
basada en la descripción, el análisis, la explicación y la crítica de lo
que es construir conocimiento.
Podría pensarse que la enseñanza de la investigación, al poner el
énfasis en la práctica, se reduce a una labor pedagógica desarticulada
y espontánea, sin oportunidad de ser planeada ni programada al
estar en función de las contingencias y del suspenso de todo proceso
humano libre y creativo. Una respuesta convincente a la observación
anterior se basa en la distinción entre la planeación de una propuesta
de aprendizaje cuyo eje organizador es la lógica de la estructura o del
desarrollo disciplinario de una ciencia, y la planeación de otra propuesta
cuyo principio articulador es más bien la enseñanza de un oficio.
En el primer caso, se habla de una planeación escolar que es
traducible en una programación sistemática que prevé y diseña las
situaciones de aprendizaje, identifica los aprendizajes significativos,
elabora mecanismos para evaluar los cambios de conducta e, incluso,
puede llegar a otorgar espacios y función a los imprevistos durante
el proceso enseñanza-aprendizaje. En el segundo caso, la planeación
también se da, aunque de manera diferente, pues el peso de la misma
no se encuentra en la anticipación de lo que sucederá, sino en el
ordenamiento sobre la marcha por parte del tutor (asesor, director,
guía, facilitador...) experimentado, quien reacciona firme y
lúcidamente frente a lo que sucede en el proceso mismo de formación
de su aprendiz.
El tutor experimentado tiene ciertamente un dibujo mental de
los conocimientos, valores, y las habilidades, aptitudes y actitudes
que se requieren para investigar en su propio campo. Sabe también
de procedimientos y procesos, de condiciones y requisitos, de que-
haceres y operaciones, de técnicas e instrumentos que integran la
generación de conocimiento. Tiene presentes los momentos por los
que pasa el investigador. Por otra parte, también está atento a lo que
investigando, b) los problemas teóricos que interesa resolver, en primera instancia, son los
que surgen con motivo de la práctica misma y se resuelven en la biblioteca, consultando
bibliografía, consultando a especialistas, consultando a asesores.
42 Véase Larissa Lomnitz (N. del E.: Problamente se refiere a: Jacqueline Fortes y Larissa Lomnitz, La
formación del científico en México. Adquiriendo una nueva identidad, México, UNAM/Siglo XXI, 1991).
H AC I A U N A N U E VA D I DÁC T I C A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N 53
como en el Renacimiento, investigadores solitarios, apoyados por un
príncipe o por un pontífice mecenas.43
La investigación científica es, desde un punto de vista sociológi-
co, una práctica profesional: sus objetivos son precisos, la ejercen in-
dividuos que responden a determinados rasgos y que se encuentran
adscritos a unidades de investigación en cierto tipo de instituciones.
Los investigadores se emplean en la institución, sus productos son
identificables y cuantificables, reciben por ello un salario; la institu-
ción ofrece —además de objetivos, políticas, líneas de investigación,
reglas de juego— infraestructura física, instalaciones, apoyos logís-
ticos y presupuesto.
Epistemológicamente hablando, la tradición ha vinculado el ca-
rácter científico de los conocimientos con su conformidad con lo real.44
Los integrantes del Círculo de Viena y sus discípulos, por el contrario,
han privilegiado la dimensión enunciativa de las proposiciones cientí-
ficas, de modo que un gran número de epistemólogos de las ciencias
sostienen que el carácter científico del conocimiento es un problema
de análisis de lenguaje y tiene que ver con acuerdos y convenciones
de la comunidad científica en cuestión.45 No hay conocimiento cientí-
fico sin esfuerzo personal o grupal, pero lo que “hace científico” a un
conocimiento particular es su aceptación como tal por la comunidad
científica, de acuerdo con determinadas reglas de sintaxis y semántica.
43 Son numerosos los casos de los renacentistas que recibieron el apoyo de reyes y príncipes
para poder dedicarse por completo al estudio, a la investigación y a las artes. Entre los más cé-
lebres están los casos de Descartes, que recibió desde 1643 la amistad de Elisabeth, princesa
de Bohemia, hija de Federico V, rey de Bohemia, y más tarde el apoyo de la reina Cristina de
Suecia, quien lo invitó a viajar a Estocolmo, donde el filósofo murió en 1650, poco tiempo des-
pués de llegar. René Descartes, Oeuvres et lettres, París, Gallimard, col. Bibliotèque de la Pléiade,
1953, pp. 1 151 y 1 327. Y el de Miguel Ángel Buonarroti, uno de los artistas más grandes de
la humanidad, pintor, escultor, arquitecto italiano, nacido en Toscana, protegido por la familia
florentina de los Médicis y el papa Sixto IV, quien le pidió adornar con los famosos frescos la
Capilla Sixtina del Vaticano, en el siglo XVI.
44 Nos referimos a la “tradición escolástica”, basada en la interpretación tomista de Aristóteles
que dominó hasta el Novum Organon de Francis Bacon, quien inauguró la tradición empiricis-
ta del conocimiento. Los primeros hablaban de la adaequatio intellectus ad rem; esto es, de la
conformidad del entendimiento con la realidad.
45 Sobre este punto son claros y definitivos los planteamientos de Karl Popper, La lógica de la
investigación científica, Madrid, Tecnos, 1980, pp. 52-54.
H AC I A U N A N U E VA D I DÁC T I C A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N 55
Hay que entender que esta cercanía y proximidad del investiga-
dor con sus propias actividades no se opone a la presentación abs-
tracta, formal, pura del quehacer científico. Esta última presentación
es en realidad una representación, lo que supone una descripción
artesanal del trabajo de cada investigador que, como se dice vulgar-
mente, tiene su “propia manera de matar pulgas”.
En una segunda aproximación, es interesante referirse al sistema
de aprendizaje en la trasmisión de un oficio, así como a la relación
entre el artesano y su aprendiz.
El artesano no da clases; enseña prácticamente. No generali-
za ni hace conceptualizaciones, más bien enseña con el ejemplo. El
artesano no dispone de aulas ni tiene a la mano gis y pizarrón. Su
salón de clases es el taller donde él trabaja, codo a codo, al lado
de sus aprendices. Enseña haciendo, y el aprendiz aprende viendo y
haciendo.
Se trata de una trasmisión directa e inmediata en la que el
artesano muestra cómo se hace la artesanía y de cerca vigila y corrige,
supervisando así el progreso del aprendiz. Como hay secretos en los
procesos técnicos de producción para facilitar el trabajo o para mejo-
rar los productos, y aquéllos no se trasmiten indiscriminadamente,
en el taller hay niveles entre los aprendices, unos caracterizados
simplemente por relaciones de trabajo y otros por relaciones cuasifa-
miliares entre el artesano-maestro y su aprendiz.46
Pues bien, enseñar a investigar es una práctica compleja y
laboriosa que se asemeja, realizando la vigilancia epistemológica
del caso, al sistema de aprendizaje en la trasmisión de un oficio.
Se inspira también en un modelo de aprendizaje que responde a
ciertos rasgos particulares: a) ser activo y participativo; b) estar
basado en el entrenamiento efectivo de todas las operaciones que
integran los diferentes quehaceres de la producción científica; c) se
apoya en la comunicación directa e inmediata entre el investiga-
dor-tutor y el investigador que se inicia, lo cual se traduce con-
cretamente en la articulación de varios ejes estructurantes de la
nueva didáctica:
46 Véase Antonio Santoni Rugiu, Nostalgia del maestro artesano, México, CESU-UNAM, 1994.
H AC I A U N A N U E VA D I DÁC T I C A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N 57
Como explica acertadamente Kaplan,47 la formación del investi-
gador que se apoya en la “lógica reconstruida” del proceso de cons-
trucción de conocimiento:
47 Véase Abraham Kaplan, The Conduct of Inquiry. Methodology for Behavioral Science, citado por
Pierre Bourdieu et al., El oficio de sociólogo, op. cit., pp. 125-127.
48 Gaston Bachelard, La formación del espiritu científico, México, Siglo XXI, p. 16.
H AC I A U N A N U E VA D I DÁC T I C A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N 59
tar la creación científica de dos extremos igualmente infecundos.
Por un lado, descartar las interpretaciones cosistas, causalistas, ato-
micistas y formalistas de la investigación; esto es, la construcción
de conocimiento no es resultado mecánico ni lineal de una serie de
etapas y fases de un proceso; tampoco es resultado de una secuen-
cia ordenada de pasos que hay que dar, uno tras otro, para llegar a
feliz término. Por el otro, abandonar la idea de que la generación
de conocimiento es un acto total y unitario, acontecimiento que
“sucede” de golpe, especie de iluminación repentina y fugaz o de
flechazo intelectual.
Para la nueva didáctica, por el contrario, la construcción de
conocimiento científico es un suceso que se extiende en el tiempo,
no es instantáneo; es dialéctico, no acumulativo; es recurrente, no
unidireccional. La nueva didáctica se basa en la idea de un proceso
histórico en el que se suceden y entrelazan numerosas operaciones y
quehaceres temporales.
Ya que la construcción de conocimiento no es un acto unitario
ni un fenómeno monolítico, su enseñanza puede programarse estra-
tégica y tácticamente. Al ser la generación de conocimiento precisa-
mente eso, una gestación, el científico no realiza su trabajo de golpe, ni
de una vez por todas, sino paso a paso, con rectificaciones continuas,
con repeticiones más cuidadosas de sus pruebas, con revisiones de su
proceder metodológico, aportando permanentemente un aparataje
más crítico a sus anticipaciones teóricas, revitalizando su imagina-
ción creadora e, incluso, apostando a los golpes de suerte.49
Al basarnos en esta dimensión histórico-temporal de la inves-
tigación, se afirma la idea de que la generación de conocimiento
puede ser objeto de una enseñanza racionalmente calculada y estra-
tégicamente conducida.
Enseñar a investigar: bella empresa ante un gran desafío, pero,
¿enseñar a quién? ¿Al recién titulado que es contratado en un ins-
tituto o centro de investigación? ¿Al ayudante de investigador? ¿Al
estudiante de posgrado? ¿Al alumno de escuela o de facultad? ¿Al jo-
49 Véase Gaston Bachelard, Epistemología, textos escogidos por D. Lecourt, Barcelona, Anagrama,
1971, p. 142.
50 Se entiende por “bachillerato propedéutico” los estudios de enseñanza media superior que
preparan para los estudios universitarios. Es “terminal” cuando ofrece estudios que coronan
la formación básica, en el entendido de que ahí termina la formación escolarizada de un nú-
mero considerable de personas; en algunos planteles hay oportunidades para incorporarse al
mercado de trabajo por medio de la capacitación y el entrenamiento en “opciones técnicas”.
51 Véase C. Muñoz Izquierdo et al. (N. del E.: Probablemente se refiere a: Carlos Muñoz Izquierdo y
Pedro Gerardo Rodríguez Moreno, “Enseñanza técnica: ¿Un canal de movilidad social para los
H AC I A U N A N U E VA D I DÁC T I C A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N 61
Es cierto que en el nivel intermedio no se requiere la realización
de investigaciones; sí es imprescindible, sin embargo, formar una
mentalidad científica en el joven egresado de enseñanza superior.
Ésta debe estar formada, en nuestra opinión, por un espíritu críti-
co, abierto, innovador, así como por la capacitación y el entrena-
miento en un mínimo de habilidades mentales y técnicas particulares
para secundar los cambios y las transformaciones que la dinámica
de su campo ocupacional le vaya solicitando.52 Hay modificaciones
e innovaciones que, en el nivel de cuadros intermedios, deben ser
efectuadas con competencia y eficiencia por técnicos de nivel medio
superior.
2. Otra cosa es enseñar a investigar en enseñanza superior.
Como se sabe, varias son las salidas institucionales de los estudios de
licenciatura en el ámbito de las ciencias sociales y humanidades. Así:
trabajadores? Una evaluación de los efectos internos y externos de la técnica de nivel medio
superior que se imparte en la zona metropolitana de México, D. F., Revista Latinoamericana de
Estudios Educativos, vol. 10, núm. 3, México, CEE, 1980, pp. 1-27.
52 Ricardo Sánchez Puentes, “Por una didáctica diferente de la investigación en educación media
superior”, en Diana Carbajosa y Juan Eduardo Esquivel (coords.), op. cit., pp. 84-91.
H AC I A U N A N U E VA D I DÁC T I C A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N 63
esos y otros parecidos son los derroteros de la nueva didáctica de la
investigación.
3. La experiencia de las instituciones mexicanas y extranjeras de
educación superior con mayor prestigio muestra, sin lugar a dudas,
que el posgrado —sobre todo el de calidad— es inseparable de la
práctica de la investigación. En este cuarto nivel educativo, la gene-
ración de conocimiento y por consiguiente la enseñanza de aquélla,
cumple objetivos y funciones particulares que se tienen que vincular
con los del nivel anterior.
En el caso de México, los estudios de posgrado están integra-
dos por a) la especialización; b) la maestría; c) el doctorado.53 La
enseñanza de la investigación en el posgrado es función a su vez de
los propósitos y problemas de las tres funciones antes señaladas. La
diferencia de finalidad, sin embargo, no es de ninguna manera obstá-
culo para un esfuerzo de articulación y organización de la enseñanza
de la investigación científica en este nivel.54
Es importante pensar en una opción eminentemente práctica de
posgrado que rescate el enfoque aplicativo de la especialización. El
especialista es un profesional que, además de la competencia general
en su práctica específica, domina un sector concreto de la misma.
Este dominio se expresa en su capacidad para aplicar conocimien-
tos teóricos y recomendaciones generales a situaciones reales de su
53 Véase SEP, op. cit. La actualización de conocimientos está incluida en el Reglamento General de
Estudios de Posgrado de la UNAM, como parte del posgrado. Para el Programa Nacional del Pos-
grado la actualización de conocimientos es parte de la educación permanente y del reciclaje
continuo que los profesores tienen que hacer cada determinado tiempo. Los últimos años las
universidades privadas del país han venido promoviendo estudios de “diplomados”, confor-
mados por una serie variable de eventos académicos posteriores a la licenciatura, orientados
a capacitar y entrenar eficientemente al alumno en tareas y quehaceres concretos de un área
particular y específica de una profesión, con una intención práctica.
54 Desde la óptica del diseño de planes de estudio, el pedagogo enfrenta un delicado y com-
plejo problema: el nivel intermedio de la maestría, entre la especialización y el doctorado.
Dentro de la concepción secuencial actual de los tres niveles del posgrado, corre el riesgo de
ser concebido como “sándwich”. Si se exige mucho se confunde con el doctorado; si no, hay
el riesgo de apenas distinguirlo de una especialización. Tal vez la razón de esta situación se
deba a la doble inspiración de la maestría en México. Por un lado, la franco-alemana, que la
acerca más al Magister, o sea los estudios orientados a formar personal universitario calificado;
por el otro, la anglosajona, mucho más cerca del Master in Science como instancia académica
anterior al Philosphy Doctor (Ph. D. Degree).
55 Elevar la calidad académica —uno de los objetivos centrales del Programa de Modernización
Educativa del gobierno de Carlos Salinas de Gortari— fue un desafío expresado de diferentes
H AC I A U N A N U E VA D I DÁC T I C A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N 65
Para transitar de una docencia rutinaria, enciclopédica, acrí-
tica, a una trasmisión activa, creadora, promotora de cambios y
transformaciones; para que el alumno supere actitudes pasivas, me-
morísticas, repetitivas y vaya asumiendo una función más partici-
pativa en la construcción de conocimiento y más comprometida
con su entorno social, se han ensayado en México, desde fines de
los años sesenta, varias estrategias para formar y capacitar profeso-
res universitarios.
La que mejores resultados ha dado hasta ahora es la formación
y capacitación que se apoya en la vinculación de la docencia con
la investigación.56 No basta trasmitir conocimientos, es necesario
además enseñar cómo fueron generados; el proceso de enseñanza-
aprendizaje; en ese momento, se vuelve crítico porque su marco de
referencia deja de ser la autoridad de quien entrega el conocimiento
para ser en adelante el conocimiento mismo y sus condiciones de
surgimiento. Tampoco basta trasmitir conocimientos teóricos que
queden en la simple conceptualización, sea verbalizando o redac-
tando; la intención del conocimiento profesional es terminar en la
acción.
Esta estrategia de formación del profesor universitario es inse-
parable de la investigación. Ello involucra una vez más la enseñanza
de la investigación, de acuerdo con los propósitos, la función, la si-
tuación, los problemas del profesor frente al grupo y del grupo en
situación de aprendizaje.
57 Véase sobre este punto Laurence Stenhouse, La investigación como base de la enseñanza, selec-
ción de textos de Rudduck y Hopkins, Madrid, Morata, 1987. Del mismo autor, Investigación y
desarrollo del currículum, Madrid, Morata, 1985. Stenhouse es tal vez el primer autor que intro-
dujo la necesidad de que el profesor investigara para mejorar su enseñanza.
58 Hay antecedentes para establecer, si no una fecha, sí la década de los setenta, y en especial
la segunda mitad, como el periodo en que se generaliza en nuestro país la temática de la
vinculación entre la docencia y la investigación. Véase Ricardo Sánchez Puentes, “Vinculación
docencia-investigación, una tarea teórico y práctica en proceso de contrucción”, Revista de la
Educación Superior, op. cit.
59 Sobre el particular, véase entre otros: el núm. 16 de Colección Pedagógica Universitaria, México,
Universidad Veracruzana, julio-diciembre de 1987; Raquel Glazman, La universidad pública: la
ideología en el vínculo investigación-docencia, México, SEP/Ediciones El Caballito, 1988; el núm.
61 de Perfiles Educativos, México, CISE-UNAM, julio-septiembre de 1993.
60 Véase Ricardo Sánchez Puentes, “Vinculación docencia-investigación, una tarea teórico y prác-
tica en proceso de construcción”, Revista de la Educación Superior, op. cit.
H AC I A U N A N U E VA D I DÁC T I C A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N 67
b) Cuando se habla de la vinculación, para evitar la confusión de
dos actividades diferenciadas como la investigación y la docencia, se
pretende que el profesor investiga su propia práctica docente.61
c) El vínculo entre la docencia y la investigación asume diversas
características y se particulariza en cinco dimensiones: las deman-
das sociales de conocimiento, el financiamiento, la organización, la
masificación y los niveles académicos, de ahí que cada una de esas
modalidades: “clame por tratamientos diferenciados, en virtud de
intencionalidades tácitas o explícitas de la educación superior y de
intereses sectoriales y de clase muy específicos”.62
Como puede advertirse, la vinculación docencia-investigación
sigue siendo una problemática abierta, ya que la práctica docen-
te debe seguir explorando y buscando modalidades de encuentro y
apoyo mutuo entre docencia e investigación en las instituciones de
educación superior.
Por ahora, parece haber coincidencia en que los contenidos pro-
gramáticos de eventos para formar a profesores-investigadores se
centran en enseñar a investigar: a) saberes teóricos que se trasmiten
en el caso de licenciaturas disciplinarias y en asignaturas teóricas
de carreras profesionales; b) la relación pedagógica y sus diferen-
tes momentos: planeación de aprendizajes significativos, estrategias
y métodos de las experiencias de aprendizaje, dinámicas grupales,
apropiación de los aprendizajes, estrategias y métodos de enseñan-
za, composición y conformación del grupo en situación de apren-
dizaje, evaluación del proceso de enseñanza-aprendizaje, etc.; c) las
condiciones escolares de la relación pedagógica que consideran des-
de los objetivos y reglamentos educativos de la institución hasta las
instalaciones (bibliotecas, laboratorios, administración, lugar para
recreo y deportes), pasando por los planes y programas de estudio,
y d) las condiciones sociales de los actores del proceso educativo, en
particular, el perfil, la situación, el estatus y la proyección del profesor.
61 Véase Miguel Ángel Pasillas y Alfredo Furlán, “El docente investigador de su propia práctica”,
Colección Pedagógica Universitaria, núm. 16, México, Universidad Veracruzana, julio-septiem-
bre de 1987.
62 Raquel Glazman, op. cit., p. 154.
63 Véase Poder Ejecutivo Federal, Programa Nacional de Desarrollo Tecnológico y Científico, 1984-
1988, México, 1984; leer en especial los cuatro primeros capítulos relativos a la importancia
de la ciencia y la tecnología, al diagnóstico del Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología, a
la política de ciencia y tecnología, y a los programas para el desarrollo del Sincyt; asimismo,
el Programa Nacional de Ciencia y Modernización Tecnológica, 1990-1994, México, 1990; leer en
especial el cap. v, “Formación de recursos humanos”. Por otro lado, está el Programa Integral para
el Desarrollo de la Educación Superior (Proides), documento del secretariado conjunto del Con-
pes (Consejo Nacional de Política Económica y Social), aprobado en la XXII Reunión Ordinaria de
la Asamblea General de la ANUlES, en Manzanillo, Colima, en octubre de 1986. También está el
Programa Nacional del Posgrado, nota 24 de este libro. En lo relativo a instituciones de educación
superior, está el documento aprobado por la Asamblea General de la ANUlES, en su XXIII Reunión
Ordinaria, que contiene la estrategia de la asociación para impulsar los programas derivados del
documento “Declaraciones y aportaciones de la ANUlES para la modernización de la educación
superior”.
H AC I A U N A N U E VA D I DÁC T I C A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N 69
tecnológicos, en determinadas áreas prioritarias, de acuerdo con las
necesidades y aspiraciones de desarrollo de la sociedad civil en su
conjunto.
Los diagnósticos sobre los estudios de posgrado y las unidades
de investigación no son alentadores; si bien reflejan un “enorme cre-
cimiento” y una “gran diversificación”, se reconoce que no siempre
garantizan “un mínimo de calidad”.64 Se reconoce también la necesi-
dad de acelerar los procesos de desconcentración geográfica e institu-
cional de las unidades de investigación.65 Se acepta que en el país hay
investigaciones de punta, pero en términos generales la generación de
conocimiento es “insuficiente”, “desarticulada” y “desvinculada” de las
necesidades sociales. Se han tomado medidas gubernamentales para
disminuir el éxodo de personal capacitado, para aumentar el porcen-
taje del pib orientado a la investigación, para la compra, manteni-
miento y reparación de equipo, adquisición de libros, inscripción en
revistas, acceso a redes de información y sistemas de publicación.66 Se
H AC I A U N A N U E VA D I DÁC T I C A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N 71
Así, se pretende enseñar a investigar a jóvenes de nivel medio
superior que se integran al mercado de trabajo; a profesionistas y
técnicos que sean útiles a la sociedad; a humanistas y a científicos
sociales; a especialistas que dominen teórica y prácticamente quehaceres
particulares de su práctica profesional; a profesores investigadores
y, por último, a investigadores que se dediquen profesionalmente
a la generación de conocimiento, a la innovación y a los desarrollos
tecnológicos en una sociedad de mercado abierto, altamente competi-
tiva, que reclama la calidad total en sus productos y en sus servicios.
La primera proposición de la nueva didáctica apunta directa-
mente a los contenidos de la enseñanza de la investigación en cien-
cias sociales y humanidades: ¿qué hay que enseñar al enseñar a in-
vestigar? Se sostiene que se enseñen los quehaceres, las operaciones,
las prácticas y los procesos que intervienen efectivamente en la gene-
ración misma de conocimiento.
La propuesta es más importante de lo que a primera vista pare-
ce. En efecto, la larga experiencia como profesor de metodología de
la investigación científica enseña que cuando se quiere enseñar a in-
vestigar, los contenidos pueden girar alrededor de varias opciones.68
Así, por ejemplo:
a) Es frecuente enseñar a investigar con base en la presentación
y discusión del concepto de ciencia o de investigación científica. El
concepto de ciencia es un concepto histórico, y es histórico porque
designa diferentes prácticas de la ciencia a lo largo de la historia. (La
ciencia no se hace hoy en día de la misma manera que en tiempos de
Descartes o de los griegos. Si se hace hoy en día de manera diferente,
se tiene que definir de manera diferente que en tiempos de Platón o
de Aristóteles o que en el siglo xvi. El concepto va definitivamente
69 Aquí se defiende solamente el carácter histórico del concepto de ciencia. La historicidad del
concepto, en nuestra opinión, no afecta la analogía del mismo, que se sitúa en otro nivel.
El concepto ciencia tampoco es equívoco; una cosa, sin embargo, es la analogía desde una
perspectiva esencialista y otra desde la perspectiva histórica que aquí se defiende.
70 Se quiere insistir en las diferentes acepciones del método científico, así: los que sostienen
que el método científico es la inducción (Bacon); quienes defienden que el método científico
coincide con el procedimiento inductivo-experimental (Comte); quienes, inspirándose en el
“problema de la inducción” (Hume), se adhieren al proceder hipotético-deductivo (Hempel).
H AC I A U N A N U E VA D I DÁC T I C A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N 73
de conocimiento como contenidos del proceso enseñanza-aprendi-
zaje. Debe quedar claro que no se trata de una postura iconoclasta;
esto es, no se quiere defender que hay una sola manera de enseñar a
investigar, en el supuesto de que haya una única forma válida para
enseñar a investigar y las demás estén equivocadas.
La experiencia está mostrando que la mejor manera de enseñar a
investigar no es la que trasmite conceptos ni la que se basa en la
descripción de la estructura del trabajo científico ni tampoco la que
entrena en los diferentes pasos del método científico, sino la que en-
seña las prácticas y los procesos efectivos de la producción científica.
Las reflexiones anteriores nos han introducido de lleno en el
meollo de la nueva didáctica: las operaciones y los quehaceres de
la generación de conocimientos sociales y humanísticos. Cuando se
alude al concepto, a la estructura, al método científico como opcio-
nes diferentes del contenido de la didáctica conceptual —documen-
tal y formal— se habla en singular; cuando se alude a las opera-
ciones y quehaceres de la producción científica de la nueva didáctica
se habla en plural.
Se trata del “tránsito” de una enseñanza escolar a una enseñanza
práctica. Cuando se abandona el nivel teórico-conceptual en el que
predomina la preocupación por la univocidad, se entra de lleno en el
nivel operativo y ejecutivo en el que predominan la multiplicidad y
la diferenciación. El orden conceptual unifica realidades múltiples
y diferenciadas que son más bien del orden real e histórico.
En otras palabras, desde el punto de vista operativo, que es el
que aquí interesa, la investigación científica, más que un concepto,
es un nutrido, complejo y diferenciado conjunto de operaciones y
quehaceres, dirigido evidentemente por una idea.
La nueva didáctica intenta ubicarse en esa perspectiva. ¿Cuáles
son esas operaciones del quehacer científico? ¿Cuáles son esas
prácticas de la generación del conocimiento? Su identificación, su
explicación, serán el objeto de los capítulos que conforman lo que
hay que enseñar, al enseñar a investigar.
Las operaciones del quehacer científico se abordarán en
los cuatro capítulos restantes, a saber: Primero: la trama y la
urdimbre del oficio de investigador. Generar conocimiento en un
71 Por tecnología educativa se entiende aquí un conjunto de técnicas didácticas que versan
sobre diversas situaciones del proceso enseñanza-aprendizaje (especificación de objetivos;
elaboración de instrumentos de evaluación, selección de métodos y técnicas de enseñanza,
etc.), con el propósito de controlarlo y así mejorar el rendimiento escolar y lograr índices más
H AC I A U N A N U E VA D I DÁC T I C A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N 75
sables; recursos e infraestructura; calendarios y tiempos; reglas de
juego escritas y no escritas...
Cuarto: finalmente, se trasmite el sentido estratégico del queha-
cer científico. La investigación, además de ser una obra bien estruc-
turada y articulada, responde a determinados criterios generales de
un género particular: es una creación en la que intervienen catego-
rías diferentes a las estructurales y que son propiamente del orden de
la imaginación, de la audacia y del tiempo creativo. Esta dimensión
del investigador científico encierra los saltos cualitativos de los au-
ténticos creadores. El tutor, por lo general, allana el camino, prepara,
ayuda, incita, pero no “enseña” a crear. La creación es un privilegio
que entregan los dioses.
altos de eficiencia terminal. Esta concepción instrumentalista oculta evidentemente una teo-
ría pedagógica con principios específicos relativos al hombre, a la sociedad, al conocimiento
e incluso a la realidad en su conjunto, y junto con ella una concepción particular relativa al
aprendizaje.
Introducción
Definición descriptiva
72 Los términos “trama” y “urdimbre” tienen su campo semántico literal en la manufactura telar.
Designan el conjunto de hilos paralelos entre los que pasan otros, cruzando a los primeros
para formar un tejido. “Trama”, describe el Diccionario de la Lengua Española, “es el conjunto de
hilos que, cruzados y enlazados con los de la urdimbre, forman una tela”. “Urdimbre”, continúa
el mismo diccionario, “es el conjunto de hilos que se colocan en un telar, paralelamente unos
a otros, para formar una tela”. El uso que se hace aquí de dichos términos es metafórico. Hay
que reconocer el gran poder heurístico de la metáfora y de la alegoría en la investigación, aun
cuando haya que tener muy presente —de acuerdo con la advertencia de numerosos autores
como Boudon, Bourdieu y otros— “la necesidad de una cuidadosa vigilancia epistemológica
sobre las mismas”.
ducción científica. El investigador, al momento de realizar los actos
centrales73 de su quehacer científico, pone en ejercicio, frecuente-
mente sin darse cuenta, esas actividades básicas sin las cuales no
sería posible la producción científica. En ese sentido, la trama y la
urdimbre del oficio de investigador apuntan a una especie de mate-
ria prima, no observable, pero que conforma de hecho la trabazón
oculta, la ligazón escondida o, si se prefiere, la nervadura interna de
numerosas actividades y tareas del quehacer científico.
Es importante ejemplificar: se puede tomar el caso de la proble-
matización. Problematizar es indudablemente uno de los momentos
de alta tensión del quehacer científico. Como se sabe, la problema-
tización es un proceso en el que concurren numerosas actividades,
tareas, acciones e iniciativas concretas y sencillas cuyo propósito es
formular cada vez con mayor precisión y claridad el problema de
investigación.
Lo que no aparece, sin embargo, pero que sí es actuante en este
momento clave del quehacer científico, es un conjunto de saberes
prácticos como, por ejemplo, el saber observar científicamente. Este
saber práctico no equivale a un mirar rutinario ni a un ver “a vuelo
de pájaro” ni a una mirada superficial y despreocupada. Más bien
consiste en provocar la reacción de las cosas ante un estímulo para
registrar inmediatamente después con cuidado la conducta seguida
por lo que se observa.
Está también el saber sorprenderse y conservar la capacidad de
asombro ante hechos y situaciones que pasan inadvertidos para
la inmensa mayoría de las personas; asimismo, el saber ver y leer la
realidad más allá de lo que aparece a simple vista.
En este sentido, problematizar no es una actividad que integre la
trama y la urdimbre del oficio de investigador. Se apoya, sin embar-
73 Nos referimos propiamente a los “actos epistemológicos”. Éstos conforman las operaciones
nucleares y constitutivas de la generación científica. ¿Cuáles son? No se pueden señalar ni
en general ni en abstracto, sino que están en función de la teoría del conocimiento que se
asume, así como de la corriente teórica explicativa propia del campo científico en cuestión.
Por ejemplo, para el empirismo clásico (Bacon) los actos epistemológicos son la observación
y la inducción. Para el positivismo de Comte, son la observación, la inducción y la experimen-
tación. Si damos un salto a teorías contemporáneas, Bourdieu, por ejemplo, sostiene que los
actos epstemológicos son la ruptura, la construcción y la comprobación.
Fundamentación
74 La dimensión es una categoría de análisis del orden antropológico, de uso frecuente entre
fenomenólogos y esencialistas. Heidegger, Merleau-Ponty, Sartre y Ricoeur la emplean en sus
escritos con frecuencia. La dimensión designa la totalidad concreta del hombre, desde una
perspectiva particular. Frente a antropologías de índole dicotómico en las que se afirma, por
ejemplo, que el hombre es la unión de dos elementos —alma y cuerpo—; el término di-
mensión pertenece a otro discurso de carácter totalizador y unificador: el hombre es todo él
espíritu y, al mismo tiempo, todo él, cuerpo.
75 “Je suis condamné a être libre”. Es decir, no tenemos más remedio que ser libres. Jean Paul
Sartre, L’être et le neant, París, Gallimard, 1966, p. 515.
L A T R A M A Y L A U R D I M B R E D E L O F I C I O D E I N V E S T I G A dor 79
de esas actividades es diferente entre los autores.76 No es el caso de-
tenemos en ello, pues no es el objeto de estas reflexiones.
3) Lo que sí interesa señalar es que las teorías filosófico-científicas
que abordan la problemática del conocimiento en Occidente resienten
el peso de dos demandas o, si se prefiere, de dos proyectos simultáneos
y antagónicos sobre el conocer. La coexistencia de ambos ha
tenido entre los griegos numerosas modalidades concretas, por lo
general nunca pacíficas, pues aquéllas se establecen en la hegemonía
de un proyecto sobre el otro. El primero —en su formulación de
polarización extrema— considera al conocimiento como luz, mientras
que el segundo más bien lo considera como intervención.
4) El primero insiste en concebir al conocimiento como un logos
ilumidador que es origen de distinción y diferencia entre las cosas; que
introduce orden y, por lo mismo, explica y articula; que encuentra
razones y, por ello, marca sentidos y significados. Por el conocer, el
hombre conoce y reconoce; descubre las cosas y se descubre, como
hombre, entre cosas. Prevalece, pues, la idea del conocer como ver,
como contemplar; se enfatiza su poder heurístico. El conocer se
manifiesta ante todo como proyecto de verdad y la verdad es luz, es
razón, orden y distinción. El conocimiento, en cuanto proyecto de
verdad, analiza y sintetiza razones; explica y comprende las cosas;
descubre lo esencial, otorga consistencias internas e identifica lo
secundario: reconoce sentidos y proyecta significados del actuar
humano.77
76 Basten unos pocos ejemplos. Los casos de Kant y de Piaget. El primero basándose en la can-
tidad, la cualidad, la relación y la modalidad de los juicios establece la tabla de sus categorías
o formas a priori del entendimiento, a saber: 1) cantidad: unidad, pluralidad y totalidad; 2)
cualidad: realidad, negación, limitación; 3) relación: sustancia-accidente, causa-efecto, acción-
pasión; 4) modalidad: posibilidad-imposibilidad; existencia-no existencia; necesidad-contin-
gencia. Emmanuel Kant, Critica de la razón pura, México, Porrúa, col. “Sepan cuantos…”, núm.
23, 1976, pp. 66-74.
El segundo distingue el pensamiento prelógico con todo un paquete de operaciones concre-
tas, como clasificar, ordenar, separar sistemáticamente variables, combinar elementos, con-
servar la cantidad de materia variando la forma y el espacio, separar por peso y tamaño, sumar
y añadir, y el pensamiento simbólico en el que se encuentran otro tipo de operaciones más
formales, como el establecimiento de relaciones.
77 Son innumerables y de diversas tendencias los representantes del conocimiento como luz,
desde los griegos hasta la actualidad. Es el Platón de la idea de unum; es Aristóteles del acto-
L A T R A M A Y L A U R D I M B R E D E L O F I C I O D E I N V E S T I G A dor 81
la concepción de un conocimiento que ordena y explica la naturale-
za y al mismo hombre; es necesario que vaya más allá, y contribuya,
por un lado, a la transformación de las condiciones alienantes del
trabajo, y participe, por el otro, en la promoción integral de todas las
capacidades del individuo como ser social y como persona.
Formar a cada sujeto en el correcto empleo del conocimiento es
una de las tareas pedagógicas más decisivas en una sociedad.81
6) El hombre, pues, conoce porque el conocimiento pertenece a
su condición humana y porque además asume el conocimiento como
tarea histórica. El paso del conocimiento como hecho esencial al co-
nocimiento como proyecto consiste precisamente en usos distintos
o, si se prefiere, en empleos diversos del conocimiento en la historia.
Uno se da cuenta de ellos al constatar la multitud de expresio-
nes, obras y creaciones históricas del hombre como ser social y como
individuo particular.
Pues bien, emplear el conocimiento proyectándolo eficazmente
en la historia es un proceso de aprendizaje lento y laborioso, gra-
dual y constante, aunado a una tradición que conserva y trasmite
los logros, las habilidades y los hábitos que se van creando colecti-
vamente.
Esos usos diferentes del conocimiento son posibles gracias a
la capacitación y al entrenamiento de los diversos saberes prác-
ticos que integran la trama y la urdimbre del oficio de investi-
gador.
7) Más aún, esas estrategias y habilidades que conforman el sa-
ber práctico básico del investigador deben ser promovidas. Su fo-
mento no equivale ciertamente a una enseñanza directa e inmediata
de la investigación, sino a una preparación para la misma; es decir,
consiste en favorecer y apoyar el despegue armonioso de aquellas
81 Las pedagogías más interesantes y de mayor impacto en nuestros medios intelectuales son
precisamente las que se orientan hacia una educación integral del individuo. Éstas se inspiran
frecuentemente en teorías del aprendizaje activo y práctico. Los ejemplos son numerosos.
Para una mayor información sobre el particular, véase J. Palacios, La cuestión escolar, Barcelona,
Laia, 1984 (este estudio, sin embargo, cuya primera edición es de 1978, tiene ya más de 12
años. Aunque se trata de un excelente trabajo, debe ser actualizado, pues si hay un campo
científico en ciencias sociales en el que se está trabajando intensamente y se está producien-
do conocimiento en América Latina es precisamente el educativo).
Identificación descriptiva
Operaciones de la apertura
82 Es justo reconocer que numerosos autores son reticentes frente a los programas de forma-
ción de investigadores, “El investigador nace”, se dice, “no se hace”. El cuestionamiento más
paralizante es el siguiente: si la investigación es una creación, ¿es posible —preguntan— en-
señar a ser creador? Así, entre varios especialistas neopositivistas —metodólogos, teóricos
de la ciencia, epistemólogos e historiadores de las ideas científicas— se suele distinguir el
ars probandi y el ars inveniendi. Lo primero, según ellos, se enseña; lo segundo pertenece al
código genético individual. Tal vez uno de los más célebres representantes de esta posición
sea Popper.
83 Es conveniente señalar que la identificación de las operaciones básicas no es una decisión ar-
bitraria, responde a tomas de posición de alcance epistemológico; es decir, a lo que se asume
como constitutivo del conocer científico. A ello, se añade el ser consecuente con una regla
de juego que consiste en dejarse guiar por lo aparente para descubrir algo consistente que
fundamente, incluso sin ser manifiesto, lo que pertenece al orden fenoménico.
L A T R A M A Y L A U R D I M B R E D E L O F I C I O D E I N V E S T I G A dor 83
mación y con la destreza para hacer acopio de datos relacionados
con su quehacer específico.
La producción científica se da en la síntesis entre la aportación
creadora del investigador y la información empírica que proviene
de la percepción. El investigador no crea los objetos que estudia o
investiga; más bien los acoge o, en muchas ocasiones, los constituye
basándose en los informes que provienen de la realidad extramental,
y a partir de ahí formula proposiciones científicas.
Con ello, se quiere insistir en que no todo es iniciativa exclusi-
va del sujeto cognoscente en el proceso del conocimiento. Como si
hacer ciencia fuera espontaneidad sin constreñimiento o libertad sin
ataduras. Conocer y, en especial generar conocimiento científico,
requiere ante todo abrirse a la presencia de las cosas.84 No es posible,
pues, imaginar la producción de conocimiento en ciencias sociales y
humanidades sin material empírico.
El propósito de este estudio, sin embargo, no consiste en descri-
bir las numerosas explicaciones que han dado los autores para pre-
sentar este rasgo característico del ser humano; a saber, el percibir.
Bastará con decir que unos lo vinculan con la limitación constitutiva
del hombre;85 otros lo llaman receptividad —que no es sinónimo
84 Se hace alusión aquí a uno de los problemas clásicos de la historia de las ideas filosóficas y,
más en concreto, a la teoría del conocimiento, inseparable en este punto de la antropología.
Sócrates, Platón, Aristóteles, Descartes, Bacon, Hume, Kant, Hegel, Marx, Husserl, Heidegger y
Sartre son algunos de los grandes maestros consagrados por la tradición. Uno de los autores
que con más clarividencia abordó el tema fue sin duda Kant. No interesa aquí exponer la res-
puesta, ni siquiera analizar la formulación del problema; lo importante es señalar la intuición y
la pregunta tal como las vio este autor: ¿cuáles son las condiciones de posibilidad del conocer
humano en general? ¿Cómo explicar críticamente el paso de un juicio particular y contingen-
te a un juicio universal y necesario?
Nuestra postura se inspira aquí en la categoría de la intencionalidad, tal como la entiende
Ricoeur. Gracias a ella, se evita una explicación dicotómica (sujeto-objeto) y se explica la con-
ciencia —por ejemplo perceptiva— como la presencia de algo en alguien. No hay presencia
si no aparece algo. Tampoco hay presencia si no hay un sujeto para el que aparezca. Pero hay
más: el individuo no sólo es apertura sobre su mundo, no sólo es “estar entre” cosas, sino que
es apertura desde un punto de vista. La perspectiva de su presencia ante las cosas es lo que
caracteriza su apertura a las cosas. Véase Paul Ricoeur, Philosophie de la volonté, II, Finitude et
culpabilité I, L’homme faillible, París, Aubier, 1960.
85 Nos referirnos a la Weltanschauung medieval. Para el medieval, el hombre es una criatura, un
ens ab alio, cuyo origen ontológico no es él, sino Otro. En ese sentido, lo describieron como
ser finito. Su limitación, según ellos, se expresa en varias direcciones: es ignorante; es impo-
L A T R A M A Y L A U R D I M B R E D E L O F I C I O D E I N V E S T I G A dor 85
objetos exteriores? La mejor manera de saberlo es preguntándoselo
a ellos directamente.
Al margen de los señalamientos de los libros de metodología de
la investigación científica —orientados más bien a un tratamiento
conceptual y formal de la observación—, se fue precisando la
respuesta de los investigadores; para ellos, la observación y la lectura
son dos saberes prácticos con caracteres particulares que los
diferencian tanto de la observación como de la lectura espontáneas
que hacen el común de los mortales.
La observación 90
90 Observar, del latín observare: mantener enfrente. Se toma, por lo general, como sinónimo de
ver o de mirar, pero en realidad se aplica a cualquiera de los cinco sentidos. Por sinécdoque
—figura retórica que consiste en tomar el todo por la parte o la parte por el todo o, incluso,
la materia de que está hecha la cosa, por la cosa misma—, observar es sinónimo de ver. En
realidad, observar es la manera científica de estar en el mundo o de “abrirse” a las cosas.
L A T R A M A Y L A U R D I M B R E D E L O F I C I O D E I N V E S T I G A dor 87
cer este hecho, “se observa” ya desde una teoría, especie de ojo que
“hace ver” (theorein significa ver, contemplar), que “hace aparecer”,
que “hace surgir” perfiles y aspectos de las cosas que de otra manera
pasarían inadvertidos. Las observaciones que se hacen nunca son
neutras; siempre están situadas, siempre tienen un hic et nunc.
Se observa en. Cuando los investigadores describen “su” manera
de observar hacen otra indicación sumamente rica. No observan ais-
ladamente: observan algo, dicen, pero en un contexto. Al observar,
nunca pierden de vista el conjunto, la visión de la totalidad. Enfocan
algo, pero ese algo no surge de la oscuridad como una aparición so-
litaria, desconectada y separada de todo, sino que se proyecta sobre
su propio marco de referencia, sin el cual es ininteligible.
Importa señalar que esa referencia no es un mero espacio neutro
ni un tiempo amorfo; se trata más bien de una relación dinámica
espacio-temporal con otros fenómenos, procesos, cosas o personas.
Esa relación limita, pero al mismo tiempo es constitutiva; es decir,
hace ser.
Se observa para. Entender la observación científica como un
mero registro de datos, a la manera empiricista, no es otra cosa que
hacer una descripción superficial y somera de un quehacer práctico
complejo. En cuanto quehacer práctico, la observación del investi-
gador nunca es ingenua ni espontánea; es más bien intencional, tiene
dirección y sentido. Se observa siempre con un propósito, dado por
la teoría “desde la que” se observa.
La lectura
(arkhé); 2) de una finalidad última (télos); 3) de una forma articuladora y estructurante (mor-
fé); 4) el establecimiento de un surgimiento o desarrollo (génesis); 5) la elaboración de una
estructura; 6) el descubrimiento de un código explicativo; 7) la construcción de una red de
inteligibilidad (logos); 8) la propuesta de una matriz heurística.
95 Louis Althusser y Étienne Balibar, Para leer El capital, México, Siglo XXI, 1969, pp. 18-40.
96 lbid., p. 20.
97 Ibid., pp. 22-24.
L A T R A M A Y L A U R D I M B R E D E L O F I C I O D E I N V E S T I G A dor 89
Para ser crítico es necesario leer la realidad directamente. En ese
caso, el autor leído es un pretexto, en el entendido de que un buen
maestro es el camino más rápido y directo para acercarse a lo que
las cosas son. La crítica no es un fin, es un medio para alcanzar la
creatividad. La elección de un buen autor es, pues, el primer paso
para ser creativo. No basta, sin embargo, ser repetidor. El texto del
maestro es un pretexto, es paso obligado, no es meta definitiva. Es la
vía de acceso para confrontarse con lo que las cosas son. Es el inicio
de una ardua y rigurosa tarea expresada en un balance de los acier-
tos y desaciertos, en el levantamiento de un protocolo de acuerdos
y desacuerdos del texto del maestro contra el “texto decisorio de la
realidad”.
En pocas palabras, para que una lectura alcance el nivel de ser
crítica se requieren varias condiciones, a saber: el texto de un buen
maestro o guía; entender bien (“leer bien”) al maestro y superar al
maestro.
Se supera al maestro haciendo una lectura directa de la realidad
que se estudia y elaborando un protocolo de los acuerdos y des-
acuerdos entre la propia posición y las afirmaciones del maestro.
Quien decide es el lector que sopesa las razones del alumno creador
basándose en sus argumentos supuestamente “más próximos” a la
realidad.
b) Lectura sintomática.98 Es la lectura que se hace desde una
problemática teórica tal que permite considerar la primera —inme-
diata— como síntoma de otra lectura más real que se puede rea-
lizar. El célebre adagio de que “las apariencias engañan” se ajusta
con asombrosa precisión al ámbito de la explicación científica en el
campo de las ciencias sociales y humanas.
No hay nada más riesgoso que dejarse guiar por el orden de lo
manifiesto para explicar fenómenos sociales. Así lo consideró, por
ejemplo, Freud, quien ubicó el “origen” de la fobia al agua, por par-
te de una de sus pacientes, en la represión de su enojo e ira cuando
sorprendió al gatito de su amiga saciando la sed en el vaso de agua
que guardaba en el buró junto a su cama.
Operaciones de la expresión
Expresar
99 En tal sentido, conocer es sinónimo de percibir externa e internamente. Así, por ejemplo,
L A T R A M A Y L A U R D I M B R E D E L O F I C I O D E I N V E S T I G A dor 91
es todo, sin embargo; conocer es también descubrir el sentido oculto
tras las apariencias sensibles, del objeto que aparece ante la concien-
cia. Hay varias maneras de ir más allá de lo sensible. Así:
101 Es pertinente advertir que el término discurso tiene aquí dos acepciones. La primera apunta
a la dimensión lingüística y, por lo mismo, es de alcance semántico y sintáctico, mientras que
la segunda designa más bien lo constitutivo del proceso científico; es decir, su devenir o su
hacerse.
102 Se habla en general de medios de expresión como una concesión al uso corriente del lengua-
je. McLuhan introduce el término mass media aplicado a la radio, la prensa, la T.V., el cine. No se
quiere dejar pasar por alto la polémica entre quienes consideran al lenguaje como un instru-
mento de comunicación y quienes sostienen que el lenguaje es una dimensión antropológica
esencial del hombre. Véase Georges Mounin, Claves para la lingüística, Barcelona, Anagrama,
1976, pp. 7-19.
103 Se hace alusión a la estructura dialogal del conocimiento científico. El quehacer del investi-
gador no es un monólogo ni una labor solitaria de un individuo aislado, sino un asunto de
carácter público. El investigador dialoga con otros al plantear su problema de investigación;
L A T R A M A Y L A U R D I M B R E D E L O F I C I O D E I N V E S T I G A dor 93
Por esa razón, la investigación que se guarda en el archivo ter-
mina siendo un ensayo; el experimento que sólo se realiza entre las
cuatro paredes del laboratorio es más bien un simulacro. El carácter
público de la producción científica implica dar a conocer los resul-
tados obtenidos. De la misma manera, el investigador que no escribe
o que no comunica su trabajo, que no es conocido por sus artículos,
ponencias, experimentos y, en general, por los resultados de sus ac-
tividades, está, en el mejor de los casos, en proceso de formación.
El investigador no es ciertamente un literato, pero sí una perso-
na que sabe expresar su pensamiento correctamente en un lenguaje
técnico, oralmente o por escrito. El investigador describe con cuida-
do y detalle lo que observa; expone con precisión y ordenadamente
lo que piensa de su objeto de estudio; establece sus presupuestos;
elabora con claridad sus hipótesis; construye con rigor —aunque
con audacia e imaginación— sus marcos de análisis y de referencia;
comunica los resultados de sus análisis, interpretaciones o experi-
mentos.
El nuevo paquete de operaciones básicas del oficio de investiga-
dor se relaciona ahora con la habilidad de redactar y con el dominio
de la expresión oral.104 Hay umbrales mínimos para la generación de
conocimiento y uno de ellos es el buen desempeño en el uso técnico
de la redacción y la exposición oral. Un tutor que olvida este paque-
te de operaciones prácticas básicas y no insiste en la capacitación y
el entrenamiento del investigador novel para exponer o para redac-
tar sus avances de investigación pierde oportunidades de oro para
hacerlo progresar.
se pone de acuerdo o en desacuerdo al analizar las propuestas de sus colegas; trata de con-
vencer al proponer la solución que él mismo da. La privacidad de un cubículo, el silencio de la
biblioteca, el retiro y la seriedad del laboratorio son mera apariencia. Véase Gaston Bachelard,
El racionalismo aplicado, Buenos Aires, Paidós, 1978, pp. 52-53 y 60-61.
104 Una de las decepciones más intolerables del profesor en la escuelas y facultades es constatar
que hay estudiantes con severas deficiencias para hablar y escribir, ya no en el lenguaje técni-
co de un campo científico particular, sino incluso en el plano del uso coloquial de la palabra.
Ante el reclamo del profesor, los alumnos suelen defenderse con el “lo tengo claro, pero no
puedo expresarlo”, como si la expresión ágil y clara no fuera la consecuencia directa de una
concepción inteligente y fácil.
L A T R A M A Y L A U R D I M B R E D E L O F I C I O D E I N V E S T I G A dor 95
comprometida”105 requiere asimismo de un tipo de investigador que
se expresa en obras. Las obras son su investigación o están ligadas
estrechamente con la realización efectiva de su estudio. Este conjunto
nuevo de saberes prácticos básicos se añade a la trama y urdimbre
del oficio de investigador.
La creatividad
107 El fomento y desarrollo de este par de disposiciones y habilidades prácticas han cobrado
súbitamente una importancia decisiva de alcance político en el caso de México. Ser simple-
mente consumidor de los productos tecnológicos de pueblos creativos es una alternativa
económico-política que —a medida que nos acercamos al siglo XXI— se está convirtiendo
en la única opción de numerosos países. Ello se traducirá en una de las formas más efectivas
de dependencia en los inicios del tercer milenio. Permanece todavía el riesgo de quedar re-
ducidos a maquilar las aplicaciones científicas y los desarrollos industriales que otros pueblos
jóvenes, fecundos y creadores inventan, por carecer de alcances de conjunto y de políticas
visionarias que permitan y promuevan la fuerza creadora, la imaginación audaz y el rigor dis-
ciplinado de una juventud aún noble y sana.
Para el caso de México, hay numerosas iniciativas de divulgación de la ciencia que se inscriben
en esta política de fomento a la creatividad y al rigor. Hay que continuarlas y multiplicarlas.
Como ejemplos están el Planetarium, el Museo de las Ciencias Universum, las semanas de la
investigación científica, las dos revistas de divulgación científica del Conacyt, los veranos de
la ciencia, las olimpiadas de las matemáticas, etcétera.
108 Alain Beaudot, La creatividad, Madrid, Narcea, 1980. Véase el artículo de J.P. Guilford titulado
“Creativity”, pp. 19-34.
L A T R A M A Y L A U R D I M B R E D E L O F I C I O D E I N V E S T I G A dor 97
hace asumir posturas novedosas o atractivas; los hallazgos súbitos,
que conjugan la experiencia con el ingenio o los conocimientos con
una organización alternativa nunca antes planteada.
Tal vez una de las cosas que más llama la atención en una perso-
na creativa es su capacidad para proponer cambios de esquemas re-
ferenciales, pues sus cuestionamientos son por lo general profundos,
que socavan los anteriores marcos de análisis y proponen pautas
nuevas o maneras originales da abordar la realidad.109
Es difícil construir una definición general y en abstracto de la
creatividad, cuando es más fecundo describirla y definirla en dife-
rentes situaciones particulares en las que toma rasgos y caracteres
peculiares: en un pintor creativo, en un literato original, en un filó-
sofo genial, en un científico creador o en un técnico ingenioso.
En este documento, por supuesto, se trata del científico. Éste es,
indudablemente, un creador. Es justo reconocer investigaciones que
son auténticas obras de arte, por la armonía de sus conceptos y la so-
lidez de la explicación, incluso por la proporción entre su estructura
y la sencillez de su concepción. El investigador, sin embargo, no es li-
terato ni arquitecto, ¿en qué consiste propiamente su poder creativo?
Sobre este punto, Aristóteles nos habla del “asombro”,110 Bachelard,
sin duda en la misma línea, aborda “el sentido del problema”,111
Kuhn se refiere a la capacidad de descubrir anomalías o de resolver
enigmas en un paradigma científico.112
El acuerdo real sobre otras características se hace difícil y com-
prometido, y la razón de ello habrá que buscarla en el amplio aba-
nico de modalidades de investigación social y humanística. Así, la
investigación básica reclama una gran imaginación creadora que se
109 P. E. Vernon, Creativity: Selected readings, London, Penguin Books, 1972. (En especial léase:
Tchaikovsky, “Letters”, pp. 57-60; Mozart, “Letters”, pp. 55 -56; Poincaré, “Mathematical Creation”,
pp. 77-88; Sigmund Freud, “Creative Writers and Daydreamings”, pp. 126-136; Spender, “The
Making of a Poem”, pp. 61-76; J. P. Guilford, “Traits of Creativity”.) Véase también H. Jaovi, Claves
para la creatividad, México, Diana, 1972; Alfonso López Quintas, La estética de la creatividad,
Madrid, Cátedra, 1980; Alain Beaudot, op. cit.
110 Aristóteles, Metafísica, México, Porrúa, col. “Sepan cuantos...”, núm. 120, 1979, libro I (alfa), cap. II, p. 8.
111 Gaston Bachelard, La formación del espíritu…, op. cit., p.16.
112 Thomas Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, México, FCE, 1982, pp. 68-79 y 92-
111.
L A T R A M A Y L A U R D I M B R E D E L O F I C I O D E I N V E S T I G A dor 99
El rigor
L A T R A M A Y L A U R D I M B R E D E L O F I C I O D E I N V E S T I G A dor 101
das en las necesidades económicas y sociales, sobre las que se rela-
cionan con la lógica y el desarrollo disciplinarios, con la curiosidad
intelectual o con la intención desinteresada de conocer más y mejor
la naturaleza para bien del hombre.
b) Son varias y de diferente índole las repercusiones de carácter
social de la producción científica. Una de alto interés para el propó-
sito de este estudio es la investigación colectiva. No se pretende de
ninguna manera descalificar las investigaciones personales, menos
aún desacreditar el trabajo y la disciplina individuales, sino insistir
en que el quehacer científico no es una actividad solitaria de un in-
vestigador aislado.118
Operativizar eficientemente las modalidades de socialización en
prácticas y procesos de la producción científica es una de las tareas
más fecundas del trabajo académico futuro. Por ello, varias institu-
ciones que realizan investigación en el país promueven asiduamente
el establecimiento de políticas y lineamientos que favorecen el tra-
bajo en equipo, la formación de unidades competitivas de investi-
gación y, como consecuencia, proyectos colectivos de investigación.
c) La socialización de la producción científica es una modalidad
operativa que tiende a generalizarse poco a poco. Y lo importante
es que esta nueva modalidad del quehacer científico es por ahora
inseparable de la multidisciplina y de la colaboración académica
interinstitucional. De esa manera, los convenios académicos, la fe-
deración de proyectos de investigación,119 el trabajo regional y los
118 Véase Gaston Bachelard, El racionalismo aplicado, op. cit., pp. 53 y 60-61.
119 Se entiende por federacion de proyectos de investigación la integración en una sola investi-
gación de varias investigaciones o estudios que mantienen cada uno su propia identidad y
autonomía. La expresión conceptual recuerda la federación de estados de una nación. Cada
entidad federada mantiene su autonomía y singularidad: forma, sin embargo, con las otras
una sola y única nación, de acuerdo con ciertos principios y reglas constitucionalmente apro-
badas. La federación de proyectos de investigación es un concepto y una tarea. Con ello, se
quiere decir que las modalidades de la federación son numerosas: unas pueden imaginarse
teóricamente, otras serán resultado de una práctica vigilante. Así, hay proyectos de investiga-
ción que se federan porque: 1) comparten un mismo tema de investigación, aunque abor-
dándolo desde perspectivas teóricas diferentes; 2) analizan el mismo objeto de estudio pero
en diferente nivel de concreción; 3) estudian uno entre un conjunto articulado de problemas;
4) comparten el mismo problema de investigación, así como los mismos marcos teóricos de
análisis, aunque ponen el énfasis en aspectos y perfiles distintos, etc. La lista puede alargarse.
L A T R A M A Y L A U R D I M B R E D E L O F I C I O D E I N V E S T I G A dor 103
con la modalidad concreta del trabajo en equipo. Es fácil presentar
el trabajo en equipo como una alternativa práctica del quehacer in-
dividual de cubículo, lo cual no es incorrecto con tal de que no se las
entienda como prácticas excluyentes.
El trabajo en equipo, sin embargo, en cuanto socialización del
quehacer científico, requiere un conjunto de disposiciones y habi-
lidades específicas. Si no se quiere que el trabajo en equipo quede
reducido a una simple palabra, es necesario identificar las habili-
dades que exige para diseñar una cuidadosa pedagogía orientada
a su capacitación y entrenamiento; de otra manera, se caería en un
voluntarismo absurdo. En términos generales, puede pensarse que
el trabajo en equipo es inconcebible sin una disposición especial
al intercambio y la colaboración. Participar, colaborar, compartir,
distribuir son, entre otros, los ejes articuladores de la organización y
de la gestión de la nueva manera de generar ciencia.
Para intercambiar opiniones, puntos de vista e incluso informa-
ción, el investigador social no sólo habla, sino también escucha. En
otras palabras, es difícil pensar actualmente en un investigador que
no sepa dialogar. Cuando él escucha no hace otra cosa que intentar
ponerse en el punto de vista del interlocutor y, en términos generales,
respetar la postura o posición de aquél. Cuando él habla lo hace con
el cuidado y rigor de quien sabe que la realidad no se da de golpe ni
de una vez por todas, sino que se ofrece en dosis, en perfiles, poco
a poco.
Cuando la conversación con un investigador social experimen-
tado y en plena madurez alcanza un nivel de cierta profundidad se
manifiestan el respeto y la tolerancia como dos actitudes prácticas
que facilitan su labor de búsqueda colegiada, así como que la pa-
sión compartida por conocer lo acerca e identifica con el colega. Por
otra parte, la colaboración, como dice la misma palabra, consiste en
laborar al lado de otro(s) en una empresa común. Cuando el investi-
gador social experto colabora no toma él solo las decisiones teóricas
u operativas del proceso de generación de conocimiento, sino que
las comparte con el resto. Se trata de un descentramiento que por lo
general es costoso, pero que a la larga termina siendo fecundo.
Operaciones de la construcción
L A T R A M A Y L A U R D I M B R E D E L O F I C I O D E I N V E S T I G A dor 105
Los términos adelantados, tales como construcción, armazón,
estructura, firmeza, solidez, etc., pertenecen a un campo semántico
bien definido que puede conducir al lector hacia malos entendidos
y desviarlo así de los presupuestos conceptuales que alientan este
documento.121 Por ello, es pertinente señalar que, en una primera
aproximación, se pone el énfasis en la arquitectónica del quehacer
científico, lo cual no equivale a reducir la práctica científica a esa
única dimensión.
Pero, ¿qué se entiende por arquitectónica de la generación de
conocimiento científico? Si al hablar de una casa se dice que sus ci-
mientos, sus castillos de cemento armados, sus muros de resistencia,
sus amarres de varilla, sus pisos y sus techos le dan consistencia y so-
lidez, de una manera análoga se supone aquí que una investigación
—en cuanto producto— tiene una estructura particular, de modo
que no puede concebirse sin: 1) un problema de investigación; 2) un
conjunto de datos o de información del mundo exterior; 3) un cam-
po teórico conformado por un marco de análisis, por un conjunto
de hipótesis o de proposiciones; 4) un conjunto de criterios, reglas y
procedimientos para control empírico, y 5) en fin, un informe parti-
cular que obedece a normas precisas y definidas.122
123 Es pertinente advertir que no se enumeró entre esos cinco grandes y complejos quehaceres
científicos el método, porque no es acertado considerarlo dentro de la arquitectónica de la
investigación. El método es estrategia pura del proceder científico; se abordará, pues, cuando
se estudie la estrategia de la investigación.
124 Véase Henri Desroche, Apprentissage en sciences sociales et education permanent, París, Éditions
Ouvrières, 1971, pp. 16-19.
L A T R A M A Y L A U R D I M B R E D E L O F I C I O D E I N V E S T I G A dor 107
Su cometido se ubica en buscar lo que ofrece fundamento y apoyo
sólido; se preocupa de manera constante por la distribución acerta-
da de las cargas de su argumentación; no descuida en lo más mínimo
el amarre sistemático de sus pruebas para así asegurar la solidez de
su explicación.
Puede, pues, concluirse que el investigador activo domina el arte
de construir. En esta labor de conjugar consistencia y armonía, se
esconde un saber hacer: el saber práctico de quien sabe desde pro-
blematizar hasta redactar informes, así como conjuntar todos los
núcleos constitutivos del quehacer científico. Pues bien, este saber
práctico que sólo se trasmite en la relación cotidiana y permanente
con el investigador-tutor cae también en el ámbito de lo que se ha
llamado trama y urdimbre del oficio de investigador.
El dominio del arte de construir y organizar remite a múltiples
operaciones básicas relacionadas con la pericia para armar y enlazar.
Muchos dirán que este arte de construir —tan propio del investiga-
dor— no es otra cosa que el arte de pensar, en el sentido clásico de
comprender; es decir, de buscar la inteligibilidad de las cosas en los
espacios totalizantes y en la misma relación.
La tradición clásica —desde Aristóteles, vale recordarlo— ha
situado el poder de construcción mental del hombre en tres actos
lógicos centrales: el concepto, el juicio y el raciocinio.125 Los actos
son principio en diferentes niveles.
Conceptualizar es la operación por la que se abandona el si-
lencio de la percepción; es decir, se sale de la connivencia con la
realidad empírica para “decir” las experiencias naturales, personales
o sociales. Decir las experiencias equivale, en este caso, a captar o a
construir su significado. Juzgar consiste en afirmar o negar algo de
alguien. Es una operación delicada y que, en el caso de la produc-
ción científica, reviste una importancia capital en todo momento,
particularmente durante los controles científicos. Razonar apunta
más bien al movimiento del pensamiento; éste discurre, es decir, se
desplaza, se mueve, avanza. Es necesario, por lo mismo, no sólo
125 Aristóteles, Tratados de lógica (El Organon), México, Porrúa, col. “Sepan cuantos…”, núm. 124,
1975. Se sugiere leer: Peri Hermeneias, Primeros y Segundos analíticos.
Operaciones de la estrategia
L A T R A M A Y L A U R D I M B R E D E L O F I C I O D E I N V E S T I G A dor 109
de la creación científica no es el tiempo cronológico, con medida
monótona, igual y homogénea, sino un tiempo diferenciado que se
caracteriza de manera distinta, en cuanto tiempo humano. Así, hay
tiempos de alta tensión en que se adelanta y rinde, y tiempos flojos
en que se rumia y se avanza poco; hay tiempos muertos en los que
el equipo de investigación queda con la sensación de no saber qué
hacer y de tener no idea en dónde está, y tiempos perdidos, después
de haber abandonado un callejón sin salida o de encontrarse de
nuevo en ruta tras haber equivocado el camino.
De ahí que el trabajo metódico y constante —que parece ser
el medio en el que se mueve el investigador— es sólo la fachada;
más allá están los detalles, como los golpes de inspiración y los
descubrimientos significativos, así como los tropiezos y las inde-
cisiones que desalientan; o los obstáculos y resistencias que asedian
por todas partes su labor, dejando frecuentemente la sensación
de que investigar es un trabajo surrealista. La disciplina y la
obsesión del investigador no son en realidad tedio, son su manera
de ser.
En segundo lugar, es posible ubicar también la producción
científica en otro espacio de inteligibilidad; a saber, el acto racional.
La racionalidad se toma aquí en la representación del esquema medio-
fin. Para ello, aportarán suficiente luz el concepto de estrategia y los
principios generales de los actos estratégicos.
La realización de una investigación científica es un riguroso
ejercicio estratégico: no hay producción científica sin estrategia y
todo científico experto es un gran estratega. En apoyo a ello, basta
aludir a la carga conceptual del término que evoca el arte de dirigir
o la habilidad para alcanzar objetivos definidos.
En el caso de la generación de conocimiento, tal destreza conjun-
ta diversas acciones que se vinculan con el plan general de concep-
ción o diseño de la investigación, con la operativización cuidadosa y
viable de decisiones teóricas y medidas técnicas orientadas al logro del
objetivo propuesto, así como con el control y la retroalimentación
del proceso científico. Ello abarca numerosas actividades, como el
dibujo mental anticipado del proceso completo, en el que tienen que
estar presentes:
L A T R A M A Y L A U R D I M B R E D E L O F I C I O D E I N V E S T I G A dor 111
Es importante reconocer la relación que hay entre esos saberes
prácticos y los actos epistemológicos de la producción científica: no
coinciden ni se confunden entre sí; los primeros son en realidad la
urdimbre de los segundos. Pues bien, todas estas operaciones bási-
cas deben ser también objeto de enseñanza, al enseñar a investigar.
La didáctica de la investigación social y humana es mucho más
compleja que los clásicos cursos de posgrado o que los seminarios-
taller de metodología y de epistemología; abarca también, entre
otras cosas, la trasmisión directa e inmediata de estos saberes prác-
ticos básicos que conforman la trama y la urdimbre del oficio de
investigar.
Así, un investigador titular, al enseñar propiamente a su ayudan-
te los actos epistemológicos del quehacer científico, se preocupa
126
126 Las expresiones: investigador titular, investigador asociado y ayudante de investigador son
categorías de algunas instituciones de educación superior. Véase, por ejemplo, el Estatuto del
personal académico, UNAM, artículos 4; 20-28; 38-44. Es importante llamar la atención en este
documento sobre algunas interpretaciones reduccionistas. Las categorías de investigadores
ahí señaladas (por ejemplo, asociados A B C; titulares A B C) no representan solamente rangos
de remuneración económica, sino también escalas de exigencias y responsabilidades, de pre-
paración académica frente a la comunidad universitaria.
L A T R A M A Y L A U R D I M B R E D E L O F I C I O D E I N V E S T I G A dor 113
115
Introducción
128 Son varias las funciones que se le asignan a la tradición en ciencias: se trasmiten conocimien-
tos; formas probadas de generarlos; teorías globales y parciales; prácticas y procesos que evi-
tan pérdida de tiempo; reglas de juego, unas escritas, otras a la manera de acuerdos verbales;
modos de proceder, etc. La tradición enseña también mapas de problemas del campo en
cuestión: problemas ya resueltos, los pendientes, los mal planteados, los seudoproblemas; es-
tablece asimismo los conocimientos de frontera. En una palabra, previene contra los caminos
que conducen al error y perfecciona gradualmente los senderos, los modos y los instrumen-
tos que conducen al descubrimiento.
129 Es importante señalar el contexto epistemológico de estas afirmaciones, pues con ellas se
defienden concepciones alternativas del quehacer científico; a saber, el carácter histórico, es
decir, precario, falible, del mismo. La preferencia que se da a la investigación científica (el fieri
o devenir de la ciencia) sobre el cuerpo sistemático de conocimientos (la ciencia factum); la
verdad definida como búsqueda, como aproximación, más que como adecuación a lo real; el
crecimiento y desarrollo científico entendidos como revisión permanente de los fundamen-
tos, más que como acumulación y aumento cuantitativo de los mismos.
AC T U A L I Z A R Y R E C R E A R L A T R A D I C I Ó N C I E N T Í F I C A 117
asimilado. Las autoridades científicas en ciencias sociales y huma-
nas son por lo general investigadores que han leído mucho, que en
su trabajo mantienen un diálogo y una discusión permanentes con
quienes los precedieron en el campo de su estudio.130
No es posible, pues, entender actualmente la tradición científica,
en cuanto don socialmente atesorado, sin un enfoque histórico del
trabajo científico. No es conservando, guardando ni repitiendo el
legado de los grandes científicos del pasado como entienden y cons-
truyen los científicos de hoy la tradición, sino más bien oponiéndose
a sus logros y construyendo sobre lo que aquéllos alcanzaron. En
otras palabras, se habla actualmente de tradición científica en cuan-
to los conocimientos anteriores son superados y rebasados, mante-
niéndolos, y no en cuanto son repetidos para conservarlos intactos.
Desde el momento en que la investigación científica no se re-
dujo a simples aplicaciones de conocimientos “ya adquiridos”, sino
que se entendió como la labor permanente de cuestionamiento y
refundamentación de los conocimientos anteriores, así como el es-
fuerzo renovado y disciplinado de explicar mejor y más los hechos,
los procesos y los fenómenos, en ese momento se empezó a construir
el concepto moderno de tradición. Desde el momento en que los
científicos no entendieron su quehacer como una rutina ni como un
recetario de pasos a seguir, sino que lo vivenciaron como aventura
siempre nueva, siempre libre pero ligada a otros, ahí se asienta el
concepto actual de la tradición científica.131
Es importante insistir en que la idea contemporánea de tradición
científica se ha construido gradual y progresivamente en la misma
130 Tal vez éste sea un rasgo distintivo de la investigación social y humanística: la función de la
tradición. Lo que opinaron los primeros pensadores sobre el hombre y sobre la sociedad no es
mera pieza de museo. La lejanía del pensamiento no significa necesariamente falta de urgen-
cia ni de actualidad. Platón y Aristóteles en filosofía; Maquiavelo en política; Herodoto y Hegel
en historia; De Saussure en linguística; Comte y Durkheim en sociología; Wundt en psicología;
Freud en psicoanálisis; Marx en economía política, etc., no son autores del pasado. En el mo-
mento actual, se discute con ellos como si fueran personajes vivientes; sus planteamientos no
son prescindibles en su campo respectivo. La modernidad no consiste en marginarlos ni en
olvidarlos.
131 Véase uno de los autores contemporáneos que mejor ha entendido el papel de la tradición,
vista en su doble dimensión: como conservación de un don y como recreación del mismo.
Martin Heidegger, Kant y el problema de la metafisica, México, FCE, 1954.
132 Véase Alexandre Koyré, Estudios de historia del pensamiento científico, México, Siglo XXI, 3ª edi-
ción, 1980, p. 42.
133 Es justo reconocer que Koyré no se muestra de acuerdo con las tesis tradicionales sobre el Re-
nacimiento, a saber: a) el hombre moderno trata de dominar la naturaleza, mientras que el
hombre medieval, antiguo, se esforzaba ante todo por contemplarla. La vita activa —la física
de Galileo, de Descartes, de Hobbes, ciencia activa, operativa—ocuparía el lugar de la theoría
o de la vita contemplativa, así como de la brujería y de la alquimia, b) la lucha de Galileo contra
la autoridad, y en particular contra la tradición aristotélica mantenida por la Iglesia, lucha que
apoyó en el papel de la observación y de la cuantificación y medida. Para este autor: “Los fun-
dadores de la ciencia moderna, y entre ellos Galileo, debían […] hacer algo distinto. Debían
destruir un mundo y sustituirlo por otro. Debían reformar la estructura de nuestra propia
inteligencia, formular de nuevo y revisar sus conceptos, considerar el ser de un modo nuevo,
elaborar un nuevo concepto del conocimiento, un nuevo concepto de la ciencia e incluso
sustituir un punto de vista bastante natural, el del sentido común, por otro que no lo es en
absoluto”; ibid., p. 155.
AC T U A L I Z A R Y R E C R E A R L A T R A D I C I Ó N C I E N T Í F I C A 117
inestable; es decir, imperfecta, mientras no alcance lo esencial. Una
vez que capta la esencia del objeto de estudio deja de ser búsqueda
y devenir para convertirse en acto: en posesión definitiva del cono-
cimiento necesario,134 de ahí que el carácter precario y cambiante
de un conocimiento no es para él indicador de la cientificidad del
mismo. Conviene tener presente que la postura moderna sobre este
particular —aunque hay excepciones— se ha recorrido sensiblemen-
te hacia otra mentalidad: la ciencia es entendida como búsqueda y
devenir, más que como cuerpo definitivo de conocimientos. “Bajo la
influencia convergente de una serie de factores”, afirma Piaget, “se
tiende a considerar día a día al conocimiento como un proceso, más
que como un estado.”135 La ciencia está en proceso permanente de
revisión, de restructuración,136 lo cual no significa, de ninguna ma-
nera, que el conocimiento científico sea erróneo o falso, pero sí que
se caracteriza por su precariedad y su historicidad.137
La pregunta más interesante, sin embargo, está relacionada con
los contenidos de la tradición científica y, en concreto, con la pregun-
ta: ¿qué se trasmite al enseñar a investigar? La respuesta no es sencilla.
A manera de respuesta inmediata, uno piensa en las diferentes
modalidades de seminarios de metodología y de elaboración de tesis
que proliferan en los planes y programas de estudio de enseñan-
za superior y de posgrado en las diferentes carreras. Como se ha
señalado anteriormente, enseñar a investigar desborda el objetivo de
los seminarios y de los talleres de metodología.
En términos generales, enseñar a investigar comporta, desde la
óptica de la tradición, trasmitir el saber acumulado histórica, social
e institucionalmente, tal como es reconstruido por el investigador
singular. En la trasmisión, están presentes de una manera u otra la
historia de esa ciencia, la institución en la que se enseña y la memoria
particular del investigador que enseña.
134 Aristóteles, Tratados de lógica…, op. cit., véase Segundos Analíticos, libro 1, cap. 2, pp. 156-158.
135 Jean Piaget, Psicología y epistemología, Buenos Aires, Emecé, 1972, p. 8.
136 Véase Gaston Bachelard, El racionalismo aplicado, op. cit, pp. 66 y 80.
137 Mario Bunge, La ciencia, su método y su filosofía, Buenos Aires, Siglo XXI, 1975. Controlar el
inventario de las principales características de la ciencia fáctica.
AC T U A L I Z A R Y R E C R E A R L A T R A D I C I Ó N C I E N T Í F I C A 117
en el Yo-Tú del pensamiento racionalista se manifiestan el control,
la verificación, la confirmación, el psicoanálisis, la enseñanza, el
normativismo; formas todas ellas más o menos descomprimidas de
coexistencia”.140
La ciencia es antes que nada un proceso de generación de
conocimiento en el que interviene una comunidad diferenciada
que problematiza, fundamenta y construye observables, y que está
constituida por investigadores —obreros de la prueba.
Más que el acto solipsista de un investigador que produce cono-
cimiento, la ciencia es la expresión democrática de una comunidad
diversificada y diferenciada que observa, problematiza, se informa,
procesa datos, analiza e interpreta, divulga los resultados, transforma
y da soluciones de acuerdo con los conocimientos construidos.
El tutor, según eso, al enseñar a investigar, junto con sus propios
conocimientos individuales, trasmite el acervo cultural y el bagaje de
experiencias, conocimientos probados, procesos y procedimientos
acumulados por comunidades de investigadores durante largo tiempo.
Después de estas breves reflexiones sobre la tradición científica,
conviene ahora ser más precisos en el propósito de la propuesta de
una didáctica diferente para enseñar a investigar. Hay que centrarse
en un hecho decisivo: la producción científica es una práctica
histórica y social. Este hecho tiene consecuencias en la enseñanza de
la investigación; esto es, lo relevante que es introducir en la tradición
a quien se inicia en la investigación.
Al enseñar a investigar se enseña un saber práctico; es decir, se
trasmite un oficio. El oficio de investigador tiene una larga trayec-
toria y es específico en cada campo científico particular. Para ello,
deben quedar claras varias cosas:
141 Se apunta aquí la definición de ciencia del positivismo clásico que se generalizó en la segunda
mitad del siglo XIX. En tal definición, se destacan las cuatro condiciones que debe cumplir un
conocimiento para ser considerado, según aquellos pensadores, como científico: a) sistema-
ticidad; b) objetividad, de ahí se deriva la neutralidad; c) universalidad, y d) previsión.
AC T U A L I Z A R Y R E C R E A R L A T R A D I C I Ó N C I E N T Í F I C A 117
al paso de los años. En ese sentido, enseñar a investigar sin historia
equivaldría a restarle densidad a una actividad compacta y sólida.
La historia de las ideas científicas enseña que no ha habido una,
sino varias maneras de entender y de hacer ciencia. Esta situación
se convierte en un factor decisivo para la concepción y articulación
de la didáctica de la investigación, en el sentido de que las maneras
diferentes de concebir y generar la ciencia son la razón que funda las
modalidades diferentes de su enseñanza. Dado que hay conceptos
y prácticos distintas de ciencia, hay modos diferentes de enseñar a
investigar.
En un somero recuento de esos conceptos y prácticas científicas
distintas —más que de sus autores—, conviene detenerse en las ca-
racterísticas de algunos de los paradigmas más comunes en nuestro
medio. Lo que importa desde el punto de vista de la didáctica de la
investigación científica es sacar algunas conclusiones relativas a la tra-
dición: el investigador, aun cuando inaugura áreas nuevas del cono-
cimiento, es deudor en gran medida de formas de conocer que han
sido ya probadas por otros que le han precedido.
Al enseñar a investigar, el tutor debe ser consciente de que en-
trega saberes adquiridos a través del tiempo, trasmite prácticas y
métodos enriquecidos por el uso de numerosos científicos que han
acudido previamente a los mismos, y enseña técnicas e instrumentos
perfeccionados y moldeados de forma paulatina por el rigor de va-
rias generaciones de investigadores que han trabajado anteriormente
en las mismas.142
Recordemos la propuesta de Aristóteles que gira en torno al co-
nocimiento de la(s) cosa(s) por sus causas (la formal, la material, la
final, la eficiente, la ejemplar). De modo que se conoce algo cientí-
142 Conviene señalar, para evitar malos entendidos, que nuestras afirmaciones no se contrapo-
nen —en nuestra opinión— a los planteamientos de Kuhn o de Lakatos. El nivel de la “ciencia
normal” de Kuhn y de “los programas de investigación científica” de Lakatos es el de la expli-
cación del desarrollo de la ciencia; se trata de un discurso innovador y revolucionario que
se sitúa en la historia de las ideas científicas. Es cierto que un paradigma particular asumido
como ciencia normal, o el núcleo central de un programa de investigación, está integrado
por determinados métodos, técnicas e instrumentos; no son éstos, sin embargo, sino la teoría,
para Kuhn, o “el cinturón protector” de la heurística positiva y negativa, para Lakatos, lo que
caracteriza sus respectivas propuestas.
143 Aristóteles, Tratados de lógica…, op. cit., véase los Segundos Analíticos, cap. 2., pp. 156-158, así
como Ingemar During, Aristóteles, México, UNAM, 1987, pp. 155-192.
144 Véase el “Estudio introductivo” de Francisco Larroyo a Francis Bacon, Instauratio Magna, Novum
Organon, Nueva Atlántida, México, Porrúa, col. “Sepan cuantos…”, núm. 293, 1980, pp. XVII-
XXVI.
AC T U A L I Z A R Y R E C R E A R L A T R A D I C I Ó N C I E N T Í F I C A 117
Tal paradigma científico, que hoy se conoce como empiricis-
ta (o inductivista) y que cuenta —es justo reconocerlo— con las
valiosas aportaciones de Locke y Hume, es aún hegemónico en
diversos medios. Para el empirista, la ciencia se basa en los hechos
de la experiencia adquiridos por la observación. La imaginación,
la fantasía, la especulación son excluidas como fundamentos del
conocer científico.
La observación, por el contrario, constituye el núcleo del queha-
cer científico. Los hechos, registrados con cuidado y rigor, se expre-
san con proposiciones simples (enunciados observacionales) que dan
base a ciertas regularidades. La ciencia, es cierto, está integrada por
enunciados generales pero, ¿cómo se pasa de esos enunciados obser-
vacionales singulares a las proposiciones generales del conocimiento
científico? La respuesta es la inducción.
“Es frecuente llamar inductiva a una inferencia cuando pasa de
enunciados singulares (llamados a veces particulares), tales como
descripciones de los resultados de observaciones o experimentos, a
enunciados universales, tales como hipótesis o teorías”.145 Gracias
a la inducción, el científico infiere constantes y regularidades en el
comportamiento de la naturaleza o en la conducta de animales o
individuos y así logra una mejor descripción de las mismas.
Otro paradigma hegemónico es, sin duda, el positivismo clásico
de Comte y, en particular, sus planteamientos en el Discurso sobre el
espíritu positivo y en el Curso de filosofía positiva.146
La exigencia rigurosa de atenerse a los hechos, a la realidad,
sigue ocupando un lugar central en la adquisición del conocimiento
científico. Dicho impulso es notable en las expresiones comtianas:
“La observación es la única base posible de los conocimientos ver-
daderamente accesibles”. Y más adelante: “La lógica reconoce como
regla fundamental que toda proposición que no es estrictamente re-
ducible al simple enunciado de un hecho, particular o general, no
puede tener ningún sentido real o inteligible”. “La pura imaginación
AC T U A L I Z A R Y R E C R E A R L A T R A D I C I Ó N C I E N T Í F I C A 117
experimentos uno de los cortes epistemológicos más significativos
en la historia de las ciencias, al sostener que la naturaleza es un libro
escrito en términos matemáticos.
A partir de entonces, la cuantificación y la medida parecen for-
talecer más su prestigio de ser actividades científicas por antono-
masia: conocer científicamente, puede decirse, coincide con medir y
cuantificar.150 El acercamiento a las matemáticas —en sentido am-
plio— para buscar en ellas un instrumento y un apoyo es garantía de
desarrollo para unas ciencias y condición de surgimiento para otras
nuevas. La matematización de la naturaleza, el control empírico por
medio de modelos experimentales, la invención de instrumentos de
precisión para controlar objetos y prever fenómenos naturales pa-
recen marcar el itinerario triunfal de la constitución de cualquier
ciencia.
Y es que a la scientia nova no le interesa más la pregunta sobre
lo que son, sino sobre cómo son las cosas y los fenómenos; es decir,
cuáles sus elementos integrantes, cuál su funcionamiento, cuáles sus
relaciones, cómo su configuración definitiva. Más aún, a la scientia
nova le importa la búsqueda y precisión de constantes en el com-
portamiento de los objetos y fenómenos, así como en su interacción
con otros. Para la formulación de estas regularidades, se requiere
la invención de patrones de medición, así como las medidas que la
expresan en sus diferentes grados de intensidad.
Evidentemente, en la ciencia moderna se oculta un proyecto de
control y de predicción de la realidad natural. Dicho proyecto ha
tenido manifestaciones extraordinarias en nuestro tiempo en el nivel
tecnológico, tan llamativas como la conquista espacial, la telemática,
la ingeniería genética, la investigación de materiales —fibras ópti-
cas—, la robótica, la informática, etcétera.
150 La medida y la cuantificación son dos operaciones que suelen ir juntas. Para que un conoci-
miento deje de ser abstracto y su “progreso” deje de ser simplemente analítico, hay que medir.
Se cuantifica al observar, al definir los conceptos, al formular hipótesis, al establecer leyes, al
contrastar proposiciones. Medir y cuantificar no son, sin embargo, lo mismo: son operaciones
distintas. La medida se refiere a las cantidades continuas; la cuantificación a las discretas. “La
cuantificación”, señala Bergman, “es la introducción de números en la definición de conceptos
y en la formulación de leyes”. Véase Gustavo Bergman, Filosofía de la ciencia, Madrid, Tecnos,
1961, p. 79.
151 Jurgen Habermas, Erkenntniss und lnteresse, trad. francesa, Connaissance et intérèt, París, Galli-
mard, 1976. También Technische und Wissenschaft als ldeologie, trad. francesa, La technique et la
science comme idéologie, París, Gallimard, 1973-1975.
152 Véase Theodor Adorno, Jurgen Habermas et al., Der Positivismusstreit in der Deutschen Soziolo-
gie, Neuwied Berlín, Luchterland, 1969.
153 Lo histórico se hace presente, como dimensión y concepto central en la concepción de hom-
bre, con Kant y Hegel. Las acaloradas y siempre interesantes discusiones posteriores sobre el
estatuto científico de las ciencias históricas llegaron finalmente a un acuerdo precario con la
distinción entre ciencias naturales y ciencias del espíritu, introducida por Dilthey. Esta polé-
mica alimenta la postura de Habermas, quien distingue las ciencias empírico-analíticas, cuyo
interés es pragmático, y las ciencias histórico-hermenéuticas; entre estas últimas, algunas tie-
nen un interés práctico y otras un interés liberador.
154 Karl Popper, The Logic of Scientific Discovery, Londres, Hutchinson, 1935. Hay traducción espa-
ñola (citada ya en notas anteriores), La lógica de la investigación científica, Madrid, Tecnos, 1980
(aunque el original fue publicado primeramente en alemán, el texto inglés hace autoridad).
155 Carl Gustav Hempel, “Fundamentals of Concept Formation in Empirical Science”, lnternational
Encyclopedia of Unified Science, Chicago, The University of Chicago Press, 1938. Véase también
del mismo autor, Filosofía de la ciencia natural, Madrid, Alianza Editorial, 1976.
AC T U A L I Z A R Y R E C R E A R L A T R A D I C I Ó N C I E N T Í F I C A 117
Si todas las ciencias fueran experimentales, a la manera de las
ciencias de la naturaleza, habría que definir cualquier conocimiento
científico por su interés de dominio y de control, y por su eficacia
tecnológica, siendo garantía de su verdad la prueba rigurosamente
realizada, con decisión positiva y expresada en términos cuantitati-
vos o de medida. Éste no es, sin embargo, el caso.
Lo cuestionable de las ciencias empírico-analíticas no es de nin-
guna manera su objeto de estudio ni su método ni su proyecto y,
menos aún, sus éxitos, sino el reduccionismo —frecuentemente im-
plícito— en la concepción que tienen sobre la naturaleza y el pro-
ceder del conocimiento científico,156 que se traduce en la exigencia
sine qua non de objetividad y neutralidad para todo conocimiento
científico.157
En segundo lugar, las ciencias del espíritu (Geisteswissenschaf-
ten) son caracterizadas, por el contrario, como ciencias histórico-
hermenéuticas. Al tener como objeto de estudio lo histórico-humano
o histórico-social y como método la interpretación, constituyen una
clase diferente de ciencias, distintas de las empírico-analíticas.
Para las ciencias del espíritu, es central la distinción entre el or-
den observable de los hechos empíricos y el orden inteligible de los
conceptos construidos cuyo propósito es fundamentar lo fenoméni-
co y manifiesto. Para las ciencias del espíritu, los observables, más
que hechos, conductas humanas o procesos sociales que el investi-
gador detecta en la realidad objetiva, con independencia propia y
156 El reduccionismo consiste en la asunción de la parte por el todo; es decir, en definir todo el
universo de las ciencias por una clase o subconjunto de las mismas. Se puede hablar de una
tendencia a la simplificación. No nos referimos tanto a la simplificación que consiste en redu-
cir lo dinámico a lo estático, o el movimiento a la integral de las posiciones sucesivas de una
partícula en movimiento, sino particularmente a homogeneizar el cambio social con el cam-
bio físico, así como la historia humana con el desarrollo de un proceso; en fin, “’lo construido”
dialéctica y creadoramente por el actuar humano —personal y social—, con “’lo dado” en toda
evolución de la realidad física.
157 El que el positivismo reclame para las ciencias empírico-analíticas la objetividad y la neutra-
lidad pasa por ser una exigencia epistemo-metodológica basada en la naturaleza misma del
objeto de estudio. Lo que es del todo cuestionable —Habermas lo considera ideológico— es
que ambos postulados se consideren como esenciales y constitutivos de cualquier cono-
cimiento científico. Esta pretensión explica los intentos de homologar, sin más, las ciencias
naturales y las ciencias humanas.
158 No es propio de este estudio discutir el problema, aunque sí conviene señalar aquí la indeci-
sión en los textos de Habermas (La técnica y la ciencia como ideología, Conocimiento e interés)
en lo relativo a las ciencias del hombre. Los dos intereses —eI práctico y el emancipador—
¿responden a dos tipos diferentes de ciencias, las histórico-hermenéuticas y las ciencias críti-
cas? o, más bien ¿son dos intereses diferentes de las ciencias histórico-hermenéuticas? En el
“Prefacio” a Connaissance et intérèt, Jean-René Ladmiral se inclina por un programa epistemo-
lógico integrado por: 1) las ciencias empírico-analíticas; 2) las histórico-hermenéuticas; 3) las
ciencias críticas cuyos intereses son respectivamente: a) la manipulación técnica; b) el interés
práctico; c) el interés liberador. Véase Jurgen Habermas, Connaissance et intérèt…, op. cit., pp.
7 y 22-27.
AC T U A L I Z A R Y R E C R E A R L A T R A D I C I Ó N C I E N T Í F I C A 117
El interés emancipador de las ciencias críticas se fundamenta en
la igualdad y libertad tanto individual como social de los individuos.
Las ciencias liberadoras denuncian las miradas superficiales y chatas
que reducen a los individuos y a las sociedades a simples masas que
buscan la satisfacción inmediata de sus necesidades. Como si lo úni-
co que interesara fuera pan, sexo, diversión, deporte, vestido.
Hay ciencias histórico-hermenéuticas que desmontan los meca-
nismos ocultos de las ideologías y de las seudosoluciones: el con-
sumismo, el hedonismo, el tener y el poder, el dinero. Hay ciencias
humanas cuyos marcos teórico-conceptuales apuntan a que somos
“seres-de-proyecto” y enseñan a dar sentido, rumbo y significado a
la existencia; asimismo, hay ciencias humanas cuyo objeto de estu-
dio es recuperar el pasado no sólo para conservarlo, sino también
para recrearlo y reactualizarlo. Hay ciencias humanas que con sus
simples planteamientos, preguntas y cuestionamientos invitan a la
reflexión, por no decir a la revisión y a los cambios cualitativos. El
interés de estas ciencias es liberar al hombre individual y socialmente.
Los señalamientos históricos anteriores no son simplemente
ilustrativos, sino que tienen un propósito explícito, el de establecer
algunas maneras concretas de concebir y de hacer ciencia y, por lo
mismo, identificar formas diferentes de definir la ciencia y de gene-
rar conocimiento.
Todo ello, como se ha repetido en otras ocasiones, repercute
directamente en la didáctica de la investigación científica. Tampoco
en este campo hay una manera rica de enseñar a investigar. La ense-
ñanza de la investigación va estrechamente ligada con la teoría del
conocimiento que se asume al generar conocimiento científico.
159 Véase Warren O. Hagstrom, “Los científicos”, Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales,
dirigida por David L. SilIs, vol. II, Madrid, Aguilar, 1974, pp. 340-44.
160 En el caso de México, véase el documento del Ejecutivo Federal, Programa nacional de ciencia
y modernización tecnológica, 1990-1994, México, Secretaría de Programación y Presupuesto/
Conacyt, 1990.
161 Consúltese Florían Znaniecki, The Social Role of the Man of Knowledge, Nueva York, Columbia
University Press, 1940. Además, Barry G. Glaser, Organizational Scientist, their Professional Ca-
reers, Indianapolis, Bobbs Merrill, 1964; Warren O. Hagstrom, The Scientific Community, Nueva
York, Basic Books, 1965.
162 ¿Quién no ha leído la vida de numerosos científicos y artistas del Renacimiento, como Miguel
Ángel, que buscaba mecenas en los corredores de las cortes de los papas y de los príncipes?
AC T U A L I Z A R Y R E C R E A R L A T R A D I C I Ó N C I E N T Í F I C A 117
pulso que se dio a la investigación después de Napoleón, conside-
rándola como una de las funciones sustantivas de la universidad
vinculada con el Estado, y 4) las sociedades científicas anglosajonas
de los siglos xviii y xix.163 La institucionalización de las actividades
científicas ha sido un proceso lento, pero gradual y progresivo.
En el momento actual, hacer ciencia es un quehacer público.
Este carácter público representa un avance frente a las modalidades
anteriores de índole más bien individual, y a lo más gremial. Hoy se
puede hablar de una profesionalización del quehacer científico; es
decir, un conjunto de actividades particulares realizadas por indivi-
duos que responden a una serie de indicadores de carácter técnico,164
y que realizan determinados productos de acuerdo con ciertas nor-
mas estipuladas en el interior del campo.165
Aunque no es nuestro objetivo ni éste el lugar para discutir el
carácter profesional de la práctica científica, sí es decisivo hacer un
breve señalamiento sobre las maneras diferentes de organizar la
generación de conocimiento científico. Se trata de una llamada de
atención al tutor de investigación, pues la organización del quehacer
científico repercute en la enseñanza de la investigación, toda vez
que la organización se basa en proyectos sociales diferentes de la
investigación científica. Al menos, se pueden identificar:
Organización académica. Aquí, el objetivo central de la inda-
gación es el conocer por el conocer. Las políticas y estrategias de
la generación de conocimiento son propiamente académicas, en el
AC T U A L I Z A R Y R E C R E A R L A T R A D I C I Ó N C I E N T Í F I C A 117
Si se toma el caso de una institución concreta, los investigadores
en ciencias humanas lo son propiamente en sociología, en derecho,
en antropología, en historia, etc. Más todavía, los investigadores en
investigaciones sociales tampoco lo son en todas ellas: están adscri-
tos a un área particular: laboral, política, urbana, regional, agraria;
a la sociología de la población, de la cultura, de la ideología y las
instituciones; en fin, a la sociología del conocimiento, de la comuni-
cación y la antisocialidad.166
Lo mismo pasa en las ciencias básicas. Ahí tampoco hay inves-
tigadores a secas: lo son en física, en astronomía, en biomedicina, y
después hay que buscarlos en sus propias especialidades.
Este hecho aparentemente tan trivial debe ser analizado con cui-
dado, pues repercute sensiblemente en la formación del investigador.
En efecto, ahí se asientan en gran medida la concreción y singulari-
dad de los procesos formativos que aquí se estudian. Nunca se insis-
tirá lo suficiente en que no se forman investigadores en general ni de
una manera indiferenciada, sino que se forman en y para un campo
científico determinado.167
Por ello, se escogió el título de esta sección, que delata el con-
tenido de sus reflexiones; a saber, la estructura y la lógica del fun-
cionamiento de los campos científicos. La teoría de los campos de
producción simbólica de Bourdieu, así como la teoría weberiana que
introduce la racionalidad en el campo científico constituyen, ambas,
alternativas de alto interés para la formación de quienes se interesan
en el oficio de investigar.
166 Instituto de Investigaciones Sociales, Secretaría Académica, Informe UNAM 1990, vol. II, Méxi-
co, UNAM. Véase “Líneas de investigación”, pp. 461-474.
167 Esta afirmación parece obvia. En la práctica, sin embargo, no guía el proceso de formación de
los cursos de metodología que se imparten en educación superior. En esta última, se enseñan
el método, las técnicas y las etapas de la investigación en general, o los pasos que debe dar
el investigador, de cualquier área que sea, lo cual supone la existencia de un (adjetivo nume-
ral) método científico único —y, por lo mismo, de una única manera de enseñarlo y de un
modo único de practicarlo— para obtener conocimiento científico. Se supone además que,
después de esta formación común e indiferenciada para la investigación, vendría un segundo
momento orientado hacia una enseñanza más particularizada para generar conocimiento en
una ciencia singular.
168 La teoría de los campos de producción simbólica y su aplicación concreta al campo científico
es una de las teorías sociológicas de la ciencia. Pierre Bourdieu la ha formulado y afinado poco
a poco en varios trabajos. Véase, por ejemplo: “Champ du pouvoir, champ intellectuel et habitus
de classe”, Scholies I, 1971, traducción al español Campo de poder y campo intelectual, Buenos Aires,
Folios, 1983, pp. 9-36. “Structures habitus et pratiques”, Esquisse d’une theorie de la pratique, París,
1973, pp. 49-126. “Le champ scientifique”, Sociologie et Sociétès, París, vol. 7 núm. 1, 1975, pp. 91-
118 (el mismo texto con ligeras modificaciones apareció un año después en Actes de la Recherche
en Sciences Sociales, vol. 2, núm. 2-5, París, junio de 1976. “Quelques propriétés des champs”, “Pour
une sociologie des sociologues”, “Mais, qui a crée les créateurs?”, “Haute couture et haute culture”,
los cuatro textos se encuentran en Questions de Sociologie, París, Minuit, 1980.
169 Véase Pierre Bourdieu, “Le champ scientifique”, Actes de la Recherche..., op. cit., p.88.
170 Los campos se presentan a la aprehensión sincrónica, escribe Bourdieu, “como espacios es-
tructurados de posiciones (o de funciones) en donde las funciones dependen de su posición
en esos espacios y que pueden ser analizados independientemente de las características de
sus ocupantes (en parte determinadas por ellos)”. Véase Pierre Bourdieu, “Algunas propieda-
des de los campos”, Questions de Sociologie, op. cit., p. 113.
171 “Sostener que el campo es el lugar de luchas significa… romper con la imagen pacífica de la
‘comunidad científica’, tal como la describe la hagiografía científica —y con frecuencia, tras
AC T U A L I Z A R Y R E C R E A R L A T R A D I C I Ó N C I E N T Í F I C A 117
El objetivo último de la rivalidad en el campo científico es el
monopolio de la autoridad científica. En otras palabras, en esta con-
tienda se pone en juego la posesión de la violencia simbólica; esto es,
se arriesga el poder de la palabra y la acción autorizada.172 El afán
por alcanzar la autoridad científica se inscribe en una lucha civiliza-
da que se ajusta a cierto número de principios expresados en reglas de
juego. Si no hay reglas o éstas no se respetan, la competencia se des-
morona o se hace desleal, y entonces peligra la existencia misma del
campo.
Las rivalidades en el campo científico revisten dos modalidades
principales. Una, de fuera hacia dentro, representada por la lucha
de aquellas personas que pretenden entrar por primera vez y ser
reconocidas en el campo. Son numerosas las medidas de quienes ya
en campo se van a oponer sistemáticamente a “la intromisión de los
recién llegados”.173
La otra, en el interior mismo del campo, protagonizada por
agentes que, estando dentro, defienden posiciones distintas; en este
caso, se lucha por la hegemonía de una escuela de pensamiento sobre
las otras, o de la autoridad científica de un agente sobre los demás.
ella, la sociología de la ciencia”. Véase Pierre Bourdieu, “Le champ scientifique”, en Actes de la
Recherche…, op. cit., p. 89.
172 “Entrar en el juego de la producción”, señala Bourdieu, “existir intelectualmente consiste en
hacer fecha y, al mismo tiempo, mandar al pasado a quienes, en otro tiempo, hicieron a su vez
fecha. Marcar fecha es hacer historia, que es el producto de la lucha, que es incluso la lucha
misma. Si no hay lucha, tampoco habrá historia. Mientras se dé la lucha, habrá historia y, por
lo mismo, esperanza. Desde el momento que no haya más lucha; es decir, que desaparezca
la resistencia de los dominados, empezará el monopolio de los dominadores y la historia se
detendrá [...] Marcar fecha, pues, consiste en mandar al pasado, al pasado de moda, al descla-
sado, a aquellos que han sido, en otro tiempo, dominadores”. “La metamorphose des Gouts”,
en Questions de Sociologie, op. cit., p. 168.
173 “Los que, en un estado determinado de relación de fuerza monopolizan (más o menos com-
pletamente) el capital específico, fundamento del poder o de la autoridad específica, carac-
terística de un campo, se inclinan hacia estrategias de conservación; mientras que los menos
provistos de capital (que ordinariamente son los recién llegados y, por lo tanto, la mayor parte
del tiempo, los más jóvenes) se inclinan por las estrategias de subversión; es decir, las no
ortodoxas, las heréticas“, y más adelante Boudieu añade: “los recién llegados deben pagar
su derecho de entrada, que consiste en el reconocimiento del valor del juego [...] y en el co-
nocimiento (práctico) de los principios de funcionamiento del juego”. Véase Pierre Bourdieu,
“Quelques propriétés des champs”, en Questions de Sociologie, op. cit., pp. 115-116.
AC T U A L I Z A R Y R E C R E A R L A T R A D I C I Ó N C I E N T Í F I C A 117
Pretender describir el habitus se vuelve paradójico, ya que está
estructurado y, a la vez, es estructurante. Está estructurado por los
valores, los intereses, la normatividad; en fin, por la especificidad
misma del campo; y es estructurante de las maneras individuales de
percibir, de valorar y de actuar en cada uno de sus agentes. El habitus
aparece así como un arkhé que da soporte a una manera más bien
estable de ser y de comportarse en el campo. Abarca saberes teóricos
y saberes prácticos, paquetes específicos de reglas de juego, técnicas
e instrumentos y, en particular, inclinación y sensibilidad —se podría
hablar de “olfato”— hacia determinados valores e intereses, objetos
y problemas, planteamientos y soluciones.
Una de las señales de la consolidación de un campo científico
es la aparición de los conservadores de las vidas (biógrafos) y de
las obras (historiadores) del campo. Son ellos los que hacen posible
la historia de las ideas en los campos científicos. El surgimiento de
estas personas y, en especial, de sus intereses y valores, da un espesor
peculiar al campo. Esto significa que el campo científico, además de
ser un lugar en el que se genera conocimiento científico, se convierte
también en un objeto de investigación y de enseñanza.
Es cierto que Weber no realizó un estudio sistemático —como
es el caso de Bourdieu—sobre el quehacer científico en cuanto ac-
tividad social e institucional. Aunque no haya un análisis explícito
sobre la organización social de la investigación de dicho autor, es
posible, sin embargo, formular algunas tesis que permitan un plan-
teamiento “comprensivo” sobre la institucionalización de la investi-
gación, de sus productos y de los investigadores; es decir, sobre los
campos científicos.
La ciencia es ciertamente un hecho que hay que describir y un
concepto que hay que explicar históricamente. Pero, sobre todo,
es una tarea y un quehacer que hay que efectuar. Importa mucho
mantener esta idea kantiana de la ciencia como producción y como
construcción,178 pues apunta al amplio programa de trabajo de los
investigadores.
179 Max Weber, Economía y sociedad, México, FCE, 1964. (Esta edición fue preparada por Johannes
WinckeImann y traducida por José Medina Echavarría et al.). Aquí se entiende el campo cien-
tífico no sólo como una acción con sentido, sino como un conjunto de acciones recíprocas
con un carácter de cierta permanencia; es decir, como dentro de la categoría de las relaciones
sociales. Véase ibid., p. 21, y la clasificación de las relaciones sociales de la p. 45.
180 Ibid., pp. 45-55.
181 Ibid., p. 37.
AC T U A L I Z A R Y R E C R E A R L A T R A D I C I Ó N C I E N T Í F I C A 117
materia empírica ya no es uno solo, pues dicho ordenamiento depen-
de, según Weber —sociólogo del conocimiento— de las condiciones
individuales históricas y sociales de un yo empírico que está en el
origen del acto del conocer y no de un “organizador trascendental”
que se escondería tras las “formas a priori” de la sensibilidad y del
entendimiento.
De esa forma, son posibles en la ciencia muchas maneras de
ordenar la realidad y se evita además cualquier riesgo de introducir
en aquélla una filosofía de la historia o de valores. El estatuto de
cientificidad de cada campo científico radica sólo en su estructura y
consistencia interna, validadas evidentemente por los controles em-
píricos pertinentes para cada caso.
Sería importante en este momento hacer referencia también a
la moral victoriana de Weber, a su espíritu rígido consigo mismo,
aunque tolerante con los demás. Son por demás ilustrativos los epi-
sodios de su vida personal,182 porque arrojan indirectamente luz so-
bre el tema que se estudia. El mundo de Weber está atravesado por
la honda religiosidad de su madre; es en contraposición a ella como
aprende a desacralizar el mundo y al mismo tiempo a tener de los
bienes terrenos una visión respetuosa, pues éstos también son me-
dios para llegar a Dios.
No se pretende ni siquiera insinuar una postura religiosa en
Weber (él se confiesa agnóstico), pero el respeto y cariño a su ma-
dre son factores que cuentan al evaluar la sobriedad de su vida, el
valor que da a los bienes terrenales, el peso al sufrimiento, el goce
vigilado del largo peregrinar humano por la tierra. El paso por este
“valle de lágrimas” lo entiende como la colonización de una na-
turaleza áspera y dura, que tiene como recompensa al esfuerzo y
a la disciplina una existencia apacible y tranquila, y como pago al
ahorro y a la ascética una vejez sin contratiempos y sin dependencia
de los demás.
182 Nos referimos a los enfrentamientos trágicos con su padre; a las relaciones de extrema adhe-
sión y de cariño protector hacia su madre; de remordimiento y de inseguridad en sus relacio-
nes amorosas con su prima Emmy y con su esposa Marianne; véase Jorge Sánchez Azcona,
Introducción a la sociología de Max Weber, México, Océano, 1986, pp. 17-31.
183 La institución, en sentido amplio, designa las universidades e institutos tecnológicos y poli-
técnicos, así como normales superiores, institutos, centros y departamentos, tanto públicos
como privados. En México, se les conoce con el nombre genérico de instituciones de edu-
cación superior (lES); es decir, espacios institucionales en los que de una manera integrada y
con objetivos específicos se construye y se enseña a construir conocimiento de una manera
científica. La actual sociología de la ciencia y de la tecnología estudia sistemáticamente este
fenómeno y sus numerosas implicaciones.
AC T U A L I Z A R Y R E C R E A R L A T R A D I C I Ó N C I E N T Í F I C A 117
Hablar de sello institucional de la generación de conocimiento,
así como del proceso de enseñanza de la investigación, suscita, por un
lado, expectativas y, por el otro, reticencias y suspicacias, por
no decir resistencias. ¿Dónde queda, en efecto, el supuesto carácter
universal y objetivo del quehacer científico?
Para despejar lo antes posible malos entendidos es importante
establecer que la impronta de la institución que forma no involucra,
durante el proceso de enseñanza, el trabajo propiamente episte-
mológico ni, menos aún, interviene en las construcciones teórico-
conceptuales que fundamentan la investigación, así como tampoco
compromete los procedimientos metodológicos y técnicos de la
producción científica. En otras palabras, las decisiones teóricas, los
procesos específicos, así como las operaciones propias de la cons-
trucción científica, siguen una lógica que es independiente y ajena a
su inserción institucional.
Y todavía hay más: la impronta institucional tampoco es menes-
ter buscarla en los productos del conocimiento científico, en cuanto
tal. Así, el conocimiento alcanzado —invento, descubrimiento, ha-
llazgo, construcción teórica o conceptual: sistema de proposiciones,
constelación conceptual, equipo categorial, nueva técnica o método
innovador, etc., o como quiera llamársele—, en cuanto resultado del
proceso de generación científica, no queda marcado por la institu-
ción en la que se generó.
Las consideraciones anteriores indican con claridad por dónde
no hay que buscar el carácter institucional de la producción científi-
ca y, en consecuencia, del enseñar a investigar. Si no es en el conjunto
de operaciones específicas del hacer ciencia, ni tampoco en los re-
sultados mismos de la investigación, habrá que ubicarlo, en nuestra
opinión, en el proceso mismo de la generación de conocimiento, en-
tendido esta vez como saber práctico de una estructura organizativa
particular; es decir, como práctica institucional.
Ello significa que generar conocimiento científico es un saber
práctico conformado por los objetivos y la estructura de la institu-
ción en la que se lleva a cabo.
La institución formadora tiene que finalizar el quehacer cientí-
fico, señalando los propósitos últimos del conocimiento que se ge-
AC T U A L I Z A R Y R E C R E A R L A T R A D I C I Ó N C I E N T Í F I C A 117
Sentido social de la investigación en las instituciones de
educación superior públicas
190 G. Carvajal et al., “Puntos de vista. Opinión de los comités de Ciencias Biológicas y Ciencias
Exactas”, Naturaleza, México, UNAM, 1975, pp. 78-86.
AC T U A L I Z A R Y R E C R E A R L A T R A D I C I Ó N C I E N T Í F I C A 117
dos maneras excluyentes de entender el servicio al país, sino varias.
Hay grados en el compromiso, no es cuestión de todo o nada. Entre
el militante y el egoísta hay numerosas posiciones. Son precisamente
éstas las que se requiere describir y por las que interesa transitar.
Cuando las instituciones tienen claramente establecidos sus fi-
nes institucionales en lo relativo a la investigación, ¿por qué vio-
lentar las situaciones? En los casos en que el investigador disfrute
institucionalmente de una mayor autonomía, conviene no olvidar
que éste no hace sólo una investigación en su vida. ¿Por qué no
confiar en él para que decida cuándo realizar un estudio orientado
a la toma de decisiones y cuándo una investigación para generar
conocimiento? ¿Cuándo un estudio de carácter cuantitativo (diag-
nósticos, evaluaciones, estados de conocimiento) y cuándo más bien
una investigación cualitativa, con alcances teóricos o explicativos?
191 En el caso particular de la UNAM, “al fundarse dicha institución el 22 de septiembre de 1910”,
señala María de Lourdes Alvarado, ”como uno de los actos más significativos del programa
de festejos del Centenario de la Independencia Nacional (1810-1910), Sierra, secretario de
Instrucción pública y Bellas Artes desde 1905, consumaba una vieja meta que, como él mismo
dejó asentado: ‘era en mí una fe, una devoción; era un principio, una convicción, un credo’”.
“Mas, no por ello”, continúa la historiadora, “encarnaba una entelequia, una abstracción filo-
sófica, cultural o política, producto exclusivo de sentimientos e ideologías individuales. No, la
presencia de esta institución simboliza, sin duda, una nueva respuesta ante cuestionamientos,
imprevistos y actuales, ante requerimientos novedosos y ante circustancias distintas: era, en
suma, la novel fórmula que una vez más el Estado mexicano intentaba poner en práctica para
capacitarse y capacitar a la sociedad en su intento por enfrentar y resolver con mayores posi-
bilidades de éxito el reto que significaba el siglo XX”. María de Lourdes Alvarado, “Ausencia y
presencia de la Universidad de México”, en s/a, Universidad en el tiempo, México, CESU-UNAM,
1985, p. 51.
192 Es importante señalar que se habla de comunidad científica de investigadores en general.
En las lES públicas mexicanas, la centralización geográfica e institucional de recursos ha
afectado igualmente las prácticas y los procesos de la generación de conocimiento cientí-
fico.
AC T U A L I Z A R Y R E C R E A R L A T R A D I C I Ó N C I E N T Í F I C A 117
cias actuales —más sensibles al fomento y desarrollo de proyectos
de investigación vinculados con el sector productivo de bienes y ser-
vicios— con investigaciones y estudios en ciencias sociales, humani-
dades y áreas artísticas. Los avances más o menos significativos en la
organización académica de la investigación se han ido traduciendo
en procesos, prácticas, costumbres, usos y normas no escritas pero
respetadas por los equipos de investigación.
Es importante insistir en el cambio de mentalidad que reclaman
dos hechos muy significativos para la definición del proyecto de in-
vestigación en las instituciones de educación superior públicas para
el siglo xxi. En primer lugar, la acentuación de la regionalización,
una vez agotada la política de la centralización y de la concentra-
ción. Compartir, colaborar, participar están siendo los nuevos ejes
del trabajo regional en el campo de la investigación.
En este sentido, la Coordinación de Apoyo a la Investigación y al
Posgrado de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de
Educación Superior (anuies) desarrolló una labor consistente y sólida
cuyos resultados han sido gradual y paulatinamente perceptibles.193
Nadie duda de que el despegue de la mayor parte de las institucio-
nes de educación superior públicas es altamente laborioso y costoso
para estar en condiciones de “compartir, colaborar y participar”.
Los cambios de mentalidad nunca son rápidos, sobre todo cuan-
do se decide pasar del discurso a los hechos; es decir, de la simple
denuncia —que ya delata a pesar de todo una postura valiente— a
una actitud propositiva en la que se presentan opciones de solución.
En segundo lugar, se pretende que la regionalización (inscrita en
la política de la federalización educativa del Programa de Moderni-
zación de la Educación de la sep) se una a la gradual formulación y
progresiva creación de “prestigio institucional” en un campo cientí-
fico, área prioritaria de desarrollo o nicho tecnológico, que esté de
acuerdo con el contexto local o regional.
Autonomía universitaria
194 La primera vez que se otorgó la autonomía a una universidad en México fue en 1917, año
en que el Congreso del estado de Guanajuato reconoció como autónoma a la Universidad
de Guanajuato. El acuerdo que reglamenta la autonomía se expidió el 11 de agosto de 1919.
Otro caso es el de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. En 1923, el Congreso del es-
tado concedió la autonomía al Instituto Científico y Literario del estado y, al mismo tiempo,
lo convirtió en universidad. La autonomía efectiva la obtuvo el Instituto hasta 1934 y éste se
convirtió en Universidad Autónoma de San Luis Potosí hasta 1949.
195 El 9 de julio de 1929, Emilio Portes Gil, entonces presidente de México, expidió la Ley Regla-
mentaria de la Universidad Autónoma. La Ley Orgánica se publicó en El Universal de la ciudad
de México, al día siguiente, 10 de julio. La autonomía que se le otorgaba en aquel entonces
a la Universidad de México era relativa. Debido a reticencias y posturas distintas de los dipu-
tados en el Congreso de la Unión, la ley contenía varias limitantes a la autonomía total (por
ejemplo. la modalidad de elección del rector). La autonomía en sentido pleno se le otorgó
a la Universidad Nacional Autónoma de México hasta el 30 de diciembre de 1944, fecha en
que se promulgó la Ley Orgánica en vigor. La autonomía universitaria fue elevada a rango
constitucional el 9 de junio de 1980, después de nueve meses de debate en el Congreso. El
decreto fue publicado en el Diario Oficial de la Federación, siendo presidente de México José
López Portillo.
196 Son numerosos los autores que han escrito con conocimiento y amplia documentación so-
bre el particular: Jorge Mario García Laguardia, La autonomía universitaria en América Latina.
AC T U A L I Z A R Y R E C R E A R L A T R A D I C I Ó N C I E N T Í F I C A 117
Conviene dejar claro, desde ahora, que nuestra intención no es
hablar propia y directamente de la autonomía universitaria, sino in-
sistir en que la didáctica de la investigación científica no puede des-
vincularse de la práctica de la autonomía para investigar. En otras
palabras, la formación, la capacitación y el entrenamiento para la
producción científica, así como la libertad de investigación, son ob-
jetos paralelos de enseñanza: al enseñar a investigar hay que enseñar
a generar conocimiento, así como a generarlo con y en libertad.
En este sentido, es importante señalar lo siguiente. Primero, que
la libertad de investigación es un rasgo constitutivo de este quehacer
eminentemente académico. Caracterizar la investigación que se reali-
za en las instituciones de educación superior públicas del país como
quehacer libre suscita múltiples objeciones, pues abundan sobre el
particular más bien las reticencias y las críticas.
Una de las razones de esta posición estriba, en nuestra opinión,
en que la libertad de investigación se asume como un “ideal” que
todavía no se alcanza y del que las instituciones mexicanas se encuen-
tran más o menos alejadas. Pero esa postura es abstracta. Lo acerta-
do, en este caso, es aceptar, por el contrario, una posición realista que
reconozca peso a lo histórico.
Desde ese punto de vista, la libertad de investigación se toma
como un proceso que se materializa lenta y trabajosamente de mane-
ra diferenciada, con intensidades y ritmos distintos, de acuerdo con
la coyuntura de cada institución. La libertad de investigación apare-
cerá entonces como un hecho o fenómeno. En ciertas instituciones,
la investigación será precaria; en otras, estará en pleno desarrollo;
en éstas, se hallará consolidándose; en otras, tendrá dificultades y
obstáculos. Pero en todas ellas la investigación se expresará como
Mito y realidad, México, UNAM, 1977; Manuel Barquín, “La autonomía universitaria, antes y
después de la Reforma Constitucional de 1979”, Revista Deslinde, núm. 134, México, UNAM, fe-
brero de 1981; Jorge Pinto Mazal, La autonomía universitaria. Antología, México, UNAM, 1974;
Alfonso Rangel Guerra, La educación superior en México, México, El Colegio de México, 1979;
Manuel González Oropeza, Antecedentes jurídicos de la autonomía universitaria en México, Mé-
xico, CESU-UNAM, 1979; Miguel Bueno, La autonomía universitaria, México, CESU-UNAM, 1975;
Francisco López Cámara, “Hacia una concepción diálectica de la autonomía”, Revista Deslinde,
núm. 53, México, UNAM, 1974; Joaquín Sánchez McGregor, Usos y abusos de la autonomía
universitaria, México, CESU-UNAM, 1977.
AC T U A L I Z A R Y R E C R E A R L A T R A D I C I Ó N C I E N T Í F I C A 117
y universitario, en unos casos, y en otros, consejo departamental,
divisionaI y académico.
Más aún, desde la perspectiva institucional, la libertad de
investigación es un proceso y un acto profundamente ético, de ética
social. Ser libre para investigar no es un fin en sí. La libertad de
investigación es, sin lugar a dudas, un rasgo académico de cualquier
proceso de producción científica en las universidades públicas. Pero,
antes que nada, es una responsabilidad y un compromiso de la
institución pública autónoma frente a la sociedad en su conjunto.
De su uso y de su abuso, la universidad tiene que responder frente a
la sociedad entera.
Como se puede advertir, surge una vez más que no se enseña a
investigar en abstracto ni en general ni de una manera indiferenciada.
La enseñanza de la investigación, en las universidades públicas, va
acompañada de otros hábitos y disposiciones, en este caso, como se ha
explicado, de la libertad —individual e institucional— para investigar.
197 En México, hay varios ejemplos de este modelo de universidad. Así, está la Universidad Pe-
dagógica Nacional, que ofrece varias licenciaturas e incluso posgrados relacionados con el
magisterio y los diversos niveles de la educación. Otro caso es el de la Universidad Autónoma
Chapingo, en la que la agronomía y su conexión disciplinaria con otras ciencias y técnicas
conforman el eje articulante de la estructura académica de la institución.
198 El Censo Universitario Latinoamericano, 1983, registra 360 instituciones de educación superior (IES)
en México. De entre ellas, 166 (46.1 por ciento) ofrecen una o dos carreras, mientras que 194 (53.9
por ciento) imparten más de tres. Caso parecido, aunque más acentuado, es el de Brasil. Hay
475 instituciones de educación superior (66.1 por ciento) con una o dos carreras y 244 (33.9 por
ciento) que ofrecen más de tres. En cambio, en Bolivia, Chile, Honduras, Jamaica, Paraguay, Perú,
Puerto Rico, República Dominicana, Surinam, Trinidad y Tobago, todas sus universidades impar-
ten más de tres carreras. Véase Censo Universitario Latinoamericano, 1983, México, UDUAL, 1984.
AC T U A L I Z A R Y R E C R E A R L A T R A D I C I Ó N C I E N T Í F I C A 117
La enseñanza de la investigación científica en las instituciones de
educación superior no es una labor ajena a caracteres singulares
de índole institucional, como el aquí señalado. En el plano conceptual,
es frecuente caracterizar y describir, clasificar y definir la didáctica del
quehacer científico al margen de sus referentes estructurales, organi-
zativos y de funcionamiento.
Ése no es el caso cuando, por el contrario, se diagnostica y analiza
la formación del investigador en cuanto quehacer efectivo. La estruc-
tura académica universitaria, cuando es diferenciada, conforma una
instancia mediadora, de alto poder heurístico y motivador para quien
se forma en la producción científica.
199 Es importante señalar que aquí se hace alusión a la definición abstracta que las instituciones
de educación superior (lES) se dan a sí mismas, así como a las funciones que se asignan. Am-
bos puntos se encuentran contenidos en los primeros artículos de las legislaciones de cada
institución (Ley Orgánica, Acuerdo de Creación, etc.). Ahora no está en discusión —aunque
AC T U A L I Z A R Y R E C R E A R L A T R A D I C I Ó N C I E N T Í F I C A 117
de investigación, aunque en estrecha relación con la investigación pro-
piamente educativa, conserva sus propios rasgos característicos que
poco a poco, y gracias a experiencias concretas, se van delimitando.
Enseñanza de la investigación
203 Ya los primeros testimonios de la vieja Universidad de París —La Sorbonne— son pródigos
y aleccionadores en este sentido. Véase Ferdinand van Steenberghen, L’ histoire de la philo-
sophie du Moyen Age, Louvain, Nawelaerts, 1969. Léase lo relativo a la Universidad de París
(ca. 1212). Tal fue el caso de los llamados Institutos científicos y literarios de la época por-
firiana en México (San Luis Potosí, Guanajuato, Pachuca, etc.). Lo mismo se puede decir de
las escuelas de la Universidad de México: física, astronomía, ingeniería, medicina, derecho,
filosofía.
204 En el caso concreto de la UNAM, véase la Ley Orgánica en el artículo primero.
Investigación básica
AC T U A L I Z A R Y R E C R E A R L A T R A D I C I Ó N C I E N T Í F I C A 117
La tradición de la universidad pública mexicana en la investiga-
ción básica es relativamente corta; las contribuciones, sin embargo,206
han sido varias y algunas de ellas significativas.207
Formar investigadores en este campo es uno de los grandes de-
safíos actuales de las instituciones de educación superior públicas,
pues representa una inversión muy costosa y a largo plazo para el
país.
En 1990, año en que las instituciones de educación superior pú-
blicas mexicanas concertaron ante las autoridades de la sep las po-
líticas de evaluación de la investigación (modalidades, dispositivos,
instrumentos y calendarizaciones), la investigación básica ocupó un
espacio particular.208
Ciertamente, tanto entre los responsables de la investigación y
el posgrado de las ies públicas del país como entre las autoridades
de la anuies, hay conciencia clara de la situación actual de la inves-
tigación básica en México, lo cual es la base para impulsar políticas
realistas y viables con programas específicos y de carácter regional,
de índole interdisciplinario y en determinados “nichos tecnológicos
y científicos” en los que es posible sobresalir de una manera razona-
ble y fundada.
206 Sobre este punto conviene introducir diferentes observaciones. La magnífica y documentada
contribución que coordina Trabulse sobre la historia de la ciencia en México es referencia
obligada para los siglos XVI-XIX sobre el particular (véase Elías Trabulse, Historia de la ciencia en
México, 4 vols., México, FCE-Conacyt, 1984-1989 (Estudios y Textos). En lo relativo a la enseñan-
za de la investigación científica en los institutos científicos y literarios de la época porfiriana,
hay documentos particulares en diversas ciudades del país. La concepción moderna de la
investigación científica en el país la sitúa, por lo general, a principios de los años treinta. El
Consejo Nacional de Educación Superior y de la Investigación Científica (1935-1938); la Comi-
sión Impulsora y Coordinadora de la Investigación Científica (1942-1950); el Instituto Nacional
de Investigación Científica (1950-1970); el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (1970 a
la fecha) marcan los hilos básicos y fundamentales de las políticas gubernamentales desde
el presidente Lázaro Cárdenas hasta nuestros días en relación con el papel estratégico de la
ciencia y la tecnología en el desarrollo nacional.
207 Véase Jorge Carpizo, “Discurso de inauguración de la Ciudad Científica de la UNAM en Cuer-
navaca, Morelos”, Gaceta-UNAM, del 19 de agosto de 1985 y en la mayoría de los periódicos de
tiraje nacional del 17 de agosto de 1985.
208 Véase SEP, “Lineamientos generales y estrategia para evaluar la educación superior”, Programa
Nacional del..., op. cit.
209 Francis Bacon (1561-1626) fue uno de los pensadores más conocidos y brillantes del Renaci-
miento inglés. Su trilogía Novum Organon, Instauratio Magna y Nueva Atlántida es una muestra
de la importancia de este autor. Véase Francis Bacon, Instauratio Magna, Novum Organon, Nue-
va Atlántida, México, Porrúa, col. “Sepan cuantos...,” núm. 293, 1980.
210 Véase por ejemplo, para el caso de México, del Ejecutivo Federal el Plan Nacional de Desarrollo
1989-1994, México 1989; asimismo, el Programa Nacional de Investigación Científica y Desa-
rrollo Tecnológico.
AC T U A L I Z A R Y R E C R E A R L A T R A D I C I Ó N C I E N T Í F I C A 117
sin una estrecha relación de la investigación científica con el proceso
productivo. La nueva revolución se basa en la transformación cua-
litativa del proceso integral de la producción. Este cambio significa:
211 Ricardo Sánchez Puentes, Modalidades institucionales de..., op. cit., p. 20.
212 Por recomendación del Instituto Nacional de Investigación Científica (INIC), el presidente Luis
Echeverría creó en 1970 el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).
213 Conviene señalar que el Centro de Innovación Tecnológica de la UNAM (CIT-UNAM) fue el
resultado de la Dirección General de Desarrollo Tecnológico, creada en 1983. La Dirección
General, en razón de sus objetivos, de las condiciones generales y de la atinada dirección,
pronto cobró importancia y auge. En la década de los ochenta, la “presencia universitaria” de
desarrollos tecnológicos y de innovaciones industriales y empresariales fue, sin lugar a dudas,
un campo polémico entre los universitarios. El debate fue delicado y difícil entre los investi-
gadores “puros” y quienes —más allá de la investigación aplicada— buscan en determinados
Investigación social
AC T U A L I Z A R Y R E C R E A R L A T R A D I C I Ó N C I E N T Í F I C A 117
• Diagnósticos descriptivos o explicativos de una situación social
problemática.
• Reconstrucción de hechos y procesos por los que se denuncia la
injusticia que se comete contra un grupo o una comunidad.
• Propuesta de un cambio o de transformación de un conjunto de
relaciones injustas en contra de un individuo, un grupo social o
una comunidad.
• Desarrollo sistemático de la promoción social de una comunidad.
• Propuesta de reglamentos (normas o reglas de juego) que regulen
las relaciones entre los actores sociales.
215 Los casos más frecuentes de eliminación física se encuentran en la actualidad en diferentes
países de América Latina, en el periodismo. El ejercicio profesional del periodismo, cuando se
realiza con conocimientos científicos y con sobriedad, es un riesgo permanente. La libertad
de expresión (y de prensa) es un principio frecuentemente cuestionado en los hechos.
AC T U A L I Z A R Y R E C R E A R L A T R A D I C I Ó N C I E N T Í F I C A 117
Estudios para elevar la eficacia y la
eficiencia institucionales
AC T U A L I Z A R Y R E C R E A R L A T R A D I C I Ó N C I E N T Í F I C A 117
que la del investigador de denuncia o el investigador que rescata los
valores culturales de una comunidad.
Solamente quienes se adhieren a un método único como proce-
der común para adquirir y generar conocimiento científico caen en
la trampa de una didáctica general y universal de la investigación,
igual para todos. A lo largo de esta sección se ha insistido, sin em-
bargo, en que la enseñanza de la investigación científica no es uní-
voca, sino que recibe la impronta de la institución formadora. Esa
impronta no afecta en modo alguno —insistimos— ni los marcos
teórico-conceptuales ni las operaciones metodológicas o técnicas
del quehacer científico; más aún, tampoco concierne a los resulta-
dos mismos de la generación o a las aplicaciones del conocimiento
científico.
La huella se ubica más bien en la contextualización de esa
enseñanza, pues involucra aspectos tan decisivos como su sentido y
orientación, su dimensión ético-política, así como sus características
y modalidades. Ello se debe al carácter institucional de la enseñanza
de la investigación y, en especial, a los objetivos y funciones, a
la estructura organizativa y al funcionamiento de la institución
formadora.
Introducción
216 En términos generales, la taxonomía clásica de la investigación científica está dividida en: a)
básica, y b) aplicada, lo cual no satisface en el campo de la investigación social y de las huma-
nidades. En otros documentos, hemos propuesto una clasificación alternativa para el caso de
la investigación social y humanística: 1) básicas o teórico-conceptuales, y 2) investigaciones
comprometidas. Entre estas últimas es importante distinguir: a) investigaciones de denuncia;
b) investigaciones emancipatorias; c) en pro de la promoción comunitaria; d) de rescate de la
memoria histórica de los pueblos; e) para recrear los valores comunitarios; f ) para cambiar y
transformar las relaciones sociales. Véase Ricardo Sánchez Puentes, “La didáctica de la investi-
gación social y humanística en la educación superior. Reflexiones epistemológicas”, en Teresa
Pacheco y Ángel Díaz Barriga (coords.), op. cit.
217 Son del dominio general, sobre todo para quienes elaboran tesis de licenciatura o de grado.
Cuando uno se remite a los manuales de métodos y técnicas de investigación científica, es-
tos textos sugieren diferentes pasos, fases o etapas que se inspiran en el método científico.
De hecho, tras un cuidadoso análisis, los actos epistemológicos que sustentan las diferentes
propuestas del método científico responden a matices distintos en la teoría del conocimiento
que los apoya. Así:
Los metodólogos, inspirándose unas veces en un autor, otras veces en otro, han propuesto
diferentes itinerarios. El itinerario más frecuente es posiblemente una mezcla: 1) problema de
investigación; 2) marco teórico-conceptual; 3) hipótesis; 4) recopilación de datos; 5) proce-
samiento; 6) análisis e interpretación de la información, y 7) presentación de los resultados e
informe final.
T R A S M I T I R E L O F I C I O M I S M O D E G E N E R A R CO N O C I M I E N TO C I E N T Í F I CO 171
Con ello, se logrará, además del estudio de los contenidos de este
arte maestro de la generación de conocimiento, profundizar en la
estructura conceptual de la didáctica de la investigación en ciencias
sociales y humanidades.
Hay que comenzar, en primer lugar, con los saberes prácticos
que se relacionan con la arquitectónica de la investigación científica.
218 El concepto investigación evoca cuatro campos semánticos estrechamente vinculados que
frecuentemente se separan: a) la idea de un documento o producto; b) la idea de un concep-
to o definición; c) la idea de un proceso, y d) la idea de una práctica concreta. Se dice que los
cuatro campos están vinculados porque, en realidad, la investigación científica es un proceso
de generación de conocimiento que, guiada por un conjunto particular de lo que es ciencia,
se traduce en un escrito que obedece a determinados criterios; dicho proceso es, en realidad,
una práctica personal, grupal, institucional y social, según el nivel desde el que se analice.
219 La investigación científica en ciencias sociales y humanidades es ciertamente un escrito; es
decir, un estudio integrado por un conjunto preciso de estructuras básicas sin las cuales no se
puede concebir.
220 La investigación científica, según Bachelard, es la “estética de la inteligencia”.
221 Véase Pierre Bourdieu et al., El oficio de…, op. cit., pp. 72-76.
T R A S M I T I R E L O F I C I O M I S M O D E G E N E R A R CO N O C I M I E N TO C I E N T Í F I CO 173
En cierto momento, conviene señalarlo desde ahora, se abando-
nará la metáfora de la arquitectónica ya que, si bien cumple con su
cometido de interpelar a la imaginación, se declarará, sin embargo,
incapaz de evocar el dinamismo, el movimiento interno de refundi-
ción constante y externo de interrelación permanente de las múlti-
ples y complejas decisiones que también son parte constitutiva del
proceso de generación de conocimiento científico.
Desde la perspectiva arquitectónica, el oficio de investigador es
un saber organizador. El investigador experimentado identifica los
grandes quehaceres de la generación de conocimiento. Concibe el
proceso científico como el devenir progresivo y gradual de un dise-
ño. Conoce de las articulaciones internas, de las conexiones secretas,
de los amarres necesarios entre las numerosas operaciones que tiene
que realizar. La experiencia le ha ido enseñando que, al investigar,
nada queda suelto, que todo va anudado; que cada operación, al
conservar su propia especificidad, se relaciona con las otras para
concurrir en el logro del objetivo único. Todo ello le desarrolla un
sentido arquitectónico de su quehacer, le forja una maestría en el
dominio de la construcción global, en la que tiene en cuenta la tota-
lidad del diseño y las particularidades del detalle.
Es importante hacer notar aquí los dos rasgos característicos de
la arquitectónica de la investigación científica que ahora se describe:
1) la estructura que aquí está en juego no es una estructura integrada
por elementos ni por cosas, sino por quehaceres y operaciones, y 2)
los quehaceres y operaciones de la investigación científica no se en-
tienden como un sistema integrado por una serie de eventos, fases o
etapas, sino como un conjunto estructurado de relaciones.222
Concebir la investigación científica como un conjunto de queha-
ceres y de operaciones no apunta propiamente a oponer lo teórico-
conceptual a lo práctico, sino solamente sugiere abandonar la pos-
tura tradicional de la producción científica como secuencia de pasos
222 La relación, en el caso que nos ocupa, es más reveladora que la sustancia. La relación en su
modalidad más sencilla consta de: a) dos términos, por lo menos; b) esos términos distintos
no son tomados como entidades absolutas con significación y valor propios, y c) sino que
se encuentran indisociablemente “referidos a”. Es justamente el hecho de estar mutuamente
referidos, el de ser relativos entre sí, lo que constituye lo específico de la relación.
T R A S M I T I R E L O F I C I O M I S M O D E G E N E R A R CO N O C I M I E N TO C I E N T Í F I CO 175
• saberes prácticos para saber construir observables;
• saberes prácticos, estrategias y habilidades para saber fundamen-
tar teórica y conceptualmente una investigación;
• saber realizar diseños experimentales, así como estrategias apro-
piadas para la construcción de pruebas;
• saber presentar resultados, así como disponer de estrategias argu-
mentativas para difundir la investigación.
Problematizar
223 No es necesario recordar que el problema de investigación es la primera etapa, la primera fase
de un proceso o el primer paso de un recorrido lineal que terminaría en la adquisición del
conocimiento nuevo.
T R A S M I T I R E L O F I C I O M I S M O D E G E N E R A R CO N O C I M I E N TO C I E N T Í F I CO 177
Si, por el contrario, se trata de una investigación explicativa,
teórico-conceptual o de transformación, el problema de investigación
es en tal caso “construido” desde marcos teóricos de interpretación.
La construcción del problema es un simple procedimiento de orden
epistemológico, sin repercusión de aquél en la realidad. El problema,
si fue bien construido, seguirá haciendo referencia directa a los
hechos y fenómenos de la realidad social empírica. De modo que el
problema de investigación, aun en los casos que sea construido, debe
satisfacer los requerimientos de orden semántico antes señalados.
En lo relativo al segundo aspecto, se señala otro conjunto de
condiciones que deben cumplirse, ahora desde el punto de vista
sintáctico, con el objetivo de lograr una buena formulación del
problema de investigación. Estas reglas se relacionan con: a) claridad;
b) concreción; c) concisión, y d) simplicidad.
Numerosos autores insisten en la importancia de un correcto
planteamiento del problema de investigación. “Un buen plantea-
miento del problema”, dice Bunge,224 “es la mitad de la solución de
la investigación.” “Un problema bien planteado”, sostiene Tamayo
y Tamayo,225 “es un problema resuelto.” “Cuando un problema está
bien formulado se tiene ganado la mitad del camino hacia su solu-
ción”, escribe Arias Galicia.226 Tal vez es J. Hyppolite quien, con su
sabia experiencia y toque de buen decir, condensa en esta frase una
buena orientación en lo relativo a este punto: “Se afirma frecuente-
mente que un problema bien formulado es un problema resuelto; lo
cual es cierto. Se olvida, sin embargo, añadir que el problema queda
bien planteado solamente después de haber sido resuelto”.227
La correcta formulación del problema de investigación implica
sujetarse a una serie de normas y requerimientos de carácter sintác-
228 Para un estudio de las condiciones de la correcta formulación, desde una perspectiva lógico-
matemática del problema de investigación, véase Mario Bunge, La investigación científica, op.
cit., pp. 195-208.
229 Aristóteles, Metafísica, op. cit., libro 1, cap. 1.
230 La duda del científico no es existencial, sino metódica. La duda existencial puede ser de opi-
nión o de acción; en ambos casos, quien duda suspende su juicio por falta de argumentos
en pro/contra, titubea y finalmente evita cualquier arbitraje; o no sabe qué hacer, vacila y,
en última instancia, no toma posición alguna. La duda metódica, por el contrario, responde
a otra lógica. El científico hace afirmaciones rigurosas, formula hipótesis razonables, controla
cuidadosamente sus variables, expresa sus conclusiones, realiza su quehacer lo más serio y
sistemático posible. Sabe, sin embargo, que su trabajo científico no es definitivo. Sabe que su
esfuerzo de rigor y su inversión en audacia creadora más pronto que tarde serán superados
por un planteamiento más fecundo todavía, por un diseño experimental más cercano a la
realidad social empírica.
T R A S M I T I R E L O F I C I O M I S M O D E G E N E R A R CO N O C I M I E N TO C I E N T Í F I CO 179
bito científico está por hacerse o, para ser más exactos, todo vuelve a
hacerse de nuevo, cada vez mejor, de una manera más rigurosa y más
apegada a la realidad. El conjunto de las ciencias, cada una de ellas
y en su interior, sus áreas, ámbitos y especialidades, están en proceso
continuo de revisión y refundición. Nada más alejado de su actitud
expectante y mentalidad metódica y acostumbrada al rigor que la
posición cerrada del dogmático o las posturas chatas del intolerante
o del fanático.
Pues bien, la problematización corresponde a esos periodos de
alta tensión en la desestabilización del investigador; implica el aban-
dono provisional de la inercia de un pensamiento rutinario que se
acomoda a los estímulos de la apariencia y significa, por el contra-
rio, la capacidad de asombro ante los aspectos sorpresivos de lo
cotidiano.
No hay problema de investigación sin cuestionamiento previo.
La razón es fácil. Quien está seguro, no problematiza, simplemente
afirma y defiende. Sólo el científico problematiza. El catequista, por
dar un ejemplo opuesto, no problematiza: sólo trasmite sus enseñan-
zas, sin más; prefiere que la doctrina se respete al pie de la letra, sin
alteraciones; no tiene poder para introducir cambios en el mensaje,
que debe ser conservado íntegramente; hace entrega fiel de su
instrucción y vigila que los contenidos se guarden sin modificación
como un don inapreciable.
Más que “repetir” al maestro, más que “memorizar” fórmulas,
más que “conformar” el pensamiento propio con el de los demás, el
cultivo y la promoción de una mentalidad científica conllevan saber
hasta dónde las explicaciones personales representan la realidad ob-
jetiva. No se requiere la triangulación pasando por un tercero; basta
la lectura directa de la realidad.
b) La problematización como clarificación del objeto que se es-
tudia. Problematizar consiste también en un proceso gradual y con-
tinuo de clarificación del objeto que se va a estudiar. Esta clarifica-
ción es resultado de una prolongada y compleja labor. Son varias las
operaciones que ahí concurren.
Antes de la problematización, los problemas imponen por su
presencia; impactan por su magnitud; impresionan por su urgencia.
231 Las relaciones a las que aquí se hace alusión son diversas y de diferente naturaleza. Así, por
ejemplo, relación de causalidad; de antecedente-consecuente; relación teleológica; una sim-
ple correlación temporal; esencia-accidente; acción-reacción; causa-efecto; dependencia
entre dos o más variables, de diversa índole y grado: valores constantes de una variable en
situaciones distintas, etcétera.
T R A S M I T I R E L O F I C I O M I S M O D E G E N E R A R CO N O C I M I E N TO C I E N T Í F I CO 181
Gracias a este proceso de clarificación, el investigador va identi-
ficando la densidad de los problemas en esos niveles que se prestan,
por ello, a abordajes interdisciplinarios, pues sus contenidos están
pletóricos de significado. La riqueza misma de lo social permite el
estudio de un mismo contenido desde diferentes perspectivas.232
Finalmente, la problematización se caracteriza por ser un esfuer-
zo en la línea de la clarificación del referente extralingüístico para
cada problema que se investiga. Una de las funciones principales de
la problematización consiste en decidir la investigación que se va a
emprender.
Hay problemas disciplinarios que surgen de la misma lógica de
desarrollo y crecimiento de la ciencia en cuestión; hay problemas
teóricos que versan sobre los paradigmas o corrientes conceptuales;
hay problemas epistemológicos que estudian críticamente cómo se
generaron en una ciencia particular determinados conocimientos;
hay problemas experimentales o cuasiexperimentales que estudian el
comportamiento entre dos variables en dos grupos; hay problemas
de investigaciones con trabajo de campo; hay problemas de investi-
gación explicativa con objeto “construido”, etcétera.
c) La problematización como trabajo de localización/construc-
ción del problema de investigación. El título de este apartado señala
que el investigador, durante la problematización, tiene que localizar
o construir su problema de investigación. Con ello, se quiere decir
que si su estrategia de explicación es la descripción, el diagnóstico o
la exploración, lo más seguro es que tenga que “ubicar” el proble-
ma de investigación; si, por el contrario, su propósito es explicar o
transformar, lo más probable es que tenga que “construirlo”.
Por “localizar” el problema de investigación se entiende un pro-
ceso cuidadoso y analítico durante el cual el investigador va despe-
jando y rodeando progresivamente el objeto específico de su estudio,
hasta que logra “fijarlo” gracias a una serie de procedimientos me-
todológicos, tales como: 1) distinción entre situación problemática
y problema de investigación; 2) antecedentes; 3) ubicación espacio-
232 En esta “superabundancia” de lo social, hay que asentar el fundamento tanto de la pluridisci-
plina como de la interdisciplina.
Enseñar a problematizar
233 En relación con estas últimas, véase el libro de Donald Campbell y Julian Stanley, Diseños
experimentales y cuasiexperimentales en la investigación social, Buenos Aires, Amorrortu, 1991.
234 Gaston Bachelard, La formación del…, op. cit., p.16.
T R A S M I T I R E L O F I C I O M I S M O D E G E N E R A R CO N O C I M I E N TO C I E N T Í F I CO 183
caracteriza definitivamente al investigador experto; un conjunto de
estrategias, destrezas y habilidades prácticas, no sólo porque se en-
cuentran al límite del camino donde comienza la creatividad, sino
por la disciplina y la constancia que requiere su aprendizaje.
Los investigadores experimentados afirman que sólo problema-
tiza bien quien conjuga, en un campo particular del saber, el dominio
de la tradición con la capacidad de asombro ante lo cotidiano.
Saber problematizar es ciertamente un don especial que no es
común, sino peculiar de algunos científicos. Lo llamativo, sin embar-
go, es que no es resultado de una iluminación mística ni de un favor
gratuito de la naturaleza, sino que es, como insisten ellos, el fruto del
esfuerzo y de la constancia, y la obra de una vida de dedicación al
ejercicio práctico de las formas “ya probadas” del conocer. Salvo en
casos excepcionales, problematizan mejor quienes mejor conocen la
tradición y están atentos a las pulsiones actuales del presente.
Quien sabe problematizar bien es el indicado para ensenar a pro-
blematizar. Ahora bien, enseñar a problematizar no puede disociarse
de la problematización como producto y como proceso, de ahí
que ante todo hay que enseñar a plantear problemas, cubriendo
los requisitos semánticos y las características sintácticas, tal como
quedó explicado anteriormente. No basta con enseñar qué es el
problema de investigación ni cómo se describe o cómo se analiza, ni
siquiera cómo se hace un estudio crítico sobre el mismo: mantenerse
en esa tónica esencialista desemboca en una enseñanza conceptual
y lingüística de la investigación. Eso no está mal, lo que pasa es que
aquí está en cuestión una enseñanza práctica de ésta.
Quienes tengan experiencias concretas del quehacer científico
sabrán perfectamente que la formulación de un problema de in-
vestigación es resultado de un complejo y prolongado proceso. Los
problemas de investigación no se sacan de la manga la semana
anterior a la reunión del consejo interno evaluador. ¡No! El problema
de investigación se trabaja, se incuba, se acaricia, se construye en un
largo y complejo proceso que se ha intentado describir en páginas
anteriores.
La capacidad de asombro del investigador experto, inseparable
de su poder creativo y de su imaginación creadora, es tal vez el rasgo
C onstruir observables
T R A S M I T I R E L O F I C I O M I S M O D E G E N E R A R CO N O C I M I E N TO C I E N T Í F I CO 185
desorden, falta de competencia y ausencia de profesionalismo. De
modo que personas responsables, por ejemplo, de guardar la memo-
ria histórica de una institución o dependencia, de sus negociaciones
y concertaciones en los planes de desarrollo, de los avatares y difi-
cultades de sus programas de estudio, de la evaluación y retroali-
mentación en sus metas, etc., hacen todo menos poner en orden la
información del caso.
Así, el investigador social, al solicitar información, se encuen-
tra con que no hay o está incompleta, es insuficiente o hay lagunas
significativas, de ahí la dificultad de cierta investigación social de
campo.
Otras veces —y sucede más frecuentemente de lo que se sue-
le imaginar— tampoco hay información disponible, no porque no
haya, sino porque no es posible el acceso a la misma. Así, hay insti-
tuciones y personas que disponen de la información que se requiere
para una investigación; sin embargo, al solicitársela la ocultan vo-
luntariamente, o la fragmentan, la condicionan, si no la tergiversan.
Hay mil pretextos para ello. Sólo quien está buscándola sabe bien
las dificultades que hay para obtenerla. La información se proclama,
es poder... Y una vez más se complica la posibilidad de elaborar in-
vestigaciones sociales de campo.
Por eso, se propone ahora discutir sólo la construcción de ob-
servables para las investigaciones sociales y humanísticas de campo;
es decir, aquellas cuyo referente empírico sea un agente social,
como los obreros de una empresa, los estudiantes de una escuela,
los miembros de una institución, los sindicalistas de una fábrica,
etc., cuya información deba ser analizada directa e inmediatamente.
El meollo, pues, del tema es la construcción de observables en la
investigación social de campo.
El investigador experto, al construir los observables de su estudio,
ejercita un conjunto de quehaceres prácticos cuya identificación y
descripción es importante, ya que integran la propuesta programática
de la didáctica de la investigación. Pero, ¿cuáles son las estrategias,
los esquemas y las habilidades prácticas del oficio de investigador
en este otro gran quehacer de la arquitectónica de la investigación
científica?
Paradigma clásico
T R A S M I T I R E L O F I C I O M I S M O D E G E N E R A R CO N O C I M I E N TO C I E N T Í F I CO 187
los mismos para mayor seguridad. Es importante destacar la lógica
de este modelo científico. Hacer ciencia es pasar de un conocimien-
to sensible a un conocimiento científico. El conocimiento sensible
es puntual, mudable, subjetivo; el científico es sistemático, objetivo,
general, necesario y predictivo.
Los tres últimos caracteres van estrechamente unidos y se vincu-
lan con la intención de la ciencia positivista, la búsqueda de las leyes
en la naturaleza. Al explicar los fenómenos —tanto físicos como
humanos y sociales—, su intención es descubrir la existencia de re-
laciones más o menos permanentes entre ellos, como constantes y
regularidades en términos de causalidad.238
Existe, por otra parte, una regla general de procedimiento que
consiste en reducir lo complejo a lo simple y lo heterogéneo a lo
homogéneo. De esta manera, se simplifica el proceder científico en el
sentido de poder deshacerse de variables, así como de uniformarlas
para poder llegar a resultados que puedan ser generalizados. Las
técnicas de muestreo y el tratamiento estadístico, así como la posi-
bilidad de multiplicar la experimentación introduciendo cambios en
las variables, responden a la lógica de este modelo científico.
Así, el paso del conocimiento sensible al científico supone un
tránsito que debe ser cuidadosamente diseñado, en el que la cuantifi-
cación y la medida son garantía de la objetividad y de la neutralidad
de la observación de los hechos empíricos.
La recolección de datos es una operación decisiva del quehacer
científico, en este caso. Los procesos y fenómenos sociales se com-
ponen en secuencias elementales, homogéneas, que puedan ser ob-
servadas. Cada variable es la conducta singular o el comportamien-
to identificable de un objeto-sujeto social, o una unidad elemental
observable de la actividad total de un agente social que se presta a
tratamientos matemáticos de diversa índole, tales como aritméticos.
probabilísticos, estadísticos, de cálculo, de análisis combinatorio,
etcétera.
Con el acopio mismo de los datos se inicia el tránsito de un nivel
a otro, del orden sensible al científico: de lo confuso y puntual a lo
239 Sobre este punto, importa distinguir el doble nivel de análisis epistemológico que introduce
Jean Piaget en su Tratado de lógica..., op. cit.
T R A S M I T I R E L O F I C I O M I S M O D E G E N E R A R CO N O C I M I E N TO C I E N T Í F I CO 189
gador. Importa entender que sólo desde los caracteres anteriores es
posible acceder al estatuto de cientificidad.
Observación participante.240 Cuando se trata de observar el ca-
rácter social de los individuos, se cuestiona precisamente la “cons-
trucción” de observables y en concreto las técnicas de acopio de da-
tos.241 La distancia entre sujeto investigador y objetos investigados,
antes garantía de información confiable, ahora se pone en duda. Para
el caso de la investigación social y humana, los actores sociales en
cuanto tales, ellos solos, son los únicos que tienen la información.
Hay que ser, por lo tanto, aliado de los mismos con el fin de obtener
el material significativo para la investigación. La objetividad y neu-
tralidad se aseguran por la observación participante, más que por la
observación directa y el distanciamiento entre observador-observado.
La observación participante242 es una técnica de acopio de datos
que consiste en registrar el comportamiento del grupo (o individuo)
“desde dentro”. Durante el proceso de recolección de datos, el ob-
servador no sólo se confunde con los observados, sino que actúa
además aliado con ellos, como si fuera uno de ellos.
El observador participante, según esta técnica de acopio de da-
tos, se integra progresivamente en el grupo observado. De modo que
la información más relevante y confiable es aquella que el observa-
240 Se llama la atención del lector en el sentido de tener presente que la observación participan-
te está tanto en el paradigma empiricista-positivista como en el constructivista. La razón es
simple: ambos pertenecen a “dominios epistemológicos diferentes”. Cuando se habla de pa-
radigma, uno se sitúa en el dominio de la “epistemología derivada”, mientras que cuando uno
se refiere al de observación participante uno se encuentra más bien en el de la “epistemología
interna”, y más en concreto en las técnicas de investigación. De hecho, la observación partici-
pante es un recurso técnico de uso frecuente tanto en la etnología estructural funcionalista,
por ejemplo de Bronislauw Malinowski, como en las investigaciones sobre la vida cotidiana,
de corte marxista, de Agnes Heller.
241 El cuestionamiento se ha ido generalizando a partir de los años 1925-1930, en diferentes
ciencias, como antropología social, lingüística, psicología social, sociología y, más tarde, peda-
gogía. Y entre autores tales como Malinowski, Frazer, De Saussure, Anderson, Warner, Lynd y
Mayo; así como otros, más recientes, como Lévi-Strauss, Lewis, Woods, Sirota y Blovet-Chapiro.
242 La observación participante fue introducida como técnica de investigación social por Eduard
Lindeman, en su libro Social Discovery, en 1924. Se sostiene, sin embargo, que Malinowski, dos
años antes (1922), había hecho alusión a la misma en su libro Los argonautas del Pacífico oc-
cidental, lo cual supone que la técnica de recolección de datos venía siendo utilizada tiempo
atrás por el mismo Malinowski en sus estudios de antropología social.
Paradigma constructivista
Son varias las corrientes y los autores que elaboran observables con
el paradigma clásico. Tienen en común, como se vio anteriormente,
una concepción empiricista sobre el origen y la validez del conoci-
miento; asimismo, los autores que construyen los observables con
paradigma constructivista son numerosos y de diversa tendencia;
ellos, a su vez, comparten un conjunto de principios y tareas; entre ellos,
primero: una suspicacia básica frente a la apariencia y las ilusiones
del saber inmediato, así como una reticencia a la transparencia de
los datos de la experiencia.
No se trata propiamente de una duda existencial sobre la infor-
mación espontánea e inmediata de las experiencias originadas en la
convivencia y el contacto directo con las cosas, sino de una postura
crítica, de alcance epistemológico, en el sentido de separar cuida-
dosamente la ciencia social de las representaciones, concepciones y
sistematizaciones ficticias de la realidad social.
El físico asegura tal distinción al separar vida cotidiana y labo-
ratorio. El científico social, en lugar de entregarse sin más a los datos
de la percepción y elaborar inmediatamente sobre lo fenoménico y
manifiesto sus observables, tiene que vigilar estrechamente su proce-
T R A S M I T I R E L O F I C I O M I S M O D E G E N E R A R CO N O C I M I E N TO C I E N T Í F I CO 191
der para no ser presa de la “ilusión de la transparencia’’243 ni aceptar
sin más “el mito de la visión inmediata”.244
Segundo: los hechos sociales no son cosas, sino más bien rela-
ciones entre individuos y grupos; son procesos y fenómenos. Así, por
ejemplo, una clase de geografía no es meros datos, sino más bien un
proceso que se realiza gradual y progresivamente por varios agentes
sociales (el profesor y los estudiantes) durante un periodo estableci-
do, con presencia activa, intervenciones, aportaciones, etc. El hecho
social, en tal sentido, no es independiente del individuo o grupo ni
anterior a ellos, pues no tiene la consistencia ni la solidez que el
sentido común otorga a las cosas u objetos físicos.
Claro, los hechos sociales son también objetos culturales, como
el lenguaje, el legado ético-mítico de un pueblo, obras escritas, pictó-
ricas, escultóricas, etc. Los objetos sociales son estructuras y funciones
económicas y políticas, son instituciones, grandes acontecimientos e,
incluso ahora, la denominada vida cotidiana.
Estos objetos, un código civil, por dar un ejemplo, interesan
porque ahí se plasman las concepciones de una sociedad determinada
sobre los derechos y las obligaciones de los individuos, más que por
saber si se aplica en él la ley de la gravedad universal o determinar
el peso atómico de los elementos naturales que lo componen. Una
vez más, el objeto social interesa por los sentidos y significados que
sobre él se depositan o por la red de relaciones sociales sobre la cual
aquél aparece o gracias a la cual aquél surge.
Tercero: la cautela o desconfianza del investigador social ante
los datos del sentido común se expresan en un dispositivo conocido
como “ruptura epistemológica”. La ruptura consiste, en primera ins-
tancia, en decir no al orden manifiesto de la información sensible; en
no dejarse guiar, para fundamentar el orden de la explicación social,
por los datos inmediatos de lo que surge; en prohibirse el camino
fácil de lo fenoménico para iniciar el camino hacia la inteligibilidad
de lo humano; en no aceptar como evidente para construir el carác-
T R A S M I T I R E L O F I C I O M I S M O D E G E N E R A R CO N O C I M I E N TO C I E N T Í F I CO 193
cación y la medida como procedimientos que garantizan la confiabi-
lidad de la información externa no son una obsesión, sino una regla
que se aplica de acuerdo con los objetivos de cada caso. Son más
bien otros los caminos que se buscan para el acopio de información.
Observación sintomática. Se basa en la distinción entre el orden
de la apariencia y el orden explicativo. El primero es el fenoménico,
que es superficial. El científico social tiene que pasar por él sin dete-
nerse. El orden perceptivo ofrece elementos empíricos, pero es inco-
nexo y está desarticulado. Esos elementos son importantes, pero no
decisivos, pues encuentran su explicación en otro orden, en el de las
relaciones “construidas” desde campos conceptuales explicativos.245
Observación participante. Se apoya en el principio de la inser-
ción-inmersión. Para sorprender el sentido o significado de determi-
nados hechos sociales, el requisito de la objetividad y el dispositivo
del distanciamiento postulados por el empirismo son insuficientes.
La mejor manera de captar los sentidos en las relaciones sociales es
reducir la distancia entre el sujeto que observa y los sujetos obser-
vados. El sujeto observador se confunde con los observados y par-
ticipa con ellos, y al mismo tiempo observa lo que el marco teórico
determina de acuerdo con las modalidades ahí mismo establecidas.
Observación clínica. En algunas ciencias de la conducta y últi-
mamente en pedagogía, se ha generalizado otra modalidad de obser-
vación social que se conoce como “clínica”. La observación clínica
consiste en el registro de las relaciones y el intercambio que se da
entre personas, pero lo que interesa captar es la experiencia misma
del sujeto o grupo observado, en su misma ipseidad. Es decisivo en-
tonces distinguir la experiencia interior o vida interna del individuo
o grupo que se observa y el conjunto de observables que dan infor-
mación y acceso a esa interioridad.
Para ello, importa determinar el material “en bruto” de la obser-
vación con el fin de tratarlo adecuadamente y así tener acceso a la
experiencia íntima del sujeto que se observa, teniendo presente que
se trata de “una historia personal”, de “una experiencia vivencial,”
de “una creación permanente de sí mismo”; es decir, “de la singula-
246 Claude Revault d’ Allonnes et al., La démarche clinique en sciences humaines, París, Dunod, 1989,
pp. 20, 40, 105.
247 Aunque el término “vincular” es ambiguo, se eligió conscientemente. Con él, se pretende
abarcar diferentes posturas epistemológicas de la relación entre conocimiento-realidad. Así,
el realista metafísico dice que entre el conocimiento y la realidad hay una relación de ade-
cuación y correspondencia; por ello, dicho conocimiento busca la correspondencia con la
realidad, así como una equivalencia entre ser-saber y mundo empírico, de modo que puede
decir que él conoce lo mismo que hay en la realidad externa. El constructivista, por el contra-
rio, se expresará en otros términos; a saber, que la información dispersa y desarticulada que se
tiene del mundo externo en cierto sentido responde al “objeto construido” desde una teoría.
En este caso, el dato empírico incompleto se ajusta más bien a las construcciones teóricas
(hipotéticas) que se van formulando desde diferentes teorías.
T R A S M I T I R E L O F I C I O M I S M O D E G E N E R A R CO N O C I M I E N TO C I E N T Í F I CO 195
siva: son los observables los que determinan cuándo la investigación
es básica, histórico-documental o de campo.
El investigador social experimentado conoce bien las dificulta-
des que esperan a quien se inicia en este complejo y delicado queha-
cer. La construcción de observables, en efecto, no es una actividad
simple, sino que abarca un apretado conjunto de operaciones.
En primer lugar, dicha construcción remite a las decisiones
vinculadas con los contenidos de la información. ¿Cuáles son los
contenidos más adecuados para cada investigación? La elección
no es arbitraria, sino consecuencia del diseño en su conjunto, o
simplemente del “marco teórico” asumido para explicar.
Tiene que ver asimismo con las modalidades del acopio de datos:
hay numerosas técnicas e instrumentos de investigación; cada uno
con sus propias ventajas y desventajas. ¿Cómo decidir sobre la mejor
técnica y el instrumento más idóneo? ¿Se procederá a fragmentar los
observables y luego a cuantificarlos y medirlos, o se preferirá, por
el contrario, un abordaje cualitativo para asegurar la garantía de un
acercamiento más riguroso a la riqueza de lo social?
Se relaciona también con el tratamiento peculiar que se dé a la
información recabada; tratamiento que responde a la intención de
la investigación, al planteamiento de la hipótesis, al campo teórico-
conceptual asumido e incluso a las técnicas de investigación utiliza-
das. Es importante señalar que las decisiones teóricas asumidas en
los primeros momentos de la investigación tienen repercusiones en el tipo de
tratamiento de la información. Así, por ejemplo, las investigaciones
explicativas requieren, por lo general, tratamientos mucho más sofis-
ticados y complejos que una simple descripción de datos estadísticos.
Quien enseña a construir observables sabe que hay un camino
doble: el del descubrimiento y el del desestructuramiento.
Primero: hay una manera espontánea de observar. Para ello, no
se requiere ningún proceso de enseñanza-aprendizaje. Es sencillo,
basta la dotación normal de los cinco sentidos y mantenerlos atentos
a lo que aparece en su campo perceptivo. Observar es percibir que
algo ocupa el espacio de aparición de los mismos. ¿Observar como el
ojo electrónico de un banco, como una grabadora, o como la célula
sensible al calor o al humo de una biblioteca moderna? Posiblemente
248 Desde sus raíces más hondas, la filosofía griega —en particular la clásica con Sócrates y Pla-
tón— se edifica sobre la reticencia ante la apariencia o doxa. El conocimiento que se origina
en la doxa es mudable, condicionado, contingente; opuesto al conocimiento doxológico está
el fundado en el logos que es inmutable, absoluto y necesario.
T R A S M I T I R E L O F I C I O M I S M O D E G E N E R A R CO N O C I M I E N TO C I E N T Í F I CO 197
Segundo: se enseña también a construir observables al deses-
tructurar la investigación de otro. Es el trabajo de quien aprende, ju-
gando mecano, a armar una figura sólida, desarmando previamente
el modelo. No es que se aprenda a construir en sentido inverso. En
realidad, la imagen es engañosa: al observar detenidamente a quien
aprende por este procedimiento, se obtienen otros resultados. Nadie
procede desmontando de golpe toda la figura. Quien aprende así va
parte por parte; apenas desarma una parte del modelo lo vuelve a
armar para repetir los pasos y procedimientos en su propia figura, y
así, por etapas, continúa hasta terminar el juego.
Enseñar, pues, a construir observables abarca un apretado
paquete de estrategias y habilidades del oficio de investigador.
Gracias a él, el investigador toma contacto con los datos de la
experiencia; eso hace que su quehacer no sea ni formal ni abstracto,
sino que se relacione, con la vigilancia epistemológica del caso, con
los datos externos que provienen de la riqueza que se encuentra más
allá de lo mental y lo lingüístico.
249 Se le llama teoría o marco teórico, e incluso instancias de análisis. En algunos casos, se le co-
noce como modelo teórico o sistema teórico, pero también sistema de proposiciones, cons-
telación teórico-conceptual, sistema hipotético, juego de hipótesis o simplemente hipótesis.
250 Conviene tener presente que, en el proceso de la generación de conocimiento, la teoría o su
equivalente no tienen un lugar fijo en una supuesta secuencia lineal de pasos o etapas. Pueden
encontrarse al principio, al medio, al fin e, incluso, irse construyendo durante el proceso de
producción científica.
251 Es importante señalar que las teorías no se diferencian tanto por las funciones que tienen
que desempeñar formalmente en la ciencia, sino por las modalidades concretas en las que
desempeñan efectivamente esas funciones. Se trata, por lo mismo, de una diferenciación
epistemológica. Por ejemplo, el papel que juega el sistema teórico en una concepción neo-
positivista, tipo popperiano, es finalmente diferente al papel que asigna Skinner a la teoría del
condicionante operativo. Para ambos, desde un punto de vista formal, la teoría explica; sin
embargo, para Popper, la teoría es un sistema de proposiciones contrastables que se manten-
drán como aceptables hasta que la experiencia diga lo contrario (por falsación): mientras que
para Skinner la teoría es el resultado de un conjunto de experimentaciones rigurosamente
realizadas.
252 Véase Wilhem Dilthey, Introducción a las ciencias del espíritu, México, FCE, 1951.
T R A S M I T I R E L O F I C I O M I S M O D E G E N E R A R CO N O C I M I E N TO C I E N T Í F I CO 199
natural que frecuentemente se oculta en la multiplicidad y dispersión
de los hechos observables.
Comprender —Verstehen— equivale, por el contrario, a un
esfuerzo que va más allá de la explicación causal y que consiste en la
aprehensión del sentido y valor que habitan los fenómenos humanos
y los procesos sociales. Es un avanzar hondo en la profundidad de lo
humano que, por definición, es denso y complejo.
Esta distinción, que es muy propia del genio de la lengua alema-
na, pierde vigencia en la actualidad. Al distinguir entre erklären y
verstehen, uno se encuentra, se dice, frente a dos movimientos del
espíritu: uno, basado en la explicación físico-fenoménica, y el otro
en la explicación ético-axiológica. La primera es la explicación de las
ciencias naturales, la segunda es la comprensión de los fenómenos
sociales y de los procesos humanos, propia de las ciencias del hombre.
La distinción tuvo mucha vigencia a principios y mediados del
siglo xx; últimamente, sin embargo, se percibe una marcada tenden-
cia a la colaboración entre científicos y humanistas que se traduce
en frecuentes acercamientos entre las ciencias de la naturaleza y las
ciencias sociales. La complejidad de la realidad invita cada vez más
a los intercambios y proyectos de colaboración regionales e inte-
rinstitucionales centrados en estudios no sólo multi, sino también
interdisciplinarios.
Si se abandonan las sugerencias de la lengua alemana y uno se
deja guiar más bien por la etimología del término mismo, las pers-
pectivas de enriquecimiento no se hacen esperar. “Explicar” viene del
latín plicare, que significa doblar o arrugar; la partícula ex introduce
la idea de movimiento hacia fuera. De modo que explicar, más que
envolver u ocuItar algo significa lo contrario: desdoblar. En otras pa-
labras, extender los pliegues de algo o desarrugar los dobleces en que
está oculto algo, de ahí que explicar equivale a exhibir un fenómeno,
a exponer o mostrar en su totalidad el núcleo de un proceso.
Son, pues, dos las ideas que se conjugan literalmente con el tér-
mino “explicar”: a) la de mostrar algo, y b) que antes estaba oculto
y que no se veía a simple vista.
Según ello, algo se explica científicamente al exponer el secreto
de lo que aparece, al descubrir lo que no se ve a simple vista. El in-
Describir
T R A S M I T I R E L O F I C I O M I S M O D E G E N E R A R CO N O C I M I E N TO C I E N T Í F I CO 201
Construir redes esenciales más allá de lo aparente
253 Véase Pierre Bourdieu et al., El oficio de…, op. cit., pp. 28-29.
254 Este esquema corresponde en el caso de las ciencias físico-químicas a la búsqueda de la causa
eficiente de un hecho o fenómeno.
255 Tal vez este esquema debería subsumir el expuesto anteriormente, pues aquél parece prove-
nir más bien de abordajes de causalidad física.
T R A S M I T I R E L O F I C I O M I S M O D E G E N E R A R CO N O C I M I E N TO C I E N T Í F I CO 203
• La construcción de una red heurística-explicativa a partir de un
conjunto de relaciones sociales observables sólo es posible “des-
de” un marco teórico particular. Se trata de un constructo que,
basándose en un cuerpo de sustentación conceptual, da cuenta
de las relaciones sociales empíricas. En este esquema, es fácil ubi-
car el proceder metodológico weberiano conocido como “tipo
ideal”.
• La búsqueda en lo posible de leyes naturales de la sociedad o de
los individuos que expliquen los fenómenos sociales o los com-
portamientos individuales observables. Estas regularidades sue-
len expresarse como constantes, como correlaciones con determi-
nado grado de permanencia entre fenómenos o como funciones
entre los mismos con elevado índice de probabilidad.
Descubrir
T R A S M I T I R E L O F I C I O M I S M O D E G E N E R A R CO N O C I M I E N TO C I E N T Í F I CO 205
historia, sino más bien de “la construcción de un sentido” que tiene
en cuenta, por un lado, “la inercia del pasado” y, por el otro, “la
totalidad incompleta del presente”.256
4. La finalidad última (telos) de la acción social o de los procesos
humanos. En última instancia, lo que en realidad explica es el fin o
propósito ulterior de la acción humana y de las relaciones sociales.
Importa señalar que no se trata de un sentido retroactivo que provi-
niese del término hacia el origen, sino de un sentido que, como dice
Aristóteles, se realiza al fin, pero está presente desde el principio.
Hay que diferenciar este telos de las metas que se fijan a la ma-
nera de objetivos intermedios, estratégicamente diseñados hacia el
logro del propósito final. El primero (telos) es del orden teleológico;
es decir, del orden de los porqués de la acción humana y de los para-
qués de las relaciones y procesos sociales. Las segundas (metas) per-
tenecen más bien a un nivel logístico y programático, y se refieren a
la administración y a la gestión de la acción.
Como puede advertirse, al fundamentar teóricamente, el investi-
gador experto pone en juego una serie de conocimientos, estrategias,
habilidades y capacidades prácticas relacionadas con la explicación.
Explicar, se ha visto, significa describir los hechos sociales tal
cual son; construir las razones ocultas y aquellos factores constitu-
tivos que, además de fundamentar, articulan y configuran las mani-
festaciones dispersas de lo aparente; descubrir los principios estruc-
turantes de lo social.
256 Michel Foucault, La arqueología del saber, México, Siglo XXI, 1970, p. 18.
T R A S M I T I R E L O F I C I O M I S M O D E G E N E R A R CO N O C I M I E N TO C I E N T Í F I CO 207
de aquello que, en el ámbito científico, es realmente lo explicativo.
En este campo, se distinguen dos momentos complementarios: los
niveles de análisis y propiamente la construcción científica.
En lo relativo a los niveles de análisis de los fenómenos, procesos
o hechos, se suelen distinguir dos: el manifiesto y el esencial. El
primero se refiere al registro de los fenómenos perceptibles y procesos
observables. Este nivel pertenece a lo inmediato y aparente. Es un
nivel importante, pero, en lo social, no es el decisivo. No hay que
permanecer definitivamente en él, pues es un momento de análisis
transitorio, la explicación final no está ahí. Habrá que capacitar y
entrenar al joven que se inicia en la investigación para desarrollar
sus habilidades orientadas al registro de información, al acopio
riguroso de datos, a la descripción directa e inmediata, de índole
cuanti y cualitativa.
El segundo nivel, como ya se señaló, articula la multiplicidad y
la variedad de los fenómenos percibidos. Aquí, lo decisivo no son
los hechos, los fenómenos ni los procesos observados, sino el punto
de vista desde el que se los observa y estudia. Este nivel introduce
precisamente al análisis del otro momento complementario: la
construcción científica.
La búsqueda de principios articuladores distintos a los sugeridos
por la percepción sensible ha llevado a numerosos autores a rechazar
como inválidas en la explicación científica “las evidencias” de la
percepción y a decir no a la presencia inmediata y sensible de los
fenómenos, en cuanto criterio de verdad.
Estos principios articuladores se encuentran en un orden distinto
al de las apariencias. Es el orden de las relaciones, de los elementos
estructurales, de los elementos constitutivos, de la casualidad, e
incluso de la ley científica. Los principios articuladores no se dan
propiamente en la realidad empírica, aunque los hechos, fenómenos
o procesos los ordenamos y entendemos mejor desde ellos y
gracias a ellos. Por eso, se dice con razón que dichos principios se
“construyen” con base en lo empírico.
Son, pues, numerosos los saberes prácticos, las habilidades que
hay que fomentar y desarrollar para alcanzar este nivel del quehacer
científico. Desde el punto de vista didáctico, el concepto “relación”
T R A S M I T I R E L O F I C I O M I S M O D E G E N E R A R CO N O C I M I E N TO C I E N T Í F I CO 209
C ontrol empírico
257 Véase Fred Kerlinger, Investigación del comportamiento. Técnicas y metodología, México, Inte-
ramericana/McGraw Hill, 29a edición, 1975; Arturo Rosenblueth, El método científico, México,
Fournier, 3a edición, 1972; Deobold van Dalen y William Meyer, Manual de técnicas de investi-
gación educacional, Buenos Aires, Paidós, 1979.
258 Auguste Comte, Cours de philosophie positive, París, Garnier, 1930, lección 48.
259 Carl Gustav Hempel, Filosofía de la…, op. cit., pp. 16-76; véase también Mario Bunge, La inves-
tigación científica, op. cit., pp. 860 y ss; J. L. Machie, “La paradoja de la confirmación”, en Peter
Harold Nidditch et al., Filosofía de la ciencia, México, FCE, 1975, pp. 288-309.
260 Karl Popper, La lógica de…, op. cit., caps. I y IV.
261 Pierre Bourdieu et al., El oficio de sociólogo…, op. cit., p. 83.
262 Karl Marx, Tesis sobre Feuerbach, tesis XI, varias ediciones. Véase también Adolfo Sánchez Váz-
quez, Filosofía de la praxis, México, Grijalbo, 1972, pp. 128-29. Al sostener que la praxis es crite-
rio de verdad, no se pretende reducir dicho concepto a tal función. El concepto de praxis en
el marxismo es más amplio. Véase el mismo autor.
263 Comte no sólo caracteriza teórica y metodológicamente las ciencias “positivas”, sino también
las jerarquiza. Para ello, emplea los criterios de generalidad y complejidad, entre los que hace
jugar una relación inversamente proporcional: 1) matemáticas., 2) astronomía., 3) física., 4)
química., 5) biología., 6) física social (después: sociología). Véase Cours de philosophie positive,
op. cit., lección 48, así como “Plan des travaux scientifiques necessaires pour reorganiser la
societe”, en Auguste Comte, Primeros ensayos, México, FCE, 1942.
264 Auguste Comte, El discurso sobre…, op. cit., pp. 53-54.
265 Francis Bacon, Instauratio Magna, Novum..., op. cit. Véase en particular el libro II del Novum organon
(1620) en el que se plantea la “Pars struens” de la propuesta de Bacon, relacionada con el método,
aforismo X, p. 92.
266 Alexander Koyré, Estudios galileanos, México, Siglo XXI, 1980; véase en especial las pp. 71, 73,
130, etc. Del mismo autor, Del universo cerrado al universo abierto, México, Siglo XXI, 1979. Es
pertinente señalar la insistencia de Koyré en defender que la experimentación en Galileo es
un hecho mental. En el descubrimiento de las leyes —por ejemplo, caída de los cuerpos pe-
sados—, Galileo geometrizó la realidad, pp. 70-72.
T R A S M I T I R E L O F I C I O M I S M O D E G E N E R A R CO N O C I M I E N TO C I E N T Í F I CO 211
característica de la scientia nova; a saber, la observación y la expe-
rimentación.
En realidad, Comte generaliza esta doble exigencia del conocimien-
to científico, de modo que, a partir de él, ya no se pone en duda que el
conocimiento científico, tanto en su modalidad de ciencia construi-
da como en su proceso de construcción, tenga un referente fáctico
que le sirva de base y con el que tenga de “alguna manera” que
conformarse.267
Aunque los investigadores, teóricos de la ciencia y metodólogos,
coinciden en reconocer el carácter empírico y la necesidad de un
cierto control de las proposiciones en la producción de conocimien-
to científico, éste es un acuerdo de base, en cierto sentido elemental
o mínimo. En efecto, las interpretaciones divergentes de esta doble
exigencia son un hecho.
Parece conveniente exponer brevemente tres tendencias268 sobre
el particular que, si no son las únicas, son al menos las más comu-
nes en nuestro medio académico, en el campo de la investigación
histórico-social.
Importa mucho detenerse en una mayor explicitación de las
mismas, pues la didáctica de la investigación encuentra ahí un am-
plio contenido de conocimientos que se deben enseñar.
La primera tendencia
267 Hemos querido subrayar brevemente dos aspectos positivos del positivismo clásico. No desco-
nocemos que, junto con este carácter, hay otros propios de este mismo pensamiento frente a los
cuales no sólo tenemos reservas y reticencias, sino que defendemos posiciones divergentes.
268 Para los fines de este estudio, se entiende por tendencia, no tanto las soluciones particulares
de distintos autores a los problemas que suscita la base empírica en el quehacer científico,
sino la convergencia en algunos rasgos concretos de las soluciones singulares, de tal manera
que en cada tendencia se encuentra un aire de cierta identidad, no obstante la eventual di-
versidad de posturas de diferentes autores.
269 Se llama inductivo el juicio que pasa de casos o proposiciones singulares (que a veces se
llaman particulares), tales como descripciones de resultados de observación, o experimentos,
a proposiciones universales, tales como generalizaciones o regularidades en el comporta-
miento de los objetos considerados, de ahí que se llame “método inductivo” al procedimiento
que consiste en partir de lo singular para llegar a lo universal y, más concretamente, en inferir
juicios universales partiendo del análisis y observación de los casos singulares.
270 Émile Durkheim, EI suicidio, México, UNAM, 1893, lib. II, cap. II, pp. 207-233.
271 Véase, por ejemplo, Francis Bacon, Novum Organon, México, Porrúa, col. “Sepan cuantos...”,
núm. 293, 1975, lib. I, aforismo XXI y ss., principalmente los referentes a los “idola”; asimismo,
John Locke, An Essay Concerning Human Understanding, Nueva York, Boyer and Dover Publis-
hing Company, 1959; David Hume, Tratado de la naturaleza humana, México, Porrúa, col. “Se-
pan cuantos...”, núm. 326, 1977, “Introducción”, pp. 11-14.
272 El positivismo clásico se toma aquí como un subconjunto del empirismo. En ese sentido, se
sostiene que todos los positivistas clásicos son empiristas, sin asumir que la proposición inver-
sa, “todos los empiristas son positivistas clásicos”, sea verdadera. Entre los positivistas clásicos
enlisto naturalmente a Auguste Comte.
T R A S M I T I R E L O F I C I O M I S M O D E G E N E R A R CO N O C I M I E N TO C I E N T Í F I CO 213
La segunda tendencia
273 “Ciencias duras” es una expresión europea. Se emplea para designar las ciencias físico-ma-
temáticas y las astrofísicas. El término “duro” expresa la exclusión en las mismas de cualquier
vestigio de subjetividad, por pequeño que sea. Son ciencias no sólo rigurosas, sino también
exactas. En sentido riguroso, las ciencias duras excluyen a las ciencias naturales (química, bio-
logía y afines), aunque se aceptan como opuestas a las ciencias humanas. Como puede ad-
vertirse, la denominación poco a poco se va abandonando, particularmente ante la presencia
cada vez más insistente de la noción de “caos” en las matemáticas y en la física.
274 El Círculo de Viena se forma hacia 1920, en la capital austriaca, por un conjunto de científi-
cos de expresión alemana y provenientes de diversas áreas. Entre ellos, están Rudolf Carnap,
Ernst Mach, Otto Neurath, quienes se inspiran por un lado en los trabajos lógicos de Bertrand
Russell y, por el otro, en las aportaciones físicas de Mach. Por cuestiones del nazismo, varios
de ellos emigran a Australia y a los Estados Unidos. En este último país, en Chicago, fundan el
Instituto para la Unificación del Saber Científico. Se puede afirmar que la amplia e interesante
producción del Círculo de Viena y de sus seguidores ha estado relacionada con el “criterio de
demarcación” entre lo que es y no es ciencia. Véase Alfred Ayer, La filosofía del análisis, México
(N. del E.: Probablemente se refiere a: Alfred Ayer, El positivismo lógico, México, FCE, 1981).
275 Karl Popper, La lógica de…, op. cit., p. 32.
276 Este proceso de derivación se conoce en los manuales de metodología como “operacionaliza-
ción de hipótesis” u “operativización de variables”. Véase, por ejemplo, Raúl Rojas Soriano, Guía
para realizar investigaciones sociales, México, UNAM, 8ª edición, 1985, pp. 103-108.
277 Se entiende por enunciado hipotético cualquier enunciado que se somete a contrastación,
sin tener en cuenta si describe un hecho o fenómeno, si expresa una generalización o ley, o si
se formula como una proposición de mayor o menor complejidad.
278 Son los juicios elementales de experiencia. Se conocen también como cláusulas atómicas o
protocolares de observación: “observation-sentences”, “observation rapport sentence”; tam-
bién como “enunciados puramente existenciales” o “enunciado-de-aquí-y-ahora”.
279 Véase Guastav Carl Hempel, Filosofía de la…, op. cit., pp. 38 y ss.
T R A S M I T I R E L O F I C I O M I S M O D E G E N E R A R CO N O C I M I E N TO C I E N T Í F I CO 215
Puede hablarse de un acuerdo entre los neopositivistas, en el
sentido de que las implicaciones contrastadoras constan de un enun-
ciado hipotético y de un juicio que recoge observaciones singulares;
el debate, sin embargo, se hace presente de nuevo entre ellos mismos,
al intentar precisar el peso de la función validadora de los juicios
protocolares de observación.
Para la mayoría de los autores, los enunciados de observación
confirman o refutan el sistema hipotético, de tal manera que los
datos de la experiencia y los de los experimentos debidamente con-
trolados prueban la verdad o falsedad de la teoría asumida. En
cambio, para otros,280 la contrastación no prueba la verdad o fal-
sedad de la teoría, sino que sólo añade, en el caso afirmativo, un
grado más alto de probabilidad para su aceptación. Mientras que
todavía hay otros281 para quienes la comparación de los enunciados
deducidos con los resultados de las aplicaciones puede ser positiva
o negativa.
En tal caso, la decisión positiva no es prueba de la verdad de una
teoría, sino indica que ésta ha pasado con éxito —por esa vez— la
prueba empírica y que no hay razones para desecharla.
Durante el tiempo que una teoría resiste contrastaciones exigen-
tes y minuciosas, y no la deja anticuada otra teoría científica, se dice
que “ha demostrado temple”, o que ha sido “corroborada” en tal o
cual grado por la experiencia.
Si la decisión, por el contrario, es negativa, es decir, si las conclu-
siones son falsas, entonces la teoría de la que éstas son deducidas se
declara lógicamente insostenible. Tal procedimiento se conoce como
“falsación”.282
283 Véase Jean Piaget, Tratado de lógica…, op. cit., pp. 77-114; en especial pp. 88-94.
284 Claude Lévi-Strauss, Tristes trópicos, Argentina, Eudeba, 1973, pp. 45-46.
T R A S M I T I R E L O F I C I O M I S M O D E G E N E R A R CO N O C I M I E N TO C I E N T Í F I CO 217
de un dato externo, lleno, indudable, que se entrega sin más a una
mente siempre dispuesta a acogerlo con fidelidad y sin prejuicio al-
guno. Para esta tercera tendencia, la primera lección que proviene de
la experiencia, es decir, del encuentro inmediato entre sentido y dato
es, desde el punto de vista de la epistemología científica, insostenible.
Al no cumplir con las exigencias del rigor crítico, es insuficiente y se
queda en el nivel precientífico.285
Es cierto que esta primera información deslumbra y satisface la
curiosidad, al situarse en el plano de la experiencia perceptible, de
las primeras impresiones y de las primeras reacciones frente a las
cosas. Pero es también cierto que oscurece con frecuencia “el sentido
del problema”, que ése sí es “el nervio del progreso” del saber.286
Bachelard, es sabido, concibe este proceso de desencanto y dis-
tanciamiento de la razón frente al conocimiento empírico como una
carrera de obstáculos que tiene que ir superando la mente científi-
ca en su largo y fatigoso itinerario de formación.287 A este primer
obstáculo, central y nuclear, le llama “experiencia básica”.288
Segunda: este cambio radical en la concepción de la objetividad
no se entiende sin la ruptura epistemológica entre objeto sensible y
científico.
“La primera evidencia”, explica Bachelard, “no es una verdad
fundamental. De hecho, la objetividad científica sólo es posible al
285 La desconfianza frente a los sentidos es un rasgo que se puede identificar en varios paradigmas
epistemológicos. Ya desde los inicios de la filosofía occidental, entre los griegos, se encuentran
pensadores altamente suspicaces frente a la información que proviene de los sentidos como
criterio para fundamentar el conocimiento científico. Platón es uno de ellos. Más tarde otros pen-
sadores se han inpirado en estos planteamientos, entre ellos, san Agustín de Hipona, Plotino,
Descartes, Husserl (al menos el conocido como el primer Husserl de las Ideen).
286 Gaston Bachelard, La formación del…, op. cit., p. 34.
287 BacheIard es considerado como uno de los autores más conspicuos de la epistemología mo-
derna francesa. Sostiene la discontinuidad o “ruptura” (epistemológica) entre conocimiento
científico y sensibIe. El conocimiento científico es una construcción: se inicia con un problema
que “es construido” desde un marco teórico; la realidad empírica es el referente extralingüísti-
co sobre el que se construye el objeto científico. Este largo proceso de ruptura-construcción
Bachelard lo aborda mediante los “obstáculos epistemológicos”. En el proceso mismo de la
generación del conocimiento científico, hay dificultades o problemas que no son externos,
sino intrínsecos al mismo acto de conocer. Los denomina “obstáculos epistemológicos”. Véase
ibid., pp. 15-27.
288 Ibid., p. 27
289 Gaston BacheIard, El psicoanálisis del fuego, Madrid, Alianza, 1966, p. 11.
290 Gaston BacheIard et al., El oficio de…, op. cit., p. 54.
291 Gaston Bachelard, El racionalismo aplicado, op. cit., p. 54.
T R A S M I T I R E L O F I C I O M I S M O D E G E N E R A R CO N O C I M I E N TO C I E N T Í F I CO 219
En otras palabras, en el campo científico social, el sujeto (S) y
el objeto (O) no son dos entidades pasivas y descontextuadas. Más
bien se trata de una relación (S-O) en la que el término (S) es un
sujeto activo, situado histórica y geográficamente, que se acerca a la
realidad empírica con un paquete de preguntas y experimentos for-
mulados ya desde un marco teórico; dicho sujeto aplicará cuestio-
narios a la realidad para registrar la manera como ésta se comporta
frente a aquéllas. Por otro lado, el objeto (O) no es la realidad tal
cual es captada por la percepción, sino tal cual fue construida por el
marco de análisis previamente asumido; es decir, es la realidad en y
desde una problemática.292
Cuarta: la comprobación, pues, para los constructivistas, es cier-
tamente un asunto de correspondencia. Dos son los rasgos que ca-
racterizan esta comprobación:
a) El criterio de la objetividad de la afirmación científica no es el
objeto empírico, sino el construido. Como se señaló, el objeto empí-
rico es del orden perceptible y fenoménico: es el objeto real y sensi-
ble. El objeto científico, por el contrario, es el objeto construido. Se
construye “desde” la teoría asumida para la investigación en cuestión
y “con base en” el objeto real y manifiesto; Bourdieu marca con pre-
cisión el procedimiento cuando dice, haciendo suyas las palabras de
Ferdinand de Saussure: “el punto de vista crea el objeto”.293
Pensar es ante todo representar el mundo físico, concreto y real
de cuatro dimensiones.294 “Recordamos”, explica el mismo Bache-
lard, “en una dimensión; comprendemos en dos dimensiones y po-
seemos en tres dimensiones”.295
292 Debe entenderse que estos planteamientos se han generalizado. Los problemas no se pre-
sentan ni formulan solos, sino que son parte de un todo. En la actualidad, diferentes estrate-
gias de explicación coinciden en este rasgo o característica del quehacer científico. Véase, por
ejemplo, Thomas Kuhn, La estructura de la…, op. cit., pp. 68-79; Carl Gustav Hempel, Filosofía
de la…, op. cit., pp. 38-56. Los problemas científicos no están sueltos, no van aislados ni están
solitarios. Así, para Kuhn, se plantean en la ciencia normal; para Hempel, en un sistema de
proposiciones.
293 Pierre Bourdieu et al., El oficio de…, op. cit., p. 51.
294 Se hace alusión a las cuatro dimensiones físicas: tres espaciales; a saber, largo, ancho y profun-
do, y la cuarta de momento: el tiempo.
295 Gaston Bachelard, El racionalismo aplicado, op. cit., p. 63.
T R A S M I T I R E L O F I C I O M I S M O D E G E N E R A R CO N O C I M I E N TO C I E N T Í F I CO 221
de esta “nueva República” son personas que dialogan, problematizan,
recogen datos, fundamentan, contrastan, otorgan derecho de ciu-
dadanía a determinados conocimientos. El ciudadano de esta
sociedad no es el “cogito liberal”, sino un “cogitamus democrático”
activo que participa en la construcción social del conocimiento.297
Sobre este particular, Bachelard expresa muy apropiadamente el
carácter social del conocimiento científico al escribir:
297 Gaston Bachelard, El racionalismo aplicado, op. cit., pp. 36-65; en especial, pp. 60-61.
298 Ibid., p. 61.
T R A S M I T I R E L O F I C I O M I S M O D E G E N E R A R CO N O C I M I E N TO C I E N T Í F I CO 223
el control, conviene trasmitir una didáctica de la cuantificación y la
medida, por una parte y, por la otra, una didáctica de la construcción.
La primera estará apoyada en el aprendizaje del rigor, de la ob-
jetividad y de la neutralidad, y la segunda otorgará un peso decisivo
a la imaginación creadora que da juego, por un lado, a la asociación
libre de ideas, a la libertad de pensamiento y a la relación y, por el
otro, a las técnicas de ruptura. Sin ello, es difícil pensar la enseñanza
del control empírico de las afirmaciones científicas.
300 Se entiende por didáctica basada en los “cómo estratégicos” una enseñanza de la investiga-
ción científica que articula los cómo y los contenidos (los qués, los paraqués y los porqués de
la investigación), de modo que una vez establecidos esos contenidos se decide la manera
más eficiente y eficaz de lograrlos. Como se ve, los cómo no se definen en abstracto ni en
general, sino que están condicionados por contenidos concretos (qué), por intenciones con-
cretas (para qué) y por motivos paniculares (por qué).
En oposición al cómo estratégico, está el cómo instrumental, que cae en una visión más
empobrecida de un esquema material medio-fin; etapa-meta o de fase-término de proceso.
• El problema.
• Qué se hizo.
• Cómo se hizo (métodos y técnicas).
• Qué resultados se obtuvieron.
• Las conclusiones a las que se llegó.302
301 Véase para el caso de México los planteamientos del Ejecutivo Federal sobre este punto en las
dos últimas gestiones presidenciales, Programa Nacional de Desarrollo Tecnológico y Científico
1984-1988, de Miguel de la Madrid, pp. XV-XIX, y el Programa de Ciencia y Modernización Tec-
nológica 1990-1994, de Salinas de Gortari, pp. XI-XVI. “El conocimiento científico y el desarrollo
de la ciencia básica son un elemento indispensable”, dice Procimotec, “en cualquier sociedad,
y alcanzar niveles de desarrollo que permitan poner al alcance de la población un nivel de
vida aceptable con perspectiva de mejoría constante. La ciencia adquiere, en consecuencia,
la más alta prioridad social y nacional como medio para crear procesos de mejoramiento, or-
ganización y eficiencia del sector productivo que fortalezcan tanto la productividad como el
consumo, así como para contribuir a elevar la calidad de la vida de todos los mexicanos” (p. Xl).
302 Para mayor información sobre este punto, véase Donald Ary et al., Introducción a la investi-
gación pedagógica, México, McGraw-Hill, 1992, pp. 334-377; asimismo, Ezequiel Ander-Egg,
Técnicas de investigación social, México, El Ateneo, 1989, pp. 483-493.
T R A S M I T I R E L O F I C I O M I S M O D E G E N E R A R CO N O C I M I E N TO C I E N T Í F I CO 225
comunicar a otros con libertad los resultados de la investigación. Se
trata, pues, de que la comunicación sea auténticamente portadora de
significados; es decir, que esté lógicamente estructurada, que las ideas
vayan ordenadas de una manera secuencial, que sean expresión de
un pensamiento sin saltos y sin huecos, y que la comunicación resul-
te apropiada y ordenada. Por ello, se pide un estilo directo, preciso,
concreto, conciso. Incluso se recomienda una redacción impersonal.
Sin embargo, el enfoque de este documento es otro: no interesa la
enseñanza de técnicas de redacción por ellas mismas —aunque sean
técnicas innovadoras— ni de los instrumentos de investigación por sí
mismos —aunque sean el último descubrimiento en metodología de
las ciencias. Lo que se busca en esta didáctica nueva son respuestas
a los cómo estratégicos en el quehacer científico; es decir, no se trata
de aislar la redacción del informe, estudiándola como algo en sí,
independiente de la pregunta científica y desvinculada del proceso
entero de la producción científica. En ese sentido, redactar un
informe científico no es un asunto fácil. Hay que sostener, por el
contrario, que se trata de una empresa estrechamente relacionada
con la creación.
T R A S M I T I R E L O F I C I O M I S M O D E G E N E R A R CO N O C I M I E N TO C I E N T Í F I CO 227
El investigador, al redactar, quiere lograr una mirada completa
de su trabajo. Se trata de un quehacer estratégico, en el que busca
la solidez y consistencia de su argumentación. No se trata de ver
partes ni por partes, sino de ver el todo y decidir desde el todo. Es
visión de conjunto. Por lo mismo, el investigador, al redactar, cuida
saltos, rellena vacíos, fortalece los puntos débiles, afirma las partes
que reciben el mayor peso de sus pruebas, conduce con inteligencia
al lector hacia el objetivo de su investigación: responde a la pregunta
que desencadenó su indagación. Es cuestión estratégica.
Frente a este múltiple y diversificado conjunto de actividades,
el investigador no puede desempeñarse como un simple operario o
técnico de la redacción. Se trata más bien de una intervención dife-
rente que le exige una presencia y una actitud distintas: creatividad
e imaginación. Sin ellas, la redacción del informe científico —como
oficio— se volvería un simple protocolo mecánico, repetitivo y pro-
gramable al que se le corta la inspiración y el aliento.
T R A S M I T I R E L O F I C I O M I S M O D E G E N E R A R CO N O C I M I E N TO C I E N T Í F I CO 229
a) Una cosa es el desarrollo del concepto en el pensamiento y otra
distinta en el papel. Solamente con el lápiz en la mano se sabrán los
avatares y vericuetos de lo que significa “construir” un concepto.
Idear un proyecto de investigación no es fácil; encierra multi-
tud de estrategias y habilidades, también de secretos y hasta mafias
para los que hay que prepararse y capacitarse. Todas estas situa-
ciones, sin embargo, surgen desde el momento en que el investiga-
dor empieza a redactar el anteproyecto de investigación304 y, sobre
todo, cuando decide comunicar los resultados progresivos y finales
de su trabajo. Mientras no se aboque a ello, todo queda en el pen-
samiento.
304 Para ver lo que se entiende por un anteproyecto de investigación, cfr. Donald Ary et al., op. cit.,
pp. 333-355.
T R A S M I T I R E L O F I C I O M I S M O D E G E N E R A R CO N O C I M I E N TO C I E N T Í F I CO 231
Así como se pide luchar contra la imperfección, de la misma
manera hay que defender la obra imperfecta, cuando se es
consciente de su imperfección. Los cursos de redacción cumplen
un papel práctico muy importante en este punto particular. Llenan
lagunas y huecos difíciles de colmar. Todos los investigadores sociales
y de humanidades otorgan un punto decisivo a la redacción. Las
deficiencias en el proceso de generación de conocimiento científico,
sin embargo, no pueden confundirse con problemas de redacción.
Por ello, se impone un cuidadoso estudio de diagnóstico. Un curso
de redacción de ninguna manera subsana fallas metodológicas ni
técnicas en la práctica científica.
Introducción
305 Se había previsto, desde antes, que las imágenes relacionadas con la “arquitectónica” no da-
rían de más en un momento dado. Parece haber llegado ese momento. Interpelan a la imagi-
nación por el lado de la solidez y del equilibrio, por el lado del espacio y de la consistencia. La
movilidad y el dinamismo no entran en la dirección de su inspiración. Las presiones ejercidas
en el lenguaje (“nudos cinéticos de confluencia”) son un síntoma de que hay que abandonar
la metáfora con el fin de evitar que se convierta en un obstáculo para el pensamiento audaz.
nos lleva a desarrollar una didáctica de la investigación social y
humana como un hacerse dialéctico. Quien haya realizado investi-
gaciones o haya asesorado equipos de investigación sabrá perfecta-
mente que:
La generación de conocimiento no sigue un recorrido único
de etapas sucesivas, de pasos ordenados o fases seriadas, una tras
otra, siempre las mismas, hacia el logro de un objetivo: la adquisi-
ción de conocimiento. Esta manera de representar el proceso de la
generación del conocimiento científico es, en realidad, un esquema
pobre de un proceder formal, de carácter idealizado, que refleja
poco lo que realmente sucede en la producción efectiva del cono-
cimiento.306
La generación del conocimiento científico se confronta con una
categoría desconcertante: el tiempo. Se dice desconcertante porque
no se quiere ligar simplemente el tiempo de la investigación con el
transcurso diferenciado de un evento ni con el desarrollo variado
de un proceso, ni siquiera con las rutas críticas vinculadas con las
calendarizaciones.
La investigación es, pues, un proceso. Pero un proceso en el que
el tiempo, más que cronológico —es decir, una medida igual y ho-
mogénea— es el tiempo de la creación. Bergson lo caracterizó como
dureé; es decir, tiempo de germinación y de maduración en donde se
pueden distinguir momentos de titubeo y desconcierto; periodos de
progreso y avance; etapas de estancamiento y de retroceso; lapsos
de bloqueo y de espera.
En realidad, se trata de tiempos diferenciados, como los de la
creación; de alta tensión en los que se avanza; de inspiración y de
producción, pero también tiempos flojos en los que se rumia, se revisa
y se está “a la espera”; tiempos muertos en los que el investigador no
sabe qué hacer; tiempos perdidos en los que se está con la sensación
306 En el capítulo anterior preferimos, por lo mismo, abandonar las ideas clásicas de fases, pasos y
etapas para referirnos al proceso mismo de la construcción científica. Nos convenció más acudir
a otros modelos explicativos y entender la investigación científica como un saber hacer integra-
do por grandes quehaceres que a su vez se conforman por numerosas operaciones y prácticas
concretas. La didáctica de la investigación científica se basó en la enseñanza-aprendizaje de esos
quehaceres y operaciones.
L A E S T R AT E G I A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N C I E N T Í F I C A 235
sorpresivos o ante aciertos deslumbrantes de la audacia creadora son
actividades que juegan un papel básico en la práctica científica.307
El primer acercamiento entre estrategia e investigación parece
haber resultado provechoso. Se trata, sin embargo, de un acierto que
exige cautela. Por su propia etimología,308 el término nos envía al
arte militar. Esto significa deslizar la investigación por la imaginería
de una batalla y se corre el riesgo de caer en malos entendidos liga-
dos a interpretaciones demasiado mecánicas e inapropiadas.
Se impone, por lo mismo, un esfuerzo mayor de conceptualiza-
ción de la estrategia para entender la investigación como creación,
más que como combate. Ahora bien, la decisión de interpretar la in-
vestigación como creación nos introduce de lleno en ideas muy ricas
y fecundas, tales como las de totalidad, relación y dialéctica.
La idea de totalidad
307 Esta concepción de estrategia permite finalmente explicar situaciones extremas como el “des-
cubrimiento afortunado” o serendipity. El descubrimiento afortunado no debe confundirse
con una búsqueda sin rigor o con una invención por casualidad. Se han dado casos de descu-
brimientos e invenciones que tuvieron su origen en el abandono de la pregunta inicial y de
la dirección marcada por ésta, ante resultados inesperados. Al abandonar la pregunta inicial,
aquélla fue sustituida por otra, basada en lo sorpresivo, desconcertante y prometedor de los
protocolos acumulados hasta el momento. Como se ve, los conocimientos nuevos construidos
en la segunda situación no fueron por azar o “de chiripada”. Los resultados inesperados y suge-
rentes constituyen un buen cabo para la explicación de los descubrimientos afortunados.
308 Del griego stratos: armada, y agogou: guía, conductor.
309 Aristóteles, Metafísica, op. cit., libro 1. v. (Delta), cap. 26, pp. 95-96
310 La concepción atomista consiste en proponer como explicación última de estos procesos o
fenómenos (puede ser la vida, la conciencia, la sociedad, el lenguaje...) un conjunto de ele-
mentos simples y reducibles; éstos se pueden combinar de diferente manera y explican todo
lo existente. Así lo hace el asociacionismo en lo que respecta a la vida interna de los individuos
y el individualismo en lo que respecta a la sociedad. Véase, por ejemplo, William James, The
Principles of Psychology, Nueva York, Holt Reinhart and Winston, 1890; Adam Smith, Investiga-
ción sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, México, FCE, 1956.
311 La psicología de la forma o Gestalt psychologie sostiene que el hecho fundamental de la con-
ciencia es su forma total. Ya no hay que hablar en psicología de hechos o fenómenos de
conciencia, sino de formas, configuraciones o campos tomados en su estructura total. Véase
sus fundadores, Kurt Koffka, Growth of the Mind, Londres, Kegan, Trench and Trubner, 1924; M.
Wertheimer, “Untersuchungen zur Lehre von der Gestalt”, Psychologische Forschung, núm. 4,
1923, pp. 301-350; Wolfgang Kohler, Gestalt Psychology, Nueva York, Liverright, 1929.
312 En la actualidad, la idea de “sistema” ha entrado en el vocabulario de muchas disciplinas por
medio de la teoría general de sistemas. En el sistema los elementos no cuentan, lo que cuenta
son los elementos interdependientes entre sí, la jerarquía entre los sistemas e incluso puede
pensarse en modelos aplicables a todos los sistemas. Véase Ludwig von Bertalanffy, Teoría
general de los sistemas, México, FCE, 1986.
313 Véase Jean Piaget, Tratado de lógica…, op. cit., pp. 84 y ss.
314 Según esta concepción —inspirada en la lógica aristotélica— el todo es un concepto de la
mente que se aplica a las cosas “completas”, a las que no les falta ningún elemento constituti-
vo; o es la esencia de las cosas formadas por la unidad de diferentes partes.
315 Concepción clásica a principios del siglo XIV (William de Occam), aunque algunos autores la
hacen remontar a Abelardo (siglo XII) y Roscelino. Los nominalistas sostienen que, aparte de
las sustancias singulares, existen puros nombres. En tal caso, el todo en cuanto concepto no
existe ni en la realidad ni en la mente; es solamente un nombre, un flatus vocis.
L A E S T R AT E G I A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N C I E N T Í F I C A 237
cabe decir que, al concluir la última parte del proceso, se alcanzaría
el conocimiento como si éste fuera la suma de todas las partes an-
teriores. Esta concepción equivale del todo a un tipo particular de
atomismo y, aplicado a la investigación, ofrece una interpretación
empiricista de la misma.316
Se puede también explicar la investigación como un sistema que
se descompone en una serie de fases y subfases cuya secuencia es una
vez más la composición del todo. En esta interpretación sistémica
de la investigación, lo importante es el itinerario, los eventos críticos, la
ruta más corta y efectiva, e incluso el conteo regresivo del tiempo
medido. Lo que aquí cuenta es el todo, no las partes. El todo es lo
que estructura las partes, las cuales son estructuradas desde el todo.
Se trata, pues, de una perspectiva formal de la investigación que
atiende las fases y etapas de un proceso ideal de la construcción de
todo conocimiento, más que las vicisitudes y avatares efectivos del
quehacer concreto y real de la generación de conocimientos parti-
culares. Se sabe que este procedimiento suele ser altamente eficaz
en la construcción de edificios y por lo mismo se considera que su
aplicación analógica a la construcción de conocimiento tendría que
dar resultados semejantes.317
Habrá quien prefiera entender la investigación como proceso
integrado por una serie de etapas o pasos con una consistencia esta-
blecida, en cierto sentido inalterable: primero se observa; después se
formula el problema; en tercer lugar, se elabora el marco teórico; ense-
guida, se construye la hipótesis; después, se diseñan los instrumentos
con los que se recoge, analiza e interpreta la información; al termi-
nar esto, se recoge, analiza e interpreta la información recogida;
finalmente, se sacan conclusiones y se redactan los resultados
obtenidos.318
316 Véase Felipe Pardinas, Metodología y técnicas de investigación en ciencias sociales, México, Siglo
XXI, 1969-1975 (de la primera a la doceava ediciones). Véase también el conductismo en psi-
cología y el empirismo educativo en pedagogía.
317 Véase Deobold van Dalen y Meyer, Manual de técnicas de la investigación educacional, Buenos
Aires, Paidós, 1978.
318 Véase Fred Kerlinger, op. cit., véase también Restituto Sierra Bravo, Técnicas de investigación
social. Ejercicios y problemas, Madrid, Paraninfo, 1975.
L A E S T R AT E G I A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N C I E N T Í F I C A 239
• Hay maneras adecuadas e inadecuadas de entender la investiga-
ción social y humana como totalidad.
• Los problemas que surgen al explicar el proceso de la generación de
conocimiento en ciencias sociales y humanas se acrecientan y au-
mentan cuando la investigación se entiende como todo-sustancia.
• Al captar la producción científica como un conjunto de partes que
integran un todo, o como un todo que se descompone en elemen-
tos; más aún, entenderla como un sistema integrado por etapas,
subetapas, pasos, etc., se corre el riesgo de caer en la trampa de
lo sólido y lo compacto. La sustancia, la cosa, el objeto empírico
—dice muy bien Bachelard—,322 seducen, es cierto, al sentido co-
mún, y al realista ingenuo que todos llevamos y escondemos den-
tro. Y cuando no hay una suficiente vigilancia epistemológica,323
se termina en la economía y en la simplicidad del pensamiento.
• Es, pues, preciso abrir nuevos caminos e internarse por otros de-
rroteros.
• Se sugiere seguir construyendo el quehacer científico como un
todo, desde la perspectiva de la relación.
La idea de “relación’’
322 Gaston Bachelard, La formación del…, op. cit.; véase el capítulo dedicado al sustancialismo
como obstáculo epistemológico, pp. 115-154.
323 Gaston Bachelard, El racionalismo aplicado, op. cit., véase pp. 77-80, en las que desarrolla su
concepción sobre los tres niveles de la “vigilancia”.
324 Gaston Bachelard, La valeur inductive de la relativité, París, Vrin, 1929. Léase la “Introducción”, en
particular las pp. 5-6.
325 Ibid., p. 208. Conviene recordar que Bachelard no desconoce que va en contra de una de las
tradiciones más fuertes de la filosofía clásica, entre los griegos, que siempre había considera-
do la relación como una modalidad del ser.
326 Ibid., p. 270. No dejan de ser sorprendentes este par de afirmaciones de Bachelard. Hay que
recordar que las dice ciertamente un físico-matemático de gran renombre, pero también es-
tán en labios de un epistemólogo formado en las grandes tradiciones de la filosofía europea
continental. Nos preguntamos, por lo mismo, si la relación no es una de las principales pistas
cuyas indicaciones hay que seguir para entender la modernidad en filosofía, sociolingüística,
psicología analítica, psicología social, comunicación e informática, relaciones públicas, econo-
mía política, política, etcétera.
327 Hermann Diels, Die Fragmente der Vorsokratiker, 3 vols., Berlín, 1951-1952. Hay traducción al
francés, J. Voilquin, Les premiers penseurs de la Grece, París, Gamier, 1958.
L A E S T R AT E G I A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N C I E N T Í F I C A 241
Pues bien, la pista de Heráclito no puede ser desaprovechada.
No son las partes, integrantes de un todo, sino las relaciones que se
dan entre esas partes las que hacen inteligible al todo.328
Aquí se propone entender la investigación científica como una
relación. Ahora bien, entender la investigación social y humana
como un todo-relación, más que como un todo-sustancia, signi-
fica:
La idea de dialéctica
Hay que recordar que uno de los desafíos de Hegel fue precisamente
pensar el movimiento. Pero no tanto el movimiento del ser físico y
328 Véase Jean Bernhard, “La pensée paienne: de Thales aux sophistes”, en François Chatelet, His-
toire de la philosophie, I La philosophie paienne, París, Hachette, 1972, pp. 37-43.
329 Jean Piaget, Tratado de lógica…, op. cit., pp. 85-94.
330 George Wilhelm Friedrich Hegel, Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, Madrid, Re-
vista de Occidente, 1974, caps. 1 y 2, pp. 43-119.
331 George Wilhelm Friedrich Hegel, Fenomenología del espíritu, op. cit.
L A E S T R AT E G I A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N C I E N T Í F I C A 243
de ahí que nada humano —ni el hombre mismo— se entiende como
macizo ni cerrado. Cualquier intento de inteligibilidad está animado
por las ideas de totalidad, de relación y de dialéctica; es decir, como
un todo integrado por términos referidos entre sí, que son momen-
táneos y se encuentran atravesados por el tiempo.
En tal sentido, aunque cada uno de los diferentes quehaceres
de la investigación científica —problematizar, fundamentar teórica-
mente, construir observables, elaborar pruebas, dar resultados, re-
dactar— tiene su propia especificidad, se refieren unos a otros y se
conjugan estratégicamente hacia el logro del fin común: la genera-
ción de conocimiento nuevo.
Esta interpretación relacional dialéctica del todo prohíbe conce-
bir la investigación social y humanística como una secuencia lineal;
la entiende más bien como un espacio en el que se ubican cinco cam-
pos de fuerza pluridireccionales y multirreferenciales.
Como se insinuó anteriormente, cada uno de los grandes que-
haceres de la investigación está integrado no por uno, sino por un
conjunto numeroso y armónico de operaciones internas que asimis-
mo la constituyen.
La idea de novedad
332 Entendemos aquí “novedad” como el surgimiento de lo inesperado. Por lo mismo, se afirma
que para Hegel no hay novedad en una historia que ya está trazada de antemano por el Espí-
ritu, en la que no le queda al hombre nada por inventar. Ciertamente, la síntesis es la aparición
de algo distinto a la tesis y a la antítesis; es indudable que él la entiende como un recoger
dos momentos anteriores en un nivel superior. Sin embargo, esa Aufhebung hegeliana no es
entendida como innovación ni como suspenso. Hay una gran distancia, a nuestro entender,
entre el pasajero que está “a la espera” del tren que lo llevará a su destino en el andén señalado
a la hora indicada, y el cazador que también está “a la espera” de su presa, pero sin saber ni
cuándo ni por dónde saltará y a lo mejor sin saber si aparecerá. Esta distancia es análoga a
la que se da entre lo “inesperado” de la síntesis hegeliana y “el verdadero suspenso” ante un
desenlace imprevisto del actuar verdaderamente humano.
333 Véase Jean Hyppolite, “Ruse de la raison et histoire chez Hegel”, en Figures de la pensée philoso-
phique, I, París, PUF, 1971, pp. 150-157.
334 Albert Dondeyne, La foi écoute le monde, París, Editions Universitaires, 1964, pp. 55-66.
L A E S T R AT E G I A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N C I E N T Í F I C A 245
A plicación del concepto construido de estrategia en la
investigación científica
L A E S T R AT E G I A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N C I E N T Í F I C A 247
Pues bien, el correcto planteamiento del problema de investi-
gación es el resultado de diversas actividades, tales como: la deter-
minación del lugar teórico “desde donde” se interroga; la intención
de quien interroga (el “paraqué” se pregunta), y el destinatario de
la pregunta de investigación (el “a quién” se pregunta). Todas estas
actividades encierran decisiones teóricas y prácticas que deben ser
correctamente sopesadas y calculadas para definir gradual y progre-
sivamente el problema de investigación; es decir, su identificación,
selección, precisión, planteamiento y justificación.
El concepto de estrategia, sin embargo, no se agota en la an-
ticipación teórica del conjunto de operaciones y actividades de la
práctica científica que hay que conjugar con vistas al logro de un
objetivo único: el conocimiento nuevo. Abarca, como se señaló ante-
riormente, otros aspectos también muy sugerentes. Al dibujo mental
previo, hay que añadir la responsabilidad de las decisiones sobre la
marcha, de ahí que expresiones comunes tales como “avance acu-
mulativo” y “desarrollo gradual y progresivo” deben ceder el paso a
otras categorías que caracterizan mejor la dimensión estratégica de
la generación del conocimiento, que responden más a las ideas de
historicidad y de suspenso.
Ello significa, para volver de nuevo al ejemplo de la problemati-
zación y formulación del problema, que no es cuestión de instalarse
sobre rieles y seguir mecánicamente un trayecto trazado de antema-
no. Habrá que sortear momentos en que se abandonen las pistas, al
constatarse que éstas conducen a callejones sin salida; habrá cam-
bios de dirección sobre la marcha, al apostar a otros caminos mejor
calculados o ante resultados que no se esperaban.
Al lado de indecisiones, titubeos y tropiezos, la estrategia acepta
y rescata saltos cualitativos y avances inesperados. En fin, el proceso
de construcción de cualquier quehacer de la arquitectónica de la in-
vestigación científica tiene poco que ver con la monotonía, la rutina,
los pasos mecánicos y, por el contrario, mucho que ver con la sor-
presa, la ambigüedad y las decisiones racionalizadas.
En los otros grandes quehaceres de la investigación científica,
interviene la estrategia en su doble acepción; es decir, como “dibujo
mental anticipado” y como “cambio de dirección sobre la marcha”.
336 Las partes de ese todo serían el problema, el marco teórico, la hipótesis, los datos recogidos,
tratados, analizados e interpretados, las técnicas e instrumentos de investigación, el diseño
experimental, y los resultados parciales y finales de la investigación.
337 Según esta otra interpretación de la producción científica, no hay que hablar de “partes” de un
todo, sino de “etapas” de un sistema.
L A E S T R AT E G I A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N C I E N T Í F I C A 249
una concepción relacional sobre la naturaleza y el devenir del que-
hacer científico.
Conviene ahora insistir en que la concepción relacional requiere
una interpretación no-lineal del devenir científico, sino plurirrefe-
rente y multidireccional en la que la noción de estrategia ocupe un
lugar importante, lo cual quiere decir:
L A E S T R AT E G I A D E L A I N V E S T I G AC I Ó N C I E N T Í F I C A 251
independientemente de sus autores y del tiempo y espacio en que
se realiza. Está, por lo mismo, atravesada de principio a fin por los
significados sociales de su situación histórica.
En otras palabras, no sólo se busca describir la realidad para
detectar regularidades en el comportamiento de la naturaleza y de
los individuos; no sólo se intenta explicar esa realidad para hacerla
más inteligible y poder servirnos de ella; se busca ante todo y sobre
todo construir conceptualmente sistemas de relaciones que nos
permitan dominar y transformar la realidad natural y social en aras
de un proyecto ético-político de liberación del hombre.
El hombre, al actuar en libertad, deviene histórico. Su medio
natural deja de ser un simple entorno; es para él un mundo proble-
mático y significativo. Problemático porque es horizonte abierto
a múltiples posibilidades que se presentan como desafíos, porque
es camino con diferentes direcciones que incitan a correr el riesgo;
significativo porque este “espacio” no es cerrado ni bloquea, sino se
abre permanentemente sobre tareas, sobre un quehacer renovado.
La proyección al futuro es apuesta y compromiso. La presencia
histórica del hombre es presencia creadora que no se conforma, sino
que transforma todo el conjunto de sus relaciones a la espera de
un real posible que, aunque todavía no está a la mano, sus signos
ya se descifran entre nosotros. El carácter histórico del hombre, su
compromiso transformador y su libertad creadora concurren en la
realización del proyecto ético-político: la liberación de los hombres.
Disociar la ciencia y la investigación científica de esta dinámica
es crimen de lesa humanidad.338 Integrarla es coronar una de las
mejores realizaciones actuales de la creatividad histórica del espíritu
humano. En este contexto, debe ubicarse, como una pequeña con-
tribución, la propuesta de una nueva didáctica de la investigación
social y humanística.